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TEMARIO 2.B
Introducción
Los antimicrobianos representan una de nuestras mejores armas para combatir las infecciones
producidas por bacterias. Su descubrimiento puede considerarse uno de los grandes logros de la medicina
moderna que, entre otras muchas cosas, ha facilitado el desarrollo de otros avances médicos antes inimaginables
como, por ejemplo, los trasplantes de órganos o los tratamientos antineoplásicos, y ha permitido disminuir la
mortalidad y alargar la esperanza de vida media.
El precio a pagar por el logro de sumar más años a la vida es la acumulación en esta población de una
serie de factores de riesgo que les expone a la colonización, les predispone a la infección y favorece que éstas
se deban a microorganismos cada vez más resistentes.
Clásicamente no se ha concedido la suficiente importancia al conocimiento del uso adecuado de la
terapia antimicrobiana incluyendo las características diferenciales de su empleo en poblaciones especiales como
los adultos de edad avanzada cuyo porcentaje poblacional es cada vez mayor. Las consecuencias inevitables de
este desconocimiento abarcan desde el fracaso terapéutico, o las reacciones adversas, hasta la selección de
resistencias bacterianas aumentando todas ellas el riesgo de morbilidad y mortalidad(1, 2) (Figura 1).
Las características comunes que debe reunir todo antimicrobiano son: ejercer un mecanismo de acción
específico sobre alguna estructura o función del microorganismo; poseer una elevada potencia biológica que
destruya microorganismos a bajas concentraciones; y mostrar una toxicidad selectiva que afecte lo menos
posible a las células humanas (3).
La selección adecuada de un antimicrobiano depende de varios factores como:
1. Espectro de acción frente a microorganismos
2. Localización, tipo y gravedad de la infección
3. Patrones de resistencia locales
4. Coste
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Pero además se deben tener en cuenta las características farmacocinéticas y farmacodimámicas del
antimicrobiano a la hora de seleccionar su indicación, la vía de administración, la dosis, la posología o la duración
del tratamiento a pesar de que aún no están adecuadamente estudiadas en esta población(4). Las modificaciones
fisiológicas, y la comorbilidad, que se acumulan según avanza la edad justifican importantes diferencias en el
manejo terapéutico de las enfermedades infecciosas en el anciano respecto al adulto más joven.
Figura 1. Factores relacionados con el aumento del riesgo de morbilidad y mortalidad por infección en adultos de
edad avanzada.
↑ flujo sanguíneo
Hepatopatía o efectos hepático. ↑ vida media de fármacos Macrólidos,
fisiológicos de la edad sobre metabolizados en el
↓ actividad enzimática fluorquinolonas
el hígado hígado
CYP P450
Competición por la Actividad farmacológica
Polimedicación actividad enzimática CYP variable
P450
Eliminación
Enfoque inicial
Se debe iniciar un tratamiento empírico si se trata de una infección grave, pero en los casos leves,
y siempre que la situación clínica del paciente lo permita, puede considerarse esperar a los resultados de
las pruebas diagnósticas que confirmen que existe infección, el foco más probable, la causa responsable y la
sensibilidad antibiótica(1). Para ayudar a tomar esta decisión, y reducir el uso inadecuado de antimicrobianos, se
crearon por consenso los Criterios de Loeb en los que se establecían unos síntomas y signos mínimos a cumplir
para iniciar el tratamiento empírico en pacientes ancianos con sospecha de infección(10) (Tabla 2).
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- Disuria aguda o
- Fiebre (>37,9ºC o aumento >1,5ºC en la basal) + aparición
Sin sonda vesical o empeoramiento de ≥ 1 de: urgencia miccional, polaquiuria,
dolor suprapúbico, hematuria macroscópica, incontinencia
urinaria, molestias en ACV
Presencia de ≥ 1 de:
Sonda vesical permanente - Fiebre (>37,9ºC o aumento >1,5ºC en la basal)
(sonda de Foley o catéter - Escalofríos sin causa aparente
suprapúbico) - Aparición de molestias en ACV
- Aparición de delirio
- Tos y ≥ 1 de:
- Taquipnea >25 rpm.
Fiebre ≤38,9ºC y >37,9ºC o - Taquicardia >100 lpm
aumento >1,5ºC en la basal
- Delirio o
- Escalofríos
Afebril sin EPOC Aparición de tos con producción de esputo purulento y ≥ 1 de:
Taquipnea >25 rpm o delirio
Tabla 2. Criterios de Loeb para valorar el inicio de tratamiento empírico ante la sospecha de infección
en personas de edad avanzada(10).
Además antes de seleccionar el antimicrobiano empírico deberemos:
1. Identificar el foco de infección más probable. Los principales síndromes clínicos infecciosos en
el anciano son la infección del tracto urinario, tracto respiratorio, de piel y partes blandas y tracto
gastrointestinal(11). Las pautas empíricas específicas se detallarán en los posteriores capítulos.
2. Conocer los microorganismos etiológicos más frecuentemente responsables en cada localización.
No todos los antimicrobianos tienen el mismo espectro y tratamiento empírico no siempre debe ser
sinónimo de tratamiento de amplio espectro.
3. Evaluar la situación clínica del paciente para estratificar su riesgo de sufrir una infección grave.
En los casos de pacientes sépticos la rápida actuación en las primeras horas serán cruciales de cara al
pronóstico.
4. Considerar el lugar de adquisición de la infección (comunidad, residencia, centro sociosanitario u
hospital). El tipo de microorganismos aislados y su perfil de sensibilidad variará dependiendo del tipo
de actividades que se desarrollen en dichas localizaciones y del consumo de antibióticos que se haga
en ellos.
5. Tener en cuenta los patrones de sensibilidad antibiótica locales en los focos infecciosos y lugares
donde se adquirió la infección. Para disponer de estos datos resulta vital obtener progresivamente
cultivos que permitan la realización de antibiogramas y su posterior análisis y realización de informes
acumulados de sensibilidad por áreas.
6. Obtener muestras de forma adecuada para cultivo microbiológico que facilitarán la elección del
tratamiento dirigido en el paciente actual y el conocimiento de los puntos anteriores en futuros
pacientes.
7. Iniciar las medidas de soporte generales como una correcta hidratación, nutrición e higiene, y vigilar
la posible descompensación de enfermedades crónicas concomitantes suspendiendo los fármacos no
imprescindibles que puedan interaccionar con los antimicrobianos.
lesión vascular(2). La elección del tipo de catéter por el que administrar el antimicrobiano dependerá de la
duración estimada del tratamiento; de la estabilidad clínica del paciente; de la necesidad de otras terapias
endovenosas; y del propio antimicrobiano seleccionado (tipo y posología)(1). Además al igual que en cualquier
paciente, la vía intravenosa comporta riesgos de infiltración, extravasación, sobrecarga de fluidos, flebitis,
infecciones relacionadas con el catéter y dolor asociado a la obtención del acceso intravenoso.
En el paciente de edad avanzada, el paso de la vía intravenosa a la vía oral, conocido como terapia
secuencial, puede aportar numerosas ventajas al evitar todos los inconvenientes mencionados y además aminora
costes en antimicrobianos y cuidados y facilita un alta precoz y una menor estancia media disminuyendo la
probabilidad de adquirir infecciones nosocomiales por microorganismos multirresistentes. Por tanto, siempre
que sea posible será necesario realizar la terapia secuencial de vía intravenosa a oral(13).
Desgraciadamente, muchos pacientes de edad avanzada presentan disfagia o alteraciones de mayor o
menor grado de la deglución. Este hecho no debería impedir el uso de la vía oral si el antimicrobiano existe
disponible en solución, suspensión o comprimidos dispersables. Aun así, en ocasiones un sabor desagradable
(más notorio en pacientes con disfagia que beben a pequeños sorbos), o la posibilidad de aspiración, pueden
hacer recomendable el uso de tubos de nutrición enteral o sondas nasogástricas. En estos casos además se
pueden emplear algunos comprimidos machacados o cápsulas que permiten su apertura, pero se deben tener
en cuenta potenciales alteraciones farmacocinéticas (p. ej. pH gástrico o duodenal o peristaltismo intestinal)
y las interacciones con la propia nutrición enteral debido a la presencia de cationes divalentes como calcio,
aluminio o hierro (p. ej. Metronidazol, ciprofloxacino o doxiciclina deben administrarse una hora después o 2
horas antes de la nutrición enteral)(1, 2, 14).
En algunos de estos casos seleccionados se podría recurrir también a la vía intramuscular. Bastante
más barata que la vía intravenosa se puede administrar de forma ambulatoria o domiciliaria permitiendo
también el alta precoz. Una de sus principales limitaciones puede ser el dolor asociado a la administración,
muy acusado por ejemplo en los betalactámicos, que condiciona su uso a tratamientos cortos. En ocasiones se
puede disminuir con la administración concomitante de lidocaína(2). En el caso de optar por esta vía debemos
tener en cuenta las modificaciones del Índice de Masa Corporal en esta población a la hora de seleccionar la
longitud de la aguja. Un estudio sobre administración de vacunas en deltoides guiado por ultrasonidos concluía
que en hombres con cualquier IMC y mujeres con IMC <35 kg/m2 la aguja debe tener una longitud mínima
de 25 mm y en mujeres con IMC mayor una longitud mínima de 32 mm(15).
Por último, y siempre que sea posible, debemos recordar que también disponemos de las vías tópica o
inhalada para infecciones localizadas.
Otro aspecto importante a tener en cuenta, es realizar lo que se conoce como desescalado antibiótico.
El desescalado es la reducción de una terapia de amplio espectro (que en la mayoría de las ocasiones se ha
iniciado de manera empírica) a otro antibiótico dirigido según los resultados microbiológicos obtenidos y el
foco infeccioso reconocido.
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