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LA LECTURA Y LA ESCRITURA COMO HERRAMIENTAS DE APRENDIZAJE

Conferencia pronunciada en el SIMPOSIO INTERNACIONAL DE EDUCACION EN


LA DIVERSIDAD “Porque todos somos diferentes” Celebrado en Panamá, 28 al 30 de
enero de 2000:

Magister Josefina Peña González


Profesora del Postgrado en Lectura y Escritura
Facultad de Humanidades y Educación
Universidad de Los Andes. Mérida. Venezuela

La lectura y la escritura son ejes de la educación formal e instrumentos de aprendizaje


permanentes, ambas permiten la adquisición de conocimientos, el crecimiento personal, la
organización del pensamiento, la comunicación a través del tiempo y del espacio, el registro
de ideas, entre otras múltiples funciones que cumplen.

Su enseñanza, a través de todos los grados y niveles del sistema educativo, debe ser
atendida por un docente que esté formado en el saber, el ser y el hacer es decir, que posea los
conocimientos necesarios para abordar su enseñanza; que tenga un adecuado grado de
inserción social y de equilibrio emocional y que haya desarrollado las competencias
necesarias para actuar didácticamente en el salón de clase.

Si la enseñanza de la lectura y la escritura es impartida por un docente con esta


formación, se podrá lograr que los alumnos se conviertan en lectores y escritores autónomos.
¿Qué es desde nuestra perspectiva un lector autónomo?, e igualmente ¿ qué es un escritor
autónomo?

Un lector autónomo es aquel que se acerca al texto de una manera independiente, con
un propósito definido, que maneja fuentes de información de acuerdo a necesidades reales:
cumplir con una tarea escolar, saber qué película están proyectando, aprender a manejar un
equipo electrónico, instalar un aparato electrodoméstico, conseguir en la guía telefónica un
número determinado, utilizar el diccionario con propiedad y rapidez, que busca relaciones,
que establece comparaciones, que duda, que confronta, que construye significados (Peña,
1998).

Un escritor autónomo es el que enfrenta la página en blanco para comunicarse,


registrar ideas, opiniones, expresar sentimientos, organizar el pensamiento. Es aquel que
escribe borradores, vuelve sobre lo escrito para tachar, cambiar una palabra o una expresión,
que comparte sus escritos con sus pares, con su maestro, que confronta y discute (Peña,
1999).

Para lograr la formación de lectores y escritores autónomos, el docente deberá partir


de la concepción constructivista del aprendizaje, en la que se señala que el alumno es un ser
activo, que llega al aula con sus conocimientos y experiencias previas, que posee una
determinada competencia lingüística, así como actitudes, valores, creencias, costumbres e
ideales formados en el entorno social y cultural en el que le ha tocado desenvolverse.

A partir de esta concepción del aprendizaje y del sujeto que aprende se debe planificar
el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lectura y de la escritura. Para la lectura se requiere,
en primer lugar, la utilización de materiales significativos; proporcionarle a los alumnos las
situaciones de aprendizaje que les permitan desarrollar las estrategias para comprender el
texto, que aprendan a enfrentarlo con un propósito determinado, que conozcan las diferentes
funciones de la lectura. Igualmente, la enseñanza de la escritura debe ser abordada desde la
misma concepción constructivista, que permite ver al escritor como un productor de textos,
que puede plasmar sus reflexiones, sus ideas y opiniones.

Los alumnos son quienes elaboran, mediante la actividad personal, los conocimientos
culturales. El papel del docente es, entonces, servir de mediador entre el conocimiento y el
alumno, ayudándolo a construir los nuevos conocimientos. Desde este punto de vista,
aprender algo equivale a elaborar una representación personal del contenido objeto de
aprendizaje. Esta representación no se hace desde una mente en blanco, sino desde la mente
de un alumno que posee conocimientos y experiencias previas que le permiten adquirir el
nuevo conocimiento y atribuirle significado. Este es un proceso activo que le ofrecerá al
alumno la posibilidad de reorganizar el propio conocimiento y enriquecerlo.

Esta concepción se caracteriza porque el alumno es un constructor activo y no un mero


receptor y porque el papel del docente es acompañarlo a construir conocimientos.

Los estudios, reflexiones e investigaciones que, en los últimos tiempos, se han venido
realizando en el campo de la educación ‘imponen’ un cambio en los espacios de aprendizaje,
en donde tradicionalmente se ha privilegiado la lectura eferente, con fines netamente
escolares: aprender la lección para luego repetirla al docente, o, como apunta Rosenblatt
(1978), retener aspectos específicos o particulares y ser capaz de hacer uso de ellos,
orientando de este modo, el lector, su atención selectiva hacia aquellos elementos del discurso
que le permitan obtener resultados positivos en las acciones propuestas, una vez terminada la
lectura. Yo diría que, vista la lectura de esta manera, no hay una convivencia afectiva, entre el
lector y el texto para que aquel construya significados.

En cambio, plantea esta misma autora la lectura estética, que es aquella que se realiza
cuando el interés del lector está centrado en el disfrute del texto, pudiendo ser motivo de
agrado desde el lenguaje utilizado, la manera cómo el autor lo ha estructurado en la totalidad
de la obra hasta la trama de las acciones desarrolladas. Es así como el lector, de acuerdo a su
gratificación, orientará su atención selectiva hacia el logro de su satisfacción inmediata.

La gran preocupación de la escuela ha sido por lo que el alumno adquiere en


conocimiento e información, por la corrección con la que lee, por la correspondencia de sus
respuestas con las preguntas en un examen, pero bien poco se hace por desarrollar, a través de
la lectura, los procesos mentales superiores; por formar un lector independiente, analítico,
inquisitivo y crítico; capaz de construir significado para el texto, conjugando la información
contenida en éste con sus experiencias y conocimientos previos.

Además, tampoco se trabaja en función de que el alumno tome conciencia de cómo la


lectura le sirve para ocupar el tiempo libre, informarse, recrearse, confrontar opiniones con
bases sólidas, para imaginar, viajar, creer, dudar y crecer.

La escuela, entendida ésta en el sentido más amplio, vale decir, desde el preescolar
hasta el nivel superior, es el espacio considerado más idóneo para propiciar el deseo de leer,
para lograr que la lectura se convierta en instrumento de aprendizaje permanente y de esta
manera su utilización trascienda las paredes del aula, en este sentido Ferreiro (1991), afirma
que “leer en la escuela y seguir leyendo fuera de la escuela, son actividades necesarias para el
lento proceso de construcción de un lector que no deje de leer cuando haya terminado su
escolaridad” (p. 8).

En relación a la escritura, ha sido necesario dar a conocer los resultados de muchas


investigaciones para que ésta sea comprendida como una de las maneras más eficientes de
construir y reconstruir el saber personal, de reflexionar sobre el mismo, de confrontarlo con
nuestras experiencias y conocimientos previos, en este sentido Smith (1982), señala: “ ...la
escritura separa nuestras ideas de nosotros mismos en forma tal que nos resulta más fácil
examinarlas, explorarlas y desarrollarlas” (p. 137).

La escritura permite, además, comunicarnos con personas ausentes a través del tiempo
y del espacio; explorar y presentar información; organizar y reorganizar el conocimiento;
expresar sentimientos y opiniones; registrar ideas, hechos, acontecimientos y cualquier dato
que sirva para usarlo después; tomar notas mientras alguien habla; reflexionar sobre el propio
pensamiento; elaborar resúmenes; influir y modificar opiniones y comportamientos.
Podríamos, finalmente, afirmar que la escritura supone la transformación interna del escritor a
la vez que permite ejercer su acción sobre la realidad.

La labor de la escuela en este sentido es fundamental, es en ese espacio en donde el


alumno debe descubrir y utilizar la escritura en las múltiples funciones que cumple y en los
usos que puede hacer de la misma, tanto en su vida personal como de relación.

Por otra parte, debe dedicársele también en el aula, suficiente tiempo al proceso por el
que pasa el escritor desde el momento en que decide escribir hasta la producción definitiva de
un texto. Así, para Lerner (1994) la escritura incluye tres procesos íntimamente relacionados:
planificación, textualización y revisión. Señala la misma autora que estos procesos no pueden
considerarse como etapas, ya que son superpuestos y recursivos. Durante la textualización se
hace necesario, muchas veces, volver a revisar el plan inicial y la revisión de lo que se va
escribiendo, es también permanente.

Aspecto muy importante lo constituye el decidir sobre qué tema se va a escribir, éste
podría surgir de una necesidad planteada en clase, así, el docente podría proponer varias
alternativas para que cada alumno escoja, o dentro de una misma proposición cada alumno
pueda elegir diferentes aspectos para abordar el tema, pero siempre pensando en un
destinatario real y con una intención comunicativa, es decir que las situaciones de escritura
que se propongan en el aula sean cercanas a la práctica social.

Otra decisión, que debe ser discutida, es si la escritura será individual o grupal, ambas
formas tienen sus pro y sus contra. El escribir individualmente sobre un tema exige varias
revisiones por parte del docente y mucho esfuerzo por parte del alumno. En cuanto a la
escritura grupal Lerner (1994) señala:

...la escritura en pequeños grupos ofrece muchas posibilidades didácticas


interesantes: como hay que ponerse de acuerdo sobre lo que se va a escribir, la
planificación del texto se impone: cada miembro del grupo se ve comprometido a
actuar –simultánea o alternativamente- como autor y como lector; si quiere que el
grupo acepte su propuesta, cada niño deberá fundamentarla adecuadamente. De
este modo se hace posible que circulen saberes que no circularían si la producción
fuera siempre individual (p. 9).
En la etapa de planificación, también llamada preescritura, una vez definido el tema
sobre el que se va a escribir y saber cuál es el público potencial de ese escrito, se pasa a
determinar qué género se empleará y a identificar y consultar bibliografía sobre el tema
seleccionado, realizar entrevistas si este fuera el caso, visitar los lugares en donde se
desarrollará la acción, es decir, recoger datos suficientes y apropiados utilizando métodos
adecuados. Es recomendable, también, en la etapa de planificación que el alumno organice la
información que ha buscado y elabore un esquema.

Una vez realizadas estas actividades es necesario que los alumnos compartan la
información recogida, la confronten con sus compañeros a objeto de que encuentren cuáles
son los aspectos más significativos para cada uno, descubran relaciones que antes no habían
descubierto y establezcan acuerdos sobre el género.

Para este último aspecto es conveniente que el alumno se familiarice con diversos
géneros. Aquí cabe señalar la reescritura de que hablan Teberosky y Tolchisnsky (1995)
porque la misma le permite al niño apropiarse de las características implícitas de un género en
particular, el cual no puede ser enseñado explícitamente. Agregan que, la reescritura, permite
de manera indirecta repetir las formas en que está codificada la información del texto y a
través de la misma los niños se van apropiando de los elementos textuales. Pero, también
recomiendan estas autoras, que primero el alumno tiene que ser lector, permitiéndole esta
actividad conocer modelos convencionales de textos.

La textualización exige del escritor tomar en cuenta una serie de aspectos. Así, deberá
anticipar posibles preguntas, incluir todos los datos que necesitará el lector, elaborar una
exposición ordenada, establecer y mantener una línea de pensamiento y establecer conexiones
entre las diferentes partes del texto. Al decir de Lerner (1994):

Entre las propiedades del texto escrito hay una que representa una
intensa exigencia: a diferencia de la conversación, que transcurre en la
sucesión del tiempo, el texto escrito se presenta como una totalidad cuyas
partes pueden estar presentes simultáneamente: para el lector es posible
comparar el principio del texto con el final, es posible acercar dos fragmentos
muy distantes del texto y analizar sus interrelaciones. Es por eso que el texto
escrito tiene una exigencia de coherencia –de articulación interna- mucho
mayor que el discurso oral ( p. 14).

Para la evaluación del proceso de escritura se recomienda utilizar el portafolio como


instrumento y las entrevistas de contenido como procedimiento. El portafolio es una carpeta
en la que se recogen todas las producciones de los alumnos dentro del proceso de aprendizaje,
en una o varias áreas del conocimiento. En el portafolio el alumno va recopilando sus trabajos
y producciones resultantes de la actividad realizada y que ponen de manifiesto su esfuerzo, su
talento, su habilidad, sus conocimientos y su mejores ideas, así como las dificultades y
problemas que están confrontando y que necesitan resolver.

Entre otras muchas bondades del uso del portafolio se puede señalar la que le permite
al alumno involucrarse en el proceso a través de la autoevaluación y, de esta manera, poder
apreciar su progreso como lector y escritor.
Las entrevistas consisten en conversaciones sostenidas entre el maestro y el alumno
acerca de su producción escrita y tienen por finalidad ayudarlo a descubrir qué es lo esencial
del tema seleccionado, qué información falta, cómo orientar una idea o cómo ampliar o iniciar
sus borradores, Serrano y Peña (1998). Las entrevistas permiten que el niño descubra que la
escritura le ayuda a trascenderse a sí mismo en el tiempo y en el espacio, corregir, ampliar o
suprimir información contenida en sus escritos iniciales, razonar sobre aspectos que tengan
que ver con la secuencia cronológica y la organización lógica de la presentación de los datos,
con el vocabulario utilizado, con la coherencia semántica al vincularse con un tema central y
presentar articulación entre los diferentes pasajes entre sí.

McCormick (1993) al referirse a las entrevistas sobre escritura señala:

Como yo creo que la escritura es un proceso de interacción con el propio


texto que se está componiendo, es importante hacer a los estudiantes
preguntas que los ayuden a interactuar con su obra, a lo que ha dicho para
ver qué puede descubrir. Después de leer un borrador, puedo decir: “Veamos,
¿qué es lo que has dicho hasta ahora?. Luego el alumno y yo revisaremos el
texto, tomando como eje las zonas más significativas. Al hacer esto, no sólo
veo lo que se ha dicho sino que también ayudo al alumno a reveer. Esta debe
ser una parte inherente al proceso de escritura: los alumnos deben moverse
entre el rol del escritor y el del crítico (p.158).

Esta actividad exige emplear varias sesiones, por cuanto el proceso de revisión debe
ser lento y cuidadoso. Es importante señalar también que los alumnos elaboren previamente,
un esquema y recopilen diversos textos en los que se puedan apoyar para elaborar su
producción final, al respecto señalan González y Charria (1992):

A partir de las actividades de lectura los niños pueden producir sus propios
textos, ayudados por otras formas de expresión. A los niños de todas las
edades les encanta transformar en línea, forma y color, los personajes, las
situaciones o las ideas que han leído (p. 24).

Para crear espacios que favorezcan la escritura dentro del aula, es preciso que el
docente asuma el rol de guía y orientador, que acompañe a sus alumnos en la tarea de
planificar la escritura, de componer, de ayudarlos a revisar sus escritos, de valorar sus
producciones, de descubrir la utilidad de la escritura, pero sobre todo hacerle comprender al
niño que sus escritos tendrán un destinatario real, ya que como plantean González y Charria
(1992)

El placer de escribir en la escuela se acrecienta cuando el niño


sabe que sus escritos van a ser leídos por otras personas o van a
ser escuchados por el grupo de sus compañeros. Las discusiones o
los comentarios posteriores a la lectura de un texto de los niños
son un buen estímulo para perfeccionar sus escritos, en los
aspectos de claridad y coherencia, que son los más importantes (p.
22).

La lectura y la escritura, como herramientas de aprendizaje, deben ser favorecidas en


el aula de clase, porque las mismas permiten entrar al mundo del conocimiento, satisfacer
curiosidades, informarse, crear, confrontar y desarrollarse plenamente.
Con base en los planteamientos teóricos expuestos y desde una perspectiva
constructivista, en donde el alumno es concebido holísticamente, es decir, con sus
conocimientos y experiencias previas, su competencia lingüística, sus esquemas conceptuales,
activo, crítico y reflexivo, que a su vez exige un docente facilitador y mediador del
aprendizaje en general y del aprendizaje de la lectura y la escritura en particular, nos
propusimos planificar un TALLER en el área de la lectura y la escritura, dirigido a
profesionales de la educación.

Entre los propósitos de este TALLER tenemos:

Ø Propiciar el análisis y la reflexión, entre los participantes, sobre las situaciones


didácticas que favorecen la formación de lectores y escritores autónomos, dentro del
aula de clases.

Ø Analizar principios que orienten el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lectura y la


escritura como herramientas de aprendizaje.

Ø Planificar situaciones de aprendizaje que involucren la lectura como construcción de


conocimientos y la escritura como registro de ideas, expresión de sentimientos,
organización del pensamiento e instrumento de comunicación.

AMEI
http://www.waece.com
info@waece.com

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