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FÁBRICAS ENTRE RÍOS, PATRIMONIO

INDUSTRIAL
TEXTIL DE LA CIUDAD DE PUEBLA

PANORAMA HISTÓRICO-CULTURAL
Primera edición: 2022

D.R. © Benemérita Universidad de Puebla 4 Sur 104


Facultad de Filosofía y Letras
Juan de Palafox y Mendoza 229, Centro Histórico.
C.P 72000
Puebla, Puebla, México www.filosofia.buap.mx

D.R. © Isaura Cecilia García López, Cristina Apreza García D.R.


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Azucenas 10, Col. San Juan Xalpa, Alcaldía Iztapalapa C.P 09850,
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Cuidado de la edición: Sigfrido Bañuelos Diseño de portada:


Patricia Reyes

ISBN:978-607-8837-15-1

Este texto fue revisado y dictaminado por pares académicas


expertos en el tema y externos a la Facultad de Filosofía y Letras
de la Benemerita Universidad Autónoma de Puebla, a partir del
sistema doble ciego y conforme a los lineamientos de la
Coordinación de Publicaciones de la FFYL- BUAP

Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio sin


autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico
Fábricas entre ríos,
patrimonio industrial
textil de la ciudad de Puebla
Panorama histórico-cultural
ISAURA CECILIA GARCÍA LÓPEZ
CRISTINA APREZA GARCÍA
Índice

Introducción
1 Puebla, antecedentes de una ciudad productiva
El territorio
La ocupación
Los molinos
Los primeros obrajes textiles
2 Las fábricas en el Río San Francisco
La antigua colonia industrial textil (1835-1845) en la urbe poblana
La industria textil entre viejas y nuevas fábricas
Si bien a lo largo del río se ubicaron las siguientes fábricas:
Estancamiento y declive de la industria
Fábrica textil La Mascota (1896-1994)
La Atoyac Textil (La Esperanza)
La Fábrica La Oriental
Fábrica de textiles La Violeta de Puebla
Descripción del inmueble, de acuerdo con Ma.TeresaVentura:
Fábrica de textiles San Francisco ,1915-1990
Fábrica de textiles La Teja (Molino de la Teja)
De colonia industrial a paseo multifuncional

3 Las fábricas en los márgenes del río Átoyac


Fábrica de hilados de algodón La Constancia Mexicana
Fábrica de hilados San Juan Bautista Amatlán
Fábrica de hilados y tejidos de algodón El Patriotismo
Fábrica de hilados y tejidos El Mayorazgo, Atoyac Textil, S.A
Fábrica textil algodonera El Molino de Enmedio
Fábrica de textiles Economía
Fábrica La Beneficencia, S. A
Fábrica Santa Cruz Guadalupe
Fábrica La Independencia
Fábrica María
Antigua Fábrica Covadonga
Notas Hemerográficas
Índice de Imágenes
Referencias
AUTORAS

ISAURA CECILIA GARCÍA LÓPEZ


Licenciada en Historia, Maestra y Doctora en Antropología Social
por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Pertenece al
Sistema Nacional de Investigadores nivel 1, con Perfil PRODEP.
Pertenece al Padrón de Investigadores de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla donde es investigadora en la
Facultad de Filosofía y Letras, miembro del Grupo Académico en
formación Historia, ideología y procesos socioculturales. Cultiva
las líneas de antropología urbana, rural, además del patrimonio
cultural desde el 2012. Ha publicado Vizcaínas en el Centro Histórico de la
Ciudad de México. Historia y etnografía de un lugar emblemático (2020);

coordinó con la Dra. Elia Méndez el libro Transformaciones en la


alimentación contemporánea: miradas socioculturales, al igual que el dossier de

la revista vol. 4, núm. 8, Graffylia, Perspectivas de la Alimentación:


Antropológicas, Históricas y de Salud Coordinó con la Dra. Leticia

Villalobos el libro Caminos entreverados, cultura, procesos y etnografías


contemporáneas (2019); igualmente, junto con el Dr. Humberto Morales

Moreno coordinó el libro Miradas antropológicas, históricas, arquitectónicas


y museográficas del Patrimonio Industrial y Cultural de México y América Latina

(2017), entre otros.

CRISTINA APREZA GARCÍA


Licenciada en Administración Pública y Ciencias Políticas por la
BUAP, asistente de investigación en el proyecto «Espacio, cultura
y alimentación». Miembro del Seminario de Procesos
Socioculturales. Trabajó como asistente en el H. Congreso del
Estado de Puebla, además de apoyar en diversas organizaciones
sociales como Calli de Tlasohtlalistli, A. C.
A la comunidad poblana que lucha por conservar su cultura,
identidad, memoria y patrimonio.
Introducción

México inicia su vida independiente durante el siglo XIX, tiempo


crítico cargado de planes para su organización, crecimiento y
desarrollo, época inestable, pero permisible a transformaciones en
todos los ámbitos; un ejemplo fue la manufactura textil, donde las
tecnologías modernas sustituyeron a los antiquísimos obrajes
textiles, a las herramientas artesanales domésticas como los
molinos, las ruedas, los husos y telares; entonces comenzó el
cambio a la era industrial.
En el siglo XIX se instalaron en el centro del valle Puebla-Tlaxcala las
primeras fábricas textiles que utilizaron como fuente de energía la fuerza
hidráulica de los ríos Atoyac, San Francisco, Alseseca y sus arroyos, para
mover su maquinaria, telares mecánicos, turbinas y más, las cuales dejaron
intensa huella en la cultura e identidad regional.
El legado de la industria textil decimonónica fue, además de
edificaciones, maquinaria, tecnología, oficios, un mundo sociocultural que
aún permanece en la memoria de los habitantes de la ciudad, pese a ser
parcialmente destruido, sobrevivió al paso del tiempo, de la modernidad,
como patrimonio cultural tangible e intangible.
En este sentido, el presente estudio se plantea como objetivo elaborar un
acercamiento histórico, antropológico del patrimonio industrial textil,
valorizado, vivido, edificado que pervive a través del tiempo y la cultura,
factible de proteger e incluir como parte de la herencia cultural del estado y
la ciudad de Puebla.
Puebla, ciudad fundada entre cerros, ríos y canales, albergó los primeros
molinos, talleres artesanales y obrajes,1 lugares que posibilitaron el
surgimiento de una gran industria textil del algodón en el pleno de la
construcción del país como estado independiente, símbolo del
nacionalismo, de la modernidad, del desarrollo económico alcanzado, a
pesar de los conflictos constantes como la intervención extranjera (europea
y norteamericana), las guerras de Reforma, el Porfiriato y la Revolución.
Con todo, en un corto periodo, después de fundada la primera fábrica en
1835, La Constancia Mexicana, se instauró el corredor industrial textil
Puebla-Tlaxcala.
De acuerdo con el informe, relacionado con el pago de contribuciones,
presentado por Lucas Alamán, a la Dirección General de Industria sobre la
actividad fabril establecida en la República entre los años 1843-1844
(Alamán, 1845), se habían fundado en Puebla en menos de una década
diversas empresas fabricantes de hilados y tejidos: La Constancia
Mexicana, Economía Mexicana, Molino de Enmedio, Dos Hermanos, calle
de Belem, calle de San Agustín; manufactura de hilados: Patriotismo
Mexicano, Benevolencia (Molino de Amatlán), Molino de Santa Cruz,
Molino de Mayorazgo, Molino de La Teja, Molino de Guadalupe, Molino
del Carmen, calle de San Roque, calle de Cholula, La Pelota, plazuela de
San José y calle Real del Alto; fábricas productoras de tejidos, la llamada
calle de San José, Buena Fe y Unión, lo cual corresponde a la primera etapa
de modernización de la rama textil en México. Así, con altas y bajas, se
llegó hasta la etapa del Porfiriato cuando los grandes capitales se
condujeron hacia otras ramas de la industria de la transformación.
Después de poco más de un siglo de ser la actividad más lucrativa en
Puebla, la industria de la transformación logró conjuntarse en la Cámara de
la Industria Textil y la Asociación de Empresarios Textiles,2 entre los años
1940-1965. Para entonces, representaba el 47% con 568 sociedades
industriales textiles, con un capital que superaba los 327 millones de pesos
en capital invertido (Villavicencio, 2013, p. 57). Poco después, inició el
declive en la producción de textiles de algodón y lana debido al aumento de
la manufactura sintética y la maquila trasnacional. Sin la modernización y
mecanización adecuada se aceleró la decadencia, destrucción,
desmantelamiento y abandono, que aumentó en las últimas décadas del
siglo pasado.
Por lo cual consideramos necesario un diagnóstico que permita revalorar
los sitios, determinar o activar campañas para su protección, gestionar su
resguardo y conservación, además de reconocer aquellas fábricas que
perviven al paso del tiempo como parte del patrimonio industrial textil de
Puebla.
PATRIMONIO CULTURAL
El patrimonio cultural, material e inmaterial, tiene diversas
connotaciones como herencia, legado, producto histórico y
turístico, el cual necesita gestión y cuidado; se define como un
bien, producto de la naturaleza, la historia o la inspiración creativa,
el cual requiere de contexto, valor simbólico, reconocimiento a su
trascendencia y sobre todo ser valorado por la propia comunidad
(Prats, 1998; Prats, 2009).
El patrimonio cultural material e inmaterial debiera ser todo aquello que
socialmente identifica a un grupo o cultura, que sea digno de conservación,
protección independientemente de su valor económico y transmisible (Prats,
1998, p. 63; Prats, 2009), lo cual involucra primordialmente a la cultura, la
ideología y la identidad, además de los aspectos arqueológicos,
museográficos, históricos, arquitectónicos, para el caso que nos ocupa
industriales (García López y Morales, 2017).
Cabe subrayar que en principio el patrimonio fue entendido desde la
materialidad, la monumentalidad arquitectónica recuperada por
arqueólogos, historiadores, restauradores o arquitectos, cuya tarea
implicaba también su conservación; posteriormente, se integró el valor del
sitio en su conjunto, como evidencia histórica del legado ancestral; al
tiempo, se sumaron los saberes, conocimientos, lenguajes, es decir, las
diversas evidencias del legado cultural heredado a través del tiempo.
Es así como a finales del siglo XX se acepta que las manifestaciones
culturales como
[...] los restos de fábricas, consideradas por lo general como cosas «viejas», «lúgubres»,
«olvidadas» o en «ruinas», abandonadas por múltiples factores [por lo cual era necesaria su]
protección, restauración y conservación [.] salvaguardar la «memoria histórica», son vistos
como parte de los procesos y valores histórico-culturales (Sánchez Hernández, 2015, p. 13).

Las ciudades, con patrimonio material e inmaterial, edificado,


histórico o natural, conservado, registrado ante la UNESCO ,
logran la protección adecuada porque se le exige al país al que
pertenece su identificación, custodia, protección y defensa,
convirtiendo al bien material e inmaterial en parte de la herencia,
de los saberes y conocimientos de la humanidad.
La ciudad de Puebla es una de las urbes más antiguas de México y
América Latina, conserva su herencia, historia, monumentalidad, por lo
cual fue declarada parte del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
en 1987,3 en ocasión de que resguarda su patrimonio cultural, material e
inmaterial; como se aprecia en su centro histórico y alrededores, mantiene
en pie su arquitectura, edificios, casonas, conventos, iglesias e inclusive las
fábricas que detonaron su desarrollo y crecimiento económico en el siglo
XIX y le dieron reconocimiento nacional e internacional; sumado al
patrimonio material, se considera su riqueza cultural, tradiciones, creencias
y comida típica, más los lugares y monumentos históricos, la literatura, las
obras de arte, los archivos, museos y bibliotecas que expresan la creatividad
e ingenio humano:
En un sentido amplio la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de rasgos
distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan una sociedad o
un grupo social, Ello engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos
fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias
(UNESCO, 1982).

El patrimonio material, cultural e histórico, edificado en Puebla,


considera edificios históricos, públicos, civiles, religiosos, la mayor
parte templos, conventos, colegios, grandes e importantes casonas
y lugares que trascendieron por su monumentalidad; por ejemplo,
la Catedral, el edificio Carolino, la Iglesia de la Compañía de Jesús,
el Palacio Municipal de Puebla; por su historicidad destacan los
fuertes de Loreto y Guadalupe. Todos lugares reconocidos por su
gran valor histórico y arquitectónico, cerca de 2619 edificios
apostados en las 397 manzanas que comprenden los 6.99 km2 del
Centro Histórico, en sus perímetros A y B; igualmente, pero 4

sumando al factor histórico-arquitectónico los bienes


socioculturales, que conservan la herencia y tradiciones en sus
barrios, plazas y plazuelas, los cuales representan un gran atractivo
para los habitantes de la ciudad, tanto como para el turista nacional
e internacional.
Empero, los restos arquitectónicos de las grandes plantas de la industria
textil son lugares lúgubres, abandonados, destruidos, demolidos, en el mejor
de los casos transformados en espacios comerciales privados de uso
público, como por ejemplo la fábrica de textiles de Metepec convertida en
centro vacacional, la plaza multifuncional de San Francisco, la plaza de La
Noria y la plaza América, entre otras; también ya desmanteladas, son
espacios reutilizados como museos; es el caso de la fábrica La Constancia
Mexicana, se encuentra como lugar protegido junto con su área habitacional
(Sánchez Hernández, 2015, p. 22); lugares transformados en salones de
fiestas como El Molino de Enmedio, o simplemente olvidadas y demolidas
como las fábricas de Amatlán, Unión y La Teja; otras parcialmente
destruidas mantienen un mundo sociocultural en su alrededor; es el caso de
San José Mayorazgo. Pocas fábricas se conservan, como María,
Covadonga, Patriotismo, Economía o la fábrica Santa Cruz Guadalupe.
En este sentido, el patrimonio es histórico, vinculado al pasado es huella,
símbolo, representación y memoria; en el presente es parte sustantiva de
quien lo valora y significa porque es parte de la identidad social y colectiva,
en este caso, tanto de la ciudad como de los grupos sociales que la habitan.
Además, es futuro, aprendizaje, conocimiento, riqueza cultural, económica
y tecnológica. En suma, es parte imprescindible de lo que somos como
comunidad; conjuntamente es responsabilidad de la sociedad su cuidado y
perpetuación, tanto como de las instituciones a las que les compete.
En el caso de la ciudad de Puebla, desde sus inicios la actividad textil
representó una parte sustantiva de la economía; su extraordinaria ubicación,
situada entre ríos, permitió el progreso con la instalación de los primeros
batanes, molinos, talleres artesanales y obrajes. Puebla, durante el siglo
XIX, fue el lugar privilegiado para la instalación de fábricas de hilados y
tejidos, mismas que acrecentaron sus actividades con la fabricación de telas,
casi siempre importando maquinaria europea. Asimismo, se adoptó la
ideología empresarial y obrera, se desplazaron los modos tradicionales de
producción, se implantó la modernidad con mundos de vida distintos, que al
paso del tiempo se les considera como parte del patrimonio industrial textil.
Los empresarios y obreros en los tiempos decimonónicos construyeron
una atmósfera cargada de conocimientos, lenguajes, técnicas, procesos
productivos y ambientes sociolaborales; en suma, la vida cotidiana de los
dueños de las fábricas y sus familias, productores, obreros, distribuidores,
vendedores, marcaron la memoria de quienes vivieron de la industria textil.
El patrimonio industrial representa y conjunta los restos materiales e
inmateriales de la cultura industrial, del desarrollo del capitalismo, que
poseen un valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico o científico;
por tanto, son parte de nuestro patrimonio histórico y cultural. Para su
conservación, ha de considerarse su autenticidad, en tanto bien inmueble o
mueble, su valor simbólico e identitario; en la medida de lo posible se
debería preservar su funcionalidad «o al menos que haya los mínimos
elementos para que pueda transmitir “conocimiento” (Casanelles, I. Rahóla,
2007).
Al respecto del patrimonio industrial textil de la ciudad de Puebla, se han
llevado a cabo diversas investigaciones. Destacan los estudios elaborados
por Leticia Gamboa, Rosalina Estrada, María Teresa Ventura y muchos
otros intelectuales adscritos al Instituto de Ciencias Sociales y
Humanidades Alfonso Vélez Pliego, además de los estudiosos de la línea de
patrimonio Alberto Soberanis y Humberto Morales en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. A
ellos se suman arquitectos; por ejemplo, Carlos Montero Pantoja y Andrés
A. Sánchez Hernández.5
A pesar de los constantes estudios y los esfuerzos por conservar el
patrimonio, Estrada Urroz observó y dio cuenta en 1983 la rapidez con que
se desmantelaban, destruía y transformaban las grandes plantas fabriles. En
relación con lo anterior, advirtió: «se contrapone con los esfuerzos
realizados para la construcción de una sociedad industrial» (Estrada Urroz,
2003, p. 14); su preservación permitirá profundizar en el significado y la
forma en que se ha creado la riqueza y a la vez comprender la identidad,
cultura, saberes, arte y valores generados por hombres comunes, los obreros
(Gamboa y Estrada, 1994; Estrada Urroz, 2003).
Al igual que los estudiosos del patrimonio industrial,6 señalamos la
crítica situación en la que se encuentra, en parte debido al cierre de muchas
fábricas durante los últimos cuarenta años, al cambio en el uso de textiles
de algodón y lana por el uso de telas sintéticas, mayormente importadas, lo
cual generó la obsolescencia del trabajo obrero inclusive de las máquinas.
En consecuencia, las industrias textiles conformadas durante el siglo XIX y
las primeras décadas del XX, padecieron la destrucción, abandono y
desmantelamiento de telares y tróciles,7 en otro caso sufrieron
remodelaciones que combinaron pasado (muchas veces, destruyendo las
marcas del uso fabril) y presente, aunque el mejor de los escenarios fue su
conservación respetando su originalidad (Gamboa y Estrada, 1994).
Desde los años setenta la reutilización de los centros fabriles con fines diversos ha sido una
práctica en el país. Instalaciones siderúrgicas, fábricas textiles, de papel, vidrio y estaciones de
ferrocarril han sido dedicadas a centros culturales y comerciales, oficinas y museos (Gamboa
y Estrada, 1994).

Derivado de lo anterior, reiteramos el interés de este texto por


mostrar la situación actual del patrimonio industrial textil en
Puebla, de lo cual destacan las fábricas Covadonga, Patrimonio,
María y Economía, que continúan desarrollando sus actividades en
diferentes ramos de la industria textil, mientras sobreviven con
otros usos El Molino de Enmedio y La Constancia Mexicana y por
último los vestigios de lo que fuera una de las fábricas más
importantes de Puebla, San José Mayorazgo.
METODOLOGÍA
El presente estudio, además, contribuye a fortalecer las
investigaciones relacionadas con la industria textil poblana, por lo
cual se fundamenta en los trabajos de Leticia Gamboa, Josué
Villavicencio, Luis Antonio Ibáñez, Rosalina Estrada y Ma. Teresa
Ventura, entre otros autores mencionados líneas arriba; sus aportes
se sintetizaron en los primeros capítulos de este texto, se recuperó
su experiencia y erudición sobre la historicidad, su preocupación
por el olvido y falta de reconocimiento al patrimonio cultural
generado por la industria textil.
En cuanto a las propuestas para estudiar el patrimonio, partimos
fundamentalmente de entenderlo como una construcción social, no existe en
la naturaleza, es decir, es producto de la creación de la idea de alguien, es
históricamente cambiante, existe por periodos, está determinado por las
circunstancias (Prats, 2009, p. 20); por su parte, desde la tradición
sociológica de Berger y Luckman (Berger y Luckmann, 1999), se suma la
idea de la legitimación, concepto que justifica su valor y conservación; a
decir de Prats, remite a la hegemonía social y cultural, la invención para
alcanzar el consenso, variable fundamental que legitima el patrimonio.
En este sentido, aludimos a la capacidad del patrimonio, como
construcción social, invención, si bien el factor determinante deviene en su
capacidad para representar la identidad (Prats, 2009, p. 21), digno de
conservación mediante políticas públicas asertivas.
La investigación tiene como principio la identificación de contextos
culturales, la ubicación espacio-temporal de las fábricas, determinar el valor
simbólico, reconocer tradiciones y mundos sociales, así como la
importancia histórica del sitio, de acuerdo con García López (2017). Con
base en la temporalidad propuesta por Gamboa y colaboradores, retomada
posteriormente por Luis A. Ibáñez, quienes consideran tres etapas o
periodos fundacionales; la primera, que abarca alrededor de los años de
1830 a 1845, cuando el gobierno mexicano apoyó el desarrollo de la
manufactura textil con capital obtenido mediante el Banco de Avío, lo cual
impulsó a empresas como La Constancia Mexicana, Patriotismo Mexicano,
Amatlán, La Beneficencia, San José Mayorazgo, Molino de Enmedio y
Economía, entre las más destacadas. La segunda etapa, de construcción y
ampliación, «cuando las fábricas contaron con un sistema de producción
exitoso, ampliaron sus instalaciones para aumentar su capacidad productiva:
ampliaron los espacios de producción y construyeron algunas casas para sus
trabajadores [...] así como instalaciones ferroviarias» (Ibáñez González,
2012a, p. 38) que puede considerarse entre 1854 a 1866; en la tercera etapa,
durante el Porfiriato, se instalaron las fábricas María y Covadonga,
(Gamboa et al., 1989; Ibáñez González, 2012a); fue una etapa donde
[...] los espacios de producción se ampliaron o modernizaron, y se construyeron edificios
inmediatos a las fábricas para mantener bajo control a la fuerza obrera que las operaba: se
construyeron grandes caseríos para obreros, capillas, escuelas y tiendas de raya (Ibáñez
González, 2012a, p. 38).

Asimismo, se revisó la literatura relacionada con las etapas, los


avances tecnológicos, las fábricas, con lo cual se compararon datos;
con base en ellos se trazaron los recorridos para observar la
situación de los espacios fabriles. Derivada de la información
anterior, se escribieron historias cortas que pretenden recuperar el
valor sociocultural y simbólico construido en torno al patrimonio
industrial textil de Puebla, con lo cual se reconoce la importancia
del mundo sociocultural de los empresarios y obreros de la
industria textil como su referente identitario.
Para el diagnóstico se consideraron los aspectos propuestos por Eusebi
Casanelles y Lloren^ Prats (2009), su localización, historicidad,
funcionalidad, su importancia como objeto testimonial, cultural, necesarios
para comprender a las sociedades industriales (Casanelles Rahola, 2003),
con base en los cuales proponemos siete sitios que deberían conservarse
como parte del patrimonio industrial textil del municipio de Puebla: San
José Mayorazgo, El Molino de Enmedio, La Constancia Mexicana (las tres
forman parte del patrimonio cultural industrial edificado), Economía,
Patriotismo, María y Covadonga; se sugiere, para un registro posterior, el
uso de la ficha-tipo propuesta para el inventario y catálogo del patrimonio
industrial mexicano elaborado en 1996 y revisado por Delia Domínguez y
Sergio Niccolai en 2002, publicado en 2003 (Niccolai y Morales Moreno,
2003, p. 409).
Actualmente, el patrimonio dejado por la industria textil en México y en
otros países es considerado como recurso turístico, en tanto sea factible
integrarlo a la oferta hotelera, combinarlo con «otros atractivos lúdicos, o
de ciudades convertidas en destinos turísticos habituales [...]» (Prats, 1998,
p. 42). Tal es el caso de la fábrica textil de Metepec, centro vacacional del
IMSS, considerada Patrimonio Cultural de Monumentos, nombrada el 15 de
septiembre de 2002; otro caso es el Horno 3 y el Parque Fundidora en
Monterrey, que se incorporaron a la lista del Patrimonio Mundial en 2013
(Hinojosa y Martínez, 2019). En concordancia con Prats, se sugerirían
parques arqueológicos, museográficos de la industria textil poblana, con
trascendencia histórica.
Atendiendo a lo anterior, de acuerdo con Niccolai y Morales se reconoce
como parte del patrimonio industrial del espacio geográfico, social y
económico, a los inmuebles donde se realizó la actividad productiva,
inclusive los asociados a esta; igualmente los bienes muebles, como
archivos y maquinaria, que representaban el mundo de vida fabril, cultura
obrera, lenguajes, costumbres y paisajes (Niccolai y Morales Moreno, 2003,
p. 7).
Por tanto, en este trabajo se contempló un acercamiento a los sitios
donde se localizaban las fábricas, los entornos y algunos elementos que
subsistieron al abandono y desmantelamiento, factibles de integrarse al
patrimonio industrial textil de Puebla.
Para concluir, agradecemos la participación de Cristina Apreza García y
Armando Jiménez, tanto en la investigación como en el trabajo y recorridos
de campo.
El presente trabajo contó con el apoyo para la investigación documental
y de campo de la Secretaría de Turismo Municipal de Puebla, dirigida por la
Lic. Mónica Prida Coppe, y de la directora de Atención, Laura Costales
Barroso, y de Manon Lemaire, quienes se preocuparon por asegurar el
patrimonio turístico material e inmaterial del municipio.
1
PUEBLA, ANTECEDENTES DE UNA
CIUDAD PRODUCTIVA

E
n el valle de Cuetlaxcoapan,8 también reconocido como
valle Puebla-Tlaxcala, altiplanicie que ocupa el estado de
Tlaxcala y buena parte del territorio poblano, flanqueado
al poniente por la Sierra Nevada que integra los volcanes
Popocatépetl e Iztaccíhuatl, hacia el norte el volcán de La
Malinche, El Pizarro, al oriente la Sierra de Amozoc, la Sierra del
Tenzo, la Sierra de Tepeaca, la Sierra de Tecamachalco, al sur
desciende hacia el valle Atlixco- Matamoros, al sureste por la
Mixteca poblana y el valle Serdán; en el centro de la planicie se
ubican los cerros Centepeque o San Juan, también nombrado Cerro
de la Paz, y los fuertes de Loreto y Guadalupe, sitio ideal para la
fundación de la ciudad de Puebla, lugar bañado por los ríos Atoyac,
Almoloya y Alseseca (Lomelí, 2011). Escenario privilegiado para
que el 16 de abril de 1531 se fundara la ciudad de Puebla,
asentamiento urbano, hábitat para la población de españoles y
resguardo para los viajeros que comerciaban entre los océanos
Pacífico y Atlántico.
En abril de 1531 se trazó la ciudad de Puebla de los Ángeles y se celebró la primera misa en el
margen del Río San Francisco. Con ayuda de los franciscanos de Cholula y Huejotzingo se
construyó una iglesia y 50 casas para vecinos españoles (Lomelí, 2011, p. 49).

El valle Puebla-Tlaxcala, territorio favorecido por su clima, su


diversidad de suelos altamente productivos, sobre todo por la
fuerza de los afluentes de sus ríos, pero también por su
accesibilidad y excelente ubicación geográfica, potencialmente
ventajosa para la producción textil, como para el tránsito de
mercancías, del comercio entre el puerto de Veracruz y la Ciudad
de México, capital del virreinato, la ruta más importante
delVirreinato (Montero, 2010, p. 15).
En 1526, el obispo dominico Julián Garcés escogió como sede episcopal
el Señorío de Tlaxcala, pero por diversas razones no logró consolidar su
propuesta. Una de las causas fue la considerable población indígena local,
en contraposición con una escasa población española, sumada a la constante
llegada de inmigrantes, en su mayoría sin recursos, muchos marginados del
sistema de encomiendas y repartimientos, en busca de un lugar adecuado
para residir cómodamente, trabajar, facilitar las jornadas de viaje del
comercio, entonces se consideró que Tlaxcala no era el lugar idóneo.
Sin entrar en detalle, diremos que la segunda Audiencia determinó que se
fundara una nueva ciudad, Puebla de los Ángeles, entre la milenaria
Cholula y el Señorío de Tlaxcala. Es así como se trazó una ciudad segura,
fortificada contra los posibles ataques de los indios, de delincuentes,
cercana a los ríos. Los trabajos se repartieron entre la construcción de
viviendas, la conducción del agua y las labores del campo, de entre las
actividades agrícolas surgieron los molinos de trigo, además de los primeros
talleres de alfarería y otros más para la manufactura de hilos y textiles.
Desde su fundación, la ciudad creció y se desarrolló volviéndose una
zona estratégica esencial para la Nueva España, tanto para el comercio
como para la producción agrícola y textil. En el mapa de la Hermita (sic) de
San Juan Bautista, parte central del valle, se observa la división de tierras de
labor, de pastos, de la ciudad, estas divididas por el camino real de México,
resguardadas entre los cauces de los ríos.
Imagen 1. Mapa de las tierras pertenecientes a la «Hermita de San Juan
Bautista».9

Fuente: Archivo Histórico Municipal.


Imagen 2. Cédula para conceder los derechos de ciudad.10
Fuente: Consejo Histórico de Puebla.
Cédula 1532, de la Fundación de Puebla:
Por cuanto nuestros oidores de nuestra Audiencia y Cancillería Reales de
la Nueva España, ha poblado de cristianos españoles un pueblo que se dice
La Puebla de los Ángeles, situado entre Cholula y Tlaxcala, por tanto con la
voluntad del Emperador, mi señor y yo, tenemos que dicho pueblo se
ennoblezca y aumente y otros se animen a vivir en él, es nuestra merced y
voluntad que de aquí adelante se llame e intitule Ciudad de los Ángeles, y
mandamos que los vecinos y persona que al presente viven en dicha ciudad,
y los que de aquí en adelante fueren a vivir en ella, no paguen alcabalas ni
pechos por término de treinta años primeros siguientes que corran y se
cuenten, desde el día de la fecha ésta mi Cédula en adelante.
Yo la Reina, Isabel de Portugal.

Antes de ser llamada por decreto del H. Congreso del Estado, Cuatro Veces
Heroica Puebla de Zaragoza, por su importancia como sede de
acontecimientos relevantes para el país, fue llamada «Puebla de los
Ángeles», en cédula ratificada por la reina Isabel de Portugal (imagen 2); la
leyenda cuenta que fueron los mismos ángeles quienes eligieron el sitio de
su fundación; incluso colocaron las campanas en las torres de la catedral y
la trazaron en un lugar «divino» por la virtud de encontrarse entre ríos y
montañas; con base en esa leyenda, se diseñó un escudo, símbolo identitario
para la ciudad de Puebla con los ángeles sosteniendo la iglesia.
Imagen 3. Escudo de la ciudad de Puebla.
Fuente: Libro de los Patronatos, manuscrito de 1769.11
EL TERRITORIO
La ciudad de Puebla de los Ángeles, ubicada sobre el Eje
Neovolcánico, en un suelo fértil recibe agua de los volcanes, tanto
de los glaciares como de los flujos subterráneos que alimentan las
afluentes del río Atoyac y su vertiente el río Almoloya o San
Francisco, con rica vegetación, territorio altamente explotable y
clima inmejorable; desde su fundación hasta nuestros días ha sido
un lugar muy productivo de gran importancia para el desarrollo
económico local, regional inclusive nacional.
El clima, agua y suelo se consideraron un privilegio para la agricultura.
A lo largo de la historia de las etapas del desarrollo de la sociedad, los ríos
y demás cuerpos de agua han constituido la principal fuente de suministro
para la existencia, el consumo, el desarrollo de la producción agrícola,
artesanal, en el caso que nos compete la producción textil, entre otros
innumerables beneficios. De ahí que la favorable ubicación geográfica de
Puebla, más la fuerza de sus ríos, se asocia a su desarrollo agrícola,
artesanal, manufacturero y económico en general, por su capacidad para
satisfacer la demanda de producción porque desde su fundación manifestó
que su prosperidad sería producto de su riqueza agrícola y comercial.
Pasada la Conquista, Puebla fue el centro agrícola, productor y comercial
de la Nueva España, al tiempo que se llevaron a cabo planes para explotar
la fertilidad de las tierras mediante el impulso de la producción y por
molienda de trigo; el primer molino de trigo que se estableció en los
márgenes del río San Francisco en la ciudad data de 1531, pocos años
después de la fundación de la urbe. Posteriormente, fue dedicado a obtener
fuerza hidráulica para la elaboración de hilos, tejidos y telas.
Por otro lado, es pertinente señalar que mucho antes de la llegada de los
españoles y de que se asentaran en la región, ya existía el trabajo artesanal
de alfarería y en textiles de algodón entre los indígenas, en lo que entonces
era el Señorío de Cholula, dado que las mujeres estaban acostumbradas a
realizar trabajos de hilanderas y tejedoras, como en muchas regiones de
Mesoamérica, lo que quedó evidenciado en la Matrícula de Tributos,12 esa
habilidad, calidad y ventaja de los conocimientos y tecnología
manufacturera fue aprovechada convenientemente por los españoles para
formar los primeros obrajes a mediados del siglo XVI, cualidad que les
permitió seguir con la elaboración de hilos y productos textiles.
Como referencia de la importancia del trabajo textil en la época
prehispánica se incorporaron imágenes retomadas de diferentes códices,
donde se observa el tributo textil de los pueblos sometidos.
Imagen 4. Matrícula de Tributos.13
Fuente: Mediateca INAH. Matrícula deTributos.
El tributo de los diferentes grupos sometidos a los mexicas
contenía, ademas de oro, plumas preciosas, mercancías igualmente
apreciadas como mantas de algodón entre otros productos.
Imagen 5.Telar de cintura, Códice Florentino.14
Fuente: Códice Florentino, Mediateca INAH.
[...] La tejedora de labores tiene por oficio tejer mantas labradas, ogalanas y pintadas; la que
es buena de este oficio es entendida y diestra en su oficio, y así sabe matizar los colores y
ordenar las bandas en las mantas; a fin hácelas labradas y galanas de diversos colores.
(Sahagún, 1999, p. 561).

«Malacate deriva del náhuatl malácatl y significa dar vueltas, girar


en sí mismo, y tal es precisamente la función de este instrumento.
La mayoría de ellos son de cerámica y también hay de madera,
hueso y otros materiales. Se les adornaba con diseños como
xicaloliuhqui (greca escalonada), flores de cuatro pétalos, círculos
concéntricos, elementos zoomorfos y antropomorfos. Ya que el
tejido era una actividad femenina, esos diseños se asociaban con la
fertilidad». (Ramírez, 2014).
Imagen 6. Malacate, Códice Mendocino.15
Fuente: Códice Mendocino, Mediateca INAH.
En consecuencia, el repartimiento de indígenas para desarrollar
actividades de manufactura de hilados y tejidos fue fácilmente
impuesta por los colonizadores, quienes mantuvieron la
elaboración con los métodos y técnicas tradicionales hasta finales
del siglo XIX.
LA OCUPACIÓN
Los asentamientos humanos en Puebla se clasificaron por estratos
sociales; según las características poblacionales separaron a la
población entre pueblos, barrios, parcialidades y arrabales,
instalados de acuerdo con su origen étnico, español, criollo, castizo,
indígena, mestizo y castas. Puebla se conformó como una ciudad
española rodeada de barrios indígenas y zonas rurales.
En un primer momento, se trazó la ciudad con el propósito de ser
asentamiento de españoles y criollos, cuya tarea, además de evangelizar a
los indígenas, era lograr cierto desarrollo económico, con el uso del río
Almoloya a manera de frontera natural para separar el centro español de las
densas ciudades indígenas comoTlaxcala, Calpan, Huejotzingo, Cholula,
Amozoc y Tepeaca.
En tanto que edificaciones de colegios, iglesias y grandes casonas
consolidaron la ciudad, dividida en barrios, mientras del lado de los pueblos
quedaron los talleres de alfarería, loza y vidrio, obrajes y la zona agrícola;
en su alrededor siguiendo el río también se plantaron los molinos de trigo.
En medio, ubicados estratégicamente, se establecieron los conventos,
lugares que procuraban el intercambio entre los dos mundos, el indígena y
el español; sin excluir, con el propósito de mantener relación, catequizar,
enseñar oficios, aprender del otro, mezclar los mundos fue su tarea; al
principio,
[...] cada uno de los colonos poblanos pudo disponer para la construcción de sus solares de
unos 30 indios por 90 días, y de 20 más para el desmonte de sus huertas; para estos últimos no
hay precisión del lapso del repartimiento (Cuenya y Contreras Cruz, 2012, p. 17).

En otras palabras, al finalizar la invasión siguió la fundación de


ciudades, con base en el repartimiento de solares mediante el
otorgamiento de mercedes reales, luego siguió la evangelización,
pero con mano de obra disponible, explotación, tanto para construir
como para trabajar la tierra, igualmente para elaborar cerámica,
además de hilar y tejer. En la entonces periferia de la ciudad de
Puebla se encontraban las huertas, dehesas y campos de cultivo.
De esa forma, al establecerse la ciudad a la orilla de importantes
afluentes como el río Atoyac, el Almoloya (después llamado San
Francisco), más el arroyo de Xonaca y la ribera del río Alseseca que
cruzaban el valle poblano, se aprovecharon sus cauces principalmente para
el consumo, limpieza y evacuación de desechos, así como para generar la
energía fluvial con el uso de batanes,16 impulso requerido en los molinos
cuyas ruedas -fuerza utilizada para hacer girar el eje que activaba la
moliendase movían con energía hidráulica, los cuales desplazaron a los
antiguos y más rústicos molinos, antes impulsados por la mano de obra y la
fuerza animal.17
En tanto, el trigo fue el alimento básico para los colonos que llegaron a la
ciudad de Puebla y de otras zonas aledañas como el valle de Atlixco, San
Martín oTlaxcala; por ello la molienda y el procesamiento de este grano
utilizado para la elaboración del pan fino y florido, se convirtieron en el eje
básico para el consumo. Los molinos y los obrajes fueron la base del
desarrollo en la región, conforme aumentaba la población de españoles y
mestizos crecía la demanda de ese producto.18
En la ciudad de los Ángeles, los talleres de alfarería, los obrajes y el
comercio florecieron debido a la abundancia de sus aguas. Los molinos
fueron «los primeros edificios de manufactura para la producción de harina;
los hubo en la ribera de los tres ríos de la ciudad» (Montero, 2010); en
consecuencia, Puebla se convirtió en la zona agrícola más importante de la
Nueva España; de entre sus actividades más lucrativas estaba el comercio
de harinas y sus derivados, sobre todo por su ubicación, propia para el fácil
tránsito de personas y mercancías.
Como se sabe, antes de la llegada de los colonos a la Nueva España, los
indígenas ya hilaban con el malacate (imagen 6, Malacate) y tejían el algodón
con peculiar habilidad en telares manuales y de cintura, trabajo artesanal
considerado de calidad por la precisión, belleza y habilidad con que se
elaboraba, circunstancia que los conquistadores aprovecharon y explotaron,
intensificaron el cultivo de algodón para incrementar la producción de
textiles, y además se utilizó la lana proveniente del ganado ovejero, recién
llegado a costas americanas.
Debido al avance tecnológico de los procesos de la manufactura textil,
las grandes extensiones de tierra destinadas a la agricultura se convirtieron
en haciendas, en su mayoría agrícolas, cañeras y ganaderas, algunas
tuvieron pastizales adecuados para el ganado vacuno, bovino y caprino, la
mayor parte se adecuó a sus espacios para la producción mixta. Las
haciendas contaban con un número importante de población de origen
indígena, obtenida por encomienda o repartimiento designada para ayudar
al trabajo en las tierras de los españoles y criollos.19
En estos lugares fue que se formaron los primeros molinos, ubicados en
ranchos y haciendas en las riberas de los ríos para aprovechar la fuerza
hidráulica, necesaria para los trabajos de molienda de trigo; por ejemplo, la
hacienda de Amatlán (1541), la del Molino de Enmedio (1540) y Santo
Domingo (1543), entre otros (Leicht, 2016).
Los españoles migrantes excluidos del sistema de encomiendas fueron
los primeros en llegar con la tarea de encontrar lugares productivos para
establecerse y explotarlos, generar su propia riqueza, ganar renombre y
posición, fuera de las carencias que tenían en su país, de ahí que el territorio
de la ciudad de los Ángeles se sometiera a un proceso constante de
transformación. Al tiempo, establecidas las primeras familias, siguieron
llegando tanto frailes como españoles; así construyeron iglesias, conventos
y casonas, ajustándose a la nueva organización y configuración social,
misma que repercutiría y se volvería reflejo de la estructura urbana y
económica.
Las huertas, ranchos y haciendas se encontraron originalmente en la
periferia de la ciudad a lo largo de los ríos Alseseca y Atoyac; al paso del
tiempo, se convirtió en el corredor industrial textil más importante de la
región. «La forma de esa periferia urbana se identificaba fácilmente a la
manera de una herradura que abrazaba la ciudad central desde el oriente,
pasando por el norte y terminaba en el poniente» (Valverde, 2017, p. 50).
La tierra originalmente rural y agrícola pronto se enfrentó a la
transformación gradual, pero constante, para satisfacer los objetivos de los
colonos, migrantes, que buscaban explotar el suelo y demás privilegios
geográficos de los que gozaba la ciudad de Puebla. Con la construcción y
edificación de infraestructuras básicas que en el futuro se modernizaron e
hicieron más complejas al modificar, como lo presenta Valverde Díaz, el
uso de los espacios y terrenos antes designados específicamente para
viviendas que al modernizar su uso se transformaron en industrias, sumando
el impulso que generó la instauración de las líneas del ferrocarril, como el
tramo Puebla-Apizaco de la primera línea haciaVeracruz (Valverde, 2017, p.
72).
Puebla albergaba un importante número de órdenes religiosas y clero secular, acaudaladas
familias dedicadas al comercio e industria. En la periferia, hacendados, propietarios de
importantes extensiones de tierra, así como de un significativo número de habitantes pobres
de origen indígena o mestizos (Valverde, 2017, p. 75).

La separación urbana se mantuvo vigente entre la traza urbana y los


barrios indígenas, hasta los últimos años del siglo XIX, divisiones
marcadas con identidad cultural por las diversas agrupaciones
gremiales que hicieron de Puebla uno de los centros
manufactureros y comerciales más importantes del Virreinato
durante los siglos XVI y XVII. Como ejemplo de la distribución
espacial gremial, se ubicaron: los albañiles en el barrio El Alto, los
ladrilleros en el barrio de Xanenetla, los panaderos y herreros en
Analco, los alfareros en el barrio de La Luz, carboneros en el de los
Remedios, carpinteros en el barrio de Santiago, los tejedores en
Santiago, hilanderos en San Antonio y Santa Ana, cada uno con su
respectiva iglesia y santo patrón, en el caso de los tejedores Jesús
Nazareno de la parroquia de San José (Cuenya y Contreras Cruz,
2012).
En ese sentido, al mismo tiempo que la modernización, la necesidad de
viviendas, la población y la demanda de mano de obra continuaron
incrementando, la centralidad de la ciudad se reubicó junto con los espacios
destinados originalmente para las viviendas de las personas. Todavía en los
primeros años del siglo XIX, los talleres estaban situados en la misma
vivienda de los propietarios y en la mayoría de los casos se comercializaban
los productos, pero mientras la actividad crecía y se especializaba, los
pequeños talleres se ampliaron dejando más espacio para el taller que para
la vivienda misma.
El proceso de innovación tecnológica avanzó de manera constante, así
como el trabajo de manufacturas de las fábricas se intensificó por la
demanda de consumo; por ello, los obrajes captaron la fuerza de mano de
obra y para garantizar que ésta fuera estable, permanente y sobre todo
efectiva, «Casi todas las fábricas textiles mexicanas del siglo XIX
emplazadas en las inmediaciones de una urbe tuvieron sus propias villas
obreras» (Gamboa y Estrada, 1994, p. 36), monopolizando también muchos
servicios para los mismos trabajadores dentro de las fábricas como
viviendas, escuelas, capillas para el culto católico, actividades recreativas,
comercios y mercados. Lo anterior produjo que los asentamientos de la
población se modificaran y reubicaran para adecuarse a las demandas
crecientes de la producción fabril, retomando el mismo modelo de
principios del siglo de vivienda-trabajo en un mismo lugar, pero a mayor
escala.
LOS MOLINOS
El primer paso en la configuración social, urbana y productora se
tuvo después de la llegada de los colonos que se asentaron en la
ciudad de Puebla, cuando las extensiones de tierra rural se
dividieron inicialmente en huertas y ranchos, luego en haciendas,
según el uso que se le daría a cada porción de tierra. La división de
las tierras dio como resultado reclamos constantes de los indígenas
sobre la invasión de los españoles que llegaron con toda variedad
de ganado a explotar el suelo, antes propiedad de las comunidades
indígenas.
A pesar de las inconformidades, los indígenas pronto aprendieron y
adoptaron los nuevos oficios como la herrería, la carpintería, la panadería,
inclusive la ganadería, para lo cual hubo pastos y tierras; aunque alejadas de
la población, mucho más que las destinadas al cultivo, eran las asignadas
para el pastoreo a fin de evitar los destrozos provocados por los animales.
En la ciudad de Puebla, como en otros lugares delVirreinato, las tierras
fueron de uso común, debido a que esa era la costumbre que se practicaba
en la España medieval. Los españoles pensaban que los pastos, hierbas y
demás, eran bondades que todos podían aprovechar sin distinción alguna.
En consecuencia, los indígenas estaban inconformes por la invasión de
sus tierras, a pesar de que eran de uso común, debido a que el crecimiento
de los rebaños de los españoles acaparó las tierras comunales; como era de
esperarse, los colonos se convirtieron finalmente en los dueños legales de la
mayoría de las tierras en disputa, por el hecho de ser españoles o criollos;
por tanto, el uso comunitario de las tierras casi llegó a su fin.
Si tomamos como punto de partida que el trigo fue el alimento básico de
los españoles, sumado a que en las ciudades de Atlixco y Puebla
encontraron un suelo inmejorable para la producción y comercialización de
este, entonces el papel de los colonos en la producción del trigo, sus harinas
y productos derivados, fue sustancial para la acumulación de la riqueza
mediante la constitución de monopolios, lo cual fortaleció el crecimiento de
la economía poblana.
Los panaderos dependieron de los dueños de tierras productivas y de los
molinos de trigo, quienes, por ende, controlaron la producción: «lo que nos
lleva a afirmar que éstos, los molineros, fueron quienes integraron la
oligarquía dentro del oficio (García Acosta, 1988; Morales, 2006).
Asimismo, se dependía de la calidad del trigo.
Además de que los panaderos estaban sujetos a la producción de los
molineros, estaban obligados por ley a elaborar sus productos dependiendo
de la clase social a la que iba dirigido su consumo. Los panes finos eran
elaborados con harina superior de buena calidad para las familias ricas,
cuyo consumo era libre, mientras el trigo inferior de baja calidad y menor
costo se destinaba para la gente pobre, a quienes se controlaba su consumo
(García Acosta, 1989; Morales, 2006).
Los ríos, el suelo cualificado y la capacidad de satisfacer la demanda de
consumo del mercado fueron aprovechados para generar energía hidráulica
que requería la producción de harina de trigo de los molinos, por lo cual
Puebla se volvió el centro de producción agrícola y manufacturero de la
nueva industria alimentaria, la más importante de la Nueva España hasta la
primera mitad del siglo XVIII; «para entonces el desarrollo de sus
industrias, el aumento de su riqueza, la actividad de su comercio y el
florecimiento de la cultura llegaron al grado que la ciudad rivalizaba con la
capital del virreinato» (Palacios, 1917, p. 431).
Sin embargo, a pesar de su crecimiento y de las cifras estimadas del
incremento poblacional, el esplendor de la ciudad no perduró mucho
tiempo. Más bien, su decadencia comenzó a hacerse visible en gran parte
debido a las interminables guerras, malas condiciones de vida y las
epidemias que azotaron a la población; registros poblacionales que no
cambiaron, sino hasta mediados del siglo siguiente. García Acosta señaló la
disminución en la introducción de trigo poblano a la Ciudad de México
(1989). La disminución de la población, además de una menor demanda de
los productos, redujo la disponibilidad de mano de obra para la
manufactura; igualmente había menos personas que trabajaran en la
producción, lo cual condujo directamente al estancamiento y pérdidas en la
producción fabril y agrícola.
Los molinos se establecieron en ranchos y haciendas, los más
importantes fueron el de Santo Domingo I y n, el Batán, el Cristo, Santa
Bárbara, San Antonio, San Francisco, Huexotitla, La Teja, Amatlán, el
Molino de San Juan de Enmedio y San José Mayorazgo, entre otros, junto a
las riberas de los ríos para aprovechar la fuerza hidráulica necesaria para los
trabajos de molienda de trigo.

Imagen 7. Localización de los molinos entre 1531 y 1831.20


Molinos de Puebla (1531-1831)

1. Molino de Santo Domingo


2. Molino de Santo Domingo
3. Molino del Batan
4. Molino de San Juan de Enmedio
5. Molino de San Juan Bautista de Amatlán
6. Molino de San José Mayorazgo
7. Molino de Carmen
8. Molino de Huexotitla
9. Molino de La Teja
10. Molino de San Antonio
11. Molino de San Francisco
12. Molino del Cristo
13. Molino de Santa Bárbara

El primer molino «de pan de moler» fue instalado en los márgenes


del río San Francisco en 1531; parece que lo fundó Gutierre
Maldonado, aunque también se tienen noticias de que lo estableció
Hernando Elgueta, Corregidor de Puebla, en las 14 huertas que se
le otorgaron como mercedes reales (Leicht, 2016, p. 227). Lo cierto
es que «para principios del siglo XVII estaban registrados más de
30 molinos» (Morales, 2006, p. 1).
El nivel de producción harinera trajo consigo sobreexplotación de los
cuerpos de agua, en la ribera del río San Francisco se instalaron los molinos
del Carmen, Huexotitla y la Teja, de los cuales sobrevive el de Huexotitla.

Imagen 8. Fotografía del Molino de Huexotitla, 1890.21


Fuente: México en Fotos.
El río Atoyac, por su gran capacidad de recarga, generó grandes
cantidades de energía; por ende, movimiento. Ello atrajo el
establecimiento de otra actividad agroproductiva en los molinos de
haciendas y ranchos como San José Mayorazgo, San Juan Bautista
Amatlán, San Juan de Enmedio, muy cerca del ojo de agua
templada y sulfurosa de Agua Azul (Loreto, 2009).
Otros molinos como Santa Cruz y El Batán se establecieron en los
márgenes del río; al tiempo, la mayor parte de los molinos se transformaron
en fábricas de hilados y tejidos, aprovechando los centros de producción y
estructuras ya establecidas; muchos sufrieron modificaciones para aumentar
su cauce con la construcción de elevaciones y pequeñas presas; por
ejemplo, la presa construida para el Molino de Enmedio.

Imagen 9. Caída de agua y presa terminada en 1888, beneficio para la


fábrica textil Molino de Enmedio.22
Fuente: Fototeca Ántica de Puebla, A. C., colección Jorge Carretero
Madrid, recuperada de Leticia Gamboa.

LOS PRIMEROS OBRAJES TEXTILES


Posterior a la Conquista, se repartieron indígenas para ser
incorporados en los muchos obrajes que se instalaron en los
territorios conquistados. En la imagen se observa el trabajo de hilar
en malacates, tejer en telares de cintura y en primitivos husos.

Imagen 10. Obrajes en la Nueva España.23


Fuente: Revista América Española.
Los obrajes constituyeron el primer sistema de trabajo y
producción conformado bajo el dominio español, donde prevalecía
la división y especialización del trabajo; existieron desde el siglo
XVI como pequeños talleres familiares, volviéndose cada vez más
complejos, organizados por gremios, para finalmente ser
sustituidos por modernas formas capitalistas de organización,
estructura social, tecnológica y de producción: las fábricas textiles.
A diferencia de los primeros pequeños talleres familiares, los obrajes de
labrar paños, frisos y sayales integraron un colectivo de mayor número de
obreros, trabajo combinado y especializado para el tratamiento del algodón,
la lana y la tintura con grana cochinilla, lo cual materializó la centralización
y concentración de la producción textil, mantuvo el enriquecimiento del
sector, aumentado por el establecimiento de telares para seda, moreras y la
crianza del gusano de seda.
Número de trabajadores empleados en obrajes en la Ciudad de Puebla24

La fuerza de trabajo que integró y dio vida a los obrajes fue


específicamente la gente de origen indígena o mulata, mientras que
los españoles blancos y los criollos posicionados fueron quienes
dirigieron y estuvieron al frente de la supervisión del trabajo; en
promedio, había 40 obrajes funcionado durante los siglos XVI y
XVII, considerablemente disminuidos en 1794, para cuando solo
quedaban 11 obrajes laneros (Cuenya y Contreras Cruz, 2012).
Al tiempo, con el acelerado e irremediable crecimiento técnico, los
obrajes quedaron obsoletos y fueron rebasados por el nacimiento de la
nueva industria; a manera de ejemplo, «si en 1603 había 33 obrajes, para
1804 quedaban 2 (Contreras y Grosso, 1983, p. 133)».25
La primitiva industria textil poblana de lana, sobre todo de algodón, fue
la de mayor importancia, la de mayores exportaciones de la ciudad; destacó
también por el número de empleados, por la calidad de sus productos. Al
respecto, el cronistaVilla Sánchez describe en 1746:
A los tejidos de algodón ministra ingente porción de cargas de este fruto que viene a esta
ciudad de la costa sur y jurisdicciones de Teutla, Cosamaloapan, Tuxtla y otras; sirve al
comercio en greña, a los encomenderos que lo reciben, a los muchos tenedores que lo
menudean, y de aquí pasa a manos de la gente más miserable; es la última apelación de la
pobreza el hilado de algodón; es el mezquino socorrer, especialmente de pobres doncellas y
viudas, que puestas de sol a sol a la rueda de un torno [...] no se pasa por calle alguna donde
no se oiga el repique que generan [.] los bastones o cañas con que azotan el algodón (Cuenya
y Contreras Cruz, 2012, p. 40).

Asimismo, la mano de obra estuvo sometida por cuestiones


económicas y raciales; los trabajadores pertenecieron a los grupos
nativos sometidos a los españoles y criollos, problemática que
continuaba hasta 1841,
[...] luego de hacer algunas consideraciones sobre la «falta de brazos en las fábricas, en los
talleres y en las haciendas de labor», ordena la persecución de los «holgazanes» y su
consignación al servicio de las armas, «o a los obrajes o haciendas de labor» (Contreras &
Grosso, 1983, p. 125).

En algunas ocasiones, los dueños de los obrajes no tuvieron la


necesidad de comprar o contratar mano de obra, pues el gobierno,
en su afán de buscar a las personas un oficio que los librara del
ocio, las capturaban y asignaban al servicio de los colonos bajo el
sistema de encomienda. Igualmente, las personas que se
encontraban encarceladas eran obligadas a cumplir parte de su
condena trabajando en los obrajes, por lo que la fuerza de la mano
de obra de los reos fue una gran aportación para la producción. Por
otro lado, mientras que los talleres y la producción se
incrementaron, los dueños se sirvieron de diversas técnicas para
captar, controlar e intensificar la fuerza de trabajo; sometieron a las
personas por medio de préstamos que se volvían deudas
impagables.
Otra forma de acaparar obreros para la producción en los obrajes fue
ofrecer a las personas un pago anual junto con comida y habitación; con el
propósito de asegurar la mano de obra, por medio de contratos anuales, esto
también garantizó la base de la futura edificación de las villas dentro de las
fábricas textiles, espacios destinados para la vivienda de los trabajadores,
cuya finalidad era la estabilidad y productividad, con la retención voluntaria
y explotación de los empleados. Algunos trabajadores entraron libremente,
pero de cualquier forma terminaban endeudados con sumas que, según
Alberto Carabarín, podían ser de hasta siete pesos; retenidos como esclavos
deudores, heredaban sus deudas a sus hijos (1984, p. 47).
Los dueños de los obrajes se valieron de inimaginables medidas para
conseguir mano de obra y explotarla al máximo. Inclusive cuando las
condiciones de trabajo eran precarias e inhumanas. Si bien a los obreros se
les brindó habitación, esa medida fue para tener jornadas laborales más
prolongadas, despojándolos de su libertad y de cualquier trato digno y
humano.
[...] el espectral recinto a la vez lugar de trabajo, dormitorio y cárcel que era el obraje, el
desfalco impúdico que disminuía la condición humana, la violencia descarnada que en dicha
forma «productiva» el poder ejercía sobre sus víctimas (Carabarín, 1984, p. 35).

Puebla, junto con otros lugares aledaños como Veracruz, Tlaxcala o


la Ciudad de México, fue una zona de gran importancia para la
producción de tejidos de lana, conocida como la industria pañera;
sin embargo, los obrajes desaparecían para dar lugar a los telares
modernos. Entender la razón de la disminución del número de
obrajes no implicó una menor producción; al contrario, fue el
reflejo de un incremento en la demanda de la manufactura; es decir,
al tiempo que el número de obrajes disminuía, aumentaba la
cantidad de telares de algodón y tinturas varias.
El teñido se hacía cerca del río San Francisco, la corriente que hoy atraviesa la ciudad, pero en
aquel entonces la separaba de los barrios situados al oriente; por cierto, se teñían únicamente
telas para mujeres, sobre todo de azul (con añil), la manta que era para hombre se vendía en
crudo. Se hilaba y tejía más o menos en todas partes [...]; había muchos tejedores en el Barrio
Alto y en general se percibe una concentración de talleres algodoneros a lo largo del río San
Francisco, al oriente del centro a la ciudad (Bazan, 1964, p. 500).

Una razón más del declive en Puebla fue porque otras zonas
comenzaron su desarrollo, expandieron su producción generando
competencia a la manufactura poblana, además del aumento en las
importaciones. Mientras en Puebla desaparecían los obrajes, los
telares registrados llegaban a 74, con un total de trabajadores de
aproximadamente 323 (Carabarín, 1984, pp. 7, 9 y 26);
prácticamente en su totalidad trabajaban los indios, negros, mulatos
y mestizos.
Al igual que ocurrió en su tiempo con la elaboración de pan fino,
exclusivo para consumo de españoles blancos con capacidad económica
para pagarlo, el pan corriente de baja calidad se comercializó entre la gente
común, debido al funcionamiento de la estratificación social, cultural y
económica, por lo que no resulta extraño que se produjeran paños de
diferentes calidades. En Puebla se elaboraban paños finos de lana, los
cuales no estaban destinados para el consumo de aquellas personas que los
producían; éstos abastecían únicamente a las clases altas. Para las
necesidades y consumo de la gente común, estaba destinada la elaboración
de paños corrientes de algodón (Bazan, 1964).
Los antiguos sistemas de baja producción que fueron básicamente por
encargo, los pequeños talleres y obrajes, se vieron desplazados con el
surgimiento de monopolios, sumado al establecimiento de las diversas
fábricas en la ciudad, la concentración de riqueza se quedó con los pocos
propietarios o familias económicamente bien posicionadas que habían
heredado las tierras, haciendas o molinos, y se enfocaron acertadamente en
la creciente demanda y producción de la industria fabril, invirtiendo en la
modernización y reconfiguración de la producción, la cual fue considerada
como una revolución industrial por el surgimiento de una nueva industria
con tecnología que permitió incrementar y mejorar la calidad de la
producción textil. Otra de las razones por las que la implementación de
nuevas tecnologías y el acaparamiento de dicha industria fue la
modernización y la alta movilidad del mercado.
En resumen, durante la etapa de los obrajes en los siglos XVI y el XVII,
la producción de paños alcanzó su mayor nivel, dando pie a la
comercialización fabril que posicionó a Puebla como una zona importante
para el enriquecimiento de los nuevos patrones. El aumento de la
productividad, el mejoramiento de la calidad, la especialización y la
división del trabajo fue una característica importante de los obrajes.
El capital y la riqueza se centralizaron en unas cuantas familias que
monopolizaron el negocio de la manufactura. Este tipo de explotación
laboral duró mucho tiempo, con sus respectivas etapas de impulso,
estancamiento y decadencia. Como se señaló, el declive de los obrajes se
debió a diversos factores: el aumento de telares, de importaciones y también
el control establecido durante la época de las reformas borbónicas.
Reconocer el papel de los obrajes en la historia de la rama textil fue de gran
importancia, debido a que significó el comienzo del más alto nivel de
desarrollo en la manufactura textil alcanzado en Puebla. El comercio generó
utilidad y crecimiento; la prosperidad conseguida fue también fruto del
suelo, clima, ubicación y otras bondades de la geografía poblana, debido a
que tanto obrajes, teñiduras como talleres operaban gracias a la fuerza del
agua.
La modernización alcanzó a la producción textil, que originó buena parte
del patrimonio industrial de la ciudad. A continuación, analizaremos el
desarrollo de la industria textil durante el siglo XIX en la ladera oriente del
río San Francisco y posteriormente el corredor industrial ubicado en los
márgenes del río Atoyac.
2
LAS FÁBRICAS EN EL RÍO SAN
FRANCISCO

E
l espacio rural, en los límites de la ciudad, habitualmente
usado para satisfacer cuestiones básicas de subsistencia y
comercio, como el cultivo y ganado, se vio sobrepasado
por el nuevo plan para una ciudad industrializada en el
siglo >XIX. Como resultado del crecimiento de la urbe, la
población aumentó; con ello, las zonas exclusivas se mezclaron
gradualmente con los antes denominados barrios indígenas; en la
urbe convergieron las diferentes clases sociales, indígenas y castas;
también aumentaron las áreas recreativas comunes donde se
incluyeron en civilidad los grupos sociales, obedeciendo al nuevo
sistema político, socioeconómico y de producción capitalista
encaminado hacia la industrialización.
En relación con lo anterior, una de las primeras transformaciones urbanas
la sufrieron los molinos, los cuales se incorporaron a las nuevas formas de
producción, primero como obrajes, casi extintos para 1802, más tarde
reconvertidos en fábricas mecanizadas de hilados, tejidos y textiles; algunos
obrajes y talleres convivieron con las fábricas durante el siglo XIX hasta el
Porfiriato.
Para continuar, se subraya el cambio de algunos molinos en fábricas.
Además, se presenta el proceso de transformación de la Colonia industrial
en una plaza multifuncional. Es el caso de la ladera oriente del río San
Francisco, donde sólo se conservan algunos elementos de lo que fuera el
patrimonio industrial textil del sitio.
Como se dijo, los molinos fueron parte importante del paisaje colonial,
formaron parte de la división territorial de la ciudad poblana, junto con las
zonas cenagosas y sulfurosas del poniente (Loreto, 2010). En el río San
Francisco de aguas dulces, se estableció el primer molino de «pan de
moler», el Molino de San Francisco, además del Molino del Carmen, el
Molino de Huexotitla, el Molino de San Antonio y el Molino de la Teja, lo
que le dio el mote del río de los Molinos (Leicht, 2016, p. XXI).
La mayor parte de los molinos instalados en el río San Francisco fue
dedicada a obradores y talleres, durante el siglo XIX muchos fueron
convertidos en fábricas textiles.
Tabla: río de los molinos, de norte a sur26
Por otro lado, un hecho histórico que marcó un cambio radical en el
territorio poblano social, económica y políticamente fue la llegada
del ferrocarril México-Veracruz en el siglo XIX, que dio pie a la
rápida expansión de la ciudad, solucionó algunos problemas de
transporte y movilidad, promovió aún más la industrialización y la
comercialización, tanto de materias primas como de productos.
Imagen 11. Ferrocarril Puebla-Veracruz.27
Fuente: Archivo Casasola México.
[...] una red importante de ferrovías externas (1869, Puebla-Apizaco-Veracruz: Ferrocarril
Mexicano; 1888, México-Puebla-Veracruz: Ferrocarril Interoceánico, Puebla-Oaxaca:
Ferrocarril del Sur, Puebla-Cuautla: Ferrocarril de Matamoros) se unió, dentro del modelo de
retícula, el ferrocarril Industrial que sirvió a Puebla, Cholula, Huejotzingo y Fábricas, y el
servicio urbano de tranvías tirado por mulas, o ferrocarril urbano de Puebla (Salamanca, 2005,
p. 5).

Asimismo, aumentó la habitación en lugares que antes eran la


periferia de la ciudad, acordes con el modelo industrial-
habitacional-servicios para las modernas fábricas.
La ciudad creció en tres zonas: la zona 1 al oriente del río San Francisco;
la zona 2, la antigua traza de origen español, y la zona 3, al poniente,
habitada mayormente por mestizos e indígenas, zona popular. El desarrollo
urbano y la industrialización alcanzó a la ciudad, impulsado por la
expansión de las nuevas industrias emplazadas junto a los ríos,
fundamentalmente el Atoyac, el río de los molinos San Francisco y el
Alseseca.
El río se aprovechó tanto para el trabajo manufacturero como para las
diversiones públicas, formando el Paseo Viejo (Paseo Hidalgo) y el Paseo
de San Francisco, que incluía el manantial del Estanque de los pescaditos y
sus huertas; por tanto, el río, además de dar movilidad a la incipiente
industria, llevaba sus desechos más allá de la ciudad; también era el lugar
para la convivencia y la socialidad.

Imagen 12. Río y puente de San Francisco entre 1920-1925.28


Fuente: Archivo Municipal de Puebla.

LA ANTIGUA COLONIA INDUSTRIAL TEXTIL


(1835-1845) EN LA URBE POBLANA
Durante la primera etapa 1835-1845, considerada como el primer
impulso por la participación del Banco de Avío con préstamos para
el desarrollo industrial (Ventura, 2018), beneficiaron a Estevan de
Antuñano para instaurar la fábrica La Educación de los Niños y La
Constancia; asimismo, se emplazaron fábricas en el río San
Francisco, de acuerdo con los datos registrados en el informe
elaborado por Lucas Alamán en 1843, donde se incluye su nombre,
localización, propietario, número de husos y telares; se señalan
únicamente las establecidas en la ciudad:29
1. La fábrica de hilados y tejidos Dos Hermanos, ubicada en lo que
fuera un obrador, en la calle de la Cholulteca, cuyo primer dueño
fue Joaquín de Haro y Tamariz; en 1843 Felipe Codallos, contaba
con 600 husos y 28 telares. Después de alquilar su equipo cerró en
1844.
2. La fábrica Calle de Belén de hilos y tejidos, propiedad de los
hermanos Lorenzo y Enrique Fuentes de María, tuvo 600 husos y
10 telares.
3. La fábrica Santa Rita, ubicada en calle San Agustín de hilos y
tejidos, propiedad de los hermanos Ibarra Ramos, registro 802
husos 60 telares.
4. La fábrica de hilos Molino del Carmen, registró 2212 husos,
propiedad de Manuel Caamaño.
5. Fábrica de hilados la Equidad, situada en la calle de San Roque,
propiedad de Francisco Carranza y compañía, contaba con 600
husos.
6. Fábrica Calle de Cholula, Antonio Uriarte, 600 husos.
7. En la plazuela de San Javier (plazuela de Guadalupe) se ubicó la
fábrica de hilados La Pelota, inaugurada en 1839, propiedad de
Ramírez Hermanos, contaba con 1000 en 1842, aumentó a 1200
en 1844; su capital ascendía a 71 mil pesos. Adoptó el proceso de
hilar Arkwright y pocos años después cambio su nombre a
Guadalupe.
8. Fábrica en Calle Real del Alto, propiedad de Pedro Manzano, 600
husos.
9. Fábrica de Tejidos, ubicada en la calle de San José, propiedad de
Velasco y compañía (también dueños de la fábrica El Patriotismo),
contaba con 58 telares.
10. La fábrica Buena Fe pertenecía a Joaquín Suárez de Peredo; se
ubicaba en la 2a. calle de San José; contaba con 36 telares.
11. La fábrica de tejidos La Unión, propiedad de Joaquín de laTorre y
compañía, se ubicaba en la calle de Iglesias y contaba con 20
telares.
Plano de molinos y fábricas, Luis Careaga, 1883.30
Imagen 13. Ubicación de fábricas 1843.30
La inestabilidad política, económica y social, las invasiones
extranjeras, en especial la norteamericana y la francesa, más las
guerras de Reforma fueron las características de este periodo, por
lo cual fueron pocos los casos de éxito.
La situación fue crítica para las fábricas Gamboa (2010); se supone que
la mayor parte no pudieron sobrevivir por la inestabilidad, pero también por
los monopolios como el del algodón y al comercio de textiles de otros
lugares. Muchas fábricas fueron integradas a las grandes industrias, por
medio de las deudas contraídas por sus dueños o socios, otras ya
desmanteladas se aprovecharon para utilizar la maquinaria en los grandes
consorcios.
Al paso del tiempo, el Barrio de San Francisco fue reconocido como la
primera Colonia industrial. En este periodo también se instalaron empresas
dedicadas al tratamiento y producción de papel, vidrio, loza y fundición de
hierro (Ventura, 2018). Igualmente, Thompson registró 3000 telares
manuales domésticos (Gamboa, 2010, p. 56); la mayor parte de las
empresas de hilados y textiles presentaba importantes deudas y muchas se
subarrendaban, otras desaparecían.

Imagen 14. La Colonia Industrial. Fotografía de sección. Mapa de la Ciudad


de Puebla 1915.31

LA INDUSTRIA TEXTIL ENTRE VIEJAS Y


NUEVAS FÁBRICAS
La segunda etapa de crecimiento de la industria textil puede
considerarse a partir del último tercio del siglo XIX a inicios del
Porfiriato cuando en «la región fabril Puebla-Tlaxcala había 23
establecimientos dedicados a la producción de telas de algodón y
lana» (Gutiérrez, 2000, p. 34), mayormente ubicados en el río
Atoyac, producto de la implementación de las rutas del ferrocarril,
el uso de la fuerza hidráulica y de vapor, de la estabilidad lograda
después de los periodos críticos y las invasiones extranjeras y de
políticas más adecuadas para el control y circulación de la moneda,
para la importación de maquinaria y la introducción de materia
prima como el algodón.
Aunque fue importante el desarrollo industrial de esta zona que dio
acogida a las empresas medianas y pequeñas, fue más destacada la
industrialización en los márgenes del río Atoyac, donde se instalaron las
fábricas más grandes, inclusive algunas que sobrevivieron hasta finales del
sig lo XX y que analizaremos páginas adelante.
En este periodo permanecen algunas fábricas, se abren nuevas como la
fábrica La Cama Elegante, que se instaló en la antigua huerta del Estanque
de los Pescaditos y funcionaba con vapor de agua. Igualmente, en el sitio se
instaló la Fábrica de Aguas Minerales y Bebidas de Sabores; fue fundada en
1884 por el francés J. E. Latisnere. Parte importante en este complejo
industrial, una porción de su terreno perteneció a las huertas del Convento
de San Francisco, adquirido por el señor Ignacio López Sáenz.
Posteriormente, fue vendida a la familia García Cano y Garfinkle Asociados
y cambió de razón social por Embotelladora La Superior, la primera
embotelladora de bebidas de sabores en la ciudad de Puebla, añadiéndole
una fábrica de hielo.También dejó de funcionar en 1995; hoy en su sitio se
encuentra el Hotel La Purificadora (Ventura y Rosas Salas, 2020).
Fraccionados los terrenos que formaron el Paseo Hidalgo (Paseo de San
Francisco) a finales del siglo XIX, su dueño Ignacio López vendió una
fracción a Petronila Armenta para la curtiduría Piel de Tigre, fundada por el
señor León Armenta en 1885, y su actividad principal era el curtido de
cuero de res y de carnero con una producción anual de 6000 y 18 000
respectivamente; asimismo, se producían zapatos. La primera máquina de
vapor como generador de energía perteneció a la curtiduría y ésta fue una
de las primeras fábricas de la ciudad de Puebla. Esta fábrica cerró en 1926.
Imagen 15. Hotel La Purificadora.
Fuente: Isaura García (03032019)
La industria manufacturera se integró al mercado nacional y
comenzó a utilizar la fuerza del vapor. Asimismo, la industria textil
impulsó a las pequeñas empresas de blanqueado, tintura y
estampado; al final del siglo XIX ya usaban tintes sintéticos, pero
aún métodos tradicionales para el blanqueado. Algunas destacadas
como la Aurora Industrial y otras similares se establecieron cerca
del río San Francisco porque sus aguas eran dulces, blandas,
necesarias para los procesos de teñir y estampar. Gamboa sitúa
cinco en el barrio de Analco (2010, p. 62)
Imagen 16. La curtidora La Piel del Tigre.
Fuente: Isaura García (03032019).
SI BIEN A LO LARGO DEL RÍO SE UBICARON LAS
SIGUIENTES FÁBRICAS:

1. El Alto, también llamada La Concepción-El Alto, fundada en


1860 en el barrio del mismo nombre. En los años 1880-1990
perteneció al vasco Francisco Amavízcar Larrea y después a su
viuda Encarnación Gavito Urdapilleta; más tarde, fue vendida a
Francisco M. Conde asociado con el ex acalde Ramón Romay; su
maquinaria era pequeña, «tenía una sacudidora, una rompedora y
un batán, seis cardas, dos hiladoras, un telar de poder y 51 de
madera de sistema antiguo, dos urdidores de madera, una caldera
vieja, otra más moderna, pero de apenas 46 ph y un motor, además
de una serie de herramientas de dos departamentos (tintorería y
carpintería) (Gamboa, 2010, p. 59).Tiempo después fue vendida a
Eladio Martínez Pando y Compañía, sobrevivió hasta 1925.
2. La Concepción Cabecitas del vasco Santos López de Letona se
inauguró en 1877; dedicada al hilado y tejido fue explotada por
sus hijos (Santos y Emiliano) y otro vasco José María
Zunzunegui. Hasta 1909 cuando regresó a España la fábrica quedo
en manos de sus hijos y el vasco.
3. La Guía (La Mascota) fundada en 1897 por José Villar Parás y
Ramón Gavito Noriega, ubicada en el borde izquierdo del río en el
antiguo callejón de Los Pescaditos, dedicada al blanqueado y
estampado (Gamboa, 2010, p. 64), cerró en 1994 y fue vendida al
Proyecto San Francisco.
4. La Esperanza, establecida por las familias Rivero Quijano desde
1900, era utilizada para blanquear, teñir y estampar las telas
fabricadas en San José Mayorazgo, lo mismo que la fábrica
contigua de San Juan Amandi, las cuales se incorporaron al
consorcio de La Atoyac Textil; cerró en 1995.
5. La modernización alcanzó a la industria textil de manera
constante; también en la manufactura de tejidos de camisetas y
calcetines, el jersey mecanizado, para 1902 se estableció una
fábrica bonetera propiedad de Arturo Thielheim y Cía., ubicada al
norte del Paseo San Francisco. En 1906 integró a William O.
Jenkins. La empresa cambió a Compañía Manufacturera de
Puebla. Contaba entonces con 65 trabajadores y un valor en
productos de 75 mil pesos; a los pocos años, Thielheim en 1911 la
traspasó a León Rasst.
6. En 1905, los sirio-libaneses también establecieron empresas
boneteras: La Estrella de Amin Cheban y La Turquía de Abdo y
Cassab, ambas aun sin mecanizar producían de manera manual.
7. La fábrica Los Ángeles se instaló en 1924, en el antiguo callejón
del Gallito, fundada a principios del siglo XX, casi completamente
demolida y en desuso.

Resultado del crecimiento natural de las fábricas, sobre todo de la


política proteccionista aplicada en el Porfiriato, que elevó los
aranceles para evitar la competencia a los textiles mexicanos,
incentivó la producción con determinadas exenciones de
impuestos; de acuerdo con Gamboa (2010), se logró la máxima
expansión en la industria de la transformación, particularmente en
la industria textil que, de acuerdo con Ma. Teresa Ventura, se
instalaron La Iberia fundada en 1920, La Oriental, San Francisco,
San Rafael, El Caballito, Los Ángeles y Hilaturas y Cobertores, S.
A., entre otras más (2020).
La siguiente etapa determina el crecimiento sustantivo de la industria
textil poblana; es importante para su desarrollo, pero en relación con el
patrimonio industrial seleccionamos algunas de las que trascendieron en el
histórico Paseo de San Francisco.

ESTANCAMIENTO Y DECLIVE DE LA
INDUSTRIA
En esta etapa, consideramos las fábricas en función e instaladas
durante el siglo XX, las cuales se modernizaron y formaron una de
las industrias más importantes de la ciudad. J. Villavicencio señaló
que de la industria de la transformación el sector textil era el más
importante, durante el per iodo de 1940-1970, puesto que
representaba el 47% del total de empresas, es decir, 568 estaban
dedicadas a los textiles (Villavicencio, 2013, p. 57). Después de
este auge, la mayor parte cerró por diferentes causas, decadencia,
movimientos sindicales, apertura a las importaciones y nuevas
tecnologías en la producción de textiles, entre otras causas. Aun
así, las empresas junto al río San Francisco eran reconocidas,
formaban parte del paisaje, era la colonia industrial poblana
(Reynoso, 2006).
Para continuar, registramos la localización, historicidad y alguna de sus
características de aquellas fábricas que estuvieron en el Paseo de San
Francisco, desaparecidas en la década de los noventa del siglo pasado, y
que dejaron huella en la memoria histórica y colectiva de los habitantes de
la ciudad.
FÁBRICA TEXTIL LA MASCOTA (1896-1994)
Imagen 17. Fachada posterior del centro de Convenciones del Paseo de San
Francisco Fuente: Isaura García (27/03/2020).
Localizada en el antiguo callejón de los Pescaditos en el lado
izquierdo del río San Francisco, La Guía fue fundada por los
empresarios españoles José Villar Parás y Ramón Gavito Noriega,
éste nacido en Asturias (Gamboa, 2010) entre 1896 y 1897. La
fábrica se dedicó al blanqueado, teñido y estampado de telas de
algodón, aprovechó los manantiales del estanque de Los
Pescaditos, «su arquitectura es sobria y no cuenta con viviendas
incorporadas [...] en su muro exterior se observaban pequeños
ángeles como remate de las columnas; los querubines
desaparecieron, y sus huellas resanadas [...]» (Estrada Urroz, 2003,
p. 19).
Al paso del tiempo, en 1927, quedó en manos de Vayan Jaen y
Compañía, la cual cambia su denominación a La Pastora S. A. de C. V. Para
1934, vuelve a cambiar de nombre por La Mascota. Tuvo como dueño a
Manuel Pastor Arzamendi, quien la modernizó y amplió.
La fábrica cerró en 1994, fue vendida al proyecto San Francisco,
actualmente está integrada al Centro de Convenciones de Puebla, aún se
aprecian detalles de lo que fuera la empresa; por ejemplo, el antiguo marco
que adornaba la puerta de acceso principal. La construcción original de la
misma se ha perdido (Morfin, 2017).

Imagen 18. Centro de Convenciones de Puebla y Plaza del Chacuaco.32


Fuente: Isaura García (27/03/2020).
LA ATOYAC TEXTIL (LA ESPERANZA)

Imagen 19. Estacionamiento público en la ex fábrica La Esperanza.33


Ex fábrica ubicada entre la 18 Norte y la 10 Sur, frente al jardín
Estevan de Antuñano. En la sección del Paseo Hidalgo fue
establecida por las familias Rivero Quijano desde 1900,
propietarios de la hacienda y fábrica de El Mayorazgo.
La familia Rivero Quijano se asoció primero con la Francisco M. Conde
y con la firma Mowat y Grandison Hijos, de Oaxaca; requerían una fábrica
de blanqueado, teñido y estampado para continuar con el tratamiento de las
telas producidas por sus empresas. Al tiempo, la sociedad terminó.
En tanto, las instalaciones de La Esperanza fueron utilizadas para teñir y
estampar las telas fabricadas en San José Mayorazgo, incorporada al grupo
de la fábrica Atoyac Textil, S. A., en 1921; «sus propietarios arrendaron
primero un local y posteriormente compraron varias casonas viejas
localizadas en el barrio de San Francisco y un espacio del callejón de
Almoloya. Se sabe que para 1904 ya tenían un espacio de 1830 metros
cuadrados».34 En estos espacios también se ubicó la fábrica San Juan
Amandi, también asociada a la empresa Atoyac Textil, S. A.35
La factoría cerro en 1995, a pesar de que el inmueble es «un documento
arquitectónico e importante para el patrimonio cultural industrial» (Ventura
y Rosas Salas, 2020), se encontraba dentro de las seis manzanas que forman
parte del proyecto Paseo San Francisco; el edificio se subutiliza como
estacionamiento, aunque existen propuestas para su reutilización.36
Las condiciones para la conservación del patrimonio industrial textil se
refieren a la conservación de los bienes muebles e inmuebles. Debido a eso,
es importante valorar las condiciones urbanas, arquitectónicas, ambientales,
funcionales, constructivas y de esa manera tener una noción del estado en
que se encuentra a fin de determinar las estrategias más adecuadas para la
intervención del edificio mediante una nueva función. Desafortunadamente,
en este caso sólo se conserva una parte de la estructura arquitectónica; «ya
se le han retirado las cubiertas que fueron ejemplo de una innovación
tecnológica al utilizar metal desplegable, procedente de Francia» (Ventura y
Rosas Salas, 2020).
LA FÁBRICA LA ORIENTAL
La fábrica denominada La Oriental era conocida desde sus inicios
como La Iberia y fue fundada en el año de 1920, donde
antiguamente se encontraban las antiguas huertas del Convento de
San Francisco. Estos predios pertenecientes a los franciscanos
fueron expropiados a la Iglesia en el siglo XIX, convirtiéndose en
propietario don Antonio López. Para su construcción, fue necesario
nivelar los terrenos, provocando la destrucción de las antiguas
huertas, además de la plaza de toros (Leicht, 2016), poco después
convertidas en huertas de García Aguilar.
Se debe su ubicación en el área no sólo por el aprovechamiento del río
para generar energía, sino también por el agua blanda, dulce, que
caracterizaba la zona, facilitando su función de fabricar hilados y tejidos de
algodón. Se modernizó, amplió y cambió de nombre a la Oriental en 1928,
cerrando sus puertas en 1995 (Morfin, 2017). En 2003 fue la sede de las
oficinas de la ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) cerradas
posteriormente.

Imagen 20. Paseo San Francisco, vestigios de las ex fábricas.

Fuente: Isaura García (27/03/20).


FÁBRICA DE TEXTILES LA VIOLETA DE PUEBLA
Imagen 21. Estanque de los Pescaditos, en la Plaza Paseo de San Francisco.
Fuente: Isaura García (01/12/ 2016).
La fábrica fue fundada en la casa 607, cerca del Estanque de los
Pescaditos, por los hermanos González Soto, de origen español,
asturianos, a principios del siglo XX, registrándose en actas del
Centro Industrial Mexicano como José González Soto y Hno., cuya
ocupación fue de hilados y tejidos de algodón. El señor Cue Villar
también fue copropietario de la ex fábrica La Guía, donde comenzó
como portero de esta y después fue dueño de su propia fábrica
llamada La Unión.
Para los años veinte, «en la fábrica laboraban 127 trabajadores, con
salarios semanales máximos de 244 pesos y 228 como mínimo» (Ventura y
Rosas Salas, 2020, p. 17).
Esta fábrica tuvo una vida productiva de 1908 a 1992, siendo dueños en
ese momento la familia Real Mora. Utilizó la energía eléctrica para su
maquinaria.
En el primer registro de Industrias Textiles de Puebla y Tlaxcala llevado
a cabo en el año 1937, la fábrica La Violeta aparece registrada bajo la razón
social de Industrial Textil de Puebla, S. A. En los años sesenta se incorpora
a una sociedad en donde los hermanos González Soto, don Maximiliano
Cueldaña, don Manuel Pellico y don Fidel Sierra de la Rieva constituyen
una sociedad anónima, sujeta a las leyes mercantiles, conocida como La
Violeta de Puebla (Morfin, 2017). La duración de la sociedad se firmó por
cincuenta años, la cual tuvo como objeto la realización de hilados y tejidos
en la zona industrial textil (Ventura y Rosas Salas, 2020).
DESCRIPCIÓN DEL INMUEBLE, DE ACUERDO CON
MA.TERESAVENTURA:
En el primer cuerpo, se localizaban en la parte de arriba instalaciones para los empleados y
abajo estaban las bodegas de algodón; en un saloncito se hacía la mixtura de la fibra. En otro
cuerpo del edificio había una sala amplía, donde en principio se hacía todo el proceso del
hilado y el tejido. Aquí se ingresaba al área de los batientes y demás maquinaria para la
producción de hilo. El proceso productivo era vigilado por el administrador, que vivía junto a
la factoría, y los correspondientes maestros de los diversos departamentos. En el lado anexo
del convento, se amplío posteriormente el espacio productivo, se instalaron telares, el
engomado, la tintorería y el teñido (acabado de telas); le denominaban el salón chico, o el
salón nuevo. Para ello se modernizó la caldera, se empezó a usar chapopote como
combustible, antes se usaba leña (Ventura y Rosas Salas, 2020, p. 19).

Al tiempo, en 1968, por conflictos obrero-patronales, los


empleados se fueron a huelga por diversos incumplimientos de la
empresa, conflicto que duró más de siete años; «los obreros
ganaron; entregaron el inmueble a la Comisión Nacional de
Vigilancia de la Industria Textil, sin la maquinaria, misma que
destruyeron, como lo indicaba la Comisión» (Ventura y Rosas
Salas, 2020, p. 19).
En la década de los ochenta la Comisión Nacional de Vigilancia quedó
como propietaria del inmueble, posteriormente adquirida por la familia Real
de la Mora para la empresa Turbotex, de tejido de telas; nuevamente por
huelgas dejan de operar. En 1993 el inmueble fue expropiado para el
proyecto Paseo San Francisco (Ventura y Rosas Salas, 2020).
Para la reutilización del espacio, se restauró con base en el Proyecto San
Francisco, para abrir una Galería de Arte Contemporáneo; sin embargo, hoy
su uso es de oficinas del sector público, entre ellas el Registro Civil;
«además de su estructura conserva un antiguo telar» (Morfin, 2017).

Imagen 22. Ex fábrica La Violeta.

Fuente: Isaura García(27/03/2020).


FÁBRICA DE TEXTILES SAN FRANCISCO, 1915-1990
Ubicada en la esquina con la avenida 5 de Mayo, se le utilizó para
albergar un Sanborns, hasta el año 2021. Se puede observar el
techo original de la bóveda catalana, así como las columnas y vigas
metálicas originales. La fábrica fue parcialmente transformada,
forma parte del complejo San Francisco, frente a ella se ubica una
de las entradas a un pequeño túnel del Puente de Bubas.

Fuente: Isaura García (27/03/2020).


FÁBRICA DE TEXTILES LA TEJA (MOLINO DE LA TEJA)
Imagen 23.Vestigios de la ex Fábrica LaTeja, desaparecida.37
Fuente: Aguirre, 1987.
Ubicada en la ribera del río San Francisco, la fábrica textil La Teja
se fundó entre 1837 y 1839 por Luis de Haro y Estanislao Saviñón
sobre la construcción ya existente de un molino de trigo, del cual se
tiene registro de labores desde 1701.
Al comenzar sus actividades textiles en 1839, se convirtió en la tercera
fábrica textil instalada en la ciudad de Puebla.
La compañía de La Teja, integrada por Estanislao Saviñón, Luis de Haro
y Tamariz y Manuel Martínez del Campo, compró hiladoras para La Teja y
40 telares mecánicos para la Equidad, una tejeduría propiedad de Saviñón.
Una parte de la planta textil urbana fue también mecanizada en el hilado,
sobre todo con máquinas Crompton que hacían un hilo más fino, pero
menos resistente que el de las hiladoras Arkwrigth.
Entre 1906-1909 pertenecía a Julio Blumenkron, más tarde en 1912 a
Fernando Pimentel y Fagoada, Benigno Diez Salceda, Ángel Solana y otros.
De esta textilera se desconoce la fecha de suspensión de sus actividades o
de su cierre; sin embargo, de esta fábrica no queda huella ni rastro alguno
debido a que fue completamente demolida a mediados de 1988 para dar
nacimiento al Centro Comercial Plaza América (Estrada, 2003, p. 52).

Imagen 24. LaTeja, convertida en la Plaza América. Cristina Apreza


(23/08/2019).

DE COLONIA INDUSTRIAL A PASEO


MULTIFUNCIONAL
Imagen 25. Obras de entubamiento en el Paseo de San Francisco, 1965.38

Fuente: Morftn, 2017, p. 45.

Imagen 26. Fotografía de los vestigios de la ex fábrica Los Ángeles en el


barrio de San Francisco. Fuente: Isaura García (05/03/2020)
El actual Paseo de San Francisco ha tenido diferentes
denominaciones: Paseo de Almoloya, Paseo Nuevo (1832), Paseo
Nuevo de San Francisco (1852), Paseo Viejo, Paseo Nacional
(1891); desde 1922 se le llama Paseo de San Francisco (Ventura y
Rosas Salas, 2020), un espacio para la convergencia de lo público y
lo privado, punto de sociabilidad y consumo, un espacio
multifuncional en la ciudad poblana, donde una vez estuvieron la
curtiduría La Piel del Tigre y el Estanque de Pescaditos; se
construyeron los cinemas, el espacio de la Oriental hoy es ocupado
por un hotel, boutique, La Guía (posteriormente llamada La
Mascota), y La Pastora, lugar donde se encuentra el Centro de
Convenciones de Puebla en el complejo y plaza comercial de San
Francisco, integrados en los vestigios de las viejas fábricas.
La zona se rediseñó como un espacio multifuncional destinado a ser un
lugar para visitantes en donde se restauraron algunos de los edificios y
espacios para reutilizarlos; se conservaron jardines, mientras otros espacios
desaparecieron. Sin embargo, todavía se pueden admirar los restos de las
antiguas construcciones como atractivo de la misma, son parte del
patrimonio cultural, siendo un lugar histórico, zona industrial aún
identificada por los habitantes de la ciudad, digna de conservación (Prats,
2000). Como lo reafirmó Guillermo Bonfil, se depende del valor
patrimonial, el cual define como
El valor patrimonial de cualquier elemento cultural, tangible o intangible se establece por su
relevancia en términos de la escala de valores de la cultura a la que pertenece; en ese marco se
filtran y jerarquizan los bienes del patrimonio heredado y se les otorga o no la calidad de
bienes factibles de preservar, en función de la importancia que se les asigna en la memoria
colectiva y en la integración y continuidad de la cultura presente. Los valores intrínsecos,
pretendidamente absolutos y universales, siempre son valores culturales, esto es,
corresponden a la escala valorativa de una cultura particular; juzgados desde otra óptica
cultural, tales valores pueden no ser reconocidos o, en todo caso, pueden ser jerarquizados de
manera diferente (Bonfil, 1993, p. 34).

En los años setenta del siglo XX, podía apreciarse la zona


industrial, considerada parte del patrimonio cultural industrial
poblano, que debería incluir los restos materiales e inmateriales,
históricos, arqueológicos de las diferentes épocas de la
industrialización, como son máquinas, techumbres, muros, medios
de transporte y las expresiones con valor sociocultural y simbólico.
Imagen 27. Imagen panorámica, área de las fábricas ubicadas en el Paseo de
San Francisco, hoy plaza comercial.39
Fuente: Morfin, 2017, p. 77.

Imagen 28.Centro de Convenciones en el Paseo de San Francisco. Armando


Jiménez (06/12/2019).
El actual paseo, plaza y Centro de Convenciones del Paseo de San
Francisco fue construido sobre las edificaciones de fábricas textiles
entre 1992-1998, con base en el diseño del arquitecto Javier Sordo
Madaleno. El espacio se transformó, se modernizó, pero las marcas
de su existencia permanecen en la memoria y como patrimonio
cultural de una gran época en la ciudad de Puebla.
Con todo y la importancia de estas fábricas, las más grandes siempre
fueron las ubicadas a lo largo del río Atoyac, parte primordial del
patrimonio cultural industrial textil de Puebla; algunas tienen casi 200 años
de haberse instalado.
3
LAS FÁBRICAS EN LOS MÁRGENES DEL RÍO
ÁTOYAC

D
esde la antigüedad, las primeras civilizaciones se desarrollaron a lo largo de
los ríos, aprovecharon la riqueza del agua, fuente esencial para la
sobrevivencia; el agua ha sido y será sinónimo de fertilidad, desarrollo y
prosperidad. Las civilizaciones antiguas dominaron las ventajas de la
geografía para abastecerse del agua, los asentamientos humanos que habitaron junto a
los ríos, lagos y lagunas lograron beneficiarse en cuanto al consumo, la agricultura y
la producción artesanal; asimismo, en Asia, Europa y en América.
En el valle Puebla-Tlaxcala sucedió de la misma manera. Los ríos alimentados por las
vertientes de la Sierra Nevada o La Malinche fueron y son la fuente necesaria para la vida y las
actividades económicas, especialmente el río Atoyac.
El río fue aprovechado por las culturas prehispánicas, después por los colonizadores
españoles, quienes al establecerse en la ciudad de Puebla de los Ángeles explotaron la tierra y
los recursos naturales para la agricultura, la ganadería y la transformación de los productos
agrícolas en alimentos.
La fuerza generada por los ríos de Puebla, requerida para la producción, motivó la
explotación temprana de los cuerpos de agua. Los molinos que se establecieron en la ribera del
río Atoyac fueron: San José Mayorazgo, San Juan Bautista Amatlán, San Juan de En medio
(construido entre las afluentes del río San Francisco y Atoyac), Agua Azul, Santa Cruz, Molino
del Batán, molinos de Santo Domingo I y n, los que trascendieron su historia desde la época
colonial al siglo XX (ver plano de su ubicación en la imagen 7), muchos destruidos o
transformados antes de terminar el milenio. Con base en la estratégica ubicación de los molinos
harineros se establecieron las primeras fábricas textiles a lo largo del río Atoyac; obsérvese la
siguiente imagen donde se ubican las fábricas en el lugar de los molinos.
Imagen 29. Ubicación de las fábricas en las riberas de los ríos Alseseca, San Francisco y
Atoyac, 1900.40
Fuente: Rosales Salas, 2013, p. 225.
La historia de las fábricas textiles de Puebla comenzó poco después de la Guerra por
la Independencia de México, cuando la situación económica y social del nuevo país
era crítica en todos los ámbitos; el nuevo país se encontraba en problemas e inestable.
Al respecto, se buscaron proyectos para la recién formada nación entre los que
destacaron el de establecer un Banco de Avío, el cual permitió impulsar actividades
que prometieran prosperidad, un desarrollo modernizador, reponerse y salir de la
crisis en todos los niveles económica, política y socialmente; así se originó la
evolución de las actividades desarrolladas por artesanos, hiladores y tejedores de
Puebla. El objetivo fue cambiar, modernizarse, transformar las formas, las maneras
de hacer, usar las nuevas tecnologías en todos los ámbitos, lo cual derivó en una
moderna industria fabril para México, particularmente benéfico a
Puebla,Tlaxcala,Veracruz y la Ciudad de México.
Las guerras de la Independencia de México trajeron una continuación de este comercio, y la ruptura de las ligas con
España dieron como resultado la huida de los empresarios españoles. La industria artesanal, particularmente la de Puebla,
había estado administrada por los españoles. La pérdida de los empresarios, junto con la nueva competencia de los
textiles ingleses, llevó la industria artesanal mexicana al borde de un colapso completo (Keremitsis, 1973, p. 11).

Las personas económicamente poderosas, que fueron los primeros empresarios en


Puebla, estaban estrechamente relacionadas con el gobierno. Los primeros influían en
gran medida en las decisiones políticas; de hecho, muchas veces las personas del
gobierno fueron también parte de la iniciativa privada. Los empresarios jugaron un
papel sustancial en el impulso y desarrollo de la industria textil, pues, además de ser
quienes invirtieron sumas importantes de capital, presionaron al gobierno para
adoptar políticas proteccionistas que garantizaron la rentabilidad de la industria textil.
Precisamente, un político poblano, Ignacio de Comonfort, quien posteriormente se
convirtiera en presidente de la República, fue también uno de los personajes
fundadores de la fábrica textil Santa Cruz Guadalupe y promotor del desarrollo
económico.
La voluntad política de las autoridades se centró en el apoyo a la industrialización con la
imposición de aranceles a los productos que provenían del extranjero para propiciar el consumo
de los productos nacionales; sin todas las políticas y leyes que respaldaron a la industria
mexicana, no habría sido posible el nivel de crecimiento alcanzado; lograron garantizar la
protección que aseguró la reactivación de la economía nacional. «En 1830, Lucas Alamán como
ministro de Relaciones Exteriores e Interiores, formuló el proyecto del Banco de Avío con el
objetivo de fomentar la industrialización nacional» (Suárez Córtez, 1998, p. 63).
El proyecto original de inversión fue pensado para llevarse a cabo en las instalaciones de un
molino ya establecido en las orillas del río de Querétaro; sin embargo, fracasó por falta de
liquidez y otros problemas internos. El proyecto no se detuvo; en su lugar, «se construyeron
fábricas textiles en diversos lugares, principalmente en el centro del país. En 1843 había 59
fábricas textiles, 65% de ellas en Puebla, la ciudad y Estado de México (Suárez Córtez, 1998, p.
53)».
La protección y apoyo a la industria fueron decisivas para la modernización e
industrialización de Puebla y varias zonas del país. Sin embargo, el gobierno no contaba con los
fondos económicos suficientes, razón por la que el Banco de Avío fue clausurado en 1842
dejando a la industria textil sin el apoyo financiero gubernamental directo. Dos de los personajes
que establecieron las bases políticas y componentes tangibles para el surgimiento y
consolidación de la industria textil nacional fueron Lucas Alamán y Estevan de Antuñano -a
quien se le reconoce como el padre de la industria textil-; ambos tenían la visión de que una
industria fortalecida era la clave esencial para estimular y robustecer la economía, apoyados en
el aprovechamiento del comercio interno y externo. Para animar a la industria mexicana,
Antuñano escribió:
Los artefactos de algodón practicados en nuestro país por medio de máquinas ilustradas ensancharán nuestras cosechas
de este fruto a un grado increíble ahora: mantendrán en circulación muchos millones de pesos que por nuestra apatía se
llevan los extranjeros por este ramo: proporcionarán riqueza o comodidades a esos mismos y más tejedores que se
necesitan, para hilar y para tejer; las mujeres, también se ocuparán provechosamente en los telares y en los tintes de las
fábricas: los tejidos de algodón abaratarán en beneficio de las modales; la agricultura sacará grandes ventajas de este
alivio de precios: también los recibirá porque el consumo se aumentará por la riqueza, la población y el buen gusto
(Antuñano, 1834, 40; Sánchez Hernández, 2015, p. 33).

Imagen 30. Emblema que representa el Sistema industrial mexicano, diseñado por Estevan de
Antuñano.41
Fuente: Márquez y Cova 2010.
Aunado a lo anterior, a propuesta e insistencia de Antuñano en años previos, para
1837 se impuso una ley aduanal que prohibió la importación de hilos y tejidos de
algodón, siendo éste el mayor incentivo para las nuevas inversiones en la producción
textil y el pronto establecimiento de más textilerías a lo largo de los principales
afluentes de la ciudad de Puebla.
En tanto que el crecimiento de la producción y comercialización algodonera aumentaron
desde los últimos años del siglo XVIII, auge logrado gracias a la confluencia simultánea de
diferentes factores que la beneficiaron, el proteccionismo reflejado en el elevado precio de las
importaciones, así como los conflictos bélicos por los que atravesaba España y Europa en
general (Gamboa, 2010).
Como se señaló en páginas anteriores, hacia 1835 comenzó paulatinamente la transformación
de molinos, haciendas y viejos obrajes en fábricas de hilados, tejidos y de papel, debido tanto a
la crisis por la que atravesaba la producción triguera, como a la tradición manufacturera que ya
se tenía en Puebla desde los trabajos artesanales antes de la conquista, pasando por los obrajes
artesanales y la manufactura de la industria pañera. La innovación y establecimiento de las
nuevas factorías produjo el abandono del obraje y del taller artesanal para marcar los inicios de
una ciudad y un Estado industrialmente productivo.
Durante la primera mitad del siglo XIX se presentaron los nuevos usos del agua de los ríos
San Francisco y Atoyac, como resultado de la iniciativa de los empresarios que decidieron
invertir en fuerza mecánica para el proceso de hilado y tejido del algodón.
En la década de 1830, diez de los doce molinos de trigo modificaron sus funciones y
adaptaron su tecnología mecánica.
En el caso de la ciudad de Puebla, la conversión de los molinos en fábricas no sólo fue propiciada por la necesidad de
aprovechar en beneficio de éstas el sistema de motricidad hidráulica de aquellos, sino también por la crisis que desde el
siglo XVIII empezó a vivir la industria harinera local, a causa de la fuerte competencia de las harinas del Bajío y de
algunos valles cercanos [...] (Gamboa, 2005b, p. 28).

Resultado de lo anterior, en el distrito de Puebla entre 1889 y 1892 había doce


fábricas algodoneras y cuatro laneras, en la siguiente década se establecieron siete
«(3 algodoneras, 2 boneteras y 2 de estampados)» (Gamboa, 1985, p. 67), número
que se fue incrementando hasta alcanzar las 26 fábricas a finales de la Revolución.
Leticia Gamboa subrayó que había «grandes fábricas», las que se establecieron en el río
Atoyac, e incluye La Teja y la fábrica de lana El Cristo, también llamada del Batán (distinta de
la del Molino del Batán), si bien reconoce que las más grandes fueron La Constancia Mexicana,
Patriotismo Mexicano, Covadonga y San José Mayorazgo (Gamboa, 2010, p. 50).
De acuerdo con la revisión de Sergio Fco. Salas y Leticia Gamboa, en la ribera del río Atoyac
se estableció un corredor industrial textil, que utilizó la hidráulica como fuente de energía; de
norte a sur se instalaron tres fábricas en Tlaxcala: La Josefina, El Valor y la Tlaxcalteca; en
territorio poblano se instalaron en el oriente del río: Covadonga, María, La Constancia
Mexicana, Santo Domingo, Economía, La Independencia, El Patriotismo Mexicano, La Noria,
El Molino de Enmedio, San Juan Bautista Amatlán y San José Mayorazgo; del otro lado del río
la Beneficencia y Santa Cruz Guadalupe (Gamboa, 2010). Trece grandes fábricas instaladas
entre Puebla yTlaxcala, a las que se le suman algunas medianas.
Cuadro de las fábricas fundadas en el siglo XIX.42

Lugar Ubicación Fábrica Año Primer Año Estado Domici-


Molino/Hacienda de Dueño de cierre actual lio
apertura

PRIMERA ETAPA, CRECIMIENTO HACIA EL SUR DEL RÍO ATOYAC 1835-1843

Puebla Molino de Santo La Constancia 7 Estevan de 1991 Museo Los Av.


Domingo (molino Mexicana enero Antuñano Desmantelada jardines, se Francisco
grande) 1 1835 Gumersindo 1993 usa como Villa,
Saviñón Salón de 10. Col.
Fiestas Luz
Obrera,
Puebla

Puebla Molino de San San Juan 1838 Ysidro S. xx, no hay Destruida s/d Unión de
Juan Bautista de Bautista Pérez fecha, activa los ríos San
Amatlán (1541) Amatlán Toledano en 1957 Francisco y
(Benevolencia) Socios: Atoyac,

Bárbara de Mayorazgo,

Ávalos, Puebla

esposa de
Estevan de
Antuñano,
Antonio de
Haro y
Tamariz,
Fernando
Arenas,
Ysidro
Romero y
Lino
Romero,
Andrés
Torres
Múnive

Puebla Fundada Patriotismo 1839 Ciriaco Activa Boulevard


como fábrica en Mexicano Marrón y Esteban de
terrenos de la Martín, Antuñano,
Hacienda Santo Dionisio calle
Domingo, noria José de Circuito
propia Velasco y Alfa, calle
Gutiérrez 2 poniente,
del Valle, y Col. La
por Andrés Unión,
Vallarino Puebla

Tlaxcala Rivera oriental del El Valor 1839 Ciriaco Cerrada, Zacatelco,


río Atoyac Marrón y posible de Tlaxcala
Carballo conservar y
de diseño
para ruta
turística
Puebla Molino de trigo San José 1840 Gumersindo 1993, Parcialmente Av.
San Cristóbal el Mayorazgo Savignon, familia De la demolida y Principal,
Grande o el Batán Alejandro Mora totalmente 57,
y Quijano, Desmantelada Mayorazgo,
Hacienda San José Manuel Puebla
Mayorazgo Rivera
Collado

Puebla Molino de San El Molino de 1842 Cosme M. Centro Calle 11


Juan de En medio, Enmedio Fourlong Quijano la Recreativo Sur
1540 (Pedro (origen cerró en 1988 1991- 5633-
Sánchez) irlandés) y 2000 5711,
familia Salón de Molino de
Malpica Fiestas Enmedio,
Puebla

Puebla Molino Economía 1843 Estevan Se Antigua


de Santo Domingo Mexicana de modernizó Carretera
(chico) 2, presentes Antuñano en 1960 Fábricas
entre 1698- km 6,
1907, junto al arroyo Puebla,
43
de San Jerónimo Puebla. C.P.
72130

CRECIMIENTO AL NORTE DEL RÍO ATOYAC

Cholula Fundadacomo La Benefi- 1836 1877, 1968 Cerrada Cuautlancin


44
fábrica de papel, cencia 1860 com- go
posteriormente prada por
transformada en Andrés
fábrica de hilados y Torres
tejidos de algodón Munive
Juan
Matienzo
hasta
1890

Puebla Santa 1842 1969. Activa Cholula,


Cruz Abre Puebla
Guadalupe posteriormente
como
cooperativa

Puebla Noria La Noria 1854– Francisco Desapa Ex


1855 Caballero recida Hacienda la
de Noria
Carranza

Puebla Noria propia. Fábrica La 1868 Pedro 1970 Cerrada


mediana mecanizada Indepen Berges de
dencia Zúñiga,
francés

Puebla Planta hidroeléctrica Santo Do- 1894 Andrés


propia mingo Lastra
Fernández

Puebla Fundada María 1896 Manuel Rive- Activa kiló-


como fábrica con ro Collada y los metro 8 de la antigua
planta hermanos españoles José carretera a Tlaxcala, en
hidroeléctrica y Rafael Pellón González lo que se denomina Vía
propia Fábricas

Puebla Fundada como Covadonga, 1897 José Díaz Rubín, Parcialmente Calle Emilio Carranza,
fábrica fábrica 15 de industrial asturiano activa 10, Col.
Planta algodonera octubre Agrícola Ignacio
hidroeléctrica Zaragoza, Puebla

Tlaxcala Fundada como La 1883 Manuel Gómez de Rueda Cerrada Tlaxcala


fábrica Tlaxcalteca

Tlaxcala Fundada como La Josefina 1884 Santos López de Letona Cerrada Tlaxcala
fábrica

Puebla La Unión, Joaquín de la Demo- II Sur y


mediana Torre y compañía lida 21 Poniente
Imagen 31. Ubicación en las laderas del río Atoyac de las fábricas textiles de Puebla, hacia el
norte estarían las tres fábricas deTlaxcala.45
Las fábricas textiles ubicadas en los márgenes del río Atoyac fueron instaladas en su
mayoría durante el siglo XIX, muchas otras con el apoyo de las políticas económicas
del Porfiriato, que ya pudieron contar con la energía eléctrica para su desarrollo, lo
cual convirtió a la industria textil en la más importante industria sólo detrás de la de
los alimentos y bebidas; de acuerdo con Ma. TeresaVentura, tendría un total de 3173
trabajadores registrados y un valor aproximado de producción de $4 786 673, pesos
(Ventura, 2018).
Por otra parte, llegado el movimiento revolucionario, las factorías textiles sufrieron desabasto
de materias primas, combustible, diversos ataques tanto a las vías de comunicación como a sus
establecimientos, la consecuente reducción del mercado, además de saqueos y constantes paros
laborales; algunas empresas tuvieron que cerrar temporalmente como Covadonga, Metepec,
entre otras (Ventura, 2018).
La crisis en el sector tuvo altas y bajas. La estabilización se alcanzó hasta entrada la década
de los treinta; es decir, la revolución, posrevolución, la guerra cristera, más los constantes paros
y huelgas desalentaron el desarrollo de la industria; no obstante, se mantuvo en Puebla con la
inyección de importantes capitales como el de la familia Rivero-Quijano (Ventura, 2018).
El despegue industrial textil poblano duró algunas décadas; sin sostener la competencia
internacional, sin modernizar el mercado y con luchas obreras constantes, llegó a su declive en
la década de los sesenta; hoy día, pocas factorías continúan en activo, lo cual permite reconocer
su valor histórico y patrimonial.
A continuación, reconoceremos algunos aspectos de las fábricas establecidas en la ribera del
río Atoyac, para subrayar su valor y antigüedad, además por qué representan el patrimonio
industrial de Puebla, inclusive aún después del cambio de uso, transformación o demolición; se
presentan en el orden histórico en que fueron establecidas.

FÁBRICA DE HILADOS DE ALGODÓN LA


CONSTANCIA MEXICANA

Imagen 32. La Constancia mexicana.46


LOCALIZACIÓN
La ex fábrica alberga en su espacio el Complejo Museístico La Constancia Mexicana,
dende se ubican la antigua capilla de laVirgen de Guadalupe, el Museo Infantil, el
Museo de la Música de Viena; el Museo Casa del Títere se ubicada entre Av. De los
Obreros Independientes y el boulevard Esteban de Antuñano, en la colonia La Luz
obrera, en la ciudad de Puebla.
Imagen 33. Ubicación de la ex Fábrica La Constancia Mexicana, vista satelital donde se aprecia
el conjunto de museos que la conforman.47
Fuente: Google mapas (04/03/2019).
HISTORICIDAD
Empresa fundada en 1835 sobre las instalaciones del antiguo molino de Santo
Domingo el grande por Estevan de Antuñano y su socio Gumersindo Saviñón,
comerciante de origen francés. Fue la primera fábrica en utilizar la energía hidráulica
para mover la maquinaria importada. Aunque Antuñano compró desde 1831 la
hacienda y molino de Santo Domingo, con una extensión territorial que abarcaba
desde la ribera del río Atoyac hasta casi llegar a Tepeaca,48 para instalar la primera
fábrica textil mecanizada de hilados de algodón del centro del país con el apoyo del
Banco de Avío, lo cual marcó el inicio de una etapa de modernización e
industrialización que impulsó el desarrollo de la ciudad de Puebla y de México.
En sus inicios contaba con sólo una nave, arrancó con 2500 husos y 120 operarios,
inicialmente se dedicó al hilado de algodón en cantidad de 350 libras por día (Gamboa, 2004;
Márquez y Cova, 2010). Posteriormente, tuvo diferentes ampliaciones; a finales del siglo XIX
se le llegó a considerar como el modelo company town, donde se ampliaron los espacios para la
producción, se construyeron zonas administrativas y espacios para los obreros, «lugares para la
vivienda, la educación (escuelas y bibliotecas), salud física (hospitales), la salud moral
(templos) (Sánchez Hernández, 2015, p. 43).
La primera hilandería de algodón de todo México se estableció en Puebla alrededor de 1831, en las instalaciones del
molino de Santo Domingo, antaño el más grande e importante conjunto de molienda de la ciudad. Se llamó La
Constancia, y la inversión de capital en la adaptación y equipamiento de esta nueva empresa fue de casi 300 000 pesos
(Loreto López, 2009, p. 63).
Además de ser la primera fábrica del país con tecnología moderna, fue una de las
primeras fábricas textiles en Latinoamérica. En 1837 más de cuatrocientas familias
poblanas se encargaban de tejer a domicilio su producción de hilo (Gamboa, 2004).
Para 1838, el número de husos aumentó a 3840 y el de operarios a 300, distribuidos
en un turno de día y otro de noche. Dos años después, La Constancia se encontró en
su pleno auge, tenía 7500 husos y el doble de trabajadores, que ya no se ocupaban
únicamente en el proceso de hilado, sino también en el tejido gracias a la adquisición
de 90 telares. El número de husos aumentó a 7608 en 1862; dichos números
reflejaron la importancia de la fábrica, el impacto en el desarrollo y en el comercio
que causó.
Durante su primer lustro de vida, La Constancia Mexicana se dedicó tan sólo a la fabricación de hilo de algodón, pues
fue hasta 1840 cuando tuvo su departamento de tejido, equipado con 90 telares aromáticos o «de poder» fabricados en los
EUA [...]». «De acuerdo con dos inventarios de esta fábrica [.] en ella también hubo casi medio centenar de telares
hechos en México, fabricados en la Fundición de Panzacola, Tlaxcala[...] (Gamboa y Estrada, 1994, p. 14).

Antuñano falleció en 1847. Las deudas que adquirió en los últimos años para
mantener vigente su empresa condujeron a que años más tarde La Constancia fuera
adquirida por Pedro Berges de Zúñiga, quien dio en arrendamiento la fábrica primero
a Nicolás y José de Teresa, comerciantes españoles (Aguirre Anaya, 1987b).49
Al tiempo, los empresarios Benítez Hermanos y Joaquín de Haro y Ovando invirtieron en la
renta de las dos salas, vieja y nueva, en las que Berges dividió La Constancia e introdujeron
nueva maquinaria.
Posteriormente, en 1895 se vendió completa al poblano originario de Ciudad Serdán, Antonio
Couttolenc en $280 000; diez años después la vendió al español Francisco M. Conde, quien
construyó una nueva fachada en 1909 y adquirió un importante lote de 5944 husos y 219 telares.
De hecho, la fachada original quedó oculta por una obra de ampliación hecha en el mismo año.
En pleno periodo revolucionario, en el año de 1913 seguía trabando; los inventarios indican que
para entonces había instalados 6944 husos y 404 telares (Gamboa, 2004).
Después de 1910, la viuda y heredera de don Francisco M. Conde, Ángela Conde, quedó al
frente de La Constancia hasta el año de 1925. Durante ese tiempo, lidió por varios años con las
huelgas e inconformidades de los trabajadores; por ello, la viuda de Conde procedió a la
clausura de la fábrica. En 1925 pasó a manos de un grupo de comerciantes franceses de
laCiudad de México que, con el fin de explotarla, le dieron un nuevo nombre y organización
(Gamboa, 2004).
En aquel tiempo, la Compañía La Constancia Mexicana, S. A., tenía una capacidad
productiva prácticamente igual; aumentó un mínimo número a 6964 husos y 412 telares;
fabricaba manta, mezclilla y franela. Para entonces, ya era la octava fábrica en importancia de
las 63 que de la planta textil poblana.
Los conflictos entre obreros, empleados de confianza, líderes sindicales, confederaciones y
patrones fueron revisados por Leticia Gamboa, Ma. Teresa Ventura y Alberto Carabarín en
textos ya citados; es importante recordarlos por las consecuencias que a la larga llevaron al
cierre definitivo de La Constancia Mexicana.
Imagen 34. Plano de conjunto de la fábrica La Constancia en 1923.50
En la década de 1960 fue ofrecida a los mismos obreros como liquidación. Los trabajadores
la administraron hasta 1976.
Imagen 35. La Constancia 1992. Abraham Paredes, La Jornada de Oriente.51
Imagen 36. Espacio fabril convertido en el Museo de la Música.52
En el año de 1991 cerró definitivamente sus operaciones y fue desmantelada en su
totalidad en 1993; la mayoría de la maquinaria se vendió en calidad de chatarra.
ESTADO ACTUAL
En el año 2001 fue expropiada por el gobierno del Estado de Puebla.
Después de ser completamente desmantelada en 1993, en el 2001 fue expropiada por el
gobierno del Estado de Puebla.

Imagen 37. La Constancia Mexicana transformación de fábrica a museo.53


Esas máquinas no sólo constituían un testimonio de los alcances de la tecnología industrial del
siglo XIX desarrollada en otros países, sino también, en muchos casos, el de la progresiva
incorporación de «nuevas tecnologías», resultado de la innovación y del ingenio mexicanos
(Gamboa y Estrada, 1994, p. 15).
El 24 de febrero de 2012 se inauguró en La Constancia Mexicana la Sede Nacional
de las Orquestas Sinfónicas Esperanza Azteca, que se rescató y remodeló con apoyo
del Gobierno de Puebla y de la Fundación Salinas. La Constancia Mexicana alberga a
las orquestas sinfónicas Esperanza Azteca, además del Museo Infantil de La
Constancia, la Casa del Títere Marionetas Mexicanas, Museo Casa de la Música de
Viena en Puebla, el Museo de la Música Mexicana RafaelTovar y deTeresa y el Paseo
de los Gigantes.
La Constancia Mexicana ya se encuentra inscrita como parte del patrimonio cultural textil de
la ciudad de Puebla, aunque debiera en sus espacios activar un museo apropiado para la
exposición y uso de la maquinaria textil que sólo se encuentra dispersa entre pasillos y
explanadas.
Imagen 38. Ex fábrica La Constancia Mexicana, hoy complejo museístico.
Fuente: Fotografías de Armando Jiménez, 01/09/2019.

FÁBRICA DE HILADOS SAN JUAN BAUTISTA


AMATLÁN
San Juan Bautista Amatlán significó la «conquista» del afluente más caudaloso de la ciudad [...]54

LOCALIZACIÓN

Imagen 39. Ubicación de los molinos y fábricas del sur de la Ciudad de Puebla, La Noria, Agua
Azul, Molino de Enmedio, Amatlán, y Mayorazgo.
Fuente: Elaboración propia, sobre mapa de 1862.55
Antiguo molino construido desde el siglo XVI, caracterizado por ser el primero en
dominar las fuertes afluentes del río Atoyac, fue transformado en fábrica textil
durante el siglo XIX, cuando la industria harinera tuvo de auge en otros lugares,
mientras en Puebla decayó y sus terrenos transitaron a la modernidad fabril, limitaba
al oriente y sur por el río Atoyac, al poniente por el Molino de En medio y más al
norte por el rancho el Pópulo; hoy existe sólo la calle de Amatlán.
Imagen 40. Entrada a la calle Amatlán donde se ubicó el molino y la fábrica San Juan Bautista
Amatlán.
Fuente: Fotografías de Armando Jiménez, 01/09/2019.
HISTORICIDAD
El molino de Amatlán fue fundado en 1541, tan sólo diez años después de la
fundación de la ciudad de los Ángeles, impulsado por el Cabildo de Puebla, que
buscaba un espacio estratégico para la molienda de trigo, actividad que fue pilar para
el abastecimiento de la población y posteriormente comercio durante varios siglos,
siendo uno de los primeros molinos establecidos en los márgenes del río Atoyac.
En las tierras del molino de Amatlán se encontraban otros molinos que fueron establecidos en
la misma propiedad, pero ese fue el más importante y duradero, el cual colindó con el molino de
En medio, una vez que éste último se construyó.
Después de pasar por manos de incontables dueños, Ysidro Pérez Toledano compró en remate
el molino de Amatlán, en 20 126 pesos el 18 de diciembre de 1837, con el propósito de
transformar el molino en una fábrica de hilados y tejidos, al igual que lo hiciera Antuñano con
La Constancia (Rosas Salas, 2011). Apenas meses después de la adquisición, el 28 de febrero de
1838, Toledano fundó con otros socios una compañía para la fábrica de hilados en el molino,
firmaron el contrato para el establecimiento de la factoría doña Bárbara de Ávalos, esposa de
Estevan de Antuñano —quien promovió el establecimiento de esta-, don Fernando Arenas, don
Antonio de Haro y Tamariz, don Lino y don Isidro Romero. Así, en 1838 inició operaciones
como fábrica textil (Rosas Salas, 2011, p. 140; Aguirre Anaya, 1987a, p. 6).56
De acuerdo con los registros obtenidos del Archivo General de Notarías del Estado de Puebla
(AGNEP) por Rosas Salas (2011) acerca de su maquinaria y producción, en 1841 tenía 1500
husos y 80 obreros. Debido a las condiciones del mercado y la producción en Puebla sufrieron
una crisis e inestabilidad palpable, motivo que causó el cierre temporal de la fábrica durante dos
años. Siendo así, los socios vendieron el 50% del total de las acciones a Miguel García en 22
000 pesos; poco después en 1843 reabrió sus puertas con 2800 husos, lo que indica que a pesar
del cierre temporal se impulsó e invirtió para su crecimiento.57
Sin embargo, 1848 la decadencia permeó la aparente estabilidad de la fábrica con el registro
del mismo número de husos que se tenían en 1841 -1500-, siendo para entonces sus dueños
Miguel García y Andrés Torres. Las operaciones de la fábrica se encontraron muy lejos del
crecimiento o, cuando menos, de la estabilidad. Durante la crisis algodonera de 1850, la fábrica
continuaba operaciones con el mismo número de husos que dos años atrás, dando trabajo a 80
operarios (Rosas Salas, 2011).
Andrés Torres compró la fábrica totalmente en 1876, murió un año después, y la textilera San
Juan Bautista Amatlán quedó en manos de nuevos empresarios generando un mayor crecimiento
gracias a las medidas y políticas de Porfirio Díaz y a las benevolencias generadas por el
ferrocarril.
En 1878, la fábrica tenía una gran producción, a pesar de que su tamaño no se comparaba con
el de otras textileras, con una producción mensual de 450 kilos de manta y 935 de hilaza a cargo
de más de cien operarios. El valor de su edificio era de 55 mil pesos y el de su maquinaria que
continuaba moviéndose gracias a la energía hidráulica de 30 mil, máquinas capaces de generar
7800 quintales de algodón anuales a través de 120 telares (Rosas Salas, 2013).
La sociedad Benítez Hermanos compró la fábrica de Amatlán, que a su vez la vendió a
García Hermanos. Las condiciones de inversión mejoraron durante el Porfiriato, siendo el ramo
textil uno de los favorecidos. En este periodo, entre 1900-1904, los empresarios de San Juan
Bautista Amatlán fueron los hermanos Manuel y Juan García; en tiempos de la revolución los
propietarios fueron los señores Delfín Ruíz, Francisco Santibáñez, Seferino López, Manuel,
Saturnina, Belén y Ana García García; para 1915 quedaron los primeros tres.
La fábrica Textiles Amatlán, S. A, se constituyó como empresa en 1968; tendría como socios
a Jaime y Jorge Letona y Díaz Ceballos con un capital de 245 000 cada uno (Villavicencio,
2013, p. 204).
ESTADO ACTUAL
Como todas las fábricas, Amatlán sufrió por falta de modernización después de la
Segunda Guerra Mundial; en consecuencia, la decadencia del siglo XX, no se tiene
una fecha exacta del cierre de operaciones. Se presupone que fue en la década de los
setenta (Rosas Salas, 2011). Aun su nombre pervive en una calle junto a la Ex
Hacienda del Molino de Enmedio.

FÁBRICA DE HILADOS Y TEJIDOS DE ALGODÓN EL


PATRIOTISMO
Imagen 41. Ubicación de la fábrica El Patriotismo.58
Fuente: Google mapas (04/03/2019).

Imagen 42. Entrada a la fábrica de textiles


Fuente: Fotografías de Armando Jiménez, 01/09/2019.
LOCALIZACIÓN
La manufactura transitó del obraje a la fábrica, pero en el caso de El Patriotismo
Mexicano fue la primera en fundarse como un conjunto fabril, producto de los bienes
de un migrante español establecido en Veracruz desde 1813, con otros dos socios
fundó el Patriotismo en 1839, en parte de los que fuera la ex Hacienda Santo
Domingo, junto al río Atoyac aprovechando su fuerza y caudal para la movilidad de
sus máquinas, hoy se encuentra ubicada en el boulevard Esteban De Antuñano núm.
609 en la colonia que lleva su nombre; es dirigida por los descendientes de la familia
Abed.
HISTORICIDAD

Imagen 43. Fábrica de hilados y tejidos de algodón El Patriotismo.59


Fuente: Ibáñez González, 2012a.
Empresa fundada en 1839 como fábrica de hilados y tejidos de algodón, en la
hacienda de Santo Domingo, por Ciriaco Marrón y Martín, Dionisio José de Velasco
y Gutiérrez del Valle, y por AndrésVallarino, el valor de la compra fue de 297 922
pesos, debido a la riqueza acuífera (Rosas Salas, 2013). En 1849 se disolvió la
empresa original debido a deudas con uno de los socios de apellido Marrón a quien se
le adeudaban 45 mil pesos, de acuerdo con los datos de Carmen Aguirre, obtenidos
en el archivo de notarias; la empresa 1853 era propiedad únicamente de Dionisio José
de Velasco, quien a su vez la heredó a sus cinco hijos varones. En 1876, el presidente
Sebastián Lerdo de Tejada le otorgó un reconocimiento por la producción de la mejor
manta fabricada en la república mexicana (Aguirre Anaya, 1987a).
En 1880, la fábrica favoreció a sus obreros con terrenos para formar un caserío, con el
propósito de tenerlos cerca de la empresa, hoy conocido como la colonia RomeroVargas, de
acuerdo con testimonios de don Florentino Sarmiento (Paleta, 2008, p. 34).
El torreón del edificio administrativo estaba rematado por un reloj, elemento característico de las fábricas que marcaba la
jornada laboral; frente de este edificio y al otro lado del río, la fábrica ofreció lotes para que sus trabajadores
construyeran sus propias casas, para lo cual construyó un puente que los comunicara [...] (Ibáñez González, 2012a, p. 49)

En 1911, la fábrica fue vendida a Andrés Matienzo, quien desde 1924 junto con
Miguel E. Abed formaron la sociedad Matienzo y Abed con el fin de explotar la
fábrica para hacerla crecer e incrementar su producción. Sin embargo, posteriormente
fue propiedad exclusiva del empresario libanés Miguel E. Abed, quien la constituyó
en un legado familiar desde que tuvo la factoría en sus manos.

Imagen 44. Fábrica de hilados y tejidos de algodón «El Patriotismo».60


Fuente: Canneli, 20/06/202
El Patriotismo es una de las pocas fábricas que continúa funcionando con los fines textiles
bajo los que fue edificada originalmente. Entre las razones por las que se ha mantenido vigente a
lo largo de tantos años, está la capacidad de adaptación y modernización, pues fue capaz de
responder y adaptarse a las necesidades y retos que presentó el entorno el cada momento
histórico. Esta fábrica también es una de las que mayores transformaciones ha sufrido pues
conserva menos de la mitad de lo que llegó a ser en su etapa de mayor esplendor. A la fecha,
sigue trabajando en la fabricación de hilados y tejidos con fibras 100% de algodón.
Imagen 45. Caricatura que exhibe la importancia de las telas de algodón, manufacturadas en «El
Patriotismo», en 1930.61
Fuente: Canneli,20/06/2020.

Imagen 46. Panorámica posterior de la fábrica de textiles El Patriotismo.62


Fuente: Fotografías de Armando Jiménez, 01/09/2019.
ESTADO ACTUAL
La fábrica Covadonga y El Patriotismo también siguen realizando el proceso textil
que antaño se llevaba a cabo en todas las fábricas estudiadas, no con el primer
proceso con el que empezaron a operar las primeras fábricas, sino el correspondiente
de la primera modernización dada durante el Porfiriato, el que se llevó a cabo en la
mayoría de las fábricas textiles ubicadas a lo largo del río Atoyac (Ibáñez González,
2012a, p. 41) .
Imagen 47. Fábrica de hilados y tejidos El Patriotismo.
Fuente: Fotografías de Armando Jiménez, 01/09/2019.
Hoy día, la fábrica se denomina Industrias Textiles El Patriotismo, S. A. de C. V, se
encuentra activa y en proceso de remodelación. De acuerdo con las observaciones de
Luis Ibáñez, «conserva menos de la mitad de lo que llegó a ser en su etapa de mayor
esplendor» (2012), de la cual es factible de proteger debido a su importancia
histórica, sobre todo a que cumple con las prerrogativas que la reconocen como parte
del patrimonio industrial textil de Puebla.
Siendo una de las fábricas que ha tenido más modificaciones, conserva apenas la mitad de lo
que fue en el auge del enorme conjunto fabril. Tendría que ser valorada como parte del
patrimonio industrial de la ciudad, a fin de observar su estado de conservación, arquitectura,
etcétera, patrimonio arquitectónico industrial con más de 150 años de permanencia. Es
indudable su valor histórico, a pesar de sus transformaciones, su relación con la identidad obrera
de Puebla, símbolo de la actividad industrial que logró la ciudad, pero que de no cuidarse se
perderá como muchos otros espacios industriales que se han perdido en estas últimas dos
décadas. El patrimonio industrial entraña significados, valores, sobre todo historia, no sólo en
relación con la evolución y modernización de las tecnologías, la maquinaria, la organización del
sistema productivo, de trabajo, administrativo, y social, también implica un mar de historias,
testimonios, experiencias y aprendizajes, complejos de conservar.

FÁBRICA DE HILADOS Y TEJIDOS EL MAYORAZGO,


ATOYAC TEXTIL, S. A.
Imagen 48. Logo del conjunto empresarial, Atoyac textil.
Fuente: Pasado y presente El Mayorazgo.
Esto implica la tarea de conservar el patrimonio arquitectónico, la maquinaria, la
memoria obrera la evolución de los materiales, es decir, la historia del patrimonio
industrial textil, siendo así la fábrica de textiles El Patriotismo tiene mucha historia
que contar.

Imagen 49. Antigua fábrica San José Mayorazgo, sobre Av. Principal (prolongación 11 Sur),
Google mapas, 2019.63
Fuente: Google mapas (04/03/2019).
LOCALIZACIÓN
La Hacienda de San José Mayorazgo contaba con extensos terrenos ubicados al sur-
poniente de la ciudad de Puebla, tenía como límites oriente el antiguo camino real a
Atlixco, hoy avenida Nacional, las haciendas El Gallinero y San Bartolo; por su
extremo sur llegaba hasta la hacienda de Castillotla, mientras que por el norte
colindaba con el Molino de Amatlán y el río Atoyac, que también era su colindancia
por el lado poniente.64
En este terreno, que era de grandes dimensiones, se cultivó maíz, cebada, frijol y principalmente trigo. Para la molienda
de ese grano se fundó, en el siglo XVI, un molino en la misma hacienda; unidad productiva que surgió al concederle el
Cabildo de la ciudad de Puebla, licencia a Don Manuel Mafra para explotarlo y aprovechar las aguas del río Atoyac
(Ventura, 2010, p. 714).

De acuerdo con los datos recabados por la historiadora Ma. Teresa Ventura, «La finca
tenía una superficie de 600 hectáreas, comprendiendo 14 caballerías de tierra. La
fábrica ocupó, a principios del siglo XX, una extensión de 321 650 metros cuadrados,
limitaba al norte con el río San Francisco, al Oriente con el camino real a Atlixco y al
sur con la barranca del río Chingüiñoso» (Ventura, 2010, p. 715).

Imagen 50. Fábrica de textiles El Mayorazgo, Leticia Gamboa.65


Fuente: Ibáñez González, 2012b, p. 1.
Fundada en 1842, la fábrica El Mayorazgo es uno de los sitios históricos, patrimonio
cultural de Puebla. Representa la importancia que la industria textil alcanzó; fue más
que una factoría, era un centro industrial, colonia habitada por obreros e hijos de
obreros, contaba con el templo de culto católico dedicado a San José Obrero y una
capilla, escuelas, clínicas, también con un campo de beisbol, por lo cual alcanzó un
alto nivel de desarrollo urbano y social.
Imagen 51. Pintura de la fábrica textil San José Mayorazgo, elaborada por José Arpa Perea en
1900.66
Fuente. San Antonio Museo de Arte.
HISTORICIDAD
San José El Mayorazgo fue una de las primeras fábricas en establecerse a lo largo del
cauce del río Atoyac, en lo que fuera reconocido como el corredor industrial más
importante de Puebla. Al igual que muchas factorías, se ubicó en la ribera del río por
su caudal y por la necesidad tecnológica de su tiempo, que requería de la fuerza
hidráulica; en los terrenos de un molino de trigo llamado San Cristóbal El Grande, el
cual operaba desde el año de 1702; asimismo, aprovechó su estructura e instalaciones
con un nuevo uso, el textil (Sánchez Hernández, 2015, p. 212).
De acuerdo con el informe de Lucas Alamán como ministro de Fomento en diciembre de
1843, El Mayorazgo era propiedad de Gumersindo Saviñón -lo adquirió en 1842-, tenía en
operación 2376 husos (Alamán, 1845), sólo se dedicaba a hilar, el tejido se realizaba de manera
artesanal a manera de maquila en los domicilios de los trabajadores (Ventura, 2010). Algunos de
los obreros fueron incorporados entre los propios campesinos que vivían y trabajaban en el
molino y la hacienda; cuando la fábrica comienza su labor se les otorgaron viviendas.
La Hacienda de San José El Mayorazgo fue adquirida en 1864 por José Quijano de la Portilla,
Alejandro Quijano y Joaquín Calderón, quienes constituyeron en ese año la sociedad Calderón,
Quijano y Cía.; al tiempo perteneció al consorcio Atoyac Textil (Sánchez Hernández, 2015, p.
212).
[..] por tres socios, entre ellos Alejandro Quijano, quien se mantuvo como su propietario una vez disuelta la sociedad y
hasta 1898, cuando formó una nueva sociedad con Manuel Rivero Collada; fue a partir de entonces cuando la producción
textil pasó a ser la principal actividad productiva de El Mayorazgo (Ibáñez González, 2012b, p. 1).

La actividad y administración de la sociedad dio importantes frutos, permitió alcanzar


un número de 4,896 husos y 80 telares que se tuvieron en operación en el año 1867,
más del doble de lo que se tuvo en los primeros años de la fábrica; se logró un
incremento en la producción; por tanto, el reconocimiento por su producción aumentó
considerablemente, a diferencia de otras textileras donde los dueños tuvieron muchos
problemas, recesiones y decadencias por la falta de inversión y modernización de la
maquinaria (Ventura 2010, p. 717).

Imagen 52. Fotografía de los niños de Mayorazgo.67


Fuente: Pasado y presente El Mayorazgo.
A decir de Ma.Teresa Ventura, «con la labor de Manuel Rivero Collada, la compañía
incrementó sus ganancias», con lo cual la familia adquirió otros establecimientos
textiles y «compró grandes extensiones de tierra para explotar la agricultura; adquirió
la Hacienda de Castillotla que tenía 784 hectáreas [...]» (Ventura, 2010, p. 718) Para
1897 se encontraban operando 8480 husos, 258 telares y alrededor de 350
trabajadores y, finalmente en su máximo esplendor, alcanzó 13 348 husos y 700
telares en 1913.
El asturiano Manuel Rivero Collada fue cónsul de España en Puebla y presidente del Banco
Oriental, fundado por él y otros tres socios, caso con Concepción Quijano Quijano. Cuando
adquirió la empresa «tenía 3500 husos, más de 100 telares.
Imagen 53. Fotografía de Manuel Rivero Collada (1862-1927), Martínez de la Colina, 2018.68
Fuente: Martínez de la Colina 2018.
Rivero Collada vivió los constantes cambios de la modernidad, consideró los nuevos
retos de la creciente industria textil, por lo cual amplió y modernizó la fábrica con
nuevas naves industriales que mejoraron la productividad. Incluyó también nuevas
áreas para actividades específicas, además de ampliar los espacios existentes de
manufactura, configuró una nueva estructura mucho más completa de la fábrica con
la edificación de espacios para oficinas y actividades administrativas, vivienda y
espacios recreativos para trabajadores, también vivienda para los propietarios
(Ventura, 2010).
Imagen 54. Atoyac textil, fotografía de Humberto Morales.
Fuente: García López y Morales Moreno (2017).
Asimismo, dentro de la textilera El Mayorazgo se edificó una capilla que fomentó el
culto católico. Con base en el esquema de modernización, se construyó un sistema
hidroeléctrico que dio servicio a la fábrica, pretendió cubrir las necesidades básicas
de los trabajadores. Las obras fueron concluidas en 1911, las cuales posicionaron la
fábrica como la más grande de la ciudad de Puebla y la segunda del estado, detrás del
conjunto textil de Metepec (Sánchez Hernández, 2015).
En 1921 las sociedades de los Quijano-Rivero constituyeron la Atoyac Textil, S.A., una nueva sociedad que agrupó
distintas plantas industriales de Puebla, entre las que se incluyeron las tres unidades de producción de El Mayorazgo, una
planta eléctrica de petróleo llamada Balbucar, así como las fábricas textiles La Esperanza, San Juan de Amandi y El
Molino de Enmedio (Ibáñez González, 2012b; Rentería & Enríquez, 2006), (Ventura, 2010).

De hecho, las villas construidas para la vivienda de los trabajadores no fueron suficientes
debido al incremento de la fuerza de mano de obra; con ello la necesidad de más espacios para
la habitación creció, por lo cual la compañía encabezó una donación importante de terrenos para
edificar una colonia obrera con todas sus bondades.
Imagen 55. Salón de Preparación de la Fábrica de Mayorazgo Años 50’. Propiedad de la Familia
Pedraza (Pasado y presente El Mayorazgo).69
Fuente: Pasado y presente El Mayorazgo.
[...] el entonces gobernador del estado de Puebla, el C. Gral. Maximino Ávila Camacho, inauguró el 19 de mayo de 1940
la Colonia Obrera de la Sociedad de Colonos Textiles El Mayorazgo, la cual llegó a ser la más completa e importante de
la ciudad de Puebla, ya que contó con un campo deportivo, dos templos, una clínica, un jardín de niños, una escuela
primaria, lavaderos públicos, así como una ladrillera que produjo el material para levantar sus edificaciones (Ibáñez
González, 2012a, p. 2).

En 1944, la sociedad de Atoyac Textil, S. A., constituida para entonces por Ayotla
textil (Estado de México), El Molino de Enmedio y Mayorazgo, atravesó por una
nueva etapa de construcción y equipamiento para la colonia obrera bajo la nueva
administración de don José De La Mora, quien murió en 1953, hasta el cierre de la
fábrica en el año de 1993, la familia De La Mora estuvo al frente del conjunto textil.

AL RESPECTO DE LA ÚLTIMA ETAPA DE LA


FÁBRICA, EL PERIODISTA SERGIO MASTRETTA DIO
TESTIMONIO:
Mi abuelo Carlo Mastretta, italiano llegado a México en 1901, encabezó como ingeniero la construcción para El
Mayorazgo el sistema hidráulico para la generación de energía eléctrica con las presas La Carmela y La Carmelita, entre
1906 y 1909. Él trabajaría por más de treinta años para la familia Rivero Quijano, propietaria de la fábrica desde los años
sesenta del XIX. El terreno en donde vivo lo heredó mi padre del abuelo en el año 1950. Aquí vivimos desde 1980.
Hemos sido vecinos de una fábrica ya para entonces muy vieja, y metida en una huelga provocada por los patrones en
1988, y a la que se dejó morir en 1993. Por más de tres años los vecinos de Mayorazgo vimos a los obreros resistir un
paro larguísimo con el bote en las manos, solicitando en las esquinas la solidaridad de los automovilistas. Fue una huelga
nacional. El propietario de la fábrica de Mayorazgo, Roberto Real de la Mora, era presidente de la Cámara Textil en
México. Su planta, como todas en el país, había sufrido la decisión del gobierno de abrir las fronteras a los productos
textiles. Las consecuencias para una industria protegida como la textil mexicana fueron brutales: en 1980 había más de
50 mil obreros en la industria textil poblana; para 1993 no quedaban más de 14 mil. Entre ellos se fueron los de El
Mayorazgo, del grupo Atoyac Textil. La empresa llevó la huelga hasta el extremo del cierre. En 1995 tronó la economía
mexicana, y la suerte de la fábrica quedó echada. Un larguísimo conflicto laboral terminó en el vacío: la fábrica cerrada;
el patrón en el paraíso; los líderes sindicales vaporizados; la maquinaria rematada al mejor postor; los trabajadores en el
olvido.Y el casco industrial intacto y con su caldera y su silbato vivos para llamar al día Mayorazgo todos los días a las
seis de la mañana.70

Si bien la empresa cerró sus puertas hace cerca de tres décadas, dejó como herencia
su entorno, una colonia obrera, dinámica, viva, que observa el deterioro y destrucción
de una de las empresas iconos de la ciudad de Puebla.
ESTADO ACTUAL
El Complejo arquitectónico de la fábrica, ubicada en la periferia de la ciudad, tuvo
que construirse junto con los espacios habitacionales, por lo que el sitio se constituía
por una zona habitacional y otra con equipamiento urbano: un templo católico
dedicado a San José Obrero, cine, estadio de beisbol, misceláneas, un pequeño
mercado, entre otros comercios, lugares que perviven, las familias de los obreros
siguen habitando y utilizando sus espacios para el disfrute, la diversión y el consumo.
En tanto que la fábrica fue construida por etapas, al principio retomó el modelo
neoclásico, pero con materiales como el tabique, elaborado con barro rojo cocido, en
marcos, puertas y ventanas se utilizó el hierro colado, al igual que en los inmuebles
industriales europeos se utilizaron estructuras de hierro, soportadas por columnas y
bóvedas, llamadas escarzanas de lámina de zinc (Sánchez, 2015, p. 214). Tanto la
zona fabril como la habitacional, se fueron remodelando con el paso del tiempo, con
diversas técnicas y materiales y la evolución de las energías necesarias en sus
procesos productivos. Los jacalones se convirtieron en viviendas de concreto, el
molino y la fábrica mejoraron en los años cuarenta.
En la década de los noventa comenzó su destrucción, en una de sus laterales se abrió la
avenida Cúmulo de Virgo, la fábrica fue destruida en la última década, en su lugar se
pretendieron diversos proyectos, pero aún es una zona en ruinas.
Ya no hay techumbre, ya no se mira una sola columna del hierro francés, y no hay una bóveda sobreviviente, ni huella
alguna de la casa de máquinas y sus turbinas movidas por la fuerza del río.Ya no es posible siquiera imaginar que por
esos galerones corrían innumerables flechas y se desbocaban las poleas hacia los tróciles y telares en los que trajinaban
centenares de hilanderos y tejedores al ritmo de los capataces industriales (Mastretta, 2016).
Imagen 56. Destrucción de la fábrica textil El Mayorazgo.
Fuente: Sergio Mastretta, 2016.
Después de su cierre, nada se hizo por la conservación de una fábrica tan importante
históricamente; por el contrario, el abandono condujo a obras de desmantelamiento
que fueron la principal característica de los siguientes años hasta que en abril de 2015
fue anunciada oficialmente en diferentes medios la demolición de una fábrica textil
que estuvo vigente por más de un siglo y fue un importante impulsor del desarrollo
económico de Puebla y del país, con más de cien años de antigüedad es parte
sustantiva del patrimonio cultural industrial, modelo de innovación tecnológica y de
identidad de los cientos de personas miembros de la comunidad obrera que dio vida e
hizo posible el desarrollo de la industria textil y la urbanización del sur de la ciudad
de Puebla (Ibáñez González, 2012a).
Después de varios años de abandono, en el año 2006 inició un lento y sigiloso proceso de desmantelamiento que llevó a
la casi total destrucción del área de producción de la fábrica, ya que aún se conserva la antigua chimenea, así como el
área administrativa. Cuando los daños eran ya irreparables después de un periodo de casi 10 años de continuas obras de
desmantelamiento, en abril de 2015 se anunció por medio de distintos periódicos locales la demolición de la fábrica El
Mayorazgo (Ibáñez González, 2012b, p. 2).
Hoy día, se conserva buena parte de la colonia industrial, pero de la fábrica sólo
existen algunos de los edificios administrativos, lo cual, a decir de los especialistas
como Luis Antonio Ibáñez, «debería servir para reflexionar sobre la situación actual
del patrimonio industrial de Puebla» (Ibáñez González, 2012b, p. 2).

Imagen 57. Fábrica San José Mayorazgo.


Fuente: Armando Jiménez, 24/09/2019.
A manera de testimonio de una época de la historia de la ciudad de Puebla, se
conservan los espacios habitacionales, los lugares para el ocio y el deporte, además
para las celebraciones religiosas,

DEPORTIVO ATOYAC, CAPILLA Y CAMPO DE


BÉISBOL:
Imagen 58. Campo deportivo El Mayorazgo y la antes Casita de San José (Capilla), hoy templo
de culto Bicentino.
Fuente: Cristina Apreza, 18/10/2019.

Imagen 59. Fotografía parte posterior a la ex fábrica San José Mayorazgo.


Fuente: Armando Jiménez, 23 de agosto de 2019.

FÁBRICA TEXTIL ALGODONERA EL MOLINO DE EN


MEDIO
Imagen 60. El Molino de Enmedio, fábrica en el Porfiriato.71
Fuente: Luz Marina Morales para TICCIH.

Imagen 61. Imagen satelital del Molinp de Enmedio.72


Fuente: Google mapas (04/03/2019
LOCALIZACIÓN
El Molino de Enmedio, ubicado en el número 5529 de la avenida 11 Sur, fue uno de
los primeros construidos en Puebla. Comenzó la edificación de sus instalaciones en
1540. Desde 1570 ya se le llamaba Molino Viejo o de Enmedio. De acuerdo con
ciertos documentos del rey Felipe II, la propiedad se fundó como tal hasta 1580,
otorgándole el nombre De Enmedio por estar situado en una franja de tierra entre los
dos afluentes que cruzaban la ciudad de Puebla, el Atoyac y el San Francisco, antes
también conocido como río Almoloya (Leicht, 2016, p. 253).
El nombre de El Molino de Enmedio ha perdurado a lo largo de la historia en todas las etapas
de los diferentes usos para los que se destinó el suelo de esta propiedad; cinco siglos después,
conserva el mismo nombre, aunque muchas veces se confundía con el Molino de San Juan de
Amatlán, probablemente por la cercanía que tenía con el molino de Amatlán, el cual tenía varios
molinos pequeños y sin nombre en su misma propiedad.

Imagen 62. Fotografía panorámica del Molino de Enmedio.


Fuente: Cristina Apreza 19/09/2019.
HISTORICIDAD
El Molino de Enmedio perteneció a la familia Furlong-Malpica desde 1772, año en el
cual Diego Furlong de origen irlandés desposó a Ana Malpica, recibió dicha
propiedad como dote; fue patrimonio familiar de los Furlong hasta que fue vendida
en 1920; la familia también era propietaria del Molino de Guadalupe en el río
Alseseca y del Molino de Huexotitla, en el río San Francisco (Aguirre Anaya, 1987a,
p. 6).
De los ocho hijos de la Familia Furlong tres fueron presbíteros y cuatro políticos; entre ellos,
destacaron Patricio y Cosme, este último regidor en 1825 y segundo alcalde en 1829,
posteriormente sustituyó a su hermano como gobernador interino en 1833. En 1834 fue
nombrado gobernador constitucional de Puebla; con una amplia trayectoria política, su último
cargo fue sustituir a Juan Mújica Osorio en los últimos cinco meses de su gobierno en 1853
(Aguirre Anaya, 1987a, p. 8).
La transformación del molino en fábrica textil algodonera comenzó en 1840, siendo un
molino de trigo que operaba siglos atrás, adquirido por Cosme Furlong y Malpica. La fábrica
textil inició sus actividades de hilado y tejido en 1842 (Gamboa, 2005b). Lucas Alamán, en su
informe de 1843, registró que la fábrica contaba con 2400 husos y 20 telares (Alamán, 1845); a
los diez años tenía instalados 4 mil husos y 100 telares.
Después de realizar un balance de los bienes de Cosme Furlong, Carmen Aguirre señaló que
la base de su riqueza era El Molino de En medio. Incluía la fábrica, tierras de cultivo y el molino
de trigo, lo cual representaba las tres quintas partes de sus inversiones «tan solo la fábrica de
hilados y tejidos de algodón estaba valuada para 1864 en 240 237.37 pesos, equivalía al 56% del
total de su activo (Aguirre Anaya, 1987a).
Después de la muerte de Cosme Furlong en 1861, la fábrica quedó a cargo de su viuda
Rosalía Pessietto, quien contrajo matrimonio con José María Furlong; aun así, ella estuvo al
frente de la factoría. En 1873 la fábrica había aumentado a 4402 husos, un departamento de
tejido y 148 telares; a la muerte de su madre la empresa pasó al menor de sus hijos,Tomás
Furlong, quien se encargó del negocio hasta que fue vendida en 1920 a la empresa Quijano y
Rivero (Aguirre Anaya, 1987a, p. 44).
Un año después fue incorporada a la sociedad Atoyac Textil, S. A., misma que para el año de
1930 ayudó a la conformación de Fibras Artificiales y Algodones, S. A., para comprar y
explotar al máximo las fábricas textiles; por ese motivo, hubo una modernización en las
instalaciones en El Molino de Enmedio, pues buscaron con esa remodelación incrementar la
productividad de la textilera.
ESTADO ACTUAL
La crisis económica, los altos precios, la falta de competitividad en los mercados,
más la baja productividad provocaron que en 1988 cerrara sus puertas (Gamboa,
2005, p. 69).
La fábrica cerró también porque la maquinaria con la que operaba ya era obsoleta, lo que
derivó en su incapacidad para competir en el mercado y fue vendida a la siderúrgica Hojalata y
Lámina, S. A. (HyLSA), ésta la reabrió aproximadamente tres años después como Centro
Recreativo y Social Molino de Enmedio, donde se instalaron áreas deportivas y salones para
diferentes usos. El centro recreativo cerró sus puertas en el año 2000.
La fábrica de textiles El Molino de Enmedio, con más de 180 años de existencia, cuenta con
su inscripción al inventario de monumentos históricos e inmuebles del INAH :
La presidenta del Comité, Rosalba Loreto López, informó que el molino que comprende 2.5 hectáreas, es un inmueble
enlistado en el inventario de monumentos históricos e inmuebles que tiene el Instituto Nacional de Antropología e
Historia y contiene 11 fichas de catalogación.73

AL RESPECTO, ADVIERTE LA INVESTIGADORA


LETICIA GAMBOA:
Si hay industrias destacadas a lo largo de la historia económica de Puebla, han sido especialmente dos: la producción de
harina de trigo, y la de hilados y tejidos. Ambas despuntaron casi en seguida de la fundación de la ciudad, nacidas de la
necesidad de proveer de pan y de vestido a sus habitantes. El Molino de Enmedio fue uno de los primeros
establecimientos industriales de la Angelópolis. Fue uno de los pioneros molinos de trigo que dieron fama a la urbe, y fue
también, al transformarse a mediados del siglo XIX, en fábrica mecanizada de hilados y tejidos, una de las primeras
factorías textiles de la era moderna (Gamboa, 2005b).

El Molino de Enmedio fue uno de los primeros molinos dedicados a la molienda de


trigo; después de su transformación y obedeciendo a la modernización industrial, fue
también una de las primeras industrias textiles que le dieron vida a la entonces
periferia de la ciudad de Puebla donde se encontraba el río Atoyac, al transformar el
uso de la propiedad a mediados del sig lo XIX a la fábrica mecanizada de hilados y
tejidos. Actualmente, a pesar de que no conserva ni la mitad de lo que fue la
extensión total de la propiedad, continúa existiendo y funcionando como espacio para
la diversión social con salones de eventos bajo el mismo nombre de El Molino de
Enmedio.
Imagen 63. Chimenea del Molino de Enmedio.
Fuente: Cristina Apreza, 23/08/2019.

Imagen 64. El Molino de Enmedio, de Molino a fábrica, ahora Salón de Fiestas.


Fuente: Cristina Apreza (19/09/ 2019).

FÁBRICA DE TEXTILES ECONOMÍA


Imagen 65. Arco de la fábrica Economía, actualmenteVivindustrias. S. A. de C.V74
Fuente:Vivindustrias, S. A. de C.

Imagen 66. Ubicación ex fábrica Economía.75


Fuente: Google mapas (04/03/2019).
LOCALIZACIÓN
Economía Mexicana, nombre con el que aparece en el inventario realizado por Lucas
Alamán, contaba con 3900 husos y 130 telares (Alamán, 1845); fue fundada por
Estevan de Antuñano en terrenos de la Hacienda Santo Domingo (molino chico) en
1843 y formó parte del corredor industrial textil del río Atoyac.
HISTORICIDAD
Estevan de Antuñano pasó a la historia por su visión y puesta en marcha de la
industria textil del centro de México. Sin embargo, también es sabido lo que este gran
impulso causó a su economía. Su deuda fue judicialmente asignada a Pedro Berges,
la cual incluía «la hacienda y aguas de Santo Domingo, y La Constancia y
Economía» por adeudarle 100 000 pesos por concepto de algodón (Gamboa et al.,
1989, p. 49).
Berges regresó a Francia y la fábrica fue arrendada a Emilio Martínez de Velasco y socios,
Manuel M. Conde, originario de Cantabria, y a Benítez Hermanos entre 1860 y 1880 (Gamboa
et al., 1989, p. 49).
La fábrica Economía tuvo 450 trabajadores en sus operaciones, fue adquirida en 1901 por
José Villar, un español que, al frente de la fábrica, se encargó de modernizar la maquinaria.
Textiles la Economía, S. A., tenía un capital invertido de 40 000 pesos en 1957; para entonces
pertenecía a los empresarios Carlos y Francisco Couttolenc y Conde (Villavicencio, 2013, p.
200).
ESTADO ACTUAL
Para el año de 1960 impulsó un nuevo proceso de modernización, adquiriendo años
más tarde maquinaria importada de Japón, pero no fue suficiente para mantenerla
activa; hoy es parte de las empresasViviIndustrias, S. A. de C.V Se dedican a:
[...] la fabricación de insumos textiles para producir una gran variedad de productos, contamos con la capacidad de
satisfacer la demanda de todo tipo de clientes, somos una empresa con la combinación exacta de experiencia, entusiasmo
y dinamismo; capaz de resolver las necesidades de nuestros clientes en los ramos: industriales, automotriz, moda, calzado
productos para el hogar entre otros.76

Fuente:ViviIndustrias, S. A de CA.

FÁBRICA LA BENEFICENCIA, S. A.
Imagen 67. Ubicación de las empresas lado oriente del río Atoyac, La Beneficencia, San Diego
(Providencia) y Santa Cruz Guadalupe.77
Fuente: INEGI, municipio de Cuautlancingo, ubicación de las fábricas en el río Atoyac.
LOCALIZACIÓN
Hugo Leicht (1992) dio cuenta del establecimiento de un molino para fabricar papel,
construido con los recursos de un préstamo obtenido por la Casa Hospicio, Industria
y Corrección en 1836, a la cual se le denominó La Beneficencia Pública, cuyo sitio
estaba «a una legua de la ciudad en terrenos de [la Hacienda] San Miguel
Apetlachica, jurisdicción de Cholula, en la margen derecha del río Atoyac, frente a la
Hacienda Santo Domingo» y las fábricas de algodón La Constancia y Economía»
(Paleta, 2008, p. 58).
HISTORICIDAD
En 1836 se fundó como una fábrica de producción de papel; sin embargo, con Juan
Matienzo como su dueño, en la década de 1860 se transformó también en fábrica de
hilados y tejidos de algodón.
La fuerza hidráulica era necesaria para mover las modernas máquinas; para La Beneficencia
fue construido un acueducto de ladrillo y piedra entre 1838-1839, que encauzó las aguas del río
Atoyac por medio de 32 surcos de agua (Gamboa y Estrada, 1994, p. 26); al respecto, recuperó
el antropólogo Guillermo Paleta una descripción de los usos del agua del río Atoyac escrita por
González Navarro:
Tres turbinas, sumando una fuerza de 90 a 100 caballos, producen el movimiento de toda la maquinaria, incluso un
dinamo para la luz eléctrica que alimenta cien lámparas incandescentes, y preciso es confesar que no sobre potencia,
antes bien, con el progreso que diariamente introducen los propietarios del establecimiento en toda aquella mecánica, van
quedándose cortas de energía las turbinas y muy pronto tendrán que instalar alguna más potente. Agua no ha de faltarles,
que el generoso Atoyac no obstante amamantar múltiples industrias a lo largo de su cauce, aún le sobra caudal suficiente
para mover otras tantas (Paleta, 2008, p. 59).

Además de alimentar y potencializar a las fábricas, el río Atoyac regaba los extensos
territorios de las haciendas, campos y huertas, muchos trabajadores además de
obreros desempeñaban importantes labores en el campo.
En el censo de 1910, en la fábrica textil de La Beneficencia se empleaban 114 personas, 62
hombres y 52 mujeres (Paleta, 2008, p. 59).
Posteriormente, en el año de 1920 se introdujeron en México las primeras caleras automáticas
de petróleo crudo y poco tiempo después las de gas: todo ese tipo de maquinaria formaba parte
de La Beneficencia, hecho que nos hace ver que fue una fábrica en la que se procuró la
modernización para facilitar y aumentar la producción, para lo cual reportó en 1935, 3688 husos
y 160 telares (Paleta, 2008).
Por otra parte, el dueño en esa época era Sánchez Gavito, quien permitió y apoyó la
construcción de caseríos y una capilla para los obreros; a estos beneficios se sumó la
construcción de escuelas y el paso de la línea férrea del ferrocarril Interoceánico, lo que facilitó
el transporte de mercancías y de personas.
ESTADO ACTUAL
Entre 1940-1970 su capital invertido era de 90 000 pesos, del empresario Alberto De
la Fuente Sánchez, pero no fue suficiente porque el final de la fábrica llegó al igual
que a muchas en la década de 1970. Al respecto, G. Paleta entrevista a Federico
Flores Coyotl, quien le cuenta:
Cerraron la fábrica por falta de modernización, en ese entonces ya empezaba la modernización. Los patrones nos decían a
todos los obreros, ayúdenme con el 6% del ahorro de la fábrica, y nos lo daban cada año y de nuevo empezar a ahorrar al
siguiente nos decían, ayúdenme con ese ahorro para que me pueda yo movilizar.
Uno de los dueños era mexicano, se llamaba Alberto de la Fuente, y otro español se llamaba Egidio Sánchez Gavito. El
mexicano don Alberto era muy buena gente, nos trataba como a sus trabajadores. El otro señor también nos trataba bien,
aunque tenía su carácter más fuerte, más enérgico. Cerraron la fábrica en el 68 y como no quisimos darle 6% del ahorro
para que se ayudara a comprar piezas modernas, adaptar la maquinaria y le dijo al Comité sindical, miren señores, si
ustedes no me quieren ayudar no podemos hacerlo a la fuerza, respetamos su decisión, pero si les decimos que a ver hasta
dónde aguantamos, porque vemos que lo que se produce ya no sale, sale pero muy despacio, así que hay que adaptar las
máquinas para hacer otras telas mejores y así irnos ayudando. Pero sinceramente, nosotros por chamacos, por jóvenes no
tomamos precauciones y los señores que tenían más experiencia no hicieron caso pues decían que los patrones tenían
harto dinero y decían que si cerraban la fábrica pues que la cerraran.
Había 125 trabajadores eran de Sanctorum, Chautenco, Cuautlancingo, Pueblo Nuevo, unos cuantos de San Jerónimo.
Entonces como nadie quiso ayudar, los señores no nos orientaron y los señores decían que no iban a ayudar.
Cuando paró la fábrica nos indemnizaron a todos. Cuando llegó un sábado, los patrones vinieron ese día y mandaron
traer al Comité sindical, platicaron en el despacho, al buen rato que nos avisan. Entrábamos a las 10 en el segundo turno
nada más a limpiar las máquinas y salimos a las 12. Nos avisaron que iba a haber una asamblea en el sindicato de manera
urgente. Fuimos al sindicato y qué nos dice que para el 30 de mayo de 1968 cerraría la fábrica. Jóvenes, viejos y los más
blandos de corazón nos pusimos a llorar, nos avisaban que cerrarían la fábrica. Algunos obreros dijeron que estaban
dispuestos a dejar el 6% por el dueño dijo que ya no era posible, aunque dejó el 10%. El único consuelo que nos dieron
fue que nos pagarían todos los años que trabajamos, nos pagaron a fin de año. Cada quien agarró su rumbo (Paleta, 2009,
p. 210).

La fábrica cerró sus puertas definitivamente en 1968 y «al año siguiente ya se


hablaba de la destrucción de sus máquinas y su venta como chatarra» (Gamboa y
Estrada, 1994, p. 27).

FÁBRICA SANTA CRUZ GUADALUPE

Ubicación de la fábrica Santa Cruz Guadalupe.


Fuente: Google mapas (04/03/2019)
La fábrica textil Santa Cruz Guadalupe fue fundada en el año de 1842 en la ribera del
río Atoyac en las tierras de un molino que llevó el mismo nombre por Ignacio de
Comonfort, político y militar poblano, quien posteriormente se convirtiera en
presidente de la República. La propiedad se ubicó en los límites del municipio de
Puebla. Esta fábrica sigue operando con el nombre de Fábrica Santa Cruz Guadalupe,
S. C. L., como mayorista textil productora de manta, franela, hilos y otros productos.
Ubicada en la calzada Zavaleta núm. 3, gracias a la cooperativa obrera, que desde su
fundación adoptó una política de conservación y renovación que sigue vigente.
Muchas maquinarias han sido renovadas, sin embargo, otra parte de ellas son las
mismas que funcionan desde el siglo pasado.

FÁBRICA LA INDEPENDENCIA
Imagen 68. Fábrica La Independencia, derrumbada.78
Fuente: Personificaciones del capital, (Aguirre Anaya, 1987b, p. 47).
La Independencia fue una mediana fábrica mecanizada, se le menciona por que se
estableció en el corredor industrial Atoyac, muy cerca de la fábrica Economía entre
1865 y 1866, por el francés Pedro Berges, después de recuperar la cantidad de 100
000 pesos que le adeudaba Estevan de Antuñano por concepto de algodón, ubicada en
un edificio de dos pisos (Gamboa, 2010, p. 49).
El resto del siglo XIX la fábrica fue arrendada, inclusive por sus herederos, a Emilio
Martínez de Velasco, al cántabro Manuel M. Conde y a Benítez Hermanos, igualmente que La
Constancia que fuera arrendada a Luis Haro y Tamariz, de 1877 a 1895 a Joaquín Haro y
Ovando, para terminar, vendida por los sucesores de Berges a Antonio Couttolenc.
En la década de 1950 se tuvieron intentos de modernizar la fábrica con la incorporación de
nuevas tecnologías. Sin embargo, no fue suficiente debido a que en 1964 desaparecieron varios
departamentos de hilado y otros trabajos especializados en la fábrica.
Para el año de 1969 ya se desmantelaban las máquinas y se perdió gran parte del edificio.
Después de su cierre, su demolición comenzó en marzo de 1985, poniéndole fin a 120 años de
historia de producción, crecimiento, desarrollo y tecnología. Actualmente, «en el espacio
ocupado por Independencia se ubica un conjunto habitacional» (Estrada, 2003, p. 52).

FÁBRICA MARÍA
Imagen 69. Fábrica María.
Fuente: Armando Jiménez, 19/08/2019.

Imagen 70. Planta de la Fábrica María.


Fuente: Historia y tradición textil.79
LOCALIZACIÓN
La fábrica María se fundó en 1896 du rante el Porfiriato por Manuel Rivero Collada y
los hermanos españoles José y Rafael Pellón González. Fue la penúltima de las
fábricas que se establecieron a las orillas del río Atoyac. Ubicada en el kilómetro 8 de
la Antigua Carretera Puebla-Tlaxcala, Guadalupe Caleras 72100 en la ciudad de
Puebla; con más de un siglo de historia textil, en las tierras de los antiguos ranchos
La Ladrillera y Moratilla, el cual era propiedad de Díaz Rubín.
HISTORICIDAD
En la década de 1950 se llevaron a cabo diversos procesos e intentos de
modernización, se modificaron algunos departamentos, entre ellos el de preparación
de hilados. En 1957 se aplicaron las Reglas Generales de Modernización; al igual que
en muchas otras fábricas que buscaron el arraigo de la fuerza obrera para con la
empresa, tuvo la construcción de villas obreras y otras áreas de necesidades sociales,
que fueron más bien un modo de control y explotación. Dichas viviendas para los
trabajadores se destruyeron en 1983.
ESTADO ACTUAL
A lo largo de la historia de la textilera, responder a los retos y necesidades que exigió
la industria textil nacional e internacion al, la modernización fue una prioridad, fruto
de esa constancia.
La María es una de las pocas fábricas textiles que continúan operando con los mismos fines
con los que fundó, aunque con ciertas nuevas tendencias y demandas adoptadas por el mercado
que le han permitido seguir vigente en el mercado.

Imagen 71. Fábrica María.80


Fuente: Armando Jiménez, 19/08/2019.

ANTIGUA FÁBRICA COVADONGA


Imagen 72. Fábrica Covadonga.
Fuente: Fotografía Armando Jiménez.

Imagen 73. Fábrica Covadonga.


Fuente: Google mapas (04/03/2019).81
LOCALIZACIÓN
Con la importancia indiscutible de la producción fabril y todo el beneficio económico
que trajo consigo, José Díaz Rubín compró el rancho San Guillermo en 1889,
propiedad dedicada a la producción agrícola y molinera, lugar que transformó en la
fábrica textil Covadonga; como muchas de las antiguas fábricas se estableció en el
corredor Industrial Textil Atoyac entre las fábricas textiles, al norte La Tlaxcalteca,
La Josefina y El Valor; al sur María, La Constancia y El Patriotismo del otro lado del
río La Beneficencia.
Actualmente incorporada a la empresa Telas Asturcón, S. A. de C. V., se ubica en la calle
Emilio Carranza, 10, Col. Agrícola Ignacio Zaragoza, Puebla; con más de 100 años de
antigüedad, es parte del patrimonio industrial textil de Puebla que aún puede conservarse.
HISTORICIDAD
Covadonga fue la última fábrica textil que se considera parte del corredor industrial
Atoyac, fue fundada por el asturiano José Díaz Rubín82 el 15 de octubre de 1897 para
aprovechar la fuerza del afluente del río Atoyac, entre los límites de los estados de
Puebla y Tlaxcala. En el año de su fundación contaba con 360 operarios de un total
de aproximadamente 2257 que laboraban en ese año en la ocupación fabril,
concentrando a casi 16% de la fuerza productiva en las fábricas textiles del municipio
de Puebla. Fabricaba toda clase de telas, tanto finas como corrientes, artículos como
toallas y colchas, entre otros. Comenzó con 500 telares, contó con maquinaria
alemana de estampados y motores, así como de hilados, que era maquinaria inglesa.
El primer registro que se tiene sobre la producción de la fábrica es en el año de 1906, donde
se aprecia que su producción alcanzó un aproximado de $1 116 416. Funcionaba con 500 telares
según algunas declaraciones que recibió el gobierno federal por el empresario y fundador de la
fábrica Díaz Rubín.
Pocos años después, como resultado de la política de continua modernización de la maquinaria
como política de la empresa, en 1910 fue su época de mayor auge; de hecho, se consideró como
la tercera fábrica más importante de la ciudad de Puebla. En ese año, la cifra de obreros
operando fue de 1000 dedicados al hilado, tejido y estampado del algodón, los cuales lograban
una producción media semanaria de aproximadamente 5000 piezas (Rosas, 2013).
Su fundador murió a los pocos años del establecimiento de la fábrica; no obstante, la familia
Díaz Rubín se mantuvo al frente como su propietaria durante casi 20 años, en los cuales se
registró un levantamiento de sus obreros en 1911. «Cuando Díaz Rubín dictó su testamento, el
valor de La Covadonga era de 266 158 pesos, y estaba valuada en casi el doble del valor
412,206 pesos.» (Rosas, 2013).
En agosto de 1911, los obreros de la fábrica Covadonga, situada en los alrededores de la ciudad de Puebla, se fueron a la
huelga. El motivo de ésta fue el maltrato que los obreros recibían de parte del gerente de la negociación. Días antes, los
obreros de esta fábrica se habían unido a las tropas maderistas para asaltarla, matando a 5 de sus patrones extranjeros
(Gómez, 1989, p. 12).

A pesar de la importancia y prosperidad de La Covadonga, las crisis y huelgas


obreras por las que atravesaron las textileras afectaron a todas las fábricas, en mayor
o menor escala. Por los conflictos, la fábrica cerró por un periodo de tres años, de
1914 a 1917, año en que la Compañía Industrial de Atlixco, S. A. (CIASA), tomó en
arrendamiento la fábrica hasta 1919, cuando la Compañía Industrial Veracruzana, S.
A. (CIVSA), pasó a estar al mando. Este arrendamiento se debió a que, en junio de
1917, los obreros de la fábrica fundaron el primer sindicato en Puebla clamando el
deslinde de la participación política en los asuntos de las fábricas. La fábrica atravesó
por otra crisis y recesión y cerró nuevamente en 1929. En 1936 volvió a funcionar
como propiedad de la Compañía Manufacturera deTelas.
A partir de 1945, La Covadonga ha sido propiedad de la Compañía Manufacturera
Covadonga, S. A. de C.V Para los empresarios que estuvieron al frente de La Covadonga, nunca
pasó a segundo plano la necesidad de hacer frente a la competencia; por ello inició su
modernización en 1957 en su maquinaria de hilados y tejidos.
Imagen 74. Fotografías de la fábrica Covadonga, fachadas, chalets para mandos medios,
caseríos, campo de fútbol, tanque de agua, clínica, escuela.
Fuente: Armando Jiménez, 01/09/2019.
ESTADO ACTUAL
La fábrica Covadonga aún funciona como fábrica textil y lleva a cabo los procesos de
hilado, tejido y acabado de las telas, con la razón socialTelas el Asturcón S. A. de
C.V
Se conservan diferentes edificaciones de la fábrica, que iniciará sus operaciones en 1897.
Aún mantiene algunos espacios que la conformaban:83
A MANERA DE CONCLUSIÓN
La industria textil de Puebla se centró especialmente en la producción del algodón y
de lana. En la primera etapa de la industrialización textil en México, específicamente
en Puebla, el proceso englobó la fase de hilado, etapa en que las fábricas se
comenzaron a instalar en las afluencias de los principales ríos de la ciudad de Puebla,
en busca de la fuerza hidráulica, algunas aprovechando las estructuras existentes en
las haciendas, ranchos y molinos, para utilizar la fuerza motriz del agua, tales como
La Constancia Mexicana, El Molino de Enmedio, San Juan Bautista Amatlán y San
José Mayorazgo, entre otras.
Además, se construyeron edificaciones apropiadas para ser fábricas que no usaron ninguna
edificación preexistente; la primera con estas características fue el Patriotismo Mexicano, que
funciona desde 1839; posteriormente se edificaron María y Covadonga, las cuales continúan en
funcionamiento. Sin embargo, todas han tenido modificaciones, ampliaciones y
modernizaciones constantes, a fin de adaptarlas a las diversas situaciones económicas, políticas
e históricas que han vivido, modernizaciones constantes que les han permitido seguir activas
hasta la actualidad.
Las primeras etapas del crecimiento industrial textil se lograron a pesar de las difíciles
condiciones económicas y políticas presentes en la vida independiente de México, pues tanto el
número de empresas textiles, como el de husos y telares, creció considerablemente, se
mejoraron los procesos de hilados y tejidos, por medio de la adquisición de maquinaria, para
aprovechar la fuente de energía hidráulica y de vapor. Estos esfuerzos por modernizar la
industria permitieron que la economía no se desplomara por completo, pero no fueron
suficientes para hacer competencia a la productividad y calidad internacional de la industria
textil. Si bien alcanzó para que Puebla tuviera uno de los primeros lugares en la producción de
textiles.
En México, durante las tres décadas que duró el Porfiriato, la política económica
predominante se centró en promover la industrialización, proporcionando las condiciones
necesarias para mejorar los sistemas de producción y distribución. El impulso se logró gracias a
la expansión de las redes ferroviarias, también por el crecimiento de la red de carreteras, lo cual
permitió la movilidad tanto de insumos como de mercancías.
Sumado a lo anterior, se implemento el uso de la energía eléctrica, las fábricas tuvieron una
nueva oportunidad y ventaja de avance; el recurso hidráulico dejó de ser necesario, gracias a la
accesibilidad y disponibilidad de la energía eléctrica.
La tecnología eléctrica alcanzó para la población en general la iluminación de las urbes,
además de beneficiar al sector industrial.
No obstante, a mitad de la década de los cuarenta, finalizada la Segunda Guerra Mundial, se
tuvo que enfrentar a la competencia y mercados internacionales, los cuales pudieron centrar sus
esfuerzos en la producción y desarrollo en lugar de los conflictos bélicos, provocando una caída
al mercado interno del país. En tanto que en el extranjero la producción se incrementó, la
calidad de los productos era buena, utilizaban maquinaria y tecnología de punta, hecho que
agravó la situación de la industria textil en México. «El mercado nacional se inunda en ropa
barata y de mala calidad y, a su vez, México no tiene la posibilidad real de competir debido a la
situación de su planta productiva» (Estrada, 2003, p. 40).
Asimismo, la inversión extranjera entró en el país con innovaciones de materiales sintéticos;
lo que se comenzó a producir en el país por los extranjeros eran otras fibras diferentes al
algodón que eran mucho más sencillas de producir y conservar sin dependencia alguna de
cultivos, estaciones, ni otras variables requeridas para el proceso del algodón. En aras de
afrontar los problemas que presentaba la industria textil, se vivieron etapas de modernización,
una de ellas coordinada y promovida por NAFINSA (Nacional Financiera) y el Banco de
México para la renovación de equipos y maquinaria con mejor tecnología que permitiera a las
empresas nacionales continuar vigentes frente a la demanda internacional.
Aunado a la crisis económica continuaron los conflictos sindicales que ya desde las primeras
décadas del siglo XX amenazaban a la industria textil Los grupos sindicales fueron los mismos
que encabezaron las interminables huelgas para manifestar su descontento en cuanto a
condiciones laborales, sueldos y prestaciones, los cuales en muchos casos se lograron mejoras,
pero las empresas no resistieron la modernización internacional, ni la apertura a las
importaciones. Los centros fabriles y de espacios para los trabajadores enfrentaron diferentes
conflictos que en muchos casos provocaron el cierre de las fábricas.
La industria presentó cierta recuperación, en la década de los cuarenta, gracias al uso de la
energía eléctrica, mejora en las políticas que buscaban impulsar la industrialización. La
geografía de Puebla fue una vez más de gran importancia para su recuperación económica,
debido a la disponibilidad y aprovechamiento de la energía hidroeléctrica. Para entonces, Puebla
aportaba aproximadamente la quinta parte de la producción nacional. La modernización
continuaba en la década de los cincuenta, se atravesó por otro proceso de modernización
industrial con la instalación de nueva maquinaria para la hilatura por rotores impulsada por la
energía eléctrica, que logró la simplificación del complejo proceso de hilado, logrando ahorrar
hasta tres pasos en comparación con el antiguo sistema de hilatura, además de que mejoró la
calidad del producto y se tuvo mayor productividad generando incremento en la competitividad.
Sin embargo, los esfuerzos no fueron suficientes para enfrentar la competencia y exigencias
del mercado; así, la industria textil se estancó a partir de los años sesenta, el gobierno mexicano
apoyó otras áreas económicas como la ganadería y la agricultura. En consecuencia, los
empresarios intentaron invertir en la modernización de sus fábricas, pero no fue suficiente para
salir de la crisis generalizada en la que se encontraba esta rama de la industria; entonces
comenzó cierre paulatino de las fábricas textiles poblanas.
Desde 1989, la rama poblana registra cinco mil telares parados y, como consecuencia, ocho mil trabajadores
perjudicados. Con la crisis que estalla a finales de 1994, todas las actividades industriales se ven afectadas; los índices de
empleo descienden de forma dramática. Sin embargo, la rama textil ya había mostrado en los últimos veinte años un
constante declive en los niveles de ocupación. Esta situación no es explicable por un incremento en la productividad; el
fenómeno proviene más de la falta de competitividad, debido a la obsolescencia de la planta industrial, que en el
momento tiene como telón de fondo un descenso en la demanda global (Estrada, 2003, p. 40)

El cierre de las textileras y el abandono de las instalaciones se tradujo en el


fraccionamiento de sus terrenos y el crecimiento de las colonias y nuevos
fraccionamientos habitacionales.
A lo largo de la historia se han desarrollado e implementado diferentes instrumentos que
aseguren la defensa del patrimonio en sus diferentes ramas, bien para su transformación,
conservación o reúso, que propicien la cultura de la apreciación y conservación de los bienes
muebles, en este caso de la industria textil, que fue el motor de arranque del desarrollo de
Puebla.
A varias décadas del cierre definitivo de las empresas, observamos poca preocupación por el
patrimonio cultural industrial, se han destruido o demolido muchas; no obstante, quedan
algunas, que son memoria y fuente de información de la primera etapa:
La Constancia Mexicana adecuada, adaptada a las necesidades culturales modernas. es hoy
día un espacio museográfico que requiere de atención, edificio neogótico realizado en hierro,
muestra de arquitectura industrial que podría tener espacios destinados a prevalecer su memoria
y resguardar los archivos de la industria textil poblana, recordando que
La arquitectura industrial es un «documento de primera magnitud» que permite conocer aspectos tecnológicos,
arquitectónicos, sociológicos y paisajísticos, además de observar en cada uno de los momentos históricos, la secuencia
estilística, la organización y las condiciones de trabajo y los espacios de socialización dentro de la fábrica» (Estrada,
2003, p. 19).

Es inminente centrar esfuerzos en el rescate del patrimonio debido a que «En México
no existe conciencia de la importancia que guarda la conservación del patrimonio
industrial, en consecuencia, no hay una política definida e interventora al respecto»
(Estrada, 2003, p. 12).
San José Mayorazgo, casi completamente demolida, deja en su entorno, huella y memoria de
casi doscientos años de vida obrera, que transformó el modo de vivir de muchas familias,
generaciones completas, dejó en herencia viviendas, escuelas, campos deportivos, clínicas,
templos y mucho más. Le sigue, apenas a unos pasos El Molino de Enmedio, que conserva su
estructura, su edificación principal, pero poco de la vida fabril. Ambos edificios que son
patrimonio edificado cultural de Puebla, pero que aunque se encuentran inscritos como parte del
patrimonio industrial no se protegen en la realidad.
Fábricas como Patriotismo, Economía, María y Covadonga han sufrido transformaciones
constantes, lo cual les ha permitido sobrevivir más de un siglo, son todavía parte del paisaje que
formará el Corredor Industrial del Atoyac, junto con las fábricas La Josefina, El Valor y La
Tlaxcalteca, factibles de proteger y mantener como parte del patrimonio cultural industrial de la
región Puebla-Tlaxcala.
Este corredor, que podrá convertirse en un corredor turístico-cultural, siempre y cuando
también se incluya y proteja el paisaje que lo conforma, el río Atoyac, además de la
habitabilidad obrera que las propias empresas generaron.
El rescate, registro, recuperación histórica, arquitectónica y patrimonial de la industria textil
implica de igual manera la concientización para la preservación del ecosistema y de los
afluentes en este caso del río Atoyac; sus recursos han sido de sobra explotados, pero pueden ser
dignificados con la participación social y política, que permita cuidar, mantener los recursos
naturales, sin poner en riesgo la calidad de vida de la sociedad. Al igual que el patrimonio,
requiere de cuidado y preservación.
Anexo 1. Registro de las fabricas textiles elaborado por Lucas Alamán en 1843-1845
NOTAS HEMEROGRÁFICAS:

Gálvez, G 2013, Sin freno, la demolición de la ex fábrica textil El


Mayorazgo, pese a prohibición del INAH, La Jornada de Oriente, 12 de
febrero de 2013.
http://www.lajornadadeoriente.com.mx/noticia/puebla/sin-freno-la-
demolcion-de-la-exfabrica-textil-el-mayorazgo-pese-aprohibicion-del-
inah_id_20116.html>, 12 de febrero de 2013, (21 de mayo 2019).
Intolerancia diario 2014. Salvaguardarán el patrimonio cultural, 22 de
febrero 2014.
<http://intoleranciadiario.com/detalle_noticia/117498/cultura/salvaguardr
an-el-patrimonio-cultural> (2 de agosto de 2019).
Staff Sexenio 2013. El patrimonio industrial es un sello de identidad, 20 de
noviembre de 2013, Sexenio.
<http://www.sexenio.com.mx/puebla/artkulo.php?id=23737> (23 de julio
de 2109).
Marcial, N 2009. Abandonado el patrimonio textil, 11 de mayo de 2009, El
Sol de Puebla. <http://www.oem.com.mx/elsoldepuebla/notas/
n1157074.htm> (23 de octubre de 2019)
INDICE DE IMÁGENES
Imagen 1. Mapa de las tierras pertenecientes a la Hermita de San Juan
Bautista.
Imagen 2. Cédula para conceder los derechos de ciudad.
Imagen 3. Escudo de la ciudad de Puebla.
Imagen 4. Matrícula deTributos.
Imagen 5. Telar de cintura, Códice Florentino.
Imagen 6. Malacate, Códice Mendocino.
Imagen 7. Localización de los molinos entre 1531 y 1831.
Imagen 8. Fotografía del Molino de Huexotitla, 1890.
Imagen 9. Caída de agua y presa terminada en 1888, beneficio para la
fábrica textil Molino de Enmedio.
Imagen 10. Obrajes en la Nueva España.
Imagen 11. Ferrocarril Puebla-Veracruz.
Imagen 12. Río y puente de San Francisco entre 1920-1925.
Imagen 13. Ubicación de fábricas 1843.
Imagen 14. La Colonia Industrial. Fotografía de sección, mapa de la ciudad
de Puebla 1915.
Imagen 15. Hotel La Purificadera.
Imagen 16. La curtidora La Piel del Tigre.
Imagen 17. Fachada posterior del centro de Convenciones del Paseo de San
Francisco.
Imagen 18. Centro de Convenciones de Puebla y Plaza del Chacuaco.
Imagen 19. Estacionamiento público en la ex fábrica La Esperanza.
Imagen 20. Paseo San Francisco, vestigios de las ex fábricas.
Imagen 21. Estanque de los Pescaditos, en la Plaza Paseo de San Francisco.
Imagen 22. Ex fábrica LaVioleta.
Imagen 23.Vestigios de la ex Fábrica La Teja, desaparecida.
Imagen 24. LaTeja, convertida en la Plaza América.
Imagen 25. Obras de entubamiento en el Paseo de San Francisco, 1965.
Imagen 26. Fotografía de los vestigios de la ex fábrica Los Ángeles en el
barrio de San Francisco.
Imagen 27. Imagen panorámica, área de las fábricas ubicadas en el Paseo de
San Francisco, hoy plaza comercial.
Imagen 28. Centro de Convenciones en el Paseo de San Francisco.
Imagen 29. Ubicación de las fábricas en las riberas de los ríos Alseseca, San
Francisco y Atoyac, 1900.
Imagen 30. Emblema que representa el Sistema industrial mexicano,
diseñado por Estevan de Antuñano.
Imagen 31. Ubicación en las laderas del río Atoyac de las fábricas textiles
de Puebla, hacia el norte estarían las tres fábricas deTlaxcala.
Imagen 32. La Constancia Mexicana.
Imagen 33. Ubicación de la ex fábrica La Constancia Mexicana, vista
satelital donde se aprecia el conjunto de museos que la conforman.
Imagen 34. Plano de conjunto de la fábrica La Constancia en 1923.
Imagen 35. La Constancia 1992. Abraham Paredes, La Jornada de Oriente.
Imagen 36. Espacio fabril convertido en el Museo de la Música.
Imagen 37. La Constancia Mexicana, transformación de fábrica a museo.
Imagen 38. Ex fábrica La Constancia Mexicana, hoy complejo museístico.
Imagen 39. Ubicación de los molinos y fábricas del sur de la ciudad
dePuebla, La Noria, Agua Azul, Molino de Enmedio, Amatlán y
Mayorazgo.
Imagen 40. Entrada a la calle Amatlán donde se ubicó el molino y la fábrica
San Juan Bautista Amatlán. 83
Imagen 41. Ubicación de la fábrica El Patriotismo.
Imagen 42. Entrada a la fábrica de textiles.
Imagen 43. Fábrica de hilados y tejidos de algodón El Patriotismo.
Imagen 44. Fábrica de hilados y tejidos de algodón El Patriotismo.
Imagen 45. Caricatura que exhibe la importancia de las telas de algodón,
manufacturadas en El Patriotismo, en 1930.
Imagen 46. Panorámica posterior de la fábrica de textiles El Patriotismo.
Imagen 47. Fábrica de hilados y tejidos El Patriotismo.
Imagen 48. Logo del conjunto empresarial, Atoyac textil.
Imagen 49. Antigua fábrica San José Mayorazgo, sobre Av. Principal
(prolongación 11 Sur).
Imagen 50. Fábrica de textiles El Mayorazgo.
Imagen 51. Pintura de la fábrica textil San José Mayorazgo, elaborada por
José Arpa Perea en 1900.
Imagen 52. Fotografía de los niños de Mayorazgo.
Imagen 53. Fotografía de Manuel Rivero Collada (1862-1927).
Imagen 54. Atoyac textil, fotografía de Humberto Morales.
Imagen 55. Salón de Preparación de la fábrica de Mayorazgo años
cincuenta. Propiedad de la Familia Pedraza (Pasado y presente El
Mayorazgo).
Imagen 56. Destrucción de la fábrica textil El Mayorazgo.
Imagen 57. Fábrica San José Mayorazgo.
Imagen 58. Campo deportivo El Mayorazgo y la antes Casita de San José
(Capilla), hoy templo de culto Bicentino.
Imagen 59. Fotografía parte posterior a la ex fábrica San José Mayorazgo.
Imagen 60. El Molino de Enmedio, fábrica en el Porfiriato.
Imagen 61. Imagen satelital del Molino de Enmedio.
Imagen 62. Fotografía panorámica del Molino de Enmedio.
Imagen 63. Chimenea del Molino de Enmedio.
Imagen 64. El Molino de Enmedio, de Molino a fábrica, ahora Salón de
Fiestas.
Imagen 65. Arco de la fábrica Economía, actualmenteVivindustrias, S. A.
de C.V
Imagen 66. Ubicación ex fábrica Economía.
Imagen 67. Ubicación de las empresas lado oriente del río Atoyac, La
Beneficencia, San Diego (Providencia) y Santa Cruz Guadalupe.
Imagen 68. Fábrica La Independencia, derrumbada.
Imagen 69. Fábrica María.
Imagen 70. Planta de la fábrica María.
Imagen 71. Fábrica María.
Imagen 72. Fábrica Covadonga.
Imagen 73. Fábrica Covadonga.
Imagen 74. Fotografías de la fábrica Covadonga, fachadas, chalets para
mandos medios, caseríos, campo de futbol, tanque de agua, clínica,
escuela.
Anexo 1. Registro de las fabricas textiles elaborado por Lucas Alamán en
1843-1845
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< http://www.pueblacapital.gob.mx>.
Fábricas entre ríos, patrimonio industrialtextil de la ciudad de
Puebla
Panorama histórico-cultural

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en la Ciudad de México
Por Ediciones del Lirio, S.A. de C.V
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Iztapalapa,
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El tiraje consta de 200 ejemplares más sobrantes para reposición
1 Obrajes: telares rudimentarios que se manejaban con el cuerpo, pies y manos.
2 Archivo de la Cámara de la Industria Textil de Puebla y Tlaxcala (en adelante, ACITPT ), fondo N,
libro 4 de actas de asambleas generales, 28 de diciembre de 1936; fondos VI y VII , Libro I de actas
de asambleas generales y de juntas de la directiva, 28 de diciembre de 1936. Tanto la Cámara como
la Asociación de Empresarios o de Industriales Textiles se conformaron el 28 de diciembre de 1936
(Gamboa, 2005a).
3 UNESCO , <http://whc.unesco.org/en/list/416, fecha de consulta 30/11/2019>.
4 Desde 1977, durante el gobierno de José López Portillo se estableció el decreto en el cual se
consideró la ciudad de Puebla como zona de monumentos históricos, más tarde, en 1987 la UNESCO
la inscribió como Centro Histórico Patrimonio de la Humanidad.
5 Leticia Gamboa (Gamboa et al, 1989; Gamboa, 1985), Rosalina Estrada Urroz (Estrada Urroz,
2003), (Gamboa y Estrada, 1994), Carmen Aguirre Anaya (Aguirre Anaya, 1987b), Luis Antonio
Ibáñez González (Ibáñez González, 2012a), Coralia Gutiérrez Alvarez (Gutierrez, 2000), Sergio
Francisco Rosas Salas (S. F Rosas Salas, 2013), Alberto Soberanis (Soberanis, 1988), Humberto
Morales Moreno (Morales, 2006), Ma. Teresa Ventura (Ventura, 2001), Ramón Sánchez Flores
(Sánchez Flores, 2002), Josué Villavicencio (Villavicencio, 2013) y Andrés A. Sánchez Hernández
(Sánchez Hernández, 2015), entre otros.
6 La disciplina que ha dedicado grandes estudios sobre el patrimonio industrial es la arqueología
industrial, propone investigar para comprender y hacer, para lo cual estudia en archivos, laboratorios
y en campo la viabilidad de la conservación, valoración de los bienes industriales, inclusive se
plantea la factibilidad de su rehúso (Niccolai, 2005, p. 61).
7 Trocil o continua de anillos se encarga de darle estiraje a la fibra y darle mayor torción.
8 Derivado del náhuatl, significa: Lugar donde las víboras cambian de piel.
9 Obsérvese la división territorial acorde a los usos del suelo en el año de 1789. Véase en Archivo
Histórico Municipal. <http://pueblacapital.gob.mx/archivo-municipal>, 23/08/2019.
10 Véase en <http://consejocentrohistoricopuebla.com/titulos-y-cedulas-de-la-ciudad-de-puebla-teso
ros-del-archivo-historico-municipal/>.
11 Archivo Histórico Municipal.
12 Códice Mendocino. <https://codicemendoza.inah.gob.mx/index.php?lang=spanish>.
13 Página 20 de la Matrícula de Tributos. Véase en Mediateca inah.
<https://www.mediateca.inah.gob.mx/
repositorio/islandora/object/codice%3A1274#page/26/mode/2up>, 20/10/2019.
14 Véase en Mediateca INAH. <https://www.mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/islandora/object/
codice:1595>.
15 Códice Mendocino, p. 58. Véase en Mediateca INAH. <https://codicemendoza.inah.gob.mx/index.
php?lang=spanish>.
16 Máquinas para transformar tejidos, utilizaban la fuerza hidráulica.
17 A pesar de la abundancia de agua, hubo importantes reclamos por la escasez; por ejemplo en
1696, el señor cura de la parroquia de San Sebastián envío una «petición a las autoridades sobre los
graves daños y enormes pecados» que se cometían por la falta del líquido y la enorme distancia a las
fuentes que proveían a los barrios pobres (Cuenya y Contreras Cruz, 2012, p. 35).
18 Si bien, el primer sitio donde se cultivó el trigo fue en Atlixco, ubicada a 26 kilómetros de la
ciudad de Puebla, misma que se consolido como centro productor junto con Tecamachalco, Tepeaca,
Huejotzin- go, y Acatzingo, región reconocida como “el granero de la Nueva España” (Montero,
2010).
19 Grupo de indígenas repartidos para el trabajo con la promesa de ser evangelizados. La figura
jurídica para el reparto de indios entre conquistadores fue la encomienda; «el rey concedía al
encomendero el derecho a recibir tributo y servicios personales de los habitantes de los pueblos a
cambio de cristianizarlos y de mantener la paz y el orden en el territorio encomendado» (Lomelí,
2011, p. 43).
20 Elaboración propia sobre la imagen obtenida de la revisión elaborada por Rosalva Loreto (Loreto,
2009, p. 55).
21 Fotografía recuperada de México en Fotos. <https://www.mexicoenfotos.com/antiguas/puebla/huexo-
tiÜa/el-molino-de-huexotiÜa-puebk-18901920-MX14756751164994>, 23/08/2019.
22 Fotografía, Guillermo Robles Cadejo. Fototeca Antica de Puebla, A. C., colección Jorge Carretero
Madrid, recuperada de Leticia Gamboa, «El Molino de Enmedio». <http://www.ticcihmexico.org/
molino-de-enmedio/>, 23/08/2019.
23 <http://www7.ucd/sw_educ/historia/america/fotos/f2_1-45g.jpg>, 23/08/2019.
24 Tabla retomada de H. Pohl, J. Haenich, W Loske, «Aspectos sociales del desarrollo de los obrajes
textiles en Puebla colonial», publicada en Comunicaciones, Proyecto Puebla-Tlaxcala, núm., 16,
1978, p. 41. Véase en Cuenya y Contreras Cruz 2012, p. 41).
25 Los obrajes de sedas y lana tuvieron su auge en los siglos XVI y XVII, durante el siglo XVIII casi
se extinguen, mientras que los de algodón, que fabricaban paños corrientes, lograron permanecer
entrado el siglo XIX (Bazant, 1964).
26 Elaboración propia, con base en la información de los molinos, recuperada de diversas páginas del
texto Las calles de Puebla (Leicht, 2016). El subrayado es nuestro. Fotografías retomadas de <http://
pueblaheroica.blogspot.com/2012_09_01_archive.html>; la fotografía de la Teja fue tomada del texto
Personificaciones del capital (Aguirre Anaya, 1987a, p. 58).

27 Archivo Casasola, Casasola México y Vania Casasola.


28 Ver <http://www.pueblacapitaLgob.mx/archivo-mumcipal/exposiciones/139-exposiciones/2008-
ex- posicion-en-el-museo-amparo>, 23/08/2019. Se usará Estevan conforme a las fuentes históricas,
para las referencias a la Av se mantendrá Esteban como se usa actualmente.
29 Las fábricas vinculadas al río se presentan en el siguiente capítulo. La ubicación de los obradores
se retomó del texto Las calles de Puebla (Leicht, 2016). Véase en Alamán (1845), información también
revisada y completada por Leticia Gamboa (2010), la periodización de Gamboa (2010) y Ventura
(2018).
30 Ubicación de las fábricas y molinos sobre el Plano de Luis Careaga Sáenz levantado en 1883.
Véase https://www.fotosdepuebla.org/mapas/jpg/1883a.jpg (consulta, 12/08/2019).
31 Sección del Mapa de la Ciudad de Puebla de 1915. Véase completo en
<https://www.fotosdepuebla. org/mapas/jpg/1915a.jpg>.
32 En el Centro de Convenciones se ubica la Plaza del Chacuaco, donde su ubica la antigua chimenea
que aún conserva grabado el nombre de la fábrica de textiles La Mascota; a decir de Melissa Morfin,
todavía existe «un modesto rastro de la memoria histórica del patrimonio industrial en el inmueble
[...] en el interior de una cafetería se exponen antiguas máquinas textiles y calderas» (Morfin, 2017,
p. 74).
33 Imagen retomada de <https://www.google.com.mx/maps>, 04/03/2019.
34 Nota periodística de Paula Carrizosa, «Puebla pierde otro ejemplo de su patrimonio industrial;
demuelen la ex fábrica textil La Unión». <https://www.lajomadadeoriente.com.mx/puebla/ puebla-
pierde-otro-ejemplo-de-su-patrimonio-industrial-demuelen-la-ex-fabrica-textil-la-union/>.
35 El consorcio Atoyac Textil, S. A., fue formado por la familia Rivero-Quijano, incluyó las fábricas
La Esperanza, San José Mayorazgo, San Juan Amandi y el Molino de Enmedio (Ventura y Rosas
Salas, 2020).
36 Véase proyecto en <http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lar/serapio_l_gr/capitulo4.
pdf>.
37 Fotografía de texto (Aguirre Anaya, 1987a).
38 En el último tercio del siglo XX el lugar quedó casi en el abandono; al tiempo, se realizaron
trabajos de rehabilitación y modernización y entubamiento del río. En la imagen se observan las
obras de entubamiento del Río San Francisco. Imagen recuperada del texto (Morfin, 2017) también
en <https://www.facebook.com/pg/PueblaAntigua/photos>.
39 Imagen de la Colonia Industrial. Obsérvense las diferentes fábricas que hasta los años noventa
seguían siendo parte del paisaje sociocultural del Paseo de San Francisco, hoy definido como un
espacio multifuncional (Morfin, 2017).
40 La imagen subrayada muestra las fábricas sobre la imagen recuperada de Agua e industria en Puebla
(en S. F. Rosas Salas, 2013, p. 225). Los puntos cercanos a los ríos son las fábricas.
41 El crecimiento industrial y la obra de Estevan de Antuñano puede revisarse en Márquez y Cova
(2010).
42 Elaboración propia.
43 De acuerdo con los planos de Cristóbal Guadalajara, ver en (Márquez, Cova, 2010).
44 Ver mapa (Paleta, 2009).
45 Las fábricas se ubicaron de norte a sur, las tres primeras de Tlaxcala, siguiendo el afluente del río
las de Puebla: Covadonga, María, La Constancia Mexicana, Santo Domingo, Economía,
Independencia, Patriotismo Mexicano, La Noria, El Molino de Enmedio, San Juan Bautista Amatlán
y San José Mayorazgo. Véase mapa en <https://www.fotosdepuebla.org/mapas/ipg/1862a.ipg>. Mapa
de la ciudad de Puebla y sus alrededores, del año de 1863, también ubicado en la Mapoteca Dr. Jorge A. Vivo
Escoto, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México.
46 <https://upload.wikimedia.Org/wikipedia/commons/4/45/La_Constanria_Mexicana.jpg>.
47 Imagen recuperada de <https://www.google.com.mx/maps/@19.0933543,-98.2362225,17z>.
48 También fundó la fábrica La Economía y fue socio de otras tres más (Márquez y Cova, 2010).
49 Aguirre, Carabarín y Gamboa, afirman que «Berges no deseaba la factoría para explotarla
directamente, ni para mejorarla y obtener así más ganancias. Los bienes de que se hizo dueño o que
montó en Puebla entre 1849 y 1865 (además de La Constancia, las contiguas haciendas y molinos de
Santo Domingo y La Noria, el vecino rancho de Agua Azul y las fábricas textiles Economía, La
Noria y La Independencia), no los consideró un medio para reproducir su capital, sino un
«patrimonio inmobiliario para usufructuar rentas vitalicias» (Gamboa, 2004).
50 Fotografía retomada del texto (Sánchez Hernández, 2015, p. 117).
51 Véase: <https://wwwlajomadadeoriente.com.mx/2011/02/08/puebla/cul116.php>.
52 Fotografía de Marlene Martínez: <https://ladobe.com.mx/wp-content/uploads/2016/06/1-Museo-
musica.jpg>.
53 Imagen: <https://ladobe.com.mx/wp-content/uploads/2016/06/1-Contancia-Frente.jpg>.
54 Ver texto completo en S. Rosas Salas (2011).
55 Sección del plano de Puebla en 1862, con ubicación de los molinos y fábricas del río Atoyac al sur
de la ciudad. <https://www.fotosdepuebla.org/mapas/ipg/1862a.ipg>.
56 Registrado por Carmen Aguirre del AGNP, Not. 5, 1896, 60 vta.
57 Puebla, AGNEP, Notaría 1, 8 de julio de 1842, f. 974v (Rosas Salas, 2011).
58 Foto satelital:
<https://www.google.com.mx/maps/search/Fabrica+Patriotismo/@19.0988065,-98.2 307302,16z>,
04/04/2020.
59 Imagen recuperada de Ibáñez González (2012a).
60 Fotografía de la fábrica El Patriotismo. Obsérvese el puente construido por la empresa. <https://
canel-li.com/2020/05/28/factory1856/>, 20/06/2020.
61 Imagen: <https://canel-li.com/2020/05/28/factory1856/>, 20/06/2020.
62 Imagen recuperada de Ibáñez González (2012a).
63 Imagen: <https://www.google.com.mx/maps/place/Antigua+Fabrica+De+Mayorazgo/@19.01863
17,-98.2302035,17.24z>.
64 Ver mapa, imagen 31.
65 Ver imagen de Leticia Gamboa en Ibáñez González (2012b). <http://www.ticcihmexico.org/la-
fabri- ca-textil-el-mayorazgo-y-su-inscripcion-a-la-lista-del-patrimonio-perdido-de-la-ciudad-de-
puebla/>, 19/10/2010.
66 Atoyac, Fábrica Textil, Puebla, Mexico - Objetos - eMuseum
67 «Los niños Rivero Quijano [José Luis, Jesús y Fernando], herederos del gran emporio textil
rodeados de decenas de niños, hijos de los trabajadores de la Fábrica».
<https://www.facebook.com/pasado- ypresentemayorazgo/photos>, 13/04/2020.
68 Imagen: Manuel Rivero Collado (1862 - 1927) - Genealogy (geni.com), 20/03/2020.
69 Imagen recuperada de «Pasado y presente El Mayorazgo», 07/09/2020.
70 Sergio Mastretta (04/04/2016). <mundonuestro.mx/index.php/secciones/historia/item/264-ato-
yac-textil-la-destruccion-impune-de-la-historia-mdustrial-de-puebla?tmpl=component&prm..
(04/03/2020).
71 Ver imagen donada por Luz Marina Morales para TICCIH en <http://wwwticcihmexico.org/wp-
content/uploads/2015/05/molino-enmedio02.jpg>.
72 La zonadelMolinodeEnmedioseubicaentrelosríosAtoyacySanFrancisco.Imagen:
<https://www.google.
com.mx/maps/search/ex+fabrica+textil+Molino+De+Enmedio/@19.0231428,-98.224983,314m/
data=!3m1!1e3>.
73 CNMH: 211 1400 15029, 211 1400 15030, 211 1400 15 031, 211 1400 15032, 211 1400 15033,
211 1400 15034, 211 1400 15035, 211 1400 15036, 211 1400 15037, 211 1400 15038 y 211 1400
15039: con número de Catastro 206 2013: Folio Q -. Comité Defensor del Patrimonio Histórico,
Cultural y Ambiental de Puebla. A.C. (Rosas, 2012).
74 Imagen recuperada Vivilndustrias. <http://www.viviindustrias.com/vivies/viviindustrias-historia.
html>.
75 https://www.google.com.mx/maps/place/Vivi+Industrias+SA+de+C-
V/@19.0877648,-98.2403898,17z/data=!3m1!4b1!4m5!3m4!1s0x85cfc6a357ba9507:0x4ba7570256
f-b5f42!8m2!3d19.0877648!4d-98.2381957
76 Fotografía y Propaganda de Viviindustrias, S. A de C. V., texto recuperado de
<https://www.facebook. com/Vivi-Industrias-SA-de-CV-1866187270310574/?ref=page_intemal>.
77 Ubicación de las fábricas. Fuente: INEGI, municipio de Cuautlancingo (Paleta, 2008, p. 48).
78 Fotografía del texto Personificaciones del capital (Aguirre Anaya, 1987b).
79 <http://lamaria.com.mx/images/escanear0006.jpg>.
80 <http://lamaiia.com.mx/images/escaneai0006.jpg>.
81
<https://www.google.com.mx/maps/place/Fabrica+Covadonga/@19.1248376,-98.2297119,17z/da-
ta=!3m1!4b1!4m5!3m4!1s0x85cfc4736f88e8e7:0xea1cb9c6465c21ef!8m2!3d19.1248376!4d-
98.227517 8?hl=es-419>.
82 «José Díaz Rubín apuntó en un testamento público de 1888 ser originario de Cuenco, Oviedo, y
estar avecindado en Puebla. Llegó a México en 1860, a los 14 años, directamente a Puebla, donde se
dedicó a servir en la tienda de su tío, León Rubín, hasta fines de la década de 1870, cuando inició su
actividad empresarial. AGNP, notaría 5, notario Patricio Carrasco, libro de 1888, 14 de julio, f. 167v-
168» (S. F. Rosas Salas, 2013).
83 Fotografías de Covadonga, paisajes y lugares, Armando Jiménez, 01/09/2019.

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