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STILL MEDEA, DE DIEGO ARAMBURO: EL TEATRO ESTÁ VIVO

Jorge Luna Ortuño

Dentro de la mitología griega, Medea es el arquetipo de la bruja o la hechicera, lugar


simbólico que comparte con Calipso y Circe, entre otras, su condición de mujer autónoma
e inusual, lo contrario al prototipo ideal de la época. Invocar su imagen, o hacer de ella una
suerte de personaje conceptual para una acción artística contemporánea en Bolivia, señala
a priori rasgos de una obra sugerente e interpeladora, más aún si viene asociada a la firma
del director teatral y dramaturgo Diego Aramburo.

A mediados de este año estuve en La Paz y alcancé a visitar el último día de exposición de
esta instalación que titulaba Still Medea, que estuvo abierta al público en el Centro Cultural
de España en La Paz, entre el 12 de junio y el 10 de julio del año en curso. Quedé
fascinado al visitar la sala, oscurecida, que invitaba a recorrerla y traspasar cortinas negras
para acceder a las salas contiguas, mientras la figura de una mujer algo monstruosa se
desenvolvía en las pantallas, y a cada paso se sentía la tierra que había sido colocada a lo
largo y ancho. Era una atmósfera de ritual, pero también de un cine dislocado, como si se
hubieran cruzado géneros y no se supiera bien frente a qué se está, y al mismo tiempo no
existen actores, nadie toma recaudo del espectador, un perfecto anónimo.

La temática se conecta orgánicamente con las búsquedas que caracterizan el cuerpo de


obra de Aramburo: la mujer, la espectralidad, la crítica a la binariedad. Además de ello,
Still Medea fue otro capítulo en la larga historia de colaboraciones que ha tenido con la
artista Patricia García, que en este 2021 cumplió 25 años de trayectoria como actriz.
Queriendo homenajearla, creó esta instalación, que podría leerse como videoperformance,
pero que presenta como performance teatral. Se trata de una compleja mirada del cuerpo
femenino como desobediente por excelencia, la línea de fuga de toda formación social, en
contraposición a las tendencias todavía patriarcales y “heteronormativas” en occidente,
pero también afirmándose fuera de las máquinas duales.

Habiendo sido retirada la instalación, y asaltado por el deseo de saber más de sus resortes
secretos, conversé con Diego Aramburo vía internet en agosto. En lo que sigue comparto
el extracto de la conversación que tuvimos on line, en la que detalla amablemente algunos
criterios relevantes para aproximarse a Still Medea.

Jorge Luna: Meditaciones sobre Still Medea: la experiencia dentro del espacio me hizo vivir
una ficción. Parecía una pagoda horizontal en la que había que pasar niveles, o franquear
umbrales para acceder a algo extraño. Había algo de monstruoso en ese viaje. El cuerpo de la
actriz parecía un cuerpo inhumano a momentos, evocaba algún tipo de ensamblaje.

Diego Aramburo: Lo espectral, así como cualquier otro tipo de dislocación de algo, implica su
desnaturalización -por más sutil que sea. En Still Medea se evoca a una persona, una mujer,
una actriz y una presencia (conceptual y hasta mítica), pero es una evocación no literal de
ninguna de ellas. Lo que hay es un procedimiento dislocador que extraña cada una de éstas y
el todo, convirtiendo a cada cual en espectro de sí mismo, pero también al todo en sí: la obra
artística-instalación-escénica-, donde lo teatral, casi que, por extensión del procedimiento,
también está presente de esa misma forma.
Esta espectralidad, en nuestra percepción generalizada –al menos a primer impacto, que
puede ser hasta inconsciente–, suele asociarse a una sensación incluso mnemónica que nos
sitúa frente a la vivencia de una experiencia del orden 'lo fantasmal' –con el que cargamos
internamente desde la infancia.

Ahora, en el caso de esta obra, es particularmente interesante para mí que todos los
elementos de los que hablo son casi inherentes a la naturaleza misma del teatro y lo teatral. Es
decir, la dislocación temporal, y la espectralidad que supone, son parte del hecho teatral y sus
procedimientos. A parte de que los contenidos de las creaciones teatrales abordan de manera
explícita o implícita, directa o accidental, la memoria.

El juego de traer al presente y a la vida, lo que efectivamente no le pertenece, no deja de ser


un procedimiento asociable a lo "divino", por su facultad insufladora de vida (donde no la
había), pero, siendo que la póyesis es humana y no divina, vuelve a darse un trastocamiento en
el que la "usurpación" del poder creador es "sacrílega" (léxico más próximo a quienes refieren
profesionalmente a 'lo divino' y lo que lo rodea), o "monstruosa" (nomenclatura referida a
Prometeo y a Frankenstein y, por extensión, a cada intento científico actual que se le parece y
las discusiones que conlleva). En todo caso, me resulta sumamente interesante depositar en el
público la esencia de lo teatral y sus características, gracias a un procedimiento que parece
distanciar lo teatral del escenario y su lugar tradicional.

Personalmente creo que eso es lo que se experimenta al hacer teatro y lo que me parece que
puede parecerse más a una "experienciación completa de lo teatral", por parte de quien
presencia la obra. Aunque en la actualidad puede costar encontrar audiencias y hasta
actores/actrices/performers que lleguen a esa vivencia completa, es decir, a sentirse en medio
de un evento que no es del todo del orden de lo presente y que, por tanto desplaza a cada ser
involucrado, a otros tiempos, lugares, otros universos conceptuales, definitivamente otros
lugares –con la sensación de enajenación y extrañamiento que esto implica. Ejercicio que me
parece crucial en la actualidad, el de situarse en otras lógicas y otros zapatos, dada la peligrosa
negación a la alteridad que se vive y va en incremento con cada nuevo día y cada nueva app y
sus algoritmos...

J.L.: También hay algo llamativo a nivel de la voz. Sonoramente guardo únicamente retazos de
recuerdos del recorrido, pero me parece que se escuchaba una voz muy extraña de aquella
mujer, casi como monstruosa, ahí va otra vez ese adjetivo. Dado que las artes escénicas hacen
manifiesto que la voz produce cuerpo, la dislocación de la que hablas era en gran medida a
nivel sensorial, ¿estoy en lo correcto? Desde la tierra que se pisa en cada sala, la división de
espacios con telones negros, y luego todo lo que se escucha, uno se preguntaba ¿qué ha
pasado acá?, parecía un lugar donde algo se había desmoronado o devastado por momentos.

D.A.: Sí, la última pieza de la instalación cierra el ciclo de devastación anunciado al inicio. Una
devastación que sucede con la resistencia (de la mujer y la vida --femenina, repitiendo), como
contrapunto, pero en la última pieza la vida, la madre, la tierra, está herida de devastación
también y, como Medea, debe lograr detener la 'enfermedad' (la civilización), para que algo
sobreviva, así se trate de que la vida la sobreviva a ella misma (y su extensión, sus hijos).

Ahí veo la sensación que apuntas, la de la materialidad (corporalidad), de la voz trastocada que
tiñe además el paseo total por la instalación (aunque al principio de la visita aún no se sepa de
dónde viene y qué es esa especie de 'tremor' sonoro)...
Asocio esto además a la fisicalidad del paseo entre el cortinaje negro (los telones y 'patas' del
teatro), pero paseo que se realiza a manera de infiltrarse en esa espacialidad escénica
despojada de la materialidad concreta de los cuerpos vivos–presentes de actriz (en este caso),
o actores, que han sido sustituidos por sus reminiscencias, sus espectros que siguen y siguen
haciéndose escuchar, a pesar de su ausencia (física).

J.L: Eso es muy interesante en la pandemia: un no teatro con reminiscencias de cuerpos, para
un espectador incierto que se interna en el recorrido y se va con lo que alcanza a articular.

DA.: El espectador siempre se va con lo que alcanza a articular (en teatro y cualquier arte) -- ;)

J.L.: Bueno, es verdad. Lo llamativo es que lo manejas como una experiencia escénica, siendo
que por el espacio donde se mostró –una sala de exposiciones temporales–, podría
especularse que se trata de artes visuales: una intervención in situ de vídeo performance,
digamos. La diferencia es que tú has pensado está puesta desde el teatro ¿verdad? ¿Se podría
decir que hay una dramaturgia también, por todo lo que explicas anteriormente?

D.A.: Claro. Mi pregunta con los objetos que he creado para la pantalla y para instalar (a partir
de videos), no deja de ser la crucial 'pregunta pandémica' para las artes escénicas sobre si lo
escénico, lo teatral existe a pesar de no darse de forma tradicional y de quizás no cumplir, al
menos a primera vista, con aspectos relativos a lo escénico –con lo relativo a
conceptualizaciones y reconceptualizaciones que hay en estas 'supuestas condiciones de lo
teatral' (como, el 'convivio', también tradicionalmente entendido, solo a manera de ejemplo
de otras características, casi 'condiciones', que pareciera pedírsele a 'lo escénico').

Y mi respuesta, que la plasmo de manera práctica, creando y proponiendo obra, sigue siendo
que lo teatral y lo escénico están vivos.

De alguna forma eso viene de creaciones previas a la pandemia, en las que ya venía usando la
liminalidad, los lenguajes expandidos y la transdisciplinariedad. Y, como bien sabemos, a estas
alturas hay mucho arte anaurático en general y, por supuesto, también creaciones escénicas
de tales características y en las que el cuerpo biológico de hacedorxs y performers no se
encuentra con el de espectadorxs y, no por ello dejan de ser creaciones escénicas y de artes
vivas...

J.L: Al recorrer Still Medea, al no haber actores, uno se siente un poco más relajado como
espectador, es como si no se le pidiera nada, puede pasear y salir y mirar, nadie lo ve.

D.A. : Pero, como sucede en Still Medea, y tantas otras, constatas que esa afirmación en
realidad no es condicional per se, sino que depende de cuan bien planteado está el objeto (sin
cuerpo performático biológico conviviente).

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