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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES - UNA

ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES Y POLÍTICAS


CARRERA DE CIENCIAS POLÍTICAS

TRABAJO PRÁCTICO

Grupo 3

Aporte a la Evolución de las Ciencias

Sociales de Emili Durkheim


ASIGNATURA:

SEMINARIO III

PROFESOR:

FABIAN CALDERINI

INTEGRANTES:

● DULCE ROA

● KATHERINE MARIA PAZ LOPEZ DI GALO

● GABRIELA GAONA

● GISSELA ALCARAZ

● MILENA CORAL ENCINA AGUILAR


TERCER SEMESTRE - TURNO NOCHE

AÑO 2023

INTRODUCCIÓN
Émile Durkheim (Épinal, Alsacia-Champaña-Ardenas-Lorena, 15 de abril de 1858-París, 15

de noviembre de 1917) fue un sociólogo, pedagogo y filósofo francés. Estableció

formalmente la sociología como disciplina académica y, junto con Karl Marx y Max Weber,

es considerado uno de los padres fundadores de dicha ciencia. Durkheim creó el primer

departamento de sociología en la Universidad de Burdeos en 1895, publicando Las reglas del

método sociológico. En 1896 creó la primera revista dedicada a la sociología, L'Année

Sociologique. Su influyente monografía, El suicidio (1897), un estudio de los tipos de

suicidios de acuerdo a las causas que lo generan, fue pionera en la investigación social y

sirvió para distinguir la ciencia social de la psicología y la filosofía política. En su obra

clásica, Las formas elementales de la vida religiosa (1912), comparó la dimensión

sociocultural de las vidas de las sociedades aborígenes y modernas, con lo que ganó aún más

reputación. Durkheim perfeccionó el positivismo que primero había ideado Augusto Comte,

promoviendo el realismo epistemológico y el método hipotético-deductivo. Para él, la

sociología era la ciencia de las instituciones, y su meta era descubrir «hechos sociales»

estructurales. Fue un mayor exponente del funcionalismo estructuralista, una perspectiva

fundacional tanto para la sociología como para la antropología. Durkheim y los demás

sociólogos consideraban que la sociología era una ciencia pero, en realidad ¿podemos

estudiar la vida social humana de forma científica? Hay que recordar que la ciencia es la

utilización de métodos sistemáticos de investigación empírica, el análisis de datos

elaboración de métodos la valoración de teorías según las pruebas existentes


La inquietud de Durkheim era la transformación que la sociedad estaba viviendo y creía que

lo que la mantenía unida eran los valores y costumbres compartidos. Su análisis del cambio

social se basaba en el desarrollo de la división de trabajo (el aumento de las diferencias

complejas entre las distintas ocupaciones). Este proceso estaba desplazando

considerablemente a la religión como principal núcleo de la cohesión social. A la par que se

expande la división del trabajo, los individuos se van haciendo más dependientes de los

demás, porque cada una de estas necesita bienes y servicios que le proporcionan los que

realizan otras ocupaciones.

Según Durkheim, los procesos de cambio en el mundo moderno son rápidas e intensos que

crean trastornos sociales, que el vincula con la anomia (la falta de normas o incapacidad de la

estructura social de proveer a ciertos individuos de lo necesario para lograr las metas de la

sociedad.) Los controles y normas morales tradicionales que solía proporcionar la religión

han sido destruidos por el gran desarrollo social moderno y ello deja a muchos individuos de

las sociedades modernas con el sentimiento de que su vida cotidiana carece de sentido.
DESARROLLO

Emile Durkheim y las estructuras sociales

Para Durkheim la sociedad estaba mucho más allá de nosotros mismos, es mucho más que los

individuos que la componen, para él, la sociedad tiene vida propia y va más allá que las

experiencias personales.

Ha existido antes de que naciéramos, nos obliga a enfrentarla mientras vivamos y seguirá

permaneciendo después de que nos hayamos ido.

Durkheim decía que las pautas de la conducta humana se describían en “estructuras” que ya

estaban establecidas: son hechos sociales que tienen una realidad objetiva de las vidas y las

percepciones de los individuos concretos. Durkheim considera que la religión es un

importante elemento de la vida social, en la cual la sociedad se deifica a sí misma.

Además destacó mucho el “poder” que tiene la sociedad para determinar nuestros

pensamientos y acciones y, que estudiando a los individuos de manera aislada (tal como lo

hace la psicología y la biología) nunca podría capturar la esencia de la experiencia humana.

La sociedad es más que la suma de sus partes; existe como un organismo complejo arraigado

en nuestra vida colectiva: una clase en una escuela primaria, un almuerzo o reunión familiar,

un encuentro colectivo…, todos ellos son ejemplos de incontables ocasiones que establecen

una organización separada de cualquier individuo que esté participando en ellas, de alguna

manera la sociedad siempre influiría en el actuar de los individuos en general.

La sociedad existe como un organismo complejo que está arraigado en nuestra vida colectiva

y que una vez creada por las personas, la sociedad adquiere una inercia propia, de manera que

se enfrenta a sus creadores y exige una forma de obediencia. Por nuestra parte, se

experimenta una influencia de la sociedad se ve reflejado en el orden que tiene nuestras vidas,
o cuando nos enfrentamos a la tentación de romper ese equilibrio pero nuestras reglas

morales hacen que nos detengamos.

El hecho social es un concepto básico en la sociología y la antropología, acuñado por

Durkheim, en su libro Reglas del método sociológico. Refiere a todo comportamiento o idea

presente en un grupo social, que es transmitido de generación en generación a cada individuo

por la sociedad.

Sus características principales son que deben ser estudiados como “cosas” ya que deberían

estudiarse empíricamente, no filosóficamente, son externos "De igual manera, al nacer

encontramos ya hechas todas las creencias y las prácticas de la vida religiosa; si existían

antes es que existen fuera de nosotros”; coercitivos por la presencia de un poder coercitivo

externo que a su vez se reconoce por la existencia de una sanción determinada que impide a

los individuos violentar la norma / puede ser legal o no; anteriores porque “no soy yo quien

los ha creado, sino que los he recibido por medio de la educación”; colectivo, resultante de

la vida común, ya que son parte de la cultura social.

Emile Durkheim y la función de la sociedad.

Una vez establecida que la sociedad tiene una estructura propia, Durkheim explica la función

de la misma. El significado de cualquier hecho social se extiende más allá de los individuos

para el funcionamiento de la sociedad en esta.

Para un mejor entendimiento, se consideran los delitos. La mayoría de las personas piensan

que éstos son actos perjudiciales que algunos individuos infligen sobre otros, Durkheim,

quien tenía una visión mucho más allá de los individuos, decía que los delitos son

indispensables para el desarrollo de la sociedad, ya que únicamente reconociendo y

reaccionando a los hechos delictivos las personas son capaces de construir y defender su
moralidad, que proporciona una estructura necesaria para el desarrollo de la vida colectiva,

por esa razón, Durkheim rechazaba el punto de vista muy común de considerar el hecho

delictivo como algo “patológico”, llegando a una conclusión: los delitos son fenómenos

“normales” por la más básica de las razones, la sociedad no podría existir sin ellos.

La representación define el contenido de la regla y la regla limita los rangos de la acción. Es

evidente que Durkheim pensaba que, desde el punto de vista sincrónico, las representaciones

y las reglas legitimadas por ellas tenían un peso determinante sobre la acción. Pero no menos

cierto es que, en el nivel diacrónico, las reglas no eran más que el producto de las acciones

pasadas que se fueron objetivando en costumbres, moral y derecho a medida que se

consolidaban. Por eso es que se pone el ejemplo de los delitos, si no hubo una acción pasada,

no se podrían establecer las reglas que limitan a las personas, no se podría saber cuándo

pararse a sí mismo y decir “esto qué hago no es correcto”

Personalidad: la sociedad en nosotros mismos.

No existe una definición universalmente aceptada de personalidad. En general, cuando se

habla de personalidad, nos referimos a aquello que nos diferencia de «los otros». El concepto

engloba las características físicas, genéticas y sociales que hacen del hombre un individuo

singular, pues no existen dos personas exactamente iguales. Son muy diversas las teorías que

se han formulado acerca de cómo evoluciona el niño hasta alcanzar su personalidad.

Durkheim afirmaba que la sociedad no está únicamente «más allá de nosotros mismos», sino

también «en nosotros mismos». En resumen, cada uno de nosotros construye su personalidad

interiorizando hechos sociales. La manera en que actuamos, pensamos y sentimos (nuestra

humanidad esencial) está determinada a partir de la sociedad que nos educa. Además, como

Durkheim explicaba, la sociedad regula a los seres humanos a través de la disciplina moral.
Durkheim sostenía que los seres humanos somos insaciables por naturaleza y estamos en

constante peligro de ser dominados por nuestros propios deseos: «Cuanto más tenemos, más

queremos, dado que las satisfacciones que recibimos únicamente estimulan nuevas

necesidades en lugar de satisfacerlas»

Habiéndonos dado la vida, la sociedad también nos exige moderación. En ningún lugar

encontraremos mejor ilustrada la necesidad de regulación social que en el estudio de

Durkheim acerca del suicidio,¿Por qué ocurre que, con el paso de los años, las estrellas del

rock parecen tan inclinadas a autodestruirse? Durkheim halló la respuesta mucho antes de que

nadie hiciera música electrónica: son las categorías de personas menos sujetas a una

regulación social de su conducta las que sufren los índices de suicidios más elevados. El

mayor libertinaje que se permite a los jóvenes, ricos y famosos exige un elevado precio en

términos de riesgo de suicidio

A menudo, la perspectiva sociológica desafía el sentido común poniendo de manifiesto que la

conducta humana no es tan individualista como podríamos pensar. Para la mayoría de

nosotros, la vida cotidiana es el resultado de decisiones individuales. Así nos felicitamos

cuando nos salen bien las cosas y nos echamos la culpa cuando estas no resultan como

esperábamos. Orgullosos de nuestra individualidad, incluso en los peores momentos, nos

resistimos a la idea de que actuamos según pautas sociales. Pero quizás la demostración más

fascinante de cómo las fuerzas sociales afectan a la conducta humana se encuentre en el

estudio del suicidio. ¿Por qué? Porque nada nos parece más personal que la «decisión» de

quitarnos la propia vida. Es por esto que Emile Durkheim (1858- 1917), un pionero de la

sociología y al que mencionaremos en varios capítulos de este libro, eligió el suicidio como

tema de investigación. Si era capaz de demostrar que un acto tan íntimamente personal como

el suicidio estaba determinado sociológicamente, entonces habría establecido argumentos

sólidos para el estudio de la sociología. ¡Y lo hizo! Fue capaz de demostrar que las fuerzas
sociales influyen en el acto aparentemente tan propio o personal como el de quitarse la vida.

Durkheim comenzó estudiando casos de suicidio en su Francia natal y alrededores. Las

estadísticas mostraban claramente que algunas categorías de personas tenían una probabilidad

mayor que otras de suicidarse. Concretamente, Durkheim encontró que los hombres, los

protestantes, los ricos, y los solteros mostraban una tasa de suicidio más alta que las mujeres,

los católicos o judíos, los pobres y las personas casadas, respectivamente. Durkheim dedujo

que estas diferencias correspondían a diferentes grados de integración social de las personas.

Las tasas de suicidio bajas caracterizaban a categorías de personas con fuertes lazos sociales,

mientras que las tasas de suicidio elevadas correspondían a personas más individualistas y

socialmente solitarias. Ciertamente, en las sociedades dominadas por los hombres que estudió

Durkheim, estos disfrutaban de más autonomía que las mujeres. Durkheim llegó a la

conclusión de que, independientemente de las ventajas que suponga la libertad para los

hombres, la autonomía implica una integración social menor, lo cual contribuye a una tasa de

suicidios más alta entre los hombres. Lo mismo ocurre con los protestantes, cuya

individualidad les predispone más al suicidio, a diferencia de los católicos y los judíos, cuyos

rituales fortalecen los lazos sociales. Los ricos, evidentemente, tienen más libertad de acción

que los pobres, pero también una tasa de suicidio más elevada. Finalmente, los solteros, con

lazos sociales más débiles que los casados, también corren un riesgo más elevado de

suicidarse.

La sociología puede señalarnos el camino del autoconocimiento, es decir, de una mayor

comprensión de uno mismo. Cuanto más sepamos acerca de por qué actuamos como lo

hacemos y sobre el funcionamiento general de nuestra sociedad, más posible será que

podamos influir en nuestro propio futuro. No hay que pensar que la sociología sólo sirve para

ayudar a quienes formulan las políticas -es decir, a los grupos poderosos- a tomar decisiones

fundamentadas. No siempre puede suponerse que quienes están en el poder piensen en los
intereses de los menos poderosos o privilegiados al implantar sus políticas. Grupos

informados por sí mismos pueden responder de forma eficaz a las políticas gubernamentales

o plantear sus propias iniciativas. Asociaciones de autoayuda como Alcohólicos Anónimos y

movimientos sociales como los ecologistas son ejemplos de grupos sociales que han

intentado, con un éxito considerable, producir directamente reformas prácticas. El papel del

sociólogo en la sociedad Para terminar, a muchos sociólogos, en su práctica profesional, les

preocupan directamente las cuestiones prácticas. Pueden encontrarse personas que han

aprendido sociología en campos como la asesoría industrial, la planificación urbana, el

trabajo social y la gestión de personal, así como en otros puestos eminentemente prácticos.

¿Deben los mismos sociólogos defender de forma activa y pronunciarse públicamente en

favor de programas de reforma o cambio social? Hay quienes defienden que la sociología

sólo puede preservar su objetividad si los sociólogos se mantienen deliberadamente neutrales

en los debates morales y políticos. Sin embargo, el estudio de la sociología y el despertar de

una conciencia social suelen estar unidos. Nadie que tenga conocimientos sociológicos

profundos puede dejar de lado las desigualdades que existen hoy en el mundo, la falta de

justicia social en muchas situaciones sociales o las privaciones que sufren millones de

personas. Sería extraño que los sociólogos no tomaran partido en cuestiones prácticas e

ilógico intentar prohibirles que recurrieran a sus conocimientos al hacerlo.

Al igual que los demás fundadores de la sociología, a Durkheim le preocupaban los cambios

que en su época estaban transformando la sociedad y creía que lo que la mantiene unida son

los valores y costumbres compartidos- Su análisis del cambio social se basaba en el

desarrollo de la división del trabajo (el aumento de las diferencias complejas entre las

distintas ocupaciones). Para Durkheim este proceso estaba desplazando cada vez más a la

religión como principal núcleo de cohesión social. A medida que se expande la división del
trabajo, las personas se van haciendo más dependientes de los demás, porque cada una de

ellas necesita bienes y servicios que le proporcionan los que realizan otras ocupaciones.

Modernidad y Anomia.

Comparadas con las sociedades tradicionales, las sociedades modernas imponen pocas

restricciones sobre los individuos, Durkheim reconocía las desventajas de la libertad

moderna, pero advirtio el peligro de un aumento de la anomia.

En las sociedades modernas se han producido cambios profundos en poco tiempo

modificándose sus estructuras y, en consecuencia, en la forma de reglamentar las relaciones

que ocurren dentro de ellas.

Durkheim introdujo el concepto ANOMIA, es la carencia de normas, de leyes, también hace

referencia en cuando las normas son confusas, no existen o se han degradado con el tiempo o

el cambio brusco de las mismas. Es un estado que surge cuando las reglas sociales se han

eliminado y ya no son respetadas por los integrantes de una sociedad. Una condición en la

que la sociedad proporciona una guía moral insuficiente a los individuos.

En La División del Trabajo Social (1893), el autor sostiene que cada una de las actividades

que se llevan a cabo en la sociedad tiene una función; dependiendo del nivel de desarrollo de

la misma, se responderá a diversos elementos tales como ideas sentimientos comunes,

búsqueda de la eficiencia; lazos identificados por el autor como Solidaridad Social. De esta

forma, el paso de una sociedad tradicional a una moderna implicará la transformación de

dichos lazos y, en consecuencia, de la forma como las normas y la conducta se desarrollan.


En las sociedades modernas se han producido cambios profundos en poco tiempo

modificándose sus estructuras y, en consecuencia, en la forma de reglamentar las relaciones

que ocurren dentro de ellas. Como ya se mencionó, con la llegada de la modernidad cobró

relevancia el papel del individuo, la ciencia y la eficiencia por encima de los principios

absolutos tales como la religión y la tradición, que son característicos de la sociedad

tradicional, como lo indica Durkheim. Además, sobre todo en el ámbito económico, las

funciones se fueron disociando, sin que entre ellas se establecieran lazos suficientes para

organizar al grupo y vincular a sus miembros.

Desde esta perspectiva, la anomia se refiere a la ausencia de un cuerpo de normas que

gobiernen las relaciones entre las diversas funciones sociales que cada vez se tornan más

variadas debido a la división del trabajo y la especialización, características de la

modernidad. Dado que la transformación ha sido rápida y profunda, la sociedad se encuentra

atravesando por una crisis transicional debida a que los patrones tradicionales de

organización y reglamentación han quedado atrás y no ha habido tiempo suficiente para que

surjan otros acordes con las nuevas necesidades. Como consecuencia de ello, se ha producido

una situación de competencia sin regulación, lucha de clases, trabajo rutinario y degradante,

entre otros, en el que los participantes no tienen clara cuál es su función social y en la que no

hay un límite claro, un conjunto de reglas que definan qué es lo legítimo y lo justo.

A diferencia de la concepción transicional que Durkheim hace de la anomia en La División

del Trabajo Social, en El Suicidio (1897), la considera como un mal crónico de la sociedad

moderna y factor explicativo de un porcentaje de la tasa social de suicidios de la Europa de

finales del siglo XIX. En esta obra, Durkheim retoma el argumento de que se ha generado

una situación de decadencia de los controles a los que los individuos estaban sometidos y con

ello de los límites a que éstos debían acotar la acción individual como consecuencia de la

rápida transformación social derivada del cambio del sistema económico, la relevancia de la
razón como elemento de juicio y la pérdida del poder organizador de la fe y la tradición. A

raíz de este debilitamiento.

Para Durkheim, en este contexto en el que los límites se encuentran debilitados o no existen,

el individuo se encuentra en una situación complicada debido a que sus pasiones y deseos se

hallan desbocados al perder todo punto de referencia. Este hecho le genera un constante

sentimiento de frustración y malestar, ya que todo aquello que logra le parece poco, pues

siempre quiere algo nuevo que supone le generará un mayor placer.

En palabras del autor el individuo...

Tiene sed de cosas nuevas, de goces ignorados, de sensaciones sin nombre, que pierden todo atractivo en cuanto
son conocidas. Por ello, al menor revés le faltan fuerzas para soportarlo. La pasión del infinito se presenta
diariamente como una señal de distinción mora. Identificado como anomia, los individuos han dejado de tener
clara la diferencia entre lo justo y lo injusto, lo legítimo y lo ilegítimo.

A lo largo de la obra, el autor sostiene que las dos situaciones en las que existen señales de

anomia más claras son en el ámbito económico y la que se deriva de la situación conyugal,

siendo estas dos las que más contribuyen a la tasa social de suicidios. Respecto del primer

ámbito, la anomia se deriva tal y como lo sostiene en La División del Trabajo Social, del

cambio acelerado en los sistemas productivos que ha llevado a que las normas que antes

servían para organizar al grupo se debilitaran sin haber sido reemplazadas por otras capaces

de responder en forma adecuada a las nuevas condiciones. La ausencia de reglas representa

un grave problema (al no haber límites para que los individuos supongan que pueden alcanzar
cualquier cosa que deseen), generándose un alto grado de malestar ante la insuficiencia de los

logros frente a las expectativas.

Por otro lado, Durkheim también señala una anomia conyugal que tiene que ver con el

debilitamiento del matrimonio tal y como ha ocurrido con el resto de las instituciones

sociales. Para Durkheim, el matrimonio supone una fuente de estabilidad sobre todo para los

hombres los cuales, dice, se encuentran dominados desde una edad temprana por deseos y

pasiones que, al no ser controlados, mantiene en una situación de desenfreno que genera

malestar. Al contraer matrimonio, el hombre entra en una institución que le pone límites a sus

acciones, le da la estabilidad y el orden que hasta ese momento le habían faltado. El autor

enfatiza, que para la mujer el matrimonio tiene un efecto contrario debido a que no se

encuentra dominada por las pasiones características de los hombres; en su caso, entonces, no

requiere de una institución que le ponga límites, más bien el matrimonio se presenta como

una forma de regulaciones excesivas que la hacen sentirse atrapada y frustrada. Si las reglas

de la moral conyugal se debilitan, tal y como ha venido ocurriendo por la transformación de

las instituciones sociales tradicionales, los deberes por los cuales los esposos están sujetos el

uno al otro será menos respetados, y las pasiones y los apetitos que esta institución de la

moral contiene y reglamenta se desenfrenarán, se desajustarán, se exasperarán debido a esa

desregulación. Los involucrados, impotentes para apaciguarse, sufrirán un desencanto que

incrementará la tasa de suicidios. El hombre, sobre todo, dejará de sentirse satisfecho con la

mujer que tiene a su lado y las pasiones que en su soltería lo sometían volverán a aparecer.

En esta obra, como puede observarse, la anomia es para Durkheim un mal crónico que se

caracteriza por la falta de límites a las acciones individuales, ya sea porque no hay normas

que las regulen o porque no hay fuerzas colectivas que sean capaces de sostenerlas como

tales y que se preocupen por garantizar su cumplimiento.


Es decir, la sociedad para Durkheim es la fuerza externa superior al individuo encargada de

imponérsele para lograr la cooperación; sin embargo, señala el autor, ha perdido fuerza y

permitido que se actúe de acuerdo a impulsos e intereses personales sin consideración al

grupo del que se forma parte, grupo que debería demandar del individuo ciertas acciones

evitando que cometa otras.

Mientras en La Educación Moral (1902), el autor vincula a la anomia con la educación como

medio para enseñar al individuo a contener sus pasiones a la par de la limitante externa que le

imponen las normas sociales. En esta obra, Durkheim sostiene que la moral, entendida como

el conjunto de reglas externas que determinan imperativamente la conducta, es central en un

cuerpo colectivo. Es la encargada de fijar y regular las acciones de los hombres imponiendo

con ello deberes para lo cual el cuerpo que lo ejerce debiera ser reconocido como una

autoridad legítima con mandato imperativo. De esta forma, y a partir de la determinación y

regularización de comportamientos, la moral logra poco a poco la disciplina que suponen los

límites y la coerción necesarios para contrarrestar los deseos ilimitados de los que los

individuos son presos.

Para Durkheim, la disciplina tiene una utilidad social ya que es la encargada de organizar la
vida colectiva en la que participan los individuos quienes necesitan que las diversas esferas
de su vida (doméstica, profesional, cívica, entre otras) estén reguladas para evitar perder el
sentido de sus acciones. Finalmente, en la obra, el autor sostiene que la felicidad sólo se logra
dejando al individuo libre de toda atadura, no se dan cuenta que las pasiones y deseos de éste
serán los primeros en someterlo y generarle desasosiego y frustración.

Sociedades en evolución: la división del trabajo


Durkheim fue testigo de primera mano de la rápida transformación de Europa durante el siglo

XIX. Tras analizar este cambio, Durkheim vio una evolución radical en las formas de

organización social.

En las sociedades preindustriales, explicaba Durkheim, las fuertes tradiciones actúan como el

cemento social que mantiene a las personas unidas. De hecho, lo que llamó consciencia

colectiva es tan fuerte que la comunidad se moviliza rápidamente para castigar a cualquiera

que se atreva a desafiar los modos de vida convencionales. Durkheim llamó a este sistema

solidaridad mecánica, que implica lazos sociales basados en una moralidad compartida, y que

mantienen unidos a los miembros de las sociedades preindustriales. Por tanto, en la práctica,

la solidaridad mecánica nace de la semejanza.

Durkheim describía estos lazos como «mecánicos» porque las personas perciben la sensación

más o menos automática de pertenecer los unos a los otros.

Durkheim consideraba que el debilitamiento de la solidaridad mecánica es un rasgo que

define la sociedad moderna. Pero esto no significa que la sociedad se disuelva; en lugar de

eso, la modernidad genera un nuevo tipo de solidaridad que se apresura a llenar el vacío

dejado por las tradiciones abandonadas. Durkheim llamó a esta nueva integración social

solidaridad orgánica,

definida como los lazos sociales, basados en la especialización, que mantienen unidos a los

miembros de las sociedades industriales. En resumen, mientras que la solidaridad una vez

encontraba sus raíces en la semejanza, ahora surge de las diferencias entre las personas cuyas

actividades especializadas los hacen depender los unos de los otros.

Para Durkheim, entonces, la dimensión clave del cambio es la división del trabajo en

expansión de la sociedad, o actividad económica especializada. Como explicaba Max Weber,

las sociedades modernas se especializan para fomentar la eficiencia. Durkheim completa esta
visión mostrándonos que los miembros de las sociedades modernas cuentan con los esfuerzos

de decenas de miles de otros individuos (la mayoría de ellos completos extraños) para

asegurarse los bienes y servicios que necesitan cada día.

Así que la modernidad se apoya mucho menos en el consenso moral (el fundamento de las

sociedades tradicionales) y mucho más en la interdependencia funcional.

Es decir, como miembros de sociedades modernas, dependemos cada vez más de personas en

las que confiamos cada vez menos. Entonces, ¿por qué depositamos nuestra confianza en

personas que casi no conocemos y cuyas creencias pueden ser radicalmente diferentes de las

nuestras? La respuesta de Durkheim es la siguiente: «Porque no podemos vivir sin ellos». En

un mundo en el que la moralidad a veces parece sumergirse en arenas movedizas, nos

enfrentamos a lo que podría llamarse el «dilema de Durkheim»: el poder tecnológico y la

libertad personal en expansión de la sociedad moderna solo pueden avanzar a costa de una

moralidad en retroceso y el peligro siempre presente de la anomia.

Como Durkheim tenía dudas acerca de la dirección que estaba tomando la sociedad. Pero, era

el más optimista. Su confianza en el seguro en el futuro surgía de la esperanza de que

disfrutaríamos de mayor libertad y privacidad mientras fuéramos capaces de crear las

nosotros mismos las normas sociales que antes nos venían impuestas por la tradición.

● Revisión de las teorías

¿De qué manera han cambiado las sociedades?

Comenzamos con una visión —evolución sociocultural, posterior desarrollo por los

sociólogos estadounidenses Gerhard y Jean Lenski (Lenski et al., 1995)— en la cual las
sociedades diferían principalmente en términos de tecnologías en continua evolución. La

sociedad moderna destaca en este aspecto por su enorme poder productivo. Karl Marx

también hacía hincapié en las diferencias históricas de los sistemas productivos, pero

apuntaba a la persistencia resistencia del conflicto social a través de la historia humana

(excepto quizás entre los pueblos de cazadores y recolectores). Para Marx, la sociedad

moderna es capitalista, y se distingue porque pone de manifiesto de manera explícita el

conflicto. Max Weber abordó esta cuestión desde otra perspectiva, encontrando modos de

pensamiento en evolución. Las sociedades preindustriales, afirmaba, están guiadas por la

tradición, mientras que las sociedades modernas adoptan un punto de vista racional del

mundo, donde los burócratas asumen un papel clave. Finalmente, para Emile Durkheim, las

sociedades tradicionales se caracterizan por una solidaridad mecánica basada en el consenso

moral. Por el contrario, en las sociedades industrializadas la solidaridad mecánica da paso a

una solidaridad orgánica basada en la especialización productiva. ¿Por qué cambian las

sociedades?

El enfoque materialista de Marx apuntaba a la lucha entre las clases sociales como el 《motor

de la sociedad》

Durkheim no estaba buscando exactamente comprender la naturaleza de las sociedades

industrializadas; eran europeos que eran medida buscaban entender la Europa industrializada.

Pero no resulta fácil definir qué es «Europa».

Europa nacieron los primeros países industrializados, las primeras culturas democráticas y las

primeras culturas cristianas. Como veremos, estos valores son generalizados. Considerados

todos ellos, podría decirse, como argumenta Agnes Heller, que «la cultura europea es la

modernidad (conocimiento acumulativo, progreso tecnológico y riqueza) junto con estados

nacionales e ideas de libertad e igualdad» (Wintle, 1996: 11). Otra manera de ver Europa es
entenderla como un conglomerado de países que buscan permanecer unidos. Desde la

Segunda Guerra Mundial (en sí mismo un curioso factor unificador), se han ido tomando una

serie de pasos sucesivos para crear lo que es hoy la Unión Europea.

¿Qué mantiene unidas a las sociedades?

Marx destacó la división social, no la unidad, y trató el conflicto de clases como el sello de

marca de las sociedades humanas a través de la historia. Desde su punto de vista, las elites

pueden forzar una paz precaria entre las clases, pero estaba convencido de que la verdadera

unidad social emergería únicamente cuando el proceso de producción se convirtiera en una

empresa cooperativa.

Para Weber, los miembros de una sociedad comparten una visión del mundo particular.

Exactamente del mismo modo que las creencias tradicionales mantenían unidos a los pueblos

en el pasado, así las sociedades modernas han creado organizaciones racionales a gran escala

con sus propias culturas organizativas que fusionan y guían las vidas de las personas.

Finalmente, Durkheim hizo de la solidaridad el centro de su trabajo, contrastando la

solidaridad mecánica basada en la moralidad de las sociedades preindustriales con la

solidaridad orgánica más práctica de las sociedades modernas.

¿Hacia dónde se dirigen las sociedades?


Finalmente, está la cuestión de hacia dónde pueden estar dirigiéndose las sociedades (véase la

sección Polémica y Debate). Para Marx, el capitalismo generaría las semillas de su propia

destrucción: el cambio revolucionario daría lugar a un nuevo orden social comunista. Sin

embargo, en general, los intentos de provocar un orden comunista durante el siglo XX en la

antigua Unión Soviética y en China no tuvieron éxito. Weber era muy pesimista: veía el

mundo como una jaula de hierro, con una racionalidad creciente y extendida a todos los

órdenes de la vida por la actividad de las organizaciones.

Durkheim confiaba en que emergerían nuevas formas de asociación que unirían a los pueblos

a pesar de sus diferencias y resolverían el problema de la anomia.

Como un caleidoscopio que nos muestra diferentes patrones a medida que lo giramos, estos

enfoques revelan a un conjunto de percepciones acerca de las diferentes sociedades. Pero

ningún enfoque es, en un sentido absoluto, correcto o erróneo. Las sociedades humanas son

excesivamente complejas.
CONCLUSIÒN
En definitiva, la sociología debe estudiar los fenómenos atribuidos a la sociedad en su

totalidad, en lugar de centrarse en las acciones específicas de los individuos, debe tratar los

hechos sociales como cosas para su mayor alcance. Visibilizando la gran importancia de esta

disciplina en las ciencias sociales.


BIBLIOGRAFIA

 Macionis, J.J., Plummer, K. (2011). Sociología, pp. 102-112

 Díaz Martínez, J.A. (2018). Introducción a la Sociología, pp. 42-46

 Giddens, A. (1998). Sociología, pp. 14-15

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