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Culturas postfigurativas
La cultura postfigurativa es estática y acrítica. Está representda por tres
generaciones sucesivas.
Los abuelos no pueden imaginar para sus nietos un futuro distinto de sus
propias vidas pasadas. El pasado de los adultos es el futuro de cada
generación.
Este tipo de cultura han sido las típicas de las sociedades humanas
durante milenios.
Culturas configurativas
La cultura configurativa es aquella en que el modelo de conducta
prevaleciente para los miembros es la de sus contemporáneos.
Son escasas las sociedades en las que la configuración sea la única forma
de transmisión cultura. No se conoce ninguna donde este modelo se haya
conservado durante generaciones.
Esta ruptura puede producirse por muchos motivos, entre ellos: una
catástrofe que diezma a la población (en especial a los ancianos, que son
claves para el sistema postfigurativo); el desarrollo de nuevas tecnologías
(los ancianos quedan afuera); una emigración (los ancianos pasan a ser
catalogados como inmigrantes y extranjeros); una conquista (se obliga a
las poblaciones a aprender el idioma y las costumbres del conquistador);
una conversación religiosa (a partir de la cual los adultos convertidos
criaran hijos con ideales distintos a los que ellos aprendieron en su
infancia o adolescencia); una revolución (introducción de nuevas y
distintas formas de vida para los jóvenes).
No existe una imagen clara del pasado ni del futuro; todo está regulado
por el comportamiento del grupo.
Culturas prefigurativas
Lo prefigurado es lo desconocido.
Los hijos de hoy enfrentan un futuro acerca del cual la ignorancia de los
mayores es absoluta.
Entre 1940 y 1960 sucedieron hechos que modificaron por completo las
relaciones entre los hombres y el mundo natural.
Los mayores podían decir a los jóvenes “Yo he sido joven y tu nunca has
sido viejo”.
Los jóvenes de hoy pueden responder: “Tu nunca has sido joven en el
mundo en el que yo lo soy, y jamás podrás serlo”.
Hoy todos los pueblos del mundo forman parte de una red de
intercomunicación. Los jóvenes de todos los países comparten un tipo de
experiencia que ninguno de sus mayores tuvo o tendrá jamás.
Existe una inquietud en la juventud moderna. Rebelión juvenil en los
distintos países.
Estos cambios se han registrados dentro del ciclo vital de una generación.
“Todos los que nos criamos antes de la Segunda Guerra Mundial somos
pioneros, inmigrantes en el tiempo, que hemos dejado atrás nuestros
mundos familiares para vivir en una nueva era. Nuestro pensamiento nos
ata al pasado, al mundo tal como existía en la época de nuestra infancia y
nuestra juventud”, dice Mead.
Los jóvenes no saben de lo que se debe haber, pero intuyen que debe de
haber un sistema mejor y que ellos deben encontrarlo.
Antes, era común que los mayores supieran más que los jóvenes (en
términos de la experiencia adquirida).
Actualmente, no hay ningún lugar del mundo en el que haya mayores que
sepan lo que saben los jóvenes.
Una vez que los jóvenes y los adultos acepten que existe un abismo
generacional profundo, será posible reanudar la comunicación. Pero un
adulto que piense que invocando su propia juventud podrá entender a los
jóvenes estará perdido.
Los padres no saben cómo educar a estos hijos que son tan distintos de lo
que ellos mismos fueron en otro tiempo, y la mayoría de los jóvenes es
incapaz de aprender de padres y adultos a los que ellos jamás se
parecerán.
Las culturas postfigurativas eran sistemas cerrados que copiaban sin cesar
el pasado.
Los niños y los jóvenes deben formular las preguntas que a los adultos
jamás se les ocurriría enunciar; pero es necesario reconquistar la
confianza (DIALOGO) para que los mayores puedan trabajar junto a ellos
(los jóvenes) en la búsqueda de las respuestas.
Los jóvenes dicen “el futuro es ahora”. Mead termina dándole la razón a
esta expresión.