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Procurador General a fs. 485, pese al loable propósito que persigue el art. 20 de la ley
24.156, esa norma no prevalece por su jerarquía normativa frente a otras leyes que
dicta el Congreso de la Nación y, por tanto, cuanto allí se dispone puede ser derogado
por otra ley posterior, en forma expresa o tácita. Es que el Poder Legislativo no se halla
vinculado indefectiblemente hacia el futuro por sus propias autorestricciones.”
De libro de Corti:
La cuestión fue analizada con mayor precisión en la causa “Zofracor SA v. Nación Argentina”,
donde una Ley de Presupuesto, en una de las tantas cláusulas que ellas contienen, ratificó un
decreto de necesidad y urgencia referido a la zona franca La Pampa.
El actor cuestionó dicha ratificación, entre otros argumentos, por resultar contraria al art. 20 de la
LAF.
El Ministerio Público, en su dictamen, rechazó ese argumento (y quitó así relevancia a la
preferencia de ley) en los siguientes términos:
“X. Al respecto, cabe recordar que le endilga la violación de lo dispuesto por el art. 20 de la ley
24.156, así como que resulta inconstitucional por su sustancia.
”Con referencia al primer argumento, la Ley de Administración Financiera y Sistemas de Control
del Sector Público Nacional, en cuanto regula la estructura de la Ley Anual de Presupuesto
General de la Nación, establece: ‘Las disposiciones generales constituyen las normas
complementarias a la presente ley que regirán para cada ejercicio financiero. Contendrán normas
que se relacionen directa y exclusivamente con la aprobación, ejecución y evaluación del
presupuesto del que forman parte. En consecuencia, no podrán contener normas de carácter
permanente, no podrán reformar o derogar leyes vigentes, ni crear, modificar o suprimir tributos
u otros ingresos...’ (art. 20).
”En mi concepto, la ratio de esta norma implica una sana prescripción de política legislativa en
cuanto al contenido de la denominada ‘ley de leyes’, con el fin de que la Ley Anual de
Presupuesto para la Nación únicamente contenga las previsiones de ingresos y las autorizaciones
para los gastos de la Administración, con exclusión de toda otra norma sustantiva que, por su
carácter de tal, ha de merecer un marco normativo propio y separado.
”Sin embargo, y pese a la saludable intención que alberga dicho art. 20, no puede obviarse que la
ley 24.156 no se diferencia, en cuanto a su jerarquía normativa, del resto de las leyes que dicta el
Congreso de la Nación y, por ende, que resulta equiparable a la ley 25.237. Ésta, por resultar una
norma posterior, puede derogar una ley anterior —en forma expresa o en forma tácita— (conf.
Fallos 307:398; 308:439, 715, entre otros) y, en tal sentido, no podrá ser tachada de irrespetuosa del
orden legal establecido ya que, de lo contrario, se estaría consagrando la inamovilidad del orden
legislativo y la posibilidad de que el legislador de hoy condicione u obligue, en un sentido
determinado, al del futuro”.
El mismo criterio es el seguido por la Corte. Además de remitirse al dictamen, la sentencia
abunda en el asunto:
“8. Que la ley 25.237 fue la ley presupuestaria para el ejercicio 2000. Desde hace más de medio
siglo, Bielsa observaba que las leyes de presupuesto, sancionadas anualmente, contenían a veces
disposiciones que no eran sólo de naturaleza financiero-administrativa, sino también de derecho
penal e, incluso, de derecho privado, lo que, a su juicio, constituía una ‘falta de metodología
legislativa’ (Bielsa, Rafael, Derecho administrativo, t. III, 3ª ed., Buenos Aires, 1938, ps. 593 y 604).
A pesar de este defecto, la Ley de Presupuesto es una ley en el sentido institucional del vocablo,
con plenos efectos jurídicos.
”9. Que en nuestro sistema constitucional, nada permite inferir que la función legislativa en
materia presupuestaria se limita a aprobar o a autorizar lo que propone el Poder Ejecutivo. El
Congreso recibe un proyecto de presupuesto y lo acepta, lo modifica o lo rechaza, en todo o en
parte, sin restricción alguna. No es un acto aprobatorio que pasa a integrar un acto
administrativo: es acción legislativa normal y primordial aun cuando la iniciativa corresponda al
Poder Ejecutivo, que es el responsable de la administración general del país (art. 99, inc. 1º de la
Constitución Nacional; González Calderón, Juan A., Derecho constitucional argentino, t. III, 1923,
p. 105). No hay obstáculo constitucional para que el Poder Legislativo establezca, suprima o
modifique tributos (u otro tipo de ingresos) en la Ley de Presupuesto. Las autolimitaciones que el
Congreso ha emitido pueden ser modificadas o dejadas sin efecto, incluso en forma implícita. La
Ley de Presupuesto es un acto de gran trascendencia política y la voluntad del Poder Legislativo
no está limitada por actos preexistentes de igual jerarquía normativa.
”10. Que la Ley de Contabilidad 12.961 disponía en su art. 20: ‘...no se incluirán en la Ley de
Presupuesto disposiciones de carácter orgánico o que modifiquen o deroguen leyes en vigor...’.
También el art. 18, dec.-ley 23.354/1956 disponía: ‘...la Ley de Presupuesto no incluirá
disposiciones de carácter orgánico ni derogatorias o modificatorias de leyes en vigor’. En el
mismo sentido, el art. 20 de la ley 24.156, establece que ‘Las disposiciones generales constituyen
las normas complementarias a la presente ley que regirán para cada ejercicio financiero.
Contendrá normas que se relacionen directa y exclusivamente con la aprobación, ejecución y
evaluación del presupuesto del que forman parte. En consecuencia, no podrán contener
disposiciones de carácter permanente, no podrán reformar o derogar leyes vigentes, ni crear,
modificar o suprimir tributos u otros ingresos’. Esta limitación, aprobada por la doctrina
administrativa, no justifica constitucionalmente la descalificación de la expresión legislativa
dirigida a modificar, derogar o aprobar normas que, por lo demás, se relacionan de alguna
manera con impuestos, tasas y materias afines a las rentas públicas. Hace muchos años la
Procuración del Tesoro de la Nación se expidió en el sentido de que las leyes de presupuesto
pueden válidamente contener o introducir normas modificatorias del ‘derecho objetivo’, con el
único límite del respeto debido a los derechos y garantías esenciales asegurados por la
Constitución (conf. Dictámenes 83:195 y ss.).
La corte expresó que era constitucional un Decreto (hoy DNU) sobre depósitos bancarios porque
el país se encontraba ante una Emergencia Económica.
El Estado también puede intervenir por razones de SOLIDARIDAD SOCIAL (desde la reforma del
94’ en adelante) o a causa de DESASTRES NATURALES (inundación, terremoto, etc) dándole
beneficios a los perjudicados y dictando leyes de emergencia agropecuaria, leyes que declaren
zona de desastre a los lugares afectados, otorgando mayores plazos a los afectados para cumplir
con sus obligaciones (vg pago de cheques), consiguiendo créditos internacionales o renegociando
los ya existentes, como también brindar facilidades para la reconstrucción.
En este caso el PEN dictó un DNU para enfrentar la situación de emergencia que ordenaba que la
devolución de los depósitos de + de 1000 pesos, se haría en bonos.
Peralta expreso que su derecho de propiedad se vio afectado en razón del plazo FIJO que poseía,
y por eso interpuso ACCIÓN DE AMPARO contra el Estado Nacional y el BCRA pidiendo la
declaración de INCONSTITUCIONALIDAD del decreto y el pago de su PLAZO FIJO.
De libro de Corti:
Se discutía, en dicha ocasión, la constitucionalidad, por vía de acción de amparo, del DNU
36/1990, que había limitado la devolución de los depósitos bancarios hasta una determinada
suma, disponiéndose que el excedente debía pagarse en títulos públicos (el llamado “plan
Bonex”). Ante una situación de crisis, el Estado se apropió de los depósitos existentes en el
sistema financiero, salvo los de menor cuantía, y dispuso entregar a cambio títulos, con
vencimientos futuros.
Dicha decisión preludió la entrada en el régimen de convertibilidad, que será creado por la ley
23.928, que en ocasión de su modificación, una década después, también dio lugar, no tan
paradójicamente, a una nueva apropiación de los depósitos bancarios, con la opción de
recuperarlos en moneda nacional bajo un régimen de programación o de sustituirlos por títulos
públicos, de forma análoga a la dispuesta por el DNU 36/1990, todo ello según los términos de ley
25.561, de Emergencia y Reforma del Régimen Cambiario, del dec. 214/2002, que pretendió
sustentarse en dicha ley, y de numerosas disposiciones complementarias.
Luego de la hiperinflación con la que concluyó el primer gobierno democrático de Alfonsín (1983-
1989) y que dio lugar a las leyes de emergencia económica (23.696 y 23.697), los años noventa se
iniciaron con una nueva crisis y concluyeron, tardíamente en el 2001, con otra, período en el cual
se consolidó como casi permanente el estado de emergencia, justificación de las medidas
legislativas aquí estudiadas.
El dec. 36/1990 planteaba dos problemas constitucionales. Por un lado, su origen (¿puede el Poder
Ejecutivo ejercer por sí mismo potestades legislativas y dictar un decreto de necesidad y
urgencia?). Por otro, su contenido (¿puede restringirse de esa forma el derecho de propiedad?).
Ambos aspectos fueron justificados por la Corte sobre la base de los conceptos de emergencia,
necesidad y urgencia, que confluyeron para legitimar tanto la restricción mayor que lo normal
del derecho de propiedad como el dictado de un decreto de necesidad y urgencia. No se trataba
en el caso sólo de justificar el ejercicio de potestades legislativas por parte del Presidente, sino la
legitimidad misma de esas medidas en cuanto eventualmente hubiesen sido tomadas por el
Congreso.
Los argumentos utilizados por la mayoría de la Corte para legitimar el dictado del decreto de
necesidad y urgencia son ciertamente endebles. El eje que justifica un decreto de necesidad y
urgencia es la existencia de “una situación de grave riesgo social” que exija, a la vez, de “medidas
súbitas”, que sólo pueden ser tomadas por el Presidente y que, de alguna manera, sean
consentidas por el Congreso.
El Presidente, con la anuencia del Poder Legislativo, es el órgano al que le compete “asegurar la
supervivencia de la sociedad argentina” ante “el descalabro económico generalizado” y “la anomia
y la invariabilidad de la vida política organizada”.
Ante la crisis social (en cuya descripción se apela al tradicional léxico metafórico de lo
“enfermizo” y de lo “patológico”, ver consid. 27), dice el argumento, hay un poder decisivo (el
Presidente) y un poder que consiente (el Congreso)
La mayoría de la Corte hace explícito sobre qué base, en el caso, ha existido la conformidad
legislativa. Según su argumento, en la materia monetaria es tradicional una amplia delegación
legislativa en el Poder Ejecutivo y, en particular, en el Banco Central, a quien se le confió las
potestades que la Constitución le da al Congreso. Claro que el razonamiento supone, sin
justificar, que esas delegaciones, más allá de su existencia, son efectivamente legítimas desde la
óptica constitucional.
Por otra parte, la Corte sostiene que ha sido habitual que el Congreso convalidara actuaciones
del Ejecutivo semejantes a la examinada, aunque sólo se menciona el antecedente del dec.
1096/1986, que no es exactamente asimilable al plan instrumentado por el dec. 36/1990. Una
petición de principios y una analogía precaria.
Eso respecto del poder que consiente. En cuanto al poder decisivo, el Presidente, como órgano
político encargado de dar natural solución a la crisis por medio de medidas súbitas, la Corte
señala lo siguiente (consid. 29, que trata los dos aspectos):
“29) Que inmersos en la realidad no sólo argentina, sino universal, debe reconocerse que por la índole
de los problemas y el tipo de solución que cabe para ellos, difícilmente pueden ser tratados y
resueltos con eficacia y rapidez por cuerpos pluripersonales.
”La confrontación de intereses que dilatan —y normalmente con razón dentro del sistema— la toma
de decisiones, las presiones sectoriales que gravitan sobre ellas, lo que es también normal, en tanto en
su seno están representados los estados provinciales y el pueblo —que no es una entidad homogénea
sino que los individuos y grupos en él integrados están animados por intereses muchas veces
divergentes— coadyuvan a que el Presidente, cuyas funciones le impone el concreto aseguramiento de
la paz y el orden social, seriamente amenazados en el caso, deba adoptar la decisión de elegir las
medidas que indispensablemente aquella realidad reclama con urgencia impostergable.
”Esto no extrae, sin embargo, como ya se dijo, la decisión de fondo de manos del Congreso Nacional,
que podrá alterar o coincidir con lo resuelto; pero en tanto no lo haga, o conocida la decisión no
manifiesta en sus actos más que tal conocimiento y no su repudio —conforme considerandos 30 y 31
— no cabe en la situación actual del asunto coartar la actuación del Presidente en cumplimiento de su
deber inmediato.
”De alguna manera ha sido el propio Congreso Nacional quien ha convalidado actuaciones
semejantes del Poder Ejecutivo. No sólo disposiciones como el dec. 1096/1986 pueden citarse en tal
sentido, sino que en oportunidad de debatirse en la Cámara de Senadores de la Nación la ley 23.697,
el miembro informante de la mayoría, senador Romero, en relación al que sería art. 38 de aquella
norma y que se refiere a la deuda pública interna decía que ‘El Poder Ejecutivo había establecido
originalmente un mecanismo de reprogramación de la deuda pública interna, pero debido a los
tiempos legislativos, y a la necesidad que tenía el Poder Ejecutivo de que no se produzcan los
vencimientos, para contar con un texto legal, dictó el dec. 377 al que nosotros proponemos conferirle
fuerza de ley’ (Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, año 1989, p. 1483)”.
Por eso la verdad de la sentencia de la Corte respecto de la potestad legislativa del Ejecutivo la
muestra la fórmula política que, de una manera casi aforística, expone en su voto Oyhanarte,
quien ni siquiera considera que ahí exista un problema jurídico que resolver. Dice en su voto:
“5) Que el dec. 36/1990 pertenece a la categoría de los llamados reglamentos de necesidad, como lo
señala la sentencia apelada (considerando II, letra ‘b’) y se desprende de lo que aquél dice en su
considerando 9º y de su remisión al Congreso (dec. 158/1990). Trátase, pues, de un acto equiparable a
ley. El reglamento de necesidad —escribe Villegas Basavilbaso— ‘es sustancialmente un acto legislativo
y formalmente un acto administrativo’ (Derecho administrativo, t. I, 1949, p. 285). A mérito de ello,
para facilitar el estudio del problema, en lo que sigue se dará por cierto que ese decreto es, en rigor,
una ley. En asuntos como el que aquí se juzga la sustancia ha de prevalecer sobre la forma”.
Sobre esta base jurisprudencial se configuró, en definitiva, el orden jurídico de los años noventa,
donde, para emplear una expresión tendenciosamente usada en aquel momento (y con un
significado ajeno a su textura republicana, que se liga de forma indisoluble con la primacía de la
ley), la “seguridad jurídica” se encontraba resguardada por la voluntad última del Presidente.
En fin, en 1994, la reforma constitucional zanjó toda duda sobre la legitimidad de los decreto de
necesidad y urgencia, al expresamente posibilitar su dictado. Dado que la intención de la reforma
fue la de atemperar el presidencialismo, su pretensión fue la de regular con más detalle un
instituto que la fuerza de los hechos impuso como inevitable en la tarea de gobierno (al menos
para la visión mayoritaria del sistema político argentino). Es decir, la reforma viene a reconocer,
de alguna manera, el carácter inevitable de los decretos de necesidad y, por ende, decide sujetarlo
a reglas y condiciones de legitimidad.
La cuestión, ahora, radica en qué condiciones un decreto de necesidad y urgencia es válido desde
el punto de vista del nuevo texto constitucional.
El art. 99, inc. 3º, CN, al enumerar las atribuciones del Presidente, dispone lo siguiente: “Participa
de la formación de las leyes con arreglo a la Constitución, las promulga y hace publicar. El Poder
Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable emitir disposiciones de
carácter legislativo. Solamente cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los
trámites ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de
normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos políticos, podrá
dictar decretos por razones de necesidad y urgencia, los que serán decididos en acuerdo general de
ministros que deberán refrendarlos, juntamente con el Jefe de Gabinete de Ministros. El Jefe de
Gabinete de Ministros personalmente y dentro de los diez días someterá la medida a consideración de
la Comisión Bicameral Permanente, cuya composición deberá respetar la proporción de las
representaciones políticas de cada Cámara. Esta comisión elevará su despacho en un plazo de diez
días al plenario de cada Cámara para su expreso tratamiento, el que de inmediato considerarán las
Cámaras. Una ley especial sancionada con la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de
cada Cámara regulará el trámite y los alcances de la intervención del Congreso”.
Hay que destacar, ante todo, que el texto constitucional le sustrajo dramatismo al instituto, pues
en vez de ligarlo a la idea de colapso o, incluso como lo sugiere el precedente “Peralta”, de
generalizada catástrofe, se refiere, sí, a “circunstancias excepcionales”, pero que sólo impiden el
trámite ordinario de las leyes. Va de suyo que no es imprescindible una grave crisis social para
que se configure la imposibilidad de dar curso a los trámites legislativos de carácter ordinario.
Sonia Yolanda Quisberth Castro. Su hijo de 6 años, padece una encefalopatía crónica. "Si
bien no hay un derecho a pedir una vivienda (OJO clase) existe una garantía mínima para las
personas que afrontan situaciones de extrema vulnerabilidad".
Voluntad de nuestro Estado por dar al tema de la discapacidad una atención primordial, que
se traduce en brindarle a las personas con esta característica una protección especial en
términos constitucionales que implica una tutela más acentuada que los coloque en una
posibilidad efectiva de ejercer su derechos en condiciones de igualdad con quienes no
padecen discapacidad.
En la Convención sobre los derechos de las Personas con Discapacidad —aprobada por la
Argentina se reconoce el derecho de las personas con discapacidad a la protección social y a
gozar de ella sin discriminación por discapacidad, debiendo los Estados adoptar las medidas
para proteger y promover el ejercicio de este derecho, entre ellas “asegurar el acceso de las
personas con discapacidad a programas de vivienda pública” (art. 28, ap. 2, especialmente
punto d). Asimismo, se establece que los Estados Partes tomarán “todas las medidas
necesarias para asegurar que todos los niños y las niñas con discapacidad gocen plenamente
de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en igualdad de condiciones con
los demás niños y niñas”, debiendo tenerse especial consideración por la protección del
interés superior del niño (art. 7º apartados 1 y 2).
En el orden interno, se han dictado numerosas normas sobre el tema q especialmente se
refieren a la atención y asistencia integral de la discapacidad.
Se declara admisible la queja, procedente el recurso extraordinario interpuesto y se revoca la
sentencia apelada con el alcance indicado en los términos del presente fallo.
CORTE: la falta de partida NO basta con alegarla sino que hay que probarla
Quisberth Castro: la Corte se mete con ejecución del presupuesto! No era la forma
más eficiente lo que se hacía, dice el fallo. 26/04/2012
Fallo de la Corte Suprema sobre el derecho a la vivienda en la ciudad de Buenos
Aires
Autor: CELS La Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) emitió el martes
una importante sentencia en la que se analiza el alcance de las obligaciones y el
cumplimiento del derecho a la vivienda por parte del gobierno de la ciudad de
Buenos Aires.
La sentencia fue dictada en la causa Quisberth Castro, en la cual una mujer, que vive
con su hijo menor de edad con una severa discapacidad, debió recurrir a la justicia
por la falta de respuesta del gobierno porteño ante su imposibilidad de procurarse un
lugar digno, salubre, adecuado y seguro donde vivir. La Corte ordenó al gobierno que
garantice un alojamiento adecuado a la familia y le brinde asesoramiento para la
solución de su problema habitacional.
A diferencia del fallo del Tribunal Superior de Justicia de la ciudad, el máximo
tribunal descartó que los paradores y la política de subsidios habitacionales
implementados por el gobierno porteño constituyan una respuesta adecuada para
resolver el problema de vivienda que padecen las familias en situación de calle y
extrema vulnerabilidad, como es el caso de la demandante.
Este fallo deja en evidencia las falencias estructurales de las políticas públicas de la
ciudad en materia de vivienda y la necesidad de una política social integral,
planificada y debidamente coordinada que permita dar respuesta definitiva a la
emergencia habitacional que sufren los grupos más vulnerables.
En este sentido, el pronunciamiento de la Corte resulta trascendente en un contexto
de aumento progresivo de la población de villas y asentamientos, que ya duplica la de
2001 y triplica la de 1991. Además, el 40% de esos habitantes reside en habitaciones
alquiladas de manera informal.
En diciembre de 2011, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
instó al Estado argentino a adoptar políticas que garanticen el acceso equitativo a una
vivienda adecuada y asequible, con seguridad jurídica de la tenencia y que luche
eficazmente contra la especulación en los mercados inmobiliario, de la tierra y de la
construcción. También en diciembre de 2011, la Relatora Especial sobre vivienda de
la ONU, Raquel Rolnik, recomendó al Estado argentino a diversificar y flexibilizar
los programas, adecuando el uso de los fondos a las necesidades existentes, a una
mayor coordinación y articulación de los programas y fondos nacionales y
provinciales y a una política de regulación y subsidio a los alquileres.
Para el CELS, este fallo constituye una oportunidad para que el gobierno de la ciudad
reformule su actual política habitacional en función de los estándares fijados por la
Corte y los expertos internacionales a fin de superar los obstáculos y
condicionamientos que impiden a las personas en situación de vulnerabilidad acceder
a una vivienda digna.
la Corte Suprema se ha
referido al asunto al resolver tres tipos de situaciones: a)
juicios por responsabilidad del Estado por su actividad ilícita; b) casos donde se
examinaron las condiciones de
detención de las personas privadas de libertad; c) casos
referidos al derecho a la salud.
Todas estas decisiones son posteriores a la reforma
constitucional argentina de 1994. Como en otros países de
Latinoamérica, las reformas constitucionales han sido el
punto de partida de nuevas prácticas institucionales, en
particular judiciales. Además de las modificaciones en la
organización del poder, incluidos los tribunales y el control
de constitucionalidad, el aspecto más saliente de estas
reformas reside en la consagración de nuevos derechos y
garantías procesales, aspecto profundizado por la apertura
de los derechos nacionales al derecho internacional de
los derechos humanos.
Para así decidir, la Corte sostuvo que el accionar del Estado de incumplir o cumplir mal con su
deber de proveer los medicamentos constituye una omisión que roza la violación de los derechos
humanos reconocidos en la Constitución Nacional y que el Estado Nacional está obligado a
"proteger la salud pública" pues el derecho a la salud está comprendido dentro del derecho a la vida
que es "el primer derecho natural de la persona humana preexistente a toda legislación positiva dado
que en el Preámbulo de la Constitución Nacional ya se encuentran expresiones referidas al bienestar
general, objetivo preeminente en el que, por cierto, ha de computarse con prioridad indiscutible, la
preservación de la salud.
La defensa de la salud es una consecuencia de la protección del derecho a la vida, valor supremo en
un Estado de Derecho, que "en la escala de prerrogativas humanas ocupa el primer puesto"
(Marienhoff). De tal forma, frente a esa determinación de asumir una obligación concreta en la
lucha contra la enfermedad, el accionar del Estado de incumplir o cumplir mal con su deber de
proveer de medicamentos a enfermos, constituye una omisión que roza la violación de los derechos
humanos reconocidos en la Constitución Nacional, ante la que este remedio excepcional del amparo
asume, en principio, el perfil del remedio judicial adecuado. (cons. 6º).
La acción de amparo puede ser interpuesta contra "cualquier forma de discriminación" por el
"afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines", en la medida que
estén registradas y autorizadas para funcionar. Esta forma receptada por la reforma del 94 en nada
discrepa con el criterio previo establecido en la ley 16.986, que en su art. 5º legitimaba también a
las asociaciones que no contrariaran una finalidad de bien público. Al respecto, -y como lo ha
manifestado este Tribunal con anterioridad- la ley 16.986 no ha sido derogada expresamente por la
reforma de 1994, en tanto no se oponga a la letra y espíritu de aquella, subsiste la vigencia de los
recaudos de admisibilidad de la acción de amparo establecidos por ésta.
De libro de Corti:
(L)a visión que considera que la Ley de Presupuesto actúa a la manera de una ley reglamentaria
de los derechos fundamentales. Estos últimos se ejercen de acuerdo con las condiciones que fijan
las leyes que reglamenten su ejercicio, entre ellas la Ley de Presupuesto, que deviene una
condición legítima del ejercicio de los derechos.
En esta tercer vertiente, que parece ser la aceptada por la Corte en el caso “Asociación
Benghalensis”
Por su parte, atribuir al Estado que alega la insuficiencia de recursos disponibles la carga de
probar dicha insuficiencia, se asemeja a la sugerencia efectuada por la Corte, en la ya citada
causa “Asociación Benghalensis”, al exigir del Estado una prueba concreta sobre la incidencia
presupuestaria de la decisión judicial recurrida.
Hay que destacar que, en el caso, además de invocarse el derecho fundamental a la salud,
postulado por el texto constitucional y por tratados de igual rango, se encuentra en juego una ley
reglamentaria específica, de carácter federal, la ley 23.798, de Prevención y Lucha contra el Sida,
que impone un conjunto de deberes precisos a las autoridades sanitarias, conforme lo dispone su
art. 4º. En lo que respecta a las “consecuencias presupuestarias” de la ley, la única disposición es
la contenida en el art. 21, en su momento citado, pero que cabe recordar: “Los gastos que
demande el cumplimiento de lo dispuesto en el art. 4º de la presente ley serán solventados por la
Nación, imputados a rentas generales, y por los respectivos presupuestos de cada jurisdicción”.
Solo cita un precedente de la CABA donde dice que el gs púb en salud es una inversión social
prioritaria.
De ahi deduce, de forma general,
“que la protección del derecho a la salud, según esta Corte,
es una obligación impostergable del Estado Nacional de
inversión prioritaria”
El voto > de la CS: primer caso en el que la Corte Suprema argentina se pronuncia sobre el
alcance del derecho a la vivienda
relación
compleja entre el titular de la pretensión, el
legitimado pasivo directo que es el Estado y el
legitimado pasivo indirecto que es el resto de la
comunidad que, en definitiva, soporta la carga
y reclama otros derechos
con esto de la relación compleja, introduce la teoría del balance, que caracteriza a los modelos que
parten de las restricciones a los dchos: hay q hacer un balance entre dchos e int, incluidas las
restricciones financieras (ese balance le corresp al legis)
- osea mete ambas: teoría del balance (primacía de restricciones) como primacía de los dchos (no
hay normas programáticas, todas son operativas)
no desconoce las competencias que le tocan a cada poder, ni pretende que sea suya la función de
determinar qué planes concretos debe llevar adelante el gob
ideas:
- Los derechos deben ser objeto de una valoracion
global, con referencia a los recursos que son necesarios
para efectivizarlos
- Es al legislador a quien le corresponde hacer
el balance entre los derechos, a la luz de los recursos
disponibles
- Hay un uso de un lenguaje procesal para referirse
a una problematica que, sin embargo, es sustancial
más allá de la mezcla entre las 2 primacías: Es decir, no se propone (o no se hace explicita) una
clarificacion conceptual de los derechos y las obligaciones positivas que permita distinguir con
precision cuando se esta ante una “operatividad derivada” y cuando, ante una “operatividad sin
mas”. Un punto si interesante del argumento es que presupone la unidad del fenomeno financiero y
la correlacion entre los diversos sujetos involucrados: los titulares de los diferentes derechos, el
Estado y los sujetos vinculados a los institutos financieros que utiliza el Estado para financiarse:
contribuyentes en los tributos, titulares de titulos de la deuda publica en el credito publico
**La conclusión de la Corte es que, en el caso, nada de esto fue probado por el Estado
demandado.**
resumen:
- el dcho a la vivienda es operativo
- al ser prestacional implica ob posit y debe ser balanceado con otros dchos y con los rec dispo
- hacer ese balance compete al legis
- los jueces pueden hacer un control de razonabilidad de lo q decidió el legis
- una decisión es irrazonable si lesiona el contenido mínimo del derecho
- el contenido mínimo, a su vez, se lesiona cuando hay una amenaza grave para la existencia misma
de la persona o cuando hay situaciones intolerables
- aún cuando existan limitaciones de recursos, el E debe hacer programas costeables
- la defensa basada en la limit de recursos debe estar fundada en un analisis integral del P Púb,
teniendo en cta las ob que surgen del DIDH
- los GS Púb deben ser idóneos para proteger el contenido mínimo de los dchos
El Estado fue condenado a intervenir con equipos de asistencia social y de salud para que el nino
disponga de la atencion y el cuidado que su estado de discapacidad requiere. Tambien a garantizar
un alojamiento con condiciones edilicias adecuadas a la patologia del nino.
sin perjuicio de su inclusión en un programa de vivienda
(en curso o futuro) para la solución permanente