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Todos los proyectos realizados por Reading Girls son con el fin de
compartir con otros amantes de la lectura, aquellas historias que
lamentablemente no podemos obtener en nuestro idioma, es decir, que
no han sido traducidos por una editorial o autopublicado por los
mismos autores en habla hispana. Por favor:
¡Disfruten de la lectura!
Reading Girls
Staff
Contenido
Dedicatoria
A las víctimas del incendio de Dixie, en el norte de California.
Escribí este libro como una evacuada, y siempre recordaré el fuego
furioso que me rodeaba mientras escribía.
Sinopsis
Los secretos deben guardarse.
Mantenida en otra...
Me perseguirá.
Papá Rich.
Espantapájaros.
Están aquí.
—No, pero tengo los recursos para contratar a los mejores del
mundo para darles caza. No tenía intención de descansar hasta
encontrarlos.
Miro a Louisa por encima del hombro, sin saber qué hacer a
continuación. Las campanas de alarma golpean contra mis
huesos, sintiendo que se astillan bajo mi carne. Los gritos
internos me exigen que huya de todos los habitantes de la casa
tan rápido como pueda.
—Christopher...
—Tú los trajiste aquí. No sólo los encontraste, sino que los
ayudaste a venir a Nueva York para llevarme con ellos, ¿no es
así? —pregunto Louisa, sin mirar a Espantapájaros mientras
hablaba.
—Pero quiero que recuerdes algo, Amber. Puedo herir mucho más
fácilmente de lo que puedo ayudar. Así que vete de aquí y no
vuelvas a mirar atrás. Deja a mi hijo en paz. Olvida que alguna vez
estuvo en tu vida. Tu padre lo secuestró una vez. Elegiste no
ayudarlo entonces, pero te pido que lo ayudes ahora. Esta es la
última vez que te lo pido. Considéralo tu última advertencia. —No
grita ni levanta la voz ni siquiera un poco, pero la amenaza en su
tono es evidente.
Yo sé esto.
Lo odio.
Pensé que me había hecho más fuerte y, sin embargo, con su sola
presencia en la habitación, vuelvo a ser una cobarde.
—Permití que el diablo entrara en mí —dice Papá Rich mientras
Espantapájaros asiente a su lado—. La decisión fue equivocada.
Juzgué mal. Quería un hombre fuerte para ti, Ember. Quería uno
que no se acobardara ante mí ni ante nadie y que te protegiera a
toda costa, pero... —Mira sus botas y luego vuelve a mirarme—.
Cuando Christopher llegó aquel día a Hallelujah Junction, pensé
que era una señal de Dios. Ahora sé que fue una tentación del
diablo. Sin embargo, sólo soy un hombre, pero me he arrepentido
de mis pecados por permitir el mal dentro de las paredes de mi
casa. El fuego quemó ese mal. —Respira profundamente, sus
anchos hombros suben y bajan en lo que parece ser una
derrota—. Elegí al esposo equivocado para ti. Ahora rectificaré esa
decisión. —Extiende su mano de nuevo—. No debes estar aquí,
Ember. Estoy aquí para salvarte de las garras del trabajo del
diablo.
Pero lo amo.
Lo amo tanto.
Querido Christopher,
Me voy a casa.
Lo que eso significa, o lo que parece, no lo sé. Pero es hora de
averiguarlo.
Eres libre.
~Ember
—No, hijo. Ella se fue para siempre. Hizo las maletas y se fue.
Eres libre.
—¡Joder!
No tengo ni idea de lo que estoy sintiendo. Una mezcla de dolor y
rabia es una combinación potente, y me hace sentir que estoy
perdiendo el control total de todo.
—Christopher...
—Pronto verás por qué tomé la decisión que tomé. Algún día lo
entenderás.
La última traición.
—¿Qué pasa?
Mucho más.
—Creo que ella quería hacer sentir a Ember que estaba perdiendo
la cabeza. Quería que pensaras que necesitaba ayuda mental. Tal
vez la enviaría a un hospital psiquiátrico. Sé que Louisa estaba
investigando muchas instalaciones y tratando de encontrar una
que fuera buena. Su objetivo siempre fue sacar a Ember de tu
vida.
Suspirando, digo:
—Lo hizo. Lo vi con mis propios ojos. Y Ember era una chica tan
dulce. No se merecía que la trataran así. Tu madre... no hizo fácil
su estancia aquí.
Traición.
Criminales.
Pero lo hizo.
Lo hizo, maldición.
—Ember se fue con ellos. Pero se vio obligada a hacerlo. Puedo ver
por qué lo hizo. Esa pobre chica nunca tuvo una oportunidad bajo
este techo. Era miserable y estaba asustada, y Louisa se aseguró
de mantenerla así.
Normal.
Nada volvería a ser normal.
—Los oí decir que iban a volver a Nevada por poco tiempo. Sé que
tu madre les permitió usar su piloto para llegar allí. Pero eso es
todo. —Por primera vez, se acerca a mí y me toca tímidamente el
brazo—. Lo siento, Christopher. Debería habértelo dicho antes.
Siempre he tratado de ocuparme de mis asuntos cuando se trata
de tu familia. Me entero de las cosas pero intento no reaccionar.
Me ha servido hasta ahora. Incluso traté de ser una amiga para
Ember, porque Dios sabe que la mujer necesitaba una buena
amiga. Pero no era suficiente. Ella se merece la felicidad. Ambos la
merecen. Y creo sinceramente que la amas como ella te ama.
Espero que puedas encontrarla. Espero que puedas recuperarla.
Sin decir las palabras, la Señora Evans me deja muy claro... que
yo también tuve parte en todo esto. Traté de forzar a Ember a un
mundo en el que no quería estar. Fui egoísta. Me centré en el
pasado, en lugar del futuro con mi nueva esposa. Yo hice esto. Yo
jodidamente hice esto.
—¿Sabes dónde está mi madre? —pregunto entre dientes
apretados. No puedo ni respirar por la furia que ataca mi cuerpo.
—Está abajo.
Puede que nunca sea capaz de hacerlo, pero por ahora, tengo que
centrarme en encontrar a Ember. Mi madre al menos sabrá a
dónde fue el avión, y puedo empezar desde ahí. Encontraré a
Ember, y haré que mi madre me ayude a hacerlo. Ella pagará por
lo que le hizo a mi esposa. Por lo que nos hizo a nosotros.
4
—Estoy intentando con todas mis fuerzas no gritar y estrangularte
ahora mismo —digo, apretando el puño para intentar contener la
rabia que quiere brotar de mi interior. Si no fuera mi madre....
Sus palabras son como un golpe en la cara. Tal vez porque son
ciertas. Fui egoísta. Quería recuperar mi vida, y eso significaba
obligar a Ember a vivirla. ¿Era ella miserable? ¿Estaba sola?
Claramente, tenía que estarlo si se marchaba por su cuenta. Ella
veía a Richard y a Espantapájaros como una salida... una salida
de la prisión en la que la metí.
—Se fue porque sintió que no había nada más que hacer. ¡La
torturaste mentalmente, madre! Le hiciste creer que estaba
perdiendo la cabeza. Y prácticamente la ignoraste. —El malestar
se revuelve en mi vientre mientras me paso la mano por el cabello,
tratando de controlar la furia y la profunda culpa que hay en mi
interior—. Pensé que la estaba protegiendo, y lo único que hice
fue.... Joder. Ella se merecía algo mucho mejor.
—Christopher...
—¡Dame la ubicación, ahora! —Interrumpo con la suficiente rabia
en mi voz como para que se estremezca—. No quiero seguir
discutiendo. Tengo que encontrar a mi esposa. Tengo que hacer lo
correcto.
Lo más triste de todo es que ella eligió a ese asesino enfermo antes
que a mí... lo que realmente demuestra cuánto le fallé.
—¿Me culpas?
—No quiero oír nada más —digo con toda la calma que puedo,
pero no hay mucha más contención en mí, así que sé que sueno
cortante y enfadado.
Estoy enfadado.
—Está muy alto aquí —me digo más a mí misma que a nadie. Las
nubes más bajas nos rodean, llenando de humedad mis agotados
pulmones.
—¿La gente vivía aquí? —Veo una vieja iglesia, un retrete y parece
que hay señales de casas de hace mucho tiempo, aunque las
estructuras no están en pie y no son más que un montón de
escombros.
No puedo decir que las culpe por ninguna de las dos cosas.
Esto es locura.
Ella es la siguiente.
Sin saber qué más hacer, yo también me acerco, tomo una patata
y un cuchillo y empiezo a cortar lo podrido. Tragándome el miedo
inminente, me ocupo del ahora.
—Esto es remoto.
—Yo...
¿Qué clase de padre haría algo tan vil y cruel? Una mirada a
Espantapájaros lo dice todo... no tiene madera de esposo. Es
simplemente... repugnante.
—Parece que vas a ser la Esposa Número Tres —dice Violet. Deja
de aplicar la arcilla a la roca y mira a Holly—. ¿Cuál crees que
será su propósito?
—¿Propósito? —pregunto.
Se encoge de hombros.
Esta es mi vida.
Christopher... mi esposo.
Mi antiguo esposo.
Forzado.
Corre y salta.
¡Corre y salta!
Solo hay que quitarle la novia a un esposo y hacer que se case con
un segundo.
Consumar el matrimonio...
Pero por muy triste que parezca Violet, una dulzura domina todo
lo demás. Un alma tan gentil. Tan amable, generosa en todo lo que
hace, y realmente me he enamorado de ella. Incluso en este corto
tiempo, es imposible no hacerlo. Nunca tuve una hermana, y
ahora... tengo dos.
Como hace tanto frío esta noche, todos elegimos hacer nuestras
camas alrededor del fuego en lugar de nuestros respectivos
rincones con las cortinas de privacidad corridas. He llegado a un
punto de comodidad con las mujeres, y me imagino que
pasaremos la mayor parte del invierno que se acerca juntas, con el
fuego dándonos calor en lugar de ocultarnos en la frialdad.
—Si realmente estás tan loco como para ir de excursión por las
montañas sin ningún destino en mente, será mejor que
encuentres un refugio o algún lugar pronto —dice el piloto cuando
salgo del avión—. Se avecina una tormenta, y no voy a quedarme
aquí.
—Yo me encargo —digo, agarrando mi mochila, que está
completamente cargada con todas las cosas necesarias para la
supervivencia con las que suelo viajar en los rodajes de destino.
—Se lo agradecería.
No estoy sola.
Tal vez esto es una prueba. Nos dicen que se van para ver qué
hago. ¿Escaparé? ¿Me llevaré a las hermanas conmigo? ¿Intentaré
quemar la capilla como quemé Hallelujah Junction?
—Sé que puede parecer una locura, pero realmente siento que
había una persona ahí fuera.
—No.
Christopher tiene los ojos muy abiertos, con motas de nieve en las
pestañas. Parece tan sorprendido de verme como yo de verlo a él.
—Se han ido —digo, esperando que mi respuesta sea todo lo que
necesita para calmar su furia.
¿Cómo me encontró?
—El mismo piloto que los trajo a ustedes me trajo aquí —dice—. Y
un montón de suerte.
—Arriesgaste tu vida...
—¿Y tú eres?
No lo sé.
No lo sé.
Sacudo la cabeza.
Vuelve a asentir.
—No lo entiendo.
Mi verdadera luz.
—No sabía qué hacer. Tenía tanto miedo de lo que Papá Rich me
haría por haber quemado Hallelujah Junction. Sentí que estaba
caminando sobre cáscaras de huevo, y... te dejé. Dejé cualquier
oportunidad, cualquier esperanza, para una vida diferente. Mi
realidad estaba aquí. —Señalo a mi alrededor—. Esta es mi vida.
Es lo que mi vida siempre ha sido y lo que siempre será.
Y eso si me voy con él, lo cual no veo que sea realmente posible.
Lo necesito.
No lo culpo.
Podrían regresar.
Violet asiente.
Holly resopla.
Puedo ver que Holly se está agitando más y más a cada minuto.
Holly lo persigue:
Abro la boca para ofrecerme a ayudar, pero luego decido que ella
necesita el aire fresco y el momento a solas para procesar todo.
—Yo también solía pensar eso. Puede que aún lo piense. Pero sé
una cosa. No podemos estar aquí cuando Espantapájaros vuelva.
No podemos ser sus tres esposas. No es forma de vivir.
Las esposas.
—No entiendo por qué crees que dejar esta montaña es una vida
mejor.
—No. No lo es.
—Paz.
—Entonces no nos quites a Ember. No la lleves a ese mundo. Tu
mundo.
De vuelta a su mundo.
12
Violet pasa junto a mí y se acerca al fuego donde está Holly,
ignorando que estoy junto a la puerta. Está enfadada, y es la
primera vez que la veo así.
—Era más que eso. Era más que el síndrome de Estocolmo que
mencionó el terapeuta. —Vuelvo a respirar profundamente para
armarme de valor y contar por fin toda la verdad—. Fantaseaba
contigo y conmigo en la escuela. Echaba de menos nuestra cadena
alrededor de los tobillos. Echaba de menos la época en la que sólo
estábamos tú y yo... conectados. Me gustaba que compartiéramos
el mismo aire al respirar cada vez. Me gustaba tener que caminar
contigo en cadencia mientras el metal tintineaba alrededor de
nuestros pies. Echaba de menos el calor que sentía de tu cuerpo
en todo momento porque nunca había espacio. Echaba de menos
nuestro cautiverio. Te echaba de menos —confieso, y extiendo
inconscientemente una mano, invitando a su contacto.
—Te quiero. Te quiero más que nada. Sólo que no sé cómo querer
todo lo que viene contigo.
—¿De verdad crees que no podemos arreglar esto? ¿Crees que no
podemos estar juntos simplemente por Nueva York? Porque estoy
aquí para decirte que podemos arreglar cualquier cosa.
Simplemente asiente.
—Cuando era niña, leía todos los libros románticos que caían en
mis manos, soñaba con el día en que encontraría a mi propio
príncipe azul e iría a las fiestas elegantes y viviría en la gran casa
con muebles lujosos y lámparas de araña en cada habitación. Y de
repente, lo tenía. Lo tenía todo. Pero lo que realmente se convirtió
fue en un profundo, profundo agujero en el que me hundí.
—¿Y qué hay de ti? Ese es tu hogar. Eso es lo que eres. No puedo
apartarte de todo lo que has conocido más de lo que tú puedes
apartarme del entorno en el que he crecido. Somos lo que somos.
Lo quiero.
Lo quiero en este mismo instante... sin importar nuestra
ubicación y situación actual. A pesar de que Holly y Violet pueden
entrar en la capilla en cualquier momento. Y sin importar que no
sé si alguna vez tendremos nuestro “felices para siempre”. Pero lo
quiero...
Ahora.
Asfixiada por el amor ante esa orden tan conocida, pero tan
lejana, hago exactamente lo que me pide sin dudarlo. Tumbada
bajo su sombra, me asomo por encima de la almohada para ver su
rostro. Los rasgos fuertes, los labios firmes, los ojos sensibles. La
misma expresión que recuerdo recorre su rostro... fuerza, amor,
pasión. Son los ojos de mi esposo. El hombre al que juré amar. El
hombre con el que juré pasar el resto de mi vida.
Rompí todo.
—Lo siento —murmuro más para mí misma que para él—. Siento
mucho haberme ido.
Aparte de la seguridad.
Segura.
Quiero a Christopher.
Temía haber perdido esta parte de mí. La mujer fuerte que pide lo
que quiere.
Hace lo que le pido, con sus ojos fijos en los míos todo el tiempo.
Luego me pasa la mano por la cintura y se coloca encima de mí.
Nuestros dedos se entrelazan, los muslos se rozan, mis pechos se
amoldan a su torso y su polla descansa en mi entrada, pesada y
caliente.
Darle placer.
Soy buena en esto.
Me encanta esto.
Tal vez... sólo tal vez... podamos tener un "felices para siempre".
Christopher y Ember.
—Es que...
Mi nueva vida.
Suspiro profundamente.
Tal vez Louisa tenía razón sobre mí, estoy rota. Sólo un monstruo.
Y la realidad es... que pertenezco aquí con Holly y Violet. Ellas me
entienden. Ellas son yo de una manera enferma y retorcida.
—Ember...
Tengo miedo de que cuanto más tiempo nos quedemos, más difícil
será convencer a alguna de ellas de que se vaya.
—¿Quieres ayuda?
—Estoy bien. Hace demasiado frío para que alguna de ustedes
esté ahí fuera sin la ropa adecuada —digo, tomando mi abrigo y
mi gorro que cuelgan junto al fuego—. Vuelvo enseguida.
Tengo que comprobar el camino que tomé hasta aquí para ver si
es posible que salgamos pronto. También busco mi teléfono
satelital de nuevo con la esperanza de que tal vez, sólo tal vez,
pueda obtener una señal.
Son ellos.
Silencio.
—¡Malditos cobardes!
Silencio.
—¡Porque están locos! ¡Son unos enfermos hijos de puta sin razón
alguna para lo que hacen! —Mi voz retumba en toda la capilla y
me doy cuenta de que estoy perdiendo el control.
—No creo que debas salir por ahí. ¿Y si eso es lo que quieren que
hagas? Puede que también tengan armas.
—Si querían dispararme, tuvieron la oportunidad —digo,
marchando hacia la puerta—. Y si fueran hombres sabios, lo
habrían hecho. No voy a tener miedo de esos hombres y
esconderme en esta capilla. Si quieren una pelea, estoy dispuesto
a dársela.
Se han ido.
Sé que tiene que estar aterrorizada, así que sin perder un segundo
más burlándome de los hombres que pueden o no estar al alcance
del oído, corro hacia ella.
Sacudo la cabeza.
—Salieron corriendo.
—Sólo lo sé —respondo.
—¿Perdón?
Él levanta su arma.
—Al igual que Holly y Violet, haré lo que sea necesario para
sobrevivir y para protegerte.
O tal vez...
Sí, temo que las hermanas piensen que soy una pecadora.
Tras dejar el clítoris, presiona con sus dedos sobre mis sedosos
pliegues e introduce uno, y luego dos dedos, en mi sexo. Levanto
las caderas para introducirlos aún más en mi coño.
No son suficientes.
Soy un animal.
Primitiva.
Soy una mujer que necesita que su hombre la folle con fuerza. Su
hombre que casi se le escapa pero que ahora estará para siempre
en sus garras.
Quiero a Christopher.
Christopher es mío.
—¿Por favor qué? —se burla mientras baila sus dedos dentro de
mi núcleo—. Dilo, Ember. Dime lo que quieres. Quiero oír las
palabras sucias que salen de esa boca perfecta. —Me mordisquea
el labio inferior y se aparta, mirándome fijamente a los ojos.
Sí, sí, sí... soy suya. Nunca debería haberme ido. No debería haber
permitido que nada ni nadie se interpusiera en mi camino.
Debería haber resistido las voces en mi cabeza que intentaban
tomar el control. Debería haber huido de la oscuridad y sólo mirar
hacia la luz.
Christopher... mi luz.
—Sé que el tema de que todos nos vayamos es delicado, pero aún
así es algo que debemos discutir —continúa Christopher, dejando
su tazón—. La tormenta ha pasado, y creo que tenemos una
ventana muy pequeña para actuar. Tenemos que bajar la montaña
hasta donde pueda llegar un piloto que nos saque de aquí.
Necesitamos que nos alcance antes de que no pueda debido a las
condiciones del clima.
No se gira para mirarme, sino que mira hacia el cañón. Las nubes
están bajas y todas las copas de los árboles están cubiertas de
blanco.
—¿Convenciste a Holly para que fuera contigo? —me pregunta en
voz baja. Si el aire no estuviera tan inquietantemente quieto, no
estoy segura de poder oírla.
—Todavía no se ha decidido.
—¿Pero tú sí?
—Violet, por qué no te alejas del borde. Está helado. No quiero que
te resbales.
—He visto lo que hacen los hombres —dice Violet, con los ojos
puestos en el cañón de abajo—. Son crueles. Son despiadados.
Realmente son el diablo en forma humana.
Ella asiente.
Doy un paso más hacia ella, pero esta vez se acerca al borde como
una advertencia para que no me acerque más.
—Pero lo es.
Ella se ha ido.
Violet se ha ido.
—¿Viva? —pregunto.
—¿Está viva? Oh, Dios mío. ¿Está viva? —pregunta Ember, con la
mano sobre la boca, los ojos muy abiertos mientras tiembla en su
sitio.
Puede que tenga todos los huesos del cuerpo rotos y que la muerte
sea inevitable, pero morirá en los brazos de su hermana, sabiendo
que es amada. No sola. No con frío. No en un lado de un
acantilado.
Holly gira sobre sus talones y carga hacia la casa. Miro a Ember y
le digo:
Las lágrimas corren por su rostro, pero por primera vez desde que
vino corriendo hasta aquí, veo que su expresión recupera algo de
cordura. La esperanza está calmando la locura.
—Ya casi estoy —grita el hombre desde el otro lado. Agradezco sus
comentarios, porque no saber hace que esto sea más difícil.
—Por favor, que estés bien. Por favor, que estés bien —oigo a Holly
cantar en voz baja mientras clava los talones en la nieve y sujeta
la cuerda con una fuerza que sólo puede hacer una hermana que
intenta salvar a su hermana.
Comienza a caer nieve fresca del cielo, pero por suerte parece no
pegarse. El único sonido es nuestra pesada respiración y los
gemidos de esfuerzo.
Tiro más fuerte por sus palabras, sabiendo que necesitará ese
empujón extra para llevar a Violet a la cima.
—Los veo —grita Ember—. ¡Los ojos de Violet están abiertos! Está
viva. Viva.
Sintiendo que puedo respirar por primera vez desde que salí
corriendo de la casa, camino hacia el desconocido y le tiendo la
mano, ayudándolo a levantarse del suelo cubierto de nieve.
—Lo siento, Ember. Sé que nunca podré retirar lo que hice. Por
qué lo hice... lo siento.
—Lo conocemos.
—No parece que haya nada roto. Solo magullado, que seguirá
doliendo como un hijo de puta.
—La idea de irme era demasiado para mí. No quería irme. Pero
tampoco quería quedarme.
Tengo la sencillez.
Suspiro con fuerza, sin saber cuál debe ser nuestro siguiente
paso.
—Me mudé a estas montañas hace unos diez años —dice Isaac
mientras mira hacia el bosque—. Vivo un poco más abajo de la
montaña y cerca de un río con una cascada y grandes losas de
granito. Es mi paraíso, aunque tú no estés de acuerdo. Violet y
Holly ven la belleza de esta tierra como yo.
—Es cierto.
—Cierto.
—Lo entiendo.
—¿Tienes un plan? ¿A dónde las llevarás una vez que vueles lejos
de aquí? —pregunta Isaac, aunque no tengo la sensación de que
me esté criticando, juzgando o incluso acusando de hacer algo
imprudente. Tengo la sensación de que, en general, se preocupa y
quiere ayudar.
—No lo sé. Ojalá tuviera un plan concreto en la cabeza, pero no lo
tengo. Me subí impulsivamente a un avión privado para recuperar
a mi esposa. No tenía ni idea de lo que pasaría después. Y luego,
cuando Holly y Violet se mezclaron. —Suelto un profundo
suspiro—. No lo sé.
—Creo que las mujeres se dan cuenta de eso. Creo que sienten
que no sabes lo que va a pasar después. Lo perciben.
Asiento.
—No pienso volver. Todo allí y la gente están muertos para mí.
Estoy aquí limpiando un desastre causado por Nueva York, y no
volveré a repetir ese error.
—Pero yo también las amo a las dos —argumenta Ember, con las
lágrimas cayendo libremente ahora.
Isaac asiente.
—No quiero dejarlas. Las echaré de menos todos los días, pero
también lo entiendo. —Ella mira a Isaac—. Gracias por estar aquí.
Gracias por estar ahí para ellas.
—Es lo menos que puedo hacer —respondo, más que feliz de ser
útil.
—Y yo quiero que tú seas feliz. ¿Qué hace falta para que eso
ocurra?
—Sé que hoy ha sido duro para ti. Pero estoy orgulloso de ti.
Antepusiste sus necesidades a las tuyas, y estoy orgulloso.
—Fue difícil. Las quiero con nosotros, pero también sé lo duro que
es ahí afuera... en la sociedad.
—Por eso tenemos que idear un plan para que no sea tan difícil
para ti. Empezando por el hecho de que no vamos a volver a
Nueva York. No tendrás que volver a ver a mi madre ni tendrás a
los medios acosándote. Dondequiera que vayamos, lo
mantendremos en secreto. Hará falta un buen investigador
privado para cazarnos, y si lo hacen... nos iremos de nuevo.
—¿Y tu trabajo?
—Me encanta esa idea. Una cabaña con una estufa de leña y un
oso tallado al frente.
—Solo nosotros.
—Nunca más.
Sin vacilar, algo que sé que el alfa que lleva dentro espera... el
cumplimiento inmediato... me echo hacia atrás y, con toda la
gracia que puedo reunir, me quito cada prenda de la forma más
seductora que puedo. Sé que no estamos en el entorno más sexy,
pero quiero complacerlo. Quiero que perciba el deseo que siento
por él. No puedo darle lencería y tacones altos, pero sí una entrega
total.
Ahora lo oigo.
Mi corazón late tan fuerte que puedo sentir el pulso en mis sienes.
Me trago el nudo en la garganta, intentando no romper la posición
que sé que quiere que mantenga.
—No tengo lubricante —dice—. Así que me voy a follar este culo
sólo con tus fluidos.
El pánico mezclado con un deseo prohibido de que haga lo que le
plazca retumba en mi interior.
—Respira...
—Tengo miedo de que me duela demasiado. Será demasiado
seco —admito, temerosa de lo desconocido—. Pero por mucho que
grite, no te detengas —le digo—. Lo quiero. Quiero sentir cómo me
follas el culo sin que nada impida la fricción. Haz que mi culo se
ponga en carne viva —murmuro, sabiendo que mi propia bestia
primitiva interior se ha desatado por fin.
Sacudo la cabeza.
—Verlos a los dos, tan lejos, casi parece que me han engañado. No
pude verlos detenidos por mí misma —confieso.
—¿Pero qué pasa con nuestra casa? ¿Nos encontrarán los medios
de comunicación? Dijiste que el lugar donde estamos es secreto.
Es nuestro. Sólo nuestro.
Y aquí está.
Ya no reconozco al hombre.
—Me gustaría poder decirte que no tienes que volver a verlo. Pero
sé que tú y yo seremos testigos clave en su juicio. Estará en la
sala cuando tengas que subir al estrado.
—Me temo que una vez que volvamos a esa vida, puedes darte
cuenta de que lo echas de menos todo. La vida en la ciudad podría
arrastrarte de nuevo.
Christopher sonríe.
—No es algo que quiera, sino algo que siento que debo hacer.
—Voy a estar aquí durante mucho tiempo —dice con calma—. Vas
a tener que ser una chica fuerte y vivir sin tu papá.
Sacude la cabeza.
Asiento.
—No, Richard. No es él quien habla. Soy yo. Toda yo. Y quiero que
sepas que has hecho una cosa buena por mí. Una. Me diste a
Christopher. Es un buen hombre. Es mi esposo en todos los
sentidos y siempre lo será. Tengo que agradecerte por eso, pero
sólo por ese acto.
Yo.
—Sí. Ahora eres libre, Ember. Y te juro que nunca más tendrás
que pasar por eso. Te amo; siempre te amaré, y nada ni nadie
cambiará eso.
—Eso suena muy bien —digo, mirando la capilla con nuevos ojos.
Holly se acerca a una jarra de esta agua y nos sirve algunos vasos.
—No puedo creer que hayan atrapado a los dos culpables. Casi
parecía demasiado fácil.
Asiento y sonrío.
—Lo creo. Es bastante obvio que hay algo entre los dos.
—Cuidó muy bien de mí cuando me rompí la pierna. Sin él,
nosotras no habríamos podido sobrevivir. Es un hombre tan
bueno.
—No faltaríamos por nada del mundo —anuncia Violet—. Oh, qué
noticia tan increíble.