Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Su abordaje
desde la ESI
Presentación
En la clase anterior nos acercamos a los fundamentos de la Educación Sexual Integral y a su aporte
para el abordaje de los EMPA en las escuelas, identificamos algunos de sus condicionantes,
dimensionamos cómo operan en estas experiencias algunas desigualdades sociales y económicas.
También comenzamos a reflexionar sobre las condiciones necesarias para que nuestros estudiantes
cuenten con las herramientas para abordar la dimensión del “cuidado” en un sentido amplio y
evitar embarazos no intencionales en la adolescencia, teniendo en cuenta fundamentalmente la
perspectiva de género y derechos.
En esta oportunidad nos interesa detenernos en las miradas y discursos que circulan sobre estos
temas en las instituciones sociales y, especialmente, en las educativas. Vamos a interrogar
afirmaciones que, al homogeneizar/totalizar la sexualidad y a los EMPA en particular, profundizan
estigmatizaciones, la discriminación y las desigualdades hacia quienes atraviesan esta etapa.
Nos referimos a homogenización/totalización para aludir a conceptualizaciones que presentan a
estas experiencias como uniformes; es decir, que proponen que a todos y a todas quienes viven
estas situaciones les ocurre lo mismo.
Se asiste a una totalización por ejemplo cuando se desdibujan las distinciones entre la vivencia del
embarazo, de la maternidad y de la paternidad; también cuando quedan ocultas las especificidades
de estas experiencias según la clase social, la edad; o cuando se omiten las diferencias según las
tramas institucionales. No resulta igual una experiencia de estas características para alguien que
vive con una familia que acompaña, que para alguien que está en pareja o solo, que para alguien
que asiste a la escuela o no.
También se produce totalización cuando se presuponen modelos de vida ideales, también cuando
se piensan en destinos irremediables , cuando se visualiza una única forma de resolución; por
ejemplo, en relación a los EMPA cuando se fija como punto de llegada solo la desventaja: la
deserción escolar, el abandono de proyectos, la pobreza. Sin embargo, los embarazos, las
maternidades y paternidades exponen líneas de fuga, pluralidades, resistencias que se despliegan
aún —a veces— en contextos altamente difíciles. Abrir la mirada sobre los diversos modos que
toman estas experiencias, como en otras situaciones escolares, nos colocará en un mejor lugar para
advertir cómo juegan las diferentes instituciones, sus prácticas y estrategias. Advertir los matices
permite visualizar cuáles son las situaciones que posibilitaron, por ejemplo, la continuidad escolar o
aquellas que la obstaculizaron. En tal sentido, identificar las múltiples experiencias permite
potenciar aquello que promueve la efectivización de derechos y transformar aquello lo que los
vulnera, en relación a los EMPA, como así también garantizar el acceso a los conocimientos
necesarios para que los estudiantes puedan planificar su presente y su futuro más allá del
embarazo; es decir, que los docentes trabajen en el aula sobre estos temas desde un enfoque
integral y preventivo.
Con esta finalidad, en este encuentro, ofreceremos algunos marcos conceptuales y normativos que
resultan significativos en la construcción de una mirada que pueda captar la complejidad de estas
experiencias, el modo en que operan las instituciones y sus desafíos. Seguramente el conocimiento
de estos aspectos redundará en prácticas más cercanas a las necesidades de quienes transitan estas
experiencias.
A lo largo de la historia han cambiado los modos de concebir y nombrar a las adolescencias, a los
embarazos, a las maternidades y a las paternidades. Diferentes han sido los discursos y las prácticas
en relación a estos fenómenos.
Estos modos de nombrar constituyen marcas significativas y eficaces que impactan diferencialmente
en las formas que adquieren las experiencias de quienes son nombrados. En los nombramientos se
evidencian los límites entre lo esperable, lo correcto y lo desviado, lo incorrecto. Estos
nombramientos repercuten en las experiencias sociales, educativas, laborales, sexuales.
¿Cuáles serán los efectos sobre la escolaridad si se espera que las mujeres al tener
hijos se replieguen a lo doméstico y se nombra como despreocupadas a las madres
que estudian, trabajan o salen con sus amigas? ¿Cómo afectará sobre los varones
adolescentes el que la paternidad se consolide solo como función de manutención
económica y se nombre como irresponsable a los padres que ofrezcan crianza y
encuentren limitada la manutención? ¿Qué lugar tendrán las contradicciones
frente a un embarazo en una sociedad que insiste en el amor incondicional —y
natural— de las mujeres hacia sus hijos y nombra como malas madres a quienes
pasan por estas tensiones? ¿Cómo afecta la mirada social sobre las mujeres que
no desean ser madres? ¿Se mira de la misma manera a los varones y su relación
con la paternidad? ¿Qué lugar se da a la maternidad y paternidad en la diversidad
sexual?
Las instituciones sociales (familia, escuela, salud, medios de comunicación, iglesia) participan en la
producción de esas marcas. Tal como señala Lopes Louro (1999), todas esas instancias realizan una
pedagogía, todas ellas conforman un entramado en el cual insisten y se reiteran ciertos patrones,
ciertas normas que van construyendo nuestras experiencias, nuestras sexualidades, nuestros modos
de pensar lo social y pensarnos en lo social (en tanto personas con diferentes identidades de
género, orientaciones sexuales, roles en las familias, entre otros posicionamientos).
Frente a aquellas normas, que funcionan como mandatos sociales, los sujetos producen
obediencias, resistencias y transgresiones. Es por ello que preferimos hablar de experiencias en
plural. Estas experiencias se acercan más o menos a aquello que se establece como norma, lo cual
conlleva para algunos enfrentarse a discriminaciones y violencias, sostenidas muchas veces en
prejuicios que se consolidan socialmente y perpetúan desigualdades e injusticias.
Los y las invitamos a leer el cuento EL LOBO DIFAMADO. Adaptado de “The
Maligned Wolf”, de Lef Learn.
A partir de la lectura del cuento, los invitamos y las invitamos a reflexionar: ¿Cómo
creen que se producen los prejuicios? ¿Cuáles serán los efectos de los prejuicios
sobre quienes los reciben?
Retomando los aportes de Goffman (1971), ante los embarazos, las maternidades y las paternidades
en estas edades se asiste a un proceso de estigmatización. Estos son tratados como situaciones
indeseables, como estigmas, que se presentan como desvíos producto de “cierta naturaleza”. Así,
por ejemplo, se propone la “inmadurez” biológica y psicológica como un dato/rasgo natural de la
edad que produce indefectiblemente riesgos y situaciones desafortunadas.
Desde estas explicaciones se ocultan ciertos procesos que lejos de ser resultado de lo natural se
producen en el marco de ciertas relaciones de desigualdad social, económica y cultural que
producen, en ocasiones, las desventajas. Se asiste así a una naturalización de lo social, adjudicando
al orden de lo natural procesos que son el resultado de ciertas condiciones histórico-sociales
injustas y que quedan omitidas.
Seguramente han escuchado decir: “Si en la escuela se enseñan los métodos anticonceptivos ¿Por
qué no siempre los usan?”, “Los embarazos, las maternidades y las paternidades adolescentes se
producen por falta de información”, “Las adolescentes buscan embarazarse para cobrar un plan
social”, “Las adolescentes buscan embarazarse para tener algo propio”, “A partir de los embarazos,
las maternidades y las paternidades se corta la adolescencia”, “Las madres adolescentes están solas
o solteras”, “Los padres adolescentes no se hacen cargo de sus responsabilidades”.
Les proponemos:
a) Realizar un listado de las maneras con las que son definidos y representados
jóvenes y adolescentes en la vida cotidiana y en los medios masivos de
comunicación.
b) Pensar otras frases que hayan escuchado/que se dicen en torno a los embarazos
en la adolescencia.
Pueden revisar titulares de noticias en los diarios, imágenes que se utilizan para
ilustrar estas situaciones.
Luego de realizar los listados, los y las invitamos a reflexionar sobre los efectos que
pueden tener las frases identificadas sobre quienes atraviesan esta etapa.
¿Qué es lo que conllevará a que aun teniendo información esta no resulte efectiva
al momento de las prácticas sexuales? ¿esta forma de actuar se presenta solo en
los adolescentes?
En este punto se abren diferentes aspectos a tener en cuenta. En principio
podemos pensar: ¿Cuán significativa es la información que se brinda a los
adolescentes respecto de sus sentidos, temores, sentimientos?, ¿cómo se vincula
la información con sus miradas sobre la corporalidad y el cuidado?, ¿cómo operan
los estereotipos de género y las relaciones entre los géneros al momento de poner
en acción la información?, ¿qué otras dimensiones —más allá de la información—
inciden en la posibilidad de disfrutar de relaciones seguras, placenteras, cuidadas?
¿Es lo mismo brindar información que educar? ¿Cómo lograr que la escuela sea un
lugar en donde se produzcan aprendizajes significativos?
“La imagen de una parejita de adolescentes enamorados que se embaraza y quieren tener su bebé
es más una construcción de la imaginación colectiva, que una realidad estadística” (Fernández,
2010:9). Sobre todo para las niñas-adolescentes de menor edad donde otros factores son
determinantes.
Una serie de estudios señala el íntimo anudamiento que se encuentra entre sus embarazos y
situaciones de violencia o abuso sexual. Esta afirmación no pretende universalizar las experiencias,
pero sí visibilizar una de sus dimensiones. Es sabido que los abusos atraviesan a los diferentes
sectores sociales, sin embargo los modos de resolución de estas situaciones difieren según clase y
según edad.
Lo que aquí nos proponemos es reflexionar acerca de los efectos de la argumentación que coloca en
la falta de información o en su uso “incorrecto” la principal o única causa de los EMPA. Estas
miradas dejan en las sombras varios aspectos (las relaciones de género, las violencias y abusos, las
formas de pensar el cuerpo, la sexualidad, el cuidado según clase, edad, sexo-género) acrecentando
las lecturas ahistóricas. Por otro lado, pero vinculado a lo anterior, esta afirmación consolida la
culpabilización, al colocar en una persona, en su racionalidad o su descuido la explicación de lo que
le sucede. Así se escucha decir: “Yo te di información, te dije que te cuides, cómo tenés que
cuidarte. Si no te cuidaste, entonces es tu responsabilidad”. Por eso es importante reflexionar cómo
se abordan estos temas en la escuela, desde qué perspectivas, no fortaleciendo ideas que
culpabilizan sino valorando la responsabilidad y el derecho que tenemos de vivir plenamente
nuestra sexualidad.
Seguir indagando junto a los estudiantes sobre sus ideas, fantasías, deseos y dudas que se ponen en
juego en la forma de establecer vínculos, en las relaciones sexuales ocasionales o estables, frente
a posibles presiones, en el amor, en las desilusiones, entre otras.
“Las adolescentes y los adolescentes buscan embarazarse para tener algo propio” o
“para acceder a un plan social”
Tal como hemos trabajado en la clase anterior, la mayoría de los embarazos se producen como una
situación no planeada, no buscada. Esta afirmación no niega que algunos embarazos sean producto
de una planificación, una búsqueda o una decisión tomada en soledad o en pareja. Sin embargo,
reconocer una actitud previa de búsqueda de un embarazo no debe hacernos caer en algunas
insistencias erróneas, por ello a continuación listamos una serie de recaudos necesarios.
No totalizar. Es decir, no explicar todos los embarazos, las maternidades y las paternidades
como planificación o proyecto. Ni tampoco homogeneizar en todos los casos las
argumentaciones que se presentan como motor de la decisión que se presentan solo en
algunos de ellos.
Evitar el relativismo o las argumentaciones ahistóricas, que explican por lo cultural
cuestiones que dan cuenta de desigualdades de distinto orden (de clase, de género,
etarias). Es decir, poder visibilizar, en qué marco de posibilidades esa decisión fue tomada.
Quizás algunos adolescentes busquen tener un hijo como medio de reposicionamiento, para
tener algo propio, como forma de realización; en otros casos la reproducción de las
condiciones de vida (pobreza, vulneración de derechos) da lugar a embarazos ligados a la
denominada reproducción intergeneracional (Es importante señalar que si la historia se
repite es debido a las condiciones de vida y la falta de acceso a la salud y no por una
identificación de las jóvenes con sus madres o sus abuelas). Otras mujeres, quizá,
encuentran en el embarazo un destino asignado como mandato de género, como un lugar
de realización valorado socialmente para las mujeres. Es interesante reflexionar sobre los
mandatos y lugares privilegiados que se les asignan a los varones. Que estas
argumentaciones no obturen identificar cuáles son las desigualdades que operan allí para
que estos acontecimientos tengan lugar.
Cuidar la recurrencia al discurso del deseo. Aquí se pueden realizar al menos dos
observaciones: el deseo no es una construcción individual, si bien contiene elementos
personales estos se construyen en el marco de una cultura. Por ejemplo, ¿cuánto del deseo
de hijo —si es que se presenta— responde a lo individual o a lo cultural? En ocasiones se
incurre a argumentaciones que en el nombre del deseo/no deseo individualizan los
condicionantes socio-históricos que se conjugan en la posibilidad de planificar/decidir
autónomamente en relación a estos procesos. Por otro lado, captar el deseo implica tener
herramientas metodológicas rigurosas para hacerlo. Además, ante la pregunta del deseo o
no deseo de hijo, qué mujer se animará —en una sociedad altamente condenatoria— a
asegurar frente a un médico; un docente, un investigador que su hijo no fue deseado.
También habrá que tener en cuenta que el deseo no es estático y algo que no se deseaba en
un momento puede transformarse o no.
Una de las formas de discriminación que sufren quienes atraviesan estas experiencias se
exponen en algunos nombramientos despectivos. Por ejemplo, se los nombra como hijos
de los planes sociales, como “las que” tienen hijos para el cobro del plan”. Hay quienes dicen
que los instrumentos que garantizan derechos para este grupo como las leyes y programas
que les asignan planes sociales, becas, inasistencias justificadas, estimulan los embarazos en
estas edades, porque quienes buscan estas situaciones quieren una vida fácil. En estos
dichos no solo se evidencia el desconocimiento de las experiencias, dado que no existe
evidencia en ninguno de estos sentidos, sino que contrariamente, en general, los
adolescentes suelen advertir las vulneraciones que se anudan a estos procesos. Por otro
lado, se les atribuye una racionalidad, una práctica pre-vista que no es así en la mayoría de
los casos, lo cual solo acrecienta la estigmatización.
María, tiene 11 años, vive con su madre, asiste a sexto grado de la primaria, cursa
el tercer mes de embarazo resultado de un abuso sexual que sufrió de parte de un
vecino. No se anima a contar lo que le pasa porque quien la abusó la amenazó con
hacerle lo mismo a su hermana y que nadie le va a creer lo que cuente. Julia tiene
16 años, vive con su mamá, su papá y sus hermanos. Asiste a tercer año de la
escuela secundaria. Cursa el quinto mes de su embarazo. Dice no haberse cuidado
en las relaciones sexuales con su novio, con quien salía hace unos cuatro meses.
Ella no quiere estar más de novia, él quiere acompañarla en el embarazo. Darío
tiene 18 años. Se fue de su casa a los 15. Vivió un tiempo en la calle y conoció a su
actual pareja con quien convive hace un año. Hace changas, dejó la escuela a los
14 años. Su pareja cursa el sexto mes de embarazo.
¿Son todos adolescentes?, ¿lo eran antes de sus embarazos?, ¿atraviesan las
mismas adolescencias? ¿Se vincularán del mismo modo con sus embarazos,
maternidades y paternidades? ¿Qué requerirán de las instituciones estas
experiencias diversas?
“La escuela secundaria recibe a chicos y chicas en edades diversas, en una variedad que va desde
los y las púberes y adolescentes de los primeros años a los y las jóvenes de los últimos años del
secundario. Momento de encuentro con otros varones, con otras mujeres, con el otro género;
también, de amistades que probablemente perduren en el tiempo, de los “primeros amores”, de
inicio de relaciones sexuales; de encuentros y desencuentros generacionales; de paternidades y
maternidades; de constitución de identidades y de nuevas modalidades vinculares. Esto complejiza
la tarea y el rol de las personas adultas, que deben flexibilizarse para poder acompañar aún aquellas
situaciones que no vivieron…
En la sociedad se suelen depositar expectativas distintas en los varones y en las mujeres. Según las
mismas, algunas conductas serían esperables “solo” para los varones y otras serían “exclusividad”
de las mujeres. Estas expectativas pasan a formar parte de los llamados estereotipos de género que
asignan de manera diferente, para mujeres y varones, tareas y roles, valoraciones, cuidados del
cuerpo, formas de afectividad y vínculos. En nuestra sociedad, estos estereotipos no solo implican
diferencias de género, sino también relaciones de desigualdad entre varones y mujeres, que
generalmente se naturalizan, es decir, se perciben como atributos “normales” e incuestionables. Un
ejemplo de esto es el inicio sexual, que suele ser en la adolescencia un suceso de afirmación de la
identidad particularmente para los varones, como se pone de manifiesto en el trabajo educativo y
asistencial con adolescentes y en gran parte de la bibliografía al respecto. Una publicación de la
Organización Mundial de la Salud refiere: “Muchos varones jóvenes de todo el mundo consideran la
experiencia sexual heterosexual un rito de tránsito a la hombría y un logro o éxito, más que una
oportunidad de vivir una situación íntima. A menudo se comparten las ‘conquistas’ heterosexuales
con orgullo dentro del grupo de pares varones; por el contrario, las dudas o la inexperiencia se
disimula frente al grupo”35. Con las mujeres, las presiones también existen, pero se ponen en juego
de otro modo y con otros fines. Para hacer más clara la idea de “presión” que se ejerce sobre el
otro, Hernán Manzelli 36 utiliza el término coerción sexual; este da cuenta del“…acto de forzar (o
intentar forzar) a otro individuo, por medio de violencia, amenazas, insistencia verbal, engaño,
expectativas culturales o circunstancias económicas, a tener relaciones sexuales en contra de su
voluntad”. En el trabajo con los y las estudiantes, es interesante poner el foco en aquellas formas
menos visibles de la violencia, sobre todo en aquello que entra en una “zona gris” (Manzelli, 2005) y
que no tienen la sanción social que sí despiertan el maltrato físico o la violación. Esta zona gris
incluiría “…aquellas situaciones en las que las adolescentes explicaban el motivo de su inicio sexual
con afirmaciones como ‘él me convenció y tuve vergüenza de decir que no’, pero también cuando
citaban el amplio ‘por amor’, 37.” En este sentido hay que tener en cuenta que todavía en nuestra
sociedad la cultura machista sigue operando con representaciones socialmente naturalizados
acerca de las mujeres y especialmente en las jóvenes, por ejemplo: ellas están más predispuestas al
amor, al romanticismo, a la afectividad, al cuidado de los otros, a responder a las demandas de los
varones, entre otros” (Cuaderno de Educación Sexual Integral para la Educación Secundaria 1, 97-
99:2010).
En la clase anterior nos acercamos al enfoque de género y derechos que propone la ESI y que
configura el marco desde el cual planteamos el abordaje de las temáticas que nos convocan. En
relación a los embarazos, las maternidades y a las paternidades, y específicamente en la
adolescencia, la perspectiva de género ha aportado muchísimo. En primer lugar, los ha
problematizado como situaciones sociales e históricas frente a las miradas que las reducen a lo
biológico-natural.
Elizabeth Badinter (1981) en un trabajo clásico ¿Existe el instinto maternal? se pregunta si frente a
los casos de mujeres que están en edad de procrear y no quieren tener hijos y frente a la cantidad
de abortos que se practican por año, en vez de instinto: ¿no sería más válido hablar de una presión
social dirigida a que la mujer se realice exclusivamente a través de la maternidad? En este mismo
sentido, Simone de Beauvoir (1949) en su obra El segundo sexo, señala cómo en la socialización
diferencial de varones y mujeres, la pasividad y la maternidad se estipulan como características
naturales de las mujeres.
Del mismo modo, los trabajos en torno a las masculinidades que toman mayor visibilidad a partir de
los noventa, exponen cómo la paternidad es uno de los elementos centrales en el proceso de la
construcción social de la masculinidad dominante. Según sus análisis, “la centralidad de la
paternidad radica en que se constituye en uno de los pasos fundamentales que permite ser
reconocido socialmente como varón: ha demostrado que es heterosexual, y además, permite
consolidar el tránsito de la niñez a la adultez. Pero a la vez, plantea desafíos pues para asegurar este
reconocimiento debe ser capaz de mantener a su familia de manera autónoma: debe trabajar
remuneradamente” (Madrid, 2006).
Así, los análisis de género no solo visualizan cómo los mandatos sociales operan en la maternidad y
la paternidad como situaciones casi obligatorias para la realización personal y sexual, sino también
advierten sobre las desigualdades que se generan para quienes se alejan de las maternidades y las
paternidades esperadas en la adultez, en el marco de la familia heterosexual, con funciones
diferenciadas según los sexos para la crianza y cuidado de la prole: madre amorosa y nutricia, padre
protector y proveedor.
Además, los trabajos de este campo, señalan que suele ser diferente la manera en que impacta el
embarazo y la llegada de los hijos en la vida de una mujer que el modo en que lo hace en la vida de
un varón. No solo porque el embarazo se desarrolla en el cuerpo de las mujeres, sino también por
las desigualdades que en nuestra cultura parecen naturales, pero que no lo son, y hacen que a
menudo recaiga en la mujer la mayor parte del cuidado de los hijos.
La perspectiva de género abre interrogación también sobre los mecanismos a través de los cuales
las instituciones perpetúan relaciones desiguales. Las instituciones imponen inscripciones
diferenciales por género que impactan en las formas de vivir los cuerpos, las sexualidades. Es
necesario que la escuela esté atenta a los contenidos curriculares que se abordan en el aula como
así también a los mensajes que transmite en lo extra curricular, en la vida cotidiana, en los
episodios que irrumpen, que con frecuencia reproducen inequidades de género. En este sentido,
enseñar los métodos anticonceptivos desde una perspectiva de género supone trabajar también los
modos de acuerdo y/o de “negociación” en el uso de los mismos entre varones y mujeres para
prevenir ITS y embarazos no planificados.
Así las instituciones tienen la potencia de transformar ciertas prácticas para que otras relaciones
tengan lugar; la ESI y el marco de los derechos sexuales y derechos reproductivos van en ese
sentido.
Los estudios de género, de la mano del feminismo y de los movimientos sociales, ha participado
activamente en la construcción de una mirada crítica sobre las sexualidades. La sexualidad y la
reproducción no siempre fueron pensadas del mismo modo, no siempre fueron diferenciadas ni
parte constitutiva del campo de la salud ni de los derechos humanos. Su reconocimiento como
parte de los derechos humanos y como componente de las políticas públicas de salud resulta de un
largo proceso de luchas, conquistas y resistencias.
El reconocimiento de la sexualidad como uno de los derechos fundamentales podría situarse hacia
fines del siglo XX. Será hacia 1990 cuando se da reconocimiento y adopción internacional de la salud
sexual y la salud reproductiva como derechos. La reforma de la Constitución Argentina de 1994 le
otorga a un conjunto de Convenciones Internacionales —entre las cuales se encuentran algunas
vinculadas con la temática— con jerarquía constitucional lo cual conlleva la asunción por parte del
Estado de un compromiso por la efectivización de los derechos sexuales y los derechos
reproductivos.
En sintonía con el marco normativo internacional, en el año 2003 se sanciona la ley Nacional Nº
25.673 crea el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable en el ámbito del
Ministerio de Salud de la Nación y establece que todas las personas tenemos derecho a:
En relación a los adolescentes, la Ley 25.673 especifica en su art. 4 que reconoce como marco la
Convención Internacional de los Derechos del Niño (Ley 23.849) considerando primordial la
satisfacción del interés superior del niño y adolescente en el pleno goce de sus derechos y garantías.
Este artículo es profundizado por el Decreto 2883/2003, desde el cual se entiende por interés
superior, el ser beneficiarios, sin excepción ni discriminación alguna, del más alto nivel de salud y
dentro de ella de las políticas de prevención y atención en la salud sexual y reproductiva en
consonancia con la evaluación de sus facultades.
La normativa mencionada se amplía y profundiza en la búsqueda por la promoción de los derechos
sexuales y derechos reproductivos en otros instrumentos legales.
Así se cuenta con toda un plexo normativo que es particularmente potente en relación a la temática
que aquí abordamos. Tanto en lo que refiere al acceso a información, métodos anticonceptivos y en
lo referido a embarazos, interrupción del embarazo, atención y programas tendientes a la
efectivización de los derechos y al acompañamiento desde el Estado y sus instituciones a la a toma
de decisiones autónomas, para todos y todas y especialmente para los y las adolescentes. Una
normativa particularmente importante en esta temática es la referida a la interrupción legal del
embarazo.
El abordaje de los derechos sexuales y derechos reproductivos constituyen una oportunidad para el
empoderamiento de los ciudadanos, y particularmente de los adolescentes. Por un lado, su
conocimiento conlleva la posibilidad de demandar cuando ellos resultan incumplidos, luchar por su
garantía y ampliación. Por otro lado, acercarse a estos derechos posibilita conocer las
responsabilidades del Estado —y sus instituciones— para respetarlos (no violarlos directamente),
protegerlos (establecer mecanismos para prevenir su violación) y cumplirlos (establecer
procedimientos para que todos puedan gozarlos). Estos derechos constituyen una de las fuentes de
la ESI y un marco imprescindible para el abordaje de estas temáticas desde las políticas públicas y
desde las instituciones. Se transforman en un marco ineludible para la prevención de situaciones no
buscadas y para la generación de relaciones más igualitarias que consoliden la promoción de
procesos de toma de decisiones informadas y autónomas. Estos aspectos serán desarrollados en las
clases que siguen.
Actividades
2) Reflexionar acerca del impacto que puede tener ese nombramiento sobre
quienes viven una situación de EMPA y en sus compañeros de clase.
Para propiciar el intercambio les solicitamos que como punto inicial del foro, cada
uno incorpore su producción incluyendo los tres ítems de la consigna enumerados
para facilitar la lectura a los colegas.
Los y las esperamos en el foro!
Material de lectura
Materiales de lectura obligatoria
Fainsod, P. (2011). Las tramas institucionales y sociales en las experiencias maternales. Reflexiones
sobre maternidades adolescentes en contextos de marginalización urbana. En: Felitti, K. (Coord.) De
la obligación al derecho. Experiencias de maternidad en la Argentina actual. Buenos Aires: Paidós.
Ministerio de Salud de la Nación. (S/F) Jóvenes y Sexualidades. Una mirada socio-cultural. Programa
de Salud Sexual y Procreación Responsable- Cap. 2 pp 21-26.
“Mejor hablar de ciertas cosas - Embarazo adolescente”. Canal Encuentro:
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=100874
Bibliografía de referencia
Programa Nacional de Educación Sexual Integral (2017). Clase Nro. 2: Aproximaciones a los
embarazos, a las maternidades y a las paternidades en la adolescencia. Aportes para la construcción
de una mirada integral, con perspectiva de derechos y género. Embarazos, maternidades y
paternidades en la adolescencia. Su abordaje desde la ESI. Buenos Aires: Ministerio de Educación y
Deportes de la Nación.
Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0