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A LOS ROMANOS
INTRODUCCIÓN
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Cartas de san Pablo
|3. «Los saludo en el Señor yo, Tercio, que escribo esta carta» (16,22):
organización literaria de Romanos
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Cartas de san Pablo
Este contenido, como en otras cartas paulinas, se podría distribuir en una parte
doctrinal (Rom 1,16-11,36) y una exhortativa (12,1-15,13).
En la Primera sección, Pablo presenta el contenido de lo que llama «mi
Evangelio». A causa del pecado y la rebeldía de judíos y no judíos, todos necesitan ser
justificados, es decir, hechos justos por la obra de salvación que Dios realiza en y por
Jesucristo. No sirven los méritos propios por cumplir la Ley de Moisés, porque Dios hace
justo al ser humano por la obediencia al Evangelio que proviene de la fe.
En la Segunda sección, Pablo fundamenta el actuar de Dios confrontando a Cristo
con Adán y las realidades que contraponen: dominio de la gracia, no de la Ley y del
pecado; ser espiritual, no el ser carnal; vida y liberación, no muerte ni esclavitud. Dios hace
justo al ser humano regalándole la adopción filial, por lo que –mediante su Hijo– se
construye para sí un pueblo nuevo y una familia nueva animados por el Espíritu.
En la Tercera sección se ocupa de un tema delicado: si la salvación llega por
Jesucristo, y la Ley no convierte en justos, y Dios se hace un pueblo nuevo, entonces, ¿cuál
es el papel de la Ley y la razón de ser de Israel? Toda la sección se dedica a responder a
esta pregunta, mostrando que Dios en ningún momento ha dejado ni dejará de cumplir sus
promesas a Israel. En la Cuarta sección, Pablo saca conclusiones prácticas de una ética
cristiana que no se sustenta en la libertad, la sabiduría o la obediencia, según se enseñaba en
ámbitos grecorromanos, sino en el amor vivido al modo de Cristo, que completa y
perfecciona la Ley de Moisés. ¡La única deuda del discípulo de Jesús es el amor! (Rom
13,8).
b) Actualidad de Romanos
Romanos siempre ha ejercido una notable influencia en los cristianos de todos los
tiempos. El don de la salvación universal mediante Cristo, conforme a la Escritura, plantea
el desafío del diálogo entre cristianos y judíos, que también involucra a las llamadas
religiones históricas, que reconocen el valor revelado de las Escrituras. Las exhortaciones a
vencer el mal mediante el ejercicio del bien, a llevar una vida nueva en Cristo y a
conducirse en conformidad con la ley inscrita en el corazón constituyen un programa de
vida para los cristianos de hoy, llamados a vivir el don de la salvación en complejos
escenarios, donde parece dominar el mal, pues se desconoce o niega a Dios. En medio de
tales signos de muerte, más que nunca está vigente el mensaje de que en Cristo somos
criaturas nuevas, no por capacidad personal o por decretos externos, sino por el inmenso
amor de Dios manifestado en Jesucristo, amor que se traduce en reconciliación y en una
nueva condición: la de hijos e hijas de Dios. La notable influencia de la carta se explica,
entonces, por los criterios perennes de vida nueva y de evangelización que sigue aportando
a las comunidades de discípulos de todos los tiempos.