Está en la página 1de 15

PINCELES DEL AYER.

Hoy encontré entre las arrumas de hojas, trabajos de mi etapa colegial. Evoqué a aquellos
años y una frase resonó en mi mente:” eres un diamante en bruto” exaltó cuando terminé
de hablar: el cuento es de mi inspiración profe.

La nostalgia me invadió: Que habría sido de mi si hubiera aceptado, pues mi profesor


ofreció llevarme a su país. El vegete que no tenía diente, se le dificultaba pronunciar las
palabras, mis compañeros burlones estallaban en risas y el profesor impartía autoridad a
puros golpes; recuerdo una vez que me cayó un puñetazo, a mí, un chico introvertido.

Hoy público por este medio este pequeño trabajo, tanto él como su servidor, pusimos
nuestro grano de arena. A la memoria del profesor Guillermo Mongrut String, de la escuela
San Ildefonso de Barranca: que su aporte hoy doy a conocer e incentivo a fomentar la lectura
todo lo posible:

L Os molles, eucaliptos y demás arboles se mecían suavemente una fresca mañana de invierno;
cuando un joven de constitución físico corpulento yacía esperando a su amada sentado en una
roca muy impaciente.

-¿Por que no vienes cata?… necesito verte.

Susurraba entre sus dientes blancos aquel fulano; mientras que una melancolía inundo su
característica de frente alta y estrecha, nariz delgada y aguileña, los labios finos, rojos y los ojos
hundidos. De entre los arbusto broto una hermosa joven, que al ver al tipo distraído se acercó
silenciosamente a el. La frente de la fulana , en cambio: era inclinada y ancha, la nariz larga con
aletas muy dilatadas; el labio superior ligeramente saliente sobre la inferior; mas corta, estos rasgos
agregados aun mentón redondo con hoyuelo, los ojos algo saltones y mejillas chaposas de vivo color,
daban a su cara esa suavidad serena y esa belleza a su raza andina.

-¿Adivina quien soy?

Hablo con pausas, opacando su voz, luego que con sus manos los tapara sus ojos. Indacho, así
se llamaba el, tomo de las manos delicadas para al instante alegar en su alegría.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Eres el gran amor de mi vida…

En seguida se puso de pie y se contemplaron para luego unir a sus labios en un beso largo,
silencioso y profundo.

-Pensé que no vendrías Cata y la impaciencia hacia que los minutos fuera eterno… solo
tenemos media mañana para nosotros. –Balbuceo el con un tono que hubiera hecho famoso a un
actor.

-¡Mi gran amor! ¡Mi fuente de vida y energía eres solo tu! Como crees que no vendría, sin
verte no podría estar tranquila…

La voz, mas que humana por su dulzura y suavidad, penetraban en todo su ser de Indacho
que lo llenaba de confianza, por lo que la cogió de la mano y la beso nuevamente, mas ella la
envolvió una profunda tristeza.

-Dime que te pasa. Últimamente haz cambiado mucho. ¿Te cansaste de mi? Ahora nos vemos
dos veces por semana y eso no me gusta nada…

La joven pego una leve sonrisa en sus labios; mientras la suave brisa de la mañana murmuraba
entre las copas de los arboles, mezclado con el arrullo de los pájaros de luminosa alas, saltaban de
una a otra rama.

-Mira que belleza tenemos ante nuestros ojos, es único y lo peor que recién me doy cuenta.
Después de estar casi a diario aquí…

Recorrió sus ojos mientras hablaba por aquella majestuosidad que se ponía y con lo que trato
de dar respuesta sumisa a Indacho. Pero el insistió por segunda vez.

-Por que ya no compartes esa misma pasión que yo, tus besos son mas fríos que el agua de la
cocha.

Ella quedo inmóvil, viendo al horizonte. Entonces el palpo el mentón y la hizo voltear para
clavarle sus ojos penetrantes.

-Te pregunte y no escucho respuesta…

-Suposiciones tuyo… -balbuceó con una amarga sonrisa.

-Basta de rodeos -En seguida el la tomo fuertemente de los brazos y continuo-.Quiero una
respuesta clara y sincera…

Trato de zafarse de las garras del imberte y al no poder lanzo su furia.

-Como te haces el cojudo… te parece correcto vernos entre los matorrales, que tenga que
mentir para encontrarnos por eso me reclamas… soy una chica de apenas dieciséis que pase de lo
que pase yo voy ha salir perdiendo.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


Murmuró solemnemente pero parpadeo gruesas lagrimas, que comenzaron a desliarse por
sus mejillas chapoteadas.

-Se que no es correcto Cata y menos cuando somos hijos de los únicos hacendados que se
odian a muerte. Eso que no puedes. Nuestros padres no aceptaran nuestro amor que nos
profesamos, antes nos mataran que vernos felices.

-Entonces que propones, crees que solamente huir es la única solución para nosotros, eres
un cobarde, que penas me das.

Para su Cupido cada palabra fue como una puñalada que se lo clavara en su corazón, por lo
que se aparto de la cínica mirada que lo envolvía.

-Qué diablo quieres que haga… -contesto firmemente y continúo-. Que me pelee con mis
padres, que los tenga como enemigos y que tu también a los tuyos. Quienes que nos destruyan.
Que sus odios se concentre en nosotros, no ves que no toleran nada, ni siquiera que un peón salude
a su familia que esta en la otra hacienda… entiende lo nuestro jamás lo van a aceptar, oh lo haces
sabiendo para que nunca mas no volvamos a ver y solamente deseas crear ante nosotros divisiones…

La rabia se dejo reflejar de el cada vez que abría su boca y volteo dando sus espaladas a la
joven; mientras que sus lagrimas se agolparon a el, sin embargo lo contuvo.

-Me acusas injustamente. –gruño con lloriqueo que trato de silenciarlo.

-Cata solo te pido que me sigas. Lejos de aquí seremos felices. Empezaremos en otro sitio una
nueva vida, llena de dicha, sin que nadie no odie por amarnos tanto ni mucho menos que desdichen
a nuestros hijos que temes tenerlo…

-Yo no te entiendo por no quieres que nuestros padres se enteren de nuestro amor. Entiende
que somos sus hijos, sus únicos hijos, nos adoran, nosotros nada tenemos que ver en sus peleas, en
la disputa de este bosque que es de mis padres y que el tuyo nos la quiere arrebatar…

-Sigues siendo una chiquilla alocada, no razanas aun. Pero este bosque ha sido siempre de
mis padres y los tuyos valiéndose de malos jueces nos la arrebataron…

-Por eso me unas para vengarte de mis padres. Me quieres llevar lejos para hacer sufrir a mis
progenitores que morirían al no verme más y que cosas mas tendrás planeado hacerme a mí…

-Pero tú eres todo para mí… Sabes lo mismo pienso yo… ¿Qué es lo que nos esta pasando
con nosotros últimamente?

-Por Dios que nos pasa. Perdón por pedirte algo que no tienes en mente hacer…

-Cata no se trata de lo que piensas..

-Que me pides amarnos a escondidas, no crees que dos años ya son suficientes, quieres que
nunca formalicemos un hogar, donde crezcan nuestros hijos de nuestro amor. Quieres condenarnos

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


a no tener una familia, de vivir lejos solo, pues te digo que estoy dispuesta a seguirte hasta la muerte
si mis padres te rechazan; por que a mi me estarían rechazando… eso no quieres, por lo que mejor
es dejar las cosas como están. Sé que para ti no faltara quien me reemplace , pero te confieso que
sacarte de mi será muy difícil,. Estas muy dentro de mi ser, clavado en mi corazón.

El fulano hallo respuesta, salidos de los labios de su amada, quien susurro estallando en llanto.

-Me amas y por eso gritaré a los vientos que te amo… Te amo Cata nadie me apartara de tu
lado. - Embucho el Cupido y continúo-. Ante la adversidad estaremos más juntos que nunca. !
Prométemelo mi amor!

Los ojos se iluminaron otra vez de los jóvenes y ella radio de dicha y grito tan fuerte como
pudo, tal como lo hiciera segundo antes su gran amor. El voto una leve carcajada, luego afino su voz
para embuchar. La voz se elevó hacia las cumbres abruptas que reproducían los sonidos, reino
inmensa dicha que fácilmente se reflejaba en los púrpuras rostros. Se tomaron de las manos, se
contemplaron para después darse el más puro, el más suave y también el más franco de sus besos.

-Te amo… mi amor…

Se decían mientras que no se sentaban de las manos. Unieron sus labios en un profundo beso
como si fuera la primera vez que se besaban, los labios húmedos comenzaron entre tanto a saborear
el dulce néctar cuando se ama y es amado… ella no tardo en susurrarlo al oído.

-Vamos ante mis padres y démosle a conocer nuestro amor. Se que lo aremos entender, me
quieren mucho por ser su única engreída, eso nos va ha ayudar ojala quiera Dios que así terminemos
con el odio que años están es estas tierras…

-De acuerdo mi amor. A tú lado no tengo miedo de nadie -. Contesto sin vacilar-. ¿Recuerdas
como nos conocimos?

Radiaban de felicidad y de ella broto un destello de sonrisa.

-Fue por esos matorrales que recogía flores cuando me puse de pie y instantáneamente caí al
suelo. Al volver en mi estabas tu a mi lado y muy aturdido, sin saber que hacer y yo por mas que
trataba de explicarme que me había pasado no lo pude, solo comencé a tener un fuerte dolor en la
cabeza que estaba con un gran chinchón…

Hecho a reír el joven y con dicha comenzó a recordar.

-Gracias a ese accidente te conocí y desde ese instante me enamore. Pero de un honda casi
te mato, mas te confieso que no vine a cazar a catas sino a tórtolas que espantaste al ponerte de
pie y yo que no te vi.

-Me llevaste en tus brazos , caímos tres veces y al llegar a casa mi padre te trato muy bien..

Cata fue interrumpida con un gesto de carcajada.

-Si hasta que tu padre supo que era un Mego, entonces me correteo tirándome con lo que
encontrara en su camino y la verdad Salí mas lastimado que tu.

Las risas comenzaron a fluir.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Es por eso que me preocupe por ti y Salí a buscarte, desobedeciendo a mis padres. Y termine
enamoradísima de ti, como si tuvieras algo de bueno…

-Lo mismo digo yo, desde ese momento igual que tu desobedecí a mis padres para
encontrarte aquí, siempre aquí...

-Vamos entonces, ya que no importa que mal nos valle, verdad, lo único que importa es que
estamos juntos y nadie lograra separarnos mi amor…

El astro rey ya en alto había absorbido la niebla del valle andino, así como el roció la pareja
llenos de alegría marcharon tomados de las manos, saliendo de aquel bosque natural con dirección
a la casa hacienda de Teodoro Peralta, padre de Cata.

El bosque donde se habían conocidos nuestros personaje fue de propiedad de los Megos,
padre de Indacho, que por un simple muerte de unas de las reses de Peralta hizo acusaciones que
se transformaron en duras peleas. Su contrincante amenazo en quitarle aquel lugar y valiéndose de
malos jueces consiguió su propósito. Así surge el odio y la ira se acrecentó en Pedro Mego, naciendo
mas peleas entre ellos e incluso entre los peones que nada tuvieron que ver, pero por el hecho de
tener unas parcelas en forma de arriendo tuvieron que participar al lado de sus patrones, separando
así a los padres de sus hijos, tíos de sus sobrinos, hermanos de sus hermanas… fue por ello que el
limite de aquellas dos haciendas fueron cercado con tapiales y a los que lo cruzaban eran echados
de la hacienda rival, por aquel motivo los años sucesivos nadie siquiera se acerco al bosque
prohibido, era mejor para todos los incolos andinos, para no ser echados a lugares inhóspitos que
los hacendados los reclamaban como propiedad…

Volvamos a nuestro suceso. Salieron del bosque Cata e Indacho, jugueteando se encaminaron
por el valle, donde el terrateniente tenia sus sementeras, divididas por filas de eucaliptos; cuales
dibujaban variadas figuras geométrica, desde allí ellos alzaron sus miradas cuesta arriba divisando
las casas irregulares, en cada centro de las parcelas, dada como arriendo, presentaba un cuadro
muy humilde de pequeñas construcciones, muchas recubiertas de icho, de una planta, donde
familias enteras vivía amontonados, pero armoniosamente feliz…

-Que hermoso paisaje… no lo recuerdo así… -susurro el algo emocionado.

-No veo nada en especial y apurémonos que falta poco para el almuerzo, que me van a
regañar.

El joven hubiera querido deleitarse con la vista que ofrecía es zona del valle, mas su amada le
arrastraba de la mano…

-Allí tienes la casa. La recuerdas aun…

Al oírla un escalofrió recorrió su cuerpo.

-No, es grande tu casa y hermosa…

Balbuceo atónico. Era casi la una de tarde cuando vieron a la casa hacienda que se levantaba
en una zona boscosa de peñascos, era de dos plantas, por un lado numerosas columnas soportaban
el sostén de la azotea; mientras que por el otro extremo lucia grandes balcones y una terraza se
extendía en la entrada principal, a esto embellecía el huerto y el jardín que circunsferaba a la
mansión.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Vamos al comedor que nos estarán esperándome.

Se apresuraron en llegar al salón, echando ojos, encontrando a dos viejo quienes al juzgar por
sus apariencias no sobrepasaban los cincuenta años. El leía el periódico y ella tejía cuando la pareja
entraron y quedaron atónitos, la madre de Cata rompió el silencio.

-A hija ¿y las flores? No me digas que hoy no has ido al bosque como de costumbre…

-De allá vengo madre mía, trayendo a mi mas grande.

Reino por segunda vez el silencio hasta que el joven saludo.

El hacendado lo diviso al intruso desde la punta de los pies hasta la cabeza. Mas no hizo
mención alguna, por lo que su esposa intervino.

-Que tal jovencito, es una verdadera sorpresa que estas con mi hijita y tomados de la mano…

Expresó con tez preocupada, , mientras que sus esposo llegaba a una conclusión: “Me parece

conocido esta don Juan, pero donde vi esa cara, no creo que se un hijo de algún peón ya que esta

bien vestido”.

Reinaba el silencio que a Indacho le atemorizaba, pero Cata se atrevió a decir.

-Padre mío quiero presentarte a mi gran amor de mi vida, me ciento mal al tenerlo escondido,

de salir a verlo con mentiras, por lo que te pido perdón y también a ti madrecita mía.

Mientras hablo lentamente se encamino hacia la amplia ventana, por la cual penetraba los

rayos solares de la media tarde, los ojos de sus viejo fueron tras ella que por primera vez

comprendieron que adelante ya no tenían a una niña sino a una mujer ya formada, de facciones

irregulares. Indacho por su parte concentro su vista a los padres que sus semblantes enrojecieron

de cólera.

-¡Vaya que sorpresa! Pero este joven puede darte la comodidad a la que esta acostumbrada

o solo es un comodín vividor.

-Señor lo importante no es el dinero ni el lujo sino amarse.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Cuenta mucho jovencito. Primero ella pertenece a una familia distinguida y quiero que mi

yerno sea de la misma condición social. –Susurro la madre, en eso pregunto el padre, quitándole la

palabra al Cupido.

-¿Quien eres? Me pareces conocido, pero se que en alguna vez te he visto, pero en donde.

-Indacho Mego para servirle señor.

En instante el corazón de los hacendados comenzaron a latir cada vez más fuerte. Peralta se

levanto radiando odio y balbuceó.

-El hijo de mi peor enemigo por segunda vez en mi cas. Vienes directo a mi cara para burlarte

de mí. Maldito te matare…

Se encamino a buscar su revolver que guardaba en un pequeño cajón de la mesita, pero su

esposa aterrada llego primero e impidió que tomara el arma.

-No me apartaras de aquí hagas lo que hagas, por lo que no lo intentes siguieras.

-Otra ves al lado de este infeliz, pero esta ves si me lo pagara….

-Vállense, que están esperando –La madre comenzó rogar mientras el magnate comenzó a

subir a los escalones y no tardo en volver al salón vociferando.

-Con que esta vez si no huyes, me desafías maldito, pues te are arrepentir el resto de tus

días...

Empuñaba un látigo trenzado con la cual maltrata a los desobedientes peones y trato de

azotarlo, Cata se antepuso y dilatando lágrimas mención:

-Padre no me lo golpees que yo soy la culpable de traerlo, lo amo padre, sin el no puedo vivir…

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


Al viejo se lo crisparon las manos y dando un horrible grito azoto por primera vez a su tan
querida hija.

-Maldita cállate que te matare…

-Nos ámanos padre mío, comprende por favor desde que lo conocí lo amo y soy de el tan solo
de el y nadie me ha de separar de mi gran amor…

El viejo tapo sus oídos tenazmente y no tardo para volverla a azotar, mientras que su mujer
pegó un grito que inundo el salón.

-Teodoro Peralta, ¿Qué haces a nuestra hija? No es un animal para que la golpees con ese
látigo.

-Hija, deja de serla al traerme a este cerdo y decirme que lo ama…

Se apresuro a golpearla por segunda vez, pero el Cupido cogió el azote, se jalonearon.

Deja el látigo perro, para que veas como te pongo…

-Muy bien señor, soy un hombre y tu solo eres un cobarde al maltratar a una indefensa mujer
como es ella.

Indacho salto el azote que en segundos comenzaron a caer sobre el insistentemente.


Marcándolo el cuerpo a través del atuendo que traía puesto, mas el quedo inmóvil soportando la
furia y el dolor que en cuerpo ajeno es difícil describir: así como de la furia del hombre que las
aplicaba, pero sin quejido alguno los soporto, eso desespero al viejo que los azotes comenzó a
dirigirlos a la cara, el las cubrió con sus manos.

-Ahora te mato a golpes maldito…

La madre y con su hija veía pasmados la escena, ella se le cruzaron al verdugo, trataron de
hacerle entrar en razón.

-Le amo papa ni tu ni nadie lograra que me aparte de él, solo la muerte nos separara. Por lo
tanto no seas más injusto padre mío.

-Déjale ya viejo, que solo empeoras tu salud.

-Les enseñare a no contradecirme carajos…

Descargo si furia contra las indefensas mujeres. Indacho al percatarse de lo que ocurría las
envolvió en sus brazos, dándole sus espaldas heridas. La mujer comenzó a gritar:

-Shumpi y Yupi pronto vengan aquí.

Los peones aparecieron vestidos rústicamente con ropa hecha de lana, sus sombreros eran
del mismo material y sus caras estaban cubiertas por una barbilla mal cortada…

-Sepárenles ahora.

-Si señora.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Ni se atrevan a dar un paso mas, por que se van a arrepentir.

Grito muy agitado a los peones que dieron pasos atrás, quedándose inmóviles como si el
tiempo se hubiera detenido para ellos, pero Peralta luego de dar un suspiro profundo comenzó a
golpear al joven, que aun tenia a su amada en sus brazos y que antes u valor no se escucho dolor
alguno. Solo el abrazaba mas fuerte a su gran amor, pese que su chompa comenzó a humedecerse
con la sangre que salía de sus espaldas.

-Padre por favor basta…

El viejo guardaba oídos sordos ni le importo que cayera al piso la sangre de Indacho. Esperanza
se aparto del brazo del joven y gruño:

-Viejo no te das cuenta que todo esta planeado por los Megos. Ellos quieren que mates para
que te manden a la cárcel de por vida y así se adueñaran de nuestra hacienda, yo nada podre hacer
si tú no estas junto a mi…

Peralta por un momento razono, llevándose su mano hacia su mentón.

-Tienes razón vieja, es lo que desean hacer y vengarse de mi de una buena vez y para siempre.
Maldito me ha hecho golpear a lo que mas yo quería en la vida, a ver que gana con ello, ustedes
arrastren a este perro lejos de mi hacienda.

-Si patrón, permiso..

-Padre me iré con el por que lo amo…

-Pues vállense y nunca mas se atrevan a volver, por que el día que vuelva a verlos les juro que
los matare…

-Vamos, subamos a nuestro aposento, no te me resistas…

-Esta bien, porque dios me castiga. Maldita sea, pero que importa mejor es que no vuelvan
no quiero saber nada de ellos…

Se endureció su ser, mas las lágrimas se agolparon a los ojos de su esposa al ver partir a su
única hija. Los peones cargaron de ambos brazos a Indacho, muy lejos de la casa hacienda. Cata los
seguía con una gran tristeza jamás dibujada en su rostro joven. Ya cerca a un riachuelo los dos cholos
dejaron al joven con mucho cuidado tendido en una roca plana. La joven saco de entre sus bolsillos
un pañuelo que la humedeció y comenzó a limpiar su rostro ceso de la sangre: mientras que los
incolos mencionaron.

-Niña perdón. Hasta aquí les acompañamos cuídense ustedes…

-Gracias pero yo soy la única culpable por obligarlo a ir en mis padres. El me lo había predicido
por que no lo hice caso…

-No te lamentes mi amor, que ya paso y lo bueno es que por fin te tendré a mi lado, no habrá
desde ahora solo horas de mañana para vernos…

-Si mi amor, es eso tienes razón, como lo teniste siempre, es por eso que te seguiré lejos como
tu dijiste siempre, donde sea seremos felices…

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Antes quiero que conozcas a tus suegro, sin peros vamos allá.

Le quito la palabra de la lengua, se encaminaron allá, cruzaron el cerco, al cavo de una hora
el sol señalaba las cuatro de la tarde cuando llegaron ala casa de Indacho, sin demora fueron al
patio, encontrando a Pedro Mego recostado en la silla mecedora, mientras que lecturaba una
novela.

-¡Padre!

De repente los vio, toda su expresión cambio de repente:

-¡Pero que te a pasado hijo mío! –se acercó a el palidecido-. No me digas nada. Son los
malditos hombre de Peralta, le enseñare a no meterse con nosotros.

-Espera padre, yo mismo me lo he buscado. No haguez nada por favor…

-Que dices, mejor explícame.

-Es por el amor de ella, que es mi gran amor…

-No me digas que es su maldita hija. Un Mego enamorado de un Peralta, entonces jodete
cojudo y si vuelvo a saber que la vez te echo de mi casa para siempre…

-Me tiene sin cuidado padre lo que vas hacer, solo quiero presentarte a tu nuera, con ella me
he de cazar y tendré hijos…

Su padre no tardo en darle una bofetada en la boca que rompió sus labios.

-Insolente, desgraciado, perro de mierda, lárguense de mi casa antes que como mis hombre
les saque a patadas. Te desconozco como hijo y no te atrevas a poner un pie por esta casa…
arrástrate como víbora por las punas, donde serás un mendigo en tu propia hacienda, muere de
hambre, ni un solo centavo sacaras de mi… vete lejos donde no pueda oír de ti que mendigas, por
que sin mi no eres nadie….

-Ya basta de maldecirme, pero déjame jurarte que no pisare jamás esta casa, ni te pediré
perdón por algo que no te echo, ni menos moriré de hombre ; ya que tengo fuerzas para
mantenerme y para que lo veas que somos muy felices que quedare muy cerca, ya lo veras padre.

Reto a su padre, pero el viejo replico una vez más:

-Me clamaras perdón vago, por que lo único que has hecho durante toda tu vida es casar
tórtola… me rogaras de rodillas por que eres un bueno para nada… lárgate que tu desafío puede
costarte huesos rotos…

-Vámonos Indacho. No sigas discutiendo que nada conseguiremos…

-Esta bien mi amor Cata.

Se encaminaron sin tener a donde ir, pero el la llevo a un lugar cerril casi cubierto de rocas y
arboles, era un hermoso lugar en donde levantaron una pequeña choza… el joven se había echo un
diestro en cazar animales silvestre, de ellos se alimentaban con sus carnes, recogían los frutos de

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


los arboles y raíces, por esos semanas vivieron felices pero al llegar a los oídos de los hacendados se
llenaron de amarguras.

-En mi tierra están viviendo esos desgraciados, matando a mis animales. Ah no esto no
quedara así. –Clamo enfurecido-. Mateo ve con cinco jinetes y quema esa choza donde están esos
bastardos, que abandonen mi propiedad o te iras tu para siempre…

El mayordomo de la hacienda tomos sus matones y se enrumbo donde la feliz pareja que al
encontrarlos prendió fuego al jacal y por la resistencia que hizo Indacho mando golpearle,
dejándoles tirado en un charco de sangre. Al volver en si, el joven comenzó a construir su jacal pero
Cata le imploro abandonar la tierra de sus padres e irse a otro lugar, por lo que se pusieron en
camino, caminaron horas hasta que vieron un lugar idóneo para poder vivir y construyeron su choza
que no tardaron en cubrirlas con el icho de la puna… Peralta informado de donde estaban aquella
pareja hizo lo mismo contra ellos, reunió a sus matones, y salió a buscarlos y al encontrarlos mando
que los golpeara y quemara sus pertenencias aduciendo mientras el lengua de juego devorara la
choza.

-Les dije que fueron lejos de mi propiedad. Lárguense que la próxima ve los matare.

-Vámonos lejos Indacho como siempre me decías…

-Esos icemos, caminamos lejos y hasta aquí vienen a jodernos… ahora si iré en sus tierras a
vivir, allí si que me maltraten hasta matarme siquiera…

Caprichoso el hombre fue directo hacia el cerco que separaba una hacienda de la otra, tiro
del cerco y levanto su pequeña choza, aquella noticia llego a los oídos de los hacendados; quienes
se enfurecieron y no tardaron en salir a su encuentro al lado de sus matones. Los enemigos se
encontraron en aquel punto no demoraron en gritarse.

-Hijos de del supay que hace tu hijo en mi propiedad, llévatelo antes que lo mata a golpes…

-Por mi has lo que quieras y si lo matas te lo agradeciera…

-Entonces golpe con ellos, sin piedad o los enseñare como se golpea. –gruño Peralta.

Los incolos cogieron a Indacho y los fulminaron a golpes, mientras que a Cata le revolcaban
en el suelo a puros empujones al tratar de ayudar al infeliz, lo dejaron medio muerto y por una
extraña razón quedaron complacidos con tal salvaje acto hacia sus propios hijos, marchándose
feliz… al volver en si Indacho, Cata una vez mas le rogo con ruego y llanto.

-Vámonos muy lejos mi amor, nadie sabrá de nosotros…

-Nos fimos lejos pero de que sirvió, no dicen que todo es su propiedad, entonces vivamos
cerca de ellos, para que nos maten.

Muy lastimado comenzó a construir su jacal pero al día siguiente su propio padre mando
hacer lo mismo con sus matones y a tumbar su choza, de esa manera transcurrieron los días que
sumaron semanas y meses, el joven apuesto lucia todo tísico, moreteado su piel, desgarrado sus
atuendos, pero era feliz junto a su gran amor que ante su terquedad únicamente le quedaba llorar
y desconsoladamente:

-Todo es mi culpa, vámonos Indacho lejos hacer feliz… –se decía asimismo.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Si nos vamos habremos perdido y ellos habrán ganado. Vamos ha ganar, tarde que temprano
entenderán que ellos están mal…

-Temo que uno de estos días te goleen y no vuelvas a despertar… mírate como estas, casi no
te reconozco, vámonos lejos, lejos seremos felices.

-Es te dije hace tiempo pero no quisiste ahorra soy yo quien no quiere, asique seguiremos
aquí hasta ganar la guerra… voy a buscar leña para azar la carne y sancochar la papa que encontré.

Salía por los alrededores a buscar lo que necesitaba, pero al ser sorprendido por los hombres
de los hacendados estos les propinaban una golpiza, que felizmente era informado al hacendado:

-Otra vez patroncito le dimos su merecido, pero el hombre es tan necio que tendremos que
seguir dándole su chiquita para que no ande por su hacienda…

-Por mi hasta mátenle, por su culpa de eses desgraciados estoy siendo susurrado entre mi
peonada y mi esposa que no se entere por que allí si se arma la bronca…

Las esposas de los terratenientes informados del sanguinario acto que mandaban sus esposos
trataron de persuadirlos, pero estos se enfurecieron mas, hasta llegar a golpearlas, por lo que las
abandonaron y se buscaron las señoras.

-Espicha he venido a conversar contigo, ya que no puedo seguir haciéndome la ciega ante
tanta maldad de nuestros esposos hacia nuestros propios hijos… ya no se puede hablar con ellos,
hasta a mi me ha golpeado y eso jamás se lo voy ha perdonar.

-Están llenos de odios por eso yo también le dejado a Mego, pero no me atrevo a buscar a mi
hijo por que su odio arremetería contra mi, mejor es dejar las cosas como están.

-Son nuestros hijos, tenemos que ayudarlos…

-Nada podemos hacer solo que entren ellos en razón. Yo me quedare aquí al menos entre
nosotros que se termine el odios de una buena ve…

-Me invitas a vivir en tu casa, como una familia total somos comadres, nuestros hijos se
aman…

Ellas compartieron la casa en armonía, pero no se atrevieron a visitar a sus hijos por que
temían a sus esposos, que al saber los ocurridos se enfurecieron:

-si algo quiero que salga bien todo tengo que hacerlo yo. Traigan mi caballo que salimos de
una vez ha terminar con esto.

Los hacendados fueron dispuesto a todo, encontrándose en el lugar done empezó su


enemistad, por lo que uno balbuceo contra el otro:

-¿Cómo te atreves a poner tus mugrientos pies en mi tierra?

-Tu yo, si es mío, pero te lo regale. Mas no me atrae eso aquí, sino ese desgraciado de mi hijo
que me ha hecho separar de mi querida esposa, hoy si me la cobro de ese infeliz…

-A los mismo vengo yo, esa maldita hija que tengo lo mato…

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Unamos nuestras fuerzas para echarles de una vez por todas de nuestra propiedad…

Gritaba al otra cuando uno de los hombres vio a Indacho que avanzaba penosamente por el
camino de herradura con su atado de carga de leña y sin demora persuadió a su patrón:

-aquí va Indacho patroncito con la leña que ha robado de su bosque…

-maldito me va ha ver rómpanle todo sus huesos –menciono Pedro Mego.

-Ustedes ayúdenles…

Fueron siete salvajes que cabalgaron hacia el infeliz atropellándolos, descendieron de los
animales y a puño limpio comenzar a golpear y a patear al joven; mientras este estaba inconsciente
por los casco de los animales. Los hacendados observaban complacido del vandalismo que hacían
sus hombres, hasta que Pedro Mego balbuceo:

-ya basta, se que ahora si se ira para siempre…

Cada hacendado tomo una ruta opuesta. Indacho quedo tirado en un charco de sangre Cata
al presentir el hecho fue a buscarle y al encontrarlo cayo a su cuerpo casi helado. El respiraba con
dificultad, al abrir sus ojos el cielo le daba vueltas, tardo en reconocer a su amor; que lloraba
desconsoladamente y hablo lentamente entre frases entrecortadas por un quejido de dolor y llanto:

-Catita esta vez me toco perderte y esta vez para siempre mi amor. Ya no volveré a verte, lo
ciento pero no guardes rencor a nuestros padres, por que somos también culpables por
desobedecer…

-calla mi amor. Te llevare a casa allí curare tus herida y cuando te repongas nos iremos lejos
muy lejos de aquí para hacer feliz.

Se lo llevo al debilucho joven en su hombro y corrió a su barraca, donde llego aun respirando,
pero su voz fue perdiéndose, agonizado, hasta que dio un profundo suspiro y tendido en el lecho
quedo. Cata pero un terrible grito, sacudiendo el cuerpo inmóvil.

-No, no me dejes sola, por que dios me lo quitas, si tanto lo amo, si es lo único que tengo…

Cata lloro a gritos sin aceptar que había muerto su gran amor Indacho, se quedo
contemplándolo mientras le arrullaba una canción, muy dulcemente… de esa manera ella paso
algunos días cuidando al cuerpo del infeliz. Los terratenientes enviaron espías para comprobar su
éxito contra sus hijos, quienes al no ver ya a los cupidos informaron a los hacendados:

-patrón desde días la cabaña no da señal de vida, no sale humo de la chimenea, no se los ve
ya a ninguno de los dos, primero se los veía caminar, pero desde la ultima paliza que los dimos les
hemos hecho reflexionar y se marcharon.

-yo no lo creo, mi hijo es muy terco, se que están los dos allí escondidos como ratas. Yo mismo
les echare, pero primero iré a buscar al padre de Cata para planear todo.

Salieron a buscar a Peralta y al encontrarle le adujo

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-por la culpa de mi hijo y tu hija pedimos a nuestras esposas y ahora nos hacen creer que se
han ido lejos, pero esos mierdas están allí, yo los presiento aunque no dan señales de vida, pero se
que están allí…

-yo también pienso lo mismo, vamos y de una vez por todas que se vayan de nuestras tierras.

Cabalgaron hacia la humilde barraca y al llegar allá se detuvieron observando por un instante
con tristeza pero rápidamente la superaron. Descendió primero Pedro Mego vociferando
maldiciones. Lo siguió Peralta; quienes no tardaron en pararse a la entrada del jacal, viendo a la
joven que daba de trataba de hacer comer. Los hacendados se miraron, para luego explotar:

-maldito hijo aunque me valle al infierno yo mismo te matare con mis propias manos…

Y se aventó donde la pareja, extendió sus manos hacia el cuello del infeliz e inmediatamente
dio pasos atrás palidecido.

-que pasa amigo Mego, parece que hubieras visto a un muerto, no eres tan valiente como yo,
aprende de mi.

Se acero a su hija, esta volteo a verle descubriéndola a un rostro de muerte, fue horrible verla,
ojos rojos y enormes de tanto haber llorado mejías hundidos y huesudos por no haberse llevado en
días alimento a la boca y sus cabellos que no habían pasado peine alguno.

-Issshhh, cállense que mi amor a quedado dormido. -Adujo la muerte en vida.

Ante tanta desgracia los hacendados echaron lagrimas que baño sus mejillas.

-No quise llegar a esto. No señor que hice…

-Silencio que me lo van a despertar. Susurro cata ante los intrusos.

-Perdón hija soy responsable de tu desgracia, pero ahora si todo va ha cambiar para ti…
daremos cristiana sepultura a Indacho…

La infeliz misia su cabeza lentamente, clavándole su mirada, hasta que por fin los recuerdos
le llegaron de golpe, y pego un terrible grito:

-Tú mataste a mi Indacho. Tú lo hiciste y ahora vienes por mí…

Las palabras casi tumbaron al hombre que comenzó a clamar.

-Perdón hija. Mil perdón te pido… que puedo hacer para remediarlo mi acto criminal.

Cayó de rodillas frente a su hija. Ella aterrorizado se levanto y fue hacia su pequeño fogón de
donde saco un tosco puñal y se lo clavo en el lugar que martillaba su corazón, ante el espanto de su
padre.

-Dios mío no, Cata que has hecho.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez


-Cumplir tu voluntad y mi voluntad. No quiero que me separen de mi amor, no me separen
de mi Indacho.

Se arrastro hacia el cuerpo inmóvil de su amor, mientras su padre golpeaba al suelo


insistentemente……

Escrito por Teófilo Yupanqui Domínguez.

Autor: Teofilo Yupanqui Dominguez

También podría gustarte