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LOS PRINCIPIOS LEGALES DE LA CONVENCION DEL PATRIMONIO MUNDIAL

José Ernesto Becerril Miró

“Constatando que el patrimonio cultural y el patrimonio natural están cada vez


más amenazados de destrucción, no sólo por las causas tradicionales de deterioro sino
también por la evolución de la vida social y económica que las agrava con fenómenos
de alteración o de destrucción aún más temibles,… Considerando que el deterioro o la
desaparición de un bien del patrimonio cultural y natural constituye un empobrecimiento
nefasto del patrimonio de todos los pueblos del mundo, …Considerando que la
protección de ese patrimonio a escala nacional es en muchos casos incompleta, dada
la magnitud de los medios que requiere y la insuficiencia de los recursos económicos,
científicos y técnicos del país en cuyo territorio se encuentra el bien que ha de ser
protegido,…Considerando que las convenciones, recomendaciones y resoluciones
internacionales existentes en favor de los bienes culturales y naturales, demuestran la
importancia que tiene para todos los pueblos del mundo, la conservación de esos
bienes únicos e irremplazables de cualquiera que sea el país a que pertenezcan, …
Considerando que, ante la amplitud y la gravedad de los nuevos peligros que les
amenazan, incumbe a la colectividad internacional entera participar en la protección del
patrimonio cultural y natural de valor universal excepcional prestando una asistencia
colectiva que sin reemplazar la acción del Estado interesado la complete eficazmente,
…. Considerando que es indispensable adoptar para ello nuevas disposiciones
convencionales que establezcan un sistema eficaz de protección colectiva del
patrimonio cultural y natural de valor excepcional organizada de una manera
permanente, y según métodos científicos y modernos,”

Estas frases se encuentran contenidas en el Preámbulo de la Convención de la


UNESCO para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural. Son palabras
reflejan la experiencia y preocupación de muchos años y de muchos especialistas en la
conservación de nuestro legado cultural ante las múltiples agresiones ha sufrido y
continúa sufriendo a través del tiempo. Es una exigencia –casi un grito- de muchos
inmuebles, sitios y lugares que piden protección y atención. Estas palabras fueron
escritas hace 30 años y siguen pareciendo desafortunadamente tan vigentes en
muchos casos…. Pero al mismo tiempo, esto nos hace pensar en la vigencia y fortaleza
que ha alcanzado esta Convención como un instrumento que refleja el sentir
internacional sobre la importancia que tiene conservar el Patrimonio Cultural en toda su
dimensión. Después de 30 años podemos pensar que el mundo ha cambiado. El
descubrimiento de nuevos métodos de conservación del Patrimonio Cultural y el
reconocimiento de nuevas figuras dentro de este amplio universo nos mueve a pensar
que el 30 aniversario de este documento terminará por marcar el inicio de un proceso
de revisión y mejora, tal y como sucedió con la emisión del Segundo Protocolo de la
Convención de la UNESCO para la Protección de los Bienes Culturales en caso de
Conflicto Armado. Como cualquier norma jurídica, para garantizar su permanencia y su
vigencia, la Convención seguramente deberá de renovarse a sí misma, a fin de
reforzarse y reforzar la acción de los organismos internacionales que buscan la
conservación del Patrimonio Cultural Mundial.
Como todo tratado internacional, la Convención se convierte en un instrumento
que normalmente asciende los más altos peldaños dentro de la estructura legal de
cualquier país. Constituye un compromiso nacional que debe, cuando menos en
teoría, reflejarse en disposiciones jurídicas acordes con los principios que contiene este
documento internacional. La intención de este trabajo será precisamente el hacer un
análisis de aquellos principios legales que a nuestra manera de ver consideramos como
los más importantes, a fin de analizar si en nuestro país se ha reflejado en nuestro
sistema legal o si es necesario revalorar el sistema jurídico de protección el Patrimonio
Cultural mexicano en aras de su mejor protección.

La Convención fue aprobada en el marco de la Conferencia General de la


UNESCO celebrada en París el día 23 de noviembre de 1972. Este documento
establece la creación de una categoría de bienes que por su valor universal deben ser
protegidos por la comunidad internacional y que serán reconocidos mediante su
inscripción en una Lista del Patrimonio Mundial, a través de un Comité
Intergubernamental que será el encargado de revisar las solicitudes que se presenten
para tal efecto. Una vez inscrito, el bien gozará de una serie de privilegios y beneficios,
como es el ser susceptible de recibir asistencia internacional en caso de que existan
circunstancias que puedan poner en peligro su integridad. Igualmente se instituye una
Lista de Patrimonio Mundial en Peligro para detectar aquellos bienes y zonas que se
encuentren en grave peligro de desaparecer por deterioro acelerado, proyectos de
grandes obras públicas o privadas, gran desarrollo urbano o turístico, cambio de
utilización o de propiedad de la tierra, alteraciones profundas por causas desconocidas,
abandono por cualquier motivo, conflicto bélico, catástrofes o cataclismos,
deslizamientos de terrenos, etc.

Para efectos de este trabajo, nuestro fundamento y punto de partida, será el


artículo 4º: “Artículo 4.- Cada uno de los Estados Partes en la presente Convención
reconoce que la obligación de identificar, proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a
las generaciones futuras el patrimonio cultural natural situado en su territorio, le
incumbe primordialmente. Procurará actuar con ese objeto por su propio esfuerzo y
hasta el máximo de los recursos de que disponga, y llegado el caso, mediante la
asistencia y la cooperación internacional de que se pueda beneficiar, sobre todo en los
aspectos financieros, artísticos, científicos y técnicos.”

La Recomendación para la Protección, en el Ambito Nacional, del Patrimonio


Cultural y Natural fue adoptada en el marco de la misma Conferencia General de la
UNESCO en la que se suscribió la Convención y pretende definir las bases en las que
debe sustentarse las políticas nacionales con respecto al Patrimonio Cultural. Como
todas las recomendaciones que la UNESCO ha emitido, se pretende establecer
principios deseables de conducta para el tratamiento de diversas problemáticas
relacionadas con el Patrimonio Cultural. La trascendencia de estas recomendaciones
no radica en su obligatoriedad sino en su profundidad en cuanto a la visión y alcances,
representado el resumidero de una experiencia de muchos países y de muchos
especialistas en la resolución de diversas problemáticas para la conformación del
Patrimonio Cultural. En eso radica su valor. Es por ello que en este documento también
haremos referencia a algunos de los principios que en esta recomendación se
contienen. Otro documento que nos parecerá importante hacer referencia en este
análisis serán las Directrices Prácticas para la Aplicación de la Convención del
Patrimonio Mundial, Cultural y Natural que establece una reglamentación detallada
respecto a los requerimientos y procedimientos de inscripción de un bien o zona en la
Lista del Patrimonio Mundial.

II

“Tomando en cuenta las repercusiones que puede tener la inscripción de una


ciudad en la Lista del Patrimonio Mundial sobre su futuro, esta medida debe ser
siempre excepcional. La inscripción supone la existencia previa de disposiciones
legislativas y administrativas que garantizan la protección del conjunto y la de su
entorno. Requiere también una toma de conciencia por parte de la población, sin cuya
participación activa ninguna empresa de salvaguardia sería viable… “La existencia de
una legislación en materia de protección a nivel nacional, provincial y municipal y/o de
una protección contractual o tradicional bien establecida, así como de mecanismos de
gestión adecuados y/o de mecanismos de control de la planificación es esencial y, tal
como se indica más adelante, deberá estar claramente especificada en la propuesta de
inscripción. Se piden igualmente garantías de una aplicación eficaz de esas leyes y/o
de esa protección contractual y/o tradicional, así como de esos mecanismos de gestión.
Además, con el fin de preservar la integridad de los lugares culturales, particularmente
de aquellos abiertos a gran cantidad de visitantes, el Estado Parte interesado debería
poder facilitar pruebas de las disposiciones administrativas destinadas a asegurar la
administración del bien, su conservación y su accesibilidad al público.” Estas son
algunas de las disposiciones contenidas en las Directrices Prácticas para la Aplicación
de la Convención y que nos demuestran el importante papel que la legislación tiene en
un proceso de valorización, inscripción y de mantenimiento de un bien o sitio en la Lista
del Patrimonio Mundial.

Desde esta perspectiva, la Ley significa no solo un conjunto de normas en sí


misma: es un compromiso y una responsabilidad asumida por el Estado y la sociedad
en la protección de un bien cultural. La Ley es, entonces, una garantía para definir,
coordinar y armonizar las distintas nociones respecto al Patrimonio Cultural, a fin de
dirigir las acciones públicas y privadas hacia la conservación. Para tal efecto, debemos
entender que la legislación nacional debe representar un punto de encuentro entre los
fenómenos que representan esa visión integral del Patrimonio Cultural y la oportunidad
de crear un espacio para la intervención de todos los sectores sociales que participan,
para bien o para mal, en su preservación. La legislación nacional del Patrimonio
Cultural tiene entonces que transformarse en un Régimen Jurídico Integral que
consista en un sistema de normas dirigidas a este fin. Pensar en un Régimen Legal de
Protección del Patrimonio Cultural debe alimentarse de esos principios y fundamentos
que definan la labor de cuidar y conservar. La Convención y la Recomendación
contienen importantes principios legales reconocidos por la comunidad internacional y
que estudiaremos a la luz de la ley mexicana:

 LA PROTECCION DEL PATRIMONIO CULTURAL COMO UN COMPROMISO DE


ESTADO
 LA ADOPCION DE UNA DEFINICION INTEGRAL DE PATRIMONIO CULTURAL

 UNA VISION AMPLIA DE LA LABOR DE PROTEGER JURÍDICAMENTE EL


PATRIMONIO CULTURAL

 LA INTEGRACION DEL PATRIMONIO CULTURAL A LA VIDA COLECTIVA

 LA CREACION DE UN VERDADERO SISTEMA DE GESTION GUBERNAMENTAL


DEL PATRIMONIO CULTURAL

 GARANTIZAR LA PARTICIPACION SOCIAL EN LA CONSERVACION DEL


PATRIMONIO CULTURAL.

A pesar de que haber sido suscrita en 1972, la Convención fue aprobada por el
Senado de la República y se integró al sistema jurídico mexicano en 1984. Desde ese
año, México ha participado de manera muy intensa en la identificación e incorporación
de bienes culturales en la Lista del Patrimonio Mundial, ratificando su papel como uno
de los países que cuentan con mayor cantidad de sitios y lugares que constituyen un
testimonio de valor cultural universal. Son 20 los sitios culturales que hasta este año se
encuentran inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial: el Centro Histórico de la ciudad
de México y Xochimilco (1987); Zona Arqueológica y Parque Nacional de Palenque
(1987); Zona Arqueológica de Teotihuacán (1987); Centro Histórico de Oaxaca y la
Zona Arqueológica de Monte Albán (1987); Centro Histórico de Puebla (1987); Centro
Histórico de Guanajuato y Minas Adyacentes (1988); Zona Arqueológica de Chichen
Itza (1988); Centro Histórico de Morelia (1991); Zona Arqueológica del Tajín (1992);
Centro Histórico de Zacatecas (1993); Pinturas Rupestres de la Sierra de San Francisco
(1993); Monasterios del Siglo XVI en las Faldas del Volcán Popocatepetl (1994); Zona
Arqueológica de Uxmal (1996); Centro histórico de Querétaro (1996); Hospicio Cabañas
en Guadalajara (1997); Zona Arqueológica de Paquimé (1998); Centro Histórico de
Tlacotalpan (1998); Zona Arqueológica de Xochicalco (1999); Ciudad Fortificada de
Campeche (1999) y la Zona Arqueológica de Calakmul (2002). Cabe mencionar que
dos sitios naturales se encuentran también inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial:
la Reserva de la Biósfera de Sian Ka´an (1987) y el Santuario de Ballenas de El
Vizcaino (1993). Siendo el país en el continente americano con mayor número de
bienes inscritos y además ocupando el octavo lugar mundial, debiéramos contar con
una legislación en total concordancia con dicha norma internacional. Es por ello que
debemos de pensar si la legislación mexicana en materia de Patrimonio Cultural cumple
con los principios que anteriormente hemos señalado.

III

Los derechos culturales del hombre han sido un tema de constante discusión a
través de la historia de las naciones. Hemos encontrado muchos casos en que la
creación y producción cultural, privada y comunitaria, ha sido objeto de una censura e
incluso de prohibición y destrucción. La cultura es identidad, es cohesión, es
diferenciación, es desarrollo y trascendencia en el plano más amplio de este concepto
para un pueblo. Por tal razón, diversos instrumentos internacionales han reconocido la
importancia del acceso y disfrute de la cultura como un derecho del hombre como son
la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Protocolo Adicional a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales. ¿Hasta dónde llegará está responsabilidad? ¿Hasta
que nivel de obligatoriedad internacional se encuentra este derecho? La
Recomendación de la UNESCO señala que “El patrimonio cultural y natural es una
riqueza cuya protección, conservación y revalorización imponen a los Estados, en cuyo
territorio está situado, obligaciones no sólo respecto de sus nacionales, sino también
respecto de la comunidad internacional entera; los Estados Miembros tomarán las
disposiciones necesarias para hacer frente a esas obligaciones.” El derecho a la
cultura ha alcanzado la máxima categoría de protección en el ámbito internacional (ius
cogens) que son aquellas normas reconocidas como obligatorias internacionalmente y
que no permiten acuerdo en contrario. La protección de la cultura parece, pues, una
prioridad internacional que se ha reforzado con la idea cada vez más amplia del papel
trascendente que esta actividad juega en el ámbito de nuestra propia existencia como
un factor indispensable en el desarrollo integral del hombre y la sociedad.

En el ámbito legal interno, el compromiso de un Estado ante su cultura y el


Patrimonio Cultural debe de ser incorporado en la norma jurídica de más alta jerarquía:
es decir, su Constitución. ¿Cuál es el significado de contar con disposiciones como
éstas en la Carta Magna? No representan tan sólo un postulado ideológico. El derecho
al Patrimonio Cultural como una disposición constitucional representa la integración de
este aspecto en un proyecto de Nación. Significa contar con la obligación estatal de
planear y coordinar todas sus acciones con una vocación hacia la conservación. La
protección del Patrimonio Cultural inserta en un texto constitucional representa, entonces,
parte del destino de una Nación y parte de un factor considerado como indispensable en
el marco del desarrollo integral de un país. Bajo esta perspectiva, el Patrimonio Cultural y
su preservación representan un asunto de interés nacional no por lo que en cuanto al
pasado recuerdan, sino en cuanto al futuro contribuye. Esta visión es compartida por
algunas constituciones iberoamericanas, como es el caso de España, Argentina,
Honduras, Costa Rica, Perú, Cuba, Uruguay, el Salvador y Brasil.

En nuestro país, de manera inexplicable existe un vacío en este sentido. Simple


y sencillamente, el derecho de acceso a la cultura y la protección del Patrimonio
Cultural como obligación de Estado no se contempla en nuestra Constitución Federal,
a pesar de diversas propuestas en esta materia. Cabe mencionar, sin embargo, que
algunas Constituciones Locales contemplan este derecho: Coahuila, Oaxaca, Querétaro
y Zacatecas (las tres últimas con centros históricos inscritos en la Lista del Patrimonio
Mundial) y que son muestras de un compromiso de un pueblo con sus bienes culturales
materializado en la Constitución, con distintos matices, detalles y visiones, pero siempre
compartiendo esta idea central. No podríamos decir que por el hecho de que la
Constitución Federal Mexicana no incluya expresamente la obligación del Estado de
cuidar el Patrimonio Cultural, no existe este compromiso. La responsabilidad que la
Nación Mexicana ha demostrado frente a su Patrimonio Cultural ha ido mucho más de
la simple inclusión de este derecho en su Constitución. No es cuestión de forma, sino
de proveer un fundamento sólido a los instrumentos jurídicos que garanticen un
proyecto de Nación.

IV

“En el curso de los últimos 30 años, la noción de <<patrimonio cultural>> no ha


cesado de ampliarse... Un enfoque global y antropológico del <<patrimonio>>, nos lleva
hoy a considerarlo como un conjunto social de manifestaciones diversas, complejas e
interdependientes, reflejo de la cultura de una comunidad humana.....” Estas palabras
de Jean Louise Luxen, Secretario General de ICOMOS, nos demuestra la constante
evolución que el concepto de Patrimonio Cultural ha alcanzado hacia realidades cada
día más complejas: rutas culturales, paisajes culturales, sitios asociativos, lugares
conmemorativos, que se han alcanzado a partir de las definiciones contenidas en el
artículo primero de la Convención. A pesar de que las Directrices prácticas señalan que
“La Convención prevé la protección de los bienes culturales y naturales considerados
de valor universal excepcional. Su objetivo no es proteger todos los bienes de gran
importancia, valor o interés, sino solamente algunos de los más excepcionales, desde el
punto de vista internacional”, lo cierto que es los resultados a la fecha nos demuestra al
complejidad, riqueza y profundidad de la creatividad humana supera cualquier
limitación: 563 sitios culturales y 23 sitios mixtos inscritos en la Lista del Patrimonio
Mundial.

México es un país que cuenta en todo su territorio con un Patrimonio Cultural


rico en cuanto a sus manifestaciones, relaciones, agentes, significados y trascendencia
social. Es por ello que nos parece inexplicable que nuestra legislación federal se limite
exclusivamente a las zonas y monumentos arqueológicos, históricos y artísticos, con
definiciones restrictivas y olvidando categorías de bienes culturales importantes como
es el Patrimonio del Siglo XX, la Arquitectura Tradicional, los bienes prehistóricos, el
Patrimonio Industrial, el Patrimonio Subacuático y desde luego, los paisajes culturales o
rutas culturales, a pesar de que ya contamos con una ruta cultural inscritas en la Lista
del Patrimonio Mundial como son los Monasterios del Siglo XVI en las Faldas del
Volcán Popocatepetl. Por lo anterior, consideramos realmente trascendental que la
legislación mexicana reconozca y proteja estas nuevas categorías del Patrimonio
Cultural dada su trascendencia que no podemos desconocer de manera alguna. Cabe
mencionar que algunas leyes estatales, como es el caso de la legislación de Baja
California, Coahuila o el Distrito Federal, ha aportado interesantes ejemplos de
reconocimiento y valorización de nuevas categorías de bienes culturales.

“Artículo 5.- Con objeto de garantizar una protección y una conservación eficaces
y revalorizar lo más activamente posible el patrimonio cultural y natural situado en su
territorio y en las condiciones adecuadas a cada país, cada uno de los Estados Partes
en la presente Convención procurará dentro de lo posible: a) adoptar una política
general encaminada a atribuir al patrimonio cultural y natural una función en la vida
colectiva y a integrar la protección de ese patrimonio en los programas de planificación
general; b) instituir en su territorio, si no existen, uno o varios servicios de protección,
conservación y revalorización del patrimonio cultural y natural, dotados de un personal
adecuado que disponga de medios que le permitan llevar a cabo las tareas que le
incumban; c) desarrollar los estudios y la investigación científica y técnica y
perfeccionar los métodos de intervención que permitan a un Estado hacer frente a los
peligros que amenacen a su patrimonio cultural y natural; d) adoptar las medidas
jurídicas, científicas, técnicas, administrativas y financieras adecuadas, para identificar,
proteger, conservar, revalorizar y rehabilitar ese patrimonio; y e) facilitar la creación o el
desenvolvimiento de centros nacionales o regionales de formación en materia de
protección, conservación y revalorización del patrimonio cultural y natural y estimular la
investigación científica en este campo.” De la lectura de este artículo de la Convención
podemos afirmar que la protección del Patrimonio Cultural es una labor pública y
compleja, que no puede entenderse como un inventario de restricciones sino más bien
un conjunto sistemático de acciones de las instituciones públicas y privadas destinadas
a la conservación de los bienes culturales. Encontramos muchas ideas referidas a la
planeación, instrumentación, control y dirección de actividades gubernamentales, que
no sólo se agotan en disposiciones legales: también se contemplan planes, programas,
principios, medidas científicas, técnicas, administrativas y financieras. En otras
palabras, nos encontramos ante una actividad integral, multidisciplinaria y coordinada
de diversos órganos gubernamentales que significarán la conservación del Patrimonio
Cultural basada en instrumentos de protección especializados: planes de manejo, de
conservación y rehabilitación; estudios técnicos; inventarios y mapas; regulaciones y
restricciones; medidas de fomento y estímulo; sanciones administrativas y penales. El
requerimiento más importante que deben presentar estos instrumentos será el sustento
que provean los especialistas de la conservación del Patrimonio Cultural, a través de
organismos consultivos, para garantizar que las resoluciones y medidas adoptadas
efectivamente cumplan con los requerimientos establecidos por las ciencias de la
conservación del Patrimonio Cultural.

En México, nos encontramos ante un sistema legal que basa el proceso de


protección en los siguientes aspectos: declaratorias de monumentos y zonas de
monumentos, registro, restricciones normativas, permisos, acciones de verificación e
imposición de sanciones. Nuestra conclusión es que, en el papel, el esquema parece
muy pobre a comparación de la riqueza de recursos que se proponen en los
documentos internacionales. ¿Dónde quedan los planes de protección sobre zonas y
bienes culturales? ¿Qué acaso una declaratoria de monumentos no es, en realidad, el
punto de partida de las acciones públicas y privadas en beneficio de la conservación?
Debemos reconocer que el INAH ha iniciado la elaboración de planes de manejo de
zonas culturales. Ya algunos planes, incluso, están en marcha: 3 planes de manejo en
ejecución (afortunadamente en sitios inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial: Monte
Albán, Palenque y las Pinturas Rupestres de la Sierra de San Francisco), 4 planes
avalados, 2 en evaluación, 2 más en integración y 6 en proceso de planificación con
documentos provisionales. Falta mucho por hacer. ¿Dónde quedan los estudios
científicos para instrumentar mejores medidas de protección en los bienes, sitios y
lugares culturales? ¿Dónde esta la formación de cuerpos interdisciplinarios para apoyar
las decisiones gubernamentales en las acciones que se tomen sobre la protección y
conservación del Patrimonio Cultural mexicano? ¿Dónde se encuentran los principios
teóricos que sirven de marco y fundamento a los planes y programas que las
autoridades emitan con relación con los sitios del Patrimonio Cultural? Si bien, no
podemos dejar de reconocer que el INAH e INBA han tratado de establecer en la
práctica algunas de estas cuestiones, lo cierto es que no encuentran fundamento en la
legislación mexicana. Podemos afirmar, entonces, que nuestro país tiene el
compromiso de proveer un mejor esquema en cuanto al proceso de protección mismo,
a fin de integrar un concepto de Administración de sus Bienes Culturales fundamentado
en actividades de planeación, organización, dirección y control garantizado por un
sistema jurídico-administrativo que cumpla con los requerimientos científicos de las
ciencias de la conservación.

Pero más aún a la riqueza de propuesta en cuanto a los instrumentos de


protección, debemos referirnos a una característica más importante de los mismos: su
eficiencia. En realidad, una legislación eficaz es un principio que debe darse por
descontado. ¿Han sido todos los instrumentos legales propuestos por la legislación
mexicana eficaces en el cumplimiento de los objetivos para los que fueron creados?
Desafortunadamente, existen ejemplos de incumplimiento a este presupuesto:

a) La declaratoria de monumentos y zonas de monumentos, como uno de los


documentos principales que la Ley establece, han sido considerada como
inconstitucionales por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ya que en su
procedimiento de creación no se respeta el derecho de audiencia de los propietarios de
bienes culturales, lo que pone en peligro la validez de cualquiera de estos documentos
que sirven de base a la acción gubernamental a favor del Patrimonio Cultural.

b) El Registro Público de Monumentos y Zonas podría ser un excelente


instrumento para preservar nuestro Patrimonio Cultural. Sin embargo, la función
registral de bienes culturales ha sido dirigida más hacia la catalogación que como una
instancia necesaria para dar legalidad a ciertos actos que podrían poner en peligro su
conservación. Pero peor aún nos parece el hecho de que la propia ley mexicana
establezca que la inscripción en este Registro “no certifica la autenticidad del bien”, lo
cual consideramos carente de todo sentido ya que precisamente la declaratoria y
registro de un monumento supone la existencia de un estudio previo que demuestre con
certeza la naturaleza cultural del objeto.

c) La Ley Mexicana considera que las violaciones más importante en materia de


Patrimonio Cultural constituyen conductas delictivas: la destrucción o deterioro de
monumentos, posesión y comercio ilícito de bienes culturales, saqueo arqueológico.
Sin embargo, estos delitos no son considerados como graves y en consecuencia, se
otorga al delincuente el beneficio de la libertad bajo fianza, haciendo perder importante
fuerza a este medio de control legal.

Entre las leyes locales en materia de Patrimonio Cultural, podemos encontrar


algunas propuestas desde luego interesantes que pretenden incorporar ese espíritu de
planeación y de rigor científico a través de nuevos instrumentos de protección que la
legislación federal mexicana no ha tomado en consideración. La legislación de Baja
California establece un proceso de planificación de la acción pública en la protección de
los bienes culturales como obligación de las autoridades bajo una visión estratégica, a
mediano y corto plazo. La legislación de Chihuahua crea los estudios de impacto
cultural como una evaluación realizada mediante metodologías específicas de campo y
gabinete, de las consecuencias de los procesos o mecanismos de intervención al
patrimonio cultural tangible e intangible en donde se incluyen formas y estrategias de
participación social, financiamiento y administración, cuando se presenten proyectos
que podrían representar un riesgo para la estructura, uso relación visual y volumétrica,
respecto a la traza y parcelación histórica de los bienes culturales. Más importante,
desde nuestro punto de vista, es que estos ejemplos nos demuestran que la Ley deba
asumir como un parámetro la riqueza de las soluciones que proponga basado en la
diversidad y el carácter dinámico de nuestro Patrimonio Cultural.

VI

La Convención en este sentido ha puesto especial énfasis a la problemática que


sufren los bienes culturales en su integración a la vida social. La Recomendación hace
un tratamiento detallado para reafirmar que la protección del Patrimonio Cultural sea
entendida como una labor relacionada directamente con la vida colectiva de la sociedad
en la que se encuentra inmersa. Un principio nos parece especialmente importante y
trascendente: “Como la protección, la conservación y la revalorización del patrimonio
cultural y natural, tienen como finalidad el desenvolvimiento completo del hombre, los
Estados Miembros darán, en la medida de lo posible, una orientación a su acción en
esta esfera, con objeto de que el patrimonio cultural y natural deje de ser un freno para
el desarrollo nacional y sea un factor determinante de ese desarrollo”

En este sentido, la legislación se enfrenta entonces a un conjunto de sectores,


visiones, intereses y relaciones de muy variada índole que ven y usan al Patrimonio
desde perspectivas diferentes. La creación de un Régimen Legal Integral que pueda
preservar al Patrimonio Cultural supone la regulación de actividades de muy diversa
índole a fin de coordinar el valor cultural en relación con todos los demás, garantizando
su protección desde el punto de vista funcional. Esto implica una legislación con una
visión muy amplia de todos los fenómenos y circunstancias que representen posibles
causas de detrimento de la integridad de un bien cultural en la dinámica social. En otras
palabras, la función de la legislación de proveer de instrumentos y de soluciones que
permitan de alguna u otra manera armonizar la función social del Patrimonio Cultural
con su conservación.

El Patrimonio Cultural mexicano es muy rico en la variedad de situaciones y


fenómenos en los que se encuentran inmerso: diferentes realidades urbanas y rurales,
múltiples ecosistemas, corrientes turísticas, diversidad étnica y religiosa son algunas de
las muchas circunstancias en que se encuentra este universo. La riqueza de normas
jurídicas que influyen en el Patrimonio Cultural es también importante: la Ley General
de Asentamientos Humanos, la Ley Federal de Turismo, la Ley General del Equilibrio
Ecológico y la Protección al Ambiente, la Ley de Comercio Exterior, la Ley de
Asociaciones Religiosas y Culto Público y un muy largo etcétera. Se ha esperado que
estas leyes atiendan al Patrimonio Cultural bajo un criterio eminentemente destinado a
proteger su valor cultural. Sin embargo, éstas se han limitado a regular a los bienes
culturales desde la perspectiva que les corresponde conocer, con la salvedad de
algunas disposiciones en materia de desarrollo urbano y en materia ecológica. Lo
anterior también implica que en muchas ocasiones las acciones de las distintas
dependencias y entidades del gobierno mexicano puedan ser descoordinadas e
inclusive contradictorias, poniendo en peligro la integridad de nuestro Patrimonio
Cultural.

Nos parece necesario la creación de mecanismos legales que coordinen todas


estas visiones e intereses, problemáticas y fenómenos, actores y sectores que
participan en el uso -y definitivamente también, en el deterioro- de nuestro Patrimonio
Cultural. Es cuestión de responsabilidades. ¿A quién correspondería establecer los
mecanismos y canales para armonizar el desarrollo socioeconómico con la
conservación del Patrimonio Cultural? A nosotros nos parece que la protección integral
del Patrimonio Cultural debe nacer precisamente de la propia Ley Cultural y no de la
legislación en otras materias. Consideramos que la legislación mexicana tiene que
trabajar aún más para convertir a las leyes en materia de Patrimonio Cultural en el
punto de origen y de reunión de todas aquella problemáticas que atentan contra los
bienes culturales, para proponer las soluciones que garanticen su protección integral.
La idea es hacer de la intervención de todas estas leyes, autoridades y sectores un sola
acción enriquecida y fortalecida con una visión amplia de un Patrimonio Cultural que
ciertamente se presenta con muchas facetas, pero que en su valor cultural sigue
constituyendo una prioridad, asegurando la función social trascendente de nuestros
bienes culturales y no como nos lo parece hasta ahora: como un Patrimonio
fragmentado.

VII

La Convención y la Recomendación hacen una constante referencia al


fortalecimiento de la Gestión del Patrimonio Cultural como el conjunto sistemático de
acciones, basadas en principios y criterios de las ciencias de la conservación, que tiene
por objeto regular, coordinar y promover, mediante políticas, ordenamientos jurídicos y
diversos instrumentos legales y administrativos, la actividad de los diversos sectores
sociales involucrados. El concepto clave de la Gestión del Patrimonio Cultural, desde
nuestro punto de vista, es la coordinación interinstitucional.

La protección del Patrimonio Cultural de México es una labor adoptada por muchas
autoridades federales: el propio Presidente de la República, la Secretaría de Educación
Pública, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el INAH, el INBA, la Secretaría de
Gobernación, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, la Secretaria de Desarrollo
Social, la Secretaria de Turismo, la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y
Pesca y la Procuraduría General de la República. Debemos, entonces, reconocer que si
bien existen organismos especializados por parte del gobierno federal mexicano en cuanto
a la protección del Patrimonio Cultural, debiéramos contar con mecanismos de
coordinación entre las diversas autoridades federales a fin de establecer políticas y
acciones para una protección integral del Patrimonio Cultural en México. Sin embargo,
estos mecanismos no existen y puede reflejarse en la inexistencia de un cuerpo colegiado
que pudiera agrupar a los diversos sectores que tiene algún interés con respecto al
Patrimonio Cultural con el fin de crear espacios para la adopción de soluciones integrales
en la conservación de los bienes culturales y de tal forma, proveer a los órganos del poder
federal una serie de principios y recomendaciones sobre las acciones a desarrollar.
Reconocer que ésta es una importante laguna en la legislación mexicana sobre el
Patrimonio Cultural representa un primer paso para proponer la integración de estos
mecanismos de coordinación y apoyo técnico que permitan una mejor conservación con
base a una acción fortalecida no sólo por la amplitud de las soluciones propuestas, sino
también por la profundidad técnica y científica que le sirvan de sustento.

La participación de las autoridades locales en la protección de nuestro


Patrimonio Cultural es un tema que no se ha resuelto de una manera convincente,
sobre todo por las presiones que existen por una total descentralización de las
facultades en materia de Patrimonio Cultural. Los Estados de la República en diversas
ocasiones han manifestado su interés por proteger su Patrimonio Cultural, sin embargo,
debemos reconocer que no en todos los casos existen las condiciones reales para
asignarles esta responsabilidad. Aún así muchos Estados de la República han emitido
leyes en materia de bienes culturales muy avanzadas e interesantes por las soluciones y
propuestas que contienen. Tanto la centralización como la descentralización del
Patrimonio Cultural son tendencias opuestas y excluyentes y desde nuestro punto de
vista, deben superarse mediante la adopción de la idea de coordinación de los distintos
niveles de gobierno en esta materia. De tal forma, debe diseñarse un esquema legislativo
lo suficientemente válido para que se reconozca al Patrimonio Cultural como un "gran
tema nacional" y establecer un Sistema Nacional de Protección del Patrimonio Cultural
que permita a todos los involucrados en la esfera gubernamental de ejercer, con los
recursos necesarios, sus funciones de manera coordinada y eficaz en aras de garantizar
una acción amplia que permita una protección integral de nuestros bienes y sitios
culturales.

VIII

La Convención establece de manera muy clara la necesidad de que el Estado


promueva entre la población la importancia de la labor de conservar y de propiciar de
alguna u otra manera la valorización del Patrimonio Cultural tanto en su relevancia,
como en los peligros que lo amenazan: “Los Estados Partes en la presente Convención,
por todos los medios apropiados y sobre todo mediante programas de educación y de
información, harán todo lo posible por estimular en sus pueblos el respeto y el aprecio
del patrimonio -cultural y natural- definido en los artículos lo y 20 de la presente
Convención.” La relación entre el hombre y su Patrimonio Cultural es radical, es decir,
profunda, hasta sus propias raíces en su entendimiento como un ser trascendente,
como un miembro de una comunidad, como un ser creador y también como beneficiario
de la creación de otros. Es por ello que el derecho que la población tiene para disfrutar
y decidir sobre las acciones que las autoridades planteen sobre los bienes y lugares
culturales, ya sea a través de la acción individual o a través de una forma de
organización social o comunitaria, constituye un derecho de la persona que debe ser
no sólo respetado sino también fomentado por el Estado. Ser escuchado y tomado en
consideración para decidir sobre el destino el Patrimonio Cultural constituye un derecho
de un ciudadano ante su pasado y su futuro y representa una garantía para que los
poderes públicos puedan ejercer una gestión democrática del Patrimonio Cultural
basado en tres supuestos: a) la creación de espacios de discusión, análisis y toma de
decisiones concertadas y acordadas: una conservación integral del Patrimonio Cultural
debe serlo desde su mismo proceso de gestación; b) la participación de los
especialistas que provean una función pública del Patrimonio Cultural científicamente
fundamentada y c) el establecimiento de mecanismos que permitan a los propietarios
de bienes culturales y a aquellas personas interesadas en su conservación hacer de
esta labor una actividad sustentable.

El equilibrio que debe caracterizar a la regulación del Patrimonio Cultural es la


existencia de necesarias restricciones y controles, pero también la creación de estímulos,
ambas facetas con peso específico y valorativo equivalente. Sin embargo, dicho equilibrio
parece no existir en la legislación mexicana. Nos encontramos ante una regulación
especialmente restrictiva a las asociaciones civiles, juntas de vecinos y uniones de
campesinos que sirven de auxiliares de la preservación del Patrimonio Cultural. En el
caso de otras formas de colaboración social en la conservación del Patrimonio Cultural
como son el mecenazgo y el patrocinio, podemos decir que son instituciones
inexistentes en la legislación cultural mexicana. Contamos con una Comisión Nacional
para la Preservación del Patrimonio Cultural -como un órgano de consulta y apoyo en la
protección y preservación del Patrimonio Cultural de la Nación, en la que existe la
concurrencia de autoridades y miembros de la sociedad civil- que debiera contar con
mayor presencia en el ámbito nacional. Por último, se instituyen estímulos fiscales poco
atractivos para la inversión en la conservación del Patrimonio Cultural.

Seríamos injustos si no mencionáramos que el Gobierno Federal, a través de


fondos y fideicomisos, ha tratado de promover la inversión en el Patrimonio Cultural y que
muchos gobiernos locales efectivamente han aplicado los beneficios impositivos en esta
materia. Creemos firmemente que garantizar la conservación del Patrimonio Cultural es
una labor que solo se lograra mediante una acción concertada, democrática,
socialmente sustentada por todos los involucrados en la conservación de los
monumentos y sitios que forman parte del Patrimonio Cultural Mexicano. El mejor
término para definir una política promotora del Patrimonio Cultural es el de una
inversión social. La conservación del Patrimonio Cultural sin una base democrática sigue
siendo una labor incompleta. Es por ello que la Ley debe reconocer todas estas
circunstancias para garantizar la corresponsabilidad entre el Estado y la Sociedad ante su
Patrimonio Cultural como un producto social que cuya protección debe ser desde, hacia y
para la comunidad. Reconocer la riqueza que todas las visiones que aporta la sociedad
civil en cuanto a la protección del Patrimonio Cultural nos permitirá establecer políticas y
acciones que garanticen un mejor futuro para nuestros bienes culturales en beneficio y
para el desarrollo social como un fin trascendente de toda comunidad humana.

IX

La Convención es un documento que no ha perdido vigencia. La Convención, y


en general, la idea de la protección de un Patrimonio Cultural de valor universal, ha
tenido una virtud en sí misma: la profunda capacidad de evolucionar al paso que la
sociedad mundial ha caminado y de poder, a través de documentos complementarios
mantenerse como un proyecto vivo en la realidad internacional. Esta consciencia de
protección del Patrimonio Cultural universal desde luego no ha representado un
tranquilo tránsito hacia su actual status. Muchos atentados ha sufrido el Patrimonio
Cultural, muchas pérdidas para poder desarrollar una doctrina técnica y social tan
amplia sobre este concepto y su protección. ¿Qué caminos tomará la protección del
Patrimonio Cultural? Vemos algunas vertientes en el plano internacional.

La primera es reforzar la vinculación entre el Patrimonio Cultural con la población


y sus valores más íntimos. Los últimos esfuerzos que la UNESCO por proteger el
Patrimonio Intangible pretende reforzar la dimensión más social y humana del
Patrimonio Cultural. Un primer intento de Convención para la Protección del Patrimonio
Intangible nos parece un esfuerzo importante pero sumamente complejo, toda vez que
este tipo de bienes culturales nace y se desarrolla en muchas ocasiones en un ámbito
regional y hasta comunitario que no se puede desconocer so pena de convertir aquello
que es auténtico y genuino en un simple espectáculo artificioso para turistas, en una
deformación basada en la idea de la inmutabilidad de lo tradicional e incluso en lo
pintoresco. Tratar el Patrimonio Intangible es cuestión de una valorización y
comprensión especializada de los fenómenos antropológicos que puede superar por
mucho cualquier generalidad que normalmente caracteriza a los instrumentos
internacionales. Nos parece que falta todavía mucho por explorar en este ámbito y
definir una norma universal de manera tan pronta es todavía muy prematuro.

Otro escenario importante que se nos presenta es la creación de la Corte Penal


Internacional con facultades para conocer de delitos de guerra, entre los que se
encuentran el “dirigir intencionalmente ataques contra edificios dedicados a la religión,
la educación, las artes, las ciencias o la beneficencia, los monumentos históricos, los
hospitales y otros lugares en que se agrupa a enfermos y heridos, a condición de que
no sean objetivos militares” como señala el artículo octavo del Estatuto de Roma de
1998, documento internacional que prevé la conformación y funcionamiento de este
Tribunal. Esta nueva presencia y aunado a los tribunales especiales que se crearon
para juzgar a los responsables de diversos crímenes de guerra en la Ex-Yugoslavia por
la destrucción de la ciudad histórica de Dubrovnic, la destrucción por parte de los
talibanes de las gigantescas estatuas de Buda en Afganistán y las múltiples protestas
de la comunidad internacional que ha considerado esta acción como un crimen contra
el Patrimonio Cultural, nos hace repensar sobre la importancia de reforzar el ámbito de
la responsabilidad internacional de los Estados ante el Patrimonio Cultural, ya sea el
que se ubique en el territorio de otro país o en el propio. Retomando la idea que la
protección del Patrimonio Cultural de valor universal existe una norma reconocida por la
comunidad internacional que no acepta pacto en contrario- debemos pensar en la
existencia de crímenes en contra del Patrimonio Cultural Mundial y nos llama a
reflexionar sobre la creación de un procedimiento para juzgar dichas conductas.
Igualmente, este punto nos mueve a pensar sobre la importancia que tendría el proveer
a la UNESCO o al Comité del Patrimonio Mundial de facultades como mediadores, a
través de un procedimiento debidamente detallado en un documento internacional, en
las controversias que pudiesen suscitarse con respecto a la realización de obras,
actividades, planes, proyectos o medidas que afecten la integridad del Patrimonio
Cultural inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial. Creemos que la autoridad moral de
la UNESCO y del Comité del Patrimonio Mundial apoyado por un panel de expertos y
de organizaciones no gubernamentales (principalmente ICOMOS) pueden servir de
base para proponer soluciones a problemáticas que han causado especial revuelo en
cuanto a la conservación y utilización de los monumentos y sitios de trascendencia
universal. Estos mecanismos han sido en muchos casos brillantemente tratado por
instancias internacionales para la protección de los derechos humanos y de la
propiedad intelectual. Con la experiencia que tanto la UNESCO, como el Comité del
Patrimonio Mundial o el ICOMOS, cualquier organismo ad hoc formado por
especialistas reconocidos podría convertirse en una instancia válida para la protección
del Patrimonio Cultural en situaciones controvertidas.

Un último tema que también nos deja la idea de un documento internacional que
ha crecido y madurado, como es la Convención, es la definición de estándares para
evaluar con un criterio de rigidez científica el grado de cumplimiento por parte de los
Estados a las disposiciones contenidas en la Convención. Desde luego, las ciencias de
la conservación establecen principios y paradigmas. Desde luego, también cada caso
concreto es muy específico. Pero dentro de un proceso de desarrollo y
enriquecimiento del Patrimonio Cultural, las formas en que podamos detectar tanto los
avances como los puntos susceptibles de una mejora tienen que partir de parámetros
medibles y comprobables. Es a nuestra manera de ver un reto poder lograr un sistema
de evaluación del Patrimonio Cultural que la comunidad académica mundial debe
asumir y resolver de tal forma que las consideraciones, resoluciones y
recomendaciones que se hagan con respecto al grado de conservación de los bienes
del Patrimonio Cultural Mundial tengan ese necesario fundamento científico. En el
ámbito legal –a veces tan difícil de medir- la comprobación de muchos de los principios
y consideraciones que a lo largo de este trabajo hemos hecho podrían considerarse
como una primera propuesta al respecto.

Después de treinta años, la visión de cómo queremos heredar a la raza humana


nuestro y su Patrimonio Cultural se ha ampliado: un Patrimonio protegido en todos sus
elementos como un derecho de toda persona; vivo y trascendente en cuanto a su
función en la vida colectiva; preservado mediante instrumentos legales eficientes y
científicamente fundamentados; producto de la acción coordinada de todas las
autoridades y con el apoyo de todos los sectores sociales haciendo de su actuación una
acción integral, fuerte, democrática, especializada y convencida con vocación hacia la
conservación.

En lo que respecta a México, tenemos que reconocer una realidad:


consideramos que la legislación mexicana del Patrimonio Cultural fue pensada y creada
hace 30 años, con una idea de un México muy distinto del que ahora vivimos. En su
momento, la Ley Mexicana fue un documento eficaz, pero las circunstancias la han
rebasado y mentiríamos si la consideráramos una norma capaz de resolver todas las
problemáticas de nuestro Patrimonio Cultural. El trabajo callado y dedicado de muchas
personas, las autoridades, los trabajadores de la cultura, los organismos no
gubernamentales, las universidades y la propia sociedad civil han permitido que México
cuente y disfrute de su Patrimonio Cultural. Podemos decir que, a pesar de todo, los
mexicanos estamos orgullosos de nuestros bienes culturales y consideramos
importante preservarlos. Aún y cuando la legislación no ha sido el instrumento más
eficaz para defender este tesoro, podemos bien decir que la creatividad, la decisión, la
férrea voluntad, la capacidad de negociación y hasta el sentido común en muchos
casos se ha impuesto en contra de quienes no han entendido lo valioso que es
preservar nuestras manifestaciones culturales. Muchas acciones de las autoridades han
superado en la práctica la Ley y han ofrecido soluciones muy creativas frente a la falta
de recursos legales. El resultado está a la vista, no lo podemos ocultar: bienes y zonas
muy bien conservadas, otras muy mal conservadas y también otras perdidas, este el
inventario del Patrimonio Cultural de México.

Es por ello que la última reflexión es hacer un deseo para que algún día
podamos contar con una legislación del Patrimonio Cultural que cuente con los
elementos para estar a la altura de los bienes que está protegiendo; de las raíces que
está preservando; de la labor que a través de muchas décadas se ha realizado por
parte de muchas autoridades y funcionarios comprometidos con los bienes culturales;
de los esfuerzos y la voluntad de muchos notables y anónimos defensores del
Patrimonio Cultural; pero sobre todo del futuro que queremos para nuestras próximas
generaciones que encontrarán en sus bienes culturales un fuerte fundamento para su
desarrollo como persona y como integrantes de una Nación que ha dejado huella en la
historia. Es por ello por lo que debemos pensar en tener un Patrimonio Cultural
protegido jurídicamente como se lo merece. El compromiso ha sido asumido, no queda
duda de ello, falta ver si somos capaces de afrontarlo. La visión de lo que queremos
hacer con nuestro pasado es el que marcará nuestro futuro como Nación.

Pátzcuaro, 2002

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