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1) Fines del siglo xix: La antropología se formaliza como ciencia. Fue un momento en el cual el conocimiento del
mundo, de la existencia de modos de vida diferentes, se hizo más patente por cambios ocurridos en Europa y por la
expansión de Occidente. Se produjeron varios cambios gracias a la revolución industrial, las nuevas tecnologías
provocaron diferencias entre clases, nacionalidades, etc. Se denominaron problemas “sociales”.
Occidente se expandió sistemáticamente por el mundo. El nuevo encuentro de los europeos con otras culturas
distintas dio origen a la pregunta fundante de antropología ¿Por qué los hombres son distintos? La primera teoría
fue evolucionista. Luego el método fue el comparativo, método de moda en las ciencias naturales. El evolucionismo
se centró en el estudio del hombre, considerado un cuerpo dual, cuerpo (naturaleza) y espíritu (cultura). La
antropología se constituyó en dos ramas: física y cultural.
Las diferencias entre los hombres fueron pensados como “diferencias” culturales. Para estudiarlas se estableció una
división del trabajo científico dentro de las ciencias humanas y sociales.
- Historia y sociología: objeto: sociedades complejas, civilizadas, desarrolladas.
- Antropología: objeto: sociedades primitivas, sin Estado.
2) Periodo de entre guerras mundiales: Se caracterizó por un cierre de fronteras nacionales y por la consolidación de
la presencia europea en sus colonias. En la antropología europea y norteamericana se producen dos hechos
importantes: la crisis del evolucionismo como paradigma único y la separación de la ciencia en escuelas nacionales;
aparecen así el funcionalismo inglés y el estructuralismo. Lo que tenían en común era la crítica al evolucionismo.
Criticaban las técnicas principalmente, por ende se introduce la observación participante. La segunda crítica fue
respecto al método comparativo, porque fue aplicado teniendo como referente de la comparación los valores de la
sociedad occidental. Los evolucionistas fueron acusados de etnocéntricos.
No obstante existen diferencias entre las principales escuelas de la época; mientras que el estructural-funcionalismo
británico plantea conocer una cultura a partir de su presente, el particularismo histórico norteamericano recurrió al
pasado para conocer una cultura. Se diferenciaban también por los lugares donde sus antropólogos hacían trabajo
de campo. Lo que ambas escuelas tienen en común es la tendencia a especializarse en “pueblos primitivos”. Aparece
en ese momento una separación fundamental para la teoría entre antropología social y antropología cultural. La
primera se interesará por la forma en que se organizan los hombres, mientras que la segunda lo hará en cómo viven,
piensan sus vidas y el mundo. La antropología cultural norteamericana va a tener relaciones estrechas con la
psicología y la historia, mientras que la antropología social británica va a estar relacionada con la sociología.
3) Después de la segunda guerra: se produce una transformación en las sociedades primitivas y paralelamente se
modifican las prácticas de los antropólogos. Las transformaciones en las sociedades primitivas fueron:
- La desaparición física, una disminución cuantitativa y acelerada de sus miembros, a causa de las guerras, las
enfermedades, el genocidio.
- Transformación cualitativa, principalmente hacia formas de vida occidental (colonización) y la consecuente
desaparición cultural producto de la presión de Occidente. Transformación forzada, cambio de mentalidades y
valores nativos se denominó etnocidio o genocidio cultural.
Es necesario aclarar que estas transformaciones no eran nuevas ya que desde que Occidente se conectó con el resto
del mundo comenzaron estos procesos de transformación. Lo que en realidad cambió es la mirada sobre el “otro”
que tenía Occidente y la mirada que la antropología tenía sobre las otras culturas. Se dividen dos líneas de estudio.
En una se ubican las teorías que siguieron estudiando a los pueblos primitivos antes que desaparecieran
completamente. Se la llamo antropología de salvataje. Aquí se puede ubicar el estructuralismo francés. Levi Strauss
va a sostener que es necesario partir de las “partículas y fragmentos de restos que aún se pueden reunir” de los
modos de vida de estos pueblos primitivos. Pensado en esta ciencia Levi Strauss plantea tres niveles del quehacer
antropológico:
- Un primer nivel donde el antropólogo pretende “aislar y describir los modelos que un pueblo usa para percibir,
relacionar e interpretar sus experiencias”. Es el momento donde el antropólogo realiza la etnografía.
- El segundo nivel donde el antropólogo compara el contenido y la organización de los sistemas para interpretar y
explicar la diversidad.
- El tercer nivel, el de la antropología cultural, donde el antropólogo llega, a través de la construcción de modelos
formales y comunes a todas las culturas.
Levi Strauss se centró en el tercer momento particularmente. Otros antropólogos tomaron otra y estudiaron las
transformaciones que las sociedades no Occidentales estaban sufriendo.
En este momento la antropología tuvo un giro teórico y metodológico importante, se proveyó de las técnicas de
otras disciplinas.
El antropólogo comenzó a especializarse en problemas que toda sociedad o cultura presentan. Así surgen;
antropología económica, política, urbana, rural, etc. Esta especialización permitía nuevamente la aplicación del
método comparativo. El antropólogo construía la distinción, lo extraño. Es este el que se distingue, desconoce, se
“extraña”. Esto modificó la base de observación participante e introdujo el “extrañamiento” como un recurso
metodológico y como punto de partida necesario de toda investigación antropológica.
Guber - La etnografía método, campo y reflexividad.
La observación participante
Separa participante de no participante
La vida del poblado, los acontecimientos importantes o las festividades, a tomarme interés personal por los chismes y
por el desenvolvimiento de los pequeños incidentes pueblerinos; las peleas, las bromas, las escenas familiares, la
atmósfera de mi vida diaria tanto como de la suya (Malinowski).
Comparado con los procedimientos de otras ciencias sociales, el trabajo de campo etnográfico se caracteriza por su falta
de sistematicidad. Sin embargo, esta supuesta carencia exhibe una lógica propia que adquiere identidad como técnica
de obtención de información: la observación participante.
La observación que se propone obtener información significativa requiere algún grado, siquiera mínimo, de
participación; esto es, requiere que el investigador desempeña algún rol y por lo tanto incide en la conducta, de los
informantes, que a su vez influyen en la suya.
La participación nativa:
Si el investigador no es aceptado explicitando sus propósitos, quizás deba optar por "mimetizarse". Adoptará entonces
el rol de participante pleno, dando prioridad casi absoluta a la información que proviene de su inmersión. Si bien este rol
tiene la ventaja de conseguir un material que de otro modo sería inaccesible, ser participante pleno resulta inviable
cuando el o los roles válidos para esa cultura o grupo social son incompatibles, por ejemplo, con ciertos atributos del
investigador, como el género, la edad o la apariencia; en estos casos el mimetismo no constituye un acercamiento
posible. Otro inconveniente de la participación plena reside en que desempeñar íntegramente un rol nativo puede
implicar el cierre de otros roles estructural o coyunturalmente opuestos al adoptado. Un investigador que pasa a
desempeñarse como empleado u obrero en un establecimiento fabril sólo puede relacionarse con niveles gerenciales de
la empresa en calidad de trabajador.
Los roles de participante observador y observador participante son producto de combinaciones sutiles de ambas
actividades.
El participante pleno es el que rol de antropólogo desempeñando íntegramente alguno de los roles socioculturalmente
disponibles, pues no podría adoptar un lugar alternativa. El observador puro, en cambio, es quien se niega
explícitamente a adoptar otro rol que no sea el propio; este desempeño es llevado al extremo de evitar todo
pronunciamiento e incidencia activa en el contexto de observación.
La no directividad se basa en el supuesto de que aquello que pertenece al orden afectivo es aquel significativo y más
determinado más profundo, más significativo y más determinante de los comportamientos, que el comportamiento
intelectualizado. En las entrevistas no directivas los psicoanalistas suponen que la intervención mediatizada y
relativizada del terapeuta reside en dejar fluir la propia actividad inconsciente del analizado.
La aplicación de este supuesto conduce a la obtención de conceptos experienciales. En esto reside, precisamente, la
significatividad y confiabilidad de la información.
En las entrevistas estructuradas, el investigador formula las preguntas y solicita al entrevistado quien se subordine a su
concepción de entrevista, a su dinámica, a su cuestionario y a sus categorías. En las entrevistas no dirigidas, en cambio,
el entrevistador está atento a los indicios que provee el informante, para descubrir, a partir de ellos, los accesos a su
universo cultural.
La premisa es que, si bien sólo podemos conocer desde nuestro bagaje conceptual y de sentido común, vamos en busca
de temas y conceptos que la población expresa por asociación libre. Esto significa que los informantes introducen sus
prioridades en forma de temas de conversación y prácticas atestiguadas por el investigador, y en los modos de recibir
preguntas y de preguntar que revelan los nudos problemáticos de su realidad social tal como la perciben desde su
universo cultural.
Promover la libre asociación en la entrevista etnográfica deriva en cierta asimetría en el plano del habla, con
verbalizaciones más prolongadas del informante, y mínimas o variables por parte del investigador. Esta tarea sugiere la
metáfora de un guía que conduce a través de tierras desconocidas; el investigador aprende a acompañar al informante
por los caminos de su Lógica lo cual requiere gran cautela para prevenir, sobre todo, sus intrusiones incontroladas. Esto
implica, además, confiar en que los rumbos elegidos por el baquiano lo llevarán a destino, aunque poco de lo que vea y
suponga quede claro por el momento.
Atención flotante.
Asociación libre del informante.
Categorización diferida.
En suma, durante el período de profundización y focalización, la no directividad sigue resultando útil, ya que la de
sentidos no concluye sino con la investigación misma; de hecho, ahora la búsqueda continúa dentro de los límites fijados
en la primera fase. Por otra parte, un grado mayor de directividad puede contribuir en esta segunda etapa a cerrar
temas y a ponderar los niveles de generalización ele la información obtenida.
El contexto de entrevista:
En este sentido, el contexto comprende dos niveles, uno ampliado y otro restringido. El primero se refiere al conjunto de
relaciones políticas, económicas y culturales que engloban al investigador y al informante. El contexto restringido, en
cambio, se refiere a la situación social específica del encuentro, donde se articulan lugar, personas, actividades y tiempo.
Guber: El enfoque antropológico: señas particulares.
Aportes de la antropología clásica: el trabajo de campo y la etnografía.
Después de la segunda guerra mundial la antropología reubico su interés por la diversidad en el interior de las propias
sociedades. Esos sectores de la sociedad eran desiguales, estaban constituidos por campesinos, desempleados, pobres
urbanos, marginados, etc. Los estudios se extendieron también a comunidades hippies, linyeras, adeptos a sectas
religiosas y consumidores de estupefacientes.
Todos estos objetos empíricos tenían algo en común: la construcción que hicieron las sucesivas generaciones de
antropólogos de los grupos humanos como expresiones de la singularidad sociocultural en el género humano.
La antropología comparte con otras disciplinas la intención explicativa de los fenómenos sociales en proceso, pero su
“misión antietnocéntrica” debe reconocer como los actores configuran el marco significativo de sus prácticas y nociones,
lo que aquí hemos llamado “la perspectiva del actor”.
El naturalismo encuadra sus observaciones en el ámbito natural de los sujetos; la investigación in situ se muestra como
garantía inapelable de la calidad de los datos, pues, al permanecer en su ambiente, el objeto empírico se mantiene
inalterable cuando es abordado por el investigador, que es visto como un agente neutral y no contaminante. A
diferencia de lo que ocurre cuando el antropólogo utiliza entrevistas o encuestas, el mismo intenta pasar desapercibido,
valiéndose de técnicas menos intrusivas de recolección de datos.
El investigador al dirigirse al campo, no debe mantener ningún orden de prioridades preestablecido, pues su criterio de
selección del material y de las conexiones significativas provendrá de aquellos a quienes estudia.
La antropología comparte con otras disciplinas la intención explicativa de los fenómenos sociales en proceso, pero si
quiere ser consecuente con su "misión antietnocéntrica" debe reconocer cómo los actores configuran el marco
significativo de sus prácticas y nociones, lo que aquí hemos llamado "la perspectiva del actor". El naturalismo encuadra
sus observaciones en el ámbito natural de los sujetos; la investigación in situ se muestra como garantía inapelable de la
calidad de los datos, pues, al permanecer en su ambiente, el objeto empírico se mantiene inalterable cuando es
abordado por el investigador, que es visto como un agente neutral y no contaminante.
Ciertos principios de la práctica empirista han perdurado, revelando influencias metodológicas sumamente valiosas para
la práctica antropológica, que presentamos en su forma clásica. Una de ellas es la unidad entre el recolector de datos y
el analista, en todo el curso de la investigación. Es la misma persona la que diseña el proyecto, la que se dirige al campo,
la que recoge Información, la que posteriormente la analiza y redacta el informe final.
La descripción antropológica se caracteriza, pues, por abarcar un amplio espectro, tomando en íntima relación y
conjuntamente lo que, desde el medio académico, suele tratarse por separado. El investigador, al dirigirse al campo, no
debe mantener ningún orden de prioridades preestablecido, pues su criterio de selección del material y de las
conexiones significativas provendrá de aquellos a quienes estudia. El investigador ha de detectar el sentido de prácticas
y nociones en el seno del haz de relaciones que los sujetos le presentan en el contexto de la vida cotidiana en el campo.
Las corrientes racionalistas críticas del empirismo sostienen que el conocimiento se lleva a cabo a través de la
organización cognitiva propia del sujeto y que esta organización responde a cierta anticipación o conceptualización de
aquello que se desea conocer.
Superar el empirismo no significa despreciar la existencia de lo real ni restar esfuerzos por mejorar las vías de su
conocimiento, cosa que hace el teoricismo al convalidar explicaciones hipergeneralizadoras a partir del prestigio de la
teoría más que del conocimiento y la contrastación con el referente empírico. Sus resultados han sido diversos y por
cierto lamentables, sobre todo para desarrollar conocimientos en realidades tan ignoradas como las que han
sobrevenido en el mundo de fines del siglo XX y principios del XXI. Aparecen entonces criterios del marxismo, por
ejemplo, mezclados con criterios positivistas. La teoría se va transformando en una cuestión partidista. El investigador
no sabe cómo, cuándo y para qué emplearla, pero se sienta a esperar sus efectos mágicos, como si la teoría por sí sola le
fuera a señalar qué investigar, cómo hacerlo y con quién, además de garantizarle (esto es fundamental) resultados
inapelables. Si esto es así, seguramente más que conocimiento nuevo obtendremos una tautología. Los conceptos
teóricos resultan estériles si sólo nos llevan a una reafirmación solipsista de nuestros presupuestos, que le hacen decir
cualquier cosa a la realidad.
El antropólogo parte de algún paradigma teórico que es compartido con otras ciencias sociales (marxista, funcionalista,
estructuralista, etcétera). Ahora bien, un paradigma guarda una correspondencia con lo real que no es directa, sino que
requiere de sucesivas mediaciones en las que se manifiesta el mundo de los actores. A este mundo no se accede
directamente por la percepción sensorial del investigador, sino por un constante diálogo con su modelo teórico que es lo
que le permite ordenar sus prioridades y criterios selectivos para la observación y el registro. Por consiguiente, la
perspectiva de los actores es una construcción orientada teóricamente por el investigador, quien busca dar cuenta de la
realidad empírica tal como es vivida y experimentada por los actores. Ello no excluye el reconocimiento de la lógica de
los actores, sino que hace posible una mirada progresivamente no etnocéntrica.
El investigador emplea sus propios marcos de referencia para interpretar, en un principio, qué sucede en el sistema
estudiado. Pero los irá modificando gradualmente.
Esta interpretación es creencia corriente del sentido común estatal y de sectores medios, que visualiza a aquellos
sectores como una rémora del salvajismo rural y aborigen, proclives a comportamientos instintivos casi animales. El
investigador debería profundizar en las prácticas y discursos, así como en la teoría sustentada por dichos sectores acerca
de su propio modo de vida, para relevar qué sentidos asignan a la reproducción, a la familia numerosa, a los hijos, a la
maternidad, a la paternidad. Y si en efecto comprobará que no se dan cuenta de lo que hacen, debería entonces
preguntarse en qué consiste ese "no darse cuenta" y qué indicadores se han tomado para llegar a esta conclusión. Estas
cuestiones pueden indagarse a través del trabajo empírico y su puesta en relación con el mundo del investigador y su
marco teórico.
Dos conceptos clave: diversidad y perspectiva del actor
Si la antropología social no ha desaparecido con la progresiva extinción del "salvajismo", si sus objetos de estudio
empíricos son hoy más que diversos en el mundo contemporáneo, es porque su objeto de conocimiento es de
naturaleza teórica. A lo largo de las páginas precedentes, hemos venido sosteniendo que el antropólogo social como
elaborador de conocimiento científico se ha ocupado fundamentalmente de distancias culturales, no ha sido un mero
coleccionista de rarezas, sino que se ha revelado profundamente preocupado en familiarizarse con mundos diversos y,
más recientemente, en exotizar los mundos familiares, para lograr un conocimiento superador de sociocentrismos y
etnocentrismos. El antropólogo social ha buscado empírica y teóricamente dar cuenta de la alteridad que le permita
superar los límites tanto del sentido común como de los siempre perfectibles paradigmas teóricos. El antropólogo social
se ocupa de producir la diversidad, gracias al descentramiento de sus propios parámetros. No postulamos que la
diversidad existe como porción de lo real-empírico, sino que el investigador es quien construye una diversidad relevante
desde su perspectiva teórica y para sus fines investigativos. Frente a un análisis de los armenios en la Argentina, por
ejemplo, es el investigador quien, desde su enfoque teórico, encara la diversidad desde un ángulo étnico, político,
económico, religioso, o bien plantea que a través de lo étnico se expresan cuestiones económicas y políticas.
Queremos decir que, por un lado, el mundo natural existe para hombres y mujeres desde el momento en que ellos lo
reconocen como significativo para su propia existencia. Así lo prueba la lingüística: algunos pueblos distinguen una
docena de términos para referirse al hielo, según su espesor, su constitución, su coloración, etc. Mientras que otros
distinguen sólo uno o dos (el hielo, por su parte, no tiene nada que decir al respecto). Esas distinciones permiten que los
hombres se relacionen con este fenómeno natural haciendo uso de él, evitando accidentes, transformándolo en vía de
comunicación o en material de construcción. Su significación surge del complejo de la vida social. Por otro lado, los
hombres se vinculan a otros sujetos. En esta relación, el reconocimiento de sus posibles cursos de acción es primordial.
Un sujeto se relaciona con otros a través de una asignación y expectativa recíprocas de sentidos, en lo que hace a sus
acciones y verbalizaciones. Para que un movimiento físico se transforme en acción, es decir, tenga valor social, su
ejecutante y otros a quienes la acción está destinada directa o indirectamente deben otorgarle alguna significación.
El etnocentrismo puede expresarse en formas diversas, algunas muy sutiles. Una de ellas es escindir las acciones de las
nociones que esgrimen los actores sobre ellas, sustituyéndolas por las nociones del investigador (como hemos visto en el
ejemplo de las familias numerosas). Esta escisión se produce sutilmente al determinar -explícita o implícitamente- qué
prácticas y qué nociones son racionales y cuáles irracionales, por ejemplo, a través de la selección de prácticas
relevantes para la observación y la explicación. Eso es lo que ocurre cuando, frente al llanto del bebé, la madre recurre a
una curadora y simultáneamente a un médico matriculado y el investigador interesado en relevar las prácticas médicas,
en vez de considerar ambas alternativas para la descripción y explicación, sólo registra una.
La relación a veces discordante entre lo formal y lo no formal es una de las fuentes más comunes de desconcierto para el
investigador. Es en este punto inesperado, sin referencias teóricas ni coincidencias con la cultura del investigador, donde
se producen los quiebres con lo familiar y lo conocido. Y es aquí donde se manifiesta antropológicamente el movimiento
de desnaturalizar lo naturalizado, descotidianizar lo cotidiano, o exotizar lo familiar. Es en el campo donde esa
perplejidad puede y debe ser alimentada, instalando el proceso cognitivo en las contradicciones, las rupturas y las
interrupciones en la comunicación. Entonces, el investigador se dispone a encarar dicho proceso no tanto a partir de
identificaciones con los sujeto, sino a partir del conflicto que le despiertan, por la distancia social y cultural, ese cúmulo
de nociones y prácticas no compartidas. El investigador habría podido apartar su atención de los datos que no encajan,
tratando de forzarlos, o bien suponer que no ha mirado bien y revisar los procedimientos técnicos. Pero sin embargo, los
toma como una fuente de conocimiento: es un momento de incertidumbre creativa.
La elaboración teórica tiene sentido si se contrasta y reformula desde las categorías de los actores y los avatares del
trabajo empírico. La construcción final de una explicación de lo social deja de ser sociocéntrica si se han atravesado uno
o varios momentos de deconstrucción de la lógica original para "construir sobre la reconstrucción de momentos
condensados, selectos y significativos experimentados en campo". En suma, si se ha procedido a una constante puesta
en relación entre lo universal y lo singular.
La antropología suministra un medio por demás adecuado para llevar a cabo estas tareas, pero entendiendo a ese medio
no como un determinado cuerpo teórico o un bagaje técnico especializado, sino como un enfoque totalizador para el
cual la perspectiva del actor es, a la vez, un punto de partida y de primera llegada. Concebimos el conocimiento
reflexivamente, lo cual significa incorporar al investigador al campo de análisis y poner en cuestión su mundo
académico, cultural y social, que es su condicionamiento, a la vez que su posibilidad de conceptualizar la objetividad
social.
Si bien existen sujetos reales de investigación, sólo es posible conocer su mundo a través de conceptos. El marco teórico
incide entonces en dos instancias: en el proceso general de investigación y en el proceso particular del trabajo de
campo. En cuanto a la primera, la postura teórica orienta la selección de la problemática y de la batería de conceptos, y
define un rango general de premisas metodológicas en el cual se establecen el ámbito y la identidad de los sujetos de
estudio, los indicadores que permitirán indagar la problemática planteada, la relación de ésta con su entorno mayor, los
aspectos que estructuran la descripción y la orientación explicativa del informe final. En cuanto a la segunda instancia,
la del trabajo de campo, el papel de la teoría no es tan claro en el proceso concreto de recolección de información, la
aplicación de técnicas heterodoxas y aparentemente no sistemáticas para producir datos, la selección de temas a
registrar, observar e interrogar, los campos significativos de focalización, el contacto con quienes proveerán información
-los informantes-, la delimitación del o los roles que desempeñará el investigador y la opción por un lugar de residencia.
Pero el investigador accede a ellos a través de la contrastación crítica y permanente entre su bagaje teórico y de sentido
común, por un lado, y el mundo empírico de la realidad social, por el otro, focalizando particularmente en la perspectiva
del actor. La elaboración teórica no es ni anterior ni posterior a la tarea de recolección de información, sino soporte del
conocimiento mismo y, por lo tanto, acompaña todo el proceso. Veamos de qué modo. Concebimos el proceso de
investigación como una relación social en la cual el investigador es otro actor comprometido en el flujo del mundo social
y que negocia sus propósitos con los demás protagonistas En ese contraste el investigador, como señala Rockwell,
"suspende el juicio momentáneamente" no como concesión al empirismo sino como apertura al referente empírico y a
la revisión de los conceptos sociocéntricos, ya provengan del marco teórico o del sentido común.
Dado que el investigador es quien lleva a cabo todo el proceso desde la concepción inicial de la investigación hasta la
redacción final, no es posible separar la tarea de reflexión teórica de la obtención de información. La tradición de
elaborar datos de primera mano y de desechar o utilizar críticamente los obtenidos por otros recolectores obedece a
que es en el mismo proceso de recolección que el investigador va internándose en la lógica del grupo en estudio gracias
al simultáneo reconocimiento de sí mismo. El antropólogo recoge materiales pero, además, va construyendo el complejo
descriptivo-explicativo del mundo social en estudio. El proceso de investigación es flexible, creativo y heterodoxo,
porque se subordina a esa constante y paralela relación entre la observación y la elaboración, la obtención de
información y el análisis de datos. Así planteado, este proceso permite producir nuevos conceptos y conexiones
explicativas sobre la base de los presupuestos iniciales, ahora reformulados y enriquecidos por categorías de los actores
y sus usos contextualizados en la vida social.
El investigador debe ampliar el ángulo inicial de su mirada. Si la significación de una práctica, de una verbalización, reside
no tanto en la clasificación a priorí del investigador, sino en la integración específica de la vida social, y si esta
integración es desconocida por el investigador hasta tanto realice su trabajo de campo, la tarea consiste en abordar y
registrar los aspectos más diversos, pues en cualquiera de ellos puede estar potencialmente la fundamentación de una
práctica que se desea explicar.
El investigador va entrenando su organización cognitiva y conceptual en un abordaje de lo real que, gradualmente, va
descentrando su marco de referencia etnocéntrico hacia el universo de relaciones propio de los actores. Su
reconocimiento requiere una particular modalidad de recolección de información que aparece en los primeros trabajos
antropológicos: ningún dato tiene importancia por sí mismo si no es en el seno de una situación, como expresión de un
haz de relaciones que le dan sentido. Esto es: los datos se recogen en contexto, porque es en el contexto donde cobran
significado y porque definen el contexto.
El holismo, cuya premisa es observar y registrar todo para establecer luego relaciones dinámicas entre los campos de la
vida social, se encuadra y explica, a su vez, por los fundamentos teóricos que marcan las determinaciones del proceso
social. El holismo asegura una mirada abierta y no dogmática de la teoría; la teoría, por su parte, asegura una mirada
reflexiva y orientada al material empírico, articulada con la teoría social general y el conocimiento de la universalidad. A
través de este incesante ida y vuelta, el investigador puede acceder a nuevos significados, a nuevas relaciones
contextúales y, por lo tanto, a nuevas interpretaciones.
Las investigaciones antropológicas requieren de algunos ajustes a la metodología más general de las ciencias sociales y
que afectan a todo el proceso de conocimiento, no sólo a su etapa empírica de recolección de información sino también
al tratamiento de los datos, a la elección del tema y de los sujetos a los que se habrá de estudiar
Vínculo entre viajeros y antropólogos, objetivo abordar en el inicio de la transformación científica junto con los
antropólogos. Va a hablar de diferentes periodos (apartados).
Apartado 2: Hacia la valoración social del viajar, siglo de las luces el siglo de las luces ilustración (xviii):
Analiza como las representaciones sobre el viaje va a ir mutando, rompiendo la mirada medieval sobre el tema.
Antes de esto, en 1400, 1500, surgen una serie de viajes en el mundo, Colón, Magallanes, entre otro, en los cuales van a
contribuir sobre la idea de los viajes y del mundo, primero se piensa que el mundo como globo. Aunque, aun así, otras
sociedades (catolicismo) pensaban que la Tierra era plana. Además de esto, surge también el problema de asimilar un
nuevo continente. Se pensaba que existían solamente tres continentes: Europa, Asia y África. Esto tiene mucho que ver
con la idea de trinidad. Es por eso que costó mucho asimilar el Nuevo Mundo. La sociedad europea ante la evidencia
tuvo que cambiar la idea de mundo que se tenía.
Ahora hablando más específicamente en la sociedad de esa época, se era muy común viajar poco, el ir al campo, al
mercado y nada más, es decir, instancias muy reducidas, solo existían viajeros muy reducidos. Hay una idea sobre el hijo
pródigo, vinculado con la parábola el mandato moral va a ir mutando llegó a general un interés de explorar.
Revolución francesa y primera revolución industrial.
Subsidiario de los viajes de descubrimiento y exploración, sin embargo, gran parte de la población no podía acceder a
estos viajes. Había algunos que, si viajaban, por el mercado, las fiestas, el ganado, etc. pero más allá de esos
desplazamientos, había un gran temor a los viajes más allá de las fronteras desconocidas.
Primero son las migraciones campo-ciudad. Segundos procesos de emigración y colonización, emigración individual y
grupal a causa de coyunturas.
Estos viajes de ahora va ir transformando esta mirada sobre el viaje. Ya que encontramos con un estado absolutista y
donde la figura va a ir a partir de necesidades intensificando las necesidades comerciales. Se van a realizar rutas y
caminos fuera de lugares conocidos.
Los viajes van a ser para buscar respuestas filosóficas (Foucault, Rousseau), hablan de pensamiento ilustrado. Buscar un
mundo más allá de la frontera. Los ciudadanos que iban a investigar se les tenía una posición de inferioridad frente a lo
que significaba la civilización europea. Los ilustradores van a ir imaginando y pensando todo esto. Pensar quiénes eran
estos otros que están de este mundo conocido, los van a definir como salvajes, que tenían que ver con la naturaleza no
se sabía si eran animales o que. Identifican un buen salvaje, el cual era considerado como el ideal puro de la humanidad,
como alguien que ha nacido corrompido por la sociedad moderna. Sin embargo, otras posiciones eran las miradas
despectivas, negativas de estos habitantes, y esta es la mirada que va a triunfar en la sociedad europea, y se va a
presentar como el inicio de la antropología en su faceta evolucionista.
Empieza a ver un interés en la literatura del S XVIII, otro movimiento importante del romanticismo, se va a caracterizar la
fascinación sobre la naturaleza, sobre el interés de los relatos de viajes.
Voltaire va a contrastar los diálogos de un alemán con un tutor, y va a decir que este mundo perfecto donde vive él es
muy diferente al salvaje. Estos viajeros podrían contar lo que habían visto y desmentir esto, nutrir una imaginación sobre
estos territorios no europeo, y va a contrastar el tiempo europeo civilizatorio en relación. Además de los relatos,
también empiezan los textos sobre relatos ficticios.
El viaje también llevo, un mejoramiento en el modo de organización económico, social va a ir siendo reemplazado esta
forma de trabajo artesanal por la máquina a vapor.
Esto va a acrecentar el modo de velocidad y las distancias.
Se pasa del trabajo doméstico al manufacturado en fábricas.
Se cambia la mirada sobre el viajero y se va a empezar a imitar.
Apartado 4: Primeros antropólogos como viajeros. Empiezan a discutir con otras ciencias como la biología. Los debates
sobre las diferencias de las razas humanas, transformaciones en el idioma, todo esto venía del evolucionismo, esto va a
expandir la manera de interpretar la historia de la humanidad.
Armar una cronología del salvajismo, barbarie hasta la civilización.
Estos antropólogos no eran viajeros, sino que reciben la información de otros viajeros que le enviaban información,
actas, boletines, etc. Los antropólogos especulan sobre las características que eran enviadas, estaban aislados del
contexto, se comparaban las culturas y aspectos religiosos. Siempre desde la mirada prejuiciosa.
Decían que no necesitaban viajar porque ya tenían la información que les mandaban, también por el no interés de los
países colonialistas sobre los lugares, solo les importaba los recursos naturales, estos nativos eran vistos como objetos
que tenían que pasar un nuevo estadio, tenían que pasar el salvajismo y la barbarie para ser civilizados.
Sin embargo, hay excepciones de este antropólogo de sillón, Morgan, Taylor, cofundador de la disciplina como viajante,
en cambio, a Frazier se lo identificaba con una repugnancia hacia la idea de relacionarse con estos salvajes a los que él
investigaba como antropólogo de salón.
Durante el primer momento, solo se investigaba objetos materiales, de carácter fragmentario, a través de cartas, o a
través de encuestas.
No era importante el viaje porque había una gran cantidad de información y datos sobre estas sociedades sin investigar,
es por eso que se lo puede ver como que había una gran tarea sobre el cual había que investigar. También las
expediciones científicas eran de carácter exploratorio, y los investigadores no se quedaban en los lugares, y en tercer
lugar el control territorial se afianzaba a través del uso militar.
Causas del cambio en el trabajo antropológico, se desarrolla una administración de forma cultural, una reorganización,
se baja la medida militar y se empieza a buscar el conocer y controlar la sociedad, es ahí cuando se empieza a necesitar
de estos antropólogos, la segunda causa es la situación particular termina de centralizarse e institucionalizase con el
ámbito académico y el tercero es la insatisfacción, incomplitud en la búsqueda de información.
Introducción:Malinowski es uno de los grandes clásicos de la moderna ciencia antropológica. Éste arribó a las islas
Trobriand donde comenzó a recoger las primeras informaciones de lo que al cabo de unos años, en 1922, sería Los
argonautas del Pacifico occidental.
La gran lección que se encierra en esta investigación de campo, es la de que no es posible el conocimiento antropológico
si el investigador no se sumerge en la vida de la comunidad primitiva, objeto de su estudio.
Eso que hoy Parece tan elemental no lo era tanto en la época qué Malinowski viajó a Nueva Guinea.
De modo que el requisito este gran antropólogo legó a través de su obra es el de la necesaria convivencia con los
primitivos, y el de la transmisión de las vivencias el antropólogo ha tenido mientras ha estado trabajando en el campo
con ellos.
Los argonautas del Pacífico occidental es una obra que contiene otros elementos valiosos, y qué han resistido el paso del
tiempo. El primero de ellos se refiere a la valoración de las culturas primitivas. Una visión eurocéntrica consideraba a
los “salvajes” como seres humanos escasamente desarrollados e inferiores al hombre occidental. Malinowski, por el
contrario, puso en evidencia que los nativos de las Islas Trobriand contaban con instituciones altamente complejas, y
que su derecho o religión por ejemplo, obedecían a sutiles y elaboradas normas perfectamente comparables a las de los
países occidentales.
El estudio del comercio Kula que se llevaba a cabo de forma central en los argonautas del Pacífico occidental es, en
este sentido, absolutamente revelador. Malinowski mostró que en una economía primitiva como la de los
trobriandeses intervienen factores mágicos y de prestigio, no directamente ligados al valor útil de la mercancía. Esto,
de por sí, una reputación de la idea de que la existencia de los pueblos primitivos se caracteriza tan sólo por el puro
esfuerzo de sobrevivir. Otra de las valiosas aportaciones de los argonautas del Pacífico occidental se trata de que por
primera vez en la investigación antropológica, una cultura se estudió sistemáticamente en todas sus ramificaciones. Eso
tuvo una consecuencia de enorme importancia al demostrar que la cultura es un todo funcional en el que sus rasgos
están lejos de ser inconexos, puso los cimientos de la escuela antropológica funcionalista.
El Punto de partida de Malinowski que le permitió en parte llevar a cabo su brillante investigación en las Islas Trobriand,
lo constituyó la escuela de sociología francesa. De ella recogió el gran antropólogo británico la idea de la necesidad de
estudiar la sociedad tal como se presentaba contemporáneamente, así como la noción de hecho social como categoría
irreductible a las instancias y visuales.
De la sociología francesa Malinowski incorporó además, otros elementos sustanciales de su baraje conceptual. Tal es
el caso de la idea de totalidad y de la noción de funcionalidad.
Los argonautas del Pacífico occidental es la obra más importante de Bronislaw Malinowski y uno de los textos
fundacionales de la moderna antropología.
Prefacio:
El doctor Malinowski ha vivido durante muchos meses como indígenas y entre ellos, observandolos diariamente en sus
trabajos y diversiones, conversando con ellos en su propia lengua y deduciendo todas las informaciones de las fuentes
más seguras: La observación personal y los relatos directamente escuchados de los nativos, en su propio idioma y sin
mediación de intérprete. De este modo ha acumulado una gran cantidad de material, de alto valor científico, sobre la
vida social, religiosa.
El presente volumen, nos ha dado un estudio preliminar sobre una faceta llamativa y característica de la sociedad
Trobriand: el curioso sistema de intercambio, sólo en parte económico-comercial que los indígenas mantienen entre
ellos y con los habitantes de las Islas vecinas.
Además, sabiamente, ha rehusado a limitarse a la mera descripción de los procedimientos de intercambio y se ha
determinado a penetrar en las motivaciones subyacentes y los sentimientos que despierta en las Mentes de los
indígenas. Característico del método del doctor Malinowski es tener en cuenta todas las complejidades de la naturaleza
humana, por lo que recuerda que el hombre es una criatura de emociones tanto como de razón y está constantemente
en la brecha para descubrir la base emocional como la racional de cualquiera de sus actos.
En el presente tratado, el doctor Malinowski se ocupa en especial de lo que a primera vista puede parecer únicamente
la actividad económica de los habitantes de las Islas Trobriand, pero en la circulación de bienes existente entre los
habitantes de las Trobriand y los habitantes de otras Islas, al tiempo que se acompaña de un comercio normal no es
bajo ningún concepto simple transacción comercial, demuestra que no se basa en el puro cálculo de beneficios y
pérdidas sino que satisface necesidades emocionales y estéticas de orden más elevado que la mera ratificación de las
necesidades animales. También demuestra que el cambio de objetos utilitarios, que forma parte del sistema Kula está
enteramente subordinado al intercambio de otros objetos sin ninguna clase de utilidad.
Por otro lado Malinowski va a señalar que para los indígenas la celebración de los ritos mágicos y el recitado de las
palabras mágicas son indispensables para el éxito de la empresa en todas sus fases, desde la tala de los árboles que
luego se ahuecan para construir canoas hasta el momento en que la carraca y su preciosa carga inician el viaje de
retorno. Sostiene además que las palabras mágicas y las ceremonias no son consideradas menos necesarias para el
cultivo de los huertos y el éxito de la pesca, son las dos actividades que proveen a los isleños de los principales medios
de subsistencia.
La magia es considerada como parte absolutamente esencial de cualquier proceso productivo tiene un requisito tan
importante para el éxito como cualquiera de las operaciones que el trabajo conlleve. Malinowski y la creencia mágica es
una de las tres grandes fuerzas psicológicas que cooperan en la organización y sistematización esfuerzo económico en
las Islas Trobriand.
Siempre que emprenden alguna acción de importancia vital recurren a la ayuda de la magia. Para ellos la magia
gobierna los destinos humanos, provee al hombre con el poder de dominar las fuerzas de la naturaleza y es para él su
arma y su armadura contra los múltiples peligros que por todas partes lo amenazan. Así, para de, la magia es un poder
de Suprema importancia tanto para el bien como para el mal; puede ser la fortuna o la desgracia de un hombre, puede
sostener y proteger al individuo y en la comunidad, o dañarlos y destruirlos.
En comparación con esta creencia universal y profunda la creencia en los espíritus de los muertos parece ejercer muy
poca influencia en la vida de esta gente, son descritos como casi carentes de miedo a los aparecidos. Creo sin embargo
que los difuntos vuelven una vez al año para participar la gran fiesta anual, pero en general para ellos los Espíritus no
incluye ni para bien ni para mal en los seres humanos.
El absoluto predominio de la magia sobre la religión es un rasgo llamativo de la cultura de un pueblo cómo es éste de las
Islas Trobriand.
El método en etnografía:
Una fuente en la Gráfica tiene valor científico incuestionable siempre que podamos hacer una clara distinción entre, por
una parte, lo que son los resultados de la observación directa y las exposiciones e interpretaciones del indígena y, por
otra parte, las deducciones del autor basada en su sentido común y capacidad de penetración psicológica.
El etnógrafo es su propio cronista e historiador; sus fuentes son de fácil accesibilidad pero también resultan sumamente
evasivas y complejas, ya que radican en el comportamiento y los recuerdos de seres vivientes.
en etnografía hay una enorme distancia entre el material bruto de la información (tal y como se le presenta al etnografo
en sus observaciones: en las declaraciones de los indigenas y en la vida tribal misma), y la exposicion final y teorizada de
los resultados. el etnografo tiene que salvar esta distancia a lo largo de los laboriosos años que distan entre el dia que
puso por primera vez el pie en una playa indigena e hizo la primera tentativa de entrar en contacto con los nativos, y el
momento en que escribe la ultima version de sus resultados.
El trabajo de campo:
Desde que uno instala su residencia en un compartimiento de vecindad blanca, de comerciantes o misioneros, no hay
otra cosa que hacer sino empezar directamente el trabajo de etnógrafo.
Las largas visitas que Malinowsky rindió ante los poblados durante las primeras semanas, no fue otra cosa que
descorazonamiento y desesperanza, ya que había fallado rotundamente en los muchos intentos de entrar en contacto
con los indígenas o de iniciar con algún material. Tuvo un periodo de tal desaliento que se encerró a leer novelas.
En una primera entrada en una aldea, ya sea solo o acompañado de un cicerone blanco, algunos indígenas se agrupan a
tu alrededor, sobre todo si se huele a tabaco. Otros, los más dignos y de mayor edad, permanecen sentados en sus
sitios. La primera vista dejó a Malinowski con la esperanza de que al volver solo las cosas serán mas fáciles.
Volvió a su debido tiempo y reunió pronto una audiencia a su alrededor, les ofreció tabaco, y así tomó su primer
contacto en una atmósfera de mutua cordialidad.
Luego intentó proceder a sus asuntos. En primer lugar, para empezar con temas que no pudieran despertar sospechas,
comenzó a crear tecnología. Cuántos indígenas se pusieron a fabricar diversos objetos. Pues fácil para él observarlos y
conseguir los nombres de las herramientas e incluso algunas expresiones técnicas sobre los distintos procedimientos;
pero eso fue todo.
Malinowski sostuvo que antes de adquirir soltura en formular las preguntas y entender las contestaciones, se tiene la
desagradable impresión de que nunca se considera completamente la libre comunicación con los indígenas. Él sabía que
el mejor remedio era recogiendo datos concretos, y obrando en consecuencia hizo un censo del poblado, tomó nota de
las genealogías, levantó planos y registro los términos de parentesco. Pero todo esto quedaba como material muerto
que no le permite avanzar en la comprensión de la mentalidad y el verdadero comportamiento del indígena ya que no
consiguió sacarles a sus interlocutores ninguna interpretación sobre estos puntos ni tampoco captar lo que se llamaría el
sentido de la vida tribal. Tampoco avanzó un paso en el conocimiento de sus ideas religiosas y mágicas ni a sus creencias
sobre la hechicería y los espíritus a excepción de unos cuantos datos superficiales del folklore.
La información que Malinowski recibió por boca de algunos residentes blancos del escritor fue todavía más desanimado
ahora que todo lo demás había hombres que habían vivido allí durante años con constantes oportunidades de observar
a los Indígenas y comunicarse entre ellos y que sin embargo no sabía nada que tuviera interés.
La forma en que sus informantes blancos hablaban sobre los indígenas y emitían sus puntos de vista era la demente
inexperta sino habituada a formular sus pensamientos con coherencia y precisión. Además, estaban llenos de prejuicios
y opiniones que repugnan a quien buscó objetividad hice fuerza por tener una visión científica de las cosas.
En su primer periodo de investigación en la costa del Sur, Malinowski no logró ningún proceso hasta que estuvo solo en
la zona y descubrió donde reside el secreto de un trabajo de campo efectivo.
Sólo se tendrá resultados satisfactorios si se aplican ciertas reglas. Los principios metodológicos pueden agruparse bajo
tres rótulos principales:
El etnógrafo debe albergar propósitos estrictamente científicos y conocer las normas y los criterios de la etnografía
moderna.
El etnógrafo debe colocarse en buenas condiciones para su trabajo, es decir no vivir con otros blancos sino entre los
indígenas.
El etnógrafo tiene que utilizar cierto número de métodos precisos en orden a recoger, manejar y establecer sus
pruebas.
PRIMER VIA:
Métodos activos de investigación:
El etnógrafo no sólo tiene que instalarse en el lugar y esperar a ver lo que cae sino que debe ser un cazador activo y esto
conduce los métodos más activos para la búsqueda de la documentación etnográfica.
Alguien que emprende una expedición tiene que estar decidido probar determinadas hipótesis y cambiar en cualquier
momento sus puntos de vista y desecharlas De buena gana bajo el peso de las evidencias. Cuántos más problemas te
plantees sobre la marcha y más se acostumbre amoldar sus teorías a los hechos y a ver los datos como capaces de
configurar una teoría, mejor equipado estará su trabajo.
La etnografía ha introducido Ley y orden en un dominio que parecía caótico y caprichoso ha transformado el mundo
efectista pero e irresponsable de los salvajes en cierto número de comunidades bien ordenadas, gobernadas por leyes y
que se comportan y piensan Con arreglo a determinados principios.
La palabra “salvaje” sea cual fuese su significación original, connota ideas de libertad desaforada e irregularidad y evoca
algo de extremada y extraordinaria rareza. Es creencia popular que los indígenas viven en el seno mismo de la
naturaleza más o menos Cómo pueden y quieren, víctima de temores descontrolados y fantasmagóricas creencias. La
ciencia moderna por el contrario demuestra que sus instituciones sociales tienen una organización bien definida que se
gobiernan con autoridad Ley y orden tanto en sus relaciones públicas como en las privadas. Tus creencias y prácticas no
están de ninguna manera desprovistas de cierta coherencia, y los conocimientos que poseen del mundo exterior les
bastan en muchos casos para guiarse en sus actividades y empresas que llevan a cabo con vigor. Sus producciones
artísticas tampoco están faltas de significado ni de belleza.
El ideal primordial y básico del trabajo etnográfico de campo es dar un esquema claro y coherente de la estructura social
y destacar las leyes y normas que todo fenómeno cultural conlleva.
En primer lugar debe determinarse el esqueleto de la vida tribal. Este ideal exige la obligación de hacer un estudio
completo de los fenómenos en cada uno de los aspectos de la cultura tribal estudiada. El que se proponga estudiar solo
religión, o bien tecnología, y organización social por separado, delimita el campo de su investigación y eso le supondrá
una seria desventaja en el trabajo.
SEGUNDA VIA:
La vida indígena:
Solo es posible familiarizarse con los rasgos íntimos de la vida indígena a través de un estrecho contacto con ellos
mismos, durante un largo periodo de tiempo.
Sin embargo, podemos decir que aprendemos mucho de la estructura de la sociedad, pero no podemos percibir ni
imaginar las realidades de la vida humana, el flujo rutinario de la vida diaria, las ocasionales oleadas de agitación ante
una fiesta, una ceremonia o cualquier suceso inesperado. Es necesario, pues, enriquecer el estudio observando la
manera en que se practican las costumbres, observando cual es el verdadero comportamiento de los indígenas. Si todas
las conclusiones están únicamente basadas en los relatos de los informantes o deducidas a partir de documentos
objetivos, resultará imposible revitalizarlas con datos efectivamente observados del comportamiento real. Pero si el
investigador de campo adopta las condiciones de vida descritas con anterioridad, conseguirá una posición mucho más
ventajosa que la de ningún otro blanco residente para mantener un verdadero contacto con los indígenas.
Por otra parte, si un comerciante, misionero o funcionario entra en relaciones estrechas con el indígena, pero tiene que
convertirlo, influenciarlo o utilizarlo, ello le imposibilita la observación imparcial y desprejuiciada, e invalida toda posible
sinceridad.
Viviendo en el poblado sin otra ocupación que no sea observar la vida indígena, se presencian una y otra vez el
desenvolvimiento cotidiano, las ceremonias y las transacciones, se tienen ejemplos de las creencias tal y como son
vividas en realidad, y el cúmulo de vivencias de la auténtica vida indígena rellena pronto el esqueleto de las
reconstrucciones abstractas.
En otras palabras, hay toda una serie de fenómenos de gran importancia que no pueden recogerse mediante
interrogatorios ni con el análisis de documentos, sino que tienen que ser observados en su plena realidad. Llamémosles
LOS IMPONDERABLES DE LA VIDA REAL.
Todos los hechos pueden y deben ser científicamente formulados y consignados, pero es necesario que se haga
profundizando en la actitud mental que estos detalles reflejan y no limitándose a un recuento superficial (como
acostumbran a hacer los observadores no preparados).
Los más sólidos vínculos del grupo social son percibidos con menos intensidad por el individuo que los cumple. Son
hechos que sociológicamente conforman una “definición”, pero desde una perspectiva personal, lo que eso
verdaderamente representa para ellos, queda en realidad en un segundo plano.
Por lo tanto, si el etnógrafo pretende hacer llegar al lector la vida real de estos pueblos no lo debe olvidar en ningún
momento.
Del mismo modo, cuando se estudian los actos sobresalientes de la vida tribal, ya sean ceremonias, ritos, fiestas, etc.
Junto al simple esquema de los hechos, deben proporcionarse los detalles y la tónica del comportamiento. Es más, el
comportamiento es un hecho relevante y se debe observar. En este método practico de observación y recopilación de
estos IMPONDERABLES DE LA VIDA REAL Y DEL COMPORTAMIENTO en el campo de trabajo, la ecuación personal del
observador interviene con mucho más peso en la recolección de datos etnográficos cristalizados. Pero, también en este
caso, se debe poner el mayor empeño en que los hechos hablen por sí mismos. Es importante también que este trabajo
de recogida y fijación de impresiones se comience lo antes posible en el curso del trabajo sobre el distrito. Si se presta
constante atención a los aspectos de la vida tribal, con el empeño incesante de retenerlo y expresarlo en términos de los
hechos reales, enriquecerá sus notas de buena cantidad de material sugestivo y de confianza.
En esta clase de trabajo, a veces, conviene que el etnógrafo deje de lado la cámara, el cuaderno y el lápiz, e intervenga el
mismo en lo que está ocurriendo. Puede tomar parte en los juegos de los indígenas, puede acompañarlos en sus visitas y
paseos, o sentarse a escuchar y compartir sus conversaciones.
De sus zambullidas en la vida indígena, Malinowski sostiene que siempre salió con la clara convicción de que sus
comportamientos, su manera de ser en toda clase de operaciones tribales, se le hacían más transparentes y fáciles de
entender que antes.
TERCER VIA:
Concepciones, opiniones y formas de expresión:
Junto a los grandes rasgos de la estructura tribal y los datos culturales esquematizados que forman el esqueleto, junto a
los datos de la vida diaria y el comportamiento habitual que, por así decirlo, son su cuerpo viviente, es necesario
también tener en cuenta la mentalidad: las concepciones, las opiniones y las formas de expresarse del indígena.
Incluso admitiendo que, por lo general, la gente sienta, piense y experimente ciertos estados psicológicos en relación
con el cumplimiento de los actos impuestos por la costumbre, a la mayoría de ellos no les es posible formular en
palabras tales predisposiciones. Este último punto hay que darlo por probado, y quizá sea el nudo del estudio de los
hechos de la psicología social.
Malinowski asegura que no le interesa saber lo que puedan pensar como individuos, de acuerdo con sus azarosas
experiencias personales, solo le interesa lo que sienten y piensan como miembros de una comunidad determinada, ya
que el medio social y cultural que les rodea los empuja a pensar y a sentir de una determinada manera.
Así, se podría enunciar el tercer criterio del trabajo de campo de la siguiente manera: descubrir las formas típicas de
pensar y sentir que corresponden a las instituciones y a la cultura de una comunidad determinada, y formular los
resultados de la forma mas convincente.
El etnógrafo puede dar un paso en esta dirección si aprende la lengua indígena y la utiliza como instrumento de
investigación. Malinowski sostiene que cuando él trabajaba en lengua kiriwiniana todavía tuvo algunas dificultades para
escribir los relatos traduciéndolos directamente. La traducción despojaba al texto de todas sus características
significativas, le quitaba todas las inflexiones; de manera que, poco a poco, empezó a apuntar ciertas frases importantes
tal y como se las decían en el habla indígena. A medida que sus conocimientos del idioma progresaban, escribía mas y
más cosas en kiriwiniano, hasta que por fin acabó escribiendo exclusivamente en esa lengua, tomando notas de cada
relato con rapidez.
Tan pronto Malinowski alcanzó este nivel, se dio cuenta de que estaba adquiriendo al mismo tiempo un abundante
material lingüístico y una colección de documentos etnográficos que creyó necesario reproducir tal y como fueron
tomados, aparte de usarlos para la redacción de este trabajo.
Etnocentrismo y antropología:
En antropología, se entiende el etnocentrismo a una posición teórica y una actitud práctica que no solo juzga los valores
de la cultura propia como superiores a los valores de las otras culturas, sino que considera sus axiomas, categorías y
principios teóricos básicos como los únicos válidos.
Los antropólogos, al estudiar las semejanzas y diferencias entre las distintas sociedades y las diversas culturas, se
plantean como uno de sus imperativos metodológicos la superación de ese etnocentrismo espontáneo de todos los
seres humanos al enfrentarse a ideas, valores, costumbres y conductas diferentes de las suyas. Hay grados de
etnocentrismo y la superación progresiva de sus manifestaciones más obvias a lo largo de la historia de la disciplina ha
ido produciendo el desvelamiento de crecientes áreas oscuras de esta, su autoconocimiento y autocrítica.
Emic y Etic:
Análisis fonético y fonémico. Fonémico, analiza fonemas de la lengua, dilucidando cuales son las oposiciones pertinentes
entre los rasgos distintivos de los sonidos que son responsables de su valor significante para los hablantes de esa lengua,
punto de vista nativo, dilucidando cuales son las categorías y las oposiciones lógicas pertinentes para los nativos.
Fonético, estudia los fonemas como sonidos, analiza su articulación, su recepción acústica y su realidad física como
ondas sonoras desde una perspectiva objetiva igualmente válida para todas las lenguas, analiza todas las culturas desde
una misma perspectiva objetiva preocupada por desvelar aquellos rasgos objetivos comunes a todas las culturas, a los
que cabe suponer un carácter universal.
Se dedicó al estudio emic del parentesco, al análisis semántico de las terminologías de parentesco, en un intento
deliberado por superar lo que denunciaban como etnocentrismo de los enfoques etic anteriores y por convertir la
etnografía en una tarea científica. Incesto, adulterio, familia, matrimonio, paternidad, descendencia, consanguinidad,
filiación, linaje, etc. Son algunos términos etic que vamos a definir. También hay que ver que estos términos también son
también categorías emic de nuestra cultura a las que quizá los antropólogos les adjudicaron esa validez universal de
forma un tanto abusiva y a priori, antes de comprobar su presencia o ausencia en otras culturas.
etic son los que estructuran la parte clásica.
Problemas de traducción:
La significación que debe asignarse a los términos etic de las teorías del parentesco es la que establece su definición
convencional por el autor que los propone, elabora y utiliza. Aunque esa significación ética de los términos de la teoría
del parentesco es fruto de una definición que depura y altera su significado emic en la lengua y la cultura de las que se
toma mayor parte de los autores procura que sea delimitación y clarificación semántica no se aparte en exceso de los
usos lingüísticos habituales del término en la lengua y cultura de origen.
El hecho de que buena parte del corpus teórico central de las teorías antropológicas del parentesco está formulado en
una lengua natural y que sus categorías etic no puedan desprenderse por completo de las implicaciones y connotaciones
emic que las arraigan en la cultura de la que se han tomado, permite que se produzca una reflexión antropológica sobre
los condicionamientos emic que pesan sobre ellos y sobre sus consiguiente limitaciones etnocéntricas.
Lo biológico y lo cultural
La dificultad se vuelve extrema cuando se representa esa oposición como contraste entre lo animal y lo humano. El
espectacular desarrollo de la primatología en los últimos decenios, ha ido destruyendo todas las fronteras que
supuestamente nos separaban a los humanos de nuestros más cercanos parientes en el mundo animal: ni la presencia
de cultura con su consiguiente diversidad, ni la existencia de comunicación simbólica, ni la evitación del incesto, pueden
ser ya reivindicados como distintivos de la especie humana.
La postura anti ecológica de Dumont, aparece aún más enfatizada en Levi Strauss que llega a proclamar que el
parentesco es un lenguaje.
Se abre un nuevo periodo teórico en la historia antropología del parentesco, caracterizado por tres rasgos:
- entrada en liza de dos nuevas corrientes teóricas de análoga inspiración lingüística , el estructuralismo europeo
y la etnosemántica
- la confrontación polémica entre teoría de linajes y teoría de la alianza.
- un creciente rigor teórico, sofisticación técnica y formalización de los análisis del parentesco.
En la década de los 50 y 60 edad de oro.
A comienzos de los 80 hay antropólogos que empiezan a ignorar el estudio, otros buscan perfeccionarlo. En este
momento hubo una gran crisis de identidad en la antropología
Primer momento Morgan, segundo Levi y tercero problemas de género.
Levi- Strauss: Las estructuras elementales del parentesco:
Por su parte, la vida sexual es, en el seno de la naturaleza, un indicio de la vida social ya que, de todos los instintos, el
sexual es el único que para definirse necesita del estímulo del otro. El instinto sexual, por ser él mismo natural, no
constituye el paso de la naturaleza a la cultura, ya que eso sería inconcebible, pero explica una de las razones por las
cuales en el terreno de la vida sexual es donde debe y puede operarse, forzosamente, el tránsito entre los órdenes. La
prohibición del incesto se encuentra, a la vez, en el umbral de la cultura, en la cultura y en cierto sentido de la cultura
misma.
Los sociólogos con sus tentativas de explicaciones pueden resumirse en tres tipos principales:
1) El primer tipo de explicación intenta mantener el doble carácter de la prohibición, disociándola en dos fases
distintas, por ej., para Morgan y Maine el origen de la prohibición del incesto es natural y social al mismo tiempo,
pero en el sentido de ser el resultado de una reflexión social sobre un fenómeno natural. La prohibición del incesto
sería una medida de protección destinada a proteger a la especie de los resultados nefastos de los matrimonios
consanguíneos. Ahora bien, esta justificación de la prohibición del incesto es de origen reciente, antes del siglo XVI
no aparece en parte alguna de nuestra sociedad. Se invocan, es cierto, las diversas monstruosidades que en el
folklore de diversos pueblos primitivos, y sobre todo en los australianos., amenazan a la descendencia de parientes
incestuosos. Pero semejantes castigos por lo común están previstos por la tradición primitiva para todos aquellos
que transgredan las reglas, y no se reserven en absoluto al dominio particular de la reproducción. Las prescripciones
positivas que encontramos muy a menudo en las sociedades primitivas en relación con la prohibición del incesto son
las que tienden a multiplicar las uniones entre primos cruzados, entonces sitúan en los dos polos extremos de la
reglamentación social tipos de uniones idénticas desde el punto de vista de la proximidad: la unión entre primos
paralelos identificada con el incesto fraterno, y la unión entre primos cruzados, que se considera como ideal
matrimonial a pesar del grado muy estrecho de consanguinidad existente entre conyugues.
Por otra parte, es sorprendente el vigor con que el pensamiento contemporáneo se muestra renuente a abandonar
la idea de que la prohibición de las relaciones entre consanguíneos o colaterales inmediatos se justifica por razones
eugenésicas; sin duda ello se debe a que los últimos vestigios de trascendencia de que dispone el pensamiento
moderno se encuentran en los conceptos biológicos.
Es cierto que las mutaciones que determinan la aparición de una tara recesiva son más peligrosas en las poblaciones
pequeñas que en las grandes. En efecto, en las primeras, las probabilidades son más altas. Puede considerarse que
en una pequeña población endógama de composición estable cuyo modelo se encuentra en muchas sociedades
primitivas, el único riesgo del matrimonio entre consanguíneos proviene de la aparición de nuevas mutaciones,
riesgo que puede calcularse puesto que esa tasa de aparición se conoce, sin embargo la probabilidad de encontrar,
en el seno del grupo, heterocigota recesivo es menor que la que acarrearía el matrimonio con un extranjero.
2) Un segundo tipo de explicación tiende a eliminar uno de los términos de la antinomia entre los caracteres, natural y
social, de la institución. Para muchos sociólogos y psicólogos la prohibición del incesto no es más que la proyección o
el reflejo, sobre el plano social, de sentimientos o tendencias para cuya explicación solo es necesario considerar la
naturaleza del hombre. Puede observarse un buen número de variaciones importantes entre los defensores de esta
posición; algunos hacen derivar el horror al incesto, postulado en el origen de la prohibición, de la naturaleza
fisiológica del hombre, otros más bien de sus tendencias psíquicas. Ahora bien, está perfectamente establecido que
el supuesto horror al incesto no puede derivarse de una fuente instintiva, puesto que para que se manifieste es
preciso suponer un conocimiento previo o establecido posteriormente de la relación de parentesco entre los
culpables.
3) El tercer tipo de explicación es la interpretación por estimulación actual, o más bien por carencia de la misma. Para
Ellos, la repugnancia frente al incesto se explica por la influencia negativa de interpretación del mismo tipo que
transpuesta a un plano más estrictamente psicológico.
Se podría objetar a estos autores que confunden dos tipos de acostumbramientos: el que se desarrolla entre dos
individuos sexualmente unidos y del que se sabe que llega el debilitamiento sexual, y que en el primer caso
desempeña una función determinante, está manifiestamente ausente en el segundo.
Sin embargo si el horror al incesto resultase de tendencias fisiológicas o psicológicas congénitas ¿Por qué se
expresaría con la forma de una prohibición que es al mismo tiempo tan solemne y tan esencial como para que se la
encuentre en todas las sociedades humanas con la misma aureola de prestigio sagrado? No habría razón alguna para
prohibir lo que, sin prohibición, no consiste en decir que la prohibición no está destinada más que a casos
excepcionales en lo que la naturaleza falla en su misión. Sea que el peligro exista para el grupo, para los individuos
interesados o para su descendencia, en el grupo es donde debe buscarse el origen de la prohibición. Así, de miso
inevitable, volvemos a la explicación anterior. Es cierto que se podría invocar una comparación con el suicidio. Para
la analogía entre incesto y suicidio no es más que aparente. Si en ambos casos la sociedad prohíbe, esta prohibición
se aplica, en el primero, a un fenómeno natural que se realiza comúnmente entre los animales, y en el segundo, a un
fenómeno extraño por completo a la vida animal y que debe considerarse como una función de la vida social. La
sociedad no prohíbe más que lo que ella misma suscita. Además, y por encima de todo, la sociedad condena el
suicidio por considerarlo perjudicial para sus intereses, y no porque constituya la negación de una tendencia
congénita. La mejor prueba de ello es que, mientras que toda sociedad prohíbe el incesto, no hay ninguna que no
haga lugar al suicidio y deje de reconocer su legitimidad en ciertas circunstancias o para ciertas circunstancias o por
ciertos motivos: aquellos en los cuales la actitud individual coincide accidentalmente con un interés social. Por lo
tanto, aún tenemos que descubrir las razones por las que el incesto implica un prejuicio para el orden social.
La prohibición del incesto, considerada como institución social, aparece bajo dos aspectos diferentes. En ocasiones,
solo estamos en presencia de la prohibición de la unión sexual entre consanguíneos próximos o colaterales, a veces,
esta forma de prohibiciones, fundada en un criterio biológico definido, no es más que un aspecto de un sistema más
amplio que parece carecer de toda base biológica: en muchas sociedades la regla de la exogamia prohíbe el
matrimonio entre categorías sociales que incluyen parientes próximos pero, junto con ellos, incluye un número
considerable de individuos entre lo que no es posible establecer relación alguna de consanguinidad o de
colateralidad o, en todo caso, solo relaciones muy lejanas. En este último caso, es el capricho aparente de la
nomenclatura el que lleva a considerar como parientes biológicos a los individuos afectados por la prohibición.
La hipótesis presentada por Durkheim tiene un triple carácter: en primer lugar, se basa sobre la universalización de
los hechos que se observaron en un grupo limitado de sociedades, luego, hace de la prohibición del incesto una
consecuencia lejana de las reglas de exogamia. Estas últimas, por fin, se interpretan en función de fenómenos de
otro orden. Según Durkheim, la observación de las sociedades australianas, consideradas como la ilustración de un
tipo primitivo de organización que antes era común a todas las sociedades humanas, proporciona la solución del
problema del incesto. La vida religiosa de estas sociedades está dominada por creencias que afirman una identidad
sustancial entre el clan y tótem. La creencia en esta identidad sustancial explica las prohibiciones especiales que
afectan a la sangre considerada como símbolo sagrado y el origen de la comunidad mágico-biológica que une a los
miembros de un mismo clan. Este temor por la sangre del clan es particularmente intenso en el caso de la sangre
menstrual y explica por qué, en la mayoría de las sociedades primitivas, las mujeres son, en principio a causa de sus
menstruaciones y luego de una más general, objeto de creencias mágicas y de prohibiciones especiales. Las
prohibiciones que afectan a las mujeres y a su segregación, tal como se expresa en la regla de la exogamia, no serían
otra cosa que la repercusión lejana de creencias religiosas que primitivamente no harían discriminación entre los
sexos, pero que se transforman bajo la influencia del acercamiento que se establece, en la mente de los hombres,
entre la sangre y el sexo femenino. En último análisis, si de acuerdo con la regla de la exogamia un hombre no puede
contraer matrimonio en el seno de su propio clan, ello se debe a que si actuara de otra manera entraría en contacto,
o correría el riesgo de hacerlo, con esta sangre que es el signo visible y la expresión sustancial del parentesco con su
tótem. Tal peligro no existe para los miembros de otro clan, y que al tótem de otro no lo afecta prohibición alguna.
La prohibición del incesto, tal como la concebimos en la actualidad, no sería entonces más que el vestigio, la
supervivencia, de este conjunto complejo de creencias y prohibiciones cuyas raíces se hunden en un sistema mágico
religioso donde, en definitiva, reside la explicación. Para Durkheim la prohibición del incesto es un residuo de la
exogamia; que esta se explica por las prohibiciones especiales que afectan a las mujeres, que estas, por fin, solo
expresan ciertos sentimientos que provienen de la creencia en la consustancialidad del individuo miembro de un
clan o su tótem. Ahora bien, el matrimonio y, en muchas sociedades, hasta el acto sexual, presentan un carácter
ceremonial y ritual que no es en absoluto incompatible con la operación supuesta de comunión totémica que se
quiere discernir allí. En segundo lugar, el horror por la sangre y en particular, por la sangre menstrual, no es un
fenómeno universal.
Ejemplos:
- Los jóvenes winnebago visitan a sus amantes aprovechando el secreto que las condenan en el aislamiento prescripto
durante la menstruación.
- Los aleutes no copulan con sus mujeres durante la menstruación por temor a tener una mala caza, pero si el padre
ve a su hija durante la duración de sus primeras menstruaciones ella corre el riesgo de volverse muda y ciega. Es ella,
no el quien corre todos los peligros. En general una mujer es impura durante la duración de su menstruación, no
solo para sus parientes del clan sino también para su marido exogámico, y en general, para todo el mundo.
Es verdad que por su universalidad, la prohibición del incesto, tiene que ver con la naturaleza, vale decir con la
biología, o con la psicología o con ambas; pero no es menos cierto que, como regla, constituye un fenómeno social y
que proviene del universo de las reglas, vale decir de la cultura, y en consecuencia atañe a la sociología cuyo objeto
es el estudio de la cultura. Se comprobó que cada una de estas 3 perspectivas conduce a contradicciones. En
consecuencia queda abierta una sola vía. La que hará pasar del análisis estático a la síntesis dinámica. La prohibición
del incesto no tiene origen puramente cultural, ni puramente natural, y tampoco es un compuesto de elementos
tomados en parte de la naturaleza y en parte de la cultura. Constituye el movimiento fundamental gracias al cual,
por el cual, pero sobre todo en el cual se cumple el pasaje de la naturaleza a la cultura. En un sentido pertenece a la
naturaleza ya que es una condición general de la cultura y, por lo tanto, no debe causar asombro comprobar que
tiene el carácter formal de la naturaleza, vale decir, la universalidad. Pero también en cierto sentido es ya cultura,
pues actúa e impone su regla en el seno de fenómenos que no dependen en principio de ella. La prohibición del
incesto constituye precisamente el vínculo de unión entre una y otra. Sin embargo, esta unión no es estática ni
arbitraria, y en el momento en que se establece modifica por completo la situación total. En efecto, es menos una
unión que una transformación o un pasaje; antes de ella, la cultura aún no existe; con ella, la naturaleza deja de
existir en el hombre. La prohibición del incesto es el proceso por el cual la naturaleza se supera a sí misma.
El intercambio restrictivo:
Capítulo 3: el universo de las reglas.
Aunque la raíz de la prohibición del incesto se encuentra en la naturaleza solo podemos aprehenderla en su punto
extremo, vale decir, como regla social. Muy restringida en nuestra sociedad, llega a abarcar los grados de parentesco
más distantes en ciertas tribus norteamericanas. La prohibición afecta menos a la consanguinidad real, a menudo
imposible de establecer, a veces inexistente, que al fenómeno puramente social por el cual dos individuos sin
verdadero parentesco se encuentran situados en la clase de los “hermanos” o de las “hermanas”, o de los “padres”
o de los “hijos”. Entonces la prohibición se confunde con la regla de la exogamia. A veces también subsisten en
forma conjunta. La exogamia no bastaría para prohibir la alianza de una madre con su hijo en una sociedad de
régimen patrilineal o de un padre con su hija en una sociedad matrilineal. Sin embargo, en muchos casos la regla de
la exogamia, o el sistema de parentesco, el que decide, sin tomar en cuenta las conexiones reales, excluidas las de
primer grado, las misma ley que en el matrimonio entre primos cruzados, asimila como hermanos y hermanas a un
grupo de primos hermanos, califica a la otra mitad de estos mismos primos hermanos como esposos potenciales. El
mismo sistema, y también otros, ven en la alianza del tío materno con sus sobrina y más raramente de la tía materna
con su sobrino tipos de matrimonios muy recomendables y a veces prescriptos, mientras que una pretensión
análoga por parte del tío paterno o de la tía materna suscitaría el mismo horror que el incesto con los padres, con
los cuales se asimila a estos colaterales.
De este modo la prohibición del incesto no siempre se expresa en función de los grados de parientes reales; no
obstante, no todos los casos apuntan a los individuos que se dirigen entre sí mediante ciertos términos.
Es la relación social la que cumple una función determinante más allá del lazo biológico. Desde el punto de vista más
general, la prohibición del incesto expresa el pasaje del hecho natural de la consanguinidad al hecho cultural de la
alianza. Ya la misma naturaleza opera según el doble ritmo, igualmente presente en la naturaleza que en la cultura,
le confiere de alguna manera una forma común, no por eso aparece bajo el mismo aspecto en los dos casos. El
dominio de la naturaleza se caracteriza por el hecho de que solo se da lo que se recibe. El fenómeno de la herencia
expresa esta permanencia y esta continuidad. En el dominio de la cultura, por lo contrario, el individuo recibe
siempre más de lo que y al mismo tiempo da más de lo que recibe.
El problema del pasaje de la naturaleza a la cultura se redice, pues al problema de la introducción del proceso de
acumulación en el seno de procesos de repetición. La naturaleza, así como la cultura se reduce, pues al problema de
la introducción del proceso de acumulación en el seno de procesos de repetición. La naturaleza y la cultura operan
según el doble ritmo de recibir y el dar. Sin embargo, los dos elementos de este ritmo, tal como lo reproduce la
naturaleza, no le son indiferentes a la cultura: respecto del primer periodo, el de recibir, que se expresa por medio
del parentesco biológico, la cultura es impotente: la herencia de un niño está integralmente inscripta en el seno de
los genes transmitidos por los padres; así como sean los genes, así será el niño. La acción del medio puede poner de
su importan. Ahora, la alianza: la naturaleza la exige tan imperiosamente como la filiación pero de la misma manera
ni en la misma medida, ya que en el primer caso solo se requiere el hecho de la alianza, pero no se requiere su
determinación. La naturaleza asigna a cada individuo determinaciones transmitidas por sus padres reales, pero no
decide, en modo alguno, quienes serán estos padres.
Por lo tanto, la herencia considerada desde el punto de vista de la naturaleza es doblemente necesaria: en primer
lugar como ley luego como especificación de la ley, puesto que la naturaleza no solo dice que es necesario tener
padres sino que también el hijo será semejante a ellos.
Por lo contrario, en lo que respecta a la alianza, la naturaleza se contenta con afirmar la ley pero es indiferente a su
contenido. Si la relación entre padres e hijos está rigurosamente determinada por la naturaleza de los primeros, la
relación entre macho y hembra solo lo está por el azar y la probabilidad. En la naturaleza se encuentra un principio
de indeterminación y solo uno que se pone de manifiesto en el carácter arbitrario de la alianza. Pero la cultura,
impotente frente a la filiación toma conciencia de sus deberes al mismo tiempo que de sí misma, frente al fenómeno
totalmente diferente de la alianza, el único sobre el cual la naturaleza no lo ha dicho todo.
La naturaleza impone la alianza sin determinarla y la cultura solo la recibe para definir enseguida sus modalidades.
Se resuelve así la aparente contradicción entre el carácter de regla de la prohibición y su universalidad. Esta última
expresa solo el hecho de que la cultura, siempre y en todas partes, llenó esta forma vacía. Por el momento
contentémonos con esta comprobación que es la regla.
El hecho de la regla constituye la esencia misma de la prohibición del incesto, ya que si la naturaleza abandona la
alianza al azar y a lo indeterminado es imposible para la cultura no introducir un orden, de cualquier clase que sea,
allí donde no existe ninguno- el papel primordial de la cultura es asegurar la existencia del grupo como grupo, y por
lo tanto, sustituir en este dominio, como en todos los demás, el azar por la organización. La prohibición del incesto
constituye cierta forma de intervención. Es imposible abordar el estudio de las prohibiciones del matrimonio sin
compenetrarse, desde el comienzo, con el sentimiento concreto de que los hechos de este tipo no tienen un
carácter excepcional sino que representan una aplicación particular, en el dominio dado, de principios y métodos
que vuelven a presentarse cada vez que se pone en juego la existencia física o espiritual entre los cuales el alimento
es el más fácil de observar, ahora bien, el alimento no solo es un bien mas y sin duda esencial; entre las mujeres y el
alimento existe todo un sistema de relaciones, aprehensión, aun superficial, basta para establecer este
acercamiento.
Para admitir la identificación de las mujeres como bienes. En Rusia al novio se lo llama “el mercader” y a la novia “la
mercadería”.
Existe un equilibrio biológico entre los nacimientos masculinos y los nacimientos femeninos. Salvo en las sociedades
en las que este equilibrio se haya modificado por la intervención de las costumbres, cada individuo macho debe
tener una oportunidad, cercana a una probabilidad muy alta, de procurarse una esposa. En estas condiciones ¿Se
habla de mujeres como un bien escaso? Aquí se plantea el problema de la poligamia.
La monogamia no es una institución positiva: constituye solo el límite de la poligamia en sociedades en las cuales,
por razones muy diferentes, la competencia económica y sexual alcanza una forma aguda. El débil volumen de la
unidad social en las sociedades más primitivas da cuenta de estos caracteres particulares. Por otra parte, aún en
estas sociedades la monogamia no constituye una regla general. La tendencia poligámica profunda, cuya existencia
puede admitirse en todos los hombres, hace que siempre aparezca como insuficiente el número de mujeres
disponibles. Aun así, hubiera tantas mujeres como hombres, no todas son igualmente deseables, las mujeres más
deseables forman una minoría. En consecuencia la demanda de mujeres está siempre, en estado de desequilibrio y
de tensión. Consideraciones extraídas del estudio de las relaciones entre los sexos en nuestra sociedad no permiten
comprender el carácter verdaderamente trágico de este equilibrio en el seno de las sociedades primitivas. Sus
implicaciones sexuales son secundarias. En efecto, la sociedad primitiva dispone, aún más que la nuestra, de
múltiples recursos para resolver este aspecto del problema. La homosexualidad en ciertos grupos, en otros la
poliandria y el préstamo de mujeres, y por fin, casi en todas partes, la extrema libertad de las relaciones
premaritales, permitirían los adolescentes esperar cómodamente hallar una esposa, si la función de esta se limitase
a las gratificaciones sexuales. Pero, como se señaló a menudo, en la mayoría de las sociedades primitivas el
matrimonio se presenta una importancia totalmente distinta, no erótica sino económica. La diferencia entre el
estatus económico del soltero y del hombre casado, en nuestra sociedad, se reduce casi exclusivamente al hecho de
que el primero debe renovar con mayor frecuencia su guardarropa. El hombre y la mujer no solo tienen la misma
especialización técnica u, por lo tanto, dependen uno del otro para la fabricación de los objetos necesarios para las
tareas cotidianas, sino que se consagran a la producción de tipos diferentes de alimentos. Por lo tanto, una
alimentación completa depende del estar en pareja. Más mujeres hay, más para comer. Las mujeres y los niños son
considerados la parte más preciosa del capital del grupo familiar. En tales sociedades, el matrimonio presenta una
importancia vital para cada individuo.
En efecto, las reglas de matrimonio no siempre se limitan a prohibir un circulo de parentesco, a veces también
asignan un circulo determinado en cuyo interior debe reproducirse necesariamente el matrimonio. Aquí deben
distinguirse dos casos:
- La endogamia, la obligación de casarse en el interior de un grupo definido objetivamente.
- La unión preferencial, la obligación de elegir como conyugue a un individuo que tiene con el sujeto una relación de
parentesco determinada.
Esta distinción es difícil de establecer en los sistemas clasificatorios de parentesco, ya que en ellos todos los individuos
que presentan entre sí, o con un sujeto determinado, una relación de parentesco definida, se encuentren incluidos en
una clase, y así se podría pasar sin una transición marcada, de la unión preferencial a la endogamia propiamente dicha.
De este modo todo sistema de matrimonio entre primos cruzados podría interpretarse como un sistema endogámico en
caso de que todos los individuos que son primos paralelos fueran designados con un mismo término y de que todos los
individuos que son primos cruzados lo fueran con un término diferente.
Familia Consanguínea
La familia se organiza a partir de la unión entre hermanos y la convivencia de una manera generalizada entre los
integrantes del grupo. Todos lo de una misma generación (hermanos, primos y primos segundos y terceros, cuñados)
son considerados hermanos.
Los esposos lo son de todas las mujeres de la misma generación. Los hijos lo son de todas las mujeres y varones de la
generación anterior.
El sistema de consanguinidad más primitivo de los hasta ahora descubiertos se presenta entre los polinesios, de los
cuales elegiremos a los hawaianos como ejemplo típico. Lo he denominado Sistema malayo. En él todos los
consanguíneos, próximos o lejanos, caen dentro de alguno de los siguientes parentescos: padre, hijo, abuelo, nieto
hermano y hermana. No se reconoce ninguna otra vinculación de sangre. Aparte de estos parentescos. Están los creados
por el matrimonio. Este sistema de consanguinidad apareció en la primera forma de familia; la consanguínea, y lleva
consigo la prueba principal de su existencia primitiva. Este hecho puede parecer base insuficiente para una dirección tan
Importante; pero SI estamos habilitados para suponer que cada parentesco de los reconocidos era el que de hecho
existió, la deducción queda plenamente cimentada. Este sistema imperó, en forma muy general, en Polinesia, si bien
entre ellos la familia ha pasado de la forma consanguínea a la punalúa. Se mantuvo inalterable, pues no existió un
motivo suficientemente poderoso, no se produjo una mudanza en las instituciones tan radical como para provocar su
cambio.
Familia patriarcal
Corresponde al período superior de la barbarie. Es un agrupamiento de personas, libres y serviles (dispuestas a
someterse a una autoridad), que formaban una familia sujeta a la autoridad paterna. Inicialmente los Padres (jefes)
practicaban la poligamia. Surge claramente la autoridad paterna. Se da un primer intento de separación del individuo de
la familia.
Las últimas cuatro formas de familia se mantuvieron hasta el período histórico, pero la primera, o sea, la consanguínea,
desapareció. No obstante, su remota existencia puede deducirse del sistema malayo de consanguinidad. Tenemos, por
lo tanto, tres formas radicales de familia que representan tres grandes condiciones de vida, esencialmente diferentes,
con tres sistemas de consanguinidad distintos y bien delineados, suficientes para comprobar la existencia de estas
familias, si contuviesen las únicas pruebas restantes. Esta afirmaci6n contribuirá a que se fije la atención en la
permanencia y persistencia singulares de los sistemas de consanguinidad y en la importancia de la evidencia que
entrañaban con respecto a la condición de la sociedad primitiva.
Familia monógama
Cohabitación exclusiva. Cada individuo se contenta con una sola pareja. Castidad de la mujer hasta el matrimonio.
Responsabilidad compartida de la crianza de los hijos, pero con distintos roles. La mujer tiene un rango inferior en la
sociedad
La familia monógama debe su ori' gen a la propiedad, así como la sindiásmica que contenía su germen, debió su origen a
la gens. Cuando las tribus griegas aparecen por vez primera en la historia, la familia monógama ya existía; pero no llegó a
implantarse completamente hasta que la legislación primitiva fijó su estado legal y sus derechos. El desarrollo del
concepto de propiedad en la mente humana está Últimamente ligado a la implantación de esta forma de familia, por su
creación y usufructo, y, especialmente, por la definición de los derechos legales con respecto a la herencia. La propiedad
llegó a ser tan poderosa que su influencia se dejó sentir en la estructura orgánica de la sociedad. La certidumbre acerca
de la paternidad de los hijos adquirió ahora un significado hasta entonces desconocido. El matrimonio entre parejas
solas ha existido desde el período inferior de la barbarie bajo la forma de una unión de parejas durante un plazo
voluntario. A medida que la sociedad primitiva fue ascendiendo hacia condiciones cada vez más adelantadas, mediante
el mejoramiento de sus instituciones y el progreso de los inventos y descubrimientos, dicha forma de matrimonio fue
haciéndose más estable; pero faltaba aún el elemento esencial de la familia monógama, esto es, la cohabitación
exclusiva. Ya en épocas remotas de barbarie el hombre comenzó a exigir fidelidad a la, mujer, bajo castigos salvajes,
pero sin corresponderle en la misma forma.
La monogamia fue la que, al aparecer, proporciona ese motivo a las naciones arias cuando se acercar a la civilización.
Aseguró así la paternidad de los hijos y Ia legitimidad de los, herederos. La reforma del régimen turamo, a la de hacerlo
concordar con las descendencias monógamas no fue posible. Falseaba la monogamia de parte a parte. No obstan: te
había un remedio sencillo y completo a la vez. El régimen turanio fue abandonado y substituido por el método
descriptivo usado por las tribus turanias cuando querían especificar un parentesco dado, Recurrían, a los simples hechos
de consanguinidad y describían el parentesco de cada persona, mediante la combinación de los términos primarios. Así,
hablaban, del "hijo del hermano", "nieto del hermano", "hermano del padre" y del "hijo del hermano del padre". Cada
frase, describía a una, persona dejando librado el parentesco a la deducción.
El parentesco puede ser de dos cIases, primero, por consanguinidad o por la sangre; segundo, por afinidad o por
matrimonio. La consanguinidad también puede ser de dos clases: lineal y colateral. Consanguinidad lineal es la
vinculación que existe entre personas de las cuales unas descienden de otras. Consanguinidad colateral es la vinculación
que existe entre personas que descienden de antepasados comunes, y que no descienden unas de otras. El parentesco
creado por el matrimonio existe por la costumbre.
El sistema no sería más inteligible si intentásemos seguir todas las ramas y divisiones de las distintas líneas colaterales,
cuyo número, en las series ascendentes, aumenta en proporción geométrica. La primera línea colateral masculina,
consiste en mi hermano y sus descendientes; y la primera femenina, en mi hermana y sus descendientes. La segunda
línea colateral masculina del lado de mi padre, consiste en el hermano de mi padre y sus descendientes, y la segunda
femenina, en la hermana de mi padre y sus descendientes; la segunda masculina, del lado de mi madre se compone del
hermano de mi madre y sus descendientes; y la segunda femenina de la hermana de mi madre y sus descendientes. La
tercer, línea colateral masculina, del lado de mi padre, consiste en el hermano de mi abuelo y sus descendientes; y la
tercera, femenina, en la hermana de mi abuelo y los descendientes: la misma línea, del lado de mi madre, en sus ramas
masculina y femenina, se compone del hermano y de la hermana de mi abuela y de sus descendientes respectivos. En
este último caso se verá que hemos pasado de la línea directa del lado del padre a la del lado de la madre. La cuarta
línea colateral, masculina y femenina, comienza con el hermano y la hermana del bisabuelo y con el hermano y la
hermana de la bisabuela; y la quinta línea colateral, masculina y femenina, con el hermano y la hermana del tatarabuelo,
y con el hermano y la hermana de la tatarabuela, y cada una de las líneas y de las ramas, continúa desarrollándose,
como la tercera línea. Estas cinco líneas, con la recta, abarcan el gran conjunto de nuestros parientes que pueden estar
dentro de la esfera de un conocimiento práctico. Es necesario dar una explicación más detallada de estas diversas líneas.
Si yo tuviese varios hermanos y hermanas, ellos constituirían, con sus descendientes, tantas líneas, independientes entre
sí, como hermanas y hermanos tengo; pero constituyen, al mismo tiempo, mi primera línea colateral formada por dos
ramas, la masculina y la femenina. De igual modo, los diversos hermanos y hermanas de mi padre y de mi madre, con
sus respectivos descendientes, forman tantas otras líneas, independientes entre sí, como hermanos y hermanas haya;
pero todos unidos constituyen la segunda línea colateral con dos divisiones, el lado paterno y el materno, y con cuatro
ramas principales, dos masculinas y dos femeninas. Si desarrolláramos completamente la tercera línea colateral en sus
diversas ramas obtendremos cuatro divisiones generales de antepasados y ocho ramas principales; y el número de cada
una aumentaría en la misma: proporción en cada línea colateral sucesiva. Con un número de divisiones y más de esta
naturaleza, que abarca tal cantidad de consanguíneos, se verá de inmediato, que no sería una empresa vulgar obtener
un método de arreglo y descripción que los mantuviera claramente separados e hiciese inteligible su conjunto.
El parentesco y la procreación
Desde la época de Lewis Henry Morgan, la mayoría de los estudios académicos sobre las relaciones familiares han
entronizado la procreación humana como el referente último del parentesco. De acuerdo con el saber antropológico
tradicional, las relaciones de sangre (consanguinidad) y de matrimonio (afinidad) de cualquier cultura pueden trazarse
según un modelo genealógico universal. Generaciones enteras de investigadores de campo se dieron a la tarea de
desarrollar tablas de parentesco para multitudes de «egos», conectando a los sujetos a una red social externa
compuesta por una serie de otros, en representación del agente (el genitor o la genitora) y el producto (el hijo) de la
procreación física. En general, los estudiosos se dedicaron a investigar los diferentes modos en que las culturas
componían y subdividían el esquema, y consideraron el vínculo consanguíneo como la base material subyacente al
conjunto de variaciones multiculturales en la organización del parentesco. Más recientemente, sin embargo, los
antropólogos han comenzado a reevaluar el estatus del parentesco como concepto analítico y como tema de
investigación. ¿Qué pasaría si los investigadores cesasen de privilegiar la genealogía como un constructo sacrosanto u
objetivo y considerasen, por el contrario, los lazos biogenéticos como el modo occidental de ordenar y dar significado a
las relaciones sociales? Tras practicar durante mucho tiempo este tipo de catalogación, David Schneider (1972, 1984)
concluyó que existían serias dudas acerca de si las culturas no occidentales reconocían el parentesco como un
constructo o dominio único. El uso excesivo y no meditado del simbolismo biogenético para jerarquizar las relaciones en
las sociedades anglo europeas ha subordinado la comprensión, del modo en que una cultura específica crea los lazos
sociales al proyecto de la comparación intercultural. Pero supongamos por un instante que la sangre no es más espesa
que el agua. Para desbiologizar el modelo, genealógico es necesario dejar de postular la procreación como la base, el
terreno o el eje del parentesco.
Al reelaborar los materiales simbólicos familiares en el contexto de las relaciones no procreativas, las lesbianas y gays en
Estados Unidos han formulado una crítica del parentesco que cuestiona los supuestos sobre de la incidencia de la
biología, la genética y la unión heterosexual en el significado de la familia. Y lo han hecho dentro de su propia cultura. A
diferencia de Schneider, no se han propuesto deconstruir el parentesco como un dominio privilegiado, o discrepar de las
representaciones culturales que presentan lo biológico como un «hecho» material independiente del significado social.
Lo que la ideología del parentesco gay desafía no es el concepto de procreación que informa el parentesco en Estados
Unidos, sino la creencia de que únicamente la procreación instituye el parentesco, y que los lazos «no biológicos» deben
ser legitimados según un modelo biológico (como el de la adopción), o bien debe abandonarse toda aspiración al estatus
de parentesco.
Leer lo biológico como símbolo es instituirlo como un constructo cultural y como una categoría lingüística más que
como un «hecho de la naturaleza», evidente en sí mismo. Lo que está en juego aquí es el valor cultural otorgado a los
lazos originados en la procreación, y el significado que el vínculo biológico confiere a las relaciones en un contexto dado.
En este sentido, el vínculo biológico es tan simbólico como el que se elige o se crea. No es en sí mismo, desde el punto
de vista cultural, más «real» o válido que el otro.
El «intercambio sexual» es el símbolo que une en las relaciones de matrimonio y de sangre, proporcionando los rasgos
distintivos mediante los cuales se definen y diferencian las relaciones de parentesco. Para una lesbiana o un gay se hace
enseguida evidente que de lo que se trata aquí en realidad es de la unión heterosexual de dos personas de sexo
diferente. Y aunque no todas las relaciones sexuales entre heterosexuales concluyen con el nacimiento de un hijo, el
aislar y convertir el intercambio heterosexual en un símbolo central orienta los estudios sobre el parentesco hacia una
lectura dominante de la sexualidad desde el punto de vista procreativo.
Dado que muchos de los que se expresaban de este modo percibían claramente la yuxtaposición entre la familia de
sangre y la familia elegida, solían cuestionar directamente la ideología de la familia gay. Como explicaba Lourdes
Alcántara:
Conozco muchas lesbianas que piensan que eligen a su familia. Yo no lo creo. Porque, como mujer latina, tengo vínculos
con mi familia que son irreemplazables. No puedo sustituirlos. Así que mi familia es mi familia y mis amigos son mis
amigos. Puede que mis amigos sean más importantes que mi familia, pero eso no significa que sean mi familia. Porque,
sea como fuere, son sólo mis amigos (no llevan mi sangre). No tienen la misma relación conmigo. No han pasado por lo
que yo he pasado.
Si tener una familia era parte de lo que significaba ser chicano o cherokee, o japonés-norteamericano, entonces la
revelación de la identidad homosexual podía fácilmente interpretarse como la pérdida o traición de esa herencia cultural
si el sujeto concebía el parentesco en términos genéticos.
Las condenas a la homosexualidad describen la raza o el origen étnico y la identidad homosexual como antagónicos, en
respuesta a un historial de atribuciones racistas de «debilitamiento» de los lazos familiares a ciertos grupos (por
ejemplo, los negros) o a cualquier cosa que pareciera amenazar la herencia de «fuertes» lazos de parentesco atribuidos
a veces a otra categoría de personas (por ejemplo, los latinos o los judíos). La descripción de la homosexualidad como
una amenaza a la identidad racial o étnica se basaba siempre en la ubicación cultural de los homosexuales fuera de las
relaciones familiares. El grado en que los individuos construyen su identidad racial a través de su noción de la familia
sigue siendo un aspecto relativamente inexplorado de por qué algunos heterosexuales de color rechazan la identidad
homosexual como un signo de asimilación; como algo blanco. El discurso y la ideología no han sido en absoluto
determinados de modo uniforme por las identidades, las experiencias y los cambios históricos. Los distintos puntos de
vista acerca de la relación entre los lazos familiares y la raza o el origen étnico indican una situación de flujo ideológico,
en la cual las interpretaciones procreativa y no procreativa compiten entre sí por el privilegio de definir el parentesco.
Cuando Estados Unidos entraba en la década final del siglo xx, homosexuales pertenecientes a un amplio espectro de
identidades étnicas y raciales aceptaban la legitimidad de las familias gays.
De lo biológico a la elección
Al reconocer las categorías que forman la ideología del parentesco gay, los heterosexuales mencionan a veces la
adopción como una especie de caso límite que ocupa un territorio fronterizo entre la biología y la elección. Pero en
nuestra sociedad la adopción «sólo es comprensible como un medio para crear la ficción social de un auténtico vínculo
de parentesco. Sin el parentesco biológico como modelo, la adopción carecería de sentido» (Schneider, 1984, p. 55). La
adopción no vuelve la atribución biológica de la descendencia culturalmente irrelevante (obsérvese como muchos niños
adoptados deciden, después, buscar a sus padres «verdaderos»), y las relaciones adoptivas -al contrario que las familias
gays- no suponen un desafío fundamental, ni para la interpretación procreativa, ni para la imagen estandarizada de la
familia constituida a partir de un núcleo formado por los padres y el hijo. Describir la familia biológica y la de elección en
términos de sexualidades contrarias (hetera y gay, respectivamente) coloca a ambos tipos de familias en una relación de
oposición, pero dentro de esa relación existe ya un determinismo que diferencia implícitamente lo biológico de lo
electivo y la sangre de la creación. La oposición entre la familia hetera y la gay repite viejas dicotomías, como naturaleza
versus aprendizaje y realidad versus ideal. En la frase «las familias que elegimos», la apropiación representada por el
«elegimos» subraya el papel de cada persona en la creación de las familias gay, del mismo modo que la ausencia de
apropiación en el término «familia biológica» refuerza el sentido de la consanguinidad como un factor inmutable sobre
el que la individualidad ejerce poco control. Asimismo, el sujeto colectivo de las familias que elegimos invoca una
identidad colectiva.
En contraste con ello, los padres que desaprobaban la homosexualidad expresaban su actitud crítica tratando la
identidad sexual como algo electivo, sobre todo porque en Estados Unidos se acostumbra a responsabilizar a las
personas de las consecuencias negativas que se deriven de su «libre elección».
En lugar de reclamar una identidad gay electiva como su antecedente, el concepto de «familias que elegimos» aporta la
importante diferencia de ser el producto de la elección y de lo biológico entendidos como términos definitorios de las
relaciones. Si bien muchos gays y lesbianas interpretaban los lazos consanguíneos como una forma de interconexión
social organizada a través de la procreación, solían asociar la elección y la creatividad con una ausencia total de
directrices en el ordenamiento de las relaciones en las familias gays.
La contextualización de la elección y la creatividad dentro de la relación simbólica que las opone a la sangre y lo
biológico confiere por sí misma un alto grado de estructuración al concepto de la familia gay. La elaboración del
concepto de parentesco gay por oposición al simbolismo biogenético de la familia hetera ilustra el tipo de relación
estructurada que Román Jacobson (1962) ha llamado «lo inesperado surgiendo de lo esperado, impensables el uno sin la
otra».
El trabajo simbólico preparatorio de la familia gay, realizado en una época en que la revelación de la identidad sexual
ante los familiares experimentó una suerte de institucionalización, hizo posible reivindicar una identidad sexual no
vinculada a la procreación, encarar la posibilidad de un rechazo por parte de los familiares de sangre o adoptivos y
pensar en el establecimiento de una familia propia.
De la amistad a la comunidad
Entre los gays y lesbianas el término «comunidad» (como el de salir del armario) ha llegado a ser tan polisémico como
ubicuo. Contextualmente, puede referirse a la aparición histórica de las instituciones gays, a la totalidad de los gays y
lesbianas declarados, o a la unidad y armonía basadas en una identidad sexual común. Los gays de más edad
consideraban anacrónico aplicar el término al período anterior a 1966, dado que la palabra «comunidad» devino de uso
general únicamente con el advenimiento del movimiento gay. Opuesta a menudo a «aislamiento», la comunidad
subsumía uno de los primeros significados del destape: hacer una aparición pública en un bar gay. El área de
coincidencia entre ambos términos incluía la localización de otros gays, algo que, paradójicamente, podía resultar difícil
en una época en que la homosexualidad había saltado a los titulares. Toni Williams, que creció en una gran zona
metropolitana, y que había empezado a asumirse como lesbiana sólo algunos años antes de que la entrevistase, recalcó:
«Nunca pensé que no hubiera nadie que fuera como yo. Pero no sabía dónde buscarlos. No creía que hubiese una
comunidad».
Muchos de los estudios que se han propuesto explorar el «mundo gay» o el «estilo de vida gay» no solamente colocan a
sus sujetos en un limbo histórico, sino que suponen un vínculo asombrosamente simple entre la reivindicación de la
identidad sexual y el sentido de ser parte de algo o de pertenecer a una comunidad. Tales enfoques, con su presunción
de una solidaridad armoniosa y su reducción de lo que es una experiencia variada a una única visión del mundo, están
lejos de ser satisfactorios. Pero los errores cometidos en investigaciones previas no deben inducirnos a rechazar el
concepto mismo de comunidad.
La comunidad gay podría verse mejor no como una subcultura única, sino como una categoría implícita en el modo en
que los homosexuales han desarrollado su identidad colectiva, organizado el espacio urbano y conceptualizado las
relaciones que eran importantes para ellos. Mi interpretación de la comunidad parte en ciertos aspectos de la larga
tradición de estudios de comunidades existente en Estados Unidos.
Para tratar de comprender la trascendencia histórica que ha tenido para las lesbianas y los gays el discurso centrado en
la familia, mi análisis se basa en los movimientos sociales y en el sentido de la unión y la identidad que han convertido el
concepto de comunidad en una categoría cultural definida por oposición a otras nociones igualmente culturales acerca
del individualismo o la personalidad. Dado que los barrios de San Francisco se habían formado y habían sido poblados
principalmente por hombres, muchas lesbianas vieron en el Área de la Bahía un lugar de acogida para tales relaciones.
ha señalado el vínculo entre el control masculino del espacio público y la mayor visibilidad, en Estados Unidos, de las
organizaciones de homosexuales masculinos (en contraste con las de las lesbianas). También han influido en ello
factores económicos, porque los alquileres y los precios de los pisos pueden ser muy altos, y las mujeres en general
ganan menos que los hombres. Para mediados de los ochenta, sin embargo, las organizaciones de lesbianas y la
concentración residencial de éstas habían empezado a hacer aparición en barrios menos caros.
Al llevar la homosexualidad más allá de lo sexual, la noción de una comunidad basada en la identidad abrió nuevas
posibilidades en el uso de la terminología del parentesco, de modo que las lesbianas y los gays pudieran imaginarse
como miembros de una totalidad unitaria. La identidad proveía el vínculo conceptual para sustentar la analogía entre las
relaciones gays y las consanguíneas. ¿No era esto mismo lo que constituía la familia en Estados Unidos: la identidad y la
semejanza mediadas por el simbolismo de los lazos de sangre? Pero la aplicación de la terminología del parentesco a la
comunidad gay diferiría del posterior discurso de las familias gays en que se describía a todos los gays y lesbianas como
familiares: no era la «elección» lo que determinaba las relaciones familiares. Declararse lesbiana o gay resultaba
suficiente para considerarse hermano de cualquier otro homosexual.
La identidad y la comunidad, usadas tan a menudo para definir los límites de la experiencia de las lesbianas y los gays, se
han polarizado de un modo acorde con la prevalencia de los valores culturales propios del individualismo. En Estados
Unidos, la tensión entre lo individual y lo colectivo se remonta a las advertencias de Tocqueville acerca de la dictadura
de la mayoría. El paradigma que define a los homosexuales como una minoría (o subcultura) interpone la comunidad
entre la «sociedad» y el «individuo». En ese contexto, resulta relativamente fácil el paso de la comunidad como un
hogar confortable o un grupo de intereses unitario a la comunidad como un mini-estado, mediador de toda la
inconformidad y opresión atribuidas a la Sociedad con mayúsculas.
Previsiblemente, este reconocimiento de la diferencia, aunque importante y esperado, tendía a infravalorar la armonía e
igualdad que suponía la «comunidad». Junto a la exploración positiva de lo que significaba ser negro y gay, o lesbiana y
latina, existía una decepción generalizada por el fracaso en alcanzar la unidad implícita en el ideal de la communitas.
Metodología
Se utilizó una metodología cualitativa. Las categorías que fueron utilizadas son: familia en la tradición Qom, cambios a
partir del proceso de urbanización en Rosario, jerarquías dentro de la familia, contrastes con la visión occidental.
Resultados
Antecedentes culturales de la comunidad Qom: La población Qom se reproduce a partir de pequeños grupos nómades
que viven de la caza, la pesca y la recolección de frutos. La transmisión cultural es de forma oral, sencilla y afectiva, para
permitir una buena percepción de la realidad a través de los cinco sentidos. Sus creencia se basan en elementos
totémicos celestiales bajo un dios creador denominado Ñi qar´ot. La vida se encuentra periodizada a través de rituales
como el de iniciación de la pubertad, lamentación y muerte. Los momentos del año y las vicisitudes de la vida cotidiana
eran interpretadas a través de las constelaciones de astros; la luna, el sol, los siete cabritos, los dos morteros, el
avestruz, son algunas de aquellas luminarias o constelaciones que advierten de los acontecimientos del porvenir. Los
Qom se colocan en un mismo plano de igualdad con los otros seres vivientes, animales y plantas tienen el poder de la
protección pero también del daño, lo que permite una convivencia armónica.
Los asentamientos Qom en la ciudad de Rosario son el producto de sucesivas migraciones iniciadas aproximadamente
en 1968. El número de residentes es difícil de cuantificar dado los continuos desplazamientos de los mismos en calidad
de trabajadores golondrinas para la recolección estacional del tabaco, caña de azúcar, algodón y cítricos. La venta de
artesanías, el cirujeo y algunas “changas” en albañilería constituyen principalmente el precario sostén con que cuentan
actualmente.
Conclusión
El dilema original que motivó este trabajo respecto del contraste entre la concepción de la Familia Qom y la occidental
nos lleva a reflexionar sobre un traslado de sentido que opera en los equipos de salud que no permite visualizar la
complejidad de las características de la familia Qom, que uno de sus referentes definió como “móvil” y que hace
referencia de alguna manera a los orígenes de vida de los Qom en el gran Chaco.
Respecto de la operatoria de los equipos de salud que trabajan en situación de interculturalidad y utilizan como
herramienta la Historia Cínica Familiar y el familiograma se advierte la necesidad de construirlo sin naturalizar los
sentidos,
UNIDAD III: TEMAS CLASICOS CENTRALES DE LA ANTROPOLOGIA: MITOS Y RITOS.
Desde hace unos veinte años y no obstante ciertas tentativas dispersas, la antropología parece haberse alejado
progresivamente del estudio de los hechos religiosos. Aficionados de distintas procedencias han aprovechado la
oportunidad para invadir el dominio de la etnología religiosa. Sus juegos ingenuos se desenvuelven sobre el terreno que
nosotros hemos abandonado sin cultivar, y sus excesos se suman a nuestra carencia, comprometiendo el futuro de
nuestros trabajos.
De todos los capítulos de la etnología religiosa, la mitología es aquel que sufre sobre todo con esta situación. Cabe sin
duda citar los considerables trabajos de Dumézil y los de M. H. Grégoire. Pero no pertenecen propiamente a la
etnología.
Algunos pretenden que cada sociedad expresa en sus mitos sentimientos fundamentales tales como el amor, el odio o la
venganza, comunes a la humanidad entera. Para otros, los mitos constituyen tentativas de explicación de fenómenos
difícilmente comprensibles: astronómicos, meteorológicos, etcétera.
Si un sistema mitológico otorga un lugar importante a cierto personaje, digamos una abuela malévola, se nos dirá que en
tal sociedad las abuelas tienen una actitud hostil hacia sus nietos; la mitología será considerada un reflejo de la
estructura social y de las relaciones sociales. Y si la observación contradice la hipótesis, se insinuará al punto que el
objeto propio de los mitos es el de ofrecer una derivación a sentimientos reales pero reprimidos.
Sea cual fuere la situación real, una dialéctica que gana a todo trance encontrará el medio de alcanzar la significación.
Los antiguos filósofos razonaban sobre el lenguaje como nosotros seguimos razonando sobre la mitología. Comprobaban
que, en cada lengua, ciertos grupos de sonidos correspondían a determinados sentidos, y buscaban desesperadamente
comprender qué necesidad interna unía esos sentidos y esos sonidos. La empresa era vana, porque los mismos sonidos
se encuentran en otras lenguas, pero ligados a sentidos diferentes. La contradicción no fue resuelta hasta el día en que
se percibió que la función significativa de la lengua no está ligada directamente a los sonidos mismos, sino a la manera
en que los sonidos se encuentran combinados entre sí.
El principio saussuriano del carácter arbitrario de los signos lingüísticos necesita por cierto ser revisado y corregido, no
obstante, todos los lingüistas estarán de acuerdo en reconocer que, desde un punto de vista histórico, ha marcado una
etapa indispensable de la reflexión lingüística. No basta invitar al mitólogo a que compare la situación incierta en que se
encuentra, con la del lingüista de la época precientífica. Porque siguiendo por ese camino nos arriesgaríamos a caer de
una dificultad en otra. Aproximar el mito al lenguaje no resuelve nada: el mito integra la lengua; por el habla se le
conoce; pertenece al discurso.
Al distinguir entre la lengua y el habla, Saussure ha mostrado que el lenguaje ofrecía dos aspectos complementarios: uno
estructural, el otro estadístico; la lengua pertenece al dominio de un tiempo reversible, y el habla al de un tiempo
irreversible. Si es ya posible aislar estos dos niveles en el lenguaje, nada excluye la posibilidad de definir un tercero.
Acabamos de distinguir la lengua y el habla de acuerdo con los sistemas temporales a los cuales una y otro se refieren.
Ahora bien, el mito se define también por un sistema temporal, que combina las propiedades de los otros dos. La poesía
es una forma de lenguaje extremadamente difícil de traducir en una lengua extranjera, y toda traducción entraña
múltiples deformaciones. El valor del mito como mito, por el contrario, persiste a despecho de la peor traducción. Sea
cual fuere nuestra ignorancia de la lengua y la cultura de la población donde se lo ha recogido, un mito es percibido
como mito por cualquier lector, en el mundo entero. La sustancia del mito no se encuentra en el estilo, ni en el modo de
la narración, ni en la sintaxis, sino en la historia relatada. El mito es lenguaje, pero lenguaje que opera en un nivel muy
elevado y cuyo sentido logra despegar si cabe usar una imagen aeronáutica, del fundamento lingüístico sobre el cual
había comenzado a deslizarse.
Resumamos ahora las conclusiones provisionales alcanzadas. Son tres:
1) Si los mitos tienen un sentido, éste no puede depender de los elementos aislados que entran en su composición, sino
de la manera en que estos elementos se encuentran combinados.
2) El mito pertenece al orden del lenguaje, del cual forma parte integrante; con todo, el lenguaje, tal como se lo utiliza
en el mito, manifiesta propiedades específicas.
3) Estas propiedades sólo pueden ser buscadas por encima del nivel habitual de la expresión lingüística; dicho de otra
manera, son de naturaleza más compleja que aquellas que se encuentran en una expresión lingüística cualquiera.
Si se admiten estos tres puntos, aunque sólo sea a título de hipótesis de trabajo, se siguen dos consecuencias muy
importantes: 1) como toda entidad lingüística, el mito está formado por unidades constitutivas; 2) estas unidades
constitutivas implican la presencia de aquellas que normalmente intervienen en la estructura de la lengua, a saber, los
fonemas, morfemas y semantemas. Pero ellas tienen con estos últimos la relación que los semantemas guardan con los
morfemas y que éstos guardan con los fonemas.
Nos encontramos así ante cuatro columnas verticales, cada una de las cuales agrupa varias relaciones pertenecientes a
un mismo «haz». Si tuviéramos que relatar el mito, no tendríamos en cuenta esta disposición en columnas y leeríamos
las líneas de izquierda a derecha y de arriba abajo. Pero cuando se trata de comprender el mito, una mitad del orden
diacrónico (de arriba abajo) pierde su valor funcional y la lectura se hace de izquierda a derecha, una columna tras otra,
tratando a cada columna como un todo.
Admitamos, pues, que el rasgo común de la primera columna consiste en relaciones de parentesco sobreestimadas. Al
punto se observa que la segunda columna traduce la misma relación, pero afectada del signo inverso: relaciones de
parentesco subestimadas o desvalorizadas. La tercera columna se refiere a monstruos y su destrucción. La cuarta
columna exige algunas precisiones. Se ha señalado a menudo el sentido hipotético de los nombres propios en la línea
paterna de Edipo. Pero los lingüistas no le atribuyen mayor importancia, porque en buena regla el sentido de un término
sólo puede ser definido situándolo en todos los contextos en los cuales aparece. Ahora bien, por definición los nombres
propios carecen de contexto. Con nuestro método esta dificultad puede parecer menos grave, porque el mito se
organiza de tal manera que se constituye por sí mismo como contexto. Ya no es el sentido eventual de cada nombre
tomado aisladamente el que ofrece un valor significativo, sino el hecho de que los tres nombres tengan un carácter
común: a saber, el comportar significaciones hipotéticas y el que todas ellas evoquen una dificultad para caminar
erguido.
El segundo término reproduce, pues, el primero, que se refiere a la autoctonía del hombre. Puesto que los dos
monstruos son, en definitiva, vencidos por hombres, puede decirse que el rasgo común de la tercera columna consiste
en la negación de la autoctonía del hombre. Estas hipótesis ayudan a comprender el sentido de la cuarta columna.
En mitología es frecuente que los hombres nacidos en la Tierra sean representados, en el momento de la emergencia,
como incapaces todavía de caminar, o caminando con torpeza. Así, por ejemplo, entre los pueblo, los seres ctónicos
como Shumaikoli o inclusive Muyingwû, que participa en la emergencia, son cojos («Pie -Ensangrentado», «Pie -Herido»,
«Pie -Húmedo», se los llama en los textos). La misma observación vale para los koskimo de la mitología kwakiutl:
después que el monstruo ctónico Tsiakísh los ha tragado, vuelven a subir a la superficie terrestre, dando traspiés hacia
adelante o de costado. El rasgo común de la cuarta columna podría ser, pues, la persistencia de la autoctonía humana.
En la tentativa de interpretación que antecede hemos podido descuidar una cuestión que en el pasado ha preocupado
mucho a los especialistas: la ausencia de ciertos motivos en las versiones más antiguas (homéricas) del mito de Edipo,
tales como el suicidio de Yocasta y el enceguecimiento voluntario de Edipo. Pero estos motivos no alteran la estructura
del mito y pueden fácilmente ubicarse en ella, el primero como un nuevo ejemplo de autodestrucción (columna 3) y el
segundo como otro caso de defecto físico (columna 4).
Estos agregados contribuyen solamente a explicitar el mito, porque el paso del pie a la cabeza aparece en correlación
significativa con otro paso: el de la autoctonía negada a la destrucción de sí.
La experiencia enseñará el orden de magnitud aproximado del número requerido de versiones, que no podrá ser muy
elevado. Si conociéramos el mobiliario de una habitación y su distribución por el solo medio de las imágenes reflejadas
por dos espejos fijados sobre muros opuestos, podrían producirse dos casos. Con espejos rigurosamente paralelos, el
número de imágenes sería teóricamente infinito. Si por el contrario uno de los espejos estuviera colocado en posición
oblicua con respecto al otro, este número disminuiría rápidamente en proporción al ángulo. Pero aún en este último
caso bastarían cuatro o cinco imágenes, si bien no para procurarnos una información total, al menos para asegurarnos
que ningún mueble importante ha pasado inadvertido. En cambio, jamás se insistirá bastante sobre la necesidad
absoluta de no omitir ninguna de las variantes que han sido recogidas. Si los comentarios de Freud sobre el complejo de
Edipo forman parte integrante (como nosotros creemos) del mito de Edipo, ya no tiene sentido ninguno la cuestión de
saber si la transcripción del mito de origen de los zuñi hecha por Cushing es lo bastante fiel como para ser retenida. No
existe versión «verdadera» de la cual las otras serían solamente copias o ecos deformados. Todas las versiones
pertenecen al mito.
Estamos ahora en condiciones de comprender por qué muchos estudios de mitología general han dado resultados
desalentadores. En primer lugar, los comparatistas han querido seleccionar versiones privilegiadas, en lugar de
examinarlas todas. Se ha visto, además, que el análisis estructural de una variante de un mito, recogida en una tribu
permite obtener un esquema de dos dimensiones. Desde el momento en que entra en juego un cierto número de
variantes del mismo mito, para la misma aldea o la misma tribu, el esquema se vuelve tridimensional, y si la
comparación quiere extenderse, el número de dimensiones requeridas crece tan rápidamente que resulta ya imposible
aprehenderlas mediante procedimientos intuitivos.
Algunos mitos de los pueblo centrales y orientales proceden de otra manera. Comienzan por afirmar la identidad
fundamental entre caza y agricultura. Esta identificación se desprende, por ejemplo, del mito del origen del maíz,
obtenido por el Padre de los Animales al sembrar, a manera de granos, espolones de patas de ciervo. Se intenta,
entonces, deducir simultáneamente la vida y la muerte a partir de un término global. En lugar de términos extremos
simples y términos intermedios desdoblados (como entre los pueblo occidentales), son aquí los extremos los que se
desdoblan (así, por ejemplo, las dos hermanas de los pueblo orientales), mientras que un término mediador simple
aparece en primer plano (el Poshaiyanne de los zia), pero dotado a su vez de atributos equívocos. Gracias a este
esquema, se puede inclusive deducir cuáles serán los atributos que poseerá este «mesías» en las distintas versiones,
según el momento en que hace su aparición en el transcurso del mito: benefactor cuando se manifiesta al comienzo
(zuñi, Cushing), equívoco en el medio (pueblo centrales), malévolo al fin (zia), salvo en la versión Bunzel del mito zuñi,
donde la secuencia se halla invertida, como ya se indicó.
Si este método de análisis estructural se aplica sistemáticamente, conseguimos ordenar todas las variantes conocidas de
un mito en una serie, que forma una especie de grupo de permutaciones y donde las variantes colocadas en ambas
extremidades de la serie ofrecen, una con respecto de la otra, una estructura simétrica pero invertida. Se introduce,
entonces, un principio de orden allí donde sólo existía el caos, y se gana la ventaja suplementaria de extraer ciertas
operaciones lógicas, que están en la base del pensamiento mítico
El mito se desarrollará como en espiral, hasta que se agote el impulso intelectual que le ha dado origen. El crecimiento
del mito es, pues, continuo, por oposición a su estructura, que es discontinua. Si se nos permite una imagen arriesgada,
el mito es un ente verbal que ocupa, en el dominio del habla, un lugar comparable al del cristal en el mundo de la
materia física. Respecto de la lengua por una parte, y del habla por otra, su posición sería efectivamente análoga a la del
cristal: objeto intermedio entre un agregado esta dístico de moléculas y la estructura molecular misma. Los sociólogos,
en fin, que se han planteado el interrogante acerca de las relaciones entre la mentalidad llamada «primitiva» y el
pensamiento científico, lo han resuelto por lo general invocando diferencias cualitativas en la manera en que el espíritu
humano trabaja en un caso y en otro. Pero no han puesto en duda que, en ambos casos, el espíritu se aplica a los
mismos objetos.
Las páginas precedentes conducen a otra concepción. La lógica del pensamiento mítico nos ha parecido tan exigente
como aquella sobre la cual reposa el pensamiento positivo y, en el fondo, poco diferente. Porque la diferencia no
consiste tanto en la cualidad de las operaciones intelectuales, cuanto en la naturaleza de las cosas sobre las que dichas
operaciones recaen. Los tecnólogos, en su dominio, se han dado cuenta de esto hace mucho tiempo: un hacha de hierro
no es superior a un hacha de piedra porque una esté “mejor hecha” que la otra. Ambas están igualmente bien hechas,
pero el hierro no es la misma cosa que la piedra. Tal vez un día descubramos que en el pensamiento mítico y en el
pensamiento científico opera la misma lógica, y que el hombre ha pensado siempre igualmente bien. El progreso (si es
que el término pudiera aplicarse entonces) no habría tenido como escenario la conciencia sino el mundo, un mundo
donde una humanidad dotada de facultades constantes se habría encontrado, en el transcurso de su larga historia, en
continua lucha con nuevos objetos.
Análisis de los mitos, siempre fue tomado desde una antropología religiosa, estudios religiosos, que desarrollaron la
religión, la interpretación y lógica de los mitos eran reducidos.
Las sociedades que eran consideradas primitivas tenían los mitos religiosos, con el fin de simbolizar precariamente los
aspectos de su existencia, que daban lugar a esta expresión religiosa. El mito se opone a los logos (conocimiento).
El mito era la expresión de lo que no era racional, frente al logos, la expresión racional.
Va a proponer una nueva lectura, el trabajo de Levi estuvo pensado en pos de construir una mirada que no sea
etnocéntrica. Esto también va a verse refleja en el análisis de los mitos. Va a proponer una nueva revisión un nuevo
modo de entender la simbolización de los mitos, como están construidos, va a retomar con lo que tiene que ver con la
lingüística, va a tomar, fundamentos de Saussure para poder explicarlo con los mitos.
Comprender el porqué de un extremo a otro los mitos se parecen tanto, a partir de pensar el mito como estructura,
piensa en una situación en un momento de occidente piensa si se podría haber cambiado el mito por las ideologías. Un
esquema que permite interpretar en una estructura, una evolución, como esos derechos van a impactar en el futuro.
Aparece la estructura de manera permanente, en este ejemplo de la revolución francesa, va a pensar el mito como
ideológico. Este efecto del mito de la revolución francesa ayuda a pensar que el mito sigue actuando.
El mito tiene una doble estructura, histórico y ahistórico. Va a conectar dos dominios, el habla y la lengua, ofreciendo al
mismo tiempo un tercer nivel. Hay una separación de estos dos niveles.
El objeto es absoluto y por lo tanto ofrece una forma diacrónica y crónica. El mito persiste en su valor a despecho de la
peor traducción, es fácilmente identificable y traducible. Puede ser fácilmente reconocible, trasladable.
La sustancia del mito no se encuentra en el modo de la traducción, sino en el contenido, en el sentido, en la historia. El
sentido de los mitos, van a depender del contenido. Mitema como unidad fundamental del mito. Las verdaderas
unidades son los haces de relaciones, un conjunto de estos mitemas que producen relaciones entre ellos para otorgarles
significación.
Los mitos deben leerse desde estas dos formas, no interesa tanto las sustancias del mito en el estilo sino en la historia
relatada, esa historia tiene que interpretarse.
En el corto tiempo transcurrido desde la emergencia del Vih/Sida, es posible identificar dos períodos cuyo hito divisor
está marcado por la introducción del AZT para el tratamiento del proceso de enfermedad que prolonga la vida.
Específicamente nos adentramos en la interpretación de las experiencias que los padecientes relatan, en las que se
reproducen rituales, tradicionales y ancestrales, identificados con el pensamiento mágico que se actualizan y significan
ante la nueva situación. La metodología utilizada parte de un diseño descriptivo, sobre una estrategia cualitativa.
Desarrollo
Desde tiempos inmemoriales los seres humanos han intentado diferentes acciones para lograr el alivio de sus males, en
todos los registros existentes la explicación del malestar y sus orígenes antecedieron la construcción de la forma de
atacarlo.
La emergencia del Vih/Sida hizo resurgir los rastros históricos de las explicaciones, considerando a los afectados como
una manzana podrida que expande por contacto su fermento, construyendo de esta manera el relato de la nueva
epidemia. Quienes se vieron afectados en los primeros momentos refieren, por un lado, el total desconocimiento de lo
que les pasaba y por otro los efectos de acciones discriminatorias carentes de una lógica.
El desconocimiento de la enfermedad y la vaguedad de las explicaciones de los médicos que sentenciaban la muerte
inminente, acentuaron el desconcierto. Los primeros infectados que debieron enfrentar un largo período en el que “no
había nada” conocido como eficaz, registraban como única estrategia que: “sólo restaba esperar [la muerte]”. Un
brebaje, altamente toxico, que encierra diversos simbolismos, tal vez relacionados con la sanación, la purificación,
ingerido siguiendo el número 3 que según la Cabalá representa el Espíritu Santo. “Esta luz de la naturaleza es, en la
alquimia paracélsica, la quinta es sentía que Dios extrajo de los cuatro elementos y que yace en nuestro corazón […] Tal
luz la enciende el Espíritu Santo y ella consiste en una especie de captación intuitiva de las circunstancias, una forma de
iluminación […] Su fuente es dúplex: mortal e inmortal, y esto es así porque el hombre, según Paracelso, "es también un
ángel, con todas sus propiedades", de ahí que pueda penetrar las cosas sobrenaturales (Jung,1935-1936: 42).
Como bálsamo es un protector, aquel que lo use estará siempre sano y salvo. (Vigarello, 1997: 24-31). Jung dice al
respecto: “cierto es que por una parte el alquimista admite que oculta su labor deliberadamente para impedir que el oro
no caiga en manos de hombres malévolos o tontos, lo cual provocaría grandes desdichas […]no creo que se trate aquí de
un misterio guardado personalmente por alguien, que tenga un contenido conocido para la persona que lo posee, sino
de un hecho o circunstancia que es secreta, misteriosa, es decir sólo conocida por alusiones, pero desconocida en su
esencia.” (Jung, 1935-1936: 266, 268). Un mensaje confuso sobre el modo de hacer la higiene de los espacios y los
utensilios, es transformado ante la desesperación en acto de limpieza y depuración interna del agente causal, echando
mano a la lavandina como agente, exponiéndolos a contingencias mayores.
Las estrategias de introducción y aceptación de las nuevas herramientas terapéuticas desarrolladas se entrelazan con las
prácticas tradicionales, tanto desde el discurso médico como en la apropiación que hacen las PVVIH en la búsqueda de
explicaciones que se evidencian en los diálogos entre los afectados, en los que se destaca el alto nivel de información
técnica en su vocabulario, que adquiere en ellos un sentido simbólico nuevo, falto de racionalidad científica.
Es llamativo el manejo de la información científica de los padecientes que esconde la falta de certeza sobre los
resultados finales, lo que la acerca, en su lógica, a la función de las explicaciones y estrategias tradicionales. Es más
importante contar con un satisfactor incierto antes que la nada. A la legitimación científica se le suma la experiencia de
un aparato inmunológico reconstituido por una droga impuesta en Francia, la patria del retrovirus, que habilita a nuevas
esperanzas. Drogas, combinaciones, acciones, efectos colaterales, protocolos nuevos, son parte de las conversaciones
otorgando eficacia simbólica a las pastillas de diferentes colores que son ingeridas en diversos horarios. Para aceptarlo
se preparan a través de estrategias individuales y colectivas asignándole a cada toma de medicamentos valores
particulares propios de las historias personales.
Con el Vih/Sida se establece una nueva relación entre saber científico y saber tradicional o popular, que es una
innovación respecto de otras enfermedades. Históricamente, el primero se diferenció del segundo a partir de una lógica
radicalmente diferente, que habitualmente llamamos racional.
Es aquí donde toma nuevamente valor la pregunta que se hace Levi Strauss (1969:154) “¿El shaman se transforma en un
gran shaman porque ha curado muchas enfermedades, o cura las enfermedades porque es un gran shaman?”. En el caso
del Vih/Sida, si bien hay algunos resultados parciales alentadores a partir de la prolongación de los años de vida, la cura
es todavía algo incierto; pero para cubrir ese bache de la ciencia, los padecientes han transformado a ésta en un gran
shaman, que logra efectos por el cumplimiento del ritual científico más que por los tratamientos científicamente
indicados que se encuentran en permanente experimentación
A la tradicional diferenciación entre estratega (médico o shaman) y estrategia (ciencia o magia) con el Vih/Sida se
integran el estratega de uno con la estrategia de la otra, la ciencia se presenta como un nuevo shaman. Estas imágenes,
esculpidas en materiales prescriptos que les otorgan eficacia, representan los nuevos espíritus protectores.
En la emergencia del Hiv/Sida, a diferencia del resto de las enfermedades, la esperanza para alcanzar la eficacia de la
cura es puesta en las manos de la Ciencia como hecho abstracto, dejando de ser considerada la figura del estratega (el
médico/shaman) como un elemento necesario para el éxito de la estrategia. El médico, propala en voz alta que el Sida
no tiene cura, restándole así toda posibilidad a su propia intervención, solo promete una vida más prolongada con mejor
calidad. El padeciente, ante la necesidad de asirse a algo, transfiere su esperanza a una representación moderna de la
ciencia, que sólo necesita de más tiempo para tener éxito. Por esta razón los padecientes se aferran a lo poco que
tienen, no importa su toxicidad, porque lo que desean es ganar tiempo, el tiempo que necesita la Ciencia para lograr la
cura del Sida.
Desde el año 1981 hasta la propuesta de utilización del AZT (zidovudine) como medicamento
La falta de una cura efectiva promovió prácticas terapéuticas basadas en el pensamiento mágico, de la misma manera
que en el pasado (rituales a partir de cánticos y aplicación de pócimas).
El miedo a la muerte llevó a los padecientes a la ingestión de productos con alta toxicidad asociados a mitos religiosos y
creencias (kerosene, oro, lavandina)
Rige en este período una forma de percepción mágica sustentada en mitos religiosos y paganos reproducidos a través de
rituales
A partir de la utilización del AZT (1988-2008) Se traslada la esperanza de la cura desde las prácticas populares a una
propuesta terapéutica científica (AZT)
El AZT y luego una combinación de drogas (coctel de drogas) no cuenta con respaldo de toda la comunidad científica sin
embargo es aceptada por los padecientes más allá de su alta toxicidad.
Ahora rige una percepción analítica (racional) sustentada en el mito moderno de la verdad de todo aquello que surge de
la ciencia y que se reproduce a partir de sus rituales (congresos, noticias)
Mitos religiosos y populares: Se basa en la percepción mágica. Los rituales reproducen la asociación entre el individuo
relaciones entre elementos y el elemento protector que se suponen verdaderos. Es liderado por el shaman.
Mitos de la ciencia: Se basa en la percepción analítica. Los rituales reproducen. Es liderado por el científico.
La reciprocidad, en tanto principio rector de las relaciones humanas, había sido analizada por Lévi-Strauss en su obra
fundadora Las estructuras elementales del parentesco, retomando las propuestas de Marcel Mauss. Pero ahí, aunque no
faltan las pinceladas sobre la Francia de la posguerra, se hace referencia expresamente a sociedades diferentes a las que
dominaban el panorama político y económico mundial en esa época.
En este ensayo, Lévi-Strauss arranca con un acontecimiento dramático, la quema pública de Santa Claus, incitada por la
jerarquía eclesiástica, en la catedral de San Benigno, en Dijon, a finales de 1951, para explicar, desde su estructura, la
coyuntura del impacto de un personaje navideño, originario de la Europa nórdica, cuyos rasgos habían sido afinados en
los Estados Unidos. El artículo constituye, de hecho, una refutación ex ante a las críticas infundadas, repetidas hasta la
saciedad, sobre la supuesta incapacidad de la perspectiva estructuralista para abordar la historia.
A partir de 1951, Levi-Strauss había tomado a su cargo, en la Escuela Práctica de Altos Estudios de la Sorbona, la cátedra
de “Religiones de los pueblos sin escritura”, al lado de académicos de la talla de Georges Dumézil.
En nuestro medio, el problema de la asimilación de elementos foráneos ha llegado a ser, hoy en día, uno de los
problemas candentes en el estudio de las culturas indígenas. La continuidad de las tradiciones prehispánicas y la
irrupción, a partir del siglo XVI, de la ritualidad católica peninsular son innegables.
Las fiestas de Navidad de 1951, en Francia, estarán marcadas por una polémica frente a la cual la prensa y la opinión
pública se muestran muy sensibles, y que ha introducido en la atmósfera de felicidad habitual de este periodo del año
una nota de inusitada amargura. Desde hace varios meses, las autoridades eclesiásticas, por boca de ciertos prelados,
han expresado su rechazo a la creciente importancia otorgada, por las familias y los comerciantes, al personaje de Santa
Claus; denuncian una inquietante “paganización” de la fiesta de la Navidad que desvía el espíritu público del sentido
propiamente cristiano de esta conmemoración en provecho de un mito sin valor religioso.
Finalmente, el punto culminante tuvo lugar el 24 de diciembre, luego de una manifestación de la que el corresponsal del
diario France-Soir dio cuenta en los siguientes términos:
DELANTE DE LOS NIÑOS DE LOS PATRONATOS SANTA CLAUS FUE QUEMADO EN EL ATRIO DE LA CATEDRAL DE DIJON.
Santa Claus fue colgado ayer en la tarde en las rejas de la catedral de Dijon y quemado públicamente en el atrio. Esta
ejecución espectacular se llevó a cabo en presencia de varias centenas de niños de los patronatos; fue decidida con el
acuerdo del clero que condenó a Santa Claus como usurpador y herético. Éste fue acusado de paganizar la fiesta de
Navidad y de instalarse como un cuclillo tomando un lugar cada vez más importante.
Al final de la ejecución fue publicado un comunicado del cual se presenta enseguida lo esencial: Representando todos
los hogares cristianos de la parroquia deseosos de luchar contra la mentira, 250 niños, agrupados delante de la puerta
principal de la catedral de Dijon, quemaron a Santa Claus. No se trataba de una atracción sino de un gesto simbólico.
Santa Claus fue sacrificado en holocausto. En verdad, la mentira no puede despertar el sentimiento religioso en el niño y
no es de ninguna manera un método de educación. Que otros digan y escriban lo que quieran y hagan de Santa Claus el
contrapeso del Père Fouettard.
Para nosotros, cristianos, la fiesta de Navidad debe quedar como la fiesta del aniversario del nacimiento de El Salvador.
La ejecución de Santa Claus en el atrio de la catedral fue apreciada de diversas maneras por la población y ha provocado
comentarios mordaces incluso entre los católicos. Además, esta manifestación intempestiva corre el riesgo de tener
consecuencias imprevistas para sus organizadores.
De forma generalizada, la actitud del clero de Dijon resulta reprobable, a tal grado que las autoridades religiosas
juzgaron conveniente batirse en retirada, o al menos mantener una posición discreta; se dice, sin embargo, que nuestros
ministros estaban divididos sobre la cuestión. El tono de la mayoría de los artículos publicados era el de una sensiblería
llena de tacto: es tan bonito creer en Santa Claus, esto no hace daño a nadie, los niños obtienen grandes estímulos y se
proveen de gratos recuerdos para la edad adulta, etcétera. De hecho, se rehuía a la cuestión en lugar de responderla,
pues no se trataba de justificar las razones por las cuales Santa Claus agradaba a los niños, sino aquéllas que orillaron a
los adultos a inventarlo.
Los anticlericales tradicionales se dieron cuenta, por otro lado, de la ocasión inesperada que se les ofrecía: eran ellos, en
Dijon y en otros lugares, quienes se improvisaban como protectores del Santa Claus amenazado. Santa Claus, símbolo de
la irreligión, ¡qué paradoja! pues, en este asunto, todo pasaba como si fuera la Iglesia quien adoptase un espíritu crítico
ávido de franqueza y de verdad, mientras que los racionalistas se volvían los guardianes de la superstición. Esta aparente
inversión de los papeles era suficiente para sugerir que el inocente asunto recubría realidades más profundas. Estamos
en presencia de una manifestación sintomática de una evolución muy rápida de las costumbres y las creencias, en
principio en Francia, pero sin duda también en otros lugares.
Es cierto que este desarrollo, tanto por su importancia material como por las formas bajo las cuales se produce, es un
resultado directo de la influencia y del prestigio de los Estados Unidos de América.
En este campo, como en otros, asistimos a una vasta experiencia de difusión, sin duda no tan diferente de esos
fenómenos arcaicos a los que estábamos habituados a estudiar según los ejemplos lejanos como el del encendedor de
pistón o el de la piragua con balancín. Pero es más fácil, y más difícil a la vez, razonar sobre hechos que acontecen ante
nuestros ojos y de los que nuestra propia sociedad es el teatro.
En segundo lugar, no se debe olvidar que, desde antes de la guerra, la celebración de la Navidad en Francia y en toda
Europa iba en ascenso. El hecho se liga en primer término al mejoramiento progresivo del nivel de vida, pero comporta
también causas más sutiles. Con los rasgos con que la conocemos, la Navidad es esencialmente una fiesta moderna y
esto a pesar de la multiplicidad de sus caracteres arcaizantes. El uso del muérdago no es, al menos inmediatamente, una
supervivencia druídica, pues parece haber sido nuevamente puesto de moda en la Edad Media.
Pero el desarrollo moderno no inventa: se limita a recomponer con piezas y con pedazos una vieja celebración cuya
importancia no ha sido jamás completamente olvidada. La ocasión de regocijos familiares”; sigue una descripción de los
entretenimientos de Navidad en el siglo XIII, que parecen no ceder en nada a los nuestros. Estamos entonces en
presencia de un ritual cuya importancia ha fluctuado bastante en la historia; ha conocido apogeos y declinaciones. La
forma norteamericana no es sino el más moderno de sus avatares. Sea dicho de paso, estas rápidas indicaciones
muestran satisfactoriamente qué tan necesario resulta, frente a problemas de este tipo, desconfiar de las explicaciones
demasiado fáciles por evocación automática de los “vestigios” y de las “supervivencias”.
Y, sin embargo, esta invención no nació de la nada, puesto que otros usos medievales están perfectamente
comprobados: el leño de Navidad (transformado en confitería en París), fabricado de un tronco bastante grueso para
quemarse toda la noche; las velas de Navidad, de una talla propia para asegurar el mismo resultado; la decoración de los
edificios (desde las Saturnalia romanas, sobre las cuales regresaremos) con ramas verdes: hiedra, acebo, abeto; en fin,
sin ninguna relación con la Navidad, las novelas de la Table Ronde hacen referencia a un árbol sobrenatural, cubierto
totalmente de luces. En este contexto, el árbol de Navidad aparece como una solución sincrética, es decir, concentrando
en un solo objeto exigencias hasta entonces presentes de manera disgregada: árbol mágico, fuego, luz durable, verdor
persistente. Inversamente, Santa Claus es, bajo su forma actual, una creación moderna; y más reciente todavía la
creencia.
Viejos elementos están pues mezclados y recombinados, otros han sido introducidos, se encuentran fórmulas inéditas
para perpetuar, transformar o revivificar usos antiguos. No hay nada específicamente nuevo en eso que uno gustaría de
llamar, sin juego de palabras, el Renacimiento de la Navidad. ¿Por qué entonces suscita una emoción parecida y por qué
es alrededor del personaje de Santa Claus que se concentra la animosidad de algunos?
Se le llama “papá” y es un viejo que encarna la forma benévola de la autoridad de los ancianos. Todo esto es bastante
claro, pero ¿en qué categoría conviene ponerlo, desde el punto de vista de la tipología religiosa? No es un personaje
mítico, pues no hay mito que dé cuenta de su origen y de sus funciones; y no es tampoco un personaje de leyenda
puesto que ningún relato semi-histórico le está asociado. De hecho, este ser sobrenatural e invariable, eternamente fijo
en su forma y definido por una función exclusiva y un regreso periódico, se acerca más bien a la familia de las
divinidades; recibe, por otro lado, culto por parte de los niños, en ciertas épocas del año, bajo la forma de cartas y de
oraciones; recompensa a los buenos y castiga a los malos.
Santa Claus es pues, en principio, la expresión de un estatus diferencial entre los niños, por un lado, y los adolescentes y
adultos por el otro. Desde este punto de vista, se asocia con un amplio conjunto de creencias y de prácticas que los
etnólogos han estudiado en la mayor parte de las sociedades, a saber: los ritos de paso y de iniciación. Hay pocas
agrupaciones humanas donde, en efecto, bajo una u otra forma, los niños no sean excluidos de la sociedad de los
hombres por la ignorancia de ciertos misterios o la creencia en alguna ilusión que los adultos se reservan develar en el
momento oportuno, consagrando así la agregación de las jóvenes generaciones a la suya.
A veces tales ritos se parecen de forma sorprendente a los que examinamos en este momento. ¿Cómo, por ejemplo, no
asombrarse ante la analogía existente entre Santa Claus y los katchina de los indios del suroeste de los Estados Unidos?
Esos personajes, disfrazados y enmascarados que encarnan dioses y ancestros, regresan periódicamente a visitar el
pueblo para danzar, así como para castigar y recompensar a los niños, pues se las arreglan para que éstos no reconozcan
a sus padres o familiares bajo el disfraz tradicional.
Es extremadamente significativo que las mismas tendencias educativas que hoy proscriben el llamado a esos katchina
punitivos, hayan llegado a exaltar el personaje benéfico de Santa Claus, en lugar, como el desarrollo del espíritu positivo
y racionalista habría podido hacerlo suponer, de incluirlo en la misma condena. Así visto, no hubo racionalización en los
métodos de educación, puesto que Santa Claus no es más “racional” que el Père Fouettard (la iglesia tiene razón sobre
este punto): asistimos más bien a un desplazamiento mítico, y éste es el que se trata de explicar.
Durante todo el año, invocamos la visita de Santa Claus para recordar a nuestros niños que su generosidad será medida
por la buena conducta de ellos; y el carácter periódico de la distribución de los regalos sirve útilmente para disciplinar las
reivindicaciones infantiles, para reducir a un corto periodo el momento en el que tienen verdaderamente el derecho de
exigir regalos.
Tomemos como ejemplo el ritual de los katchina propio de los indios pueblo, de los que ya hemos hablado. Si los niños
son tenidos en la ignorancia de la naturaleza humana de los personajes que encarnan los katchina, ¿es solamente para
que les teman o les respeten, y se conduzcan en consecuencia? Sí, sin duda, pero esto no es más que la función
secundaria del ritual pues hay otra explicación, que el mito de origen pone perfectamente a la luz. Este mito explica que
los katchina son las almas de los primeros niños indígenas, ahogados dramáticamente en un río en la época de las
migraciones ancestrales. Los katchina son pues, al mismo tiempo, prueba de la muerte y testimonio de la vida después
de la muerte. Pero hay más: cuando los ancestros de los indios actuales se establecieron al fin en sus pueblos, el mito
reporta que los katchina venían cada año a visitarlos y que, al partir, se llevaban a los niños. Los indígenas, desesperados
por perder su progenie, obtuvieron de los katchina que se quedasen en el más allá, como intercambio ante la promesa
de representarlos cada año por medio de máscaras y de danzas. Si los niños son excluidos del misterio de los katchina no
es pues, en principio ni sobre todo, para intimidarlos. Diría de buen grado que es por la razón inversa: es porque ellos
son los katchina.
La relación entre iniciados y no-iniciados tiene un contenido positivo, es una relación complementaria entre dos grupos
de los cuales uno representa a los muertos y el otro a los vivos. En el curso mismo del ritual, los roles son además a
menudo invertidos, y varias veces, pues la dualidad engendra una reciprocidad de perspectivas que, como en el caso del
juego de espejos, puede repetirse hasta el infinito: si los no-iniciados son los muertos, son también super-iniciados; y si,
como esto también acontece seguido, son los iniciados quienes personifican a los fantasmas de los muertos para
espantar a los novicios, es a éstos a quienes tocará, en un estado ulterior del ritual, dispersarlos y prevenir su regreso.
Las explicaciones por supervivencia quedan siempre incompletas, pues las costumbres no desaparecen ni sobreviven sin
razón. Cuando subsisten, la causa se encuentra menos en la viscosidad histórica que en la permanencia de una función
que el análisis del presente debe permitir revelar. Si hemos dado a los indios pueblo un lugar predominante en nuestra
discusión, es precisamente porque la ausencia de toda relación histórica concebible, entre sus instituciones y las
nuestras muestra claramente que estamos en presencia, con los ritos de Navidad, no solamente de vestigios históricos,
sino de formas de pensamiento y de conducta que contienen las condiciones más generales de la vida en sociedad.
Cuando se analizan los hechos más de cerca, aparecen ciertas analogías de estructura igualmente sorprendentes. Como
las Saturnales romanas, la Navidad medieval ofrece dos caracteres sincréticos y opuestos. Es en primer lugar una
reunión y una comunión: la distinción entre las clases y los estados es abolida temporalmente, esclavos o sirvientes se
sientan en la mesa de los amos y éstos devienen sus domésticos; las mesas, provistas ricamente, se abren a todos; los
sexos intercambian de vestidos. Durante la Navidad, como durante las Saturnales, la sociedad funciona según un doble
ritmo de intensa solidaridad y de antagonismo exacerbado, y estas dos características se dan como una pareja de
oposiciones correlativas. El personaje del Abad de la Alegría efectúa una especie de mediación entre ambos aspectos; es
reconocido e incluso entronizado por las autoridades regulares; su misión consiste en dirigir los excesos tratando de
contenerlos en ciertos límites.
Esto nos explica que el joven abad se transforme en un viejo; pero solamente en parte, pues las transformaciones son
más sistemáticas que lo que el azar de las conexiones históricas y calendáricas permitiría admitir. Un personaje real se
vuelve mítico: una emanación de la juventud, que simboliza su antagonismo con respecto a los adultos, se ha tornado
símbolo de la edad madura, de la que traduce las disposiciones benévolas hacia la juventud; el apóstol de la mala
conducta se encarga de sancionar la buena conducta. A los adolescentes abiertamente agresivos hacia sus padres se les
sustituye por los padres, quienes se esconden bajo una falsa barba para cumplir los deseos de los niños. El mediador
imaginario reemplaza al mediador real, y al mismo tiempo que cambia de naturaleza, funciona en el otro sentido.
La “juventud”, en tanto clase de edad, ha desaparecido ampliamente de la sociedad contemporánea. Un ritual que se
distribuía hace tiempo entre tres grupos de protagonistas no implica hoy más que dos: los adultos y los niños. La
“sinrazón” de la Navidad ha perdido ampliamente su punto de apoyo; se ha desplazado y al mismo tiempo se ha
atenuado: en el grupo de adultos solamente sobrevive durante la cena de medianoche en el cabaret y, durante la noche
de San Silvestre, en el Time Square. Pero examinemos sobre todo el papel de los niños.
En la Edad Media, los niños no esperaban en paciente expectativa el descenso de sus juguetes por la chimenea.
Generalmente disfrazados y formados en banda, que el francés antiguo llama por esta razón guisarts, iban de casa en
casa cantando, expresando sus deseos y recibiendo en intercambio frutas y pastelillos.
El progreso del otoño, desde su principio hasta el solsticio que marca la salvación de la luz y de la vida, se acompaña
pues, en el plano ritual, de un procedimiento dialéctico cuyas principales etapas son: el regreso de los muertos, su
conducta amenazante o persecutoria, el establecimiento de un modus vivendi con los vivos, logrado a partir de un
intercambio de servicios y de presentes; en fin, el triunfo de la vida cuando, en la Navidad, los muertos colmados de
regalos abandonan a los vivos para dejarlos en paz hasta el próximo otoño.
Se ha visto que Santa Claus es el heredero, al mismo tiempo que la antítesis, del Abad de la Sinrazón. Dicha
transformación es, ante todo, el indicio de un mejoramiento de nuestras relaciones con la muerte; ya no juzgamos útil,
para estar libres de ella, permitirle periódicamente la subversión del orden y de las leyes. La relación es dominada ahora
por un espíritu de benevolencia un poco desdeñosa; podemos ser generosos, tomar la iniciativa, puesto que no se trata
ya sino de ofrecerle regalos, e incluso juguetes, o sea, símbolos. Pero este debilitamiento de la relación entre vivos y
muertos no se hace al costo del personaje que la encarna: se diría, al contrario, que éste se desarrolla mejor; esta
contradicción sería insoluble si no se admitiese que otra actitud con respecto a la muerte continúa trazando su camino
entre nuestros contemporáneos: construida, tal vez no del tradicional miedo a los espíritus y fantasmas, sino de todo lo
que la muerte representa por sí misma, y también en la vida: pobreza, sequía y privación.
La creencia que damos a nuestros niños de que sus juguetes vienen del más allá aporta una coartada al secreto
movimiento que nos incita, de hecho, a ofrecerlos al más allá bajo el pretexto de dárselos a los niños. Por este medio, los
regalos de Navidad son un verdadero sacrificio a la dulzura de vivir, la cual consiste en primer lugar en no morir.
Hemos esclarecido, sin embargo, los hilos que dan testimonio de la continuidad entre dos expresiones de una realidad
idéntica. Pero la Iglesia ciertamente no está en el error cuando denuncia, en la creencia en Santa Claus, el bastión más
sólido y uno de los fuegos más activos del paganismo en el hombre moderno.
Falta saber si el hombre moderno no puede defender también sus derechos de ser pagano. Frazer nos mostró hace
tiempo que el rey de las Saturnales es el heredero de un prototipo antiguo que, después de haber personificado al rey
Saturno y haberse permitido, durante un mes, todos los excesos, era solemnemente sacrificado en el altar del dios.
Gracias al auto de fe de Dijon, he aquí al héroe reconstituido con todos sus caracteres, y no es menor la paradoja de
todo este singular asunto, ya que, queriendo poner fin a Santa Claus, los eclesiásticos de Dijon no han hecho sino
restaurar en su plenitud, después de un eclipse de algunos milenios, una figura ritual de la cual se han encargado así,
bajo el pretexto de destruirla, de probar ellos mismos su perennidad. Toma el análisis estructural para analizar un mito,
y ver qué es lo que subyace. Se apoya con Marx y Freud.
La figura de papá Noel, después de la 2da guerra mundial, va a empezar a cobrar una referencia importante en Europa,
un grupo de religiosos, vana cruzar, a paganizar la figura de papá Noel con el nacimiento de Jesús.
El empieza a pensar porque los adultos se molestan, porque los adultos inventaron esta figura para los niños.
El uso de estas figuras se usan porque ya antes existían en estos momentos culturales, el papel, el uso del muérdago, la
decoración del árbol abetos como culto a los árboles que se daba en Europa, los pasteles que circulaban en la edad
media, poniendo velas encima, los bailes de invierno, los nombres de santa Claus, San Nicolas, figuras de santos.
Hay un sincretismo, una mezcla de creencias de diferentes rituales, Por un lado representan una divinidad, cartas,
oraciones, rezos, desde esa lógica castiga o recompensa, también personifica un rito de iniciación. Los que ya no creen
tienen que guardar el secreto y formar parte de los iniciales.
También papá Noel está presente en muchas culturas, cachinas en los indios pueblo.
Los ritos de iniciación, lo que son novatos hoy serán los iniciados en el futuros.
Porque se les da este lugar de reclamo en navidad y no en el resto del año, existe una estratificación, papa Noel
representa a una figura divina para una determinada edad, la única diferencia es que los adultos no creen, sin embargo
incentivan a que crean .
Cachinas representan a los indios del sur este de EEUU, son semi dioses que vienen a premiar a los niños, bajo el disfraz
de cachinas, no reconocen que son sus padres, estas funciones son para el fin de colaborar en el mantenimiento de un
orden social que incluye formas de la división social, niños adultos, mujeres hombres, etc.
Para exigir los regalos, hay que elaborar una serie de rituales y una mitología. El mito explica que son almas
trágicamente ahogadas, los indígenas estaban desesperados, hicieron un pacto con las cachinas con el fin de que no se
vayan.
La figura de papá Noel actualiza otros mitos de la historia humana
Introducción
Asumiendo que podemos hacer adivinanzas plausibles al interpretar “conductas simbólicas”, rápidamente se vuelve
obvio que se puede identificar alguna distinción entre lo que podría ser llamado lo pragmático o contenido operacional
de un símbolo y su contenido de comunicación. Éste fue un asunto muy trabajado por Malinowski con relación al
lenguaje. Con el argumento de que los lingüistas de su época concebían al lenguaje simple y llanamente como un medio
comunicativo, él se fue al extremo opuesto y afirmó que, por mucho, la cualidad más importante del lenguaje era que
éste era una herramienta pragmática. Esto es, que las palabras no sólo dicen algo del estado de los hechos, sino que en
nueve de cada diez casos las palabras tienen consecuencias, alteran el estado de los hechos.
Actualmente esta cualidad dual no se limita a las palabras habladas, está presente en casi todos los tipos de símbolos,
excepto aquellos artificiales que los profesionales de la lógica inventan con la intención específica de que no puedan
tener ninguna carga valorativa. La conducta simbólica no sólo “dice” algo, también manifiesta emoción y, en
consecuencia, “hace” algo. Pero esto implica para los antropólogos un problema esencialmente psicológico.
La principal diferencia entre estos dos efectos de conducta simbólica es que el primero es público y el segundo privado.
La esencia de una conducta simbólica pública es que ésta es un medio de comunicación; el actor y su público comparten
un lenguaje común, un lenguaje simbólico. Ellos deben compartir un conjunto de convenciones comunes tales como lo
que los diferentes elementos en el lenguaje significan, ya que de otra manera habrá fallas de comunicación. Desde un
punto de vista amplio es lo que nosotros llamamos cultura. Cuando la gente pertenece a la misma cultura comparte
varios sistemas de comunicación mutuamente sobreentendidos. Cada miembro de dicha cultura atribuirá el mismo
significado a algún asunto particular de un “ritual” culturalmente definido.
Es común para todas las escuelas de psicoterapia que interpretaciones simbólicas particulares se justifiquen por
remarcar supuestas características del Inconsciente. Para todas las escuelas, es un dogma que los tabúes que la Sociedad
impone sobre las conductas sexuales y excretorias se traducen en “represión”. Como una consecuencia de este proceso
civilizatorio la “porción reprimida de la personalidad” (el id en términos freudianos) parece expresar sus deseos sexuales
y excretorios mediante el uso de símbolos que representan un desplazamiento de los intereses básicos genitales y
pregenitales.
Este procedimiento fue adoptado por el propio Freud en diversas ocasiones, y es notable en Tótem y tabú. Su
justificación lógica es ofrecida por la creencia, ahora pasada de moda, de que las sociedades “primitivas” son, en algún
sentido, cronológicamente arcaicas. Freud plantea de manera específica que “en la vida psíquica (de los hombres
primitivos) podemos reconocer un bien preservado estado original de nuestro propio desarrollo”. Por esta analogía, se
considera que la ausencia de inhibición sexual en las convenciones habituales de una sociedad primitiva corresponde a
la conducta desinhibida de un niño pequeño en nuestra sociedad. Adicionalmente, a menudo se representa a las
sociedades primitivas como si tuvieran una especie de personalidad colectiva en la que sus mitos y rituales
corresponden a los sueños y juegos de los niños occidentales individuales. En el mismo sentido, los rituales de la
sociedad primitiva son representados como obsesiones correspondientes a las conductas obsesivas de los neuróticos de
nuestra sociedad. No hay duda de que muchos psicoterapeutas emplean los términos “ritual” y “conducta obsesiva”
como sinónimos. No me refiero exclusivamente a que Freud haya escrito así en 1906 sino a que eminentes
psicoanalistas aún lo hacen en 1956.
Entonces se puede afirmar que los símbolos en los rituales primitivos “significan” la misma cosa, del mismo modo que
los símbolos “significan” en el consultorio del psicoanalista. Esto se sostiene para probar que ciertos tipos de significado
simbólico son universales en toda la humanidad.
Evidencia etnográfica
Es un hecho que el arreglo del cabello es una característica ampliamente difundida de la conducta ritual, y los intentos
antropológicos por generalizar este hecho tienen una larga historia. Por ejemplo, ya en 1886 G. A. Wilken publicó un
documento sobre el papel del peinado en las ceremonias luctuosas y sugirió que pueden distinguirse dos tipos opuestos
de comportamiento ritualizado respecto del arreglo del cabello. Por un lado, el cabello puede ser cortado y la cabeza
rasurada. Por el otro, se rechaza el arreglo habitual del cabello para la vida diaria, se deja que el cabello se vuelva
desaliñado y que la barba crezca. Estos dos tipos de conducta son analizados en el libro del Dr. Berg; interpreta lo
primero como una castración simbólica y lo segundo como un repudio ascético a la mismísima existencia del sexo. La
propia explicación de Wilken acerca del “sacrificio del cabello” también presupone que éste es un símbolo universal,
aunque no específicamente un símbolo sexual. Él afirma que el corte ritual del cabello es un substituto del sacrificio
humano sobre una base de pars pro toto, el cabello es apropiado para tal fin porque la cabeza es el asiento del alma.
Para Berg, el cabello significa sexualidad; para Wilken representa la personalidad del individuo en cuya cabeza crece.
Existe precisamente una convergencia comparable entre el punto de vista de Freud de la asociación simbólica y el más
simplista concepto de magia homeopática de Frazer. Lo que necesitamos considerar es si la interpretación freudiana en
realidad agrega algo al argumento pars pro toto. El que el uso ritual del cabello pueda tener asociaciones sexuales ha
sido evidente desde un principio para los antropólogos, pero en su gran mayoría no han considerado este hecho como
un asunto de vital importancia.
De otro tipo de prácticas él menciona las sangrías y la amputación de las articulaciones de los dedos. Evita referirse a la
circuncisión, pero este rito es de modo muy claro una “mutilación ceremonial”.
Él sostiene que el ritual de tomar las cabezas y la erección de piedras y emblemas fálicos de madera tienen un propósito
mágico común de asegurar la fertilidad de las cosechas, pero que “si el falo mágico es un método de garantizar la
fertilidad, aparentemente no es, en sí mismo, la fuente de ella, pareciera que ésta recae en las almas de los muertos”.
El argumento psicoanalítico es que en donde hay un significado fálico en un ceremonial del cabello es evidente en sí
mismo que este falicismo es en realidad el principio fundamental involucrado, y que éste solo hecho registra el
ampliamente difundido uso del cabello de la cabeza como un elemento ritual. ¿Pueden estar de acuerdo los
antropólogos?
Resumen y conclusiones
En consecuencia, interpretó los procedimientos de arreglo del cabello de la gente ordinaria como rituales privados de
una naturaleza que en su origen tiene impulsos de la libido. Berg ha reivindicado que diversa evidencia antropológica
apoya su opinión. Es cierto que la etnografía revela una distribución de los rituales del cuidado del cabello en casi todo el
mundo. Estos rituales son particularmente importantes en ceremonias luctuosas pero también se dan en otros ritos de
pasaje e incluso en ritos de una naturaleza menos personal. Hay elementos substanciales, aunque no del todo
consistentes entre los rituales del cabello de diferentes culturas, y en el gremio de los antropólogos ha sido común
postular que el cabello humano tiene algún valor simbólico universal. Discusiones sobre el simbolismo del cabello fueron
justamente importantes en los primeros debates relativos al animismo y a la magia. El consenso general fue que el
cabello representa el individuo total o el alma, o los poderes personales (mana) del individuo.
Evidencia encaja bien con el postulado del Dr. Berg. La conducta pública ritual afirma algo del status social del actor; la
conducta ritual privada sostiene algo acerca del estado psicológico del actor. No tenemos fundamentos para asumir,
como lo hace el Dr. Berg, que los actores en los rituales públicos están en una condición psicológica que corresponda al
simbolismo de su ejecución.
Los argumentos psicoanalíticos del Dr. Berg ofrecen tal explicación. En el cuerpo del ensayo traté de mostrar porqué
estos argumentos psicoanalíticos son inadecuados desde un punto de vista antropológico, pero también indiqué que en
realidad no están en conflicto con la evidencia etnográfica. El antropólogo no necesita aceptar el punto de vista
psicoanalítico, pero tampoco tiene buenas razones para rechazarlo. Por último, he señalado que el cabello, como una
parte separable del cuerpo, no es sólo un símbolo de agresión sino “una cosa en sí misma”, una pieza material de
agresión. Los psicoanalistas se ocupan de los individuos y cuando discuten la agresión se refieren a la agresión de los
individuos. Los antropólogos, funcionando en un nivel más social, encuentran conceptos que un analista etiquetaría
como “agresión colectiva”, esto es, como una agresión que no se localiza en algún individuo particular, por ejemplo, el
poder de Dios. En rituales públicos, el cabello puede algunas veces ser considerado como poder libre (agresión), distinto
de la sexualidad y de la suciedad fecal de individuos particulares. En un contexto ritual con frecuencia encontramos que
el cabello humano es usado como “la realeza de los reyes”. Pero a pesar de que regresamos al principio pienso que
hemos llegado a dos importantes conclusiones. La primera se refiere a la “función” del simbolismo fálico en un sentido
pragmático. He enfatizado que el simbolismo fálico consciente, tanto directo como desplazado, es repetidamente
recurrente en rituales religiosos y dramáticos.
Dentro de un ritual, el falicismo es entonces una forma de profilaxis catártica; no es una expresión del inconsciente
reprimido del individuo colectivo, es un proceso social que sirve para prevenir al individuo de desarrollar represiones
sexuales. Mi segunda conclusión tiene que ver con un tema antropológico más fácilmente reconocible. Me parece que
nuestra discusión ha arrojado nueva luz sobre la naturaleza del poder mágico. Los antropólogos han sostenido dos tipos
de teorías generales relativas a la magia, una es sociológica y la otra psicológica.
La teoría psicológica es la de Frazer; es mejor conocida y más fácilmente comprendida. Frazer está preocupado no por el
contexto sino por la “lógica” de la magia. Sus explicaciones se dan en términos de dos principios de asociación muy
crudos: “primero, que lo semejante produce lo semejante; y segundo, que cosas que alguna vez estuvieron en contacto
la una con la otra siguen actuando a distancia después de que se ha roto contacto físico”. Para Frazer la cualidad esencial
de la magia es que es una falacia, y se contenta con demostrar la naturaleza de la misma. No se pregunta por qué los
seres humanos debieran ser propensos a creer en falacias de este tipo particular. Debe recalcarse que, en realidad,
ninguna de estas teorías ha estado preocupada por la naturaleza de la potencia mágica como tal. Las investigaciones de
Freud respecto a la interpretación de los sueños y la asociación de ideas ilustran los argumentos de Frazer pero
difícilmente chocan con los de Durkheim. El análisis freudiano explica la forma de los actos mágicos como determinados
por deseos reprimidos de tipo oral, anal o sexual.
El mismo argumento podría ponerse de otro modo. El psicoanalista, estando relacionado con los sentimientos ocultos
del individuo, clasifica todas las acciones que cortan una parte del cuerpo del individuo como equivalentes simbólicos de
“castración”. Entonces argumenta que estos actos rituales tienen fuerza emocional para el individuo porque, de hecho,
son sentidos como una represión de la energía de la libido.
Junto con un tercer argumento, tomado de Frazer, podemos aceptarlos al mismo tiempo, en el sentido de que, de
manera típica, el poder mágico reside en objetos que están vinculados a individuos en situaciones rituales —por
ejemplo, la sangre, el cabello, las uñas cortadas, etcétera, de personas involucradas en ritos de passage—. No podemos
simplemente fundir estos tres argumentos, pero si reconocemos que todos ellos están relacionados con “la misma cosa”
llegaremos a la conclusión de que la potencia mágica, considerada como una categoría social, es algo inherente a los
símbolos de la “circuncisión”, pero tal simbolización es efectiva porque para cada individuo la situación ritual es sentida
con un significado de castración. Esto es algo más que un juego de palabras. Fusionando el concepto sociológico de
circuncisión con el concepto psicoanalítico de castración establecemos un puente entre los dos marcos de referencia, y
la consistencia entre los dos modos de interpretación adquiere significado. En este punto, tal vez sólo en este punto, el
argumento psicoanalítico ofrece al antropólogo una explicación plausible de los hechos, que éste ya conocía, pero que
no podía entender a cabalidad. En algún sentido debo admitir que todo el argumento no es más que otra manera de
decir lo obvio. Cada quien da por sentado que las groserías en casi cualquier lengua derivan su potencia mágica de la
asociación con funciones sexuales y excretorias o con Dios. La teoría propuesta en este ensayo es que el poder mágico
de la “suciedad del cuerpo” (incluyendo el cabello) es precisamente del mismo tipo. Esta proposición no es muy
novedosa, pero el punto central de este ensayo está en otra parte.
Los actores sociales reivindican la posibilidad de elegir entre uno y otro tipo de ceremonia. El carácter de la fiesta, según
las parroquias es solemne o espontáneo, los niños son meros ejecutantes o participan de una manera activa en la
elaboración de algunas secuencias rituales, y pueden estar o no vestidos con una túnica; en ocasiones, las procesiones
son numerosas y en otras no.
Aunque muchos matrimonios en la actualidad ya no estén celebrando un tránsito, sí pertenecen a la categoría de los
ritos en la medida en que ofrecen un espacio para la simbolización, constituyen pequeñas sociedades de efervescencia
temporal que se alimentan del desarrollo de la sociedad como espectáculo, y también porque su forma es adecuada
para sugerir la idea de una acción tradicional, principio que se sigue valorando en los años finales de un siglo xx
socialmente incierto.
Espectáculo y memoria
El lenguaje de la boda muestra que se ha convertido en un espectáculo: los novios, por ejemplo, hablan de «animación»;
la fiesta sólo puede ser un éxito o un fracaso. Entre jóvenes de una misma categoría de edad que se casan en el espacio
de varios años reina una fuerte competencia. Se trata cada vez más de un problema social: que se recuerde como una
fiesta divertida, sin pifias rituales, en la que sea posible aguantar toda la noche hasta que se despierten los novios, que
todo el mundo guarde en la memoria, especialmente gracias a las fotografías y los vídeos
Desde hace tiempo se utilizan amplificadores, se instalan micrófonos que los jóvenes manejan con gran habilidad. A
veces se contrata una orquesta, o simplemente un dj, como en las discotecas, para animar la fiesta.
El traje de novia contribuye a crear el ambiente espectacular: elegido con mucho tiento, debe adecuarse al estilo de la
boda. Tiene una función doble: participa de la eficacia del ritual creando emoción mediante la modificación del cuerpo
de los pies a la cabeza; participa también en la reconstrucción de la virginidad, que se refuerza además por el hecho de
que los dos jóvenes no duermen bajo el mismo techo la víspera de la boda y son invitados a una noche de bodas en un
hotel de la zona.
La referencia a la tradición
Casarse de blanco, de acuerdo con unas formas ceremoniales remite al imaginario de «siempre se ha hecho así» y
permite anclar la acción en el tiempo, dando así al compromiso público posibilidades de durar. El pasado es una reserva
de acción para el presente, como decía jean Pouillon. Invocar el recurso a la tradición, cuando los encuestados dicen
aquí siempre se ha hecho así es hacer referencia a un doble registro, el de la cultura familiar o el de las costumbres
locales portadoras de la identidad: aquí, en esta familia, en esta región. La boda es un medio de afirmar estas dobles
raíces.
Lo que actualmente se llama tradiciones debe mucho más a una contaminación horizontal en el seno de una generación,
que vertical, de padres a hijos. Retomando los argumentos de Laurence Hérault sobre la ausencia de codificación escrita
y la falta de prácticas de referencia -argumentos basados en los análisis de Jack Goody, observamos que el matrimonio,
especialmente ahora que lo organizan los jóvenes, depende de la inserción de los novios en un grupo de edad más o
menos consolidado. El modelo no es la boda de los padres, sino la de los primos y los amigos, celebrados en los años
anteriores.
Las bodas parecen sufrir un proceso de incorporación al «patrimonio», similar al que se observa alrededor de las
técnicas artesanales en vías de desaparición, que aparecen como depositarias de los valores de autenticidad.
Actualmente, son el centro de recuperaciones culturales, en especial en el ámbito de la danza y la música local.