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Crítica sobre Café Müller.

Compañía: Tanztheater Wuppertal

Coreografía: Pina Bausch

Intérpretes: Dominique Mercy, Pina Bausch, Nazareh Panadero, Jean Laurent


Sasportes Michael Strecker, Azusa Seyama.

Se dice que la Danza fue la primera de las Artes Bellas. La Danza existe
desde que el hombre se movió y caminó por la tierra, pues el andar requiere pose y
equilibrio. Es opinión aceptada que la Danza comenzó como un ritual primitivo
religioso y que se usaba también para expresar alegría o dolor. (Parera,2010:36).

A través de Café Müller la coreógrafa Pina Bausch ha creado una propuesta artística
donde no solo el protagonismo se encuentra en los bailarines y su danza, sino también el
peso escénico está en la propuesta visual del montaje. La cafetería es más que una
escenografía, es el marco que contiene los cuerpos de seis bailarines y es también una
creación, es más que un decorado, es un elemento que tiene también una fuerza
performativa.

En la escena hay docenas de mesas y sillas vacías en la penumbra y hay también un


par de puertas de cristal altas en el fondo. La coreografía es puesta en escena por seis
bailarines- tres hombres y tres mujeres- estos elementos escenográficos nombrados, logran
en la puesta, cobrar otro significado al interponerse, interrumpir o sostener los movimientos
de los bailarines.

Las sillas están dispersas por todo el escenario, cuando Malou Airaudo corre y se mueve
con los ojos cerrados, en la escena hay un riesgo de choque real, cruel, ninguna
representación es posible: Rolf Borzik hizo una escenografía dinámica en la que él mismo
tenía que crear espacio, abrir el espacio necesario para que la danza ocurriese sin que los
bailarines sufriesen golpes ni caídas graves. El estado de alerta en la escena que aún
podemos ver en video es tan real como la tensión que las bailarinas con los ojos cerrados
nos provocan al chocar contra los muebles.

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Las sillas simbólicamente pueden interpretarse de muchas maneras, sustitutas de la
presencia humana, soledad, imposibilidad de contacto, pero la más evidente de todas las
lecturas posibles es la de obstáculos reales al movimiento.

Sillas vacías, mesas vacías, que Rolf Borzik va quitando con rapidez en la medida en la que
los bailarines se acercan. Todo pasa como en un sueño profundo, en el que una sola
persona está despierta y protege a las otras, víctimas de un encantamiento: Mientras los
otros realizan sus danzas con los ojos cerrados, Rolf vigila y se mueve lo más ágil que
puede salvando obstáculos para que los bailarines puedan moverse. Este riesgo real,
condicionado por los muebles, da cuenta de la no representación y mantiene al público
siempre al borde de la incertidumbre, no se sabe cuándo alguien va a caer.

Los materiales en su relación con el cuerpo ofrecen un vasto campo de experimentación


escénica, en este caso las sillas y las mesas son, al lado del movimiento de los bailarines,
parte de la misma coreografía. El cuerpo de carne y hueso se entremezcla con el cuerpo de
madera de los muebles.

La obra tiene elementos del teatro existencialista y del absurdo: el lugar-no lugar, la
repetición, la circularidad, el no progreso del argumento y la acción, los personajes como
títeres, la angustia, la soledad, la incomunicación.

Pavis “entra en un trance en el que se somete a los flujos de la danza sin poder
sustraerse a la intensidad energética del cuerpo danzante.”

“Pasea al espectador tanto por la ficción distante como por la performance vivida, o lo
arrastra hacia el movimiento y, en otros momentos, lo ancla en una ficción con la que se
mezcla su propio conocimiento de la realidad.” La característica del espectador manteniendo
una actitud de observador, propia del teatro épico, será una muy presente en la Danza-
teatro. El público se sienta a observar y no se vuelca en la acción que se desarrolla. Si
observamos Café Müller, las escenas sucederán tan rápido, cambiarán constantemente e
incluso se repetirán en varias ocasiones. Aunque lo intentara, el espectador, no podría dar
un seguimiento lógico de ellas. Al final, al igual que en el teatro épico, el público observará y
despertará en él la actividad, al ofrecerle imágenes del mundo. Esta actividad se podrá ver
de la siguiente manera.

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Guzmán. “Se utilizan las “formas” para mostrar un sentimiento o sensación específicos
produciendo movimientos expresivos Cuando las referencias directas del mundo pasan por
nuestro cuerpo y se teatraliza el movimiento, estamos dando a cada fragmento del cuerpo
un valor como signo icónico porque debe representar algo que es el objeto que lo mueve.
Bausch, deambula en un espacio y su paso es recortado y fragmentado con los roces y
golpes que sufre con cada silla que la circunda. Su cuerpo no tiene ojos, pero si una mirada
en cada brazo, que es lo que más moviliza los planos espaciales. Es decir que al teatralizar
se establece analogías con el objeto de estudio, siendo este café, el espacio de su
contemplación.

Es el uso de la energía el motivo por el cual una acción pasa de ser ordinaria a convertirse
en un movimiento dancístico.

lo que vemos en las piezas de Bausch es la transformación del cuerpo clásico del bailar
ínintérprete en un cuerpo performativo, productor, abierto y capaz de hacer que algo
inesperado suceda en la escena.

En general, somos capaces de leer algunos pensamientos y ciertas emociones a partir de


las disposiciones y de las relaciones entre los cuerpos, el cuerpo nos comunica y por eso es
el objeto de producción privilegiado para las artes escénicas.

Como Explica Guzmán (2014) cada vez que un bailarín crea movimientos está construyendo
su propio tiempo-espacio. Es decir, cada movimiento, llevará con él las acciones del tiempo.
En las primeras imágenes de Café Müller hay dos cuerpos que producen dos espacios. Por
un lado, Pina Bausch, caminando con pasos pequeños y serenos, genera un espacio de
calma. Por el otro lado, la bailarina Nazareth Panadero que representa a una mujer vestida
con un traje azul, un abrigo negro y unos zapatos de taco rojos, recorre la sala con pasos
acelerados y el constante giro de la cabeza de un lado a otro; produce de la prisa, el apuro
El movimiento de Nazareth contrasta con los pasos suaves de Pina Bausch, quien recorre la
superficie caminando lentamente y con los ojos cerrados.

Retomamos la afirmación que hace misma autora “somos cuerpo y el conocimiento es


experiencia y la experiencia es siempre actual y concreta, la de un sujeto determinado aquí
y ahora” No importa la edad, porque los años te hacen acumular experiencias y ese bagaje
vital se hace fundamental para componer y enriquecer las piezas. Bausch observa, trabaja
con la emoción y con el cuerpo, desde cada emoción y cada cuerpo, desde muchas

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emociones y muchos cuerpos. Cada cuerpo trabajando con su unicidad, cada personalidad
aportando al conjunto.

Los visibiliza, los corporifica sobre el escenario, los muestra desnudos a través del
movimiento, con toda honestidad y crueldad, porque el cuerpo nunca miente. La expresión
de un cuerpo que baila no se puede disfrazar, no hay fraude posible.

La coreógrafa emplea la música de Henry Purcell (1659-1695), compositor británico del


Barroco. En los movimientos artísticos del siglo XIX, el barroco representaba las etapas
finales de la decadencia del arte del Renacimiento. Mientras que en la música del
Renacimiento se caracterizaba por armonías planas, líneas fluidas y texturas homogéneas,
en la época barroca los compositores, buscaron el contraste, entre suave y fuerte, lento y
rápido, e incluso entre diferentes voces o instrumentos. Lo que le otorgaba a las melodías
un carácter profundamente dramático. (Gonzalez Martinez, 2021)

Lo que habría que recordar es que la creación visual es igualmente un acto creativo, la
fuerza escénica de lo visual es performativa en el sentido en que afecta a los bailarines que
están bailando sobre tierra, claveles o agua, lo mismo que al público que lo percibe. Sucede
igual con las sillas y mesas de Café Müller

a coreografía de Café Müller es extraordinaria, la melancolía que hay detrás de cada


movimiento, los diferentes sentimientos del ser humano reflejados, la emoción que se
experimenta de tan sólo contemplarla, son únicos. Cada detalle es sumamente cuidado. Sus
bailarines serán el instrumento que ella utilizará para plasmar la sensibilidad humana y su
experiencia misma de vida. Sin narrativa estructurada ni una progresión lineal, generará una
introspección del que está viendo la obra, haciéndolo que reflexione y profundice.

La obra Café Müller no sigue una narrativa estructurada, ni una progresión lineal; en
contraste con la danza tradicional que tiene una dramaturgia con principio, clímax y
desenlace. Estas características serán importantes a lo largo de todas las obras de Pina. No
seguir estos estereotipos crea una estética diferente ante el espectador. Genera una
introspección del que está viendo la obra, haciéndo que reflexione y que profundice en lo
más profundo de su ser. Una danza muy visceral, de carácter pasional.

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Bibliografía

PAVIS, Patrice (2018). El análisis de los espectáculos. Buenos Aires: Paidós

PARERA, Celida (2010). “Historia de la Danza y el Ballet”. Digitalizado por ULPGC, Biblioteca
Universitaria, p.36-39

Café Müller (1978), Pina Bausch, https://www.youtube.com/watch?v=rXMluQ75k5g (consultado:


02/07/2017)

GUZMAN, Adriana (2014). “Danza: creación de tiempos” en Alteridades, vol.24, n.48, p.35-45.

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