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Fabulas, leyendas e historias

Cesar hernandez
5to primaria
La zorra y la cigüeña

Cuenta la historia que una zorra invitó a una cigüeña a comer en su casa,
pero cuando esta llegó, se encontró con que la zorra había servido sopa en
platos hondos. De ese modo, se aseguraba que la cigüeña no pudiera
comer.

La cigüeña se entristeció, pero no dijo nada. A la primera oportunidad,


convidó a la zorra a su casa. Esta vez, le sirvió jigote en un recipiente de
cuello largo y estrecho, en el que la zorra no podía meter su hocico. La
zorra no pudo más que resignarse, mientras la cigüeña decía:

—Amiga, me hiciste pasar hambre deliberadamente cuando me invitaste a


tu casa, y hoy has sido tratada de la misma manera en que me trataste.

Moraleja

Trata a los demás como deseas que te traten a ti, y si no lo haces, luego
no te quejes de las consecuencias.

La fábula de la zorra y la cigüeña de Esopo es un clásico de la literatura


universal. La zorra representa a las personas que aparentan una falsa
generosidad, pues realmente no desean compartir sus bienes con los
demás, sino mostrar su superioridad. En este caso, la zorra actúa como
una mala amiga y humilla a su compañera, la cigüeña, para darse aires de
importante.

Por su parte, la cigüeña actúa de forma racional, sin dejarse llevar por la


rabia. Sabiendo que la zorra no va a entender por medio de palabras, le
hace sentir en carne propia el malestar que le causó. De este modo, la
zorra aprende dos cosas: primero, que sus malas acciones causan
dolorosas e innecesarias heridas; segundo, que sus malas acciones traen
malas consecuencias.

Así, el mensaje de la cigüeña es claro y conocido por todos: no hagas a los


demás lo que no deseas que te hagan a ti. Esta enseñanza se conoce como
la regla de oro.
TIO TIGRE Y TIO CONEJO
En una mañana cálida, Tío Conejo recolectaba zanahorias para preparar su comida
preferida, cuando escuchó por cerca de él un gran rugido que lo asustó. Era Tío Tigre,
que estaba buscando algo para cazar. Tío Tigre era un felino grande y fuerte, que
atemorizaba a los animales pequeñitos del monte, pero no al astuto Tío Conejo,
conocido en todas partes por su ingenio.

Al ver a Tío Conejo, Tío Tigre exclamó:

—¡Te encontré, Tío Conejo! No podrás escapar de mí esta vez, y serás mi almuerzo del
día.

Pero Tío Conejo no estaba dispuesto a dejarse comer, así que comenzó a pensar en
una solución. Miró alrededor y divisó en la cima de una colina unas grandes rocas, y
tuvo una idea. Entonces, le dijo a Tío Tigre:

—Yo soy una presa pequeña y con poca carne. ¿Para qué conformarte conmigo
cuando puedes obtener un banquete mayor y más suculento, siendo tú tan grande y
fuerte? Verás, en la colina hay un rebaño de vacas. Puedo subir hasta allá rápidamente
y lanzarte una novilla para ti.

Tío Tigre alzó la mirada y, como la luz del sol le daba directo en los ojos, solo pudo
divisar la sombra de unos bultos a lo lejos. Confiado en las palabras de Tío Conejo, a
quien tomaba por débil y cobarde, aceptó la oferta.

Ni corto ni perezoso, Tío Conejo subió a la colina y arrastró una de las pesadas rocas
hasta el borde del precipicio, y desde allí gritó a Tío Tigre:

—¡Tío Tigre, abre los brazos para que agarres a la novilla!

Entonces el gran y feroz Tío Tigre abrió sus brazos, y la roca le cayó encima, dejándole
un enorme chichón en su cabezota que le impidió cazar por varios días. Y una vez más,
a Tío Conejo lo salvó su astucia y no la fuerza bruta.

Moraleja

Más vale la astucia que la fuerza.

En esta historia de la tradición popular venezolana, Tío Tigre es la representación de


las personas que se creen superiores a los demás, ya sea porque se sientes grandes o
fuertes, o porque creen infundir temor. Por ese motivo, se confían en su capacidad de
intimidación y tienden a subestimar a otros.

En cambio, Tío Conejo representa a aquellas personas inteligentes que actúan con


astucia frente a las situaciones difíciles, aunque parezcan pequeñas y débiles. De este
modo, logran vencer las circunstancias más retadoras y sobreponerse a las amenazas
de los más fuertes.
EL LOBO CON PIEL DE OVEJA

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención


de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con
el rebaño, despistando totalmente al pastor.
Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un
encierro, quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día


siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al
instante.

Moraleja

Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

Esta tradicional fábula de Esopo se centra en el personaje del lobo, su


protagonista. El lobo busca engañar a los demás para obtener beneficios,
pero en su ambición desmedida, no se percata de los peligros a los que se
expone.

Queriendo hacer pasar al pastor por tonto para robarle una oveja, termina
cayendo víctima de su propia trampa. De este modo, la fábula del lobo
con piel de oveja nos enseña que el tramposo siempre sufrirá las
consecuencias de sus engaños.
LA TORTUGA Y EL AGUILA
Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su
triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.

Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó


con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.

- Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.

- Entonces te enseñaré a volar – replicó el águila.

Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de
pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña,
haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:

- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y


nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?

Moraleja

Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente


llegaríamos a la desgracia.

Esta fábula de Esopo contiene varias lecciones. en primer lugar, nos


enseña la importancia de conocernos a nosotros mismos, ser conscientes
de nuestros dones y limitaciones y aceptarnos como somos. La tortuga se
quejaba de su propia suerte, y sin tomar en cuenta su propia naturaleza,
renegaba de sí misma.

Segundo, la tortuga se muestra poco inteligente al creer que con solo un


vuelo podrá aprender del águila todo lo que sabe. Nada llega a nosotros
de manera espontánea ni veloz. Hemos de aprender a aceptarnos y
cultivarnos con paciencia y respeto interior.
LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

Érase una gallina que ponía un huevo de oro al dueño cada día. Aún con
tanta ganancia, mal contento, quiso el rico avariento descubrir de una vez
la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro. Matóla; abrió el vientre de contado;
pero después de haberla registrado ¿qué sucedió? Que, muerta la gallina,
perdió su huevo de oro, y no halló mina. ¡Cuántos hay que teniendo lo
bastante,
enriquecerse quieren al instante, abrazando proyectos a veces de tan
rápidos efectos, que sólo en pocos meses, cuando se contemplaban ya
marqueses,
contando sus millones, se vieron en la calle sin calzones!

Moraleja

El avaro que se desespera por la riqueza, se arriesga a perderlo todo.

La fábula de la gallina de los huevos de oro, versionada por Félix María


Samaniego, reflexiona sobre la avaricia. El dueño de la gallina representa a
esas personas con más codicia que juicio.

Este hombre, dominado por su afán de obtener riqueza inmediata, no


razona sobre sus actos y no entiende que la buena riqueza llega con
inteligencia y trabajo. En lugar de lograr sus objetivos, su ciega ambición
lo condena a la quiebra y se arruina.
FABULAS
LEYENDAS
EL HOMBRE LOBO

El hombro lobo es una de las leyendas cortas que ha inspirado muchos


cuentos y películas en Europa. Su origen no está del todo claro, ya que
muchos países y culturas europeas hablan sobre esta criatura
legendaria. De hecho, se considera uno de los mitos más universales. 
Según la sabiduría popular, el primer hombre lobo reconocido fue el
rey Licaón de Arcadia (Grecia), según escribió el poeta romano Ovidio
en su obra Las Metamorfosis en el año 1 a.C. Licaón era un hombre
religioso y culto que realizó sacrificios en los que se comía carne
humana, llevando su devoción al extremo. Por ese y otros motivos, los
dioses le castigaron convirtiéndole en un hombre lobo.
Otra historia que, a finales del siglo XIX, un hombre con licantropía (la
persona se cree un lobo y se comporta como tal) asesinó a 17
personas. Los motivos eran que por la noche se transformaba en
hombre y sentía una gran necesidad de matar. De ahí la hipótesis de
que en la antigüedad se utilizaba el término hombres lobo para
referirse a los asesinos en serio.

Hay más versiones, por ejemplo, una de origen guaraní, que explica
que un hombre de mal aspecto se transforma en lobo por las noches,
cuando surge la luna llena, y se dedica a atacar granjas.
LA LLORONA

Cuenta la leyenda que, a mediados del siglo XVI, durante las noches de
luna llena, los vecinos de Ciudad de México se despertaban sobresaltados
al escuchar los fuertes lamentos de una mujer, la cual gritaba: ¡Ay mis
hijos!

La figura iba vestida de blanco y un velo cubría su rostro, mientras recorría


las calles de la ciudad dirigiéndose hasta las orillas de un río, donde se
desvanecía.

Dicen que la mujer, tras el abandono de su marido, decidió ahogar a sus


hijos en el rio. Desde entonces, lamenta lo sucedido arrepentida y vaga
por las calles de la ciudad. Hay quien afirma que a día de hoy se puede oír
su triste lamento.

Existen tantas versiones de esta leyenda como lugares a los que ha


llegado, y la mayoría comparten rasgos comunes. Autores como el Doctor
Gabriel Ignacio Verduzco Argüelles establece que esta leyenda presenta
tres variantes. Es decir, las versiones suelen diferenciarse por los cambios
de tres elementos:

 Origen de la mujer: criolla, mestiza o indígena.


 Forma en que comete el crimen: ahogando a sus hijos en el agua o
empleando un cuchillo.
 Por qué aparece: siente nostalgia por sus hijos; aparece a los infieles
de sus esposas o prometidas y para hacer perder la cordura a
aquellos que presencian el espectro.

Además de las mencionadas por Verduzco Argüelles, también se podría


incluir:

 Motivo por el que comete el delito: abandono de un hombre,


traición a su raza e infidelidad de su parte hacia un hombre.

Así pues, se pueden extraer distintas interpretaciones de la leyenda,


especialmente atendiendo al motivo por el cual aparece este espectro. De
una u otra forma, parece tener siempre un carácter “aleccionador”.
EL SILBON
EL SILBON es un espectro del folclore de Venezuela, cuya leyenda es originaria de la
región de Guanarito, Estado Portuguesa; También es muy conocido y difundido en
Colombia como el Silbador.

Según la leyenda, en vida era un joven terco, caprichoso, maleducado y consentido al


extremo, acostumbrado desde pequeño a ser complacido con todo, él se la pasaba de
cantina en cantina desperdiciando su vida con el alcohol, le apodaban el Silbón porque
eso era lo que mejor sabía hacer "Silbar", pero una noche, se enojó por lo que vio que
le habían servido en la mesa, ya que le dijo a su madre que quería asaduras de ciervo
para cenar, luego él se levantó y se fue de su casa furioso hacia la cantina para calmar
su ira, por lo que la mujer le dijo que a su esposo que fuera al bosque para cazar un
ciervo para su hijo; sin embargo, el hombre no pudo
el cuchillo de caza de su padre y con el sacarle las tripas, y finalmente las empacó en la
tela de la camisa y se las llevó a casa. Tras este hecho, le llevó las tripas a su madre, la
cual al ver las últimas sospechó un poco, así que le preguntó varias cosas y hasta que la
madre se dio cuenta de que estaba cocinando las tripas de su marido entró en pánico y
comenzó a gritar pidiendo auxilio y de castigo su abuelo lo mando a que lo ataran a un
poste en el medio del campo, a destruirle la espalda a violentos latigazos, para que
luego sus heridas fueran lavadas con agua ardiente y sábila, y al liberarlo lo pusieran
junto a dos perros hambrientos y rabiosos. Después de haberlo torturado, su abuelo lo
condeno a vagar siendo perseguido por los perros llamados "Perros Tareco" o "Perros
del Diablo". Antes de liberarlo su abuelo lo maldijo y condenó a portar los huesos de
su padre por toda la eternidad.
Diciendo:
"Maldito eres y maldito serás para el resto de la eternidad hasta que Dios tenga piedad
de tu alma Silbón"
Después de ser condenado fue a donde estaba el cadáver de su padre, el cual los
animales silvestres se habían encargado de limpiar. Para luego meterlos en un saco y
llevárselos con él para convertirse en leyenda.
Según los que supuestamente lo han visto pasearse por el llano venezolano lo
describen como un hombre adulto delgado que llega a medir 6 metros de altura, que
viste ropa desgastada, lleva un sombrero enorme en su cabeza y lleva cargado un saco
lleno de huesos. Se pasea por el llano matando a personas mujeriegas y borrachas para
beberse su sangre alcoholizada. Se dice que su silbido suena como la melodía del "Do,
re, mi, fa, sol, la, si, do" pero de una forma espeluznante que suena en un sombrío y
fantasmal eco.

Salió a la luz gracias a un obrero de La Portuguesa llamado Rafael. Se dice que cuando
su silbido si escucha muy cerca es porque está lejos, así que no hay peligro, pero
cuidado para los viajeros que caminen solos por los llanos venezolanos en altas horas
de la noche, porque cuando su silbido se escucha lejos es porque el Silbón está cerca.
EL HILO ROJO

se remonta a su origen mitológico chino y japonés. La leyenda dice que el Abuelo de


la Luna les ata cada noche a los recién nacidos un hilo rojo en el dedo meñique (unido
al corazón, por eso además es rojo), y dos almas quedan conectadas para siempre. Es
muy recitada en los hogares orientales, y dice así:

“Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su


reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo
del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le
ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara
ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y
seguir el hilo.

Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una
bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina,
se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se
acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador
enfureció, creyendo que era una burla de la bruja. Este empujó a la campesina que
aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se
hiciera una gran herida en la frente. Luego ordenó a sus guardias que detuvieran a la
bruja y le cortaran la cabeza.

Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su
corte le recomendó que lo mejor fuera que desposara a la hija de un general muy
poderoso. El emperador aceptó esta decisión y comenzaron todos los preparativos
para esperar a quien sería después la elegida como esposa del gran emperador.

Llegó el día de la boda, pero sobre todo había llegado el momento de ver por primera
vez la cara de su esposa. Ella entró al templo con un hermoso vestido y un velo que le
cubría totalmente el rostro… Al levantarle el velo, vio por primera vez que este
hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente. Era la cicatriz que él
mismo había provocado al rechazar su destino años antes. Un destino que la bruja
había puesto frente al suyo y que había decidido no creer”.

¿Destino o casualidad?

Hay una canción llamada La Leyenda Del Hilo Rojo de Irene Jotadé que recita una


explicación en verso sobre esta teoría, y en parte también la desmonta, ya que
comenta que hay almas gemelas que no llegan a encontrarse o que deciden romper
por circunstancias de la vida. Esto es un miedo que también es habitual entre las
preocupaciones que tienen las personas: el no conocer a su otra mitad. Otra variación
de la gente es creer que las medias naranjas no existen o que las relaciones no duran
para toda la vida.
EL DORADO
Esta historia comienza en la ciudad de Guatavita, muy cerca de la actual.
Es la historia de un cacique cuya mujer fue sorprendida en adulterio y por
esto, condenada al peor de los suplicios: día y noche era perseguida por
un grupo de indios que cantaban coplas relatando su delito con todos los
detalles. No paraban de atormentarla.

La desesperación y la culpa hicieron que se lanzase a una laguna, donde


murió ahogada junto a su pequeña hija. Tras los sucesos, el cacique se
llenó de remordimientos y quiso expiar la muerte de su esposa pidiendo
consejo a los sacerdotes de confianza. Éstos le dijeron que su mujer vivía
todavía y que habitaba en un hermoso palacio situado en el fondo de la
laguna; que su alma estaría salvada si le ofrecía todo el oro del mundo.

Así lo hizo durante varias veces al año. Los indios portaban las ofrendas y
las lanzaban al agua, siempre de espaldas, mientras el cacique se
desnudaba y cubría su cuerpo de un pegamento natural. Se rociaba con
oro en polvo, luego subía a una balsa y se internaba hasta el medio de la
laguna donde se entregaba a lamentos y oraciones. Después se bañaba
para dejar el oro en polvo que cubría su cuerpo. El ritual se repitió
sucesivamente de manera infinita.

Y así fue como comenzó la leyenda del Dorado, nunca se supo ubicar
exactamente la laguna, pero los conquistadores más ambiciosos perdieron
su paciencia, y algunos la vida, por encontrar este legendario tesoro
HISTORIAS
A LA DERIVA

Comienza cuando el protagonista es mordido en el pie por una yararacusú, una


serpiente venenosa. Inmediatamente, el hombre saca su machete y mata a la
serpiente. Luego contempla la mordedura y siente un dolor agudo. Rápidamente
siente puntadas desde el pie hasta la pantorrilla y sed en la garganta.
Llega al rancho con el pie completamente hinchado. Le pide a su mujer, Dorotea, que
le sirva caña. Ella le sirve un vaso entero y el hombre lo toma sin sentirle el gusto a
causa del veneno. Se dirige a su canoa que está en la costa y comienza a palear hacia el
centro del río Paraná para llegar en cinco horas a Tucurú-Pucú y buscar ayuda. No
logra llegar porque sus manos se duermen y comienza a vomitar sangre. Su pierna se
encuentra rígida y su vientre hinchado. Intenta pedirle ayuda a su compadre Alves,
pero no recibe respuesta.

La canoa del hombre se encuentra a la deriva. Él comienza a sentirse mejor: “La pierna
le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración”
(148). El narrador dice que “el veneno comenzaba a irse, no había duda” (148).

Sin embargo, el hombre comienza a delirar. La canoa continúa avanzando a la deriva,


girando sobre sí misma. De pronto, el hombre siente su cuerpo helado, estira los dedos
de la mano y muere. “A la deriva” es un cuento incluido en el libro Cuentos de amor,
de locura y de muerte, publicado en 1917. El relato se caracteriza por su intensidad.
Analizaremos la intensidad en el comienzo abrupto de la historia, en el modo
acelerado en el que avanza la trama y en la poca importancia que tienen los personajes
en detrimento de los acontecimientos.
“A la deriva” comienza in medias res, es decir que la narración empieza en el medio de
la historia en lugar de por su inicio. En la primera oración se narra la mordida de la
serpiente en el pie del protagonista. No se describe al personaje ni el escenario en
donde transcurre la acción sino solamente el hecho. Aunque la mordida puede
considerarse el inicio del cuento, consiste solamente en una oración que da lugar
rápidamente al desarrollo de la historia. El protagonista aparece velozmente inmerso
en el conflicto principal del cuento. Además, los lectores no conocen al protagonista,
solamente se enteran de un hecho trágico que le acontece. En este sentido, como el
cuento repone quién es el protagonista con el correr de la historia -en lugar de
comenzar con su presentación-, consideramos que el cuento comienza in medias res.
Esta técnica narrativa demuestra que la eliminación de las descripciones favorece la
consolidación de la intensidad del cuento a la vez que atrapa rápidamente la atención
de los lectores.
ANTE LA LEY

El ser humano contemporáneo nace y crece en un mundo social y político ya


construido, ya ordenado, ya legislado. Su influencia en él ha sido anulada sin su
consentimiento y los posibles matices e intensidades de su comportamiento y sus
actos han sido previamente establecidos y regulados. Su libertad de elección, de la
que se siente muy orgulloso, no es nada más que la ignorancia de las múltiples
causas que le determinan.
Este ser humano somos tú y yo; somos -casi- todos. La sala de máquinas de la realidad
sociopolítica que se cierne sobre nuestras cervices no está al alcance de la mano, no
podemos participar en sus decisiones y no nos está permitido, por lógica, poner en tela
de juicio la fuente de legitimidad de su fuerza, la cual es tan “lejana” a nosotros que
parece inexistente (y, por tanto, puede hacerse pasar por natural). En consecuencia, la
necesidad de comprender los entresijos del poder, que nos permitiría poseer la
capacidad de aceptarlo o contrarrestarlo real y eficazmente, nunca se ve colmada. La
letra de lo normalizado nos esquiva, pero nos controla.
Somos empujados al desasosiego y a la espera de una respuesta que, posiblemente,
nunca va a llegar.
“Ante la ley”, un breve relato de Franz Kafka, ayuda a comprender con suma claridad el
lacerante estado en que vivimos. Empieza contándonos que «ante la ley hay un
guardián». Un campesino se presenta a él y le pide que le deje entrar, pero el guardián
contesta que no puede, quizá más tarde: “Tal vez, pero no por ahora”. El campesino se
asoma a la puerta de la ley, que está siempre abierta. El guardián, al verlo, se ríe y le
dice que puede probar a entrar si quiere, que puede saltarse la prohibición, pero que
recuerde que él, aun siendo poderoso, es sólo el ultimo de los guardianes; entre
estancia y estancia de esta fortaleza hay más. La censura de la ley no se radica en un
momento determinado, por tanto, sino en una estructura que reduce las
posibilidades de réplica de un individuo cuyas intenciones no son posibles ni
adecuadas.
Durante muchos años, el hombre observa casi continuamente al guardián, maldice su
mala suerte, al principio alzando la voz, mas poco a poco va perdiendo esa intensidad y
acaba “murmurando para sí” (reflexionando) . En medio de la oscuridad distingue un
resplandor que surge de la puerta de la ley. Poco a poco va perdiendo la vida y se a
cuenta de que va a morir. El sujeto decae y el tiempo no refuerza la posibilidad de que
pueda llegar realmente a conocer la ley, sino que la espera es infructífera; es sólo la
espera de la muerte propia.
BOLA DE SEBO

Esta historia está ambientada en la guerra de 1870 y nos cuenta las peripecias de un
grupo de personas que viajan en diligencia de Rouen a Le Havre, huyendo de los
invasores prusianos. 

La ciudad de Rouen ha quedado sin protección, pues, los últimos soldados franceses
que la protegían, han tenido que huir ante la superioridad del ejército invasor.

Los vecinos, en sus habitaciones en penumbra, sentían el enloquecimiento que


provocan los cataclismos, los grandes trastornos homicidas de la tierra, contra los
cuales resultan inútiles prudencia y fuerza. 

Esa misma sensación reaparece siempre que se altera el orden establecido, siempre
que la seguridad ya no existe, siempre que todo lo que protegían las leyes de los
hombres o de la naturaleza se encuentra a merced de la brutalidad inconsciente y
feroz. 

Un temblor de tierra que aplasta bajo las casas derruidas a un pueblo entero; el río
desbordado que arrastra campesinos ahogados con los cadáveres de los bueyes y las
vigas arrancadas de los tejados, o un ejército glorioso que extermina a quienes se
defienden, se lleva prisioneros a los demás, saquea en nombre del sable y da gracias a
Dios al son del cañón, son otros tantos azotes espantosos que desconciertan toda
creencia en la justicia eterna, toda la confianza que nos han inculcado en la protección
del cielo y la razón del hombre. 
está ambientada en la guerra de 1870 y nos cuenta las peripecias de un grupo de
personas que viajan en diligencia de Rouen a Le Havre, huyendo de los invasores
prusianos. 

La ciudad de Rouen ha quedado sin protección, pues, los últimos soldados franceses
que la protegían, han tenido que huir ante la superioridad del ejército invasor.

Los vecinos, en sus habitaciones en penumbra, sentían el enloquecimiento que


provocan los cataclismos, los grandes trastornos homicidas de la tierra, contra los
cuales resultan inútiles prudencia y fuerza. 

Esa misma sensación reaparece siempre que se altera el orden establecido, siempre
que la seguridad ya no existe, siempre que todo lo que protegían las leyes de los
hombres o de la naturaleza se encuentra a merced de la brutalidad inconsciente y
feroz. 

Un temblor de tierra que aplasta bajo las casas derruidas a un pueblo entero; el río
desbordado que arrastra campesinos ahogados con los cadáveres de los bueyes y las
vigas arrancadas de los tejados, o un ejército glorioso que extermina a quienes se
defienden, se lleva prisioneros a los demás, saquea en nombre del sable y da gracias a
Dios al son del cañón, son otros tantos azotes espantosos que desconciertan toda
creencia en la justicia eterna, toda la confianza que nos han inculcado en la protección
del cielo y la razón del hombre. 
bartleby el escribiente

un abogado entrado en años que tiene un negocio de escribano de transferencias,


buscador de títulos y redactor de documentos legales– cuenta la historia del hombre
más extraño que haya conocido. Bartleby es una nueva adición a su personal de
escribientes. Previo a la llegada de Bartleby, el abogado contaba con dos
escribientes, Nippers y Turkey. A pesar de que Nippers sufre de indigestión y que
Turkey es un borracho, la oficina sobrevive porque por las mañanas Turkey está sobrio,
mientras Nippers está irritado, y por las tardes, cuando Turkey se emborracha, Nippers
se encuentra calmo. Ginger Nut, el muchacho de los mandados, le debe su apodo a su
tarea de llevar bizcochos de jengibre a los copistas. Bartleby llega en respuesta a un
aviso del narrador, quien lo contrata con la esperanza de que aquel joven de aspecto
triste y sereno calme el temperamento de sus otros escribientes.
Un día, cuando el abogado le pide a Bartleby que examine los documentos que él
había copiado, este le responde: “Preferiría no hacerlo”. Es la primera de varias veces
que utilizará esta expresión para negarse a cumplir con los pedidos de su empleador.
Para consternación del narrador y la irritación de los demás empleados, Bartleby solo
realiza una tarea, la de copiar documentos, y se rehúsa a asistir en cualquier otra. El
abogado intenta varias veces razonar con Bartleby y saber algo de él, pero el
escribiente, ya sea que se le ordene algo o que se le solicite información sobre sí
mismo, responde siempre de la misma manera: “Preferiría no hacerlo”.

Un domingo, el narrador pasa por su oficina y descubre que Bartleby está viviendo allí.
La soledad de la vida de Bartleby impresiona al narrador: por las noches y los
domingos, Wall Street parece un pueblo fantasma. Ante el extraño comportamiento
de Bartleby, el abogado no cesa de alternar entre la piedad y la repulsión.
Un día, Bartleby decide dejar de copiar. Ya no realiza ninguna tarea y permanece
parado enfrentando la pared. El abogado le pide que se vaya de su oficina, pero aquel
no se mueve de su lugar. El escribiente tiene un extraño poder sobre su empleador,
quien siente como un deber moral no hacer nada que dañe a este hombre
desamparado. Sin embargo, sus colegas profesionales miran con recelo la presencia de
Bartleby en la oficina, y ante la amenaza de que se arruine su reputación, el abogado
se siente obligado a hacer algo. Sus intentos de conseguir que Bartleby se vaya son
infructuosos, entonces el narrador decide mover su oficina hacia otra locación,
dejando a Bartleby en el mismo lugar.

Poco tiempo después, el nuevo inquilino y el propietario del edificio de la anterior


oficina se acercan al narrador solicitando su ayuda, porque Bartleby no se quiere ir.
Finalmente, logran expulsarlo de la oficina, pero el escribiente se queda rondando por
los pasillos del edificio. El abogado va a ver a Bartleby en un último intento de razonar
con él, pero este lo rechaza. Por miedo a ser molestado una vez más por quienes lo
hacen responsable de Bartleby, el abogado se ausenta de su trabajo por unos días.
Cuando regresa, se entera de que Bartleby ha sido encarcelado.

En la prisión, Bartleby parece aún más apagado de lo habitual. El abogado va a visitarlo


y, nuevamente, su amabilidad es rechazada. Decide entonces, soborna al guisador para
asegurarse de que Bartleby reciba buena alimentación. No obstante, cuando vuelve,
unos días después, encuentra a Bartleby muerto. El escribiente había preferido no
comer.
ALGUNAS PECULIARIDADES DE LOS
OJOS

Descubrí por puro accidente que la Tierra había sido invadida por una forma de vida
procedente de otro planeta. Sin embargo, aún no he hecho nada al respecto; no se me
ocurre qué. Escribí al gobierno, y en respuesta me enviaron un folleto sobre la
reparación y mantenimiento de las casas de madera. En cualquier caso, es de
conocimiento general; no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posible que la
situación esté controlada.
Estaba sentado en mi butaca, pasando las páginas de un libro de bolsillo que alguien
había olvidado en el autobús, cuando topé con la referencia que me puso en la pista.
Por un momento, no reaccioné. Tardé un rato en comprender su importancia. Cuando
la asimilé, me pareció extraño que no hubiera reparado en ella de inmediato.
 

Era una clara referencia a una especie no humana, extraterrestre, de increíbles


características. Una especie, me apresuro a señalar, que adopta el aspecto de seres
humanos normales. Sin embargo, las siguientes observaciones del autor no tardaron
en desenmascarar su auténtica naturaleza. Comprendí en seguida que el autor lo sabía
todo. Lo sabía todo, pero se lo tomaba con extraordinaria tranquilidad. La frase (aún
tiemblo al recordarla) decía:

… sus ojos pasearon lentamente por la habitación.


Vagos escalofríos me asaltaron. Intenté imaginarme los ojos. ¿Rodaban como
monedas? El fragmento indicaba que no; daba la impresión que se movían por el aire,
no sobre la superficie. En apariencia, con cierta rapidez. Ningún personaje del relato se
mostraba sorprendido. Eso es lo que más me intrigó. Ni la menor señal de estupor ante
algo tan atroz. Después, los detalles se ampliaban.

… sus ojos se movieron de una persona a otra.


Lacónico, pero definitivo. Los ojos se habían separado del cuerpo y tenían autonomía
propia. Mi corazón latió con violencia y me quedé sin aliento. Había descubierto por
casualidad la mención a una raza desconocida. Extraterrestre, desde luego. No
obstante, todo resultaba perfectamente natural a los personajes del libro, lo cual
sugería que pertenecían a la misma especie.

¿Y el autor? Una sospecha empezó a formarse en mi mente. El autor se lo tomaba con


demasiada tranquilidad. Era evidente que lo consideraba de lo más normal. En ningún
momento intentaba ocultar lo que sabía. El relato proseguía:

… a continuación, sus ojos acariciaron a Julia.


Julia, por ser una dama, tuvo el mínimo decoro de experimentar indignación. La
descripción

revelaba que enrojecía y arqueaba las cejas en señal de irritación. Suspiré aliviado. No
todos eran extraterrestres. La narración continuaba:

… sus ojos, con toda parsimonia, examinaron cada centímetro de la joven.


¡Santo Dios! En este punto, por suerte, la chica daba media vuelta y se largaba,
poniendo fin a la situación. Me recliné en la butaca, horrorizado. Mi esposa y mi
familia me miraron, asombrados.

_¿Qué pasa, querido? _preguntó mi mujer.

No podía decírselo. Revelaciones como ésta serían demasiado para una persona
corriente. Debía guardar el secreto.
_Nada _respondí, con voz estrangulada.

Me levanté, cerré el libro de golpe y salí de la sala a toda prisa.

Seguí leyendo en el garaje. Había más. Leí el siguiente párrafo, temblando de pies a
cabeza:

… su brazo rodeó a Julia. Al instante, ella pidió que se lo quitara, cosa a la que él
accedió de inmediato, sonriente.
No consta qué fue del brazo después que el tipo se lo quitara. Quizá se quedó apoyado
en la pared, o lo tiró a la basura. Da igual en cualquier caso, el significado era diáfano.

Era una raza de seres capaces de quitarse partes de su anatomía a voluntad. Ojos,
brazos…, y tal vez más. Sin pestañear. En este punto, mis conocimientos de biología me
resultaron muy útiles. Era obvio que se trataba de seres simples, unicelulares, una
especie de seres primitivos compuestos por una sola célula. Seres no más
desarrollados que una estrella de mar. Estos animalitos pueden hacer lo mismo.

Seguí con mi lectura. Y entonces topé con esta increíble revelación, expuesta con toda
frialdad por el autor, sin que su mano temblara lo más mínimo:

… nos dividimos ante el cine. Una parte entró, y la otra se dirigió al restaurante para
cenar.
Fisión binaria, sin duda. Se dividían por la mitad y formaban dos entidades. Existía la
posibilidad que las partes inferiores fueran al restaurante, pues estaba más lejos, y las
superiores al cine. Continué leyendo, con manos temblorosas. Había descubierto algo
importante. Mi mente vaciló cuando leí este párrafo:

… temo que no hay duda. El pobre Bibney ha vuelto a perder la cabeza.


Al cual seguía:

… y Bob dice que no tiene entrañas.


Pero Bibney se las ingeniaba tan bien como el siguiente personaje. Éste, no obstante,
era igual de extraño. No tarda en ser descrito como:

… carente por completo de cerebro.


El siguiente párrafo despejaba toda duda. Julia, que hasta el momento me había
parecido una persona normal se revela también como una forma de vida
extraterrestre, similar al resto:

… con toda deliberación, Julia había entregado su corazón al joven.


No descubrí a qué fin había sido destinado el órgano, pero daba igual. Resultaba
evidente que Julia se había decidido a vivir a su manera habitual, como los demás
personajes del libro. Sin corazón, brazos, ojos, cerebro, vísceras, dividiéndose en dos
cuando la situación lo requería. Sin escrúpulos.

… a continuación le dio la mano.


Me horroricé. El muy canalla no se conformaba con su corazón, también se quedaba
con su mano. Me estremezco al pensar en lo que habrá hecho con ambos, a estas
alturas.

… tomó su brazo.
Sin reparo ni consideración, había pasado a la acción y procedía a desmembrarla sin
más. Rojo como un tomate, cerré el libro y me levanté, pero no a tiempo de soslayar la
última referencia a esos fragmentos de anatomía tan despreocupados, cuyos viajes me
habían puesto en la pista desde un principio:

… sus ojos le siguieron por la carretera y mientras cruzaba el prado.


Salí como un rayo del garaje y me metí en la bien caldeada casa, como si aquellas
detestables cosas me persiguieran. Mi mujer y mis hijos jugaban al monopolio en la
cocina. Me uní a la partida y jugué con frenético entusiasmo. Me sentía febril y los
dientes me castañeteaban.

Ya había tenido bastante. No quiero saber nada más de eso. Que vengan. Que invadan
la Tierra. No quiero mezclarme en ese asunto.

No tengo estómago para esas cosas.

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