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Lecturas del historiador

Ciencias y humanidades
Lecturas del historiador
Ciencias y humanidades

José Alfredo Uribe Salas

Facultad de Historia
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Historiadores de las Ciencias y las Humanidades, A. C.
Uribe Salas, José Alfredo, Lecturas del historiador. Ciencias y humanidades.
ISBN: 978-607-542-176-6

Corrección de estilo y cuidado de la edición: Laura Valdivia Moreno.


Formación editorial y diseño de portada: Silvia Elizabeth Contreras Carranza.

© Copyright
Facultad de Historia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Historiadores de las Ciencias y las Humanidades, A. C.
Primera edición en español.
Diciembre de 2020.

ISBN: 978-607-542-176-6

Este libro fue evaluado por pares académicos en el mes de septiembre de 2020,
a solicitud del Comité Editorial de la Facultad de Historia de la Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, entidad que resguarda los dictámenes
correspondientes.

Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de la presente


obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito del titu-
lar en los términos de la Ley Federal de Derechos de Autor y, en su caso, de los
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hará acreedora a las sanciones legales correspondientes.

Impreso en México/Printed and made in Mexico


CONTENIDO

Introducción. Historia y memoria 11

Tierra y comercio
Introducción29
El comercio libre en el Perú.
Las estrategias de un comerciante criollo:
José Antonio de Lavalle y Cortés 31
Entre lo dulce y lo salado. Bellavista:
genealogía de un latifundio (siglos xvi-xx)38
Mercado regional y mercado urbano
en Michoacán y Valladolid, 1778-1809 44
La producción y los precios agropecuarios
en Michoacán en el siglo xviii.
El mercado colonial 49
Notarios y agricultores:
crecimiento y atraso en el campo mexicano 1780-1920 57
La cuestión agraria: Revolución
y contrarrevolución en Michoacán (tres ensayos) 63

La Tierra Caliente de Michoacán 72

Economía, progreso y desarrollo


Introducción83
Procesos de modernización
en América Latina, México y Chile siglos xviii al xx85
Historia de la Hacienda Pública en Michoacán,
1786-1951. Una historia larga 93
Espacio y economía en la península
de California 1785-1860 98
La minería en Guanajuato. 105
Denuncios, minas y empresas (1892-1913)
Empresarios extranjeros en Guadalajara
durante el Porfiriato 114
Instituciones de fomento,
estructura industrial y empresarios
en la economía de Morelia, 1910-1950 118

Trabajadores, empresarios y migración


Introducción129
Trabajo, trabajadores y participación popular.
Estudios sobre México, Guatemala, Colombia,
Perú y Chile, siglos xviii y xix131
Cohesión, movilizaciones y tenacidad.
Trabajadores y empresas en la minería
y la metalurgia potosina, 1880-1926 140
Los españoles en México, 1880-1948.
Asturianos, montañeses y vascos en la formación de redes
microsociales en la época de la emigración “en masa”
y el exilio en México 147
Migración Internacional en un pueblo michoacano.
Retorno e inversión migrante (1982-2008):
el caso de Huandacareo 152
Historia de un ahorro sin retorno.
Despojo salarial, olvido y reivindicación
histórica en el movimiento social de ex braceros,
1942-2012158
Educación, ciencias y tecnología
Introducción169
El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad 171
Ciencia y técnica en la metropolización de América 176
Diario de las expediciones
a las Californias, de José Longinos 180
La Ilustración en América colonial 187
Creadores de la ciencia moderna en España y América.
Ulloa, los Delhuyar y Del Río descubren el platino,
el wolframio y el vanadio 194
“Yammerschuner”. Darwin
y la darwinización en Europa y América Latina 200
La Geología mexicana en el siglo xix.
Una revisión histórica de la obra de Antonio del Castillo,
Santiago Ramírez y Mariano Bárcena 206
Formación de ingenieros en el México del siglo xix212
Antonio del Castillo (1820-1885)
and his contribution to the knowledge of the earth sciences
in the nineteenth century 218
Escuelas de minas mexicanas.
225 años del real Seminario de Minería 221
Otras armas para la Independencia
y la Revolución. Ciencias y humanidades en México 230
Las patentes de invención mexicanas.
Instituciones, actores y artefactos (1821-1911) 239
La utopía del uranio. Política energética, extracción
y explotación del uranio en México 246

Bibliografía
Bibliografía259
Introducción. Historia y memoria

En esta obra se recogen 31 reseñas de libro escritas por el autor a


lo largo de 34 años, a través de las cuales es posible poner en pers-
pectiva dos variables del quehacer del historiador. Por una parte,
el cambio historiográfico que se experimentó en esa temporali-
dad con el ensayo de teorías, métodos y perspectivas de compren-
sión y explicación del abigarrado universo de lo social, con un
enfoque histórico; y por otro lado, la propia historicidad de las
motivaciones intelectuales y la experiencia de quien las escribió,
que involucra al lector en la historia personal del que reseña.
La temporalidad de la escritura de las reseñas va de 1985 a
2019, periodo en el cual se habló insistentemente de las nuevas his-
torias que para entonces, y sobre todo ya entrado el siglo xxi, ha-
bían perdido esa connotación de novedad pero seguían influyendo
de manera decidida en la formulación de problemas y en los enfo-
ques de estudio con resultados realmente significativos. En ese es-
cenario, el autor de las reseñas transitó de los estudios de posgrado
al ejercicio pleno de la disciplina como profesor investigador.
Lecturas del historiador pone sobre la mesa tanto la histori-
cidad del libro reseñado como las motivaciones disciplinares del
reseñador. En el caso de los libros, fueron escritos en diferentes
países y en circunstancias culturales e institucionales diversas.
Obedecen desde luego a una práctica comunitaria y a interaccio-
nes múltiples que los hicieron posibles como un artefacto cultural
que actualiza o problematiza la historia o el conocimiento históri-

11
co sobre un aspecto en particular. Pero que pasados algunos años
se rezagan, aunque en su momento hayan alcanzado el estatus
de obra original, fundamental o clásica. El tiempo es implacable
con la producción de nuevos conocimientos: convierte a los pio-
neros, a los innovadores de teorías y metodologías en referentes
historiográficos para las nuevas generaciones. No los elimina, los
integra en la formulación de nuevos problemas y enfoques.
Lo mismo sucede con el reseñador, en quien tanto las cir-
cunstancias que lo llevaron al libro como las motivaciones ori-
ginales por un autor o un tema se diluyen, se evaporan, aunque
queda tangible una doble historicidad, tanto del libro como de
la reseña. Ambos son productos culturales estrechamente rela-
cionados pero independientes, con autonomía propia. En el pri-
mero se dan a conocer los resultados de investigaciones de largo
aliento, en el segundo se ponderan sus alcances y sus logros, pero
también sus limitaciones.
Para el autor del libro, el tejido historiográfico del momen-
to se postula como guía o cimiento para problematizar o acotar
los objetivos de estudio, diseñar el enfoque teórico-metodológico
y elaborar sus propias estrategias narrativas y explicativas; para
quien reseña un libro, el conocimiento de la veta historiográfica
le orienta para hacer visible el punto de partida y de llegada, pero
también para valorar la pertinencia de sus objetivos y métodos,
los problemas y el contenido, la forma de documentarlos y expre-
sarlos, el uso y tratamiento de las fuentes necesarias para cons-
truir un relato con pretensión histórica.

II

A lo largo de la vida profesional los historiadores leen cientos de


libros y artículos que sirven de guía y soporte para poner en pers-
pectiva las acciones humanas, el tiempo histórico en el que tienen
lugar, los contextos en los que éstas se despliegan y los procesos

12
sociales en los que se amalgaman relaciones de interés, discursos
y prácticas en dimensiones tan diversas como la organización y
el conflicto. La evidencia de lo que se lee y de cómo se ha leído
queda en su mayor parte inserto en el aparato crítico de los li-
bros y artículos que los mismos historiadores producen como re-
sultado de procesos de investigación propios. Aquí está presente
un primer círculo virtuoso, en el que disciplinas como Filosofía
de la historia, Teoría de la historia o la Historiografía se ocupan
justamente de dilucidar los procesos cognitivos y epistémicos,
implícitos o explícitos, la renovación de enfoques y la puesta en
marcha de nuevas metodologías de análisis que se modifican con
el tiempo casi siempre de manera imperceptible, pero que ter-
minan siendo modelos o paradigmas que facilitan la ubicación
del cambio historiográfico y hasta generacional por la comunión
de teorías y prácticas historiográficas. Son aspectos propios del
quehacer del historiador, pero en los que pocas veces se pone su-
ficiente atención.
También es cierto que el historiador, o es buen lector o no es
historiador, por más que se presuma de ello. No se llega a ningún
lado si no se hace acompañar de manera cotidiana de las obras
que produce su comunidad disciplinar, más allá de los periodos o
temas de interés particular; pero la misma suerte corre en su ejer-
cicio profesional si da la espalda a los saberes disciplinarios que
bordean las fronteras de su campo y objeto de especialización.
Aquí hablamos ya de una mirada inter, multi o metadisciplinar
que conlleva un diálogo abierto y franco con otras disciplinas de
lo social y de las humanidades, como la Filosofía, la Sociología, la
Antropología, la Psicología, la Lingüística, etcétera.
La tesis expuesta por el historiador francés Marc Bloch, “nada
de lo humano me es ajeno”, coloca al historiador en un posiciona-
miento tridimensional del tiempo histórico, en el que pasado y fu-
turo se conjugan en el tiempo presente en el cual despliega su vida
y realiza sus actividades académicas o de investigación. Efectiva-

13
mente, el historiador escudriña el pasado y narra sus especificida-
des desde un presente cultural y político; la intencionalidad no es
dialogar con los muertos sino con los vivos que en sus actividades
proyectan el futuro en el espacio público y privado. Se escribe so-
bre el pasado remoto o inmediato de la humanidad, pero con la
mirada puesta en el porvenir. Nos interesa el pasado en la medida
en que deja ver sus ramificaciones en el presente.
Ahora bien, toda escritura, cualquiera que sea su naturaleza
y contenido, tiene varias razones de ser. La más común suele res-
ponder a la necesidad de dar a conocer los resultados de investi-
gación, como fruto del trabajo individual o colectivo, y estimular
con ello el interés público por el universo particular del tema o
disciplina en cuestión. Pero existen otras razones, las cuales es-
tán relacionadas con la naturaleza de la propia disciplina invo-
lucrada, en este caso la Historia: no es lo mismo documentar un
problema, escribir sus resultados y guardarlos bajo llave, evitan-
do a toda costa su difusión, o sustraerlo de la mirada inquisitiva
del prójimo, que documentarlo, redactar los resultados, hacerlo
público, y abrir con ello el debate entre los especialistas y al seno
de la propia sociedad. De otra manera no tendría sentido nuestro
oficio ni podríamos legitimar a los ojos de la sociedad la perti-
nencia social de la Historia como sustento de toda posibilidad de
renovar nuestras ideas sobre la sociedad y su historia, la cultura
y el conocimiento epistémico. Finalmente, son los colegas los en-
cargados de llevar adelante el proceso o los procesos de sociali-
zación de los logros alcanzados, o el de dictaminar las carencias,
debilidades o limitaciones de nuestros conocimientos y de nues-
tra propia actividad y experiencia.
La escritura y publicación de un libro es, en estricto senti-
do, el traslado de los hallazgos obtenidos en la mesa privada (lo
que muchos denominan torre de marfil) a la mesa pública, para
que los especialistas, profesores y estudiantes universitarios, y la
sociedad a través de ellos, debatan la pertinencia del tema, los

14
aciertos o las limitaciones en su tratamiento, la apertura de nue-
vos problemas relativos al desarrollo de la disciplina, el ensayo de
modos diferentes o diversos de abordar un problema o los apor-
tes sustantivos al conocimiento mediante la incorporación de do-
cumentos e información inéditos, no trabajados o poco tomados
anteriormente, y de renovados enfoques interpretativos.
¿Cuál es el papel del historiador ante todo nuevo conocimien-
to? Me parece que la razón de ser de un historiador es revelar las
conexiones, o mejor, las relaciones implícitas o explicitas entre
las distintas actividades humanas (en donde entra la ciencia, la
tecnología, la economía, la sociología, la demografía, la filosofía,
el derecho, la psicología, la lingüística, pero también los sueños,
los deseos, los miedos, las ilusiones, las frustraciones de todos
los individuos, de todas las comunidades, de todas las naciones;
ubicarlas en el tiempo, en espacios concretos, como partes de un
todo, y mostrar sus componentes, sus ritmos, sus jerarquías y los
cambios y permanencias en su articulación interna. Eso es lo que
nos distingue a los historiadores del sociólogo, del politólogo, del
antropólogo o del economista. Si la tarea resulta imposible (por
el apuro del tiempo, las carencias de recursos físicos y monetario
o la ausencia de capital humano disponible), podríamos dejar el
estudio de la arquitectura a los arquitectos, el psicoanálisis a los
psicoanalistas, la ciencia a los científicos, etcétera, pero nunca
podemos ni debemos eludir nuestra obligación de investigar las
relaciones del todo con las partes, o las relaciones de las partes
con el todo, o las relaciones de las partes entre sí. El problema
fundamental de los historiadores es evitar la fragmentación sin
caer en el engañoso supuesto de la homogeneidad de una socie-
dad o de un periodo dado. En otras palabras, el historiador debe
revelar la unidad subyacente o, al menos, las conexiones subya-
centes, sin suprimir o negar las contradicciones, las tensiones o
la diversidad del pasado.

15
III

Como es de todos conocido, no todo lo que se lee queda consig-


nado en los procesos de investigación, pero no hay duda de que
lo aprendido se expresa invariablemente en las formas y modos
en que abordamos y resolvemos las preguntas que nos plantea-
mos o que la disciplina de la Historia se plantea. En el oficio del
historiador, la lectura de libros se convierte en la argamasa que
nos permite pensar históricamente el tiempo y el ensamblaje de
los procesos sociales. Como es sabido, hay diferentes intencio-
nalidades cuando se lee un libro. La mayoría de las veces lo ha-
cemos como recreación intelectual; otras para conocer a mayor
detalle lo ocurrido en tiempos pasados o los cambios en las for-
mas de narrar. Pero cuando lo hacemos con la vista puesta en
desentrañar el entramado conceptual y metodológico, o lo que
puede haber de original y novedoso en términos de aquilatar las
aportaciones al conocimiento de frontera, la perspectiva e inten-
cionalidad cambia. La comunidad de historiadores resguarda en
este último punto una de sus actividades más significativas, que
es la de poner en valor, a través de un escrito breve, las noveda-
des bibliográficas y analizar sus alcances cognitivos. Es decir, el
libro se convierte en un artefacto cultural cuyo contenido puede
ser considerado de manera sincrónica o diacrónica, contextual o
internalista; pero en todo caso, se busca reseñar los aspectos más
relevantes de la obra, sus virtudes, sus deficiencias e, incluso, su
inserción en determinadas corrientes historiográficas. A ese gé-
nero de ensayo se conoce como Reseña.
En tanto que la reseña se presenta como una actividad de
reflexión sobre los resultados o productos del proceso de investi-
gación, para los historiadores reseñar libros tendría que ser una
tarea intrínseca del oficio, puesto que en ello va implícito el cues-
tionar y pensar la propia tradición disciplinar. No se puede ser un
buen docente ni investigador si este ejercicio queda fuera de su

16
ámbito de interés y de su práctica historiográfica. Una reseña de
libro nos muestra y enseña que en la generación de nuevos cono-
cimientos hay de por medio un entramado complejo de causas y
circunstancias externas a la propia disciplina que alimentan o mo-
tivan la curiosidad del historiador, pero también componentes in-
trínsecos a la propia disciplina. Es claro que el ejercicio de reseñar
un libro nos acerca de manera directa a los saberes y experiencias
del autor; a sus propias elecciones, habilidades, capacidad y con-
diciones sociales de realización de conocimientos nuevos u origi-
nales. Al tiempo que nos deja ver el punto de partida y de llegada,
despliegan con mayor o menor solidez teorías y procedimientos
metodológicos, entramados y argumentos, nuevos recursos do-
cumentales y narrativas. La lectura y la reseña se transforman así
en espacio de unión, intercambio y colaboración; en un ejercicio
compartido y en voz colectiva sobre su alcance y valor historiográ-
fico y lo que tenga de conocimiento de frontera.
Una reseña puede orientar al lector sobre el contenido de
la obra, su estructura, las partes que la integran y el sentido ex-
plicativo del problema en cuestión. Una buena reseña introduce
al lector en un debate historiográfico, al contrastar el entramado
teórico y metodológico de la obra con la literatura precedente,
y al mismo tiempo replantear preguntas y problemas no resuel-
tos o escasamente tratados. En una reseña importa la riqueza de
ideas, la claridad expositiva, y también la trayectoria y el prestigio
del crítico y la revista en que se publica el ensayo.
No obstante, en tanto que es un escrito breve en el que se
realiza un examen crítico del contenido de la obra, el género re-
seña deja ver la interpretación y la postura de quien la realiza.
En ese sentido, nos comunica algunos pormenores de una obra,
pero también sobre quien la escribe y los signos dominantes de
su tiempo. Es así que podría catalogarse la reseña como un ensa-
yo especializado de opinión, y por lo tanto el crítico se transforma
también en objeto de escrutinio.

17
IV

De unos años a la fecha he pensado si las reseñas de libro tie-


nen una vida efímera que sucumbe necesariamente al dejar de
ser el libro reseñado una novedad editorial o porque su novedad
es suplida, opacada o superada por otras obras con mejor manu-
factura y contenido. Lo cierto es que una reseña puede ayudar a
otros a interesarse por el libro, pero está claro que no lo sustituye
por ningún motivo. La reseña en todo caso se convierte en una
especie de bisagra entre el contenido del libro y posibles lectores
interesados en conocer los artilugios de la investigación.
Aun así, este género que para muchos historiadores es me-
nor porque no representa el resultado de un proceso de investiga-
ción riguroso sino simplemente una reflexión pormenorizada de
su estructura, componentes epistémicos, documentales y narra-
tivos, tiene la fuerza de historiar el desarrollo del conocimiento,
ponderar continuidades y rupturas interpretativas o hitos historio-
gráficos, y sugerir nuevas preguntas y problemas de investigación.
En ese sentido, la reseña de libro puede estimular el interés de un
conglomerado mayor de individuos, profesionales o amateurs; ser
provocativa en sus consideraciones o convocar al debate crítico.
Cuando el ejercicio de reseñar libros se transforma en una
actividad más o menos cotidiana del historiador, es posible perci-
bir en ello determinados intereses particulares o circunstancias
puntuales que lo convocaron a ensayar una interpretación de
algo que él no escribió pero cuyo contenido puede ser de interés
público y no sólo académico. Si con el paso de los años el ejer-
cicio ensayístico se torna denso en número y contenido, puede
convertirse en una ruta visible de su propia historia intelectual,
pero también del cambio en los enfoques historiográficos. Este es
el sentido del título del libro: Lecturas del historiador… que ahora
el lector tiene en sus manos, y refiere justamente a las lecturas de
libros que terminaron impresas en revistas especializadas.

18
V

El libro reúne 31 reseñas escritas y publicadas entre 1985 y 2019,


antes de la pandemia del covid-19. Eso sí, tardé tiempo en decidir
reunirlas en un volumen porque me había olvidado de algunas
de ellas y en dónde se habían publicado. En los últimos años las
instituciones académicas nos han obligado a digitalizar los expe-
dientes de nuestro desempeño y organizar y presentar, cada vez
que lo solicitan, todo cuanto hemos escrito. La circunstancia lle-
gó cuando tenía organizado mi expediente: libros, artículos, capí-
tulos de libro, reseñas y artículos de divulgación, etcétera. En un
inicio me llamó la atención su diversidad temática, la temporali-
dad de estudio –que va de la Colonia al siglo xx–, los espacios so-
ciales, los tiempos en los que las escribí, las motivaciones y las re-
vistas en que se publicaron. Detecté entonces un afán intrínseco
al cultivo de la historia, el de leer con mayor detenimiento ciertas
obras y expresar una valoración argumentativa sobre las mismas.
Sin embargo, releyendo el contenido de cada una de ellas,
me percaté en primera instancia de que eran el producto de un
ejercicio intelectual escasamente planeado, pero con cierta conti-
nuidad en el tiempo. No eran producto de la casualidad o prietitos
en el arroz. En todo caso respaldaban una actitud profesional por
la lectura de lo ajeno, un interés específico por los alcances de su
contenido y también para dejar asentada una valoración histo-
riográfica de lo que otros colegas estaban escribiendo. No todo lo
que uno lee alcanza la categoría de reseña, como producto indivi-
dual compartido; la inmensa mayoría de las lecturas de obras de
gran aliento que produce la comunidad de historiadores se inte-
gran en la argamasa con la que cimentamos nuestra propia obra.
Pero hay otras que por distintas razones y circunstancias adquie-
ren plena autonomía en esa categoría y pueden trazar una ruta
legible del interés particular encaminado a propiciar un diálogo
con los autores y los lectores hipotéticos sobre distintos temas,

19
problemas y variables analíticas dentro del campo de la Historia,
más allá del espacio local en el que todos nos encontramos y de
nuestras líneas de investigación particulares. En ese trajinar de
sensaciones e ideas, tuve la noción todavía vaga de que las 32 re-
señas publicadas eran en buena medida una pista de mi propia
historia y trayectoria en el ejercicio de la disciplina.
Efectivamente, el trabajo de reseñar libros podía mostrar un
hilo conductor de mis propios intereses intelectuales en el tiem-
po, así como los cambios y giros en los temas prioritarios rela-
cionados con el quehacer como historiador, pero eso no era su-
ficiente para justificar plenamente la publicación de las reseñas
en un libro. En ese ejercicio de reflexión encontré una segunda
pista que se relaciona con el grado de comprensión que tenía del
contexto cultural e historiográfico que arropaba la publicación de
cada uno de los libros reseñados.
¿Cómo podría justificar reunir el conjunto de reseñas ya pu-
blicadas, y ahora volver a publicar en un formato distinto? No fue
tarea fácil dilucidar el entramado que le otorgara cierto grado de
legitimidad académica. Me dediqué entonces a buscar algún otro
ejercicio parecido en la historiografía, sin ningún resultado. En
cambio, encontré antologías de cuentos o de artículos y ensayos
realizadas por sus autores y como homenaje póstumo. Me encon-
tré sin asidero alguno, pero seguí adelante motivado por la ver-
tiente discursiva del cambio historiográfico y de la incorporación
paulatina de otras líneas de investigación y perspectivas teóricas
que se estaban ensayando ya en las décadas de 1960 y 1970, y que
se establecieron en las décadas siguientes. Las obras que había
reseñado entraban en esa vertiente.

VI

No podría precisar el momento en que decidí reunir las reseñas


en este volumen, pero sí puedo trazar una radiografía de cómo se

20
fue integrando. Quizá el punto de partida fue cuando impartí un
Taller de Lectura y Redacción a los alumnos de licenciatura en el
año de 2005. Uno de los módulos del curso tenía que ver con el
género Reseñas. El objetivo era que los alumnos leyeran textos
cortos en los que un historiador hablaba de la obra de otro histo-
riador, qué decía y cómo lo decía. El ejercicio se amplió a la bio-
grafía de ambos autores y a lo que habían escrito para tratar de
encontrar puntos en común o intereses mutuos. En este caso se
puso mayor énfasis en el reseñador para dar cuenta de los conoci-
mientos y del grado de comprensión del problema tratado en el li-
bro. El resultado final fue que los alumnos redactaron también un
breve ensayo en el que se entrelazaron las líneas de investigación
cultivadas por ambos y los contenidos de sus obras para apreciar
de manera fehaciente la autoridad del segundo para hablar y pon-
derar lo que de original mostraba el libro reseñado.
El ejercicio mostró un gran potencial didáctico y pedagógico
en la enseñanza de la Historia porque en ambos casos, en el autor
del libro y en el reseñador del mismo, el interés se centraba en las
condiciones y formas en que se producían nuevos conocimientos,
y cómo estos circulaban y eran recibidos en el mundo académico.
En ese tenor, fui incorporando las reseñas que había escrito al es-
crutinio de los alumnos. Primero de manera tímida y después de
forma abierta, hasta integrar en un solo ejercicio el conjunto de
reseñas escritas y publicadas en distintos países y revistas. En los
años de 2017 a 2019 puse a disposición de mis alumnos de licencia-
tura y posgrado las reseñas que había escrito con un orden crono-
lógico, acompañadas por los libros en cuestión, primero sólo con
el objetivo de analizar temas y problemas de investigación a través
de los cuales era posible reflexionar sobre los enfoques disciplina-
rios expuestos en cada uno de ellos, y también sobre los puntos de
convergencia o divergencias con la historiografía precedente.
El hilo conductor tenía que ver con qué tanto había cambia-
do el interés de la comunidad de historiadores por determinados

21
problemas y cuáles eran las nuevas variables en los enfoques para
abordar de distinta manera viejas y nuevas preguntas relaciona-
das con lo social, lo político, lo económico, lo cultural, la cien-
cia, etcétera. Empero, el interés de los alumnos se movió hacia
la mirada historiográfica de quien reseñaba para desentrañar sus
propios enfoques y hallazgos, las motivaciones intelectuales para
pasar de la lectura a la formulación de unos escritos que, aun-
que breves y circunstanciales, constituían productos de su propia
historicidad. Me convertí entonces en el protagonista principal,
como autor y sujeto de estudio. Los comentarios, las reflexiones
y los análisis que elaboraron los alumnos sobre esa porción de
mi obra escrita, le dieron carta de naturalización a lo que ha sido
visto como un producto secundario o marginal del quehacer del
historiador. En sus ensayos escolares, los alumnos ponderaron el
valor intrínseco de este género para repensar la enseñanza de la
Historia, para adentrarse en los contextos culturales, sociales y
políticos en los que se generan los conocimientos y su recepción
en los ámbitos local o trasnacional, hacer visible la circulación de
estos y las interconexiones intelectuales y mutuas influencias en-
tre el autor de un libro y quien reseña su contenido, y lo que ello
representa para el desarrollo epistémico del campo disciplinar.
Lo anterior encausó a mis alumnos a reseñar mi obra, a his-
toriar mi trayectoria profesional y a cuestionar las aportaciones
historiográficas que había en ella, como un modelo de interpre-
tación propio para adentrarse en la valoración historiográfica de
sus propios problemas de investigación. Ese fue paso decisivo
para integrar el presente libro.

VII

Me dediqué entonces a encontrar en su unidad un sentido distin-


to o más amplio que dotara de mayor significado esta esfera del
ejercicio del historiador: esto es, leer y reseñar libros ajenos, so-

22
bre temas y problemas de interés personal pero sobre los cuales
quizá nunca tendría el tiempo suficiente como para hacer de ellos
un problema de investigación propio.
Al someter lo escrito a un análisis de laboratorio, hice a un lado el
aspecto puramente cronológico de la publicación de los ensayos,
circunstancia que dejó ver una predilección temática en su he-
chura y recorrido. El objetivo era encontrar una unidad temática
que facilitara (animara nuevamente) su lectura y se expusiera a
través de ellos cierta coherencia en su elección. De esa manera
ordené el material en cuatro bloques temáticos, que a mi parecer
facilitan una lectura más orgánica de los mismos: Tierra y comer-
cio; Economía, progreso y desarrollo; Trabajadores y migración; y Edu-
cación, ciencias y tecnología.
El conjunto de las reseñas se adentran en diferentes cam-
pos y periodos específicos de la historia local, regional, latinoa-
mericana o trasnacional, con los siguientes objetivos: repensar o
reelaborar la realidad, mirar y reflexionar sobre lo que otros his-
toriadores hicieron; adentrarse en los contextos y procesos his-
tóricos que delinean el derrotero de los fenómenos estudiados,
ubicar las relaciones y las interrelaciones entre los colectivos o
actores sociales involucrados en las esferas de la tierra y el co-
mercio; la economía, el progreso y el desarrollo; el universo social
de los trabajadores, los empresarios y la migración; y la educa-
ción, las ciencias y la tecnología.
Finalmente, a continuación muestro en un cuadro la radio-
grafía de las obras reseñadas, con cuatro indicadores: eje temáti-
co, título del libro reseñado, año de su publicación y año de publi-
cación de la reseña, con la finalidad de orientar al lector.

23
Eje temático Título del libro Año de Año de
publicación publicación
del libro de la reseña

El comercio libre en el Perú. Las


estrategias de un comerciante criollo: 1994 1995
José Antonio de Lavalle y Cortés
Entre lo dulce y lo salado.
Bellavista: genealogía de un 2012 2018
latifundio (siglos xvi-xx)
Mercado regional y mercado
urbano en Michoacán y Valladolid, 2008 2009
1778-1809
Tierra y
La producción y los precios
comercio agropecuarios en Michoacán en el 2012 2014
siglo xviii. El mercado colonial

Notarios y agricultores: crecimiento


y atraso en el campo mexicano, 2009 2009
1780-1920

La cuestión agraria: Revolución y


contrarrevolución en Michoacán 1984 1984
(tres ensayos)

La Tierra Caliente de Michoacán 2001 2002


Procesos de modernización en
América Latina, México y Chile, 2002 2004
siglos xviii al xx

Historia de la Hacienda Pública


en Michoacán, 1786-1951. Una 2015 2017
historia larga

Espacio y economía en la península


1999 1999
de California, 1785-1860
Economía,
progreso y La minería en Guanajuato.
Denuncios, minas y empresas, 1998 2000
desarrollo
(1892-1913)

Empresarios extranjeros en
2002 2005
Guadalajara durante el Porfiriato

Instituciones de fomento, estructura


industrial y empresarios en la 2015 2017
economía de Morelia, 1910-1950

24
Eje temático Título del libro Año de Año de
publicación publicación
del libro de la reseña

Trabajo, trabajadores y
participación popular. Estudios
sobre México, Guatemala, 2012 2014
Colombia, Perú y Chile, siglos xviii
y xix

Cohesión, movilizaciones y
tenacidad. Trabajadores y empresas
2014 2016
en la minería y la metalurgia
potosina, 1880-1926

Los españoles en México, 1880-


1948. Asturianos, montañeses y
Trabajadores vascos en la formación de redes
2010 2012
microsociales en la época de la
y migración emigración “en masa” y el exilio en
México

Migración internacional en un
pueblo michoacano. Retorno e
2011 2013
inversión migrante (1982-2008):
el caso de Huandacareo

Historia de un ahorro sin


retorno. Despojo salarial, olvido
y reivindicación histórica en el 2017 2019
movimiento social de ex braceros,
1942-2012

El hombre prehistórico y los


2014 2017
orígenes de la humanidad

Educación, Ciencia y técnica en la


1994 1994
metropolización de América
ciencias y
tecnología Diario de las expediciones a las
1994 1996
Californias, de José Longinos

La ilustración en América colonial 1995 1996

25
Eje temático Título del libro Año de Año de
publicación publicación
del libro de la reseña

Creadores de la ciencia moderna


en España y América. Ulloa, los
2005 2006
Delhuyar y Del Río descubren el
platino, el wolframio y el vanadio

“Yammerschuner”. Darwin y
la darwinización en Europa y 2014 2017
América Latina

La Geología mexicana en el siglo


xix.Una revisión histórica de
la obra de Antonio del Castillo, 2012 2013
Santiago Ramírez y Mariano
Bárcena

Formación de ingenieros en el
2007 2008
México del siglo xix
Educación,
Antonio del Castillo (1820-1885)
ciencias y
and his contribution to the
tecnología 2014 2014
knowledge of the earth sciences in
the nineteenth century

Escuelas de minas mexicanas. 225


2017 2017
años del Real Seminario de Minería

Las patentes de invención


mexicanas. Instituciones, actores y 2018 2019
artefactos (1821-1911)

Otras armas para la Independencia


y la Revolución. Ciencias y 2010 2012
humanidades en México

La utopía del uranio. Política


energética, extracción y explotación 2016 2017
del uranio en México

26
Tierra y comercio
Introducción

Este capítulo reúne siete reseñas de libro publicadas en dife-


rentes años, pero que tienen en común la tierra y el comercio, y
sus influencias en la organización socioeconómica a escala re-
gional y local en la América Latina de los siglos xvi al xx. En
cada una se ensayan diferentes metodologías para explicar las
articulaciones de la producción agrícola y los sistemas produc-
tivos locales con las propias dinámicas de los flujos e intercam-
bios comerciales en diferentes escalas, que van de lo local a lo
global. En ellos se analiza de manera amplia la integración de
los mercados, los contextos de las economías agrícolas y rura-
les, las unidades de producción y los intercambios desiguales
que marcaron su inserción en el desarrollo de una economía
capitalista.
Un segundo aspecto que les da unidad es el estudio de los
actores sociales involucrados: peones, campesinos, indígenas,
labradores, agricultores, hacendados, rancheros y pequeños,
medianos y grandes comerciantes. A través de ellos se docu-
mentan, para cada espacio y temporalidad, los elementos de or-
den económico, institucional y material, que los definen como
sujetos de su propio devenir en la organización y el conflicto.
Este último punto, el de la organización y el conflicto, se cons-
tituye en la argamasa con la cual los autores de los libros rese-
ñados exploran los cambios que experimentaron con el tiempo
las relaciones tierra y comercio, los intercambios asimétricos y

29
las contradicciones en la obtención de beneficios por parte de
todos los involucrados. En las investigaciones no sólo se hace
hincapié en los factores de orden económico, sino también se
integran variables políticas, sociales y culturales a través de las
cuales se alcanza una especificidad histórica en el análisis del
descontento social, el discurso elaborado y la práctica política
por el acceso a la tierra, a sus recursos naturales y a sistemas
de intercambio comercial menos asimétricos. Ese universo de
relaciones y contradicciones está detrás de la caída del sistema
colonial, de la Revolución Mexicana y continúa actuando en di-
ferentes espacios de América Latina en los inicios del siglo xxi.
Las reseñas aquí reunidas dan cuenta de ello.

30
El comercio libre en el Perú.
Las estrategias de un comerciante criollo:
José Antonio de Lavalle y Cortés 1

Las relaciones y los tratados comerciales entre las naciones


han permanecido a lo largo de sus historias en el centro de las
discusiones oficiales y públicas. En nuestro tiempo, los políticos
y los científicos sociales han reflexionado y analizado esta pro-
blemática universal. Los primeros han tomado decisiones y le-
gislado al respecto, sin antes haber agotado el estudio de sus im-
plicaciones presentes y futuras para los pueblos y las naciones.
Los segundos, en un esfuerzo por esclarecer el alcance de los
compromisos y de prevenir resultados funestos, en ejercicio del
pensamiento libre y crítico, indagan en el pasado y en el interés
intrínseco de sus respectivos países. Mucho se ha avanzado en
este sentido, particularmente en la reflexión histórica. Este es
el caso del estudio de Cristina Ana Mazzeo, El comercio libre en el
Perú. Las estrategias de un comerciante criollo: José Antonio de La-
valle y Cortés. Desde luego, aunque el periodo de la investigación
se constriñe a los años de 1777-1815, en el contexto de las Refor-
mas borbónicas, no deja de tener vigencia la problemática que

1
Ana Cristina Mazzeo, El comercio libre en el Perú. Las estrategias de un
comerciante criollo: José Antonio de Lavalle y Cortés, conde de Premio Real
1777-1815, Lima, Fondo editorial Pontificia Universidad Católica del
Perú, 1994, 279 pp.

31
José Alfredo Uribe Salas

se aborda cuando asistimos hoy en día a la formación de nuevos


bloques comerciales y económicos.
Lejos de toda pretensión por construir su propio modelo teó-
rico, o de entablar polémica con modelos interpretativos en boga,
Mazzeo recorre el largo camino de la reconstrucción histórica de
las actividades del grupo de comerciantes limeños de mayor sig-
nificación en el ámbito del virreinato peruano, para analizar las
causas y consecuencias del Libre Comercio en la economía colo-
nial. Para ello pasa revista a la situación internacional, las gue-
rras europeas, el contrabando intermitente y la presencia de bar-
cos neutrales en periodos de guerra que, en conjunto, socavaron
las bases del monopólico comercio ibérico sobre sus colonias de
ultramar. Las disposiciones borbónicas, el Reglamento de Libre
Comercio en particular, si bien se instrumentaron con el fin ex-
preso de reestructurar sus dominios allende el Atlántico, tuvieron
resultados distintos y hasta contraproducentes.
La autora divide su trabajo en cinco capítulos: I. Situación
política y económica de España durante el siglo xviii; II. El mer-
cader y la sociedad colonial; III. El comerciante; IV. El mercader
de esclavos; V. El financista. Complementan el estudio una intro-
ducción y las conclusiones respectivas. La obra finaliza con un
apéndice en donde se reproduce el Reglamento para el comercio
libre de 1778, una periodización económica y una cronología po-
lítica del siglo xviii. Por último, se consignan las fuentes docu-
mentales y bibliográficas utilizadas por la autora.
Ahora bien, el primero y el segundo capítulo de la obra en
cuestión fueron construidos fundamentalmente con una medita-
da selección bibliográfica, en donde destacan las contribuciones
de Antonio García Baquero, O. Carlos Stoetzer, Josep Fontana,
Carlos Malamud, Pierre Chaunu, Tulio Halperin, John Fisher, An-
tonio Miguel Bernal, Enrique Florescano, David A. Brading, entre
muchos otros que sería largo enumerar. Estos apartados sirvieron
a Cristina Ana Mazzeo para sopesar los logros y los alcances ac-

32
Lecturas del historiador

tuales del conocimiento histórico sobre el comercio colonial de


la segunda mitad del siglo xviii, y para contextualizar el objeto
particular del estudio. El tercero, cuarto y quinto capítulos, cons-
tituyen la parte medular de la investigación.
En estas tres unidades, que de alguna manera integran la
segunda parte de El Comercio Libre en el Perú. Las estrategias de
un comerciante criollo, radica la originalidad del estudio. La apor-
tación de la autora al conocimiento del comercio colonial del
último cuarto del siglo xviii estriba en la especificidad histórica
para abordar y poner en claro los viejos y nuevos mecanismos
de enriquecimiento de un sector de comerciantes limeños que,
aunque se opusieron a las reglas del juego contenidas en el Re-
glamento para el Libre Comercio de 1778, lograron sacar partida
colectiva e individualmente. Más aún, a diferencia de otros co-
merciantes y grupos de la elite colonial de regiones tan distintas
y distantes como Río de la Plata o la Nueva España, que vieron
rentable la lucha por la independencia de España, los limeños o
un sector representativo de estos, entre los que figura José Anto-
nio de Lavalle, se mantuvieron fieles al régimen colonial.
Para efecto de esta reseña, nos es útil retomar las conclu-
siones más generales expuestas en el libro, mismas que pode-
mos agrupar en cuatro puntos: a) el Comercio Libre “logró tan
sólo lo que se proponía, es decir mejorar los rendimientos fisca-
les derivados del dominio colonial español”; b) esta medida im-
pulsó en las zonas periféricas del área colonial, Venezuela y el
Río de la Plata, “las ansias de separación y en ese sentido... el Co-
mercio Libre aceleró el proceso independentista”; c) en el Perú,
“corazón del Imperio Colonial Español, esta tendencia separa-
tista no fue tan clara entre los grandes mercaderes limeños”; y
d) “el Comercio Libre ayudó a una acumulación originaria que
no pudo revertirse en el proceso productivo porque el avance
de las fuerzas independentistas quebró las posibilidades de esta
clase”. Pero, ¿quiénes eran esos comerciantes?, ¿cuál había sido

33
José Alfredo Uribe Salas

su origen?, ¿cuáles eran las bases de sus ganancias? Y para prue-


ba, un botón. La autora despliega ante el lector, en magnífico
estudio documental, la vida social, política y económica de uno
de los comerciantes más destacados del Perú colonial, que di-
versificó la comercialización de productos no tradicionales e
incursionó tanto en la compra-venta de esclavos con amplias
utilidades como en el mundo de las finanzas, acercándose a las
funciones de las instituciones de crédito que, por supuesto, no
existían en aquella época.
José Antonio de Lavalle y Cortés es el personaje que sirve a
la autora para dar cohesión y lógica a sus ideas y argumentos, ya
que este comerciante se situó en una época de transición. Es, él
mismo, prototipo de los comerciantes criollos que ascienden en
riqueza económica, influencia política y prestigio social, aprove-
chando y reproduciendo los mecanismos tradicionales del mer-
cader tradicional de “Antiguo Régimen”. Pero con una particula-
ridad que lo hace diferente: ser “moderno desde el punto de vista
de su mentalidad”, lo que le permite diversificar la comerciali-
zación de productos no tradicionales como el cobre, el cacao y
la cascarilla, sacar ventaja de las disposiciones borbónicas y de
la ampliación de las bases del mercado colonial que éstas traje-
ron consigo. Desde luego, esta metodología tiene sus ventajas, así
como sus inconvenientes, como veremos al final.
José Antonio de Lavalle y Cortés nació en la ciudad de Trujillo
en 1735. Su padre, el general Simón de Lavalle de la Bodega y Cua-
dra, procedía de una familia oriunda de la zona norte de España
vinculada al comercio con el virreinato peruano desde principios
del siglo xviii. En 1767, a los 32 años, Lavalle y Cortés se casó con
Marina Sugasti Ortiz de Foronda, descendiente de una rica familia
cuyos miembros poseían minas, trapiches y haciendas, y una des-
tacada influencia en la vida política, pues ocuparon altos cargos
en la administración colonial. Con estas cartas de presentación no
resulta difícil presumir su rápido ascenso en las filas de la aristo-

34
Lecturas del historiador

cracia mercantil, hasta colocarse por el entramado de relaciones


sociales y, por méritos propios, en la cúspide de la elite limeña.
Personaje del Siglo de las Luces, como lo definía la autora, estudió en
el Colegio de San Martín, semillero de la intelectualidad peruana
de la época. A él corresponde la autoría de un plan topográfico de
la ciudad de Lima con el fin de establecer el curso de sus cañerías
para atender uno de los principales problemas urbanos de la épo-
ca: el aseo y la higiene.
Inició su carrera política y administrativa a los 27 años, pri-
mero como alcalde de su ciudad natal, Trujillo. Entre 1767 y 1772 se
desempeñó como corregidor de Piura y fue nombrado coronel del
Regimiento de Milicias de la misma ciudad; dos años después, en
1774, ingresó a la Orden de los Caballeros de Santiago, de las más
prestigiadas de Lima. Los escalones se sucedieron y las relaciones
se ampliaban y fortalecían. A su designación en 1779 como alcal-
de ordinario de Lima, le siguió cinco años después la de regidor
perpetuo del Cabildo de Lima y, más tarde, la de prior del Consula-
do. El ascenso de este comerciante criollo a la cúspide misma del
poder colonial estuvo acompañado de un título nobiliario: a sus 47
años recibió por Real Cédula del 14 de enero de 1782 la investidura
de conde de Premio Real, por su activa y destacada participación
contra la sublevación de los indígenas y campesinos peruanos, en-
cabezados por Tupac Amaro, contra el régimen colonial. Por ello,
resume la autora, José Antonio Lavalle y Cortés conjugó al militar,
al comerciante y al hombre público.
En la elite mercantil peruana, organizada en el Consula-
do de Lima, Lavalle mantuvo una destacada participación e in-
fluencia que, como otros, usó para beneficio propio y del grupo,
así que gozó de los mayores privilegios de la Corona: informa-
ción confidencial, franquicias especiales para comerciar, otor-
gamiento de cargos en la administración, en el ejército y en las
milicias. Eran la aristocracia mercantil, dueños de la tierra y del
dinero. Como Lavalle, otros más se convirtieron en los mejores

35
José Alfredo Uribe Salas

prestamistas de la Corona y de particulares en apuros. Desde


luego, aunque Lavalle no rompió con el modelo de comerciante
tradicional ya que hizo uso de las formas de crédito conocidas
hasta entonces –censos, obras pías y capellanías–, logró cons-
tituirse en una de las principales fuentes de crédito que abar-
có funciones reservadas y ejercidas hasta entonces sólo por la
Iglesia. “Este mecanismo de crédito –concluye Cristina Ana Ma-
zzeo– fue la base de sustentación de todas sus operaciones co-
merciales. Recibió importantes cantidades dando como garantía
sus casas. Con ese dinero se embarcaba en grandes transaccio-
nes. De la ganancia obtenida pagaba pequeñas sumas anuales a
sus acreedores, lo que no le redituaba demasiado esfuerzo eco-
nómico; volvía a captar fondos y así nuevamente iniciaba el cir-
cuito financiero, cuidando de pagar puntualmente sus deudas
para mantener el circuito. En ningún momento se vio en la ne-
cesidad de vender alguna de sus propiedades para hacer frente
a sus acreedores. Primero invirtió en propiedades urbanas, más
tarde, casi al final de su carrera comercial, invirtió en tierras,
pero siempre con intención rentista, es decir como respaldo del
mecanismo del crédito”.
Con lo anterior arribamos a uno de los ejes de la investiga-
ción que tiene que ver directamente con las conclusiones, que he-
mos agrupado para efecto de este comentario en los incisos c y d.
Por una parte, el Comercio Libre amplió el espacio del mercado
colonial, estimuló el surgimiento de nuevos grupos económicos
y, por si lo anterior fuera poco, ayudó a una importante “acumula-
ción de capital”; por la otra, el Comercio Libre aceleró el proceso
independentista en la periferia colonial, pero no en el corazón
del imperio colonial español porque ahí la elite de comerciantes
no visualizó una ruptura con la metrópoli, por la sencilla razón
de que “Perú formaba parte de la Colonia y los mercaderes no se
sentían a sí mismos –refiere la autora– como colonia”.

36
Lecturas del historiador

Una conclusión de esta envergadura, extraída de un estudio


de caso, exige un replanteamiento a fondo de las hipótesis y de
la metodología de trabajo. La fidelidad a la monarquía española,
que no es un fenómeno exclusivo de la elite limeña, ¿tendría que
ver con el temor a un levantamiento indígena o a una revolución
desde abajo, como ocurrió en otros espacios coloniales? Una re-
visión parecida debe hacerse del proceso de “acumulación ori-
ginaria”, que abra el horizonte de la investigación y profundice
en las alternativas de inversión bajo la perspectiva desarrollada
por David A. Brading para el caso de México, y de Susan Socolow
para Buenos Aires, y no se limite a comparar los resultados con
los de los autores citados, cuando los objetivos, las hipótesis y
las metodologías empleados por Brading y Socolow estaban en
correspondencia con la dimensión y profundidad de sus respec-
tivas investigaciones. Lo anterior, contribuirá a desentrañar la
dinámica histórica del virreinato peruano que terminó en una
fragmentación feroz, con graves consecuencias en la historia
del Perú contemporáneo.
Con todo, este trabajo de investigación representa una con-
tribución notable para el mejor conocimiento del pasado históri-
co de los pueblos de América Latina. Como la autora señala, esta
obra formulará nuevos problemas y abrirá otras investigaciones.

37
Entre lo dulce y lo salado.
Bellavista: genealogía de un latifundio
(siglos xvi-xx) 1

En esta magnífica obra de Sergio Valerio Ulloa: Entre lo dulce y


lo salado. Bellavista: genealogía de un latifundio (siglos xvi-xx), se
expresa una madurez intelectual para encausar una investiga-
ción de larga duración y complejidad. La hechura del libro no
se explicaría sin la experiencia acumulada a través de los años y
el perfeccionamiento de los instrumentos de investigación, ese
diálogo necesario y cotidiano entre la teoría y la realidad em-
pírica, entre las categorías de análisis y los datos, que sólo se
adquieren con la constancia y disciplina en el ir y venir de los
archivos, con el trabajo de campo sobre el espacio geohistóri-
co y el gratificante diálogo con la comunidad de historiadores:
“nuestros maestros y nuestros autores”.
El autor confronta la visión historiográfica de la prime-
ra mitad del siglo xx (Andrés Molina Enríquez, Winstano Luis
Orozco, Frank Tannenbaum, Halen Phipps, Eyler Simpson o Je-
sús Silva Herzog, entre otros) con la que se produce con poste-
rioridad a la década de 1960 (Moisés González Navarro, Jaime
Espin, Patricia de Leonardo, Eric Van Young, Richard B. Lindley,

1
Sergio Valerio Ulloa, Entre lo dulce y lo salado. Bellavista: genealogía de
un latifundio (siglos xvi-xx), México, Universidad de Guadalajara, 2012,
375 pp.

38
Lecturas del historiador

Mario A. Aldana Rendón, Antonio Ibarra, Thomas Calvo), que


postuló que la hacienda agrícola no era una institución con re-
laciones sociales y económicas de tipo feudal o semifeudal, sino
una empresa capitalista que perseguía el objeto de maximizar
sus beneficios y reducir sus costos, adecuándose a las exigen-
cias y demandas del mercado.
En la travesía conceptual, el autor se hizo acompañar por
historiadores connotados de la talla de Paul Ricoeur, Fernand
Braudel, Francisco-Xavier Guerra, Norbert Elías, François Che-
valier, Charles Gibson, Witold Kula, Carlo Ginzburg, Luis Gonzá-
lez y González, quienes le proporcionaron la perspectiva para la
narración de las actividades humanas que tuvieron lugar en el
latifundio y para desbrozar la trama de relaciones, actividades y
discursos que se expresaron con una diversidad de formas y sen-
tidos en el tiempo histórico. El autor ensaya diversas escalas de
observación con distintos métodos y conceptos analíticos con la
finalidad de hacer visible lo invisible, es decir el trascurrir coti-
diano de la gente, y comprensible en su dimensión histórica la
perdurabilidad de las grandes estructuras como las haciendas,
los pueblos y los ranchos, o la propiedad privada sobre la tierra
y sus formas, en el imaginario popular.
Efectivamente, el estudio que realiza Valerio Ulloa sobre el
gran latifundio ubicado en la región centro del ahora estado de
Jalisco, y que se integró por las haciendas Bellavista, El Plan y Las
Navajas, trascurre “entre lo dulce de los cañaverales y lo salado
de las aguas de la laguna de Tizapanito”. En ese espacio territorial
construido socialmente, y que se asume en el discurso de la na-
rración para dotar de sentido el entramado de la actividad huma-
na que tuvo lugar en él, Valerio Ulloa establece su perspectiva del
tiempo histórico a partir del otorgamiento de las primeras mer-
cedes de tierra en el siglo xvi hasta el reparto agrario ocurrido en
la tercera década del siglo xx.

39
José Alfredo Uribe Salas

Con una desbordante riqueza documental se emprende la


problemática histórica del campo novohispano y mexicano, a
través del latifundio de Buenavista y anexas, desde la perspecti-
va de cómo vivieron los seres humanos, hombres y mujeres, sus
actividades y sus relaciones sociales en un escenario multifacé-
tico en el que estuvieron presentes e interactuaron, de manera
dialéctica, las comunidades indígenas, las grandes haciendas
o latifundios, y las medianas y pequeñas propiedades rurales.
En ese entramado de relaciones, se formula una periodización
del fenómeno de estudio y se señalan cinco grandes etapas: 1.
Formación y consolidación de las haciendas, siglos xvi-xvii; 2.
Desarrollo y expansión de las haciendas, siglo xviii; 3. Crisis
y transición de las haciendas, primera mitad del siglo xix; 4.
Modernización y auge de las haciendas, segunda mitad del siglo
xix; 5. Crisis y quiebra de las haciendas en las tres primeras dé-
cadas del siglo xx.
Aquí habría que decir que el latifundio de referencia no
surgió como tal en el siglo xvi; su integración final se dio sólo
hacia mediados del siglo xix, cuando las haciendas El Plan y Las
Navajas fueron adquiridas por Nicolás Remus, propietario de la
hacienda de Bellavista. Pero el autor recorre la procedencia de
las tres haciendas desde el siglo xvi hasta su integración final en
una gran propiedad, etapa que corresponde a su modernización
y auge productivo.
En la genealogía sobre la integración del latifundio de Be-
llavista y anexas, se describe y analizan la tenencia de la tierra; el
uso del agua; los recursos naturales; las economías a diferentes
escalas; las organizaciones espaciales de las actividades producti-
vas y laborales; las técnicas y tecnologías empleadas en la agricul-
tura, la ganadería y en la agroindustria; los frutos del trabajo; los
mercados y circuitos de comercialización de la producción; las
relaciones sociales (el trabajo y el ocio); las prácticas cotidianas
de los hombres y las mujeres que vivieron, trabajaron y murieron

40
Lecturas del historiador

en las haciendas; el ir y venir, el hacer y el deshacer; la amistad y


la confrontación; la satisfacción y la insatisfacción de los actores:
propietarios, campesinos, jornaleros temporales, medieros, apar-
ceros y obreros; los intereses opuestos (coyunturales o estructu-
rales); el orden y el conflicto; las permanencias y los cambios; y el
inicio y el fin. Con ello aludo a la riqueza temática y documental
de la obra.
Entre lo dulce y lo salado. Bellavista: genealogía de un latifundio
(siglos xvi-xx), es la obra de mayor aliento escrita en los últimos
años sobre el fenómeno de la gran propiedad de la tierra y sus
propietarios en la larga duración braudeliana. El autor aborda
el problema a partir del análisis de fuentes documentales de las
mismas haciendas, en archivos locales, regionales y nacionales,
“como unidades económicas organizadas con fines lucrativos
por parte de sus propietarios, orientadas a producir riqueza y ga-
nancias a través de la explotación productiva, la integración a los
mercados, la adecuación a los recursos naturales disponibles, el
acceso a la mano de obra, al capital y a las nuevas tecnologías”.
No obstante, resulta verdaderamente significativo el aparen-
te escenario modernizador de la economía y sociedad mexicana
que se impulsó desde arriba por la administración federal, en el
que se privilegió la inversión de capital privado, tanto nacional
como extranjero, en la reconfiguración de la agricultura comer-
cial, la agroindustria, las comunicaciones ferroviarias, el sistema
fiscal y la banca, pero en el que no todos los empresarios alcan-
zaron a optimizar las ventajas comparativas que la nueva realidad
les proporcionaba. Ese fue el caso de la familia de Nicolás Remus,
dueña de esa gran propiedad capitalista de más de 24,000 hectá-
reas, y miembro encumbrada en la elite de poder en el estado de
Jalisco que entró en un conflicto de interés con la Compañía del
Ferrocarril Central Mexicano.
Pocos historiadores han estudiado los conflictos que se sus-
citaron entre los propietarios rurales y las compañías ferroviarias

41
José Alfredo Uribe Salas

cuando éstas apelaron a la legislación que les permitía la expro-


piación de una parte de los terrenos para el tendido de las vías
de ferrocarril, y los costos económicos que tuvieron que erogar
los propietarios de tierra en prolongados juicios para resarcir los
daños causados a sus propiedades y bienes por dichas empresas.
En un documentado análisis del conflicto judicial entre ambas
partes, de expropiación y de indemnización, muy sonado en la
prensa de la época, el autor encuentra un componente externo
“que afectó directamente la estabilidad de las haciendas” en los
inicios del siglo xx. Esa circunstancia de orden extraeconómico
fue el inicio del fin del gran latifundio.
A la muerte del padre acaecida en 1886, correspondió a las
hijas del empresario afrontar el litigio con la empresa norteame-
ricana del Ferrocarril Central Mexicano. No obstante los consa-
bidos trastornos judiciales con los abogados de la empresa ferro-
carrilera, la familia Remus logró mantener cierta estabilidad en
la economía del latifundio, pero ante la carencia de capital de in-
versión para modernizar los productos, procesos y servicios, op-
taron por solicitar en 1909, un año antes de la Revolución Mexica-
na, un préstamo hipotecario a la Caja de Préstamos de la Ciudad
de México para mejorar y ampliar la infraestructura productiva
de las haciendas: obras hidráulicas, ampliación de los cultivos de
caña y modernización de las fábricas de azúcar, alcohol y mezcal.
Pero el conflicto armado, con sus secuelas y la inestabilidad en
los mercados financieros, obligó a los dueños de las haciendas
de Buenavista y anexas a suspender los pagos de los intereses del
crédito, con consecuencias previsibles.
Sergio Valerio Ulloa concluye que la conjunción de varios
fenómenos durante la década de 1910-1920 cambió el ritmo y la
perspectiva de desarrollo de los negocios agroindustriales y gana-
deros de la familia Remus. Las nuevas condiciones políticas y so-
ciales de México llevaron a “la quiebra y desaparición del comple-
jo hacendario. Las exigencias e inflexibilidad de los acreedores

42
Lecturas del historiador

en el cobro de intereses y cumplimiento de los plazos, los efectos


directos e indirectos de la guerra civil y la demanda de tierras
por parte de los pueblos vecinos terminaron con la viabilidad del
complejo agroganadero e industrial, dando lugar a los ejidos de
los pueblos que dominaron el campo mexicano durante la mayor
parte del siglo xx”.
El libro plantea problemas que la historiografía ha tratado
de manera insuficiente, y explora la organización social y el con-
flicto político a partir de los intereses particulares del abigarrado
conjunto de actores, hombres y mujeres, en la larga duración del
tiempo histórico.

43
Mercado regional y mercado urbano
en Michoacán y Valladolid, 1778-1809 1

Si partimos de las premisas de que el problema fundamental de


los historiadores es evitar la fragmentación sin caer en el engaño-
so supuesto de la homogeneidad de una sociedad o de un periodo
dado; o que el historiador debe revelar la unidad subyacente o, al
menos, las conexiones subyacentes, sin suprimir o negar la diver-
sidad del pasado, la complejidad de las actividades humanas y la
propia representación que los distintos colectivos sociales elabo-
ran como memoria o expectativas de futuro, entonces podemos
considerar que esos principios guiaron el trabajo de Jorge Silva
Riquer en la manufactura de Mercado regional y mercado urbano
en Michoacán y Valladolid, 1778-1809, y el abordaje de los temas
y problemas bajo dos ejes temáticos perfectamente imbricados:
mercado interno y mercado regional-urbano.
Este libro es resultado del trabajo sistemático que ha reali-
zado el profesor Silva Riquer en la última década, y es al mismo
tiempo el refinamiento analítico de largos años de estudio en
busca de las claves ocultas del funcionamiento del mercado co-
lonial novohispano. Menciono aquí “claves ocultas del funciona-
miento del mercado” en oposición a la “mano invisible” del mer-
cado acuñada por Adam Smith (1723-1790) en su obra Ensayo sobre

1
Jorge Silva Riquer, Mercado regional y mercado urbano en Michoacán y
Valladolid, 1778-1809, México, El Colegio de México, 2008, 280 pp.

44
Lecturas del historiador

la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, publicada


en 1776, misma que inauguró el debate sobre la división del tra-
bajo, la extensión de los mercados, el crecimiento económico y
el bienestar social, al considerarse el primer estudio completo y
sistemático del tema.
La obra que ahora reseñamos seguramente se convertirá
en un clásico de la historiografía mexicanista. Se compone de
introducción, cuatro capítulos, conclusiones, más fuentes docu-
mentales y bibliográficas. La estructura de la investigación pos-
tula en sí misma un planteamiento teórico y metodológico que
es necesario evidenciar de cara a los resultados de la misma. El
autor aborda consecutivamente El espacio mercantil y su juris-
dicción; Las actividades mercantiles: una comparación entre la
Nueva España y Michoacán, 1777-1809; El mercado urbano de
Valladolid, 1778-1808; y Ocupación, propiedad y comercio indio
en Valladolid entre 1779 y 1792.
A través de la estructura del libro, que manifiesta distintos
niveles de complejidad del problema, Silva Riquer problemati-
za, sin autocomplacencia, la famosa ley sobre “la oferta y la de-
manda”. Lo hace a través del estudio sistemático “de elementos
cuantitativos antes no consultados y al estudio de temas y pro-
blemas cada vez más complejos” (p. 15) relacionados con los in-
tercambios, flujos y relaciones comerciales en diferentes niveles:
extra, inter e intrarregionales, para “señalar la existencia de un
mercado interno colonial, basado en la presencia de mercados
regionales y urbanos como parte de la armazón que dio forma a
la economía colonial novohispana del siglo xviii” (p. 16). Este en-
foque metodológico privilegia el estudio del comportamiento de
la población, la producción agropecuaria y la actividad comercial
propiamente dicha, para entender y explicar el procedimiento de
la producción, de la circulación y el consumo; tesis más cercana
a la obra clásica de Carlos Marx Contribución a la crítica de la Eco-
nomía Política, publicada en alemán en 1859.

45
José Alfredo Uribe Salas

En la problematización y el análisis que desarrolla el autor


sobre los mecanismos de intercambio e integración de los es-
pacios económicos y el mercado interno novohispano, hilvana
un extraordinario debate historiográfico sobre los alcances y las
limitaciones de estudios y obras precedentes escritas por David
Brading, Enrique Florescano, Herbert S. Klein, John J. TePaske,
Ouweneel-Bijleveld, Virginia Guedea, Manuel Miño, Claude Mo-
rin, Sempat Assadourian, Beatriz Rojas, Enriqueta Quiroz, Da-
vid Reher, Eric Van Young, Juan Carlos Garavaglia, Carlos Gros-
so y otros. El contenido del libro es también un diálogo con otras
propuestas teóricas y metodológicas sobre los mercados y el cre-
cimiento económico, que sustentan historiadores como Morin,
Salvucci, Van Young, Coatsworth, Klein, TePaske, Garner, entre
otros, sobre la Nueva España y el siglo xviii, pero también sobre
sus resultados de investigación.
En este sentido, Silva Riquer propone considerar como hi-
pótesis ciertas afirmaciones y conclusiones de algunos de ellos,
profundizar en los estudios y evitar generalizaciones o extra-
polaciones carentes de sustento. Por ejemplo, autores como
Coatsworth, Van Young y Garner sostienen la existencia de una
crisis económica en la segunda mitad del siglo xviii, que impactó
el crecimiento y el desarrollo de la economía novohispana –inclu-
so la agropecuaria–, por la caída de la producción de plata, prin-
cipal producto articulador, el estancamiento de los salarios en el
campo, etcétera (p. 250). En respuesta, Jorge Silva plantea una
tesis opuesta: en el siglo xviii se incrementó la demanda en el
sector agrícola que trajo consigo una nueva utilización del suelo,
privilegiándose los cultivos sobre la cría, aunque no sustituyén-
dola. Afirma que, en dicha centuria, “la actividad agropecuaria
fue eminentemente comercial” (p. 250) y que los precios de los
productos estuvieron determinados por las demandas regiona-
les tanto del ámbito michoacano como novohispano, con lo cual
se manifestó un crecimiento económico definido de 1660 a 1800.

46
Lecturas del historiador

Esta conclusión se sustenta en un análisis riguroso de los distin-


tos niveles en que se manifiesta el incremento de la producción,
los intercambios y el consumo, marcados sin embargo por crisis
agrícolas y de población. Señala en y para algunos casos los pro-
blemas de extrapolar conclusiones y tesis de ámbitos generales
a realidades particulares o viceversa, haciendo tabla rasa de ten-
dencias de larga duración, lo mismo de los movimientos coyun-
turales, los cambios en los patrones de producción, intercambio
y consumo, y de precios y salarios.
Empero, la crítica más contundente que realiza Silva Riquer
es el uso de series de valor agregado procedentes de los ingresos
fiscales de las diferentes cajas reales de la Nueva España, utiliza-
dos principalmente por Klein, TePaske, Ouweneel-Bijleveld para
conocer y medir el comportamiento económico, en lugar de tra-
bajar con series estadísticas (producción, precios, salarios) “que
reflejen mejor el comportamiento productivo en cada sector” y
espacio referido. Como señalan los economistas e historiadores
de la economía, el valor agregado neto se calcula deduciendo del
anterior el valor del consumo del capital fijo, es decir, el valor
agregado puede ser considerado como una variable de escala y,
en consecuencia, como uno de los indicadores de dimensión del
sector o del mercado, pero solamente eso. En ello radica su li-
mitación. Este planteamiento se postula al mismo tiempo como
uno de los atributos de la investigación que comentamos, pues
como el mismo autor indica: “los resultados a los que arriban
Klein, TePaske, Ouweneel-Bijleveld están en contraposición a los
presentados aquí, que demostramos a partir de ingresos fiscales,
eclesiásticos y civiles, referidos a los productos y valores de cada
artículo y no a los valores agregados como son los utilizados por
esos autores” (p. 257). Las series de valor usadas por Silva Riquer
son diversas y complementarias, fiscales, eclesiásticas y civiles
“referidos a los productos y valores de cada artículo”, comparati-
vamente analizadas en la larga duración y en espacios económi-

47
José Alfredo Uribe Salas

cos articulados por centros urbanos y rurales, que otorgan una


dimensión diferenciada tanto a la función de la economía como
a los procesos del intercambio, los circuitos de circulación, los
puntos de intercambio y los centros de distribución, redistribu-
ción y consumo extrarregional, interregional, intrarregional.

48
La producción y los precios agropecuarios
en Michoacán en el siglo xviii.
El mercado colonial 1

El historiador Jorge Silva Riquer ha dedicado parte de su vida


profesional y sus capacidades intelectuales a documentar dos
vertientes del mercado colonial novohispano: su comportamien-
to en la larga duración y su consolidación. Lo ha hecho a través
del estudio puntual de las actividades agrícola y ganadera, del co-
mercio rural-urbano y el consumo. En esa perspectiva de análi-
sis, su teoría y modelo explicativo ha integrado otras variables no
menos significativas como la demografía, el acceso a la tierra y a
sus recursos, las actividades manufactureras, la extracción y be-
neficio de la plata y la circulación monetaria. Como resultado de
sus investigaciones, ha publicado obras importantes, como La ad-
ministración de alcabalas y pulques de Michoacán, 1776-1821 (1993);
La estructura y dinámica del comercio menudo en la ciudad de Valla-
dolid, Michoacán, a fines del siglo xviii (2007); y El mercado regional
de Michoacán y el mercado urbano de Valladolid, 1778-1809 (2008).
Su último libro, La producción y los precios agropecuarios en
Michoacán en el siglo xviii. El mercado regional colonial, a decir del

1
Jorge Silva Riquer, La producción y los precios agropecuarios en Michoa-
cán en el siglo xviii. El mercado colonial, Morelia, Facultad de Historia de
la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, El Colegio de
Michoacán, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2012, 227 pp.

49
José Alfredo Uribe Salas

autor cierra un ciclo en sus intereses de investigación cuyo nú-


cleo epistémico fue problematizar las dinámicas del mercado
interno colonial a partir de la integración de los mercados regio-
nales. Y lo hizo acompañado de sus profesores y colegas, como
Carlos Sempat Assadourian, Enrique Florescano, Claude Mo-
rin, Eric Van Young, John Jay TePaske, Herbert S. Klien, Anto-
nio Anino, Juan Carlos Garavaglia, Juan Carlos Grosso, Richard
Salvucci, Carlos Marichal, Pedro Pérez Herrero, Manuel Miño,
Ma. Isabel Sánchez Maldonado y otros, con quienes discutió en-
foques, teorías y modelos explicativos, y puso a prueba su for-
mación académica, su estilo y su propio ejercicio hermenéutico
plenamente visible en la narrativa de su obra.
En ese recorrido de casi dos décadas animó reuniones aca-
démicas y coordinó obras colectivas que cuestionaban resulta-
dos anteriores y proponían nuevos datos, interpretaciones y te-
sis sobre el universo complejo que representaban las categorías
de mercado, mercado interno y mercado regional. Esa práctica
intelectual y colectiva, que se concretó en obras como Mercados
e historia (1994); Circuitos mercantiles y mercados en Latinoaméri-
ca, siglos xviii y xix (1995); El mercado interno de México. Siglos xviii
y xix (1998); Mercados indígenas en México, Chile y Argentina, siglos
xviii-xix (2001); Mercados regionales de México en los siglos xviii y xix
(2003), le otorgarían la madurez y experiencia suficiente para
labrar su propio camino en el ámbito de la historia económica
y un lugar en primera línea en el debate actual sobre el espacio
colonial de los mercados regionales.
La producción y los precios agropecuarios en Michoacán en el
siglo xviii documenta la tesis de un crecimiento de la producción y
la estabilidad de precios en el periodo de estudio (1660-1803), sin
que esto signifique hacer tabla rasa de sus particularidades en el
tiempo, tanto en la macrorregión que representaba el territorio
de la Nueva España como en el Obispado de Michoacán o el par-
ticular espacio regional que el autor denomina Michoacán. Por

50
Lecturas del historiador

el contrario, Silva Riquer arriba a su conclusión final después de


haber documentado, analizado y explicado la presencia de cri-
sis agrícolas, precios altos y periodos de estabilidad en un sentido
comparado. Pero el problema no es tan sencillo como parece. Lo
cierto es que el aumento de la producción y la existencia de precios
estables estuvieron acompañados por el aumento de población y la
ampliación y reutilización de la tierra con fines productivos.
¿Qué quiere decir esto? Bueno, que fue la demanda de los
mercados regionales, con su relación campo-ciudad, la que esta-
bleció los mecanismos de competencia y estimuló la ampliación
y diversificación de los espacios productivos agrícolas y ganade-
ros locales, con precios más o menos estables, lo que posibilitó
el incremento de la circulación de productos y la integración del
mercado interno novohispano.
La revisión de los pormenores de esta tesis se puede se-
guir en las 227 páginas que dan cuerpo al libro. La estructura de
la obra deja ver, de manera puntual, la estrategia metodológica
que instrumentó el autor en sus cuatro grandes unidades analí-
ticas: 1) El espacio productivo agropecuario michoacano, 1660-
1803; 2) Tendencias de la producción agropecuaria en la Nueva
España y Michoacán durante el siglo xviii; 3) La producción
agropecuaria básica en Michoacán, 1660-1803; 4) El crecimiento
económico en el Obispado de Michoacán, 1660-1803.
En el punto de partida de la investigación, el autor discute y
analiza el espacio fiscal eclesiástico y el control fiscal que ejercie-
ron la Iglesia y la Corona en la recaudación del diezmo sobre la
producción de maíz, trigo, frijol, becerros, borregos, cerdos y mu-
las, y los precios de cada uno de los géneros que estaban bajo el
control fiscal del diezmo. Para ello, somete a una revisión crítica
tanto la naturaleza y estructura de los registros decimales como
los del diezmo líquido o valor neto de lo recaudado por la Iglesia,
que permite ver las tendencias a largo plazo, incluso en sentido
comparado entre varios espacios coloniales y fiscales, como el ar-

51
José Alfredo Uribe Salas

zobispado de México y los obispados de Puebla, Michoacán, Gua-


dalajara, Durango y Oaxaca; y, por otra parte, el diezmo en valor
o en dinero (precios corrientes), que permite conocer el precio
al que fue tasado el artículo al momento de pagar el impuesto en
cada una de las unidades agrícolas o agropecuarias en los par-
tidos decimales de Valladolid, Puruándiro, Maravatío, Zitácuaro
y Zamora. Pero es necesario leer con cuidado y detenidamente
la legislación fiscal y las circunstancias particulares de su instru-
mentación para poder ensamblarlos con el análisis pormenoriza-
do que ejecuta Silva Riquer sobre miles de datos referidos a pro-
ducción y precios en el siglo xviii, y sus particulares condiciones
en que se realiza la actividad productiva, la oferta y la demanda,
la circulación de los productos y su valor monetario en la parte
final del proceso, que es el consumo.
En un segundo bloque, el autor avanza en el análisis y la
discusión de las características que tuvo el crecimiento econó-
mico en el espacio regional que denomina Michoacán, para for-
mular el modelo de mercado regional, mismo que será funda-
mental en la explicación de cómo se integra y define el mercado
interno novohispano. En el estudio, incorpora diversas varia-
bles explicativas como las condiciones del entorno ecológico,
la presión demográfica, el trabajo incorporado en las unidades
productivas, el acceso a la tierra, las crisis climáticas, las faci-
lidades de circulación de los productos por el territorio más
allá del espacio de estudio –que, en términos actuales, cubre el
norte, noreste y noroeste del actual estado de Michoacán– y los
vínculos crecientes con el mercado de consumo en ámbitos ma-
yores, dinamizados por las ciudades de Guanajuato, México y
Guadalajara hacia el centro y occidente de la Nueva España.
Silva Riquer analiza el comportamiento de la producción en
el Arzobispado de México y en los obispados de Puebla, Vallado-
lid, Guadalajara, Durango y Oaxaca, y discute el concepto de cre-
cimiento con base en la información decimal proveniente de lo

52
Lecturas del historiador

recaudado por la Iglesia. Con todos los matices posibles, el autor


observa un crecimiento sostenido y constante, aunque con diferen-
tes magnitudes en orden decreciente: México, Puebla, Michoacán,
Guadalajara, Durango y Oaxaca. En una segunda escala de análi-
sis, discurre la misma operación para el Obispado de Michoacán
y documenta que, en el caso de la región de estudio –Michoacán:
Oriente, Centro, Occidente y Sierra–, se tuvo un crecimiento soste-
nido en su producción agropecuaria hasta ocupar una cuarta parte
de los valores recaudados en el obispado. Para observar crítica-
mente las características y el comportamiento de la producción en
las diferentes regiones del Obispado de Michoacán (Bajío: Oriente,
Occidente y Norte), somete a una revisión crítica las series decima-
les elaboradas por Claude Morín en 1979 y por Ma. Isabel Sánchez
Maldonado en 1994, y las contrasta con los valores fiscales obteni-
dos para su espacio de estudio, mismos que representan 18% del
total recaudado en todo el obispado entre 1670 y 1803.
Los datos, el análisis de los datos, el enfoque comparado
de magnitudes distintas –producción y precios– en los diversos
espacios fiscales coloniales, le permiten al autor ver, con mayor
cuidado y precisión, la naturaleza de las series fiscales elaboradas
por otros investigadores para tratar de responder sus propias pre-
guntas, y la solvencia de las mismas para entender y explicar las
dinámicas de la producción y sus precios en la tridimensionali-
dad del espacio referido: Nueva España, Obispado de Michoacán
y Michoacán, en la perspectiva de un entramado de actividades
productivas, circulación de productos y precios de consumo.
En un tercer nivel de estudio, el autor avanza en escenarios
cada vez más particulares y concretos, referidos a la producción
agropecuaria básica en Michoacán, en el largo periodo que va de
1660 a 1803, previo al desenlace del movimiento de independen-
cia. Detecta diversos periodos de alza y recuperación, así como
desaceleración debido a distintos factores naturales, sociales o
fiscales, pero constata un crecimiento “significativo y estadística-

53
José Alfredo Uribe Salas

mente fuerte” en la producción agropecuaria desde el inicio del


siglo xviii, al procesar los datos de las series a través de las me-
didas móviles quinquenales y los índices de crecimiento quin-
quenal de cada serie. Ahora bien, ese crecimiento “significativo
y estadísticamente fuerte” corroborado a partir de magnitudes
mayores y quinquenales, lo contrasta con los valores en reales
registrados en cada uno de los partidos a través del diezmo de
cada producto analizado, como maíz, trigo, frijol, becerros, bo-
rregos, cerdos y mulas, y otros seriales y legumbres que estaban
o se integraron a la dieta alimenticia de una población también
en crecimiento. En ese universo, encuentra Silva Riquer que el
maíz y el trigo, con 26% y 39% respectivamente del valor total,
orientaron en cierta medida la tendencia de crecimiento en los
partidos analizados. Aún así, el autor realiza diversos ejercicios
de correlación entre volumen de producción y precio de dis-
tintos artículos agropecuarios, como el frijol y el ganado, para
apreciar el comportamiento de la economía regional agraria –
ampliación del espacio agrícola o la incorporación de nuevas
tierras para la producción, diversificación de granos, legum-
bres y animales, y nuevas formas de acceso a la tierra, como las
“Composiciones”, los peguales o el arrendamiento– y poner a
prueba la consistencia de su tesis general sobre la integración
del mercado interno colonial.
La parte final de la investigación es muy interesante, en
tanto que Silva Riquer regresa sobre sus pasos para integrar en
un todo, que es el crecimiento económico en el Obispado de Mi-
choacán, las distintas variables desagregadas de su análisis, como
población, demanda de tierra, crisis climáticas, circulación, pero
ahora bajo un nuevo esquema analítico: se trata de la incorpora-
ción de las evidencias decimales sobre la producción y los precios
agrícolas en su relación con la actividad minera –ya estudiada
ampliamente como motor de arrastre de las demás actividades–,
la manufactura y la actividad mercantil en general.

54
Lecturas del historiador

El autor recupera entonces el concepto de productividad


para ver el comportamiento de la economía del Obispado de Mi-
choacán y de la región Michoacán, más cercana ésta a las dimen-
siones jurisdiccionales de la Intendencia de Michoacán estableci-
da como parte de las reformas borbónicas. Y aun cuando reconoce
escasez de moneda y circulación deficiente, trae a colación la
presencia de un patrón de precios y de producción fuertemente
relacionados con el mercado interno colonial, en donde la circu-
lación de la plata en sus diversas modalidades desencadenaría un
proceso articulador y de estímulo para otras muchas actividades
productivas; es decir, la presencia y el impacto de la moneda en
las transacciones mercantiles se convertiría en un elemento inte-
grador de las condiciones propias de ese mercado novohispano
a finales del periodo colonial. Por ello resulta muy interesante el
ejercicio analítico que despliega el autor sobre la correlación de
los valores de plata de Guanajuato, y los valores agropecuarios del
Obispado de Michoacán y de la región Michoacán, para concluir
que efectivamente existió una vinculación muy estrecha entre la
producción de plata y la agropecuaria.
El otro caso es el de la ampliación de las actividades manu-
factureras en distintos espacios coloniales, haciendo cada vez
más visibles las relaciones diferenciadas entre campo y ciudad
por medio del establecimiento de cadenas productivas que in-
tegraron dinero, aditamentos tecnológicos, insumos agrícolas y
mano de obra para satisfacer la demanda creciente de pueblos y
ciudades de diferentes latitudes del territorio de la Nueva España.
En fin, se trata de un estudio cuidadosamente armado, con
series estadísticas contrastadas y argumentos sólidos y convin-
centes. Pero también, la investigación-libro es provocadora, y eso
es bueno porque permite reformular las preguntas que nos he-
mos hecho en el pasado, o elaborar nuevas preguntas a partir de
las ya resueltas y de las evidencias que lo sustentan. Éstas, aunque
no formaron parte propiamente de la problemática a estudiar en

55
José Alfredo Uribe Salas

La producción y los precios agropecuarios en Michoacán en el siglo


xviii. El mercado regional colonial, surgen de manera natural, esti-
muladas por las buenas investigaciones. Por ejemplo, ¿algún día
se podrá conocer de manera desagregada el volumen de produc-
ción que fluyó del mercado regional de Michoacán o de cualquier
otro, para satisfacer la demanda de consumo de otras latitudes
fuera de él o de ellos? O también, ¿cuáles fueron los incremen-
tos en el valor-precio de los productos individuales –agrícolas y
ganaderos– fuera de su ámbito de producción, y a qué paráme-
tros de competitividad se vieron sometidos en el proceso de in-
tegración de un mercado interno novohispano? ¿Hasta qué pun-
to el crecimiento de la producción agropecuaria y la estabilidad
de precios forjaron en los sectores beneficiados una perspectiva
política diferente, en sentido contrario a las políticas borbónicas
de modernización de las estructuras administrativas y fiscales de
sus espacios coloniales? ¿En dónde se puede ubicar la fisura entre
un crecimiento de la producción y precios estables –que segura-
mente añadió perspectiva y satisfacción a un número creciente
de la población novohispana–, vistos en la larga duración, con el
desencadenamiento acelerado del movimiento o guerra de inde-
pendencia después de 1804? ¿En qué medida los ingresos fiscales
obtenidos por la Iglesia y la administración civil retornaron, o no,
como incentivos diversos para el crecimiento de la producción y
la estabilidad de precios al consumidor final?
Otras investigaciones realizadas con el mismo rigor que
contiene el libro de Jorge Silva Riquer, podrán proporcionarnos
respuestas convincentes y abrir otras muchas posibilidades de
comprensión y entendimiento sobre la organización de los espa-
cios económicos y fiscales, y sus relaciones con el conflicto en la
historia de México hasta nuestros días.

56
Notarios y agricultores:
crecimiento y atraso en el campo
mexicano 1780-1920 1

Alejandro Tortolero Villaseñor es, ante todo, un historiador y un


investigador consolidado. Su trayectoria intelectual y profesional
desde su formación académica universitaria, puede seguirse a
través de su desempeño en la Universidad Autónoma Metropoli-
tana-Iztapalapa; en sus vínculos y colaboraciones en red con gru-
pos de especialistas de instituciones y países diversos, así como
en su productividad científica (artículos, capítulos de libro y li-
bros), cuyo eje temático ha versado insistentemente sobre la his-
toria económica, el desarrollo tecnológico y los impactos ecológi-
cos de las actividades humanas en los siglos xviii-xx.
La investigación y libro Notarios y agricultores. Crecimiento y
atraso en el campo mexicano, 1780-1920, que hoy comentamos, es
resultado del trabajo sistemático que ha realizado el profesor Ale-
jandro Tortolero en la última década, en busca de las claves ocultas
sobre crecimiento y atraso económico, a la luz de intereses y ex-
pectativas de actores colectivos o individuales: notarios, agriculto-
res, pueblos, comunidades. El autor problematiza la famosa ley
sobre “la oferta y la demanda”, la formación del mercado inter-

1
Alejandro Tortolero Villaseñor, Notarios y agricultores. Crecimiento y
atraso en el campo mexicano, 1780-1920, México, Universidad Autónoma
Metropolitana-Iztapalapa, Siglo XXI Editores, 2008, 328 pp.

57
José Alfredo Uribe Salas

no y el desarrollo económico a través del estudio sistemático de


cinco variables: el problema de la propiedad, el del crédito, la
irrigación, la población y el problema político, con elementos
cuantitativos y cualitativos antes no consultados o relacionados.
En el desarrollo de la investigación-libro, Alejandro Torto-
lero aborda temas y problemas cada vez más complejos, relacio-
nados con los componentes anteriores y matizados por los in-
tercambios, los flujos y las relaciones comerciales en diferentes
niveles temporales y espaciales: extra, inter e intrarregionales
para señalar, en sentido opuesto a Andrés Molina Enríquez, la
modernización del campo mexicano, la existencia de un mer-
cado interno basado en la presencia de mercados regionales y
urbanos (por ejemplo, la región agrícola de Chalco como grane-
ro de la gran Ciudad de México) y el desarrollo del capitalismo
mexicano como parte de la armazón que dio forma a la econo-
mía del México independiente de los siglos xix y xx.
Este enfoque metodológico privilegia el estudio sobre el
comportamiento de la población, la producción agropecuaria y
forestal, la actividad comercial y los mecanismos instituciona-
les que facilitaban o entorpecían el acceso a los recursos natu-
rales como agua y bosques, y también a los bienes producidos
por parte de los actores individuales o colectivos, para entender y
explicar el procedimiento de la producción, de la circulación y el
consumo: tesis que se alinea más a la Contribución a la crítica de la
Economía Política de Carlos Marx.
Algunas perspectivas de análisis. Notarios y agricultores tie-
ne una triple lectura: la primera tiene que ver más con la crítica
sistemática que realiza el autor a Los grandes problemas nacionales
del notario de Jilotepec, Andrés Molina Enríquez. Alejandro Tor-
tolero coloca en perspectiva histórica los fundamentos ideológi-
co-políticos que permitieron a Molina Enríquez formular la ma-
yor crítica al atraso de la economía agrícola campesina dominada
por las haciendas, a su incapacidad para modernizarse por sus

58
Lecturas del historiador

tendencias feudales, a los propietarios absentistas sin iniciativa


empresarial y la opresión laboral, considerando la gran propie-
dad como el obstáculo fundamental para la modernización de la
economía mexicana y el origen de las rebeliones campesinas que
nutrieron el movimiento revolucionario mexicano de 1910.
Esta visión escrita en 1909, un año antes del estallido revo-
lucionario de 1910, se convertiría en el sustento ideológico-polí-
tico de la política nacional a lo largo del siglo xx. Tanto los idea-
les agraristas contenidos en el Artículo 27 constitucional como
las políticas de reforma agraria son deudores de esta visión que
sentó las bases para la ruptura de un modelo económico diseña-
do desde arriba y para la redistribución de los latifundios, algu-
nos de los cuales se originaron en la época colonial.
La segunda lectura tiene que ver con la detallada revisión
historiográfica que realiza Alejandro Tortolero sobre la literatura
inspirada en Los grandes problemas nacionales, desde los contem-
poráneos a Molina Enríquez como W. L. Orozco (1911), Luis Ca-
brera (1913), R. Escobar (1915), Robert Bruce Brinsmade (1916),
Ernest Gruening (1928), Frank Tannenbaum (1929), G. McCutchen
(1953), François Chevalier (1956), entre otros, hasta las obras más
actuales escritas por Josep Joan Mateu (2001), Martín Sánchez
(2001), Diana Birrichaga (1998), Blanca Suárez Cortés (1998-1999),
quienes han escudriñado las raíces históricas de las rebeliones
rurales vinculadas con el atraso y los abusos del sistema de ha-
ciendas (oxigenando conceptos como institución feudal, unidad
económica ineficiente, propietarios absentistas, sistema de peo-
naje opresor, endeudamiento de los trabajadores).
La tercera lectura tiene que ver propiamente con la inves-
tigación histórica desde una perspectiva regional (la región de
Chalco-Amecameca), en donde el autor somete las premisas an-
teriores a un análisis que incorpora la propiedad, el crédito y los
sistemas de irrigación para ponderar los niveles de vida de los
campesinos, el comportamiento de los precios, la intensificación

59
José Alfredo Uribe Salas

de los procesos productivos, las desigualdades y los conflictos so-


ciales que trajo consigo el proceso de modernización capitalista
en el campo mexicano, concretamente en el espacio agrícola del
Valle de México y las tierras de caña de azúcar de Morelos.
Tortolero Villaseñor privilegia en su estudio el análisis teó-
rico de redes sociales y un posicionamiento metodológico cerca-
no a la microhistoria italiana. Lo dice con precisión: “En conse-
cuencia, nos pareció importante utilizar el método de (someter)
las generalidades a la prueba regional, a la observación a escala
microscópica y para ello tomamos como laboratorio de prueba la
región de Chalco-Amecameca que creímos pertinente por tener
cinco condiciones fundamentales. Primero, por estar situada en
el Estado de México, lugar de observación privilegiado de Molina;
segundo, por ubicarse en lo que el autor llama la zona fundamen-
tal de los cereales, es decir el área de estudio central en el pensa-
miento de Molina Enríquez; tercero, por ser granero de la Ciudad
de México durante varios siglos, comparable a lo que era el Bajío
a escala nacional; cuarto, por ser una venta donde se pueden es-
tudiar los grandes problemas nacionales, que estudia Molina En-
ríquez en un periodo largo que va desde las reformas borbónicas
hasta la Revolución, desde la transición del dominio español a los
criollos señores y de estos a los criollos nuevos; finalmente, por
el acceso a los archivos, que nos ha permitido hacer un recorrido
por la zona en forma diacrónica a través de los papeles de Mariano
Riva Palacio y José Solórzano, hacendados de la región, que tienen
registros diarios entre 1830 y 1930”. Y concluye: “Ninguna otra re-
gión nos presenta estas condiciones privilegiadas” (pp. 10-11).
Del libro se desprende, entonces, que las revueltas en el
México rural tienen su origen en el desarrollo agrícola moderni-
zador que alteró las redes, los intereses y los comportamientos
sociales de las comunidades indígenas, de los pequeños pueblos
y ranchos situados cerca de los cultivos de caña de azúcar e inge-
nios azucareros de Morelos, y de los cultivos de cereales de las ha-

60
Lecturas del historiador

ciendas Chalco, y no en el atraso endémico del mismo. El proceso


de desarrollo capitalista en el campo mexicano (crédito, ferroca-
rriles y obras hidráulicas) dejó a la mayoría de ciudades, pueblos,
rancherías y comunidades indígenas fuera de los circuitos de la
expansión del capital industrial, de las políticas públicas, de los
privilegios ancestrales sobre el acceso tradicional a los recursos
naturales (agua y bosques), y del crecimiento y desarrollo eco-
nómico. Es decir, el desarrollo del campo y la agricultura como
fuente de desigualdad social y económica.
En el estudio minucioso y bien documentado sobre las re-
giones agrícola del Valle de México y azucarera de Morelos, Ale-
jandro Tortolero encuentra las claves de los conflictos sociales
que estimularon en primer lugar el movimiento revolucionario
de 1910 y la conflictividad agraria que recorre casi todo el siglo
xx. Sostiene el autor que la modernización capitalista del cam-
po mexicano fue una modernización desde arriba, que no inte-
gró la experiencia, las necesidades ni las expectativas de vida de
los actores locales. “Mi impresión, entonces –dice Tortolero–, es
que en el caso de Chalco y de Morelos el modelo económico sigue
vigente y que la lucha por la apropiación de recursos naturales
como los bosques, el pasto y el agua son claves para entender la
conflictividad de la región” (p. 34).
Notarios y agricultores. Crecimiento y atraso en el campo mexi-
cano, 1780-1920 está llamada a ser una obra de obligada consulta
en la historiografía mexicana para conocer cómo se elaboró la
retórica de la Revolución; cómo se legitimó el Estado post-revolu-
cionario; cómo el nacionalismo permeó el pensamiento político
de los mexicanos, mermando el rigor científico de los académi-
cos; en suma, cómo se ha construido el Estado y la nación mexi-
canos. A cien años de distancia de la publicación de Los grandes
problemas nacionales, Tortolero Villaseñor reivindica el rigor del
trabajo del historiador y coloca en la mesa de debate de políticos
y científicos el papel estratégico que ha jugado el agua en el de-

61
sarrollo y la prosperidad general de las comunidades, los grupos
sociales y las personas, pero también en las relaciones de tensión
y conflicto social que ha acarreado su gestión centralizada.
Notarios y Agricultores. Crecimiento y atraso en el campo mexi-
cano, 1780-1920 abona en el debate nacional y en las investigacio-
nes futuras que tendrán que explorar, analizar y documentar las
dinámicas del resto de las zonas rurales del país y su papel en las
transformaciones de México.

62
La cuestión agraria: Revolución
y contrarrevolución en Michoacán
(tres ensayos) 1

Los ensayos que aquí se recogen: “Investigación histórica y lu-


cha ideológica. El caso de las comunidades michoacanas” de Án-
gel Gutiérrez; “Movimiento campesino y empresas extranjeras.
La Ciénega de Zacapu 1870-1910” de Napoleón Guzmán y “El mo-
vimiento socialista y la lucha agraria en Michoacán 1917-1926” de
Gerardo Sánchez, presentados originalmente para su discusión
en el IV Encuentro de Historiadores Latinoamericanos y del Ca-
ribe, efectuado en julio de 1983 en la ciudad de Bayamo, Cuba,
forman ahora el sexto volumen de la Colección Historia Nuestra,
que edita el Departamento de Investigaciones Históricas de la
Universidad Michoacana, cumpliendo así sus objetivos de inves-
tigación y difusión histórica.
La cuestión agraria: Revolución y contrarrevolución en Michoa-
cán (tres ensayos) constituye, en principio, el fruto del esfuerzo y
de la disciplina que ha caracterizado la labor de investigación de
un grupo de historiadores michoacanos adscritos al Departamen-
to mencionado –del cual los autores son miembros–; y en segun-

1
Ángel Gutiérrez, José Napoleón Guzmán y Gerardo Sánchez, La cues-
tión agraria: Revolución y contrarrevolución en Michoacán (tres ensayos)
(Colección Historia Nuestra), Morelia, Departamento de Investigacio-
nes Históricas de la umsnh, 1984, 71 pp.

63
José Alfredo Uribe Salas

do lugar, por la unidad conceptual y orgánica de la problemática


abordada, es una aportación a la sistematización de la concepción
materialista del desarrollo histórico de Michoacán. Así, desde el
punto de vista conceptual, el libro rompe con viejos esquemas ex-
plicativos de nuestra historia, idealistas unos, unilaterales otros,
los más presentando modelos de desarrollo de nuestra sociedad
desde una perspectiva colonialista y colonizada, para asentarse en
una realidad que nos es propia —y a la que hay que investigar des-
de adentro, desempolvando los archivos—, sin incurrir en esa vieja
tendencia que pretende explicar nuestra problemática y nuestro
desarrollo económico-social como deformado, aduciendo ante-
cedentes y premisas extranjeras que, si bien explican su historia,
deforman la nuestra. “Nosotros –señala Ángel Gutiérrez– rechaza-
mos de manera categórica este pensamiento para asentarnos en
la realidad que creemos necesario subrayar: nuestras sociedades son
reales porque nosotros somos reales, que nuestras sociedades no están
ni se han desarrollado de manera deformada porque no somos ni es-
tamos deformados. Nuestras sociedades se desarrollan de manera
conjunta con el resto de las sociedades del mundo, pero sujetas a
las características propias del sistema capitalista en que estamos
inmersos, con clases sociales antagónicas, con economía y polí-
ticas sujetas a la intromisión foránea (hermandad de burguesías
imperialistas y burguesías pro imperialistas), que le imponen su
sello a nuestro mundo” (p. 15).
Destacar la naturaleza del capitalismo y su carácter inter-
nacional, los mecanismos de expansión (siglo xvi) y la sujeción
colonial de nuestros pueblos americanos, desde la etapa del ca-
pitalismo floreciente hasta su fase monopolista (finales del siglo
xix), constituye una premisa para desechar tales principios y no
perder la visión real del desarrollo de nuestros pueblos en el con-
texto mundial. En nuestra opinión, el mérito del libro radica tan-
to en la claridad de este pensamiento como en el carácter clasista
de los argumentos que lo fundamentan: su base es el análisis con-

64
Lecturas del historiador

creto de la economía y sociedad estatal del siglo xix y primeras


décadas del siglo xx, cuya problemática fundamental –señalan
los autores– giró en torno a la transformación de la tenencia de
la tierra y de su uso, en el marco de una política cuyo espíritu fue
salvar obstáculos y ampliar los cauces para imponer e impulsar
un modelo de desarrollo capitalista en el campo michoacano, te-
niendo como base la destrucción de las comunidades campesinas
–a sangre y fuego– y la promoción de un sector burgués terrate-
niente conformado en gran parte por extranjeros vinculados a in-
tereses foráneos, que dio origen a la expresión amplia y militante
del movimiento campesino a lo largo del siglo pasado, pero prin-
cipalmente a partir de 1917 a través de la formación del Partido
Socialista Michoacano, que recogió las aspiraciones populares y
las plasmó en un programa político de clase que exigía la restitu-
ción de las tierras usurpadas a las comunidades y la socialización
de los medios de producción.
Ahora bien, la propuesta clave inicial de los autores para el
análisis de esta problemática fundamental y de las particularida-
des del desarrollo de Michoacán –que da a los tres ensayos unidad
orgánica–, parte del conocimiento del proceso de transformación
de la propiedad de la tierra, base de su economía hasta nues-
tros días; para lo cual proponen una periodización del problema
agrario (y de las luchas campesinas) en dos grandes periodos de
nuestra historia, que van de principios del siglo xix hasta 1917, y
de 1917 hasta nuestros días, respectivamente. El primer periodo,
que corre a lo largo del siglo antepasado y que se cierra con el mo-
vimiento revolucionario de 1910 y la promulgación de la Constitu-
ción de 1917, se caracterizó en Michoacán por el desarrollo de la
propiedad privada (base económica de una burguesía conserva-
dora que adquirió presencia y poder a través de la compraventa y
arrendamiento de tierras) y la destrucción de la propiedad comu-
nal (por medio del reparto, arrendamiento y venta a particulares,
incluyendo en este proceso la pérdida de personalidad jurídica de

65
José Alfredo Uribe Salas

las comunidades en el marco de la legislación agraria guberna-


mental). El segundo periodo, de 1917 en adelante, se caracteriza
por la reafirmación de la propiedad privada (Artículo 27 constitu-
cional) como base fundamental del régimen económico, en don-
de “nuevamente la perspectiva de la política agraria iba dirigida
a reafirmar el punto de vista burgués sobre la propiedad privada
de la tierra” (p. 22), pero también por el reconocimiento de per-
sonalidad jurídica a las comunidades como fruto y expresión de
las luchas reivindicativas del movimiento campesino, exigiendo
la restitución, dotación y ampliación de tierras.
En la obra encontramos, necesario es decirlo, una secuencia
histórica y temática que en palabras de Napoleón Guzmán “ayuda
a una mejor comprensión de los problemas tratados”, (p. 9) am-
pliamente fundamentados –agregamos nosotros– en material de
archivo y en una bien seleccionada bibliografía.
Veamos algunas de las particularidades de cada ensayo. En
“Investigación histórica y lucha ideológica. El caso de las comuni-
dades michoacanas”, Ángel Gutiérrez se centra en la explicación
de las modalidades del desarrollo del capitalismo en el campo mi-
choacano: el análisis riguroso y fundamentado de leyes, decretos,
disposiciones y circulares que sobre materia agraria expidieron
los distintos gobiernos del México independiente, teniendo como
antecedente el decreto de la Corona española del 5 de octubre de
1810 para el reparto de las tierras comunales, apunta a una expli-
cación cabal de la concepción conservadora del grupo gobernante
para abrir paso y espacio a la propiedad privada, base del nuevo
orden económico y social, aún vigente, y justificar la destrucción
de la propiedad comunal. La expedición del decreto del 27 de ene-
ro de 1827, y la ley del 13 de diciembre de 1851 por el gobierno
estatal, no son otra cosa que la concretización de una política para
ajustar mecanismos legales y salvar limitaciones para el reparto
de las comunidades. En 1861 y 1868, en el marco de la intromisión
francesa a nuestro país y su derrota, el gobierno reforzó los me-

66
Lecturas del historiador

canismos para resolver definitivamente el problema, auspiciando


alternativamente la división y el enfrentamiento al interior de las
comunidades –política clave para tal fin–, y el soborno y la repre-
sión para terminar lo más pronto el reparto y la destrucción de la
propiedad comunal.
La respuesta de los comuneros a partir de 1869 a la política
de reparto de sus bienes y a la represión sistemática instrumenta-
da por la clase dominante, delineó el enfrentamiento antagónico
de intereses. A partir de la década de 1880 el gobierno, coludi-
do con los grandes terratenientes, ensayó nuevas artimañas po-
líticas para desaparecer del contexto económico y político a las
comunidades. El resultado fue el desconocimiento de la perso-
nalidad jurídica de la que aún gozaban las comunidades, en un
periodo en cual el desarrollo del capitalismo en la región adqui-
rió una nueva tonalidad auspiciado por la intromisión del capital
extranjero, que obligaba al gobierno a destruir definitivamente
la tenencia comunal. “Este fue el proceso que se inició formal-
mente desde los primeros años del gobierno independiente y
que se detuvo con el estallido revolucionario”, resume el autor.
Sin embargo, como queda claro en la lectura del ensayo, la Re-
volución de 1910, en la que los campesinos se destacaron por su
lucha reivindicativa y militante, nació preñada por los elementos
contrarrevolucionarios que escamotearon los logros y el espíritu
del movimiento. “En Michoacán el sector burgués que tomó el
poder político, aunque luchó contra el porfirismo, colaboró con
él estrechamente y bien se puede decir que reflejó simpatías con
el imperialismo norteamericano. El primer Gobernador Consti-
tucional de Michoacán fue el ingeniero Pascual Ortiz Rubio que
prosiguió la política agraria tradicional sobre las tierras de comu-
nidad” (p. 22).
El segundo ensayo, “Movimiento campesino y empresas
extranjeras. La Ciénega de Zacapu 1870-1910”, destaca por el es-
tudio minucioso que Napoleón Guzmán realiza sobre el espíritu

67
José Alfredo Uribe Salas

de la política agraria y su efecto en una región concreta, como


es el caso de la Ciénega de Zacapu; ahí, las autoridades locales,
junto con los propietarios de las haciendas de Bellas Fuentes y
Zipimeo, llevaron a efecto la destrucción de las comunidades de
Zacapu, Tarejero, Naranja y Tiríndaro, a través del reparto forza-
do, la compraventa y la usurpación violenta de las tierras de las
comunidades, mecanismos de que se valieron los grandes propie-
tarios para someter, controlar y explotar la mano de obra de los
comuneros empobrecidos y sin tierra.
Finalmente, el autor explica la forma en que los empresarios
españoles Alfredo y Eduardo Noriega, con el respaldo político de
las autoridades estatales y nacionales, crearon la Compañía De-
secadora en 1896 y emprendieron la rehabilitación de la Ciénega
de Zacapu, una obra de ingeniería que rescató para la agricultura
comercial 12,261 hectáreas, pero que concentró de tal manera la
propiedad de la tierra que en menos de una década –que corres-
ponde al primer decenio del presente siglo–, dio a los empresarios
españoles tal poder económico que su influencia se dejó sentir en
el ámbito estatal y nacional, y que como explica el autor, “ni siquie-
ra los aires revolucionarios pudieron quebrantarlo, en 1913 inau-
guraban el ramal férreo de Pénjamo-Zacapu que les permitiría en
adelante obtener una posición ventajosa en la comercialización de
sus productos. Supieron adaptarse –agrega Napoleón Guzmán– a
toda clase de dificultades, en su momento fueron villistas, apoya-
ron a Venustiano Carranza pero también estuvieron al lado de los
más nefastos personajes de la historia nacional; aún los llamados
gobiernos postrevolucionarios de Álvaro Obregón y Plutarco Elías
Calles establecieron nexos muy estrechos con los empresarios es-
pañoles, en perjuicio de las reivindicaciones del campesinado, que
vio caer a sus principales dirigentes en manos de los elementos
contrarrevolucionarios apoyados por las guarniciones militares,
acantonadas en Zacapu en la misma finca de Cantabria” (p. 39),
emporio agrícola y bastión de la contrarrevolución en Michoacán.

68
Lecturas del historiador

Finalmente, tenemos la investigación de Gerardo Sánchez,


“El movimiento socialista y la lucha agraria en Michoacán 1917-
1926”, en el que se recoge parte fundamental de la historia de las
luchas campesinas, que después de un siglo de ver reducidas sus
propiedades y convertidos ellos en mano de obra barata para te-
rratenientes y empresarios, deciden organizarse y emprender
una amplia movilización reivindicativa, en el marco de un pro-
grama político de clase que dio origen, primero, a la formación
del Partido Socialista Michoacano en 1917, y después al Partido
Comunista de Michoacán en 1923, como producto de la radicali-
zación del movimiento y la incorporación de nuevos sectores de
trabajadores para la lucha frontal contra la política conservadora
de la burguesía michoacana y sus organizaciones armadas y para-
militares: el ejército y las guardias blancas.
En el ensayo el autor analiza, primero, las corrientes polí-
ticas que contendieron en 1917 para la gubernatura del Estado y
las organizaciones y los partidos políticos que, entre 1917 y 1926
propusieron diferentes alternativas políticas y económicas para
el desarrollo de Michoacán, destacando: a) la militancia del gene-
ral Francisco J. Múgica y su periodo de gobierno revolucionario
al lado de Miguel de la Trinidad Regalado, Isaac Arriaga y Primo
Tapia; y b) el carácter clasista de las organizaciones campesinas
como Sociedad Unificadora de la Raza Indígena (1917), Federación
de Sindicatos de Obreros y Campesinos de la región de Michoacán
(1920), Partido Agrarista Michoacano, Partido Reformador Agraris-
ta, Sindicato de Comunidades Agrarias (1921), Liga de Comunidades
y Sindicatos Agraristas del Estado de Michoacán (1922), que hicieron
posible la elaboración de un programa político de clase, enfrenta-
do combativamente a la reacción michoacana a través del Partido
Socialista Michoacano y del Partido Comunista de Michoacán, que
los aglutinó y les dio fuerza.
Además, Gerardo Sánchez presenta un amplio análisis
sobre la naturaleza y las características que asumió la contra-

69
José Alfredo Uribe Salas

rrevolución en Michoacán. En este sentido, destaca cómo la


burguesía terrateniente y comercial crea el Partido Liberal y pro-
pone a Pascual Ortiz Rubio como contendiente de Múgica a la
gubernatura del Estado en 1917, a cuyo proyecto político final-
mente se sumaron los sectores más conservadores, herederos
del porfirismo en Michoacán, que con el correr de los años con-
solidaron su política y sus intereses como clase dominante. De
igual manera, resalta la imposición de Ortiz Rubio como gober-
nador, el hostigamiento constante y sistemático años después
a la gubernatura de Múgica con el apoyo abierto del gobierno
federal, la represión a las organizaciones campesinas y a los mi-
litantes y dirigentes socialistas. La muerte primero de Miguel
de la Trinidad Regalado en 1917, la destitución del general Mú-
gica como Gobernador del Estado en 1922 y el asesinato de los
dirigentes proletarios Isaac Arriaga en 1921 y Primo Tapia en
1926, resumen la tendencia reaccionaria del grupo gobernante
para resolver los problemas de la clase trabajadora. Y concluye
el autor: “la muerte de Primo Tapia y la persecución y asesinato
de otros líderes agraristas y sindicales significó un duro golpe
para el movimiento social michoacano, que vendría a reponerse
nuevamente hasta la fundación de la Confederación Revolucio-
naria Michoacana del Trabajo en 1929, organización que llegó a
convertirse en la fuerza fundamental para la definición de la po-
lítica nacionalista del presidente Lázaro Cárdenas, en la década
siguiente” (p. 70).
Amplias son las sugerencias que se desprenden de la lectura
detallada del libro para futuros estudios, que habrán de profundi-
zar en los problemas abordados y dar nuevas luces sobre el parti-
cular. Con todo, debemos considerar que la concepción general y
las tesis principales están ya expuestas con rigor y claridad.
Finalmente, reconocemos que la obra en cuestión constitu-
ye una aportación valiosa a la comprensión y explicación de la
historia de nuestro estado y del país, y una postura militante en

70
Lecturas del historiador

la lucha contemporánea entre la burguesía y el proletariado. Li-


bro de lectura imprescindible para el universitario, de valor polí-
tico para el movimiento socialista mexicano y un avance para la
verdadera formación de la historia de los trabajadores de nuestra
América, en la lucha por la segunda y definitiva independencia
continental. Por ello apunta Ángel Gutiérrez: “Cuando un progra-
ma político revolucionario capte, aglutine y ordene los intereses
campesinos nacionalistas y antiimperialistas y los enrole en su
lucha revolucionaria, en esa medida estaremos acertando en el
futuro revolucionario de nuestros pueblos” (p. 25).

71
La Tierra Caliente de Michoacán 1

La Tierra Caliente de Michoacán es una obra colectiva coordinada


por el profesor Dr. José Eduardo Zárate del Colegio de Michoacán.
Se compone de una introducción general a la Tierra Caliente y
18 artículos, divididos en cuatro grandes unidades temáticas: El
pasado, La modernidad, La tradición, El conflicto e incierto pre-
sente.
No voy a repetir el contenido de la introducción, menos aún
el de los 18 artículos que integran el libro, cosa que sería mate-
rialmente imposible. Tampoco diré que es una obra concluyente
por su contenido e insuperable por su formato, porque siempre
estaremos dispuestos a superar lo hecho. Me atrevo a pensar, en
cambio, que se trata de un libro que en principio recoge una larga
experiencia académica, cultural y editorial: académica en cuan-
to a la formación profesional de sus autores, pues hay arqueólo-
gos, historiadores y antropólogos, todos de muy buena hechura,
que nos muestran una imagen multifacética y al mismo tiempo
desgarradora de la región de Tierra Caliente de Michoacán en su
composición interna y en su articulación con el entorno univer-
sal; cultural, por la mirada interdisciplinaria y plural con que se
aborda y mira el desarrollo histórico de la región y los valores, sa-
beres y sentimientos de sus pobladores a lo largo de casi 1 500 años;

1
José Eduardo Zárate (Coordinador), La Tierra Caliente de Michoacán,
México, El Colegio de Michoacán, 2001, 638 pp.

72
Lecturas del historiador

y editorial, por su concepción y diseño, pues era difícil encontrar


hasta hace muy poco libros bellamente manufacturados fuera de
las capitales y los centros urbanos de gran hacinamiento demográ-
fico, al mismo tiempo usufructuadores de los recursos técnicos, el
poder y las glorias intelectuales. Por ello, sugiero su adquisición y
lectura, que bien vale la pena, y después que cada uno saque sus
propias conclusiones.
El libro contiene estudios de carácter arqueológico, histó-
rico, económico, antropológico y aquellos que detienen su aten-
ción en los aspectos socioculturales de la construcción de un
pasado, las formas en que éste fue asumido por la comunidad
y la apropiación que de la memoria histórica hacen los pueblos
para autorrefrendarse.
Existen muchos caminos, veredas y atajos para acercarse a
la parte más recóndita del mundo terracalenteño michoacano. Yo
señalaré tres: primera, la que todos hemos hecho alguna vez y
que consiste en recorrer sus parajes, pueblos, villas y ciudades,
hasta hace poco de difícil acceso desde el punto de vista de la
comunidad del transporte y las comunicaciones; segunda, la de
acercarnos a sus realidades físicas, sociales y culturales aprove-
chando las imágenes que nos provee la cultura oral, la fotografía,
el video o la multimedia; y la tercera, mediante la lectura de cró-
nicas, historias y ensayos que dan cuenta, aunque parcial, de una
realidad mucho más compleja y rica.
El libro se inaugura con una pieza literaria de la pluma de
Luis González y González. En ella refiere que “el lugar de los he-
chos es un valle rojo… alojado en el suroeste de México y de
Michoacán, mide 120 kilómetros de longitud y 50 de anchura;
es decir, 6 000 kilómetros cuadrados, que hoy se reparten entre
Churumuco, Francisco Múgica, Gabriel Zamora, La Huacana,
Parácuaro y Tepalcatepec. El valle conocido como Tierra Calien-
te… es un país tropical, un medio de mala reputación distante de
las rutas máximas del tráfico comercial. Está fuera de camino...”

73
José Alfredo Uribe Salas

esta es la afirmación que parece desmentirse por otros trabajos


recogidos en el libro.
No obstante, la introducción a la Tierra Caliente es una in-
vitación sin igual, amena y ágil, al conocimiento de su geogra-
fía, a su flora y fauna, al mundo de sus primeros y más recientes
pobladores, a las relaciones recíprocas entre el entorno natural
–incluyendo el clima y sus enfermedades– con su evolución de-
mográfica, pasando por los sitios arqueológicos, la historia, los
mitos, la evolución de las actividades comerciales y económicas,
sus intereses y luchas militares y políticas en el contexto de tres
largos siglos de colonización española, la revolución de Indepen-
dencia, el movimiento de Reforma, la Intervención Francesa, la
Revolución Mexicana, el nacionalismo mexicano y la presencia
del general Lázaro Cárdenas en la reconstitución de los lazos so-
ciales, económicos y políticos de la mano del proyecto del nuevo
Estado-nación del siglo xx.
La Tierra Caliente de Michoacán es pródigo en indicaciones
para transitar sin bochornos sus parajes físicos, históricos y cul-
turales. No está por demás decir que este libro recorre caminos
conocidos pero incursiona también airosamente por veredas y
atajos pocas veces considerados para atisbar el calor entrañable
del ser y hacer de los terracalenteños michoacanos. Y no como un
residuo folclórico o de mala fama, como se ha querido presentar
en el imaginario colectivo, sino más bien como la manifestación
cultural concreta y por lo tanto temporal, de un colectivo social
que, desde siempre o por lo menos desde hace unos 1 500 años,
ha estado presente como actor del drama humano de sobrevivir a
todo tipo de inclemencias, sean éstas naturales o sociales.
Ahora bien, no todos los artículos se leen con la serenidad
que provoca el historiador Luis González y González en su intro-
ducción, que es al mismo tiempo una pieza literaria, un tratado de
historia, una mirada antropológica y una historia cultural orgánica
de la región. No más de uno se mimetizó con lo abrupto de la geo-

74
Lecturas del historiador

grafía y sus erupciones volcánicas; con el clima intolerante para la


reflexión metafísica; con los sobresaltos de su economía y los ma-
los acuerdos comerciales que por siempre han dejado a hombres y
mujeres desempleados, dispuestos a sobrevivir satisfaciendo la de-
manda creciente de enervantes del país del norte o trasgrediendo
las fronteras imaginarias, cada vez más imaginarias en un mundo
globalizado; con lo más aguerrido y mal hablado de sus morado-
res, como casi todos los mexicanos; con el son y el agasajo culina-
rio terracalenteño o el frenesí nocturno (y diurno también) de la
carne, que ha procreado hombres y mujeres dispuestos a corregir
las desigualdades sociales y hacer más benigna y digna la vida
misma, que en la Tierra Caliente, por el calor y la inequidad está
más cercana del punto de ebullición y del conflicto.
Como decía en líneas anteriores, esta monumental obra de
638 páginas no agota la realidad pasada y presente de la región
michoacana de Tierra Caliente, pero tiene la virtud de recoger
y ordenar cientos de historias, crónicas, leyendas, testimonios y
documentos pretéritos.
El gran repaso de la historia cultural, de la economía y la
política de la Tierra Caliente, arranca con el artículo de Euge-
nia Fernández Villanueva Medina, “La provincia arqueológica
de Apatzingán: 60 años después”, que a su vez es un necesario
introito al segundo trabajo de la arqueóloga Isabel Kelly, “Exca-
vaciones en Apatzingán”, realizado en 1947, hace poco más de
50 años. Circunscrito a la zona o valle de Apatzingán, Kelly hizo
un análisis detallado de las características de la alfarería, clasi-
ficó materiales de cobre, conchas, pirita, huesos. Describió con
base en ello, las costumbres funerarias de la población agrícola
asentada en el valle hacia el año 500 de nuestra era, y la confi-
guración de los espacios arquitectónicos y cotidianos a partir de
los sitios excavados. Dedujo en su estudio una influencia de fac-
tores externos. En cambio, señala Eugenia Fernández Villanue-
va, los más recientes estudios arqueológicos basados indudable-

75
José Alfredo Uribe Salas

mente en las aportaciones de Kelly indican, más que influencias


externas, una rica y dinámica interacción de intercambios cul-
turales de la población de la Tierra Caliente con las localizadas
en el sureste del estado de Jalisco, en todo el centro-norte de
Michoacán, y en Colima. Las nuevas evidencias arqueológicas
permiten afirmar la existencia de un flujo constante de bienes y
valores culturales de otras regiones mesoamericanas, que cues-
tionan las apreciaciones de la región de Tierra Caliente como
aislada, “fuera de los caminos del hombre”, como consigna el
propio Luis González y González. Los estudios subsecuentes no
hacen sino confirmar esta hipótesis.
Esos flujos culturales mesoamericanos, y colonial-ibéri-
cos después, tuvieron en el conocimiento, la explotación, el uso
y la comercialización del cobre, uno de los lazos más preciados
en la articulación de la cosmogonía del universo mesoamericano
terracalenteño y la hechura de las relaciones mercantiles con el
exterior inmediato colonial y ultramarino. Los trabajos de Hans
Roskamp, “Historia, mito y legitimación: el lienzo de Jicalán”, y de
Xavier Tavera Alfaro, “De una mina de cobre de Tierra Caliente”,
nos muestran dos momentos temporales de las relaciones entre
los pobladores locales con sus recursos minerales, y su pertenen-
cia a un mundo mucho más abierto y dinámico. Precisamente,
Xavier Tavera Alfaro documenta la presencia de una comisión
científica dirigida por el mineralogista alemán Franz Ficher, que
arribó a la Tierra Caliente el año de la Revolución Francesa (1789),
con el cargo de la Corona española de hacer los estudios técnicos y
científicos para determinar la rentabilidad de las minas de Ingua-
rán y la función de Santa Clara. Se sabe, en cualquier caso, que el
cobre de Inguarán fue trasladado hasta las fundiciones de Sevilla
y Barcelona, y se empleó posteriormente con fines bélicos frente
a Gran Bretaña y Francia.
Los trabajos destacan, en uno y otro periodo, la importan-
cia del cobre en la confirmación, entramado y diversificación de

76
Lecturas del historiador

la sociedad de la Tierra Caliente, y los vínculos que se tejieron


desde entonces con el mundo occidental que representaba la
España imperial en el ocaso de su vida. Menos aislada no podía
estar la Tierra Caliente michoacana de los caminos del mercan-
tilismo ibérico y de las nuevas corrientes del embrujo de la Re-
volución Industrial, que colocaría a Gran Bretaña en el centro
del universo dejado por España.
A esos aires de modernidad que se manifestaron a par-
tir del último cuarto del siglo xviii, pero que llegarían a Tie-
rra Caliente un siglo después, debemos los mexicanos el origen
de cuanto se ha dicho sobre el carácter y el modo de ser de los
habitantes, y de su pobreza y aislamiento. Nada menos cierto
que eso. En todo caso, debemos explicar las grandes tensiones
comerciales del siglo xix que redefinirían en un contexto inter-
nacional el papel de los nuevos Estado-nación recién indepen-
dizados, y al interior de estos –como fue el caso de la región de
Tierra Caliente–, el desinterés de las políticas públicas por esti-
mular su integración a los nuevos caminos del pensamiento y la
economía liberal decimonónica. Al libro le hizo falta una visión
del siglo xix terracalenteño.
El lector encontrará en la segunda unidad temática, que ha
sido bautizada como Modernidad, los trabajos de Gerardo Sán-
chez Díaz, “Agua para una tierra sedienta”; de Marco Calderón,
“Lázaro Cárdenas del Río en la cuenca Tepalcatepec-Balsas”; de
María del Pilar Angón Torres, “Trabajadores agrícolas del valle
de Tepalcatepec”; y de Lois Stanford, “Campesinos en la Tierra
Caliente”, entre otros.
A decir de Pilar Angón, “la colonización española de inicios
del siglo xvi acarreó (en la Tierra Caliente) una drástica reduc-
ción de la población indígena y la sustitución de la población
agrícola por la pecuaria, debido a: 1) la escasez de la mano de
obra nativa, la cual se intentó sustituir con la población esclava
de origen africano; y 2) las condiciones naturales que impidie-

77
José Alfredo Uribe Salas

ron la pronta adaptación al medio ambiente de los cultivos que


pretendían introducir los colonizadores. De ahí que la ganadería
extensiva –especialmente la bovina– llegase a dominar el sistema
de producción regional hasta la segunda mitad del siglo xix” (p.
267). Si bien el crecimiento demográfico fue lento a lo largo del
siglo xix, la productividad de la mano de obra aumentó debido a
las innovaciones tecnológicas agrícolas que se introdujeron en la
región a partir del último cuarto de siglo, particularmente en el
sistema de barbecho, la yunta de bueyes y el arado de palo.
La presencia de colonos extranjeros como la familia italiana
de los Cusi; la consolidación de grandes empresas agrícolas esti-
muladas por el auge de una agricultura comercial de exportación;
y la atracción de fuerza de trabajo de otras latitudes del país que
incluyó mecanismos coercitivos, cambiaría los antiguos patro-
nes de uso y explotación de los recursos naturales, las relaciones
sociales de organización de sus habitantes y su dinámica econó-
mica en el mercado nacional. Su reposicionamiento en el siglo
pasado (xx) tiene que ver con el desbordamiento de las fuerzas
centrípetas y centrífugas, que colocarían a la Tierra Caliente en el
centro del huracán revolucionario en el nuevo orden nacionalista
y modernizador de la Revolución Mexicana.
Los artículos “Agua para una tierra sedienta” y “Lázaro Cár-
denas del Río en la cuenca Tepalcatepec-Balsas” nos hablan de las
razones y los intereses del Estado mexicano por financiar con re-
cursos federales y estatales, a través de la Comisión Nacional de
Irrigación, Comisión del Tepalcatepec (1947), Comisión del Balsas
y el proyecto de la Planta Siderúrgica del Río Balsas, la infraestruc-
tura regional con obras hidroeléctricas como las de Zumpimito
(1950) y El Cóbano (1955); ampliación de carreteras y caminos de
terracería; explotación y sistema de beneficio, entre otras.
Los estudios de María del Pilar Angón Torres, “Trabaja-
dores agrícolas del valle de Tepalcatepec”, y de Lois Stanford,
“Campesinos en la Tierra Caliente”, reseñan la consolidación de

78
Lecturas del historiador

las grandes propiedades agrícolas hasta los años treinta (1934);


la emergencia del proletariado agrícola; el movimiento agraris-
ta; la expropiación de las tierras de las grandes haciendas y la
instauración de los ejidos; la parcelación del ejido y el repunte
de la mano de obra asalariada; las feroces contradicciones so-
ciales, que permiten concluir que el sentido social de las obras
públicas que se realizaron en la región, terminaría beneficiando
a los grandes hombres de negocios vinculados con el poder polí-
tico. En el análisis destaca la evolución ocupacional de las tierras
de la región, en una amplia perspectiva histórica pero felizmen-
te ligada a los vaivenes de los mercados de consumo, escenario
que explica la sustitución de cultivos tradicionales como el maíz
por otros más rentables, como el algodón y los cultivos frutales
y vegetales (melón, mango, sandía, entre otros), en su nuevo en-
tramado internacional dominado por las tendencias de privatiza-
ción y globalización de la economía, para utilizar los conceptos
de Lois Stanford en su artículo.
Quizá sea a trasluz del estudio del cultivo de la caña de azú-
car o de sus derivados, incluyendo el alcohol de caña, donde po-
damos apreciar la intensidad de las contradicciones de la mo-
dernidad, del afán privatizador y el carácter globalizante de las
economías, que como la de la Tierra Caliente michoacana, nunca
como ahora parece estar más sola que nunca. Luis Seefoó Luján,
Guillermo Paleta Pérez y Héctor Hernández Soria tocan el fenó-
meno en su artículo “Turicato, un nombre equivocado”. A través
de las zonas de Puruarán y de Pedernales analizan las políticas
neoliberales de la última década del siglo xx, que han sembrado
desempleo, miseria y todos los males de una economía sujeta a
los caprichos de un mercado internacional y a los criterios de
utilidad neta de sus dueños, que son grandes empresarios. Fren-
te a esa realidad, los caminos de solución no parecen ser mu-
chos, pero hay tres que exploran Salvador Maldonado y Victoria
Malkin en los dos artículos que cierran este libro: “El cardenis-

79
José Alfredo Uribe Salas

mo terracalenteño y las disputas por el poder local en Apatzin-


gán, 1988-1997” y “Narcotráfico, migración y modernidad”.
El primero tiene que ver con el reacomodo de los actores
sociales bajo el principio de la disputa del poder local, es decir,
la lucha por los ayuntamientos, como se muestra en el caso de
Apatzingán para los años de 1988-1997, y que tiene que ver con la
política como el espacio más idóneo para negociar el desempeño
económico y social de los órganos de gobierno y las políticas pú-
blicas; el segundo, de hondas raíces históricas, refiriendo al fe-
nómeno de la migración y la búsqueda por parte de la población
desempleada de las mejores opciones de vida allende la frontera;
y el tercero, que parece ser la tónica: canalizar tierras, recursos y
hombres al cultivo y comercialización de enervantes.
Quiero finalizar diciendo que los autores del libro no escati-
maron esfuerzos para dibujar los elementos más entrañables de
la cultura terracalenteña: sus recursos, el clima, el ocio, el traba-
jo, las tradiciones milenarias, las fiestas, la política, entre otros te-
mas. En fin: la historia y sus mitos, la tradición y la modernidad,
el pasado y el presente, de esta porción del continente americano.
Pecaría si afirmara que el libro, con su introducción, 18 ca-
pítulos y 638 páginas, agota las penas y las glorias de sus valien-
tes moradores de ayer y de hoy. Las mil y una noches de la Tierra
Caliente michoacana esperan, como en el Macondo de García
Márquez, una retrospectiva de mayor aliento.

80
Economía, progreso
y desarrollo
Introducción

El segundo capítulo integra seis reseñas de libro en las que se ex-


plora el largo y tortuoso camino del capitalismo latinoamericano
en la transición del siglo xviii al xx. Su énfasis está centrado en
el paso del Antiguo Régimen a la constitución de repúblicas inde-
pendientes, en los cambios que se operaron en el entramado ins-
titucional, las rupturas y continuidades en los procesos políticos,
los espacios de producción y su integración en las dinámicas de
los mercados nacional e internacional, y el papel de los agentes
económicos en la modernización política de las formas del Esta-
do y de los procesos de producción capitalista. Se advierten reno-
vados enfoques teóricos para abordar la diversidad de realidades
en los espacios latinoamericanos, principalmente referidos a las
articulaciones de lo rural y lo urbano, lo antiguo y lo moderno.
Con esa perspectiva de larga duración, los libros reseñados
dan cuenta de la transición de una sociedad tradicional a otra más
moderna, sin perder de vista el entramado global del desarrollo
del capitalismo. Las reseñas hacen visibles las especificidades
del progreso y del desarrollo económico en espacios de diferen-
te naturaleza, con escalas de análisis que van de lo nacional a lo
regional o de lo local a lo regional. Son los casos de dinámicas
economías rurales y agrícolas, de economías centradas tradicio-
nalmente en la explotación minera o de economías urbanas me-
jor articuladas con una diversidad de actividades productivas. En
cada una de ellas, se entrelazan las instituciones de gobierno y las

83
políticas de fomento con los intereses económicos de empresa-
rios y comerciantes, nacionales y extranjeros. Ellos son los agen-
tes y actores principales del desarrollo económico y de la integra-
ción de los mercados en una escala de lo local a lo global.
También se puntualizan en las reseñas las propias contra-
dicciones del sistema financiero y fiscal, las que modelan los cos-
tos y beneficios de los procesos de modernización capitalista, y
el papel cada vez más protagónico de la Hacienda Pública en la
conducción del desarrollo económico, en la actuación temporal
o de larga duración de los diferentes grupos sociales emergentes,
en la integración de la economía bajo la égida de la propiedad
privada y la ampliación del mercado.

84
Procesos de modernización
en América Latina, México y Chile
siglos xviii al xx 1

La Universidad de Guadalajara (México) y el Centro de Investi-


gaciones Diego Barros Arana (Chile) editaron el año pasado, bajo
la coordinación general de la historiadora Gladys Lizama Silva,
el libro Modernidad y modernización en América Latina. México y
Chile, siglos xviii al xx, con la finalidad de someter a un escrutinio
riguroso las relaciones y correspondencias entre la teoría y la rea-
lidad histórica.
Antes de entrar en materia, quiero decir que la publicación
objeto de esta reseña posee una doble cualidad: la primera tiene
que ver con su eje temático, referido a los procesos de moder-
nización que tuvieron lugar en Chile y México, nada más perti-
nente para los tiempos que corren; la segunda alude al trabajo
colectivo en su manufactura, que incluye la participación de
investigadores y recursos financieros de ambas instituciones y
países. Una experiencia académica que amplía y fortalece, cada
vez más, la vinculación entre científicos sociales con redes de
especialistas de distintos países.

1
Gladys Lizama Silva (Coordinadora), Procesos de modernización en Amé-
rica Latina, México y Chile, siglos xviii al xx, Guadalajara, Universidad de
Guadalajara, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2001, 357 pp.

85
José Alfredo Uribe Salas

Los conceptos clave que nutren la discusión del libro son va-
rios, aunque pueden resumirse en tres: moderno, modernidad y
modernización. Desde luego, hace mucho tiempo que se suceden
los debates en torno a ellos y todavía no existe un consenso sobre
sus contenidos. Sin embargo, son conceptos constituidos por las
ideas de ruptura y continuidad, cuyos significados refieren a la
pertenencia al mundo civilizado occidental. Ruptura, continui-
dad y pertenencia han marcado, a su vez, el interés, la óptica y
el discurrir teórico de los científicos sociales en la búsqueda por
definirlos y fechar sus orígenes. En todos los casos lo nuevo, lo
distinto o lo diferente se contrapone con lo viejo, lo tradicional,
lo anterior o lo que subsiste a pesar de lo nuevo.
Sin entrar en debate se puede definir lo moderno, por un
lado, como una cuestión de temporalidad: es algo nuevo con res-
pecto de lo que le precedió y, por lo tanto, señala una ruptura
con el pasado. Sin embargo lo moderno, en términos de contenido
ideológico, es independiente de una época concreta, más bien se
trata de un concepto de la civilización occidental asociado con una
sociedad civil de clase media y consumista, y un régimen de de-
mocracia como forma predominante de gobierno. En el contexto
de la civilización industrial occidental, lo moderno está relacio-
nado con lo urbano y lo tradicional con lo rural, lo cual da pie a
una de las dicotomías fundamentales de nuestra sociedad y uno
de los principales objetos del análisis de los científicos sociales.
El concepto de modernidad, en cambio, sugiere un movi-
miento hacia arriba y adelante, muy estrechamente relacionado
con la idea de evolución, desarrollo, progreso, revolución –entendi-
do como cambio y perfeccionamiento– y con sus contrarios, por
ejemplo: pasado, tradición, atraso. La modernidad también ha
sido asociada con el concepto de centro. Se supone que el centro
es el que más capacidades tiene para modernizarse, tanto a partir
de sus propios recursos como de la atracción que ejerce sobre los
que están en la periferia. A partir de ahí es capaz de difundir la

86
Lecturas del historiador

modernidad a centros de un orden inferior en círculos concéntri-


cos. Cuanto más lejos del centro, más tardía y débil la moderniza-
ción. Esta idea de centro-periferia tiene raíces muy sólidas, sobre
todo debido al fuerte centralismo que experimentamos durante
los regímenes coloniales y, en general, mucho antes.
La modernización, por el contrario, significa el proceso de
aceptar y adoptar elementos de otras civilizaciones, de culturas
que pueden ser muy diferentes. Pero más que un concepto plu-
ral e integrador, modernización alude también, y por supuesto,
al significado de pertenencia a la sociedad occidental contempo-
ránea, como si ésta hubiese sido una condición a la cual aspiraba
casi toda la humanidad. Lo que está fuera de ella es encasillado
como atrasado y condenado a desaparecer en un futuro previsi-
ble. Desde la primera Revolución industrial, todas las sociedades
que aún no han alcanzado el estadio de desarrolladas parecen
irremediablemente atrasadas, tradicionales y con necesidad de
modernizarse.
El debate sobre el sentido, la naturaleza y la historicidad de
estos conceptos, y su contrastación con la realidad latinoameri-
cana de los siglos xviii al xx, permitió estructurar los trece artí-
culos que se recogen en Modernidad y modernización en América
Latina. México y Chile, siglos xviii al xx en tres apartados: Moderni-
dad política, Modernización económica y Modernidad impresa,
periodística y de género.
Si bien es cierto que ninguno de los artículos orienta su
discusión a través de un enfoque comparado entre las realida-
des históricas de Chile y México, su lectura en conjunto permite
apreciar que, aunque ambos países comparten una misma matriz
histórica (el universo ibérico), el proceso de transición entre lo
tradicional y lo moderno fue desigual, con diferencias de ritmos y
jerarquías en sus componentes principales y portadores del cam-
bio. El problema central de la realidad histórica latinoamericana
que se discute en las páginas del libro puede plantearse en térmi-

87
José Alfredo Uribe Salas

nos de un proceso de modernización política de las formas del


Estado y de los procesos de producción capitalistas.
Abre el debate Beatriz Rojas, con su estudio “De la colonia
al antiguo régimen”, para quien el punto de partida de ese pro-
ceso de transición entre lo antiguo y lo moderno tiene que ver,
necesariamente, con el concepto de antiguo régimen, que indica
el paso del dominio español al establecimiento de las repúblicas;
de súbditos del rey a ciudadanos libres e independientes de todo
corporativismo. En definitiva, se trata de una modernización en
los ámbitos de la esfera política. El siglo xix latinoamericano
está marcado por los impulsos y las tensiones que se registraron
entre los sectores indígenas y los mestizos y blancos, en el afán
de implantar una nación liberal y modernizadora equiparable
a las civilizaciones occidentales del Viejo Continente y a la pu-
jante sociedad estadounidense en el norte del Nuevo Mundo. El
proyecto político de nación que se impuso finalmente en Chile y
México fue resultado de una imposición de valores occidentales
sobre las sociedades y culturas ancestrales, tales como lengua,
religión, honorabilidad, y los conceptos de hombre de bien, ra-
cional, entre otros.
Romana Falcón, en “Estrategias frente a la modernidad. ‘Su-
blevados pacíficos’ ante el imperio de Maximiliano”, contrasta los
procesos de modernización política en México con la resistencia
de los indígenas a tales modelos. En ese tenor, pero ahora al fra-
gor de la contienda armada de la Revolución mexicana, Álvaro
Matute enuncia que los contingentes indígenas que dieron forma
y sentido al movimiento zapatista se opusieron abiertamente a las
políticas de progreso y modernización que atentaban contra sus
bienes comunales y destruían los usos y costumbres ancestrales de
sus pueblos. En “La modernidad como mito” argumenta que, en
el fondo, la cuestión estriba en una oposición radical del movi-
miento zapatista a una concepción jurídica liberal y moderniza-
dora que iba en contra de sus valores, tradiciones y cultura indí-

88
Lecturas del historiador

gena. Por su parte, Elisa Cárdenas Ayala analiza la ambivalencia


del proceso de secularización mexicano a través de los diferentes
usos asignados a los espacios públicos, desde dos perspectivas:
las prácticas políticas de los laicos y el activismo social de los ca-
tólicos. Postula en su trabajo “Espacio laico y confesionalismo
político en México en vísperas de la Revolución de 1910”, que la
Revolución mexicana abrió al confesionalismo religioso las puer-
tas de las esferas pública y política.
Desde la perspectiva de la Historia económica, el tránsito
entre lo tradicional y lo moderno es abordado en este libro con
particular énfasis en los procesos de formación del capital y di-
versificación de actividades productivas, a través de modificacio-
nes en el tejido social debidas al establecimiento de lazos de pa-
rentesco entre latifundistas y propietarios con las familias y los
grupos de la burocracia. El caso que estudia Celia Becerra Jimé-
nez, en “Redes sociales, negocios y poder en el antiguo régimen.
La familia Rincón Gallardo 1598-1821”, refiere a dicha dinastía y
su capacidad empresarial para diversificar sus actividades hacia
el conjunto de la economía virreinal.
Eduardo Cavieres refrenda, en “Crecimiento y moderni-
zación: la experiencia chilena de los sectores dirigentes, siglos
xviii al xx”, los vínculos construidos en las esferas de la políti-
ca, la sociedad y la economía entre grupos de extranjeros que
monopolizaron las exportaciones-importaciones y los núcleos
nacionales incrustados en los órganos de gobierno del aparato
de Estado –ambos, sectores sociales con variedad de actividades
económicas–, para demostrar que el crecimiento de la economía
austral requirió la modernización de las formas del Estado chi-
leno. Extranjeros y nacionales compartían una visión en torno
al progreso, así que terminaron por imponer una modernización
económica excluyente y –desde el punto de lo social– desigual y
empobrecedora de la población chilena decimonónica. Esa per-
cepción general que postula Cavieres es refrendada y matizada

89
José Alfredo Uribe Salas

por Rafael Sagredo Baeza en su estudio “Del proteccionismo es-


tatal al Estado interventor. El discurso económico del liberalismo
chileno decimonónico”. En él, discute las propuestas y acciones
de política económica implementadas por la clase dominante
chilena y por el presidente José Manuel Balmaceda (1886-1891).
Como en México y otros países latinoamericanos, vemos un Es-
tado decidido a desistir del “dejar hacer-dejar pasar” para con-
vertirse en instrumento del desarrollo económico con una visión
más nacional del destino de los beneficios del crecimiento eco-
nómico.
En el mismo tenor, pero tratando el proceso de moderniza-
ción económica en el caso mexicano de los años de 1897 a 1920,
Leonor Ludlow refiere las transformaciones del mercado finan-
ciero mediante la institucionalización del sistema bancario, ma-
tizando el complejo proceso de su adopción final en 1935 a través
de la proliferación de unidades bancarias de emisión, circulación
y descuento. Es decir, a través del sistema bancario la autora tra-
ta la evolución de los mecanismos de acumulación de capital, el
aumento en la capacidad de la planta industrial del país y el dina-
mismo alcanzado por las actividades mercantiles. Por su parte,
Mario Cerutti advierte, en su artículo “Dinámica regional, empre-
sarios y Estado-nación ante la globalización”, la articulación y el
dinamismo de determinados sectores empresariales que opera-
ron desde ámbitos regionales –Nuevo León, Chihuahua y Salti-
llo– en el norte del país, y que vertebraron un mercado nacional
vinculado estrechamente con el mercado internacional que re-
presentaba la economía estadounidense. Su capacidad de nego-
ciación política frente al Estado posrevolucionario les aseguró un
papel estelar en la conducción de la economía nacional mediante
la consolidación de redes familiares, la diversificación de sus in-
versiones y la integración vertical de los procesos productivos. El
grupo Monterrey, más que modernizarse en términos del siglo
xix, ha logrado adaptarse a las circunstancias de una economía

90
Lecturas del historiador

global y acelerar la reconversión industrial de su aparato produc-


tivo, para sacar ventajas crecientes de sus vínculos con la econo-
mía más grande del mundo.
Desde la Historia cultural también se han tratado los pro-
blemas que son ejes temáticos de este libro. Carmen Castañeda
discute los tiempos, las circunstancias y los mecanismos por los
cuales irrumpieron las ideas modernizadoras en la sociedad no-
vohispana de finales del siglo xviii, cuando la circulación y lec-
tura de libros encubaron las ideas de liberación e independencia
entre los más diversos sectores sociales. En su trabajo “Libros,
modernidad e independencia”, Castañeda documenta un proce-
so inquisitorial que tuvo lugar sobre un clérigo de Sayula crítico
de la monarquía española, portador y defensor de las libertades
individuales, la tolerancia y la racionalidad, quien fue acusado de
disidencia. A través de este caso se analizan los procesos de so-
ciabilización de las ideas de modernidad. La misma problemática
trata Celia del Palacio en “Prensa y modernidad. El nacimiento
de la prensa en Guadalajara y Veracruz. Modernidad desigual”,
es decir la de la hechura, circulación e impacto social, político e
ideológico de la palabra, las ideas y la propaganda impresa con
cierta periodicidad. La autora considera que el problema de la
modernidad puede abordarse a través de la prensa en tres aspec-
tos básicos: el técnico, los contenidos y la publicidad.
Carmen Ramos Escandón aprovecha los contenidos de un
periódico y de una revista para escarbar en el imaginario social
los indicios de modernidad posibles en la concepción de la mujer
y lo femenino, de sus cambios y permanencias en lo moral, lo
ético y lo político. “Género y modernidad mujeril: las relaciones
de género en el fin de siglo mexicano, 1880-1920” plantea la emer-
gencia de un debate que dura hasta nuestros días sobre la igual-
dad jurídica de la mujer con derechos más o menos equivalentes
a los del hombre. Analiza las distintas voces y los planteamientos
sobre las relaciones de género (desde lo masculino y por los hom-

91
José Alfredo Uribe Salas

bres) en un escenario ético, moral, social, político, económico y


sentimental dominado por los varones. Con una perspectiva más
política, Edda Gaviola, en “Movimientos de mujeres en Chile: pa-
labras y gestos en cien años de historia”, documenta cómo algu-
nos grupos de mujeres chilenas iniciaron en el último tercio del
siglo xix la lucha por sus derechos fundamentales, como el dere-
cho a la educación y al sufragio. En un ejercicio sintético, recorre
cien años de lucha de las mujeres por su reconocimiento como
sujetos de sus propias historias y actores activos y críticos de la
economía, la sociedad y la democracia chilena. A través de ellas,
se muestra otra historia del país, otras perspectivas, nuevas alter-
nativas en la conformación de un sistema democrático.
Por lo anterior, deberíamos seguir estudiando, por ejem-
plo, los orígenes de la organización del Estado y los cambios
que las sociedades han vivido a lo largo de su desarrollo. Pero
es igualmente importante estudiar los procesos de integración
política, el papel que jugaron los gobiernos, las instituciones,
los empresarios, los sectores sociales urbanos, las comunidades
campesinas y las mujeres en la transición de una sociedad tradi-
cional a otra más moderna.

92
Historia de la Hacienda Pública
en Michoacán, 1786-1951.
Una historia larga 1

Historia de la Hacienda Pública en Michoacán, 1786-1951. Una his-


toria larga, abona a los estudios iniciados hace más de tres déca-
das en México sobre la hacienda pública y la fiscalidad. El libro,
fruto de un trabajo colectivo, destaca en principio el esfuerzo por
repensar y posicionar la dimensión del pensamiento económico
y hacendario en el centro del análisis histórico. Y aquí, vale de-
cir, el gran acierto fue apuntalar la reflexión analítica sobre los
postulados doctrinarios, las tradiciones y el cruce de influencias
intelectuales recibidas y ejercidas, tanto como los procesos de
trasferencia y difusión de ese pensamiento económico y fiscal a
lo largo de la vida pública de la Nueva España y México durante
los siglos xviii al xx.
También se plantea en este libro la forma como la institu-
ción de la Hacienda Pública, en los entornos colonial y republica-
no, ha sido uno de los terrenos más proclives a la intervención de
las autoridades en turno a través de la introducción de reformas
con claros objetivos para obtener beneficios económicos y hasta
políticos. Finalmente, se establece que tanto el estudio del pensa-

1
Jorge Silva Riquer (Coordinador), Historia de la Hacienda Pública en Mi-
choacán, 1786-1951. Una historia larga, Morelia, Universidad Michoaca-
na de San Nicolás de Hidalgo/El Colegio de San Luis, 2015, 259 pp.

93
José Alfredo Uribe Salas

miento económico-fiscal como el estudio de la acción político-ha-


cendaria de los actores involucrados en cada tramo o coyuntura
de su devenir se expresaron de manera diferente, circunstancia
que arrojó, en el escenario sociopolítico novohispano y mexicano,
posturas e intereses encontrados y conflictos de carácter político
que exacerbaron las contradicciones del capitalismo mexicano.
El libro recoge tres trabajos extensos de la autoría de Net-
zahualcóyotl Luis Gutiérrez Núñez, Jorge Silva Riquer y Abel Pa-
dilla Jacobo, quienes tratan distintos aspectos de la historia de la
fiscalidad con un enfoque tridimensional que entreteje tres esce-
narios: el Antiguo Régimen, lo nacional y los ayuntamientos, des-
de las Ordenanzas de Intendencia y la reforma fiscal borbónica
hasta el establecimiento y la evolución de la Hacienda pública,
sus políticas fiscales, los mecanismos de recaudación y las resis-
tencias fiscales por parte de las entidades federales, los ayunta-
mientos y los sujetos contribuyentes del México independiente.
La originalidad del libro radica en un abordaje de la fiscali-
dad desde lo regional y lo local que incluye como actores funda-
mentales a las instituciones estatal y municipal de Michoacán,
que sólo de manera parcial e insuficiente habían sido conside-
radas en los estudios de la historia de la Hacienda pública na-
cional. Los autores proponen una nueva mirada a las reformas
fiscales que se ensayaron entre 1786 y 1951 y sus impactos en el
reordenamiento de la Hacienda pública del estado de Michoa-
cán en esa temporalidad.
El primer trabajo: “La Real Hacienda y la Ordenanza de in-
tendencia de 1786: ensayo sobre su estructura y funcionamiento
a partir del caso de Valladolid de Michoacán, 1786-1820”, de la au-
toría de Netzahualcóyotl Luis Gutiérrez Núñez, parte de un deta-
llado estudio sobre la estructura y operación de la Real Hacienda
y la Intendencia de Valladolid, que analiza la organización y el
funcionamiento fiscal en la configuración jurisdiccional de su
territorio (dinámica demográfica, económica y comercial), con

94
Lecturas del historiador

reglamentos y procedimientos para la extracción impositiva. Esa


discusión se enmarca en dos ámbitos: las reformas a las monar-
quías europeas y la viabilidad del Estado monárquico absolutista
e ilustrado español, que buscaba hacer eficientes y eficaces sus
políticas fiscales; y la concreción de las reformas en la reconfigu-
ración fiscal de las intendencias a partir de 1786 y el incremento
de los ingresos en las cajas reales. En ambos casos se estudian
sus consecuencias en las transacciones Atlánticas y sus impactos
en la economía y en la población regional y local de la Intenden-
cia de Valladolid. Se destacan en este sentido las resistencias y
evasiones de las elites y de otros sectores económicos que vieron
afectados sus intereses, acompañadas de prácticas ilegales, acti-
vidades ilícitas y acuerdos informales. Pero también, negociacio-
nes y acuerdos en el proceso de transición hacia una república
federal, la reorganización territorial de las nuevas jurisdicciones
a nivel de los distritos y ayuntamientos, y los esquemas fiscales
asociados a ellos.
En el segundo trabajo: “La construcción de la Hacienda pú-
blica en Michoacán, 1821-1896”, de Jorge Silva Riquer, se abordan
las obligaciones que asume el recién inaugurado Estado nacional
y las relaciones ambiguas y conflictivas entre la federación y las
nuevas entidades jurídico-políticas en la administración de sus te-
rritorios y recursos entre 1821 y 1896. Se destaca de manera singu-
lar el peso de los actores económicos locales en la interpretación
de los reglamentos fiscales y su adaptación a las circunstancias y
condiciones propias, a sus intereses y compromisos particulares.
El autor analiza con rigor el debilitamiento de la Hacienda públi-
ca a lo largo del siglo xix, y señala que fue proporcional al bajo
control en los mecanismos de recaudación de los impuestos, a la
aplicación impositiva al consumo y a la ambigua autonomía fiscal
que buscaban los actores locales, circunstancias que propiciarían
una constante penuria del erario público en ese largo periodo.

95
José Alfredo Uribe Salas

El asunto de las alcabalas, un rubro importante de recau-


dación estatal, resistió pero también resintió los embates que
buscaban su liquidación desde la reforma fiscal de 1877 hasta
la de 1895. La reforma a la Hacienda pública de Michoacán en
los años finales del siglo xix concretó la separación entre los in-
gresos y los egresos, impuso una recaudación más eficiente con
una base impositiva que se alejaba del consumo para introducir
una tasa más cercana al concepto de renta, y redujo la deuda pú-
blica. Silva Riquer analiza, con series estadísticas, los cambios
en la política fiscal estatal más acordes con las nuevas dinámi-
cas económicas y comerciales, respaldadas éstas por nuevas y
mayores inversiones productivas.
El tercer segmento: “Hacienda pública y reforma fiscal en
Michoacán, 1896-1951”, de Abel Padilla Jacobo, abarca los años
del porfirismo y las primeras décadas del México revolucionario
y posrevolucionario. En él se estudia la modernización de la Ha-
cienda pública y la transición de la base impositiva sobre el con-
sumo al impuesto sobre la renta, que establece una nueva rela-
ción fiscal entre el gobierno estatal y los municipios, esbozada en
la reforma fiscal de la década de 1870 por el gobierno federal bajo
la influencia de concepciones liberales y centralizadoras.
El proceso de centralización de los asuntos fiscales pasó
necesariamente por la Constitución de 1917 y perfiló nuevos es-
cenarios impositivos sobre la propiedad inmueble (la tierra se
convertiría en el sustento del erario público), la producción y la
circulación de mercancías, entre otros. El autor analiza el papel
del impuesto sobre la renta como mecanismo de centralización
federal que inhibiría el espíritu de autonomía fiscal practicado
por las autoridades y los actores locales a lo largo del siglo xix.
El historiador Abel Padilla Jacobo postula que el impuesto
sobre la propiedad raíz definió los encuentros y desencuentros
entre la federación y los actores estatales y municipales. La am-
pliación del gravamen a la propiedad junto con nuevos impuestos

96
Lecturas del historiador

a la producción y circulación agrícola y agroindustrial conjugaría


diversos escenarios jurídico-administrativos, como la actualiza-
ción del catastro y el asunto fiscal de los ejidos, en un proceso
más o menos confuso e inacabado en la repartición impositiva y
la premura por gravar actividades productivas que estaban dina-
mizando la economía regional.
En conclusión, en Historia de la Hacienda Pública en Mi-
choacán, 1786-1951. Una historia larga se abordan los intereses
públicos y privados como dos elementos de importancia en la
conformación del territorio, la propiedad, la política fiscal y la
modernización de la estructura hacendaria entre finales del si-
glo xviii y mediados del xx. También llena un vacío con pro-
puestas novedosas y con la incorporación de fuentes no cono-
cidas o poco trabajadas, la crítica de fuentes, la elaboración de
series estadísticas de largo aliento y el análisis hermenéutico
sobre los cambios y las permanencias que tuvieron lugar en las
finanzas públicas de la Nueva España, México y Michoacán.

97
Espacio y economía en la península
de California 1785-1860 1

En 1991 Jorge Amao escribió un artículo sobre Baja California


Sur que fue incluido en Balance y perspectivas de la historiografía
noroccidental, bajo la coordinación de Jaime Olveda. 2 En él seña-
ló, después de repasar el carácter joven de la Universidad Autó-
noma de Baja California Sur fundada en 1981, la ausencia de la
figura de investigador en la legislación universitaria, la carencia
de fondos para la investigación y el carácter casi virgen de la
península, o media península, para la investigación histórica.
A ocho años de distancia de las aseveraciones formuladas
por Jorge Amao, el panorama académico en ese estado de la Re-
pública mexicana parece no ser el mismo gracias al desempeño
de un grupo de jóvenes historiadores que ya comienzan a publi-
car sus resultados de investigación. El carácter casi virgen de
Baja California Sur en el ámbito de los estudios académicos no
dejó de ser, sin embargo, un estímulo poderoso para esa nueva
generación de historiadores mejor equipados en el conocimien-

1
Dení Trejo Barajas, Espacio y economía en la península de California, 1785-
1860, La Paz, Universidad Autónoma de Baja California Sur, 1999 [Serie
Científica. Ciencias Sociales y Humanidades], 293 pp.
2
Jaime Olveda (Coordinador), Balance y perspectivas de la historiografía
noroccidental, Guadalajara, Instituto Nacional de Antropología e Histo-
ria, Gobierno del Estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara, 1991
(Colección Regiones de México), pp. 23-28.

98
Lecturas del historiador

to de las corrientes historiográficas y los repositorios documen-


tales que la generación precedente. Y para muestra, un botón...
Se trata del trabajo de Dení Trejo Barajas, Espacio y economía
en la península de California, 1785-1860, que viene a llenar un va-
cío en la historia de Baja California Sur. En él se conjugan la teoría
y la base empírica documental para mostrar la articulación de di-
versas dinámicas económicas, políticas y sociales en el desarrollo
y la organización espacial de la península, con eje en la propie-
dad privada destinada a la producción para el mercado. A través
de cuatro capítulos: Primeras señales de cambio en la economía
bajacaliforniana, 1785-1825; Integración económica del extremo
sur peninsular, 1825-1835; La apropiación de los espacios produc-
tivos, 1829-1860; y Comercio y comerciantes en el extremo sub-
peninsular: la formación de un mercado regional, 1835-1860, la
historiadora Trejo Barajas nos muestra el complejo entramado
del proceso de transición de una sociedad de antiguo régimen y
aborda de manera prioritaria los cambios básicos en las estructu-
ras económica, social y política de esa región del noroeste de la
Nueva España y, a partir de 1821, del México independiente. Es
decir, analiza los cambios inmersos en un proceso de apropiación
secular de los espacios productivos, las instituciones y la cultura,
cuyo resultado más visible sería la integración regional con eje en
el extremo sur peninsular.
Con esa perspectiva metodológica, resulta pertinente resal-
tar la forma como la autora enfoca la parte estructural de su es-
tudio y la manera en que lo vincula con el desempeño de las ins-
tituciones y los agentes sociales involucrados, en buena medida
artífices de la formación de un mercado regional.
Dení Trejo emprende su alegato mediante el rastreo y la ubi-
cación de las señales de cambio en la economía y la sociedad baja-
californiana entre 1785 y 1825. Destaca en un primer momento el
proceso de secularización promovido tempranamente por José de
Gálvez, en tres puntos básicos: el establecimiento de un gobierno

99
José Alfredo Uribe Salas

civil, la apertura del puerto de San Blas y las nuevas franquicias al


comercio en las costas del Pacífico, mismos que terminarían por
desplazar el sistema misionero (Compañía de Jesús, 1697; fran-
ciscanos, 1768-1772; dominicos, 1772-1855, puntal y bastión de la
colonización española en el noroeste de la Nueva España) en la
organización de los asentamientos humanos, las actividades pro-
ductivas y los lazos comerciales con el macizo continental y las
costas sureñas peninsulares. Ese proceso inició prácticamente
en el último cuarto del siglo xviii, prosiguió durante la primera
mitad del siglo xix y se consolidó bajo el impulso del movimien-
to de independencia, las instituciones de gobierno republicanas
y las nuevas dinámicas comerciales por el Pacífico. Asimismo,
rompió definitivamente con las prerrogativas misionales y tuvo
como protagonistas a los civiles españoles, antiguos soldados
del presidio de Loreto quienes, una vez licenciados, emprendie-
ron una nueva colonización atraídos por las actividades lucrati-
vas en la agricultura, la cría de ganado y la pesquería de perlas,
o por la explotación de los yacimientos mineros de la comarca
(Reales de minas Santa Ana y San Antonio).
Como en otras regiones del Occidente mexicano (Guerrero,
Michoacán, Colima, Jalisco y Nayarit) de la primera mitad del si-
glo xix, en las que se percibe la presencia de un sector dinámico
de comerciantes con influencias y contactos más allá del ámbito
estrictamente local o regional que buscaron capitalizar para sí
la ampliación del tráfico en el extenso litoral del Pacífico mexi-
cano, la actividad marítimo-comercial en las costas del noroes-
te, estimulada por la expansión de las naciones manufactureras
desde los años noventa del siglo xviii y más tarde por la fiebre
del oro en California a partir de 1849, hizo de la bahía de La Paz
tránsito obligado de personas y bienes hasta convertirla en un
nuevo polo de organización del espacio y de la economía bajaca-
liforniana que capitalizaron colonos, españoles y mestizos, para
“fortalecer sus bienes y negocios”. A partir de esas premisas, la

100
Lecturas del historiador

autora estudia el proceso de formación económica del extremo


sur de la península de California, por haber sido esta región eje
y escenario de la formación de una economía de mercado de
mucha mayor relevancia que su parte norte.
Trejo Barajas retoma en su estudio la importancia de la in-
fraestructura agropecuaria dejada por el sistema misionero, sin
la cual no se entendería cabalmente la expansión de colonos civi-
les y el desarrollo de actividades más directamente relacionadas
con una economía de mercado. A las actividades marítimas y ali-
menticias, como las perlas y la sal, habría que agregar la extrac-
ción de plata que a partir de 1812 dejó atrás su carácter raquítico
para fungir en lo sucesivo como un punto de atracción de capital,
trabajadores, insumos y servicios. Esta última actividad atrajo la
presencia de nuevos colonos, españoles y mestizos, que dotarían
a la sociedad peninsular bajacaliforniana de nuevos grupos so-
ciales, actividades y necesidades, precisamente en los momentos
en que decaía el sistema misional y la población indígena entraba
en una crisis demográfica. La primera articulación en esa direc-
ción recorre los años de 1825 a 1835, aunque sin lugar a dudas
mantiene una proyección a lo largo de los seis primeros lustros
del siglo de la independencia, y se fincó sobre la conjunción de
las actividades mineras de Santa Ana y San José, asentadas en la
parte montañosa, y las tierras de las antiguas misiones de San
José del Cabo, Santiago y Todos Santos, que las rodeaban. Sobre
esta base los flujos comerciales entre el macizo continental y las
costas sureñas peninsulares se ampliaron gracias a la formación
de un mercado minero-agropecuario.
Otro elemento que no siempre aparece en los estudios eco-
nómicos y sociales pero que la autora incorpora muy atinada-
mente para analizar la integración de la economía regional, está
referido al papel que desempeñaría la Subcomisaria de Hacienda,
primero establecida en Loreto en 1824 y al año siguiente en San
Antonio por encontrarse en la parte sur de la península, donde

101
José Alfredo Uribe Salas

se concentraban tanto la mayor parte de la población como las


actividades productivas objeto de la recaudación fiscal.
El estudio de la fiscalidad representa un instrumento de
análisis fundamental tanto para entender el desempeño de las
instituciones de gobierno en la administración pública como
para penetrar en sus políticas de fomento, directamente relacio-
nadas con las actividades productivas, el comercio y los servicios;
asimismo para aquilatar las actuaciones temporales y de larga
duración de los diferentes grupos sociales emergentes en la inte-
gración de la economía bajo la égida de la propiedad privada y la
ampliación del mercado regional.
Y eso es precisamente lo que realiza la autora en su libro,
aunque todavía resta mucho por estudiar. Trejo Barajas nos
muestra, a través del estudio del arrendamiento de la recolección
del diezmo realizado por la Subcomisaría de Hacienda en subasta
a particulares, propietarios de tierras, mineros, ganaderos y co-
merciantes con fuertes intereses en la región y en el comercio
marítimo, cómo los diezmeros utilizaron esta prerrogativa pública
como otro mecanismo de enriquecimiento y control del conjun-
to de las actividades productivas y comerciales. De su análisis,
la autora extrae una importante conclusión que tiene como eje
a dicha figura: “primero, su fortalecimiento como comerciantes,
pues establecieron y controlaron una red de intercambio en el
sur a partir de la recolección del diezmo; segundo, la incentiva-
ción de la producción agropecuaria a través de una demanda que
garantizaban los diezmeros-comerciantes, quienes a la vez eran
abastecedores de los granos y las mercancías importadas que los
rancheros solicitaban; y tercero, que San Antonio se convirtiera
en un punto de intermediación comercial dado que los exceden-
tes agroganaderos eran llevados a dicho lugar, donde se consu-
mían parte de los productos, llegaban comerciantes del exterior a
comprar y vender, y donde se tenían que registrar [...] los bultos y
cargas de mercancías que serían enviados hacia la costa para em-

102
Lecturas del historiador

barcarlos en las balandras y goletas del comercio de cabotaje o en


los buques extranjeros” (pp. 105-106). Estos grupos emergentes,
alejados como estaban de los controles hacendarios y de los inte-
reses monopolistas de los comerciantes de la Ciudad de México,
se alzarían con el control comercial de la península.
Sobre la hechura de esa red de comercio regional se asien-
ta la apropiación y dimensión del nuevo espacio económico. Por
supuesto, aún hacen falta estudios monográficos que aborden las
redes mercantiles y la organización empresarial que se fraguó
durante el periodo que va de 1785 a 1860. Desde luego, un lector
cuidadoso de la obra encontrará aquí los elementos intrínsecos y
los impulsos sucesivos de los actores principales del proceso de
modernización que vivió la región en ese periodo.
En el último apartado, Trejo Barajas destaca hábilmente
cómo el aumento de las transacciones comerciales bajacalifor-
nianas posibilitó por una parte la ampliación de relaciones mer-
cantiles y, por la otra, el fortalecimiento de un mercado interno
peninsular, al tiempo que definía en buena medida las relaciones
del gobierno nacional con el sector de propietarios y comercian-
tes peninsulares. El gobierno, a través de su política fiscal, buscó
sujetar a propietarios y comerciantes a las nuevas pautas impo-
sitivas nacionales, pero los segundos burlarían cotidianamente
las políticas impositivas arguyendo una débil colonización y una
exigua economía que demandaba, por el contrario, apoyos direc-
tos del gobierno central. Ello explica también, según la autora, la
debilidad financiera del gobierno territorial y municipal frente a
este sector, que entre 1835 y 1860 lograría capitalizar el aumen-
to de las transacciones comerciales mediante la “evasión fiscal”
como mecanismo de enriquecimiento, y alzarse con el poder eco-
nómico de la península a través del establecimiento desde fina-
les del siglo xvii de una red comercial regional con asiento en el
puerto de La Paz. “Las ventajas de que gozaron los comerciantes
interesados en el tráfico peninsular a lo largo de la primera mi-

103
José Alfredo Uribe Salas

tad del siglo –concluye Dení–, les permitió a éstos desarrollar-


se económicamente y contar con mayores recursos, tanto para
dominar el intercambio al interior de la península, como para
invertir en las actividades más lucrativas de la zona: la minería
y la pesca de perlas”.
En resumen: nos encontramos con una investigación ma-
dura, de lectura imprescindible para un mejor conocimiento de
la realidad histórica peninsular bajacaliforniana. Sin embargo,
también debemos señalar que encontramos en ella pocas refe-
rencias que nos permitan integrar las particularidades que se
registran en la formación de un mercado regional, con aquella
otra realidad de mayor envergadura y peso, como lo es el mer-
cado nacional, que lo articula y lo dota de sentido. En esta di-
rección, cabría preguntarse: ¿cómo se articuló y de qué manera
contribuyó –si es que lo hizo–, ese segmento social de comer-
ciantes-propietarios en la búsqueda del crecimiento económico
y de la expansión del capitalismo del siglo xix? Quizás encontre-
mos en las posibles respuestas buena parte de las claves que nos
expliquen los límites y las debilidades del tortuoso desarrollo
del capitalismo mexicano decimonónico.

104
La minería en Guanajuato
Denuncios, minas y empresas (1892-1913) 1

Como sabemos, la industria minera en México registró a partir


de la última década del siglo xix un progresivo desplazamiento de
los metales de plata y oro por los minerales industriales, proceso
que concluyó hacia finales de la primera mitad del siglo xx con el
predominio de los minerales industriales no-ferrosos y siderúrgi-
cos sobre los primeros. Ese fenómeno introdujo un nuevo perfil
en dos vertientes de la economía mexicana: la gravitación de las
actividades mineras sobre los minerales industriales (incluido
el petróleo) y el desplazamiento geográfico de la producción del
centro al norte del país, situación que obligó la rearticulación de
las fuerzas del mercado interno tanto en lo político como en lo
económico, así como un cambio en la orientación con el mercado
de consumo y financiero internacional.
El cambio estructural que tuvo lugar en México entre la cri-
sis de 1873-1874 y la Gran Depresión de 1929-1932, y el nuevo rol
que pasó a jugar la minería en ese contexto, ha ocupado desde
entonces la atención de economistas e historiadores para enten-
der el carácter y la naturaleza de las inversiones extranjeras, la de-
pendencia tecnológica, la persistencia de políticas proteccionistas

1
Francisco Javier Meyer Cosío, La minería en Guanajuato. Denuncios,
minas y empresas (1892-1913), México, El Colegio de Michoacán/Univer-
sidad de Guanajuato, 1998, 255 pp.

105
José Alfredo Uribe Salas

acompañadas de subsidios públicos, la existencia de oligopolios,


la falta de competitividad de las empresas frente al mercado in-
ternacional y su entramado regional, que en el conjunto han obs-
taculizado el proceso de industrialización en México. El espectro
analítico, dicho de manera general y esquemática, ha recorrido
diferentes enfoques, desde los estudios macroeconómicos de la
década de 1970 producidos por Clark Reynolds, Gustavo Garza
Villarreal, René Villarreal y Enrique Cárdenas, 2 pasando por los
trabajos sectoriales de los años ochenta de la mano de Marvin D.
Bernstein, Cuauhtémoc Velasco Ávila, Stephen H. Haber, Carlos
Marichal y Mario Cerutti, 3 hasta las investigaciones con enfoque
regional y de empresa de los últimos años de la década de 1990.
De esta nueva camada destacan Mario Cerutti, Inés Herrera Ca-
nales, Alexander M. Zaragoza, Rocío Ruiz de la Barrera, Francisco
Javier Meyer Cosío, José Alfredo Uribe Salas, Juan Manuel Rome-
ro Gil, Alma Parra, Óscar Flores, entre otros. 4
2
Clark Reynolds, The Mexican Economy: Twentieth Century Structure and
Growth, New Haven, Yale University Press, 1970; Gustavo Garza Villa-
rreal, El proceso de industrialización en la Ciudad de México (1821-1970),
México, El Colegio de México, 1970; René Villarreal, El desequilibrio ex-
terno en la industrialización de México (1929-1975): un enfoque estructura-
lista, México, Fondo de Cultura Económica, 1976, y Enrique Cárdenas,
La industrialización mexicana durante la Gran Depresión, México, El Co-
legio de México, 1987.
3
Marvin D. Bernstein, The Mexican Mining Industry, 1890-1950. A Study
of the Interaction of Politics, Economics and Technology, New York, State
University of New York, 1964; Cuauhtémoc Velasco Ávila et al., Estado y
minería en México (1767-1910), México, Fondo de Cultura Económica,
1988; Stephen H. Haber, Industria y subdesarrollo. La industrialización
de México, 1890-1940, México, Alianza Editorial, 1992; Carlos Marichal
(Coordinador), Las inversiones extranjeras en América Latina, 1850-1930,
México, Fondo de Cultura Económica, 1995; Mario Cerutti, Burguesía y
capitalismo en Monterrey (1850-1910), Monterrey, Claves Latinoamerica-
nas, 1993.
4
Mario Cerutti, Burguesía, capitales e industria en el norte de México.
Monterrey y su ámbito regional 1850-1910, México, Alianza Mexicana,

106
Lecturas del historiador

La nueva perspectiva historiográfica de los años noventa,


sin abandonar los temas anteriores y sus resultados, ha privile-
giado el origen y la trayectoria de las actividades económicas, de
grupos de empresas y de empresarios en ámbitos espaciales es-
pecíficos. El libro que ahora comentamos encaja en esta nueva
corriente historiográfica. La investigación de Francisco Meyer
Cosío, “La minería en Guanajuato. Denuncios, minas y empre-
sas (1892-1913)”, enriquece en tiempo y forma el conocimiento
que teníamos del desarrollo de la minería mexicana del siglo
xix, especialmente de las actividades minero-metalúrgicas que
tuvieron lugar entre 1892 y 1913 en una de las regiones emble-
máticas en la historia de México.
En el apartado introductorio, Meyer Cosío postula como su
punto de partida el modelo teórico de la ciencia social comprensiva,
en su acepción más bien clásica de la sociología de Max Weber, lo
cual le permite mostrar una renovada perspectiva analítica de las
relaciones entre economía y política. El segundo aspecto a resaltar
es, precisamente, el procedimiento metodológico con una perspec-
tiva regional que eligió el autor para conectar la teoría con la base
empírica: “privilegiar una visión local a nivel de Guanajuato” para
enriquecer las investigaciones con enfoques generales. El tercer as-
pecto corresponde a la temporalidad del objeto de estudio, fijado por

Universidad Autónoma de Nuevo León, 1992; Inés Herrera Canales, “La


compañía de minas de Real del Monte y Pachuca 1824-1906: empresa
minera y región”, Siglo xix. Revista de Historia, núm. 8, julio-diciembre,
1989; Rocío Ruiz de la Barrera, Las empresas de minas del Real del Monte,
tesis doctoral, México, El Colegio de México, 1994; José Alfredo Uribe
Salas, Minería e industrialización. Las Dos Estrellas en El Oro y Tlalpu-
jahua: historia de una empresa francesa en México, Madrid, tesis doctoral,
Universidad Complutense de Madrid, 1997; Juan Manuel Romero Gil,
El Boleo, Santa Rosalía, B.C.S. Un pueblo que se negó a morir (1885-1954),
México, Universidad de Sonora, Centro de Estudios Mexicanos y Cen-
troamericanos, 1991; Óscar Flores (Coordinador), México minero, 1796-
1950. Empresarios, trabajadores e industria, Monterrey, Universidad de
Monterrey, Editorial Font, 1994, entre otros.

107
José Alfredo Uribe Salas

dos circunstancias: 1893 es el año en que en la minería regional “no


había ninguna presencia extranjera significativa”, se dejaron sentir
los efectos de la Ley Minera de 1892 y la “burguesía guanajuatense
tomó el control político de la entidad”; y en 1913, a decir de Meyer
Cosío, Guanajuato entró en un proceso de crisis aguda.
Para fundamentar sus apreciaciones y dotar de coherencia
su alegato histórico, el autor divide su estudio en tres capítulos:
La hegemonía del capital nacional (1892-1898), La hegemonía del
capital estadounidense (1898-1913) y Empresas en el periodo de
predominio estadounidense. Concluye con un Epílogo a manera
de conclusión y un anexo: Cianuración y electricidad en las plan-
tas de beneficio. Este anexo, desde nuestra perspectiva, debió
constituir un cuarto capítulo, pues en él puede vislumbrarse de
manera nítida la industrialización de las actividades mineras y la
naturaleza misma del proceso de desarrollo capitalista que tuvo
lugar en esa región de minería tradicional.
El eje central del estudio se amalgama en el año de 1898,
cuando las actividades mineras dejan de estar en manos de em-
presarios mexicanos y su lugar es ocupado por la hegemonía del
capital estadounidense. Ante la pregunta: ¿ese fenómeno fue pro-
ducto de una estrategia de penetración diseñada para lesionar lo
menos posible a los mineros locales en prevención de dificulta-
des debidas a la polarización de la economía, o fue una simple es-
trategia de negocios, transacciones mercantiles que reconocían
participaciones de los mineros locales en las compañías para no
tener que costear largos pleitos judiciales?, Meyer Cosío se inclina
por la segunda opción, y añade que frente a la presencia mono-
pólica norteamericana a través de las empresas Guanajuato De-
velopment Company, Guanajuato Consolidated Mining and Milling
Company y Guanajuato Reduction Mining and Company, “había ca-
bida para una presencia importante de pequeñas empresas pro-
venientes del norte del Bravo. Tampoco las modestas empresas
nacionales quedaron fuera de la minería guanajuatense. Ni si-

108
Lecturas del historiador

quiera los mineros individuales, de producción minúscula frente


a las empresas, vieron canceladas sus oportunidades de explota-
ción en la época de la hegemonía estadounidense de la minería
de Guanajuato” (pp. 217-218).
El libro nos ofrece un análisis original de la historia de la mi-
nería en Guanajuato entre 1892 y 1913 sobre la base documental
de la legislación, sus reglamentos, solicitudes, otorgamientos de
Títulos mineros y escrituras públicas sobre constitución de so-
ciedades mineras, con el objeto de investigar la naturaleza de las
inversiones entre ambas fechas, el comportamiento de las em-
presas y los empresarios, la manera como se vivió el liberalismo
económico impuesto desde arriba pero asimilado como forma de
vida en el ámbito de estudio, es decir en las regiones mineras gua-
najuatenses y entre las clases medias y la elite local dominante,
que permitió a estas últimas aceptar la trasnacionalización (“ellos
sabían perfectamente que la colaboración era preferible a la im-
posición”) y al autor, concluir con la entronización de “un impe-
rialismo incluyente simbiótico” que desplazó pero no aniquiló a
los mineros locales, y debatir la falsa disyuntiva contenida en la
literatura especializada entre capital nacional y capital extranjero
o, mejor, capital extranjero y capital nacional, en el desarrollo de
la minería regional.
Una de las tesis centrales del trabajo está referida a los pro-
blemas financieros de los empresarios regionales y nacionales
para permanecer y ser competitivos en los mercados. Francisco
Meyer Cosío sostiene que “la limitada capacidad de esos empre-
sarios para concretar sus planes se debió principalmente a la
subcapitalización”. Es decir, a “la falta de dinero y tecnología”
(p. 18). Ello le permite caracterizar la época del predominio del
capital nacional en la minería guanajuatense (1893-1898) como de
una “explotación limitada a las magras posibilidades financieras
de los empresarios nacionales, y que mostraba signos de atraso
científico y técnico respecto a la minería anglosajona de Europa y

109
José Alfredo Uribe Salas

de Estados Unidos” (p. 29). La tesis se complementa con otra que


afirma que, a diferencia de otras regiones del país –principalmen-
te del norte–, en Guanajuato “los estadounidenses desplazaron
pero sin arrollar a los empresarios locales absorbiéndolos en sus
empresas [...] Fue un desplazamiento integracionista y acatado
que no creó fricciones” (p. 216), que supo aprovechar el liberalis-
mo no ortodoxo de las elites guanajuatenses, sobre el principio de
la no participación directa del gobierno en la economía, acotando
su actuación en mantener una estabilidad social y política para
que la economía capitalista de mercado y abierta, se desarrollara
con plenitud (p. 14).
Desde luego, habrá que recordar que ese patrón de compor-
tamiento de la minería se afianzó con ayuda de las políticas libe-
rales y modernizadoras emprendidas desde el Estado porfirista,
cuya base –y éxito– sería canalizar recursos financieros frescos
del exterior, más que del interior del país, hacia las zonas mine-
ras deprimidas por la depreciación de la plata que tuvo lugar en
el quinquenio de 1870-1875. Y Guanajuato era una de ellas. El re-
sultado fue un proceso de modernización del aparato productivo
por la magnitud de las inversiones que los empresarios privados
(la mayoría extranjeros) tuvieron que realizar para adquirir y ex-
plotar fondos, instalar plantas de cianuración, concentradoras y
de fundición, que alteraría el modelo económico y social de la
minería instituido en la época colonial en tres de sus aspectos bá-
sicos: la estructura y los sistemas de producción, los patrones de
propiedad y los efectos sociales del desarrollo minero.
La investigación que comentamos documenta los dos pri-
meros puntos pero deja sin desarrollar el tercero: los efectos
sociales del desarrollo de la minería, así como el papel de las
elites locales en su desenvolvimiento, y su impacto social y po-
lítico en el ámbito regional guanajuatense. De tal manera que,
según nuestro punto de vista, existen algunos cabos sueltos en
relación con la magnitud y contundencia de las afirmaciones y

110
Lecturas del historiador

conclusiones a las que llega Francisco Meyer Cosío en su libro,


que me permito enumerar:
Primero: prácticamente 90% de las solicitudes de petición
registradas entre 1892 y 1913 se hicieron en forma de concesio-
nes, lo cual denota la tendencia a incorporar nuevos yacimien-
tos para su explotación. Este hecho señala por otra parte que se
trataba de una actividad altamente especulativa puesto que los
depósitos mineralizados y las minas que históricamente habían
soportado los periodos de auge y bonanza fueron el “activo” de las
grandes empresas estadounidenses que las adquirieron de ma-
nos de nacionales mediante compraventa.
De tal manera que el factor crecimiento numérico de solici-
tud de concesión, sobre el que descansa el autor su percepción de
crecimiento y dinamismo de la actividad minera, no es un (buen)
parámetro que demuestre la existencia de desarrollo, ni mucho
menos la posibilidad de descubrir en ello “la esencia del industria-
lismo”, o los límites y las debilidades de una economía regional
basada fundamentalmente en la explotación de metales preciosos.
Segundo: por las sustancias mineralizadas contenidas en las
solicitudes de pertenencia, tenemos que la minería guanajuaten-
se era eminentemente de plata y oro. Prácticamente 90% de los
minerales solicitados para su explotación eran metales preciosos,
y no porque fuesen los más codiciados o de rentabilidad mayor,
sino por la naturaleza geológica de los yacimientos de la región,
donde escaseaban en cantidad y calidad los minerales de uso in-
dustrial y siderúrgico. El problema estriba en que bastarían me-
nos de 60 años, enmarcados por las dos grandes depresiones de
1873-1874 y 1929-1932, para que esa minería de plata y oro encla-
vada en la meseta central de México, dominante por espacio de
cuatro siglos, se fracturara y el orden se invirtiera en favor de los
minerales de uso industrial, lo cual deja entrever serios cuestio-
namientos de carácter estructural en el desempeño de su papel
anterior, como “motor de arrastre”.

111
José Alfredo Uribe Salas

Tercero: según el autor, entre 1892 y 1898, 99% de la explota-


ción se hacía con capital nacional y estaba concentrada en el Gua-
najuato Central, una de las subregiones de estudio, y sus dueños,
la elite regional, radicaba en la ciudad de Guanajuato. Se trataba
de empresas pequeñas o medianas de carácter individual o de
grupos de familias organizadas de manera sencilla, “casi domés-
tica”, con técnicas artesanales, sin capital suficiente para moder-
nizar la planta productiva y hacer rentable la explotación minera
frente a la caída vertiginosa del valor de la plata en los mercados
internacionales. No contamos con mayor información al respec-
to. El autor no proporciona datos sobre cuáles eran éstas, ni sobre
el desempeño económico de esas pequeñas o medianas empre-
sas; tampoco sobre las estrategias seguidas o adoptadas por los
empresarios nacionales, esa elite local que asumió felizmente un
liberalismo no ortodoxo y de colaboración con las grandes em-
presas monopólicas.
Meyer Cosío sostiene igualmente que no existieron ten-
siones entre la elite local minera que sería desplazada a partir
de 1898 por las empresas norteamericanas, o bien incorporada
a las nuevas sociedades en calidad de socios menores, y que ni
siquiera los mineros individuales (nacionales o extranjeros) de
producción minúscula, frente a las grandes empresas, “vieron
canceladas sus oportunidades de explotación”. Ciertamente, pero
no existen indicadores que lo corroboren, o que demuestren que
en efecto las trabajaron. Que no fueron empresas fantasmas, so-
brecapitalizadas, de carácter especulativo.
Ahora bien, lo que sucedió en el segundo tramo –de 1898 a
1913–, caracterizado por la preponderancia del capital estadou-
nidense y estudiado en los capítulos segundo, tercero y el Anexo,
¿fue una revolución en minería por los cambios tan radicales que
se dieron en un lapso de 15 años, tal y como lo afirma el autor?
¿La minería se desarrolló a plenitud sobre la concordancia en-
tre el liberalismo regional no ortodoxo de las elites locales y el

112
Lecturas del historiador

imperialismo incluyente simbiótico? Si fue así, ¿por qué entró a


partir de 1913 en un proceso de crisis aguda? ¿Por qué entonces
esos brotes modernizadores y revolucionarios en minería, encar-
nados por las empresas norteamericanas ya aludidas, no tuvieron
efectos multiplicadores sobre su propio espacio regional? ¿Cuál
fue el comportamiento político tanto de los empresarios media-
nos y pequeños como de las grandes empresas monopólicas fren-
te a las crisis cíclicas de 1891, 1898, 1901, 1903 y 1907? ¿Qué fue
exactamente lo que ocurrió?
En resumen, a partir de la publicación de este libro nos en-
contramos con una visión más compleja de la trayectoria de la
industria minera mexicana de lo que se había postulado en la his-
toriografía de los años setenta y ochenta. Creemos, finalmente,
que el trabajo de Francisco Meyer Cosío tiene la virtud de abrir
de nuevo al debate problemas no resueltos o polémicos, como la
formación y dinámica del mercado interno, la integración y ac-
tuación de los grupos de poder regional, la naturaleza de las polí-
ticas promovidas desde el Estado, los circuitos internacionales de
financiamiento, entre otros muchos temas.

113
Empresarios extranjeros en Guadalajara
durante el Porfiriato 1

El contenido temático y analítico de Empresarios extranjeros en


Guadalajara durante el Porfiriato es una clara respuesta al llamado
de Carlos Marichal y Mario Cerutti de hacer un esfuerzo mayor
por vincular las teorías con la base empírica, la teoría social con
la historia. Esta investigación es una muestra de que no existe
historia sin teoría, como no existe teoría sin historia. Esta rela-
ción es fundamental si queremos comprender cómo y por qué (y
no sólo cuándo y dónde) se manifiestan los fenómenos. En otras
palabras: cuando nuestro objetivo es estudiar los cambios o los
procesos de interacción social en lugar de la pura sucesión crono-
lógica de algunos acontecimientos.
En principio, nadie pone en duda que la riqueza de un
país, de una región o de una localidad depende fundamental-
mente del grado de desarrollo de sus actividades productivas,
de la consistencia de su tejido empresarial, pero también de la
organización social y política para acceder a los recursos, de los
mecanismos institucionales para distribuir y asignar sus bene-
ficios y de los valores culturales para crear la participación del
ciudadano en el diseño y la ejecución de las políticas públicas.

1
Sergio Valerio Ulloa, Empresarios extranjeros en Guadalajara durante el
Porfiriato, México, Universidad de Guadalajara, 2002, 165 pp.

114
Lecturas del historiador

El doctor Sergio Valerio Ulloa explora esos vínculos a tra-


vés de la conformación empresarial en el occidente de México,
es decir mediante el estudio documentado de la integración, el
desarrollo, la acción y la función (economía, social y política)
de los grupos empresariales, procesos que tienen que ver con
la manera en que se integran los capitales, la aplicación de los
mismos y los procesos de diversificación de las actividades eco-
nómicas. Asume el concepto de región como espacio de acción
empresarial, y a los empresarios como notables dentro de las
sociedades locales (vínculos de elites, estrategias políticas y ac-
ción política-cultural).
Guadalajara fue el centro dinamizador de la economía del
occidente de la Nueva España y del México independiente. Es el
escenario al que arribaron un conjunto de negocios recurriendo
a las alianzas entre parientes a través de matrimonios, amista-
des y compadrazgos; también mediante la formación de socie-
dades agrícolas, mercantiles, industriales y mineras, según los
parámetros de la legislación vigente en esa época.
El autor realiza un detallado seguimiento de los mecanis-
mos de acumulación de capital en la región occidente de México,
con centro en la ciudad de Guadalajara, a través de tres grupos
étnicos minoritarios (franceses, alemanes y españoles) que lle-
garon al país la mayoría de las veces sin capital. Distingue la te-
sis –todavía en boga en muchos colegios, escuelas y facultades de
Historia del país– de que su posicionamiento en la economía na-
cional, su influencia en las esferas de gobierno y prestigio social
se debieron a los flujos de capital y predominio de las inversiones
extranjeras. Razón por la cual habría que diferenciar detallada-
mente los capitales formados y reinvertidos continuamente en el
espacio económico nacional o regional por empresarios de ori-
gen extranjero –europeos y norteamericanos–, como inversión
de capital realmente externa.

115
José Alfredo Uribe Salas

Sergio Valerio Ulloa concluye su análisis señalando que los


empresarios franceses llegaron a controlar la producción y co-
mercialización de textiles; los alemanes, el área de importacio-
nes y comisiones (maquinaria agrícola e industrial); los ingleses
y norteamericanos, las inversiones mineras; los españoles, el co-
mercio de ultramar. En tanto que los empresarios locales se vin-
cularon a los grupos de empresarios extranjeros y sus actividades
como socios accionarios o mediante matrimonio.
Empresarios extranjeros en Guadalajara durante el Porfiriato
tiene múltiples lecturas y niveles de análisis. Destacan la relación
entre la política de modernización que auspició el régimen de
Porfirio Díaz, en términos jurídicos y administrativos, y las ca-
pacidades empresariales para posicionarse en el mercado y ob-
tener ventajas competitivas sobre sus pares o con nacionales; el
reinicio de las relaciones diplomáticas con los países europeos; la
pacificación del país, que se tradujo en mejores condiciones para
invertir y expandir las actividades; el establecimiento y desarro-
llo de medios de comunicación y transporte; el arribo al país de
inmigrantes (minorías étnicas) con capacidades e ingenio para
desarrollar trabajos y emprender nuevos negocios con base en su
experiencia, sus conocimientos y sus relaciones.
Otra lectura refiere a los vínculos entre las innovaciones
en el ramo de comunicaciones y transportes que facilitaron la
comercialización de productos y servicios a mayor escala, con
las estrategias de diversificación de las actividades productivas,
comerciales y crediticias que implementaron los empresarios
en los ámbitos de las actividades agrícolas, ganaderas, mineras,
agroindustriales, manufactureras y comerciales.
A través de este planteamiento analítico, ricamente do-
cumentado en el primero, segundo y tercer capítulo, donde se
abordan algunos casos representativos de inmigrantes france-
ses, alemanes, y españoles, Sergio Valerio Ulloa ilustra los finos
mecanismos que articularon el mercado regional jalisciense o

116
Lecturas del historiador

nacional con el mercado internacional y viceversa, a través de


proyecciones y responsabilidades (aprovechando el marco jurí-
dico de la época), en búsqueda de reducir los costos en las tran-
sacciones contractuales, económicas y políticas.
Los historiadores no descansamos en mostrar la comple-
jidad y la variedad de la experiencia y de las instituciones hu-
manas, las cuales, inevitablemente, son simplificadas por las
teorías. Pero ello no quiere decir que los teóricos sociales es-
tén equivocados al simplificarlas, dado que esa es su función, su
contribución específica a la división del trabajo entre enfoques
y disciplinas. La importancia de la teoría radica en que puede
sugerir nuevas preguntas, plantear nuevos problemas, nuevas
hipótesis, por mencionar algunos ejemplos.
El libro de Sergio Valerio Ulloa, Empresarios extranjeros en
Guadalajara durante el Porfiriato, constituye una aportación signi-
ficativa a la historia económica mexicana y a la compresión de las
dinámicas empresariales del espacio económico del centro occi-
dente del país.

117
Instituciones de fomento,
estructura industrial y empresarios
en la economía de Morelia, 1910-1950 1

Agradezco a mi colega, el doctor Abel Padilla Jacobo, la invita-


ción a reseñar su libro Instituciones de fomento, estructura indus-
trial y empresarios en la economía de Morelia, 1910-1950, y felicito a
las autoridades del Museo y Archivo Histórico Municipal de Mo-
relia por acoger esta actividad académica (pues una parte de la
información documental que sirvió de argamasa al libro, procede
de aquí). Con ello el ahmm legitima socialmente su naturaleza y
función de resguardar buena parte de la memoria de esta comu-
nidad política que ha participado de manera decisiva en delinear
lo que hoy somos, pero también lo que podemos llegar a hacer en
el futuro como mexicanos y ciudadanos del mundo.
Como todos ustedes saben, los procesos de investigación lle-
van su tiempo y sólo se cierran cuando los resultados de las inves-
tigaciones son publicados y la sociedad se apropia de sus frutos.
En ese proceso la sociedad pone todos los ingredientes materia-
les e intelectuales: sistemas de educación; repositorios documen-
tales; la certeza de escudriñar su propio pasado, comprenderlo

1
Abel Padilla Jacobo, Instituciones de fomento, estructura industrial y
empresarios en la economía de Morelia, 1910-1950 (Colección Tesis Hu-
manidades 7), Morelia, Facultad de Historia, Universidad Michoacana
de San Nicolás de Hidalgo, sep/pifi, 2015, 215 pp.

118
Lecturas del historiador

e interpretarlo, etcétera. A partir de ese momento los resultados


de la investigación adquieren cierta autonomía respecto de quien
la realizó y de las propias instituciones que la facilitan. Este es
el caso del libro que hoy presento. Ahora los lectores, estudian-
tes, profesores, expertos y sociedad en general interesados en
conocer el desempeño económico de los actores sociales de una
época determinada, podrán discutir las dos acepciones del con-
cepto Historia: como lo que realmente aconteció en el pasado –
tal y como lo conceptualizara Leopold von Ranke– y como el co-
nocimiento que hoy tenemos de lo que creemos que sucedió en
ese pasado. A partir de esa ecuación epistémica, que implica pro-
cesos complejos de circulación y sociabilidad del conocimiento,
es que se construye socialmente el ethos de una disciplina como
discurso y práctica social. En esa construcción social del conoci-
miento todos somos partícipes, nos apropiamos de sus conteni-
dos, los recreamos y nos son útiles no sólo para plantear nuevos
retos cognoscitivos, sino y fundamentalmente para robustecer la
conciencia pública de que la historia la hacemos todos, que pode-
mos cambiar el rumbo de nuestro destino y superar todo tipo de
agravio cuyo rostro más evidente y visible es la trágica y desmesu-
rada desigualdad económica entre las personas, las regiones, los
países. La investigación de Padilla Jacobo abona a esa discusión.
El eje central del libro es el estudio de la política económica
en Michoacán en el periodo que va de 1910 a 1950. Y aquí debo
decir que tanto la línea temática como el periodo elegido son dos
aciertos a destacar: primero, porque la historiografía mexicana
en el ámbito de la Historia económica había centrado su interés
en la época colonial y después en el siglo xix, y dejado el siglo xx
como campo de estudio para los experimentados economistas,
sociólogos, politólogos y antropólogos; y en segundo lugar, porque
si bien es cierto que abundan los estudios sobre cómo se constru-
yó y consolidó el Estado revolucionario y posrevolucionario en
México desde una perspectiva de la Historia política, los estudios

119
José Alfredo Uribe Salas

con enfoque de Historia económica eran inexistentes o escasos.


Corresponde, pues, a las generaciones de jóvenes historiadores la
apertura de nuevas líneas de investigación para escudriñar la rela-
ción indisoluble entre el Estado y el mercado capitalista, en un pe-
riodo de transición política y económica que enmarca justamente
los años de 1910-1950.
El autor del libro parte de la tesis de que los procesos econó-
micos de modernización e industrialización que se impulsaron en
este periodo sentarían las bases para el crecimiento económico y
el progreso de México. Se trata, dice Padilla Jacobo, de un nuevo
modelo económico fincado en la industrialización para “sustituir
importaciones de bienes básicos e intermedios a través de su ma-
nufactura interna” (p. 13), a partir de una mayor integración de
los sectores industrial, agropecuario, comercial y de servicios.
La pregunta que se hace el historiador es, ¿cómo funcionó
ese modelo en Michoacán y en Morelia a lo largo de 40 años? Para
penetrar en las entrañas de ese modelo económico, documentar su
funcionamiento y desentrañar el acertijo (es decir, si realmente ese
modelo económico sentó las bases para el crecimiento económico
y el progreso de México), el autor establece dos variables en su in-
vestigación: por una parte, el estudio del entramado institucional,
léase el papel del Estado en la formulación de las políticas econó-
micas y de fomento industrial (que incluyen políticas fiscales, fo-
mento a la industria, modernización de los procesos productivos,
creación y regulación de la infraestructura y los servicios públicos,
principalmente medios de comunicación y transporte, agua y elec-
tricidad); y por el otro lado, la segunda variable se centra en los
empresarios e industriales frente al marco jurídico, con el propósi-
to de dimensionar sus capacidades de gestión y negociación (en lo
individual o en lo colectivo a través de asociaciones u organismos
empresariales) para reducir los costos de transacción o los riesgos
en los mercados regionales donde operaban.

120
Lecturas del historiador

Para evitar generalidades o abstracciones teóricas sobre el


papel del Estado y del mercado en el proceso de modernización e
industrialización, encuentro en el libro tres ejes: en primer lugar
se analiza la estructura económica de la ciudad de Morelia antes
y después de la Revolución mexicana. Ésta, en su etapa porfiria-
na, se caracteriza por estar dominada por las actividades agríco-
la-comerciales, con una mínima, débil e inconexa actividad ma-
nufacturera; en cambio, en su etapa posrevolucionaria, avizora un
modesto pero igualmente débil proceso de industrialización ca-
racterizado por la presencia de pequeñas y heterogéneas unidades
industriales sin procesos productivos complejos, con pequeñas
inversiones y reducido número de trabajadores, que dependían
más de la demanda de consumo de bienes básicos de la población
urbana que de las políticas económicas y de fomento industrial
instrumentadas desde la federación o a nivel estatal y local. Esta
tesis-conclusión a la que arriba Padilla Jacobo para el periodo de
1910-1950 ya había sido esbozada en los libros Morelia, pasos a la
modernidad (1993) y Empresas ferrocarrileras, comunicación intero-
ceánica y ramales ferroviarios en Michoacán, 1840-1910 (2008) para la
época anterior, y ha sido objeto de otra investigación, La actividad
comercial de la Morelia porfirista. Población, producción y consumo,
que se presentará a finales de mes en la Facultad de Historia de la
Universidad Michoacana, de la autoría de Adriana Ayala Martínez.
Luego entonces, para entender y ofrecer alguna explicación
convincente de los cambios y las permanencias en las caracterís-
ticas y los indicadores micro y macro de la estructura económica
de Morelia, Padilla Jacobo se plantea un segundo nivel de estudio
en el cual entreteje un minucioso análisis entre las políticas eco-
nómicas promulgadas e impulsadas desde las instituciones de los
gobiernos nacional y estatal, y su correspondencia con los proce-
sos de industrialización que tuvieron lugar en el entorno urbano
de Morelia de ese periodo. Para resolver el problema en cuestión,
da seguimiento por un lado a las políticas fiscales de exención y

121
José Alfredo Uribe Salas

reducción de impuestos cuya finalidad fue incentivar la inversión


privada; por el otro, escudriña las políticas de inversión pública
en infraestructura “para proporcionar los servicios básicos a la
economía” y apuntalar los procesos de industrialización median-
te la regulación de un mercado financiero (la banca), energético
(agua, electricidad, petróleo) y de comunicaciones y transporte
(telégrafo, teléfono, ferrocarril y carretero), entre otros. 2
Después de documentar y analizar la correlación de la políti-
ca económica y el entramado industrial de la estructura económi-
ca de Morelia y Michoacán, el autor del libro propone que dichas
políticas económicas (ámbitos federal y estatal) no revertirían el
modelo porfirista de concentración regional de la actividad indus-
trial (Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, entre otros) sino
que lo reforzarían, capitalizando “las dinámicas productivas y em-
presariales” que definieron los ritmos de integración del mercado
nacional en el periodo de estudio. En ese sentido, el proceso de
industrialización de la economía de la ciudad de Morelia quedaría
marcado por los problemas de su intrincada geografía, la escasez
de recursos públicos para obras de infraestructura y servicios, la
ineficiencia y falta de coordinación entre los tres niveles de gobier-
no en la regulación de los mercados financieros y energéticos, y
los desencuentros entre la clase política y los agentes económicos
locales. La conclusión a la que arriba Abel Padilla es que la combi-
nación de esos elementos influyó negativamente en el proceso de
industrialización de la economía local al reducir las ventajas com-
petitivas con respecto de otros centros urbanos y regiones del país.
2
En estos años se crearon las instituciones económicas más importan-
tes en la vida contemporánea de México. El 24 de diciembre de 1924 se
expidió la Ley General de Instituciones de Crédito, antecedente legal
de la Ley del Banco de México, promulgada el 26 de agosto de 1925,
que permitió la creación de un banco único de emisión: el Banco de
México. Asimismo, se establecieron la Comisión Nacional Bancaria, la
Comisión Nacional de Irrigación, la Comisión Nacional de Caminos y
los Bancos Agrarios y Ejidales.

122
Lecturas del historiador

Por último, en el libro se estudia el comportamiento de las


elites políticas y económicas, sus relaciones, intereses, plantea-
mientos discursivos, confrontaciones, coincidencias, capacida-
des para negociar o sincronizar el interés público con el privado,
etcétera. Este punto, como los anteriores, es también relevante
para entender y explicar los cambios y las continuidades que se
experimentaron en el entramando institucional y en la estructu-
ra industrial de Morelia. Aunque Abel Padilla acota su estudio al
análisis de las instituciones y deja de lado el abordaje de la clase
política, a lo largo de la investigación se consignan nombres de
políticos y funcionarios que jugaron un papel destacado en la ins-
trumentalización de las políticas fiscales o que estuvieron al fren-
te de organismos de gobierno encargados de aplicar los recursos
públicos en infraestructura y servicios para la industria y la pro-
ducción (quiero señalar que el estudio de la clase política y de la
burocracia administrativa en la gestión de las políticas económi-
cas y en la aplicación de los recursos públicos para el fomento de
la industria, sigue siendo un tema que reclama la atención de los
historiadores). Por el contrario, el autor del libro realiza una ex-
celente aportación al análisis cuantitativo y cualitativo de los em-
presarios e industriales, que los hubo; de la naturaleza, el tamaño
y la rentabilidad de las unidades productivas; del capital social y
las modalidades de asociación empresarial; de los empresarios y
las industrias que alcanzaron una escala, aunque pequeña, de di-
versificación e integración con otros sectores de la economía lo-
cal o regional; y, finalmente, de las capacidades y habilidades que
desarrollaron algunos de ellos para establecer redes y compromi-
sos con la clase política. O como dice el propio autor: “redes que
fueron el mecanismo por medio del cual obtuvieron beneficios
en la asignación de recursos, o bien para defender sus intereses
ante el marco jurídico, ya fuera directamente en su diseño, o des-
de su aplicación” (p. 17).

123
José Alfredo Uribe Salas

Pero en todo caso el resultado final fue una débil o erráti-


ca postura política de los agentes económicos locales frente a los
nuevos incentivos que trajeron consigo las políticas económicas
posrevolucionarias; la menguada capacidad de instituciones y go-
biernos estatales para eficientar las nuevas políticas tributarias y
atraer el gasto federal en obras de infraestructura vinculadas con
los requerimientos del aparato industrial; y la poca capacidad que
mostraron tanto el entramado institucional como los empresarios
para aprovechar en su favor los dinámicos mercados financiero y
energético, sin los cuales no se podía crecer, ser competitivos ni
permanecer en un mercado nacional dominado cada vez más por
la oferta y la demanda capitalista.
Instituciones de fomento, estructura industrial y empresarios en la
economía de Morelia, 1910-1950 es una investigación original de un
periodo clave en la historia de la ciudad de Morelia y de Michoa-
cán. A Abel Padilla Jacobo le toca el mérito de ser de los primeros
historiadores en navegar por aguas turbulentas e inhóspitas, poco
transitadas, sin asideros historiográficos suficientes o confiables,
y ofrecer una radiografía de las políticas económicas y el desem-
peño de los empresarios morelianos de la primera mitad del siglo
xx. Es también una investigación que fundamenta sus tesis en la
rica y variada información contenida en repositorios documenta-
les como el Archivo Histórico Municipal de Morelia, el Archivo de
Notarios de Morelia y el Archivo General e Histórico del Poder Eje-
cutivo de Michoacán.
Sus aportaciones a la historia económica del siglo xx son
múltiples, incluso en las conclusiones visualiza y plantea proble-
mas no resueltos y nuevas rutas y líneas de investigación: 1. El
estudio de las relaciones entre los sectores agropecuario e indus-
trial, para explicar la naturaleza, la estructura y las dinámicas de
los encadenamientos productivos; 2. El estudio del desarrollo del
mercado interno nacional en el periodo de 1930 a 1960 desde la
perspectiva regional, para indagar la presencia de otras fuerza eco-

124
Lecturas del historiador

nómicas, internas y externas, que influyeron en los procesos de in-


tegración; 3. El estudio a fondo de la clase empresarial, del campo
y la ciudad, para poner en perspectiva el universo de actividades
económicas y las capacidades locales para diversificar los negocios
y propiciar encadenamientos productivos en espacios nacionales
de mayor competitividad; 4. El estudio de las relaciones socioeco-
nómicas y de poder entre los miembros de la elite económica y los
de la elite política.
Por último, quiero decir que el contenido y la orientación
argumentativa del libro ayudan a explicar también cómo llega-
mos al siglo xxi como una economía comercial y de servicios,
maltrecha en su infraestructura material y poco competitiva.

125
Trabajadores,
empresarios y migración
Introducción

El capítulo reúne cinco reseñas publicadas entre los años de


2012 y 2019. El hilo conductor refiere al universo del trabajo, a
los procesos migratorios y a la acción colectiva y pública; son
indígenas, campesinos, artesanos, obreros y sectores populares
urbanos vinculados con actividades económicas que cambiaron
en su estructura y dinámica en los siglos xix y xx. Fenómenos
económicos como la privatización de la tierra, el monopolio co-
mercial y la mecanización de las actividades productivas tuvie-
ron un impacto negativo sobre el derecho al trabajo, al salario
suficiente y digno y el bienestar de sus familias.
Las reseñas de los libros hacen hincapié en los renovados
enfoques analíticos para abordar la vertiente heterogénea de los
diferentes colectivos en países de América Latina, España y Esta-
dos Unidos. En los libros reseñados destaca una nueva lectura de
los contextos y circunstancias, tanto económicas como sociales
y políticas, que contribuyen a explicar la historicidad del trabajo,
el desplazamiento de los trabajadores de sus actividades tradicio-
nales y su reinserción en el mercado laboral dependiendo de las
dinámicas de la oferta y demanda de mano de obra.
De la misma manera, se documenta y estudia el fenómeno
migratorio fuera de las fronteras de sus países de origen, como
expresión de las fuerzas de organización laboral del mercado ca-
pitalista. Resulta relevante destacar que en los estudios reseñados

129
se ensayan renovadas metodologías para articular lo local con lo
global, no sólo de los flujos intermitentes de trabajadores sino de
los escenarios trasnacionales en los que interactúan social y po-
líticamente. Se analiza la vocación y las capacidades de organi-
zación de los distintos colectivos sociales, sus luchas y cohesión
frente a los dueños de la tierra, los empresarios y la clase política
en la conducción de las instituciones de los Estado-nación. Las
categorías de trabajo y trabajadores permiten historiar con ma-
yor fuerza los movimientos sociales y las luchas de reivindicación
política en distintas escalas, que van de lo local a lo regional, de lo
nacional a lo trasnacional y global.

130
Trabajo, trabajadores y participación popular.
Estudios sobre México, Guatemala, Colombia,
Perú y Chile, siglos xviii y xix 1

Al finalizar el año 2007 leí con verdadero placer el libro Posición


estratégica y fuerza obrera. Hacia una nueva historia de los movimien-
tos obreros, de John Womack Jr., cuyos planteamientos me sirvie-
ron para asesorar una tesis de licenciatura. Esta obra recupera de
manera magistral la dimensión social del trabajo y las múltiples
estrategias que concibieron los trabajadores para hacer visible en
el ámbito de la política su situación económica y laboral. Ese an-
damiaje le permite a Womack diseñar una nueva perspectiva teó-
rica y documental sobre la posición estratégica de los obreros en
la organización del trabajo, la producción de bienes y servicios y
la fuerza acumulada, como sector social, frente a los dueños de los
medios de producción y la clase política gobernante en la conduc-
ción de las instituciones del Estado. Ahora veo con agrado cómo
algunos de los temas y problemas tratados por Womack se abordan
y se resuelven en la profundidad del siglo xix y en la amplitud del
mundo hispanoamericano en el libro colectivo: Trabajo, trabajado-
res y participación popular, coordinado por Sonia Pérez Toledo.

1
Sonia Pérez Toledo (Coordinadora), Trabajo, trabajadores y participa-
ción popular. Estudios sobre México, Guatemala, Colombia, Perú y Chile,
siglos xviii y xix, Barcelona/Ciudad de México, Anthropos/Universidad
Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2012, 319 pp.

131
José Alfredo Uribe Salas

Los trabajos fueron previamente presentados en octubre de


2009 en el Congreso “Trabajo, trabajadores y movimientos socia-
les en México y América Latina, siglos xviii y xix”. Ahora con el
título de Trabajo, trabajadores y participación popular, sus resulta-
dos se dan a conocer en un magnífico libro colectivo que reúne 12
ensayos y un merecido estudio introductorio, en los que se explo-
ra el complejo universo del trabajo a partir del quehacer cotidiano
de hombres y mujeres, tanto en las ciudades como en el campo,
a lo largo del siglo xix con una gratificante perspectiva hispano-
americana. Su riqueza temática de conjunto nada tiene que ver
con posiciones reduccionistas, deterministas o doctrinarias; por
el contrario, se promueve una visión holística en donde la incer-
tidumbre de vida se convierte en la motivación fundacional de la
participación popular en la esfera pública o de los movimientos
sociales de larga data sobre el derecho al trabajo, al salario sufi-
ciente y digno y al bienestar de las familias; y aquí cada autor se
encarga de complejizar la vertiente heterogenia de los colectivos
que estudia, de releer las circunstancias económicas, políticas y
sociales cambiantes en el modelo liberal del siglo xix, y los esce-
narios sociales de participación, diferenciados no sólo por el país
en donde se presentan y estudian, o la época en que se manifies-
tan, sino por la fuerza y vocación organizativa de sus actores.
En ese sentido, la estructura del libro dimensiona en pri-
mer lugar el trabajo y a los trabajadores; y en segundo lugar, la
participación o movilización popular. El primer campo temático
inicia con el estudio de Jorge Silva Riquer, “El trabajo indígena
novohispano en el siglo xviii: un viejo problema no resuelto. Un
acercamiento preliminar”, en el que se problematiza el heterogé-
neo mundo del trabajo indígena novohispano y se recuperan las
formas del trabajo compulsivo y los sistemas de coacción imposi-
tiva como herramientas analíticas para la comprensión cabal de
los engranajes de la economía y la política colonial. En un denso y
apretado debate historiográfico, Silva Riquer postula la necesidad

132
Lecturas del historiador

de profundizar en los estudios sobre el comportamiento de las


actividades laborales de los indígenas para entender las condicio-
nes de trabajo en la agricultura, la ganadería, las minas, los obra-
jes, los servicios; los grados de explotación matizados por la na-
turaleza de la actividad realizada y la especialización; los niveles
de vida al interior de los llamados pueblos de indios; la movilidad,
teniendo en cuenta los conocimientos y las destrezas; y el grado
de relación monetaria con el mercado interno.
Silva Riquer asume una posición crítica y a la vez provoca-
tiva con respecto de lo que se ha dicho en la literatura sobre el
trabajo indígena novohispano en el siglo xviii. Sugiere centrar
la atención en dos ámbitos del problema: el primero es “el tra-
bajo, sus formas y prácticas”, para entender la especialización y
las condiciones laborales; el segundo refiere a la “relación tra-
bajo-producción-costos”, una condición necesaria para hacer la
historia de las formas que asume esa ecuación en la práctica,
es decir, en la realidad colonial novohispana. Concluye con una
vieja recomendación, que las nuevas generaciones de historia-
dores han olvidado: “Me refiero –dice Silva Riquer– al uso de
los conceptos históricamente, como herramientas analíticas, no
como definiciones cerradas e inamovibles que no permiten en-
tender los cambios, las prácticas y las formas que asumen ante
las condiciones laborales coloniales tan complejas” (p. 33). Aquí
el salario se convierte en un asunto de vital importancia para
repensar el mundo del trabajo indígena y la formación del mer-
cado interno colonial.
Precisamente Enriqueta Quiroz explora, en su artículo:
“Las condiciones de los jornaleros dentro de la sociedad hispa-
noamericana: el caso de Santiago de Chile y Ciudad de México
hacia 1790”, los ingresos de grupos de peones de la construcción
de forma comparativa, previo a la crisis política de la monar-
quía. La autora documenta las condiciones de vida de este sector
de trabajadores urbanos a través de sus ingresos para ampliar el

133
José Alfredo Uribe Salas

análisis sobre la capacidad de consumo popular y el grado de


impacto que tuvieron en las economías locales. Las categorías
de salario, especialización y estabilidad-inestabilidad laboral,
son instrumentos que le permiten a la autora adentrarse en la
discusión sobre el lento crecimiento de la economía hispanoa-
mericana como resultado de un salario de subsistencia indivi-
dual, no familiar, que aseguraba un margen de acumulación de
riqueza que fluía de manera sustantiva a la metrópoli, con los
consabidos problemas de inflación y atesoramiento monetario.
Tania Sagastume Paiz, con “Los artesanos en el entramado
social de la ciudad de Guatemala en el siglo xix”, y Jesús Cosama-
lón Aguilar con “Color de piel y estatus. El artesanado de Lima
a mediados del siglo xix”, analizan al artesanado urbano de las
ciudades de Guatemala y Lima entre finales del periodo colonial
hasta mediados del siglo xix, desde la perspectiva de sus carac-
terísticas sociales y profesionales para evidenciar la complejidad
de la organización social y económica en la que estaban inmer-
sos. Ambos autores dimensionan el factor étnico en los juicios
y prejuicios que las elites elaboraban sobre los trabajadores, re-
glamentando e intentando controlar sus espacios de sociabilidad.
Según sus estudios, la existencia de racismo y discriminación por
el color de la piel no sólo se traducía en un grado de analfabetis-
mo, tipo de vivienda y actividad económica, sino en limitaciones
significativas para acceder a los organismos de representación
política. No obstante, visualizan que el grado de especialización
en los oficios facilitó a determinados grupos populares la movi-
lidad social, y que ello logró mitigar parcialmente cualquier eti-
queta racial durante ese periodo.
Sergio Paolo Solano, en “Oficios, economía de mercado,
hábitos de consumo y diferenciación social. El artesanado en
Colombia, siglo xix”, aborda el trabajo artesanal en el Caribe co-
lombiano de la región de Cartagena y Mompox, para el periodo
de finales de la Colonia y el siglo xix. Acentúa mayormente las

134
Lecturas del historiador

continuidades en la organización laboral de los artesanos como


expresión, en gran medida, de economías con escaso valor agre-
gado, es decir economías pobres y sociedades agrícolas tradicio-
nales. En esas condiciones, el autor concluye que las actividades
artesanales del Caribe colombiano fueron poco innovadoras en
organización, especialización de oficios y movilidad social, a di-
ferencia de otras regiones económicas de Colombia. Sin embar-
go, documenta cómo hacia finales del siglo xix se expresa un
cambio en la estructura y dinámica económica regional por los
vínculos que establece con el mercado internacional. El nuevo
escenario altera las relaciones laborales y prácticas de trabajo,
y afecta a un sector de artesanos tradicionales, al tiempo que se
promueve una mayor diversificación de actividades productivas
y grados de especialización para atender las nuevas demandas
del mercado interno.
Concluye el primer bloque con el trabajo “Los contratos de
concesión de la Beneficencia Pública. ‘Ingeniosas prácticas’ para
la formación de los indigentes durante el Porfiriato”, de María
Dolores Lorenzo. La autora estudia los oficios artesanales que se
desarrollaron en los establecimientos de beneficencia en México
durante el llamado régimen porfirista. Una mirada a la organiza-
ción administrativa de estos establecimientos de carácter social
permite a la autora no sólo dimensionar la importancia que se
concedía en esa época a la enseñanza de los distintos oficios arte-
sanales para la formación de los “indigentes” con una concepción
utilitaria, es decir, para combatir el ocio y contar con individuos
–hombres y mujeres– útiles a la sociedad.
El segundo punto de importancia en el trabajo es la docu-
mentación y el análisis de los contratos y beneficios que alcanzó
un grupo de maestros artesanos o pequeños empresarios encar-
gados de la enseñanza de los oficios en dichos establecimientos.
Ese esquema acentuó en los establecimientos de beneficencia un
doble orden vertical de autoridad: primero, el de las autoridades

135
José Alfredo Uribe Salas

del establecimiento, y segundo, el de la autoridad de maestro ar-


tesano, que también les permitió contar con mano de obra barata
y obtener una ganancia de la venta de los productos que ahí se
elaboraban. Dolores Lorenzo concluye que “los contratos de con-
cesión solventaron los gastos de instalación y formalizaron venta-
jas para los maestros y pequeños empresarios […] pagaron salarios
reducidos, contaron con […] mano de obra cautiva y hasta recibie-
ron una compensación por los servicios prestados” (p. 156).
El segundo apartado temático del libro se centra en casos y
circunstancias de participación popular, que van del movimien-
to de independencia en 1810 a la intervención norteamericana
en México de 1847-1848. En los distintos trabajos se expresa un
enfoque analítico que pondera la relación estrecha entre con-
diciones materiales y condiciones culturales, entre economía,
ideología y política.
Graciela Bernal Ruiz, en “Un pueblo sedicioso y olvidado del
santo temor de Dios. La participación de habitantes de Mexqui-
tic en la insurgencia en San Luis Potosí”, y Antonio Escobar con
“Indígenas, mestizos y… ¿conflictos de clase, étnicos o de poder?
En las Huastecas, 1810-1850”, abordan a los indígenas y las comu-
nidades indígenas como sujetos centrales del conflicto y la movi-
lización popular en la primera mitad del siglo xix. Bernal Ruiz lo
hace para la población de Mexquitic en el entorno del movimien-
to de independencia, y Escobar para las Huastecas (de San Luis
Potosí y Veracruz), en una temporalidad más amplia, en la cual
“ese tipo de acontecimientos estuvieron englobados en procesos
históricos, que en muchos casos tuvieron más de un detonante”
(p. 181). Ambos coinciden en que uno de esos detonantes estuvo
relacionado con la tierra. Sin embargo destacan diversas motiva-
ciones, no homogéneas, en lo abigarrado de los rostros populares
que actuaron y se movilizaron con distinta intensidad y duración.
Sí, el problema de la tierra, pero también los esquemas de arren-
damiento, los deslindes de las tierras comunales, la representa-

136
Lecturas del historiador

ción en los cargos en el Cabildo y en la elección de gobernador


de los pueblos, las desigualdades entre los propios indígenas, sus
relaciones de privilegio y conflicto con arrendatarios y propieta-
rios de tierras colindantes, el sistema alcabalatorio que amplia-
ba o restringía la participación indígena, pero también mulata y
mestiza, en la circulación mercantil y sus beneficios. Preguntas
y respuestas que le dan continuidad a la problemática planteada
por Silva Riquer en el primer capítulo del libro.
Mariana Terán Fuentes, en “‘Así lo pidió el pueblo’. Sombre-
rete: formas de resistencia y derecho natural”, y Rosalía Ríos Zúñi-
ga, en “Rostros y voces de una multitud. Los motines de Sombre-
rete (1829-1833)”, exploran la composición social y la diversidad
de oficios artesanales en el complejo mundo minero de Sombre-
rete, Zacatecas, para explicar el sentido, la razón y los alcances de
diversos motines que tuvieron lugar en esas minas en el año 1829.
Terán Fuentes involucra en su estudio distintos elementos, como
las crisis de subsistencia y conflictos inter-étnicos, para discutir
la experiencia acumulada por los trabajadores en los 20 años an-
teriores a 1829, desde la perspectiva del imaginario cultural.
Con ese bagaje, discute las diversas formas en que se ex-
presó la participación popular en los motines, cuya movilización
buscaba el reconocimiento del Derecho natural plasmado en la
justicia, la libertad y la vida. Ríos Zúñiga, por su parte, discute el
problema desde los juicios judiciales a que fueron sometidas las
personas detenidas entre 1829 y 1833. A partir de ese análisis, la
autora evidencia la composición social diversa de quienes partici-
paron en el robo y saqueo perpetrado contra los españoles en los
motines del 11 y 13 de enero de 1829, y el carácter simbólico que
ello tuvo como amalgama de la acción colectiva.
El libro cierra con los trabajos de Angélica Cacho Torres,
“Motín por la moneda de cobre en la Ciudad de México, 11 de
marzo de 1837”, y “Revueltas populares en la Ciudad de México
durante la ocupación norteamericana”, de Carlos Alberto Reyes

137
José Alfredo Uribe Salas

Tosqui. Ambos tienen como escenario el entorno urbano de la ca-


pital del país, y como andamios explicativos diversos factores de
índole económico, político y militar. Aunque distantes y de natu-
raleza distinta, la movilización popular en ambos casos se expre-
só como un instinto de sobrevivencia: primero frente al rumor
de perderlo todo con la devaluación de la moneda de cobre y el
proceso de encarecimiento de los artículos de consumo popular;
después, el significado que tuvo la leva para los sectores popula-
res, con la finalidad de fortificar la ciudad y defender a la patria
frente al invasor.
En ambos casos, la motivación popular se inscribe en un
particular ambiente de efervescencia política y militar. Angéli-
ca María Cacho Torres encuentra en el mitin por la devaluación
de las cuartillas de cobre no sólo procesos de devaluación y es-
peculación de gran impacto en las economías domésticas de los
sectores sociales más desprotegidos, sino también múltiples evi-
dencias de “que en el descontento social (se) ‘presentaron’ otros
motivos de insatisfacción con el nuevo régimen de gobierno, así
como sentimientos en contra de quienes representaban el poder
económico y los privilegios” (p. 271). Su apreciación final es que
“la gente vivió el motín del 11 de marzo de 1837 como un evento
liberador de tensiones, donde se evidenciaron pugnas políticas,
pero también solidaridades, identidades colectivas y opiniones
diversas sobre la sociedad y la política de entonces” (p. 273).
Carlos Reyes Tosqui explora el concepto de “violencia urba-
na” para analizar el comportamiento de los sectores populares de
la Ciudad de México, primero frente al gobierno por el sistema de
leva que los obligó a defender la patria, y luego frente a la interven-
ción norteamericana de 1847 y la ocupación de la ciudad por nueve
meses. En el segundo caso, el autor señala que el comportamiento
popular se centró en la violencia por “la presencia extranjera en los
espacios de sociabilidad cotidiana popular, y que actuaron en for-
ma autónoma de las elites […] independientemente de las dimen-

138
Lecturas del historiador

siones que estas tuvieran […] y lo hicieron con respuestas estraté-


gicas e, inclusive, con organización y liderazgos propios” (p. 299).
Trabajo, trabajadores y participación popular. Estudios sobre
México, Guatemala, Colombia, Perú y Chile, Siglos xviii y xix, consti-
tuye un mirador sorprendente del mundo del trabajo, la organiza-
ción popular y el conflicto social.

139
Cohesión, movilizaciones y tenacidad.
Trabajadores y empresas en la minería
y la metalurgia potosina, 1880-1926 1

Moisés Gámez es experto en historia económica y en historia


social de la mesa centro-norte de México. En los últimos 18 años,
su trabajo de investigación se ha enfocado de manera prioritaria
al estudio de las actividades económicas, los procesos empresa-
riales y los movimientos de trabajadores en el amplio espacio que
abarcan los actuales estados de Guanajuato, San Luis Potosí y Za-
catecas. Algunas obras clave de su ejercicio profesional son Uni-
dad de clase y estrategias de resistencia. Los trabajadores en San Luis
Potosí, 1890-1917 (1997); Empresa minera y mercado de trabajo en el
centro-norte mexicano, 1880-1910 (1999); De negro brillante a blanco
plateado. La empresa minera mexicana a finales del siglo xix, (2001);
Imagen e historia minera: Charcas, siglos xix-xx (2008); De crestones
y lumbreras. Propiedad y empresa minera en la Mesa Centro-Norte de
México: Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas, 1880-1910 (2011);
y Cohesión, movilizaciones y tenacidad. Trabajadores y empresas en la
minería y la metalurgia potosina, 1880-1926 (2014). En estas obras,
y en numerosos artículos y capítulos de libro, encontramos el
verdadero perfil del ejercicio epistemológico del historiador y su

1
Moisés Gámez, Cohesión, movilizaciones y tenacidad. Trabajadores y em-
presas en la minería y la metalurgia potosina, 1880-1926, San Luis Potosí,
El Colegio de San Luis, 2014, 259 pp.

140
Lecturas del historiador

contribución puntual a la historia económica, social y cultural de


la minería mexicana.
Permítanme decir que en la producción o generación de no-
vedoso conocimiento sobre la realidad histórica, siempre cambian-
te (pensemos ya en la historia que nos propone Moisés Gámez), el
sustento primario del análisis hermenéutico de esa realidad es la
manera como la sociedad se organiza y entra en relación con la
naturaleza para apropiarse de los recursos naturales que se han
formado a lo largo de cientos de miles de años, es decir en el tiem-
po geológico, y la manera de cómo se dispone en cada momento
histórico para su distribución y consumo. En ese sentido, el autor
encuentra en la historia de la organización y el conflicto el nicho de
sus preocupaciones historiográficas e intelectuales.
Cohesión, movilizaciones y tenacidad. Trabajadores y empresas
en la minería y la metalurgia potosina, 1880-1926, se estructura en
cinco apartados: El espacio minero porfiriano; Los movimien-
tos finiseculares, 1880-1900; Las movilizaciones en la primera
década del siglo xx; El periodo revolucionario. Los años álgidos:
1910-1912; y, Crisis, convulsiones y organizaciones, 1913-1926.
Sin embargo, la lectura cuidadosa de su contenido nos depara
un escenario mucho más complejo y rico que el anunciado en
su estructura general.
El contenido del libro deja al descubierto una concepción
acerca de los criterios de periodización del fenómeno en cues-
tión, integrado por los trabajadores y las empresas mineras. Una
bisagra útil para repensar la historia como realidad, pero también
como saber de esa realidad. Destacan cuatro periodos o cortes, a
través de los cuales se escudriñan lo particular y contingente de
las causas y los motivos del descontento, las protestas y las ac-
ciones de huelga del movimiento de los trabajadores en defensa
de sus intereses, tanto para mejorar sus condiciones de trabajo
( jornada laboral, salario, seguridad, higiene, entre otras) como
de vida. Estos son: 1880-1900, 1900-1910, 1910-1912 y 1913-1926.

141
José Alfredo Uribe Salas

Ciertamente esa periodización, como criterio metodológico de


análisis, evita una narración plana de las relaciones económicas,
políticas y sociales que transcurren entre los trabajadores mine-
ros y metalúrgicos, los empresarios del ramo, nacionales y ex-
tranjeros, y las instituciones del Estado mexicano, en el periodo
de 1880 a 1926.
Más allá de cuestiones particulares, el libro integra afirmacio-
nes o argumentos de mayor vuelo, a manera de señales que apun-
tan a nuevos senderos de investigación. Tres son las novedades que
señalaré brevemente, pues me parecen bastante significativas.
La primera refiere a la dinámica demográfica: la movilidad
de los trabajadores desde distintos espacios del territorio del país,
así como su variada composición y condición social y profesio-
nal, que le imprime un carácter particular; la segunda tiene que
ver con las innovaciones tecnológicas y administrativas que los
empresarios mineros introducen en la organización de los espa-
cios productivos (del norte minero y del centro metalúrgico) y
que, a lo largo del periodo de estudio, impactan negativamente
en las formas tradicionales de la división del trabajo y en el con-
junto de las relaciones sociales de producción; la tercera alude
a la experiencia que los trabajadores acumulan, tanto en la or-
ganización para fines concretos como en la defensa de sus inte-
reses de clase, y que se engarza con la circulación, recreación o
apropiación del pensamiento anarquista fuertemente vinculado
con el Partido Liberal Mexicano. Esa conjunción dota de nuevos
contenidos a las demandas de los trabajadores en su lucha para
mejorar los ambientes laborales y las condiciones de vida, que
se ven reflejadas en incipientes maneras de organización, lide-
razgos más consistentes y valores de identidad colectivos mucho
más claros y firmes.
En conjunto, los tres elementos que acabo de reseñar, y otros
más que pudieran someterse a discusión en un seminario, facili-
tan al autor el camino para analizar las condiciones diferenciadas

142
Lecturas del historiador

para cada periodo y matizar las influencias de factores exógenos


(devaluación del valor de la plata en el mercado internacional,
crisis financieras, conflictos políticos y acciones militares, como
los de la Revolución mexicana, etc.), o endógenos (supresión del
sistema partido, tienda de raya, el pilón, el tikete, caída en la ley
de los minerales, sequías, hambre, epidemias, etc.).
Por otro lado, habrá que decirlo, la obra reivindica el interés
por un tema que ha languidecido con el tiempo en la preocupa-
ción de los científicos sociales. Desde luego, lo que pone en juego
el autor no es el viejo interés historiográfico de las décadas de
1970 y 1980, abocado al estudio de los dirigentes obreros o de sus
organizaciones de protesta y resistencia, más cercano a un me-
sianismo ideológico-político que se agotaba en sí mismo, sino a
un escenario mucho más complejo y rico en matices explicativos
en donde están presentes las estructuras económicas, las institu-
ciones, las empresas y los empresarios, los procesos de organiza-
ción productiva, el cambio tecnológico, el entramado de las redes
sociales, los espacios de sociabilidad y, por supuesto, el capital
social y cultural de los trabajadores mineros y metalúrgicos.
En la perspectiva metodológica que ensaya el autor, el aná-
lisis diacrónico adquiere particular relevancia cuando se aborda
el ser y el quehacer de los trabajadores mineros y metalúrgicos
de San Luis Potosí, es decir, cuando se explora en el trascurrir del
tiempo la experiencia y la conciencia de clase; la primera como
expresión de sus relaciones de producción, la segunda, a través
de la identidad de intereses. Con esas herramientas se dimensio-
na el territorio socialmente construido por la presencia, magni-
tud y fluidez de las movilizaciones de los trabajadores. En el caso
de que se trata, el espacio es definido por las movilizaciones de
los trabajadores del norte y centro del estado de San Luis Poto-
sí, articulado por el desempeño de los centros mineros Real de
Catorce, Matehuala, Charcas (norte) y Cerro de San Pedro y Mo-
rales (centro), y también por los cambios que experimentaron

143
José Alfredo Uribe Salas

las empresas que extraían el mineral y las negociaciones meta-


lúrgicas como Minera Santa María de la Paz y Anexas, Compa-
ñía Metalúrgica Nacional, Compañía Metalúrgica Mexicana y la
Asarco/Guggenheim.
Con un excelente apoyo bibliográfico documental, Gámez
emprende el estudio del universo de las movilizaciones de los
trabajadores entre 1880 y 1926, en el contexto del entramado de
empresas y empresarios, pero también en las formas que se su-
cedieron en la organización del trabajo y de los trabajadores. A
lo largo del estudio matiza varios componentes del fenómeno,
desde luego, la composición social de los trabajadores, sus ha-
bilidades y destrezas, y su ubicación y función en el proceso de
organización de la producción; pero lo que me parece más sig-
nificativo y novedoso es el análisis que se realiza sobre la expe-
riencia de los trabajadores, y que desemboca en la formulación
de una conciencia de clase, en la forma de intereses comunes.
En esa perspectiva analítica, la experiencia es abordada como
una expresión de la subjetividad humana, en este caso la de los
trabajadores mineros y metalurgistas potosinos a partir de las re-
laciones de producción dominantes, y también por los sentimientos
que experimentaron estos “al estar privados del dominio de su acti-
vidad productiva”. En el examen hermenéutico de la experiencia y
los sentimientos concomitantes, que Gámez explora y documenta,
aparecen viejas y nuevas formas de organización del trabajo y de
los trabajadores. Ello permite al autor formular un modelo explica-
tivo integrado por cuatro niveles de impugnación: 1) La oposición
de los trabajadores al capital que no trasciende lo individual, ni se
traduce en acciones; 2) la oposición con acciones en contra, de ma-
nera desorganizada y muchas veces espontánea; 3) la organización
en contra de las condiciones de vida y de trabajo a través de una or-
ganización sindical, con acciones a corto y a largo plazo; y 4) la im-
pugnación a las condiciones del trabajo y de vida, que suponen una
práctica política que persigue la transformación de la sociedad.

144
Lecturas del historiador

A partir de ese modelo explicativo, Gámez pone en valor


tanto las fuentes como los mensajes y los significados contenidos
en la información, para hacer visibles las cambiantes condicio-
nes laborales y de vida de los trabajadores mineros y penetrar en
los diferentes niveles de organización del trabajo y de los trabaja-
dores; explicar sus acciones de protesta, la agresividad contra la
propiedad y sus administradores, el robo individual o colectivo,
y su transición ya entrado el siglo xx, hacia nuevas estrategias
de lucha y representatividad. Escudriña el complejo entrama-
do de relaciones de poder implementadas por los empresarios
mineros, nacionales y extranjeros, para inhibir el descontento,
socavar las protestas y desmovilizar a los trabajadores; también
profundiza en el análisis de la naturaleza y estructura de los órga-
nos del gobierno local y estatal, que de manera estrecha con los
empresarios, nunca dudaron en desbrozar el camino, jurídica y
judicialmente, para alcanzar la paz social y el desarrollo regional.
Pero significativamente, y ese es el enfoque y el contendido pre-
dominante del libro, Gámez recupera, desde el documento y la
teoría, las diferentes expresiones de impugnación que los traba-
jadores subterráneos y los metalurgistas de la superficie lograron
incorporar como motor de sus movilizaciones, hasta amalgamar
una identidad de intereses comunes.
El último punto, que quiero tratar brevemente, es el papel
del Estado mexicano frente a las demandas y el movimiento de
los trabajadores. El Estado porfiriano, en consonancia con su ape-
go irrestricto al modelo liberal, había relegado a la esfera de lo
privado la relación capital-trabajo. Los salarios, la duración de la
jornada de trabajo, la rotación del mismo, la formación de orga-
nizaciones obreras de defensa y resistencia, habían sido también
un ámbito de conflicto que debía dirimirse en el interior de la
empresa y en calidad de acuerdo privado. Fue en 1911 cuando se
dieron de manera tímida los primeros pasos de la intervención
estatal en las relaciones obrero-patronales, al establecerse el 29

145
José Alfredo Uribe Salas

de septiembre el Departamento del Trabajo, dependiente de la


Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo.
Con una plataforma jurídica que se ampliaría en los años
sucesivos, si bien se estimuló la organización de los trabajadores
mineros para la defensa de sus intereses laborales, también es
cierto que trajo consigo la pérdida de autonomía obrera al acep-
tar las nuevas reglas políticas establecidas por el Estado y las de
representación sindical. En el primer punto, se aceptó el derecho
del Estado a establecer los mecanismos de concesión y negocia-
ción en la conducción del movimiento obrero mexicano; en el
segundo, se otorgó a los líderes sindicales la prerrogativa del mo-
nopolio político en el diseño de los mecanismos y esquemas para
la representación obrera. Gámez describe las modalidades que
asumió la institucionalización de las organizaciones gremiales y
sindicales de los trabajadores en San Luis Potosí hasta 1926.
Cohesión, movilizaciones y tenacidad. Trabajadores y empresas
en la minería y la metalurgia potosina, 1880-1926 es un antídoto
frente a cierto cientificismo y cierto determinismo que la teoría
ha signado a los saberes en la posmodernidad. Desde luego, la
obra amerita una reflexión más amplia y detallada, pero no es
posible hacerlo en forma tan breve. Sólo apunto algunos aspec-
tos para reflexionar, que son a la vez de la mayor relevancia para
la historia de México y los tiempos que corren, y tienen que ver
con los conceptos de cohesión, movilidad y tenacidad, que son
los ejes centrales de la investigación.

146
Los españoles en México, 1880-1948.
Asturianos, montañeses y vascos en
la formación de redes microsociales
en la época de la emigración “en masa”
y el exilio en México 1

La historiografía sobre los movimientos migratorios de Europa


a América es abundante y rica en perspectivas teóricas y metodo-
lógicas. Los procesos de independencia que tuvieron lugar en las
antiguas posesiones españolas no hicieron más que incrementar
la presencia de minorías de otras nacionalidades en los territo-
rios de los nuevos Estados americanos. En el siglo xix los mo-
vimientos migratorios adquirieron una categoría internacional
en las políticas internas y externas de los Estados nacionales. El
establecimiento de fronteras y la expansión del capitalismo, con
sus intercambios planetarios y crisis recurrentes, encausarían
importantes flujos de población y harían visible su peregrinar de
un país a otro, o de un continente a otro.
Pero el flujo ininterrumpido de núcleos de población desde
la Península Ibérica a la Nueva España primero y al México in-
dependiente después, resulta un caso de particular interés para
1
Humberto Morales Moreno, Los españoles de México: 1880-1948. Astu-
rianos, montañeses y vascos en la formación de las redes microsociales en la
época de la emigración “en masa” y del exilio en México, Gijón, cicees,
2010, 159 pp.

147
José Alfredo Uribe Salas

las ciencias sociales y las humanidades por sus fuertes implica-


ciones en la formación y en el desarrollo de la nación y el Estado
mexicano moderno. En los últimos años se han formulado nue-
vas preguntas de análisis y diseñado metodologías para el estudio
de la integración de redes sociales y enfoques microeconómicos
con fuertes contenidos prosopográficos para penetrar en el tejido
social y visualizar el desempeño de las minorías nacionales en la
larga duración, privilegiando en el estudio los factores internos
sobre los externos. Este enfoque y esta perspectiva analítica están
contenidos en el libro de Humberto Morales Moreno: Los españo-
les de México: 1880-1948…
El trabajo de investigación de Humberto Morales lo llevó
a plantear el problema de la relación de una minoría española
con los imperios industriales que se erigieron en la época de la mi-
gración masiva, entre 1880 y 1948. Los españoles de México, y no
los españoles en México, se convirtió en la categoría definitiva de
análisis para estudiar los flujos de población peninsular al nuevo
continente desde 1521, pasando por la llamada migración masiva
que corresponde en buena medida a los años del proceso moder-
nizador porfirista, y hasta la llegada de los refugiados españoles
que huían de la España derrotada por el ejército franquista.
La metodología implementada por el autor parte del análi-
sis histórico del proceso de mestizaje étnico-racial en la forma-
ción de la nación mexicana, proceso que sirvió de soporte natu-
ral para el establecimiento de redes de migración peninsular en
cadena después de la independencia del virreinato de la Nueva
España. El fenómeno sociodemográfico del mestizaje, el control
oligopólico de las rutas y los intercambios comerciales de impor-
tación y exportación forjados en tres siglos de Colonia, así como
el dominio casi absoluto de la compleja red de redistribución al
interior del territorio virreinal, sobreviviría en la etapa indepen-
diente de México no sin cambios en sus estructuras, composición
de sus actores principales, esquemas de negocios y relaciones.

148
Lecturas del historiador

Humberto Morales analiza de manera minuciosa esos cambios


a trasluz de la restructuración de las relaciones políticas de ese
colectivo con las nuevas instituciones del Estado mexicano y los
hombres fuertes del gobierno independiente. Pero, en lo sustanti-
vo, los españoles mexicanos y los que se sumaron paulatinamen-
te a lo largo del siglo antepasado procedentes de la península,
continuaron como agentes con un fuerte control sobre las rutas
y los intercambios comerciales. Y esa fue su impronta distintiva
con respecto de otras minorías como la inglesa, francesa, alema-
na o estadounidense.
El autor revitaliza los enfoques sobre el fenómeno migrato-
rio a través del concepto de redes y documenta fehacientemente
que ni el proceso de independencia ni las políticas de expulsión
de españoles de los años de 1821 a 1834, rompieron las redes
socioeconómicas “que los peninsulares del virreinato habían
construido y heredado a la generación mexicana posterior a
1842”. El segundo eslabonamiento de análisis está configurado
por lo que el historiador español Nicolás Sánchez Albornoz de-
nominó la “emigración masiva” española a América entre 1880 y
1940, y que Humberto Morales desmenuza desde la perspectiva
de su integración social a través de un añejo proceso identita-
rio de sangre, vecindad y nación, y el desempeño económico de
esta minoría nacional desde el ámbito de su perfil socioprofe-
sional, arraigada principal pero no exclusivamente en los cen-
tros urbanos del Altiplano mexicano, para desentrañar los casos
empresariales exitosos en el establecimiento de lo que el autor
denomina imperios industriales.
El tercer elemento metodológico de análisis lo representa
la categoría de indiano –emigrante que después de hacer for-
tuna regresa a su lugar natal o, también, que trasfiere parte de
sus fortunas para establecer negocios, empresas o instituciones
financieras en su país de origen–, para determinar una relación
dialéctica entre el escenario socioeconómico y cultural en el

149
José Alfredo Uribe Salas

que actuaron durante los años de 1880 a 1930 con la existencia


y consolidación de redes sociales y su cercanía con las institu-
ciones políticas y los hombres de gobierno. Humberto Morales
retoma y profundiza la tesis expuesta por Carlos Marichal so-
bre el “modelo hispanoamericano de Holdings industriales” con
fuerte control familiar de las firmas, cuya mejor expresión fue
el establecimiento del Banco Hispanoamericano en Madrid en
1901, con capitales acumulados por estos en México y otros paí-
ses latinoamericanos.
En la carrera de los indianos en México, el autor del libro abo-
na al estudio de la recomposición de las antiguas elites de corte
virreinal a través de un grupo privilegiado liderado por Antonio
Basagoiti y Arteta, empresario y financiero vasco; los asturianos
Íñigo Noriega Laso y Manuel Romano Gavito, y el mexicano Luis
Barroso Arias, quienes establecieron y dirigieron 15 compañías
organizadas por acciones en la industria textil, la producción de
papel y la explotación agrícola, que operaron en la región cen-
tro-sur y centro-occidente del territorio mexicano. A través del
concepto de redes y de un enfoque microsocial, el profesor Mo-
rales Moreno recupera la “filiación étnico-social” como una ca-
tegoría de análisis sustantiva para contextualizar su situación y
dimensionar el papel que jugaron las redes y las instituciones en
el éxito empresarial de este grupo minoritario, al que ya Clara
Lida había calificado como la emigración privilegiada.
En el estudio del desempeño empresarial de este grupo exi-
toso, que va de la década de 1860 a la de 1920, Morales Moreno pro-
pone una periodización útil: 1868-1880, en la que sus miembros se
desempeñaron como comerciantes que compraban barato para
vender caro; 1880-1895, con la incursión en negocios mercantiles;
1895-1910, cuando se consolidaron los imperios industriales. La
fórmula a partir de cuatro elementos: a) proceso de acumulación
de capital; b) capacidad de negociación con las instituciones y los
hombres fuertes del gobierno porfirista; c) como promotores de

150
Lecturas del historiador

empresas con dinero ajeno; y d) gestión empresarial a través de


su participación en los consejos administrativos de las mismas.
Los españoles de México: 1880-1948 propone nuevos enfo-
ques para responder viejos cuestionamientos sobre la naturale-
za y las dinámicas del mercado interno, el desarrollo del capi-
talismo y el papel de las instituciones políticas en la facilitación
de un entramado de privilegios económicos, políticos y sociales
que sobrevivieron a la Revolución mexicana de 1910.

151
Migración Internacional en un pueblo
michoacano. Retorno e inversión migrante
(1982-2008): el caso de Huandacareo 1

En gran medida los problemas actuales que enfrenta la sociedad


mexicana tienen un origen histórico. La historia, como disciplina
de lo social, muestra las tensiones permanentes entre las teorías
que elaboramos y las evidencias empíricas que seleccionamos para
conocer y explicar el complejo universo de la interacción humana
y el cambio social, en espacios y temporalidades definidas. Puedo
decir que ese principio guió el trabajo científico de Eduardo Fer-
nández Guzmán y el abordaje de los temas y problemas que trata
en el libro Migración internacional en un pueblo michoacano. Retorno
e inversión migrante (1982-2008): el caso de Huandacareo.
Una lectura reposada del libro deja ver las habilidades y
destrezas intelectuales del autor en la formulación de proble-
mas, la inserción de estos en las teorías explicativas vigentes y
en el seguimiento historiográfico de los mismos, con gran capa-
cidad de síntesis y rigor analítico.
El autor aborda el fenómeno de la migración como un proceso
histórico-social a través del cual somete a un amplio debate las dis-
tintas corrientes teóricas que se han elaborado para explicar dicho

1
Eduardo Fernández Guzmán, Migración internacional en un pueblo mi-
choacano. Retorno e inversión migrante (1982-2008): el caso de Huandaca-
reo, México, Pearson Educación de México, 2011, 344 pp.

152
Lecturas del historiador

fenómeno universal, como la perspectiva económica neoclásica,


las interpretaciones marxistas, la teoría de los sistemas mundiales,
el enfoque modernizador, las teorías mesoanalítica y microanalíti-
ca, las redes sociales, entre otros enfoques de gran calado.
Ahora bien, las repercusiones en el ámbito sociocultural
en ambos lados de la frontera no fueron menos significativas; de
ellas destaca la expansión de las organizaciones transnacionales,
los cambios en las prácticas comunitarias y las tensiones en los
procesos de identidad y socialización de las nuevas generaciones.
En los tres primeros capítulos Eduardo Fernández estu-
dia, documenta y analiza el fenómeno migratorio en su esen-
cia internacional y trasnacional México-Estados Unidos; pone
el acento en la multicausalidad y expresión multifacética de los
flujos de migración de los “países subdesarrollados a los países
desarrollados”, tomando en cuenta elementos del análisis trans-
nacional, la globalización, el desarrollo de los medios de comu-
nicación y de transporte, los imaginarios colectivos, la socializa-
ción de la cultura migrante, etcétera.
Presenta una clara y definida periodización metodológica
del fenómeno migratorio, cuando señala que de la década de
1940 a inicios de la de 1980 el perfil y los patrones del migrante
mexicano se caracterizaban por ser: 1) de trabajadores con ni-
veles bajos de escolaridad; 2) mayoritariamente hombres, jóve-
nes y solteros; 3) con poco o nulo dominio del inglés; 4) con una
baja calificación ocupacional; 5) concentrados prácticamente
en la agricultura del suroeste estadounidense; 6) provenientes
de las zonas rurales de unas cuantas entidades de la región cen-
tro-occidente de México (Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Za-
catecas), quienes trabajaban durante seis u ocho meses en Es-
tados Unidos y el resto del año se mantenían ocupados en sus
lugares de origen.
Ese patrón migratorio cambió en la segunda mitad de la
década de 1980 en cuanto a magnitud, intensidad, modalidades

153
José Alfredo Uribe Salas

y características, lo que inauguró un nuevo ciclo del fenómeno


que llega hasta nuestros días.
A decir de Eduardo Fernández, las primeras evidencias del
cambio en el patrón migratorio fueron las siguientes: 1) el aumen-
to en el volumen de migración que abarca toda la geografía del
país y ya no queda restringida exclusivamente a las cuatro enti-
dades mexicanas tradicionales expulsoras de mano de obra, atrás
mencionadas; 2) cambios en el perfil sociodemográfico (aumento
de los indígenas, de las mujeres y de población de origen urbano);
3) aumento en la temporalidad de los migrantes (ahora es más
permanente por el incremento de la migración indocumentada
y las políticas de contención fronteriza); 4) diversificación de los
sectores de inserción económica y de la geografía en la sociedad
de destino; 5) migración de familias completas; 6) aceleración del
proceso de ciudadanización (hacerse ciudadano estadouniden-
se); 7) incremento de la fuga de cerebros, entre otras.
El autor del libro no sólo analiza los cambios en el patrón
migratorio bajo el marco histórico de lo que se ha denominado
nueva era de la migración, sino que a trasluz de la percepción cre-
ciente que ve en la migración un problema que afecta la seguridad
nacional de los países receptores –en este caso Estados Unidos–,
y en estrecha relación con el conflicto a escala global, explora su
impacto en los esquemas de retorno y en las sociedades de ori-
gen. Esta es quizá la parte más novedosa del estudio.
El autor aborda este ámbito del fenómeno trasnacional,
muy poco estudiado en la literatura especializada, a trasluz de
una tipología del retorno. En este sentido Migración internacional
en un pueblo michoacano. Retorno e inversión migrante (1982-2008):
el caso de Huandacareo se convierte en un laboratorio analítico en
donde teorías e investigación empírica se fusionan para dimen-
sionar las repercusiones del retorno migrante en sus lugares de
origen. Desde esta perspectiva me parece que los capítulos cuarto
y quinto del libro son los más aportativos y originales.

154
Lecturas del historiador

El subtítulo del libro, Retorno e inversión migrante (1982-


2008): el caso de Huandacareo, no sólo refiere a la segunda parte
de la extensa investigación, es físicamente también la mitad del
libro, con una visión renovada y fresca de los nuevos enfoques
que centran el análisis del fenómeno de la migración en dos de
sus componentes finales: retorno e inversión.
Los conceptos retorno e inversión habían permanecido au-
sentes del interés público y privado del siglo xx, para colocarse
en los últimos años como un tema prioritario en la agenda políti-
ca y social de los gobiernos, las instituciones financieras y la so-
ciedad civil. Esta circunstancia, que no es nacional sino interna-
cional, le asigna al libro un plus añadido: colocarse en la frontera
del conocimiento sobre un fenómeno cuyo desenlace apenas se
está problematizando, es decir como procesos sociales comple-
jos, multicausales-multifacéticos y abiertos (no concluidos), que
afectan todas las dimensiones de la existencia social de los mi-
grantes como individuos o colectivos, y asimismo a las sociedades
de origen y receptoras.
También debo decir que los conceptos retorno e inversión
migrante como expresión de un fenómeno trasnacional e inter-
nacional, hacen bisagra con otros dos conceptos fundamenta-
les: movilidad social y cambio social, que tienen que ver con las
prioridades analíticas e intelectuales de Eduardo Fernández,
quien pone a prueba distintas teorías y enfoques metodológicos
como la microhistoria, la historia del presente, el análisis de re-
des y la teoría neoinstitucional.
Como ya hemos señalado, el libro explora fehacientemente
el fenómeno del retorno en la localidad michoacana de Huanda-
careo, desde múltiples perspectivas y concluye con una caracteri-
zación sistemática del retorno:
1) El retorno meditado pero no definitivo: inversores y ju-
bilados que por diversas circunstancias (desde la quiebra del
negocio a la no readaptación del nuevo entorno) deciden nue-

155
José Alfredo Uribe Salas

vamente irse a Estados Unidos. Desde la década de 1970 hasta


la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, la inversión
en la porcicultura tuvo un auge en la localidad, era un negocio
muy redituable, con una infraestructura y mercados de consu-
mo muy cercanos. Muchos migrantes, ya fuera por medio de las
remesas o el retorno, invertían en esta actividad económica. La
caída de los precios y la invasión de la carne importada desde
Estados Unidos propiciaron que muchos productores se fueran
a la ruina, cerraran el changarro y de nueva cuenta migraran al
vecino país del norte.
Lo mismo sucedió a agricultores, comerciantes y algunos
artesanos que ante la apabullante importación de bienes no pu-
dieron competir. Los jubilados, por su parte, decidieron reemi-
grar por no poderse readaptar al entorno de la localidad. Años
de trabajo en el extranjero les permitieron construir amistades,
hábitos, redes familiares, que tejieron una dependencia difícil ya
de romper. La nostalgia y el calor más íntimo de los hijos y nietos
los hizo regresar a suelo estadounidense.
2) El retorno meditado y definitivo: inversores, líderes re-
ligiosos, jubilados y quienes nunca se adaptaron al clima y la
cultura de aquel país. Hay migrantes retornados que han inver-
tido en negocios lucrativos tales como balnearios, tiendas de
abarrotes, herrerías, fruterías, y se han afianzado a través de los
años, mientras otros invirtieron en actividades comerciales que,
aunque no muy lucrativas, les facilitaban mayor ingreso e inde-
pendencia laboral, como taxis, salas de belleza, transporte pú-
blico, servicios de Internet, entre otros. Los hay también líderes
religiosos del bando protestante, que retornaron para diseminar
su cosmovisión, sin dejar de mencionar a los viejos y jóvenes
que por motivos de adaptación decidieron no permanecer más
en Estados Unidos.
3) El retorno coyuntural: deportados, enfermos y muertos.
Los deportados son migrantes que retornaron a Huandacareo

156
Lecturas del historiador

tras ser expulsados de Estados Unidos por narcotráfico, pandi-


llerismo, asesinato, violación, infracciones a las leyes de trán-
sito. Muchos purgaron una breve condena en las cárceles esta-
dounidenses y fueron expulsados después con advertencia de
no retornar al país del norte.
Los enfermos retornados son migrantes que por graves
patologías han regresado a la tierra que los vio nacer: sida, es-
quizofrenia, cáncer, cirrosis hepática, depresión crónica, entre
otras. Por lo general, los enfermos del cuerpo retornan en su
fase terminal, mientras que los del alma lo hacen cuando su es-
tado mental ya está muy deteriorado.
Por esta razón, movilidad social y cambio social son con-
ceptos fundamentales del fenómeno de estudio, ahora desde la
perspectiva de las comunidades de origen. El fenómeno no es
unidimensional sino multidimensional. Un espacio con institu-
ciones, políticas, economías, culturas, motivaciones y creencias
distintas. Es en este escenario en donde habría que insertar y
discutir el retorno, la inversión migrante, la movilidad y el cam-
bio social. El problema y lo intrincado del asunto está plantea-
do, pero hacen falta más investigaciones como ésta para bajar a
la realidad histórica y apreciar el fenómeno en su complejidad,
a traves de las transformaciones que se han operado en las co-
munidades rurales y urbanas en la historia de México.

157
Historia de un ahorro sin retorno.
Despojo salarial, olvido y reivindicación
histórica en el movimiento social
de ex braceros, 1942-2012 1

Historia de un ahorro sin retorno. Despojo salarial, olvido y reivin-


dicación histórica en el movimiento social de ex braceros, 1942-2012
es un libro multifacético en su marco interpretativo; trasnacional
en tanto que involucra la economía, la sociedad y las institucio-
nes de gobierno de dos países: México y Estados Unidos; y con
una perspectiva del capitalismo que en el contexto de la Segunda
Guerra Mundial y la posguerra rearticuló en una escala mayor un
mercado global de bienes y personas.
Su autor, el doctor Abel Astorga Morales de la Universidad
de Guadalajara, se muestra como un especialista en el estudio
del fenómeno migratorio con un enfoque social, político y eco-
nómico renovado. Después de haber escrito algunos artículos y
ensayos preparatorios sobre el problema migratorio y otros acer-
camientos temáticos al Programa Bracero 1942-1964, se decantó
finalmente por el estudio de un segmento social, los llamados ex
braceros, trabajadores mexicanos que habían cubierto su ciclo
laboral en los campos agrícolas y el ferrocarril en Estados Uni-
1
Abel Astorga Morales, Historia de un ahorro sin retorno. Despojo sala-
rial, olvido y reivindicación histórica en el movimiento social de ex braceros,
1942-2012, México, Universidad de Guadalajara, 2017, 334 pp.

158
Lecturas del historiador

dos, y que en el discurso político y la literatura especializada eran


mostrados sólo como parte de un proceso ya transcurrido y sin
retorno.
El espíritu inquisitivo de Astorga, en una renovación con-
ceptual del fenómeno vivido por alrededor de 3,200,000 mexi-
canos que la economía estadounidense dejó exhaustos, lo llevó
a fijar su atención en el acuerdo bilateral que las administra-
ciones de Manuel Ávila Camacho y Franklin D. Roosevelt firma-
ron para retener el diez por ciento del salario a los trabajadores
mexicanos en un Fondo de Ahorro Campesino, mismo que les
sería devuelto a su retorno al país de origen.
Sin embargo, la catapulta que afinó la mirada de Astorga
y lo lanzó al ruedo de la investigación fue el registro de las pri-
meras protestas realizadas por un grupo de exbraceros en los
últimos años del siglo pasado, reclamando lo que por derecho
les pertenecía –la entrega de ese diez por ciento de su salario re-
tenido–, y por otro lado, la contemporaneidad en el incremento
de las protestas y la movilización colectiva de exbraceros, fa-
miliares y actores de la sociedad civil con su propio proceso de
formación académica en las aulas de la Universidad de Guadala-
jara. En otras palabras, en el estudio de ese proceso social com-
plejo e inacabado el joven historiador terminó por implicarse
en el entorno social de su propio tiempo y asumir la tarea de
rastrear en el presente las huellas del pasado.
Historia de un ahorro sin retorno es el producto final de una
investigación seria, amplia y magníficamente documentada en la
que se recupera la memoria de los trabajadores hasta convertirla
en una memoria histórica y en un discurso político de lucha y de
reivindicación social. Habrá que decir que la investigación sirvió
al autor para obtener el grado de Maestro en Historia en el año
2015, razón por la cual el periodo de estudio se cierra en 2012;
fue publicada como libro dos años después por su aula Mater, la
Universidad de Guadalajara.

159
José Alfredo Uribe Salas

Quiero enfatizar que la historia que nos expone Astorga


Morales sobre los exbraceros es analizada desde dos perspec-
tivas analíticas: la más tradicional acentúa su tratamiento bus-
cando documentar su origen con un enfoque cronológico, de
atrás hacia delante, en el cual se delinean el escenario interna-
cional que demandó mano de obra para el mercado capitalista
que representaba ya la economía estadounidense; el contexto
endógeno que estimuló a millones de mexicanos a emigrar y
contratarse para trabajar en los campos agrícolas y el ferrocarril
en el país del norte; el acuerdo e instrumentalización binacional
del Programa Bracero y junto con ello el establecimiento de un
Fondo de Ahorro que retiró el diez por ciento del salario sin el
pleno consentimiento de la mayoría de los trabajadores.
La segunda perspectiva analítica coloca a los exbraceros
como actores centrales del drama de despojo y reivindicación,
mediante la resignificación de la memoria individual y colec-
tiva que recorre el proceso social a la inversa, del presente al
pasado, con una fuerza moral retrospectiva de lo acontecido en
términos de: el trabajo que desarrollaron los exbraceros fuera
de su país; las penurias y el sacrificio compartido; la vulnerabili-
dad como sujetos políticos en ambos lados de la frontera; el des-
pojo del que fueron objeto y las motivaciones morales, jurídicas
y políticas que cohesionaron la protesta social y la convirtieron
en un amplio movimiento de reivindicación social cuyo desen-
lace todavía desconocemos.
Con un conjunto de herramientas teóricas y metodológicas
que provienen de disciplinas como Historia del tiempo presente
e Historia inmediata, el autor insiste a lo largo de los seis capí-
tulos que componen el libro en la relación dialéctica pasado y
presente o, mejor dicho –como expone Karel Kosil–, en la tridi-
mensionalidad del tiempo histórico (Dialéctica de lo concreto), 2
2
Karel Kosik, Dialéctica de lo concreto, México, Editorial Grijalbo, Colec-
ción Teoría y Práctica, 1967.

160
Lecturas del historiador

cuya perspectiva de futuro le otorgó al movimiento de los ex-


braceros sentido y razón. En la reconstrucción de ese dilatado
proceso social y de los movimientos sociales que lo definen de
manera concatenada, Astorga se apoyó en la teoría de moviliza-
ción de recursos y en la historia oral para resignificar cómo la
recuperación de la memoria individual y colectiva de los exbra-
ceros y la memoria heredada a sus familiares se tradujo en una
reivindicación histórica.
Lo novedoso y original de la obra radica justamente en la
conceptualización de lo que el autor denomina despojo, olvido y
luchas de reivindicación en un espacio trasnacional. El estudio y
la documentación de esos elementos, que son también el núcleo
duro del libro, permitieron a Astorga visualizar tres tiempos his-
tóricos que rompen con una visión lineal de la historia: el despojo
salarial (1942-1956), el olvido (1964-1998) y la reivindicación histó-
rica (1998-2012); también le habilitaron para escalar en cada uno
de esos tramos sus propias circunstancias, especificidades, diná-
micas y contradicciones. Podemos constatar un ejemplo de lo an-
terior en el desdoblamiento y las dinámicas particulares que se
estudian en los capítulos 4, 5 y 6, en tres etapas: 1) El despertar
de la memoria: la lucha por la restitución del Fondo de Ahorro,
1998-2001; 2) Fortalecimiento del movimiento social de exbrace-
ros, 2001-2005; 3) Institucionalización y fractura del movimiento
social de exbraceros, 2005-2012.
Hasta antes de la publicación de este libro sólo contábamos
con datos sueltos, información incompleta y estudios parciales so-
bre algunos episodios del complejo proceso social del ahorro sin re-
torno y de su antídoto: la memoria y la acción colectiva. La memoria,
que se había sedimentado en el olvido por más de cuatro décadas
y que aparecía aniquilada por otros acontecimientos apremiantes
de la vida pública y política de México, como el movimiento del 68
y la masacre de Tlatelolco, las crisis sexenales, el autoritarismo, la
corrupción y la creciente desigualdad social, resurgió como una

161
José Alfredo Uribe Salas

expresión simbólica de lucha hasta articularse en memoria histó-


rica, que es la amalgama y el detonante de un movimiento social
amplio y plural que resarce y reconfigura en el presente concreto
el vínculo entre lo acontecido, que es pesado, y las posibilidades de
justicia, que se proyectan con fuerza hacia el futuro.
Abel Astorga nos ofrece por primera vez una historia social
y colectiva del movimiento exbracero, que armoniza en su narra-
tiva con la Historia del tiempo presente y la Historia inmediata, y
refunda y dimensiona a partir de la recuperación de la memoria
vivida por los trabajadores migrantes (1942-1964) y la memoria
heredada a familiares y actores de la sociedad civil (1998-2012),
lo transcurrido y acontecido medio siglo atrás (1942-1998). Con el
meritorio trabajo que realizó a través de la historia oral y su con-
catenación con el estudio de la acción colectiva de los exbraceros,
el autor nos presenta, dibuja o narra un punto de inflexión de una
transición al cabo de la cual el paisaje intelectual y político en la
concepción y conducción del movimiento reivindicativo experi-
mentó un cambio radical: el vocabulario se modificó y se llenó de
nuevos contenidos en la voz de los propios trabajadores sobrevi-
vientes, en sus hijos y familiares hasta de tercera generación y en
los liderazgos locales, regionales o trasnacionales que hilvanaron
un discurso reivindicativo y su propia renovación en el trascurrir
de los años hasta hoy en día.
En esa tesitura, el autor analiza los vínculos e interferen-
cias entre Historia y memoria, entre distancia en el tiempo y sen-
sibilidad de lo vivido, entre derecho, justicia y reivindicación,
hasta transformarse la historia y la memoria en un campo de
batalla, para utilizar la expresión de Enzo Traverso (La historia
como campo de batalla). 3 Este nodo conceptual, historiográfico y
empírico, en el que intervienen distintas disciplinas sociales e
interpretaciones políticas, quizá merezca una reflexión aparte.
3
Enzo Traverso, La historia como campo de batalla, México, Fondo de
Cultura Económica, 2016.

162
Lecturas del historiador

Pero lo cierto es que esa perspectiva analítica se ha convertido


en una pieza clave y original para el estudio del derrotero del
movimiento exbracero.
En ese contexto, el movimiento social de los exbraceros y
el proceso de reivindicación para recuperar el diez por ciento
retenido del salario, representa un denso y tortuoso proceso de
negociación política con las instituciones del Estado mexicano y
los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y Felipe
Calderón. En ese recorrido, el movimiento social ha transitado
por varios momentos: por ejemplo, el de su fortaleza y consolida-
ción a través de la Alianza Binacional Braceroproa, que rearticuló
las distintas expresiones de lucha y los liderazgos en México y
en Estados Unidos; o el de su institucionalización, por los acuer-
dos firmados en el año 2005 con el gobierno de Vicente Fox para
entregar a cada trabajador sólo la cantidad de 38 mil pesos. En
consecuencia, tal y como lo consigna el propio Astorga, las au-
toridades nunca aceptaron formalmente la deuda histórica y, en
cambio, la transformaron en un programa social a través del Fi-
deicomiso que Administra el Fondo de Apoyo Social a ex Trabaja-
dores Migrantes Mexicanos.
Sin entrar en consideración de los pormenores en el cum-
plimiento de ese acuerdo, que para muchos resultó un triunfo
agridulce al tiempo que los orilló a probar las mieles de la buro-
cracia o la corrupción y desencadenó nuevas insatisfacciones
–aspectos ampliamente documentados en el libro–, existen evi-
dencias de que con el programa el gobierno mexicano de Vicente
Fox dio por finiquitada la responsabilidad histórica, económica
y política del Estado mexicano con los compromisos contraídos
en el Programa Bracero casi seis décadas atrás. En un marco de
negociación jurídico y político de poder, el Estado y el gobierno
consensuaron con los liderazgos las reglas y los tiempos de entre-
ga del recurso monetario, con lo que se arrebató al movimiento
exbracero su demanda original, su legitimidad moral y política,

163
José Alfredo Uribe Salas

que al tiempo que lo mantuvo cohesionado lo dotó de elementos


simbólicos de identidad comunitaria trasnacional.
En el último capítulo del libro, en el que se trata justamente
este fenómeno: La institucionalización y fractura del movimien-
to social, se analiza el entramado complejo de elementos disrup-
tores entre grupos de trabajadores y familiares y los liderazgos
locales y regionales (dificultades, discordancias, desencuentros
y rupturas), que abrieron un nuevo escenario contextual en la
reivindicación histórica cuyo desenlace aparece incierto. Y en el
reverso de la moneda, la existencia de instituciones débiles del
Estado mexicano y gobiernos autoritarios, rapaces e inmorales
que despojaron a los trabajadores pobres de sus recursos mo-
netarios y de sus derechos humanos y políticos. Por esa razón,
Astorga plantea seguir la ruta del dinero con inteligencia meri-
diana; estudiar las instituciones financieras que lo recibieron;
quiénes tomaron decisiones políticas sobre su manejo y destino;
y el papel de la burocracia en el manoseo del Fondo de Ahorro
Campesino. A todas luces una estafa maestra que desde entonces
habilitó a la clase política mexicana a perpetuar un saqueo sis-
temático de los recursos públicos. La voz de los exbraceros lo
expresa como un crimen de Estado.
El problema, como bien se sabe y se ve, se ubica en la fron-
tera del presente-futuro. Este es un proceso abierto e inacabado
que de continuo altera las preguntas, los problemas formulados,
el diseño de hipótesis de investigación y las narrativas para rein-
terpretar los procesos sociales, sus rupturas y continuidades, y
los desenlaces previsibles o no del movimiento exbracero en el
futuro inmediato o a largo plazo.
Abel Astorga Morales esboza el perfil de una nueva aproxi-
mación al mundo del trabajo y a los movimientos sociales con-
temporáneos, al papel, la función social y política de la memo-
ria en la reivindicación histórica y su negociación en un espacio
trasnacional que supera ampliamente las fronteras de la inves-

164
Lecturas del historiador

tigación histórica. Sus tensiones resultan permanentes entre el


pasado y el presente, la historia y la memoria, la experiencia, el
conocimiento y las habilidad adquiridas por los actores involu-
crados y el uso público del pasado; sus lugares de producción no
se limitan a la universidad, sino que conciernen a los actores de
la sociedad civil y a los medios de comunicación, en su sentido
más amplio.
La lectura del libro sugiere nuevas rutas de reflexión para
estudiar y debatir las condiciones de contratación modernas, en
las que es posible integrar las reivindicaciones y los derechos
sociales de viejos y nuevos braceros en un escenario trasnacio-
nal cuyo desenlace continuará marcando la lucha de los mexica-
nos por la dignidad de las personas y la justicia social.

165
Educación, ciencias y tecnología
Introducción

Este capítulo es el más extenso, se integra con 13 reseñas. En ellas


se exploran distintos ámbitos de la cultura y la ciencia con una
perspectiva histórica. Como en las unidades anteriores, aquí tam-
bién se transita del siglo xviii al xx, en este caso para indagar
procesos de circulación del conocimiento científico, la creación
de instituciones de educación, la formación de comunidades dis-
ciplinarias y escenarios de innovación local fuertemente vincu-
lados con las especificidades de la realidad latinoamericana y el
desarrollo de las economías a escala planetaria.
Como se apunta en las reseñas, esos procesos de larga du-
ración son coetáneos de la Revolución científica de los siglos xvi
y xvii, que llevó a los países europeos a financiar expediciones
alrededor del mundo, a institucionalizar la práctica científica a
través de establecimientos para la enseñanza y a la formación de
una comunidad profesional dedicada a acrecentar el dominio so-
bre la naturaleza. Educación, ciencia y técnica representan los
nodos de los libros reseñados, en los que se analizan dos varia-
bles fundamentales que resignifican la asimetría centro-periferia
en los procesos de institucionalización de las disciplinas científi-
cas y las capacidades de invención e innovación para el desarrollo
de infraestructuras materiales. Esto quiere decir que la actividad
humana lleva el sello del contexto socio-cultural local en cual-
quier parte del mundo en donde ocurre.

169
La segunda variable refiere al interés compartido que alude
a interconexiones e influencias recíprocas en el campo de circu-
lación de conocimientos y experiencias técnico-científicas pro-
venientes de diferentes espacios y culturas. Los libros reseñados
recuperan los escenarios que dan pie a la aparición de un nuevo
colectivo social, que no es la suma de individuales sin conexión
alguna. Sin embargo, cuando se mira el proceso en su conjunto,
aparece un componente global que los hace legibles en sus prácti-
cas e intereses, y éste es que los individuos, las comunidades y las
sociedades a las que pertenecen no interactuaron en pie de igual-
dad. Aquí se analizaron diferentes circunstancias y contextos en
los que se vieron inmersos los profesionales de las ciencias, el
papel de los Estados-nación por el control del conocimiento y un
marcado desinterés por la innovación tecnológica, en el paso del
siglo xix al xx.
El hombre prehistórico
y los orígenes de la humanidad 1

La Prehistoria es una disciplina distinta de la historia que elabo-


ra su objeto de estudio del transcurrir de la humanidad primiti-
va hasta la aparición de la escritura. Los pocos estudiosos que la
cultivan encaran muchos más problemas de orden material para
hacerse de evidencias empíricas de un pasado que ronda entre
los 15 y 25 mil años con nuestra vida del tercer milenio. Como
los geólogos o los evolucionistas que recurren a los vestigios de
restos fósiles cuya antigüedad se mide en miles o decenas de mi-
llones de años, los estudiosos de la Prehistoria también se apoyan
en ellos a través de los restos arqueológicos para conocer el mo-
mento en que la naturaleza se humanizó y cómo evolucionaron
las capacidades humanas para interactuar con la nueva realidad
histórica.
La ruta epistemológica de esta disciplina, cuya preocupa-
ción esencial son los orígenes de la humanidad, no supera los 200
años. En ello se puede ver la distancia que separa el objeto de
estudio y su práctica científica de ese pasado remoto cercano a
los 25 mil años. Como los geofísicos que consideran que apenas
hoy en día la humanidad tiene conocimiento de 3% del universo

1
Hugo Obermaier, El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad.
Estudio preliminar de Carlos Cañete y Francisco Pelayo, Navarra, Urgoiti
Editores, 2014, 278 pp.

171
José Alfredo Uribe Salas

cósmico, del cual formamos parte, los expertos en Prehistoria se-


guramente tendrán una opinión parecida sobre el poco o escaso
conocimiento de nuestra historia remota, que hunde sus raíces
en el tiempo geológico.
Los estudios sobre la Prehistoria de la humanidad no sólo
denotan su juventud; también afrontan problemas de interpre-
tación debido principalmente a las limitadas evidencias (docu-
mentales) de ese pasado remoto, en el que han jugado en contra
variados fenómenos geológicos (volcánicos, por ejemplo) y de
sedimentación que han encapsulado, fragmentado y destruido
los testimonios de vida humana en su expresión primigenia. En
el siglo pasado, con el desarrollo de otras disciplinas científi-
cas como la Geología, la Biología o la Arqueología, que en sus
pesquisas arrojaron distintos hallazgos relacionados con fósiles
que aludían directa o indirectamente a un origen primitivo de
la humanidad, los estudios sobre la Prehistoria de la humani-
dad afloraron con mayor fuerza y se formularon nuevas teorías
mientras otras fueron duramente cuestionadas.
El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad, escrito
por el alemán Hugo Obermaier en 1931, se ubica justamente en
ese contexto, pero su sobrada documentación y rigor concep-
tual han permitido su vigencia en los inicios del tercer milenio,
como un clásico insoslayable para hacer avanzar el conocimien-
to. El libro se ha reeditado en diversas ocasiones y en idiomas
distintos por sus fortalezas científicas, y la certeza de que “la
historia de la humanidad primitiva tiene aún raíces incrustadas
en la historia de la Tierra”.
La última reedición en castellano se debe al interés de Ur-
goiti Editores y al excelso trabajo de valoración de dos destaca-
dos científicos españoles: Carlos Cañete y Francisco Pelayo, cu-
yas líneas de interés se centran en las teorías sobre el origen de
la humanidad, la historia de la paleontología humana, la recep-
ción y difusión del darwinismo y evolucionismo, y la historia de

172
Lecturas del historiador

las representaciones antropológicas en España y África. Ambos,


Cañete y Pelayo, reconocen en la extensa y bien documentada
introducción al libro de Obermaier, que lleva por nombre Entre
culturas y guerras: Hugo Obermaier y la consolidación de la Prehis-
toria en España, su alto valor científico de divulgación para los
años en que apareció, y un clásico de la literatura científica en
los días que corren.
Hugo Obermaier (1877-1946) nació en Alemania, pero estu-
dió en Viena y París antes de pasar a España en 1908, interesado
en los yacimientos de la Cueva del Castillo, en Santander, interés
que después expandió a las de Cantabria y Asturias. Esa decisión
lo convertiría con el paso de los años en uno de los científicos con
mayor acreditación en los estudios sobre la Prehistoria de la hu-
manidad, con fuertes componentes epistemológicos documenta-
dos en su trabajo de campo en la Península Ibérica. Impedido por
el inicio de la Primera Guerra Mundial para retornar a Francia y
a su tierra natal, permaneció en España y se integró primero a
la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas,
y más tarde se hizo cargo de la cátedra de Historia primitiva del
hombre en la Universidad Central de Madrid. En ese tiempo pu-
blicó una serie de escritos, entre los que destacan El hombre fósil
(1916) y El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad (1932,
primera versión en español). De tal suerte que Cañete y Pelayo
reconocen en su obra el renovado impulso a un campo del cono-
cimiento que se abrió paso entreguerras y que tendría enormes
repercusiones en la vida académica y científica de España en la
primera mitad del siglo xx.
En Entre culturas y guerras: Hugo Obermaier y la consolida-
ción de la Prehistoria en España, Cañete y Pelayo ejecutan un me-
ritorio trabajo de síntesis de la genealogía intelectual de Ober-
maier, quizá el mejor realizado en lengua castellana hasta el
momento. No sólo aparecen en él las turbulencias bélicas en el
escenario local e internacional, catastróficas para las ciencias y

173
José Alfredo Uribe Salas

su práctica científica, pues de mayor relevancia son los entra-


mados analíticos puestos en acción por ellos para desentrañar
los procedimientos conceptuales y modelos teóricos ensayados
por Obermaier para adentrarse y comprender los diferentes pe-
riodos o eras de la historia de la Tierra en donde anidaban los
más antiguos vestigios del hombre primitivo.
El estudio introductorio integra varias escalas de análisis
sobre el contenido del libro de Obermaier: los andamios de va-
lidación de teorías, interpretaciones y evidencias fósiles, como
la polémica sobre los eolitos; sus aportaciones a la disciplina de
la Prehistoria a través de caracterizar la singularidad de determi-
nadas eras o periodos en regiones particulares de Europa, desde
el Paleolítico, pasando por el Neolítico hasta la llamada Edad de
Bronce; y su recepción e impacto en la sociedad, desde el punto
de vista político y cultural, que exacerbó el debate entre ciencia y
religión. Aquí vale anotar que el estudio introductorio no sólo es
una guía imprescindible para navegar sobre aspectos muy técni-
cos o especializados de la Prehistoria: de mayor calado es la esce-
nificación de los encuentros y desencuentros con otras discipli-
nas en términos heurísticos o hermenéuticos. También destaca la
puesta en valor y perspectiva del desarrollo científico alcanzado
por la Prehistoria de la humanidad en Europa y España en la pri-
mera mitad del siglo xx; y, finalmente, la incorporación de un rico
y vasto análisis historiográfico que recoge los principales debates
de interpretación que se suscitaron tanto en la primera mitad del
siglo xx como aquellos otros, los más abundantes e incisivos que
se escribieron después de la Segunda Guerra Mundial hasta nues-
tros días, y que aprovechando la vasta información recuperada
desde entonces y el uso de las nuevas herramientas conceptuales
y técnicas disponibles, hicieron de la propia disciplina y de su
desarrollo un objeto de estudio.
No cabe duda, Hugo Obermaier y su obra El hombre prehis-
tórico y los orígenes de la humanidad, que ahora se reedita, repre-

174
Lecturas del historiador

sentan un parteaguas en el estudio del pasado más remoto del


hombre primitivo, un clásico imprescindible para acompañar el
lento y largo recorrido de nuestros antepasados hasta lograr es-
cribir su propia historia. A su vez, el estudio introductorio de la
mano de Carlos Cañete y Francisco Pelayo refrenda nuevamen-
te la capacidad que adquirió la humanidad desde entonces para
pensarse a sí misma, recuperar los más disímbolos artefactos (fó-
siles o puramente simbólicos) de su propio devenir y discurrir de
manera colectiva, social, los posibles caminos y atajos de vida e
interpretación que nos trajeron hasta aquí y ahora.

175
Ciencia y técnica
en la metropolización de América 1

En los últimos 25 años ha crecido el interés de los académicos


españoles y latinoamericanos por el estudio del devenir histó-
rico de la ciencia y la tecnología, hasta lograr constituir en las
universidades y centros de investigación nuevos espacios espe-
cializados de análisis y reflexión. El camino no ha estado exento
de tropiezos económicos, sociales e institucionales, o aquellos
de carácter teórico para conceptualizar y definir nuevas líneas
de investigación. Hoy en día la proyección vertiginosa de las in-
novaciones científicas y tecnológicas, que deslumbra a los mor-
tales y nos hace pensar en la ciencia como una fuerza superior
y ajena a la vida cotidiana, reclama una reflexión sistemática
sobre las diferentes etapas del desarrollo del saber humano, lo
tortuoso en la construcción del conocimiento y los procesos de
invención e innovación tecnológica, concebidos para resolver
urgentes problemas sociales, económicos y tecnológicos.
José Sala Catalá, joven y maduro investigador español que al
momento de su muerte tenía 37 años, incursionó con acierto en
esta línea de investigación. De su tesis doctoral sobre Efectos de
la restricción del movimiento en la corteza cerebral de la rata (1981),
transitó paulatinamente hacia el estudio de la ciencia lógica y de

1
José Sala Catalá, Ciencia y técnica en la metropolización de América, Ma-
drid, Ediciones Doce Calles, sl-csic, 1994, 346 pp.

176
Lecturas del historiador

la práctica científica de los biólogos españoles del siglo xix hasta


terminar inmerso en lo que sería vital en los siguientes años de su
vida: el movimiento pormenorizado del desarrollo de la ciencia y
la tecnología en las universidades iberoamericanas de los siglos
xvi y xvii. Este universo temático se convirtió desde mediados
de la década de los ochenta en el objeto de sus desvelos. Ciencia y
técnica en la metropolización de América, que terminó sólo unos días
antes de su muerte –ocurrida el 23 de diciembre de 1991–, se ins-
cribe dentro de esta última corriente del conocimiento científico:
el de historiar sus problemas, logros, alcances y perspectivas. Esta
obra, bellamente impresa, se erige primero como un recordatorio
a la sensibilidad humana y científica de Sala Catalá; y en segundo
lugar, como un modelo cuyo potencial científico –teóricamente
implícito a lo largo del trabajo– no se agota en sí mismo. Será, sin
duda, una fuente de estímulo intelectual para nuevas pesquisas en
las décadas venideras.
Conocedor de la geografía y de la historia del Nuevo Mun-
do, tuvo la capacidad y destreza de conjugar diversas fuentes de
información, amorosamente atesoradas en sus pesquisas por los
archivos españoles y latinoamericanos, que le permitieron es-
cribir y mostrar las relaciones profundas entre las condiciones
históricamente dadas entre México-Tenochtitlán, Lima y Recife,
Olinda holandesa en el Brasil portugués y el nivel de la ciencia
y las técnicas de los siglos xvi y xvii. Las 142 ilustraciones que
acompañan el desarrollo de la exposición le otorgan a esta obra
erudición y madurez. El conjunto de ilustraciones (pianos, ma-
pas, pinturas, códices, vistas, entre otros) no representa ningún
artilugio cosmético, constituye por el contrario elementos cuan-
titativos de la rica y abundante documentación histórica que el
autor manejó para demostrar y fundamentar sus conocimientos
de los siglos xvi y xvii, y sus apreciaciones científicas en torno al
desarrollo de la ciencia y la técnica de aquellos tiempos.

177
José Alfredo Uribe Salas

El estudio y sus resultados son, a los ojos de nuestros días,


una ventana al universo hispano de América, a su configuración y
desarrollo. En el centro de todo ello está el saber científico del Re-
nacimiento: la cosmografía, la astrología, las matemáticas, los sa-
beres médicos, los conocimientos y las técnicas de ingeniería y de
arquitectura hidráulica con los que se acometieron importantes
obras urbanísticas, como el monumental trabajo para desaguar la
Ciudad de México-Tenochtitlán, o de fortificación para proteger
a la capital del virreinato del Perú de las aguas del Rímac, tras
el intento de los holandeses por crear un paraíso urbanístico en
Recife y la vecina Antonio Vas, capital del efímero colonialismo
holandés en Brasil.
Desde esa perspectiva, el estudio de los múltiples problemas
planteados por el crecimiento y desarrollo de las ciudades ibe-
roamericanas en los dos primeros siglos de colonización llevó a
José Sala Catalá a identificar a los principales actores: autoridades,
hombres de ciencia e instituciones de educación en España y en
Iberoamérica. Como sintetiza Horacio Capel, autor del prólogo al
libro que comentamos, es posible que en un “primer momento a
Sala no le interesara la ciudad en sí misma, como podría interesarle
a un historiador, un geógrafo o un urbanista, sino como generadora
de demandas para la ciencia y como escenario de la práctica cientí-
fica. En todo caso, se entiende que sus investigaciones no acabaron
en México, sino que se extendieron también a Lima y Recife. Una
vez abordado el estudio de la problemática científica y tecnológica
que presentan las ciudades, desde la selección del asentamiento al
control de las enfermedades o la creación de infraestructura, es na-
tural que surgiera en él la idea de ampliar el estudio a las dos cortes
hispanoamericanas y a la capital del Brasil holandés del siglo xvii.
En todos los casos se trataría de mostrar las líneas básicas del en-
tramado científico que permitieron el asentamiento y el desarrollo
de esas importantes urbes, esenciales para entender el proceso de
control político y económico del territorio americano”.

178
Lecturas del historiador

Al finalizar la lectura de esta obra póstuma, uno se queda


con la certeza de que José Sala Catalá tenía en la mira trabajos de
mayor envergadura, que se encontraba en un momento crucial
de su vida intelectual y en un proceso de transición que lo lleva-
ría a involucrarse mayormente con el impulso vital de la cultura
iberoamericana: el proceso de universalización del conocimiento
y el desarrollo de la ciencia y de la tecnología en lo que hoy es
América Latina.
Por último, debo señalar que el estudio de la ciencia y la téc-
nica en la metropolización de América está expuesto por el autor
de una manera sencilla, pero con gran rigor metodológico, mos-
trando de diversas maneras su aplicación en la resolución de los
urgentes problemas del crecimiento de las ciudades hispanoame-
ricanas, en su organización social y, por supuesto, en la racionali-
zación de la producción, entre otras.

179
Diario de las expediciones
a las Californias, de José Longinos 1

Una nueva generación de jóvenes historiadores españoles ha


asumido a finales del siglo xx el reto de continuar con una anti-
gua tradición historiográfica: recuperar el pasado de los pueblos
hispanoamericanos a través de los escritos de la época y la visión
que los hombres de otras latitudes sostuvieron en vida, como re-
sultado de sus andanzas y correrías por tierras lejanas. Es el caso
de la aplicación de Salvador Bernabéu, joven pero ya distinguido
historiador español con cinco libros en su haber, a cuya pluma y
disciplina debemos la introducción y las notas al Diario de las ex-
pediciones a Las Californias, del naturalista español José Longinos
Martínez Garrido. La labor es mucho más meritoria cuando de
lo que se trata es, precisamente, de exponer la vida y obra de un
hombre de ciencia del Siglo de las Luces y mostrarnos un retazo
de sus apuntes y desvelos, como fruto de sus aventuras, la curio-
sidad, el oficio y la permanencia en tierras de la Nueva España.
Las grandes expediciones científicas de finales del siglo xviii,
como la de Alejandro Malaspina (1789-1794), la Expedición Botá-
nica a la Nueva España (1786-1803) –en la que participó Longinos–
e incluso la de Alejandro de Humboldt, son hijas de las políticas
1
Salvador Bernabéu, “Diario de las expediciones a Las Californias” de José
Longinos, Theatrum Nature. Colección de Historia Natural, Serie: Tex-
tos clásicos, Madrid, Ediciones Doce Calles/Departamento de Historia
de la Ciencia del Instituto de Estudios Históricos del csic, 1994, 315 pp.

180
Lecturas del historiador

reformistas borbónicas para modernizar la economía en sus po-


siciones americanas. Bernabéu nos indica en la Introducción que
el diario de Longinos pertenece a “uno de los episodios más apa-
sionantes y valiosos [...] realiza(do) en el Pacífico Septentrional,
la última región templada del planeta por descubrir...”. Los objeti-
vos eran claros: conocer “para informar sobre el mejoramiento y
rendimiento de las áreas marginales y proponer los proyectos de
reforma conducentes a su más racional explotación”.
El viaje de Longinos a California ha sido estudiado en mayor
medida por académicos estadounidenses. Precisamente el ma-
nuscrito Diario de las expediciones a Las Californias, que da cuer-
po a este volumen, se encuentra resguardado en The Hungtinton
Library (California) y fue facilitado a Salvador Bernabéu para su
publicación en castellano, su lengua original. Por ello es posible
contar hoy con una excelente edición del Diario..., acompañada
de un detallado estudio introductorio que de alguna manera reco-
ge y actualiza lo conocido hasta el momento.
Pero el documento no restringe su valor como mero testi-
monio de las nuevas tendencias de la política colonial española:
está presente en él –qué duda cabe–, la sensibilidad y el espíritu
del Siglo de las Luces que describe y descubre a los ojos euro-
peos la geografía, la economía y la sociedad de lo que fuera en su
momento una de las fronteras del imperio español en ultramar.
Lo perenne, lo realmente significativo, paradójicamente, son las
palpitaciones del hombre de ciencia; las certidumbres e incerti-
dumbres que el naturalista, hombre de carne y hueso, nos deja
escuchar y ver a cada momento de su viaje. Su percepción del
otro, o mejor dicho, de los otros: comunidades indígenas, pueblos
de mulatos y la presencia insoslayable del mestizo. Laboriosidad,
holgazanería y desidia, valoraciones de una realidad de múltiples
planos, que se abre y se muestra desnuda, virgen, agazapada.
José Longinos Martínez Garrido nació en Calahorra, Espa-
ña. Hijo de Antonio Martínez y Ventura Garrido, estudió y obtuvo

181
José Alfredo Uribe Salas

el 28 de febrero de 1777 el título de cirujano. Más tarde se desem-


peñó en el Jardín Botánico de Madrid, donde fue discípulo del
prestigiado científico Gómez Ortega. En 1786 recibió, junto con
Vicente Cervantes, un meritorio reconocimiento por su aplica-
ción en las ciencias naturales que le valió para ser postulado más
tarde por su profesor a integrar la expedición botánica con desti-
no a la Nueva España, que en ese entonces se preparaba escrupu-
losamente en Madrid. Quienes se han ocupado de él, coinciden
en señalarlo como hombre de carácter, poco sumiso y ajeno a
toda subordinación.
En 1787, la Expedición Botánica dirigida por el médico
Martín Sessé partió de la Península Ibérica rumbo al virreina-
to de la Nueva España. El grupo expedicionario estaba integra-
do por médicos, botánicos, farmacéuticos, pintores y dibujan-
tes. Con ellos iba el naturalista Longinos, reconocido por sus
conocimientos sobre anatomía animal y una sólida formación
en Historia Natural, con experiencia y habilidades en disecar y
preparar toda clase de animales. Estos atributos, amén de su na-
tural carácter, lo llevaron a efectuar por su cuenta la expedición
a la Baja y Alta Californias, cuyas notas, apuntes y resultados
integran el volumen que comentamos.
La Expedición Botánica a la Nueva España tuvo una dura-
ción de 16 años, que van de 1787 a 1803. En este tiempo, según
da cuenta Salvador Bernabéu en el estudio introductorio, se con-
cretaron tres exploraciones: la primera se desarrolló en 1788 en
los alrededores de la Ciudad de México y Cuernavaca; la segunda
tuvo lugar al año siguiente y abarcó una región mayor, que iba de
los campos y las montañas de Cuernavaca (hoy Estado de More-
los) a la Sierra Madre del Sur, pasando por valles, ríos y montes
escarpados, inhóspitos unos, poblados otros, hasta alcanzar las
costas y el afamado puerto de Acapulco. Se mencionan también,
entre los puntos tocados por la segunda exploración, las costas
de Mazatlán, más al Norte sobre el Pacífico. La tercera recorrió

182
Lecturas del historiador

durante el año de 1790 y los primeros meses de 1791 buena parte


del territorio de los actuales estados de Querétaro, Guanajuato,
Michoacán, Colima, Nayarit y Jalisco.
A esta última expedición por el centro y occidente de la Nue-
va España no concurrió José Longinos, al negarse a aceptar la au-
toridad de Martín Sessé como director general de la expedición.
Se sabe poco de las desavenencias entre ambos expedicionarios,
a no ser por un largo escrito dirigido por Sessé al virrey el 13 de
febrero de 1791, y que Salvador Bernabéu transcribe en el estudio
introductorio. Con todo, siguen siendo más las dudas y preguntas
que requieren respuesta sobre la escisión. ¿Cuándo se originó la
disputa intelectual a la que alude Sessé sobre la dirección de la
expedición? ¿Estaba planeado el viaje a Las Californias con ante-
lación a la ruptura entre Sessé y Longinos, o fue una decisión de
última hora? ¿Cómo asumió la Corona este asunto?
Ahora bien, la creación del Gabinete de Historia Natural
por José Longinos con el apoyo de Mariano Aznares en la Ciu-
dad de México a principios del año de 1790, según acusó Sessé,
¿rompía con el programa y los objetivos de la expedición gene-
ral? ¿Con ello le disputaba la autoridad moral e intelectual de la
misma? Y en este contexto y dada la profundidad de la disputa,
¿qué pretendía José Longinos y cuáles fueron sus argumentos
ante las autoridades coloniales?
La expedición de Longinos tuvo como objetivo recorrer
Las Californias, ya “que dicha zona seguía siendo un misterio
desde el punto de vista científico”. Como es sabido, el objetivo
se cumplió a medias, o mejor dicho, sin los recursos humanos
y materiales que la expedición ameritaba. José Longinos, acom-
pañado de Jaime Senseve, inició el viaje el 20 de enero de 1791,
cuando partió de la capital novohispana rumbo a las costas de
San Blas, de donde escribió el 7 de julio al secretario de Indias,
Antonio Porlier, entre otras cosas que “en tres meses que hace
me hallo en esta costa, con sólo un discípulo que me acompaña,

183
José Alfredo Uribe Salas

he juntado mejores y más producciones que en los tres años pa-


sados”. Sin embargo, poco después se queja de que “la falta de
pintor, libros y otros auxilios, me ha hecho malograr muchos
frutos en mis expediciones”.
Desde su embarcación en el puerto de San Blas rumbo a
la península de Baja California, a mediados de julio, hasta su
retorno al mismo puerto el 22 de noviembre del año siguiente,
transcurrieron 16 meses efectivos de expedición. Las condicio-
nes de viaje no debieron ser de las mejores. Su acompañante,
el farmacéutico Jaime Senseve, por causas que desconocemos
hasta el momento, regresó a México en el mes de marzo de 1792,
con lo cual Longinos tuvo que proseguir el viaje solo, cuando
apenas habían visitado los alrededores de Loreto, las misiones
de Mulegé y San Javier, la isla del Carmen, La Paz, Los Cabos y
sus alrededores, incluyendo misiones y reales de minas.
Por otra parte, sus reiteradas solicitudes de personal, libros
y otros requerimientos propios de toda expedición científica in-
dican que tuvo que afrontar y resolver las necesidades que le sur-
gieron al paso con mucha más imaginación que recursos apro-
piados, dado que sus prédicas, si bien fueron conocidas, nunca se
atendieron. ¿Cuáles fueron los razonamientos y las opiniones en
concreto que sostuvieron las autoridades coloniales, para dejar
a Longinos realizar su expedición sin el menor apoyo de cuanto
les solicitó en su momento? No lo sabemos por el momento, pero
una investigación convincente al respecto no sólo esclarecería
este punto sino que arrojaría luz sobre las razones de fondo que
llevaron al desprendimiento de José Longinos del grupo original.
Queda claro, desde luego, que el viaje a Las Californias fue
hecho por Longinos con la aprobación del virrey y el visto bue-
no de Su Majestad, ya que no existe evidencia alguna en contra.
Empero, lo que no logró fue el apoyo oficial de las autoridades
virreinales para su Gabinete, ni permanecer al margen de la
expedición botánica de la Nueva España. Al poco tiempo de su

184
Lecturas del historiador

regreso de Las Altas Californias, a finales de agosto de 1793, re-


cibió la orden del rey para incorporarse de nueva cuenta a la
expedición general y viajar a Guatemala, de donde tuvo que re-
gresar, encontrando la muerte en Campeche.
El Diario de las expediciones a Las Californias, de José Lon-
ginos, tiene múltiples lecturas. Es importante por la abundante
información contenida sobre los tres reinos de la naturaleza,
como describe el propio José Longinos: animal, vegetal y mine-
ral, y las anotaciones que la acompañan. Estas últimas dan fe de
la formación científica de Longinos pero también de no pocos
desaciertos, vistos –claro está–, a la luz de la ciencia moderna.
De gran interés historiográfico son las descripciones de pueblos,
rancherías, misiones y reales de minas que recorrió. Destacan
en el documento las valoraciones y propuestas de Longinos para
industrializar y comerciar buena parte de los recursos que en-
contró a su paso. Pero lo que más llama la atención, y acaso lo
más fascinante del Diario, es el encuentro con la otra cultura,
indígena, que le atrae, que trató al mismo tiempo de compren-
der en su diversidad, pero que finalmente enjuicia horrorizado
por algunas de sus prácticas y costumbres.
En fin, publicaciones de este tipo ayudan a la difusión de
los conocimientos adquiridos en otros tiempos; contribuyen
igualmente a esclarecer las vicisitudes de los pobladores nativos
de esas tierras en un momento de grandes transformaciones en
la historia de la humanidad. Lo que resulta fundamental en este
caso es la edición en español de este preciado documento, que
sin lugar a dudas habrá de contribuir a un mejor conocimiento
de la historia de la Nueva España en general y de la península de
la Baja y Alta California en particular, en vísperas de la Indepen-
dencia de México.
Antes de concluir, es necesario dejar constancia de que en
esta bella obra se conjuntaron varias circunstancias, todas favo-
rables. La experiencia investigativa y el amplio conocimiento que

185
José Alfredo Uribe Salas

Salvador Bernabéu tiene sobre esta porción del actual territorio


mexicano; el programa y la solidez académica del Departamento
de la Ciencia del Centro de Estudios Históricos del csic y los espa-
cios editoriales que recogen sistemáticamente los frutos de sus
investigadores; y, finalmente, el trabajo de la casa editorial Doce
Calles, cuyo profesionalismo habrá que agradecer, pues permite
un gozo visual tanto por el diseño general del libro como por la
limpieza y calidad de las ilustraciones que acompañan el texto.
Estas tres circunstancias: la buena formación del investigador,
la madurez y seriedad de la institución académica y la impre-
sión y manufactura del libro de excelente calidad, hay que de-
cirlo, no siempre se consiguen en una obra.

186
La Ilustración en América colonial 1

La literatura especializada sobre las historias de las antiguas


posesiones coloniales de España y Portugal en América es cada
vez más amplia y plural. Hoy la disciplina histórica, a diferencia
de otras, no sólo admite sino que reclama diversas explicaciones
o, mejor dicho, nuevas interpretaciones de ese pasado.
A trasluz de las aceleradas transformaciones en todos los
campos de la vida y del saber, lejos de los grandes paradigmas
(como modernidad y progreso) venidos a menos que orientaron
las discusiones en el mundo intelectual desde finales del siglo
xviii, los profesionales y académicos de las más variadas disci-
plinas y países se ven obligados a recapitular sobre las formas
y las maneras, los métodos y las teorías, las condiciones mate-
riales y los estímulos culturales, las ideologías y las urgencias
políticas, que sirvieron de soporte y estímulo a las generaciones
precedentes en la construcción del conocimiento científico uni-
versal que hoy reclamamos nuestro. El recorrido ha sido lento,
no exento de tropiezos y rodeos y, sin embargo, en los últimos
años se han efectuado esfuerzos encomiables y sólidos estudios
sobre ese pasado inmediato o anterior, con una visión menos
maniquea de los saberes, las creencias y los decires que los di-
ferentes pueblos y culturas han generado sobre sí y los demás.
1
Diana Soto Arango, Miguel Ángel Puig-Samper y Luis Carlos Arbole-
da (editores), La Ilustración en América colonial, Madrid, Ediciones Doce
Calles/csic/Colciencias, 1995, 233 pp.

187
José Alfredo Uribe Salas

Pues bien, un grupo de historiadores de la ciencia venidos


de diferentes profesiones y disciplinas, instituciones y países del
universo hispanoamericano (España, México, Brasil, Cuba, Ve-
nezuela, Colombia, Argentina, Perú) han confeccionado un libro
sobre el fascinante pero también polémico tema de la Ilustra-
ción, por aquello de la paternidad y las influencias. La Ilustra-
ción en América colonial es su título y está integrado por nueve
ensayos de recuento, síntesis e interpretación historiográfica;
material llamado a ser de obligada referencia para las nuevas
investigaciones sobre el periodo y el tema.
Abren la exposición cuatro estudios bien documentados
que proporcionan una visión de conjunto: “Ilustración, ciencia
y técnica en América”, de Juan José Saldaña; “Las expediciones
botánicas al nuevo mundo durante el siglo xviii. Una aproxima-
ción histórico-bibliográfica-científica en el siglo xviii”, de Mi-
guel Ángel Puig-Samper y Francisco Pelayo; “La enseñanza de
las primeras letras ilustradas en Hispanoamérica. Historiogra-
fía y bibliografía”, de Olegario Negrín Fajardo; y “La enseñanza
Ilustrada en las universidades de América colonial. Estudio his-
toriográfico”, de Diana Soto Arango.
Los cinco estudios restantes enfocan el problema de la Ilus-
tración desde una perspectiva más particular: “La Ilustración
americana en la historiografía argentina”, de Celina Lértora; “Co-
nocimiento y técnica en la Venezuela de la Ilustración. Una apro-
ximación”, de Yajaira Freites; “El desarrollo de la ciencia ilustrada
en Cuba”, de Armando García González; “Fuentes para la historia
de la ciencia peruana en Lima (1700-1821)”, de Marcos Cueto; y
“Ciencia e Ilustragáo na América. A historiografía brasilera da
ciencia colonial”, de Silvia Figueróa y Marcia Ferraz.
El hilo conductor de los trabajos es uno: rastrear la dimen-
sión científica de la Ilustración en los virreinatos de la Nueva
España, Perú, Río de la Plata y Nueva Granada, así como de las
capitanías generales de Guatemala, Cuba y Quito, o en la gran

188
Lecturas del historiador

posesión portuguesa en Sudamérica. Este periodo y tema, visto


desde la perspectiva de la práctica del conocimiento científico
–que reclama mayor atención de los especialistas–, proporciona
ya una nueva imagen de las relaciones culturales entre grupos e
instituciones del universo hispanoamericano, mucho más dura-
deras y sólidas en el horizonte histórico que los flujos e influjos
británicos o franceses.
Pero, ¿qué es la Ilustración? ¿Qué se entiende por Ilustra-
ción? Se habla de una actitud mental más que de una corriente
científica o filosófica unánimemente aceptada (Saldaña, p. 22).
En consecuencia, al abordarse esta cuestión en la América colo-
nial, se alude a un cambio mental introducido por las ideas ilus-
tradas. Los diferentes autores del libro registran este cambio,
lo documentan. La historiografía sobre el siglo xviii muestra
un salto cualitativo, irreversible, en esta dirección. Pero existen
otras cuestiones que, por obvias, merecen tenerse en cuenta:
si fueron introducidas en la América colonial, ¿dónde tuvieron
su origen, quiénes las introdujeron y quiénes las cultivaron?
Parte de la respuesta la da el mismo Juan José Saldaña cuan-
do señala que “la Ilustración puede ser caracterizada como el
resultado de una transmigración o difusión a diferentes regio-
nes de ideas, actitudes y conocimientos que tuvieron su origen
en Francia, en Inglaterra y en otros lugares” (pp. 22-23). Nadie
desconoce, por supuesto, que las ideas de la Ilustración y su co-
rrespondiente mundialización estuvieron asociadas tanto a los
aspectos ideológicos como al desarrollo capitalista e industrial
de esos países.
Y sin embargo, la vitalidad del universo hispanoamerica-
no que se despliega en el siglo xviii no puede ser reducido a
un estímulo exclusivo de la mentalidad ilustrada burguesa de
Francia, Inglaterra y otros lugares. En la Península Ibérica tanto
como en los extensos territorios del llamado Nuevo Mundo, el
Universo nunca fue exclusivamente mero objeto de contempla-

189
José Alfredo Uribe Salas

ción escolástica, sino un problema cotidiano de los diferentes


actores sociales. Con autorización o sin ella, españoles penin-
sulares, indios, criollos, mestizos, negros y mulatos trasgredie-
ron los moldes del bien y del mal, de lo natural y lo sobrenatural
(no por otra razón se institucionalizó la Inquisición), y crearon
su propio bagaje cultural que los libró de la fidelidad o de la re-
petición monótona de los paradigmas de su tiempo.
El Siglo de las Luces es precisamente eso, una renovación
de las ideas, una recreación y apropiación de su actuación te-
rrenal cuya mirada incisiva viene de más atrás, una manera
inédita de enfrentarse y resolver sus querellas y problemas
culturales, económicos, sociales y políticos con una perspec-
tiva diferente. El cambio de mentalidad y las nuevas actitudes
son resultado de saberse libres, de discurrir ideas y acotar en la
práctica las fronteras entre religión y ciencia; pero también de
saberse parte fundamental de la naturaleza y con la capacidad
de transformarla, de arrancarle de a poco sus secretos, de expe-
rimentar para sobreponerse a las circunstancias y de aceptar la
temporalidad humana. El estudio de Miguel Ángel Puig-Samper
y Francisco Pelayo proporciona el marco de referencia o, mejor
dicho, la ambientación de una realidad histórica que articuló
impulsos, procedimientos, políticas con los elementos intrínse-
cos del trasiego cultural y científico, al cual es difícil asignarle
paternidad alguna o autoría nacional.
El tiempo que transcurre entre los siglos xvi y xvii es de
continuidad y ruptura. Son los propios grupos y sectores más
dinámicos de las sociedades iberoamericanas los que se apro-
pian, cultivan y difunden sus problemas, experimentos y resul-
tados. Pero también reclaman, y con razón, mayor sensibilidad
del poder establecido para modernizar los patrones de compor-
tamiento social hacia los nuevos saberes y un apoyo abierto y
decidido en el orden económico. Si bien es cierto que la publi-
cación en 1726 del Teatro crítico universal, del benedictino Benito

190
Lecturas del historiador

Jerónimo Feijóo inicia un alegato frente a la Corona con el fin de


introducir la cultura y la ciencia europea para modernizar Espa-
ña y lo que ella representa en Ultramar, no menos cierto es que
constituye en sí mismo una nueva actitud, una mentalidad ilus-
trada, promotora de la integración de los nuevos conocimientos
y las prácticas científicas, y no de la exclusión a ultranza.
Son modernos porque conocen las maneras y las formas de
hacer ciencia en otras latitudes y porque las integran en sus propias
prácticas y su horizonte científico. Las nuevas actitudes y el cam-
bio de mentalidad los hermana indudablemente. Ejercitan proce-
dimientos y metodologías en los campos de las ciencias naturales
y de la Física, con menos pretensión de hacer avanzar el conoci-
miento que de acrecentar el margen de utilidad de los mismos. No
olvidemos que el orden colonial, en diferentes tiempos y niveles,
sirvió de camisa de fuerza pero no paralizó en España ni Portugal,
ni en los virreinatos y las capitanías generales, el ímpetu creador
de una cultura mestiza y plural desde su nacimiento. Este plantea-
miento podría servir de punto de partida para responder innume-
rables preguntas, una de ellas referida a explicar hasta qué punto
España y sus colonias americanas, a través de ésta o por otras vías,
recibieron ese aliento de renovación. Lo cierto es que la Ilustración
en América colonial no se entendería sin su referente inmediato:
la presencia de instituciones, políticas y grupos de botánicos, ma-
temáticos, astrónomos, médicos peninsulares –entre otros– en la
renovación de hacer ciencia al otro lado del Atlántico.
Otra cosa muy diferente es la institucionalización de los
nuevos saberes. Y aquí aludimos también, por supuesto, a los
cambios habidos en los sistemas educativos tan ausentes en la
literatura especializada, pero traídos a la mesa de la discusión
por Olegario Negrín y Diana Soto. Lo cierto es que a mediados
del siglo xviii se venció la resistencia que la tradición escolás-
tica había opuesto a la filosofía moderna y a la nueva ciencia
experimental. Pero la gran revolución que precipitó la separa-

191
José Alfredo Uribe Salas

ción entre religión y educación, entre teología y ciencia y en-


tre estado religioso y sociedad profana, tuvo como escenario los
años de 1770 y 1810, cuando el mismo monarca español decidió
gobernar sus posesiones con los principios ilustrados y nacie-
ron nuevos proyectos políticos y nuevas instituciones que trans-
formaron la vida de los virreinatos y las capitanías generales.
Este aspecto está mejor estudiado en el libro con los trabajos de
Saldaña, Puig y Pelayo en lo general, y de Lértora, Freites, Gon-
zález, Cueto, Figueroa y Ferraz en lo particular. Ellos analizan
los momentos y las circunstancias del proceso, pero también
subrayan las insuficiencias documentales para conocer e inter-
pretar las particularidades de cada caso (instituciones, explo-
raciones, prácticas científicas, resultados, difusión del conoci-
miento, influencias trascontinentales, entre otras) al considerar
la dinámica local americana, como bien señalan al final de su
estudio Samper y Pelayo.
Por más de siglo y medio, desde los procesos de indepen-
dencia hasta mediados del siglo xx, el estudio del llamado periodo
colonial estuvo interferido por la beligerancia política en ambos
lados del océano; por los procesos mismos de construcción de los
nuevos Estado-nación que conformaron lo que hoy conocemos
como Latinoamérica, pero también por la debacle del otrora Im-
perio colonial español, donde nunca se ocultaba el sol. Los ensa-
yos de Olegario Negrín y Diana Soto pasan revista de las diferentes
interpretaciones aparecidas desde entonces y coinciden en señalar
la predominancia de dos posturas bien definidas, cultivadas –res-
pectivamente– en ambos lados del Atlántico: la liberal-nacionalista
y la católica-conservadora. Ambas preocupadas más por excluir al
otro que por interpretar el complejo fenómeno histórico del que
eran protagonistas principales y que mostraba lo contrario: la inte-
gración planetaria de culturas y saberes que alteraría para siempre
el ritmo monótono, esa manera religiosa de vincularse con el mun-
do circundante.

192
Lecturas del historiador

Desde luego, si bien las posturas hegemónicas fueron las es-


timuladas y apoyadas por las instituciones oficiales al amparo del
poder mismo –unas veces para legitimar los proyectos nacionales
de las nuevas repúblicas y otras para enaltecer las grandezas del
viejo imperio–, no dejaron de ser una cortina de humo que distor-
sionó las propias particularidades de los países y de las regiones:
de España y del conglomerado latinoamericano; de los procesos
de transmigración y difusión de las ideas, las actitudes y los co-
nocimientos. El reencuentro del mundo hispanoamericano se dio
precisamente en el contexto de una nueva fase de beligerancia
internacional que tuvo sus inicios en la guerra civil española.
El fenómeno de la Ilustración en la América colonial no se
entendería si se desconocieran esos factores, unos de carácter
endógeno y otros exógenos. Los diferentes autores de este libro,
unas veces implícita y otras explícitamente, aportan elementos
y reflexiones en esta dirección. Como señaló hace tiempo el his-
toriador Enrique Florescano, quizá porque a nivel internacional
hay consenso en situar como objeto central de la investigación el
avance progresivo del conocimiento, la persistencia en alcanzar
esta meta ha superado los obstáculos que naturalmente se pre-
sentan cuando entre los investigadores hay diversidad de nacio-
nalidades, situación agravada en este caso por la disputa inter-
pretativa de ese pasado común, la pertenencia a instituciones, la
formación profesional y los recursos económicos.
La Ilustración en América colonial es un buen ejemplo de las
nuevas corrientes de interpretación historiográfica, nutridas e
impulsadas desde la perspectiva social de la Historia de la ciencia.

193
Creadores de la ciencia moderna
en España y América. Ulloa, los Delhuyar
y Del Río descubren el platino,
el wolframio y el vanadio 1

Entre finales del siglo xvii y principios del xix asistimos a una
transformación de la concepción del mundo. De la ponderación
de la voluntad divina que soporta un orden eterno y universal, se
transita a la búsqueda de manifestaciones complejas que dejan
ver la actividad de la naturaleza y el universo como autónomas en
relación con un ser superior que todo lo ordena y lo define.
Los cuestionamientos al orden establecido se multiplican.
En la búsqueda del origen de la vida surgen las más espectacu-
lares teorías sobre la evolución de los reinos vegetal, animal y
mineral. Los hombres que las cultivan se asocian y surgen las
primeras sociedades de historia natural, en las que se agrupan
los hombres dedicados al estudio de las manifestaciones en los
tres reinos, plenamente aceptados; las exploraciones se esparcen
hacia los confines del planeta y los gobiernos dictan políticas ten-
dientes a financiar las nuevas investigaciones mediante la crea-
ción de instituciones especializadas tanto en su enseñanza como
en la producción de nuevos conocimientos útiles.
1
Manuel Castillo Matos, Creadores de la ciencia moderna en España y Amé-
rica. Ulloa, los Delhuyar y del Río descubren el platino, el wolframio y el vana-
dio, Brenes, Muñoz Moya Editor, 2005, 285 pp.

194
Lecturas del historiador

Sobre el origen de la vida y del universo se han escrito cien-


tos de miles de textos, y se seguirán escribiendo en tanto exista
vida en el planeta Tierra, capaz de pensar sobre las posibilidades
de su propia existencia y destino. La complejidad del fenómeno
mismo ha obligado a la humanidad, en el transcurrir del tiem-
po, a definir con mejor precisión sus instrumentos de búsqueda,
el acopio de información y los procesos cognoscitivos de com-
prensión e interpretación de sí misma; de sus relaciones con la
realidad circundante y de sus capacidades, siempre crecientes,
para recrear sus propios conocimientos y reinventarse cultural-
mente en cada nueva coyuntura de su vida.
Pueden ser cientos, incluso cientos de miles, los hombres y
las mujeres que han dedicado su propia existencia a desentrañar los
elementos de la naturaleza, su composición orgánica, sus sistemas
de relaciones complejas y su trayectoria histórica, incluso más allá
de su carácter utilitario o socialmente útil, que involucra tanto la
producción de nuevos conocimientos como las condiciones sociales
–políticas, instituciones, saberes– que lo hacen posible y que amal-
gaman en cada presente la tridimensionalidad del tiempo histórico.
En el libro Creadores de la ciencia moderna en España y Améri-
ca. Ulloa, los Delhuyar y del Río descubren el platino, el wolframio y el
vanadio, el historiador Manuel Castillo Matos sintetiza de la me-
jor manera los escenarios sociales de cuatro hombres de ciencia
de origen español y los entresijos institucionales y humanos tan-
to del Renacimiento como del pensamiento ilustrado peninsular,
llevados de la mano primero por Benito Jerónimo Feijóo y des-
pués por Gaspar Melchor de Jovellanos, en el descubrimiento de
tres elementos químicos que componen la materia, no exentos de
polémica en cuanto a la paternidad de los mismos. Se trata de An-
tonio de Ulloa (1716-1795), descubridor del platino en 1748; de los
hermanos José Juan (1753-1796) y Fausto Delhuyar (1755-1833),
descubridores del wolframio en 1789, y de Andrés Manuel del Río
Fernández (1765-1849), quien descubrió el vanadio en 1801.

195
José Alfredo Uribe Salas

Creadores de la ciencia moderna en España y América es un


libro que presenta de forma amena las circunstancias humanas e
históricas de cuatro hombres que dedicaron sus vidas al cultivo
de la ciencia. El contenido tiene un arco temporal de un siglo,
que va de mediados del xviii a mediados del xix, periodo en que
algunos expertos en la historia e historiografía de la ciencia con-
sideran que hubo una revolución del conocimiento, equiparada
sólo –y por supuesto–, con las transformaciones sociales que trajo
consigo la Revolución Industrial a nivel planetario.
En el escenario internacional, Ulloa, los Delhuyar y Del
Río forman parte de una corriente del pensamiento científico
moderno cuya consistencia primigenia estaba anclada en las ex-
ploraciones a los cuatro puntos cardinales del planeta para des-
velar sus secretos. Los cuatro sabios, de nacionalidad española,
antes de emprender el largo viaje a las posiciones españolas en
el nuevo continente, donde descubrieron dos de los tres elemen-
tos químicos, habían recorrido diversas ciudades, instituciones
de educación y centros mineros europeos en los cuales se ensa-
yaban nuevas técnicas de explotación y beneficio de minerales,
acompañadas de novedosas teorías. Antonio Ulloa, marino y na-
turalista español, viajó por Centroeuropa antes de emprender el
largo recorrido al nuevo continente como parte de la expedición
a Quito enviada por la Academia de Ciencias de París en 1736. En
su informe fechado en 1748 da cuenta de la existencia de un metal
no maleable en las minas de Chocó, Nueva Granada, utilizado de
tiempo atrás por las sociedades precolombinas en aleaciones con
oro para producir objetos simbólicos de jerarquía y poder, al que
bautizó con el nombre de platina y hoy conocemos como el octa-
vo metal, denominado internacionalmente platino.
José Juan y Fausto Delhuyar tuvieron una rica formación in-
telectual en los principales centros de estudio europeos, decan-
tándose muy pronto por las nuevas teorías y prácticas químicas y
procesos metalúrgicos. José Juan fue enviado por Real Cédula de

196
Lecturas del historiador

22 de septiembre de 1783 a Nueva Granada como experto en “Quí-


mica Metalúrgica, Docimasia y Mineralogía” para la enseñanza
de los nuevos conocimiento en metales y minerales y el beneficio
de los mismos. Murió el 20 de septiembre de 1796. Fausto, a su
vez, viajó a la Nueva España en 1788 como Director General del
Real Cuerpo de Minería de México, Director del Real Seminario
de Minería y profesor de Mineralogía, en donde cultivó un claro
sentido del desarrollo americano y europeo en lo tocante a la mi-
nería, con una excelente percepción de los requerimientos de la
minería mexicana durante el siglo xviii. Los hermanos Delhuyar
llegaron al Nuevo Mundo precedidos de un amplio reconocimien-
to científico entre la comunidad de hombres de ciencia. Gracias
a sus intensos estudios y trabajos, descubrieron y aislaron de un
mineral procedente de las minas de estaño de Zinnualde, en las
fronteras de Sajonia y de la Bohemia en Centroeuropa, el ácido
wolfrámico en estado de pureza (wolframio es el nombre técnico
del tungsteno), cuyo proceso físico-químico presentaron en 1783
en las Juntas Generales de la Real Sociedad Bascongada y de la
Académica de Ciencias, Inscripciones y Bellas Letras de Tolosa.
Andrés Manuel del Río Fernández, como sus compatriotas
Ulloa y Delhuyar, se formó en los principales centros de estudio
de Francia, Alemania y Gran Bretaña. Llegó a la Nueva España el
20 de octubre de 1794, a la edad de 28 años cumplidos, con una
encomienda: formar funcionarios mineros calificados en las ar-
tes de los metales; impulsar la investigación sobre los recursos
mineros y minerales; y promover en los reales de minas del vi-
rreinato todo tipo de innovaciones tecnológicas, que asegurasen
la buena marcha de las explotaciones mineras y las finanzas del
reino. En su estancia en la Nueva España (1794-1821) y perma-
nencia definitiva en México hasta su muerte, acaecida el 23 de
marzo de 1849, cumplió con los objetivos para los que había sido
contratado. En los tres aspectos se destacó de manera brillante,
circunstancia que le valió el reconocimiento social de la que se-

197
José Alfredo Uribe Salas

ría su segunda patria. En cumplimiento de su encomienda en el


nuevo continente, Andrés Manuel del Río contribuyó a forjar una
cultura científica como parte del imaginario colectivo del nuevo
país en construcción.
En el renglón de la investigación científica, el mineralogista
madrileño realizó en el transcurso de su vida mexicana innume-
rables estudios mineralógicos y geognósticos a lo largo y ancho
del territorio; pero fueron sus indagaciones en la mina La Purísi-
ma del Cardonal del mineral de Zimapán, ubicado en el Distrito
Minero de Real del Monte y Pachuca, las que lo llevaron a descu-
brir el elemento químico número 23, conocido como vanadio. En
1801, apoyado por sus discípulos Ruiz de Tejada y Cotero, Del Río
logró aislar el vanadio –vanadato y cloruro de plomo– procedente
de la mena de plomo pardo de la mina.
Pocos libros han logrado sintetizar tan bien un escenario
histórico de por sí complejo y discurrir las trayectorias de cuatro
vidas humanas que lograron remontar sus particulares circuns-
tancias sociales, económicas y políticas; conjugar sus inclinacio-
nes intelectuales con las políticas públicas de su momento; des-
velar algunos secretos del complejo universo natural; y aportar al
conocimiento de la Química, la Paleontología, la Mineralogía y la
Geología un conjunto de elementos y saberes que hoy asumimos
como básicos, pero que en su momento no dejaron de constituir
verdaderos pilares del desarrollo de la ciencia universal.
El historiador de la ciencia Manuel Castillo Martos, autor de
Creadores de la ciencia moderna en España y América, tiene en su
favor la formación de químico, que le otorga solidez a su proyec-
ción científico-intelectual. Con su habitual rigor en la hechura de
obras que anteceden la que ahora reseñamos, entre las que des-
tacan Minería y metalurgia. Intercambio tecnológico y cultura entre
América y Europa durante el periodo colonial español (1994), Metales
preciosos: unión de dos mundos (1995) y Bartolomé de Medina y el si-
glo xvi. Un sevillano lleva la revolución tecnológica a América (2001),

198
Lecturas del historiador

Castillo Martos ha resuelto de manera magistral los entresijos hu-


manos y culturales entre España y la América española; resarce
la diversidad cultural en ambos lados del Atlántico a trasluz de la
práctica científica; y coloca en una justa dimensión los aportes
a la ciencia universal, en donde las fronteras políticas dejan de
existir. Los estudios históricos e historiográficos de Castillo Mar-
tos plantean con certeza y fundamento, en esa temporalidad que
transcurre entre los siglos xviii y xix, el origen, la organización y
la institucionalización de las ciencias en Europa y América.
Desde luego en cada continente y, dentro de ellos, en cada
país, ese proceso adquiere matices, tiempos y dinámicas diferen-
tes, que es preciso estudiar desde una perspectiva comparada e
interpretar en el marco de una teoría sociocultural de la ciencia;
es decir, situarse en un contexto más amplio que permita en-
tender los factores que impulsan o dificultan su profesionaliza-
ción, teniendo en cuenta los cambios sociales y su influencia en
las modificaciones de sus funciones y objetivos. Creadores de la
ciencia moderna en España y América. Ulloa, los Delhuyar y del Río
descubren el platino, el wolframio y el vanadio, cumple con esos
requisitos.

199
“Yammerschuner”. Darwin y la
darwinización en Europa y América Latina 1

Esta obra es resultado del trabajo colectivo de los miembros de la


“Red de Estudios de Historia de la Biología y la Evolución”, integra-
da por diversas instituciones y centros de investigación de Europa y
América Latina, y expertos biólogos, geógrafos, geólogos, antropó-
logos, filósofos e historiadores de diferentes países. La proceden-
cia de los autores del libro de distintos países, instituciones y disci-
plinas ha permitido una mirada multicultural y multidisciplinaria
a uno de los acontecimientos científicos de mayor trascendencia
del siglo xix –que al mismo tiempo marcará el debate universal
sobre la cultura secular– y su historia hasta nuestros días. Su im-
pronta en el pensamiento cultural y científico contemporáneo tie-
ne que ver directamente con el estudio de la secuencia molecular
del Ácido Desoxirribonucleico (adn). Como bien se conoce, el adn
está presente en todas las células y es el responsable de codificar la
información genética de los órganos vivos, lo que facilita saber en
una visión retrospectiva la ruta crítica que expusiera el sabio inglés
Charles Darwin sobre el origen de la vida y la evolución de las espe-
cies a mediados del siglo antepasado.
1
Miguel Ángel Puig-Samper, Francisco Orrego, Rosaura Ruiz y J. Alfre-
do Uribe (Editores), “Yammerschuner”. Darwin y la darwinización en Eu-
ropa y América Latina, Madrid, Ediciones Doce Calles/unam/Dirección
de Bibliotecas, Archivos y Museos (Chile)/umsnh (México)/Universi-
dad Austral (Chile), 2014, 352 pp.

200
Lecturas del historiador

El eje principal de las investigaciones que dan cuerpo al


presente volumen es la figura de Charles Darwin; las posibilida-
des de enfoque que se ensayan recorren un amplio abanico de
temas y problemas que se imbrican en la historia de las ideas
darwinianas y de la evolución en diferentes latitudes y socieda-
des. Y a su vez, esas perspectivas analíticas colocan en el centro
del entramado del conocimiento científico múltiples conexio-
nes con la sociedad en el espacio americano y europeo, por el
interés social que despertaron sus implicaciones para la moral,
la religión, la filosofía, la ética y la política.
En el libro, los trabajos recuperan el ambiente cultural de
la época en que vivió Charles Darwin (1809-1882); las dudas y
preguntas que la comunidad científica se hacía sobre el compor-
tamiento de la naturaleza y sobre las fuerzas físicas que al inte-
ractuar provocaban la transformación de la corteza terrestre y,
con ello, el paisaje geográfico, la alteración de los ecosistemas
y el destino de la flora y la fauna que en ellos habitaba. De igual
manera se destaca y se pondera la presencia de un grupo de pro-
fesionales de las ciencias naturales contemporáneos a Darwin,
interesados como él en la Botánica, la Geología, la Zoología y la
Paleontología. Un tercer punto que articula la unidad temática
del libro se encuentra referido a los procesos de sociabilidad del
conocimiento y a la integración de redes de interés, no exentos
de fuertes debates de carácter ideológico y político que traerían
consigo tanto las propuestas del geólogo Charles Lyell en su obra
Principios de Geología (1830-1833), que establecía los principios
uniformistas según los cuales el relieve se formaba mediante
surgimientos o hundimientos a lo largo de inmensos periodos de
tiempo, o las que el propio Charles Darwin postularía en su obra
El origen de las especies (1859), sobre la teoría de la evolución. Am-
bas teorías científicas socavarían los cimientos de convicciones
sociales y culturales fuertemente arraigadas en la historia de la
humanidad, como el origen divino de la vida y del hombre, sólo

201
José Alfredo Uribe Salas

comparadas con la revolución científica del Renacimiento, que


estableció una nueva astronomía en la cual la Tierra dejaba de ser
el centro de la creación.
Los enfoques que se despliegan en el libro, desde la historia
social de las ciencias, recuperan la figura del sabio inglés en su
travesía a bordo del Beagle (1831-1836), cuya exploración científi-
ca tenía como objetivo realizar medidas cronométricas alrededor
del mundo, y también verificar las mediciones topográficas de los
territorios de la Patagonia y la Tierra del Fuego, el trazo de las
costas de Chile y Perú y del archipiélago de las Galápago. Justo es
decir que los capítulos de Carmen Ortiz, Rafael Sagredo Baeza,
Armando García González y Miguel Ángel Puig-Samper ofrecen
nuevos datos y evidencias documentales en un cuidadoso análisis
sobre el paso de Darwin por el archipiélago canario situado en el
occidente del continente africano, las costas de Brasil en América
y sus bosques tropicales, la Tierra del Fuego y su trasiego por la
cordillera de los Andes o su estadía en las islas Galápago. Como
es bien sabido, las islas Galápago le servirían a Darwin de labora-
torio para formular su famosa teoría científica. Los autores men-
cionados profundizan en el trabajo propiamente geológico de las
erupciones volcánicas y la presencia de restos fósiles antiguos,
el trabajo sistemático sobre botánica que desarrollara Darwin en
ese viaje, o también sobre el interés cada vez mayor que mostraba
el naturalista inglés por el “estado moral de los hombres primiti-
vos” con los que se cruzó y convivió en su largo viaje, y las “con-
troversias antropológicas sobre el origen de los antiguos habitan-
tes” de los territorios visitados. Tan es así que en su obra Origen
del hombre (1871), Darwin ya planteaba la tesis de que las razas
humanas provenían de un tronco común único, frente a un cierto
paternalismo eurocéntrico que consideraba las razas americanas
claramente inferiores en su evolución.
Otro grupo de artículos escudriñan la recepción del pensa-
miento evolucionista de Darwin en Francia, Alemania, España,

202
Lecturas del historiador

México, Brasil, Ecuador y Argentina; a ese proceso de recepción


aquí se le denomina darwinización. Dicha categoría analítica
fue elaborada por el filósofo español Carlos Castrodeza y bien
puede resumirse de la siguiente manera: “El ser humano, una
especie surgida dentro del fondo de la biodiversidad de nuestro
planeta por selección natural, como cualquier otra, pervive en
su precariedad existencial mediante la puesta en juego de muy
diversas estrategias adaptativas, muchas de las cuales, como ya
observara el mismo Darwin, son productos reciclados, solucio-
nes adaptativas locales que reconcilian, en alguna medida, al
hombre y su ambiente. Estas adaptaciones se extienden desde
los más elementales rasgos morfológicos y fisiológicos hasta las
más complejas formas de comportamiento y creencia (y aquí
entramos al mundo de lo histórico-social), incluyendo el espe-
so y pretencioso mundo de experiencias conscientes, el mun-
do de las emociones, las ilusiones y las vivencias intencionales.
Esta lógica adaptativa dibuja un ser humano con el perfil de un
superviviente, dotado por la misma naturaleza de un conjunto
singular de capacidades cognitivas, emocionales y comporta-
mentales aptas para resolver los retos ambientales a los que se
enfrentó nuestra especie hace miles de años”.
Pues bien, los trabajos que aquí se presentan de la pluma
de Antonello La Vergata, Rosaura Ruiz, Ricardo Noguera Solano,
Juan Manuel Rodríguez Caso, José Alfredo Uribe Salas, Alberto
Gomis, Almir Leal de Oliveira y Heloisa Bertol, y Magali Rome-
ro exploran con distintos matices teórico-metodológicos las pro-
fundas, fuertes y complejas relaciones entre la naturalaza física
y biológica y el ser humano, esa especie que somos nosotros,
surgida como ya se ha dicho del fondo de la diversidad de nues-
tro planeta por selección natural hace miles de años. Los au-
tores establecen un minucioso diálogo entre y con la literatura
especializada de las ciencias biológicas y las humanidades para
decantar las condiciones locales y globales en las que se perfila-

203
José Alfredo Uribe Salas

ron, en cada latitud y comunidad científica, los cuestionamien-


tos al orden natural existente, los experimentos realizados, la
acumulación de evidencias a través de colecciones científicas de
flora, fauna y restos fósiles, y el desencadenamiento de nuevos
paradigmas explicativos sobre nuestro origen biológico.
El libro en su conjunto, pero particularmente los artículos
de referencia anteriores, sugieren en el campo de la historia de
la ciencia nuevas rutas de abordaje del dilatado proceso de cons-
trucciones locales de los espacios de certeza y objetividad epis-
temológica que nos hemos dado para entender y resarcir el vín-
culo ancestral con la naturaleza. Hablo aquí de construcciones o
capacidades locales y no de construcciones universales, que es
una de las virtudes del libro; las capacidades locales están direc-
tamente relacionadas en cada latitud o país con la presencia de
fuertes y grandes o pequeñas y débiles comunidades científicas,
consistencia de las instituciones dedicadas a la sociabilidad de los
conocimientos y a la recreación de sus prácticas científicas, entre
otras variables y componentes que aquí no es posible desarrollar.
Por lo tanto, las construcciones locales que se exploran en el li-
bro son el resultado del ensamblaje de la necesidad adaptativa de
cada raza o comunidad humana a su entorno y condiciones, de su
andamiaje psicobiológico y los azares históricos que acompañan
el desarrollo de todo acontecer humano.
Hay otro grupo de trabajos de la autoría de Sandra Caponi,
Marcos Sarmiento, Álvaro Girón, Francisco Pelayo, Nicolás Cuvi,
Elisa y Ana Sevilla, Regina Ellero Gualtieri, Gustavo Vallejo, Ma-
risa Miranda y Gustavo Caponi, que tratan del impacto del evolu-
cionismo en otras corrientes y teorías del pensamiento moderno
y contemporáneo, como las teorías de la eugenesia, la degenera-
ción o la biologización de los hechos sociales. El análisis que es-
tablecen los autores en la última parte del libro remite, otra vez,
a esas capacidades locales para construir los espacios públicos de
certeza y objetividad epistemológica, pero con un fuerte conteni-

204
Lecturas del historiador

do político e ideológico que atraviesa el andamiaje psicobiológico


de los individuos, grupos o comunidades, y los azares históricos
que acompañan el desarrollo de todo acontecer humano. Temas,
problemas y teorías como la evolución humana y la teología, la
iglesia católica y el evolucionismo, o entre Darwin y Dios, son tra-
tados con seriedad y originalidad en el libro, que hacen de “Yam-
merschuner”. Darwin y la darwinización en Europa y América Latina,
un material científico que no puede quedar de lado en la forma-
ción de los estudiantes universitarios ni fuera del debate actual
sobre el ciudadano universal.
Esta magnífica obra fue editada por Ediciones Doce Calles,
Universidad Austral de Chile, Universidad Nacional Autónoma de
México, Centro de Investigaciones Diego Barros AranaI/Direc-
ción de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile, y la Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México, y estuvo prece-
dida por el trabajo de coordinación de los editores de la misma.

205
La Geología mexicana en el siglo xix.
Una revisión histórica de la obra
de Antonio del Castillo, Santiago Ramírez
y Mariano Bárcena 1

Por muchos años se creyó, y así se enseñaba en el sistema edu-


cativo nacional, que en México no se hacía ciencia, y que ésta era,
en todo caso, una cualidad de los países desarrollados. Cierta-
mente México ha tenido y tiene un rezago en ciencia y tecnología
por el carácter errático de las políticas públicas, la insuficiencia
de inversión que el Estado mexicano y la iniciativa privada han
destinado a esos rubros, y por el bajo nivel educativo de su po-
blación. Pero ese ánimo cultural alicaído se ha debido también,
entre otras muchas razones, al desconocimiento que se tiene de
los esfuerzos realizados en el pasado para generar conocimientos
que llamamos ciencia.
En contraparte, se nos enseñaba que los países con mayor in-
fraestructura y capacidad económica gozaron de un sistema de en-
señanza robusto que les permitió desde el ya lejano siglo xviii ser
protagonistas de la Revolución Industrial y consolidar una cultura
científica entre sus ciudadanos. Y no era mentira. En países como
1
Lucero Morelos Rodríguez, La geología mexicana en el siglo xix. Una revi-
sión histórica de la obra de Antonio del Castillo, Santiago Ramírez y Maria-
no Bárcena, México, Secretaría de Cultura de Michoacán, Plaza y Valdés,
2012, 356 pp.

206
Lecturas del historiador

Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Holanda y Alemania, por ci-


tar algunos, se integró a la enseñanza desde el siglo xix “el cómo se
han desarrollado las ciencias en sus respectivos países”. No es for-
tuito entonces, por ejemplo, que al mismo tiempo que los alumnos
estudian hoy física cuántica, tengan pleno conocimiento del deba-
te disciplinar que inauguraron Galileo y Newton, consistente en la
unidad de espacio y tiempo. Ese paradigma científico heredado de
la física clásica daría paso a principios del siglo xx a uno nuevo, el
que se asienta en los principios de la relatividad y la incertidumbre,
que son las bases de la gran revolución científica del siglo pasado.
Albert Einstein formuló por primera vez su teoría de la relatividad
espacial en 1905, en la que se afirmaba que no existían las nociones
de espacio y tiempo absoluto, sino que la “posición espacial y tem-
poral de un cuerpo sólo puede ser definida con relación a la de otro
cuerpo”. Con ello se pasaba de la teoría clásica fundada en la mate-
ria a la de energía –dado que la materia no es más que energía al-
tamente concentrada–, lo que abrió el camino hacia la era nuclear.
Pero lo más importante a destacar, desde el punto de vista de
la historia, es que estos descubrimientos científicos supusieron el
final de una interpretación del universo basada en el conocimien-
to de hechos y de leyes. Desde principios del siglo xx, en virtud
de esta revolución científica, se derrumbó la idea de progreso y
de evolución lineal, tanto en el plano físico como en el humano y
el social. La representación determinista del mundo, heredada de
Newton, quedó así desautorizada; su lugar lo ocupó una concep-
ción abierta del saber y del conocimiento.
El siglo xxi, nuestro siglo, es inexplicable sin estos funda-
mentos. Desde hace más de 100 años que las universidades eu-
ropeas y estadounidenses han integrado, en la formación de sus
estudiantes, cursos y seminarios curriculares obligatorios sobre
Historia de las Ciencias, las Humanidades y la Tecnología, como
parte integral de una cultura científica. Y en México, ¿quién en-
seña la historia de las ciencias en el sistema educativo nacional?

207
José Alfredo Uribe Salas

México no sólo es historia política, como se alecciona todavía


desde la educación elemental hasta la universidad. México tam-
bién tiene su propia tradición científica que hunde sus raíces en
la cultura mesoamericana, la Ilustración occidental y el mundo
moderno de los siglos xix y xx, pero su enseñanza ha quedado
al margen de los planes académicos curriculares de las universi-
dades. El desconocimiento sobre nuestra propia tradición cien-
tífica lleva a pensar que hasta años recientes es que se realiza
ciencia en las universidades y centros de investigación del país.
Nada más falso.
Justamente el libro de Lucero Morelos Rodríguez responde
al cómo se hace la ciencia a través de su propia experiencia his-
tórica, y cuáles han sido las condiciones sociales, económicas,
políticas y culturales en las que han actuado los individuos y las
comunidades científicas de adscripción.
El libro La Geología mexicana en el siglo xix no es un asun-
to menor en el escenario de la producción científica que se ha
escrito y publicado en la última década sobre la Historia de la
Ciencia mexicana. La autora recupera el devenir y la dimensión
histórica de la Geología mexicana, como disciplina y como prác-
tica cultural y científica, a través de un dilatado proceso de insti-
tucionalización de su ejercicio profesional, que se inaugura con
el Real Seminario de Minería en 1792, hasta llegar a la creación
del Instituto Geológico Nacional en 1895.
Esta obra documenta de manera fehaciente que en la so-
ciedad mexicana del siglo xix el desarrollo de la ciencia se logró
gracias a la promoción institucional del conocimiento sobre el
territorio, las riquezas naturales y sus habitantes. El libro deja
ver cómo los paradigmas de la ciencia moderna en el ámbito de
la geología fueron eje de referencia, sin mayores alegatos con-
ceptuales, para la planeación del trabajo cotidiano, la creación
de colecciones y museos, el fortalecimiento de bibliotecas, el
acopio de instrumentos, el diseño de publicaciones periódicas y

208
Lecturas del historiador

la formulación de iniciativas científicas con un fuerte contenido


utilitario encaminado a promover el desarrollo de las activida-
des económicas, las obras públicas, la salud, la cultura y la edu-
cación en México.
El libro deja ver las dotes intelectuales y las habilidades
hermenéuticas desplegadas por la autora para ofrecernos una
descripción a profundidad del desempeño de tres hombres de
ciencia mexicanos: Antonio del Castillo (1820-1895), Santiago
Ramírez (1836-1922) y Mariano Bárcena (1842-1899), quienes
contribuyeron a cimentar la autonomía epistemológica de la
moderna ciencia geológica mexicana que hoy conocemos. A
través de ellos, Morelos Rodríguez nos ofrece un análisis expli-
cativo de los alcances y las limitaciones de la promoción insti-
tucional del conocimiento; la aclimatación de los paradigmas
de la ciencia geológica a la realidad mexicana; y la definición de
una práctica cultural y científica propia.
En tanto disciplina, la autora explora los cambios temáti-
cos a la luz de los contenidos de los programas de estudio que se
formularon y aplicaron en la enseñanza de la Geología desde la
inauguración de la primera cátedra en 1795, en el Real Semina-
rio de Minería, hasta 1895 en la Escuela Nacional de Ingenieros.
En tanto práctica cultural y científica, Lucero Morelos describe
a profundidad la naturaleza y el sentido de las políticas públi-
cas; el rol de las instituciones; el desempeño de los hombres de
ciencia; las comunidades de interés; las publicaciones especia-
lizadas; las relaciones y redes de intercambio y colaboración al
interior del país y con el extranjero; los productos científicos; y
las aportaciones al conocimiento de la realidad mexicana con
un fuerte sentido de utilidad económica y política para el desa-
rrollo del país.
Una lectura crítica de la misma, abre necesariamente nue-
vas preguntas, problemas y perspectivas de estudio, y ofrece a las
nuevas generaciones de jóvenes historiadores un amplio campo

209
José Alfredo Uribe Salas

de trabajo intelectual y laboral. Morelos Rodríguez reconoce que


la comunidad geológica mexicana del siglo antepasado fue poco
proclive al debate teórico, ya que “no discutieron cuestiones es-
peculativas de la ciencia, como los paradigmas del origen de la
Tierra y la evolución del hombre”. Sin embargo plantea un pro-
blema, y sugiere una línea de investigación: “la ausencia de es-
peculación teórica (bien pudo deberse) en parte a la reserva por
eludir el motivo creacionista de fondo y no confrontarlo con la
fe”. Este asunto me parece de la mayor importancia para enten-
der las “arenas movedizas” de la cultura científica mexicana o lo
que en su momento se denominó “ciencia nacional”.
Con estudios de caso y descripciones a profundidad sobre el
perfil intelectual, liderazgo, quehacer científico y producción de
nuevos conocimientos desplegados por los profesionistas mexi-
canos en el siglo xix, podemos encauzar un nuevo debate sobre la
llamada ciencia nacional interesada mayormente, se dice, en pro-
blemas particulares y un tanto distante de las grandes generaliza-
ciones (teorías y métodos) que tenían lugar en otras latitudes con
recursos, instituciones y comunidades de interés robustas, o por
la dimensión política, social y económica que representaba para
los Estados y países que se disputaban el control de los recursos,
la hegemonía de los mercados y la producción industrial en es-
cala planetaria. Este asunto tampoco es un problema menor. Y
como no se trata de reinventar la historia de México para corregir
la falta de continuidad en los proyectos políticos, lo efímero de
algunas instituciones o las inconsistencias del centralismo en la
cultura científica mexicana, me parece que el futuro se encuentra
en la educación y en la enseñanza de la historia de las disciplinas
científicas desde el sistema educativo elemental.
La vitalidad del resultado de investigación que nos proporcio-
na la historiadora Lucero Morelos Rodríguez radica en el enfoque
metodológico y en el uso exhaustivo y analítico de la información
procedente de diversos archivos, fondos documentales (impresos

210
Lecturas del historiador

y periodísticos), y bases de datos. Una parte importante de dicha


información nos la ofrece en los anexos, que le fueron útiles en
el proceso mismo de la investigación para ordenar, sistematizar y
problematizar la información. Es de mencionar el Anexo 1, Crono-
logía de los ingenieros Antonio del Castillo, Santiago Ramírez y Maria-
no Bárcena; y el anexo 2, Biblio-hemero-cartografía geológica de los
ingenieros Antonio del Castillo, Santiago Ramírez y Mariano Bárcena.
Ahora bien, en algunas universidades mexicanas se ha inte-
grado progresivamente a la currícula académica de las disciplinas,
como cursos obligatorios, la enseñanza de su propia historia. Los
alumnos de Física, Biología, Geografía, Geología, Medicina, las in-
genierías y las ciencias sociales y humanas cursan materias y se-
minarios de forma regular sobre su propia historia disciplinar, que
les permite estudiar y conocer la manera en que se da la moviliza-
ción de ideas, conceptos y paradigmas entre las distintas comuni-
dades científicas y países de los siglos xviii al xxi. Ello es de suma
importancia para entender la historia de las ciencias, sus compo-
nentes lógicos y epistemológicos (intracientíficos) por un lado y,
por otro, las dinámicas en las que se entreteje con la historia y la
realidad social de cada continente, país o región (extracientíficos).
Para los estudiantes de historia, la historia de las ciencias recupera
la multiplicidad de vínculos, heterogéneos e impredecibles, que se
expresan entre los dos niveles, lo que nos acerca a la posibilidad de
entender la manera como la ciencia realmente se hace y cómo ope-
ran las instituciones, las comunidades científicas y la aplicación in-
novadora del conocimiento a lo largo del tiempo.
Libros como éste provocan y estimulan el espíritu inquisi-
tivo, contribuyen a la ampliación de la cultura científica y puede
llegar a ser un excelente recurso que estimule la vocación de los
jóvenes por las ciencias, el espíritu democrático y el compromi-
so con el bienestar de la sociedad. O, en todo caso, el libro es un
buen ejemplo de cómo el saber histórico tiene un sentido social.

211
Formación de ingenieros
en el México del siglo xix 1

En los últimos años han aparecido estudios históricos sobre las


ingenierías en los diferentes países occidentales. En México, han
privilegiado su tratamiento desde el punto de vista de su forma-
ción, regulación legal, papel en la producción científica, consi-
deración social y contribución a la planeación y gestión de las
actividades productivas de los ingenieros como directores, admi-
nistradores, planeadores y ejecutores de obras, infraestructura y
procesos de producción. Estos y otros temas y problemas, como
la relación entre ciencia y economía, han atraído la mirada de los
historiadores en general e historiadores de la ciencia y la tecnolo-
gía en particular, por cuanto que describir y explicar los modelos
adoptados resulta imprescindible para entender los condiciona-
mientos sociales e institucionales de los procesos de cambio tec-
nológico y cambio económico en las sociedades contemporáneas.
Recientemente se publicó el libro colectivo Formación de in-
genieros en el México del siglo xix, coordinado por María de la Paz
Ramos Lara y Rigoberto Rodríguez Benítez, en el que participa-

1
María de la Paz Ramos Lara, Rigoberto Rodríguez Benítez (Coordina-
dores), Formación de ingenieros en el México del siglo xix, México, Centro
de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Historia de la
Universidad Autónoma de Sinaloa, 2007, 172 pp.

212
Lecturas del historiador

ron además Guadalupe Araceli Urbán Martínez, Marco Arturo


Moreno Corral, Luz Fernanda Azuela Bernal y Federico de la To-
rre de la Torre. El análisis y debate historiográfico contenido en
seis capítulos se centra en las políticas públicas de educación y
ciencia que se diseñaron e instrumentaron a lo largo del siglo xix;
la constitución de instituciones para la formación de ingenieros,
que incluye las reformas a sus planes de estudio y la diversifica-
ción de especialidades con un claro perfil profesional orientado
a satisfacer las demandas y necesidades técnico-científicas de la
sociedad y de su desarrollo económico; y el papel de los hombres
de ciencia y la formación de redes en el establecimiento de los an-
damios necesarios para la consolidación de una cultura científica
en la generación y aplicación innovadora del conocimiento.
Según Peter J. Bowler 2 la instauración de la ciencia moderna
y de lo que entendemos por comunidad científica se fraguó en el
siglo xix. La acepción moderna de científico (como profesional)
fue acuñada por Whewell en 1840 (ver cuando habla Max Weber
de la profesión del científico). Por comunidad científica se en-
tiende: científicos organizados y activos de la reivindicación de la
ciencia en la sociedad, gobiernos cooperantes con la investigación,
científicos elevados a dirigentes de la industrialización, subrayando
el aspecto práctico frente al teórico.

2
Peter J. Bowler, Panorama general de la ciencia moderna, Editorial Crí-
tica, 2007, “La ciencia fomentó una visión del mundo en esencia mate-
rialista, en gran parte para mantenerse a la par de las demandas de la
nueva sociedad industrial. La favorecían quienes deseaban ver la bús-
queda de conocimientos como un proceso de recopilación de hechos
sobre un mundo objetivo que existía ahí fuera independientemente de
la mente humana. La filosofía simple del materialismo fue modificada
por positivistas como Auguste Comte, para quien la ciencia era el inten-
to por describir procesos naturales sin referencia a las especulaciones
humanas sobre las causas últimas. Tales ideas se amoldaban a las am-
biciones de los que deseaban controlar la naturaleza”. Bowler, p. 142.

213
José Alfredo Uribe Salas

El siglo xix asistió a la organización de la ciencia en torno


a las financiaciones públicas de los gobiernos. Los científicos to-
maron conciencia de su poder potencial al organizarse en socie-
dades profesionales. La ciencia se enfocó en el desarrollo indus-
trial de las distintas naciones.
En el siglo xix mexicano la profesionalización e institucio-
nalización de las ciencias y sus prácticas científicas fue resulta-
do de ideas, aspiraciones y esfuerzos individuales o de grupo de
pensadores, científicos, filántropos y políticos interesados en el
desarrollo y en el progreso material de la economía y la sociedad.
Inmersos en la tarea titánica de constituir y legitimar las nuevas
instituciones del México independiente, y al fragor de las con-
tiendas ideológico-políticas que orientaban distintos proyectos
de Estado y de nación, diseñaron e impulsaron políticas públicas
sustentadas en el trinomio ciencia, tecnología e ingeniería.
El esfuerzo nacional decimonónico tendría su precedente
en 1792 con la creación del Real Seminario de Minería, en tres
dimensiones: un distanciamiento con los sistemas de enseñanza
escolástica vía la incorporación de las Matemáticas, la Física y la
Química como disciplinas fundamentales de la nueva orientación
de las practicas técnico-científicas; el inicio de la profesionaliza-
ción de la enseñanza de los procesos de inspección, explotación,
extracción y beneficio de los recursos minerales, que a lo largo de
la centuria –como lo había sido en la etapa colonial– significaría
el núcleo básico de la economía y el bastión fundamental de los
ingresos fiscales vía el comercio exterior; y la posibilidad de di-
versificar los procesos de enseñanza de las ciencias y la creación
de especialidades en ingeniería distintas al ámbito de la minería,
para atender las necesidades y demandas de industrialización,
comunicaciones y obras públicas.
La transición de la práctica empírica a otra de carácter cien-
tífico-técnica, tendría desde luego su sustento en el Real Semi-
nario de Minería, institución que sería rebautizada en distintos

214
Lecturas del historiador

momentos del siglo xix como Colegio de Minería, Tercer Estable-


cimiento de Ciencias Físicas y Matemáticas, Instituto de Ciencias
Naturales, Escuela Imperial de Minas, Escuela Politécnica, Escue-
la Especial de Ingenieros, para concluir como Escuela Nacional
de Ingenieros. Este proceso de profesionalización e instituciona-
lización de las disciplinas científicas también estuvo acompaña-
do por: a) la diversificación de las especialidades profesionales,
de los ingenieros de minas, ensayadores, beneficiadores de me-
tales y apartadores, la oferta se amplió a ingenieros geógrafos,
agrimensores y topógrafos, y más tarde a la ingeniería mecánica,
electricista, industrial y civil; b) la nacionalización de los cono-
cimientos disciplinares a través de reformas en los planes y pro-
gramas de estudio y su retroalimentación con los resultados de
investigación realizados por los profesores y egresados en tan-
to respuesta científico-técnica a los problemas y soluciones que
planteaba el desarrollo de la minería, la industria, las comunica-
ciones, la urbanización y en general el desarrollo material de la
sociedad; y, finalmente, c) por el cultivo y la aclimatación de los
conocimientos y saberes en instituciones, espacios y ámbitos dis-
tintos a la Ciudad de México.
En la temporalidad del siglo xix la ciencia pasó a ser un
asunto público estrechamente vinculado con el desarrollo de las
ciudades, que estimularía la asociación de ideas y de compromi-
sos comunes. El fenómeno urbano en el extenso territorio mexi-
cano se convertiría en un medio que facilitaría y maximizaría la
circulación de instrumentos, colecciones de minerales, progra-
mas de estudio y metas comunes entre los hombres de ciencia,
grupos profesionales e instituciones dedicadas a la socialización
de los conocimientos y la recreación de sus prácticas científicas.
Para los hombres de ciencia, el desarrollo de un sistema ur-
bano de ciudades con instituciones educativas, con programas y
objetivos similares, sería la plataforma sobre la que descansaría
el proceso de nacionalización de los nuevos conocimientos. Algu-

215
José Alfredo Uribe Salas

nas de las entidades federativas del país impulsaron la creación


de sus propias instituciones de educación, de lo cual resultaron
las siguientes: Colegio del Estado de Puebla (1825); Instituto de
Ciencias de Jalisco (1826); Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca
(1827), Instituto Literario del Estado de México (1827); Colegio del
Estado de Guanajuato (1827); Colegio de San Nicolás (1847); Insti-
tuto Campechano (s/f); Instituto Literario del Estado de Chiapas
(s/f); Instituto Literario del Estado de Durango (s/f); Colegio Civil
del Estado de Nuevo León (1859); Instituto Literario del Estado
de Tabasco (1867); Colegio Civil de Aguascalientes (1867); Ateneo
Fuentes, Coahuila (1867); Instituto Literario del Estado de Yuca-
tán (1867); Instituto Literario del Estado de Guerrero (1869); Ins-
tituto Literario del Estado de Hidalgo (1869); Instituto Científico
de San Luis Potosí (1869); Instituto Veracruzano (1870); Instituto
Civil del Estado de Querétaro (1871); Instituto Literario del Estado
de Morelos (1872); Colegio Rosales, Sinaloa (1874), entre otros.
Sin embargo, y no obstante los esfuerzos actuales tendien-
tes a clarificar la estrecha relación existente entre ciencia y eco-
nomía, como lo manifiestan los autores del libro, resulta difícil
por el momento cuantificar el número de individuos formados
en las distintas disciplinas de las ingenierías a lo largo del siglo
antepasado, tomando en cuenta la institución y la entidad de pro-
cedencia, y desagregar el número de aquellos que fueron a parar
a la industria minero-metalúrgica, a los procesos de industriali-
zación, a las comunicaciones o a las obras públicas; los que se
incorporaron a comienzos del siglo xx a las exploraciones y la ex-
plotación del hidrocarburo; aquellos que se convirtieron en fun-
cionarios del gobierno (federal, estatal, municipal) y que, como
tales, apoyaron el diseño y la ejecución de las políticas públicas; o
los menos, dedicados a la docencia y la investigación, que con su
práctica cotidiana hicieron posible la institucionalización y pro-
fesionalización de las Ciencias de la Tierra en México. Lo que sí
podemos apuntar es el prestigio que las diferentes ingenierías y

216
Lecturas del historiador

las disciplinas científicas que las sustentaban alcanzaron a lo lar-


go de esa centuria, y la modernización de sus contenidos en los
programas educativos que sirvieron para enseñar los paradigmas
en boga y capacitar a un grupo importante de sus egresados en los
procesos de investigación y la aplicación de nuevos conocimien-
tos en el desarrollo económico y material del país. Al final del
siglo xix, México contaba con instituciones de amplia trayectoria
histórica dedicadas tanto a la enseñanza como a la investigación
de la mineralogía, los procesos minero-metalúrgicos y geológi-
cos, y con un sólido grupo de hombres de ciencia que lo mismo
enseñaban, hacían investigación, divulgaban sus descubrimien-
tos y gestionaban recursos ante los gobiernos federal, estatal y
municipal para mejorar la infraestructura científica del país.
En todo caso, hace falta documentar la relación entre cien-
cia y economía, e impulsar su estudio sistemático. Desde luego,
es loable el esfuerzo colectivo realizado por los autores de For-
mación de ingenieros en México del siglo xix, que nos muestra una
imagen fresca de las relaciones complejas entre políticas públi-
cas, desarrollo de las instituciones y comunidades científicas en
el desarrollo del México independiente.

217
Antonio del Castillo (1820-1885)
and his contribution to the knowledge of the
earth sciences in the nineteenth century 1

This work is the result of a bachelor thesis in History. Its special


feature is the analytical solidity based on a documentary broad
basis of files, printings and newspapers of the time. The book
covers the development of the geological discipline from the
perspective of mining engineer Antonio del Castillo, considered
the architect of the institutionalization and professionalization
of earth sciences in the nineteenth century in Mexico.
Lucero Rodríguez Morelos’ research was worthy of recog-
nition in the 2008 for the best bachelor, master and doctoral the-
sis, from the General Faculty of Humanities of the Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán,
Mexico. The book is organized in three chapters: The political,
economic and scientific surrounding into the life of Antonio del
Castillo; The life and scientific work of Antonio del Castillo and
Antonio del Castillo and the institutionalization of earth sciences
in Mexico.

1
Lucero Morelos Rodríguez, Antonio del Castillo (1820-1885) and his
contribution to the knowledge of the earth sciences in the nineteenth centu-
ry, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2013,
220 pp.

218
Lecturas del historiador

Antonio del Castillo (1820-1895) graduated as a mining en-


gineer in 1845, in what was the former Royal School of Mines
founded in 1792. He was the first Professor of Geology at the Na-
tional Museum and a founding member of the Mexican Society
of Natural History in 1868. He taught at the National School of
Engineers and fought for the foundation of the Geological In-
stitute of Mexico, of which he was the first director in 1891. He
was also founder of the Practical School of Mines in Fresnillo,
Zacatecas (1853) and in Pachuca, Hidalgo (1861), and director of
the Coinage House.
Antonio del Castillo substituted Professor Andrés Manuel
del Río in the lecture of Mineralogy, which was one of the most
traditional and important since the time of the Royal School of
Mines. And as well as his predecessor, he held the lecture for a
long time, from 1846 to 1891. He also held the lecture of Chemis-
try between 1880 and 1886 and formed the Cabinet of Mineralogy,
Geology and Paleontology, which came to possess the most com-
plete collection of Mexican rocks and minerals. The paper ad-
dresses the stage of intellectual formation of Antonio del Castillo
in the College of Mining, later National School of Engineers, and
his unquestionable support of professional practice developed in
the second half of the nineteenth century. Such support would
later be materialized with a nationalist politics of knowledge and
expertise in Geology, Mineralogy, Meteorology and Paleontolo-
gy for the development of Mexico. The administrative, academic
and scientific work displayed by Antonio del Castillo, also show
the influence of his spiritual mentor Andrés Manuel del Río that
resulted in an intellectual position aimed to acclimate and pro-
mote various currents of scientific thought in the country, which
placed natural phenomena as “complex systems relationships”,
exempt from pure and objective descriptions.
The life and work of Antonio del Castillo fill the nine-
teenth century, eyewitness to the political life of the fledgling

219
José Alfredo Uribe Salas

state and direct participant of cultural and scientific life of the


Mexican nation, are key elements to understand the processes
of institutionalization of the educational system and science in
Mexico. This man, professional of the science, devoted his best
years and efforts to provide the country with scientific knowl-
edge about the variety and richness of its natural resources. He
shared ideas and projects with friends and colleagues, and he
was the architect of different institutions and scientific associa-
tions of great importance in the history country.
Lucero Morelos’ book is essential to know and understand
the practice of this character, but also about the life of the sci-
entific community he belonged to, his relationships and cultural
practices that consolidated the disciplinary project of geoscience
in Mexico.

220
Escuelas de minas mexicanas.
225 años del Real Seminario de Minería 1

Este libro de la autoría de Francisco Omar Escamilla González


y Lucero Morelos Rodríguez viene a llenar un vacío en la histo-
riografía mexicana sobre los procesos de institucionalización y
profesionalización de diversas disciplinas científicas, con una
perspectiva global. Las escuelas de minas mexicanas habían sido
poco estudiadas por los especialistas de las ciencias sociales y
las humanidades, no obstante de ser un tema crucial y estraté-
gico para el desarrollo económico y científico-técnico del país.
La publicación de la obra, que fue realizada por la División de
Educación Continua y a Distancia de la Facultad de Ingeniería de
la unam en un gran formato, ricamente ilustrada con imágenes y
documentos –muchas de los cuales se dan a conocer por primera
vez–, abona de manera decidida a la renovación de los estudios
sobre la historia de las disciplinas científicas, las instituciones de
educación superior y sobre los discursos y las prácticas socio-téc-
nicas de las comunidades de adscripción.
Los autores del libro han mostrado con anterioridad –por
lo menos en la última década– conocimiento y pericia en la in-
vestigación histórica sobre el tema a través de la publicación de

1
Omar Escamilla González y Lucero Morelos Rodríguez, Escuelas de mi-
nas mexicanas. 225 años del Real Seminario de Minería, México, Facultad
de Ingeniería, unam, 2017, 423 pp.

221
José Alfredo Uribe Salas

libros y artículos. Aquí podemos recordar, a manera de ejemplo,


dos de las obras clave de su autoría: La geología mexicana en el
siglo xix. Una revisión histórica de la obra de Antonio del Castillo,
Santiago Ramírez y Mariano Bárcena, de Lucero Morelos, publica-
do en 2012, o 200 años del Palacio de Minería. Su historia a partir de
fuentes documentales, coordinado por Omar Escamilla y publica-
do en 2013. Al día de hoy son, además, quienes mejor conocen los
repositorios documentales del Archivo Histórico del Palacio de
Minería y del Archivo Histórico del actual Instituto de Geología
de la unam, dos espacios emblemáticos de la memoria histórica
de México y de sus capacidades técnico-científicas que ayudan a
entender el presente de instituciones de educación, la genealo-
gía de los saberes disciplinares, la integración de comunidades y
practicantes de las ciencias y los avatares económicos, políticos
y culturales que acompañan su dimensión actual y dibujan sus
rasgos de identidad en el nuevo milenio. También quiero llamar
la atención sobre el amplio conocimiento que los autores tienen
de la literatura especializada, misma que procede de México, Es-
tados Unidos, Alemania o Francia, cuya revisión y análisis ofrece
una perspectiva comparada sobre las conexiones entre la historia
social de las ciencias y la historia política global, y sus implicacio-
nes en las tecnopolíticas del desarrollo.
Con esos merecimientos, ahora nos entregan un libro de 423
páginas ampliamente documentado en repositorios de México,
Alemania, Francia y Estados Unidos. Su estructura interna man-
tiene coherencia en su organización temática, lo que posibilita
una visión rica en matices del acontecer de la historia de las es-
cuelas de minas que se establecieron primero en Europa y des-
pués en la Nueva España/México entre los siglos xviii y xx, bajo
dos perspectivas teóricas y de método, que al mismo tiempo per-
miten ordenar mis comentarios en dos partes. La primera tiene
que ver con una detallada mirada conceptual al desarrollo de la
Mineralogía (como saber científico para el mejor usufructo de los

222
Lecturas del historiador

recursos naturales minerales de la corteza terrestre), misma que


estructuró el discurso y su práctica científica con una perspectiva
global; La segunda refiere, desde luego, a la amplitud de miras
en el análisis del perfil técnico-científico de los actores sociales
inmiscuidos en los procesos de institucionalización y profesiona-
lización de los saberes en ambos lados del Atlántico, con especial
énfasis en las escuelas de minas mexicanas, que dan título al li-
bro y que los autores conceptualizan como el artisanal-scientific
expert, un perito minero convertido en ingeniero minero-geólogo
en el curso del siglo xix.
El libro que hoy presentamos en este espacio emblemático
para las artes, la literatura y las ciencias se puede catalogar, en el
mejor de los sentidos, como una historia global de los procesos
de institucionalización y profesionalización de la educación téc-
nico-científica de los siglos xviii al xx.
En los tres primeros capítulos, 1. La creación de las primeras
academias de minas en Europa (1765-1800). Abraham Gottlob Wer-
ner y el modelo de Freiberg; 2. El Colegio de Minas de México (1792-
1843) a través de Andrés Manuel del Río, su cátedra y su obra; y 3. La
enseñanza minera en México a través de los proyectos académicos de
Antonio del Castillo (1851-1891), Escamilla y Morelos ensayan con
una perspectiva global el paradigma de las academias de minas
con el establecimiento de las primeras de ellas en Freiberg, Sajo-
nia, en 1765, como modelo institucional para la enseñanza teóri-
co-práctica de la Mineralogía, a la que le siguieron la Academia
de Minas de Schemintz en 1770 (hoy Eslovaquia), la Academia de
Minas de Almadén, España, en 1777, la Academia de Minas de
París en 1783 y el Real Seminario de Minería o Colegio de Minería
de México en 1792.
La ruta analítica es el estudio del desarrollo epistémico de
la Mineralogía en tanto ciencia matriz que englobaba distintos
saberes y sus prácticas, como la Orictognosia, la Geognosia, la
Química mineralógica, la Geografía mineralógica y la Minera-

223
José Alfredo Uribe Salas

logía económica. En ese escenario en el que se recorre más de


medio siglo, los autores del libro exploran las redes conceptuales
a partir del afamado tratado de De re metallica de Georgius Agri-
cola (1556) y las obras capitales de Abraham Gottlob Werner que
contribuyeron a renovar los estudios sobre la clasificación de los
minerales y la formación de la costra terrestre a nivel global. Sus
escritos (Orictognosia) Sobre los caracteres exteriores de los fósiles
(1774), (Geognosia) Breve clasificación y descripción de los distintos
tipos de rocas (1787), Nueva teoría sobre la formación de las vetas y
las montañas (1791) y (Arte de minas) El Arte de minas, según las
lecciones de Abraham Gottlob Werner en la Real Academia de Minas
de Freiberg y experiencias propias, redactado por un exalumno y
publicadas en 1823, terminaron por establecer un riguroso sis-
tema de conocimientos en los tres componentes principales de
la Mineralogía: la Orictognosia, la Geognosia y el Arte de minas;
también nutrieron de contenido teórico-práctico los programas
de estudio en las distintas academias y escuelas de minas que se
establecieron con posterioridad a la Academia de Minas de Frei-
berg en Europa. En América, especialmente en la Nueva España/
México, la implementación e influencia de ese modelo institucio-
nal y pedagógico estuvo a cargo de sus alumnos más destacados,
como Fausto Delhuyar (1755-1833), primer Director del Real Se-
minario de Minería de México, y Andrés Manuel del Río (1763-
1849), primer profesor de la afamada Cátedra de Mineralogía en
la que se desempeñó por cerca de 50 años –de 1795 a 1846–, y a
través de la cual transfirió al nuevo continente teorías, métodos y
prácticas de la ciencia minera elaborados por su mentor Werner.
En ese sentido, me parece un acierto novedoso y original
del libro el tratar de manera detallada distintas variables del fenó-
meno de estudio como la movilidad de personas y la circulación
del conocimiento, o las capacidades tanto para adaptar modelos
y teorías como para introducir innovaciones en la organización
institucional y en los espectros teóricos de las Ciencias de la Tie-

224
Lecturas del historiador

rra, a través de la experiencia técnico-científica de una pequeña


comunidad de expertos liderada primero por Andrés del Río en
el Real Seminario de Minería o Colegio de Minería de México, y
después por su alumno mexicano Antonio del Castillo, quien lo
sustituiría en la Cátedra de Mineralogía en el Colegio de Mine-
ría, misma que ocuparía hasta el final de sus días en la Escuela
Nacional de Ingenieros, en 1895. Escamilla González y Morelos
Rodríguez analizan con todo detenimiento el contexto general y
los escenarios particulares en que se establecieron las relaciones
de intercambio, entrelazamientos y negociaciones entre actores
múltiples de sociedades distintas.
Habrá que decir que el capítulo 3. La enseñanza minera en
México a través de los proyectos académicos de Antonio del Castillo
(1851-1891) también es una bisagra entre la primera y segunda
parte del libro, y de mis propios comentarios, en tanto que apa-
rece un nuevo paradigma en las Ciencias de la Tierra con la obra
Principios de Geología de Charles Lyell en 1830, y la enseñanza de
la Mineralogía, más teórica que práctica, encara hacia media-
dos del siglo xix en Europa y América una mayor exigencia en
la preparación técnico-científica de sus egresados, que da lugar
a la apertura de escuelas técnicas o teórico-prácticas de la ense-
ñanza de la minería y la metalurgia. Adicionalmente, en el caso
mexicano, los cambios que se registran en la enseñanza de la mi-
neralogía o ciencia de las minas van de la mano con el cambio
generacional que posesionó al ingeniero Antonio del Castillo con
el liderazgo político-académico que hasta entonces había susten-
tado su mentor Andrés del Río.
Con esa percepción analítica nos ofrecen una historia larga
de las escuelas de minas mexicanas, que va de 1792 a 1914, y en
la que documentan, analizan y explican que la movilidad, la cir-
culación y los intercambios trascienden las fronteras nacionales
(como sucedió con las teorías de Werner sobre la conformación
de la Tierra y sus recursos o con el modelo de la Academia de Mi-

225
José Alfredo Uribe Salas

nas de Freiberg creada en 1765) y que, por lo tanto, el cambio his-


tórico que se perfila en el sistema de educación minera en México
no sólo está en las causas internas nacionales, sino en la esfera
global. Con toda razón los autores sostienen que “con la funda-
ción de la Escuela Práctica de Minas y Metalurgia del Fresnillo en
1853, por primera vez en la historia de México quedó implantado
en su totalidad el canon alemán de la enseñanza minera teóri-
co-práctica, modelo complementado con elementos tomados de
la escuela francesa y adecuados a la realidad nacional” (p. 357).
Permítaseme aclarar que cuando hablo de una historia glo-
bal no estoy aludiendo a una historia mundial o universal del fe-
nómeno de estudio, que bien podría alcanzarse con la “extensión
del campo examinado en las viejas historias de estados y nacio-
nes”. El distintivo de la historia global es en todo caso una manera
renovada de abordar y tratar los grandes problemas de nuestro
tiempo, que va más allá del análisis de conexiones simples para
centrarse en los diálogos, la circulación de conocimientos, arte-
factos culturales y personas, la interacción, los intercambios y
negociaciones, los procesos de integración y la causalidad. La di-
mensión global de Escuelas de minas mexicanas… supera con cre-
ces la añeja tendencia “a concebir las historias nacionales como
historias de espacios discretos de existencia autónoma”.
Habrá que remarcar, como bien lo asientan los autores del li-
bro, que el tema de las escuelas de minas mexicanas ha sido poco
estudiado por los especialistas de las ciencias sociales y las hu-
manidades, no obstante ser un tema crucial y estratégico para el
desarrollo económico y científico-técnico del país. El libro viene
a llenar un vacío historiográfico en la historia local de la ciencia
y la tecnología, y abre también múltiples posibilidades analíticas
para replantear el tema de la globalización del conocimiento, la
cultura material, el papel de los itinerarios de materiales, perso-
nas y sus prácticas.

226
Lecturas del historiador

En la segunda parte del libro, los autores realizan una mi-


nuciosa radiografía de las escuelas prácticas de minas mexi-
canas, en las que se incorporan conocimientos y experiencias
exitosas en otras latitudes para el estudio de las capacidades de
México de impulsar políticas y programas para la explotación y
uso de los recursos minerales y energías fósiles para el desarro-
llo del país. De esa manera, nos entregan un cuadro analítico
de su origen, objetivos, organización, financiamiento, progra-
mas de estudio, integración de las comunidades de profesores y
alumnos, sus prácticas y contribuciones a la marcha de las acti-
vidades minero-metalúrgicas de su entorno, pero sobre todo el
afán de consolidar la cultura escrita a través de las publicacio-
nes Anales Mexicanos de Ciencias, creada en 1860, y Anales de la
Minería Mexicana de 1861, para la difusión de los nuevos cono-
cimientos técnico-científicos locales. El gran acierto del libro es
desbrozar las tensiones que se suscitaron a lo largo del periodo
de estudio, entre los procesos globales y los locales que marca-
ron el largo siglo xix mexicano para superar la vieja dicotomía
centro-periferia.
Escamilla González y Morelos Rodríguez destacan como
una de las categorías centrales de su estudio la figura del arti-
sanal-scientific expert, es decir, “al perito minero que se transfor-
ma en ingeniero científico” o ingeniero de minas-geólogo, los
que en el caso mexicano integraron una comunidad activa en la
organización institucional, la enseñanza teórico-práctica de la
llamada ciencia minera (Mineralogía y Geología) y su encadena-
miento con las actividades económico-administrativas y empre-
sariales de la industria minera-metalúrgica del país.
Los capítulos del cuatro al seis: (4) La Escuela Práctica de
Minas y Metalurgia del Fresnillo, 1853-1861; 5) La Escuela teó-
rico-práctica de Minas de Guanajuato, 1864-1866; 6) La Escuela
Práctica de Minas de Pachuca, 1877-1914) devienen entonces en
una historia simétrica, capaz de darle voz en el coro global a los

227
José Alfredo Uribe Salas

actores locales, entre quienes podemos nombrar a Antonio del


Castillo (el gran renovador de los estudios minero-metalúrgicos
en México), Miguel Velázquez de León, Pascual Arenas, Diego
Velázquez de la Cadena, Pedro López Monroy, José María Cé-
sar, Luis Carrión, Miguel Bustamante, Leopoldo López Salazar,
Andrés Aldasoro y Juan de Dios Villarello, entre muchos más.
Escamilla y Morelos indican que los egresados del Colegio de
Minería y la Escuela Nacional de Ingenieros se desempeñaron
“como empleados del Estado, como catedráticos, funcionarios,
diputados, hombres de ciencia, consultores y como empleados
en las empresas mineras mexicanas […] formaron asociaciones,
museos, instituciones, laboratorios, hicieron descubrimientos
mineralógicos, observaciones y mapas geológicos, redactaron
informes, artículos, memorias y libros, diseñaron, propusieron
y colaboraron en la instrumentación de las políticas del Estado
nacional” (Introducción pp. 3-4).
El detallado estudio de las funciones y contribuciones de
los ingenieros de minas-geólogos mexicanos permite apreciar
los aportes locales al desarrollo de la Mineralogía y Geología,
principalmente, a su autonomía disciplinar moderna y su im-
pronta en los ámbitos del desarrollo regional y nacional.
El contenido del libro, que los invito a leer, tiene un grado
de originalidad en tanto que entrelaza historias locales con pro-
cesos más amplios, como por ejemplo la internacionalización
de la ciencia en sus aspectos jurídicos y científicos; aspectos que
se abordan y analizan con propiedad a través de la estructura
organizacional y de los contenidos disciplinares de los planes
de estudio que estuvieron vigentes en el Real Seminario de Mi-
nería, Colegio de Minería de México, Colegio y Escuela de Mi-
nería de Guanajuato, Escuela Práctica de Minas y Metalurgia de
Fresnillo, Escuela Práctica de Minas de Guanajuato y Escuela
Práctica de Minas de Pachuca. El enfoque que se implementa en
cada uno de ellos –internalista o externalista–, permitió a los au-

228
Lecturas del historiador

tores identificar los puntos nodales de las instituciones públicas


involucradas y de la amplia gama de actores sociales que inter-
vinieron en la configuración de la ciencia minera y de la indus-
tria minero-metalúrgica que se pensó clave para el desarrollo
de México. Este último punto es realmente significativo puesto
que los diferentes capítulos integran y hacen visible el quehacer
y el liderazgo de diversos profesionales como Abraham Gottlob
Werner, Andrés Manuel del Río y Antonio del Castillo, o de otros
menos conocidos que en el espacio nacional habían permane-
cido fuera de la narrativa histórica. Entre ellos están funciona-
rios de gobierno en turno, directores de escuela, profesores de
asignatura, ingenieros y técnicos, y su papel como mediadores
de los intercambios tanto de conocimiento como de artefactos
culturales a nivel nacional o internacional.
El libro Escuelas de minas mexicanas…, del que estoy seguro
que hará época en la historiografía de la historia social de la cien-
cia en México y en América Latina, es un reconocido homenaje
a los 225 años de la fundación del Real Seminario de Minería, al
200 aniversario de la muerte de Abraham Gottlob Werner, artífice
del modelo institucional que se implementó en tierra americana
desde 1792, y al 150 aniversario de la Escuela de Ingenieros, ante-
cedente directo de la Facultad de Ingeniería de la unam.

229
Otras armas para la Independencia
y la Revolución. Ciencias y humanidades
en México 1

Otras armas para la Independencia y la Revolución. Ciencias y hu-


manidades en México es el título de una obra colectiva que reúne
veinte capítulos escritos por investigadores de distintas discipli-
nas e instituciones de educación superior de México. El grupo de
especialistas fue primero convocado a un coloquio por Rosaura
Ruiz, Arturo Argueta y Graciela Zamudio para realizar un análisis
del estado de las ciencias y las humanidades en el entramado de
las transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales
que tuvieron lugar en la transición del virreinato de la Nueva Es-
paña al México independiente y moderno, en el contexto de los
festejos del bicentenario de la Independencia y del centenario de
la Revolución mexicana.
El debate académico que tuvo lugar en el coloquio dejó ver el
rigor analítico y la incorporación de enfoques inter y multidisci-
plinarios en el tratamiento de viejos y nuevos problemas historio-
gráficos relacionados con categorías sustantivas como la nación y
el Estado, las políticas públicas y las instituciones de educación,
el humanismo y las prácticas culturales, las disciplinas científicas
1
Rosaura Ruiz, Arturo Argueta, Graciela Zamudio (Coordinadores),
Otras armas para la Independencia y la Revolución, ciencias y humanidades
en México, México, unam-uas-umsnh-hch-fce, 2010, 311 pp.

230
Lecturas del historiador

y las comunidades de interés, la circulación de saberes y conoci-


mientos y su aprovechamiento en la construcción del Estado y la
nación mexicanos.
Rosaura Ruiz, Arturo Argueta y Graciela Zamudio idearon
el mejor título para dar cobijo a los distintos temas y problemas
que dan cuerpo al libro y que son al mismo tiempo una muestra
significativa del proceso de consolidación del campo disciplina-
rio sobre la historia de las ciencias y las humanidades en México.
Así, esta obra colectiva abre un panorama casi inexplorado en el
ámbito mexicano, que concierne al desarrollo científico y huma-
nístico como elemento dinámico de los dos principales procesos
revolucionarios que han marcado el devenir del pueblo mexica-
no. Los veinte ensayos ofrecen diferentes acercamientos a esta
relación entre científicos, humanistas, conservadores y revolu-
cionarios en México: algunos tratan sobre los antecedentes de la
Independencia o la Revolución, otros sobre las actividades desa-
rrolladas durante las contiendas y otros más discuten la apropia-
ción de tecnologías, los cambios en el pensamiento o las nuevas
prácticas científicas, imbricados en las circunstancias y las de-
mandas sociales promovidas o resultantes de los dos momentos
históricos: la Independencia y la Revolución.
Una línea de investigación que hilvana los temas y proble-
mas que se discuten en los capítulos del libro es la recuperación
de una tradición humanística en el quehacer político de los acto-
res sociales que impulsaron desde distintos espacios territoriales
diversas formas de gobierno y de representación ciudadana en
la transición del régimen colonial al régimen republicano. Pero
son los trabajos de Ambrosio Velasco Gómez y de Alberto Saladi-
no sobre “Humanismo, nación e independencia” y “Quehaceres
científicos y humanísticos en el México preindependiente” los
que discuten a profundidad los escenarios discursivos a partir de
los conceptos de nación cultural y nación estatal, y sitúan el pen-
samiento de los próceres que dieron comienzo al movimiento de

231
José Alfredo Uribe Salas

Independencia en un humanismo republicano incluyente, que se


forjó durante la Colonia y que en el momento de la consumación
fue reemplazado por el pensamiento liberal excluyente, con fuer-
te influencia del ideario estadounidense o europeo, en la búsque-
da de una nación moderna.
Tanto Saladino como Velasco amplían la discusión al papel
decisivo que tuvo el quehacer humanístico y científico en la raíz
del movimiento independentista de 1810, y dejan abiertos cues-
tionamientos fundamentales que tienen que ver con las transfor-
maciones posteriores de las instituciones del Estado y del ejer-
cicio del poder político, distintas de los “valores e ideales que
inspiraron la lucha de Independencia”, que sólo se reformularían
parcialmente a raíz del pensamiento de los revolucionarios de
principios del siglo xx.
El debate filosófico e historiográfico sobre la dimensión del
individuo en los procesos sociales es abordado por Jaime Vilchis
Reyes y Graciela Zamudio Varela en “José Mariano Mociño y la
tradición de la monarquía universal hispánica” y por José Alfredo
Uribe Salas en “Ciencia e Independencia. Las aportaciones de An-
drés del Río a la construcción del nuevo Estado-nación”. Se trata
en ambos casos de un enfoque crítico sobre los desempeños del
botánico José Mariano Mociño y el mineralogista Andrés del Río
en la integración de una tradición científica y humanística enca-
minada a liberar los vastos territorios ultramarinos de la inefica-
cia centralista y ofrecer una alternativa a los anhelos de emanci-
pación. Ambos personajes desplegaron su liderazgo en sus áreas
de influencia e hicieron aportaciones fundamentales a la cultura
científica en la descripción botánica de las plantas y sus virtudes
medicinales, y en el conocimiento geológico y mineralógico del
territorio, de gran calado e influencia en la posterior institucio-
nalización y profesionalización de la Biología y la Geología en el
México de la segunda mitad del siglo xix. Vilchis Reyes, Zamudio
Varela y Uribe Salas desmitifican el carácter heroico con que la

232
Lecturas del historiador

historiografía ha querido ver a Mociño y Del Río, y recuperan la


dimensión humana de sus decisiones y proyectos de vida. El fer-
viente criollo José Mariano Mociño se desempeñó como funcio-
nario en instituciones científicas de Madrid y acabó sus días en
la ciudad de Barcelona; en el caso del madrileño Andrés del Río,
adquirió la nacionalidad mexicana y se involucró decididamente
en la institucionalización de la Geología mexicana hasta su muerte
en la Ciudad de México en 1849.
La dimensión social del cambio cultural y tecnológico en el
contexto de la guerra de Independencia es tratada por María de la
Paz Ramos Lara en “La enseñanza de la Física durante la indepen-
dencia en el Colegio de Minería”, por Gerardo Sánchez en “Fierro
y armas para la libertad. La ferrería de Coalcomán y la guerra
de Independencia” y por María Luisa Rodríguez-Sala y Verónica
Ramírez Ortega en “Los cirujanos militares durante la lucha por
la independencia”. En estos trabajos se analiza el significado rele-
vante de la enseñanza de la Física en la formación de los alumnos
del Real Seminario de Minería, que trastocaría la concepción es-
colástica del universo y proveería a alumnos y profesores de nue-
vas herramientas teóricas en la construcción de bombas y arte-
factos mecánicos para las minas, y después en el establecimiento
en Coalcomán de la primera ferrería de la América española, que
en el fragor de la contienda de independencia sería utilizada para
la manufactura de cañones, obuses y armas en general.
Por su parte, María Luisa Rodríguez-Sala y Verónica Ra-
mírez Ortega rescatan el papel de la medicina y la cirugía como
recurso de los ejércitos en los conflictos militares. Documentan
con rigor el desempeño de la profesión de cirujano militar antes,
durante y después del proceso de independencia, y recuperan el
perfil de algunos de ellos y los cambios en el ámbito de su organi-
zación profesional y su ejercicio al lado de los ejércitos realistas e
insurgentes en las tareas de curación, rehabilitación y sanidad en
los espacios de conflicto o de control militar. El desarrollo de las

233
José Alfredo Uribe Salas

instituciones de educación, sus prácticas científicas y los cambios


que se registraron en la concepción disciplinaria de los saberes y
conocimientos a lo largo del siglo xix son abordados de manera
sistemática por Federico de la Torre en “El Instituto de Ciencias
de Jalisco, 1827-1834: instrumento de cambio con orientación fe-
deralista”, por Alberto Soberanis en “Las relaciones científicas
franco-mexicanas durante el Segundo Imperio (1864-1867)”, por
José Antonio Chamizo y Marina Gutiérrez en “1867: el inicio de la
enseñanza química en la Escuela Nacional Preparatoria”, por José
Omar Moncada Maya en “La geografía en el siglo xix”, por Luz
Fernanda Azuela en “La ciencia positiva en el siglo xix” y por
Rosaura Ruiz Gutiérrez, Marta Susana Esperanza y Ricardo No-
guera Solano en “La ciencia positivista en el siglo xix mexicano”
y “Positivismo y darwinismo: arquitectura interna de los deba-
tes del México decimonónico”. Los trabajos ofrecen una visión
más integral de la vocación federalista de las instituciones de
educación a través del Instituto de Ciencias de Jalisco, la Escue-
la Nacional Preparatoria y la Escuela Nacional de Ingenieros.
Son de destacar los enfoques metodológicos adoptados desde la
prosopografía, la historia social y la epistemología de la ciencia,
que arrojan nuevas luces sobre el horizonte social del quehacer
científico de las comunidades de adscripción, o las corrientes de
pensamiento que sustentaron una forma de hacer ciencia con
base en la investigación empírica. Los autores analizan los fun-
damentos sociales y el utilitarismo científico que entrelazaron
los intereses del Estado con los de las comunidades científicas
en las tareas para modernizar las formas del Estado y los proce-
sos de producción de bienes y servicios para alcanzar el progre-
so y la modernidad del país.
En el ejercicio y cultivo de disciplinas como la Geología,
la Geografía, la Biología y la Química, los autores de los capítu-
los indagan sobre los intercambios y las redes sociales que los
científicos mexicanos establecieron con sus pares extranjeros y

234
Lecturas del historiador

abren nuevas líneas de debate sobre las influencias que el posi-


tivismo y el darwinismo tuvieron en la ciencia mexicana deci-
monónica. Desde luego, y aun cuando existe cierta discordan-
cia en sus conclusiones respecto de cómo y en qué medida el
positivismo y el darwinismo impactaron en México, reconocen
que esas corrientes de pensamiento fueron parte medular de la
estructura interna de los debates que se dieron en los ámbitos
de la ciencia, la filosofía, la política, la antropología y la religión
y que, en todo caso, esa interacción pone de manifiesto la diver-
sidad cultural y discursiva del pensamiento mexicano, elemen-
to fundamental en la construcción de la ciencia y de la nación
mexicana moderna.
La Revolución, como el movimiento de Independencia en
su momento, planteó desde la década de 1930 un paradigma en
la perspectiva de los enfoques analíticos y hermenéuticos tanto
de las ciencias sociales y las humanidades como de las llamadas
ciencias duras, que iniciaron en esa época del siglo xx la recupe-
ración de sus propias historias y trayectorias disciplinares. Pero
es con la consolidación de la línea de investigación sobre la his-
toria de las ciencias y las humanidades que se supera la ya vie-
ja dicotomía que separaba y aislaba del análisis el devenir de las
ciencias del de las humanidades. En este sentido resultan aleccio-
nadores los capítulos de Rafael Guevara Fefer, “Entre continuida-
des y rupturas: la Biología mexicana más allá de 1910”; Consuelo
Cuevas Cardona, “Ciencia y revolución en la Escuela Nacional de
Altos Estudios (1910-1929)”; Patricia Aceves y Sandra Martínez,
“Un pequeño ejército para la nación mexicana: los nuevos profe-
sionales químicos (1916-1931)”; Ricardo Noguera, Arturo Argueta
y Rosaura Ruiz, “Teorías biológicas en México: primera mitad del
siglo xx” y Ana María Carrillo, “La enseñanza y la divulgación de
la salud pública en el México posrevolucionario”. En ellos encon-
tramos un enfoque en que se entreveran las condiciones sociales,
políticas y económicas, antes y después del movimiento revolu-

235
José Alfredo Uribe Salas

cionario de 1910, con los impulsos institucionales en el fomen-


to y ejercicio de las prácticas científicas. En su conjunto, estos
ensayos desdoblan finamente las ideas del nacionalismo mexica-
no, en contraposición con la diversidad de recursos y pluralidad
étnica y cultural abonadas en el siglo xix por el trabajo empírico
y el utilitarismo pragmático de los saberes, transformadas por el
discurso político revolucionario en el ideario de la refundación de
la nación y de las prioridades del Estado mexicano. La discusión
sobre las continuidades y rupturas entre el siglo xix y el xx en
términos de las prácticas y los discursos científicos recala en los
esfuerzos institucionales revolucionarios por recuperar lo hecho
en las décadas anteriores al conflicto armado de 1910 y proyectar
programas epistémicos y disciplinares robustos en las institucio-
nes de educación, como la Escuela Nacional de Altos Estudios o
la Escuela Nacional de Industrias Químicas, y las ciencias quími-
co-biológicas o la salud pública.
El grupo de investigadores, quizá sin proponérselo, recupe-
ra en sus trabajos una dimensión social del conocimiento relacio-
nado con las nuevas demandas de distintos sectores de la pobla-
ción mexicana: por una parte, la profundización del proceso de
secularización de la sociedad a la luz de las teorías biológicas, y
por otro, la salud pública como derecho del individuo en su nueva
condición de ciudadano y como obligación del Estado. Los dis-
tintos autores se alejan de una visión lineal y determinista sobre
la evolución de las instituciones, las comunidades científicas, las
instituciones del Estado o las nuevas industrias como la farma-
céutica; proponen, por el contrario, historias a ras de la convul-
sionada vida cotidiana que acompañó, con avances y retrocesos,
la integración de una cultura universal en el ejercicio de las cien-
cias y las humanidades en la época posrevolucionaria.
Esa visión universal de las ciencias y de las humanidades
en la organización de las instituciones y del quehacer de la co-
munidad científica mexicana se nutrió como nunca antes de la

236
Lecturas del historiador

ampliación de los mecanismos de vinculación, colaboración e


intercambio con sus pares externos. Diversas circunstancias eco-
nómicas, políticas e ideológicas de carácter internacional, como
el establecimiento del régimen socialista en Rusia o la guerra civil
española y su diáspora, se conjugarían con las nuevas políticas
de educación y ciencia que los gobiernos mexicanos de la posre-
volución estaban impulsando para dar respuesta a las demandas
más urgentes y sentidas de la sociedad. Arturo Argueta Villamar
y Quetzal Argueta Prado, en “Tan cerca y tan lejos: las relaciones
científicas entre México y la urss en los ámbitos de la Biología
y la Agronomía (1925- 1933)” y Francisco Javier Dosil Mancilla
en “Luces republicanas para una ciencia nacional. Los científi-
cos del exilio español en México” exploran esas circunstancias.
Los autores destacan la naturaleza de las redes de colaboración
científica que se establecieron entre México, la urss y el exilio
republicano español en los ámbitos de la Biología, la Agronomía,
la Neurología y la Filosofía, el arte y la cultura en general. Esas
relaciones circunstanciadas ampliaron el espectro científico del
México moderno y abonaron al carácter social de la ciencia para
la mejora de las condiciones de vida de la sociedad.
Aunque cada uno de los 20 capítulos se lee por separado y
es una ventana abierta para repensar la historia mexicana desde
el ejercicio de las ciencias y las humanidades, la lectura de con-
junto permite apreciar las capacidades y limitaciones científicas
y humanísticas de la sociedad mexicana en la larga duración; los
entresijos en la formulación de las políticas públicas de educa-
ción y ciencia; las coyunturas de distinto orden que impulsaban
o diluían los intereses de las comunidades científicas y las prio-
ridades del Estado; el difícil y tortuoso proceso de institucionali-
zación y profesionalización de los conocimientos y sus prácticas
disciplinares fuera de la Ciudad de México, o también el carácter
elitista del conocimiento, distante y ajeno para la inmensa mayo-
ría de la población mexicana, ocupada en reproducirse y sobre-

237
José Alfredo Uribe Salas

llevar la vida de conflictos e incertidumbre que marcó la historia


de México. Por ello, Otras armas para la Independencia y la Revolu-
ción. Ciencias y humanidades en México no es una historia heroica
de la ciencia mexicana. Pero justamente ahí se encuentra la ori-
ginalidad del libro.

238
Las patentes de invención mexicanas.
Instituciones, actores y artefactos
(1821-1911) 1

Las patentes de invención mexicanas. Instituciones, actores y artefac-


tos (1821-1911) es una investigación excepcional en dos volúme-
nes para comprender y explicar de mejor manera la fisonomía
del capitalismo mexicano visto desde sus entrañas: el papel del
Estado y las elites, el desarrollo de la tecnología y sus campos de
saberes técnicos y, por último, la acción de la sociedad civil.
El libro es original en su concepción con una renovada pro-
puesta teórica y metodológica de largo aliento que trasciende las
miradas estrechas con las que la historiografía mexicanista había
abordado la historia social de la tecnología local mexicana en la
segunda mitad del siglo pasado. Esa y otras cualidades hicieron
posible que esta investigación recibiera el premio Francisco Ja-
vier Clavijero 2015 a la mejor tesis de doctorado en Historia, que
entrega el inah año con año.
Es cierto que ninguna investigación se inicia en los escom-
bros de la ignorancia; que las preguntas y los problemas plan-
teados abrevan en la literatura y en el debate precedente. En ese
sentido, el propio Vandari pone en valor y en perspectiva crítica

1
Vandari M. Mendoza, Las patentes de invención mexicanas. Instituciones,
actores y artefactos (1821-1911), México, El Colegio de Michoacán, 2018,
634 pp.

239
José Alfredo Uribe Salas

la literatura producida previamente para desentrañar el devenir


de las patentes de invención mexicanas a lo largo del siglo xix,
antes de formular su propio escenario de estudio sobre las defe-
rentes condiciones del contexto socio-técnico local que configu-
raron su devenir desde la independencia hasta la conclusión del
Porfiriato.
Con un definido enfoque social, sin costuras, que integra lo
material y lo social, el autor del libro pone en el centro del análi-
sis la “invención patentada” como un fenómeno socialmente con-
figurado en el que se privilegiaron tres variables de estudio: el
orden institucional –leyes, normas, códigos–, los actores sociales
que participaron en ella –ingenieros, industriales, mecánicos, co-
merciantes– y la naturaleza técnica de los artefactos patentados
–ideas, experiencias y saberes técnico-científicos.
La estructura del libro se fundamenta en esos tres puntos
nodales y la narrativa se divide en tres grandes unidades ana-
líticas: 1) Los códigos de la invención (1821-1811); 2) Actores y
artefactos (1832-1876); y 3) Actores y artefactos (1877-1911). Las
ideas expuestas, las reflexiones realizadas y el sistema de argu-
mentos con una sólida base empírica logran entretejer las múl-
tiples interacciones legales, económicas, políticas y culturales
de la actividad inventiva mexicana a lo largo del siglo antepasa-
do, para desmontar viejas interpretaciones que ponían acento
en las capacidades modernizadoras del Estado mexicano y sus
elites dirigentes.
Ciertamente fue el Estado mexicano y su elite política quien
diseñó el entramado institucional del sistema de patentes a través
de las leyes de 1832, 1858, 1890 y 1903 que regularon la invención
en México, ajustando el marco jurídico a las políticas de fomento
industrial, en las que se privilegió mayormente la introducción
de industrias o tecnologías nuevas o desconocidas en México an-
tes que la creatividad y la invención interna. Este punto resulta
realmente importante para entender y explicar la naturaleza, las

240
Lecturas del historiador

dinámicas y el rumbo que tomó en el país la invención patentada,


ya que como señala Mendoza Solís, se mezclaron ideas del Anti-
guo Régimen al otorgar privilegios exclusivos de explotación con
los derechos de propiedad intelectual que se fijaron en 1903. Esto
quiere decir que las “reglas del juego”, o el marco regulatorio,
más que estimular las capacidades inventivas de los mexicanos
las inhibió o restringió de diversas formas, que el autor analiza de
manera pormenorizada. A lo largo de casi 150 páginas Mendoza
Solís revisa con meticulosidad los cambios en el orden institucio-
nal, la hibridación o mestizaje de ideas y conceptos de Antiguo
Régimen con ingredientes del pensamiento liberal y capitalista.
Desde el sistema de privilegios que otorgaba a los autores, inven-
tores o introductores de artefactos mecánicos un monopolio vi-
talicio y el secreto de sus componentes hasta el lento cambio de
paradigma entre siglos para resguardar los derechos inherentes
de los inventores como propiedad intelectual y el interés del con-
junto de la sociedad para conocer las ideas o los saberes técnicos
que constituían la verdadera esencia de un invento.
En todo caso, nos indica el autor, “las autoridades locales
concibieron el sistema de patentes como un instrumento para
alentar la trasferencia tecnológica e incentivar la introducción de
industrias nuevas, descuidando lo que hipotéticamente debía ser
su función esencial: estimular la invención nacional mediante el
resguardo de la propiedad industrial de los inventores” (p. 27).
Las conclusiones a las que arriba Vandari en este apartado son
realmente ingeniosas, pero a su vez invitan a la reflexión y a plan-
tear nuevos problemas de estudio. Aquí recupero dos de ellas: 1)
“Las patentes se convirtieron en un poderoso sistema para forta-
lecer el control económico y tecnológico de las naciones desarro-
lladas sobre los países pobres”; y 2) “La actualización del sistema
de patentes operó como un instrumento de colonización: más
que modernización, originó atraso y dependencia tecnológica”
(pp. 28-29). Este asunto lo retomo al final del escrito.

241
José Alfredo Uribe Salas

Apoyado en un exhaustivo análisis documental de patentes


mexicanas, el autor visualiza dos periodos en su desarrollo: el pri-
mero va de 1832 a 1876 con poco más de 100 y el segundo de 1877
a 1911 con 3 600 patentes. Más allá del marco jurídico, esta perio-
dización le permite adentrarse en la acción social, en modelar
las especificidades de la relación de las técnicas y los artefactos
con distintos sectores de la sociedad. La novedad historiográfica
del trabajo reside justamente en el estudio de los actores socia-
les que registraron las patentes y la naturaleza de los artefactos
que se ampararon legalmente (y lo digo así porque creo que el
fenómeno de la invención humana desborda el registro oficial
de patentes. Éste sería otro problema para nuevas investiga-
ciones mucho más complejas). La segunda y tercera partes del
libro (pp. 195-572) abonan al análisis de la actividad inventiva
humana al estudiar las especificidades del contexto socio-téc-
nico mexicano y el perfil de los colectivos integrados por inge-
nieros, industriales, mecánicos y comerciantes, que delinearon
y fomentaron distintos campos de invención vinculados con la
minería, la agricultura, la industria textil, eléctrica, mecánica,
médica y de alimentos, entre otras.
Hasta ahora la historiografía mexicanista había adolecido
de un estudio serio y a profundidad sobre el actuar de la socie-
dad civil interesada en capturar ventajas competitivas que el en-
torno socio-técnico les proveía. Lo que Vandari Mendoza hace
es desmenuzar con pulcritud el tejido social para detectar las
redes de relaciones de más de dos mil inventores que hicieron
uso del sistema de patentes, los discursos técnico-científicos –
valores, ideas y saberes–, las prácticas e intereses tecnológicos y
los cambios o permanencias que se dieron o se prolongaron en
el largo siglo xix.
Sería difícil en tan corto espacio recapitular y mostrar la ri-
queza conceptual, la capacidad de reflexión y la solidez argumen-
tativa que despliega el autor para identificar y explicar lo que con-

242
Lecturas del historiador

ceptualiza como “grupos sociales relevantes” y la configuración


o reconfiguración de sus intereses, formación o actividad profe-
sional, saberes en curso, experiencias, visiones compartidas y
proyecciones patentadas. Lo cierto es que fueron los elementos
materiales del contexto socio-técnico (tecnología instalada, ma-
terias primas, servicios, técnicos especializados) y la circulación
de conocimientos y saberes técnicos, los componentes princi-
pales que marcaron la diferencia de los dos periodos de estudio:
1832-1867 y 1877-1911. El primero de ellos, con poco más de 100
patentes registradas, se explica por la presencia casi simbólica de
los grupos sociales relevantes. Como se analiza en el libro, dichos
grupos estaban en gestación; en cambio, en el segundo periodo,
con más de 3 600 patentes registradas los grupos sociales rele-
vantes se habían consolidado favorecidos por los cambios en el
entorno socio-técnico, como veremos en seguida. Esos cambios
colocaron a las ciudades como los espacios sociales con mayor
capacidad para el desarrollo del capital humano, el conocimiento
y la innovación científica y tecnológica.
Autores como Richard Meier (1962), Allan Pred (1966, 1973),
y más tarde Jan de Vries (1987), llamaron la atención sobre la
urbanización como una organización del territorio que supone
ventajas comparativas frente al mundo rural y el desarrollo eco-
nómico. Estudios más recientes de Riccardo Cappellini, N. Kon-
solas, A. J Scott, Gene Grossman, Robert M. Solow, entre otros
muchos, agregaron un nuevo enfoque que pone el acento en los
componentes endógenos más que en los exógenos, sustrayendo
las explicaciones a los determinismos de centro-periferia, cuyas
conclusiones obvias hacían responsable del atraso a fuerzas ex-
ternas. La originalidad del análisis que efectúa Vandari es des-
montar esos enfoques que ponían énfasis en el carácter casi in-
móvil de los factores esenciales del desarrollo local.
Ya en la segunda mitad del siglo xix, con la mejora en los
medios de comunicación y la intensificación de los contactos

243
José Alfredo Uribe Salas

internacionales, se generaron mayores flujos comerciales, de


población, de capitales, de servicios, de información, de conoci-
mientos científicos e innovación tanto en la organización de las
actividades productivas como en las relaciones sociales, políticas
y culturales de la población. Desde luego, fue la Ciudad de México
la que concentró el mayor número de patentes registradas en los
diferentes campos de invención y el mayor porcentaje de los gru-
pos sociales relevantes: ingenieros 74/57.7; industriales 45/50.0;
mecánicos 48/64.0; comerciantes 61/60.0.
Las ciudades como México, San Luis Potosí, Guadalajara,
Guanajuato, Aguascalientes, Monterrey o Puebla, entre otras
–el orden cambia según el campo de invención–, fueron el lu-
gar privilegiado donde se forjaron ciertos valores favorables al
crecimiento económico, tales como la capacidad innovadora, la
creatividad, la libertad, la motivación. A partir de ellas se forjó
el conocimiento y las habilidades técnicas, el espíritu empresa-
rial, la capacidad para crear empresas, las redes de relaciones
sociales internas y con el exterior. En definitiva, las posibilida-
des de mejoras tecnológicas y de inventos aumentaron cuando
se multiplicaron las interacciones entre un creciente número de
individuos dedicados a las actividades comerciales, industriales
o de servicios diversos. También aumentó la posibilidad de edu-
cación, la creación de ideas nuevas y la diseminación de las mis-
mas a partir de canales apropiados y espacios de sociabilidad
como la proliferación de ateneos, casinos, asociaciones cientí-
ficas, periódicos, bibliotecas, círculos de lectura; ello, como lo
analiza Mendoza Solís, multiplicaría la difusión de destrezas y
de conocimientos técnicos, los contactos sociales, la posibilidad
de unir una multitud de informaciones en un espacio y tiempo
limitado, y la capacidad de combinarse con vistas a obtener una
invención patentada.
Una tesis central del libro plantea que el impulso inventivo
y el incremento que tuvo el sistema de patentes en el Porfiriato

244
Lecturas del historiador

se sostuvo por iniciativas, experiencias, conocimientos, inter-


cambios y relaciones de la sociedad civil. Los grupos sociales
relevantes actuaron en sentido opuesto al pensamiento conser-
vador de las autoridades mexicanas que apostaron por un pro-
grama de modernización material que privilegió la introducción
de tecnología extranjera, desdeñando las capacidades locales.
Las patentes de invención mexicanas… es una radiografía a
profundidad y actualizada de la fisonomía del capitalismo mexi-
cano, sometido a una contradicción de origen: el desinterés del
Estado y la elite mexicana por impulsar políticas de fomento in-
dustrial con invenciones propias. Consideraron que hacerlo era
demasiado lento y costoso. Apostaron por la tecnología extranje-
ra argumentando que su introducción permitiría cruzar con ra-
pidez la brecha que separaba al país de los centros industriales,
pero después de 200 años de vida independiente, resultó que esa
“vía rápida” mantuvo a México en el punto de inicio y en las mis-
mas condiciones de dependencia.

245
La utopía del uranio.
Política energética, extracción
y explotación del uranio en México 1

La utopía del Uranio. Política energética, extracción y explotación


del uranio en México, es una obra colectiva y se compone por
nueve capítulos, un Prólogo y una Introducción, con un total de
252 páginas escritas por doce investigadores (mujeres y hom-
bres en igualdad numérica).
Como indican los autores, La utopía del uranio fue eso, una
utopía para que México se integrara en el uso y manejo de las
tecnologías nucleares en el contexto de posguerra y de la llamada
Guerra Fría, con fines pacíficos desde luego, pero relacionada con
una aspiración política, social y moral por diversificar las fuentes
de generación de energía, el cambio y la independencia tecnoló-
gica, así como el desarrollo y la modernización de México.
Al final del experimento nacional que recorre las décadas
de 1930 a 1980, nada de lo anterior sucedió. Pero ahora contamos
con elementos explicativos finamente tejidos sobre los porme-
nores de su historia. En sus nueve capítulos destacan enfoques
diversos, que van de la parte del marco jurídico-institucional, pa-

1
Federico Lazarín Miranda y Hugo Pichardo Hernández (Coordinado-
res), La utopía del uranio. Política energética, extracción y explotación del
uranio en México, México, Biblioteca Nueva, Universidad Autónoma
Metropolitana-Iztapalapa, 2017, 256 pp.

246
Lecturas del historiador

san por la integración de la propia comunidad científica, la inver-


sión de recursos públicos en la creación de una infraestructura
material técnico-científica, hasta su resonancia social y política
que involucró otros sectores sociales en su derecho de ser toma-
dos en cuenta para la toma de decisiones, así como el fantasma
medioambiental que trajo consigo el accidente nuclear de Cher-
nóbil en 1986. Esos ejes temáticos, y otros más que están pre-
sentes en el libro, se encuentran ampliamente documentados
en fuentes de archivos de las propias instituciones y organismos
que se crearon para atender la generación de energía nuclear
en el mercado interno mexicano, o en los archivos particulares
de los actores involucrados, como es el caso del Fondo Manuel
Sandoval Vallarta, un científico clave de esa historia.
En esta obra se estudia y analiza con detalle el entramado
jurídico y los contextos en que se dieron las propuestas guber-
namentales del más alto nivel, los debates en el Congreso, las
discusiones que propiciaron los propios científicos, la partici-
pación de la sociedad civil en un movimiento antinuclear, et-
cétera; pero también el entramado institucional que se estable-
ció en México a lo largo del periodo de estudio, la inversión de
cuantiosos recursos públicos, los numerosos programas que se
implementaron, los conflictos que se suscitaron en la dirección
de los organismos paraestatales o, en definitiva, los cambios de
estrategias en la conducción del proceso de institucionalización
de la industria nuclear mexicana.
En ese sentido los autores combinaron de manera adecuada
y eficiente una mirada internalista de la historia de la ciencia y
de la tecnología a través del desarrollo de la Física, las Matemáti-
cas, la Geología, la Química o las ingenierías, vinculadas a dos de
las instituciones de educación superior de México: la Universidad
Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional;
y, por otro lado, una mirada externalista que dibuja los escenarios
nacional e internacional que estimularon, arroparon y fijaron sus

247
José Alfredo Uribe Salas

usos y sus alcances, y la compleja interacción entre diversos ac-


tores y condiciones locales, nacionales e internacionales, cuyos
proyectos y políticas tecno-científicas se basan en modelos de de-
sarrollo nacionalistas o modernizadores.
Los primeros cuatro capítulos abordan esa compleja reali-
dad. La ruta analítica inicia con el impulso a la investigación cien-
tífica en los ámbitos de las matemáticas, física, química, geolo-
gía e ingeniería para la formación de recursos humanos. Edith
Castañeda, en “Ciencias y tecnología en México (1935-1942). Del
cnesic a la cicic: impulsos a la investigación científica”, destaca
el interés del gobierno cardenista por establecer y consolidar
la educación técnico-científica y la creación de un sistema de
institutos y laboratorios para la generación de tecnologías úti-
les para la minería y el petróleo, y por contar con la presencia
de un grupo de notables científicos como José Zozaya, Manuel
Sandoval Vallarta, Monges López, León Ávalos Vez, entre otros,
que sentarían las bases para la investigación y el desarrollo de
tecnologías del uranio a partir de la década de 1950.
De gran importancia es el estudio del marco regulatorio in-
ternacional que se diseñó después de la Segunda Guerra Mundial
para el uso pacífico de la energía nuclear y el cambio jurídico en
el Artículo 27 constitucional, que estableció la prescripción jurí-
dica de que los yacimientos de uranio y los minerales radiactivos
estarían bajo la tutela del Estado mexicano. En la temporalidad de
1945 a 1984, los distintos gobiernos buscaron establecer en Méxi-
co una industria nuclear como respuesta a la problemática de los
combustibles fósiles en el mercado internacional. Sin embargo,
como aseguran las autoras García y Cortés en “El programa de
energía nuclear en México y la perspectiva jurídico-política: 1945-
1984”, los requerimientos tanto económicos como técnico-cientí-
ficos para el establecimiento de una industria nacional de com-
bustibles nucleares, una industria de reactores nucleares y una
industria para la instrumentalización racionalizada al uso pacífi-

248
Lecturas del historiador

co de la energía nuclear, requería de conocimientos y tecnología


que no se tenían y que hicieron dependiente a México.
Andrea Torres aborda, en “El acceso al conocimiento nu-
clear a través de los sistemas y servicios de información, 1959-
1985”, la creación, estructura y funcionamiento del Organismo
Internacional de Energía Atómica (oiea 1957) y su Sistema In-
ternacional de Información Nuclear (siin 1969) para el inter-
cambio de información, conocimientos y transferencia de tec-
nología nuclear. Esos organismos trajeron consigo la creación
en México de la Comisión Nacional de Energía Nuclear (cnen
1956), el Centro de Información y Documentación Nuclear (cidn
1959) –que en 1972 se transformó en Instituto Nacional de Ener-
gía Nuclear (inen 1972)–, y el Centro Nuclear de México (cnm
1964). En ese proceso jugaron un papel fundamental los cientí-
ficos mexicanos Nabor Carrillo Flores, Carlos Graef Fernández,
Marcos Mazari, Arnulfo Morales y Pedro Zamora en la forma-
ción de recursos humanos, la producción de radioisótopos y la
investigación científica en las áreas de las Ciencias Físicas, Cien-
cias de la Tierra, Ciencias Biológicas, Isótopos y Aplicación de la
Radiación, y Derecho Nuclear.
No podría faltar el estudio propio de la estructura y el fun-
cionamiento de la industria nuclear en México para el periodo de
1955 a 1980. Federico Lazarín efectúa un estudio exhaustivo de
las instituciones para el control, la regulación, la vigilancia y la
seguridad nuclear en “La industria nuclear en México, ¿un pro-
yecto estatal?” Estudia la constitución y funciones de la Comisión
Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardia (cnsns) y la Co-
misión Nacional de Energía Nuclear (cnea); el establecimiento
de Uranio Mexicano (Uramex), encargado de la búsqueda, la ex-
tracción y el beneficio de los yacimientos de uranio; el Instituto
Nacional de Energía Nuclear (inen), después Instituto Nacional
de Investigaciones Nucleares (inin), cuya tarea era investigar y
producir tecnología nuclear y fabricar los combustibles necesa-

249
José Alfredo Uribe Salas

rios; y la Comisión Federal de Electricidad (cfe), empresa que


produciría y comercializaría electricidad con uso de la energía
nuclear. El autor de esas líneas concluye que pese a los cambios
en el gobierno (seis sexenios), sí hubo una política de Estado para
llevar a cabo el proyecto de consolidar la industria nuclear con
fines pacíficos. Sin embargo, “Bastaron unos cuantos años (1980-
1983) para desmantelar esa infraestructura”. El autor sugiere que
“La causa del fin del proyecto nuclear se debe de buscar por un
lado, en factores endógenos: política energética, descubrimien-
to de nuevos yacimientos petroleros en el sexenio de José López
Portillo (1976-1982), la movilización sindical e incluso la división
corporativa entre científicos, ingenieros y autoridades. Por otra
parte, en factores exógenos, como la política y geopolítica inter-
nacional en la Guerra Fría y en torno a la energía como un ele-
mento económico-estratégico, la posición de México ante esos
factores, el encarecimiento de los costos internacionales en la
construcción de plantas nucleares, la estabilidad de los precios
internacionales del petróleo y el incremento del consumo por
parte de las potencias industriales” (p. 110).
Ahora bien, esta no es una historia oficial de la energía
nuclear en México; aquí, en el libro, aparecen gobernantes,
políticos, funcionarios, administradores, científicos, técnicos
calificados y trabajadores con visiones distintas e intereses en-
contrados. Esa vertiente que documenta las divergencias y con-
tradicciones en la toma de decisiones públicas, enriquece nues-
tra mirada de un periodo de la historia de México que va de 1935
a 1985, que transitó en la idea de fortalecer las capacidades de
dirección del Estado en el desarrollo económico del país y su in-
dependencia tecnológica, o asumir la modernidad energética al
abrigo y control de las políticas hegemónicas del país del norte
bajo el principio de la seguridad nacional.
En el libro no sólo se estudian las políticas públicas en
ciencia y tecnología, las instituciones establecidas para la for-

250
Lecturas del historiador

mación de los recursos humanos del más alto nivel o aquellas


otras para el fomento, la regulación y el desarrollo de la energía
nuclear; de gran significado para la historia social de la ciencia
y la tecnología es la presencia de una comunidad científica y el
liderazgo de algunos de sus integrantes en la conducción de las
estrategias más relevantes encaminadas a alcanzar la indepen-
dencia científica y tecnológica de México, tal y como se proble-
matiza en los capítulos cinco, seis y siete del libro.
Por ejemplo, Martha Ortega y Tadeo Hamed Liciaga, en “Los
ingenieros en busca de la fuente de energía: exploraciones y explo-
taciones del mineral de uranio en el norte de México, 1957-1972”,
centran el enfoque en el estudio de los expertos, ingenieros y técni-
cos en el trabajo de exploración y explotación de los yacimientos de
uranio en el norte del país entre 1957 y 1972 (Sonora, Chihuahua,
Durango, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas), a través de la Comi-
sión Nacional de Energía Nuclear (cnen). Los autores destacan el
carácter contradictorio en las estrategias de exploración y explota-
ción de los yacimientos de uranio entre los “directivos de explora-
ción y extracción con la presidencia del cnen, el incremento en los
costos de beneficio del mineral, la falta de producción nacional de
herramientas y tecnologías, la reducción de presupuesto para di-
cho fin, etcétera. Concluyen que “la dependencia tecnológica pro-
vocaba inversiones cuantiosas, pero insuficientes. En el fondo era
una falta de coordinación entre las ciencias básicas, la tecnocien-
cia y los empresarios del país bajo la dirección del Estado” (p. 140).
La débil coordinación para eficientar los recursos, la dependencia
tecnológica y el aumento de la reserva probada de hidrocarburo
fósil influyeron para que en el año de 1970 las labores de explo-
ración y extracción del uranio estuvieran prácticamente paradas.
“Por otra parte, la inversión en la extracción de combustible fósil se
antojaba menos costosa en términos de inversión de capital y más
redituable políticamente” (p. 143).

251
José Alfredo Uribe Salas

Hugo Pichardo, en “El mapeo del uranio en Sonora y Chi-


huahua, México 1965-1970”, centra su estudio en los ingenieros
geólogos y en el trabajo cartográfico que desarrollaron como
una herramienta fundamental para la representación gráfica de
las localidades con yacimientos uraníferos, pues con ésta sinte-
tizaban y simplificaban la conceptualización de la realidad. Los
ingenieros geólogos de la Comisión Nacional de Energía Nu-
clear desarrollaron entre 1963 y 1970 exploraciones terrestres y
áreas en los estados del norte y sur del país, y elaboraron mapas,
planos y croquis que sintetizaban la rica información del pro-
ceso de exploración para comprobar la presencia de material
radiactivo, la ubicación de los yacimientos de uranio y su vo-
lumen potencial y de reserva. El autor analiza particularmente
la cartografía de los estados de Sonora y Chihuahua, e indica la
importancia de estudiar la del resto del territorio nacional para
poder completar una visión integral del uranio en México.
Por su parte, Jesús Monroy y José Raphael Santana cen-
tran su mirada en la formación de la paraestatal Uranio Mexi-
cano (Uramex, 1979) como pilar del Proyecto Nucleoeléctrico
Mexicano, cuya misión fue la construcción en 1976 de la Planta
Nuclear de Laguna Verde, Veracruz, para el abastecimiento de
la materia prima –el uranio– para el proceso industrial de ge-
neración de electricidad por la vía nuclear. En “Presencia de
la unam y el ipn en la plantilla laboral de Uramex, 1979-1983”,
Monroy y Santana abordan el estudio de la paraestatal desde
dos perspectivas: como administración empresarial y como sis-
tema de gestión pública. El interés analítico se centró, desde
luego, en el factor humano: científicos, ingenieros y especialis-
tas formados en la unam y el ipn, las dos instituciones de mayor
prestigio en México. Se concluye que el Proyecto Nucleoeléctri-
co Mexicano, del que dependía Uramex, quedó suspendido por
falta de presupuesto así que la paraestatal perdió toda razón
de ser, “y tras la huelga del Sindicato Único de Trabajadores de

252
Lecturas del historiador

la Industria Nuclear (sutin) en 1983 fue cerrada y su personal


liquidado entre 1983 y 1985”.
Los dos últimos capítulos se adentran en las consecuencias
económicas, sociales y científicas que trajeron consigo las limi-
taciones financieras del gobierno y del país, el cambio de rumbo
de las políticas públicas, las negociaciones con los gobiernos y las
agencias internacionales, no siempre en beneficio de la indepen-
dencia tecnológica del país, los conflictos laborales y el imagina-
rio social en torno a lo positivo o negativo de la energía nuclear.
En el estudio del conflicto laboral entre Uramex y el sutin,
Luis Abraham Barandica escudriña, en “Somero análisis heme-
rográfico del conflicto entre Uramex y el sutin (mayo-agosto,
1983)”, tres tendencias a partir del análisis discursivo en la cons-
trucción social de los actores involucrados y de sus argumen-
tos: 1) el aspecto laboral desde una perspectiva legal de las re-
laciones obrero-patronales; 2) la ponderación de las posiciones
ideológicas y políticas del conflicto entre los funcionarios y tra-
bajadores, con sus fracciones y disidencias; y 3) la posición eco-
nomicista. Las partes en conflicto coincidían en que el uranio,
y en general la industria nuclear mexicana, eran “un elemento
básico y estratégico de la soberanía energética nacional”. Pero el
discurso de ambos lados contrastó con la realidad, pues en ese
contexto de conflicto, el proyecto de construcción del complejo
nucleoeléctrico quedó paralizado (p. 218).
El libro cierra con el trabajo de Rosa Lizbet Altamirano,
“El accidente de Chernóbil y la oposición a Laguna Verde, 1986-
1988”, en el que se da seguimiento al impacto en México de di-
cho accidente y la entrada en escena de un movimiento antinu-
clear en Veracruz que demandaba su participación en la toma
de decisiones de la industria nuclear nacional. Aquí se analizan
dos posturas: la que veía en la planta nuclear de Laguna Verde
un proyecto tecnológico modernizador para lograr la indepen-
dencia energética, y la que se negaba a aceptarla por considerar

253
José Alfredo Uribe Salas

que el uso del uranio tenía repercusiones sociales y medioam-


bientales plenamente comprobadas.
El tema del uranio en México ha sido poco estudiado por
los especialistas de las ciencias sociales y las humanidades, no
obstante ser un problema crucial y estratégico para el desarrollo
económico y científico-técnico del país. La utopía del uranio. Po-
lítica energética, extracción y explotación del uranio en México llena
un vacío historiográfico en la historia local de la ciencia y la tec-
nología, y abre múltiples perspectivas analíticas para replantear
el tema de la globalización del conocimiento, la cultura material,
el papel de los itinerarios de materiales, personas y prácticas.
Busca trascender la frontera nacional al incorporar el papel de la
geopolítica en el estudio de las capacidades de México de impul-
sar políticas y programas para la explotación y uso del uranio con
fines pacíficos. El gran acierto del libro es ponderar las tensiones
que se suscitaron a lo largo de seis décadas entre los procesos lo-
cales y globales que marcaron la segunda mitad del siglo xx, para
superar la vieja dicotomía centro-periferia.
Los diferentes capítulos del libro tienen un grado de ori-
ginalidad en tanto que entrelazan historias locales con proce-
sos más amplios, como por ejemplo la internacionalización de
la ciencia en sus aspectos jurídicos y científicos, la asistencia
técnica y la transferencia tecnológica. El enfoque que se imple-
menta en cada uno de ellos, el internalista o externalista, hace
aportaciones serias y de calidad a la interpretación de la ciencia
y la tecnología mexicana de posguerra; se identifican los puntos
nodales de las instituciones públicas involucradas en la genera-
ción de energía nuclear y de la amplia gama de actores sociales
que intervinieron en la configuración de una industria que se
pensó clave para el desarrollo de México.
Este último punto es realmente significativo, puesto que los
diferentes artículos integran y hacen visible el quehacer de diver-
sos actores que habían permanecido fuera de la narrativa histórica.

254
Lecturas del historiador

Entre ellos están los funcionarios de gobierno en turno, los diplo-


máticos, los científicos transnacionales y los ingenieros y técnicos,
y su papel como mediadores de los intercambios asimétricos de
conocimiento y tecnología a nivel nacional o internacional.
Utopía del uranio proporciona una interpretación original
de la historia social de la ciencia y la tecnología en México, en
el contexto de los procesos de globalización-internacionaliza-
ción que tuvieron lugar en la temporalidad del estudio, ya que
contrasta los procesos de transferencia tecnológica y difusión
del conocimiento, con la mirada simple y lineal de “recepción
pasiva”, como se ha querido ver para el caso de los países del
llamado Tercer Mundo.

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