Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Rasgos clave del sistema que garantizaban el funcionamiento del mecanismo
de Hume:
1) El Banco Central de una nación que aceptaba el patrón oro, compraba y
vendía oro a un precio fijo.
2) Los ciudadanos podían exportar e importar oro libremente.
El patrón oro no funcionaba automáticamente.
Los bancos respondían a los flujos de oro de una manera altamente
discrecional, a fin de amortiguar el efecto en los precios y en la economía
internos.
El sistema monetario internacional, bajo este patrón, no o
peraba impersonalmente:
La integración de los sistemas monetarios nacionales con el mercado
financiero de Londres, dotó a Gran Bretaña de la capacidad de controlar hasta
un grado considerable la oferta de dinero del mundo.
El sistema monetario no era políticamente simétrico en sus efectos sobre las
diversas economías nacionales.
Sólo Gran Bretaña y otros exportadores de capital ricos podían ajustar
los desequilibrios en los pagos y amortiguar sus malos efectos en las
actividades económicas, a través de la regulación de los flujos de capital.
El patrón oro reflejaba un mundo en el cual los proyectos sociales eran
mínimos.
El surgimiento de nuevas potencias industriales y la decadencia relativa de la
hegemonía británica empezaron a socavar la base del liderazgo económico
global y británico.
La primera guerra mundial destruyó las bases políticas de esta época
económica.
Por ello el paso previo ha sido indagar en la biografía del historiador marxista británico, aparte de sus
orígenes familiares que él expone en el prefacio. Nació en Alejandría en 1917, donde se conocieron sus
padres, un comerciante inglés y una aristócrata vienesa, ambos de religión judía, aunque “no
practicantes”, un matrimonio imposible siglos atrás (o improbable). Aunque vivió en Viena sus padres se
dirigían a él en inglés. En 1933, tras la muerte de sus padres, se trasladaron a Londres, donde Hobsbawn
se doctoró en el Kings College, donde formó parte de una organización secreta de intelectuales llamada
los Apóstoles de Cambridge (a ella han pertenecido entre otros Bertrand Russel, John Maynard Keynes o
Alfred Tennyson). Participó en la Segunda Guerra Mundial en el Cuerpo de Ingenieros.
Pero lo más importante es que se unió al Partido Comunista en 1936 y fue miembro del Grupo de
Historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña de 1946 a 1956. Aunque no se salió del grupo
cuando la URSS invadió Hungría ese año, lo que se consideró un apoyo tácito, no comulgaba con el
marxismo ortodoxo soviético, sino con el marxismo revisionista europeo. Desde esta postura colaboró en
la década de los 80 en la publicación Marxism Today y en la modernización del Partido Laborista.
Desde 1947 fue profesor de Historia en el Birbeck College y fue profesor visitante en Stanford en los 60.
En 1978 ingresó en la Academia Británica. En 1982 se retira, pero seguirá trabajando como profesor
visitante algunos meses al año en The New School for Social Research algunos meses al año hasta su
muerte en 2012.
A nivel académico sus ámbitos de interés fueron las dos revoluciones del “largo” siglo XIX, la
Revolución Francesa y la Revolución Industrial británica en las que vio la tendencia impulsora hacia el
capitalismo liberal de hoy en día. Otro de ámbito de interés fue el de los bandidos sociales y el desarrollo
de las tradiciones en el contexto del estado nación. Muchos críticos consideran sus obras como accesibles
y renovadoras. No es difícil encontrar sus obras como referentes en las asignaturas de Historia de
colegios y universidades (como es el caso).
Empieza el libro agradeciendo las cientos de lecturas y opiniones de colegas y estudiantes, y eso es
muestra de humildad, a pesar de su notoriedad. Sus excusas siguen con un tema importante, y es que cada
uno es hijo de su tiempo y que por ello existe la historia y la memoria, y entrambas hay un punto negro.
Su último libro completa su trilogía decimonónica, pero expone que de este volumen no se siente tan
distanciado como para que el tiempo manejado le sea extraño. Por eso se muestra doblemente precavido y
pone sobre el tapete las herramientas de trabajo de un historiador: testimonios orales, contraste de fuentes
y aplicación del sentido común; amén de procurar ser imparcial y crítico. Cabe apuntar que su tendencia
historiografica se deja notar, como es natural.
Ve un siglo XIX donde triunfa el liberalismo y que está lleno de contradicciones, pues como dice el autor,
“nunca hubo tantos años de paz sin precedentes que generara una guerra sin precedentes”. A lo que opino
que la Historia no es cíclica (el conocimiento acumulado, la globalización y las innovaciones lo impiden)
y que ya se ha aprendido la lección de que las guerras totales no se pueden ganar rápidamente y menos
aún con armamento nuclear de por medio (mutua destrucción asegurada). Quiero decir con esto que en
1914 todos los beligerantes partían con entusiasmo a un conflicto que creían que se iba a resolver
rápidamente tras una o dos batallas decisivas como había ocurrido en los breves choques anteriores
(guerra francoprusiana o austroprusiana).
En principio en “el mundo desarrollado la población adulta masculina se aproximó cada vez más a los
criterios mínimos de la sociedad burguesa: todas las personas eran libres e iguales ante la ley”. Aunque a
la hora de la verdad el dinero era lo que mandaba. Influía en quien valía más o no en la sociedad y la
policía consideraba tácitamente la existencia de “clases torturables y clases no torturables”. En España la
Guardia Civil se empleó en reiteradas ocasiones como fuerza de reacción contra las masas obreras y los
huelguistas, que acusaban a la Benemerita de abusos.
Destaca Hobsbawn la importancia de la educación a la hora de diferenciar los “países avanzados” de los
rezagados. “La política, la economía y la vida cultural se había emancipado de la tutela de las religiones
antiguas, de los reductos de tradicionalismo y la superstición”. El baremo a partir de 1870 para ver si un
país era desarrollado empezaba a ser si la población estaba alfabetizada. Esto implicaba que España,
Portugal, Rusia o Italia estuvieran en el margen entre las naciones de primer orden y de segundo, y así
eran tratados, pese a su glorioso pasado. Normalmente esto venia ligado a que la población de las
ciudades estaba más intruidas que la rural, y cabe destacar el incremento tanto de las metrópolis y
ciudades debido al éxodo rural. Cita la excepción de Suecia que en 1850 un 90% eran campesinos y solo
había un 10% analfabetismo. Es interesante la razón de que la ética protestante animaba al alfabetismo (la
lectura de la Biblia).
Imperialismo
Se denomina así la época que va de 1875 a 1914 como imperial por la extensión de los dominios y por la
gran cantidad de monarcas que se denominaban emperadores: el de Alemania, Austria, Rusia, Gran
Bretaña y Turquia; incluso Francia brevemente. Esto era por definición un estado multireligioso,
multicultural y multiétnico que se ha expandido mediante anexión y mantiene su crecimiento. Y este
último punto es importante ya que durante la última parte del siglo y parte del XX mantendrán un hambre
voraz de colonias. También estaban los emperadores de Persia, China, Japón y alguno más. Lo importante
es que la mayoría de estos imperios desaparecerán tras la Primera Guerra Mundial (5 de ellos) y adía de
hoy solo queda el de Japón y es a título honorifico.
Más que nombre lo importante es lo que conllevaban estos imperios expansivos, que eran las colonias. La
supremacía ya existía desde el siglo XVIII pero es en esta época cuando se inicia la conquista. Incluso la
pequeña Bélgica se quedó una gran pieza africana, el Congo. Se convirtió en motivo de prestigio la
posesión de estos territorios y ello llevó a España, tras la perdida de Cuba a consolidar sus pobres
posesiones en Marruecos (con desastroso resultado en el Anual en 1921).
El como occidente domeñó al resto del orbe en pocos años, más acusadamente desde 1870 (en el que cada
Estado buscaba un lugar bajo el sol) hasta 1930 puede explicarse por las mejores tácticas y estrategias
militares, la profesionalidad y agresividad de los soldados europeos (que tenían a sus espaldas una gran
tradición de infantería desde el Renacimiento, pasando por la Guerra de los Treinta Años o las Guerras
Napóleonicas), un conocimiento detallado del mundo, innovaciones tecnológicas y sobre todo el poderío
de la industria propiciada por la Revolución Industrial. En cuanto a la agresividad de los europeos, que
chocó a por ejemplo, los nativos americanos, se explica en que combatían a muerte y no para capturar
esclavos como sí sucedía de forma generalizada en todo el mundo (guerras floridas y ritualizadas). Los
europeos fueron los primeros en sorprenderse de sus fulgurantes éxitos (y algún descalabro) y lo
atribuyeron a superioridad racial y moral.
En resumen, los estados europeos y EEUU se repartieron el mundo no occidental, iniciando un juego
entre ellos, y ya al final arrebatando colonias a potencias europeas de segundo orden (Cuba, Puerto Rico y
Filipinas a España). Solo se libró de esta rapacidad territorial América Latina, formada por jóvenes
repúblicas (“que no impresionaban a nadie”). Por supuesto estaban bajo el ala protectora de EEUU con la
Doctrina Monroe (y durante su guerra civil su no vigilancia fue aprovechada por las otras potencias para
intervenir en México), y Gran Bretaña intervino diplomaticamente para proteger sus intereses
(destrucción de Paraguay a manos de Argentina, Brasil y Uruguay).
No solo era el animo de lucro lo que movía a los empresarios capitalistas a este paso imperialista, también
“impulsos ideológicos, políticos, emocionales, patrióticos e incluso raciales”. Me parece interesante este
punto ya que el marxismo ha reducido durante mucho tiempo todo a intereses económicos y es evidente,
como apunta el autor, que hay motivaciones más allá que la explotación de recursos y personas con el fin
de obtener dinero. La principal causa que alega el autor es la búsqueda de nuevos mercados donde colocar
sus productos (y en épocas de proteccionismo otros estados buscarían territorios propios). Esto explica
porque Alemania superó a Reino Unido económicamente: consiguió colocar más productos
manufacturados en el exterior.
Otro dato que me gusta es que en este periodo la red ferroviaria pasó de 200.000 km a 1 millón.
Principalmente en los territorios extraeuropeos, aumentando las posibilidades de explotación de territorios
marginales (y cito Uruguay de finales del XIX porque he tratado el tema en la asignatura
correspondiente). América Latina, por ejemplo, se convirtió en productor de recursos que se consumian
en Europa y EEUU, cada país especializándose en unos productos en vez de crear industria propia
(Argentina trigo y carne o Brasil café). “Se vieron atrapadas en la trampa de la especialización
internacional”.
Sociedad
Otro punto interesante es que el imperialismo permitió aliviar excedentes de población y aumentar el
nivel de vida de los ciudadanos, y no menos importante el sentimiento de “gloria” por conquistar “lugares
exóticos de gentes de piel oscura” (dice irónicamente). El sentimiento de superioridad tocaba por igual a
todas las clases, ricas o pobres (es en esta época cuando surgen los científicos raciales, con sus medidas
antropométricas, hoy considerada speudociencia). Será cuando la economía empiece a ir peor, a partir de
1880, en el que se da cierto proteccionismo cuando florezcan los movimientos obreros, ya conscientes de
su poder.
Paradojicamente surgen unas masas obreras generadas por el capitalismo que exijen la desaparición de
este, aun cuando a finales del XIX empieza a mejorar su calidad de vida. Los hábitos de la burguesía
serán copiados por estas nuevas clases sociales según obtengan poder adquisitivo. La democracia hizo a
la burguesia tradicional reinventarse y buscar una nueva identidad, protegida por su colchón de confort y
capital. En todos los países democráticos avanzaron los partidos que se decían progresistas, y en cierta
medida ampliaron el bienestar de los ciudadanos.
Será el periodo revolucionario de 1905 en Rusia, y anteriormente en Gran Bretaña y Francia, el que
interese al autor, aunque admita que parte del siglo XX estará modelado por la anterior era imperialista.
Que ha dejado su huella en el comercio, la emancipación de la mujer e incluso en el disfrute de masas
como el cine o los espectáculos deportivos.
El tema del feminismo y la liberación sexual es especialmente interesante, ya que en prácticamente todas
las culturas y todos los tiempos la mujer ha tenido su rol, pero siempre en segundo plano frente al varón,
y es en las sociedades democráticas del siglo XIX cuando esto empieza a cambiar. Es interesante, ya que
admito que no es mi tema de interés principal, como esta lucha emancipadora se inició por campeones de
la vida alegre, bohemia y que defendía el derecho de acostarse con cualquiera. También las dudas que
suscitó el nuevo rol de la mujer en la sociedad, ya que debían seguir compatibilizarlo con ser madres.
Esta fe en el progreso vino marcada por la revolución tecnológica. A este último periodo del siglo XIX
pertenece el teléfono o la luz eléctrica. Y posteriormente el automóvil o aeroplano, la gente presenciaba
atonita los cambios vertiginosos que se producian en el modo de vida (aún más acusados que hoy,
acostumbrados a este progreso). Se actualizó la primera Revolución Industrial, consistente en vapor
y hierro, por acero y turbinas en este segunda.
Conclusión
Es díficil condensar en un trabajo más de 300 páginas en las que cada una está cargada de contenido. Eso
habla bien del libro, de lo evocador que resulta e invita a profundizar más en la obra de Hobsbawn.
apenas afectados hasta entonces por ese proceso, y fuera de Europa por los acontecimientos
La economía mundial es mucho más plural que antes. El Reino Unido dejó de ser el único país
entonces por la rivalidad entre los diferentes estados, había dejado de ser mono céntrica. Ese
pluralismo creciente de la economía mundial quedó enmascarado hasta cierto punto por la
Como sabemos, fue en este período cuando se incorporaron a la vida moderna el teléfono y la
la vida domés,ca la ciencia y la alta tecnología mediante ar0culos tales como la aspiradora y el
único medicamento universal que se ha inventado, la aspirina. Tampoco olvidemos una de las
escala que llevó a dis,nguir entre “empresa” y “gran empresa.” Por otra parte, se llevó a cabo
los bienes de consumo: un cambio tanto cuan,ta,vo como cualita,vo. Con el incremento de
subsistencia, comenzó a dominar las industrias productoras de bienes de consumo. Todo ello
implicó la transformación no solo de la producción, mediante lo que comenzó a llamarse
el importante crecimiento, tanto absoluto como rela,vo, del sector terciario de la economía,
público y privado: el aumento de puestos de trabajo en las o+cinas, ,endas y otros servicios.
Consideremos únicamente el caso del Reino Unido, país que en el momento de su mayor
apogeo dominaba la economía mundial con un porcentaje realmente ridículo en mano de obra
dedicada a las tareas administra,vas: en 1851 había 67000 funcionarios públicos y 91000
personas empleadas en ac,vidades comerciales de una población ocupada total de unos nueve
millones de personas.Caracterísca número sieteLa sép,ma caracterís,ca de la economía es la
convergencia creciente entre la polí,ca y la economía, es decir, el papel cada vez más
importante del Gobierno y del sector público, o lo que los ideólogos de la tendencia liberal,
como el abogado A. W. Dicey, consideraban como el amenazador avance del colec,vismo, a
expensas de la tradicional empresa individual o voluntaria.
------------------------------------------------------------------
El período que se desarrolla entre 1875 y hasta 1914, es decir, el lapso que antecede a la
Primera Guerra Mundial, está caracterizado por un gran dinamismo económico, en el que de
advierten dos grandes fluctuaciones, una depresión y un rápido incremento en la economía
mundial. Hobsbawm define el ánimo de la época que fue “de la preocupación a la euforia”.
Un primer tramo en el cual que se aprecia una depresión del comercio sin precedentes,
caracterizada por afectar a todos por igual de un modo “universal”, sin distinguir viejas o
nuevas naciones. Las depresiones más acentuadas se encuentran entre los años 1873 y 1890.
Pero no era la producción lo que se veía afectado sino su rentabilidad. Esta depresión afecto
principalmente a un sector que había crecido mucho en los últimos decenios: La agricultura.
Agravado por las consecuencias sociales que los cambios en el sector acarrea, ya que las
familias que subsistían de esta actividad aún en los países importantes constituían un
porcentaje importante de la población. Esto sumado a las plagas que se dieron en la época,
dieron por resultado muerte por hambre, revueltas campesinas y agitación electoral, pero por
sobre todas las cosas, los dos grandes fenómenos que fueron la emigración (especialmente de
países como Italia, España, Austria-Hungría y Rusia) y la cooperación (campesinos con tierras
viables de ser explotadas, lo lograron accediendo a créditos).
Una de las grandes características de este período fue la gran deflación. Si bien el precio de los
productos bajaba, los costes de producción se mantenían más o menos estables (ya que los
salarios no podían ser reducidos). Al mismo tiempo era imposible amortizar los costes de las
grandes maquinarias cuando los beneficios que otorgaban los productos eran cada vez
menores. Al mismo tiempo los mercados crecían muy lentamente. Por otra parte, cuando el
precio del oro y la plata se volvían inestables, complicaba las transacciones entre los países
que sus monedas se basaban en metales preciosos distintos.
Dado a la creciente necesidad de proteger a los productores nacionales (desde los sectores
agrícolas hasta los industriales), los gobiernos comienzan a escuchar grupos de intereses y
núcleos de votantes, especialmente en Alemania e Inglaterra. Con esto se ponía fin al
liberalismo económico. Sólo el Reino Unido desoyó estas cuestiones y continuó no solo con la
libertad de comercio sin restricciones, sino que en continua inclinación por la importación
especialmente de
alimentos, según el autor, el librecambio implicaba el hundimiento de la agricultura británica si
no estaba preparada para mantenerse a flote. En parte por no contar con una gran masa
campesina y además por ser el mayor exportador, tanto industrial como de servicios
“invisibles” (financieros, comerciales, transporte), con lo cual su poder no paraba de crecer,
aún a mayor escala que antes, tanto Inglaterra como su gran flota.
No obstante en aquellos estados capaces de defender de la competencia a sus economías en
proceso de industrialización, comenzaron a crecer las rivalidades, fomentadas por la industria
y la depresión, el mismo proteccionismo expresaba una competitividad económica
internacional. Competencia entre empresas y entre naciones.
Nos encontramos entonces frente a un escenario de estados naciones que intentan frenar la
economía de los otros mediante fortificaciones políticas, lo cual perjudica el crecimiento
económico mundial. En general favoreció a las industrias nacionales en cuanto al
abastecimiento del mercado doméstico, y debido a esto no obstaculizo seriamente el
crecimiento. Además se combina la concentración económica con la renacionalización
empresarial. La concentración avanzó a expensas de la competencia de mercado, las
corporaciones a expensas de las empresas privadas, los grandes negocios y grandes empresas
a expensas de las pequeñas, esta tendencia implicó una tendencia hacia el oligopolio, el cual
fue indudable en las industrias pesadas, o en aquellas estrechamente dependientes de los
pedidos del gobierno (como armamentos). Es en esta combinación en la que se encuentra el
meollo del posterior desarrollo de la economía. Acertadamente cita Hobsbawm al comienzo de
su capítulo, una frase de A. V. Dicey “La combinación se ha convertido gradualmente en el
alma de los sistemas comerciales modernos”.
A partir de 1890, en lo que se conoce como la Belle époque, comienza a darse un aumento en
los precios. Hay quienes coinciden en que el descubrimiento de nuevos depósitos de oro en
Sudáfrica son los que facilitan el nuevo impulso de la economía. Pero en este momento, se
genera una “redistribución del poder” crecen nuevas potencias, el progreso de Alemania y
Estados Unidos ya estaba consumado, y a estos los siguen otros estados como Francia, Bélgica
y Suiza. Y así se crea una nueva expansión generada por las nuevas “locomotoras del
crecimiento mundial” que eran estos nuevos ponderados de la economía, respaldadas por las
innovaciones tecnológicas constituyen “sectores de punta”. Sus mercados viven cada vez más
de las compras y que se alejan de las viejas economías rurales. En efecto, las mismas quedarán
relegadas al resto del mundo, países no desarrollados a los que se les determinara su
desarrollo en función de las necesidades de los núcleos centrales de la economía.