Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
K A Tucker - Until It Fades
K A Tucker - Until It Fades
2
Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.
Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios
que suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus
propias historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio.
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros
porque están subidos a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook
y grupos de fans las direcciones de los blogs de descarga, grupos y
foros.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema
que enfrentan y luchan todos los foros de traducciones. Más libros
saldrán si se deja de invertir tiempo en este problema.
También, por favor, NO subas CAPTURAS de los PDFs a las
redes sociales y etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a
pedir la traducción de un libro cuando ninguna editorial lo ha
hecho, no vayas a sus grupos y comentes que leíste sus libros ni
subas las capturas de las portadas de la traducción, porque estas
tienen el logo del foro.
3
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad,
sin foros de traducción y sin sitios de descargas!
Florbarbero & Julie
Julie Ivana
Sinopsis Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29 5
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Capítulo 31
Capítulo 14 Capítulo 32
Capítulo 15 Capítulo 33
Capítulo 16 Epílogo
Capítulo 17 Sobre la autora
Un nuevo sexy romance acerca de una mujer de un pueblo
pequeño, que salva la vida de un hombre misterioso y se encuentra
a sí misma inesperadamente en medio de un tumultuoso affair
amoroso, de la autora best seller K.A. Tucker.
La mesera de una parada de camiones de veinticuatro años y
mamá soltera Catherine Wright tiene metas simples: darle a su hija de
cinco años una vida feliz y nunca más ser de quién se habla en el
pueblo de Balsam, Pennsylvania, el cuál tiene una población tres mil
personas fuera de la temporada de turismo.
Entonces, una nebulosa noche, en una carretera solitaria
regresando de otro intento fallido en una relación, Catherine salva la
vida de un hombre. No es hasta después que la policía ha llegado que
Catherine se da cuenta exactamente de a quién ha salvado: Brett
Madden, un ícono del hockey, amado por los medios.
Catherine ya ha tenido sus quince minutos de fama y lo último
que quiere es que su pasado la arrastre a los focos, solo que esta vez en
un escenario nacional. Por lo que esconde su identidad. Funciona. 6
Por un tiempo.
Pero cuando encuentra al hombre al que salvó parado en su
puerta, desesperado por agradecerle, todo cambia. Lo que comienza
como una amistad inmediata rápidamente se transforma en algo que
ninguno de los dos esperaba. Algo que Catherine no está segura que
pueda manejar; algo que Catherine está atemorizada de confiar.
Porque, ¿cuánto tiempo puede un hombre extraordinario como
Brett estar interesado en una mujer ordinaria como Catherine... antes
de que la chispa se desvanezca?
7
Traducido por Xio2401 & Lu
Corregido por Karen_D
***
***
***
—¿Mami?
Entre mi conmoción persistente y el latido en mi muñeca, tenía la
certeza de que no me quedaría dormida, pero supongo que lo hice ya
que cuando escucho la voz infantil de Brenna, me duele abrir los ojos.
Así que no lo hago, solo disfruto de su cálido cuerpo acurrucado junto
al mío.
Dos manitos calientes agarran mis mejillas. —¿Por qué estás en
mi cama?
—Porque sí —murmuro, sonriendo.
—¿Porque no querías que me levantara y fuera a tu cama? —Es
un ritual nocturno, una niña medio despierta tropezando desde su 40
habitación a la mía, para dormir conmigo por el resto de la noche. Me
he acostumbrado tanto que anticipo el sonido de sus pies desnudos
deslizándose por el linóleo.
Ahora abro los ojos para mirar sus ricos iris marrones de cerca.
También tengo los ojos marrones, pero los de Brenna son de un tono
más oscuro que los míos y tienen un círculo de color avellana alrededor
de las pupilas. Ella también tiene una tez oliva a diferencia de mi piel
rosada pálida, y gruesos rizos de mechones dorados a diferencia de mi
pelo liso de color rubio ceniza. —Porque no quería esperar.
Llegué casi dos horas tarde a casa anoche. Keith se encargó de
pagarle a Victoria por las horas extras —sus ojos parecían que iban a
salirse de su cabeza cuando entré por la puerta cubierta de sangre y
barro— y luego, porque era demasiado tarde para caminar, él le dio un
aventón a su casa, dejándome para luchar con mi vestido arruinado.
Me di un vistazo en el espejo del baño antes de entrar en la ducha y de
inmediato me arrepentí. Parecía que pertenecía a una película de terror,
la afortunada sobreviviente solitaria de una masacre en los Everglades.
No fue hasta que el agua corriendo sobre mí se volvió fría que la
compresión de lo que hice me golpeó. Sí, salvé la vida de un hombre.
Pero lo más importante es que me arriesgué a dejar a Brenna huérfana.
Arriesgué mi vida para sacar a un enorme hombre inconsciente —un
completo desconocido— de un auto en llamas. ¿Y si el auto hubiese
explotado? Habría sido incinerada tratando de lograr lo imposible.
A pesar de que, gracias a algún milagro concedido por Dios, sí lo
logré.
Pero primero, me rendí. Me había alejado, dejándolo allí para
quemarse.
Fue entonces cuando mi frente cayó contra la pared de la ducha y
las lágrimas comenzaron, primero en silencio, en una cálida corriente
constante, luego mezclado con sollozos irregulares. No podía describir
mis emociones en ese momento, el alivio y la culpa tan estrechamente
entrelazados, ambos flameando por atención.
Embolsé mi ropa arruinada y me aseguré de que todos los rastros
de la noche se hubieran ido por el baño, una hazaña difícil con una sola
mano operativa. Una vez que me esforcé por ponerme el pijama, decidí
que no podía esperar para estar cerca de mi pequeña. No podía llevarla
a mi cama doble, así que me deslicé detrás de ella en su cama de una
plaza, tirando su cálido cuerpo dormido cerca de mí, y luché por evitar
que mi cuerpo temblara mientras los sollozos desgarraban mi pecho.
Ahora, ella me estudia atentamente, un adorable ceño fruncido
formándose entre sus cejas. —Tus ojos están hinchados.
—¿Sí? —Sonrío y hago que mi voz suene ligera—. Creo que solo
estoy cansada.
El teléfono suena desde la sala de estar.
—¡Yo contesto! —exclama, arrastrándose hasta el final de la cama 41
y corriendo por el pasillo. Desde que cumplió cinco años y le dije que
tenía edad suficiente para responder el teléfono, corre como un perro
ante la campana de la cena.
Cierro los ojos y sonrío, escuchando su voz chillona e infantil
mientras intenta sonar madura.
Y gracias a Dios que todavía estoy aquí para escucharla.
—¡Es la abuela! —grita Brenna.
Gimo mientras me bajo del colchón, mirando el reloj para ver que
son un poco más de las ocho. Le dejé un mensaje a Lou en Diamonds
anoche, explicando en términos vagos que me caí y me torcí la muñeca
y disculpándome profusamente por no ser capaz de ir esta mañana. No
me molesté en llamar a mi madre; era demasiado tarde. Simplemente le
envié un mensaje con la misma excusa ambigua, haciéndole saber que
no pasaría a dejar a Brenna.
—Ya viene, abuela… sí. —El cuerpito naturalmente atlético de
Brenna se acurruca en un sillón verde musgo que conseguí en la tienda
local Goodwill, haciendo girar el cable en forma de espiral del antiguo
teléfono con sus dedos, el cual también compré en Goodwill. Podría ser
la única persona en todo el estado de Pennsylvania que sigue usando
un teléfono giratorio.
¿Cuánto tiempo falta antes de que Brenna exija algo de este siglo
para hablar con sus amigos? ¿Unos cuantos años, tal vez?
Mi garganta se cierra frente al destello mental de una versión
adolescente de Brenna sentada en ese mismo sillón, y por segunda vez
en cuestión de minutos, le agradezco a Dios por encontrarme aquí para
imaginármelo.
—Oye, Brenna, ¿me traes una bolsa de hielo del congelador?
—¿Para qué?
Levanto mi muñeca adolorida y magullada. La noche le ha dado
tiempo para que se hinche aún más y se vuelva de un molesto color
negro azulado.
Sus ojos se amplían de esa expresiva manera infantil. —¿Qué
pasó?
—Me caí. —Asiento hacia nuestra nevera con un susurro de “ve”
antes de que comience la avalancha de preguntas.
Tomando el auricular en mi mano izquierda, me acomodo en el
sillón. —Hola, mamá.
—¿Estás loca? ¿Te subiste a un auto en llamas? —La voz
estridente de mi madre llena mi oído, atrapándome con la guardia baja.
El pánico me inunda. ¿Acaso la policía soltó mi nombre en contra
de mis deseos? —Cómo lo supiste…
—Keith salió a trotar y se encontró con tu padre. Él se lo contó.
—Oh. —Me hundo en el sillón con una ola de alivio abrumador,
42
incluso mientras me recuerdo llamar y gritarle a Keith al momento en
que colguemos. ¿En qué pensaba? Apuesto que pasar por la casa de
mis padres ni siquiera es su ruta habitual, especialmente después de
un turno nocturno.
Pero al menos los reporteros no lo han descubierto. Todavía.
Sonrío como agradecimiento a Brenna cuando coloca la bolsa de
hielo en mi regazo, ya envuelta en una toalla para disminuir el pinchazo
del frío. Se mete en el pequeño espacio en la silla junto a mí, su lengua
asomándose mientras me sonríe. Una señal indicadora de que se siente
orgullosa de ayudarme.
—¿Keith dijo que no ibas a contarnos?
—No es para tanto.
—¡No es para tanto! ¿Has encendido la televisión? La historia está
en todas las noticias. —Antes de que pueda responder, grita—: ¡Ted,
sube el volumen!
Las voces de los reporteros llenan el fondo y me imagino a mis
padres, sentados en la mesa de la cocina con sus cafés en la mano, ya
vestidos para el día cuando la mayoría de la gente se sentaría felizmente
con sus pijamas y disfrutaría de una tranquila mañana de sábado.
En todas las noticias. Genial. Echo un vistazo a la vieja televisión
apoyada en la esquina, resistiendo la necesidad de buscar el canal CNN.
Aunque probablemente no me censure tanto como debería frente de
Brenna, ella no necesita ser expuesta a esa primera cosa.
—¡Quiero decir, en serio, tu auto está justo ahí, en la televisión!
—Sí, es una tostada. —Tostada quemada, para ser más exacta—.
¿Qué más han dicho?
—Solo que hubo un testigo. Pero no han revelado tu nombre.
—Y no quiero que lo hagan. No se lo has dicho a nadie, ¿verdad?
—No, por supuesto que no. Keith nos pidió que no lo hiciéramos
—responde con un atisbo de indignación en su tono. Lo juro, el tipo
camina sobre el agua en lo que a ellos respecta.
—De acuerdo, bien. Por favor, no lo hagas. Me refiero a decirle a
alguien. En especial a Emma y Jack.
—No lo haría. Ellos siguen dando sus exámenes. No quiero que
esto afecte sus calificaciones.
No es una acusación directa, pero escucho el tono oculto detrás
de ella. Obtener menos de una A sería debido a la imprudencia de
Catherine. ¡Te lo dije, Keith!
—No quiero este circo en la vida de Brenna. —Uso a mi hija de
cinco años como excusa, pero en realidad, yo no puedo manejarlo.
—¿Circo? —Los ojos de Brenna se amplían, con esperanza—.
¿Vamos al circo?
43
La silencio con un beso en la frente.
—Sé realista. No serás capaz de detener esto, Cath.
—Voy a intentarlo. —Keith tiene razón, la policía no tiene que
liberar mi nombre oficialmente. Pero los chismes lo harán, y en un
pueblo tan pequeño y conectado, mi nombre se difundirá malditamente
rápido. Considerando quién es Brett Madden, me temo que “circo”
podría ser un eufemismo.
—Es solo que… nosotros… ¿en qué pensabas, subiendo a un auto
en llamas? Podrías haber muerto. —Su voz normalmente seria se rompe
con una extraña muestra de emoción.
—No se encontraba totalmente en llamas… todavía —murmuro,
cerrando los ojos. En realidad, no puedo culparla por su reacción. La
única vez que pierdo mi temperamento con Brenna es cuando está
haciendo algo peligroso. Imaginarla con una pierna rota es suficiente
para que quiera encerrarla en nuestra casa para siempre.
—¿Qué estaba en llamas? —chilla Brenna a mi lado.
Me alejo de sus oídos indiscretos, esperando que no pueda oír a
mi madre por el receptor. —En realidad no pensé en ese momento.
—Obviamente.
—¡Mami! ¿Qué estaba en llamas? —Brenna tira de mi brazo con
impaciencia.
Suelto un siseo de dolor. —¡Brenna, cuidado!
—Keith dijo que te lastimaste la muñeca, ¿pero te negaste a dejar
que te llevara al hospital?
Suspiro, preguntándome cuánto tiempo demorará en sanar mi
mano antes de que pueda utilizarla para estrangular a mi querido
amigo. ¿No va contra algún código policial correr —literalmente— hacia
mis padres de esa manera?
—Tenía que llegar a casa con Brenna. Es solo un esguince.
—No sabes eso, no eres doctora. Si hay una fractura, no sanará
bien. Solo lo empeorarás. No serás capaz de trabajar. Entonces qué…
—¡Está bien! Está bien. —Levanto mi muñeca para examinarla.
Se ve mal—. Ya se me ocurrirá algo.
—¡Ted! Ve a buscar las llaves. Vamos a casa de Cath. —Para mí,
dice—: Espero que estés vestida.
—No tienes que… —comienzo, pero me doy cuenta que ya ha
terminado la llamada.
Frunzo el ceño ante el receptor, mucho después de que el tono de
marcado suene en nuestra tranquila sala de estar.
44
***
52
Traducido por Lvic15
Corregido por Karen_D
***
***
71
80
Traducido por Anna Karol
Corregido por Melina.
***
***
1 Base militar del Ejército de los Estados Unidos ubicada en el estado de Kentucky.
Frunzo el ceño. ¿Por qué me está preguntando eso?
No.
¿Nunca?
Nop. Es uno de mis mejores amigos. ¿Por qué?
Es que parecía más que un policía haciendo su trabajo.
Bueno, nos besamos atrás del gimnasio cuando teníamos doce
años.
Debe ser eso.
No puedo creer que acabo de decirte eso.
¿Y por qué siquiera estamos hablando de Keith?
Por cierto, mi otra mejor amiga está enamorada de ti.
Ruedo los ojos. Sí, eso es mucho mejor.
No recibo respuesta de Brett por un momento. Me pregunto si se
desmayó. ¿Dónde está ahora? ¿En el sofá?
¿En su cama?
Pensamientos de él acostado en un colchón son interrumpidos
por tres puntos.
¿Oh?
Es una sola palabra, y no estoy segura de como tomarla. ¿Le
110
gusta escuchar que las mujeres están obsesionadas con él o le molesta?
Sí, inundó mi teléfono con todo tipo de fotos tuyas.
Hay una larga pausa, y luego: ¿Viste esta?
Una foto llega rápidamente, de Brett con un disfraz de mucama
francesa por lo menos dos talles menos, sus piernas musculosas y
peludas en pantalla completa, con una amplia sonrisa tonta en su cara
y una cerveza en su mano. Por los otros disfraces, adivino que es una
fiesta de Halloween.
Es una imagen terrible y poco halagadora. Me echo a reír.
Extrañamente, esa no fue incluida.
Creo que mi publicista la borró. No estoy seguro de porqué.
Por mi vida, tampoco me imagino el motivo.
Voy a lamentar haber enviado eso cuando no esté drogado
con Percocet.
La guardaré para chantajearte en un futuro.
Brett Madden claramente tiene sentido del humor. Y puede reírse
de sí mismo.
Y no estoy segura, pero creo que él está ligando. O está muy
medicado.
Sigo riendo mientras veo los tres puntos, preguntándome si voy a
recibir otra foto ridícula.
Ayer estaba tan fuera de sí que olvidé preguntarte cuánto
tuviste que pagar por tu camioneta. Te lo debo.
Y justo así, mi burbuja se revienta.
No me debes nada.
En realidad, te lo debo todo. Comenzando con un vehículo
nuevo, y ayuda con todos los turnos que te estás perdiendo.
La tensión aparece en mis hombros. ¿Es por esto que me mandó
un mensaje? ¿Es este el único motivo?
Eso es muy amable de tu parte, pero me haré cargo. Siempre
lo hago.
Incluso cuando escribo las palabras, puedo escuchar a mi madre
gritarme por ser estúpida y obstinada. ¿Cómo le explico que no se
siente bien aceptarle dinero? Que solo imaginar toda la transacción —el
entregándome un cheque, yo aceptándolo y cobrándolo— hace que me
sienta incómoda.
Espero cinco minutos una respuesta, pero no llega.
—¡Mami! ¡Quiero jugar!
Suspiro, poniendo mi teléfono en la cama, esperando no haberlo
hecho enojar. —Voy...
111
***
***
***
***
129
Traducido por Miry & Snow Q
Corregido por Julie
—No tenías que hacer todo esto —le digo a mi madre mientras
juguetea con el ramo fresco de tulipanes color ciruela que trajo, ahora
colocado en una mesa auxiliar.
Con Keith en la corte y la niñera regular de Brenna en la escuela,
me encontraba desesperada. Casi lo suficiente como para preguntarle a
Vince. Pero decidí probar con mi madre primero, esperando que dijera
que no, porque recoger a Brenna a las tres requeriría perder trabajo, y
su jefe es del tipo que descuenta de la paga cada hora perdida.
Sorprendentemente, no solo estuvo de acuerdo, sino que dejó el
trabajo al mediodía para ir al Belmont Target por algunos artículos de
decoración para “arreglar” mi casa. Si no me hallara tan desconcertada
con esta entrevista, podría sentirme insultada. 130
—No seas ridícula. Necesitabas ayuda.
—Gracias. Tenía miedo de tener que dejarla con Vince.
—Estoy segura de que a ella no le habría importado.
—No era ella quien me preocupaba.
—¿Me pasas unas tijeras, por favor?
Mamá no llegó solo con flores, sino también con gruesas y cálidas
cortinas de lana gris; su razonamiento es que las persianas actuales no
ofrecen privacidad suficiente contra todos estos reporteros. Puede “casi”
ver en mi sala de estar desde el exterior, incluso con ellas cerradas. No
le creo, pero con la posibilidad de que tenga razón, no discutiré.
—Listo. —Retrocede y mira la sala de estar, donde asumimos que
el rodaje tendrá lugar—. No es mi estilo, pero no se ve mal con estos
toques añadidos.
Esa es la manera de Hildy Wright de ofrecer un cumplido. He
aprendido que no puedo ofenderme. Y tengo que admitir que sus toques
añadidos funcionan bien con mi “decoración” ecléctica.
Eso no significa que la quiero aquí cuando llegue Brett, que es en
cualquier momento. Tendré quizá treinta minutos a solas con él, a lo
sumo, antes de que llegue el equipo de noticias.
Es mi única oportunidad de hablar con él, de decirle exactamente
qué pasó esa noche.
—Deberías ir por Brenna. Llamé a la oficina para avisarles que la
recogerías.
Revisa su reloj con el ceño fruncido. —Está a cinco minutos en
auto, Cath. ¿Qué haré? ¿Quedarme en el estacionamiento, haciendo
girar mis pulgares? —Agarra el kit de colorante de Brenna y lo mete en
el último cajón, justo encima de mi cuaderno de dibujo.
Es obvio que se quedará. —Bien. Estaré en el baño.
—Podría pedirle a tu padre que salga del trabajo y lleve a Brenna
a casa, para poder quedarme aquí contigo.
—No, está bien. —Eso pudo haber salido un poco rápido, pero es
imposible que haga la entrevista con mi madre en la misma habitación.
Asiente. Me doy cuenta que no es la respuesta que esperaba, pero
esto no se trata de ella.
Me dirijo hacia el vestíbulo.
—Espera.
Permanece ahí un momento, sus dedos golpeando contra su
muslo. —Supongo que hablarás del señor Philips.
Me preguntaba cuándo me lo preguntaría. —Es probable que Kate
Wethers lo traiga a colación.
131
Traga con fuerza. —Tengo que decir algo.
Aquí vamos.
¿Qué hará? ¿Darme un guión? —No te preocupes, mamá. No diré
nada despectivo sobre ti. Les dije que nuestra relación estaba fuera de
los límites.
Suspira. —Te iba a decir que tu padre y yo estamos cien por
ciento a bordo con tu decisión de hacer esta entrevista. Y espero que
digas lo que sientas que es necesario para poder mantener la cabeza en
alto. Solamente ten en cuenta que te retractaste de tu declaración, lo
que significa que tienes que tener cuidado. Conociendo a esa familia,
lanzarían un pleito de difamación contra ti. Yo... —Frunce los labios—.
Si pudiera regresar y hacerlo todo de nuevo, aun habría reportado a ese
hombre. Pero me gustaría pensar que habría hecho otras cosas de modo
diferente. Sé que tú y yo nunca seremos mejores amigas, pero espero
que algún día veas mis intenciones por lo que eran.
Creo que eso es lo más parecido a una disculpa que obtendré de
ella.
Se gira para mirar por la ventana. —Noté que el rollo de papel
higiénico estaba casi vacío, pero no sé dónde guardas los extras.
Deberías cambiarlo para que tus invitados no se queden sin papel.
—Vale. —Le permito hacer un rápido escaneo de mi cuartito de
baño; y, sí, reemplazar el rollo. Y luego me examino en el espejo, de la
blusa rosa sedosa de mangas tres cuartos y pantalones color azul
oscuro por los que me decidí después de revisar todo en mi armario,
algunas cosas dos veces, deseando que todavía tuviera el vestidito
negro, un verdadero hallazgo milagroso en una tienda de segunda
mano. Paso la plancha por mi cabello y uso más maquillaje del que
normalmente llevo, pero pensé que la cámara lo desvanecería de todos
modos.
En general, me veo mil veces mejor que cuando Brett apareció en
mi puerta hace cinco días. Sin embargo, ¿estoy lista para esto? La
opresión en mi pecho sugeriría lo contrario. En verdad siento el impulso
abrumador de llamarlo y cancelar todo el asunto.
—¡Un Escalade negro acaba de estacionarse! —grita mamá desde
la ventana delantera.
Ya es muy tarde.
Mi estómago da un vuelco cuando apago el interruptor de la luz y
me acerco, para ver a mi madre alisándose el vestido con las manos y
pasando un dedo por su cabello mientras mira por una grieta en las
persianas.
—Guau. —Me mira por encima de su hombro con una mirada
significativa—. Él es... Guau.
132
—Sí. Lo noté —digo, tirando de la parte delantera de mi blusa otra
vez.
Vuelve su atención hacia el camino de entrada. Y de repente su
boca se abre. —¡Mierda!
Mis ojos casi salen de mi cabeza. Mi madre nunca maldice.
Nunca. —¿Qué?
—¿Sabías que ella vendría?
—¿Ella?
Los escalones del pórtico crujen, y mamá deja caer su voz a un
silbido susurrado. —¡Su madre!
¿Meryl Price está aquí?
Simplemente miro a la puerta, congelada en el lugar cuando
llaman a la puerta.
Por suerte, mi madre mantiene los modales, dirigiéndose a quitar
el seguro y abre la puerta. —¡Entren, entren! —Los dirige, su voz más
aguda de lo normal, sus dedos que cuelgan en su muslo tiemblan
levemente. No creo haberla visto nunca tan nerviosa.
Conteniendo mi aliento y mi vejiga, veo silenciosamente cómo un
bulldozer gigante de hombre —en serio, tenía que haber sido un
linebacker en una vida anterior— vestido de negro, con la chaqueta
abierta para revelar la pistola a su costado, entra y me hace un gesto
con la cabeza mientras pasa a mi lado, metiendo la cabeza en cada uno
de los dormitorios y el baño, con un auricular en la oreja. Lo escucho
decir: —Todo despejado —a nadie que yo pueda ver. No hubo esta
seguridad rigurosa en la primera visita de Brett. Debe ser a causa de
ella.
Brett entra con sus muletas, de inmediato buscándome. El
moretón alrededor de sus ojos ha mejorado un poco. Viste una camisa
negra de cuello grueso, que le ciñe el pecho de forma halagadora, y
unos pantalones carbón que abrazan al resto de él de una manera aún
más halagadora, con una pierna enrollada para dar espacio a la
escayola.
Se quitó el vendaje de su frente y ahora puedo ver claramente la
roja cicatriz de dieciocho centímetros justo debajo de la línea del pelo.
Tiene el mismo estilizado que en aquel evento de caridad, con mechones
gruesos despejados de su rostro, y aunque aún tiene un rastrojo en
todo su rostro, parece que la barba ha sido arreglada.
Brett simplemente me mira fijo durante un largo momento, esa
misma mirada de asombro aún en sus ojos. Me pregunto si es un reflejo
del temor que seguramente se halla en los míos. A pesar de todo, una
burbuja de excitación brota dentro de mí.
Estoy tan feliz de verlo de nuevo.
—Hola, soy Hildy Wright, la madre de Catherine. —La voz de mi
madre aleja su atención. 133
Él le ofrece un apretón de manos y esa sonrisa genuina. —Es un
placer conocerla. —Dios, es tan encantador, incluso cuando no hace
nada fuera de lo común. Prácticamente veo a mi madre derritiéndose en
un charco. Haciéndose a un lado, lleva una mano detrás de él—.
¿Mamá?
El epítome del glamour entra por la puerta.
Meryl Price.
En mi casa.
Ella usa un vestido de marfil que abraza su figura, y esa figura es
como un reloj de arena perfecto en la vida real como lo es en la pantalla.
Al igual que su cabello sedoso hasta los hombros, el color de las hebras
de maíz, y su rostro impecable. La única joya que lleva es un anillo de
boda de diamantes más bien modesto. Me pregunto si incluso trata de
verse tan bien y, si es así, cuánto tiempo tarda. Mi madre vino directo
del trabajo, así que sigue usando su ropa de oficina: un vestido lápiz
azul marino y zapatos sencillos pero con clase, unas joyas de fantasía
que conjugan todo el aspecto. Su cabello rubio a los hombros se halla
rizado en los extremos y su maquillaje es ligero. Siempre ha sido
naturalmente sorprendente, y sin embargo, junto a Meryl Price, su
cabello y su tez parecen aburridos, su vestido desvanecido y mal
ajustado.
Meryl Price ofrece a mi madre —por una vez, sin palabras— una
sonrisita cálida y un apretón de manos, antes de pasar rápidamente a
buscarme como lo hizo su hijo hace unos momentos.
Y cuando su mirada se fija en mí, sus ojos impecablemente
maquillados de inmediato se llenan de lágrimas. Por la tensión en su
mandíbula, trata de mantenerlas a raya mientras camina hacia mí, sus
tacones marfil a juego hacen clic contra mi suelo desgastado. Estoy
segura de que este linóleo nunca antes ha sido adornado por esos
zapatos caros. —Catherine —dice alegremente.
Me siento aterrorizada de decir algo estúpido, y por eso no digo
nada, simplemente ofrezco mi mano no lesionada cuando llega a mí. La
ignora, me abraza, su cabello brillante acaricia mi mejilla, su exótico
perfume floral me llena las fosas nasales. Sus delgados brazos, tan
definidos como los míos, aunque son de unos cincuenta años, me
aprietan con fuerza.
—No sé cómo agradecerte por salvar la vida de mi hijo. —Abro la
boca para minimizarla, pero me corta—. Tú también tienes una hija. Así
que debes ser capaz de apreciar lo agradecida que estoy.
Eso me hace darme una pausa. ¿Y si nuestros papeles fueran a la
inversa? ¿Y si hubiera sido mi hija la atrapada dentro de un accidente
automovilístico y esta mujer envolviendo sus brazos a mi alrededor
hubiera arriesgado su vida para sacar a Brenna?
Nunca habría sido capaz de encontrar las palabras correctas. 134
Es extraño que nunca lo haya visto desde ese ángulo, pero Meryl
Price tiene razón. Brett, ese hombre gigante de pie con muletas para
apoyo, roto y magullado, siempre será su hijo.
Finalmente, puedo devolverle el abrazo; una nueva comprensión
sin palabras pasa entre nosotras.
Nos separamos justo cuando el chofer de Brett entra por la
puerta, llevando otro elaborado arreglo floral. Una mujer curvilínea y
baja, con un corte de pelo bob en su cabello negro, entra tras él, con los
brazos cargados de varios contenedores de lo que parecen ser bandejas
de comida, y sus ojos exploran mi casa. —Aquí por ahora, Donovan. —
Señala con la barbilla la mesa de café mientras se dirige hacia la mesa
de mi cocina para descargar sus brazos—. Soy Simone, la publicista de
Brett.
—Hola. —Frunzo el ceño ante las bandejas.
—Brett mencionó cuánto te gustó el último ramo de flores. Y sé
cómo de desgastantes pueden ser este tipo de cosas, por lo que trajimos
comida para facilitarte más las cosas —dice Meryl, acariciando mi
antebrazo—. Espero que no te moleste.
Tiene una forma elegante de hablar. Creo que podría convencerme
de casi cualquier cosa.
—No, claro que no.
Simone quita las tapas y el aroma de pan recién horneado capta
mi nariz, recordándome que en realidad no he comido. Hay comida
suficiente aquí para quince personas.
—Catherine, ¿tal vez quieran algo para beber? —pregunta mi
madre.
—No es necesario. También trajimos la bebida —dice Simone, y
Donovan reaparece en ese momento con una jarra de Starbucks.
—Realmente estás... preparada. —Y considerada.
—Es por eso que la mantengo cerca. —Brett le lanza un guiño a
Simone.
—Tienes suerte de que sigues con dolor o te golpearía, con los
aros que me pides que salte —se queja Simone falsamente en su
camino por delante de él para detenerse frente a mi sofá, con manos en
las caderas, Evaluando el área. Le toma tres segundos notarlo—. No
tienes fotos de familia.
—No, las guardé todas. —Miro a Brett, buscando apoyo.
—Está bien, Simone. The Weekly ya estuvo de acuerdo con eso.
Pero Simone frunce el ceño. Parece discrepar. —Acordaron no
tener a la niña aquí. Pero necesitamos algo. Un par de fotografías
enmarcadas en la mesa auxiliar. ¿Debes tener una de esas?
—Tengo un montón, pero están en un cajón en donde las puse. — 135
No puedo evitar que la irritación se me escurra en la voz. ¿La niña?
Suspira. —Mira, sé que quieres proteger a tu hija. Pero parte de
esto es la construcción de una imagen más positiva en los medios de
comunicación para ti misma. Estoy segura de que ya has escuchado
algunas de las cosas menos que halagadoras que se han dicho de ti...
—Muchas veces —la interrumpo rápidamente en caso de que
sienta la necesidad de empezar a enumerarlas.
—Bueno, la mejor manera de...
—No pondré el rostro de mi hija en televisión nacional para
esfuerzo de publicidad. —Lucho por excluir la emoción de mi voz.
—Pero…
—No.
—La escuchaste, Simone —dice Brett, y ese tono serio de nada-
de-tonterías está de vuelta. Sus ojos parpadean hacia mí y le agradezco
en silencio con una sonrisa—. Además, creo que la gente se enamorará
de ella tal como es.
La boca de Simone se cierra. Mira furiosamente a Brett, sin duda
descontenta con mi postura y su apoyo. Pero ella también sabía cómo
era esto antes de venir aquí. Debió creer que podría influir en mí.
Mi madre parece encontrar su lengua y su nervio. —Si sirve de
algo, creo que mi hija hace lo correcto al mantener a Brenna lejos de los
focos, y si Kate Wethers quiere que esta entrevista continúe, es mejor
que su gente sepa que no irá en contra de los deseos de Cath. —Coge
su bolso—. Tengo que recoger a Brenna. Fue muy agradable conocerlos.
—Le sonríe primero a Brett, luego a Meryl.
Pero Meryl se apresura a tomar su mano gentilmente. —Nos
veremos de nuevo. Estoy segura de eso.
Mamá frunce los labios y asiente. Tratando de mantenerse
tranquila. Me pregunto si llamará a sus amigas al segundo en que salga
por la puerta y gritará como una niña de trece años en un concierto de
One Direction. Casi deseo poder estar ahí para presenciarlo.
—Mantente atenta a cualquier reportero que te siga a casa desde
la escuela de Brenna —grito detrás de ella mientras sale por la puerta.
Con eso, se ha ido, y los labios de Simone se hallan fruncidos
mientras busca otro ángulo. —¿Tienes alguna foto familiar que estés
dispuesta a poner? Tus padres y tú, tus hermanos... —insiste—. En
serio necesitamos algo. Un toque personal y familiar.
La mujer es implacable, pero tengo que creer que sabe de lo que
habla.
—Tengo algunas fotos viejas en una caja de zapatos. Podría
desenterrarlas.
El teléfono de Simone empieza a sonar. —Genial, hagamos eso —
dice, al parecer apaciguada, y responde a su teléfono con un corto—: 136
Simone Castagan. —Donovan la sigue mientras ella sale por la puerta
principal para atender la llamada.
Dejando a Brett, a su madre y a mí solos.
Meryl comienza a vaciar la bolsa plástica de tazas de papel, tapas
y cremas; me pierdo mirándola durante un largo momento, porque por
ese momento parece ser cualquier otra madre normal y humana, antes
de recordarme a mí misma. —Espere, permítame traer algunas tazas de
verdad, por lo menos. —Me apresuro hacia el armario, buscando mis
mejores tazas, las que no estén astilladas, agrietadas o cubiertas de
frases pegajosas. Básicamente, todo lo que no dice “Encontrada en
venta de artículos usados”.
—Tienes una casa muy bonita.
Apenas contengo el resoplido. Vivo en un tugurio en comparación
a lo que ellos están acostumbrados, y lo sé porque encontré fotos de su
casa de Malibu en línea. Ella solo está siendo educada. —Es muy
amable de su parte decirlo.
—Lo digo en serio. Es muy pintoresco y... acogedor. Has hecho
una hermosa casa para tu hija.
Cuando me giro, veo su mirada vagando por el espacio. Hay algo
tan honesto en ella que casi le creo. Pero entonces recuerdo que es una
actriz premiada.
—¿Puedo? —pregunta, moviéndose de repente a mi lado y
señalando el jabón; su anillo de diamantes brilla, incluso bajo mis luces
apagadas.
—Sí. Por supuesto. Considérese en casa. —En silencio agradezco
a mi mamá por insistir en que pasará una toalla de emergencia sobre el
fregadero.
—Y Brett, querido, por favor siéntate. No deberías estar de pie —
añade por encima de su hombro con esa voz airosa.
—Estoy bien, mamá.
—No, estás pálido, y el doctor te dijo que no estuvieras de pie.
Siéntate. —Lo reprende suavemente, acercándosele para arrastrar una
silla desvencijada hacia él.
Está un poco pálido. Sin embargo, sigue siendo muy hermoso.
Me ofrece una mirada avergonzada antes de sentarse, haciendo
muecas de dolor.
La culpa me abruma. No debí presionarlo para que hiciera esto de
inmediato. No debería estar aquí. —Lo siento, debimos esperar unas
semanas para hacer esto, hasta que estuvieras mejor.
—Estaré bien.
—¿Te tomaste las pastillas? —pregunta Meryl.
—Lo haré después de la entrevista. Me hacen dormir. Lo sabes —
137
dice con una actitud demasiado paciente, como si fuera cualquier cosa.
—Deberías comer algo. —Meryl retira una tapa y, saca un plato y
cubiertos de la bolsa de plástico. Supongo que son desechables, pero
son más lindos que los de porcelana que tengo en el armario—.
Ensalada de huevo, ¿verdad?
El rostro de Brett se tensa, y ella sacude la cabeza hacia sí, riendo
entre dientes. —Es tu hermana la que ama el huevo. Siempre me
confundo con ustedes dos. Toma, jamón y queso. Y algunas zanahorias
al lado. —Coloca en el plato todo y lo pone frente a él, como haría una
madre amorosa por su niñito.
Cuando él eleva la vista, y me ve presionar mis labios para tratar
de ocultar mi sonrisa, su rostro se divide en una sonrisa amplia.
—Piensas en cómo haces esto para tu hija de cinco años, ¿no?
No puedo evitarlo, me echo a reír.
Meryl me guiña un ojo, luego se quita sus elegantes tacones y
exige: —¡Come! Antes de que tenga que darte de comer como si tuvieras
cinco años.
Algo acerca de verlos interactuar —la todopoderosa y glamurosa
Meryl Price tratando a su hijo como lo haría una madre dominante y
preocupada; el sexy y fuerte Brett Madden, frunciendo la nariz ante el
huevo— me relaja por primera vez desde antes del accidente.
***
***
Enrollo mis dedos entre sí mientras todos toman sus lugares, con 144
Brett moviéndose fácilmente alrededor de los muebles con maniobras
cuidadosas. Lo acabo de ver tomar píldoras con una botella de agua,
incapaz de retrasarlo más tiempo. Ofrece una fachada fuerte, pero hay
dolor en sus ojos. Pese a que me animó, me siento culpable por
presionarle con esta entrevista tan pronto.
Meryl le frota un brazo con cariño cuando pasa junto a ella para
rodear la mesa de café. Justo cuando se gira para sentarse, golpea su
yeso contra la esquina de la mesa, y su rostro se contorsiona en dolor,
cerrando los ojos.
Por instinto, me estiro para tocarlo, agarrando su mano, caliente,
áspera y tan tensa. —¿Estás bien?
Manteniéndose de espaldas para todos los demás, su pecho se
eleva con una profunda inhalación. Con una exhalación larga y lenta,
su mueca se desvanece y esa sonrisa perfecta y relajada aparece de
nuevo. —Sí, estoy bien.
Y me quedo sosteniendo su mano con una habitación de personas
observándonos.
Rápidamente la dejo caer y retorno a estrujar mis manos como
una abuelita en mi regazo mientras Jess coloca mi micrófono. Si no
acabamos con esto, pronto estaré balanceándome de adelante hacia
atrás.
El almohadón del sillón se hunde cuando Brett se acomoda junto
a mí, y siento que me inclino naturalmente hacia su gran cuerpo, tanto
por mucho que intente mantenerme recta. Rodney tardó tanto tiempo
reposicionándome, que tengo miedo de arruinar mi ángulo al ajustarme.
—¿Estás bien? —susurra Brett.
—Síp. —Mi respuesta tensa de una sola palabra, entregada en un
chillido agudo, me traiciona.
Se inclina, ligeramente atrapando mi oreja con su boca. —Solo
recuerda respirar profundo antes de contestar cada pregunta. Ayudará,
lo prometo. Y si hay algo que no quieras contestar, solo asiente hacia
Simone y ella lo suspenderá. O toma mi mano.
Como si fuera a tomar la mano de Brett Madden en un programa
transmitido en el horario de mayor audiencia.
—¿De acuerdo?
Le doy un asentimiento y Kate, en una blusa elegante y falda
lápiz, se pavonea hasta tomar su asiento, ajustando su micrófono. Luce
como si pudiera salir de la cama lista para estar en cámara. Dudo que
sea el caso, pero desearía estar tan a gusto con esta producción entera
como ella.
Rodney comienza la cuenta regresiva. —Cinco… cuatro… tres…
dos…
Podría escucharse una aguja caer en el piso, los dos segundos de
145
silencio son tan agudos. Y entonces…
—Soy Kate Wethers y esta noche les traemos una entrevista
exclusiva. Estamos en Balsam, Pennsylvania, con Brett Madden, el
capitán de los Flyers de Filadelfia e hijo de la actriz Meryl Price; y
Catherine Wright, la mujer heroica que salvó su vida al sacarlo de un
auto en llamas… —Habla encantadora y elocuentemente, y sin errores,
como si hubiese practicado su discurso durante días y podría recitarlo
dormida, con sus ojos verdes agudos, contorneados con patas de gallo
que sugieren que es más vieja que los cuarenta y pocos que pensé que
tenía al principio, fijos en la cámara. Presenta el accidente, en caso que
haya alguna persona en los Estados Unidos que no sea ya consciente, y
después, terminando con la dramática revelación de que la persona
misteriosa que salvó a Brett de casi cien kilos, es sorprendentemente
una mujer de baja estatura.
Con eso, se vuelve para mirarnos a Brett y a mí. Siento la cámara
enfocándose en mi cara, pero no la miro, manteniendo mis ojos fijos en
Kate y tratando de no desnudar mis dientes como un animal feroz
cuando fuerzo una sonrisa. Brett, Meryl y Simone prometieron que Kate
es amable y con clase, y no intentaría torcer mis palabras o venir con
sorpresas y dejarme boquiabierta.
Solo quiero terminar con esto.
Brett y Kate comparten cumplidos; ella expresando cuán feliz está
de que se esté recuperando, él felicitándola por un prestigioso premio al
periodismo que ganó recientemente. Ni un ápice de tensión palpita a
través de él. Ojalá pudiera estar tan relajada.
—Y esta es la encantadora jovencita a la que el mundo debe
agradecerle por permitirnos seguir disfrutando de la sonrisa hermosa, el
talento y el encanto de Brett Madden. Catherine Wright, ¿cómo estás?
¡Habla! ¡Habla! ¡Habla! —Un poco perdida, honestamente. —Me
aclaro la garganta varias veces, mostrando una sonrisa nerviosa a
Brett, que asiente, dándome ánimo.
—Entonces, Catherine. ¿O es Cath? He escuchado ambos en el
breve tiempo que he estado aquí.
—Cualquiera. Solamente Cathy no, por favor.
Se ríe y entonces vuelve su atención a Brett. —Así que, ese
decisivo viernes a la noche, tú y Seth Grabner estaban de camino a
celebrar por obtener un lugar en las finales de Eastern Conference,
¿cierto?
—Es correcto. Sid Durrand tiene un lugar en los Poconos e invitó
al equipo allí.
—¿Y estaban en el auto de Seth?
Brett sonríe. —Él se moría por sacar su Corvette en la carretera
de nuevo luego de guardarlo todo el invierno. —Su sonrisa se borra—.
146
Quiero decir… realmente quería conducirlo.
—Y ya aclaraste que no había alcohol involucrado en el accidente.
—Correcto.
Se vuelve a mí. —Cath, por qué no nos cuentas lo que todos
quieren escuchar con tus propias palabras: la noche que salvaste la
vida de Brett Madden.
—Vale… —Me recuerdo respirar hondo, como me enseñó Brett—.
Estaba camino a casa de una cita a ciegas fallida… —Pese a que Gord
me traicionó de la forma que lo hizo, y merece que le bajen diez puntos
a su ego, no seré completamente cruel—… y estaba tomando la
carretera Old Cannery. Vi un auto rojo deportivo. Estaba… —Contengo
las palabras. Le dije a la policía que pensé que el conductor iba a alta
velocidad, pero no hay necesidad de condenarlo ahora—. Se hallaba
neblinoso. Muy neblinoso —digo en su lugar, lo cual no es mentira. Es
sorprendente, cuánto recuerdo sobre esa noche, y con cuanta claridad
puedo recordarla, hasta el pánico y la sensación de impotencia.
—¿Así que encontraste a Seth Grabner primero?
Asiento. —Sí, él estaba… No era bueno. —Siento a Brett tensarse
a mi lado, y rápidamente continúo—: Luego vi a Brett en el asiento del
pasajero. Todavía respiraba, pero inconsciente.
—¿El auto estaba ardiendo en ese momento?
—No. Podía oler algo raro, pero no comenzó a incendiarse hasta
unos veinte segundos después. —Sacudo la cabeza—. U, honestamente,
no sé cuánto tiempo después. En fin, cuando lo hizo, supe que tenía
que sacarlo de allí. Ya había desabrochado el cinturón de seguridad, e
intentaba sacarlo a tirones. Logré sacar su pierna derecha del auto,
pero su bota izquierda se encontraba atascada bajo algo.
—Intentaste sacar a este hombre de cien kilos del auto. —Hace
un gesto hacia Brett, para enfatizar su tamaño, lo cual estoy segura ya
es claro conmigo sentada tan pequeña a su lado.
Algo sobre la manera que lo dice me hace soltar unas risitas. Tal
vez lo absurda que fui, incluso intentándolo en primer lugar. —Sí, él es
tan pesado como parece.
A la par, Brett se ríe suavemente.
Ella se acerca, su voz cayendo un grado, como si de algún modo
estuviera más metida en la historia. Es un movimiento sutil, pero
astuto de su parte. —Entonces, ¿qué sucedió, Catherine?
Desvío mi mirada de la suya y miro al lente de la cámara, pero
luego recuerdo que me dijeron que no haga eso, así que dejo caer la
mirada a la mesita de café, luchando para controlar mi corazón
acelerado. —Seguí gritando y chillando, pero él no respondía y hacía
tanto calor, que sentí que mi piel se iba a derretir. Por lo que comencé a
retroceder. Por unos segundos, me di por vencida —admito por fin en
un susurro tembloroso—. Nada de lo que hacía funcionaba. 147
El silencio llena la habitación.
—Estabas llorando —dice Brett de repente, casi para sí mismo—.
No parabas de decir que lo lamentabas, y llorabas.
Me giro para notar el ceño en su frente. —¿Me escuchaste?
Sus ojos azules buscan mis rasgos. —Supongo que sí. Solo que
no lo recordé hasta ahora.
Durante unos momentos, Kate, la cámara, la multitud… se
desvanecen.
No obstante, la voz de Kate me devuelve rápidamente. —Eso debe
haber sido una decisión absolutamente aterradora e imposible para ti.
—Su frente se arruga con simpatía—. Eres una mujer de veinticuatro
años, madre soltera con una niña de cinco años que te esperaba en
casa, ya te habías puesto en peligro. Y, por lógica básica, una mujer de
tu tamaño no podía posiblemente tener la fuerza para levantar a un
hombre del tamaño de Brett Madden de un asiento envolvente. —
Espera unos segundos, tal vez para dejar que las palabras se asimilen,
antes de continuar—: Pero no renunciaste, ¿verdad? Porque, de otro
modo, él no estaría sentado aquí junto a ti.
El alivio se hincha dentro de mí, y por primera vez desde que
comencé a hablar, mi sonrisa se siente genuina. —Tosió y levantó la
cabeza. Lo vi hacerlo, así que corrí de vuelta y comencé a gritarle que
liberara su pierna, esperando que me escuchara. De algún modo lo
hizo, y tenía sus dos piernas fuera del auto, por lo que envolví los
brazos alrededor de su cintura y comencé a tirar.
Kate levanta una mano. —Vamos a detenernos allí un momento,
porque quiero asegurarme que nuestros televidentes entiendan esto. —
Se vuelve para mirar a la cámara—. Brett Madden no estaba en una
pickup o en una SUV, o en ninguno de esos vehículos donde necesitas
trepar. Se encontraba en un Corvette del ’67. Ahora, no sé ustedes, pero
la última vez que estuve en uno de esos, apenas pude bajarme de él,
estaba tan bajo como el piso. —Tiene un ligero estilo cómico que la hace
resaltar de los otros presentadores de noticias, incluso cuando reporta
temas difíciles.
—Mi papá dijo algo entre esas líneas —concuerdo con una risita.
Se vuelve a mí. —¿Cómo en la tierra lo sacaste?
Me encojo de hombros. —Sinceramente, no lo sé. Un momento
tiraba de él, y al siguiente tropezábamos hacia atrás en la cuneta.
Imagino que despertó y reunió algo de fuerza de último minuto.
Kate se concentra en Brett. —¿Eso es lo que sucedió? ¿Puedes
explicarlo?
—No, no puedo explicarlo. Con mis heridas, la probabilidad de
que de repente me levantara y saliera es cercana a nula.
—Así que estás diciendo… 148
—No sé cómo lo hizo, pero… —Se vuelve para mirarme a los ojos
con tal intensidad, que siento un sonrojo furioso arder en mis mejillas.
Bajo la mirada a mis manos—. Le debo mi vida a Catherine.
Un silencio ensordecedor se posa en el aire. Una pausa
intencional de Kate, sospecho, antes de que continúe: —Entonces, sin
duda, ahora no deberías estar sentado aquí.
Su pierna se presiona contra la mía en un discreto —para todos
menos para mí— movimiento. —No. Nunca debería haber salido de ese
auto vivo.
—¿Y qué se siente saber eso? ¿Ha cambiado tu perspectiva?
Usa el truco que me enseñó e inhala profundo. —Para ser sincero,
no creo que ya haya llegado a aceptarlo. Estaba tan acostumbrado a
salir de la cama en la mañana con nada más que un partido futuro o
práctica para concentrarme. Ahí es donde puse toda mi energía. El
juego era todo para mí. Ahora abro los ojos y reproduzco esa noche en
mi cabeza, y me digo que el dolor en mi pierna no es nada, que debería
encontrarme dos metros bajo tierra, así que no tengo derecho a estar
disgustado si… —Su voz se pierde y traga saliva—. Me ha sido otorgada
una segunda oportunidad para vivir, una que uno de mis mejores
amigos no tuvo. Necesito aprovecharla al máximo.
La cara de Kate Wethers se llena de simpatía, y no noto si es
fingida o sincera. —Tú y Seth Grabner también eran muy unidos fuera
del hielo.
Traga otra vez. —He hecho un montón de amigos durante los
años. Pero Seth era uno de esos chicos que al instante sabía que estaría
un largo tiempo después de que nos retiráramos. Perderlo… hay un
agujero gigante en mi vida. —Su voz se ha vuelto áspera. Tengo que
esforzarme para no estirarme y tomar su mano, para intentar ofrecerle
alguna clase de consuelo. Me conformo con presionar mi muslo al suyo,
una señal regresada de afecto.
—Creo que tu equipo diría que hay dos agujeros gigantes en el
hielo, al no tenerte a ti y a Seth Grabner allí con ellos. Para el momento
que esta entrevista salga al aire, los Flyers habrán jugado el cuarto
partido de las finales de Eastern Conference y podrían estar fuera de los
playoffs. ¿Cómo ha sido, sentarse afuera y verlos luchar?
—Ciento de veces más doloroso que esto. —Con descuido ondea
una mano hacia su pierna enyesada—. Quiero estar allí, ayudarlos. Han
trabajado duro y merecen ganar.
Las cejas de Kate se juntan un poco. —Aunque el alcohol no fue
un factor en el accidente, el reporte policial dice que la velocidad sí lo
fue. Esto ha causado un gran revuelo con los fanáticos del deporte y los
medios de comunicación que sienten que el accidente era prevenible y
que los casi ciento veinticinco millones de dólares relacionados en 149
contratos con ustedes dos debió haber garantizado más responsabilidad
de sus partes. ¿Cómo te sientes respecto a eso?
Brett agacha la cabeza, cesando un momento. Debe haber
esperado esa pregunta, aunque fuera difícil. —Hay muchas cosas que
desearía poder volver a hacer y cambiar de esa noche, pero no puedo.
En verdad lamento si le fallamos a la gente.
La ira estalla dentro de mí. Casi murió. Uno de sus mejores
amigos murió, y todo lo que a la gente parece importarle es ganar un
estúpido trofeo.
Y en realidad se está disculpando por no ser capaz de dárselos.
Siento el impulso incontenible de defenderlo, mi boca va tan lejos
como para abrirse, lista para atacar a los fans.
Y entonces Kate se vuelve a la cámara. —Volveremos dentro de
unos minutos para hablar más con Brett Madden y Catherine Wright
sobre esta historia increíble. —Hay una pausa, y entonces grita—: Me
vendría muy bien agua, ¿por favor, Margaret? —Su asistente corre de
prisa con una botella de Evian.
Me obligo a respirar un par de veces y calmarme. —¿Estás bien?
—pregunto sintiendo su cambio de humor.
—Sí. —El sofá se hunde bajo el peso de Brett mientras se inclina
más cerca de mí—. Lo estás haciendo genial.
—Oh, bien.
—Él tiene razón —interrumpe Kate con sorbos—. Y estamos a la
mitad. Cuando empecemos de nuevo, vamos a hablar más de ti, Cath.
De tu vida actual, de tu hija. —Levanta la mano antes de que tenga la
oportunidad de objetar—. Lo mantendremos breve y vago. —Sus ojos
conocedores se cruzan con los míos—. Y también hablaremos un poco
de tu pasado.
Asiento sin decir palabra.
Ella le dice a Rodney que vuelva a empezar la cuenta atrás.
—Y cinco… cuatro… tres… dos…
Kate hace su pequeño discurso de apertura de nuevo, luego se
vuelve hacia mí. —Catherine, no saliste del accidente sin heridas,
¿verdad?
—No. —Levanto mi muñeca; el moretón es más pronunciado bajo
la iluminación—. Cuando Brett y yo caímos en la zanja, debí haberme
torcido la muñeca. Pero está mucho mejor. Otra semana y debería
volver a la normalidad.
—Pero tu auto no fue tan afortunado.
Sonrío tímidamente. —No. Debido a la niebla, me detuve justo
detrás del Corvette, con la esperanza de que mis faros me ayudaran a
ver. Y luego este se incendió y se extendió al mío antes de que el
departamento de bomberos pudiera apagarlo.
150
—Así que perdiste el auto.
Me encojo de hombros. —Sí, pero mis padres me prestaron el
dinero para comprar uno nuevo, así puedo ir y volver del trabajo. Lo
aprecio mucho. —Añado esa última pieza más para ellos que cualquier
otra persona.
—Eres camarera en un restaurante local, ¿no? —Hace que suene
como si no estuviera completamente segura, lo cual sé que no es el
caso. Apuesto a que su equipo de investigación le entregó un expediente
completo sobre mí para el segmento.
—Sí.
Frunce el ceño. —Es difícil trabajar como camarera con una
muñeca torcida, ¿no?
Asiento. —Tuve que tomarme un tiempo libre.
—¿Tienes alguna preocupación por perder tu trabajo por esto?
Sonrío. —No. Afortunadamente, tengo una jefa increíble, así que
creo que estaré bien.
—Cuando en realidad puedas trabajar de nuevo. Pero, ¿qué vas a
hacer hasta entonces? Es decir, eres madre soltera de una niña. Tienes
cuentas que pagar.
—El dinero es lo último por lo que Cath tiene que preocuparse —
interrumpe Brett, agregando—, por muy terca que sea al aceptar mi
ayuda.
Ruedo los ojos antes de poder detenerme.
La suave risita de Kate llena mi casa. —Brett es uno de los
jugadores de la NHL mejor pagados y un hijo de la realeza de
Hollywood. Seguramente dejarás que al menos te compre un auto
nuevo, Catherine.
Me giro para fruncirle el ceño, susurrando: —¿La obligaste a eso?
—olvidando que estoy usando un micrófono, por lo que probablemente
lo oyeron.
Las manos de Brett se elevan en rendición. —¿Ves? No soy el
único que piensa que es totalmente ridículo que no me dejes ayudar.
—Dime, Catherine, ¿hay alguna razón específica por la que no
aceptes la oferta de Brett?
Me encojo de hombros. —No lo sé. Simplemente no se siente bien.
Sería como si me beneficiara del accidente.
—Así que, si reemplazara tu viejo auto por uno idéntico...
—Un gran y oxidado Gran Prix sin bocina con trescientos veinte
mil kilómetros recorridos, entonces sí, supongo que estaría bien. —
Sonrío, dándome cuenta de lo absurdo que suena—. Estoy feliz de
haber estado allí y poder sacarlo. —Mi garganta comienza a hincharse
151
con la sola idea de no estar aquí sentada junto a él, con su pierna
presionada contra la mía, sintiendo su calor. De lo trágico que habría
sido para el mundo perder a una persona como él.
—Pero puedes entender por qué él siente que te debe, ¿verdad?
—Creo que siento que, en cierto modo, soy la afortunada aquí,
por estar en el lugar correcto en el momento correcto para ayudarlo, y
por llegar a conocerlo después. Si va a estar en mi vida, quiero que sea
porque lo desea, no porque se siente obligado.
Oh Dios mío. En el momento en que paro, desesperadamente
deseo poder retirar todo lo que acabo de decir. Debo haber sonado como
una mujer prendada de Brett Madden.
Incluso si es así, no quiero que nadie lo sepa. Menos él.
Una sonrisita de satisfacción aparece en el rostro de Kate, y
luego, por fortuna, lleva la conversación a otra dirección. —Catherine,
dime algo. —Se inclina hacia adelante, hasta que se sienta al final de mi
desvencijada silla de madera. Si se siente incómoda, nadie lo sabrá—.
No permitías que la policía diera tu nombre después del accidente.
Mantuviste tu identidad escondida durante una semana, incluso de la
familia Madden, que estaba desesperada por conocer a la mujer que
salvó la vida de Brett. ¿Por qué?
Siento que esto es lo que precede a hablar de Scott Philips. —No
quería toda la atención de los medios que sabía que traería.
Sus ojos se estrechan. —¿Y eso tiene algo que ver con lo que pasó
en el dos mil diez, con tu profesor de secundaria?
Trago, y me recuerdo que ya he pasado por esto y salí ilesa. Y
evitarlo ahora no lo hará desaparecer. —Sí.
Se inclina hacia atrás en la silla. Cruje, y momentáneamente
temo, imaginándola romperse y a Kate Wethers cayendo de culo en mi
sala. Me pregunto si editarían esa parte. —Para los espectadores que no
lo saben, hace siete años afirmaste que estabas involucrada en una
relación íntima con tu maestro de arte, Scott Philips. Tenías diecisiete
años y él treinta. Fue detenido por cargos de corrupción de una menor
de edad, pero las acusaciones fueron refutadas dos semanas más tarde
cuando te retractaste de tu declaración. El fiscal de distrito afirmó que
no había suficiente evidencia para llevar este caso a los tribunales, a
pesar de que el reporte de la policía mostró evidencia de conversaciones
de texto entre ustedes dos, así como un reporte de testigos presenciales
de Scott Philips esperando en su auto fuera de tu casa en medio de la
noche.
Kate se detiene durante unos segundos. Me doy cuenta de que lo
hace cuando está a punto de hacer una pregunta en la que tengo que
hablar mucho.
—¿Puedes hablarnos un poco de este profesor? 152
—Vaya. —No puedo evitar la risita nerviosa—. No he hablado de él
en mucho tiempo. —Siento un empujón en mi pierna. Brett, tratando de
llamar mi atención.
—¿Estás bien? —dice, con preocupación en los ojos.
No. Sonrío y asiento.
—Cualquier cosa. ¿Cómo era él como profesor, para empezar?
—Nunca se sintió como un maestro para mí. No como todos los
demás. Se parecía más a un amigo mayor, alguien con quien podía
hablar de música, libros y arte. Todo el mundo lo llamaba Scott en
clase. Era atractivo y coqueto.
Las cejas de Kate se elevan. —Coqueto.
—Tenía una sonrisa de la que las chicas en la escuela hablaban.
A muchas chicas le gustaba.
—Y le gustabas tú.
Dejo caer mi mirada a mis manos. ¿Qué puedo decir que no me
meta en problemas? —Eso creo.
—Intercambiaron mensajes de texto, ¿verdad? —añade, como
para tranquilizarme—. La policía tenía pruebas. Uno de Scott Philips
diciéndote lo hermosa que eras.
Asiento. Scott afirmó que el mensaje donde me decía que era
hermosa fue inocente en intención, pero extremadamente de un pobre
juicio de su parte. Que yo parecía una chica con baja autoestima. Solo
trataba de aumentarlo.
—Y entonces tu madre te siguió mientras te escapabas una noche
y te observó subiendo en un auto conducido por él. Ella fue la que
presentó el informe a la policía.
Otro asentimiento. Scott afirmó que estaba de camino a su casa
desde donde un amigo y me vio caminando por la calle, así que se
detuvo. Su amigo lo corroboró, aunque mucho más tarde se supo que
ese amigo estuvo en Filadelfia esa noche. Irónicamente, en un juego de
los Flyers.
—¿Cómo te sentiste cuando hizo eso? ¿Estabas enojada con ella?
La mano de Brett se desliza contra mi muslo tan sutilmente, y sé
que comprueba si estoy bien con esto, si quiero que Simone intervenga.
Pero recuerdo lo que mi madre me dijo acerca de decir lo que
necesito. —Estaba devastada. No lo veía como ella. Solo vi a un hombre
al que amaba y con quien quería estar. La odié durante mucho tiempo
por eso.
—Dices que lo amaste. ¿Alguna vez te hizo sentir como si hubiera
podido corresponder a esos sentimientos? —Parece que está escogiendo
cuidadosamente sus palabras. 153
Aquí es donde se pone peligroso. ¿Qué digo? Sí, me dijo que me
amaba en más de una ocasión y estoy cansada de negarlo, de permitir
que la mentira que él y su familia sembraron siguiera adelante. De
permitir a Scott Philips salirse con la suya. Pero admitir eso significa
abrir puertas que no tenía intención alguna de reabrir.
Elijo mi respuesta con el mismo cuidado. —Cuando le di mi
declaración a la policía, estaba aterrorizada. No sabía que tenía otra
opción que contarles todo. Eran las vacaciones de primavera, y una
semana más tarde, cuando la escuela empezó, fui llamada a la oficina
de mi director. Él fue quien me dijo que me consideraban una víctima y
que, si me retraía, las acusaciones contra Scott serían abandonadas. No
quería que Scott fuera a la cárcel, así que me retracté.
La expresión de Kate Wethers me dice que tengo razón, que no
necesito contestar a su pregunta directamente para decirle todo lo que
necesita saber. —Tu director era el padre de Scott Philips, ¿no?
—Sí.
—¿Sabía que amabas a su hijo?
—Parecía, pero no puedo hablar por él.
—Para resumir… Scott Philips fue acusado y puesto en libertad
bajo fianza, y su padre, el director, te llama, la víctima de diecisiete
años, a su oficina y te persuade a retractarte de tu declaración para que
los cargos contra su hijo sean abandonados.
Dudo. Nunca le conté a mi madre acerca de esa reunión con el
señor Philips. Ella asumió que alguien había hablado conmigo, me
convenció de retractarme, pero nunca le dije quién. No quería darles
más munición para utilizar contra Scott. En ese momento, estaba
agradecida por lo que su padre me había dado. —Básicamente. Sí.
—¿Por qué estarías de acuerdo?
—Porque amaba a Scott.
Asiente con suavidad. —¿Y alguien más presenció esta reunión?
—La secretaria me vio entrar, pero en realidad no estuvo en la
habitación.
Kate exhala profundamente, la primera vez que ha hecho eso en
la entrevista. —Así que, recapitulando un poco. Los cargos se eliminan
y Scott Philips regresa a enseñar en tu escuela. ¿Hablaste con él?
Sacudo la cabeza. —Nunca volvió a enseñar en mi clase.
—Y el periódico local publicó un artículo sobre él, no mucho más
tarde, básicamente, que te describía como una zorra que utilizó sus
encantos irresistibles para tratar de atraer a un hombre de treinta años,
con ropa sexy y coqueteo incesante. Claro que no te nombraron, pero
supongo que todo el mundo sabía quién eras.
—Creo que es seguro asumirlo, sí.
Se detiene y me mira fijamente. —¿Sentiste que eras culpable de 154
tratar de seducir a Scott Philips?
Me sonrojo con esa palabra. Sigo avergonzada por la forma en que
actué con él, aunque no fue como lo dio a entender la gente. —Te
refieres... ¿Me ponía vaqueros ajustados para ir a clase? Sí, supongo.
¿Mis camisetas eran ajustadas? Sí, es probable. Pero sinceramente no
sé cuánto podría haber ayudado… —Miro hacia abajo a mi copa A como
para aclarar el punto.
¿Acabo de atraer la atención a mis pechos en televisión nacional?
El calor se arrastra por mi nuca mientras me río, nerviosa. —Oh
Dios. Por favor, editen esa parte.
—No, por favor, deja esa parte —contrarresta Brett con una
sonrisa, ganándose mi codo en sus costillas. Pero su sentido lúdico del
humor trae consigo una sensación de alivio. Puedo superar esto con él a
mi lado.
—¿Has vuelto a hablar con Scott Philips?
Dudo. —Una vez fui a su casa a verlo. Me dijo que me fuera. Así
que me fui. —Suspiro—. Tenía diecisiete años, estaba enamorada y era
tonta. Tomé muchas malas decisiones.
—Para ser honesta, no conozco a adolescentes que no tomen
muchas malas decisiones. La mayoría simplemente se escapan sin ser
la comidilla de la ciudad. Parece que una gran cantidad de personas
estuvieron menos que impresionados contigo durante el caso. ¿Cómo
fue la vida para ti en ese año?
—No fue fácil. Ni para mí ni para mi familia.
—No todos lo hicieron tan difícil, ¿verdad?
Sonrío. —Mi jefa, Lou de Diamonds, no lo hizo. Su marido
también es genial. Son como familia para mi hija y para mí. Y el hombre
que me alquiló esta casa, fue muy amable. Solo ha levantado el alquiler
una vez desde que nos mudamos, y apenas.
Su cara se suaviza. —Quedaste embarazada de tu hija unos
meses después de este incidente, ¿verdad?
—Siete meses después. —Trago saliva—. Así es.
—Y ya habías salido de casa de tu familia.
—Yo era... Las cosas eran difíciles para todos en ese momento.
Pensé que mi vida estaba arruinada.
—Lo imagino. —Una mirada de sabiduría llena sus ojos—. Oye,
he pasado por muchas escuelas donde las chicas suben sus faldas
hasta donde son más como pantalones cortos. ¿Deberían hacer eso? No.
Pero eso no es una invitación o una excusa para que los maestros
coqueteen con sus estudiantes, o lo lleven más lejos. Lo que usabas en
la escuela o lo que sentías por Scott Philips, o incluso lo que pudieras
haberle dicho, es irrelevante. No deberíamos estar hablando de eso
ahora. —Se vuelve hacia la cámara—. Sé que la gente en casa debe
155
preguntarse qué le pasó a Scott Philips. Mis fuentes confirmaron que ha
estado enseñando clases de arte en una escuela secundaria privada en
Memphis, Tennessee, durante los últimos seis años. Los padres de los
estudiantes de esa escuela no eran conscientes de su pasado hasta
ahora, gracias a la historia de Catherine Wright que salió la semana
pasada.
La suave y melodiosa voz de Kate es tan calmante a pesar del
tema que, por un breve momento, casi olvido que estamos siendo
filmados. Pero luego se gira hacia mí, rompiendo el hechizo. —Cath,
¿crees que debería permitirse a Scott Philips continuar enseñando?
Sé que quiere que lo condene públicamente, que lo castigue en
este escenario abierto.
—Supongo que depende de los padres de los estudiantes a los que
está enseñando.
—¿Lamentas retractarte de tu declaración?
Si no lo hubiera hecho… Scott y yo habríamos acabado de
cualquier manera. Pero ¿cuánto habría empeorado, al tratarlo con
abogados y un juicio? Casi me estremezco al pensamiento. —Lo único
que sé es que nadie puede huir de sus errores para siempre. Pero me
gustaría seguir adelante de los míos.
Genuina simpatía brilla en sus ojos. —Estoy de acuerdo en que es
hora de que todo el mundo se enfoque en el lado increíble de esta
historia, que arriesgaste tu propia vida salvando a este hombre a tu
lado. De mi breve conversación con la madre de Brett, sé que la familia
Madden-Price no puede cantar alabanzas lo bastante altas por tu
valentía. ¿Sabías de quién era la vida que tratabas de salvar aquella
noche, Catherine?
Sacudo la cabeza.
—¿Ninguna idea en absoluto?
—Ninguna.
—¿Y cuándo averiguaste que el hombre que habías salvado era
una superestrella?
—Cuando Keith, digo el Oficial Singer, me llevaba a casa y vi
todas las camionetas de noticias en el camino, pensé que era un poco
extraño, tanta atención por un accidente.
—¿Y? ¿Te sorprendiste?
—Sí. Pero... —Miro a Brett, y sonrío tímidamente—. No miro
hockey, así que todavía no sabía quién eras.
Los ojos de Brett brillan mientras se ríe junto a Kate.
—Apuesto a que eso cambiará tan pronto como Brett vuelva al
hielo, ¿verdad? —Ella me guiña un ojo y luego sonríe a Brett. 156
Lo siento ponerse rígido, pero oculta la evidencia de incomodidad
a la cámara con una sonrisa encantadora. —Haré que me pase el disco
en algún momento.
¿Me va a enseñar a jugar? ¿Va a estar cerca una vez que todo esto
se acabe? ¿O es solo una frase, parte de este acto para el público?
—Entonces, ¿qué sigue para ti, Catherine?
—Uh… —Me encojo de hombros, un tanto desprevenida por esta
pregunta, todavía atascada en la idea de que Brett sea una parte de mi
vida—. No sé. Planeo volver al trabajo tan pronto como pueda, y criar a
mi hija. Sabes, llevarla hacia y desde la escuela sin que los periodistas
acampen fuera de mi puerta. Eso estaría bien.
Kate sonríe. —Has estado criando a tu hija sola todo este tiempo,
¿verdad?
—Sí.
—¿Y qué ha dicho su padre acerca de tu reciente valentía?
—Nada, él… No es parte de nuestras vidas. —Es una forma
indirecta de volver con el tema del padre de Brenna y no lo esperaba, lo
que me hace tropezar con mis palabras.
—¿Lo ha visto alguna vez?
—No.
—¿Es consciente él de ella?
Esto está fuera de los límites y lo sabe. Es mi culpa por responder
en primer lugar. Busco a Simone desde detrás de la cámara central.
—No más sobre la niña —dice ésta última abruptamente.
—Intentaste ir a trabajar hace unos días. ¿Cómo fue eso? —me
pregunta Kate, cambiando tan suavemente de tema, como si estuviera
probando las aguas para ver hasta dónde podía llegar antes de que yo o
Simone la detuviéramos. Sus fuentes debieron haberle sustentado de
los rumores locales sobre Matt.
Necesito más que unos pocos segundos para recomponerme.
Brett se inclina a mi lado ligeramente, para recordarme que está allí.
—Un desastre —admito—. Hubo mucha gente, tomándome fotos.
Y los periodistas me hacían preguntas terribles e inapropiadas. Tuve
que irme enseguida. No puedo trabajar así, y si no puedo trabajar, no
puedo pagar mis cuentas. Así que me gustaría que las personas me
dieran un poco de espacio para respirar. Por eso acepté esta entrevista.
Pensé darles a todos la historia de una vez, y entonces podría volver a
mi vida regular y tranquila. Es la única entrevista que estoy dispuesta a
hacer.
—Es muy difícil para la gente no querer conocerte, con tus
esfuerzos heroicos y todo.
—Agradezco que Brett esté vivo. —Miro hacia él para encontrarlo 157
observándome con una sonrisa extraña y triste.
—Creo que puedo decir, en nombre de todos los estadounidenses,
los aficionados al hockey y las mujeres de todas partes —guiña un ojo
juguetonamente a Brett—, gracias por tu increíble valentía y por
arriesgar tu vida. Tu hija tiene un modelo a seguir excepcional. Brett,
¿cuándo te veremos en el hielo otra vez?
—Tan pronto como mi médico dé la autorización.
—Y tus fans esperan ese día. —Dirigiéndose a la cámara, Kate
acaba con—: Soy Kate Wethers, trayendo una entrevista exclusiva con
Catherine Wright y Brett Madden de Balsam, Pennsylvania.
Catherine y Brett.
—Y terminamos. —Rodney presiona un interruptor y la luz roja se
apaga—. Yo no tocaría eso.
—Estoy de acuerdo. Estuvieron geniales —dice cuchicheando
Kate, ya fuera de su silla y recogiendo su chaqueta como si de repente
tuviera mucha prisa. Se estira para estrechar mi mano; su agarre firme
y suave—. Gracias por darme la oportunidad de conocerte. Espero
haberte ayudado a darle un cierre.
—Lo hiciste. Gracias.
Sus ojos parpadean entre nosotros dos, y una sonrisa secreta
toca sus labios. —La gente consumirá esta historia.
—¿Cuándo saldrá al aire? —pregunta Brett.
—El viernes por la noche, ocho de la tarde. En el oriente.
—¿Este viernes? —¿O sea en dos noches? Supongo que es mejor
que esperar ociosamente durante semanas. Aun así… Ahora que la
entrevista ha terminado, mi ansiedad por ser filmada está cambiando
rápidamente a la realidad de innumerables desconocidos mirándome en
televisión. Espero no haber sonado estúpida.
El estudio de la sala de estar se desmonta en quince minutos, y el
equipo ha empacado y sale por la puerta en veinte.
Meryl, quien ha estado tácitamente invisible durante toda la
sesión de rodaje, revisa su teléfono y se pone de pie. —Siento salir
corriendo, pero tengo que tomar un avión.
—Está filmando una película en Australia. —Recuerdo que Keith
mencionó algo sobre eso.
—Sí. Y ahora que Brett está fuera del hospital, recuperándose, no
puedo pedirles que detengan la producción por más tiempo. Por lo
tanto, por desgracia, tengo que irme. —Se inclina para tomar mi mano
sana en la suya, con una amplia sonrisa llenando sus labios—.
Estuviste maravillosa. La gente te amará. —Hay algo en su voz jadeante
que es completamente tranquilizador.
—No sé acerca de eso. Pero, ¿cree que eso les impedirá acampar
en mi camino de entrada? 158
Se ríe, inclinándose para darme otro cálido abrazo. —Con un poco
de tiempo, las cosas estarán de nuevo como lo deseas. —Su vista se
mueve hacia su hijo. Una mirada larga y conocedora transita entre los
dos. Me pregunto si tiene que ver con la conversación susurrada que
compartieron en la cocina en el momento en que el equipo empacaba
todo, demasiado silenciosa para que yo la escuchara, pero el aire a su
alrededor parecía cargado—. Estaré esperando en el auto.
Simone llena el espacio que Meryl dejó justo delante de mí. —Aquí
está mi información. —Mete una tarjetita blanca en mi mano—. Mantén
un perfil bajo hasta después de la entrevista, y no respondas a ninguna
pregunta sobre Brett o el accidente sin consultármelo primero. De
hecho, no hables con los periodistas, punto. Tienen la habilidad de
retorcer tus palabras para contar su propia historia. ¿Sí?
—Síp.
—¿Qué no vas a hacer?
¿Por qué de repente me siento como mi hija de cinco años?
—¿Hablar con los periodistas?
—En absoluto.
—Bien.
—Haré una declaración pública de que has dado a The Weekly
una entrevista exclusiva y no darás más. Veremos si escuchan. —Se
gira hacia la puerta pero luego se detiene—. Oh, y mantente alejada de
las redes sociales. No importa la curiosidad, no leas los comentarios, no
busques reacciones. Nada. ¿Entiendes?
—Eso será fácil. Estoy sin datos por este mes.
Finalmente satisfecha, coloca su bolso sobre el hombro y se pone
al teléfono, saliendo por la puerta detrás de Meryl.
Toqueteo la tarjeta de Simone, metida entre mis dedos.
Brett asiente. —Pon ese número en tu teléfono y asegúrate de
usarlo cada vez que pienses que podrías necesitarla. Incluso si es algo
simple. Quiere que la llames, créeme. Es más fácil que arreglar
cualquier cosa después.
Simone en marcación rápida. —No puedo esperar.
Brett se ríe entre dientes. —Sé que puede ser un poco insolente,
pero es muy buena en su trabajo.
—Parece que sí. —Respiro hondo, mirando en torno a mi espacio.
No puedo creer que éste soportara a tantas personas y no estallara en
las costuras—. Aquí es muy tranquilo.
—Es agradable. —Me mira con ojos suaves—. ¿Respirando mejor?
Mis hombros suben con exageración en tanto inhalo y exhalo 159
hondo. En realidad, sí. —Me alegro de que haya terminado.
Sonríe. —Se pone más fácil.
—Te tomaré la palabra allí. Eso es lo único que haré.
Me mira con esos intensos ojos azules, algo ilegible pasando por
su mirada.
—¿Qué?
Vacila. —Me aseguraré de que recuperes tu vida, si eso es lo que
quieres. Pero no será de la noche a la mañana.
—Gracias por toda tu ayuda. Estoy segura de que tú también
quieres volver a tu vida. —Una vida que no está en ninguna parte cerca
de Balsam, Pennsylvania.
—Claro. —Hace una pausa—. Mi papá y yo iremos a Toronto con
mamá en su jet esta noche. Mis abuelos viven allí, así que pensamos
pasar una semana con ellos.
—¿Entonces estarás en casa en una semana? —Una punzada de
decepción se agita en mi interior.
—En realidad, creo que voy a volver a California con él para el
verano. Si no puedo viajar con mi equipo, puedo estar con mi familia.
—Oh eso es... —Toronto, esta noche... California, para el verano…
Está muy lejos. Y tan pronto. No es que necesite decirme estas cosas,
pero ni siquiera lo mencionó esta mañana, cuando estaba arreglando la
entrevista—. ¿Sabías que ibas antes de preparar esto?
—No. Fue una decisión de última hora. —Abre la boca como si
fuera a decir algo más, pero se detiene.
El silencio persiste mientras busco una respuesta que no muestre
mi creciente consternación. —Estoy segura de que sería bueno poner
algo de distancia entre tú y todo esto. —Y yo.
—Sí, supongo. —Una arruga aparece en su frente—. Me dará la
oportunidad de aclarar mis ideas. Mi madre está convencida de que no
he estado pensando claramente. Quizá no lo haya hecho.
—Yo tampoco creo haberlo hecho. —He estado demasiado
ocupada fantaseando contigo. Pero... ¿Brett se va a ir todo el verano? Es
tres o cuatro meses. Mi espíritu se hunde haciendo las matemáticas.
—Mi distancia te ayudará a arreglar tus cosas por aquí. Aunque
siento como si estuviera abandonándote. —Sus ojos azules se posan
sobre mí y siento una pregunta detrás de sus palabras.
Me rodeo el cuerpo con mis brazos para ayudar a protegerme del
frío repentino que siento. Tan rápido e involuntariamente, Brett invadió
mi vida. Y con la misma rapidez, se habrá ido, dejándome confundida.
No puedo estar enojada con él por ello. Tiene razón. Lo mejor que puede
hacer para ayudarme a resolver mi vida es alejarse. Pero me gustaría
que no fuera el caso. —No te preocupes. Hawk y Vince son geniales. 160
Asiente. —Mantenlos hasta que las cosas vuelvan a calmarse.
Esto se ha vuelto demasiado incómodo. No estoy segura de qué
más decir excepto: —¿Supongo que esto es un adiós?
Cambia su peso de muletas. Y hace una mueca.
—Deberías hacer reposo.
—Eso es lo que mi doctor sigue diciendo.
—Bueno, quieres curarte lo más rápido posible, ¿verdad?
—Sí. Es difícil estar encerrado. No estoy acostumbrado a esto.
—Sé exactamente lo que quieres decir. —Me río—. Bueno, menos
los huesos rotos.
Se acerca a mi muñeca lesionada, tomándola con cuidado en su
mano, frotando con su pulgar la parte contusionada. —¿Aún duele?
—Apenas. —Ahora no.
El teléfono de Brett vibra en su bolsillo, tan fuerte que puedo
oírlo. —Esa es mi madre. Tenemos que tomar un avión. —Espero que
pase por mi lado con una simple despedida, pero en cambio amolda su
peso en las muletas y engancha un brazo alrededor de mí, jalándome
hacia su pecho, al igual que hizo la noche que nos conocimos. Solo que
ahora mi cabello no huele a pescado quemado y no estoy sudada. Y,
curiosamente, aunque apenas hemos tenido tiempo juntos, siento que
lo conozco.
—Lo siento por perturbar tu vida. Ya has pasado por bastante.
Cierro los ojos y me dejo hundir en él, pensando lo mucho que yo
no lo siento. Al menos, esta parte no.
—Llámame si necesitas algo.
—Estaré bien. —¿Qué pasa si simplemente quiero escuchar su
voz?
¿Cómo pasó tan rápido de ser Brett el hombre que saqué de un
coche en llamas a ser el hombre que deseaba que fuera parte de mi
vida? ¿La boca de quién deseaba tener permiso para inclinar la cabeza
hacia atrás y sentir?
El calor se arrastra por mi cara ante la idea de que Brett podría
sentir lo que pasa por mi cabeza. Está mostrando afecto a la mujer que
le salvó la vida. Y quiero mostrar un tipo completamente diferente de
afecto en este momento.
Se aleja lo suficiente para inclinarse y plantar un beso persistente
en mi mejilla, a solo unos dos centímetros de mi boca.
Cierro los ojos, deseando que vaya a la derecha solo un poco.
Y luego lo hace.
Por solo un segundo sus labios están en los míos y, luego se van
161
con un suspiro, mucho antes de que pueda apartar mi sorpresa y
descongelarme. ¿Quiso hacer eso?
Se dirige hacia la puerta en sus muletas y me mira una vez, para
sonreír.
Quiero rogarle que no se vaya.
Correr hacia él y lanzar mis brazos alrededor suyo para que me
bese de nuevo, esta vez de verdad.
Quiero que se enamore profunda y locamente de mí.
Pero presiono mis labios y planto mis pies en el suelo antes de
que logre humillarme.
Y luego Brett Madden se ha ido.
Traducido por AnnyR’
Corregido por Julie
Catherine,
Sé que no quieres mi dinero. Por eso tienes que aceptar esto.
—Brett
165
Traducido por amaría.viana & Jadasa
Corregido por Khaleesi
Parece que todavía no puedo oír que llamen a mi puerta sin que
me ponga nerviosa. Ni siquiera cuando espero a alguien. Como mis
padres, que vienen para ver conmigo el programa Weekly.
Hoy mamá me llamó más temprano, persistente en que llevara a
Brenna a su casa para ver la entrevista juntos. Me negué. No he dejado
la casa desde el miércoles, excepto para llevar a mi hija a la escuela
junto con Vince; y no tengo intención de hacerlo hasta que todo esto
termine.
Entonces me dijo que ellos vendrían y colgó antes de que pudiera
decirle que no. Que prefiero enviar a Brenna a su habitación, apagar
todas las luces, y verla sola. Hoy me sentía casi tan aterrorizada como
el día que le dije a la policía y al fiscal del distrito que me retractaba de 166
mi declaración.
Me apresuro hacia la puerta, no porque esté ansiosa, sino porque
no sé quién podría estar acechando con cámaras en el estacionamiento
de Rawley y no quiero someter a mis padres a eso.
Mi plan es ocultarme detrás de la puerta y cerrarla en el momento
en que crucen el umbral, pero cuando veo a Jack y Emma siguiéndolos,
me olvido de potenciales espías en los arbustos.
—¡Tío Jack! —grita Brenna, irrumpiendo a través de la sala para
arrojarse a sus brazos.
—¿Jack? —No puedo evitar mirarlo fijo. Se fue a la universidad el
otoño pasado y no vino a casa para navidad porque los vuelos eran
demasiado caros y no era inteligente conducir diecisiete horas en el
invierno. En ese tiempo, adquirió por lo menos catorce kilos de masa
muscular en su metro ochenta y su sucio cabello rubio creció en un
estilo peludo.
—¿Tendrás algo para comer? —Se ríe, palmeando su estómago
duro antes de envolver su brazo alrededor de mi cuello y estirarme para
un abrazo.
—¿Qué diablos has estado comiendo en Minnesota?
—Eso es lo que le pregunté —bromea Emma, cerrando la puerta
tras ella.
Sus redondos ojos azules se posan sobre mí a medida que retira
un mechón de cabello, detrás de su oreja. Siempre la he envidiado por
ese tono castaño rojizo. Es mucho más intenso que mi rubio cenizo.
Heredó otras cosas que también codiciaba: una copa C, piernas largas y
un cerebro que puede resolver con facilidad ecuaciones matemáticas
complejas. —Hola, Cath.
—Hola... pensé que hoy tenías un examen.
Se encoge de hombros. —Sí, lo terminé y me subí rápidamente al
auto para llegar a tiempo.
—Guau, eso es... —Conduciendo, es un trayecto de tres horas.
Eso es algo que nunca esperaría que Emma hiciera a expensas mías.
Solíamos ser mucho más cercanas cuando éramos más jóvenes, pero
nos alejamos, y luego me convertí en la hermana mayor que hizo pasar
a nuestra familia por un infierno; y ella, en la niña de los ángeles que
no podía hacer nada malo. Sé que la avergüenzo. Me lo dijo muchas
veces.
Espera un minuto. Giro hacia Jack, quien está sosteniendo a una
Brenna que se retuerce y ríe bajo un brazo como un balón de fútbol.
—¿No se suponía que estarías en Cancún hasta el domingo? —
Definitivamente estuvo allí. Tiene la nariz quemada y el bronceado
dorado para demostrarlo.
—Nos las arreglamos para conseguir un vuelo más pronto. Acabo 167
de cruzar la puerta del aeropuerto hace media hora.
—Sí, muy al límite. —Papá lanza un golpe juguetón hacia Jack al
dirigirse a reclamar el sillón—. ¿Tu madre dijo que tenías sobras?
Me dirijo directamente al refrigerador para sacar los contenedores
que empaqué. —Sándwiches y ensaladas. También cerveza. ¿Quieres
una? —Keith abasteció el refrigerador para sí mismo, pero estoy segura
de que no le importará.
—Sí, por favor —dice Jack.
—¿De algún modo has envejecido dos años desde que te fuiste? —
Mamá sacude la cabeza hacia mí, tomando una para mi padre.
Jack gime y se instala en el sofá. —¿Por qué estuve de acuerdo en
venir a casa este verano?
—¡Porque me extrañaste! —Brenna sonríe ampliamente mientras
sube a su regazo. Todo será sobre “tío Jack, esto y tío Jack, aquello”,
durante los próximos siete días.
Él le hace cosquillas. —No tanto como me extrañaste tú.
No tanto como yo lo extrañé, me doy cuenta, observándolos.
—¿De cuándo son estos? —pregunta Emma, dando un mordisco
a un sándwich, limpiándose las migajas del croissant de la boca.
No puedo leer su expresión. ¿Está a punto de comentar que no
son recién hechos? —Son de la entrevista del miércoles. Sin embargo,
todavía deberían estar bien.
—Están muy buenos. —Emma le da otro gran mordisco, su dedo
recoge una ramita suelta de romero mientras me permito relajar—. Son
sofisticados.
—Bueno, Meryl Price los comió, de manera que...
—Sigo sin poder creer que la conocieran. ¿Cómo es ella?
—Fue solo por un minuto, pero parecía agraciada. —Mamá le
entrega a Jack un plato que hizo para él.
Pongo los ojos en blanco hacia él, articulando: “bebé gigante”.
Sonríe en respuesta, en tanto medio sándwich desaparece en su
boca con un mordisco.
Mamá trae una de mis sillas de la cocina para instalarse junto a
mi padre. Emma hace lo mismo, encontrando otro espacio abierto,
dejándome un lugar en el sofá al lado de mi hermano. Es extraño tener
a mi familia en mi casa, la cual brilla por la limpieza. Probablemente es
lo más limpio que alguna vez ha estado. Pasé los últimos dos días
fregando cada centímetro, intentando mantener ocupados mi mente y
nerviosismo.
Mi familia nunca ha estado aquí al mismo tiempo. Emma nunca
ha estado, y punto. Pero ahora los tengo aquí, en una manifestación
168
tácita de solidaridad. Jack llegó al extremo de acortar sus vacaciones
por dos días. De repente, es abrumador.
Pensé que me sentiría nerviosa el día de la filmación. Ahora que
estoy a punto de verme en la televisión, sabiendo que millones de
personas también van a estar mirando esto, considero poner un tazón a
mi lado por si es que necesito vomitar.
—¿Por qué estuve de acuerdo con esto? —me quejo, deslizándome
en mi lugar en el sofá.
—Debido a que te acosan todos esos reporteros —me recuerda mi
papá, tomando un sorbo de su cerveza—. Cuando entramos, solo vi a
dos chicos pasando el rato en el banquillo esta noche. Él tenía razón.
—¿Quién tenía razón? —canturrea Brenna.
—Brett, cariño. —Aliso su cabello enmarañado y deposito un beso
en la cima de su cabeza—. ¿Recuerdas? El hombre con la pierna rota.
—Olvido cómo se ve.
Extremadamente apuesto. —Vas a verlo. También estará en la
televisión.
—¿Cuándo puede volver a venir aquí?
—Más vale que sea pronto, porque no puedo creer que tú lo
conocieras antes que yo —gruñe Jack dando un mordisco, lanzándome
una mirada penetrante.
—Ahora, él está en Canadá.
—Bueno, cuando vuelva.
—No creo que vaya a regresar por aquí en cualquier momento
pronto. —Tampoco ha respondido a mi mensaje de voz en el que le grité
anoche. No sé si esa es su manera de negarse a reconocer mi rechazo; o
si está pensando que han pasado dos semanas desde el accidente, ha
pagado y la entrevista ha terminado, así que es un momento aceptable
para cortar lazos.
Resuenan pasos sobre mi porche e instintivamente contengo la
respiración.
Un momento después, la puerta chirria abriéndose y Keith entra.
—¡Oye! —grita mi papá, sosteniendo su botella de cerveza en el
aire como brindando con él—. Pensé que te lo perderías.
Frunzo el ceño ante el uniforme de Keith. —No entras hasta las
once.
—Estoy cubriendo a alguien algunas horas. Me iré tan pronto
como esto termine. —Él extiende su mano para estrechar la de Jack—.
Maldición, vas a ser demasiado pesado para patinar rápido. 169
Jack le da una mirada burlona. —De ninguna manera.
—Hola, mequetrefe.
Brenna solo sonríe.
—¿Qué? ¿No me saludas ahora que él está aquí?
Ella responde con esa risita maniática suya, la cual me hace
sacudir la cabeza.
—¡Silencio! ¡Ya está comenzando! —exclama mamá, poniendo fin
a toda conversación.
Oh Dios. Se me revuelve el estómago, en tanto deslizo un brazo
alrededor de Brenna para acercarla a mí. De repente, deseo que todos
se fueran para poder morirme sola de la vergüenza.
Mi teléfono suena cuando llega un mensaje de texto y lo miro de
reojo, suponiendo que es Lou o Misty; ambas están en Diamonds esta
noche.
Es un mensaje de texto de Brett.
¿Estás mirando?
Una agitación de entusiasmo compite con mi ansiedad.
Con una comitiva completa. ¿Tú?
Con mi padre y abuelos. La abu está haciendo palomitas de
maíz. Creo que ella asume que esta es una de las películas de mi
mamá.
Admitiré que me consuela un poco saber que él lo está viendo
conmigo, incluso si está a miles de kilómetros de distancia.
Solo quería saber de ti. Te dejaré.
Quiero responderle, decirle que no me deje, que puede saber de
mí cuando quiera, pero Kate Wethers y su co-presentador, Rick Daly,
un hombre de hombros anchos de unos cuarenta años con piel color
caramelo y una amplia sonrisa encantadora, llenan la pantalla de la
televisión, distrayéndome.
Su voz fuerte, pero suave llena mi casa una vez más. —La
mayoría de ustedes han oído hablar del reciente y trágico accidente
automovilístico que se cobró la vida del puntero derecho de los Flyers de
Filadelfia, Seth Grabner y por poco la de Brett Madden, capitán de los
Flyers e hijo de la actriz Meryl Price, ganadora de un Oscar. La vida de
Brett se salvó gracias a la determinación de una buena samaritana. El
miércoles por la noche, viajé a Balsam, Pensilvania, para conversar con
esta buena chica, Catherine Wright, una madre soltera de veinticuatro
años y camarera, que se encontraba en el lugar correcto en el momento
oportuno. Así es para Brett Madden. Como pueden imaginar, ha habido
mucha agitación en los medios de comunicación por esta historia,
intensificada por el hecho de que Catherine permaneció oculta durante 170
toda una semana de todos, incluido el hombre a quien salvó. Esta
noche les traemos una entrevista exclusiva, en la que Catherine habla
por primera vez desde la tragedia.
—¡Mami, me estás apretando demasiado! —se queja Brenna, y en
su siguiente aliento grita—: ¡Es nuestra sala de estar!
Allí estoy, vestida con mi blusa color rosa polvorienta y sentada
rígidamente sobre mi sofá floreado junto a Brett, que está recostado,
posándose en el apoyabrazos. Incluso con una pierna rota y adolorido,
se ve relajado a mi lado.
Usé la blusa equivocada. Bajo esas luces, el rosa combina con el
color base del sofá. Combiné con mi sofá. ¿Por qué nadie me dijo que
me fuera a cambiar? Y allí se sientan Brett y Kate, luciendo elegantes y
arreglados en sus sólidos colores oscuros.
Quizás nadie se dé cuenta.
—¡Combinaste con el sofá! —exclama Brenna, ganándose mi
gemido y la risa de Jack.
—Te ves muy bien, Cath —ofrece Keith suavizando la realidad.
Supongo que sí me veo bien, aparte de mi mala elección de ropa.
—Me maquillaron —murmuro, incapaz de apartar la mirada de Brett,
recordando la sensación de su brazo ocasionalmente rozando el mío en
este mismo lugar. La chica de maquillaje se las arregló para atraparlo
con un poco de polvo alrededor de sus ojos y ayudó algo, pero Brett luce
bastante magullado. Y aun así, atractivo con una barba descuidada, los
moretones, la cicatriz y todo.
—Ese es el hombre que conocí.
Pas mi brazo alrededor de Brenna y la acerco a mí, haciéndola
callar con: —Sí. Vamos a mirar.
—¿Cómo se rompió la pierna?
—Su auto chocó contra un árbol. Ahora, silencio.
—¿Le dolió?
—Sí. ¡Shhh!
Escalofríos recorren mi columna vertebral mientras me escucho
relatando detalles de la noche, mi voz sonando tan extraña. La cámara
se ha acercado a mi rostro, y lucho en silencio para no criticar mi nariz,
mis expresiones y cualquier otra cosa que pueda desacreditarme.
Cualquiera puede ver que estoy nerviosa. Han editado bien la
entrevista, sin embargo, los marcos acercando y alejando cada uno de
nuestros rostros cuando estamos hablando, capturando un montón de
primeros planos de Brett en tanto me escucha hablar.
De hecho, ambos compartimos mucho la pantalla.
No me di cuenta hasta ahora de lo concentrado que se encontraba
Brett en mí mientras hablaba. Sus ojos casi nunca se alejaron de mi
perfil, su mandíbula se ve tensa, su pecho elevándose con respiraciones
171
profundas, sus ojos parpadeando emocionados, su mano tensa en su
regazo, los dedos estirándose como si estuviera a punto de alcanzarme
más de una vez.
Y una o dos veces, la cámara captura un primer plano de sus ojos
color azul aguamarina cuando me vuelvo para mirarlo. Esa manera
fascinada de mirarme, no lo imaginé. La cámara la ha capturado, tan
claro como el agua.
También captura las veces que esos ojos caen sobre mi boca.
Siento que mi cara se sonroja en tanto toda mi familia observa y
escucha en silencio. De alguna manera, con solo ángulos y ediciones,
The Weekly ha hecho que esto se vea como una entrevista muy íntima.
Tampoco editaron ninguno de los diálogos. Ni siquiera la parte en
la que me desacredito y bajo la vista a mi pecho. Eso se ganó carcajadas
de Jack, incluso cuando mis mejillas se ruborizaron. La única cosa que
noté que sacaron fue la parte donde Simone les decía que siguieran
adelante, pero aquella parte sobre la ausencia del padre de Brenna en
nuestras vidas... incluso eso está allí.
Afortunadamente, Keith percibió que se cambiaba el tema hacia
Scott Philips y recogió a Brenna antes de que yo tuviera la oportunidad
de llevarla a su dormitorio con la promesa de mostrarle algo genial en
su teléfono. Oirá hablar del sórdido pasado de su madre más pronto de
lo que me gustaría, pero esta noche no.
El segmento de quince minutos en el sitio se termina en un
instante, y luego el show regresa a Kate y Rick en su sala de prensa.
—¡Qué historia increíble! —exclama Rick—. ¿Pueden imaginarse
conduciendo a casa en alguna carretera oscura y solitaria y cruzarse
con un desastre así? Digo, me gustaría pensar que haría lo mismo que
Catherine Wright.
—A todos nos gustaría pensar que seríamos tan valientes, pero
honestamente no sé cuánta gente lo haría. ¿Especialmente cuando eres
una mujer pequeña? Viste a los dos sentados uno al lado del otro. Eso
no era un truco de la cámara. ¡Ella es la mitad de su tamaño!
Ella tiene razón respecto al tamaño, pero estoy comenzando a
pensar que pudieron utilizar algunos trucos de cámara. Colocándonos
el uno junto al otro en un sofá acogedor, con mi rodilla apoyada contra
la suya, todos los primeros planos...
No puedo evitar pensar que están tratando de insinuar algo.
—Ella se ve verdaderamente encantadora. Honestamente, no
tenía ni idea de qué clase de persona estarías enfrentando cuando
fuiste a esa entrevista.
—Una joven valiente que está trabajando y criando a su hija de la
mejor manera que puede, es a quien tenía ante mí. —Kate menea la
cabeza—. Nada hace que mi sangre hierva tanto como oír la manera en
que, a los diecisiete años, fue tratada injustamente no solo por un 172
profesor, sino también por el director de la escuela y su comunidad.
—No obstante, solo tenemos su palabra, Kate. Y ella se retractó
de su declaración —advierte Rick.
—Porque estaba enamorada de él. Creo que decía la verdad la
primera vez. La declaración que dio a la policía, ella no sabía que tenía
otra opción. Tenía diecisiete años y se encontraba aterrorizada. Y, de
hecho, tenemos algo más que su palabra, Rick. Nuestras fuentes no
tuvieron problemas para localizar a la secretaria de la escuela, la señora
Lagasse. Recuerda que ese día llamaron a Catherine Wright a la oficina.
Se preguntó qué habría podido hacer la chica durante la primera hora
en que se reanudaron las clases luego de las vacaciones de primavera. Y
después se difundió la noticia de que Catherine se retractó al día
siguiente, y ella se cuestionó qué se dijo detrás de esas puertas
cerradas.
Rick Daly y yo abrimos ampliamente los ojos al unísono. ¿Esa
vieja secretaria amargada recordó ese día?
—Además, está el informe sobre el arresto. Dime, Rick, ¿qué hace
un coqueto profesor de treinta años enviando mensajes de texto a su
estudiante, diciéndole que es hermosa? Tampoco era el único mensaje
de texto que le envió, sino muchos otros que la policía recuperó.
—Sin embargo, nada irrefutable.
—No. Él tuvo cuidado. ¿Y qué hay de la noche en que la madre de
Catherine Wright la siguió y lo encontró esperándola en su coche? Él
afirmó que solo estaba “en el barrio”.
Rick sacude la cabeza. —Definitivamente plantea interrogantes.
—Nuestra cultura hace sensacionalismo de esta fantasía de que
los estudiantes y sus profesores mayores y atractivos se enamoran —
dice Kate—. Las chicas desarrollan enamoramientos por sus maestros
todo el tiempo. ¡Sé que yo lo hice! Se llamaba señor Smith y tenía
veintisiete años. Me enseñó ciencia en segundo año. Señor Smith, si
usted está mirando —levanta las manos hacia la cámara en un gesto
calmante—, no se asuste, pero era sexy cuando yo tenía quince años. A
lo que voy es que, un montón de chicas desarrollan enamoramientos
hacia sus profesores. ¿Y qué hacen las adolescentes en esos casos? Se
ríen, coquetean, levantan las manos para contestar preguntas, piden
ayuda extra después de la clase. Sus hormonas están furiosas, su
curiosidad está en su apogeo. Pero no hay excusa válida para que un
profesor lo lleve al siguiente nivel, si eso es lo que pasó aquí. Supongo
que nunca podremos ser capaces de permitir que el sistema de justicia
determine eso. No después de que Catherine Wright fuera influenciada
por el director de la escuela, el padre de Scott, para que se retractara de
su declaración y más tarde el fiscal decidiera no proseguir con las
acusaciones; quien, por cierto, era el fiscal de distrito que formaba parte
de la misma fraternidad universitaria que el padre de Scott Philips. Mi
pequeño equipo de investigadores necesitó de dos horas para descubrir 173
eso, lo cual me hace querer hacer más preguntas. ¿A ti también, Rick?
Rick suspira. —¿Y ahora Scott Philips está enseñando en una
escuela privada de Memphis?
—Por ahora. Desde que se transmitió esta historia y se dio a
conocer su identidad y pasado, recibimos informes de una situación
similar con otra estudiante. Con suerte, el departamento de policía de
Memphis investigará. —Ella sacude la cabeza—. Este es un caso de un
hombre privilegiado aprovechándose de una adolescente, seguramente
porque pensó que no sería castigado. Su padre era el director, su tío era
el superintendente, su madre posee una exitosa agencia de corredores
de bienes raíces en la ciudad. Su familia fundó Balsam. Y todos oyeron
cómo trataron a Catherine, cómo trataron a su familia. Las pérdidas de
puestos de empleos, los ladrillos que lanzaron a través de las ventanas,
los insultos que le dijeron, los escupitajos…
Rick suena genuinamente sorprendido. —¿Chicas, escupiéndose
entre sí?
—Yo también he visto eso. Y en este caso, ya era bastante malo
que Catherine abandonara la escuela para alejarse de todo, haciendo su
vida aún más difícil. Gracias a Dios hay gente buena en esa comunidad,
como la dueña de la cafetería, en la cual voy a estar comiendo en la
próxima oportunidad que tenga. —Kate se nivela con la cámara con una
mirada dura—. ¿Catherine fue capaz de decirle que no al profesor?
Claro que sí. No era una niña. Pero estaba enamorada, y cuando eres
una adolescente enamorada, no eres capaz de apreciar verdaderamente
las consecuencias de tu vida. Ésta no es una mujer que debería haber
sido pintada como villana, y ciertamente puedo decir que tras la manera
en que arriesgó su vida, debería ser honrada y homenajeada como la
heroína que es. Brett Madden tiene un ángel de la guarda y su nombre
es Catherine Wright.
Libero un gran suspiro. Kate Wethers acaba de ganarse una
fanática de por vida.
—No lo sé, Kate. Estoy pensando que él tiene más que un ángel
de la guarda allí. —Rick muestra hacia la cámara una sonrisa
periodística y arquea las cejas—. Creo que todos vimos la forma en que
se miraban.
—Oh, créeme... Lo sentí en el momento en que entré en esa casa.
Ella es una joven muy guapa y, bueno... Brett Madden... —Le dispara a
la cámara una mirada conocedora.
—Claro, háblame de eso. ¿Atractivo y talentoso? Creo que al resto
de la población masculina les tocó la peor parte —se queja Rick.
¿Están de verdad diciendo esto en el aire? ¿Esto está ocurriendo
realmente en un programa de renombre como The Weekly? Mis mejillas
comienzan a arder.
—Permítanme decirles que, si pronto los vemos caminando por la
calle tomados de la mano, no estaré ni un poco sorprendida. Sin duda 174
lo estoy esperando.
Mi boca se abre cuando siento que cinco pares de ojos se mueven
hacia mí; Brenna sigue en su habitación riéndose de algo en el teléfono
de Keith, gracias a Dios. No puedo creer que Kate Wethers insinuara
que Brett y yo podríamos ser pareja. ¡En una transmisión nacional!
¿Qué debe pensar Brett? Debe sentirse avergonzado.
Esto es humillante.
—Seguro sería una de las mejores maneras de terminar esa
historia. —Rick suelta una risita—. ¿Joven madre soltera salva la vida
de una estrella de hockey e hijo de una celebridad y luego se gana su
corazón? Suena como un cuento de hadas.
Kate mueve la cámara —¿América? ¿Qué piensan? ¿Cuántos de
ustedes amarían ver que florece un romance entre Brett Madden y su
rescatista, Catherine Wright?
Cierro mis ojos con fuerza. Oh, por Dios. No acaba de preguntar
eso.
—Gracias por esa entrevista inspiradora, Kate. No son comunes
en nuestras historias, pero sinceramente verla me hizo sonreír. Creo
que todos necesitábamos eso, sobre todo a la luz de lo que está pasando
ahora en el mundo. Estaremos de vuelta para discutir los recientes
bombardeos en el Medio Oriente y lo que significan para nuestro país.
Por diez largos segundos, las únicas voces en mi casita vienen
desde el aviso de automóviles en la televisión y el parloteo de Brenna
desde su cuarto.
—Esa fue una buena entrevista, Cath -—ofrece finalmente mi
padre, aclarándose la garganta—. Y parece ser un muchacho bastante
decente.
Mi cara está totalmente roja. —Sí, lo es. —Quien seguramente
ahora mismo, estará reconsiderando volver, alguna vez, a poner un pie
en mi porche delantero.
Brenna viene corriendo alrededor de nosotros, saltando al sofá,
ajena a la incomodidad fijada. —¿Ya se terminó el programa?
Doy palmaditas en su cabeza —Sí. ¿Das las buenas noches y vas
a lavarte los dientes, por favor?
—¿Puede el tío Jack leerme un cuento esta noche?
—Sí, el tío Jack puede leerte un cuento esta noche —responde él,
haciéndole cosquillas. Ella se suelta de su agarre y salta por el cuarto,
repartiendo sus usuales abrazos. Luego, se dirige al baño.
—Tengo que ir al trabajo —dice Keith, de pie en la puerta,
sacudiendo las llaves en sus manos, su cara haciendo una expresión
extraña.
—¿Pasas por la calle Brown? —pregunta Emma, sin cuidado. 175
Keith encoge sus hombros. —Puedo hacerlo, ¿por qué? ¿Necesitas
un aventón?
Ella ya se está poniendo su chaqueta. —Voy a ir donde Rhonda
un par de horas. Chicos, nos vemos en la mañana ¿Cath, te veo pronto?
—Claro. ¿Cuánto tiempo estarás en la ciudad?
—Solo hasta mañana. —Duda—. ¿Mamá y papá te dijeron?
—¿Decirme qué? —Miro a mi padre, quien está inclinando su
cerveza de nuevo para terminar su botella.
Respira profundo, y su sonrisa emocionada me dice las buenas
noticias. —¡Entré a Yale!
—Guau. Es… asombroso. —Primero Columbia para licenciatura,
ahora Yale para Escuela de Derecho—. Felicitaciones. —Estoy feliz por
ella, aunque mi sonrisa se siente un poco forzada. Por mucho que ame
ver a mis hermanos lograr sus metas, mi ego siente un golpe cada vez
que lo hacen. Aquí están, Jack con una beca deportiva, Emma
ingresando a una universidad de la Ivy League, y aquí estoy yo todavía
en Diamonds, sirviendo papas fritas y panqueques, sin un fin a la vista.
—Cha-ching. —Jack se estira desde donde está.
—No te preocupes por eso. Lo resolveremos de algún modo —le
responde mi madre enérgicamente, recogiendo los platos sucios de la
mesa de café.
Emma le da una mirada enojada a Jack. —Lo que sea, tengo un
internado que empieza el lunes y me voy a mudar con una amiga este
fin de semana, así que regresaré conduciendo en la mañana.
De modo que, claramente, hoy está en casa solo por mí. —Gracias
por haber estado aquí. —Esta será probablemente la única vez que la
vea antes del otoño. No volverá a Balsam tan seguido. Mi madre se
queja de eso sin parar.
Ella asiente y luego de dudar un momento, se acerca y envuelve
sus brazos en mis hombros en un ligero abrazo incómodo, susurrando
en mi oído: —Siempre estaremos aquí para ti, Cath, si nos dejas.
Me suelta y dirijo mi vista a Keith, quien está esperando en la
puerta. —¿Te llamo mañana?
—No muy temprano.
—Bien. —Mi teléfono suena en mi bolsillo. Mi corazón empieza a
latir, con solo pensar que puede ser Brett, pero al segundo chillido,
luego al tercero y al cuarto, rápidamente me doy cuenta con un acierto
casi sobrehumano que es Misty y que estaba viendo la transmisión
desde Diamonds. Y está enloqueciendo.
No puedo lidiar con eso ahora, así que rápidamente le escribo
“mañana”, seguido de un corazón.
Mi padre se relaja en el sofá —¿Y bien, Hildy? Creo que también
deberíamos ir a casa. 176
—Sí, tienes que empezar a anotarte en turnos de tiempo extra,
para pagar por nuestra pequeña abogada —murmura Jack, ganando
esta vez una mirada fulminante por parte de mi madre.
—No más que los turnos de tiempo extra que tuve que tomar por
nuestro jugador de hockey, pequeño desagradecido… —se calla papá y
alcanza a ver a Brenna parada en la puerta con su libro, entonces
termina con—: y querido hijo.
Jack le guiño un ojo y da una amplia sonrisa desafiante, antes de
perseguir a Brenna a su cuarto, gritando sobre su hombro: —No me
esperen, me voy después a casa de Billy.
Mi madre siempre ha recalcado no enviar a sus hijos al mundo
con una gigantesca deuda estudiantil, así que supongo que esperan
pagar al menos una parte de lo de Yale. No sé qué podrá significar “lo
resolveremos”, a menos que esté por significar una segunda hipoteca de
su casa. Me pregunto si papá sabía de esto antes de que se ofreciera a
comprar mi camioneta. Incluso si fuera así, mi consciencia no podría
dejarlo trabajar hasta casi la muerte por mí, no cuando de hecho tengo
el dinero.
—Esperen un minuto. —Me dirijo rápido a mi habitación y pesco
el sobre, de una de las tablas flojas del piso donde lo escondí. Resulta
que mi cálculo estimado de seis mil dólares, estaba muy errado. Cuento
siete mil setecientos cincuenta dolares. Era del “trato” que Gord nos
dio, escondo el resto no sin antes apartar los tiquetes.
Mis padres ya están en la puerta cuando salgo. —Brett dejó un
sobre con dinero en la alacena. Iba a obligarlo a que lo recuperara, pero
tengo el presentimiento de que eso va a ser imposible. —Les paso el
dinero—. Esto es por la Escape, así quedamos a mano.
Papá comparte una mirada con mi mamá. —Cath, eso no fue un
préstamo. Queríamos…
—Y lo aprecio. En serio, significa mucho para mí que ustedes me
hayan ayudado cuando lo necesité. Pero por ahora tienen que pagar por
Yale y yo puedo devolverles esto, así que por favor acéptenlo. Sé que no
tienen dinero de sobra. Tendrán que trabajar un montón de horas por
esto y ustedes no están tan jóvenes.
Él se muerde los labios, dudando por un corto minuto antes de
aceptarlo silenciosamente.
—Además… Brett dejó estos. Supongo que querrán ir.
Los ojos de mi padre se abren mientras los analiza. —¿Tiquetes
para el sexto juego?
—Si sucede, ¿cierto? —Tendrían que ganar el juego de mañana.
—Estos son muy buenos asientos —interrumpe papá—. ¿Jack
sabe de esto? 177
—Todavía no he dicho nada.
Mi padre se ríe fuerte. —No lo hagas. Déjame decírselo a mí.
Lo que sea que signifique eso, no tengo idea, pero sin duda debe
traer consigo una gran broma de tortura.
—¿Cuándo planeas volver al trabajo? —me pregunta mi mamá,
enrollando una bufanda de seda alrededor de su cuello.
—Mañana.
La sorpresa se manifiesta en su rostro. —Deberías esperar un par
de días.
—Estoy bien, probablemente hasta podría tomar un turno para el
domingo por la noche. —Normalmente no trabajo los domingos, pero
necesito estar ocupada por ahora, no sentada aquí, pensando en esa
entrevista, volviéndome loca.
—¿No puedes permitirte esperar? ¿Cuánto te dejó Brett?
Corto la pregunta inapropiada con: —Más que suficiente.
—Bien, entonces…
—Si pudieras cuidar a Brenna mañana…
Mamá suelta un suspiro, pero afortunadamente no me presiona
más. —Podemos llevarla ahora mismo, así no tendrías que hacerlo tan
temprano.
—No te preocupes por eso. —Igual no creo querer estar sola esta
noche.
—No olvides, si alguna vez quieres una noche de viernes libre… ya
sabes, si quieres salir por cualquier razón, en una cita o algo así. —La
mirada de mi padre se desvía a la televisión.
—Todo eso son trucos de cámaras.
Mi mamá abre la boca, dudando por un momento. —Salvaste su
vida, Cath. Tendría sentido si él siente algo más intenso por ti, a causa
de eso.
—Lo sé.
—Él todavía está en shock, después de todo. Sería como algo que
se manifieste antes de que sus sentimientos se acomoden, a algo más…
normal.
Hasta que vuelva a pensar normalmente. Él usó exactamente las
mismas palabras. No es de extrañar que se haya ido a Toronto al último
minuto. Estoy empezando a pensar que esa conversación en susurros
entre él y Meryl Price, por debajo de mi alcance, se trató de este preciso
asunto. Ella vio las miradas y empezó a entrar en pánico. Quizás vio la
mente revuelta de Kate Wethers. Una cosa es apreciar a la mujer que
salvó la vida de su hijo. Otra totalmente distinta es dejar que una pobre
madre soltera se convierta en la mujer esperada para ese cuento de
hadas inventado. 178
—Ustedes dos tienen vidas muy distintas que no encajan muy
bien. Te aconsejo que…
—Sé cuál es mi realidad, mamá. —No quería cortarla, pero me
salió hacerlo de todas formas. ¿Por qué ella insiste en “aconsejarme” en
todo? ¿Como si acaso no fuese capaz de pensar por mí misma?
Papá se aclara la garganta y le da una mirada con el ceño fijo.
Una advertencia. Supongo.
Los veo irse, su precaución persiste en mi mente y me amarga el
humor, mientras lavo los platos para distraerme, en tanto la profunda
voz de Jack viene desde el cuarto de Brenna.
Sé que Brett sigue en shock. Sé que vive una vida muy distinta.
Sé que no encajaría de ningún modo.
Sé todo esto.
Y sin embargo, escuchar a mi madre decirlo en voz alta se sintió
como un pinchazo a esta esperanza subconsciente que ha estado
floreciendo, ya que me he permitido perderme en los pensamientos del
calor de su cuerpo contra el mío, la fuerza de sus brazos envueltos
alrededor del mío. De ese beso fugaz.
Kate Wethers quizá está en lo correcto. Tal vez Brett sienta algo
por mí más allá de la gratitud, pero mi mamá también tiene razón en
que no durará. El shock pasará, su cuerpo sanará y volverá a perseguir
discos, disfrutará los beneficios de su estatus de celebridad.
Así es como es la vida. Una persona puede decirte que te ama un
día y al otro te apartará del camino. Puede ser todo para ti y luego solo
un simple recuerdo.
Ya aprendí eso de la forma más difícil.
—Buenas noches, pequeño monstruo. —Jack cierra la puerta en
silencio detrás de él—. Ella está tan grande.
—Igual que tú, rata de gimnasio. —Lo miro, mientras se pasea
junto a la encimera de la cocina, recogiendo la botella de cerveza vacía
de papá. Siempre será mi pequeño hermanito, pero ahora se ve como
un hombre. La cara de bebé se fue, remplazada por una mandíbula
fuerte y una barba incipiente.
Suelta una risita, empujando mi hombro de forma juguetona.
—Yo no soy el que saca chicos de sus autos en llamas, hermanita.
Pongo los ojos en blanco.
—Pero en serio, ¿podrías llamarme la próxima vez que esté aquí?
Quiero entrar en el hielo con él.
—No creo que él vaya a estar “en el hielo” en un futuro próximo,
absolutamente no mientras estás aquí.
Jack bosteza y estira los brazos sobre su cabeza de nuevo. La
179
manga de su camisa cae y alcanzo a ver algo negro en sus bíceps. —¡De
ninguna manera! —Remangando su camisa más arriba, veo el número
dieciocho tatuado en su piel—. ¡Mamá se va a volver loca! —No puedo
hacer nada más que reír. De todas las cosas que he hecho y que mis
padres han odiado, hacerme un tatuaje no ha sido una de esas—.
¿Cuándo te lo hiciste?
Se ríe. —En enero. Justo después de que Madden rompiera dos
récords de la NFL, en el mismo partido.
—Espera un momento. ¿Tienes el número de Brett tatuado en tu
cuerpo? ¿Así de obsesionado?
Jack se encoje de hombros. —Te lo dije, es mi ídolo.
—Oh por Dios, espera a que le cuente. Mejor no. No estoy segura
de si él querrá que lo haga. Eso es un poquito raro.
—No, no lo es.
—Sí, sí lo es.
—Como sea, me voy. Avísame si necesitas ayuda con Brenna.
Termino en el trabajo a las cinco todos los días.
—Para que conste, aún pienso que estás demente por aceptar ese
trabajo en Hansen. —Él va a estar trabajando con mi mamá todos los
días, todo el día.
—Para que conste, estoy de acuerdo contigo y probablemente
quiera cortar mis muñecas para el fin de la próxima semana, pero no
hay muchas opciones por aquí para trabajar en el verano.
—¿No te llamaron para ese trabajo de barman en el hotel?
—Nop. Así que básicamente es Target, mamá o Diamonds.
—Podrías ayudarme en mis mesas.
—No, gracias. Pero podrías darme como trabajo cuidar tu casa.
Soy tan grande como el gorila de afuera.
—Pero él tiene un arma.
—Puedo conseguir un arma.
—No, no podrías tener un arma. —Mi hermano pierde las llaves
de la casa por lo menos tres veces a la semana.
—Probablemente tengas razón. Oh, y puede que me quede acá el
próximo viernes.
—¿Así mamá no tiene que verte llegar tropezando desde cualquier
parte?
—Algo así. Te veo luego. —Un brazo grueso me rodea el cuello, y
me atrae para un abrazo, con la garganta un poco ronca mientras me
susurra—. Estoy orgulloso de ti, hermanita.
Suspiro. —Solo quieres boletos para el juego. 180
—En el nivel inferior, si es posible, pero no soy muy exigente. —
Su cara se divide en una gran sonrisa.
La necesidad de decirle que papá tiene los boletos en su bolsillo
trasero es abrumadora. En vez de eso, sonrío a su espalda ancha en
tanto se dirige a la puerta. Sus bóxers azul oscuro se exponen un poco
en su cadera. —¡Súbete los pantalones!
Me levanta el dedo medio como respuesta. —Ah y para que sepas,
a papá no le importaría mucho si te estás follando a Madden.
—Oh por Dios, ¡buenas noches! —siseo, lanzando la toalla de los
platos a su cabeza, sin haber acertado para nada. Él lo esquiva usando
la puerta, con una sonrisa.
Voy hasta allí para recuperar el trapo, sacudiendo mi cabeza y
sintiendo cómo se enrojecen mis mejillas, mientras aparto la realidad
un poco y me permito soñar de nuevo, así sea por un momentito.
Brett y yo.
Yo y Brett.
Mis dedos se levantan para rozar mis labios, recordando cómo se
sintieron los suyos en los míos. Me besó la noche del miércoles. Fue
fugaz; pero, aun así, un beso.
Y el modo en que me miró durante toda la entrevista…
No sé cuánto tiempo perdí soñando despierta, pero fue suficiente
para saltar cuando golpean mi puerta. Es seguido por un segundo golpe
y luego un rápido tercero y un: —¡Sé que estás ahí, Cath!
Debí saber que no me desharía de Misty tan fácilmente esta vez.
Al momento que abro la puerta, me empuja, su uniforme naranja
de Diamonds lleva un leve olor a café molido y comida frita. Hawk está
de pie en el extremo de los escalones, ofreciéndome un encogimiento de
hombros de disculpa, incluso mientras sus ojos la siguen.
—¿Vienes desde el trabajo?
Ella tira su cartera en el sofá. —¿Hablaste con él después de la
entrevista?
—No.
—Llámalo.
—¡No puedo hacer eso ahora mismo! —El hecho de que no haya
mandado un mensaje hasta ahora dice mucho. Debe estar sintiéndose
de la misma forma que yo: incómodo.
—¡Sabía que ibas a comportarte así! —Los ojos de Misty, que de
por sí son grandes, parece que fuesen a salir de sus cuencas—. Tienes a
Brett maldito Madden babeando por ti, en televisión nacional, y estás
fingiendo que no es nada.
—Es solo una historia. ¡No es real! —Aun así, mi corazón salta 181
con sus palabras.
—Casi puedo escuchar la voz de tu madre cuando dices eso. —
Rueda los ojos—. Sé exactamente qué vi en la televisión y eso fue un
hombre que está loco por ti.
—Tal vez… por ahora.
Su gemido de exasperación es tan alto como para despertar a
Brenna. Tengo miedo.
—¿Por qué estás enojada conmigo? —En lo despistada y alegre
que Misty puede ser, en el raro momento en que encuentra un motivo
para discutir, no mide las palabras. Tengo miedo de pensar qué podría
salir de su boca.
—Porque te conozco, Cath. Sé que no le darías una oportunidad a
esto, incluso si quisieras hacerlo. Siempre apartas a los chicos que
muestran algún interés por ti.
—¿Cuáles chicos?
—¡Exacto! ¡Ni siquiera los notas! Y ahora Brett Madden está muy
interesado en ti y básicamente lo has espantado.
—¿Qué? —No puedo evitar reírme—. No, no lo hecho.
Enrolla las manos en su amplio pecho de forma condescendiente.
—¿Te diste cuenta cuántas veces dijiste que quieres que todo vuelva a
la normalidad en esa entrevista?
—¿Porque así lo quiero?
—La “normalidad” no incluye a Brett. Nunca. Básicamente, le
dijiste que no lo querías en tu vida. ¿Es eso lo que quieres?
No, una vocecita grita adentro de mi cabeza. Pienso en nuestra
despedida hace dos noches: Me aseguraré de que recuperes tu vida, si
eso es lo que quieres. Me dijo eso, y una mirada llena de preguntas vino
con esa afirmación… ¿Se refería a eso?
Pero él también había dicho que necesitaba aclarar sus ideas, que
no estaba pensando claro.
La distancia es por nuestro bien.
Suspiro. Sería imposible explicarle esto a Misty, imagino. No hay
necesidad, siquiera, de intentarlo. —Debo ser inteligente.
Sacude la cabeza. —Si esto es ser inteligente, entonces necesitas
ser estúpida. Sé una tonta totalmente imbécil. Sé como yo.
***
183
Traducido por Julie
Corregido por Jadasa
***
190
Traducido por Geraluh & Jeenn Ramírez
Corregido por Gypsypochi
***
***
***
—¿Cath?
Cubro mi boca con las manos, tratando de callar mis sollozos.
Después de un momento me las arreglo para contestar. —Saldré en un
segundo. 199
—¿Estás bien?
—Sí, bien.
La puerta de mi habitación, donde me he estado escondiendo la
última media hora, se abre y Jack mete su cabeza. Me doy la vuelta,
pero es muy tarde para esconder mis mejillas manchadas de lágrimas y
mis ojos rojos hinchados. Cerrando la puerta detrás de él, se sienta a
mi lado, mi cama rechinando debido al peso. —¿Qué pasa?
Levanto mi teléfono, con mi labio inferior tembloroso. —¿Por qué
la gente es tan cruel?
Me rodea los hombros con sus brazos y me sostiene justo antes
de que comience a sollozar incontrolablemente contra su hombro.
—¿Qué demonios estabas haciendo?
—Me mantuve alejada hasta ahora, pero tenía curiosidad. Solo
quería saber lo que estaba diciendo la gente, entonces me metí a ver los
comentarios…
Mucha gente tiene mucho que decir.
Y mucho acerca de mí.
Muchos dicen que soy valiente y amable, me etiquetan de ángel,
proclaman que estoy tocada por la voluntad de Dios por haber logrado
lo que hice. Me agradecen una y otra vez por arriesgar mi vida para
salvar a tan increíble hombre. Un hombre que nunca han conocido pero
obviamente sueñan con conocer algún día. Un hombre que idolatran.
Muchos están rezando por mí y me desean solo felicidad después de lo
que me hizo ese profesor. No creen que fue correcto, la forma en que me
trataron, la forma en que Scott Philips se libró. Están disgustados por
ello. Mucha gente está sinceramente de acuerdo con Kate Wethers, que
Brett y yo hacemos una hermosa pareja y quieren que sea real, porque
sería un final muy feliz para la historia.
Pero todas esas palabras amables y buenos deseos se desvanecen
rápidamente en el olvido, al lado de otros comentarios que han estado
surgiendo desde la entrevista.
Los que me etiquetan de fea y estúpida, una zorra basura blanca
que estará sirviendo patatas fritas por el resto de su vida. Que necesito
una cirugía en la nariz y una cirugía de bubis, que mis ojos son muy
grandes, que estoy muy flaca. Que me deberían quitar la ayuda social,
que soy el problema de Estados Unidos. Que merezco lo que me pasó
con Philips porque debo ser una zorra si me embarace tan joven. Que
estoy mintiendo sobre todo lo que pasó la noche del accidente porque
quiero atención. Que esperan que Brett me dé un polvo de lástima antes
de que regrese con Courtney. Que si incluso Brett y yo estamos juntos,
se deshará de mí al segundo en que su pierna se recupere y regrese al
hielo.
Son solo palabras. Después hay fotografías, memes. Instantáneas
que la gente sacó durante la entrevista de The Weekly, de mí sentada en
200
mi sofá al lado de Brett, mi cara arrugada en medio de mi discurso,
junto con leyendas hirientes. Supongo que deben ser graciosos.
Solo me hicieron llorar más.
La gente realmente se toma tiempo de sus vidas para hacer esto.
Jack gime. —Nunca leas los comentarios. Estas personas son
troles. Perdedores con vidas tristes y pequeñas, y nada mejor que hacer
que escupir mierda y odio. Son tonterías.
—Y aun así duele demasiado cuando es acerca de ti. —Cuando
casi todo lo que han dicho, lo he pensado en algún punto—. Se siente
como si pasara nuevamente lo de hace siete años. Excepto que peor. No
puedo soportar esto.
—Sí, puedes. Eres la persona más fuerte que conozco.
¿Fuerte, yo? —No, no lo soy.
—Sí, lo eres. Eres más fuerte que Emma o mamá.
—Mamá es una roca.
—No, mamá no toma riesgos, siempre juega la carta segura.
Simplemente muevo la cabeza.
—Aún recuerdo cuando saliste de la casa con tu mochila colgada
al hombro. Fue como si hubieras estado sentada en tu habitación
esperando a que llegue la medianoche.
—Lo estaba.
—Partiste para sobrevivir por tu cuenta, sin trabajo y sin dinero, y
lo hiciste. El día que te mudaste, mamá y papá tuvieron una gran
discusión. Ella garantizaba que volverías en dos semanas con la cola
entre las piernas. Pero eres tan terca, ni siquiera llamaste. Y después,
se enteró que estabas embarazada, y trajo a un contratista para que le
dé un presupuesto para la renovación del ático, para cuando vinieras
corriendo a casa con el bebé, porque no había manera de que pudieras
resolverlo. Nunca lo hiciste. Has podido con todo lo que la vida te ha
aventado y lo has hecho todo por tu cuenta.
—Con la ayuda de algunas personas —lo corrijo y le ofrezco una
sonrisita, apreciando las palabras. Me desplomo en la cama, de repente
exhausta. Siento como si pudiera dormir hasta la siguiente semana.
—Puedes manejar esto, Cath.
Miro el techo. Necesita desesperadamente una capa fresca de
pintura. Jack se recuesta a mi lado, el rechinido que le acompaña me
hace pensar que estamos a punto de romper la estructura, la cual fue
una compra en una venta de garaje. No ha tenido que aguantar el peso
de un hombre recostado en ella desde el día que Keith la cargó en su
camioneta y la trajo aquí por mí hace seis años, tan triste como puede 201
ser.
—¿Querías que fuera verdad lo que dijo Wethers? —pregunta
suavemente, con una rara seriedad en su tono.
Sí. Claramente lo deseaba.
—Él solo se sentía en deuda conmigo —digo en su lugar, sin
responder la pregunta.
—Tal vez.
—Misty piensa que soy una idiota por no aventármele cuando
tuve la oportunidad.
—Misty es buena en aventarse a los chicos. —Se detiene—.
¿Singer ha dicho algo?
—No, nada acerca de eso. Ha escrito mil veces para ver si necesito
algo.
—Me encontré con él el otro día cuando estaba trotando. No era el
mismo. Creo que finalmente se dio cuenta que no tiene esperanza si su
competencia es Madden.
—No hay competencia. —Levanto mi teléfono para mostrarle a
Jack el meme que alguien ha creado: una esbelta glamurosa Courtney
Woods al lado de una instantánea mía en la entrevista, con mi blusa
rosa, luciendo como una humilde extensión de mi sofá feo de una venta
de garaje—. Y habla sobre no ser capaz de competir.
Suspira. —Permíteme, ¿puedo mostrarte un truquito? —Toma mi
teléfono y cierra la pantalla—. ¿Qué es lo que sabes? Así como así, ya
no existe nada de eso.
—Qué gracioso.
—Deja que sean miserables mientras estés trabajando en follarte
a mi ídolo.
—¡Jack! —Muevo la cabeza hacia él, pero una sonrisa tira de mi
boca—. Eso nunca va a pasar.
Se levanta para sentarse, arrastrándome hacia arriba junto con
él. —En serio, ¿no puedes encontrar a alguien normal? Primero te
enamoras de tu profesor de arte y casi lo envías a la cárcel. Luego te
embarazas de un vendedor de drogas, quién no puede ayudarte porque
él sí fue a la cárcel. Después tienes que sacar a Brett Madden de un
auto en llamas y hacer que caiga a tus pies como un cachorrito enfermo
de amor en televisión nacional. ¿Por qué no puedes encontrar… no lo
sé, un banquero o un plomero?
Me estoy riendo porque, tan dura como lo es la realidad, viene de
Jack, quién sé que no me juzga. —¿O un vendedor de carros usados?
—Ahora vas por el buen camino. Necesito un carro.
Me limpio las lágrimas restantes de mi cara. —Gracias, Jack. Por
202
estar aquí. Por saber cuándo venir. —Nunca lo habría pedido.
Suspira. —Mantén la cabeza en alto. Y prométeme que nunca
volverás a mirar esa mierda. Eso fue tonto. Voy a apagar mis datos
cuando esté aquí si te descubro haciéndolo de nuevo.
—No lo haré. Lo prometo. Se terminó. Voy a avanzar. —Dejo el
teléfono en mi buro, su peso es repentinamente insoportable—. ¿El
partido ha terminado?
Asiente, su dura expresión diciéndome que los Flyers no estarán
jugando hasta la siguiente temporada.
***
***
Camino rápidamente hacia su casa, mi bicicleta moviéndose a mi
lado en el parque que está cruzando la calle, donde he estado sentada
por tres horas.
Esperando el familiar ruido sordo de la motocicleta de Scott.
Calmando mis nervios para hablar con él por primera vez en cuatro
meses.
Su casa está en una calle tranquila, en un vecindario tranquilo, en
la parte más vieja de Balsam.
Era la casa de su abuela, que heredó cuando falleció. Es pequeña
y encantadora, y lo mejor de todo, la puerta de enfrente está un poco
apartada para ofrecer un poco de privacidad.
Llego a su porche cuando él está deslizando la llave en su puerta,
el crujido del escalón de madera anuncia mi acercamiento.
Se hace a un lado una onda de cabello castaño claro, desordenado
por haber llevado sombrero.
—No puedes aparecerte en la entrada de mi casa así. Lo sabes.
205
—¿Por qué ya ni siquiera me miras? —Mi voz tiembla con emoción
contenida, sin duda mi cara manchada con máscara de pestañas.
Titubea. —Sabes por qué.
—Hoy te vi saliendo de la cafetería.
—Cath… —Deja la puerta abierta y da la vuelta para enfrentarme;
esos cálidos ojos color avellana se suavizan. Echa un vistazo a nuestro
alrededor, buscando fisgones—. Ella es una maestra del jardín de niños
y hemos salidos por años. Si está dispuesta a darme otra oportunidad,
habla de mi carácter. —Se encoge de hombros—. Necesito ayudar a mi
reputación en estos momentos.
Su reputación no es la que está sufriendo. —¿Te estás acostando
con ella? —Una nueva oleada de lágrimas amenaza.
—Por favor no llores, Cath. Lo siento. —Su garganta sube y baja,
tragando fuertemente.
—¿Aún me amas?
Su mirada baja lentamente sobre mi cuerpo, el calor de mediodía
de verano hace que mi blusa y mis pantalones cortos de mezclilla se
peguen a mi cuerpo, antes de levantarla para encontrarse con mis ojos de
nuevo. —Sabes lo que siento por ti, siempre me sentiré de esa manera.
Me quito las lágrimas de las mejillas.
—Te extraño.
Titubea, sus ojos parpadean hacia la casa de al lado, el único
mirador con una vista clara de nosotros, gracias a un cultivo de árboles
en frente. —Yo también te extraño. Pero no deberíamos haber permitido
que eso sucediera.
206
Traducido por florbarbero
Corregido por Julie
***
***
Los últimos siete años han sido cordiales con Krystal. Ahora
parece más adulta, el pesado revestimiento negro y el lápiz labial rojo
fueron reemplazados por sutiles sombras tostadas y brillo rosado, su
cabello blanqueado por el sol ahora de un color rubio dorado brillante.
—Ha pasado un tiempo, ¿no? —Lo hace sonar como si fuéramos
viejas amigas, poniéndonos al día.
¿Qué voy a hacer, o decir, de pie en medio de una heladería con
mi hija a mi lado?
Sonrío cortésmente. —Seguro que sí.
Otro joven que lleva un sombrero de cono blanco puntiagudo
aparece detrás del mostrador para ella. —Sí, hola, estoy aquí para
recoger una orden. Para Maxwell —le dice. Mientras el tipo desaparece
en la parte de atrás, Krystal vuelve su atención hacia mí—. Estoy en la
ciudad por el cumpleaños de mi madre.
Echo un vistazo a Brenna, que ha llegado al extremo izquierdo de
la vitrina, rozando con su lengua el lado de su boca de manera
inconsciente mientras lee las etiquetas. Por lo menos el tipo la espera
con un toque de diversión. —Así que... ¿Qué has estado haciendo? —No
es que me importe.
—Estoy viviendo en Filadelfia. Acabo de conseguir mi primer
trabajo como maestra. Inglés de secundaria. Increíble, ¿verdad?
—Bien. —Me alegro de saber que está moldeando las mentes de
los jóvenes.
—¡Oh! ¿Y puedes creerlo? —Levanta su mano con manicura para
mostrar el diamante brillante en su dedo anular.
—Felicitaciones.
—¡Sí! —Sostiene su mano delante para admirar su propio anillo—
. Él es abogado, dirigiéndose a ser socio.
210
—Mamá, ya he decidido. Chocolate holandés, por favor —le dice
Brenna al chico.
—¿Es tu hija? —pregunta Krystal, mirándola fijamente. Pero
Brenna está demasiado ocupada observando al tipo para asegurarse de
que las cucharadas están llenas para notarlo.
—Lo siento, ella toma su helado en serio.
—Entonces tiene sus prioridades claras. —Se ríe entre dientes—.
Así que, vi esa entrevista. Le dije a Justin: “¡Fui a la escuela con ella!”
¿Y qué más le dijiste? Todo lo que puedo hacer es sonreír, pero sé
que no llega a mis ojos.
Sin embargo, no la disuade de hablar. —Y Dios. Brett Madden. —
Silba suavemente—. Él es hermoso.
Supongo que no puedo criticar al mundo por notar su apariencia
antes que nada. No soy mejor. Pero es mucho más que un rostro guapo.
—Es un chico muy agradable —reconozco, ahogando mi tristeza.
Nunca respondí su mensaje. Me llamó dos veces desde entonces,
una vez para ver si no necesitaba más a Hawk y Vince. Una segunda
vez solo para ver como andaba todo. La primer llamada la perdí de
verdad, la segunda la dejé sin respuesta. Ambas veces, me quedé
dormida escuchando los correos de voz.
Todavía no he podido convencerme de llamarlo. Qué valiente.
Meto la mano en mi bolso para sacar la cartera.
—Oh, no, por favor. Pon el cono de helado de la niña en mi
cuenta.
—No puedo...
—¡Sí! Por favor. Está hecho. Está hecho, ¿verdad? —Mira
expectante al chico.
No quiero discutir y causar una escena, así que murmuro un
gracias y agarro un puñado de servilletas en su lugar. —Bueno, fue
genial ver...
—Esperaba que ustedes dos llegaran a algo... sabes… —Suspira
soñadora—. Qué el cuento de hadas acabara en una historia increíble.
Siento calor en mis mejillas mientras otros clientes se acercan.
—Deben haber estado buscando aumentar la audiencia o algo así,
poniéndolo de esa manera.
—Claro que no se parecía a eso. —Agita sus cejas—. ¿No sería
asombroso?
Brenna tira de mi manga para llamar mi atención. —¿Podemos
irnos ahora? Tengo que orinar.
Por una vez, agradezco la impaciencia de Brenna y su diminuta 211
vejiga. —Sí, claro. —Pongo mi brazo alrededor de ella, acercándola—.
Fue bueno verte, Krystal. Buena suerte con la boda.
—Sí, está bien. —Abre la boca como si quisiera decir algo pero
vacila. Uso esa oportunidad para lanzar a Brenna por la puerta, hacia
Keith.
Pero unos momentos después, ella viene corriendo. —¡Espera! —
Mira tentativamente de mí a Keith, a Brenna, que ya está luciendo
rayas de chocolate en su nariz y mentón, y luego de vuelta a mí, su cara
llena de incertidumbre.
—Vamos, Brenna. —Keith la lleva a su camioneta, fuera del
alcance de la voz.
Los labios de Krystal se presionan con fuerza. —Solo... —Respira
profundo—. Solo quería decirte que siento lo horrible que fui en la
escuela secundaria. En realidad, estoy mortificada por ello.
—Eso es... —Me detengo antes de minimizarlo—. Está bien. —
Antes lo hubiese minimizado como si no fuera gran cosa porque solo
querría evitar todo esto y seguir adelante. En cambio, me encuentro
haciendo la pregunta que he pensado tantas veces—. ¿Qué te hice?
Suspira y mira hacia abajo. —Oí que te enganchaste con Darin el
fin de semana después de que rompió conmigo.
—¿Darin? —Frunzo el ceño.
—Darin Metcalfe. Era el mariscal de campo. Salimos por dos
años.
—Oh. —Correcto. Me enganché con él. Fue en esa loca fiesta en
una casa que los policías clausuraron. Estaba borracha y caliente, así
que cuando empezó a coquetear conmigo...
Vacila, como si considerara sus siguientes palabras. —Y el señor
Philips era un coqueto. Es decir, me sonreía mucho. Supongo que pensé
que él y yo estaríamos... bueno, supongo que estaba celosa. Resulta que
evité una verdadera bala allí. —Me ofrece una sonrisa comprensiva—.
No es que eso sea una excusa para cómo te traté. En fin, he pensado en
ti a veces, esperando tener la oportunidad de disculparme un día, y que
me perdonaras. Eso es... —Junta las manos frente a ella, apartando la
mirada antes de encontrar la mía de nuevo—. Eso es todo lo que quería
decir.
Estoy sin palabras. Si alguien hubiera dicho que me encontraría
con Krystal Maxwell y recibiría una disculpa, me habría reído en su
cara.
¿Es debido a la entrevista? Ahora que conozco a Brett Madden,
¿solo quiere estar en el lado derecho de mi valla?
¿O es porque se siente mal y verdaderamente lo lamenta?
¿Puedo simplemente perdonarla?
Se vuelve para entrar de nuevo en la tienda. 212
—Oye.
Me mira de nuevo con ojos azules brillantes, con nada más que
sinceridad en ellos.
—Gracias por decir eso. Significa mucho para mí.
En su rostro aparece una amplia y genuina sonrisa, y suelta un
suspiro, como si estuviera conteniendo la respiración. —Tal vez te vea
por aquí.
—Tal vez.
Ella desaparece en la tienda, y el grupo de adolescentes sentados
a la mesa nos mira atentamente. Subo a la camioneta de Keith.
—Luces como si te hubiesen golpeado. —Asiente hacia el lugar
donde Krystal y yo estuvimos momentos atrás, bajando su voz—. ¿Qué
fue eso?
—Creo que fue un cierre.
Para ambas.
***
—¡Oye, he estado aquí antes! —grita con emoción Brenna en
tanto nos volvemos hacia el largo camino sinuoso de Lander's Mill.
Keith lanza un sutil saludo a los agentes de policía de pie en la
entrada, ocupados en una conversación con los periodistas detenidos
en la carretera, tratando de obtener acceso.
—¿Sí? —responde Keith a Brenna mientras me preparo en
silencio para lo que se viene.
—Sí. ¡Solían cortar árboles aquí y hacer muebles!
—Pues, aquí no. Pero tienes razón, este edificio fue hecho usando
el molino original. —El verdadero molino de los Lander, unos treinta
kilómetros al norte, aún dentro del condado de Balsam, prosperó en
esta zona durante más de un siglo antes de que la cerraran en los años
ochenta. La estructura parecida a un granero delante de nosotros, de
pino degradado y ventanas originales, fue construida a partir de unos
materiales recuperados. Fue desmantelado y transportado aquí como
parte de un acuerdo entre los funcionarios locales y los desarrolladores,
después de que estos últimos compraron la tierra, con la intención de
derribarlo y crear parcelas. Los funcionarios locales los combatieron
durante años, considerándolo un hito histórico y negándose a aprobar
los trámites necesarios de zonificación, mientras los edificios originales
se arruinaban y finalmente se destruían.
Y luego, un hombre de negocios inteligente intervino y ofreció una
solución: si los desarrolladores estaban dispuestos a pagar la factura 213
para salvar y ayudar a construir esta estructura principal, y los
funcionarios de la ciudad se encontraban dispuestos a proporcionar
una subvención para financiar la operación de un museo, él invertiría
en el Lander's Mill que ahora estamos enfrentando: un fragmento de la
historia, así también como una instalación de eventos pintorescos. En
Cosmopolitan, ha sido votado como el mejor lugar de bodas en la región.
Y es un lugar donde actualmente hay demasiados coches para mi
nivel de ansiedad.
—Deja de moverte —murmura Keith, estacionando su camioneta
en un lugar marcado como “Reservado”.
—Es fácil para ti decirlo. —Suavizo el material sedoso sobre mis
muslos—. ¿Estás seguro de que esto está bien?
—Está bien —me asegura, llevando su mirada a mi traje, un
vestido largo floreado, antes de deslizarse de su asiento.
Suspiro mientras los dedos de mis pies golpean el camino de
grava y mantengo la puerta abierta para Brenna.
Se baja, mientras el dobladillo del vestido que mi mamá le compró
la semana pasada para este evento, se balancea como una campana,
con nada más que emoción rezumando de ella. —¿El tío Jack sigue
aquí?
—Es probable. —Hay un montón de gente, algunos que reconozco
como dueños de negocios locales, y otros desconocidos; moviéndose por
todos lados, lanzando miradas curiosas en mi dirección. Mucho más de
lo que hubiera esperado para “una ceremonia tranquila y pequeña”.
Finalmente veo el Subaru azul de mi madre, justo al lado de la
camioneta negra de Lou. Mi madre había insistido en que llegáramos
juntas como una familia, pero Keith me ayudó a evitar ese lío, sabiendo
que no sería capaz de manejar la ansiedad añadida que viene con Hildy
Wright. Y Jack me aseguró que la distraería para que no tenga que
lidiar con sus sugerencias “útiles” antes de la ceremonia.
Keith se para junto a mí, y su mirada sigue la mía. —¿Recuerdas
las furgonetas de noticieros en el camino?
Le lanzo una mirada conocedora. Como si no lo recordara.
—¿Notas que no hay nadie aquí?
—¿Cómo lo hiciste?
—Es un evento privado, solo con invitación. Le dije a Polson que
esta es la única forma en que estarías de acuerdo. En realidad, le
pareció bien. Quiere que nuestros periódicos locales escriban la
historia.
Para asegurarse de que reflejan bien a Balsam, susurra una voz
cínica dentro de mi cabeza. —Eso es... Gracias.
—Significa que puede que tengas que sonreír para uno o dos. Tal
214
vez incluso responder a una pregunta.
—Bien. —Después de la entrevista de The Weekly, creo que puedo
manejar eso.
Brenna tira de mi brazo. —¡Vamos! —Llevo la elegante chaqueta
de color rojo rubí que tomé prestada de Misty, en caso de que las
correas finas de este vestido se sintieran inapropiadas, y me preparo
mientras nos dirigimos hacia las pesadas puertas de madera.
Entramos en la antesala, que nos muestra antiguos artefactos
restaurados del molino original, mientras que también sirve como
entrada acogedora a la sala de eventos más grande. El aroma a madera
cortada y antigüedad todavía impregna el aire.
Y una colonia familiar.
Suspiro ante la vista de unos ojos azules imponentes.
Traducido por Vane Black & Maii
Corregido por Daliam
Miro esos ojos por un largo momento, antes de notar nada más.
Como el hecho de que su cara está limpia, su mandíbula aún más
afilada y masculina de lo que yo imaginaba que fuera. Es obvio que ha
estado pasando algo de tiempo afuera porque su piel tiene un ligero
resplandor, el que tienes cuando renuncias a la protección solar en un
caliente día de primavera. Aparte de su pierna todavía en una escayola
y la delgada línea rosa en su frente, se ve perfectamente normal. Bueno,
más bien, impresionantemente guapo. El Brett pre-accidente.
—Bien, ¡me alegra que hayas venido! Te ves preciosa, querida. —
La voz de Clarisse Polson es suave y calmante, su delgada mano fresca
contra mi palma sudorosa mientras se abalanza sobre mí—. Unos
minutos más hasta que todo el mundo esté listo. Te haremos sentar en 215
el estrado y... —Habla rápidamente, guiándome a través de los pasos
básicos para la ceremonia, sin darme la oportunidad de adaptarme a la
conmoción de ver a Brett aquí—. Frank está charlando en el frente, pero
le haré saber que estás aquí. Empezaremos dentro de unos minutos.
Hago todo lo posible para reconocer sus palabras con una sonrisa
y un gesto de asentimiento, luego mi mirada rápidamente se vuelve
hacia el hombre apoyado contra sus muletas.
¿Qué está haciendo Brett aquí?
Busco a mi querido amigo y lo encuentro arrastrándose a través
de la puerta a la sala principal bastante rápido.
Por supuesto que Keith sabía que Brett estaría aquí.
—...y esto es lo que usaban para cortar los árboles —dice Brenna,
su voz infantil llevando el zumbido bajo de voces desde el otro lado de la
pared mientras señala el hacha, seguido por la sierra de dos personas
montada a lo largo de la pared—. Y esto es lo que usaban para cortar la
madera en pedazos más pequeños en los viejos tiempos. Pero utilizaban
esas máquinas en la imagen en los viejos tiempos que no eran muy
viejos. Y esto es... —Creo que Brenna podría competir con Clarisse en la
velocidad de abalanzarse. No desperdició tiempo, marchando hacia
Brett y, conociéndola, posiblemente sin mucho más que un saludo,
empezando a guiarlo a través de todas las exhibiciones, regurgitando
todo lo que recuerda de su viaje de campo.
Brett pacientemente cojea junto a ella y le permite hablar, con
una sonrisita genuina tocando sus labios mientras le da su completa
atención. Hoy lleva un traje negro carbón hecho a la medida, la pierna
del pantalón cortada para acomodar su escayola, corbata dorada contra
una fresca camisa blanca luciendo nítida y elegante.
No puedo quitarle los ojos de encima.
—Tienes una futura historiadora allí. —Una voz profunda lanza
mi mirada a la derecha. El hombre que vi en la televisión el día en que
Brett se dirigió a los medios de comunicación por primera vez después
del accidente se encuentra ante mí, también en un traje. Realmente se
vistieron para la ocasión—. Hola, Catherine. Soy Richard, el padre de
Brett. —Por un momento creo que va a abrazarme como su esposa. No
lo hace, pero toma mi mano en las suyas, sujetándola con fuerza—. Es
un placer conocerte finalmente.
—Igualmente —me las arreglo para decir. Se parece tanto a Brett,
solo mayor, su estructura más pequeña.
—Habría venido para la entrevista de Weekly, pero pensamos que
podría ser demasiado abrumador para ti.
—Fue algo abrumador —admito con una carcajada, haciéndole
sonreír. Tiene el mismo brillo astuto en sus ojos y la mandíbula fuerte
que Brett. Puedo ver por qué Meryl se enamoró de él.
Me agrada de inmediato. 216
Dos hombres se aproximan a él. Uno, lo reconozco como el
entrenador de los Flyers. La expresión impasible que vi en la televisión
se ha suavizado un poco, aunque todavía parece el tipo de hombre que
pasa sus días gritando a adultos con facilidad. Incluso en este calor,
lleva esa misma chaqueta negra de los Flyers que utilizó durante la
entrevista posterior al partido —una chaqueta que usarías en una pista
de hielo en vez de en un evento donde todos los demás usan trajes—
pero algo me dice que esto no es más lo suyo que lo mío.
—Catherine, este es el entrenador Adam Roth —nos presenta
Richard. Obtengo un firme apretón de manos y un gruñido de “Hola” a
modo de saludo, antes de que la atención de Richard se desplace hacia
el hombre que se avecina a su lado, es más alto y no me atrevo a
adivinar de cuanto más peso que yo—. Y este es Sid Durrand, el dueño
de los Flyers.
Solo mirando a este tipo, con su traje nítido y su reloj brillante,
las luces desde arriba capturando los diamantes incrustados, puedo ver
que tiene dinero. ¿Más que Richard? Posiblemente no, y sin embargo
noto que Richard no exuda su riqueza. De hecho, tengo que recordar
que este hombre está casado con Meryl Price. No porque no crea que
sea guapo o bastante distinguido. Es ambos, al estilo de Robert Redford
en “El hombre que susurraba a los caballos”. Pero tiene un aire tranquilo
de sofisticación que siento en Brett, también.
—Dijeron que eras pequeña, pero no lo creí —dice Sid con una
amplia sonrisa y un grueso acento de Kentucky. Me estrecha la mano
con tanta fuerza que me temo que podría volver a herir mi muñeca, y
lucho para no doblarme del dolor por los grandes anillos que se
entierran en mi carne—. Es un placer conocerte. Brett no ha dejado de
hablar de ti.
Siento que mis mejillas se ruborizan mientras le echo un vistazo
al otro lado de la habitación. Brett está de espaldas a mí y Brenna sigue
parloteando, pero no hay forma de que haya pasado por alto la voz
estridente de Sid.
Clarisse asoma la cabeza. —Muy bien, estamos a punto de
empezar. Tenemos asientos esperando en el frente para usted, Richard;
y tu hija, Cath. ¿Si pudiera venir conmigo?
—¿Brenna? —grito.
—...Y hace mucho tiempo, este hombre se cayó en la astilladora
de madera y cortó sus piernas en pedacitos.
—¡Brenna!
—¿Sí, mami?
Ambos se giran a tiempo para captar mi mueca.
—¿Puedes ir con el padre de Brett y la señora Polson?
Ella se acerca vacilante para analizar a los tres amenazantes 217
hombres.
—Soy el que estás buscando. Hola, mi nombre es Richard. —Se
acerca para estrecharle la mano. Ella lo mira cautelosamente, pero al
final la acepta.
No parece nada ofendido. De hecho, su cálida sonrisa se hace
más amplia. —¿Qué le pasó al hombre que cayó en la astilladora? —le
pregunta, sacándola por la puerta.
Toda la precaución desaparece. —Oh, lo sacaron antes de que
pudiera cortar el resto de su cuerpo y entonces le dieron piernas falsas
y... —Su voz se desvanece cuando desaparece en la sala principal.
—Dios mío. ¡Creo que podríamos tener que hablar con los
anfitriones del museo sobre lo que enseñan a estos niños! —Clarisse se
ríe nerviosamente.
Siento un muro de fuerza junto a mí. Intentando calmar mi ritmo
cardíaco con unas breves respiraciones, finalmente me giro para hallar
la mirada de Brett. Hay tanta emoción en sus ojos: algo que vi antes,
algo que ni siquiera puedo adivinar, y me encuentro luchando por dar
un simple: —Hola —que sale con estrépito.
—Hola.
—Pensé que estarías en…
—De acuerdo, todo el mundo. Si me siguen, por favor. Brett y
Catherine, si pudieran entrar al último.
Brett y Catherine.
Nos llevan a la sala principal, donde por lo menos cien pares de
ojos se fijan en nosotros.
—Estoy aquí si me necesitas. —El bajo susurro llega justo cuando
estamos esperando en la fila para tomar nuestros asientos delante de
todos. Brett sabe que me siento nerviosa. Sabe que prefiero estar en
cualquier lugar aparte de dirigirme a un escenario para recoger un
premio.
Miro por encima de mi hombro y veo esa misma expresión en su
rostro que usó durante la entrevista: de preocupación, de temor, de... lo
que todo el mundo está tan desesperado para etiquetar como adoración.
Solo pasaron dos semanas y media desde que lo vi la última vez, y sin
embargo parece que estuve esperando una eternidad.
Todo lo que puedo manejar es una sonrisita y asentimiento antes
de observar a la multitud, centrándome en las caras conocidas en la
primera fila. ¿Mis padres, Emma y Jack, Lou y Leroy? ¿Quién dirige la
cocina? Los rizos rubios de Misty se mueven mientras se agacha para
pararse en la parte de atrás, el uniforme blanco y naranja de Diamonds
de alguna manera haciéndola lucir bien. Jack tiene una amplia sonrisa
en su rostro; para mí o para su ídolo detrás de mí, no lo sé.
218
—Vale, ¡por aquí! —dirige Clarisse en un susurro, moviéndonos
hacia adelante. Siento la mano de Brett en la parte más baja de mi
espalda con los toques más débiles, recordándome que respire.
***
***
240
Traducido por Anna Karol & Joselin
Corregido por Florpincha
***
Son casi las diez cuando oigo el crujido de los escalones del
frente. Supongo que es Jack o Keith.
Hasta que suena un golpe.
A través de las persianas, espío a una sola figura apoyada contra
muletas, esperando.
Una erupción salvaje de mariposas revolotea en mi estómago. No
he oído de Brett desde la hora del almuerzo, antes de su cita. Y ahora
está parado en mi puerta.
Envolviéndome en una manta, no para calentarme, sino para
cubrir la camisa de dormir que estoy vistiendo, abro la puerta. —Oye,
¿qué haces aquí?
Brett me mira fijamente a través de esos brillantes ojos intensos
durante un largo momento antes de dar una ligera sacudida de cabeza.
—Tenía que verte. —No está sonriendo.
Me asomo a su lado en el patio delantero. La SUV de Donovan
está aparcada ahí fuera, bloqueando la vista para cualquier posible
merodeador detrás de Rawley. Pero, para estar seguros, lo llevo dentro,
sintiendo el débil aroma de la cerveza. —¿Está todo bien?
Duda un momento, y luego levanta la mano para girar un mechón
rebelde de mi pelo, húmedo de la ducha. El resto está amontonado
encima de mi cabeza. Finalmente, la más pequeña sonrisa curva sus
labios. —Siempre fui partidario de Piglet.
Tardo un momento, pero luego suelto una risita, dándome cuenta
de que me he envuelto en una manta de lana de Winnie the Pooh. Por
supuesto, Brett, incluso con un par de vaqueros y una simple camiseta
gris, lo suficiente ajustada como para acomodarse sobre las curvas de
su pecho amplio y esculpido, parece que podría estar de camino a casa
después de una sesión de fotos de portada.
—No te desperté, ¿verdad?
—No, no podía dormir. —Estaba preocupada cuando no había oído
de ti, no lo agrego, asustada de que me pueda hacer sonar pegajosa. No
me atrevo—. ¿Cómo fue la cita con el médico?
La dura línea de su mandíbula se tensa. —Bien. —Se acerca, 243
tentativamente, para desanudar mi cabello, soltando las ondas largas y
húmedas para que caigan y se asienten contra mi cuello desnudo. Un
escalofrío me atraviesa mientras su dedo patina sobre mi piel, mientras
sus ojos parpadean hacia mis labios. Lo siento inclinado hacia adelante
e inhalo bruscamente.
Se congela, luego se aleja.
Y me mareo de anticipación. Me toma unos momentos calmar mi
respiración. —Ven a sentarte.
—Buena idea. —Se encamina y prácticamente cae en el asiento,
empujando sus muletas hacia un lado con un silencio—. Odio estas
malditas cosas. —Aterrizan en el piso con un ruido escandaloso.
Me estremezco, mis ojos se dirigen a mi habitación, donde Brenna
duerme.
—Mierda. —Cierra los ojos y baja la cabeza—. Lo siento.
Sí. Brett ha estado bebiendo, y por lo visto, mucho.
—Está bien —le aseguro, pero me inclino para cerrar la puerta del
dormitorio hasta el final.
—No tendrías una cerveza o algo así, ¿verdad?
—De hecho, tengo lo mejor para ti. —Me dirijo a la cocina para
tomar un vaso alto de agua. Tengo la última lata de cerveza de Keith en
la nevera, pero no voy a entregársela a Brett ahora mismo—. Toma.
Él sonríe mientras alcanza el vaso, su mano agarrando mis dedos
en el proceso.
—Voy a cambiarme a...
—No. No lo hagas. —Su mirada recorre mis piernas desnudas en
tanto exhala suavemente, tirando de la manta para guiarme.
Me instalo en el sofá a su lado, apretándome junto a sus piernas
estiradas, y lo veo beber en silencio, la punta afilada de su manzana de
Adán se balancea con cada trago. La tensión irradia de él.
—¿Que pasó hoy?
No responde, pero el brillo que cubre sus ojos, la forma en que
parpadea varias veces me responde.
—Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿cierto? Nunca diría
ni una palabra a nadie.
Su musculoso pecho se levanta y baja con una respiración
profunda. —Mi carrera podría haber terminado.
—Pero… —Frunzo el ceño cuando la sorpresa de su admisión se
asienta sobre mí, mientras estudio el yeso en su pierna—. Los jugadores
de hockey se rompen los huesos todo el tiempo. ¿No hay un tipo que se
rompió la espalda? —Me estoy devanando los sesos para recordar lo que
Jack y mi padre discutieron la otra noche—. No puedo recordar su
nombre, pero volvió a jugar. 244
—La declaración oficial es que siguen teniendo esperanzas, pero
mi médico no está contento con la forma en que se está curando hasta
ahora.
—¿Y eso qué significa? Solo ha pasado un mes.
—Fue una mala ruptura. Varias, en realidad. —Brett mira hacia
delante ausente—. Él dijo que debía prepararme para la posibilidad de
que no pueda jugar como antes. Tal vez nada en absoluto. Podría estar
caminando con una cojera por el resto de mi vida. —Su voz está llena
de emoción cruda—. Pensé que estaría jugando durante otros diez años,
pero aquí estoy, veintiséis y acabado. Si no puedo jugar al hockey, no sé
qué diablos más voy a hacer con mi vida. —Su mano cae floja en su
regazo—. Sigo diciéndole a la gente que agradezco estar vivo y que hay
más en la vida que este juego, pero ahora mismo… Siento que mi vida
ha terminado.
Mi corazón sufre por él.
Suena tan perdido.
—¿Alguien más lo sabe?
—Mis padres. Y ahora tú.
Lucho para hallar la respuesta correcta. No quiero simplemente
descartar las palabras del médico como algo prematuro porque eso no
aliviará su preocupación. Claro, podría señalar que él está en un buen
lugar financieramente. Pero no creo que esto se trate de dinero. Es que
toda su realidad, todo por lo que ha trabajado tan duro, podría serle
arrebatado.
Por fin me decido por: —Todavía no vamos a perder la esperanza.
Gruñe suavemente pero no dice nada, y siento que he dicho lo
incorrecto. Pero ¿qué se le dice a un atleta de clase mundial que ha
trabajado toda su vida para llegar a donde está, solo para que todo se
termine tan abruptamente? Supongo que lo mismo que le dices a un
médico que pierde el uso de sus manos, o a un artista que pierde la
vista.
—Lo siento mucho, Brett. Si pudiera arreglarlo por ti, lo haría.
Recibo un solemne cabeceo a cambio.
Le quito el vaso y lo coloco en la mesa de café, luego pongo su
mano en la mía, dándole la vuelta para poder dibujar mi dedo a lo largo
de los pliegues. Solía hacer lo mismo con las manos de Scott. Recuerdo
que las manos de Scott eran lisas y delicadas, estropeadas solo por los
ocasionales restos de pintura al óleo.
Las manos de Brett son ásperas y callosas. Su dedo índice
izquierdo está ligeramente doblado, como si se lo hubiera roto y no se
ajustó correctamente. Parecen manos que han trabajado mucho para
ayudarlo a llegar a donde está actualmente.
De repente, me agarra la mano y la gira para estudiar el plomo 245
que manchó mis dedos con el ceño fruncido.
—Es un lápiz.
—¿De qué? —Su mirada se desplaza hacia mi cuaderno de dibujo,
posado sobre la mesita de café—. ¿Qué es eso?
—Nada. Solo… algo para Brenna. —Levanto la tapa con el dedo,
cerrándola. Cuando me giro, encuentro a Brett mirándome fijamente—.
¿Qué?
—Te ves increíble esta noche.
No puedo evitar el resoplido poco atractivo o la sonrisa que sigue.
—Entonces debes estar increíblemente borracho.
Finalmente, él sonríe. La primera sonrisa real que he visto desde
que llegó, una sonrisa deslumbrante que tiene el poder de convertirme
en una adolescente risueña si lo permito.
Un largo momento de silencio cuelga en mi casita, mientras él me
estudia, mientras siento pensamientos corriendo por su mente a los que
no le da voz.
Finalmente, apunta hacia la mesa de café. —Cuéntame sobre eso.
—En realidad, no es nada. Solo un cuaderno de dibujo.
Inclinándose hacia delante, recoge el libro en su regazo y empieza
a revisar las páginas. —¿La Casa de Pan de Jengibre…? —Estudia el
antiguo listado de ventas que guardé y metí en la cubierta interior—. En
serio, ¿qué es esto?
El calor se arrastra por mi nuca. —Solo un sueño que Brenna y
yo hemos tenido por un tiempo. —Le cuento acerca de la casa en Jasper
Lane con las centellantes luces de Navidad—. Es un poco tonto, pero
me ha puesto a dibujar después de tantos años, así que eso es algo.
—¿Eso es lo que quieres hacer? ¿Tener una posada?
Estoy luchando por concentrarme en cualquier cosa aparte de su
mano izquierda, colocada en mi muslo, su palma caliente contra mi piel
desnuda, sus dedos extendidos, su alcance de par en par. En silencio,
agradezco a Dios por los pequeños milagros, es decir, el milagro de que
me haya afeitado las piernas esta noche. —Ni siquiera se trataba de una
posada cuando empecé esto. Era una forma de darle vida para Brenna.
Quería mostrarle cómo soñar. Pero entonces la idea empezó a gustarme.
Creo que sería un lugarcito increíble para los turistas. —A pesar de mi
historia complicada con Balsam, mi adoración por Jasper Lane se ha
mantenido intacta. Si viviera allí, siento que podría tener una vida
completamente diferente.
—El turismo es grande por aquí en el verano, ¿no? —Espero un
toque de burla en su tono, pero no hay nada hasta ahora.
—No solo en verano. Las bodegas locales y los festivales atraen a
una buena multitud en otoño. Y luego está el invierno, con las colinas
de esquí. He escuchado a los clientes de Diamonds quejarse de que las 246
habitaciones pueden ser difíciles de conseguir, incluso cuando se llama
con un año de antelación, especialmente en Navidad. Balsam es muy
bonito en las fiestas.
Se detiene en el bosquejo completo que hice de memoria de cómo
se ve la casa en diciembre, las ventanas adornadas con grandes coronas
y arcos carmesí y diminutas luces blancas. Incluso utilicé lápices de
colores esmeralda y rojo rubí para añadir un toque de color. —Esto es
increíble. Eres muy talentosa.
—Gracias.
—¿Alguna vez pensaste en ir a la escuela para esto?
—Por un tiempo, sí. —Hasta que dejé los estudios. La vergüenza
burbujea dentro de mí. Posiblemente mi más grande arrepentimiento es
haber bajado las escaleras de mi escuela secundaria ese último día,
sabiendo que no volvería—. Aunque es difícil entrar en la universidad
con un GED2. —Mantengo los ojos en mi cuaderno de dibujo y rezo en
silencio para que no me juzgue duramente por eso.
Siento que su mirada parpadea hacia mí. —Él era tu maestro de
arte, ¿verdad?
***
***
3 Trastorno crónico del sueño que provoca somnolencia excesiva durante el día.
—Mucho mejor que mi papá. Él odia las cámaras y a Hollywood.
Pero ya no se molestan con él, porque no les da nada de lo que valga la
pena informar. En realidad quiere mudarse de nuevo al este. Ha estado
trabajando con mi madre desde hace un tiempo. Ella estaba resistiendo,
pero desde el accidente… —Se encoge de hombros—. Él cree que cederá
pronto. Además, Michelle consiguió ese papel, así que se va a mudar a
Miami. Mi madre y ella son muy unidas. Hacen todo juntas.
¿Cómo debe ser eso? me pregunto, con una chispa de envidia
ardiendo en mi interior. —Vivieron en Canadá por un tiempo, ¿no?
—Sí. —Suspira, sonriendo—. Parece que fue hace mucho tiempo.
Pero fue lo mejor que pudieron haber hecho por nosotros. Conseguí el
entrenamiento y la competencia que no podría haber tenido en ningún
otro lugar. Al menos, en California no.
Se oye otro trueno. La lluvia ahora se precipita contra el cristal en
láminas, el viento levantándose. Sin embargo, dentro del condominio de
Brett, acurrucada contra su costado, escuchando el gruñido opaco de
su voz mientras mi hija ronca suavemente cerca, no podría sentirme
más a gusto. —¿Cuánto tiempo estuviste allí?
—Hasta que tuve quince años y mi hermana catorce. Luego nos
mudamos a Nueva York. Nos quedábamos con él la mayor parte del
tiempo, porque mi mamá estaba filmando en alguna parte. Él me llevó a
cada práctica, a cada partido. Construía una pista en el patio trasero
cada invierno, solo para practicar más. —Brett sacude la cabeza—. Mi 265
papá sacrificó todo por todos nosotros. Por mi mamá, para que pudiera
tener su carrera y yo tuviera una oportunidad en la NHL, y mi hermana
pudiera perseguir lo que ella quisiera, lo que resulta ser la actuación,
también.
—Parece un padre increíble. —Creo que el mío también lo habría
sido, si las circunstancias hubieran sido diferentes. Veo la cercanía
entre él y Jack. Y definitivamente hay un cambio en mi relación con él
en los últimos años. En realidad, siento que estoy empezando a tener
una.
—Lo es. —Brett frunce el ceño—. Me mata, que después de todo,
tiene que sentarse aquí y ver a otro equipo en las finales.
—Mientras tanto, en todo lo que piensa es en lo feliz que se siente
de poder sentarse y ver un partido contigo. —Cada vez que pienso que
Brett no hubiera sobrevivido a ese accidente, una incómoda quemadura
florece en mi pecho. Es insoportable incluso imaginarlo.
Suspira. —Sé que tienes razón. Tengo que callarme y superarlo.
Estoy seguro de que Seth preferiría estar vivo y sentado en este sofá en
este momento.
De alguna manera, con todo el bombo en torno a Brett y a mí, la
muerte de Seth Grabner se convirtió en una pérdida silenciosa y
aceptada para los medios, desvaneciéndose en solamente una mención
de una línea en unas semanas. En su lugar, han elegido centrarse en la
parte milagrosa de la historia, en cómo Brett sobrevivió. La historia de
Seth se ha terminado. Una tragedia, pero una muerte desafortunada
debido a su propia negligencia, eso he escuchado muchas veces.
Incluso soy culpable de concentrar mi atención casi de inmediato
en Brett, y en mí misma, de forma egoísta.
Descanso mi mano sobre la suya en mi regazo. —Eran buenos
amigos, ¿verdad?
Una sonrisa triste curva sus labios. —Cuando nos conocimos, él
jugaba para Tampa y yo para los Bruins. Me pateaba el trasero sobre el
hielo. Cada paso, cada bloque, cada gol, él estaba sobre mí, listo para
joderlo. —Brett mira a Brenna—, para evitar que tuviera oportunidad de
anotar. Nadie me ha presionado como él. —Ríe suavemente—. Quería
golpear al idiota en la cara. Y entonces los Flyers me trajeron y, un año
más tarde, a él. Estuvimos en sincronía desde el primer día en el hielo.
Ahora no puedo imaginarme jugar sin él. —Recoge la etiqueta de su
botella de cerveza, la que se ha bebido durante toda la noche—. Su
novia llegó ayer.
—Eso debió haber sido duro.
—Casi prácticamente se sentó aquí y lloró encima de mí todo el
tiempo. —Su garganta se mueve cuando traga saliva con fuerza.
—¿Estuvieron juntos por mucho tiempo?
Se encoge de hombros. —¿Cuatro meses? ¿Tal vez cinco? No lo sé. 266
Pero no era del tipo que se quedaba con una chica por más de unas
semanas, así que sabía que ella significaba algo para él.
¿Qué hay de ti? No digo las palabras en voz alta, pero no puedo
evitar pensarlas. Claro, estuvo con Courtney durante un año, pero pasó
mucho tiempo sin estar comprometido, y un hombre como él, con su
aspecto, su dinero y su estatus social, debió de tener una gran cantidad
de las conejillas más lindas lanzándose contra él después de los juegos.
He aprendido todo eso, gracias a mi hermano, que por alguna razón
cree que es totalmente normal llamar a su hermana mayor y contarle
sus aventuras en la universidad.
No veo a Brett como el tipo de persona que trae a casa una chica
al azar para pasar la noche, pero podría estar muy equivocada. Puede
parecer que lo conozco, pero todavía no, realmente no.
Sin embargo, quiero desesperadamente que así sea.
A nuestro lado, Brenna suelta un ronquidito. Brett traslada su
mirada hacia ella por un rato largo. En el prolongado silencio, por fin
dice, muy suavemente: —¿Puedo preguntarte algo?
Mi estómago se contrae con ansiedad. —Sí.
Siento sus ojos en mi perfil. —¿Te pregunta alguna vez por su
padre?
De alguna manera, sabía que tendría que ver con el padre de
Brenna. —A veces.
—¿Y qué le dices?
Dudo. —¿Qué se supone que debo decirle?
Brett frunce el ceño y sacude la cabeza. —Lo siento, solo… Pensé
en lo difícil que debió ser para ti, estar sola y criar a una niña siendo
tan joven.
—Siempre hemos sido ella y yo. Eso es lo que ella conoce. Eso es
lo que yo conozco. —Estudio su cara pacífica—. Y trato de darle el doble
de amor para compensar cualquier cosa que pueda estarse perdiendo.
—¿Podrías hacer que te dé manutención, al menos? ¿Sigue en la
cárcel?
—Tendría que darle derechos sobre ella, y de ninguna forma voy a
hacerlo. —Solo la idea de tener que compartir a Brenna me inquieta.
Brett se está volviendo experto en leerme. —No te gusta hablar de
eso, ¿verdad?
—No.
El primer silencio incómodo se cierne sobre nosotros, y de repente
me encuentro ansiosa por escapar. —La tormenta no parece tan mala
como dijeron. Probablemente deberíamos pensar en irnos.
—No quiero que te vayas. —Me vuelvo para encontrar sus ojos
267
azules serios—. Usa mi habitación. Don te llevará mañana.
—¿En dónde dormirás, entonces?
—He estado en una habitación libre desde que llegué a casa. Las
escaleras son un dolor en el culo.
Mi mirada se aleja hacia la escalera metálica, que serían una
pesadilla si las subieras con muletas, al cuerpo dormido de Brenna, a la
constante lluvia contra el cristal de la ventana donde la tormenta es
probablemente tan mala como dijeron, para volver a Brett, que está
esperando pacientemente mi respuesta.
—Mírala. Está muy calentita y cómoda. No vas a hacer que se
siente en un asiento trasero de cuero frío durante horas en una
tormenta, siendo sacudida y golpeada, arriesgando su vida. Se va a
despertar confundida y asustada. Puede que no vuelva a dormirse
durante horas
Es más fácil que nada hacer que Brenna siga durmiendo desde el
auto a la cama, pero no voy a decírselo a Brett porque me gusta que me
facilite decir que sí por razones inteligentes, responsables y para nada
hormonales. Miro a mi ropa. —No he venido preparada.
—Puedes usar una de mis camisas.
Dormir en la cama de Brett y vestir su ropa. Con mi hija, me
recuerdo. Pero aun así, no esperaba que esta noche resultara así.
Un millón de veces mejor, en realidad.
—¿De acuerdo?
Esos hoyuelos se asientan profundamente en sus mejillas con su
sonrisa. —Bueno.
Asiento, de repente abrumada por la idea de pasar una noche
entera con él.
—Déjame llamar a Don. ¿Puedes llevarla arriba? Yo lo haría...
—No seas tonto. —Me río, incluso cuando me golpea la imagen
mental de mi hija en los brazos de Brett y mi corazón se estremece.
—Debe haber algunos cepillos de dientes de más y toallas limpias
en el baño. Y no te preocupes, mi papá cambió las sábanas.
¿Está mal que me sienta decepcionada al oír eso?
Siento los ojos de Brett en mí mientras recojo el diminuto cuerpo
caliente de Brenna. Solía ser tan fácil moverla, pero estoy descubriendo
que cada vez es más difícil. Mis brazos se esfuerzan para el momento en
que llego a la parte superior de la escalera.
El dormitorio de Brett se encuentra en el lado pequeño, y tan
limpio y aseado como el resto de su casa, con una vista de Filadelfia por
los dos lados, aunque las cortinas ya están bajadas. No paso mucho
tiempo allí, solo el suficiente para meterla en la cama tamaño King y
asegurarme de que no se mueva. Un ruido fuerte como un trueno suena 268
mientras bajo furtivamente por la escalera, y cruzo los dedos para que
ella no se despierte con pánico.
Brett no está en la sala de estar, así que me tomo el tiempo para
limpiar, recoger y cargar los platos sucios en el lavavajillas, y luego voy
al baño.
Una voz baja por la puerta entreabierta del dormitorio llega a mi
oreja, deteniendo mis pasos.
—No… No me importa… No… —La voz de Brett lleva ese tono
raro—. Dales lo que quieran para mantenerlos callados. No quiero que
esto le llegue a ella.
La inquietud se asienta en mi columna vertebral mientras repito
sus palabras. No puede ser Donovan con quien esté hablando. ¿A quién
necesita que mantengan callado? ¿Acerca de qué? ¿Y qué no quiere que
le llegue a “ella”?
—No, no van a recibir ni un puñetero centavo de esto… No me
importa… Solo avísame cuando esté hecho, ¿sí? Tengo que irme.
Cierro la puerta del baño rápidamente, antes de que me atrape
escuchándolo.
Cuando salgo unos minutos más tarde, Brett acaba de salir de su
dormitorio. Me sonríe.
Dudo. —¿Está todo bien?
—Todo va genial. ¿Se sentirá cómoda allí arriba? —Ya no hay
indicios de ese tono en su voz.
—Sí, está inconsciente por ahora. Aunque la tormenta puede
despertarla, si se vuelve más fuerte. —Tal vez esa conversación no tuvo
nada que ver conmigo. Pero si era así, entonces, ¿con quién tenía que
ver?—. ¿Seguro que todo está bien?
Me aparta un mechón suelto de mi frente. —En lo que a ti y a mí
respecta, todo es perfecto.
Otro ruido fuerte de un trueno nos responde, y contengo mi
respiración, haciendo una pausa para escuchar durante un momento,
mis ojos en el techo sobre nosotros.
Tengo que reírme cuando me doy cuenta de que Brett está
haciendo lo mismo.
—Ven aquí, tengo que enseñarte algo. —Se retira a su habitación.
Lo sigo con un revuelo de excitación en la boca del estómago mientras
veo la cama medio hecha. Como cualquier otra parte del condominio de
Brett, esta habitación es elegante pero sin personalidad, pintada de
blanco, la ropa de cama blanca, nada más que un televisor de pantalla
plana colgando de la pared.
—Solo por curiosidad, ¿cuánto tiempo has vivido aquí…? —Mi
pregunta se pierde en mi garganta, cuando Brett se balancea hacia
adelante sobre sus muletas hasta que su cuerpo ancho se cierne sobre 269
mí, atrapándome entre la pared y su figura dominante.
—¿En este condominio? Alrededor de tres años. Desde que firmé
con los Flyers. —Se inclina hacia adelante para arrastrar sus labios
sobre los míos—. He estado muriendo por hacer esto desde que entraste
por la puerta —susurra, sus pestañas largas y gruesas cosquilleando
mi piel mientras parpadea—. Me despierto cada mañana pensando en
ti. —Mi cabeza se golpea suavemente contra la pared mientras cierro los
ojos, disfrutando la sensación de su boca contra mi oído—. Me acuesto
pensando en ti. —La sangre corre por mis venas con la adrenalina que
crean sus palabras—. Por favor, dime que no solamente yo me siento
así.
—No. —Logro decir en un gemido susurrado, agradecida de que
mientras yo dudo en expresar mi atracción por él, Brett parece no tener
ningún miedo en absoluto.
Dejo que mi mirada se deslice por la ventana detrás de nosotros,
la imagen de la espalda de Brett reflejándose en el cristal. Una punzada
de preocupación pincha mi lado responsable. —¿Las personas pueden
vernos desde aquí? —Las luces están encendidas, las cortinas no están
bajas, y este lado del condominio enfrenta a otro edificio. Seguro, es
arrasador, pero...
Brett golpea su mano contra el interruptor de luz en respuesta,
arrojándonos a la oscuridad mientras cierra su boca sobre la mía de
nuevo. Esta vez me agarra la cintura y me atrae hacia su cuerpo,
levantándome mientras se balancea en sus muletas, su lengua se
desliza a través de la abertura de mis labios, burlándose de mí,
instándome a abrirme para él. Lo hago, y suspira, instalándose en esa
manera lenta e hipnótica que tiene de besar.
El calor palpita por mis venas en segundos, despertando mis
miembros, haciendo que mi piel pique por su toque. Haciendo que mis
dedos tiren de su camiseta, queriendo sacársela.
También queriendo quitarle los pantalones.
Queriendo quitarme mi ropa.
Queriendo sentir cada centímetro de su piel caliente contra la
mía.
El rayo atraviesa el cielo con frecuencia, enviando destellos
brillantes hacia la habitación. Una burla, en realidad, para darme un
breve vistazo de su ancho hombro o la curva de su dura mandíbula.
—¿Te parece bien si te traigo hasta aquí? —susurra contra mi
boca.
—Sí.
—¿Qué tan lejos quieres que vaya esta noche?
Dudo. ¿Pensaría menos de mí si le dijera los pensamientos que se
arremolinan dentro de mi cabeza? ¿Si le preguntara si tiene protección
en el cajón de la mesita? ¿Si tenemos que preocuparnos de que nos 270
escuchen?
Como de costumbre, de algún modo siente lo que estoy pensando.
—Estoy de acuerdo con cualquier cosa que digas, Cath. Solo tienes que
decírmelo, para no ir demasiado lejos. Me lo dirás, ¿verdad?
—Sí.
—Bueno. —Se libera de mí para acomodarse de nuevo hasta el
borde de su cama. Apoyando sus muletas al azar contra la mesilla de
noche, sacándolas del camino, extiende una mano, haciéndome señas.
Tengo cuidado de no golpear su yeso en la oscuridad mientras
doy un paso hacia adelante. Acaricio sus hombros con mis manos,
aunque no puedo evitar que vaguen, dibujando líneas a lo largo de la
cresta dura de su clavícula con las yemas de los dedos, maravillándome
de cómo sus músculos lo rodean. Dejo que mis dedos se deslicen bajo
su camisa, con cuidado de no estirar el algodón.
Las manos tibias agarran el exterior de mis muslos, deslizándose
de arriba abajo, suave y lentamente. En la tercera pasada, sus dedos se
deslizan bajo la tela suelta, hasta el borde de mis bragas de encaje.
Nunca he considerado lo fácil que es el acceso debajo de este mono, y
ahora que él está agarrando suavemente la curva de mi trasero, un
latido profundo se instala en mi centro.
—Eres la mujer más impresionante que he conocido.
Sacudo mi cabeza y sonrío, un descarte sin palabras de su
adulación. Literalmente me ha visto en mi peor momento sin ducharme,
oliendo a comida quemada y grasienta, con ropa raída y desgastada.
Está delirando.
Sonríe. —Me alegro de que no seas consciente. Creo que es parte
de tu encanto. —Una ola de rayos, especialmente larga, estalla en el
cielo, llenando la habitación, lo suficiente para captar sus adorables
ojos mientras me miran—. Nunca he deseado a nadie tanto como a ti. Ni
siquiera una fracción.
Mi corazón se hincha con sus palabras, crudas y emotivas y me
deshago con su sinceridad.
—Yo… —vacilo. Recuerdo un momento en el que no me importaba
si un hombre sabía que lo deseaba. Cuando la idea de coquetear no se
encontraba con la aprehensión, cuando la idea de ser abandonada y
que me rompieran el corazón nunca entraba en mi mente. Cuando no
sabía lo que se sentiría ser avergonzada por haber expresado mi deseo.
Pero eso fue hace años en el pasado y este es Brett, un tipo que
tengo que creer que nunca me permitiría sentir vergüenza ni por un
segundo. Puedo ser inteligente y aun así vivir, aun así permitirme
confiar.
Y perseguir lo que quiero.
Puedo permitirme amar de nuevo. 271
—Quítate esto —le pido, demasiado tímidamente, pero equilibro la
petición humilde tirando de su camisa.
Sin vacilación, sus manos dejan mi cuerpo para extenderlas por
encima de su cabeza y suavemente retira el algodón suave, arrojándolo
a un lado. Los relámpagos parpadean y sofoco un gemido ante la breve
visión de esas curvas y crestas.
Su risa en respuesta es oscura y juguetona. —Hay un interruptor
allí, en la pared. Toca eso y entonces podrás encender la lámpara.
Lo hago, y un panel de cortinas se desliza por las ventanas,
acallando el caos de afuera. La lámpara emite un tenue resplandor.
Brett sonríe, sus ojos parpadean mientras me observa mirándolo
descaradamente. —¿Mejor?
Me las arreglo para asentir, y luego me rio de mí misma, de lo
boquiabierta y tímida que me vuelvo a su alrededor.
—Ven aquí. —Me guía hacia la cama a su lado, haciéndome bajar
suavemente, luchando para girar su cuerpo hacia mí en tanto mantiene
su pierna quieta. Mientras que el ángulo hace que los músculos de su
estómago se tensen de una manera que hace que mi mandíbula caiga
temporalmente, no puede estar cómodo.
—Detente, te vas a lastimar. Recuéstate.
Presiono su pecho desnudo tocando su piel cálida con las palmas
de mi mano mientras lo acuesto de nuevo sobre sus codos. Es
abrumador como se ve su tamaño en la cama matrimonial.
—¿Cómo demonios logré sacarte del coche? —Dejo caer mi mano
con la intención de tocar su estómago, solo que él se está deslizando del
colchón.
Y mi mano cae veinte centímetros más abajo.
Salto y me alejo rápidamente, pero no antes de haberlo sentido
sólidamente a través de sus pantalones. —No quise tocarte ahí. —Me
arden las mejillas.
Él cae contra la cama, su respiración más rápida que antes, y
una risa íntima se escapa de sus labios.
—¿Qué es lo que querías tocar entonces?
—Tu estómago. —Mis ojos observan su pecho con los cuadritos
como una tabla para lavar, pero luego van más abajo, donde sus
afilados cortes de cadera orientan al sur y sus pantalones deportivos
resaltan su dura longitud.
—¿Puedes dejar de apresurarme?, me gustaría llevar las cosas
despacio.
Mi risita es suave al principio, un sonido vergonzoso, pero se hace
más alto y más fuerte rápidamente, hasta que estoy riendo desde lo
profundo de mi vientre incapaz de contenerme.
272
—¿Qué es tan gracioso?
—Mi amiga Misty se preguntaba cómo funcionaría esto, contigo
con un yeso. —Yo diría que sería torpe. Sería todo codazos y rodillazos,
nada parecido a una escena sensual de una película.
—Si dejaras de intentar aprovecharte de mí, tal vez podríamos
averiguarlo.
—Ohh, ¡cállate! —Estiro mi mano para empujar sus costillas, pero
está listo para ello, agarrándose a mi muñeca. Fácilmente me tira hacia
él, hasta que puedo sentir su corazón latiendo salvajemente contra mi
pecho.
Estudio su hermosa cara debajo de mí, mientras él aleja mi pelo
suelto para examinarme. A pesar de las mariposas en la boca de mi
estómago, me siento cómoda con él.
—Déjame mostrarte cómo funciona. —Brett me agarra por detrás
de la cabeza y me tira hacia abajo, envolviéndome con sus brazos para
sostenerme contra él mientras me besa profundamente, el estado de
ánimo a nuestro alrededor cambia repentinamente.
La tormenta que estaba fuera ha pasado sin despertar a Brenna,
los estruendos son distantes y suaves, la lluvia ahora es una llovizna
ligera contra el cristal. Ya no se puede enmascarar los sonidos que
hacen nuestros labios rosados e hinchados por la fricción, ni nuestras
respiraciones superficiales, ni nuestros gemidos, cada uno de nosotros
esperando que el otro haga ese movimiento audaz.
Es Brett el que finalmente se rinde, sus dedos tanteando el lazo
de seda que está alrededor de mi cintura, desatándolo para soltarlo. Se
separa de nuestro beso lo suficiente para verme, como pidiéndome
permiso mientras sus manos se posan sobre mis hombros, con las tiras
a su alcance.
Le doy un simple asentimiento.
Y entonces está quitándome mi top, exponiendo mi sujetador de
encaje negro por el cual derroché la semana pasada en Target. Su boca
hace un camino hacia abajo, aterrizando en mi clavícula mientras me
coloca sobre mi espalda para quitar el traje ya suelto de mis caderas.
Sin embargo, él no se detiene ahí, usando su mano para bajarlo por mis
muslos, más allá de mis rodillas. Levanto mi pierna permitiendo que se
deslice más allá de mis tobillos hasta que lo haya quitado.
Pero es como si Brett hubiera alcanzado su umbral de lentitud y
constancia, porque inmediatamente estira el brazo para desabrochar mi
sujetador con facilidad. Sé que si le digo que se detenga lo haría. Pero
no digo ni una palabra, dejándole maniobrar hasta que se apoya en un
codo y se mete un pezón en la boca. Jadeo al sentir su lengua contra
mí.
Todavía no puedo creer que esto esté pasando.
273
Envolviendo mis brazos alrededor de la cabeza de Brett, mis
dedos acarician su gruesa melena y cierro los ojos, intentando absorber
la sensación de él adorando mi cuerpo. Tratando de mantener la calma.
Cuando la mano que acaba de estar en mi estómago se desliza,
me tenso, y se detiene, la punta de sus dedos descansando en el borde
de la cintura de mis bragas. Levanta su cabeza para mirarme, con sus
labios entreabiertos y húmedos, su aliento patinando sobre mi pecho
con piel de gallina.
Sus ojos azules oscurecidos y brillantes.
—Solo estoy nerviosa —admito, dejando que vea mi tímida sonrisa
mientras juego con un mechón de su cabello.
—Yo también. —Se inclina para besarme suavemente en los
labios.
Y luego su mano se desliza dentro de mis bragas.
Las inhalaciones agudas son simultáneas, al primer deslizamiento
de su dedo, a la prueba evidente de cuánto quiero esto, y a él. Pero no
dice una palabra, suspirando suavemente mientras me toca, mientras
siento su mano callosa tan suavemente, tan magistralmente trabajando
a un ritmo lánguido, que mi cuerpo se relaja y se abre hacia él, y pronto
empiezo a inclinarme en búsqueda de alivio.
Esos ojos azules aún permanecen bloqueados con los míos, y en
vez de sentirme cohibida, no me importa en absoluto, rozando la fina
barba de su mejilla con mi pulgar mientras mi respiración se vuelve
irregular y mi garganta comienza a arder y, finalmente... él me observa
en tanto mi cuerpo se tensa y pulsa bajo su tacto, su propia respiración
temblorosa.
Cae de espaldas; el esfuerzo de sostenerse apoyado en un codo
debe ser agotador. —Dios, eres tan malditamente hermosa. Tu cuerpo…
la forma en que te corres… —Su mirada recorre mi estructura esbelta,
desnuda excepto por las braguitas negras—. Quiero hacer eso todas las
noches.
—Ajá. —Dudo que un chico pueda ser así de aplicado.
—¿No me crees?
—¿Todas las noches?
Una sonrisa socarrona se extiende por sus labios. —Bueno, de
una forma u otra. No querría que te aburrieras.
—Como si me pudiera aburrir. —Mis ojos van a la deriva sobre su
pecho jadeante, sus piernas extendidas… esa cresta grande. Tener eso
cada noche. Es tan vibrante, tan vivo, tan... mío. En el fondo, oigo esa
vocecita que insiste en que lo he salvado. Cada centímetro de él.
Mi mano duele con la necesidad de sentirlo de nuevo.
Me pongo de costado y aliso mi mano sobre su estómago, como
quería hacer antes. 274
Y luego bajo más para tomarlo, esta vez, intencionalmente.
Está tan duro.
Me mira mientras tomo el coraje de empujar mis dedos debajo de
la pretina, primero de sus pantalones, luego de sus calzoncillos, para
llenar mi mano con él, dando placer en la piel suave de terciopelo.
Una suave maldición se desliza de sus labios, con el primer desliz
de mi pulgar sobre su punta, sus dedos levantándose para jugar con
mechones de mi pelo mientras empiezo a acariciarlo, pero el elástico lo
hace difícil.
—Ayúdame a quitarme esto —dice, tirando uno de los lados.
Liberando mi mano, me siento y agarro ambos extremos de sus
pantalones, esperando a que levante sus caderas, la anticipación de ver
a Brett desnudo por primera vez es mucho para soportar.
—¡Mami!
—Mierda —siseo al escuchar a Brenna llamarme, su voz atada
con miedo. Miro a Brett tendido en la cama—. Lo siento, solo será un
minuto.
—Ponte esto. —Me pasa su camiseta y la paso por encima de mí.
El dobladillo alcanza la mitad de mi muslo.
—¡Mamá! —Es fuerte y más urgente.
—Lo siento.
—No lo hagas.
—Vuelvo enseguida. —Robando un último beso, corro hacia las
escaleras, sin querer que ella intente bajarlas medio dormida o que
levante a Richard. La encuentro acurrucada en una bola en el rellano,
con una mirada enfurruñada y somnolienta en su cara. Recogiéndola,
la llevo a la cama y la meto bajo las sábanas tibias y sedosas. Intenta
tocarme, aunque sus ojos están cerrados pero sus deditos tantean en el
aire y sé que no va a ser tan simple salir.
Me acuesto a su lado, y se desliza para acurrucarse en mi pecho.
—Hueles al perfume de Brett —murmura.
Sonrío, sin corregirla y espero silenciosamente su respiración
superficial. Pasan veinte minutos antes de que pueda arrancarme de la
cama sin que se mueva.
Me meto en el baño de Brett y busco con cuidado en sus cajones
el cepillo de dientes de repuesto, mientras hago inventario de todas sus
cosas personales: su marca de desodorante, las cuchillas de afeitar con
las que se afeita, el frasquito de colonia de vidrio, medio lleno.
Mi corazón salta cuando logro ver una caja abierta de condones
en el fondo izquierdo del cajón. Un vistazo dentro me muestra que solo
quedan unos pocos. Aunque no quiero pensar en Brett teniendo sexo
con otras mujeres, me pregunto si tal vez debería llevar uno conmigo. 275
Lo considero mientras cepillo mis dientes y luego, recordándome
que es mejor prevenir que lamentar —y está confirmado que no puedo
confiar totalmente en las pastillas anticonceptivas—, meto uno en la
palma de mi mano y regreso en puntillas al cuarto de Brett.
Se había alistado para la cama mientras yo estaba lidiando con
Brenna. Sus pantalones de entrenamiento cuelgan en el poste de la
parte inferior de la cama, su cuerpo cubierto hasta su cadera por una
sábana.
Y parece que está dormido.
Así que simplemente me siento en el borde de su cama y admiro
su tranquila y hermosa cara por un largo momento.
Y pienso de nuevo en lo cerca que estuvo de morir esa noche.
Lo cerca que estuve de nunca tener la oportunidad de conocerlo,
de sentir esto.
Sea lo que sea esto que está creciendo entre nosotros. Es intenso
y rápido, eso lo sé. Y no esperaba menos, no hay intermedios con él, ni
casualidades, no después de todo lo que hemos atravesado juntos.
Se siente mágico. Parece un cuento de hadas. Que un hombre
como Brett —tan encantador, tan talentoso, tan impresionantemente
guapo, tan aparentemente perfecto en todos los sentidos— pudiera
enamorarse de una mujer común como yo.
No es de extrañar que la gente quiera el final feliz, entre nosotros.
Quiero el final feliz.
Incluso si me está costando permitirme creer que puede existir.
Resisto la urgencia de apoyar mi palma en su pecho, sin querer
despertarlo ahora que ha logrado dormirse, y apago la lampara.
Y decido, en ese mismo momento, que voy a aprovechar cada
segundo con él, mientras dure este loco hechizo que el destino ha
lanzado sobre nosotros.
276
Traducido por Beatrix & AnnyR’
Corregido por Florpincha
***
***
***
294
Traducido por Beatrix
Corregido por Laurita PI
***
***
326
—¡¿Dónde está la cumpleañera?! —La voz de Keith resuena de
forma dramática desde un lugar oculto, atravesando la gigante casa
vacía, hacia el pórtico cubierto.
Brenna chilla cuando él aparece en la puerta, entrecerrando los
ojos contra el sol poniente.
—Justo a tiempo. —Ya se encuentra abriendo los regalos de mis
padres, Lou y Leroy. Todo lo que falta es la bicicleta que Jack, Emma y
yo le compramos, la cual ahora mismo se halla escondida en la cochera.
—¿Lo hiciste tú mismo, Singer? —se burla Jack, asintiendo hacia
la caja rectangular, envuelta en papel fucsia y adornada con lazos.
—En realidad, mi mamá lo hizo —admite Keith al tiempo que
coloca la caja delante de una ansiosa Brenna, ganándose una carcajada
por parte de Jack.
—¿Por qué tan tarde? —pregunto.
—El trabajo me retuvo. —Intercambia una ronda de saludos,
terminando con un ceño fruncido—. ¿Dónde está Misty?
—Retrasada como de costumbre —murmura Lou, aún picoteando
de su hamburguesa. Leroy no pudo conseguir un cocinero que cubriera
el desayuno esta mañana, por lo que cambiamos la fiestita de Brenna a
una cena y trajo sus famosas hamburguesas.
—En realidad, no sé con seguridad si va a venir.
—Nunca se perdería el cumpleaños de Brenna —nos recuerda
Keith.
—Sí, tenía planes en Filadelfia. —Para visitar a DJ. Cuando me
sugirió traerlo aquí, y dije que no, no lo tomó demasiado bien—. Puede
que aparezca más tarde. Le di el código de la puerta.
Hace dos días Brett mandó a instalar una verja de hierro, junto
con una pequeña cámara, escondida hábilmente en la parte inferior de
una lámpara para exterior, inclinada para enfocar el final de la entrada.
Y cámaras alrededor de la propiedad. Y un sistema de seguridad para
toda la casa. Traté de discutir que exageraba, pero cortésmente señaló
que su madre no podría quedarse aquí sin ello. Me callé después de eso.
—¿Le diste a Misty el código? —Keith frunce el ceño mientras se
vuelve hacia Brett—. Tal vez quieras pensar en cambiar eso esta noche.
Brett se ríe entre dientes. —Anotado.
—¡Oh, hombre! —La carcajada de Jack llega a través de la larga
extensión de pasto detrás de nosotros—. Vas a encontrarla revisando tu
cesto de ropa sucia esta noche.
—¡Jack! —lo regaña mi madre.
—O enjabonándote la espalda en la ducha.
Incluso mi padre y Leroy no pueden evitar reír.
—De acuerdo, dejen en paz a nuestra amiga ligeramente loca. 327
Oye, ¿Jack? —Hago un gesto con la cabeza hacia la cochera.
—Déjame ir contigo. Hay un código para entrar. —Brett se mueve
de su lugar contra la pared, su mano roza mi hombro suavemente al
pasar.
—También voy. Quiero ver tu Mercedes-Benz. —Keith sigue a los
dos hombres.
—En verdad ha puesto mucho dinero en la seguridad de esta casa
—dice mi madre, recolectando obsesivamente las últimas envolturas y
platos de papel. Leroy apenas bajó su plato antes que éste se fuera a la
bolsa de basura. Lou incluso hizo un comentario impreciso sobre cómo
deseaba que su personal se interesara la mitad de lo que hace mi mamá
al limpiar las mesas. Aunque no lo dijo con desprecio, supongo que a
Hildy Wright no le gustó ser comparada con el personal de la cafetería
en la parada de camiones de Lou, bueno… por lo menos no pasó de un
momento tenso y una mala mirada.
Oigo las incontables preguntas no dichas y pensamientos detrás
de la simple observación de mi madre.
El señor y la señora Chase pueden no tener idea de a quien le
vendieron su antigua mansión victoriana en Jasper Lane, pero la mayor
parte de la ciudad lo ha descubierto para este momento, luego de
observar las puertas siendo instaladas y verme entrar y salir unas
pocas veces. Los medios ya lo saben, pero aparte del ocasional auto
estacionado y una cámara con lente de largo alcance apuntada a la
casa, no han sido tan malos.
No había resuelto con exactitud lo que le diría a mi familia esta
noche, pero entonces Brenna salió al patio con mi libreta de bocetos y
anunció que Brett le compró la Casa de Pan de Jengibre y que sería una
posada.
—Es su dinero, y su casa —digo con sencillez.
La mirada de respuesta de mi madre, así también como las de
Lou y Emma, me dicen que no se lo creen ni por un segundo. Papá y
Leroy tienen el buen juicio de mantener las cabezas gachas.
Brenna frunce los labios mientras cuenta silenciosamente sus
regalos, y sé que nota mentalmente que todavía no hay nada de mi
parte, o de la de sus tíos. Se pregunta si de algún modo lo olvidamos.
—¿Qué les toma tanto tiempo? —pregunto.
El perro de un vecino cercano empieza a ladrar salvajemente,
seguido por otro. Y un tercero, junto con algunos gritos. Me levanto,
lista para ir a comprobar.
Y de repente, una bola de pelusa blanca y gris viene corriendo de
la parte trasera, seguida rápidamente por un Jack y Keith corriendo a
toda velocidad.
La pelusa lleva un lazo rosado. 328
—Oh, Dios…
—¡Stella! —Brenna sale corriendo por el pasto, sus regalos
anteriores siendo olvidados. El perro raza husky siberiano gira y se
lanza hacia ella, con la lengua colgando. Se caen en un montón de risas
y pelaje.
—Lo siento, Cath. Keith la quería sacar de su camioneta para que
espere adelante con una correa. —Jack respira con dificultad, como si
hubiera estado corriendo—. Pero esa perrita es rápida. No pudimos
atraparla. —Empieza a reírse—. Aunque apuesto que ese fotógrafo tomó
una invaluable foto de nosotros intentándolo.
—¿Le compraste un perro a Brenna? —le siseo a Keith.
Sus manos se levantan en señal de rendición, con el pecho
subiendo y bajando. —Solamente soy el chico de las flores y el que
entrega perros de parte de Madden, ¿recuerdas? Él le compró a Brenna
el perro. —Asiente hacia Brett, quien apenas viene doblando la esquina,
con una sonrisa tímida en el rostro. Keith y Jack de inmediato se alejan
en tanto acorto la distancia.
—¿Qué has hecho? —Mencionó un perro de pasada, pero no me
esperaba esto. ¿Por qué no lo esperaba?
—Singer me dijo que es mejor actuar primero y rogar perdón
después.
—Sí, esa es la forma de actuar de Keith. He querido asesinarlo
una docena de veces.
—Vamos. —Me gira por los hombros y apoya su barbilla sobre mi
cabeza—. Mira lo feliz que es Brenna.
—Por supuesto. Este es literalmente su sueño hecho realidad. —
Todo aquí lo es. El perro, la casa, la familia y los amigos que la rodean
en su cumpleaños.
—Y merece que su sueño se haga realidad. Es una buena niña.
—¡Mira, mamá! ¡Es Stella! —Su sonrisa es más grande que
nunca.
—No se nos permite tener perros en mi casa.
—Esta es tu casa.
—No, esta es tu casa —me quejo obstinadamente.
—¿Por cuánto tiempo vas a mantener esa farsa? —Su voz se halla
llena de diversión al imitar mis palabras de la semana pasada.
No podemos discutirlo ahora. Suelto un suspiro y simplemente
me permito escuchar la contagiosa risa que Brenna lleva hacia la noche
mientras mi garganta se aprieta con emoción.
—¿Qué tan enojada te encuentras en este momento?
—Furiosa —susurro en voz baja, las lágrimas amenazando con 329
salir—. Pero gracias. Por estar en nuestras vidas. Nunca he sido tan
feliz.
Sus brazos se aprietan alrededor de mi cuerpo. —Yo tampoco. —
Hace una larga pausa—. Por cierto, le debemos a Keith un detalle. La
perra le orinó la camioneta.
No puedo evitarlo, me echo a reír. —Nunca dejará de reprocharlo.
—¡Misty! ¡Mira lo que me dieron! —grita Brenna.
Me giro para ver a Misty de pie en la puerta. Y, afortunadamente,
viene sola. Supongo que no está lo bastante molesta para saltarse el
cumpleaños de Brenna. —Debería ir allí.
—Bien. Tal vez no deberías darle el código de acceso a nuestra
casa.
—No empieces tú también.
Brett se inclina para presionar un beso contra mi mejilla. —Y te
prometo que harás que me arrastre para perdonarme por la perra más
tarde.
Le sonrío, incluso cuando mi sangre comienza a acelerarse. —No
te preocupes, lo haré.
Siento la mirada de Brett sobre mí a medida que camino hacia el
pórtico. —¡Hola! Me alegra que vinieras. —Asiento hacia la bolsa de
regalo rosa colgando de las yemas de sus dedos—. Tendremos que darle
eso más tarde. Ahora anda un poco distraída.
—Ya veo. —Los amplios ojos de Misty se mueven de mí a todos los
que rodean a Brenna y Stella—. Tienes que mostrarme el pórtico —
suelta, yendo hacia allí.
Camino detrás de ella. —Nos entregaron los muebles hace un par
de días, pero todo se encuentra aquí.
La dirijo hacia el apartamento separado en la parte trasera, donde
los chicos de la entrega dejaron un sofá gris oscuro, un televisor de
pantalla plana gigante, dos juegos de dormitorios completos, uno para
Brenna y otro para Brett y para mí. No sé de dónde ordenó todo eso
Simone, pero tiene un gusto impecable, debo reconocerlo.
—En realidad, es un poco raro. Es tan grande y está tan vacío en
este momento. No sé cuánto tiempo me llevará acostumbrarme…
—Matt no es el padre de Brenna, ¿verdad?
Mi boca se abre.
—Me mentiste. —Su labio inferior comienza a temblar, como
cuando de verdad se siente molesta. Y puedo ver que es así; un dolor
agudo brilla en sus ojos.
—Yo no…
—DJ me dijo que Matt le contó que ustedes nunca se acostaron. 330
Hablaron, rieron, luego trató de besarte y tú lo rechazaste.
Cierro los ojos en tanto soy llevada de vuelta a esa noche.
Recuerdo haber pensado que, si bebía lo suficiente, si fumaba lo
suficiente, olvidaría todo sobre Scott. —No mentí. —Mi voz se quiebra
en esa palabra—. Solo no te corregí cuando…
—¡Me has estado mintiendo durante todos estos años! —La
incredulidad llena sus ojos—. Después de todo lo que hemos pasado. Es
decir, ¡te sostuve la mano cuando Brenna nació!
Mi voz es un chillido grueso. —¿Podemos no hacer esto ahora?
Por favor. Te lo explicaré más tarde. —Si tan solo pudiera frenarlo…
Sin embargo, no hay quien sea capaz de contener a Misty, no
cuando está así de molesta. —¿Y permitiste que Lou, yo y todo el
mundo creyera que el padre de Brenna era un vendedor de drogas? ¿Por
qué?
—Porque era más fácil de esa manera.
Las lágrimas ruedan por su rostro. Siempre ha sido emocional,
llorando por cosas que yo apenas noto. Solo que, en esta ocasión, puedo
ver que la he herido gravemente.
—Es de Scott Philips, ¿verdad? Te volviste a acostar con él y no
querías que nadie lo supiera.
—¿Podemos hacer esto más tarde, por favor? ¿Cuándo mi familia
no se encuentre afuera? —Me voy antes de que Misty pueda insistir por
una respuesta.
Y encuentro una pared de rostros atónitos al final del pasillo: Lou,
Emma, Keith, mi padre y mi madre.
—Tenía el presentimiento de que DJ no traería nada más que
problemas. —La voz de Lou se oye incluso más hueca al resonar a
través del espacio cavernoso.
El espacio vacío donde las voces son transportadas. Y las
ventanas se hallan abiertas. —¡Brenna! —susurro frenéticamente—.
¿Dónde está?
—Está con Jack y Leroy. No escuchó nada. —Brett se encuentra
en la puerta abierta que conduce al pórtico cubierto.
Pero él sí lo escuchó. No es impacto lo que veo en su rostro. No
soy capaz de leer exactamente qué es. La comprensión de que no soy
tan honesta después de todo, tal vez. Que le mentí, al igual que todos
los demás.
Sea lo que sea, sin lugar a dudas significa que este cuento de
hadas ha terminado.
331
Traducido por Vane Farrow & Jeyly Carstairs
Corregido por Gypsypochi
***
Sé que es Brett quien sube las escaleras al tercer piso sin tener
que mirar, sus pasos lentos y cuidadosos.
—Deben haber colocado esta claraboya aquí intencionadamente
—murmuro en la oscuridad. Estoy tendida en el suelo de madera,
mirando la brillante luna llena sobre mí. Imaginando lo increíble que
sería dormir aquí mismo—. ¿Está Brenna en la cama?
Brett se deja caer en el suelo junto a mí con dificultad. —Está
discutiendo con Jack y Keith sobre el lugar de Stella. Quiere dormir con
ella.
—No puede. La perra hará pis por toda la casa.
334
—Eso es lo que están tratando de explicarle. —La risa suave de
Brett hace eco en la habitación—. Pero esa niña tiene una respuesta
para todo.
Debería estar abajo, lidiando con eso. Pero he estado escondida
aquí durante la hora pasada. Tratando de aferrarme a todo por un poco
más de tiempo.
—Lo siento.
Suspira. —Sé que sí, Cath.
—El día que descubrí que estaba embarazada, me encontraba en
el baño de Diamonds, en medio de mi entrevista. Todo pasó tan rápido,
y cuando Misty supuso que era el bebé de Matt, le seguí la corriente. No
quería admitir que era de Scott. Que me había acostado con él después
de que me dejó soportar el peso de ese escándalo. Cómo había sido tan
estúpida como para pensar que dejaría a Linda por mí.
—¿Te dijo que lo haría?
—En esas palabras no. —Pienso en esa noche, en lo que dijo y en
la mirada en sus ojos llenos de lujuria—. Sin embargo, definitivamente
jugó conmigo, para conseguir lo que quería de mí. Se rió en mi cara.
Pero estaba tan segura de que iba a obtener lo que quería. —La última
que riera, cuando mi madre y todos los idiotas que juraron que Scott
Philips nunca se interesó en mí nos vieran paseando de la mano por la
acera, hablando de dónde deberíamos vivir en Filadelfia. Por supuesto,
guardé silencio sobre él después de esa noche. Esperando que Scott
llamara, que apareciera en la puerta de Misty por mí.
Y luego, oí una semana más tarde que Linda y Scott se hallaban
comprometidos y que ambos habían aceptado trabajos de enseñanza en
Tennessee, con efecto inmediato. Linda no había estado horneando
galletas y orando ese fin de semana. Estuvo en Memphis, arreglando un
apartamento para ellos.
—Todavía es embarazoso, pensar en lo patética que era.
—Tenías diecisiete años.
—No parece una excusa muy buena. —Sacudo la cabeza—. La
verdad es que no pensé que la mentira duraría, pero me alegré cuando
lo hizo. Ya estaba harta de que la gente hablara de mí y de Scott Philips.
Pensé, ¿a quién le importaba si la gente pensaba que era Matt? Él no
vendría. No existía ninguna conexión, aparte de DJ.
—Pero Scott Philips tiene dinero. Su familia tiene dinero. No
habrías tenido que luchar como lo hiciste. Además, si contabas esto, él
no podría negar que hubo algo entre ustedes dos.
—Y así estaría atada a ellos para siempre. Y Brenna también. —
Nunca conocí a Melissa Philips, pero Lou tuvo una discusión con ella
por una propiedad y me confirmó que es una perra controladora y
despreciable. Y confío en la forma de juzgar el carácter de Lou. Pero sí 335
conozco al señor Philips, el abuelo de Brenna. Solamente imaginarlo,
mirándome desde el escritorio de su oficina, me pone tensa—. Si su
padre estuvo dispuesto a acorralar y coaccionar a una niña de diecisiete
años usando su autoridad, ¿qué otra cosa estarían dispuestos a hacer
él y su esposa por su hijo? —Que esos dos sean abuelos de Brenna me
hace temblar.
Todavía no he encontrado las agallas para mirar a Brett, pero oigo
sus dientes apretarse a mi lado.
—Sé que él me manipuló, y ha manipulado a otras. No quiero un
hombre como Scott en la vida de Brenna.
—No te culpo.
Siento una sonrisa amarga tocar mis labios. —Y sin embargo no
la tendría si no fuera por él. Es duro odiarlo, cuando ella es lo que tengo
debido a eso. Casi no parece correcto, que me hayan recompensado con
una niña como ella.
El silencio cuelga entre nosotros.
—Pero no puedo culparlo, del todo. Soy la que monté mi bicicleta
hasta allí esa noche. Y me gustaría decir que no me hubiera acostado
con él si no me hubiera mentido acerca de Linda. Pero si estoy siendo
sincera, no creo que hubiese importado. Estaba enamorada de él. Me
habría convencido a mí misma de que estaba bien, pase lo que pase. —
Nunca lo he admitido en voz alta a nadie, ni a mí misma—. ¿En qué tipo
de persona me convierte eso?
Brett suspira. —En una persona que ha cometido algunos errores
grandes. —Es imposible leer su tono. ¿Se encuentra enojado? ¿Triste?
¿Frustrado?
¿O es simplemente el sonido de la resignación?
Un doloroso bulto se forma en mi garganta, al tiempo que mi
pesar me abruma. —Ojalá te hubiera contado todo.
—¿Y no sentiste que podías? ¿Después de todo lo que hemos
pasado?
—Supongo que no.
¿Qué debe estar pasando dentro de la cabeza de Brett? Que se ha
metido en un lío, probablemente. Esto no va a ser tan simple como lo
fue cuando rompió con Courtney por mentirle. Ahora hay una enorme
casa con la que lidiar, junto con un perro y una niña que no entiende.
Además, Simone acaba de publicar una declaración que básicamente
dice que el cuento de hadas se ha hecho realidad.
El aullido de un cachorro atraviesa la casa. Me duele el corazón,
pensando en Brenna, en lo que esto le hará. —Voy a ver si mis padres
pueden hacerse cargo de Stella, solo hasta que encuentre un lugar
donde nos dejen tener un perro. —Si mi madre siquiera está hablando
conmigo. No pude mirar a nadie mientras me alejaba de la planta baja, 336
casi hiperventilando.
—Puedes quedarte aquí. Esta es tu casa.
—No quiero quedarme aquí. No sería lo mismo sin ti. —Brett está
ahora firmemente atado a cada pensamiento que tengo de la Casa de
Pan de Jengibre. Incluso este ático… Mi mirada se desvía hacia la pared
contra la que me folló.
—¿Por qué? ¿A dónde me voy?
Me vuelvo para encontrar a Brett frunciendo el ceño.
—Solo pensé… —Le he estado mintiendo, a toda mi familia, a todo
el mundo. La mentira es lo que terminó las cosas para él y Courtney, él
mismo lo dijo.
La luz de la luna llena proyecta un resplandor sobre su cara,
resaltando esos deslumbrantes ojos azules mientras vagan por mi
rostro. —Lo sabía.
—¿Qué?
—Bien… lo supuse. —Se mueve sobre su espalda—. Ese día en el
supermercado, cuando nos topamos con él.
—¿Crees que ella se parece a él? —El pánico se agita dentro de
mí. Siempre me había acostumbrado al hecho de que, a pesar del tono
oliváceo de la piel, de sus rizos y del anillo de avellana que rodeaba a
sus pupilas, realmente se parecía a mí.
—No. Pero vi algo familiar en sus ojos. Una mirada, creo. No sé
identificarlo exactamente, pero era extraño. En ese momento empecé a
preguntarme si decías la verdad sobre ese otro tipo. Tendría sentido,
por qué evitabas hablar del padre de Brenna, incluso conmigo.
—¿Por qué no me lo preguntaste?
—Porque pensé que tenías una buena razón para mentir.
—Dijiste que nunca había una buena razón para mentir. —No a
alguien que amas.
—Y sin embargo aquí estabas, mintiéndole a todos. Así que pensé
que realmente creías que no tenías otra opción.
¿Qué dice? —Así que compraste esta casa, adoptaste el perro y
nos pediste que nos quedáramos contigo… ¿Aunque lo sabías?
Una suave sonrisa le toca los labios. —Sí.
—Entonces… ¿No vas a terminar con lo nuestro? —Contengo mi
respiración.
Desliza su brazo debajo de mi cuello y acerca mi cuerpo contra él.
—No. No creo que pueda ni aunque quisiera. Estoy muy involucrado,
contigo y tu pequeño demonio. Pero no quiero hacerlo.
El peso aplastante repentinamente se levanta de mi pecho, en
337
tanto las lágrimas de alivio comienzan a fluir. Siento que sus brazos se
aprietan alrededor de mí mientras lloro suavemente contra él.
—Has estado cargando eso por mucho tiempo —dice de forma
tranquila, acariciando mi cabello.
Nunca me di cuenta de cuánta culpa había caído sobre mis
hombros hasta ahora. ¿Alguien me perdonará tan rápido y fácilmente
como Brett aparentemente lo ha hecho? —¿Qué tan enfadados están?
—No creo que nadie esté enojado. Contigo no, de todos modos. Y
Lou ya lo sabía.
No debería estar sorprendida, pero lo estoy. —¿Cómo?
—Dijo que siempre se lo preguntó, y luego cuando vio ese anuncio
de bienes raíces en el periódico, estaba segura.
Por supuesto. —¿Alguien más lo había averiguado?
—No. Tu madre trató de venir a hablar contigo, pero Keith y tu
papá bloquearon las escaleras.
—¿Ha mencionado alguna demanda?
—Creo que podría haber escuchado esa palabra, sí. —Mi cuerpo
se estremece con su risa—. Sin embargo, tu papá dijo que no hay de
qué preocuparse. Solo está enfadada, pero no se arriesgará a perderte
de nuevo. Nadie le va a decir nada a nadie sobre esto. Todos han
acordado mantenerlo oculto.
—Pero si Misty le dijo algo a DJ…
—No lo hizo.
—¿Estás seguro? Porque él es de esos imbéciles que vendería esta
historia a un tabloide. —Y ahora mismo, los tabloides estarían todos
emocionados por este chisme jugoso.
—Tendrías que preguntárselo a ella. —Se detiene—. Pero si yo lo
descubrí y Lou también, y ahora ese idiota está aquí... Tienes que estar
lista si sale a la luz. Y porque estamos juntos, eso hará que sea un
asunto más grande.
—Lo sé. Simplemente no sé qué haré si sucede.
Me limpia las lágrimas. —No te preocupes por eso. Te prometo
que tenemos mejores abogados y más dinero que esos idiotas. Si él o
sus padres incluso tratan de acercarse a Brenna, voy a hacer que se
arrepientan. —Sonríe—. De todos modos, estoy seguro de que su madre
ya me odia.
—¿Por qué? —pregunto con curiosidad.
—Los Chase intentaron usarla para la venta y les dijimos que el
trato se cancelaba si el nombre de Philips estaba en algún lugar del
papeleo. Ahora ya se habrá dado cuenta de por qué. 338
—¿Era eso de lo que hablabas, la noche que dijiste que no querías
que alguien recibiera un centavo?
Se detiene. —¿Escuchaste mi conversación telefónica privada?
—No. —Aparto la mirada. Ahora todo tiene sentido.
Se oye una conmoción debajo de nosotros, pasos que recorren las
habitaciones del segundo piso, Keith y Jack se turnan para decir el
nombre de Stella mientras la persiguen.
—¿En serio Keith no lo sabía? —La noche que me interrogó fuera
de mi casa, me preguntó por qué no podía seguir adelante, si seguía
enamorada de Scott. Estaba tan segura de que iba a dar el siguiente
paso y averiguaría lo que siempre ha estado colgando sobre mi cabeza.
El hecho de que compartimos una hija.
—Se sorprendió tanto como el resto. Jack le dijo que era un
policía de mierda por no haberlo visto.
Las lágrimas todavía fluyen de mis ojos, incluso mientras me río.
—¿Y tú? —Deslizo la punta de mi nariz sobre la línea dura de su
mandíbula, disfrutando de la sensación de su cuerpo presionado contra
el mío. No quiero volver a soltarlo nunca más—. ¿De verdad no estás
enojado conmigo?
—¿Yo? —Una sonrisa lenta se extiende por la cara de Brett—.
Estoy furioso.
***
—Para el camino.
Mis manos caen junto con el peso del contenedor de espuma de
poliestireno. —¡En serio, Leroy! —Abro la tapa para encontrarla llena de
panqueques de arándanos y tiras de tocino—. ¡No puedo comer así todo
el tiempo!
El rostro de Leroy se divide en una amplia sonrisa. —El chico
necesita sus calorías.
—Si su entrenador reclama, te lo enviaré.
—Hazlo. También voy a poner algo de carne en los huesos de su
entrenador. —Leroy lanza dos platos sobre el mostrador y golpea la
campana.
—¿Puedes enviar algunos lindos jugadores de hockey por aquí,
también? —pide Misty recogiendo los platos—. Me vendría muy bien
uno ahora. —Rompió con DJ el día después del cumpleaños de Brenna,
339
temerosa de que tenerlo en su vida pudiera causar turbulencia en la de
Brenna y la mía. Por fin entendió por qué me encontraba tan aprensiva
sobre tener cerca a DJ, aparte de que no me agrada como persona. Y, si
Misty es buena en una cosa, es en no guardarme rencor.
Sonrío. —Estaré atenta.
—¿Cath? ¿Puedes venir aquí un segundo? —dice Lou desde su
oficina.
Me encojo, revisando el reloj. Brett va a llegar aquí en cualquier
momento y aún no me he cambiado el uniforme. ¿Pero qué voy a decir?
—Por supuesto. ¿Qué pasa?
Señala con la cabeza la puerta.
La cierro. —Gracias por dejar que me vaya temprano.
—No hay problema. —Le frunce el ceño a la pantalla de su
computadora antes de inclinarse hacia atrás, deslizando sus gafas de
lectura sobre su nariz—. ¿Brenna está en casa de tus padres?
—No. En nuestra casa, con ellos. Y con Stella.
Se ríe entre dientes. —¿Hildy ya superó el fiasco en el patio
trasero?
—No exactamente… —Lo llamaría un lapso severo en el buen
juicio, pero mi padre decidió dejar a una Stella de cuatro meses de edad
en su patio trasero, mientras iba rápidamente a la tienda con Brenna
hace unos pocos fines de semana.
Volvieron a casa para encontrarse un jardín desarraigado y un
cachorro cubierto de barro.
Brenna dijo que nunca antes había visto el rostro de la abuela tan
aterrador.
—Oh, bien. Un poco de caos le hará bien a esa mujer. ¿Cómo van
los planes de renovación?
—Comenzarán pronto. —No puedo esconder la emoción en mi
voz—. Niya vino ayer para repasar los diseños finales con nosotros. —
Conmigo, en realidad. La diseñadora de treinta y dos años de Nueva
York y yo hemos estado intercambiando correos electrónicos e ideas de
un lado a otro para traer a la vida mi cuaderno de bocetos. Y luego va
con Brett para discutir los costos, porque ambos saben que voy a decir
que no a todo si veo el precio. Pero ya no discuto con él sobre el gasto
del dinero porque sé que va a gastarlo de cualquier manera—. Los
permisos deben ser aprobados la próxima semana.
—¿Cuánto tiempo creen que tardará?
—Dijeron que cuatro meses así que ¿estoy suponiendo que serán
ocho? Hay que doblar todo lo que digan, ¿cierto? —Tenemos suerte de
que nos podamos cerrar completamente en nuestro apartamento, pero
no podremos evitar el polvo y el ruido por completo. 340
—¿Y ese otro proyecto secundario que ella te preguntó si podías
hacer?
—Debería terminarlo la próxima semana. —Contrataron a Niya
para remodelar una casa en los Hamptons. Dijo que se encontraba
saturada y me preguntó si me gustaría realizar una idea de diseño
preliminar para el dormitorio principal. Ella me está pagando, pero no
puedo evitar sentir que también es una prueba.
—¿Es algo que crees que podrías hacer? Ya sabes, aparte de todo
lo de la posada.
—Sí. Creo que sí. Quiero decir, no sé qué clase de educación
necesitaría pero… sí, podría hacer que funcione. —Es gracioso, nunca
pensé que un folleto de bienes raíces en mi puerta finalmente me
llevaría aquí.
—Deberías investigar eso, entonces.
Mi teléfono suena con un mensaje de texto de Brett.
Los ojos de Lou se mueven a mi bolsillo. —¿Te tienes que ir?
—Probablemente esté afuera, esperando. Y todavía tengo que
cambiarme. —No voy a aparecer en la pista de hielo con mi uniforme de
la cafetería. La observo expectante, preguntándome por qué me llamó,
además de para ponerse al día.
—He escuchado que hay una orden de arresto contra Scott
Philips en Memphis.
—¿Oh? —Eso me toma con la guardia baja. He logrado no volver a
toparme con él, aunque hemos visto su rostro mucho en muestras de
bienes raíces. Y cada vez que lo hacemos, Brenna señala a “mi profesor
de arte”.
—Parece que una estudiante de dieciséis años ha presentado una
declaración condenatoria.
—No sería la primera vez.
—Bueno, esta vez también tienen varios testigos. Y no parece que
la niña ni su familia quieran retroceder. Esto podría funcionar.
Sacudo la cabeza ante el descaro de él. —Ojalá. —Curiosamente,
aparte de una sola conversación la semana después del cumpleaños de
Brenna, no ha surgido el tema de Scott Philips siendo el padre de mi
hija. Incluso mi madre se ha quedado callada. Posiblemente por miedo
a esta situación exacta. No quiere que su nieta se asocie con un hombre
que persigue adolescentes.
—De acuerdo, debería…
—Espera. —Lou frunce los labios.
Me doy cuenta que estaba yéndose por las ramas. Eso no es
propio de Lou. La inquietud se agita dentro de mí. 341
—Así que, esta es la cuestión. Tienes todas estas cosas en tu vida
ahora: estas cosas de diseño, tal vez la escuela en el horizonte; tienes
que cuidar a Brenna y esa perra salvaje suya. Y no te olvides de ese
hombre, que va a tener que estar en Filadelfia muchos más adelante,
sobre todo si hoy le va bien…
Mi estómago se contrae al pensar que mis días de acurrucarme
junto a Brett cada noche están por terminar. Han pasado casi cinco
meses desde el accidente. Ya le quitaron el yeso, ha estado trabajando
con un fisioterapeuta para fortalecer su pierna, que, aunque curada, no
es la misma.
Pero los médicos le han dado luz verde para volver a los patines.
Sid Durrand, el entrenador Roth, y los demás miembros del equipo de
Los Flyers tienen espuma en la boca por ver lo que vendrá.
—Así que, te voy a dar dos opciones, Cath: O renuncias o te
despido.
Solo la miro fijamente, esperando que su rostro severo rompa en
una sonrisa. No lo hace.
Ella se levanta de su silla para rodear el escritorio, alisando el
frente de su uniforme. —Escucha, te amo como a mi propio hijo. Más,
en realidad, que a mi propio hijo, aunque eso no es demasiado difícil. —
Sus ojos brillan con significado—. Y sé que esta no es la vida que quiero
para ti, entregar platos de comida y servir cafés para extraños. Te están
pasando todas estas cosas maravillosas y ya no necesitas este lugar.
—Pero necesito un trabajo para…
—No te atrevas a decirme que es por dinero, Catherine. Estarás
bien. Deja que él te cuide mientras te enfocas en ti.
Como si Brett me hubiera dado alguna opción, por mucho que
luche contra ello. No me deja pagar ni una sola factura, incluyendo el
alquiler de mi casa, aunque finalmente he accedido a dar mi aviso de
desalojo. Y el mes pasado, encontré una tarjeta de débito y de crédito
atadas a sus cuentas en mi cartera. Todavía no las he usado, para su
frustración.
—Te voy a dar tres días para decidir cómo quieres que sea, pero
de cualquier manera —Lou parpadea para alejar el repentino brillo de
sus ojos— Leroy y yo no queremos verte aquí con este uniforme después
de eso, y es definitivo.
Mi teléfono vuelve a sonar.
—Vete. Te está esperando. —Lou prácticamente me empuja de su
oficina. Estoy aturdida mientras me cambio mi uniforme, usando unos
minutos para refrescar mi maquillaje. En el instante en que mi teléfono
suena una tercera vez, estoy corriendo hacia el frente.
Brett está de pie junto al mostrador en unos pantalones y una de
esas camisas de manga larga ajustadas que muestran la parte superior 342
del cuerpo que ha estado entrenando intensamente durante el último
mes. Se ríe con un par de clientes regulares que están hablando hasta
por los oídos, deseándole suerte con su primera prueba de patinaje hoy.
A pesar de que la gente ha empezado a acostumbrarse a tenerlo aquí,
todavía puedo ver la emoción en sus ojos.
Al igual que la emoción en los míos, supongo, porque Brett aún
me roba el aliento como la primera vez.
—Lo siento. Me emboscaron. —Tendré que hablarle de esa bomba
más tarde. Si ya no lo sabe, es decir.
Se inclina para besarme e inhalo automáticamente su olor: una
mezcla de jabón y colonia.
—Esto es para ti. —Empujo el contenedor de panqueques y tocino
en sus manos.
Revisa la ventana en busca de Leroy y, al ver su rostro sonriente,
lanza un saludo y un “Gracias”. —Está bien, tenemos que irnos.
Camino tras él, disfrutando de la vista de su fuerte espalda y sus
largos pasos. Todavía parece favorecer un poco su pierna izquierda,
pero el médico piensa que se resolverá. —¿Nervioso?
—No.
Sonrío. —Mentiroso.
—¿Qué, no crees que soy lo suficientemente fuerte?
—Por supuesto que creo que eres lo suficientemente fuerte. —He
notado cuánto musculo ha recuperado, apenas en el mes pasado—. Yo
solo… ah. —De repente me encuentro alzada en uno de los brazos de
Brett y siendo llevada a través del estacionamiento hacia la camioneta
negra que compró, de todas las personas a, Gord Mayberry—. ¡Bájame!
—grito, aunque no puedo evitar reír.
Pero simplemente se ajusta para que pueda cargarme en ambos
brazos. —No tires el contenedor de mi mano —advierte severamente—,
me encantan los panqueques de Leroy.
Un teléfono está dirigido a nosotros desde una cabina en el
restaurante. —Oh Dios mío. Ahora la gente está tomando fotos.
—Mejor sonríe y finge que me amas, entonces.
—Sí te a… —Me detengo justo antes de decirlo, sintiendo que me
arden las mejillas. Todavía tenemos que decirnos esas palabras el uno
al otro, aunque están en la punta de mi lengua todos los días, desde la
mañana hasta la noche. Brett parece haber hecho un juego de eso,
queriendo que lo diga antes que él.
Llegamos al capó de la camioneta, y en lugar de bajarme, se
inclina para besarme profundamente en los labios, tomando su tiempo
y dándoles un buen ángulo.
—¿Por qué estás tan loco hoy? 343
Me deja en el suelo. —Tal vez estoy un poco nervioso.
—¿Un poco?
—Bueno. Más nervioso de lo que estaba cuando jugué mi primer
partido en la NHL. —Su mandíbula se tensa—. Gracias por venir
conmigo.
—Por supuesto que voy a acompañarte. —Muevo mi mano sobre
su mandíbula. Me encanta la sensación de su piel cuando está recién
afeitado—. Lo tienes controlado.
Se inclina hacia adelante para presionar su frente contra la mía.
—Pero, ¿y si no lo hago?
—Entonces… —suspiro—, me tienes. Sé que no es lo mismo, pero
me tienes de cualquier manera.
—No, tienes razón. No es lo mismo. —Me estrecha en sus brazos,
y me deleito con la sensación de su cuerpo. Cálido, poderoso y vivo. Y
todo mío—. Es mejor.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Clara Markov