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EL DERECHO CIVIL

. NATURALEZA Y OBJETO
a. Naturaleza
. El derecho civil es la más general y fundamental de las ramas del derecho privado y del

derecho en general.

Etimológicamente, el derecho civil es el derecho de la civis (“derecho de la ciudad”). Era el

estatuto personal aplicable en sus relaciones recíprocas a quienes tenían el carácter de

ciudadanos romanos

El derecho civil se refiere a las relaciones que surgen entre particulares, en oposición a las

que existen entre los particulares y los órganos públicos o a las relaciones que se dan entre

organismos del Estado.

Así, a esta rama del derecho corresponde la regulación de las relaciones fundamentales de

la vida humana: la ordenación de la familia, tanto la que surge del vínculo matrimonial,

como aquélla que se basa en relaciones sanguíneas o derivadas de la adopción; las

relaciones de propiedad y los demás derechos que recaen sobre las cosas; las relaciones

contractuales; la responsabilidad derivada de los hechos ilícitos y los efectos patrimoniales

de la muerte de las personas.

Por lo mismo, es el derecho general, pues es aplicable a toda persona, al margen de toda

calificación subjetiva, y es el derecho común, aplicable a todo tipo de relaciones y

actividades, a menos que exista un ordenamiento especial; y aún si lo hay, aplicable en lo

que no esté regido por ese estatuto particular.

b. Objeto
48. El derecho civil tiene una amplitud y generalidad tal que abarca todos los ámbitos de las

relaciones privadas. Sumariamente, se puede señalar que abarca las materias descritas en

los párrafos siguientes.


Individualización de la persona en la sociedad. El derecho es una ordenación relacional. Por

ello, le interesan las relaciones entre personas –tanto naturales como jurídicas- para lo cual

se requiere establecer ciertas reglas mínimas. En consecuencia, al derecho civil le preocupa

que existan reglas:

(a) Para determinar la existencia de las personas naturales, su nacimiento y muerte; y, en

las personas jurídicas, los procedimientos para su constitución y disolución;

(b) Que definan los atributos de la personalidad, rasgos propios a cada persona que

permiten identificarla y diferenciarla de cualquier otra (tales como el nombre, el

domicilio y el estado civil); y,

(c) Que establezcan los derechos de la personalidad, derechos innatos e inherentes a

todo ser humano. Estos derechos, a pesar de su origen civil, se han desarrollado

mayormente en sede constitucional, en la forma de derechos fundamentales (los

derechos a la vida, integridad física, honra, imagen, voz, intimidad, derecho a las

creaciones del intelecto, entre otros, que son recogidos en la mayoría de las cartas

fundamentales occidentales).

Estas materias se encuentran reguladas fundamentalmente en el Libro I del Código Civil.

50. Relaciones extrapatrimoniales. Son aquellas relaciones interpersonales que no tienen un

componente pecuniario, por lo que los derechos y obligaciones que de ellas surgen no son

susceptibles de avaluación pecuniaria.

(a) Relaciones derivadas de los derechos de la personalidad. Los derechos de la

personalidad otorgan una cierta inmunidad a sus titulares frente a las acciones de

otros (por ejemplo, en materia de libertad de expresión). Adicionalmente, su

violación o perturbación puede dar lugar a obligaciones civiles para los responsables.

(b) Relaciones de familia. El derecho reconoce el rol de la familia, como institución


fundamental de la sociedad. Para tal efecto, establece las condiciones de la familia

formal, reglando el matrimonio, sus efectos y disolución, así como también se

preocupa de atribuir efectos a las relaciones informales (concubinato), aunque no

existan en el Código Civil normas explícitas sobre este punto. Asimismo, se regulan

las relaciones entre padres e hijos, sean habidos éstos dentro o fuera del matrimonio.

Finalmente, se regulan las relaciones patrimoniales que surgen al interior de la

familia: el derecho de alimentos, el régimen de bienes del matrimonio, la patria

potestad, etc.

Estas materias también se encuentran tratadas principalmente en el Libro I del Código

Civil.

Relaciones patrimoniales. Las relaciones patrimoniales son aquellas que dan lugar a

derechos y obligaciones susceptibles de avaluación pecuniaria.

(a) Relaciones de propiedad y derechos que se tienen sobre las cosas. Los derechos

sobre las cosas (bienes) caen bajo la denominación genérica de derechos reales (art.

577). Lo característico de los derechos reales es que son absolutos, esto es, se pueden

hacer valer contra cualquiera persona. El más fuerte de todos los derechos que se

pueden tener en una cosa es el derecho de dominio o propiedad, mientras que los

demás derechos reales no constituyen sino desmembramientos de éste.

Sobre esta materia el Código Civil adoptó un principio individualista: la propiedad

entrega atributos de uso, goce y disposición sobre la cosa, que dependen del solo

arbitrio del propietario, quien no está sujeto a control alguno, en principio,

reconociendo como únicas limitaciones la ley y el derecho ajeno (art. 582).

Otros derechos reales son el usufructo (derecho a usar y a aprovecharse de los frutos

de una cosa ajena); las servidumbres; los derechos de uso y habitación (que permiten

el uso natural de la cosa, pero no el aprovechamiento de frutos); el derecho real de

herencia; y, los derechos de prenda e hipoteca (que son los denominados derechos de

garantía).
Los derechos reales se encuentran regulados en el Libro II del Código Civil, con

excepción de la herencia (Libro III) y de la prenda e hipoteca (Libro IV).

(b) Relaciones obligatorias. Son las relaciones patrimoniales que se tienen con personas

determinadas, en cuya virtud una de las partes adquiere el derecho de exigir una

determinada prestación y la otra se encuentra en la necesidad de otorgársela.

Tienen su fuente en: (i) el contrato, de cuya celebración surgen obligaciones

recíprocas para los contratantes; (ii) la imposición de la ley, como las obligaciones

tributarias, o las derivadas del derecho de alimentos; (iii) la comisión de actos ilícitos

que causan daño, entendidos como acontecimientos intencionales o causados por

negligencia que originan un daño a otro y que acarrean la obligación de reparar los

perjuicios causados indemnizándolos; o, (iv) los casos de enriquecimiento sin causa,

como cuando se paga algo a alguien sin deberle nada, y en los demás cuasicontratos.

Estas materias son desarrolladas en el Libro IV del Código Civil.

(c) Relaciones por causa de muerte o sucesiones. Se trata de los efectos patrimoniales de

la muerte de las personas. De ellos trata en extenso el Libro III del Código Civil.
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO CIVIL

a. Origen

El derecho civil moderno tiene un origen eminentemente europeo. Es el resultado de una

larga y lenta evolución, en que las influencias de distintos fenómenos histórico-culturales

han dado paso a un ordenamiento sofisticado.

Sus fuentes históricas más importantes son el derecho romano, el derecho canónico, las

costumbres germánicas y la Ilustración.

El derecho romano fue un ordenamiento legal que se desarrollo a la par del Imperio

Romano y que, por medio de la expansión territorial de éste, fue adoptado en la mayor parte

de Europa. El derecho romano debe su desarrollo principalmente a la elaboración

permanente de soluciones judiciales a los conflictos de la convivencia, apoyada en la

prudente colaboración de la doctrina, en una práctica que se extendió por casi un mileno y

que generó un cuerpo de disposiciones legales y de principios jurídicos de alto nivel técnico

y sofisticación.

Habiendo permanecido en desuso tras la destrucción del Imperio Romano de Occidente,

durante la Edad Media el derecho romano es redescubierto y estudiado en monasterios y

universidades. En este ambiente recibe los influjos de los conceptos jurídicos canónicos

desarrollados por la escolástica medieval, sobre la base de la enseñanza de los padres de la

Iglesia.

Esta evolución da forma al denominado derecho común, un derecho culto, científico y

general, con pretensiones de aplicación universal en la Europa medieval, en oposición al

derecho germánico consuetudinario que se había asentado luego de las invasiones y

asentamiento los pueblos bárbaros.

El derecho común, de técnica más depurada, fue el preferido de abogados y jueces

profesionales, formados en las universidades, por lo que paulatinamente se va imponiendo

en la vida diaria este derecho romano cristianizado, que combina el espíritu práctico e
individualista de los romanos con el sustento moral y comunitario del cristianismo, sin

perjuicio de la permanencia hasta nuestros días de instituciones de raigambre germánica.

A estas tradiciones se suman en la modernidad las ideas de la Ilustración. Este movimiento

reafirma el individualismo ético, propugna el desaparecimiento de las corporaciones (de

raigambre germánica) y establece el principio de la autonomía (materializada en una

economía basada en los libres intercambios), poniendo fin a las restricciones del

corporativismo y del mercantilismo económicos. La propiedad adquiere un inconfundible

sello individualista y es concebida como un derecho de uso, goce y disposición arbitrarios.

El influjo de la Ilustración sobre el derecho desembocará en el movimiento codificador,

cuya mayor expresión será la dictación del Código Civil francés de 1804, por Napoleón. La

idea misma de codificación es inherente a la preferencia de la Ilustración de la razón por

sobre la tradición; los códigos son cuerpos ordenados, sistematizados y coherentes de leyes,

aun cuando la mayoría de las normas que los integren provenga de las fuentes tradicionales.
AQUÍ YA HABLA DEL DERECHO CIVIL EN BASE A CHILE

EL CÓDIGO CIVIL CHILENO


a. El movimiento codificador en Chile
El derecho vigente hasta la época de los movimientos independentistas, tanto en Chile

como en toda la América Indiana, constituía un sistema inorgánico y complejo, cuyas

fuentes normativas resultaban difíciles de jerarquizar.

A los cuerpos de leyes constitutivos del derecho español (Fuero Juzgo, Fuero Real, Siete

Partidas, Ordenamiento de Alcalá, Novísima Recopilación y leyes especiales) se

superponían los del derecho dictado especialmente para Indias (en especial, la Recopilación

de Leyes de Indias). La variedad de autoridades con atribuciones legislativas, tanto en la

península como en Indias, hacía del conjunto de normas un todo absolutamente caótico. La

técnica legislativa utilizada, además, generaba una innecesaria reiteración de normas, así

como una casuística excesiva.

Sin embargo, este derecho siguió rigiendo en cada República después de su independencia,

en convivencia con las nuevas leyes patrias que lentamente se dictaban, pues no existía la

capacidad –o la necesidad imperiosa- de reemplazar súbitamente el ordenamiento jurídico

vigente. Por lo demás, los principios inspiradores de la legislación española colonial

provenían del derecho romano (v.g. las Siete Partidas), cuya influencia era compartida por

los integrantes del movimiento codificador. Este fenómeno de supervivencia de las leyes

españolas en las nacientes repúblicas independientes se conoce con el nombre de derecho

intermedio.

En este escenario, la codificación fue vista como una necesidad para ordenar este caos

normativo. Sin embargo, se pretendió ir más allá del espíritu meramente compilatorio, con

la noción de crear un ordenamiento nuevo, propio de las costumbres y tradiciones

nacionales, sin caer en los errores de adoptar esquemas ajenos, como se intentara en otras

latitudes.

Por ello, sólo una vez establecido un nuevo orden político pudo dedicarse la República a la
reestructuración de sus leyes civiles. Tal como decía PORTALIS, “no es un momento tal [en

medio de una revolución] cuando se puede prometer reglar las cosas y los hombres con la

sabiduría que preside las instituciones duraderas y con arreglos a os principios de esa equidad
natural de la que los legisladores humanos no deben ser más que respetuosos

intérpretes

A pesar de ello, la redacción definitiva del Código Civil se debe, más que a ninguno de los

cauces institucionales previstos, al esfuerzo personal de Andrés BELLO. Este finísimo

jurista venezolano, avecindado en Chile desde la década de 1830, fue el principal impulsor,

desde la tribuna pública y su puesto en el Senado, de la codificación chilena. Además, es el

declarado redactor del Código Civil que hasta hoy nos rige.

El proceso público de codificación se inició hacia 1840, año en que se crea una “Comisión

de Legislación del Congreso Nacional” cuyo objetivo era la codificación de las leyes

civiles. La comisión, en la que participó y tuvo un rol fundamental Andrés BELLO, trabajó

sobre la base de un proyecto incompleto de Código Civil preparado por él. La primera

versión de este trabajo es conocida como el “Proyecto de 1841-45”. Este proyecto fue

revisado nuevamente por la Comisión, en lo que es denominado el “Proyecto de 1846-47”.

Entre 1848 y 1853, BELLO trabajará en solitario, finalizando un proyecto completo de

Código Civil para 1853 (el “Proyecto de 1853”). Este proyecto va a ser objeto de

modificaciones menores por una Comisión Revisora nombrada por el presidente MONTT, de

la cual fue secretario el propio Andrés BELLO, generando un segundo proyecto completo,

conocido como el “Proyecto de 1855”, el cual fue presentado al Congreso Nacional, que lo

aprobó sin modificaciones. El código civil sería promulgado el 14 de diciembre de 1855

para entrar en vigencia el 1º de enero de 1857.

b. Espíritu del Código Civil.

El Código Civil chileno no puede ser comprendido con independencia de la figura de su

redactor y principal impulsor, Andrés BELLO.

Este venezolano de tempranos anhelos independentistas, vivió largamente en Inglaterra,


donde recibió la influencia de los filósofos de la escuela escocesa, y en particular del

utilitarista Jeremy BENTHAM. Su actividad fue integral dentro de las humanidades: poeta,

gramático, filósofo, educador, periodista, político, jurista. Su carácter, lo coloca en la

posición del intelectual conservador progresista, creyente en un equilibrio ideal entre

tradición e innovación para el progreso, pero conciente de la necesidad de que todo cambio

debe ser lo suficientemente gradual como para que pueda asentarse en las costumbres.

Ante todo, y desde una perspectiva estrictamente formal, el lenguaje que emplea BELLO es

bastante llano: es claro y elegante, jamás preocupado de la rigidez técnica, lo que hace que

muchas veces sus conceptos sean cercanos al lenguaje corriente. El Código, además, es rico

en ejemplos y definiciones, lo que permite sea comprendido sin necesidad de ser un experto

en derecho.

Detrás del articulado del Código reposan ideas análogas a las de PORTALIS (uno de los

redactores del Código Civil francés de 1804), quien sostenía que frente al caos reinante en

materia de fuentes del derecho era necesario simplificar y sistematizar las tradiciones

vigentes, y frente a la permanente tensión entre continuidad y cambio, es decir, entre

conservación e innovación, se debía conservar lo esencial de cada institución y hacer los

avances requeridos por la modernización de la sociedad y la economía de la época, de

manera de suprimir todas las trabas que coartasen la libertad civil. Así lo plantea BELLO en

el propio Mensaje del Código Civil, al señalar como propósito de la codificación: “la

necesidad de refundir esta masa confusa de elementos diversos, incoherentes y

contradictorios, dándoles consistencia y armonía y poniéndoles en relación con las formas

vivientes del orden social”.

Para lograr estos objetivos el Código combina estrechamente la continuidad del derecho

español en materia de familia (en que las innovaciones son menores) con una fuerte

influencia liberal en materia de personas, propiedad y obligaciones.

Ello hace que el código chileno sea ecléctico, pues no sigue un sistema o doctrina en

particular, sino más bien lo que su autor estimó mejor para cada caso. Así, de la tradición
española extrae las reglas del orden de la familia y de las herencias; del código francés

aprovecha el desarrollo de las normas generales sobres obligaciones y contratos; en lo

relativo al régimen de propiedad sigue la distinción romana entre tradición como modo de

adquirir el dominio y contrato como título o antecedente de la adquisición; vuelve al

derecho francés en cuanto al alcance de los derechos reales; y, adapta el sistema registral

alemán en cuanto a la posesión inscrita de los inmuebles.

59. En el derecho de familia, el Código Civil dejó subsistente el régimen proveniente del

derecho canónico, que sólo sería modificado con ocasión de la dictación de las llamadas

leyes laicas

En lo referente a relaciones de familia, el código siguió de cerca la estructura paternalista

del derecho español: el marido es jefe de la familia y ejerce una potestad económica y

personal sobre la mujer (potestad marital) y sobre los hijos (patria potestad y potestad

paterna).

En materia de derecho sucesorio, las ideas de BELLO eran radicales: proponía, siguiendo el

modelo inglés, una amplia libertad para testar, de manera de permitir al causante disponer

de sus bienes sin restricciones. Sólo si el causante no había testado debían regir las reglas

clásicas de sucesión intestada. Su espíritu práctico lo hizo, sin embargo, ceder en la

materia: el código se inscribió en la tradición española de las asignaciones forzosas, que dejan al
padre o madre de familia libre disposición sobre sólo una cuarta parte de sus

bienes. Por otro lado, sin embargo, se terminó con las vinculaciones de la propiedad

(fideicomisos y usufructos sucesivos), con lo que favoreció su división y libre circulación.

Sin embargo, es en materia patrimonial en donde se denota mayormente el espíritu

renovado del Código, que recogió los tres principios fundantes del derecho privado chileno,

de cuño liberal e ilustrado: libertad, igualdad y voluntad.

(a) Libertad. La libertad es el substrato básico del Código Civil y constituye el principio

fundante en materia de intercambios económicos. El principio de libertad actúa en las


dos grandes instituciones económicas que conoce la sociedad: la propiedad y el

contrato. Sólo no alcanzó al régimen de bienes del matrimonio ni al de asignaciones

forzosas, materias vinculadas a la familia, donde el código optó por conservar, como

se ha visto, los principios del derecho español.

El Código Civil no sólo da reglas de libertad en materia patrimonial, sino que va más

allá, enunciando principios. Ya en la definición de propiedad, que hace el artículo

582 (siguiendo al art. 544 de su modelo francés), aparece que “el dominio es el

derecho real en una cosa corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente, no

siendo contra ley o contra derecho ajeno”. Así, el propietario no está sujeto, fuera de

las limitaciones de la ley y del derecho ajeno, a más que lo que fije su propio arbitrio.

En la misma línea, y con el propósito de asegurar la libre circulación de los bienes, se

inscribe la eliminación definitiva de las vinculaciones de la propiedad. Si bien los

mayorazgos habían sido abolidos formalmente bajo el gobierno de O'HIGGINS, habían

subsistido bajo la forma de fideicomisos y de usufructos sucesivos, mecanismos por

medio de los cuales se aseguraba la mantención de grandes propiedades indivisas en

manos de una misma familia, lo que constituía la estructura de la hacienda colonial

chilena. Los artículos 745 y 769 prohíben pactar estas figuras en forma sucesiva.

Por lo mismo se justifica el trato que el Código da a las comunidades, otra de las

formas de inmovilización de la propiedad. BELLO estableció la imposibilidad de

pactar la indivisión de una comunidad por más de cinco años, por atentar contra la

libre circulación de la riqueza (art. 1317). Sin embargo, admite que vencido el plazo

vuelva a pactarse hasta por el mismo período.

También en materia contractual rige el principio, bajo la forma específica de la

autonomía privada. El artículo 1545 constituye una generalísima regla de

competencia para que las personas ordenen por sí mismas sus relaciones, al

establecerse que todo contrato válidamente celebrado es una ley para los

contrayentes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por

causas legales. Concebida con esta generalidad la norma resulta extraordinariamente

flexible: aunque no haya una regulación expresa del contrato en la ley, éste tiene
carácter obligatorio. Por otra parte, en virtud del mismo principio la generalidad de

las normas sobre contratos tienen un carácter dispositivo, esto es, sólo rigen si las partes no
convienen algo diferente (son elementos de la naturaleza del acto o

contrato, en los términos del artículo 1444). Así, el artículo 1545 atribuye a las

personas una competencia amplísima para regular sus relaciones por medio de

acuerdos, sin otras limitaciones que las que expresamente fije la ley.

(b) Igualdad. El principio clásico de igualdad ante la ley es concebido en su carácter

formal: todas las personas son miradas como iguales ante el derecho. El derecho civil

no pretende igualar materialmente a los desiguales, sino simplemente tratarlos a todos

en forma semejante.

La definición de persona del artículo 55 expone este principio: son personas todos los

individuos de la especie humana, cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o

condición. Es decir, al margen de cualquier distinción que pueda hacerse sobre la

base de cualquier otro criterio, son igualmente personas, sujetos de derecho, todos los

seres humanos.

Las normas dictadas respecto de la capacidad de las personas (art. 1446) apuntan en

este mismo sentido: todas las personas son capaces de goce, es decir todas son aptas

para ser titulares de derechos, lo que afirma la proscripción de la esclavitud y de toda

forma de servidumbre personal; y, cumplidos ciertos requisitos de edad y lucidez

intelectual, también se adquiere plena capacidad para actuar eficazmente en el

derecho (capacidad de ejercicio). Ello vale con la reserva de que la mujer caía, en

razón del matrimonio, en un estado de incapacidad relativa, en razón del orden

patriarcal que el código asumió en las relaciones económicas y personales entre los

cónyuges, el cual ha sido moderado a través de sucesivas reformas posteriores.

(c) Voluntad. La influencia de la ilustración se muestra desde el artículo 1º. En él, la ley

es concebida como un acto de voluntad, es decir, como una decisión. Es una

manifestación de la voluntad soberana, esto es, la voluntad de la nación expresada por


medio de sus órganos políticos. En esto aparece claramente la noción moderna de ley,

que la concibe como un acto de voluntad ejercido en el marco de ciertas

competencias, lo que rompe radicalmente con la tradición clásica del iusnaturalismo.

También el contrato es definido desde la perspectiva de la voluntad. El artículo 1545

dispone que es una ley para los contrayentes y el artículo 1560, a propósito de la

interpretación de los contratos, privilegia la determinación de la voluntad (la

intención) de los contratantes antes que lo literal de sus palabras. Es decir, hay que

estar a lo que quisieron las partes, prevaleciendo esa intención por sobre lo que

efectivamente dijeron.

Los principios de libertad, igualdad y voluntad fueron introducidos por el código en

órdenes críticos de materias, en instituciones de enorme importancia para el

desenvolvimiento de la economía. Detrás de ellos subyace, al menos en materia

patrimonial, el ideal liberal de la autonomía de la persona, que busca asegurar un

orden fundamental de libertad en medio de un esquema formal de igualdad.

Los anteriores, son los principios individualistas de la Ilustración. Sin perjuicio de ello, y

tal como ha señalado Karl LARENZ, el derecho civil está basado en el principio del

individualismo ético, al que se suman ciertos grados de “óleo social”. Estas tendencias

sociales se manifiestan en nuestro derecho en algunas instituciones:

(a) El derecho de alimentos, especie de mecanismo de seguridad social al interior de la

familia, en cuya virtud un cónyuge o pariente pobre o que haya hecho una donación

tiene derecho a pedir ayuda de quien está en condiciones de otorgársela, consistente

en una cierta cantidad periódica de dinero (art. 321 y ss.).

(b) Los mecanismos de protección de incapaces, que evitan el abuso. En el derecho

actual la más protegida es la mujer casada en sociedad conyugal, quien habiendo

recuperados grados significativos de libertad sobre su persona y sus bienes, ha

conservado, además, su estatuto de protección (patrimonio reservado de la mujer


casada).

(c) Las asignaciones forzosas, que representan un importante correctivo a la autonomía

privada del testador, quien no puede discriminar excesivamente entre sus herederos

(art. 1167 y siguientes).

c. Influencia del Código

El Código Civil chileno, si bien no fue el primero dictado en latinoamérica (Bolivia y Perú

promulgaron los suyos con algunos años de anterioridad) fue sin duda el más influyente de

la región; más incluso que el propio Código Napoleón, que tuvo su eco mediatizado a

través del código chileno. Fue recepcionado prácticamente sin modificaciones en Colombia

y Ecuador, y su prestigio aparece refrendado por su frecuente cita en los procesos

codificadores de México, Uruguay y Argentina. Sólo con el devenir del siglo XX dejaría de

ser el modelo por excelencia, al ser desplazado por el Código Civil Alemán que entrara en

vigencia en 1900.

d. Estructura del Código y reformas posteriores

La estructura del código chileno sigue de cerca al modelo francés. Consta de un título

preliminar (que trata de ciertos aspectos de la teoría de la ley y algunas definiciones de

conceptos de uso frecuente); libro primero (De Las Personas), que contiene normas sobre la

individualización del sujeto en sociedad y reglas del derecho de familias; libro segundo (De

los Bienes y de su Dominio, Posesión, Uso y Goce), referido a los derechos reales en

general; libro tercero (De la Sucesión por Causa de Muerte y de las Donaciones entre

Vivos) que se refiere a las consecuencias patrimoniales de la muerte y de la liberalidad;

libro cuarto (De las Obligaciones en General y de los Contratos), que se refiere a las

obligaciones y a sus fuentes; y, un artículo final, sobre la vigencia del código.


Las principales modificaciones que ha sufrido el derecho privado tras la dictación del

Código Civil se han producido, por una parte, debido al significativo crecimiento de la

legislación. Los principales desmembramientos de materias que pasan íntegramente a tener

regulación fuera del código son objeto de codificaciones especiales: Código de Comercio,

Código del Trabajo, Código de Aguas, Código de Minería. Paralelamente se ha dictado una

frondosa legislación especial, que comenzó con las leyes de matrimonio civil y de Registro

Civil, y que han continuado con legislación sobre propiedad indígena, intelectual e

industrial, sobre arrendamiento, sobre créditos de dinero, sobre copropiedad inmobiliaria y

varias otras materias (la principal legislación complementaria es publicada en el apéndice

de la edición oficial del Código Civil).

También debe reconocerse dentro de las modificaciones a la legislación civil la enorme

cantidad de leyes de contenido económico que ha regulado áreas específicas de la economía

sobre la base de principios mixtos de derecho público y de derecho privado. Así, por

ejemplo, el D.L. Nº211 sobre Libre Competencia, la Ley General de Bancos, el D.F.L.

Nº251, de 1931, sobre Compañías de Seguros, las leyes especiales sobre consumidores,

mercado de valores, cambios internacionales, etc.

Otra vertiente de modificaciones legales está encuadrada dentro de lo que podría llamarse

la revisión de las instituciones, su reforma interna. En este sentido las más importantes se

han desarrollado en materia de derecho de familia, donde pueden reconocerse dos grupos

de tendencias: (a) el mejoramiento de la posición relativa de la mujer casada, tendiendo

hacia un orden en que se le reconocen amplios ámbitos de autonomía y se fortalece su

posición relativa en sus relaciones de familia, y, (b) la atenuación de las diferencias entre

los hijos matrimoniales y extramatrimoniales, que culminaron en la reforma de 1998 (Ley

Nº19.585). Adicionalmente, el Código Civil sufrió una reforma importante en materia

sucesoria que, sin modificar los principios básicos heredados de la legislación española,

simplificó la aplicación de las normas sobre herencias.

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