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INDUSTRIAL
TEXTIL DE LA CIUDAD DE PUEBLA
PANORAMA HISTÓRICO-CULTURAL
Primera edición: 2022
ISBN:978-607-8837-15-1
Introducción
1 Puebla, antecedentes de una ciudad productiva
El territorio
La ocupación
Los molinos
Los primeros obrajes textiles
2 Las fábricas en el Río San Francisco
La antigua colonia industrial textil (1835-1845) en la urbe poblana
La industria textil entre viejas y nuevas fábricas
Si bien a lo largo del río se ubicaron las siguientes fábricas:
Estancamiento y declive de la industria
Fábrica textil La Mascota (1896-1994)
La Atoyac Textil (La Esperanza)
La Fábrica La Oriental
Fábrica de textiles La Violeta de Puebla
Descripción del inmueble, de acuerdo con Ma.TeresaVentura:
Fábrica de textiles San Francisco ,1915-1990
Fábrica de textiles La Teja (Molino de la Teja)
De colonia industrial a paseo multifuncional
E
n el valle de Cuetlaxcoapan,8 también reconocido como
valle Puebla-Tlaxcala, altiplanicie que ocupa el estado de
Tlaxcala y buena parte del territorio poblano, flanqueado
al poniente por la Sierra Nevada que integra los volcanes
Popocatépetl e Iztaccíhuatl, hacia el norte el volcán de La
Malinche, El Pizarro, al oriente la Sierra de Amozoc, la Sierra del
Tenzo, la Sierra de Tepeaca, la Sierra de Tecamachalco, al sur
desciende hacia el valle Atlixco- Matamoros, al sureste por la
Mixteca poblana y el valle Serdán; en el centro de la planicie se
ubican los cerros Centepeque o San Juan, también nombrado Cerro
de la Paz, y los fuertes de Loreto y Guadalupe, sitio ideal para la
fundación de la ciudad de Puebla, lugar bañado por los ríos Atoyac,
Almoloya y Alseseca (Lomelí, 2011). Escenario privilegiado para
que el 16 de abril de 1531 se fundara la ciudad de Puebla,
asentamiento urbano, hábitat para la población de españoles y
resguardo para los viajeros que comerciaban entre los océanos
Pacífico y Atlántico.
En abril de 1531 se trazó la ciudad de Puebla de los Ángeles y se celebró la primera misa en el
margen del Río San Francisco. Con ayuda de los franciscanos de Cholula y Huejotzingo se
construyó una iglesia y 50 casas para vecinos españoles (Lomelí, 2011, p. 49).
Antes de ser llamada por decreto del H. Congreso del Estado, Cuatro Veces
Heroica Puebla de Zaragoza, por su importancia como sede de
acontecimientos relevantes para el país, fue llamada «Puebla de los
Ángeles», en cédula ratificada por la reina Isabel de Portugal (imagen 2); la
leyenda cuenta que fueron los mismos ángeles quienes eligieron el sitio de
su fundación; incluso colocaron las campanas en las torres de la catedral y
la trazaron en un lugar «divino» por la virtud de encontrarse entre ríos y
montañas; con base en esa leyenda, se diseñó un escudo, símbolo identitario
para la ciudad de Puebla con los ángeles sosteniendo la iglesia.
Imagen 3. Escudo de la ciudad de Puebla.
Fuente: Libro de los Patronatos, manuscrito de 1769.11
EL TERRITORIO
La ciudad de Puebla de los Ángeles, ubicada sobre el Eje
Neovolcánico, en un suelo fértil recibe agua de los volcanes, tanto
de los glaciares como de los flujos subterráneos que alimentan las
afluentes del río Atoyac y su vertiente el río Almoloya o San
Francisco, con rica vegetación, territorio altamente explotable y
clima inmejorable; desde su fundación hasta nuestros días ha sido
un lugar muy productivo de gran importancia para el desarrollo
económico local, regional inclusive nacional.
El clima, agua y suelo se consideraron un privilegio para la agricultura.
A lo largo de la historia de las etapas del desarrollo de la sociedad, los ríos
y demás cuerpos de agua han constituido la principal fuente de suministro
para la existencia, el consumo, el desarrollo de la producción agrícola,
artesanal, en el caso que nos compete la producción textil, entre otros
innumerables beneficios. De ahí que la favorable ubicación geográfica de
Puebla, más la fuerza de sus ríos, se asocia a su desarrollo agrícola,
artesanal, manufacturero y económico en general, por su capacidad para
satisfacer la demanda de producción porque desde su fundación manifestó
que su prosperidad sería producto de su riqueza agrícola y comercial.
Pasada la Conquista, Puebla fue el centro agrícola, productor y comercial
de la Nueva España, al tiempo que se llevaron a cabo planes para explotar
la fertilidad de las tierras mediante el impulso de la producción y por
molienda de trigo; el primer molino de trigo que se estableció en los
márgenes del río San Francisco en la ciudad data de 1531, pocos años
después de la fundación de la urbe. Posteriormente, fue dedicado a obtener
fuerza hidráulica para la elaboración de hilos, tejidos y telas.
Por otro lado, es pertinente señalar que mucho antes de la llegada de los
españoles y de que se asentaran en la región, ya existía el trabajo artesanal
de alfarería y en textiles de algodón entre los indígenas, en lo que entonces
era el Señorío de Cholula, dado que las mujeres estaban acostumbradas a
realizar trabajos de hilanderas y tejedoras, como en muchas regiones de
Mesoamérica, lo que quedó evidenciado en la Matrícula de Tributos,12 esa
habilidad, calidad y ventaja de los conocimientos y tecnología
manufacturera fue aprovechada convenientemente por los españoles para
formar los primeros obrajes a mediados del siglo XVI, cualidad que les
permitió seguir con la elaboración de hilos y productos textiles.
Como referencia de la importancia del trabajo textil en la época
prehispánica se incorporaron imágenes retomadas de diferentes códices,
donde se observa el tributo textil de los pueblos sometidos.
Imagen 4. Matrícula de Tributos.13
Fuente: Mediateca INAH. Matrícula deTributos.
El tributo de los diferentes grupos sometidos a los mexicas
contenía, ademas de oro, plumas preciosas, mercancías igualmente
apreciadas como mantas de algodón entre otros productos.
Imagen 5.Telar de cintura, Códice Florentino.14
Fuente: Códice Florentino, Mediateca INAH.
[...] La tejedora de labores tiene por oficio tejer mantas labradas, ogalanas y pintadas; la que
es buena de este oficio es entendida y diestra en su oficio, y así sabe matizar los colores y
ordenar las bandas en las mantas; a fin hácelas labradas y galanas de diversos colores.
(Sahagún, 1999, p. 561).
Una razón más del declive en Puebla fue porque otras zonas
comenzaron su desarrollo, expandieron su producción generando
competencia a la manufactura poblana, además del aumento en las
importaciones. Mientras en Puebla desaparecían los obrajes, los
telares registrados llegaban a 74, con un total de trabajadores de
aproximadamente 323 (Carabarín, 1984, pp. 7, 9 y 26);
prácticamente en su totalidad trabajaban los indios, negros, mulatos
y mestizos.
Al igual que ocurrió en su tiempo con la elaboración de pan fino,
exclusivo para consumo de españoles blancos con capacidad económica
para pagarlo, el pan corriente de baja calidad se comercializó entre la gente
común, debido al funcionamiento de la estratificación social, cultural y
económica, por lo que no resulta extraño que se produjeran paños de
diferentes calidades. En Puebla se elaboraban paños finos de lana, los
cuales no estaban destinados para el consumo de aquellas personas que los
producían; éstos abastecían únicamente a las clases altas. Para las
necesidades y consumo de la gente común, estaba destinada la elaboración
de paños corrientes de algodón (Bazan, 1964).
Los antiguos sistemas de baja producción que fueron básicamente por
encargo, los pequeños talleres y obrajes, se vieron desplazados con el
surgimiento de monopolios, sumado al establecimiento de las diversas
fábricas en la ciudad, la concentración de riqueza se quedó con los pocos
propietarios o familias económicamente bien posicionadas que habían
heredado las tierras, haciendas o molinos, y se enfocaron acertadamente en
la creciente demanda y producción de la industria fabril, invirtiendo en la
modernización y reconfiguración de la producción, la cual fue considerada
como una revolución industrial por el surgimiento de una nueva industria
con tecnología que permitió incrementar y mejorar la calidad de la
producción textil. Otra de las razones por las que la implementación de
nuevas tecnologías y el acaparamiento de dicha industria fue la
modernización y la alta movilidad del mercado.
En resumen, durante la etapa de los obrajes en los siglos XVI y el XVII,
la producción de paños alcanzó su mayor nivel, dando pie a la
comercialización fabril que posicionó a Puebla como una zona importante
para el enriquecimiento de los nuevos patrones. El aumento de la
productividad, el mejoramiento de la calidad, la especialización y la
división del trabajo fue una característica importante de los obrajes.
El capital y la riqueza se centralizaron en unas cuantas familias que
monopolizaron el negocio de la manufactura. Este tipo de explotación
laboral duró mucho tiempo, con sus respectivas etapas de impulso,
estancamiento y decadencia. Como se señaló, el declive de los obrajes se
debió a diversos factores: el aumento de telares, de importaciones y también
el control establecido durante la época de las reformas borbónicas.
Reconocer el papel de los obrajes en la historia de la rama textil fue de gran
importancia, debido a que significó el comienzo del más alto nivel de
desarrollo en la manufactura textil alcanzado en Puebla. El comercio generó
utilidad y crecimiento; la prosperidad conseguida fue también fruto del
suelo, clima, ubicación y otras bondades de la geografía poblana, debido a
que tanto obrajes, teñiduras como talleres operaban gracias a la fuerza del
agua.
La modernización alcanzó a la producción textil, que originó buena parte
del patrimonio industrial de la ciudad. A continuación, analizaremos el
desarrollo de la industria textil durante el siglo XIX en la ladera oriente del
río San Francisco y posteriormente el corredor industrial ubicado en los
márgenes del río Atoyac.
2
LAS FÁBRICAS EN EL RÍO SAN
FRANCISCO
E
l espacio rural, en los límites de la ciudad, habitualmente
usado para satisfacer cuestiones básicas de subsistencia y
comercio, como el cultivo y ganado, se vio sobrepasado
por el nuevo plan para una ciudad industrializada en el
siglo >XIX. Como resultado del crecimiento de la urbe, la
población aumentó; con ello, las zonas exclusivas se mezclaron
gradualmente con los antes denominados barrios indígenas; en la
urbe convergieron las diferentes clases sociales, indígenas y castas;
también aumentaron las áreas recreativas comunes donde se
incluyeron en civilidad los grupos sociales, obedeciendo al nuevo
sistema político, socioeconómico y de producción capitalista
encaminado hacia la industrialización.
En relación con lo anterior, una de las primeras transformaciones urbanas
la sufrieron los molinos, los cuales se incorporaron a las nuevas formas de
producción, primero como obrajes, casi extintos para 1802, más tarde
reconvertidos en fábricas mecanizadas de hilados, tejidos y textiles; algunos
obrajes y talleres convivieron con las fábricas durante el siglo XIX hasta el
Porfiriato.
Para continuar, se subraya el cambio de algunos molinos en fábricas.
Además, se presenta el proceso de transformación de la Colonia industrial
en una plaza multifuncional. Es el caso de la ladera oriente del río San
Francisco, donde sólo se conservan algunos elementos de lo que fuera el
patrimonio industrial textil del sitio.
Como se dijo, los molinos fueron parte importante del paisaje colonial,
formaron parte de la división territorial de la ciudad poblana, junto con las
zonas cenagosas y sulfurosas del poniente (Loreto, 2010). En el río San
Francisco de aguas dulces, se estableció el primer molino de «pan de
moler», el Molino de San Francisco, además del Molino del Carmen, el
Molino de Huexotitla, el Molino de San Antonio y el Molino de la Teja, lo
que le dio el mote del río de los Molinos (Leicht, 2016, p. XXI).
La mayor parte de los molinos instalados en el río San Francisco fue
dedicada a obradores y talleres, durante el siglo XIX muchos fueron
convertidos en fábricas textiles.
Tabla: río de los molinos, de norte a sur26
Por otro lado, un hecho histórico que marcó un cambio radical en el
territorio poblano social, económica y políticamente fue la llegada
del ferrocarril México-Veracruz en el siglo XIX, que dio pie a la
rápida expansión de la ciudad, solucionó algunos problemas de
transporte y movilidad, promovió aún más la industrialización y la
comercialización, tanto de materias primas como de productos.
Imagen 11. Ferrocarril Puebla-Veracruz.27
Fuente: Archivo Casasola México.
[...] una red importante de ferrovías externas (1869, Puebla-Apizaco-Veracruz: Ferrocarril
Mexicano; 1888, México-Puebla-Veracruz: Ferrocarril Interoceánico, Puebla-Oaxaca:
Ferrocarril del Sur, Puebla-Cuautla: Ferrocarril de Matamoros) se unió, dentro del modelo de
retícula, el ferrocarril Industrial que sirvió a Puebla, Cholula, Huejotzingo y Fábricas, y el
servicio urbano de tranvías tirado por mulas, o ferrocarril urbano de Puebla (Salamanca, 2005,
p. 5).
ESTANCAMIENTO Y DECLIVE DE LA
INDUSTRIA
En esta etapa, consideramos las fábricas en función e instaladas
durante el siglo XX, las cuales se modernizaron y formaron una de
las industrias más importantes de la ciudad. J. Villavicencio señaló
que de la industria de la transformación el sector textil era el más
importante, durante el per iodo de 1940-1970, puesto que
representaba el 47% del total de empresas, es decir, 568 estaban
dedicadas a los textiles (Villavicencio, 2013, p. 57). Después de
este auge, la mayor parte cerró por diferentes causas, decadencia,
movimientos sindicales, apertura a las importaciones y nuevas
tecnologías en la producción de textiles, entre otras causas. Aun
así, las empresas junto al río San Francisco eran reconocidas,
formaban parte del paisaje, era la colonia industrial poblana
(Reynoso, 2006).
Para continuar, registramos la localización, historicidad y alguna de sus
características de aquellas fábricas que estuvieron en el Paseo de San
Francisco, desaparecidas en la década de los noventa del siglo pasado, y
que dejaron huella en la memoria histórica y colectiva de los habitantes de
la ciudad.
FÁBRICA TEXTIL LA MASCOTA (1896-1994)
Imagen 17. Fachada posterior del centro de Convenciones del Paseo de San
Francisco Fuente: Isaura García (27/03/2020).
Localizada en el antiguo callejón de los Pescaditos en el lado
izquierdo del río San Francisco, La Guía fue fundada por los
empresarios españoles José Villar Parás y Ramón Gavito Noriega,
éste nacido en Asturias (Gamboa, 2010) entre 1896 y 1897. La
fábrica se dedicó al blanqueado, teñido y estampado de telas de
algodón, aprovechó los manantiales del estanque de Los
Pescaditos, «su arquitectura es sobria y no cuenta con viviendas
incorporadas [...] en su muro exterior se observaban pequeños
ángeles como remate de las columnas; los querubines
desaparecieron, y sus huellas resanadas [...]» (Estrada Urroz, 2003,
p. 19).
Al paso del tiempo, en 1927, quedó en manos de Vayan Jaen y
Compañía, la cual cambia su denominación a La Pastora S. A. de C. V. Para
1934, vuelve a cambiar de nombre por La Mascota. Tuvo como dueño a
Manuel Pastor Arzamendi, quien la modernizó y amplió.
La fábrica cerró en 1994, fue vendida al proyecto San Francisco,
actualmente está integrada al Centro de Convenciones de Puebla, aún se
aprecian detalles de lo que fuera la empresa; por ejemplo, el antiguo marco
que adornaba la puerta de acceso principal. La construcción original de la
misma se ha perdido (Morfin, 2017).
D
esde la antigüedad, las primeras civilizaciones se desarrollaron a lo largo de
los ríos, aprovecharon la riqueza del agua, fuente esencial para la
sobrevivencia; el agua ha sido y será sinónimo de fertilidad, desarrollo y
prosperidad. Las civilizaciones antiguas dominaron las ventajas de la
geografía para abastecerse del agua, los asentamientos humanos que habitaron junto a
los ríos, lagos y lagunas lograron beneficiarse en cuanto al consumo, la agricultura y
la producción artesanal; asimismo, en Asia, Europa y en América.
En el valle Puebla-Tlaxcala sucedió de la misma manera. Los ríos alimentados por las
vertientes de la Sierra Nevada o La Malinche fueron y son la fuente necesaria para la vida y las
actividades económicas, especialmente el río Atoyac.
El río fue aprovechado por las culturas prehispánicas, después por los colonizadores
españoles, quienes al establecerse en la ciudad de Puebla de los Ángeles explotaron la tierra y
los recursos naturales para la agricultura, la ganadería y la transformación de los productos
agrícolas en alimentos.
La fuerza generada por los ríos de Puebla, requerida para la producción, motivó la
explotación temprana de los cuerpos de agua. Los molinos que se establecieron en la ribera del
río Atoyac fueron: San José Mayorazgo, San Juan Bautista Amatlán, San Juan de En medio
(construido entre las afluentes del río San Francisco y Atoyac), Agua Azul, Santa Cruz, Molino
del Batán, molinos de Santo Domingo I y n, los que trascendieron su historia desde la época
colonial al siglo XX (ver plano de su ubicación en la imagen 7), muchos destruidos o
transformados antes de terminar el milenio. Con base en la estratégica ubicación de los molinos
harineros se establecieron las primeras fábricas textiles a lo largo del río Atoyac; obsérvese la
siguiente imagen donde se ubican las fábricas en el lugar de los molinos.
Imagen 29. Ubicación de las fábricas en las riberas de los ríos Alseseca, San Francisco y
Atoyac, 1900.40
Fuente: Rosales Salas, 2013, p. 225.
La historia de las fábricas textiles de Puebla comenzó poco después de la Guerra por
la Independencia de México, cuando la situación económica y social del nuevo país
era crítica en todos los ámbitos; el nuevo país se encontraba en problemas e inestable.
Al respecto, se buscaron proyectos para la recién formada nación entre los que
destacaron el de establecer un Banco de Avío, el cual permitió impulsar actividades
que prometieran prosperidad, un desarrollo modernizador, reponerse y salir de la
crisis en todos los niveles económica, política y socialmente; así se originó la
evolución de las actividades desarrolladas por artesanos, hiladores y tejedores de
Puebla. El objetivo fue cambiar, modernizarse, transformar las formas, las maneras
de hacer, usar las nuevas tecnologías en todos los ámbitos, lo cual derivó en una
moderna industria fabril para México, particularmente benéfico a
Puebla,Tlaxcala,Veracruz y la Ciudad de México.
Las guerras de la Independencia de México trajeron una continuación de este comercio, y la ruptura de las ligas con
España dieron como resultado la huida de los empresarios españoles. La industria artesanal, particularmente la de Puebla,
había estado administrada por los españoles. La pérdida de los empresarios, junto con la nueva competencia de los
textiles ingleses, llevó la industria artesanal mexicana al borde de un colapso completo (Keremitsis, 1973, p. 11).
Imagen 30. Emblema que representa el Sistema industrial mexicano, diseñado por Estevan de
Antuñano.41
Fuente: Márquez y Cova 2010.
Aunado a lo anterior, a propuesta e insistencia de Antuñano en años previos, para
1837 se impuso una ley aduanal que prohibió la importación de hilos y tejidos de
algodón, siendo éste el mayor incentivo para las nuevas inversiones en la producción
textil y el pronto establecimiento de más textilerías a lo largo de los principales
afluentes de la ciudad de Puebla.
En tanto que el crecimiento de la producción y comercialización algodonera aumentaron
desde los últimos años del siglo XVIII, auge logrado gracias a la confluencia simultánea de
diferentes factores que la beneficiaron, el proteccionismo reflejado en el elevado precio de las
importaciones, así como los conflictos bélicos por los que atravesaba España y Europa en
general (Gamboa, 2010).
Como se señaló en páginas anteriores, hacia 1835 comenzó paulatinamente la transformación
de molinos, haciendas y viejos obrajes en fábricas de hilados, tejidos y de papel, debido tanto a
la crisis por la que atravesaba la producción triguera, como a la tradición manufacturera que ya
se tenía en Puebla desde los trabajos artesanales antes de la conquista, pasando por los obrajes
artesanales y la manufactura de la industria pañera. La innovación y establecimiento de las
nuevas factorías produjo el abandono del obraje y del taller artesanal para marcar los inicios de
una ciudad y un Estado industrialmente productivo.
Durante la primera mitad del siglo XIX se presentaron los nuevos usos del agua de los ríos
San Francisco y Atoyac, como resultado de la iniciativa de los empresarios que decidieron
invertir en fuerza mecánica para el proceso de hilado y tejido del algodón.
En la década de 1830, diez de los doce molinos de trigo modificaron sus funciones y
adaptaron su tecnología mecánica.
En el caso de la ciudad de Puebla, la conversión de los molinos en fábricas no sólo fue propiciada por la necesidad de
aprovechar en beneficio de éstas el sistema de motricidad hidráulica de aquellos, sino también por la crisis que desde el
siglo XVIII empezó a vivir la industria harinera local, a causa de la fuerte competencia de las harinas del Bajío y de
algunos valles cercanos [...] (Gamboa, 2005b, p. 28).
Puebla Molino de San San Juan 1838 Ysidro S. xx, no hay Destruida s/d Unión de
Juan Bautista de Bautista Pérez fecha, activa los ríos San
Amatlán (1541) Amatlán Toledano en 1957 Francisco y
(Benevolencia) Socios: Atoyac,
Bárbara de Mayorazgo,
Ávalos, Puebla
esposa de
Estevan de
Antuñano,
Antonio de
Haro y
Tamariz,
Fernando
Arenas,
Ysidro
Romero y
Lino
Romero,
Andrés
Torres
Múnive
Puebla Fundada como Covadonga, 1897 José Díaz Rubín, Parcialmente Calle Emilio Carranza,
fábrica fábrica 15 de industrial asturiano activa 10, Col.
Planta algodonera octubre Agrícola Ignacio
hidroeléctrica Zaragoza, Puebla
Tlaxcala Fundada como La Josefina 1884 Santos López de Letona Cerrada Tlaxcala
fábrica
Antuñano falleció en 1847. Las deudas que adquirió en los últimos años para
mantener vigente su empresa condujeron a que años más tarde La Constancia fuera
adquirida por Pedro Berges de Zúñiga, quien dio en arrendamiento la fábrica primero
a Nicolás y José de Teresa, comerciantes españoles (Aguirre Anaya, 1987b).49
Al tiempo, los empresarios Benítez Hermanos y Joaquín de Haro y Ovando invirtieron en la
renta de las dos salas, vieja y nueva, en las que Berges dividió La Constancia e introdujeron
nueva maquinaria.
Posteriormente, en 1895 se vendió completa al poblano originario de Ciudad Serdán, Antonio
Couttolenc en $280 000; diez años después la vendió al español Francisco M. Conde, quien
construyó una nueva fachada en 1909 y adquirió un importante lote de 5944 husos y 219 telares.
De hecho, la fachada original quedó oculta por una obra de ampliación hecha en el mismo año.
En pleno periodo revolucionario, en el año de 1913 seguía trabando; los inventarios indican que
para entonces había instalados 6944 husos y 404 telares (Gamboa, 2004).
Después de 1910, la viuda y heredera de don Francisco M. Conde, Ángela Conde, quedó al
frente de La Constancia hasta el año de 1925. Durante ese tiempo, lidió por varios años con las
huelgas e inconformidades de los trabajadores; por ello, la viuda de Conde procedió a la
clausura de la fábrica. En 1925 pasó a manos de un grupo de comerciantes franceses de
laCiudad de México que, con el fin de explotarla, le dieron un nuevo nombre y organización
(Gamboa, 2004).
En aquel tiempo, la Compañía La Constancia Mexicana, S. A., tenía una capacidad
productiva prácticamente igual; aumentó un mínimo número a 6964 husos y 412 telares;
fabricaba manta, mezclilla y franela. Para entonces, ya era la octava fábrica en importancia de
las 63 que de la planta textil poblana.
Los conflictos entre obreros, empleados de confianza, líderes sindicales, confederaciones y
patrones fueron revisados por Leticia Gamboa, Ma. Teresa Ventura y Alberto Carabarín en
textos ya citados; es importante recordarlos por las consecuencias que a la larga llevaron al
cierre definitivo de La Constancia Mexicana.
Imagen 34. Plano de conjunto de la fábrica La Constancia en 1923.50
En la década de 1960 fue ofrecida a los mismos obreros como liquidación. Los trabajadores
la administraron hasta 1976.
Imagen 35. La Constancia 1992. Abraham Paredes, La Jornada de Oriente.51
Imagen 36. Espacio fabril convertido en el Museo de la Música.52
En el año de 1991 cerró definitivamente sus operaciones y fue desmantelada en su
totalidad en 1993; la mayoría de la maquinaria se vendió en calidad de chatarra.
ESTADO ACTUAL
En el año 2001 fue expropiada por el gobierno del Estado de Puebla.
Después de ser completamente desmantelada en 1993, en el 2001 fue expropiada por el
gobierno del Estado de Puebla.
LOCALIZACIÓN
Imagen 39. Ubicación de los molinos y fábricas del sur de la Ciudad de Puebla, La Noria, Agua
Azul, Molino de Enmedio, Amatlán, y Mayorazgo.
Fuente: Elaboración propia, sobre mapa de 1862.55
Antiguo molino construido desde el siglo XVI, caracterizado por ser el primero en
dominar las fuertes afluentes del río Atoyac, fue transformado en fábrica textil
durante el siglo XIX, cuando la industria harinera tuvo de auge en otros lugares,
mientras en Puebla decayó y sus terrenos transitaron a la modernidad fabril, limitaba
al oriente y sur por el río Atoyac, al poniente por el Molino de En medio y más al
norte por el rancho el Pópulo; hoy existe sólo la calle de Amatlán.
Imagen 40. Entrada a la calle Amatlán donde se ubicó el molino y la fábrica San Juan Bautista
Amatlán.
Fuente: Fotografías de Armando Jiménez, 01/09/2019.
HISTORICIDAD
El molino de Amatlán fue fundado en 1541, tan sólo diez años después de la
fundación de la ciudad de los Ángeles, impulsado por el Cabildo de Puebla, que
buscaba un espacio estratégico para la molienda de trigo, actividad que fue pilar para
el abastecimiento de la población y posteriormente comercio durante varios siglos,
siendo uno de los primeros molinos establecidos en los márgenes del río Atoyac.
En las tierras del molino de Amatlán se encontraban otros molinos que fueron establecidos en
la misma propiedad, pero ese fue el más importante y duradero, el cual colindó con el molino de
En medio, una vez que éste último se construyó.
Después de pasar por manos de incontables dueños, Ysidro Pérez Toledano compró en remate
el molino de Amatlán, en 20 126 pesos el 18 de diciembre de 1837, con el propósito de
transformar el molino en una fábrica de hilados y tejidos, al igual que lo hiciera Antuñano con
La Constancia (Rosas Salas, 2011). Apenas meses después de la adquisición, el 28 de febrero de
1838, Toledano fundó con otros socios una compañía para la fábrica de hilados en el molino,
firmaron el contrato para el establecimiento de la factoría doña Bárbara de Ávalos, esposa de
Estevan de Antuñano —quien promovió el establecimiento de esta-, don Fernando Arenas, don
Antonio de Haro y Tamariz, don Lino y don Isidro Romero. Así, en 1838 inició operaciones
como fábrica textil (Rosas Salas, 2011, p. 140; Aguirre Anaya, 1987a, p. 6).56
De acuerdo con los registros obtenidos del Archivo General de Notarías del Estado de Puebla
(AGNEP) por Rosas Salas (2011) acerca de su maquinaria y producción, en 1841 tenía 1500
husos y 80 obreros. Debido a las condiciones del mercado y la producción en Puebla sufrieron
una crisis e inestabilidad palpable, motivo que causó el cierre temporal de la fábrica durante dos
años. Siendo así, los socios vendieron el 50% del total de las acciones a Miguel García en 22
000 pesos; poco después en 1843 reabrió sus puertas con 2800 husos, lo que indica que a pesar
del cierre temporal se impulsó e invirtió para su crecimiento.57
Sin embargo, 1848 la decadencia permeó la aparente estabilidad de la fábrica con el registro
del mismo número de husos que se tenían en 1841 -1500-, siendo para entonces sus dueños
Miguel García y Andrés Torres. Las operaciones de la fábrica se encontraron muy lejos del
crecimiento o, cuando menos, de la estabilidad. Durante la crisis algodonera de 1850, la fábrica
continuaba operaciones con el mismo número de husos que dos años atrás, dando trabajo a 80
operarios (Rosas Salas, 2011).
Andrés Torres compró la fábrica totalmente en 1876, murió un año después, y la textilera San
Juan Bautista Amatlán quedó en manos de nuevos empresarios generando un mayor crecimiento
gracias a las medidas y políticas de Porfirio Díaz y a las benevolencias generadas por el
ferrocarril.
En 1878, la fábrica tenía una gran producción, a pesar de que su tamaño no se comparaba con
el de otras textileras, con una producción mensual de 450 kilos de manta y 935 de hilaza a cargo
de más de cien operarios. El valor de su edificio era de 55 mil pesos y el de su maquinaria que
continuaba moviéndose gracias a la energía hidráulica de 30 mil, máquinas capaces de generar
7800 quintales de algodón anuales a través de 120 telares (Rosas Salas, 2013).
La sociedad Benítez Hermanos compró la fábrica de Amatlán, que a su vez la vendió a
García Hermanos. Las condiciones de inversión mejoraron durante el Porfiriato, siendo el ramo
textil uno de los favorecidos. En este periodo, entre 1900-1904, los empresarios de San Juan
Bautista Amatlán fueron los hermanos Manuel y Juan García; en tiempos de la revolución los
propietarios fueron los señores Delfín Ruíz, Francisco Santibáñez, Seferino López, Manuel,
Saturnina, Belén y Ana García García; para 1915 quedaron los primeros tres.
La fábrica Textiles Amatlán, S. A, se constituyó como empresa en 1968; tendría como socios
a Jaime y Jorge Letona y Díaz Ceballos con un capital de 245 000 cada uno (Villavicencio,
2013, p. 204).
ESTADO ACTUAL
Como todas las fábricas, Amatlán sufrió por falta de modernización después de la
Segunda Guerra Mundial; en consecuencia, la decadencia del siglo XX, no se tiene
una fecha exacta del cierre de operaciones. Se presupone que fue en la década de los
setenta (Rosas Salas, 2011). Aun su nombre pervive en una calle junto a la Ex
Hacienda del Molino de Enmedio.
En 1911, la fábrica fue vendida a Andrés Matienzo, quien desde 1924 junto con
Miguel E. Abed formaron la sociedad Matienzo y Abed con el fin de explotar la
fábrica para hacerla crecer e incrementar su producción. Sin embargo, posteriormente
fue propiedad exclusiva del empresario libanés Miguel E. Abed, quien la constituyó
en un legado familiar desde que tuvo la factoría en sus manos.
Imagen 49. Antigua fábrica San José Mayorazgo, sobre Av. Principal (prolongación 11 Sur),
Google mapas, 2019.63
Fuente: Google mapas (04/03/2019).
LOCALIZACIÓN
La Hacienda de San José Mayorazgo contaba con extensos terrenos ubicados al sur-
poniente de la ciudad de Puebla, tenía como límites oriente el antiguo camino real a
Atlixco, hoy avenida Nacional, las haciendas El Gallinero y San Bartolo; por su
extremo sur llegaba hasta la hacienda de Castillotla, mientras que por el norte
colindaba con el Molino de Amatlán y el río Atoyac, que también era su colindancia
por el lado poniente.64
En este terreno, que era de grandes dimensiones, se cultivó maíz, cebada, frijol y principalmente trigo. Para la molienda
de ese grano se fundó, en el siglo XVI, un molino en la misma hacienda; unidad productiva que surgió al concederle el
Cabildo de la ciudad de Puebla, licencia a Don Manuel Mafra para explotarlo y aprovechar las aguas del río Atoyac
(Ventura, 2010, p. 714).
De acuerdo con los datos recabados por la historiadora Ma. Teresa Ventura, «La finca
tenía una superficie de 600 hectáreas, comprendiendo 14 caballerías de tierra. La
fábrica ocupó, a principios del siglo XX, una extensión de 321 650 metros cuadrados,
limitaba al norte con el río San Francisco, al Oriente con el camino real a Atlixco y al
sur con la barranca del río Chingüiñoso» (Ventura, 2010, p. 715).
De hecho, las villas construidas para la vivienda de los trabajadores no fueron suficientes
debido al incremento de la fuerza de mano de obra; con ello la necesidad de más espacios para
la habitación creció, por lo cual la compañía encabezó una donación importante de terrenos para
edificar una colonia obrera con todas sus bondades.
Imagen 55. Salón de Preparación de la Fábrica de Mayorazgo Años 50’. Propiedad de la Familia
Pedraza (Pasado y presente El Mayorazgo).69
Fuente: Pasado y presente El Mayorazgo.
[...] el entonces gobernador del estado de Puebla, el C. Gral. Maximino Ávila Camacho, inauguró el 19 de mayo de 1940
la Colonia Obrera de la Sociedad de Colonos Textiles El Mayorazgo, la cual llegó a ser la más completa e importante de
la ciudad de Puebla, ya que contó con un campo deportivo, dos templos, una clínica, un jardín de niños, una escuela
primaria, lavaderos públicos, así como una ladrillera que produjo el material para levantar sus edificaciones (Ibáñez
González, 2012a, p. 2).
En 1944, la sociedad de Atoyac Textil, S. A., constituida para entonces por Ayotla
textil (Estado de México), El Molino de Enmedio y Mayorazgo, atravesó por una
nueva etapa de construcción y equipamiento para la colonia obrera bajo la nueva
administración de don José De La Mora, quien murió en 1953, hasta el cierre de la
fábrica en el año de 1993, la familia De La Mora estuvo al frente del conjunto textil.
Si bien la empresa cerró sus puertas hace cerca de tres décadas, dejó como herencia
su entorno, una colonia obrera, dinámica, viva, que observa el deterioro y destrucción
de una de las empresas iconos de la ciudad de Puebla.
ESTADO ACTUAL
El Complejo arquitectónico de la fábrica, ubicada en la periferia de la ciudad, tuvo
que construirse junto con los espacios habitacionales, por lo que el sitio se constituía
por una zona habitacional y otra con equipamiento urbano: un templo católico
dedicado a San José Obrero, cine, estadio de beisbol, misceláneas, un pequeño
mercado, entre otros comercios, lugares que perviven, las familias de los obreros
siguen habitando y utilizando sus espacios para el disfrute, la diversión y el consumo.
En tanto que la fábrica fue construida por etapas, al principio retomó el modelo
neoclásico, pero con materiales como el tabique, elaborado con barro rojo cocido, en
marcos, puertas y ventanas se utilizó el hierro colado, al igual que en los inmuebles
industriales europeos se utilizaron estructuras de hierro, soportadas por columnas y
bóvedas, llamadas escarzanas de lámina de zinc (Sánchez, 2015, p. 214). Tanto la
zona fabril como la habitacional, se fueron remodelando con el paso del tiempo, con
diversas técnicas y materiales y la evolución de las energías necesarias en sus
procesos productivos. Los jacalones se convirtieron en viviendas de concreto, el
molino y la fábrica mejoraron en los años cuarenta.
En la década de los noventa comenzó su destrucción, en una de sus laterales se abrió la
avenida Cúmulo de Virgo, la fábrica fue destruida en la última década, en su lugar se
pretendieron diversos proyectos, pero aún es una zona en ruinas.
Ya no hay techumbre, ya no se mira una sola columna del hierro francés, y no hay una bóveda sobreviviente, ni huella
alguna de la casa de máquinas y sus turbinas movidas por la fuerza del río.Ya no es posible siquiera imaginar que por
esos galerones corrían innumerables flechas y se desbocaban las poleas hacia los tróciles y telares en los que trajinaban
centenares de hilanderos y tejedores al ritmo de los capataces industriales (Mastretta, 2016).
Imagen 56. Destrucción de la fábrica textil El Mayorazgo.
Fuente: Sergio Mastretta, 2016.
Después de su cierre, nada se hizo por la conservación de una fábrica tan importante
históricamente; por el contrario, el abandono condujo a obras de desmantelamiento
que fueron la principal característica de los siguientes años hasta que en abril de 2015
fue anunciada oficialmente en diferentes medios la demolición de una fábrica textil
que estuvo vigente por más de un siglo y fue un importante impulsor del desarrollo
económico de Puebla y del país, con más de cien años de antigüedad es parte
sustantiva del patrimonio cultural industrial, modelo de innovación tecnológica y de
identidad de los cientos de personas miembros de la comunidad obrera que dio vida e
hizo posible el desarrollo de la industria textil y la urbanización del sur de la ciudad
de Puebla (Ibáñez González, 2012a).
Después de varios años de abandono, en el año 2006 inició un lento y sigiloso proceso de desmantelamiento que llevó a
la casi total destrucción del área de producción de la fábrica, ya que aún se conserva la antigua chimenea, así como el
área administrativa. Cuando los daños eran ya irreparables después de un periodo de casi 10 años de continuas obras de
desmantelamiento, en abril de 2015 se anunció por medio de distintos periódicos locales la demolición de la fábrica El
Mayorazgo (Ibáñez González, 2012b, p. 2).
Hoy día, se conserva buena parte de la colonia industrial, pero de la fábrica sólo
existen algunos de los edificios administrativos, lo cual, a decir de los especialistas
como Luis Antonio Ibáñez, «debería servir para reflexionar sobre la situación actual
del patrimonio industrial de Puebla» (Ibáñez González, 2012b, p. 2).
Fuente:ViviIndustrias, S. A de CA.
FÁBRICA LA BENEFICENCIA, S. A.
Imagen 67. Ubicación de las empresas lado oriente del río Atoyac, La Beneficencia, San Diego
(Providencia) y Santa Cruz Guadalupe.77
Fuente: INEGI, municipio de Cuautlancingo, ubicación de las fábricas en el río Atoyac.
LOCALIZACIÓN
Hugo Leicht (1992) dio cuenta del establecimiento de un molino para fabricar papel,
construido con los recursos de un préstamo obtenido por la Casa Hospicio, Industria
y Corrección en 1836, a la cual se le denominó La Beneficencia Pública, cuyo sitio
estaba «a una legua de la ciudad en terrenos de [la Hacienda] San Miguel
Apetlachica, jurisdicción de Cholula, en la margen derecha del río Atoyac, frente a la
Hacienda Santo Domingo» y las fábricas de algodón La Constancia y Economía»
(Paleta, 2008, p. 58).
HISTORICIDAD
En 1836 se fundó como una fábrica de producción de papel; sin embargo, con Juan
Matienzo como su dueño, en la década de 1860 se transformó también en fábrica de
hilados y tejidos de algodón.
La fuerza hidráulica era necesaria para mover las modernas máquinas; para La Beneficencia
fue construido un acueducto de ladrillo y piedra entre 1838-1839, que encauzó las aguas del río
Atoyac por medio de 32 surcos de agua (Gamboa y Estrada, 1994, p. 26); al respecto, recuperó
el antropólogo Guillermo Paleta una descripción de los usos del agua del río Atoyac escrita por
González Navarro:
Tres turbinas, sumando una fuerza de 90 a 100 caballos, producen el movimiento de toda la maquinaria, incluso un
dinamo para la luz eléctrica que alimenta cien lámparas incandescentes, y preciso es confesar que no sobre potencia,
antes bien, con el progreso que diariamente introducen los propietarios del establecimiento en toda aquella mecánica, van
quedándose cortas de energía las turbinas y muy pronto tendrán que instalar alguna más potente. Agua no ha de faltarles,
que el generoso Atoyac no obstante amamantar múltiples industrias a lo largo de su cauce, aún le sobra caudal suficiente
para mover otras tantas (Paleta, 2008, p. 59).
Además de alimentar y potencializar a las fábricas, el río Atoyac regaba los extensos
territorios de las haciendas, campos y huertas, muchos trabajadores además de
obreros desempeñaban importantes labores en el campo.
En el censo de 1910, en la fábrica textil de La Beneficencia se empleaban 114 personas, 62
hombres y 52 mujeres (Paleta, 2008, p. 59).
Posteriormente, en el año de 1920 se introdujeron en México las primeras caleras automáticas
de petróleo crudo y poco tiempo después las de gas: todo ese tipo de maquinaria formaba parte
de La Beneficencia, hecho que nos hace ver que fue una fábrica en la que se procuró la
modernización para facilitar y aumentar la producción, para lo cual reportó en 1935, 3688 husos
y 160 telares (Paleta, 2008).
Por otra parte, el dueño en esa época era Sánchez Gavito, quien permitió y apoyó la
construcción de caseríos y una capilla para los obreros; a estos beneficios se sumó la
construcción de escuelas y el paso de la línea férrea del ferrocarril Interoceánico, lo que facilitó
el transporte de mercancías y de personas.
ESTADO ACTUAL
Entre 1940-1970 su capital invertido era de 90 000 pesos, del empresario Alberto De
la Fuente Sánchez, pero no fue suficiente porque el final de la fábrica llegó al igual
que a muchas en la década de 1970. Al respecto, G. Paleta entrevista a Federico
Flores Coyotl, quien le cuenta:
Cerraron la fábrica por falta de modernización, en ese entonces ya empezaba la modernización. Los patrones nos decían a
todos los obreros, ayúdenme con el 6% del ahorro de la fábrica, y nos lo daban cada año y de nuevo empezar a ahorrar al
siguiente nos decían, ayúdenme con ese ahorro para que me pueda yo movilizar.
Uno de los dueños era mexicano, se llamaba Alberto de la Fuente, y otro español se llamaba Egidio Sánchez Gavito. El
mexicano don Alberto era muy buena gente, nos trataba como a sus trabajadores. El otro señor también nos trataba bien,
aunque tenía su carácter más fuerte, más enérgico. Cerraron la fábrica en el 68 y como no quisimos darle 6% del ahorro
para que se ayudara a comprar piezas modernas, adaptar la maquinaria y le dijo al Comité sindical, miren señores, si
ustedes no me quieren ayudar no podemos hacerlo a la fuerza, respetamos su decisión, pero si les decimos que a ver hasta
dónde aguantamos, porque vemos que lo que se produce ya no sale, sale pero muy despacio, así que hay que adaptar las
máquinas para hacer otras telas mejores y así irnos ayudando. Pero sinceramente, nosotros por chamacos, por jóvenes no
tomamos precauciones y los señores que tenían más experiencia no hicieron caso pues decían que los patrones tenían
harto dinero y decían que si cerraban la fábrica pues que la cerraran.
Había 125 trabajadores eran de Sanctorum, Chautenco, Cuautlancingo, Pueblo Nuevo, unos cuantos de San Jerónimo.
Entonces como nadie quiso ayudar, los señores no nos orientaron y los señores decían que no iban a ayudar.
Cuando paró la fábrica nos indemnizaron a todos. Cuando llegó un sábado, los patrones vinieron ese día y mandaron
traer al Comité sindical, platicaron en el despacho, al buen rato que nos avisan. Entrábamos a las 10 en el segundo turno
nada más a limpiar las máquinas y salimos a las 12. Nos avisaron que iba a haber una asamblea en el sindicato de manera
urgente. Fuimos al sindicato y qué nos dice que para el 30 de mayo de 1968 cerraría la fábrica. Jóvenes, viejos y los más
blandos de corazón nos pusimos a llorar, nos avisaban que cerrarían la fábrica. Algunos obreros dijeron que estaban
dispuestos a dejar el 6% por el dueño dijo que ya no era posible, aunque dejó el 10%. El único consuelo que nos dieron
fue que nos pagarían todos los años que trabajamos, nos pagaron a fin de año. Cada quien agarró su rumbo (Paleta, 2009,
p. 210).
FÁBRICA LA INDEPENDENCIA
Imagen 68. Fábrica La Independencia, derrumbada.78
Fuente: Personificaciones del capital, (Aguirre Anaya, 1987b, p. 47).
La Independencia fue una mediana fábrica mecanizada, se le menciona por que se
estableció en el corredor industrial Atoyac, muy cerca de la fábrica Economía entre
1865 y 1866, por el francés Pedro Berges, después de recuperar la cantidad de 100
000 pesos que le adeudaba Estevan de Antuñano por concepto de algodón, ubicada en
un edificio de dos pisos (Gamboa, 2010, p. 49).
El resto del siglo XIX la fábrica fue arrendada, inclusive por sus herederos, a Emilio
Martínez de Velasco, al cántabro Manuel M. Conde y a Benítez Hermanos, igualmente que La
Constancia que fuera arrendada a Luis Haro y Tamariz, de 1877 a 1895 a Joaquín Haro y
Ovando, para terminar, vendida por los sucesores de Berges a Antonio Couttolenc.
En la década de 1950 se tuvieron intentos de modernizar la fábrica con la incorporación de
nuevas tecnologías. Sin embargo, no fue suficiente debido a que en 1964 desaparecieron varios
departamentos de hilado y otros trabajos especializados en la fábrica.
Para el año de 1969 ya se desmantelaban las máquinas y se perdió gran parte del edificio.
Después de su cierre, su demolición comenzó en marzo de 1985, poniéndole fin a 120 años de
historia de producción, crecimiento, desarrollo y tecnología. Actualmente, «en el espacio
ocupado por Independencia se ubica un conjunto habitacional» (Estrada, 2003, p. 52).
FÁBRICA MARÍA
Imagen 69. Fábrica María.
Fuente: Armando Jiménez, 19/08/2019.
Es inminente centrar esfuerzos en el rescate del patrimonio debido a que «En México
no existe conciencia de la importancia que guarda la conservación del patrimonio
industrial, en consecuencia, no hay una política definida e interventora al respecto»
(Estrada, 2003, p. 12).
San José Mayorazgo, casi completamente demolida, deja en su entorno, huella y memoria de
casi doscientos años de vida obrera, que transformó el modo de vivir de muchas familias,
generaciones completas, dejó en herencia viviendas, escuelas, campos deportivos, clínicas,
templos y mucho más. Le sigue, apenas a unos pasos El Molino de Enmedio, que conserva su
estructura, su edificación principal, pero poco de la vida fabril. Ambos edificios que son
patrimonio edificado cultural de Puebla, pero que aunque se encuentran inscritos como parte del
patrimonio industrial no se protegen en la realidad.
Fábricas como Patriotismo, Economía, María y Covadonga han sufrido transformaciones
constantes, lo cual les ha permitido sobrevivir más de un siglo, son todavía parte del paisaje que
formará el Corredor Industrial del Atoyac, junto con las fábricas La Josefina, El Valor y La
Tlaxcalteca, factibles de proteger y mantener como parte del patrimonio cultural industrial de la
región Puebla-Tlaxcala.
Este corredor, que podrá convertirse en un corredor turístico-cultural, siempre y cuando
también se incluya y proteja el paisaje que lo conforma, el río Atoyac, además de la
habitabilidad obrera que las propias empresas generaron.
El rescate, registro, recuperación histórica, arquitectónica y patrimonial de la industria textil
implica de igual manera la concientización para la preservación del ecosistema y de los
afluentes en este caso del río Atoyac; sus recursos han sido de sobra explotados, pero pueden ser
dignificados con la participación social y política, que permita cuidar, mantener los recursos
naturales, sin poner en riesgo la calidad de vida de la sociedad. Al igual que el patrimonio,
requiere de cuidado y preservación.
Anexo 1. Registro de las fabricas textiles elaborado por Lucas Alamán en 1843-1845
NOTAS HEMEROGRÁFICAS:
Amorrortu.
BONFIL, G. (1993). Nuestro patrimonio cultural: un laberinto de
significados. El patrimonio Cutural de México, vol. I (pp. 28-56). Fondo de
Cultura Económica.
CARABARl N, A. (1984). El trabajo y los trabajadores del obraje en la ciudad de
la Tecnología.
GARCIA ACOSTA, V. (1988). Los precios del trigo en la historia colonial de México.
Ediciones de la Casa Chata, CIESAS.
GARCIA ACOSTA, V (1989). Las panaderías, sus dueños y trabajadores.
Ciudad de México, siglo XVIII. Ediciones de la Casa Chata, CIESAS.
GARCIA LÓPEZ, Isaura C. (2017). Cultura alimentaria en la Sierra Norte
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GARCIA LÓPEZ, Isaura Cecilia y Morales Moreno, H. (2017). Miradas
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Facultad de Filosofía y Letras, BUAP.
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HINOJOSA, Alejandro y Martínez Eleocadio (2019). La patrimonialización
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IBÁÑEZ GONZÁLEZ, L. A. (2012a). La evolución de las fábricas textiles
de Puebla en el corredor Atoyac. Boletín de Monumentos Historicos, 25. Tercera
Epoca (0188—4638), 37—56. <https://www.google.com/search?
client=firefox-b-d&q=La + evolución+de + las+fábricas+textiles + de +
Puebla + en+el + corredor+Atoyac>.
IBÁÑEZ GONZÁLEZ, L. A. (2012b). La fábrica textil El Mayorazgo y su
mexicana.