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El mayor propósito de cualquier camino espiritual es la entrega.

Aunque tal vez


asociemos la palabra entrega con derrota o debilidad, ofrendar tu libertad y
posibilidades infinitas es uno de los actos más poderosos que puedes hacer.

La entrega implica confiar en que Dios, el Universo, o una inteligencia superior


pueden lograrlo todo, incluso cuando no puedes ver el resultado de una situación.

A nivel del espíritu, todo se desarrolla a la perfección y no tienes que luchar ni


forzar las situaciones para que te sean favorables. Tu ego-mente es lo único que
cree que eres un individuo asilado que trata de sobrevivir en un mundo hostil. La
verdad es que eres un ser espiritual. Cuando te entregas al Espíritu y escuchas la
voz de tu inteligencia más profunda, dejas de luchar. Te liberas del miedo y la
duda y superas los obstáculos que tu ego ha creado.

Todo el camino espiritual podría describirse como aprender a dejar ir, pero no es
posible dejar ir todo al mismo tiempo. Este es un camino compuesto de muchos
pequeños pasos, es un proceso de reemplazar reacciones automáticas por otras con
una mayor conciencia. Estos son los lineamientos a lo largo del camino que han
probado ser efectivos para mí en lo personal y que me parece que funcionarán para
mucha gente:

1. Conoce tus intenciones.

Tu destino es ir hacia donde está tu alma y el combustible que mueve tu destino es


la intención. Todos los días, ten la intención de dejar ir un poco más, cerrar la
brecha de la separación que es sólo una ilusión del ego. Además, desenmascara tus
falsas intenciones, que adoptan la forma de deseos culposos: quiero que alguien más
fracase. Quiero desquitarme. Quiero algo que no es mío.

Las falsas intenciones pueden ser vagas, pero puedes reconocerlas por el matiz de
sentimientos que evocan, ya se trate de miedo, avaricia, rabia, desesperanza o
debilidad. Primero percibe el sentimiento, rehúsate a dejarte llevar por él y
después está atento hasta que encuentres la intención oculta.

2. Establece intenciones elevadas.

Proponte ser un santo y un hacedor de milagros. ¿Por qué no? Si sabes que la meta
del crecimiento interno es adquirir sabiduría, entonces pide que llegue a ti lo más
pronto posible. No intentes hacer milagros, pero tampoco te los niegues. El
comienzo de la sabiduría consiste en la visión; ve los milagros que te rodean y eso
facilitará que se multipliquen.

3. Visualízate en la luz.

El ego nos tiene enganchados al hacernos sentir necesitados e impotentes. De este


sentido de carencia crece nuestra sed de adquirir todo lo que tenemos a la vista.
Se cree que el dinero, el poder, el sexo y el placer llenan ese vacío, pero nunca
lo hacen. Puedes escapar de esta ilusión dolorosa si te visualizas en la luz. La
única diferencia entre un santo y tú es que tu luz es pequeña y la de un santo es
inmensa. Ambos pertenecen a la luz.

4. Visualiza a todos los demás en la luz.

Todos vivimos en la misma luz. Cuando te sientas tentado a juzgar a otro ser
humano, sin importar qué tanto se lo merezca, recuérdate que todos estamos haciendo
lo mejor que podemos desde nuestro propio nivel de conciencia.

5. Refuerza tus intenciones cada día.


La vida cotidiana es una especie de remolino caótico y el ego está anclado a sus
demandas. Necesitas recordarte tu propósito espiritual día tras día. A algunas
personas les parece útil escribir sus intenciones; para otros, resultan útiles
periodos de meditación y oración regulares. Encuentra tu centro, obsérvate con
cuidado y no dejes ir tu intención hasta que tu interior se sienta centrado.

6. Perdónate.

Todos caemos en las trampas del egoísmo y los engaños cuando menos lo esperamos. El
comentario fortuito que hiere, la mentira imprudente y la urgencia irresistible de
engañar son universales. Perdónate por estar donde estás. Aplica la misma máxima
para los demás en ti: Estoy haciendo lo mejor que puedo desde mi propio nivel de
conciencia. Me gusta la definición de un maestro espiritual del discípulo perfecto:
“El que siempre tropieza pero nunca se cae».

7. Aprende a dejar ir.

La paradoja de ser espiritual es que siempre estás mal y siempre estás bien al
mismo tiempo. Estás bien en tratar de conocer a Dios, pero estás mal en pensar que
las cosas no cambiarán mañana. Cada estado de crecimiento interno es bueno y está
alimentado por Dios, pero cuando sea momento de seguir adelante, no dudes en dejar
ir.

8. Venera lo sagrado.

Tal vez te hayan enseñado a ser escéptico ante lo sagrado. En nuestra sociedad,
pocas personas pasan mucho tiempo indagando en la gran riqueza de las escrituras
del mundo. Sin embargo, los santos y los representantes humanos de Dios son un
tesoro infinito. Recurrir a este tesoro te ayudará a abrir tu corazón. Las palabras
de un santo o sabio podrían ser justo el fertilizante que necesitas en el momento
exacto en el que tu alma quiere florecer.

9. Deja que tu espíritu te dirija.

La mayoría de la gente es adicta a la preocupación, el control, el exceso de


control y la duda. Resiste la tentación de seguir esas tendencias. No escuches la
voz que dice que tú estás a cargo, que la vigilancia constante es la única forma de
hacer algo. En cambio, deja que el Espíritu pruebe una nueva forma y ábrete a
experimentar. Trata de que todo funcione como debería, después déjate ir y permite
que las oportunidades vayan hacia ti. El resultado que con tanto esfuerzo estás
tratando de obtener tal vez no sea tan bueno para ti como el que llega
naturalmente.

10. Acepta lo desconocido.

En el transcurso de los años, te has creado gustos y disgustos y has aprendido a


aceptar ciertos límites. Nada de esto es quien realmente eres. No obstante, no
puedes forzar a tu yo verdadero a salir de una vez, porque es doloroso deshacerse
de las gruesas capas de ilusión, así que tienes que permitirle a tu alma revelarse
cuando sea su momento.
Ten la seguridad de que te aguarda lo desconocido, algo que no tiene nada que ver
con el “Yo” que ya conoces. La parte de ti que conoces es la parte que parpadea
demasiado rápido. Cuando sientas un nuevo impulso, un pensamiento inspirador ante
el que nunca habías reaccionado, acepta lo desconocido. Ámalo con la misma ternura
que a un recién nacido. Dios vive en lo desconocido y cuando puedas aceptarlo
plenamente, serás libre.

por: Deepak Chopra, M.D.


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