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FALLO ZOFRACOR (CONSIDERANDOS 9 A 12) “Que, en suma, y tal como sostiene el

Procurador General a fs. 485, pese al loable propósito que persigue el art. 20 de la ley
24.156, esa norma no prevalece por su jerarquía normativa frente a otras leyes que
dicta el Congreso de la Nación y, por tanto, cuanto allí se dispone puede ser derogado
por otra ley posterior, en forma expresa o tácita. Es que el Poder Legislativo no se halla
vinculado indefectiblemente hacia el futuro por sus propias autorestricciones.”

De libro de Corti:

La cuestión fue analizada con mayor precisión en la causa “Zofracor SA v. Nación Argentina”,
donde una Ley de Presupuesto, en una de las tantas cláusulas que ellas contienen, ratificó un
decreto de necesidad y urgencia referido a la zona franca La Pampa.
El actor cuestionó dicha ratificación, entre otros argumentos, por resultar contraria al art. 20 de la
LAF.
El Ministerio Público, en su dictamen, rechazó ese argumento (y quitó así relevancia a la
preferencia de ley) en los siguientes términos:
“X. Al respecto, cabe recordar que le endilga la violación de lo dispuesto por el art. 20 de la ley
24.156, así como que resulta inconstitucional por su sustancia.
”Con referencia al primer argumento, la Ley de Administración Financiera y Sistemas de Control
del Sector Público Nacional, en cuanto regula la estructura de la Ley Anual de Presupuesto
General de la Nación, establece: ‘Las disposiciones generales constituyen las normas
complementarias a la presente ley que regirán para cada ejercicio financiero. Contendrán normas
que se relacionen directa y exclusivamente con la aprobación, ejecución y evaluación del
presupuesto del que forman parte. En consecuencia, no podrán contener normas de carácter
permanente, no podrán reformar o derogar leyes vigentes, ni crear, modificar o suprimir tributos
u otros ingresos...’ (art. 20).
”En mi concepto, la ratio de esta norma implica una sana prescripción de política legislativa en
cuanto al contenido de la denominada ‘ley de leyes’, con el fin de que la Ley Anual de
Presupuesto para la Nación únicamente contenga las previsiones de ingresos y las autorizaciones
para los gastos de la Administración, con exclusión de toda otra norma sustantiva que, por su
carácter de tal, ha de merecer un marco normativo propio y separado.
”Sin embargo, y pese a la saludable intención que alberga dicho art. 20, no puede obviarse que la
ley 24.156 no se diferencia, en cuanto a su jerarquía normativa, del resto de las leyes que dicta el
Congreso de la Nación y, por ende, que resulta equiparable a la ley 25.237. Ésta, por resultar una
norma posterior, puede derogar una ley anterior —en forma expresa o en forma tácita— (conf.
Fallos 307:398; 308:439, 715, entre otros) y, en tal sentido, no podrá ser tachada de irrespetuosa del
orden legal establecido ya que, de lo contrario, se estaría consagrando la inamovilidad del orden
legislativo y la posibilidad de que el legislador de hoy condicione u obligue, en un sentido
determinado, al del futuro”.
El mismo criterio es el seguido por la Corte. Además de remitirse al dictamen, la sentencia
abunda en el asunto:
“8. Que la ley 25.237 fue la ley presupuestaria para el ejercicio 2000. Desde hace más de medio
siglo, Bielsa observaba que las leyes de presupuesto, sancionadas anualmente, contenían a veces
disposiciones que no eran sólo de naturaleza financiero-administrativa, sino también de derecho
penal e, incluso, de derecho privado, lo que, a su juicio, constituía una ‘falta de metodología
legislativa’ (Bielsa, Rafael, Derecho administrativo, t. III, 3ª ed., Buenos Aires, 1938, ps. 593 y 604).
A pesar de este defecto, la Ley de Presupuesto es una ley en el sentido institucional del vocablo,
con plenos efectos jurídicos.
”9. Que en nuestro sistema constitucional, nada permite inferir que la función legislativa en
materia presupuestaria se limita a aprobar o a autorizar lo que propone el Poder Ejecutivo. El
Congreso recibe un proyecto de presupuesto y lo acepta, lo modifica o lo rechaza, en todo o en
parte, sin restricción alguna. No es un acto aprobatorio que pasa a integrar un acto
administrativo: es acción legislativa normal y primordial aun cuando la iniciativa corresponda al
Poder Ejecutivo, que es el responsable de la administración general del país (art. 99, inc. 1º de la
Constitución Nacional; González Calderón, Juan A., Derecho constitucional argentino, t. III, 1923,
p. 105). No hay obstáculo constitucional para que el Poder Legislativo establezca, suprima o
modifique tributos (u otro tipo de ingresos) en la Ley de Presupuesto. Las autolimitaciones que el
Congreso ha emitido pueden ser modificadas o dejadas sin efecto, incluso en forma implícita. La
Ley de Presupuesto es un acto de gran trascendencia política y la voluntad del Poder Legislativo
no está limitada por actos preexistentes de igual jerarquía normativa.
”10. Que la Ley de Contabilidad 12.961 disponía en su art. 20: ‘...no se incluirán en la Ley de
Presupuesto disposiciones de carácter orgánico o que modifiquen o deroguen leyes en vigor...’.
También el art. 18, dec.-ley 23.354/1956 disponía: ‘...la Ley de Presupuesto no incluirá
disposiciones de carácter orgánico ni derogatorias o modificatorias de leyes en vigor’. En el
mismo sentido, el art. 20 de la ley 24.156, establece que ‘Las disposiciones generales constituyen
las normas complementarias a la presente ley que regirán para cada ejercicio financiero.
Contendrá normas que se relacionen directa y exclusivamente con la aprobación, ejecución y
evaluación del presupuesto del que forman parte. En consecuencia, no podrán contener
disposiciones de carácter permanente, no podrán reformar o derogar leyes vigentes, ni crear,
modificar o suprimir tributos u otros ingresos’. Esta limitación, aprobada por la doctrina
administrativa, no justifica constitucionalmente la descalificación de la expresión legislativa
dirigida a modificar, derogar o aprobar normas que, por lo demás, se relacionan de alguna
manera con impuestos, tasas y materias afines a las rentas públicas. Hace muchos años la
Procuración del Tesoro de la Nación se expidió en el sentido de que las leyes de presupuesto
pueden válidamente contener o introducir normas modificatorias del ‘derecho objetivo’, con el
único límite del respeto debido a los derechos y garantías esenciales asegurados por la
Constitución (conf. Dictámenes 83:195 y ss.).

También este tribunal ha rechazado la existencia de violación constitucional en la práctica de


incluir en la Ley de Presupuesto la regulación de cuestiones atinentes a la organización de los
partidos políticos (Fallos 318:567, considerando 12), si bien ha destacado las objeciones que tal
práctica merece desde el punto de vista de la técnica legislativa.
”11. Que, en suma, y tal como sostiene el procurador general a fs. 485, pese al loable propósito
que persigue el art. 20 de la ley 24.156, esa norma no prevalece por su jerarquía normativa frente
a otras leyes que dicta el Congreso de la Nación y, por lo tanto, cuanto allí se dispone puede ser
derogado por otra ley posterior, en forma expresa o tácita. Es que el Poder Legislativo no se halla
vinculado indefectiblemente hacia el futuro por sus propias autorrestricciones”.
Muchas cuestiones aborda la Corte en estos párrafos. Pero aquí cabe considerar dos, ambas
centrales.
En primer lugar, es positivo que la Corte deje en claro que cuando el Congreso dispone la
decisión presupuestaria lleva a cabo una potestad legislativa, para la cual tiene libertad de
configuración, siempre, claro, dentro de los límites de la Constitución. Pero niega, la Corte, que se
trate de un acto administrativo o que haya límites en lo relativo a la posibilidad de modificar o
reformar el proyecto de Ley de Presupuesto que envía el Ejecutivo. No es una acto que aprueba
una decisión tomada por otro órgano, sino una genuina ley.
Sin embargo, y en segundo lugar, no resulta valioso sostener que las autoridades públicas no se
encuentran vinculadas a las restricciones que se imponen a sí mismas. Todo lo dicho ya en
términos de seguridad jurídica se hace aquí presente.
Tanto el Ministerio Público como la Corte enfocan el asunto sólo en términos de buena técnica
legislativa y, a la vez, hacen una aplicación mecánica del criterio lex posterior, pero no tienen en
cuenta la distinción entre leyes orgánicas y leyes ordinarias (que es central en la práctica jurídica
argentina, como lo muestra el actual Régimen Federal de Educación, que sin dicha distinción
carecería en gran parte de sentido), y la importancia de las autolimitaciones jurídicas como
medio para plasmar la seguridad jurídica, valor que tiene jerarquía constitucional.
No se trata, entonces, de una cuestión de mera técnica legislativa, sino de un problema de mayor
profundidad jurídica, que exige un análisis constitucional que tenga en cuenta la totalidad de los
valores y principios en juego.

CASO PERALTA 1990

La corte expresó que era constitucional un Decreto (hoy DNU) sobre depósitos bancarios porque
el país se encontraba ante una Emergencia Económica.

El Estado también puede intervenir por razones de SOLIDARIDAD SOCIAL (desde la reforma del
94’ en adelante) o a causa de DESASTRES NATURALES (inundación, terremoto, etc) dándole
beneficios a los perjudicados y dictando leyes de emergencia agropecuaria, leyes que declaren
zona de desastre a los lugares afectados, otorgando mayores plazos a los afectados para cumplir
con sus obligaciones (vg pago de cheques), consiguiendo créditos internacionales o renegociando
los ya existentes, como también brindar facilidades para la reconstrucción.
En este caso el PEN dictó un DNU para enfrentar la situación de emergencia que ordenaba que la
devolución de los depósitos de + de 1000 pesos, se haría en bonos.

Peralta expreso que su derecho de propiedad se vio afectado en razón del plazo FIJO que poseía,
y por eso interpuso ACCIÓN DE AMPARO contra el Estado Nacional y el BCRA pidiendo la
declaración de INCONSTITUCIONALIDAD del decreto y el pago de su PLAZO FIJO.

De libro de Corti:

1. El caso “Peralta”. La reforma constitucional. La ley 26.122


Antes del proceso constituyente reformador de 1994, el texto constitucional nada decía de forma
expresa sobre la posibilidad de dictar este tipo de decisiones legislativas (o en todo caso las
prohibía, por medio de la cláusula contenida en el art. 29, CN). Ellas fueron sin embargo
admitidas por la Corte en una jurisprudencia que alcanzó su mayor expresión en la conocida
causa “Luis Arcenio Peralta v. Estado nacional (Ministerio de Economía - Banco Central de la
República Argentina)”

Se discutía, en dicha ocasión, la constitucionalidad, por vía de acción de amparo, del DNU
36/1990, que había limitado la devolución de los depósitos bancarios hasta una determinada
suma, disponiéndose que el excedente debía pagarse en títulos públicos (el llamado “plan
Bonex”). Ante una situación de crisis, el Estado se apropió de los depósitos existentes en el
sistema financiero, salvo los de menor cuantía, y dispuso entregar a cambio títulos, con
vencimientos futuros.

Dicha decisión preludió la entrada en el régimen de convertibilidad, que será creado por la ley
23.928, que en ocasión de su modificación, una década después, también dio lugar, no tan
paradójicamente, a una nueva apropiación de los depósitos bancarios, con la opción de
recuperarlos en moneda nacional bajo un régimen de programación o de sustituirlos por títulos
públicos, de forma análoga a la dispuesta por el DNU 36/1990, todo ello según los términos de ley
25.561, de Emergencia y Reforma del Régimen Cambiario, del dec. 214/2002, que pretendió
sustentarse en dicha ley, y de numerosas disposiciones complementarias.

Luego de la hiperinflación con la que concluyó el primer gobierno democrático de Alfonsín (1983-
1989) y que dio lugar a las leyes de emergencia económica (23.696 y 23.697), los años noventa se
iniciaron con una nueva crisis y concluyeron, tardíamente en el 2001, con otra, período en el cual
se consolidó como casi permanente el estado de emergencia, justificación de las medidas
legislativas aquí estudiadas.
El dec. 36/1990 planteaba dos problemas constitucionales. Por un lado, su origen (¿puede el Poder
Ejecutivo ejercer por sí mismo potestades legislativas y dictar un decreto de necesidad y
urgencia?). Por otro, su contenido (¿puede restringirse de esa forma el derecho de propiedad?).
Ambos aspectos fueron justificados por la Corte sobre la base de los conceptos de emergencia,
necesidad y urgencia, que confluyeron para legitimar tanto la restricción mayor que lo normal
del derecho de propiedad como el dictado de un decreto de necesidad y urgencia. No se trataba
en el caso sólo de justificar el ejercicio de potestades legislativas por parte del Presidente, sino la
legitimidad misma de esas medidas en cuanto eventualmente hubiesen sido tomadas por el
Congreso.

La Corte, en una sumatoria de argumentos, conjugó la “doctrina de la emergencia”, empleada


para justificar el contenido de la decisión (restricción intensa de un derecho) con la “doctrina de
la necesidad y urgencia”, usada a su vez para justificar la concentración de poder en el Ejecutivo.
Estos aspectos no pueden ser separados, pues una decisión que afecte de esa manera los
depósitos bancarios no sería en los hechos posible si se debatiese de manera pública en el
Congreso.

Los argumentos utilizados por la mayoría de la Corte para legitimar el dictado del decreto de
necesidad y urgencia son ciertamente endebles. El eje que justifica un decreto de necesidad y
urgencia es la existencia de “una situación de grave riesgo social” que exija, a la vez, de “medidas
súbitas”, que sólo pueden ser tomadas por el Presidente y que, de alguna manera, sean
consentidas por el Congreso.
El Presidente, con la anuencia del Poder Legislativo, es el órgano al que le compete “asegurar la
supervivencia de la sociedad argentina” ante “el descalabro económico generalizado” y “la anomia
y la invariabilidad de la vida política organizada”.
Ante la crisis social (en cuya descripción se apela al tradicional léxico metafórico de lo
“enfermizo” y de lo “patológico”, ver consid. 27), dice el argumento, hay un poder decisivo (el
Presidente) y un poder que consiente (el Congreso)

La mayoría de la Corte hace explícito sobre qué base, en el caso, ha existido la conformidad
legislativa. Según su argumento, en la materia monetaria es tradicional una amplia delegación
legislativa en el Poder Ejecutivo y, en particular, en el Banco Central, a quien se le confió las
potestades que la Constitución le da al Congreso. Claro que el razonamiento supone, sin
justificar, que esas delegaciones, más allá de su existencia, son efectivamente legítimas desde la
óptica constitucional.

Por otra parte, la Corte sostiene que ha sido habitual que el Congreso convalidara actuaciones
del Ejecutivo semejantes a la examinada, aunque sólo se menciona el antecedente del dec.
1096/1986, que no es exactamente asimilable al plan instrumentado por el dec. 36/1990. Una
petición de principios y una analogía precaria.

Eso respecto del poder que consiente. En cuanto al poder decisivo, el Presidente, como órgano
político encargado de dar natural solución a la crisis por medio de medidas súbitas, la Corte
señala lo siguiente (consid. 29, que trata los dos aspectos):
“29) Que inmersos en la realidad no sólo argentina, sino universal, debe reconocerse que por la índole
de los problemas y el tipo de solución que cabe para ellos, difícilmente pueden ser tratados y
resueltos con eficacia y rapidez por cuerpos pluripersonales.
”La confrontación de intereses que dilatan —y normalmente con razón dentro del sistema— la toma
de decisiones, las presiones sectoriales que gravitan sobre ellas, lo que es también normal, en tanto en
su seno están representados los estados provinciales y el pueblo —que no es una entidad homogénea
sino que los individuos y grupos en él integrados están animados por intereses muchas veces
divergentes— coadyuvan a que el Presidente, cuyas funciones le impone el concreto aseguramiento de
la paz y el orden social, seriamente amenazados en el caso, deba adoptar la decisión de elegir las
medidas que indispensablemente aquella realidad reclama con urgencia impostergable.
”Esto no extrae, sin embargo, como ya se dijo, la decisión de fondo de manos del Congreso Nacional,
que podrá alterar o coincidir con lo resuelto; pero en tanto no lo haga, o conocida la decisión no
manifiesta en sus actos más que tal conocimiento y no su repudio —conforme considerandos 30 y 31
— no cabe en la situación actual del asunto coartar la actuación del Presidente en cumplimiento de su
deber inmediato.
”De alguna manera ha sido el propio Congreso Nacional quien ha convalidado actuaciones
semejantes del Poder Ejecutivo. No sólo disposiciones como el dec. 1096/1986 pueden citarse en tal
sentido, sino que en oportunidad de debatirse en la Cámara de Senadores de la Nación la ley 23.697,
el miembro informante de la mayoría, senador Romero, en relación al que sería art. 38 de aquella
norma y que se refiere a la deuda pública interna decía que ‘El Poder Ejecutivo había establecido
originalmente un mecanismo de reprogramación de la deuda pública interna, pero debido a los
tiempos legislativos, y a la necesidad que tenía el Poder Ejecutivo de que no se produzcan los
vencimientos, para contar con un texto legal, dictó el dec. 377 al que nosotros proponemos conferirle
fuerza de ley’ (Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, año 1989, p. 1483)”.

El argumento (o no argumento) revela la posición histórico-política de la mayoría de la Corte, que


se remonta a las reflexiones ya destacadas de Alberdi y Sarmiento: ante la crisis se requiere un
poder fuerte, concentrado, ajeno a la deliberación y a la participación popular.

Por eso la verdad de la sentencia de la Corte respecto de la potestad legislativa del Ejecutivo la
muestra la fórmula política que, de una manera casi aforística, expone en su voto Oyhanarte,
quien ni siquiera considera que ahí exista un problema jurídico que resolver. Dice en su voto:
“5) Que el dec. 36/1990 pertenece a la categoría de los llamados reglamentos de necesidad, como lo
señala la sentencia apelada (considerando II, letra ‘b’) y se desprende de lo que aquél dice en su
considerando 9º y de su remisión al Congreso (dec. 158/1990). Trátase, pues, de un acto equiparable a
ley. El reglamento de necesidad —escribe Villegas Basavilbaso— ‘es sustancialmente un acto legislativo
y formalmente un acto administrativo’ (Derecho administrativo, t. I, 1949, p. 285). A mérito de ello,
para facilitar el estudio del problema, en lo que sigue se dará por cierto que ese decreto es, en rigor,
una ley. En asuntos como el que aquí se juzga la sustancia ha de prevalecer sobre la forma”.

Sobre esta base jurisprudencial se configuró, en definitiva, el orden jurídico de los años noventa,
donde, para emplear una expresión tendenciosamente usada en aquel momento (y con un
significado ajeno a su textura republicana, que se liga de forma indisoluble con la primacía de la
ley), la “seguridad jurídica” se encontraba resguardada por la voluntad última del Presidente.

En fin, en 1994, la reforma constitucional zanjó toda duda sobre la legitimidad de los decreto de
necesidad y urgencia, al expresamente posibilitar su dictado. Dado que la intención de la reforma
fue la de atemperar el presidencialismo, su pretensión fue la de regular con más detalle un
instituto que la fuerza de los hechos impuso como inevitable en la tarea de gobierno (al menos
para la visión mayoritaria del sistema político argentino). Es decir, la reforma viene a reconocer,
de alguna manera, el carácter inevitable de los decretos de necesidad y, por ende, decide sujetarlo
a reglas y condiciones de legitimidad.

La cuestión, ahora, radica en qué condiciones un decreto de necesidad y urgencia es válido desde
el punto de vista del nuevo texto constitucional.

El art. 99, inc. 3º, CN, al enumerar las atribuciones del Presidente, dispone lo siguiente: “Participa
de la formación de las leyes con arreglo a la Constitución, las promulga y hace publicar. El Poder
Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable emitir disposiciones de
carácter legislativo. Solamente cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los
trámites ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de
normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos políticos, podrá
dictar decretos por razones de necesidad y urgencia, los que serán decididos en acuerdo general de
ministros que deberán refrendarlos, juntamente con el Jefe de Gabinete de Ministros. El Jefe de
Gabinete de Ministros personalmente y dentro de los diez días someterá la medida a consideración de
la Comisión Bicameral Permanente, cuya composición deberá respetar la proporción de las
representaciones políticas de cada Cámara. Esta comisión elevará su despacho en un plazo de diez
días al plenario de cada Cámara para su expreso tratamiento, el que de inmediato considerarán las
Cámaras. Una ley especial sancionada con la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de
cada Cámara regulará el trámite y los alcances de la intervención del Congreso”.

Hay que destacar, ante todo, que el texto constitucional le sustrajo dramatismo al instituto, pues
en vez de ligarlo a la idea de colapso o, incluso como lo sugiere el precedente “Peralta”, de
generalizada catástrofe, se refiere, sí, a “circunstancias excepcionales”, pero que sólo impiden el
trámite ordinario de las leyes. Va de suyo que no es imprescindible una grave crisis social para
que se configure la imposibilidad de dar curso a los trámites legislativos de carácter ordinario.

Proposición que conlleva, de forma complementaria, la siguiente: ante la crisis de gravedad el


punto decisivo (tal la soberanía) pasa por el Congreso, fórmula republicana que requiere la
voluntad política de éste para hacerse en su momento realidad.

De acuerdo con este régimen, se ha modificado, respecto del precedente “Peralta”, la


circunstancia fáctica habilitante o, si se quiere, se ha especificado con precisión el estado de
necesidad, el cual ya tiene una clara definición constitucional.

La Constitución instaura un régimen ordinario de creación de leyes, donde el Poder Ejecutivo


interviene, en un inicio, al presentar proyectos de ley y, luego, al promulgar o vetar. Este trámite
ordinario se encuentra plasmado en los arts. 77/84, CN, y en los dos primeros párrafos del citado
art. 99, inc. 3º, CN. Hay previsto, ahora, un trámite extraordinario, en cuanto excepción al
régimen normal, que sólo puede seguirse si se dan circunstancias excepcionales que impidan
seguir con aquel régimen. Resulta claro que recae en el Ejecutivo justificar la imposibilidad (no la
simple dificultad) de seguir dichos trámites.

Se ve que se modifica el enfoque político de fondo de los decretos de necesidad y urgencia,


porque ya no se trata de fundar el instituto en una cualidad singular del órgano presidencial (su
carácter unipersonal, su mayor información, su rapidez de acción o su desvinculación con la
práctica deliberativa), sino en la mera imposibilidad fáctica (que debe justificarse) en seguir un
trámite ordinario.

Dicha excepción al régimen normal, sin embargo, no se encuentra habilitada respecto de un


conjunto acotado de materias jurídicas que la Constitución expresamente enumera: penal,
tributaria, electoral y régimen de partidos políticos, donde el régimen normal es ineludible.
Esta regla de inhabilitación —en rigor, se trata de una “segunda” excepción a una “primera”
excepción de una regla general previa, que atribuye competencia—, torna relevante las
discusiones en torno a cómo delimitar una materia, rama o disciplina jurídica. Adquiere así
trascendencia institucional una cuestión en apariencia academicista, del “derecho de profesores”
como a veces se dice despectivamente, pues cómo se delimite una materia jurídica, así la
tributaria o la administrativa, incide en qué potestades la Constitución le atribuye a cada poder
del Estado.

CASO Recurso de hecho deducido por S. Y. Q. C. por sí y en representación de su hijo menor


J. H. Q. C. en la causa Q. C., S. Y. c/ Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires s/ amparo”,
Fallo que ordena al gobierno porteño a garantizarle una solución habitacional a Sonia
Quisberth Castro, quien junto a su hijo, que padece una dura enfermedad, se encuentra en
situación de extrema vulnerabilidad.

Sonia Yolanda Quisberth Castro. Su hijo de 6 años, padece una encefalopatía crónica. "Si
bien no hay un derecho a pedir una vivienda (OJO clase) existe una garantía mínima para las
personas que afrontan situaciones de extrema vulnerabilidad".

Voluntad de nuestro Estado por dar al tema de la discapacidad una atención primordial, que
se traduce en brindarle a las personas con esta característica una protección especial en
términos constitucionales que implica una tutela más acentuada que los coloque en una
posibilidad efectiva de ejercer su derechos en condiciones de igualdad con quienes no
padecen discapacidad.

Los instrumentos internacionales incorporados a la Carta Magna reconocen “el derecho de


toda persona a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso la alimentación, vestido
y vivienda adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de existencia” (Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art. 11 inc. 1º); el derecho de
toda persona “a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el
bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los
servicios sociales necesarios” (Declaración Universal de derechos Humanos, art. 25); El
derecho de toda persona “a que su salud sea preservada por medidas sanitarias y sociales,
relativas a la alimentación, el vestido, la vivienda y la asistencia médica, correspondientes al
nivel que permitan los recursos públicos y los de la comunidad (Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, art. XI).

Por su parte, en la Convención Interamericana para la eliminación de todas las formas de


discriminación contra las personas con discapacidad —aprobada en nuestro país por la ley
25.280, publicada en el B.O. del 4 de agosto de 2000— se estipula que los Estados Parte, a
fin de lograr los objetivos de la convención, se comprometen a adoptar medidas “...para
eliminar progresivamente la discriminación y promover la integración por parte de las
autoridades gubernamentales y/o entidades privadas en la prestación o suministro de bienes,
servicios, instalaciones, programas y actividades, tales como (...) la vivienda” (art. 3°).

En la Convención sobre los derechos de las Personas con Discapacidad —aprobada por la
Argentina se reconoce el derecho de las personas con discapacidad a la protección social y a
gozar de ella sin discriminación por discapacidad, debiendo los Estados adoptar las medidas
para proteger y promover el ejercicio de este derecho, entre ellas “asegurar el acceso de las
personas con discapacidad a programas de vivienda pública” (art. 28, ap. 2, especialmente
punto d). Asimismo, se establece que los Estados Partes tomarán “todas las medidas
necesarias para asegurar que todos los niños y las niñas con discapacidad gocen plenamente
de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en igualdad de condiciones con
los demás niños y niñas”, debiendo tenerse especial consideración por la protección del
interés superior del niño (art. 7º apartados 1 y 2).
En el orden interno, se han dictado numerosas normas sobre el tema q especialmente se
refieren a la atención y asistencia integral de la discapacidad.
Se declara admisible la queja, procedente el recurso extraordinario interpuesto y se revoca la
sentencia apelada con el alcance indicado en los términos del presente fallo.

CORTE: la falta de partida NO basta con alegarla sino que hay que probarla

Quisberth Castro: la Corte se mete con ejecución del presupuesto! No era la forma
más eficiente lo que se hacía, dice el fallo.  26/04/2012
Fallo de la Corte Suprema sobre el derecho a la vivienda en la ciudad de Buenos
Aires
Autor: CELS La Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) emitió el martes
una importante sentencia en la que se analiza el alcance de las obligaciones y el
cumplimiento del derecho a la vivienda por parte del gobierno de la ciudad de
Buenos Aires.
La sentencia fue dictada en la causa Quisberth Castro, en la cual una mujer, que vive
con su hijo menor de edad con una severa discapacidad, debió recurrir a la justicia
por la falta de respuesta del gobierno porteño ante su imposibilidad de procurarse un
lugar digno, salubre, adecuado y seguro donde vivir. La Corte ordenó al gobierno que
garantice un alojamiento adecuado a la familia y le brinde asesoramiento para la
solución de su problema habitacional.
A diferencia del fallo del Tribunal Superior de Justicia de la ciudad, el máximo
tribunal descartó que los paradores y la política de subsidios habitacionales
implementados por el gobierno porteño constituyan una respuesta adecuada para
resolver el problema de vivienda que padecen las familias en situación de calle y
extrema vulnerabilidad, como es el caso de la demandante.
Este fallo deja en evidencia las falencias estructurales de las políticas públicas de la
ciudad en materia de vivienda y la necesidad de una política social integral,
planificada y debidamente coordinada que permita dar respuesta definitiva a la
emergencia habitacional que sufren los grupos más vulnerables.
En este sentido, el pronunciamiento de la Corte resulta trascendente en un contexto
de aumento progresivo de la población de villas y asentamientos, que ya duplica la de
2001 y triplica la de 1991. Además, el 40% de esos habitantes reside en habitaciones
alquiladas de manera informal.
En diciembre de 2011, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
instó al Estado argentino a adoptar políticas que garanticen el acceso equitativo a una
vivienda adecuada y asequible, con seguridad jurídica de la tenencia y que luche
eficazmente contra la especulación en los mercados inmobiliario, de la tierra y de la
construcción. También en diciembre de 2011, la Relatora Especial sobre vivienda de
la ONU, Raquel Rolnik, recomendó al Estado argentino a diversificar y flexibilizar
los programas, adecuando el uso de los fondos a las necesidades existentes, a una
mayor coordinación y articulación de los programas y fondos nacionales y
provinciales y a una política de regulación y subsidio a los alquileres.
Para el CELS, este fallo constituye una oportunidad para que el gobierno de la ciudad
reformule su actual política habitacional en función de los estándares fijados por la
Corte y los expertos internacionales a fin de superar los obstáculos y
condicionamientos que impiden a las personas en situación de vulnerabilidad acceder
a una vivienda digna.

De artículos de Corti porque en libro no:

3. La jurisprudencia de la Corte Suprema


argentina sobre las restricciones financieras,
anterior al caso “Quisberth Castro”.

Cuando el E es condenado judicialmente debe pagar: sino quedaría sustraído del


ordenamiento jurídico. En todo caso se discute la modalidad pues implicará la intervención
legislativa en materia de gs púb

la Corte Suprema se ha
referido al asunto al resolver tres tipos de situaciones: a)
juicios por responsabilidad del Estado por su actividad ilícita; b) casos donde se
examinaron las condiciones de
detención de las personas privadas de libertad; c) casos
referidos al derecho a la salud.
Todas estas decisiones son posteriores a la reforma
constitucional argentina de 1994. Como en otros países de
Latinoamérica, las reformas constitucionales han sido el
punto de partida de nuevas prácticas institucionales, en
particular judiciales. Además de las modificaciones en la
organización del poder, incluidos los tribunales y el control
de constitucionalidad, el aspecto más saliente de estas
reformas reside en la consagración de nuevos derechos y
garantías procesales, aspecto profundizado por la apertura
de los derechos nacionales al derecho internacional de
los derechos humanos.

3.1. Responsabilidad del Estado por su actividad


ilícita
El caso para considerar aqui es “Ruben Badin”.9 La
causa tiene su origen en un incendio ocurrido en una
institucion penitenciaria, situacion en la cual fallecieron
varios detenidos, cuyos familiares demandaron al
Estado por los danos y perjuicios causados, asunto que
la Corte encuadro, como es tradicional en el derecho argentino,
en terminos de falta de servicio.

La CS describe la realidad de las cárceles y aborda las exigencias constitucionales


que pesan sobre el Estado para asegurar condiciones
dignas de detención. En tal marco, se inserta la referencia presupuestaria
de esta sentencia (punto 9). En ella se destaca: “las dolorosas
comprobaciones” referidas al sistema penitenciario
“no encuentran justificativo en las dificultades presupuestarias
que se traducen en la falta de infraestructura edilicia, la carencia de recursos humanos, la
insuficiencia de formación
del personal o las consecuentes excesivas poblaciones
penales”.
Si el Estado, continúa argumentando el tribunal, no
puede garantizar la vida digna al interior del sistema carcelario
de nada sirven las políticas preventivas del delito.
Tampoco se logra la reinserción social de los detenidos.
La Corte concluye el razonamiento con una frase de
fuerte carga simbólica, al afirmar:
[…] las carencias presupuestarias, aunque dignas
de tener en cuenta, no pueden justificar
transgresiones de este tipo. Privilegiarlas sería
tanto como subvertir el estado de derecho y dejar
de cumplir los principios de la Constitución
y los convenios internacionales que comprometen
a la Nación frente a la comunidad jurídica
internacional, receptados en el texto actual
de aquélla (art. 5° inc. 2°, Convención Americana
sobre Derechos Humanos).

OSEA EN BADIN: a) afirmación de los derechos


de las personas privadas de libertad; b) señalamiento
de las obligaciones positivas correlativas del Estado; c)
constatación de la lesión jurídica, y d) rechazo sin más
de la razón dada por el Estado para justificar sus incumplimientos:
las carencias, dificultades o restricciones
presupuestarias.

EJEMPLO DE CONTROL JUDICIAL FUERTE

En responsabilidad del E por actos ilícitos

OTRO TEMA: DERECHO A LA SALUD

La CS le da escaso lugar a las objeciones presupuestarias del E en: ASOCIACIÓN


BENGHALENSIS: 1 de junio de 2000
TÍPICO CASO QUE SE VE EN CONSTITUCIONAL. Apoya el Estado el incumplimiento en una
cuestión presupuestaria.
 El fallo ata el derecho a la salud y el derecho a la vida.
Realización de prestaciones positivas (= hacer) –no no estorbar. Se discutía una norma vinculada al HIV

Hechos: Un grupo de entidades no gubernamentales que desarrollan actividades contra la epidemia


del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, promovieron acción de amparo a fin de obligar al
Estado Nacional a cumplir con la asistencia, tratamiento, rehabilitación y suministro de
medicamentos a los enfermos que padezcan aquella dolencia. Contra la decisión de la Cámara que,
al confimar la del a quo hizo lugar a lo solicitado, interpuso el Estado nacional recurso
extraordinario. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por mayoría, confirmó la sentencia
apelada.

En lo que respecta a la preservación del derecho a la salud.


Corte Suprema en la causa confirmó por mayoría las sentencias de primera y segunda instancia en
las cuales se consideró que el Estado Nacional está obligado a proteger la salud pública, a través del
suministro oportuno de medicamentos a los enfermos de SIDA, pues el derecho a la salud está
comprendido dentro del derecho natural de la persona humana preexistente a toda legislación
positiva que, obviamente, resulta reconocido y garantizado por la Constitución Nacional.
La causa se inicia con la presentación de un amparo por la Asoc. Y otras, en su carácter de
entidades no gubernamentales que desarrollan actividades contra la epidemia del Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida, a fin de que se obligue al Estado nacional - a través del Ministerio de
Salud y Acción Social de la Nación- a cumplir con la asistencia, tratamiento y rehabilitación de los
enfermos del SIDA y, en especial, con el suministro de medicamentos, de acuerdo con lo dispuesto
por los arts. 14, 20, 43 y 75 inc. 22 de la Constitución Nacional, la ley 23.798 y el decreto
reglamentario 1244/91. +

Para así decidir, la Corte sostuvo que el accionar del Estado de incumplir o cumplir mal con su
deber de proveer los medicamentos constituye una omisión que roza la violación de los derechos
humanos reconocidos en la Constitución Nacional y que el Estado Nacional está obligado a
"proteger la salud pública" pues el derecho a la salud está comprendido dentro del derecho a la vida
que es "el primer derecho natural de la persona humana preexistente a toda legislación positiva dado
que en el Preámbulo de la Constitución Nacional ya se encuentran expresiones referidas al bienestar
general, objetivo preeminente en el que, por cierto, ha de computarse con prioridad indiscutible, la
preservación de la salud.

La defensa de la salud es una consecuencia de la protección del derecho a la vida, valor supremo en
un Estado de Derecho, que "en la escala de prerrogativas humanas ocupa el primer puesto"
(Marienhoff). De tal forma, frente a esa determinación de asumir una obligación concreta en la
lucha contra la enfermedad, el accionar del Estado de incumplir o cumplir mal con su deber de
proveer de medicamentos a enfermos, constituye una omisión que roza la violación de los derechos
humanos reconocidos en la Constitución Nacional, ante la que este remedio excepcional del amparo
asume, en principio, el perfil del remedio judicial adecuado. (cons. 6º).

La acción de amparo puede ser interpuesta contra "cualquier forma de discriminación" por el
"afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines", en la medida que
estén registradas y autorizadas para funcionar. Esta forma receptada por la reforma del 94 en nada
discrepa con el criterio previo establecido en la ley 16.986, que en su art. 5º legitimaba también a
las asociaciones que no contrariaran una finalidad de bien público. Al respecto, -y como lo ha
manifestado este Tribunal con anterioridad- la ley 16.986 no ha sido derogada expresamente por la
reforma de 1994, en tanto no se oponga a la letra y espíritu de aquella, subsiste la vigencia de los
recaudos de admisibilidad de la acción de amparo establecidos por ésta.
De libro de Corti:

Actualmente, la jurisprudencia de la Corte parece considerar ambos aspectos (poder de policía


sanitario y derecho a la salud) de manera simultánea. Así, por ejemplo, en la causa “Asociación
Benghalensis y otros”, por un lado se recuerda lo dicho en “Saladeristas Podestá”, al decir que el
Estado está obligado a “proteger la salud pública”, conforme considerando 9º, y, a la vez, se
destaca que “el derecho a la salud se encuentra expresamente reconocido con jerarquía
constitucional”.

(L)a visión que considera que la Ley de Presupuesto actúa a la manera de una ley reglamentaria
de los derechos fundamentales. Estos últimos se ejercen de acuerdo con las condiciones que fijan
las leyes que reglamenten su ejercicio, entre ellas la Ley de Presupuesto, que deviene una
condición legítima del ejercicio de los derechos.

En esta tercer vertiente, que parece ser la aceptada por la Corte en el caso “Asociación
Benghalensis”

Por su parte, atribuir al Estado que alega la insuficiencia de recursos disponibles la carga de
probar dicha insuficiencia, se asemeja a la sugerencia efectuada por la Corte, en la ya citada
causa “Asociación Benghalensis”, al exigir del Estado una prueba concreta sobre la incidencia
presupuestaria de la decisión judicial recurrida.

La expresión hasta el máximo de los recursos disponibles es objeto de dos aclaraciones


suplementarias del Comité. De acuerdo con la primera, hay clases de personas privilegiadas,
cuya situación es relevante allí cuando los recursos se encuentran acotados, en la medida en que
“en tiempos de limitaciones graves de recursos, causadas sea por el proceso de ajuste, de recesión
económica o por otros factores, se puede y se debe en realidad proteger a los miembros
vulnerables de la sociedad mediante la adopción de programas de relativo bajo costo”.

Hay que destacar que, en el caso, además de invocarse el derecho fundamental a la salud,
postulado por el texto constitucional y por tratados de igual rango, se encuentra en juego una ley
reglamentaria específica, de carácter federal, la ley 23.798, de Prevención y Lucha contra el Sida,
que impone un conjunto de deberes precisos a las autoridades sanitarias, conforme lo dispone su
art. 4º. En lo que respecta a las “consecuencias presupuestarias” de la ley, la única disposición es
la contenida en el art. 21, en su momento citado, pero que cabe recordar: “Los gastos que
demande el cumplimiento de lo dispuesto en el art. 4º de la presente ley serán solventados por la
Nación, imputados a rentas generales, y por los respectivos presupuestos de cada jurisdicción”.

(DEL ART. DE MODELOS DE CONTROL JUDICIAL):


el Estado habia alegado que
“gestionó los fondos necesarios para el financiamiento del
Programa y que el presupuesto es un acto institucional no
sujeto al control de los jueces”. Y luego, al recurrir ante la
Corte, el Estado sostuvo que la decision excede el interes
individual, pues afecta a la comunidad. Los jueces,
segun su argumento, omitieron conciliar la ley sanitaria
con la ley de presupuesto, “máxime por las proyecciones
que para el futuro pueda tener la decisión que en definitiva
recaiga y su incidencia en los legítimos intereses de la economía
nacional”.

El Estado no justifica en este caso su accionar en restricciones


financieras.
Hace en cambio dos argumentos,
ambos vinculados a los recursos públicos. Uno: al estar
en juego el presupuesto, los jueces no pueden intervenir
(teoría del acto institucional). Dos: la decisión judicial tiene
efectos en la distribución presupuestaria de los recursos,
tanto presente como futura, y esas consecuencias
financieras no han sido consideradas por los jueces de
las instancias previas que resolvieron el litigio en contra
del Estado (teoría de la responsabilidad de los tribunales
por las consecuencias de sus actos).

La Corte resuelve el caso: a) afirmando la existencia


de un derecho a la salud en el ordenamiento jurídico
argentino, y b) constatando la omisión del Estado
en cumplir con sus obligaciones legales. Nada dice
de la ilegitimidad judicial de conocer en un caso que
afecte al presupuesto, tampoco hace referencia a las
eventuales consecuencias presupuestarias del caso

Solo cita un precedente de la CABA donde dice que el gs púb en salud es una inversión social
prioritaria.
De ahi deduce, de forma general,
“que la protección del derecho a la salud, según esta Corte,
es una obligación impostergable del Estado Nacional de
inversión prioritaria”

La sentencia argumenta por analogia, pues la calificacion


de los gastos en salud como prioritarios surge
del texto de la Constitucion de la Ciudad de Buenos
Aires, no del texto de la Constitucion federal, que es
el objeto de interpretacion en el litigio.
La Constitución de la Ciudad vendría
a hacer expreso una concepción que ya está implícita
en la visión constitucional federal sobre el estatus
normativo y jerárquico del derecho a la salud. Y tal
singularidad podría basarse en la idea, habitual en el
derecho judicial argentino, de considerar al derecho a
la salud como un aspecto del derecho a la vida, siendo
éste, a su vez, un derecho signado por un estatus jerárquico
privilegiado.

Entonces: dado el carácter prioritario


de un gasto público, derivado de las características
del derecho en juego y de sus obligaciones estatales
correlativas, la resolución del caso no requiere
evaluar sus consecuencias presupuestarias.
(Si las consecuencias presupuestarias no entran
en juego, por una cuestion de coherencia, tampoco
son relevantes las carencias presupuestarias como
justificacion del incumplimiento estatal. )

“Verbitsky, Horacio s/habeas corpus”

Aquí se debate una situación estructural, referida


al sistema penitenciario. Se trata de un hábeas corpus
colectivo iniciado por una organización no gubernamental
defensora de los derechos humanos, sobre la
situación irregular, a la luz del derecho internacional
de los derechos humanos y del derecho constitucional
argentino, del sistema penitenciario de la Provincia de
Buenos Aires.
El objeto del litigio es una organización institucional
en su conjunto: el sistema penitenciario de una provincia
argentina como un todo.

Según la Corte, hay una pluralidad de deficiencias


que acreditan “que el Estado provincial incumple con las
condiciones mínimas de trato reconocidas a las personas
privadas de su libertad”
(ya no es un caso individual como Badín sino estructural)

A pesar de esas diferencias, la Corte reitera lo dicho


en “Ruben Badin”, sin modificaciones (ver considerando
28).
Adelantemos que esta vision de intenso control judicial
no sera seguida por la Suprema Corte argentina
en el caso “Quisberth”.

6. El caso “Quisberth” de la Corte Suprema


argentina sobre el derecho a la vivienda. Dos
variantes de control moderado.

El voto > de la CS: primer caso en el que la Corte Suprema argentina se pronuncia sobre el
alcance del derecho a la vivienda

importancia estrategica de la sentencia


en la historia del litigio en defensa del derecho a
la vivienda en la Ciudad de Buenos Aires, pues se revoca
una decision del maximo tribunal de dicha Ciudad que
plasmaba una vision restrictiva, tanto sobre el derecho
a la vivienda como sobre la cuestion presupuestaria

extrañamente, y con respecto


a la cuestión presupuestaria, la mayoría no menciona
la jurisprudencia hasta entonces existente de la propia
Corte que antes reseñamos como ejemplo de control
judicial fuerte y elabora un nuevo enfoque, de alcances
más moderados

ANÁLISIS DEL DCHO A LA VIVIENDA Y ALCANCES DEL CONTROL JUDICIAL

dcho a la vivienda no es una proposición meramente declarativa: La primera característica de esos


derechos y deberes es que no son meras declaraciones, sino
normas jurídicas operativas con vocación de efectividad”. [Luego recuerda] que la Constitución
Nacional en cuanto norma jurídica reconoce derechos humanos para que éstos resulten efectivos y
no ilusorios, pues el llamado a reglamentarlos
no puede obrar con otra finalidad que no sea la de darles todo el contenido que
aquélla les asigne

parece que arranca afirmando la primacía de los dchos

introduce por primera vez en sus argumentaciones el concepto de operatividad


derivada, “en la medida en que se consagran obligaciones
de hacer a cargo del Estado”.

El argumento sostiene: [que] La mencionada operatividad tiene un carácter derivado en la medida


en que se consagran obligaciones de hacer a cargo del Estado.
Este grado de operatividad significa que, en principio, su implementación requiere de una ley del
Congreso o de una decisión del Poder Ejecutivo que provoque su implementación. Ello es así
porque existe la necesidad de valorar de modo general otros derechos, como por ejemplo la salud,
las prestaciones jubilatorias,
los salarios, y otros, así como los recursos necesarios.

relación
compleja entre el titular de la pretensión, el
legitimado pasivo directo que es el Estado y el
legitimado pasivo indirecto que es el resto de la
comunidad que, en definitiva, soporta la carga
y reclama otros derechos

con esto de la relación compleja, introduce la teoría del balance, que caracteriza a los modelos que
parten de las restricciones a los dchos: hay q hacer un balance entre dchos e int, incluidas las
restricciones financieras (ese balance le corresp al legis)

- osea mete ambas: teoría del balance (primacía de restricciones) como primacía de los dchos (no
hay normas programáticas, todas son operativas)

no desconoce las competencias que le tocan a cada poder, ni pretende que sea suya la función de
determinar qué planes concretos debe llevar adelante el gob

las normas mencionadas no consagran


una operatividad directa, en el sentido de que, en
principio, todos los ciudadanos puedan solicitar
la provisión de una vivienda por la vía judicial

ideas:
- Los derechos deben ser objeto de una valoracion
global, con referencia a los recursos que son necesarios
para efectivizarlos
- Es al legislador a quien le corresponde hacer
el balance entre los derechos, a la luz de los recursos
disponibles
- Hay un uso de un lenguaje procesal para referirse
a una problematica que, sin embargo, es sustancial

más allá de la mezcla entre las 2 primacías: Es decir, no se propone (o no se hace explicita) una
clarificacion conceptual de los derechos y las obligaciones positivas que permita distinguir con
precision cuando se esta ante una “operatividad derivada” y cuando, ante una “operatividad sin
mas”. Un punto si interesante del argumento es que presupone la unidad del fenomeno financiero y
la correlacion entre los diversos sujetos involucrados: los titulares de los diferentes derechos, el
Estado y los sujetos vinculados a los institutos financieros que utiliza el Estado para financiarse:
contribuyentes en los tributos, titulares de titulos de la deuda publica en el credito publico

- Postulada la operatividad derivada del derecho, la


Corte destaca la función del control judicial de razonabilidad.
En este caso, la Corte identifica el control de razonabilidad
con el aseguramiento del contenido mínimo
del derecho.

El control judicial sobre la base del principio de


razonabilidad tiene una larga historia en el derecho argentino.
Su contenido habitual es mucho mayor que el
que se le asigna en este caso. En una extensa historia
jurisprudencial, la razonabilidad tiene dos significados
principales. Uno: se la entiende como la garantía de un
contenido esencial de los derechos. Una decisión legislativa
es irrazonable si desnaturaliza el derecho. Dos: se
la considera equivalente al principio de proporcionalidad.
Una decisión legislativa es irrazonable si hay una
desproporción entre medios y fines.

Innovación: la Corte no continúa con su extensa


tradición en materia de razonabilidad y le otorga
un nuevo significado. En el caso: una decisión legislativa
es irrazonable si no respeta el contenido mínimo del derecho
fundamental.

SÍNTESIS: La CS dibuja un modelo moderado de control judicial. Afirma la operatividad


del derecho, deja en suspenso esa operatividad
en favor del balance y la potestad legislativa, pero fija un
limite: el contenido minimo del derecho
Este contenido mínimo, a su vez, se lesiona cuando
hay una amenaza grave para la existencia misma de la
persona. El concepto hace referencia a estados desesperantes
de los grupos más desprotegidos de la sociedad.
Es decir, se trata de un mínimo de carácter humanitario… PERO que tendrá un alcance de mayor
profundidad

LIMITACIÓN DE RECURSOS Y DIDH


según el Comité: La disponibilidad de recursos aunque condiciona
la obligación de adoptar medidas, no modifica
el carácter inmediato de la obligación, de la
misma forma que el hecho de que los recursos
sean limitados no constituye en sí mismo una
justificación para no adoptar medidas.

De la reseña del documento del Comité DESC, la Corte


concluye:
El argumento de la utilización de los máximos
recursos disponibles parece subordinado a un
análisis integral por parte de la Ciudad de la
asignación de sus recursos presupuestarios,
que no podrá prescindir de la obligación primera
que surge de los tratados a los que se comprometió
la Argentina, que es dar plena efectividad
a los derechos reconocidos en sus textos.

-La Corte aplica al caso el derecho internacional


de los derechos humanos. Ejercita, en los términos de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, el control
de convencionalidad de las decisiones nacionales.
- No se refiere, sin embargo, a toda la doctrina
sobre el presupuesto elaborada en el derecho internacional.
Solo aplica un documento en particular. Así, por
ejemplo, no hace referencia a la doctrina sobre el presupuesto
elaborada por el Comité de los Derechos del Niño,
aun cuando el caso se refiera a un niño con discapacidad.
Aquí se abre un debate imprescindible sobre cuál debe
ser la metodología racional para ejercer el referido control
de convencionalidad

- Hay obligaciones inmediatas de los Estados,


así la de tomar medidas, que no dependen de los recursos
disponibles.

- Cuando hay limitación de recursos, los Estados


tienen la obligación de proteger a los grupos más vulnerables.
En tal caso, debe crear programas de bajo costo.

- Hay criterios objetivos para evaluar si efectivamente


existen limitaciones de recursos

- El Estado demandado debe hacer un análisis


presupuestario integral que demuestre la falta de
recursos.

- Ese análisis debe tener en cuenta las obligaciones


que surgen del derecho internacional de los derechos
humanos

**La conclusión de la Corte es que, en el caso, nada de esto fue probado por el Estado
demandado.**

resumen:
- el dcho a la vivienda es operativo
- al ser prestacional implica ob posit y debe ser balanceado con otros dchos y con los rec dispo
- hacer ese balance compete al legis
- los jueces pueden hacer un control de razonabilidad de lo q decidió el legis
- una decisión es irrazonable si lesiona el contenido mínimo del derecho
- el contenido mínimo, a su vez, se lesiona cuando hay una amenaza grave para la existencia misma
de la persona o cuando hay situaciones intolerables
- aún cuando existan limitaciones de recursos, el E debe hacer programas costeables
- la defensa basada en la limit de recursos debe estar fundada en un analisis integral del P Púb,
teniendo en cta las ob que surgen del DIDH
- los GS Púb deben ser idóneos para proteger el contenido mínimo de los dchos

El Estado fue condenado a intervenir con equipos de asistencia social y de salud para que el nino
disponga de la atencion y el cuidado que su estado de discapacidad requiere. Tambien a garantizar
un alojamiento con condiciones edilicias adecuadas a la patologia del nino.
sin perjuicio de su inclusión en un programa de vivienda
(en curso o futuro) para la solución permanente

desde la óptica del remedio, el contenido mínimo


es acorde con la dignidad de la persona, de mucha más
profundidad que el que revela la idea de una “amenaza
grave a la existencia misma de la persona (paradoja del fallo)
ENTONCES: BADÍN Y VERBITSKY → CONTROL FUERTE
QUISBERTH CASTRO → CONTROL MODERADO

Petracchi: voto concurrente en QC que es el único que menciona a los otros 2


fijando,
además de la regla general de primacía de los derechos,
la excepción, en cuanto posibilidad que dispone el
Estado de probar de forma fehaciente la falta de recursos.
En vez de argumentar a través de la teoría del balance,
este razonamiento introduce el esquema jurídico
“regla general y excepción”.

sienta un principio de inconstitucionalidad.


Dada cierta situacion de hecho (personas en situacion de
calle) se presupone que la asignacion presupuestaria no
ha sido acorde al PIDESC de acuerdo con los terminos fijados
por el Comite DESC, es decir, a la propia Constitucion
(pues en Argentina los tratados de derechos humanos
tienen la misma jerarquia que las normas constitucionales).
Otra vez aqui se profundiza en las ideas del control
fuerte, agregandose la presuncion de inconstitucionalidad
como elemento clave.

Es el Estado el que debe probar que ha realizado


todos los esfuerzos. Esto por dos razones. Por la presunción
de inconstitucionalidad de la asignación presupuestaria
y porque el Estado es el que produce la información
presupuestaria.

se profundiza en las ideas propias de la


argumentacion basada en la primacia del derecho. Es decir,
se mantiene el principio que la Corte habia sentado
en los casos precedentes: las carencias presupuestarias
no justifican las lesiones a los derechos

Se hace explícita así la quiebra de un


mito del derecho financiero clásico: la absoluta discrecionalidad
política de la decisión presupuestaria. Por
otro lado, las situaciones de hecho generan una presunción
de inconstitucionalidad

Pero esta regla general viene acompañada por la excepción.


Es decir, el Estado tiene la posibilidad de alegar
la limitación de recursos, pero para que ello sea viable
debe seguir una serie de recaudos objetivos. Tiene que
probar que, efectivamente, ha usado el máximo de los
recursos disponibles.
(el voto remite a doctrina elaborada en la práctica del DIDH y que claramente el E no cumplió)
si bien afirma la existencia de un contenido mínimo
de los derechos, permite alegar la falta de recursos para
justificar su eventual incumplimiento
En la actual interpretación, ya
existente al momento de la sentencia, se considera que el
contenido mínimo es indisponible o inderogable. De ahí
que la posibilidad de alegar escasez de recursos recién resulta
aplicable luego de garantizarse el contenido mínimo,
a la hora de entender la idea de progresividad

A diferencia del modelo del control fuerte, que


solo fija una regla, aquí se enuncia la regla general y la
excepción (así como las condiciones que debe reunir la
excepción para ser atendible). Y a diferencia de las modalidades
de control moderado que expone el voto de la
mayoría, no hay ninguna referencia a la idea de balance
legislativo.

Igual, llega al mismo resultado.

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