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CONSAGRADA: polifonía de una imagen

Fui a ver Consagrada por sugerencia de una amiga. Tenemos que verla, la actúa
Gabi Parigi, una grosa, la mina fue gimnasta, participó en diferentes torneos,
además la obra la montó en pandemia… ¡en PANDEMIA! ¿Teatro y circo en
pandemia?, pensé. Me pareció interesante. Sobre todo, porque parte del teatro
que he visto en Buenos Aires ha sido discursivo, es decir, grandes interpretes
haciendo buenas actuaciones, pero dejando de lado la construcción visual, la
poética de la imagen. Dándole toda la importancia al texto y no al diálogo que
puede haber entre una luz y un movimiento físico, por ejemplo.
La obra comienza desde el momento en que entregás el tiquete. Una fila de
trofeos te recibe, como una especie de alfombra roja, pero dorada y llena de polvo.
Una secuencia de trastes dorados que, evidentemente, han sido usados muchas
veces y ahora sirven de adorno. O de entrada, una especie de aperitivo. En el
escenario, lleno de humo, hay una caja danesa y una barra con el uniforme de la
selección argentina. Parece una obra minimalista. Cuando el público se ha
sentado el juego de luces más el humo sirven de bienvenida a la actriz. Una mujer
vestida con fajas, con un cuello ortopédico lleno de medallas, inmovilizadores en
sus extremidades, un bastón y, finalmente, una corona de minitrofeos. Su paso
lento y solemne simula una condecoración, la subida al podio, el primer puesto, el
oro, el reconocimiento. Es allí cuando aparece el grito, la huida.
Consagrada es una obra dirigida por Flor Micha donde se plasma el recorrido
deportivo de Gabi Parigi en el escenario. La obra que, en un principio, parece ser
algo más corporal, termina siendo una denuncia poética. Logra poner en diálogo el
cuerpo -gran herramienta de trabajo para la actriz/personaje-, con la narración, la
construcción de personajes y hasta la dramaturgia de las mismas luces (Laura
Saban), haciendo una amalgama de lenguajes que armonizan y permiten vivir la
experiencia pasando por diferentes emociones: risas, rabia, impotencia, llanto, etc.

Unipersonal polifónico
La obra podría dividirse en diferentes momentos donde, en principio, se puede
apreciar la síntesis de lo que representa para la actriz/personaje su vida como
deportista extrema, como si el primer cuadro fuera la presentación de las heridas
que quedaron en su cuerpo, la autoexigencia verbalizada en el gesto poético, en la
caminata, en la expresividad de un quitar, de despojarse para llegar a la semilla: el
cuerpo. A partir de eso, la actriz empieza a ser acompañada por diferentes
elementos sonoros, desde una caminata triunfal hasta una especie de remix de
diferentes noticieros con insultos, festejos y risas. Un bombardeo a la mujer en
escena que recrea a la joven Parigi, una mirada tierna, manos apoyadas en el
asiento y piernas que se columpian mientras sonríe.
El unipersonal termina transformándose en un recorrido de personajes,
sensaciones, emociones y expresiones que te interpelan. Un trabajo colectivo
donde lo sonoro y lo visual aportan tanto como la actuación. La creación de
personajes a partir del vestuario (Sharon Luscher), de la inclinación de un
elemento de escenografía, la repetición sonora a modo de gag para hacer énfasis
en algunos modismos propios de cada individuo -como es el caso del entrenador-,
la luz para resaltar ciertos movimientos claves donde la sombra juega a favor del
medio rostro que se ve para dibujar a una niña o a una mujer. Todos los elementos
usados en escena dejan de ser herramientas para volverse compañeros
intangibles. Como espectadora estás viendo un partido de fútbol donde no sabes
qué va a pasar y es inevitable pestañear pues, un segundo puede ser crucial y
definitivo. Todo, absolutamente todo comunica algo.
Los trofeos debajo de la cama
Esta obra da la sensación de aparecer a partir de la improvisación, de la imagen a
recrear por medio del cuerpo. En algún momento, y tras una ráfaga de imágenes
visuales -desde el cuerpo, la luz, la composición sonora- la actriz/personaje tiene
la necesidad de hablar. Esta necesidad fluye al igual que lo corporal. Primero hay
una antesala de la voz, luego un detonante y finalmente la palabra.
¿Cómo habrá sido la dramaturgia de la obra? ¿Llena de acotaciones? Me
preguntó mi amiga después de salir de la obra. Yo creo que la obra surgió del
tablado, de la imagen y de la necesidad de poner en manifiesto una denuncia.
Pero esta denuncia fue transformándose en la construcción de la misma obra,
cargándola de matices, de personajes, de historia de vida y de dignificación a la
misma actriz, la consagrada. Un teatro para ser visto, una experiencia sensorial
que, como mujer, te atraviesa y te hace encontrar en medio de lo grotesco una
figura de poder negativa, pero también un halo de esperanza en la pregunta ¿qué
puedo hacer con todos los trofeos acumulando polvo debajo de la cama?
Consagrada es un unipersonal polifónico que juega con todos los elementos que
tiene a mano para construir una experiencia artística con múltiples matices. Para
esta temporada quedan sólo dos funciones: los viernes 23 y 30 de junio en el
teatro Galpón de Guevara a las 21hs.

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