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La parábola del hijo pródigo
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por José Belaunde M. 0 COMENTARIOS
La Parábola del Hijo Pródigo es una de las más conocidas del
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Evangelio y se han imprimido volúmenes con comentarios acerca
de ella. Podría parecer pretencioso intentar una interpretación
nueva, algo diferente de las que ya se han escrito, pero eso quiero
hacer con su permiso.
Lc 15. 11 12: «Un hombre tenía dos hijos, y el menor de
ellos dijo a su padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes». Si Dios es el Un Hombre del Reino
por Tony Evans
Padre, ¿cuál puede ser la parte de los bienes que le El destino de cada hombre, el sueño
de cada mujer (Enfoque a la Familia)
corresponde a un hombre? Lo que Dios le ha dado: su
vida, su cuerpo, sus facultades, su tiempo. Toda persona LEER COMPRAR
que usa esos bienes a «su manera», sin tener en cuenta la
voluntad de Dios, representa el hijo menor. Es como si el hombre le dijera a
Dios: «Esta es mi herencia a la que tengo derecho. Yo quiero usarla como me
plazca. No te metas en mis asuntos. Déjame vivir mi vida.» El Padre accede
porque sabe lo que va a ocurrir y que, al final, su hijo va a verse defraudado.
Además sabe que la libertad que desea conquistar lejos de él, se va a convertir
en una cárcel.
13. «No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a
una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.» VER DETALLES DE EVENTOS
La provincia apartada representa vivir alejado de la voluntad de Dios y
hacer lo que a uno le viene en gana. Desperdiciar los bienes es no usarlos
de una manera provechosa (sea para uno mismo o para los demás) de acuerdo
a los propósitos perfectos de Dios. Eso es algo a lo que está condenada toda
persona que se aparta de la voluntad de Dios. Vivir perdidamente es vivir
dedicado al placer, a la vida desordenada y lujuriosa. Iglesia Bautista Propuesta de Creaciones Jehvoa Nissi
Vida Creamos elementos para la
danza vestuario de danza,
Somos una Iglesia Cristiana
banderas, lluvias, mantos, cintas,
14. «Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella Bautista, estamos al lado de la
gente constantemente, tenemos y tambien es...
provincia y comenzó a faltarle.» Malgastar los bienes es perder el tiempo, un grupo m...
arruinar la salud (como ocurre con todo aquel que se dedica a un vicio), no PUBLICITE SU DIRECTORIO AQUI
desarrollar las propias aptitudes naturales, frustrar el destino para el cual fue
creado. La hambruna representa el vacío interior que el hombre siente
cuando ha vivido para la carne. Se llega a un momento en que ya no se es
joven, se cae el cabello y empiezan a salir canas. Cuando la persona comienza a
sentir que la vida no dura para siempre y que se le escapa de las manos, Iglesia Evangélica de Oviedo Iglesia Pentecostal Unida
Iglesia Pentecostal Internacional Emanuel
observa en el horizonte su final. independiente. Somos la continuacion del Libro
de los Hechos de los Apostoles,
donde la verdad hace la
diferencia. ...
15,16. «Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le
envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre PUBLICITE SU DIRECTORIO AQUI
de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.» Según esta
línea de interpretación, el ciudadano de aquella tierra (es decir, la tierra
del desconocimiento de Dios) que se acerca podría tener varios significados.
Podría ser una de esas escuelas filosóficas que niegan la existencia del más
allá, o una de esas capillas esotéricas de origen oriental como las que existen
actualmente (y que ya había en tiempos de Jesús). Podría ser algunas de esas
sectas pseudocristianas, que por uno u otro camino ofrecen no sólo llenar el
vacío espiritual que experimenta la gente sino también dar un sentido a sus
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28/1/2017 La parábola del hijo pródigo Predicación Entrevistas, Sexualidad, Consejería, Adicciones, Predicaciones Desarrollo Cristiano Internacional Articulos
vidas. Sin embargo, el alimento que le ofrecen (las bellotas) no satisface su
hambre. Lo que a otros (es decir, a los cerdos) satisface, a él no lo puedan
contentar. Por el contrario, lo deja tan hambriento como antes, o aún más,
porque él alguna vez probó un alimento mucho mejor que sí lo satisfacía
plenamente.
17. «Y volviendo en sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!» Volver en sí es el acto
fundamental. Tomar conciencia de la realidad. (Alguien ha escrito que el que
se aleja de Dios se aleja de sí mismo; al volver en sí, regresa a Dios). Es el
inicio de la «metanoia» que le permite ver las cosas tal como son en realidad.
Salir del autoengaño en que vivía. No es un movimiento emocional; es un acto
racional. Los jornaleros de su padre son todos aquellos que están cerca de
Dios y que viven colmados.
18. «Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti.» El arrepentimiento, si es verdadero, conduce a una decisión:
Confesar los propios pecados y pedirle perdón a Dios. Como en la parábola el
padre es un ser humano, el hijo arrepentido se propone decirle: «He pecado
contra el cielo* (es decir, contra Dios) y contra ti». Dice contra Dios en primer
lugar porque eso hacemos en realidad cada vez que pecamos (Sal 51.4).
19. «Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus
jornaleros.» Arrepentirse implica humillarse:«No soy digno de que me
recibas de nuevo en tu casa, no soy digno de que me perdones, de que me
acojas. Trátame como al último de tus jornaleros porque, aunque yo soy tu
hijo, no merezco serlo». Así es. Para acercarse a Dios debe humillarse hasta el
suelo. Entonces él en su misericordia, y sin que lo merezca, lo levantará (1 Pe
5.68).
20 21. «Y levantándose vino a su padre. Y cuando estaba aún lejos, lo vio su
padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello, y le
besó.» No basta con tomar una decisión, es necesario ponerla en práctica,
levantarse y marchar para que rinda fruto: «Despiértate, tú que duermes, y
levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo» (Ef 5.14). El Padre conoce los
sentimientos que embargan a su hijo. Por eso, él no espera que el hijo llegue
hasta él, sino corre a abrazarlo cuando todavía está lejos. Así ocurre en la
práctica cuando nos volvemos a Dios en verdadero arrepentimiento y
humildad. Él lo llena de su amor, lo abraza y le da su paz. El dolor del
arrepentimiento se torna entonces en una alegría conmovida que se disuelve
en lágrimas.
Cuando estaba aún lejos quiere decir que la gracia de Dios nos ayuda
desde el momento en que iniciamos nuestros camino de vuelta. Dios acude
apresurado, no sólo porque su amor infinito lo impulsa a ello, sino también
para prevenir que el enemigo ponga trabas a la conversión y desanime al
arrepentido. La frase «movido a misericordia» significa el amor del Padre
que se enternece por su hijo que regresa, lo perdona y olvida su rebeldía.
Al Padre no le importa que su hijo haya malgastado sus bienes. No le hace
ningún reproche, como solemos hacer nosotros en situaciones similares, sino
que lo acoge como si nada hubiera pasado, como si la ingratitud de su hijo no
le hubiera dolido. En el Padre no existe ningún sentimiento de amargura o de
rencor hacia su hijo. Durante todo el tiempo que duró su lejanía no ha hecho
otra cosa sino aguardar el día en que su hijo retornara y viera aparecer su
silueta en el horizonte. Porque él sabía que retornaría.
22. «Pero el padre dijo a sus siervos: sacad el mejor vestido y vestidle; y
poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.» La recepción del Padre no
es como el hijo la había imaginado ya que ni siquiera le permite terminar el
discurso que había preparado. Posiblemente el hijo pensaba que el Padre lo
miraría austeramente tratando de adivinar si su arrepentimiento era sincero.
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28/1/2017 La parábola del hijo pródigo Predicación Entrevistas, Sexualidad, Consejería, Adicciones, Predicaciones Desarrollo Cristiano Internacional Articulos
Le haría algunas preguntas indagadoras para cerciorarse de su sinceridad. Y
luego, con cierta condescendencia, pero con severidad, le diría: «Bueno, te vas
a ir donde el capataz y le vas a decir de mi parte que te añada el grupo de
peones, que te dé una litera en una covacha, y te asigne una tarea diaria.
Según como te portes veremos qué hacemos contigo.» Cualquiera de nosotros
obraría igual con un hijo rebelde y perdido. Sería humano y hasta
conveniente. Sin embargo Dios no obra de esa manera. Él borra el pasado
como si no hubiera existido.
¿Qué es el mejor vestido que el Padre ordena ponerle? Es el traje de bodas
que menciona otra parábola (Mt 22.12). La vestidura de la gracia y de la
inocencia sin la cual no es posible entrar al banquete de su reino. El hijo está
ahora delante de su Padre como si fuera un niño pequeño que nunca hubiera
pecado. El anillo que le colocan en el dedo es signo de realeza. El hijo ha
vuelto al Padre y al gozo pleno de sus derechos. El calzado que le ponen es
señal de señorío porque sólo los siervos y los indigentes caminan descalzos.
23. «Y traed el becerro gordo y matadle y comamos y hagamos fiesta.» El
becerro gordo representa lo mejor que el Padre tiene entre sus bienes, lo
que está reservado para sus huéspedes de honor. El Padre lo restaura a su
herencia a pesar de que había dilapidado su parte. Lo colma de honores y lo
presenta a sus amigos como el hijo perdido y encontrado para dicha suya.
24. «Porque éste, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y ha
sido hallado. Y comenzaron a regocijarse.» Su hijo había estado, en efecto,
muerto en sus delitos y pecados, privado de la gracia. Sin embargo, ha sido
restaurado a la plenitud de la vida, al gozo de la comunión con Dios. El hijo
representa al creyente que, por haberse apartado, estuvo como muerto
espiritualmente a causa del pecado, pero regresa a la vida con el
arrepentimiento y el perdón. No representa al incrédulo que no vivía antes de
nacer de lo alto.
25,26. «Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino y llegó cerca de la
casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó
qué era aquello.» El hijo mayor estaba en el campo, es decir, trabajando en
la obra de Dios, sirviendo a su Padre fielmente. Se extraña cuando regresa a
casa y oye el alboroto de la fiesta, y pregunta: ¿Qué es eso?
27. Entonces le dicen: «Tu hermano, el que se había marchado con su parte
de la herencia a darse la gran vida hasta que la dilapidó toda, ha regresado, y
tu Padre se ha regocijado tanto por su retorno que ha hecho matar el becerro
gordo y preparar esta gran fiesta para agasajarlo.»
2830. Entonces el hermano mayor protesta: ¿Cómo? ¡Mi Padre hace una
gran fiesta por ese sinvergüenza! Por alguien que le ha pagado tan mal y ha
sido tan ingrato! ¡Hubiera debido rechazarlo y botarlo por haber
desperdiciado sus bienes! ¡Y en lugar de eso lo halaga y lo festeja! Y a mí, que
lo he servido fielmente durante tantos años ¡no me ha hecho nunca una fiesta!
¡Así recompensa mi fidelidad! ¡Esto es una injusticia!
Cuando su Padre oye que su hijo mayor está enojado sale a buscarlo y le dice:
«Hijo, ven, entra y ¡gózate con nosotros de que tu hermano haya vuelto!»
Pero él no quiere saber nada y repite su queja: «Yo te he servido durante
tantos años y nunca me he apartado de ti; nunca he andado con malas mujeres
ni por malos caminos, sino que he sido un modelo de rectitud. ¡Y nunca me
has festejado! Pero a ese que te ha deshonrado y que te ha tratado con
desprecio, ¡a ese sí lo tratas como a un príncipe! Mejor me hubiera sido
portarme como él y darme a la gran vida y a la holganza. Entonces sí te
hubieras alegrado cuando hubiera regresado hipócritamente como ese,
porque tiene hambre, para mendigar tu pan. ¡Eso no es justo!»
El hijo mayor nunca le había pedido a su Padre que matara un becerro para él,
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por eso, se molesta cuando su Padre lo hace por su hermano pródigo. Se
molesta por envidia y por causa de algo que él también hubiera podido tener,
pero que nunca pidió.
A él se podría aplicar el viejo refrán popular, ligeramente cambiado: «Ni come
ni quiere que otros coman». Se molesta por la fiesta que hay en la casa, no
quiere participar de ella y se queda afuera.
En realidad, no quiere que el otro tenga ahora algo que él también tiene, pero
que no ha sabido aprovechar. Y al ver que otro sí puede aprovechar lo que él
ha despreciado, le hierve la sangre de cólera y se indigna contra su padre que,
sin embargo, está dispuesto a darle todo lo que desea.
31,32. Pero el Padre le contesta: «Tú siempre has estado conmigo y has
gozado de mi presencia. Todo lo mío es tuyo y no tienes sino que pedírmelo
para que lo recibas. ¿Acaso tu labor en mi obra ha sido una tarea ingrata para
ti? ¿No ha sido para ti servirme la mayor de las recompensas? ¿Te lamentas
ahora de haberme agradado siempre y de haberme sido fiel? ¿Acaso no es tu
tarea traer a los hombres al arrepentimiento, y no te alegras cada vez que
ocurre? Y si así es, ¿cómo no te gozas conmigo de que tu hermano haya vuelto
al buen camino? Si fuera un extraño, ¿no te alegrarías acaso?»
Lo que no se sabe, porque la parábola no lo dice, es si el hijo mayor llegó a
entrar al banquete o si se quedó afuera. Quizá no entró porque no quería
encontrarse cara a cara con el hermano que ahora detestaba. O de repente,
haciendo de tripas corazón, sí entró y saludó de manera reticente al hermano
pródigo, pero no lo abrazó.
Esta es una historia con final «ad libitum» y cada cual puede inventar el suyo,
a su gusto. Jesús no lo indica porque el mensaje principal de la historia es
señalar la inmensidad de la misericordia de Dios y cómo el Padre se alegra por
cada pecador arrepentido. Sin embargo, debemos pensar, incluso los que ya
hace tiempo hemos retornado a Dios, que todos somos pecadores que
necesitamos arrepentirnos sin cesar, porque sin cesar lo ofendemos. Además,
tenemos la necesidad de ser constantemente tratados como el hijo pródigo,
aunque la fiesta que se celebre en el cielo no sea tan fastuosa como la que se
celebró por nosotros la primera vez.
El hijo mayor también podría ser tratado como el menor si no se creyera
perfecto como el fariseo que subió al templo a orar, sino se comportara como
el publicano que se humilló. Así sería tratado si dejara de ver la paja en el ojo
ajeno y viera más bien la viga que tiene en el propio.
Ya que esta es una parábola sin final, tenemos libertad de inventárselo, como
si fuera uno de esos programas de televisión interactivos con los que los
televidentes pueden jugar. Pero, ¿cómo? ¿Acaso no dice la Escritura: «No
añadas nada a sus palabras, para que no te reprenda y seas hallado
mentiroso»? (Pr 24.6).
Pero lo que viene a continuación no pretende ser Escritura sino sólo una
fantasía personal. Imagine que a la mañana siguiente el hijo mayor, tenso y
con cara de no haber dormido, le dice al Padre: «Padre, quiero que me des la
parte de mi herencia, como se la diste a mi hermano». Y el Padre dulcemente
le contesta: «Hijo, todo lo que tengo aquí es tuyo. ¿Qué mas puedo darte?»
Pero el hijo insiste: «Dame la parte de la herencia que me toca». Al Padre no
le queda más que reunir lo que al hijo mayor le corresponde y entregárselo. El
hijo lo toma, lo carga en las mulas que ha traído, y lentamente se aleja por el
camino, mientras que el Padre lo sigue con la mirada triste, hasta que
desaparece en el horizonte.
El Padre regresa a casa arrastrando los pies, suspirando y con la cabeza gacha.
Pero nunca más volverá al camino para ver si su hijo retorna porque, con esa
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intuición segura que tienen los padres, él sabe que su hijo mayor se ha ido
para no regresar. (8.7.02)
Notas
*En época de Jesús los judíos evitaban, por reverencia, referirse a Dios
directamente y por eso usaban expresiones como «el cielo», «Señor», «el
Altísimo», y otras semejantes para dirigirse a él.
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