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Colonización

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SOL LANTERI Y  J UAN LUIS MARTIRÉN

La palabra colonización abarca un amplio espectro semántico, determinado por los distintos contextos históricos que le dieron entidad. Es decir, no está asociada a una época o espacio puntual, sino que su significado fue incorporando diferentes alcances a lo largo del tiempo.
En términos etimológicos, colonización  proviene del latín colonus (oficio dedicado al trabajo de la tierra) y está asociada al asentamiento de personas o poblaciones sobre nuevas tierras limítrofes o conquistadas. No obstante, este concepto incorpora una serie de variables centrales para su constitución: recursos, fuerza de trabajo, organización política, motivaciones y, sobre todo, población (Sommer, 2011). Puede ser llevado a cabo por iniciativa estatal (siguiendo variadas lógicas, desde bélicas, geopolíticas o productivas) o particular (individuos, pioneros o sociedades económicas) a fin de establecer un núcleo de población y su puesta en producción en el mediano-largo plazo. Los objetivos también pueden ser variados, incluyendo la defensa de potencias frente a otras, una estrategia geopolítica, la explotación de recursos naturales, la maximización económica, el favorecimiento de un sector social o étnico preciso, asegurar la reproducción social y
familiar, etc.
Desde finales del medioevo (entre los siglos XV y XVI), una serie de mejoras técnicas en la navegación y circulación de la información impulsaron la colonización a escala global. Se dio inicio así a  la era de los descubrimientos, promovida en gran medida por proyectos coloniales de origen europeo y, particularmente, ibérico. La apertura de nuevas rutas de navegación hacia África y Asia llevada a cabo por los portugueses, más la llegada y posterior conquista de parte del territorio americano complejizaron el contenido y alcance del término.  
Con el avance de la modernidad y la emergencia de la revolución industrial, la colonización y conquista de tierras en distintos continentes se convirtió en una variable central, con imbricaciones políticas, económicas, sociales y religiosas. El término también logró una amplia gravitación en el campo académico desde el siglo XVIII y adquirió una fuerte complejidad y contingencia. Desde entonces, colonización, colonialismo o imperialismo pasaron a ser conceptos asociados, pero al mismo tiempo caracterizados por particularidades propias. Así, mientras  colonialismo fue asociado al asentamiento de colonias de inmigrantes en tierras con soberanía administrada por residentes locales de origen europeo (los ejemplos clásicos en este sentido fueron los de Australia o Nueva Zelanda),  imperialismo denota la colonización y administración de un territorio con mayoría de población nativa, por parte de un estado extranjero, con el objeto de explotar
económicamente sus recursos (algunas colonias europeas en África o América tuvieron esa impronta). Incluye una presencia militar orientada a someter a esos nuevos territorios. Se trata igualmente de una aproximación conceptual muy general, en tanto la polisemia y el alcance de ambos conceptos no han permitido llegar a un consenso en la bibliografía académica.
En este sentido, a continuación, se desarrollarán los lineamientos centrales que presentaron distintos contextos colonizadores en la frontera norteamericana, sudamericana y argentina, atendiendo a sus similitudes y particularidades durante la conformación de los estados- nación.

Frontera y colonización en Norteamérica 

Una vez roto el vínculo colonial en el continente americano, los sectores dirigentes y/o propietarios de los diferentes estados desarrollaron diversas políticas de colonización de las fronteras para extender su soberanía en construcción, aglutinar a población heterogénea que constituiría el basamento de las nuevas comunidades políticas y articular los frentes económicos conforme la instauración del sistema capitalista, que los beneficiaron mayormente en detrimento de las poblaciones nativas (campesinos, indígenas, afroamericanos, etc.). Las cesiones de tierras fiscales se conjugaron con la actividad misional, la educación laica, el fomento de la inmigración europea y políticas laborales con características y resultados disímiles según los casos, en función de la interacción social y otros factores.  
Aún en los Estados Unidos, donde el peso del individuo ligado a la oferta de “tierras libres” frente al estado fue destacado tradicionalmente desde la conferencia pionera de Frederick Jackson Turner (1893), estudios renovados ponderan la importancia estatal en la expansión del oeste mediante su política de tierras, con matices regionales. El gobierno central no pretendía formar una sociedad parecida a la europea, basada en ricos terratenientes y arrendatarios pobres, sino en el predominio de pequeños productores agrarios independientes, que constituirían el fundamento del republicanismo americano (White, 1991). En este marco se inscribe la  Homestead Act, que impulsó la colonización agraria. Según ese autor, si bien el estado jugó un rol importante en la colonización del oeste, el éxito de sus políticas y reglamentaciones dependieron de las características del ecosistema y del accionar de diversos sectores sociales, que hicieron al modelo
estatal más flexible y adaptable a las condiciones locales. 

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Sol Lanteri y Juan Luis Martirén

La palabra colonización abarca un amplio espectro semántico, determinado por los distintos
contextos históricos que le dieron entidad. Es decir, no está asociada a una época o espacio
puntual, sino que su significado fue incorporando diferentes alcances a lo largo del tiempo.

En términos etimológicos, colonización proviene del latín colonus (oficio dedicado al trabajo de la
tierra) y está asociada al asentamiento de personas o poblaciones sobre nuevas tierras limítrofes o
conquistadas. No obstante, este concepto incorpora una serie de variables centrales para su
constitución: recursos, fuerza de trabajo, organización política, motivaciones y, sobre todo,
población (Sommer, 2011). Puede ser llevado a cabo por iniciativa estatal (siguiendo variadas
lógicas, desde bélicas, geopolíticas o productivas) o particular (individuos, pioneros o sociedades
económicas) a fin de establecer un núcleo de población y su puesta en producción en el mediano-
largo plazo. Los objetivos también pueden ser variados, incluyendo la defensa de potencias frente
a otras, una estrategia geopolítica, la explotación de recursos naturales, la maximización
económica, el favorecimiento de un sector social o étnico preciso, asegurar la reproducción social
y familiar, etc.

Desde finales del medioevo (entre los siglos XV y XVI), una serie de mejoras técnicas en la
navegación y circulación de la información impulsaron la colonización a escala global. Se dio inicio
así a la era de los descubrimientos, promovida en gran medida por proyectos coloniales de origen
europeo y, particularmente, ibérico. La apertura de nuevas rutas de navegación hacia África y Asia
llevada a cabo por los portugueses, más la llegada y posterior conquista de parte del territorio
americano complejizaron el contenido y alcance del término.
Con el avance de la modernidad y la emergencia de la revolución industrial, la colonización y
conquista de tierras en distintos continentes se convirtió en una variable central, con
imbricaciones políticas, económicas, sociales y religiosas. El término también logró una amplia
gravitación en el campo académico desde el siglo XVIII y adquirió una fuerte complejidad y
contingencia. Desde entonces, colonización, colonialismo o imperialismo pasaron a ser conceptos
asociados, pero al mismo tiempo caracterizados por particularidades propias. Así, mientras
colonialismo fue asociado al asentamiento de colonias de inmigrantes en tierras con soberanía
administrada por residentes locales de origen europeo (los ejemplos clásicos en este sentido
fueron los de Australia o Nueva Zelanda), imperialismo denota la colonización y administración de
un territorio con mayoría de población nativa, por parte de un estado extranjero, con el objeto de
explotar económicamente sus recursos (algunas colonias europeas en África o América tuvieron
esa impronta). Incluye una presencia militar orientada a someter a esos nuevos territorios. Se
trata igualmente de una aproximación conceptual muy general, en tanto la polisemia y el alcance
de ambos conceptos no han permitido llegar a un consenso en la bibliografía académica.

En este sentido, a continuación, se desarrollarán los lineamientos centrales que presentaron


distintos contextos colonizadores en la frontera norteamericana, sudamericana y argentina,
atendiendo a sus similitudes y particularidades durante la conformación de los estados-nación.

Frontera y colonización en Norteamérica

Una vez roto el vínculo colonial en el continente americano, los sectores dirigentes y/o
propietarios de los diferentes estados desarrollaron diversas políticas de colonización de las
fronteras para extender su soberanía en construcción, aglutinar a población heterogénea que
constituiría el basamento de las nuevas comunidades políticas y articular los frentes económicos
conforme la instauración del sistema capitalista, que los beneficiaron mayormente en detrimento
de las poblaciones nativas (campesinos, indígenas, afroamericanos, etc.). Las cesiones de tierras
fiscales se conjugaron con la actividad misional, la educación laica, el fomento de la inmigración
europea y políticas laborales con características y resultados disímiles según los casos, en función
de la interacción social y otros factores.

Aún en los Estados Unidos, donde el peso del individuo ligado a la oferta de “tierras libres” frente
al estado fue destacado tradicionalmente desde la conferencia pionera de Frederick Jackson
Turner (1893), estudios renovados ponderan la importancia estatal en la expansión del oeste
mediante su política de tierras, con matices regionales. El gobierno central no pretendía formar
una sociedad parecida a la europea, basada en ricos terratenientes y arrendatarios pobres, sino en
el predominio de pequeños productores agrarios independientes, que constituirían el fundamento
del republicanismo americano (White, 1991). En este marco se inscribe la Homestead Act, que
impulsó la colonización agraria. Según ese autor, si bien el estado jugó un rol importante en la
colonización del oeste, el éxito de sus políticas y reglamentaciones dependieron de las
características del ecosistema y del accionar de diversos sectores sociales, que hicieron al modelo
estatal más flexible y adaptable a las condiciones locales.

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