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Cronología
1930: Un golpe militar encabezado por el Gral. José F. Uriburu derroca a Yrigoyen.
La construcción de la ciudadanía
La Ley Sáenz Peña de 1912 que estableció la ampliación del sufragio y el voto secreto y
obligatorio fue un primer necesario paso para la construcción del régimen político democrático
en la Argentina, aunque no suficiente. En las primeras décadas del siglo XX, “la ciudadanía” aún
no se había conformado: la mayoría de votantes en condiciones de votar manifestaban
indiferencia y desinterés por los asuntos de gobierno y consideraban la política como una
cuestión de caudillos y dirigentes políticos. En este contexto, la reforma electoral tuvo como
principal efecto la obligatoriedad del voto, mecanismo a través del cual se construiría
forzadamente la ciudadanía. De este modo, el Estado obligaba a los ciudadanos a ejercer su
derecho a participar en la elección de sus representantes. No obstante, la ampliación de la
participación no se define simplemente por el número de ciudadanos que votan, sino
principalmente, por las garantías existentes para una elección libre y responsable por parte de
los votantes. Desde este punto de vista, el establecimiento del voto secreto fue importante
para terminar con el fraude, uno de los pilares principales del régimen oligárquico. Pero la falta
de experiencia por parte de los ciudadanos favoreció la persistencia de prácticas de
manipulación de la voluntad de los electores y del fraude, sobre todo en algunas provincias del
interior del país.
Los sectores dominantes de la elite gobernante y también los dirigentes de los partidos de la
oposición (UCR y PS) consideraban que la reforma electoral debía servir para democratizar el
régimen político y hacer posible que las demandas y conflictos sociales se canalizaran por vías
institucionales. Los grupos dirigentes advertían que la sociedad argentina se hacía cada vez
más compleja y que los conflictos se multiplicaban. Los intelectuales y políticos sostenían la
necesidad de dar credibilidad al sistema democrático a través de una profunda reforma en las
prácticas de la participación política. Sólo entonces, los ciudadanos se convencerían de que sus
demandas iban a ser escuchadas y comprendidas por un Estado comprometido en la
resolución de los problemas. Así abandonaría su indiferencia política o la protesta por medio
de mecanismos violentos. Desde 1910, los dirigentes conservadores, socialistas y radicales
compartieron la preocupación por alejar a la masa de la población de las propuestas políticas
que ponían en riesgo el sistema de dominación 2 vigente. De aquí que admitieron (con
diferentes matices) que para lograr ese objetivo debían asumir una postura negociadora con
los nuevos actores sociales que protagonizaban los conflictos, es decir, debían dar respuesta a
la llamada “cuestión social”. Sin embargo, quedaba por resolver el tipo de respuesta que debía
darse y, llegado el caso, si los grupos sociales que se beneficiaban con la organización
económica vigente iban a tolerar transformaciones que afectaran sus intereses. Este dilema se
planteó con mayor profundidad a partir de 1916, con la llegada a la presidencia del candidato
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radical Hipólito Yrigoyen, quien asumió con el apoyo electoral de algunos sectores de la elite
conservadora y de gran parte de los sectores medios urbanos de la Capital federal y otras
ciudades del interior del país .
Si bien las elecciones de 1916 consagraron Presidente de la República a Yrigoyen, la UCR fue
minoría en el Congreso nacional y en la mayor parte de las provincias, que mantuvieron
gobiernos y Legislaturas conservadoras. La UCR recién logró la mayoría en Diputados hacia
1918, mientras que los conservadores sostuvieron la mayoría en Senadores durante todo el
período. Además de su mayoría numérica como oposición política, los conservadores
mantuvieron sus poderes económico y social tradicionales: La Sociedad Rural continuó
operando como grupo de presión sobre los gobiernos y miembros de la elite siguieron
vinculados con las empresas de capital extranjero. Por otro lado, el nuevo presidente mantuvo
a los jefes del ejército y de la marina que ocupaban ese cargo desde antes de 1916, y designó
como ministros a hombres que eran ganaderos de la provincia de Buenos Aires o estaban
vinculados en su actividad económica con el sector exportador. En este contexto, los objetivos
del gobierno radical no fueron fáciles de compatibilizar. Por un lado, debía asegurar el modelo
de organización económica que beneficiaba a los terratenientes exportadores y, por el otro, y
al mismo tiempo, impulsar reformas destinadas a mejorar la posición económica de los
sectores medios urbanos, que habían sido una porción considerable de su base electoral. Para
cambiar la adversa relación de fuerzas, Yrigoyen contó con el recurso de la intervención
federal. En unos casos, los motivos fueron conflictos institucionales entre los poderes
provinciales o claras evidencias de fraude, en otros, se debió a intenciones netamente
políticas. En general, las intervenciones contaron con el apoyo popular porque se vivían como
el fin del “viejo régimen fraudulento”.
El nuevo estilo político inaugurado por el presidente radical fue acompañado por la
participación de los grupos urbanos que lo habían votado y que hasta entonces habían
permanecido relegados. Los radicales concebían a esta participación como la manifestación de
un nuevo espíritu democrático. La oposición –incluidos los socialistas–, en cambio, describían
la relación entre Yrigoyen y los sectores medios urbanos como la que existían en un “gobierno
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de la plebe”, y se referían a la clientela de los comités como “la chusma”. Las crecientes
vinculaciones entre Yrigoyen y los sectores medios urbanos (sobre todo de Buenos Aires) se
manifestaron en la implementación de políticas orientadas a beneficiar los intereses de esos
grupos, tales como el aumento del gasto público para sostener la expansión del empleo
público y el incremento de los tributos que debían pagar los habitantes de las provincias del
interior del país con respecto a los de la provincia de Buenos Aires. Esta fuerte vinculación
provocó tanto el descontento de la elite que participaba de la UCR como de los obreros
urbanos que no se beneficiaban con el incremento de la burocracia estatal.
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mercado interno. La guerra entonces, estimuló el lento proceso de sustitución de
importaciones. No obstante, el crecimiento por rama fue muy dispar: las industrias
relacionadas con el sector exportador, sobre todo los frigoríficos, crecieron rápidamente,
mientras que fue más lento el crecimiento de la producción de alimentos y bebidas para
abastecer el mercado local.
Los efectos de la inflación sobre el poder adquisitivo de los consumidores urbanos colocaron al
gobierno radical recientemente asumido en una posición complicada. Si no intentaba al menos
mitigar los efectos de la inflación, corría el riesgo de perder el apoyo de los sectores medios
urbanos y debilitar la posición de la UCR frente al PS. Pero, al mismo tiempo, no debía alterar
las bases de funcionamiento de la economía primaria exportadora, evitando cualquier intento
de enfrentamiento con la elite. Ante esta situación, el gobierno elaboró una serie de reformas
con el propósito de mejorar los ingresos de los sectores medios urbanos. En primer lugar,
consideró la posibilidad de aumentar la cantidad de cargos en la administración del Estado y
expandir el empleo público. Para ello, era necesario aumentar el gasto público, lo que se podía
lograr con el aumento de los derechos aduaneros que pagaban las importaciones y que eran la
fuente más importante de la recaudación fiscal. Sin embargo, esta medida resultaba inviable
porque afectaba directamente a los consumidores urbanos, por lo que la única solución era
que el Congreso encontrara otra forma de aumentar el presupuesto (recordemos que la
oposición era mayoría). Además, para hacer frente al problema de la desocupación urbana
propuso un plan de obras públicas. También durante los dos primeros años de gobierno, los
radicales promovieron una serie de reformas tendientes a mejorar la situación de los
arrendatarios rurales. Entre ellas podemos nombrar: la creación de un banco agrario; el
intento de establecer un impuesto temporario a las exportaciones agropecuarias para aliviar la
situación de los chacareros; y plantearon la compra de barcos mercantes con el fin de reducir
los costos de los fletes en las travesías atlánticas.
Como era de esperar, ninguno de los proyectos que proponían las reformas económicas a
favor de los sectores medios urbanos y rurales fe aprobado por la mayoría conservadora de los
cuerpos legislativos, con excepción del impuesto transitorio sobre las exportaciones. Tal como
adelantamos anteriormente, si bien la Cámara de Diputados desde 1918 contó con mayoría
radical, el Senado, en cambio, estuvo siempre controlado por los conservadores. A través de
un complejo juego institucional, el Senado se transformó en el baluarte de la oposición
oligárquica y vetó constantemente las propuestas del reformismo democrático impulsadas por
legisladores radicales y socialistas. Por primera vez desde 1880, los poderes de gobierno
(ejecutivo y legislativo) representaron intereses sociales diferentes y los enfrentamientos entre
ambos expresaron la lucha política entre fuerzas sociales y políticas con intereses
contradictorios.
A partir de 1918, la recaudación fiscal mejoró por el nuevo impuesto a las exportaciones y
también porque las importaciones retomaron su ritmo anterior a la guerra, Esto permitió al
gobierno iniciar una política de expansión del empleo en la administración pública. Entre 1919
y 1922, Yrigoyen puso los cargos públicos a disposición de los caudillos de los comités del
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partido radical. Los principales beneficiarios de esta política clientelar fueron los hijos de los
inmigrantes –en su mayoría profesionales- de Buenos Aires y de otras ciudades importantes
del Litoral. Este sistema de patronazgo estatal no benefició, en cambio, a los inmigrantes –
quienes carecían del derecho de sufragio-, ni tampoco a obreros ni empresarios. El PS fue uno
de los principales opositores a este sistema. La política de expansión del gasto público provocó
descontento entre diversos grupos sociales en la Capital Federal y en diversas regiones del
interior del país. De este modo, emergieron opositores en el seno del partido radical,
alarmados por la creciente centralización de l poder en la persona del presidente y de la
riqueza en la ciudad de Buenos Aires, comenzaron a oponerse al “manejo personal” del
gobierno que realizaba Yrigoyen.
La reforma universitaria
Desde comienzos de siglo, los sectores medios urbanos expresaron su disconformidad por los
numerosos obstáculos que los jóvenes enfrentaban para acceder a las carreras universitarias,
requisito para el ejercicio de las profesiones liberales. En junio de 1918, los estudiantes de la
Universidad de Córdoba organizaron una serie de huelgas que alcanzaron a otras facultades.
Los objetivos de los universitarios eran modificar los planes de estudio y poner fin a la
influencia de la Iglesia en la educación universitaria. Los estudiantes reformistas afirmaban que
el sistema educativo era hasta entonces “antiguo y mediocre” y que no permitía la libertad de
pensamiento. Para modificar esta situación, el movimiento demandó el establecimiento del
principio de autonomía universitaria, es decir, el derecho a que cada universidad se diera su
propio gobierno. Además, exigieron que el nuevo gobierno contemplara la participación de los
estudiantes, los estudiantes y los graduados en las diferentes casas de estudio. Además de
reclamar la democratización del gobierno universitario, los reformistas declararon que las
universidades debían ser ámbitos en los que se respetara la liberta de opinión e ideológica y la
gratuidad de la enseñanza. De aquí que reclamó la supresión de las cátedras vitalicias a cargo
de profesores elegidos por el rector y su reemplazo por profesores nombrados luego de la
realización de concursos públicos. El gobierno aceptó las demandas más concretas de los
estudiantes. La acción más importante fue la creación de nuevas universidades que ampliaron
las posibilidades de los sectores medios de acceder a la educación universitaria.
La principal expectativa de la elite dirigente en relación con la reforma electoral de 1912 había
sido que mediante tal reforma se incorporaran a los obreros al sistema político, debilitando así
la fuerza de las organizaciones obreras que proponían medidas de acción directa para obtener
mejorar en sus condiciones de trabajo y vida. Sin embargo, los conflictos ocurridos durante el
primer gobierno radical pusieron en evidencia que tal objetivo no se había cumplido. Por un
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lado, la movilización de los obreros dependía del nivel de satisfacción que los gobiernos daban
a sus reclamos; por otro, como el funcionamiento de la economía primaria exportadora se
basaba en el mantenimiento del bajo costo de la mano de obra, los grupos sociales que
controlaban el sector exportador no estuvieron dispuestos a otorgar aumentos de salarios ni a
aceptar leyes que establecieran y protegieran el derecho de los trabajadores. Después de
1914, el conflicto entre obreros y capitalistas se agravó porque la situación económica de los
obreros urbanos se deterioró notablemente, tanto por los niveles de desocupación como por
la inflación. En consecuencia, el número de huelgas aumentó considerablemente. Ante este
panorama, el gobierno radical se enfrentó nuevamente con una contradicción en sus objetivos:
debía proteger los intereses de los sectores propietarios y, al mismo tiempo, tomar medidas
que aseguraran el voto de los obreros al partido radical (quienes mayoritariamente votaban al
PS). Por esta razón, en materia laboral, los radicales se propusieron alcanzar la “armonía entre
las clases”, en donde el Estado cumpliría la función de árbitro en los conflictos entre obreros y
patrones. Esta intención gubernamental coincidía con los objetivos del sindicalismo que, por
esos años, se consolidaba como la corriente con más fuerza en el seno del movimiento obrero.
A diferencia de los socialistas que pujaban por lograr mejoras sociales por la vía legislativa, los
sindicalistas tenían como objetivo el aumento de los salarios, y como método de lucha
principal la huelga. La postura del gobierno fue ambigua respecto del movimiento obrero:
mientras que algunas ocasiones intervino en conflictos entre los sindicatos y la patronal a favor
de los trabajadores, en otros casos envió al ejército o a la policía para reprimir a los
huelguistas. La decisión dependía de qué sector de los obreros estaba en el conflicto y en qué
sector de la economía. En general el Estado defendía a los trabajadores cuando se trataba de
un conflicto con alguna empresa de capital extranjero. Pero, fundamentalmente, las decisiones
se regían por las necesidades electorales del momento.
La “Semana Trágica” en enero de 1919, una huelga realizada por los obreros de los Talleres
Metalúrgicos Vasena en demanda de una jornada laboral de ocho horas y el pago de horas
extra se extendió en otras fábricas de la Capital Federal. Presionado por los empresarios
metalúrgicos, el gobierno decidió imponer el orden enviando primero a la policía y después al
ejército, que reprimieron a los trabajadores. Los enfrentamientos se sucedieron durante varios
días y hubo alrededor de cien muertos. Durante esta semana surgió la Liga Patriótica, una
organización integrada por miembros de la elite que decían defender el orden social y la
“nacionalidad más pura del país”. En grupos armados, recorrían las calles de la ciudad en sus
autos, protegían a los rompehuelgas y fueron muy activos en la represión de las huelgas.
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La Patagonia rebelde: este es el nombre que llevan el libro escrito por Osvaldo Bayer y la
película dirigida por Héctor Olivera, que narran los acontecimientos sucedidos en Río Gallegos
(Santa Cruz) en 1921 y 1922, cuando se produjeron huelgas obreras en reclamo de mejoras en
las condiciones de trabajo y aumento de salarios. Según Bayer, la falta de compradores para la
gran cantidad de lana acumulada durante la guerra originó una crisis que afectó a los
estancieros, comerciantes y peones. Los trabajadores que vivían y trabajaban en condiciones
inhumanas ante la falta de pago y de trabajo ocuparon estancias y tomaron rehenes, Las
presiones de los terratenientes decidieron al gobierno a enviar al Cnel. Héctor Varela con
fuerzas del ejército para restablecer el orden en la zona. Después de una etapa de
negociaciones, Varela inició una represión indiscriminada y decenas de huelguistas fueron
fusilados.
Entre 1921 y 1922, Yrigoyen se propuso asegurar el triunfo radical en las elecciones
presidenciales. Para ello, intervino las provincias que no tenían gobernadores radicales y
profundizó la aplicación de medidas favorables a los sectores medios. Emprendió una campaña
para abaratar el costo de vida: congeló temerariamente los alquileres e intentó sin éxito
reducir el precio del pan, la carne y el azúcar. Los comités de barrios retomaron la práctica de
la beneficencia política, pero ahora destinada a los obreros, muchos de ellos desocupados por
la nueva depresión iniciada en 1921. En 1922, como era de esperar, los radicales ganaron las
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elecciones. Pero al interior de la UCR comenzó un debate sobre si debía continuarse o no con
la línea de acción política, económica y social impulsada por Yrigoyen. Esta discusión reflejaba
la lucha entre los diversos sectores sociales que conformaban la base electoral del partido.
Este enfrentamiento se mantuvo durante toda la presidencia de Marcelo T. de Alvear, quien
asumió la presidencia en octubre de 1922. Alvear 7 pertenecía al grupo de la elite que había
fundado el partido radical en la década del noventa. Su vicepresidente, Elipidio González, fue
sugerido para ese cargo por Yrigoyen, en tanto había sido jefe de policía durante su gobierno.
Esto da cuenta de la influencia que tuvo –o que intentó tener- Yrigoyen desde el comienzo del
mandato de Alvear.
Las dificultades para encontrar un equilibrio entre los intereses de los grupos de la elite y los
de los sectores medios que apoyaban al partido fueron características del segundo gobierno
radical. Los miembros de la elite exigieron el retorno de la legalidad constitucional, lo cual
significaba que debían cesar las intervenciones federales a las provincias por simple decreto
del Poder Ejecutivo y que el gasto público debía estar bajo el control del Congreso. Estas
exigencias apuntaban a debilitar el poder de los caudillos barriales que aseguraban el apoyo
popular a Yrigoyen, para de ese modo, debilitar el poder del ex presidente en el propio partido
radical. Como la reducción del gasto público implicaría una pérdida de apoyos políticos
importantes para el gobierno, se propuso aumentar el ingreso fiscal mediante el aumento de
los aranceles aduaneros a ciertos productos importados. Esta decisión se relacionaba además
con el impulso que quería darse desde el gobierno a algunos sectores de la industria nacional,
como el de elaboración de alimentos. Sin embargo, estas decisiones no conformaron a
ninguno de los dos sectores. Hacia 1923, Alvear había perdido el apoyo de sus ministros
conservadores, de la mayoría de los legisladores radicales, y los comités del partido se
dividieron entre los que apoyaban al presidente y los que estaban con Yrigoyen. Así, en 1924,
Vicente C. Gallo, el nuevo ministro del Interior de Alvear, anunció la creación de un nuevo
partido: la Unión Cívica Radical Antipersonalista. Este “antipersonalismo” aludía a las técnicas
de patronazgo implementadas por Yrigoyen. Intervenciones estadounidenses: a partir de 1925
se registró un importante aumento de las inversiones estadounidenses en nuestro país, que se
efectivizaron a través de empresas relacionadas con la industria frigorífica, la energía y los
bienes de consumo durable. La irrupción masiva de capitales estadounidenses provocó una
fuerte competencia con los inversores ingleses, que hasta ese momento controlaban los
principales sectores de la economía argentina. Esta rivalidad se manifestó en la competencia
en el área de los transportes, entre los automóviles importados de EE.UU. y los ferrocarriles
británicos. También se agudizó la competencia entre las empresas frigoríficas de cada país.
Este conflicto de intereses llevó a un progresivo deterioro de las relaciones con Gran Bretaña y
a una cada vez mayor influencia de Estados Unidos, tal como ocurría en la mayor parte de los
países latinoamericanos.
La década del veinte en Argentina estuvo signada por acelerados cambios y gran movilidad,
cuyo eje fue la ciudad de Buenos Aires, centro económico del país. El ascenso social de los
sectores populares fue un fenómeno característico de esos años. La incorporación de muchos
hijos de inmigrantes a la participación política, al empleo público, o a los estudios
universitarios (entre otras actividades), significó el paso de la condición de “hijo de obrero” a la
de integrante de los sectores medios, lo que implicó no sólo una mejora económica sino una
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vía de reconocimiento social, en tanto ciudadanos. Estos cambios sociales produjeron también
modificaciones en la fisonomía de los principales centros urbanos, y en particular, de Buenos
Aires. Surgieron nuevos barrios y los viejos cambiaron de aspecto. Los nuevos medios de
transporte, como tranvía y el subterráneo, sumados a los ómnibus y colectivos, permitieron
acortar las distancias entre los suburbios y el centro, permitiendo el traslado de obreros desde
sus hogares hacia sus lugares de trabajo. Además, cada barrio fue adquiriendo un perfil
definido: aquellos fabriles y portuarios asumieron un tono marcadamente obrero (Parque 8
Patricios, Boedo, Barracas, La Boca); otros, fueron típicamente de sectores medios (Villa
Urquiza, Devoto, Palermo y el centro de Belgrano); y el barrio Norte, nucleó a la elite porteña.
Frente a la cultura de la elite tradicional, se fue constituyendo una nueva cultura, resultado de
la fusión entre grupos nativos y los nuevos grupos de inmigrantes, con aspiraciones de ascenso
social. Mientras que la cultura de la elite se alimentaba de sus raíces criollas y se adornaba con
el reflejo de la cultura burguesa europea (reflejada en la asistencia al teatro Colón, al
Hipódromo Nacional, a las tertulias literarias, etc.), la cultura popular se nutría del fútbol, de
los cafetines, de los cabarets y de las milongas.
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petroleras, se negó a considerar las leyes sobre petróleo. Desde entonces, Yrigoyen se propuso
obtener el control del Senado y retomó la práctica de las intervenciones federales. En política
económica, el antiimperialismo de Yrigoyen durante esos años se limitó a enfrentar a los
Estados Unidos. En cambio, los intereses británicos fueron apoyados activamente por el
gobierno. Durante 1929, fueron varias las misiones comerciales inglesas que llegaron con el
objetivo de reducir la competencia de los capitales estadounidenses y el déficit de la balanza
comercial argentina. El gobierno radical acordó la libre importación de material rodante para
los ferrocarriles, redujo los derechos aduaneros sobre las importaciones de seda y acordó
también la importación de equipos de refinación de petróleo.
En octubre de 1929 se produjo una grave crisis económica que afectó a todo el sistema
capitalista mundial Sus repercusiones en Argentina se notaron de inmediato: bajaron los
ingresos aduaneros, quiebras de empresas y comercios, devaluación del peso nacional,
disminuyeron las exportaciones y las importaciones, hecho que fue acompañado por caída de
los salarios y por una elevada desocupación. 9 Los problemas económicos y financieros que
originó la crisis y la política de endeudamiento externo que inició el gobierno para asegurar su
posición, enfrentaron al gobierno con todos los grupos sociales que lo habían apoyado. Las
principales entidades que agrupaban a los terratenientes y a los exportadores se aliaron contra
Yrigoyen y buscaron apoyo de grupos descontentos del ejército.
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1er gobierno de Facto y dió validez a sus actos Fue la solución que la oligarquía encontró
frente a las profundas contradicciones que generó la ampliación de la democracia en un
contexto de profunda crisis económica. Hacia 1930 el ejército estaba conducido por oficiales
que compartían los principios del liberalismo conservador, muchos de ellos pertenecientes a
las familias de la elite dirigente. El golpe fue llevado a cabo por ese sector del ejército,
representado en la persona de Justo. También participó un grupo debilitares nacionalistas,
influidos por las nuevas ideas del fascismo europeo, encabezados por Uriburu. Si bien el golpe
fue iniciado por este último, en 1932 asumió la presidencia el Gral. Justo.
ACTIVIDAD
1-Argumenta, la implicancia o relación de la nueva ley electoral -Sáenz Peña-, con los
gobiernos radicales
3 -A que se llamó Patagonia rebelde, y semana trágica, reflexiona sobre ellas, y como se
solucionan
4- Como era la relación del país con el resto del mundo, durante las guerras mundiales
Prepara una presentación (afiche, cuadro power point, etc) y presenta el tema en
forma oral.
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