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LITERATURA
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 - 02 CUARTO GRADO
LA LITERATURA QUECHUA
Los estudios realizados en la cultura inca nos revelan la existencia de poesía, drama y relato como manifestaciones del
espíritu creador de nuestros antepasados. Así podemos afirmar que sí hubo una literatura incaica en la que se aprecia la
sensibilidad y el pensamiento del pueblo.
O F IC IA L P O PU LA R
I. Género lírico
La información de los cronistas nos señala la existencia de poetas especializados en el cultivo del género lírico, a los
que se denominaba "haravicus". Estos en sus creaciones usaban la métrica breve y relatos moralizantes, cosmogónicos,
míticos o heroicos en los cuales hablaban sobre temas de angustia interna, amores ausentes, cantos triunfales, himnos
religiosos acompañados de música, canto y danza en muchos casos. Así podemos distinguir las siguientes especies:
1. Haylli
Es la oda principal de la poesía quechua, significa canto de triunfo, de entusiasmo y de alabanza principalmente a los
dioses. También existieron hayllis de carácter agrícola y militar.
2. Harawi
Es poesía amorosa, el canto del amor, del sentimiento puro, delicado, con sus actitudes de alegría, dolor; en ningún
momento admitía expresiones fuera de lugar o malintencionadas. De acuerdo al sentimiento que inspiraba tomaba
diferentes denominaciones: Jaray Araki (canción de amor triste), Kusi Harawi (canción de las alegrías), Sumay Harawi
(canción de la belleza), etc.
De tanto llorar
una fuente formé
el jugo de mi dolor
a otros calma la sed.
3. Aymoray
Era el canto a la tierra y se daba preferencia a las labores dedicadas a la siembra y la cosecha.
4. Huacantaqui
Los incas solían cantar a sus animales más preciados: el zorro, el picaflor, la llama, el cóndor etc.
5. Urpi
Significa paloma.
Hermoso canto a la amada a quien se le emparenta con la palomita. Es un poema elaborado con gran ternura.
Evoca la pérdida de los seres amados. Llora la desaparición de alguien que les perteneció.
7. Ayataqui
Canto que simboliza dolor y muerte. Era de timbre fúnebre y sólo se entonaba en los días pesarosos.
A la muerte del Inca Atahualpa
8. Aranway
Es una composición de origen humorístico, de sarcasmo y burla que evoca cantos satíricos. El
aranway pervive hasta la actualidad y se suele presentar en forma de cuento o relato.
Se compone de mitos y leyendas, en los que desfilan deidades creadoras y transformadoras, así como
hombres excepcionales que configuran las distintas civilizaciones que ocuparon esta parte del mundo antes de la llegada
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de la civilización occidental. Los mitos y leyendas del antiguo Perú estuvieron orientados a dar explicación de
acontecimientos históricos que fundamentaban el nacimiento de un nuevo pueblo o cultura y el surgimiento de ciertas
deidades a quienes se consagraba la adoración.
Todo mito recoge imágenes y representa creencias y sentimientos. Un mito es un tipo de narración que explica o habla
de un pasado histórico y sustenta acciones del mundo presente y se enlaza al contexto de un medio cultural. El mito es
toda expresión de creencia que está basada en la práctica religiosa o histórica que busca accionar contenidos de una
época anterior a la nuestra.
De evolución: Determ inan el paso de una etapa a otra en la vida del hom bre.
C la se s d e m ito s
De castigo: Exponen el origen de las sanciones y escarmientos.
Las leyendas son narraciones populares en las que predomina la presencia de un mundo fantástico o maravilloso. Son
históricas provenientes del pasado, basadas en lugares, personajes o acciones que realmente existieron, pero que han
sufrido transformaciones al ser contadas y recontadas a través de la tradición oral.
Según Tamayo Vargas, podemos clasificar los mitos y las leyendas en dos grandes grupos:
• Mito de Wiracocha
• Mito de Kon
• Mito de Pachacámac
• Mito de Naylamp
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MITO DE WIRACOCHA
Adaptación: Lizardo Tavera
El mito de Cuniraya Huiracocha forma parte de los escritos de Francisco de Avila, quien en la primera década del siglo
XVII los recolecta en la provincia de Huarochirí. Avila fue encargado como "extirpador de idolatrías". Tenía la misión de
destruir las antiguas creencias andinas y reemplazarlas por la religión católica. Para ello recorrió la sierra de Lima
(Huarochirí) con ayudantes andinos, los que escribieron en quechua los mitos y leyendas de esa región. La primera traducción
al castellano la hizo José María Arguedas, publicando el libro "Dioses y Hombres de Huarochirí" en 1966. Posteriormente,
Gerald Taylor hizo una nueva traducción en 1987, que aparece en el libro "Ritos y Tradiciones de Huarochirí del siglo XVII",
de donde hemos adaptado el presente relato.
Cuentan que en tiempos muy antiguos, Cuniraya Huiracocha se convirtió en un hombre muy pobre, y andaba paseando con
su ropa hecha harapos, y sin reconocerlo algunos hombres lo trataban de mendigo piojoso. Pero Cuniraya Huiracocha era el
dios del campo. Con solo decirlo preparaba las chacras para el cultivo y reparaba los andenes. Con el solo hecho de arrojar
una flor de cañaveral (llamada pupuna) hacía acequias desde sus fuentes. Así, por su gran poder, humillaba a los demás dioses
(huacas) de la región.
Había una vez una mujer llamada Cahuillaca, quien también era huaca, que por ser tan hermosa todos los demás huacas la
pretendían. Pero ella siempre los rechazaba. Sucedió que esta mujer, que nunca se había dejado tocar por un hombre, se
encontraba tejiendo debajo de un árbol de Lúcumo. Cuniraya que la observaba de lejos pensaba en una manera astuta de
acercarse a la bella Cahuillaca. Entonces se convirtió en un pájaro y voló hasta la copa del Lúcumo, donde encontró una lúcuma
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madura a la que le introdujo su simiente, luego la hizo caer del árbol justo al costado de donde Cahuillaca se encontraba
tejiendo. Al verla se la comió muy gustosa y de esta manera la bella diosa quedó embarazada sin haber tenido relaciones con
ningún hombre.
A los nueve meses, como era de esperarse, Cahuillaca dio a luz. Durante más de un año crió sola a su hijo, pero siempre se
interrogaba sobre quién sería el padre. Llamó a todos los Huacas y Huillcas a una reunión para dar respuesta a su pregunta.
Cuando supieron de la reunión todos los huacas se alegraron mucho, asistieron muy finamente vestidos y arreglados,
convencidos de ser a los que la bella Cahuillaca elegiría. Esta reunión tuvo lugar en un pueblo llamado Anchicocha. Al llegar se
fueron sentando, y la bella huaca les enseñaba a su hijo y les preguntaba si eran los padres. Pero nadie reconoció al niño.
Cuniraya Huiracocha también había asistido, pero como estaba vestido como mendigo Cahuillaca no le preguntó a él, pues le
parecía imposible que su hijo hubiese sido engendrado por aquel hombre pobre.
Ante la negativa de todos los interrogados de reconocer al niño, Cahuillaca ideó posar en el piso al niño, dejando que ande
a gatas solo hasta donde se encuentre su padre. Hizo así, y el niño se dirigió muy contento donde se encontraba Cuniraya
Huiracocha. Cuando su madre lo vio, muy encolerizada, gritó: "Ay de mí! ¿Cómo habría podido yo dar a luz el hijo de un
hombre tan miserable?". Y con estas palabras cogió a su hijo y corrió hacia el mar. Entonces Cuniraya dijo: "Ahora sí me va a
amar!" y se vistió con un traje de oro, y la siguió, llamándola para que lo viera. Pero Cahuillaca no volvió para mirarlo, siguió
corriendo con la intención de arrojarse al mar por dar a luz el hijo de un hombre tan "horrible y sarnoso". Al llegar a la orilla,
frente a Pachacamac, se arrojó y quedaron convertidos, ella y su hijo, en dos islotes que están muy cerca a la playa.
Como Cuniraya pensaba que Cahuillaca voltearía a verlo, la seguía a distancia llamándola y gritándole continuamente.
Entonces se encontró con un cóndor y le preguntó: "-Hermano, ¿dónde te encontraste con esa mujer?", "-Aquí cerca está, ya
casi la vas alcanzando" le respondió el cóndor. Por darle esa respuesta Cuniraya le dijo al cóndor: "-Siempre vivirás
alimentándote con todos los animales de la puna, y cuando mueran tú sólo te los comerás, y si alguien te mata, él también
morirá" El huaca siguió en su carrera en pos de Cahuillaca, encontrándose con una zorrina." -Hermana" le preguntó, "En donde
te has encontrado con esa mujer?"
La zorrina le respondió: "-Ya no la alcanzarás, está muy lejos"-. Por darle esa mala noticia el huaca le dijo: "-Por lo que me
has contado, te condeno a que camines sólo de noche, odiada por los hombres y apestando horriblemente". Más abajo en su
camino se encontró con un puma. "-Ella todavía anda por aquí; ya te estás acercando" le dijo el puma.
Por darle tan buenas noticias Cuniraya le respondió: "-Comerás las llamas del hombre culpable, y si alguien te mata te hará
bailar primero en una gran fiesta, y todos los años te sacará sacrificándote una llama" (De este modo Cuniraya le confiere al
puma categoría para ser adorado, y manda además que todos los años se celebre una fiesta en su honor, en la que se bailará y
se sacrificará una llama en su honor). También se encontró con un zorro. Al preguntarle por Cahuillaca el zorro le dijo que se
encontraba ya muy lejos y que no la alcanzaría.
Por esto le dijo al zorro: "-Aunque andes a distancia, los hombres llenos de odio te tratarán de zorro malvado y
desgraciado. Y cuando te maten te botarán a ti y a tu piel como algo sin valor". El halcón, con quién también se encontró, le
auguró que pronto la alcanzaría. Por ello le contestó el huaca: "-Tendrás mucha suerte, y cuando comas primero almorzarás
picaflores. El hombre que te mate llorará tu muerte, y sacrificará una llama en tu honor, y bailará poniéndote sobre su
cabeza para que resplandezcas allí".
Enseguida se encontró con unos loros, quienes le dijeron que ya no la alcanzaría. Por ello Cuniraya les maldijo así: "-
Andareís gritando muy fuerte, y cuando los escuchen, sabiendo que tienen la intención de destruir los cultivos, sin tardar los
hombres os ahuyentarán y habrán de vivir sufriendo mucho, odiados por ellos". De este modo, cada vez que se encontraba con
alguien que le daba una buena noticia le auguraba un buen porvenir, y si se encontraba con alguien que le daba malas noticias
lo maldecía. De este modo llegó hasta el mar donde se encontraban dos hijas de Pachacamac custodiadas por una serpiente.
Pero poco antes, la madre de éstas: Urpayhuachac, había entrado al mar a visitar a Cahuillaca.
Aprovechando esta ausencia Cuniraya violó a la menor de las hijas. Cuando quiso hacer lo mismo con la otra, ésta se
transformó en paloma y voló. Es por esto que a su madre le llaman Urpayhuachac: "La que pare palomas". En ese tiempo no
habían peces en el agua. Solo Urpayhuachac los criaba en un estanque que estaba dentro de su casa. Cuniraya, enfadado
porque había ido a visitar a Cahuillaca arrojó todos los peces del estanque al mar. Y es por esto que el mar, ahora, se
encuentra poblado de peces. Cuando la hija menor de Urpayhuachac le contó lo que Cuniraya le había hecho, se encolerizó y
se decidió por matarlo. Para ello tramó un astuto plan. Urpayhuachac llamó a Cuniraya con el pretexto de quitarle las pulgas.
Este aceptó. Pero al mismo tiempo hacía crecer una gran peña para que le cayera encima al huaca y lo aplastara. Pero éste,
con gran astucia, se dio cuenta de las verdaderas intenciones de Urpayhuachac, y huyó del lugar.
Desde entonces Cuniraya Huiracocha anda por el mundo engañando a huacas y hombres.
ACTIVIDADES
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1. Los incas no conocieron la escritura ¿Crees que de haberla conocido, la literatura sería diferente, por qué?:
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3. ¿Cuál es la visión que los incas tenían del mundo de los muertos y cómo crees que esta visión se manifiesta en la literatura
quechua?:
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4. El Haylli es un canto de triunfo (guerrero, agrícola o militar). Crea un Haylli utilizando la métrica corta de la literatura
quechua:
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5. ¿Crees que los Incas desarrollaron el teatro?. ¿Cómo crees que eran sus representaciones y de qué podían tratar?:
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TAREA DOMICILIARIA
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6. ¿Cómo se llama la especie lírica que expresa un dolor profundo por la muerte de un ser amado?
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10. ¿A qué especie lírica contemporánea se puede comparar el haylli de la literatura quechua?
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LA DRAMÁTICA QUECHUA
OLLANTAY
Es la obra cumbre del teatro inca. Sobre su origen se han suscitado enconadas polémicas, disímiles opiniones y ardidas
posiciones.
La primera versión del drama aparece en el manuscrito redactado por el sacerdote Antonio Valdez en el siglo XVIII.
Una copia de este manuscrito, hecha por Justo Pastor Justiniano, se conserva en nuestra Biblioteca Nacional. La primera
traducción al castellano la hizo Sebastián Barranca.
Tema principal
• La rebelión de Ollantay contra Pachacútec.
Temas secundarios
• El poder, en la obra se presentan dos formas de ejercicios del poder. La primera, autoritaria e implacable, representada
por Pachacútec, provoca una rebelión y el alejamiento de uno de los mejores servidores del imperio. La segunda,
encarnada por Túpac Yupanqui, Inca magnánimo y generoso, sabe ser más flexible y usa el perdón para superar los
conflictos internos y recuperar a un valioso servidor.
• El amor, que mueve a Ollantay a trasgredir las barreras sociales y enfrentarse al poder imperial.
Se trata de una obra elaborada en la época incaica, antes de la llegada de los españoles. Esta hipótesis ha sido defendida
por Juan Sebastián Barranca y Gabino Pacheco Zegarra. Se apoya en similitudes del drama con formas literarias quechuas
y leyendas incaicas recogidas por diversos cronistas. También en la presunta coincidencia de su argumento, con
acontecimientos efectivamente ocurridos en la época de Pachacútec
Se trata de la obra de un español inspirado que inventó todos los acontecimientos y las situaciones. La segunda hipótesis
fue sostenida por Bartolomé Mitre y Ricardo Palma. El primero de ellos afirmó que Ollantay no pasaba de ser una
"comedia de capa y espada" española.
Se trata efectivamente de la obra de un español, pero recibe su forma y argumento de una leyenda o tragedia
prehispánica. Ha sido defendida por Marcelino Menéndez y Pelayo, José de la Riva Agüero y Ricardo Rojas. Esta posición
considera que Ollantay, al igual que la obra del inca Garcilaso, sintetiza las bases incaicas e hispánicas de la nacionalidad,
y que su autor es Antonio Valdez. Esta es la tesis más aceptable hoy.
Ollantay
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1. Personajes de la Obra PERSONAJES
Chaski Mensajero
Hanqu Wallu (auqui anciano) Olla Blanda (General inca de Ollanta)
ULLANTA OLLANTA
1. Piki Chaki, rikunkichu Pata-Pulga, ¿has visto hoy
2. Kusi Quyllurta wasinpi? a Estrella Alegre en palacio?
PIKICHAKI PATA-PULGA
3. Amataq Inti munachunchu Que el Sol no quiera más, mi amo,
4. chayman churakunaytaqa. que me exponga a ese lugar ...
5. Mantuchu qanqa manchanki Mas, ¿cómo siendo hija del Inca
6. Inkaq ususin kasqantapa? no temes que vaya allá?
ULLANTA OLLANTA
7. Chaypas kachun, munasaqmt Aun así tengo que amar
8. chay llullukusqay urpita. a mi más tierna paloma.
9. Ñan kay sunquypiqa Dentro de mi corazón
10. payllallatan maskhashani. la voy buscando a ella sola.
PIKICHAKI PATA-PULGA
11. Supaychá raykusqasunki. El diablo te ha poseído.
12. Icha qanqa musphankipas. Tal vez estés delirando.
13. Hinantinpi warma sipas... En cualquier parte hay doncellas...
PIKICHAKI OLLANTA
39. Mana sinqanta rikuspan También a él la aplastaría.
40. kunan qanqa rimashanki
PATA-PULGA
ULLANTA Con que la nariz le vieras
41. Chaypas, Piki, willallaway muy poco más gritarías.
42. ama imata pakaspayki,
43. manachu Quyllur rikusqayki OLLANTA
44. llipiq t’ikan i nillaway? Pero bien, Pulguita, dime:
no me ocultes la verdad.
PIKICHAKI La Estrella que viste, ¿acaso
45. Quyllurllawan musphashanki. no es flor de flores, sin más?
46. Manan nuqa icha pichus
47. Paychá karqan icha pichus PATA-PULGA
48. qayna p’unchaw rankhi rankhi Deliras con tu Estrellita.
49. purun thaskikuna ukhupi Claro que no la conozco.
50. lluqsimurqan chay suyupi. Ayer al cerrar el día
51. Intimanmi rikch’akurqan fue a salir por aquel lado
52. killamantaq tukupurqan. quizá ella, ¿o quién sería?
entre inocentes doncellas.
ULLANTA Al sol se le parecía
53. Paypunin. Chayqa riqsinkin hasta que se hizo de luna.
54. Ima sumaq, ima kusi
55. Kunallanmi puririnki OLLANTA
56. Kunayniywan, kusi kusi. Estoy seguro. Era ella.
Ya veo que la conoces.
¡Quién más alegre y más bella!
OLLANTA
Ponte en camino ahora mismo
¡No seas estorbo, hombre!
con mi mensaje, arañita.
Aquí mismo te ahogaría.
PACHAKUTIQ PACHACÚTEC
177. Ullantaytan maskhachini, He hecho buscar a Ollanta,
178. manan payta tarinkuchu. pero no lo encuentra nadie.
179. Phiñayniymi puchu puchu. Se me apodera el enfado.
180. Paypin lluqllata tarini Descubro en él a un torrente.
181. Rikunkichu chay runata? ¿Has visto tú a ese hombre acaso?
OLLANTA
Mil Hombres, tú serás príncipe.
El Antisuyo gobierna.
Toma mi casco y mis flechas;
dije al Inca enardecido: sé, tú, pues, mi general.
"Descansemos este año:
el Antisuyo está a punto (El general Mil Hombres se
de que exploten sus soldados; arrodilla. El Inca le pone el casco
como piñas calcinadas y le entrega las flechas) ...
MAMAQAQA
394. Pitu Salla, nirqankichu PITU SALLA
395. chay hirq’iman kunasqayta? 398. Ancha khuyaytan waqakun;
399. manapunin uyakunchu
PITU SALLA 400. aklla p’achata chaskikuyta.
396. Imaymanatan willani
MAMA QAQA
MAMA QAQA 401. Manachu anyarirqanki?
397. Ima nintaq simiykiman?
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PITU SALLA
402. P’achatan qhawarichini, CORTESANA
403. ña wakcha kasqanta hurquspa; Ha llorado con gran pena;
404. ña umanmanta qarquspa no hay manera de que acceda
405. chay yuyayta, hina nini: a vestirse como una aclla.
406. «Mana aklla kanki chayqa,
407. millay llakin qatisunki: MADRE ROCA
408. yanapakun qan muyunki ¿No la has reconvenido?
409. kay wasipi, nispa «layqa»
CORTESANA
Le he mostrado los vestidos,
MAMA QAQA y le he hecho ver que era
410. Munanqa mana munanqa huérfana;
411. kay p’achatan pay chaskinqa. alejando de su mente
412. Mana chayri paymi rikunqa sus pensamientos, le he dicho:
413. p’asñan wiñaypaqpas kanqa Si no quieres ser un aclla,
414. Imapaqchá pay yuyakun te acosará la desgracia:
415. usuri mana yayayuq,, - rondarás cual negra nube,
416. huk hirq’i mana mamayuq, ‘bruja’, - he dicho - en esta casa.
417. chaqay pirqaq taparakun
418. Sut’inta ninki, sut’inta: MADRE ROCA
419. Kanmi kay pirqakunapi Si quiere como si no,
420. tukuy pakaq aqarapi este traje se pondrá.
421. tukuy millp’p uq sutintinta» (Vase) De lo contrario verá
que va a ser siempre criada.
¿Qué se imaginará ella,
PITU SALLA esa chiquilla sin padre,
422. Ay, Ima Sumaq! Ay, Ima Sumaq! esa huérfana sin madre,
423. Pakanmanchus uyaykita mariposa de las tapias?
424. ima pirqa sapaykita. Háblate claro, muy claro:
425. Kayqa amaru, kayqa puma. (Vase) Que entre estas paredes hay
nevisca que todo tapa,
MADRE ROCA y hasta los nombres se traga.
Cortesana, ¿ya le has dado (Vase)
a esa niña mi consejo?
CORTESANA
CORTESANA ¡Bella-Niña!, ¡Ay Bella-Niña!
Todo se lo he transmitido. ¿Podrán tu rostro ocultar,
tu persona, estas paredes?
MADRE ROCA Serpiente y puma aquí están.
¿Y qué dijo a tus palabras? (Vase)
ESTRELLA ALEGRE
IMA SUMAQ ¿Puedes decirme tu nombre?
657. Ay, mama, imatan ruranki?
658. amay arí saqiwaychu BELLA-NIÑA
659. Riqsikuyki llakiypaqchu? Bella-Niña me llamaron;
660. Usuqpaqchu saqiwanki? así mi nombre falsearon.
661. Pimanñataq kutirisaq?
662. Kutimpuy arí ñawiyman. ESTRELLA ALEGRE
663. Pimanñataq asuykusaq? ¡Ay hija mía! ¡Mi paloma!
664. Hanpuy arí kay makiyman. Acércate al seno mío.
PITU SALLA Eres mi felicidad,
665. Ama qapariychu, ama, hija querida, ven, ven.
666. nuqapaqtaq llaki kanman. Que mi dicha sea enorme
667. Haku, puriy, paqta uyanman pues yo te puse ese nombre
668. mamakuna sapankama. por lo bellísima que eres.
(Al abrazarla a la niña, se
y de todos olvidada. desmaya)
¿Quién eres tú, corazón;
en la pubertad, tan tierna? BELLA-NIÑA
BELLA-NIÑA Ay, mamá,...pero ¿qué has hecho?
Sigo tras ti, yo también, Por favor, no me abandones.
acongojada y llorosa, ¿Para sufrir te conozco?
silenciosa en esta casa. ¿Me dejas porque te sobro?
Al verte, mi corazón ¿A quién podré recurrir?
en mi pecho se desgarra. Vuelve de nuevo a mis ojos,
No tengo padre ni madre ¿A quién, pues, me acercaré?
ni hay nadie que me conozca. De nuevo tus brazos dame.
ESTRELLA ALEGRE CORTESANA
¿Y qué años tienes ahora? No le hables tan fuerte, no.
Sobre mí caerá la pena.
BELLA-NIÑA Vamos, anda, lo oiría
Debo de tener muchísimos... justamente alguna dueña.
por lo que odio esta morada;
WILLKA UMA
787. Ullanta, riqsiyta yachay TUPAQ YUPANKI
788. Tupaq Yupankiq kallpanta. 803. Urqu Waranqa, hamuy qanri.
789. Payta qatiy kunanmanta; 804. Ullantan kamarqasunki
790. khuyasqantari unanchay. 805. wamink’anta; qurqasunki
(Le pone el capos de oro y le 806. huk ch’ukuta; nuqamanri
entrega las flechas y dice) 807. huk phiñayta. Chaytawanpas
791. Kay sipipin tukuy kallpay. 808. qanmi Antipi qhiparinki,
792. Chaytan kunan mat’iykuyki. 809. qanmi kunan puririnki
793. chayñan qanta llullaykuyki 810. llullaykuq awqatawanpas.
794. Kay chanpi Inkaqmi, yachay. 811. Kay ch’ukuta kunan quyki
812. wamink’ayñan qanpas kanki.
ULLANTA 813. Wañuymantan qanta hurquyki:
795. Wiqiywanmi qarparisaq 814. khuyasqayta yupasqanki.
796. kay khuyasqayki chanpita.
797. Yanan kani pachaq mit’a. URQU WARANQA
798. Pitan qan hinata tarisaq? 815. Millay kutin yupaychayki
799. Kay sunquytan chaskichiyki 816. qhapaq Inka; ypiykitan
800. usutaykiq i watunpaq. 817. much’aykuni nuqa k’itan
801. Kunanmanta wananaypaq 818. kunan p’unchaw hanpullayki.
802. tukuy kallpaymi simiyki. WILLKA UMA
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Del colegio a la Mes: Marzo 2013
819. Wamink’antan rurasunki
820. qhapaq Yupanki qantapas, TÚPAC YUPANQUI
821. kay ch’ukunta, wach’intapas Mil Hombres, ven tú también.
822. Qhari kay, qan, musuq tunki. Ollanta a ti te nombró
RUMI ÑAWI su general y te dio
823. Iskayñachu kanqa, Inka, un casco; y, por tanto, a mí
824. kay Antisuyu wamink’a? un disgusto. A pesar de eso
tú en los Antis quedarás:
TUPAQ YUPANKI tú hoy te encaminarás
825. Manan, Rumi, iskaychu kanqa. a disuadir enemigos.
826. Urqu Waranqa kamachinqa Ahora este casco te entrego:
827. Antisuyuta. Chay kaqtinqa, ya eres también general.
828. Ullantaqa Qusqupin kanan De la muerte te he librado:
829. Inka rantin qhiparinan. mi clemencia has sopesado.
JEFE SAGRADO
Sabedlo todos los pueblos: TÚPAC YUPANQUI
Ollanta es segundo Inca. ¿Quién alborota ahí afuera?
TODOS UN INDIO
(Adentro) Viene llorando una joven,
que quiere hablar con el Inca.
¡Ollanta es segundo Inca! TÚPAC YUPANQUI
Aparta. Tráemela aquí.
TÚPAC YUPANQUI
TÚPAC YUPANQUI
Esta es, pues, tu esposa, Ollanta.
Ríndete a ella desde ahora.
Tú ven aquí, Bella-Niña,
a mi pecho, mi paloma;
tú, que en este ovillo envuelta
eres surtidor de estrellas.
OLLANTA
Tú eres nuestro baldaquino
tú, príncipe; por tu mano
la pena yerra el camino.
A todos tú nos bendices.
TÚPAC YUPANQUI
Cesen ya vuestras tristezas
En la dicha estad alegres.
Ya has abrazado a tu esposa
y estáis libres de la muerte.
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ACTIVIDADES
I. Lee las siguientes preguntas y responde:
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10. ¿Qué le cuenta Cusi Coyllur a Ima Súmac, cuando está la encuentra en el cabalozo?
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11. ¿Qué decía Túpac Yupanqui cuando Ollantay es traído a sus pies?
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TAREA DOMICILIARIA
1. ¿A qué género literario pertenece la obra Ollantay?
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LITERATURA.
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 CUARTO GRADO
LITERATURA COLONIAL I
Literatura de la Conquista
Con la llegada de los conquistadores, el país tuvo otros gobernantes, otro idioma, y por lo tanto otra literatura. Se trata
de aquella escrita en castellano entre la caída del Imperio de los Incas y el inicio de las agitaciones sociales que condujeron a
nuestra liberación de España, en el siglo XIX.
Dura aproximadamente los primeros cien años de la dominación española (1535 - 1635). Se hace literatura a partir de dos
elementos principales:
1. La tradición literaria castellana
2. La necesidad de los recién llegados de describir los paisajes y acontecimientos del Nuevo Mundo.
Estos dos elementos hacen que en el primer siglo de dominio de la lengua española en el Perú, la principal forma literaria sea
la crónica. La crónica es el primer testimonio escrito de la realidad de estos territorios. Es el inicio de nuestra tradición
literaria hispánica.
Características:
• Una vertiente popular, cuyas manifestaciones son las coplas y los romances.
• Una segunda vertiente posterior y más culta, a la que pertenecen las crónicas.
La crónica es un género histórico en prosa que ya se practicaba en España antes de la Conquista. No es enteramente un
género literario, sino uno histórico. Puede afirmarse que todas las crónicas poseen mayor o menor valor histórico, pero no
todas tienen valor literario. Sin embargo, muchas alcanzan un genuino esplendor en la forma. Hubo diversos tipos de crónicas
y de cronistas.
a) Crónicas Mestizas:
Fueron escritas por autores nacidos en el Perú que hablaban quechua y castellano. El principal cronista mestizo es, sin
lugar a dudas, el Inca Garcilaso de la Vega.
Otros representantes:
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Representantes:
EL INCA GARCILASO DE LA VEGA
a) Sobre su vida:
l Inca Garcilaso de la Vega puede considerársele el primer gran escritor del Nuevo Mundo.
Mezcla de sangre española y de linaje indígena, fue hijo de un capitán español que llegó al
Perú con Francisco Pizarro y de la princesa incaica, Isabel Chimpu Ocllo, descendiente
directa del Inca Túpac Yupanqui. Bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, en memoria de
uno de sus abuelos, el Inca Garcilaso de la Vega nació en el Cusco el 12 de abril de 1539,
muy pocos años después de la muerte de Atahualpa, el último soberano Inca.
Gracias a la privilegiada posición de su padre, que perteneció a la facción de Francisco
Pizarro hasta que se pasó al bando del virrey La Gasca, el Inca Garcilaso de la Vega recibió
en el Cusco una esmerada educación al lado de los hijos de Francisco y Gonzalo Pizarro.
Durante los primeros años de su infancia, se crió cerca de su madre y parientes
maternos, quienes le enseñaron el quechua y le hicieron conocer toda la grandeza del
Imperio Incaico. A los 13 años, ingreso a la escuela de Mestizos de Juan Cuellar y aprendió
latín y la fe cristiana.
De joven, se desempeñó como secretario de su padre, cuando éste era Corregidor en el Cusco. En 1557, sufre cuando su
padre en acatamiento a un mandato real, contrae matrimonio con la dama española Luisa Martel de los Ríos. Su madre se ve
obligada a abandonar la casona donde habitaba.
Muerto su padre en 1560, Garcilaso viaja a España en busca de los familiares de su padre y para hacer gestiones que le
permitieran conseguir una pensión por los servicios que aquél había prestado a la corona. Los trámites ante el Consejo de
Indias fueron frustrados y el joven no pudo conseguir renta alguna.
En 1561 se instala en Montilla, ciudad en la que fue acogido por su tío paterno, el capitán Alonso de Vargas, veterano de
las guerras de Italia, de cuya casa saldría en escasas ocasiones.
Usaba todavía el nombre de Gómez Suárez de Figueroa, hasta que en 1563, adoptó el de su padre, Garcilaso de la Vega.
Fracasado su intento de regreso al Perú, radica definitivamente en la Península. En este contexto se fue españolizando y
llegó a ser perfectamente bilingüe.
Luego, ingresa a la milicia al servicio del Rey donde siguió la carrera militar. Con el grado de capitán, participó en la
represión de los Moriscos de Granada, y más tarde combatió también en Italia, donde conoció al filósofo neoplatónico León El
Hebreo.
En 1590, muy probablemente dolido por la poca consideración que se le tenía por su condición de mestizo, abandonó el
ejército. Frecuentó los círculos humanísticos de Sevilla, Montilla y Córdoba y se volcó en el estudio de la historia y en la
lectura de los poetas clásicos y renacentistas. Fruto de esas lecturas fue la traducción del italiano que el Inca Garcilaso hizo
de los Diálogos de amor, de León Hebreo, que dio a conocer en Madrid el mismo año de su retiro.
Siguiendo las corrientes humanistas, Garcilaso inició un ambicioso y original proyecto historiográfico centrado en el
pasado americano, y en especial en el del Perú. Considerado como el padre de las letras del continente, en 1605 dio a conocer
en Lisboa su Historia de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto , título que quedó sintetizado en
La Florida del Inca. La obra contiene la crónica de la expedición de aquel conquistador, de acuerdo con los relatos que
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recogió él mismo durante años, y defiende la legitimidad de imponer en aquellos territorios la soberanía española para
someterlos a la jurisdicción cristiana.
Al mismo tiempo que se dedica a su labor literaria, en la que a veces le ayuda su hijo natural, Garcilaso lleva en Córdoba
una vida social, al parecer, bastante desarrollada. Se dedicó a diversos negocios de cereales, aunque siempre con suerte
diversa en este plano.
En 1612 compró al cabildo una capilla para su entierro. Al final de sus días se incorporó incluso al estado clerical, pero sólo
desempeñaba órdenes menores.
Finalmente, Garcilaso murió en Córdoba, España, 23 abril de 1616 a la edad de 77 años. Diego de Vargas, hijo suyo y de doña
Beatriz de la Vega, cuidó de que fuera enterrado en la capilla adquirida por Garcilaso, donde permanecen sus restos.
Su vida y obra fue el reflejo de una época colonial en la que convivían dos culturas totalmente diferentes donde no podía
sentirse completamente identificado con ninguna de ellas, por ser mestizo.
Años después de su muerte, a raíz del alzamiento de Túpac Amaru, en 1782, una Real Cédula de Carlos III ordenó a los
Virreyes de Lima y de Buenos Aires recoger todos los ejemplares que pudieran hallar de los Comentarios del Inca. Quedó
prohibido el libro en América, pero en España circulaba libremente y se reimprimía (Madrid, 1801). Obra juzgada como
peligrosa por el régimen colonial, era lógico que mereciera todas las simpatías de los gobiernos independientes. El libertador
San Martín proyectó en 1814 una edición que debía imprimirse en Londres. Los azares de la guerra lo impidieron. Los
Comentarios Reales no se publicaron en América hasta 1918.
b) Sobre su obra:
Las obras fundamentales del Inca Garcilaso son:
a) Diálogos de amor (1589).
Esta obra escrita por León Hebreo fue traducida al español por el Inca Garcilaso. Según la critica especializada es la
traducción más lucida y correcta de esta obra y con la que quiso transmitir su mensaje de amor y afecto sincero frente a
la ambición y violencia de otros.
b) La Florida del Inca (1605).
Esta obra, de corte épico, narra las peripecias y aventuras de los españoles que, bajo el mando de Hernando de Soto,
conquistaron la península de la Florida.
c) Los Comentarios Reales.
Consta de dos partes. En la primera (1609) da a conocer todo lo referente al Imperio Incaico: Origen, gobierno, leyes,
costumbres, etc. Escribió esta parte en recuerdo a sus antepasados por línea materna y como admiración al Cusco, lugar
natal y capital del imperio. La segunda parte (1617) se publicó al año siguiente de su muerte. Lleva el título de historia
general del Perú. Narra el descubrimiento y la conquista del Perú, en forma ordenada y minuciosa. Esta parte la dedica a
su padre y, a través de el a todos los conquistadores españoles.
Es así que al español o española que va de acá llaman español o castellano, que ambos nombres se tienen allá por uno mismo, y
así he usado yo de ellos en esta historia y en La Florida. A los hijos de español y de española nacidos allá dicen criollo o
criolla, por decir que son nacidos en Indias. Es nombre que lo inventaron los negros, y así lo muestra la obra. Quiere decir
entre ellos negro nacido en Indias; inventáronlo para diferenciar los que van de acá, nacidos en Guinea, de los que nacen allá,
porque se tienen por más honrados y de más calidad por haber nacido en la patria, que no sus hijos porque nacieron en la
ajena, y los padres se ofenden si les llaman criollos. Los españoles, por la semejanza, han introducido este nombre en su
lenguaje para nombrar los nacidos allá. De manera que al español y al guineo nacidos allá les llaman criollos y criollas. Al negro
que va de acá, llanamente le llaman negro o guineo. Al hijo de negro y de india, o de indio y de negra, dicen mulato y mulata. A
los hijos de éstos llaman cholo; es vocablo de la isla de Barlovento; quiere decir perro, no de los castizos, sino de los muy
bellacos gozcones; y los españoles usan de él por infamia y vituperio. A los hijos de español y de india o de indio y española,
nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron
hijos en indias, y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación me lo llamo yo a boca llena, y me honro
con él. Aunque en Indias, si a uno de ellos le dicen "sois un mestizo" o "es un mestizo", lo toman por menosprecio. De donde
nació que hayan abrazado con grandísimo gusto el nombre montañés, que, entre otras afrentas y menosprecios que de ellos
hizo un poderoso, les impuso en lugar del nombre mestizo. Y no consideran que aunque en España el nombre montañés sea
apellido honroso, por los privilegios que se dieron a los naturales de las montañas de Asturias y Vizcaya, llamándoselo a otro
cualquiera, que no sea natural de aquellas provincias, es nombre vituperoso, porque en propia significación quiere decir: cosa
de montaña, como lo dice en su Vocabulario el gran maestro Antonio Lebrija (Nebrija), acreedor de toda la buena latinidad
que hoy tiene España; y en la lengua general del Perú, para decir montañés dicen sacharuna, que en propia significación quiere
decir salvaje, y por llamarles aquel buen hombre disimuladamente salvajes, les llamó montañés; y mis parientes, no
entendiendo la malicia del imponedor, se precian de su afrenta, habiéndole de huir y abominar, y llamarse como nuestros
padres nos llamaban y no recibir nuevos nombres afrentosos, etc.
b) Crónicas Indígenas
Escritas por autores cuya lengua materna era el quechua, las crónicas indígenas son a veces difíciles de entender
porque utilizan un español bastante desaliñado. Sin embargo, su importancia es fundamental: a través de ellas conocemos
la visión de los vencidos.
• Titu Cusi Yupanqui: Relación de la Conquista del Perú y hechos del Inca Manco II.
• Juan Santa Cruz Pachacútec: Relación de antigüedades de este reino del Perú.
• Guamán Poma de Ayala: Nueva crónica y buen gobierno.
Representante:
GUAMÁN POMA DE AYALA
a) Sobre su vida:
b) Sobre su obra:
Algunas décadas después de la caída del imperio del Inca, un andino de la zona de Huamanga en el sur de los Andes
peruanos escribió al rey Felipe III de España una extensa carta. El objetivo de Felipe Guaman Poma de Ayala era la
reforma del gobierno colonial español a fin de salvar a los pueblos andinos de las fuerzas destructivas de la explotación
colonial, las enfermedades y la mezcla racial.
Entendiendo el poder persuasivo de las imágenes visuales, compuso 398 dibujos, del tamaño de una página cada uno, que
forman parte integral de su Nueva crónica y buen gobierno de mil doscientas páginas.
La crónica de Guamán Poma es un libro fundamental para el conocimiento histórico del mundo andino. En el primer
volumen, Guaman Poma de Ayala relata la historia del Imperio inca: biografías de la jerarquía inca, ordenanzas legales y
finalmente informa de una realidad simbólica sobre la vida en los Andes, concretamente la vida en el Cusco como centro del
mundo andino. La segunda parte de la obra se refiere al buen gobierno, específicamente a la obra de los españoles durante el
Virreinato del Perú. Aunque mucho se especula sobre ello es antes un testimonio que una historia, y más un tratado moral que
sólo un resumen de su propia experiencia. Por ello resulta conflictiva y hasta paradójica la información que proporciona
acerca de la invasión española: busca eliminar el traumatismo producido por la invasión y considera las experiencias de la
colonización como una fuente de enseñanzas.
COMENDERO
Comenderos deste rreyno
Que los dichos comenderos que tienen de merced de su Magestad de los
yndios; con color de ellos de dezir que son encomenderos y conquistadores
hazen muy muchos daños.
Lo primero, a los yndios y señores destos rreynos que son más
prencipales que algunos de ellos. Porque no son judíos ni moros, cino
cristiano de sangre y de linage y tiene la fe de Dios y saue que ay un solo
Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Sancto, que es la Santícima Trinidad en
su lugar de Dios el santo padre papa de Roma y Santa María y todos los
santos y sanctas ángeles del cielo, conosen y creen después que conocieron
al Ynga y se acabó.
Y agora conosen y tienen en su cauesa al católico rrey nuestro señor,
que biba muchos años y con acresentamiento de muchos rreynos y deste
rreyno de las Yndias y a todos los señores bizorreys y oydores y justicias
de Dios le conosen y le obedesen los yndios de este rreyno y tiene por su
señor y comendero a su Magestad y a su corona.
Los dichos comenderos andan y triunfan y juegan y tienen mucha fiesta y
banquete y bisten de seda y gastan muy largamente como no le cuesta su
trauajo ni sudor, cino pide a los pobres yndios. Y no le duele como es
trauajo de los pobres yndios ni rruega a Dios por ellos ni de su salud del
rrey nuestro señor y del papa ni se acuerda de los trauajos de los pobres
yndios destos rreynos.
Y ancí le castiga Dios a ellos y a sus hijos en este rreyno.
Que algunos comenderos, uezinos y españoles, soldados fueron traydores y contra la corona real sus padres o sus agüelos,
en tienpo de la batalla de Quito de don Diego de Almagro el biejo con don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro el mozo
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con el mariscal en Chupas, con Gonzalo Pizarro, con el birrey Blasco Nuñes de Bela en Quito y con Francisco Hernandes con
los oydores en Uarina Pampa, en Chuquinga y en otras batallas. Fueron traydores porque la que hizo una ues lo hizo para
cienpre, pues que fue prouado y examinado y declarado con uandera alsada, no como lo de don García Portucarrero (1) ,
cauallero del áuito de Santiago, que no pareció arma ni uandera alsada para ser condenado, pues que los enemigos falsamente
le condenaron como traydores enemigos.
(1) García de Solís Portocarrero, corregidor de Huamanga durante el período 1592-1600, fue degollado en la plaza de
Huamanga el 14 de septiembre de 1601.
c) Crónicas españolas:
Fueron escritas por autores nacidos en España que hablaban castellano. Recogían del Perú parte de nuestro pasado y la
experiencia de los conquistadores para luego plasmarla en sus crónicas dando así sus primeras impresiones del nuevo
mundo.
Algunos de sus representantes son:
• Cristóbal de Mena: La conquista del Perú, llamado Nueva Castilla.
• Pedro Pizarro: Relación del descubrimiento y conquista del Perú.
• Diego Fernández: Primera y segunda parte de la historia del Perú.
ACTIVIDADES.
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2. Sabes si el Inca Garcilaso sólo se basó en los recuerdos que le transmitió su madre para hacer sus Comentarios o utilizó
otras fuentes. ¿Cuáles fueron?
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3. ¿Por qué crees que Guamán Poma de Ayala acompañó su crónica de dibujos? Grafica (imitándolo) algún aspecto de tu
historia.
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4. ¿Consideras que el Inca Garcilaso de la Vega es una expresión de la literatura indígena o española?. Argumenta tu
respuesta
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TAREA DOMICILIARIA
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7. ¿Sobre qué trata la primera parte del libro Los Comentarios Reales?
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El sistema colonial, impuesto en América durante tres siglos a partir del Descubrimiento, dominó la vida económica, social,
política y artística. Durante este periodo se consolidó una economía de dependencia basada en la extracción y explotación de
metales como el oro y la plata, y en la importación de productos elaborados en la Metrópoli. El trabajo se basó en una
estructura opresiva, en la que se esclavizó a los negros traídos de África y se sometió a duros tratos a los nativos, para
garantizar mano de obra barata. Las instituciones políticas y jurídicas fueron muy rígidas.
Por otra parte, en Europa y España se vivía una época de cambios. Empezaban a surgir las grandes ciudades e imperaba la
monarquía como ente político. También se vislumbraba un vuelco ideológico y religioso. Ese desarrollo exigía buscar nuevas
rutas comerciales, lo cual motivó el inicio de expediciones y culminó en los sucesos del descubrimiento de América hacia el
siglo XVII. España vivió un periodo de decadencia política, que coincidió con un gran momento en las artes, conocido como el
Siglo de Oro. En las colonias la vida cultural se hallaba supeditada a la de España y el control ideológico propiciado por la
contrarreforma se hizo sentir con las prohibiciones de escribir sobre ciertos temas, o de leer algunos libros. Para combatir
la idolatría se creó la Inquisición, organismo que cometió muchos excesos en nombre de la religión.
En este siglo se desarrolla el período clásico que es el reflejo del primer Renacimiento Español; es decir de la primera
mitad del siglo XVI que tiene como representante a Amarilis, porteriormente aparece el período Barroco en donde los
autores buscan ser originales predominando la inversión en sus versos. Algunos de sus representantes fueron: Juan de
Espinoza Medrano "El Lunarejo" conocido por sus obras: La novena maravilla, El hijo pródigo entre otros; Juan del Valle y
Caviedes "El poeta de la ribera" o "El Quevedo Peruano", quien escribió obras como Coloquio que tuvo con la muerte de un
médico moribundo.
I. Representantes:
a) Epístola de Amarilis
La lírica
La identificación de la autora de la Epístola de Amarilis a Belardo constituía uno de los retos más fascinantes de
nuestra literatura virreinal. Por datos que proporciona la propia epístola sabemos que es mujer, natural de Huánuco,
descendiente de fundadores de esa ciudad y conquistadores del Perú. El contenido de la Epístola muestra que es obra de una
persona culta, versada en mitología clásica y doctrina cristiana. Algunos versos del poema hicieron pensar que Amarilis era
monja; incluso Ricardo Palma sostuvo que en aquellos tiempos las mujeres no tenían acceso a la cultura y que el texto podría
haber sido escrito por un hombre. Otros incluso han negado su procedencia americana. Gracias a las investigaciones de
Guillermo Lohmann Villena queda rigurosamente determinada la filiación de la hasta ahora encubierta poetisa. Tras
exponerse los antecedentes familiares, se esboza la personalidad de la creadora de esta pieza literaria, que ahora adquiere
su profunda dimensión: La huanuqueña María de Rojas y Garay.
La Epístola es una larga carta amorosa en verso dirigida a Lope de Vega, el dramaturgo español, que, por su belleza y
profundidad, es considerada la piedra angular de la lírica colonial peruana.
Lope de Vega publicó la Epístola dentro de su libro La Filomena en 1621, y añadió una respuesta poética que se ha
considerado fría y deslucida en comparación con la Epístola.
Características de la obra:
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a) La Epístola a Belardo es un poema de 355 versos, dividido en dieciocho estrofas de dieciocho versos cada una, y una de
once. Estas estrofas alternan irregularmente versos de once y siete sílabas. Esta forma poética se llama silva.
b) Básicamente la Epístola es una composición de tema amoroso desarrollado sobre el modelo de la poesía culta española de
su tiempo. En ella Amarilis hace una declaración de amor platónico a Lope de Vega.
c) Aparte del amor, la obra desarrolla una miscelánea de otros asuntos expuestos prolijamente: la autobiografía de la
autora, la descripción geográfica, de su patria, su familia, sus aficiones y gustos y, finalmente, incluye un pedido a Lope
para que escriba la vida de Santa Dorotea.
d) El estilo del poema es delicadamente artificioso y culto, abundan los elementos mitológicos grecolatinos, las alusiones al
paisaje y los motivos de origen cristiano.
ace Juana Inés Ramírez de Asbaje en San Miguel de Nepantla, México, el 12 de noviembre
de 1651 (1649, según algunos autores) como hija natural de la criolla Isabel Ramírez de
Asbaje. Entra al servicio de los virreyes de Nueva España en 1664, hasta que decide
profesar con las jerónimas a los veintiún años. Su vida, que acabó a causa de una epidemia
en 1695, fue una búsqueda apasionada e incesante del conocimiento, su "negra inclinación"
desde que tiene memoria de sí misma: "podía conmigo más el deseo de saber que el de
comer", como explica en su Carta Respuesta a Sor Filotea de la Cruz , intenso ensayo
autobiográfico y declarativo de principios intelectuales, y que fue el principio de su fin en
una sociedad inquisitorial y patriarcal que no podía admitir la genial libertad de espíritu,
sobre todo en una mujer. Espíritu lúcido y crítico, su formación fue febril y autodidacta,
enciclopédica y reflexiva: todo lo aprendió en los textos sola, sin maestros ni condiscípulos
e, incluso, durante una temporada en la que se le prohibió la lectura, no se pudo conseguir
con ello que no estudiara, pues lo hacía "en todas las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas
de letras, y de libro toda esta máquina universal". Su obra literaria es principalmente poética, aunque cultivó con maestría
también el teatro de corte claramente calderoniano, como el espléndido auto sacramental El Divino Narciso.
De su extensa obra destaca la silva, al modo gongorino de las Soledades, el Primero Sueño, entramada red alegórica de su
búsqueda interior, obra que ha merecido la asombrada y admirativa atención de Karl Vossler, Menéndez Pelayo, José Gaos y
Octavio Paz (a quien debemos el más profundo y extenso ensayo sobre la vida y obra de la autora: Sor Juana Inés de la
Cruz o Las trampas de la fe, entre muchos otros artistas e intelectuales. La virreina y mecenas de Sor Juana, su amiga
Leonor Carreto, se encargó de la primera publicación de su obra, la colección poética Inundación Castálida. La edición
completa de sus obras la llevó a cabo Méndez Plancarte, editada en 4 tomos por el Fondo de Cultura Económica en 1951.
Sátira Filosófica
Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres que en las mujeres acusan lo que ellos causan.
HOMBRES NECIOS
ACTIVIDADES
1. ¿Por qué crees que cuando apareció la Epístola de Amarilis a Belardo se creyó que Amarilis era un hombre?
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2. Crees que las ideas expresadas en el poema "Hombres necios…." de Sor Juana Inés de la Cruz corresponde al
pensamiento de las mujeres de la Época Colonial. Argumenta tu respuesta.
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3. Amarilis le declara su amor a Lope de Vega, un hombre que nunca ha visto. ¿Qué tipo de amor es ese? ¿Crees que sea
común en esta época?
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4. ¿Cómo crees que el investigador Guillermo Lohmann llegó a saber el verdadero nombre de Amarilis?
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5. Narra el tema del poema de Sor Juana Inés de la Cruz, "Hombres necios ….."
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TAREA DOMICILIARIA
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6. ¿Quién es la máxima representante del Barroco mexicano y de qué autores españoles recibe influencia?
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LITERATURA.
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 CUARTO GRADO
LA LITERATURA DE LA EMANCIPACIÓN
A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX se produce en América la crisis de la cultura de la Ilustración o Iluminismo
(que hizo que se llamase al siglo XVIII "El siglo de las luces"), cuyo principio fundamental era la razón. La expresión literaria
de esta cultura fue el Neoclasicismo.
El primer cuarto del siglo XIX es época de revolución, de lucha abierta por la independencia y de fervor patriótico. Y es
también la época en que se insinúa el primer momento del proceso romántico en América: El que se denomina como
prerromanticismo.
Comprometida con el esfuerzo de la lucha por la independencia, la literatura de la Emancipación (neoclásica o
prerromántica) no es muy abundante ni muy elaborada. El fervor de la época exigía el cumplimiento de varias tareas a la vez:
literatura, acción política, periodismo, educación, oratoria, etc. Muchos próceres improvisaron como escritores, muchos
escritores terminaron siendo héroes. La literatura era una exigencia del momento histórico y se le imponía al escritor como
un deber cívico. El lector de hoy debe tenerlo en cuenta para juzgar las obras de esa época.
Algunos de sus representantes fueron:
• José Baquíjano y Carrillo: Elogio, Historia de la universidad Mayor de San Marcos, Historia de la audiencia de Lima.
• Juan Pablo Vizcardo y Guzmán: Carta a los españoles americanos .
• Mariano Melgar: Elegías, Oda a la libertad, Yaravíes, realizó traducciones: Las geórgicas de Virgilio, Remedios de
amor y El arte de amar de Ovidio.
I. Representantes
MARIANO MELGAR
ació en Arequipa en 1790. Hizo sus primeros estudios en el Convento de San Francisco
de Arequipa y en 1807 ingresó al Seminario de San Jerónimo de la misma ciudad para
cursar Teología; en 1810 y 1813 tiene una intensa actividad pública y se define
políticamente: diversos hechos de la guerra por la independencia van a estimular su
inspiración poética.
En 1813, Melgar abandona el Seminario y viaja a Lima, donde prosigue su vinculación
con los grupos patriotas. Se dice que uno de los motivos de ese viaje está relacionado con
el acontecimiento personal más importante en toda la corta vida de Melgar: su amor
idealizado y no correspondido por María de los Santos Corrales, una joven siete años
menor que el poeta y que él convirtió - bajo el nombre literario de Silvia - en el tema
central de su obra poética.
Regresa en 1814 a Arequipa y allí se entera del alzamiento del brigadier Pumacahua en el Cusco, contra el poder español.
Se enrola en sus tropas como Auditor de Guerra y como artillero. En las Pampas de Umachiri, los rebeldes son derrotados y
Melgar hecho prisionero. Tras un juicio sumario, fue fusilado el 12 de marzo de 1815, antes de cumplir los 25 años.
Su poesía representa fielmente el momento prerromántico en la literatura peruana. Se trata de un momento de transición
entre las tradiciones clásicas y las novedades que el primer Romanticismo Europeo había puesto en circulación.
El tema principal de su poesía es el amoroso y es el que mejor muestra su actitud romántica. Su poesía cívica y sus
traducciones revelan el poderoso influjo de la poesía neoclásica española y de los autores grecolatinos.
Como poeta, principalmente, Melgar incorporó a la literatura peruana motivos y acentos de origen provinciano, mestizo,
popular, bastante nuevos para la poesía de ese entonces. Ensayó metros adecuados a su temperamento y a sus temas, y
enriqueció así la lírica nacional.
El tono de sinceridad y autenticidad de su poesía es inconfundible y se distingue del tono afectado, pedante y académico
de gran parte de la poesía de la época. La poesía de Melgar se funda en experiencias (dolores, alegrías, ansias, frustraciones)
reales, y eso determina la naturalidad, la fluidez conversacional de sus versos.
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Del colegio a la Mes: Mayo 2013
Escrita entre los 23 y 25 años, frustrada por la temprana muerte, la poesía de Melgar no alcanzó a evolucionar y madurar
suficientemente. Es una obra de juventud, con todos sus defectos y excesos que eso supone.
II. EL YARAVÍ
En su trabajo como agricultor en el valle de Majes, convive con peonadas indias y escucha las variantes mestizas del
antiguo harawi, donde se confunden las manifestaciones hispanas con la raíz indígena: Melgar entonces inicia la gran tarea
de hacer una lírica nacional en castellano. Con el estribillo quechua traducido:
Melgar lleva adelante, la temática, desarrollando el tema del abandono, fundamental en la lírica precolombina, y crea el
"yaraví":
Melgar ha pasado definitivamente al campo "romántico". La "urpillay", la palomita que no vuelve al nido, motivo – raíz de la
lírica quechua es recogida, adaptada a la poesía castellana, transformándose del "harawi" en el "yaraví" y ofreciendo la
primera manifestación poética mestiza indo-hispana con categoría de tal.
ANTOLOGÍA POÉTICA
¿Por qué a verte volví, Silvia querida? ¡Piadosos acabad mi ansioso empeño!
¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para trocarse
mi dolor en más triste despedida! Acaba, bravo mar, tu fuerte guerra;
Isla sin puerto vuelve las ciudades;
Quiere en mi mal mi suerte deleitarse; y en una sola a mí con Silvia encierra.
me presenta más dulce el bien que pierdo:
¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparte! ¡Favor tinieblas, vientos, tempestades!
¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo! pero vil globo, profanado suelo,
Te vi .....¡qué gloria! pero ¡dura pena! ¿Es imposible que de mí te apiades?
Ya sufro el daño de que no hice acuerdo.
¡Silvia! Silvia, tú dime ¿a quién apelo?
Mi amor ansioso, mi fatal cadena, pongamos nuestras quejas en el cielo.
a ti me trajo con influjo fuerte. El solo queda en tan horrible día,
Dije: "Ya soy feliz, mi dicha es plena".
Único asilo nuestro en tal tormento,
Pero ¡ay! de ti me arranca cruda suerte; el solo nos miró sin tiranía.
este es mi gran dolor, este es mi duelo; si es necesario que el fatal momento
en verte busqué vida y hallo muerte. llegue ... ¡Piadoso cielo! en mi partida
Benigno mitigad mi sentimiento.
Mejor hubiera sido que este cielo Lloro ... no puedo más ... Silvia querida,
no volviera a mirar y sólo el llanto déjame que en torrentes de amargura
fuese en mi ausencia todo mi consuelo. saque del pecho mío el alma herida.
El negro luto de la noche oscura
Cerca del ancho mar, ya mi quebranto
en lágrimas deshizo el triste pecho; Sea en mi llanto el solo compañero,
ya pené, ya gemí, ya lloré tanto... ya que no resta más a mi ternura.
Tú, Cielo Santo, que mi amor sincero
¿Para qué, pues, por verme satisfecho
vine a hacer más agudos mis dolores Miras y mi dolor, dame esperanza
y a herir de nuevo el corazón deshecho? de que veré otra vez el bien que quiero.
De mi ciego deseo los ardores En sola tu piedad tiene confianza
volcánicos crecieron, de manera Mi perseguido amor... Silvia amorosa,
que víctima soy ya de sus furores. el cielo nuestras dichas afianza.
Encumbradas montañas? ¿Quién me diera Lloro, sí, pero mi alma así llorosa,
la dicha de que el lado de mi dueño,
cual vosotros inmóvil, subsistiera? Unida a ti con plácida cadena,
¡Triste de mí! torrentes, con mal ceño en la dulce esperanza se reposa,
romped todos los pasos de la tierra, y ya presiente el fin de nuestra pena.
No nació para verse sometida, Si no es, pues, para amar o ser amada,
porque tiene carácter indomable; sola o casada, súbdita o primera,
y pues prudencia en ella nunca es dable, la mujer no ha nacido para nada.
no nació para ser obedecida.
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Del colegio a la Mes: Mayo 2013
LA PRENDA MÍA
SI TE FASTIDIA MI AMOR
EL CANTERO Y EL ASNO
1. Los escritores de este periodo elaboraron una literatura comprometida. ¿Sabes qué significa?
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2. Mariano Melgar es considerado por algunos críticos como el primer autor en hacer literatura peruana. ¿Por qué crees que
opinan así?
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“Innova Schools”
Del colegio a la Mes: Mayo 2013
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6. ¿Qué opinas acerca de la relación amorosa, entre personas con marcadas diferencias de edades?. Fundamenta tu
respuesta.
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2. Nombra tres representantes de este periodo. Cada uno con sus obras.
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LITERATURA
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº -- CUARTO GRADO
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LA LITERATURA REPUBLICANA
El Costumbrismo
Vivió agitadamente el Perú los primeros años de la República. El panorama no pudo ser más oscuro en aquel momento de
empobrecimiento nacional, de guerras civiles constantes, de pasar del caudillismo a la dictadura y viceversa. El estancamiento
de las actividades económicas, los brazos entregados a luchar por las facciones militares, la supervivencia de las
instituciones coloniales sin la dirección de la metrópoli constituyeron una larga etapa de angustiosa formación estatal, de
tanteo en la organización política, de desequilibrio en todas las actividades humanas.
La palabra se encendió virulenta y agresiva: la proclama caudillesca y el panfleto iletrado se sucedieron en un medio
convulsionado. A esta situación política y a esa confrontación de dos sistemas aún en pugna no sólo en el campo ideológico,
sino en el hecho concreto de la realidad nacional, corresponde en la literatura el llamado «Costumbrismo»
El Costumbrismo es una corriente literaria que se expresa en el Perú en la primera etapa de la vida republicana, desde la
victoria final de los patriotas en Ayacucho hasta mediados del siglo XIX. En estos años hay una confrontación política y
social entre liberales y conservadores, y la vida republicana se ve marcada por una turbulenta anarquía y por el caudillaje
militar. La literatura recoge, en parte, la discrepancia y debate ideológico entre estos grupos en la definición de nuestro
destino como nación.
El Costumbrismo procede de España, prolonga los moldes literarios del Neoclasicismo y lo refleja en su desarrollo. Se
caracteriza por la descripción de usos, costumbres, modos de vida y personajes típicos de la época: educación, formas de
vestir, diversión, gobierno, empleocracia, vida social, etc.
Se cultivó la poesía, el teatro y el periodismo con lenguaje claro, sencillo y mordaz. A través del tono crítico, burlón,
satírico e irónico se manifiestan dos posiciones: la que busca una nueva sociedad democrática y la que añora el pasado,
rechazando el cambio. La vena humorística y punzante que se manifiesta en esta época tiene como antecedente a Juan del
Valle Caviedes.
La literatura costumbrista describe una sociedad en transición, pues subsisten aún moldes y usos coloniales en las clases
altas, pero la independencia había hecho surgir conflictos producto de las desigualdades sociales. El Costumbrismo es una de
las opciones literarias que se halla en búsqueda de la expresión nacional, en una época de aprendizaje y formación, como
fueron las primeras décadas en el sistema republicano.
Representantes de esta corriente son Felipe Pardo y Aliaga (anticriollista) y Manuel Ascencio Segura (criollista). El
primero es nostálgico, tradicional y conservador porque añora la presencia de España, reflejando las frustraciones de la
decadente clase alta; el segundo, espontáneo y nacional por los temas en que se inspira y por el tratamiento que les da,
mostrando los sentimientos de la ascendiente clase media.
Características:
I. Representantes:
Nació en Lima el año de 1806. Su padre (Manuel Pardo y Rivadeneira) trabajó para los virreyes,
cuando el régimen colonial estaba por llegar a su término con las luchas por la independencia de
nuestro país.
Realizó sus estudios en España, donde estudia bajo la dirección de Alberto Lista, tuvo como
condiscípulo a José de Espronceda en la famosa Academia del Mirto; y se nutre de la
orientación clásica del costumbrismo español y de sus primeras manifestaciones románticas.
Retornó al Perú en 1828 y encuentra al país en plena efervescencia independentista.
Desarrolla su actividad periodística en el Mercurio Peruano, La Verdad y El Conciliador,
llegando incluso a fundar algunos medios, como El espejo de mi tierra . Su pluma satírica e
irónica defendía el conservadorismo y atacaba las ideas liberales y las instituciones
republicanas. Uno de sus artículos más destacables es Un Viaje.
Estuvo en contra de Santa Cruz y la Confederación, por ello gestionó la intervención chilena. Llega a ser Ministro de
Relaciones Exteriores durante los gobiernos de Vivanco y Castilla. A partir de 1850, en las postrimerías de su vida, lo afecta
la ceguera y la parálisis, enfermedades que no puede curar ni recurriendo a especialistas en Europa. Vuelve al país y muere en
1868.
Producción Literaria
• Comedias:
Frutos de la educación (1828): Es una crítica a las costumbres liberales. Arremete contra el baile de la zamacueca por
considerar sus movimientos como pecaminosos.
Don Leocadio y el aniversario de Ayacucho (1833): Critica las costumbres liberales de la joven república. Hace un
balance con las costumbres aristocráticas coloniales.
Una huérfana en Chorrillos (1833): Sus personajes son típicos de la época. Pardo elogia los usos y costumbres
aristocráticos.
• Artículos constumbristas:
Aparecen publicados sobre todo en El espejo de mi tierra (1840 y 1859), periódico de costumbres que promovió una
aguda polémica. Su crítica es política y social contra instituciones y personajes de la época, pero lleno de chispa mordaz y
satírica. Destacan El paseo de Amancaes y Un viaje.
• Poesía satírica:
La Constitución política, El carnaval de Lima.
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Del colegio a la Mes: Mayo 2013
Un Viaje
Mi partida es forzosa que bien sabes
que si pudiera yo no me partiera.
- Lope de Vega –
El niño Goyito está de viaje. El niño Goyito va a cumplir cincuenta y dos años; pero cuando salió del vientre de su madre le
llamaron niño Goyito; y niño Goyito le llaman hoy, y niño Goyito le llamarán treinta años mas, porque hay muchas gentes que
van al panteón como salieron del vientre de su madre.
Este niño Goyito, que en cualquiera otra parte sería un don Gregorión de buen tamaño, ha estado recibiendo por tres años
enteros cartas de Chile en que le avisan que es forzoso que se transporte a aquel país a arreglar ciertos negocios
interesantísimos de familia que han quedado embrollados con la muerte súbita de un deudo . Los tres años los consumió la
discreción gregoriana en considerar cómo se contestarían estas cartas y cómo se efectuaría este viaje. El buen hombre no
podía decidirse ni a uno ni a otro. Pero el corresponsal menudeaba sus instancias; y ya fue preciso cunsultarse con el
profesor, y con el médico, con los amigos. Pues, señor, asunto concluido: el niño Goyito se va a Chile.
La noticia corrió por toda la parentela, dio conversación y quehaceres a todos los criados, afanes y devociones a todos los
conventos; y convirtió la casa en una Liorna. Busca costureras por aquí, sastre por allá, fondista por acullá. Un hacendado de
Cañete mandó tejer en Chincha cigarreras. La madre Transverberación del Espíritu Santo se encargó en un convento de una
parte de los dulces; Sor María en Gracia, fabricó en otro su buena porción de ellos; la madre Salomé tomó a su cargo en el
suyo las pastillas; una monjita recoleta mandó de regalo un escapulario ; otras, dos estampitas; el Padre Florencio de San
Pedro corrió con los sorbetes, y se encargaron a distintos manufactores y comisionados sustancias de gallina , botiquín,
vinagre de los cuatro ladrones para el mareo, camisas a centenares, capingo (don Gregorio llamaba capingo a lo que llamamos
capote), chaqueta y pantalón para los días templados, chaquetas y pantalones para los días calurosos. En suma, la expedición
de Bonaparte a Egipto no tuvo más preparativos.
Seis meses se consumieron en ellos, gracias a la actividad de las niñas (hablo de las hermanitas de Gregorio, la menor de
las cuales era su madrina de bautismo), quienes sin embargo del dolor de que se hallaban atravesadas con este viaje, tomaron
en un santiamén todas las providencias del caso.
Vamos al buque. Y ¿quién verá si este buque es bueno o malo? ¡Válgame Dios! ¡Qué conflicto! ¿Se recurrirá al inglés don
Jorge, que vive en los altos?, Ni pensarlo; las hermanitas dicen que es un bárbaro, capaz de embarcarse en un zapato. Un
catalán pulpero, que ha navegado de condestable en la Esmeralda, es, por fin, el perito. Le costean caballo, va al Callao,
practica su reconocimiento y vuelve diciendo que el barco es bueno; y que don Goyito irá tan seguro como en un navío de la
Real Armada. Con esta noticia calma la inquietud.
Despedidas. La calesa trajina por toda Lima. ¿Con qué se nos va usted?¿Con qué se decide usted a embarcarse?...¡Buen
valorazo! Don Gregorio se ofrece a la disposición de todos: se le bañan los ojos en lágrimas a cada abrazo. Encarga que le
encomienden a Dios. A él le encargan jamones, dulces, lenguas y cobranzas. Y ni a él le encomienda nadie a Dios, ni él se
vuelve a acordar de los jamones, de los dulces de las lenguas ni de las cobranzas.
Llega el día de la partida. ¡Qué bulla! ¡Qué jarana! ¡Qué Babilonia! Baúles en el patio, cajones en el dormitorio, colchones
en el zaguán, diluvios de canastos por todas partes. Todo sale, por fin, y todo se embarca, aunque con bastantes trabajos.
Marcha don Gregorio, acompañado de una numerosa caterva, a la que pertenecen también, con pendones y cordón de San
Francisco de Paula , las amantes hermanitas, que sólo por el buen hermano pudieron hacer el horrendo sacrificio de ir por
primera vez al Callao. Las infelices no se quitan el pañuelo de los ojos, y lo mismo le sucede al viajero. Se acerca la hora del
embarque, y se agrada los soponcios. ¿Si nos volveremos a ver?... Por fin, es forzoso partir; el bote aguarda. Va la comitiva al
muelle: abrazos generales, sollozos, los amigos separan a los hermanos
-"¡Adiós hermanitas mías!"- "¡Adiós, Goyito de mi corazón! La alma de mi mamá Chombita te lleve con bien"
Este viaje ha sido un acontecimiento notable de la familia; ha fijado una época de eterna recordación; ha constituido una
era, con la cristiana, con la de Hégira, como la de la fundación de Roma, como el diluvio universal, como la era de Nabonasar.
Se pregunta en la tertulia: ¿Cuánto tiempo lleva fulana de casada?
- Yo le diré a usted; al padre guardián le estaban tocando las agonías el otro día del embarque de Goyito. Me acuerdo todavía
que se las recé, estando enferma en cama de resultas del viaje al Callao...
Así viajan nuestros abuelos; así viajarían si se determinasen a viajar, muchos de la generación que acaba, y muchos de la
generación actual, que conservan el tipo de los tiempos del virrey Avilés, y ni aún así viajarían otros, por no viajar de ningún
modo.
Pero las revoluciones, hacen del hombre, a fuerza de sacudirlo y pelotearlo, el mueble más liviano y portátil; y los infelices
genes de la infancia las han tenido por atmósfera, han sacado de ellas, el medio de mil males, el corto beneficio siquiera de
una gran facilidad locomotiva. La salud, o los negocios, o cualesquiera otras circunstancias aconsejan un viaje. A ver los
periódicos. Buques para Chile -Señor consignatario, ¿hay camarote? -Bien -¿Es velero, es bergantín? -Magnífico. -¿Pasaje? -
Tanto más cuanto. -Estamos convencidos -Chica, acomódame una docena de camisas y un almofrez. Esta ligera apuntación al
abogado, esta otra al procurador. Cuenta, no te descuides con la lavandera, por que el sábado me voy. Cuatro letras por la
imprenta, diciendo adiós a los amigos. Eh: llegó el sábado. Un abrazo a la mujer, un par de besos a los chicos y agur. Dentro
de un par de meses estoy de vuelta. Así me han enseñado a viajar, mal de mi grado, y así me ausento, lectores míos, dentro
de muy pocos días.
Este, y no otro es el motivo de daros mi segundo número antes que paguen sueldos.
No quisiera emprender este viaje; Pero es forzoso. No sabéis bien cuánto me cuesta el suspender con esta ausencia mis
dulces coloquios con el público. Quizá no sucederá otro tanto a la mayor parte de vosotros, que corresponderéis a mi
amistosa despedida exclamando: ¡Mal rayo te parta, y nunca más vuelvas a incomodarnos la paciencia! En fin, sea lo que fuere,
los enemigos y enemigas descansad de mi insoportable tarabía; preparad vuestros viajes con toda la calma que queráis;
hablad de la ópera, como os acomode; idos a Amancaes como y cuando os parezca; bailad zamacueca a taco tendido, a roso y
velloso, a troche y moche, a banderas desplegadas; haced cuanta tontería os venga a la mente: En suma, aprovechad estos
dos meses. Los amigos y amigas tened el presente artículo por visita o tarjeta de despedida, y rogad a Dios me de viento
fresco, capitán amable, buena mesa y pronto regreso.
ANTOLOGÍA POÉTICA
EL MINISTRO Y EL ASPIRANTE
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Del colegio a la Mes: Mayo 2013
Nació en Lima el año de 1805. Su padre perteneció al ejército español e hizo que siguiese la carrera militar como cadete del
ejército realista. Su familia residió en Huancavelica.
Peleó como parte del ejército realista en la Batalla de Ayacucho. Después, siguió en nuestro ejército -alcanzando el grado
de sargento mayor- hasta 1841. Cesa en el ejercicio de las armas e ingresa a la burocracia como empleado del Ministerio de
Hacienda. Contrajo matrimonio con María Josefa Fernández de Viena.
Inició sus actividades literarias con El Sargento Canuto y la novela Gonzalo Pizarro publicada en El Comercio (1839).
Funda el diario La Bolsa, también en 1841. En este medio de comunicación publica sus artículos y poesías costumbristas. Más
adelante, crea El Moscón, semanario en el que predominaría la sátira y la burla. También dirigió El Cometa.Tanto las piezas
teatrales como los artículos costumbristas de Manuel Ascencio Segura, retrataron con ingenio no superado a la sociedad
peruana del siglo XIX: a los militares prepotentes, a las intrigas políticas, el juego de relaciones sociales para obtener cargos
públicos, los matrimonios arreglados, etc. Sus personajes teatrales (entre los cuales sobresale la beata Ña Catita, de
comportamiento soterrado) tienen más profundidad psicológica que los hasta entonces creados en el teatro peruano. En el
plano del lenguaje, Segura enriqueció el vocabulario teatral, introduciendo nuevos usos del habla limeña, tanto de los criollos
como cholos mestizos y negros. Parte del éxito entre sus contemporáneos se debió a esa incorporación acertada de la forma
de hablar de la calle y mercados.
Hombre hábil con la pluma, Manuel Ascencio Segura no lo era, sin embargo, para expresarse públicamente. Ocupó un
escaño en el Congreso como diputado suplente por Loreto, pero no sobresalió precisamente por su oratoria, debido a la
timidez. Durante la última década de su vida, Segura escribió muy poco. Para sus contemporáneos, fue un ejemplo personal de
honestidad personal, permaneciendo a lo largo de su vida dentro de una vida sencilla, materialmente humilde.
En 1858 dejó la administración pública, concurre a las veladas literarias convertido ya en centro de la intelectualidad. Así
transcurre su vida, entre la actividad periodística y animadas tertulias. Muere en 1871.
Producción Literaria
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Del colegio a la Mes: Mayo 2013
Segura cultivó tres géneros en sus obras: lírico, épico y dramático.
· Lírico:
Escribe versos satíricos como A las muchachas y La peli-muertada, dirigidas contra Santa Cruz y Felipe Pardo y Aliaga.
· Dramático:
Produjo sainetes y comedias. Son sainetes, Lances de Amancaes y El Cacharpari y como comedia consideramos a El
sargento Canuto, obra en que ridiculiza las bravuconadas de un militar inculto y fanfarrón. La saya y el manto (1842) se
ocupa de un solicitante de empleo público que, para lograrlo, enamora a una joven para que ella interceda por él. También
contamos a Ña Catita (1845)
ÑA CATITA
Argumento
"Ña Catita" se estrenó un domingo 7 de setiembre de 1856 en el teatro "Variedades". Esta comedia está dividida en tres
actos y el argumento es: Los esposos Don Jesús y Doña Rufina tienen una hija casamentera llamada Juliana, todo candor y
dulzura, que corresponde a los amores de Don Manuel un joven pobre y sin porvenir. Doña Rufina pretende casar a su hija con
Don Alejo, señor de leyenda donjuanesca y mucho dinero pero a quien Juliana detesta y ante esta resistencia, la madre
recurre a las artes casamenteras de Ña Catita quien valiéndose de mil artimañas convence a Juliana que acepte a Don Alejo.
Desoyendo las protestas de Don Jesús y los lamentos de Don Manuel se sella el compromiso, cuando aparece Don Juan, un
viejo amigo de la familia, quien trae del Cusco una carta para Don alejo que le envía su esposa. Rufina desfallece de espanto y
llora de desgracia.
Ña Catita es arrojada a la calle, Juliana y Manuel aseguran su matrimonio y Don Jesús perdona a Rufina.
ESCENA XIV
Don Jesús, don Alejo, don Manuel, doña Rufina, doña Juliana, don Juan, Mercedes
1. El Costumbrismo llegó de España y los escritores peruanos lo adaptaron a nuestro peculiar momento histórico. ¿Cuál era
este momento histórico y para qué sirvió la literatura costumbrista?
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3. ¿Por qué crees que tuvo tanto éxito la comedia Ña Catita de Manuel Ascencio Segura?
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4. Menciona al menos 3 diferencias entre Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Ascencio Segura
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“Innova Schools”
Del colegio a la Mes: Junio 2013
1. El Costumbrismo llegó de España, ahí tuvo dos autores que lo desarrollaron ¿Quiénes fueron?
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3. ¿Quién es el autor que criticó de manera festiva y amable los defectos de la clase media?
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4. El Costumbrismo en el Perú tuvo dos vertientes. Nómbralas y el representante de cada una de ellas :
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LITERATURA
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 CUARTO GRADO
EL ROMANTICISMO
En el Perú el Romanticismo sólo llega después de 1850. Es, pues, un fenómeno tardío, por lo que sólo hubo una generación
de escritores románticos, lo que Palma llamó "bohemios". En la historia literaria nacional, el Romanticismo significó:
1. La renovación del interés por la literatura: con el romanticismo, el problema de la literatura se volvió tema de actualidad.
Materia de polémica y de debate. Gracias a los "bohemios", en el Perú de entonces la literatura dejó de ser un oscuro
ejercicio académico y se convirtió en una actividad pública, al alcance de todos. El interés por la literatura y la conquista
de un público para ella, es una consecuencia del romanticismo.
2. La presencia agresiva de los jóvenes escritores como grupo: Los románticos dieron un tono insolente y hasta de escándalo
a la acción literaria; vivieron, discutieron, escribieron de un modo distinto al que había predominado hasta entonces:
fueron nuestros "bohemios" verdaderos agitadores del ambiente intelectual que por entonces era muy reducido y
apacible. Ellos introdujeron el concepto de lucha e imposición en la vida literaria.
3. La introducción de nuevos motivos en la literatura: el exotismo, el humanitarismo, la libertad, el gusto al pasado, etc.; y
cultivaron nuevos géneros o formas literarias: la novela histórica, la leyenda, la tradición, etc. Renovaron el interés por la
poesía y el teatro.
I. Representantes:
RICARDO PALMA
“Innova Schools”
Del colegio a la Mes: Junio 2013
D
on Ricardo Palma nació el 7 de febrero de 1833, para incorporarse a las filas de los
románticos peruanos que, desde la literatura, bregaron entre 1848 y 1860 por aquella
otra liberación que debía producirse en el lenguaje y la mente.
Palma reivindica nuestra propia historia como tema literario. Para ello, arrepentido de sus
primeros intentos con la poesía y el teatro, crea un nuevo género, la tradición, que él mismo
define:
"En el fondo la tradición no es más que una de las formas que podía revestir la Historia pero
sin los escollos de ésta. Cumple a la Historia narrar los sucesos secamente, sin recurrir a las
galas de la fantasía (...). Menos estrechos y peligrosos son los límites de la tradición. A ella,
sobre una pequeña base de verdad le es lícito edificar un castillo".
Así, las tradiciones son castillos literarios, ficciones de narrador, con una pequeña base de
verdad. Son como los cuentos del abuelo, en los que haría mal en fiarse un historiador, pero que
nos transmiten esa sabiduría de lo escuchado y de lo vivido, mucho más vital que la de lo leído. Precisamente en las consejas
de abuelo tienen su origen muchas de las tradiciones, propias de una Lima aldeana donde había largas horas para la tertulia y
para escuchar a los mayores.
Otras tantas vienen del afán de Palma por revisar viejos papeles. No es gratuito que su primer libro sea una historia de la
Inquisición de Lima. En ambos casos lo importante es la anécdota que se cuenta haciendo gala de caracterizaciones, diálogos
y refranes. Cuando hay fuentes históricas se coloca además el parrafillo que proporciona al lector jugosa información de
contexto.
Pero en la tradición Palma también reivindica nuestra habla. Son textos que están a mitad de camino entre lo hablado y lo
escrito. Los diminutivos, las locuciones, los gestos, acercan los textos a la lengua de la conversación. Pero es sobre todo el
léxico el que nos muestra con fuerza y claridad la presencia de una comunidad. Una de las más constantes batallas de don
Ricardo fue contra la Real Academia, reticente siempre a acoger los términos acuñados en nuestra América. Los americanos
tenemos derecho a apropiarnos del idioma que hablamos. En su Neologismos y americanismos Palma decía:
"Hablemos y escribamos en americano; es decir en lenguaje para el que creamos las voces que estimemos apropiadas a
nuestra manera de ser social, a nuestras instituciones democráticas".
Así, Palma es un tradicionista, un hacedor de tradiciones; pero no es un tradicionalista, un beato admirador del pasado.
Por el contrario, nuestra colonia es desmitificada por el tono burlón con que la trata. Se trata para él de terminar el trabajo
bolivariano de darnos libertad política, dándonos libertad lingüística y cultural.
Trascendencia Literaria
Palma fue poeta, historiador, crítico y eminente prosista peruano. Tuvo una inconfundible personalidad.
A través de sus "tradiciones", el autor afirma su genio peruanísimo, limeño y criollo. Como conjunto, las Tradiciones
Peruanas constituyen la obra literaria más importante del siglo XIX.
Fue llamado "El Bibliotecario Mendigo", porque sin partida alguna en el presupuesto consiguió libros por donaciones de sus
amigos. Su vida fue testigo de las azarosas luchas políticas, turbulencias y agitación que sellaron la mente del escritor y son
mencionadas en sus escritos.
Producción Literaria
Poesía:
Armonías, Epístolas, Nieblas, Verbos y Gerundios, Pasionarias, Corona Patrióticas, Juvenilia, etc.
Teatro:
“Innova Schools”
Del colegio a la Mes: Junio 2013
La Muerte o Libertad, La hermana del verdugo, Rodil
Novela:
Los Marañones (cuyo original fue destruido durante el incendio de la casa de Palma)
Filológicas:
Historia:
Narrativa:
Breve Antología
La escena pasa en la hacienda San Pedro Alejandrino, y en una tarde de diciembre del año 1830.
En el espacioso corredor de la casa, y sentado en un sillón de baqueta, veíase a un hombre demacrado, a quien una tos
cavernosa y tenaz convulsionaba de hora en hora. El médico, un sabio europeo, le propinaba una poción calmante, y dos viejos
militares, que silenciosos y tristes paseaban en el salón, acudían solícitos al corredor.
Más que de un enfermo se trataba ya de un moribundo, pero de un moribundo de inmortal renombre.
Pasado un fuerte acceso, el enfermo se sumergió en profunda meditación, y al cabo de algunos minutos dijo con voz muy
débil:
Transcurrido gran rato, una sonrisa tristísima se dibujó en su rostro y dijo pausadamente:
- ¿No sospecha usted, doctor, quiénes han sido los tres más insignes majaderos del mundo?
- Ciertamente que no, mi general.
- Acérquese usted, doctor, se lo diré al oído. Los tres grandísimos majaderos hemos sido Jesucristo, Don Quijote y yo.
Cuento disparatado
- Y sépase usted, querido, que perdí la chaveta, y anduve en mula chúcara y con estribos largos por una muchacha nacida
en la tierra donde al diablo le quitaron el poncho.
Así terminaba la narración de una de las aventuras de su mocedad mi amigo don Adeodato de la Mentirola, anciano que
militó al lado del coronel realista Sanjuanena y que, hoy mismo, prefiere a todas las repúblicas teóricas y prácticas, habidas y
por haber, el paternal gobierno de Fernando VII. Quitándole esta debilidad o manía, es mi amigo don Adeodato una alhaja de
gran precio. Nadie mejor informado que él en los trapicheos de Bolívar con las limeñas, ni nadie como él sabe al dedillo la
antigua crónica escandalosa de esta ciudad de los Reyes. Cuenta las cosas con cierta llaneza de lenguaje que pasma; y sino de
los que están pudriendo tierra y criando malvas con el cogote, ando pegado a él como botón a la camisa, y le doy cuerda, y el
señor de la Mentirola afloja lengua.
- ¿Y dónde y cómo fue que el diablo perdió el poncho? -le interrogué.
“Innova Schools”
Del colegio a la Mes: Junio 2013
- ¡Cómo! ¿Y usted que hace décimas, y que la echa de cronista o de historietista, y que escribe en los papeles públicos, y
que ha sido diputado a Congreso, ignora lo que en mi tiempo sabían hasta los chicos de la amiga? Así son las reputaciones
literarias desde que entró la Patria. ¡Hojarasca y soplillo! ¡Oropel, puro oropel!
- ¡Qué quiere usted, don Adeodato! Confieso mi ignorancia y ruégole que me iluste; que enseñar al que no sabe, precepto
es de la doctrina cristiana.
Parece que el contemporáneo de Pezuela y La Serna se sintió halagado con mi humildad; porque, tras encender un
cigarrillo, se arrellanó cómodamente en el sillón, y soltó la sin hueso con el relato que va en seguida. Por supuesto que, como
ustedes saben, ni Cristo ni sus discípulos soñaron en trasmontar los Andes (aunque doctísimos historiadores afirman que el
apóstol Tomás o Tomé predicó el Evangelio en América), ni en estos tiempos se conocían el telégrafo, el vapor y la imprenta.
Pero hágase ustedes los de la vista miope con esos y otros anacronismos, y ahí va ad pedem litterae la conseja.
Pues, señor, cuando Nuestro Señor Jesucristo peregrinaba por el mundo, caballero en mansísima borrica, dando vista a
los ciegos y devolviendo a los tullidos el uso y abuso de sus miembros, llegó a una región donde la arena formaba horizonte.
De trecho en trecho alzábase enhiesta y gárrula una palmera, bajo cuya sombra solían detenerse el Divino Maestro y sus
discípulos escogidos, los que, como quien no quiere la cosa, llenaban de dátiles las alforjas.
Aquel arenal parecía ser eterno; algo así como Dios, sin principio ni fin. Caía la tarde y los viajeros tenían ya entre pecho
y espalda el temor de dormir sirviéndoles de toldo la bóveda estrellada, cuando con el último rayo del sol dibujóse en
lontananza la silueta de un campanario.
El Señor se puso la mano sobre los ojos, formando visera para mejor concentrar la visual, y dijo:
- Allí hay población. Pedro, tú que entiendes de náutica y geografía, ¿me sabrás decir qué ciudad es ésta?
II
Como los corresponsales de los periódicos hubieran escrito a Lima describiendo larga, menuda y pomposamente los
jolgorios y comilonas, recibió el Diablo, por el primer vapor de la mala de Europa, la noticia y pormenores transmitidos por
todos nuestros órganos de publicidad.
Diz que Cachano se mordió de envidia el hocico, ¡pícaro trompudo!, y que exclamó:
- ¡Caracoles! ¡Pues yo no he de ser menos que Él! No faltaba más... A mí nadie me echa la pata encima.
Y Convocando incontinenti a doce de sus cortesanos, los disfrazó con las caras de los apóstoles. Porque eso sí, Cucufo
sabe más que un cómico y que una coqueta en esto de adobar el rostro y remedar fisonomías.
Pero como los corresponsales hubieran olvidado describir el traje de Cristo y el de sus discípulos, se imaginó el Maldito
que, para salir del atrenzo, bastaríale consultar las estampas de cualquier álbum de viajes. Y sin más ni menos, él y sus
camaradas se calzaron botas granaderas, y echáronse sobre los hombros capa de cuatro puntas, es decir, poncho.
Los iqueños, al divisar la comitiva, creyeron que era el Señor que regresaba con sus escogidos, y salieron a recibirlo,
resueltos a echar esta vez la casa por la ventana, para que no tuviese el Hombre de Dios motivo de aburrimiento y se
decidiese a sentar para siempre sus reales en la ciudad.
Los iqueños eran hasta entonces felices, muy felices, archifelices. No se ocupaban de política, pagaban sin chistar la
contribución, y les importaba un pepino que gobernase el preste Juan o el moro Muza. No había entre ellos chismes ni
quisquillas de barrio a barrio y de casa a casa. No pensaban sino en cultivar los viñedos y hacerse todo el bien posible los unos
a los otros. Rebosaban, en fin, tanta ventura y bienandanza, que daban dentera a las comarcas vecinas.
Pero Carrampempe, que no puede mirar la dicha ajena sin que le castañeteen de rabia las mandíbulas, se propuso desde el
primer instante meter la cola y llevarlo todo al barrisco.
Llegó el Cornudo a tiempo que se celebraba en Ica el matrimonio de un mozo como un carnero con una moza como una
oveja. La pareja era como mandada hacer de encargo, por la igualdad de condición y de caracteres de los novios, y prometía
vivir siempre en paz y en gracia de Dios.
- Ni llamado con campanilla podría haber venido yo en mejor oportunidad -pensó el Demonio-. ¡Por vida de Santa Tecla,
abogada de los pianos roncos!
Pero desgraciadamente para él, los novios habían confesado y comulgado aquella mañana; por ente, no tenían vigor sobre
ellos las asechazas y tentaciones del Patudo.
A las primeras copas bebidas en obsequio de la dichosa pareja, todas las cabezas se trastornaron, no con aquella alegría
del espíritu noble, expansiva y sin malicia que reinó en los banquetes que honrara el Señor con su presencia, sino con el delirio
sensual e inmundo de la materia.
Un mozalbete, especie de don Juan Tenorio en agraz, principió a dirigir palabras subversivas a la novia; y una jamona,
jubilada en el servicio, lanza al novio miradas de codicia. La vieja aquella era petróleo purito, y buscaba en el joven una chispa
de fosfórica correspondencia para producir un incendio que no bastasen a apagar la bomba. Garibaldi ni todas las compañías
de bomberos. No paró aquí la cosa.
Los abogados y escribanos se concertaron para embrollar pleitos los médicos y boticarios celebraron acuerdo para subir
el precio del aqua fontis; las suegras se propusieron sacarles los ojos a los yernos; las mujeres se tornaron pedigüeñas y
antojadizas de joyas y trajes de terciopelo; los hombres serios hablaron de club y de bochinche; y, para decirlo de una vez,
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hasta los municipales vociferaron sobre la necesidad de imponer al prójimo contribución de diez centavos por cada
estornudo.
Aquello era la anarquía con todos sus horrores. Bien se ve que el Rabudo andaba metido en la danza.
Y corrían las horas, y ya no se bebía por copas, sino por botellas, y los que antaño se arreglaban pacíficas monas, se
arrimaron esa noche una mona tan brava... tan brava... que rayaba en hidrofóbica.
La pobre novia que, como hemos dicho, estaba en gracia de Dios, se afligía e iba de un lado para otro, rogando a todos que
pusiesen paz entre dos guapos que, armados de sendas estacas, se estaban suavizando el cordobán a garrotazos.
- El diablo se les ha metido en el cuerpo: no puede ser por menos -pensaba para sí la infeliz, que no iba descaminada en la
presunción, y acercándose al Uñas largas lo tomó del poncho, diciéndole:
- Pero, señor, vea usted que se matan...
- ¿Y a mí qué me cuentas? -contestó con gran flema el Tiñoso-.
Yo no soy de esta parroquia... ¡Qué se maten enhorabuena! Mejor para el cura y para mí, que le serviré de sacristán.
La muchacha, que no podría por cierto calcular todo el alcance de una frase vulgar, le contestó:
- ¡Jesús! ¡Y qué malas entrañas había su merced tenido! La cruz le hago.
Y unió la acción a la palabra.
No bien vió el Maligno los dedos de la chica formando las aspas de una cruz, cuando quiso escaparse como perro a quien
ponen maza; pero, teniéndolo ella sujeto del poncho, no le quedó al Tunante más recurso que sacar la cabeza por la abertura,
dejando la capa de cuatro puntas en manos de la doncella.
El Patón y sus acólitos se evaporaron, pero es fama que desde entonces viene, de vez en cuando, Su Majestad Infernal a
la ciudad de Ica en busca de su poncho. Cuando tal sucede, hay larga francachela entre los monos bravos y...
Pin, Pin,
San Agustín,
Que Aquí El Cuento Tiene Fin.
AL PIE DE LA LETRA
El capitán Paiva era un indio cuzqueño de casi gigantesca estatura. Distinguíase por lo hercúleo de su fuerza, por su
bravura en el campo de batalla, por su disciplina cuartelera y, sobre todo, por la pobreza de su meollo. Para con él las
metáforas estuvieron siempre de más, y todo lo entendía ad pedem literae.
Era gran amigote de mi padre, y éste me contó que cuando yo estaba en la edad del destete, el capitán Paiva desempeñó
conmigo en ocasiones el cargo de niñera. El robusto militar tenía pasión por acariciar mamones. Era hombre muy bueno. Tener
fama de tal, suele ser una desdicha. Cuando se dice de un hombre: Fulano es muy bueno, todos traducen que ese Fulano es un
posma, que no sirve para maldita de Dios la cosa, y que no inventó la pólvora. Ni el gatillo para sacar muelas, ni el cri-cri. Mi
abuela decía: La oración del Padre nuestro es muy buena, no puede ser mejor; pero no sirve para la consagración en la misa.
A varios de sus compañeros de armas he oído referir que el capitán Paiva, lanza en ristre, era un verdadero centauro.
Valía él solo por un escuadrón.
En Junín ascendió a capitán; pero aunque concurrió después a otras muchas acciones de guerra, realizando en ellas
proezas, el ascenso a la inmediata clase no llegaba. Sin embargo, de quererlo y estimarlo en mucho, sus generales se resistían
a elevarlo a la categoría de jefe.
Cadetes de su regimiento llegaron a coroneles. Paiva era el capitán eterno. Para él no habían más allá de los tres
galoncitos.
¡Y tan resignado y contento y cumplidor de su deber y lanceador y pródigo de su sangre!
¿Por qué no ascendía Paiva? Por bruto, y porque de serlo se había conquistado reputación piramidal. Vamos a comprobarlo
refiriendo, entre muchas historietas que de él se cuentan, lo poco que en la memoria conservamos.
***
Era, en 1835, el general Salaverry jefe supremo de la nación peruana y entusiasta admirador de la bizarría de Paiva.
Cuando Salaverry ascendío a teniente era ya Paiva capitán. Hablábanse tú por tú, y elevado aquél al mando de la República
no consintió en que el lancero le diese ceremonioso tratamiento.
Paiva era su hombre de confianza para toda comisión de peligro. Salaverry estaba convencido de que su camarada se
dejaría matar mil veces antes que hacerse reo de una deslealtad o de una cobardía.
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Del colegio a la Mes: Junio 2013
Una tarde llamó Salaverry a Paiva, y le dijo:
- Mira, en tal parte es casi seguro que encontrarás a don Fulano y me lo traes preso; pero si por casualidad no lo
encuentras allí, allana su casa.
Tres horas más tarde regresó el capitán y dijo al jefe supremo:
- La orden queda cumplida en toda regla. No encontré a ese sujeto donde me dijiste; pero su casa la dejo tan llana como
la palma de mi mano y se puede sembrar sal sobre el terreno. No hay pared en pie.
Al lancero se le había ordenado allanar la casa, y como él no entendía de dibujos ni de floreos lingüísticos, cumplió al pie
de la letra. Salaverry, para esconder la risa que le retozaba, volvió la espalda, murmurando:
- ¡Pedazo de bruto!
***
Tenía Salaverry por asistente un soldado conocido por el apodo de Cuculí, regular repista a cuya navaja fiaba su barba el
general.
Cuculí era un mozo limeño, nacido en el mismo barrio y en el mismo año que don Felipe Santiago. Juntos habían
mataperreado en la infancia y el presidente abrigaba por él casi fraternal cariño.
Cuculí era un tuno completo. No sabía leer, pero sabía hacer hablar a las cuerdas de una guitarra, bailar zamacueca,
empinar el codo, acarretar los dados,y darse de puñaladas con cualquierita que le disputase los favores de una pelandusca.
Abusando del afecto de Salaverry, cometía barrabasada y media. Llegaban las quejas al presidente, y éste unas veces
enviaba a su barberillo arrastrado a un cuartel, o lo plantaba en cepo de ballesteros, o le arrimaba un pie de paliza.
- Mira, canalla -le dijo un día don Felipe-, de repente se me acaba la paciencia, se me calienta la chicha y te fusilo sin
misericordia.
El asistente levantaba los hombros, como quien dice: ¿Y a mí qué me cuenta usted? Sufría el castigo, y rebelde a toda
enmienda volvía a las andadas.
Gorda, muy gorda debió de ser la queja que contra Cuculí le dieron una noche a Salaverry, porque dirigiéndose a Paiva,
dijo:
- Llévate ahora mismo a este bribón al cuartel de Granaderos, y fusílalo entre dos luces.
Media hora después regresaba el capitán, y decía a su general:
- Ya está cumplida la orden.
- ¡Bien! -contestó lacónicamente el jefe supremo.
- ¡Pobre muchacho! -continuó Paiva-. Lo fusilé en medio de dos faroles.
Para Salaverry, como para mis lectores, entre dos luces singnificaba al rayar el alba. Metáfora usual y corriente. Pero...
¿venirle con metaforitas a Paiva?
Salaverry, que no se había propuesto sino aterrorizar a su asistente y enviar la orden de indulto una hora antes de que
rayase la aurora, volvió la espalda para disimular una lágrima, murmurando otra vez:
- ¡Pedazo de bruto!
***
Desde este día quedó escarmentado Salaverry para no dar a Paiva encargo o comisión alguna. El hombre no entendía de
acepción figurada en la frase. Había que ponerle los puntos sobre las íes.
Pocos días antes de la batalla de Socabaya, hallábase un batallón del ejército de Salaverry acantonado en Chacllapampa.
Una compañía boliviana, desplegada en guerrilla, se presentó sobre una pequeña eminencia, y aunque sin ocasionar daño con
sus disparos de fusil, provocaba a los salaverrinos. El general llegó con su escolta a Chacllapampa, descubrió con auxilio del
anteojo una división enemiga a diez cuadras de los guerrilleros, y como las balas de éstos no alcanzaban ni con mucho al
campamento, resolvió dejar que siguiesen gastando pólvora, dictando medidas para el caso en que el enemigo, acortando
distancia, se resolviera a formalizar combate.
- Dame unos cuantos lanceros -dijo el capitán Paiva- y te ofrezco traerte un boliviano a la grupa de mi caballo.
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- No es preciso -le contestó don Felipe.
- Pues, hombre, van a creer esos cangrejos que nos han metido el resuelto y que les tenemos miedo.
Y sobre este tema siguió Paiva majadereando, y majadereó tanto, que, fastidiado Salaverry, le dijo:
- Déjame en paz. Haz lo que quieras. Anda y hazte matar.
Paiva escogió diez lanceros de la escolta, cargó reciamente sobre la guerrilla, que contestó con nutrido fuego de
fusilería; la desconcertó y dispersó por completo, e inclinándose el capitán sobre su costado derecho cogió del cuello a un
oficial enemigo, lo desarmó y lo puso a la grupa de su caballo.
Entonces emprendió el regreso al campamento; tres lanceros habían muerto en esa heroica embestida y varios de los
restantes volvieron heridos.
Al avistarse con Salaverry gritó Paiva:
- Manda tocar diana. ¡Viva el Perú!
Y cayó del caballo para no levantarse jamás. Tenía dos balazos en el pecho y uno en el vientre.
Salaverry le había dicho: -Anda, hazte matar-. Y decir esto a quien todo lo entendía al pie de la letra, era condenarlo a
muerte.
Yo no lo afirmo; pero sospecho que Salaverry, al separarse del cadáver, murmuró conmovido:
-¡Valiente bruto!
El liberal obispo de Arequipa Chávez de la Rosa, a quien debe esa ciudad, entre otros beneficios, la fundación de la Casa
de expósitos, tomó gran empeño en el progreso del seminario, dándole un vasto y bien meditado plan de estudios, que aprobó
el Rey, prohibiendo sólo que se enseñasen Derecho natural y de gentes.
Rara era la semana, por los años de 1796, en que su señorío ilustrísima no hiciera por lo menos una visita al colegio,
cuidando de que los catedráticos cumpliesen con su deber, de la moralidad de los escolares y de los arreglos económicos.
Una mañana encontróse con que el maestro de latinidad no se había presentado en su aula, y por consiguiente los
muchachos, en plena holganza, andaban haciendo de las suyas.
El señor obispo se propuso remediar la falta, reemplazando por ese día al profesor titular.
Los alumnos habían descuidado por completo aprender la lección. Nebrija y el epítome habían sido olvidados.
Empezó el nuevo catedrático por hacer declinar a uno musa, musa.
El muchacho se equivocó en el acusativo del plural, y el señor Chávez le dijo:
- ¡Al rincón! ¡Quita calzón!
En esos tiempos regía por doctrina aquello de que la letra con sangre entra, y todos los colegios tenían un empleado o
bedel, cuya tarea se reducía a aplicar tres, seis y hasta doce azotes sobre las posaderas del estudiante condenado a ir al
rincón.
Pasó a otro. En el nominativo de quis vel quid ensartó un despopósito, y el maestro profirió la tremenda frase:
- ¡Al rincón! ¡Quita calzón!
Y ya había más de una docena arrinconados, cuando le llegó su turno al más chiquitín y travieso de la clase, uno de esos
tipos que llamamos revejidos porque a lo sumo representaba tener ocho años, cuando en realidad doblaba el número.
Quid est oratio? -le interrogó el obispo.
El niño o conato de hombre alzó los ojos al techo (acción que involuntariamente practicamos para recordar algo, como si
las vigas del techo fueran un tónico para la memoria) y dejó pasar cinco segundos sin responder. El obispo atribuyó el silencio
a ignorancia y lanzó el inapelable fallo:
- ¡Al rincón! ¡Quita calzón!
El chicuelo obedeció, pero rezongando entre dientes algo que hubo de incomodar a su ilustrísima.
- Ven acá, trastuelo. Ahora me vas a decir qué es lo que murmuras.
- Yo, nada, señor... nada -y seguía el muchacho gimoteando y pronunciando a la vez palabras entrecortadas.
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Tomó a capricho el obispo saber lo que el escolar murmuraba, y tanto le hurgó que, al fin, le dijo el niño: - Lo
que hablo entre dientes es que, si su señoría ilustrísima me permitiera, yo tambiénle haría una preguntita, y había de verse
modo para contestármela de corrido.
Picóle la curiosidad al buen obispo, y, sonriéndose ligeramente, respondió:
- A ver, hijo, pregunta.
- Pues con venia de su señoría, y si no es atrevimiento, yo quisiera que me dijese cuántos Dominus vobiscum tiene la misa.
El señor Chavez de la Rosa, sin darse cuenta de la acción, levantó los ojos.
- ¡Ah! -murmuró el niño, pero no tan bajo que no lo oyese el obispo-. También él mira al techo.
La verdad es que a su señoría ilustrísima no se le había ocurrido hasta ese instante averiguar cuántos Dominus vobíscum
tine la misa
Encantólo, y esto era natural, la agudeza de aquel arrapiezo, que desde ese día le cortó, como se dice, el ombligo.
Por supuesto que hubo amnistía general para los arrinconados.
El obispo se constituyó en padre y protector del niño, que era de una familia pobrísima de bienes, si bien rica en virtudes,
y le confirió una de las becas del seminario.
Cuando el señor Chávez de la Rosa, no queriendo transigir con abusos y fastidiado de luchar sin fruto con su Cabildo y
hasta con las monjas, renunción en 1804 el obispado, llevó entre los familiares que le acompañaron a España al cleriguito del
Dominus vobiscum, como cariñosamente llamaba a su protegido.
Andando los tiempos, aquel niño fue uno de los prohombres de la Independencia, uno de los más prestigiosos oradores en
nuestras asambleas, escritor galano y robusto, habilísimo político y orgullo del clero peruano.
¿Su nombre?
¡Qué! ¿No lo han adivinado ustedes?
En la bóveda de la Catedral hay una tumba que guarda los restos del que fué Francisco Javier de Luna - Pizarro, vigésimo
arzobispo de Lima, nacido en Arequipa en diciembre de 1780 y muerto el 9 de febrero de 1855.
Nació en Piura, el 4 de diciembre de 1830. Sus padres fueron Felipe Santiago Salaverry y doña Vicenta Ramírez.
Su niñez transcurre en la tierra natal, hasta que su padre lo trae a Lima. Al poco, tiempo su madrastra, Juana Pérez de
Sus primeros poemas los publicó en "El Heraldo". Fue desterrado a Chile, después que fusilaron a su padre. Ahí
Participa en el levantamiento del coronel Mariano Ignacio Prado en Arequipa y en el combate del 2 de mayo de 1866.
Viaja por Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia hasta 1878 en que vuelve al Perú por corto tiempo, ya que reemprende
Muere en París, en 1891. Sus restos fueron repartidos a Piura, su tierra natal, el año 1964
Producción Literaria:
· Drama: Arturo, Atahualpa, El bello ideal, El hombre del siglo XX, El pueblo el tirano.
Características de su obra:
• Uso repetitivo de palabras: ángel, niño, dolor, tumba, vida, mar, amor, etc.
• Sus dramas están dotados de contenidos sociales como "El hombre del siglo XX", "El pueblo y el tirano".
ACUÉRDATE DE MÍ
1. Menciona dos diferencias notables del romanticismo de Ricardo Palma y el de Augusto Salaverry:
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3. El poema Acuérdate de mí, refleja un momento muy especial en la vida del autor. ¿Cuál crees que sea ese momento?
Argumenta tu respuesta con algunos versos del poema.
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3. ¿En qué diario publica por primera vez sus poemas Salaverry?
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EL ROMANTICISMO EN
HISPANOAMÉRICA
En este contexto surge el romanticismo, corriente literaria. Se desarrolla durante los años 1830 y 1860
aproximadamente. En lo político se produce el caudillismo y la anarquía. Los caudillos luchan por imponer la supremacía
regional frente al vacío político, caos y crisis reinantes en el orden de las naciones. Así aparecen los dictadores quienes se
imponen con el terror sobre sus adversarios, siendo los más crueles:
· Argentina: Juan Manuel Rosas que toma el poder entre 1829 y 1852
· Ecuador: Gabriel García Moreno quien se impone desde 1859 a 1861
· Venezuela: Antonio Guzmán Blanco cuya dictadura abarca los años 1829 y 1899
· Paraguay, el doctor Francia desde 1814 hasta su muerte en 1840 y en el Perú y Bolivia, bajo el mismo sistema dictatorial,
los caudillos luchan por la separación de sus respectivos estados.
Esta primera generación está influida marcadamente por el pensamiento liberal. En ella, el escritor está al servicio de la
difusión de las ideas progresistas, frente a una sociedad dividida y atrasada. Como exponentes de esta generación tenemos
a:
· Domingo Faustino Sarmiento – Argentina: Facundo
· Esteban Echeverría – Argentina: El matadero
· José Mármol – Argentina: Amalia
Esta segunda generación determina la separación entre las preocupaciones políticas de la primera y un romanticismo más
puro y sentimental, a través de obras literarias que intentan conmover al lector e imponer el reinado del mundo subjetivo. El
paisaje idealizado se sitúa en un regionalismo que anuncia el triunfo del costumbrismo localista. Como exponentes de esta
generación tenemos:
I. Representantes:
JORGE ISAACS
a) Sobre el autor:
Escritor colombiano cuya fama se debe a un pequeño volumen de poemas, Poesías (1864), y a
una sola novela, María (1867), que obtuvo un éxito inmediato y se convirtió en la novela más popular,
imitada y leída de Latinoamérica sólo superada, según la crítica, por Cien años de soledad, de
García Márquez. Isaacs descendía de una rica familia judía británica que se mudó de Jamaica a una
propiedad en el valle del Cauca, cerca de Cali. Estudió en Bogotá y, en lugar de seguir la carrera de
medicina, como había planeado, se enroló en el Ejército para combatir en la guerra del Cauca (1860-
1863), un enfrentamiento civil que destruyó las propiedades de su familia y le privó de sus riquezas.
Reducido a la pobreza, Isaacs se trasladó a Bogotá con el fin de dedicarse a la literatura. Su
primera colección de poemas obtuvo un gran éxito, al igual que María, novela lírico-sentimental y su
mejor obra, que cosechó un éxito espectacular.
Isaacs fue incapaz de repetir el éxito de esta su primera novela, a pesar de que continuó
intentándolo. Alternó la escritura con varios cargos dentro del funcionariado, y fue cónsul de su
país en Chile. Sin embargo, se le denegó repetidamente la posibilidad de recuperar su fortuna
familiar y en 1895 murió en la pobreza.
Antes de finalizar el siglo XIX llevaba 50 ediciones. La novela, un romance elegíaco, describe una idílica existencia en el
valle del Cauca, y contiene pasajes ambientados en África en los que el autor idealiza el noble salvajismo y condena la
esclavitud. La historia de los amores de María y su primo Efraín, a la que añade las de otras parejas de jóvenes, que
pertenecen a clases sociales y etnias diferentes, se complementan entre sí. Al desarrollo amoroso de los protagonistas
corre paralelo un ahondamiento progresivo de la realidad social. Es la obra precursora de la novela regionalista de las
décadas de 1920 y 1930.
MARÍA (fragmentos)
I
Era yo niño aún cuando me alejaron de la casa paterna para que diera principio a mis estudios en el colegio del doctor
Lorenzo María Lleras, establecido en Bogotá hacía pocos años, y famoso en toda la República por aquel tiempo.
En la noche víspera de mi viaje, después de la velada, entró a mí cuarto una de mis hermanas, y sin decirme una sola
palabra cariñosa, porque los sollozos le embargaban la voz, cortó de mi cabeza unos cabellos: cuando salió, habían rodado por
mi cuello algunas lágrimas suyas.
Me dormí llorando y experimenté como un vago presentimiento de muchos pesares que debía sufrir después. Esos
cabellos quitados a una cabeza infantil; aquella precaución del amor contra la muerte delante de tanta vida, hicieron que
durante el sueño vagase mi alma por todos los sitios donde había pasado, sin comprenderlo, las horas más felices de mi
existencia.
A la mañana siguiente mi padre desató de mi cabeza, humedecida por tantas lágrimas, los brazos de mi madre. Mis
hermanas al decirme sus adioses las enjugaron con besos. María esperó humildemente su turno, y balbuciendo su despedida,
juntó su mejilla sonrosada a la mía, helada por la primera sensación de dolor.
Pocos momentos después seguía yo a mi padre, que ocultaba el rostro a mis miradas. Las pisadas de nuestros caballos en
el sendero guijarroso ahogaban mis últimos sollozos. El rumor del Zabaletas, cuyas vegas quedaban a nuestra derecha, se
aminoraba por instantes. Dábamos ya la vuelta a una de las colinas de la vereda, en las que solían divisarse desde la casa
viajeros deseados; volví la vista hacia ella buscando uno de tantos seres queridos: María estaba bajo las enredaderas que
adornaban las ventanas del aposento de mi madre.
II
Pasados seis años, los últimos días de un lujoso agosto me recibieron al regresar al nativo valle. Mi corazón rebosaba de
amor patrio. Era ya la última jornada del viaje, y yo gozaba de la más perfumada mañana del verano. El cielo tenía un tinte
azul pálido: hacia el oriente y sobre las crestas altísimas de las montañas, medio enlutadas aún, vagaban algunas nubecillas de
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oro, como las gasas del turbante de una bailarina esparcidas por un aliento amoroso. Hacia el sur flotaban las nieblas que
durante la noche habían embozado los montes lejanos. Cruzaba planicies de verdes gramales, regadas por riachuelos cuyo
paso me obstruían hermosas vacadas, que abandonaban sus sesteaderos para internarse en las lagunas o en sendas
abovedadas por florecidos písamos e higuerones frondosos. Mis ojos se habían fijado con avidez en aquellos sitios medio
ocultos al viajero por las copas de añosos guaduales; en aquellos cortijos donde había dejado gentes virtuosas y amigas. En
tales momentos no habrían conmovido mi corazón las arias del piano de U... ¡Los perfumes que aspiraba eran tan gratos,
comparados con el de los vestidos lujosos de ella, el canto de aquellas aves sin nombre tenía armonías tan dulces a mi
corazón!
Estaba mudo ante tanta belleza, cuyo recuerdo había creído conservar en la memoria porque algunas de mis estrofas,
admiradas por mis condiscípulos, tenían de ella pálidas tintas. Cuando en un salón de baile, inundado de luz, lleno de melodías
voluptuosas, de aromas mil mezclados, de susurros de tantos ropajes de mujeres seductoras, encontramos aquella con quien
hemos soñado a los dieciocho años y una mirada fugitiva suya quema nuestra frente, y su voz hace enmudecer por un instante
toda otra voz para nosotros, y sus flores dejan tras sí esencias desconocidas; entonces caemos en una postración celestial:
nuestra voz es impotente, nuestros oídos no escuchan ya la suya, nuestras miradas no pueden seguirla. Pero cuando,
refrescada la mente, vuelve ella a la memoria horas después, nuestros labios murmuran en cantares su alabanza, y es esa
mujer, es su acento, es su mirada, es su leve paso sobre las alfombras, lo que remeda aquel canto, que el mundo creerá ideal.
Así el cielo, los horizontes, las pampas y las cumbres del Cauca hacen enmudecer a quien los contempla. Las grandes bellezas
de la creación no pueden a un tiempo ser vistas y cantadas: es necesario que vuelvan al alma, empalidecidas por la memoria
infiel.
Antes de ponerse el Sol, ya había yo visto blanquear sobre la sobre la falda de la montaña la casa de mis padres. Al
acercarme a ella contaba con mirada ansiosa los grupos de sus sauces y naranjos, al través de los cuales vi cruzar poco
después las luces que se repartían en las habitaciones.
Respiraba al fin aquel olor nunca olvidado del huerto que me vio formar. Las herraduras de mi caballo chispearon sobre el
empedrado del patio. Oí un grito indefinible; era la voz de mi madre: al estrecharme ella en los brazos y acercarme a su
pecho, una sombra me cubrió los ojos: era el supremo placer que conmovía a una naturaleza virgen.
Cuando traté de reconocer en las mujeres que veía, a las hermanas que dejé niñas, María estaba en pie junto a mí, y
velaban sus ojos anchos párpados orlados de largas pestañas. Fue su rostro el que se cubrió del más notable rubor cuando al
rodar mi brazo de sus hombros rozó con su talle; y sus ojos estaban humedecidos, aún al sonreír a mi primera expresión
afectuosa, como los de un niño cuyo llanto ha acallado una caricia materna.
III
A las ocho fuimos al comedor, que estaba pintorescamente situado en la parte oriental de la casa. Desde él se veían las
crestas desnudas de las montañas sobre el fondo estrellado del cielo. Las auras del desierto pasaban por el jardín recogiendo
aromas para venir a juguetear con los rosales que nos rodeaban. El viento voluble dejaba oír por instantes el rumor del río.
Aquella naturaleza parecía ostentar toda la hermosura de sus noches, como para recibir a un huésped amigo.
Mi padre ocupó la cabecera de la mesa y me hizo colocar a su derecha; mi madre se sentó a la izquierda, como de
costumbre; mis hermanas y los niños se situaron indistintamente, y María quedó frente a mí.
Mi padre, encanecido durante mi ausencia, me dirigía miradas de satisfacción y sonreía con aquel su modo malicioso y
dulce a un mismo tiempo, que no he visto nunca en otros labios. Mi madre hablaba poco, porque en esos momentos era más
feliz que todos los que la rodeaban. Mis hermanas se empeñaban en hacerme probar las colaciones y cremas: y se sonrojaba
aquella a quien yo dirigía una palabra lisonjera o una mirada examinadora.
María me ocultaba sus ojos tenazmente; pero pude admirar en ellos la brillantez y hermosura de los de las mujeres de su
raza, en dos o tres veces que a su pesar se encontraron de lleno con los míos; sus labios rojos, húmedos y graciosamente
imperativos, me mostraron sólo un instante el velado primor de su linda dentadura. Llevaba, como mis hermanas, la abundante
cabellera castaño oscura arreglada en dos trenzas, sobre el nacimiento de una de las cuales se veía un clavel encarnado.
Vestía un traje de muselina ligera, casi azul, del cual sólo se descubría parte del corpiño y la falda, pues un pañolón de
algodón fino, color de púrpura, le ocultaba el seno hasta la base de su garganta, de blancura mate. Al volver las trenzas a la
espalda, de donde rodaban al inclinarse ella a servir, admiré el envés de sus brazos deliciosamente torneados, y sus manos
cuidadas como las de una reina.
Concluida la cena, los esclavos levantaron los manteles; uno de ellos rezó el Padrenuestro, y sus amos completamos la
oración.
La conversación se hizo entonces confidencial entre mis padres y yo.
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María tomó en brazos al niño que dormía en su regazo, y mis hermanas la siguieron a los aposentos: ellas la amaban mucho
y se disputaban su dulce afecto.
Ya en el salón, mi padre, para retirarse, les besó la frente a sus hijas. Quiso mi madre que yo viera el cuarto que se me
había destinado. Mis hermanas y María, menos tímidas ya, querían observar qué efecto me causaba el esmero con que estaba
adornado. El cuarto quedaba en el extremo del corredor del frente de la casa: su única ventana tenía por la parte de adentro
la altura de una mesa cómoda; en aquel momento, estando abiertas las hojas y rejas, entraban por ella floridas ramas de
rosales a acabar de engalanar la mesa, en donde un hermoso florero de porcelana azul contenía trabajosamente en su copa
azucenas y lirios, claveles y campanillas moradas del río. Las cortinas del lecho eran de gasa blanca atadas a las columnas con
cintas anchas color de rosa; y cerca de la cabecera, por una fineza materna, estaba la Dolorosa pequeña que me había servido
para mis altares cuando era niño. Algunos mapas, asientos cómodos y un hermoso juego de baño completaban el ajuar.
— ¡Qué bellas flores! —exclamé al ver todas las que del jardín y del florero cubrían la mesa.
—María recordaba cuánto te agradaban —observó mi madre.
Volví los ojos para darle las gracias, y los suyos como que se esforzaban en soportar aquella vez mi mirada.
—María —dije— va a guardármelas, porque son nocivas en la pieza donde se duerme.
— ¿Es verdad? —Respondió—; pues las repondré mañana.
¡Qué dulce era su acento!
— ¿Tantas así hay?
—Muchísimas; se repondrán todos los días.
Después que mi madre me abrazó, Emma me tendió la mano, y María, abandonándome por un instante la suya, sonrió como
en la infancia me sonreía: esa sonrisa hoyuelada era la de la niña de mis amores infantiles, sorprendida en el rostro de una
virgen de Rafael.
LX
Al día siguiente a las cuatro de la tarde llegué al alto de las Cruces. Apeéme para pisar aquel suelo desde donde dije adiós
para mí mal a la tierra nativa. Volví a ver ese valle del Cauca, país tan bello cuanto desventurado yo... Tantas veces había
soñado divisarlo desde aquella montaña, que después de tenerlo delante con toda su esplendidez, miraba a mí alrededor para
convencerme de que en tal momento no era juguete de un sueño. Mi corazón palpitaba aceleradamente como si presintiese
que pronto iba a reclinarse sobre él la cabeza de María; y mis oídos ansiaban recoger en el viento una voz perdida de ella.
Fijos estaban mis ojos sobre las colinas iluminadas al pie de la sierra distante, donde blanqueaba la casa de mis padres.
Lorenzo acababa de darme alcance trayendo del diestro un hermoso caballo blanco que había recibido en Tocotá para que yo
hiciese en él las tres últimas leguas de la jornada.
-Mira le dije cuando se disponía a ensillármelo, y mi brazo le mostraba el punto blanco de la sierra al cual no podía yo dejar
de mirar-; mañana a esta hora estaremos allá.
La tarde se apagaba cuando doblé la última cuchilla de las montañuelas. Un viento impetuoso de occidente zumbaba en
torno de mí en los peñascos y malezas desordenando las abundantes crines del caballo. En el confín del horizonte a mi
izquierda no blanqueaba ya la casa de mis padres sobre las faldas sombrías de la montaña; y a la derecha, muy lejos, bajo un
cielo turquí, se descubrían lampos de la mole del Huila medio arropado por brumas flotantes.
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Quién aquello crió, me decía yo, no puede destruir aún la más bella de sus criaturas y lo que él ha querido que yo más ame.
Y sofocaba de nuevo en mi pecho sollozos que me ahogaban.
Ya dejaba a mi izquierda la pulcra y amena vega del Peñón, digna de su hermoso río y de mis gratos recuerdos de infancia.
La ciudad acababa de dormirse sobre su verde y acojinado lecho: como bandadas de aves enormes que se cernieran buscando
sus nidos, divisábanse sobre ella, abrillantados por la luna, los follajes de las palmeras.
Hube de reunir todo el resto de mi valor para llamar a la puerta de la casa. Un paje abrió. Apeándome boté las bridas en
sus manos y recorrí precipitadamente el zaguán y parte del corredor que me separaba de la entrada al salón: estaba oscuro.
Me había adelantado pocos pasos en él cuando oí un grito y me sentí abrazado.
- ¡María! ¡Mi María! -exclamé estrechando contra mi corazón aquella cabeza entregada a mis caricias.
- ¡Ay!, ¡No, no, Dios mío! -interrumpióme sollozando.
Y desprendiéndose de mi cuello cayó sobre el sofá inmediato: Era Emma. Vestía de negro, y la luna acabada de bañar su
rostro lívido y regado de lágrimas.
Se abrió la puerta del aposento de mi madre en ese instante. Ella, balbuciente y palpándome con sus besos, me arrastró en
los brazos al asiento donde Emma estaba muda e inmóvil.
- ¿Dónde está, pues, donde está? -grité poniéndome en pie.
- ¡Hijo de mi alma! -exclamó mi madre con el más hondo acento de ternura y volviendo a estrecharme contra su seno- : en el
cielo.
Algo como la hoja fría de un puñal penetró en mi cerebro: faltó a mis ojos luz y a mi pecho aire. Era la muerte que me hería...
Ella, tan cruel e implacable, ¿por qué no supo herir?...
Literatura Gauchesca
La literatura gauchesca es un fenómeno singular dentro de la literatura de América; empezó a desarrollarse en el ámbito
del Río de la Plata, en forma anónima al principio, hacia finales del siglo XVIII. Ciertamente, la originalidad de esta literatura
no se debe al protagonismo del gaucho, ni al uso de la lengua popular hablada en la campaña, ya que ambos elementos son
característicos de cualquier literatura regional. Lo original, lo definitivamente singular de la literatura gauchesca es la
adopción que de ese personaje y de esa lengua hicieron autores cultos a las ciudades. Tal adopción puede interpretarse tanto
como la necesidad política de transmitir al público gaucho, iletrado, aquellos temas e historias que lo involucraban
directamente, como la voluntad literaria de esos autores de diferenciarse de la literatura culta de origen europeo, con el
implícito fin de afianzar, su autonomía cultural y literaria.
La poesía gauchesca incorpora algunos elementos expresivos de la poesía tradicional española (rondas y canciones,
villancicos y coplas) y sus temas (héroes legendarios, caballeros, reyes y pastores), que llegaron a América y se reelaboraron
en palabras, personajes y costumbres que les imprimieron tono y color locales.
Tanto la tradición oral, transmitida por los payadores, como las primeras manifestaciones de literatura gauchesca,
fueron engrandeciendo sus temas y perfeccionando su manera de expresar sus ideas, hasta emplearse esta literatura por
autores cultos de las ciudades (tales como: Bartolomé Hidalgo, reconocido por Cielitos y Diálogos patrióticos; Hilario
Ascasubi, autor de Santos Vegas, poema épico de la literatura gauchesca; Estanislao del Campo, autor de Fausto; y, sobre
todo, José Hernández, autor del Martín Fierro, donde canta de manera humana su lucha por la libertad, contra las
adversidades y la injusticia.)
JOSÉ HERNÁNDEZ
a) Sobre el autor:
Que soldado, periodista, funcionario público y legislador, partidario de Urquiza y de las divisas del
federalismo. Publicó rasgos biográficos del general D. Angel Peñaloza, texto con el que se enfrenta por
primera vez a Sarmiento, y que demuestra su calidad como cronista y su capacidad para la polémica.
Publicó también, Instrucción del estanciero; tratado completo para la planteación y manejo de un
establecimiento de campo destinado a la cría de hacienda vacuna, lanar y caballar, que, es como el
anterior un escrito de visible aspecto político.
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b) MARTÍN FIERRO
El gaucho Martín Fierro y La vuelta de Martín Fierro, son dos textos conocidos en la actualidad
como las dos partes de una misma obra, que marca el punto más alto y definitivo de la poesía
gauchesca, constituyéndose en una de las obras esenciales de toda la literatura argentina.
La primera parte puede leerse como un alegato contra los abusos de la presidencia de Sarmiento. La
notable repercusión que obtuvo el poema alentó a Hernández a realizar una segunda parte, siete años
más tarde, en la que la dureza de la primera deja lugar a un cuadro más matizado y complejo del
mundo rural.
Martín Fierro presenta pequeñas pero significativas modificaciones formales: el poema está escrito en versos
octosílabos, pero mientras que la tradición agrupaba en décimas (estrofas de diez versos, como las usaba Ascasubi) o en
cuartetas (estrofas de cuatro versos, como las usaba Estanislao del Campo); Hernández utiliza la sextina (agrupamiento de
seis versos) que posibilita a su vez el agrupamiento de los versos en pares. Estos pareados, logran cierto mimetismo con las
formas del habla gauchesca, según las caracterizaba Hernández: falta de enlace en las ideas, en las que a veces no existe una
sucesión lógica sino una revelación oculta y remota.
A estos desvíos con respecto a la tradición debe sumarse la impactante información política del texto. Hernández logró
una obra más contundente en el terreno político que la de sus antecesores gauchi-políticos y, al mismo tiempo, de mayor
alcance y valor literario que la de quienes habían pretendido estetizar la poesía gauchesca.
I. Cantor y gaucho
23
16 Yo he conocido esta tierra
Mi gloria es vivir tan libre en que el paisano vivía
como el pájaro del cielo: y su ranchito tenía
no hago nido en este suelo y sus hijos y mujer...
ande hay tanto que sufrir, era una delicia el ver
y naides me ha de seguir como pasaba sus días.
cuando yo remuento el vuelo. 24
17 Entonces... cuando el lucero
Yo no tengo en el amor brillaba en el cielo santo,
quien me venga con querellas; y los gallos con su canto
como esas aves tan bellas nos decían que el día llegaba,
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a la cocina rumbiaba
el gaucho... era que un encanto.
25
Y sentao junto al fogón
a esperar que venga el día,
al cimarrón le prendía
hasta ponerse rechoncho,
mientras su china dormía
tapadita con su poncho.
26
Y apenas la madrugada
empezaba coloriar,
los pájaros a cantar,
y las gallinas a apiarse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.
27
Este se ata las espuelas,
se sale el otro cantando,
uno busca un pellón blando,
este un lazo, otro un rebenque,
y los pingos relinchando
los llaman dende el palenque.
28
El que era peón domador
enderezaba al corral,
donde estaba el animal
bufidos que se las pela ...
y más malo que su abuela,
se hacia astillas el bagual.
29
Y allí el gaucho inteligente,
en cuanto el potro enredó,
los cueros le acomodó
y se le sentó en seguida,
que el hombre muestra en la vida
la astucia que Dios le dio.
30
Y en las playas corcoviando
pedazos se hacía el sotreta
mientras él por las paletas
le jugaba las lloronas,
y al ruido de las caronas
salía haciendo gambetas.
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Del colegio a la Mes: Julio 2013
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1. Caracteriza a Martín Fierro con ejemplos extraídos .........................
del texto (costumbres, trabajos, vicios y virtudes).
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4. Escribe un texto de opinión teniendo en cuenta
..................................................................................................... quiénes pueden pensar como Fierro en la actualidad.
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2. Se dice que Hernández supo imitar el habla del .........................
gaucho. Extrae ejemplos del texto (palabras, frases,
sentencias) que se usan actualmente en nuestra .....................................................................................................
lengua. .....................................................................................................
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..................................................................................................... 5. ¿A qué se llama Romanticismo Social?. Argumenta tu
......................... respuesta.
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LITERATURA
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 CUARTO GRADO
I. Representantes:
MANUEL GONZÁLEZ PRADA
a) Sobre el autor:
acercaría al proletario. Negado sus vínculos con la prensa del Establishment, publica sus ensayos en la prensa efímera. En
cuanto a su creación poética es considerado como precursor del Modernismo al haber introducido estrofas francesas como el
rondinel, triolet y las baladas alemanas. Al final de su vida tomó por primera vez un trabajo en el gobierno. Como director de
la Biblioteca Nacional del Perú, en la Avenida Abancay, reorganizó y elevó las materias. Murió de un infarto cardíaco el 22 de
julio de 1918.
Atacaba el centralismo dominante en el Perú, manifestaba un incipiente indigenismo- "No veamos, pues, en la cuestión
indígena una crisis provincial y pasajera sino un problema nacional y permanente"; mostraba su sentimiento de renovación
cultural frente al tradicionalismo, que lo llevó a una tardía enemistad con Palma; ofrecía su característica nota anticlerical y
daba ya rienda suelta a su posición anarquista. A ello se sumaba un espíritu positivista, con su amor acentuado por la ciencia.
"De todas las luchas, ninguna como la emprendida por la inteligencia para descubrir la verdad ¿quién pone límites a las
conquistas de la Ciencia? Diría en "Pájinas libres". Resuena su voz admonitiva de apóstol: "La palabra que se dirija hoy a
nuestro pueblo debe despertar a todos, poner en pie a todos, agitar a todos como campana de incendio en avanzadas horas de
la noche".
Si pasamos del prosista al poeta, nos hallaremos frente a uno de los casos más sugestivos de la transformación de la poesía
perfeccionamiento, donde asoma –claro está – su escéptico contenido de la realidad, pero hecho especialmente motivo
artístico. En su libro de poemas "Minúsculas", que edita cariñosamente su esposa, se encuentra íntegramente esa faceta de
su personalidad literaria. Entre las dos corriente que se forman como reacción contra el Romanticismo, especialmente en
Francia: Parnasianismo y Simbolismo. González Prada se acerca al parnasianismo. Lo obsesiona la forma, lo deleita la utilidad
de la ciencia en el arte; nose pierde en la revolución de esencias que significan la poesía de Verlaine o de Baudelaire, a
quienes censura. Se adelanta si, en lo formal, a ciertas modificaciones métricas del modernismo, es miembro de ese
movimiento renovador que , más que una escuela, es un movimiento crítico que toma diversos caminos.
• Ensayos: • Narrativa:
- Minúsculas
- Presbiterianas
- Exóticas
- Baladas peruanas
II
Sin especialistas, o más bien dicho, con aficionados que presumían de omniscientes, vivimos de ensayo en ensayo: ensayos
de aficionados en Diplomacia, ensayos de aficionados en Economía Política, ensayos de aficionados en Lejislación i hasta
ensayos de aficionados en Tácticas i Estratejias. El Perú fué cuerpo vivo, espuesto sobre el mármol de un anfiteatro, para
sufrir las amputaciones de cirujanos que tenían ojos con cataratas seniles i manos con temblores de paralítico. Vimos al
abogado dirijir l’hacienda pública, al médico emprender obras de injeniatura, al teólogo fantasear sobre política interior, al
marino decretar en administración de justicia, al comerciante mandar cuerpos de ejército...Cuánto no vimos en esa
fermentación tumultuosa de todas las mediocridades, en esas vertijinosas apariciones i desapariciones de figuras sin
consistencia de hombre, en ese continuo cambio de papeles, en esa Babel, en fin, donde la ignorancia vanidosa i vocinglera se
sobrepuso siempre al saber humilde i silencioso!
Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadas de la Revolución, Francia marchó a la victoria; con los ejércitos de
indios disciplinados i sin libertad, el Perú irá siempre a la derrota. Si del indio hicimos un siervo ¿qué patria defenderá? Como
el siervo de la Edad media, sólo combatirá por el señor feudal.
I, aunque sea duro y hasta cruel repetirlo aquí, no imaginéis, señores, que el espíritu de servidumbre sea peculiar a sólo el
indio de la puna: también los mestizos de la costa recordamos tener en nuestras venas sangre de los súbditos de Felipe II
mezclada con sangre de los súbditos de Huayna Cápac. Nuestra columna vertebral tiende a inclinarse.
La nobleza española dejó su descendencia degenerada y despilfarradora: el vencedor de la Independencia legó su prole de
militares i oficinistas. A sembrar el trigo y estaer el metal, la juventud de la jeneración pasada prefirió atrofiar el cerebro
en las cuadras de los cuarteles y apergaminar la piel en las oficinas del Estado. Los hombres aptos para las rudas labores del
campo i de la mina, buscaron el manjar caído del festín de los gobiernos, ejercieron una insaciable succión en los jugos del
erario nacional i sobrepusieron el caudillo que daba el pan y los honores a la patria que exijía el oro i los sacrificios. Por eso,
aunque siempre existieron en el Perú liberales i conservadores, nunca hubo un verdadero partido liberal ni un verdadero
partido conservador, sino tres grandes divisiones: los gobiernistas, los conspiradores y los indiferentes por egoísmo,
imbecilidad o desengaño. Por eso, en el momento supremo de la lucha, no fuimos contra el enemigo un coloso di bronce, sino
una agrupación de limaduras de plomo; no una patria unida i fuerte, sino una serie de individuos atraídos por el interés
particular y repelidos entre sí por el espíritu de bandería. Por eso, cuando el más oscuro soldado del ejército invasor no tenía
en sus labios más nombre que Chile, nosotros, desde el primer general hasta el último recluta, repetíamos el nombre de un
caudillo, éramos siervos de la Edad media que invocábamos al señor feudal.
Indios de punas y serranías, mestizos de la costa, todos fuimos ignorantes y siervos; y no vencimos ni podíamos vencer.
III
Si la ignorancia de los gobernantes i la servidumbre de los gobernados fueron nuestros vencedores, acudamos a la Ciencia,
ese redentor que nos enseña a suavizar la tiranía de la Naturaleza, adoremos la Libertad, esa madre enjendradora de
hombres fuertes.
LAÚDE TRIOLET
Tus ojos de lirio dijeron que sí Los bienes y las glorias de la vida
Tus labios de rosa dijeron que no. O nunca vienen o nos llegan tarde.
Al verme a tu lado, muriendo por ti. Lucen de cerca, pasan de corrida.
Tus ojos de lirio dijeron que si. Los bienes y las glorias de la vida
Auroras de gozo rayaron en mí: Triste del hombre que en la edad florida
Mas pronto la noche de luto volvió: Coger las flores del vivir aguarde,
Tus ojos de lirio dijeron que sí Los bienes y las glorias de la vida
Tus labios de rosa dijeron que no. O nunca vienen o nos llegan tarde.
a) Sobre la autora:
Novelista, tradicionista y ensayista, autora de la famosa Aves sin nido (1889), la novela peruana más
leída, traducida e influyente del siglo XIX. Es un ejemplo de la corriente indianista -una visión
filantrópica, sentimental y compasiva de la situación de injusticia en que vivía el indígena- y del influjo
del naturalismo difundido por Zola. Nació en un pueblo del Cusco, región en la que se educó. Se casó
con un norteamericano en 1871; al enviudar y entrar en un periodo de dificultades económicas, se
trasladó a Arequipa donde se dedicó al periodismo. Tras la guerra con Chile, fue a vivir a Lima, cuyas
tertulias y círculos literarios frecuentó. Publicó los dos volúmenes de Tradiciones cuzqueñas y
leyendas (1883-1896), bajo el evidente estímulo de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, y
dirigió El Perú Ilustrado (1889-1892). Sus actividades políticas la obligaron a buscar el exilio en Buenos Aires en 1895. Allí
siguió colaborando en el periodismo y publicando libros hasta su muerte en esa ciudad. Aparte de Aves sin nido, la novela
precursora del realismo en Perú y la primera en plantear el tema del indigenismo y su proyección social, publicó otras dos
novelas: Índole (1891) y Herencia (1893). Pero es la primera la que merece atención, porque en ella hizo una atrevida
denuncia de la explotación de los indígenas y del más oscuro problema del abuso sexual de las mujeres por los sacerdotes que
ejercen su ministerio en la región. Escandalizada por esta obra, la autoridad eclesiástica persiguió a su autora y prohibió el
libro.
Sus primeras publicaciones las hizo dentro del género tradicional, que Ricardo Palma había puesto en boga en toda
Hispanoamérica. El primer libro de Clorinda Matto de Turner fue Tradiciones cusqueñas, leyendas, biografías y hojas
sueltas (Arequipa, 1884), publicado con un prólogo de Palma en el que la llama " su mejor discípula". En la misma línea, siguió
luego Tradiciones cuzqueñas, crónicas, hojas sueltas. Tomo segundo (Lima, 1886), con prólogo de José Antonio de Lavalle. El
historiador peruano Horacio Villanueva Urteaga ha demostrado que la mayor parte de estas tradiciones se basan en los
Anales del Cusco de Diego Esquivel y Navia, entonces inéditos.
Lo mejor de la obra de Clorinda Matto de Turner es su producción novelística, especialmente Aves sin nido (1889), publicada
simultáneamente en Lima y Buenos Aires y traducida al inglés en 1904. Novela romántica y de costumbres, está ambientada
en el imaginario pueblo de los Andes peruanos, (Killac) con la intención de mostrar los males sociales de la región, con
especial énfasis al maltrato y la explotación de los indígenas por parte del clero y del funcionariado político.
El libro que contaba la historia, basada en un hecho real, de un fraile enloquecido de celos que asesina a una de sus
feligresas, causó una enorme polémica en la sociedad peruana y ha hecho que Clorinda Matto de Turner sea considerada la
iniciadora del indigenismo en América. Posteriormente, Matto publicó otras dos novelas dentro de una tendencia naturalista,
Índole (Lima, 1891) y Herencia (Lima, 1895), en la que retoma a los personajes de Aves sin nido y los traslada a la ciudad de
Lima.
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2. ¿A quiénes echa la culpa Manuel González Prada de la derrota ante Chile dentro del discurso en el Politeama?
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3. Una de las frases más célebres del discurso en el Politeama es "¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutos
nuevos! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra". Explica qué significa.
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4. Crees que los vicios y defectos de la sociedad peruana que Manuel González Prada denuncia en la mayoría de sus
discursos y ensayos ya no se dan en el Perú o por el contrario, su pensamiento sigue vigente. Argumenta tu respuesta.
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4. Nombre de las estrofas de origen francés y alemán que incorporó Manuel González Prada a la poesía peruana
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EL MODERNISMO: POESÍA
En líneas más generales, el Modernismo es la manifestación americana de la crisis espiritual que se produce en Occidente
al finalizar el siglo XIX, y puede entenderse, como dice Juan Ramón Jiménez, como "un gran movimiento de entusiasmo y
libertad hacia la belleza".
El Modernismo no es estrictamente una escuela literaria, con líneas precisas, sino una tendencia, un clima espiritual que
aprovecha, aunque teóricamente se opone a ellos, el legado del Romanticismo, de la poesía tradicional española, etc. El
Modernismo absorbe muchas otras tendencias o actitudes literarias dispares.
Entre ellas hay que mencionar dos de origen francés: el Parnasianismo (el gusto por las formas exactas y escultóricas) y el
Simbolismo (el afán de acercar la literatura a la música y de alcanzar con palabras lo absoluto). En realidad, los parnasianos
(Leconte de Lisle, Catulle Mendes) y los simbolistas (Verlaine, Laforgue, Mallarmé) sostienen ideales opuestos; el
Modernismo encuentra en ellos el rasgo común (la elegancia, el refinamiento formal) y logra su síntesis.
El Modernismo es también una actitud de rechazo profundo – de parte del artista – de la sociedad y sus hábitos, que
atacarán por "burgueses", es decir, por su espíritu mediocre y estrechamente provinciano; por último, significa un momento
de afirmación de independencia literaria frente a Europa, y una exaltación americanista. Hasta el Modernismo, América
había sido el reflejo cultural de Europa, principalmente en España donde surgirá también un "Modernismo hispánico" como
consecuencia del nuestro.
I. Representantes:
RUBÉN DARÍO
Sobre el autor:
El gran poeta Nicaragüense Rubén Darío, nació en el año 1867 en Metapa, Nicaragua. Sus padres
fueron Manuel García y Rosa Sarmiento Alemán. Muere el 6 de febrero de 1916, murió después de
haber sido intervenido quirúrgicamente dejando en su testamento a su hijo Rubén Darío Sánchez
como su único heredero.
En esos 49 años de su vida Rubén Darío se transformó en el centro de gravitación del Modernismo
Hispanoamericano. En 1879 a los doce años de edad escribió su primer poema, el soneto La Fe. Y en
1880 aparecen sus primeros versos en el diario El termómetro. Escribió: Naturaleza, Al Mar, A
Víctor Hugo, Clases, Una Lagrima, Desengaño, A..., El Poeta y A Ti, firmando con los anagramas de
Bruno Erdia y Bernardo I.U.
Entre 1884 a 1888 Rubén Darío trabajo en la secretaria privada de la presidencia; en la Biblioteca Nacional. Colaboró en
el Diario de Nicaragua, El Ferrocarril y en El Porvenir de Nicaragua. Escribió poemas y cuentos varios. Junto con Pedro Ortiz
y Eugenio López dirigió la nueva publicación de Managua: El Imparcial, viajo a Chile. Publico en el Mercurio La erupción de
Momotombo. Escribió con Eduardo Poirier la novela Emelina y trabajo en la redacción de la Época. En 1888 publico Azul en
Valparaíso, Chile convirtiéndose en el más conocido, imitado, amado y criticado de los escritores de habla castellana de fines
del siglo XIX y comienzos del presente. Sus viajes a Chile, a España, a la Argentina, a Cuba le dieron un sabor cosmopolitano
y un brioso individualismo, incorporando en sus poemas dioses y diosas del mundo greco- Romano, imágenes orientales, tonos
de la Italia medieval, de la Francia y de la América indígena. Su estilo era a la vez rico y sobrio, adornado y sencillo
reflejando las épocas de su agitada vida literaria.
LOS MOTIVOS DEL LOBO Y el gran lobo, humilde: "¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
El varón que tiene corazón de lis, no hallé qué comer; y busqué el ganado,
alma de querube, lengua celestial, y en veces comí ganado y pastor.
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
está con un rudo y torvo animal,
sobre su caballo, llevando el azor
bestia temerosa, de sangre y de robo,
al puño; o correr tras el jabalí,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo!
mancharse de sangre, herir, torturar,
Rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel, ha deshecho todos los rebaños; de las roncas trompas al sordo clamor,
Vosotros, en cambio, daréis su alimento "En nombre del Padre del sacro universo,
a la pobre bestia de Dios." "¡Así sea!", conjúrote dijo, ¡oh lobo perverso!,
Contestó la gente toda de la aldea. a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Y luego, en señal Contesta. Te escucho."
de contentamiento,
movió la testa y cola el buen animal, Como en sorda lucha, habló el animal,
y entró con Francisco de Asís al convento. la boca espumosa y el ojo fatal:
Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia Vida, luz y verdad, tal triple llama
¡Oh, la selva sagrada! jOh, la profunda Por eso ser sincero es ser potente:
fuente cuya virtud vence al destino! en la voz de cristal que fluye d’ella.
Bosque ideal que lo real complica, Tal fue mi intento, hacer del alma pura
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela; mía, una estrella, una fuente sonora,
Allí va el dios en celo tras la hembra pasó una flecha que aguzó un violento.
la eterna vida sus semillas siembra, y la flecha del odio fuese al viento.
El alma que entra allí debe ir desnuda, con el fuego interior todo se abrasa;
sobre cardo heridor y espina aguda: y hacia Belén..., ¡la caravana pasa!
EL REY BURGUÉS
¡Amigo! El cielo está opaco, el aire frío, el día triste. Un cuento alegre... así como para distraer
las brumosas y grises melancolías, helo aquí:
Había en una ciudad inmensa y brillante un rey muy poderoso, que tenía trajes caprichosos y ricos,
esclavas desnudas, blancas y negras, caballos de largas crines, armas flamantísimas, galgos rápidos,
y monteros con cuernos de bronce que llenaban el viento con sus fanfarrias. ¿Era un rey poeta? No,
amigo mío: era el Rey Burgués.
Era muy aficionado a las artes el soberano, y favorecía con gran largueza a sus músicos, a sus
hacedores de ditirambos, pintores, escultores, boticarios, barberos y maestros de esgrima.
Cuando iba a la floresta, junto al corzo o jabalí herido y sangriento, hacía improvisar a sus
profesores de retórica, canciones alusivas; los criados llenaban las copas del vino de oro que
hierve, y las mujeres batían palmas con movimientos rítmicos y gallardos. Era un rey sol, en su
Babilonia llena de músicas, de carcajadas y de ruido de festín. Cuando se hastiaba de la ciudad bullente, iba de caza
atronando el bosque con sus tropeles; y hacía salir de sus nidos a las aves asustadas, y el vocerío repercutía en lo más
escondido de las cavernas. Los perros de patas elásticas iban rompiendo la maleza en la carrera, y los cazadores inclinados
sobre el pescuezo de los caballos, hacían ondear los mantos purpúreos y llevaban las caras encendidas y las cabelleras al
viento.
El rey tenía un palacio soberbio donde había acumulado riquezas y objetos de arte maravillosos. Llegaba a él por entre
grupos de lilas y extensos estanques, siendo saludado por los cisnes de cuellos blancos, antes que por los lacayos estirados.
Buen gusto. Subía por una escalera llena de columnas de alabastro y de esmaragdina, que tenía a los lados leones de mármol
como los de los tronos salomónicos. Refinamiento. A más de los cisnes, tenía una vasta pajarera, como amante de la armonía,
del arrullo, del trino; y cerca de ella iba a ensanchar su espíritu, leyendo novelas de M. Ohnet, o bellos libros sobre
cuestiones gramaticales, o críticas hermosillescas. Eso sí: defensor acérrimo de la corrección académica en letras, y del
modo lamido en artes; ¡alma sublime amante de la lija y de la ortografía!
¡Japonerías!¡Chinerías! Por moda y nada más. Bien podía darse el placer de un salón digno del gusto de un Goncourt y de los
millones de un Creso: quimeras de bronce con las fauces abiertas y las colas enroscadas, en grupos fantásticos y
maravillosos; lacas de Kioto con incrustaciones de hojas y ramas de una flora monstruosa, y animales de una fauna
desconocida; mariposas de raros abanicos junto a las paredes; peces y gallos de colores; máscaras de gestos infernales y con
ojos como si fuesen vivos; partesanas de hojas antiquísimas y empuñaduras con dragones devorando flores de loto; y en
conchas de huevo, túnicas de seda amarilla, como tejidas con hilos de araña, sembradas de garzas rojas y de verdes matas de
arroz; y tibores, porcelanas de muchos siglos, de aquellas en que hay guerreros tártaros con una piel que les cubre hasta los
riñones, y que llevan arcos estirados y manojos de flechas.
Por lo demás, había el salón griego, lleno de mármoles: diosas, musas, ninfas y sátiros; el salón de los tiempos galantes, con
cuadros del gran Watteau y de Chardin; dos, tres, cuatro, ¿cuántos salones? Y Mecenas se paseaba por todos, con la cara
inundada de cierta majestad, el vientre feliz y la corona en la cabeza, como un rey de naipe.
Un día le llevaron una rara especie de hombre ante su trono, donde se hallaba rodeado de cortesanos, de retóricos y de
maestros de equitación y de baile.
- ¿Qué es eso? -preguntó.
- Señor, es un poeta.
El rey tenía cisnes en el estanque, canarios, gorriones, censotes en la pajarera: un poeta era algo nuevo y extraño.
- Dejadle aquí.
Y el poeta:
- Señor, no he comido.
Y el rey:
- Habla y comerás.
Sobre el autor:
Nació en el seno
Fue discípulo de Mendive y de Luz y Caballero. A los 16 años por sus ideas revolucionarias
fue condenado a seis años de prisión. Con la salud quebrantada, fue indultado y confinado
muchos folletos que abogaban por la independencia cubana y La República Española ante la Revolución Cubana. Terminó su
educación en la Universidad de Zaragoza; donde en 1874 se licenció en Derecho y Filosofía y Letras. Años más tarde, vivió su
destierro en Francia, en 1875 se trasladó a México donde se casó con Carmen Zayas Bazón, y en 1877 fue a Guatemala,
donde enseñó por un tiempo en la Universidad Nacional. Volvió a Cuba en 1878 pero fue desterrado nuevamente en 1879 por
Se trasladó a EE.UU. donde vivió entre 1881 y 1895 en Nueva York, ejerció el periodismo y fundó en 1892 el Partido
Revolucionario Cubano, del que fue elegido delegado para la organización de la lucha independentista. Fue ese año cuando
En 1895 en la isla de Santo Domingo redactó el Manifiesto de Montecristi, en el que predicó la guerra sin odio, y que
firmó con Máximo General Gómez y Baez, el héroe de la independencia cubana. Desembarcó con éste en Playitas, en el este
de Cuba, donde murió un mes más tarde, el 19 de mayo de 1895, durante una escaramuza con tropas españoles en Dos Ríos.
Como escritor Martí fue un precursor del Modernismo Iberoamericano. Sus escrituras incluyen numerosos poemas,
Ismaelillo (1882), Versos sencillos (1891) y Versos libres (1892), la novela Amistad funesta (1885) y ensayos.
En 1889 fundó y dirigió la revista para niños La edad de oro donde publicó un texto sobre San Martín.
Se destacó por su estilo fluido, simple y sus vívidas imágenes personales. Sus Obras Completas, formadas por 73 volúmenes,
Al beso de despedida,
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..................................................................................................... 5. ¿Cuáles son las dos escuelas poéticas europeas que
..................... influyeron en el Modernismo?
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3. ¿Por qué habiendo nacido en América el Modernismo .....................................................................................................
fue cosmopólita? .....................
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6. Escribe un breve comentario sobre el comportamiento 4. ¿Quiénes son los precursores del Modernismo?
del lobo en el poema Los motivos del lobo.
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1. ¿Cuándo surge el Modernismo en América y con qué ............................................................................................................
obra? .............
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............................................................................................................ 6. Redacta el argumento de El sátiro sordo de Rubén
............. Darío.
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............................................................................................................ 8. Interpreta la primera estrofa del poema Cantos de
............. vida y esperanza de Rubén Darío.
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7. ¿Cuáles son las características de la poesía de Darío? ............................................................................................................
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............. 9. ¿Cuáles son las características de la poesía de Martí?
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LITERATURA
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 CUARTO GRADO
EL SIMBOLISMO PERUANO
I. Definición de Simbolismo:
El simbolismo es una corriente literaria iniciada en Francia con Baudelaire Verlaine, Mallarmé y Rimbaud. Tiene como
características principal un acercamiento a la música y a la pintura. Verlaine dijo que su poesía era del matiz y no del color.
En el Perú, el más claro representante del simbolismo es José María Eguren, quien tiene una poesía llena de color y sutileza.
Los precursores literarios de esta corriente fueron el poeta norteamericano Edgar Allan Poe, que tanto influyó sobre
Charles Baudelaire, y los franceses Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, llamados también "poetas malditos". El más
representativo fue Stéphane Mallarmé (1842 - 1898), quien creó un lenguaje hermético, cercano al antiguo culteranismo
español (Verlaine leyó y admiraba a Luis de Góngora) y cercano a la sintaxis del inglés. Menor importancia tuvieron Auguste
Villiers de l'lsle-Adam (1838 - 1889), Prosper Mérimée (1803 - 1870), más conocido como narrador; Gérard de Nerval (1808 -
1855), poeta de trágico fin; Joris Karl Huysmans (1848 - 1907), más conocido como escritor del decadentismo; Albert
Samain (1858 - 1900), Rémy de Gorumont (1858 - 1915), Alfred Jarry (1873 - 1907), creador de la Patafísica y más
importante como autor teatral y como precursor de la literatura de Vanguardia; Gustave Kahn (1859 - 1936), Jules Laforque
(1860 - 1887), el primer introductor del verso libre; Maurice Maeterlinck (1862 - 1949), que creó el teatro simbolista;
Stuart Merril (1863 - 1930), Paul Valéry (1871 - 1945), que pasó del Simbolismo a una intelectualizada poesía pura; el belga
Emile Verhaeren (1855 - 1916), también narrador, y Francis Vielé-Griffin (1863 - 1937), entre muchos otros. En otros países
el Simbolismo tuvo también extensión: en Rusia, por ejemplo, fue divulgado por Alexandr Alexándrovich Blok; en Suecia, el
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Del colegio a la Mes: AGOSTO Setiembre 2013
dramaturgo August Strindberg recurrió a algunos de sus postulados, y en el mundo hispanoamericano y español se difundió a
través del Modernismo.
III. Representantes:
JOSÉ MARÍA EGUREN (1874 – 1942)
a) Sobre su vida:
Nació en Lima en 1874. Pasó su infancia y juventud en una hacienda familiar y, ya en la madurez, residió de forma permanente
en Barranco, en donde falleció en 1942. Tuvo una vida bastante apacible, si bien agobiada por algunas penurias económicas.
Además de escritor fue acuarelista y fotógrafo. Trabajó asimismo como profesor. Era un hombre sencillo, introvertido, de
gran sensibilidad. Publicó cuatro libros: Simbólicas (1911), Canción de las figuras (1916), Sombras (1929) y Rondinelas
(1929). Su poesía se caracteriza por su música y concisión. De apariencia infantil, el mundo que construye está poblado de
personajes medievales y entidades mitológicas, todo inmerso en una atmósfera tenue y gentil.
Temas y personajes:
1. Eguren, en muchos de sus poemas es el personaje principal; sus sueños, fantasías, sus vivencias, las disfraza en colores
mágicas.
2. La tristeza y melancolía, rasgos del Romanticismo, están bien presentes en la obra de Eguren, que transfiere la realidad a
un mundo de cuento.
3. Los sueños de la niñez que el hombre nunca olvida, y ese sabor a remembranza que endulza los labios del recuerdo, se han
convertido en el tema central de su arte.
4. Sus personajes son seres imaginarios y fantásticos, con sentimientos y debilidades humanas.
5. El color tiene un significado especial para el poeta: el verde da relieve a lo misterioso, el amarillo lo acerca a la muerte, el
blanco es mágico, el dorado oriental erótico y misterioso, el azul melancólico, el celeste divino, puro y frágil.
6. Poesía propiamente simbolista, poblada de imaginación, conjunto de elementos puestos en forma armoniosa, palabras
pulidas, suaves, con las cuales disfraza los nombres reales de las cosas para convertirlas en enigmas.
En el pasadizo nebuloso
Cual mágico sueño de Estambul,
Su perfil presenta destelloso
La niña de la lámpara azul.
1. En el poema Nocturno de José María Eguren hay varios adjetivos que le dan cromatismo (color) a la poesía. Cópialos y
define el color que representan según tu criterio.
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2. Según tu opinión qué simboliza La niña de la lámpara azul dentro del poema de José María Eguren. Copia el verso de
donde sacaste esa conclusión.
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3. ¿Quién está representado simbólicamente en el poema La tiza blanca? ¿Por qué crees eso? De acuerdo a tu respuesta
menciona algunos símbolos y sus significados.
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EL POSMODERNISMO PERUANO
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“Innova Schools”
Del colegio a la Mes: Octubre 2013
El Posmodernismo es una corriente literaria que surge contra los excesos y la actitud elitista del Modernismo. En el Perú
fue adquiriendo un carácter netamente limeño y aristócrata, es así como el posmodernismo va a impulsar el desarrollo de la
literatura de provincia y el apego a lo popular y lo nacional. El Posmodernismo comprende desde los años de la Primera Guerra
Mundial prolongándose hasta mediados del presente siglo; sin embargo, a partir de la década del 20 el Posmodernismo cede
ante la insurgencia del Vanguardismo.
El Posmodernismo plantea una literatura nacional, con raíces aborígenes, es decir la vuelta a la tierra, a lo cotidiano, al
hombre y a la total liberación de los falsos oropeles.
a) Sobre el autor:
Nació en Ica el 15 de abril de 1888. Vivió su niñez en el puerto de Pisco. Su infancia rural, vinculada al mar y a la campiña
influyó en sus cuentos y poesía.
Llegó a Lima y estudió su secundaria en el colegio Guadalupe. Siendo aún colegial dirigió y publicó la revista Idea
Guadalupana.
Ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Apoyó la candidatura presidencial de
Guillermo Billinghurst. Cuando éste asume el poder en 1912, lo nombra Director del diario oficial El Peruano. Un año después
es nombrado secretario de la delegación peruana en Roma, por lo que viaja a Italia con cargo diplomático. En dicho país
escribe su obra cumbre El Caballero Carmelo.
En 1914, Oscar Rabines Benavides derroca a Billinghurst. Valdelomar renuncia a su cargo diplomático y regresa al Perú. Se
dedica a la actividad periodística, redactando en el diario La Prensa, y a la creación de sus obras, bajo el seudónimo de El
Conde de Lemos. En 1916 funda y dirige la revista Colónida, expresión de una corriente esteticista en el Perú.
Otra vez movido por la política se dedica a realizar giras por provincias y dar conferencias. Fue elegido representante al
Congreso Regional del Centro, modalidad política del nuevo gobierno de Augusto Bernardino Leguía. Muere trágicamente al
asistir a una reunión de ese congreso en la ciudad de Ayacucho, el 2 de noviembre de 1919, a la edad de 31 años.
b) Sobre la obra:
Producción Literaria:
1. Cultivó casi todos los géneros. Rescata el valor de las cosas cotidianas del hogar, la significación de la provincia y las
características de la costa.
2. La mayoría de sus obras se caracteriza por el tono nostálgico, tierno e íntimo. Destacó más en el cuento y en la poesía. En
ellos evoca frecuentemente escenas familiares de su infancia rural, aldeana vinculada al mar y a la campiña de Pisco.
3. En el fondo o contenido se caracterizó por desarrollar sus obras en los géneros periodístico, novelesco, lírico, teatral,
ensayo y cuento. Tuvo un contenido ruralista y provinciano, manifestando un sentido amoroso, añorante y familiar. En la
forma tuvo un estilo elegante, modernista. Tuvo influencia cosmopolitista de Gabriel D´Annuzio (Italia), Oscar Wilde
(Inglaterra) y Ramón María del Valle Inclán (España).
4. Sus producciones reflejan un tono nostálgico, tierno e íntimo con estilo narrativo sencillo, intimista y ameno. Se deja
sentir cierto tono crepuscular presentando un narrador transparente y sencillo.
5. La importancia de su obra posmodernista radica en la representación que hace de la insurgencia provinciana y renovadora.
Se le considera como el precursor de la poesía del mar en el Perú. También se le reconoce como el iniciador del cuento
criollo y la biografía reveladora, introduciendo temas locales en la narración.
TRISTITIA
EL CABALLERO CARMELO
I
Un día, después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, vimos aparecer, desde la reja, en el fondo de la
plazoleta, un jinete en bellísimo caballo de paso, pañuelo al cuello que agitaba el viento, sampedrano pellón de sedosa
cabellera negra, y henchida alforja, que picaba espuelas en dirección a la casa.
Reconocímosle. Era el hermano mayor que, años corridos, volvía. Salimos atropelladamente gritando:
-¡Roberto! ¡Roberto!
Entró el viajero al empedrado patio donde el Florbo y la campanilla enredábanse en las columnas como venas en un brazo,
y descendió en los de todos nosotros. ¡Cómo se regocijaba mi madre! Tocábalo, acariciaba su tostada piel, encontrábalo viejo,
triste, delgado. Con su ropa empolvada aún, Roberto recorría las habitaciones rodeado de nosotros; fue a su cuarto, pasó al
comedor, vio los objetos que se habían comprado durante su ausencia y llegó al jardín:
-¿Y la higuerilla?- dijo.
Buscaba, entristecido, aquel árbol cuya semilla sembrara él mismo antes de partir. Reímos todos:
-¡Bajo la higuerilla estás! ...
El árbol había crecido y se mecía armoniosamente con la brisa marina. Tocóle mi hermano, limpió cariñosamente las hojas
que le rozaban la cara y luego volvimos al comedor. Sobre la mesa estaba la alforja rebosante; sacaba él, uno a uno, los
objetos que traía y los iba entregando a cada uno de nosotros. ¡Qué cosas tan ricas! ¡Por dónde había viajado! Quesos frescos
y blancos, envueltos por la cintura con paja de cebada, de la Quebrada de Humay; chancacas hechas con cocos, nueces, maní y
almendras; frijoles colados en sus redondas calabacitas, pintadas encima con un rectángulo del propio dulce, que indicaba la
tapa, de Chincha Baja; bizcochuelos, en sus cajas de papel, de yema de huevo y harina de papas, leves, esponjosos, amarillos y
dulces; santitos de "piedra de Guamanga" tallados en la feria serrana; cajas de manjar blanco, tejas rellenas, y una traba de
gallo con los colores blanco y rojo. Todos recibíamos el obsequio, y él iba diciendo al entregárnoslo:
II
Amanecía, en Pisco, alegremente. A la agonía de las sombras nocturnas, en el frescor del alba, en el radiante despertar
del día, sentíamos los pasos de mi madre en el comedor, preparando el café para papá. Marchábase éste a la oficina.
Despertaba ella a la criada, chirriaba la puerta de la calle con sus mohosos goznes; oíase el canto del gallo que era contestado
a intervalos por todos los de la vecindad; sentíase el ruido del mar, el frescor de la mañaana, la alegría sana de la vida.
Después mi madre venía a nosotros, nos hacía rezar, arrodillados en la cama con nuestras blancas camisas de dormir;
vestíanos luego, y, al concluir nuestro tocado, se anunciaba a lo lejos la voz del panadero. Llegaba éste a la puerta y saludaba.
Era un viejo dulce y bueno, y hacía muchos años, al decir de mi madre, que llegaba todos los días, a la misma hora, con el pan
calientito y apetitoso, montado en su burro, detrás de los dos «capachos» de cuero, repletos de toda clase de pan: hogazas,
pan francés, pan de mantecado, rosquillas...
Madre escogía el que habíamos de tomar y mi hermana Jesús lo recibía en el cesto. Marchábase el viejo, y nosotros,
dejando la provisión sobre la mesa del comedor, cubierta de hule brillante, íbamos a dar de comer a los animales. Cogíamos
las mazorcas de apretados dientes, las desgranábamos en un cesto y entrábamos al corral donde los animales nos rodeaban.
Volaban las palomas, picoteábanse las gallinas por el grano, y entre ellas, escabullíanse los conejos. Después de su frugal
comida, hacían grupo alrededor nuestro. Venía hasta nosotros la cabra, refregando su cabeza en nuestras piernas; piaban los
pollitos; tímidamente se acercaban los conejos blancos con su largas orejas, sus redondos ojos brillantes y su boca de niña
presumida; los patitos, recién «sacados», amarillos como la yema de huevo, trepaba en un panto de agua, cantaba, desde su
rincón, entrabado, el Carmelo; y el pavo, siempre orgulloso, alharaquero y antipático, hacía por dañarnos, mientras los patos,
balanceándose como dueñas gordas hacían, por lo bajo, comentarios sobre la actitud poco gentil del petulante.
Aquel día, mientras contemplábamos a los discretos animales, escapóse del corral el Pelado, un pollón sin plumas, que
parecía uno de aquellos jóvenes de diez y siete años, flacos y golosos. Pero el Pelado a más de eso era pendenciero y
escandaloso, y aquel día, mientras la paz era en el corral y los otros comían el modesto grano, él, en pos de mejores viandas,
habíase encaramado en la mesa del comedor y roto varias piezas de nuestra limitada vajilla.
En el almuerzo tratóse de suprimirlo, y, cuando mi padre supo sus fechorías, dijo pausadamente:
-Nos lo comeremos el domingo...
Defendiólo mi tercer hermano, Anfiloquio, su poseedor, suplicante y lloroso. Dijo que era un gallo que haría crías
espléndidas. Agregó que desde que había llegado el Carmelo todos miraban mal al Pelado, que antes era la esperanza del
corral y el único que mantenía la aristocracia de la afición y de la sangre fina.
-¿Cómo no matan -decía en su defensa del gallo- a los patos que no hacen más que ensuciar el agua, ni al cabrito que el otro
día aplastó un pollo, ni al puerco que todo lo enloda y sólo sabe comer y gritar, ni a las palomas que traen la mala suerte. ..?
Se adujo razones. El cabrito era un bello animal, de suave piel, alegre, simpático, inquieto, cuyos cuernos apenas
apuntaban; además, no estaba comprobado que hubiera muerto al pollo. El puerco mofletudo había sido criado en casa desde
pequeño, y las palomas, con sus alas de abanico, eran la nota blanca, subíanse a la cornisa a conversar en voz baja, hacían sus
nidos con amoroso cuidado y se sacaban el maíz del buche para darlo a sus polluelos.
El pobre Pelado estaba condenado. Mis hermanos pidieron que se le perdonase, pero las roturas eran valiosas y el infeliz sólo
tenía un abogado, mi hermano y su señor, de poca influencia. Viendo ya perdida su defensa y estando la audiencia al final,
pues iban a partir la sandia inclinó la cabeza. Dos gruesas lágrimas cayeron sobre el plato, como un sacrificio, un sollozo se
ahogó en su garganta. Callamos todos. Levantóse mi madre, acercóse al muchacho, lo besó en la frente, y le dijo:
-No llores; no nos lo comeremos...
III
Llegamos a San Andrés. El pueblo estaba de fiesta. Banderas peruanas agitábanse sobre las casas por el día de la Patria,
que allí sabían celebrar con una gran jugada de gallos a la que solían ir todos los hacendados y ricos hombres del valle. En
ventorrillos, a cuya entrada había arcos de sauce envueltos en colgaduras, y de los cuales pendían alegres quitasueños de
cristal, vendían chicha de bonito, butifarras, pescado fresco asado en brasas y anegado en cebollones y vinagre. El pueblo los
invadía, parlanchín y endomingado con sus mejores trajes. Los hombres de mar lucían camisetas nuevas de horizontales
franjas rojas y blancas, sombreros de junco, alpargatas y pañuelos anudados al cuello. Nos encaminamos a "la cancha". Una
frondosa higuera daba acceso al circo, bajo sus ramas enarcadas. Mi padre, rodeado de algunos amigos, se instaló. Al frente
estaba el juez ya su derecha el dueño del paladín Ajiseco. Sonó una campanilla, acomodáronse las gentes y empezó la fiesta.
Salieron por lugares opuestos dos hombres, llevando cada uno un gallo. Lanzáronlos al ruedo con singular ademán. Brillaron las
cuchillas, miráronse los adversarios, dos gallos de débil contextura, y uno de ellos cantó. Colérico respondió el otro
echándose al medio circo; miráronse fijamente; alargaron los cuellos, erizadas las plumas, y se acometieron. Hubo ruido de
alas, plumas que volaron, gritos de muchedumbre y, a los pocos segundos de jadeante lucha, cayó uno de ellos. Su cabecita
afilada y roja besó el suelo, y la voz del juez:
-¡Ha enterrado el pico, señores!
Batió las alas el vencedor. Aplaudió la multitud enardecida, y ambos gallos sangrando, fueron sacados del ruedo. La
primera jornada había terminado. Ahora entraba el nuestro: el Caballero Carmelo. Un rumor de expectación vibró en el circo:
-¡EI Ajiseco y el Carmelo!
-¡Cien soles de apuesta!...
Sonó la campanilla del juez y yo empecé a temblar.
En medio de la expectación general, salieron los dos hombres, cada uno con su gallo. Se hizo un profundo silencio y
soltaron a los rivales. Nuestro Carmelo al lado del otro era un gallo viejo y achacoso; todos apostaban al enemigo, como
augurio de que nuestro gallo iba a morir. No faltó aficionado que anunciara el triunfo del Carmelo, pero la mayoría de las
apuestas favorecía al adversario. Una vez frente al enemigo, el Carmelo empezó a picotear, agitó las alas y cantó
estentóreamente. El otro, que en verdad no parecía un gallo fino de distinguida sangre y alcurnia, hacía cosas tan petulantes
cuan humanas: miraba con desprecio a nuestro gallo y se paseaba como dueño de la cancha. Enardeciéronse los ánimos de los
adversarios, llegaron al centro y alargaron sus erizados cuellos, tocándose los picos sin perder terreno. El Ajiseco dio la
primera embestida; entablóse la lucha, las gentes presenciaban en silencio la singular batalla y yo rogaba a la Virgen que
sacara con bien a nuestro viejo paladín.
Batíase él con todos los aires de un experto luchador, acostumbrado a las artes azarosas de la guerra. Cuidaba poner las
patas armadas en el enemigo pecho, jamás picaba a su adversario -que tal cosa es cobardía- mientras que éste, bravucón y
necio, todo quería hacerlo a aletazos y golpes de fuerza. Jadeantes, se detuvieron un segundo: Un hilo de sangre corría por la
piema del Carmelo. Estaba herido, mas parecía no darse cuenta de su dolor. Cruzáronse nuevas apuestas en favor del Ajiseco
y las gentes felicitaban ya al poseedor del menguado. En su nuevo encuentro, el Carmelo cantó, acordóse de sus tiempos y
acometió con tal furia que desbarató al otro de un solo impulso. Levantóse éste y la lucha fue cruel e indecisa. Por fin, una
herida grave hizo caer al Carmelo, jadeante...
-¡Bravo! ¡Bravo el Ajiseco! -gritaron sus partidarios, creyendo ganada la prueba.
Pero el juez, atento a todos los detalles de la lucha y con acuerdo de cánones dijo:
VI
Dos días estuvo el gallo sometido a toda clase de cuidados. Mi hermana Jesús y yo le dábamos maíz, se lo poníamos en el
pico; pero el pobrecito no podía comerlo ni incorporarse. Una gran tristeza reinaba en la casa. Aquel segundo día, después del
colegio, cuando fuimos yo y mi hermana a verlo, lo encontramos tan decaído que nos hizo llorar. Le dábamos agua con nuestras
manos, le acariciábamos, le poníamos en el pico rojos granos de granada. De pronto el gallo se incorporó. Caía la tarde y, por
la ventana del cuarto donde estaba entró la luz sangrienta del crepúsculo. Acercóse a la ventana, miró la luz, agitó
débilmente las alas y estuvo largo rato en la contemplación del cielo. Luego abrió nerviosamente las alas de oro, enseñoreóse
y cantó. Retrocedió unos pasos, inclinó el tornasolado cuello sobre el pecho, tembló, desplomóse, y estiró sus débiles patitas
escamosas y, mirándonos, mirándonos amoroso, expiró apaciblemente.
Echamos a llorar. Fuimos en busca de mi madre, y ya no lo vimos más. Sombría fue la comida aquella noche. Mi madre no
dijo una sola palabra y, bajo la luz amarillenta de lamparín todos nos mirábamos en silencio. Al día siguiente, en el alba, en la
agonía de las sombras nocturnas, no se oyó su canto alegre.
Así pasó por el mundo aquel héroe ignorado, aquel amigo tan querido de nuestra niñez: El Caballero Carmelo. flor y nata
de paladines y último vástago de aquellos gallos de sangre y raza, cuyo prestigio unánime fue orgullo, por muchos años, de
todo el verde y fecundo valle de Caucato
MOVIMIENTO COLÓNIDA
"Colónida" representó una insurrección -decir una revolución sería exagerar su importancia- contra el academicismo y sus
oligarquías, su énfasis retórico, su gusto conservador, su galantería dieciochesca y su melancolía mediocre y ojerosa. Los
colónidas virtualmente reclamaron sinceridad y naturalismo. Su movimiento, demasiado heteróclito y anárquico, no pudo
condensarse en una tendencia ni concretarse en una fórmula. Agotó su energía en su grito iconoclasta y su orgasmo
esnobista.
Una efímera revista de Valdelomar dio su nombre a este movimiento. Porque "Colónida" no fue un grupo, no fue un
cenáculo, no fue una escuela, sino un movimiento, una actitud, un estado de ánimo. Varios escritores hicieron "colonidismo" sin
pertenecer a la capilla de Valdelomar. El "colonidismo" careció de contornos definidos. Fugaz meteoro literario, no pretendió
nunca cuajarse en una forma. No impuso a sus adherentes un verdadero rumbo estético. El "colonidismo" no constituía una
idea ni un método. Constituía un sentimiento ególatra, individualista, vagamente iconoclasta, imprecisamente renovador.
"Colónida" no era siquiera un haz de temperamentos afines; no era al menos propiamente una generación. En sus rangos, con
Valdelomar, More, Gibson, etc., militábamos algunos escritores adolescentes, novísimos, principiantes.
Los "colónidos" no coincidían sino en la revuelta contra todo academicismo. Insurgían contra los valores, las reputaciones
y los temperamentos académicos. Su nexo era una protesta; no una afirmación. Conservaron sin embargo, mientras
convivieron en el mismo movimiento, algunos rasgos espirituales comunes. Tendieron a un gusto decadente, elitista,
aristocrático, algo mórbido. Valdelomar, trajo de Europa gérmenes de d’annunzianismo que se propagaron en nuestro
ambiente voluptuoso, retórico y meridional.
La bizarría, la agresividad, la injusticia y hasta la extravagancia de los "colónidos" fueron útiles. Cumplieron una función
renovadora. Sacudieron la literatura nacional. La denunciaron como una vulgar rapsodia de la más mediocre literatura
española. Le propusieron nuevos y mejores modelos, nuevas y mejores rutas. Atacaron a sus fetiches, a sus iconos. Iniciaron
lo que algunos escritores calificarían como "una revisión de nuestros valores literarios". "Colónida" fue una fuerza negativa,
disolvente, beligerante. Un gesto espiritual de varios literatos que se oponían al acaparamiento de la fama nacional por un
arte anticuado, oficial y pompier.
De otro lado, los "colónidos" no se comportaron siempre con injusticia. Simpatizaron con todas las figuras heréticas,
heterodoxas, solitarias de nuestra literatura. Loaron y rodearon a González Prada. En el "colonidismo" se advierte algunas
huellas de influencia del autor de Pájinas Libres y Exóticas.
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No conozco ninguna definición certera, exacta, nítida, del arte de Valdelomar. Me explico que la crítica no la haya
formulado todavía. Valdelomar murió a los treinta años cuando él mismo no había conseguido aún encontrarse, definirse. Su
producción desordenada, dispersa, versátil, y hasta un poco incoherente, no contiene sino los elementos materiales de la obra
que la muerte frustró. Valdelomar no logró realizar plenamente su personalidad rica y exuberante. Nos ha dejado, a pesar de
todo, muchas páginas magníficas.
Su personalidad no sólo influyó en la actitud espiritual de una generación de escritores. Inició en nuestra literatura una
tendencia que luego se ha acentuado. Valdelomar que trajo del extranjero influencias pluricolores e internacionales y que,
por consiguiente, introdujo en nuestra literatura elementos de cosmopolitismo, se sintió, al mismo tiempo, atraído por el
Criollismo y el Inkaísmo. Buscó sus temas en lo cotidiano y lo humilde. Revivió su infancia en una aldea de pescadores.
Descubrió, inexperto pero clarividente, la cantera de nuestro pasado autóctono.
Uno de los elementos esenciales del arte de Valdelomar es su humorismo. La egolatría de Valdelomar era en gran parte
humorística. Valdelomar decía en broma casi todas las cosas que el público tomaba en serio. Las decía pour épater les
bourgeois. Si los burgueses se hubiesen reído con él de sus "poses" megalomaníacas, Valdelomar no hubiese insistido tanto en
su uso. Valdelomar impregnó su obra de un humorismo elegante, alado, ático, nuevo hasta entonces entre nosotros. Sus
artículos de periódicos, sus "diálogos máximos", solían estar llenos del más gentil donaire. Esta prosa habría podido ser más
cincelada, más elegante, más duradera; pero Valdelomar no tenía casi tiempo para pulirla. Era una prosa improvisada y
periodística.
"Confiteor" es la ingenua confidencia lírica de un enamorado exultante de amor y de felicidad. Delante de la amada, el
poeta "tiembla como un junco débil". Y con la cándida convicción de los enamorados, dice que no todos pueden comprender su
pasión. La imagen de su amada, es una imagen prerrafaelista, presentida sólo por los que han "contemplado el lienzo de Burne
Jones donde está el ángel de la Anunciación". En el amor, ninguno de nuestros poetas había llegado antes a este lirismo
absoluto. Hay algo de allegro beethoveniano en los versos transcritos.
A Valdelomar, a pesar de El Hermano Ausente, a pesar de Confiteor y otros versos, se le regatea el título de poeta que
en cambio se discierne por ejemplo, a don Felipe Pardo. No cabe Valdelomar dentro de las clasificaciones arbitrarias y
ramplonas de la vieja crítica. ¿Qué puede decir esta crítica de Valdelomar y de su obra? Los matices más nobles, las notas
más delicadas del temperamento de este gran lírico no podrán ser aprehendidos nunca por sus definiciones. Valdelomar fue
un hombre nómade, versátil, inquieto como su tiempo. Fue "muy moderno, audaz, cosmopolita". En su humorismo, en su lirismo,
se descubre a veces lineamientos y matices de la moderna literatura de vanguardia.
Valdelomar no es todavía, en nuestra literatura, el hombre matinal. Actuaban sobre él demasiadas influencias
decadentistas. Entre "las cosas inefables e infinitas", que intervienen en el desarrollo de sus leyendas inkaicas, con la Fe, el
Mar y la Muerte, pone al Crepúsculo. Desde su juventud, su arte estuvo bajo el signo de D’Annunzio. En Italia, el tramonto
romano, el atardecer voluptuoso del Janiculum, la vendimia autumnal, Venecia anfibia -marítima y palúdica-, exacerbaron en
Valdelomar las emociones crepusculares de Il Fuoco.
Pero a Valdelomar lo preserva de una excesiva intoxicación decadentista su vivo y puro lirismo. El humour, esa nota tan
frecuente de su arte, es la senda por donde se evade del universo d’annunziano. El humour da el tono al mejor de sus cuentos:
Hebaristo, el sauce que murió de amor. Cuento pirandelliano, aunque Valdelomar acaso no conociera a Pirandello que, en la
época de la visita de nuestro escritor a Italia, estaba muy distante de la celebridad ganada para su nombre por sus obras
teatrales.
("Tristitia")
Tiene, Valdelomar la sensibilidad cosmopolita y viajera del hombre moderno. Nueva York, Times Square, son motivos que
lo atraen tanto como la aldea encantada y el "caballero carmelo". Del piso 54 de Woolworth pasa sin esfuerzo a la yerba
santa y la verdolaga de los primeros soledosos caminos de su infancia. Sus cuentos acusan la movilidad caleidoscópica de su
fantasía. El dandismo de sus cuentos yanquis y cosmopolitas, el exotismo de sus imágenes chinas u orientales ("mi alma
tiembla como un junco débil"), el romanticismo de sus leyendas inkaicas, el impresionismo de sus relatos criollos son en su
obra estaciones que se suceden, se repiten, se alternan en el itinerario del artista, sin transiciones y sin rupturas
espirituales.
Su obra es esencialmente fragmentaria y escisípara. La existencia y el trabajo del artista se resentían de indisciplina y
exuberancia criollas. Valdelomar reunía, elevadas a su máxima potencia, las cualidades y los defectos del mestizo costeño.
Era un temperamento excesivo, que del más exasperado orgasmo creador caía en el más asiático y fatalista renunciamiento
de todo deseo. Simultáneamente ocupaban su imaginación un ensayo estético, una divagación humorística, una tragedia
pastoril (Verdolaga), una vida romancesca (La Mariscala). Pero poseía el don del creador. Los gallinazos del Martinete, la
Plaza del Mercado, las riñas de gallos, cualquier tema podía poner en marcha su imaginación, con fructuosa cosecha artística.
De muchas cosas, Valdelomar es descubridor. A él se le reveló, primero que a nadie en nuestras letras, la trágica belleza
agonal de las corridas de toros. En tiempos en que este asunto estaba reservado aún a la prosa pedestre de los iniciados en la
tauromaquia, escribió su Belmonte, el trágico.
La "greguería" empieza con Valdelomar en nuestra literatura. Me consta que los primeros libros de Gómez de la Serna que
arribaron a Lima, gustaron sobremanera a Valdelomar. El gusto atomístico de la "greguería" era, además, innato en él,
aficionado a la pesquisa original y a la búsqueda microcósmica. Pero, en cambio, Valdelomar no sospechaba aún en Gómez de la
Serna al descubridor del Alba. Su retina de criollo impresionista era experta en gozar voluptuosamente, desde la ribera
dorada, los colores ambiguos del crepúsculo.
Impresionismo: Esta es, dentro de su variedad espacial, la filiación más precisa de su arte.
1. ¿Por qué crees que el Grupo Colónida fue un grupo que tuvo una actitud de protesta?
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3. Analiza el tipo de estrofa utilizado por Abraham Valdelomar en su poema Tristitia y cuál es el tema.
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4. ¿Crees que dentro del cuento El caballero Carmelo se manifiesta el amor por los animales? ¿De qué manera? Argumenta
tu respuesta.
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1. Defina el Posmodernismo.
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LITERATURA
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 CUARTO GRADO
EL VANGUARDISMO LATINOAMERICANO
El Vanguardismo no sólo fue una tendencia estilística que invadió el ámbito local e Hispanoamericano; fue un modus vivendi
en una sociedad que experimentaba muchos cambios, fruto de los adelantos científicos y tecnológicos de comienzos del siglo
XX.
En este sentido, el movimiento cultural peruano y latinoamericano aspiraba a nuevas formas discursivas que apuntaran a
un cambio real en el modo de expresión escrito, que lo alejara de los moldes importados y seguidos por otros autores siglos
atrás.
Por eso, una de las principales características de esta nueva forma poética es su mirada a otros espacios, que ya no eran
el hispano-tradicionalista de versos ordenados, que obedecían a una métrica y rima parametradas, sino que vinculaban al
espacio como parte del trabajo final.
El excesivo afrancesamiento, tanto como el apego a los moldes europeos (de los cuales se había escapado una sola vez con
el modernismo de Darío), también fue criticado por una poesía que exaltaba los nuevos inventos y la promesa de un futuro
luminoso, del cual se podría formar parte. Pero, a la larga, al movimiento hispanoamericano le resultó inevitable escapar a las
influencias europeas, especialmente de Francia (Mallarmé y Apollinaire).
El acelerado proceso de desarrollo y la consecuente transformación en la vida diaria, ofrecían la posibilidad de
estructurar un mundo diferente, un mundo poético alternativo, en el cual muchos de estos poetas se solazaron en construir
sus viviendas literarias. La poesía del italiano Filippo Tomasso Marinetti y su Manifesto que alababa los triunfos de la
modernidad fueron su principal modelo.
En Latinoamérica, los principales exponentes de la poesía de vanguardia son Jorge Luis Borges, propulsor del Ultraísmo en
esta orilla y autor de Fervor de Buenos Aires y Cuaderno de San Martín, Nicolás Guillén con Motivos de Son y Vicente
Huidobro, autor del célebre poema Altazor.
I. Representantes:
Su segundo libro, Veinte poemas de amor y una canción desesperada , lo escribió a los
20 años y es el más famoso de su producción poética. Después de viajar por países del
oriente. Incomunicado por el idioma, escribió Residencia en la tierra , libro con el que
ingresa al Vanguardismo.
Neftalí Reyes Basoalto (Pablo Neruda) nace el 12 de julio de 1904, su padre era un
obrero que conducía el tren para transportar piedra y al poco tiempo de nacido quedó
huérfano de madre. Hizo sus estudios en el Liceo de Temuco donde conoce a Gabriela
Mistral (aunque la ve muy pocas veces) y ella le regaló algunos libros de Dostoievsky y
Chejov, participa en revistas escolares y compone cartitas de amor para que sus amigos
dediquen a sus noviecitas.
Compone durante su adolescencia dos libros que no llega a publicar: Las ínsulas
extrañas y Los cansancios infantiles, pero que los une para publicar su primer poemario:
Crepusculario en 1923. Para la publicación de este libro se endeudó, y tuvo que vender sus
objetos básicos. Además que debió ocultar su nombre bajo el seudónimo de Pablo Neruda
pues su padre se oponía duramente a la vocación literaria de su hijo. Pero Crepusculario
no tuvo la aceptación deseada.
El año siguiente (1924) aparece Veinte poemas de amor y una canción deseperada , poemario juvenil que cuenta la
historia de un amor apasionado que se mezcla con el descubrimiento del sexo, del amor contemplativo, del paisaje y de la
comunión con la geografía y el espíritu de la naturaleza: las estrellas, el cielo, los bosques. Además, el dolor y la nostalgia de
la soledad, una soledad que se percibe desde el inicio y que, irremediablemente, pone fin al libro en La canción desesperada.
LECTURA
POEMA 1
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Lideres en Educación 4to Grado de Secundaria
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“Innova Schools”
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POEMA 15
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2. ¿Que tipo de mujer es a la que se dirige el poeta según las comparaciones que hace de ella?
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POEMA 20
1. En el poema hay frases repetidas, ¿crees que es un descuido del poeta o tienen un significado?
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XII
icente Huidobro es, sin duda alguna, una de las voces más importantes de la poesía
contemporánea junto con César Vallejo. Huidobro nace en Santiago de Chile el 10 de enero de
1893, pertenecía a una familia aristocrática y recibió esmerados estudios particulares y, por
influencia materna, se vio rodeado de intelectuales que le iniciaron el interés por ser escritor.
Estudia Literatura en la Universidad de Chile y un año después (1912) contrae matrimonio con
Manuela Portales. Por esa época publica su primer libro Ecos del alma; posteriormente
trabajaría como colaborador de la revista literaria Azul y en 1913 publica La gruta del
silencio y Canciones de la noche. Hacia 1916 - 1917 dicta conferencias sobre literatura en las
que manifiesta su inquietud estética y el inicio del Creacionismo. Viaja a Chile donde se
relaciona con intelectuales de la talla de Pablo Picasso o Tristan Tzara con quien colabora en su revista Dadá. Participa en el
Ultraísmo inicial. En 1921 aparece en Madrid su revista Creación, donde ya muestra sus teorías sobre la creación pura,
además, tenía listos los borradores de Altazor. Publica, en 1931, Altazor o el viaje en paracaídas en Madrid (había parado
Lideres en Educación 4to Grado de Secundaria
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“Innova Schools”
Del colegio a la Mes: Octubre 2013
una temporada en Chile pero sus ideas políticas le trajeron problemas serios). A partir de 1935 se desata la polémica entre
él y Pablo Neruda; problema que se extiende hasta España, cuando ambos se encontraban en España apoyando a la revolución.
En 1945 trabaja como corresponsal de guerra en la Segunda Guerra Mundial, además integra las tropas aliadas y, luego de
ser dado de baja regresa a su país. En 1948 un derrame cerebral, producido posiblemente por sus heridas de guerra, acaba
con su vida.
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E l p o e ta va n gu a rd is ta es in con fo rm e , ya qu e
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orig in a l qu e se lle va de n tro.
Aun cuando el Vanguardismo peruano lucha por desvincularse de las influencias del pasado y estructurar un nuevo y
propio lenguaje poético, es inevitable el desapego de las influencias de lo que le rodea. En el medio cultural local, hay rechazo
hacia estas nuevas formas estilísticas y los críticos y representantes de los movimientos culturales les tienen vuelta la
espalda. Es por eso que no es de extrañar que muchos de estos poetas, o bien se recluyeran en sus propios universos (es
sabido que Eguren nunca salió más allá de Barranco), o buscaran otras latitudes para desarrollarse (César Vallejo se fue a
París).
1. Biografía
César Vallejo nace en Santiago de Chuco, departamento de La Libertad, el 15 (o tal vez el 16)
de marzo de 1892, último hijo de una familia de doce hermanos, tendrá un apego a su familia
y a su tierra que mantendrá a lo largo de su obra. Viaja a Huamachuco y luego a Lima pues
quería estudiar Medicina, pero pronto regresa al norte y se inscribe en la Universidad de
Trujillo donde estudia Filosofía y Letras y se gradúa con la tesis El romanticismo en la
poesía castellana. Trabaja también como profesor de primaria (Ciro Alegría recordaría con
orgullo a su profesor César Vallejo) y consigue un trabajo en la hacienda "Roma"; en ella verá,
desde su posición privilegiada, la explotación que sufren los trabajadores, con sueldos
míseros y condiciones muy duras. Escribe sus primeros trabajos literarios y participa
también en el grupo Norte liderado por Antenor Orrego.
EL POETA A SU AMADA
En 1918 llega a Lima y conoce a Abraham Valdelomar quien lo presenta con el grupo Colónida y le ofrece prologar su
primer poemario Los heraldos negros que para ese año ya estaba impreso. Sin embargo, en espera del prólogo (Valdelomar
era el núcleo de la literatura de ese entonces), llega 1919 y con él la muerte del poeta iqueño, así que César Vallejo debe
publicar su libro, en 1919, sin el prólogo de Valdelomar y con la fecha de impresión de 1918.
En 1920 regresa a su tierra, pero su madre ya ha muerto, en casa nadie le contesta y, poco después, es acusado de
promover unos disturbios callejeros que terminaron en un incendio. Vallejo es encerrado tres meses en prisión, con la
angustia de no solo haber perdido su libertad, sino también a su madre. Así recordaría su llegada a la casa familiar en el
poema sesenta y uno de Trilce:
LXI
Esta noche desciendo del caballo, husmea, golpeando el empedrado. Luego duda,
ante la puerta de la casa, donde relincha,
me despedí con el cantar del gallo. orejea a viva oreja.
Está cerrada y nadie responde.
Ha de velar papá rezando, y quizás
El poyo en que mamá alumbró pensará se me hizo tarde.
al hermano mayor, para que ensille Las hermanas, canturreando sus ilusiones
lomos que había yo montado en pelo, sencillas, bullosas,
por rúas y por cercas, niño aldeano; en la labor para la fiesta que se acerca,
el poyo en que dejé que se amarille al sol y ya no falta casi nada.
mi adolorida infancia... ¿Y este duelo Espero, espero, el corazón
que enmarca la portada? un huevo en su momento, que se obstruye.
La muerte de su madre sería una herida que jamás iba a cicatrizar y que ya vislumbraba en Los dados eternos, como
acusando a Dios del día en que su madre lo tenga que dejar.
En 1922 escribe Trilce, libro revolucionario y que despertó críticas muy opuestas. Muchos poemas de Trilce habían sido
compuestos en la cárcel, durante los tres meses de encierro. Si Los heraldos negros fue un libro con mucho de modernismo
(aunque ya se veían los elementos propios de Vallejo), Trilce inicia la poesía vanguardista en nuestro país, con una revolución
total del lenguaje. La significación de Trilce ha rayado en el mito: se ha dicho que era un acrónimo de triste y dulce, o de
triste y celda, o de tres hermanos (Aguedita, Nativa y Miguel) o de tres soles (precio de la edición de la portada) y no faltó
algún despistado que dijo que era una palabra cabalística formada a partir de las cifras de los poemas del libro. Sin embargo
lo que sabemos de buena fuente es que el libro se iba a llamar inicialmente Cráneos de bronce, nombre por demás
modernista, y que el autor llevaría el seudónimo de "César Perú". Sus amigos le criticaron esa decisión tan poco afortunada y
Vallejo pidió al editor el cambio de su seudónimo por su verdadero nombre. El editor dijo que necesitaría tres libras
adicionales para ejecutar su pedido y Vallejo, preocupado pues no contaba con el dinero, fue meditando en la cifra "tres,
tres, tres, tres" hasta que, deformándola salió Trilce.
Al año siguiente, 1923, parte para Europa sin saber siquiera de qué va a vivir. Se instala en París y vive de sus
colaboraciones en revistas europeas y publicaciones peruanas, conoce también a muchos intelectuales famosos: Tristán
Tzara, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, entre otros. En 1928 viaja a Rusia y conoce el Marxismo, en 1929, de vuelta a
París,se casa con la francesa Georgette Phillipart. en 1930 está por primera vez en España donde escribe su novela El
tungsteno y Paco Yunque, además escribe obras teatrales. Estará de vuelta en España en 1937 en plena Guerra Civil española
y se lamenta al ver la caída de la República. Se identifica con los soldados revolucionarios que publican su poemario España
aparta de mí este caliz de manera clandestina en 1939 y que fue desaparecida casi en su totalidad por los franquistas. Son
quince poemas que terminan con el hermoso poema que titula el poemario.
Vuelve a Francia en 1937, aunque de manera clandestina pues en 1930 se le había declarado indeseable en tierras
francesas por su filiación comunista, y a fines del mismo año, tal como cuenta Georgette, se dedicó a escribir versos de
manera acelerada y frebril. Estos poemas serían agrupados por la viuda Georgette de Vallejo y Raúl Porras Barrenechea en
una edición póstuma titulada Poemas humanos (1939). Este último libro incide en el dolor humano, universal que no puede
dejarlo indiferente:
En 1938 cae enfermo gravemente, pero no tenía de qué preocuparse, para él la muerte era un descanso, un momento
climático donde se reuniría consigo mismo; sin embargo, enfermo de paludismo, su tratamiento costaba 3 mil marcos (cuenta
Georgette) y no estaba en una situación terminal, lamentablemente nadie se sentía avalado por el nombre de César Vallejo
para facilitarle ese dinero. Vallejo, como sabiendo que su vida dura, angustiosa y llena de golpes, "hay golpes en la vida", se le
estaba escapando escribió un desgarrador poema: Los heraldos negros.
LA OBRA VALLEJANA
La obra literaria de César Vallejo, aunque destaca por su poesía, posee también obras teatrales y narrativa. Nosotros nos
encargaremos de los tres momentos básicos de su producción poética:
Este primer poemario está dividido en seis grupos y un poema inicial que da título al libro. Los seis grupos son los
siguientes: Plafones ágiles, Buzos, De la tierra, Nostalgias imperiales, Truenos, Canciones del hogar. Los temas
recurrentes de este libro son: los elementos bíblicos, la madre, la muerte, el amor.
Los Heraldos Negros (1919), primer poemario de César Vallejo, tiene muchas resonancias modernistas y simbolistas, sin
embargo, se empiezan a notar ya los elementos que serán propios de su producción total. Veamos algunos someramente:
Esto se ve en muchos casos; tomemos dos: en Los heraldos negros, la primera estrofa carece de métrica y de
rima, mientras que en las estrofas siguientes se observa la rima consonate entre los versos segundo y cuarto (ABCB);
en El poeta a su amada (soneto que desconcertó al despistado y poco discreto Clemente Palma) la rima es de tipo
b) Coloquialismo
Vallejo abandona la grandilocuencia modernista y prefiere las palabras coloquiales y las formas serranas de cariño
como los diminutivos por ejemplo. El poeta a su amada termina en: "los dos nos dormiremos, como dos hermanitos"; en
Idilio muerto: "Qué será de su falda de franela; de sus afanes; de su andar"; en Heces: "Esta tarde llueve como nunca;
y no tengo ganas de vivir, corazón".
c) Dialogismo
El diálogo es constante, con él se queja, reclama, pide ayuda. En Idilio muerto dice: "Qué estará haciendo esta hora
mi andina y dulce Rita de junco y capulí" ; en El poeta a su amada: "Amada, en esta noche tú te has sacrificado "; en
Ágape: "Perdóname, Señor: qué poco he muerto!"; en Los dados eternos: "me pesa haber tomádote tu pan".
La búsqueda de nuevas formas expresivas, flexionar palabras a su antojo o dar nuevos significados a otras, rasgo
que es muy notorio en Trilce, ya aparece en este primer poemario. El restañante adiós dirá en Los pasos lejanos, y en
el mismo poema "tan ala, tan salida, tan amor", sin ir más lejos, dos títulos de este poemario : Espergesia y Enereida.
Trilce
En Trilce, los poemas están señalados con número romanos (son 77 en total), algunas antologías señalan a cada poema
con la primera línea de cada uno. Este libro es netamente vanguardista y muestra una búsqueda intensa por renovar el
lenguaje (invención de palabras, sintaxis propia, flexiones caprichosas, etcétera). Veamos, sucintamente, algunas
características y temas comunes de este libro.
En el poema I dice: "la simple calabrina tesórea" y despues: "a cada hialóidea grupada". En el II: "gallos cancionan". En
el XI: "Equis, disertada". En el XIII: "Odumodneurtse!". En el LXV: "Estoy ejeando ¿no oyes jadear la sonda?".
b) El tiempo
El tiempo es visto como monotonía, como una rutina que lo angustia. En el poema II repite los términos como un
quejido rutinario: "Tiempo tiempo... era era... mañana mañana... nombre... nombre"; en el IX dirá: "Vusco volvvver el golpe
el golpe"; en el XI: "se ha casado se ha casado" ; en el XLVIII: "Ella, siendo 69, dase contra 70; luego escala 71, rebota en
72"; en el XVIII: "si estuvieras aquí, si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes" .
c) La madre
Para Vallejo, la madre será la herida abierta, la yaga viva que nunca podrá cerrase. Los poemas dedicados a su madre
son desgarradores. En el III dice "Madre dijo que no demoraría" ; en el LXI: "Esta noche desciendo del caballo, / ante la
puerta de la casa, donde / me despedí con el cantar del gallo. / Está cerrada y nadie responde" ; en el LXV: "Así, muerta
inmortal"; en el XXVIII: "He almorzado solo ahora, y no he tenido madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua" .
d) La cárcel
Vallejo mismo diría que su temporada en la cárcel fue una de las más difíciles en su vida y sus referencias a ella en
Trilce, aunque no son muy obvias, son frecuentes. En el I dice: "quien hace tanta bulla / y ni deja testar las islas que van
quedando"; en el II: "Tiempo Tiempo. / Mediodía estancado entre relentes. / Bomba aburrida del cuartel achica / tiempo
tiempo tiempo tiempo"; en el XVIII: "Oh las cuatro paredes de la celda" ; en el XXII: "Es posible me persigan hasta
cuatro / magistrados vuelto. Es posible me juzguen pedro" ; en el XXXIX: "La salud va en un pie. De frente: marchen!" ; en
el L: "El cancerbero cuatro veces / al día maneja su candado" ; en el LVIII: "En la celda, en lo sólido, también / se
acurrucan los rincones".
Lideres en Educación 4to Grado de Secundaria
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e) El amor
El tema amoroso está presente de manera repetida a lo largo de toda la obra de Vallejo. El amor en Vallejo es
melancólico y viril. En el poema XI "He encontrado a una niña / en la calle, y me ha abrazado" ; en el XIII: "Pienso en tu
sexo"; en el XXXIV: "Se acabó el extraño, con quien, tarde / la noche, regresabas parla y parla" ; en el XXXV "El
encuentro con la amada / tánto alguna vez, es un simple detalle"
Ambos poemarios son escritos en los años próximos a la muerte del poeta (1937, 1938) y publicados el mismo año (1939),
el primero por los soldados de la revolución española y el segundo por Georgette, viuda de Vallejo y Raúl Porras
Barrenechea, notable historiador peruano. En ambos se nota una preocupación que fue sincera en Vallejo (y no simple
búsqueda de estilo como lo fue en Neruda), el dolor de los pueblos, la angustia de los oprimidos, la crueldad de los tiranos.
Dejo, como antonomasia de esta preocupación, la transcripción de uno de los más hermosos poemas del poeta peruano,
incluido en España aparta de mí este cáliz.
MASA
ESPERGESIA
1. ¿Qué pretende Vallejo al decir que nació un día que Dios estuvo enfermo?
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XXVIII
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2. ¿Como aparecen los elementos hogareños y del campo relacionados con el vacío y la soledad?
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2. El dolor, en este poema, no es solo del poeta sino universal, ¿con qué expresiones Vallejo nos hace entender que el dolor
existe en todo el mundo?
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3. Al final, el poeta parece rendido, acabado ante este dolor y hace un llamado a la gente a reaccionar, ¿a qué se refiere con
expresiones como "hombres humanos", "hermanos humanos", "pan crucificado", "nabo ensangrentado", "hay muchísmo que
hacer"?
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XIV
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1. Aparte de poesía, ¿qué otros géneros desarrolló César Vallejo? Escribe por lo menos tres títulos.
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b) ¿Cuáles son los golpes que hay en la vida y qué efectos causan en el hombre?
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c) ¿Por qué crees que usa continuamente elementos bíblicos?, ¿para encomendarse a Dios o para
echarle la culpa?
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LTERATURA
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 CUARTO GRADO
Introducción
Si bien la revolución planteada por Trilce (1922) de César Vallejo fue no solo el inicio, sino
también el núcleo de la vanguardia peruana, existieron, además del poeta norteño, singulares aportes
que renovaron definitivamente nuestra poesía. Entre los más característicos está Alberto Hidalgo,
poeta arequipeño, creador de su propio estilo literario: "el simplismo" y que empleo con gran acierto
los caligramas en su poesía. Aparece también, aunque con el mismo sino trágico de Vallejo, un libro
maravilloso y de una hermosura difícilmente superable; Cinco metros de poemas (1927) está lejos
del nihilismo que Vallejo muestra en Trilce pues ahonda en los problemas propios de la modernidad
que dejan al individuo común marginado, totalmente huérfano en un mundo que no comprende; aunque
las coincidencias con Vallejo son variadas, desde el dolor por la madre perdida hasta la soledad, el
tedio de la vida común y el amor melancólico. Por último, en 1928 aparece un libro hermoso, tierno y
desconcertante; La casa de cartón de Martín Adán es un relato adolescente que nos recuerda a la
novela pero con la resonancia inconfundible de la poesía.
II. Representantes:
CARLOS OQUENDO DE AMAT (1905 – 1936)
a) Sobre su vida:
oeta puneño, de clase humilde y que murió en París en la absoluta miseria. Inicio su formación literaria
como colaborador de las revistas Amauta, Mundial y Jarana donde aparecen algunos de los poemas
que luego agruparía en su único libro: Cinco metros de poemas (1927). Este libro tiene una
presentación insólita, es una sola hoja que se desdobla hasta medir más o menos cinco metros y los
poemas inciden en lo visual y en la modernidad. También se observa la influencia cinematográfica,
como si el libro fuera un rollo de película. Esto se observa claramente después del cuarto poema,
réclam; la página siguiente contiene la palabra "intermedio" cruzada en
diagonal en medio de la página con una pequeña nota que dice "10
minutos", como se acostumbraba en el cine de aquellas épocas.
b) Sobre su obra:
"Charleston / Rodolfo Valentino hace crecer el cabello / nadie podrá tener más de 30 años"
MADRE
Entre ti y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos
1925
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4. ¿Qué quiere decir el poema en la expresión: "Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu
ternura"?
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Tuve miedo
y me regresé de la locura
una rueda
un color
un paso
Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza
1923
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2. El tema de la locura, ¿aparece como una posibilidad o en realidad el poeta se considera loco?
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3. En el centro, el poema se refiere a la niñez y al corazón, ¿estos son un escape a la locura o no?
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4. ¿Qué quiere decir el poema con "la calle está mendiga de pasos"?
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RÉCLAM
Hoy la
luna está de compras
Desde el tranvía
el sol como un pasajero
lee la ciudad
las esquinas
adelgazan a los viandantes
y el viento empuja
los coches de alquiler
L s
o m
s u
p b
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3. ¿Qué representan los cinco metros de poemas que "compra el acensor para la luna"?
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3. ¿Por qué las expresiones y los versos de este poema están ordenados de esa manera tan peculiar?,
¿que es lo que se intenta expresar con ese orden?
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4. ¿Qué significa el final del poema?, ¿por qué la expresión "se alquila esta mañana" está dentro de un
cuadro?
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Su verdadero nombre fue Rafael de la Fuente Benavides, poeta limeño que figura entre los más
grandes poetas del siglo XX,no solo de nuestro país. Inicia su carrera literaria con un libro
LECTURA
LA CASA DE CARTÓN
(FRAGMENTO)
Ya ha principiado el invierno en Barranco; raro invierno, lelo y frágil, que parece que va a hendirse
en el cielo y dejar asomar una punta de verano. Nieblecita del pequeño invierno, cosa del alma, soplos
del mar, garúas de viaje en bote de un muelle a otro, aleteo sonoro de beatas retardadas, opaco
rumor de misas, invierno recién entrado... Ahora hay que ir al colegio con frío en las manos. El
desayuno es una bola caliente en el estómago, y una dureza de silla de comedor en las posaderas, y
unas ganas solemnes de no ir al colegio en todo el cuerpo. Una palmera descuella sobre una casa con la
fronda, flabeliforme, suavemente sombría, neta, rosa, fúlgida. Y ahora silbas tú en el tranvía,
muchacho de ojos cerrados. Tú no comprendes cómo se puede ir al colegio tan de mañana y habiendo
malecones con mar abajo. Pero, al pasar por la larga calle que es casi toda la ciudad, hueles zumar
legumbres remotas en huertas aledañas. Tú piensas en el campo lleno y mojado, casi urbano si se mira
atrás, pero que no tiene límites si se mira adelante, por entre los fresnos y los alisos, a la sierra
azulita. Apenas el límite de los cerros primeros, cejas de montaña... Y ahora vas tú por el campo en
sordo rumor abejero de rieles frotados aprisa y en una gimnasia de aire deportivos aunque urbanos.
Ahora el sol mastica jalde una cumbre serrana y una huaca, una mambla amarilla como el mismo sol. Y
tú no quieres que sea verano, sino invierno de vacaciones, chiquito y débil, sin colegio y sin calor.
Más allá del campo, la sierra. Más acá del campo, un regato bordeado de alisos y de mujeres que
lavan trapos y chiquillos, unos y otros del mismo color de mugre indiferente. Son las dos de la tarde.
El sol pugna por librar sus rayos de la trampa de un ramaje en que ha caído. El sol -un coleóptero,
raro, duro, jalde, zancudo-. El señor cura párroco saca a su sombrero de teja, ladeando la cabeza,
once reflejos de sombrero alto de seda, de tarro de ceremonia -los once reflejos de sombrero alto
de seda, de tarro de ceremonia -los once reflejos se juntan arriba, en una convexa luz redonda-. Más
allá de la ciudad, la sima clara y tierna del mar. Al mar se le ve desde arriba, con peligro de caer por
la pendiente. Los acantilados tienen arrugas y tersuras impolutas, y livideces y manchas amarillas de
frente geológica, académica. Ahí están, en miniatura, las cuatro épocas del mundo, las cuatro
dimensiones de las cosas, los cuatro puntos cardinales, todo,
todo.
Un viejo... Dos viejos... Tres viejos... Tres pierolistas. Hay que
ganar tres horas de sol a la noche.
Por la mañana, al filo de la madrugada, de las fenestras de las torres, en un vuelo torpe de
pájaros asustados y campanadas mojadas, bajan las viejas beatas al aquelarre de los árboles y los
postes en la neblina. Negruras que se mueven de aquí allá, brazos infinitos, manos ganchudas,
consignas medio oídas... Y la ciudad es una oleografía que contemplamos sumergida en agua: las ondas
se llevan las cosas y alteran la disposición de los planos. Beatas que huelen a sol y sereno, a humedad
de tohallas olvidadas detrás de la bañera, a elíxires, a colirios, a diablo, a esponja, a ese olor hueco y
seco de la piedra pómez usada, entintada, enjabonada... Beatas que huelen a ropa sucia, a estrellas, a
piel de gato, a aceite de lámpara, a esperma... Beatas que huelen a yerba mala, a oscuridad, a letanía,
a flores de muerto... Mantos lacios, zapatillas metálicas... El rosario va en el seno y no suena. A las
doce del día, cae el sol, líquido y a plomo como un aguazo amarillo de carnaval antiguo. Los tranvías
pasan su cargamento de sombreros. Ay, el viento, qué alegría en este mar de la seriedad. ¡Se inflan
todas las «Crónicas» y «Comercios», tanto que uno teme una retromarcha del carro, casi un vuelo
sesgado sobre los rieles y los postes. Una garita se pone a salvo de un brinco. La factoría detiene el
carro como una pelota que rueda en la clase, la maestra.
Mi primer amor tenía doce años y las uñas negras. Mi alma rusa de entonces, en aquel pueblecito
de once mil almas y cura publicista, amparó la soledad de la muchacha más fea con un amor grave,
social, sombrío, que era como una penumbra de sesión de congreso internacional obrero. Mi amor era
vasto, oscuro, lento, con barbas, anteojos y carteras, con incidentes súbitos, con doce idiomas, con
acecho de la policía, con problemas de muchos lados. Ella me decía, al ponerse en sexo: Eres un
socialista. Y su almita de educanda de monjas europeas se abría como un devocionario íntimo por la
parte que trata del pecado mortal.
Mi primer amor se iba de mí, espantada de mi socialismo y mi tontería. «No vayan a ser todos
socialistas...» Y ella se prometió darse al primer cristiano viejo que pasara, aunque éste no llegara a
los doce años. Sólo ya, me aparté de los problemas sumos y me enamoré verdaderamente de mi primer
Mi segundo amor tenía quince años de edad. Una llorona con la dentadura perdida, con trenzas de
cáñamo, con pecas en todo el cuerpo, sin familia, sin ideas, demasiado futura, excesivamente
femenina... Fui rival de un muñeco de trapo y celuloide que no hacía sino reírse de mi con una bocaza
pilluela y estúpida. Tuve que entender un sinfín de cosas perfectamente ininteligibles. Tuve que salir
bien en los exámenes, con veinte -nota sospechosa, vergonzosa, ridícula: una gallina delante de un
huevo-. Tuve que verla a ella mimar a sus muñecas. Tuve que oírla llorar por mí. Tuve que chupar
caramelos de todos los colores y sabores. Mi segundo amor me abandonó como en un tango: Un
malevo...
Mi tercer amor tenía los ojos lindos, y las piernas muy coquetas, casi cocotas. Hubo que leer a
Fray Luis de León y a Carolina Invernizzio. Peregrina muchacha... no sé por qué se enamoró de mí. Me
consolé de su decisión irrevocable de ser amiga mía después de haber sido casi mi amante, con las
doce faltas de ortografía de su última carta.
POEMAS UNDERWOOD
eudónimo de Alfredo Quíspez Asín. Poeta lírico y artista plástico que participó en el
Gómez de la Serna. Abandonó el Perú en 1925, hastiado de la hipocresía limeña, que no pudo
Adoptó el francés como lengua de creación literaria, pues sólo tiene un libro en castellano. La
el movimiento surrealista del cual se apartó cuando Bretón, el líder del movimiento, asumió la
ocho años con un militar de nombre Antonio A. A. Relación de la que han quedado significativas cartas
literarias. De regreso en el Perú en 1948, conoció al crítico André Coyné con quien se piensa también
RENOMMEE DE L’AMOUR
AMO EL AMOR...
En el agua dorada del sol
quemante
refleja la mano del zenit
1
Amo el amor
El martes y no el miércoles
Amo el amor de los estados desunidos
El amor de unos doscientos cincuenta años
Bajo la influencia nociva del judaísmo sobre la vida monástica
De las aves de azúcar de heno de hielo de alumbre o de bolsillo
Amo el amor de faz sangrienta con dos inmensas puestas al vacío
El amor como apareció en doscientas cincuenta entregas durante cinco años
El amor de economía quebrantada
Como el país más expansionista
2
Amo el amor de ramaje denso
Salvaje al igual de una medusa
El amor - hecatombe
Esfera diurna en que la primavera total
Se columpia derramando sangre
El amor de anillos de lluvia
De rocas transparentes
De montañas que vuelan y se esfuman
Y se convierten en minúsculos guijarros
El amor como una puñalada
Como el naufragio
La pérdida total del habla del aliento
El reino de la sombra espesa
Con los ojos salientes y asesinos
La saliva larguísima
La rabia de perderse
El frenético despertar en medio de la noche
Bajo la tempestad que nos desnuda
Y el rayo lejano transformando los árboles
En leños de cabellos que pronuncian tu nombre
Los días y las horas de desnudez eterna.
3
Amo la rabia de perderte
Tu ausencia en el caballo de los días
Tu sombra y la idea de tu sombra
Que se recorta sobre un campo de agua
Tus ojos de cernícalo en las manos del tiempo
que me deshace y te recrea
El tiempo que amanece dejándome más solo
Al salir de mi sueño que un animal antediluviano perdido en la sombra de los días
Como una bestia desdentada que persigue su presa
Como el milano sobre el cielo evolucionado con una precisión de relojería
Te veo en una selva fragorosa y yo cerniéndome sobre ti
Con una fatalidad de bomba de dinamita
Repartiéndome tus venas y bebiendo tu sangre
Luchando con el día lacerando el alba
4
El agua lenta el camino lento los accidentes lentos
Una caída suspendida en el aire el viento lento
El paso lento del tiempo lento
La noche no termina y el amor se hace lento
5
Verte los días de agua lenta
Una cabellera la arena de oro
Un volcán regresa de su origen
Verte si cuento las horas
La espalda del tiempo divinamente llagada
Un ánfora desnuda hiende el agua
El rocío guarda tu cuerpo
En lo recóndito de tu montaña mágica
Cubierta de zapatos de muñeca y de tarjetas de visita de los dioses
Armodio Nerón Calígula Agripina Luis II de Baviera
Antonio Cretina César
Tu nombre aparece intermitente
Sobre un ombligo de panadería
A veces ocupa el horizonte
A veces puebla el cielo en forma de minúsculas abejas
Siempre puedo leerlo en todas direcciones
Cuando se agranda y se complica de todas las palabras que lo siguen
O cuando no es sino un enorme pedazo de lumbre
O el paso furtivo de las bestias del bosque
O una araña que se descuelga lentamente sobre mi cabeza
O el alfabeto enfurecido
6
El agua lenta las variaciones mínimas lentas
El rostro leve lento
El suspiro cortado leve
Los guijarros minúsculos
Los montes imperceptibles
El agua cayendo lenta
Sobre el mundo
Junto a tu reino calcinante
1. Interpreta el poema de Carlos Oquendo de Amat Porque mis ojos eran niños:
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3. La técnica que utiliza Carlos Oquendo de Amat en algunos poemas se llama Caligrama. Haz un
poema imitando esa técnica:
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Aparecen de manera incipiente algunas obras impactadas por los lenguajes de vanguardia.
Se publican obras de gran calidad, que expresan las nuevas modalidades narrativas,
desplazando paulatinamente al Regionalismo. Autores representativos de esta etapa son Jorge
Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y Juan Rulfo.
c) ETAPA DE APOGEO:
También conocida como época del «Boom» de la nueva narrativa. Abarca desde los años 60
hasta mediados de los setenta. El "Boom" es una etapa en la que coincide una producción
narrativa de muy alta calidad y un gran éxito editorial no sólo en América Latina, sino a nivel
mundial. Autores representativos: Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y
Mario Vargas Llosa.
Gran desarrollo de las ciudades latinoamericanas. Las sociedades de esta región dejan de
ser predominantemente rurales para convertirse en sociedades predominantemente urbanas.
Hacia mediados o fines de la década del 70, casi todos los países latinoamericanos se ven
comprometidos en graves situaciones de crisis. En varios países, especialmente en el Sur de
América latina se instalan dictaduras represivas, en toda la región se generaliza una fuerte
crisis.
Uso del monólogo interior: Esta técnica literaria permite al narrador introducirse en la mente
de sus personajes, en especial de su nivel inconsciente, presentando la interioridad humana en
toda su complejidad e incoherencia.
Ruptura del orden lógico y cronológico del relato: La narración no fluye de manera lineal
desde el comienzo hasta el final, sino que se presenta los hechos en desorden, de manera
fragmentada, con cambios continuos en el tiempo y en el espacio. Se usan técnicas similares a
las del montaje cinematográfico.
Participación activa del lector: Generalmente, las obras de la nueva narrativa tienen una
estructura compleja, que requiere de un lector que se esfuerce por reconstruir el sentido
global del texto.
Realismo mágico o lo real maravilloso: Se intenta presentar una visión más compleja de la
realidad, integrando los elementos míticos, característicos de la cultura latinoamericana, o los
aspectos insólitos y grandiosos de su geografía y su historia, se incorporan los elementos
racionales de la realidad; el realismo, centrado en el conocimiento racional de la realidad social,
se complementa con lo mágico-maravilloso
IV. Representantes:
ALEJO CARPENTIER (1904 - 1980)
Nació en La Habana, el 26 de diciembre de 1904. Hijo de un arquitecto francés, a los doce años
se trasladó junto a su familia a París, donde vivió por unos años. Allí comenzó sus estudios de
teoría musical, para luego retornar a Cuba y comenzar la carrera de arquitectura, que no
concluiría. Luego ejerció el periodismo y se unió a movimientos de izquierda, siendo encarcelado
y exiliándose luego en Francia. Fue testigo del nacimiento de la vanguardia europea y de la
decadencia del Modernismo, integrando el Grupo Minorista junto a intelectuales como Nicolás
Guillén; que postulaba tanto la renovación estética como la crítica al régimen del dictador
Gerardo Machado. En París se introdujo al movimiento surrealista que lideraba André Breton, y
se vinculó con Eluard, Aragon, Prevert y Artaud. En 1933 publicó su primera novela, Ecué-
Yambá-ó, donde se marca un estilo nativista que luego cuestionaría. Regresó a Cuba y dirigió el
diario Tiempo Nuevo, a la vez que dictaba clases de música en la Universidad. En 1943 realizó
un crucial viaje a Haití, donde el contacto directo con la cultura haitiana y la asistencia a una
ceremonia de vudú fue determinante para definir lo ‘real maravilloso’ que conformaría el realismo
mágico de su novela El reino de este mundo (1948). Entre 1945 y 1959 vivió en Venezuela, donde
escribió Los pasos perdidos (1953), novela inspirada en un viaje por el Río Orinoco donde se
sintetizan las claves estilísticas y temáticas del autor; y el volumen de cuentos Guerra del Tiempo
En 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana, regresó a su patria y ocupó diversos cargos
culturales y diplomáticos. En 1962, mientras ejercía el cargo de embajador en Francia, publicó El
siglo de las luces, novela histórica situada en la Revolución Francesa en las Antillas. En El recurso
del método (1974), profundiza sobre la imagen del dictador latinoamericano que también retrataran
García Márquez, Roa Bastos y más tarde Vargas Llosa. Carpentier tuvo una gran influencia en estos y
otros autores. Se ha mostrado interesado en el arte barroco en diferentes ensayos y en la novela
Concierto barroco (1974). Para él, el barroco brinda la posibilidad de dar status cultural a la realidad
americana en una naturaleza sobreabundante, dada su característica monumentalidad.
En 1977 recibió el Premio Cervantes y, dos años después, el Premio Médicis en Francia. Además de
las obras citadas, se destacan El acoso (1956), Razón de ser (1976), La consagración de la
primavera (1978), El arpa y la sombra (1979) y Ese músico que llevo adentro (crónica y ensayos,
1980). Murió en París cuando comenzaba una nueva novela.
LECTURA
VIAJE A LA SEMILLA
I
—¿Qué quieres, viejo?...
Varias veces cayó la pregunta de lo alto de los andamios. Pero el viejo no respondía. Andaba
de un lugar a otro, fisgoneando, sacándose de la garganta un largo monólogo de frases
incomprensibles. Ya habían descendido las tejas, cubriendo los canteros muertos con su
mosaico de barro cocido. Arriba, los picos desprendían piedras de mampostería, haciéndolas
rodar por canales de madera, con gran revuelo de cales y de yesos. Y por las almenas sucesivas
que iban desdentando las murallas aparecían —despojados de su secreto— cielos rasos ovales o
cuadrados, cornisas, guirnaldas, dentículos, astrágalos, y papeles encolados que colgaban de los
testeros como viejas pieles de serpiente en muda. Presenciando la demolición, una Ceres con la
nariz rota y el peplo desvaído, veteado de negro el tocado de mieses, se erguía en el traspatio,
sobre su fuente de mascarones borrosos. Visitados por el sol en horas de sombra, los peces
grises del estanque bostezaban en agua musgosa y tibia, mirando con el ojo redondo aquellos
obreros, negros sobre claro de cielo, que iban rebajando la altura secular de la casa. El viejo se
había sentado, con el cayado apuntalándole la barba, al pie de la estatua. Miraba el subir y
bajar de cubos en que viajaban restos apreciables. Oíanse, en sordina, los rumores de la calle
mientras, arriba, las poleas concertaban, sobre ritmos de hierro con piedra, sus gorjeos de aves
desagradables y pechugonas.
Dieron las cinco. Las cornisas y entablamentos se despoblaron. Sólo quedaron escaleras de mano,
preparando el salto del día siguiente. El aire se hizo más fresco, aligerado de sudores, blasfemias,
chirridos de cuerdas, ejes que pedían alcuzas y palmadas en torsos pringosos. Para la casa mondada el
crepúsculo llegaba más pronto. Se vestía de sombras en horas en que su ya caída balaustrada superior
solía regalar a las fachadas algún relumbre de sol. La Ceres apretaba los labios. Por primera vez las
habitaciones dormirían sin persianas, abiertas sobre un paisaje de escombros.
Contrariando sus apetencias, varios capiteles yacían entre las hierbas. Las hojas de acanto
descubrían su condición vegetal. Una enredadera aventuró sus tentáculos hacia la voluta jónica,
atraída por un aire de familia. Cuando cayó la noche, la casa estaba más cerca de la tierra. Un marco
de puerta se erguía aún, en lo alto, con tablas de sombras suspendidas de sus bisagras desorientadas.
II
Entonces el negro viejo, que no se había movido, hizo gestos extraños, volteando su cayado sobre
un cementerio de baldosas.
Los cuadrados de mármol, blancos y negros volaron a los pisos, vistiendo la tierra. Las piedras con
saltos certeros, fueron a cerrar los boquetes de las murallas. Hojas de nogal claveteadas se
Los cirios crecieron lentamente, perdiendo sudores. Cuando recobraron su tamaño, los apagó la
monja apartando una lumbre. Las mechas blanquearon, arrojando el pabilo. La casa se vació de
visitantes y los carruajes partieron en la noche. Don Marcial pulsó un teclado invisible y abrió los ojos.
Confusas y revueltas, las vigas del techo se iban colocando en su lugar. Los pomos de medicina, las
borlas de damasco, el escapulario de la cabecera, los daguerrotipos, las palmas de la reja, salieron de
sus nieblas. Cuando el médico movió la cabeza con desconsuelo profesional, el enfermo se sintió
mejor. Durmió algunas horas y despertó bajo la mirada negra y cejuda del Padre Anastasio. De
franca, detallada, poblada de pecados, la confesión se hizo reticente, penosa, llena de escondrijos. ¿Y
qué derecho tenía, en el fondo, aquel carmelita, a entrometerse en su vida? Don Marcial se encontró,
de pronto, tirado en medio del aposento. Aligerado de un peso en las sienes, se levantó con
sorprendente celeridad. La mujer desnuda que se desperezaba sobre el brocado del lecho buscó
enaguas y corpiños, llevándose, poco después, sus rumores de seda estrujada y su perfume. Abajo, en
el coche cerrado, cubriendo tachuelas del asiento, había un sobre con monedas de oro.
Don Marcial no se sentía bien. Al arreglarse la corbata frente a la luna de la consola se vio
congestionado. Bajó al despacho donde lo esperaban hombres de justicia, abogados y escribientes,
para disponer la venta pública de la casa. Todo había sido inútil. Sus pertenencias se irían a manos del
mejor postor, al compás de martillo golpeando una tabla. Saludó y le dejaron solo. Pensaba en los
misterios de la letra escrita, en esas hebras negras que se enlazan y desenlazan sobre anchas hojas
afiligranadas de balanzas, enlazando y desenlazando compromisos, juramentos, alianzas, testimonios,
declaraciones, apellidos, títulos, fechas, tierras, árboles y piedras; maraña de hilos, sacada del
tintero, en que se enredaban las piernas del hombre, vedándole caminos desestimados por la Ley;
cordón al cuello, que apretaban su sordina al percibir el sonido temible de las palabras en libertad. Su
firma lo había traicionado, yendo a complicarse en nudo y enredos de legajos. Atado por ella, el
hombre de carne se hacía hombre de papel.
Era el amanecer. El reloj del comedor acababa de dar la seis de la tarde.
IV
Transcurrieron meses de luto, ensombrecidos por un remordimiento cada vez mayor. Al principio,
la idea de traer una mujer a aquel aposento se le hacía casi razonable. Pero, poco a poco, las
apetencias de un cuerpo nuevo fueron desplazadas por escrúpulos crecientes, que llegaron al flagelo.
Cierta noche, Don Marcial se ensangrentó las carnes con una correa, sintiendo luego un deseo mayor,
pero de corta duración. Fue entonces cuando la Marquesa volvió, una tarde, de su paseo a las orillas
del Almendares. Los caballos de la calesa no traían en las crines más humedad que la del propio sudor.
Pero, durante todo el resto del día, dispararon coces a las tablas de la cuadra, irritados, al parecer,
por la inmovilidad de nubes bajas.
Al crepúsculo, una tinaja llena de agua se rompió en el baño de la Marquesa. Luego, las lluvias de
mayo rebosaron el estanque. Y aquella negra vieja, con tacha de cimarrona y palomas debajo de la
cama, que andaba por el patio murmurando: «¡Desconfía de los ríos, niña; desconfía de lo verde que
corre!» No había día en que el agua no revelara su presencia. Pero esa presencia acabó por no ser más
Los rubores eran sinceros. Cada noche se abrían un poco más las hojas de los biombos, las faldas
caían en rincones menos alumbrados y eran nuevas barreras de encajes. Al fin la Marquesa sopló las
lámparas. Sólo él habló en la obscuridad.
Partieron para el ingenio, en gran tren de calesas—relumbrante de grupas alazanas, bocados de
plata y charoles al sol. Pero, a la sombra de las flores de Pascua que enrojecían el soportal interior de
la vivienda, advirtieron que se conocían apenas. Marcial autorizó danzas y tambores de Nación, para
distraerse un poco en aquellos días olientes a perfumes de Colonia, baños de benjuí, cabelleras
esparcidas, y sábanas sacadas de armarios que, al abrirse, dejaban caer sobre las lozas un mazo de
vetiver. El vaho del guarapo giraba en la brisa con el toque de oración. Volando bajo, las auras
anunciaban lluvias reticentes, cuyas primeras gotas, anchas y sonoras, eran sorbidas por tejas tan
secas que tenían diapasón de cobre. Después de un amanecer alargado por un abrazo deslucido,
aliviados de desconciertos y cerrada la herida, ambos regresaron a la ciudad. La Marquesa trocó su
vestido de viaje por un traje de novia, y, como era costumbre, los esposos fueron a la iglesia para
recobrar su libertad. Se devolvieron presentes a parientes y amigos, y, con revuelo de bronces y
alardes de jaeces, cada cual tomó la calle de su morada. Marcial siguió visitando a María de las
Mercedes por algún tiempo, hasta el día en que los anillos fueron llevados al taller del orfebre para
ser desgrabados. Comenzaba, para Marcial, una vida nueva. En la casa de altas rejas, la Ceres fue
sustituida por una Venus italiana, y los mascarones de la fuente adelantaron casi imperceptiblemente
el relieve al ver todavía encendidas, pintada ya el alba, las luces de los velones.
VI
Una noche, después de mucho beber y marearse con tufos de tabaco frío, dejados por sus amigos,
Marcial tuvo la sensación extraña de que los relojes de la casa daban las cinco, luego las cuatro y
media, luego las cuatro, luego las tres y media... Era como la percepción remota de otras
posibilidades. Como cuando se piensa, en enervamiento de vigilia, que puede andarse sobre el cielo
raso con el piso por cielo raso, entre muebles firmemente asentados entre las vigas del techo. Fue
una impresión fugaz, que no dejó la menor huella en su espíritu, poco llevado, ahora, a la meditación.
Y hubo un gran sarao, en el salón de música, el día en que alcanzó la minoría de edad. Estaba
alegre, al pensar que su firma había dejado de tener un valor legal, y que los registros y escribanías,
con sus polillas, se borraban de su mundo. Llegaba al punto en que los tribunales dejan de ser temibles
para quienes tienen una carne desestimada por los códigos.
Luego de achisparse con vinos generosos, los jóvenes descolgaron de la pared una guitarra
incrustada de nácar, un salterio y un serpentón. Alguien dio cuerda al reloj que tocaba la Tirolesa de
las Vacas y la Balada de los Lagos de Escocia. Otro embocó un cuerno de caza que dormía, enroscado
en su cobre, sobre los fieltros encarnados de la vitrina, al lado de la flauta traversera traída de
Aranjuez. Marcial, que estaba requebrando atrevidamente a la de Campoflorido, su sumó al guirigay,
buscando en el teclado, sobre bajos falsos, la melodía del Trípili-Trápala. Y subieron todos al desván,
de pronto, recordando que allá, bajo vigas que iban recobrando el repello, se guardaban los trajes y
libreas de la Casa de Capellanías. En entrepaños escarchados de alcanfor descansaban los vestidos de
corte, un espadín de Embajador, varias guerreras emplastronadas, el manto de un Príncipe de la
Iglesia, y largas casacas, con botones de damasco y difuminos de humedad en los pliegues.
Matizáronse las penumbras con cintas de amaranto, miriñaques amarillos, túnicas marchitas y flores
VII
Las visitas de Don Abundio, notario y albacea de la familia, eran más frecuentes. Se sentaba
gravemente a la cabecera de la cama de Marcial, dejando caer al suelo su bastón de ácana para
despertarlo antes de tiempo. Al abrirse, los ojos tropezaban con una levita de alpaca, cubierta de
caspa, cuyas mangas lustrosas recogían títulos y rentas. Al fin sólo quedó una pensión razonable,
calculada para poner coto a toda locura. Fue entonces cuando Marcial quiso ingresar en el Real
Seminario de San Carlos.
Después de mediocres exámenes, frecuentó los claustros, comprendiendo cada vez menos las
explicaciones de los dómines. El mundo de las ideas se iba despoblando. Lo que había sido, al principio,
una ecuménica asamblea de peplos, jubones, golas y pelucas, controversistas y ergotantes, cobraba la
inmovilidad de un museo de figuras de cera. Marcial se contentaba ahora con una exposición
escolástica de los sistemas, aceptando por bueno lo que se dijera en cualquier texto. "León",
"Avestruz", "Ballena", "Jaguar", leíase sobre los grabados en cobre de la Historia Natural. Del mismo
modo, "Aristóteles", "Santo Tomás", "Bacon", "Descartes", encabezaban páginas negras, en que se
catalogaban aburridamente las interpretaciones del universo, al margen de una capitular espesa. Poco
a poco, Marcial dejó de estudiarlas, encontrándose librado de un gran peso. Su mente se hizo alegre y
ligera, admitiendo tan sólo un concepto instintivo de las cosas. ¿Para qué pensar en el prisma, cuando
la luz clara de invierno daba mayores detalles a las fortalezas del puerto? Una manzana que cae del
árbol sólo es incitación para los dientes. Un pie en una bañadera no pasa de ser un pie en una
bañadera. El día que abandonó el Seminario, olvidó los libros. El gnomon recobró su categoría de
duende: el espectro fue sinónimo de fantasma; el octandro era bicho acorazado, con púas en el lomo.
Varias veces, andando pronto, inquieto el corazón, había ido a visitar a las mujeres que
cuchicheaban, detrás de puertas azules, al pie de las murallas. El recuerdo de la que llevaba zapatillas
bordadas y hojas de albahaca en la oreja lo perseguía, en tardes de calor, como un dolor de muelas.
Pero, un día, la cólera y las amenazas de un confesor le hicieron llorar de espanto. Cayó por última vez
en las sábanas del infiemo, renunciando para siempre a sus rodeos por calles poco concurridas, a sus
cobardías de última hora que le hacían regresar con rabia a su casa, luego de dejar a sus espaldas
cierta acera rajada, señal, cuando andaba con la vista baja, de la media vuelta que debía darse por
hollar el umbral de los perfumes.
Ahora vivía su crisis mística, poblada de detentes, corderos pascuales, palomas de porcelana,
Vírgenes de manto azul celeste, estrellas de papel dorado, Reyes Magos, ángeles con alas de cisne, el
Asno, el Buey, y un terrible San Dionisio que se le aparecía en sueños, con un gran vacío entre los
hombros y el andar vacilante de quien busca un objeto perdido. Tropezaba con la cama y Marcial
VIII
Los muebles crecían. Se hacía más difícil sostener los antebrazos sobre el borde de la mesa del
comedor. Los armarios de cornisas labradas ensanchaban el frontis. Alargando el torso, los moros de
la escalera acercaban sus antorchas a los balaustres del rellano. Las butacas eran mas hondas y los
sillones de mecedora tenían tendencia a irse para atrás. No había ya que doblar las piernas al
recostarse en el fondo de la bañadera con anillas de mármol.
Una mañana en que leía un libro licencioso, Marcial tuvo ganas, súbitamente, de jugar con los
soldados de plomo que dormían en sus cajas de madera. Volvió a ocultar el tomo bajo la jofaina del
lavabo, y abrió una gaveta sellada por las telarañas. La mesa de estudio era demasiado exigua para
dar cabida a tanta gente. Por ello, Marcial se sentó en el piso. Dispuso los granaderos por filas de
ocho. Luego, los oficiales a caballo, rodeando al abanderado. Detrás, los artilleros, con sus cañones,
escobillones y botafuegos. Cerrando la marcha, pífanos y timbales, con escolta de redoblantes. Los
morteros estaban dotados de un resorte que permitía lanzar bolas de vidrio a más de un metro de
distancia.
Caían caballos, caían abanderados, caían tambores. Hubo de ser llamado tres veces por el negro
Eligio, para decidirse a lavarse las manos y bajar al comedor.
Desde ese día, Marcial conservó el hábito de sentarse en el enlosado. Cuando percibió las ventajas
de esa costumbre, se sorprendió por no haberlo pensando antes. Afectas al terciopelo de los cojines,
las personas mayores sudan demasiado. Algunas huelen a notario—como Don Abundio—por no conocer,
con el cuerpo echado, la frialdad del mármol en todo tiempo. Sólo desde el suelo pueden abarcarse
totalmente los ángulos y perspectivas de una habitación. Hay bellezas de la madera, misteriosos
caminos de insectos, rincones de sombra, que se ignoran a altura de hombre. Cuando llovía, Marcial se
ocultaba debajo del clavicordio. Cada trueno hacía temblar la caja de resonancia, poniendo todas las
notas a cantar. Del cielo caían los rayos para construir aquella bóveda de calderones-órgano, pinar al
viento, mandolina de grillos.
IX
Aquella mañana lo encerraron en su cuarto. Oyó murmullos en toda la casa y el almuerzo que le
sirvieron fue demasiado suculento para un día de semana. Había seis pasteles de la confitería de la
Alameda—cuando sólo dos podían comerse, los domingos, después de misa. Se entretuvo mirando
estampas de viaje, hasta que el abejeo creciente, entrando por debajo de las puertas, le hizo mirar
entre persianas. Llegaban hombres vestidos de negro, portando una caja con agarraderas de bronce.
Tuvo ganas de llorar, pero en ese momento apareció el calesero Melchor, luciendo sonrisa de dientes
en lo alto de sus botas sonoras. Comenzaron a jugar al ajedrez. Melchor era caballo. Él, era Rey.
Tomando las losas del piso por tablero, podía avanzar de una en una, mientras Melchor debía saltar
una de frente y dos de lado, o viceversa. El juego se prolongó hasta más allá del crepúsculo, cuando
pasaron los Bomberos del Comercio.
Al levantarse, fue a besar la mano de su padre que yacía en su cama de enfermo. El Marqués se
sentía mejor, y habló a su hijo con el empaque y los ejemplos usuales. Los "Sí, padre" y los "No,
padre", se encajaban entre cuenta y cuenta del rosario de preguntas, como las respuestas del
ayudante en una misa. Marcial respetaba al Marqués, pero era por razones que nadie hubiera
acertado a suponer. Lo respetaba porque era de elevada estatura y talla, en noches de baile, con el
pecho rutilante de condecoraciones: porque le envidiaba el sable y los entorchados de oficial de
milicias; porque, en Pascuas, había comido un pavo entero, relleno de almendras y pasas, ganando una
apuesta; porque, cierta vez, sin duda con el ánimo de azotarla, agarró a una de las mulatas que barrían
la rotonda, llevándola en brazos a su habitación. Marcial, oculto detrás de una cortina, la vio salir poco
Cuando los muebles crecieron un poco más y Marcial supo como nadie lo que había debajo de las
camas, armarios y vargueños, ocultó a todos un gran secreto: la vida no tenía encanto fuera de la
presencia del calesero Melchor. Ni Dios, ni su padre, ni el obispo dorado de las procesiones del
Corpus, eran tan importantes como Melchor.
Melchor venía de muy lejos. Era nieto de príncipes vencidos. En su reino había elefantes,
hipopótamos, tigres y jirafas. Ahí los hombres no trabajaban, como Don Abundio, en habitaciones
obscuras, llenas de legajos. Vivían de ser más astutos que los animales. Uno de ellos sacó el gran
cocodrilo del lago azul, ensartándolo con una pica oculta en los cuerpos apretados de doce ocas
asadas. Melchor sabía canciones fáciles de aprender, porque las palabras no tenían significado y se
repetían mucho. Robaba dulces en las cocinas; se escapaba, de noche, por la puerta de los
cuadrerizos, y, cierta vez, había apedreado a los de la guardia civil, desapareciendo luego en las
sombras de la calle de la Amargura.
En días de lluvia, sus botas se ponían a secar junto al fogón de la cocina. Marcial hubiese querido
tener pies que llenaran tales botas. La derecha se llamaba Calambín. La izquierda, Calambán. Aquel
hombre que dominaba los caballos cerreros con sólo encajarles dos dedos en los belfos; aquel señor
de terciopelos y espuelas, que lucía chisteras tan altas, sabía también lo fresco que era un suelo de
mármol en verano, y ocultaba debajo de los muebles una fruta o un pastel arrebatados a las bandejas
destinadas al Gran Salón. Marcial y Melchor tenían en común un depósito secreto de grageas y
almendras, que llamaban el "Urí, urí, urá", con entendidas carcajadas. Ambos habían explorado la casa
de arriba abajo, siendo los únicos en saber que existía un pequeño sótano lleno de frascos holandeses,
debajo de las cuadras, y que en desván inútil, encima de los cuartos de criadas, doce mariposas
polvorientas acababan de perder las alas en caja de cristales rotos.
XI
Cuando Marcial adquirió el hábito de romper cosas, olvidó a Melchor para acercarse a los perros.
Había varios en la casa. El atigrado grande; el podenco que arrastraba las tetas; el galgo, demasiado
viejo para jugar; el lanudo que los demás perseguían en épocas determinadas, y que las camareras
tenían que encerrar.
Marcial prefería a Canelo porque sacaba zapatos de las habitaciones y desenterraba los rosales
del patio. Siempre negro de carbón o cubierto de tierra roja, devoraba la comida de los demás,
chillaba sin motivo y ocultaba huesos robados al pie de la fuente. De vez en cuando, también, vaciaba
un huevo acabado de poner, arrojando la gallina al aire con brusco palancazo del hocico. Todos daban
de patadas al Canelo. Pero Marcial se enfermaba cuando se lo llevaban. Y el perro volvía triunfante,
moviendo la cola, después de haber sido abandonado más allá de la Casa de Beneficencia, recobrando
un puesto que los demás, con sus habilidades en la caza o desvelos en la guardia, nunca ocuparían.
Canelo y Marcial orinaban juntos. A veces escogían la alfombra persa del salón, para dibujar en su
lana formas de nubes pardas que se ensanchaban lentamente. Eso costaba castigo de cintarazos.
Pero los cintarazos no dolían tanto como creían las personas mayores. Resultaban, en cambio,
pretexto admirable para armar concertantes de aullidos, y provocar la compasión de los vecinos.
Cuando la bizca del tejadillo calificaba a su padre de "bárbaro", Marcial miraba a Canelo, riendo con
los ojos. Lloraban un poco más, para ganarse un bizcocho y todo quedaba olvidado. Ambos comían
tierra, se revolcaban al sol, bebían en la fuente de los peces, buscaban sombra y perfume al pie de las
albahacas. En horas de calor, los canteros húmedos se llenaban de gente. Ahí estaba la gansa gris, con
bolsa colgante entre las patas zambas; el gallo viejo de culo pelado; la lagartija que decía «urí, urá»,
XII
Hambre, sed, calor, dolor, frío. Apenas Marcial redujo su percepción a la de estas realidades
esenciales, renunció a la luz que ya le era accesoria. Ignoraba su nombre. Retirado el bautismo, con su
sal desagradable, no quiso ya el olfato, ni el oído, ni siquiera la vista. Sus manos rozaban formas
placenteras. Era un ser totalmente sensible y táctil. El universo le entraba por todos los poros.
Entonces cerró los ojos que sólo divisaban gigantes nebulosos y penetró en un cuerpo caliente,
húmedo, lleno de tinieblas, que moría. El cuerpo, al sentirlo arrebozado con su propia sustancia,
resbaló hacia la vida.
Pero ahora el tiempo corrió más pronto, adelgazando sus últimas horas. Los minutos sonaban a
glissando de naipes bajo el pulgar de un jugador.
Las aves volvieron al huevo en torbellino de plumas. Los peces cuajaron la hueva, dejando una
nevada de escamas en el fondo del estanque. Las palmas doblaron las pencas, desapareciendo en la
tierra como abanicos cerrados. Los tallos sorbían sus hojas y el suelo tiraba de todo lo que le
perteneciera. El trueno retumbaba en los corredores. Crecían pelos en la gamuza de los guantes. Las
mantas de lana se destejían, redondeando el vellón de carneros distantes. Los armarios, los
vargueños, las camas, los crucifijos, las mesas, las persianas, salieron volando en la noche, buscando
sus antiguas raíces al pie de las selvas. Todo lo que tuviera clavos se desmoronaba. Un bergantín,
anclado no se sabía dónde, llevó presurosamente a Italia los mármoles del piso y de la fuente. Las
panoplias, los herrajes, las llaves, las cazuelas de cobre, los bocados de las cuadras, se derretían,
engrosando un río de metal que galerías sin techo canalizaban hacia la tierra. Todo se
metamorfoseaba, regresando a la condición primera. El barro, volvió al barro, dejando un yermo en
lugar de la casa.
XIII
Cuando los obreros vinieron con el día para proseguir la demolición, encontraron el trabajo
acabado. Alguien se había llevado la estatua de Ceres, vendida la víspera a un anticuario.
Después de quejarse al Sindicato, los hombres fueron a sentarse en los bancos de un parque
municipal. Uno recordó entonces la historia, muy difuminada, de una Marquesa de Capellanías,
ahogada, en tarde de mayo, entre las malangas del Almendares. Pero nadie prestaba atención al
relato, porque el sol viajaba de Oriente a Occidente, y las horas que crecen a la derecha de los
relojes deben alargarse por la pereza, ya que son las que más seguramente llevan a la muerte.
En 1924, viajó a Londres y luego a París. Para 1925 se encontraba estudiando con el Profesor
Georges Raynaud, director de Estudios sobre las Religiones de la América Precolombina, en la Escuela
de Altos Estudios de París. En ese mismo año editó Rayito de Estrella, titulada Fantomima. En 1926,
junto con J.M. González de Mendoza realizó la traducción al español del Popol Vuh. En 1927, editó la
versión del Popol Vuh con el titulo de Los dioses, los héroes y los hombres de Guatemala Antigua o
El libro del Consejo, Popol Vuh de los indios Quichés, en editorial París—América.
En 1928, comienza a escribir las leyendas de su tierra natal y El Alhajadito. Para ese mismo
año nuevamente en compañía de González Mendoza realizan la traducción de la versión francesa
inédita de Raynaud, el libro de Anales de los Xahil (editorial París¯América) En 1930, es publicado su
libro Leyendas de Guatemala, y para 1931 es editado en París en traducción de Francis de Miomandre.
En 1935, publica la Fantomima Emulo Lipolidón, en edición fuera de comercio dedicada a sus
amigos de Europa, Alfonso Reyes, Rafael Alberti, Mariano Brull, Arturo Uslar Pietri, Luis Cardoza y
Aragón, Francis de Miomandre, Alejo Carpentíer, Georges Pillement y Eugene Jolas. En 1940, edita la
Fantomima Alclasán, en Tipografía América. En 1946, finalmente se decide a publicar su novela El
Señor Presidente, en Costa—Amic, con la ayuda financiera de su primo Jorge Asturias. Novela en la
que recoge algunos hechos de la vida de Guatemala durante la tiranía del presidente Estrada Cabrera.
Para 1949, es editada por Losada, Hombres de Maíz. Novela en la que se plantea la concepción
de los hombres basada en la mitología de los pueblos Maya-Quiché, según la cual se cree que el
hombre fue hecho de maíz. En esta novela se da principalmente el enfrentamiento entre aquellos
hombres que consideran el maíz como parte de su ser y de su alimento sagrado, con aquellos que
utilizan al maíz como producto comercial cualquiera. Su incursión en el teatro viene dada
fundamentalmente por cuatro piezas: Soluna, publicada en 1955, La audiencia de los confines,
publicada en 1957, que trata sobre Fray Bartolomé de las Casas y su defensa de los indios,
Chantaje(Tragicomedia) y Dique Seco (Comedia), ambas publicadas en 1964.
Miguel Angel Asturias, murió el 9 de junio de 1974 y de acuerdo a su voluntad sus restos
fueron llevados al Cementerio Pére Lachaise de París. (Lic. Eliécer Manuel Guevara Navas. El teatro
mágico de Miguel Ángel Asturias)
Sin decirnos en que nación ni en qué época, Miguel Ángel Asturias cuenta el gobierno tirano de
el Señor Presidente
—cuyo nombre se desconoce— y su secuaz Miguel Cara de Ángel. El Señor Presidente ha ordenado
a Miguel cara de Ángel la desaparición del coronel Eusebio Canales, pero después de la huida del
coronel, Miguel Cara de Ángel y Camila Canales, hija del coronel, viven un romance oculto pues los
dos están condenados por el amor que sienten; ella por amar a un secuaz del régimen dictador, él
por amar a la hija de un opositor del gobierno. Camila, rechazada por familia y amigos, enferma
gravemente y esta a punto de morir, Miguel Cara de Ángel se casa con ella in extremis y, los días
siguientes, Camila se recupera hasta quedar sana del todo. Miguel Cara de Ángel cree que la nueva
LECTURA
EL SEÑOR PRESIDENTE
(FRAGMENTO)
Pero la dicha dura lo que tarda un aguacero con sol... Por una vereda de tierra color de leche, que
se perdía en el basurero, bajó un leñador seguido de su perro: el tercio de leña a la espalda, la
chaqueta doblada sobre el tercio de leña y el machete en los brazos como se carga a un niño. El
barranco no era profundo, mas el atardecer lo hundía en sombras que amortajaban la basura hacinada
en el fondo, desperdicios humanos que por la noche aquietaba el miedo. El leñador volvió a mirar.
Habría jurado que le seguían. Más adelante se detuvo. Le jalaba la presencia de alguien que estaba allí
escondico. El perro aullaba, erizado, como si viera al Diablo. Un remolino de aire levantó papeles
sucios manchados como de sangre de mujer o de remolacha. El cielo se veía muy lejos, muy azul,
adornado como una tumba altísima por coronas de zopilotes que volaban en círculos dormidos. A poco,
el perro echó a correr hacia donde estaba el Pelele. Al leñador le sacudió frío de miedo. Y se acercó
paso a paso tras el perro a ver quién era el muerto. Era peligroso herirse los pies en los chayes, en los
culos de botellas o en las latas de sardina, y había que burlar a saltos las heces pestilentes y los
trechos oscuros. Como bajeles en mar de desperdicios hacían agua las palanganas...
Sin dejar la carga -más le pesaba el miedo- tiró de un pie al supuesto cadáver y cuál asombro tuvo
al encontrarse con un hombre vivo, cuyas palpitaciones formaban gráficas de angustia a través de sus
gritos y los ladridos del can, como el viento cuando entretela la lluvia. Los pasos de alguien que andaba
por allí, en un bosquecito cercano de pinos y guayabos viejos, acabaron de turbar al leñador. Si fuera
un policía... De veras, pues... Sólo eso le faltaba...
—¡Chucho! -gritó al perro. Y como siguiera ladrando, le largó un puntapié-. ¡Chucho, animal, deja
estar!...
Pensó huir... Pero huir era hacerse reo de delito... Peor aún si era un policía... Y volviéndose al
herido:
—¡Preste, pues, con eso lo ayudo a pararse!... ¡Ay, Dios, si por poco lo matan!... ¡Preste, no tenga
miedo, no grite, que no le estoy haciendo nada malo! Pasé por aquí, lo vi de botado y...
—Vi que lo desenterrabas -rompió a decir una voz a sus espaldas- y regresé porque creí que era
algún conocido; saquémoslo de aquí...
El leñador volvió la cabeza para responder y por poco se cae del susto. Se le fue el aliento y no
escapó por no soltar al herido, que apenas se tenía en pie. El que le hablaba era un ángel: tez de
dorado mármol, cabellos rubios, boca pequeña y aire de mujer en violento contraste con la negrura de
sus ojos varoniles. Vestía de gris. Su traje, a la luz del crepúsculo, se veía como una nube. Llevaba en
las manos finas una caña de bambú muy delgada y un sombrero limeño que parecía una paloma.
—¡Un ángel... -el leñador no le desclavaba los ojos-, un ángel -se repetía-, ...un ángel!
—Se ve por su traje que es un pobrecito -dijo el aparecido-. ¡Qué triste cosa es ser pobre!...
—Según, en este mundo todo tiene sus asigunes. Véame a mí; soy bien pobre, el trabajo, mi mujer
y mi rancho, y no encuentro triste mi condición -tartamudeó el leñador como hablando dormido para
ganarse al ángel, cuyo poder, en premio a su cristiana conformidad, podía transformarlo, con sólo
querer, de leñador en rey. Y por un instante se vio vestido de oro, cubierto por un manto rojo, con una
corona de picos en la cabeza y un cetro de brillantes en la mano. El basurero se iba quedando atrás...
—¡Curioso! -observó el aparecido sacando la voz sobre los lamentos del Pelele.
—Curioso, ¿por qué?... Después de todo, somos los pobres los más conformes. ¡Y qué remedio, pue!
Verdá es que con eso de la escuela los que han aprendido a leer andan influenciados de cosas
imposibles. Hasta mi mujer resulta a veces triste porque dice que quisiera tener alas los domingos.
El herido se desmayó dos y tres veces en la cuesta, cada vez más empinada. Los árboles subían y
bajaban en sus ojos de moribundo, como los dedos de los bailarines en las danzas chinas. Las palabras
de los que le llevaban casi cargado recorrían sus oídos haciendo equis como borrachos en piso
resbaloso. Una gran mancha negra le agarraba la cara. Resfríos repentinos soplaban por su cuerpo la
ceniza de las imágenes quemadas.
—¿Conque tu mujer quisiera tener alas los domingos? -dijo el aparecido-. Tener alas, y pensar que
al tenerlas le serían inútiles.
—Ansina, pue; bien que ella dice que las quisiera para irse a pasear, y cuando está brava conmigo
se las pide al aire.
El leñador se detuvo a limpiarse el sudor de la frente con la chaqueta, exclamando:
—¡Pesa su poquito!
En tanto, el aparecido decía:
—Para eso le bastan y le sobran los pies; por mucho que tuviera alas no se iría.
—De cierto que no, y no por su bella gracia, sino porque la mujer es pájaro que no se aviene a vivir
sin jaula, y porque pocos serían los leños que traigo a memeches para rompérselos encima -en esto se
acordó de que hablaba con un ángel y apresuróse a dorar la píldora-, con divino modo, ¿no le parece?
—¿Quién le pegaría a este pobre hombre? -añadió el leñador para cambiar de conversación,
molesto por lo que acababa de decir.
—Nunca falta...
—Verdá que hay prójimos para todo... A éste sí que sí que... lo agarraron como matar culebra: un
navajazo el la boca y al basurero.
—Sin duda tiene otras heridas.
—La del labio pa mí que se la trabaron con navaja de barba, y lo despeñaron aquí, no vaya usté a
crer, para que el crimen quedara oculto.
—Pero entre el cielo y la tierra...
—Lo mesmo iba a decir yo.
Los árboles se cubrían de zopilotes ya para salir del barranco y el miedo, más fuerte que el dolor,
hizo callar al Pelele; entre tirabuzón y erizo encogióse en un silencio de muerte.
El viento corría ligero por la planicie, soplaba de la ciudad al campo, hilado, amable, familiar...
El aparecido consultó su reloj y se marchó de prisa, después de echar unas cuantas monedas en el
bolsillo y despedirse del leñador afablemente.
El cielo, sin una nube, brillaba espléndido. Al campo asomaba el arrabal con luces eléctricas
encendidas como fósforos en un teatro a oscuras. Las arboledas culebreantes surgían de las tinieblas
junto a las primeras moradas: casuchas de lodo con olor de rastrojo, barracas de madera con olor de
Un zopilote que se arrastraba por la sombra lo asustó. La queja rencorosa del animal quebrado de
un ala era para él una amenaza. Y poco a poco se fue de allí, poco a poco, apoyándose en los muros, en
el temblor inmóvil de los muros, quejido y quejido, sin saber adónde, con el viento en la cara, el viento
que mordía hielo para soplar de noche. El hipo lo picoteaba...
El leñador dejó caer el tercio de leño en el patio de su rancho, como lo hacía siempre. El perro, que
se le había adelantado, le recibió con fiestas. Apartó el can y, sin quitarse el sombrero, abriéndose la
chaqueta como murciélago sobre los hombros, llegóse a la lumbre encendida en el rincón donde su
mujer calentaba las tortillas, y le refirió lo sucedido.
El resplandor de las llamas lentejueleaba en las paredes de caña y en el techo de paja, como las
alas de otros ángeles.
Escapaba del rancho un humo blanco, tembloroso, vegetal.
LEYENDAS DE GUATEMALA
Dedicado a su madre que le contaba cuentos, este primer libro de Asturias, que escribiera en un
invierno parisiense en que sentía nostalgia de su país, y que fue publicado en España en 1930, marca
ya un hito fundamental en la obra del autor. Varios de los motivos que tratará aquí serán
reelaborados luego más profundamente en libros posteriores.
El tema general son las leyendas que se cuentan en su país natal, a las que agrega conocimientos de
mitología maya. No es un libro de sueños, sino un libro basado, por una parte, en el Popol Vuh, los
Libros de Chilam Balám y otros textos indígenas, y por otra, en leyendas populares de la Guatemala
hispanizada. Guarda un orden estricto: el primer relato es una descripción del país, para ubicar al
lector. Asturias no quiere que nadie dude sobre cuál es el escenario de sus obras: Guatemala se llama
la primera historia y es en esa misma Guatemala más o menos nombrada o señalada donde se basará
toda su obra posterior.
El maestro Almendro tiene la barba rosada, fue uno de los sacerdotes que los hombres blancos
tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían, y sabe el secreto de las plantas que lo curan todo,
el vocabulario de la obsidiana - piedra que habla - y leer los jeroglíficos de las constelaciones.
Es el árbol que amaneció un día en el bosque donde está plantado, sin que ninguno lo sembrara,
como si lo hubieran llevado los fantasmas. El árbol que anda... El árbol que cuenta los años de
cuatrocientos días por las lunas que ha visto, que ha visto muchas lunas, como todos los árboles, y que
vino ya viejo del Lugar de la Abundancia. Al llenar la luna del Búho-Pescador (nombre de uno de los
veinte meses del año de cuatrocientos días), el Maestro Almendro repartió el alma entre los caminos.
Cuatro eran los caminos y se marcharon por opuestas direcciones hacia las cuatro extremidades del
cielo. La negra extremidad: Noche sortílega. La verde extremidad: Tormenta primaveral. La roja
extremidad: Guacamayo o éxtasis de trópico. La blanca extremidad: Promesa de tierras nuevas.
Cuatro eran los caminos.
El más veloz, el Camino Negro, el camino al que ninguno habló en el camino, se detuvo en la ciudad,
atravesó la plaza y en el barrio de los mecaderes, por un ratito de descanso, dio el alma del Maestro
al Mercader de Joyas sin precio. Era la hora de los gatos blancos. Iban de un lado a otro. ¡Admiración
de los rosales! Las nubes parecían ropas en los tendederos del cielo. Al saber el Maestro lo que el
Camino Negro había hecho, tomó naturaleza humana nuevamente, desnudándose de la forma vegetal
en un riachuelo que nacía bajo la luna ruboroso como una flor de almendro, y encaminóse a la ciudad.
Llegó al valle después de una jornada, en el primer dibujo de la tarde, a la hora en que volvían los
rebaños, conversando a los pastores, que contestaban monosilábicamente a sus preguntas,
extrañados, como ante una aparición, de su túnica verde y su barba rosada.
En la ciudad se dirigió a Poniente. Hombres y mujeres rodeaban las pilas públicas. El agua sonaba a
besos al ir llenando los cántaros. Y guiado por las sombras, en el barrio de los mercaderes encontró la
parte de su alma vendida por el Camino Negro al Mercader de Joyas sin precio. La guardaba en el
fondo de una caía de cristal con cerradores de oro. Sin perder tiempo se acercó al Mercader, que en
un rincón fumaba, a ofrecerle por ella cien arrobas de perlas. El Mercader sonrió de la locura del
Maestro. ¿Cien arrobas de perlas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Maestro aumentó la oferta. Los mercaderes se niegan hasta llenar su tanto. Le daría
esmeraldas, grandes como maíces, de cien en cien almudes, hasta formar un lago de esmeraldas. El
Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Un lago de esmeraldas? ¡No, sus joyas no tenían precio! Le
daría amuletos, ojos de namik para llamar el agua, plumas contra la tempestad, mariguana para su
tabaco...
El Mercader se negó.
¡Le daría piedras preciosas para construir, a medio lago de esmeraldas, un palacio de cuento! El
Mercader se negó. Sus joyas no tenían precio, y, además ¿a qué seguir hablando? -, ese pedacito de
alma lo quería para cambiarlo, en un mercado de esclavas, por la esclava más bella. Y todo fue inútil,
inútil que el Maestro ofreciera y dijera, tanto como lo dijo, su deseo de recobrar el alma. Los
mercaderes no tienen corazón. Una hebra de humo de tabaco separaba la realidad del sueño, los gatos
negros de los gatos blancos y al Mercader del extraño comprador, que al salir sacudió sus sandalias
en el quicio de la puerta. El polvo tiene maldición.
Después de un año de cuatrocientos días - sigue la leyenda - cruzaba los caminos de la cordillera el
Mercader. Volvía de países lejanos, acompañado de la esclava comprada con el alma del Maestro, del
pájaro flor, cuyo pico trocaba en jacintos las gotitas de miel, y de un séquito de treinta servidores
montados.
- ¡No sabes - decía el Mercader a la esclava, arrendando su caballería- cómo vas a vivir en la
ciudad! ¡Tu casa será un palacio y a tus órdenes estarán todos mis criados, yo el último, si así lo
mandas tú!
- Allá - continuaba con la cara a mitad bañada por el sol - todo será tuyo. ¡Eres una joya, y yo soy
el Mercader de Joyas sin precio! ¡Vales un pedacito del alma que no cambié por un lago de
esmeraldas!... En una hamaca juntos veremos caer el sol y levantarse el día, sin hacer nada, oyendo los
cuentos de una vieja mañosa que sabe mi destino. Mi destino, dice, está en los dedos de una mano
gigante, y sabré el tuyo, si así lo pides tú. La esclava se volvía al paisaje de colores diluidos en azules
que la distancia iba diluyendo a la vez. Los árboles tejían a los lados del camino una caprichosa
Y pasado mucho tiempo, interrogando a todos, se detuvo a la puerta del Mercader de Joyas sin
precio a preguntar a la esclava, única sobreviviente de aquella tempestad:
- ¿Cuántas lunas pasaron andando los caminos?...
El sol, que iba sacando la cabeza de la camisa blanca del día, borraba en la puerta, claveteada de oro y
plata, la espalda del Maestro, y la cara morena de la que era un pedacito de su alma, joya que no
compró con un lago de esmeraldas.
- ¿Cuántas lunas pasaron andando los caminos?...
Entre los labios de la esclava se acurrucó la respuesta y endureció como sus dientes. El Maestro
callaba con insistencia de piedra misteriosa. Llenaba la luna del Búho-Pescador. En silencio se lavaron
la cara con los ojos, al mismo tiempo, como dos amantes que han estado ausentes y se encuentran de
pronto.
La escena fue turbada por ruidos insolentes. Venían a prenderles en nombre de Dios y el Rey, por
brujo a él y por endemoniada a ella. Entre cruces y espadas bajaron a la cárcel, el Maestro con la
barba rosada y la túnica verde, y la esclava luciendo las carnes que de tan firmes parecían de oro.
Siete meses después, se les condenó a morir quemados en la Plaza Mayor. La víspera de la
ejecución, el Maestro acercóse a la esclava y con la uña le tatuó un barquito en el brazo, diciéndola:
- Por virtud de este tatuaje. Tatuana, vas a huir siempre que te halles en peligro, como vas a huir
hoy. Mi voluntad es que seas libre como mi pensamiento; traza este barquito en el muro, en el suelo,
en el aire, donde quieras, cierra los ojos, entra en él y vete...
¡Vete, pues mi pensamiento es más fuerte que ídolo de barro amasado con cebollín!
¡Pues mi pensamiento es más dulce que la miel de las abejas que liban la flor del suquinay!
¡Pues mi pensamiento es el que se torna invisible!
Sin perder un segundo la Tatuana hizo lo que el Maestro dijo: trazó el barquito, cerró los ojos y
entrando en él - el barquito se puso en movimiento-, escapó de la prisión y de la muerte.
Y a la mañana siguiente, la mañana de la ejecución, los alguaciles encontraron en la cárcel un árbol
seco que tenia entre las ramas dos o tres florecitas de almendro, rosadas todavía.
El caso del mexicano Juan Rulfo es singular, con apenas dos obras
publicadas se ha ganado un lugar principal en la literatura no solo de su
país, sino de todo el siglo XX. Nació en Sayula, dentro de la provincia
mexicana de Jalisco el 15 de mayo de 1918 y tuvo una infancia dura,
marcada por la violenta muerte de su padre, víctima de las revueltas que se
llevaron a otros familiares suyos. El escritor tenía apenas 6 años y dos años
después quedó huérfano también de madre. Quedó entonces al cuidado de
un orfanato donde se lo trataba con extrema disciplina,pero también
conoció la soledad y la marginación de los campesinos, víctimas de los
grupos poderosos (revolucionarios,gobierno). Esos campesinos solos, casi
fantasmales, ignorantes y pobres serán la constante de su obra. Pero dicha
soledad no solo se muestra en sus personajes sino también en su
ambientación (Sayula, San Gabriel, Zenzotla, etc.); en pueblos desolados,
paisajes paupérrimos y calurosos que incrementan la sensación de
abandono. Por eso se le ha llamado escritor indigenista, título que no está
muy lejano de la verdad pues en Rulfo aparecen los elementos
característicos del mundo indígena: pobreza, sincretismo cultural y
religioso, explotación.
El llano en llamas agrupa 15 cuentos en la edición de 1953 y añade tres cuentos en la edición
de 1970. Con este libro Rulfo plantea la problemática del campesino solitario, pesimista,
prácticamente condenado al olvido y a la muerte. Sus personajes son arrasados por la violencia y no
encuentran ni en la religión ni en el gobierno una solución a sus problemas. Por último, la figura
paterna está relacionada frecuentemente con la tiranía,mientras que la figura materna aparece como
elemento expiatorio. Esta temática se verá acentuada claramente en Pedro Páramo (1955).
Pedro Páramo cuenta como Juan Preciado viaja al pueblo de Comala a buscar a su padre, Pedro
Páramo, a quien no conoce. A su llegada a Comala descubre un pueblo olvidado y personas que en
realidad son almas en pena. El viaje de Juan Preciado es una búsqueda de su propia identidad, y
durante su recorrido por Comala va descubriendo -por trozos, por fragmentos difíciles de encajar
unos con otros hasta el final de la novela- la historia de su padre que había resultado ser un tirano
que se adueñó del pueblo y terminó por acabar con él. Juan Preciado muere en ese pueblo y se queda
conversando con quien Damiana Cisneros. A continuación un resumen argumental de Pedro Páramo.
PEDRO PÁRAMO
(RESUMEN)
Juan Preciado va al pueblo de Comala en busca de su padre, Pedro Páramo, porque su madre,
Dolores, se lo pidió antes de morir. Por eso va a Comala.
En el camino se encontró con el arriero Abundio, que también era hijo de Pedro Páramo, aunque no
reconocido. Este le dijo a Juan Preciado que hace año había muerto Pedro páramo y que Comala era
tan caluroso que parecía estar en la boca del infierno.
LECTURA
PEDRO PÁRAMO
(FRAGMENTO)
1
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo.
Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo
haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. "No dejes de ir a visitarlo _
me recomendó _. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le va dar gusto
conocerte." Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo
seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
—No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El
olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
—Así lo haré, madre.
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor
podrido de la saponarias. El camino subía y bajaba: "Sube o baja según se va o se viene. Para el que va,
sube; para él que viene, baja."
—Comala, señor.
—Seguro, señor.
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de
suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo
en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: "Hay allí,
pasando el de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz
maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche." Y su voz
era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma... Mi madre.
Y volvimos al silencio.
Caminábamos cuesta abajo, oyendo el trote rebotado de los burros. Los ojos reventados por el
sopor sueño, en la canícula de agosto.
—Bonita fiesta le va a armar —volví a oír la voz del que iba allí a mi lado—. Se pondrá contento de
ver a alguien después de tantos años que nadie viene por aquí. Luego añadió:
—Sea usted quien sea, se alegrará de verlo.
En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por
donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más adelante, la más
remota lejanía.
Y lo seguí. Fui tras él tratando de emparejarme a su paso, hasta que pareció darse cuenta de que
lo seguía disminuyó la prisa de su carrera. Después los dos íbamos tan pegados que casi nos tocábamos
los hombros.
Una bandada de cuervos pasó cruzando el cielo vacío, haciendo cuar, cuar, cuar.
Después de trastumbar los cerros, bajamos cada vez más. Habíamos dejado el aire caliente allá
arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor sin aire. Todo parecía estar como en espera de algo.
Sí, y esto no es nada me contestó el otro—. Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a
Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que
muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija.
Y dio un pajuelazo contra los burros, sin necesidad, ya que los burros iban mucho más adelante de
nosotros, encarrerados por la bajada. Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa,
calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes;
pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una
cazuela llena de yerbas: hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo
guardé. Era el único. Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los retratos eran cosa
de brujería. Y así parecía ser porque el suyo estaba lleno de agujeros como de aguja, y en dirección
del corazón tenía uno muy grande, donde bien podía caber el dedo del corazón. Es el mismo que traigo
aquí, pensando que podría dar buen resultado para que mi padre me reconociera.
Mire usted —me dice el arriero, deteniéndose— ¿Ve aquella loma que parece vejiga de puerco?
Pues detrasito de ella está la Media Luna. Ahora voltié para allá. ¿Ve la ceja de aquel cerro? Véala. Y
ahora voltié para este otro rumbo. ¿Ve la otra ceja que casi no se ve de lo lejos que está? Bueno, pues
eso es la Media Luna de punta a cabo. Como quien dice, toda la tierra que se puede abarcar con la
mirada. Y es de él todo ese terrenal. El caso es que nuestras madres nos malparieron en un petate
aunque éramos hijos de Pedro Páramo. Y lo más chistoso es que él nos llevó a bautizar. Con usted debe
haber pasado lo mismo, ¿no?
—No me acuerdo.
—No, yo preguntaba por el pueblo, que se ve tan solo, como si estuviera abandonado. Parece que no
lo habitara nadie .
Era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la
tarde. Cuando aun las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol.
Al menos eso había visto en Sayula, todavía ayer a esta misma hora. Y había visto también el vuelo
de las palomas rompiendo el aire quieto, sacudiendo sus alas como si se desprendieran del día. Volaban
y caían sobre los tejados, mientras los gritos de los niños revoloteaban y parecían teñirse de azul en
el cielo del atardecer.
Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con
que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes
teñidas por el sol del atardecer.
Fui andando por la calle real en esa hora. Miré las casas vacías; las puertas desportilladas,
invadidas de yerba. ¿Cómo me dijo aquel fulano que se llamaba esta yerba? "La capitana, señor. Una
plaga que no más espera que se vaya la gente para invadir las casas. Así las verá usted". Al cruzar una
bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera. Después volvieron
a moverse mis pasos y mis ojos siguieron asomándose al agujero de las puertas. Hasta que nuevamente
la mujer del rebozo se cruzó frente a mí.
Me di cuenta que su voz estaba hecha de hebras humanas, que su boca tenía dientes y una lengua
que se trababa y destrababa al hablar, y que sus ojos eran como todos los ojos de la gente que vive
sobre la tierra.
Había oscurecido.
Me había quedado en Comala. El arriero, que se siguió de filo, me informó todavía antes de
despedirse:
—Yo voy más allá , donde se ve la trabazón de los cerros. Allá tengo mi casa. Si usted quiere venir,
será bienvenido. Ahora que si quiere quedarse aquí, ahí se lo haiga;. Y me quedé. A eso venía.
Parecía que me hubiera estado esperando. Tenía todo dispuesto, según me dijo haciendo que la
siguiera por una larga serie de cuartos oscuros, al parecer desolados. Pero no; porque, en cuanto me
acostumbré a la oscuridad y al delgado hilo de luz que nos seguía, vi crecer sombras a ambos lados y
sentí que íbamos caminando a través de un angosto pasillo abierto entre bultos.
—Tiliches —me dijo ella—. Tengo la casa toda entilichada. La escogieron para guardar sus muebles
los que se fueron, y nadie ha regresado por ellos. Pero el cuarto que le he reservado está al fondo. Lo
tengo siempre descombrado por si alguien viene. ¿ De modo que usted es hijo de ella?
—De Doloritas.
—Ella me avisó que usted vendría. Y hoy precisamente. Que llegaría hoy.
—Sí. Ella.
—No se preocupe por eso. Usted ha de venir cansado y el sueño es muy buen colchón para el
cansancio. Ya mañana le arreglaré su cama. Como usted sabe, no es fácil ajuarear las cosas en un dos
por tres. Para eso hay que estar prevenido, y la madre de usted no me avisó sino hasta ahora.
—Mi madre —dije—, mi madre ya murió.
—Entonces ésa fue la causa de que su voz se oyera tan débil, como si hubiera tenido que atravesar
una distancia muy larga para llegar hasta aquí. Ahora lo entiendo. ¿Y cuánto hace que murió?
—Pobre de ella. Se ha de haber sentido abandonada. Nos hicimos la promesa de morir juntas. De
irnos las dos para darnos ánimo una a la otra en el otro viaje, por si se necesitara, por si acaso
encontráramos alguna dificultad. Éramos muy amigas. ¿Nunca le habló de mí?
—No, nunca.
—Me parece raro. Claro que entonces éramos unas chiquillas. Y ella estaba apenas recién casada.
Pero nos queríamos mucho. Tu madre era tan bonita, tan, digamos, tan tierna, que daba gusto
quererla. ¿De modo que me lleva ventaja, no? Pero ten la seguridad de que la alcanzaré. Sólo yo
entiendo lo lejos que está el cielo de nosotros; pero conozco cómo acortar las veredas. Todo consiste
en morir, Dios mediante, cuando uno quiera y no cuando él lo disponga. O, si tú quieres, forzarlo a
disponer antes de tiempo. Perdóname que te hable de tú; lo hago porque te considero como mi hijo. Sí,
muchas veces dije: "El hijo de Dolores debió haber sido mío." Después te diré por qué. Lo único que
quiero decirte ahora es que alcanzaré a tu madre en alguno de los caminos de la eternidad.
Yo creía que aquella mujer estaba loca. Luego ya no creí nada. Me sentí en un mundo lejano y me dejé
arrastrar. Mi cuerpo, que parecía aflojarse, se doblaba ante todo, había soltado sus amarras y
cualquiera podía jugar con él como si fuera de trapo.
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2. ¿Qué representa el amor entre Miguel Cara de Ángel y Camila Canales y el final de su romance en
la novela El señor presidente?
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3. ¿Qué características peculiares tiene el estilo narrativo de Juan Rulfo en Pedro Páramo?
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LITERATURA
NIVEL: SECUNDARIA SEMANA Nº 01 CUARTO GRADO
I. Representantes:
JORGE LUIS BORGES (1899 - 1986)
a) Sobre su vida:
Jorge Luis Borges nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, Argentina. Cuenta él
mismo que vivía en una casa enorme donde cada puerta cerrada parecía esconder un
universo nuevo. Con su hermana Norah jugaban inventando amigos imaginarios con los
que correteaban y exploraban la casa. "Cuando nos cansamos de ellos, le dijimos a
mamá que habían muerto", dice Borges.
Era un muchacho débil y, hasta cierto, punto mimado. No fue al colegio sino hasta
los nueve años pues su primera educación la recibió de parte de su padre con quien
conversaba en inglés y de la enorme biblioteca ( "no existe literatura en otra lengua que
posea tantas obras para un público infantil", dijo en una ocasión). Jorge Luis Borges
hablaría en inglés antes que en español y, a los siete años, escribió un pequeño tratado
de mitología griega en inglés; y, a los diez años apenas, tradujo del inglés el cuento "El
príncipe feliz" de Oscar Wilde. Su traducción estaba tan bien hecha que los colegas de
su padre (profesor de inglés en el Instituto de Lenguas Vivas) creyeron que era una
traducción suya así que la publicaron en el diario El País (con el nombre de Jorge
Borges, hijo).
Para 1914 la familia viaja a Europa y pasan una larga temporada en Ginebra (Suiza). Borges
aprende el francés y el alemán de manera casi autodidacta. Pasarían también por Italia y luego
• FICCIONES. (1944)
Primer y principal libro de cuentos de su producción. Junta en este libro los cuentos
pertenecientes a otros dos: El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios. Los cuentos más
célebres de este libro son: Funes el memorioso (hipótesis sobre una memoria extraordinaria), Las
ruinas circulares (dos hombres sueñan uno con el otro), Pierre Menard, autor del Quijote
(plantea una versión análoga a la de Cervantes), El jardín de senderos que se bifurcan (tal vez el
más famoso de sus relatos; plantea el caos de un mundo supuestamente ordenado a partir de un
acertijo intrigante: la composición de un libro y un laberinto).
Para crear ese efecto de realidad a sus relatos (que obviamente son fantásticos) Borges utiliza
técnicas propias del ensayo:
• EL ALEPH (1949)
El título es la primera letra del alfabeto hebreo. Son cuentos más cercanos al género (los de
Ficciones se acercan más al relato o ensayo), es un libro menos riguroso (en el sentido filosófico)
que el anterior, aunque más mítico y mágico. Los cuentos más celebres son: El inmortal (la historia
LECTURA
LA FORMA DE LA ESPADA
(CUENTO)
Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba
la sien y del otro el pómulo. Su nombre verdadero no importa; todos en Tacuarembó le decían el
Inglés de La Colorada . El dueño de esos campos, Cardoso, no quería vender; he oído que el Inglés
recurrió a un imprevisible argumento: le confió la historia secreta de la cicatriz. El Inglés venía de la
frontera, de Río Grande del Sur; no faltó quien dijera que en el Brasil había sido contrabandista. Los
campos estaban empastados; las aguadas, amargas; el Inglés, para corregir esas deficiencias, trabajó
a la par de sus peones. Dicen que era severo hasta la crueldad, pero escrupulosamente justo. Dicen
también que era bebedor: un par de veces al año se encerraba en el cuarto del mirador y emergía a
los dos o tres días como de una batalla o de un vértigo, pálido, trémulo, azorado y tan autoritario
como antes. Recuerdo los ojos glaciales, la enérgica flacura, el bigote gris. No se daba con nadie; es
verdad que su español era rudimental, abrasilerado. Fuera de alguna carta comercial o de algún
folleto, no recibía correspondencia.
La última vez que recorrí los departamentos del Norte, una crecida del arroyo Caraguatá me
obligó a hacer noche en La Colorada. A los pocos minutos creí notar que mi aparición era importuna;
procuré congraciarme con el Inglés; acudí a la menos perspicaz de las pasiones: el patriotismo. Dije
que era invencible un país con el espíritu de Inglaterra. Mi interlocutor asintió, pero agregó con una
sonrisa que él no era inglés. Era irlandés, de Dungarvan. Dicho esto se detuvo, como si hubiera
revelado un secreto.
Salimos, después de comer, a mirar el cielo. Había escampado, pero detrás de las cuchillas del
Sur, agrietado y rayado de relámpagos, urdía otra tormenta. En el desmantelado comedor, el peón que
había servido la cena trajo una botella de ron. Bebimos largamente, en silencio.
No sé qué hora sería cuando advertí que yo estaba borracho; no sé qué inspiración o qué
exultación o qué tedio me hizo mentar la cicatriz. La cara del Inglés se demudó; durante unos
segundos pensé que me iba a expulsar de la casa. Al fin me dijo con su voz habitual:
-Le contaré la historia de mi herida bajo una condición: la de no mitigar ningún oprobio, ninguna
circunstancia de infamia.
Asentí. Ésta es la historia que contó, alternando el inglés con el español, y aun con el portugués:
«Hacia 1922, en una de las ciudades de Connaught, yo era uno de los muchos que conspiraban por la
independencia de Irlanda. De mis compañeros, algunos sobreviven dedicados a tareas pacíficas; otros,
paradójicamente, se baten en los mares o en el desierto, bajo los colores ingleses; otro, el que más
valía, murió en el patio de un cuartel, en el alba, fusilado por hombres llenos de sueño; otros (no los
más desdichados), dieron con su destino en las anónimas y casi secretas batallas de la guerra civil.
Éramos republicanos, católicos; éramos, lo sospecho, románticos. Irlanda no sólo era para nosotros el
porvenir utópico y el intolerable presente; era una amarga y cariñosa mitología, era las torresv
circulares y las ciénagas rojas, era el repudio de Parnell y las enormes epopeyas que cantan el robo de
toros que en otra encarnación fueron héroes y en otras peces y montañas...
En un atardecer que no olvidaré, nos llegó un afiliado de Munster: un tal John Vincent Moon.
Tenía escasamente veinte años. Era flaco y fofo a la vez; daba la incómoda impresión de ser
invertebrado. Había cursado con fervor y con vanidad casi todas las páginas de no sé qué manual
comunista; el materialismo dialéctico le servía para cegar cualquier discusión. Las razones que puede
tener un hombre para abominar de otro o para quererlo son infinitas: Moon reducía la historia
universal a un sórdido conflicto económico. Afirmaba que la revolución está predestinada a triunfar.
Yo le dije que a un gentleman sólo pueden interesarle causas perdidas... Ya era de noche; seguimos
desintiendo en el corredor, en las escaleras, luego en las vagas calles. Los juicios emitidos por Moon
Kilpatrick fue ultimado en un teatro, pero de teatro hizo también la entera ciudad, y los actores
fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches. He aquí lo
acontencido:
El 2 de agosto de 1824 se reunieron los conspiradores. El país estaba maduro para la rebelión;
algo, sin embargo, fallaba siempre: algún traidor había en el cónclave. Fergus Kilpatrick había
encomendado a James Nolan el descubrimiento de ese traidor. Nolan ejecutó su tarea: anunció en
pleno cónclave que el traidor era el mismo Kilpatrick. Demostró con pruebas irrefutables la verdad de
la acusación; los conjurados condenaron a muerte a su presidente. Éste firmó su propia sentencia,
pero imploró que su castigo no perjudicara a la patria.
Entonces Nolan concibió un extraño proyecto. Irlanda idolatraba a Kilpatrick; la más tenue
sospecha de su vileza hubiera comprometido la rebelión; Nolan propuso un plan que hizo de la
ejecución del traidor el instrumento para la emancipación de la patria. Sugirió que el condenado, en
circunstancias deliberadamente dramáticas, que se grabaran en la imaginación popular y que
apresuraran la rebelión. Kilpatrick juró colaborar en este proyecto, que le daba ocasión de redimirse
y que rubricaría su muerte.
Nolan, urgido por el tiempo, no supo íntegramente inventar las circunstancias de la múltiple
ejecución; tuvo que plagiar a otro dramaturgo, al enemigo inglés William Shakespeare. Repitió escenas
de Macbeth, de Julio César. La pública y secreta representación comprendió varios días. El
condenado entró en Dublín, discutió, obró, rezó, reprobó, pronunció palabras patéticas, y cada uno de
esos actos que reflejaría la gloria, había sido prefijado por Nolan. Centenares de actores colaboraron
con el protagonista; el rol de algunos fue complejo; el de otros, momentáneo. Las cosas que dijeron e
hicieron perduran en los libros históricos, en la memoria apasionada de Irlanda. Kilpatrick,
arrebatado por ese minucioso destino que lo redimía y que lo perdía, más de una vez enriqueció con
actos y palabras improvisadas el texto de su juez. Así fue desplegándose en el tiempo el populoso
drama, hasta que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinas que prefiguraba el de
Lincoln, un balazo anhelado entró en el pecho del traidor y del héroe, que apenas pudo articular, entre
dos efusiones de brusca sangre, algunas palabras previstas.
En la obra de Nolan, los pasajes imitados de Shakespeare son los menos dramáticos; Ryan
sospecha que el autor los intercaló para que una persona, en el porvenir, diera con la verdad.
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2. ¿Qué proyecto concibió Nolan en el cuento Tema del traidor y del héroe?
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3. ¿Cómo da cuenta Bryan que había algo raro en el relato sobre la muerte de Kilpatrick?
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4. ¿Qué detalle del Macbeth de Shakespeare había en el relato sobre la muerte de Kilpatrick?
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a) Sobre su vida:
rnesto Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911. Hizo su doctorado en física y
cursos de filosofía en la Universidad de La Plata. Trabajó luego en el Laboratorio Curie, en París, y
abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura.
Ha escrito varios libros de ensayos sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo y sobre el
sentido de la actividad literaria - El escritor y sus fantasmas (1963), Apologías y rechazos (1979)-,
y tres novelas: El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961), y Abbadón el exterminador (1974).
Dice Sábato: «Puede parecer un acto de horrible esnobismo que tres crisis fundamentales de mi
vida se sucedieran en París, pero efectivamente así fue. La primera se produjo en el invierno de 1935,
cuando yo era un muchacho de 24 años. Desde 1930 milité en la Juventud Comunista, cuando la
dictadura del general Uriburu. Abandoné estudios, familia y mis comodidades burguesas. Viví con
nombre supuesto en La Plata, en cuyos suburbios estaban los dos frigoríficos más grandes del país,
donde se explotaba despiadadamente a toda clase de inmigrantes, que vivían amontonados en tugurios
de zinc, rodeados de pantanos de aguas podridas. Repartíamos manifiestos, participábamos de la
organización de huelgas. Hacia 1933 fui ya secretario de la Juventud Comunista, cuando habían
empezado mis dudas sobre el estalinismo, y entonces resolvieron mandarme a las Escuelas Leninistas
de Moscú, a purificarme. Si hubiese ido, no habría vuelto jamás vivo. Tenía que pasar previamente por
Ø Su obra literaria (pues escribió ensayos filosóficos también) se reduce a tres libros que se
estructuran como una trilogía, sin que por eso ninguna pierda su autonomía como novela.
Ø El núcleo de esta trilogía es la búsqueda de la identidad del individuo, mostrada a través de
personajes desadaptados.
o El túnel (1948). Juan Pablo Castel, personaje impulsivo y analítico hasta la exasperación, se
enamora de María Iribarne. Su romance está lleno de altibajos patéticos que terminan con el
asesinato de ella a manos de Juan Pablo.
o Sobre héroes y tumbas (1961) Martín del Castillo se busca a sí mismo a través de varias
relaciones conflictivas. Tiene una especie de visión cuando entierran al héroe nacional Lavalle.
o Abaddón el exterminador (1974) Una metáfora de la lucha entre el bien y el mal en la ciudades
argentinas. Sábato se introduce como personaje en esta novela, con el nombre Sabato.
EL TÚNEL (Resumen)
Juan Pablo Castel está en prisión y desde ahí se propone a contar la historia de su crimen: el
asesinato de María Iribarne. Sin embargo, en vez de ir al grano, empieza contando su inusual manera
de pensar: es misántropo, misógino, vanidoso, analiza cada situación hasta en los detalles más
escabrosos y siente que esa es su principal virtud.
Conoció a María en una exposición de pintura. Ante el cuadro "Maternidad" de Juan Pablo, todos
veían lo mismo, solo María captó una escena casi oculta en el cuadro: una ventanita por donde se veía a
una mujer sola sentada en la playa, mirando al vacío. Juan Pablo se emociona, siente que esa mujer es
especial, pero el miedo de hablarle se junta con el miedo de perderla y cuando reacciona, ella se ha
perdido en la multitud.
Pasa tres meses angustiado, barajando posibilidades para encontrarla nuevamente: buscarla en
exposiciones de pintura, ser presentados por un amigo en común, encontrarla en la calle e iniciar una
conversación (o que sea ella quien la inicie). Sin embargo, ninguno de sus cálculos le sirvió de algo
porque cuando la vio, caminando por la acera opuesta, las ideas se le revolvieron en la cabeza y solo
atinó a seguirla. Ella entró en el edificio de la Compañía T (había un gran letrero en la puerta con ese
nombre) y le pregunta:
Ella le contesta que sí pero al verlo se sonroja y huye. Juan Pablo decide esperarla pues, luego de
un profundo análisis, descubre que tiene más opciones de hallarla si la espera. Pero no la encontró sino
hasta el día siguiente. Juan Pablo la cogió del brazo y la llevó a una banca donde hablaron, él la
presiona diciéndole que la necesita, le habla de la ventanita, de cómo se siente él. María repite
constantemente que no quiere una relación porque terminará haciéndole daño.
Esa noche Juan Pablo la llama por teléfono y siente que en su manera de hablar hay algo
sospechoso. Al día siguiente, cuando va a buscarla, se encuentra con sus esposo (del cual ella nunca le
había hablado). María había ido a su casa de playa y había dejado una carta con el marido (que era
ciego). La carta tenía solo una línea: "Yo también pienso en usted".
Juan Pablo analiza a fondo la situación: si ella piensa en él, ¿por qué hizo que conociera a su
marido?, además, ¿por qué su marido le entregaba la carta sin hacerle ninguna pregunta?, ¿era que,
tal vez, hacían eso a menudo?, ¿acaso eran un matrimonio enfermizo que disfrutaba con esa escenas?
María le envía una carta desde la casa de playa, una carta que reafirma la relación amorosa que
empiezan a vivir ambos. Cuando ella regresa, se encuentran nuevamente en el mismo parque y tienen
su primera discusión fuerte: Juan Pablo prendía unos fósforos y entre los destellos y las sombras que
quedaban al apagarse estos, creyó ver que María se reía de él cuando él le expresaba sus
sentimientos. Sin embargo, no tenía pruebas concretas de que se reía (pruebas para convencer a ella,
pues él estaba totalmente seguro de que se estaba riendo). Esa duda le remordió siempre, la duda de
estar con una hipócrita.
En otro momento Juan Pablo le interroga sobre su esposo y sobre por qué no usa su apellido de
soltera. El interrogatorio se vuelve morboso, Juan Pablo le pregunta si se acuesta con él y termina
diciendo que es repugnante que ella engañe a un ciego y que se acueste con él por compasión. Ella, muy
molesta, lo deja y se retira. Juan Pablo se emborracha esa noche y esta a punto de suicidarse. Esa
noche sueña que un brujo lo convierte en pájaro y que nadie nota su transformación
A la mañana siguiente llama a María, pero ella ha ido nuevamente a la casa de playa. Pero en una carta,
ella lo invita. Juan Pablo se emociona y piensa en una reconciliación, pero cuando baja del tren no ve a
María, sino a un coger enviado por ella. Eso lo enoja y llega de mal humor. Ya en la casa, conoce a los
primos de María: Hunter y Mimí. Juan Pablo recobra un poco de su buen humor pues ve que los primos
son estúpidos y siente que María no puede prestar atención a gente así y que por eso lo ha llamado.
María aparece, le dice a Juan Pablo que le muestre sus pinturas (pinturas que no existían, era solo
una excusa para separarse de los primos) y suben al cuarto de ella. Por la tarde van a la playa y en una
escena bastante romántica, se declaran su amor.
Sin embargo, las ilusiones de Juan Pablo desaparecieron al volver a la casa. El primo Hunter
estaba molesto con María y Juan Pablo pensó que eran celos y que si él tenía celos de María es porque
algo había entre los dos. Cree que es por eso que María va tan seguido a verlo y, muy enojado,
abandona en secreto la casa de playa.
Ya en la ciudad le escribe una carta insultante a María, pero se arrepiente después de enviarla por
correo. Discute con la empleada pero no consigue que le devuelvan la carta. Luego llama por teléfono a
María, discuten, él amenaza con suicidarse.
Esa noche Juan Pablo llevó una prostituta a su taller. Mientras fornica con ella, le parece ver que
ella tiene una expresión parecida a la de María. Su cerebro automáticamente empieza a analizar la
situación. Piensa que si la prostituta finge (pues cobra por tener sexo) el gesto de placer que hace
también es fingido, y si se parece tanto al gesto de María es porque el de ella también es fingido.
Termina pensando que María es una puta. En su rabieta bota a patadas a la muchacha de su taller.
Cuando María regresa de la casa de playa, conversa con Juan Pablo por teléfono y quedan para
verse al día siguiente a las cinco en La Recoleta. Pero, al día siguiente, María no llega a la cita. Cuando
Juan Pablo telefonea a su casa, la empleada le dice que María ha salido urgentemente a la casa de
playa. La ira de Juan Pablo no puede contenerse, busca a un amigo suyo y le pide su auto; luego va a su
casa y destruye sus cuadros, toma un cuchillo y sale para la casa de playa.
Maneja a ciento treinta kilómetros por hora, llega a la casa y se oculta para no ser visto. Llovía,
sentía una angustia infinita de pensar que María sabía (claro que lo sabía pues habían quedado en
verse) que él estaba sufriendo por ella; pero ella, muy tranquila, iba a ver a su primo. Eran amantes,
no cabía duda. En eso los ve pasar cogidos de la mano. Juan Pablo se siente desfallecer. Hunter y
LECTURA
EL TÚNEL
(FRAGMENTO)
I
Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el
proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.
Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad, siempre he
pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana.
La frase «todo tiempo pasado fue mejor» no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que
—felizmente— la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal;
yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría
decir que «todo tiempo pasado fue peor», si no fuera porque el presente me parece tan horrible como
el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que
la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza. ¡Cuántas
veces he quedado aplastado durante horas, en un rincón oscuro del taller, después de leer una noticia
en la sección policial! Pero la verdad es que no siempre lo más vergonzoso de la raza humana aparece
allí; hasta cierto punto, los criminales son gente más limpia, más inofensiva; esta afirmación no la hago
porque yo mismo haya matado a un ser humano: es una honesta y profunda convicción. ¿Un individuo es
pernicioso? Pues se lo liquida y se acabó. Eso es lo que yo llamo una buena acción. Piensen cuánto peor
es para la sociedad que ese individuo siga destilando su veneno y que en vez de eliminarlo se quiera
contrarrestar su acción recurriendo a anónimos, maledicencia y otras bajezas semejantes. En lo que a
mí se refiere, debo confesar que ahora lamento no haber aprovechado mejor el tiempo de mi libertad,
liquidando a seis o siete tipos que conozco.
Que el mundo es horrible, es una verdad que no necesita demostración. Bastaría un hecho para
probarlo, en todo caso: en un campo de concentración un ex pianista se quejó de hambre y entonces lo
obligaron a comerse una rata, pero viva.
No es de eso, sin embargo, de lo que quiero hablar ahora; ya diré más adelante, si hay ocasión, algo
más sobre este asunto de la rata.
II
Como decía, me llamo Juan Pablo Castel. Podrán preguntarse qué me mueve a escribir la historia
de mi crimen (no sé si ya dije que voy a relatar mi crimen) y, sobre todo, a buscar un editor. Conozco
bastante bien el alma humana para prever que pensarán en la vanidad. Piensen lo que quieran: me
importa un bledo; hace rato que me importan un bledo la opinión y la justicia de los hombres.
Supongan, pues, que publico esta historia por vanidad. Al fin de cuentas estoy hecho de carne,
huesos, pelo y uñas como cualquier otro hombre y me parecería muy injusto que exigiesen de mí,
precisamente de mí, cualidades especiales; uno se cree a veces un superhombre, hasta que advierte
que también es mezquino, sucio y pérfido. De la vanidad no digo nada: creo que nadie está desprovisto
de este notable motor del Progreso Humano. Me hacen reír esos señores que salen con la modestia de
Einstein o gente por el estilo; respuesta: es fácil ser modesto cuando se es célebre; quiero decir
parecer modesto. Aun cuando se imagina que no existe en absoluto, se la descubre de pronto en su
Sin embargo, no relato esta historia por vanidad. Quizá estaría dispuesto a aceptar que hay algo
de orgullo o de soberbia. Pero ¿por qué esa manía de querer encontrar explicación a todos los actos
de la vida? Cuando comencé este relato estaba firmemente decidido a no dar explicaciones de ninguna
especie. Tenía ganas de contar la historia de mi crimen, y se acabó: al que no le gustara, que no la
leyese. Aunque no lo creo, porque precisamente esa gente que siempre anda detrás de las
explicaciones es la más curiosa y pienso que ninguno de ellos se perderá la oportunidad de leer la
historia de un crimen hasta el final.
Podría reservarme los motivos que me movieron a escribir estas páginas de confesión; pero como
no tengo interés en pasar por excéntrico, diré la verdad, que de todos modos es bastante simple:
pensé que podrían ser leídas por mucha gente, ya que ahora soy célebre; y aunque no me hago muchas
ilusiones acerca de la humanidad en general y de los lectores de estas páginas en particular, me anima
la débil esperanza de que alguna persona llegue a entenderme. AUNQUE SEA UNA SOLA PERSONA.
«¿Por qué —se podrá preguntar alguien— apenas una débil esperanza si el manuscrito ha de ser
leído por tantas personas? Este es el género de preguntas que considero inútiles. Y no obstante hay
que preverlas, porque la gente hace constantemente preguntas inútiles, preguntas que el análisis más
superficial revela innecesarias. Puedo hablar hasta el cansancio y a gritos delante de una asamblea de
cien mil rusos:nadie me entendería. ¿Se dan cuenta de lo que quiero decir?
Existió una persona que podría entenderme. Pero fue, precisamente, la persona que maté.
III
Todos saben que maté a María Iribarne Hunter. Pero nadie sabe cómo la conocí, qué relaciones
hubo exactamente entre nosotros y cómo fui haciéndome a la idea de matarla. Trataré de relatar
todo imparcialmente porque, aunque sufrí mucho por su culpa, no tengo la necia pretensión de ser
perfecto.
En el salón de Primavera de 1946 presenté un cuadro llamado Maternidad. Era por el estilo de
muchos otros anteriores: como dicen los críticos en su insoportable dialecto, era sólido, estaba bien
arquitecturado. Tenía, en fin, los atributos que esos charlatanes encontraban siempre en mis telas,
incluyendo «cierta cosa profundamente intelectual». Pero arriba, a la izquierda, a través de una
ventanita, se veía una escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era
1. Investiga el nombre de otro libro en el que el tema principal sean los celos.
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2. ¿Cuál es el nombre del cuento de Borges donde existe un punto desde el que se miran todos los
puntos del planeta?
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EL INDIGENISMO
PERUANO
Contrario a la corriente "indianista", que ve al indio como espectáculo, como motivo de explotación
literaria, surge el "Indigenismo revolucionario", que ve al indio como problema.
Es una vertiente de la literatura hispanoamericana inspirada en el mundo andino. Si bien el tema
del indio había sido tratado anteriormente en la literatura peruana (Clorinda Matto de Turner,
Manuel González Prada, Mariano Melgar), es en estos años (1930 - 1940) cuando surge el Indigenismo.
• Niega las formas románticas o idealistas de la literatura anterior, en las que el indio
aparecía como un ser exótico, pintoresco, o era tratado de un modo sentimental o paternalista;
a veces era angelical, a veces malvado, pero siempre era un personaje idealizado, borroso y
poco logrado.
• Expresa "desde adentro", desde el propio mundo narrado, una proximidad con el habitante de
la sierra: conoce de cerca sus costumbres, su cultura, su lenguaje y su forma de pensar.
II. Representantes:
Enrique López Albújar ocupa un lugar importante en el desarrollo de la nueva narrativa peruana,
junto a Clemente Palma, Ventura García Calderón y Abraham Valdelomar. López Albújar nació en
Chiclayo, pasó su infancia en Piura y terminó la secundaria en Lima. Estudió leyes en la Universidad
de San Marcos y estuvo preso por sus ideas políticas en contra del gobierno pierolista. Regresa a
Piura y en 1916 será nombrado juez en Huánuco (su carrera jurídica y literaria fueron a la par
durante su vida). Para 1931 viaja a Tacna donde continúa con su carrera de juez y en 1954 vuelve a
Lima. Morirá, casi centenario, en 1966.
Sus obras narrativas más importantes son Matalaché (1928) centrada en la esclavitud de los
negros y los volúmenes de cuentos Cuentos andinos (1920) y Nuevos cuentos andinos (1937).En el
libro de 1920 aparecen dos cuentos clásicos en nuestra literatura: Ushanan Jampi cuenta el
destierro del abigeo Cunce Maille por el tribunal de los yayas; sin embargo, Cunce regresa y el pueblo
—de forma cruda y desalmada— le aplica la justicia popular; y, El campeón de la muerte que tiene
como personaje principal al illapaco (asesino a sueldo) Juan Jorge que mata, por encargo del Tucto, a
Hilario Crispín, hombre sin escrúpulos que había matado a la hija del viejo Tucto, Faustina.
LECTURA
USHANAN JAMPI
(cuento)
—Ya hemos chacchado bastante. La coca nos aconsejará en el momento de la justicia. Ahora
bebamos para hacerlo mejor.
Y todos, servidos por un decurión, fueron vaciando a grandes tragos un enorme vaso de
chacta.
—Que traigan a Cunce Maille -ordenó Huacachino una vez que todos terminaron de beber.
Una vez libre Maille, se cruzó los brazos, irguió la desnuda y revuelta cabeza, desparramo
sobre el consejo una mirada sutilmente desdeñosa y esperó.
—¡Perro! -gritó Maille, encarándose ferozmente a Huaylas-. Tan ladrón tú como Ponciano.
Todo lo que tú vendes es robado. Aquí todos se roban.
Ante tal imputación, los yayas, que al parecer dormitaban, hicieron un movimiento de
impaciencia al mismo tiempo que muchos individuos del pueblo levantaban sus garrotes en son de
protesta y los blandían gruñendo rabiosamente. Pero el jefe del tribunal, más inalterable que nunca,
después de imponer silencio con gesto imperioso, dijo:
—Cunce Maille, has dicho una brutalidad que ha ofendido a todos. Podríamos castigarte
entregándote a la justicia del pueblo, pero sería abusar de nuestro poder.
Y dirigiéndose al agraviado José Ponciano, que, desde uno de los extremos de la mesa, miraba
torvamente a Maille, añadió:
Muchas voces contestaron a un tiempo que la conocían y que podría costar realmente los
treinta soles que le había fijado su dueño.
—Tienes ganado, tienes tierras, tienes casa. Se te embargara uno de tus ganados, y como tú
no puedes seguir aquí porque es la tercera vez que compareces ante nosotros por ladrón, saldrás de
Chupán inmediatamente y para siempre. La primera vez te aconsejamos lo que debías hacer para que
te enmendaras y volvieras a ser hombre de bien. No has querido. Te burlaste del yaachischum. La
segunda tratamos de ponerte bien con Felipe Tacuche, a quien le robaste diez carneros. Tampoco
hiciste caso del allí-achiscum, pues no has querido reconciliarte con tu agraviado y vives
amenazándole constantemente... Hoy le ha tocado a Ponciano ser el perjudicado y mañana quién sabe a
quién le tocará. Eres un peligro para todos. Ha llegado el momento de botarte y aplicarte el
jitarishum. Vas a irte para no volver más. Si vuelves, ya sabes lo que te espera: te cogemos y te
aplicamos ushanan-jampi. ¿Has oído bien, Cunce Maille?
Maille se encogió de hombros, miró al tribunal con indiferencia, echó mano al huallqui, que por
milagro había conservado en la persecución, y sacando un poco de coca se puso a chacchar lentamente.
El presidente de los yayas, que tampoco se inmutó por esta especie de desafío del acusado,
dirigiéndose a sus colegas, volvió a decir:
Después, levantándose y dirigiéndose al pueblo, añadió con voz más alta que la empleada
hasta entonces:
—Este hombre que ven aquí es Cunce Maille, a quien vamos a botar de la comunidad por
ladrón. Si alguna vez se atreve a volver a nuestras tierras, cualquiera de los presentes podrá matarle.
No lo olviden. Decuriones, cojan a ese hombre y sígannos.
—¡Ysmayta-micuy!
Y de cuatro saltos salvó las aguas del Chillán y desapareció entre los matorrales de la banda
opuesta, mientras los perros, alarmados de ver a un hombre que huía y excitados por el largo silencio,
se desquitaban ladrando furiosamente, sin atreverse a penetrar en las cristalinas y bullicosas aguas
del riachuelo.
Si para cualquier hombre la expulsión es una afrenta, para un indio, y un indio como Cunce
Maille, la expulsión de la comunidad significa todas las afrentas posibles, el resumen de todos los
dolores frente a la pérdida, de todos los bienes: la choza, la tierra, el ganado, el jirca y la familia.
Sobre todo, la choza.
El jitarishum es la muerte civil del condenado, una muerte de la que jamás se vuelve a la
rehabilitación; que condena al indio al ostracismo perpetuo y parece marcarle con un signo que le
cierra para siempre las puertas de la comunidad. Se le deja solamente la vida para que vague con ella
a cuestas por quebradas, cerros, punas y bosques, o para que baje a vivir en las ciudades bajo la
férula del misti; lo que para un indio altivo y amante de las alturas es un suplicio y una vergüenza.
Y Cunce Maille, dada su naturaleza rebelde y combativa, jamás podría resignarse a la
expulsión que acababa de sufrir. Sobre todo, había dos fuerzas que le atraían constantemente a la
tierra perdida: su madre y su choza. ¿Qué iba a ser de su madre sin él? Este pensamiento le irritaba
y le hacía concebir los más inauditos proyectos. Y exaltado por los recuerdos, nostálgico y cargado su
A pesar de su valentía comprobada cien veces, Maille, al pisar la tierra prohibida, sintió como
una mano que le apretaba el corazón, y tuvo miedo. ¿Miedo de qué? ¿De la muerte? ¿Pero qué podría
importarle la muerte a él, acostumbrado a jugarse la vida por nada? ¿Y no tenía para eso su carabina
y sus cien tiros? Lo suficiente para batirse con Chupán entero y escapar cuando se le antojara.
Y el indio, con el arma preparada, avanzó cauteloso auscultando todos los ruidos, oteando los
matorrales, por la misma senda de los despeñaderos y de los cactos tentaculares y amenazadores
como pulpos, especie de vía crucis, por donde solamente se atrevían a bajar, pero nunca a subir, los
chupanes, por estar reservada para los grandes momentos de su feroz justicia. Aquello era como la
roca Tarpea del pueblo.
Maille salvó todas las dificultades de la ascención y, una vez en el pueblo, se detuvo frente a
una casucha y lanzó un grito breve y gutural, lúgubre, como el gruñido de un cerdo dentro de un
cántaro. La puerta se abrió y dos brazos se enroscaron al cuello del proscrito, al mismo tiempo que
una voz decía:
—Entra, guagua-yau, entra. Hace muchas noches que tu madre no duerme esperándote. ¿Te
habrían visto?
Pero el gran consejo de los yayas, sabedor por experiencia propia de lo que el indio ama su
hogar, del gran dolor que siente cuando se ve obligado a vivir fuera de él, de la rabia que se adhiere a
todo lo suyo, hasta el punto de morirse de tristeza cuando le falta poder para recuperarlo, pensaba:
Maille volverá cualquier noche de éstas; Maille es audaz, no nos teme, nos desprecia, y cuando él
siente el deseo de chacchar bajo su techo y al lado de la vieja Nastasia, no habrá nada que lo
detenga.
Y los yayas pensaban bien. La choza sería la trampa en que habría de caer alguna vez el
condenado. Y resolvieron vigilarla día y noche, por turno, con disimulo y tenacidad verdaderamente
indios.
Por eso aquella noche, apenas Cunce Maille penetró a su casa, un espía corrió a comunicar la
noticia al jefe de los yayas.
—Cunce Maille ha entrado a su casa, taita Nastasia le ha abierto la puerta -exclamó
palpitante, emocionado, estremecido aún por el temor, con la cara de un perro que viera a un león de
repente.
—¿Está armado?
—Con carabina, taita. Si vamos a sacarlo, iremos todos armados. Cunce es malo y tira bien.
Y la noticia se esparció por el pueblo eléctricamente... "¡Ha llegado Cunce Maille! ¡Ha llegado
Cunce Maille!" era la frase que repetían todos estremeciéndose. Inmediatamente se formaron grupos.
Los hombres sacaron a relucir sus grandes garrotes -los garrotes de los momentos trágicos-; las
mujeres, en cuclillas, comenzaron a formar ruedas frente a la puerta de sus casas, y los perros,
inquietos, sacudidos por el instinto, a llamarse y dialogar a la distancia.
—¿Oyes, Cunce? -murmuró la vieja Nastasia, que, recelosa y con el oído pegado a la puerta,
no perdía el menor ruido, mientras aquél, sentado sobre un banco, chacchaba impasible, como olvidado
Pero Maille era demasiado receloso y astuto, como buen indio, para fiarse de este silencio.
Ordenóle a su madre pasar a la otra habitación y tenderse boca abajo; dio en seguida un paso atrás,
para tomar impulso, y de un gran salto al sesgo salvó la puerta y echó a correr como una exhalación.
Sonó una descarga y una lluvia de plomo acribilló la puerta de la choza, al mismo tiempo que
innumerables grupos de indios armados de todas armas, aparecían por todas partes gritando:
Maille apenas logró correr unos cien pasos, pues otra descarga, que recibió de frente, le
obligó a retroceder y escalar de cuatro saltos felinos, el aislado campanario de la iglesia, desde
donde, resueltó y feroz, empezó a disparar certeramente sobre los primeros que intentaron
alcanzarle.
Entonces comenzó algo jamás visto por esos hombres rudos y acostumbrados a todos los
horrores y ferocidades; algo que, iniciado con un reto, llevaba trazas de acabar en una heroicidad
monstruosa, épica, digna de la grandeza de un canto.
A cada diez tiros de los sitiadores, tiros inútiles, de rifles anticuados, de escopetas
inválidas, hechos por manos temblorosas, el sitiado respondía con uno invariablemente certero, que
arrancaba un lamento y cien alaridos. A las dos horas había puesto fuera de combate a uan docena de
asaltantes, entre ellos a un yaya, lo que había enfurecido al pueblo entero.
—¡Tomen, perros! -gritaba Maille a cada indio que derribaba-. Antes que me cojan mataré a
cincuenta perros chupanes. ¿Dónde está Marcos Huacachino? ¿Quiere un poquito de cal para su boca
con esta shipina?
Y la shipina era el cañón del arma, que amenazadora y mortífera, apuntaba en todo sentido.
Ante todo horror, que parecía no tener término, los yayas, después de larga deliberación,
resolvieron tratar con el rebelde. El comisionado debería comenzar por ofrecerle todo, hasta la vida,
que, una vez abajo y entre ellos, ya se vería cómo eludir la palabra empeñada. Para esto era necesario
un hombre animoso y astuto como Maille, y de palabra capaz de convencer al más desconfiado.
Alguien señaló a José Facundo. "Verdad -exclamaron los demás-. Facundo engaña al zorro
cuando quiere y hace bailan al jirca más furioso".
Cunce Maille le dejó llegar y una vez que lo vio sentarse en el primer escalón de la gradería le
preguntó:
—No; yayas me encargan decirte que si quieres te abrazarán y beberán contigo un trago de
chacta en el mismo jarro y te dejarán salir con la condición de que no vuelvas más.
Ushanan-jampi igual para todos; pero se olvidará esta vez para ti. Están asombrados de tu
valentía.
Han preguntado a nuestro gran jirca-yayag y él ha dicho que no te toquen. También catipado y la coca
les ha dicho lo mismo. Están pesarosos.
Cunce Maille vaciló, pero comprendiendo que la situación en que se encontraba no podía
continuar indefinidamente, que al fin, llegaría el instante en que habría de agotársele la munición y
vendría el hambre, acabó por decir, al mismo tiempo que bajaba:
—No quiero abrazos ni chacta. Que vengan aquí todos los yayas desarmados y, a veinte pasos
de distancia, juren por nuestro jirca que me dejarán partir sin molestarme.
Lo que pedía Maille era una enormidad, una enormidad que Facundo no podía prometer, no
sólo porque no estaba autorizado para ello sino porque ante el poder dle ushanan-jampi no había
juramento posible.
Facundo vaciló también, pero su vacilación fue cosa de un instante. Y, después de reír con
gesto de perro a quien le hubiesen pisado la cola, replicó:
—He venido a ofrecerle lo que pides. Eres como mi hermano y yo le ofrezco lo que quiero a mi
hermano.
—Y, abriendo los brazos, añadió:
—Cunce, ¿no habrá para tu hermano Facundo un abrazo? Yo no soy yaya. Quiero tener el
orgullo de decirle mañana a todo Chupán que me he abrazado con un valiente como tú.
Maille desarrugó el ceño, sonrió ante la frase aduladora y, dejando su carabina a un lado, se
precipitó a los brazos de Facundo. El choque fue terrible. En vez de un estrechón efusivo y breve, lo
que sintió Maille fue el enroscamiento de dos brazos musculosos, que amenazaban ahogarle. Maille
comprendió instantáneamente el lazo que se le había tendido, y, rápido como el tigre, estechó más
fuerte a su adversario, levantóle en peso e intentó escalar con él el campanario. Pero al poner pie en
el primer escalón, Facundo, que no había perdido la serenidad, con un brusco movimiento de riñones
hizo perder a Maille el equilibrio, y ambos rodaron por el suelo, escupiéndose injurias y amenazas.
Después de un violento forcejeo, en que los huesos crujían y los pechos jadeaban, Maille logró quedar
encima de su contendor.
—¡Perro, más perro que los yayas -exclamó Maille, trémulo de ira-; te voy a retacear allá
arriba, después de comerte la lengua.
—¡Calla, traidor!, volvió a rugir Maille, dándole un puñetazo feroz en la boca, y cogiendo a
Facundo por la garganta se la apretó tan profundamente que le hizo saltar la lengua lívida, viscosa,
enorme, vibrante como la cola de un pez cogido por la cabeza, a la vez que entornaba los ojos y una
gran conmoción se deslizaba por su cuerpo como una onda.
Maille sonrió satánicamente; desenvainó el cuchillo, cortó de un tajo la lengua de su víctima y
se levantó con intención de volver al campanario. Pero los sitiadores, que aprovechando el tiempo que
había durado la lucha, lo habían estrechamente rodeado, se lo impidieron. Un garrotazo en la cabeza
lo aturdió; una puñalada en la espalda lo hizo tambalear; una pedrada en el pecho obligóle a soltar el
cuchillo y llevarse las manos a la herida. Sin embargo, aún pudo reaccionar y abrirse paso a puñadas y
puntapiés y llegar, batiéndose en retirada, hasta su casa. Pero la turba que lo seguía de cerca,
penetró tras él en el momento en que el infeliz caía en los brazos de su madre. Diez puñales se le
hundieron en el cuerpo.
—¡No le hagan así, taitas, que el corazón me duele! -gritó la vieja Nastasia, mientras,
salpicado el rostro de sangre, caía de bruces, arrastrada por el desmadejado cuerpo de su hijo y por
el choque de la feroz acometida. Entonces desarrollóse una escena horripilante, canibalesca. Los
cuchillos, cansados de punzar, comenzaron a tajar, a partir, descuartizar. Mientras una mano
arrancaba el corazón y otra los ojos, ésta cortaba la lengua y aquélla vaciaba el vientre de la víctima.
Y todo esto acompañado de gritos, risotadas, insultos e imprecaciones, coreados por los feroces
ladridos de los perros, que, a través de las piernas de los asesinos, daban grandes tarascadas al
cadáver y sumergían ansiosamente los puntiagudos hocicos en el charco sangriento.
Inmediatamente se le anudó una soga al cuello y comenzó el arrastre. Primero por el pueblo,
para que, según los yayas, todos vieran cómo se cumplía el ushanan-jampi, después por la senda de los
cactos.
Cuando los arrastradores llegaron al fondo de la quebrada, a las orillas del Chillán, sólo
quedaba de Cunce Maille la cabeza y un resto de espina dorsal. Lo demás quedóse entre los cactos, las
puntas de las rocas y las quijadas insaciables de los perros.
Seis meses después, todavía podía verse sobre el dintel de la puerta de la abandonada y
siniestra casa de los Maille, unos colgajos secos, retorcidos, amarillentos, grasos, a manera de
guirnaldas; eran los intestinos de Cunce Maille, puestos allí por mandato de la justicia implacable de
los yayas.
1. ¿De qué manera, Enrique López Albújar, genera un ambiente hostil y tétrico en su cuento?
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a) Sobre su vida:
b) Sobre su obra:
Posiblemente, el libro más hermoso de nuestra literatura y, sin duda, el más reconocido fuera del
Perú. Es una novela de dimensiones épicas, grandiosas.
Esta novela, cómica por momentos, tierna en algunas páginas, exótica en otras y conmovedora en
su totalidad, ganó en 1941, el Concurso Latinoamericano de Novela de la Editorial Farrar and
Argumento
La Comunidad de Rumi es gobernada sabiamente por el alcalde Rosendo Maqui y los pobladores no
pretenden cambiar de alcalde por mucho tiempo. Maqui debe luchar contra el hacendado Álvaro
Amenábar que quiere arrebatarle su pueblo con triquiñuelas legales. Los comuneros de Rumi son
analfabetos e ignorados por los gobiernos por lo que su lucha contra Amenábar es infructuosa.
Contratan los servicios del abogado Bisckmar Ruiz, pero él no se interesaba por su caso sino que les
sacaba todo el dinero que podía para sus borracheras y para engreír a su amante. Poco antes del
juicio en el que se decidiría la propiedad de la hacienda de Rumi, suceden tres hechos que dejan
desamparados a los comuneros: Primero, un mercachifle que se hace llamar el Mágico Contreras
aparece en el pueblo y anota los nombres de todos los que poseen escopetas con la excusa de que
quiere comprar una, pero a los pocos días llegan guardias y, con la lista en mano, les arrebatan las
escopetas y dejan a los comuneros desarmados e indefensos ante cualquier ataque; Segundo,
Bisckmar Ruiz se deja sobornar por Álvaro Amenábar y abandona la defensa de los comuneros;
Tercero, el testigo para el juicio, Jacinto Prieto, es llevado a prisión en la víspera del juicio acusado
de intento de asesinato en contra de el Zurdo, individuo contratado por Álvaro Amenábar para
entrampar a Jacinto Prieto.
Los comuneros deben decidir si quedarse en la comunidad (Álvaro Amenábar les había comunicado
que les permitía quedarse en su pueblo si ellos trabajaban para él; lo que en realidad quería no era
tierras sino esclavos) o buscar un nuevo lugar donde vivir. En la asamblea deciden escapar y morir de
hambre antes que morir de esclavos, así que preparan sus cosas para irse a un nuevo lugar. El único
lugar que les quedaba era la puna y, aunque el clima era muy duro, se arriesgaron a mudarse e iniciar
una nueva Comunidad, ahora en Yanañahui (Rumi le pertenecía ya a Amenábar).
El día del desalojo, Amenábar queda ofuscado al ver que los indios no le rogaron que les permita
quedarse, sino que se iban sin prestarle atención, eso lo humilló hasta hacerlo estallar en ira. Un
comunero arroja una piedra desde un cerro y mata a Roque Iñiguez; Álvaro Amenábar contesta
sacando una ametralladora y disparando a todo lo que se mueva, por suerte, los comuneros estaban
lejos ya.
La vida en Yanañahui era muy dura, una noche hubo tormenta y varios animales murieron y otros
escaparon. En la búsqueda de un toro, Rosendo Maqui llega a los establos de Álvaro Amenábar y es
llevado a prisión acusado de robo. En la cárcel lo encierran en la misma celda del Fiero Vasquez, un
bandolero que era amigo de la comunidad. El Fiero tenía un plan preparado para escapar, pero Rosendo
no quiso participar de él por miedo a que tomen represalias contra la comunidad. Cuando el Fiero
escapa los guardias le piden explicaciones a Rosendo y como él responde que estuvo durmiendo y no
sabe nada de la fuga, lo golpean con las culatas de sus fusiles hasta asesinarlo.
El nuevo alcalde de la Comunidad será Clemente Yacu hasta que regresa de Lima Benito Castro,
hijo adoptivo de Rosendo Maqui, que no sabía del final de Rumi y de su padre. Benito Castro será
alcalde después de Clemente Yacu y Yanañahui, con su nuevo gobernante, prospera rápidamente y los
niños se acostumbran a ella pues no tienen el amargo recuerdo del desalojo, así que los adultos están
tranquilos pues saben que las nuevas generaciones tienen un lugar donde vivir. Sin embargo, la sombra
del tirano Álvaro Amenábar vuelve a aparecer para arrebatarles su nuevo pueblo. Los comuneros
deciden huir nuevamente, tal como lo hicieron en los tiempos de Rosendo Maqui, pero Benito Castro es
terminante y pide que luchen para defenderse. Los comuneros dicen que no es necesario derramar
sangre, que huyan, que el mundo es ancho. Benito Castro les responde que sí, que el mundo es ancho,
"pero ajeno" y lo mismo nos quitarán el nuevo lugar a donde vayamos hasta que defendamos lo que nos
pertenece.
Llega el día del desalojo, los comuneros se han armado y Amenábar llega con sus guardias y su
maldita ametralladora. Caen comuneros en la balacera, caen guardias también, hasta que Amenábar
manda instalar la ametralladora. La novela tiene un final triste: las balas de la ametralladora cobran
las vidas de los comuneros que mueren heroicamente en la defensa de su pueblo.
LECTURA
EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO
(fragmento)
Una vieja tenía una huerta en la que diariamente hacía perjuicios un conejo. La tal vieja, desde
luego, no sabía quién era el dañino. Y fue así como dijo: "Pondré una trampa". Puso la trampa y el
conejo cayó, pues llegó de noche y en la oscuridad no pudo verla. Mientras amanecía, el conejo se
lamentaba: "Ahora vendrá la vieja. Tiene muy mal genio y quién sabe me matará". En eso pasó por ahí
un zorro y vio al conejo. "¿Qué te pasa?", le preguntó riéndose. El conejo le respondió: "La vieja busca
marido para su hija y ha puesto trampa. Ya ves, he caído. Lo malo es que no quiero casarme. ¿Por qué
no ocupas mi lugar? La hija es buenamoza". El zorro pensó un rato y después dijo: "Tiene bastantes
gallinas". Soltó al conejo y se puso en la trampa. El conejo se fue y poco después salió la vieja de su
casa y acudió a ver la trampa: "¡Ah!, ¿conque tú eras?", dijo, y se volvió a la casa. El zorro pensaba:
"Seguramente vendrá con la hija". Al cabo de un largo rato, retornó la vieja, pero sin la hija y con un
fierro caliente en la mano. El zorro creyó que era para amenazarlo a fin de que aceptara casarse y se
puso a gritar: "¡Sí, me caso con su hija!".
La vieja se le acercó enfurecida y comenzó a chamuscarlo al mismo tiempo que decía: "¿Conque eso
quieres? Te comiste mi gallina ceniza, destrozas la huerta y todavía deseas casarte con mi hija...
Toma, toma..." Y le quemaba el hocico, el lomo, la cola, las patas, la panza. La hija apareció al oír el
alboroto y se puso a reír viendo lo que pasaba. Cuando el fierro se enfrió, la vieja soltó al zorro. "Ni
más vuelvas", le advirtió. El zorro dijo: "Quien no va a volver más es el conejo". Y se fue, todo rengo y
maltrecho.
Días van, días vienen... En una hermosa noche de luna, el zorro encontró al conejo a la orilla de un
pozo. El conejo estaba tomando agua. "¡Ah! —le dijo el zorro—, ahora caíste. Ya no volverás a
engañarme. Te voy a comer"... El conejo le respondió: "Está bien, pero primero ayúdame a sacar ese
queso que hay en el fondo del pozo. Hace rato que estoy bebiendo y no consigo terminar el agua". El
zorro miró, y sin notar que era el reflejo de la luna, dijo: "¡Que buen queso!" Y se puso a beber. El
conejo fingía beber en tanto que el zorro tomaba agua con todo empeño. Tomó hasta que se le hinchó
la panza, que rozaba el suelo. El conejo le preguntó: "¿Puedes moverte?" El zorro hizo la prueba y,
sintiendo que le era imposible, respondió: "No". Entonces el conejo fugó. Al amanecer se fue la luna y
el zorro se dio cuenta de que el queso no existía, lo que aumentó su cólera contra el conejo.
Días van, días vienen... El zorro encontró al conejo mientras este se hallaba mirando volar a un
cóndor: "Ahora sí que te como", le dijo. El conejo le contestó: "Bueno, pero espera a que el cóndor me
enseñe a volar. Me está dando lecciones»... El zorro se quedo viendo el gallardo vuelo del cóndor y
exclamó: "¡Es hermoso! ¡Me gustaría volar!" El conejo gritó: "Compadre cóndor, compadre cóndor..." El
cóndor bajó y el conejo le explicó que el zorro quería volar. El conejo guiñó un ojo. Entonces el cóndor
dijo: "Traigan dos lapas". Llevaron dos lapas, o sea, dos grandes calabazas partidas, y el cóndor y el
conejo las cosieron en los lomos del zorro. Después, el cóndor le ordenó: "Sube a mi espalda". El zorro
lo hizo y el cóndor levantó el vuelo. A medida que ascendía, el zorro iba amedrentándose y
preguntaba: "¿Me aviento ya?" Y el cóndor le respondía: "Espera un momento. Para volar bien se
necesita tomar altura". Así fueron subiendo hasta que estuvieron más alto que el cerro más alto.
Entonces el cóndor le dijo: "Aviéntate". El zorro se tiró, pero no consiguió volar, sino que descendía
verticalmente dando volteretas. El conejo, que lo estaba viendo, gritaba: "¡Mueve las lapas! ¡Mueve las
lapas!" El zorro movía las lapas, que se entrechocaban sonando: trac, trac, trac, trac, trac, pero sin
lograr sostenerlo. "¡Mueve las lapas!" seguía gritando el conejo. Hasta que el zorro cayó de narices en
un árbol. Esto impidió que se matara aunque siempre quedó rasmillado. Vio en el árbol un nido de
pajaritos y dijo: "Ahora me los comeré". Un zorzal llegó piando y le suplicó: "¡No los mates! ¡Son mis
hijos! Pídeme lo que quieras, pero no los mates"... Entonces el zorro pidió que le sacara las lapas y le
enseñara a silbar. El zorzal le sacó las lapas y sobre el silbo le dijo: "Tienes que ir donde el zapatero
para que te cosa la boca y te deje solo un agujerito. Llévale algo en pago del trabajo. Después te
enseñaré..." El zorro bajó del árbol y en un pajonal encontró una perdiz con sus crías. Atrapó dos y
siguió hacia el pueblo. La pobre perdiz se quedó llorando. El zapatero, que vivía en la entrada del
pueblo, recibió el obsequio y realizó el trabajo. Luego, según lo convenido, el zorzal dio las lecciones
necesarias. Y desde entonces el zorro, muy ufano, se pasaba la vida silbando. Olvidó que tenía que
Pero una vez que se repuso dijo: "Lo encontraré y comeré ahí mismo". Se dedicó a buscar al conejo día
y noche. Después de mucho tiempo pudo dar con él. El conejo estaba en un prado, tendido largo a
largo, tomando el sol. Cuando se dio cuenta de la presencia del zorro, ya era tarde para escapar.
Entonces continuó en esa posición y el zorro supuso que dormía: "¡Ah!, conejito —exclamó muy
satisfecho—, el que tiene enemigo no duerme. Ahora sí que te voy a comer". En eso, el conejo soltó un
cuezo. El zorro olió y muy decepcionado dijo: "¡Huele mal! ¡Cuántos días hará que ha muerto!" Y se
marchó. Desde entonces, el conejo vivió una existencia placentera y tranquila. Hizo una nueva choza y
se paseaba confiadamente por el bosque y los campos.
Días van, días vienen... días van, días vienen... El zorro lo distinguía por allí comiendo su yerba.
Entonces se decía: "Es otro". Y seguía su camino...
—Déjame contarte —le pidió un hombre llamado Remigio Garmendia a otro llamado Anselmo,
levantando la cara—.
Todos estos días, anoche, esta mañana, aún esta tarde, he recordado mucho… hay momentos en
que a uno se le agolpa la vida… Además, debes aprender. La vida, corta o larga, no es de uno
solamente.
Sus ojos diáfanos parecían fijos en el tiempo. La voz se le fraguaba hondo y tenía un rudo timbre
de emoción. Blandíanse a ratos las manos encallecidas.
—Yo nací arriba, en un pueblito de los Andes. Mi padre era carpintero y me mandó a la escuela.
Hasta segundo año de primaria era todo lo que había. Y eso que tuve suerte de nacer en el pueblo,
Esto en el caso de que los mismos no estén en favor del gobierno y sus autoridades, y callen cuanto
pueda perjudicarles. Mi padre tardó en desengañarse de reclamar lejos y estar yéndose por las
alturas, varios años.
Un día, a la desesperada, fue a sembrar la parte del panteón que aún no tenía cadáveres, para
afirmar su propiedad. Lo tomaron preso los gendarmes, mandados por el subprefecto en persona, y
estuvo dos días en la cárcel. Los trámites estaban ultimados y el terreno era de propiedad municipal
legalmente. Cuando mi padre iba a hablar con el síndico de Gastos del Municipio, el tipo abría el cajón
A los seis o siete años del despojo, mi padre se cansó hasta de cobrar. Envejeció mucho en
aquellos tiempos. Lo que más le dolía era el atropello. Alguna vez pensó en irse a Trujillo o a Lima a
reclamar, pero no tenía dinero para eso. Y cayó también en cuenta de que, viéndolo pobre y solo, sin
influencias ni nada, no le harían caso. ¿De quién y cómo valerse? El terrenito seguía de panteón,
recibiendo muertos. Mi padre no quería ni verlo, pero cuando por casualidad llegaba a mirarlo, decía:
«¡Algo mío han enterrado ahí también! ¡Crea usted en la justicia!» Siempre se había ocupado de que le
hicieran justicia a los demás y, al final, no la había podido obtener ni para él mismo. Otras veces se
quejaba de carecer de instrucción y siempre despotricaba contra los tiranos, gamonales, tagarotes y
mandones.
Yo fui creciendo en medio de esa lucha. A mi padre no le quedó otra cosa que su modesta
carpintería. Apenas tuve fuerzas, me puse a ayudarlo en el trabajo. Era muy escaso. En ese pueblito
sedentario, casas nuevas se levantarían una cada dos años. Las puertas de las otras duraban. Mesas y
sillas casi nadie usaba. Los ricos del pueblo se enterraban en cajón, pero eran pocos y no morían con
frecuencia. Los indios enterraban a sus muertos envueltos en mantas sujetas con cordel. Igual que
aquí en la costa entierran a cualquier peón de caña, sea indio o no. La verdad era que cuando nos
llegaba la noticia de un rico difunto y el encargo de un cajón, mi padre se ponía contento. Se alegraba
de tener trabajo y también de ver irse al hoyo a uno de la pandilla que lo despojó. ¿A qué hombre,
tratado así, no se le daña el corazón? Mi madre creía que no estaba bueno alegrarse debido a la
muerte de un cristiano y encomendaba el alma del finado rezando unos cuantos padrenuestros y
avemarías. Duro le dábamos al serrucho, al cepillo, a la lija y a la clavada mi padre y yo, que un cajón
de muerto debe hacerse luego. Lo hacíamos por lo común de aliso y quedaba blanco. Algunos lo querían
así y otros que pintado de color caoba o negro y encima charolado. De todos modos, el muerto se iba a
podrir lo mismo bajo al tierra, pero aun para eso hay gustos.
Una vez hubo un acontecimiento grande en mi casa y en el pueblo. Un forastero abrió una nueva
tienda, que resultó mejor que las otras cuatro que había. Mi viejo y yo trabajamos dos meses
haciendo el mostrador y los andamios para los géneros y abarrotes. Se inauguró con banda de música
y la gente hablaba del progreso. En mi casa hubo ropa nueva para todos. Mi padre me dio para que la
gastara en lo que quisiera, la mayor cantidad de plata que había visto en mis manos: dos soles. Con el
tiempo, la tienda no hizo otra cosa que mermar el negocio de las otras cuatro, nuestra ropa envejeció
y todo fue olvidado. Lo único bueno fue que yo gasté los dos soles en una muchacha llamada Eutimia,
así era el nombre, que una noche se dejó coger entre los alisos de la quebrada. Eso me duró. En
adelante no me cobró ya nada y si antes me recibió los dos soles, fue de pobre que era.
En la carpintería, las cosas siguieron como siempre. A veces hacíamos un baúl o una mesita o tres
sillas en un mes. Como siempre, es un decir. Mi padre trabajaba a disgusto. Antes lo había visto yo
gozarse puliendo y charolando cualquier obrita y le quedaba muy vistosa. Después ya no le importó y
como que salía del paso con un poco de lija. Hasta que al fin llegaba el encargo de otro cajón de
muerto, que era plato fuerte. Cobrábamos generalmente diez soles. Déle otra vez a alegrarse mi
padre, que solía decir: «¡Se fregó otro bandido, diez soles!»; a trabajar duro él y yo; a rezar mi
madre, y a sentir alivio hasta por las virutas. Pero ahí acababa todo. ¿Eso es vida? Como muchacho
que era, me disgustaba que en esa vida estuviera mezclada tanto la muerte.
La cosa fue más triste cada vez. En las noches, a eso de las tres o cuatro de la madrugada, mi
padre se echaba unas cuantas piedras bastante grandes a los bolsillos, se sacaba los zapatos para no
hacer bulla y caminaba medio agazapado hacia la casa del alcalde. Tiraba las piedras, rápidamente, a
diferentes partes del techo, rompiendo las tejas. Luego volvía a la carrera y, ya dentro de la casa, a
oscuras, pues no encendía luz para evitar sospechas, se reía. Su risa parecía a ratos el graznido de un
animal. A ratos era tan humana, tan desastrosamente humana, que me daba más pena todavía. Se
calmaba unos cuantos días con eso. Por otra parte, en la casa del alcalde solían vigilar. Como había
hecho incontables chanchadas, no sabía a quién echarle la culpa de las piedras. Cuando mi padre
Entonces atacaba la casa de quien odiaba más, el alcalde, para que el agua le dañara o, al caerles, los
molestara a él y su familia. Llegó a decir que les metía el agua a los dormitorios, de lo bien que
calculaba las pedradas. Era poco probable que pudiese calcular tan exactamente en la oscuridad, pero
él pensaba que lo hacía, por darse el gusto de pensarlo.
El alcalde murió de un momento a otro. Unos decían que de un atracón de carne de chancho y otros
que de las cóleras que le daban sus enemigos. Mi padre fue llamado para que le hiciera el cajón y me
llevó a tomar las medidas con un cordel. El cadáver era grande y gordo. Había que verle la cara a mi
padre contemplando al muerto. Él parecía la muerte. Cobró cincuenta soles adelantados, uno sobre
otro. Como le reclamaron del precio, dijo que el cajón tenía que ser muy grande, pues el cadáver
también lo era y además gordo, lo cual demostraba que el alcalde comió bien. Hicimos el cajón a la
diabla. A la hora del entierro, mi padre contemplaba desde el corredor cuando metían el cajón al
hoyo, y decía: «Come la tierra que me quitaste, condenado; come, come». Y reía con esa su risa
horrible. En adelante, dio preferencia en la rotura de tejas a la casa del juez y decía que esperaba
verlo entrar al hoyo también, lo mismo que a los otros mandones. Su vida era odiar y pensar en la
muerte. Mi madre se consolaba rezando. Yo, tomando a Eutimia en el alisar de la quebrada. Pero me
dolía muy hondo que hubieran derrumbado así a mi padre. Antes de que lo despojaran, su vida era
amar a su mujer y su hijo, servir a sus amigos y defender a quien lo necesitara. Quería a su patria. A
fuerza de injusticia y desamparo, lo habían derrumbado.
Mi madre le dio esperanza con el nuevo alcalde. Fue como si mi padre sanara de pronto. Eso duró
dos días. El nuevo alcalde le dijo también que no había plata para pagarle. Además, que abusó
cobrando cincuenta soles por un cajón de muerto y que era un agitador del pueblo. Esto ya no tenía ni
apariencia de verdad. Hacía años que las gentes, sabiendo a mi padre en desgracia con las
autoridades, no iban por la casa para que les defendiera. Con este motivo ni se asomaban. Mi padre le
gritó al nuevo alcalde, se puso furioso y lo metieron quince días en la cárcel, por desacato. Cuando
salió, le aconsejaron que fuera con mi madre a darle satisfacciones al alcalde, que le lloraran ambos y
le suplicaran el pago. Mi padre se puso a clamar: «¡Eso nunca! ¿Por qué quieren humillarme? ¡La justicia
no es limosna! ¡Pido justicia!» Al poco tiempo, mi padre murió.
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2. ¿Crees que la situación del indígena peruano es diferente a la de la década del 30? Argumenta tu
respuesta.
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3. ¿Cómo se llama la novela de Enrique López Albujar que trata sobre la explotación de los negros en
el Perú?
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