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Estos son algunos ejemplos del control de los

impulsos:

 Mantener los pensamientos negativos para uno


mismo
 No decir exactamente lo que uno está pensando
en el momento
 Controlar la ira y utilizar una estrategia de
afrontamiento en lugar de actuar físicamente
 Levantar la mano en lugar de hablar en voz alta
en el aula
 Estar de pie en una fila sin empujarse.
 Pedirle a un amigo que se una a su juego o
actividad en lugar de entrar de inmediato
 Pedir que se mire o se comparta un objeto en
lugar de cogerlo
 Tener paciencia cuando hay que esperar
 Esperar a recibir instrucciones sobre una tarea
antes de empezar de inmediato
 Resistirse a las distracciones en el aula o mientras
se hacen los deberes
 Esperar hasta el postre para comer un dulce o un
capricho especial
 No rendirse cuando las cosas son difíciles
Mantener los pensamientos negativos para uno
mismo
 No decir exactamente lo que uno está pensando
en el momento
 Controlar la ira y utilizar una estrategia de
afrontamiento en lugar de actuar físicamente
 Levantar la mano en lugar de hablar en voz
alta en el aula
 Estar de pie en una fila sin empujarse.
 Pedirle a un amigo que se una a su juego o
actividad en lugar de entrar de inmediato
 Pedir que se mire o se comparta un juguete
en lugar de cogerlo
 Tener paciencia cuando hay que esperar
 Esperar a recibir instrucciones sobre una tarea
antes de empezar de inmediato
 Resistirse a las distracciones en el aula o
mientras se hacen los deberes
 Esperar hasta el postre para comer un dulce o
un capricho especial
 No rendirse cuando las cosas son difíciles
1. Identificar cómo y cuándo se dan
La inmensa mayoría del comportamiento impulsivo tiene una razón
detrás, ya sea asociado a un trastorno psicológico como a factores
más contextuales.

En la medida que se pueda, identificar qué hay detrás de la


aparición de la conducta impulsiva y cuándo se da es un factor clave
para aprender cómo gestionarla. Por ejemplo, si estamos luchando
contra el impulso de tomar un dulce entre horas, nos podemos
hacer varias preguntas como ¿por qué quiero picotear? ¿me ha
llenado suficientemente la comida? ¿qué me ha hecho querer
tomar chocolate?

Así, contestando a estas preguntas podemos entender con mayor


profundidad por que se da el impulso y, a su vez, optar por
conductas alternativas que eviten que se lleve a cabo.

2. Revisar emociones
Cuando estamos teniendo un impulso, ¿cómo nos sentimos? esta
pregunta es muy importante, sobre todo fijándose en el antes, el
durante y el después de llevar a cabo la tan temida y preocupante
conducta.

Es posible que nuestro estado anímico sea un factor causal de la


aparición de la conducta. Debemos meditar sobre cómo nos
sentíamos antes de decidir llevarla a cabo.
Mientras realizamos el impulso puede que nos sintamos
satisfechos, pero esta satisfacción durará muy poco, porque
después de llevar a cabo la conducta, vendrá el arrepentimiento y el
‘¿por qué lo he hecho?’

Tener en cuenta esto mientras se está a punto de hacer la conducta


impulsiva puede implicar la evitación por completo de la misma.

3. Buscar una distracción


El mundo está lleno de todo tipo de estímulos, los cuales nos
pueden ayudar a evitar llevar a cabo una conducta que no
queremos hacer de forma racional pero nuestro cuerpo nos pide
hacerla.

Por ejemplo, acabamos de hablar con nuestra pareja por el móvil y


nos ha dicho que la última noche no le gustó como fregamos los
platos, algo que siempre nos dice pero que no entendemos por qué
piensa que no están bien limpios.

Ante esta situación, podríamos contestarle de forma impulsiva con


un ‘pues a partir de ahora los limpias tú’ o ‘eres demasiado
tiquismiquis’, algo que queda claro que no va a ayudar a que se
calmen los ánimos.
En vez de contestarle, mejor esperarse mirando la televisión,
leyendo un libro o pintando un cuadro. Son actividades que ayudan
a aislarse del mundo, a desconectar por un rato.

Después, cuando se esté más calmado, se podrá pensar de forma


más racional y decirle a la pareja que explique el por qué las cosas
las estamos haciendo mal.

4. Pensar en el futuro más inmediato


Una de las ideas más compartidas por los psicólogos, especialmente
desde el Mindfulness, es la idea de vivir el aquí y el ahora, el
momento presente.

Sin embargo, una buena forma de evitar que se dé el impulso es


pensar en cómo nos vamos a sentir inmediatamente después de
haberlo hecho, y también que cambios tanto en el ambiente como
en nuestro entorno social vamos a ocasionar.

Podemos intentar pensar fríamente las consecuencias de ser


demasiado sincero, romper un objeto o tomar algún snack que no
deberíamos, por decir unos pocos ejemplos.

5. Contar hasta diez


Respirar hondo y contar hasta diez, aunque sencillo y barato, es
muy efectivo. Permite reflexionar con cierto grado de profundidad
el porqué de las ganas de hacer lo que queríamos hacer.
Los diez segundos son solamente una sugerencia. Puede que,
dependiendo de nuestro grado de impulsividad, necesitemos más
tiempo para calmar nuestra impulsividad.

6. Meditación y yoga
Toda práctica en la que se lleve a cabo una profunda reflexión de
nuestro estado psicológico contribuye no únicamente a un mejor
control y ajuste emocional, sino que, como efecto secundario
beneficioso, también permite controlar mejor nuestros impulsos.

Se puede hacer de todo y de todas las formas posibles, aunque de


las meditaciones más conocidas y con mayor efectividad estudiada
es el mindfulness.

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