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Año electoral en tiempos de pandemia.

Julio Oleas-Montalvo

El próximo octubre el CNE debe convocar a elecciones para el 28 de febrero de 2021. Si no se


presenta una intempestiva renuncia −no improbable, dada la presión social y política− y no
prospera el golpismo, el 24 de mayo de 2021 el Ecuador tendrá nuevo presidente, según manda
la estropeada Constitución de Montecristi.

El año electoral comenzó con el COVID-19. Hasta la fecha, nueve aspirantes han realizado algún
ademán para candidatizarse (César Alarcón, Abdalá Bucaram, Lucio Gutiérrez, Leónidas Iza,
Guillermo Lasso, Jaime Nebot, Álvaro Noboa, Washington Pesántez y Jaime Vargas). Uno más,
el “oficial”, ya ha aprovechado la pandemia como plataforma de lanzamiento.

La coyuntura electoral

Quien llegue a Carondelet asumirá una coyuntura compleja. La producción de bienes y servicios
lleva estancada cinco años, si se compara el valor corriente del PIB en 2016 con el que se podría
alcanzar en 2020 (Cuadro 1). Según la Cepal, en 2919 el 25,7 por ciento de los ecuatorianos vivía
en condiciones de pobreza y el 7,6 por ciento en pobreza extrema. Los resultados del sector
externo revelan graves problemas: falta de competitividad, una canasta de exportaciones poco
diversificada de productos primarios y alta dependencia de las importaciones. En 2019 la deuda
externa total (pública y privada) fue más de 10 puntos porcentuales del PIB mayor que la
registrada en 2017. Por razones que habría que explorar con más detenimiento, la liquidez no
se ha contraído, como hubiera sido de esperar en base a un razonamiento cuantitativista. Esto
también puede empeorar, si se atiende a lo que está ocurriendo con el precio internacional del
petróleo ecuatoriano, que en 2020 podría ser inferior al de 2016.

Cuadro 1.
Ecuador: indicadores económicos seleccionados, 2016-2020
2016 2017 2018 2019 2020
PIB1 99.938 104.296 107.562 107.436 100.990
Cuenta corriente2 0,49 -0,76 -1,15 0,04 -1,45
Déficit fiscal3 -5,34 -5,39 -2,46 -2,48
Deuda externa pública3 25,7 30,4 33,2 38,7
Deuda externa privada3 8,91 8,21 7,9 10,23
Liquidez4 42.002,4 47.588,9 51.417,2 54.785,7
Precio del petróleo5 35,25 45,84 60,91 55,64 32,00
1. Millones de dólares de cada periodo. El dato de 2020 expresa una reducción de 6% con respecto a 2019.
2. Porcentaje del PIB. El dato de 2020 resulta de una reducción de 4% en el valor de las importaciones
y de 10% en el de las exportaciones, con respecto a 2019.
3. Porcentaje del PIB.
4. Millones de dólares de cada periodo, promedio anual sobre observaciones mensuales.
5. US$ por barril, cesta Oriente-Napo. El dato para 2020 corresponde a ventas a futuro (dos meses),
de la cotización de mercado el 18/05/2020.
Fuente: BCE, Información Mensual, varios números, cuadros 1.1.1.; 2.1.; 2.4.1.; 3.3.1.; 3.3.2.; 4.1.2.b.;
4.3.1.

Entre 2017 y 2019 el déficit fiscal se redujo casi tres puntos porcentuales, con severas
consecuencias sociales. Con el Acuerdo de Facilidad Ampliada firmado con el FMI en marzo de
2019 el gobierno obligó al país a un ajuste estructural que afectó gravemente la capacidad de
respuesta frente a la pandemia (véase Badillo y Fischer, Ecuador, COVID-19 and the IMF: how
austerity exacerbated the crisis, BLISS The ISS Blog on Global Development and Social Justice,
09/04/2020, recuperado de https://issblog.nl/2020/04/09/covid-19-ecuador-covid-19-and-the-
imf-how-austerity-exacerbated-the-crisis-by-ana-lucia-badillo-salgado-and-andrew-m-fischer/
el 18/05/2020).

Los problemas que acarreaba el sistema de salud pública fueron agravados por el plan de
austeridad acordado con el FMI. El gasto en este rubro alcanzó un máximo de 2,7 por ciento del
PIB en 2017 y 2018 y bajó a 2,6 por ciento en 2019 (con un PIB menor, véase Cuadro 1). Según
la Constitución, el gasto en salud debería incrementarse 0,5% del PIB cada año, hasta alcanzar
4% −cifra inferior al 6% recomendado por la OPS. Mucho más dramática fue la reducción de la
inversión: 64 por ciento entre 2017 y 2019, de USD 306 millones a USD 110 millones. Para
cumplir con el FMI, en 2019 el gobierno despidió a 3.680 servidores de la salud (doctores,
enfermeras, auxiliares, trabajadores sociales y otros), solo en el Ministerio de Salud Pública, y
anunció otro tanto para el sistema de seguridad social. “En consecuencia -concluyen Badillo y
Fischer- no es sorpresa que hoy Ecuador esté manejando tan pobremente la crisis del COVID-
19.”

Gráfico 1.
COVID-19: ocurrencia y letalidad en países
seleccionados de Sudamérica, al 18/05/2020
2951
2552
1997 Casos x millón
Muertes x millón

370 318
165 87 213
16 12 27 6 17 1

Boliva Colombia Chile Ecuador Perú Uruguay Venezuela


Fuente: The Coronavirus APP, https://coronavirus.app/map

El Gráfico 1 compara la frecuencia y letalidad del COVID-19 en varios países sudamericanos. Al


18 de mayo de 2020, Chile y Perú registraban más casos que Ecuador. Pero Ecuador reconocía
seis veces más muertes que Chile y 1,9 veces más que Perú, por cada millón de habitantes.

El relevo presidencial se efectuará en la más difícil coyuntura económica y social de las últimas
cuatro décadas. El COVID-19 no ha provocado ni el estancamiento económico, ni los problemas
externos ni las crisis distributiva y fiscal. Pero los ha agravado y visibilizado. Si fuese verdad -
como dicen los expertos más optimistas- que las alteraciones sociales y económicas provocadas
por la pandemia solo terminarán cuando se disponga de una vacuna o cuando se haya logrado
la “inmunidad del rebaño,” ¿cómo será la campaña presidencial que se avecina? ¿Qué garantías
ofrecerá el CNE de que el proceso y la elección sean transparentes?

El futuro inmediato

Recuperar la normalidad, entendida como la situación anterior a la pandemia, será imposible.


La economía ecuatoriana está dolarizada, es dependiente y muy abierta (46,7 por ciento en
2019, según el BCE). Lo que ocurre en el resto del mundo la afecta y, como el COVID-19 ha
modificado profundamente la economía global, en el caso ecuatoriano es muy importante
considera esos cambios a la hora de definir la política pública.

La incertidumbre es muy alta, pero se puede anticipar que los próximos años serán de
crecimiento lento, lo que disminuirá la demanda de las exportaciones ecuatorianas. Los países
poderosos darán primacía a sus mercados (como ya lo está haciendo EE. UU.), lo que supone
retrotraer la globalización, desacoplar -relativamente- las economías, relocalizar industrias
estratégicas (como las de insumos médicos y sanitarios), reducir la dependencia de proveedores
externos y fortalecer las finanzas y la producción internas. Todos los países buscarán un nuevo
balance entre la interdependencia y la autonomía, y redefinirán las relaciones Estado/mercado.
Si algo ha dejado claro el COVID-19 es que los estados “eficientes” no son capaces de manejarlo
con eficacia. Se revalorizará la acción colectiva, dadas la demostrada incapacidad del sector
privado para enfrentar esta crisis y las siguientes, y la falta de decisión de la comunidad
internacional para evitar la crisis ambiental y el cambio climático.
Los planes de gobierno de los candidatos presidenciales deben contener las estrategias frente a
este inminente cambio de escenario. Merecemos algo más que el rotundo “sí se puede”, tan
movilizador en los estadios de fútbol.

¿Cambio de modelo de desarrollo?

Es necesario sacudirse del letargo en el que se encuentra la sociedad y la economía ecuatoriana


desde el fin del superciclo de los commodities. Lo más importante es reconstituir los servicios
públicos para garantizar el derecho a la salud de todos los ecuatorianos. El COVID-19 ha
demostrado que ni la tercerización ni las alianzas público-privadas sirven para preservar ese
derecho.

En el nuevo escenario mundial se reducirán los flujos de capital y de inversión extranjera, lo que
obliga a promover el ahorro interno, a redefinir el grado de apertura de la cuenta de capitales y
a negociar nuevos créditos para paliar la emergencia. El capital financiero podría ser un gran
promotor del nuevo modelo, si deja de lado su mezquindad y codicia. Aunque no guste a
muchos, el ISD se torna indispensable, tanto para garantizar el financiamiento para la inversión
productiva como para sostener el modelo monetario.

Si el COVID-19 solo fuese un shock exógeno, bastaría la política macroeconómica para superarlo.
Pero es mucho más. ¿Qué nos propondrán los candidatos para contrarrestar el avance en 2020
de la pobreza y de la pobreza extrema −a 31,9 por ciento y a 11,6 por ciento de la población total
del país, respectivamente, según la Cepal−?

En el sector turismo la pandemia ya ha provocado daños irreversibles. ¿Qué pasará con la vida
de la gente de Galápagos? ¿Y con la de los pequeños empresarios de Esmeraldas, Manabí y Santa
Elena? Las remesas bajarán a niveles mínimos, agostando los medios de vida de miles de familias
de migrantes que suficiente tendrán con tratar de sobrevivir al virus lejos de sus hogares.

La demanda de flores, rosas, camarones y de la secular tripleta (banano, café y cacao) se ha


reducido sustancialmente, y esto afecta a una inmensa porción del empleo nacional. El petróleo
bordea los USD 30/barril, lo que prácticamente anula el rentismo sobre ese recurso. ¿Debe ser
el extractivismo el único camino posible para el país?

Los candidatos tienen la obligación de informarnos cómo vamos a superar los problemas en cada
uno de estos sectores, comenzando por reanimar las entidades públicas a cargo de elaborar
protocolos sanitarios suficientes para salvaguardar la salud de las personas y fortalecer la
competitividad del país. Esto es un desafío mayor de planificación, que deben esbozar los planes
de gobierno, a partir de la aceptación de dos ideas generales. La primera, que la inversión pública
y los precios de los commodities ya agotaron su capacidad para impulsar el crecimiento
económico. Y la segunda que, dada la magnitud del impacto recibido, ningún país podrá
sobreponerse en forma autárquica, por poderoso que sea. Lo que obliga, en especial a los países
chicos, a reencontrarse con la cooperación y el multilateralismo.

En la década de 1920 Ecuador afrontó una grave crisis económica provocada por las pestes y la
pérdida de competitividad del cacao. Después del fastuoso auge cacaotero, el país debió hacer
un ejercicio de introspección y comenzó a desarrollar sus mercados internos. Tal vez algo
parecido deba intentarse, un siglo después, atendiendo las diferencias que marca la historia.

Un plan de gobierno coherente y apropiado para enfrentar la coyuntura y para enrumbar el


mediano plazo es necesario. Pero no es suficiente. Los planes suelen quedar como meros
recursos de campaña, dada la consuetudinaria incapacidad de honrar los compromisos
electorales de quienes han gobernado el país. O, dicho de otra manera, dada su extraordinaria
capacidad para traicionar la voluntad de los ciudadanos.

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