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II
A pesar de que haber sido suscrita en 1972, la Convención fue aprobada por el
Senado de la República y se integró al sistema jurídico mexicano en 1984. Desde ese
año, México ha participado de manera muy intensa en la identificación e incorporación
de bienes culturales en la Lista del Patrimonio Mundial, ratificando su papel como uno
de los países que cuentan con mayor cantidad de sitios y lugares que constituyen un
testimonio de valor cultural universal. Son 20 los sitios culturales que hasta este año se
encuentran inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial: el Centro Histórico de la ciudad
de México y Xochimilco (1987); Zona Arqueológica y Parque Nacional de Palenque
(1987); Zona Arqueológica de Teotihuacán (1987); Centro Histórico de Oaxaca y la
Zona Arqueológica de Monte Albán (1987); Centro Histórico de Puebla (1987); Centro
Histórico de Guanajuato y Minas Adyacentes (1988); Zona Arqueológica de Chichen
Itza (1988); Centro Histórico de Morelia (1991); Zona Arqueológica del Tajín (1992);
Centro Histórico de Zacatecas (1993); Pinturas Rupestres de la Sierra de San Francisco
(1993); Monasterios del Siglo XVI en las Faldas del Volcán Popocatepetl (1994); Zona
Arqueológica de Uxmal (1996); Centro histórico de Querétaro (1996); Hospicio Cabañas
en Guadalajara (1997); Zona Arqueológica de Paquimé (1998); Centro Histórico de
Tlacotalpan (1998); Zona Arqueológica de Xochicalco (1999); Ciudad Fortificada de
Campeche (1999) y la Zona Arqueológica de Calakmul (2002). Cabe mencionar que
dos sitios naturales se encuentran también inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial:
la Reserva de la Biósfera de Sian Ka´an (1987) y el Santuario de Ballenas de El
Vizcaino (1993). Siendo el país en el continente americano con mayor número de
bienes inscritos y además ocupando el octavo lugar mundial, debiéramos contar con
una legislación en total concordancia con dicha norma internacional. Es por ello que
debemos de pensar si la legislación mexicana en materia de Patrimonio Cultural cumple
con los principios que anteriormente hemos señalado.
III
Los derechos culturales del hombre han sido un tema de constante discusión a
través de la historia de las naciones. Hemos encontrado muchos casos en que la
creación y producción cultural, privada y comunitaria, ha sido objeto de una censura e
incluso de prohibición y destrucción. La cultura es identidad, es cohesión, es
diferenciación, es desarrollo y trascendencia en el plano más amplio de este concepto
para un pueblo. Por tal razón, diversos instrumentos internacionales han reconocido la
importancia del acceso y disfrute de la cultura como un derecho del hombre como son
la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Protocolo Adicional a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales. ¿Hasta dónde llegará está responsabilidad? ¿Hasta
que nivel de obligatoriedad internacional se encuentra este derecho? La
Recomendación de la UNESCO señala que “El patrimonio cultural y natural es una
riqueza cuya protección, conservación y revalorización imponen a los Estados, en cuyo
territorio está situado, obligaciones no sólo respecto de sus nacionales, sino también
respecto de la comunidad internacional entera; los Estados Miembros tomarán las
disposiciones necesarias para hacer frente a esas obligaciones.” El derecho a la
cultura ha alcanzado la máxima categoría de protección en el ámbito internacional (ius
cogens) que son aquellas normas reconocidas como obligatorias internacionalmente y
que no permiten acuerdo en contrario. La protección de la cultura parece, pues, una
prioridad internacional que se ha reforzado con la idea cada vez más amplia del papel
trascendente que esta actividad juega en el ámbito de nuestra propia existencia como
un factor indispensable en el desarrollo integral del hombre y la sociedad.
IV
“Artículo 5.- Con objeto de garantizar una protección y una conservación eficaces
y revalorizar lo más activamente posible el patrimonio cultural y natural situado en su
territorio y en las condiciones adecuadas a cada país, cada uno de los Estados Partes
en la presente Convención procurará dentro de lo posible: a) adoptar una política
general encaminada a atribuir al patrimonio cultural y natural una función en la vida
colectiva y a integrar la protección de ese patrimonio en los programas de planificación
general; b) instituir en su territorio, si no existen, uno o varios servicios de protección,
conservación y revalorización del patrimonio cultural y natural, dotados de un personal
adecuado que disponga de medios que le permitan llevar a cabo las tareas que le
incumban; c) desarrollar los estudios y la investigación científica y técnica y
perfeccionar los métodos de intervención que permitan a un Estado hacer frente a los
peligros que amenacen a su patrimonio cultural y natural; d) adoptar las medidas
jurídicas, científicas, técnicas, administrativas y financieras adecuadas, para identificar,
proteger, conservar, revalorizar y rehabilitar ese patrimonio; y e) facilitar la creación o el
desenvolvimiento de centros nacionales o regionales de formación en materia de
protección, conservación y revalorización del patrimonio cultural y natural y estimular la
investigación científica en este campo.” De la lectura de este artículo de la Convención
podemos afirmar que la protección del Patrimonio Cultural es una labor pública y
compleja, que no puede entenderse como un inventario de restricciones sino más bien
un conjunto sistemático de acciones de las instituciones públicas y privadas destinadas
a la conservación de los bienes culturales. Encontramos muchas ideas referidas a la
planeación, instrumentación, control y dirección de actividades gubernamentales, que
no sólo se agotan en disposiciones legales: también se contemplan planes, programas,
principios, medidas científicas, técnicas, administrativas y financieras. En otras
palabras, nos encontramos ante una actividad integral, multidisciplinaria y coordinada
de diversos órganos gubernamentales que significarán la conservación del Patrimonio
Cultural basada en instrumentos de protección especializados: planes de manejo, de
conservación y rehabilitación; estudios técnicos; inventarios y mapas; regulaciones y
restricciones; medidas de fomento y estímulo; sanciones administrativas y penales. El
requerimiento más importante que deben presentar estos instrumentos será el sustento
que provean los especialistas de la conservación del Patrimonio Cultural, a través de
organismos consultivos, para garantizar que las resoluciones y medidas adoptadas
efectivamente cumplan con los requerimientos establecidos por las ciencias de la
conservación del Patrimonio Cultural.
VI
VII
La protección del Patrimonio Cultural de México es una labor adoptada por muchas
autoridades federales: el propio Presidente de la República, la Secretaría de Educación
Pública, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el INAH, el INBA, la Secretaría de
Gobernación, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, la Secretaria de Desarrollo
Social, la Secretaria de Turismo, la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y
Pesca y la Procuraduría General de la República. Debemos, entonces, reconocer que si
bien existen organismos especializados por parte del gobierno federal mexicano en cuanto
a la protección del Patrimonio Cultural, debiéramos contar con mecanismos de
coordinación entre las diversas autoridades federales a fin de establecer políticas y
acciones para una protección integral del Patrimonio Cultural en México. Sin embargo,
estos mecanismos no existen y puede reflejarse en la inexistencia de un cuerpo colegiado
que pudiera agrupar a los diversos sectores que tiene algún interés con respecto al
Patrimonio Cultural con el fin de crear espacios para la adopción de soluciones integrales
en la conservación de los bienes culturales y de tal forma, proveer a los órganos del poder
federal una serie de principios y recomendaciones sobre las acciones a desarrollar.
Reconocer que ésta es una importante laguna en la legislación mexicana sobre el
Patrimonio Cultural representa un primer paso para proponer la integración de estos
mecanismos de coordinación y apoyo técnico que permitan una mejor conservación con
base a una acción fortalecida no sólo por la amplitud de las soluciones propuestas, sino
también por la profundidad técnica y científica que le sirvan de sustento.
VIII
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Un último tema que también nos deja la idea de un documento internacional que
ha crecido y madurado, como es la Convención, es la definición de estándares para
evaluar con un criterio de rigidez científica el grado de cumplimiento por parte de los
Estados a las disposiciones contenidas en la Convención. Desde luego, las ciencias de
la conservación establecen principios y paradigmas. Desde luego, también cada caso
concreto es muy específico. Pero dentro de un proceso de desarrollo y
enriquecimiento del Patrimonio Cultural, las formas en que podamos detectar tanto los
avances como los puntos susceptibles de una mejora tienen que partir de parámetros
medibles y comprobables. Es a nuestra manera de ver un reto poder lograr un sistema
de evaluación del Patrimonio Cultural que la comunidad académica mundial debe
asumir y resolver de tal forma que las consideraciones, resoluciones y
recomendaciones que se hagan con respecto al grado de conservación de los bienes
del Patrimonio Cultural Mundial tengan ese necesario fundamento científico. En el
ámbito legal –a veces tan difícil de medir- la comprobación de muchos de los principios
y consideraciones que a lo largo de este trabajo hemos hecho podrían considerarse
como una primera propuesta al respecto.
Es por ello que la última reflexión es hacer un deseo para que algún día
podamos contar con una legislación del Patrimonio Cultural que cuente con los
elementos para estar a la altura de los bienes que está protegiendo; de las raíces que
está preservando; de la labor que a través de muchas décadas se ha realizado por
parte de muchas autoridades y funcionarios comprometidos con los bienes culturales;
de los esfuerzos y la voluntad de muchos notables y anónimos defensores del
Patrimonio Cultural; pero sobre todo del futuro que queremos para nuestras próximas
generaciones que encontrarán en sus bienes culturales un fuerte fundamento para su
desarrollo como persona y como integrantes de una Nación que ha dejado huella en la
historia. Es por ello por lo que debemos pensar en tener un Patrimonio Cultural
protegido jurídicamente como se lo merece. El compromiso ha sido asumido, no queda
duda de ello, falta ver si somos capaces de afrontarlo. La visión de lo que queremos
hacer con nuestro pasado es el que marcará nuestro futuro como Nación.
Pátzcuaro, 2002