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TEMA A: La teoría de las ideas de Platón.

El mito de
la caverna.
La teoría de las ideas, también llamada teoría de las formas, fue desarrollada por el filósofo
griego Platón. Según Platón, el mundo sensible que percibimos a través de nuestros
sentidos es una copia imperfecta del mundo de las ideas y formas eternas e inmutables.

Para entender esta teoría, Platón utilizó la famosa "alegoría de la caverna". En esta, Platón
describe a un grupo de personas que pasaban la vida encadenados en una cueva, mirando
solo al frente de las paredes. Un fuego arde detrás de ellos, proyectando una sombra en la
pared, y esa gente no conoce otra cosa .

Platón pensaba las sombras en la pared como el mundo sensible, el mundo que percibimos
con nuestros sentidos. Sin embargo, estas sombras son meras ilusiones que no permiten
distinguir la realidad fuera de la cueva.

Para Platón, las ideas y las formas son realidades eternas e inmutables que existen en las
dimensiones superiores de la realidad. Son los arquetipos perfectos e inmutables de lo que
vemos en el mundo sensual. Por ejemplo, el concepto de belleza es perfecto e inmutable,
pero lo bello en el mundo sensual es una copia imperfecta de ese concepto.

En resumen, la Teoría de las Ideas de Platón establece que el mundo sensorial que
percibimos es simplemente una sombra o imitación de las Ideas eternas e inmutables que
existen en las dimensiones superiores de la realidad. El mito de la caverna es una metáfora
utilizada por Platón para ilustrar esta teoría y enfatizar la importancia del conocimiento
filosófico en la búsqueda de la verdad y la comprensión de la realidad.

TEMA B: Evolución de la ontología antigua y medieval.

La ontología antigua y medieval se caracteriza por el paradigma de heteronomía de sujeto.


Este explica que la realidad es un “cosmos” (un orden jerarquizado) cognoscible por el
hombre. El conocimiento está ligado a la realidad. Dentro de la ontología antigua, podemos
resaltar varias figuras, tales como Parménides, Heráclito, Platón y Aristóteles.

El primero en estudiar el ser fue Parménides. Sostenía que el ser era algo estático, es decir,
para que algo sea deba ser único, inmóvil, eterno, inmutable. Esto es sólo inteligible, y
Parménides lo asociaba con una esfera perfecta y maciza. Sin embargo, no tardarían en
aparecer figuras tales como Heráclito, que apoyaban un punto de vista totalmente opuesto.
Heráclito hablaba de que “Ser es Devenir”, y decía que el ser era variable, móvil, temporal.
A diferencia que Parménides, Heráclito sostenía que el ser era tanto sensible como
inteligible, y lo asociaba con el fuego. Al llegarse a dos conclusiones totalmente contrarias,
la sociedad de la época llegó a una aporía (contradicción).

Para salir de esta aporía, surgió Platón y su teoría de las formas, y creó lo llamado
“dualismo ontológico”. Para Platón, existían dos mundos: uno inteligible, el llamado
mundo de las ideas, donde hay un ser verdadero, y donde están las esencias de todo
lo existente ( aquí impera el ser basado en las ideas de Parménides); y el mundo
sensible, que es una proyección del mundo inteligible. En este mundo sensible, todo
son sombras y/o copias imperfectas de lo que hay en el mundo inteligible, con un
ser coincidente con las ideas de Heráclito.

Un tiempo después, las ideas platónicas se verían modificadas y mejoradas por


Aristóteles. Para él, el ser se basaba en las sustancias (unidades ontológicas
concretas), que se proyectaban en la realidad en forma de accidentes, que son las
sustancias modificadas en el mundo sensible. A partir de todo esto, Aristóteles
desarrolla la teoría hilemórfica, que es una manera de dividir la realidad en
forma/esencia y materia. Podríamos decir que las formas son proporcionales a las
ideas de Platón, es decir, son sólo inteligibles. A partir de las formas, se puede llegar
al concepto de potencia, que son las distintas proyecciones posibles para cada
sustancia. Por otro lado, la materia se puede asociar al mundo sensible platónico, ya
que es aquello que podemos observar a través de los sentidos. A partir de la materia
podemos obtener el concepto de acto, que es el estado en el que se encuentra
proyectada la sustancia.

Varios siglos después, más concretamente en el siglo XII, aparecería el máximo


referente de la ontología medieval: Tomás de Aquino. Este añadiría a las ideas
aristotélicas el concepto de existencia. Tomás de Aquino divide todo en esencia y
existencia. La esencia está compuesta de materia y forma. Esta es la “potencia” de
Tomás de Aquino. Por la otra parte, la existencia es el acto. Con esto, Tomás de
Aquino quiere llegar a una conclusión. Él clasifica los seres en dos tipos:
contingentes y necesarios. Los seres necesarios son creadores de seres
contingentes, por así decirlo. Por ejemplo, para mí mi madre es un ser necesario,
mas no para mi abuela. Esto lleva a que debe existir un ser que sea necesario a ojos
de todo el mundo, un creador, que en religión es llamado Dios.

Hasta aquí llega la ontología medieval, que será continuada por la moderna después
del cambio de paradigma dado por el Renacimiento.

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