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Reading Girls
Staff
Contenido
Dedicatoria
A las víctimas del incendio de Dixie, en el norte de California.
Escribí este libro como una evacuada, y siempre recordaré el fuego
furioso que me rodeaba mientras escribía.
Sinopsis
Los secretos deben guardarse.

Los votos nunca se rompen.

Hasta que la muerte nos separe...

A menos que todo cambie.

Cautiva en una vida...

Mantenida en otra...

Tomada para ser ahora la esposa que me obligan a ser.

Estoy escondida para enfrentarme a una oscura realidad a la que


sólo unos pocos pueden sobrevivir.

Pero ahora tengo un propósito. Puedo ser la buena esposa que me


esfuerzo por ser.

Pero él todavía me quiere.

Me perseguirá.

Me encontrará y recuperará lo que le robaron.

Seré su esposa aunque tenga que luchar hasta la muerte para


conseguirlo.

The Secret Bride #3


1

Las tormentas del desierto poseen una energía que no se puede


describir del todo. Hay que vivirla. Verla. Respirarla. Serla.

Poderosas, majestuosas, hermosas e incluso espeluznantes.

Puedes sentir la intensidad en el aire justo antes de que


comiencen. Tus sentidos cobran vida; tu piel hormiguea mientras
esperas ansiosamente la llegada de la tormenta.

También puedes olerla. La artemisa desprende un aroma como


para dar la bienvenida a las nubes oscuras. Casi como un
afrodisíaco que seduce a la tormenta. El polvo se asienta, y por un
breve momento, el desierto tiene una cierta frescura. Eso es, hasta
que llega la lluvia. La lluvia sustituye el frescor por un almizcle
terroso cuando las gotas rebotan en el suelo duro y seco que hay
debajo.

Siempre he amado las tormentas en el desierto de Nevada. Las


noches de verano estaban plagadas de ellas, y recibía cada una
con emoción y aprecio por cómo los relámpagos atravesaban el
cielo gris. Eran ruidosas, aterradoras, incluso peligrosas, pero las
observaba con gusto y con asombro. Me encantaba cómo llegaban
de forma inesperada a veces, y otras veces, los veías venir a
kilómetros de distancia.

Pero la tormenta eléctrica que me rodea ahora mismo amenaza


con derribarme. Los relámpagos que se disparan en mi corazón y
en mi alma me están destrozando. La tormenta que se está
gestando es tan intensa que tal vez no pueda salir del naufragio
que está causando.

—Necesito que vengas conmigo abajo —dice Louisa, indicándome


con su dedo que la acompañe.

Me quedo paralizada por un momento, pero, como si estuviera en


trance, acabo siguiéndola.

Cuando llegamos a lo alto de la escalera, casi se me doblan las


rodillas al mirar hacia abajo. Cuando se acerca la locura, la oigo
decir:

—Te están esperando.

Me ha llevado al ojo de la tormenta, y el huracán de emociones me


roba la poca cordura que me queda.

Papá Rich.

Espantapájaros.

Están aquí.

Dios mío, están aquí.

Trato de alejar la locura, pero está decidida a quedarse.

—Sabías dónde estaban todo el tiempo, ¿no? —Le pregunto a


Louisa sin mirarla. Mis ojos están clavados en Papá Rich y
Espantapájaros abajo, en el vestíbulo.

—No, pero tengo los recursos para contratar a los mejores del
mundo para darles caza. No tenía intención de descansar hasta
encontrarlos.

—¿Por qué? —Apenas suelto un gemido—. ¿Por qué hacernos


esto? Sabías que Christopher y yo queríamos permanecer ocultos.
Queríamos mantener alejada la oscuridad. Lo sabías. Entonces,
¿por qué?
—Porque soy una madre. Entiendo a tu padre en muchos
aspectos. No hay nada que un padre no haría por sus hijos.
Nada. —Su voz, tranquila y sosegada, me produce un escalofrío.

—Ember —dice Papá Rich mientras me tiende la mano—. Es hora


de irse.

Esto no puede ser real.

Esto no puede estar sucediendo... y sin embargo lo es.

Miro a Louisa por encima del hombro, sin saber qué hacer a
continuación. Las campanas de alarma golpean contra mis
huesos, sintiendo que se astillan bajo mi carne. Los gritos
internos me exigen que huya de todos los habitantes de la casa
tan rápido como pueda.

Necesito encontrar a mi esposo... ahora. Christopher arreglará


esto. Christopher hará que esté a salvo de nuevo. Él me salvará.
Él nos salvará.

Pero mis pies están plantados, y no importa lo que haga, no puedo


moverme.

La locura es un hijo de puta pegajoso.

—Christopher...

—Merece ser liberado —interrumpe Louisa—. Él no te eligió. Se vio


obligado a tomarte como esposa, y luego su moral y su
personalidad bondadosa en general le hicieron sentirse
responsable de ti. Esto no es amor, Ember. Tal vez sea devoción a
lo mucho, pero no amor. Eres tan mala como Richard. Le estás
robando su libertad. Lo estás encadenando a tu yo roto. Eres su
captor ahora, y estoy haciendo todo lo que está a mi alcance para
salvar a mi hijo. Nada más que eso. Él merece ser rescatado.

Eres su captor ahora.


Eres su captor ahora.

Eres su captor ahora.

Tal vez siempre lo he sido....

—Tenemos que movernos, chica —dice Espantapájaros desde


abajo—. El piloto dijo que sólo esperará una hora.

Si mis ojos fueran láseres, abrasarían la piel con botox de Louisa


hasta sus huesos de anciana.

—Tú los trajiste aquí. No sólo los encontraste, sino que los
ayudaste a venir a Nueva York para llevarme con ellos, ¿no es
así? —pregunto Louisa, sin mirar a Espantapájaros mientras
hablaba.

Tal vez si no los miro al pie de la escalera, desaparecerán como


fantasmas. Tal vez esto sea una pesadilla. No es real. Si no miro y
los veo....

Louisa todavía no se ha movido ni un centímetro. Está cerca, pero


no lo suficiente como para que pueda golpearla y herirla, cosa que
estoy considerando hacer... si pudiera moverme.

—Tengo el poder de ayudar a la gente, y tengo el poder de herir a


la gente. En este caso, he elegido ayudar a tu papá Rich.

Dice su nombre como si le quemara la lengua. La mueca en su


rostro no es agradable, y estoy segura de que necesitará más
botox después de esta conversación, pues seguramente está
rompiendo la cáscara de plástico con sus miradas de disgusto.

—Pero quiero que recuerdes algo, Amber. Puedo herir mucho más
fácilmente de lo que puedo ayudar. Así que vete de aquí y no
vuelvas a mirar atrás. Deja a mi hijo en paz. Olvida que alguna vez
estuvo en tu vida. Tu padre lo secuestró una vez. Elegiste no
ayudarlo entonces, pero te pido que lo ayudes ahora. Esta es la
última vez que te lo pido. Considéralo tu última advertencia. —No
grita ni levanta la voz ni siquiera un poco, pero la amenaza en su
tono es evidente.

No quiero ir a la batalla con esta mujer. Estoy demasiada cansada


para luchar contra alguien.

Y ella tiene razón.

No salvé a Christopher. E incluso ahora, lo mantengo cautivo y


encadenado a mí hasta que la muerte nos separe.

Yo sé esto.

Louisa está diciendo la verdad.

Vuelvo a centrar mi atención en Papá Rich y estudio su rostro. No


está enfadado ni lleno de ira. Tiene ojeras y parece haber
envejecido en el poco tiempo que llevamos separados. Le he hecho
daño. Puedo ver cuán profundamente lo hice.

Ha estado ahí afuera todo el tiempo, escondido entre el humo de


las llamas de Hallelujah Junction. No se dio por vencido conmigo.
Nunca lo haría. Nunca.

Cuando nuestras miradas se cruzan, me dice:

—Es la hora, Ember.

—Pero estoy casada, Papá. Tú nos casaste. Elegiste a Christopher


como mi esposo. No puedo dejarlo. He tratado de ser una buena
esposa. Lo he hecho.

Mi voz suena débil. Soy débil.

Lo odio.

Pensé que me había hecho más fuerte y, sin embargo, con su sola
presencia en la habitación, vuelvo a ser una cobarde.
—Permití que el diablo entrara en mí —dice Papá Rich mientras
Espantapájaros asiente a su lado—. La decisión fue equivocada.
Juzgué mal. Quería un hombre fuerte para ti, Ember. Quería uno
que no se acobardara ante mí ni ante nadie y que te protegiera a
toda costa, pero... —Mira sus botas y luego vuelve a mirarme—.
Cuando Christopher llegó aquel día a Hallelujah Junction, pensé
que era una señal de Dios. Ahora sé que fue una tentación del
diablo. Sin embargo, sólo soy un hombre, pero me he arrepentido
de mis pecados por permitir el mal dentro de las paredes de mi
casa. El fuego quemó ese mal. —Respira profundamente, sus
anchos hombros suben y bajan en lo que parece ser una
derrota—. Elegí al esposo equivocado para ti. Ahora rectificaré esa
decisión. —Extiende su mano de nuevo—. No debes estar aquí,
Ember. Estoy aquí para salvarte de las garras del trabajo del
diablo.

—Ve a hacer las maletas —ordena Louisa lo suficientemente alto


como para que Papá Rich y Espantapájaros puedan escuchar. Me
doy cuenta de que su paciencia se agota y no va a permitir que se
diga nada negativo sobre su hijo por más tiempo—. Ese hombre...
Espantapájaros... tiene razón. El piloto que contraté no esperará
mucho tiempo. Se está arriesgando mucho al llevarlos de vuelta a
Nevada. —Cuando no me muevo de inmediato, añade con más
fuerza—: Ve. Date prisa.

—No puedo irme sin hablar con Christopher. —Trago contra el


nudo que se forma en el fondo de mi garganta y parpadeo contra
el ardor de las lágrimas que amenazan con caer—. Necesito al
menos despedirme. No quiero hacerle daño.

—Le has hecho daño quedándote —suelta Louisa—. Y si no te vas


mientras él está en el trabajo, nunca te dejará ir. Estarás
atrapada, y él también. ¿Es eso lo que realmente quieres? Vas a
ahogarlo, Amber. Lo sabes. Puedo ver que lo sabes.

Miro a Papá Rich y a Espantapájaros y considero sus palabras,


aunque me destrozan en lo más profundo de mi ser.
No quiero irme.

Pero no quiero quedarme.

—Ve a empacar, Amber. Date prisa. Sólo tenemos una pequeña


ventaja —repite con más fuerza.

Como si sus palabras fueran la clave para curar mi parálisis, hago


exactamente lo que me ordena.

Tiene razón. Sé que este no es el lugar para mí. No pertenezco, y


dudo seriamente que alguna vez lo haga, por mucho que lo
intente. Y Christopher tiene su vida aquí. Su trabajo, sus amigos,
su posición social y su familia. Se ha deslizado tan fácilmente
hacia lo que era antes de mí, y francamente... en el fondo, sé que
no hay espacio para mí en esa vida.

Pero lo amo.

Lo amo tanto.

Pero el amor no siempre es suficiente. No puedo vivir en los


cuentos de hadas que leí en la escuela. Esta es la realidad, por
muy cruel que sea.

Entro en nuestra habitación y me esfuerzo por no mirar la cama


que compartimos juntos. No quiero recordar sus caricias, sus
besos, sus promesas de que al final todo saldría bien.

No, Christopher. No todo se arreglará al final.

Sólo queda una cosa por hacer.

Querido Christopher,

Me voy a casa.
Lo que eso significa, o lo que parece, no lo sé. Pero es hora de
averiguarlo.

Papá Rich y Espantapájaros vinieron a buscarme. Sabía que lo


harían, y para ser honesta... creo que la razón por la que tenía tanto
miedo de que me encontraran es que sabía que en el fondo querría
ir con ellos de buena gana. Esto no es un secuestro. Esto no es una
elección forzada sobre mí.

Me voy porque quiero.

Tú y yo sabemos que nunca encajé. Sí, lo intentaba... Dios, cómo lo


intentaba. Pero este no es mi hogar, al igual que Hallelujah Junction
no era el tuyo. Te mantuvieron cautivo contra tu voluntad, y en
muchos sentidos, así es como me siento ahora. He tenido una
cadena alrededor de mi tobillo, y finalmente encontré la llave.

Es Papá Rich... mi familia.

Sé que esto no tiene sentido para ti. Sé que es un hombre malo en


diversos aspectos, pero el destino nos unió cuando yo tenía cinco
años, y el destino nos ha vuelto a unir. Así es como debe ser. Y tú
viviendo tu vida libre de cualquier obligación es como debes ser.

Sé que me amas, y yo te amo. Te amo mucho, pero el amor no es


suficiente para unir nuestras dos vidas. Siempre he querido ser una
buena esposa. Pero no puedo en Nueva York, por mucho que lo
intente. Y quiero alejarme sabiendo que me amas antes de que el
amor se convierta en resentimiento e incluso en odio.

He visto todos los artículos sobre nosotros dos.

“Una historia de amor demente” es el que más se me queda


grabado. Porque es cierto. Pero en esta historia de amor, nuestro
“felices para siempre” no es el tradicional.
¿Seguimos teniendo un “felices para siempre”? Sí, creo que sí. Sólo
que nuestra historia debe tener dos finales diferentes... uno para
cada uno. Lo que es feliz para ti no es lo que es feliz para mí.

Así es como termina nuestra historia de amor demente.

Debería haberte liberado en el momento en que te tomaron cautivo.


Debería haber quitado esa cadena alrededor de tu tobillo el primer
día. Bueno... ahora lo hago. Eres libre, Christopher.

Voy a quitar la cadena.

Eres libre.

~Ember

Es hora de que nuestra historia de amor demente llegue a su fin.


2
—¿Qué quieres decir con que se ha ido? ¿Dónde se ha
ido? —pregunto, mirando a mi madre y luego a la Señora Evans,
que desvía sus ojos de mi mirada—. ¿Otra vez al parque?

No me gusta la idea de que esté sola, pero también entiendo que


tampoco puedo estar con ella en todo momento. No puedo esperar
que se quede encerrada en su habitación todo el día.

—No, hijo. Ella se fue para siempre. Hizo las maletas y se fue.

Las palabras de mi madre no tienen ningún sentido.

—¿De qué estás hablando? ¿Adónde se fue? ¿Con qué medios?


¿Con quién? ¿De qué demonios estás hablando?

—Ve a verlo tú mismo —dice mi madre cuando ya estoy a mitad


de camino por las escaleras, dirigiéndome a nuestra habitación.

Siento como si alguien me agarrara el corazón y lo apretara con


fuerza cuando entro en la habitación y veo una carta apoyada
encima de la cama. No necesito comprobar el armario para saber
que Ember se ha ido. Ya puedo sentir que no está aquí.

La tomo con manos temblorosas y leo la carta de Querido John del


infierno. Las palabras nadan en el papel y, por mucho que me
esfuerce en concentrarme en la delicada caligrafía de Ember, no
consigo que las palabras sean asimiladas. ¿Qué está diciendo?
¿Cómo puede ser esto cierto?
Ella se fue.

¡Se fue con Richard!

Se fue voluntariamente con un loco.

Me siento en la cama, porque tengo que hacerlo o me caigo al


suelo. Releo las palabras una y otra vez con la esperanza de que
tengan sentido para mí. Con la esperanza de que haya alguna
explicación o cura para el corazón destrozado que, de alguna
manera, late a mil por hora en mi pecho.

Una historia de amor demente.

Voy a quitar la cadena.

Eres libre.

Así es como termina nuestra historia de amor demente.

—Es lo mejor —oigo desde la puerta de la habitación.

—¿Qué demonios ha pasado? —pregunto, bajando la mirada a la


carta. ¿Cómo pudo Ember escribirme estas palabras? Entonces
dirijo la mirada a mi madre, sintiendo que la rabia sustituye al
agujero de desesperación que se hunde en mi corazón—. ¿Dejaste
que esos locos se la llevaran? ¿Te amenazaron? Por favor, dime
que te retuvieron a punta de pistola, porque esa es la única
defensa para permitir que Ember se vaya con ellos. —Dejo caer la
carta como si me quemara la punta de los dedos y me paso las
manos por el cabello—. Por Dios. Tenemos que llamar a la policía.

—Ella eligió esto —dice mi madre al entrar en la habitación—. No


iba a interponerme en su camino. No voy a tenerla cautiva como te
hicieron a ti. Ódiame por eso, hijo, pero creo que tomó la decisión
correcta.

—¡La decisión correcta! ¿Me estás tomando el pelo?


Mi madre asiente, sin inmutarse por mis gritos.

—Ella no quería estar aquí. Puede que no lo hayas visto, porque


estás en negación, pero ella no quería esta vida. Es tu vida,
Christopher. No la de ella.

—No puedo creer lo que estoy escuchando. Richard es un asesino.


¿Permitiste que un asesino en serie entrara en nuestra casa y se
llevara a Ember, todo porque ella estaba luchando por aclimatarse
a la sociedad moderna? ¡Sin mencionar que este es el hombre que
secuestró a tu hijo! ¡Me encadenó en un sótano! ¡Dejaste entrar a
mi secuestrador en esta casa! ¿Es eso lo que me estás diciendo?
Por favor, dime que estoy equivocado y que esto es un gran error.
Porque un error es la única forma en que voy a perdonar esto.
Dime que esto ha sido una terrible cagada, y que quieres rogarme
que te perdone. ¡Dímelo!

—Te digo que no iba a interponerme en su camino para hacer lo


que quería hacer.

Busco mi teléfono para llamar a la policía.

—Llamar a la policía no va a servir de nada. Se ha ido. Hace


tiempo que se fue. No se resistió. Salió por la puerta con las
maletas en la mano y se fue por su propia voluntad.

—¡Joder! —grito mientras lanzo el teléfono al otro lado de la


habitación—. ¡Joder!

¿Enfado? ¿Tristeza intensa? ¿Furia asfixiante? ¿Devastación?


¿Alivio?

No, alivio no. Ember debería estar aquí. ¡Debería estar


jodidamente aquí!

—¡Joder!
No tengo ni idea de lo que estoy sintiendo. Una mezcla de dolor y
rabia es una combinación potente, y me hace sentir que estoy
perdiendo el control total de todo.

¿Por qué diablos se iría con ellos?

—Ahora está huyendo con ellos —añade mamá—. Lo que me dice


que ella fue parte de sus actos enfermizos todo el tiempo. Sabes
que la policía lo verá así. Es una criminal en fuga.

—Ese hombre le ha lavado el cerebro. Nada más —la defiendo—.


No tienes ni idea de lo jodidamente enfermo que está.

No puedo permitirme creer que Ember haya consentido o


participado en un asesinato. Ella no es más que una marioneta y
él el amo.

Vuelvo a mirar la carta.

—Ella sabía en el fondo que la encontrarían. Cómo lo hicieron, no


lo sé. Pero apuesto a que tenía miedo por mí. Por nosotros.
Apuesto a que se fue como una forma de sacrificarse. Esa es la
única explicación —digo, con la voz ronca y apagada.

Mi madre se limita a negar con la cabeza.

La señalo con el dedo.

—Nunca te gustó. Nunca la hiciste sentir bienvenida. Ella lo


notaba. Lo sabía.

—Puedes culparme a mí si eso te hace sentir mejor —dice


tranquilamente, lo que sólo me enfurece más—. Pero la persona a
la que hay que culpar es a ti. Nunca debiste traerla a casa. Y
nunca debiste dejarla para que resolviera las cosas por su cuenta.
Esa pobre chica fue arrojada a los lobos por ti.
—¡Sí! —grito—. Y tú eras el líder de la manada. ¿Por qué no
pudiste ser amable con ella? ¿Por qué no pudiste actuar como una
figura materna que ella necesitaba desesperadamente?

—No era mi trabajo amarla. Era el tuyo.

Sus palabras fueron como un puñetazo en las tripas. Era mi


trabajo amarla, y claramente no la hice sentir lo suficientemente
amada, o nunca me habría dejado. Si ella realmente supiera cuán
profundamente lo hago....

—Realmente eres una mujer despreciable —espeté—. He vivido


toda mi vida tratando de ser mejor que tú. Tratando de no dejar
que el dinero me cambie como claramente te cambió a ti. Has sido
el ejemplo perfecto para mí de lo que no hay que ser.

—Sé que estás enfadado y actuando —dice, procediendo como si


no escuchara nada de lo que digo.

—No —respondo, sacudiendo la cabeza con la incredulidad de que


esta mujer sea realmente de mi sangre—. Esto no es una
actuación. He llegado a mi límite, madre. No puedo seguir
ignorando quién eres ni las cosas que haces. He pasado toda mi
vida poniendo excusas a tu comportamiento. Solía considerarlo
como parte de tu condición de rica socialité. Pero sólo estaba
poniendo mi cabeza en la arena. Simplemente eres una mala
persona. Y punto.

—Escúchame —dice ella, acercándose y poniendo su mano recién


cuidada en mi hombro—. Te negaste a ver lo infeliz que era Amber
aquí. Tampoco quisiste afrontar lo rota que estaba. Necesitaba
ayuda y tú estabas demasiado ocupado con tu trabajo y tratando
de recuperar tu vida para verlo. Pero al mismo tiempo, no puedes
arreglarla. Ha vivido esa vida durante demasiados años como para
entrar en nuestro mundo y sobrevivir. Lo supe desde el momento
en que la trajiste a casa. No puedes domesticar a un salvaje, hijo.
Va contra la naturaleza.
Aparté mi hombro de su contacto, me dirigí a mi teléfono y lo
recogí del suelo.

—¡No es una puta callejera! Es mi maldita esposa, ¡Y tú permitiste


que se fuera con monstruos! —Señalé mi puerta y luego marqué al
detective a cargo del caso—. Vete mientras me encargo de esto.
Vete antes de que diga algo de lo que me arrepienta.

—Christopher...

—¡Fuera! —grito—. Ahora.

—Pronto verás por qué tomé la decisión que tomé. Algún día lo
entenderás.

—Sal. De. Aquí. Maldición.


3
El Agente Martínez parece tan molesto como yo.

—A ver si lo entiendo —empieza—. Un asesino en serie y su


posible cómplice entran en tu casa, ¿y no llamas a la policía?

—¿Qué crees que estamos haciendo ahora mismo? —Mi madre


contesta a su pregunta con la frialdad que sólo ella sabe exhibir.

—¿Y permitiste que Ember saliera por la puerta con él?

—Ella eligió irse con él —dice mi madre, clavando sus ojos en


mí—. Siempre he sentido desde el principio que Amber no era
completamente inocente en todo esto. Hoy me ha demostrado que
no le tiene ni un poco de miedo a Richard.

—Porque le han lavado el cerebro —interrumpí—. Ella creció


creyendo que él era su padre. Lo ama, sin importar lo que haya
hecho. No puede evitarlo. El hecho de que se haya ido con él, no
significa que sea culpable de ningún crimen.

—Creo que eso está por decidirse —dice el Agente Martínez


mientras señala con la cabeza a otro hombre que está a su lado,
que está anotando todas las observaciones en una libreta de cuero
negro—. Christopher, ¿ha tenido Ember alguna llamada o
contacto con Richard desde su regreso?

—En absoluto —le digo—. Estaba aterrada de que él fuera capaz


de encontrarla. Todos los medios de comunicación y la atención
realmente la asustaron por esa razón. Ella creía que él iba a venir
por ella, y eso es exactamente lo que hizo. Vino y se la llevó.

El Agente Martínez mira a mi madre.

—Pero tu madre acaba de decir que se fue con él por voluntad


propia.

—Se equivoca —le digo—. Puede que lo parezca a simple vista.


Pero conozco a Ember. Ella no querría volver a una vida con ese
hombre. Hay otra razón que desconocemos.

—Señora Davenport —dice el Agente Martínez, actuando como si


mis palabras no las hubiese escuchado— ¿tiene usted alguna idea
de a dónde se dirigían? ¿Dieron alguna pista o dijeron algo?

Mi madre sacude la cabeza y se encoge ligeramente de hombros.

—No. Richard simplemente le dijo a Ember que se diera prisa y


que tenían que salir de aquí rápidamente. Ember subió corriendo
las escaleras, preparó una maleta y salió por la puerta antes de
que yo pudiera hacer nada. No iba a intentar pelear con un
asesino en serie precisamente. Francamente —me mira— tenía
miedo. Pero no era la primera vez que tenía miedo en mi propia
casa desde que esa mujer entró en nuestras vidas.

—¿Por qué espero a llamarnos hasta que Christopher llegó a casa?


¿Por qué no llamo al 911 en cuanto se fueron? —pregunta el
Agente Martínez.

Sí, madre, ¿por qué?

—Por Ember —responde ella con un profundo suspiro—. Sabía


cómo se vería esto para ella. E independientemente de si es
inocente o culpable, quería que mi hijo se enterara primero por
mí. Quería que él manejara esto y tomara la decisión. Ella es su...
esposa. Y, bueno... tal vez debería haber llamado de inmediato,
pero como acabo de decir, estaba asustada.
Mi madre está mintiendo. Sé por qué no llamó de inmediato.
Quería darles una ventaja. Quería que Ember se fuera, y esta era
su oportunidad de que se cumplieran sus deseos. Si llamaba de
inmediato, podrían haberlos atrapado. Ella esperaba que Ember,
Richard y Espantapájaros se alejaran lo más posible. No quería
que encontraran a Ember. Yo sé esto.

Mi propia puta madre....

La última traición.

No puedo soportar estar en esta sala un segundo más. Me pongo


de pie y digo:

—A menos que tenga más preguntas para mí, me voy.

La Señora Evans finalmente sale de la esquina más lejana de la


habitación, donde ha estado todo el tiempo, de pie y en silencio.

—¿Hay algo que pueda ofrecerte para la cena? —pregunta. Me doy


cuenta de que está angustiada, y de todos en esta casa, la
encargada de la casa fue la que mejor trató a Ember.

—No, gracias. Necesito estar solo.

Sin esperar a que el Agente Martínez o mi madre hablen, subo las


escaleras mientras un millón de pensamientos se arremolinan en
mi cabeza.

Entro en mi habitación... nuestra habitación... y siento que me


flaquean las rodillas.

Ella se ha ido. Mi esposa se ha ido.

Algo dentro de mí me dice que nunca volverá aquí.

Me siento en el borde de la cama e inhalo profundamente. Cierro


los ojos e intento concentrarme en su olor, que aún perdura en la
habitación. Fresas y flores, su delicada fragancia desde el primer
día que la conocí.

No tengo ni idea de qué hacer ahora. Si la policía no ha


encontrado a Richard hasta ahora, ¿qué hará que eso cambie
ahora? ¿Ember se ha ido de verdad para siempre? ¿Me
abandonaría así?

Su carta decía adiós, pero... ¿cómo puede simplemente alejarse de


nosotros? Tenemos amor. Realmente nos amamos. Eso lo sé.

Pero la pregunta más grande de todas, y que me enferma sólo de


pensarlo, es: ¿está Ember en peligro? ¿Richard le hará daño?

Tiene que estar enfadado por cómo escapamos. Quemamos todo y


dejamos que su cuerpo se quemara también. ¿Castigaría a Ember
por eso? ¿La mataría para no dejarla ser realmente libre? ¿La
encadenaría en un lugar mucho peor que el sótano en el que yo
estaba encadenado? ¿Está sufriendo?

¿Está sufriendo mi pobre esposa en este momento?

Un golpe en la puerta interrumpe mis morbosos pensamientos que


se oscurecen por momentos.

—Quiero que me dejen en paz —grito, odiando que no puedan


darme un puto momento para llorar la marcha de mi esposa—.
¡Denme un maldito segundo por favor!

—¿Christopher? —Oigo la voz de la Señora Evans llamando desde


el otro lado de la puerta—. ¿Puedo tener un momento de tu
tiempo? ¿Por favor? Es importante.

Me levanto y abro la puerta. No es normal que la Señora Evans


sea insistente y no me dé privacidad cuando se lo pido.

—¿De qué se trata? —pregunto, suavizando mi voz mientras le


permito entrar en la habitación.
—Hay algo que tengo que contarte —dice la Señora Evans, con las
manos revoloteando delante de ella. Evita el contacto visual, pero
finalmente respira profundamente y me mira directamente a los
ojos. Veo dolor, miedo e incluso ira. Tantas emociones danzan en
los ojos de una mujer a la que he llegado a amar como a una
familia.

—¿Qué pasa?

—He trabajado para tu familia durante mucho


tiempo —comienza—. Te he visto pasar de ser un niño revoltoso a
un hombre respetable.

Estudio su rostro, buscando señales de lo que claramente le


cuesta y que incluso posterga para contarme.

—Lo que estoy a punto de contarte me costará muy


probablemente mi trabajo. Pero no puedo, por mi propia voluntad,
quedarme de brazos cruzados y permitir que se mantenga en
secreto lo que sé. Siempre he sido leal. Haría cualquier cosa por tu
madre... al menos hasta ahora. No puedo ser parte de esto. Está
mal, y tienes derecho a saberlo.

—¿Qué pasa? ¿Qué tengo derecho a saber?

Sé que está hablando de Ember sin que ella lo diga. También sé


que a mi madre nunca le gustó y que cree que su marcha es un
buen augurio. Pero ver la agitación que cubre cada rasgo de la
Señora Evans, me hace ver que podría haber más.

Mucho más.

—Todo empezó con la paja —comienza con la respiración


agitada—. La atrapé en el acto. A tu madre. Colocaba la paja en
lugares que Ember podía ver. Intentaba convencer a Ember de que
Espantapájaros y Papá Rich habían estado en la casa. Nunca
estuvieron; fue tu madre la que lo hizo.
—¿Qué? —Sus palabras son como una bofetada en el rostro—.
¿Por qué haría algo así? —Mi madre podía ser una perra
despiadada a veces, pero nunca retorcida. Nunca malvada. Y sus
garras sólo salían para sus enemigos que, en muchos casos,
merecían su ira. Tiene que haber algún malentendido.

—Creo que ella quería hacer sentir a Ember que estaba perdiendo
la cabeza. Quería que pensaras que necesitaba ayuda mental. Tal
vez la enviaría a un hospital psiquiátrico. Sé que Louisa estaba
investigando muchas instalaciones y tratando de encontrar una
que fuera buena. Su objetivo siempre fue sacar a Ember de tu
vida.

Suspirando, digo:

—Sé que pensaba que Ember necesitaba ayuda psicológica, pero...


colocar paja en la casa parece descabellado. ¿Estás segura?
¿Realmente la viste hacerlo?

La Señora Evans asiente.

—Lo hizo. Lo vi con mis propios ojos. Y Ember era una chica tan
dulce. No se merecía que la trataran así. Tu madre... no hizo fácil
su estancia aquí.

Sé que ella no acogió a Ember, pero...

—Hay más —suelta la Señora Evans como si tuviera que hacerlo o


se arriesgara a no decirme nunca la verdad.

No puedo procesar la idea de que mi madre atormente a Ember


tratando de asustarla con la paja, así que agradezco escuchar algo
más. Cualquier otra cosa.

—Louisa contrató a un investigador privado para encontrar a


Richard. En realidad, contrató a varios.

Asiento, sin que me sorprenda la noticia. Mi madre siempre ha


sido el tipo de mujer que se toma la justicia por su mano. Para
ella, si quería que algo se hiciera bien, lo hacía ella misma... o
contrataba a alguien para que lo hiciera por ella.

—Ella encontró a Richard. Sus investigadores contratados lo


rastrearon, escondiéndose con Espantapájaros.

—Entonces, ¿ella sabía dónde se escondían todo el tiempo y no


dijo nada? ¿No dejó que las autoridades lo supieran? —pregunto,
sorprendido por la noticia. ¿Por qué no ayudó a que arrestaran al
hombre? No tiene ningún sentido que mantuviera su paradero en
secreto.

La Señora Evans respira profundamente y mira por la ventana


antes de decir:

—Contrató a un piloto para que los trasladara de Nevada a Nueva


York. Ella fue la que los trajo a la casa. Los ayudó a venir por
Ember. También les ayudó a volver a esconderse.

Cada palabra que sale de la boca de la Señora Evans se siente


como una bala que me atraviesa las entrañas. Sabía que algo
estaba mal con la forma en que Ember se fue, pero de ninguna
manera podría haber imaginado esto.

Traición.

Actos enfermizos, retorcidos y malvados.

Criminales.

Sacudo la cabeza con la esperanza de que la rabia cegadora no se


apodere de mí.

—Mi madre es culpable de muchas cosas. A veces tiene su propio


código moral, pero de ninguna manera podría hacer algo tan
horrible. Tienes que estar equivocada en esto. Tal vez entendiste
mal algo o simplemente no tienes todos los datos correctos.

Me estoy mintiendo a mí mismo.


Sé que la Señora Evans sólo me está diciendo la verdad, pero
necesito un momento para mentirme a mí mismo para frenar la
locura que amenaza con engullirme.

Mi madre no podría haberme hecho esto.

A mí. A su único hijo. A un hombre al que ama. ¡A mí!

No pudo hacerlo. De ninguna manera.

Pero lo hizo.

Lo hizo, maldición.

—No ayudé a tu madre, Christopher. Pero al mismo tiempo, no la


detuve. Empecé a averiguar lo que estaba haciendo, y debería
habértelo dicho antes. Pero tienes que entender lo profunda que
es mi lealtad hacia esa mujer. Haría cualquier cosa por ella. Pero
esto... no puedo quedarme al margen y dejar que esto ocurra. No
puedo observarte y permitirte creer que Ember se fue por su
propia voluntad.

—¿La obligaron? —La rabia comienza a instalarse por completo


sin importar cuántas respiraciones tranquilizadoras haga—.
¿Mintió mi madre sobre eso? ¿No salió por la puerta con ellos?

—Ember se fue con ellos. Pero se vio obligada a hacerlo. Puedo ver
por qué lo hizo. Esa pobre chica nunca tuvo una oportunidad bajo
este techo. Era miserable y estaba asustada, y Louisa se aseguró
de mantenerla así.

Y yo no lo vi. Elegí meter la cabeza en un maldito agujero y evitar


los sentimientos de mi esposa. Debería haber estado aquí. Debería
haber observado, escuchado y sentido que algo estaba mal. Pero
estaba demasiado concentrado en hacer que la vida volviera a la
normalidad.

Normal.
Nada volvería a ser normal.

¿Y qué diablos es normal de todos modos?

Todo lo que sé es que quiero recuperar a mi maldita esposa. Me la


quitaron, y la quiero de vuelta.

—¿Sabes dónde se llevaron a Ember? —pregunto.

La Señora Evans niega con la cabeza.

—Los oí decir que iban a volver a Nevada por poco tiempo. Sé que
tu madre les permitió usar su piloto para llegar allí. Pero eso es
todo. —Por primera vez, se acerca a mí y me toca tímidamente el
brazo—. Lo siento, Christopher. Debería habértelo dicho antes.
Siempre he tratado de ocuparme de mis asuntos cuando se trata
de tu familia. Me entero de las cosas pero intento no reaccionar.
Me ha servido hasta ahora. Incluso traté de ser una amiga para
Ember, porque Dios sabe que la mujer necesitaba una buena
amiga. Pero no era suficiente. Ella se merece la felicidad. Ambos la
merecen. Y creo sinceramente que la amas como ella te ama.
Espero que puedas encontrarla. Espero que puedas recuperarla.

Asiento mientras un millón de pensamientos sobre cómo


exactamente voy a tratar de hacerlo pasan por mi cabeza.

—Pero, Christopher —añade la Señora Evans— si la encuentras...


no la traigas de vuelta aquí. Empieza una nueva vida con ella. Una
vida que ambos crean. Tu vida no es para ella. Así que crea una
que les pertenezca a los dos.

Sin decir las palabras, la Señora Evans me deja muy claro... que
yo también tuve parte en todo esto. Traté de forzar a Ember a un
mundo en el que no quería estar. Fui egoísta. Me centré en el
pasado, en lugar del futuro con mi nueva esposa. Yo hice esto. Yo
jodidamente hice esto.
—¿Sabes dónde está mi madre? —pregunto entre dientes
apretados. No puedo ni respirar por la furia que ataca mi cuerpo.

—Está abajo.

Mi madre... ¿cómo puedo perdonar lo que ha hecho?

Puede que nunca sea capaz de hacerlo, pero por ahora, tengo que
centrarme en encontrar a Ember. Mi madre al menos sabrá a
dónde fue el avión, y puedo empezar desde ahí. Encontraré a
Ember, y haré que mi madre me ayude a hacerlo. Ella pagará por
lo que le hizo a mi esposa. Por lo que nos hizo a nosotros.
4
—Estoy intentando con todas mis fuerzas no gritar y estrangularte
ahora mismo —digo, apretando el puño para intentar contener la
rabia que quiere brotar de mi interior. Si no fuera mi madre....

Por suerte para ella, lo es.

—Puedes enfadarte conmigo todo lo que quieras —dice


tranquilamente, sin mostrar el más mínimo remordimiento—. Pero
lo hice por Ember. La chica no pertenecía aquí y nunca lo haría.
Traías a casa a una persona rota. Te lo dije, pero estabas siendo
demasiado egoísta y metido en tu propio mundo para verlo por ti
mismo.

Sus palabras son como un golpe en la cara. Tal vez porque son
ciertas. Fui egoísta. Quería recuperar mi vida, y eso significaba
obligar a Ember a vivirla. ¿Era ella miserable? ¿Estaba sola?
Claramente, tenía que estarlo si se marchaba por su cuenta. Ella
veía a Richard y a Espantapájaros como una salida... una salida
de la prisión en la que la metí.

—Así que déjala ir —añade mi madre—. Sé que quieres ir a


buscarla. Sé que quieres salvarla. Pero no puedes, Christopher.
Tienes que permitir que esa horrible parte de tu pasado se quede
justo donde está ahora. Detrás de ti. Te mereces algo mejor, pero
esa mujer también.
—Tienes razón —digo, apretando los puños y luego
concentrándome en liberar la tensión mientras suelto un profundo
suspiro—. Ember se merece algo mejor. Merece ser feliz, pero
tampoco debería estar con esos locos. Puede que le haya fallado,
pero te aseguro que no voy a permitir que esté con esos dos. Ella
tampoco se merece eso. Necesito darle la opción de una salida. Al
menos tengo que intentarlo.

—¡Ella quería ir con ellos! ¿Por qué no puedes escucharme? Fue


su elección. —No estoy acostumbrado a ver a mi madre tan
exaltada, pero tampoco está acostumbrada a que la gente no la
escuche y no cumpla todos sus caprichos.

—Se fue porque sintió que no había nada más que hacer. ¡La
torturaste mentalmente, madre! Le hiciste creer que estaba
perdiendo la cabeza. Y prácticamente la ignoraste. —El malestar
se revuelve en mi vientre mientras me paso la mano por el cabello,
tratando de controlar la furia y la profunda culpa que hay en mi
interior—. Pensé que la estaba protegiendo, y lo único que hice
fue.... Joder. Ella se merecía algo mucho mejor.

—Puedes estar enfadado conmigo —dice mi Madre, más calmada


esta vez—. Pero hice lo que hice para intentar arreglar un error
que nunca debería haber ocurrido. Trajiste tu pesadilla a casa.

—¡No, madre! —grito—. Me traje a casa a mi esposa. Traje a casa


una mujer que no tiene un hueso malo en su cuerpo. Es genuina,
verdadera, cariñosa y, francamente, la mujer más amable que he
conocido en mi vida. Y me amaba. Me amaba de verdad por lo que
soy, en lugar de lo que tengo. El dinero no significaba nada para
ella. El apellido Davenport no tenía ningún valor para ella. Me
amaba por mí, y yo estoy aquí viendo cómo se me escapa entre los
dedos. Por ti, y por mí... podría perderlo todo.

—Ella se ha ido, Christopher. No hay manera de encontrarla. Así


que enfádate, apénate, o haz lo que necesites, pero ella se ha ido.
Acéptalo y sigue adelante. —Da un paso hacia la puerta para
marcharse, luego se detiene y añade— No voy a disculparme por
lo que hice. Eres mi hijo. No hay nada que una madre no haga por
su hijo. Mi trabajo es protegerte, y eso es exactamente lo que hice.

—No. Lo que hiciste fue horrible. Fue cruel. Honestamente... fue


totalmente malvado.

Me mira a los ojos, pero no muestra ninguna emoción. Es como si


mis palabras no fueran escuchadas.

—Y tú vas a ayudarme a corregirlo.

—No lo haré —dice, tensando su columna vertebral—. Que le vaya


bien.

—Vas a ayudarme —digo con convicción—. O me ayudas a


encontrarla, o llamo al Agente Martínez ahora mismo y le digo que
ayudaste a Richard a secuestrar a Ember. Has infringido la ley,
madre. Irás a la cárcel por esto.

Sus labios se fruncen y, por primera vez en toda la conversación,


veo una mezcla de miedo y derrota en sus ojos. Es breve, pero veo
que mis palabras por fin han calado un poco.

—No sé dónde están —suelta—. Lo único que sé es a dónde los


llevó el piloto. Puedo darte esa información, pero eso es todo.

Una esperanza renovada surge en mi interior.

—Bien. Al menos podemos empezar por ahí.

—Estás cometiendo un error, Christopher.

—Estoy arreglando un error. Voy a ofrecerle opciones. Voy a


salvarla de su infierno, pero nunca la llevaré a otra versión de
uno. No te preocupes, madre —le digo con desprecio—. No
volverás a verla. Me aseguraré de eso.

—Christopher...
—¡Dame la ubicación, ahora! —Interrumpo con la suficiente rabia
en mi voz como para que se estremezca—. No quiero seguir
discutiendo. Tengo que encontrar a mi esposa. Tengo que hacer lo
correcto.

Sin decir nada más, se va enfadada, pero sé que va a hacer


exactamente lo que le exijo.

Rápidamente empiezo a enviar mensajes de texto y correos


electrónicos para hacer los arreglos necesarios para tomarme un
tiempo libre. No es una tarea fácil cancelar todas mis próximas
sesiones fotográficas, y sólo eso debería decirme algo.
Prácticamente me estaba enterrando con el trabajo cuando tenía
una esposa en casa que realmente me necesitaba. Debería haber
estado aquí con ella. Si hubiera estado, mi madre no habría tenido
el poder de jugar sus retorcidos juegos mentales con ella.

¿Estoy enfadado con mi madre? Sí. Pero estoy más enfadado


conmigo mismo. Lo sé muy bien. Sé exactamente cómo opera mi
madre, y sabía todo el tiempo que no le importaba Ember.
¿Realmente pensé que la trataría con alguna compasión o
respeto?

Puedo quedarme aquí todo lo que quiera y enfurecerme con ella,


pero Louisa Davenport nunca va a cambiar sus hábitos, y yo no
quería enfrentarme a la verdad. Debería habernos mudado a
nuestra propia casa de inmediato, pero si soy sincero conmigo
mismo, estaba demasiado ocupado con... conmigo. Y no quería
toda la responsabilidad de Ember sobre mis hombros.

Sí, había sido un maldito.

No me extraña que me dejara.

Lo más triste de todo es que ella eligió a ese asesino enfermo antes
que a mí... lo que realmente demuestra cuánto le fallé.

Un golpe en la puerta me saca de mi autodesprecio.


—¿Christopher? —Marissa abre la puerta del dormitorio y se
asoma al interior.

—No tengo tiempo para esto —digo con brusquedad, viendo


directamente a través de esta mujer también. Supongo que mi
madre también la utilizó para joder a Ember—. Es conveniente
que vengas aquí justo después de que le dijera a mi madre que
prácticamente se fuera a la mierda. No me hagas hacer lo mismo
contigo.

Da un paso hacia el interior y levanta las manos como si no


quisiera hacer daño.

—Sí, Louisa me pidió que subiera aquí para intentar hacerte


entrar en razón.

—No te molestes. —La miro con desprecio mientras alcanzo un


bolso y empiezo a tirar la ropa en él—. Esperaba algo mejor de ti,
Marissa. No sé por qué lo esperaba, pero lo hice.

—No he subido aquí para cumplir sus órdenes —dice mientras


entra de lleno en la habitación y cierra la puerta tras de sí—. Pero
creo que deberías hacer una pausa y pensar en esto. Siempre has
sido impulsivo...

—No te quedes ahí y actúes como si me conocieras —interrumpí


sin molestarme en mirar hacia ella—. Intenté ser amable contigo.
Intenté ser... sensible, considerando que tú también eras una
víctima inocente en todo esto. Pero no estoy ciego. Sé que querías
a Ember fuera de la escena tanto como mi madre.

—¿Me culpas?

—Actúas como si tú y yo estuviéramos comprometidos o algo así.


Estábamos saliendo. Fue mucho más casual de lo que haces
parecer.
—Ahora estás siendo mezquino —dice mientras camina a mi
alrededor para estar en mi línea de visión—. Y no me merezco eso.

—¿No? —pregunto, mirándola con una ceja levantada—. ¿De


verdad? Tú y mi madre han estado confabulados desde el
principio. El ejemplo perfecto es ahora mismo. ¿Por qué estás
aquí? Déjame adivinar. Mi madre te llamó y te dijo que vinieras
corriendo para estar a mi lado. Para tratar de consolarme y
también para decirme que estoy mejor sin ese “chiflada”. Y déjame
adivinar también, que cuando mi madre te dice que saltes, tú
siempre respondes con un ¡qué tan alto!

Ella respira profundamente, sus hombros suben y bajan.

—Sí, tienes razón. Pero...

—No quiero oír nada más —digo con toda la calma que puedo,
pero no hay mucha más contención en mí, así que sé que sueno
cortante y enfadado.

¿Y a quién diablos le importa cómo suena?

Estoy enfadado.

—Bien, lo entiendo. Tú y yo hemos terminado, y lo que teníamos


se acabó. —Se mira los pies—. Pero quería subir aquí y decirte
que no tuve nada que ver con ayudar a traer a ese tal Richard. No
sabía que tu madre estaba haciendo eso. Me enteré ahora mismo
cuando me contó lo que pasó y por qué lo hizo. —Vuelve a respirar
profundamente—. Sé que estás enfadado con ella, pero debes
saber que hizo todo esto porque te ama. Sólo quiere lo mejor para
ti.

—Ella no sabe lo que es el amor, y no voy a tener esta


conversación contigo. Así que, si no te importa, vete.
—Christopher, no quiero irme de aquí contigo pensando que
ayudé a Ember a irse. Puede que haya estado del lado de tu
madre, y sí quería que ella.... Bueno, yo no ayude con esto.

Sigo mirándola con escepticismo, sin estar seguro de creer una


palabra de lo que dice. Fui demasiado amable al tratar con ella. Mi
propia culpa y mi personalidad complaciente con la gente se
interpusieron en el camino para pensar en Ember. No debería
haber tomado una bebida con Marissa en Los Angeles, por muy
inocente que fuera en mi mente.

Y, en realidad, es exactamente por lo que estoy aquí ahora,


preguntándome dónde diablos está mi esposa.

No puse a Ember en primer lugar.

Sus sentimientos, su curación, su adaptación a una nueva forma


de vida deberían haber sido mi prioridad número uno, y
simplemente no lo fueron. Y ahora estoy enfrentando las
consecuencias de eso.

—Lo digo en serio —dice—. No me gustaba Ember. Quería que se


fuera. Pero no que se fuera de verdad. No así.

Realmente no importa si le creo o no en este punto. Necesito irme.


Necesito ir a buscar a mi esposa. Y necesito alejarme de esta vida
tóxica por mi propio bienestar. Sólo espero por Dios que pueda
encontrar a Ember y, cuando lo haga, que no me rechace.

Concentro mi atención en doblar una camiseta para hacer la


maleta.

—Te deseo suerte en el futuro.

—Entonces, ¿realmente vas a ir? ¿Realmente crees que puedes


encontrarlos? Si la policía no puede, ¿qué te hace pensar que
puedes?
—Voy a intentarlo —digo—. Se lo debo a Ember, y no podré vivir
conmigo mismo si no lo hago. Se merece que alguien luche por
ella, que es algo que debería haber hecho todo el tiempo.
5
La caminata hasta un destino desconocido desde donde nos dejó
el avión era brutal. La maleza era espesa, los senderos
inexistentes y la pendiente tan pronunciada que a veces tenía que
usar las manos para subir. Por primera vez desde que llevaba
zapatos, me alegré mucho de tenerlos puestos durante la
caminata.

No tenía ni idea de adónde me llevaban Papá Rich y


Espantapájaros, pero no iba a preguntar. Sabía que estábamos de
vuelta en Nevada o tal vez en California, simplemente porque
reconocía el terreno... los árboles, las plantas... y basándome en lo
largo que era el vuelo. Tenía sentido que volviéramos al terreno de
Papá Rich y Espantapájaros, pero esta vez no era el desierto.
Estábamos en las montañas, y en base a las crestas y acantilados
alrededor, la elevación era elevada.

El viaje en avión había sido tranquilo. Ninguno de los dos me


habló, sino que mantuvieron su conversación para sí mismos. Me
di cuenta de que Papá Rich estaba decepcionado conmigo por la
forma en que evitaba el contacto visual, y Espantapájaros estaba
engreído, como si supiera que había tenido razón todo el tiempo, y
ahora estaba ayudando a limpiar el desastre.

El silencio fue un castigo mucho mayor que si hubiera gritado.


Quemé su ciudad, y por eso, me siento culpable. Sé por qué
Christopher y yo lo hicimos, pero eso no quita el hecho de que era
nuestro hogar. Y ahora, por mi culpa, Papá Rich no tiene casa.
—Tengo que reconocerlo —dice Papá Rich, sin aliento—. Elegiste
un lugar que es seguro. Ningún hombre en su sano juicio haría
esta escalada para encontrarnos.

Espantapájaros resopla, de alguna manera parece que sube la


montaña con más facilidad que Papá Rich y yo, y teniendo en
cuenta que sólo tiene una pierna y muletas, la hazaña es
definitivamente impresionante.

Cuando llegamos a la cima de la montaña, Espantapájaros utiliza


su muleta para señalar una iglesia en ruinas... pero aún en pie...
al borde de un acantilado.

—Ahí está, Ember —dice—. Tu nuevo hogar.

Me limpio las manos y me quito las espinas que tengo clavadas en


las palmas.

—Está muy alto aquí —me digo más a mí misma que a nadie. Las
nubes más bajas nos rodean, llenando de humedad mis agotados
pulmones.

—Fueron inteligentes en su día. La gente construyó esta iglesia en


esta cresta para vigilar a los indios. Puedes mirar abajo y ver
kilómetros, y como acabas de ver en nuestra caminata, no es fácil
llegar aquí. Les dio ventaja contra los invasores, al igual que hará
lo mismo con nosotros.

—¿La gente vivía aquí? —Veo una vieja iglesia, un retrete y parece
que hay señales de casas de hace mucho tiempo, aunque las
estructuras no están en pie y no son más que un montón de
escombros.

Me recuerda a Hallelujah Junction simplemente en el hecho de


que hay signos del pasado, de una civilización que estuvo aquí, y
susurros de los fantasmas de los colonos. Pero a diferencia de
Hallelujah Junction, no queda un pueblo completo. Si alguna vez
lo hubo, la madre naturaleza lo destruyó.
—Construyeron una iglesia muy bonita —dice Espantapájaros,
secándose el sudor de la frente—. Y es un buen hogar para mí y
mis esposas.

¿Esposas? Espantapájaros no estaba casado cuando vivía en


Hallelujah Junction. Y dijo esposas, en plural. Todavía recuerdo
cómo quería casarse conmigo. Quería que Papá Rich le encontrara
una esposa también. ¿De verdad había encontrado dos?

—Vamos, instalémonos antes de que anochezca —dice finalmente


Papá Rich, cuya respiración se normaliza rápidamente.

Seguimos a Espantapájaros mientras cojea hacia la capilla blanca


que me recuerda a la escuela en la que pasé la mayor parte de mi
vida con mi gata en Hallelujah Junction. Parece que fue hace toda
una vida y, sin embargo, al mismo tiempo, parece que el tiempo se
ha detenido. He vuelto al punto de partida. Estoy en un antiguo
pueblo de colonos. Estoy con Papá Rich y Espantapájaros. Y me
estoy escondiendo del resto del mundo una vez más.

—No es gran cosa —dice Espantapájaros cuando nos acercamos a


la puerta de la capilla— pero mis esposas la están arreglando muy
bien.

Abre la puerta blanca y desconchada, y dos mujeres con los ojos


muy abiertos se vuelven hacia nosotros. Se acobardan, y no puedo
decir si es porque piensan que somos invasores, o si es
simplemente la forma en que responden al ver que Espantapájaros
vuelve a casa.

No puedo decir que las culpe por ninguna de las dos cosas.

Observo la sala mientras entramos. Mucho de esta capilla me


recuerda a la vieja escuela que una vez amé. El olor a almizcle, el
frío en el aire y la sensación de antigüedad. Casi puedo oír los
susurros de los fantasmas que aún acechan en las sombras, y eso
me lleva a un lugar que no sabía que echaba de menos.
Los viejos bancos han desaparecido, y en su lugar hay una vieja
mesa de madera, cuatro robustas sillas que la acompañan y una
mecedora cercana. En la esquina más alejada de la habitación,
donde habría estado el altar, hay una cocina de campaña
conectada a un pequeño tanque de propano. También hay un
agujero creado en el techo; debajo de él hay un pozo de fuego que
tiene una olla de hierro fundido colgando. Una lona verde está
siendo utilizada para tratar de proteger algo del viento que entra
por el agujero, pero no demasiado, ya que el agujero fue
claramente creado para la ventilación del fuego.

Hay partes de la iglesia abierta que están separadas por cortinas


colgantes y hechas jirones. Supongo que son las habitaciones de
las esposas. ¿Tal vez Espantapájaros tiene un espacio privado? No
tengo ni idea de cómo funcionan los arreglos para dormir teniendo
varias esposas, y no puedo ver detrás de las cortinas para saber
cuántas camas hay, si es que hay alguna.

También hay una línea de ropa que va desde un extremo de la


habitación hasta un poste donde cuelgan otros vestidos, algo de
ropa interior y unos jeans para Espantapájaros. Es evidente que
las mujeres se han esforzado por mantener el lugar organizado y
lo más hogareño posible, teniendo en cuenta las circunstancias.
Incluso parece que se está trabajando en el inicio de una especie
de chimenea. Veo un montón de piedra y un cubo de barro cerca
del agujero. Es una decisión acertada, teniendo en cuenta que se
acerca el invierno y que un agujero bastante grande en la capilla
hará que el espacio vital sea frío.

—Esta es la Esposa Número Uno y la Esposa Número Dos —me


dice Espantapájaros.

Me doy cuenta de que Papá Rich se quita la chaqueta, deja las


maletas y no presta atención a las presentaciones. Obviamente ya
sabe quiénes son estas mujeres, o no le importa.

—Esposas, esta es Ember. Va a ser la Esposa Número Tres.


Mi corazón se detiene y hago contacto visual con Papá Rich, que
levanta la vista al escuchar la declaración de Espantapájaros. Sus
ojos lo dicen todo. Está de acuerdo con que me case con él. Me dio
la oportunidad de casarme con otra persona, y ya sabemos cómo
terminó.

Pero no quiero casarme con Espantapájaros.

¡Estoy casada con Christopher!

Aunque no esté físicamente con Christopher, seguro que nuestros


votos matrimoniales significan algo. ¿Cómo puede Papá Rich
querer que vaya en contra de mis votos dichos bajo Dios? Si eso
no es un pecado, entonces no sé lo que es. E incluso si quiere
negar que Christopher y yo estemos realmente casados... como
hizo Louisa... ¿cómo puede pensar que Espantapájaros es un
buen partido para mí? Sobre todo porque ya tiene dos esposas.

Pero también sé que no es el momento de discutir. No estoy


segura de que pueda volver a hablar libremente con Papá Rich,
pero sé que ahora es demasiado pronto. Todavía no puedo leer su
ira. Todo lo que veo es decepción e incluso tristeza en sus rasgos,
pero algo me dice que está al borde de lo que podría convertirse en
pura rabia si se le presiona de la manera correcta.

Dirijo mi atención a las dos mujeres a las que Espantapájaros aún


no ha llamado por su nombre. Ambas tienen el cabello castaño y
rizado, trenzado en la espalda. Llevan vestidos de flores
desgastados y desteñidos que les llegan a los tobillos y que me
recuerdan a los que yo llevé una vez en Hallelujah Junction. Las
dos están descalzas y, de repente, mis zapatos se sienten muy
extraños, fuera de lugar, y me aprietan mucho los pies.

—¿Dónde está la cena? —pregunta Espantapájaros.

La Esposa Número Uno mira a la Esposa Número Dos, y esta vez


no se puede negar el miedo en sus ojos.
—No sabíamos que volvías hoy —dice la Esposa Número no en voz
baja.

—Hubiéramos tenido la cena preparada, pero estábamos tratando


de racionar la comida hasta tu regreso —añade la Esposa Número
Dos, retorciéndose las manos delante de ella mientras se niega a
mirar a Espantapájaros a los ojos.

Las esposas parecen cercanas en edad y apariencia. ¿Serán


hermanas? Independientemente de su relación, ambas responden
a Espantapájaros de la misma manera. Me dan ganas de
intervenir y ofrecer ayuda de alguna manera. Tal vez pueda
sugerir que haga la cena y desviar algo de la tensión en la
habitación. Pero antes de que pueda decir o hacer nada,
Espantapájaros agarra a la esposa número dos por el brazo y la
lleva hasta la mesa y las sillas.

—Agáchate, levántate el vestido, bájate las bragas —dice mientras


empieza a desabrocharse el cinturón.

Veo que le tiemblan los labios, pero rápidamente cumple su orden


como sólo lo haría una esposa con experiencia en castigos. No
puedo evitar mirar a Papá Rich y preguntarme si soy la siguiente.
¿Está guardando mi castigo para cuando esté más asentado? Ha
pasado mucho tiempo desde que sentí el golpe del cuero en mi piel
desnuda, pero no tanto como para que mi corazón no salte y mis
rodillas se debiliten en anticipación.

—Sabes que me gusta llegar a casa con la comida hecha y la casa


limpia —empieza a sermonear Espantapájaros mientras dobla el
cuero en su mano.

La Esposa Número Dos está inclinada sobre la mesa y su trasero


desnudo está a la vista de todos. Está claro que a Espantapájaros
no le importa la discreción ni quién ve la desnudez de su esposa,
ni le importa que estemos a punto de ver cómo la azota.
—Si no cumples mis expectativas, habrá consecuencias —dice
mientras baja el cinturón sobre su carne.

Ella grita pero se mantiene en su posición, apretando la mesa a


ambos lados con sus pequeños puños. Su hermana-esposa se
mantiene estoicamente cerca, sin más emoción en su rostro que
un ligero parpadeo con cada golpe que se da en rápida sucesión.

Espantapájaros no tiene piedad y hace llover el cuero sobre ella


una y otra vez. Cada golpe es más fuerte que el anterior, y ya veo
los furiosos latigazos rojos que seguramente le causarán
moretones. La esposa número dos se mantiene en su posición y,
aunque grita, no intenta echarse atrás para protegerse.

Ella lo sabe mejor.

Es obvio que lo sabe.

Sólo puedo permanecer de pie y observar impotente. Conozco a


estos dos hombres en esta habitación. Si trato de detenerlo, sólo
significará más azotes para la Esposa Número Dos, y unos para
mí también. No puedo razonar con la locura, y eso es exactamente
lo que Espantapájaros es.

Esto es locura.

La más profunda, oscura, cruel y vil forma de locura.

Cuando Espantapájaros termina por fin la paliza, se aparta, se


pone el cinturón en su sitio y se dirige cojeando hacia la Esposa
Número Uno. Inhalo fuertemente y cierro los ojos.

Ella es la siguiente.

Abro los ojos en el momento en que le agarra un puñado de


cabello, le echa la cabeza hacia atrás y le dice:

—Ahora prepáranos la cena y no vuelvas a hacer eso o la esposa


número dos pagará por tus transgresiones una vez más.
Ella asiente y se apresura a la estación de cocina improvisada que
tiene y comienza a buscar en bolsas de arpillera lo que parecen
ser patatas y zanahorias casi podridas.

La Esposa Número Dos se levanta y se arregla el vestido mientras


se seca las lágrimas del rostro. No mira a nadie a los ojos, sino
que se acerca a la esposa número uno y la ayuda a preparar la
cena.

Sin saber qué más hacer, yo también me acerco, tomo una patata
y un cuchillo y empiezo a cortar lo podrido. Tragándome el miedo
inminente, me ocupo del ahora.

Todo lo que tengo es el ahora.


6
Puedo oír a Papá Rich y a Espantapájaros hablando al otro lado de
la puerta mientras fuman su pipa y beben de un vaso de lata lleno
de whisky barato, que por supuesto no ofrecieron a ninguna de las
esposas. También se comieron la mayor parte de la cena que
habíamos preparado, aunque no me importó lo más mínimo. Mi
estómago sigue siendo una bola de nervios, y no estoy segura de
haber podido aguantar mucho más que el par de bocados que me
sirvieron en el plato.

—Tenemos que salir mañana a primera hora —dice Papá Rich—.


Sé que acabamos de llegar, pero no me gusta que el piloto sepa
nuestra ubicación general. Podría decirle a la policía dónde
estamos.

—No, se quedará callado. Se meterá en un montón de problemas


si admite haber ayudado a fugitivos buscados a cruzar las
fronteras del estado —responde Espantapájaros.

—¿Y Louisa Davenport? ¿Y si cede ante el interrogatorio de su


hijo? Puedo ver que eso ocurre.

—Esa perra rica también va a mantener la boca cerrada. ¿Crees


que quiere que se sepa que nos ayudó a escapar? No sólo a
escapar, sino que nos dio fondos que nos permitirán pasar el
invierno —incita Espantapájaros.
—Aún así... no me siento cómodo con el hecho. Y aunque nos
hayamos mantenido alejados de las autoridades hasta ahora, van
a intensificar su búsqueda ahora que tenemos a Ember. Nevada
no es segura para nosotros en ningún sitio. Peinarán cada
centímetro de estas montañas y desiertos, y lo sabes.

—Esto es remoto.

—No lo suficientemente remoto para mi gusto.

Hay una larga pausa, pero finalmente Espantapájaros dice:

—Entonces, ¿sigues pensando en Wyoming?

—Sí —dice Papá Rich—. Montana es una opción, pero un


compañero de los Rangers me habló una vez de un pueblo muy
antiguo y desolado en las montañas. Estará en malas condiciones,
pero nada que no podamos manejar.

—¿Y estás seguro de que podemos encontrarlo? No me gusta la


idea de hacer que mis esposas viajen a través de un estado
enorme para buscar un pueblo que tal vez podamos encontrar o
no.

—Por eso me gustaría sugerir una idea que he estado


meditando —dice Papá Rich mientras lo oigo inhalar
profundamente de la pipa que está fumando—. Digo que tú y yo
nos vayamos por ahora. Pronto será invierno y, por el aspecto del
cielo, se avecina una tormenta. Hemos traído muchas provisiones
para que las mujeres vivan mientras nosotros no estamos. La
nieve que traerá la tormenta las mantendrá... seguras en este
lugar hasta que regresemos. Iremos a explorar la zona,
encontraremos nuestro nuevo hogar, y luego volveremos a buscar
a tus esposas para empezar un nuevo asentamiento.

—No estoy seguro de cómo me siento al dejar a las mujeres solas


aquí. Los inviernos son brutales.
—Lo entiendo —dice Papá Rich—. Pero sé que Ember sabe
sobrevivir muy bien. Le he enseñado bien. También estoy seguro
de que tus esposas saben arreglárselas. Y creo que tú y yo
tenemos más posibilidades de comprar ese camión que vimos y
salir por nuestra cuenta. Que Ember esté con nosotros podría
llamar más la atención.

—La última vez que dejaste a Ember desatendida, quemó un


pueblo entero. ¿Realmente crees que podemos confiar en ella?

—Ella ha aprendido de sus errores, o no habría venido con


nosotros. No tuvimos que atarla y arrastrarla hasta aquí. Además,
tienes a tus dos esposas para cuidarla. Sabes muy bien que esas
mujeres no se atreverían a enfadarte haciendo algo tan tonto como
intentar marcharse. ¿Adónde irían? ¿Qué harían?

—Tienes puntos válidos —dice Espantapájaros lentamente. Hay


un largo momento de silencio y luego añade— Será mejor que nos
pongamos en marcha al amanecer. No quiero bajar la montaña
con la nieve y la lluvia.

—No creo que a mi Esposo le guste que espíes su


conversación —dice una voz detrás de mí, sorprendiéndome
mientras giro para mirar a mi acusadora.

—Yo...

La Esposa Número Uno me hace un gesto para que la siga, con


miedo en los ojos mientras mira la puerta, esperando que se abra
en cualquier momento.

—Es que no quiero que recibas la ira de mi Esposo.

La sigo hasta donde la Esposa Número Dos está trabajando en la


construcción del pozo de fuego con la piedra de río y el cubo de
arcilla.
—¿Puedo ayudar? —pregunto, agradecida de que la Esposa
Número Uno sólo intente ayudar en lugar de meterme en
problemas diciéndole a Espantapájaros y a Papá Rich que
prácticamente tenía la oreja pegada a la puerta.

—Pronto llegará la nieve —dice la Esposa Número Dos, sin


mirarme mientras sigue construyendo—. Si no arreglamos este
agujero con una chimenea, nos vamos a congelar. —Señala las
rocas—. Si me pasas una a la vez, aplicaré la arcilla. Así me
muevo más rápido.

Me apresuro a su lado, agradecida por tener algo que hacer y


también por una forma de ayudar a demostrar mi valía. Seguro
que se preguntan quién soy y por qué estoy aquí.

—Soy Ember —empiezo mientras le doy una piedra—. Richard es


mi... padre.

—Sabemos quién eres —dice la Esposa Número Uno desde atrás


de mí—. Espantapájaros nos habló de ti y de lo que hiciste... a
Hallelujah Junction.

Me paralizo, asustada de mirar por encima del hombro a la mujer


por miedo al juicio que vería en sus ojos. Me pregunto qué deben
pensar, teniendo a una pirómana bajo su techo.

—Me llamo Holly —dice la Esposa Número Uno—. Y ella es Violet.

—Somos hermanas —añade Violet—. Mi padre prometió nuestra


mano en matrimonio a Espantapájaros no hace mucho tiempo,
que es como hemos venido aquí.

¿Qué clase de padre haría algo tan vil y cruel? Una mirada a
Espantapájaros lo dice todo... no tiene madera de esposo. Es
simplemente... repugnante.

Aunque... ¿no es eso exactamente lo que está haciendo mi propio


padre? ¿Casarme con una criatura enferma?
—Soy la Esposa Número Uno —dice Holly—. Soy la mayor, y mi
hermana es la Esposa Número Dos.

Hace la afirmación como si fuera algo completamente ordinario y


yo no encontrara esta información chocante en lo más mínimo.

—Parece que vas a ser la Esposa Número Tres —dice Violet. Deja
de aplicar la arcilla a la roca y mira a Holly—. ¿Cuál crees que
será su propósito?

—¿Propósito? —pregunto.

Violet me mira y sonríe, pero luego su rostro se vuelve sombrío


con la misma rapidez.

—El propósito de Holly es dar placer a Espantapájaros. Ella es la


encargada de cumplir con su deber de esposa en el...
dormitorio. —Violet vuelve a su arcilla y alcanza la piedra que está
en mi mano—. Mi deber es pagar tanto las indiscreciones de mi
hermana como las mías. Soy la extra, la suplente.

Mis pensamientos se remontan a los azotes que recibió por no


tener la cena preparada.

Se encoge de hombros.

—Creo que Holly lo tiene mucho peor.

Entonces me imagino a Holly intimando... sin duda en contra de


su voluntad... con Espantapájaros. La bilis que me sube al fondo
de la garganta me hace estar totalmente de acuerdo con Violet.
Holly lo tiene mucho peor. Aceptaría una paliza diaria con un
cinturón antes que tener que acostarse con Espantapájaros.

—No sé cuál será su propósito —dice Holly—. Pero le damos la


bienvenida como hermana-esposa.

—Gracias —digo, aunque no me siento muy agradecida. No quiero


casarme con Espantapájaros. No quiero tener un propósito.
—¿Richard es tu única familia? —pregunta Violet.

Hago una pausa al no saber qué decir. Christopher... era mi


familia, pero supongo que tengo que aceptar que todo cambió
cuando me subí al avión y dejé Nueva York.

—Sí —respondo, lo que me hace sentir que de alguna manera


estoy traicionando a Christopher.

—Nosotras también sólo teníamos a nuestro Pa —dice Violet—.


Nuestra madre murió cuando éramos muy jóvenes. Estábamos los
tres solos viviendo fuera de la red. Pa no creía en la sociedad.

—Lo entiendo. —Lo cual hago, considerando que Papá Rich es


exactamente igual.

—Conoció a Espantapájaros hace años —añade Violet—. Solían


comerciar.

—Hasta que nuestro Pa nos comercializó —interrumpe Holly, el


veneno en su voz es claro—. Y ahora tienes el placer de ser
también la esposa de Espantapájaros. Felicidades.

Antes de que pueda emocionarme con la idea, Espantapájaros y


Papá Rich entran en la capilla.

—Muy bien, mujeres. Hemos tomado una decisión —anuncia


Espantapájaros mientras el fuerte golpeteo de sus muletas sobre
el suelo de madera parece amplificar su voz—. Voy a casarme con
Ember aquí y ahora. No tenemos tiempo que perder, ya que
mañana nos iremos con las primeras luces del día a buscar un
nuevo hogar. —Me mira fijamente—. La presencia de Ember ha
hecho que nuestra situación actual sea más precaria y, por lo
tanto, no nos parece prudente quedarnos aquí. Además, creo que
Dios me ha hablado y me ha dicho que nuestro viaje a Wyoming
es bueno.
Holly y Violet asienten obedientemente. No cuestionan, no
discuten y no muestran ninguna emoción más que su completa
sumisión.

Considero la posibilidad de hablar, pero mi boca permanece


cerrada.

—Vamos —dice Espantapájaros mientras se acerca a una cruz de


madera en la pared—. Este es un lugar tan bueno como cualquier
otro.

Lanzo una última mirada a Papá Rich, rogándole en silencio que


ponga fin a esto. Pero en lugar de eso, sigue a Espantapájaros
hasta la cruz, lo que me dice todo lo que necesito saber.

El día de mi boda es hoy. Ahora mismo. No hay escapatoria.


7
—Señor, bendícenos en este día —comienza Papá Rich. Está
leyendo de un papel que Espantapájaros ha escrito para él. Está
recitando las mismas palabras que Espantapájaros pronunció al
casarnos a Christopher y a mí—. El hermano Espantapájaros y la
hermana Ember se presentan ante el Todopoderoso para ser
coronados bajo la unión del matrimonio.

Mira a Espantapájaros, que está apoyado en su muleta, haciendo


equilibrio sobre su única pierna mientras la paja sucia cae de su
otra pierna del pantalón.

—Entrego a esta mujer... mi hija... al hermano Espantapájaros en


este día con la bendición de Dios —dice Papá Rich—. También
pido perdón a Dios por mis fechorías y por prometer su mano a
otro. Fui tentado por el diablo y espero enmendar el mal ahora.

Papá Rich levanta los brazos hacia el techo de la capilla,


convertida ahora en mi nuevo hogar, y veo las manchas de sudor
bajo sus axilas, que me recuerdan al hombre con el que estoy a
punto de casarme. No necesito mirar a Espantapájaros para saber
que está frente a mí. Puedo oír su pesada respiración. Puedo
percibir su horrible olor a sudor corporal y a cebolla.

Miro a mi izquierda y veo que Holly y Violet lo observan con una


profunda tristeza en sus ojos. Me pregunto qué estarán pensando.
¿Estarán tristes por mí? ¿Estarán tristes por ellas mismas? ¿Por
qué están tan tristes... aparte del hecho de que todas vamos a ser
esposas del hombre más asqueroso y putrefacto posible? ¿Se
convertirán estas mujeres en mis amigas o en mis enemigas? ¿Me
querrán o me odiarán? Tal vez no quieran compartir a su esposo
conmigo, aunque yo no quiera casarme, para empezar. Tal vez
traten de echarme por la puerta como hizo Louisa en Nueva York.

Tal vez nunca me acepten.

Tal vez el destino del fantasma de Hallelujah Junction sea estar


sola para siempre.

Y sin embargo... sola sería mejor que lo que está sucediendo


ahora.

Me voy a casar con Espantapájaros.

No tengo otra opción. Ahora no. Nunca.

Esta es mi vida.

Papá Rich vuelve a mirar el papel y lee:

—Ahora no sentirás la lluvia, porque cada uno de ustedes será un


refugio para el otro. Ahora no sentirás frío, porque cada uno de
ustedes será el calor del otro. Ahora no habrá soledad, porque
cada uno de ustedes será un compañero para el otro. Ahora son
dos personas, pero sólo hay una vida ante ustedes. Que la belleza
los rodee a ambos en el viaje que tienen por delante y a lo largo de
todos los años. Que la felicidad los acompañe y que sus días
juntos sean buenos y largos sobre la tierra. Que ambos caminen
bajo Dios como siervos obedientes. Honramos al fuego y pedimos
que nuestra unión sea cálida y brille con amor en nuestros
corazones. Honramos al viento y pedimos que naveguemos por la
vida seguros y tranquilos como en los brazos de nuestro Padre.
Honramos al agua para que limpie y calme nuestra relación, para
que nunca tenga sed de amor. Con todas las fuerzas del universo
que has creado, te pedimos que haya armonía mientras crecemos
juntos para siempre. Amén.

Es palabra por palabra del día de mi boda con Christopher.

Christopher... mi esposo.

Mi antiguo esposo.

Ya no. Nunca más. Adiós, Christopher.

Espantapájaros y Papá Rich dicen:

—Amén —pero yo apenas si puedo decir la palabra, ya que siento


que mi garganta se está cerrando.

Mi corazón se rompe, porque realmente creí que Christopher y yo


estaríamos casados para toda la vida. Dimos nuestros votos.
Dijimos las palabras.

Pero entonces, me recuerdo a mí misma que él fue obligado a


casarse conmigo. Fue obligado a amarme. Fue obligado a cuidar
de mí después de nuestro rescate. Fue forzado en todos los
aspectos. No se casó conmigo por su propia voluntad, y aunque
dijo que me cuidaría después de ser rescatados... ¿realmente tuvo
opción? No. Yo también lo forcé.

Forzado.

Este es mi castigo por mi parte en su cautiverio. Esta es la forma


en que Dios corrige nuestros pecados.

Tengo que casarme con Espantapájaros.

Papá Rich abre sus manos ante nosotros, y descansando en su


palma hay dos bandas de oro. Yo tomo el más grande, y
Espantapájaros toma el más pequeño. Es el mismo anillo que
llevaba con Christopher y que Papá Rich me había quitado en el
avión. Están reciclando el anillo. El mismo anillo pero un hombre
diferente.

—Hermano Espantapájaros. —Papá Rich se abre paso entre mis


pensamientos—. ¿Aceptas a la hermana Ember para que sea tu
esposa, para honrarla, cuidarla y caminar juntos bajo la mirada
de Dios como uno solo?

—Acepto —dice con una sonrisa en su rostro que muestra casi


todos los dientes cariados de su boca.

—Hermana Ember —continúa Papá Rich mientras considero la


posibilidad de salir corriendo y saltar desde la cornisa del
acantilado y salir de la miseria que siento y sé que vendrá más—.
¿Aceptas al Hermano Espantapájaros como tu esposo, para
honrar, obedecer y caminar juntos bajo la mirada de Dios como
uno solo?

—Acepto —logro decir de alguna manera. Todavía no estoy segura


de sí es porque la posibilidad de morir cayendo al vacío todavía
está sobre la mesa.

El anillo de oro se desliza en mi dedo, y dejo que las lágrimas que


habían estado amenazando con derramarse caigan en cascada por
mis mejillas.

Al menos tengo el anillo. Me recordará a Christopher. Lo


mantendrá cerca de mí de alguna manera.

Me limpio una lágrima. ¿Pero es eso lo que quiero? ¿Quiero un


recordatorio constante de lo que tuve pero que nunca me
perteneció de verdad para empezar?

—Los declaro marido y mujer. Puedes besar a tu novia.

Corre al acantilado ahora.

Corre y salta.
¡Corre y salta!

La muerte es mejor que...

Espantapájaros se inclina hacia adelante y presiona sus labios


agrietados y costrosos contra los míos. El beso es breve, pero no lo
suficiente. Casi vomito, pero antes de que lo haga, se aparta
misericordiosamente, golpea el suelo con su bastón y suelta un
grito.

—¡Maldita sea, tengo a mi Esposa Número Tres!

—Se hace tarde —dice Papá Rich, actuando como si no acabara de


casar a su hija por segunda vez.

No es gran cosa, ¿verdad?

Solo hay que quitarle la novia a un esposo y hacer que se case con
un segundo.

—Cierto —dice Espantapájaros, estudiándome—. Por respeto a


que Richard está bajo este techo, esperaremos a consumar el
matrimonio cuando regrese.

Sus palabras son como si los ángeles de arriba bajaran volando y


me concedieran su gracia.

Consumar el matrimonio...

Tan solo ese pensamiento....

Gracias a Dios por su decisión.

He sobrevivido a situaciones muy duras, pero no creo que pueda


sobrevivir teniendo a Espantapájaros dentro de mí. No puedo
tener sexo con el hombre. Moriría primero.

—Holly dormirá conmigo esta noche —añade Espantapájaros.


Señala un rincón de la habitación donde cuelga una cortina hecha
jirones—. Ember, esa será tu habitación. Violet te ayudará a
encontrar ropa de cama. No tenemos mucho, pero estoy seguro de
que podrá reunir algo. —Luego mira a Papá Rich—. ¿Seguro que
puedes arreglártelas con tu mochila?

Papá Rich asiente.

—Vamos a dormir un poco. Mañana nos espera un largo viaje.

Violet me toma de la mano.

—Tengo una manta extra de mi cama para ti, y sé que tenemos


algo de paja. —Luego se inclina hacia mí y me susurra al oído—
Cuando se vayan, podemos tomar de la cama de Holly y
Espantapájaros, ya que tienen mantas y almohadas extra para él.
Sé que Holly compartirá.

De alguna manera consigo mover mis pies, que extrañamente se


sienten como si estuvieran flotando. No estoy segura de sí estoy
conmocionada por lo que acaba de ocurrir, si estoy afligida por mi
nueva vida, o si soy... suicida. El pensamiento del acantilado de
afuera aún persiste en mi mente.

El fuerte hedor de la cebolla quemará para siempre mis fosas


nasales, y los votos que hice a Espantapájaros mancharán para
siempre mi lengua.

Cuando Violet y yo estamos detrás de mi cortina de privacidad,


empieza a hacer mi cama.

—Sé que no quieres estar aquí —dice—. No te culpo. —Me mira y


sonríe—. Pero me alegro de que estés aquí. Será agradable tener
algo más de compañía. Es terriblemente solitario aquí arriba en la
montaña.

Intento devolverle la sonrisa, pero mi rostro está congelado por la


miseria. Me pregunto si alguna vez volveré a sonreír.
8
Hace mucho frío. Un frío que rompe los huesos.

No tenemos suficiente leña para pasar la noche a menos que la


usemos con moderación, lo que lamentablemente no es suficiente
para mantener la capilla caliente. Las tres sabíamos que Papá
Rich y Espantapájaros no nos habían dejado suficiente comida
para sobrevivir todo el tiempo que estarían afuera, así que
pasamos los dos días siguientes buscando comida antes de que la
nevada hiciera imposible hacerlo. Lo que luego significó que no
recogimos y cortamos leña como debíamos, ya que algo tenía que
ceder.

Afortunadamente para nosotras, Violet parecía tener buena suerte


cuando se adentraba sola en el bosque. Volvía con una cesta llena
de setas o bayas. Esta mañana salió, insistiendo en ir sola, y
volvió a casa con dos conejos y nos dijo que se los había
encontrado en unas trampas que debía haber puesto
Espantapájaros. Los ojos de Violet brillaban de orgullo, pero no
sonreía.

Ninguna de nosotras sonreía.

La tristeza es su permanente, como lo es la nuestra.

Pero por muy triste que parezca Violet, una dulzura domina todo
lo demás. Un alma tan gentil. Tan amable, generosa en todo lo que
hace, y realmente me he enamorado de ella. Incluso en este corto
tiempo, es imposible no hacerlo. Nunca tuve una hermana, y
ahora... tengo dos.

Holly... aunque amable... es muy diferente en su forma de


interactuar conmigo. Sus características son fuertes, firmes y
decididas, pero todas ellas me reconfortan. Sé que puedo contar
con Holly y su liderazgo. Ella conoce esta montaña. Sabe cómo
funciona, cómo respira. La cima de la montaña tiene un latido, y
su palma es la que está sobre él.

Recoge agujas de pino y rosa mosqueta para hacer tés. Arranca


musgo y ramas de pino y las lleva a la capilla para rellenar todos
los huecos de la madera que permiten la entrada de aire fresco.
También ha colocado recipientes en el exterior para empezar a
recoger agua cuando llegue la tormenta. Se está preparando para
la tormenta, y es obvio que no es su primera vez.

Como hace tanto frío esta noche, todos elegimos hacer nuestras
camas alrededor del fuego en lugar de nuestros respectivos
rincones con las cortinas de privacidad corridas. He llegado a un
punto de comodidad con las mujeres, y me imagino que
pasaremos la mayor parte del invierno que se acerca juntas, con el
fuego dándonos calor en lugar de ocultarnos en la frialdad.

El fuego crepita y oigo la pesada respiración de Holly, dormida


bajo un grueso edredón. Un sueño tranquilo, su recompensa por
el duro trabajo que realiza en el día. El sueño propio empieza a
apoderarse de mí cuando siento el cuerpo de Violet acurrucarse
detrás de mí. Teniendo en cuenta el frío de la habitación, no me
importa el tacto y la necesidad de calor corporal.

—¿Está bien así? —susurra, rodeándome con su brazo.

Asiento, sin saber si es apropiado o no. Pero tengo frío, estoy en el


suelo en medio de la nada, y en este momento no me importa lo
que esté bien o mal. Su toque me reconforta, y claramente el mío
le da lo mismo.
—Te amo, Ember. Dulces sueños —dice mientras acurruca su
rostro en mi cabello.

—Dulces sueños, Violet.

Las dos nos los merecemos.

El piloto tiene suerte de que no lo denuncie. Aunque parece el tipo


de persona que mantiene la cabeza agachada y se limita a ver lo
que quiere ver, siempre y cuando haya un cheque de pago al final.
No me gusta nada el hombre, pero cuando recibió la llamada de
mi madre con la orden de llevarme al mismo lugar en el que dejó a
Richard, accedió. ¿Me ofreció alguna otra información cuando lo
interrogué? No. Pero al menos estaba en el área general. El
hombre tenía que estar cagado de miedo ahora que su idea de
dinero rápido le estaba explotando en la cara.

Aterrizamos en una vieja pista de aterrizaje en un prado rodeado


de pinos y secuoyas hasta donde pude ver. Supongo que la pista
se utilizó en su día... o tal vez se sigue utilizando... para los
bomberos de tierras vírgenes y los helicópteros de combate. Una
vez hice un reportaje sobre los héroes que luchaban contra los
incendios en las montañas, y fuimos a lugares remotos como éste.

—Si realmente estás tan loco como para ir de excursión por las
montañas sin ningún destino en mente, será mejor que
encuentres un refugio o algún lugar pronto —dice el piloto cuando
salgo del avión—. Se avecina una tormenta, y no voy a quedarme
aquí.
—Yo me encargo —digo, agarrando mi mochila, que está
completamente cargada con todas las cosas necesarias para la
supervivencia con las que suelo viajar en los rodajes de destino.

Me muerdo la lengua para no decir lo que realmente quiero decir,


y me alejo sin decir otra palabra. No necesito su preocupación, y
tampoco necesito malgastar mi aliento diciéndole a ese hombre la
mierda que es.

Sólo necesito a mi esposa.

Sin embargo, tiene razón. Se avecina una tormenta. Por suerte,


me he vestido con botas gruesas, ropa impermeable y una
chaqueta de plumón capaz de soportar el ártico. Mi experiencia
como fotógrafo en algunos lugares escarpados y helados me ha
entrenado realmente para esto. Resulta irónico pensar que mi
carrera me llevó a la vida de Ember, luego la ahuyentó, y ahora
me va a ayudar a recuperarla.

Durante el vuelo, estudié los mapas y el terreno, traté de ponerme


en la mente de Richard y Espantapájaros. ¿Adónde irían?
Tendrían que alejarse del avión igual que yo, así que no podrían ir
muy lejos. No pueden tener un auto que los ayude a alejarse.
También tienen a Ember, y aunque está físicamente en forma, no
puede ir muy lejos en estas condiciones. Y aunque tengan tiendas
de campaña, algo dentro de mí grita que intentarían repetir la
historia. Querrían un viejo pueblo minero o, como mínimo, un
refugio de cazadores. Querrían reconstruir otra versión de
Hallelujah Junction. También saben que las autoridades los están
persiguiendo, así que necesitan esconderse. Lo que significa que
dondequiera que estén sería remoto pero en un lugar al que verían
llegar a la gente con una forma de escapar si fueran encontrados.

Una cresta. Un acantilado tal vez. Algún lugar en el que no


puedan circular vehículos para dar ventaja a las autoridades.
Richard elegiría un lugar al que cualquier hombre cuerdo no
querría llegar.
Pero yo no soy un hombre cuerdo. Ya no.

Estoy tan loco como el Sombrerero por culpa de Richard. Y por


eso... ahora tendrá que afrontar mi locura de frente. Él creó esta
bestia dentro de mí. Soy su propia creación y seré su perdición.

Ahora, a cazar mi presa....

—Señor Davenport —me llama el piloto mientras empiezo mi


búsqueda.

Me vuelvo para mirarlo pero no digo nada. Hablar con el hombre


que ayudó a los locos a capturar a Ember no está en lo alto de mi
lista de cosas favoritas.

—Tienes un teléfono satelital, ¿verdad?

Asiento y palmeo mi mochila para mostrar que sí.

—Me retiro de esta situación. Voy a actuar como si no hubiera


conocido a ninguno de ustedes. —Se aclara la garganta—. Pero
voy a hablarle a un colega mío de ti y de que estás aquí afuera. Le
voy a decir que los saque en avión a usted y a esa mujer suya
cuando estén listos.

—Se lo agradecería.

El piloto mira al cielo.

—Pero él no puede volar durante las tormentas o incluso el riesgo


de que venga una. Así que tiene intervalos en los que puede venir
y en los que no. Prepárate para esperar a que pasen las tormentas
si es necesario. Y ese teléfono suyo no funcionará bien o en
absoluto en algunas partes de esta montaña. Especialmente
durante una tormenta. Simplemente, mantente alerta. —Sale del
avión, marcha hacia donde estoy y me entrega una tarjeta con los
datos del otro piloto.
Vuelvo a asentir y giro sobre mis talones para marcharme,
agradecido de tener al menos una salida cuando llegue el
momento.

—Una cosa más —me dice el piloto.

Me vuelvo hacia él, todavía molesto, pero agradeciendo que la


conciencia del hombre esté sacando lo mejor de él.

—Hablaron de una capilla. También hablaron de subir. No sé


dónde exactamente, pero no dejaban de mencionar “arriba” y
“capilla”.

Busco mis mapas y empiezo a mirar todo el terreno y mis notas de


nuevo. ¿Capilla? No hay ningún pueblo cerca de la zona. Estamos
literalmente en medio de la nada. Nada más que cimas de
montañas, crestas, cañones, acantilados y pinos hasta donde
alcanza la vista.

—Tampoco creo que fueran muy lejos de donde aterrizamos.


Llevaban una cantidad de provisiones y bolsos. Estaban
abastecidos pero no tenían nada más que sus espaldas para
llevarlo todo. Es imposible que hayan ido muy lejos con todo ese
peso —añade—. Y uno de los hombres sólo tenía una pierna, así
que no veo cómo eso se prestaría a una caminata intensa.

Doblando el mapa y decidiendo dirigirse hacia la cresta más alta,


digo:

—Agradezco la información añadida.

Recojo mi mochila y miro hacia el cielo. Se avecina una tormenta y


no tengo mucho tiempo para encontrar algún tipo de refugio.
Tengo un saco de dormir que me mantendrá caliente a
temperaturas bajo cero, pero no quiero precisamente probar su
eficacia.
He hecho muchas expediciones fotográficas en mi vida. He
recorrido los senderos más duros, me he sometido a temperaturas
extremas y me he puesto en medio de situaciones peligrosas. Todo
para conseguir las fotos perfectas. Y para ser sincero... me ha
encantado.

Pero esto es diferente. Caminar por esta montaña, sin cámara en


mano, en busca de mi esposa que me fue arrebatada, es cualquier
cosa menos divertida. Sé que soy un experto en supervivencia, si
es necesario, pero realmente no quiero que sea necesario. Por no
mencionar que la última vez que salí a la naturaleza por mi
cuenta, un loco me golpeó en la cabeza, me mantuvo cautivo en
un sótano en un pueblo fantasma, y me obligó a casarme con una
mujer que también fue secuestrada y mantenida cautiva. Se
podría pensar que aprendería de eso.

Camino kilómetros y kilómetros sin destino. Sólo voy “hacia


arriba” y busco cualquier señal de vida. Comienzan a caer
pequeños copos de nieve. Todavía no se quedan pegados, pero sé
que es sólo cuestión de tiempo hasta que lo hagan. Pero no me
rendiré hasta encontrar algo... cualquier cosa... Ember. Encontraré
a Ember.
9
Puedo sentir los ojos sobre mí.

No estoy sola.

—¿Hola? —Llamo—. ¿Hay alguien ahí fuera?

Estoy en la cima de una montaña con la única compañía de las


hermanas que están adentro, pero no estoy sola.

Lo siento en mis huesos.

Alguien me observa mientras recojo leña. Alguien está ahí afuera.

—¿Papá Rich? —Llamo, preguntándome si él y Espantapájaros


nunca se fueron.

Tal vez esto es una prueba. Nos dicen que se van para ver qué
hago. ¿Escaparé? ¿Me llevaré a las hermanas conmigo? ¿Intentaré
quemar la capilla como quemé Hallelujah Junction?

¿Están esperando en el bosque, vigilando todos mis movimientos?

Se fueron con bastante facilidad. Ni siquiera me advirtieron o


amenazaron. Simplemente se fueron... ¿o no?

—¿Qué estás haciendo aquí? —Holly pregunta—. Está


oscureciendo.

—Creo que hay alguien ahí fuera. Observando.


Ella mira hacia el bosque.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Me ha parecido oír algo. Es una sensación que tengo.

Estudia los densos árboles durante unos instantes, luego busca el


montón de madera que tengo en los brazos y toma un poco.

—Realmente tenemos que entrar. Podría ser un puma o un oso


acechándonos.

Mientras nos dirigimos de nuevo a la capilla, miro por encima del


hombro y juro que veo movimiento en la distancia.

—¿Crees que Papá Rich y Espantapájaros se han ido de verdad?

Ella detiene sus pasos por un momento pero luego continúa.

—¿Por qué preguntas eso?

—No lo sé —digo—. Sólo tengo la sensación de que era una


persona la que estaba ahí afuera.

—Se fueron —afirma simplemente.

—Sé que puede parecer una locura, pero realmente siento que
había una persona ahí fuera.

—¿Viste a una persona?

—No.

—Pues entonces.... —Abre la puerta de la capilla y da por


terminada la discusión mientras entramos en el interior.

Paso el resto del día intranquila. El incidente en el bosque no me


ha sentado bien, y la reacción de Holly y Violet ante mi sensación
de que hay alguien ahí afuera no me gusta tampoco. Es casi como
si supieran quien está ahí afuera. Que tienen un secreto que yo no
conozco.

¿Papá Rich y Espantapájaros les dijeron que iban a ponerme a


prueba?

¿Están en el plan para atraparme tratando de escapar?

Nunca he sido bueno leyendo a la gente. Nunca tuve práctica. Y


por mi experiencia más reciente con Louisa Davenport, con el
buen amigo de Christopher atacándome, su ex novia y el circo
mediático... no me fío precisamente de nadie.

Aunque algo dentro de mí me dice que puedo confiar en las


hermanas, lo que hace que sus acciones me resulten extrañas.
¿Qué saben ellas que yo no?

—Entonces, ¿qué te dijo Espantapájaros sobre mí? —pregunto,


pensando si mi voz suena tan sospechosa como me siento.

Violet levanta la vista de su trabajo de albañilería que casi ha


terminado. Su cabeza se inclina ligeramente como si me estuviera
leyendo, pero sin duda está tan desorientada como yo debido a su
situación vital.

—Nos dijo que incendiaste tu casa con un hombre que era tu


esposo. Que huiste para vivir en el mundo del mal. Dijo que fuiste
tentada por el diablo y no pudiste resistir.

—¿Te dijeron algo cuando se fueron? —pregunto.

Violet niega con la cabeza y vuelve a prestar atención a su


chimenea.

—Espantapájaros no me dice mucho.

Miro a Holly, que se encoge de hombros.


—Lo de siempre —dice—. Me advierte que más vale que mantenga
la casa, que más vale que vigile todo, y que más vale que le rece a
Dios que vuelva para encontrar las cosas en orden. —Se acerca a
la mesa y saca de una bolsa unas setas que habíamos recogido
antes para añadirlas al guiso que estamos haciendo—. No me
pidió que te espiara, ni que te pusiera a prueba, ni que me
asegurara de que no quemaras la capilla. Sé que eso es lo que
quiere decir. —Ella levanta la vista dejando de cortar entonces—.
Y aunque lo hubiese hecho, no lo haríamos. Nos gustas, Ember.
Estás en el mismo equipo que nosotras. Confía en eso.

—Es difícil confiar en alguien ya —admito.

—Espantapájaros sí dijo que tu esposo era un mal hombre —dice


Violet.

—No —casi grito—. Christopher es su nombre, y está lejos de ser


un mal hombre. Es una persona genuina, amable y gentil. Es
protector, cariñoso y amoroso. No es malo.

—¿Entonces por qué intentó matar a tu padre? —pregunta Violet.


Su tono no es acusador, sino simplemente curioso.

—No intentamos matarlo cuando iniciamos el fuego. Sólo


queríamos una salida. Christopher estaba cautivo. Estábamos
encadenados y sabíamos que no podríamos ir muy lejos sin que
las autoridades vinieran por nosotros. Papá Rich estaba afuera... o
al menos eso creíamos. —Respiro profundamente y digo la verdad,
aunque me duela—. Papá Rich es el hombre malo. Siempre ha
sido el hombre malo. —Miro a Holly y luego a Violet—. Pero
también lo es Espantapájaros. Ambas lo saben.

—Espantapájaros no es peor que nuestro padre —dice Holly, lo


que me hace sentir triste por las dos chicas.

Nunca han conocido la felicidad y la comodidad. Por lo menos yo


tuve eso por un corto tiempo con Christopher. Aunque mi vida era
un caos en Nueva York, y hubo tantas veces que fui infeliz... tuve
momentos felices. Tuve momentos de amor y afecto. Tuve
esperanza. Tenía mucha esperanza.

Holly y Violet, sin embargo... sólo han tenido oscuridad.

—¿Por qué lo dejaste? —Violet pregunta—. Christopher. Si es un


hombre tan bueno, ¿por qué volver a... esto?

—Por él —admito—. No era justo que me quedara. Él no me eligió.


No merecía que su pesadilla continuara. Hice lo que era mejor, sin
importar lo difícil que fuera.

—Lo siento —dice Violet mientras se levanta para acercarse a mí.


Creo que viene a abrazarme, pero se detiene a mitad de camino,
como si hubiera ido demasiado lejos—. Pero me alegro de que
estés aquí. Podemos formar un hogar. Podemos tener una familia.
Te lo prometo.

Oigo a Holly suspirar y me giro para mirarla mientras dice:

—Centrémonos en sobrevivir a la tormenta. Un día a la vez,


¿recuerdas? Así es como vivimos. Un día a la vez.
10
El golpe de la puerta nos hace saltar a todas. Nos miramos con los
ojos muy abiertos, sin saber qué hacer.

Sintiendo que debo ser yo quien nos defienda, si es necesario,


levanto un atizador y me pongo el dedo en los labios para decirles
a las chicas que se callen.

Otro golpe y un traqueteo de la puerta que, afortunadamente,


hemos cerrado con llave nos hace saltar de nuevo.

Dudo al principio, pero luego me dirijo a la puerta, sin saber quién


podría estar al otro lado. Sujeto el atizador lo suficientemente alto
como para poder derribarlo sobre la cabeza de alguien si es
necesario. O tal vez debería tenerlo en una posición en la que
pudiera apuñalarlos...

O tal vez deberíamos escondernos y esperar que nadie entre.

Otro golpe. Este más fuerte.

¿Es la persona que podría haber jurado que nos estaba


observando? ¿Estaba esperando su momento para atraparnos
cuando menos lo esperáramos? Pero, ¿por qué llamar a la puerta?
¿Por qué no entrar a la fuerza?

Y entonces oigo una voz apagada al otro lado.

—¡Abre! ¡Ember! ¿Estás ahí? ¡Ember!


Otro golpe y luego el traqueteo de la manija.

—¿Christopher? —Abro la puerta, con cautela, insegura.

La nieve se arremolina a su alrededor, la punta de su nariz roja


por el frío, y está tan abrigado, que si no tuviera una relación
estrecha con el hombre, tal vez no hubiera podido reconocerlo.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo? ¿Cómo me has encontrado?

¿Me lo estoy imaginando adelante de mí? ¿Está todo en mi cabeza,


en mis pensamientos?

El frío cortante que golpea mi piel expuesta es lo único que


mantiene mi cordura. Actúa como la bofetada en el rostro que
necesito para permanecer en el presente. Alargo la mano para
asegurarme de que sigo despierta o viva y toco su brazo.

Está aquí. Está realmente aquí.

Permanece congelado en el lugar como si la tormenta lo tuviera


secuestrado.

—Ember —dice mientras se aparta un pañuelo de la boca.

Christopher tiene los ojos muy abiertos, con motas de nieve en las
pestañas. Parece tan sorprendido de verme como yo de verlo a él.

—Tenía miedo de no encontrarte nunca —dice, sin moverse hacia


mí. Es como si una parte de nosotros quisiera arrojarse a los
brazos del otro, pero algo más poderoso nos retiene.

—¿Ember? —Oigo a Holly llamar desde adentro—. ¿Quién está en


la puerta?

Sus palabras parecen liberarme de mi aturdimiento, y agarro el


brazo de Christopher y lo atraigo hacia el interior para sacarlo de
la nieve que se arremolina fuera. La iglesia no es precisamente
cálida, pero es un refugio contra la tormenta.
Me detengo y miro por encima del hombro a dos mujeres con los
ojos muy abiertos que permanecen aterrorizadas junto al fuego.

—Este es Christopher —digo—. Es mi esposo. O... era mi


esposo. —Me relamo los labios, tratando de calmar la sequedad
que hace que mi voz se quiebre.

Miro a Christopher, cuya cabeza gira en mi dirección como si


acabara de darle un puñetazo.

—Soy tu esposo, Ember. Soy tu esposo y he venido a buscarte


para llevarte a casa.

Levanto la mano para decirles en silencio a Holly y a Violet que


todo está bien y luego devuelvo mi mirada a Christopher, que está
escudriñando la habitación con la mandíbula apretada y los ojos
oscurecidos.

—¿Dónde están? —pregunta.

Doy un paso hacia él, aún queriendo arrojarme desesperadamente


a sus brazos y rogarle que no me deje ir nunca. Pero también
puedo ver, por sus puños cerrados y su columna vertebral rígida,
que tiene ganas de enfrentarse.

Está listo para una pelea. Una pelea que ganará.

—Se han ido —digo, esperando que mi respuesta sea todo lo que
necesita para calmar su furia.

—¿Qué quieres decir con que se han ido? —Entonces señala a


Holly y Violet—. ¿Quiénes son?

Holly da un paso protector hacia Violet y rodea con su brazo los


frágiles hombros de su hermana.

—¿Ember? ¿Qué está pasando? —pregunta.


Todas las miradas están puestas en mí, y siento como si fuera la
única persona en la habitación que realmente no tiene ninguna
comprensión de la realidad. No sé qué está pasando. Ni siquiera sé
si esto es real o si, de alguna manera, me he desmoronado
mentalmente y estoy viviendo una realidad alternativa. Es
imposible que Christopher esté aquí en nuestra casa en medio de
la nada.

¿Cómo me encontró?

¿Por qué se molestaría en intentarlo?

—¿Estabas fuera antes, observándonos? —Le pregunto.

La confusión se refleja en su rostro.

—No. He estado caminando todo el día, esperando encontrarte.


Entonces vi el humo de la chimenea y corrí directamente hacia
aquí. Esperaba que fueras tú. Dios, estoy tan feliz de que sea así.

—¿Cómo nos encontraste?

—El mismo piloto que los trajo a ustedes me trajo aquí —dice—. Y
un montón de suerte.

—Arriesgaste tu vida...

—¿Dónde está Richard? —pregunta Christopher, quitándose la


mochila cubierta de nieve y dando más vueltas por la habitación.

—Él y Espantapájaros se fueron a buscarnos un nuevo


hogar —responde Holly por mí. Se lo agradezco, ya que apenas
puedo tragar mi propia saliva, y mucho menos hablar con frases
completas—. No están aquí y no lo estarán durante bastante
tiempo.

Y gracias a Dios por eso. Si hubieran estado aquí, ¿qué habría


pasado? Alguien terminaría herido, tal vez muerto. No hay manera
de que el encuentro de los hombres termine bien. Tengo que sacar
a Christopher de aquí antes de que vuelvan, porque el choque de
titanes sería devastador para todos.

Los ojos de Christopher se estrechan sobre Holly.

—¿Y tú eres?

Holly mira a Violet y luego a él.

—Somos las esposas de Espantapájaros. Vivimos aquí.

Se toma un momento para analizar a las dos mujeres, que están


descalzas junto al fuego, con vestidos florales delgados y
desgastados, y me pregunto si ve a la antigua yo en ellas. ¿Ve el
fantasma de Hallelujah Junction?

Sacude sutilmente la cabeza, luego acorta la distancia entre él y


yo y finalmente me toma en sus brazos. Apretando mi rostro
contra su pecho, me abraza como si nunca pensara dejarme ir.

—Me preocupaba no volver a verte.

Envolviendo mis brazos alrededor de su espalda e inhalando su


aroma característico incluso a través de la humedad de su abrigo,
le susurro:

—Nunca pensé que te volvería a ver.

Él presiona sus labios en la parte superior de mi cabeza.

—¿Por qué? ¿Por qué te fuiste?

—Tuve que hacerlo —es mi única respuesta.

—No, no tenías que hacerlo. No debiste hacerlo. Tú debes estar


conmigo. Somos el uno para el otro.

Quiero discutir y explicarle por qué se equivoca, pero no tengo


energía para luchar contra el momento de euforia que siento
desde la seguridad de sus brazos.
—¿Ember? —Oigo la voz de Violet desde atrás—. ¿Qué pasa? ¿Te
vas?

Rompo el abrazo y veo a una mujer a la que le brillan los ojos y le


tiemblan los labios. No sé cómo responderle, porque no sé qué va
a pasar a continuación.

¿Me voy a ir?

¿Me iré con Christopher?

¿Es tan simple como eso? ¿O es tan difícil como eso?

No lo sé.

No lo sé.

—No creo que deba estar aquí —añade Violet—. Si Espantapájaros


se entera de esto....

—Nadie se va a ir ahora mismo —dice Holly mientras señala la


ventana lateral que deja ver la nieve, que cae más y más fuerte a
cada segundo—. Afuera hay una tormenta que sólo va a empeorar,
y salir por esa puerta significará la muerte.

Christopher busca su mochila y saca un gran teléfono negro.


Pulsa algunos botones y frunce el ceño ante la pantalla. Luego lo
apunta por encima de su cabeza y continúa con el ceño fruncido.

—Necesito llegar a un lugar que no esté entre los árboles para


conseguir una mejor señal.

Al instante pienso en el acantilado que domina el cañón, pero es


imposible que podamos llegar hasta allí con esta tormenta de
forma segura.

—Sé dónde podemos ir, pero no hasta que deje de nevar.

Coloca el teléfono de nuevo en su mochila y vuelve a prestarme


atención.
—¿Dónde ha ido exactamente Richard?

—A Wyoming —respondo, sintiendo una extraña sensación de


traición hacia Papá Rich por haber contado su paradero—.
Esperan poder encontrar un pequeño pueblo minero como
Hallelujah Junction que no está tan en el radar como cualquier
lugar de Nevada o California ahora mismo.

—Espantapájaros se va a enfadar mucho cuando se entere de que


estás aquí —vuelve a decir Violet, con la voz entrecortada mientras
cambia el peso de un pie a otro.

Miro a Violet y luego a Holly. Necesito un momento a solas con


Christopher sin público. Por suerte, Holly se da cuenta de mi
necesidad y mi malestar.

Toma a Violet de la mano y dice:

—Vamos a trabajar más en la chimenea. La nieve está entrando y


nos apagará el guiso si no tenemos cuidado.

Aprovecho para llevarlo a mi rincón de la capilla y correr la cortina


para darnos algo de privacidad visual. Sé que si Holly y Violet
quieren escuchar nuestra conversación, pueden hacerlo, pero al
menos tenemos algo de reclusión. Pero por mucho que
murmuremos, la realidad es que estamos todos en una habitación
sin paredes que nos separen.

—No deberías haber venido —susurro, frotándome los brazos para


intentar calentar mi carne que se ha enfriado.

—¿De verdad creías que no lo haría? —Se da cuenta de que tengo


frío y empieza a frotarme los brazos, y aunque sus manos están
heladas, ofrecen una sensación de calidez y confort.

No sé qué esperaba. Pero, ¿pensé que Christopher sería capaz de


localizarme? ¿Pensé alguna vez que lo volvería a ver?

No. Ni en un millón de años.


—Cuando deje de nevar, nos iremos de aquí —dice.

Sacudo la cabeza.

—No es tan fácil.

—Lo es. Tengo un teléfono por satélite y un piloto en espera.

—Christopher... hay algo que debes saber. —Tengo ganas de


vomitar y me siento en mi jergón de mantas de lana, porque si no
me siento, tengo miedo de derrumbarme.

Se sienta a mi lado, me rodea los hombros con su brazo y me


acerca a su cuerpo.

—Tenemos cosas que resolver. Pero podemos encargarnos de todo


una vez que estemos en un lugar seguro.

—Cuando me fui con Papá Rich y Espantapájaros, nunca pensé


que te volvería a ver —empiezo.

—Soy tu esposo, Ember. No voy a dejar que te vayas tan


fácilmente.

—Pero no estamos casados. En realidad, no. Tu madre tenía razón


cuando dijo eso.

—Que se joda mi madre —estalla—. Sé lo que te hizo. Estaba


jodidamente ciego, y debería haber prestado más atención, y por
eso lo siento. Siento mucho que hayas pasado por todo eso sola.

Lo miro a los ojos.

—¿Sabes que tu madre encontró a Papá Rich?

Asiente mientras su mandíbula se pone rígida.

—Lo sé todo. Fue cruel contigo, intentó joderte la cabeza y trató de


hacerte sentir que estabas perdiendo la cordura. Y aunque nunca
la perdonaré por lo que hizo, estoy más enfadado conmigo mismo.
Estaba tan absorto en tratar de recuperar mi vida. Quería tan
desesperadamente que volviera mi normalidad. Me decía a mí
mismo que era para poder cuidarte y mantenerte, pero eso era
una total mentira. Estaba siendo egoísta y no me centraba en ti.
No te culpo ni un poco por irte. Yo también habría salido
corriendo. —Sonríe y mira por la ventana la nieve que cae—. Lo
que literalmente hiciste.

—Te esforzabas al máximo —le digo—. Y te merecías recuperar tu


vida. Tenías todo el derecho a querer la normalidad. —Libero una
profunda respiración que he estado conteniendo—. Tu madre me
dijo que te tenía cautivo. Que yo era tan culpable como Papá Rich
por secuestrarte...

—Mi madre es una perra egoísta. Lo que te ha hecho es


criminal —interrumpe, con el rostro enrojecido.

—Pero ella tenía razón en muchos aspectos. Te tenía cautivo. No


elegiste casarte conmigo. No era justo esperar que permanecieras
casado y te hicieras cargo de una mujer y de una situación a la
que te veías obligado. Te merecías algo mejor.

—Elegí quedarme contigo —gruñe—. Sí, nuestra situación no es


ideal. No es así como veía mi vida, pero a pesar de todo, en el
momento en que salimos de Hallelujah Junction, supe que estaba
comprometido contigo. Mi esposa. La mujer que amo. —Agarra mi
mano y la aprieta con fuerza—. Y todavía lo siento así. No quiero
que te vayas. No quiero que nos separemos. No quiero mi antigua
vida sin ti en ella. Te quiero, Ember. Necesito que lo entiendas.

—Pero es pedir mucho. No es justo para ti. Deberías haber podido


volver a tu carrera sin una preocupación en el mundo.

Vuelve a asentir.

—Pero debería haber sido algo que hiciéramos juntos. Fui


insensible. Me puse a mí primero. Lo sé, y pienso arreglarlo si me
lo permites. Quiero que nos vayamos de aquí y empecemos de
nuevo. Quiero ser el esposo que te mereces.

Algo me aprieta tanto el corazón que apenas puedo respirar. Me


alejo de Christopher y me escabullo unos metros para tener algo
de espacio. Quiero enterrar mi nariz en su pecho y no afrontar
nunca la realidad, pero también sé que no puedo.

—Me casé con Espantapájaros —suelto.

Me niego a mirar a Christopher después de escupir las palabras,


pero puedo oír su respiración entrecortada.

—No lo entiendo.

Lo miro de reojo y veo la confusión aturdida que se refleja en su


rostro. Estoy muy avergonzada por lo que he hecho, por cómo
hemos llegado a este punto y por lo que me espera en el futuro.
Aunque me alegro de volver a verlo, también me siento desolada
de que tenga que verme así.

Mi verdadera luz.

—Papá Rich me obligó. Dijo que lo que pasó entre tú y yo fue un


error. Que el diablo lo hizo, pero que casarme con Espantapájaros
corregiría el pecado.

—Esto es una locura.

—No sabía qué hacer. Tenía tanto miedo de lo que Papá Rich me
haría por haber quemado Hallelujah Junction. Sentí que estaba
caminando sobre cáscaras de huevo, y... te dejé. Dejé cualquier
oportunidad, cualquier esperanza, para una vida diferente. Mi
realidad estaba aquí. —Señalo a mi alrededor—. Esta es mi vida.
Es lo que mi vida siempre ha sido y lo que siempre será.

Christopher se levanta de su asiento y se eleva sobre mí. Sus ojos


se oscurecen y toda su presencia pasa de ser un hombre que me
ofrece la salvación a un hombre lleno de furia.
—De ninguna manera voy a quedarme quieto y permitir que sigas
con ese hombre. Son unos malditos lunáticos que merecen ser
encerrados de por vida. No me importa lo que te hayan dicho o lo
que te hayan obligado a hacer; ¡No hay una puta manera de que
estés casada con Espantapájaros! ¿Me oyes? —Toda su presencia
se transforma en una criatura casi bestial—. Quemaré el puto
mundo para mantenerte a salvo y junto a mí, empezando por este
lugar.

El sonido de su voz retumbante hace temblar las vigas podridas de


arriba y el polvo se abre paso hacia nosotros.

—¿Ember? —Oigo a Holly llamar a través de la habitación—. ¿Por


qué no vienen tú y Christopher aquí y se unen a nosotras junto al
fuego? Está empapado y hace frío.

—¿Te ha tocado, joder? ¿Te... te hizo su esposa?

Sacudo la cabeza enérgicamente, sabiendo exactamente lo que


está preguntando.

—No consumó el matrimonio todavía. Dijo que lo haría cuando


volviera. —Trago con fuerza—. No he tenido sexo con él.

Inhala profundamente y parece aliviado. Luego vuelve a mirar por


la ventana.

—Tenemos que salir de aquí. Ahora.

—Viene una ventisca —digo con calma—. No conseguiremos bajar


la montaña. Puede que no podamos durante días.

Y eso si me voy con él, lo cual no veo que sea realmente posible.

Se pasa las manos por el cabello y deja escapar un profundo


suspiro.

—Ember —vuelve a llamar Holly—. Ven a sentarte junto al fuego y


calienta a Christopher hasta que el guiso esté listo.
No va a rendirse, pero es experta en saber cómo domar a las
bestias. Ha tenido mucha práctica con Espantapájaros.

—Deberíamos quitarte esa ropa mojada —ofrezco, sabiendo que


necesitamos un descanso de todo esto al menos por un momento.

Lo necesito.

Necesito respirar. Necesito concentrarme. Necesito detener el


zumbido de mis oídos.

Él asiente, pero veo que no está contento.

No lo culpo.

Yo tampoco estoy contenta. Pero la diferencia entre él y yo es que


la felicidad puede estar en su futuro. No en el mío. Simplemente
tengo que conseguir que se enfrente a ese duro hecho.

Lo he hecho. He abordado mi oscuro futuro de frente. He visto el


rojo en los ojos del diablo, y he aceptado su saludo.
11
Christopher está inquieto en la capilla, y no lo culpo. Veo que sus
ojos examinan a las chicas y su forma de vestir. Sé que tiene que
odiar ver que yo también he vuelto a mi antiguo aspecto. También
parece buscar una vía de escape, como si esperara que Papá Rich
y Espantapájaros entraran en cualquier momento.

Y ese hecho es una realidad.

Podrían regresar.

Podrían encontrarse con un imprevisto y decidir que quieren


esperar a que pase el invierno para emprender el viaje a Wyoming.
También es posible que nos hayan dejado como una prueba. Para
ver si efectivamente intentamos escapar, sin importar que Holly
sienta que no es cierto.

Puedo verlos poniéndome a prueba. Para ver si soy digna de


confianza ahora después del incidente de Hallelujah Junction.

—¿Cuánto tiempo llevan viviendo aquí con Espantapájaros? —les


pregunta a Holly y Violet.

—En realidad no nos fijamos en los días —dice Violet en voz


baja—. Las estaciones son más fáciles de seguir.

—¿También las han secuestrado? —pregunta.


—Nuestro padre prometió nuestras manos en matrimonio —dice
Holly, cortando más verduras para echarlas al guiso. Sabe que
tenemos otra boca que alimentar, y apenas cocinamos lo
suficiente para nosotras.

—¿Tu padre las casó con Espantapájaros? —Christopher dice su


nombre como si le quemara la lengua.

Violet asiente.

—Al menos mi hermana y yo pudimos permanecer juntas.

—Tenemos que sacarlas a las dos de aquí también —declara


Christopher como si fuera tan sencillo como eso—. Está mal lo
que les han hecho.

Ni Holly ni Violet responden, pero me miran en busca de


respuestas.

Respuestas que no tengo.

—No podemos irnos así como así —dice finalmente Holly.

—Espantapájaros nos mataría si lo hiciéramos —añade Violet.

—No si vamos a un lugar seguro —sugiero, dándome cuenta de


que realmente podríamos irnos todos juntos—. Si la policía se
involucra...

—¿No se han involucrado ya? —pregunta Holly—. Y sin embargo,


están aquí.

—No tienen que tener miedo de esos hombres —tranquiliza


Christopher—. Nos iremos todos de esta montaña, y me aseguraré
de que cuando vuelvan... bueno, no les gustará lo que los espera.

Holly resopla.

—No tienes ni idea de a qué te enfrentas. Espantapájaros y


Richard no van a caer simplemente en una trampa. Son
inteligentes. Más inteligentes de lo que crees. Sólo porque todos
vivamos fuera de la red no significa que seamos tontos
endogámicos e incultos.

Puedo ver que Holly se está agitando más y más a cada minuto.

—No estoy diciendo que lo seas —dice suavemente, probablemente


viendo su cambio de comportamiento de la misma manera que yo.

—Quiere ayudar —le digo suavemente—. Sólo quiere ayudarnos.

—Voy a salir a ver si consigo señal en el teléfono por


satélite —anuncia finalmente Christopher, no satisfecho con estar
sentado junto al fuego y quizá dándose cuenta de que tiene que
haber algo de espacio entre él y las mujeres.

Me levanto para ir con él.

Extiende la mano y dice:

—Iré solo. Sólo tardaré un minuto. No hay razón para que te


mojes y pases frío.

No espera a que discuta, sino que agarra el abrigo y el gorro que


cuelgan junto al fuego y sale por la puerta principal.

Holly lo persigue:

—Hay un acantilado a la derecha. Es un camino recto hacia el


cañón de abajo. Es posible que no puedas ver bien con la nieve. Yo
tendría cuidado de no acercarme demasiado.

—Tendré cuidado —responde Christopher mientras abre la puerta


y se lanza al duro clima.

—Si Espantapájaros se entera de esto... —susurra Violet como si


alguien pudiera oírnos.

—Nos iremos antes de que lo haga —digo, aunque no con mucha


confianza.
Estoy tan asustada como deben estar ellas. He visto lo que ocurre
cuando Espantapájaros considera que sus esposas se han portado
mal. Y, lamentablemente, será Violet... la esposa número dos... la
que pague el precio por todos nosotros.

Agarro la mano temblorosa de Violet.

—Estaremos bien. Te lo prometo. Pase lo que pase, seguiremos


juntas y estaremos bien.

Normalmente a Violet le gusta que la toque, pero ahora no. En su


lugar, aparta la mano bruscamente y sacude la cabeza.

—Voy a buscar leña a los establos. Creo que deberíamos hacerlo


antes de que la nieve nos entierre.

Abro la boca para ofrecerme a ayudar, pero luego decido que ella
necesita el aire fresco y el momento a solas para procesar todo.

O tal vez eso es lo que yo necesito.

La puerta principal se abre y se cierra, y ahora estamos solas


Holly y yo.

—No queremos irnos —anuncia Holly mientras remueve el guiso.

—Sé que la idea da miedo...

—No somos como ellos —añade Holly rápidamente—. Tú lo sabes,


Ember. Has vivido allí y lo has visto por ti misma.

—Christopher nos ayudará.

—Incluso si nos fuéramos con Christopher —continúa Holly— ¿a


dónde iríamos? ¿Qué haríamos? No tenemos dinero. No tenemos
más familia que Pa, que nos golpearía hasta la muerte por dejar a
nuestro esposo e ir en contra de nuestros votos a Dios. Salir de
aquí es atravesar las puertas del infierno.
Quiero discutir, pero no tengo respuestas válidas a lo que está
diciendo. Ella tiene razón. Somos diferentes. Holly y Violet no son
diferentes a mí. Fueron criadas en cautiverio como yo, y ser
traídas al mundo moderno es en realidad como entrar en el
infierno. Tienen razón.

—Sabes que no puedes mantener a tu hermana con


Espantapájaros por más tiempo. Un día, él la va a golpear hasta la
muerte, e incluso si no lo hace... ¿quieres que tu hermana sea
abusada por el resto de su vida? ¿Y qué hay de ti? Sé que te
obligan a tener sexo. ¿Quieres que te violen para siempre? —Mis
palabras salen más duras de lo que quiero, pero necesito que
Holly empiece a entrar en razón.

—Todos tenemos nuestros caminos en la vida.

—No —digo bruscamente—. Eso es lo que te han hecho creer. No


conoces nada mejor. Yo no sabía nada mejor, y aunque no me
gustaba Nueva York... me gustaba mucho más que este lugar.
Todos merecemos algo mejor. Todos merecemos ser realmente
felices.

Sonríe y sacude la cabeza.

—La felicidad es un cuento de hadas.

—Yo también solía pensar eso. Puede que aún lo piense. Pero sé
una cosa. No podemos estar aquí cuando Espantapájaros vuelva.
No podemos ser sus tres esposas. No es forma de vivir.

No dice nada, pero se dirige de nuevo a la olla y empieza a


remover.

—Holly... no las dejaré a ti y a Violet.

—Puede que tengas que hacerlo.


La nieve está cayendo con fuerza. Tan fuerte que caminar en ella
se está convirtiendo en un reto a medida que me hundo en cada
paso. Me advirtieron que tuviera cuidado con el acantilado, y con
la nieve que está cayendo, puedo ver lo fácil que podría ser para
mí simplemente caminar hacia abajo.

Ember quería venir conmigo, pero yo quería que se mantuviera


caliente, y también tenía la sensación de que necesitaba un
tiempo a solas con las hermanas para explicarles lo que estaba
pasando. Además, no quiero que esté delante de mí si llamo a las
autoridades. No quiero que me escuche diciéndoles dónde arrestar
al hombre que todavía ama y ve como su padre.

El viento sopla a mi alrededor y, aunque aún no estamos en


condiciones de ventisca, no estamos lejos de ella. Sé que no vamos
a salir de esta montaña pronto, pero al menos puedo contactar
con las autoridades y hacerles saber que Richard y
Espantapájaros se dirigen a Wyoming, pero lo más importante...
es que volverán aquí por las esposas.

Las esposas.

La sola idea de que Espantapájaros piense que Ember es su


esposa me enferma y me llena de rabia. Si se atreviera a intentar
tener sexo con ella... le cortaría la otra pierna.

Aún podría hacerlo.

—Por favor, no nos la quites —dice Violet, acercándose a mí en el


borde del acantilado mientras busco señal.

Me giro para mirarla, sorprendido de verla fuera sin su hermana


ni Ember. Algo en sus acciones tímidas y asustadas me dice que
esto está fuera de lo normal, ser tan audaz como para acercarse a
mí.

—Podemos irnos todos —vuelvo a decir, intentando asegurarle que


lo decía en serio cuando dije que nos iríamos todos juntos.

Ella niega con la cabeza.

—No es eso lo que quiero decir. Aunque Holly y yo nos vayamos


contigo, sé que Ember se irá para siempre. Contigo. Te pido que
no lo hagas. No quiero perderla. Por favor.

—No la perderás —le aseguro. Puedo ver el dolor en sus ojos


mientras su labio tiembla—. Veo que Ember se preocupa mucho
por ti y por tu hermana. No las abandonaremos. Quiero ayudarlas
a tener una vida mejor. Una vida que ambas merezcan.

—No entiendo por qué crees que dejar esta montaña es una vida
mejor.

Miro el teléfono y veo que aún no hay señal. Intento no mostrar mi


frustración en el hecho de tener que permanecer en la montaña
un minuto más y doy una sonrisa falsa.

—Es mejor. Confía en mí.

No le estoy prestando toda mi atención, y tal vez debería, pero en


este momento estoy de pie en un acantilado de una montaña en
medio de la nada durante una tormenta de nieve que podría durar
Dios sabe cuánto tiempo.

—¿Se te ha pasado por la cabeza que quizás Holly y yo no


queramos irnos?

Vuelvo a centrarme en ella, viendo claramente que quiere tener


esta conversación, y aunque hace un frío tremendo afuera, y nos
estamos empapando, está decidida.

Respirando tranquilamente y guardando el teléfono, le pregunto:


—¿Por qué no quieres irte?

—Este es nuestro hogar.

—Con Espantapájaros —digo con un gruñido. Incluso el sonido de


su nombre y el hecho de tener que decirlo me pone enfermo.

Sus ojos miran la nieve que se acumula alrededor de sus pies


calzados.

—Es nuestro esposo. —Levanta la vista hacia mí—. Y también es


el esposo de Ember.

Sus palabras me abofetean el rostro y aprieto la mandíbula para


no gritarle obscenidades.

—No. No lo es.

Ella asiente lentamente, con sus ojos fijos en los míos.

—Pero lo es. Que no te guste ese hecho no cambia la realidad.

—El hecho de que él se haya inventado los votos, la haya obligado


a decirlos y haya hecho que alguna persona lo reivindique ante
Dios no lo convierte en una boda legal.

—¿No es así como se casaron tú y Ember? Entonces, ¿estás


diciendo que tampoco es tu esposa?

Este pequeño duendecillo de mujer con su rostro demasiado


pálido y sus ojos huecos me está enfadando. No quiero seguir
discutiendo con la nieve cayendo.

Comienzo a caminar de vuelta a la capilla.

—Deberíamos entrar. Está cayendo mucha nieve, y vamos a sufrir


congelación o hipotermia.

Alarga la mano y me toca el brazo cuando intento pasar junto a


ella. Hace una pausa, como si se sorprendiera de haberme tocado,
un hombre, pero luego se traga la incertidumbre, endereza los
hombros y me mira fijamente a los ojos.

—¿Quieres saber por qué Holly y yo nos casamos con


Espantapájaros?

No digo nada, pero permanezco en mi sitio.

—Nos casamos con Espantapájaros, porque nuestro papá así lo


consideró. Pero no era malo alejarse de esa situación... con
nuestro Pa. ¿Cambiamos un mal por otro? Tal vez. ¿Pero sabes
qué? Holly y yo dimos la bienvenida al segundo mal.

—Lamento que hayan tenido que hacer eso —digo genuinamente.

—¿Te has parado a pensar por qué Ember se casó con


Espantapájaros?

No respondo, pero sé exactamente lo que va a decir a


continuación.

—Porque ella acogió el segundo mal.

Me giro para caminar hacia la capilla, temiendo lo que puedo decir


a continuación a la mujer.

Ella da unos pasos rápidos para impedirme el paso.

—Y tú quieres traerla de vuelta y obligarla a entrar en el mal del


que estaba escapando. ¿Es eso justo? ¿Es realmente lo mejor para
Ember?

Mi rostro se calienta a pesar de la fría temperatura.

—Richard y Espantapájaros merecen estar en prisión. Punto. Fin


de la discusión.

—¿Y qué merecemos Holly, Ember y yo?

—Paz.
—Entonces no nos quites a Ember. No la lleves a ese mundo. Tu
mundo.

—Ya hemos estado aquí lo suficiente. —Agarro su brazo para


ayudarla a entrar en la capilla, pero se aparta de mi contacto
como si le quemara la piel.

No dice nada más, pero se adelanta a la capilla.

De vuelta a su mundo.
12
Violet pasa junto a mí y se acerca al fuego donde está Holly,
ignorando que estoy junto a la puerta. Está enfadada, y es la
primera vez que la veo así.

—Holly —ella dice— creo que deberíamos ir a buscar leña al


granero. Necesitamos... —Mira por encima de su hombro hacia
mí—. Un poco de espacio.

Christopher también entra en la capilla. Está respirando


profundamente, y lo conozco lo suficientemente bien como para
saber que está haciendo todo lo posible para no gritar. Los dos nos
apartamos cuando Violet y Holly salen al exterior, y la frialdad que
proviene de ellas es mucho mayor que el frío procedente de la
puerta abierta.

—Tiene razón —le suelto a Christopher mientras entra más al


interior de la capilla. He oído toda la conversación entre Violet y él.

—No, Ember. No tiene razón. Está asustada. Lo entiendo... o al


menos lo intento. Hago todo lo posible por entender lo que siente.

—Pero no lo haces, y nunca lo harás. Ese es el problema y siempre


lo será. Tú y yo venimos de dos mundos diferentes. Somos
diferentes. Y no veo que eso se arregle simplemente porque vengas
aquí y exijas que nos vayamos las tres contigo.
Me mira por encima del hombro. El corazón se me cae a la boca
del estómago por el dolor que veo en sus ojos.

—Quiero estar contigo, pero no puedo sólo.... Odié Nueva


York. —Hago una pausa y respiro profundamente—. Tenía tantas
ganas de ser la esposa que te mereces, pero ese lugar me tragaba
por completo. Me sentía atrapada allí. Sentía que me ahogaba en
un lodo espeso, y por mucho que intentara encajar... no lo
conseguía. Extrañaba Hallelujah Junction. Extrañaba mi antigua
vida. No quería decírtelo, porque tenía miedo de que pensaras que
estaba loca. Quiero decir... tal vez lo estoy. ¿Cómo podría extrañar
un lugar que me mantenía cautiva? Pero lo hice.

—Es normal que eches de menos lo que siempre has conocido.

—Era más que eso. Era más que el síndrome de Estocolmo que
mencionó el terapeuta. —Vuelvo a respirar profundamente para
armarme de valor y contar por fin toda la verdad—. Fantaseaba
contigo y conmigo en la escuela. Echaba de menos nuestra cadena
alrededor de los tobillos. Echaba de menos la época en la que sólo
estábamos tú y yo... conectados. Me gustaba que compartiéramos
el mismo aire al respirar cada vez. Me gustaba tener que caminar
contigo en cadencia mientras el metal tintineaba alrededor de
nuestros pies. Echaba de menos el calor que sentía de tu cuerpo
en todo momento porque nunca había espacio. Echaba de menos
nuestro cautiverio. Te echaba de menos —confieso, y extiendo
inconscientemente una mano, invitando a su contacto.

Se queda mirando mi mano y luego mis ojos llenos de lágrimas.


Su expresión es firme, inquebrantable, y luego se derrite
suavemente. Se gira para mirarme de frente, con su cuerpo
ocupando todo el espacio de la puerta.

Me quedo quieta, apenas respirando, con la mano aún extendida.

—Te quiero. Te quiero más que nada. Sólo que no sé cómo querer
todo lo que viene contigo.
—¿De verdad crees que no podemos arreglar esto? ¿Crees que no
podemos estar juntos simplemente por Nueva York? Porque estoy
aquí para decirte que podemos arreglar cualquier cosa.

El peso de mi pasado se siente como un ladrillo de cien libras que


descansa en cada hombro.

—No sé cómo ser normal. Lo he intentado. Espero que hayas visto


lo mucho que lo he intentado de verdad. Me puse la ropa. Los
zapatos. Intenté ir a las fiestas.

Simplemente asiente.

—Cuando era niña, leía todos los libros románticos que caían en
mis manos, soñaba con el día en que encontraría a mi propio
príncipe azul e iría a las fiestas elegantes y viviría en la gran casa
con muebles lujosos y lámparas de araña en cada habitación. Y de
repente, lo tenía. Lo tenía todo. Pero lo que realmente se convirtió
fue en un profundo, profundo agujero en el que me hundí.

—Así que no volvemos a la casa. Debería haber encontrado


nuestro propio lugar desde el principio —dice—. Y si odias Nueva
York, entonces nos mudaremos a otro lugar. Quizá a una ciudad
pequeña con menos ruido y acción.

—¿Y qué hay de ti? Ese es tu hogar. Eso es lo que eres. No puedo
apartarte de todo lo que has conocido más de lo que tú puedes
apartarme del entorno en el que he crecido. Somos lo que somos.

—¿Y crees que tenemos que hacerlo separados? ¿Ser lo que


somos?

Me tenso, luchando contra la devastación que amenaza con


consumirme. Busco en su rostro, en su postura, alguna pista de
lo que siente.

—Sí —apenas susurro.


—Te equivocas. —Christopher da los pocos pasos que nos separan
y me agarra la mano—. Tú y yo tenemos una cosa que es más
fuerte que todo lo demás. Amor.

Se me llenan los ojos de lágrimas; el dolor se agolpa en mi


corazón.

—Somos una historia de amor demente. ¿Recuerdas?

Me atrae hacia sus brazos, enterrando mi rostro contra su pecho.

—Pero una historia de amor, no obstante. Te amo, Ember. Lo sé


con cada centímetro de mi ser. También sé que no puedo vivir sin
ti. Así que, sí, si ambos tenemos que iniciar de cero para poder
empezar de nuevo, que así sea. La cuestión es si estás dispuesta.

Asiento contra su calor.

—Quiero hacerlo. Tengo muchas ganas. Pero tengo miedo. Y te


amo. Te amo tanto que me duele cuando pienso en eso. Mi pecho
se aprieta hasta el punto de doler.

—Entonces luchamos —murmura contra mi cabello—. Luchamos


contra todas las personas que se interponen en nuestro camino.
Ya nadie nos obstaculizará. Nadie y nada. Eres mi esposa, y te voy
a llevar de vuelta.

—¿Cómo? Todavía hay una tormenta afuera, y según lo que dice


Holly, podría seguir durante días —contraataco, aferrándome más
a él—. Y sé que dijiste que llamaríamos a la policía por Richard y
Espantapájaros. Pero entonces, ¿dónde deja eso a Holly y Violet?

—Ya lo resolveremos. —Mira por la puerta la nieve que cae y luego


la cierra tras de sí. Me doy cuenta de que la puerta ha
permanecido abierta todo el tiempo. Quizás dándonos a los dos la
opción de huir. Una opción que ambos hemos decidido no tomar.

Entonces levanta mi rostro para encontrarse con el suyo, sus ojos


llenos de una mezcla de amor y pasión.
—Te amo.

—Yo también te amo.

Me doy la vuelta para alejarme y poner algunos troncos en el


fuego, sabiendo que Holly y Violet no tardarán en volver con un
montón de leña fresca. Christopher me agarra de la muñeca y me
acerca a él. Nos lleva a mi rincón privado con nada más que una
cortina hecha jirones, ocultando lo que sé que viene a
continuación.

—Todavía no —dice—. No te vayas todavía.

—Pero el fuego... Debería atender el fuego. —Me vuelvo a alejar,


pero él tira de mí con más fuerza.

Miro por encima del hombro, hacia la muñeca que tiene


firmemente agarrada, y luego vuelvo a mirarlo a los ojos.

Me tira del brazo hacia él y no me deja otra opción que tropezar


con su pecho.

—Bésame —me ordena en un rudo susurro.

Lo obedezco con gusto. Lo único que deseo es sentir sus labios


contra los míos.

Nuestras bocas se encuentran, una atracción que ninguno de los


dos puede resistir por más tiempo. Nuestra hambre exige ser
saciada. El tiempo y la distancia nos han separado, pero nuestro
verdadero amor nunca se ha roto. Su corazón late contra el mío
mientras acomoda mi cuerpo más cerca. Este único beso tiene el
poder de reunirnos para siempre, olvidando todo lo malo de
ambos. El beso es el punto final a nuestra frase que parece no
terminar nunca. Un solo beso expresa mucho de lo que se quiere
decir.

Lo quiero.
Lo quiero en este mismo instante... sin importar nuestra
ubicación y situación actual. A pesar de que Holly y Violet pueden
entrar en la capilla en cualquier momento. Y sin importar que no
sé si alguna vez tendremos nuestro “felices para siempre”. Pero lo
quiero...

Ahora.

—Necesito estar con mi esposa —dice mientras sus ojos parecen


oscurecerse ante mí.

Me da un vuelco el corazón al saber que siente lo mismo que yo.


Nuestros cuerpos están en sintonía, aunque nuestras vidas nunca
lo estarán.

Sin preguntar, sin detenerse, me quita el vestido sin esfuerzo, sin


que haya nada debajo que me cubra. Estoy completamente
desnuda, de pie ante mi esposo.

—Yo también te necesito, pero... —Siento el calor de su mirada en


mi cuerpo desnudo, pero no intento disimular. Me quedo de pie y
espero su siguiente orden.

—No luches contra esto. Deja de luchar contra nosotros.

Se inclina hacia adelante, me agarra de las caderas y me acerca a


él. Beso a beso, nos baja a la cama improvisada, y luego baja más
hasta que su rostro está a centímetros de mi sexo.

—Quiero tu sabor en mi lengua. —No espera a que le dé permiso,


sino que me besa el coño y luego me lame el clítoris palpitante.

Me tenso ante la invasión, pensando que no volveré a sentir


semejante placer en mi vida. Una parte de mí quiere parar, y la
otra quiere que la sensación no termine nunca.

Hace girar su lengua en círculos, lamiendo cada signo de mi


excitación. Gimo con total abandono, sabiendo que Holly y Violet
podrían entrar en cualquier momento, pero no puedo resistirme.
Mi cuerpo parece poseído por el mismísimo Satanás, sin duda algo
de lo que Papá Rich me acusaría. No tengo absolutamente ningún
poder contra el diablo cuando se trata de lo que Christopher es
capaz de hacer a mi cuerpo.

Lamida tras lamida, lleva mi cuerpo a otro nivel. Justo cuando


creo que no puedo aguantar más, empuja su dedo más allá de los
labios de mi coño. Entra y sale, arrancando jadeos y gemidos
ahogados. Escondo mi rostro bajo la almohada con la esperanza
de ocultar mi creciente placer.

—Abre más las piernas —me dice, con la voz ronca.

Asfixiada por el amor ante esa orden tan conocida, pero tan
lejana, hago exactamente lo que me pide sin dudarlo. Tumbada
bajo su sombra, me asomo por encima de la almohada para ver su
rostro. Los rasgos fuertes, los labios firmes, los ojos sensibles. La
misma expresión que recuerdo recorre su rostro... fuerza, amor,
pasión. Son los ojos de mi esposo. El hombre al que juré amar. El
hombre con el que juré pasar el resto de mi vida.

Y sin embargo... hui.

Rompí los votos.

Rompí todo.

—Lo siento —murmuro más para mí misma que para él—. Siento
mucho haberme ido.

—Shh —susurra mientras acerca sus labios a mi coño.

Su beso íntimo perdona, pero ¿lo hace él?

Su cuerpo ofrece amnistía, pero ¿lo hace su corazón?

Me acaricia el montículo sin decir nada, y rápidamente me besa el


vientre y luego mis pliegues. Una vez. Dos veces. Los besos
continúan mientras el calor recorre mi cuerpo en oleadas,
dejándome sin aliento.

—Christopher —susurro—. Yo...

Quiero disculparme una y otra vez si esta es mi penitencia.

Las palabras se pierden cuando sus besos se convierten en


lamidas y mordiscos. El escozor de sus mordiscos en el interior del
muslo me hace pedir clemencia, pero también me deja con ganas
de más. Gimiendo, jadeando, sin aliento, cierro los ojos y me
entrego al momento... a Christopher y a su muestra de perdón.

Se detiene un momento, frotando su mano a lo largo de mi carne


caliente. Bajando su dedo por el pliegue de mi culo, lo presiona y
apoya su dedo en la entrada de mi apretado botón rosa,
provocándome con la incógnita de lo que está por venir. Ejerce
una ligera presión, pero no la suficiente como para traspasar y
entrar por completo. Lentamente, baja su otra mano hacia mis
sedosos pliegues, húmedos de deseo.

Un profundo gemido retumba en su pecho y se escapa mientras


introduce su dedo en mi hambriento sexo. Me agito contra su
mano, gimiendo de placer. Mareada por la necesidad de más, hago
todo lo posible para no suplicar que me folle allí mismo.

No quiero que Holly y Violet se enteren desde afuera, pero al


mismo tiempo, a mi cuerpo no le importa. Necesito a Christopher.
Lo necesito ahora, y mi cuerpo y mi alma casi gritan de deseo.

A su dedo pronto le sigue un segundo mientras bombea dentro y


fuera de mí, exigiendo mi completa rendición a su toque.
Intentando permanecer callada, pero fallando miserablemente, no
puedo hacer nada más que permitir que el clímax aumente. Y
cuando saca su dedo resbaladizo y lo presiona en mi ano sin
previo aviso, el orgasmo sacude mi cuerpo con una intensidad que
me hace gritar.
La sumisión, la pasión y la necesidad animal de más estallan en
mi cuerpo como el crujido de un rayo durante una tormenta en el
desierto. Gimiendo, me aprieto contra su mano, introduciendo su
dedo más profundamente en mi canal prohibido, su tacto
atrincherado en mí mientras me derrito contra él.

Con un dedo enterrado en la zona tabú, coloca la palma de su otra


mano en mi húmedo y necesitado coño, continuando con las
caricias. Uno, dos, tres dedos se introducen en mi coño, y gimo
mientras el picor erótico me lleva al límite una vez más. Se me
corta la respiración y contengo un grito de lujuria. No puedo
concentrarme, perdida en una niebla de felicidad. El placer y el
dolor se entrelazan, aumentando hasta que exclamo su nombre en
un susurro ronco que no parece mi propia voz.

Después de que la última oleada orgásmica abandona mi cuerpo,


me pasa la mano por el coño y la usa para ajustar mi cuerpo
hasta que estoy bien arropada por sus brazos. Instintivamente,
acurruco mi rostro contra el calor de su cuello y mi cuerpo se
funde con el suyo. Las sensaciones, las emociones... nada puede
describirlas.

Aparte de la seguridad.

Estoy a salvo con Christopher.

Es la única vez en mi vida que me siento realmente así.

Segura.

—Dime que no volverás a dejarme —me susurra en el cabello


mientras sigue la orden con un beso en la cabeza.

Hago una pausa, porque no quiero prometer cosas que no puedo


cumplir. No sé qué pasará después. No sé si puedo hacer lo que él
quiere.

¿Puedo simplemente irme?


¿Puedo alejarme de Holly y Violet?

¿Puedo volver a la vida a la que no pertenezco?

En lugar de decir lo que quiere oír, me alejo lo suficiente como


para poder besarlo.

Lo único que puedo prometer en este momento es que siempre lo


amaré. Eso siempre será cierto.

—Te amo, Christopher. Te amo tanto.

Lo beso de nuevo, introduciendo mi lengua en su boca, esperando


que mi respuesta sea suficiente por ahora.
13
He querido esto.

Me he mentido a mí misma, fingiendo que no lo quería.

Quiero a Christopher.

Siempre he querido a Christopher.

Y ahora que lo tengo, nunca lo dejaré ir.

—Quítate la ropa —digo, mi fuerte voluntad regresa.

Temía haber perdido esta parte de mí. La mujer fuerte que pide lo
que quiere.

Hace lo que le pido, con sus ojos fijos en los míos todo el tiempo.
Luego me pasa la mano por la cintura y se coloca encima de mí.
Nuestros dedos se entrelazan, los muslos se rozan, mis pechos se
amoldan a su torso y su polla descansa en mi entrada, pesada y
caliente.

Sin perder ni un instante, se arrodilla ante mi rostro y me pone la


polla dura en los labios. Levanto la vista y lo miro a los ojos. No
hace falta decir nada. Abro la boca y dejo que su polla se apoye en
mi lengua. Mi instinto natural es darle placer. Siempre ha sido la
única cosa que quiero darle más que nada.

Darle placer.
Soy buena en esto.

Me encanta esto.

Estoy orgullosa de poder hacerlo tan bien.

Ver cómo la felicidad cubre su rostro me llena de un propósito que


no sabía que existía antes de conocer a este hombre, y me
pregunto si volveré a experimentarlo en mi vida si Christopher y
yo tenemos que separarnos. Mientras chupo de arriba a abajo su
polla dispuesta, me someto por completo a una vieja esperanza de
futuro que ahora se renueva.

Tal vez... sólo tal vez... podamos tener un "felices para siempre".

Tal vez él pueda rescatarme de esta montaña y podamos tenerlo


todo.

Tal vez pueda ser realmente libre y no estar capturada en la red de


Papá Rich.

Tal vez... sólo tal vez.

Arriba y abajo, muevo mi boca hasta que soy recompensada por


mi nombre escapando de sus labios de la forma más apasionada.
Mi nombre nunca ha sonado tan bien como en el momento en que
sale de su boca.

Añado mi mano y empiezo a bombear su polla mientras la lamo


por todas partes. Su cuerpo se estremece y se tensa, y me aparta
mientras respira profundamente.

—He echado de menos tu beso —dice, y su mirada se dirige a mis


labios—. He echado de menos todo lo relacionado contigo y lo que
me haces. Pero sobre todo, he echado de menos la forma en que
me haces sentir. Tenía tanto miedo de no ser capaz de decirte
esto. Tenía tanto miedo de que nunca volviéramos a estar así.
Su momento de vulnerabilidad sólo me estimula. Lo necesito. Lo
necesito para recuperar mi fuerza, para afianzar mi confianza,
para volver a ser la Ember que tanto me costó ser.

Por reflejo, deslizo la lengua por mi boca, esperando que la suya


haga contacto.

Lentamente, me acerca a él.

Nos besamos, de forma suave, romántica y pura.

Esposo y esposa que bloquean todo lo malo que nos rodea.

Desliza su mano hacia la humedad de mi sexo, llevando mi sed de


que esté dentro de mí a un nivel completamente nuevo. Me acerco
al borde, deseando desesperadamente más.

—Por favor, Christopher. Te necesito.

Christopher me agarra el rostro y me da un beso lento y profundo


en los labios. Su boca recorre un camino desde mis labios hasta la
base de mi cuello. Dejo escapar un gemido sensual a pesar de lo
silenciosa que he intentado ser, con la esperanza de animarle a
seguir.

Deslizando mis dedos por su estómago ondulado, simplemente


gimo y espero. Sé que me dará exactamente lo que quiero si sólo
espero. Puedo contar con él. Puedo confiar en él. Siempre.

—Eres mía, Ember. Mía para siempre, no importa quién intente


interponerse.

Jadeo ante la sensación de su polla presionando contra mí al final


de su declaración.

Cerrando los ojos en éxtasis, clavo los dedos en sus hombros


mientras él presiona más allá de la estrechez, entrando en mí por
completo. El delicioso escozor es rápidamente sustituido por un
placer erótico que me deja sin aliento.
Continúa dándome suaves besos por todo el cuello y el rostro
mientras su gruesa polla se adentra en mi interior. El contraste
entre la dureza y la suavidad consigue empujarme hacia ese límite
tan conocido. Las chispas, la electricidad, la pura necesidad
primitiva me inundan, me ahogan en el placer mientras ambos
nos balanceamos hasta el final.

No hay nada más que nosotros.

Christopher y Ember.

No sé cuánto tiempo permanecemos tumbados, pero aprovecho el


tiempo de silencio para concentrarme en su respiración y el latido
de su corazón. Toco los pequeños rizos de su pecho y trazo la
punta de los dedos sobre las crestas de su estómago. Estoy
hipnotizada por la sensación de satisfacción y seguridad, pero
también sé que no podemos permanecer en esta pequeña burbuja
de euforia para siempre.

—Te he echado mucho de menos, Ember. He echado de menos


sentirte en mis brazos —murmura Christopher en mi cabello.

—Yo también te he echado de menos. Más de lo que creía


posible. —Le sonrío mientras me separo de su cálido abrazo, y me
pongo de nuevo la ropa, deseando poder estar desnudos en los
brazos del otro para siempre. Pero tengo que pensar en Holly y
Violet. Por no hablar de que la tormenta sigue arreciando afuera, y
el viento cortante se abre paso dentro de la capilla. Volverán
pronto del granero simplemente porque no tendrán otra opción.

—Quiero que nos vayamos en cuanto la tormenta lo


permita —dice, la determinación en sus ojos es tan implacable
como el tono de su voz. Está claro que la realidad de nuestra
situación lo ha golpeado de nuevo, y su momento de amnesia
inducida por el sexo ha desaparecido—. Quiero que vuelvas a mi
vida, y quiero que nos olvidemos de este lugar y de cualquier lugar
futuro que Richard ofrezca.
Cuando abro la boca para protestar, Christopher me corta.

—Y me importa una mierda los votos matrimoniales que


Espantapájaros te hizo decir, o el hecho de que crean que ahora
eres su esposa. Ni una puta mierda. ¿Me oyes?

—Es que...

Miro la cortina corrida que nos ofrece la limitada privacidad que


necesitábamos... descolorida y desgastada... sabiendo lo que hay
al otro lado.

Mi nueva vida.

Una vida que ahora implica a otras personas. Aunque acabo de


conocerlas hace apenas unos días, me parece que es toda una
vida. Ellas me entienden, yo las entiendo. Andamos por el mismo
camino en la vida y siempre lo hemos hecho. Cuando las miro, es
como si me mirara en un espejo.

—No es tan sencillo —digo finalmente.

—Sí, lo es —dice Christopher, sentándose y alcanzando su


camiseta—. Esto no se puede discutir, Ember. No quiero ser un
imbécil, pero lo seré si es necesario. Nos vamos de aquí, y es
definitivo. —Luego se levanta y se pone los pantalones—. Lo
entiendo. Tenemos mierda que resolver, pero lo haremos juntos.
Voy a alejarte lo más posible de esta locura, y no voy a dejar que
vuelvas a estar tan cerca de esos malditos enfermos.

—Excepto que esta “locura” también incluye a dos mujeres a las


que me he acercado. No puedo dejarlas aquí. Y tengo la sensación
de que están decididas a quedarse.

—Entonces les permitiremos hacer lo que quieran. Pero tú no te


quedarás. Punto.
—No puedo irme sin ellas. No es una opción. ¿Qué crees que les
harán Papá Rich y Espantapájaros cuando vuelvan y no me
encuentren?

—Lo que Richard y Espantapájaros se encontrarán al volver a


casa es a la policía esperando para arrestar sus culos.

Suspiro profundamente.

—Tú dices eso. Pero la policía no ha sido precisamente de mucha


ayuda desde el día en que salimos de Hallelujah Junction.
Realmente no tengo fe en ellos.

La verdad es que no tengo fe en nadie. Lo cual supongo que es


triste. Es curioso que viera la vida de una manera tan feliz cuando
me decían mentiras y estaba mentalmente cautiva en una escuela
de un pueblo fantasma con un asesino en serie como “padre”.

Tal vez Louisa tenía razón sobre mí, estoy rota. Sólo un monstruo.
Y la realidad es... que pertenezco aquí con Holly y Violet. Ellas me
entienden. Ellas son yo de una manera enferma y retorcida.

—Ember...

Me inclino hacia adelante y le doy un rápido beso, evitando el


tema.

—Oigo pasos en la nieve afuera. Holly y Violet están aquí.


14
Han pasado veinticuatro horas desde que llegué y me estoy
volviendo loco. La fiebre de la cabaña es realmente una cosa real.
La nieve está cayendo más suave ahora, pero cayó durante la
noche y la mayor parte del día, y no estoy seguro de lo fácil que va
a ser para cualquiera de nosotros bajar la montaña. Las mujeres
no tienen ropa de abrigo, o al menos no lo suficiente. Salen a la
intemperie a recoger leña con nada más que chales de ganchillo
sobre sus delgados vestidos que cuelgan de sus estrechos
hombros. Por lo menos, todas parecen tener botas de lluvia para
ponerse y quitarse cuando salen, pero incluso éstas pueden no ser
lo suficientemente buenas si nos hundimos hasta las rodillas a
cada paso.

Holly y Violet también parecen estar desnutridas y, aunque su


fuerza y su energía parecen haber aumentado, me sigue
preocupando si tendrán la resistencia necesaria para llegar al
asfalto improvisado en el valle en el que me dejaron.

La otra preocupación que tengo es su sistema respiratorio. Las


dos mujeres tienen un silbido al toser. Ninguna de las dos parece
estar enferma, pero después de pasar una noche en la capilla, veo
claramente al culpable. El fuego está liberando demasiado humo
en la capilla. Aunque han trabajado en una especie de chimenea,
no está terminada ni es tan efectiva. Está impidiendo que la nieve
extinga las llamas, pero la cantidad de humo que ahora queda
atrapada en el interior es francamente peligrosa. Y a juzgar por
sus toses... esto es algo con lo que han estado lidiando durante un
tiempo.

Violet se levanta de donde ha estado sentada y mirando el fuego


en silencio durante todo el día.

—Voy a buscar más leña.

El ritmo al que hemos estado quemando la leña para calentarnos


nos está manteniendo despiertos a todas horas y teniendo que
volver a avivar el fuego. Y esta noche va a hacer mucho frío.

—Yo iré —ofrezco, necesitando levantarme y estirar las piernas de


todos modos. Además, me empiezan a arder los ojos de tanto
humo.

Hace una pausa, asiente y se sienta a mirar el fuego un poco más.


Apenas ha hablado desde su conversación conmigo cerca del
acantilado. Está claro que no soy una de sus personas favoritas, y
aunque me compadezco de su situación y trato de ser sensible a
sus sentimientos, la levantaré y la llevaré montaña abajo si es
necesario, si eso significa que Ember acepte venir conmigo.

Ember ha aceptado, pero la veo vacilar. Creo que depende del


momento para ella. Un segundo, quiere huir conmigo en ese
instante, pero al minuto siguiente, quiere quedarse con las
hermanas y se siente obligada a mantenerlas contentas con lo que
necesiten.

Tengo miedo de que cuanto más tiempo nos quedemos, más difícil
será convencer a alguna de ellas de que se vaya.

Me acerco a Ember, que está pelando unas patatas, y le beso la


parte superior de la cabeza. Se detiene para mirarme.

—¿Quieres ayuda?
—Estoy bien. Hace demasiado frío para que alguna de ustedes
esté ahí fuera sin la ropa adecuada —digo, tomando mi abrigo y
mi gorro que cuelgan junto al fuego—. Vuelvo enseguida.

Tengo que comprobar el camino que tomé hasta aquí para ver si
es posible que salgamos pronto. También busco mi teléfono
satelital de nuevo con la esperanza de que tal vez, sólo tal vez,
pueda obtener una señal.

Tengo razón al preocuparme de que nos hundamos hasta las


rodillas en la nieve, porque en cuanto salgo de la capilla, eso es
exactamente lo que hago. Supongo que podría ser peor... podría
llegarnos hasta los muslos.

Caminando a través de la nieve, recorro toda la zona con el brazo


en alto, con la esperanza de poder captar algo de señal si giro en
la dirección correcta. La nieve ha dejado de caer por el momento, y
el cielo del atardecer se asoma entre las nubes. Tal vez haga algo
de calor y la nieve empiece a derretirse mañana. Ni siquiera puedo
ver por dónde he subido, así que tendría que labrarnos un nuevo
camino, cosa que estoy dispuesto hacer.

Renunciando a la llamada, lo guardo en el bolsillo y me dirijo


hacia el granero que guarda la leña. Cuando me dirijo en esa
dirección, oigo un crujido en el denso bosque a mi izquierda. Me
quedo paralizado, deseando haber traído un arma para poder
cazar cualquier animal que esté cerca. Pero cuando echo un
vistazo, juro que no es un animal lo que veo. Es un ser humano.

Quienquiera que sea se aleja rápidamente, pero sé sin duda que


no es un ciervo ni un gato montés ni ninguna otra criatura del
bosque.

Son ellos.

Tienen que ser ellos.

Están observando. Esperando. Planeando.


Corro hacia el borde del bosque, sin pensar realmente en mis
acciones. No tengo absolutamente nada con que defenderme, pero
si son Richard o Espantapájaros, los mataré con mis propias
manos si es necesario.

—¡Richard! —grito hacia el bosque—. Maldito cobarde. ¡Sal y


enfréntate a mí! Sé que eres tú. ¿Espantapájaros? ¿Puedes oírme?
¡Estoy aquí con tus esposas! Ahora son mías. Mías. ¿Me oyes?
¿Cómo te hace sentir eso? ¡Trae tu cabeza de mierda con una
pierna aquí y lucha por lo que es tuyo!

Silencio.

—¡Malditos cobardes!

Silencio.

Corro hacia el lugar exacto donde vi el movimiento y no veo


ningún paso en la nieve. Pero sí veo la alteración. Están cubriendo
sus huellas detrás de ellos mientras huyen. Sé que puedo seguir
las huellas... y puede que lo haga, pero primero tengo que volver a
la capilla y preparar a las mujeres. También necesito tomar mi
arma que traje. No pensaba usarla a menos que fuera necesario,
pero si esos imbéciles están aquí... es necesario.

Ember debe haberme oído gritar, porque sale corriendo de la


capilla, con los ojos muy abiertos y gritando mi nombre.

—Vuelve a entrar —le digo mientras corro hacia ella.

No hace lo que le pido hasta que la alcanzo, pero ambos corremos


juntos hacia el interior mientras cierro la puerta tras de mí.

—Richard y Espantapájaros están aquí. Están en el


bosque —digo, sin aliento por mi carrera en la nieve profunda.

Holly y Violet se levantan rápidamente, con el pánico en sus


rostros.
—¿Qué? ¿Los has visto? —pregunta Ember, con la mano sobre la
boca y el terror en los ojos.

—No —digo—. No pude ver bien, pero sé que había alguien.

Holly y Violet se miran entre sí y luego vuelven a mirarme a mí.

—Podría ser un animal —sugiere Holly.

Me dirijo hacia mi mochila y saco mi arma, quitando el seguro y


preparándome para usarla.

—Era un hombre. Sé que lo era.

—Juro que yo también vi a alguien observándonos —dice


Ember—. Me preocupaba que fueran ellos también.

—No tiene sentido —dice Violet—. Si son Richard y


Espantapájaros, ¿por qué no iban a entrar? ¿Por qué se quedarían
en el bosque sin refugio? Especialmente toda la noche en una
tormenta.

—¡Porque están locos! ¡Son unos enfermos hijos de puta sin razón
alguna para lo que hacen! —Mi voz retumba en toda la capilla y
me doy cuenta de que estoy perdiendo el control.

Tengo que mantener el control y el ingenio para derrotarlos. No


puedo dejar que se metan en mi cabeza al punto de tomar malas
decisiones. Están jugando al gato y al ratón, pero esta vez el ratón
hará trizas al gato.

Violet corre hacia la ventana junto a la puerta y se asoma.

—No veo nada.

Ember se une a ella para mirar.

—No creo que debas salir por ahí. ¿Y si eso es lo que quieren que
hagas? Puede que también tengan armas.
—Si querían dispararme, tuvieron la oportunidad —digo,
marchando hacia la puerta—. Y si fueran hombres sabios, lo
habrían hecho. No voy a tener miedo de esos hombres y
esconderme en esta capilla. Si quieren una pelea, estoy dispuesto
a dársela.

Vuelvo a correr hacia el borde del bosque. Mi caminata es más


fácil esta vez por la adrenalina, así como correr de vuelta a través
de la nieve compactada desde donde estaba antes. Corro hacia el
bosque y sigo el sendero todo lo que puedo. Me voy adentrando
cada vez más en la espesura de los árboles hasta que llego a un
arroyo, y entonces, sin más, el sendero desaparece. No puedo
saber a dónde han ido.

Se han ido.

Los hijos de puta se han ido.

Me doy la vuelta y grito:

—¿Me están observando? Miren bien, hijos de puta. Miren al


hombre que los va a derribar. Pueden esconderse como las ratas
que son. Pero los encontraré. Los encontraré.

Mi voz rebota en los árboles y parece que me devuelve el eco.

Un silencio total después de eso.

Ni siquiera oigo el gorjeo de un pájaro.

—¡Christopher! ¡Christopher! —Oigo la voz de Ember llamando


cerca de nuestro refugio.

Sé que tiene que estar aterrorizada, así que sin perder un segundo
más burlándome de los hombres que pueden o no estar al alcance
del oído, corro hacia ella.

Cuando la veo, parece frenética mientras camina por la nieve


hacia mí.
—Se han ido —le digo mientras me acerco y la tomo en mis
brazos.

Ella mira el bosque a mi alrededor.

—Juro que yo también los he visto. —Está agotada por la


carrera—. ¿Pero por qué? No tiene sentido que se queden ahí
afuera. Podrían morir congelados.

—No lo sé —respondo mientras la conduzco de vuelta al calor de


la capilla—. Pero tenemos que salir de aquí lo antes posible. Están
planeando algo. No voy a quedarme aquí sentado y permitir que
nos cacen como a una presa.

—¿Has visto algo? —pregunta Violet cuando entramos.

Sacudo la cabeza.

—Salieron corriendo.

—¿Cómo sabes que no era un animal? Aquí estamos rodeados de


ellos.

—Sólo lo sé —respondo.

—Estoy de acuerdo con Christopher —dice Ember—. Yo también


tengo la sensación de haber visto a alguien. Mi instinto me dice
que no es un animal lo que hay ahí fuera.

—Los dos no conocen esta montaña —dice Holly—. Nosotras sí.

—Y sabemos lo que hay y lo que no hay ahí afuera —añade Violet.

Las dos se miran, lo que hace saltar las alarmas en mi interior. Es


la segunda vez que se lanzan una mirada cómplice.

—¿Qué diablos no nos están diciendo? —pregunto con firmeza—.


Puedo decir que hay algo.
Holly gira la cabeza hacia Christopher como si estuviera
preparada para un ataque.

—¿Perdón?

—La he visto a las dos como se miran —digo.

—Yo también he sentido que puedes estar ocultándome


algo —Confiesa Ember—. Te apresuraste a decirme que lo que vi
también era un animal.

—Sólo sabemos que Espantapájaros no se quedaría ahí fuera. No


le gusta estar incómodo. No permitiría que estuviéramos sentadas
junto al fuego mientras él está afuera en el frío —interviene Violet.

Tiene razón, y realmente no tiene sentido cómo Richard y


Espantapájaros podrían haber sobrevivido anoche en la nieve.
Pero tal vez hay una cabaña de caza que conocen y se esconden
allí. Independientemente de sus razones, su pensamiento o sus
planes enfermizos, sé lo que vi, sé lo que presiento, y sé que había
un hombre mirando. No un animal, sino un hombre.

Y aunque no voy a insistir más en el tema por ahora, también


siento que Holly y Violet saben algo y lo mantienen en secreto.

Holly no ha dejado de mirarme con desprecio, y Violet se muerde


las uñas con tanta fuerza que puede que no quede nada cuando
termine. No voy a disculparme por mis acciones o mis creencias, y
si tengo que quedarme aquí observándolas todo el día para
obtener algunas respuestas, lo haré. Al final podré interpretarlas y
averiguar qué está pasando.

Ember debe percibir la tensión en la habitación, porque sugiere:

—Está oscureciendo. ¿Por qué no nos acomodamos para pasar la


noche, comeremos la sopa de patata que he hecho y nos iremos a
dormir pronto?
—No has traído la leña —dice Violet con el ceño fruncido—. Iré a
buscarla.

Considero la posibilidad de detenerla para ir a buscarla yo mismo,


pero Holly añade:

—Yo ayudaré. Podemos cortar algo de leña mientras estamos ahí


afuera.

Francamente, ahora mismo, las necesito fuera de la capilla.


Necesito un minuto para respirar. Necesito un minuto con Ember.
Y necesito un minuto para procesar la locura que se presenta ante
mí.
15
—Sólo están asustadas —intento defender—. Holly y Violet viven
una vida que nadie puede entender.

—Lo sé —dice—. No lo entiendo. Al igual que yo no entendí de


verdad todo lo que te costaba a ti. No cometeré el error de pensar
que lo hago de nuevo.

—Pero nos están ocultando algo —concedo.

—Lo hacen —está de acuerdo—. Pero no voy a presionar más. Sólo


voy a observar y mantener los ojos abiertos.

—No nos harían daño —digo, creyendo realmente en las palabras.

—Estoy convencido de eso. No creo que esté en su naturaleza


hacer daño a nadie. Pero también creo que harán lo que
Espantapájaros les diga. También harán lo que sea para
sobrevivir. Si mentirnos a ti y a mí sobre un plan mayor es lo que
se necesita para sobrevivir, no creo que tengan otra opción.

—Lo siento mucho —murmuro mientras pongo mi mano


suavemente en el hombro de Christopher—. Estás aquí por mi
culpa, y lo siento.

—Ambos tenemos cosas que lamentar —dice, soltando el aliento


que parecía estar conteniendo—. Pero no querría estar en otro
sitio sin ti. Esto es temporal, y saldremos de aquí.
Independientemente de si Richard y Espantapájaros están ahí
afuera o no, nos iremos mañana si la nieve cede. Dejaremos que
las autoridades se encarguen de ellos.

—¿Crees que vendrán esta noche?

Él levanta su arma.

—Espero que lo hagan, joder. Me gustaría acabar con esto ahora


mismo.

—No eres un asesino despiadado —digo mientras mi corazón da


un vuelco ante la idea de que haga algo tan violento como matar a
otro ser humano. Sé que quería que Papá Rich ardiera en
Hallelujah Junction, pero prender un fuego y huir es muy
diferente a mirar a un hombre directamente a los ojos y luego
apretar el gatillo.

—Al igual que Holly y Violet, haré lo que sea necesario para
sobrevivir y para protegerte.

Mis ojos se dirigen al arma, a sus ojos oscuros y a su mandíbula


apretada, y luego vuelven al arma.

—Esto no habría pasado si no me hubiera ido. Nos puse en


peligro. Todo es culpa mía.

Pone el seguro del arma, la deja sobre la mesa y me toma en sus


brazos.

—Centrémonos en el futuro y dejemos de castigarnos por lo que


hicimos o dejamos de hacer en el pasado. No hay necesidad de
seguir castigándonos. —Me besa la parte superior de la cabeza—.
Creo que los dos hemos sufrido lo suficiente para una vida. Todo
esto será un recuerdo lejano muy pronto. Cuando nos vayamos de
aquí, sólo seremos tú y yo. Bloquearemos todo lo malo, toda la
resistencia, y cualquier cosa y persona que intente separarnos. Te
lo prometo, Ember. Será mejor. Te lo juro.
Me alejo lo suficiente para poder besarlo. Necesito su afecto más
de lo que nunca he necesitado nada. Necesito su sabor. Necesito
su olor. Lo necesito.

—Debería haber confiado en tu amor por mí —susurro mientras


nos besamos.

—Sí, deberías haberlo hecho —dice y me besa más


profundamente.

Deberíamos esperar. No deberíamos hacer esto aquí. Aquí no.

Tenemos toda una vida para hacerlo.

Un nuevo hogar que crear, en el que podamos estar juntos una y


otra vez, en la intimidad de nuestro propio espacio, pero no me
canso de este hombre. Y con lo mucho que me toca
constantemente, me besa y me lanza una mirada hambrienta que
hace que mis rodillas casi se derritan... él tampoco se cansa de
mí.

Intentamos ser discretos, pero las hermanas lo saben.

Y me siento culpable por eso. Tal vez porque estoy recibiendo


felicidad y amor cuando ellas no.

O tal vez...

Aunque suene enfermizo, puede que me sienta culpable porque en


el fondo me preocupa que me juzguen por cometer adulterio con
Espantapájaros. Tal vez no entiendan que Christopher es mi
esposo en todos los sentidos que importan y siempre lo ha sido.
Tal vez piensen que lo que estoy haciendo está mal. Sucio.
Pecaminoso.

Sí, temo que las hermanas piensen que soy una pecadora.

Y me importa lo que piensen. Quiero desesperadamente que nos


aprueben a mí y a Christopher. Quiero que vean en él lo que yo
veo. Quiero que confíen en él cuando les dice que las mantendrá a
salvo. Quiero que crean cuando dice que las ayudará a empezar
de nuevo y a tener una vida mejor. Quiero que tengan fe en que
todo irá bien y que todos podremos ser una familia... a nuestra
manera demente.

Pero no creo que lo hagan.

Observan. Están calladas. Pasan las horas en un silencio que me


inquieta. Violet parece dolida. Casi como si la hubiera traicionado
al permitir que Christopher se acercara y tomara mi mano.

Me gustaría poder hacer que todo fuera mejor.

Ojalá pudiera hacerlo mejor.

También desearía poder resistirme a Christopher ahora mismo...


pero no puedo.

No duda, y le agradezco que nos guíe hasta mi rincón privado,


despojándome del vestido mientras lo hace. Si las hermanas
entran, al menos no estaremos a la vista de todos, pero aún
espero que se queden afuera, en el granero, un rato más.

Me baja a nuestra pobre excusa de cama, pero nunca me había


alegrado tanto de entrar en contacto con la áspera lana.

Sé lo que viene a continuación.

Christopher me chupa un pecho y luego pasa al otro para


prestarle la misma atención. Bajando su mano a mi montículo,
húmedo por la excitación reciente, lleva un dedo a mi clítoris y
aplica presión mientras despierta un deseo abrumador que me
hace jadear.

Tras dejar el clítoris, presiona con sus dedos sobre mis sedosos
pliegues e introduce uno, y luego dos dedos, en mi sexo. Levanto
las caderas para introducirlos aún más en mi coño.
No son suficientes.

Quiero sentir el pequeño mordisco de dolor cuando su polla me


estira mientras reclama lo que ahora es suyo. Quiero sentirlo con
tanta intensidad al punto de que el hambre cambia lo que soy.

No soy Ember, la mujer tímida, asustada y rota.

Soy un animal.

Primitiva.

Soy una acosadora en busca de su víctima.

Soy una mujer que necesita que su hombre la folle con fuerza. Su
hombre que casi se le escapa pero que ahora estará para siempre
en sus garras.

Esta soy yo. Poderosa, conocedora, dispuesta a luchar por lo que


quiero.

Quiero a Christopher.

Quiero casarme con él y pasar el resto de mi vida a su lado.

Pero ahora mismo...

Ahora mismo, quiero su polla, y no me avergüenza admitirlo. Es


natural, es correcto, y no hay nada pecaminoso en mis
necesidades y deseos. Estoy aprendiendo esto. Estoy creciendo, y
mientras lo hago, tomaré lo que es mío. Mío.

Christopher es mío.

Incapaz de contener la fiebre que me abrasa, ruego:

—Por favor, Christopher. Por favor...

—¿Por favor qué? —se burla mientras baila sus dedos dentro de
mi núcleo—. Dilo, Ember. Dime lo que quieres. Quiero oír las
palabras sucias que salen de esa boca perfecta. —Me mordisquea
el labio inferior y se aparta, mirándome fijamente a los ojos.

Quiero apartar la mirada, porque la familiar chica tímida sigue


acechando dentro de mí, pero sus ojos me exigen que los
mantenga en su sitio. Mi cuerpo obedece. Mi mente obedece. Yo
obedezco.

—Te deseo —jadeo, deseando desesperadamente sentir el orgasmo


que reside justo debajo de la superficie, suplicando ser liberado.
Pero necesito que la pesada polla de mi esposo me extienda para
que eso ocurra.

—No es lo suficientemente sucio. —Saca sus dedos de mi coño


como castigo.

—¡Fóllame! —Suelto un gemido tras mi frenética orden—. Quiero


que me folles fuerte y que me hagas sentirte entre mis piernas
mañana. Quiero que sea duro. Quiero que me arda. Quiero sentir
el dolor que es seguido por el placer. Quiero que tu polla me estire
y me llene. Fóllame.

Estoy absolutamente sedienta y hambrienta en este punto


mientras sus dedos tocan un punto dentro de mi coño que me
hace girar incontroladamente en éxtasis. No hay nada que no
haría para que me penetrara profundamente y con fuerza. El
poder que este hombre tiene sobre mí...

Librándome de mis incontrolables deseos, finalmente me concede


mi sucio anhelo. Se quita la ropa lo más rápido posible y me
monta. Al sentir su peso encima de mí, pronto me veo
recompensada cuando su polla presiona contra mi abertura y se
desliza fácilmente con la ayuda de mi empapado coño.
Envolviendo mis piernas alrededor de él, me aferro por miedo a
que cambie de opinión y me torture un poco más.
Y con un fuerte empujón de sus caderas, introduce su gruesa
polla hasta el fondo, reclamándome por completo. Tan profundo.
Tan jodidamente profundo.

Quiero estar siempre así. Conectada. Siempre conectada.

Sí, sí, sí... soy suya. Nunca debería haberme ido. No debería haber
permitido que nada ni nadie se interpusiera en mi camino.
Debería haber resistido las voces en mi cabeza que intentaban
tomar el control. Debería haber huido de la oscuridad y sólo mirar
hacia la luz.

Christopher... mi luz.

Entra y sale, empuja, más y más profundo con cada embestida.


Mis gemidos se mezclan con los suyos mientras nuestros cuerpos
se funden en uno, como uno solo, como estamos destinados a ser.
El destino nos ha unido más de una vez, y ya es hora de que lo
escuche.

—Este coño tuyo es mío. Sólo mío —gruñe mientras me penetra


con fuerza, con sus músculos tensos y sus ojos vidriosos con una
intensidad feroz que sólo me lleva al límite—. Quiero oírte gemir
mi nombre —exige—. Gime.

Como si no pudiera hacer otra cosa que obedecer, hago lo que me


ordena.

Gimiendo con cada vibración de deseo que ataca mi coño, me


derrumbo realmente en un agujero envolvente de felicidad sexual.

Con unos cuantos empujones más, los gemidos de Christopher se


mezclan con los sonidos de mi culminación, y él también se une a
mí en nuestro propio mundo de lujuria.

Le rodeo el cuello con los brazos y me separo lo suficiente para


mirarlo a los ojos.
—Nunca volveré a huir de ti, de nosotros, jamás. —Asfixiada por
la emoción, apoyo la cabeza en su hombro y cierro los ojos,
deseando que este momento de conexión dure para siempre.

—Nunca debí darte una razón para irte —murmura, atrayendo


mis labios hacia los suyos—. Lo eres todo... —Pero antes de que
pueda decir más, la puerta de la capilla se abre y el sonido de
unos pies calzados rompe nuestra intimidad.

—¿Ember? ¿Christopher? —Holly grita.

Los dos nos levantamos y nos apresuramos a buscar nuestra


ropa, vistiéndonos tan rápido como podemos. No creo que muevan
la cortina, pero tal vez lo hagan.

Nos escudriñamos rápidamente para asegurarnos de que estamos


bien vestidos y salimos de la cortina para alcanzar a las
hermanas.

Atrapados en el acto, pero un acto que espero hacer de nuevo, y


de nuevo, y de nuevo, me pregunto si alguna vez me cansaré de
este hombre.
16
Estamos todos sentados alrededor del fuego en silencio, comiendo
las sobras de la sopa de anoche. Es incómodo. Hemos convivido
en una tensión asfixiante que apenas puedo soportar. Miro a
Christopher con ojos suplicantes. Quiero que esto mejore. Tiene
que mejorar.

Christopher debe leer mi mente, porque se aclara la garganta y


dice:

—Me gustaría disculparme por mi agresión de anoche. Tengo la


impresión de que Richard y Espantapájaros están ahí afuera, pero
independientemente de que lo estén, creo que puedo haberte
asustado con mi forma de actuar. También lamento haberlas
acusado a ambas de ocultarnos algo.

Holly levanta la vista de su sopa y le dedica una pequeña sonrisa.

—Es un momento estresante —ofrece—. Lo entendemos.

Violet dispara dagas a Holly, claramente no apreciando que su


hermana hable por ella.

—Sé que el tema de que todos nos vayamos es delicado, pero aún
así es algo que debemos discutir —continúa Christopher, dejando
su tazón—. La tormenta ha pasado, y creo que tenemos una
ventana muy pequeña para actuar. Tenemos que bajar la montaña
hasta donde pueda llegar un piloto que nos saque de aquí.
Necesitamos que nos alcance antes de que no pueda debido a las
condiciones del clima.

Miro a Holly y a Violet.

—Por favor, vengan con nosotros —les ruego—. Sé que tienen


miedo. Yo también lo tengo. Pero superaremos esto juntas.

—No —dice Violet—. Mi respuesta es no. —Se levanta sin decir


nada más y sale furiosa de la capilla.

—Necesitamos un poco más de tiempo —dice Holly, recogiendo


todos nuestros cuencos vacíos y llevándolos a un gran barril que
usamos para los platos—. Sólo dale tiempo.

—Voy a ir a ver cómo está —digo, levantándome, sintiendo que lo


necesito.

—¿Quieres que vaya contigo? —Christopher pregunta.

—Vuelvo enseguida. Necesito hablar con ella en


privado —respondo.

Salgo al exterior, feliz de ver que ha salido el sol y que la nieve se


está derritiendo, como Christopher esperaba que hiciera. Me dirijo
al granero, que es la única forma de refugio real aparte de la
capilla en esta propiedad. Al no encontrar a Violet dentro, salgo y
la veo de pie fuera, cerca del acantilado.

—¿Violet? ¿Qué haces aquí afuera? —le pregunto mientras me


acerco a ella. La nieve ha dejado de caer, pero las temperaturas
siguen siendo muy bajas, y estar cerca del acantilado no es seguro
en ningún momento, pero definitivamente no ahora.

No se gira para mirarme, sino que mira hacia el cañón. Las nubes
están bajas y todas las copas de los árboles están cubiertas de
blanco.
—¿Convenciste a Holly para que fuera contigo? —me pregunta en
voz baja. Si el aire no estuviera tan inquietantemente quieto, no
estoy segura de poder oírla.

—Todavía no se ha decidido.

—¿Pero tú sí?

—Sí. Me voy con Christopher. Lo amo.

Doy un paso hacia ella, notando que está peligrosamente cerca de


la orilla.

—Violet, por qué no te alejas del borde. Está helado. No quiero que
te resbales.

—Pensé que nos amabas.

—Lo hago. Por eso quiero que tú y Holly vengan conmigo.


Podemos resolver nuestro próximo capítulo juntas. —repito esto
una y otra vez con la esperanza de que finalmente me crea. Doy
otro paso hacia ella, sin que me guste que se niegue a girarse y
mirarme—. Violet. Por favor, aléjate del acantilado. Me preocupa
que te caigas.

—He visto lo que hacen los hombres —dice Violet, con los ojos
puestos en el cañón de abajo—. Son crueles. Son despiadados.
Realmente son el diablo en forma humana.

—No todos los hombres.

Ella asiente.

—Sí, todos los hombres.

—Violet... —Doy otro paso cauteloso hacia ella, pero no quiero


acercarme demasiado y sobresaltarla o que intente dar un paso
defensivo para alejarse de mí, haciéndola caer—. Por favor, ven a
mí.
—Tú odiabas estar ahí afuera —dice ella—. Lo odiabas y no
encajabas. Nos contaste las historias alrededor del fuego, ¿y ahora
lo cambias? No puedes retractarte de lo que dijiste. Lo odiabas.
Nos lo dijiste. —Sigue sin alejarse del acantilado ni mirarme—.
Sabes que Holly y yo tampoco encajaremos. Pero Holly es fuerte.
Es mucho más fuerte que yo. Ella puede ser capaz de adaptarse.
Si alguien puede, es ella. —Hace una pausa—. Pero yo no. Nunca
perteneceré a ningún sitio.

—Tú perteneces a mí.

Ella sacude la cabeza.

—No, Ember. No pertenezco.

—¿Quieres quedarte aquí?

—No. Espantapájaros es un hombre cruel. Y un hombre


malvado. —Me mira por encima del hombro por primera vez. Sus
ojos son oscuros y parecen hundidos—. ¿No lo ves? No tengo casa.
No tengo nada.

—Tienes a Holly. Me tienes a mí. También te tienes a ti.

Doy un paso más hacia ella, pero esta vez se acerca al borde como
una advertencia para que no me acerque más.

Temiendo lo que pueda hacer, mi corazón se detiene, y lucho por


encontrar las palabras adecuadas, pero decido que sólo puedo
decir mi verdad.

—Tienes razón en que me sentía miserable ahí afuera. Tienes


razón en que odiaba estar lejos de Hallelujah Junction. Somos
personas diferentes. Hemos vivido vidas diferentes a las de las
masas, y no importaba a quién conociera, nadie me entendía de
verdad. Incluso Christopher. Él me ve como quiere verme pero se
niega a ver el daño que hay dentro. No quiere ver lo feo, el dolor y
la miseria que me rodea. Mi pasado es asfixiante y mi futuro
oscuro. Él no quiere ver eso. Pero necesito avanzar por mí. Por mí.
Igual que tú tienes que avanzar por ti. Por ti.

—¿Avanzar hacia dónde? —Su voz es estridente, y me doy cuenta


de que es la primera vez que la oigo levantar la voz de verdad. No
hay ni una pizca de timidez en las palabras que dice.

—No lo sé. Pero sí sé que no podemos quedarnos aquí. Tenemos


que escapar de Papá Rich y Espantapájaros, y tenemos que dejar
de estar cautivas. Es hora de que seamos libres.

Vuelve a mirar hacia el cañón y asiente, dando un paso hacia el


borde.

—Sí, quiero ser libre.

—¡Violet! —Me detengo para no lanzarme hacia ella, temiendo que


mi acción pueda empujarla hacia el borde—. No lo hagas. Sé que
crees que así todo irá mejor, pero no lo hagas. Por favor. Piensa en
Holly. Piensa en cualquier cosa menos en lo que hay al fondo de
ese acantilado.

—Entra, Ember —dice ella.

—No te voy a dejar. Nunca te dejaré. Confía en mí. Nunca.

Ella levanta la cabeza y mira al cielo, respirando profundamente.


Extiende sus brazos y dice:

—Nunca he sido libre. Nunca he sido verdaderamente feliz. Es


hora de que deje de sufrir. Ya es hora. Tengo que escapar de la
oscuridad, Ember. Espero que lo entiendas. Tengo que escapar.

—¡Violet, te amo! —grito, esperando ser lo suficientemente fuerte


para que Holly y Christopher escuchen y vengan corriendo.
Necesito refuerzos. Necesito ayuda. Pero estoy demasiada
asustada para gritar pidiendo ayuda, porque siento que es lo
único que hará falta para que Violet salte antes de que Holly
pueda verla hacerlo.
—No hagas esto. Esta no es tu salida. No es tu salida.

Ella mira por encima de su hombro y me da una cálida sonrisa.

—Pero lo es.

Sin dudarlo, se lanza por el acantilado, desapareciendo en la


niebla de la montaña.
17
Nunca en mi vida había escuchado un grito tan espeluznante.

—¡Violet! ¡No! Oh Dios, ¡No!

Es el grito de Ember. ¡Ember está gritando!

Salgo corriendo por la puerta principal con Holly detrás. Sé que


estoy corriendo, pero no siento mis pies, y no estoy seguro de
cómo llego a Ember al borde del acantilado. Es como si de alguna
manera me hubiera teletransportado a una hipervelocidad. Mi
corazón late una vez dentro de la casa y no vuelve a hacerlo hasta
que llego a Ember y sé que está bien.

Si es que se puede llamar bien a la mujer que amo, descontrolada


y gritona.

—¡Saltó! ¡Violet saltó del acantilado!

Ember está tumbada boca abajo en la nieve, con los brazos


extendidos sobre el borde como si pudiera tirar de Violet de alguna
manera para que vuelva a tierra.

Empiezo a alcanzar a Ember y a tomarla en mis brazos, pero


entonces veo a Holly cargar hacia nosotros, con su propio grito
horrible aullando a través del aire helado. Intercepto su carrera,
sintiendo que ella también se lanzaría por el borde, siguiendo a su
hermana hacia la muerte, si no la sujeto con fuerza.
—¡Intenté detenerla! ¡Intenté detenerla! —Ember está arañando la
tierra helada, la locura se apodera de ella.

—¡No! ¡No! ¡Violet! —Holly golpea contra mí con sus pequeños


puños mientras intenta liberarse—. ¡No!

El sonido del dolor que atraviesa el cielo apuñala cada nervio de


mi cuerpo.

Me quedo paralizado en el sitio. Quiero arrodillarme y ayudar a la


mujer que amo, pero Holly me necesita más en este momento. Y
Violet... oh, Dios, Violet... no hay nada que pueda hacer para
ayudarla, pero no puedo evitar sentir que si me tumbo en el suelo
y arañaría la tierra como Ember, como si también puedo traerla de
vuelta milagrosamente.

Pero no hay manera de traerla de vuelta.

Ella se ha ido.

Violet se ha ido.

Lucharía con Holly durante horas si eso significara que no


siguiera a su hermana, pero de repente sus puñetazos se
detienen, y ella se zafa de mis brazos y se aleja del acantilado, de
vuelta a la casa. Veo a un hombre extremadamente grande vestido
de franela y pieles que sale corriendo del espeso bosque, y Holly se
dirige directamente hacia él.

—¡Violet! —grita—. Ha saltado. Dios mío, ha saltado. —Sus


palabras se convierten en aullidos cuando cae de rodillas justo
delante del desconocido, que la levanta y la acuna en sus brazos.

Continúa hacia mí, y no estoy seguro de si debería dar la


bienvenida a este extraño o sentirme en guardia. Es más grande
que yo, más grueso. Lleva barba poblada, cabello largo y es rudo,
pero no está precisamente sucio. Su aspecto deja claro que no es
un simple excursionista o un campista. Es un hombre que ha
vivido de la tierra. Lleva una piel de ciervo alrededor de los
hombros, que le proporciona calor contra la tormenta. Debajo del
cuero hay pieles, y debajo de eso franela. Está abrigado y
preparado para la montaña como sólo puede estarlo un hombre
que vive y respira en ella.

—No... no... no... —Los gritos de Ember hacen que me centre de


nuevo en ella. Me agacho y la arranco del suelo cubierto de nieve y
la pongo en mis brazos.

No digo nada, porque ¿qué puedo decir? En lugar de eso, aprieto


su cuerpo tembloroso contra mi pecho y le doy besos a un lado de
su cabeza. Deseo desesperadamente quitarle el dolor, pero no sé
cómo hacerlo.

El montañés llega hasta nosotros y coloca a Holly de pie junto a


mí. Holly se queda en su sitio y observa cómo el hombre se acerca
al borde y se asoma por el acantilado. Estoy nervioso por él, ya
que la nieve y el hielo que lo rodean no hacen que la orilla sea un
lugar seguro para nadie. Cae de rodillas y se inclina más, tanto
que me preparo para apartarlo de su propia muerte si es
necesario.

Holly, que no se ha movido, grita:

—Violet, ¿por qué? ¿Por qué?

Ember se aferra a mi camiseta y solloza aún más fuerte.

—Creo que la veo —dice el hombre—. Está ahí abajo. La veo.

Suelto a Ember y corro hacia el borde.

—¿Viva? —pregunto.

—No lo sé... pero no se cayó del todo. Una rama de árbol la


detuvo. Está atrapada en el árbol.
Ember y Holly empiezan a acercarse al borde, pero me doy la
vuelta y extiendo la mano para detenerlas.

—No se acerquen más. Esto está resbaladizo.

—¿Está viva? Oh, Dios mío. ¿Está viva? —pregunta Ember, con la
mano sobre la boca, los ojos muy abiertos mientras tiembla en su
sitio.

Me mata ver a la mujer que amo tan desquiciada. Quiero que


Violet esté viva por su propio bien, pero también por el de Ember.
No estoy seguro de que sobreviva a esto si Violet está realmente
muerta.

—Por favor, dime que puedes ver si respira —dice Holly.

Me inclino sobre el borde, y el montañés se aferra a la parte


posterior de mi camiseta para asegurarse de que no me resbale.
Tiene razón. Violet está a unos seis metros más abajo, detenida
por las grandes ramas de un cedro que ha crecido en la montaña.

—¡La veo! —digo mientras trato de concentrarme en si se está


moviendo o si puedo ver cómo se le levanta el pecho—. No puedo
saber si respira.

Pero entonces oigo un gemido y veo un ligero movimiento de la


cabeza de Violet.

—¡Se está moviendo! Se está moviendo. —grito, girando la cabeza


para mirar al hombre. Luego vuelvo a centrar mi atención en
Violet—. ¡Violet! No te muevas. Si puedes oírme, ¡Quédate quieta!
No te muevas ni un centímetro. Vamos por ti.

—¿Está viva? —grita Holly, corriendo hacia el borde del


acantilado, sin tener en cuenta mi advertencia. Por suerte, Ember
ha recuperado el sentido común y tira de Holly hacia una
distancia más segura.
—Llegaremos hasta ella —digo, sin saber exactamente cómo lo
haremos, pero de ninguna manera permitiré que muera allí abajo
sola.

Puede que tenga todos los huesos del cuerpo rotos y que la muerte
sea inevitable, pero morirá en los brazos de su hermana, sabiendo
que es amada. No sola. No con frío. No en un lado de un
acantilado.

El desconocido, que aún no me ha dado ninguna indicación de


quién es, dice:

—Ve a buscar una cuerda. Rápido. —Su voz es ruda, como si no


la hubiera usado en años.

Holly gira sobre sus talones y carga hacia la casa. Miro a Ember y
le digo:

—No te preocupes. La recuperaremos.

Las lágrimas corren por su rostro, pero por primera vez desde que
vino corriendo hasta aquí, veo que su expresión recupera algo de
cordura. La esperanza está calmando la locura.

Me vuelvo hacia el acantilado y acerco mi vientre un poco más


para poder ver mejor. No estoy seguro de cómo vamos a llegar a
ella, y espero que el Montañés tenga una idea. Ya sé que mi
teléfono no funciona y que la caminata para salir de aquí será
demasiado larga. Así que cualquier posibilidad de rescate
dependerá únicamente de nosotros. Holly regresa rápidamente
con un brazo lleno de cuerda gruesa. Está sucia, hecha jirones y
deshilachada en algunas partes, pero parece intacta.

El desconocido le quita la cuerda y corre hacia el árbol más


cercano, que lamentablemente es sólo un álamo, y ni siquiera uno
completamente adulto. Los pinos de tronco grueso están
demasiado lejos, y no hay forma de que la cuerda alcance. No
estoy seguro de que el álamo sea lo suficientemente fuerte como
para soportar el peso de Violet, y mucho menos el del desconocido
o el mío, pero no tenemos otra opción.

El montañés debe pensar lo mismo que yo, porque grita:

—No estoy seguro de que este árbol aguante mi peso. Voy a


necesitar que tú también sujetes el otro extremo e intentes
soportar la mayor parte de mi peso. —Sigue atando la cuerda
alrededor del árbol y me mira para confirmar que estoy en la
misma página que él.

Jesucristo, estamos haciendo esto.

Este hombre va a tirarse por un acantilado para rescatar a una


mujer que apenas está viva, y yo voy a sostenerlo con nada más
que mi peso y, con suerte, un álamo bien enraizado.

Ember y Holly corren hacia donde acabo de agarrar la cuerda y la


sujetan también. Nos vendrá bien toda la ayuda posible, porque
no es un hombre pequeño.

Con la destreza de un verdadero hombre al aire libre, el hombre


envuelve la cuerda alrededor de su torso y comienza a descender
en rappel desde el borde sin la menor vacilación. El tirón de la
cuerda me quema la mano, pero me mantengo firme mientras
miro al árbol, que también se mantiene firme.

—Si este árbol se rompe, suelten la cuerda —les ordeno a las


mujeres. Pero ya sé que no lo harán, como tampoco lo haré yo. Si
el Montañés se hunde, lo haremos todos.

—Ya casi estoy —grita el hombre desde el otro lado. Agradezco sus
comentarios, porque no saber hace que esto sea más difícil.

Examino la longitud de la cuerda y me alegro de ver que hasta


ahora también aguanta su peso.
—La he alcanzado —grita—. Está viva y consciente. No creo que
pueda subir el acantilado sola. Está bastante herida. Así que voy a
tener que atarla conmigo. Podría ser demasiado para la cuerda...

—Te tenemos, hombre —grito, con sudor en la frente. Quiero


cargar con todo el peso que podamos para no forzar el árbol hasta
que sea absolutamente necesario. Me aterra oír el sonido de la
corteza al chasquear.

—Por favor, que estés bien. Por favor, que estés bien —oigo a Holly
cantar en voz baja mientras clava los talones en la nieve y sujeta
la cuerda con una fuerza que sólo puede hacer una hermana que
intenta salvar a su hermana.

—Adelante, empieza a tirar —ordena desde abajo.

Me doy cuenta en el momento en que Violet se incorpora a la


cuerda y el montañés vuelve a subir. Empiezo a tirar con todas
mis fuerzas, desgarrando la carne de mis manos. Ember tira,
Holly también, y poco a poco vamos tirando de la cuerda hasta
ponerlos a salvo.

Comienza a caer nieve fresca del cielo, pero por suerte parece no
pegarse. El único sonido es nuestra pesada respiración y los
gemidos de esfuerzo.

—Ya casi estamos —grita el hombre—. Casi puedo llegar al borde.

Tiro más fuerte por sus palabras, sabiendo que necesitará ese
empujón extra para llevar a Violet a la cima.

—Ember, suelta la cuerda a la cuenta de tres, ve al borde y ayuda


a subir a Violet cuando la veas. Uno. Dos. ¡Tres!

Clavo más los pies en la nieve húmeda al sentir que la cuerda


cede cuando Ember sigue mi orden. Para ser una mujer tan
pequeña, está claro cuánto peso estaba sosteniendo, porque
siento que mis pies resbalan un poco, y tanto Holly como yo
tenemos que reajustar nuestra postura para tirar aún más fuerte.

—Los veo —grita Ember—. ¡Los ojos de Violet están abiertos! Está
viva. Viva.

—¡Ten cuidado! —grito entre dientes apretados—. Ponte boca


abajo para alcanzarla. No dejes que su peso te arrastre.

Agradecido de que Ember no cuestione mi orden, la veo hacer


exactamente lo que le digo. Y en cuestión de segundos, Violet y el
Montañés están subiendo hasta la cima de lo imposible. Sus
gruesos dedos se agarran al borde, y sube el resto del camino,
tirando de Violet a su lado con la ayuda de Ember.

Holly y yo soltamos la cuerda y corremos hacia ellos.

—¡Violet! ¡Oh, Dios! ¡Violet! —Holly está casi histérica.

Ember se sienta de nuevo sobre su trasero, sin aliento por el


esfuerzo. Mira a las hermanas abrazarse mientras las lágrimas
corren por su rostro.

Violet está débil, se encoge de dolor con cada movimiento, pero


sigue siendo capaz de dar a su hermana el cariño que ninguna de
nosotros creía que volvería a tener.

Sintiendo que puedo respirar por primera vez desde que salí
corriendo de la casa, camino hacia el desconocido y le tiendo la
mano, ayudándolo a levantarse del suelo cubierto de nieve.

—No sé qué decir, hombre. Gracias. —Si no hubiera salido del


bosque... Violet no estaría viva. De ninguna manera podría haber
hecho eso yo mismo.

Asiente, mira a Holly y luego a Violet, y empieza a alejarse.

—¡Espera! —llama Holly, saltando y alcanzándolo—. No puedes


irte. Por favor, quédate. Por favor. Violet te necesita ahora.
Tengo la sensación de que conoce al hombre... la forma en que
corrió hacia él y ahora le ruega que se quede. Pero al mismo
tiempo, sabe que es poco probable que se quede sin que ella se lo
ruegue.

Ember mira la pierna de Violet.

—Creo que está rota —dice.

El rostro del hombre parece dolido, se arrodilla donde está Violet y


se encarga de examinarle la pierna. Cuando la mueve, ella grita de
dolor.

—Tenemos que llevarla adentro —digo, sabiendo que ha estado


demasiado tiempo a la intemperie y que, además de los huesos
rotos, tendremos que lidiar con la hipotermia.

El montañés se acerca a Violet, la toma en brazos y empieza a


caminar por la nieve como si su cuerpo no pesara nada.

Me agacho y ayudo a Ember a levantarse. Su cuerpo está


congelado y también me preocupa. La rodeo con mi brazo y le
digo:

—Tenemos que calentarte a ti también.

—Gracias —dice Ember mientras regresamos a la capilla—. Le has


salvado la vida. La has salvado y me has salvado a mí. No podría
haber vivido conmigo misma si... —Se le quiebra la voz y se le
escapa un sollozo.

La atraigo más hacia mí y acelero el paso mientras la nieve cae


ahora con más fuerza a nuestro alrededor.

—Ahora está a salvo. Todo irá bien.

—Por ti —parlotea ella—. Todo irá bien sólo por ti.


18
—No he oído tu nombre —le digo al hombre mientras todos nos
situamos alrededor del fuego, intentando calentar nuestros
cuerpos empapados.

El hombre me mira pero no dice nada. Su larga barba está


mojada, su ropa también, pero parece firme y fuerte. No veo
ningún escalofrío en su cuerpo. Su única preocupación y atención
es Violet, a la que ha colocado sobre unas mantas tendidas junto
al fuego por Holly en una loca carrera cuando entramos en la
capilla.

—¿Vives por aquí? —Insisto. Siento la necesidad de conocer a este


hombre. No porque no confíe en él, sino porque hay una profunda
curiosidad por saber quién es realmente.

Ember también estudia intensamente al hombre.

—Nos has estado observando, ¿verdad? —pregunta—. Fuiste tú a


quien grité, ¿no es así?

Ember tiene razón; ha sido él en el bosque todo el tiempo.

—Yo también te vi, ¿verdad? Fuiste tú a quien vi y grité.

No dice nada, pero asiente. Nunca fue Richard ni Espantapájaros.


Era este hombre... el que observaba.
—Nos observas desde hace tiempo. ¿Así es como supiste que
Violet cayó por el acantilado? —Ember añade—. Estuviste
observando todo el tiempo.

—La montaña no es lugar para que las mujeres se queden


solas —dice mientras pasa los dedos por la otra pierna y los
brazos de Violet—. Creo que el único hueso roto es tu
pierna —dice—. La entablillaré si me dejas.

Violet asiente y le tiende la mano.

—Gracias. Gracias por salvarme... otra vez. —Luego mira a Holly y


comienza a sollozar—. Lo siento mucho. Siento haber hecho eso.

Holly se arrodilla junto a ella y toma su mano entre las suyas.

—Shhh... no tienes que preocuparte por eso ahora.

Violet mira a Ember.

—Lo siento, Ember. Sé que nunca podré retirar lo que hice. Por
qué lo hice... lo siento.

Ember toma su otra mano libre.

—Prométeme que no volverás a hacer esto. Te amamos, Violet.


Nada es tan horrible como para que tengas que.... Prométemelo.

Violet asiente pero sigue llorando.

Avivo el fuego mientras el montañés comienza a trabajar en


entablillar la pierna de Violet, notando que la tormenta no cede
como yo esperaba. Realmente pensé que bajaría la montaña
pronto, pero ahora, con el estado de Violet, este plan va a tener
que modificarse definitivamente.

Ember vuelve a prestar atención al montañés, luego mira a Holly y


a Violet y ve claramente lo mismo que yo. Este hombre no es
precisamente un desconocido para las hermanas.
—¿Conoces a este hombre? —le pregunta a Holly.

Holly lo mira y asiente.

—Lo conocemos.

—Me salvó de un puma —dice Violet—. Y nos ha estado cuidando


desde entonces.

—¿Por qué no me dijiste que era él quien nos vigilaba?

—Le gusta su privacidad —dice Holly, desplazando su peso y


evitando el contacto visual con Ember.

—Espantapájaros nos mataría si supiera que hemos hablado con


otro hombre —dice Violet—. Así que lo mantuvimos en
secreto. —Sus ojos lo miran con amor—. Pero él siempre está
pendiente de nosotras. Si no fuera por él, nos habríamos muerto
de hambre cuando Espantapájaros y Richard se fueron a
buscarte. No nos dejaron comida ni medios para cazarla. —Ella
sisea de dolor mientras el montañés asegura la férula con más
fuerza.

Ember sonríe y sacude la cabeza.

—¿Fuiste tú quien le dio el conejo y las setas a Violet hace un par


de días? —Niega con la cabeza—. Me preguntaba cómo podía tener
Violet tanta suerte para encontrar todo eso.

—¿Tienes un nombre? —Vuelvo a preguntar, me gusta el hombre


pero me incomoda no saber su nombre.

—Isaac. —Sienta a Violet y le pregunta— ¿Te importa que te pase


las manos por la columna vertebral y por las costillas? Quiero
asegurarme de que no te has hecho ningún daño.

Ella mira hacia Holly para asegurarse de que está haciendo lo


correcto al permitirle tocarla aún más de lo que ya lo ha hecho.
—Adelante —dice Holly por ella.

Violet se encoge de dolor cuando la toca, pero Isaac parece feliz


mientras asiente.

—No parece que haya nada roto. Solo magullado, que seguirá
doliendo como un hijo de puta.

Ember se levanta de su posición agachada y se acerca a mí. No


dice nada, pero apoya su frente en mi pecho. La rodeo con mis
brazos y la acerco al fuego.

—Nunca he tenido tanto miedo en mi vida —me dice en voz


baja—. No sé qué habríamos hecho Holly y yo sin ti y sin
Isaac. —Ella inclina su cabeza hacia mí—. Pero no podemos irnos.
Sé que quieres hacerlo. Pero con Violet herida... y la razón por la
que saltó... es mi culpa por que saltó.

—No —grita Violet, siseando cuando se mueve demasiado rápido,


al escuchar lo que dice Ember—. No te culpes. Por favor, no lo
hagas. No sé qué me pasó. Es sólo que a veces estoy tan triste.
Entonces... siento como si la negrura me cubriera. Como un
espeso alquitrán. No puedo ver la esperanza. No puedo ver el bien.
Pero esto no es tu culpa, Ember. No lo es. Por favor, no pienses
eso. Fui estúpida. Imprudente. Y Dios me dio una segunda
oportunidad que no tomaré a la ligera.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunta Holly, con nuevas lágrimas


cayendo de sus ojos—. ¿Por qué?

—La idea de irme era demasiado para mí. No quería irme. Pero
tampoco quería quedarme.

Noto que Isaac la mira y frunce el ceño, pero no dice nada.

—Me siento perdida en el bosque sin ninguna pista —añade.

—Bueno, ahora mismo no tienes que preocuparte de nada más


que de curarte. Tendrás que mantenerte al margen por un tiempo
con esta pierna así. Nada de tareas. Nada de recoger leña y nada
de bajar a la montaña —interrumpe Isaac, todavía con el ceño
fruncido.

Ember me mira, y yo asiento en señal de comprensión.

Puede que estemos aquí un tiempo.

Pero al mismo tiempo... tenemos que irnos antes de que


Espantapájaros y Richard regresen. Tenemos un límite de tiempo,
y mi instinto me dice que se nos acaba el tiempo. Esos hombres
no se quedarán fuera por mucho tiempo.

Isaac se levanta, se calienta las manos junto al fuego y dice:

—Me voy a casa. Pero si necesitas algo...

—Por favor, no te vayas —dice Violet mientras Holly le envuelve


una colcha sobre los hombros—. Está nevando afuera y está
oscureciendo. No puedo vivir conmigo misma si alguien sale
herido por mis acciones. Por favor, quédate con nosotros. No
tenemos mucho, pero podemos hacer una cama. Por favor.

—Sí, quédate —añade Holly—. No sé dónde está tu casa, pero


como nunca te hemos visto recogiendo leña o buscando comida,
sé que tiene que estar lo suficientemente lejos como para que
caminar en la nieve y de noche no sea seguro. Así que por favor.
Yo también empezaré la cena. Quédate.

Isaac me mira y yo simplemente me encojo de hombros.

—Las mujeres han hablado. Como puedes ver, yo tampoco voy a


ninguna parte. Creo que estamos atrapados aquí por lo menos
durante la noche.

Por primera vez, veo que Isaac sonríe mientras asiente.

—Puede que necesites mi ayuda para levantar a Violet —dice, sin


decir que sí pero tampoco que no.
—Entonces está decidido —anuncia Holly, volviendo su atención a
preparar la cena.

Violet vuelve a tomar la mano de Isaac.

—Gracias, Isaac. Estoy muy feliz de tenerte en mi vida. Si no fuera


por ti, no tendría ninguna.

Se pone en cuclillas junto a ella y con su mano libre le aparta el


cabello de su rostro.

—Nunca más, pequeña. ¿Entiendes? Nunca más.

Ella asiente y traga con fuerza.

—Lo siento. No sé por qué... —Empieza a llorar, e Isaac la atrae


hacia su pecho—. No quiero irme. No quiero quedarme. Ya no
quiero esta vida. No sé qué hacer.

—Shh —dice él—. Todo va a estar bien. Descansa ahora mismo.


Descansa.

Veo cómo Ember se acerca a Holly y la abraza. Holly se derrumba


y empieza a llorar en el hombro de Ember. Y por primera vez
desde que llegué, veo realmente por qué Ember ha estado tan
indecisa sobre irse. Ella realmente ama a estas mujeres.
Realmente son su familia. Y después de lo sucedido, después de
hacer todo lo que estaba en mi mano para salvar a su familia, a la
pequeña y rota mujer que yace en el suelo... realmente puedo
imaginarlas como mi familia también.

Ember se acerca a mí finalmente cuando Holly vuelve a prestar


atención a la preparación de la cena. No sé si es porque todo
estaba tan mal, tan horrible y tan oscuro, pero cuando Ember me
toma de la mano y la sujeta con fuerza, tengo una extraña
sensación de calidez y confort. Casi una sensación de hogar. Un
rayo de luz brilla a través de la oscuridad. Al menos por ahora. En
este momento.
Tengo a Ember, mi esposa.

Tengo refugio y un fuego que me mantiene caliente.

Tengo gente a mi alrededor que sólo es buena y genuina.

Tengo la sencillez.

Por ahora... puedo respirar de nuevo.


19
—Parece que la tormenta se desvaneció anoche —dice Isaac desde
atrás de mí.

Es primera hora de la mañana, después de una larga noche de


insomnio, y me pregunto si hoy es el día del descenso o si mañana
será un día mejor. Tampoco sé cómo vamos a trasladar a Violet, y
me pregunto si tengo que bajar yo solo, pedir ayuda y seguir a
partir de ahí. No quiero dejar a Ember, pero al mismo tiempo sé
que no se irá sin Holly y Violet.

—Sin embargo, no creo que dure —digo, mirando al cielo y


tratando de juzgar si las nubes en la distancia son nubes de
tormenta o no.

—Esas nubes traerán nieve —dice Isaac, respondiendo a mi


pregunta.

Suspiro con fuerza, sin saber cuál debe ser nuestro siguiente
paso.

—Esto es refrescante —digo—. Lástima que este lugar esté


impregnado de maldad.

—Ellas no quieren ir —dice Isaac—. Creo que el acto desesperado


de Violet ayer lo demostró.
—Lo entiendo —respondo, girándome para mirarlo—. De verdad
que lo entiendo. Pero tú no conoces a Espantapájaros y a Richard
como yo. No puedo de buena fe dejar a esas mujeres aquí. Y
tampoco puedo permitir que Espantapájaros y Richard se vayan a
Wyoming y sean hombres libres. Están enfermos y deben estar
entre rejas. Lo que entonces deja a esas mujeres solas.

—Me mudé a estas montañas hace unos diez años —dice Isaac
mientras mira hacia el bosque—. Vivo un poco más abajo de la
montaña y cerca de un río con una cascada y grandes losas de
granito. Es mi paraíso, aunque tú no estés de acuerdo. Violet y
Holly ven la belleza de esta tierra como yo.

—Es hermoso —estoy de acuerdo—. Pero como dijiste anoche, no


es un lugar para que dos mujeres sobrevivan solas.

—Es cierto.

—Ni siquiera tu podías dejarlas aquí solas —señalo—. Estabas


ayudándolas y vigilándolas.

—Cierto.

—Entonces, entiendes por qué me siento responsable de ellas.

—Lo entiendo.

—Y tengo que pensar en mi esposa —añado—. Ember ama a esas


mujeres y no se irá sin ellas.

—Ella quiere saber que están a salvo —dice Isaac.

—Por supuesto. Yo también.

—¿Tienes un plan? ¿A dónde las llevarás una vez que vueles lejos
de aquí? —pregunta Isaac, aunque no tengo la sensación de que
me esté criticando, juzgando o incluso acusando de hacer algo
imprudente. Tengo la sensación de que, en general, se preocupa y
quiere ayudar.
—No lo sé. Ojalá tuviera un plan concreto en la cabeza, pero no lo
tengo. Me subí impulsivamente a un avión privado para recuperar
a mi esposa. No tenía ni idea de lo que pasaría después. Y luego,
cuando Holly y Violet se mezclaron. —Suelto un profundo
suspiro—. No lo sé.

—Creo que las mujeres se dan cuenta de eso. Creo que sienten
que no sabes lo que va a pasar después. Lo perciben.

—Pero de nuevo, cualquier cosa que hagamos es mejor que lo que


les está pasando ahora. Esas pobres mujeres... y de ninguna
manera dejaré que Ember esté aquí un segundo más sin mí.

Isaac respira profundamente, inhalando el aire fresco de la


montaña.

—Cuando vendí todo lo que tenía para mudarme aquí, la gente


pensó que había perdido la cabeza. Que estaba loco por querer
dejar un negocio lucrativo, un estilo de vida fastuoso y,
básicamente, el sueño americano realizado. Pero, ¿saben qué? Yo
era miserable. Absolutamente miserable. Por lo poco que hablé
con Ember anoche, parece que su experiencia en Nueva York fue
la misma. Puedo identificarme con eso. Odio Nueva York con
intensidad.

Asiento.

—No pienso volver. Todo allí y la gente están muertos para mí.
Estoy aquí limpiando un desastre causado por Nueva York, y no
volveré a repetir ese error.

—Entiendo ese sentimiento. Lo dejé todo atrás —dice Isaac—. Mi


pasado también está muerto para mí.

—¿Christopher? —Oigo la voz de Ember llamando desde atrás de


mí.

Me giro para mirarla.


—Estoy aquí afuera hablando con Isaac.

—¿Puedes entrar? Holly y Violet quieren hablar con nosotros.

Asiento y los tres entramos, donde Holly está sentada junto a


Violet, que está apoyada y ya tiene un renovado color en su rostro.
Parece más cómoda y tranquila, y es evidente que una buena
noche de sueño le ha sentado bien. Holly también parece estar
mejor. Anoche estuvo preocupada durante horas, sin poder
tranquilizarse y saltando cada vez que Violet se movía.

—Sabemos que quieres irte hoy —comienza Holly mientras todos


rodeamos el fuego donde están ellas—. Y sabemos por qué lo
haces y podemos entenderlo. Pero Violet y yo hablamos durante
horas anoche mientras todos dormían, y llegamos a una decisión.

—No vamos a ir con ustedes —suelta Violet.

Ember jadea y veo que los ojos se le llenan de lágrimas al instante.

—Pero antes de que te enfades o intentes disuadirnos, quiero que


nos escuches —interrumpe Holly, acercándose a Ember y
poniendo una mano en su brazo—. Escucha. Por favor.

—Nuestra madre y nuestro padre decidieron, cuando éramos


niñas, vivir fuera de la red. Nos educaron en casa y nos enseñaron
a vivir de la tierra. Nuestro padre no siempre fue un mal hombre,
pero cuando nuestra madre murió, él también murió... o al menos
su espíritu lo hizo. Se puso feo entonces. Nuestra vida se puso
muy fea. Pero lo único que teníamos Violet y yo era la belleza que
nos rodeaba. Podíamos ver lo que nuestra madre veía. Podíamos
amar lo que ella amaba. Podíamos vivir la vida que ella siempre
soñó. Ella quería que viviéramos así, y en su mayor parte,
nosotras también lo amábamos.

—Pero Espantapájaros —interrumpe Ember.


—Sí, es horrible —dice Violet—. Por eso no vamos a interponernos
en tu camino para denunciarlos a él y a Richard a las autoridades.
De hecho, esperamos que lo hagas para no tener que volver a
verlo. Queremos que se pudra en la cárcel por todo.

—Entonces, lo que vamos a hacer es irnos y encontrar una


cabaña de caza que sabemos que existe cerca. Nos esconderemos
allí hasta que Richard y Espantapájaros regresen y, con suerte,
sean arrestados. En ese momento, Violet y yo volveremos a la
capilla... nuestro hogar... y viviremos de la tierra. Sabemos cómo
hacerlo. Nosotras creemos que sabemos cómo hacerlo.

—Entonces yo también me quedo —suelta Ember, lo que me


desgarra el alma.

Holly sacude la cabeza.

—No, Ember. Tu lugar es con Christopher.

—Ya lo entendemos —dice Violet con una cálida sonrisa—. Vemos


lo mucho que se aman los dos.

—Pero yo también las amo a las dos —argumenta Ember, con las
lágrimas cayendo libremente ahora.

—Entonces ven a visitarnos —ofrece Holly—. Una vez que todo se


asiente y sea seguro para ti hacerlo. Y quién sabe, tal vez algún
día, Violet y yo queramos dejar esta montaña, y será bueno saber
que tenemos un lugar para visitar también.

—¿Y si encontramos un lugar en las montañas? —Sugiero—.


Podría comprarles un terreno, construir una casa...

—Queremos quedarnos aquí —dice Violet, sus ojos robando una


mirada a Isaac, que se queda observando—. Tenemos un buen
amigo cerca, y no queremos dejarlo.

—Está herida —señala Ember, limpiándose las lágrimas de su


rostro. Puedo ver que su tristeza se está transformando en ira—.
Ambas acaban de pasar por una terrible experiencia y no están
pensando bien. Estamos en invierno. No tienen suficientes
provisiones, apenas pueden mantener la leña, ¡Y esta capilla ni
siquiera tiene una chimenea terminada o que funcione! Necesito
que ambas se detengan y piensen con sus mentes... no con sus
corazones. Lo entiendo. Tienen miedo.

—No vamos a dejar esta montaña —presiona Holly—. Lo siento.

Ember gira la cabeza hacia mí y luego hacia Isaac.

—¡Di algo! Convéncelas de que esto es sólo otro intento de


suicidio. Morirás en alguna cabaña de caza mientras esperas que
pase el invierno.

Isaac asiente.

—Ember tiene razón. No puedes salir de aquí e irte a vivir a una


choza. Conozco esta montaña, y la choza de caza más cercana
está todavía a tres kilómetros de aquí, y no hay manera de que
Violet pueda llegar en su estado. Sin mencionar que no hay
recursos para vivir en esta época del año.

—¡Ves! —chilla Ember mientras vuelve a prestar atención a Holly


y Violet—. Incluso Isaac cree que deberías irte con nosotros.

—No —dice Isaac con calma—. Yo no he dicho eso. Entiendo por


qué no quieren irse. Entiendo por qué quieren conservar esta
capilla y esta tierra, pero no estoy de acuerdo con esconderse en la
choza del cazador. —Se acerca a Violet y se pone en cuclillas junto
a ella para poder mirarla directamente a los ojos—. Me gustaría
sugerir que tú y tu hermana vengan a quedarse conmigo. Al
menos hasta que Richard y Espantapájaros dejen de ser una
amenaza. Tengo espacio, y tengo provisiones para pasar el
invierno. También puedo cuidar de tu pierna mientras te curas.

A Violet se le llenan los ojos de lágrimas y sacude la cabeza.


—No puedo pedirte eso. Ya has hecho mucho por nosotras.

—No me ofrecería si no quisiera.

—Sabemos que te gusta tu privacidad —dice Holly—. No podemos


imponernos.

—Pueden, y lo harán —dice con más firmeza. Luego se gira para


mirarnos a Ember y a mí—. Puedo cuidar bien de ellas hasta que
recibamos la noticia de que todo está a salvo y esos hombres se
hayan ido.

Asiento y miro a Violet, que mira fijamente a Isaac mientras llora


en silencio. Luego miro a Holly y le pregunto:

—¿Es algo que te gustaría? Me sentiría mejor dejándote con Isaac.


De hecho, creo que es la única manera de que acepte no llevarlas
a las dos con nosotros.

Me acerco a Ember y tomo su mano entre las mías. La aprieto


suavemente, sabiendo que necesita mi conexión para ayudarla a
superar esto. Sé que no quiere perder a sus amigas, pero al mismo
tiempo, tiene que entender por lo que están pasando y por qué
están considerando otras opciones.

—¿Violet? —Holly pregunta—. ¿Qué piensas?

Violet mantiene sus ojos en Isaac.

—Es demasiado. Estás siendo demasiado amable.

Isaac le acaricia la pierna buena y sonríe.

—Tal y como yo lo veo, me ahorrará tener que caminar por la


nieve todos los días para subir a ver cómo están, señoras. Me
harías un favor.

Violet sonríe cálidamente y luego mira a Holly.

—¿Qué quieres hacer?


Holly me mira y luego a Ember.

—¿Estarías de acuerdo en dejarnos con Isaac?

Asiento y espero a que Ember responda finalmente:

—No quiero dejarlas. Las echaré de menos todos los días, pero
también lo entiendo. —Ella mira a Isaac—. Gracias por estar aquí.
Gracias por estar ahí para ellas.

Holly entonces pone su mano en el hombro de Isaac.

—Gracias por tu generosidad. A mi hermana y a mí nos


encantaría quedarnos contigo hasta que la capilla sea segura.

Isaac palmea la pierna de Violet una vez más y se levanta.

—Muy bien entonces. Tengo muchas mantas, comida y


provisiones, pero será mejor que ustedes, señoras, empaquen su
ropa y cualquier otro artículo que deseen. Va a pasar un tiempo
hasta que puedan volver. —Luego dirige su atención a mí—. ¿Te
importaría ayudarme a llevar a Violet a mi casa antes de que tú y
Ember hagan su viaje colina abajo?

—Es lo menos que puedo hacer —respondo, más que feliz de ser
útil.

El hombre se ha convertido en nuestro salvador. Ha dado una


solución a un problema que yo no creía que pudiera resolverse.

—Vamos a ponernos en marcha. Tenemos mucho que hacer antes


de que anochezca. Para ir a mi casa, tardaremos medio día con
Violet.

Mientras todos se apresuran a ponerse a trabajar, me tomo un


minuto para atraer a Ember a mis brazos y preguntarle:

—¿Estás bien con esto?


—Es lo que quieren —dice, con la voz entrecortada—. Quiero que
sean felices. Se lo merecen.

—Y yo quiero que tú seas feliz. ¿Qué hace falta para que eso
ocurra?

Se aparta y me mira a los ojos.

—Tú —dice simplemente—. Sólo necesito que me hagas feliz.


20
Había sido un largo día y una agotadora caminata para llevar a las
hermanas a la cabaña de Isaac. Christopher e Isaac pudieron
llevar a Violet todo el camino, mientras Holly y yo llevábamos las
provisiones. Una vez que las tuvimos instaladas en la cabaña,
Christopher y yo decidimos que lo mejor sería volver a la capilla
antes de que oscureciera, pasar la noche por última vez y luego
salir a la pradera con la primera luz. Aunque Isaac ofreció su casa
para que nos quedáramos, tanto Christopher como yo sentimos
que necesitábamos algo de privacidad para poder resolver nuestro
propio futuro. Todavía tenemos mucho que discutir, y realmente
necesitamos algo de tiempo para ser simplemente nosotros... una
última vez antes de que comience la locura de empezar nuestra
nueva vida.

Las despedidas fueron duras, pero todos prometimos seguir en


contacto. Isaac prometió vigilar a Holly y Violet hasta que les
avisáramos de que Espantapájaros y Papá Rich habían sido
arrestados, y saber esto, me hizo posible alejarme. Aunque fue
difícil dejarlos, sé que en el fondo son felices ahora. Están viviendo
sus vidas de la manera que quieren y en sus términos. Nunca
podría obligarlas a hacer otra cosa.

—Ahora estamos solos tú y yo —dice Christopher cuando


entramos en la capilla.
—Es tan tranquilo —digo, caminando hacia el fuego que ahora es
sólo brasas. No me llevará mucho tiempo volver a encenderlo, y
me pongo a trabajar rápidamente antes de que la habitación se
enfríe más.

Christopher se acerca por detrás y me rodea con sus brazos,


besando el lateral de mi cuello.

—Sé que hoy ha sido duro para ti. Pero estoy orgulloso de ti.
Antepusiste sus necesidades a las tuyas, y estoy orgulloso.

—Fue difícil. Las quiero con nosotros, pero también sé lo duro que
es ahí afuera... en la sociedad.

—Por eso tenemos que idear un plan para que no sea tan difícil
para ti. Empezando por el hecho de que no vamos a volver a
Nueva York. No tendrás que volver a ver a mi madre ni tendrás a
los medios acosándote. Dondequiera que vayamos, lo
mantendremos en secreto. Hará falta un buen investigador
privado para cazarnos, y si lo hacen... nos iremos de nuevo.

Sus palabras me llenan de mucha esperanza para el futuro.

—¿Y tu trabajo?

—Conseguiré otro trabajo si quiero. El dinero no es un problema


para mí, como sabes. Me encanta hacer fotos, y eso no tengo por
qué dejar de hacerlo porque no trabaje para The Rolling Stone.
Puedo trabajar por cuenta propia si decidimos que nos conviene, o
puedo hacer fotos por placer. En cualquier caso, mientras esté
contigo, seré feliz.

—¿Y tu madre? ¿Realmente puedes alejarte de ella?

Responde a mi pregunta con una propia.

—¿Puedes realmente alejarte de Papá Rich?

—Será difícil —admito.


—Y será duro para mí. Pero es algo que tenemos en común. No
seremos la primera pareja que tiene que lidiar con padres tóxicos
y averiguar cómo manejar eso. Ambos merecen estar en la cárcel,
y ojalá que eso ocurra.

—Entonces, ¿a dónde vamos? —pregunto.

—¿Aún quieres el desierto? —pregunta, claramente pensando en


lugares.

Niego con la cabeza.

—No. Me gusta lo que dijiste antes sobre vivir en las montañas.


Estar aquí arriba, entre los árboles... este lugar me hace feliz.
¿Podríamos encontrar un lugar cercano? No me refiero a vivir
fuera de la red, sino tal vez a un pequeño pueblo de montaña.

Me abraza con fuerza y me besa de nuevo en el cuello.

—Me encanta esa idea. Una cabaña con una estufa de leña y un
oso tallado al frente.

—Solo nosotros.

—Sí —está de acuerdo—. Sólo nosotros.

—Un lugar donde no puedan alcanzarnos. Nunca más.

—Nunca más.

Me doy la vuelta y aprieto mis labios contra los suyos, sintiendo al


instante que el fuego se enciende dentro de mí. Es curioso cómo la
esperanza de un buen futuro actúa como un afrodisíaco.

—Estamos solos —susurro seductoramente—. Sólo tú y yo. No


tenemos que estar callados. —Mordisqueo su labio y bajo mi mano
a su entrepierna, que ya está dura al tacto—. Podemos hacer
ruido. Podemos ser muy, muy ruidosos.
—Cuidado —me advierte juguetonamente—. Estás despertando a
la bestia.

—Quizá no quiera tener cuidado —digo mientras meto los dedos


en sus pantalones y acaricio ligeramente su polla—. Resulta que
me gusta la bestia.

—Quítate la ropa —me ordena.

Sin vacilar, algo que sé que el alfa que lleva dentro espera... el
cumplimiento inmediato... me echo hacia atrás y, con toda la
gracia que puedo reunir, me quito cada prenda de la forma más
seductora que puedo. Sé que no estamos en el entorno más sexy,
pero quiero complacerlo. Quiero que perciba el deseo que siento
por él. No puedo darle lencería y tacones altos, pero sí una entrega
total.

Christopher se sienta de nuevo ante la mesa de madera, cruza los


brazos contra el pecho y esboza una sonrisa lobuna. Tengo la
sensación de que disfruta con lo que ve.

—Párate desnuda ante mí —me ordena una vez que me he quitado


toda la ropa.

Lo hago sin protestar, amando la sensación de poder seductor que


siento al realizar un acto tan sencillo.

—Gira en círculo y permíteme ver ese culo tuyo.

Hago lo que me dice, dándole la espalda, sintiendo que sus ojos


arden contra mi piel.

—Abre bien las piernas. —Obedezco—. Inclínate para que pueda


verte en todo su esplendor.

Me detengo un momento, obligándome a bloquear los oscuros


recuerdos de lo que esa orden podría traer en mi pasado, pero
hago lo que me pide, sabiendo que mi futuro es mucho mejor.
—Abre las mejillas para mí. Quiero ver el agujero que pienso
reclamar.

Mi corazón late con fuerza contra mi pecho agitado, pero me estiro


por detrás y separo los carnosos montículos de mi culo. La fría
brisa de la capilla acaricia mis lugares más íntimos, provocando
escalofríos en mi columna vertebral y en cada centímetro de piel
desnuda.

Permanezco en mi posición y siento cómo una gota de excitación


recorre mi coño hasta el muslo. Puedo oler mi deseo, y aunque sé
que sus ojos se están deleitando con el espectáculo que tiene ante
sí, no puedo evitar sentir una mezcla de humillación y deseo en mi
postura. El tira y afloja de las dos emociones parece hacer que mi
necesidad de más sea aún mayor.

Oigo sus pasos acercarse. Permanezco en mi posición, decidida a


permanecer así hasta que él dé la orden de moverme.

Me estremezco ligeramente cuando siento la palma de su mano en


mi culo.

—Mantenlos abiertos —gruñe.

He llegado a reconocer el sonido de su voz que significa que mi


cuerpo pagará el precio de la forma más perversa y deliciosa. Se
transforma en una bestia, y conozco exactamente el tono.

Ahora lo oigo.

—Quiero follarte el culo. Quiero mi polla enterrada en este


apretado agujerito.

Mi corazón late tan fuerte que puedo sentir el pulso en mis sienes.
Me trago el nudo en la garganta, intentando no romper la posición
que sé que quiere que mantenga.

—No tengo lubricante —dice—. Así que me voy a follar este culo
sólo con tus fluidos.
El pánico mezclado con un deseo prohibido de que haga lo que le
plazca retumba en mi interior.

Me pasa los dedos por el coño, recogiendo la humedad, y los


presiona para que pasen por mi agujero fruncido. Cubre cada
centímetro de mi agujero, preparándolo para su entrada sólo con
mi deseo.

Me acerca al borde de la mesa de madera y me presiona para que


me tumbe boca abajo contra la fría superficie.

—Iré despacio, pero esto va a tener más fricción y no será fácil.

Me tenso pero asiento. Quiero esto. Quiero sentirlo dentro de mí


en los puntos más íntimos de mi cuerpo.

—Seré suave, pero te llevará algún tiempo adaptarte. No puedo


deslizarme con tanta facilidad. Necesito que te relajes, te sometas
y te abras.

—¿Va a doler? —pregunto.

—Sí. Justo como te gusta.

Vuelvo asentir. Sí, justo como me gusta. Sólo Christopher


entiende realmente mi necesidad de un toque más oscuro. Mi
hambre de un poco de agudeza.

Se inclina sobre mi espalda y comienza a besar suavemente un


lado de mi cuello, mi hombro, el lóbulo de mi oreja, cada beso
enviando cosquilleos a mi coño palpitante. Su polla me presiona
contra el pliegue del culo, y sé que las suaves caricias son sólo
una treta para engañar a mi cuerpo y que se relaje antes de que
empiece a reclamar mi culo.

—Tengo miedo —admito finalmente.

—Respira...
—Tengo miedo de que me duela demasiado. Será demasiado
seco —admito, temerosa de lo desconocido—. Pero por mucho que
grite, no te detengas —le digo—. Lo quiero. Quiero sentir cómo me
follas el culo sin que nada impida la fricción. Haz que mi culo se
ponga en carne viva —murmuro, sabiendo que mi propia bestia
primitiva interior se ha desatado por fin.

Baja la mano y guía su polla hasta mi apretada entrada trasera.


Muy lentamente, y con mucho control, presiona la punta de su
polla más allá del apretado anillo. Hace una pausa para que
pueda acostumbrarme al choque inicial, a la extensión y al ardor
de tener sólo mi propio fluido como lubricante.

—Relájate. Ábrete a mí —gime en mi oído, acompañando sus


palabras con suaves besos en mi cuello.

Empuja más, haciéndome jadear. El mordisco, el estiramiento, la


sensación erótica, todo se vuelve demasiado. Echo de menos el
lubricante. Echo de menos la facilidad.

Sacudo la cabeza.

—Eres demasiado grande para mí. Creo que me desgarraré sin


lubricante.

Christopher me susurra al oído:

—Respira profundamente. —Hago lo que me pide—. Tómalo una


vez más, y relaja tus músculos. Tienes que confiar en que, una vez
que esté completamente dentro de ti, te sentirás bien. Sométete a
mí, a tu aprensión y a todo tu cuerpo.

Me pasa una mano por delante y encuentra mi clítoris. Hace un


círculo con su dedo alrededor, dándome la sensación exacta que
necesito para permitir que mi culo lo tome por completo.
Concentro mi atención en el placer que me proporciona su dedo y
soy capaz de relajar los músculos de mi ano por completo,
empujando contra él para que me penetre aún más. Esto permite
que su polla se introduzca en mi culo hasta las pelotas mientras
grito su nombre con dolor y placer.

Me he dado cuenta de que amo y anhelo las dos sensaciones


combinadas por encima de todo.

—Eso es, Ember —elogia mientras bombea lentamente su grosor


dentro y fuera—. Déjame reclamar ese culo tuyo. Deja que te haga
mía.

Mi agujero inferior se estira hasta niveles imposibles y está seco


sin el lubricante, pero disfruto de la punzante fricción y espero
con ansias cada empuje mordaz que me da.

Sus suaves empujones se vuelven un poco más agresivos. Cada


empujón loe lleva un poco más adentro que antes. Los cosquilleos
en mi culo se convierten en chispas de éxtasis. Mi canal oscuro
palpita alrededor de su enorme polla y grito su nombre. Lágrimas
de rendición recorren mi rostro mientras permito que cada
sensación inunde mi cuerpo. No me resisto. No lucho. No pienso.
Simplemente soy.

Mis jadeos y gemidos provocan unas cuantas embestidas más, y


Christopher finalmente termina la penetración por el culo con un
rugido mientras dispara su semilla en mi seco agujero.

Nos quedamos congelados, inclinados sobre la mesa, nuestra vida


todavía en movimiento, Papá Rich y Espantapájaros todavía por
ahí. Pero ahora mismo... este mismo segundo, tenemos calma. Nos
tenemos a nosotros. Y me doy cuenta de que eso es todo lo que
necesito.
21
—¡Han capturado al hijo de puta! —anuncia Christopher, con los
ojos llenos de emoción y el cuerpo tenso de excitación mientras
cuelga el teléfono—. Tienen a Richard y a Espantapájaros
detenidos.

—Oh, Dios mío —apenas suelto un chillido—. ¿Los han


encontrado?

—Volvieron por ti como sabíamos que harían, y los federales


estaban esperando. —Se acerca a la televisión y pone las noticias.

Miro incrédula cómo Papá Rich, esposado, es escoltado por la


policía al interior de un edificio. Tiene la cabeza erguida, los
hombros orgullosos, y en su rostro no hay ni un ápice de
remordimiento. Los comentarios sobre la captura del Asesino de la
Ciudad Fantasma resuenan en mis oídos mientras veo al hombre
que creía amar caminar hacia su fin de destrucción. Ya no puede
morir nadie de su mano. Ya no podrá arrojar más miseria sobre
los pobres e inesperados intrusos.

Nunca más podrá ser un guardabosques. Sólo un prisionero.

Cortan y muestran a Espantapájaros en una silla de ruedas


siendo empujado a través de una tormenta de medios y rodeado
por la policía. Se ve patético con una sola pierna. Le han quitado
el relleno de paja de la otra pierna, lo que seguro que lo tiene
enfadado. Le han quitado su identidad y su dignidad al obligarlo a
ser empujado en una silla de ruedas por otra persona. Lo siento
por la persona que lo acompaña. Me pregunto si todavía huele a
cebolla, a olor corporal y a heces.

—Verlos a los dos, tan lejos, casi parece que me han engañado. No
pude verlos detenidos por mí misma —confieso.

—Lo sé —dice Christopher—. Me hizo falta todo lo que había en mí


para no estar en esa montaña esperando su regreso. Pero al
mismo tiempo, tenemos que seguir adelante. No podemos estar
cautivos de ellos para siempre. Ya no forman parte de nuestra
historia.

—Esto no parece real —digo en voz baja—. Pensé que nunca lo


atraparían. Nunca.

Christopher se acerca por detrás de mí y me pone su mano


reconfortante en el hombro mientras observamos juntos.

—El Agente Martínez me ha dicho que van a querer que


declaremos. Voy a conseguir un abogado de inmediato para que se
encargue de todo por nosotros y nos ayude a guiarnos a través de
esta tormenta.

Lo miro, instantáneamente presa del pánico.

—¿Pero qué pasa con nuestra casa? ¿Nos encontrarán los medios
de comunicación? Dijiste que el lugar donde estamos es secreto.
Es nuestro. Sólo nuestro.

Me encanta estar en nuestra cabaña sin periodistas esperando


afuera. ¿Va a cambiar todo eso?

—Vamos a permanecer ocultos lo mejor que podamos. Haré que


nuestro abogado sea el punto de contacto, y aunque tengamos que
viajar para testificar, trataremos con los medios y las autoridades
lejos de nuestra casa. Nuestro hogar será siempre nuestro
santuario. —Se inclina y me besa la frente—. Te lo prometo. Me
gusta la paz y la tranquilidad aquí tanto como a ti.

Christopher cumplió su palabra desde el momento en que volamos


de la montaña. No volvimos a Nueva York, no nos relacionamos
con su madre, y nos encontró la cabaña más bonita en un
pequeño pueblo de montaña llamado Pinesville. El pueblo consta
de un mercado, una oficina de correos, una tienda de mascotas,
una barbería y algunos otros pequeños negocios. Es pintoresco,
encantador y ya se siente como un hogar. Hemos conocido a un
par de personas que viven en el pueblo, pero todos parecen ser tan
reservados como nosotros. Son amigables, pero no demasiado. Y si
saben quiénes somos Christopher y yo debido a los medios de
comunicación, no lo dicen.

Christopher hace fotos de la naturaleza y parece que le encanta.


Vamos de excursión y se pierde en sacar una foto tras otra. Nos
hemos instalado en una rutina de amor, felicidad y satisfacción
que nunca creí posible. Pero siempre supe en el fondo de mi
mente que era temporal. Estábamos trabajando en tiempo
prestado porque Papá Rich entraría en mi vida una vez más.

Y aquí está.

En la televisión, tan lejos de mí pero también tan cerca.

—No estoy segura de poder enfrentarme a él —confieso, mirando


fijamente al hombre que en su día fue mi única familia. La única
persona que significaba algo en mi vida. El hombre que creía que
era mi Papá Rich.

Ya no reconozco al hombre.

Y no porque haya cambiado. No... es el mismo hombre. El mismo


hombre malvado.

Ahora tengo los ojos abiertos. Puedo ver la verdad.


Ya no es mi Papá Rich.

Es Richard. Es el Asesino de la Ciudad Fantasma. Es un hombre


malo, malvado y fue mi secuestrador.

Christopher deja escapar un profundo suspiro y empieza a


frotarme la espalda.

—Me gustaría poder decirte que no tienes que volver a verlo. Pero
sé que tú y yo seremos testigos clave en su juicio. Estará en la
sala cuando tengas que subir al estrado.

—¿Y tu madre? ¿Tendremos que verla?

Sigue frotando pequeños círculos en mi espalda.

—Es probable. Ahora ella también es parte de este caso judicial.


No hay manera de que pueda salir de esto con las manos limpias.
No importa cuánto dinero y abogados de lujo lance en esto, ella
ayudó a un delincuente buscado. Es un crimen, y no veo cómo no
va a pagar por lo que te hizo. Pero mi madre ya no es de mi
incumbencia. Ella tiene que lidiar con sus asuntos legales por su
cuenta.

—¿Vamos a decirle a las autoridades la verdad sobre lo que


hizo? —pregunto, preparada para mentir si es algo que
Christopher quiere.

Louisa es su madre, y comprendo perfectamente la influencia que


ejerce la familia y lo que te puede hacer o no hacer.

—Ya se lo he contado todo al Agente Martínez. No voy a mentir por


esa mujer, y tampoco espero que lo hagas tú. Ella tendrá que
pagar por lo que hizo de una manera u otra. Conociéndola, será a
través de su bolsillo. Ella tiene una manera de salir de todo lo
malo. Pero a pesar de todo, me perdió en el proceso. Está muerta
para mí, igual que Richard para ti.
Alcanzo el mando a distancia y apago la televisión. No quiero
seguir viendo su rostro ni escuchando las voces chirriantes de los
reporteros.

—Han sido muy agradables estas dos últimas semanas aquí


contigo. No quiero que se acabe.

Christopher me rodea y se sienta a mi lado en el sofá. Toma mis


dos manos entre las suyas y me mira directamente a los ojos.

—No se acabará. Puede que tengamos que dar un pequeño desvío,


pero volveremos a esto. Lo amo tanto como tú.

—Me temo que una vez que volvamos a esa vida, puedes darte
cuenta de que lo echas de menos todo. La vida en la ciudad podría
arrastrarte de nuevo.

Christopher sonríe.

—No he echado nada de menos. Me he preguntado por qué he


esperado tanto tiempo para hacer algo así. Siempre he amado las
montañas y he ido de vacaciones cerca de aquí a menudo. Así que,
poder vivir aquí todos los días... es como unas vacaciones
permanentes. —Se inclina hacia adelante y me besa—. Estoy
haciendo este cambio por mí tanto como lo hago por ti.

—Tenemos que avisar a Isaac, Holly y Violet de que la capilla es


segura —me doy cuenta de repente, preguntándome cuánto
tardaremos en salir para verlos a todos.

—Ya me he asegurado de que eso ocurra —dice Christopher—. Los


federales quieren mantenernos contentos en este momento para
que cooperemos con todo lo que necesitan de nosotros. Les pedí
que enviaran a uno de sus hombres a casa de Isaac
inmediatamente. Una vez que se pase la tormenta, iremos a
visitarlos. Veremos cómo se han instalado y si necesitan algo de
nosotros.
He echado de menos a las hermanas como una loca y estoy
deseando volver a verlas, pero también sé que era imposible volver
antes de que capturaran a Richard y a Espantapájaros. Teníamos
que permanecer escondidos por nuestra seguridad y la de ellos.
Además, no queríamos dar ninguna pista a Richard y
Espantapájaros de que ya habíamos huido de la montaña.

—Christopher... —Empiezo, sin estar segura de querer decir


realmente mis pensamientos en voz alta—. ¿Crees que es posible
ver a Pap... Richard antes de que estemos en el tribunal? No
quiero verlo, pero hay una parte de mí que siente que necesita el
cierre. Necesito poder despedirme de él y de esa parte de mi vida.
No podré hacerlo si estoy en el estrado y él me mira fijamente
desde el otro lado de la habitación.

—Haré que nuestro abogado trabaje en eso a primera hora. Estoy


seguro de que se puede arreglar si es algo que realmente quieres.

—No es algo que quiera, sino algo que siento que debo hacer.

—Lo entiendo —dice Christopher mientras se levanta—. Haré las


llamadas ahora y me aseguraré de que nos atienda el mejor
abogado del país.
22
Solía ser una chica asustada. En realidad... solía ser una chica
aterrorizada.

Todo me preocupaba. Cada sombra me perseguía.

Me escondía en una escuela, no sólo porque me obligaban, sino


porque no sabía cómo no esconderme.

Allí estaba a salvo, y yo ansiaba estar a salvo.

Todavía me arrepiento de haber sido demasiado débil y cobarde


para ayudar a Christopher cuando llegó a Hallelujah Junction. No
tenía la fuerza necesaria, y por mucho que quisiera intervenir y
hacer lo correcto... no pude.

Siempre me perseguirán todas las pobres almas que Richard mató


en el pozo de ácido. Ojalá hubiera podido salvarlas. Ojalá hubiera
podido evitar sus muertes de alguna manera. Desearía haber sido
una persona diferente.

Pero de alguna manera, con Christopher a mi lado, y con el


tiempo, me he convertido en la persona que siempre pensé que era
imposible ser.

No soy la pequeña niña asustada que fue secuestrada a los cinco


años.
No soy la fantasma aterrorizada que se escondía en un edificio en
ruinas.

Ya no miro desde adentro, deseando una vida que nunca tendría.

He resurgido de las cenizas de la ciudad que ayudé a quemar.

Soy más fuerte por eso. Soy mejor por eso.

Ya no soy la fantasma de Hallelujah Junction.

Soy Ember Davenport, y nada ni nadie volverá a aplastar mi


espíritu.

Sí, he considerado no tener esta reunión una y otra vez. Pero sé


que es algo que tengo que afrontar de frente si alguna vez voy a
ser capaz de dejar ir a Richard. Ninguna cantidad de terapia podrá
curarme de la oscuridad que trae y del asfixiante control que tiene
sobre mí. Está en mí. Tengo que hacerlo. Tengo que recuperar el
control.

Christopher y yo hemos viajado durante horas para llegar a la


cárcel que retiene a Richard hasta el juicio, y aunque los dos
estamos agotados por el viaje y el torrente de diferentes
emociones, insisto en que vengamos directamente aquí. Necesito
que esto deje de perseguirme. Necesito que se acabe ya.

Y mientras me siento en una silla de plástico frente a una


mampara de cristal, esperando a que Richard sea acompañado a
la sala del otro lado, suelto la respiración que he estado
conteniendo. Sé que va a ser duro, pero no tengo ni idea de cuánto
hasta que lo veo con su mono naranja ocupar el asiento frente a
mí. Aunque sé que no hay forma de que me alcance, y que la
única manera de que me hable es descolgando el teléfono, y que la
policía está a nuestro alrededor, todavía tengo un momento de
querer huir. Todavía siento terror de que este hombre pueda
llevarme de nuevo y tenga que vivir mi vida en cautiverio una vez
más.
Pero lucho contra el impulso de huir, y también me niego a que él
vea la oleada de emociones que me invaden.

Ambos levantamos nuestros teléfonos y nos los llevamos al oído,


con la mirada fija en nosotros.

—Ember —comienza—. Esperaba que vinieras.

—¿Por qué? —pregunto.

¿Es para intentar controlarme desde lejos? ¿Es porque quiere mi


ayuda para conseguir una mejor asesoría legal? ¿Es porque quiere
gritar y culparme de todo esto? ¿O es para hacerme sentir
culpable por estar libre cuando él no lo está?

—Voy a estar aquí durante mucho tiempo —dice con calma—. Vas
a tener que ser una chica fuerte y vivir sin tu papá.

Golpeo con la mano en la mesa y me inclino hacia él.

—No —le digo—. No te atrevas a tratarme como una chica débil.


No eres mi padre. Nunca has sido mi padre. ¿Lo entiendes? No voy
a sentarme aquí y dejar que me hables como si no fuera más que
una niña asustada. Esos días han terminado. Se acabaron.

Richard se echa hacia atrás, se lame los labios y me dedica una


sonrisa de satisfacción.

—Veo que Christopher se ha metido en tu cabeza. Has dejado que


el diablo entre.

—Tú eres el diablo —digo, recuperando la calma—. Siempre lo has


sido.

Sacude la cabeza.

—No, Ember. Yo te salvé. Te he criado. Es gracias a mí que estás


aquí respirando.

Vuelvo a respirar profundamente para calmarme.


—Es gracias a ti que me perdí la vida. Me mantuviste cautiva en
una escuela, haciéndome creer que eso era todo lo que había. Me
hiciste creer que no tenía otra opción. Me secuestraste. Esa es la
realidad. Me secuestraste y me atrapaste en tu propia versión del
infierno, como hiciste con Christopher.

—Nunca debí traer a ese hombre a tu vida —escupe Richard—.


Ahora estoy pagando mi penitencia por ese error.

—Estás pagando tu penitencia por toda la gente que mataste y por


todo el mal que hiciste.

—En la vida hay que tomar decisiones difíciles —replica—. Pronto


lo verás.

Asiento.

—Sí, lo sé todo sobre las decisiones difíciles. Venir aquí a


enfrentarte fue una decisión difícil, pero tenía que venir. Tenía que
mirarte a los ojos y decirte adiós. No volverás a verme ni a saber
de mí después de hoy. No hasta que suba al estrado y ayude a
encerrarte de por vida, o para ayudar a darte la pena de muerte si
eso es lo que se decide. No soy tu hija. Ya no soy esa pequeña
chica descalza de Hallelujah Junction. Nunca más lo seré.

—Christopher Davenport te ha corrompido. Lo sé. Sé que no eres


tú quien habla. Entrarás en razón.

Está tratando de actuar como si mis palabras no significaran nada


y no lo estuvieran molestando, pero puedo ver en sus ojos que sí.
Está perdiendo. Lo ve. Lo oye. Y pronto no tendrá más remedio
que afrontarlo.

Sacudo la cabeza y doy mi propia sonrisa.

—No, Richard. No es él quien habla. Soy yo. Toda yo. Y quiero que
sepas que has hecho una cosa buena por mí. Una. Me diste a
Christopher. Es un buen hombre. Es mi esposo en todos los
sentidos y siempre lo será. Tengo que agradecerte por eso, pero
sólo por ese acto.

—No dejes que el diablo se quede dentro de ti, chica.

La irritación me eriza la piel. Nunca me escuchará. En realidad,


no. Se sentará tras los barrotes de su celda y nunca me verá como
la nueva mujer que soy. No importa cuánto lo intente, sólo estaré
desperdiciando mi aliento. Ahora veo esto. Y la verdad es que...

No necesito que me vea como la mujer fuerte e ingeniosa en la que


me he convertido.

No necesito su aprobación o su bendición.

Ni siquiera necesito que entienda que no volveré a estar en su


vida.

No necesito nada de este hombre.

—Vas a pasar el resto de tu vida mirando por una pequeña


ventana una libertad que nunca tendrás. Vas a estar cautivo. Vas
a estar a merced de tu carcelero. Vas a morir sabiendo
exactamente cómo me sentí yo. Tú eres el cautivo ahora. No yo.
Soy libre. Por fin soy libre.

Cuelgo el teléfono y me levanto para irme. Veo que sus labios se


mueven en señal de refutación, su rostro enrojecido por el hecho
de que tenga la audacia de terminar la conversación antes de que
él haya terminado, pero no podría importarme menos lo que está
tratando de decir. Yo tendré la última palabra.

Yo.

Yo tengo el control. No él. Nunca más entregaré mi fuerza a otra


persona.

Salgo de la cárcel para reunirme con Christopher, que me ha


estado esperando ansiosamente. No me ve al principio y se pasea
de un lado a otro. En cuanto me ve acercarme, corre hacia mí y
me abraza.

—¿Estás bien? ¿Cómo fue? —Se aparta para poder estudiar mi


rostro.

Libero el último aliento de tensión que está encerrado en mi


interior y sonrío tranquilizadora.

—Es un hombre enfermo. Es un hombre malvado. Pero ahora sé


que estoy libre de todo eso. No tengo que volver a tenerlo en mi
vida. Se acabó. Por fin se ha acabado.

Christopher me abraza y me besa en un lado de la cabeza.

—Sí. Ahora eres libre, Ember. Y te juro que nunca más tendrás
que pasar por eso. Te amo; siempre te amaré, y nada ni nadie
cambiará eso.

Sí, finalmente soy libre. El fantasma de Hallelujah Junction ya no


acecha al pueblo.
—¡Están aquí! —Oigo gritar a Violet desde la puerta de la
capilla—. ¡Holly! ¡Isaac! ¡Ember y Christopher están aquí!

Llegamos a la cima de la montaña, sin aliento por nuestra


caminata, pero emocionados de ver por fin a nuestros amigos de
nuevo. El invierno ha pasado, al igual que la primavera, y los
signos del verano nos rodean. Una nueva vida, un nuevo
nacimiento, un nuevo comienzo. La subida a la capilla fue mucho
más dura que la bajada, pero la emoción de verlos me hizo
avanzar.

Holly e Isaac siguen a Violet cuando se encuentran con nosotros a


mitad de camino. Nunca había visto a las hermanas tan felices.
Han engordado un poco, no parecen huecas ni tristes en lo más
mínimo, y veo sonrisas en sus rostros hasta que sus mejillas se
terminan. Violet es la primera en llegar hasta nosotras y me rodea
con sus brazos y me abraza fuertemente. No muestra signos de
haber tenido una vez una pierna rota y, de hecho, parece estar en
perfecto estado de salud y de forma.

—Te he echado mucho de menos —chilla.

Veo que Isaac le tiende la mano a Christopher, y se estrechan y


luego se abrazan como si fueran amigos lejanos. Se ha formado un
vínculo para siempre entre ellos, y es obvio verlo.

Holly obliga a Violet a apartarse y me abraza ella misma.


—Parece que hace una eternidad que no te vemos —dice. Se
aparta y recorre mi cuerpo de pies a cabeza, sonríe y luego mira a
Christopher.

—Vamos adentro, fuera del sol. Vamos a conseguirte algo para


beber y comer. Seguro que el viaje hasta aquí no ha sido fácil.

—Eso suena muy bien —digo, mirando la capilla con nuevos ojos.

Ya no tiene el aspecto encantado, maligno y ominoso que tenía


cuando la vi por primera vez. Es obvio que se han hecho trabajos
de reparación en el exterior. Ya no hay huecos entre la madera
desgastada. Las hierbas muertas que solían besar los bordes de
los cimientos son ahora coloridas flores silvestres.

Cuando entramos en el interior, casi no lo reconozco. Se han


levantado paredes de troncos, separando las habitaciones, en
lugar de las andrajosas cortinas de antes. Los suelos están
limpios, las ventanas brillantes, hay flores recién cortadas en un
tarro de cristal en el centro de la gran mesa y la chimenea está
terminada. Se siente como un hogar en lugar de una prisión.
Huele a estofado de Holly, pero esta vez se está cocinando sobre
un fogón que parece construido por expertos.

—Has hecho muchas cosas en el lugar —dice Christopher, dando


vueltas y asimilándolo todo—. No se parece en nada a lo que
recuerdo.

—Es precioso —añado—. Realmente se siente como un hogar.

Violet asiente, se acerca a Isaac y toma su mano entre las suyas.

—Isaac nos ayudó a arreglarla. Ahora incluso tenemos un pozo


con el agua más fresca de la montaña.

Holly se acerca a una jarra de esta agua y nos sirve algunos vasos.

—No podríamos haber hecho esto sin él.


Isaac retira su mano de la de Violet pero la sustituye colocando su
brazo sobre los hombros de ella en un abrazo posesivo. Noto cómo
las mejillas de Violet se enrojecen cuando él lo hace, y su sonrisa
brilla aún más.

—No me voy a llevar ningún mérito. Estas señoras saben trabajar


duro. Una vez que la pierna de Violet se curó, se puso en marcha
como un tornado. No pude contenerla.

Mi corazón se calienta al ver a Violet apretar su cuerpo contra el


de Isaac. Holly no parece darse cuenta ni importarle, lo que me
dice que este acto forma parte de su día normal. Ha sucedido
algo... una conexión y una cercanía entre Isaac y Violet... y no
puedo esperar a tener a Violet a solas para que me lo cuente todo.

Todos nos acomodamos alrededor de la mesa y mantenemos una


pequeña charla al principio, pero luego es Holly quien finalmente
dice lo que todos hemos estado esperando discutir.

—No puedo creer que hayan atrapado a los dos culpables. Casi
parecía demasiado fácil.

—Esta pesadilla ha terminado —inserta Christopher. Mete la


mano por debajo de la mesa, la coloca sobre mi muslo y aprieta—.
No ha sido fácil y a veces ha estado a punto de rompernos. Pero
por fin ha terminado.

—A veces casi no parece real —añade Violet—. Todavía sigo


esperando que Espantapájaros entre por esa puerta en cualquier
momento, exigiendo su cena.

Veo que Isaac coloca su mano sobre la de ella y le da unas


palmaditas tranquilizadoras. El breve momento de tristeza que ha
bañado su rostro se desvanece en el momento en que él la toca.
Todo lo que veo es pura felicidad y dicha. Nunca había visto a
Violet tan viva.
—Ya podemos seguir con nuestras vidas —digo, feliz de que el
juicio haya terminado por fin.

Aunque nuestro abogado consiguió protegernos de gran parte de


la locura de los medios de comunicación, fue mucho para
nosotros. Nuestra privacidad, sin embargo, se mantuvo intacta, y
nuestra casa sigue siendo nuestro secreto. Es bastante obvio que
los habitantes del pueblo saben quiénes somos ahora, si es que no
lo sabían ya, pero no nos molestan por eso. Y con el tiempo, estoy
segura de que pasarán a los chismes de otros. Pero hemos
empezado a hacer amigos y asentarnos. Las raíces están
creciendo, y realmente uso el término “hogar” y lo digo en serio
cuando lo pronuncio.

—Violet —digo, levantándome de la mesa—. ¿Por qué no vamos tú


y yo por leña? —Miro la pila llena junto a la chimenea y sonrío—.
Por el bien de la memoria.

Violet se levanta de su silla y me sigue de inmediato. Cuando


cerramos la puerta tras nosotros y nos dirigimos al granero, voy
directamente al grano.

—¿Qué pasa entre tú e Isaac?

Violet se sonroja y se mira los pies.

—Me gusta. Me gusta mucho.

—Parece que él siente lo mismo.

Sus ojos se dirigen a mí.

—¿De verdad? ¿Eso crees?

Asiento y sonrío.

—Lo creo. Es bastante obvio que hay algo entre los dos.
—Cuidó muy bien de mí cuando me rompí la pierna. Sin él,
nosotras no habríamos podido sobrevivir. Es un hombre tan
bueno.

Recojo un montón de madera y me dirijo a la capilla.

—Realmente lo es. Le debo todo.

Violet toma parte de la madera que tengo en mis brazos para


disminuir la carga.

—Sé que no estaría aquí con mi segunda oportunidad en la vida si


no fuera por él.

Me detengo ante la puerta y me vuelvo hacia ella.

—Entonces aférrate a lo que te hace feliz. Te lo mereces. Si Isaac


es lo que quieres, agárrate y no lo sueltes nunca.

—Lo haré —promete Violet—. Sé el regalo que tengo ahora que


puedo vivir la vida... y ser feliz. No lo tiraré nunca más.

Las dos entramos en la capilla como si no se hubiera hablado de


nada importante y nos incorporamos fácilmente a la conversación
del grupo como si no hubiéramos salido.

—¿Siguen siendo felices viviendo aquí arriba? —pregunta


Christopher, aunque ambos ya sabemos la respuesta a esa
pregunta. Podemos verlo en su aspecto y en la cantidad de trabajo
que ya se ha hecho en la capilla—. Mi oferta sigue sobre la mesa
para trasladarlas a donde quieras. Pinesville es un gran pueblo de
montaña al que Ember y yo amamos llamar hogar. Podrías unirse
a nosotros allí.

Los ojos de Violet se dirigen a Isaac y luego a Holly.

—Nunca hemos sido más felices.


—Sí —dice Holly—. Agradecemos tu oferta, pero realmente
estamos convirtiendo este lugar en nuestro hogar.

Isaac interviene con un brillo de orgullo en los ojos.

—He conseguido comprar la propiedad en la que se encuentra la


capilla. Conecta con mi propio terreno, así que ha sido fácil
ampliarla.

—¿Y ustedes dos? —pregunta Violet—. ¿Cuáles son sus planes?


Acabas de mencionar que vives en Pinesville. ¿Van a quedarse?
¿Crear una familia algún día?

—Bueno, esa es una de las razones por las que estamos


aquí —respondo mientras busco la mano de Christopher—. Sé que
no quieren moverse de aquí, pero esperábamos que al menos
vinieras a visitarnos a Pinesville para nuestra boda. Christopher
ha pedido oficialmente mi mano en matrimonio, y vamos a hacer
que nuestros votos matrimoniales sean legales. Es el último paso
para borrar nuestro pasado y lo que se nos impuso. Estamos
eligiendo casarnos ahora. Quiero que nuestros votos se hagan sin
una cadena real alrededor de nuestros tobillos.

—Significaría mucho tenerlos a los tres allí —añade


Christopher—. Son nuestra familia.

—No faltaríamos por nada del mundo —anuncia Violet—. Oh, qué
noticia tan increíble.

Cuando tanto Holly como Violet chillan de alegría y sacan mi


mano de la de Christopher para que puedan ver el gran anillo de
diamantes que me ha comprado, Christopher y yo nos reímos de
su emoción.

—Los dos parecen muy felices —dice Isaac—. No ha sido fácil,


pero parece que la espera ha merecido la pena.
—No querría pasar por este viaje con nadie más... difícil o
no —admito, mirando a Christopher con tanto amor en mi corazón
que en realidad lo siento físicamente apretado.

Christopher me rodea con el brazo y acerca mi silla a él mientras


dice:

—Ya es hora de que haga de Ember mi esposa de verdad. Fue mi


esposa cautiva, luego mi esposa mantenida y luego mi esposa
tomada. Pero ya es hora de que sea mi esposa para siempre.

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