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Embarazos, maternidades y paternidades en la adolescencia.

Su abordaje
desde la ESI

Clase 2: Aproximaciones a los embarazos, a las


maternidades y a las paternidades en la adolescencia.
Aportes para la construcción de una mirada integral, con
perspectiva de derechos y género

Presentación

Estimados y estimadas colegas:

En la clase anterior nos acercamos a los fundamentos de la Educación Sexual Integral y a su aporte
para el abordaje de los EMPA en las escuelas, identificamos algunos de sus condicionantes,
dimensionamos cómo operan en estas experiencias algunas desigualdades sociales y económicas.
También comenzamos a reflexionar sobre las condiciones necesarias para que nuestros estudiantes
cuenten con las herramientas para abordar la dimensión del “cuidado” en un sentido amplio y
evitar embarazos no intencionales en la adolescencia, teniendo en cuenta fundamentalmente la
perspectiva de género y derechos.
En esta oportunidad nos interesa detenernos en las miradas y discursos que circulan sobre estos
temas en las instituciones sociales y, especialmente, en las educativas. Vamos a interrogar
afirmaciones que, al homogeneizar/totalizar la sexualidad y a los EMPA en particular, profundizan
estigmatizaciones, la discriminación y las desigualdades hacia quienes atraviesan esta etapa.
Nos referimos a homogenización/totalización para aludir a conceptualizaciones que presentan a
estas experiencias como uniformes; es decir, que proponen que a todos y a todas quienes viven
estas situaciones les ocurre lo mismo.
Se asiste a una totalización por ejemplo cuando se desdibujan las distinciones entre la vivencia del
embarazo, de la maternidad y de la paternidad; también cuando quedan ocultas las especificidades
de estas experiencias según la clase social, la edad; o cuando se omiten las diferencias según las
tramas institucionales. No resulta igual una experiencia de estas características para alguien que
vive con una familia que acompaña, que para alguien que está en pareja o solo, que para alguien
que asiste a la escuela o no.
También se produce totalización cuando se presuponen modelos de vida ideales, también cuando
se piensan en destinos irremediables , cuando se visualiza una única forma de resolución; por
ejemplo, en relación a los EMPA cuando se fija como punto de llegada solo la desventaja: la
deserción escolar, el abandono de proyectos, la pobreza. Sin embargo, los embarazos, las
maternidades y paternidades exponen líneas de fuga, pluralidades, resistencias que se despliegan
aún —a veces— en contextos altamente difíciles. Abrir la mirada sobre los diversos modos que
toman estas experiencias, como en otras situaciones escolares, nos colocará en un mejor lugar para
advertir cómo juegan las diferentes instituciones, sus prácticas y estrategias. Advertir los matices
permite visualizar cuáles son las situaciones que posibilitaron, por ejemplo, la continuidad escolar o
aquellas que la obstaculizaron. En tal sentido, identificar las múltiples experiencias permite
potenciar aquello que promueve la efectivización de derechos y transformar aquello lo que los
vulnera, en relación a los EMPA, como así también garantizar el acceso a los conocimientos
necesarios para que los estudiantes puedan planificar su presente y su futuro más allá del
embarazo; es decir, que los docentes trabajen en el aula sobre estos temas desde un enfoque
integral y preventivo.
Con esta finalidad, en este encuentro, ofreceremos algunos marcos conceptuales y normativos que
resultan significativos en la construcción de una mirada que pueda captar la complejidad de estas
experiencias, el modo en que operan las instituciones y sus desafíos. Seguramente el conocimiento
de estos aspectos redundará en prácticas más cercanas a las necesidades de quienes transitan estas
experiencias.

¿Qué ves cuando me ves?

A lo largo de la historia han cambiado los modos de concebir y nombrar a las adolescencias, a los
embarazos, a las maternidades y a las paternidades. Diferentes han sido los discursos y las prácticas
en relación a estos fenómenos.
Estos modos de nombrar constituyen marcas significativas y eficaces que impactan diferencialmente
en las formas que adquieren las experiencias de quienes son nombrados. En los nombramientos se
evidencian los límites entre lo esperable, lo correcto y lo desviado, lo incorrecto. Estos
nombramientos repercuten en las experiencias sociales, educativas, laborales, sexuales.

¿Cuáles serán los efectos sobre la escolaridad si se espera que las mujeres al tener
hijos se replieguen a lo doméstico y se nombra como despreocupadas a las madres
que estudian, trabajan o salen con sus amigas? ¿Cómo afectará sobre los varones
adolescentes el que la paternidad se consolide solo como función de manutención
económica y se nombre como irresponsable a los padres que ofrezcan crianza y
encuentren limitada la manutención? ¿Qué lugar tendrán las contradicciones
frente a un embarazo en una sociedad que insiste en el amor incondicional —y
natural— de las mujeres hacia sus hijos y nombra como malas madres a quienes
pasan por estas tensiones? ¿Cómo afecta la mirada social sobre las mujeres que
no desean ser madres? ¿Se mira de la misma manera a los varones y su relación
con la paternidad? ¿Qué lugar se da a la maternidad y paternidad en la diversidad
sexual?

Las instituciones sociales (familia, escuela, salud, medios de comunicación, iglesia) participan en la
producción de esas marcas. Tal como señala Lopes Louro (1999), todas esas instancias realizan una
pedagogía, todas ellas conforman un entramado en el cual insisten y se reiteran ciertos patrones,
ciertas normas que van construyendo nuestras experiencias, nuestras sexualidades, nuestros modos
de pensar lo social y pensarnos en lo social (en tanto personas con diferentes identidades de
género, orientaciones sexuales, roles en las familias, entre otros posicionamientos).
Frente a aquellas normas, que funcionan como mandatos sociales, los sujetos producen
obediencias, resistencias y transgresiones. Es por ello que preferimos hablar de experiencias en
plural. Estas experiencias se acercan más o menos a aquello que se establece como norma, lo cual
conlleva para algunos enfrentarse a discriminaciones y violencias, sostenidas muchas veces en
prejuicios que se consolidan socialmente y perpetúan desigualdades e injusticias.
Los y las invitamos a leer el cuento EL LOBO DIFAMADO. Adaptado de “The
Maligned Wolf”, de Lef Learn.
A partir de la lectura del cuento, los invitamos y las invitamos a reflexionar: ¿Cómo
creen que se producen los prejuicios? ¿Cuáles serán los efectos de los prejuicios
sobre quienes los reciben?

Una importante cantidad de trabajos —que mantienen su hegemonía actualmente— presentan a


los EMPA como “precocidad desventajosa” [Término propuesto por Ana María Fernández (2010)].
En sus argumentaciones se postula que estos fenómenos, en tanto precoces por darse a
“destiempo”, constituyen desvíos deficitarios respecto de la adolescencia y la maternidad/la
paternidad y que traen aparejado, por ello, solo consecuencias negativas.

Retomando los aportes de Goffman (1971), ante los embarazos, las maternidades y las paternidades
en estas edades se asiste a un proceso de estigmatización. Estos son tratados como situaciones
indeseables, como estigmas, que se presentan como desvíos producto de “cierta naturaleza”. Así,
por ejemplo, se propone la “inmadurez” biológica y psicológica como un dato/rasgo natural de la
edad que produce indefectiblemente riesgos y situaciones desafortunadas.
Desde estas explicaciones se ocultan ciertos procesos que lejos de ser resultado de lo natural se
producen en el marco de ciertas relaciones de desigualdad social, económica y cultural que
producen, en ocasiones, las desventajas. Se asiste así a una naturalización de lo social, adjudicando
al orden de lo natural procesos que son el resultado de ciertas condiciones histórico-sociales
injustas y que quedan omitidas.

¿Las dificultades para conseguir empleo —o un empleo digno— se vinculan con un


rasgo natural de la edad o con un mercado injusto para los adolescentes y jóvenes
y sobre todo para las mujeres y madres? ¿Las situaciones de riesgo en la salud que
se dan en estas edades durante los embarazos se relacionan solo con la edad o
también con las condiciones de nutrición y el acceso a los servicios de salud? ¿Las
dificultades en el proceso de escolarización se vinculan con la edad en la que se da
un embarazo o con las respuestas institucionales? ¿Se visibiliza los abusos sexuales
como delitos y que son origen de muchos embarazos en edades tempranas?
La estigmatización no solo deja en las sombras de las desigualdades que se producen a partir de los
embarazos, las maternidades y a las paternidades, sino también aquellas dimensiones sociales
previas a estos fenómenos que constituyen parte de sus determinantes, de sus antecedentes. Por
ejemplo, desde estas argumentaciones se coloca en las características de las personas o de ciertos
grupos la causa de “lo que les toca vivir”. La cultura de ciertos grupos, el descuido y desenfreno de
los adolescentes, las familias desestructuradas abundan en algunas presentaciones como causas de
los embarazos, maternidades y paternidades a “destiempo”.
Así, uno de los efectos más característicos de la estigmatización moralista es la culpabilización. Por
ejemplo, se escucha esta apropiación recurrente en dichos de adolescentes y jóvenes: “si yo me
mandé la macana, me tengo que hacer cargo”, “Yo cometí un error, me tengo que hacer
responsable”, “si en ese momento no pensaste, ahora ya es tarde, bancatela”, “si te gusta el
durazno, bancate la pelusa” y otras tantas...
La estigmatización totaliza las experiencias, al plantearlas como producto de la naturaleza ellas se
presentan como teniendo un único destino. Si lo que sucede es —por naturaleza— inevitable, no
puede ser de otro modo, no queda mucho por hacer. Visualizar las diferencias, escuchar a quienes
atraviesan estas situaciones, identificar los anudamientos sociales e institucionales nos dejará
seguramente en una mejor posición pedagógica-institucional. Nos permitirá derribar prejuicios,
identificar las prácticas discriminatorias y construir estrategias más cercanas a las necesidades de
los y las adolescentes que tengan como horizonte la restitución y garantía de los derechos.

Desafiando frases y mitos en torno a la sexualidad, los embarazos, las


maternidades y las paternidades en la adolescencia que consolidan la
estigmatización

Seguramente han escuchado decir: “Si en la escuela se enseñan los métodos anticonceptivos ¿Por
qué no siempre los usan?”, “Los embarazos, las maternidades y las paternidades adolescentes se
producen por falta de información”, “Las adolescentes buscan embarazarse para cobrar un plan
social”, “Las adolescentes buscan embarazarse para tener algo propio”, “A partir de los embarazos,
las maternidades y las paternidades se corta la adolescencia”, “Las madres adolescentes están solas
o solteras”, “Los padres adolescentes no se hacen cargo de sus responsabilidades”.
Les proponemos:
a) Realizar un listado de las maneras con las que son definidos y representados
jóvenes y adolescentes en la vida cotidiana y en los medios masivos de
comunicación.
b) Pensar otras frases que hayan escuchado/que se dicen en torno a los embarazos
en la adolescencia.
Pueden revisar titulares de noticias en los diarios, imágenes que se utilizan para
ilustrar estas situaciones.
Luego de realizar los listados, los y las invitamos a reflexionar sobre los efectos que
pueden tener las frases identificadas sobre quienes atraviesan esta etapa.

Revisemos algunos de los nombramientos/sentidos totalizantes que circulan insistentemente en


algunos espacios en torno a los procesos que aquí trabajamos:

“Los embarazos, las maternidades y paternidades adolescentes se producen por


falta de información sobre los métodos anticonceptivos”

Un estudio realizado por el CEDES (2005), en el cual se entrevistó a adolescentes madres de


diferentes provincias de la Argentina, señala: “Preguntadas acerca de los motivos del no uso de un
método anticonceptivo en la iniciación sexual, las encuestadas (N: 659) refirieron un conjunto de
motivos muy similar al que registran las encuestas de Demografía y Salud que se aplican en otros
países de la región. El motivo más mencionado fue “no esperaba tener relaciones en ese momento”
(35.8%) seguido de “pensaba que no se iba a embarazar” (17.5%). En tercer lugar, aparece la falta
de conocimiento de los métodos (11.8%) y en cuarto lugar el deseo de tener un hijo (9.4%).
También hay un porcentaje que responde explícitamente que ella y/o su pareja no querían cuidarse
(7.3%)” (página 108).
El acceso a la información en torno a la sexualidad, al cuerpo, a las relaciones sexuales, a los
métodos anticonceptivos es un aspecto central para la toma de decisiones autónomas y constituye
uno de los derechos sexuales y reproductivos de todos y todas. Ahora bien, a su vez se sabe que la
información no resulta el único punto que se pone en juego al momento de cuidarse en las
relaciones sexuales.
Un trabajo clásico de Silvana Weller (2003) se titula: “Si saben, ¿por qué no se cuidan?”. Muchos y
muchas adolescentes tienen información, también conocen los modos de acceder a los métodos
anticonceptivos. También es cierto que hay mucho que recorrer en relación al acceso a información
segura, a los métodos anticonceptivos y a los servicios de salud. Es importante destacar la tarea de
la escuela en articular con los centros de salud para lograr la accesibilidad de las y los jóvenes a la
consulta sobre su salud sexual, sobre la decisión del uso de los métodos más adecuado para cada
quien. Estos espacios deben ser amigables, confiables y seguros para que los estudiantes
encuentren un lugar de alojamiento y que no sean “expulsados”. En este marco las Asesorías que
funcionan en algunas escuelas y las Consejerías de Salud propician generar este tipo de espacio de
consulta y atención.

¿Qué es lo que conllevará a que aun teniendo información esta no resulte efectiva
al momento de las prácticas sexuales? ¿esta forma de actuar se presenta solo en
los adolescentes?
En este punto se abren diferentes aspectos a tener en cuenta. En principio
podemos pensar: ¿Cuán significativa es la información que se brinda a los
adolescentes respecto de sus sentidos, temores, sentimientos?, ¿cómo se vincula
la información con sus miradas sobre la corporalidad y el cuidado?, ¿cómo operan
los estereotipos de género y las relaciones entre los géneros al momento de poner
en acción la información?, ¿qué otras dimensiones —más allá de la información—
inciden en la posibilidad de disfrutar de relaciones seguras, placenteras, cuidadas?
¿Es lo mismo brindar información que educar? ¿Cómo lograr que la escuela sea un
lugar en donde se produzcan aprendizajes significativos?

“La imagen de una parejita de adolescentes enamorados que se embaraza y quieren tener su bebé
es más una construcción de la imaginación colectiva, que una realidad estadística” (Fernández,
2010:9). Sobre todo para las niñas-adolescentes de menor edad donde otros factores son
determinantes.
Una serie de estudios señala el íntimo anudamiento que se encuentra entre sus embarazos y
situaciones de violencia o abuso sexual. Esta afirmación no pretende universalizar las experiencias,
pero sí visibilizar una de sus dimensiones. Es sabido que los abusos atraviesan a los diferentes
sectores sociales, sin embargo los modos de resolución de estas situaciones difieren según clase y
según edad.
Lo que aquí nos proponemos es reflexionar acerca de los efectos de la argumentación que coloca en
la falta de información o en su uso “incorrecto” la principal o única causa de los EMPA. Estas
miradas dejan en las sombras varios aspectos (las relaciones de género, las violencias y abusos, las
formas de pensar el cuerpo, la sexualidad, el cuidado según clase, edad, sexo-género) acrecentando
las lecturas ahistóricas. Por otro lado, pero vinculado a lo anterior, esta afirmación consolida la
culpabilización, al colocar en una persona, en su racionalidad o su descuido la explicación de lo que
le sucede. Así se escucha decir: “Yo te di información, te dije que te cuides, cómo tenés que
cuidarte. Si no te cuidaste, entonces es tu responsabilidad”. Por eso es importante reflexionar cómo
se abordan estos temas en la escuela, desde qué perspectivas, no fortaleciendo ideas que
culpabilizan sino valorando la responsabilidad y el derecho que tenemos de vivir plenamente
nuestra sexualidad.
Seguir indagando junto a los estudiantes sobre sus ideas, fantasías, deseos y dudas que se ponen en
juego en la forma de establecer vínculos, en las relaciones sexuales ocasionales o estables, frente
a posibles presiones, en el amor, en las desilusiones, entre otras.

“Las adolescentes y los adolescentes buscan embarazarse para tener algo propio” o
“para acceder a un plan social”

Tal como hemos trabajado en la clase anterior, la mayoría de los embarazos se producen como una
situación no planeada, no buscada. Esta afirmación no niega que algunos embarazos sean producto
de una planificación, una búsqueda o una decisión tomada en soledad o en pareja. Sin embargo,
reconocer una actitud previa de búsqueda de un embarazo no debe hacernos caer en algunas
insistencias erróneas, por ello a continuación listamos una serie de recaudos necesarios.

 No totalizar. Es decir, no explicar todos los embarazos, las maternidades y las paternidades
como planificación o proyecto. Ni tampoco homogeneizar en todos los casos las
argumentaciones que se presentan como motor de la decisión que se presentan solo en
algunos de ellos.
 Evitar el relativismo o las argumentaciones ahistóricas, que explican por lo cultural
cuestiones que dan cuenta de desigualdades de distinto orden (de clase, de género,
etarias). Es decir, poder visibilizar, en qué marco de posibilidades esa decisión fue tomada.
Quizás algunos adolescentes busquen tener un hijo como medio de reposicionamiento, para
tener algo propio, como forma de realización; en otros casos la reproducción de las
condiciones de vida (pobreza, vulneración de derechos) da lugar a embarazos ligados a la
denominada reproducción intergeneracional (Es importante señalar que si la historia se
repite es debido a las condiciones de vida y la falta de acceso a la salud y no por una
identificación de las jóvenes con sus madres o sus abuelas). Otras mujeres, quizá,
encuentran en el embarazo un destino asignado como mandato de género, como un lugar
de realización valorado socialmente para las mujeres. Es interesante reflexionar sobre los
mandatos y lugares privilegiados que se les asignan a los varones. Que estas
argumentaciones no obturen identificar cuáles son las desigualdades que operan allí para
que estos acontecimientos tengan lugar.

 Cuidar la recurrencia al discurso del deseo. Aquí se pueden realizar al menos dos
observaciones: el deseo no es una construcción individual, si bien contiene elementos
personales estos se construyen en el marco de una cultura. Por ejemplo, ¿cuánto del deseo
de hijo —si es que se presenta— responde a lo individual o a lo cultural? En ocasiones se
incurre a argumentaciones que en el nombre del deseo/no deseo individualizan los
condicionantes socio-históricos que se conjugan en la posibilidad de planificar/decidir
autónomamente en relación a estos procesos. Por otro lado, captar el deseo implica tener
herramientas metodológicas rigurosas para hacerlo. Además, ante la pregunta del deseo o
no deseo de hijo, qué mujer se animará —en una sociedad altamente condenatoria— a
asegurar frente a un médico; un docente, un investigador que su hijo no fue deseado.
También habrá que tener en cuenta que el deseo no es estático y algo que no se deseaba en
un momento puede transformarse o no.

 Distinguir entre embarazos planificados y proyecto ante el “hecho consumado” Un


embarazo que en un primer momento resultó no planeado puede conllevar diversas
resoluciones (interrumpir los embarazos, continuarlos, dar en adopción). Entre estas
resoluciones, habrá para quienes un embarazo que se impone —porque no puede hacerse
otra cosa— luego se re-signifique. Es decir, habrá para quienes un embarazo no planificado
se mantenga como no proyecto y habrá para quienes se convierta en proyecto ante el hecho
consumado.

 Una de las formas de discriminación que sufren quienes atraviesan estas experiencias se
exponen en algunos nombramientos despectivos. Por ejemplo, se los nombra como hijos
de los planes sociales, como “las que” tienen hijos para el cobro del plan”. Hay quienes dicen
que los instrumentos que garantizan derechos para este grupo como las leyes y programas
que les asignan planes sociales, becas, inasistencias justificadas, estimulan los embarazos en
estas edades, porque quienes buscan estas situaciones quieren una vida fácil. En estos
dichos no solo se evidencia el desconocimiento de las experiencias, dado que no existe
evidencia en ninguno de estos sentidos, sino que contrariamente, en general, los
adolescentes suelen advertir las vulneraciones que se anudan a estos procesos. Por otro
lado, se les atribuye una racionalidad, una práctica pre-vista que no es así en la mayoría de
los casos, lo cual solo acrecienta la estigmatización.

“A partir de los embarazos, las maternidades y las paternidades se corta la


adolescencia”

María, tiene 11 años, vive con su madre, asiste a sexto grado de la primaria, cursa
el tercer mes de embarazo resultado de un abuso sexual que sufrió de parte de un
vecino. No se anima a contar lo que le pasa porque quien la abusó la amenazó con
hacerle lo mismo a su hermana y que nadie le va a creer lo que cuente. Julia tiene
16 años, vive con su mamá, su papá y sus hermanos. Asiste a tercer año de la
escuela secundaria. Cursa el quinto mes de su embarazo. Dice no haberse cuidado
en las relaciones sexuales con su novio, con quien salía hace unos cuatro meses.
Ella no quiere estar más de novia, él quiere acompañarla en el embarazo. Darío
tiene 18 años. Se fue de su casa a los 15. Vivió un tiempo en la calle y conoció a su
actual pareja con quien convive hace un año. Hace changas, dejó la escuela a los
14 años. Su pareja cursa el sexto mes de embarazo.
¿Son todos adolescentes?, ¿lo eran antes de sus embarazos?, ¿atraviesan las
mismas adolescencias? ¿Se vincularán del mismo modo con sus embarazos,
maternidades y paternidades? ¿Qué requerirán de las instituciones estas
experiencias diversas?

El nacimiento de un hijo marca, indefectiblemente, una diferencia en la vida de una mujer o de un


varón; adolescente, joven o adulto. A partir de estos procesos se generan movimientos que en
ocasiones —porque no siempre— pueden llevar a un nuevo posicionamiento objetivo y/o subjetivo:
se viven temores e inseguridades diferentes, sentimiento de mayor responsabilidad por tener
alguien a cargo, sentirse/colocarse más cerca de los propios padres/madres. También suelen
producirse transformaciones en las actividades y proyectos (estudio, trabajo, tareas de crianza).
Ahora bien, en los casos que analizamos, ¿estas transformaciones conducirán inevitablemente a la
pérdida de adolescencia? Aquí será necesario detenernos a reflexionar sobre la adolescencia. ¿La
adolescencia es un estado? ¿incluye una serie de rasgos? ¿de actividades?
En principio, podemos mencionar aquí que entendemos a la adolescencia como una categoría
socio-histórica; como una experiencia, una forma de habitar el cuerpo en un momento socio-
histórico determinado. Es decir que las formas de concebirlas y transcurrirlas se construyen en el
marco de ciertas relaciones sociales, de poder, que se transforman a lo largo del tiempo.
Junto a otros autores (Fernández, 2010; Margulis, 2002; Volnovich, 2002) podemos decir que no en
todas las épocas ni en los diferentes grupos sociales se ha considerado que existe lo que hoy
denominamos adolescencia. Incluso si se acepta que los sujetos a los que se suele referir como
adolescentes constituyen un universo heterogéneo, se debe reconocer que las adolescencias varían
histórica, geográfica y culturalmente, lo cual conlleva diferencias de distintos órdenes.
Consideramos que no hay una relación causal entre embarazo/maternidad en ciertas edades y
adolescencia, ni tampoco una relación de causalidad entre embarazo/maternidad y pérdida de
adolescencia. La maternidad no juega como una condición que necesariamente señale el abandono
de adolescencia. Hay muchas chicas y chicos que abandonan el territorio adolescente a partir de los
embarazos, las maternidades y las paternidades; hay otros tantos que ya lo habían abandonado
antes y algunos que continúan adolescentes, seguramente con una experiencia diferencial respecto
de otros adolescentes que varía si tiene o no apoyo en redes de socialización y familiares.
La totalización de todos quienes viven estos procesos a estas edades como “niñas madres” o como
“padres/madres que pierden adolescencia” resultan dos caras de una misma moneda que
imposibilita ver la pluralidad de situaciones, posicionamientos y experiencias que se producen al
atravesar estas experiencias. Identificar las multiplicidades y particularizaciones resulta
fundamental para producir políticas públicas y estrategias institucionales más cercanas a sus
necesidades. Es decir, no requiere el mismo acompañamiento una niña de 11 años, abusada que
una adolescente de 15 años que vive con su familia que la acompaña y sostiene económicamente,
que un adolescente de 16 años que fue expulsado de su casa por asumir la paternidad, que una
pareja de jóvenes de 18 años que planeó ese embarazo. Ahora bien, en tanto niños, adolescentes
y/o jóvenes requieren de instituciones que acompañen, no desde la perspectiva tutelar, sino
propiciando procesos de protección integral de derechos que se encuentran muchas veces
vulnerados en estas situaciones.

“Las chicas se enamoran y los chicos solo piensan en “eso”

“La escuela secundaria recibe a chicos y chicas en edades diversas, en una variedad que va desde
los y las púberes y adolescentes de los primeros años a los y las jóvenes de los últimos años del
secundario. Momento de encuentro con otros varones, con otras mujeres, con el otro género;
también, de amistades que probablemente perduren en el tiempo, de los “primeros amores”, de
inicio de relaciones sexuales; de encuentros y desencuentros generacionales; de paternidades y
maternidades; de constitución de identidades y de nuevas modalidades vinculares. Esto complejiza
la tarea y el rol de las personas adultas, que deben flexibilizarse para poder acompañar aún aquellas
situaciones que no vivieron…
En la sociedad se suelen depositar expectativas distintas en los varones y en las mujeres. Según las
mismas, algunas conductas serían esperables “solo” para los varones y otras serían “exclusividad”
de las mujeres. Estas expectativas pasan a formar parte de los llamados estereotipos de género que
asignan de manera diferente, para mujeres y varones, tareas y roles, valoraciones, cuidados del
cuerpo, formas de afectividad y vínculos. En nuestra sociedad, estos estereotipos no solo implican
diferencias de género, sino también relaciones de desigualdad entre varones y mujeres, que
generalmente se naturalizan, es decir, se perciben como atributos “normales” e incuestionables. Un
ejemplo de esto es el inicio sexual, que suele ser en la adolescencia un suceso de afirmación de la
identidad particularmente para los varones, como se pone de manifiesto en el trabajo educativo y
asistencial con adolescentes y en gran parte de la bibliografía al respecto. Una publicación de la
Organización Mundial de la Salud refiere: “Muchos varones jóvenes de todo el mundo consideran la
experiencia sexual heterosexual un rito de tránsito a la hombría y un logro o éxito, más que una
oportunidad de vivir una situación íntima. A menudo se comparten las ‘conquistas’ heterosexuales
con orgullo dentro del grupo de pares varones; por el contrario, las dudas o la inexperiencia se
disimula frente al grupo”35. Con las mujeres, las presiones también existen, pero se ponen en juego
de otro modo y con otros fines. Para hacer más clara la idea de “presión” que se ejerce sobre el
otro, Hernán Manzelli 36 utiliza el término coerción sexual; este da cuenta del“…acto de forzar (o
intentar forzar) a otro individuo, por medio de violencia, amenazas, insistencia verbal, engaño,
expectativas culturales o circunstancias económicas, a tener relaciones sexuales en contra de su
voluntad”. En el trabajo con los y las estudiantes, es interesante poner el foco en aquellas formas
menos visibles de la violencia, sobre todo en aquello que entra en una “zona gris” (Manzelli, 2005) y
que no tienen la sanción social que sí despiertan el maltrato físico o la violación. Esta zona gris
incluiría “…aquellas situaciones en las que las adolescentes explicaban el motivo de su inicio sexual
con afirmaciones como ‘él me convenció y tuve vergüenza de decir que no’, pero también cuando
citaban el amplio ‘por amor’, 37.” En este sentido hay que tener en cuenta que todavía en nuestra
sociedad la cultura machista sigue operando con representaciones socialmente naturalizados
acerca de las mujeres y especialmente en las jóvenes, por ejemplo: ellas están más predispuestas al
amor, al romanticismo, a la afectividad, al cuidado de los otros, a responder a las demandas de los
varones, entre otros” (Cuaderno de Educación Sexual Integral para la Educación Secundaria 1, 97-
99:2010).

Hacia la construcción de una mirada crítica y des-estigmatizante: Del riesgo a la


vulneración de derechos

El embarazo y la maternidad adolescente comienza a ser visualizada como “problema” a mediados


de 1950; la paternidad adolescente unos años después. Tal como avanzamos en las clases
anteriores, en ese escenario cobra mayor peso, una serie de estudios que proponen a estos
fenómenos como precocidad desventajosa.
En su enunciación esta clasificación propone una dicotomía jerárquica desde la cual se contrapone
una maternidad “normal”, “a tiempo”, “ventajosa” frente a otra que constituye su reverso, el polo
negativo. En sus explicaciones sobre las “desventajas” que sufren quienes se alejan del modo
“normal y universal” de maternidad, la naturaleza gana terreno como excusa.
Desde estos trabajos, esas maternidades se constituyen como riesgosas y deficitarias en tanto
tienen lugar en cuerpos inmaduros física, psicológica y socialmente. Por un lado, se postula a la
edad “temprana” como una situación de riesgo biológico. Según los resultados de los estudios que
se comprenden en este paradigma, la baja edad tiene efectos adversos sobre la salud de la madre y
de su hijo (nacimientos prematuros, bajo peso al nacer, con el consiguiente impacto en la
morbimortalidad perinatal y materna) implicando mortalidades maternas e infantiles más altas que
en otros grupos etarios. Por otro lado, el ser madres/padres en esa etapa de la vida se convertiría
en un riesgo social en tanto traería aparejado el abandono de los estudios y la inmediata exclusión
del mercado de empleo, llevando así a la reproducción de la pobreza. “La” edad y las características
propias y naturalmente disfuncionales de la pobreza (familias “desestructuradas”, adolescentes con
baja autoestima, adolescentes “irresponsables”, patrones culturales “deficitarios”, “falta de
información”) se constituyen como las causas de los riesgos asociados a estas maternidades.
A mediados de la década de 1980, y de la mano del paradigma crítico, se desarrollan una serie de
trabajos que aportan otras lecturas respecto de estos procesos. Desde estos estudios, se determina
que “si bien el embarazo precoz —definido en términos médicos como el que se da por debajo de
los 14 años de edad— podría constituirse efectivamente en un riesgo para la salud; no se observan
las mismas características en los embarazos que ocurren a partir de los 15 años. A partir de esta
edad, en condiciones adecuadas de nutrición, de salud y atención prenatal, los embarazos y partos
no conllevan riesgos mayores que los que ocurren entre los 20 y 25 años, por compararlo con otro
grupo etario” (Atkin, 1994:26). Además, la asociación que suele establecerse entre la edad en la que
ocurre el embarazo y los daños de salud, se debilita considerablemente si se toma en cuenta que la
fecundidad adolescente tiende a concentrarse en los grupos más pobres de la sociedad, que
presentan condiciones desfavorables en la nutrición y la salud de la madre. Es decir, que “el riesgo
asociado a la maternidad adolescente es más una manifestación de las condiciones de desigualdad
social y económica que consecuencia de la edad en la que ocurren los embarazos” (Stern,
1997:139).
Un importante caudal de trabajos desplegados desde esta vertiente comienza a dar visibilidad a las
dimensiones sociales, económicas, culturales y políticas de estos procesos. Se enuncia, a partir de
sus resultados, que la edad, las configuraciones subjetivas y las familiares se combinan con
posicionamientos de clase, de género, de generación y étnicos que generan diversas desigualdades
anudadas a estas experiencias. Desde estos trabajos se señalan las vulneraciones de derechos
previas a los embarazos, las maternidades y las paternidades, como así también exponen la
profundización de desigualdades y la producción de otras nuevas que se generan a partir de estas
situaciones. A su vez, desde estos análisis, con base empírica, se identifican las múltiples
experiencias que también en ocasiones conllevan transformaciones positivas desde las voces de los
protagonistas.
Se produce así un cambio de mirada desde el enfoque de riesgo que coloca en la edad de los
individuos o en sus características personales/familiares las causas de los problemas que atraviesan
hacia otro que visualiza los mecanismos a través de los cuales las condiciones socio-históricas —en
tanto desiguales e injustas— producen vulnerabilidades, desigualdades y violencias. No se trata de
negar cómo juega lo biológico en estos procesos, tampoco de desconocer los obstáculos y
dificultades vinculadas a los procesos que aquí analizamos; sino de denunciar cómo a través de
ciertas miradas se entiende a las desigualdades sociales que viven los adolescentes que atraviesan
estas experiencias como resultado de diferencias biológicas-individuales.

Aportes de la perspectiva de género y derechos para la construcción de una mirada


democratizante.

En la clase anterior nos acercamos al enfoque de género y derechos que propone la ESI y que
configura el marco desde el cual planteamos el abordaje de las temáticas que nos convocan. En
relación a los embarazos, las maternidades y a las paternidades, y específicamente en la
adolescencia, la perspectiva de género ha aportado muchísimo. En primer lugar, los ha
problematizado como situaciones sociales e históricas frente a las miradas que las reducen a lo
biológico-natural.
Elizabeth Badinter (1981) en un trabajo clásico ¿Existe el instinto maternal? se pregunta si frente a
los casos de mujeres que están en edad de procrear y no quieren tener hijos y frente a la cantidad
de abortos que se practican por año, en vez de instinto: ¿no sería más válido hablar de una presión
social dirigida a que la mujer se realice exclusivamente a través de la maternidad? En este mismo
sentido, Simone de Beauvoir (1949) en su obra El segundo sexo, señala cómo en la socialización
diferencial de varones y mujeres, la pasividad y la maternidad se estipulan como características
naturales de las mujeres.
Del mismo modo, los trabajos en torno a las masculinidades que toman mayor visibilidad a partir de
los noventa, exponen cómo la paternidad es uno de los elementos centrales en el proceso de la
construcción social de la masculinidad dominante. Según sus análisis, “la centralidad de la
paternidad radica en que se constituye en uno de los pasos fundamentales que permite ser
reconocido socialmente como varón: ha demostrado que es heterosexual, y además, permite
consolidar el tránsito de la niñez a la adultez. Pero a la vez, plantea desafíos pues para asegurar este
reconocimiento debe ser capaz de mantener a su familia de manera autónoma: debe trabajar
remuneradamente” (Madrid, 2006).
Así, los análisis de género no solo visualizan cómo los mandatos sociales operan en la maternidad y
la paternidad como situaciones casi obligatorias para la realización personal y sexual, sino también
advierten sobre las desigualdades que se generan para quienes se alejan de las maternidades y las
paternidades esperadas en la adultez, en el marco de la familia heterosexual, con funciones
diferenciadas según los sexos para la crianza y cuidado de la prole: madre amorosa y nutricia, padre
protector y proveedor.
Además, los trabajos de este campo, señalan que suele ser diferente la manera en que impacta el
embarazo y la llegada de los hijos en la vida de una mujer que el modo en que lo hace en la vida de
un varón. No solo porque el embarazo se desarrolla en el cuerpo de las mujeres, sino también por
las desigualdades que en nuestra cultura parecen naturales, pero que no lo son, y hacen que a
menudo recaiga en la mujer la mayor parte del cuidado de los hijos.
La perspectiva de género abre interrogación también sobre los mecanismos a través de los cuales
las instituciones perpetúan relaciones desiguales. Las instituciones imponen inscripciones
diferenciales por género que impactan en las formas de vivir los cuerpos, las sexualidades. Es
necesario que la escuela esté atenta a los contenidos curriculares que se abordan en el aula como
así también a los mensajes que transmite en lo extra curricular, en la vida cotidiana, en los
episodios que irrumpen, que con frecuencia reproducen inequidades de género. En este sentido,
enseñar los métodos anticonceptivos desde una perspectiva de género supone trabajar también los
modos de acuerdo y/o de “negociación” en el uso de los mismos entre varones y mujeres para
prevenir ITS y embarazos no planificados.
Así las instituciones tienen la potencia de transformar ciertas prácticas para que otras relaciones
tengan lugar; la ESI y el marco de los derechos sexuales y derechos reproductivos van en ese
sentido.

Derechos sexuales y derechos reproductivos, marcos normativos para la promoción


de la toma de decisiones autónomas

Los estudios de género, de la mano del feminismo y de los movimientos sociales, ha participado
activamente en la construcción de una mirada crítica sobre las sexualidades. La sexualidad y la
reproducción no siempre fueron pensadas del mismo modo, no siempre fueron diferenciadas ni
parte constitutiva del campo de la salud ni de los derechos humanos. Su reconocimiento como
parte de los derechos humanos y como componente de las políticas públicas de salud resulta de un
largo proceso de luchas, conquistas y resistencias.
El reconocimiento de la sexualidad como uno de los derechos fundamentales podría situarse hacia
fines del siglo XX. Será hacia 1990 cuando se da reconocimiento y adopción internacional de la salud
sexual y la salud reproductiva como derechos. La reforma de la Constitución Argentina de 1994 le
otorga a un conjunto de Convenciones Internacionales —entre las cuales se encuentran algunas
vinculadas con la temática— con jerarquía constitucional lo cual conlleva la asunción por parte del
Estado de un compromiso por la efectivización de los derechos sexuales y los derechos
reproductivos.
En sintonía con el marco normativo internacional, en el año 2003 se sanciona la ley Nacional Nº
25.673 crea el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable en el ámbito del
Ministerio de Salud de la Nación y establece que todas las personas tenemos derecho a:

 Disfrutar de una vida sexual saludable y placentera, sin presiones ni violencia.


 Ejercer nuestra orientación sexual libremente y sin sufrir discriminación ni violencia.
 Decidir si tener o no tener hijos, cuándo y con quién tenerlos, el número de hijos y el
espaciamiento entre sus nacimientos.
 Recibir atención gratuita de nuestra salud sexual y reproductiva.
 Obtener información y orientación clara, completa y oportuna sobre nuestra salud sexual y
reproductiva, en palabras sencillas y comprensibles.
 Elegir el método anticonceptivo que más se adapta a nuestras necesidades, criterios y
creencias.
 Acceder gratis a los métodos anticonceptivos en hospitales, centros de salud, obras
sociales y prepagas.
 Acceder a la atención con garantía de intimidad, igualdad y no discriminación en los
servicios de salud.

En relación a los adolescentes, la Ley 25.673 especifica en su art. 4 que reconoce como marco la
Convención Internacional de los Derechos del Niño (Ley 23.849) considerando primordial la
satisfacción del interés superior del niño y adolescente en el pleno goce de sus derechos y garantías.
Este artículo es profundizado por el Decreto 2883/2003, desde el cual se entiende por interés
superior, el ser beneficiarios, sin excepción ni discriminación alguna, del más alto nivel de salud y
dentro de ella de las políticas de prevención y atención en la salud sexual y reproductiva en
consonancia con la evaluación de sus facultades.
La normativa mencionada se amplía y profundiza en la búsqueda por la promoción de los derechos
sexuales y derechos reproductivos en otros instrumentos legales.
Así se cuenta con toda un plexo normativo que es particularmente potente en relación a la temática
que aquí abordamos. Tanto en lo que refiere al acceso a información, métodos anticonceptivos y en
lo referido a embarazos, interrupción del embarazo, atención y programas tendientes a la
efectivización de los derechos y al acompañamiento desde el Estado y sus instituciones a la a toma
de decisiones autónomas, para todos y todas y especialmente para los y las adolescentes. Una
normativa particularmente importante en esta temática es la referida a la interrupción legal del
embarazo.
El abordaje de los derechos sexuales y derechos reproductivos constituyen una oportunidad para el
empoderamiento de los ciudadanos, y particularmente de los adolescentes. Por un lado, su
conocimiento conlleva la posibilidad de demandar cuando ellos resultan incumplidos, luchar por su
garantía y ampliación. Por otro lado, acercarse a estos derechos posibilita conocer las
responsabilidades del Estado —y sus instituciones— para respetarlos (no violarlos directamente),
protegerlos (establecer mecanismos para prevenir su violación) y cumplirlos (establecer
procedimientos para que todos puedan gozarlos). Estos derechos constituyen una de las fuentes de
la ESI y un marco imprescindible para el abordaje de estas temáticas desde las políticas públicas y
desde las instituciones. Se transforman en un marco ineludible para la prevención de situaciones no
buscadas y para la generación de relaciones más igualitarias que consoliden la promoción de
procesos de toma de decisiones informadas y autónomas. Estos aspectos serán desarrollados en las
clases que siguen.

Actividades

Actividad obligatoria individual


En la clase 2 compartimos algunas reflexiones en torno a los efectos
estigmatizantes de las argumentaciones que totalizan a los EMPA; a su vez
nos acercamos a marcos conceptuales e instrumentos legales que brindan
herramientas para la construcción de prácticas respetuosas y promotoras de
los derechos de los y las adolescentes. A partir de todo lo trabajado los y las
invitamos a producir un escrito para compartir en el foro en el cual les
pedimos:

1) Identificar uno (2) de los nombramientos estigmatizantes que circulan en


sus escuelas o en otros espacios por los cuales transitan, uno en relación a
las representaciones que se tienen de los adolescentes en general y otro a
los EMPA en particular. Puede ser uno de los mencionados en las clases, en
los materiales o que hayan escuchado uds. en sus propias experiencias.

2) Reflexionar acerca del impacto que puede tener ese nombramiento sobre
quienes viven una situación de EMPA y en sus compañeros de clase.

3) Proponer dos (2) acciones concretas que se puedan desarrollar en las


instituciones escolares para trabajar sobre estos nombramientos a fin de
promover los derechos de los adolescentes. Justificar la propuesta teniendo
como marco lo trabajado en las clases.
La extensión aproximada de la producción deberá tener entre 10-20
renglones en un procesador de texto, con una letra tipo verdana tamaño 10.

Antes de publicar la actividad les solicitamos:


-Revisar la redacción de la intervención para que sea lo más concreta y clara
posible.

Los y las invitamos a compartir el escrito correspondiente a la Clase 2 para


reflexionar entre todos y todas los efectos de los nombramientos estigmatizantes y
las posibilidades de las instituciones educativas frente a ellos.

Para propiciar el intercambio les solicitamos que como punto inicial del foro, cada
uno incorpore su producción incluyendo los tres ítems de la consigna enumerados
para facilitar la lectura a los colegas.
Los y las esperamos en el foro!

Material de lectura
Materiales de lectura obligatoria
Fainsod, P. (2011). Las tramas institucionales y sociales en las experiencias maternales. Reflexiones
sobre maternidades adolescentes en contextos de marginalización urbana. En: Felitti, K. (Coord.) De
la obligación al derecho. Experiencias de maternidad en la Argentina actual. Buenos Aires: Paidós.
Ministerio de Salud de la Nación. (S/F) Jóvenes y Sexualidades. Una mirada socio-cultural. Programa
de Salud Sexual y Procreación Responsable- Cap. 2 pp 21-26.
“Mejor hablar de ciertas cosas - Embarazo adolescente”. Canal Encuentro:
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=100874

Materiales de lectura sugerida-ampliatoria


Madrid, S. (2006). Paternidades adolescentes y ordenamiento de género en Chile. En: Revista del
Observatorio de la Juventud del Instituto Nacional de la Juventud, Número 10, Año 3, pp 40-49.
Stern, C. (1997) “El embarazo en la adolescencia como problema público: una visión crítica” En:
Salud Pública de México. Vol. 39 N° 2. http://www.redalyc.org/pdf/106/10639208.pdf
Weller, S. (2003) “¿Si saben por qué no se cuidan? O ¿qué saben cuando se cuidan?” En: GCABA
(2003) Salud, sexualidad y vih-sida. Actualización para el debate con los docentes. pp.119 -128
http://www.buenosaires.gob.ar/sites/gcaba/files/manual_sida.pdf
Ministerio de Salud de la Nación. Derechos sexuales y derechos reproductivos. Leyes que reconocen
tus derechos. Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable- 2013.
http://www.msal.gob.ar/images/stories/ryc/graficos/0000000677cnt-Leyes-que-reconocen-tus-
derechos.pdf
Ministerio de Salud de la Nación. Guía técnica para la atención integral de los abortos no punibles.
Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable- 2010.
http://www.msal.gob.ar/images/stories/bes/graficos/0000000667cnt-Guia-tecnica-web.pdf
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=100874

Bibliografía de referencia

Atkin, L. (1989). “El embarazo en la adolescencia en América Latina y el Caribe: causas y


consecuencias.” En: VVAA Memorias de la Conferencia Internacional sobre Fecundidad en
Adolescentes en América Latina y el Caribe. Oaxaca.
Badinter, E. (1991). ¿Existe el amor maternal? Barcelona: Paidós.
CEDES (2005). El embarazo en la adolescencia: diagnóstico para reorientar las políticas y programas
de salud. Informe Final. Buenos Aires
Educación Sexual Integral para la Educación Secundaria 1 (2010). Ministerio de Educación de la
Nación.
Goffman, E. (1971). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu Editores. [1963]
Fernández, A.M (2010). Lógicas sexuales: amor, política y violencias. Buenos Aires: Nueva Visión.
Lopes Louro, G. (1999). “Pedagogías de la sexualidad”. En: O corpo educado. Pedagogías da
sexualidades. Belo Horizonte: Autentica.
Madrid, S. (2006). Paternidades adolescentes y ordenamiento de género en Chile. En: Revista del
Observatorio de la Juventud del Instituto Nacional de la Juventud, Número 10, Año 3, pp40-
49.Margulis, M. (2002). Jinetes en la tormenta. Ser adolescente en la Argentina. En Margulis, M.,
Encrucijadas. Revista de la Universidad de Buenos Aires. Número 16. Año 2, pp. 8 -15.
Ramos, S. (1984). Maternidad en Buenos Aires: la experiencia popular. Estudios CEDES, Vol.4; N° 6.
Stern, C. (1997). El embarazo en la adolescencia como problema público: una visión crítica. En Stern,
C., Salud Pública de México. Vol. 39 N° 2, pp. 137- 143.
Volnovich, J. C. (2002). No Future. Adolescencia, pobreza, subjetividad. En Volnovich, J. C,
Encrucijadas,Número 16: Adolescencia hoy ¿Divino Tesoro? Año 2., pp.86-95.
Weller, S. (2003). ¿Si saben por qué no se cuidan? O ¿qué saben cuando se cuidan? En GCCABA
(2003) Salud, sexualidad y VIH-SIDA. Actualización para el debate con los docentes.
Créditos

Programa Nacional de Educación Sexual Integral (2017). Clase Nro. 2: Aproximaciones a los
embarazos, a las maternidades y a las paternidades en la adolescencia. Aportes para la construcción
de una mirada integral, con perspectiva de derechos y género. Embarazos, maternidades y
paternidades en la adolescencia. Su abordaje desde la ESI. Buenos Aires: Ministerio de Educación y
Deportes de la Nación.

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