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COLONIZACIÓN, EXPLOTACIÓN
Y EMPOBRECIMIENTO EN EL
ÁFRICA SUBSAHARIANA
El caso del Congo y sus consecuencias.
El presente trabajo de investigación tiene como objetivo central el estudio del Congo,
una nación de gran extensión geográfica ubicada en el centro del continente africano,
que ha sido objeto de diferentes manipulaciones a partir de su descubrimiento en manos
de por flotas portuguesas a fines del siglo XV. Claro está, el mayor impacto dado sobre
esta importante región de África se da durante las últimas décadas del siglo XIX, en el
marco de un creciente imperialismo por parte de las potencias europeas, a partir del cual
el Congo fue “entregado” a Leopoldo II, rey de Bélgica, tras la Conferencia de Berlín de
1884-1885; y lo ocurrido allí, junto a las consecuencias que todo ello precipitó, incluso
hasta nuestros días, representan el factor de principal interés en el actual escrito. En el
cuerpo textual, se abarcarán los diferentes momentos transitados por el país congoleño
tras el inicio del dominio belga, pasando, principalmente, por los años sumamente
sangrientos y atroces de Leopoldo sobre el Congo, la anexión de la colonia a la Corona
belga en 1908, el sometimiento de los africanos hasta la aparición de los primeros
intentos de revolución e independencia tras la II Guerra Mundial, la obtención de la
misma en 1960 y la crisis que le siguió, producto de los intereses de Occidente en el
contexto de la guerra fría. En suma, tras la instauración de una dictadura afín a los
planes de Norteamérica EEUU, lo que seguirá será un repaso de las diferentes secuelas
que le sucedieron al periodo de colonización europea y neocolonialismo occidental,
haciendo énfasis en el gobierno despótico de Joseph-Désiré Mobutu y realizando una
mirada hacia las guerras civiles continuas hasta hoy.
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diferentes factores arrojados por la etapa colonial belga sobre Congo que, bien, pueden
ser muestras claves de lo que hoy representa esa nación en el mundo: uno de los
denominados “estados fallidos”, con permanentes focos de violencia, recursos
explotados por otros países, índices de pobreza de los más altos del mundo y gobiernos
inestables e ineficaces. Cada uno de estos factores, claro está, produjo diferentes
situaciones que se fueron sucediendo en cadena y que tomaron volumen propio. Al
mismo tiempo, es indispensable en este escrito resaltar la importancia de las potencias
europeas durante la guerra fría, dentro de la cual inauguraron una era “neocolonial”, en
la que las dos superpotencias (Estados Unidos y Unión Soviética) erigidas tras finalizar
la II Guerra Mundial intentaron continuar con la influencia sobre estos países.
El periodo que se inicia hacia finales del siglo XIX, y que se consolida con la
Conferencia de Berlín suele ser enmarcado bajo el nombre de “imperialismo colonial”.
Como Lara Galisteo (2010) explica, “en primer lugar, se realizaban las exploraciones
científicas. Más tarde solía darse una actividad misionera y asentamientos privados […]
para finalmente realizarse una ocupación militar para facilitar la explotación económica
de las colonias” (p.3). David Livingstone, primero, y Henry Morton Stanley, después,
llevaron a cabo las exploraciones que cambiarían el curso de la historia para el Congo,
descubriendo el río (posteriormente llamado Congo) que llevaba hacia el centro de
África y hacia las grandes riquezas que componían a dicho país. Al paso, Stanley se
encargó de tomar nota de las enormes tierras desaprovechadas. Tras la negativa
británica de tomar posesión, Stanley pondría su atención en el rey de Bélgica, Leopoldo
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II, un hombre de vastas riquezas; rápidamente, el monarca belga comenzó a buscar y
organizar las maneras legítimas en que podía hacerse con el rico territorio congoleño,
por lo cual Stanley volvería a la región para consolidar un dominio en favor del rey. Su
ambición era enorme y, mientras Stanley recolectaba la firma de cerca de 500 tratados
con caciques congoleños para la cesión de territorios (estos, desde su distancia cultural
con los desarrollados, no tenían conocimiento de lo que firmaban), se las rebuscó para
obtener el visto bueno de las demás potencias (Francia y Reino Unido, principalmente).
La Conferencia de Berlín, celebrada entre 1884 y 1885, dividió el mapa africano casi en
su totalidad. Finalmente, las demás potencias legitimaron su poder, y Leopoldo II se
hizo de un vastísimo territorio privado solo para él y su fortuna: lo llamó, irónicamente,
Estado Libre del Congo, y se comprometía a llevar a cabo labores filantrópicas, a
terminar con la esclavitud, a ser neutral en conflictos bélicos y al libre comercio. Entre
1880 y 1890 ya había gastado alrededor de diez millones de francos en el Congo. El
poder de Leopoldo en su colonia era total: nunca la visitó, pero mantenía el poder
privado y absoluto del aparato político, judicial y legislativo de la misma. Esta estaba a
cargo de un gobernador general, acompañado de un vice. Por supuesto, tomó poder,
también, de todo tipo de tierras en la región, desde las inexploradas o desocupadas hasta
las tierras pertenecientes a sus súbditos. Entonces, comenzó a explotar y comercializar
el caucho y el marfil, y entregó parte de las tierras a empresas concesionarias. Se
crearon otras para la explotación mineral y de mano de obra, como la Unión Minera del
Alto Katanga. El naciente ejército de la colonia se denominó Force Publique.
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dentro de la aldea, donde llevaban a cabo asesinatos según les apetecía, muchas veces
de lo más terribles. Si no morían por el trabajo esclavo, el hambre o la represión, lo
hacían por las múltiples enfermedades. Los resultados fueron altamente desastrosos para
la comunidad nativa. Según estudios, las matanzas fueron tales que la población pasó de
más de 20 millones en 1891 a 8,5 millones en 1911. Un verdadero genocidio. Piedade
Filho (2008) da cuenta de las enormes riquezas explotadas en Congo y la enorme
violencia en que Leopoldo II sometió a la población: “fue en el Congo donde se
estableció el sistema más duro de explotación en nombre del marfil y el caucho. El
trabajo forzado se perpetuó allí durante largas décadas […] dicha práctica provocó la
despoblación de provincias enteras…” (p. 21).
La idea del gobierno belga era terminar con la brutalidad que representó el periodo
anterior. En ese entonces, se colocó a un secretario colonial a cargo de la administración
del ahora denominado Congo Belga en representación del gobierno de este país. Dentro
del Congo aún quedaban muchísimos recursos por explotar, sobresaliendo el cobre. La
mano de obra nativa continuó trabajando en condiciones duras y forzosas durante
mucho tiempo, ya no como esclavos, pero recibiendo escasos salarios por dicha
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actividad. Se establecieron más líneas ferroviarias y resaltó la entrada de escuelas y
hospitales europeos, con un crecimiento en la urbanización (para 1935, la capital,
Leopoldville, contaba con 388.961 habitantes) y modernización de las ciudades. Por
desgracia, las autoridades coloniales pusieron escaso esfuerzo en lograr que los
congoleños también se modernizaran: pocos lograron llegar más allá del nivel primario
escolar, dado que la escuela seguía restringida (en 1958, menos del 10% de sus alumnos
eran africanos) y sus estilos de vida continuaban siendo atrasados, viviendo tan solo un
cuarto de la población en las ciudades.
La II Guerra Mundial marcó un punto de inflexión, dado que, a partir de allí, sintieron
que Bélgica podía ser derrotada. En suma, estos cubrieron todos sus gastos con el dinero
proveniente del Congo, mientras los nativos trabajaban incansablemente en las minas
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para generar recursos de guerra. El recelo aumentó considerablemente cuando los
congoleses tomaron consciencia de la posición de debilidad y servidumbre en que sus
superiores belgas los mantenían a pesar de la enorme riqueza que obtenían de ellos. Los
levantamientos y huelgas se volvieron cada vez mayores, y las muertes por represión de
estos también fueron una constante. Cuando, al terminar la guerra, el gobierno comenzó
a considerar la idea de dejar la colonia, lo hizo mediante un plan de treinta años solo
destinado a posponerse. Al mismo tiempo, en África y bajo el mismo contexto de
posguerra, las diferentes colonias se rebelaron contra sus gobernantes y comenzaron a
gestarse las primeras independencias. Los belgas debieron demostrar, en los ’50, que los
congoleños eran sus iguales y que tenían los mismos derechos, por lo cual otorgaron,
por ej., el derecho a la tierra privada o a comprar alcohol. En 1957 podían votar para
una administración local. En el mismo decreto, se legalizaba una discriminación racial
que alcanzaba a la segregación en las ciudades:
Con esto, las poblaciones autóctonas no hacían más que despreciar los valores morales y
hábitos de los europeos, más allá de reconocer su superioridad cultural y técnica. A
partir de este sentimiento, Cola Alberich (1959) justifica el repentino estallido de los
congoleños. Este autor también resaltaba los efectos negativos del éxodo desde el
campo a la ciudad, siendo que los trabajadores, con sus bajos sueldos, vivían en su
mayoría en hogares sumamente hacinados, en las denominadas “bidonvilles”, en
condiciones deplorables. Además, vicios de todo tipo, como el alcohol o la prostitución,
afloraban en las calles de las ciudades. Otro problema residía en la alta tasa de
mortandad infantil, y en la baja esperanza de vida de los congoleños, situada en tan solo
39 años, ambas por las pésimas condiciones de vida, la baja alimentación y las
enfermedades. Los belgas eran vistos como artífices del más bárbaro colonialismo. La
situación en el resto del continente, salvo casos puntuales, no difería demasiado de la
del Congo.
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En el contexto de estos pequeños avances que se venían desarrollando, la independencia
del Congo llegó de una manera brusca, un tanto inesperada y con poca preparación
previa. En suma, tanto el sentimiento de nacionalismo, como la sensación internacional
de que el colonialismo ya no tenía justificativos, se congeniaron para concluir con la
dominación extranjera. Más allá del desarrollo de algunos partidos sobresalientes – se
destacan el Movimiento Nacional Congolés (MNC), encabezado por Patrice Lumumba,
y la Alianza de los Bakongo (ABAKO), con Joseph Kasavubu como líder –, la sociedad
congoleña, salvo un pequeño grupo, continuaba siendo considerablemente atrasada y
rural, arraigada en modos de vida y economía tradicionales. En comparación con el
resto de África (hacia 1960, casi todos los rincones del continente estaban
independizados o en camino hacia la independencia, lo cual, en cierto punto, empujó
aún más a los congoleses), el Congo estaba escaso de grupos intelectuales. El número de
europeos era cercano a 80.000, mientras que los locales eran aproximadamente catorce
millones.
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nacionalista, para que dejara de atrasarse la llegada de la independencia. En mayo, se
eligieron los que serían los gobernantes del país, siendo elegido Patrice Lumumba como
primer ministro, en tanto Kasavubu llegaba a la presidencia del país. La declaración de
la independencia del Congo sucedió, finalmente, el 30 de junio de 1960. Rápidamente,
los sueños de prosperidad y libertad se desmoronaron.
Lumumba solicitó mayor apoyo a la ONU (la Organización venía llevando a cabo
actividades por la independencia) y a EE. UU., pero estos últimos rechazaron el pedido.
Entonces, el líder del MNC advirtió que, de no recibir su ayuda, recurriría a la U.R.S.S.
Esto se hizo efectivo, la U.R.S.S envió tropas para luchar contra Bélgica y el
secesionismo y Lumumba selló fatalmente su destino. Rápidamente, fue visto como un
potencial comunista y comenzaron a conspirar por su caída. Estados Unidos temía que
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los enormes recursos del país africano cayeran en manos de su antítesis, la U.R.S.S. El
encargado de derrocarlo sería Joseph-Désiré Mobutu, anterior miembro del MNC,
apoyado por el Colegio de Comisarios Generales, que, evidentemente, ahora quería su
tajada en los planes norteamericanos. Lumumba fue puesto en prisión domiciliaria bajo
la protección de la ONU y, rápidamente, una de las ciudades más importantes del
Congo, Stanleyville, declaró su secesión, en adhesión al líder independentista. Patrice
intentó escapar, pero terminaría, por injerencia de Kasavubu y Mobutu, en manos de su
enemigo político, Moisé Tshombe, quien ordenó su tortura y asesinato en enero de
1961. Joseph Kasavubu fue restablecido en febrero; después, Cyrille Adoula se erigió
como primer ministro con el apoyo y financiación de la CIA. El Congo estaba,
entonces, dividido en tres zonas: la zona de Leopoldville, la capital, era pro-occidental;
la provincia oriental del país, con capital en Stanleyville y lumumbista, estaba apoyada
por el bloque soviético (caerían, finalmente, en 1962); Katanga, al sur, continuaba
independiente y con apoyo de las grandes empresas (sus últimas fuerzas cayeron en
1963).
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africana. Joseph-Désiré Mobutu se haría definitivamente con el poder a partir del 24 de
noviembre de 1965, mediante un golpe de Estado, por temores del resurgimiento de la
rebelión, y Estados Unidos encontraría en este dictador a su aliado ideal por el siguiente
cuarto de siglo, en su plan de establecer un dominio neocolonial.
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tomar una enorme tajada mientras su país se empobrecía paulatinamente, desviando
fondos, recibiendo, por lo menos, 240 millones de dólares al año por parte de
Gécamines. Al mismo tiempo, este solicitó numerosos préstamos para el país, los cuales
acabaron en nada y, para finales de los 70’, se vieron representados en una enorme
deuda externa, estimándose en más de cuatro mil millones de dólares. La economía
nacional estaba quebrada y esto se vio reflejado en la población: por ese entonces, los
adultos morían a los 40 años de edad. El apoyo persistente por parte del Zaire hacia
todas las campañas y medidas estadounidenses provocó que la deuda externa continuara
negociándose, más allá de sucesivas intervenciones del FMI y el Banco Mundial.
Estados Unidos estaba complacido con la alianza que mantenían, dado que no solo se
aseguraba un vínculo neocolonial con un país grande en geografía y recursos, sino que
también se aseguraban el apoyo en tareas militares y logísticas de carácter imperialista.
Pero dentro de Zaire la realidad era mucho más cruenta, dado que no solo ascendía la
deuda externa, también continuaban la caída de su economía, el despilfarro y robo
dictatorial, las detenciones arbitrarias, la represión y matanza de disidentes y las
múltiples violaciones de derechos humanos. Los movimientos opositores de relativa
fortaleza recién comenzarían a aparecer hacia los ’80, y se daría la reaparición de los
grupos estudiantiles. A menudo, Mobutu censuraba a la oposición, existiendo solo su
partido dentro de Zaire, para luego darles amnistías y poder de votación, lo cual, luego,
era amañado, intervenido o pospuesto (en 1984, fue “reelegido”, con la cifra poco
creíble de 99,6%).
Hacia inicios de los ’90, el final de la guerra fría provocó que Mobutu dejara de ser
importante para EE. UU., por lo cual le “soltaron la mano”, quedando a su suerte contra
una población fervientemente molesta con sus desmanejos corruptos y violentos; esto se
vio demostrado con graves saqueos a lo largo de los años siguientes, donde las pérdidas
económicas fueron enormes, así como la represión mortal de los mismos. El poder del
tirano comenzó a disminuir poco a poco, siendo favorable al crecimiento de la oposición
y de organizaciones para sacarlo del poder, como, por ej., la Conferencia Nacional, la
cual buscaba llevar a cabo reformas dentro del gobierno, que terminaban por ser vetadas
por Mobutu. Este prometía la pronta democratización (incluso anunció la “Tercera
República en 1990), pero nunca llegaba. Para 1995, se logró que la inflación llegase a
382% (en 1993 había llegado a 4.130%). Los años 1996 y 1997 supondrían feroces
cambios, estuviera de acuerdo Mobutu, o no. Este, enfermo de cáncer, debió someterse
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a tratamientos en medio de la convulsión política y su poder estaba cayendo
estrepitosamente. Las elecciones estaban anunciadas para 1997, mientras que, al paso de
los meses, en ese mismo año, los rebeldes de la Alianza de las Fuerzas Democráticas
para la Liberación del Congo, comandados por Laurent-Désiré Kabila, iban tomando
cada una de las principales ciudades del Congo, en lo que sería la primera de las dos
guerras civiles dadas allí. El gobierno intentó la contraofensiva, pero los rebeldes
arrasaron; esta cronología realizada por Kinsangani y Bobb (2010) muestra cómo se dio:
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tasa de mortalidad es un 40% superior a la media del resto de África. El problema es
particularmente alarmante en las zonas rurales […] UNICEF habla de 1.200 personas
muertas al día” (p. 110).
Estos férreos enfrentamientos armados no han sido dados solo por entre ejércitos
nacionales, sino que también han chocado milicias y grupos rebeldes y armados, en
medio de conflictos de interés por territorios pertenecientes a una etnia u otra (cuando se
dividió el mapa africano, las fronteras fueron trazadas de manera arbitraria y miles de
etnias han quedado implicadas). Las enfermedades han sido otra gran preocupación,
siendo persistentes el SIDA o el cólera, sumados a otros registros, como la gran
cantidad de violaciones, “casos de trabajos forzados, desplazamientos masivos de
población, limpieza étnica, detenciones ilegales, asesinatos, tortura, secuestros, saqueo
de cosechas […] casos de canibalismo” (Cervera Vallterra, 2014, p.112). La realidad del
país, con cada luz de esperanza de la que gozó antes de la crisis de los ’60 y antes de la
Segunda Guerra del Congo, parece, hoy, no poder ser más degradante. La población en
casi su totalidad está sumida en dicho ambiente de corrupción, violencia y
empobrecimiento extremo, sobre todo en el este. Tanto su aparato gubernamental, como
el de seguridad, tienen nulo control. Con Joseph Kabila (hijo, gobernó hasta 2019)
como presidente, la ayuda exterior y la inversión han notado cierto aumento. Sin
embargo, el Congo ocupa los últimos lugares en todos los listados emitidos globalmente
sobre el desarrollo de los países.
Conclusión
A partir del presente trabajo, se han obtenido resultados exitosos a la hora de corroborar
la hipótesis a la que estaba abocado orientado, así como en el cumplimiento de los
objetivos enumerados en la introducción. A través de casi quince páginas, se pudo
desarrollar de manera coherente y profunda el proceso de exploración, conquista y
colonización del Congo. En este sentido, resultaba importante remarcar fervientemente
fehacientemente los hechos ocurridos bajo responsabilidad de Leopoldo II y del
gobierno belga. Lo que siguió, en cuanto al desarrollo del periodo de independencia
junto con la crisis política suscitada a continuación, terminando en una cleptómana y
atroz dictadura de más de treinta años, apañada por los apoyos occidentales, sirvió para
dar prueba del vaciamiento producido dentro del territorio congoleño, el cual
representaba el objeto de estudio central en el trabajo desarrollado hasta aquí, y la
característica fundamental para intentar resolver el problema de investigación y
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comprobar la hipótesis, abocada orientada a que el duro presente de la RDC se debe a la
persistencia de los efectos adversos de la etapa colonial y neocolonial.
Los factores enlistados recientemente son los que se hallaron a la hora de resolver el
problema de investigación, que residía consistía en el encuentro de estos para marcar los
efectos del colonialismo y neocolonialismo; los mismos dan cuenta de lo que sucede
hoy en el Congo: para 2011, figuraba cuarto en el Índice de Estados Fallidos, con un
puntaje altísimo en fragmentación, subdesarrollo, violación de los DD. HH., refugiados,
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disidentes, intervención extranjera, y más (sumando, en total, 108,2), como muestra
Wendeburg (2011, p. 41). La hipótesis, decíamos, al mismo tiempo, también ha sido
comprobada: a partir de lo visto aquí, se percibieron la cadena de factores
interrelacionados (dentro de: la explotación, empobrecimiento y asesinatos sistemáticos
durante el periodo colonial; la crisis tras la independencia; la corrupción y violación de
los DD. HH en el periodo posterior) que se fueron sucediendo a lo largo de la historia
reciente del Congo, los cuales, con los efectos mencionados en el párrafo anterior,
provocaron un gravísimo presente. Si bien resalta un grave empobrecimiento y
subdesarrollo que se ve como consecuencia directa de la colonización, también es
visible que el efecto neocolonial de occidente mediante la dictadura de Mobutu ha
provocado un enorme estancamiento en lo que respecta a lo económico, político y
social. En ese entonces, la historia pudo haber sido algo diferente para el Congo, pero la
guerra fría y sus intereses marcaron un triste punto de no retorno.
Bibliografía
Álvarez Acosta, M. E. (2011), Capítulo III: Los caminos impuestos, y Capítulo IV: De
los caminos impuestos a los propios, en África Subsahariana: sistema capitalista y
relaciones internacionales (pp. 83-126), Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales - CLACSO.
Cola Alberich, J. (1959), Los acontecimientos políticos del Congo Belga, Revista de
Política Internacional (N° 41), pp. 55-74. Recuperado de
http://www.cepc.gob.es/publicaciones/revistas/fondo-historico/?
IDR=13&IDN=1076&IDA=32961
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Lara Galisteo, J. M. (2010), El imperialismo colonial, Revista Digital Innovación y
Experiencias Educativas (N°26), pp. 1-8. Recuperado de www.academia.edu
Renton, D., Seddon, D. & Zeilig, L. (2007), The Congo: Plunder and Resistance, New
York: Zed Books Ltd.
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