El artículo 536 del Código Orgánico Integral Penal (COIP)
señala que “la prisión preventiva podrá ser sustituida por las medidas cautelares establecidas en el presente Código. No cabe la sustitución en las infracciones sancionadas con pena privativa de libertad superior a cinco años”.
Estas sustituciones son: prohibición de salida del país,
presentación periódica ante la autoridad judicial o vigilancia con dispositivo electrónico.
Si se incumple la medida sustitutiva la o el juzgador la
dejará sin efecto y en el mismo acto ordenará la prisión preventiva del procesado.
Los detenidos por toque de queda asisten a una audiencia de
formulación de cargos en las unidades de flagrancia, donde los fiscales los procesan por el delito de incumplimiento de decisiones legítimas de autoridad competente. Los jueces toman la decisión de dictar prisión preventiva o sustituirla con una presentación periódica.
La técnica legislativa en materia penal debe ser taxativa
para así evitar que se asocien temas distintos bajo el pretexto de establecer disposiciones comunes. Lamentablemente esto es lo que ocurre con los artículos 519 y 520 del Código Orgánico Integral Penal (en adelante COIP), en los que se han previsto reglas generales tanto para las medidas cautelares como para las medidas de protección, cual si estas tuvieran las mismas finalidades y las mismas formas de aplicación.
Es sabido que las medidas cautelares están destinadas a
cumplir ciertos fines procesales y en función de ello los números 2 y 3 del artículo 519 se adecuan a esta clase de presupuestos procesales: • Garantizar la presencia de la persona procesada; y • Evitar que se destruya u obstaculice la prueba.
De otro lado están los fines que pueden considerarse
penales y victimológicos:
• Proteger los derechos de la víctima y demás participantes
en el proceso penal; y
• Garantizar la reparación integral a las víctimas.
Se ha dicho que el proceso penal, conforme lo concebiremos
en adelante, permitirá la participación directa (como sujeto procesal) del procesado o sospechoso; pero que una de las novedades más innovadoras –aunque no original– resulta ser la inclusión de la víctima en el proceso. Aquel patrimonio de la violencia estatal y de apropiación del conflicto por parte del Estado en el que la víctima simplemente se convierte en un testigo que puede ser hasta constreñida a declarar para contribuir a los fines de la acusación, cambiará ante la proposición de una víctima visibilizada, escuchada, participativa, es decir, incorporada a la investigación y al proceso como protagonista, en adelante deberá contarse con su consentimiento y se deberá velar por su reparación integral; pero también la víctima podría ser instrumentalizada.
Si lo analizamos desde la óptica procesal, los fines
relacionados con los derechos de la víctima, que están pensados como una necesidad de protección, generan el riesgo de despertar el argumento irresoluto de que las medidas cautelares deben dictarse en función de estos dos últimos presupuestos.
Empero el artículo 77, numeral 1, de la Constitución
ecuatoriana prevé que hay dos presupuestos por los que cabe la medida cautelar de prisión preventiva:
1. Garantizar la comparecencia en el proceso; y,
2. Asegurar el cumplimiento de la pena.
Acorde con este planteamiento constitucional, el artículo
534 del COIP ha adecuado como finalidad de la prisión preventiva, a más de la garantía de comparecencia, el segundo presupuesto que es el cumplimiento de la pena, posición eficientista que además es defendida por Roxin cuando asegura que: “ella es indispensable en algunos casos para una administración de justicia penal eficiente”.
Con lo que establece un fin procesal y un fin penal, que,
aunque sea constitucional, no necesariamente debe ser entendido como una verdad irrefutable.
Refiriéndose a si la prisión preventiva era una “necesaria
injusticia”, Luigi Ferrajoli dice que “Este interrogante debe ser afrontado sobre todo desde el punto de vista externo prescindiendo de lo que dice la Constitución, para de ese modo no sucumbir a la falacia hoy habitual en nuestra cultura jurídica, según la cual lo que por hipótesis la Constitución consiente es también justo e incontestable”. Entonces propongámonos cuestionar uno de los fines de la prisión preventiva que formula la Constitución. Alberto Bovino dice que “la decisión de privar a un inocente de su libertad debe derivar de un peligro procesal y no de la verificación de la sospecha sustantiva”. El mismo Ferrajoli, pese a cuestionar la legitimidad de la finalidad de la prisión preventiva, reconoce que las únicas justificaciones aceptadas por la doctrina y la jurisprudencia son las de peligro de alteración de pruebas y peligro de fuga. En esa misma línea, la Corte Interamericana de Derechos Humanos en los varios casos en que se ha pronunciado en contra del Estado ecuatoriano, en algunos de estos lo ha hecho precisamente por procesos relacionados con el tema de prisión preventiva, tanto en el análisis del plazo razonable, pero también para señalar los límites que los Estados tienen a la hora de restringir la libertad de una persona.
El laberinto procesal de la reclasificación del delito por el juez de control y el tribunal de enjuiciamiento en el CNPP: ( Un debate entre la Toga , la constitución y la tecnicidad de la imputación)
Protocolo de Acciones Complementarias de Sename y Genchi Si Corresponde Con Programa Ambulatorio Intensivo Para El Tratamiento de Drogas y Alcohol y Otros Trastornos de Salud Mental Para Adolescentes Infractores