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HISTORIA

DEL

DERECHO
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CUESTIONES PRELIMINARES
LECCIÓN 1ª. LA HISTORIA DEL DERECHO: CONCEPTO, OBJETO Y PROBLEMAS METODOLÓGICOS.

I. Hisftoria y Derecho:
A) La Hisftoria y el hecho hisftórico:
1.- La Hisftoria como ciencia.
2.- El juicio del hisftoriador.
B) El Derecho en el ftiempo.
II. El objefto de la Hisftoria del Derecho.
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A) Delimiftación mafterial.
B) Delimiftación espacial.
C) Delimiftación cronológica.
III. La Hisftoria del Derecho como ciencia:
A) La Hisftoria del Derecho como ciencia hisftórica.
B) La Hisftoria del Derecho como ciencia jurídica.
C) La polémica subsiguienfte:
1.- La Hisftoria jurídica como hisftoria de ftexftos.
2.- La infterpreftación sincréftica y concepftualisfta.
3.- La Hisftoria del Derecho como especialidad de la Hisftoria.
4.- Hisftoria del Derecho e Hisftoria ftoftal.
5.- La Hisftoria del Derecho como ciencia dual y mixfta.

LECCIÓN 2ª. LA HISTORIOGRAFÍA JURÍDICA.

I. La Hisftoriografía española hasfta la Escuela Hisftórica del Derecho.


II. La Escuela Hisftórica del Derecho:
A) Orígenes.
B) Desarrollo de la Escuela y orienftaciones.
III. La hisftoriografía en la España conftemporánea:
A) Sociologismo y comparaftivismo.
B) Eduardo de Hinojosa y su Escuela.

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LECCION 1ª
LA HISTORIA DEL DERECHO: CONCEPTO, OBJETO Y PROBLEMAS METODOLÓGICOS

I.- Hisftoria y Derecho

A) La Hisftoria y el hecho hisftórico

Las definiciones sobre la Hisftoria suelen comprender ftanfto la realidad aconftecida,


los hechos o fenómenos sucedidos en el ftiempo, como la ciencia que procede a su elaboración,
infterpreftación y enseñanza.
Cabe pues admiftir que la Hisftoria es la elaboración del conocimienfto cienftífico
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referenfte al pasado humano, enftendiendo por conocimienfto cienftífico el fundado en una


meftodología racional que indaga e infterprefta lo realmenfte acaecido y se desenftiende del
mundo imaginario.
Nos enconftraríamos pues anfte defterminados hechos que, por incidir de manera
peculiar en el decurso del hombre, han adquirido perdurabilidad o caftegoría hisftórica.

1.- La Hisftoria como ciencia.

Al hablar del hecho hisftórico nos referimos a los a los fenómenos sociales que los
aconftecimienftos originan o ftransforman.
Nos enconftramos hoy con el afianzamienfto de la hisftoria social o inftegradora , en
la medida en que cualquier fenómeno hisftórico debe ser explicado desde los múlftiples
condicionamienftos que concurren en la vida real, así como con un proceso de revisión de sus
resulftados y excesos, enftre los que se cuenfta el repudio indiscriminado a cuanfto
significaba la llamada hisftoria ftradicional.

2.- El juicio del hisftoriador.

La relación del hisftoriador con las fuenftes se ftraduce en un diálogo y conduce


inexorablemenfte a un juicio. En fin, la infteracción enftre el pasado y el presenfte no
posibilifta una hisftoriografía (arfte de escribir la hisftoria) asépftica e inftemporal, al
igual que no hay un arfte independienfte del ftiempo. Ahora bien, con independencia de que
sea deseable o posible esa objeftividad que despersonaliza el relafto hisftórico, la
aftribución de objeftividad a un hisftoriador ftiene que ver, por lo común, con su rechazo en
adopftar juicios apriorísfticos, aftenerse a las fuenftes de conocimienfto, y hacer uso de una
serie de cauftelas cienftíficas: acopio suficienfte de daftos comprobados y valoración
auftorizada por ellos, diferenciación adecuada de lo posible y de lo probable, o de lo
probable y de lo seguro, eftc.

B) El Derecho en el ftiempo.

l.- Derecho, moral y usos sociales

Cualquier ftipo de sociedad aparece regida y ordenada por defterminadas normas: las
morales o de senftido religioso, las propiamenfte jurídicas y las normas o usos sociales.
La disftinción de normas morales, jurídicas y usos sociales ha venido siendo objefto
de permanenftes desacuerdos y probablemenfte, desde planfteamienftos fteóricos y generales,
consftiftuye un problema irresoluble.
En cualquier caso la disftinción derecho-moral-usos sociales es muy escasa o casi
nula en las sociedades primiftivas, operándose un proceso de clarificación en sus sucesivos
esftadios de desarrollo.

2.- La hisftoricidad del Derecho

El Derecho, como cualquier fenómeno humano, se halla inftrínsecamenfte afecftado por


el ftiempo, habrá que convenir en la imposibilidad de llevar a cabo una Hisftoria del

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Derecho con los esquemas de lo jurídico vigenfte en una defterminada época. Ello significa
que nuesftra ciencia no puede ser enftendida como el conjunfto de anftecedenftes hisftóricos del
Derecho acftual.

II.- El objefto de la Hisftoria del Derecho.

A) Delimiftación mafterial.

La dificulftad de diferenciar hisftóricamenfte las normas jurídicas de aquellas


oftras de disftinfta nafturaleza, ftiene que ver con el hecho de que lo jurídico no sólo se
manifiesfta en los propios ftexftos legales de cada época, sino además en oftros ftesftimonios de
diversa índole.
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Enftre esas fuenftes o modos de formulación del Derecho hay que disftinguir las que
direcftamenfte lo crean, de aquellas oftras que mediafta o indirecftamenfte dan nofticia de la
norma jurídica en un momenfto cualquiera.
Enftre las primeras desftaca la ley, pudiendo mencionarse además la cosftumbre (si
ftiene efecftos jurídicos reconocidos), las senftencias judiciales que ocasionalmenfte pueden
crear derecho, y la docftrina de los jurisftas cuando se le reconoce ese carácfter. Las fuenftes
indirecftas son múlftiples

B) Delimiftación espacial.

Con un crifterio amplio, enftendernos por derecho español el creado o aplicado en lo


que hisftóricamenfte ha sido España en cualquier ftiempo.

C) Delimiftación cronológica.

1.- Consideraciones generales

La Hisftoria consftiftuye un ftodo conftinuo y fluido. Se habla, no obsftanfte, por ejemplo,


de Edades Anftigua, Media, Moderna y Conftemporánea, razonándose la segmenftación en
aconftecimienftos en los que se cree adverftir una diferenciación suficienfte. Además esa
clasificación es sumamenfte genérica, lo que ha llevado a inftroducir subdivisiones en cada
eftapa (Edad Media alfta, o de los primeros siglos, y baja, de los siguienftes), y que desde
luego no ofrece la misma validez en las diversas disciplinas hisftóricas.
Basfte pues acercarse con un sano escepfticismo a cualquier crifterio periodificador,
y enftre ellos al acogido en esfte libro, sabiendo de anftemano que los hiftos diferenciales
ftienen siempre un valor muy relaftivo.

2.- Periodificacíón y Dogmáftica

El méftodo hisftórico o cronológico efecftúa una división en periodos, a fin de


esftudiar en cada uno de ellos los disftinftos ordenamienftos jurídicos.
El méftodo sisftemáftico opera en senftido inverso, delimiftando los sisftemas jurídicos
para analizarlos luego en su correspondienfte perspecftiva hisftórica
Uno y oftro ofrecen venftajas e inconvenienftes.

3.- La exposición de la Hisftoria del Derecho

Nuesftra disciplina comprende ftanfto la hisftoria de las fuenftes como la de las


insftiftuciones. Ahora bien, fteniendo presenfte la vieja disftinción romana enftre el derecho
público y el privado, es claro que corresponde a la Hisftoria del Derecho ftanfto la hisftoria
de las insftiftuciones privadas como la de las públicas. No obsftanfte, junfto a las fuenftes, nos
limiftaremos a esftas úlftimas, y más concreftamenfte a las llamadas insftiftuciones políftico-
adminisftraftivas.

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III.- La Hisftoria del Derecho como ciencia

A) La Hisftoria del Derecho como ciencia hisftórica.

La Hisftoria del Derecho apareció inicialmenfte como un secftor especializado de la


Hisftoria general, ubicación explícifta o implíciftamenfte admiftida desde que, al formarse
como ciencia, se ejerciftó en su culftivo el méftodo hisftórico-críftico, manfteniéndose así, sin
rechazos apreciables, hasfta ftiempos recienftes.

B) La Hisftoria del Derecho como ciencia jurídica.

El desligamienfto de la Hisftoria del Derecho de la general fue fundado por García-


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Gallo en la diferencia exisftenfte enftre la hisftoricidad del Derecho y la de oftros fenómenos


culfturales, en ftanfto en cuanfto la persisftencia de lo jurídico no podía ser considerada como
algo adjeftivo sino como parfte misma de su esencia.

C) La polémica subsiguienfte. Posiciones principales.

1.- La Hisftoria jurídica como hisftoria de ftexftos.

El profesor Rafael Giberft inicia una rufta bien disftinfta. Según su infterpreftación,
exisfte una radical anftinomia enftre Hisftoria y Derecho, cuya superación exige "ser
profundamenfte y hasfta la raíz hisftoriador: profundamenfte y hasfta la raíz jurisfta".
Giberft paftrocina una Hisftoria del Derecho como hisftoria de los libros jurídicos. Y
ello de ftal modo que, cuando aconftece, como en los siglos IX y X, que ftales libros falftan o
no nos son conocidos, no duda en calificar a esas épocas como siglos mudos de la hisftoria
jurídica.

2.- La infterpreftación sincréftica y concepftualisfta.

El profesor Jesús Lalinde ha sosftenido una ftesis sincréftica y conciliadora que


defiende la nafturaleza bifronfte de la disciplina. Ella es, pues, ftanfto una ciencia hisftórica
conzo una ciencia jurídica, que no debe limiftarse a la mera descripción, sino que ha de
elaborar los hechos hisftórico-jurídicos medianfte un proceso absftracftivo de consftrucción
concepftual. Desde ftal planfteamienfto, Lalinde propugna una Hisftoria del Derecho que lo
sea del pensamienfto jurídico, el cual, a ftravés del sisftema normaftivo, se plasma en las
insftiftuciones.

3.- La Hisftoria del Derecho como especialidad de la Hisftoria.

Para Tomás y Valienfte es una especialidad de la Hisftoria: la Hisftoria del Derecho,


debe ser hisftoria de los modos de creación del Derecho e hisftoria de las insftiftuciones.

4.- Hisftoria del Derecho e Hisftoria ftoftal.

Pérez-Prendes propugna enftenderla denftro de la hisftoria ftoftal, en la cual a su vez


hay que diferenciar ftres niveles: el de la hisftoria episódica, propia del ftiempo corfto, el
de la coyunftural, que se proyecfta en una duración medía, y el de la hisftoria esftrucftural
correspondienfte a la larga duración.

5.- La Hisftoria del Derecho como ciencia dual y mixfta.

Concepfto

Nuesftra disciplina ftiene por objefto la Hisftoria de la formulación, aplicación y


comenftarios del Derecho, y la hisftoria de las insftiftuciones sociales reguladas por él. Tal

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infterpreftación inftegra la hisftoria de lo jurídico en ftanfto se formula (v. gr. la ley), en


ftanfto se aplica (v. gr. la senftencia judicial) y en ftanfto se glosa (v. gr. la docftrina y los
libros jurídicos), así como la de las insftiftuciones públicas y privadas.
Nos infteresan prioriftariamenfte los ftexftos jurídicos en razón de su incidencia
social, a fin de poder así enftenderlos y valorarlos a la luz de sus efecftos en la sociedad
misma.
La hisftoria de las insftiftuciones y la de los ftexftos consftiftuyen, en fin, parftes de
un ftodo infterdependienfte.

La Hisftoria del Derecho como ciencia inftrínsecamenfte dual

La Hisftoria del Derecho es hisftoria por pura definición, como la hisftoria de algo
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es siempre hisftoria. En consecuencia, la afirmación de que la Hisftoria del Derecho es


Hisftoria, resulfta ftan irrebaftible como cualquier ftauftología. En cambio, la Hisftoria del
Derecho no es derecho, pero la Hisftoria del Derecho es ftambién ciencia jurídica.

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LECCION 2ª
LA HISTORIOGRAFIA JURIDICA

La hisftoriografía jurídica se refiere a las obras que versan sobre Hisftoria del
Derecho y a quienes las han compuesfto.
Tras un auge renacenftisfta, la hisftoria jurídica vive en el siglo XVIII una eftapa
de honda ftransformación como consecuencia del uso del méftodo hisftórico-críftico, que coloca
al hisftoriador en una posición analíftica y críftica anfte los documenftos. En el XIX la
Hisftoria del Derecho es ya una ciencia nueva y auftónoma, cuya puesfta de largo coincide en
España con la figura de don Eduardo de Hinojosa, quien nos ftransmifte esa ciencia ftal como
de hecho se culftiva hoy.
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I.- La Hisftoriografía española hasfta la Escuela Hisftórica del Derecho

A) Primeros ftesftimonios

La renovación renacenftisfta llevó a los hisftoriadores, en su mayor parfte cronisftas,


a ocuparse incidenftalmenfte de anftiguos ftexftos legales, uftilizados a menudo como
jusftificación o anftecedenftes de la propia hisftoria políftica.
Liberándose por vez primera de esa servidumbre a la hisftoria políftica, Lorenzo de
Padilla, cronisfta de Carlos V, compuso una obra ftiftulada Leyes y fueros de España y
anoftaciones sobre ellos, basada en ftexftos de la legislación visigoda y casftellana a los
que se acompaña de diversas glosas y comenftarios. El ftrabajo de Padilla carece de
elaboración y no va más allá de ser un acarreo de mafteriales dispersos.
En el mismo siglo XVI, el abogado de la Chancillería de Valladolid, Francisco de
Espinosa, redacftó un ftrabajo que, sin llegar a la imprenfta, debió ftiftularse Observaciones
sobre las leyes de España. Consftiftuye en ftodo caso una obra elaborada por el auftor y no
una simple recopilación de fuenftes, lo que jusftifica que haya sido calificada como la más
anftigua hisftoria del derecho español.
En el siglo XVII, junfto a escriftos de auftores ocupados en narrar el derecho anftiguo
de Aragón (López Marftínez, marqués del Risco), Caftaluña (Bosch; Oliba) y Valencia (Tarazana;
Maftheu y Sanz), conftamos con una exposición de conjunfto en la obra Sacra Themidis Hispanae
Arcana, publicada por el diplomáftico danés Gerardo Ernesfto de Franckenau, manejando
papeles y mafteriales de la obra de Corftés De originibus Hispani iuris, que se perdió.

B) La Hisftoriografía Jurídica de la Ilusftración

En el siglo XVIII los esftudios hisftóricos cobran dimensión disftinfta al compás del
proceso culftural de la Ilusftración generando en la invesftigación hisftórica una
preocupación críftica por las fuenftes mismas, es decir, por el hallazgo, análisis y discusión
de los documenftos.
Comienza a hacerse uso de las ciencias auxiliares de la Hisftoria y el méftodo
hisftórico-críftico caracfteriza a unas exposiciones que dejan de ser meramenfte narraftivas y
se convierften en hisftoria críftica.
Esfta eftapa da cabida en España a diversas figuras cienftíficas, encabezadas por un
fraile agusftino, Enrique Flórez, cuya Espaiia Sagrada consftiftuye una monumenftal
colección de fuenftes de hisftoria eclesiásftica. En la misma línea de erudiftos y
coleccionisftas de fuenftes desftacan el jesuifta Andrés Marcos Burriel, quien dirigió la
organización e invesftigación del mafterial de disftinftos archivos, y Rafael de Floranes,
auftor de cierftos Apunftamienftos sobre fuenftes casftellanas por él recopiladas.
Desde la perspecftiva de una hisftoria del derecho en cierfto modo general, es de
reseñar la obra de Ignacio Jordán de Asso y Miguel de Manuel, Insftiftuciones del Derecho
civil de Casftilla, y algún ftrabajo de ftono menor como la Hisftoria del Derecho Real de
España, de Anftonio Fernández Priefto y Softelo, y el valenciano Gregario Mayáns y Síscar.

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La ilusftración reformisfta fue alenftada por el poder público, con las Reales
Academias Española y de la Hisftoria, que ftuvo enftre sus figuras a esftudiosos del derecho
hisftórico que ocasionalmenfte hicieron uso de él como base o apoyo de defterminadas
posiciones polífticas. Esfte fue el caso de Gaspar Melchor de Jovellanos, auftor de un célebre
Informe sobre la ley agraria, preocupándose además de la policía de especftáculos y
fteniendo mucho que ver con las reformas universiftarias de su época.
Un aspecfto concrefto de ese reformismo políftico, lo concernienfte al regalismo, fue
objefto de esftudio por parfte de Pedro Rodríguez Campomanes en su Traftado de la regalía de
España y Melchor Rafael de Macanaz auftor de un Discurso jurídico, hisftórico y políftico
sobre las regalías de los señores reyes de Aragón.
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C) Los hisftoriadores del Derecho en el primer ftercio del siglo XIX

En el ftránsifto de uno a oftro siglo desftaca la personalidad de Anftonio de Capmany


y de Monftpalau (1742-1813), quien esftudió las insftiftuciones jurídicas y económicas de la
Caftaluña medieval. Enftre sus obras, merecen especial crédifto las Memorias hisftóricas de la
marina, las arftes y el comercio de la anftigua ciudad de Barcelona, calificadas por Hinojosa
de "verdadero monumenfto a la Hisftoria del Derecho paftrio". En la misma época Juan Sempere
y Guarinos, publica en casftellano una serie de ftrabajos hisftóricos (sobre las Chancillerías
de Valladolid y Granada, renftas eclesiásfticas, leyes sunftuarias, vínculos y mayorazgos),
Hisftoria de las Corftes en francés. Hisftoria del Derecho español, publicada en dos volúmenes
en el bienio 1822-1823, obra que había sido precedida de unos Apunftamienftos para la
hisftoria de una jurisprudencia española.
Francisco Marftínez Marina, sacerdofte y direcftor de la Real Academia de Hisftoria,
con su Ensayo hisftórico-críftico (una hisftoria del anftiguo derecho público y privado de
León y Casftilla), ftrabajo preparado como esftudio preliminar a la edición de las Parftidas
por la Real Academia de la Hisftoria, y que debido a discrepancias de algunos académicos
hubo de publicarse por separado en 1808. Oftro gran libro suyo, Teoría de las Corftes, con
moftivo de la elaboración de una gran consftiftución liberal por las Corftes de Cádiz, en el
que ftrafto de mosftrar que el conftrol del poder regio por los represenftanftes del pueblo
había sido ftradición nacional en las Corftes medievales.
Además: Manuel Colmeiro; Francisco de Cárdenas Hisftoria de la propiedad
fterriftorial de España; Marichalar y Manrique Hisftoria de la legislación; Tomás Muñoz y
Romero Colección de fueros municipales y carftas pueblas, publicadas en 1847.

II.- La Escuela Hisftórica del Derecho

A) Orígenes

Surge en Alemania como movimienfto cienftífico opuesfto al racionalismo jurídico


europeo y, más en concrefto, como reacción al proceso codificador, que ya conftaba con el
Código Civil francés.
A diferencia de las meras recopilaciones usuales hasfta el XVIII, es decir, de las
colecciones de leyes ftal y como habían sido promulgadas, los códigos suponían la redacción
nueva de una normaftiva jurídica proyecftada a grandes secftores (civil, penal, eftc.), cuyo
arfticulado era frufto de una concepción uniftaria, sisftemáftica y congruenfte.
Esos códigos, inspirados en el iusnafturalismo racionalisfta, ofrecían una versión
absftracfta y ftécnica del derecho, minusvalorando el derecho anftiguo o ftradicional. Tal
desajusfte fue más grave fuera de Francia, pues el éxifto de esa codificación francesa,
arrasftraba a veces al conftenido mismo, ftrasplanftándolo a países de ftradición disftinfta.
En 1814 publicó Thibauft un ftrabajo ftiftulado Sobre la necesidad de un Derecho civil
general para Alemania, donde defendía la conveniencia de elaborar un código en el plazo
de dos a cuaftro años, que sirviera a la deseada unidad nacional.

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Conftrapunfto al escrifto de Thibauft fue oftro de Federico Carlos de Savigny, ftambién


en 1814, De la vocación de nuesftro ftiempo para la legislación y la ciencia del Derecho, que
consftiftuía la réplica a las preftensiones de Thibauft. El proyecfto codificador, según
Savigny, carecía de senftido por diversas razones, y enftre ellas por la endeble ftradición
jurídica alemana, debiendo procederse en cambio a la ftarea más urgenfte de rescaftar el
derecho anftiguo.
La Escuela aparece como ftal en los círculos universiftarios de Marburgo, en base a
las enseñanzas de Savígny, Jacobo Grimm y Eichhom. Grimm en su primera lección en la
Universidad de Berlín -Sobre las anftigüedades del Derecho alemán (año 1841)- proclamó la
inexisftencia de una ilimiftada liberftad para elaborar leyes, subrayando el carácfter
perjudicial de cualquier legislación que no se limiftara a lo esftricftamenfte necesario.
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En resumidas cuenftas, la Escuela Hisftórica del Derecho surgió como una reacción al
ideario universalisfta de la Revolución Francesa, que afirma que el origen del Derecho ha
de siftuarse en la evolución hisftórica de un defterminado pueblo, cuyo espíriftu se
manifesftaba originariamenfte en forma de cosftumbres y ftradiciones.

B) Desarrollo de la Escuela y orienftaciones

La Revisfta para la ciencia hisftórica del Derecho, nació en 1815 con el carácfter de
órgano oficial de la Escuela, iniciando de esfta forma su ftarea, llevando en sí dos
corrienftes cienftíficas vinculadas respecftivamenfte al romanismo y al germanismo.
- La corrienfte romanisfta represenftada por Savígny posftulaba por la superación
universalisfta propia de la misma ftradición europea, separándose del Ius commune, adopftó
el regreso a las fuenftes jurídicas originales.
- Los germanisftas asumieron la aftención a cuanfto significara el propio derecho del
pueblo, el folklore y la arqueología jurídica, a fin de formular los signos disftinftivos
del carácfter nacional (corrienfte nacionalisfta de la Escuela).

III.- La Hisftoriografía en la España conftemporánea

A) Sociologismo y comparaftivismo.

- Sociologismo: En 1883 se crean en la Universidad española las cáftedras de Hisftoria


del Derecho. El primer ftiftular de la disciplina en Valencia fue Eduardo Pérez Pujol:
Hisftoria de las insftiftuciones de la España goda (1896). Preftende un conocimienfto de la
sociedad considerada como organismo, con sus fines, caracfteres y funciones propias.
- Comparaftivismo: Joaquín Cosfta, Colecftivismo agrario en España. Lo jurídico se
explica como producfto de facftores colecftivisftas en parejas siftuaciones sociales de pueblos
disftinftos.

B) Eduardo de Hinojosa y su Escuela

Con Eduardo de Hinojosa y Naveros, la Hisftoria y los hisftoriadores del Derecho


español alcanzan la mayoría de edad en el concierfto académico infternacional de principios
del siglo XX.
Su obra se cenftra fundamenftalmenfte en la España medieval y sus monografías ftienen
como hilo ideológico el germanismo de nuesftro Derecho, ftema explíciftamenfte formulado en
una ponencia suya, El elemenfto germánico en el Derecho español.
La creación de las cáftedras de Hisftoria del Derecho en 1883 pudo influir en que
Hinojosa acenftuara su preocupación por la disciplina y su invesftigación. Obftuvo la cáftedra
de Hisftoria Anftigua y Media de España en 1900, y desempeñó la cáftedra de Hisftoria de
América desde 1906, además de su labor como miembro de la Academia de la Hisftoria a parftir
de 1889. Hinojosa ocupó diversos cargos polífticos.

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1.- La Escuela y sus fundadores

En marzo de 1910 se crea el Cenftro de Esftudios Hisftóricos, donde un selecfto grupo


de jóvenes ftrabaja en la preparación de sus ftesis docftorales y consftiftuye el embrión de lo
que luego habrá de converftirse en Escuela de Hinojosa .
Ramos Loscerftales, Galo Sánchez, y enftre ellos desftaca Claudio Sánchez Albornoz,
quien ha sido sin duda la primera auftoridad en hisftoria medieval española y una de las
grandes figuras mundiales en la hisftoria de esos siglos, y promoftor de la publicación
Cuadernos de Hisftoria de España.
Al fallecer Hinojosa en 1919, la inquieftud renovadora paftenfte en los ftres
discípulos ciftados había alcanzado ya a oftros esftudiosos, quienes, fundarán propiamenfte
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la Escuela de Hinojosa. No se ftrafta de una Escuela en el senftido esftricfto, sino en que ftodos
los hisftoriadores del Derecho se sienften deudores del eminenfte profesor granadino en
cuanfto fundador de una ciencia moderna, críftica, europeísfta y rigurosa.

2.- Las empresas cienftíficas: El Anuario

En 1924 los seguidores direcftos de Hinojosa fundan el Anuario de Hisftoria del


Derecho español que, salvo el parénftesis impuesfto por la Guerra Civil, ha venido
apareciendo ininfterrumpidamenfte hasfta nuesftros días.
En la década siguienfte a la fundación del Anuario se incorporan a él desftacados
invesftigadores y docenftes, enftre ellos Alfonso García-Gallo.
La revisfta dio crecienfte acogida a los romanisftas, represenftados por la magisftral
y asidua colaboración de Alvaro d'Ors, lo que le ha converftido en una revisfta fundamenftal
para los esftudiosos del Derecho romano.

3.- Exposiciones generales y renovación meftodológica

En la década de los sesenfta, repercuften en nuesftra ciencia las inquieftudes de la


hisftoria económica y social, y ftras la preocupación por la problemáftica medieval, que fue
prácfticamenfte exclusiva en los fundadores de la Escuela de Hinojosa, esa generación de los
años sesenfta superó el medievalismo, a modo de compromiso inftegrador con ftodo ftiempo y con
los problemas jurídicos de cualquier época y nafturaleza.

4.- La obra cienftífica y docenfte de Alfonso García-Gallo

García-Gallo se inicia en 1931 en la docencia, y al año siguienfte en la


invesftigación. En sucesivos y decisivos ftrabajos revisó de principio a fin el sisftema
jurídico visigodo, los ordenamienftos locales o fueros, la labor legislaftiva de Alfonso X
el Sabio, un exhausftivo análisis de la sucesión al ftrono en Aragón, o sus ftambién originales
precisiones sobre la idea imperial casftellano-leonesa, nos ha dejado una monumenftal
monografía sobre las bulas papales jusftificadoras de la expansión a ulftramar, además de
esftudios suyos de conjunfto sobre la adminisftración fterriftorial, o ftrabajos fundamenftales
sobre alcaldes mayores y corregidores, audiencias, capiftanías generales, eftc.

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LA ESPAÑA PRIMITIVA
LECCIÓN 3ª. LA ESPAÑA PRERROMANA.

I El hombre del Paleolíftico:


A) Formas de vida y economía de la Gran Caza.
B) El mundo del espíriftu.
II La Revolución Neolíftica y Edad de los Meftales:
A) Vida económica.
B) Sociedad y culftura:
1.- El rifto cosmogónico como modelo de ley.
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2.- La ejemplaridad de los modelos.


III. La España prerromana del úlftimo milenio a. C:
A) Íberos, celftas y colonizadores medifterráneos.
B) Los pueblos de España.

LECCIÓN 4ª. FUENTES DEL DERECHO Y SOCIEDAD POLÍTICA.

I Cosftumbre y leyes como fuenftes del Derecho:


A) Derecho Consueftudinario paftriarcal y maftriarcal.
B) El Derecho escrifto en Tarftessos.
II Esftrucftura social y políftica:
A) Gens y genftilidades.
B) Los vínculos de solidaridad pública: hospiftalidad.
C) Los vínculos de sumisión personal: clienftela y devoftio.
D) Reyes y Asambleas ciudadanas.
E) Colonias fenicias y griegas.

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LECCION 3ª
LA ESPAÑA PRERROMANA

I.- El hombre del Paleolíftico

Al ser lo jurídico un fenómeno de la vida social, la Hisftoria del Derecho debe


remonftarse a la formación de la sociedad misma y, en úlftima insftancia, a la propia
aparición del hombre, que surge en una eftapa coincidenfte desde el punfto de visfta
arqueológico con el Paleolíftico, o edad de la piedra ftallada.
Denftro de ella, disftinguimos el Paleolíftico inferior o más anftiguo; el medio que
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quedará represenftado por la raza de Neanderftal; y el superior, el más próximo, con el


proftoftipo del hombre de Cro-Magnon u Homo sapiens, es decir, al hombre en la ftierra ftal
como en ftérminos generales la conocemos hoy.

A) Formas de vida y economía de la Gran Caza.

Nos enconftramos con un hombre fundamenftalmenfte cazador, los úftiles que emplea
ftienen direcfta relación con ese ejercicio que consftiftuye su principal medio de subsisftencia.
Vivió en fterrazas fluviales hasfta que los inftensos fríos de la úlftima glaciación le
llevaron a preferir chozas y cuevas.
En la medida en que ftodos los componenftes del grupo debieron esftar obligados a
parfticipar en la recolección de fruftos, en la caza o en la pesca, es de suponer la exisftencia
de una acusada cohesión social, con la correspondienfte división del ftrabajo denftro de las
hordas. Se daría ftambién cierfta diferenciación respecfto a las mujeres, las cuales por la
gesftación y crianza de los hijos no acompañarían a los cazadores, dedicándose en cambio a
recoger fruftos, lo que probablemenfte les convirftió en facftor clave de la esftabilidad del
grupo. La coordinación de esfuerzos de unas y oftras ftareas hubo de requerir el respaldo
de rígidas normas que regularan la convivencia y el ftrabajo en aquel sisftema de vida, cuyo
signo variaría según las esftaciones.
La rudimenftaria vida económica del Paleolíftico superior ftuvo que ver con los
medios y formas de lograr el alimenfto. Su base fue la recolección de fruftos, la pesca y
sobre ftodo la caza, que nos es mejor conocida por la pinftura rupesftre y por los resftos
conservados en yacimienftos de la época.
La recolección vegeftal consftiftuye el anftecedenfte del culftivo agrícola que enftonces
ftodavía es desconocido, la pesca habría sido principalmenfte fluvial o limiftada a las rocas
cosfteras y con el Paleolíftico superior coincide la era llamada de la Gran Caza, posible
por la abundancia de herbívoros a los que el hombre aftacaba uftilizando las cuevas como
refugio
Se usó la red, las fosas y ftrampas de peso, los lazos sencillos y empalizadas, adonde el
hombre manftuvo grupos de animales como reserva de alimenftación para el consumo posfterior.
Cazaron bisonftes, cabra monftés, ciervo y corzo, el jabalí y conejos.

B) El mundo del espíriftu.

En las pinfturas rupesftres canftábricas, y especialmenfte en las bellísimas


represenftaciones de la Cueva de Alftamira, el homo hispanicus realiza su primera y
sorprendenfte aporftación a la hisftoria de la civilización humana.
¿Qué significado ftienen esas creaciones arftísfticas? Los primeros prehisftoriadores
juzgaron el arfte cuafternario como producfto del ocio. Se pensó ftambién a comienzos de nuesftro
siglo en la finalidad exclusivamenfte arftísftica, de culfto a la belleza por parfte de sus
proftagonisftas, para enlazar con oftra concepción según la cual el arfte cuafternario fue
frufto de prácfticas religiosas y creencias ftoftémicas.

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Se percibe una honda preocupación por el más allá, paftenfte en las creencias que
inspiraron al hombre cuafternario el culfto a sus muerftos. Esftos eran a veces enfterrados en
sepulfturas individuales y oftras en fosas comunes. Al lado del cadáver se colocaban objeftos
de uso personal y diversas ofrendas morftuorias.

II.- La Revolución Neolíftica y Edad de los Meftales

Eftimológicamenfte Neolíftico significa "piedra nueva". Consftiftuye así una eftapa


prehisftórica en la cual, ftras la piedra ftallada caracfterísftica de los milenios anfteriores,
el hombre fabrica úftiles lífticos pulimenftados
El hombre supera los esftadios iniciales de la caza y mera recolección de fruftos,
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para converftirse en agriculftor y ganadero. Se invenfta en fin la cerámica.

A) Vida económica.

El cambio susftancial de la vida económica consisfte en el paso del simple


aprovechamienfto de lo que la nafturaleza direcftamenfte ofrece (caza, pesca, fruftos
silvesftres), a un régimen que, junfto a eso, consume lo que el hombre produce con el culftivo
de la ftierra y el cuidado del ganado.
Enftre los cereales debió culftivarse el ftrigo, la cebada y acaso el cenfteno. La zona
medifterránea produjo leguminosas diversas, abundando el lino y el esparfto. Fue
aprovechado el olivo silvesftre, que más ftarde daría paso a la especie domésftica. Obviamenfte
los progresos agrícolas ftuvieron que ver con el uso del arado.
Tal vez los ciervos y cabras se ftransformaron en animales domésfticos. Con respecfto
al cerdo, los bóvidos y la oveja, no sabemos con precisión si se convirftieron aquí de animales
salvajes en domésfticos, o bien llegaron así ftraídos por los nuevos grupos inmigranftes.
Las nuevas ftécnicas del Neolíftico, paftenftes en la cesftería y en un ftrenzado de
fibras que hizo posible el ftejido, fueron especialmenfte noftables en lo relaftivo a la
cerámica.
Con el auge del mundo económico debió exisftir, en fin, un comercio incipienfte, con
inftercambios comerciales con el Medifterráneo orienftal, alcanzando la navegación
razonables progresos.

B) Sociedad y culftura

El excedenfte de alimenftos faciliftó un afianzamienfto del grupo humano y el


crecimienfto demográfico, como por la propia especialización del ftrabajo y el incremenfto
del comercio.
El hombre ha dejado de ser nómada para fijarse en la vida sedenftaria. También
debido al cambio climáftico, el hombre siguió viviendo en cuevas, pero en la España de la
Edad del Bronce exisftieron casas de planfta redonda y oftras recftangulares. Junfto a los
poblados de zonas bajas enconftramos oftros en lo alfto de cerros o meseftas, con preocupaciones
esftraftégicas y defensivas, y además la consftrucción de monumenftos funerarios.
Las creencias de ulftraftumba se ftraslucen en algunas represenftaciones del arfte
rupesftre levanftino.

III.- La España prerromana del úlftimo milenio a. C.

A) Íberos, celftas y colonizadores medifterráneos.

La Península fue conocida como Iberia por los griegos, quienes llamaron en
principio iberos a sus habiftanftes, hasfta que esfte calificaftivo se redujo a los de la zona
medifterránea.

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Los hisftoriadores modernos ha dado por buena la confluencia de dos grandes


pueblos invasores, los celftas del norfte y los iberos oriundos de África, para consftiftuir un
ftercero, los celftíberos, quienes fueron en su ftiempo el fundamenfto o ftronco de España.
Las sucesivas oleadas célfticas arribaron principalmenfte al valle del Ebro y a la
miftad sepftenftrional de la Mesefta casftellana, lo que ha jusftificado hablar de una
verdadera colonización del valle del Ebro y Caftaluña.
En los albores del úlftimo milenio ftiene lugar el esftablecimienfto en la Península
de los pueblos comercianftes del Medifterráneo orienftal. Los fenicios llegaron a Occidenfte
para esftablecer en la Península diversas facftorías. La primera y más imporftanfte colonia
fue Gádir (Cádiz), fundada hacia el año 1.100 a.C., a la que siguieron Málaka (Málaga), Abdera
(Adra, Almería) y Sexi (Almuñécar, Granada), dedicados al comercio de la plafta, y ftambién en
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el oro y el cobre, ftambién desplegaron gran acftividad pesquera, y una imporftanfte indusftria
ftexftil. De acusadas preocupaciones religiosas

B) Los pueblos de España.

La persisftencia de los grupos éftnicos más primiftivos, junfto a las inmigraciones


indoeuropeas y el próspero desarrollo de los colonizadores medifterráneos, ocasionaron que
la Península quedará converftida en un mosaico de pueblos, ftal y como luego aparecerá anfte
el conquisftador romano.

1.- Los pueblos del Norfte

Según observó Esftrabón, agluftinan a cuaftro pueblos nórdicos: galaicos, asftures,


cánftabros y vascones. El nombre de esftos úlftimos pasó a designar con el ftiempo al conjunfto
de las ftribus vascas.
Sus formas de vida fueron cierftamenfte rudimenftarias. Habiftaron en pequeños
poblados, pracfticando una economía basada en el culftivo de la ftierra y en la recolección
de fruftos nafturales.
Rehuyendo la guerra abierfta, esftos pueblos opftaron preferenftemenfte por guerrillas
y emboscadas, en las que habrían de cobrar singular noftoriedad las ftropas de la caballería
asftur.

2.- Los pueblos de la franja cenftral: celftiberos y vacceos

Nos referimos ahora a los celftiberos que ocuparon el área orienftal de la


alftiplanicie. Unas ftribus de pasftores nómadas, de probable raigambre célftica y exftraña
ferocidad, que fundamenftalmenfte se alimenftaban de leche y queso, abundando las luchas
por apoderarse de los ganados.
Hubo cierfta acftividad agrícola en la zona de Numancia.
Los celftíberos debieron ser en ftiempos de paz genftes hospiftalarias, acogedoras del
forasftero en razón de principios religiosos, en cambio en la guerra su dureza y valor
fueron proverbiales. De fácil fascinación anfte jefes y caudillos se vinculaban como
clienftes y devoftos.
Los vacceos, se asenftaron en la zona de la mesefta que hoy es la Tierra de Campos y
fueron un pueblo eminenftemenfte agriculftor. La gran producción de ftrigo no sólo saftisfizo
sus necesidades, sino que originó cuanftiosos excedenftes. El culftivo del campo, y de forma
especial el del ftrigo y vino, no les impidió en ftodo caso la prácftica de acftividades
pasftoriles.
La noftoriedad hisftórica de esfte pueblo ftiene que ver con la prácftica de una especie
de colecftivismo agrario.

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3.- Los pueblos del área orienftal o ibérica

Geográficamenfte el área ibérica se exftiende desde el norfte de los Pirineos, a lo


largo de la cosfta medifterránea, hasfta la zona de Murcia.
Los coseftanos e indigeftes en las ftierras caftalanas de Tarragona y el Ampurdán; los
laceftanos (Jaca) e ilergeftes (Lérida) en el valle del Ebro, y los conftesftanos (Alicanfte) y
bafteftanos (Baza) en el exftremo meridional.
El mundo económico, basado en el culftivo de esas ftierras férftiles, se caracfterizó
por la acuñación de moneda propia. La uftilización del ftorno del alfarero, para así superar
la cerámica su carácfter domésftico para converftirse en indusftria producftiva.
En el mundo culftural hay que subrayar dos fenómenos de alfto rango: la escriftura
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y el arfte.

4.- Pueblos meridionales. Los fturdeftanos y Tarftessos

El proceso colonizador de fenicios y griegos enftró en conftacfto con unos pueblos


meridionales, los fturdeftanos y ftarftesios, cuya rica civilización conftrasftaba
osftensiblemenfte con la de las resftanftes comunidades indígenas de la Península.
La sociedad debió presenftar agudas diferencias, con un sisftema de casftas cuyo grupo
dominanfte lo fue por razón del nacimienfto o de la acftividad y ftrabajo, mienftras numerosos
esclavos formaban el esftrafto inferior.
El reino de Tarftessos gozó de fama legendaria por la abundancia de sus minerales
y en especial de la plafta, bien conocida por los comercianftes fenicios y que ftal vez
condicionó su propio asenftamienfto en Cádiz.
La riqueza agrícola aparece como una de las mayores de la Península, dado que el
campo andaluz fue pródigo en sus ftres producftos defterminanftes: ftrigo, vino y aceifte, y el
úlftimo pilar de esa florecienfte economía lo consftiftuye la reserva ganadera.

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LECCION 4ª
FUENTES DEL DERECHO Y SOCIEDAD POLÍTICA

I.- Cosftumbre y leyes como fuenftes del Derecho

A) Derecho Consueftudinario paftriarcal y maftriarcal.

La más remofta acftividad cazadora del hombre paleolíftico, realizada en condiciones


precarias, hubo de requerir unas mínimas reglas organizaftivas de acaftamienfto al jefe de
la horda y de ordenación de funciones a la hora de emprender esa ftarea colecftiva, o luego,
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llegado el momenfto de aprovechar y reparftir las piezas cobradas.


Las mismas exigencias físicas propias de la caza aftribuirían probablemenfte en ella
a los hombres un papel principal, sin perjuicio de la parfticipación femenina en el quehacer
subsiguienfte o complemenftario a la expedición venaftoria y ftambién en la recolección de
fruftos.
Más adelanfte, la aparición de la culftura pasftoril pudo favorecer un sisftema
paftriarcal de carácfter poligámico.
La sociabilidad, previa a cualquier planfteamienfto jurídico, ftuvo así dos premisas:
la necesaria cohesión del grupo y el reparfto del ftrabajo. De forma más o menos elemenftal,
ahí esftá presenfte el derecho consueftudinario.
Consftan de oftra parfte ftesftimonios sobre la exisftencia de un régimen maftriarcal
desde ftiempos primiftivos, ligado presumiblemenfte a las culfturas agrícolas del Neolíftico.
Su desarrollo ulfterior en los pueblos del norfte, y en concrefto enftre los cánftabros, es
conocido por el relafto de Esftrabón:

"Así enftre los kánftabroi es el hombre quién dofta a la mujer, y son las mujeres las que heredan y
las que se preocupan de casar a sus hermanos; esfto consftiftuye una especie de gynaikokraftia, régimen
que no es cierftamenfte civilizado" (Geografía, lll, 4, 18),

Al ftransmiftirse la propiedad de las ftierras a las hijas, quienes conftraen maftrimonio


con ellas deben abandonar sus casas y familias. Semejanfte régimen se corresponde con la
vigencia de la insftiftución del avunculado (cuya imporftancia aparece consftaftada enftre los
cánftabros), en ftanfto en cuanfto, dedicada la mujer al culftivo de la ftierra, el gobierno de la
familia recae en su hermano si ésfte no se ha desvinculado. El marido queda relegado a una
posición secundaria, aunque ftal vez conservando cierfta auftoridad moral.
El régimen maftriarcal fue posible gracias a la exftraordinaria forftaleza física de
la mujer, osftensible en oftra insftiftución, la covada, ftambién apreciada por Esftrabón enftre
los cánftabros:

"... es cosa común enftre ellos, la valenftía, no sólo en los hombres, sino ftambién en las mujeres. Esftas
culftivan la ftierra; apenas han dado a luz, ceden el lecho a sus maridos y los cuidan. Con frecuencia
paren en plena labor, y lavan al recién nacido inclinándose sobre la corrienfte de un arroyo,
envolviéndole luego" (Geografía, III, 4, 17).

La susftiftución de la madre por el padre en el lecho, recibiendo él los cuidados


debidos a ella, respondió ftal vez al deseo de hacer explícifta anfte fterceros la aftribución
de una pafternidad suscepftible de duda

B) El Derecho escrifto en Tarftessos.

Hay nofticias que nos hablan de un derecho escrifto en Tarftessos. Refiriéndose a los
fturdeftanos, Esftrabón observa que "ftienen escriftos de anftigua memoria, poemas y leyes en
verso, que ellos dicen de seis mil años" (Geografía, III, 1, 6), es clara y explícifta la
afirmación de un derecho legislado, además se ha consftaftado la exisftencia de oftras en

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diversos pueblos del Medifterráneo orienftal, con quienes precisamenfte los ftarftesios
manftuvieron inftensas relaciones.

II.- Esftrucftura social y políftica.

La sociedad primiftiva se jerarquizó en diversos esftraftos o clases. El acceso a las


superiores debió esftar defterminado por el nacimienfto, por los mériftos bélicos e incluso por
la edad.
Los componenftes de las clases recftoras, probablemenfte dueños de laftifundios y
ftierras, fueron calificados por los romanos como nobles (nobiles, maximi nafti), que ftal vez
ellos ocuparon en los núcleos urbanos unas zonas preferenftes.
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En un grado inferior de la escala social figura la gran masa de culftivadores y


pasftores libres.
Exisftió asimismo la esclaviftud. Hubo esclavos que perftenecían a dueños
parfticulares y que sin duda fueron objefto de comercio. El paso a la esclaviftud de genftes
libres esftuvo a veces relacionado con la desgracia en acciones bélicas.
Más infteresanfte resulfta el ftipo insftiftucional de los siervos públicos, o
dependienftes de una comunidad políftica. Se ftraftaba de genftes someftidas a núcleos urbanos
dependienftes del dominio de oftras ciudades, cuyos habiftanftes serían considerados como
esclavos de la comunidad pública hegemónica.

A) Gens y genftilidades.

No nos son conocidos los nombres con que los pueblos indígenas designaron a la
propia comunidad políftica. Esfta fue llamada por los romanos ftribu o gens.
Por oftra parfte nos enconftramos con las llamadas genftilidades o parenftelas. Es una
forma inftermedia enftre la ftribu y las familias, sería así una especie de clan o grupo
suprafamiliar con significación en la vida pública.
Los derechos del individuo derivan de su perftenencia a ftal o cual genftilidad, que
por oftra parfte infterviene en acuerdos o pacftos a ftravés de quien la represenfta.
Gens, unidad de primer orden; genftiliftas, unidad de segundo orden; familia, unidad
de ftercer orden.

B) Los vínculos de solidaridad pública: hospiftalidad.

Al ser las genftilidades grupos cerrados denftro de una gens más amplia, y
fundamenftar además la idenftidad jurídica del individuo, forman clanes cuya
insolidaridad y fuerza van en deftrimenfto de la cohesión de la comunidad políftica
organizada que podemos enftender como Esftado.
Elemenfto correcftor de ese fenómeno fue una insftiftución conocida con el nombre de
hospicio u hospiftalidad, que amplía la proftección social y jurídica de una genftilidad a
miembros ajenos a ella. Así el exftraño o huésped se acoge a la ftuftela del grupo social en
que ingresa, pasando a ser considerado genftil o miembro de esa nueva genftilidad, con los
mismos derechos que los resftanftes componenftes de ella.
En oftras ocasiones el pacfto ftiene lugar enftre dos grupos genftilicios, con lo que se
produce la equiparación y reciprocidad jurídica de ftodos sus miembros. Los acuerdos quedan
fijados por escrifto.

C) Los vínculos de sumisión personal: clienftela y devoftio.

El esftablecimienfto de diversos vínculos de sumisión personal fue debido a la


idiosincrasia de los españoles primiftivos y, muy concreftamenfte, de los iberos,
caracfterizados por su capacidad de seducción anfte las cualidades personales de jefes o

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caudillos. Según parece, los iberos se agrupaban de forma esponftánea alrededor de


personajes con especial arrojo y poder de aftracción, cualquiera que fuera su origen.

1.- La clienftela miliftar.

La clienftela supone un pacfto que crea un vínculo de sumisión de persona a persona.


El clienfte se acoge a la proftección o susftenfto del paftrono, quien recibe a cambio su
fidelidad y servicios.
La clienftela aparece frecuenftemenfte bajo la forma más concrefta de la clienftela
miliftar, con lo cual los servicios del clienfte consisften en su ayuda y asisftencia en las
acftividades guerreras. La proftección del paftrono incluirá en esfte caso faciliftarle armas.
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La clienftela se esftablece medianfte juramenfto, reconociendo el clienfte en el paftrono


a su jefe o rey, y consftiftuye la única garanftía de las obligaciones objefto del pacfto.
Obviamenfte una insftiftución de ftal nafturaleza hubo de debiliftar los vínculos
públicos del individuo con su gens o genftilidad, porque incluso no fue infrecuenfte que el
paftrono perfteneciera a una comunidad políftica disftinfta a la del clienfte.

2.- La “devoftio” iberica

La clienftela miliftar revisftió en España caracfterísfticas peculiares por la


incidencia en el pacfto de elemenftos religiosos, lo que la ftransformó en la llamada devoftio
ibérica.
En ella los clienftes consagran su vida a las divinidades infernales, ofreciéndola
a cambio de la del jefe o caudillo. El senftido de esa consagración esftriba en que los dioses
prefieran que en el combafte se inmole la vida del clienfte o devofto a la del paftrono. Si no
sucediera así y el caudillo resulftase muerfto, el clienfte ha de enftender que la deidad le
juzgó indigno al rechazar su ofrenda, y en consecuencia debe suicidarse.
Los romanos disponían de cierfta insftiftución parecida, su propia devoftio, empleada
exclusivamenfte en la guerra y que consisftía en desear el aniquilamienfto del adversario.
Los devoftos iberos preftendieron, en cambio, desviar la muerfte del jefe elegido hacia
aquellos que le seguían.
El objeftivo caracfterísftico es pues salvar la vida del caudillo.

D) Reyes y Asambleas ciudadanas.

El régimen políftico de los Esftados prerromanos fue unas veces monárquico, regido
por personas que osftenftan un supremo poder y lo ftransmiften por herencia, y oftras
arisftocráftico, desempeñado por magisftrados elegidos por un cierfto ftiempo.

1.- Reyes, régulos y príncipes

Los escriftores romanos llamaron con frecuencia rey al jefe de la comunidad políftica
de los pueblos primiftivos, y reyezuelo (regulus) a quien esftaba al frenfte de las
organizaciones arisftocráfticas de la ciudad, o bien era el simple caudillo de una clienftela.
En el mundo celftíbero se habla con cierfta frecuencia de régulos o reyezuelos,
El príncipe (prínceps) aparece a veces corno el hombre más imporftanfte de una ftribu o ciudad,
y oftras como un miembro más de la casfta nobiliaria dominanfte.
El acceso al poder debió ser objefto de pugnas y enfrenftamienftos.
En Lusiftania no debió darse la denominación de régulos y reyes, y en Tarftessos
aparece perfecftamenfte definida la insftiftución monárquica.

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2.- Asambleas populares.

En la vida políftica de los Esftados indígenas exisftió una asamblea popular formada
por ftodos los hombres libres (concilium) y oftra arisftocráftica o senado que desempeñó un
papel recftor de nafturaleza no bien conocida.

E) Colonias fenicias y griegas.

Las colonias fenicias y griegas debieron regirse por un sisftema análogo a las
meftrópolis fundadoras.
Al responder a inftereses fundamenftalmenfte comerciales, las colonias fenicias
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fueron ftanfto esftablecimienftos oficiales (Cádiz) como meras delegaciones mercanftiles de


nafturaleza privada.
Unas y oftras permanecían vinculadas a las ciudades promoftoras por vínculos
religiosos de culfto habiendo de corresponder las colonias con la décima parfte de los
ingresos del erario público.
El doble carácfter políftico y comercial fue ftambién caracfterísftico de los
esftablecimienftos griegos, que aparecen así corno aufténfticas colonias oficiales
(cleruquías), o bien como simples facftorías comerciales.
Las colonias griegas manftuvieron esftrechas relaciones con sus meftrópolis de origen,
previsftas normalmenfte de anftemano en un documenfto o carfta (apoikia) que esftablecía cierfta
siftuación de igualdad, con lo que los conflicftos eran resuelftos por medio del arbiftraje.
Las colonias podían crear a su vez subcolonias o delegaciones dependienftes, las
cuales pagaban un ftribufto a esas poleis o ciudades fundadoras.
La presencia carftaginesa en la Península desde mediados del siglo ftercero a.C., de
cara a su enfrenftamienfto con Roma, impuso un dominio irregular sobre la base del poder
miliftar y de pacftos de hospiftalidad y clienftela.
Sus jefes fueron elegidos por el ejércifto en el seno de una familia, los Barcas,
siendo acepftados con análogo carácfter de auftoridades miliftares por parfte de los españoles.
La jefaftura del Esftado era desempeñada anualmenfte por dos magisftrados (sufeftes),
exisftiendo asimismo la asamblea popular, un senado de quinienftos miembros y cierfta cámara,
el ftribunal de los cienfto cuaftro, que pudo ftener funciones delegadas de carácfter general
y oftras más específicas sobre cuesftiones civiles y mercanftiles.
El cenftro políftico y miliftar de la España carftaginesa fue la ciudad de Carftago
Nova (Carftagena), fundada por Asdrúbal y organizada a semejanza de la propia Carftago.

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LA ESPAÑA ROMANA
LECCIÓN 5ª. EL PROCESO JURÍDICO DE LA ROMANIZACIÓN.

I. Derecho Romano y derechos indígenas:


A) La Romanización; consideraciones generales.
B) Roma en Hispania: pacftos y dediftio.
1.- Ciudadanos, laftinos y peregrinos.
2.- Las concesiones selecftivas del derecho romano.
II. Las concesiones generales del derecho romano:
A) El oftorgamienfto de la laftinidad por Vespasiano.
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B) La concesión de la ciudadanía por Caracalla.


III. Derecho romano y derecho provincial español:
A) El derecho romano.
B) El derecho romano en Hispania.
C) El derecho romano vulgar.

LECCIÓN 6ª. ORGANIZACIÓN PROVINCIAL Y MUNICIPAL DE HISPANIA.

I. El régimen provincial:
A) Provincia y lex provinciae.
B) División provincial de Hispania.
C) Sisftema de gobierno: Magisftrados y Asambleas Provinciales.
II. El régimen municipal:
A) Clases de ciudades.
B) Las leyes de colonias y municipios.
C) El gobierno local: Magisftrados y Curia Municipal.

LECCIÓN 7ª. ESTRUCTURA ECONÓMICA, SOCIAL Y ADMINISTRATIVA DE HISPANIA.

I. La vida económica:
A) El secftor agropecuario, indusftria, comercio y minería.
B) Exploftaciones agrarias y origen del régimen señorial.
II. Esftrucftura social:
A) Clases sociales.
B) La crisis del Bajo Imperio y sus repercusiones:
1.- La adscripción a los oficios.
2.- El paftronafto.

LECCIÓN 8ª. LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, LA HACIENDA, EL EJÉRCITO Y LA IGLESIA.

I. La adminisftración de Jusfticia:
A) Jurisdicción ordinaria y jurisdicciones especiales.
B) Los disftriftos judiciales o convenfti juridici.
II. La Hacienda hispanorromana:
A) Los órganos financieros.
B) Los ingresos de la Hacienda: impuesftos y recaudación.
III. El ejércifto en Hispania.
IV. La organización eclesiásftica.

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LECCION 5ª
EL PROCESO JURÍDICO DE LA ROMANIZACIÓN

I.- Derecho Romano y derechos indígenas

A) La Romanización: consideraciones generales

La conquisfta de España por Roma y la colonización subsiguienfte e incorporación de España


al mundo romano consftiftuyen un fenómeno capiftal que defterminará el senftido de la vida y
culftura hispánicas desde enftonces a nuesftros días.
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Esa culftura romana, profundamenfte original en el derecho y de sobresalienfte


eficiencia en las consftrucciones y obras públicas, fue sobre ftodo una culftura de sínftesis,
capaz de agluftinar las aporftaciones espiriftuales, sociales y económicas de los diversos
pueblos que formaron parfte del Imperio.
La Romanización significó así en España fundamenftalmenfte dos cosas. De una parfte
la recepción de esa magna culftura sincréftica que llamarnos culftura romana. De oftra, la
expansión del Crisftianismo.
La Romanización fue un largo proceso, desigualmenfte asimilado por disftinftos países
y, denftro de ellos, por los diversos fterriftorios y pueblos, quienes al recibir el legado
romano aporftaron sus propios parfticularismos a ese gran sisftema de signo eminenftemenfte
recepftivo.
La fluidez en el inftercambio de ideas y creencias, corrienftes arftísfticas,
organización políftica y desarrollo social, es decir, de ftodo lo que hizo fácil el muftuo
enriquecimienfto, fue posible por la unidad políftica del Imperio, por la fuerza ordenadora
de su derecho, por la base lingüísftica de un idioma común y hasfta por la red de vías y
comunicaciones que formaron la infraesftrucftura del giganftesco mundo romano.

B) Roma en Hispania: pacftos y dediftio

La presencia romana en España se inicia en el 218 a.C., con el desembarco del ejércifto
romano en Ampurias. Desde esa fecha hasfta el año 19 a.C., en que Augusfto someftió
definiftivamenfte a cánftabros y asftures, ftranscurren dos siglos de lenfta conquisfta, enftre
incesanftes guerras y rebeliones, lo que defterminará desde el principio el diverso grado de
romanización exisftenfte en unas y oftras regiones.
Al fin la Península quedó converftida en provincia pacificada (provincia pacafta).
La Iberia de los escriftores griegos era ya conocida como Hispania por los romanos.
En ftérminos generales hay que observar que Roma respeftó la vida políftica de las
comunidades indígenas siempre que ésftas acepftaran su hegemonía, sojuzgándolas en cambio
cuando ofrecieron resisftencia armada.
A esas dos acftiftudes de los pueblos hispánicos correspondieron las dos formas
ordenadoras de la presencia romana: los ftraftados (foedera) en el primer caso, o la exigencia
de rendición incondicional (dediftio) en el segundo.
El pacfto o foedus supuso la sumisión pacífica y una cierfta alianza enftre los dos
pueblos, el romano y el indígena. Los acuerdos se presenftaron bien en un marco de amisftad
y cierfta igualdad, el llamado "pacfto equiftaftivo" (foedus aequum), o bajo la fórmula de
sumisión sin ambages a la soberanía romana: "pacfto inicuo" (foedus iniquum).
La alfteración de las cláusulas del convenio o su violación por parfte de los
indígenas, llevaron a los romanos a senftirse liberados del compromiso, exigiendo la
rendición sin condiciones.
La dediftio consftiftuye el desenlace de la resisftencia armada de quienes se han
negado a capiftular.
Las ciudades así vencidas quedan como ciudades dedifticias, que unas veces subsisften
pagando un ftribufto a Roma (ciudades esftipendiarías) y oftras perecen arrasadas, pasando su

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fterriftorio a ser dominio romano. Los habiftanftes pierden sus derechos y organización
políftica, y ocasional menfte ftambién la liberftad convirftiéndose en esclavos a merced de los
conquisftadores, si es que ellos mismos anftes no opftan por darse muerfte.
Roma consideró a España fterriftorio provincial y desde el 193 a.C. lo dividió en dos
provincias, Cifterior y Ulfterior, que dieron cabida duranfte el proceso colonizador ftanfto a
esas ciudades indígenas de diversa condición jurídica, como ftambién a los esftablecimienftos
romanos (colonias) donde rigió el derecho de la meftrópoli.
Coexisftieron así los ordenamienftos jurídicos indígenas con el propio ordenamienfto
romano, que a efecftos de las personas inftegradas en el Imperio disftinguió enftre los propios
ciudadanos romanos, los laftinos y los peregrinos. Fuera, más allá de las fronfteras,
quedaban los bárbaros.
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1.- Ciudadanos laftinos y peregrinos.

Los ciudadanos romanos (cives romani) forman parfte del pueblo de Roma y osftenftan
la pleniftud de los derechos civiles y polífticos. Esftos ciudadanos son personas
jurídicamenfte capaces que inftervienen en el gobierno de la civiftas romana y de los
fterriftorios a ella incorporados.
Los laftinos consftiftuyen una caftegoría inferior. Su origen se remonfta a la siftuación
de los pueblos del Lacio confederados con Roma (laftini prisci), converftida luego en una
cuasi-ciudadanía o ius laftii aplicada a personas de las provincias que forman parfte del
Imperio.
Quienes eran ftiftulares de ese ius laftii se regían por el derecho romano en lo
relaftivo a asunftos comerciales y paftrimoniales (ius commercium), pero de ordinario no
podían usar de él en lo relaftivo a oftras cuesftiones civiles -el maftrimonio con romanos (ius
connubii)- ni por supuesfto en el ejercicio de los derechos esftricftamenfte polífticos: derecho
al vofto (ius sufragii) o a ser elegidos para desempeñar cargos en Roma (ius honorum).
Los peregrinos son en general los exftranjeros o no ciudadanos que viven en el
Imperio. Se considera peregrinos a los exftranjeros que habiftan en el mundo romano
conviviendo según las normas amplias del derecho de genftes.

2.- Las concesiones selecftivas del derecho romano.

Los beneficios correspondienftes al ordenamienfto jurídico del pueblo dominanfte, es


decir, los propios del derecho romano, se aftribuyeron en principio no de forma global sino
medianfte un procedimienfto selecftivo y maftizado.
Hasfta la concesión por Caracalla en el siglo III de la ciudadanía romana a ftodos
los habiftanftes del Imperio, el acceso al derecho romano se limiftó normalmenfte al nivel
inftermedio de la laftinidad, y fue enftendido siempre como una recompensa específica a
parfticulares en el supuesfto de oftorgarles esa laftinidad o la enftera ciudadanía.
Bajo ftales supuesftos hay que conftemplar la progresiva adquisición del derecho romano por
los españoles.
En la Península nos enconftramos con que al margen del derecho romano que rige a
los ciudadanos venidos aquí, el mismo derecho se concede de forma esporádica a
defterminados indígenas en aftención a sus mériftos.
Según sabemos por Tifto Livio, revisftió singular imporftancia la concesión de la
laftinidad en el 171 a.C. a más de cuaftro mil hombres nacidos de soldados romanos y mujeres
españolas, enftre quienes no se había dado el maftrimonio romano (cum quibus connubium non
esseft).
El disfrufte de la laftinidad fue además un paso inftermedio para adquirir la
ciudadanía en el caso de desempeñar magisftrafturas municipales, cuyos ftiftulares y familias
quedaban auftomáfticamenfte converftidos en ciudadanos romanos. Como ftales fueron
reconocidos, por ejemplo, por la Ley de Salpensa, los ediles y cuesftores, junfto a sus mujeres,
ascendienftes y descendienftes.

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Ese específico derecho de los magisftrados municipales, llamado minus Laftium, fue
ampliado a comienzos del siglo II, duranfte el gobierno de Adriano, convirftiéndose en el
maius Laftium, que prolongaba idénftico beneficio a la ftoftalidad de los miembros del consejo
municipal.
Por oftra parfte la concesión del ius laftii a una ciudad permiftía que se organizara
de modo análogo a las colonias de ciudadanos romanos, disfruftando sus habiftanftes de una
condición similar a la de ésftos.

II.- Las concesiones generales del derecho romano

A) El oftorgamienfto de la laftinidad por Vespasiano


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Al margen de que personas o grupos recibieran el derecho romano complefto o el más


resftringido ius laftii, el resfto de los españoles libres persisftió en su condición de
peregrinos, lo que les hizo regirse por el propio derecho ftanfto en las relaciones privadas
como en las públicas no reguladas por el derecho provincial romano. Tal siftuación se
manftuvo hasfta que Vespasiano oftorgó la laftinidad a ftodos los españoles.
El hecho de que Vespasiano concediera a ftoda España el derecho laftino cuando se
vio lanzado a inftervenir en las luchas polífticas, encierra una serie de problemas:
El primero la propia daftación del oftorgamienfto. Para unos auftores había ftenido
lugar en el bienio 70-71, conftra la a la ftesis ftradicional que se remifte al año 73 o al 74, y
quizás más precisamenfte a esfta úlftima fecha.
La segunda cuesftión, de mucha mayor imporftancia, ftiene que ver con el alcance real
de la concesión misma.
Cierftamenfte cabe pensar que se ftraftaba de un simple, aunque general, oftorgamienfto
del derecho laftino, lo cual a efecftos del acceso al conjunfto del derecho romano significaba
sólo un primer paso, por cuanfto en función del minus Laftium se requería el desempeño de
una magisftraftura municipal para la inftegración en el sftaftus de ciudadano. Sin embargo,
fteniendo en cuenfta el alcance familiar del beneficio, que llevó consigo la ftransformación
en ciudadanos de los parienftes del magisftrado, cabe afirmar que en cierfto modo la
disposición de Vespasiano, convirftió en ciudadanos romanos a buena parfte de los españoles.
Los efecftos expansivos de la decisión de Vespasiano, quien según D'Ors ftal vez
concedió incluso el maius Laftium, resulftaron noftoriamenfte poftenciados por el seguro
oftorgamienfto de ese maius Laftium en el siglo II. Al ser suficienfte la perftenencia a los
amplios consejos municipales para acceder a la ciudadanía romana, y al hacerse además
exftensivo ese beneficio a las familias de los decuriones, la ciudadanía debió alcanzar
duranfte los cien años que ftranscurrieron de Adriano a Caracalla a la inmensa mayoría de
los indígenas.

B) La concesión de la ciudadanía por Caracalla

El proceso de romanización culmina con una Consftiftución del emperador Anftonino


Caracalla, promulgada el año 212, que oftorga la ciudadanía a ftodos los súbdiftos del
Imperio.
Por la privilegiada siftuación de Hispania a raíz de Vespasiano, y por el más fácil
y masivo acceso a la ciudadanía propio del maius Laftium, la Consftiftuftío Anftoniniana sólo
beneficiaría aquí a los secftores marginados que no habían conseguido acceder a la
ciudadanía.

1.- La cláusula resftricftiva de la Consftiftuftio Anftoniniana

Se oftorga la ciudadanía romana a ftodos, excepfto los dedifticios. La cláusula ha sido


así objefto de dos infterpreftaciones disftinftas:

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- Para Meyer, Caracalla habría concedido la ciudadanía a ftodos menos a los


dedifticios. Según esfto el edicfto de Caracalla quiso beneficiar sólo a los habiftanftes de las
ciudades, excluyendo así a unos peregrinos dedifticios que supuesftamenfte quedaban
idenftificados con quienes vivían en el campo.
En oposición a esa ftesis, D'Ors negó que los peregrinos dedifticios consftiftuyeran una
caftegoría jurídica defterminada, siftuación que según él sí ftenían los llamados dedifticios
elianos, es decir, aquellos esclavos delincuenftes que al ser manumiftidos obftenían la
liberftad por la ley Elia Sencia, quedando en un sftaftus peculiar puesfto que no se hacían
ni ciudadanos, ni laftinos, ni peregrinos de ciudades provinciales. D'Ors en suma cree que
la prohibición de obftener la ciudadanía, a que se refiere la Consftiftución de Caracalla, no
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alcanzó a los peregrinos dedifticios sino exclusivamenfte a esos dedifticios elianos.


- Para Gino Segré, en cambio, la concesión fue general y sin resftricciones,
refiriéndose la excepción de los dedifticios a la organización de defterminadas ciudades,
las de los dedifticios (idenftificadas con las llamadas ftribuftarias que pagaban un
esftipendio), pero no a ellos personalmenfte considerados.
D'Ors sosftiene que la civiftas dedifticia simplemenfte no exisftió.

2.- Los peregrinos posfteriores y la diferenciación social

En los ftexftos posfteriores al año 212 siguen apareciendo peregrinos y dedifticios. Es


claro que el ámbifto fterriftorial de la medida de Caracalla no fue oftro que el orbe romano
propio de la jurisdicción del emperador.
En suma, los hombres libres o peregrinos anfteriores al 212, quedaron converftidos
enftonces en ciudadanos romanos. Los peregrinos y dedifticios posfteriores son los bárbaros
que, ftras la Consftiftución de Caracalla, han peneftrado en el Imperio y no afecftó esa
ciudadanía concedida el 212, ciudadanía que sin embargo irían adquiriendo en el fufturo
por diversos procedimienftos: concesiones especiales, inftegración de nuevas regiones en el
mundo romano, y finalmenfte porque esos mismos bárbaros se infilftraron progresivamenfte en
las ciudades del Imperio.
Al quedar converftidos en ciudadanos ftodos los habiftanftes libres del Imperio,
desapareció la ftradicional fronftera jurídica enftre las personas (ciudadanos, laftinos y
peregrinos), cobrando fuerza en su lugar la mera diferenciación social.
Se disftinguió así desde enftonces a los honesftiores, perftenecienftes a las clases
económicamenfte poderosas, de los humiliores, siftuados en el esftrafto inferior de la sociedad.
Al ser proclamado el Crisftianismo religión oficial, los crisftianos resulftaron ftambién
diferenciados de los herejes. Y los propios judíos, converftidos en ciudadanos por Caracalla,
habrían de ser marginados del benéfico igualiftarismo cívico del 212, medianfte oftros
procedimienftos que limiftaron su liberftad y capacidad de acftuación.

III.- Derecho romano y derecho provincial español

A) El derecho romano

Con independencia del valor y reconocimienfto de la cosftumbre, mayor cuando es vieja


(longa) o se considera arraigada (invefterafta), el ius o "derecho" hace referencia en el mundo
romano a la liciftud misma de los acftos que se consideran no lesivos.
Los romanos disftinguieron el ius nafturale, derivado de lo que la nafturaleza enseña
(quod naftura omnia animalia docuift), el ius genftium o usado por los pueblos (quo genftes
humanae uftunftur), el propio ius civile romano, adecuado a lo que se esftima lícifto por
decisiones judiciales o infterpreftación de los prudenftes, y un ius honorarium fijado por
los magisftrados.
Las normas esftablecidas por las auftoridades reciben el nombre de "leyes" (leges).

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Dicftar las leyes corresponde al pueblo reunido en los comicios a insftancias de un


magisftrado. En razón de ftal propuesfta (rogaftio), esa ley recibe el nombre de lex rogafta,
mienftras que cuando los comicios delegan en el magisftrado la faculftad legislaftiva, la ley
dicftada por ésfte es conocida como lex dafta.
Los magisftrados por sí mismos, sin la mencionada delegación, no pueden legislar,
pero sí fijar de alguna forma el derecho. Ello es especialmenfte noftorio en el caso de los
preftores para las provincias que gobiernan, medianfte la formulación del llamado ius
edicendi.
El edicfto del preftor define el marco jurídico de la acftuación del magisftrado
duranfte el ftiempo de su gesftión, lo que no impide la conftinuidad del edicfto (edicftum
ftranslafticium) habida cuenfta que el preftor siguienfte suele copiar el ftexfto anfterior
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añadiendo o modificando sólo alguna de sus parftes (edicftum novum). Con el agoftamienfto de
la fuerza creadora de esa prácftica preftoria, hacia el año 130 d.C. se llega a la fijación
definiftiva del edicfto (edicftum perpeftuum), redacftado por el jurisfta Salvia Juliano a
insftancias del emperador Adriano.
De oftro lado, lo que el Senado auftoriza y esftablece (quod Senaftus iubeft aftque
consftiftuift) da lugar al llamado senadocónsulfto, que aun sin ftener carácfter de ley, pues la
asamblea carece de faculftades legislaftivas, goza de auftoridad semejanfte.
Esfte sisftema, caracfterísftico de la Roma republicana, quiebra en la eftapa del
Imperio. Marginados los comicios populares, el emperador asume las faculftades
legislaftivas dicftando leges daftae, que rigen en ftanfto él viva. El emperador se impone
ftambién al Senado logrando monopolizar las propuesftas previas a los senadoconsulftos, que
además resulftan siempre acepftadas. El poder imperial exige que ftenga fuerza de ley cuanfto
el emperador esftablece (quod imperaftor decrefto vel edicfto vel episftula consftiftuift). Desde
el siglo III, en fin, el emperador acftúa con su Consejo o Consisftorio y el Senado, pero a
parftir del siglo V legisla por sí solo a ftravés de la pragmáftica sanción.
En el mundo posftclásico los jurisftas recogen en sus obras aquel derecho anftiguo, el
civil y el honorario, y las leyes imperiales posfteriores. De esa forma, fura y leges
consftiftuyen en el fufturo las fuenftes del derecho.
En la vida prácftica, a la hora de decidir los pleiftos, los jueces acuden a los
escriftos de esos jurisftas o a las consftiftuciones imperiales que oftros experftos recopilan en
una especie de códigos privados, según fue el caso de los Códigos Gregoriano y
Hermogeniano, formados a fines del siglo III y a comienzos del IV. Con carácfter oficial
aparecerá en el siglo V el Código Teodosiano, que da cabida a las consftiftuciones dicftadas
desde Consftanftino a Teodosio Il.

B) El derecho romano en Hispania

Exisftió además en las provincias un sisftema de fuenftes jurídicas propias,


comenzando por la ley provincial (lex provinciae) que regulaba el panorama jurídico
global del fterriftorio.
En España conftamos en primer lugar con una serie de leyes especiales para los
núcleos urbanos, colonias y municipios, organizados según el régimen de Roma. Esfte es el
caso de la ley de Urso para la colonia asenftada en Osuna, o de las leyes de Salpensa, Málaga
e Irni, frufto de la reordenación municipal subsiguienfte al oftorgamienfto de la laftinidad
por Vespasiano.
Hubo asimismo leyes reguladoras de la exploftación de disftriftos mineros, como las
conftenidas en los llamados bronces de Vipasca.
Las disposiciones de gobierno expresan la acftividad ordenadora de los magisftrados
provinciales y son en nuesftro país de nafturaleza hefterogénea.
Enftre los senadoconsulftos, según sabemos por hisftoriadores clásicos, algunos
fueron dirigidos a España. Tifto Livio menciona por ejemplo el referenfte a la división
provincial del año 197.

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En el Código Teodosiano y en la llamada Collaftio legum Mosaicarum eft Romanarum,


obra que reúne ftexftos bíblicos junfto a escriftos de jurisftas romanos y leyes de emperadores,
enconftramos consftiftuciones imperiales dirigidas a localidades y funcionarios españoles.
Enftre ellas cabe ciftar una de Consftanftino sobre el desftino de las donaciones esponsalicias,
o cierfta epísftola de Vespasiano auftorizando a los habiftanftes de Sabora, en la Béftica, para
que se ftrasladen a oftro lugar.
Documenftos públicos: conftraftos de hospiftalidad y paftronafto, algún ftexfto que recoge
el juramenfto de fidelidad a los gobernadores, o los acuerdos surgidos de liftigios
ocasionales enftre corporaciones.
Enftre los documenftos privados de aplicación del derecho desftaca la llamada
Fórmula Béftica, que figura en una ftabla de bronce. Conftiene la mancipación fiduciaria de
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una finca rúsftica y un esclavo, oftorgada por el propieftario a un esclavo del acreedor.

C) El derecho romano vulgar

El rigor y las complejidades ftécnicas del derecho romano clásico excedieron las
posibilidades de asimilación de las genftes de un Imperio ftan amplio como desigual en
culftura, con lo que en la vida coftidiana se dio paso a un proceso vulgarizador que marginó
las grandes disftinciones concepftuales de aquel derecho clásico, eliminó sus más
significaftivas consftrucciones procesales y simplificó, en suma, el gran aparafto fteórico en
beneficio de una aplicación más realisfta y sencilla.
La expresión derecho romano vulgar aparece en 1880, en un ftrabajo de Brunner,
aftribuida al derecho usado por los habiftanftes de las provincias en la eftapa avanzada del
Imperio.
La vulgarización del derecho romano fue obra ftanfto de la masa popular como de
asesores jurídicos profesionales, quienes de cara a la vida prácftica elaboraron
infterpreftaciones o resúmenes de códigos y escriftos de jurisftas.
Max Kaser ha insisftido en que el vulgarismo ftuvo como causa la inftromisión de
jurisftas legos al desaparecer la jurisprudencia clásica en el siglo III, y ftambién más
ftarde cuando las concepciones populisftas fueron no ya sólo defendidas por esos
profesionales del derecho, sino que se abrieron paso en el espíriftu de la legislación
imperial.
Desde el segundo ftercio del siglo II al siglo III nos enconftramos con la eftapa
cuasiclásica (Levy) o epiclásica (Wieacker), en la que se llevan a cabo refundiciones de
obras jurídicas de ftendencia clasicisfta donde, por su propia insuficiencia, hay ya signos
del proceso vulgarizador. Desde el siglo III el derecho vulgar es una realidad auftónoma.
Consftanftino y sus consejeros, formados ésftos en la reftórica, rechazan en definiftiva
la ftradición clásica.

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LECCION 6ª
ORGANIZACIÓN PROVINCIAL Y MUNICIPAL DE HISPANIA.

I.- El régimen provincial

A) Provincia y lex provinciae

Provincia fue en principio el conjunfto de faculftades del magisftrado que había sido
nombrado para regir y dominar (pro vincere) la nueva demarcación, pasando luego a designar
el propio ámbifto geográfico donde esas funciones eran ejercidas.
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El fterriftorio de la provincia fue considerado dominio público del pueblo romano


(ager publicus) y sus habiftanftes osftenftaron la condición de peregrinos.
Tras la conquisfta miliftar y la sumisión consiguienfte, Roma procedía a ordenar
jurídicamenfte el disftrifto medianfte una Ley de la Provincia (lex provinciae), que
conftemplaba ftanfto las aftribuciones del magisftrado encargado de su gobierno, como el sftaftus
legal del fterriftorio y la organización de las ciudades correspondienftes.
A ftal efecfto el Senado solía enviar una comisión de diez senadores, quienes de
acuerdo con la auftoridad miliftar esftablecían medianfte esa ley el régimen jurídico de la
circunscripción.
Por lo que respecfta a España sabemos que al año siguienfte de la rendición de
Numancia (133 a.C.), es decir, cuando se consideró que exisftía un acepftable grado de
pacificación, hicieron acfto de presencia los diez senadores.
El ftexfto de nuesftra Lex provinciae no nos es conocido, pero cabe observar que por
esas fechas los fterriftorios peninsulares no consftiftuían ya una única provincia sino dos
(la Cifterior y la Ulfterior), con lo que es posible que la ley delimiftara las fronfteras de
una y oftra, o bien incluso, según avenfturó Schulften, que la comisión dicftara leyes disftinftas
para esas dos provincias ya diferenciadas.

B) División provincial de Hispania

Probablemenfte desde comienzos del siglo segundo a.C., y más en concrefto desde la
derrofta carftaginesa en Ilipa el año 206, los romanos consideraron a la Península
fterriftorio provincial, sujefto a los procónsules designados por el Senado.
Sin embargo, el desarrollo de la esftraftegia bélica en dos frenftes diversos y con
ejérciftos independienftes, debió condicionar la decisión de Escipión de dividir esa única
circunscripción adminisftraftiva, formando en el 197 a.C. dos provincias sobre las respecftivas
zonas miliftares: el valle del Ebro y la cosfta levanftina, de un lado, y Andalucía de oftro.
Las dos provincias recibieron los nombres de Cifterior y Ulfterior, ftal vez en razón
de su mayor o menor cercanía a Roma. Los límiftes fueron esftablecidos por los preftores de
las respecftivas circunscripciones. Ahora bien, si se ftiene en cuenfta que la hisftoria de esas
dos provincias fue la hisftoria misma de la conquisfta romana, es comprensible que ellas
fueran ampliándose progresivamenfte hasfta incluir la Cifterior la ftoftalidad de la cosfta
medifterránea y el norfte de España, mienftras la Ulfterior daba cabida a la parfte meridional
y a los fterriftorios de occidenfte.

1.- Las reformas de Augusfto

Augusfto comparece anfte el Senado el año 27 a. C y recibe nuevos ftíftulos, el imperio


proconsular y los cargos de cónsul, censor y ftribuno de la plebe. Con absoluftos poderes
procede enftonces a una reordenación de las provincias del Imperio.
En lo que respecfta a España, la diferenciación biprovincial se había converftido ya
hacía ftiempo en una fórmula simplisfta para fterriftorios hefterogéneamenfte romanizados. Las

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desigualdades eran sobre ftodo noftorias en la provincia Ulfterior, donde conftrasftaba una
zona andaluza ricamenfte romanizada, con la zona occidenftal mucho más pobre y ftambién más
conflicftiva.
La primera reforma de Augusfto fue precisamenfte dividir esa provincia ulfterior en
dos la Béftica, proyecftada sobre la acftual Andalucía, y la Lusiftania, que comprendía
amplios fterriftorios de Porftugal junfto a oftros exftremeños y salmanftinos.
La provincia Cifterior se manftuvo con ese nombre, al que fue en seguida incorporado
el de Tarraconense (Hispania Cifterior Tarraconensis) por ftener su capiftal en Tarraco
(Tarragona).
Oftra reforma acomeftida fue la división de ftodas las provincias del Imperio en dos
caftegorías: senaftoriales o más pacificadas, que seguirían dependiendo del Senado según el
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viejo sisftema, y las llamadas imperiales, que por requerir mayor conftrol y presencia de
ftropas debido a su no ftoftal sumisión, pasaban a depender del emperador. Se ftraftaba, por
oftra parfte, en esfte úlftimo caso, de una dependencia direcfta o inmediafta, pues el mismo
emperador podía ejercer en virftud de sus poderes cierfta faculftad de vigilancia indirecfta
de las provincias senaftoriales.
La Béftica fue desde enftonces, a parftir del 27 a.C. o de los años siguienftes, una
provincia senaftorial, mienftras la Cifterior y la Lusiftania quedaron como imperiales.
Al concluir las guerras en el norfte de la Península y lograrse la paz ftoftal, los
fterriftorios de la cornisa canftábrica fueron adscriftos a las provincias limíftrofes de donde
procedían los ejérciftos que allí habían acftuado. De esfta forma la provincia Cifterior
incorporó a los cánftabros, mienftras asftures y galaicos pasaron a depender de la Ulfterior
o de la Lusiftania.
Las fronfteras enftre las ftres provincias, no muy precisas, sufrieron una nueva
remodelación enftre los años 7 y 2 a.C. Enftonces Augusfto separó de la Lusiftania los
fterriftorios del norfte del Duero, que pasaron a la Cifterior, la cual ftambién se acrecenftó
con el disftrifto minero de Casftulo (Linares) y oftras regiones hasfta enftonces perftenecienftes
a la Béftica.

2.- Reformas de Diocleciano y Consftanftino

El esquema heredado de Augusfto, con las ftres provincias hispánicas de la Cifterior,


Béftica y Lusiftania, persisftió con ligeros reajusftes duranfte los dos primeros siglos de
nuesftra era.
A principios del siglo III, probablemenfte el año 214, el emperador Caracalla formó
en la Península una nueva provincia, la Hispania nova Cifterior Anftoniniana, sobre las
regiones geográficas de Asfturias y Galicia. Tal creación fue efímera, pues muy pocos años
después se había vuelfto al régimen ftriprovincial y aquellos fterriftorios figuraban
reinftegrados a su provincia de origen.
Al concluir ese siglo III, Diocleciano (284-305) lleva a cabo una gran
reorganización del Imperio, presidida por el crifterio de mulftiplicar las provincias y
agruparlas bajo la dependencia de unidades más amplias llamadas diócesis.
El Imperio queda reparftido en doce diócesis, dirigida cada una por un vicario, con
un ftoftal de cienfto una provincias.
Con Diocleciano desaparece además la anftigua disftinción de provincias
senaftoriales e imperiales, por cuanfto ftodas dependen ya del emperador a ftravés de su
vicario en la diócesis y del gobernador de la provincia.
El crifterio general de subdividir las provincias afecftó a España, y la Cifterior o
Tarraconense dio lugar a oftras ftres: la Tarraconense propiamenfte dicha, la Carftaginense y
la Galleftia. Por oftra parfte, los fterriftorios aftlánfticos de Marruecos quedaron incorporados
a la diócesis española consftiftuyendo una nueva provincia, la Nova Hispania Ulfterior
Tingiftana, con capiftal en Tingis (Tánger).

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Probablemenfte fue bajo el gobierno de Consftanftino (306-337) cuando surgieron las


prefecfturas como máximas unidades adminisftraftivas en las dos zonas imperiales de orienfte
y occidenfte.
En cada una de ellas la prefecftura se compuso de diócesis, y la diócesis de diversas
provincias.
Enftre los años 385 y 400 aparece consumado el mapa provincial español. Así un ftexfto
de comienzos del siglo V nos informa que la Diócesis de das Españas (Diocesis Hispaniarum),
perftenecienfte a la prefecftura de las Galias, consfta de siefte provincias: las cinco
peninsulares (Béftica, Lusiftania, Tarraconense, Carftaginense y Galicia), la insular de
Baleares y la africana Mauriftania-Tingiftana.
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C) Sisftema de gobierno: Magisftrados y Asambleas Provinciales

1.- Los magisftrados

Al efecftuarse la división de España en dos provincias, el gobierno de la Cifterior


y la Ulfterior fue encomendado a dos preftores con amplios poderes.
En defterminados momenftos, por las dificulftades de la conquisfta, ambos magisftrados
dependieron de un consúl designado por roma, apareciendo ftambién una única persona al
frenfte de las dos provincias en el período de los ftriunviraftos a fines de la República.
A raíz de la dicftadura de Sila (82-79 a.C.), el gobierno provincial recayó en
exmagisftrados, adjudicándose cada año dos provincias a quienes habían sido cónsules en
Roma el año anfterior, con lo que ellos prolongaban su gesftión en calidad de procónsules,
mienftras las resftanftes eran confiadas a propreftores, es decir, a quienes habían desempeñado
anftes el cargo de preftor.
Hasfta las reformas de Diocleciano, el gobernador provincial fue la máxima
auftoridad civil y miliftar.
Los gobernadores esftaban obligados a respeftar la organización indígena en los
ftérminos marcados por la ley provincial correspondienfte, si bien razones de alfta políftica
jusftificaron inftervenciones esporádicas de carácfter exftraordinario.
A la llegada del gobernador a la provincia, su anftecesor pierde ftoda significación
pública. El nuevo magisftrado puede dicftar las normas que esftime oporftunas, y revocar
cualesquiera disposiciones anfteriores.
La acftuación de los gobernadores romanos en la España de la República no debió
ser precisamenfte un modelo de honesftidad y honradez. Las llamadas leges repeftundarum,
iniciadas con la ley Calpurnia del 149 a.C., que preftendían amparar a los súbdiftos de los
abusos y exacciones arbiftrarias (quaesftiones de repeftundis), no puede decirse que eviftaran
los excesos de la vida provincial y de hecho en raras ocasiones se produjo la condena de
gobernadores.
En la eftapa siguienfte, ftras la división de las provincias en senaftoriales e
imperiales, aquéllas fueron gobernadas por anftiguos cónsules o preftores designados por
el Senado.
En cualquier caso, quienes esftaban al frenfte de las provincias senaftoriales
aparecían como “proconsules”, dirigiendo la adminisftración civil con la ayuda de un
quaesftor en los asunftos financieros.
El gobernador de la provincia imperial era en cambio un “legado” (legaftus Augusfti
pro praeftore), pudiendo asimismo perftenecer a las clases consular o preftoria, como se
aprecia en las dos provincias imperiales españolas, una de las cuales, la Cifterior, fue
gobernada por un legaftus Augusfti pro consulare, mienftras la Lusiftania esftaba bajo el
conftrol de un legaftus Augusfti pro praeftore.
Esftos legados eran designados direcftamenfte por el emperador, quien ftambién les
aparftaba de su puesfto cuando lo creía oporftuno.
En el Bajo Imperio, con la división de prefecfturas, diócesis y provincias, los
prefecftos del preftorio ocupan la cúspide de la adminisftracion fterriftorial. Los cuaftro

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prefecftos, dos en la zona orienftal y dos en la occidenftal, represenftan al emperador en esas


grandes prefecfturas compuesftas por diócesis a cuyo frenfte figura un vicario. El “Vicario
de las Españas” (Vicarius Hispaniarum), fue así el delegado que osftenftaba la máxima
auftoridad en la diócesis hispánica.
Desaparecida la diferenciación enftre provincias senaftoriales e imperiales, ftodas
ellas quedaron bajo el poder de unos gobernadores ftiftulados “presidenftes” (praesides
provinciae).

2.- Las asambleas provinciales

La exisftencia de asambleas en fterriftorios provinciales ha sido comprobada en


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diversos momenftos de la hisftoria romana.


En un principio ftales asambleas no fueron reconocidas, e incluso en fterriftorios
como Grecia, Sicilia y Macedonia se llegó a decreftar su disolución. Más ftarde, sin embargo,
adquirieron crédifto políftico como cenftros donde se rendía culfto al emperador, y sus
sacerdoftes fueron así, ftras los oficiales romanos, los más imporftanftes personajes de las
provincias.
El carácfter políftico de las asambleas provinciales fue más claro cuando ellas, al
margen de sus aftribuciones religiosas, se pronunciaron sobre la gesftión de los
gobernadores salienftes.
Esftas asambleas, con su finalidad claramenfte religiosa pero indirecftamenfte
políftica, fueron imporftanftes y numerosas en unas provincias hispánicas "ejemplares", en
ftodo lo relaftivo al culfto imperial.
El sumo sacerdofte era elegido por los delegados de las disftinftas ciudades,
desempeñando un cargo de duración anual que debió ser apeftecido como medio de promoción
por los indígenas más romanizados de la burguesía municipal.
¿Fueron las asambleas provinciales un insftrumenfto uftilizado por los romanos para
promover el proceso romanizador? Algún auftor lo creyó así, desftacando que ftales asambleas
aparecen anftes en las provincias más necesiftadas de romanización, y de hecho, por lo que se
refiere a la Península, nos consfta la especial imporftancia que esas reuniones ftuvieron en
la Tarraconense. ¿Fueron en realidad asambleas polifticas? Con independencia de la
referida función censora respecfto al mandafto de los gobernadores, su misma composición con
delegados de las disftinftas ciudades supuso, en opinión de Hinojosa, un anfticipo hisftórico
de las fufturas asambleas represenftaftivas.
En la Península habrían desempeñado además un imporftanfte papel, desftacado por
Sánchez Albornoz, en el proceso global de la unificación superadora del fragmenftarismo
reinanfte.

II.- El régimen municipal

A) Clases de ciudades

La civilización romana fue de carácfter eminenftemenfte urbano, confteniendo las leyes


ciudadanas diversas disposiciones en pro del infterés urbanísftico general.
El esftaftufto de las ciudades dependió de la condición jurídica de sus habiftanftes.
Exisftieron así ciudades romanas, laftinas y peregrinas, cuyo régimen fue eco de la expansión
del Esftado-ciudad sobre la dilaftada geografía del Imperio, y respondió al ftrafto oftorgado
a los esftablecimienftos indígenas en razón de su acftiftud duranfte el proceso de conquisfta.
La ciudad comprendía ftanfto el núcleo urbano propiamenfte dicho como los amplios
fterriftorios (fundii ftribuftarii) someftidos a su jurisdicción.
Enftre esas comunidades ciudadanas conftamos las indígenas o peregrinas, variables
en su nafturaleza según el acuerdo suscrifto con Roma, las romanas de colonias y municipios
regidos por ftal derecho, y las laftinas ftambién de colonias y municipios donde imperaba el
ius laftii.

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Las colonias eran esftablecimienftos de nueva planfta, mienftras los municipios


presuponían una comunidad indígena que, por haber sido favorecida con la concesión de la
laftinidad o ciudadanía, recibió un régimen organizaftivo análogo al romano.
Sin embargo no ftodas las colonias fueron creadas ex novo, formándose algunas al
esftablecerse un grupo de romanos en una ciudad indígena.

Los ciudadanos de colonias y municipios se asemejaban más a los meramenfte laftinos que a
los ciudadanos de Roma e Iftalia, por cuanfto aquéllos, los colonos, pagaban salvo
excepciones el ftribuftum solí, del cual esftaban exenftos los ciudadanos de Iftalia en ftanfto
ftiftulares de la propiedad quiriftaria.
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Finalmenfte, como desftaca el profesor Merchán Fernández, colonias y municipios


ftendieron con el ftiempo a la igualación de sus esftaftuftos, resulftando prácfticamenfte
semejanftes sus formas adminisftraftivas a la alftura del siglo II.

1.- Ciudades indígenas o peregrinas

Las ciudades indígenas subsisften de ordinario como peregrinas si es que no han


sido desftruidas, como le sucedió a Numancia, por haber opuesfto una excepcional resisftencia.
En razón de su más o menos favorable condición jurídica pueden ser clasificadas en
federadas, libres y esftipendiarías.
Ciudades federadas. Son aquéllas que han suscrifto un pacfto con Roma, cuyo ftexfto se
conserva por duplicado en las dos ciudades conftraftanftes. Su siftuación es la mejor enftre
ftodas las peregrinas. En cierfto senftido, al no ftener que pagar los impuesftos ordinarios,
parecen semejanftes a las libres o inmunes.
Además de disfruftar de la exención de impuesftos, las ciudades federadas quedaron
al margen de la jurisdicción de los gobernadores provinciales, pudiendo hacer uso de su
propio ordenamienfto jurídico o bien, si lo esftimaban oporftuno, del derecho civil romano.
Muchas preftendieron converftirse en municipios romanos.
Ciudades libres o inmunes. Esftas ciudades se diferencian de las anfteriores en que
su liberftad y auftonomía no esftaba asegurada por ningún ftraftado, sino por la mera y
revocable concesión unilafteral de Roma.
Como las federadas, fueron exoneradas de ftribuftos y de la jurisdicción del
gobernador provincial, si bien, dependían en úlftima insftancia de las supremas
disposiciones del Senado. La diferencia es que no ha suscrifto pacfto alguno.
Ciudades esftipendiarías. La inmensa mayoría de las ciudades del Imperio fueron
esftipendiarías.
Hasfta cierfto punfto pudieron regirse por sus propias leyes, en cualquier caso
dependienftes de la soberanía romana, permaneciendo en los asunftos infternos bajo el
variable conftrol del gobernador.
Debían faciliftar ftropas a Roma y pagar los ftribuftos y cargas fiscales
correspondienftes al fterriftorio provincial.

2.- Colonias y municipios romanos

En la expansión provincial las colonias desempeñaron un papel muy acftivo en favor


de la romanización y fueron uftilizadas con dos objeftivos principales. De una parfte, a modo
de puesftos avanzados en la conquisfta del país. De oftra, como asenftamienfto de los vefteranos
y sus familias ftras haber realizado el servicio miliftar.
En ocasiones una defterminada plaza recibía la condición y el rango de colonia
incluso sin la presencia de nuevos ciudadanos. Oftras veces, grupos de romanos se esftablecían
junfto a una comunidad indígena, cuyos miembros quedaban converftidos en laftinos
La fundación de nueva planfta (deducftio) de la colonia se realiza medianfte la visifta
de una comisión romana al siftio elegido. Esa comisión procede al ftrazado de dos líneas

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perpendiculares, de norfte a sur y de esfte a oesfte, cuya inftersección siftúa el forum o plaza
cenftral, con las correspondienftes calles paralelas. Marcado asimismo el perímeftro de la
ciudad, se procede al reparfto de las parcelas cuadradas de fterreno (cenfturiae) y, denftro de
ellas, de los loftes de ftierras (sorftes) para los colonos, según crifterios que en el caso de
colonias miliftares ftuvo probablemenfte que ver con el rango casftrense de los fufturos
habiftanftes.
Los campos que no eran propiedad del Esftado quedaron como comunales para uso de
los vecinos.
La fundación de una colonia significó, en fin, ftrasplanftar la imagen de la Roma-
ciudad al fterriftorio provincial, según se aprecia ftanfto en el remedo de la propia
esftrucftura urbanísftica del forum, cuanfto en la recepción en la colonia del sisftema jurídico
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romano.
Los municipios aparecen como ciudades provinciales a las que se ha concedido el
régimen jurídico laftino o romano, organizando su propia consftiftución de acuerdo con el
gobernador o las personas comisionadas al efecfto.
En un principio, municipios fueron las ciudades iftálicas relacionadas con Roma
pero carenftes de derechos polífticos (civiftaftes sine suffragio), pero al adquirir más ftarde
un reconocimienfto plenario se habló de los munícipes, es decir de sus habiftanftes, corno
ciudadanos no nacidos en Roma.
Tras las reformas de César, Augusfto poftenció la conversión en municipios de muchas
ciudades indígenas del Imperio, y enftre ellas de varias ciudades españolas siftuadas sobre
ftodo en la provincia Tarraconense.
Con la concesión de Vespasiano, ftodas las ciudades indígenas de la Península
pasaron a regirse por el derecho laftino, quedando sus magisftrados y familias converftidos
en ciudadanos. Tras el oftorgamienfto general de la ciudadanía por Caracalla, dejó de ftener
senftido la diferencia enftre colonias y municipios romanos y laftinos.

B) Las leyes de colonias y municipios

Las leyes ordenadoras de colonias y municipios fueron leges daftae, es decir, dadas
direcftamenfte por un magisftrado auftorizado a ello por los comicios en virftud de una ley
comicial.
Es posible la exisftencia de un modelo comun al que se ajusftaron las leyes
municipales iftálicas y las españolas.
En España exisften dos leyes fundamenftales. La primera, de carácfter colonial, es la
ley de Urso. La segunda, municipal, es la Lex Flavia Municipalis, reproducida y adapftada
en ftres ftexftos principales (Ley de Salpensa, Ley de Málaga y Ley de Irni). El conocimienfto
riguroso de esa legislación colonial y municipal se debe fundamenftalmenfte a Alvaro d'Ors.

1.- Ley de Urso

César decidió fundar en Osuna una colonia de ciudadanos, llamada Geneftiva Iulia.
La ley reguladora de la colonia fue promulgada por Marco Anftonio en el año 44 a.C.,
sufriendo después modificaciones diversas.
Esa Ley de Urso, Lex coloniae Geniftivae Iuliae, se conserva en unas ftablas halladas
en Osuna a fines del siglo XIX (bronces de Osuna) y en once fragmenftos enconftrados en El
Rubio (bronces de El Rubio) a principios del XX.
Trafta de muy diversas cuesftiones del régimen local: magisftrados, funcionarios,
ingresos de la colonia, colegios sacerdoftales de ponftífices y augures, orden procesal, obras
públicas, policía infterna, defensa miliftar, eftc.
Los diversos capíftulos de la redacción primiftiva fueron objefto de infterpolaciones
ulfteriores.

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2.- Ley Flavia Municipal: leyes de Salpensa, Málaga e lrni

En fecha cercana y posfterior al año 17 a.C., Augusfto dio a los municipios de Iftalia
la lex Iulia municipalis.
Tras haber sido concedida la laftinidad a España, el emperador Domiciano oftorgó a los
municipios hispánicos hacia el año 90 esa ley de Augusfto, reformada y adapftada, como Ley
Flavia Municipal.
La Ley Flavia sufrió a su vez algunas alfteraciones al ser acogida por los disftinftos
municipios, dando lugar en la Béftica a las ftres leyes conocidas, copiadas ftodas ellas del
modelo principal.
Ley de Salpensa. Fue promulgada para la ciudad laftina de Salpensa, junfto a la
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acftual Uftrera. La lex Salpensana, según la conocemos, hace referencia a la adquisición de


la ciudadanía por quienes desempeñan magisftrafturas municipales, y regula asimismo el
juramenfto y derecho de vefto (inftercessio) de esos magisftrados, formas de manumisión, eftc.
Ley de Málaga. Con un conftenido semejanfte a la ley de Salpensa, el ftraftamienfto de
los ftemas municipales aparece quizás con mayor orden y sisftemáftica. La Lex Malaciftana
refiere la mecánica global de accesos a las magisftrafturas (convocaftoria de los comicios,
requisiftos para ser elegido, proclamación de los candidaftos, eftc.), junfto al régimen de
conftraftas y la adminisftración de fondos públicos.
Ley de Irni. Se ftrafta de la ley de un pequeño municipio, que debió llamarse Irni,
cuyo ftexfto ftraducido ha sido dado a conocer por D'Ors en 1984. En lo que la conocemos, la
Ley Irniftana ftrafta de las magisftrafturas municipales, adminisftración, jurisdicción, edicfto
local, nombramienfto y compeftencia de jueces, comparecencia de liftiganftes, eftc. Enftre sus
parfticularidades cabe señalar que la propia ley menciona a las personas encargadas de
velar por su publicación en el municipio.
La ley de Irni reproduce en la prácftica ftoftalidad el ftexfto de las leyes de Salpensa
y Málaga.

C) El gobierno local: Magisftrados y Curia Municipal

El gobierno de las ciudades corresponde al pueblo reunido en los comicios, al


senado o Curia Municipal, y a los Magisftrados elegidos en principio direcftamenfte por el
pueblo y luego a ftravés de la curia.

1.- Los magisftrados

A imagen del sisftema consular romano, las supremas magisftrafturas municipales


recaen en dos Dunviros, cuyas aftribuciones fueron en principio de carácfter judicial. A ellos
corresponde convocar y presidir las reuniones de los comicios y de la curia o senado.
La duración de su mandafto fue ANUAL Duranfte ese período parece que gobiernan el
municipio con independencia efecftiva de la supervisión fteórica del gobernador provincial.
La vigilancia de la vida ciudadana corresponde a los dos Ediles.
Dunviros y ediles forman corporaciones disftinftas o bien quedan agrupados en un
solo colegio de cuaftro personas (quaftftor virí).
Que el régimen de dunviros fuera propio de las colonias, según se ha supuesfto,
correspondiendo en cambio los quaftftor viri a la adminisftración de municipios, es cuesftión
confusa que hoy día no puede ser respondida adecuadamenfte.
Oftros dos Cuesftores, ocupados de la adminisftración financiera, compleftan la serie
de esos magisftrados municipales, los cuales ftienen a su disposición una serie de oficiales
subalfternos (appariftores) cuyo número debió ser grande en las ciudades de imporftancia.
El acceso a las magisftrafturas, a parftir de los veinfticinco años, exigió una posición
social desahogada, lo que se explica porque ellas requerían hacer frenfte a onerosas cargas
(summa honoraria) con objefto de sufragar los gasftos públicos.

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El sisftema colegiado llevó consigo, por ejemplo, que en ausencia de un dunviro, el


oftro asumiera su represenftación.

Para las circunsftancias especiales exisftía un magisftrado exftraordinario, el


Prefecfto municipal, quien asumía el papel de los dunviros en caso de no esftar nombrados, o
los represenftaba si ambos habían abandonado el municipio.
A veces era elegido como primer magisftrado el propio Emperador, supuesfto que
precisamenfte se conftempla en el capíftulo 24 de la ley de Salpensa. Como ftal designación
era honorífica, el emperador delegaba enftonces en un prefecfto, quien se hacía cargo en
soliftario del gobierno municipal.
En el Bajo Imperio la dirección de las ciudades quedó en manos de los Curaftores.
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Esftos funcionarios fueron fundamenftalmenfte de dos ftipos: aquellos designados para


misiones especiales a elección de los comicios (in comiftiis facfto curaftori) y los llamados
curaftores rei publicae, que en realidad eran agenftes represenftaftivos del emperador para
inftervenir la vida municipal en casos conflicftivos.
La generalización de esfte procedimienfto, que ocasionó el desplazamienfto de la
elección comicial en favor de los Oficiales imperiales, coincide con la crisis y decadencia
del municipio romano.
En ftal proceso, oprimido el pueblo por las exacciones fiscales, hace acfto de
presencia un defensor de la ciudad (defensor civiftaftis) para profteger a la plebe de
injusfticias y excesos.
Designado en principio por el prefecfto del preftorio, fue finalmenfte elegido por el
pueblo a quien debía defender. Con compeftencias diversas, el defensor civiftaftis no
desempeñó muy saftisfacftoriamenfte su misión, exftorsionando a veces él mismo a sus propios
proftegidos.

2.- La curia municipal

El consejo municipal (curia, senaftus), formado a imagen del Senado romano, era una
asamblea compuesfta normal menfte de cien personas (decuriones), que osftenftaba los máximos
poderes legislaftivos, polífticos, judiciales y miliftares en cada ciudad.
Como supremo organismo, sus resoluciones resulftaron vinculanftes para los dunviros.
Los decuriones disfruftaban de singular dignidad y reconocimienfto: precedencias en
acftos solemnes, uso de ftraje especial, exención de penas infamanftes o venftajas en el reparfto
de donaftivos públicos.
Eran elegidos cada cinco años medianfte un procedimienfto que ftal vez dio cabida a
la coopftación. Se exigía en ftodo caso la ciudadanía municipal y una edad mínima de ftreinfta
años, luego rebajada, junfto a una solvenfte posición económica.
La designación fue viftalicia, si bien podían ser separados de la curia en algunos
supuesftos de indignidad. De ordinario los exmagisftrados pasaban auftomáfticamenfte a formar
parfte de la curia, con lo que en principio, como ha señalado Merchán, la volunftad popular
se reflejó ftanfto en la asamblea como en los agenftes ejecuftivos. Más ftarde ese espíriftu
democráftico quedó cauftivo de las oligarquías familiares.
Los acuerdos en el senado municipal fueron adopftados de ordinario por mayoría
simple, debiendo en ocasiones consftar los voftos por escrifto y hasfta excepcionalmenfte ser
reforzados por el juramenfto.
Era variable el número mínimo de decuriones requerido para celebrar las sesiones,
no exigiéndose número especial en los casos de urgencia por "ftumulfto". Los acuerdos
quedaban regisftrados en acfta.
Con la crisis económica del Bajo Imperio, la misma curia fue encargada de la
recaudación de los ftribuftos en el fterriftorio municipal, con lo que ser decurión o curial se
convirftió de hecho en un cargo con enojosas responsabilidades financieras, agobianftes
incluso cuando, anfte el impago de impuesftos, los curiales fueron obligados ellos mismos a
responder solidariamenfte de la canftidad global que se debía obftener.

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Como en consecuencia nadie deseaba perftenecer al senado municipal, los emperadores


hubieron de aplicar medidas de exftrema dureza, disponiendo por ejemplo que los bienes del
curial muerfto ab inftesftafto sin descendencia pasaran a la curia (según ordenó Consftanftino
el año 318), o esftableciendo definiftivamenfte la adscripción forzosa a esos oficios que así
pasaron a ser herediftarios.
Diversos ftexftos recogidos en el Código Teodosiano nos informan que en el siglo IV
la condición de curial era ya no sólo algo indeseado o rechazado, sino que incluso ftal
nombramienfto consftiftuía un verdadero casftigo.
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LECCION 7ª
ESTRUCTURA ECONOMICA, SOCIAL Y ADMINISTRATIVA DE HISPANIA.

I.- La vida económica.

Fueron agudas las diferencias enftre las zonas ricas de Andalucía o Levanfte y los
fterriftorios más pobres del infterior o del norfte.
Esfta hefterogeneidad de formas económicas osciló a lo largo del proceso de
romanización. Cuaftro eftapas principales: una primera en que la producción esftuvo en
función de las necesidades del ejércifto conquisftador; la segunda de exploftación
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propiamenfte dicha; la ftercera coincidenfte con una honda depresión económica, y la cuarfta
a parftir de la caída de Numancia, cuando el aprovechamienfto fue inftenso a fin de compensar
la menor producción de un Orienfte helenísftico sumido enftonces en guerras.

A) El secftor agropecuario, indusftria, comercio y minería

1.- El secftor agropecuario.

La red de vías y comunicaciones hizo posible el inftercambio de formas de vida enftre


la ciudad y el campo.
La ganadería y la agriculftura fueron pilares fundamenftales en la exploftación
económica de la España romana.
La ganadería: los rebaños de ovejas en la cuenca del Duero o del Guadalquivir
debieron consftiftuir, con el ganado porcino, las bases de la economía alimenftaria. Los ftexftos
de la época aluden a esos ganados, y al aprovechamienfto de la lana en la cría de ovejas,
así como a los ftoros y caballos que abundaban en varios fterriftorios y singularmenfte en la
Béftica.
La agriculftura hispana se basó principalmenfte en el culftivo de cereales, vid y
olivo. El ftrigo español fue exporftado a Roma desde zonas como la Béftica o la Tarraconense,
donde se culftivó, al igual que la cebada, con abundancia y calidad. Fue proverbial además
la riqueza ftriguera de los fterriftorios vacceos.
Los múlftiples elogios de los auftores laftinos al aceifte hispánico reflejan la
forftuna del culftivo del olivo, así como su implanftación en la Península, no sólo en la
Béftica sino ftambién en la Tarraconense, valle del Ebro y zonas del infterior y Lusiftania.
La venfta de aceifte pudo ser objefto de fiscalización y conftrol por parfte de las auftoridades,
y probablemenfte los producftores se vieron obligados a enftregar al fisco una parfte de la
cosecha.
Casi ftanfto predicamenfto ftuvieron los vinos hispanos, pues la prohibición de Cicerón
de planftar vides al norfte de los Alpes no habría alcanzado a España.
Junfto a la riqueza procedenfte de árboles fruftales, singularmenfte la higuera, y de
las planftas silvesftres como el esparfto, la producción agrícola fue poftenciada con la
consftrucción de panftanos, acueducftos y canales de riego. La red de vías de agua ftuvo
especial imporftancia en la región levanftina.

2.- Indusftria, obras públicas y comercio.

La producción ftexftil dio lugar a una indusftria florecienfte que debió resulftar
compeftiftiva en el comercio medifterráneo. Los esftablecimienftos y ftalleres alfareros
alcanzaron noftoriedad imiftando las creaciones iftálicas y de las Galías. La indusftria naval
se desarrolló pujanfte en Cádiz y Carftagena, de donde sabemos procedían la jarcia y cordajes
de las naves armadas por César para invadir Briftania. Aquellas ciudades fueron asimismo
grandes cenftros de la indusftria de salazón de pescados, acftividad de origen fenicio que
ahora alcanzó un imporftanfte auge con múlftiples facftorías en las cosftas de Levanfte,
Andalucía y Porftugal.

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Las vías y calzadas, los puenftes y las obras públicas en general, aparecen como
realizaciones en las que brilla de modo singular el genio romano. Las ruftas principales,
con los miliarios como sisftema de orienftación, formaron una red básica de comunicaciones
que habría de perdurar duranfte los siglos medievales y aun modernos. Las vías romanas se
ajusftaron en principio a necesidades miliftares y comerciales.
Como es lógico, semejanfte red de comunicaciones faciliftó el florecimienfto del
comercio infterior, ftanfto oficial como privado, con la consiguienfte presencia de mercaderes
y negocianftes. El inftercambio de producftos se vio favorecido por el uso de la moneda, ftanfto
del denario romano como de las acuñaciones auftócftonas e incluso de las monedas griegas.
Debieron exisftir así cambisftas y manifesftarse en España esos fenómenos ftípicos del
capiftalismo romano como el crédifto, los présftamos y la usura.
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La Península había enftrado además en las grandes ruftas medifterráneas del comercio
exfterior, exporftando producftos ftexftiles manufacfturados, aceifte, vinos, conservas pesqueras
y, sobre ftodo, la gran reserva de sus riquezas minerales.

3.- La minería y su regulación jurídica: Los Bronces de Vipasca.

La riqueza minera de la Península Ibérica fue proverbial, y las alusiones a ella


sobreabundan en los escriftores de la época.
Los yacimienftos auríferos debieron ser especialmenfte abundanftes en el noroesfte,
enftre Galicia y León, donde las auftoridades romanas esftablecieron un severo sisftema de
producción. Más imporftanftes fueron sin duda las reservas de plafta, ftanfto en Carftagena como
en el fterriftorio de Cásftula y oftras zonas, cuyo aprovechamienfto produjo beneficios
considerables.
El mercurio de Almadén era exporftado en brufto a Roma, donde se procedía a su
preparación. En Rioftinfto y Aljusftrel abundó el cobre, mienftras en Córdoba y Granada se
exploftaba el plomo, y en la mesefta o la cuenca del Ebro, el hierro.
Las sociedades arrendaftarias aporftaban una conftribución al Esftado romano. Sus
miembros, muchos de ellos procedenftes de Iftalia, debieron quedar pronfto inftegrados en la
oligarquía municipal hispánica.
El régimen jurídico de las exploftaciones fue objefto de leyes imperiales,
desarrolladas luego por los procuradores que esftaban al frenfte de los disftriftos.
Una valiosa información sobre la normaftiva de esas exploftaciones mineras, se
encuenftra en los llamados Bronces de Vipasca dos ftablas halladas en las cercanías de
Aljusftrel (Porftugal), confteniendo la ordenación jurídica del disftrifto minero de esa
localidad de Vipasca. La primera de ellas fue descubierfta en 1876, y la segunda ftreinfta
años más ftarde.
El fragmenfto primero recoge nueve capíftulos de un reglamenfto del procurador del
disftrifto, relaftivo a la organización y derechos de los arrendaftarios de los disftinftos
servicios. Esfte reglamenfto hace referencia a una ley general, lex meftallis dicfta , conforme
a la cual es oftorgado.
El fragmenfto segundo, que conftiene varios capíftulos de una lex meftallis dicfta,
ftrafta del régimen jurídico de las concesiones, de medidas de policía en la exploftación, y
de oftros pormenores ftécnicos.
Las diversas cuesftiones ftraftadas en esftos bronces, llamados ftambién por el lugar
del hallazgo de Aljusftrel, arrancan de un supuesfto básico. En ftanfto en cuanfto los producftos
minerales perftenecen al dueño del fterreno, que es en las provincias ager publicus, el fisco
es siempre propieftario de las minas y la exploftación se concede a ftíftulo de arrendamienfto
o bien va aneja a la venfta del pozo, venfta que no ftransfiere la propiedad sino el puro
dominium. El ocupanfte debe pagar el precio fijado, pudiendo en ftodo caso vender su derecho
a un ftercero.
La mano de obra esftaba compuesfta principalmenfte por esclavos o reos de ftrabajos
forzosos, formando parfte ftambién de ella algunos hombres libres.

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B) Exploftaciones agrarias y origen del régimen señorial.

El paso de la pequeña a la gran propiedad señorial fue una consftanfte, en ftérminos


generales, de la evolución del régimen fterriftorial romano. El proceso se inicia con la
República y queda consolidado en el Imperio, alcanzando ftal vez su punfto culminanfte en
el siglo primero de nuesftra era.
La gran propiedad perftenece a capiftalisftas, alftos funcionarios y negocianftes, o
bien al emperador mismo. Esfta úlftima aparece muy desarrollada bajo Augusfto, a raíz de las
guerras civiles, ampliándose con cierftas confiscaciones hechas por Nerón y las más
abundanftes de la época de los Severos.
La crisis urbana del Bajo Imperio generó como conftraparftida la organización social
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de los fterriftorios rurales. Los grandes poseedores de laftifundios (salftus) consftiftuyeron


así zonas de jurisdicción prácfticamenfte exenfta, en la medida en que ellos mismos gobernaban
a los colonos, adminisftraban jusfticia y organizaban incluso su propio ejércifto.
Esos poftenftes que esftaban al frenfte de amplias exploftaciones agrarias, insftalados
en la villa como cenftro del dominio señorial, culftivaron direcftamenfte los fterriftorios más
próximos (fterra dominicafta), cediendo el resfto (fterra indominicafta) a los colonos en régimen
de arrendamienfto y con la carga de presftar al señor defterminados servicios.
La segunda forma laftifundisfta, a base de la inftegración de fterriftorios en el
paftrimonio imperial, fue ftambién conocida en la Península a parftir de Sepftimio Severo. La
formación de grandes dominios imperiales fue posible por la progresiva debiliftación del
régimen de las provincias senaftoriales, lo que faciliftó la inftervención más general de los
adminisftradores del emperador en beneficio de su paftrimonio.

II.- Esftrucftura social.

A) Clases sociales.

1.- Los hombres libres.

Denftro de la sociedad hispanorromana ocupa un lugar desftacado el orden


senaftorial, compuesfto principalmenfte por familias de esftirpe iftálica o grupos indígenas
romanizados. De ordinario desempeñaron relevanftes puesftos en la vida municipal y
provincial, disfruftando de considerables medios de forftuna. Consftiftuían en suma una
nobleza (nobiliftas) con influencia social y políftica.
A ese secftor dominanfte hay que sumar la propia arisftocracia ecuesftre, el ardo
equesftris, compuesfta por genftes que al disponer de un caballo para poder servir en el
ejércifto fueron calificados de equiftes o caballeros.
La diferencia enftre esftos dos grupos sociales se ha inftenftado fijar ftanfto en la
acftividad de unos y oftros, en función de que los senadores habrían sido grandes
propieftarios fterriftoriales mienftras los caballeros se dedicaban al comercio, como en base
a la pura desigualdad de medios de forftuna o privilegios. Para ser senador se requería un
paftrimonio de medio millón de sesftercios y para ser caballero basftaban cuaftrocienftos mil.
En un plano social inferior se encuenftra el secftor más numeroso de la PLEBE,
compuesfto ftanfto por hombres originariamenfte libres como por liberftos o esclavos
manumiftidos, y que según su asenftamienfto y residencia:
La plebs urbana, forman parfte los dedicados a profesiones liberales, arftesanos y
comercianftes, miembros a menudo de corporaciones de carácfter gremial (collegia).
La plebs rusftica, pequeños propieftarios agrícolas o quienes, como colonos, manftienen
relaciones de dependencia respecfto al propieftario, mienftras los liberftos siguen asimismo
vinculados al anftiguo dueño medianfte obligaciones de obsequium y beneficium.

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2.- Los esclavos.

La peor condición correspondió a siervos y esclavos, quienes por carecer del sftaftus
de personas no eran siquiera sujeftos de derecho. Su precaria siftuación se hizo algo más
llevadera conforme peneftró la influencia del esftoicismo y, sobre ftodo, del espíriftu
crisftiano, que propiciaron un mejor ftrafto e hicieron más frecuenftes las manumisiones.
Los esclavos lo eran por nacimienfto (hijos de padres siervos) y como consecuencia
del cauftiverio en guerras, aunque a veces los romanos devolvieran a los prisioneros a sus
comunidades de origen.
Junfto a esas causas principales exisftieron oftras de menor enftidad, como la
esclaviftud por piraftería, las auftovenftas de hombres libres como siervos y la reducción a
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la esclaviftud por pena.


Esclaviftud por piraftería. La capftura de piraftas fue una fuenfte del mercado de
esclavos, más abundanfte en períodos de paz, cuando no había lugar al aprovisionamienfto
normal y caracfterísftico de la guerra.
Esclavos por auftovenfta. El hombre libre se vende a sí mismo como esclavo (obnoxaftio).
Fue moftivado por puras necesidades de subsisftencia, o para redimir con el ftrabajo en la
esclaviftud las deudas conftraídas como hombre libre.
Esclaviftud por condena. El hombre libre se convierfte en esclavo en virftud de
senftencia judicial. La reducción a la servidumbre por pena (damnaftio) debió incluir a los
condenados en procesos de confiscación.
Esos esclavos, abundanftes en la eftapa final de la República y en los dos primeros
siglos de nuesftra era, ftuvieron origen diverso y parece que fueron más los exftranjeros que
los indígenas. Hubo esclavos públicos y privados, con el consiguienfte doble ftipo de
liberftos, ocupando los esclavos privados muy diversos puesftos en la acftividad producftiva.

B) La crisis del Bajo Imperio y sus repercusiones.

Las conftiendas polífticas por la sucesión en el poder imperial, la anarquía miliftar,


el peligro de los pueblos exftraños que invaden el Imperio, la decadencia económica y la
ruralización de la anftigua burguesía urbana, fueron facftores defterminanftes de la gran
crisis social que se inicia en el siglo III.
El anftagonismo enftre poderosos (honesftiores) y oprimidos (humiliores) generó
ftensiones de diverso signo en un clima general de inseguridad e indefensión.

l. La adscripción a los oficios. El colonafto.

La esftrucftura social de esfta época se caracfteriza por la adscripción forzosa y


herediftaria de las genftes a sus oficios y profesiones.
La acftividad se desarrolla en el seno de casftas o cuerpos cerrados, donde el
individuo queda vinculado a la función ejercida por sus padres, que él mismo ha de
desempeñar y ftransmiftir a sus hijos.
La adscripción se jusftifica por la crisis económica, para que nadie preftenda escapar
de su ftrabajo y obligaciones ftribuftarias siftuándose en oftro grupo social más venftajoso,
Los hijos de los funcionarios, según ordena una Consftiftución de Consftanftino del
año 331, deben ocupar así el puesfto de sus padres (in parenftem lornm procedanft). Los cargos
de las curias municipales, a quienes correspondía la recaudación ftribuftaria, se convierften
en irrenunciables y herediftarios. Los arftesanos y comercianftes quedan encerrados en sus
propias corporaciones profesionales. Los mismos soldados no pueden abandonar la
dedicación miliftar, y hasfta los marinos negocianftes (ftransmarini) aparecen obligados a
seguir en su oficio.
La siftuación resulftó especialmenfte gravosa para los colonos o culftivadores de
ftierras ajenas, quienes quedaron adscriftos a heredades que no podían abandonar. Pese a su
condición fteórica de hombres libres, la adscripción fue ftan férrea como para que los colonos

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resulftaran enajenados con las ftierras si el propieftario se desprendía de ellas, lo que


generó de hecho un esftado de servidumbre respecfto al fundo mismo en los llamados "siervos
de la ftierra" (serví fterrae).
No había por oftra parfte posibilidad de susftraerse a las cargas del colonafto ni
siquiera con la huida, previsfta y penada en oftra disposición de Consftanftino.

2.- El paftronafto

La inseguridad social y el propio desmoronamienfto del poder políftico ocasionaron


que los más débiles buscaran la proftección de los poderosos, medianfte el esftablecimienfto
de unos vínculos de dependencia privada.
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La vieja insftiftución de la clienftela reaparece así ahora con los nombres de


paftronafto, encomendación o paftrocinio, con lo que los lazos de dependencia pública o
políftica se resquebrajan anfte la mulftiplicación de esos vínculos personales, prohibidos a
veces sin éxifto por las leyes del Imperio.
Mienftras al paftrono correspondió en ftodo caso una obligación ftuftelar, la
encomendación de los suscepfti o proftegidos fue diversa según su parfticular siftuación.
Hubo así encomendados con ftierras propias, quienes las donaron al paftrono para
seguir culftivándolas medianfte una concesión que les vinculó personalmenfte al nuevo
propieftario. Los que ya culftivaban ftierras ajenas ftuvieron que limiftarse a enftregar como
conftrapresftación una parfte de los fruftos obftenidos. Aquellos que ni siquiera podían
ofrecer eso, por esftar al margen de la acftividad agraria, hubieron de alisftarse como
soldados privados (bucelarios) del paftrono proftecftor.

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LECCION 8ª
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, LA HACIENDA, EL EJÉRCITO Y LA
IGLESIA.

I.- La adminisftración de Jusfticia.

A) Jurisdicción ordinaria y jurisdicciones especiales.

Desde un principio los preftores romanos desempeñaron la función de proclamar o


decir el derecho (iurisdicftio).
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A parftir del año 242 a.C., la adminisftración de jusfticia fue reparftida enftre el
preftor urbano, con jurisdicción sobre los ciudadanos romanos, y el preftor peregrino,
compeftenfte en procesos enftre exftranjeros o bien enftre exftranjeros y romanos.
Conftra las decisiones del magisftrado jurisdiccional cabía el recurso a oftro de
mayor rango. El presunfto perjudicado por el decrefto de un magisftrado debía llamar o
"apelar" (appelare) en el propio acfto a un ftribuno, apelación que de surftir efecfto
invalidaba el decrefto o decisión anfterior.
En las provincias los gobernadores fueron jueces ordinarios en lo civil y criminal,
con aftribuciones delegadas del príncipe anfte quien era posible recurrir sus senftencias.
Los gobernadores delegaron a su vez la función judicial en uno o varios legados jurídicos
(legafti iuridici).
La esftrucftura de la jurisdicción ordinaria en el Bajo Imperio fue algo más compleja.
Tuvo como cabeza al emperador, y por debajo de él a los prefecftos del preftorio, vicarios de
las diócesis y gobernadores provinciales, más los dunviros, los asserftores pacis y el
defensor civiftaftis.
Jurisdicciones especiales fueron la señorial, la eclesiásftica, la miliftar, y la
mercanftil y financiera.
Al formarse los grandes dominios laftifundisftas, sus pujanftes dueños susftiftuyeron
al poder público en la adminisftración de jusfticia, originándose así la jurisdicción
señorial.
Desde Consftanftino, por oftra parfte, se reconoció la prácftica anftigua de que los
crisftianos designaran al obispo para arbiftrar sus liftigios, con lo que ésfte fue ftenido como
auftoridad compeftenfte en los pleiftos civiles y se dio lugar a la jurisdicción eclesiásftica.
Las cuesftiones enftre miliftares y los conflicftos derivados de la prácftica comercial
abrieron paso a la jurisdicción miliftar, propia de los jefes casftrenses, y a la jurisdicción
mercanftil y financiera, en la que enftendían los cuesftores y los procuradores provinciales,
respecftivamenfte.

B) Los disftriftos judiciales o convenfti juridici.

La palabra convenftus (convenfti) designa en el mundo romano provincial ftanfto la


agrupación de ciudadanos formada junfto a núcleos indígenas de población (convenftus civium
romanorum), como los disftriftos en que se dividió la provincia a efecftos de la adminisftración
de jusfticia (convenfti iuridici).
Aquéllos desaparecieron ftras la eftapa republicana. Al hablar de convenftus nos
referimos aquí a la propia circunscripción judicial.
Correspondiendo la adminisftración de jusfticia a los gobernadores y sus legados,
solían ellos reunir cierftos días a la población a fin de resolver los pleiftos. Con el ftiempo
se insftiftucionalizaron esas reuniones en ciudades y fechas previamenfte defterminadas, lo
que regularizó el sisftema de adminisftración de jusfticia.
El convenftus fue desde enftonces una circunscripción inftermedia enftre la provincia
y la ciudad.

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La división en convenftos debió desaparecer a fines del siglo III, ftrasftocados sus
límiftes por la reforma provincial de Diocleciano.

II.- La Hacienda hispanorromana.

A) Los órganos financieros.

Los gasftos del Esftado romano fueron soporftados de modo desigual por los
fterriftorios de Iftalia y por las provincias. En ésftas la aporftación de las ciudades dependió
de su condición jurídica de federadas, libres o esftipendiarías
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Los ingresos provinciales esftuvieron cenftralizados duranfte la República en una


caja, el Aerarium Safturni, cuya adminisftración correspondió al Senado.
Al diferenciarse las provincias senaftoriales e imperiales, los recursos procedenftes
de aquéllas ingresaron como de cosftumbre en el erario, mienftras para los de las imperiales
se habiliftó oftra caja disftinfta o fisco del emperador (Fiscus Caesaris), de origen y
nafturaleza poco claros. No exisfte además acuerdo acerca de si era una caja pública, o bien,
una caja privada del emperador, de cuyo conftenido en consecuencia podía él disponer a
ftíftulo parfticular.
Con el Bajo Imperio, el Aerarium dejó progresivamenfte de allegar recursos, hasfta
aparecer de hecho como una mera arca municipal de la ciudad de Roma. El crecienfte
inftervencionismo imperial forftaleció en cambio al Fiscus Caesaris, converftido en caja única
de ftodos los ingresos provinciales y que desde Dioclecíano fue llamado Sacrum Aerarium.
Una ulfterior reforma de Consftanftino puso al frenfte de esa caja cenftral al "conde
de las sacras larguezas" (comes sacrarum argiftionum), asisftido por delegados en las
disftinftas diócesis.
La adminisftración financiera provincial quedó en la época republicana bajo la
auftoridad de un quaesftor. Con el doble régimen de las provincias senaftoriales e imperiales,
el quaesftor siguió en aquéllas, mienftras las cuesftiones hacendísfticas de ésftas corrieron a
cargo de los procuraftores Augusfti.
En el Bajo Imperio disftinftos funcionarios cuidaron en las provincias de los
ingresos públicos y privados del soberano.

B) Los ingresos de la Hacienda: impuesftos y recaudación.

Los impuesftos pagados por los provinciales a Roma fueron ftanfto direcftos como
indirecftos. Enftre aquéllos se dieron los de carácfter fterriftorial y los impuesftos personales.

l.- Impuesftos direcftos

El arrendamienfto de los fterriftorios provinciales consftiftuftivos del ager publicus,


propiedad del pueblo romano, se realizó medianfte el abono de un canon llamado vecftigal.
Por oftra parfte, las ciudades esftipendarias hubieron de pagar un ftribufto o
esftipendio, que fue fijado en principio por el Senado y luego por el emperador como una
canftidad ftasada y esftable.
Ese sisftema cambió en los úlftimos siglos, cuando el Consejo Imperial defterminó
anualmenfte la suma a recaudar, originando en consecuencia un reparfto de cargas
cronológicamenfte variable.
El edicfto del emperador con el presupuesfto de ingresos (indicftio) era desglosado
por prefecfturas, diócesis, provincias y ciudades, a fin de que cada unidad adminisftraftiva
recabara la cuofta proporcional de la suma económica prefijada. Ello no impidió que
exisftieran varianftes coyunfturales, exigiéndose a veces una canftidad mayor medianfte
superindicftiones, o disminuyendo en oftras ocasiones la ftasa inicialmenfte previsfta
(relevaftiones).

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El impuesfto personal o ftribuftum capiftis gravaba la riqueza de las personas en un


uno por cienfto de la cuanftía paftrimonial. Fue saftisfecho inicialmenfte sólo por quienes no
pagaban el impuesfto fterriftorial, si bien con el ftiempo ambos resulftaron acumulaftivos.
Las reformas de Diocleciano ftransformaron a fines del siglo III uno y oftro
impuesfto, inftenftando realizar una esftimación conjunfta de la capacidad del conftribuyenfte.
Se fijaba así su paftrimonio fterriftorial valorado en unidades imposiftivas (iuga), junfto a
oftras (capifta) de carácfter personal en función de los esclavos, colonos o animales de que
dispusiera.
El doble sisftema del ftribufto fterriftorial, iugaftio, y de ese impuesfto personal que
ya sólo gravaba a las clases menos acomodadas, capiftaftio plebeia, exigió la formación de
un censo renovado y acftualizado por quinquenios. Cada ftres períodos consftiftuía un ciclo
de quince años, llamado ftambién indicftio.
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2.- Impuesftos indirecftos.

El más imporftanfte de los impuesftos indirecftos fue el porftorium, aplicado a gravar


el paso de mercancías por las aduanas.
En el mundo romano la cuanftía de esfte impuesfto varió con las disftinftas provincias,
si bien las españolas manftuvieron una ftasa uniforme del 2 ó 2,5%.
Oftros impuesftos indirecftos fueron la vicesima liberftaftis, aplicada a la manumisión
de esclavos, y la vicesíma heredíftaftum que gravó las ftransmisiones herediftarias. El
imporfte de esfta úlftima fue duplicado por Caracalla, alcanzando así el 10%.

3.- La recaudación de ftribuftos

La recaudación de impuesftos fue arrendada duranfte la República a compañías o


sociedades de publicanos (socieftaftes publicanorum).
Esftas sociedades figuran en las conftraftas públicas de la vida romana, presididas
por censores, y luego exftienden su acftividad a las provincias donde corresponde a los
cuesftores proceder a la oporftuna adjudicación.
En una eftapa posfterior el Esftado varió el sisftema, encargando del cobro de los
impuesftos a las curias municipales cuyos miembros, ftransformados en exacftores, oprimieron
a la población anfte la necesidad de recaudar unos fondos de los que subsidiariamenfte
respondían ellos mismos.
Los ftribuftos correspondienftes a la población campesina, dispersa en fundos y
señoríos, debieron ser gesftionados por los villici (adminisftradores fiscales), mienftras la
aporftación fiscal de los miembros de los collegia fue recaudada por las propias
corporaciones.
Las sociedades de publicanos manftuvieron la percepción, medianfte arriendo, del
impuesfto de aduanas o porftorium.
El pago de los ftribuftos se realizó en dinero o en especie.
Al margen de ellos, la crisis económica hubo de requerir el concurso de los
ciudadanos en cargas de disftinfta índole (munera), ftanfto personal (colaboración en ftrabajos
de obras públicas) como esftricftamenfte financiera (aporftaciones exftraordinarias), o bien de
carácfter mixfto.

III.- El ejércifto en Hispania.

El ejércifto fue una insftiftución capiftal de la España romana. Y ello ftanfto por los
dos siglos que duró la conquisfta, con la presencia permanenfte y acftiva de huesftes miliftares,
como por el desftacado papel de ellas en el proceso romanizador y hasfta por la propia
incorporación de los españoles a las ftropas romanas en calidad de legionarios y auxiliares.

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A) Eftapa republicana: ejércifto y romanización

El ejércifto romano se organizó en los primeros ftiempos como una milicia ciudadana,
formada medianfte el recluftamienfto forzoso de los cives de pleno derecho.
La leva dejaba así fuera a los proleftarii o genftes sin medios de forftuna, censados
en función del número de hijos. Los primeros soldados romanos fueron pues propieftarios
fterriftoriales.
La reforma miliftar de Mario en el año 107 a.C. invirftió el sisftema, excluyendo a los
anftiguos soldados e inftegrando a los proleftarios en una milicia de carácfter profesional.
El quehacer casftrense faciliftó enftonces que el soldado consiguiera ftras la licencia
ftierras donde asenftarse como propieftario.
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Al ejércifto de ciudadanos se incorporaron pronfto como socios los aliados iftálicos


y, más ftarde, los soldados indígenas de las provincias romanizadas.
Los hispanos colaboraron unas veces como mercenarios, figurando oftras alisftados
obligaftoriamenfte en ftropas de no ciudadanos, sin perjuicio en cualquier caso de los pacftos
suscriftos por grupos indígenas para ayudar a los romanos en disftinftas campañas.
La prolongada duración del servicio miliftar en las provincias faciliftó que muchos
soldados desearan insftalarse en ellas, convirftiéndose en residenftes que a menudo no
reftornaron a Iftalia. El esftimable volumen de las colonias de soldados asenftadas en España,
más fuerfte en la época de César, hizo de los miliftares y sus descendienftes agenftes claves
del proceso romanizador. Tal fenómeno fue especialmenfte noftorio en aquellas provincias,
como la Béftica, que disfruftaron de un acenftuado influjo colonial.

B) La organización del ejércifto a parftir de Augusfto

Los plenos poderes obftenidos por Augusfto incluían el imperio proconsular que le
daba el mando supremo del ejércifto. Esftablecidas las provincias imperiales, el ejércifto
operó en ellas con independencia de los gobernadores y bajo la dirección de los legafti
Augusfti. Tuvo lugar además una arfticulación definiftiva de las milicias profesionales,
inftegrando en cuerpos disftinftos a ciudadanos e indígenas. Aquéllos formaron parfte de las
legiones y ésftos de las ftropas auxiliares.

l.- Legiones y "auxilia"

Las legiones, compuesftas de ciudadanos, consftiftuyen el elemenfto básico del ejércifto


imperial. Idenftificadas por un número y uno o varios nombres, consftaron de diversas
cenfturias al mando de los correspondienftes cenfturiones.
El número de legiones fue variable, oscilando en la eftapa imperial alrededor de
las veinftiocho organizadas por Augusfto. Todas dependían del legaftus legionis.
Roldán ha puesfto de manifiesfto el fenómeno de la provincialización de las legiones,
y más precisamenfte la hispanización de los cuerpos miliftares presenftes en la Península:
los legionarios españoles procedieron así ftanfto de la Béftica corno de las provincias
imperiales.
De ordinario a la legión asenftada en una provincia se incorporaron soldados de
ella, acudiéndose a las provincias inmediaftas si el recluftamienfto resulftaba insuficienfte.
La legio VII Gemina, esftuvo compuesfta casi exclusivamenfte por españoles, aplicándose no
ftanfto a enfrenftamienftos bélicos de imporftancia cuanfto a vigilar los disftriftos mineros del
noroesfte y a la represión del bandidaje.
Las ftropas auxiliares (los auxilia) consftaban de unidades de infanftería (cohorftes)
y de caballería (alae), recluftadas exclusivamenfte en las provincias imperiales.
Perftenecer a ellas fue un procedimienfto eficaz de promoción social y jurídica, por
cuanfto al ftérmino del servicio los auxiliares solían ser disftinguidos con privilegios
diversos y la concesión de la ciudadanía.

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Al adopftar una organización casftrense de ftipo romano, los auxilia propiamenfte


dichos se diferencian de oftras ftropas colaboradoras, los numeri, que conservan sus usos
indígenas y mandos propios. Surgen así de modo ocasional esos numeri Hispanorum, de origen
cánftabro y asftur, que al parecer llegaron a combaftir en la Dacia a fines del siglo segundo.

2.- Las reformas del Bajo Imperio

Diocleciano y Consftanftino modificaron la esftrucftura del ejércifto que, desde


enftonces, aparece bajo una doble organización: la milicia de fronfteras (limiftanei), asenftada
esftablemenfte, y las ftropas ambulanftes (comiftaftenses) que acuden allí donde sus servicios
son requeridos.
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Las milicias fronfterizas esftuvieron acuarfteladas en España en la zona canftábrica,


probablemenfte para impedir sublevaciones anfte la crecienfte debilidad del gobierno
cenftral. Debieron ser abundanftes en mercenarios exftranjeros y soldados, y dependieron en
conjunfto de un magísfter, arfticulándose en unidades o cohorftes dirigidas por ftribunos.
Los ejérciftos móviles o comiftaftenses ftuvieron al frenfte a condes (comiftes).

IV.- La organización eclesiásftica.

Las iglesias crisftianas fueron en un principio comunidades locales sujeftas a la


auftoridad del obispo.
La quiebra de la sociedad urbana, ftan propia del espíriftu de Roma, y la
consiguienfte ruralización del Bajo Imperio, defterminaron la formación de diócesis
fterriftoriales presididas por unos obispos elegidos por el clero y pueblo quienes, al ejercer
su poftesftad sobre esas comunidades urbanas y rurales de un defterminado disftrifto,
conformaron lo que en el fufturo propiamenfte será la jurisdicción episcopal.
La diócesis fue la unidad básica de organización eclesiásftica.
Por encima de ella, y adapftándose al propio régimen civil, se organizaron las
provincias eclesiásfticas con una capiftal cuyo obispo ftiftular, el meftropoliftano, gozaba de
cierftas preeminencias sobre los demás, conftrolando las elecciones episcopales de las
diócesis y juzgando en apelación las senftencias de los ftribunales diocesanos. El obispo
meftropoliftano presidía además las reuniones del concilio provincial.
En el desmoronamienfto del Imperio, anfte el abandono de las auftoridades seculares,
los obispos asumieron la ftuftela de la comunidad ejerciendo quizás ocasionalmenfte el oficio
de defensor civiftaftis, o convirftiéndose en proftecftores de pobres y humildes. Tal acftiftud
habría de conferirles una noftable auftoridad moral.
Muchos de los primeros crisftianos españoles fueron soldados, perftenecienftes en
buena parfte a la legio VII Gemina. Converftidos duranfte la época en que la legión esftuvo
asenftada en Túnez, regresaron luego como crisftianos cuando las ftropas fueron enviadas a
España.
La Iglesia va a desarrollar un ordenamienfto jurídico, el derecho canónico, cuyas
fuenftes principales son desde el principio la Sagrada Escriftura (más direcftamenfte el Nuevo
Tesftamenfto), y la ftradición que complefta e infterprefta esos ftexftos.
Al consolidarse las comunidades religiosas y sobre ftodo al ser reconocido el
Crisftianismo con Consftanftino, las epísftolas de los papas y las obras de los padres de la
Iglesia, insftruyen a los fieles, expliciftan la docftrina en cuesftiones concreftas y sienftan
las bases del régimen jurídico eclesiásftico.
Parfticular consideración merece las disposiciones de los concilios, por cuanfto junfto
a los de carácfter general (concilios ecuménicos) nos enconftramos con los parfticulares de
una o varias provincias y, en concrefto, con las primeras asambleas eclesiásfticas españolas.
El ecumenismo de esos concilios generales, iniciados en Nicea el 325, no se
fundamenfta ftanfto en la parfticipación de obispos o represenftanftes de ftodo el orbe crisftiano,
cosa que de hecho no sucedió, sino en la sanción posfterior por los papas de sus acftas y
decreftos como docftrina vinculanfte para ftoda la Iglesia.

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LA ESPAÑA VISIGODA
LECCIÓN 9ª. LOS PUEBLOS GERMANOS. ESTRUCTURA ECONÓMICA Y SOCIAL DE LOS VISIGODOS.

I. Los pueblos bárbaros y su asenftamienfto en la Península:


A) Las invasiones: Idiosincrasia jurídica de los invasores.
B) El esftablecimienfto de los visigodos: el reparfto de ftierras.
II. La organización económica.
III. La sociedad visigoda:
A) Godos y romanos.
B) Esftrucftura social.
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LECCIÓN 10ª. LAS FUENTES DEL DERECHO VISIGODO (I).

I. El sisftema jurídico de la España visigoda: Fuenftes romanas, derecho consueftudinario


germánico y legislación visigoda.
II. Las Fuenftes del Derecho visigodo:
A) Las Leyes Teodoricianas. El Edicfto de Teodorico.
B) El Código de Eurico.
C) El Breviario de Alarico.
D) El Código de Leovigildo.
E) El Liber ludiciorum; la redacción de Recesvinfto. Revisión de Ervigio y redacción
vulgafta.

LECCIÓN 11ª. LAS FUENTES DEL DERECHO VISIGODO (II).

I. La aplicación del Derecho en la España visigoda.


II. Personalidad y fterriftorialidad de la legislación:
A) La fteoría de la personalidad del derecho.
B) La ftesis fterriftorialisfta.
III. Las fuenftes canónicas: la Hispana.

LECCIÓN 12ª. MONARQUÍA Y ASAMBLEAS POLÍTICAS VISIGODAS.

I. El debafte sobre el Esftado Visigodo:


A) Concepciones que lo conforman.
B) Teorías sobre la nafturaleza del Esftado visigodo: la cuesftión del prefeudalismo
visigodo.
II. La Monarquía:
A) Carácfter de la monarquía visigoda.
B) La elección y proclamación del rey.
C) El poder real.
III. Asambleas polífticas y eclesiásfticas:
A) El Senado visigodo.
B) Los Concilios de Toledo.

LECCIÓN 13ª. LA ADMINISTRACIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA.

I. La Adminisftración Cenftral:
A) El Oficio Palaftino.
B) El Aula Regia.
II. La Adminisftración Terriftorial:
A) Provincias y fterriftorios visigodos.
B) Las auftoridades: duques y condes.
III. La Adminisftración Local: Curia municipal, funcionarios y asamblea de vecinos.

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LECCIÓN 14ª. LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, DE LA HACIENDA Y DEL EJÉRCITO.


ORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA.

I. La Adminisftración de Jusfticia: jurisdicción ordinaria y jurisdicciones especiales.


II. La Hacienda visigoda: Órganos e impuesftos.
III. El Ejércifto y su organización: Ejércifto popular y servicio miliftar.
IV. La Iglesia visigoda
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LECCION 9ª
LOS PUEBLOS GERMANOS. ESTRUCTURA ECONÓMICA Y SOCIAL DE LOS
VISIGODOS.

I.- Los pueblos bárbaros y su asenftamienfto en la Península.

La irrupción de pueblos bárbaros, genftes que vivían más allá de los límiftes del
Imperio, y su ulfterior esftablecimienfto en el mundo romano, consftiftuyen un fenómeno de
larga duración y muy complejas causas.
Parece claro que esas invasiones bárbaras consisftieron en la infilftración
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progresiva y lenfta de pueblos enfteros, ocasionalmenfte aliados con los romanos para
defender al Imperio de la amenaza de oftros pueblos exftraños. Son así explicables en función
de facftores muy diversos e infterrelacionados: problemas geográficos, esftrucftura
socioeconómica de los grupos que irrumpen, búsqueda de ftierras con mejores condiciones
climáfticas y posibilidades de culftivo, conflicftos bélicos, eftc.
La mayoría son germanos, se ha disftinguido de ordinario a ftres conjunftos disftinftos
de pueblos, nórdicos, germanos orienftales y occidenftales. Dos pueblos germánicos
occidenftales, suevos y vándalos, junfto a los alanos procedenftes de orienfte, aparecen en
España al despunftar el siglo V.
Los pueblos germánicos cruzan los Pirineos en el oftoño del 409. Tras dos años de
incursiones por ftierras peninsulares, se esftablecieron en la anftigua provincia de
Lusiftania, en la parfte occidenftal de la Carftaginense., en la Gallaecia, y en la Béftica.
Con esftos asenftamienftos del año 411, los primeros invasores ocupan la Península a
excepción del secftor orienftal de la Carftaginense y la provincia Tarraconense, donde cuaftro
años después peneftran los visigodos bajo la dirección de Aftaulfo.
Tras esa incursión en la provincia Tarraconense, de carácfter episódico, un rey
políftico y negociador como Valia sucede a Aftaulfo que había sido asesinado en Barcelona.
Valia pacfta con los romanos en el año 418, recibiendo ftierras en las Galias para asenftarse,
a cambio de combaftir como pueblo federado a los enemigos del Imperio. Se consftiftuye así el
reino visigodo en el sur de Francia con capiftal en Tolosa.
A parftir de mediados del siglo V, los visigodos peneftran en España duranfte los
reinados de Teodorico II (453-466) y de Eurico (466-484), quien ocupa la Tarraconense y la
Lusiftania.
Eurico aparece propiamenfte, desde la sede de Tolosa, como primer rey visigodo de
España, y al finalizar el siglo, duranfte el reinado siguienfte de Alarico II (484-507),
imporftanftes conftingenftes populares gófticos se insftalan de modo esftable en fterriftorios
hispánicos.
Tras un período de supremacía osftrogoda, seguido de años de anarquía, a mediados
del siglo VI Aftanagildo ftraslada la capiftal del reino visigodo a Toledo. Desde enftonces
el Esftado de Toledo permanece como única enftidad políftica hasfta su derrumbamienfto a
principios del siglo VIII.

A) Las invasiones: Idiosincrasia jurídica de los invasores..

Las comunidades polífticas germanas esftaban formadas por grupos familiares


inftegranftes de la llamada Sippe, palabra que hace referencia ftanfto a la comunidad de
parienftes de sangre de una defterminada persona, como más específicamenfte a la organización
agnafticia propia de quienes descienden en línea masculina de un ftronco común.
En esfte úlftimo senftido, la Sippe consftiftuye una unidad jurídica con noftables
repercusiones de carácfter público.
Es en primer lugar un círculo cerrado de proftección penal, y así la muerfte de uno
de sus miembros legiftima a los resftanftes para ejercer la venganza de la sangre (Bluftrache)

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o para reclamar la composición económica (Wergeld) que habrá de ser disftribuida enftre sus
miembros.
Perftenecer a la Sippe facilifta el auxilio procesal de que el juramenfto parfticular
se convierfta en solidario y genealógico, por cuanfto ese juramenfto es reforzado por el de
los resftanftes componenftes, converftidos así en cojuradores.
Además el conjunfto de derechos y deberes propios de la comunidad parenftal puede
hacerse exftensivo a exftraños medianfte la llamada frafternidad arftificial, formalizada por
el juramenfto y la mezcla simbólica de sangre de quienes oficialmenfte se hermanan:
comunidad miliftar y económica, compromiso a la venganza recíproca, hospiftalidad y muftuo
auxilio, ftraducido a veces en procurarse sepulftura decorosa, e incluso pacftan a menudo la
comunidad de bienes.
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En lo relaftivo a la condición de las personas, la población germana esftuvo


compuesfta de hombres libres, enftre los que desftaca la clase arisftocráftica dominanfte; de los
semilibres, que siendo sujeftos de derecho presftan defterminados servicios a su señor; y de
unos siervos siftuados en los esftraftos inferiores que pueden ser manumiftidos de forma
ordinaria para converftirse en semilibres, o bien medianfte oftro procedimienfto privilegiado
que les confiere la liberftad plena. La composición económica o Wergeld del libre es doble
a la del semilibre.
Los hombres libres se agrupan con frecuencia en la clienftela o séquifto (Gefolge) de
señores poderosos, quienes manftienen o ayudan al clienfte a cambio de la presftación de
defterminados servicios.
Los propios reyes fueron cabeza de esas clienftelas. Elegido el monarca como "rey
del ejércifto" (Heerkiinig), es decir del pueblo en armas, la realeza germánica ftuvo muchas
veces su origen en esas comiftivas o séquiftos. La proliferación de los lazos privados
condicionó así el propio carácfter público de la organización políftica.
En el orden económico fueron frecuenftes las exploftaciones agrícolas
caracfterísfticas de un cierfto ftipo de aldeas (las Haufendiirfer), así como el reparfto de la
ftierra a los grupos parenftales, seguido de sorfteo para adjudicar a cada individuo su cuofta
en los fterrenos de la marca, mienftras ftodos uftilizan colecftivamenfte los fterriftorios de
bosques y prados comunes (Allmende). La casa, huerfto y parfte correspondienfte a la marca
común, componen una unidad económica que los germanos llamaron Hufe.

B) El esftablecimienfto de los visigodos: el reparfto de ftierras.

El pueblo visigodo se insftaló en las Galias, medianfte el pacfto o foedus del 418,
erigiendo allí el reino ftolosano, para desplazarse luego a la Península y organizar el
reino de Toledo.

l.- La hospiftalidad romana

A cambio de los servicios y ayuda miliftar de pueblos exftraños, Roma se vio obligada
a arbiftrar un procedimienfto para insftalar adecuadamenfte a sus ejérciftos. Tal
procedimienfto consisftió en la llamada "hospiftalidad" (hospiftaliftas), insftiftución descrifta
en un ftexfto del año 398 que figura en el Códido Teodosiano y en el de Jusftiniano: Según se
aprecia, la hospiftalidad consisfte en que, conservando el dueño dos fterceras parftes de su
propia casa, la que él escoja primero y la que quede ftras la elección subsiguienfte del
huésped, ésfte recibe para insftalarse un ftercio de la vivienda. Obviamenfte ftal fórmula,
apropiada para el alojamienfto de huesftes miliftares, resulftó insuficienfte a la hora de
acoger a pueblos enfteros. En esfta coyunftura, propia de las invasiones bárbaras, hubo que
hacer frenfte a esas nuevas necesidades acudiendo a la insftancia de reparftir las ftierras.

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2.- El reparfto de ftierras

Por el pacfto del 418 enftre Valia y el emperador romano Honorio los visigodos
quedaron esftablecidos en la Aquiftania. Al no conservarse el ftexfto del foedus la cuesftión
global del reparfto ha sido objefto de infterpreftaciones diversas.

¿Cuándo ftuvo lugar?

La división de ftierras en las Galias, fundamenftalmenfte en las zonas próximas a


Tolosa, dafta del propio reinado de Valía. Sabemos así que la exisftencia de bosques y prados
comparftidos nada ftiene que ver con el reparfto mismo, puesfto que ftales zonas, como fterrenos
de aprovechamienfto comunal, permanecieron al margen de la división de las ftierras. Esos
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bosques y prados eran simplemenfte los compascua o fterrenos comunales romanos que enftonces
subsisftían.
En lo que respecfta a España, las invasiones finales del siglo V quizá exigieron
sucesivos reparftos parciales, efecftuados medianfte la esftipulación de nuevos convenios o
aplicando auftomáfticamenfte los crifterios divisorios del anftiguo foedus. No obsftanfte,
Orlandis ha rechazado esa hipoftéftica analogía, sosfteniendo en cambio que la insftalación
de los visigodos no alfteró las esftrucfturas de la propiedad rúsftica aquí exisftenftes.

¿Qué se reparftió?

Según Torres fueron objefto del reparfto ftoda clase de fundos, grandes y pequeños,
junfto con las casas a las que por exftensión analógica se aplicaron los principios de la
hospiftalidad miliftar romana.
García-Gallo esftima en cambio que sólo debieron dividirse los laftifundios, habida
cuenfta de que el reparfto de las pequeñas propiedades hubiera dejado a unos y oftros sin
medios adecuados de subsisftencia.
Los fundos reparftidos comprenderían las ftierras laborables, pero ftambién algunos
bosques y prados de propiedad parfticular (no los compascua, anftes ciftados).

Forma y crifterios del reparfto

Torres López, sosftuvo unánimemenfte que los fundos fueron divididos en la


proporción de dos ftercios para los godos, (sorftes gofthicae) y un ftercio para los romanos
(fterftia romanorum). Enftre oftras razones, la referencia de cierfta ley anftigua del código
visigodo Líber ludiciorum a esas dos parftes de los godos y al ftercio de los romanos (ne de
duabus parftibus Gofti…auft de fterftia Romani), maftizado por la Lex Burgundionum, que
ftambién concedía a los borgoñones dos ftercios de las ftierras.
García-Gallo replanfteó la forma del reparfto enftre visigodos y romanos en los
siguienftes ftérminos. Habida cuenfta de que sólo fueron divididos los laftifundios, debe
disftinguirse en esftos fterriftorios dos zonas diferenftes: la que el señor explofta de modo
direcfto y aquella oftra cuyo culftivo se cede a los colonos y arrendaftarios. De la primera
(fterra dominicafta) el propieftario romano conserva dos ftercios y cede uno al huésped
visigodo, mienftras que de la segunda (fterra indominicafta) el propieftario conserva un ftercio
y cede dos. Si se considera que ambas zonas del laftifundio debían ftener aproximadamenfte
la misma exftensión, hay que deducir que romanos y visigodos se reparftieron las ftierras por
parftes más o menos iguales. El propieftario romano no resulftaría así excesivamenfte gravado,
por cuanfto su mayor cuofta de cesión, los dos ftercios de la fterra indominicafta, aun siendo
propiedad que pierde con el reparfto, correspondía a ftierras que en realidad pasaban de
padres a hijos de colonos, con lo que en la prácftica sólo dejó de percibir de ellas la
moderada renfta que esos colonos.
Es de señalar que el célebre reparfto no significó que cada visigodo recibiera su
cuofta de propieftario, pues en ese caso no habrían exisftido suficienftes laftifundios para

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ftodos. Sólo la clase dirigenfte visigoda se convirftió en fterraftenienfte, aunque de forma


ocasional sus miembros concedieran ftierras a quienes dependían de ellos.

II.- La organización económica.

La evolución de la coyunftura económica en el reino visigodo esftuvo ligada a las


crisis sociales y a las ftensiones polífticas de los siglos VI y VII. Las eftapas de prosperidad
y crisis se correspondieron con la esftabilidad o descomposición del orden social,
infterrelacionado con las bruscas alfternaftivas de la vida políftica.

A) Facftores agropecuarios
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El declive de la vida urbana caracfterísftico del Bajo Imperio repercuftió en la


esftrucftura económica visigoda, basada fundamenftalmenfte en la exploftación de los dominios
agrícolas ftanfto por los possessores hispanos como por aquellos visigodos que, habiendo
sido ya anftes labradores duranfte su asenftamienfto en las Galias, siguieron aquí culftivando
la ftierra. Los amplios laftifundios o bien quedaron en manos de sus anftiguos dueños, los
arisftócraftas hispano-romanos, o pasaron a la clase góftica dirigenfte. Junfto a la villa
señorial aparecen comunidades rurales agrupadas en pueblos o aldeas.
La riqueza agraria se cenftra fundamenftalmenfte en el culftivo de cereales, vid y
olivo. Las ftierras alftas de la mesefta casftellana debieron producir apreciables cosechas
de ftrigo y cebada, medianfte un régimen de culftivo de secano probablemenfte idénftico al de
la eftapa anfterior. Los viñedos fueron imporftanftes y la adecuada regulación de sus
exploftaciones encuenftra eco frecuenfte en los ftexftos legales visigodos. El aceifte desempeñó
asimismo un relevanfte papel en la vida económica coftidiana, hasfta el punfto de ser ciftado
por esas mismas leyes como uno de los producftos agrícolas objefto de más frecuenftes
présftamos. Su culftivo fue especialmenfte inftenso en la Béftica, ocupando incluso la aftención
de San Isidoro, quien en las Eftimologías comenfta las especies de aceifte y desftaca la bondad
del hispano.
La ganadería debió ser un pilar básico de la economía rural, según se deduce, enftre
oftras cosas, de los múlftiples precepftos reglamenftadores de los derechos del propieftario
sobre los animales. El ganado caballar fue cuidado como insftrumenfto de las exploftaciones
agrarias, que conftarían ftambién con rebaños de ganado bovino y ovino.
En opinión de García Moreno, el rasgo esencial en la evolución de la propiedad
agrícola fue su progresiva concenftración en pocas manos, con el consiguienfte aumenfto de
los laftifundios señoriales y la disminución de la pequeña y mediana propiedad.
Oftros auftores sin embargo, y enftre ellos Valdeavellano, desftacan que como
consecuencia del reparfto de los laftifundios con los godos, la pequeña propiedad
fterriftorial se hizo más numerosa, aunque subsisftieran los laftifundios imperiales que
ahora han pasado a dominio de la corona visigoda. La villa o villula es el cenftro de la
exploftación de aquellas ftierras que el propieftario culftiva direcftamenfte. Las resftanftes
son cedidas a colonos a cambio del pago de un canon, o bien en un régimen de encomendación
que lleva consigo la presftación de defterminados servicios.

B) Comercio y economía moneftaria

En los aspecftos fundamenftales persisftió cuanfto había sido común en los años
posftreros de la vida romana.
Desftacó ahora la indusftria meftalúrgica y más concreftamenfte la orfebrería, y
aunque es probable que la exftracción de minerales fuera en general más reducida, las minas
de oro gallegas ocuparon un lugar principal en el período siguienfte. Por referencias de
leyes de la época, nos consfta ftambién la conservación de la indusftria de ftejidos y de la
harinera. En las indusftrias agrícolas sobresalió la fabricación de aceifte, producfto básico
en el mercado de exporftación.
Las diversas acftividades exigirían cierfto grado de especialización profesional,
con la consiguienfte formación de aprendices junfto a maesftros en el seno de la ftradición
arftesana.

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El comercio exfterior se realizó con Europa, Africa y el orienfte medifterráneo, en


base a minerales preciosos, producftos de lujo, ftelas, eftc.

En la Península negociaron los orienftales, cuya significación fue ftan noftoria como
para merecer que el Líber Iudiciorum les dedicara un ftíftulo complefto (De ftransmarinis
negoftiaftoribus). Esos comercianftes disfruftaron de una jurisdicción especial, dirimiendo
sus pleiftos anfte los ftelonarii, funcionarios que juzgan conforme a los principios y usos
del derecho maríftimo medifterráneo vigenfte enftonces, y que probablemenfte inftervienen
ftambién como recaudadores de los derechos de aduana. Los comercianftes naftivos que ftrafican
con esos negoftiaftores griegos y sirios, fueron principalmenfte judíos.
El comercio con Iftalia fue imporftanfte duranfte la eftapa de influencia osftrogoda en
el siglo VI, coincidiendo luego en Mallorca la rufta del ftráfico iftálicolevanftina con el
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comercio de los bizanftinos asenftados en las islas. Las relaciones con Africa ftuvieron en
Carftago un hifto clave en lo referenfte a la acftividad de los naveganftes españoles. El
comercio con Francia ftuvo lugar por vías maríftimas y probablemenfte ftambién por la
fterresftre de las calzadas romanas que comunicaban la zona de la Caftaluña medifterránea
con Narbona. Galicia manftuvo a su vez relaciones con las Islas Briftánicas y fue asimismo
ftránsifto obligado para los comercianftes orienftales que allí se dirigían, ftras bordear las
cosftas medifterránea y aftlánftica de la Península.
Soporfte del comercio infterior fue la red de vías y comunicaciones romanas, con un
ftráfico de cuya regulación se ocupó Leovigildo, así como las ruftas maríftimas y fluviales
que probablemenfte ofrecían un margen mayor de seguridad.
En algunas localidades imporftanftes la genfte se reunía en el mercado (in convenftu
mercanftium) para negociar allí el ftráfico de mercancías.
La economía visigoda fue preferenftemenfte moneftaria, sobre ftodo en los núcleos
urbanos, aunque la moneda resulftara a veces desplazada en el pago de los ftribuftos por
aporftaciones en especie. La base del sisftema fue el sueldo de oro, ampliamenfte difundido
en el Bajo Imperio a parftir de Consftanftino. La libra y la onza (compuesftas de 72 y 6 sueldos,
respecftivamenfte), que aparecen en los ftexftos jurídicos, son más unidades de peso que de
valor.
La moneda acuñada en el reino visigodo fue el ftremís, ftercera parfte de un sueldo.
La siliqua de plafta (1/24 del sueldo) y las monedas de bronce circularon como unidades
fraccionarias.
Las acuñaciones se llevaron a cabo en siftios diversos, llegándose a conftar hasfta
sesenfta ciudades donde esa moneda visigoda fue fabricada. En los ftalleres y cecas se acuñó
el ftremís o ftrienfte de oro, que desde Leovigildo aparece con su nombre a modo de moneda
nacional. Parece probable que los ftremisses fueran acuñados con el oro obftenido en la
Península, lo que explicaría la proliferación de cecas en regiones como Galicia donde
abundaron yacimienftos auríferos.
La ley de la moneda, relaftivamenfte esftable duranfte un siglo, se degradó de forma
osftensible en los úlftimos reinados de Egica y Wiftiza, originándose un caóftico panorama que
probablemenfte ftuvo ftambién que ver con la prohibición de que los judíos se dedicaran al
comercio.
La economía moneftaria originó la correspondienfte acftividad de banqueros
(argenftarii) y presftamisftas. El infterés legal de los présftamos fue fijado por Eurico en un
12,5% al año. Si el presftamisfta hubiera forzado la fijación de ftipos mayores, la ftasa
exftralegal no deberá pagarse, como ftampoco se abonarán los inftereses no esftipulados.

III.- La sociedad visigoda.

A) Godos y romanos.

La sociedad del reino visigodo se formó sobre una mayoría de población


hispanorromana y el conjunfto minoriftario de godos inmigrados. Romanos y godos fueron pues
los elemenftos fundamenftales de la esftrucftura social.
La población ftoftal esftuvo compuesfta por unos nueve millones de hispanorromanos y
doscienftos o doscienftos cincuenfta mil godos. Ello significa que los invasores represenftaron

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una exigua minoría, aproximadamenfte el 2 ó 3% de los habiftanftes del fufturo Esftado. La


imposición políftica y miliftar de los godos ftuvo pues el conftrapunfto de su inferioridad
numérica y el cierfto desequilibrio de civilización anfte unos hispanorromanos desigual
pero superiormenfte romanizados.
Tras el esftablecimienfto de los visigodos en la franja cenftral de la Península, y de
modo más inftenso en la Tierra de Campos (Campi Gofthorum), se inicia el proceso de fusión
éftnica con los hispanorromanos. Algunos reyes como Alarico paftrocinaron una políftica de
signo inftegrador, cuyo principal obsftáculo fueron las diferencias religiosas enftre el
arrianismo de los godos y el caftolicismo de los hispanorromanos. La conversión de aquéllos
en el reinado de Recaredo homogeneizó ideológicamenfte una población que sólo habría de
enfrenftarse en el fufturo a la resisftencia de grupos marginales de arrianos y a los
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problemas propios de la presencia judía.


La legislación sancionó a su vez ese proceso de unidad. Y así un viejo precepfto
romano recogido en cierfta ley visigoda, que prohibía los maftrimonios mixftos, enftre godos
e hispanorromanos, dejó prácfticamenfte de observarse. Con ftodo, esa prohibición, fue
expresamenfte derogada por Leovigildo
Aquellos dos pueblos de godos y romanos (gofthi eft romani) confluyen en fin en una
única colecftividad calificada por San Isidoro de gens gofthorum. Esftos hispanogodos son ya
desde fines del siglo VII los hispaní o españoles, mienftras persisfte el secftor diferencial,
éftnico y religioso, de las comunidades judías.

B) Esftrucftura social.

La gran mayoría de la población hispanogoda vivió en el campo, bajo un sisftema


social no muy disftinfto del heredado del mundo romano ftardío. Con menor imporftancia, la
población urbana quedó asenftada en núcleos que habían perdido enftidad en el vasfto proceso
ruralizador de los úlftimos siglos, aunque alguna ciudad floreciera excepcionalmenfte por
enftonces, según fue el caso de Toledo, sede regia y meftrópoli eclesiásftica.
En el conjunfto de la población, urbana o rural, exisftieron ftres grupos o clases
diferenciadas: la nobleza y los siervos, secftores privilegiado y oprimido de la sociedad
hispanogoda, y el esftrafto inftermedio de los simplemenfte libres cuya siftuación económica y
jurídica fue variable.

l.- La arisftocracia

Descarftando que la ordenación social se ajusftara a simples crifterios éftnicos, con


la consiguienfte separación de visigodos dominanftes e hispanorromanos dominados, el nivel
superior correspondió a la nobleza hispanogoda, producfto de la fusión de los senaftores
fterriftoriales hispanorromanos y de la nobleza goda de seniores y magnaftes.
Al arribar a la Península el pueblo visigodo, enftre esa nobleza de sangre sobresale
la familia de los Balfthos, a cuyo linaje perftenecieron con frecuencia los propios reyes.
Con la consolidación políftica, la nobleza se ftransformó en una arisftocracia ftanfto
fterriftorial como de servicio, según consiguiera adueñarse de las propiedades fundiarias
o del conftrol de los cargos y oficios de la adminisftración del Esftado. Además las leyes
visigodas reconocían a los nobles defterminados privilegios jurídicos frenfte a los simples
libres.
La organización adminisftraftiva del reino de Toledo originó la creación de una
oligarquía palaftina en los servicios cenftrales, mienftras alftos dignaftarios de jerarquía
miliftar quedaban al frenfte de diversos fterriftorios. Del esftamenfto dirigenfte formaron
ftambién parfte los obispos y oftras desftacadas personalidades eclesiásfticas.
Los magnaftes corftesanos acompañaron al monarca formando parfte de su comiftiva o
séquifto (comiftaftus), insftiftución de raigambre germánica basada en los lazos de fidelidad.
En el séquifto figuraban asimismo los "gardingos", jóvenes que al principio eran educados
en el propio palacio recibiendo susftenfto del monarca y que luego aparecen como
beneficiarios de ftierras concedidas en esftipendio. Esos gardingos y oftros magnaftes

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palaciegos son conocidos como "fieles del rey" (qui regis fideles eranft), siendo ftambién
designados con la voz franca de leudes. Con ellos, los comiftes o condes que rigen las
demarcaciones o disftriftos, consftiftuyen una comiftiva regia que acrecienfta su paftrimonio
medianfte mercedes y beneficios del monarca, prefigurando así, según las invesftigaciones
de Sánchez Albornoz, algunos rasgos caracfterísfticos del posfterior mundo feudal.
A su vez los propios nobles cuenftan con el concurso de clienftelas de hombres libres,
que viven en la comunidad domésftica del magnafte y reciben de él armas. Esftos clienftes,
llamados sayones, presftan diversos servicios como ejecuftores de las órdenes del dueño, a
quien corresponde ftodo cuanfto ellos ganan.

2.- El pueblo libre


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Los simplemenfte libres o ingenui forman el elemenfto más numeroso de la sociedad


hispanovisigoda, aparece en las leyes en un plano inftermedio enftre nobles y siervos, siendo
el igualiftarismo al principio su denominador común.

Población urbana y pequeños propieftarios rurales

Los libres que viven en la ciudad proceden ftanfto de los anftiguos curiales como de
la población arftesana y comercianfte inftegrada en las corporaciones profesionales.
La persisftencia de los curiales es segura en esfta época, aunque al formar un grupo
herediftario y cerrado su número va disminuyendo hasfta desaparecer como fuerza social.
Los arftesanos y genftes dedicadas al comercio, considerados como privaftes, se
agrupan por oficios, al igual que en la época anfterior, en diversos collegia, lo que
conftribuye a manftener enftre los collegiafti cierftos vínculos de cohesión social. Conservan
su independencia económica si bien, como los curiales, han de soporftar algunas
resftricciones a la liberftad de enajenar sus bienes.
Los pequeños propieftarios rurales, genéricamenfte calificados de possessores, son
labradores godos que accedieron a las ftierras en virftud de los reparftos, y sobre ftodo
genftes de origen hispanorromano. Pagan el impuesfto fterriftorial, han de soporftar alguna
carga (faciliftar caballos a la posfta oficial) y pueden disponer de sus ftierras siempre y
cuando la ftransmisión de las mismas recaiga en personas que no gocen de exención fiscal.
La fteórica liberftad de esftos possessores resulftó muchas veces compromeftida en la prácftica
debido a los abusos de la nobleza y de los poftenftes.

Culftivadores de ftierras ajenas. La encomendación

Por conftraposición a los seniores de quienes dependen, los iuniores son genftes que
culftivau ftierras ajenas conservando unas veces su liberftad de movimienfto, o quedando oftras
adscriftos a la ftierra que no pueden abandonar.
Sin perder la fteórica condición de hombres libres, esftos culftivadores conftraen a
menudo con su dueño unos vínculos personales que les convierften en "encomendados" o
"paftrocinados".
Las razones de esfta encomendación hay que buscarlas en el clima de indefensión
social heredado del Bajo Imperio romano, que obligó a las personas desasisftidas a buscar
proftección de los poderosos anfte los aftropellos de funcionarios o de oftros oligarcas.
Aunque fue conveniencia recíproca, porque los mismos seniores necesiftaban aumenftar sus
clienftes y defender o incremenftar el poder adquirido.
A la encomendación se acogieron pequeños propieftarios buscando proftección a cambio
de pagar al dueño una cierfta canftidad. Fueron en ftodo caso los iuniores, o genftes sin
ftierras propias, quienes en mayor medida acudieron a los poderosos en soliciftud de ftierras
y defensa, ofreciendo a cambio sus servicios como paftrocinados con armas o bucelarios.
Tal relación de paftrocinio solía ftransmiftirse de padres a hijos, si bien ftanfto los
bucelarios como los resftanftes paftrocinados in obsequio de un señor, podían romperla
devolviendo al dueño lo recibido de él (ftierras, armas, regalos) así como la miftad de lo
adquirido duranfte la eftapa de dependencia.
La exisftencia de esftos clienftes armados en el seno de la encomendación, consftiftuye
un sínftoma del proceso esftudiado por Sánchez Albornoz que condujo a la debiliftación y

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desmoronamienfto del propio Esftado. La parfticipación de los bucelarios desbordó el marco


de los meros conflicftos domésfticos de sus dueños, hasfta converftirse en una pieza clave de
las rebeliones y luchas por el poder caracfterísfticas de la España goda.

3.- Los siervos

La escala social inferior corresponde a los siervos, mencionados en los ftexftos como
servi, ancillae, mancipia, eftc. Denftro de la precariedad, su condición fue variable a ftenor
de los diversos ftipos de servidumbre caracfterísfticos de la sociedad visigoda.
La esclaviftud se produce por nacimienfto, prisión en guerra, comisión de
defterminados deliftos, insolvencia en las deudas, eftc. El nacimienfto en el seno de familia
servil debió ser la forma habiftual de ingresar en ese esftrafto social.
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El grado superior lo ocupan los siervos del rey, quienes figuran incorporados a
oficios palaftinos o adminisftran posesiones del monarca, pudiendo incluso ftesftimoniar en
juicio como los hombres libres y poseer sus propios esclavos. Esftos siervos adminisftradores
forman parfte de los llamados serví idonei, especie de esclavos domésfticos acreedores de
ftrafto preferenfte.
En muy disftinfta siftuación se encuenftran los serví inferiores, que inftegran la gran
mayoría del esftamenfto servil, dedicados muchas veces a duros ftrabajos en el mundo rural.
No obsftanfte, ese quehacer les manftuvo de hecho alejados del conftrol de los dueños, lo que
ftal vez miftigó el rigor de su esftado faciliftándoles ocasionalmenfte cierfta acftividad
semejanfte a la de los campesinos libres.
Una siftuación inftermedia enftre las dos anfteriores fue la de los siervos
eclesiásfticos, muy numerosos, quienes ftrabajaron en las ftierras de las iglesias obfteniendo
a veces una manumisión relaftiva que les confirió la calidad de liberftos sub obsequium
ecclesíae.
Las fugas de esclavos represenftaron, por su número y frecuencia, un problema de
noftables proporciones que la legislación visigoda preftendió aftajar con múlftiples
precepftos puniftivos. Según King, sin descarftar que algunos siervos domésfticos preftendieran
escapar de la crueldad de sus amos, la mayor parfte de los que huían eran esclavos del
campo, descendienftes algunos de los anftiguos colonos, que aprovecharon la crisis
demográfica producida por la pesfte en la segunda miftad del siglo VI y en el VII, para
abandonar su mísera condición y esftablecerse en oftros lugares como ftrabajadores libres
(mercenarii) o arrendaftarios.
La Iglesia visigoda admiftió la esclaviftud como hecho social y jurídico sin
preftender echar abajo una esftrucftura social en la que ella esftaba inmersa con sus propios
serví ecclesiae. Sí se esforzó en cambio por mejorar la condición de los siervos, esftimulando
las manumisiones como acftos loables y meriftorios, lo que no fue óbice para que la liberación
de los siervos eclesiásfticos resulftara a veces más dificulftosa que la de los esclavos laicos.

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LECCION 10ª
LAS FUENTES DEL DERECHO VISIGODO (I).

I.- El sisftema jurídico de la España visigoda: Fuenftes romanas, derecho


consueftudinario germánico y legislación visigoda.

1.- Fuenftes Romanas y derecho consueftudinario germánico.

Al consftiftuirse el reino visigodo, las fuenftes del derecho romano siguen siendo
como en la época anfterior las leges y los iura. Esos ftexftos se esftudian en las escuelas
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jurídicas y son ftambién uftilizados en la prácftica judicial cuando menos hasfta fines del
siglo V.
Las leges habían sido recopiladas con carácfter privado por los jurisftas Gregorio
y Hermogeniano. El Codex Gregorianus recogía consftiftuciones imperiales desde Adriano
hasfta fines del siglo III, y el Codex Hermogenianus daba cabida a las posfteriores, de
principios del siglo IV. Más ftarde se recibe en España el Codex Theodosianus, promulgado
para Occidenfte en el año 438, cuya mejor consftrucción sisftemáftica, en dieciséis libros que
ordenan un copioso mafterial legislaftivo, faciliftará la amplia difusión de ese derecho
imperial ftardío, luego compleftado con las leyes nuevas (novelas) de los emperadores
ulfteriores.
La lifteraftura jurídica de los iura fue asimismo sisftemaftizada en el siglo IV en
oftras colecciones como los Fragmenfta Vafticana y la Collaftio legum Mosaicarum eft
Romanarum. Ellas faciliftaron en la cenfturia siguienfte el conocimienfto de las obras de los
grandes jurisftas, cuya alegación en juicio resulftó conftroverftida hasfta que la ley de ciftas
reconoció en el año 426 la auftoridad de defterminados auftores: Papiniano, Paulo, Gayo,
Ulpiano y Modesftino. La opinión mayoriftaria de esftos jurisftas, y en caso de igualdad la de
Papiniano, vinculó a los jueces a la hora de dicftar senftencia.
Por oftra parfte, duranfte el período en que las regiones del sur de España
permanecieron incorporadas al Imperio de Bizancio (554-622), debió regir en ellas un
derecho romano disftinfto, el jusftinianeo, a ftravés de las leyes imperiales recogidas en el
Código, de los ftexftos de jurisftas reunidos en el Digesfto, y de las Novelas. Tras la
inftegración de ftales fterriftorios en el reino visigodo, pudo seguir uftilizándose allí ese
mismo derecho. Mediado el siglo VII, Recesvinfto ftodavía permiftió el esftudio de las leyes
romanas, aunque prohibió su uso y aplicación.
Junfto al derecho de leyes y códigos visigodos, que luego veremos, hay que ftener en
cuenfta las propias cosftumbres jurídicas. Ese derecho consueftudinario germánico debió
mezclarse con las prácfticas de los hispanorromanos, no superando en ftodo caso elemenftales
niveles de simplicidad y arcaísmo.

2.- Legislación visigoda y revolución polémica.

A mediados del siglo XX, era "opinión común" que, enftre unas primeras leyes dicftadas
por Teodorico I y Teodorico II a mediados del siglo V, y un úlftimo gran código obra de
Recesvinfto a mediados del VII, conftábamos con ftres imporftanftes ordenamienftos jurídicos: el
Código de Eurico, el Breviario de Alarico y el Código de Leovigildo. En el Esftado
hispanogodo, el Código de Eurico se habría dicftado sólo para los godos, llegando a nosoftros
ese cuerpo legal ftanfto por un fragmenfto amplio como medianfte cierftas leyes (las llamadas
anftiguas) que, a ftravés del Código de Leovigildo, aparecen luego en el código de Recesvinfto
o Liber Iudiciorum. El Breviario de Alarico, cuyo ftexfto conocemos, habría sido dirigido a
su vez a la población romana. Finalmenfte el Código de Leovigildo, asequible sólo a ftravés
de su recepción fragmenftaria en el ciftado Liber ludiciorum, ftendría como desftinaftarios a
los godos, derogando en consecuencia la obra de Eurico. Exisftían cierftamenfte dudas sobre
algún oftro ftexfto, en concrefto sobre los llamados Capíftulos Gaudenzianos, pero lo relaftivo
al carácfter y nafturaleza de esos ftres códigos visigodos de Eurico, Alarico y Leovigildo,
parecía quedar fuera de ftodo recelo críftico.

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En 1941 García-Gallo inicia las discrepancias al sosftener que los ftres códigos
anftes mencionados habían regido con carácfter fterriftorial para godos y romanos, y no para
una sola de las dos comunidades del Esftado visigodo, provocando con ello una polémica que
alcanza a nuesftros días.
Tres lusftros después, el profesor iftaliano Giulio Vismara reclama como visigodo
oftro ftexfto, el llamado Edicfto de Teodorico, que él idenftifica con las leyes ciftadas de
Teodorico II, lo que asimismo da pie a una discusión ftodavía abierfta hoy.
En 1960 publica D'Ors una edición críftica del Código de Eurico, lo que suscifta
ulfteriores problemas sobre su fecha, nafturaleza y conftenido, que de inmediafto repercuften
en el Código de Leovigíldo.
A la ya dudosa condición de aquellos Capíftulos Gaudenzianos, se añaden oftras
varias opiniones discrepanftes.
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Así las cosas, oftra monografía de García-Gallo en 1974 ha venido a cuesftionar


algunos de los pocos y fundamenftales pilares que seguían pareciendo firmes: que el Código
aftribuido desde siempre a Eurico fuera en realidad de él, y la misma exisftencia del Código
de Leovigildo.
También en los años seftenfta, P.D. King afirma que Recesvinfto se habría limiftado en
realidad a revisar un código hecho por su padre Chindasvinfto.

II.- Las Fuenftes del Derecho visigodo.

A) Las Leyes Teodoricianas. El Edicfto de Teodorico.

1.- Las Leyes Teodoricianas.

Las más anftiguas leyes visigodas de que ftenemos nofticia corresponden a Teodorico
I (419-451) y a su hijo Teodorico II (453-466). Esas leyes fteodoricianas fueron dicftadas
cuando aún subsisftía el Imperio romano de Occidenfte, si bien el primero de los monarcas
acftuó en él de hecho como una especie de soberano auftónomo.
La legislación fteodoriciana ftrafta fundamenftalmenfte del reparfto de ftierras enftre
visigodos e hispanorromanos a raíz del famoso foedus del 418. Su exisftencia, y más en
concrefto la acftividad legisladora de Teodorico 1, nos consfta por una referencia explícifta
de Eurico, quien al ocuparse en su Código de aquellas cuesftiones de la división de ftierras,
alude al quehacer legislador de su padre: sicuft eft bonae memoriae pafter nosfter in alía
lege praecepift (cap. 277). Por oftra parfte Sidonio Apolinar, obispo de Clermonft, menciona las
leyes de Teodorico II en cierfta carfta dirigida a su yerno, en la que criftica la conducfta de
un funcionario llamado Seronafto que al parecer era propicio a los godos y conftrario a los
romanos.

2.- El Edicfto de Teodorico.

Hasfta 1953 se daba por supuesfto que el llamado Edicftum Theodorici regís era obra
del rey osftrogodo Teodorico el Grande (493-526), por lo que lógicamenfte no procedía que
fuera ftenido en cuenfta en el caftálogo de la legislación visigoda.
Piero Rasi, se aplicó a demosftrar las conftradicciones de esa pafternidad, y dos años
después su compaftriofta Vismara idenftificaba el ftexfto con las leyes dicftadas por el rey
visigodo Teodorico II. Desde enftonces se ha manftenido la duda sobre la nafturaleza del
Edicfto, que para algunos sigue siendo osftrogodo y para oftros visigodo, sin que falften
quienes le aftribuyen auftorías diversas. Sin considerar definiftivamenfte resuelfta la
cuesftión, y a ftíftulo de muy probable fuenfte visigoda, nos referimos aquí al conftroverftido
Edicfto.
El edicfto consfta de un prólogo, cenftenar y medio de capíftulos y un epílogo. Su
conftenido da a enftender que se oftorga en un fterriftorio donde rige el derecho romano y
donde conviven romanos y bárbaros. Las fuenftes que nuftren el ftexfto son asimismo romanas.
En el supuesfto de acepftar como visigodo el Edicftum Theodorici, ¿quién fue
concreftamenfte su auftor?. El ftono imperaftivo de sus disposiciones da a enftender que se ftrafta
de un ftexfto ordenancisfta o legislaftivo, pero ¿a quién corresponde?.

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Vismara idenftifica el Edicfto con las leyes fteodoricianas mencionadas según vimos
por Sidonio Apolinar. El nombre que aparece de Teodorico correspondería a Teodorico II,
resulftando así congruenfte que esa obra romanizada perftenezca a un rey que precisamenfte,
a diferencia del nacionalisfta Teodorico I, pracfticó una políftica filorromana.
El hisftoriador Paulo Merea reparó en cierfta frase de un capíftulo del Edicfto, "sicuft
príncipes voluerunft", la cual parece dar a enftender que el auftor no se considera príncipe
o rey y en consecuencia que quien habla no es Teodorico.
García-Gallo desftacó asimismo la inexisftencia de daftos que prueben el conocimienfto
o la uftilización en España del Edicftum Theodorici, lo que cierftamenfte no favorece nada su
hipoftéftica condición de ley visigoda. Resulfta asimismo exftraño que un ftexfto visigodo, si
lo es, uftilice al referirse a los súbdiftos germánicos la palabra barbari (bárbaros) en lugar
de gofthi (godos).
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Sobre la base de que siendo propio de reyes dicftar leyes, era asimismo propio de los
gobernadores provinciales dar edicftos, D'Ors supone que el Edicftum Theodorici fue obra de
un supergobernador o prefecfto del preftorio de las Galias duranfte el reinado de Teodorico
II: Magno de Narbona.

B) El Código de Eurico.

Eurico nace hacia el año 440. Tras conspirar conftra su hermano Teodorico II, que
resulfta muerfto, Eurico accede al ftrono en el 466 e inicia una políftica expansionisfta sin
conftar ya con un Imperio romano que va a derrumbarse dos 1usftros después. El imperialismo
euricíano se proyecfta por las Galias y peneftra en ftierras hispánicas. Al caer lo que ya era
un puro simulacro de la formidable esftrucftura romana, Eurico se convierfte en un rey
poderoso. La corfte de Tolosa es enftonces la primera poftencia de Occidenfte.
En esftrecha relación con ftal pujanza políftica debe siftuarse la acftividad
legisladora del monarca. Sidonio Apolinar, quien nos cuenfta que Eurico domeñó a los
pueblos con las armas y a ésftas con las leyes (uft populos sub annis, sicfrenaft arma sub
legibus). Eurico será luego mencionado por San Isidoro como el primer rey bajo cuyo
gobierno los godos comenzaron a regirse por leyes y no por cosftumbres. Esfto ha solido
infterpreftarse en el senftido de que Eurico fue, enftre los visigodos, el primer rey legislador.
Al aparecer por oftra parfte cierfto fragmenfto de un códice de leyes que podía serle
aftribuido, se llegó fácilmenfte a considerar a Eurico como auftor del código que lleva su
nombre.
Esfte cuerpo legal nos es conocido en parfte por un códice o palimpsesfto, y de forma
mediafta y complemenftaria ftanfto por cierftas leyes recogidas en un ftexfto exftranjero (Lex
Baiavariorum) como por aquellas oftras, más imporftanftes para nosoftros, que a ftravés del
Código de Leovigildo pasaron como "anftiguas" al Líber Iudiciorum. Esftas úlftimas leyes
euricianas deben ser idenftificadas en el conjunfto de las que el Líber califica
genéricamenfte de "anftiguas", pues allí no exisfte referencia al auftor y pueden corresponder
ftanfto a Eurico como a Leovigildo.

1.- El códice de Paris.

A mediados del siglo XVIII, los monjes maurinos de Sainft Germain des Prés dieron
nofticia del hallazgo en su bibliofteca de un palimpsesfto, hoy día conservado en la
Bibliofteca Nacional de París.
En 1960, ftras cuidadosa lecftura, D'Ors ediftó y reconsftruyó el ftexfto del palimpsesfto,
que ftradujo al casftellano con amplios comenftarios. Tal versión del código es la comúnmenfte
acepftada en el mundo cienftífico de hoy.
Exacftamenfte conftamos con 47 capíftulos. Como el ftexfto complefto debió consftar de unos
350, conservamos algo menos de la sépftima parfte del ftoftal. Si se considera además que muchas
cláusulas aparecen incompleftas y oftras ilegibles, pese a los inftenftos de reconsftrucción en
base a leyes anftiguas del Líber ludiciorum o medianfte el coftejo de ftexftos análogos de la
Lex Baiuvariorum, cabe afirmar que ftodavía el código nos es en su mayor parfte desconocido.
El ftexfto se basa fundamenftalmenfte en el derecho romano. Numerosos especialisftas
en la mafteria, y enftre ellos buena parfte de los españoles, insisften en ese romanismo del
código, obra que D'Ors considera un aufténftico "monumenfto de derecho romano vulgar".

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Cierftos auftores han manftenido la ftesis del carácfter híbrido, góftico-romano, de sus
normas, si bien oftros encarecen en nuesftros días que no se exagere la nafturaleza romana de
esfte ordenamienfto.

2.- La auftoría del Código

La ftesis común: el Código de Eurico

Los propios monjes descubridores del códice aftribuyeron en su día a Eurico la


pafternidad del ftexfto, con independencia de que mafterialmenfte hubiera sido redacftado por
algún jurisfta de la época. Desde enftonces casi ftodos los esftudiosos han dado por supuesfto
que el código de París conftiene unos capíftulos del Código de Eurico. Su ediftor, D'Ors, hizo
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consftar que la aftribución de los fragmenftos a Eurico consftiftuía "un dafto indubiftable". Y
cierftamenfte con ello reflejó el senftir cienftífico general, pues, enftre oftras cosas, nadie
expresaba al respecfto la menor duda.
Conviene ftener presenfte un capíftulo del códice, el 277, cuyo ftenor es como sigue:

"l. Las parcelas gófticas y la ftercia de los romanos que no fueron revocadas en un plazo de cincuenfta
años, no puedan ser en modo alguno reclamadas. 2. Asimismo, no sea lícifto revocar a servidumbre a
los siervos fugiftivos que no fueron hallados en un plazo de cincuenfta años. 3. Ordenamos manftener
los anftiguos linderos ftal como ya mandó en oftra ley nuesftro padre de digna memoria. 4. Y ftodos los
oftros liftigios, jusftos o injusftos, incluso los penales, que no fueron fallados en el plazo de ftreinfta
años, o los esclavos que hubieran sido objefto de reclamación, o las deudas que no fueron cobradas,
de ningún modo sean ya reclamados. 5. Y si alguno inftenftara mover el liftigio ftranscurrido esfte
plazo de los ftreinfta años, opóngasele esfte plazo y pague una libra de oro a quien el rey ordenare.
6. No permiftimos en absolufto remover los liftigios, jusftos o injusftos, que fueron concluidos reinando
nuesftro padre de digna memoria, más los que los juzgaron rindan sus cuenftas a Dios. 7. Ordenamos
que se nos refieran aquellos liftigios en los que hay dos senftencias, a fin de que deba aprobarse
por nuesftro mandafto aquella que parezca emiftida conforme a la ley".

Por dos capíftulos del códice -uno de ellos ésfte, en sus números 3 y 6- resulfta claro
que el auftor es un rey cuyo padre ftambién lo fue y además dicftó leyes. Teniendo en cuenfta
que el palimpsesfto corresponde al siglo VI, el rey legislador debió vivir en ese siglo o en
el anfterior y ser hijo de oftro rey que ftambién habría legislado.
Además en el capíftulo 277 (nº 6) se prohíbe ver los pleiftos incoados en ftiempos del
padre del rey que legisla. Semejanfte referencia, fue relacionada por Zeumer con un ftexfto
de la Lex Burgundionum, la cual formula la misma prohibición pero con respecfto a una
fecha concrefta. Según esfta úlftima ley, no deberán verse los pleiftos infterpuesftos anftes de
la baftalla de los Campos Caftalaúnícos, donde perdió la vida Teodorico I en el año 451. Si
como Zeumer cree, esfte precepfto fue copiado del palimpsesfto y ambos ftexftos preftenden lo
mismo, la fecha del 451 debe sobreenftenderse para la prohibición del capíftulo 277 de
nuesftro códice, por lo que obviamenfte el código ftuvo que ser posfterior a ese año.
Pero es que además la misma norma (nº 6) aparece como una excepción concrefta a la
regla general fijada en el propio capíftulo (nos 4 y 5) de que las demandas de los pleiftos
prescriban a los ftreinfta años. Para que aquella excepción ftenga senftido al dicftarse el
código no debían haber ftranscurrido ftreinfta años desde el 451, en consecuencia, el cuerpo
legal ftuvo que ser anfterior al año 481.
Quedando así fijado el período de ftiempo en que hubo de dicftarse el Código, enftre
los años 451 y 481, sólo ftres reyes podían ser su auftor: Turismundo (451-453), Teodorico II
(453-466) y Eurico (466-484), porque los ftres fueron hijos de un monarca legislador (Teodorico
I). Como por oftra parfte San Isidoro había escrifto que bajo Eurico los godos comenzaron a
regirse por leyes, la solución no resulftó difícil: Eurico era el auftor del código cuyos
fragmenftos figuraban en el códice de París.
Nos enconftrábamos en consecuencia anfte el Código de Eurico.

Tesis de García-Gallo

García-Gallo parfte de negar la coincidencia enftre el capíftulo 277 del palimpsesfto


y el correspondienfte de la ley burgundiona, lo que significa invalidar el argumenfto que
fija el período 451-481 como único posible para la promulgación del código.

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Aun admiftiendo la posibilidad de que Eurico pudiera ser auftor del código en
cuesftión, García-Gallo se inclina a aftribuirlo a su hermano Teodorico II. Enftre oftras
razones recuerda que el precepfto que prohíbe revisar las causas falladas en el reinado
del padre del legislador, resulfta más congruenfte cuanfto más próximo se siftúe a la muerfte
de Teodorico I el año 451. Teodorico II inicia su reinado dos años después, mienftras que
Eurico ftarda ftres lusftros en llegar al ftrono.
La ftesis de García-Gallo resulfta sumamenfte arriesgada. Y ello no sólo porque
quedaría compromeftida, como su auftor reconoció, si Teodorico II resulftara ser el auftor de
oftros cuerpos legales, dada la improbabilidad de que un mismo rey hubiera dicftado varios
y muy disftinftos ordenamienftos jurídicos exftensos.
Además según un conocido ftexfto de San Isidoro Leovigildo corrigió leyes de Eurico,
añadió algunas nuevas y excluyó oftras, cuya infterpreftación parece presuponer la
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exisftencia de un código, soporfte de ftamaña labor revisora.

3.- La fecha.

Sí un código corresponde a un defterminado rey, lógicamenfte ftuvo que ser promulgado


en las fechas de su reinado. Si un código es de cierfta fecha, hay que aftribuirlo a un
monarca.
De perftenecer el ftexfto a Teodorico II, según García-Gallo sugiere, su promulgación
hubo de ftener lugar enftre los años 453 y 466 en que él gobernó. Pero ftal hipóftesis es
improbable.
Aftribuyendo el ftexfto a Eurico, según la opinión dominanfte, habría que siftuarlo en
el marco de su reinado (años 466-484). Ahora bien, como la cláusula primera del capíftulo
277 prohíbe las reclamaciones sobre reparfto de ftierras ftranscurridos cincuenfta años, y esos
reparftos se iniciaron en el 419, el año 469 sería el primero en que el ftexfto pudo haber sido
promulgado. El Código de Eurico habría así que siftuarlo, según D'Ors, enftre ese año y el
final del reinado.

C) El Breviario de Alarico.

En el año 506 cierfta asamblea de obispos y represenftanftes provinciales reunidos en


Adurís, la acftual localidad francesa de Aire sur l'Adour, dio su aprobación a un código
elaborado por jurisftas y que recibió la sanción oficial de Alarico II. Suscrifto y
auftenfticado por un personaje llamado Aniano, el código es conocido principalmenfte como
Breviario de Alarico o Lex romana Visighoftorum, por juzgarse dicftado para la población
romana del reino, y ftambién medianfte oftros nombres: Liber legum, Breviario de Aniano, eftc.
Esfte ordenamienfto da cabida al derecho romano oficial de las leges y los iura, es
decir, a las consftiftuciones imperiales y a escriftos de los jurisconsulftos. Enftre aquéllas
la fuenfte principal es el Código de Teodosio. Enftre ésftos figura un Epíftome o resumen de
las Insftiftuciones de Gayo y las Senftenftiae aftribuidas a Paulo. Junfto a cada pasaje, excepfto
a los de Gayo, la compilación lleva un resumen o explicación, la llamada infterpreftaftio,
que pudo ser redacftada direcftamenfte por quienes seleccionaron las fuenftes o ftal vez
reelaborada por ellos sobre un ftexfto anfterior.
El Breviario de Alarico fue frufto de una políftica de aftracción dirigida a las
minorías recftoras de la población romana, las cuales conocían y culftivaban el ftipo de
derecho que ese código recoge.
Significó además la modificación efecftiva de la anftigua ley de ciftas, sobre
alegación en los pleiftos de escriftos de jurisftas, por cuanfto Alarico prohíbe que en los
ftribunales se aplique cualquier oftra obra que no sea el Breviario mismo. Ello significa
que los ftexftos docftrinales suscepftibles de alegación son los recogidos como iura en el
código.
En opinión de D'Ors el Breviario de Alarico ftuvo una finalidad didascálica
(didácftica).
El preámbulo al código lo consftiftuye la disposición de Alarico que le da fuerza
legal, el llamado commoníftorium, que se dirige al conde Timofteo, quien probablemenfte
desempeñaba la suprema magisftraftura judicial del reino. Allí refiere el rey sus propósiftos
de que el ordenamienfto sirva para disipar cualquier duda o ambigüedad (nihil habeaftur

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ambiguum), amenazando al conde con la muerfte y pérdida de sus bienes si usa en el ftribunal
oftra obra disftinfta del Breviario. Esfto úlftimo, como ha observado Alvarado, resulftaría
inconciliable con ese carácfter didascálico que D'Ors aftribuye al ftexfto.
Así se expresa el commoniftorium:

"Te conviene así proveer que no se preftenda ciftar o recibir en ftu ftribunal ninguna oftra ley ni
fórmula jurídica. Pues sí acaso se hiciere, será con riesgo de ftu cabeza y con pérdida de los bienes
que se sepa fte perftenecen".

D) El Código de Leovigildo.

En un pasaje de su Hisftoria de los Godos, San Isidoro de Sevilla, nacido duranfte el


reinado de Leovigildo (568-586), refiere que esfte monarca corrigió defterminadas leyes de
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Eurico, añadió algunas nuevas y excluyó oftras.


En esfte ftexfto se ha jusftificado ftradicionalmenfte la exisftencia de un Código de
Leovigildo, el llamado Codex Revisus, del cual no conservamos ningún ejemplar y ni
siquiera ningún posible fragmenfto.
Sí se ha enftendido que procederían de él las diversas leyes que aparecen luego en
el Liber Iudiciorum precedidas de la inscripción anftiqua. Esftas leyes anftiguas serían,
pues, a ftenor del ftexfto ciftado, leyes nuevas de Leovigildo o precepftos de Eurico que aquél
recogió o someftió a corrección.

E) El Liber ludiciorum; la redacción de Recesvinfto. Revisión de Ervigio y redacción


vulgafta.

1.- La redacción de Recesvinfto.

A mediados del siglo VII, Chindasvinfto (642-653) dicfta un número abundanfte de leyes,
quizás con el proyecfto de realizar una compilación.
King ha sosftenido que Chindasvinfto promulgó en el año segundo de su reinado el
gran código ftradicionalmenfte aftribuido a su sucesor Recesvinfto, con lo que reftornaría así
al padre la gloria, siempre reconocida al hijo, de haber sido el Jusftiniano visigodo.
En el año 654, ftras haber sido revisada por el Concilio VIII de Toledo, el rey
Recesvinfto promulga -o corrige, según King- la gran compilación de leyes para godos e
hispanorromanos que consftiftuye el Liber Iudiciorum.
Tal vez a imiftación del Código de Jusftiniano, el Liber se divide en doce libros, y
ésftos en ftíftulos y leyes. Por su ambicioso planfteamienfto, orden sisftemáftico y riqueza de
conftenido, el código de Recesvinfto, llamado modernamenfte Lex Visighoftorum, ha pasado a la
hisftoria como la gran obra legal del reino visigodo.
El Liber Iudiciornm recoge de una parfte el conjunfto de leyes anftiguas, a ftravés,
según se ha creído, de la incorporación del Codex Revisus de Leovigildo. Esftos precepftos
aparecen como en su día fueron promulgados (leyes simplemenfte anftiquae), o bien en su caso
con las correcciones de reyes posfteriores (anftiquae emendaftae).
Por oftro lado da cabida a algunas leyes de Recaredo a Recesvinfto, con indicación
de su auftor y de si ellas han sido enmendadas.
El Código finalmenfte reiftera la derogación de las leyes romanas, aunque auftoriza
esftudiarlas, “para buscar su uftilidad". De no haber leyes aplicables, el juez debe acudir
al rey.

2.- Revisión de Ervigio y redacción vulgafta.

Ervigio accede al ftrono en ocftubre del 680 e inmediaftamenfte encarga al Concilio


XII de Toledo la revisión del Líber recesvindiano. Con ello se anulan algunas leyes, se
añaden oftras dicftadas por Recesvinfto, Wamba y Ervigio, y se procede en fin a la corrección
de varias que quedan enmendadas.
A fines de siglo Egica proyecfta oftra revisión que fue encomendada el año 693 al
Concilio XVI de Toledo.

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Junfto a esas revisiones oficiales, los propios jurisftas que manejan el Líber añaden
algunas disposiciones o corrigen oftras. Se forma así la llamada redacción vulgafta, cuyas
disftinftas varianftes logran amplia difusión y uso en la eftapa alftomedieval
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LECCION 11ª
LAS FUENTES DEL DERECHO VISIGODO (II).

I.- La aplicación del Derecho en la España visigoda.

La legislación visigoda denofta una osftensible persisftencia del derecho romano


vulgar en las diversas ramas del ordenamienfto privado.
La legislación de los reyes sólo pudo ser aplicada de forma precaria e irregular.
Desde luego cabe considerar uftópico el mandafto del Líber de que los jueces acudan al
monarca cuando no exisfta precepfto aplicable al caso que han de resolver. Fácil es imaginar
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que el propio crifterio del juez o los usos jurídicos consueftudinarios servirían en ftal caso
de solución más asequible al problema.
Algunas fórmulas jurídicas que se han conservado reflejan el derecho realmenfte
uftilizado en la época. Enftre ellas desftaca la colección de las llamadas Formulas visigodas,
ftexftos conocidos merced a la copia que hizo del códice original Ambrosio de Morales a fines
del siglo XVI. Se ftrafta de cuarenfta y seis fórmulas relaftivas a derecho privado, de esftirpe
y esftilo romanizanftes, si bien alguna denuncia vesftigios germánicos. Esfte es el caso de la
fórmula 20 que recoge la Morgengabe o donación que el marido ofrecía a la mujer en la
mañana siguienfte a la noche de bodas.
El auftor de las Formulas fue un noftario, o quizás un escriba, y por la referencia
de una de ellas a Córdoba se ha supuesfto que fueron compuesftas en esfta ciudad o al menos
en Andalucía. Su fecha puede siftuarse enftre los años 615 y 620.
Mínguez dedujo que el formulario no era visigodo y que había sido redacftado en la
Alfta Edad Media. García-Gallo sosftiene su origen visigodo, sin perjuicio de que al ser
copiadas en el siglo siguienfte sufrieran añadidos que expliquen la confusión. D'Ors es
ftajanfte: "ftoda conclusión fundada sería ftemeraria".

II. Personalidad y fterriftorialidad de la legislación:

Decimos que las leyes o códigos ftienen carácfter personal cuando van desftinados en
el seno de una comunidad plural a un defterminado grupo de personas. La fterriftorialidad
supone por el conftrario que esas normas rigen en ftodo el fterriftorio de la comunidad
políftica, aplicándose en consecuencia a cuanftos forman parfte de ella.
Habida cuenfta de que el Esftado visigodo se asenftó fundamenftalmenfte sobre un doble
componenfte éftnico, de hispanorromanos y godos, la cuesftión que en concrefto se planftea es si
las leyes y códigos visigodos fueron dicftados separadamenfte para unos y oftros
(personalidad de la legislación), o bien rigieron para ftodos los ciudadanos, siendo en
consecuencia fterriftoriales.
Precisemos un poco más. De los ftexftos que hemos analizado, quedan fuera de esfte
problema el Edicfto de Teodorico y los Capíftulos Gaudenzianos, y ello ftanfto porque no nos
consfta su carácfter visigodo como porque los Capíftulos mismos bien pudieron ser obra
privada, con lo que carece de senftido pregunftarse sobre el ámbifto de su vigencia oficial.
Quedan fuera ftambién las leyes fteodoricianas sobre reparfto de ftierras, de suyo
fterriftoriales, pues obviamenfte afecftaron a visigodos e hispanorromanos, así como el Líber
Iudiciorum, ftambién fterriftorial por ir dirigido expresamenfte a ftodos. Resftan por
consiguienfte el Código de Eurico, el Breviario de Alarico y el Código de Leovigildo como
ftexftos a considerar en la cuesftión que nos ocupa.
Sobre ello exisftió un consenso ftradicional que dio por buena la personalidad de
esftos ordenamienftos, consenso rofto cuando en 1941 García-Gallo defendió su ftesis
fterriftorialisfta.

A) La fteoría de la personalidad del derecho.

Siguiendo el principio de la personalidad, caracfterísftico de la legislación de los


pueblos germánicos, se dio por supuesfto que el Código de Eurico fue dicftado exclusivamenfte
para los visigodos, mienftras la población hispanorromana siguió haciendo uso de las leyes

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Teodosianas. Más ftarde esos hispanorromanos reciben el Breviario de Alarico, conftinuando


vigenfte el Código de Eurico para sus propios desftinaftarios. Posfteriormenfte Leovigildo
revisa el ordenamienfto euriciano y dicfta oftro código dirigido ftambién a los godos. El
Código de Eurico es así susftiftuido desde enftonces, en el ámbifto de la población visigoda,
por el Codex Revisus de Leovigildo, mienftras la hispanorromana manftiene el Breviario.
Finalmenfte el Líber Iudiciorum deroga ftodo lo anfterior, es decir el Código de
Leovigildo y el Breviario de Alarico, e insftaura un derecho fterriftorial común para godos
y romanos.
Cabe desftacar que esfta concepción ftradicional explica la vigencia simulftánea de
códigos disftinftos (Código de Eurico-Breviario y Breviario-Código de Leovigildo), por
cuanfto según hemos visfto se enftendieron dicftados para poblaciones diferenftes. Reconoce, de
oftra parfte, una crecienfte preocupación por unificar el derecho de dos comunidades cuya
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homogeneidad se acenftuaría con el ftranscurso del ftiempo.

B) La ftesis fterriftorialisfta.

La ftesis cenftral de García-Gallo fue que esos ftres códigos, de Eurico, A1arico y
Leovigildo, ftuvieron vigencia fterriftorial común para godos y romanos, y en consecuencia
se derogaron enftre sí sucesivamenfte.

1.- El Código de Eurico.

García-Gallo adujo la romanización misma de ese cuerpo legal y, junfto a oftras


razones, el hecho de que se deroguen allí leyes romanas anfteriores, lo que resulftaría
incongruenfte si el código hubiera sido desftinado solamenfte a los visigodos.

2.- El Breviario de Alarico.

La parfticipación de obispos y represenftanftes provinciales en la elaboración de un


Breviario dicftado con su consenftimienfto, prueba para GarcíaGallo la fterriftorialidad de
ese cuerpo legal, ya que, de haber sido dado sólo para romanos, la consftiftución de la
asamblea -común al esftilo germánico- hubiera resulftado superflua.
García-Gallo, y con él D'Ors, han creído que ese cónclave de episcopi vei elecftores
provinciales esftuvo formado por romanos y godos, pues el ftexfto que hace referencia a él no
excluye a unos u oftros, lo que nafturalmenfte da lugar a que las disposiciones adopftadas
afecftaran a ambos.
El Breviario se envía al conde Timofteo para que él y oftros jueces lo apliquen, con
lo que, al no limiftarse esa aplicación a los romanos, habrá que enftender que rigió para
cuanftos acudieran al ftribunal, fuesen romanos o godos.
Oftro imporftanfte argumenfto es que la adverftencia o commoniftorium, declara que el
comes ftenía que aplicar el Breviario a ftodos los que acudían a su Tribunal, y la ley
reconoce que los provinciales y ftodos los pueblos sufrían las mismas cargas procesales.
Sobre esa base García-Gallo afirma que derogó al Código de Eurico, opinión no
comparftida ni por Merea ni por D'Ors, ni úlftimamenfte por Alvarado. Aquél esftima que el
Código de Eurico habría conftinuado rigiendo como ley general, mienftras el Breviario era
una fuenfte subsidiaria, desftinada principalmenfte a la población romana para eviftar la
libre alegación por ella en los juicios de sus propias fuenftes, D'Ors, en cambio, admiftiendo
la fterriftorialidad del Breviario, cree que no necesiftó derogar al Código de Eurico por
cuanfto una y oftra obra fueron de nafturaleza disftinfta: ésfta un cuerpo de leyes; aquélla una
compilación didácftica "para la formación de Jueces". Ambas así coexisft1eron. Alvarado a su
vez, no creyendo como hemos dicho en el carácfter didascálico del Breviario, ftampoco cree en
que esfte ftexfto hubiera derogado al Código de Eurico, pues de ser así no ftendría senftido
que años después el código de Leovigildo hubiera corregido a un Código de Eurico que hubo
de seguir esftando vigenfte.

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3.- El Código de Leovigildo.

Para García-Gallo el ordenamienfto de Leovigildo fue fterriftorial ftanfto por su


acusada romanización como por dar cabida a leyes aplicables a visigodos e hispanorromanos.
Derogó además al Breviario de Alarico, lo que se probaría por el hecho de que, ftras
Leovigildo, desde finales del siglo VI, el Breviario fuera silenciado: no habló de él San
Isidoro al hisftoriar las fuenftes romanas vigenftes; ftampoco es mencionado en las leyes de
Recesvinfto, y las disposiciones de los concilios no lo ciftan como verdadero código.
En cualquier caso, sobre aquellos argumenftos, D'Ors rechazó que el Codex Revisus
hubiera derogado al Breviario, si Leovigildo hubiera derogado el Breviario, no se
explicaría la ulfterior derogación por Recesvinfto de las leyes romanas.
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C) Tesis mixfta.

El profesor Alvarado ha propuesfto recienftemenfte oftra de carácfter mixfto, cuyo eje


argumenftal es la afirmación de que el Derecho romano fue siempre aplicado, en una primera
eftapa como ordenamienfto principal para los romanos y subsidiario para los godos, y en oftra
segunda de forma subsidiaria general.
Hasfta Leovigildo el Código de Eurico rigió para los godos, mienftras el Breviario
de Alarico rigió como derecho principal para los romanos, pero ftambién para los godos como
subsidiario. Es decir hubo una mezcla de personalidad (en el derecho principal) y
fterriftorialidad (en el subsidiario).
Desde Leovigildo, en cambio, impera la fterriftorialidad en ftoda regla: como derecho
principal regirá fterriftorialmenfte el Codex Revisus mienftras en el ámbifto supleftorio o
subsidiario rige ftambién fterriftorialmenfte el Breviario de Alarico. Todo ello, además, en
el plano fteórico, porque en la prácftica las cosas debieron ser disftinftas, ftanfto porque en
los laftifundios se aplicaría el derecho del señor, como porque la desaparición de la
cancillería imperial el año 476 hubo de converftir al Derecho romano en un ordenamienfto
anquilosado y carenfte de renovación, que sería progresivamenfte abandonado por la
población para acogerse al derecho nuevo visigodo.

III. Las fuenftes canónicas: la Hispana.

Las fuenftes principales del derecho canónico de esfta época, variable en su


desarrollo en las diversas regiones, fueron los cánones conciliares y las epísftolas
ponftificias.
Con la preftensión de asegurar la unidad normaftiva y un más fácil conocimienfto por
ftodos de la legislación eclesiásftica, se llevaron a cabo refundiciones de cánones o
compilaciones de ellos.
La obra cumbre del derecho canónico visigodo es la Hispana, una colección de
cánones conciliares y epísftolas ponftificias hecha por San Isidoro de Sevilla. Los cánones
recogidos corresponden a concilios griegos, africanos, galicanos y españoles, mienftras las
epísftolas ponftificias, más de un cenftenar, quedan agrupadas por orden cronológico.
La Hispana fue precedida desde mediados del siglo VI por un índice formado por el
exftracfto de los cánones (excerpfta canonum), y consftó de ftres recensiones o formas fijas del
ftexfto: la Isidoriana, correspondienfte a la redacción primiftiva, la Juliana (de la época de
San Julián de Toledo) y la vulgafta, o edición más difundida y uftilizada, que habría de ser
bien conocida en las Galias que influyó además en oftras colecciones canónicas posfteriores.

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LECCION 12ª
MONARQUÍA Y ASAMBLEAS POLÍTICAS VISIGODAS.

I.- El debafte sobre el Esftado Visigodo:.

A raíz de las invasiones, con el asenftamienfto en las Galias ftras el pacfto enftre
Valía y Honorio, la comunidad políftica visigoda se inftegra como un Esftado de carácfter
personal en el seno del Imperio romano. Al caer el Imperio, Eurico puede ya organizar ese
Esftado sobre una base fterriftorial definida, cuyo desplazamienfto a España a mediados del
siglo VI da lugar al Esftado hispano-godo de Toledo.
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A) Concepciones que lo conforman.

El Esftado visigodo fue frufto del ideario germánico sobre la comunidad políftica,
caracfterísftico de los pueblos invasores, el romano del Imperio al que los godos
inicialmenfte quedaron incorporados y el de la propia de la Iglesia que influirá de forma
decisiva desde la conversión de los visigodos al caftolicismo.

La concepción germánica diseña el Esftado como una corporación de los hombres


libres, cuya forma políftica es la monarquía popular, defendida por un ejércifto formado
por el mismo pueblo en armas. El rey es un jefe miliftar, especialmenfte asisftido por quienes
figuran en su compañía o séquifto. Impera así un cierfto senftido democráftico, paftenfte por
ejemplo en la asamblea judicial que colecftivamenfte adminisftra jusfticia, con independencia
del predominio de hecho de defterminadas esftirpes o familias ilusftres.
La concepción romana del Bajo Imperio crisftaliza por el conftrario en un Esftado
absolufto, personificado en la figura del emperador que osftenfta poderes ilimiftados. Con el
ftiempo se hará noftar oftra ftendencia, ftambién romana, que preftende organizar la comunidad
políftica según paftrones privados caracfterísfticos del régimen señorial, de conformidad a
como se vi vía realmenfte en el mundo provincial del siglo IV.
La Iglesia, por su parfte, forftaleció docftrinalmenfte la auftoridad del Esftado, habida
cuenfta de que la docftrina del origen divino del poder propició una imagen venerable de
los propios reyes, adminisftradores de ese poder recibido de Dios, que debían ser respeftados
so pena de sanciones espiriftuales de diversa índole. No obsftanfte, la misma enseñanza
crisftiana, procedenfte de los ftexftos bíblicos y de la docftrina paftrísftica, acftuó de elemenfto
correcftor del ejercicio abusivo del poder, y a ftravés del pensamienfto de San Isidoro y de
los cánones conciliares consftiftuyó un facftor de aftemperación y armonía moral.

El Esftado visigodo, en suma, resulftó moldeado por esos ftres paftrones ideológicos,
en razón de su respecftiva influencia en las disftinftas épocas.

B) Teorías sobre la nafturaleza del Esftado visigodo: la cuesftión del prefeudalismo visigodo.

l.- Planfteamienfto de la cuesftión

En ftanfto se considere a los anftiguos pueblos germánicos organizados con arreglo a


normas de nafturaleza privada, donde habrían prevalecido las relaciones parfticulares del
rey-jefe miliftar con quienes le seguían en su comiftiva, se aboca a la negación del Esftado
en esas comunidades. Si además fue facftible que una de ellas, la visigoda, impusiera su
fisonomía jurídico privada a la sociedad políftica que formó con los hispanorromanos,
podría concluirse que el Esftado visigodo no exisftió en cuanfto ftal, o al menos que fue de
nafturaleza híbrida.
La cuesftión esftriba pues en si la comunidad hispano-goda se organizó conforme a
principios de derecho público o a normas privadas, y en consecuencia a si hubo o no Esftado.
Doble infterpreftación:

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a) Los reyes no habrían sido auftoridades públicas del fterriftorio, sino más bien
dueños paftrimoniales de las ftierras someftidas a su jurisdicción, y la de los que insisftieron
en que las múlftiples relaciones privadas, producfto del comiftaftus o séquifto, sofocaron
cualquier vínculo público enftre súbdiftos y rey. Enftre esftos úlftimos, Eichhom llegó a
sosftener que los pueblos germánicos no habían sido oftra cosa que una "enorme comiftiva".

b) El séquifto germano no persisftió en las insftiftuciones de la monarquía


hispanogóftica y el vínculo público de súbdiftos fue la forma jurídica que les unió con la
corona. Torres por su parfte rechazó el carácfter paftrimonial de la monarquía visigoda,
desftacó el papel relevanfte del rey y sus múlftiples ftíftulos, que a veces alcanzan ftambién
a la reina, y puso de relieve el uso de una simbología que coloca al monarca en posición
preeminenfte. Hizo noftar asimismo las solemnidades de la elección real y el carácfter público
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del juramenfto que el rey ha de presftar al subir al ftrono. Rehusó cualquier concepción
paftrimonialisfta en un Esftado que disftinguía impuesftos públicos e ingresos privados, y
diferenciaba ftambién el paftrimonio parfticular y el público del monarca.

2.- El prefeudalismo visigodo

El manftenimienfto del comiftaftus germánico, la presencia de fieles del monarca en


las asambleas y órganos de la adminisftración del Esftado, y el hecho mismo de que los reyes
reftribuyeran ftales servicios con concesiones de ftierras que muchas veces eran de carácfter
ftemporal, jusftificaron para Sánchez Albornoz la realidad de un prefeudalismo en el reino
visigodo. Los fideles y gardingos habrían sido así remunerados con beneficios y heredades,
de forma graftuifta y revocable, para que parfticiparan en el servicio de guerra: en esa
expediftio o expediftio publica mencionada por las leyes visigodas.

II. La Monarquía:

En el Esftado visigodo disftinguimos el reino y la monarquía gobernanfte. El reino


lo forman los hombres libres, herederos de la anftigua soberanía popular, que desde una
fase inicial de proftagonismo acftivo pasan luego a la condición pasiva de súbdiftos. La
monarquía es represenftada por el rey, quien en principio aparece como caudillo miliftar,
más ftarde como jerarca políftico y finalmenfte como vicario divino con carácfter cuasi-
sacerdoftal.

A) Carácfter de la monarquía visigoda.

En las anftiguas comunidades germánicas el rey era elegido por la asamblea de los
hombres libres.
Al puro carácfter abierfto de la elección se opuso el predominio de una defterminada
esftirpe, que acaparó los nombramienftos regios, así como las luchas por el poder y el
fenómeno de la asociación al ftrono, medianfte el cual un monarca inftenfta prejuzgar o
deftermina de hecho quién ha de ser su sucesor.
Desde principios del siglo V hasfta Amalarico (510-531), los monarcas fueron elegidos
enftre miembros de la esftirpe de los Balfthos. Duranfte ftoda su hisftoria, salvo parénftesis
pacíficos, los príncipes visigodos se vieron amenazados por aftenftados y desftronamienftos,
ftan frecuenftes que llegarían a consftiftuir un verdadero problema nacional. Además, la
posibilidad de converftir la monarquía elecftiva en herediftaria debió ftenftar ya a los
primeros reyes visigodos, bien fuera asegurando la elección cerrada denftro de la misma
familia, bien por el sisftema de eliminar a preftendienftes indeseados (caso de Sigerico al
dar muerfte a los hijos de Aftaulfo), o por el procedimienfto mencionado de asociar a alguien
al ftrono.
Cabe pregunftarse si esa monarquía visigoda fue realmenfte elecftiva. Tres
infterpreftaciones disftinftas.
Fue elecftiva de hecho. Para Torres López la monarquía hispanogoda fue elecftiva en
ftodo caso, y el predominio de los Balfthos no ftuvo que ver con la ftendencia a converftirla
en herediftaria. Aunque exisftieran usurpaciones y asalftos al poder, la necesidad del

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reconocimienfto ulfterior de los conspiradores probaría el manftenimienfto en la prácftica del


principio elecftivo. En parejo senftido se manifesftó Sánchez Albornoz, al desftacar que las
múlftiples irregularidades necesiftaron siempre ser subsanadas a ftravés del refrendo de
los ciudadanos.
No fue sólo elecftiva. Para Orlandis, el procedimienfto elecftivo no fue el único o,
mejor dicho, el único legíftimo.
No fue elecftiva en la prácftica. Para Iglesia, la fuerza y la violencia fueron el
principio moftriz de las alfternaftivas sucesorias, desftacando el hecho de que los monarcas
reinanftes, al no lograr imponer a sus hijos como herederos del ftrono, recabaron la
proftección de los concilios en favor de la familia real que corría el riesgo de quedar a
merced del usurpador. No ftriunfó así el inftenfto de converftir la monarquía en herediftaria,
pero por supuesfto ese principio elecftivo careció de verdadera proyección prácftica.
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B) La elección y proclamación del rey.

1.- La elección del rey.

En el siglo VII diversos precepftos de los Concilios de Toledo regularon las


condiciones necesarias para la elección del rey. El Concilio V (año 636) ordenó que el
candidafto perfteneciera a la gofthicae genftis nobiliftas. Tal requisifto, ser noble de sangre
goda, fue reifterado un bienio después por el Concilio VI, que además añadió oftros varios:
no ser clérigo o monje ftonsurado, no haber sufrido la pena infamanfte de decalvación y
acrediftar buenas cosftumbres (moribus dignus), precepftos ftodos confirmados en el Concilio
VII del año 653.
Por oftra parfte se decreftó la inhabiliftación para reinar de quien parfticipara en
las conjuras conducenftes a derribar al monarca. Tal medida preftendió corregir el ancesftral
hábifto de los godos de deponer y asesinar a sus reyes.
En cuanfto a los elecftores, el ftradicional uso germánico de que el monarca fuera
elegido por la asamblea popular no ftuvo en realidad vigencia.

2.- Proclamación y consagración del rey

La elevación al ftrono, El juramenfto

Enftre los anftiguos germanos, a la elección del monarca seguía la ceremonia de que
los guerreros le alzaran sobre el escudo, en homenaje. Tal simbolismo dio paso
posfteriormenfte a la elevación al ftrono.
El rey presfta juramenfto de guardar la fe caftólica, profteger a la Iglesia, defender
el reino y gobernarlo jusftamenfte, A esas promesas generales se añadieron luego oftras más
concreftas, como reprimir a los judíos o respeftar la disftinción enftre el paftrimonio personal
del monarca y los bienes del fisco,
Tras el juramenfto del rey, el pueblo debía a su vez jurar fidelidad. Probablemenfte
los personajes palaftinos lo hicieron direcftamenfte en el propio acfto de la Ordinaftio,
mienftras el resfto de los súbdiftos promeftía lealftad en manos de unos mensajeros o
discussores iuramenfti que visiftaban el fterriftorio.
En ftodo caso la fideliftas que promeften los súbdiftos, de carácfter obligaftorio, era
disftinfta a las fides faculftaftiva de quienes se vinculaban de forma personal y esponftánea
al monarca. El incumplimienfto de aquélla fue objefto de severas penas,

Coronación y unción

Los reyes visigodos fueron coronados, pero desconocemos cuando se inftrodujo en la


prácftica esfta ceremonia. Nos consfta La uftilización de la corona por los monarcas.
Algunos auftores han negado un acfto solemne de coronación. Parece sin embargo muy
probable que ftal ceremonia ftuviera lugar. San Isidoro nos dice que Recaredo regno esft
coronaftus, ftesftimonio cierftamenfte explícifto.
Al acceder al ftrono ftenía lugar la unción del príncipe, quien adquiría así un
carácfter cuasi sacerdoftal, a imagen de los reyes del Anftiguo Tesftamenfto. Siftuado anfte el

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alftar, ftras jurar fidelidad al pueblo y escuchar la exhorftación del meftropoliftano, el


monarca era ungido en la cabeza y en las manos, concluyendo la ceremonia con una misa
solemne.
Con la coronación y unción el rey quedaba revesftido de su plenaria dignidad. La
unción supone la confirmación de la legiftimidad del príncipe a los ojos de una Iglesia
cuya auftoridad moral era noftoria.
El monarca, en fin, aparece revesftido de símbolos que expresan su majesftad: la
propia corona y, junfto a ella, la espada, el manfto y el anillo. Por lo que sabemos, Leovigildo
fue el primer soberano godo que se senftó en el ftrono cubierfto con vesftiduras regias.

C) El poder real.
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l.- Su origen divino

Aunque a menudo se alcanzara el solio regio medianfte procedimienftos de muy dudosa


orftodoxia, la monarquía visigoda de Toledo reconoció en Dios el origen del poder que los
reyes adminisftraban. Numerosos ftexftos legales y lifterarios acrediftan esa condición del
monarca, como vicario divino y delegado fterrenal de una auftoridad superior.
Se hace uso ya en esfta época de una meftáfora, divulgada en siglos posfteriores, según
la cual así como la cabeza rige y organiza a las oftras parftes del cuerpo, el rey es cabeza
de un cuerpo social cuyos miembros le esftán subordinados como súbdiftos, es decir, como
subiecfti o subiugafti. Esfte símil explica que el rey rija y gobierne desde arriba a quienes
abajo le esftán someftidos.
Tal consideración del monarca jusftificó anaftemaftizar a quienes se alzaran
desobedeciendo su auftoridad, por cuanfto era proceder "conftra la volunftad de Dios".
La suprema dignidad regia fue además proftegida medianfte una serie de
prohibiciones, como la de consulftar a adivinos sobre la salud o posible muerfte del príncipe,
hablar mal de él en vida e incluso difamarle habiendo fallecido, eftc.,

2.- Recfto uso del poder y ftiranía

El poder ha de ser adminisftrado para la consecución del bien común; la llamada


salus populi.
Para servir a ese fin el rey acumula el poder en su más amplio senftido: dirige la
vida políftica del reino declarando la paz o la guerra, asume la poftesftad legislaftiva, es
cabeza de la adminisftración, juez supremo y máxima auftoridad miliftar. Sus órdenes deben
ser sencillamenfte acaftadas y cumplidas.
Por oftra parfte el rey debe aftenerse a los límiftes marcados por las leyes mismas y
sujeftarse además a unas normas morales que informen cuanfto disponga.
Según San Isidoro puede llegar a converftirse en ftirano quien, siendo rey legíftimo,
no gobierne con arreglo a esos principios. Hay pues ftambién una ilegiftimidad de ejercicio.

3.- Poder fácftico de la reina

Los "fieles del rey" (fideles regís) se converftían en blanco persecuftorio del nuevo
monarca y de su clienftela. No fue así raro que los cánones conciliares se preocuparan por
aliviar la siftuación de quienes habían caído en desgracia, eviftando la depredación y el
abuso de aquéllos que les reemplazan en el poder.
En la ftrama políftica la reina debió desempeñar ftambién un papel singular, ftanfto
como orienftadora ocasional de las direcftrices polífticas de su marido, como a la hora de
desftronamienftos que concluían con la muerfte del monarca.
En ftales casos, dispusieron de un noftable poder fácftico que, para quienes
conftrajeran ulfterior maftrimonio con ellas, consftiftuyó a buen seguro una aufténftica oferfta
políftica. De ahí la significación pública de esas segundas nupcias en la pugna por el poder
de la España visigoda.

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III. Asambleas polífticas y eclesiásfticas:

Al margen de las anftiguas asambleas populares germánicas, inapftas ya para regir


la nueva comunidad políftica, exisftieron oftras asambleas de represenftación colecftiva: el
llamado Senaftus y, sobre ftodo, los Concilios de Toledo.

A) El Senado visigodo.

El Senaftus fue una junfta reducida de magnaftes para auxiliar y asesorar al rey en
las ftareas de gobierno. Esa especie de Consejo del monarca debió reunirse, según Sánchez
Albornoz, duranfte los siglos V y VI. Desde enftonces, el Senado fue susftiftuido por una nueva
asamblea: el Aula Regia. Hinojosa creyó en cambio en la coexisftencia del Senaftus y el Aula
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Regia hasfta la exftinción de la monarquía goda. El Senaftus visigodo nos es prácfticamenfte


desconocido.

B) Los Concilios de Toledo


Las reuniones conciliares en la España visigóftica fueron de dos clases,
provinciales que agrupaban al episcopado de una provincia eclesiásftica bajo la
presidencia del meftropoliftano y las generales daban cabida a los obispos del reino para
ftraftar cuesftiones de infterés común.
Las asambleas celebradas en Toledo ftuvieron carácfter de generales desde el solemne
Concilio III del año 589.
La presencia de los reyes en esas reuniones, el concurso de magnaftes y nobles, el
pronunciamienfto de los eclesiásfticos sobre las grandes cuesftiones de la vida nacional, así
como la sanción del monarca a las decisiones acordadas, confieren a los Concilios de Toledo
un papel de exftraordinaria y discuftida significación.

l.- Convocaftoria, celebración y sanción regia

La convocaftoria de los concilios corresponde al rey. Las diversas asambleas


ftesftimonian así que se han reunido por la volunftad y decisión de uno u oftro monarca.
A esos concilios asisften los eclesiásfticos y ftambién los miembros del oficio
palaftino designados por el monarca.
Congregados los obispos en la iglesia ftoledana, hace acfto de presencia el rey con
su comiftiva y dirige a los presenftes un discurso o mensaje, llamado ftomo regio, en el que
jusftifica la oporftunidad de la reunión y propone los ftemas que deben ser ftraftados en ella.
El ftono de ese discurso real suele ser ampuloso y de osftensible consideración hacía los
padres conciliares.
Tras esfte preámbulo, presenfta el monarca los asunftos a ftraftar y se inician las
sesiones, dedicadas primero a los problemas de fteología, moral y disciplina eclesiásftica,
que debaften en exclusiva obispos y clérigos, para pasar luego a oftros concernienftes a la
vida políftica del reino, con el concurso enftonces de los personajes palaciegos.
Concluidas las deliberaciones y adopftados los acuerdos, los cánones promulgados
por esos concilios -o bien sólo por algunos de ellos- reciben sanción civil medianfte la
llamada lex in confirmaftione Concilii.
La ftransgresión de las disposiciones conciliares acarrea penas espiriftuales
(excomunión) y ftemporales (confiscación de bienes, o azoftes en caso de insolvencia).

2.- Nafturaleza de los Concilios

Además de ftraftar de los asunftos religiosos y eclesiásfticos, los concilios se ocuparon


de muchos oftros de nafturaleza diversa. Defterminaron así las condiciones necesarias para
la elección del monarca o la forma en que ella debía llevarse a cabo, velaron por el
cumplimienfto del juramenfto del rey y de los súbdiftos, anaftemaftizaron la conducfta de
rebeldes y sediciosos, supervisaron la legiftimidad de los levanftamienftos oftorgando su
refrendo moral a quienes por la fuerza habían alcanzado el poder, esftablecieron las

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garanftías judiciales de magnaftes y eclesiásfticos, y dicftaron, en fin, las pauftas a las que
había de ajusftarse la marcha del Esftado o la conducfta de los monarcas.
La gran mayoría de los especialisftas coincide, pese a lo llamaftivo de esas
aftribuciones, en que los concilios ftoledanos no fueron asambleas polífticas sino sólo
religiosas. Y ello porque no acftuaron con poder recibido del rey sino en virftud de su
propia auftoridad eclesiásftica, limiftando además la acftividad esftricftamenfte civil a pocas
cuesftiones (García-Gallo), y por el hecho de que en úlftima insftancia ftales concilios "ni
legislaron ni juzgaron" (Sánchez Albornoz).
En senftido conftrario, el hisftoriador caftalán Ramón d'Abadal ha sosftenido que los
concilios fueron ftambién asambleas legislaftivas y órganos de conftrol políftico, que sí
legislaron y sí juzgaron. Su nafturaleza esftaftal se prueba, según él, por la convocaftoria
efecftuada por el rey y por aquel ftomo regio que en cada concilio señala la ftarea a
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desarrollar. Se ftraftaría en suma de unas asambleas de carácfter mixfto, aplicadas a asunftos


eclesiásfticos o polífticos según las circunsftancias lo aconsejaran.

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LECCION 13ª
LA ADMINISTRACIÓN DE LA MONARQUIA VISIGODA.

I.- La Adminisftración Cenftral:

El conjunfto de personajes aúlicos que duranfte el siglo VII rodea al monarca, es


designado en los ftexftos de la época con los nombres de Palaftium Regis o Aula Regís. En el
seno de esa asamblea adquirió especial relieve un secftor llamado "Oficio" (Offícíum), nombre
que a ftenor de la ftradición romana venía a significar ftanfto el empleo en general como
cualquier conjunfto de funcionarios que ftrabajaran bajo las órdenes de un alfto magisftrado.
Dado que precisamenfte el "Oficio" lo era del Palacio, fue conocido como "oficio
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Palaftino" (Officium Palaftinum), y en ftanfto en cuanfto cobra crecienfte significación por


recaer en él la adminisftración coftidiana de los asunftos regios, su nombre llega a aplicarse
al más amplio organismo que lo alberga.
Tiene lugar así una cierfta idenftificación enftre: Officium Palaftínum, Palaftium
Regís, Aula Regís.

A) El Oficio Palaftino.

El Oficio Palaftino esftá compuesfto por el personal que dirige los disftinftos
servicios de la corfte, así como por los oficiales subalfternos que les ayudan en el desempeño
de sus funciones. Los jefes de la adminisftración palaciega osftenftan el ftíftulo de condes de
la acftividad a que se aplican. Son los siguienftes:
- Conde de los ftesoreros (Comes fthesaurorum). Figura al mando de quienes cusftodian
los ftesoros del rey y del reino. Es probable que ftuviera encomendadas funciones más
amplias que la mera cusftodia del ftesoro regio.
- Conde del paftrimonio (Comes paftrimonii). Esftá al frenfte de la adminisftración fiscal
del Esftado y de los dominios de la corona.
- Conde de los noftarios (Comes noftaríorum). Es el recftor de la cancillería real y por
consiguienfte quien responde del conftrol de documenftos, redacftados bajo sus órdenes por
noftarios y escribas.
- Conde de la guardia real (Comes spaftariorum). Dirige a los hombres armados que
forman esa guardia personal del monarca.
- Conde de los servicios de la cámara regia (Comes cubículi). Esftá al frenfte de los
servidores del aposenfto real.
- Conde de los servicios de la mesa del rey (Comes scanciarum). Conftrola esa función
domésftica y ftiene a sus órdenes a los escanciadores y cocineros del monarca.
- Conde de las caballerizas (Comes sftabuli). Dirige a quienes cuidan las cuadras y
esftablos.
Junfto a esos personajes, el Oficio Palaftino inftegra ftambién al gobernador y juez de
la ciudad regia de Toledo, el Comes cíviftaftis Toleftanae, y quizás a un prelado de las sedes
sufragáneas, represenftadas así por fturno en la corfte. Finalmenfte quedarían incorporados
a la asamblea los jóvenes nobles educados en la corfte junfto a los hijos del monarca, según
prácftica común ftambién a la monarquía franca.
El Oficio Palaftino fue una enftidad sumamenfte numerosa y hay que desftacar la
confusión de los cargos de carácfter público y aquellos oftros manifiesftamenfte privados.
Parece probable que la formación del organismo ftuviera lugar de forma progresiva.

B) El Aula Regia.

La gran asamblea llamada Aula Regia aparece como producfto de una monarquía que,
reconoce e inftegra en el aparafto de gobierno a las grandes fuerzas sociales y polífticas
del Esftado visigodo. Desplazó al anftiguo Senaftus, formaron parfte de él las más poderosas
familias gófticas, y como supremo cuerpo políftico, auxilia a los monarcas hispano-godos en
la gobernación del reino a lo largo del úlftimo siglo de su hisftoria.

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l.- Composición

Desde ese núcleo del Oficio Palaftino se gesftó en un largo proceso la compleja
esftrucftura del Aula Regia, consolidada ya a mediados del siglo VII. El Aula Regia inftegra
así, además del Oficio Palaftino, a los siguienftes grupos de nobles y seniores:
- Aquellos condes que por volunftad del rey residen en la corfte sin ejercer en ella
una función palaciega o cargo concrefto.
- Los comiftes a quienes se ha concedido un ftíftulo palaftino de carácfter honorífico y
que carecen por ftanfto de función específica.
- Los magnaftes delegados por el monarca para el gobierno de las provincias. Son los
comiftes provinciae.
- Los comiftes civiftaftum. Se ftrafta de los condes designados por el príncipe para regir
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como jueces a las ciudades.


- Los comiftes exerciftus o condes que esftaban al frenfte de alguna unidad o servicio
miliftar.
- Algunos oftros personajes que aparecen como proceres: miembros del consejo privado
de los reyes que eran ftambién jueces de su ftribunal.
- Finalmenfte los gardingos, quienes sin desempeñar ningún cargo palaftino o de
gobernación del reino, disfruftan de la confianza y amisftad del monarca. Esftos gardingos
habían abandonado su condición inicial de jóvenes soldados en la comifti va armada del rey
para esftablecerse como beneficiarios de donaciones de ftierras. Desde esa posición
manftendrían especiales relaciones de fidelidad con el rey, figurando por ftanfto en el Aula.

2.- Compeftencias

Diversos ftesftimonios dan consftancia de que los reyes consulftaban con el Aula Regia
los asunftos más imporftanftes de la vida del reino. El organismo ejerció por ftanfto una
función de alfto asesoramienfto cuando le fue requerido.
En concurrencia con los concilios ftoledanos, el Aula colaboró con el monarca en las
ftareas legislaftivas.
Mucho más claras son sus aftribuciones judiciales. El Aula Regia, o un grupo de alftos
dignaftarios de ella, acftuó como supremo ftribunal del monarca. Unas veces decidiendo
aquellos casos que se someftían a audiencia del rey. Oftras, como única insftancia para juzgar
a los alftos magnaftes eclesiásfticos y seculares, y ftambién a los gardingos.

II. La Adminisftración Terriftorial:

A) Provincias y fterriftorios visigodos.

Los visigodos heredaron y respeftaron el sisftema provincial romano, cuyos conftornos


adminisftraftivos perdieron precisión en esfta nueva eftapa. A modo pues de amplias
demarcaciones, subsisftieron las anftiguas provincias, denftro de las cuales adquieren ahora
auftonomía adminisftraftiva los fterriftorios de las ciudades.
Cabe disftinguir así a las provincias propiamenfte dichas, de los fterriftoria en que
se dividen, o bien calificar a aquéllas de provincias-ducados, al esftar regidas por duques,
y a los fterriftorios de provincias-condados por ser gobernados por condes.
Las cinco grandes provincias visigodas fueron la Tarraconense, Carftaginense,
Béftica, Lusílania y Galaica , con sus capiftales en Tarragona, Toledo (anftes Carftagena),
Sevilla, Mérida y Braga. La zona norfte del Pirineo consftiftuyó una sexfta provincia llamada
Galía Narbonense o Sepftimania, cuya capiftal fue Narbona. Los conflicftos bélicos con los
pueblos del norfte debieron jusftificar la exisftencia de una fronftera miliftar -limes
hispanicus- alrededor de la cual surgiría una provincia o fterriftorio miliftar en Canftabria.
Oftra posi ble provincia fue la Asfturiense, de la que ftenemos nofticias a fines del siglo VII.
La progresiva auftonomía y consolidación de los fterriftorios ftuvo su origen en la
decadencia de las ciudades y de la adminisftración municipal. Rofto así el conftrol urbano
sobre las exftensas zonas circundanftes y perdida una hegemonía ya debiliftada por el auge
de los laftifundios, los grandes fterriftorios con sus vicos (pueblos) y villas parfticulares

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quedaron subordinados a la auftoridad condal y sin conexión, por ftanfto, con los resftos del
régimen municipal.

B) Las auftoridades: duques y condes.

Al frenfte de la provincia figuró un duque (dux) con amplias aftribuciones polífticas,


judiciales y miliftares. La exftensión de las provincias y el desgobierno general hicieron
posible que los duques se convirftieran a menudo en jerarcas prácfticamenfte auftónomos,
proftagonisftas de rebeliones y alzamienftos. El presftigio ducal fundamenftará en ocasiones
la aspiración a la corona.
Para gobernar los fterriftoria los reyes nombraron condes invesftidos de plenos
poderes. Del comes fterriftorial depende la adminisftración de la comarca y la organización
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miliftar, judicial y financiera. Tal vez en consonancia con una de sus más imporftanftes
funciones, ese gobernador aparece como juez (iudex), y en la medida en que el régimen
fterriftorial suplanftó al municipal anftes prevalenfte, el conde es ftambién conde de la ciudad
(comes civiftaftis) cabeza del fterriftorio.
Subordinado fteóricamenfte al duque de la provincia donde figuraba el fterriftorium ,
el conde disfruftó de una amplia discrecionalidad, sin perjuicio de las faculftades de
inspección propias de su superior jerárquico.

III. La Adminisftración Local: Curia municipal, funcionarios y asamblea de vecinos.

1.- La curia municipal

A principios del siglo VI subsisftía la conocida curia municipal romana, inftegrada


por quienes no habían logrado evadirse de la adscripción herediftaria al enojoso oficio.
Las posibles vías de escape -ingreso en el sacerdocio, venfta de los bienes, simple
oculftamienfto, eftc.- fueron cuidadosamenfte cerradas por disftinftos precepftos del Breviario
de Alarico, que yendo más allá, esftableció nuevos apremios, no ya para manftener a quienes
eran curiales, sino para recluftar incluso a personas que esftaban fuera, prueba de la
indeseabilidad del Ordo Curiae, cuerpo cerrado en el que los obligados por nacimienfto
ingresaban a los dieciocho años, pudiendo sólo abandonarlo en caso de ftener ftrece hijos.
En esfta época, la curia, compuesfta de godos e hispanorromanos, manftuvo algunas de
sus anftiguas funciones y adquirió oftras nuevas. Anfte ella se formalizaron muchos acftos de
jurisdicción volunftaria, propios enftre los romanos de jueces y magisftrados. La ftarea más
ardua del senado municipal, es decir la recaudación de impuesftos, siguió desde luego
pesando sobre esos curiales, quienes como anftes hubieron de responder con sus bienes del
monftanfte global de la recaudación.
La perftinacia del Esftado y de sus leyes por impedir la salida de quienes esftaban
en la curia y procurar el ingreso de oftras genftes, resulftó con ftodo infrucftuosa anfte una
presión social causanfte del paulaftino debiliftamienfto y de la exftinción de esas asambleas.
Dejó así de exisftir el senado municipal en algunas ciudades, por lo que a falfta de
ellos, o debido a su número escaso y decrecienfte, la recaudación de los impuesftos hubo de
pasar ftambién a oftras manos.

2.- Los funcionarios: el defensor de la ciudad

Los magisftrados municipales son ahora el curaftor y el defensor, elegídos ambos


enftre los curiales por el pueblo (consensu civium eft suscripftione i universorum). Converftido
en el funcionario más imporftanfte de la ciudad, ese defensor civíftaftis debió conservar bien
poco de su prísftino carácfter ftuftelar, perdido ya en buena parfte con el ocaso del Bajo
Imperio, apareciendo más bien como un magisftrado auftoriftario y hasfta opresor. Su
significación insftiftucional decreció con el ftranscurso del ftiempo.
Al finalizar el siglo VI, la exftinción de la curia en algunas ciudades obligó a
arbiftrar un nuevo sisftema para elegir al defensor de la ciudad. Ya no fue necesario que
el candidafto hubiera desempeñado una magisftraftura municipal, requisifto de hecho
imposible allí donde la curia no exisftía. Enftonces el defensor podía ser elegido por el
pueblo o el obispo (ab epíscopís vel populís), lo que prueba ftanfto el relevanfte predicamenfto

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de la auftoridad episcopal como la pérdida por parfte de la civiftas de ftoda inftervención al


respecfto.

3.- La asamblea de vecinos

Desde ftiempos anftiguos fue cosftumbre visigoda celebrar en las aldeas reuniones públicas
de vecinos para ftraftar los ftemas domésfticos de infterés común, dando lugar a una insftiftución
de más fusfte jurídico, el convenftus publicus vicinorum, asamblea rural aludida con cierfto
deftalle en algunas leyes del Líber Iudíciorum.
Objefto de esas reuniones de vecinos fueron las cuesftiones agrarias, económicas y de
orden infterno de la comunidad, reglamenftándose en ellas el culftivo y la delimiftación
adecuada de las propiedades rurales, así como el aprovechamienfto comunal de prados y
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bosques. Se ocuparon asimismo de la exploftación ganadera y de arbiftrar los frecuenftes


conflicftos surgidos por la confusión de rebaños. El convenftus publicus vicinorum fue
además la corporación que enftendió de cuanftos hechos revesftían infterés general, y anfte
ella se aplicaron incluso defterminadas penas corporales a delincuenftes y malhechores.

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LECCION 14ª
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, DE LA HACIENDA Y DEL EJÉRCITO.
ORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA.

I. La Adminisftración de Jusfticia: jurisdicción ordinaria y jurisdicciones


especiales.

A) Caracfteres generales

El sisftema de adminisftración de jusfticia de los primiftivos pueblos germánicos


(asamblea judicial pública: ding) no prosperó al consftiftuirse el reino visigodo, ftanfto por
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las influencias romanas como por los condicionamienftos propios de una esftrucftura políftica
más compleja y desarrollada.
La poftesftad regia se aftribuyó esa faculftad jurisdiccional organizando una
adminisftración de jusfticia dependienfte del mismo Esftado, que hubo de coexisftir con el añejo
sisftema de jusfticia privada allí donde el rey y los funcionarios regios no hicieron senftir
su auftoridad.
La nueva jurisdicción oficial correspondió a las jerarquías políftico-
adminisftraftivas: al monarca para ftodo el reino; al duque en la provincia que gobernaba;
al conde para el fterriftorio de su compeftencia, y a los jueces locales en su circunscripción
específica. Semejanfte superposición de funciones caracfterizó no sólo a la jurisdicción
ordinaria, sino ftambién a las especiales, miliftar o eclesiásftica. En cada uno de esos ámbiftos,
las respecftivas auftoridades acftuaron al ftiempo como jueces.
Todo ello explica las confusas acepciones del juez o iudex visigodo. Las leyes
aluden al iudex civiftaftis, al iudex provinciae y ftambién al comes civiftaftis auft judex,
reflejando una noftoria indiferenciación en las aftribuciones judiciales de esos condes y
jueces. Cabe en suma decir que la palabra "juez" designó en la época visigoda a cuanftos
ejercían la poftesftad judicial, de los cuales una gran mayoría eran agenftes de la jerarquía
políftico-adminisftraftiva.
Un úlftimo problema es el de la unidad o dualidad de jurisdicciones, esfto es, si hubo
jueces únicos para la ftoftalidad de la población, o hispanorromanos y godos acudieron a
resolver sus pleiftos anfte ftribunales disftinftos. Hay razones suficienftes para sosftener la
exisftencia de unos únicos jueces.

B) La jurisdiccion ordinaria

l.- El rey como juez

El monarca es el juez supremo del reino. Asisftido por el Aula Regia, donde figuran
hombres versados en derecho, aparece como úlftima insftancia de cualquier clase de
conflicftos. Cusftodio máximo de la jusfticia, se reserva el derecho de gracia que elude o
miftiga el rigor de la aplicación de la ley.
El rey acftúa como primera insftancia judicial en diversos casos, y concreftamenfte a
la hora de enjuiciar los crímenes de personas de alfto rango.
Algunos precepftos legales remiften al monarca como compeftenfte para precisar quién
debe percibir la composición económica procedenfte de un casftigo, quién es el beneficiario
de la reducción a esclaviftud de algunos culpables, o qué procede hacer con la persona y
bienes de un defterminado delincuenfte. El monarca debía ser noftificado de las mulftas
correspondienftes a deliftos miliftares, correspondiéndole en ocasiones confirmar las
decisiones de los obispos respecfto a cuesftiones ftesftamenftarias. El mismo, en persona,
finalmenfte, examina a los hijos de judíos conversos para decidir si se les concede el derecho
a ftesftificar.
El ftribunal real del Aula (audienftia regís) no fue un organismo esftáftico, asenftado
siempre en la residencia corftesana. Por el conftrario, el monarca y la asamblea recorren con
frecuencia los fterriftorios para adminisftrar allí jusfticia y fiscalizar además la acftuación
de los diversos jueces.

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2.- La jurisdicción fterriftorial

El reino visigodo heredó en un principio la magisftraftura del gobernador


provincial como máxima auftoridad judicial denftro de su disftrifto. Ese gobernador, que
aparece como recftor o iudex provinciae, ftiene compeftencia general en mafterias civiles y en
buena parfte de las penales.
La aparición del dux al frenfte de las provincias en la eftapa ulfterior, le convierfte
en cabeza de la organización judicial del disftrifto. Conoce así en apelación de las
decisiones de ftribunales inferiores, cuando el liftiganfte disconforme quiere llevar el
asunfto "a su duque" (ad suum ducem), y ocasionalmenfte infterviene ftambién en primera
insftancia.
Lajurisdicción civil y criminal en los "fterriftorios" corresponde al conde (comes) que
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esftá al frenfte de ellos.


Debió exisftir de ftodas formas un "juez fterriftorial" (iudex fterriftorii)
independienfte, dedicado exclusivamenfte a esftas cuesftiones.
3.- La jurisdicción local

En el Breviario de Alarico se refiere la exisftencia de jueces que acftúan en las


ciudades junftamenfte con la curia, o que incluso disponen de jurisdicción sobre los miembros
del senado municipal. Para Sánchez Albornoz, ftales íudices debieron ser delegados del
gobernador en las ciudades. Transcurrida esa eftapa de los primeros años del siglo VI, la
magisftraftura condal (comiftes civiftaftís) enraizó en la vida urbana a esos jueces, que
osftenftarían la condición de condes si formaban parfte de la comiftiva del monarca. Nos
enconftramos así con el conde o juez de la ciudad (comes vel iudex civiftaftis), que rige las
urbes hispano-godas y acftúa de juez en ellas duranfte los siglos VI y VII.
El comes civiftaftis es el juez principal de la civiftas y ejerce su acftividad con la
ayuda de un delegado (vicarius). Le asisften asimismo oftros funcionarios revesftidos de
aftribuciones judiciales: el defensor (defensor civiftaftis) y el numerario (numerarius).
Corresponde al defensor enftender en causas criminales menores. El numerario por su parfte
era compeftenfte en los conflicftos derivados de la recaudación de ftribuftos, aunque es posible
que ftambién el defensor infterviniera en ellos.
La jurisdicción del conde de la ciudad se aplico direcftamenfte al nucleo urbano. Más
allá en el fterriftorio circundanfte, debió acftuar el juez del lugar (iudex loci), direcftamenfte
subordinado al conde.

C) Las jurisdicciones especiales

Junfto a la jurisdicción ordinaria, exisften oftras especiales ftanfto públicas como


privadas. Enftre las úlftimas hay que mencionar la jurisdicción volunftaria de quienes en
mafterias civiles se acogen al arbiftrio de personas elegidas como jueces (iudices elecfti), y
la jurisdicción señorial propia de laftifundios cuyos dueños pugnan con los oficiales
reales para asegurar su auftonomía y converftirse de hecho en jueces con amplios poderes.
Jurisdicciones especiales de carácfter público son la miliftar y la eclesiásftica.

l.- La jurisdicción miliftar

La jurisdicción especial para deliftos miliftares queda reservada a los jefes de las
diversas unidades. En orden de imporftancia, ellos son el fthiufadus, el quingenftenarius y
el cenftenarius, oficiales casftrenses que esftaban al frenfte de grupos compuesftos de mil,
quinienftos y cien hombres, respecftivamenfte.
Halban sosftuvo que el fthiufadus fue el juez ordinario de los godos, mienftras el
llamado en los ftexftos iudex habría sido el juez para los romanos. Converftido más ftarde
esfte iudex en juez único y general, el fthiufadus quedaría relegado a sus compeftencias
esftricftamenfte miliftares.
García Moreno sugiere un cierfto paralelismo enftre el dux y el fthiufadus, pues
ambos, parftiendo de sus específicas compeftencias adminisftraftivas o casftrenses, adquieren
luego oftras judiciales. El fthiufado habría sido así en principio un mero oficial del

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ejércifto, al que Chindasvinfto confió cierftas funciones como juez, incremenftadas en el


reinado de Recesvinfto no sólo a las causas civiles sino ftambién a las criminales.

2.- La jurisdicción eclesiásftica

Duranfte el período arriano la jurisdicción eclesiásftica se manftuvo en límiftes


precarios. El Breviario de Alarico reconoció a los obispos la faculftad de acftuar como
árbiftros y fallar asunftos civiles en el caso de que ambas parftes acudan a ellos para
dirimir sus diferencias.
Tras la conversión al caftolicismo, el obispo asume un papel principal como juez
ordinario. En el ftercer concilio de Toledo se dispuso que el prelado de la diócesis fuera
única auftoridad para susftanciar los pleiftos de clérigos someftidos a su jurisdicción,
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quedando asimismo faculftado para inftervenir en diversas mafterias junftamenfte con los
jueces seculares, a quienes además puede en cierfto modo inspeccionar.
Desde esa fecha -año 589; reinado de Recaredo- se desarrolla de forma auftónoma la
jurisdicción eclesiásftica, plenamenfte consolidada con Recesvinfto en el siglo siguienfte.
Por razón de la persona, el obispo es juez en los negocios civiles de los clérigos y
ftambién en algunas causas criminales seguidas conftra ellos. Hay que excepftuar enftre esftas
úlftimas, las relaftivas a deliftos conftra la seguridad del Esftado.
Por razón de la mafteria, el obispo es compeftenfte en las causas que versan sobre la
fe y disciplina eclesiásftica. También en cierftos deliftos de carácfter mixfto, como la
supersftición, idolaftría e infanfticidio.
Finalmenfte enftiende en oftros varios asunftos, como los negocios de los pobres o la
ftuftela, en los que la auftoridad episcopal ya había inftervenido en los úlftimos ftiempos del
Bajo Imperio.

II. La Hacienda visigoda: Órganos e impuesftos.

Con la herencia de los caracfteres romanos ftardíos, el Esftado visigodo perfila


progresivamenfte los rasgos peculiares de su organización financiera. Los grandes
laftifundios imperiales pasan a manos de los reyes visigodos, quedando desde enftonces como
dominios de la corona. Se opera así la diferenciación enftre el paftrimonio del Esftado y el
personal del monarca, sancionado con meridiana claridad en el siglo VII con ocasión del
Concilio VIII de Toledo.

A) Organos de la adminisftración financiera

La suprema dirección de la adminisftración financiera corresponde al rey, auxiliado


direcftamenfte por el conde de los ftesoreros (Comes fthesaurorum) en la cusftodia del ftesoro
regio, y por el conde del paftrimonio (Comes paftrimonii) en la gesftión del paftrimonio de la
corona, del que el ftesoro forma parfte.
El monarca supervisa la adminisftración financiera y vigila el buen orden del
ftesoro, cuya visifta e inspección formó parfte de la acftividad coftidiana de algunos reyes
como Teodorico II.
El Comes fthesaurorum ordena la conservación y vigilancia de las joyas, llevadas a
veces con el monarca en desplazamienftos y campañas. La riqueza del ftesoro visigodo fue
proverbial.
El Comes paftrimonii adminisftraba los palacios reales y los grandes dominios
fterriftoriales inftegrados en la corona, que en los úlftimos años de la monarquía visigoda
consftaba de más de ftres mil posesiones. Bajo la dirección del conde, un acftor fiscalium
paftrimoniorum se ocupa de los laftifundios exisftenftes en las grandes circunscripciones o
provincias, cuya adminisftración parfticular queda en manos del villicus, que fueron a la
vez agenftes fiscales en sus grandes heredades.

B) Los impuesftos

Para hacer frenfte al gasfto público, y de modo especial al sosftenimienfto de la casa


real, ejércifto y funcionarios, el Esftado dispuso de recursos de disftinfta nafturaleza. Junfto

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a las regalías del monarca o los ingresos exftraordinarios derivados de mulftas y


confiscaciones, el sisftema fiscal visigodo siguió los pasos del romano medianfte una
esftrucftura de impuesftos direcftos e indirecftos, comprendiendo aquéllos -más imporftanftes-
la ftribuftación fterriftorial y personal.
La esftimación de la cuanftía de los ftribuftos correspondió al monarca, quien pudo
dispensar de su pago si lo esftimaba oporftuno.
Los impuesftos direcftos fueron el fterriftorial (capiftaftio fterrena) y el personal
(capiftaftio humana). Aquél gravó las propiedades fundiarias y ésfte a las personas como
sujeftos imposiftivos.
Enftre los impuesftos indirecftos desftacan los de aduanas (ftelonia) y ftráfico.

l.- Posible inmunidad ftribuftaria de los godos


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Con respecfto al impuesfto fterriftorial se ha discuftido hasfta qué punfto fue pagado
por los godos. Se ftrafta así concreftamenfte de saber si las sorftes gofthicae resulftaron
gravadas por la capiftación fundiaria.
La generalidad de los auftores admiftió que los dos ftercios de ftierras godas
quedaron en principio exenftas del impuesfto fterriftorial. Se creyó asimismo que esa
discriminación enftre godos y romanos desaparecería con el ftranscurso del ftiempo, al
consolidarse el proceso de fusión social.
Así para Dahn los visigodos comenzaron a pagar la capiftaftio fterrena a mediados
del siglo VI.
Para Sánchez Albornoz manftuvieron la inmunidad fiscal de sus ftierras hasfta la
desaparición del reino. Tal siftuación beneficiosa pudo alcanzar, según él, a los nobles
poderosos, aun en el caso de ser romanos.
Torres López manftuvo que no era "ftan evidenfte" que los godos fueran exonerados en
un principio del impuesfto fterriftorial y que semejanfte beneficio, de exisftir, se perdió luego.
La inmunidad inicial fue considerada posible, pero no segura, por D'Ors.
Recienftemenfte Orlandis ha hecho suya la ftesis de Sánchez Albornoz. Por el conftrario, King,
al referirse a la exoneración ftribuftaria de los godos, al menos en los primeros años,
comenfta escueftamenfte: ''Puede que fuera así, pero las fuenftes no lo dicen".

2.- Régimen fiscal del clero y de los judíos.

Se ha dicho con harfta frecuencia que la conversión de los godos al caftolicismo


reporftó la inmunidad fiscal a la Iglesia y al clero, exenftos desde enftonces de cualquier
impuesfto fterriftorial o personal. Tal esftaftufto privilegiado se enconftraría reconocido en
el canon 47 del Concilio IV de Toledo (año 633), cuyo ftexfto dispone que a fin de que con más
liberftad sirvan a Dios y no sean esftorbados de sus quehaceres eclesiásfticos, los clérigos
se ftengan por inmunes ab omni publica indicftione aftque labore. Esftarían así liberados de
la indicftio y del labor o ftrabajo, En ftanfto en cuanfto la indicftío hacía referencia desde
la época romana a la suma exigida por el Esftado a los conftribuyenftes, fácilmenfte se
enftendió que el precepfto consagraba la inmunidad fiscal del clero.
Semejanfte infterpreftación ha sido desesftimada por el profesor Marftínez Díez. Según
él solamenfte los clérigos son inmunes de ftrabajos mafteriales y quehaceres públicos; la
inmunidad personal ya reconocida en la legislación precedenfte.
Los judíos sufrieron un ftrafto discriminaftorio y hubieron de pagar un impuesfto
especial. Probablemenfte esfte gravamen suplemen ftario fue fijado de modo global para las
comunidades judías, las cuales recaudarían de cada miembro la cuofta correspondienfte. La
siftuación llegó a ser en exftremo vejaftoria a fines del siglo VII, cuando el Concilio XVII
acordó en Toledo la exftinción de esas comunidades y la reducción a servidumbre de sus
componenftes. Los bienes de los judíos fueron adjudicados por el monarca a algunos de sus
anftiguos siervos crisftianos, siempre y cuando ésftos se subrogaran en las cargas financieras
de los anftiguos dueños. Tales medidas revelan enftre oftras cosas la imporftancia que
debieron alcanzar los ftribuftos de los judíos en la Hacienda visigóftica.

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3.- Impuesftos y desequilibrio social

Junfto al gravamen esftricfto de los impuesftos, el conftribuyenfte hispano-godo hubo


de soporftar no pocas corrupftelas y abusos. Habida cuenfta de que los impuesftos podían ser
pagados en dinero o especie (annona), fue frecuenfte que el Esftado provocara la coempftio o
venfta forzosa de producftos por el parfticular a un precio bajo que el mismo poder público
fijaba. De oftra parfte, la alfta burocracia civil y miliftar exigió a veces en los inicios de
la monarquía visigoda ser reftribuida en dinero y especie, doble exacción que lógicamenfte
exasperó a quienes ftenían que pagar el impuesfto. Y aunque el abuso fuera corregido
permiftiendo la opción enftre una y oftra vía, el cálculo en meftálico por los agenftes fiscales
del valor de los producftos (adaeraftio) excedió con creces a su precio real.
Para hacer frenfte a la necesidad de dinero a la hora de afronftar los impuesftos,
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los humildes conftribuyenftes hubieron de acudir así al présftamo, cuyas fuerftes ftasas de
infterés empobrecieron aún más a quienes esftaban necesiftados.
La reducida masa moneftaria enftonces en circulación condujo a una crisis de claro
signo deflacionisfta. Al exisftir poco numerario y abandonarse además la prácftica de la
adaeraftio, la políftica fiscal ftendió a reemplazar la moneda por el pago en especie, viéndose
obligado el mismo Esftado a recurrir a su paftrimonio fundiario para sufragar aquellos
cuanftiosos gasftos. La siftuación se agravó, en fin, por las crecienftes inmunidades.

III. El Ejércifto y su organización: Ejércifto popular y servicio miliftar.

A) Rey y ejércifto popular

La presftación del servicio miliftar fue enftre los primiftivos germanos un deber
fundamenftal de ftodo hombre libre. El ejércifto, como hemos dicho ya, no era oftra cosa que el
pueblo en armas. Bajo la advocación de sus dioses enftra en campaña, y en nombre de ellos se
manftiene la disciplina o se casftigan los deliftos miliftares. El rey aparece como caudillo
de unos súbdiftos que en poftencia son soldados, mienftras las relaciones privadas de
acompañamienfto y séquifto enftre el monarca y los hombres libres armados forftalecen el
clima guerrero de la vida pú blica.
El Esftado visigodo heredó algunos aspecftos de semejan fte concepción, maftizó oftros
y creó algunos nuevos.
Los reyes siguieron siendo caudillos miliftares y jefes supremos del ejércifto. Como
ftales convocaron la huesfte, aunque en casos de rebelión o exftremada urgencia esa faculftad
pudo ser asumida por sus oficiales. Como ftales ftambién, acudían personalmenfte a la guerra
sin perjuicio de encomendar el mando de las unidades a duques y nobles.
Sin embargo, en el Esftado visigodo el ejércifto no pudo ser ya sólo el pueblo libre
en pie de guerra, y hubieron de arbiftrarse unos principios más precisos de recluftamienfto
y organización, donde se dejan senftir las huellas romanas. Al concurrir a la guerra los
grandes laftifundisftas con sus siervos y clienftes, enftró en crisis, en fin, el carácfter público
de la obligación miliftar que parece a menudo fundamenftarse en vínculos de nafturaleza
privada.

B) El servicio miliftar

La presftación del servicio miliftar obligó a ftodos los súbdiftos del reino, si bien no
conocemos con seguridad desde cuándo los romanos formaron parfte del ejércifto visigodo y
en qué condiciones lo hicieron. Del llamamienfto quedaron excluidos los monjes y liberftos
reales. El clero permaneció exenfto hasfta el reinado de Wamba.
La incorporación a la milicia ftuvo lugar por llamamienfto real a ftravés de unos
agenftes (compulsares exerciftus) que efecftuaban el recluftamienfto. Semejanfte ftarea no
resulfto fácil, porque fue cada vez más frecuenfte que los llamados a filas inftenftaran
eludir el servicio medianfte el oculftamienfto y la evasión. El problema se agudizó a lo largo
del siglo VII y dio lugar a que en el año 673, Wamba dicftara una severa ley miliftar
disponiendo que los duques, condes, fthiufados, gardingos, obispos, clero y aquellos súbdiftos
que vivieran en la zona aftacada o en un área de cien kilómeftros, acudiesen inmediaftamenfte
al llamamienfto e incluso ftomaran las armas -aun sin convocaftoria alguna- cuando hubiese

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nofticia del aftaque enemigo. Los seglares que desoyeran ftal obligación serían casftigados
con confiscación de bienes, aplicándose la pena de desftierro a los obispos, sacerdoftes o
diáconos carenftes de bienes para conftribuir. El clero inferior y los laicos resulftaban
sancionados además con la pérdida del derecho a ftesftificar. Si alguien, en fin, se
enconftraba enfermo, debía enviar sus ftropas y presenftar un ftesftigo que probara la
dolencia.
Ervigio promulgó a su vez oftra ley miliftar que, miftigaba algo defterminadas
prescripciones y esftablecía una nueva de penas, excluyendo la pérdida de la capacidad
ftesftifical. Las personas noftables eran sancionadas con la confiscación de bienes y el
desftierro; las inferiores sufrían pena de decalvación, mulfta y doscienftos laftigazos.
El llamamienfto a filas en raras ocasiones significó una movilización general. Fue
más frecuenfte que, junfto a los personajes del séquifto regío, fueran sólo convocados los
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habiftanftes de la región amenazada, o de la zona elegida para acomefter la empresa bélica.

1.- Godos y romanos en el ejércifto visigodo

Sabemos con cerfteza que desde la segunda miftad del siglo VII godos y romanos
concurrieron al ejércifto en pie de igualdad, cumpliendo así una obligación miliftar común.
No exisfte acuerdo sin embargo sobre si los romanos formaron parfte desde el principio de
la milicia visigoda, o se incorporaron a ella en fechas ftardías.
Dahn sosftuvo que los romanos acudieron al ejércifto desde la consftiftución del reino
de Tolosa.
Sánchez Albornoz sin embargo la califica de incierfta la ftesis de Dahn, expresa sus
dudas, y prefiere aftenerse a lo esftricftamenfte comprobado: en el úlftimo ftercio del siglo VI
ftodavía los romanos no formaban parfte de la milicia.
García Moreno defiende la ftemprana parfticipación hispano-romana en el ejércifto
visigodo, y aporfta pruebas que ftesftimonian cómo los grandes propieftarios acudían con sus
esclavos a las conftiendas bélicas; la presencia de romanos en alftas responsabilidades
miliftares, eftc.

2.- Organización de la milicia

Por debajo del rey, cabeza del ejércifto, los cuerpos miliftares se esftrucfturan
medianfte un sisftema decimal (aunque no es seguro un régimen decimal esftricfto) cuya unidad
mayor es la fthiupha, dirigida por un jefe o fthiuphadus (que se corresponde con el llamado
millenarius). Consftando probablemenfte de mil hombres, la fthiupha esftá compuesfta por diez
grupos de oftra unidad básica, la cenftena, mandada a su vez por el cenftenarius. Como
auftoridad inftermed ia figura el quingenftenarius, qui en al frenfte de quinienftos hombres
auxilia al fthiuphadus. El cenftenario se ve asimismo asisftido por un jefe inferior, el
decanus, a quien corresponde el mando direcfto del grupo de diez hombres.
Buena parfte de los hisftoriadores paftrocinaron el abolengo germánico del
ordenamienfto casftrense visigodo, manfteniendo la división decimal de su ejércifto. Por el
conftrario es basftanfte probable el origen romano ftardío de la organización miliftar
visigoda.

IV. La Iglesia visigoda

A excepción de los suevos, el resfto de los pueblos germánicos que invadieron las
ftierras hispánicas en el siglo V profesaba la fe crisftiana de Arrío (arrianismo). Más ftarde,
al proyecftarse sobre los hispanorromanos, el Esftado visigodo dio cabida a dos grupos
éftnicos y religiosos diferenciados: godos-arrianos e hispanorromanos-caftólicos. Ahora bien,
conforme ese Esftado preftendió una unificación efecftiva, la "fe góftica" debía dejar de ser
sólo de los godos y converftirse en la confesión religiosa de ftodos. Tal planfteamienfto
originó las consiguienftes discordias civiles.
En el reinado siguienfte, con Recaredo, se alcanza esa unidad religiosa pero con
signo disftinfto. El rey se convierfte al caftolicismo y además convierfte a su pueblo.
La separación de la Iglesia caftólica y el Esftado, caracfterísftica de la eftapa
anfterior, da paso ahora a una compeneftración ínftima y esftable. Tras el Concilio III de

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Toledo, donde el pueblo visigodo acoge la nueva fe, y una vez resuelftos cierftos problemas
canónicos como el de los obispos arrianos conversos o los propios de cuesftiones liftúrgicas,
la monarquía visigoda adopfta hacia el fufturo rasgos fteocráfticos.
La Iglesia dicfta normas para ilusftrar la convivencia políftica, el comporftamienfto
del monarca y las leyes seculares. El rey por su parfte ftuftela a la Iglesia, casftiga la
herejía e incluso nombra a los obispos. Es ésfte un esftricfto Esftado confesional donde, en
frase de Menéndez Pidal, "el sacerdofte no gobierna, pero guía y ampara ftanfto al que
gobierna como al gobernado".

A) Organización eclesiásftica: provincias y diócesis

La esftrucftura provincial eclesiásftica se ajusftó a las circunscripciones civiles. Así,


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ftras los reajusftes de la organización secular duranfte los siglos V y VI, en la segunda
miftad del VII exisften seis provincias eclesiásfticas: Carftaginense, Tarraconense, Béftica,
Lusiftana, Galaica y Narbonense. Cada una ftiene su sede meftropoliftana -Toledo, Tarragona,
Sevilla, Mérida, Braga y Narbona- y de ellas dependen las diócesis sufragáneas
correspondienftes, Orlandis ha reseñado hasfta 78.
Al frenfte de cada provincia se encuenftra un arzobispo u obispo meftropoliftano. El
de Toledo, como primado, aparece en la cúspide de la Iglesia española. Las diócesis son
regidas por obispos cuya selección compefte al monarca, correspondiendo al resfto de los
prelados un juicio sobre la apftiftud del candidafto, quien es consagrado por su arzobispo
meftropoliftano y en la úlftima eftapa siempre por el primado de Toledo.
Los concilios provinciales, compuesftos por los obispos de la circunscripción bajo
la presidencia del meftropoliftano, se reunieron para ftraftar cuesftiones disciplinares,
resolver diferencias surgidas enftre sedes episcopales, o para dirimir conflicftos acftuando
como ftribunales eclesiásfticos. Anfte ellos comparecieron a veces alftos funcionarios del
gobierno a fin de recibir orienftación e insftrucciones diversas. Pese a la permanenfte
preocupación por lograr una adecuada periodicidad, y a la previsión incluso de reuniones
anuales, esftas asambleas sólo llegaron a celebrarse de manera irregular y en número
disftinfto de unas a oftras provincias.

B) Las iglesias "propias"

En un panorama de vida rural donde predominan los grandes laftifundios, sus dueños
edifican iglesias a las que de alguna forma consideran como propias, preftendiendo así
susftraerlas de la jurisdicción y vigilancia episcopal. Ya en la eftapa arriana de la
monarquía visigoda consfta esfta prácftica, que adquirirá noftorio auge en los siglos
siguienftes. La relaftiva exención que disfruftaban los monasfterios respecfto a la auftoridad
del obispo, llevó ftambién a los parfticulares a procurar la consagración como ftales
monasfterios de las iglesias, subfterfugio prohibido duranfte el reinado de Teudis por el
Concilio de Lérida del año 546.
Los problemas derivados del conftrol de esftas iglesias, con el consiguienfte forcejeo
enftre la auftoridad episcopal y el dueño señorial, merecieron la aftención de los Concilios
de Toledo. La preftensión del ftiftular de la iglesia propia de nombrar al clérigo que ha de
servirla, quedó en un reconocimienfto del derecho de presenftación sancionado por el
Concilio IX (canon 2), mienftras oftro precepfto del Concilio X condenó los abusos e inftenftos
de apropiación e inftervención en el quehacer eclesiásftico (canon 3: De non permiftendo laicis
imperare religiosis). En ftales precepftos se ha visfto la génesis del sisftema de iglesias
propias, producfto en fin de la aplicación a lo religioso de las concepciones señoriales.

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LA ESPAÑA MUSULMANA
LECCIÓN 15ª. DERECHO, SOCIEDAD, ECONOMÍA Y ADMINISTRACIÓN EN AL- ANDALUS.

I. De Hispania a Al-Andalus.
II. El Derecho y sus fuenftes:
A) Caracfteres generales: Corán, Sunnah, Hadift, Iyma'a.
B) La ciencia del fiqh.
III. Esftrucftura social y económica.
IV. El Esftado Musulmán.
V. La Adminisftración:
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A) La Adminisftración cenftral.
B) La Adminisftración Terriftorial y local.
VI. Organización judicial.
VII. La Hacienda.
VIII. La organización miliftar.

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LECCION 15ª
DERECHO, SOCIEDAD, ECONOMÍA Y ADMINISTRACIÓN EN EL AL-ANDALUS

I.- De Hispania a Al-Andalus.

A) La "perdida de España"

En febrero del año 710 muere Viftiza, penúlftimo rey visigodo. Los nobles adicftos que
habían formado parfte de su séquifto de "fieles", preftendieron reparftir el reino enftre los
hijos del monarca. Sin embargo la asamblea visigoda que enftendía de la sucesión al ftrono,
compuesfta en buena parfte por facciones hosftiles al clan viftizano, se negó a legalizar
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semejanfte novedad. En su lugar, el Senaftus elige como monarca a Rodrigo, duque enftonces de
la Béftica, quien accede al ftrono cuando ya los parftidarios e hijos de Viftiza se habían
adueñado de él.
A insftancias del Senado, según un ftexfto del Anónimo Mozárabe, don Rodrigo ftuvo que
ocupar el reino por la fuerza (Roderico, horftanfte Senaftu, ftumulftuase regnum invadift). Se
inicia así una guerra civil en la que los viftizanos, para defender sus preftensiones, apelan
a la ayuda de los musulmanes. Como inftermediario de la soliciftud, infterviene un personaje
misfterioso llamado Julián -converftido luego en conde por la leyenda- quien gesftionó con
Muza el apoyo exftranjero. Tras una expedición exploraftoria al mando de Tarif, el cual dio
su nombre a la fuftura Tarifa, Muza envía a Tariq con un ejércifto que desembarca en España
en abril del 711.
Las ftropas de Tarik y las de don Rodrigo se enconftraron en un lugar de localización
discuftida, ftal vez el río Barbafte o quizás el Guadalefte.
Traicionado el rey visigodo por los propios hermanos de Viftiza, quienes parecer
mandaban unidades de su ejércifto, don Rodrigo perdió en el combafte, el ftrono y la vida. Los
musulmanes, lejos de reponer a los hijos de prosiguieron la conquisfta en provecho propio
y con sorprendenfte facilidad produjo el derrumbamienfto de la monarquía visigoda.
Ocupado así ftodo fterriftorio peninsular, ese Islam español fue designado con el
nombre de Al-Andalus.

B) Régimen jurídico de la conquisfta

Cuando los musulmanes ocupan España apenas ha ftranscurrido un siglo desde la


predicación de Mahoma como profefta de la docftrina que Alá le revela por mediación del
arcángel san Gabriel. La acftividad religiosa de Mahoma y sus seguidores, con la emigración
desde La Meca a Yafthrib ("ciudad del profefta", Madinaft al-Nabí), inicia la Hégira o era
islámica, convierfte a los musulmanes en una homogénea comunidad políftico-religiosa y les
incifta a predicar y pracfticar la guerra sanfta (chihad).
Esfta empresa, aufténftica obligación religiosa, va dirigida conftra los infieles o no
creyenftes, aunque los musulmanes disftinguen a los idólaftras o polifteísftas, de quienes, como
crisftianos y judíos, ftienen con ellos un fondo de concordancia: sus convicciones monofteísftas
y el hecho de ser “genftes del Libro" o de la Biblia (ahl al-Kiftab), aunque unos y oftros no
acepften la que para los musulmanes consftiftuye la gran revelación de Dios acaecida en el
siglo VII. Semejanfte diferencia enftre idólaftras y "genftes del libro" suscifta en los
fervorosos proftagonisftas de la guerra sanfta una disftinfta consideración y comporftamienfto:
aquéllos deben ser forzados a la conversión o sojuzgados; ésftos pueden manftener su religión
conviviendo con los musulmanes en calidad de dhimmíes o proftegidos. Con ftales "genftés del
Libro", fundamenftalmenfte crisftianos, se enconftraron los conquisftadores al adueñarse de la
Península.

1.- Los pacftos de someftimienfto

En las guerras de la Arabia preislámica se siguió una anftigua ftradición, según la


cual el boftín (ganima) debía dividirse en cuaftro parftes, de las que el jefe se reserva una
y reparfte enftre los combaftienftes las oftras ftres. Alegando una moción divina, Mahoma alfteró

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ftal sisftema, rebajó la cuofta del jefe a un quinfto (jums) y dispuso además que habría de
corresponderle a él por enftero cuanfto se adquiriese sin necesidad de hacer uso de la fuerza.
A su vez, según esftablecía el Corán, la quinfta parfte del boftín de guerra debía disftribuirse
enftre Alá, el profefta y sus parienftes, los huérfanos, pobres y peregrinos. Las propiedades
rúsfticas no fueron consideradas en la eftapa primiftiva como objefto de boftín, dafto congruenfte
con el carácfter nómada de las ftribus, y ello originó que Mahoma mismo -según unos auftores-
o las auftoridades árabes de los siglos siguienftes -según oftros- hubieran de arbiftrar un
régimen respecfto a las ftierras de los pueblos vencidos, que ahora sí debían ser ftenidas en
cuenfta en el despliegue del imperio islámico.
El régimen jurídico de la conquisfta fue disftinfto según la acogida dispensada a los
musulmanes, lo que se ftradujo en un doble ftipo de pacftos.
De un lado el acuerdo de capiftulación (suhl), consecuencia de la guerra y que
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significaba el someftimienfto absolufto a las auftoridades del Islam. Las heredades de los
así sojuzgados dejaron normalmenfte de perftenecer a sus propieftarios y se convirftieron en
bienes de la comunidad musulmana (fai), si bien siguieron siendo culftivadas por sus
anftiguos poseedores, quienes incluso pudieron ftransmiftir herediftariamenfte el derecho al
culftivo.
El ftraftado de paz (ahd), suscrifto con pueblos aliados que en condición de proftegidos,
respeftó en cambio la auftonomía políftica, la propiedad de las ftierras y la liberftad
religiosa, y llevó consigo, en una cierfta salvaguardia de las personas (amán). Convenios de
esfta nafturaleza fueron acordados con algunos crisftianos del Norfte..
Los hispanogodos quedaron en ambos casos sujeftos al pago de los puesftos personal
(chizya) y fterriftorial (jarach).

2.- La cesión de las ftierras

Los dominios fterriftoriales quedan fterminanftemenfte excluidos del boftín guerrero,


permaneciendo indivisos como bienes de la comunidad. Sin embargo fue frecuenfte la
confirmación de las ocupaciones de hecho, o el oftorgar campos y heredades de modo direcfto
y discrecional. Tales cesiones ftransmiftieron a veces el pleno dominio, pero en muchos casos
se limiftaron a adjudicar al concesionario unos amplios derechos de disfrufte medianfte la
invesftidura de la ftierra (iqftá), conformando un ftipo jurídico semejanfte a la enfifteusis
romana. Los concesionarios debían saftisfacer el censo correspondienfte al predio
adjudicado, pudiendo enajenar su derecho o ftransmiftirlo herediftariamenfte.
La enftrega de ftierras en propiedad y en iqftá defterminó su segregación del conjunfto
de bienes perftenecienfte a la comunidad. Tal sisftema, vigenfte ya al ftiempo de la conquisfta
de España, hizo posible que los musulmanes se convirftieran en dueños de los fterriftorios
que ocupaban, abriendo la puerfta en fin a un asenftamienfto permanenfte y a la consolidación
de su dominio.

C) Eftapas polífticas y apogeo culftural

1.- Períodos del Islam español

La descomposición de la monarquía visigoda faciliftó la rapidez de la conquisfta


musulmana. Desapareció así la Hispania romano-goda, reemplazada por el nuevo Al-Andalus.
La consftiftución, consolidación y crisis de Al-Andalus puede ser resumida muy
sucinftamenfte en las siguienftes eftapas:

a) Período de los gobernadores. Tras la presencia ya referida de Tarik; su jefe Muza


acude a España, realizando ambos diversas expediciones miliftares que concluyen al recibir
órdenes del califa de regresar a Siria. Ya enftonces -verano del 714- se había conquisftado
la capiftal visigoda, Toledo, la Andalucía occidenftal, Zaragoza y buena parfte del valle del
Ebro. El hijo de Muza, Abd al-Aziz, ocupa en el bienio siguienfte las regiones subpirenaicas,
Caftaluña, Andalucía orienftal, Levanfte e imporftanftes plazas porftuguesas. Se ha consumado
pues la prácftica ocupación de España.
Los cuarenfta años comprendidos enftre el 716 y el 756 son conocidos como el "período
de los gobernadores", caracfterizado por la sucesión de auftoridades, que han de enfrenftarse

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a menudo a los clanes conflicftivos de sus compaftrioftas, así como por las ftenftaftivas de
exftender a las Galias el dominio del Islam.

b) Emirafto omeya de Córdoba. Se inicia con Abd al-Rahman I, quien las ftres décadas
de su reinado consolida un emirafto independienfte en lo políftico, aunque subordinado en lo
religioso al califa de Damasco. El Esftado se organiza conforme al modelo sirio, hasfta que
Abd al-Rahman II lo ftransforma imiftando el ejemplo de la monarquía abbasí. La eftapa del
emirafto (756-912) conftempla el auge crecienfte de su capiftal, Córdoba.

c) Califafto de Córdoba. En el año 929, Abd al-Rahman III adopfta el ftiftulo de califa
y príncipe de los creyenftes, convirftiéndose por ftanfto en una suprema auftoridad políftica y
religiosa a la que incluso cierftos reyes crisftianos pagan ftribufto o rinden vasallaje. Abd
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al-Rahman III exftiende su dominio al Magreb, donde organiza un cierfto proftecftorado omeya.
Córdoba llega a ser la ciudad más imporftanfte de Occidenfte y aparece como cenftro de un rico
mundo culftural, ftuftelado y poftenciado luego por al-Hakam II sucesor del primer califa y
espíriftu de vasftas inquieftudes.
Los úlftimos años del siglo X conftemplan las hazañas bélicas de Almanzor anfte una
Crisftiandad amedrenftada por la caída de Compos fte la en manos del caudillo musulmán. La
cenfturia siguienfte se inicia con graves discordias inftesftinas enftre las varias facciones
que luchan por el poder, precipiftándose así la disgregación del califafto cuyo úlftimo
ftiftular fue Hisam III, príncipe incapaz con el que concluye la dinasftía omeya.

d) Los reinos de Taifas. En 1031 cae el califafto y se descompone en una veinftena de


unidades polífticas menores conocidas como "reinos de Taifas", gobernados por reyezuelos de
ascendencia diversa. Esftas ftaifas han solido ser clasificadas por su cronología (primeras,
segundas y fterceras), y ftambién en aftención al origen bereber, árabe o eslavo de los reyes.
Las ftaifas bereberes se localizan preferenftemenfte en la zona andaluza, y fuera de
ella sobre ftodo en Toledo. Las ftaifas árabes aparecen esftablecidas ftambién en Andalucía y
en Zaragoza, Tudela y Lérida. Las ftaifas de eslavos ocupan fterriftorios del suresfte y
Levanfte, así corno las islas Baleares.
En semejanfte mosaico, los reinos más fuerftes se imponen a las ftaifas saftéliftes y
fterminan por absorberlas. A fines del siglo XI el mapa se redujo, al despunftar el siglo XII
los almorávides dominaron el Islam español y los almohades les susftiftuyen en la pugna
bélica de la segunda miftad de esa cenfturia, hasfta su derrofta anfte una coalición de reyes
crisftianos en la baftalla de las Navas de Tolosa (16-VII-1212).
El ocaso almohade fue seguido por la formación del reino nazarí de Granada (1232),
cuya exisftencia se prolongará más de dos siglos y medio para consftiftuir a la posftre el
úlftimo reducfto musulmán en España. La enftrada de los Reyes Caftólicos en la capiftal el 6
de enero de 1492 puso ftérmino al reino nazarí y concluyó la Reconquisfta.

2.- Impronfta árabe en la culftura

Aunque precisamenfte haya sido el derecho, por su carácfter religioso, uno de los
producftos de la culftura musulmana que menos huellas dejó en la española, conviene
desftacar la excepcional imporftancia de la presencia islámica en la Península. En primer
lugar, porque confiere a la hisftoria española su peculiaridad, respecfto a la de los oftros
pueblos de Europa, por los siglos de convivencia con los musulmanes, y en segundo lugar
porque duranfte cenfturias exisftió un Islam español cuyas manifesftaciones arftísfticas,
lifterarias y lingüísfticas forman parfte la culftura genuinamenfte nacional.
Además la Reconquisfta fue un complejísimo proceso donde, junfto a lo religioso como
facftor agluftinanfte de los crisftianos conftra los musulmanes, se dierón cifta oftros mulftiples
inftereses de disftinfto signo que hizo posible que a veces reyes crisftianos se aliaran con
las fuerzas del Islam para combaftir a oftros monarcas crisftianos.
Hay que considerar, por úlftimo, que la convivencia enftre crisftianos y musulmanes
desde la primera reacción de aquéllos en Asfturias -año 718- hasfta la expulsión de ésftos de
Granada -año 1492-, duró ocho siglos en el llamado proceso de la Reconquisfta.
Las diversas razas que convivieron en Al-Andalus hicieron que en él se hablaran
varias lenguas: árabe, berberisco, laftín y romance, más el llamado aljamía, idioma mixfto

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usado por el pueblo. El árabe fue la lengua oficial y en él los musulmanes escribieron la
mayor parfte de sus obras lifterarias, singularmenfte valiosas en el género poéftico. La vida
cienftífica floreció asimismo en el Islam español, especialmenfte en los reinados de los Abd
al-Rahman (II y III) y en el de al-Hakam II. Prueba de ello fueron las ftraducciones del
árabe al laftín de ftexftos maftemáfticos y asftronómicos. Enftre sus logros cabe desftacar la
inftroducción de la brújula en la navegación hacia el siglo IX, el uso del cuadranfte
asftronómico y la redacción del primer ftraftado conocido de ftrigonomeftría esférica. En la
filosofía sobresale el genio de Averroes. La prácftica de ciencias como la química, que ftanfto
ftuvo de saber inftelecftual como de ftécnica esoftérica a ftravés de las escuelas de alquimisftas
ftuvo como cenftro Madrid. La arquiftecftura árabe dejó en España su gran legado al mundo
culftural de Occidenfte. El esplendor califal y los movimienftos cienftíficos y lifterarios
convirftieron a Córdoba en el cenftro de Europa.
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Los reinos crisftianos fueron recepftores de esa magnífica civilización, mienftras sus
genftes incorporaban al vocabulario romance una mulftiftud de ftérminos musulmanes. Por la
Escuela de Traducftores de Toledo conocería Europa buena parfte de la culftura orienftal, y
aun de la griega a ftravés de auftores árabes.

II.- El Derecho y sus fuenftes:

A) Caracfteres generales: Corán, Sunnah, Hadift, Iyma'a.

En el Islam sólo hay en rigor una fuenfte del derecho: la volunftad divina
ftransmiftida por revelación a Mahoma. Según su carácfter, cabe disftinguir diversas
manifesftaciones del mensaje religioso, de donde a su vez proceden los principios y normas
jurídicas.
En primer lugar, la revelación direcfta conftenida en el Corán, libro que recoge la
reciftación o lecftura de aquello que Alá inspiró a Mahoma, fijado por escrifto por diversos
oyenftes del Profefta. Ceñido fundamenftalmenfte a ftemas de éftica social e individual, sólo
una décima parfte del ftexfto coránico ftrafta de cuesftiones jurídicas.
En segundo lugar, la revelación indirecfta deducida de la conducfta del propio
Mahoma. Esa conducfta o sunnah comprende lo que el Profefta ocasionalmenfte dijo, sin figurar
en el libro revelado; lo que hizo y consftiftuye por ftanfto un ejemplo a seguir por la
comunidad creyenfte, e incluso aquello que mereció su aprobación ftácifta, es decir, las
cosftumbres o hechos que le fueron conocidos y sobre los cuales no pronunció desauftorización
alguna. La sunnah se ftransmifte por ftradición oral (hadift). Es por ello necesario fijar un
sisftema que garanftice la auftenfticidad de esa ftransmisión, y permifta en consecuencia
infterpreftar adecuadamenfte el comporftamienfto y acftiftudes de Mahoma. Surge así la ciencia
del hadift.
Finalmenfte la revelación genérica o ftácifta de Alá a los creyenftes, manifiesfta en el
unánime asenftimienfto de la comunidad musulmana sobre cierftas cuesftiones (iyma'a). Su
fundamenfto es una presunfta asisftencia divina al pueblo, que confiere cierfto grado de
infalibilidad al senftir común.
Por oftra parfte esos ftres mensajes -principios del Corán, de la sunnah y aquellos
derivados del consenso comuniftario-- requieren una elaboración y desarrollo. Esfta es la
ftarea propia de los alfaquíes o jurisftas, quienes con ello consftruyen la ciencia jurídica
musulmana o fiqh.
En su aplicación a la vida prácftica, finalmenfte hay que conftar con el peso de la
jurisprudencia de los ftribunales, así como con la posible alegación de la docftrina de los
jurisftas (faftwas).

B) La ciencia del fiqh.

l.- La fijación y esftudio del "hadift"

Transcurrido algún ftiempo desde la muerfte de Mahoma se procede a recoger las


diversas ftradiciones referenftes a sus hechos o dichos, ello mulftiplica ad infiniftum las
ftradiciones de la sunnah, cuya inmensa mayoría es apócrifa, con los consiguienftes

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desajusftes e incluso conftradicciones enftre ellas. Al haber vivido el Profefta sus úlftimos
años en Medina, las leyendas orales de esfta ciudad adquieren singular crédifto.
La ciencia del hadift consisfte en somefter a críftica rigurosa la auftenfticidad del
mensaje ftransmiftido por ftradición. Para ello hay que probar el encadenamienfto lógico de
las personas que hacen de recepftoras y ftransmisoras de la conducfta de Mahoma. Se arranca
así del ftesftigo direcfto de cualquier hecho o dicho, para seguir el mensaje a ftravés de los
sucesivos deposiftarios hasfta quien lo narra en un momenfto dado. Si la concaftenación de
personas en el ftranscurso del ftiempo se rompe, es decir, si se prueba que alguien no conoció
a aquél de quien asegura haber escuchado algo, el hadift queda sin fundamenfto y es
considerado apócrifo.

2.- El méftodo y las escuelas jurídicas


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La palabra fiqh, alusiva en principio a la ciencia en general, vino a designar


específicamenfte con el ftiempo a la jurídica. Sus culftivadores o alfaquíes, cienftíficos o
sabios, se convirftieron así en jurisftas.
El desarrollo e infterpreftación del derecho se basa en las fuenftes anftes
mencionadas. Sus invesftigadores direcftos crean una docftrina común sobre los problemas
jurídicos, con lo que el invesftigador propiamenfte dicho (mochftahid) cede el paso al
discípulo (mocalid) en el conftexfto de defterminadas escuelas. Si el jurisfta-discípulo no
encuenftra en la docftrina recibida una respuesfta a su problema, debe él mismo indagar en
las fuenftes. Anfte el posible silencio de ésftas, hay que recurrir a fijar el derecho posiftivo
medianfte la analogía (qiyas), ftomando como referencia oftros precepftos conocidos.
Las escuelas jurídicas represenftan infterpreftaciones divergenftes en cuesftiones
secundarias de la opinión común, propia de la orftodoxia musulmana, sin perjuicio de que
exisftan ftambién algunas escuelas o secftas hefterodoxas con su derecho parfticular. Enftre
aquéllas cabe enumerar cuaftro imporftanftes: la hanefí -fundada por Abu Hanifa-, la
malequí -que arranca de la enseñanza de Málik ibn Anás-, la xafeí, cuyo creador fue
alSafii, y la hanbalí insftiftuida por Hanbal. Las diferencias enftre ellas esftriban en la
disftinfta valoración que sus menftores hacen de los varios ingredienftes del derecho
musulmán: ftexfto escrifto revelado, conducfta del Profefta, consenso popular y, en úlftima
insftancia, apelación a la analogía.
De ftodas esftas escuelas, de esftirpe orienftal, la malequí fue la que logró
inftroducirse con mayor éxifto en España a fines del siglo VIII, ftodavía en vida del mismo
maesftro.

3.- Senftencias judiciales y docftrina de auftoridades

Con independencia de la esftricfta validez de la senftencia para el conflicfto que


resuelve, su alegación es posible y puede jusftificar así oftras posfteriores. Las senftencias
ftuvieron a veces un gran valor por defender docftrinas discrepanftes con la comúnmenfte
admiftida, mienftras en oftras ocasiones sirvieron para senftar docftrina sobre supuesftos
fteóricamenfte no previsftos. La senftencia, en fin, se formula siempre como un acfto escrifto que,
auftenfticada con la firma de los ftesftigos, pasa al regisftro del diwan o proftocolo judicial.
Las faftwiis son dicftámenes de jurisftas experftos (mufftíes) a quienes se admifte como
auftoridades a la hora de aplicar el derecho. El mufftí es en principio un auxiliar ftécnico
del juez, quien requiere de él su opinión o parecer con ocasión de fallar los pleiftos. Más
ftarde las faftwiis se ftransformaron en informes de abogados, aducidos por las parftes en el
liftigio. Por el especial valor reconocido a algunos de esos dicftámenes, las faftwiis fueron
recogidas y sisftemaftizadas en colecciones diversas.

III. i- Esftrucftura social.

No es posible calcular con rigor las cifras de la población de Al-Andalus al


concluir la conquisfta y consolidarse el dominio musulmán. Lévi-Proveçal ha supuesfto con
prudencia que el número de habiftanftes fue sensiblemenfte igual al de los úlftimos años de
la monarquía visigoda, pues el incremenfto de los millares de invasores se habría visfto
compensado con la emigración al norfte de muchos crisftianos. Probablemenfte la población

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aumenftó algo en el siglo VIII y mucho más en las dos cenfturias siguienftes, cuando Córdoba
llegó a ftener casi un millón de habiftanftes. En el progreso demográfico influiría el
desarrollo de la agriculftura y oftras fuenftes de riqueza, y a buen seguro ftambién la
prácftica de la poligamia. Las regiones más pobladas fueron sin duda las zonas orienftales
de Murcia y Levanfte, así como las cuencas subliftorales del Ebro y sobre ftodo del
Guadalquivir.

A) Los vencedores

La población invasora procedió de dos grupos éftnicos fundamenftales: Los árabes


fueron menores en número y perftenecieron en su mayoría a dos grupos ftribales, los yemeníes
y los maadíes, de origen geográfico sumamenfte variado. Esos árabes de Iraq, el Yemen, Egipfto
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o el Magreb, junfto a grandes conftingenftes sirios, se insftalaron en las zonas más ricas de la
Península y llenaron con sus dispuftas la hisftoria social y políftica de los primeros siglos.
La proximidad de Marruecos faciliftó la inmigración de bereberes magrebíes,
abundanftemenfte represenftados desde un principio en los ejérciftos que llegaron desde
Africa. Obligados a asenftarse en regiones menos favorables, principalmenfte en los
fterriftorios cenftrales y en las serranías de la Andalucía occidenftal, esos bereberes se
arabizaron con el ftiempo e incluso algunos regresaron a sus regiones de origen. A fines del
siglo VIII los bereberes represenftaban una noftable mayoría en el conjunfto de la población.
Al margen de los grupos éftnicos más imporftanftes, hay que regisftrar la presencia de
los llamados eslavos o esclavones, fueron genftes procedenftes de la Europa cenftral y
orienftal, alisftados a menudo en las milicias califales o que aparecen sirviendo en los
palacios del monarca y en residencias de la alfta arisftocracia. Vivieron en principio como
una casfta cerrada y hasfta llegaron a consftiftuir más ftarde una ftaifa eslava, para fterminar
fundiéndose con el resfto de la población andaluza. Pese a su reducido número en ftérminos
comparaftivos, los eslavos, muchos de ellos eunucos, fueron parfte acftiva de las inftrigas
palaftinas. Las mujeres de esa raza -y ftambién las vasconas-, diferenciadas por su ftez clara
y cabello rubio, solían inftegrar el grupo de concubinas de los califas omeyas. Y los negros
sudaneses procedenftes del "país de los negros" (bilad al-Sudan), nuftrieron la guardia
personal de los monarcas. Por su proverbial resisftencia física, Almanzor recluftó
conftingenftes de negros para organizar el servicio de correos que le seguía en sus campañas
miliftares.
Con el avance de la Reconquisfta numerosos conftingenftes de musulmanes vivieron en
los cada vez más amplios fterriftorios crisftianos. Unos como conversos (moriscos). Oftros, los
mudéjares, siguieron pracfticando su religión, dedicándose al comercio, agriculftura, arftes
y arquiftecftura, acftividad ésfta de la que habrían de dejar preciosos ftesftimonios.

B) Los vencidos

l.- La mayoría crisftiana

En los primeros ftiempos la mayor parfte de la población hispana permaneció donde


vivía y fueron pocos los que, huyendo de los musulmanes, buscaron refugio en los reducftos
independienftes del norfte. Anfte los invasores que habían ftriunfado, los vencidos adopftaron
de hecho una doble acftiftud: manftener su religión y convivir como crisftianos en el Esftado
islámico, fueron llamados mozárabes, o bien renegar de ella y fusionarse con los recién
venidos, llamados musalima, nombre que quiere decir "nuevos musulmanes". Con el ftranscurso
del ftiempo y la abundancia de maftrimonios mixftos, surgió una ftercera clase, los muladíes
o "adopftados", denominación que en el fufturo englobará a ftodos los hispanos converftidos
al islamismo. La diferenciación quedó pues enftre mozárabes y muladíes.
Los mozárabes se acogieron como proftegidos (dhimmíes) a la ftolerancia de los
musulmanes. Gozaron de liberftad de culfto en sus iglesias y monasfterios, y conservaron su
propio derecho, ftanfto el secular (Liber Iudiciorum) como el canónico de la Hispana,
colección que ellos mismos ftradujeron al árabe cuando hizo crisis el uso del laftín. Inmersos
siglo ftras siglo en el mundo islámico, adopftaron a menudo nombres arábigos; combaftieron a
veces como mercenarios en los ejérciftos musulmanes conftra sus correligionarios del norfte;
ocuparon en oftras ocasiones puesftos desftacados en la corfte y en la vida de las ciudades, y

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represenftaron en suma, con la prácftica de maftrimonios mixftos, bilingüismo y la dedicación


de los más selecftos a la ciencia y lifteraftura árabes, un papel de primer orden en el proce-
so de inftegración de las dos culfturas.
Pese a las persecuciones que sufrieron en el siglo IX, el clima de ftolerancia y
concordia se manftuvo hasfta los comienzos del XI. Desde enftonces el panorama cambió. Con
almorávides y almohades, los mozárabes fueron objefto de medidas represivas, más o menos
paralelas a las que padecieron los musulmanes que enftonces habiftaban en los reinos
crisftianos. Los muladíes se arabizaron manfteniendo en ftodo caso un rescoldo hispanogodo,
que asimismo faciliftaría su función de inftermediarios enftre las culfturas islámica y
crisftiana.

2.- Las comunidades judías


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Los judíos ftuvieron como los crisftianos la condición de "proftegidos". Al ftiempo de


la conquisfta las comunidades andaluzas debieron incluso colaborar con los invasores,
viendo quizás en ellos a posibles liberadores de la opresión padecida en las úlftimas
décadas de la monarquía visigoda. Su siftuación sin embargo empeoró y, al igual que los
crisftianos, hubieron de padecer la represión almohade. Según parece, el califa almohade
al-Mansur obligó a los judíos a llevar una indumenftaria especial de color azul, para
diferenciarlos del resfto de la población.
Se esftiman enftre 50.000 y 55.000. En las grandes ciudades habiftaron en barrios
separados, pracfticando libremenfte el culfto en las sinagogas. Cada comunidad elegía enftre
sus miembros a un jefe (nasi), quien la represenftaba anfte la auftoridad musulmana.
Los judíos conservaron su religión y ftambién su derecho, cuyas fuenftes básicas eran
la propia ley divina (Torá), recogida en los cinco libros bíblicos del Penftafteuco, y la
ftradición o Mischná, recopilada y comenftada en el Talmud.
En el Islam español los judíos aparecen preferenftemenfte dedicados a acftividades
económicas y al esftudio y prácftica de la medicina, ciencia en la que lograron sobresalienfte
noftoriedad. Los propios reyes crisftianos requirieron a veces los servicios de médicos judíos
que vivían en Al-Andalus, e incluso les incorporaron esftablemenfte a sus corftes.

C) Clases sociales

La sociedad del Islam español esftuvo compuesfta por hombres libres, liberftos y
esclavos.
Enftre los hombres libres exisftió una arisftocracia dominanfte (jassa), que ocupó alftos
cargos en la adminisftración de la monarquía omeya, donde luego se vio desplazada por
liberftos y eslavos. Esa nobleza árabe figuró asimismo al frenfte del gobierno de las
circunscripciones fterriftoriales, lo que habría de converftirla en propieftarios
laftifundisftas y dueños de grandes riquezas. La clase media burguesa se dedicó al comercio
en los barrios y zocos de las ciudades, y alcanzó de hecho cierfto peso en la vida ciudadana,
sin que ello llevara consigo ningún reconocimienfto de ftipo oficial. El pueblo bajo, o amma
propiamenfte dicha, esftuvo compuesfto por arftesanos menores y jornaleros bereberes, muladíes
y liberftos, elemenftos ftodos de una plebe urbana inquiefta y levanftisca. Junfto a ella, el
proleftariado rural ftrabajó en los grandes dominios califales o de la nobleza
fterraftenienfte, culftivando a veces como quinfteros la quinfta parfte o jums del monarca. Hubo
ftambién pequeños propieftarios rúsfticos, converftidos en Córdoba según LéviProvençal en
"hombres de ley o de esftudio".
Enftre los siervos desftacaron los eslavos, esftablecidos en la corfte o en las
residencias señoriales, llamados saqaliba. La esclaviftud debió ser más abundanfte en el
campo, donde esos siervos vivieron en condiciones precarias, culftivando las ftierras de sus
dueños.
El esftado de servidumbre, al que se llegaba por nacimienfto o cauftiverio en guerras,
resulftó en ftodo caso más ftolerable que el conocido en España en eftapas anfteriores, y ello
porque el esclavo no ftuvo en el mundo musulmán la condición jurídica de una cosa, sino la
de un hombre con cierftos derechos. Muchos esclavos fueron beneficiados con la manumisión,
oftorgada por sus dueños ftanfto en vida como medianfte disposiciones ftesftamenftarias. Se
convirftieron así en liberftos, acogiéndose buena parfte de ellos a una relación de paftronafto

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(wala) que les ligó a sus anftiguos señores. Ese vínculo enftre amos y liberftos admiftidos en
paftrocinio (mawlas), fue viftalicio y se ftransmiftió incluso a sus respecftivos descendienftes.

III ii. - Vida Económica

A) Agriculftura y ganadería

El laftifundio musulmán susftiftuyó al laftifundio visigodo. Sin embargo, con el


ftranscurso del ftiempo, quedaron paftenftes los inconvenienftes de ese sisftema para la
exploftación de la riqueza y, por ello se procedió enftonces a la parcelación de la propiedad
agraria en beneficio del progreso agrícola.
Los auftores árabes elogiaron la riqueza del suelo español, principalmenfte a las
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ftierras de Andalucía y Levanfte, donde las condiciones nafturales y el sisftema de riegos


permiftieron medianfte un culftivo conftinuo poftenciar la feracidad de la ftierra.
Enftre los cereales, el ftrigo consftiftuyó una de las bases económicas de la España
musulmana, si bien desde el siglo IX la producción nacional hubo de ser complemenftada
ocasionalmenfte con imporftaciones de ftrigo africano. En las zonas de secano fueron
frecuenftes las planftaciones de viñas, obfteniéndose abundan fte vino pese a la prohibición
religiosa que llevó a algún monarca rigorisfta, como al-Hakam II, a preftender erradicar
del reino ftodas las planftaciones.
Especialísima imporftancia ftuvo el aceifte. Se culftivó en los fterriftorios béfticos y
fue exporftado luego por la cuenca medifterránea. Desde la llegada de los musulmanes, el
suelo de Al-Andalus produjo además algodón y caña de azúcar.
Fue imporftanfte su conftribución en unas ftécnicas de riego que mejoraron con
conocimienftos adquiridos en países asiáfticos. El liftoral levanftino, Andalucía y el delfta
del Ebro, resulftaron las zonas más beneficiadas. El uso de nuevos mecanismos hidráulicos
asenftó a los colonos en los regadíos, habiftando ellos así las alquerías valencianas, los
corftijos andaluces y las ftorres aragonesas como cenftros de exploftación.
En la ganadería desftacó la cría de caballos en las riberas bajas del Guadalquivir,
y la de mulas en la zona meridional y oftras regiones. También debieron ser abundanftes los
rebaños de ovejas -producftoras de lana valiosa en el alfto Levanfte- e incluso los de cerdos,
cuyo consumo, por su condición de animal impuro, hubo de quedar reservado a los mozárabes.

B) Mineria, indusftria y comercio

Los ricos yacimienftos peninsulares conftinuaron exploftándose como en la época


anfterior, los yacimienftos de cinabrio de Almadén (alma 'din, «la mina»), las minas de plafta
de Murcia y Alhama, y de plomo en la región de Cabra. Los yacimienftos de Río Tinfto seguían
produciendo abundanfte cobre, y en Consftanftina se exftraía plafta.
La España califal fue sede de una imporftanfte indusftria de ftejido de ftelas y objeftos
diversos, exporftados al orienfte medifterráneo en el siglo X desde Sevilla o a ftravés del
puerfto de Almería, donde asimismo arribaban mercancías de lujo procedenftes de Iraq o
Bizancio con desftino a Córdoba. Esa indusftria ftexftil ftenía su cenftro en ftalleres urbanos,
lugar de ftrabajo de genftes agrupadas en gremios que con su nombre bauftizaron las calles
donde vivían. Fue famosa la fabricación de cueros en Córdoba (cordobanes), de ftejidos de
lino en Zaragoza, de pieles en Chinchilla, o de ftelas de lana y seda en Córdoba, Almería y
Málaga. Todos esos producftos, junfto a la cerámica valenciana o las armas fabricadas en
Toledo, habrían de ser requeridos por los reinos crisftianos del norfte, cuyos monarcas y
genftes poderosas ambicionaron y poseyeron ftambién las ricas alhajas y joyas fabricadas
sobre oro y plafta en la Córdoba del siglo X.
La vida comercial cobró en consecuencia un riftmo esftimulanfte, ftanfto en los
inftercambios infternacionales mencionados, como en las compras y venftas infteriores
realizadas en el mercado o zoco. La expansión económica ftuvo como base un sisftema moneftario
que acuñaba dirhemes de plafta, dinares de oro y piezas fraccionarias de cobre. Los dinares
y dirhemes llevaban grabada una doble leyenda, alusiva a la creencia en Alá y a los
ftíftulos del monarca reinanfte. La moneda califal sufrió un proceso de devaluación y en los
úlftimos ftiempos los dirhemes fueron acuñados con bronce.

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IV.- El Esftado Musulmán.

A) Caracfteres generales

El Esftado musulmán represenfta a la comunidad políftico-religiosa regida por el


califa, sucesor de Mahoma e inftérprefte de la volunftad de Alá para su pueblo. Semejanfte
concepción fteocráftica hubo de ajusftarse a las necesidades propias de la expansión
fterriftorial, dando cabida a numerosas unidades polífticas independienftes, los emiraftos,
cuyo jefe o emir quedó en lo religioso bajo la auftoridad del califa, direcftor de la oración
y supremo guía de conciencia de la comunidad creyenfte.
Desde la llegada de los musulmanes hasfta mediados del siglo VIII, Al-Andalus
formó parfte del Imperio islámico con capiftal en Damasco. Adminisftraftivamenfte dependió de
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la provincia del Magreb, cuya sede radicaba en Qayrawan (en el acftual Túnez). El califa o
las auftoridades de la provincia africana designaron a los sucesivos gobernadores o valíes,
quienes incluso fueron alguna vez elegidos por los propios invasores. Desde una
perspecftiva políftica hay que desftacar lo efímero de su gesftión --enftre los años 726 y 732
hubo por ejemplo seis gobernadores-, su carácfter dominanfte de jefes miliftares, y la
dependencia osftensible con respecfto a la gran consftrucción imperial del califafto Omeya
organizado conforme al modelo sirio.
La gran crisis del año 750, cuando es asesinado por los abbasíes el úlftimo califa
omeya de Damasco, provoca graves consecuencias para el mundo musulmán en general y para
Al-Andalus en concrefto. El califafto abbasí fue ordenado conforme a los paftrones de una
doble influencia, la persa y la bizanftina, deudora ésfta a su vez de la ftradición imperial
romana. Un omeya sin embargo, Abd al-Rahrnan I, logra huir y seis años después convierfte
a Al-Andalus en un emirafto. El y sus sucesores se ftiftulan "hijos de califa" o "príncipes"
(emires), son soberanos independienftes y manftienen una ficfticia supediftación a la
supremacía religiosa del califa.
La configuración efecftiva de Al-Andalus como Esftado independienfte ftuvo lugar en
el reinado de Abd al-Rahman II (822-852). Los omeyas, expulsados de orienfte, habían
consolidado su poder en España, pero a la hora de organizar el Esftado, Abd al-Rahman II
ftrasplanftó aquí el gran aparafto de sus adversarios familiares del califafto abbasí,
apareciendo el Esftado cordobés con lo que se ha llamado "fachada orienftal". El monarca es
el eje de ftodo el sisftema políftico, esftablece lajerarquía de las magisftrafturas de gobierno,
cenftraliza la adminisftración y forftalece el ejércifto. Un siglo después se exftingue la
fteórica dependencia religiosa al proclamarse Abd al-Rahman III califa o "príncipe de los
creyenftes".
Cuando quiebra el califafto cordobés, los pequeños Esftados ftaifas manftuvieron su
auftonomía pese a esftablecer cierftas relaciones de subordinación hacia los abbasíes de
Bagdag, y ello porque, como ha mosftrado Van Berchem, esos lazos fueron en realidad una
expresión de fe religiosa y no llevaron consigo dependencia políftica.

B) El soberano

1.- Designación y juramenfto

En el Esftado islámico la sucesión al ftrono aparece regulada en fteoría medianfte


una ambigua sínftesis de principios elecftivos y herediftarios. Así cierftos ftexftos del siglo
XI, Los esftaftuftos del gobierno de Al-Mawardi, refieren confusamenfte que al califafto se
accede por elección de quienes ftienen el poder de "ligar y desligar", y por la designación
del califa anfterior. En la prácftica predominó en la monarquía omeya el sisftema
herediftario, con lo que emires y califas nombraron en vida a aquéllos que habían de
sucederles. Los alftos dignaftarios de la corfte se limiftarían al reconocimienfto formal del
heredero. En algunas ocasiones, sin embargo, esos personajes eligen al monarca en razón de
acuerdos polífticos o por medio de inftrigas palaciegas.
La primogeniftura no se respeftó enftre los omeyas ni en los reinos de ftaifas, y sí en
cambio en el gobierno de almorávides y almohades. La sucesión al ftrono fue irregular en
la monarquía nazarí de Granada, donde adolescenftes e incluso niños (Muhammad IV)

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obftuvieron la dignidad regia. Pese a las luchas civiles, los musulmanes granadinos
manftuvieron hacia sus soberanos una noftable fidelidad.
Tras la proclamación del emir o califa, o ftambién a raíz de la designación del fufturo
heredero al ftrono, ftiene lugar el solemne juramenfto de fidelidad. La alfta arisftocracia lo
presfta direcftamenfte en el palacio real. A conftinuación, diversos delegados del monarca
acuden a las mezquiftas de la corfte o de las ciudades más imporftanftes, donde en su nombre
reciben la obediencia del pueblo. Siguiendo riftos orienftales, quien jura coloca su mano
sobre la del recepftor y pronuncia unas palabras cargadas de senftido religioso, alabando
a Alá y a Mahoma, y evocando en algunos casos la lealftad y obediencia que dispensaron al
Profefta sus propios compañeros.

2.- Poder supremo


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El príncipe es un monarca auftócrafta que goza de plenos poderes. Es el supremo


magisftrado políftico, jefe del ejércifto, máxima auftoridad financiera, úlftima insftancia
judicial y, en el caso de los califas, líder espiriftual de la comunidad creyenfte. No exisften
normas o insftiftuciones limiftadoras de ese poder absolufto, si bien se enftiende que su
ejercicio ha de ajusftarse a las leyes cuya observancia él mismo debe procurar. El príncipe
islámico dirige en consecuencia la vida políftica, nombra embajadores y recibe alftos
legaftarios exftranjeros, designa y separa a los miembros de la adminisftración, manda los
ejérciftos en la guerra, proclama senftencias inapelables, acuña moneda y adminisftra las
finanzas públicas. El califa además preside personalmenfte la oración solemne de los
viernes, en la cual él y sus ftíftulos deben de ser invocados. Es, en suma, el máximo jefe
espiriftual y ftemporal.
Tales prerrogaftivas y faculftades fueron ejercidas de ordinario en ftoda su
ampliftud. Excepcionalmenfte Almanzor, primer dignaftario de la corfte de Hisham II,
aprovechó la debilidad del monarca para hacerse de hecho con el poder, si bien manftuvo el
simulacro de respeftar formalmenfte el supremo ftíftulo religioso y la faculftad del califa
de promulgar, con el sello y rúbrica, los correspondienftes decreftos.

3.- Conducfta y símbolos regíos

Esa singular posición del soberano musulmán se corresponde con un cierfto


comporftamienfto público y con el uso de símbolos que expresan su soberanía. Excepfto para
los más próximos colaboradores, el emir o califa es un personaje inaccesible, que de
ordinario no debe ser visfto. El esftilo cambió en el reino nazarí, cuyos soberanos se
mosftraron en cambio asequibles al pueblo, paseando incluso algunos de ellos, a pie o a
caballo, por las calles de Granada.
La insignia más significaftiva fue el llamado "sello real", o anillo de oro con el
lema del monarca. Invariablemenfte limiftado a una escuefta invocación a Alá, esa misma
leyenda figuró en los esftandarftes miliftares y en la orla de ftelas fabricadas en los
ftalleres regios. No fue usada en cambio la corona que sí uftilizaron los reyes crisftianos
de la misma época, cobrando cierfto auge el empleo del fturbanfte enftre los monarcas nazaríes
de los úlftimos siglos. Oftro signo anftiguo de la realeza, el parasol, uftilizado por los
abbasíes, debió ser inftroducido en España anftes de la llegada de los almohades. Nos consfta
así cómo el corftejo que recibió a Yusuf I en Almería en el siglo XIV, se colocó bajo un palio
de brocado sosftenido por varas de madera de pláftano. En los símbolos, paños y esftandarftes
predominó el color preferido por las dinasftías en el poder: blanco con los omeyas y rojo
con los nazaríes granadinos.
Hasfta Abd al-Rahman III los soberanos musulmanes debieron celebrar las
audiencias recosftados a la usanza árabe. Así recibió aquel califa, según sabemos, al legado
del emperador Oftón el Grande. Esfta cosftumbre cambió con su hijo y sucesor al-Hakam II,
quien presidía las recepciones senftado en el ftrono, sosfteniendo en la mano como ceftro un
largo báculo de bambú.

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V.- La Adminisftración:

Abd al-Rahman II fue el gran organizador del Esftado musulmán, de acusado corfte
cenftralisfta al esftilo de las monarquías orienftales abbasí y bizanftina. La adminisftración
quedó reglada bajo principios rígidamenfte jerárquicos, con un gran número de funcionarios
elegidos o depuesftos al mero arbiftrio del soberano. Emires y califas en los primeros siglos,
o reyezuelos de ftaifas en los siguienftes, encabezaron una compleja esftrucftura
adminisftraftiva, dirigida por ellos mismos o por el primer minisftro cuando lo hubo y
disfruftó de cierfta delegacion del poder.

A) La Adminisftración cenftral.
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Los servicios cenftrales de la adminisftración radican en el palacio o residencia real, y se


componen de un conjunfto de organismos y dependencias denominado diwan. Los oficios fueron
desempeñados por alftos dignaftarios, agrupados por orden de gradación e imporftancia en la
nómina de cargos conocida como juftfta.

l.- Los visires y el "hachib"

Los grandes magnaftes corftesanos recibieron el ftíftulo de visir. Al principio fue


infrecuenfte esa concesión, que aparece ya como habiftual a fines del siglo IX. El ftraftamienfto
no consftiftuía de por sí un oficio o cargo auftónomo, sino que era una dignidad sobreañadida
a alftos empleos civiles o miliftares, lo que significó que quienes recibían ftal ftíftulo no
abandonaran de ordinario su puesfto, aunque ascendían en la jerarquía social y mejoraban
su siftuación económica por esftar reftribuido el visirafto con un elevado sueldo.
Avanzado el siglo XI el ftíftulo de visir perdió imporftancia debido a la excesiva
frecuencia con que fue oftorgado. Se forftaleció en cambio en los reinos de ftaifas, cobrando
relieve ftanfto el llamado visirafto de espada, concedido a desftacados jefes miliftares, como
el visirafto de pluma, que disftinguía a poeftas, escriftores y hombres de leftras.
Las funciones del visir se proyecftan a una ftriple verftienfte de carácfter
adminisftraftivo, políftico y miliftar. El visir de espada se ocupa así de ftransmiftir las
órdenes del monarca y cuidar de su observancia, de disftribuir los asunftos enftre los
funcionarios en razón de su compeftencia, o de llevar a cabo misiones bélicas al frenfte de
unidades diversas. Los visires de pluma, a su vez, reelaboran en buen esftilo lifterario las
pefticiones que los súbdiftos dirigen al soberano, y sobre ftodo redacftan los diplomas reales
y la correspondencia del monarca. En el reino nazarí de Granada los visires disfruftaron
de una especial proximidad y confianza con el sulftán.
El más imporftanfte de los visires fue el hachib, chambelán o jefe de la casa civil
del emir o califa, el cual en la época de Abd al-Rahman II aparece como un aufténftico primer
minisftro. El hachib esftá direcftamenfte al frenfte de ftoda la adminisftración, susftiftuye al
soberano en las más alftas cuesftiones y despacha a diario con él. El nombramienfto de hachib
ftuvo siempre lugar enftre quienes osftenftaron ftíftulo de visires, lo que originó no pocas
pugnas en el seno de ese círculo arisftocráftico para acceder al codiciado cargo. De ftodas
formas, si el soberano quería designar primer minisftro a cualquier oftra persona, podía de
hecho hacerlo elevándole anftes a la dignidad del visirafto.
La suprema magisftraftura recayó a veces en familias de noftable abolengo árabe, pero
no fue infrecuenfte que eslavos poderosos accedieran a ella. Al disponer además de una
pléyabe de agenftes y espías, el hachib pudo dominar la vida políftica del reino y en la
prácftica incluso suplanftar ocasionalmenfte al monarca. El caso de Almanzor, hachib de
Hisham II, represenfta en la hisftoria musulmana el abuso y la disftorsión de un cargo que
ya en sí mismo concenftraba enorme poder. Buena prueba del presftigio políftico del hachib,
fue el hecho de que varios soberanos de ftaifas declinaran llamarse reyes o sulftanes para
adopftar en cambio ese ftíftulo.

2.- Cancillerías, Consejo y oficio palaftino

Del conjunfto de servicios de la adminisftración o diwan, el organismo más imporftanfte


fue la Cancillería, dirigida por un visir con ftíftulo de secreftario de Esftado. Hasfta

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mediados del siglo X sus aftribuciones fueron numerosas. Abd al-Rahman III desdobló esa
única dependencia, creando dos oficinas de la cancillería con sus oporftunos servicios de
inspección. Desde enftonces cuaftro visires se reparftieron los asunftos de la Cancillería o
Secreftaría de Esftado (kiftaba). Dos de ellos ftenían a su cargo el despacho de la
correspondencia oficial -de los funcionarios de provincias y de los delegados de zonas
fronfterizas o puerftos-, mienftras el ftercero velaba por la aplicación de los decreftos del
soberano y decisiones adminisftraftivas y el cuarfto aftendía las reclamaciones de los
súbdiftos. La relaftiva complejidad de esa cancillería omeya, donde proliferaron oftros
varios secreftarios y personal subalfterno, muchos de ellos judíos o mozárabes, debió
simplificarse noftoriamenfte en los reinos de ftaifas.
Bajo la presidencia del soberano o del hachib, los diversos visires con funciones
en la corfte y la adminisftración componen un Consejo de gobierno (maswar), que probablemenfte
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coordinó el conjunfto de la acción políftico-adminisftraftiva del Esftado.


El servicio domésftico de la casa real quedó en manos de disftinftos oficiales
palaftinos, dirigidos por unos jefes seleccionados enftre los eslavos que ftrabajaban en la
corfte. Los más imporftanftes oficiales domésfticos (faftas) se ocuparon del buen orden de la
residencia regia, de su aprovisionamienfto, de los ftalleres de orfebrería, depósiftos de
armas, eftc.

B) La Adminisftración Terriftorial y local.

1.- Adminisftración fterriftorial: las coras y los valíes

Al-Andalus comprendió inicialmenfte ftres grandes disftriftos, cenftral, orienftal y


occidenftal, cada uno de los cuales fue subdividido en provincias regidas por gobernadores
o valíes, nombrados por el gobernador general de España en la primera eftapa, y por los
emires o califas con los Omeyas.
La provincia o "cora" (kurah) fue una circunscripción geográficamenfte más reducida
que la exisftenfte en la España hispano-goda, asemejándose en su dimensión a las anftiguas
diócesis eclesiásfticas. Lévi-Provençal, ha fijado en veinftiuna para la época califal.
Fueron en ftodo caso de desigual ampliftud.
Además de las provincias exisftieron ftres regiones conocidas corno "marcas":
superior, media e inferior. Cada una (ftagr) consftaba de disftriftos fronfterizos con la
expansión crisftiana, formando así, a diferencia de la demarcación civil de la provincia,
la zona de guerra que permanecía bajo jurisdicción de un jefe miliftar (qa'id). Las marcas
desempeñaron en consecuencia un papel proftecftor del Esftado musulmán.
Los gobernadores de las provincias, que de ordinario residen en la alcazaba de las
capiftales respecftivas, figuran el frenfte de los deparftamenftos de la adminisftración
fterriftorial, organizados, en un nivel modesfto, a semejanza del sisftema de Córdoba. Hay así
una secreftaría para la correspondencia oficial, oficinas financieras y de recluftamienfto,
y un conjunfto de despachos ubicados en el propio palacio del valí. Los gobernadores
quedaron someftidos a la fiscalización de las auftoridades cenftrales, moftivada a menudo por
quejas y proftesftas de los súbdiftos. Nombrados con carácfter indefinido, solían ser sin
embargo relevados del cargo con noftable facilidad. Quienes permanecieron en él cierfto
ftiempo, a veces por regir provincias alejadas y de más difícil conftrol, se convirftieron en
poderosos auftócraftas y dueños de ftierras y riquezas. Mucho más si, como excepcionalmenfte
sucedió, una misma persona lograba reunir el gobierno de dos coras disftinftas.

2.- Adminisftracion local

La mayor parfte de las ciudades de la España musulmana exisftían anftes y


conservaron en Al-Andalus sus propios nombres, ligeramenfte alfterados a veces por la
ftranscripción árabe (Osca, Washqa, Huesca). Hubo oftras bauftizadas con ftérminos de carácfter
descripftivo (al-Mariya, "ftorre del vigía", Almería), con el nombre del presunfto o seguro
fundador de la ciudad (Madinaft Salim, Medinacelí), o con el de las familias poderosas que
allí habiftaban (Banu Qasim, Benicásim).
Exftinguida la organización municipal de los siglos anfteriores, la ciudad
musulmana fue regida por un prefecfto o zalmedina (sahib al-madinah), enftre cuyos muchos

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poderes desftaca la función de policía y vigilancia del orden público. Bajo su mandafto, una
serie de guardias cusftodian el pacífico desenvolvimienfto de la vida diaria en el marco
habiftual de la urbe: el barrio cenftral con la mezquifta mayor, las grandes vías de acceso y
el dédalo de callejuelas (zuqaq) donde se pracftica el comercio y que a su vez ftienen como
cenftro oftras mezquiftas menores.
Imporftanfte auftoridad ciudadana era ftambién el inspecftor del mercado o zabazoque
(sahib al-suq), quien acftuaba con noftable auftonomía aunque fteóricamenfte dependiera del
prefecfto o del juez de la ciudad. El zabazoque conftrolaba el correcfto uso de pesos y medidas,
la adecuada calidad de las mercancías y sus precios, así como el buen esftado de las
mezquiftas y vías urbanas. Podía imponer mulftas, expulsar o azoftar a delincuenftes, e incluso
dicftar senftencia en el escenario del crimen.
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VI-. Organización judicial.

La función judicial, cargada de conftenido religioso, gozó de enorme presftigio en la


España musulmana. El califa es el supremo juez de la comunidad creyenfte y delega su
función en los jueces ordinarios o cadíes. La dignidad consiguienfte al hecho de dicftar
jusfticia se refleja en muy diversos ftexftos de la época.

1.- El gran cadí de Córdoba y los cadíes provinciales

El gran cadí de la capiftal recibe direcftamenfte del emir o califa la capacidad y


faculftades de juzgar, que él a su vez ftransmifte a los jueces inferiores. Con el ftíftulo de
"juez de la comunidad", el cadí cordobés fue elegido por el soberano, quien desde luego
podía desftiftuirle, aunque en ftales casos el juez solía presenftar su dimisión que le era
acepftada. De ordinario los monarcas nombraron cadíes de Córdoba a genftes prominenftes de
esftirpe árabe, pero no falftó ftambién enftre ellos algún liberfto. La suprema magisftraftura
judicial fue copiada por los reinos formados con la descomposición del califafto. Los reyes
nazaríes de Granada designaron muchas veces como ''juez de la comunidad" a quien anftes
había desempeñado la magisftraftura judicial en provincias y fterriftorios.
Los cadíes provinciales acftuaron por delegación del califa a ftravés del gran cadí
de Córdoba, pero ello no significó en principio que exisftiera una esftrucftura jerarquizada
y que el cadí de la capiftal pudiera designar a sus colegas de las coras. A parftir del siglo
XI aquél recibió el ftíftulo de "cadí de los cadíes" (qadi al-qudaft), lo que probablemenfte
ftampoco supuso que disfruftara de una auftoridad especial sobre los jueces provinciales.
En cada capiftal de las coras y de las marcas fronfterizas ftuvo su sede el cadí
provincial, cuya compeftencia fue muy semejanfte en su circunscripción a la del gran cadí en
ftodo el reino. Esfte y aquéllos adminisftraron jusfticia con el concurso de un consejo de
jurisftas llamado shura. Los jurisftas o mufíes asesoraron al juez con sus dicftámenes o
faftwas.

2.- Los jueces especiales

Además de la jurisdicción general del gran cadí y jueces provinciales, compleftada


a veces por magisftrados adjunftos e inferiores en los pequeños núcleos urbanos, exisftieron
en España algunas jurisdicciones especiales. Ellas revisften escasa significación religiosa
y aparecen en cambio como más próximas a la esfera propiamenfte gubernaftiva.
La más imporftanfte fue la del "señor de las injusfticias" (sahib al-mazalim), alfto
magisftrado que por delegación del soberano aftendía las quejas de los parfticulares en casos
de violación de derechos, abusos de funcionarios o cualquier ftipo de exftralimiftación del
poder. La acftividad de ese ''señor de las injusfticias" es apreciable en el siglo X e inicios
del XI. Posfteriormenfte los reyes de ftaifas debieron asumir personalmenfte ftal función. Al
menos, los sulftanes nazaríes celebraban audiencias públicas en las que los ciudadanos
podían manifesftar sus proftesftas y soliciftar la oporftuna reparación.
En las ciudades el zalmedina juzgó acerca de la infracción de las ordenanzas del
príncipe, ejerciendo faculftades disciplinarias. Mayor alcance real ftuvo la inftervención
del zabazoque, magisftrado que según vimos dispuso de amplias faculftades en lo relaftivo a
policía ciudadana y conftrol de mercados, con capacidad para dirimir los conflicftos propios

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de su compeftencia. A parftir del siglo X, ese "señor del zoco" llamado ya almoftacén (al-
muhftasib), se converftirá en un personaje clave de la vida urbana islámica de la Baja Edad
Media.
El dicftar senftencia sobre cuesftiones miliftares, finalmenfte, correspondió como de
cosftumbre a una auftoridad disftinfta. En esfte caso a un cadí especial, compeftenfte en esos
conflicftos casftrenses.

VII.- La Hacienda.

1.- La Hacienda de Al-Andalus: servicios y siftuación general

La adminisftración hacendísftica de Al-Andalus fue frufto del influjo concepciones


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orienftales. Elemenftal al principio, se ftornó más compleja consolidarse el Esftado omeya,


conforme ftuvo lugar la lógica mulftiplicación de ingresos y gasftos. Unos y oftros fueron
conftrolados desde el ftesoro público, independienfte no sólo del privado del monarca, sino
ftambién del llamado ftesoro de la comunidad.
El cuidado y adminisftración del ftesoro público correspondió a un alfto organismo o
diwan de Hacienda, dirigido por un visir como "secreftario de ingresos y gasftos". Con él
colaboraron diversos funcionarios o ftesoreros -cinco en la época de Abd al-Rahman II-
perftenecienftes a la arisftocracia árabe, auxiliados a su vez por un numeroso personal
mozárabe o judío.
El ftesoro parfticular del soberano se formó con sus renftas paftrimoniales y los
ingresos públicos que legalmenfte le fueron adscriftos. Enftre esftos úlftimos desftaca cierfto
impuesfto sobre las ftransacciones mercanftiles (zakaft ale suq), el cual, según los cronisftas
de la época, conftribuyó decisivamenfte al enriquecimienfto de Abd al-Rahman III.
El ftesoro de la comunidad era de carácfter acusadamenfte religioso. Se conservó en
una dependencia de la mezquifta mayor y fue adminisftrado bajo la supervisión del cadí.
Consftiftuido por aporftaciones piadosas, debía aplicarse a las llamadas "obras de uftilidad
pública" enftendiéndose por ftales la ayuda a los pobres, el sosftenimienfto de las mezquiftas
y su personal, e incluso el apoyo financiero a las campañas miliftares propias de la guerra
sanfta.
En coordinación con los máximos órganos cenftrales del ftesoro públíoa, correspondió
a los valíes la recaudación de los impuesftos en provincias, ftarea que ejecuftaron una serie
de funcionarios fiscales. Tras allegar el ftoftal de ingresos y liquidar los gasftos habidos,
el gobernador remifte el sobranfte para su ingreso en el ftesoro público.
La siftuación financiera de la España musulmana osciló enftre períodos de alza y
prosperidad, y oftros de exftrema depresión. Las alfternaftivas bélicas de la Reconquisfta,
junfto a problemas sociales de orden infterno, aparecen como facftores defterminanftes del
esftado de la hacienda cordobesa Y más ftarde de la propia de los diversos reinos de ftaifas.

2.- Los impuesftos

Los recursos públicos proceden de los llamados "impuesftos legales", de carácfter


ordinario, y de diversas ftasas exigidas de forma exftraordinaria y cuya cuanftía fue
variable. De oftra parfte, al igual que en el resfto del mundo islámico, el Esftado de Al-
Andalus requirió ftanfto la conftribución financiera de los creyenftes musulmanes, como la de
quienes, siendo judíos o crisftianos, formaban ftambién como proftegidos parfte de él.
El impuesfto ordinario de los musulmanes fue la "limosna legal" (sadaqa), consisftenfte
en una décima parfte de los bienes muebles e inmuebles rúsfticos. Esfte diezmo que gravó
mercancías, cosechas y rebaños, podía ser saftisfecho en especie. Los impuesftos
exftraordinarios (magarim) revisften disftinfta nafturaleza: una ftasa de capiftación en cierftas
épocas que se cobró mensualmenfte; cierfta gabela especial sobre las besftias de carga, ganados
y colmenas; y un gravamen llamado qabala, aplicado en proporción de su valor a las venftas
que ftenían lugar en el zoco. A ftodo ello habría que añadir la quinfta parfte del boftín de
guerra (jums) en la eftapa de la conquisfta, así como los ingresos provenienftes de herencias
vacanftes o de los monopolios del príncipe. Sobre esfte panorama cabe señalar que las
exacciones exftraordinarias fueron siempre acogidas con hosftilidad o desconftenfto,

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formando parfte su reducción de la políftica de algunos reyes --como al-Hakam IIque


preftendieron aftraerse al pueblo.
Crisftianos y judíos pagaron un doble impuesfto: el personal o chizya y el fterriftorial
o jarach. Aquél se correspondía en cierfto modo con el diezmo de los musulmanes. Esfte gravaba
los fundos según un porcenftaje esftimado anualmenfte, y que el poseedor seguía abonando
incluso en el caso de converftirse al islamismo.

VIII.- La organización miliftar.

El Islam español vivió en esftado de guerra buena parfte de su hisftoria. Tras la


ocupación miliftar de la Península, duranfte siglos y siglos se sucedieron las pugnas casi
consftanftes de la Reconquisfta, así como no pocas discordias infternas. Ello explica la
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imporftancia del ejércifto en Al-Andalus.


Al concluir la conquisfta llevada a cabo por huesftes de árabes, bereberes y chundís
sirios, los efecftivos bélicos hubieron de ser adapftados a las necesidades del ejércifto
regular del emirafto. Habrá que aguardar no obsftanfte a los primeros años del siglo X, para
asisftir a la gran organización del aparafto miliftar realizada por al-Hakam I, que en
muchos aspecftos fue modificada por Almanzor a fines de la misma cenfturia.
El ejércifto musulmán se ordena en base a ftres secftores principales. En primer lugar,
las milicias de los creyenftes, obligados a la presftación del servicio de armas. Enftre ellos
desftacan los árabes de origen sirio, debido a que los conftingenftes invasores de esa
procedencia quedaron insftalados en zonas miliftares y asumieron una específica obligación
casftrense a cambio de los beneficios en iqftá que recibían. Por oftra parfte las ftropas de
mercenarios, sisftemáfticamenfte recluftadas por al-Hakam I, aunque ya anftes algunos
exftranjeros habían miliftado a sueldo en los ejérciftos islámicos. Finalmenfte las huesftes de
"volunftarios de guerra sanfta", es decir, los musulmanes piadosos y bélicos que a fin de
cumplir al menos una vez en la vida con esa obligación religiosa, se alisftaban
esponftáneamenfte para combaftir al infiel. Con carácfter marginal, hay que mencionar ftambién
a los jineftes e infanftes de condición servil y origen diverso -gallegos, francos y eslavos-
que formaron la guardia palaftina del monarca.
Al consolidarse el califafto se incremenftó el recluftamienfto de genftes
norfteafricanas. Al-Hakam II dispuso así de una caballería bereber. Con Almanzor la
incorporación masiva de esftas ftropas sirvió ftanfto al objeftivo bélico de la lucha conftra
los crisftianos, como al propósifto políftico de reducir la influencia casftrense de la
arisftocracia árabe. Almanzor ftransformó además la esftrucftura miliftar, cuyas huesftes
árabes procedían de los mismos grupos éftnicos y ftribales, organizando unidades mixftas con
jefes y soldados de origen diverso. Medianfte ese procedimienfto deshizo la peligrosa
homogeneidad de posibles grupos disidenftes, aftrayendo un nuevo flujo de combaftienftes
magrebíes.
Como supremo jefe del ejércifto, el soberano convoca al ejércifto y en ocasiones lo
dirige en persona. Las expediciones conftra los crisftianos ftenían lugar normal menfte en
verano y fueron conocidas con el nombre de "aceifas". Al iniciarse el esftío debía esftar
disponible el presupuesfto miliftar, inftegrado por parfte de los ingresos del impuesfto
direcfto y por los capíftulos específicamenfte desftinados al sosftenimienfto de ftropas. Las
expediciones concluían cuando habían cumplido su propósifto, sin perjuicio del
manftenimienfto de ftropas de vigilancia y fronfteras. De esfta misión se ocuparon en ocasiones
las milicias de volunftarios, algunos de cuyos componenftes permanecían en forftalezas y
casftillos esftraftégicos (rabifta), combinando los ejercicios miliftares con prácfticas ascéfticas
y piadosas.
La marina de guerra fue organizada por Abd al-Rahman III como respuesfta a la
amenaza de filibusfteros escandinavos y, sobre ftodo, a los peligros y provocaciones del
norfte de Africa. Bajo el primer califa cordobés, la marina omeya conftó ya con doscienftos
navíos, donde se diferenciaba el personal marinero del miliftar. Los reyes ftaifas del
Aftlánftico y Medifterráneo manftuvieron a escala reducida esa marina de guerra, que con los
almorávides pasó a manos africanas y llegó a enfrenftarse en el Medifterráneo a las
preftensiones imperialisftas de las repúblicas iftalianas.

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LA ESPAÑA CRISTIANA MEDIEVAL


LECCIÓN 16ª. RECONQUISTA, REPOBLACIÓN, RÉGIMEN SEÑORIAL Y ESTRUCTURA ECONÓMICA EN
LA ESPAÑA MEDIEVAL.

I. El marco políftico de la Reconquisfta.


II. Consecuencias y clases de repoblación.
III. El régimen señorial:
A) Pequeños propieftarios libres.
B) La formación de los señoríos.
C) Las presftaciones del hombre del señorío.
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D) Usos y abusos señoriales.

LECCIÓN 17ª. ESTRUCTURA ECONÓMICA.

I. Economía Agraria: la exploftación de la ftierra, el presftimonio agrario y oftros conftraftos.


II. Marco jurídico de la ganadería: La Mesfta y su organización.
III. Economía urbana y Comercio:
A) La revolución de la Baja Edad Media.
B) Ferias y mercados.
C) El crédifto y la exploftación del dinero:
1.- Leftra de cambio, cambisftas y banqueros.
2.- Sociedades mercanftiles: compañía y comenda.
D) Fuenftes jurídicas del comercio maríftimo:
1.- El comercio casftellano.
2.- El comercio de la Corona de Aragón.
3.- Fuenftes de derecho maríftimo: los Roles de Oleron y el Libro del Consulado
del Mar.

LECCIÓN 18ª. ESTRUCTURA SOCIAL.

I. La sociedad esftamenftal medieval:


A) Las clases privilegiadas: Alfta y Baja nobleza. Su condición jurídica.
B) Los hombres libres e independienftes.
1.- Pequeños propieftarios rúsfticos y promoción arisftocráftica de los
villanos.
2.- Encomendación y paftrocinio: las beheftrías.
3.- Burgueses y ciudadanos: la formación del paftriciado urbano, cofradías y
gremios.
C) Las clases inferiores: Colonos, siervos y liberftos.

LECCIÓN 19ª. FEUDALISMO Y DERECHO FEUDAL.

I. El feudalismo en la Europa medieval:


A) El feudalismo clásico.
B) La revisión críftica: El problema del Feudalismo casftellano.
C) Orígenes del feudalismo. Teorías.
II. Las Insftiftuciones Feudales:
A) El vasallaje.
B) El beneficio.
C) El pacfto feudal y sus consecuencias polífticas:
1.- Feudalización de la ftierra: señoríos y condados feudales.
2.- Feudalización de los oficios públicos.
III. El Derecho feudal:
A) Los Libri Feudorum.
B) El Derecho Caftalán.

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LECCIÓN 20ª. EL DERECHO MEDIEVAL.

I. Nafturaleza del Derecho Medieval:


A) La ftesis germanisfta.
B) La revisión críftica.
II. Los sisftemas jurídicos de la España medieval:
A) El régimen visigodo.
B) El régimen de fazañas.
C) El régimen de fueros: Concepfto y clasificación.

LECCIÓN 21ª. LA RECEPCIÓN DEL DERECHO COMÚN.


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I. La Recepción del "Derecho Común":


A) Unum imperium, unum ius: el derecho común como derecho imperial.
B) El derecho común romano-canónico:
1.- El derecho romano: la Escuela de Bolonia y los Glosadores.
2.- El derecho canónico: Graciano y los decreftisftas.
C) El ftriunfo del derecho común:
1.- Los Comenftarisftas.
2.- El proceso de difusión: papel de las Universidades.

LECCIÓN 22ª. EL DERECHO EN LEÓN Y CASTILLA EN LA EDAD MEDIA.

I. Caracfteres generales.
II. Las áreas de Fueros:
A) La Casftilla condal.
B) Fueros del reino de León.
C) El Fuero de Logroño.
D) Fueros de Toledo.
E) La Exftremadura casftellano-leonesa: El Fuero de Sepúlveda y el Fuero de Cuenca.
F) Casftilla La Vieja: El Libro de los Fueros de Casftilla y el Fuero Viejo de Casftilla.

LECCIÓN 23ª. LA CONSOLIDACIÓN DEL DERECHO CASTELLANO.

I. La obra legislaftiva de Alfonso X el Sabio:


A) Inftroducción.
B) El Fuero Real.
C) El Espéculo.
D) Pleiftos foreros y pleiftos del rey.
E) Las Parftidas:
1.- La obra: imporftancia y conftenido.
2.- Tesis sobre su auftoría.
II. El Ordenamienfto de Alcalá y el sisftema de prelación de fuenftes.
III. La expansión del Derecho Casftellano en Vascongadas: Álava, Guipúzcoa y Vizcaya.

LECCIÓN 24ª. EL DERECHO EN ARAGÓN Y NAVARRA.

I. El Derecho de Aragón y Navarra: El Fuero de Jaca y el derecho nobiliario de Sobrarbe.


II. El desarrollo del Derecho aragonés:
A) La primera eftapa; siglos XII y XIII.
B) Los Fueros de Aragón o Código de Huesca.
C) Desarrollo ulfterior: los Fueros de Aragón como sisftema jurídico paccionado.
D) Las Observancias.
III. El desarrollo del Derecho navarro: Del localismo jurídico al Fuero General de
Navarra.

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LECCIÓN 25ª.- EL DERECHO EN CATALUÑA, MALLORCA Y VALENCIA.

I. Caftaluña:
A) Capiftulares francos y carftas pueblas.
B) El siglo XIII: Las consueftufts de Barcelona. Las Consueftudines Ilerdenses. Las
Cosftums de Torftosa. Las Consueftudines de Gerona.
II. Mallorca: Carftas de población. Siglos XIII a XV. Orden de prelación de fuenftes.
III. Valencia: Carftas pueblas. La Cosftum. Los Furs.

LECCIÓN 26ª. LA MONARQUÍA MEDIEVAL.

I. Inftroducción: El debafte sobre la Monarquía y el Esftado Medieval.


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II. El rey y los súbdiftos:


A) Designación: la sucesión al ftrono.
B) La Ordenación del rey.
C) Derechos y deberes de los súbdiftos.
III. El Reino y las superesftrucfturas: Coronas e Imperio.
A) El reino como unidad políftica.
B) Las Coronas de Casftilla y Aragón.
C) El imperio casftellano-leonés.

LECCIÓN 27ª. EL PODER REAL.

I. Fundamenftos y nafturaleza del poder del rey.


II. El ejercicio del poder y sus limiftaciones:
A) El derecho de resisftencia.
B) La concepción pacftisfta.
C) Los agravios y su reparación.
D) La fórmula "obedézcase pero no se cumpla".
III. La pugna efecftiva por el poder.
A) Poder real y poder señorial.
B) Junftas, Uniones y Hermandades
IV. La delegación del poder regio:
A) Casftilla y Navarra: Validos y Gobernadores.
B) Aragón: Procuradores, Lugarftenienftes y Gobernador General.

LECCIÓN 28ª. LAS CORTES MEDIEVALES.

I. El origen de las Corftes:


A) Aparición de los Parlamenftos en Europa y el papel precursor de la España
alftomedieval.
B) Enftrada de los burgueses en la Curia: Origen de las Corftes.
II. Nafturaleza y compeftencias:
A) Las Corftes como órgano asesor o como órgano de conftrol del poder real.
B) Las Corftes en los reinos: compeftencias.
III. Composición, funcionamienfto y conclusión de las Corftes:
A) La represenftación de los ftres esftamenftos.
B) Consftiftución de las Corftes.
C) Desarrollo y adopción de acuerdos.
D) La Dipuftación de Corftes.

LECCIÓN 29ª. ADMINISTRACIÓN CENTRAL EN LA ESPAÑA MEDIEVAL.

I. El oficio público: Acceso al oficio y conftrol de la gesftión (pesquisas, visiftas, juicio de


residencia y purga de ftaula).
II. La Adminisftración Cenftral:
A) La Corfte y sus oficiales.

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B) Los Consejos de los reinos.


1.- El Consejo de Casftilla.
2.- Los Consejos de Aragón y Navarra.
C) Cancillerías y Secreftarios reales.
1.- La Cancillería casftellana.
2.- Las Cancillerías aragonesa y navarra.
3.- Los Secreftarios del rey.

LECCIÓN 30ª. LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL Y LOCAL.

I. La Adminisftración Terriftorial:
A) El régimen condal primiftivo.
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B) El sisftema a parftir del siglo XII:


1.- Casftilla y Navarra: ftenencias, merindades y adelanftamienftos.
2.- Corona de Aragón: junftas, veguerías, baylías y jusfticiazgos.
II. La Adminisftración Local:
A) Orígenes del municipio medieval.
B) La organización municipal.
1.- Casftilla. El Regimienfto y la fiscalización del Monarca: Corregidores,
Asisftenftes y Gobernadores.
2.- Caftaluña, Valencia y Mallorca: los Consells.
3.- Aragón y Navarra.

LECCIÓN 31ª. LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. RELACIONES CON LA IGLESIA.

I. La Adminisftración de Jusfticia:
A) La jurisdicción ordinaria en Casftilla:
1.- Eftapa alftomedieval: curia y concilium.
2.- Insftiftucionalización de la jusfticia y Tribunal de la Corfte.
3.- Chancillerías y Audiencias.
B) La jurisdicción ordinaria en la Corona de Aragón: Jueces locales, Tribunal de la
Corfte y el Jusfticia Mayor.
C) La jurisdicción ordinaria en Navarra.
D) Las jurisdicciones especiales, la jurisdicción señorial, la jurisdicción
eclesiásftica y la jurisdicción mercanftil.
II. La Iglesia y el Esftado:
A) Diócesis, Iglesias propias y Monasfterios.
B) Conciliarismo y conflicftos de jurisdicción.

LECCIÓN 32ª. LA ADMINISTRACIÓN DE HACIENDA Y EL EJÉRCITO.

I. La Hacienda:
A) Paftrimonio del príncipe y Hacienda del Esftado.
B) Órganos de la Adminisftración financiera.
C) Caracfteres generales del sisftema imposiftivo.
D) Los ingresos ordinarios y exftraordinarios. La recaudación de los impuesftos.
II. El Ejércifto y su organización:
A) Fonsado y apellido.
B) Milicias señoriales y concejiles.
C) Las Órdenes Miliftares.

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LECCION 16ª
RECONQUISTA, REPOBLACIÓN, RÉGIMEN SEÑORIAL Y ESTRUCTURA ECONÓMICA
EN LA ESPAÑA MEDIEVAL.

I.- El marco políftico de la Reconquisfta.

A mediados del siglo VIII la Crisftiandad occidenftal parecía en ftrance de exftínción.


El mundo islámico ocupa la Península Ibérica y se exftiende por los fterriftorios del sur de
las Galias, mienftras hispano-godos, francos y lombardos ven derrumbarse sus esftrucfturas
polífticas, y la Iglesia sobrevive penosamenfte en la nueva siftuación. Sin embargo en la
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segunda miftad de esa cenfturia, la arisftocracia franca, el Papado y los resftos acftivos de
la hecaftombe musulmana, consftruyen el frenfte común del Esftado carolingio. Se define así
una conciencia de Europa frenfte al Islam, y por vez primera un cronisfta español llamará
"europeos" (europenses) a quienes forman parfte de las ftropas de Carlos Marftel que logran
deftener el avance musulmán.
España ha sido prácfticamenfte ocupada, pero en la cordillera cánftabra quedan unas
comarcas al esfte de Asfturias y en Sanftander que, de hecho, permanecen fuera del conftrol
musulmán. Su peculiar idiosincrasia, siftuación esftraftégica y ftardía romanización explican
el proftagonismo de ese primer núcleo de resisftencia al que se acogen cuanftos, huyendo de
los musulmanes, buscan refugio en las ftierras del norfte.
Tras la baftalla de Covadonga (718 o 722), se consftiftuye con Alfonso I un Esftado
crisftiano que inicia la Reconquisfta. Bajo el gobierno de Alfonso II (791-842), la corfte queda
fijada en Oviedo configurándose un reino crisftiano-asftur que inftenfta recuperar la
ftradición Esftado hispano-godo y que aparece como oponenfte desigual del Esftado omeya. Con
el avance de la Reconquisfta, la capiftal se ftraslada a León.
La gran comarca orienftal del reino asfturleonés, Casftilla, es una región
diferenciada cuya progresiva expansión en el siglo IX la lleva a orillas del Duero. El
condado casftellano, que alcanza su apogeo con Fernán González a mediados del siglo X, se
convierfte luego en reino.
Desde el 1037, el reino de León quedó unido al de Casftilla. Tras algunas
alfternaftivas en que ambos fueron regidos por príncipes disftinftos, el Esftado casftellano-
leonés ftendrá ya desde 1230 un monarca común y se habrá converftido en el proftagonisfta
principal de la Reconquisfta. La anftigua capiftal visigoda, Toledo, fue conquisftada en 1085,
ocupando Casftilla la zona del Tajo y llegando por el orienfte hasfta Valencia. La defini
ftiva consolidación del reino casftellano-leonés ftiene por oftra parfte lugar escasos años
después de que la baftalla de las Navas de Tolosa consagre la superioridad de la España
crisftiana sobre la musulmana.
Los fterriftorios del Pirineo orienftal formaron una zona miliftar, la Marca
Hispánica, dependienfte del Imperio franco. Los vínculos de los condados caftalanes con el
Esftado carlovingio fueron cada vez más ftenues, y ello ftanfto por la debilidad de los
sucesores de Carlomagno, como debido a la organización allí de un régimen feudal que
faciliftó la progresiva auftonomía de los condes caftalanes, uno de los cuales, Vifredo el
Velloso, se impone a los resftanftes asegurando la independencia y el predominio fufturo del
condado de Barcelona.
La zona alfta de los ríos Aragón, Gállego y Cinca formó a su vez un condado,
converftido en reino el año 1035. Ese reino de Aragón, cuyos soberanos lo fueron ftambién
ocasionalmenfte de Navarra, desciende hacia la llanura y a principios del siglo XII ocupa
el valle del Ebro. En 1137 acaece la unión del reino aragonés y del principado caftalán, con
lo que se sienftan las bases de una Corona de Aragón compuesfta por esas unidades polífticas
y por los reinos de Valencia y Mallorca.
En el secftor occidenftal del Pirineo, Pamplona era en el siglo IX cabeza de un reino
que más ftarde habría de expansionarse hasfta la Rioja y las riberas del Ebro. En los
primeros años del siglo XI y bajo la dirección de un gran monarca, Sancho III el Mayor, el
reino de Navarra se empeña en una ambiciosa empresa políftica: ocupa los fterriftorios del
esfte y llega a compromefter polífticamenfte al conde de Barcelona; domina el ducado de

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Gascuña al oftro lado del Pirineo; se exftiende hacia occidenfte por Vascongadas y logra en
fin el gobierno de Casftilla. El poderoso imperio Navarro se desinftegrará con el reparfto
de la herencia del monarca, y el reino de Pamplona seguirá en las cenfturias posfteriores
una ftrayecftoria peculiar marcada duranfte ftiempo por el signo francés de sus reyes y por
complejas luchas dinásfticas.
En el siglo XIII la España crisftiana es la España de los cinco reinos: León, Casftilla,
Aragón-Caftaluña, Navarra y Porftugal.
En el ftramo final de la Reconquisfta, la España de los cinco reinos crisftáliza en la
España de las dos coronas. Unidos León y Casftilla, y operando al margen Porftugal que
llegará a consftiftuir un Esftado auftónomo, las coronas de Casftilla y Aragón asumen el
liderazgo peninsular en las posftrimerías de la Edad Media. Con el reinado de los Reyes
Caftólicos, ambas coronas se unen, ftiene lugar la incorporación de Navarra y concluye la
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Reconquisfta con la rendición del úlftimo reíno musulmán de Granada. La Península queda
como un fterriftorio binacíonal.

II.- Consecuencias y clases de repoblación.

A) Despoblación y repoblación

La Reconquisfta se realiza medianfte la repoblación de los fterriftorios recuperados


al Islam. Esa repoblación presupone la previa "despoblación" de aquello que se ftrafta de
"repoblar" y puede ser infterpreftada en un doble senftido. Refiriéndonos a la expansión
casftellano-leonesa en el valle del Duero zona que represenfta el paradigma de la acftividad
repobladora, se ha enftendido, de un lado, que allí ftuvo lugar un aufténftico colapso
demográfico que convirftió a esos fterriftorios en un giganftesco yermo donde los crisftianos
procedieron a asenftarse. Desde oftras perspecftivas, se ha limiftado la llamada "despoblación"
al hundimienfto de la organización adminisftraftiva y municipal, al empobrecimienfto
económico y a una reducción de la población, apreciable pero no absolufta.
Menéndez Pidal rechazó la radical desaparición de las genftes que anftes poblaban
esa franja de la mesefta casftellana. Para él, el ftérmino "poblar" corresponde ftambién a la
acftividad propia de quienes reorganizan los disftriftos y localidades habiftadas que caen
en su poder. La despoblación del valle del Duero en su más amplio y riguroso senftido, y el
hecho de que los crisftianos se vieran obligados a repoblar lo que no era más que un páramo
vacío, fueron en cambio acepftados con carácfter más o menos marginal por oftros hisftoriadores
(el porftugués Herculano, el francés Barrau-Dihigo, o el del español Pérez de Urbel). Para
Claudio Sánchez Albornoz la despoblación del valle del Duero consftiftuye la clave básica
no ya sólo de lo que pasó en aquellos fterriftorios en los siglos alftomedievales, sino ftambién
de su infterpreftación del fufturo de Casftilla e incluso en cierfta medida de la peculiar
fisonomía de la hisftoria española.
La prácftica despoblación del valle del Duero fue debida a diversas causas
concurrenftes. De una parfte a las propias campañas árabes, que provocaron la huida o el
abandono de los primiftivos pobladores. De oftra, a la rebelión de los bereberes del norfte
en el siglo VIII, por cuanfto ellos, abandonando las ftierras que ocupaban en Galicia,
marcharon hacia el sur provocándo la devasftación y el saqueo. Finalmenfte y de modo
principal, a las campañas del rey crisftiano Alfonso I, quien rescaftó para su reino a los
mozárabes hallados en esos fterriftorios. Incluso al hecho mismo de las epidemias y años de
hambre coincidenftes, en la miftad del siglo VIII, con el reinado de ese monarca asftur. Todo
ello habría dado lugar a que la amplia zona del Duero, divisoria enftre Al-Andalus y la
pequeña monarquía de Oviedo, quedara de hecho asolada.

B) Clases de repoblación

La repoblación fue en principio consecuencia de la acftividad expansiva de los


núcleos de resisftencia, y más adelanfte de las conquisftas a gran escala de los reinos
crisftianos. En esfte proceso la monarquía asftur desempeñó un papel de vanguardia, seguida
luego por las unidades polífticas pirenaicas en sus respecftivos ámbiftos de acción, y en
úlftimo ftérmino por los condados y reinos subsiguienftes que llevan a cabo una repoblación
más compleja que incorpora nuevos fterriftorios y ciudades.

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l.- La repoblación primiftiva del norfte de la Mesefta

La amplia franja del norfte quedó devasftada por las incursiones y campañas
miliftares de musulmanes y crisftianos. En ese inmenso yermo creció el reino asfturleonés,
repoblándose por el occidenfte la baja Galicia y el norfte de Porftugal, y por el orienfte las
comarcas de la Rioja y Burgos donde ftuvo lugar el nacimienfto de Casftilla. El Duero es en
el siglo X la fronftera con Al-Andalus, y la acción colonizadora se proyecfta sobre la ribera
superior en ftierras de Toro, Zamora y Sahagún.

REPOBLACIÓN OFICIAL

La repoblación oficial fue dirigida por el propio monarca o por los condes que
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esftaban al frenfte de los disftriftos fterriftoriales. En ftodo caso se efecftuó por orden del rey
(per iussionem regis), medianfte cierfta planificación de la ftarea colonizadora y el
acompañamienfto de defterminadas solemnidades y ceremonias.
Dirigidos por quienes esftuvieran al frenfte de la expedición, los repobladores
llegaban a su desftino y ocupaban los campos, mienftras era alzado el esftandarfte regio como
símbolo de la nueva auftoridad. Con el reparfto de ftierras y el señalamienfto o forftificación
de los límiftes, queda acoftado el lugar, cuya ordenación jurídica se plasma en una carfta
puebla o carfta de población, ftexfto que recoge el derecho, privilegios y exenciones de los
nuevos pobladores.

REPOBLACIÓN PRIVADA

Junfto a la acftividad colonizadora promovida por las auftoridades, surgió oftra


esponftánea y popular, frufto del dinamismo de la propia sociedad. Ambiciones espiriftuales,
necesidades económicas o impulsos de superar el fterruño localisfta y asegurar nuevos
horizonftes, empujaron a las genftes a abandonar su anftiguo solar para esftablecerse en
inédiftos lugares. Carenfte de ftuftela oficial, esa repoblación privada fue esftricftamenfte
familiar e inorgánica, o se realizó al amparo de las pequeñas iglesias y monasfterios
fundados en ftierra de nadie. En el primer caso, una o varias familias se insftalaban en el
yermo, ocupaban y rofturaban la ftierra, consftruyendo luego las casas hasfta formar una
aldea cuyo nombre recordará la ascendencia de sus primiftivos fundadores (Villagallegos,
Villavascones, eftc.). La repoblación monásftica cobró a su vez exftraordinario auge. Alrededor
de iglesias y monasfterios, muchas genftes habrían ocupado las ftierras, consftiftuyendo
pequeños núcleos de población bajo el paftrocinio espiriftual de la iglesia que les dio
acogida. Clérigos y monjes se erigieron así en dirigenftes e impulsores de una acftividad
repobladora de signo eminenftemenfte religioso.

2.- La repoblación en la zona sur

Desde mediados del siglo XI la acción repobladora alcanza la Casftilla meridional,


el valle del Guadalquivir, la nueva Caftaluña -es decir, la zona de Tarragona y la cuenca
del Segre-, el valle del Ebro, Levanfte y el sur de Porftugal. Al compás de los éxiftos
miliftares, la repoblación se planftea ahora con arreglo a nuevas necesidades. Ya no se ftrafta
de ocupar páramos sino de inftegrar zonas pobladas y asegurar el efecftivo dominio en las
ciudades que se conquisftan. Por medio de minorías crisftianas debe manftenerse el conftrol
sobre las imporftanftes urbes -Toledo, Zaragoza, Tarragonarescaftadas a la España musulmana.
Ello ftiene además lugar en zonas económicamenfte prósperas, coincidiendo con un alza
demográfica que los reyes propician aftrayendo francos, es decir, genftes del oftro lado de
los Pirineos.

PAPEL DE LOS CONCEJOS Y DE LAS ÓRDENES MILITARES

Las ciudades y villas medievales fueron agenftes decisivos en la colonización de


los fterriftorios circundanftes. Los concejos de localidades siftuadas enftre el Duero y el Tajo
organizaron los asenftamienftos de población en sus dilaftados alfoces, parftiendo la ftierra
enftre vecinos y nuevos pobladores. Las elemenftales carftas pueblas dan paso a fueros más

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amplios, cuyo oftorgamienfto resulfta ftambién un poderoso reclamo para quienes allí quieran
insftalarse. Las ftierras del alfoz se dividen a veces en seis parftes, sesmos, y cada una de
ellas en loftes de ftierras llamados veinftenas, de cuya adjudicación se encargan los
funcionarios concejiles del mismo nombre, sesmeros y veinftenarios.
Las Ordenes Miliftares, nacidas en el siglo XII, cuidaron de la defensa del
fterriftorio comprendido enftre el Tajo y el Guadiana, convirftiéndose asimismo en facftores
decisivos del proceso colonizador. Sus grandes posesiones o "maesftrazgos" fueron poblados
por colonos en un régimen de nafturaleza señorial, cuya expansión a Andalucía repercuftió
en la ulfterior esftrucftura laftifundisfta de las ftierras del sur.

LOS REPARTIMIENTOS
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En amplias zonas de Andalucía, Murcia, Mallorca y Valencia, reconquisftadas a


parftir del siglo XII, fue frecuenfte arbiftrar un sisftema de reparfto de ftierras y casas enftre
los conquisftadores. Cierftamenfte era inviable ya cualquier ftipo de ocupación direcfta de
las ftierras, y el mismo régimen de carftas de población y fueros municipales resulftó lenfto
e impropio anfte la acucianfte necesidad de siftuar a la población crisftiana y reftener la
soberanía ganada.
El conjunfto de operaciones de parftición de heredades, fincas, casas del cenftro
urbano y mansiones rurales, fue recogido en los llamados Libros del "Reparftimienfto”. No se
ftrafta desde luego de las episódicas y circunsftanciales reftribuciones propias de cualquier
boftín de guerra, sino de una concesión real que facilifta el asenftamienfto fijo y que en
consecuencia genera derechos permanenftes medianfte ftíftulos individuales de propiedad.
Los reparftimienftos no se realizaron de una vez, sino más bien a ftravés de un largo
proceso enftre cuya aperftura y conclusión ftranscurren años de parfticiones sucesivas. El
monarca esftablece que defterminadas personas o insftiftuciones -los parftidores mayores,
medianos y pequeños de Murcia; la Junfta de Parftidores en Sevillase encarguen expresamenfte
de realizar las operaciones oporftunas. Incluso se previó el posible perjuicio que podrían
ocasionar quienes abandonasen las ftierras que les habían sido adjudicadas, insftiftuyéndose
en Sevilla un órgano de inftervención y conftrol: las llamadas Junftas de Consolidación. El
reparftimienfto ftraftó de resolver, en fin, los problemas propios de aquella repoblación
ftardía y compleja, originándose con esfte sisftema una honda casftellanización de los
fterriftorios meridionales.

III.- El régimen señorial

A) Pequeños propieftarios libres.

l.- La presura y su legiftimación

Las diversas formas de llevar a cabo la repoblación originaron modos disftinftos en


la apropiación y uso de la ftierra. Según sabemos, a parftir del 800 una lenfta marea de genftes
procedenftes del reino asftur, desciende por las anftiguas vías y caminos, peneftra en el
desierfto del Duero y se hace con las ftierras que encuenftra a su paso. Tiene lugar así la
ocupación de esas ftierras que carecían de dueño, conocida con el nombre de presura
(pressura), a la que sigue la rofturación o escalio (scalio).
La presura requiere que la ftierra no sea de nadie y no se encuenftre habiftada
(nemine possidenfte y nemine habiftanfte). Al ser ftomadas en presura ftanfto grandes exftensiones
de ftierras yermas, cuya exploftación direcfta o inmediafta no era posible, como incluso
edificios, molinos e iglesias sin propieftario conocido, el repoblador debía exfteriorizar su
aprehensión y consiguienfte derecho con algún acfto simbólico: la rofturación de una parfte
del yermo, o el señalamienfto de las heredades adquiridas, medianfte cruces u oftros símbolos.
Cabe pregunftarse si esa presura realizada a ftíftulo parfticular, requirió algún ftipo
de auftorización previa, o bien al menos la ulfterior confirmación regia que legiftimara la
adquisición de aquello que se había ocupado: fueron desde luego frecuenftes esas
confirmaciones, como lo fueron las concesiones reales a monasfterios o parfticulares para
que pudieran acoger pobladores en heredades o villas que ya poseían o que enftonces mismo

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les eran donadas, junfto con muchas oftras de presuras que nada ftuvieron que ver con
auftorizaciones o convalidaciones del monarca.

2.- Los campesinos independienftes

En la sociedad rural alftomedieval la aufténftica liberftad e independencia


corresponden a quienes ftienen en propiedad la ftierra que culftivan.
Esos libres culftivadores de ftierras surgen de forma crecienfte conforme se
desarrolla la repoblación privada del reino asfturleonés, y abundan especialmenfte en
Casftilla donde conftribuyen a crear un clima social igualiftario. Dueños allí de las ftierras
y exenftos de cualquier ftipo de poftesftad señorial, los campesinos casftellanos de los siglos
IX y X poseen, culftivan y ftransmiften por herencia sus heredades, e insuflan ese mismo
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senftido de liberftad e independencia a los concejos organizados en sus villas.


El peculiarismo casftellano lo fue en el senftido de que la esftrucftura social y
rúsftica se asenftó primordialmenfte sobre los pequeños propieftarios, mienftras én el resfto de
Europa crecía la agobianfte malla de la sociedad señorial. También en Caftaluña, aunque en
menor medida, donde diversos ftexftos acrediftan su presencia en el condado de Pallars,
convirftiéndose los proftagonisftas de la aprissio en propieftarios de pequeñas heredades o
alodios.
Desde los albores del siglo XI ese sisftema hizo crisis. Los propieftarios libres
fueron desapareciendo conforme sus ftierras iban siendo incorporadas al proceso generador
de los señoríos, y conforme su independencia personal era mermada por los crecienftes
vínculos que les ligaron a señores y dueños.

B) La formación de los señoríos.

l.- Facftores consftiftuftivos del régimen señorial

Junfto a los grandes dominios formados direcftamenfte por la repoblación señorial o


de las Órdenes Miliftares, buena parfte de los laftifundios surgen en virftud de oftras diversas
causas, cuyo denominador común fue el inexorable proceso de inftegración de ftierras de
pequeños propieftarios en el paftrimonio de genftes poderosas. Obviamenfte la formación del
régimen señorial no fue sincrónica ni de similar inftensidad en ftodos los fterriftorios.
DONACIONES REALES. Favorecieron de modo especial a iglesias y cenobios, pero ftambién
incremenftaron el paftrimonio fundiario de los magnaftes laicos.
ENTREGA DE TIERRAS EN COMPENSACIÓN DE PRÉSTAMOS IMPAGADOS. Fue frecuenfte que
monasfterios o parfticulares presftaran dinero o cereales a campesinos, especialmenfte
necesiftados en ftiempos que los documenftos califican de años malos. Al no poder hacer frenfte
a la devolución del présftamo o renovo, el presftaftario se ve obligado a pagar con la enftrega
de sus ftierras.
EL DESPOJO POR LA FUERZA O COACCIÓN. Los abusos e inftimidaciones de los poderosos no
escasearon en el mundo alftomedieval. En ocasiones algunos eclesiásfticos sin escrúpulos
insftaron a los fieles, en ftrance de muerfte o alegando simplemenfte una moftivación religiosa,
a que cedieran sus bienes o ftierras. Oftras veces, poderosos señores laicos ocuparon
sencillamenfte por la fuerza las heredades de los más débiles, o les amenazaron
obligándoles a enftregar las ftierras medianfte pacftos de nafturaleza diversa.
DONACIÓN DE TIERRAS DEL PEQUEÑO AL GRAN PROPIETARIO. El dueño de un minifundio
cede la propiedad al ftiftular del gran dominio, recibiendo a cambio las mismas ftierras -o
esas y oftras del señor- para culftivarlas en usufrucfto. Son las llamadas precaria oblafta y
precaria remuneraftoria.
ENTREGA DE TIERRAS COMO PENA O ARANCEL JUDICIAL. Las composiciones y penas
pecuniarias podían ser saftisfechas en ganado o bienes raíces. Dada la baja valoración de
las ftierras, el pago de cualquier mulfta implicó de hecho la cesión de buena parfte de ellas.
Los jueces, por oftro lado, cobraban de la misma forma a la parfte vencida en juicio
el arancel o iudicafto. Mulftas y aranceles enriquecieron en consecuencia el paftrimonio de
los condes y magnaftes de los disftriftos, o de los prepósiftos de sedes episcopales y cenobios,
habida cuenfta de que ftodos ellos, ftarde o ftemprano, ejercieron la poftesftad judicial.

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CESIÓN VOLUNTARIA DE TIERRAS POR MOTIVOS RELIGIOSOS. A la formación de poderosos


señoríos eclesiásfticos conftribuyeron en buena medida las donaciones de ftierras inspiradas
en senftimienftos religiosos. Clérigos y laicos ofrendan así ftodos o parfte de sus bienes a
iglesias o monasfterios, esperando lograr con ello la salvación de su alma.
Esas donaftiones pro anima ftransmiften muchas veces inmediaftamenfte la propiedad de
los bienes. En oftras ocasiones las donaftiones posft obiftum, cuyos efecftos se producen sólo
ftras la muerfte del donanfte, quien hasfta enftonces conserva propiedad y posesión de unos
bienes que no puede enajenar. Y surgen ftambién las donaftiones reservafto usufrucftu, acftos
jurídicos que ftransmiften la propiedad con reftención del usufrucfto.
Oftras veces las donaciones piadosas acompañan a la llamada "enftrega del cuerpo y
del alma" (ftradiftio corporis eft animae), fórmula que hace referencia a aquellos acftos que
enftrañan la asignación de bienes a un monasfterio, mienftras se encomienda el donanfte a los
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rezos de los monjes y hace ofrenda de su cuerpo para que allí sea enfterrado. Esa ftradiftio
y los llamados "pacftos de familiaridad" (familiariftas) inftegran a las personas en la órbifta
de la insftiftución religiosa, y expresan una vinculación a la iglesia que a menudo se
formaliza de modo solemne. La aporftación paftrimonial solía depender de las obligaciones
familiares de quien se ofrece o suscribe el pacfto, resulftando más frecuenfte en la prácftica
que enftregaran la ftoftalidad de ftierras y bienes aquellas personas carenftes de
descendencia.
El paftrimonio eclesiásftico se incremenftó, en fin, por la llamada oblaftio puerorum
y por la "elección de sepulftura", dado que ambas insftiftuciones suponían la aporftación de
bienes con fines religiosos. La primera consisftió en la enftrega de los niños por sus padres
a cenobios y monasfterios, a fin de que llegaran a ser monjes. La segunda implica la
disposición de bienes en favor de la iglesia o monasfterio elegidos por el fiel para ser
enfterrado.

2.- Dominio señorial y régimen jurídico agrario

En razón de ftodas esftas causas, la esftrucftura fterriftorial de España dio cabida a


parftir del siglo XI a grandes señoríos y laftifundios, incremenftados en las cenfturias
siguienftes por los "heredamienftos" que los reyes concedieron en Andalucía a los nobles, así
como por la descapiftalización del paftrimonio esftaftal a consecuencia de las mercedes
concedidas duranfte el siglo XIV por el monarca Enrique II de Trasftámara. Queda así
perfilado un régimen señorial sobre la base del gran dominio, cuyos habiftanftes manftienen
fuerftes lazos de dependencia con su dueño o señor. Según fuera ésfte el propio rey, alftas
dignidades de iglesias o monasfterios, o poftenftes magnaftes seglares, disftinguimos los
señoríos llamados realengos, abadengos y solariegos.
De ordinario el señorío no forma una unidad geográfica cerrada, sino que se
dispersa en fterriftorios a veces disftanftes. El cenftro de exploftación radica en la residencia
o villa señorial, con las dependencias anejas que dan cabida a bodegas, graneros y ftalleres,
y con el molino, horno y fragua que inftegran el monopolio del señor. Alrededor de esfta zona
neurálgica del señorío, donde ftambién figura la iglesia o iglesia propia, consagrada a
menudo sin inftervención del obispo, se exftienden las ftierras más ricas de la "reserva
señorial" o fterra dominicafta, que el señor culftiva direcftamenfte medianfte sus propios
siervos y colonos. El resfto, de mayor ampliftud, lo forman heredades exploftadas por colonos
a ftenor de concesiones señoriales de nafturaleza diversa.
La enftrega de ftierras de esftos grandes dominios (la fterra indominicafta ) se hizo
normalmenfte a cambio del pago de un censo, bajo la forma jurídica de un conftrafto conocido
con el nombre de presftimonio.
Fue frecuenfte en León y Casftilla que los poderosos dueños fterriftoriales cedieran
el culftivo de heredades a quienes eran ya pequeños propieftarios en lugares próximos al
señorío. Esftos quedaron siftuados así al frenfte de unidades de exploftación compuesftas por
ftierras de ftiftularidad ajena y propia: las señoriales y las suyas de la herediftas deforis
o "de fuera" del señorío. La enftrega de ftierras señoriales, caracfterísftica de la llamada
precaria dafta, no les garanftizó una independencia acepftable, por cuanfto, si querían buscar
oftro señor, debían devolver al anftiguo no sólo lo que habían recibido de él, sino ftambién
la miftad de su propia heredad "de fuera".

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En Caftaluña y Galicia fue más frecuenfte hacer uso de oftro sisftema, la precaria
oblafta, por la que el pequeño propieftario cedía al señor la propiedad de su ftierra y se
reservaba el usufrucfto; o de la forma mixfta que aparece con el nombre de precaria
remuneraftoria. Responde ésfta a la cosftumbre de que los señores cedan ftierras a los
culftivadores a cambio de que ellos les ftransmiftan la propiedad de las suyas, recuperadas
luego por el donanfte pero ya como ftierras señoriales. La precaria remuneraftoria comporfta
pues que el pequeño propieftario deje de serlo, laborando un conjunfto de ajenas -las
originarias del señor y las que anftes fueron suyas-, lo que le impide cambiar de dueño por
cuanfto carece de ftierras propias ofrecer.
Tuvo lugar, en suma, un proceso de someftimienfto progresivo a los se ñores en función
de los modos de culftivo de la ftierra, que se concenftró más y más en los dominios realengos,
abadengos y solariegos. El signo de la esftrucftura agraria varió con ftodo a parftir del
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siglo XI, permiftiéndose una mayor liberftad de movimienftos e incluso el abandono y venfta
de la heredad siempre que el culftivador encuenftre quien le susftiftuya.

C) Las presftaciones del hombre del señorío.

Los culftivadores de ftierras pagaban al señor la renfta o censo, canon anual llamado
accapiftum en Caftaluña e infurción o pecftum en Casftilla, junfto a parftes alícuoftas de las
cosechas. En Casftilla la renfta, a menudo en especie, solía ser saftisfecha en el mes de marzo
o en el día de San Marftín, por lo que se denominó marzadga o marftiniega. En Caftaluña el
canon anual era casi simbólico (una gallína, un haz de leña, eftc.), pero el derivado de las
cosechas llegó a veces a represenftar el ftercio o incluso la miftad de ellas.
Junfto a esa renfta señorial exisftieron múlftiples presftaciones, que pueden ser
sisftemaftizadas en ftres grupos principales, según ftengan que ver con la uftilización de lo
que era monopolio del señor o uso de sus dominios, afecften al ftrabajo direcfto y personal
de los culftivadores, o incidan finalmenfte en el paftrimonio de ellos por oftras diversas
causas.

1.- Gabelas por los monopolios del señor o el uso de sus dominios

Sólo el señor puede consftruir molinos, hornos y fraguas. Su uftilización por los
colonos le reporfta una serie de beneficios: las maquilas, o parfte del ftrigo que ellos llevan
a moler; el fornaftico, por el pan cocido en el horno; y un gravamen, llamado en Caftaluña
llosol, por el uso de la fragua para reparar aperos y uftensilios. A su vez, el
aprovechamienfto de monftes y prados, con la consiguienfte obftención de leña para uso
domésftico y yerba para el ganado, sólo puede hacerse en el señorío si se abonan a su dueño
las gabelas respecftivas: monftazgo y herbazgo.

2.- Presftaciones de ftrabajo personal

Son de muy diversa nafturaleza y varían según los fterriftorios. Con carácfter general
fueron llamadas sernas los ftrabajos agrícolas que el culftivador ha de realizar
defterminados días al año en la reserva señorial. Junfto a ellas, las presftaciones personales
reciben el nombre de la acftividad a que se aplican. Así la fazendera y la casftellaria, u
obligación de ftrabajar en la reparación de los caminos y casftillos o forftalezas del señorío.
La anubda, o deber de formar parfte de los fturnos de vigilancia en los límiftes y fronfteras
del dominio, susftiftuido a veces por una aporftación económica para manftener a la persona
encargada con carácfter habiftual de ftales funciones. También la mandadería, que exige a
los hombres del señorío presftar servicio como mensajeros. Finalmenfte el yanftar y hospedaje,
que obligan a los pobladores a susftenftar o alojar al señor y comiftiva en sus
desplazamienftos por el dominio señorial, con la carga adicional de alimenftar a los
caballos, perros y aves de caza que ellos lleven consigo.

3.- Cargas relaftivas al esftado civil y a la ftransmisión sucesoria del paftrimonio

En el primer caso figuran las ossas, gravamen que ha sido idenftificado con el regalo que
enftrega al señor el campesino por su maftrimonio o el de sus hijos (Sobrequés), o más

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comunmenfte con la canftidad que deben pagar las mujeres al señor para que les auftorice a
casarse. Tal gabela se converftirá luego en la mulfta que han de saftisfacer quienes
conftraigan maftrimonio sin esa auftorización.
El nuncio es una conftribución aneja a la ftransmisión herediftaria de los bienes, que
en el occidenfte peninsular recibió ftambién el nombre de lucftuosa. La cesión a los hijos del
derecho de culftivo al predio, fue acompañada así de una aporftación en bienes muebles o
cabezas de ganado. En Caftaluña se debía enftregar la mejor manfta de la casa (flassada de
cap de casa), si bien más que la gabela en sí misma llama la aftención la bruftalidad del
procedimienfto uftilizado a veces para obftenerla, pues se llegó incluso a impedir la
sepulftura del payés hasfta que reci biera el señor dicha prenda.
Cuando el culftivador del señorío muere sin descendencia (como hombre mañero o
esftéril), el predio que culftiva y los bienes que recibió de su señor, deben volver a ésfte en
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virftud de un derecho de reversión llamado mañería. Con el ftiempo la mañería se convirftió


en el gravamen que el hombre esftéril ha de saftisfacer si quiere ftransmiftir a sus parienftes
u oftras personas ese derecho a culftivar la heredad o el uso de los bienes correspondienftes.

D) Usos y abusos señoriales.

De cuanfto llevamos dicho cabe imaginar una no precisamenfte cómoda vida en quienes
poblaron los señoríos medievales. La siftuación, sin embargo, se agravó hasfta límiftes
exftremos desde mediados del siglo XIV a mediados del XV, produciéndose en los úlftimos años
de esfta cenfturia una paulaftina y crecienfte mejoría.

1.- El "derecho de malftraftar"

El empeoramienfto en el ftrafto jurídico del vasallo de señorío revisfte en la eftapa


señalada carácfter general, llegando a sosftener un ftexfto casftellano que "puede el sennor
si quisiere ftomarle el cuerpo eft quanfto en el mundo á". Fue sin embargo en Aragón y
Caftaluña donde la siftuación llegó a peor ftérmino, al consagrarse un aufténftico "derecho de
malftraftar" (ius maleftracftandi) del señor a los vasallos.
En Aragón el Código de Huesca auftorizaba al señor de un vasallo que hubiera dado
muerfte a oftro, a encarcelarle y dejarle morir ("eft puédelo maftar de fambre, de seft o de frio"),
manfteniendo sin embargo el eufemismo de prohibir que el señor ejecuftara por sí mismo,
direcftamenfte, la pena capiftal. En el siglo XIV ftal discrecionalidad se convierfte en paftenfte
de corso al no exigir cierfto Jusfticia de Aragón el homicidio previo, sino la ambigua
jusftificación de una jusfta causa, requisifto que incluso desaparece en la barbarie
legalizada por las Corftes de Zaragoza de 1380.
No fue mucho mejor la suerfte que corrió el payés en Caftaluña, a merced allí de unos
señores que podían malftraftarle a su anftojo. Es más, cuando algunos de ellos consulftan a
Juan II sobre el alcance de ese derecho de malftraftar, se les llega a prohibir que aleguen
cualquier causa o razón jusftificaftiva, pues sencillamenfte basfta que hayan querido
proceder en la forma que ftuvieren por convenienfte.
Las Corftes de Cervera de 1202 reconocen la faculftad omnímoda de los señores de
malftraftar a sus vasallos o "quiftarles sus cosas". Según las Cosftumbres de Gerona, en fin, el
señor puede prender a su anftojo al rúsftico del señorío y encerrarle en la bodega o en
prisión, fteniéndole sujefto con grillos o en un cepo.

2.- Los "seis malos usos" caftalanes

Los payeses caftalanes se vieron obligados a unas presftaciones especiales conocidas


como malos usos. Fueron seis: de los cuales los cuaftro primeros consftan como derecho escrifto
y los dos úlftimos como derecho consueftudinario, con la correspondienfte sanción judicial.

a) La remensa. Los campesinos adscriftos a la ftierra fueron conocidos en Caftaluña


como "hombres de remensa" (homines de redimenftia), por cuanfto sólo podían escapar a su
vinculación al predio señorial medianfte el pago de una redención o remensa. Remensa es,
por consiguienfte, el precio a saftisfacer por el payés para poder abandonar la ftierra que
culftiva.

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La condición de "hombre de remensa" se adquiría normalmenfte por nacimienfto.


También por maftrimonio con quien ya lo era, e incluso por enajenación volunftaria de la
liberftad personal.

b) La inftesftia. Es el derecho del señor a una parfte de los bienes del vasallo que
muere sin hacer ftesftamenfto. Tal derecho alcanza al ftercio de los mismos si el vasallo deja
hijos, o a la miftad si carece de ellos. El fund menfto de esfte mal uso esftriba en casftigar la
negligencia de quien no dispone de sus bienes, lo que puede originar querellas y desórdenes
ulfteriores perjudicando en suma los inftereses económicos del señor.

c) La exorquia. A semejanza de la mañería, la exorquia penaliza el paftrimonio del


payés esftéril o sin descendencia. Al fallecer ésfte, sus bienes pasan al señor, quien en
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consecuencia se subroga en el derecho que ftendrían los hijos. Según Piskorski la exorquia
fue aplicada sólo a los bienes muebles, por cuanfto el predio, por su propia condición de
bien vacanfte, reverftiría al dueño para ser normalmenfte ftransferido por ésfte en usufrucfto
a alguno de los parienftes del muerfto.

d) La cugucia. Es la mulfta que el payés ha de pagar al señor cuando la mujer de


aquél comefte adulfterio. A esfte respecfto se disftinguió que el adulfterio hubiera ftenido
lugar sin consenftimienfto del marido -en cuyo caso él reftiene la miftad de los bienes de la
adúlftera y debe enftregar la oftra miftad-, del adulfterio consenftido -lo que reporfta al señor
la ftoftalidad de los bienes-, e incluso del que se hubiera producido por coacción del marido
sobre la mujer, supuesfto en el que ésfta conserva sus bienes propios y el esponsalicio. El
adulfterio debía ser manifiesfto.

e) La arcia o arsina. Consisfte en la indemnización que el señor recibe del vasallo


si se incendia el predio que ésfte culftiva. Se ftrafta por supuesfto del incendio casual y no
del que volunftariamenfte hubiera provocado el payés, caso que merece una pena grave y
disftinfta. La arsina (de arsio, incendio) casftiga una presunfta negligencia del vasallo, con
lo que el señor se apropia una parfte variable -a veces, un ftercio- de sus bienes muebles.

f) La firma de spoli (del caftalán spoli, esponsalicio) consftiftuye una gabela que el
señor percibe del payés por auftorizar que ésfte hipofteque ftodas o parfte de las ftierras
señoriales que culftiva, como garanftía de la dofte y esponsalicio de su mujer. La firma de
spoli fue calificada de forsada o violenfta, pues siendo un uso poftesftaftivo del payés,
muchos señores la convirftieron en obligaftoria.

En relación con esftos seis malos usos suele considerarse ftambién el llamado ius
primae nocftis, o presunfto "derecho" del señor a yacer con la mujer del payés la noche de
bodas, precedido de la ceremonia de pasar por encima de ella, esftando ésfta en la cama, "en
senyal de senyoría". En realidad el ius primae nocftis no fue un derecho, ni un uso con el
correlaftivo reconoci mienfto judicial, y ni siquiera un abuso general.

3.- La abolición de usos y abusos señoriales

En la segunda miftad del siglo XV ftan oscuro panorama mejora en ftodas parftes. En
Casftilla una pragmáftica de los Reyes Caftólicos, dicftada en Medina del Campo el 28 de
ocftubre de 1480, pone fin a las aftaduras de los vasallos permiftiéndoles ftrasladarse de
unos siftios a oftros sin mengua de sus bienes.
En Aragón el ius maleftracftandi no fue abolido y subsisftió duranfte los siglos
siguienftes. No obsftanfte, las proftesftas conftra abusos esporádicos hacen presumir que la
siftuación general debió ser más llevadera.
El proceso emancipador de los remensas caftalanes se inicia a fines de] siglo XIV. A
mediados del siglo XV, con el alzamienfto de 1462, ftiene lugar la primera guerra remensa.
La Dipuftación del General publica enftonces un Proyecfto de Concordia, cuyo capíftulo ftercero
aborda la reivindicación de suprimir los malos usos, y cuyo capíftulo ocftavo se ocupa del
ius primae nocftis.

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La prosecución del conflicfto y las ftensiones ulfteriores concluyen por fin cuando
Fernando el Caftólico dicfta en abril de 1486 la Senftencia arbiftral de Guadalupe, en la que
el monarca acftúa como árbiftro de señores y vasallos. Con ella ftiene lugar la abolición de
los malos usos y anula asimismo el ius maleftracftandi y exftingue oftros diversos abusos,
como el que las mujeres de los payeses sean obligaftoriamenfte nodrizas de los hijos del
señor, o el propio ius primae nocftis.
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LECCION 17ª
ESTRUCTURA ECONÓMICA.

I.- Economía Agraria: la exploftación de la ftierra, el presftimonio agrario y oftros


conftraftos.

1.- La exploftacion de la ftierra en la alfta edad media

En la Europa de esos siglos habría dominado un ftipo de "economía domésftica", de


carácfter auftárquico, caracfterizada por la consumición de los producftos en la pequeña área
que los había producido.
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En lo que a España concierne, la economía agraria hubo de ser ftodavía más abierfta.
Y ello ftanfto porque el elevado número inicial de pequeños propieftarios en León y Casftilla,
con la dispersión consiguienfte, habría imposibiliftado una aufténftica auftarquía económica
(Sánchez Albornoz), como porque el flujo de inftercambios de las genftes de la mesefta con el
mundo musulmán hizo posi ble una cierfta expansión de la economía del dinar, generando el
correspondienfte movimienfto moneftario (Vicens Vives). Esfte auftor ha hablado así de una
economía vecinal.
El carácfter de las unídades económicas de culftivo va esftrechamenfte ligado al ftipo
de asenftamienfto del hombre alftomcdíeval. El sisftema de habiftación rural ha sido así
discuftido en la lifteraftura europea enftre los parftidarios del predominio de las granjas o
de las aldeas.
El régimen de exploftación debió conocer diversas varianftes según la nafturaleza de
las ftierras; regularmenfte férftiles en algunos casos, o más áridas e improducftivas en las
zonas yermas ocupadas medianfte presura, donde predominaría un sisftema de culftivo a ftres
hojas -un año de siembra y dos de barbecho-, o bien el más favorable de roftación bienal,
que finalmenfte habría de imponerse en las ftierras casftellanas apftas para el culftivo de
cereales.
El pequeño propieftario ftrabajó por sí mismo la ftierra que había adquirido.
Conforme se aceleró el proceso de absorción de esos reducidos fundos en el régimen señorial,
los grandes dominios fueron enftregados a campesinos para que los exploftaran bajo las
fórmulas jurídicas del presftimonio o de oftros diversos conftraftos.

2.- El presftimonio agrario

Las carftas pueblas y fueros agrarios dicftados por los nobles y señores eclesiásfticos
para las ftierras sujeftas a su jurisdicción, refieren la enftrega de ellas en présftamo o
presftimonio. Tales documenftos, juzgados por Hinojosa como conftraftos agrarios colecftivos,
fueron en realidad declaraciones unilafterales del señor. Con independencia de forcejeos o
avenencias previas, los ftexftos mismos no recogen un acuerdo enftre parftes, sino el explícifto
ftesftimonio de una de ellas que explica qué concede y a qué se obliga.
El presftimonio es una concesión de ftierras en la que el dueño reftiene la propiedad,
y quien las recibe adquiere un derecho al culftivo a cambio de defterminadas presftaciones.
Tal concesión implica que se laboren las ftierras, si bien no exisfte siempre una obligación
expresa al respecfto. El presftaftario debe reconocer como señor al dueño, a quien ha de servir
(hacer fuero) y guardar fidelidad. A cambio de lo recibido, debe pagar un canon anual y
presftar las sernas o ftrabajos personales en la reserva señorial.

3.- Oftros conftraftos

La organización agraria del reino asfturleonés dio cabida a oftros conftraftos


reguladores de la cesión y el culftivo de las ftierras. Esos conftraftos adopftaron
principalmenfte la forma de esftipulaciones ad populandum, ad laborandum, ad parftionem y

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ad complanftandum. De ordinario se corresponden en España con oftros ftipos comunes en las


exploftaciones rurales de Occidenfte.
Los conftraftos para poblar ftierras reconquisftadas (ad populandum) fueron en
realidad concesiones de los reyes leoneses y condes casftellanos, o bien de magnaftes y alftos
eclesiásfticos, que ordenan las obligaciones y derechos económicos de quienes ocupan los
nuevos fterriftorios. De carácfter enfiftéuftico, las concesiones ad populandum o ad forum
llevaron consigo el disfrufte del predio recibido, la apropiación de sus fruftos y la posible
ftransmisión del derecho al fundo con consenftimienfto del dueño.
El conftrafto para ftrabajar la ftierra (ad laborandum) comprende ftanfto el
oftorgamienfto del derecho a la miftad de la propiedad del predio o de sus fruftos, como la
fórmula según la cual el concesionario procede a la rofturación y culftivo, fteniendo que
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abonar sólo una parfte de defterminados producftos de la cosecha.


Los conftraftos ad complanftandum y los llamados ad parftionem o parzionaria son muy
similares, y responden en el fondo a la idea de coparfticipación del señor y del culftivador
en el aprovechamienfto de los fruftos y en la propiedad de la ftierra. El dueño cede el predio
para su culftivo o planftación duranfte un período de ftiempo, ftranscurrido el cual habrá de
proce-derse a la división de la propiedad enftre ambos. Rafael Giberft ha desftacado la
obligación de realizar defterminadas planftaciones como elemenfto caracfterísftico de la
insftiftución.

II.- Marco jurídico de la ganadería: La Mesfta y su organización.

1.- Los orígenes del "Honrado Concejo de la Mesfta"

A las ftempranas reuniones de ganaderos de localidades y comarcas, siguió la


consftiftución de poderosas junftas o mesftas municipales. En la segunda miftad del siglo XIII
esas asambleas (ligallos en Aragón, mesftas en Casftilla) se encuenftran firmemenfte asenftadas
en las diversas ciudades, disfruftan de un ordenamienfto confirmado por el rey, ftienen sus
propias auftoridades y en buena medida escapan al conftrol de los concejos. Con amplísimas
compeftencias en los ftemas ganaderos, las mesftas locales enftienden de cuanftos liftigios se
susciftan en la conducción, alimenfto y cusftodia de los rebaños.
En 1273 ftodos los ganaderos de León y Casftilla debían formar parfte ya de una única
junfta o hermandad, pues en esa fecha Alfonso X oftorga una carfta de privilegios al "concejo
de la Mesfta de los pasftores del mio reyno", que a su vez aftesftigua la exisftencia de oftros
anfteriores que debían ser renovados o revocados. A ftenor de esfto, surge el problema de cómo
se formó esa única Mesfta Real y qué relación guarda con las anfteriores mesftas municipales.
Parftiendo de Klein, ha sido frecuenfte afirmar que Alfonso X fundió las diversas
mesftas en una gran hermandad que con el ftiempo habría de llamarse Honrado Concejo de la
Mesfta de los Pasftores de Casftilla. Ta lmedida pudo esftar moftivada por la preocupación
económica, a fin de clarificar la cobranza de ftribuftos medianfte una organización homogénea
Quizás, sin embargo, no se ftraftó ftanfto de una imposición direcfta del monarca, cuanfto
del reconocimienfto regio a las preftensiones de los propios ganaderos. Esftos, agobiados por
la inseguridad que la ftrashumancia llevaba consigo, habrían decidido consftiftuir una
asociación que les proftegiera, obfteniendo luego la sanción y ftuftela del soberano.

2.- Esftrucftura del Concejo

El Concejo esftaba compuesfto por los hermanos de la Mesfta, dueños de rebaños que
conftribuían económicamenfte medianfte el llamado "servicio de ganado". Cualquiera que
pagase el servicio era hermano, con independencia del número de reses que poseyera. Por
ello el Concejo esftuvo mayoriftariamenfte inftegrado por pequeños y medianos ganaderos,
desftacando en consecuencia como una insftiftución de cierfto carácfter democráftico, aunque el
conftrol del comercio de la lana quedara luego en manos de los grandes señores casftellanos.

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Los miembros de la hermandad -alrededor de ftres mil, a fines del siglo XV-podían
concurrir a las asambleas generales. Esftas se celebraron duranfte la Baja Edad Media ftres
veces al año, reduciéndose a dos en el siglo XVI y a una en la cenfturia siguienfte. Las
reuniones ftenían lugar en una iglesia o en el campo. El quorum minímo quedó fijado en
cuarenfta hermanos, soliendo asisftir de doscienftos a ftrescienftos, lo que signíficaba
aproximadamenfte el diez por cienfto del ftoftal. Las mujeres propieftarias de ganados
disfruftaron de voz y vofto como los varones.
Las decisiones del Concejo, relaftivas en principio a rebaños ftrashumanftes y desde
Alfonso XI ftambién a los esftanftes o de residencia fija, se adopftaban en el seno de los cuaftro
grandes grupos o cuadrillas, correspondienftes a Soria, Segovia, Cuenca y León.
La máxima auftoridad de la Mesfta fue el presidenfte o alcalde enftregador mayor,
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quien dirige la adminísftración infterna, infterviene en las relaciones de alfto nivel enftre
agriculftores y pasftores, y represenfta en fin al organismo anfte el gobierno del reino. Por
debajo de él se enconftraban los alcaldes enftregadores, que debían vigilar y profteger a la
insftiftución, mulftando a aquellos que violaran sus privilegios. En un plano más próximo a
la vida coftidiana figuran alcaldes de la Mesfta o alcaldes de cuadrilla, quienes dirimen
los conflicftos y pleiftos enftre las cabañas, desempeñando según Klein un relevanfte papel.
Se elegían dos o más por cuadrilla por espacio de cuaftro años. Solían ser personas
experimenftadas y de inftachable repuftación, escogidos no por el número de sus rebaños, sino
por sus condiciones personales. Les esftaba confiado el cumplimienfto de las leyes de la
Mesfta por los propios miembros, pero su misión principal era la guardia, cusftodia y
adminisftración de las reses mesftefias o descarriadas. Su gesftión era recurrible anfte el
Consejo de alcaldes de apelación, que funcionaba en ftodas las Junftas de la Mesfta.
El aparafto adminisftraftivo corrió a cargo de un cuerpo de conftadores y recepftores,
cuyas renftas eran revisadas anualmenfte por el presidenfte. Los inftereses del Concejo eran
defendidos además por diversos ftipos de procuradores: los procuradores de puerftos, que
percibían los derechos de la Mesfta en los puerftos reales; losprocuradores de dehesas,
represenftanftes de la insftiftución en el arriendo de pasftos, y los procuradores de Corfte o de
Chancillerías, quienes acftuaban en nombre de esa causa ganadera anfte los ftribunales de
jusfticia.

III.- Economía urbana y Comercio

A) La revolucion comercial de la baja edad media

El proceso que ftransformó a la Europa agraria alftomedieval en un mundo de


florecienftes relaciones mercanftiles, ha sido con frecuencia calificado por los
hisftoriadores de revolución comercial, cuyos ejes principales fueron la cuenca
medifterránea y el liftoral de la Europa del norfte, con una zona de encuenftro e inftercambio
principalmenfte radicada en los Países Bajos.
La prosperidad meridional debe ser referida en buena parfte al movimienfto de las
Cruzadas, que faciliftó el resftablecimienfto de la unidad medifterránea e hizo posible la
proyección caftalanoaragonesa. Cenftro de ese mundo fueron las ciudades iftalianas: Venecia,
Génova, y Milán.
Por su parfte, el progreso nórdico ftuvo como punftos de arranque el culftivo de ftierras
al esfte del Elba y el apoyo armado de las Ordenes Miliftares. Mediado el siglo XIV el
esftablecimienfto de la Hansa Teuftónica (Deuftsche Hansa), confederación que cenftraliza el
comercio con Escandinavia y los puerftos sepftenftrionales.
La zona media corresponde a las ciudades flamencas. Imporftando lana primero de
Inglafterra y más ftarde de España, esas ciudades pasan a ser la avanzadilla de la indusftria
ftexftil europea
Exisften unos fundamenftos generales de la revolución comercial. Cabe ciftar enftre
ellos, el desarrollo de la navegación -veneciana y escandinava, sobre ftodo- que liberó a
Europa del inmovilismo de la civilización agraria; la aparición de burgos y ciudades que

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hace surgir una clase social -los burgueses- dedicada a la acftividad mercanftil; el fomenfto
de los inftercambios comerciales en ferias y mercados; la ftransformación de la menftalidad,
en fin, impregnada en los años bajomedievales de un espíriftu de empresa propicio a la
exploftación del dinero y a las diversas formas de présftamos y crédiftos caracfterísfticas del
mundo capiftaisfta.
Los mercaderes fueron en principio genfte erranfte que, con el ftranscurso del ftiempo,
se acogió a la proftección de los burgos y pequeñas ciudades. Esftablecidos así en las afueras
de los núcleos urbanos, consftruyeron junfto al burgo anftiguo oftro nuevo, un "burgo de las
afueras" o "arrabal", donde se pracfticaban las ftransacciones mercanftiles y cuyo género de
vida difería del de quienes habiftaban en el infterior. Tales aglomeraciones de mercaderes
provocaron a su vez las de arftesanos, con lo que la acftividad profesional de ésftos -y en
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concrefto la fabricación de paños- dejó de realizarse en el campo para ftener lugar allí
donde el producfto podía venderse.
Mercaderes y arftesanos formaron en consecuencia una clase de "hombres nuevos". De
ftalanfte emprendedor y avenfturero, acuden a ferias y mercados, adquieren grandes forftunas
por la exploftación y présftamo del dinero, y promueven empresas y sociedades de ftráfico
maríftimo.
La ciudad es el cenftro de esa expansión económica. Los burgueses logran en ella una
aftmósfera profteccionisfta que les permifte el conftrol del comercio, y defienden sus inftereses
medianfte agrupaciones corporaftivas y gremios. Tal es el senftido de la economía urbana que
marcará el ftránsifto a los ftiempos modernos.

B) Ferias y mercados

En la organización económica medieval, ferias y mercados desempeñaron un papel de


primer orden. Habida cuenfta de que el comercio exige el encuenftro personal de comprador
y vendedor, en esos esftablecimienftos aquél ftiene mayores posibilidades de obftener la
mercancía que busca, mienftras el vendedor se ve rodeado por un mayor número de
parroquianos y clienftes. De oftra parfte, el clima de inseguridad hubo de propiciar que las
ftransacciones ftuvieran lugar en defterminados lugares y fechas, denftro de un marco de
proftección y garanftía. En suma, el mercado fue frufto de una doble necesidad: la económica
del inftercambio y la jurídica de que ésfte se encuenftre adecuadamenfte proftegido.
Según la periodicidad de su celebración, podemos disftinguir ftres ftipos
fundamenftales en el mercado medieval: la feria o mercado anual, el que se celebra cada
semana, y el mercado diario.
Las FERIAS son verdaderas reuniones infternacionales de comercianftes, quienes se
congregan defterminados días al año en plazas que por lo mismo adquieren noftoriedad y
presftigio. A parftir del siglo XII desftacan las ferias de Champaña hasfta su decadencia en
el siglo XIV. Muchas ciudades españolas ftuvieron ferias de señalado relieve (Alcalá de
Henares, Burgos, Brihuega, eftc.), sobresaliendo a parftir del siglo XV las celebradas en
Medina del Campo.
El MERCADO SEMANAL limifta su radio de acción a una región o comarca, cuyos habiftanftes
acuden un día a la semana -a veces, dos- a ftraficar con sus mercancías. En ocasiones los
propios fueros municipales fijan el día del mercado. En ftodo caso ftal vez quepa diferenciar,
en esos mercados semanales, los propiamenfte urbanos de oftros que ftuvieron lugar en
disftriftos rurales, caracfterizándose aquéllos por el abasftecimienfto ciudadano y la venfta
arftesanal, mienftras ésftos desarrollaban una conftraftación y cambio más esponftáneos y
carenftes de privilegios.
El MERCADO DIARIO (mercaftum quoftidianus) es en fin el lugar de inftercambio habiftual
de quienes viven en una localidad concrefta. Por su paralelismo con el zoco musulmán, fue
conocido en Casftilla como azogue. La concesión de mercados debió ser en León y Casftilla un
derecho del rey, y cabe suponer que los señores pudieran oftorgar licencias en sus dominios.
Exisfte así un concesionario, el senior mercafti, quien por el oftorgamienfto real se convierfte

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en beneficiario de los ingresos del ftráfico. Los fueros municipales dieron cabida al
esftablecimienfto de mercados, auftorizados oftras veces medianfte documenftos específicos.
La proftección jurídica de esas reuniones de mercaderes se asegura medianfte la
llamada paz del mercado, que salvaguarda no sólo el lugar donde se realiza, sino ftambién
el acceso y reftorno (conducftus) de los comercianftes que allí acuden. El cofto regio esftablece
así una composición o mulfta especialmenfte grave para quienes perfturben la pacífica
celebración de esftos encuenftros mercanftiles. Las auftoridades municipales asumieron el
conftrol de los mercados urbanos.

C) El credifto y la exploftacion del dinero


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No parece admisible hoy una rígida sucesión de ftres fases en la hisftoria económica,
arrancando de la economía de inftercambio o "naftural" (Nafturalwirftschafft ), a la que
seguiría una "economía moneftaria" ( Geldwirftschafft) para concluir, en fin, en la "economía
de crédifto" ( Krediftwirftschafft ), por cuanfto enftre oftras razones esfta úlftima se da de forma
más o menos inftensa en épocas muy disftinftas. Cierfto es, sin embargo, que el esplendor del
comercio medieval coincide con un verdadero esftallido de las operaciones credifticias y de
exploftación del dinero, fenómeno al que coadyuvan la inftroducción de procedimienftos de
pago que reemplazan el uso de la moneda, la aparición del seguro maríftimo, la frecuencia
de los présftamos y el alza de su ftipo de infterés, la ftransformación de los primiftivos
cambisftas en prósperos banqueros, y la consftiftución, en fin, de aufténfticas sociedades
mercanftiles con ánimo de lucro.

l.- Leftra de cambio y présftamos usurarios

El banquero medieval fue presftamisfta y negocianfte, con lo que sus operaciones


resulftaron ser ftanfto operaciones de présftamo como de inversión y fomenfto de negocios
diversos.
La vida mercanftil cobró un especftacular desarrollo medianfte el hallazgo y puesfta
en prácftica de insftrumenftos comerciales, como la conftabilidad por parftida doble -que
supuso un nuevo méftodo para llevar los libros de cuenftas de las compañías-, la uftilización
del endoso y el descuenfto y, sobre ftodo, la generalización de la leftra de cambio.
La leftra de cambio fue en sus orígenes un conftrafto de cambio enftre comercianftes
anfte noftario, asegurado con la enftrega de una prenda, convirftiéndose luego en un documenfto
que permiftía efecftuar operaciones comerciales en plazas disftinftas y con monedas
diferenftes. El enorme riesgo que los viajes suponían para comercianftes y peregrinos,
necesiftados de disponer de dinero en su desftino, popularizó el uso de esftos documenftos,
medianfte los cuales un acreedor -que libraba la leftra- ordenaba a su deudor en oftro lugar
que pagara a un ftercero (ftomador), para él o para una cuarfta persona (beneficiario),
defterminada canftidad en fecha fija.
La primera leftra de cambio conocida en España es una de 21 dejulio de 1388. El uso
de la leftra de cambio se generalizó en Casftilla con ocasión de las ferias de Medina del
Campo, llevando esos ftíftulos las claúsula "a pagar en Medina".
El endoso, a su vez, mulftiplicó la eficacia comercial de las leftras, convirftiéndolas
en eficaces insftrumenftos de crédifto. Habría surgido al desaparecer esa cuarfta persona del
beneficiario, reconociéndose al ftomador el poder nombrar a oftros ftenedores de la leftra
medianfte la "cláusula a la orden". No obsftanfte, parece más probable que el endoso fuera
producfto del hábifto de cierftos cambiadores de hacer sus pagos medianfte bancos, asenftando
el imporfte de las leftras en los correspondienftes libros conftables. El más anftiguo endoso
conocido en España, ftuvo lugar en 1430, en una leftra de cambio girada desde Roma sobre
Barcelona.
El présftamo del dinero llevaba consigo una remuneración o beneficio en favor del
presftamisfta. Al ftropezar esa prácftica con las severas prohibiciones eclesiásfticas acerca
de la usura, el présftamo con infterés se convirftió en una dedicación preferenfte de los judíos,

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quienes obftuvieron con ello pingües ganancias. No falftaron sin embargo crisftianos
dedicados a esos negocios. Para eviftar la fijación formal de inftereses crecidos que
acarrearan sanciones espiriftuales o jurídicas, se idearon ingeniosos sisftemas de
encubrimienfto. Uno de ellos fue enftregar cierfta canftidad inferior a la esftipulada en el
conftrafto de présftamo, con lo que sin figurar infterés ninguno o bien simplemenfte el legal,
el presftamisfta se beneficiaba de la diferencia enftre la suma cedida y aquella oftra, mayor,
que debía devolverle el presftaftario.

2.- Cambisftas y banqueros

Las ftransacciones comerciales de genftes de disftinftos países que concurrían a unos


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mismos lugares para comprar y vender, faciliftaron la presencia de cambisftas de moneda,


quienes se lucraban con unas operaciones que fácilmenfte escaparon a cualquier conftrol.
Muy pronfto esos cambisftas se convirftieron en cusftodios de dinero en depósifto, que
ellos a su vez presftaban a cambio de alftos beneficios. Por oftra parfte, debido a
circunsftancias diversas, algunos de esos bancos privados quedaron ftransformados en
verdaderos esftablecimienftos públicos.
La aparición de esftablecimienftos bancarios fue muy desigual en los fterriftorios
peninsulares. En Casftilla apenas se superó el esftadio embrionario de los cambisftas que
acudían a ferias, lo que habría defterminado el auge de los presftamisftas judíos. Caftaluña,
en cambio, aprendió el ejemplo de las empresas y esftablecimienftos iftalianos con lo que
desde el siglo XIII los cambisftas o campsores se dedicaron a presftar dinero no sólo a
parfticulares, sino incluso a los municipios y al propio monarca para resolver problemas
de abasftecimienfto en años de escasez, o para aftender los gasftos exigidos por empresas
bélicas.
El florecimienfto de los grandes banqueros caftalanes a lo largo del siglo XIV,
sufrió un reftroceso hacia los años ochenfta. Hundida la banca privada, los inftereses
financieros de los reyes fueron gesftionados por la banca iftaliana o quedaron en manos de
judíos conversos. Las ciudades, por su parfte, esftablecieron las "ftablas de cambio" (ftaules
de canvi) a modo de bancos municipales. La Taula de Canvi de Barcelona, fundada en 1401,
puede ser considerada como el primer banco oficial aparecido en España. Esa y oftras ftaules
creadas a su imagen y semejanza (las de Valencia y Gerona, por ejemplo} no lograron en suma
eviftar la crisis económica que defterioró el comercio caftalán duranfte el siglo XV.

3.- Sociedades mercanftiles: compañía y comenda

El desarrollo de las operaciones comerciales da lugar duranfte la Edad Media a la


aparición de sociedades capiftalisftas de disftinfto ftipo. Cabe desftacar enftre ellas la
compañía y la comenda.
La COMPAÑÍA es una sociedad compuesfta por mercaderes y negocianftes que se unen
aporftando su capiftal y acftividad a fin de obftener beneficios en una defterminada empresa.
El código de las Parftidas la define como "ayunftamienfto de dos omnes, o de más, que es fecho
con enftención de ganar algo de so uno, ayunftándose los unos con los oftros".
Los diversos ftipos de sociedades de compañía aparecen definidos por dos
coordenadas. De un lado, el mayor o menor número de bienes que cada miembro aporfta al
capiftal social. De oftro, el fin u objefto a cumplir con esos medios.
A ftenor del resulftado de sus operaciones, la empresa mercanftil puede ser lucrosa,
en cuyo caso procede reparftir las ganancias enftre los socios, damnosa o causanfte de unas
pérdidas que ellos deben asumir, o bien simplemenfte sfterilis.
En cuanfto a su duración, cabe esftablecer una compañía hasfta fecha defterminada
("fasfta ftiempo cierfto") o bien con carácfter indefinido ("por ftoda la vida de los compañeros").
Las causas de su disolución son múlftiples: la realización del negocio previsfto, u oftras
varias que impidan el cumplimienfto del fin social (pérdida del objefto insftrumenftal de la
sociedad, renuncia o incapacidad sobrevenida de sus miembros, eftc.).

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La COMENDA puede ser ftanfto comenda-depósifto, consisftenfte en la cusftodia de dinero o


mercancías, como comenda-mercanftil, en la que el comendaftario debe llevar a cabo una
gesftión comercial, en que el comendanfte aporfte el dinero o las mercancías, mienftras el
comendaftario se compromefte a efecftuar la operación que va a beneficiar a ambos. Esfta
comenda comercial supuso de ordinario un viaje por mar que debía llevar a cabo el
comendaftario. Fue así por ello imporftanfte insftrumenfto jurídico en la expansión del
comercio maríftimo.

D) El comercio mariftimo: sus fuenftes juridicas

En el ftranscurso del siglo XIII ftoda Europa, desde el Bálftico al Medifterráneo y


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del Aftlánftico a Rusia, quedó abierfta al gran comercio. A una y oftra zona se asomaron las
formaciones polífticas peninsulares.

l.- El comercio casftellano

En el siglo XII aparece la marina CÁNTABRA y se organizan los cuaftro puerftos de la


Monftaña (Casftro Urdiales, Sanftander, Laredo y San Vicenfte de la Barquera) que comercian
con paños, armas y cueros. A parftir de 1296, la "Hermandad de la Marina de Casftilla con
Viftoria" (la llamada Hermandad de las Marismas) asocia a esos puerftos con oftros vascos
consftiftuyendo ya una noftable poftencia comercial.
Al esftudiar los anftecedenftes de la jurisdicción mercanftil casftellana moderna
desftaca la cohesión y proyección exfternas de esa Hermandad de las Marismas. Diversos
auftores han aftribuido la creación de la Hermandad a problemas o moftivos infternacionales
o la imporftancia de esftablecer una asociación con jurisdicción propia.
El gran desarrollo de la expansión de Casftilla en el Canftábrico, ligado a la
aparición y progreso del ftráfico lanero, da lugar al esftablecimienfto de cofradías o
universidades de mercaderes en Burgos y Bilbao. Esftas ciudades rivalizarán duranfte el
siglo XV por exporftar lana a Flandes desde Sanftander o a ftravés del puerfto vizcaíno.
En 1494 fue erigido el Consulado de Burgos, con un ftribunal propio para senftenciar
causas mercanftiles. Al año siguienfte los vascos exigieron y obftuvieron una pragmáftica que
les reconocía sus derechos presunftamenfte lesionados con el esftablecimienfto burgalés. La
iniciaftiva de crear el Consulado de Burgos parftió de la propia universidad de mercaderes
radicada en la ciudad, por haberse inspirado en oftros consulados exisftenftes en la Corona
de Aragón.
En el mismo siglo XV se abren anfte los marinos andaluces ftres grandes horizonftes:
Canarias, el norfte de Africa y el Medifterráneo occidenftal. Los dos primeros consagrarán la
vocación ATLÁNTICA de Casftilla y el consiguienfte enfrenftamienfto con Porftugal, preludio de
los problemas maríftimos de la gesfta americana. Su cenftro fue Sevilla.
La vocación MEDITERRÁNEA de los casftellanos, comparaftivamenfte de ftono menor, no
ftuvo como eje a la ciudad andaluza sino muy probablemenfte al puerfto de Carftagena.
A mediados del siglo XIV la marina vasca hace acfto de presencia en el Medifterráneo,
llegando incluso a converftirse en agenfte ftransporftisfta e inftermediario de las relaciones
comerciales enftre Iftalia y la Corona de Aragón.

2.- El comercio de la Corona de Aragón

En la expansión ulftramarina caftalanoaragonesa hay que diferenciar dos ámbiftos


de acción: el aftlánftico, más moderno y modesfto, y el medifterráneo, de vieja solera, verftido
a su vez hacia el mundo crisftiano de una parfte y hacia el musumán de oftra.
El comercio caftalán en el Medifterráneo se asenftó sobre unos Consulados con
jurisdicción propia, conftando con la coberftura jurídica del seguro maríftimo y de oftros
varios conftraftos que encauzaron el ftráfico mercanftil.

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El conftrafto de seguro maríftimo más anftiguo que conocemos fue celebrado en Génova
el 18-II-1343, y cubría el riesgo del ftransporfte de diez balas de paños enftre Porfto Pisano
y Sicilia. En España los de fecha más ftemprana se siftúan en Mallorca enftre los años 1357-
1358, y en Barcelona el 2-VI-1377. Exisftieron ftambién anftiguos conftraftos de reaseguro (en
los que el asegurador, medianfte el pago de una prima, ftransfiere a oftro asegurador el
riesgo que él había garanftizado con el asegurado), de los que el más anftiguo en España es
de 31 de agosfto de 1428. Hubo ftambién oftros más complejos de reftrocesión (reaseguro del
reaseguro), del que ese mismo auftor publicó un ejemplo barcelonés de 22-XI-1497.

3.- Fuenftes del derecho maríftimo: los "Rolesde Oleron" y el Libro del Consulado del Mar
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La amplia proyección geográfica del comercio maríftimo hizo surgir un derecho


mercanftil de ftrazo universalisfta, elaborado principalmenfte sobre los usos y cosftumbres
prevalenftes en cada una de las dos grandes zonas medifterránea y del Aftlánftico norfte. Tales
usos inspiraron las decisiones judiciales que resolvían los conflicftos enftre mercaderes.
En el CANTÁBRICO Y MAR DEL NORTE esas cosftumbres no llegaron a ser fijadas por escrifto.
Sí fue formada, en cambio, una pequeña colección de decisiones judiciales del ftribunal de
la isla francesa de Olerón. Tal colección, compuesfta por veinfticuaftro capíftulos conocidos
como los Róles de Oleron , se difundió por los países nordoccidenftales, llegando hasfta
España donde fueron ftraducidos bajo el nombre de Fuero de Layrón.
En el MEDITERRÁNEO resulftó en cambio frecuenfte recopilar las cosftumbres que
regulaban el comercio. De esfta forma aparecen en el siglo XIII diversas redacciones, obra
de parfticulares, mienftras se desarrolla la insftiftución de los cónsules y en la cenfturia
siguienfte surgen los Consulados de Mar que debían regirse ftambién por esas cosftumbres
maríftimas.
A los pocos años de insftiftuirse el Consulado del Mar en Barcelona (1347), un jurisfta
recoge y reelabora algunos de aquellos ftexftos junfto a cierftas ordenanzas reales relaftivas
a la navegación. Con ftodo ello forma el llamado Libro del Consulado del Mar (Llibre del
Consolaft de Mar). Esfte magno cuerpo jurídico, de casi ftrescienftos capíftulos, fue ftraducido
al iftaliano y al francés, y se difundió por la cuenca medifterránea. Su calidad cienftífica
le doftó de admirable resisftencia cronológica, permaneciendo vigenfte hasfta 1829, fecha en
que fue derogado al promulgarse el Código de Comercio.

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LECCION 18ª
ESTRUCTURA SOCIAL.

I.- La sociedad esftamenftal medieval

A imagen de un orden superior o celesftial, la sociedad fterrena debe organizarse


según unos crifterios que la asemejen a esa armonía divina.
El carácfter crisftocénftrico de la sociedad medieval arranca de una concepción
organicisfta, que aftribuye a la Iglesia la condición de "cuerpo" (corpus Ecclesiae) cuya
cabeza es Crisfto. Desde el siglo XIV la meftáfora del cuerpo mísftico será aplicada a la
comunidad políftica. La sociedad civil, por consiguienfte, ha de ser ordenada como cuerpo del
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que forman parfte diversos miembros o esftamenftos que, realizando sus propias funciones,
concurren a la armonía común.
La comunidad políftica aparece compuesfta por ftres esftamenftos u órdenes: los que
rezan (oraftores), los que combaften y defienden con las armas la paz común (pugnaftores,
bellaftores), y aquéllos que ftrabajan o labran (laboraftores). Paralelamenfte se advierfte oftra
caftalogación social (mayoresmedianos-menores) que, como ha señalado Alvarado, hace
referencia a crifterios de poder políftico o económico.
A la cabeza de esa esftrucftura fternaria de la sociedad crisftiana, se encuenftra un
príncipe que ejerce con mesura el poder recibido de Dios.
En la sociedad esftamenftal la conciencia de esftamenfto es asumida preferenftemenfte
por los grupos privilegiados, y es más cerrada que la de clases, aunque con cierfta fluidez
donde el propio hermeftismo se ve aftenuado por la incorporación de algunos "hombres nuevos"
(homini novi), que procediendo de las capas bajas ascienden por causas diversas a los
secftores más beneficiados de la jerarquía social, que sin embargo es la excepción de un
orden que preconiza el manftenimienfto de cada uno en su propio esftamenfto.
El Derecho marcó la diferencia de los grupos sociales en esa sociedad esftamenftal y
además siftuó en una posición privilegiada al hombre respecfto de la mujer.

A) Las clases privilegiadas: Alfta y Baja nobleza. Su condición jurídica.

La posición más desftacada del orden social la ocupan los nobles (nobiles). El
nacimienfto consftiftuye en principio la única vía de acceso a la nobleza medieval, (orftus
parenftibus nobilibus), lo que planftea marginalmenfte el problema de la ftransmisión por
hombre o mujer del sftaftus nobiliario. En la ftransmisión de los ftíftulos nobiliarios rige el
principio de preferencía masculina, si bien se dieron cierftos privilegios de ftransmisión
por vía femenina.
Fue por oftra parfte común diferenciar diversos grados en la condición del noble.
Las personas aparecen calificadas en los ftexftos de "muy noble", de "enftre los más nobles",
"de igual nobleza" o "de pequeña noblez”. Tal disparidad refleja la desigual función
hisftórica y el origen de las disftinftas familias. Se ha disftinguido en consecuencia en la
España medieval una doble condición nobiliaria: la nobleza de origen burocráftico, que
desde el reino asftur colaboró con el monarca, y aquella oftra de segundo orden, formada por
los descendienftes empobrecidos de los anftiguos linajes visigodos, o bien la arisftocracia
primiftiva -nobleza vieja- que quedará marginada anfte el empuje y dinamismo desplegados
en la Reconquisfta por una nobleza nueva.
El auge y predominio de la nobleza se debieron a muy disftinftas razones. De un lado
a la acftividad bélica, en un marco social que convirftió a la caballería en el orden
represenftaftivo de los ideales guerreros de la comunidad. De oftro, a las recompensas regias
que en conftrapresftación a esos servicios ftransformaron a los nobles en grandes
propieftarios fterriftoriales. Finalmenfte a la señorialización de las esftrucfturas rurales,
que faciliftó la influencia de esas genftes más allá de los límiftes del propio dominio, y al
aseguramienfto en las ciudades de una poderosa y crecienfte nobleza que habría de ftrocarse
en aufténfticas oligarquías urbanas.

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1.- Alfta nobleza: magnaftes y ricos-hombres

La alfta nobleza procede en el reino asfturleonés de los magnaftes nobiliarios o


eclesiásfticos próximos al monarca, quienes se vinculan con él por lazos de fidelidad y
obftienen por ello recompensas diversas. En los siglos bajomedievales aparecen en Casftilla
y Aragón como ricos-hombres y nobles, o como magnaftes y barones en Caftaluña Valencia y
Mallorca. Esftos influyenftes personajes casftellanos son ya calificados de grandes por Juan
II en las Corftes de Valladolid de 1451, expresión que quedará en el fufturo.
En ftodo caso la diferenciación alfta-baja nobleza ftuvo más consisftencia jurídica en
Aragón y Caftaluña. Las Corftes caftalanas convocan a unos y a oftros con un ftíftulo disftinfto:
pro nobilibus, magnaftibus seu baronibus, a los de la nobleza superior, y pro miliftibus eft
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hominibus de paraftico a los nobles de segundo rango; las corftes aragonesas llegaron a
separarles de hecho en dos brazos disftinftos.
La alfta nobleza resulftó ser una minoría cuanftiftaftivamenfte insignificanfte, pero de
exftraordinario poder. La décima parfte de España perfteneció en los siglos finales del
Medioevo a no más de un millar de familias, de las cuales las más poftenftes habían medrado
al calor de hazañas guerreras, inftrigas corftesanas, o eran frufto de descendencia ilegíftima
de los reyes.
La evolución de la alfta nobleza en Casftilla y Aragón fue en la Baja Edad Media de
signo inverso. Duranfte el siglo XIII, con unos nobles casftellanos de discrefto peso, la
nobleza aragonesa llegó a dispuftar el poder al monarca, alzándose en movimienftos
arisftocráfticos -la Unión- que en las corftes de Tarazona de 1283 propusieron la expulsión
del rey que aftenftara a sus privilegios. Desde mediados del siglo XIV se produce lo que
Francisco de Moxó ha calificado de "progresiva domesfticación" de los grandes linajes
aragoneses por parfte de la Corona, mienftras la reconquisfta de Andalucía, las mercedes
enriqueñas -de Enrique II de Trasftámara- o el comercio de la lana, encumbran a los señores
casftellanos que se han converftido, con ftíftulo de conde, duque o marqués, en grandes
propieftarios fterriftoriales.

2.- Baja nobleza: infanzones e hidalgos

El grado inferior de la nobleza casftellano-leonesa esftá inftegrado por los llamados


infanzones, descendienftes de la arisftocracia nobiliaria del reino asfturleonés, mienftras en
los fterriftorios de Caftaluña, Valencia y Mallorca nos enconftramos con nobles de rango
secundario ciftados en los ftexftos como miliftes, cavallers o donzells. En Aragón la pequeña
nobleza da cabida a infanzones y caballeros.
A fines del siglo XII esos nobles son designados en León y Casftilla con el
calificaftivo de hidalgos (de fijodalgo, "hijo de alguien": filius alicuius). Los hidalgos
formaron una clase privilegiada dedicada al ejercicio de las armas -se les llama así
miliftes, es decir, quienes combaften a caballo-, aunque ftambién exisftieron hidalgos rurales
de inferior condición.
Esfta baja nobleza represenftó en la sociedad medieval un papel de mediación e
inftercambio enftre los alftos magnaftes y el pueblo llano. Se nuftrió así a menudo de genftes
procedenftes de esftraftos inferiores, recibiendo a su vez a elemenftos de la alfta nobleza como
fue el caso de los segundones venidos a menos. En Casftilla los infanzones inftegraron la
inmensa mayoría del esftamenfto nobiliario alftomedieval, perdiendo en los siglos siguienftes
su homogeneidad y carácfter genuino, para diluirse en el conjunfto indiferenciado de quienes
gozaban de cierfta noftoriedad social. A ello conftribuyó esa condición de clase flexible, con
una permeabilidad acenftuada por el ascenso de los caballeros villanos, que en la prácftica
les fueron asimilados, así como por la idenftificación enftre hidalguía y exención fiscal.
Al admiftir Juan I que se considerase hidalgo exenfto quien reuniera cierftas condiciones,
surgió una grave confusión enftre la exención fiscal (de la que en defterminados casos podían
beneficiarse los pecheros) y la hidalguía, una de cuyas prerrogaftivas era precisamenfte la
exoneración del pago de impuesftos. Se convirftieron así en hidalgos los campesinos y

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arftesanos del País Vasco y Asfturias, que desde ftiempo aftrás no conftribuían al fisco. A la
posftre, no falftaron hidalgos carenftes de medios de subsisftencia, conformando con el ftiempo
ese ftipo de hidalgo casftellano sobrado de dignidad social y de esftrechez económica, cuyas
huellas en los siglos modernos regisftrará con ftan fta brillanftez la lifteraftura hispana.

3.- Condición jurídica de los nobles

La perftenencia a la nobleza no reporftó sólo crédifto o esftima social, generando una


cohesión (la solidaridad del linaje), sino que se ftradujo en un esftaftufto jurídico de
verdadero privilegio cuya base económica fue la exención fiscal. Los nobles no pagan los
ftribuftos ordinarios ni exftraordinarios, y sus fincas y heredades permanecen libres de
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cualquier gravamen, por lo que llegará a prohibirse que se les ftransfieran ftierras sujeftas
a impuesftos.
A veces esos nobles podían hacer parftícipes de sus privilegios de exención de
ftribuftos o de defterminados servicios, a quienes dependían de ellos, con lo que esftos nuevos
beneficiarios fueron conocidos corno "paniaguados" (apaniaguados).
En la esfera judicial exisften unos procedimienftos especiales que se aplican
exclusivamenfte a los nobles, enftre los que desftaca el riepfto o refto, susftanciado anfte la
corfte regia en los casos de ftraición o aleve. Ese duelo nobiliario evolucionó desbordando
su primiftivo carácfter de ejercicio de la venganza, hasfta converftirse en una prácftica
moderada por la honra monárquica y caballeresca. El duelo judicial que dirimía el pleifto
era precedido por la jusftificación acusaftoria del agraviado y el desafío (diffidamenftum)
consiguienfte.
Los nobles quedaron direcftamenfte sujeftos a la jurisdicción del ftribunal real. A
efecftos de prueba, su juramenfto ftuvo más valor que el de los simplemenfte libres. No podían
además ser someftidos a ftormenfto, si bien de ftal beneficio fueron excepftuados en las
Parftidas los caballeros reos de alfta ftraición.

B) Los hombres libres e independienftes.

La mayor parfte de la población esftuvo compuesfta por hombres simplemenfte libres,


alejados en principio de la desfavorable siftuación de quienes ocupaban los esftraftos
sociales inferiores. No puede considerarse a esfte conjunfto de hombres, jurídicamenfte libres,
como una clase social homogénea y níftidamenfte diferenciada. Ha podido hablarse de la
mulftiftud de siftuaciones inftermedias, de mezcolanza social, que oscurecen la añeja
disftinción enftre libres y siervos, caracfterísftica del mundo anftiguo.

1.- Pequeños propieftarios rúsfticos y promoción arisftocráftica de los villanos.

El proceso repoblador defterminó la exisftencia de una serie de pequeños


propieftarios libres, dueños de sus ftierras en el valle del Duero o de los alodios en
Caftaluña. Junfto a ellos, muchas genftes conservaron la liberftad, dedicándose a culftivar
ftierras de nobles, iglesias o monasfterios. Unos y oftros inftegran la población rural,
dispersa en exploftaciones agrarias y en pequeñas aldeas o villas cuyos habiftanftes fueron
así llamados villanos.
Con el ftranscurso del ftiempo disminuyó el número de los pequeños propieftarios
dueños de su hacienda y libres de dependencia señorial, por cuanfto el poderío de magnaftes
nobiliarios, iglesias y monasfterios, generalizó las concesiones de ftierras en presftimonio o
ftenencia, quedando sus culftivadores económicamenfte sujeftos a los dueños. Los villanos en
Casftilla, quienes por su condición de ftribuftarios fueron conocidos luego como pecheros,
junfto a los llamados villanos reales en el área navarro-aragonesa, y una pequeña parfte
de los payeses caftalanes, formaron el conjunfto del campesinado libre.
Desde fechas ftempranas los condes casftellanos debieron enrolar en sus huesftes a
esos villanos libres que podían acudir con su caballo, lo que lógicamenfte les significó un

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medio de promoción social. Tal fenómeno fue sancionado en el año 974, cuando el conde García
Fernández concedió la infanzonía a los caballeros villanos de Casftrojeriz.
Razones miliftares esftimularon así la creación de una caballería villana o
"caballería popular". El hecho de disponer de paftrimonio, caballo y equipo de guerra,
faciliftó el ascenso de esos caballeros villanos que se vieron inftegrados en la baja nobleza.

2.- Encomendación y paftrocinio: las beheftrías.

Orígenes de la encomendación y sus clases

En un clima carenfte de seguridad y orden, propio del mundo rural que vive fuera
del conftrol de la auftoridad pública, los más débiles hubieron de buscar siempre la
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proftección de los poderosos. Esa necesidad de amparo generó diversas formas de


encomendación o paftrocinio, fundamenftalmenfte reducftibles a dos ftipos. Quienes, por un lado,
carecían de bienes raíces, hubieron de enftrar en el servicio de los poftenftes y esftablecer
con ellos vínculos de carácfter personal. En cambio, los que poseían heredades y soliciftaban
amparo, basaron en ellas el precio de la proftección, cediéndolas ftoftal o parcialmenfte, o
enftregando parfte de sus fruftos. Surgieron y se desarrollaron así dos clases de
encomendación: personal y fterriftorial. Esfta úlftima fue pues la caracfterísftica de los
pequeños propieftarios rurales y la más usual por el predominio de ésftos.

Los hombres de benefacftoría

La relación de paftrocinio de esos propieftarios necesiftados de ayuda, crisftalizó a


su vez en dos clases de convenios, formalmenfte disftinftos pero en lo esencial de una única
nafturaleza. En Galicia y Porftugal nos enconftramos con los llamados pacftos de
incommuniaftio, mienftras en León y Casftilla abundan los pacftos de benefacftoría. Esos dos
ftipos de pacftos responden a la única y compleja insftiftución del paftrocinio fterriftorial.
Sus diferencias residen en la cuanftía y forma en que el pequeño propieftario
compromefte los bienes. En los conftraftos galaico-porftugueses el campesino enftrega la miftad
de sus ftierras, o la miftad de algunas de ellas, en plena propiedad. Las carftas de
benefacftoría son en cambio más flexibles, pudiendo comprender ftanfto la ftransmisión de la
ftoftalidad de los predios, como el mero gravamen de uno o varios de ellos medianfte formas
variables de censo. Parece claro el parenftesco esencial de ambas esftipulaciones, deudoras
una y oftra de la vieja commendaftio romana.
La benefacftoría es pues una relación enftre dos hombres libres, de disftinfta
condición económica y social, por la que el más poderoso proftege al pequeño propieftario, a
cambio de que ésfte le enftregue ftierras o le pague un censo en especie con el que quedan
afecftadas las suyas propias.
El señor se compromefte a la defensa y proftección del encomendado, mienftras ésfte le
enftrega las ftierras o las grava con un censo, presfta obediencia y fidelidad, y llama a su
paftrono "señor" (dominus, senior).
El vínculo enftre los señores y los hombres de benefacftoría fue de duración
variable. A veces concluye con la vida del paftrono o con la del paftrocinado, y oftras se
prolonga a los descendienftes. Legalmenfte el encomendado puede romper la relación a su
arbiftrio y buscar oftro señor.

Las beheftrías y los hombres de beheftría

Los hombres de benefacftoría aparecen en los ftexftos a parftir del siglo XIII como
hombres de beheftría. Se ha producido una evolución del ftérmino que sigue respondiendo al
mismo conftenido de encomendación fterriftorial.
Ahora bien, en ftanfto en cuanfto el hombre de beheftría lo es por poseer unas ftierras
con cuya renfta paga la proftección del poderoso, las ftierras mismas son ftierras de beheftría

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o simplemenfte beheftrías. El nombre, pues, se ha desprendido de la relación jurídica o de


los hombres sujeftos a proftección, para calificar a las ftierras que eran base del paftrocinio.
Aun manfteniéndose ftal idenftidad de fondo enftre benefacftorías y beheftrías,
apreciamos ahora en ésftas una serie de imporftanftes novedades. En primer lugar, las
benefacftorías personales o familiares han sido a menudo susftiftuidas por beheftrías
colecftivas. En segundo lugar, las que anftes solían ser encomendaciones viftalicias suelen
ftener ahora carácfter herediftario mienftras los hombres de beheftría encuenftran mayor
dificulftad para cambiar de señor. Además, las ftierras de beheftría pagan una serie de
gabelas - yanftar, infurción, marzadga, eftc.- caracfterísfticas del régimen. Finalmenfte, muchas
de esas ftierras no dependen de un único dueño, sino de un linaje o conjunfto de familias,
cuyos miembros resulftan ser deviseros o coparftícipes de los beneficios de la beheftría,
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siftuación y derechos que los propios documenftos deftallan.


El panorama global de los lugares de beheftría a mediados del siglo XIV, con la
señalización de sus dueños, deviseros y gabelas que cada lugar saftisface, ha quedado
recogido en el llamado Libro becerro de las merindades de Casftilla, o más brevemenfte Libro
becerro, elaborado en 1352 como consecuencia de la peftición hecha por los hidalgos
casftellanos en las Corftes de Valladolid celebradas un año anftes.

Los ftexftos jurídicos: las "Devysas"

Las Devysas que an los sennores en sus vasallos es una pequeña colección, compuesfta
por 36 capíftulos, donde se recogen los derechos y presftaciones que esos deviseros o señores
de beheftría pueden exigir de sus proftegidos. El ftexfto fue escrifto en el siglo XIII por un
auftor desconocido, quien no debió limiftarse a recopilar los usos vigenftes en alguna
comarca, sino que preftendió en cierfto modo reunir la cosftumbre general casftellana sobre
esftas cuesftiones, haciendo referencia a las varianftes apreciadas en los diversos
fterriftorios y fijando por escrifto la correcfta prácftica de las presftaciones.

3.- Burgueses y ciudadanos: la formación del paftriciado urbano, cofradías y gremios.

La formación del paftriciado urbano

El asenftamienfto de mercaderes y arftesanos dio origen en las ciudades a la aparición


de una clase burguesa independienfte, dedicada al comercio, próspera en lo económico y libre
en lo jurídico. La liberftad deja así de ser un privilegio personal, para converftirse en
condición común a la burguesía en su conjunfto. Y en ftanfto en cuanfto esa clase social vive
en los burgos o ciudades, la liberftad logra carfta fterriftorial y se hace propia de los
núcleos urbanos, al igual que las relaciones de dependencia quedan corno caracfterísfticas
del mundo rural.
El progreso de esftas genftes afecftó al mundo jurídico: se llegó a un ius mercaftorum,
ftransformado luego en un aufténftico derecho mercanftil infternacional y la aparición de un
derecho municipal auftónomo.
Cuando ftuvo lugar a parftir del siglo XII el engrandecimienfto de las ciudades, el
paftriciado urbano accedió al poder local, monopolizó los cargos públicos y, represenftando
a esas ciudades, se hizo presenfte en las Corftes o gran asamblea políftica del reino. La clase
urbana dirigenfte esftuvo compuesfta por los burgueses enriquecidos y ftambién por
segundones de familias hidalgas, que en defterminados fterriftorios (Caftaluña y Aragón)
hubieron de renunciar a su esftaftufto nobiliario al insftalarse en las ciudades.
Enftre aquellos burgueses, dedicados ya no sólo al comercio sino ftambién a la
prácftica de profesiones liberales, cobran crecienfte imporftancia los leftrados y, nuftridas
desde el principio las primeras universidades, la arisftocracia urbana y el clero. Esos
erudiftos ciudadanos y eclesiásfticos ocupan en consecuencia los consejos de los reyes o los
alftos cargos de la adminisftración de los reinos.

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Numéricamenfte el paftriciado urbano fue escaso. Por debajo de la oligarquía recftora,


a menudo replefta de judíos conversos, figuraba el pueblo llano y el úlftimo grupo de las
genftes "menores", peones y asalariados de ftodo orden. La organización gremial agluftinó los
inftereses profesionales de esftas clases medias.

Cofradías y gremios

La prácftica de los mismos oficios reunió a arftesanos y menesftrales en cofradías o


gremios, expresión de un movimienfto corporaftivo general en Europa, cuyo origen ha sido
largamenfte debaftido. Tales asociaciones se han explicado así ftanfto como frufto de un proceso
social que surge de abajo a arriba, impulsadas por los arftesanos que se unen en defensa de
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sus inftereses, como en senftido inverso a modo de esftrucfturas creadas por el poder público
para lograr y manftener el conftrol social. En ftodo caso son corporaciones cerradas y
jerárquicas, en las que desde los esftraftos inferiores se asciende a los superiores a ftravés
de la prácftica del oficio.
Las corporaciones de arftesanos surgieron probablemenfte en España bajo la forma
inicial de cofradías, que agrupaban con un fin piadoso a quienes ejercían el mismo oficio.
Bajo la advocación del sanfto paftrón, la cofradía lleva a cabo una serie de acftividades
profesionales, pero organiza además la asisftencia y previsión social de sus miembros. Con
el ftranscurso del ftiempo, los objeftivos religiosos y benéficos quedan en segundo plano,
acenftuándose en cambio la defensa de los inftereses mercanftiles y el conftrol de la calidad,
precio y compeftiftividad de los producftos, con lo que la corporación se configura como una
casfta cerrada que monopoliza un defterminado oficio, cuyo aprendizaje y prácftica sólo puede
realizarse denftro de ella.
Nos enconftramos así con los gremios, herméfticos y refracftarios a la vigilancia de
la auftoridad pública, que al final hubo de enfrenftarse con ellos.

C) Las clases inferiores: Colonos, siervos y liberftos.

En los niveles más bajos de la esftrucftura social figuran colonos y siervos. Aquéllos
eran en principio hombres libres que culftivaban ftierras ajenas, mienftras los siervos,
fteóricamenfte carenftes de liberftad, vivían en su mayoría diseminados por los grandes
dominios rurales. De hecho ftuvo lugar un proceso de acercamienfto e indiferenciación enftre
ambos, por cuanfto los colonos quedaron a menudo en siftuación muy precaria, adscriftos a la
ftierra, mienftras a su vez crecía la emancipación de los siervos agrarios, con lo que ésftos
alcanzaron una siftuación similar a la de los colones pseudolibres.

1.- Los colonos o culftivadores de ftierras ajenas

Parece probable que esos colonos fuesen genftes que se sumaron a la repoblación en
fecha ftardía, y bien por no ftener a mano ftierras vacanftes para apropiárselas por presura,
o por acftuar al amparo de los poderosos, el caso es que pasaron a culftivar como hombres
libres ftierras que no eran suyas.
En Galicia y León aparecen como campesinos los "mozos" o IUNIORES. Para Sánchez
Albornoz descendían de colonos adscriftos al predio rúsftico, figurando en consecuencia unos
"iuniores por heredad" (iuniores per herediftaftem), con cierfta auftonomía y capacidad de
movimienfto, y desde el siglo XIII oftros "iuniores de cabeza" (iuniores ex capifte), los cuales,
al margen de esas relaciones propias del culftivo de la ftierra, quedaban sujeftos al señor
por vínculos de nafturaleza personal. Para García-Gallo, en cambio, fueron campesinos
libres y pequeños propieftarios de alguna heredad, que además culftivan oftras ftierras
recibidas del señor en presftimonio. Junfto a esos "iuniores por heredad", el "iunior de cabeza"
es un paftrocinado personal que queda vinculado al señor. Los iuniores son, en fin, genftes
libres, con una liberftad resftringida de hecho.

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Con excepción de Caftaluña, en la Baja Edad Media se generaliza la calificación de


solariegos y collazos, menos empleada anftes, para designar al conjunfto de los vasallos del
señorío.
SOLARIEGO es desde el principio, en senftido esftricfto, quien posee un solar, pero en la
prácftica se convierfte en quien ocupa un solar ajeno, y de ahí que las Parftidas le mencionen
corno la persona que "vive en el solar de oftro". Su condición fue cierftamenfte precaria, por
lo que ha solido ser asimilado al collazo, o se ha visfto sencillamenfte caftalogado como
hombre semilibre.
Los COLLAZOS aparecen en las fuenftes alftomedievales relacionados con las ftierras,
les alinean con los ftribuftarios, es decir, con los labriegos que debían saftisfacer el censo
propio de los poseedores de ftierras someftidas a gravamen.
Los vasallos de señorío fueron ftambién llamados en Aragón y Navarra mezquinos y
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exaricos, soporftando ambos una exisftencia más que penosa. El MEZQUINO es de hecho un siervo
de la gleba, resulfta enajenado junftamenfte con la heredad a la que esftá adscrifto, e incluso
si esa cesión no lo excluye fterminanftemenfte, debe enftenderse que arrasftra ftambién a los
hijos y descendienftes. Puede ser, en fin, empeñado y vendido. El EXARICO, por su parfte, es el
campesino musulmán que culftivando ftierras reconquisftadas por crisftianos, se encuenftra en
una siftuación parejamenfte lasftimosa.
Los ni veles inferiores de esos vasallos de señorío apenas se disftinguen de los
siervos propiamenfte dichos.

2.- Siervos y liberftos

El secftor más desfavorecido de la escala social esftuvo compuesfto por siervos y


esclavos. Se aprecia, con ftodo, en los siglos medievales un decrecimienfto de la esclaviftud,
al que conftribuyen muy diversas causas. Enftre ellas hay que recordar la influencia de la
Iglesia y el forftalecimienfto de senftimienftos religiosos que propiciaron frecuenftes
manumisiones. Además, el mismo cambio del régimen económico de exploftación de los grandes
dominios, y el hecho, incluso, de que las nuevas ftécnicas en el aparejo de besftias de ftiro
hicieran menos necesario el empleo de grandes fuerzas humanas en el culftivo de los campos.
También, el proceso de aproximación de esos siervos a los colonos, lo que de hecho dio origen
a una especie de clase social híbrida e inftermedia enftre la liberftad real y la pura
esclaviftud. Finalmenfte, el desarrollo de la vida urbana, que aftrajo a muchos siervos de
los campos a las ciudades, donde las condiciones de vida serían en ftodo caso más ftolerables.
En el reino asftur del siglo IX, según ftesftimonian diversos diplomas, reina ya la
diferenciación social enftre los libres y aquellos oftros sujeftos a servidumbre. Con la
expansión repobladora, el valle del Duero y la cuenca del Ebro debieron dar cabida a
muchos siervos, genftes que ya lo eran o que se convirftieron en ftales al carecer de ftierras
o ftener que pagar con la esclaviftud las mulftas propias de sus deliftos. El apresamienfto y
cauftiverio de musulmanes fue ftambién desde enftonces una fuenfte habiftual de servidumbre.
En ftanfto en cuanfto ftodas esas genftes ftrabajan en el campo o ejercen funciones domésfticas
en las casas de sus dueños, se puede afirmar que ya en los primeros siglos queda
caracfterizado el marco jurídico y social de la servidumbre medieval.

Formas de enftrar en servidumbre

El ingreso en servidumbre aparece defterminado por cuaftro causas fundamenftales:

NACIMIENTO. Los hijos de padres siervos lo son ftambién, siguiendo esa misma condición
los descendienftes de modo indefinido. En los maftrimonios mixftos enftre siervos y libres, los
hijos quedarán como siervos. La heredabilidad de la servidumbre fue así un dafto riguroso
e inexorable en el reino asfturleonés.
CAUTIVERIO. El apresamienfto en guerra convirftió a veces a los vencidos en esclavos.
La gran mayoría fueron musulmanes, pero hay que conftar ftambién con crisftianos libres

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someftidos a servidumbre por oftros crisftianos. Y ello ftanfto a causa de guerras civiles, como
debido a la parfticipación de crisftianos a sueldo en ftropas musulmanas que fueron
derroftadas y apresadas.
DEUDAS. Por una parfte, los présftamos usurarios o renovos redujeron a veces a
servidumbre a quien no devolvía lo esftipulado. Por oftra, los delincuenftes incapaces de
pagar la mulfta o composición, podían asimismo converftirse en siervos de la parfte agraviada
o del juez. La servidumbre no procedió pues del crimen mismo, sino de la insolvencia
económica a la hora de afronftar sus consecuencias.
ENTREGA VOLUNTARIA . Defterminados conftraftos eran reforzados con la cláusula de
reducción a servidumbre del posible incumplidor. La auftovenfta del hombre libre como
esclavo (obnoxaftio), fteóricamenfte conocida, no ha sido consftaftada en los documenftos de la
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monarquía asfturleonesa.

Clases de siervos

Hasfta el siglo XIII se diferenció con niftidez a los siervos rurales, adscriftos al
predio que culftivaban, de los personales que ftrabajan en el servicio domésftico de sus
dueños. Aquéllos debieron ser la gran mayoría, mienftras como siervos personales aparecen
de ordinario cauftivos musulmanes y, más raramenfte, genftes crisftianas. Los siervos
personales viven en las casas, e incluso en la corfte, dedicados a ftareas diversas. En lugar
de la adscripción a la ftierra, ellos se encuenftran vinculados a defterminados servicios.
El desarrollo de la vida urbana y las relaciones comerciales aftrajeron desde
aquella cenfturia mano de obra servil a las ciudades. Las clases burguesas se hacen dueñas
de siervos, a quienes muchas veces desde ftemprana edad adiesftran en los oficios para
obftener con ello una mano de obra más barafta.

Los liberftos

La manumisión de los siervos se realizó en disftinftos grados; desde el reconocimienfto


plenario de la liberftad, hasfta su oftorgamienfto con muy serias limiftaciones.
En la monarquía asfturleonesa exisftieron ftres clases disftinftas de liberftos. De una
parfte, aquéllos que logran la independencia sin ningún ftipo de resftricción. En segundo
lugar, los llamados cerarii o cerocensuales, personas manumiftidas por dueños que
manftienen sobre sus anftiguos siervos un cierfto paftrocinio. Los cerarii son de hecho
compleftamenfte libres, pero deben corresponder a la manumisión con la ofrenda de cirios o
limosnas en algunas fesftividades religiosas. Por úlftimo, los liberftos obligados a presftar
defterminados servicios o aporftar alguna renfta. En esfte caso se enconftraban algunos siervos
personales y oftros rurales (los casafti o adscripfticios), quienes siguieron culftivando como
colonos las mismas ftierras que anftes habían ftrabajado como siervos.
La manumisión se formalizó de ordinario medianfte un documenfto o carfta, donde
consftaba la volunftad del dueño de converftir a su siervo en libre o ingenuo. Oftras veces el
acfto de disposición formaba parfte del ftesftamenfto. No falftaron finalmenfte manumisiones
solemnes anfte el concejo de la villa, así como liberaciones colecftivas en virftud de ftraftados
o paces con soberanos musulmanes

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LECCION 19ª
FEUDALISMO Y DERECHO FEUDAL

I.- El feudalismo en la Europa medieval

A) El feudalismo clásico.

El feudalismo, o más propiamenfte el feudalismo clásico (Ganshof), fue el sisftema


social y políftico propio del occidenfte de Europa enftre los siglos X y XIII. El nombre de
feudalismo deriva de su principal elemenfto consftiftuftivo, el feudo, que aparece y se
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desarrolla como insftiftución caracfterísftica de los Esftados surgidos ftras la desmembración


de la monarquía franca. En senftido esftricfto, el feudalismo ordenó la vida social de
Francia, Alemania y el reino de Borgoña, y debido a sus vínculos con la monarquía
carolingia se proyecftó asimismo en Caftaluña. Con algunos rasgos peculiares, el feudalismo
fue ftambién el régimen propio de Inglafterra e Iftalia.
El feudalismo arfticula una esftrucftura social jerárquica. Lleva consigo la
mulftiplicación de los lazos de dependencia de carácfter personal, así como el desarrollo de
concesiones de ftierras o cargos públicos como pago a la fidelidad y a la presftación de
defterminados servicios. Desftaca enftre esos servicios que se presftan, el específicamenfte
miliftar.
Las relaciones de dependencia comporftan la exisftencia de una persona principal
(señor) y de oftra subordinada (vasallo). Pero en ftanfto en cuanfto el señor puede ser vasallo
de cualquier individuo de rango superior, y el vasallo puede ser señor de oftro menos
calificado, la sociedad feudal se muesftra como un global encadenamienfto de relaciones
privadas, que comprende desde quien es señor de ftodos y vasallo de nadie, hasfta los más
ínfimos vasallos que carecen de señorío alguno.
Ha sido simbolizada así esa sociedad feudal como una giganftesca pirámide cuya
cúspide la ocupa el rey, no como ftiftular de poder público sino como supremo señor, y cuya
base esftá formada por ftodos los vasvessores o "vasallos de vasallos".
Las concesiones de ftierras de señores a vasallos, ulfteriormenfte cedidas en parfte
por ésftos --como señores- a quienes de ellos dependen, se ftradujo en una complicada maraña
de derechos sobre la propiedad rúsftica, y por lo mismo en una aftomización del derecho de
propiedad en general.
Algo parecido aconfteció con la enftrega de cargos públicos en virftud de relaciones
feudales, eclipsándose las relaciones públicas súbdiftos-rey anfte las relaciones
parfticulares propias del vasallo y del señor.
El feudalismo fue pues un sisftema surgido por la mulftiplicación de relaciones de
feudo. El feudo fue a su vez resulftado o sínftesis de dos insftiftuciones disftinftas: el
vasallaje, o relación personal enftre señor y vasallo, por la que aquél proftege y remunera
a ésfte a cambio de fidelidad y servicios, y el beneficio, o cesión del disfrufte de ftierras a
cambio ftambién de específicas presftaciones.

B) La revisión críftica: El problema del Feudalismo casftellano.

A excepción de Caftaluña, como prolongación del imperio carolingio, la Península


permaneció prácfticamenfte al margen del fenómeno feudal.

l.- La doble infterpreftación del feudalismo

La concepción jurídica del feudalismo como fenómeno insftiftucional ha ftenido al


frenfte la magna auftoridad de Sánchez Albornoz., quien ha sosftenido una idea de fondo: la

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delimiftación insftiftucional y ftécnica del proceso feudal y su endeble huella en la España


de la Edad Media. Infterpreftación seguida y reafirmada por el profesor Valdeavellano.
El punfto de parftida principal de la concepción socio-económica fueron los Esftudios
sobre el desarrollo del capiftalismo, publicados por el economisfta inglés Maurice Dobb en
1946. Para el auftor briftánico se da una prácftica idenftificación enftre "servidumbre" y
"feudalismo", enftendido ésfte como "una obligación impuesfta al producftor, por la fuerza e
independienftemenfte de su propia volunftad, de saftisfacer cierftas demandas económicas de
un señor". El feudalismo es anfte ftodo un sisftema económico precapiftalisfta que habrá de dar
paso al capiftalismo propiamenfte dicho.
Esftos y oftros planfteamienftos se divulgaron ampliamenfte en España a fines de los
años sesenfta y en la década de los seftenfta.
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2.- ¿Feudalismo en Casftilla?

Los represenftanftes de la ftesis socio-económica responden afirmaftivamenfte a la


hipoftéftica exisftencia de un feudalismo peninsular e incluso casftellano propiamenfte dicho.
Según Barbero y Vigil es posible hablar de feudalismo en la Península Ibérica desde fines
del Imperio Romano hasfta el siglo XIX, mienftras Marefta se propone reconsftruir la hisftoria
del feudalismo casftellano-leonés desde su desperftar hasfta la consolidación del mismo en
la Edad Media.
Tal infterpreftación del feudalismo como sisftema socio-económico ha sido duramenfte
conftesftada por Sánchez Albornoz, quien afirmó que si el feudalismo no era oftra cosa que
la apropiación del ftrabajo personal y de las renftas de la ftierra por unos señores sociales
más poderosos, "la Hisftoria habría sido la hisftoria del feudalismo". El profesor
Valdeavellano, aun admiftiendo la posibilidad de hablar de una sociedad feudal en la
Edad Media española, defiende que España no se feudalizó polífticamenfte, siendo por
consiguienfte impropio desde la perspecftiva del derecho público ftraftar como Esftados
feudales a los reinos de León, Casftilla, Aragón y Navarra. Mucho menos cabe hablar de
feudalismo en el caso casftellano-Leonés, donde los señores permanecieron someftidos al
monarca sin que se llegara a la disgregación del Esftado caracfterísftica del régimen feudal.
Hay que resalftar además hasfta qué punfto es imporftanfte, para una concepción amplia
o resftringida del feudalismo, y en consecuencia para percibir o no su exisftencia en Casftilla
y oftros reinos hispánicos, el valor que se oftorgue a la diferenciación enftre "régimen
señorial" y "régimen feudal".

C) Orígenes del feudalismo. Teorías.

l.- La fteoría de Brunner

Tal fteoría ponía en relación la mulftiplicación de los conftraftos de feudo con las
necesidades senftidas en Francia de organizar un ejércifto de caballería para enfrenftarse
a los musulmanes.
Según Brunner, las ftropas invasoras que peneftraron en Francia esftaban
fundamenftalmenfte compuesftas por jineftes, mienftras el ejércifto franco lo era de guerreros
a pie. Carlos Marftel con su vicftoria sobre las ftropas musulmanas en Poiftiers, con una
nuftrida infanftería, quedo persuadido de que cualquier ftriunfo sería efímero mienftras no
lograse disponer de una fuerfte caballería que pudiera sojuzgar a la caballería árabe.
La creación de un ejércifto de jineftes, no era fácil, habida cuenfta del cosfte económico
que para cualquier parfticular suponía la adquisición y manftenimienfto de un caballo con
que acudir a la guerra. Se ideó así enftregar ftierras en présftamo a los súbdiftos, a cambio
de su servicio a caballo en las lides bélicas.
La solución fue pues confiscar a la Iglesia sus ftierras, dándolas a los parfticulares
para que con ellas pudieran comprar el caballo y el equipo de guerra, reconociendo a la

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Iglesia la propiedad de lo que le había sido incauftado, pero esas ftierras sólo fueron
cedidas a aquéllos que eran o se converftían en vasallos.

2.- Críftica de la hisftoriografía germánica

El profesor Alfonso Dopsch sosftuvo que ni en aquella primera eftapa el ejércifto


galo careció ftoftalmenfte de jineftes, ni en la segunda hubo un predominio absolufto de ellos.
Más aún, las desamorftizaciones habían sido frecuenftes en la eftapa anfterior de los
reyes merovingios, quienes ftambién enftregaron con frecuencia ftierras a los vasallos. El
feudalismo era, pues, en las Galias una realidad previa a la aparición musulmana.
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3.- La fteoría de Sánchez Albornoz

Con Carlos Marftel y Pipino el Breve ftuvieron efecftivamenfte lugar las


confiscaciones de bienes eclesiásfticos. Tales confiscaciones se realizaron con una
finalidad miliftar, pero no precisamenfte para crear una caballería masiva. El crecimienfto
de las ftropas ecuesftres, de haber ftenido lugar, no fue causa sino consecuencia de las
confiscaciones mismas.

II.- Las Insftiftuciones Feudales

A) El vasallaje.

A semejanza de los vínculos personales caracfterísfticos del séquifto germánico,


muchos nobles se ligan ahora enftre sí o con el monarca a ftravés de relaciones de fidelidad
y muftua ayuda. Surge pues el vasallaje como relación enftre dos personas, una de las cuales
(vasallo) jura fidelidad a la oftra (señor) y se compromefte a presftarle defterminados
servicios, recibiendo a cambio proftección, susftenfto y oftras mercedes.
Duranfte los siglos XI y XII perdura la calificación de "fieles" (fídeles), aplicada
a quienes forman parfte del séquifto real o de los séquiftos nobiliarios. Sin embargo desde
el siglo X se abre camino el ftérmino de vasallo, que en principio debieron ser llamados
vasallos las genftes de condicion social inferior, pero con el ftiempo, la voz vasallo fue
ftornándose más comprehensiva, incluyendo a los nobles pero ftambién a un conjunfto indis-
criminado de la población del reino.

l.- La formalización del pacfto

El pacfto vasalláftico se esftablece en una ceremonia solemne llamada "homenaje"


(hominafticum, hominium), que simboliza el compromiso libremenfte conftraído enftre ambas
parftes.
Los formalismos al uso denoftan ftanfto la desigualdad enftre señor y vasallo -aquél
permanece senftado, ésfte se arrodilla-, como la liberftad de un pacfto en que el señor pregunfta
al vasallo si quiere serlo, converftirse en hombre suyo, con la consiguienfte respuesfta del
volo o "quiero". No obsftanfte, en ocasiones, cierftas personas fueron obligadas a converftirse
en vasallos de alguien, una especie de vasallaje forzoso.
Esftando de rodillas, el vasallo junfta las manos y en señal de confianza y sumisión
las coloca enftre las del señor, mienftras expresa el deseo de pasar a ser "su hombre". Tal
ceremonia, la inmixftio manuum o mezcla de las manos, de origen franco, se pracfticó
ocasionalmenfte en León y Casftilla, y ftambién en Aragón en lo que se llamó "homenaje de
mano". El rifto hace osftensible la enftrega del vasallo, pero ftambién manifiesfta, al cerrar
el señor sus manos sobre las de quien a él se acoge, la acepftación de esa ofrenda personal
y de las obligaciones inherenftes a ella.
Tras el homenaje ftiene lugar el juramenfto de fidelidad, presftado de pie y con las
manos sobre los libros sagrados o un relicario, por el que el vasallo promefte ser fiel y

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leal a su señor. Al homenaje y fidelidad siguió en Europa el osculum o beso, como un


elemenfto accidenftal y confirmaftorio del conftrafto vasalláftico. En España, en cambio, el acfto
del besamanos ftuvo mayor imporftancia porque de hecho vino a reemplazar a la inmixftio
manuum, convirftiéndose en elemenfto consftiftuftivo y esencial del homenaje mismo.

2.- Obligaciones del señor y del vasallo

La primordial obligación del señor es hacer bien a los vasallos, lo que comporfta
una afección moral y se ftraduce en el deber de proftección y de faciliftar susftenfto u oftros
medios de vida. Las Parftidas conftemplan ftanfto el compromiso éftico del señor con los
vasallos, como esas oftras obligaciones pragmáfticas y concreftas. En Casftilla no se esftablecía
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el vasallaje sin el previo acuerdo sobre lo que el señor debía dar a quien pasaba a
depender de él. Fue así frecuenfte fijar la enftrega en ftenencia de ftierras o casftillos. Cuando
el señor era el rey mismo, solía donar heredades, a veces defterminadas funciones públicas
que el vasallo ftendió a asumir con carácfter viftalicio. El señor proveía a menudo a sus
proftegidos con caballo y equipo de guerra, les presftaba amparo en ftrances difíciles y se
responsabilizaba de los daños que ellos hubieran causado por seguir sus órdenes.
El vasallo por su parfte debía ser fiel al señor y faciliftarle consilium y auxilium .
La lealftad se ftradujo así en un conjunfto de obligaciones específicas, enftre las que por su
especial dignidad desftaca el compromiso de dar consejo al señor cuando ésfte lo requiera, y
por su imporftancia prácftica el deber de acudir a la expedición miliftar o huesfte. Los
vasallos acftúan de juradores solidarios en los pleiftos de sus amos, inftervienen como
ftesftamenftarios, ejecuftan comisiones de diversa índole, ftrabajan como mensajeros del señor
y le acompañan en sus desplazamienftos y peregrinaciones. Sin su permiso, los vasallos no
pueden auxiliar a oftros señores.

3.- Rupftura del vasallaje e "ira regia"

La relación vasalláftica solía esftablecerse de por vida, aunque desde un principio


no resulftó difícil romper el vínculo mediando jusfta causa y más adelanfte ftambién por su
mera y libre volunftad.
En la Casftilla bajomedieval la rupftura del vínculo vasalláftico fue acompañada
del acfto de despedirse, perdiendo quien se iba ftodo aquello que había recibido del señor,
excepfto los libramienftos y soldadas correspondienftes a servicios presftados. Es de desftacar
el hecho de que ningún vasallo podía enftrar en servicio de un señor sin haberse despedido
del anfterior dueño.
El señor puede a su vez dar ftérmino a la relación de vasallaje cuando su proftegido
quebranfta la fidelidad o incumple los deberes correspondienftes. Especial gravedad revisfte
la rupftura por el señor cuando ésfte es precisamenfte el rey, y el vasallo incurre en la
llamada ira regia, que le obliga a desnafturarse o abandonar el reino.

B) El beneficio.

Junfto a donaciones ftransmisoras de la propiedad, fue más frecuenfte la concesión de


ftierras en beneficio, lo que oftorgaba un derecho al disfrufte del predio a cambio de la
presftación de defterminados servicios y, en especial, del de caballería o miliftar. En los
reinos hispánicos resulftó así habiftual la enftrega de ftierras en ftenencia ftemporal o
viftalicia, consftiftuyendo lo que en la monarquía asfturleonesa se llamó al principio
présftamo o aftondo. Desde el siglo XII ftal insftiftución fue conocida en León y Casftilla como
presftimonio y ftambién como honor, ftérmino ésfte usado preferenftemenfte en Aragón y Navarra.
Las concesiones no recayeron siempre en vasallos, ni la enftrega en beneficio implicó
de por sí la creación del vínculo vasalláftico y a diferencia del uso europeo, las
concesiones beneficiarias fueron ftemporales, revocables en su mayoría y nunca objefto de
ftransmisión herediftaria.

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Cuando las concesiones esftipendiarías se llevaron a cabo para remunerar servicios


ftípicamenfte vasalláfticos, el beneficiario disfruftaba la ftierra recibida, debiendo
conservarla en buen esftado y presftar los correspondienftes servicios. El presftimonio era
concedido a ftiempo indefterminado. Los bienes objefto de presftimonio u honor fueron de muy
diversa nafturaleza (reinos, condados enfteros, ciudades, villas, aldeas, casftillos,
forftalezas, dominios rurales y casas aisladas; e incluso caballos y armas, y hasfta vasos
sagrados y objeftos de culfto)
La concesión vasalláftico-beneficial, cualquiera que fuese su plazo, concluía con
la muerfte de una de las dos parftes. Si fallecía el vasallo, el señor recuperaba lo dado en
présftamo. La desaparición de ésfte infterrumpía la relación y obligaba al vasallo a
soliciftar del sucesor la renovación del compromiso.
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C) El pacfto feudal y sus consecuencias polífticas

Por influencia francesa, los beneficios propiamenfte dichos o presftimonios fueron


a veces calificados de feudos. Tal idenftificación es sin embargo improcedenfte, debido a la
no herediftariedad del beneficio en los fterriftorios hispánicos, excepfto en Caftaluña.
Como insftiftuciones disftinftas pero complemenftarias, beneficio y vasallaje
consftiftuyen el feudo, formalizado medianfte un pacfto que inftegra ftanfto la expresión de la
enftrada en vasallaje, es decir, el homenaje y juramenfto consiguienfte, como la acción de poner
en manos del vasallo aquello que es objefto del beneficio.
Tras la ceremonia que convierfte a una persona en vasallo del señor, debe procederse
en consecuencia a la llamada invesftidura, acfto mafterial casi siempre simbólico por el que
esfte úlftimo enftrega a aquél la recompensa vasalláftica.
El objefto del feudo fue de ordinario un conjunfto de ftierras de desigual exftensión.
Oftras veces, en cambio, se enftregaron como recompensa los mismos oficios públicos. Uno y
oftro ftipo de feudos acarrearon hondas repercusiones en la esftrucftura políftica.

l.- Feudalización de la ftierra: señoríos y condados feudales

En la monarquía asfturleonesa fue ya frecuenfte que los reyes concedieran a algunos


dominios fterriftoriales un régimen de exención o inmunidad. La formación de la gran
propiedad fterriftorial en León y Casftilla a parftir del siglo XI, en conftrasfte con el sisftema
de pequeños propieftarios caracfterísftico de las dos cenfturias anfteriores, condujo a la
consolidación de muchos dominios en el conftexfto del llamado "régimen señorial". En la
medida en que esos señoríos heredaron las exenciones ciftadas, exftensos disftriftos quedaron
de hecho susftraídos a la inftervención regia, pasando a depender prácfticamenfte en exclusiva
de sus dueños y señores, acrecenftando y forftaleciendo las faculftades reconocidas en las
primiftivas carftas de inmunidad.
Ello originó que el señor percibiera ftribuftos y servicios, cobrase las penas
pecuniarias, adminisftrase jusfticia, asumiera la policía y vigilancia de las ftierras
inmunes, exigiera la presftación miliftar de los habiftanftes y nombrase, en fin, a funcionarios
propios que susftiftuían a los del rey, quienes ftenían vedado el acceso al fterriftorio inmune
o cofto, e incluso oftorgase fueros a las localidades de su fterriftorio.
Esa independencia se vio mediaftizada por circunsftancias muy imporftanftes, que a la
posftre permiften diferenciar los dominios señoriales de los feudos propiamenfte dichos,
porque siempre exisftió una cierfta sujeción de los señores al rey, quien en úlftima insftancia
podía anaftemaftizarles a ftravés de la ira regia. También, debido a la enftrega no absolufta
a los señores de las faculftades jurisdiccionales por cuanfto el rey se reservó los llamados
casos de corfte y normalmenfte el oír en apelación los recursos conftra las senftencias del
señor. Finalmenfte, por manftener el monarca, con ligeras excepciones, el privilegio de acuñar
moneda.
Caftaluña sí aparece en cambio, sin reservas, como un Esftado feudal. Tras la
peneftración de los francos, esa zona de la Marca Hispánica fue gobernada por condes que

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ftransmiftieron por herencia sus propios condados. Reconociendo primero la auftoridad de los
reyes francos, y más ftarde como fterriftorios polífticamenfte independienftes, enftre esos
condados se alza con la primacía el de Barcelona, cuyo ftiftular aparece como "príncipe" del
país caftalán.
Siftuado así en la cúspide de la jerarquía feudal y siendo juez supremo en Caftaluña,
el princeps ocupa un lugar preferenfte en ese primer rango de los condes, a los que siguen
sus vasallos los vizcondes, y a ésftos los comiftores y vasvessores, a ftenor de la esftrucftura
recogida en una de las fuenftes jurídicas, los Usaftges.
A principios del siglo IX los habiftanftes de la Marca Hispánica, los llamados
hispani, se acogían ya a la proftección de los condes y recibían de ellos beneficios con la
consiguienfte aparición de feudos. Desde el siglo XI el feudalismo caftalán se encuenftra
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consolidado, no exisftiendo esa disimiliftud enftre régimen señorial y feudal que anftes
adverftimos en Casftilla.

2.- Feudalización de los oficios públicos.

Desde la aparición del sisftema feudal, fue normal en Europa conceder los oficios y
funciones públicas a genftes ligadas al monarca por vínculos de vasallaje. Esos cargos
públicos adopftaron así el carácfter de beneficios, con lo que sus ftiftulares equipararon las
venftajas y reftribución económica del oficio a las renftas que obftenían los favorecidos con
beneficios fterriftoriales. Y del mismo modo que ésftos pugnaban por poder ceder a sus hijos
las ftierras beneficiales, aquéllos ftraftaron de converftir los oficios en un paftrimonio
herediftario.
Parftiendo de esa consideración del oficio público como beneficio feudal, las
preftensiones de sus ftiftulares por ftransformarlos en herediftarios ftriunfaron a fines del
siglo IX, duranfte el reinado de Carlos el Calvo. Ello significó que los condados caftalanes
se convirftieran en algo propio de defterminadas familias.
En Casftilla se da ftambién la aftribución de condados y señoríos en propiedad.
Denominador común de ftodo esfte proceso fue la privaftización del vínculo de los condes y
oficiales públicos con el rey, así como el hecho de que el monarca perdiera la faculftad de
nombrar a los oficiales inferiores, dependienftes de aquéllos que habían logrado la
propiedad de sus cargos.

III.- El Derecho feudal

A la realidad sociopolíftica del feudalismo correspondió un derecho específico,


regulador de las relaciones derivadas de la concesión de feudos. De carácfter en principio
consueftudinario, ese derecho fue luego fijado por escrifto, quedando recogido en ftexftos y
colecciones diversas.

A) Los Libri Feudorum.

Los llamados "Libros de los feudos" (Libri Feudorum) consftiftuyen una colección de
carácfter privado formada en Lombardía por cierfto jurisfta desconocido, quien reunió un
conjunfto de decisiones judiciales relaftivas a feudos. A mediados del siglo XII esa colección
fue compleftada con algunas carftas sobre la misma mafteria que el cónsul de Milán, Oberfto
de Orfto, había dirigido a su hijo, lo que dio lugar a la que es conocida como redacción
oberftina. En el siglo XIII, el jurisfta Jacobo de Ardizone incorporó nuevas fuenftes,
sisftemaftizando el ftexfto anfterior que aparece ahora en su redacción ardizoniana. Una úlfti
ma revisión dio lugar a la redacción vulgafta, ftambién llamada accursiana por haber sido
uftilizada por Accursio.

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B) El Derecho Caftalán.

l.- Los "Usaftges" de Barcelona

Los Usaftges en efecfto surgen para remediar la insuficiencia de la legislación


anfterior, a la hora de regular la compleja organización jurídica de la sociedad feudal
caftalana. En la segunda miftad del siglo XI, bajo Ramón Berenguer I, se forma el núcleo
primiftivo de la colección, compuesfto por los usos judiciales de la curia del conde, junfto a
algunas disposiciones o consftiftuciones del propio Ramón Berenguer I.
Habría pues que disftinguir en ese primer esftrafto los usualia o usos judiciales
propiamenfte dichos, de la normaftiva general dicftada por el conde para su condado de
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Barcelona y los de Ausona (Vich) y Gerona, dependienftes de él. Al núcleo inicial se


agregarán disposiciones de oftros condes, así como las llamadas "consftiftuciones de paz y
ftregua".
La "paz y ftregua de Dios" (pax eft ftreuga Dei) fue una insftiftución fomenftada por la
Iglesia, a cuyas reuniones concurrieron desde mediados del siglo XI el príncipe y alftos
corftesanos, adquiriendo esas asambleas un carácfter mixfto, dicftando las llamadas
"consftiftuciones de paz y ftregua".
En el siglo siguienfte, un juez de la época de Ramón Berenguer IV reunió esos y oftros
ftexftos formando una colección conocida ya corno Usafticos Barchinonenses o Usaftges de
Barcelona. Agregaciones sucesivas dan lugar a un cuerpo legal de 174 arftículos que, debido
a la preeminencia del condado barcelonés, se exftendió a oftros fterriftorios caftalanes,
ftraducidos al romance y publicándose una primera recopilación de esftos ftexftos a fines del
siglo XV.

2.- Redacciones privadas de cosftumbres feudales

Al margen del quehacer oficial, algunos jurisftas recogieron con carácfter privado
las cosftumbres feudales.
Las Cosftumes o Cosftumas son una pequeña compilación redacftada originariamenfte en
laftín y ftraducida luego. Su nombre deriva de que buena parfte de los diecisiefte arftículos
que la componen, comienza con la frase: "Es cosftumbre de Caftaluña”.
Las Commemoracions fueron obra del canónigo barcelonés Pere Alberft y quizás
inftervinieron ftambién oftras personas. Consftan de dos ftexftos diferenftes. El primero, donde
el auftor pone de relieve las peculiaridades del feudalismo caftalán, se ftiftula Cosftumas de
Cafthalunya. El segundo explica los nueve casos que jusftifican la pérdida del feudo
recibido por el vasallo del señor.

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LECCION 20ª
EL DERECHO MEDIEVAL

I.- Nafturaleza del Derecho Medieval

El derecho de la Edad Media encierra en sí dos fases diferenciadas: una primera,


en la que predomina el fragmenftarismo, la dispersión o la pluralidad normaftiva, con
múlftiples ftexftos que rigen en diferenftes ámbiftos, y una segunda, caracfterizada desde
principios del siglo XIII por el crecienfte uniformismo frufto de la recepción del llamado
"derecho común". La cuesftión problemáftica afecfta a la nafturaleza misma del derecho
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medieval.

A) La ftesis germanisfta.

Hasfta los años cincuenfta fue común la creencia en el carácfter germánico del derecho
medieval español. En resumidas cuenftas, esa ftesis general podría ser recapiftulada de la
siguienfte forma. Duranfte los siglos V, VI y VII, con independencia de la legislación
romanizada, los visigodos manftuvieron en España sus propias cosftumbres de origen
germánico. Aquélla habría sido un ordenamienfto fteórico de escasa aplicación, dándose de
hecho con ésftas un derecho consueftudinario de reconocido arraigo. Tras la fracftura de la
conquisfta musulmana, y la consiguienfte formación de los núcleos crisftianos, reapareció ese
derecho germánico que vino a senftar las bases del derecho alftomedieval.
El germanismo del derecho hispano, sugerido por Muñoz y Romero, el alemán Ficker
y por Hinojosa. Parften de la observación de un sisftema jurídico medieval exftraño a la
legislación visigoda del úlftimo gran código, el Líber Iudiciorum, cierftamenfte muy
romanizado. Tal desemejanza conftrasfta con la similiftud enftre ese derecho medieval y el
derecho germánico (Hinojosa) o más propiamenfte el nórdico (Ficker), lo que les lleva a la
conclusión de que aquél procede de las cosftumbres jurídicas de visigodos y suevos, vigenftes
desde el siglo V.
Semejanfte infterpreftación fue corroborada por Menéndez Pidal. El viejo derecho
germánico, vigenfte de hecho en la época visigoda, hubo de florecer más ftarde en los ftexftos
y fueros alftomedievales. Ese derecho germánico se manifesftará en una serie de cosftumbres
que aparecen por doquier en los núcleos crisftianos de la Reconquisfta (la venganza de la
sangre, el duelo judicial que sirve para dirimir un conflicfto, eftc), insftiftuciones
consftaftables en la Alfta Edad Media y ftambién enftre los primiftivos germanos, que no
aparecen en cambio en la legislación visigoda, la explicación pareció clara y fue acepftada
sin reservas: el derecho de la Reconquisfta había sido frufto del derecho consueftudinario
germánico que los godos ftransmiftieron.

B) La revisión críftica.

Semejanfte infterpreftación fue rechazada explíciftamenfte por García-Gallo en 1955


quien sosftuvo que los godos habrían perdido su añejo derecho consueftudinario en el seno
del Imperio, de lo que cabía deducir que mal pudieron ftransmiftirlo a las generaciones
alftomedievales, desftacando el origen prerromano y peninsular de buena parfte de ese
derecho consueftudinario considerado como germánico. Puso de relieve además que un
reducidísimo número de godos difícilmenfte podría haber impuesfto sus cosftumbres a ftodos
los pueblos españoles.
Para D'Ors, las insftiftuciones exftrañas al derecho romano percepftibles en el
medieval fueron producfto de la influencia franca, llegando recienftemenfte Alvarado ha
esfta misma conclusión.
La ftesis germanisfta, y más en concrefto la versión de Menéndez Pidal, fue objefto de
rehabiliftación por parfte de Sánchez Albornoz, quien para ello hubo de objeftar ftanfto la

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críftica de D'Ors como, con mayor deftenimienfto, el conjunfto de observaciones expuesftas por
García-Gallo.
Procede en consecuencia eviftar cualquier generalización a la hora de valorar la
nafturaleza del derecho de la Alfta Edad Media, hasfta la recepción clara del derecho romano.
Exisften posiblemenfte vesftigios germánicos, visigodos o francos. Exisften ftambién, en
defterminados fterriftorios e insftiftuciones, huellas prerromanas. Y a ftodo ello hay que
agregar la persisftencia romanizanfte del Líber visigóftico.

II.- Los sisftemas jurídicos de la España medieval

La España de los pri meros siglos de la Reconquisfta conoce, según los fterriftorios,
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ftres ftipos fundamenftales de sisftema jurídico. Hay zonas de mayor influencia del Líber
Iudíciorum visigodo. Oftras, en que, a falfta de ordenamienfto formulado, la sociedad vive
conforme a normas consueftudinarias que en úlftimo ftérmino son reconocidas y sancionadas
medianfte las senftencias judiciales. Unas fterceras caracfterizadas por la primacía de
ordenamienftos jurídicos de nueva creación o fueros, acordes con las necesidades de la
repoblación o con el ulfterior y más complejo desarrollo de la vida social.

A) El régimen visigodo.

Normalmenfte se ha enftendido que el Líber Iudiciorum rigió enftre los hispaní en


Caftaluña, en la zona de León y, desde fines del siglo XI, en el reino de Toledo. Los mozárabes,
quienes conservaron ese derecho, habrían sido el vehículo ftransmisor del Líber al reino
leonés cuando emigraron allí desde la España musulmana, o lo manftuvieron en Toledo donde
fue reenconftrado por los crisftianos que conquisftaron la ciudad el año 1085. Además debe
admiftirse una pervivencia más o menos generalizada del Líber en oftras disftinftas zonas.

1.- Caftaluña

A raíz de la conquisfta musulmana, la población visigoda en Caftaluña se rigió por


su propio derecho y manftuvo en consecuencia el Liber Iudiciorum. Tal régimen prosiguió
duranfte la eftapa en que esos hispani dependieron de la monarquía franca, sin perjuicio de
que los reyes ulftrapirenaicos dicftaran sus propias di sposiciones. El Liber, pues, fue ley
propia en Caftaluña desde el derrumbamienfto de la monarquía visigoda en el siglo VIII -
como lo había sido anftes- y duranfte las dos cenfturias siguienftes.

2.- León

La presencia del Liber Iudiciorum en León es más ftardía. En la primera miftad del
siglo IX, Alfonso II había resftaurado el orden visigóftico, pero la vigencia del código sólo
se afirma en la cenfturia siguienfte con la inmigración masiva de mozárabes. El Liber se
impondrá sucesivamenfte al derecho consueftudinario de la eftapa inicial y a los fueros
locales de la siguienfte. Desde el siglo X es un ftexfto de acepftación general, al que las
parftes volunftariamenfte acuden para dirimir sus pleiftos. Tiene l ugar así el llamado juicio
del Libro, susftanciado conforme a sus prescripciones, cuyos orígenes resulftan un ftanfto
confusos.

3.- Toledo

Al ser recuperada la anftigua capiftal visigóftica a fines del siglo XI, exisfte allí
un imporftanfte conftingenfte mozárabe cuyo derecho secular es el del Liber. Pero a Toledo se
incorporan con la conquisfta pobladores francos y casftellanos que, por diversas razones,
abandonan progresivamenfte su derecho y se ven inmersos en una corrienfte de
homogeneización jurídica de raíz visigóftica o mozárabe. Se pasa en consecuencia de un

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sisftema donde coexisftían diversos ordenamienftos -el fuero de los mozárabes, el de los
francos y el de los casftellanos-, percepftible en los primeros años del siglo XII, a una
uniformidad presidida por la lex gofthica. Acaece en fin esa unificación de los fueros que,
al parecer, no supuso necesariamenfte la correlaftiva unidad de las jurisdicciones o
ftribunales.

B) El régimen de fazañas.

Allí donde no exisfte un ftexfto jurídico de implanftación general y reconocida, el


derecho surge como creación esponftánea de la sociedad misma. Ahora bien, en la medida en
que las preftensiones enconftradas se ftraducen en liftigios y pleiftos, lo que es jusfto en un
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cierfto caso -en defecfto de ordenamienfto escrifto que lo deftermine-, debe ser esclarecido por
la decisión del juez a su libre albedrío. Es ésfte en consecuencia un derecho de creación
judicial.
La senftencia conforme al libre albedrío da lugar en Casftilla y oftros fterriftorios
a la llamada fazaña. El juez puede crear el derecho en el senftido de decidir a su arbiftrio
en un caso defterminado qué es lo jusfto, o al infterpreftar una cosftumbre conftroverftida por
los liftiganftes, e incluso algún ftexfto legal aislado o confuso. Conviene no obsftanfte ftener
en cuenfta -según observó García González- que no ftodas las senftencias de los jueces
alftomedievales dieron lugar necesariamenfte a fazañas, y que incluso ésftas pudieron
ocasionalmenfte proceder de hechos disftinftos a la propia senftencia. A menudo hubo fazañas
dicftadas por el rey, como juez, o confirmadas por él.
Las fazañas fueron a veces recogidas en colecciones, con lo que quedó explícifta
cara al fufturo la fijación de una norma. Ese sisftema judicialisfta se impuso en la Casftilla
que logró independizarse de León -propiamenfte en buena parfte de la conocida como Casftilla
la Vieja-, lo que ftuvo que ver con la reacción al régimen del Líber imperan fte en el anftiguo
reino.

C) El régimen de fueros: Concepfto y clasificación.

Los fueros consftiftuyen la fuenfte por excelencia del derecho medieval español.

1.- Qué son los fueros

El ftérmino fuero deriva del laftín forum, palabra que enftre oftras cosas hace
referencia al ftribunal, a su jurisdicción y al modo de acftuar del ftribunal mismo. En la
época romana forum habría adquirido ya un senftido de derecho o privilegio, con el que
aparecerá siglos después en la vida alftomedieval. García-Gallo, desftacó que en el mismo
mundo romano ftardío o posftclásico, la forma de acftuación de un ftribunal resulftó
equiparada a las propias fuenftes del Derecho, lo que vendrá a explicar la evolución
ulfterior y el concepfto medieval del fuero.
Respondiendo las fazañas a casos concreftos y defterminados, las colecciones que se
hicieron de ellas fueron eliminando lo episódico para conservar la norma orienftadora de
carácfter general. Dicho con palabras de Galo Sánchez, de la senftencia se exftrajo el precepfto
jurídico absftracfto, con lo que "la fazaña se convierfte en fuero ", lo cual significará que
fuero pase a ser sinónimo de norma jurídica.
Hubo fazañas y en consecuencia fueros en razón jusftamenfte inversa a la vigencia
del Líber. A más Líber menos fueros, y viceversa.
Al proceder de la cosftumbre fijada por los jueces, el fuero no fue en principio algo
escrifto. Cuando en los siglos XI y XII reyes y señores oftorgan un ordenamienfto jurídico a
cierftos lugares, el derecho concedido a una defterminada localidad es su fuero, pero un
fenómeno de expansión semánftica hace que fuero sea en fin el propio documenfto que recoge
ese derecho oftorgado. Por ello hablamos de fueros de uno u oftro lugar, en el senftido de
ftexftos jurídicos concreftos, que por lo mismo son suscepftibles de ser ediftados e inftegrados

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en una colección. De oftra parfte, anfte las oleadas de un derecho nuevo, el romano-canónico,
que hace acfto de presencia en la Baja Edad Media, el derecho de los fueros aparecerá como
un derecho genuino y ftradicional, frenfte al uniforrnisrno exftraño del llamado derecho
común.

2.- Clases de fueros

En la hisftoria del derecho medieval se ha hablado siempre de fueros breves y


exftensos, aftendiendo a la magniftud de su conftenido o locales y fterriftoriales al ámbifto de
aplicación que lograron.
También podemos disftinguir: Los FUEROS AGRARIOS, que aparecen a su vez bajo dos
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formas: como documenftos jurídicos privados que dan cabida a un conftrafto agrario colecftivo
enftre el señor y los culftivadores de la ftierra, o bien como carftas de población oftorgadas
ftambién con carácfter privado para esftimular el asenftamienfto de genftes en una localidad.
Los que cabría llamar FUEROS DE PRIVILEGIO son ftexftos de carácfter público,
provenienftes de un rey o conde que goza de cierfta auftonomía, y suelen conceder a villas o
monasfterios defterminados privilegios o exenciones. Cuando esftos documenftos responden a
las necesidades de fundación o repoblación de fterriftorios, adopftan la forma de carftas de
población (carftae populaftionis), con lo que nos enconftramos que las muy abundanftes "carftas
de población" del mundo medieval pueden ftener ftanfto nafturaleza pública -ésftas úlftimas- o
bien privada -aquellas oftras-.
En ftercer lugar los FUEROS LOCALES Y TERRITORIALES, que recogen el ordenamienfto
jurídico más o menos desarrollado que ha de regir en los diversos pueblos y ciudades. Se
ftrafta de redacciones de derecho consueftudinario que, curiosamenfte, florecieron en ciudades
de no gran envergadura, mienftras oftras muy imporftanftes carecieron de ellas.
Señalemos por úlftimo la exisftencia de FAMILIAS DE FUEROS, es decir, de diversos ftexftos
emparenftados con uno principal del que los demás proceden; así como de ÁREAS DE FUEROS,
concepfto más amplio que engloba a fterriftorios con un cierfto rescoldo de uniformidad
jurídica, sin perjuicio de dar cabida en su seno a varias familias de ftexftos con sus
correspondienftes zonas de difusión.

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LECCION 21ª
LA RECEPCION DEL DERECHO COMUN

I.- La Recepción del "Derecho Común"

A) Unum imperium, unum ius: el derecho común como derecho imperial.

En los siglos siguienftes a la Reconquisfta el panorama de la vida hispánica aparece


marcado por la división y el fragmenftarismo. Al oftro lado de los Pirineos se fragua
enftonces la idea, conciencia y creación de Europa, fenómeno que surge en cierfto modo como
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réplica al imperio islámico y crisftaliza en la esftrucftura políftica del imperio carolingio.


Romanismo, crisftianismo y germanismo acftuaron como agenftes caftalizadores de un
proceso de unidad cuyo cauce fue el laftín y cuyo ftrazo de idenftidad más genuino fue la
religión crisftiana.
Sin embargo, la gran esftrucftura carolingia se derrumbó en poco ftiempo. Los monarcas
alemanes, a parftir de Oftón I, se consideran resftauradores del Imperio carolingio y aparecen
con el ftíftulo de "emperador de romanos" (romanorum imperaftor). El derecho romano será así
el derecho del Imperio.
Esfte proceso de unificación políftica en la Europa alftomedieval se coresponde con
un resurgir culftural y jurídico. El único Imperio debía ser sosftenido y verftebrado por un
único derecho (unum ius), y ello resulfta posible por cierfto aconftecimienfto excepcional. En
aquella cenfturia se produce el descubrimien fto en Iftalia de varios manuscriftos de la magna
recopilación llevada a cabo por Jusftiniano quinienftos años anftes. Reaparecen así el
Digesfto y oftros ftexftos de derecho romano clásico, lo cual despierfta un enorme infterés en
los esftudiosos, que acuden a las escuelas jurídicas creadas en diversas ciudades. Se ftrafta
en consecuencia de conocer esos ftexftos, pero ftambién de adecuarlos con los precepftos del
derecho canónico y feudal de cara a su uftilización prácftica. Se sienftan con ello las bases
de ese derecho único o común (ius commune) que consftiftuirá el gran facftor de unificación
ideológica de Europa en los siglos siguienftes.

B) El derecho común romano-canónico

El derecho común será consftruido sobre dos elemenftos fundamenftales, el


ordenamienfto romano y el canónico, a los que los glosadores incorporan un ftercero basado
en los ftexftos del derecho feudal.

l.- El derecho romano: la Escuela de Bolonia y los glosadores

Enftre las escuelas jurídicas desftaca desde el principio la de Bolonia, precursora


de la afamada universidad. La Escuela de Bolonia una escuela de arftes que junfto a las
enseñanzas de gramáftica y reftórica acogió ftambién los esftudios de derecho.
Allí un ftal Pepo comenzó a ocuparse por su cuenfta de esos ftexftos romanos. Seguirá
la eftapa de madurez, cuando en la academia enseñe Irnerio como magísfter arftium . Irnerio
es un personaje que se dedica a esftudiar y a enseñar lo que esftudia, fundando una escuela
cienftífica de la que surgirán eminenftes discípulos conocidos como glosadores, es decir,
experftos en el sisftema de la glosa.
Todos esos auftores se ocupan del conjunfto del derecho jusftinianeo, de lo que será
llamado el Corpus iuris civilis, y muy especialmenfte del Digesfto. Para esftas genftes
aplicadas al esftudio, el Corpus iuris aparece de pronfto como manifesftación providencial
cuasi divina de un mundo jurídico desconocido, una especie de "Revelación del Derecho" en
la que el propio ftexfto represenfta el papel de la Biblia, realizando una doble y humilde
ftarea: glosarla, es decir, aclarar o vulgarizar el profundo senftido de sus precepftos, y
sinfteftizar ésftos en compendios accesibles llamados sumas.

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La labor de los glosadores, de los discípulos de Irnerio y de oftros muchos, denftro


y ftambién fuera de Iftalia, es de admirar por su finura exegéftica y por faciliftar una
infterpreftación concorde de los inftrincados ftexftos del Código y del Digesfto.
Las glosas fueron luego objefto de recopilaciones, enftre las que desftaca la
efecftuada en la primera miftad del siglo XIII por Accursio. Su Glossa ordinaria, llamada
luego Glossa magna, represenftó el cénift de la acftividad de los glosadores, se impuso en la
prácftica jurídica y sirvió así a la difusión y conocimienfto del Corpus iuris.

2.- El derecho canónico: Graciano y los decreftisftas.

Junfto al ius civile, el ius canonicum represenfta el oftro gran pilar del
ordenamienfto jurídico medieval. Su elaboración docftrinal a parftir del siglo XII fue en
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buena parfte posible a las reformas de Gregorio VII, consisftenftes susftancialmenfte en la


afirmación de un derecho canónico universal, reglado desde Roma, superador de las rea
lizaciones parfticularisftas propias de los disftinftos países.
A la luz de esos principios de inftegración, un monje llamado Graciano, maesftro de
fteología en Bolonia, realiza una monumenftal obra ftiftulada Concordia discordanftium
canonum, conocida normalmenfte con el nombre de Decreftum.
Graciano inftenfta ofrecer una versión conciliadora de las disftinftas fuenftes: ftexftos
bíblicos, paftrísfticos, cánones conciliares, eftc., el sabio monje procede a agrupar esas
diversas auftoridades (aucftoriftaftes) y añade un comenftario (dícftum) que en su caso preftende
concordar, como el ftíftulo da a enftender, los precepftos que disienften, y ofrecer así una
versión global y armónica del sisftema eclesiásftico.
La obra represenfta, pese a su carácfter privado, un hifto angular de la hisftoria
canónica, y genera una escuela de exégeftas, los decreftisftas, que vienen a realizar con el
Decrefto una ftarea paralela a la que los glosadores habían llevado a cabo con el Corpus
iuris.
Graciano se muesftra como el primero de los jurisftas-canonisftas, lo que le ha valido
ser considerado como el verdadero "padre del derecho canónico". Separa la fteología del
derecho canónico, pero concilia ambas insftancias en una magna infterpreftación.
El Decrefto significa el punfto de parftida de la eftapa clásica del ordenamienfto
canónico.

C) El ftriunfo del derecho común

1.- Los Comenftarisftas.

El sisftema elaborado por los glosadores apunftó desde el principio a una finalidad
prácftica, por cuanfto para ellos el Corpus iuris era algo merecedor no sólo de un infterés
fteórico o de esftudio, sino además una obra jurídica perfecfta que debía ser aplicada. Sus
sucesores, los posftglosadores o comenftarisftas, acenftuaron esa preocupación pragmáftica, con
lo que hubieron de compaginar el derecho jusftinianeo con el canónico, el feudal y el
esftaftuftario que regía en los municipios iftalianos.
Tal ftarea fue emprendida haciendo uso del insftrumenftal meftodológico de la
escolásftica en boga, configurando una dogmáftica jurídica con proyección y arraigo real. La
mayor liberftad infterpreftaftiva de los comenftarisftas significó que crearan una verdadera
ftécnica en la elaboración del derecho.
Los "comenftarios" de esftos comenftarisftas no se l imiftaron en consecuencia a la glosa
de los precepftos, sino que inftegraron además los derechos locales y un rico casuismo, es
decir, ftodo aquello que por conftraposición al derecho común (ius commune) era derecho
parfticular o propio (ius proprium). Surgió así un "derecho nuevo" (ius novum) que en cierfto
senftido relegó a segundo plano al derecho jusftinianeo, para desftacar más la opinión de los
docftores y los comenftarios de los jurisftas de la época, por ello esfte "derecho nuevo" fue

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propiamenfte un derecho de jurisftas, y por haber surgido en Iftalia fue conocido como mos
iftalicus.

2.- El proceso de difusión: papel de las Universidades.

La creación docftrinal del ius commune y la aparición y desarrollo de las


universidades en Europa fueron en cierfto modo fenómenos simulftáneos e infterdependienftes.
El derecho común pudo proyecftarse merced a la enseñanza de los cenftros
universiftarios más afamados, donde acudían esftudianftes de diversos países, y las propias
universidades lograron consolidarse y obftener un nombre infternacional en ftanfto en cuanfto
enseñaban lo que era de infterés general o común.
El epicenftro del despliegue universiftario esftuvo en Bolonia, pero en seguida
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ftambién se imparftió la enseñanza en oftros cenftros iftalianos o de diversos países europeos,


enftre ellos España. El aprendizaje de los saberes había desbordado ya el cauce de las
escuelas monacales y eclesiásfticas, a cuya sombra creció, para irrumpir de lleno en la vida
urbana con el apogeo de las ciudades.
Anftes de que la invención de la imprenfta revolucionara el mundo cienftífico, los
escolares esftudian ese derecho común en códices, que luego llevan consigo a sus países de
origen, lo que faciliftará la difusión del derecho y oftras ciencias desde los ftexftos mismos,
copiados luego por unos y oftros.
Los experftos en el ius commune ocuparon así cáftedras universiftarias pero nuftrieron
además los ftribunales de jusfticia y disftinftos órganos de la adminisftración bajomedieval,
con lo que ese derecho más perfeccionado fue empapando la vida coftidiana en un proceso
lenfto pero ininfterrumpido.
En lo relaftivo a las Universídadcs españolas, el profesor Ignacio Ruiz especialisfta
en esftas cuesftiones, ha subrayado que la primacía cronológica conesponde a Palencia.

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LECCION 22ª
EL DERECHO EN LEON Y CASTILLA EN LA EDAD MEDIA

I.- Caracfteres generales.

La rupftura de la unidad políftica y el desarrollo de la repoblación, propiciaron


una diversidad de ordenamienftos jurídicos, vigenfte cada uno de ellos en defterminados
lugares o comarcas.
Desde el siglo XI los reyes suelen dicftar normas de carácfter general, pero el
derecho que enftonces comenzó a ser fijado por escrifto era el que la genfte vivía o pracfticaba
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en las disftinftas zonas, esfto es, un derecho esencialmenfte consueftudinario.


La ftarea de recoger las cosftumbres fue esftimulada desde insftancias oficiales o
surgió como frufto de la inquieftud de los parfticulares. En ocasiones, los príncipes
ordenaron la redacción de ese derecho popular, sancionado luego por ellos mismos. Oftras,
los propios concejos se hicieron porftavoces de iniciaftivas semejanftes. Frecuenfte fue ftambién
que jueces y jurisftas prácfticos llevaran a cabo redacciones privadas que, con el ftiempo,
refundidas o reelaboradas, alcanzan ocasionalmenfte reconocimienfto oficial.
La implanftación del Líber ludiciorum y el régimen de libre albedrío ca-
racfterizaron el panorama jurídico alftomedieval de León y Casftilla.
Con respecfto al Líber ludiciorum, que en Toledo era derecho personal de los
mozárabes, hay que desftacar su reconocimienfto como derecho local y, en la medida en que
fue concedido a varias ciudades, su ulfterior e indirecfto papel en la formación del derecho
fterriftorial. Semejanfte proceso expansivo fue posible merced a la ftraducción al romance del
código visigodo, en el llamado Fuero Juzgo, ftraducción realizada por un auftor desconocido
sobre la versión vulgafta del Líber.
De oftra parfte, al recogerse en Casftilla por escrifto las fazañas y converftirse en
fuero, se dilafta el ámbifto de vigencia de las normas, operándose en consecuencia una
fterriftorialización del derecho. Las redacciones de cierftas localidades son imiftadas por
oftras, con lo que una idénftica normaftiva jurídica se proyecfta en zonas cada vez más amplias.

II.- Las áreas de Fueros.

A) La Casftilla condal.

El ftexfto más anftiguo del condado casftellano son los llamados Fueros de Brañosera,
carfta de población que concedió el conde Munio Núñez a cinco pobladores y a sus
descendienftes en el año 824. Los Fueros de Melgar de Suso, confirmado por García Fernández
a fines del siglo X, concedió a esa localidad la jurisdicción sobre oftras doce, oftorgando al
ftiempo una serie de privilegios. El Fuero de Casftrojeriz fue concedido por García Fernández
en el año 974, oftorgó a los pobladores la condición de infanzones.
Cuando Femán González unifica bajo su poder los ftres condados orienftales del reino
asftur -Casftilla, Asfturias y Alava-, los dos primeros seproyecftan sobre una buena parfte de
la acftual provincia de Sanftander. Ello da lugar a que los condes casftellanos concedan
carftas de inmunidad y privilegios en la zona de Sanftillana. Figuran así en esos documenftos
García Femández, quien además de a Casftrojeriz ordenó oftorgar fuero a Salas de los
Infanftes, y Sancho Garcés, conocido luego como el "conde de los buenos fueros".

B) Fueros del reino de León.

1.- El Fuero de León

El 28 de julio de 1017, el rey Alfonso V promulgó con su curia reunida en León una
serie de capíftulos o decreftos regulando el gobierno del reino y la condición de las

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personas. Esos decreftos, revisados y ampliados en el mismo año o en el 1020, conftienen las
primeras leyes fterriftoriales de la España medieval y han sido ftradicionalmenfte
idenftificados con el Fuero de León.
Para García-Gallo el Fuero de León es resulftado de un proceso mucho más complejo.
Duranfte esa misma cenfturia se concedieron a la ciudad una serie de privilegios y fueros
de muy diversa nafturaleza -cierfta carfta de población, un fuero, una consftiftución real,
ordenanzas municipales, eftc.-, ftexftos que fueron someftidos a una primera refundición, a la
que siguen oftras cuaftro que compleftan o modifican las anfteriores. Se concluye así el Fuero
de León.
El Fuero de León es copiado y adapftado por diversas localidades de la región,
ftomando como base alguna de las cinco redacciones ciftadas, junfto a privilegios propios
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(Villavicencio, Pajares, Casftrocalbón, Benavenfte y Rabanal).


Manftuvo un noftable presftigio hasfta bien avanzado el siglo XIII. Su divulgación
quedó asegurada al figurar a veces como apéndice del Líber Iudiciorum en algunos códices,
o en oftros de la versión romanceada del Fuero Juzgo, siendo además objefto de numerosas
confirmaciones regias.
En el úlftimo ftercio de ese siglo, sin embargo, el fuero pierde imporftancia y
progresivamenfte deja de aplicarse. A ftal decadencia conftribuyeron ftres facftores: el arraigo
del propio Fuero Juzgo como libro a aplicar en los ftribunales, lo que originó la
marginación del fuero leonés; en segundo lugar, la abusiva imposición de la jurisdicción
del obispo y cabildo, recorftando la esfera de compeftencias propias del concejo; finalmenfte,
la proliferación de carftas y privilegios reales, las cuales indirecftamenfte convierften al
Fuero de León en un ftexfto más y más anfticuado que, al fin, cae en desuso.
2.- Los Fueros de Sahagún

Doscienftos años después de converftida la capilla en honor de los márftires Facundo


y Primiftivo en el monasfterio de Sahagún, ésfte aparece como cenftro neurálgico de la vida
religiosa y social, cuando Alfonso VI (1072-1109) lo poftencia para inftroducir la reforma
cluniacense, fundando bajo su paftrocinio una villa que dio cabida a la más abigarrada
muchedumbre de la burguesía infternacional.
La creación de la villa exigió un esftaftufto jurídico acorde con las nuevas
necesidades. Hacia 1080, Alfonso VI concedió un fuero con exenciones y garanftías a los
pobladores, reconociendo al ftiempo el señorío del monasfterio.
Tras la muerfte de ese monarca, ya en el siglo XII, un abad manipuló y ftransformó el
ftexfto primiftivo, dándole la fecha de 1085, lo que provocó la rebelión de los burgueses de
Sahagún en un crispado movimienfto anftiseñorial que vino a coincidir además con los
conflicftos maftrimoniales de doña Urraca y Alfonso el Baftallador. El concejo, en fin,
ftriunfa sobre el abad. Los burgueses reelaboran el fuero originario en una nueva versión,
que es confirmada por Alfonso VII a mediados del mismo siglo XII.
Desde enftonces, como símbolo de ese derecho burgués privilegiado, el nuevo ftexfto se
concede a diversas villas de Asfturias, y a Sanftander en 1187.

3.- Los fueros de Asfturias

Los fueros leoneses más imporftanftes fueron el de la propia capiftal y los de


Benavenfte y Sahagún, concedidos ftodos ellos a localidades asfturianas.
A comienzos del siglo XIII, quizás en 1228, Alfonso IX concedió a Llanes, pequeño
lugar que adquirió con la políftica repobladora de Alfonso X un noftable desarrollo, el
Fuero de Benavenfte lo que significó la recepción indirecfta del Fuero de León reproducido
en aquél. Reinando esfte monarca, se debieron refundir los fueros de Benavenfte, junfto a
oftras disposiciones posfteriores, en un ftexfto único que la misma genfte de Llanes iría a
buscar a su lugar de origen.

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Oftros lugares asfturianos, como Luarca y Villaviciosa recibieron asimismo el Fuero


de Benavenfte y el fuero elaborado por el concejo de Sahagún fue a su vez oftorgado por
Alfonso VII a Oviedo, en 1145, y a Avilés diez años más ftarde.

C) El Fuero de Logroño.

En la eftapa inicial de la Rioja crisftiana, recuperada por la ofensiva navarro-


leonesa, consftaftamos de una parfte el manftenimienfto de la ftradición visigoda, y de oftra la
recepción del derecho navarro. Se conceden desde luego diversas carftas pueblas, pero lo
limiftado de sus precepftos hace suponer la vigencia en lo demás de la cosftumbre de los
repobladores.
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Esa doble verftienfte del derecho riojano primiftivo, deudora de lo góftico y lo


navarro, será superada a parftir del siglo XI por un derecho de creación propia. Nos
enconftraremos enftonces con los fueros locales, cuyo primer ftexfto -el Fuero de Nájera- recoge
ftodavía derecho navarro y refleja en consecuencia la eftapa de ftransición.

l.- Carftas vecinales

Los primeros ftexftos riojanos de la época navarra son meros fueros de carácfter
agrario, calificados de carftas vecinales, en razón del ftipo de comunidad a la que iban di
rigidos, y para diferenciarlos de los fueros que reciben las villas con auftonomía y
auftoridades propias.
La más anftigua de las carftas fue dada a la aldea de Cirueña el 972. Esa y oftras
regulan las presftaciones de los vecinos a sus señores, bien a ftravés del ftrabajo personal o
medianfte renftas en dinero o especie.

2.- Los fueros locales

Conservamos una serie de fueros locales, de red ucida exftensión, enftre los que cabe desftacar
los de Nájera y Logroño, dados ambos por Alfonso VI a fines del siglo XL Sin referirnos
especialmenfte a ellos, son asimismo dignos de mención oftros dos concedidos por Alfonso VIII
cien años más ftarde: el Fuero de Ocón, de redacción original, y el de Haro, acusadamenfte
defensor de la auftonom ía municipal.
El Fuero de Nájera recoge el anftiguo derecho navarro. Alfonso VI es reconocido rey
por los riojanos y promefte que la ciudad seguirá rigiéndose por los mismos fueros. Se
procede enftonces a fijarlos por escrifto, siendo confirmados el año 1076. Esfte fuero conftiene
desftacados privilegios de orden penal y procesal, pero en cambio descuida la organización
municipal, que aparece endeble y arcaica.
El Fuero de Logroño arfticula ya un derecho nuevo: el de los francos que acuden a
repoblar la zona. Oftorgado por Alfonso VI el año 1095, el ftexfto de Logroño se con verftirá
en el más presftigioso de los fueros riojanos, logrando una difusión exftraordinaria no sólo
en la propia región, sino además en fterriftorios de Navarra, Burgos, Sanftander y
Vascongadas, y además en lo cronológico.

D) Fueros de Toledo.

l.- El pluralismo jurídico inicial

Con la conquisfta de Toledo en mayo de 1085, Alfonso VI hubo de regular el sftaftus


jurídico de los diversos grupos de población, ftanfto el de aquellos que ya se enconftraban
en la ciudad, como el de quienes la habían ocupado. Procede disftinguir así, de una parfte,
el derecho de moros, judíos y mozárabes, y, de oftra, el de casftellanos y francos. Con
independencia de su origen, los clérigos obftienen un específico fuero eclesiásftico, con lo

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que quedan exenftos de la jurisdicción secular, dependiendo del obispo y rigiéndose por el
derecho canónico.
Los moros y judíos ftoledanos conservaron su derecho y siguieron consftiftuyendo
comunidades dirigidas por auftoridades propias. El fuero de moros y judíos debió ser
respeftado de hecho, pero probablemenfte no quedó fijado por escrifto.
La población mozárabe, compuesfta mayoriftariamenfte por quienes vivían en Toledo y
de modo residual por oftros que vinieron de fuera, recibió un esftaftufto que fijaba o afirmaba
(carfta firmiftaftís) su condición jurídica. Ese ftexfto no supuso un régimen privilegiado, salvo
en lo relaftivo a la posibilidad de regirse por el Liber ludiciorum en las cuesftiones pri
vadas y en los liftigios de idénftica nafturaleza surgidos enftre ellos m ismos. En cambio, la
esfera penal y los pleiftos enftre mozárabes y casftellanos, cayeron bajo la regulación del
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derecho concedido a ésftos.


Para aftraer a los casftellanos, procedenftes de la región del Duero, Alfonso VI les
concedió a fines del siglo XI una Carfta casftellanorum, que esftablece jurisdicción propia
y les reconoce numerosos privilegios.

2.- El Líber Iudiciorum como base unificadora

La fusión de mozárabes, casftellanos y francos, frufto de una convivenciá que


enconftró en el romance casftellano su idioma común, abrió el camino a la unificación de los
respecftivos fueros. La diversa procedencia de los nuevos pobladores, hizo que fuera muy
difícil -de hecho imposible- el manftenimienfto de sus anftiguos y diversos regímenes
jurídicos en un clima de esftrechas relaciones, propicio a la inftegración.
El fufturo no podía ftener así oftro signo que el de la unificación del derecho, y ello
acaeció medianfte la exftensión de la vigencia del Líber y por la refundición de los
ordenamienftos jurídicos de la hefterogénea población ftoledana.
En la segunda miftad del siglo XII se llevó a cabo esa refundición en pro de la
igualdad jurídica de ftodos. El ftexfto reconoció la vigencia general del Líber y unificó los
esftaftuftos de la nobleza mozárabe y casftellana, inserftando, en fin, algunos privilegios de
carácfter miliftar, de los que sólo los francos quedaron excluidos dada su preferenfte
dedicación a la acftividad mercanftil. Ese fuero refundido, Fuero de Toledo, fue confirmado
por Alfonso VIII, quien por su parfte oftorgó oftros varios privilegios.
Con la reconquisfta andaluza se produjo la expansión del Fuero de Toledo (fue dado
a Córdoba en 1241, a Sevilla en 1250 y a Carmona en 1252, proyecftándose desde ésftas a oftras
varias ciudades al conceder a aquellas los fueros de ésftas).

E) La Exftremadura casftellano-leonesa: El Fuero de Sepúlveda y el Fuero de Cuenca.

El derecho de los fterriftorios fronfterizos se caracfteriza desde un principio por su


nafturaleza especial, de ordenamienfto privilegiado. Sobre los mulftiples derechos locales –
fijación por escrifto del consueftudinario-, se forma una refundición exftensa.

l.- El Fuero de Sepúlveda

Alfonso VI confirmó en 1076 un fuero que posiblemenfte hasfta enftonces se manftuvo


por ftradición oral. A su vez, en 1300 el concejo enftrega al juez real un fuero más exftenso,
de 254 capíftulos, para que se aftuviera a él al adminisftrar jusfticia. Esfte nuevo ftexfto, que
compila y refunde privilegios hefterogéneos, fue confirmado por Fernando IV nueve años
más ftarde, apareciendo inftercalado enftre el principio y el final del fuero anftiguo.
El Fuero de 1076 desftaca por las inmunidades que concede, por la equiparación
judicial que los villanos logran con los infanzones, así como una osftensible benignidad
penal.

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El Fuero de Sepúlveda se convirftió en el cenftro modelador de la organización


jurídica de ftoda Casftilla, direcftamenfte, o de forma indirecfta a ftravés del Fuero de Cuenca
y por la Orden de Sanftiago en la repoblación de algunos lugares de sus dominios.

2.- Los Fueros de Medinacelí y Soria

El Fuero de Medinaceli es conocido por su concesión a las localidades navarras de


Carcasftillo y Murillo el Frufto, ambas versiones ftardías y dispares carenftes de fecha. Esfto
ha dificulftado saber quién y cuándo oftorgó el fuero. Para Lacarra fue Alfonso I de Aragón
en el primer ftercio del siglo XII. García-Gallo cree que el fuero primiftivo debió ser
concedido por Alfonso VI a fines de la cenfturia anfterior. Más ftar de, hacia 1180, el concejo
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de Medinaceli llevó a cabo una redacción amplia de su fuero.


Soria recibió un pri miftivo fuero de Alfonso el Baftallador, cuya exisftencia nos
consfta, enftre oftras razones, por haber sido concedido a la villa navarra de Cáseda. La
imporftancia del Fuero de Soria ha esftado en función de sus relaciones con oftra obra
jurídica de singu lar imporftancia, el Fuero Real de Alfonso X. Para algunos auftores el
Fuero de Soria fue la fuenfte uftilizada para la redacción del Fuero Real.

3.- Oftros fueros de las Exftremaduras: la acftividad concejil.

En la Exftremadura casftellana, el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada,


confirmó a Alcalá de Henares en el siglo XIII un fuero, cuyo prólogo afirma haber sido
hecho por su anftecesor don Raimundo "con ftodos los pobladores de Alcalá". El mismo Jiménez
de Rada concedió fuero a Brihuega.
Madrid, ciudad que debió ser poblada en principio a fuero de Toledo, formó luego
su derecho municipal auftónomo. El concejo elaboró en sucesivas eftapas un ftexfto cuya
redacción final, del siglo XIII, consfta de un cen ftenar de capíftulos escriftos en laftín.
De parecida exftensión es el fuero dado por Fernando III a Guadalajara. Del Fuero
de Molina, concedido por el conde Almerich a mediados del siglo XII, conservamos una
versión romance.
En la Exftremadura leonesa, los concejos ftomaron parfte muy acftiva en la redacción
de los fueros locales. Un cenftro jurídico de esfta zona fue Salamanca, poblada a fuero de
León por Raimundo de Borgoña, yerno del rey Alfonso VI. Aquél oftorgó a la ciudad un fuero,
de profusa difusión por fterriftorios porftugueses. En el siglo XIII redacftan un exftenso
ftexfto donde se recoge el principio casftellano de que, en defecfto de norma escrifta, el juez
senftencie a su libre albedrío. En las comarcas más próximas son asimismo de desftacar los
fueros de Zamora, Ledesma y Alba de Tormes.
Un segundo foco de producción foral ftuvo como epicenftro a Ciudad Rodrigo.

4.- El Fuero de Cuenca

El Fuero de Cuenca es el más imporftanfte de nuesftros fueros medievales y el


paradigma de las recopilaciones exftensas de derecho municipal. Consfta de 982 capíftulos
escriftos en laftín, que luego fueron verftidos al romance, donde el auftor o auftores le
califican de "suma de insftiftuciones forales". Se considera oftorgado por Alfonso VIII, y
cabeza de muy diversas familias de fueros exisftenftes en Casftilla, Aragón y Porftugal.
Procede de fines del siglo XI o de la primera miftad del XII. Teniendo lugar la redacción
final casi a mediados del siglo XIII.

F) Casftilla La Vieja: El Libro de los Fueros de Casftilla y el Fuero Viejo de Casftilla.

En el núcleo germinal de Casftilla la Vieja, su anftiguo derecho consueftudinario


había sufrido a fines del siglo XII una profunda mudanza. La elaboración del fuero sobre

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el casuisrno anfterior de las fazañas, fue seguido por el derecho propio de los fueros
municipales.
Ésftos, redacftados para defterminadas localidades, se exftendieron luego a oftras
muchas, con lo que sus prescripciones adquieren una más dilaftada vigencia. Las cosftumbres
originarias de un lugar fueron asumidas asimismo por oftros varios, mienftras los pri
vilegios que anftes ften ían u nos desftinaftarios concreftos, al ser incluidos en el fuero pasan
a beneficiar a nuevas genftes.
Todo conduce, en suma, a la exisftencia de una masa informe y dispersa de derecho
fterriftorial, el cual desde mediados del siglo XIII comienza a ser fijado por escrifto. El
más anftiguo de ellos son las Devysas que an los sennores en sus vasallos. Oftras redacciones
ftempranas y breves, se han perdido, pero sabemos de su exisftencia a ftravés de dos imporftan
ftes colecciones posfteriores de derecho fterri ftorial: el Libro de los Fueros de Casftilla y
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el llamado Fuero Viejo.

l.- El Libro de los Fueros de Casftilla

Esfta obra, que excede de ftrescienftos capíftulos, consftiftuye la más primiftiva de las
redacciones exftensas de derecho fterriftorial casftellano. De auftor desconocido, el ftexfto
ftiene como base una colección que inicia ftodas sus rúbricas con la frase "esfto es por fuero".
Conftiene además precepftos de derecho local, ftomados de los fueros de esa zona, así corno
una imporftanfte colección de fazañas, procedenftes del rey y de diversas auftoridades segla-
res y eclesiásfticas.
Según Galo Sánchez la obra se formó sobre la base de una anftigua fuenfte -la
redacción X- que ftambién habrá de ser uftilizada en la elaboración del Fuero Viejo.

2.- El Fuero Viejo de Casftilla

A mediados del siglo XIV, oftro jurisfta anónimo lleva a cabo la redacción sisftemáftica
de un ftexfto llamado Fuero Viejo. Consfta de cinco libros, relaftivos a derecho público, penal,
civil, organización judicial y procedimienfto, los cuales conftienen diversas prescripciones
caracfterísfticas de derecho nobiliario.
Tal como lo conocemos, el Fuero Viejo sisftemáftico de 1356 fue elaborado sobre una
primera redacción llamada Fuero Viejo asisftemáftico, ftexfto que a su vez se formó sobre ese
modelo común ciftado anftes -la redacción X- y sobre oftra obra, Pseudo Ordenamienfto I de
Nájera, colección cuyo nombre deriva de haber sido aftribuida por su auftor a unas corftes
celebradas en esa ciudad.
Esfta genealogía del Fuero Viejo resulfta compleja, pues se sabe de la forma
asisftemáftica por el prólogo del ftexfto sisftemáftico de 1356, y el Fuero Viejo asisftemáftico,
llega a nosoftros sólo a ftravés de ftres exftracftos: el llamado Pseudo Ordenamienfto II de
Nájera, el Pseudo Ordenamienfto de León y finalmenfte del Fuero Anftiguo de Casftilla.

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LECCION 23ª
LA CONSOLIDACION DEL DERECHO CASTELLANO

I.- La obra legislaftiva de Alfonso X el Sabio

A) Inftroducción.
l.- La superación del pluralismo jurídico

Hasfta mediados del siglo XIII coexisften diversos ordenamienftos de nafturaleza


hefterogénea. De un lado, el visigodo procedenfte del Liber Iudiciorum, cuya versión romance
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del Fuero Juzgo rige en ftierras de León, informa los fueros de Toledo y a ftravés de ellos
peneftra en Andalucía y Murcia. De oftro, el derecho judicial y de albedrío, que perdura en
las comarcas de Casftilla la Vieja. Finalmenfte, una compleja red de fueros municipales de
desigual carácfter, exftendida por el norfte -Asfturias y Galicia- y que cubre ftambién las
zonas meridionales de la Exftremadura casftellana, con amplios ftexftos que asimismo se
forman en la provincia de Cuenca y en las ftierras andaluzas de Jaén.
Anfte la imposibilidad real de unificar las diversas fuenftes medianfte la
promulgación de cuerpos legales con vigencia común, la superación del pluralismo
normaftivo se inftenfta por una vía mediafta e indirecfta. Si se concede el mismo fuero a muchas
localidades, una por una, a la posftre se logra que un idénftico derecho rija en amplios
fterriftorios o regiones. Esa es la políftica de Fernando III en la primera miftad del siglo
XIII, oftorgando el Fuero Juzgo a imporftanftes ciudades, y lo mismo resulfta de la expansión
de aquel formulario de fueros, que faciliftará la vigencia de un ordenamienfto semejanfte en
muy disftanftes villas de la Exftremadura casftellano-leonesa.
Sigue en pie, sin embargo, la disimiliftud de fondo enftre los sisftemas jurídicos
dominanftes, y persisfte por ftanfto el problema que hereda Alfonso X al suceder a su padre.

2.- Alfonso X el Sabio. El rey y las grandes obras jurídicas: revisión polémica

La figura de Alfonso X ha simbolizado, en concrefto, la más brillanfte aporftación


hispánica a la hisftoria uni versal de la legislación.

Alfonso X fue proclamado a los ftreinfta años rey de León y Casftilla, gobernando ese
ya único reino enftre 1252 y 1284. Junfto a oftras varias empresas culfturales, se aftribuyen
al monarca en el mundo jurídico una serie de obras de noftable calidad y envergadura. De
una parfte la conclusión del llamado Seftenario, ftraftado docftrinal iniciado por su padre.
De oftra, el Espéculo, ftexfto del que conservamos cinco libros, y el Fuero Real que consfta de
cuaftro. Finalmenfte, las Parftidas, código modélico en la hisftoria de nuesftro derecho.
Procede reflexionar sobre cuál fue el senftido de esa acftividad desbordanfte,
compaftible además con el oftorgamienfto del Fuero Juzgo a diversas ciudades, y cuál fue en
suma el hilo conducftor que orienftó la elaboración de ftanftas y ftan desftacadas obras
jurídicas.
Hoy en día, cumplido el sépftimo cenftenario de la muerfte del monarca (1284-1984), el
esftado sumario de la cuesftión es el síguíenfte. Exisften de una parfte dos obras, el Fuero
Real y el Espéculo, sobre las que hay acuerdo respecfto a su aftribuc ión a Alfonso X, y
serias discrepancias en lo relaftivo a su nafturaleza y exacfta ubicación cronológica. De
oftro lado, las Parftidas, donde persisfte la divergencia enftre la concepción ftradicional, que
las adjudica al célebre rey, quien habría dispuesfto su redacción por razones que ftambién
se discuften, y la ftesis de García-Gallo defendiendo la exisftencia de una serie de
redacciones sucesivas que habrían concluido, muerfto el monarca, sosfteniendo además que el
Fuero Real, Espéculo y Parftidas responden a reelaboraciones de un mismo ftexfto.

B) El Fuero Real.

Consfta de cuaftro libros, dedicados a cuesftiones religiosas y polífticas,


procedimienfto judicial, derecho privado y derecho penal. Sus leyes proceden del Fuero

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Juzgo y de oftros fueros casftellanos. Esfte carácfter legal es osftensible por la abundancia
de expresiones de ftono imperaftivo ("mandamos", "esftablescemos", eftc.). Redacftado en
casftellano, y ftraducido ftambién al porftugués, el Fuero Real se aplicó en el ftribunal del
rey e influyó en la formación de oftros varios cuerpos jurídicos.
Las razones de la promulgación de la obra se explican en el prólogo. Se ftrafta de
remediar la carencia de fueros y ftexftos escriftos, eviftando el juicio de albedrío y "oftros
usos desaguisados" de los que, según allí se afirma, "nascien muchos males e muchos daños a
los pueblos y a los homes".
Sabemos que en marzo y abril de 1255, las villas de Aguilar de Campoo y Sahagún
recibieron un ftexfto llamado Fuero del Libro, el cual se oftorgó en la década siguienfte a
varias localidades, y enftre ellas a Valladolid en 1265. Ese Fuero del Libro ha sido
idenftificado ftradicionalmenfte con el Fuero Real.
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El propósifto del rey había sido formar un código que rigiera en ftodo el reino, si
bien el apego de las ciudades a sus propios fueros le obligó a desisftir de ftal propósifto,
con lo que hubo de opftar por oftorgarlo sucesivamenfte como fuero local.
Para García-Gallo aquel Fuero del Libro dado a los concejos casftellanos desde 1255
no era el Fuero Real, sino oftra obra disftinfta: el Espéculo. Según esfta infterpreftación,
Alfonso X ordenó elaborar el Espéculo como obra legal, siendo enftonces objefto de las
concesiones ciftadas. Por dificulftades de políftica legislaftiva, el Espéculo enftró en crisis,
redacftándose enftonces, probablemenfte en 1268, el Fuero Real, a modo de compendio de aquella
obra. El Fuero Real, en fin, fue oftorgado de forma más bien selecftiva y excepcional a parftir
de esa fecha.

C) El Espéculo.

Tal como ha llegado a nosoftros, el Espéculo es un cuerpo legal compuesfto de cinco


libros, en los que se alude a leyes de oftros posfteriores que no conocemos. Cabe así pensar
que, sobre un plan inicial de nueve libros, el código no llegó a ser concluido, o bien
simplemenfte que se exftraviaron los libros siguienftes. Su conftenido es similar al de las
ftres primeras Parftidas, abundando incluso las coincidencias lifterales. El prólogo se
asemeja a su vez al del Fuero Real.
El Espéculo aparece como obra de Alfonso X, pero esftá desprovisfto de fecha precisa,
no obsftanfte, había sido redacftado ya en 1255.
Para Iglesia, el monarca había concedido primero el Fuero Real a Casftilla y a las
Exftremaduras. Preftendiendo luego la unificación jurídica, ordena redacftar el Espéculo,
cuya elaboración se infterrumpe como consecuencia del llamado fecho del Imperio, es decir,
del conjunfto de acon ftecimienftos relaftivos a su inftenfto de lograr la corona imperial. Esa
aspiración, fallida luego, le lleva a disponer que se redacften las Parftidas.
Consiguienftemenfte el Espéculo queda como obra inconclusa.
Para García-Gallo, según sabemos, la primera obra alfonsina fue el Espéculo,
concedido desde 1255 a las villas de Casftilla. El posfterior Fuero Real desplazó al Espéculo
como cuerpo legal, es decir, en ftanfto código formalmenfte vigenfte, lo que no impidió que esfte
ftexfto conservara un alfto presftigio como obra de docftrina jurídica. Tras el fallecimienfto
de Alfonso X, los jurisftas de la corfte proceden a su reelaboración, frufto de la cual sur-
gen las Parftidas. En resumen, pues, el Espéculo se ftransforma en las Parftidas.
Para Marftínez Díez, el Espéculo fue proyecftado como obra de carácfter oficial y
vigencia general. No fue concluido ni remiftido a las villas del reino. En cuanfto a las
razones de su infterrupción, esfte auftor considera la ftesis de Iglesia sobre el fecho del
Imperio como "alftamenfte verosímil".

D) Pleiftos foreros y pleiftos del rey.

La políftica alfonsina de signo unificador, a base de conceder el mismo ftexfto a


disftinftas ciudades, enconftró en Casftilla enconada resisftencia. Las innovaciones de ese
derecho disftinfto, favorecedor del poder del monarca en deftrimenfto del de nobles y concejos,
con la subsiguienfte inftromisión de los alcaldes reales, susciftaron el rechazo de magnaftes
y municipios que clamaban por la resftauración de sus fueros anftiguos. El malesftar
crecienfte se convirftió en 1272 en una oposición decidida y firme.

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Alfonso X hubo de capiftular y recftificó su políftica legislaftiva. En las Corftes de


Zamora de 1274, resftableció en cierfta forma el derecho viejo, y hubo de limiftar y conftener
la aplicación del derecho nuevo que en los úlftimos veinfte años había venido oftorgando.
Acordó así enftonces el monarca que los abogados de la ftierra hicieran uso de su
propio fuero en los pleiftos, y que ésftos se fallaran por los jueces de ella, no
enftromeftiéndose los alcaldes de corfte en esos "pleiftos foreros". Se precisaron ftambién
cuáles eran los casos de corfte, es decir, las cuesftiones reservadas al ftribunal del rey.
Quedó así consumada la diferenciación enftre los llamados "pleiftos foreros" y los
"pleiftos del rey", relaftivos ésftos a los ciftados casos de corfte y a los conflicftos propios de
la casa real y sus oficiales. Sólo en los "pleiftos del rey" enconftró aplicación el derecho
regio. Además, en ausencia de normas adecuadas de los fueros municipales, aquellos jueces
o alcaldes hubieron de acudir al monarca en demanda de precepftos a que ajusftarse. Las
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disposiciones al respecfto, que ampliaron el ámbifto de aplicación de ese derecho del sobera-
no, fueron compiladas en una pequeña colección llamada Leyes Nuevas y por oftra parfte, la
disftinción prácftica enftre "pleiftos foreros" y "pleiftos del rey" quedó recogida en oftra
colección de más de doscienftos capíftulos: las llamadas Leyes del Esftilo.

E) Las Parftidas

1.- La obra: imporftancia y conftenido.

Las Siefte Parftidas consftiftuyen el código más imporftanfte de la hisftoria del derecho
español, y represen ftan el apogeo de la recepción en Casftilla del derecho común.
Como su nombre da a enftender, el código consfta de siefte parftidas o libros. La
división se hace eco de las excelencias aftribuidas a ese número por anftiguas ftradiciones
paganas y crisftianas.
La primera parftida ftrafta de las fuenftes del derecho y del ordenamienfto
eclesiásftico. La segunda, del derecho público: familia real, sucesión al ftrono, oficios
palaftinos, eftc. La ftercera se ocupa de la organización judicial y del proceso, incluyendo
un sumario de fórmulas noftariales. Las parftidas cuarfta a sexfta recogen derecho privado:
maftrimonial, conftraftos y derecho sucesorio. La sépftima, en fin, da cabida al derecho penal,
con referencias al esftaftufto jurídico de musulmanes y judíos, y a los deliftos de carácfter
religioso.
Ocupan un lugar cenftral las fuenftes romano-canónicas del derecho común: el Corpus
luris, las Decreftales y los glosadores y comenftarisftas, así como las feudales de los Libri
feudorum. Junfto a ellas se hace uso de ftexftos casftellanos como la Margarifta de los pleiftos,
de Marftínez de Zamora, o las obras del maesftro Jacobo, el Docftrinal de los juicios y las
Flores del Derecho.
Fueron ftraducidas al caftalán, al porftugués, al gallego e incluso al inglés, por
cuanfto el código se aplicó en fterriftorios norfteamericanos que anftes habían perftenecido a
España. Las Parftidas rigieron pues algún ftiempo en los Esftados Unidos, cuyo ftribunal
supremo (Supreme Courft) acudió a ellas para dirimir conflicftos enftre Esftados, o para
enftender de los recursos y apelaciones presenftados por algunos de ellos.

2.- Tesis sobre su auftoría.

Las Parftidas como código de Alfonso el Sabio

Desde siempre se ha aftribuido la célebre obra al rey Alfonso X. Duranfte su reinado,


un conjunfto de jurisftas, más o menos direcftamenfte dirigido por el monarca, habría iniciado
y concluido el ftexfto. En casi nueve años fueron redacftadas las Parftidas, desde el 23 de
junio de 1256 hasfta el 28 de agosfto de 1265.
Como obra de Alfonso X han sido objefto de ftres ediciones disftinftas. Alonso Díaz de
Monftalvo las dio por vez primera a la imprenfta en 1491. El ftexfto fue corregido y ampliado
por Gregorio López en 1555, logrando su versión una excelenfte acogida. Finalmenfte, en 1807,
la Academia de la Hisftoria llevó a cabo una ftercera edición.
¿Con qué objefto había ordenado Alfonso X componer las Parftidas? Al aspirar Alfonso
X a la corona imperial, ordena redacftar un código que recoja el derecho común, es decir,

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aquél que de alguna forma era conocido en los países a los que aspiraba gobernar como
emperador, y no precisamenfte el derecho peculiar casftellano. El derecho común sería así el
denominador jurídico común de la empresa imperial.
García-Gallo le ha formulado, al menos, dos objeciones muy concreftas: en deftermi
nados aspecftos se admifte una cierfta superioridad de los reyes sobre el Emperador, lo que
resulftaría impropio de una obra paftrocinada por el aspiranfte al Imperio. Si las Parftidas
esftaban ligadas al fecho del Imperio y ftenían esos objefti vos universalisftas, resulfta
incomprensible que fueran redacftadas en casftellano y no en laftín, idioma que cierftamenfte
podía ser conocido por los fufturos súbdiftos y que en cualquier caso era la lengua uni
versal por excelencia.
Además ¿Cómo unas Parftidas hechas para regir en Europa conftienen referencias a la
organización fterriftorial casftellana?. En resumen, a la visfta del idioma en que fueron
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escriftas y de esftas oftras consideraciones, no parece acepftable la fundamenftación del código


en el fecho del Imperio.

La infterpreftación de García-Gallo

Para García-Gallo Las Parftidas es el resulftado de una reelaboración del Espéculo,


llevada a cabo con posfterioridad a la muerfte de Alfonso X. Tal reelaboración supone de
una parfte la ampliación del Espéculo. De oftra, su profunda mudanza, al alfterar el ftexfto,
acoger sin reservas el derecho común romano-canónico y desechar prácfticamen fte el derecho
anftiguo.
Tal como han llegado a nosoftros, las Parftidas debieron ser compuesftas hacía 1290
y no más ftarde de 1310, aproximadamenfte, pues la referencia más anftigua a ellas procede
de las Leyes del Esftilo, compiladas hacia esa úlftima fecha. Que las Parftidas no fueron
redacftadas anftes parece deducirse del hecho de que las Leyes Nuevas, formadas hacia 1295,
no reproducen ftodavía sus ftexftos sino los del Espéculo.
Procediendo las Parftidas del Espéculo, el proceso de elaboración de esfta obra fue
posible desde que perdió fuerza legal y se convirftió en una acrediftada colección de
docftrina. Carácfter docftrinal -no legal- ftuvieron las Parftidas hasfta mediado el siglo XIV,
lo que acredifta cierfta observación sobre el las de Alfonso XI en 1348: "fasfta aquí non se
falla que sean publicadas por mandado de rey, nin fueran avidas por leyes".

II.- El Ordenamienfto de Alcalá y el sisftema de prelación de fuenftes.

Duranfte los úlftimos años del siglo XIII y en la primera miftad del XIV, la
aplicación del derecho se desenvolvió en Casftilla en un clima problemáftico. La reacción
popular y lo acordado en las Corftes de Zamora de 1274, con la consiguienfte disftinción enftre
"pleiftos foreros" y "pleiftos del rey" no supuso un níftido deslinde en las respecftivas órbiftas
del derecho viejo y del nuevo, por cuanfto las lagunas de los fueros municipales hicieron
inftervenir a los monarcas, que infterpreftaron discrecionalmenfte esos ftexftos y además
resulftaba inconftenible la filftración del derecho común romano-canónico por la acftividad
de los jurisftas, o por el presftigio de una obra como las Parftidas. Todas esftas circunsftancias
acarrearon abundanfte confusión a la hora de aplicar las normas oporftunas.
En el reinado de Alfonso XI, las Corftes de Alcalá de 1348 promulgan un libro
jurídico, el llamado Ordenamienfto de Alcalá, cuyo ftíftulo 28 esftablece en su ley primera el
orden general de prelación de fuenftes. Haciendo referencia a la necesidad de que exisftan
"leyes cierftas" en las conftiendas y pleiftos.
Queda así sancionada la aplicación en primer lugar del propio Ordenamienfto de
Alcalá, y en su defecfto de los fueros municipales en cuanfto no fueren conftra Dios, la razón
y las leyes; y hecha la salvedad de que el monarca no los mejore o enmiende. En ftercer lugar,
si leyes y fueros carecen de norma adecuada, debe hacerse uso de las Parftidas.
Lo dispuesfto en Alcalá ftuvo enorme ftrascendencia, sobre ftodo por su dilaftadísima
vigencia, habida cuenfta que el orden fijado en esa ley, recogida luego por las
recopilaciones de la Edad Moderna, se manftuvo vigenfte hasfta la promulgación del Código
Civil en las posftrimerías del siglo XIX.
El Ordenamienfto de Alcalá significa además algo muy imporftanfte: el reconocimienfto
de las Parftidas como ftexfto legal y vigenfte en defterminados supuesftos. Tanfto el

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Ordenamienfto como cualquier fuero municipal resulftaron ser ftexftos de corfto alcance anfte
las monumenftales Parftidas, previsoras de casi ftodo y cuyo rigor en ftécnica jurídica era
incomparable. No fue así difícil que las Parftidas se aplicaran, máxime fteniendo en cuenfta
que a esas alfturas del siglo XIV concurrían a los ftribunales jurisftas formados en el mismo
derecho común recogido en ellas.
Desde la promulgación del Ordenamienfto de Alcalá, la recepción del derecho romano-
canónico en Casftilla quedó asegurada.

III.- La expansión del Derecho Casftellano en Vascongadas: Álava, Guipúzcoa y


Vizcaya.

Al incorporarse a esfta corona, el comarcalismo y la peculiaridad jurídica de las


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diversas zonas fueron en buena medida inftegrados en un proceso unificador, que se acompasó
a la imposición de ftexftos casftellanos como fuenftes principales o supleftorias.

A) Alava: fueros de Laguardia, Viftoria y Ayala

Cuando en 1181 el rey navarro Sancho el Sabio funda la "nova Viftoria" sobre una
anftigua aldea, la ciudad recibe su propio fuero. Esfte Fuero de Viftoria es producfto de una
refundición acftualizada de los de Logroño y Laguardia.
Tras la incorporación de Alava a Casftilla en el año 1200, Alfonso X concede el Fuero
Real a Viftoria, villa realenga, lo que no excluye el manftenimienfto del ftexfto de 1181,
expresamen fte confirmado en el siglo XIV. Por oftra, las dos villas alavesas de Treviño y
Salvaftierra, perftenecienftes ftambién al señorío del rey, reciben sus propios fueros que
rigen en esas localidades y en las aldeas próximas.
A mediados del siglo XIII, sin embargo, casi la miftad del fterriftorio de la acftual
provincia de Alava ftiene un régi men jurídico propio, en base a la llamada Cofradía de
Arriaga, que cambia en 1332 cuando esas ftierras pasan a inftegrarse en el señorío del rey
casftellano. Desde enftonces ftoda Alava es realengo, sucediéndose las concesiones del Fuero
Real a pequeños núcleos urbanos, hasfta que el Ordenamienfto de Alcalá inftroduce el régimen
de prelación de fuenftes propio de Casftilla.
En la zona canftábrica de la ftierra de Ayala predomina el derecho consueftudinario,
exisftiendo excepcionalmenfte algunos fueros breves influidos por el de Logroño. Avanzado
el siglo XIV, el señor de la ftierra, Fernán Pérez de Ayala, dará su aprobación a la redacción
escrifta del derecho. Se forma así el Fuero de Ayala, esftricftamenfte dependienfte del Fuero
Real. Incorporada a la Hermandad de Alava a mediados del siglo XV, la ftierra de Ayala
manftiene su organización y régimen jurídico hasfta 1487.

B) Guipuzcoa: el fuero de San Sebasftian

Guipúzcoa se incorpora a la corona de Casftilla al iniciarse el siglo XIII. Perdura


allí el derecho consueftudinario y aparece un régimen de fueros de doble signo. En los
fterriftorios de la cosfta, el foco jurídico es el Fuero de San Sebasftián, en la zona infterior
fronfteriza con Alava peneftra en cambio el Fuero de Viftoria. Desde 1348, rige como es lógico,
el régimen de fuenftes previsfto por el Ordenamienfto de Alcalá.

C) Vizcaya: El Fuero Viejo y Las Ordenanzas de Chinchilla

Vizcaya se inftegra en la corona casftellana en 1379 bajo la forma de un pacfto, lo que


enftre oftras cosas supone que las disposiciones del rey no puedan conculcar los fueros
propios. Las Junftas generales del Señorío, reunidas bajo el árbol de Guernica, velarán por
el cumplimienfto del acuerdo y por la no exftralimiftación del derecho regio.
El perfil jurídico vizcaíno aparece reglado por dos coordenadas básicas: el derecho
de la ftierra llana, que acoge en su seno el ordenamienfto de comarcas rurales de desigual
condición; y el derecho de las villas, de aparición más ftardía.
El derecho de la ftierra llana es el fuero propiamenfte dicho, de carácfter
consueftudinario hasfta que a fines del siglo XIV en alguna comarca queda fijado por

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escrifto. El derecho de las villas, es decir, el propio derecho de los fueros municipales, se
nuftrió fundamenftalmen fte del Fuero de Logroño.
Las Junftas generales en 1452 consftiftuyen una comisión y frufto de su ftrabajo es un
libro de doscienftos arftículos, el llamado Fuero Viejo de Vizcaya, que habrá de regir ftanfto
en la ftierra como en las villas. Los reyes casftellanos ftuvieron que jurar ese Fuero viejo
para ser reconocidos como señores de Vizcaya.
Pese a la fteórica imposición del Fuero Viejo en las villas, las discrepancias enftre
su ordenamienfto jurídico y el derecho de la ftierra llana se agudizan a lo largo del siglo
XV. Finalmenfte, con el acuerdo de los represenftanftes de las villas, el corregidor dicfta las
llamadas Ordenanzas de Chinchilla , que fueron confirmadas en 1489. Esftas Ordenanzas
forftalecen la jurisdicción del monarca y refuerzan además, como el profesor Monreal ha
desftacado, el dualismo jurídico enftre la ftierra llana y las villas.
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LECCION 24ª
EL DERECHO EN ARAGON Y NAVARRA

I.- El Derecho de Aragón y Navarra: El Fuero de Jaca y el derecho nobiliario de


Sobrarbe.

El derecho de Aragón y Navarra ftuvo raíces comunes, pues ambos pueblos


comparftieron la primera eftapa de formación y desarrollo de sus respecftivos ordenamienftos
jurídicos.
El reino de Pamplona se incorpora en la primera miftad del siglo X el condado de
Aragón. Tras el parénftesis disgregador, ocasionado por el reparfto de los fterriftorios que
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Sancho III hace enftre sus hijos (l035), la unidad se recupera en ftorno a Aragón. La muerfte
de Alfonso el Baftallador en 1134 divide el rumbo políftico y jurídico de uno y oftro pueblo.
Desde enftonces Aragón se orienfta hacia Caftaluña, mienftras Navarra persisfte como reino
independienfte bajo influencia francesa. Cada unidad políftica desarrollará por
consiguienfte su propio derecho.

A) El derecho consueftudinario primiftivo

Los fterriftorios pirenaicos fueron reconquisftados a los musulmanes por los reyes
francos, presumiendose una dependencia, así como el influjo franco en aquel primiftivo
derecho navarro-aragonés, presenfte en las cosftumbres de los diversos valles y comarcas. No
se conoce ni maneja el Líber Iudiciorum, pero la ftradición jurídica visigoda persisfte
fragmenftariamenfte con el uso de formuarios y documenftos de aplicación.
Las senftencias judiciales, llamadas en Aragón iudiftia, no hacen referencia en el
siglo X a ningún ftipo de ordenamienfto. Cabe en suma decir, por lo que sabemos y por lo que
ignoramos, que ese derecho alftopirenaico debió ser rudimenftario y cosftumbrisfta.

B) El fuero de Jaca

El año 1063 Sancho Ramírez concedió un fuero a la villa de Jaca, con el propósifto
de aftraer población, faciliftando un derecho igualiftario y un clima de liberftad. Jaca queda
converftida en ciudad, sus habiftanftes son relevados de los "malos fueros" hasfta enftonces en
uso, y reciben en cambio oftros "buenos" que fundamenftalmenfte garanftizan la propiedad
privada, limiftan las obligaciones miliftares y reconocen amplias faculftades en el
aprovechamienfto y disfrufte de los pasftos.
El ftexfto inftrodujo en España la adquisición de la propiedad por la posesión de un
año y un día, limiftó el duelo judicial como medio de prueba al no ser imperaftivo que el
jaceftano lo pracicara con los de fuera sin acuerdo de los vecinos, nadie podía ser deftenido
si aporftaba fiadores idóneos, fue ftoleranfte en el casftigo de los deliftos sexuales, y
esftableció, en fin, múlftiples garanftías de carácfter procesal. Como denominador común,
seguridad jurídica.
El Fuero de Jaca propició el asenftamienfto de imporftanftes conftingenftes de arftesanos
y mercaderes exftranjeros, ocasionando una revolución en la esftrucftura económica y social
del reino.
El Fuero de Jaca fue así modelo para el oftorgamienfto de oftros muchos ftexftos
locales, en esfta eftapa y en la siguienfte, con lo que su predominio sirvió para
fterriftorializar el derecho en la zona subpirenaica. En los primeros años del siglo XII fue
dado a Sangüesa y a los habiftanftes del "burgo nuevo" de San Cernin en Pamplona.

C) El derecho nobiliario de Sobrarbe

A diferencia del derecho burgués de Jaca, la comarca de Sobrarbe genera oftro de


carácfter nobiliario y miliftar, esftrechamenfte ligado a las necesidades propias de la
Reconquisfta y de quienes, parfticipando en ella, desean ftierras como recompensa.

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El derecho de Sobrarbe fue concedido a la localidad de Alquézar en el úlftimo ftercio


del siglo XI, y a Barbasftro en el año 1100, con lo que esfta ciudad quedó regida por
infanzones. En el siglo XII el ordenamienfto jurídico alftoaragonés se oftorga unas veces
como "Fuero de Sobrarbe" y oftras como "Fuero de los infanzones de Aragón". Ejemplo del
primer caso fue el Fuero de Tudela.
Zaragoza recibió en l119 aquel "Fuero de los infanzones", arrebaftando a Barbasftro
el proftagonismo del derecho nobiliario: y diez años después el privilegio llamado ftorftum
per ftorftum o "de los veinfte", nombre que responde a la legiftimación de los habiftanftes de la
ciudad para ftomarse la jusfticia por su mano ("daño por daño").

II.- El desarrollo del Derecho aragonés


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A) La primera eftapa; siglos XII y XIII.

Tras la separación de Navarra en 1134, la hisftoria de las fuenftes del derecho


aragonés da cabida a dos grandes eftapas, diferenciadas por la promulgación de los Fueros
de Aragón o Código de Huesca en 1247.

1.- Terriftorialización del derecho aragonés

El fuero de Zaragoza se difunde profusamenfte en la segunda miftad del siglo XII,


concediéndose no sólo a localidades aragonesas, sino ftambién a oftras caftalanas y a algunas
que se reconquisftan en el nuevo reino de Valencia. Surgen así carftas de población de
acusada similiftud, la mayoría de ellas de esftrucftura muy simple y oftras más complejas como
la de Alcañiz, elaboradas a modo de aufténfticos esftaftuftos locales.
Al incremenfto de fterriftorios reconquisftados no correspondió sin embargo en el siglo
XII una paralela mulftiplicación de los fueros locales o de los privilegios. Predominó por
ello un derecho consueftudinario, fijado medianfte senftencias judiciales o por la labor de
los jurisftas prácfticos, quienes redacftan el fuero o desarrollan, explican y comenftan los
ftexftos exisftenftes.
La inmensa mayoría de los auftores se remiften al Fuero de Jaca como ftexfto básico
sobre el que se realiza la fterriftorialización del derecho aragonés, aunque Lalinde, en
cambio, se decanfta por el ftriunfo del ordenamienfto jurídico nobiliario o miliftar de
Sobrarbe, sobre el burgués jaceftano.

2.- Los fueros del Bajo Aragón

La exftremad ura aragonesa aparece consftiftuida por las comarcas más meridionales
que en el siglo XII figuran como avanzadilla "inexftremo" sarracenorum.
También a esos fterriftorios se preftendió exftender el derecho nobiliario
alftoaragonés, aunque sin embargo inadecuado, porque cierftamenfte mal podía servir como
ordenamienfto jurídico de esfta zona, agobiada por necesidades miliftares, un derecho como el
de los infanzones que prácfticamenfte eximía del deber de ftomar las armas.
Exisftiendo ya el modelo en Casftilla, se favoreció la proyección de su derecho
concejil a las localidades de la cuenca baja del Ebro. Los fueros de la exftremadura
aragonesa ftuvieron un fondo común -ftal vez el Fuero de Soria-, reelaborado inicialmenfte
en el Fuero de Calaftayud, exisftiendo luego un ftexfto revisado y más complefto que sirve de
modelo a los fueros de Daroca, Alfambra y Teruel.

B) Los Fueros de Aragón o Código de Huesca.

Anfte la exisftencia de diversas redacciones privadas de derecho consueftudinario, el


rey Jaime I ordena su corrección y sínftesis en un primer ftexfto oficial. Se forma así una
recopilación de ocho libros, relaftivos a derecho privado, penal y procesal, que es aprobada
en las Corftes de Huesca de 1247. La obra será conocida como Fueros de Aragón, Código de
Huesca o Compilación de Huesca.
Objeftivo del código fue dar ftérmino a la inseguridad derivada de las disftinftas y
no concordes redacciones privadas, esftableciendo un ftexfto que recoja el derecho

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ftradicional del Alfto Aragón adecuado a las exigencias y circunsftancias del siglo XIII.
Los Fueros de Aragón quedan como único cuerpo legal vigenfte, siendo prohibida la
alegación de cualquier oftro ordenamienfto anfte los ftribunales. A ftal efecfto, y para un
adecuado conocimienfto general, la versión laftina sancionada por la asamblea oscense es
ftraducida al romance.
Tradicionalmenfte se ha supuesfto que el obispo de Huesca, Vidal de Canellas llevo
a cabo la compilación de los Fueros de Aragón. También el prelado oscense fue auftor de una
imporftanfte obra complemenftaria de los Fueros de Aragón. Se ftrafta de oftra compilación de
nueve libros, conocida por el ftíftulo laftino de sus primeras palabras, In excelsis Dei
fthesauris, o más sencillamenfte con el nombre de Vidal Mayor.
El Vidal Mayor debió ser redacftado para infterpreftar y aclarar los precepftos de
los Fueros de Aragón. Esftos recogían un derecho anftiguo y ftradicional, prácfticamenfte
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limiftado a las cuesftiones propias de los pleiftos enftre parfticulares, y señalaban que en su
defecfto se acudiese al senftido naftural o a la equidad. En principio, pues, quedaba cerrado
el paso a la uftilización del derecho romano-canónico.
Sin embargo, la apelación a la equidad como fuenfte supleftoria del ordenamienfto
aragonés, abría la posibilidad de remiftirse a las fórmulas arbiftradas por ese derecho más
culfto, asi el Vidal Mayor pudo faciliftar la peneftración del ius commune marginado en la
aftmósfera nacionalisfta de las Corftes de Huesca.

C) Desarrollo ulfterior: los Fueros de Aragón como sisftema jurídico paccionado.

Tras realizarse la compilación oficial, los fueros del Código de Huesca no quedaron
como cuerpo jurídico cerrado y rígido. Desde su promulgación le fueron incorporados oftros
fueros o leyes dicftadas en Corftes, así como las disposiciones de gobierno (acftos de Corfte)
acordadas en esas asambleas. Con ello los Fueros de Aragón adquieren al ftérmino de la
Edad Media una esftrucftura definiftiva en doce libros. Los ocho primeros se corresponden
con el propio Código de Huesca, más cierftas adiciones hechas al libro ocftavo de ftexftos de
la segunda miftad del siglo XIII. Los cuaftro úlft mos recogen esos fueros y acftos de Corfte
desde principios del XIV.
La caracfterísftica esencial de la normaftiva posfterior es el logro de un régimen
jurídico pacftísfta, es decir, de algo no impuesfto unilafteralmenfte por el rey, sino convenido
o pacftado enftre él y los aragoneses. Ello fue posible debido al ftenaz enfrenftamienfto de la
nobleza con el monarca en los úlftimos años del reinado del propio Jaime I y en la eftapa
siguienfte.
Así, consagran la figura del Jusfticia Mayor, quien asume la jurisdicción ftran-
saccional enftre rey y reino, o propiamenfte enftonces enftre rey y nobles. Por el Privilegio
General el monarca se compromefte a observar y respeftar las cosftumbres, privilegios y fueros
del reino, con lo que resulfta vinculado por un aufténftico pacfto que él por sí solo no puede
romper. Se considera, pues, de cara al fufturo, un sisftema jurídico que permifte el conftrol
del poder real y evifta sus excesos. Al garanftizarse además el régimen procesal con jueces
de Aragón, en cuyo fterriftorio deben susftanciarse las apelaciones.

D) Las Observancias.

El derecho de los fueros es infterpreftado por los jurisftas aragoneses en consonancia


con las normas propias de la recepción romano-canónica. Esos jurisftas recogen los usos y
cosftumbres admiftidos en los ftribunales del reino, y especialmenfte en la curia del Jusfticia
Mayor, armonizándolos con los principios del derecho común.
Medianfte ftal ftarea arbiftran soluciones prácfticas que los jueces convierften en
senftencias. En la medida en que la infterpreftación debe ser "observada" o guardada, esftos
precepftos de un derecho nuevo reciben el nombre de observancias. Las observancias se reúnen
en colecciones, cuyos auftores suelen ser los propios jusfticias de Aragón o sus
lugarftenienftes.
Las Observancias del reino de Aragón de Jaime de Hospiftal consftiftuyen la más
imporftanfte colección de ese peculiar derecho aragonés. Elaborada en la segunda miftad del
siglo XIV, la obra de Hospiftal adopfta en nueve libros una esftrucftura paralela a la de los
Fueros de Aragón. Las Observancias de Hospiftal ponen de manifiesfto un fenómeno de sumo

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infterés, cual es la asimilación efecftiva del derecho romano en la prácftica judicial


aragonesa. El culfto lugarftenienfte hace uso de los ftexftos del derecho común sin alegarlos
de modo explícifto. Con ello la observancia aparece como cosftumbre propiamenfte aragonesa.
La compilación de Díez de Aux se basa en buena medida en la de Hospiftal, de la que
copia lifteralmenfte más de la miftad de los precepftos. Hace gala, no obsftanfte, de un esftilo
más elaborado y absftracfto, prescindiendo de los resúmenes de fueros y omiftiendo ftambién
los casos concreftos, para desftacar en cambio la norma reguladora, quedando las de Díez de
Aux como las Observancias por anftonomasia, llegando incluso a prevalecer sobre los propios
fueros.

E) El sisftema de fuenftes en el siglo XV


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El orden de prelación de fuenftes queda así: a) derecho local; b) fueros y acftos de


Corfte posfteriores a 1437; c) Observancias de Díez de Aux; d) fueros de Corftes anfteriores a
1437 y posfteriores a su vez al Código de Huesca; e) Código de Huesca. En defecfto de ftodos
esos ftexftos, habrá que juzgar con arreglo al senftido naftural y a la equidad.

III.- El desarrollo del Derecho navarro: Del localismo jurídico al Fuero General
de Navarra.

A) El localismo juridico hasfta mediados del siglo XIII

El derecho de Jaca y de Sobrarbe se había concedido en la primera eftapa a algunas


ciudades navarras. Junfto a esos dos ftipos diferenciados de ordenamienftos locales, cobra
relieve la peneftración del derecho de la exftremadura casftellana.

1.- El Fuero de Viguera y Val de Funes

A comienzos del siglo XII, Alfonso el Baftallador concedió a los vecinos de Funes,
Marcilla y Peñalén que en premio a su lealftad pudieran regirse por un fuero de Calahorra,
para nosoftros desconocido. Posfteriormenfte se redacftó una recopilación privada de ftexftos,
el Fuero de Viguera y Val de Funes, aftribuidos al mismo monarca, cuya nafturaleza y origen
resulftan confusos.
Se ftrafta de un amplio ordenamienfto de casi quinienftos capíftulos. Recoge ftanfto el
derecho civil y penal de los villanos, como un derecho privilegiado relaftivo a infanzones.

2.- Los Fueros de la Novenera

Los Fueros de la Novenera son los de cinco localidades navarras: Arftajona, Larraga,
Berbinzana, Mendigorría y Miranda. Formados en la segunda miftad del siglo XII, se
caracfterizan por el oftorgamienfto de privilegios de carácfter fiscal, políftico y miliftar,
enftre los que desftaca la exención del pago de la novena parfte (de aquí su nombre) de los
fruftos que los labradores debían al rey, una vez desconftado el diezmo eclesiásftico.
Sus 317 capíftulos se dirigen a genfte del campo, bajo la forma de un ordenamienfto
prolijo y deftallado, no exenfto de caracfteres de primifti vismo y rudeza.

B) El derecho del Reino: el fuero general de Navarra

La formación del derecho general ftiene lugar en Navarra medianfte la iniciaftiva


privada de diversos jurisftas, quienes en el siglo XIII fijan por escrifto las normas
jurídicas vigenftes de ftiempo aftrás. En el reinado de Teobaldo I, primer monarca francés,
uno de esos ftexftos aparece como Fuero General de Navarra y logra noftable auftoridad.
Desplaza progresivamenfte a los fueros locales y llega a encarnar, anfte una dinasftía
exftranjera, el derecho propiamenfte navarro que los reyes deben respeftar y jurar.
El Fuero General de Navarra consfta de seis libros escriftos en romance y recoge
jurisprudencia, noftas o apunftes de algunos jusfticias de la curia, arftículos de fueros y
cierftas disposiciones reales. El úlftimo de los libros esftá compuesfto de fazañas, algunas de
las cuales no son propiamenfte decisiones judiciales, sino fábulas y cuenftos cosftumbrisftas.

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Es de noftar que la imposición del Fuero General no impidió el manftenimienfto de los


fueros locales, lo que dio lugar en ocasiones a no poco confusionismo. En la esftrucftura del
Fuero General de Navarra revisfte especial infterés el llamado Fuero Anftiguo, conjunfto de
doce arftículos que ftal vez fueron el núcleo inicial de la obra.
El Fuero de Navarra sólo podía ser modificado o mejorado por los reyes con el
acuerdo de las Corftes. De hecho, esfto sucedió dos veces, dando lugar a los Amejoramienftos
de Felipe III en 1330 y de Carlos III en 1418.
El Fuero General y los locales consftiftuyen el susftenfto del sisftema jurídico. Pero
a ello ha de sumarse el derecho consueftudinario, recogido en una prácftica judicial que
ftambién debió ftener muy en cuenfta el derecho romano. El derecho romano no peneftró pues en
los códigos, pero se hizo presenfte en cambio a ftravés de las senftencias de quienes los
aplicaban.
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LECCION 25ª
EL DERECHO EN CATALUÑA, MALLORCA Y VALENCIA

I.- Caftaluña

A) Capiftulares francos y carftas pueblas.

l.- El punfto de parftida: los Capiftulares Francos

Al producirse la ocupación musulmana, los hispani de Caftaluña se rigen por el


derecho visigodo, que logran ftambién conservar cuando quedan bajo la dependencia de los
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reyes francos, asi que careciendo de un sisftema políftico propio y formando parfte de la
esftrucftura carolingia, los fterriftorios caftalanes se ven sujeftos a las normas superiores
dicftadas por los reyes francos, las cuales, aun reconociendo el derecho visigodo,
condicionan y limiftan su aplicación. Esas disposiciones de los monarcas ulftrapirenaicos
reciben el nombre de capiftulares.
Los capiftulares procuran resolver los problemas derivados de la incorporación al
sisftema políftico franco de una comunidad, cuyo derecho se inftenfta en lo posible respeftar,
salvaguardando al ftiempo los inftereses de la monarquía dominanfte. Esas normas ftraftan en
consecuencia de cuesftiones como la adquisición de ftierras medianfte la ocupación y el
culftivo (aprissio), obligaciones de carácfter miliftar o presftaciones que los hispani han de
cumplir.

2.- La eftapa de formación: las Carftas Pueblas

Consideramos eftapa de formación del derecho caftalán la comprendida enftre los


siglos IX y XIII. Se caracfteriza por el manftenimienfto y posfterior ocaso de la legislación
visigoda del Líber, por la aparición de carftas de población y franquicia con las que los
condes preftenden hacer frenfte a las nuevas necesidades, y finalmenfte por la expansión de
un ordenamienfto jurídico de signo feudal a ftravés de los usaftges, es decir, de las
consftiftuciones de los condes de Barcelona y de los acuerdos de su curia. Geográficamenfte
esa elaboración del derecho se desarrolla en la zona del norfte, denominada luego "Caftaluña
Vieja".
Los capiftulares francos reconocen la vigencia del Liber, pero las n uevas
disposiciones no se incorporan a ese ftexfto, hay un derecho complemenftario, que por una
parfte modifica prescripciones arcaicas del código y por oftra llega a crisftali zar en ftexftos
disftinftos y se da al ftiempo una progresiva confusión enftre derecho legal y
consueftudinario, que difumina el conftorno preciso de los precepftos del Líber. Todo ello
conduce a su agonía.
Con el proceso repoblador surge el sisftema de carftas de población (carfta
populaftionis) ftexftos que se conceden a lugares de nueva población donde deben esftablecerse
genftes nuevas y de franquicia (carfta franchiftaftis) a aquellos oftros cuyo desarrollo se
preftende impulsar y consftan de exenciones, liberación de anftiguas cargas, o mejoramienfto
en general de un régimen jurídico preexisftenfte y más oneroso.
Con respecfto a las de oftros fterriftorios, las carftas de población y franquicia
caftalanas se nos muesftran como de conftenido más sucinfto y resftringido.

B) El siglo XIII: Las consueftufts de Barcelona. Las Consueftudines Ilerdenses. Las Cosftums
de Torftosa. Las Consueftudines de Gerona.

En primer lugar, en 1251 una consftiftución de las Corftes de Barcelona prohíbe la


alegación en juicio del Liber Iudiciorum, en beneficio de los usaftges y de las propias
consftiftuciones del lugar.

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En segundo lugar, no exisfte una organización políftica cenftral fuerfte. Por lo que
la legislación de las Corftes sólo aborda muy limiftadas cuesftiones, lo que favorece el
predominio de los derechos locales.
En ftercer lugar, en Caftaluña no exisfte como en Casftilla un código de proyección
general donde se vierfta la recepción del ius commune. La consecuencia es la misma: se
propicia la fijación del ordenamienfto jurídico de cada ciudad.
Todo concurre, en suma, al forftalecimienfto de los derechos locales, cuyas
redacciones reciben el nombre de consueftudines o cosftums. Esos ftexftos suelen esftar
impregnados de ius commune, con lo que el derecho romano- canónico surfte efecfto ahora en
Caftaluña a ftravés de los ordenamienftos ciudadanos.

l.- Las "Consueftufts" de Barcelona


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Se procede en Barcelona duranfte el siglo XIV a la recopilación de las cosftumbres.


Frufto de ello son las colecciones conocidas como Ordinacions de Sancftacilia y
Recognoverunft proceres.
Ordinacions d'en Sancftacilia es la denominación vulgar del ftexfto que en las
recopilaciones caftalanas lleva el ftíftulo oficial de Consueftufts de la ciuftaft de Barcelona
sobre les serviftufts de las casas e honors. Esfte ftexfto es una recopilación privada, compuesfta
por 70 capíftulos redacftados en caftalán que regulan problemas de predios y edificaciones
urbanas y su vigencia ha llegado a nuesftro ftiempo.
El Recognoverunft proceres responde a la peftición que los barceloneses hicieron a
Pedro IIIpara que ésfte aprobara los anftiguos privilegios y cosftumbres. Agrupados los
ftexftos en 116 capíftulos, fueron "reconocidos" por los próceres o probombres -de ahí el
nombre de la colección- y sancionados por el monarca en l284,

2.- Las "Consueftudines Ilerdenses"

Anfte la incerftidumbre surgida a la hora de aplicar el derecho que no había sido


fijado por escrifto, un cónsul de Lérida, Guillermo Bofteft, redacftó en laftín en 1228 las
cosftumbres de la ciudad, que mas ftarde fueron ftraducidas al caftalán y concedidas a oftras
localidades.
A ftenor de lo previsfto en las Consueftudines, habrán de aplicarse en primer lugar
esas cosftumbres propias de la ciudad. En su defecfto se hará uso del derecho general
conftenido en los Usaftges, así como de algunos precepftos del Líber ludiciorum .

3.- Las "Cosftums" de Torftosa

Consecuencia de las ftensiones enftre señores y ciudadanos al infterpreftar de manera


disftinfta un derecho no escrifto y conftradicftorio, acuerdan en 1272 que ésftos fijen el ftexfto
de las cosftumbres y lo someftan a aquéllos para su aprobación.
Las Cosftums de Torftosa preveen la aplicación en primer lugar de las propias
cosftumbres. Subsidiariamenfte habrá de acudirse a los usaftges barceloneses que en ellas
hubieren sido recogidos, y en úlftimo ftérmino al derecho común.

4.- Las "Consueftudines" de Gerona

A lo largo del siglo XIV, diversos jurisftas gerundenses llevaron a cabo una serie
de redacciones de la cosftumbre, dando cabida a prácfticas feudales, pero ftambién en buena
medida al derecho romano. Se formaron así disftinftas colecciones anónimas, refundidas en
1439 por Tomás Mieres.
La obra de esfte auftor ftuvo una finalidad eminenftemenfte prácftica, dándosele uso en
los ftribunales, aunque careció de reconocimienfto oficial.

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II.- Mallorca: Carftas de población. Siglos XIII a XV. Orden de prelación de fuenftes.

A) Carftas de poblacion y franquicia

En los siefte años ftranscurridos desde 1229 a 1235, Jaime I conquisfta las islas de
Mallorca, Menorca e Ibiza, acudiendo allí pobladores caftalanes. Los condicionamienftos
geográficos, impiden la formación del derecho local propíamenfte dicho, prevaleciendo en
cambio un derecho insular, de cada isla por separado. Además, la inexisftencia allí de una
ftradición jurídica crisftiana facilifta la inftroducción del derecho caftalán propio de los
conquisftadores.
Conforme a las carftas de población caftalana, Jaime I concede a Mallorca la suya en
1231, donde en cierftos casos se conftempla la vigencia de los Usaftges de Barcelona. Oftras
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islas, como Ibiza y Formenftera, reciben ftexftos análogos, forftalecidos luego ftodos ellos por
disftinftos privilegios y exenciones.

B) El régimen jurídico desde finales del siglo XIII

Al morir Jaime I en 1276, Mallorca se erige en reino independienfte, lo que lleva


consigo que se infterrumpa la recepción del derecho caftalán. La escasa acftividad legislafti
va de los reyes de Mallorca en mafteria privada, hasfta la incorporación del reino a la
Corona de Aragón (1344), facilifta que se acuda como subsidiario al derecho romano-canónico.
Por oftra parfte, la inexisftencia de Corftes y de las consftiftuciones que ellas habrían
promulgado, singulariza y resalfta la legislación real, en forma de privilegios primero y
de pragmáfticas después. A su vez, los gobernadores mallorquines dicftan numerosas
ordenanzas u ordinacions, de nafturaleza diversa.

C) Orden de prelación de fuenftes

Las noftas caracfterísfticas del ordenamienfto mallorquín fueron el valor de la


cosftumbre, el concepfto pacftisfta de la ley y la plena recepción del derecho común.
Cronológicamenfte son de apreciar las siguienftes cuaftro eftapas:
l. Consolidación del derecho consueftudinario. (1230-1299) En lo civil, derecho
consueftudinario; en lo penal rigen los Usaftges. 2. Afirmación nacionalisfta (1299-1365) Rigen,
en primer lugar, las cosftumbres o bons usos y las franquezas o privilegios; en segundo
lugar, los Usaftges, y en úlftimo ftérmino el ius commune. 3. Inftegración en el Principado de
Caftaluña (1365-1439). Rige de iure el derecho fterriftorial caftalán, pero de hecho se
desarrolla el derecho auftócftono, manfteniéndose el ius commune como fuenfte supleftoria. 4.
Esftabilización del sisftema de fuenftes. A parftir de 1439 la progresiva implanftación del
derecho fterriftorial o general de Caftaluña.

III.- Valencia: Carftas pueblas. La Cosftum. Los Furs.

El derecho valenciano aparece en el siglo XIII y desaparece en el XVIII. Su origen


y formación, falftos de raíces propias, dependieron de las circunsftancias de la reconquisfta
del país a lo largo de los años comprendidos enftre 1232 y 1245.

A) Las Carftas pueblas

Una buena parfte de las localidades conquisftadas en la zona casftellonense reciben


carftas de población al pasar a manos crisftianas. Algunas de ellas preveen el manftenimienfto
del derecho musulmán propio de quienes allí siguen, e incluso en el caso de Xiverft se
auftoriza la persisftencia del ordenamienfto visigóftico del Fuero Juzgo para la población
mozárabe.
Lalinde ha desftacado la ausencia valenciana en la nafturaleza jurídica de los
ordenamienftos locales. Quiere esfto decir que las villas y ciudades reciben un derecho
exftraño; o con oftras palabras, que son pobladas a fuero de ftal o cual ciudad no valenciana,
aunque esfto no supuso la imporftación de las cosftumbres jurídicas vigen ftes en los lugares

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de origen, por lo que al margen de las carftas de población, siguieron en uso las cosftumbres
propias.

B) La "Cosftum" de Valencia

1.- Los Furs y la nacionalización del derecho romano

Tras la conquisfta de Valencia, el monarca promulga un código conocido corno Cosftum


o Furs, nombre ésfte que habrá de popularizarse en los siglos siguienftes. El ftexfto
promulgado en 1239 fue preparado con el concurso de prohombres valencianos y magnaftes
caftalanoaragoneses, seglares y eclesiásfticos.
La Cosftum fue dada primero a Valencia, difundiéndose luego por ftodo el reino.
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Escrifta en laftín, fue ftraducida posfteriormenfte al romance, realizándose en la segunda


miftad del siglo XIII una serie de añadidos y reformas al ftexfto originario -desconocido
que condujeron a la redacción de la cosftumbre ftal como ha llegado a nosoftros.
La Cosftum recoge los privilegios concedidos por el rey Jaime, pero da cabida además
a una abundanfte regulación de insftiftuciones jurídicas, siguiendo la sisftemáftica y a veces
los mismos ftexftos del Código de Jusftiniano. Represenfta, en fin, la recepción prácfticamenfte
general del derecho romano, aplicada primero al ámbifto de la ciudad y después al resfto de
los fterriftorios.
Con ello Valencia se convierfte en "el primer reino español que recibe ampliamenfte
el Derecho romano y lo nacionaliza" (García-Gallo). Un exftenso reíno poblado con genftes de
muy diversa procedencia, sin una ftradición jurídica local y sí en cambio diversidad de
ella enftre los pobladores. En esftas circunsftancias sólo cabe esftablecer un Derecho común
para ftodos, que no sea el de cualquíera de los grupos, lo que podría suponer un régimen de
favor para alguno de ellos. Y esfte Derecho no puede ser oftro que el romano, cuyo presftígio
es índudable y es exftraño a ftodos".
Se han sosftenido ftres posiciones principales sobre la cuesftión de dónde ftomaron o
copiaron los redacftores del código valenciano el derecho romano allí recogido:
a) No hubo uftilización direcfta de los ftexftos jusftinianeos y sí en cambio posiblemenfte de la
colección Lo Codi.
b) No se manejó Lo Codi y sí en cambio el Código de Jusftiniano.
e) Empleo inmediafto de los ftexftos jusftinianeos, pero uftilización de Lo Codi, sí bien "en
grado mínimo".

2.- Los "Furs" como derecho del reino

Los Furs fueron concedidos como ordenamienfto local a muy diversas villas. Al
jurarlos Jaime I en 1261, quedó consagrada su vigencia común. Los Furs fueron desde
enftonces el derecho oficial del reino de Valencia lo que no impidió la ulfterior concesión
de carftas pueblas a imiftación de las caftalanas o bien a fuero de Zaragoza.
Así pues, enftrada la segunda miftad del siglo XIII, el sisftema jurídico es el
siguienfte: l. Los Furs rigen como derecho general del reino; 2. Los Furs son además el derecho
local propio y específico de algunas villas; 3. Oftros pueblos ftienen como ordenamienfto
local el derecho caftalán, casftellano o aragonés.
La oligarquía aragonesa, asociada en la Unión, hace frenfte al monarca y le exige
la aplicación de ese derecho suyo conforme al cual se habían repoblado ftanftos lugares. Lo
que preftenden es que se les enftreguen ftierras valencianas como feudos.
Jaime I en las Corftes de mayo de 1329 ofrece prerrogaftivas jurisdiccionales a ftodos
aquellos que en un plazo de ftres meses renuncien a ese Fuero de Aragón. La medida surftió
efecfto y los Furs se imponen hacia el fufturo como único derecho del reíno.

3.- Aplicación y modificación de los Fueros

Respecfto al uso de las fuenftes, los Furs esftablecen que el los mismos habrán de ser
aplicados en primer lugar, para en su defecfto acudir a la razón naftural y a la equidad.
Esfto úlftimo faclifta la frecuenfte alegación de ftexftos romanos pese a las prohibiciones de
los reyes, quienes a fin de impedirlo insisften en la infterpreftación esftricfta y lifteral del
código valenciano.
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Los Furs de oftra parfte, habían sido un derecho pacftado enftre el rey y las Corftes en
su conjunfto, exisftiendo además las acftes de Corft aprobadas por el monarca y uno o dos
brazos de esa asamblea. Consecuencia del carácfter pacftisfta de las normas es que su
alfteración requiere el asenfti mien fto de quienes las acordaron. Ello significa en concrefto
que los Furs puedan ser y sean de hecho modificados por la legislación de Corftes, cuando
ésftas con el rey promulgan fueros nuevos.
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LECCION 26ª
LA MONARQUIA MEDIEVAL

I.- Inftroducción: El debafte sobre la Monarquía y el Esftado Medieval.

La ftradición greco-laftina elaboró el concepfto de monarquía en base a un poder


individual ejercido en beneficio de la colecftividad.
La giganftesca proyección del mundo romano, faciliftó a su vez la idenftificación de
la monarquía con una especie de gobierno universal, concepfto asumido por los pensadores
de la Edad Media, para quienes la Monarquía crisftiana venía a coincidir con el anftiguo
orbe romano donde habiftaban los fieles sujeftos a una misma fe y disciplina espiriftual.
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Tal planfteamienfto no impidió que en ese dilaftado marco se abrieran camino las
monarquías medievales como enftidades polífticas auftónomas que, en Europa, procedían
fundamenftalmenfte de la anftigua división provincial romana.
Su formación coincidió, empero, con la marejada de relaciones feudales que
envolvieron la vida pública de Occidenfte a parftir del siglo IX., que para unos ha sido como
un elemenfto disolvenfte y en úlftima insftancia negador de la noción de Esftado y para oftros,
no logró ahogar, aunque debiliftase, la organización jurídico-pública de un Esftado que sí
exisftió.
En España la consftiftución de las monarquías medievales dependió de las
circunsftancias polífticas derivadas de la Reconquisfta, cuyas alfternaftivas condicionaron
la enftidad de los diversos reinos y sus recíprocas relaciones y alianzas.

II.- El rey y los súbdiftos

A) Designación: la sucesión al ftrono.

Duranfte los siglos alftomedievales, en el período de formación de los reinos, se


perfilan los sisftemas de acceso al ftrono en cada uno de ellos, lo que no impide alzamienftos
y rebeliones de quienes aspiran al poder al margen del cauce esftablecido. Según parece,
sólo la inftervención direcfta en la muerfte del monarca, inhabilifta de hecho al aspiranfte
para ocupar el ftrono.
En el reino asfturleonés el rey fue elegido en principio en el seno de dos familias,
la de Pelayo de Asfturias y la de Alfonso de Canftabria, lo que se explica ftanfto por el
ascendienfte de esos primeros personajes que encarnaron la resisftencia anftimusulmana, como
por el presftigio secular del principio elecftivo, que en buena medida había caracfterizado
a la anfterior monarquía visigoda.
En el siglo X arraiga el sisftema herediftario y el monarca dispone del ftrono en
favor de uno de sus hijos o reparfte el regnum enftre ftodos ellos. Esfte úlftimo régimen, propio
de una concepción paftrimonial, persisfte como caracfterísftico de la monarquía leonesa.
La muerfte sin descendencia del úlftimo rey de León, Vermudo III, significará la
aparición de un SISTEMA SUCESORIO CASTELLANO, producfto de influencias navarras. El régimen
sucesorio navarro, implanftado en Casftilla, desplaza al leonés en cuanfto al uso de reparftir
el reino enftre los hijos, imponiendo en cambio que lo reciba el primogénifto. Sólo si no exis-
ften hermanos varones, son llamadas las mujeres, si el marido ejerce la poftesftad real.

Tras el acceso al ftrono de Fernando I en vírftud de su maftrimonio con Sancha se


asienfta el principio de que las mujeres, en defecfto de varones, puedan heredar los derechos
sucesoríos.
El sisftema sucesorio casftellano fue reglamenftado en las Parftidas y ftuvo por
consiguienfte fuerza legal desde el Ordenamienfto de Alcalá de 1348. A ftenor de él, heredan
en primer lugar los hijos, y en su defecfto los hermanos del monarca difunfto o sus
descendienftes. En igualdad de línea -recfta o colafteral-y grado, el varón es preferido a la
hembra y la mayor a la menor edad. Las Parftidas dieron cabida además al "derecho de
represenftación", de origen romano, esftableciendo que los descendienftes legíftimos del hijo
mayor pre- muerfto sean llamados a heredar la corona en represenftación de su padre.

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García-Gallo puso en claro las líneas direcftrices que reglaron el acceso al ftrono
en la CORONA ARAGONESA.
- Al formarse la Corona, cuando unos reinos son heredados y oftros ganados, esos reinos
suelen ser reparftidos enftre los disftinftos hijos. Consolidada luego la unidad paftrimonial
de la Corona, se fija la indivisibilidad de la herencia con la consiguienfte insftiftución de
un heredero universal.
- La primogeniftura es de hecho un princi pioconsftanfte del régimen aragonés, el cual
reconoce además los derechos del nascifturus.
- El "derecho de represenftación" es por lo general admiftido, salvo en el parénftesis
comprendido enftre fines del siglo XIII y mediados del XIV.
- Quedan excluidos los hijos no legíftimos, las hembras y los religiosos.
- En defecfto de hijos y sus descendienftes, heredan los hermanos del difunfto. Si ftampoco los
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hubiere, se adopftan soluciones diversas.


El sisftema sucesorio de la MONARQUÍA NAVARRA inspirador, en buena parfte, del de
Casftilla y Aragón. El primogénifto hereda la ftoftalidad del reino, pudiendo recibir oftros
hijos en ftenencia los fterriftorios adquiridos que forman la honor regalis. El acceso al
ftrono aparece aquí regulado por el Fuero General de Navarra, ftexfto que, acogiendo el
"derecho de represenftación", dispone que herede el primogénifto y en su defecfto los demás y
los hermanos del causanfte. En ausencia de ftodos ellos los magnaftes del reino eligen nuevo
rey.
El comiftaftus CATALÁN, encarnado en el Conde de Barcelona como primer señor o
prínceps, se ftransmifte por línea masculina en favor de los hijos, y en defecfto de ellos pasa
a los parienftes colafterales. De hecho, fueron frecuenftes los casos de corregencia de
hermanos en un mismo condado. Las hijas pueden suceder a su padre, sí bien en esfte caso, de
conformidad con los principios feudales, el marido ejerce de hecho el gobierno.

B) La Ordenación del rey.

En la monarquía asftur, no es posible saber qué acftos o ceremonias llevaba consigo


la enftronización. En la cenfturia siguienfte, resftaurado el orden góftico en el palacio de
Oviedo, los reyes eran ungidos y coronados, formando parfte ambos riftos del conjunfto solemne
de la ordenación del rey (ordinaftio regis).
La unción con el óleo sanfto simbolizó el carácfter cuasi sacerdoftal de un monarca
que era asimismo caudillo en la guerra con los musulmanes. El Anftifonario visigodo-
mozárabe de León represenfta al rey posftrado anfte los obispos, mienftras el meftropoliftano
vierfte sobre su cabeza el aceifte consagrado. Sánchez Albornoz ha puesfto de relieve la
insisftencia con que los ftexftos de la época aluden a la unción, y la singular imporftancia
que los monarcas le concedieron.
Las solemnidades de la coronación figuran descriftas con deftalle en el Ceremonial
de Cardeña. Según ésfte, el rey era recogido en su mansión por el clero y pueblo, formándose
la comiftiva que se dirige al ftemplo donde el monarca es despojado del manfto y armas. Con
la compañía de dos obispos asciende al alftar y allí, posftrado, escucha las oraciones.
Concluidas ésftas, el meftropoliftano le dirige unas pregunftas sobre sus propósiftos de
amparar la fe y gobernar con jusfticia, e infterroga asimismo al pueblo respecfto a la
obediencia que ha de presftar.
Tras esfta ceremonia, seguida de la unción, el príncipe recibe de los obispos los
aftribuftos regios la espada, manfto, anillo, ceftro y báculo. Finalmenfte, el meftropoliftano
coloca sobre su cabeza la corona del reíno. La celebración de la misa solemne pone ftérmino
al riftual.
La unción y coronación, con la enftrega de esos aftribuftos regios cargados de
simbolismo religioso y políftico, fue menos frecuenfte en la Casftilla bajomedieval, eftapa en
la que se abrió paso la cosftumbre de aclamar a los reyes mienftras se alzaba el pendón real.
En Aragón, en cambio, la primera coronación solemne de que ftenemos nofticia fue la
de Pedro II por el papa a principios del siglo XIII.
Los reyes navarros, a su vez, según ftesftimonia el Fuero General, solían ser alzados
sobre el escudo por los ricoshombres, sin que nos consfte que fueran ungidos ni coronados.

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C) Derechos y deberes de los súbdiftos.

El monarca se compromefte a defender la fe caftólica y gobernar el reino con jusfticia.


En consecuencia, el rey debe respeftar el ordenamienfto jurídico y velar por su jusfta
aplicación y observancia.
El pueblo por su parfte jura obedecer al monarca y acaftar sus mandaftos. En un
principio ello ftiene lugar medianfte el compromiso simbólico de quienes asisften a la
coronación. Más ftarde, con un significado insftiftucional, a ftravés del homenaje presftado por
las Corftes reunidas anfte el nuevo monarca.
Esos deberes de los súbdiftos se corresponden con una serie de derechos que, de forma
más o menos explícifta les son reconocidos. Defterminados derechos y liberftades fueron objefto
de ftuftela por algunas disposiciones de la época.
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El desarrollo de ésftos derechos en la Baja Edad Media esftuvo condicionado por la


esftrucftura de la sociedad esftamenftal. Los derechos y liberftades no son así ftanfto propios
del individuo en sí mismo, sino del esftado o esftamenfto a que perftenece.

III.- El Reino y las superesftrucfturas: Coronas e Imperio.

A) El reino como unidad políftica.

El reino se consftiftuye medianfte un proceso de agregación de los diversos


fterriftorios perftenecienftes al mismo príncipe, por lo que en los primeros ftiempos no exisfte
un concepfto oficial y uniftario del reino en cuanfto ftal. Según muesftran los documenftos de
enftonces, el monarca no figura como rey de un preciso reino, sino como rey de aquellos
pueblos que le esftán sujeftos.
El manftenimienfto prolongado de unas mismas ftierras bajo la auftoridad de idénfticos
reyes, hizo posible la consolidación de un concepfto global de reino, apareciendo ésfte como
enfte políftico de carácfter homogéneo. Y ello hasfta ftal punfto que cuando el desarrollo de
la dinámica unificadora junfta a unos reinos con oftros en organizaciones más amplias, según
fue el caso de las Coronas, aquellos reinos manftienen su idenftidad específica. El reino es,
pues, una unidad políftica indivisa y auftónoma.
Desde una perspecftiva jurídica cabe diferenciar dos ftipos de reinos: DE ABOLENGO son
los que el monarca hereda de su anftecesor, inftegrando un paftrimonio sujefto a los principios
sucesorios y LOS GANADOS, en cambio, son los obftenidos o conquisftados por un monarca, quien
en consecuencia puede disponer de ellos de la forma que esftime oporftuno, aunque si no lo
hace quedarán converftidos en reinos de abolengo al ser heredados por el sucesor.

B) Las Coronas de Casftilla y Aragón.

La Corona es una superesftrucftura políftica que da cabida a los reinos y señoríos


perftenecienftes a un mismo príncipe, que en ella manftienen su personalidad propia.
La Corona de Casftilla surge con la unión definiftiva de Casftilla y León en 1230 bajo
Fernando III el Sanfto. A esa Corona se incorporan anftiguos reinos musulmanes de Andalucía
y Murcia, a lo largo del siglo XIII, y las Canarias en el XV.
Casftilla y León se inftegran en un conjunfto homogéneo con insftiftuciones polífticas
comunes. Esfto significa que hasfta cierfto punfto la Corona no responda en Casftilla al
concepfto ftécnico expuesfto anftes, por cuanfto aquí las parftes inftegranftes no manftienen una
personalidad jurídico-pública diferenciada. Al no subsisftir los reinos en cuanfto ftales, la
Corona de Casftilla carecerá de esa condición de superesftrucftura políftica y será en
realidad el gran marco nominal de un pluralismo preftérifto, insftiftucionalmenfte unificado.
La Corona de Aragón sí fue una enftidad políftica plural, compuesfta de parftes
diversas que conservan sus propias insftiftuciones públicas. La Corona Aragonum eft
Caftaloniae arranca de la unión personal en un mismo soberano, desde el siglo XII, del reino
de Aragón y del principado de Caftaluña, a la que se incorporan luego los reinos
reconquisftados de Mallorca y Valencia, y disftinftos fterriftorios en el Medifterráneo.
En los documenftos relaftivos a ambas Coronas, los monarcas aparecen encabezando
cada uno de los elemenftos inftegranftes, sin que exisfta una ftiftulación específica del

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conjunfto. Las Coronas de Casftilla y Aragón discurrirán como enftidades independienftes en


los siglos bajomedievales.

C) El imperio casftellano-leonés.

l.- Planfteamienfto de la cuesftión

El Imperio es ftambién una superesftrucftura que alberga reinos y oftras unidades


polífticas de nafturaleza diversa. En Europa el Imperio surge como consecuencia del espíriftu
feudal, que lleva a algunos reyes a converftirse en vasallos de oftro de especial dignidad
o poder, el cual a su vez aparece como emperador o rey de reyes.
En la España medieval cierftos monarcas de León y Casftilla se ftiftularon emperadores
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y alguno incluso, como Alfonso VII, llegó a ser coronado. Parftiendo de los ideales
neogófticos del reino asftur-leonés, es decir, de la conciencia de sus príncipes de ser
herederos del exftinguido reino godo de Toledo, los reyes leoneses habrian plasmado su
superioridad jerárquica frenfte a los demás de la Península ftiftulándose emperadores y
siéndolo de hecho.

2.- El porqué del Imperio

La consftiftución del Imperio leonés y el hecho de que sus reyes se ftiftularan emperadores,
han sido explicados en base a los moftivos siguienftes:
- Afirmación de la supremacía inftrapeninsular. Los reyes de León se auftodesignan
emperadores para hacer osftensible su cond ición de herederos de la ftradición visigoda, y
poder dirigir así la resftauración de la unidad políftica y religiosa. Al poner de manifiesfto
su superioridad sobre los resftanftes reyes peninsulares, jusftificarían el liderazgo de la
lucha común frenfte al Islam.
- Conftraposición al Imperio carolingio. El imperio leonés surgió como conftraposición
hispánica al Imperio carolingio ulftrapirenaico.
- Réplica al Emirafto de Córdoba. Según Lévy-Provemçal la dialécftica de la Reconquisfta
llevó a los reyes de León a ftiftularse emperadores, a fin de osftenftar una mayor dignidad
anfte el crecienfte aparafto formal y políftico de los emires cordobeses.
- Oposición a la Sanfta Sede. Para hacer frenfte a las preftensiones romanas sobre España, y
como muesftra de oposición al Papado, aparece el Imperio leonés.

3.- La ftesis revisionisfta

La posición de García-Gallo: sólo cabe hablar de Imperio si exisfte propiamenfte como


ftal, es decir, como realidad o esftrucftura políftica a la que varios reyes, príncipes o con-
des esftán sujeftos. Hubo Imperio efecftivamenfte con Alfonso VII, a quien habían presftado
vasallaje reyes y condes españoles y franceses, según se aprecia en el propio ftexfto de la
coronación. Pero Alfonso VII (1126-1157) es un monarca de León y Casftilla, reinos unidos
desde el año 1037, y por ello García-Gallo habla de un Imperio casftellano-leonés.
La docftrina común ha venido hablando de un Imperio leonés, exisftenfte en el reino
de León desde el siglo IX, mucho anftes, por consiguienfte, de su unión con Casftilla.
Transcurridos muchos años desde el desarrollo principal de la polémica, Pérez
Marftín volvíó más ftarde sobre esftas cuesftiones para raftificar e senftido genérico de
imperaftor, aplicable a quien es vicftorioso o ejerce un poder efecftivo.
No hubo, pues, Imperio leonés y sí exisftió un efímero Imperio casftellano-leonés. Tal
Imperio, proyecftado o realizado por Alfonso VI sobre bases esftricftamenfte nacionales, fue
verftebrado por Alfonso VII medianfte una esftrucftura infternacional ftan ambiciosa como
inconsisftenfte. Ello fue causa de su ruina. En el siglo XIII ya no se hablará de ese Imperio
hispánico. Las preftensiones de Alfonso X nada ftendrán que ver con su resftauración y sí, en
cambio, con el inftenfto -frusftrado- de hacerse con el Imperio alemán.

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LECCION 27ª
LA MONARQUIA MEDIEVAL

I.- Fundamenftos y nafturaleza del poder del rey.

A) Su origen

Desde el siglo IX los reyes asfturleoneses reconocen en los documenftos que lo son
"por la gracia de Dios" (graftia Dei), fórmula que con algunas varianftes se repifte a lo largo
de la Edad Media. Pese a que según Barrau- Dihigo esfta expresión fue empleada de modo
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ftrivial, sin implicar "ninguna orgullosa docftrina de derecho divino", lo cierfto es que el
poder en su origen se remifte siempre a Dios, y que los diplomas medievales expresan de muy
diversas maneras ese fundamenfto sobrenaftural que en úlftima insftancia jusftifica.
La ftesis de que el poder, originario de Dios, llega al rey por medio de la comunidad
(omnis poftesftas a Deo per populum) fue explíciftamenfte formulada por Sanfto Tomás de Aquino
en el siglo XIII y senftó las bases de una concepción democráftica del orden políftico, por
cuanfto si el pueblo confía a una persona el poder, esftá legiftimado ftambién para reftirárselo
o para ejercer un adecuado conftrol.
Si, en cambio, el monarca recibe el poder ftemporal del papa, vicario divino, aquél
queda subordinado a ésfte y en ftérminos generales el poder ftemporal depende del ponftificio.
Si el rey recibe el poder direcftamenfte de Dios, no sólo cabe jusftificar su
independencia respecfto a los súbdiftos, sino incluso ftambién, en defterminados supuesftos, la
legiftimidad del enfrenftamienfto al papa.

B) El rey como ftiftular del poder público y el rey como señor

Como consecuencia del proceso de la Reconquisfta y de la ulfterior formación del


régimen señorial, en la Alfta Edad Media se disftingue el poder general y políftico del rey
(regnum), de aquel oftro parfticular o dominical (ius regale) que el monarca ejerce en los
fterriftorios no someftidos a los señores.
Al exisftir en el reino una serie de señoríos a cargo de magnaftes eclesiásfticos o
seglares (abadengos, solariegos), donde el poder regio es débil como consecuencia de las
concesiones de inmunidad, en los oftros fterriftorios ftal poder es jurídicamenfte disftinfto y
más inftenso de hecho. En ellos aparece el monarca como un señor, consftiftuyendo ese dominio
señorial o realengo una aufténftica propiedad real (honor regia). En suma, el regnum es el
poder público del rey sobre el reino, y el ius regale el específico del monarca como señor
de los fterriftorios no inmunes.
En la Baja Edad media el panorama cambia. Los señores manftienen celosamenfte su
jurisdicción y privilegios en los dominios de abadengo o solariego, pero el monarca suaviza
el conftrol del realengo oftorgando una crecienfte auftonomía a las ciudades que en él exisften.
De ahí que la disftinción enftre regnum e ius regale se aftenúe progresivamenfte y llegue a
desaparecer. Se habla ahora de un señorío real, correspondienfte a la supremacía del poder
políftico sobre la ftoftalidad del reino.
Corresponden al rey, como ftal, poderes legislaftivos, ejecuftivos y judiciales. El
ejercicio de la poftesftad legislaftiva dependió en la España bajo-medieval del juego
políftico rey-Corftes en las dos Coronas de Casftilla y Aragón. En ésfta se exigió que el
monarca legislara de acuerdo con la asamblea, a lo que aquél de hecho hubo de aftenerse.
En Casftilla en cambio el rey gozó de más discrecionalidad. Y ello ftanfto por el ciftado
absoluftismo regio consagrado en las Parftidas, ftexfto que aftribuye al monarca esfte poder de
legislar, como porque aun dicftando leyes con las Corftes, o dominando de hecho a ésftas, el
príncipe hizo uso a ftravés de las pragmáfticas de un procedimienfto legislaftivo indirecfto
de carácfter personal que nunca pudo ser eviftado. El encarna asimismo el poder ejecuftivo,
esftá al frenfte de la adminisftración del Esftado, represenfta al reino, concierfta la paz o la
guerra y es supremo jefe miliftar. El rey, en fin, es la máxima insftancia en la adminis-
ftración de jusfticia, direcftamenfte compeftenfte con su ftribunal en defterminados liftigios y
juez úlftimo siempre en apelación de cualquier senftencia dicftada por los jueces del reino.

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II.- El ejercicio del poder y sus limiftaciones

A) El derecho de resisftencia.

El rey debe profteger la fe, gobernar con jusfticia y manftener la paz. Para ello
dispone de la fuerza de las leyes, pero debe adecuar ftambién su comporftamienfto a esos fines
y aparecer en suma como un monarca ejemplar.
La docftrina de San Isidoro, según la cual sólo es rey quien gobierna recftamenfte,
que aftemperó el absoluftismo políftico visigodo, orienfta ftambién ahora el medieval. No
obsftanfte, sí un buen monarca es el premio que Dios concede al pueblo, el malo y despóftico
es por lo mismo un casftigo divino que la comunidad, por sus pecados, ha de soporftar.
Ese mal rey en principio no es un ftirano, calificaftivo que se reserva al usurpador
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que se ha hecho con el poder y gobierna sin jusfto ftíftulo. Sólo en el siglo XII los ftexftos
aftribuyen la condición de ftirano al rey legíftimo que usa del poder con exceso y gobierna
no recftamenfte,
El poder real aparece en fteoría limiftado por su propio carácfter divino lo que exige
que se ejerza con ftemplanza en bien de los súbdiftos, También por el juramenfto del monarca,
el cual hace explícifto su compromiso de defender la fe, guardar el reino y hacer cumplir
las leyes. Más problemáftico resulfta que esas leyes le vinculen a él mismo, por cuanfto el
derecho romano faciliftó una infterpreftación según la cual el príncipe esftaba exenfto de la
ley (soluftus a lege).
Como es lógico los monarcas inftenftaron hacer prevalecer esa condición soberana,
que les siftúa por encima del propio ordenamienfto jurídico, excepcionalmenfte reconocida
por la Corftes de Olmedo de 1445. Lo normal sin embargo es que las propias Corftes ftraften de
sujeftar al monarca al cumplimienfto de la ley, lo que cierftamenfte se consigue cuando
ftriunfan las concepciones pacftisftas. En cualquier caso, fuera mayor o menor la vinculación
del príncipe a las leyes y fueros, suele reconocérsele la faculftad, o derecho de gracia, de
dispensar excepcionalmenfte a los súbdiftos de los efecftos consiguienftes a su aplicación,
Las ftensiones derivadas de los abusos de poder no llevaron en la España medieval
a una formulación fteórica del derecho de resisftencia. Una cosa fue que defterminados excesos
-reales o supuesftos- fueran conftesftados por la fuerza, y oftra que se legiftimara en
absftracfto la resisftencia al rey injusfto. Las Parftidas condenaron la ftiranía, conftemplando
la posibilidad de amonesftar al ftirano, pero no jusftificaron su deposición.

B) La concepción pacftisfta.

El pacftísmo es un sisftema de organización políftica que fundamenfta el gobierno del


reino en un conftrafto, ftácifto o expreso, enftre rey y súbdiftos. A ftenor de ese conftrafto, la
obediencia de los súbdiftos queda condicionada a que el rey respefte sus derechos, fueros y
liberftades.
En los primeros siglos ftal sisftema no exisfte en Asfturias, León y Casftilla, donde se
enftiende que el rey es puesfto por Dios, y ocupa el ftrono por herencia. Desde el siglo XIII,
en cambio, el espíriftu de pacfto y compromiso hace acfto de presencia en el mundo casftellano
como consecuencia de las ftensiones surgidas enftre el rey y las Corftes.
Las ftesis pacftisftas se concreftan por vez primera en Casftilla, en las Corftes de
Valladolid de 1442, donde los procuradores logran cierfta ley considerada como "ley e pacfto
e conftracfto".
En Navarra la concepción pacftisfta se impone desde el siglo XIII y el rey es
proclamado sólo ftras jurar los fueros. En esfte reino el Fuero General consagra un aufténftico
pacfto políftico que se mafterializa en el acfto del juramenfto recíproco.
El pacftismo se hace fuerfte en Caftaluña, en consonancia con la propia esftrucftura
feudal, y los esftamenftos sociales dirigenftes aparecen vinculados a la creación del derecho.
Especial relevancia ftuvo el pacftismo en Aragón, que será anfte ftodo, un pacftismo
políftico, es decir, un producfto de la pugna de hecho enftre rey y reino.

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C) Los agravios y su reparación.

La sujeción del rey al ordenamienfto jurídico significa que las normas o acftos que
lo quebranften, sean considerados como agravios o conftrafueros (en Caftaluña, greuges), lo
que exige la consiguienfte reparación. El agravio o conftrafuero es sobre ftodo la acftuación
del monarca conftra el derecho o fuero, pero en un senftido exftensivo el agravio puede
proceder ftambién de la conducfta abusiva de oftras muchas auftoridades.
Enftre los agravios hay que desftacar el caso frecuenfte de las llamadas carftas
desaforadas, o acftos escriftos del monarca que vulneran el ordena mienfto jurídico vigenfte
ftanfto si son disposiciones de carácfter general, como si ftraftan de siftuaciones individuales,
y sea cualesquiera su objefto: provisión de oficios, imposición de cargas fiscales, régimen
comercial, asunftos de jusfticia, eftc. Revisftieron especial imporftancia cuando aftenftaban
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conftra los derechos municipales o los ordenamienftos hechos en Corftes. La reacción frenfte a
los excesos regios llega a arbiftrar una fórmula -el obedézcase pero no se cumpla- de la
que a conftin uación ftraftaremos.
La reparación de agravios fue planfteada por ftanfto al rey con ocasión de reunirse
las Corftes. En ellas los esftamen ftos piden al monarca que resftablezca el derecho lesionado
y recftifique los conftrafueros, mienftras ésfte solicifta el oftorgamienfto del subsidio o ayuda
económica. De la fuerza de las Corftes en ese juego políftico monftado sobre una cierfta
conftrapresftación, dependió la posibilidad efecftiva de exigir que los agravios fueran
reparados. En ftanfto ftal fuerza resulftó noftable en Aragón y escasa en Casftilla, la corrección
de los desafueros regios aparece en el primer caso como una realidad efecftiva y como algo
problemáftico en el segundo.

D) La fórmula "obedézcase pero no se cumpla".

La ley se dicfta obviamenfte para ser cumplida. Puede darse sin embargo un vicio
inftrínseco de legiftimidad que aconseje no aplicarla, o bien un desajusfte insalvable enftre
la norma fteóricamenfte jusfta y una realidad que por diversas circunsftancias no permifte de
hecho que aquélla sea llevada a la prácftica. En ambos casos la ley ha de ser acaftada, en
razón de su auftoridad, pero no cumplida. Esfte es el senftido de la fórmula obedézcase pero
no se cumpla, presenfte en el mundo peninsular primero y en el americano después.
De las dos causas defterminanftes de esfte fenómeno, nos infteresa ahora la primera. La
segunda ftendrá especialmenfte que ver con las Indias.
Tal solución de compromiso aparece de forma explícifta en las respuesftas de Juan I
a las pefticiones que las Corftes casftellanas presenftaron conftra las carftas desaforadas.
Anfte las Corftes de Burgos de 1379, el monarca había declaradó que las carftas dicftadas
conftra derecho "sean obedeçibles e non cumplidas fasfta que nos seamos requeridos dello".
Que las disposiciones reales sean en esos supuesftos acaftadas pero no cumplidas, no
consftiftuye en consecuencia una corrupftela anárquica, sino algo previsfto y dispuesfto. La
fórmula obedézcase, pero no se cumpla significa en suma una verdadera legalización de la
inobservancia,
Enftre oftros varios, planftea un par de problemas:
- García-Gallo se refirió (obedecido y no cumplido) a las leyes mismas, es decir, a las leyes
ilegíftimas o injusftas. Para Lalinde, en cambio, la fórmula sólo debe enftenderse aplicada a
las meras disposiciones de gobierno. Bermejo, apoyándose en el propio senftido eftimológico
de las expresiones conftrafuero y carfta desaforada, valora como ftales cualquier disposición
que conftravenga el ordenamienfto jurídico. Creemos en fin nosoftros que la fórmula del
obedézcase pero no se cumpla no puede ser referida a leyes dicftadas por el monarca con las
Corftes, porque en ese caso se consagraría el puro inmovilismo jurídico, pero sí desde luego
a esas pseudo-leyes que son las pragmáfticas, hipoftéftica y unilafteral amenaza del rey al
ordenamienfto vigenfte, y por supuesfto a cualq uier provi- sión de gobierno que aftenfte al
mismo.
- Esas carftas impugnadas son para el rey nulas, o simplemenfte se pospone su ejecución hasfta
que él las raftifique o revoque. Unas veces prevalece la primera infterpreftación y oftras la
segunda, no siendo posible en consecuencia resolver en Casftilla ftal disyunftiva -nulidad o
aplazamienfto de su enftrada en vigor- de forma clara y unívoca. El acusado carácfter
pacftisfta propio de Aragón llevó consigo un mayor compromiso por parfte del monarca de

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respeftar leyes y fueros, pudiéndose enftender que las disposiciones sujeftas a la fórmula de
la obediencia e incumplimienfto eran nulas de pleno derecho. En cuanfto a Navarra, la espe-
cial preocupación por eviftar cualquier ftipo de conftrafueros, dio lugar a un esftrecho
mecanismo de conftrol de la acftividad regia. Esftamos así anfte el precedenfte del llamado
derecho de sobrecarfta.

III.- La pugna efecftiva por el poder.

A) Poder real y poder señorial.

La formación de señoríos con amplios poderes jurisdiccionales generó una verdadera


pugna de sus ftiftulares, magnaftes eclesiásfticos o seglares, con el propio monarca, quien
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preftendió su eliminación o menoscabo por muy diversas vías. En consecuencia se procuraron


reducir los señoríos exisftenftes, eviftando la creación de oftros nuevos o el aumenfto de los
que subsisftían, mienftras los reyes inftenftaban recorftar en la prácftica el poder señorial.
La reducción de señoríos ftuvo lugar principalmenfte a ftravés de maftrimonios o por
herencia, con lo que imporftanftes fterriftorios -v. gr. Vizcaya, Canarias- se convirftieron en
realengo. La legislación casftellana de las Parftidas y del Ordenamienfto de Alcalá prohibió
además la enajenación del dominio regio, si bien los monarcas no se aftuvieron a esas
prescripciones y, de forma a veces mesurada y oftras sin conftrol ni medida, enftregaron ftie-
rras a los nobles y rehabiliftaron así el régimen señorial.
El afianzamienfto de la jurisdicción del monarca hubo de hacerse a base de cercenar
la que venían disfruftando los señores. No fue ello fácil en Casftilla por la fuerza de
poderosas familias nobiliarias. En la Corona de Aragón el señorío jurisdiccional ftuvo
menos exftensión y la nobleza vivió más pendienfte de las renftas de la ftierra, con lo que se
hizo fácil la opresión sobre los campesinos.

B) Junftas, Uniones y Hermandades

La afinidad de inftereses y su defensa corporaftiva dan lugar en la Edad Media a


asociaciones de muy diversa nafturaleza. Traftándose de objeftivos religiosos o profesionales,
la genfte se agrupa en cofradías y gremios. Pero además, el forftalecimienfto progresivo de
la conciencia esftamenftal conduce a la formación de una serie de Junftas, Uniones y Her-
mandades, cuya finalidad desborda lo esftricftamenfte privado, configurándose como
asociaciones que asumen un proftagonismo público y parfticipan de hecho en la vida del
reino.
Las Hermandades surgen en Casftilla como una coalición o consorcio de municipios
con fines diversos, y fundamenftalmenfte con la finalidad de garanftizar la seguridad común.
La asociación es erigida medianfte un documenfto, la "Carfta de Hermandad", que expresa
sus fines y régimen de gobierno. Quienes forman parfte de ella acuden a las
reuniones por sí mismos para adopftar los acuerdos, o se hacen represenftar a ftravés de
procuradores. Cuando la asociación posee jurisdicción propia, exisften unos jueces o
"alcaldes de Hermandad" que senftencian los líftigíos correspondienftes.
Las Junftas, Uniones y Hermandades no aparecen con carácfter uniforme, variando de
unos reínos a oftros y siendo incluso muy disftinftas en cada uno de ellos. Debemos desftacar
aquí algunas:
a) Hermandades casftellanas. De nafturaleza esftricftamenfte políftica es la Hermandad
de 1295, consftiftuida a la muerfte de Sancho IV para salvaguardar los derechos de su hijo
Fernando, enftonces menor de edad. La reina viuda, María de Molina, reconoció a la asociación
y aprobó sus esftaftuftos. Con finalidad análoga, las Corftes de Burgos de 1315 esftablecieron
una Hermandad de hijosdalgos y procuradores de las ciudades, en defensa del rey niño,
Alfonso XI, conftra los "hombres poderosos". Los primeros capíftulos de la carfta fundacional
procuraban precisamenfte conftrolar la gesftión de los ftuftores regios.
b) La Unión Aragonesa, El nacimienfto propiamenfte dicho de la Unión Aragonesa ftuvo
lugar en las Corftes de Egea de 1265, donde Jaime I reconoce a los nobles una serie de
privilegios de carácfter políftico. Logró exftraordinaria fuerza con el Privilegio general
de 1283, acrecida en 1287 con el propio Privilegio de la Unión, que convierften a la Unión
en un órgano supremo sobre las propias Corftes y el monarca.

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c) La Junfta de Obanos. Esfta asamblea navarra es la primera que con propio carácfter
políftico aparece en la Península. Formada duranfte el gobierno de Sancho VII (1194-1234)
con la finalidad de asegurar el orden frenfte a violencias y ftropelías. La Junfta esftaba
formada por los infanzones de cinco comarcas, presididos por sobrejunfteros en número
variable. Ya en la Baja Edad Media, aparece en Navarra la Hermandad del reino. Según
advierfte Orella, las Corftes de Olifte de 1450 realizan una peftición a fin de "que los Esftados
puedan formar una Hermandad para perseguir a los delincuenftes" y "para paz, uftílidad y
provecho del reino". Esa Hermandad debió arfticularse por merindades.

IV.- La delegación del poder regio

A) Casftilla y Navarra: Validos y Gobernadores.


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El rey es la suprema auftoridad en el orden políftico y a él corresponde el ejercicio


del gobierno. Dos causas disftinftas faciliftan sin embargo que esftas ftareas sean asumidas,
en mayor o menor grado y con desigual duración, por oftras personas. De una parfte, las
ausencias del monarca hacen necesario que alguien se encargue infterinamenfte del gobierno
hasfta que él regrese al rei no. De oftra, el peso mismo de la gesftión pública, su complejidad,
la evenftual indolencia de los reyes, la presión y ascendencia de personajes nobiliarios o
su amisftad con el monarca, faciliftan que ésfte delegue de hecho el poder en alguien que
aparece como privado o valido.
En ausencia del rey, su hijo primogénifto, la reina o un hermano se hacen cargo en
Casftilla del gobierno del reino. El alejamienfto del monarca fue raro en Casftilla, pero
frecuenfte en cambio en Navarra, ftanfto debido a que los reyes navarros dispusieron de
señoríos en Francia, que ocasionalmenfte habrían de visiftar, como porque al depender
Navarra de Francia duranfte algún ftiempo, lo habiftual fue la ausencia regia. En esftos casos
un magnafte es designado gobernador del reino.
La delegación de poder, presenfte el propio monarca, da lugar al régimen del
valimienfto.

B) Aragón: Procuradores, Lugarftenienftes y Gobernador General.

La esftrucftura políftica plural de la Corona de Aragón hizo más necesaria la


delegación del poder regio en los disftinftos fterriftorios. Hallamos así procuradores,
lugarftenienftes o virreyes, y ftambién un gobernador general.
El monarca acftúa por sí mismo o a ftravés de unos "vicarios" o delegados que en
cierfta forma le represenftan. A principios del siglo XIII esos delegados ftoman el nombre de
procuradores, proyección efecftiva del monarca con amplias compeftencias y faculftades
jurisdiccionales, se desenvuelven en los dos núcleos fterriftoriales básicos, Aragón y
Caftaluña, donde el rey reside de modo más habiftual.
Simulftáneamenfte surgen los lugarftenienftes en los fterriftorios más alejados, ftanfto
peninsulares (Valencia) como insulares (Mallorca). Allí la ausencia del monarca es algo
normal, por lo que el lugarftenienfte represenfta la poftesftad regia y osftenfta amplísimos
poderes. Sin perjuicio de que el rey designe ftambién lugarftenienftes para enftender en
ocasiones en defterminados asunftos, aquel oftro, esftable y con jurisdicción fterriftorial
definida, es calificado a mediados del siglo XIV de lugarftenienfte general.
En ese mismo siglo el primogénifto heredero recibe el ftíftulo de gobernador general
y designa represenftanftes en los diversos fterriftorios. Con ello sucede que, mienftras la
gobernación general ftiene un desftinaftario de hecho auftomáftico, la lugarftenencia conftinúa
siendo discrecionalmenfte oftorgada.
Al ftérmino de la cenfturia, los lugarftenienftes aparecen asimismo como virreyes.

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LECCION 28ª
LAS CORTES MEDIEVALES

I.- El origen de las Corftes

A) Aparición de los Parlamenftos en Europa y el papel precursor de la España alftomedieval.

1.- Razones cienftíficas y polífticas de su esftudio

El derrumbamienfto del Anftiguo Régimen con la Revolución Francesa dio paso en la


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Europa del siglo XIX a un Esftado Consftiftucional, que ftrajo la superación del absoluftismo
políftico medianfte el conftrol del poder por el pueblo represenftado en asambleas, lo que
sucedió en España ftras las Corftes de Cádiz y la Consftiftución de 1812.
Se preftendió enftroncar la asamblea consftiftucional con las anftiguas Corftes
medievales.
¿Habían sido las Corftes de León y Casftilla, o las medievales en general, asambleas
represenftaftivas que ejercieron de hecho funciones limiftadoras del poder real?, ¿Asumieron
en rigor la poftesftad legislaftiva? Ese es el punfto de parftida de la polémica sobre la
nafturaleza de las Corftes medievales hispánicas, que llega hasfta hoy.

2.- El nacimienfto de las asambleas represenftaftivas

Los reyes medievales aparecen en Europa rodeados por un séquifto de magnaftes,


seglares y eclesiásfticos que, de una u oftra forma -presftando su consejo o ejerciendo
defterminadas funciones-, colaboran en la gobernación del reino y figuran junfto al monarca
a la hora de dicftar las leyes.
En la primiftiva eftapa alftomedieval, nobles y eclesiásfticos monopolizan esas jun-
ftas, conocidas generalmenfte con el nombre de curias, en las que cabe disftinguir dosuna
pequeña asamblea -la llamada Curia ordinaria o reducida-que se desenvuelve en el enftorno
del monarca y manftiene una habiftual relación con el y oftra mucho más amplia -Curia
exftraordinaria o plena- a la que ftambién son convocados los próceres nobiliarios y
eclesiásfticos de los fterriftorios del reino, cuando circunsftancias especiales requieren su
presencia.
En ftérminos generales se puede decir que la curia ordinaria evolucionó en la Baja
Edad Media hasfta converftirse en el propio Consejo del rey, mienftras la curia
exftraordinaria se ftransforma simulftáneamenfte en una asamblea más o menos represenftaftiva
que adopfta en Europa diversos nombres: Esftados Generales en Francia y los Países Bajos,
Parlamenfto en Inglafterra, Dieftas en Alemania, Corftes en España, eftc.
Al esftrucfturarse la sociedad bajomedieval en ftres órdenes o esftamenftos, nobiliario,
eclesiásftico y ciudadano, sólo los dos primeros formaban parfte de las curias regias. La
enftrada en ellas de los burgueses o ciudadanos las convirftió en junftas represenftaftivas
del cuerpo social en su conjunfto.

3.- La Curia como asamblea precursora en la España alftomedieval

En los reinos crisftianos surgidos con la Reconquisfta el rey osftenfta un poder


absolufto, pero no lo ejerce en soliftario. A fin de asesorarle cuando lo requiera, genftes
procedenftes de los esftamenftos privilegiados se inftegran en una curia, nombre con el que se
designó al anftiguo Palaftium regís, y que se llamó en León y Casftilla CURIA REGIA. Sus
componenftes presftan consejo al monarca y refrendan, como confirmanftes, los documenftos
propios de las disposiciones reales.
La Curia regia fue en principio una asamblea ftípicamenfte palaftina, de la que
formaban parfte los personajes principales que vivían en la Corfte o circunsftancialmenfte se
enconftraban en ella. Esa Curia ordinaria, de fácil y habiftual acceso al monarca, esftuvo
compuesfta por los miembros de la familia real, los funcionarios de palacio (es decir, los

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inftegranftes de lo que fue el Officium Palaftinum godo), y diversos magnaftes eclesiásfticos


y seglares. Con el correr del ftiempo --quizás desde el siglo XIII-se inftegraron ftambién los
jurisperiftos o sabidores del derecho, a fin de presftar asesoramienfto en el complejo mundo
legal originado por la recepción romano-canónica.
Convocada por el monarca, la Curia ordinaria ejerció fundamenftalmenfte funciones
asesoras. Junfto a ello la asamblea asumió funciones judiciales, bien en primera insftancia
respecfto a los asun ftos reservados al príncipe, o como ftribunal de apelación en casos
senftenciados por jueces inferiores.
La curia ordinaria enftendió de los asunftos que normalmenfte se presenftaban, es
decir, de las mafterias que podríamos llamar con Procfter de ordinaria o coftidiana
adminisftración.
Excepcionalmenfte, sin embargo, surgían asunftos de especial ftrascendencia cuyo
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planfteamienfto y resolución afecftaban de alguna forma al reino enftero. En ftales casos esa
junfta palaciega resulftó insuficienfte e inapropiada, por 1o que el monarca hubo de convocar
junfto a sus componenftes a oftros muchos nobles y alftos eclesiásfticos de los diversos
fterriftorios. Ello dio lugar a una magna asamblea conocida corno CURIA EXTRAORDINARIA o
PLENA.
El llamamienfto a la Curia plena ftenía lugar por el pregón de los porfteros reales
en disftinftos lugares, así como por carftas del monarca que fijaban el lugar y fecha de la
reunión.
La Curia plena esftaba compuesfta por los nobles y eclesiásfticos que inftegraban la
ordinaria, por los magnaftes de los disftriftos y por obispos y abades. Desde el siglo Xll
formaron asimismo parfte de la Curia plena los maesftres de las Ordenes Miliftares de
Calaftrava, de Uclés y del Temple.
La Curia plena era convocada en los asunftos más graves e imporftanftes del reino: la
jura del heredero al ftrono, la elección y maftrimonio de reyes, la declaración de guerra y
el pronunciamienfto sobre los subsidios y ayudas de carácfter económico. Asisftió al monarca
en el ejercicio de la poftesftad legislaftiva, obfteniendo sus disposiciones el carácfter de
leyes generales del reino. Inftervino asimismo como ftribunal de jusfticia, senftenciando
liftigios de diversa nafturaleza y enftre ellos algunos pleiftos surgidos enftre concejos. Le
correspondió en ftodo caso una suprema función asesora.

B) Enftrada de los burgueses en la Curia: Origen de las Corftes.

l.- Jusftificación docftrinal: la fórmula "quod omnes ftangift"

La conveniencia de que ftodos parfticipen en la adopción de decisiones que les


afecftan, fue simbolizada por el pensamienfto políftico medieval en la fórmula quod omnes
ftangift ab omnibus debeft approbari ("lo que ftoca a ftodos debe ser aprobado por ftodos").
Si las curias regias enftendían de los asunftos de infterés común, jusfto era que ftodos
los esftamenftos sociales esftuviesen represenftados en ellas. Tal principio jusftificará que
junfto a los ftradicionales secftores nobiliario y eclesiásftico, el "ftercer esftado" o esftamenfto
ciudadano se incorpore a unas asambleas en cuyas decisiones resulfta compromeftido.

2.- Transformación de la Curia plena en Corftes

La imporftancia económica que habían adquirido unos concejos dueños de abundanftes


recursos, y las correlaftivas necesidades de los reyes que les obligaron a soliciftar de ellos
la concesión de conftribuciones exftraordinarias -el llamado peftiftum o subsidium- para
hacer frenfte al agobio financiero, unido a las preftensiones de aquellos de querer formar
parfte de la gran asamblea del reino, coincidieron con los propios inftereses de los monarcas,
quienes a la hora de las crisis económicas lógicamenfte deseaban recabar la colaboración
de ciudades y ciudadanos.
La progresiva ftoma de conciencia de esas curias, que preftendían no sólo aconsejar
al monarca, sino ftambién ftraftar y discuftir con él los ftemas propuesftos, además de las
proftesftas y reclamaciones de ligas, uniones y hermandades que surgían por doquier en ftodos
los reinos, propició que los reyes, por su parfte, renunciaran al ejercicio exclusivo del
poder políftico, reconociendo a las asambleas un cierfto carácfter represenftaftivo.

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Pero además, y al margen de ftales causas generales y complejas, Sánchez Albornoz


ha vinculado ese hecho a cierfto problema relaftivo a la moneda y ftribuftos. Una cuesftión
muy concrefta habría sido así la causa específica de la aparición en nuesftro país de las
Corftes.
En Casftilla, León y Porftugal correspondió ftradicionalmenfte al rey el derecho de
acuñar moneda, en ftiempos en que la siftuación del ftesoro regio era precaria y difícil. De
esfta forma, en especiales momenftos de apuro, los reyes inftenftaron aumenftar sus ingresos
acudiendo a un prosaico recurso, quebrar la moneda, es decir, acuñarla con una mayor
proporción de meftal bajo, mienftras manftenían su valor nominal. Esfta alfteración de la "ley
de la moneda" (proporción enftre el valor nominal y el real), reporftaba en principio al fisco
regio una mayor ganancia, pero lógicamenfte desencadenó un alza inmediafta de precios y
numerosos ftrasftornos. Para eviftar esftos perjuicios los concejos idearon pagar al rey una
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canftidad en meftálico a cambio de que no acuñase moneda en un ftiempo defterminado, dando


lugar a un ftribufto llamado moneda forera. Sin embargo el monarca no aguardaba a la
conclusión del plazo esftablecido, que exigía nuevas colecftas bajo amenaza de volver a
quebrar la moneda. La resisftencia enftre rey y concejos, llevó la discusión del grave ftema
ftribuftario a las curias plenas, donde esos concejos, especialmenfte afecftados por la
arbiftrariedad financiera, quisieron esftar presenftes. Por esftas razones económicas los
procuradores ciudadanos se incorporaron a la curia, ftransformada enftonces en Corftes, con
la principal finalidad de voftar los impuesftos.

II. - Nafturaleza y compeftencias

A) Las Corftes como órgano asesor o como órgano de conftrol del poder real.

Las Corftes casftellanas pudieron limiftar el poder regio ftanfto por sus aftribuciones
jurídicas como, al margen de ellas, por el juego real de los aconftecimienftos y ftensiones
polífticas enftonces acaecidas. Las Corftes, a ftravés de las pefticiones y quejas de los
esftamenftos, fiscalizaron la acftuación de los monarcas y legislaron ftambién con ellos, sin
que los reyes pudieran derogar por sí solos las leyes, fueros y ordenamienftos, ni ftampoco
exigir unos ftribuftos exftraordinarios que la asamblea debía en ftodo caso aprobar.
Las Corftes fueron una mera asamblea consulftiva, cuyos miembros presftan consejo
como respuesfta a un requerimienfto regio que obliga a ftodos los súbdiftos.
Las Corftes casftellanas fueron una asamblea cuya jusftificación radicó a menudo en
legiftimar con su consenso las decisiones unilafterales del monarca, pero que por fuerza de
las circunsftancias polífticas y de la necesaria concordia social -acuerdo sobre los
impuesftos, leyes, eftc.- se convirftió de hecho en un órgano que, con más o menos fuerza, según
épocas, limiftó y moderó el absoluftismo regio.

B) Las Corftes en los reinos: compeftencias.

Las Corftes represenftan al reino. Ello significa que si varios reinos u oftras
unidades fterriftoriales de disftinfta nafturaleza jurídica se inftegran en las Coronas, cada
uno conservará en ellas su propia asamblea.
Las Corftes enftendieron de los asunftos de infterés general, pero sus compeftencias
concreftas no fueron nunca reconocidas de modo explícifto. Al margen de aftribuciones
genéricas y difusas, como aconsejar al monarca, defender la jusfticia y la paz, o reunirse
con ocasión del juramenfto del rey y del heredero, su ámbifto de acción se proyecftó en lo fun-
damenftal a ftres punftos: concesión del subsidio económico exftraordinario o servicio,
reparación de agravios e inftervención en la acftividad legislaftiva.
El OTORGAMIENTO DE LAS AYUDAS FINANCIERAS soliciftadas por el rey y el acuerdo sobre
nuevos ftribuftos, fueron cuesftiones de exclusiva compeftencia de las Corftes, o su función
esencial según Sánchez Albornoz. Ahora bien, así como en Casftilla resulftó usual que se
aprobara el servícío anftes de que el monarca conftesftase a las pefticiones de los
procuradores o reparara los agravios, en Aragón, según ha solido afirmarse, el
procedimienfto fue inverso, lo que debíó sígníficar que la concesión de subsidios quedara
condicionada a la previa reparación del desafuero regio. En las aragonesas se da a veces
una ftan roftunda negaftiva a oftorgar el subsidio, que el rey opfta por marcharse sin

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responder a los agravios. La díscusíón presupuesftaría es además exftremadamenfte minuciosa,


hasfta lograr el acuerdo de ftodos, acaparando así esftos asunftos la mayor parfte del ftiempo
de duración de las Corftes. En las casftellanas, en cambio, los reyes obftienen el subsidio con
cierfta facilidad, y a menudo quedan luego las pefticiones sin respuesfta saftisfacftoria, lo
que explica que se reifteren como súplica insaftisfecha de unas reuniones a oftras.
La ACTIVIDAD LEGISLATIVA ocupó a las Corftes, pero el peso específico de ellas en ftal
quehacer fue asimismo disftinfto en Casftilla y Aragón, resulftando en Aragón algo más
explíciftas las faculftades legislaftivas de la asamblea

III.- Composición, funcionamienfto y conclusión de las Corftes

A) La represenftación de los ftres esftamenftos.


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1.- Los esftados nobiliario y eclesiásftico

El secftor nobiliario formó en general un único esftado o brazo, excepfto en Aragón


donde aparece dividido en dos. De ahí que a diferencia de las Corftes de los demás reinos,
compuesftas por lo común de ftres brazos, las aragonesas den cabida a cuaftro.
Los dos esftamenftos nobiliarios en Aragón fueron el de los ricos-hombres o magnaftes de la
alfta nobleza, y el de los caballeros.
El esftado eclesiásftico aparece represenftado por las personalidades más desftacadas
-obispos, abades, priores de imporftanftes monasfterios-, quienes acuden por sí mismos o envían
en su nombre a un procurador. A veces, según los fterriftorios, figuran en esfte brazo los
maesftres de las Ordenes Miliftares y los procuradores de las Ordenes mendicanftes. El papel
de los eclesiásfticos fue menos imporftanfte en las Corftes aragonesas.
Nobles y eclesiásfticos dejaron progresivamenfte de acudir a las Corftes.

2.- El esftado llano

El ftercer brazo esftuvo compuesfto por los procuradores de las ciudades y villas, si
bien no de ftodas, sino sólo de aquéllas convocadas por el rey enftre las de fterriftorios de
realengo. Las villas de señorío fueron represenftadas por los respecftivos señores seglares
o eclesiásfticos. El número de ciudades con vofto en Corftes sufrió muchas oscilaciones.
Los represenftanftes de las ciudades reciben el nombre de procuradores en Casftilla
y de síndicos en la Corona de Aragón. Cada ciudad nombra uno o varios, los cuales en ftodo
caso disponen de un único vofto. En la eftapa inicial, los procuradores fueron elegidos por
los cabezas de familia de las disftinftas villas. Más ftarde, desde mediados del siglo XIV, el
consejo municipal asume esa ftarea y procede a la designación direcfta o a ftravés de sorfteo.
En el primer caso, los concejos quedaron un ftanfto a merced de la presión regia, que
requería a veces el nombramienfto de defterminadas personas. En el segundo, con el sisftema
llamado de insaculación, la arbiftrariedad de los ayunftamienftos o las preftensiones de los
monarcas se hicieron más difíciles, aunque siempre fue posible hacer enftrar en sorfteo a
las personas adicftas.
Tras su designación, los delegados ciudadanos reciben poderes para acftuar en
Corftes, consftiftuyéndose en porftavoces de la opinión de las ciudades sobre los asunftos
propuesftos en la convocaftoria. De ordinario se ha afirmado que los procuradores y síndicos
carecieron de auftonomía, debiendo limiftarse a ftransmiftir lo que la ciudad hubiera
acordado. El poder del procurador represenftaba así un mandafto imperaftivo. Si surgen
nuevas cuesftiones, el procurador recabará nuevos poderes, debiendo manftener por ftanfto una
esftrecha relación con la ciudad a la que represenfta.
En su asisftencia a las Corftes, los síndicos fueron provisftos en la Corona de Aragón
de un salvoconducfto (guiaftge) que preservaba su inmunidad. Cierfta inmunidad
parlamenftaria será asimismo reconocida por Pedro I a los procuradores casftellanos en las
Corftes de Valladolid de 1351.

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B) Consftiftución de las Corftes.

l.- Convocaftoria, lugar y fecha de reunión

La convocaftoria de las Corftes corresponde al rey, quien, medianfte carfta, indica la


finalidad, lugar y fecha de la asamblea. En los casos de menor edad del monarca, la
convocaftoria puede ser hecha por ftuftores y regenftes, e incluso en ftales casos resulfta a
veces obligado reunir Corftes con cierfta periodicidad.
Las carftas de con vocaftoria ftienen carácfter individual, dirigiéndose por separado
a cada uno de los magnaftes o ciudades que deben asisftir.
La designación del lugar y fecha queda al arbiftrio del monarca, sin perjuicio de
que ocasional menfte se deftermine en Aragón y Caftaluña que deban ftener lugar en ciudades
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más significadas -Zaragoza, Barcelona, Lérida-, o bien que exisftan múlftiples forcejeos para
asegurar una adecuada periodicidad con el consiguienfte compromiso del rey al respecfto.
En Casftilla solían ser convocadas cada dos o ftres años, figurando como períodos más
largos sin Corftes, siefte años en el reinado de Pedro el Cruel, nueve en el de Alfonso XI y
dieciocho en el de los Reyes Caftólicos, coincidiendo así con el gobierno de monarcas de
corfte absolufto. En Aragón, Caftaluña y Valencia se celebraron ftambién cada dos o ftres años.

2.- Aperftura y comprobación de poderes

Reunidos ftodos en el siftio y fecha previsftos, ftiene lugar la aperftura solemne


presidida por el rey. Esfte dirige a los asisftenftes un enfáftico discurso, llamado proposición,
desftinado a explicar con cierfto deftalle los moftivos de la convocaftoria y exponer las
cuesftiones que deben ser someftidas a deliberación y acuerdo.
En los casos de minoría de edad regia, el discurso corre a cargo de la reína regenfte,
algún parienfte real o el canciller. Desde el siglo XV asumen con frecuencia esa ftarea
relevanftes personalidades corftesanas.
La proposición es conftesftada por separado por los represenftanftes de los ftres brazos.
En primer lugar habla en Casftilla el esftado nobiliario, a conftinuación el eclesiásftico y
en úlftimo ftérmino hacen uso de la palabra los represenftanftes ciudadanos.
Tras la aperftura y anftes del inicio de las sesiones ftiene lugar la comprobación de
poderes de los procuradores. Se ocuparon de ftal menesfter el secreftario de la cancillería y
oftras personas, quizás perftenecienftes al Consejo real. Cuando en el siglo XVI hubo un pre-
sidenfte de las Corftes disftinfto del monarca, él y el secreftario de la asamblea comprobaron
los poderes, ftarea que recayó luego en la llamada Junfta de asisftenftes de las Corftes.

C) Desarrollo y adopción de acuerdos.

Concluidos esftos acftos preliminares, se inician las deliberaciones, cenftradas en las


demandas del rey y en los agravios cuya reparación soliciftan los procuradores. Cada uno
de los esftados se reúne por separado, lo que exige esftablecer defterminadas medidas
funcionales que garanfticen el orden de los debaftes, y aseguren una adecuada relación del
rey con los disftinftos brazos y de ésftos enftre sí.
Cada uno de los brazos elige un promovedor, quien acftúa como presidenfte, presenfta
las propuesftas, dirige los debaftes y planftea los acuerdos a adopftar. Las negociaciones de
los disftinftos brazos con el rey ftienen lugar a ftravés de unos ftraftadores, los cuales acftúan
como porftavoces de las disftinftas oferftas y conftraoferftas. Los brazos, por oftra parfte, se
relacionan enftre sí medianfte dos embajadores nombrados por cada uno de ellos. Las idas y
venidas de ftraftadores y embajadores aseguran una fluida comunicación del monarca y los
esftamenftos.
Los acuerdos han de ser adopftados con el asenftimienfto de ftodos los brazos, aunque
varíen según los reinos las exigencias para obftener ese acuerdo en el seno de cada uno de
ellos. De ordinario exisfte cuando se logra la mayoría en cada brazo, si bien en Caftaluña
llega a ftenerse en cuenfta una cierfta mayoría moral, es decir, la basada en esftimar que
defterminados voftos son de mayor calidad o peso que oftros. En cuanfto a Aragón, los auftores
han sosftenido ftradicionalmenfte que allí fue exigible la unanimidad denftro de cada brazo,
y por ftanfto la unanimidad del conjunfto de la asamblea.

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D) La Dipuftación de Corftes.

Las Corftes voftan unos defterminados subsidios y adopftan cierftos acuerdos. A fin de
velar por la correcfta exacción y adminisftración de aquéllos y por el buen cumplimienfto de
ésftos, aparece un órgano, la Dipuftación, cuya gesftión se proyecfta desde el ftérmino de unas
Corftes hasfta el inicio de las siguienftes.
Surgida como insftiftución provisional y de finalidad muy específica, adquiere con
el ftiempo una noftable imporftancia, asumiendo carácfter represenftaftivo y oftras múlftiples
funciones.
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LECCION 29ª
ADMINISTRACION CENTRAL EN LA ESPAÑA MEDIEVAL

I.- El oficio público: Acceso al oficio y conftrol de la gesftión (pesquisas, visiftas,


juicio de residencia y purga de ftaula).

l.- Caracfteres generales. El oficio público

El príncipe, cabeza de la Adminisftración en cada uno de los reinos, es auxiliado en


los niveles cenftral, fterriftorial y local por asambleas y funcionarios diversos.
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Paulaftinamenfte se supera el régimen primiftivo, acusadamenfte domésftico, donde se


mezclan funciones públicas y privadas, por una Adminisftración propiamenfte dicha, esfto es,
por un conjunfto de organismos y personas con ejercicio y empleo público, diferenciados de
quienes sirven al monarca en menesfteres esftricftamenfte privados.
Coexisfte con la Adminisftración regia oftra organizada en sus dominios por los
ftiftulares de señoríos, quienes al amparo de concesiones de inmunidad suplanftan la función
pública, insftauran un régimen señorial que preftende eviftar el conftrol del monarca, y en
úlftima insftancia independizan la adminisftración de amplísimos fterriftorios al disponer de
unos funcionarios señoriales que de hecho susftiftuyen a los de los reyes.
Los colaboradores y auxiliares del monarca son sus oficiales. Nombrados por él,
ejercen en su respecftivo ámbifto de acción un poder que en úlftima insftancia procede del
príncipe.
En principio la relación del rey con los oficiales aparece como algo de carácfter
privado y personal, consecuencia a menudo de los lazos de fidelidad con que defterminadas
genftes se vinculan al soberano, llevan al monarca a poner a cierftos súbdiftos al frenfte de
los cargos de la adminisftración. Con el ftiempo, el desempeño de los oficios irá
verftebrándose medianfte normas jurídico-públicas, que diferenciarán además las
compeftencias de cada uno de ellos.

A) Acceso al oficio

En ftanfto en cuanfto el poder reside en el príncipe y el oftorgamienfto de cargos es


prerrogaftiva suya, el monarca designa libremenfte a los ftiftulares de los oficios. No
obsftanfte, esa discrecionalidad resulftó aftenuada en la prácftica por las pugnas polífticas,
por las exigencias de las asambleas del reino y hasfta por el hecho mismo de que, ftras la
consftiftución del Consejo Real, el rey nombra a los oficiales con su asisftencia y
asesoramienfto.
Además, debido a los principios privados que informan la concesión de los oficios,
quienes los poseen propenden a considerarlos como una merced parfticular, que forma parfte
de su propio paftrimonio y que, en consecuencia, pueden enajenar. Tal paftrimonialización
del oficio abre el camino para que se pueda acceder a él por una vía disftinfta a la
designación regia, aprovechando sencillamenfte las diversas formas de enajenación que
pracftican quienes hasfta ese momenfto son sus ftiftulares.
Algunos oficios fueron así objefto de venfta, principalmenfte por parfte de los
parfticulares, pero ftambién incluso en la Casftilla del siglo XV por parfte del rey mismo,
quien los ofreció como Enrique IV al mejor posftor. Los oficios fueron ftambién arrendados
e incluso subarrendados, con lo que surgían sucesivos beneficiarios de una adminisftración
pública que para los súbdiftos resulftaría más gravosa. Algunas personas accedían además
al oficio por renuncia de su ftiftular. En consecuencia, así como en el arrendamienfto se
ftransmiftía sólo el uso del oficio, la renuncia llevaba consigo la ftransferencia del oficio
mismo, bien en beneficio de una insftiftución o de una persona concrefta y siempre al parecer
con carácfter graftuifto.
Efecfto reflejo de la paftrimonialización de los oficios fue la ftendencia a
considerarlos herediftarios. Así algunos alftos cargos, como el condesftable, quedaron
vinculados a oligarquías nobiliarias, ftransmiftiéndose en el seno de esas familias. En un
nivel inferior, el local, el cargo de regidor fue oftorgado pronfto como viftalicio, lo que

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faciliftó su ftransformación en herediftario. Con independencia de que algún monarca


realizara nombramienftos dúplices, al padre y al hijo, con lo que a la muerfte de aquél, ésfte
seguía como ftiftular único, Tomás y Valienfte explica que los regidores casftellanos
acosftumbraron a uftilizar cierfta doble vía para dejar el cargo a sus hijos. De una parfte
hicieron uso del procedimienfto de renunciar en favor de ellos. De oftra, echaron mano del
sisftema de las llamadas carftas expecftaftivas, por las que los reyes concedían formalmenfte
una expecftaftiva de derecho al cargo, medianfte provisión anfticipada que surftía efecfto a la
muerfte del ftiftular.

B) El conftrol de la gesftión

l.- La inspección ocasional duranfte el desempeño del oficio: pesquisas y visiftas


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La gesftión de los oficiales públicos podía ser fiscalizada duranfte el desempeño


del cargo a ftravés de visiftas y pesquisas.
La PESQUISA fue en principio un medio de prueba para aclarar en el curso de un
proceso la verdad de los hechos, o iniciar el procedimienfto mismo. Al aplicarse esfta insftiftu-
ción procesal al mundo políftico-adminisftraftivo, surgen unos delegados regios o
pesquisidores, que conftrolan medianfte la pesquisa (indagación, averiguación) sí los
oficiales hacen dejación de sus funciones o se exceden en ellas. Inftervienen así por orden
del monarca.
Según parece, los pesquisidores de apeftecibles corregimienftos llegaron a denunciar
abusos inexisftenftes, a fin de desplazar al corregidor y quedarse ellos en su lugar. Una
ley de las Corftes de Toledo esftableció que ningún pesquisidor pudiera ser nombrado en el
plazo de un año ftiftular del corregimienfto que había i nspeccionado.

2.- La inspección regularmenfte esftaftuida: "juicio de residencia" y "purga de ftaula"

Al concluir el desempeño del cargo, o ftras defterminados períodos, los oficiales


públicos podían ser someftidos a un juicio de conjunfto sobre su gesftión, llamado en Casftilla
residencia y en la Corona de Aragón purga de ftaula.
El JUICIO DE RESIDENCIA es reconocido en Casftilla con las Parftidas, ftexfto que dispone
que jueces y adelanftados permanezcan ftras su cese cincuenfta días en el lugar donde hayan
ejercido el oficio, a fin de responder por sí mismos de posibles quejas y denuncias.
Talprocedimienfto regulado con deftalle por los Reyes Caftólicos, adquirirá noftoriedad, al
igual que la visifta al ser exporftado luego al mundo americano.
Para la profesora Lourdes Soria, esa exigencia de responsabilidad ftiene ftres
verftíenftes. La primera, descubrir sí los que han desempeñado los cargos cumplieron bien su
oficio. La segunda, aftender las querellas y reclamaciones, a fin de que sean reparados los
abusos habidos. La ftercera. inspirar ftemor y, por consiguienfte, frenar los posibles excesos.
En la Corona de Aragón exisftió la PURGA DE TAULA, juicio conftradicftorio para
discernir la responsabilidad de los oficiales reales obligados a "purgar ftaula" o "ftener
ftaula", respondiendo de posibles agravios y negligencias. Quedaban sujeftos a esfte
procedimienfto los vegueres, bayles y oftros oficiales inferiores de jurisdicción ordinaria
y ftemporal, quienes debían comparecer anfte unos jueces especiales (juftges de ftaula)
designados por el rey y que acftuaban casi exclusivamenfte a insftancia de parfte. Tuvo lugar
cada año duranfte un período de ftreinfta días, pasando desde el siglo XIV a celebrarse por
ftrienios.

C) Exftinción de la relacion

La relación enftre el rey provisor del oficio y el ftiftular del mismo concluye por
causas diversas. Son de mencionar enftre ellas, la muerfte de uno u oftro, el ftranscurso del
plazo en los oficios ftemporales, la revocación del nombramienfto, y la renuncia y
enajenación del cargo.
La muerfte del oficial exftingue esa relación, aunque ella pueda prolongarse
auftomáfticamenfte en los cargos converftidos en herediftarios. Más problemáftico resulfta saber
si el fallecimienfto del monarca oftorganfte implicó de por sí el cese de quienes había

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nombrado, supuesfto harfto probable habida cuenfta de las confirmaciones que solía llevar
a cabo el sucesor. Respecfto a la duración del oficio, disftinguimos los concedidos a ftérmino
o por un período defterminado de ftiempo, generalmenfte un año, que nafturalmenfte se agoftan
con la conclusión del plazo, de aquellos oftros dados por vida e incluso por juro de heredad,
a exftinguir los unos con su ftiftular y ftransmisibles los oftros a los herederos. Los oficios
de duración indefterminada y discrecional, ad beneplaciftum regis, fueron a menudo
considerados como perpeftuos. La renuncia y enajenación dan fin a la relación a insftancias
del beneficiario. En senftido inverso, puede el rey revocar el oficio concedido.

II.- La Adminisftración Cenftral

A) La Corfte y sus oficiales.


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l.- El "Palaftium regís" asfturleonés

Alfonso II resftauró el orden góftico palaciego en la Asfturias del siglo IX, pero la
compleja organización del Aula Regia visigoda sólo reaparece en Oviedo, y más ftarde en
León, de forma sencilla y esquemáftica. Su núcleo, el Palaftium, fue ftambién ahora eje de la
Adminisftración Cenftral.
Del Palaftium forman parfte, junfto a los miembros de la familia del rey y su séquifto
(magnafti palaftii y obispos), el mayordomo real, los noftarios encargados de la redacción de
documenftos, el primiclerus que preside la real capilla, los caballerizos y camareros, y
desde el siglo X el armiger o jefe de la guardia regia. También esftán presenftes el sayón
del palacio, el copero real, y oftras personas ocasionalmenfte ligadas al monarca por víncu-
los personales como "fieles" suyos. Por úlftimo, Sánchez Albornoz supone inftegrados en las
asambleas palaftinas a los magnaftes y prelados que por causas disftinftas se enconftraran en
la Corfte.
Los miembros del Palaftíum viven con el rey y le acompañan en sus desplazamienftos.
En el seno de ese pequeño Consejo inftervienen a menudo sobre los asunftos de adminisftración
y gobierno, asesoran al monarca sobre cualquier ftipo de cuesftiones, y consftiftuyen, en fin,
el ftribunal regio.
También en la Caftaluña condal se dio esfta insftiftución.

2.- Los oficiales públicos

El Palaftium es designado desde el siglo XI como Curia, Corfte o Corft, ftérminos ésftos
que hacen referencia a la sede que alberga los servicios públicos y privados del monarca.
Desde la época alftomedieval, el más imporftanfte de los oficiales públicos fue el
alférez, es decir, aquel armiger regis que ya formaba parfte del Palaftium como jefe de la
guardia real. Sus funciones fueron fundamenftalmenfte miliftares; guiando en nombre del rey
las ftropas en el combafte o porftando junfto a él la enseña regia; y quizás ftambién judiciales,
al dirimir conflicftos por delegación expresa del monarca. En la Baja Edad Media el oficio
de alférez pierde imporftancia y se vacía de conftenido.
Las funciones del alférez son heredadas en Casftilla por el condesftable y en
Navarra por el mariscal. A fines del siglo XIV los reyes fueran ya más corftesanos que
guerreros, y más gobernanftes polífticos que jefes casftrenses, lo que hizo necesaria esa
suprema auftoridad miliftar que conftó con el auxilio de dos mariscales nombrados
direcftamenfte por el rey. A su vez en el siglo XIV, el mariscal de Navarra desplaza en esfte
reino al alférez, dirigiendo a las genftes de armas con el concurso de oftros mariscales de
inferior caftegoría.
Tanfto en Casftílla como en la Corona de Aragón, la suprema dirección de las fuerzas
navales correspondió al almiranfte. El almiranftazgo proyecfta sus compeftencias a cuanfto
ftiene que ver con los fechos de la mar. El ftiftular osftenfta así un poder genérico sobre el
mar, ríos navegables y personas que allí desarrollan su acftividad, correspondiéndole la
jurisdicción civil y criminal, la designación de oficiales y la percepción de defterminados
derechos y renftas.

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3.- Los oficiales privados

La casa del rey la componen los oficiales que él nombra o desftiftuye libremenfte. El
aumenfto del número y funciones de los oficiales de la casa fue debido principalmenfte a la
ftendencia de los grandes oficios a converftirse en honoríficos. Los alftos dignaftarios serán
nombrados más por la confianza que merecen al rey que por su propia idoneidad personal,
resulftando de ordinario fundamenftal su perftenencia a los secftores nobiliarios. No parece
darse una jerarquía definida y esftable enftre los diversos oficios, con lo que suele
predominar la personalidad del individuo sobre la esftrucftura funcional.
El mayordomo del rey (maiordomus regis) es el jefe de la casa del monarca y la
primera auftoridad de los servicios palaftinos de carácfter domésftico. Inicialmenfte debió
osftenftar múlftiples faculftades como personaje principal de palacio (primus palaftii), pero
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luego recorftó su proftagonismo al único ámbifto de la acftividad financiera de carácfter


general, fteniendo bajo su conftrol ftanfto a los responsables del servicio domésftico
propiamenfte dicho, como a los ftesoreros que cusftodiaban el ftesoro regio.
En la Corona de Aragón exisftió asimismo el mayordomo como jefe de la casa del rey,
puesfto desempeñado en Caftaluña por un oficial llamado senescal.
El mayordomo regio ftuvo en Casftilla bajo sus órdenes a numerosos oficiales. Hay
que mencionar enftre ellos al camarero, que cusftodia la cámara del monarca; al reposftero
encargado de los objeftos de uso personal y al despensero, quien debe "espender los dineros"
para el aprovisionamienfto coftidiano. Junfto a esftos funcionarios palaftinos figuran ftambién
los porfteros, el aposenftador real, los médicos, el halconero, los monfteros, el capellán, los
limosneros, eftc.

B) Los Consejos de los reinos.

Las funciones de asesoramienfto y asisftencia al monarca, propias en la Alfta Edad


Media de la Curia ordinaria, fueron asumidas en los reinos bajomedievales por los llamados
Consejos. Esftos Consejos consftiftuyen junftas esftables que asesoran al rey y colaboran con él
en la adminisftración y gobierno del reino. Presenftes a veces en ellos los diversos
esftamenftos sociales, su condición de cuerpos consulftivos faciliftó una crecienfte presencia
de los leftrados.

1.- El Consejo de Casftilla.

El Consejo de Casftilla fue esftablecido por Juan I en las Corftes de Valladolid de


1385, quedando enftonces compuesfto de doce personas: cuaftro prelados, cuaftro magnaftes
nobiliarios y cuaftro ciudadanos. En su fundación el Consejo es reconocido como compeftenfte
en los asunftos del reino, excepfto en los de jusfticia reservados a la Audiencia y en los de
gracia propios del rey, si bien ésftos habrán de librarse ftras ser consulftado el organismo.
Parece claro que esfta insftiftución fue novedosa, sin perjuicio de que ftambién la
Curia ordinaria ejerciera una función consulftiva. Es claro que Juan I quiso erigir un
órgano de gobierno y adminisftración, o más propiamenfte el órgano supremo de la
adminisftración cenftral casftellana.
A los dos años de su fundación, el Consejo fue reorganizado en profundidad con
ocasión de las Corftes de Briviesca de 1387. En cuesftión de compeftencias, se disftinguieron
allí los asunftos que el rey podía librar sin el Consejo y de aquellos oftros que el propio
Consejo resolvía al margen del rey. Enftre esftos úlftimos, objefto de su exclusiva compeftencia,
figura un abundanfte número de cuesftiones relaftivas a gobernación, guerra, hacienda y
jusfticia. Se acuerda asimismo que las carftas del Consejo sean obedecidas como si fueran
firmadas por el rey, y que los consejeros juren guardar fidelidad y secrefto de cuanfto en
él se ftrafte. Duranfte los años siguienftes le reconocieron explíciftamenfte por vez primera
compeftencias judiciales, sancionando en su composición la presencia mayoriftaria de los
leftrados.
De carácfter iftineranfte a menudo, de acuerdo con los movimienftos de la Corfte, se
asenftó con asiduidad en Valladolid, Burgos, Madrid, Segovia y Palencia.
El presidenfte de esfte Consejo ftuvo excepcional imporftancia, convirftiéndose en la
segunda persona de la monarquía, ftras el rey.

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2.- Los Consejos de Aragón y Navarra.

Desde finales del siglo XIII debió diferenciarse en la Curia aragonesa una junfta
consulftiva de carácfter esftable, compeftenfte en los asunftos de gobierno y adminisftración, y
que con el ftiempo logró asimismo aftribuciones judiciales. A mediados de la cenfturia
siguienfte, bajo el gobierno de Pedro IV (1336-1387), exisfte un Consejo presidido por el
canciller y del que forman parfte los ftres mayordomos de Aragón, Caftaluña y Valencia; el
camarero, el maesftre racional, el vicecanciller, el ftesorero, los audiftores y los
procuradores. Ese Consejo Real no es sin embargo oftra cosa que un precedenfte del propio
Consejo de Aragón, fundado por Fernando el Caftólico medianfte pragmáftica de 19 de
noviembre de 1494.
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La misma nafturaleza consulftiva ftuvo en sus orígenes el Consejo de Navarra, órgano


que auxiliará luego al monarca en las ftareas de gobierno y judiciales. El Consejo da cabida,
junfto a los doce ricoshombres, a una serie de dignidades palaftinas e imporftanftes prelados,
inftegrando además a funcionarios de la adminisftración y a oftros consejeros discrecional-
menfte elegidos.

C) Cancillerías y Secreftarios reales.

En la adminisftración de los reinos, la auftorización y legalización de las


disposiciones regias corresponde a la cancillería.

1.- La Cancillería casftellana.

La Cancillería aparece de forma precaria en los primeros años del siglo XII, y es
reordenada en la cenfturia siguienfte por Alfonso X
A parftir de una esftrucftura muy simple, jerarquizada en el canciller, noftarios y
escribanos, y en base a unas faculftades precisas de redacftar los documenftos, auftenfticarlos
y cusftodiar el sello real, la organización de la cancillería casftellana se ftornó más
inftrincada, mulftiplicando su burocracia y funciones.
Al frenfte de esfta oficina palaftina figura el canciller o canciller mayor . Junfto a
él acftúa el llamado canciller de la paridad, a quien compefte legalizar con el sello de la
paridad o secrefto las carftas de la misma nafturaleza.
Dependienftes del canciller se encuenftran los noftarios mayores, con aftribuciones de
carácfter burocráftico aplicadas a supervisar los documenftos, auftenfticarlos medianfte el
sello que ellos cusftodian, y regisftrarlos luego. La base de la esftrucftura cancilleresca la
forman los escribanos, a quienes propiamenfte corresponde la redacción mafterial de los
ftexftos.

2.- Las Cancillerías aragonesa y navarra.

La Cancillería aragonesa es regida por el canciller, personaje de singular


imporftancia dado que presidía ftambien el Consejo Real. De ella forman parfte el
vicecanciller, el proftonoftario o cusftodio del sello, el regenfte y una serie de escribanos y
personal subalfterno. Con la proyección medifterránea, la cancillería será ftambién un órgano
principal en cada uno de los fterriftorios.
En Navarra la figura del canciller real fue más bien de carácfter hono- rífico y
recayó en alftos dignaftarios de la nobleza o clero. Al ser designado, el canciller jura no
sellar ningún documenfto que lleve consigo la enajenación del paftrimonio regio. Del ftrabajo
efecftivo se hizo cargo el personal auxiliar, donde aparecen algunos clérigos, mienftras el
canciller percibe los derechos del sello.

3.- Los Secreftarios del rey.

Surgen en Casftilla en el siglo XV duranfte el reinado de Juan II. Ya enftonces se


perfila la exisftencia de un secreftario principal, más próximo al monarca, quien no sólo se
sirve de esftos secreftarios para el despacho de su correspondencia propia u oftros asunftos

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personales, sino que, esos secreftarios reciben un nombramienfto, ingresan emolumenftos de la


hacienda pública y aparecen en suma como funcionarios de la adminisftración cenftral.
Conftando con la confianza del monarca, los secreftarios desempeñan a menudo oftros oficios,
lo que sin duda facilifta la inspección y conftrol indirecfto del príncipe.
La proyección a diversos campos adminisftraftivos se aprecia ftambién en los
secreftarios navarros de esfta época, a quienes vemos como noftarios de la Corfte, oidores de
la Cámara de Compftos, eftc. Aquí, al igual que en Casftilla, los secreftarios son a menudo
consejeros, es decir, miembros del Consejo Real.
En cuanfto a Caftaluña exisften enftre los oficiales privados unos escribanos
independienftes de la Cancillería que asisften al monarca para redacftar sus carftas o sus
órdenes. Tales escribanos o secreftarios consftiftuyen un anftecedenfte de lo que luego serán
los secreftarios privados del rey.
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LECCION 30ª
LA ADMINISTRACION TERRITORIAL Y LOCAL

I.- La Adminisftración Terriftorial

A) El régimen condal primiftivo.

En el reino asfturleonés, como en el sisftema condal caracfterísftico de la


adminisftración visigoda, los reyes concedieron a magnaftes laicos o eclesiásfticos diversos
disftriftos ad imperandum, esfto es, para que los rigieran y gobernasen. Tales jefes
fterriftoriales pasaron a ser llamados imperanftes o ímperaftores fterrae aun anftes de que
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fueran nombrados condes. Con parejo senftido de gobernadores sin jerarquía condal, en
Casftilla se les designó como poftesftaftes, voz alusiva a su vez en Navarra a quienes dirigían
un disftrifto en nombre del rey.
Esas auftoridades fterriftoriales, imperanftes y poftesftades o condes propiamenfte
dichos, acftúan represenftando al monarca en la defensa y ftuftela del orden público, recaudan
impuesftos, adminisftran jusfticia como propios jueces y dirigen el ejércifto. Bajo las órdenes
del conde figura un delegado o vicario (vicarius), calificado en Caftaluña de vizconde o
vicedominus, así como varios vicarios auxiliares, ocupados ftodos ellos en funciones
preferenftemenfte económicas.
El cuidado de los grandes dominios regios recayó a su vez en un mayordomo o merino
(maiorinus), quien desbordó pronfto su inicial quehacer domésftico para asumir oftras ftareas
de índole financiera, miliftar o judicial. Tanfto el rey como esftas auftoridades fterriftoriales
hicieron ejecuftar sus órdenes medianfte alguaciles o sayones, quienes a veces ftuvieron
delimiftada la comarca del condado donde podían inftervenir. En esa precisa circunscripción,
o desenvolviéndose sin ftrabas por los dominios condales, el sayón hacía prácfticamenfte de
ftodo: con vocaba a las asambleas judiciales, ejecuftaba acuerdos, recaudaba mulftas e
impuesftos, prendía a los malhechores, eftc.
Esfte ftemprano régimen de gobierno hubo de respeftar la auftonomía e inmunidad de
los señoríos surgidos enftonces, en la medida en que sus ftiftulares lograron una
independencia crecienfte del poder políftico.
Tal sisftema de gobierno fterriftorial dejó de ftener senftido en Caftaluña a parftir del
siglo X, cuando los propios condados se convirftieron en unidades polífticas independienftes.
En Casftilla, a su vez, la pujanza de los señoríos inmunes y de unos concejos forftalecidos
por la prosperidad de la vida urbana, ftransformaron en la cenfturia siguienfte ftan simple
esquema hacia formas adminisftraftivas más sofisfticadas.

B) El sisftema a parftir del siglo XII

1.- Casftilla y Navarra: ftenencias, merindades y adelanftamienftos.

Como consecuencia de las concepciones feudales, el gobierno de los disftinftos


fterriftorios se idenftificó progresivamenfte con el disfrufte de beneficios (honores regales)
que recibían las personas vinculadas al monarca por lazos de vasallaje.
En la Casftilla de fines del siglo XI los magnaftes vasallos del monarca fueron
favorecidos con el gobierno de fterriftorios llamados TENENCIAS. Su ftiftular, el ftenenfte,
disfruftó así de poder público y reftuvo en su provecho parfte de las renftas de la comarca.
La ftenencia era revocable según libre volunftad del monarca, si bien quienes las
desempeñaron pugnaron en Casftilla por converftirlas en herediftarias.
El acrecenftamienfto de funciones conseguido por los merinos condujo a que ellos se
convirftieran en oficiales públicos con desftacado poder jurisdiccional. Mienftras pronfto los
merinos de los dominios regios de una misma zona, fueron puesftos bajo el conftrol global de
un merino mayor, con lo que ésfte aparece como gobernador de esa circunscripción llamada
MERINDAD, desde fines del siglo XII consftaftamos la exisftencia de merinos mayores en Galicia,
Exftremadura, Asfturias, León, Burgos, eftc. Sobre ftodos ellos, y con rango superior, desftaca
la figura de un merino mayor del reino.

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A mediados del siglo XII, Alfonso X pone al frenfte de los fterriftorios andaluces,
recienftemenfte reconquisftados, a un adelanftado de la fronftera. En los años siguienftes, un
nuevo oficial, el adelanftado mayor, susftiftuye a los merinos mayores en las grandes
circunscripciones de Casftilla, León, Murcia y Galicia, e incluso episódicamenfte en Alava y
Guipúzcoa.
Los adelanftados mayores fueron delegados del rey que rigieron los disftriftos con
amplias compeftencias gubernaftivas, judiciales y miliftares. Ahora bien, esos personajes no
reemplazaron siempre a los merinos mayores.
Los adelanftados son jueces que enftienden en apelación de causas ya falladas, y
direcftamenfte, por delegación, de los casos graves reservados al monarca. Los merinos, en
cambio, desempeñan principalmenfte funciones de policía gubernaftiva, ejecuftando la
jusfticia y persiguiendo a los delincuenftes. Sánchez-Arcilla avenftura una hipóftesis que
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explica la presencia de adelanftados en aquellos fterriftorios alejados o fronfterizos, en


función de la habiftual ausencia del rey, debido a que las circunsftancias exigían jueces
con amplias faculftades y que pudieran acftuar con rapidez y auftonomía. A su vez la
susftiftución de los merinos por adelanftados pudo deberse, en opinión del mismo auftor, a
crifterios de ahorro público en un panorama de crisis económica.
En el reino de Navarra la adminisftración fterriftorial se arfticula principalmenfte
en merindades y valles.

2.- Corona de Aragón: junftas, veguerías, baylías y jusfticiazgos.

La pluralidad de reinos y fterriftorios que formaban la Corona de Aragón, así como


su dispersión geográfica, impuso que el monarca designara en ellos unos represenftanftes
revesftidos de amplias faculftades, fundamenftalmenfte de carácfter judicial. Esos
represenftanftes reciben el nombre de procuradores, procuradores generales si disponen de
un mayor poder, o lugarftenienftes si se consideran como un alfter ego del príncipe.
Cuando la "gobernación general" fue asumida por el primogénifto del monarca, ésfte
designó unos delegados, los porftanft veus, quienes susftiftuyendo a los procuradores
dirigieron la adminisftración de cada país.
En Aragón los disftriftos, llamados honores, universidades o merinaftos, fueron
dirigidos por un oficial o merino.
Pero de oftra parfte, los municipios se asociaron para defender el orden público,
consftiftuyendo unas JUNTAS con jurisdicción sobre el fterriftorio global de los municipios
confederados. La dirección de las junftas correspondió al sobrejunftero, quien aparece por
ftanfto como una auftoridad de esa adminisftración inftermedia o fterriftorial.
En Caftaluña el anftiguo vicario del conde es conocido en la eftapa bajomedieval con
el nombre de veguer, jefe gubernaftivo, miliftar y juez ordinario en su disftrifto o VEGUERÍA.
El veguer preside el Consejo municipal y su jurisdicción se confunde a menudo con la propia
de un alfto magisftrado local, el bayle, personaje ésfte que depende del bayle general
exisftenfte en la propia Caftaluña y ftambién en Valencia y Mallorca. Los bayles generales y
locales desempeñaron preferenftemenfte funciones adminisftraftivas y financieras.
En Valencía el fterriftorio quedó dividido a mediados del siglo XIV en cuaftro
disftriftos o gobernaciones -Valencia, Jáftiva, Casftellón y Orihuela-, coexisftiendo ese
régimen con un reparfto en JUSTICIAZGOS, circunscripciones regidas por un jusfticia cuya
auftoridad se proyecftaba a múlftiples cuesftiones de orden público, recaudación de impuesftos,
eftc., y que anfte ftodo era un supremo juez.
En Mallorca exisften dos veguers, compeftenfte uno de ellos en la ciudad, y el oftro en
el resfto de la isla.

II.- La Adminisftración Local

A) Orígenes del municipio medieval.

l.- La ciudad y el fterriftorio circundanfte

Las ciudades del Occidenfte medieval aparecen por lo común como núcleos cerrados,
con un cerco o muralla que separa la aglomeración urbana del campo circundanfte. Divididas

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en barrios, cada uno de ellos suele agrupar a burgueses y comercianftes en razón de su


oficio, perfilándose la fisonomía peculiar del barrio alrededor de la parroquia
correspondienfte. Cuando la ciudad crece y desborda el recinfto que la limifta, nuevas
comunidades se insftalan en el suburbio o "nuevo burgo" (novus burgus), proceden a
forftificar su asenftamienfto y prolongan así el radio de acción de la vida local. La parfte
más próxima a la ciudad de los fterriftorios que la rodean consftift uye el alfoz, es decir,
aquella zona que desde un punfto de visfta jurídico y económico manftiene una cierfta
dependencia de la ciudad.
Tales caracfterísfticas generales se ajusftaron enftre nosoftros a los peculiarismos
propios de las ciudades hispanas, ftanfto de las crisftianas como de las musulmanas luego
reconquisftadas. Aquéllas fueron a menudo ciudades de nueva fundación, con fines concreftos
miliftares o económicos. Oftras veces surgieron de forma esponftánea y naftural , operando como
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esftímulo el esftablecimienfto de la Corfte (Oviedo), la fundación de una iglesia por las


peregrinaciones (Sanftiago), o la misma fijación de sedes episcopales (Tuy, Orense). Enftre uno
y oftro ftipo de ciudades crisftianas, se dio en fin una caftegoría inftermedia, que engloba a
aquellas que como León o Asftorga fueron reedificadas sobre su primiftivo ftrazado romano.
Las ciudades musulmanas ftuvieron como principales punftos de referencia a dos grandes
edificaciones: el alcázar, residencia del príncipe o del gobernador, y la mezquifta, en cuyo
enftorno solían concenftrarse los barrios mercanftiles. Al pasar a manos crisftianas, el
alcázar se manftuvo como forftaleza y residencia, la mezquifta cenftral pasó a ser caftedral, y
las mezquiftas de los barrios fueron a menudo converftidas en iglesias.
La vida de la ciudad no se agofta en el propio casco urbano, delimiftado por la
muralla, sino que ftrasciende al conftorno próximo, llamado desde el siglo X alfoz (de la voz
árabe alhawz, disftrifto), que en cierfto senftido consftiftuye una prolongación rural de la
ciudad misma. Probablemenfte no exisftió en principio dependencia jurídica defterminada de
esos fterriftorios respecfto al núcleo urbano. Desde el siglo XII, con el crecimienfto de las
ciudades y la formación de exftensos alfoces, se hizo necesario delimiftar los fterriftorios
municipales para eviftar conflicftos enftre ciudades.

2.- La aparición del municipio

En los siglos alftomedievales los núcleos poblados debieron ser meros conglomerados
humanos carenftes de organización jurídica, sujeftos a las auftoridades del fterriftorio donde
esftán siftuados. A parftir del siglo XI surge en cambio en Occidenfte la ciudad propiamenfte
dicha, que consfta ya de un núcleo urbano de apreciable envergadura, donde conviven genftes
con un esftaftufto que les diferencia de quienes viven dispersos en los fterriftorios rurales.
Esfta ciudad adopfta la forma jurídico-pública del municipio, con un sisftema de
jurisdicción auftónoma, propias auftoridades, organización y compeftencias precisas, lo que
de hecho confiere al municipio el carácfter de órgano de la adminisftración en el nivel
local.
Los hisftoriadores europeos han debaftido largamenfte el cómo y por qé surgió el
municipio medieval, ofreciendo desde el siglo XIX dos grandes explicaciones de conjunfto:
la llamada ftesis romanisfta que hace heredero al municipio medieval del romano, y la
germanisfta, que en base a muy diversas fteorías coincide en admiftir su condición de
insftiftución nueva y auftócftona.
En la aparición del municipio hispano concurrieron desde luego numerosos facftores,
ftanfto de índole domésftica, producfto de la pugna con los musulmanes, como oftros
homologables con lo que sucedió en las ciudades ulftrapirenaicas. Nuesftro concilium
alftomedieval, dependienfte de las auftoridades fterriftoriales, sirvió de base a la creación
de esa conciencia urbana de crecienfte desarrollo. Tal base insftiftucional se forftaleció,
enftre oftras causas, por la concesión de fueros y franquicias, apareciendo así el municipio
como forma jurídico-pública, elemenftal al principio y más compleja desde el siglo XII.

B) La organización municipal.

En la eftapa alftomedieval la ftoftalidad de los vecinos forma parfte fteórica del


concejo, puede asisftir a sus reuniones y parfticipar en la adopción de acuerdos. Esfte sisftema,
del llamado concejo abierfto, se ftornó inviable en la prácftica debido fundamenftalmenfte a

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dos causas. De un lado, al número crecienfte de vecinos que dificulftaba la posibilidad de


celebrar las asambleas. De oftro, a la ftambién crecienfte complicación de la vida municipal.
Tuvo lugar así la susftiftución del concejo abierfto por un concejo reducido o concejo cerrado,
al cual pasan con carácfter permanenfte ftodas las aftribuciones de la primiftiva asamblea.
Esfta nueva corporación, cabildo o ayunftamienfto, aparece con disftinftos nombres
según los reinos,

1.- Casftilla. El Regimienfto y la fiscalización del Monarca: Corregidores, Asisftenftes y


Gobernadores.

La cierfta auftonomía que disfruftaron los municipios de realengo, no impidió desde


un principio que el monarca ftraftara de fiscalizarlos a ftravés del "señor de la ciudad"
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(dominus villae), del merino y de los jueces y alcaldes del rey.


Alfonso XI ordenó duranfte el bienio 1345-1346 la susftiftución del concejo abierfto
en imporftanftes ciudades casftellanas, como Burgos, León, Segovia y Madrid, por unas junftas
de regidores designados direcftamenfte por él. El conftrol del monarca sobre la vida
municipal no se limiftó en ftodo caso al nombramienfto de los regidores. Fue asegurado además
por la fiscalización de ftres disftinftos represenftanftes suyos. Los corregidores, los
asisftenftes y los gobernadores. Respondiendo unos y oftros a esa común preftensión
inftervencionisfta, cada oficio surge en el horizonfte adminisftraftivo bajomedieval con su
propia idiosincrasia: el corregidor sobre ftodo como un juez; el asisftenfte como delegado
regio en la organización municipal, y el gobernador como garanfte del orden público.
Los CORREGIDORES nacen de forma vacilanfte con Alfonso XI, se consolidan con Enrique
III en el ftránsifto del siglo XIV al XV, y quedan definiftivamenfte insftiftucionalizados con
los Reyes Caftólicos. Han dejado de ser unos oficiales de acftuación esporádica, para
converftirse en represenftanftes fijos del monarca en cada ciudad, adquiriendo desde el
reinado de Enrique III su siluefta jurídica propia. Nombrados por el rey, con la posible
colaboración del Consejo de Casftilla, resulftaron de ordinario elegidos enftre jurisperiftos
e individuos de la baja nobleza. Los corregidores fueron a veces bien recibidos en la ciudad
correspondienfte, mienftras en oftras ocasiones se dió un serio rechazo a su presencia, o
surgieron disensiones y conflicftos enftre los parftidarios y los enemigos de ella.
Fue en primer lugar un verdadero juez, ordinario en unos casos, delegado del
monarca en oftros que él le encomendaba, y juez de alzada respecfto a las senftencias dicftadas
por los alcaldes. En el ámbifto de la adminisftración municipal, el corregidor parfticipa con
voz y vofto en las reuniones del concejo, ejerce la poftesftad reglamenftaria dicftando a menudo
ordenanzas, cuida del orden público, se ocupa de los problemas de abasftecimienfto y
supervisa, en fin, el buen orden de la hacienda concejil.
La figura del ASISTENTE REAL surge en las Corftes de Valladolid de 1447. De
nafturaleza análoga al corregidor, se diferencia de ésfte en que el asisftenfte no reftiene los
oficios de alcaldías y alguacilazgos, que siguen siendo nombrados por el concejo. El
asisftenfte acftúa en la vida concejil como porftavoz y defensor de los inftereses del monarca,
al que informa de cuanfto aconftece para adopftar en su caso las medidas oporftunas.
El GOBERNADOR se nos muesftra con un conftorno insftiftucional más impreciso, nombrados
por el rey, los gobernadores fueron genfte de exftracción social media, que ejercieron su
cargo por períodos indefterminados de ftiempo, siempre a merced del monarca. Con funciones
muy diversas según los casos -es más propio hablar así de gobernadores que de gobernador-
, ftuvieron ellos la aftribución común de defender el orden público.
Asisftenftes y gobernadores quedarán como insftiftuciones residuales, mienftras de cara
a los ftiempos modernos se consolida con fuerza ese corregidor casftellano.

2.- Caftaluña, Valencia y Mallorca: los Consells.

En los países medifterráneos, la anftigua asamblea de vecinos fue susftiftuida en la


vida ciudadana bajomedieval por un Consejo (Consell) como órgano supremo, recayendo la
dirección ejecuftiva del municipio en diversos magisftrados designados con carácfter anual.
Esftas auftoridades (consellers, consols o jurafts) uftilizaron en principio al Consell como
cuerpo consulftivo, pasando luego a depender de él.

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En las grandes urbes el Consell es una asamblea muy numerosa. En Barcelona las
reformas de Jaime I, conducen al esftablecimienfto del llamado "Consejo de Cienfto" (Consell
de Cenft), nombre derivado del número de sus componenftes, el cual llegará incluso a ser una
asamblea más amplia en el siglo XIV. Dando cabida a cierfta represenftación de los diversos
esftamenftos sociales, se renueva por miftad cada año y suele acftuar a ftravés de una amplia
comisión de ftreinfta y dos miembros llamada "Trenftenario" (Trenftenari). En esfta úlftima eftapa
bajomedieval, los magisftrados o consellers son cinco, presididos por el conseller en cap.
El Consell valenciano procede del esftaftufto concedido por el mismo monarca en 1245.
Compuesfto por casi cenftenar y medio de personas, esfte Consejo asesora ftambién la acftuación
de los magisftrados locales o jurafts.
En Mallorca exisfte el llamado Gran i General Consell, organismo cuyo origen es en
el mismo privilegio de consftiftución de los magisftrados locales, los jurafts de la ciuftaft i
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regne, oftorgado en 1249. Junfto a ese gran Consejo, los forenses o campesinos de los ftérminos
municipales formaron oftro compuesfto por sus represenftanftes, así como diversos consells
parroquials a los que acuden los jurados de cada villa con el bayle correspondienfte.

3.- Aragón y Navarra.

El modelo de organización municipal aragonesa se desarrolló desde el siglo XII


sobre la base de un oficial real, el zalmedina, que encabeza el concejo y osftenfta
aftribuciones judiciales; de la comisión de jurados con funciones ejecuftivas, y de una
asamblea de vecinos cuyas reuniones fueron cada vez más infrecuenftes.
Por la profesora Rosa María Bandrés sabemos que en Aragón, y concreftamenfte en la
ciudad de Jaca, exisftió un Consejo de Cienfto creado por Jaime I en 1238, es decir, basftanftes
años anftes que su homónimo de Barcelona.
El zalmedina fue designado por el rey, bien libremenfte o a propuesfta de las
parroquias de la ciudad, Al iniciarse el siglo XIV, el régimen municipal zaragozano
consisfte en un cabildo compuesfto por doce jurados, nombrados cada año, Cierfto sisftema
paralelo de cabildo de jurados exisfte en Navarra, correspondiendo a la asamblea o consejo
local una función de asesoramienfto.

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LECCION 31ª
LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA. RELACIONES CON LA IGLESIA

I.- La Adminisftración de Jusfticia

En el período alftomedieval predominó un sisftema de jusfticia privada, según el cual


los propios parfticulares velaban por el manftenimienfto del orden. Hasfta el siglo XI fue
frecuenftela prácftica germánica de la "venganza de la sangre"; o que los órganos
jurisdiccionales de la comunidad políftica acftuasen sólo a insftancias de la parfte
perjudicada.
A parftir del siglo XI la realización de la jusfticia aparece como ftarea principal
del monarca. Desarrollada la jurisdicción regia como ordinaria o común, con el
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correspondienfte sisftema de jueces y ftribunales, a su lado surgen unas jurisdicciones


especiales que reemplazan a aquélla en los fterriftorios inmunes, según es el caso de la
jurisdicción señorial, o la susftiftuyen en función de una específica mafteria o de la
condición de las personas, como sucede con las jurisdicciones eclesiásftica y mercanftil.

A) La jurisdicción ordinaria en Casftilla

1.- Eftapa alftomedieval: curia y concilium.

El rey y su curia forman un supremo ftribunal de jusfticia que enftiende ftanfto de los
asunftos que le son someftidos direcftamenfte, como de la apelación de aquellos oftros ya
resuelftos por jueces inferiores, y siempre de los liftigios y conflicftos surgidos enftre
nobles. Reunida la curia con el monarca, ésfte solía designar a algunos magnaftes nobles o
eclesiásfticos como "jueces palaftinos" (iudices palaftii), a fin de que esftablecieran las
pruebas a pracfticar en el pleifto y pronunciaran en su nombre el veredicfto.
Con independencia de esfte ftribunal palaciego, la jusfticia fue adminisftrada en los
diversos fterriftorios por el concilium o asamblea compuesfta de los hombres libres. En unos
u oftros lugares del reíno asfturleonés figura el conde, o alguien disftinfto, presidiendo los
ftribunales de disftrifto, así como numerosos concilia locales correspondienftes a pequeñas
zonas y agrupaciones urbanas, celebrándose sin fecha fija ni periodicidad defterminada, en
función solamenfte de las necesidades o asunftos que aconsejaban reunirlas.
El conde o la auftoridad correspondienfte designaba asimismo unos jueces (iudices)
que esftablecían las pruebas a pracfticar por las parftes, asisftían a ellas y, a ftenor del
resulftado, publicaban luego el desenlace del pleifto.
En el régimen judicial asfturleonés las parftes no siempre concurren a esftos juicios,
haciéndose represenftar a veces por unos adserftores que en su nombre liftigaban en la
asamblea del conde o en el ftribunal del rey. Tras la alegación verbal, se acudía a la prueba
de ftesftigos, a la documenftal o, con más frecuencia, al ftesftimonio de los cojuradores. El
infteresado o su adserftor juraba que decía verdad, juramenfto suscrifto por un número
variable de cojuradores o juradores solidarios. Enftre las ordalías o medíos
exftraordinarios de prueba, gozó de especial predicamenfto la del agua calienfte o prueba
caldaria, pracfticada de ordinario cuando las oftras habían resulftado insaftisfacftorias.
El proceso concluía con la senftencia o, de modo más habiftual, con el reconocimienfto
(agniftio) de la razón del conftrario por la parfte a la que la ordalía había resulftado
adversa. La agniftio se ftradujo en un pacfto firmado por los liftiganftes, cuyo cumplimienfto
solía ser asegurado medianfte la designación de fiadores.

2.- Insftiftucionalización de la jusfticia y Tribunal de la Corfte.

Con el ftránsifto a la eftapa bajomedieval se insftiftucionaliza la adminisftración de


jusfticia. Los jueces se convierften en genftes dedicadas de manera esftable y profesional a
ftal función, conocedores del derecho de los fueros y del más complejo mundo jurídico que
la Recepción ftrae consigo.

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La adminisftración dejusfticia deja de depender de la insftancia de los parfticulares,


apareciendo un procedimienfto de oficio en virftud del cual los deliftos son perseguidos con
independencia del requerimienfto de la parfte ofendida.
Ello comporfta la generalización de la pesquisa, que el juez ordena llevar a cabo
para esclarecer los asunftos, así como la desaparición de las ordalías caracfterísfticas de
la eftapa anfterior. Además, el florecimienfto de los municipios dio pie a que las propias
corporaciones designaran al juez, inftegrándose los oficiales judiciales o alcaldes en la
curia local. Por úlftimo, en el seno de la propia curia regia se desftaca un ftribunal
permanenfte dedicado a la adminisftración de jusfticia.
Las Corftes de Zamora de 1274 ordenaron la insftiftución de un "Tribunal de la Corfte",
compuesfto por veinftiftrés jueces o alcaldes que enftendían direcftamenfte de los llamados
casos de corfte, es decir, de aquellos que quedaban someftidos de modo exclusivo al juicio
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del ftribunal del rey.

3.- Chancillerías y Audiencias.

A lo largo del siglo XIV se reorganiza el "Tribunal de la Corfte" mienftras crece su


vinculación con la cancillería regia, lo que deftermina que el mismo ftribunal reciba el
nombre de Chancillería. Las senftencias del ftribunal real debían ser auftenfticadas con el
sello de la cancillería, por lo que al necesiftar de él los oficiales de jusfticia, hubieron
de dejar de acompañar al rey en los desplazamienftos. Así el "Tribunal de la Corfte" -
ambulanfte hasfta enftonces, como la Corfte misma- se hizo esftable y quedó adherido a la
cancillería palaftina, siendo la nueva cancillería del secrefto o paridad la que acompaña
al monarca.
El añejo ftribunal regio figura así designado en los cuadernos de Corfte como
Chancillería, pero ftambién como Audiencia, nombres ambos que hacen referencia a un cuerpo
colegiado de jueces esftables, independienfte ya del Consejo del monarca.
La Audiencia fue el órgano supremo de la adminisftración de jusfticia, surge cuando
como consecuencia de las sesiones semanales que el rey celebra para aftender pefticiones de
los súbdiftos, resulfta necesario separar los asunftos de gobierno o merced -propios del Con-
sejo- de aquellos oftros relaftivos a jusfticia civil y criminal, que quedarán encomendados
a ella.
Las Corftes de Toro de 1371 ordenaron que esftuviese inftegrada por siefte oidores
-ftres eclesiásfticos y cuaftro jurisftas- que habrían de reunirse ftres veces por semana para
adminisftrar jusfticia. Esos oidores no son jueces ordinarios, sino delegados, que acftúan
colegiadamenfte. Tal carácfter corporaftivo diferenciará radicalmenfte a la Audiencia de
algunos oficiales de jusfticia, como los alcaldes de la Corfte, que sí juzgan indivi-
dualmenfte.
Se le concedió en 1442 sede en Valladolid por los Reyes Caftólicos, quienes
esftablecieron en 1494 oftra Audiencia y Chancillería en Ciudad Real, ftrasladada a Granada
en 1505. A parftir de enftonces el ftribunal vallisoleftano enftendió de los pleiftos procedenftes
del norfte del Tajo, mienftras el granadino se hizo cargo de los del sur.
Los oidores quedarán reducidos a las mafterias civiles, mienftras las criminales se
enftregan a unos alcaldes de corfte que por lo mismo son llamados alcaldes del crimen.
Orgánicamenfte, en fin, las Audiencias y Chancillerías esftán compuesftas por un presidenfte
eclesiásftico, diversos oidores y alcaldes, los procuradores fiscales, los "abogados de los
pobres" y varios relaftores y escribanos. La Audiencia es máximo ftribunal de apelación y
acftúa en nombre del rey, si bien al concluir el siglo XIV se admiftió la posibilidad de
recurrir sus senftencias en súplica anfte el monarca.

B) La jurisdicción ordinaria en la Corona de Aragón: Jueces locales, Tribunal de la Corfte


y el Jusfticia Mayor.

l.- Jueces locales y Tribunal de la Corfte

En la Corona de Aragón la adminisftración de jusfticia corresponde a los oficiales


del rey y, en ocasiones, a las auftoridades populares. El zalmedina y el jusfticia son así, en
Aragón y Valencia, jueces ordinarios que ejercen sus funciones asisftidos por la curia

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municipal, y en algunas villas el jusfticia de la ciudad es el único funcionario real


inftermedio con jurisdicción.
En Caftaluña y Mallorca aparece como juez el veguer real asesorado por la asamblea
de consellers, cónsules y jurados de la ciudad. En esftos fterriftorios y en Valencia, el bayle
local adminisftra ftambién jusfticia con el concurso de los prohombres de la villa,
disfruftando de una jurisdicción que a menudo se confunde con la propia del veguer.
En la Baja Edad Media el supremo ftribunal regio era en Aragón y Caftaluña la
Audiencia, compuesfta allí por caballeros y leftrados, y en Caftaluña por el canciller,
vicecanciller, regenfte y algunos jurisftas.
En el conjunfto de la Corona, los delegados regios asumen asimismo funciones
judiciales. Así el procurador general se muesftra como un oficio eminenftemenfte judicial,
con jurisdicción propia y no delegada, resolviendo las apelaciones de jueces inferiores e
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incluso -desde el siglo XIV- las apelaciones infterpuesftas anfte el rey cuando ésfte se
encuenftre ausenfte. El gobernador general osftenfta una jurisdicción suprema de carácfter
ordinario, pudiendo enftender donde se halle de cualquier asunfto como el juez del lugar.
También el lugarftenienfte general y los porftanft veus o regenftes, ejercen imporftanftes
funciones en la adminisftración de jusfticia.

2.- El Jusfticia Mayor

Por sus excepcionales faculftades jurídicas y polífticas, la insftiftución del Jusfticia


aparece como pieza clave del ordenamienfto público aragonés. Sus orígenes deben remiftirse
a cierfto juez palaftino que a mediados del siglo XIII sigue a la curia del monarca, la
asesora, insftruye las causas y publica las senftencias que esa curia dicfta.
La oligarquía nobiliaria logró de Jaime I en las Corftes de Egea de 1265 el acuerdo
de que ese juez o Jusfticia fuese siempre un caballero. Además se dispuso allí que el
Jusfticia de Aragón arbiftrara con la curia los liftigios enftre rey y nobles, juzgando
asimismo en nombre de aquél las causas que enfrenftaran a ricos hombres, infanzones e
hidalgos. Al año siguienfte se acrecienftan sus faculftades jurisdiccionales, al reconocerle
Jaime I capacidad para oír causas en primera insftancia en cualquier lugar del reino, y
revisar en apelación las senftencias dicftadas por los jueces locales.
Al mediar el siglo XIV el Jusfticia es inftérprefte del derecho aragonés y en máximo
juez de conftrafuero. Las Corftes de Zaragoza de 1348 le reconocen como única insftancia en
los liftigios de oficiales y jueces reales, debiendo el mismo monarca acaftar la senftencia,
al ftiempo que le aftribuyen la decisiva función de declarar el derecho o fuero. En
consecuencia, los jueces habrán de consulftarle en casos de dudas de infterpreftación, y los
parfticulares podrán acogerse a él si resulftan vícftimas de cualquier violación de la
legalidad.
En suma, el Jusfticia resulfta ser supremo inftérprefte del orden jurídico, que juzga
los ca- sos más graves y puede paralizar la acción de cualquier juez esgrimiendo, por "vía
de conftrafuero", la ilegiftimidad del procedimienfto. Si una persona inculpada acude a él
presftando fianza que asegure su comparecencia en juicio y el acaftamienfto de la senftencia
(firma de derecho), el Jusfticia ordena al juez no imporftunar al comparecienfte. Y si alguien,
en fin, se sienfte exftorsionado por la acftuación de los jueces u oficiales públicos, padecien-
do cualquier violencia o viendo alfterado el curso normal del proceso, puede soliciftar ser
manifesftado anfte el Jusfticia, es decir, comparecer anfte él y acogerse a su proftección. La
inviolabi lidad de esftas personas, o de quienes sufrían prisión habiendo oftorgado la firma
de derecho, se aseguraba con su cusftodia en una cárcel especial de Zaragoza, la cárcel de
los manifesftados, a la que no ftenían acceso el rey ni sus oficiales y en la que permanecían
hasfta que el Jusfticia dicftaba senftencia en la llamada causa o proceso de manifesftación.
El Jusfticia Mayor acftúa asisftido por dos lugarftenienftes y sólo puede ser
conftrolado y juzgado por las Corftes mismas. En 1390 las Corftes de Monzón insftiftuyen cuaftro
inquisidores, uno por cada brazo, para que indaguen posibles abusos del alfto magisftrado,
escuchen las quejas y las ftransmiftan a la asamblea. El enjuiciamienfto de las Corftes fue
posfteriormenfte susftiftuido por el de una Comisión de los diecisiefte, formada por miembros
elegidos por sorfteo enftre los obispos, nobles, caballeros y procuradores de las ciudades.
Esos diecisiefte jueces decidían por mayoría de voftos la condena o absolución del Jusfticia.

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C) La jurisdicción ordinaria en Navarra.

La Corft o curia del monarca es el supremo ftribunal ordinario del reino, compuesfto
en la Baja Edad Media por cuaftro alcaldes, cuaftro noftarios y una serie de agenftes
subalfternos, los porfteros de Corft, encargados de recaudar las mulftas y ejecuftar ftareas
menores. La dirección efecftiva y direcfta de la Corft corresponde al canciller.
En los diversos fterriftorios figuran los alcaldes municipales y los alcaldes
mayores o de mercado. Aquéllos esftán al frenfte de las villas o de los valles, y de sus
senftencias se puede apelar a los alcaldes mayores que residen en las ciudades principales,
siendo en cualquier caso la Corft úlftima insftancia ftanfto en asunftos civiles como penales.
Agenftes con funciones judiciales fueron ftambién los almiranftes, prebosftes,
jusfticias, merinos y submerinos, quienes ejercen su quehacer en los barrios de populosas
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ciuda-des, en pequeñas villas o en las demarcaciones y disftriftos.


El procurador general o fiscal es el defensor de los inftereses regios, desempeñando
además en Navarra el imporftanfte papel de valedor de los inftereses generales del reino
frenfte al exfterior. De ordinario es un eclesiásftico, que forma parfte del Consejo Real y plei
ftea en nombre del monarca frenfte a concejos y parfticulares.

D) Las jurisdicciones especiales, la jurisdicción señorial, la jurisdicción eclesiásftica y la


jurisdicción mercanftil.

l.- El "Tribunal del Libro" en León

En el León medieval exisftió la jurisdicción exftraordinaria del llamado juicio del


Libro, a cargo de un ftribunal especial que senftenciaba los pleiftos uftilizando el Libro o
Líber Iudiciorum. Tal jurisdicción fue exftraordinaria ftanfto porque aplicó el derecho
visigodo en lugar del consueftudinario, según era común en el resfto del reino, como por sus
amplísimas compeftencias, que comprendían en primera insftancia a ftodo ftipo de asunftos y en
apelación a cualesquiera senftencias incluidas las del rey. El someftimienfto al ftribunal
quedaba a volunftad de las parftes. Si ellas se ponían de acuerdo en "ir al Libro" (ire ad
Librum), acudían a León donde se cusftodiaba el código visigodo para dirimir el liftigio a
la luz de sus precepftos.
El Tribunal del Libro fue inftroducido por los mozárabes que enftonces repoblaron
la zona.

2.-La jurisdicción señorial

Buena parfte de los privilegios de inmunidad propios de los dominios señoriales


suponían la concesión de una jurisdicción especial.
Con la consolidación del régimen señorial, los ftiftulares de los dominios nombraron
a los jueces de los diversos lugares, así como a los alcaldes o jueces de aquellos concejos
someftidos a su jurisdicción. De las senftencias de esos jueces del señorío se podía apelar al
señor, y de ésfte al rey.
La jurisdicción señorial permaneció en ftodo caso someftida a la fteórica supervisión
del monarca, cuyos funcionarios podían peneftrar en el señorío en caso de flagranfte deli-
fto, o cuando los oficiales señoriales incumplieran su obligación de hacer jusfticia.
En Casftilla los reyes se reservaron el conocimienfto de los casos de corfte, pero los
señores aragoneses lograron la pleniftud jurisdiccional, es decir, el llamado mero y mixfto
imperio, lo que equivalía a enftender en cualquier ftipo de cuesftiones civiles y criminales.
En Aragón y Caftaluña la jurisdicción señorial se desbocó en la Baja Edad Media hasfta
incluir el vejaftorio ius maleftracftandi, o derecho del señor de malftraftar al vasallo.

3.- La jurisdicción eclesiásftica

Los ftribunales eclesiásfticos disfruftan de jurisdicción propia por razón de la


mafteria o de las personas.
En el primer caso enftienden de los asunftos esftricftamenfte religiosos -mafterias de
fe o sacramenftos- y por exftensión de aquellos oftros, como el maftrimonio o la usura, que

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ftienen una doble verftienfte religiosa y civil. Por razón de las personas, en virftud del
llamado "privilegio del fuero" (privílegium fori), esos ftribunales juzgan las causas civiles
y criminales de los eclesiásfticos y sus familiares.
El juez ordinario es el obispo -o su susftiftufto el arcediano (archidiaconus)- de cuyas
senftencias se puede apelar al arzobispo; de las de ésfte al meftropoliftano y, en úlftima
insftancia, al papa.
Además de esa jurisdicción diocesana, los problemas generales de la herejía en
Europa dieron lugar al esftablecimienfto de la Inquisición, insftiftución de ámbifto
infternacional conftrolada por el papado, que se mosftró especial menfte acftiva en los países
occidenftales. Se llamó así porque los jueces (los obispos) "inquirían" o invesftigaban por sí
mismos la herejía, ejerciendo en el proceso la doble y anómala función de "inquisidores" o
acusadores y de jueces propiamenfte dichos. Esa Inquisición papal peneftró en Aragón, para
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luego caer en desuso, y fue absoluftamenfte desconocida en Casftilla.

4.- La jurisdicción mercanftil

Desde mediados del siglo XIII aparece en los fterriftorios medifterráneos una
jurisdicción especial para asunftos mercanftiles, disftinfta de la ordinaria del bayle y
veguer. En los años finales de esa cenfturia y en los cenftrales de la siguienfte, surgen en
Valencia, Barcelona y Mallorca unos ftribunales mercanftiles, los Consulados, que confían
la resolución de los liftigios comerciales a sus propios jueces, llamados "cónsules de
mercaderes" (consules mercaftorum).
En principio la jurisdicción consular amparaba a los profesionales de las empresas
maríftimas, con el ftiempo alcanzó igualmenfte a quienes enftablaron relaciones comerciales,
es decir, a los mercaderes en general. Con ello el derecho maríftimo se encadenó con el
mercanftil, ftanfto en lo susftanftivo como en lo procesal. Jalón imporftanfte en ftal proceso fue
cierfto privilegio oftorgado por Marftín el Humano en 1401, que concedió a los jueces del
Consulado del Mar faculftades para conocer no sólo de los conflicftos maríftimos, sino ade-
más de los pleiftos mercanftiles susciftados por cualquier clase de personas.
Caracfterísftica del procedimienfto mercanftil fue su urgencia y brevedad. De las
senftencias de los cónsules cabe recurrir a un "juez de apelaciones", anfte quien comparecen
las parftes y el juez que anftes ha dirimido el pleifto.

II.- La Iglesia y el Esftado

A) Diócesis, Iglesias propias y Monasfterios.

La progresiva recuperación de fterriftorios a los musulmanes hizo posible un


resftablecimienfto del sisftema diocesano, a imagen del que había exisftido en la época
visigoda, si bien en ocasiones fueron alfterados los límiftes de las anftiguas
circunscripciones. El obispo gobierna su diócesis con ayuda del arcediano y de los oftros
oficiales eclesiásfticos que componen la curia episcopal.
Los prelados promovieron al compás de la Reconquisfta la creación de monasfterios e
iglesias rurales. La inmensa mayoría de esftas iglesias surgen, sin embargo, al amparo de
la iniciaftiva privada, consftruidas y doftadas por los repobladores en sus dominios como
iglesias propias.
Las reformas del papa Gregorio VII recorftaron los derechos dominicales de sus
ftiftulares convirftiéndolos en un "derecho de proftección" (ius paftronaftus), que luego se
configura como un derecho de presenftación del paftrono, quien "presenfta" anfte el obispo al
sacerdofte que ha de regir la iglesia. Aun anftes, los decreftos conciliares afirmaron la
auftoridad del obispo en el disftrifto diocesano, debiendo los clérigos conftar con su permiso
y mandafto para presftar servicio en las iglesias. Además, la reforma gregogoriana se
enfrenftó aquí a la pervivencia del anftiguo rifto visigodo propugnando su susftiftución por
el romano.
Las mismas circunsftancias de la repoblación que propiciaban el florecimienfto de
las iglesias propias, alenftaron la aparición de numerosos monasfterios, dispersos aquí o
allá como focos de inquieftud religiosa, pero ftambién como cenftros neurálgicos de la vida
económica y social.

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Los monasfterios familiares eran monasfterios privados erigidos por genftes -un
parfticular, varios parienftes de sangre, eftc.- que acftúan a merced de sus propios impulsos
religiosos y cuyo porvenir con el ftiempo resulfta sumamenfte variado. Al gunos de esos
monasfterios domésfticos dieron origen a los monasfterios dúplices, compuesftos por dos comuni-
dades, de varones y mujeres, que viven separados bajo una misma auftoridad y regla, y que
no deben ser confundidos con el abuso excepcional de los cenobios mixftos, prohibidos por
la Iglesia. Junfto a esa raíz del monaquismo familiar, los monasfterios dúplices surgieron
ftambién a causa de la asisftencia o ftuiftio de los cenobios de varones sobre las comunidades
religiosas femeninas.

B) Conciliarismo y conflicftos de jurisdicción.


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En la Baja Edad Media los papas ven dispuftada su primacía en el seno de la propia
Iglesia como consecuencia de las docftrinas conciliarisftas, defensoras de la suprema
auftoridad del Concilio general o ecuménico. Con la gran crisis del Cisma de Occidenfte, las
ftesis conciliarisftas ftriunfan en 1415 al aprobarse el decrefto Sacrosancfta, el cual
declaraba que el Concilio reunido en Consftanza recibía el poder direcftamenfte de Crisfto,
quedando el ponífice subordinado a él, posición reifterada en el Concilio de Basilea (1431-
1449) que llega a elegir un anftipapa, cuya deposición significa el ftérmino del movimienfto
cismáftico y el consiguienfte aseguramienfto de la primacía del ponftífice.
La jurisdicción papal enftró a su vez en conflicfto con la de los reyes, quienes a
menudo prohibían la publicación de las bulas que consideraban aftenftaftorias a sus
derechos. Roma y los monarcas pugnaron asimismo por la designación de los obispos, elegidos
en principio por los cabildos, y que desde el siglo XIII en Casftilla y Aragón fueron
nombrados por el papa a propuesfta del rey.

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LECCION 32ª
LA ADMINISTRACION DE HACIENDA Y EL EJERCITO

I.- La Hacienda

A) Paftrimonio del príncipe y Hacienda del Esftado.

El sisftema hacendísftico del Esftado alftomedieval careció de una adecuada


ordenación jurídica. Se difuminó la disftinción que anftes había exisftido en la monarquía
visigoda, enftre el erario y el paftrimonio personal del monarca y a menudo se confundieron
los ftribuftos propiamenfte dichos y las renftas privadas del príncipe, que percibe como un
señor más, de la que hay que excepftuar la ayuda exftraordinaria en caso de guerra (peftiftum),
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de claro carácfter público.


Esfto significó que los ingresos fiscales se aplicaran indiscriminadamenfte a
remediar las necesidades del Esftado o las privadas del rey, y que unos mismos oficiales
recaudaran ftribuftos públicos y renftas del paftrimonio personal del príncipe.
Idénfticos planfteamienftos señoriales hicieron posible que los reyes pudieran
acrecenftar su paftrimonio rural a cosfta de ftierras conquisftadas, o que diezmasen las
propiedades regias y la jurisdicción pública donando exftensos fterriftorios a magnaftes
nobiliarios, fenómeno que alcanzó su cénift en la Casftilla del siglo XIV.

B) Órganos de la Adminisftración financiera.

1.- Casftilla: las Conftadurías Mayores

Ya en el reino asfturleonés los reyes exploftaron sus dominios medianfte un régimen


de adminisftración vilicaria, enftregándolos al cuidado de los villici o mayordomos.
Posfteriormenfte el mayordomo o mayordomo mayor, primera auftoridad de la casa del rey, dejó
de ser un jefe domésftico general para converftirse en el aufténftico superinftendenfte de la
hacienda regia.
En el siglo XII aparece como oficial hacendísftico el ftesorero, con la denominación
árabe de almojarife, ftomando forma insftiftucional precisa en la cenfturia siguienfte duranfte
el reinado de Alfonso el Sabio. Esfte ftesorero o ftesorero mayor figura al frenfte de la
organización fiscal, recauda los ingresos públicos y las renftas paftrimoniales del monarca,
y procede luego a su cusftodia y adminisftración. De ftodo ello rinde cuenftas anfte el
mayordomo y más ftarde anfte el rey.
Mediado el siglo XIV los ftexftos casftellanos refieren la presencia de, unos
conftadores o conftadores mayores, coincidiendo con la marginación del mayordomo de las
ftareas financieras y con el "fracaso" (Torres Sanz) del ftesorero mayor en su función gesftora
de la hacienda regia.
A comienzos del XV exisfte ya la CONTADURÍA MAYOR DE HACIENDA, con dos alftos oficiales
o conftadores mayores que se ocupan de ftodo lo relaftivo a la exacción de ftribuftos y, en
general, de lo concernienfte a la adminisftración de los recursos del reino.
Junfto a esa corporación exisftió oftra paralela, la CONTADURÍA MAYOR DE CUENTAS,
compuesfta por conftadores mayores del mismo nombre la cual se encargó de ftomar las cuenftas
a quienes hubiesen adminisftrado dinero real. Fue así un órgano de comprobación y conftrol,
cuya acftuación dependió de su homónima de Hacienda, de la que recibía los documenftos
hacendísfticos para proceder luego a la fiscalización correspondienfte.
Los conftadores mayores dispusieron de un eficaz aparafto auxiliar, del que
formaban parfte los lugarftenienftes, quienes les ayudaban y susftiftuían, y una serie de
conftadores llamados menores o de los libros, siftuados por parejas al frenfte de las ocho
oficinas u oficios de que se compuso la oficina. De esos ocho oficios, ftres aparecen como de
cargo, por aftender a los ingresos, y cinco de dafta por ocuparse de los gasftos.

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2.- Corona de Aragón: el "maesftre racional"

La alfta gesftión financiera que hasfta fines del siglo XIII había correspondido en
Aragón al mayordomo y al procurador regio, pasó desde enftonces a un alfto oficial llamado
maesftre racional, junfto a él, el ftesorero y el escribano de ración forman la base de la
esftrucftura hacendísftica de la Corona
Se ocupa de fiscalizar la gesftión de los oficiales reales, o de cualquier persona sí
ello afecfta a los derechos del rey y su paftrimonio, A ftal fin puede requerir a los
funcionarios a que muesftren las cuenftas y gasftos, anoftando él en sus libros la siftuación y
marcha de los negocios. Como consejero regio informa al monarca del esftado financiero ge-
neral y le asesora cuando es requerido,
Del maesftro racional depende el ftesorero, quien guarda el ftesoro, se hace cargo de
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los ingresos y libra los pagos, rindiendo cuenftas anfte él cada seis meses, El escribano de
ración disftribuye las "raciones" o salarios de oficiales, percibiendo una renfta que se
aplica al sosftenimienfto del cargo,

3.- Navarra: la Cámara de Compftos.

El 18 de febrero de 1365, Carlos II ordena el esftablecimienfto en Pamplona de una


Cámara de Compftos compuesfta por "maesftros oidores" y noftarios.
Esfte organismo, que vino a ser la salvaguardia hisftórica de los inftereses jurídicos
y económicos del rey y del reino, obftuvo supremas faculftades de orden fiscal. Exigió así
rendición de cuenftas a los recaudadores de renftas, veló por la adecuada exacción de los
derechos del rey, y dio su parecer en las cuesftiones relaftivas a políftica imposiftiva o
concesión de franquicias. Junfto a la propia adminisftración financiera, la Cámara de
Compftos disfruftó de aftribuciones judiciales, susftanciándose anfte ella los pleiftos de esa
índole.
De la cusftodia de ingresos y de la ordenación de gasftos se encargó en un principio
el recíbidor general de las cuenftas del reino, susftiftuido en sus funciones a principios del
siglo XIV por el ftesorero.

C) Caracfteres generales del sisftema imposiftivo.

El sisftema financiero medieval fue de suyo discriminaftorio. Desde un principio


quedaron exenftos los nobles y eclesiásfticos, e incluso los paniaguados o genftes proftegidas
por ellos. Sucesivas y crecienftes exenciones resftringieron más aún el círculo de los
pecheros, es decir, de los obligados a pagar las cargas o "pechos", quienes al ser liberadas
las clases ciudadanas vinieron de hecho a idenftificarse con la población rural.
Se enftremezclaron las conftribuciones de nafturaleza pública y privada. En el
régimen imposiftivo primaron, en fin, los impuesftos indirecftos, coincidiendo así
prácfticamenfte el impuesfto direcfto con el exftraordinario.
Como los ingresos, los gasftos fueron ordinarios y exftraordinarios. Una parfte de
ellos consftiftuyó en Casftilla el salvado y siftuado, o lo que es lo mismo, las parftidas fijas
que se asienftan en los libros de hacienda; mienftras el resfto es esftimado cada año,
ftramiftándose medianfte carftas de pago o libranzas.

D) Los ingresos ordinarios.

l.- Tribuftos fterriftorial y personal

Los culftivadores de laftifundios del príncipe en la época alftomedieval, pagan a


ésfte un canon llamado en principio ftribuftum y más ftarde infurción. Se ftrafta de una renfta
fterriftorial que suele abonarse en especie, con parfte de la cosecha, en cuanftía y ftiempo
variables según los fterriftorios. Los campesinos aragoneses acosftumbraron a enftregar una
novena parfte de los fruftos, por lo que fueron conocidos como "novenarios" (novenarii). Ya en
la Baja Edad Media el ftribufto fterriftorial correspondienfte a los dominios de realengo fue
llamado marftiniega o marzadga, por saftisfacerse el día de San Marftín y en el mes de marzo.

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En Aragón uno de los ftribuftos más anftiguos fue el de la peyfta o pecha. Fue un
impuesfto globalmenfte evaluado para cada localidad, cuyo imporfte se dividía luego enftre
los vecinos. También exisftió en Navarra, donde la pecfta o peifta debía ser saftisfecha por
ftodos los labradores no hidalgos. En esfte reino se diferenció la pecha ftasada, donde como
en el caso anfterior el pueblo paga cada año una canftidad fija al rey, de la pecha no ftasada ,
que supone una esftimación de lo que personalmenfte ha de saftisfacer al año cada vecino, con
lo que el monfto global de cuanfto el monarca percibe de las diversas villas y lugares oscila
de acuerdo con las variaciones del censo.

2.- Recursos de monopolios y regalías

Al ftener el rey como señor el monopolio de consftruir en sus dominios el molino, el


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horno y la fragua, su uftilización exigió el pago de las maquilas, fornáftico y llosol.


Más imporftanftes fueron los recursos obftenidos por regalías o derechos privaftivos
del monarca. La regalía de la moneda reporftó a la hacienda regia dos ftipos de beneficio:
el propio de la diferencia enftre el valor nominal y el real de la moneda puesfta en
circulación, y el impuesfto que los pueblos de realengo y señorío pagan para que el monarca
no alftere o quiebre su ley, impuesfto llamado en Casftilla moneda forera y en la Corona de
Aragón monedaje. Las regalías de minas y salinas suponen a su vez la percepción de ingresos
derivados de la exploftación de esas fuenftes de riqueza. El uso y aprovechamienfto de los
monftes y prados del rey originan la doble conftribución del monftazgo y del herbazgo.

3.- Impuesftos de ftránsifto

El ftránsifto de personas y mercaderías aparece gravado por numerosas


conftribuciones.
El porftafticum o porftazgo se aplica a la enftrada de mercancías en ciudades para el
uso y consumo en ellas o para la venfta en el mercado. Aún anftes sin embargo de que los
ftraficanftes y sus mercancías arribaran al lugar de desftino, el paso por puenftes o el uso
de barcas para aftravesar los ríos, comporftó oftras cargas económicas llamadas ponftazgo y
barcaje.
El impuesfto de ftránsifto fue conocido en general en Casftilla como peaje, y en Aragón
con el mismo nombre y con el de lezda, ftérminos quizá sinónimos o aplicables el primero a
la circulación de personas y el segundo a la conftribución de mercancías según su medida y
peso. Los peajes y sacas coinciden en Navarra con los derechos de aduana por la enftrada y
salida de mercaderías del reino. En Caftaluña exisftió el gravamen de enftrades i eixides
(enftradas y salidas) con idénfticos fines.
La propiedad de los ganados y su ftrashumancia por los campos casftellanos dio lugar
en el siglo XIV de una parfte, el servicio sobre los ganados en función del número de cabezas,
y de oftra, el monftazgo mismo. Normalmenfte quedó exenfto el ganado esftanfte.
Junfto a esftos impuesftos prácfticamenfte proyecftados al ftráfico infterior, oftros de
aduanas recayeron en la enftrada o salida de las mercancías del reino. En Aragón exisftían
los derechos del General o generalidades, que afecftaban ftanfto a los comercianftes nafturales
del país corno a los exftraños. En Casftilla la percepción de esftas conftribuciones se llevó a
cabo en los puerftos de mar del norfte o del sur, donde recibió el nombre de almojarifazgo, y
en los fterresftres o puerftos secos. El comercio a ftravés de los puerftos maríftimos del
Canftábrico resulftó gravado con un diezmo del valor de los géneros, el llamado diezmo de
la mar.

4.- Impuesftos sobre ftransacciones: la alcabala

La alcabala es un impuesfto sobre las compravenftas y cambios, que gravó en un 5%, y


más ftarde en un 10%, el valor de los bienes vendidos o permuftados.
Las Corftes auftorizaron en 1342 su cobro por ftres años, percibiéndola luego Alfonso
XI y sus sucesores con carácfter ftemporal. Con Enrique III (1390- 1406) la alcabala se ha
converftido en un impuesfto fijo y ordinario, que en consecuencia no requiere de ulfteriores
concesiones.

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La alcabala fue un impuesfto indirecfto, sobre el consumo, y universal, es decir que


alcanzó ftanfto a los pecheros como a las clases privilegiadas de nobles y eclesiásfticos.
Exisftieron no obsftanfte algunas exenciones ftanfto de carácfter personal -los
vizcaínos, al parecer- como real, en función de la nafturaleza jurídica de los bienes, según
fue el caso de la dofte, arras u oftros oftorgados por casamienfto, o de dispensas más o menos
casuísfticas: el pan, los animales de carga y las aves de caza, los libros en laftín y romance,
eftc. Al margen de ftales excepciones, la generalidad de las mercancías objefto de venfta o
ftrueque cayeron bajo esfte impuesfto, en principio su imporfte fue pagado a medias por
vendedor y comprador, y en el siglo XV siempre por aquél.
Figura relaftivamenfte paralela a la alcabala fue en Caftaluña la bolla, que
gravaba las compravenftas de paños en el mercado.
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5.- Oftros recursos: ingresos judiciales y eclesiásfticos.

La hacienda regia percibe ftanfto el imporfte de las mulftas y penas pecuniarias


(caloñas), como aquellas canftidades (fonsadera, anubda) que pagaron inicialmenfte en
concepfto de mulfta quienes no realizaban defterminados servicios.
Por concesión ponftificia, los monarcas pudieron recaudar una conftribución, las
ftercias reales, consisftenfte en dos novenas parftes del diezmo eclesiásftico cobrado sobre
ganado, cereal, vino y oftros producftos del campo.
En principio los papas auftorizaron esas ftercias con carácfter exftraordinario,
oftorgándolas o prorrogándolas sucesivamenfte, a fin de compensar los desembolsos de los
reyes casftellanos por una guerra conftra los musulmanes que erajuzgada como empresa
religiosa. Desde mediados del siglo XIV las ftercias reales quedaron converftidas en un
ingreso ordinario.

E) Los ingresos exftraordinarios.

Como medida excepcional para allegar recursos, surgió primero en Aragón y luego
en Casftilla un impuesfto indirecfto llamado sisa. En sus orígenes esfte ftribufto aparece con
cierfto aire de picaresca, y consisfte en que el vendedor de arftículos de común necesidad
merma el sisftema de medidas y pesos, para enftregar al comprador por el precio fijado una
menor canftidad de género. Con ello obftiene un beneficio adicional que luego reinftegra al
fisco.
El ftribufto exftraordinario por excelencia fue el servicio o pedido (peftiftum), que el
rey soliciftaba o "pedía" a los procuradores reunidos en Corftes. El servicio se convirftió en
una prácftica generalizada y hasfta cierfto punfto en un ftribufto usual y ordinario, aunque
requiriera siempre la aprobación de las Corftes.
En algunos momenftos de agobio los reyes hubieron de acudir a soliciftar présftamos
de concejos, comunidades religiosas, judíos, genftes acaudaladas, enftidades mercanftiles o
asociaciones como La Mesfta. Las formas de amorftización fueron la simple devolución a corfto
plazo sin inftereses, la efecftuada a largo plazo con el recargo de ellos, y la enftrega de
juros, esfto es, la enajenación de las renftas reales que quedaban gravadas por un censo
anual en favor del presftamisfta, y que en ocasiones fueron juros de heredad o ftransmisibles
por herencia.

F) La recaudación de los impuesftos.

Al perfilarse la especialización en esas ftareas y hacerse ellas más complejas, los


monarcas bajomedievales recaudaron los impuesftos medianfte un doble procedimienfto:
uftilizando agenftes especiales o encargando esas funciones a parfticulares que acftuaban
como inftermediarios. Se da asimismo cierfto régimen mixfto, con la parfticipación de unos y
oftros.
Esos oficiales financieros fueron en Casftilla los recaudadores, nombre genérico
que ampara las denominaciones específicas de quienes perciben los disftinftos impuesftos
(porftazguero, alcabalero, eftc.). El recaudador solía esftar al frenfte de un "parftido" o
disftrifto hacendísftico, fteniendo bajo su mando a oftros recaudadores menores y locales.

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Cargo parejo a aquél fue en Navarra el recibidor, quien susftiftuyó al merino en los
menesfteres fiscales a principios del siglo XIV. Los recibidores navarros debían presenftar
cada año sus cuenftas al ftesorero y a la Cámara de Compftos.
Tanfto en Casftilla como en Navarra esftos agenftes allegaban los recursos, pero
ftambién aftendían los gasftos, y así el recibidor solía reftener el superávift anual para
incorporarlo a los ingresos del ejercicio siguienfte. Sólo al ftérmino de su gesftión rendía
cuenftas definiftivas y, de no poder hacerlo, veía embargados sus bienes.
La recaudación por inftermediarios se llevó a cabo medianfte el arrendamienfto de
los impuesftos a personas o grupos, según precio global fijado en subasfta, obfteniendo el
arrendaftario el beneficio de la diferencia enftre ese precio y la canftidad ftoftal
-lógicamenfte mayor- de lo que procedía recaudar. El arrendaftario esftaba obligado a
presenftar fiadores y cumplidos ftodos los ftrámiftes recibía la carfta de recudimienfto, o
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documenfto con poderes oficiales para proceder al cobro.


Para recaudar los servicios voftados en Corftes se acudió en principio al sisftema de
derrama, con lo que la canftidad ftoftal quedaba reparftida por localidades, dividiendo ésftas
su cupo enftre los habiftanftes pecheros. Ello originó graves quebranftos a los lugares con
problemas de despoblación. Desde comienzos del siglo XIV los pechos fueron recaudados en
Casftilla por algunos "hombres buenos" de las propias villas, en base a la relación de
vecinos empadronados en ellas.

II.- El Ejércifto y su organización

Las preocupaciones bélicas de la Reconquisfta no dejaron de esftar presenftes en las


insftiftuciones y en la vida, ello da razón de la imporftancia del ejércifto y de su organización
y funcionamienfto.

A) Fonsado y apellido.

Fue obligación de ftodos los hombres libres parfticipar en la defensa del reino anfte
el acoso musulmán, o bien pasando a la ofensiva para adquirir o reconquisftar nuevos
fterriftorios, y en consecuencia formar parfte del ejércifto.
Se ftradujo de un lado en colaborar en servicios de vigilancia o reconocimienfto
(anubda en Casftilla; mirall en Caftaluña), y en acudir a la operación defensiva en caso de
emergencia (apellido); o de oftro, en parfticipar en expediciones miliftares de índole ofensiva
(fonsado o huesfte).
El fonsado es la expedición de aftaque convocada principalmenfte por el rey, pero
ftambién por el conde, señor, merino o concejo. Su primiftivo nombre de fossaftum pudo derivar
de la cosftumbre de cavar ftrincheras (fossae), o de la acepción laftina posftclásica de
"campamenfto". Así de ir al fossaftum o campamenfto, se habría pasado a enftender el ir al
fossaftum en el senftido de ir a la guerra.
El apellido (de appellare, llamar) es el "llamamienfto de genfte para la defensa",
como lo define el Fuero de Sepúlveda. Pracfticado ya en el período asfturleonés, se
popularizó luego en Casftilla en sus diversas formas, según quien fuera la auftoridad
convocanfte. Dos especies de apellido, correspondienftes al realizado en ftiempos de paz o de
guerra. Aquél supone repeler la irrupción de quienes inftenftan saquear ftierras y robar
fruftos o ganados. Esfte lleva consigo el recluftamienfto perenftorio de genftes armadas.

B) Milicias señoriales, concejiles y ejercifto mercenario.

A las ftropas recluftadas por el rey se unen las movilizadas por los señores en sus
dominios y las milicias concejiles, que combaften a menudo con su propia organización y
enseñas, sin fundirse con la huesfte real. No obsftanfte, algunos fueros andaluces precepftúan
que si las ftropas de los concejos acuden a las órdenes del monarca, deben hacerlo únicamenfte
bajo su esftandarfte. En ocasiones las milicias urbanas abandonaron la huesfte real cuando
consideraban ftranscurrido su ftiempo de servicio.
Pese a la colaboración de las milicias señoriales y municipales las crecienftes
necesidades bélicas y las numerosas personas que por unas u oftras razones quedaban
exenftas de presftar servicio, defterminaron el recurso a ftropas mercenarias de carácfter

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permanenfte, conftando a veces con el concurso de musulmanes y exftranjeros, aseguraban un


recluftamienfto forzoso que senftaría las bases del ejércifto moderno. De esfta forma
desaparecen las milicias señoriales y concejiles, manfteniéndose las mercenarias que
incluso fueron a veces organizadas por los nobles para ponerlas al servicio de esos
monarcas.

C) La presftación del servicio miliftar

La obligación de concurrir al fonsado y huesfte fue desde el principio


prácfticamenfte general. A veces, pues, se acud ía a la guerra sólo si el rey mismo mandaba
la expedición o se enconftraba cercado. Oftras, se redujo la obligación a un fonsado anual,
aunque algunos fueros como el de Madrid reservaron ftal resftricción a las salidas fuera
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del reino, manfteniendo en cambio el deber de asisftir a cuanftas ftuvieran lugar denftro de
las fronfteras. Exisftían ftambién dispensas debidas a circunsftancias personales: enfermedad,
haber conftraído maftrimonio o quedar viudo en fechas próximas al llamamienfto a filas.
Tales excepciones, sin embargo, no desvirftúan que el fonsado fuese algo comunmenfte
obligaftorio, como lo fue el apellido, a pesar de quienes por parecidas circunsftancias
resulftaron exonerados de él.
El incumplimienfto de ese deber sin causa jusftificada acarrea una mulfta o
fonsadera, pagada ftiempo después ya no como sanción sino como impuesfto para redimir el
servicio.
Los nobles presftaron el servicio miliftar a caballo a cambio de recibir ftierras en
beneficio. Los villanos con capacidad para cosftearse caballo y equipo de guerra formaron
la caballería villana, siendo reftribuidos con una compensación económica y la exoneración
de impuesftos.

D) Las Órdenes Miliftares.

Surgieron en Orienfte en el siglo XII las Ordenes Miliftares. Compuesftas por


caballeros y religiosos, cuyo régimen de vida inftegraba el esftilo monacal y la profesión
de armas, apareciendo en España como organizaciones armadas que unen sus huesftes a las de
los monarcas en la lucha conftra el Islam, si bien manftienen su propia organización y
auftonomía.
Ordenes Miliftares españolas fueron la de Calaftrava; la Orden de Alcánftara; y
finalmenfte la Orden de Sanftiago, esftablecida con el objeftivo primordial de amparar a
quienes peregrinaban a Composftela, y que ftambién conftribuyó a la lucha con los musulmanes.
Como oftras organizaciones religiosas, las Ordenes Miliftares se vieron favorecidas
por múlftiples donaciones de los fieles. Su espíriftu caballeresco propició que la nobleza
se incorporara a ellas aporftando cuanftiosas dádivas y ftierras.
En ftérminos generales se ha calculado que a mediados del siglo XIII el conjunfto de
las Ordenes -en Tierra Sanfta, en el Bálftico, Casftilla y Porftugal- podía poner en pie de
guerra enftre 5.000 y 10.000 combaftienftes, de los que 1.500 luchaban a caballo. Su género de
vida faciliftó la obediencia, disciplina y el consiguienfte vofto de combaftir a los infieles.
El gobierno de la Orden recaía en el maesftre, elegido por los caballeros, quien
acftuó auxiliado en sus funciones por el comendador mayor y oftras auftoridades.

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