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Colonización es la acción de dominar un país o territorio (la colonia) por parte de
otro (la metrópoli). El proceso de colonización puede ser de carácter político,
militar, cultural o presentar otras manifestaciones así como desarrollarse de en
forma violenta o pacífica.
Índice
1Migraciones
o 1.1Colonización económica
o 1.2Colonización interna
o 1.3Colonizaciones prehistóricas
o 1.4Colonizaciones históricas
1.4.1Edad Antigua
1.4.2Edad Media
1.4.3Edad Moderna
1.4.4Edad Contemporánea
2Véase también
3Referencias
4Bibliografía
5Enlaces externos
Migraciones[editar]
La colonización implica la emigración de contingentes de población de la
metrópolis a la colonia, especialmente en las denominadas colonias de
poblamiento, pero también en las denominadas colonias de explotación, donde se
establece el dominio de una casta colonial, compuesta por colonizadores, sobre la
población indígena. En una fase histórica posterior, los flujos migratorios se
invirtieron, pasando a ser las antiguas colonias, convertidas en países
subdesarrollados, las que emiten emigrantes, y las antiguas metrópolis,
convertidas en países desarrollados, las que reciben inmigrantes.
Colonización económica[editar]
La colonización económica se caracteriza por el intercambio desigual (de materias
primas por productos manufacturados, que deja en la metrópoli la mayor parte
del valor añadido del trabajo), lo que intensifica la relación de dependencia. A
veces se estipula legalmente (pacto colonial) etc...
Colonización interna[editar]
Es un proceso que involucra la migración de sectores poblacionales dentro de un
estado hacia zonas de "frontera interna", en especial zonas con potencial agrícola
o minero energético. Para el marxismo clásico la colonización (como estrategia de
los estados imperiales europeos) supone un paso para la ampliación geográfica de
la capacidad económica del capitalismo. De manera similar al proceso imperial, en
un estado el proceso colonizador supone que tras la apertura de nuevas tierras a
manos de gente colona, la propiedad adquiere un valor de cambio que permite su
concentración en manos de latifundistas. Al respecto, en el caso de la ampliación
del mundo capitalista, la colonización, según Marx "...era el secreto descubierto en
el nuevo mundo por la economía política del viejo y proclamando sin recato: el
régimen capitalista de producción y acumulación, y, por tanto, la propiedad privada
capitalista, exigen la destrucción de la propiedad privada nacida del propio trabajo,
es decir, la expropiación del trabajador":1 La colonización interna es un proceso
que involucra o bien la ampliación regional de los estados, o que bien facilita la
acumulación de tierras a partir de la compra de las "mejoras" de tierras baldías.
Esta modalidad de ampliación de la geografía interna de los países ha sido un
proceso característico en Latinoamérica. En Colombia distintos procesos de
colonización interna han expresado condiciones históricas particulares:
la Colonización Antioqueña del SXVIII y SXIX respondió a una de las primeras
experiencias de construcción de nación, mientras que la colonización armada2 da
cuenta de una experiencia de migración, apertura de frontera agrícola y resistencia
campesina en los albores de la Guerra Civil contemporánea que vive el país desde
la década de 1950.
Colonizaciones prehistóricas[editar]
Desde el inicio de la evolución humana se produjo la colonización de nuevos
territorios desde los lugares iniciales de aparición de las distintas especies
de homínidos en el África oriental. Son diferentes las interpretaciones que
la paleoantropología propone acerca de la salida del continente africano, y a partir
de ese hecho, la relación que la colonización del resto de los continentes tuvo en
la propia conformación del hombre moderno y la exacta naturaleza y
consecuencias de sus variaciones biológicas y culturales (incluso su misma
denominación como razas humanas); incluyendo la exacta naturaleza y
consecuencias de los contactos entre distintas especies y grupos humanos que se
fueron produciendo.
Véanse también: Evoluciónhumana#Migraciones prehistóricas de Homo
sapiens, Migración, Migración humana, Llegada del hombre a América e Historia
antigua (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.
Colonizaciones históricas[editar]
Edad Antigua[editar]
En el Mediterráneo antiguo se distinguen tres civilizaciones por la fundación de
colonias: Fenicia, Grecia y Roma. Los fenicios comenzaron a fundar colonias en
las costas del Mediterráneo, en el norte de África con fines comerciales. Una de
estas fundaciones terminó siendo más importante que la metrópoli, Cartago.
La colonización griega se dio en varias etapas, ocupando gran cantidad de las
costas de Asia menor y enclaves estratégicos en zonas civilizadas. En la época
clásica, tierra cultivable era reclamada a menudo por "tribus bárbaras", quienes
vivían de la caza y la recolección o incluso de la cosecha. A la gente civilizada la
tierra parecía despoblada.
Otra gran colonización de la época antigua fue la colonización romana del imperio
que se extendió por tres continentes (Europa, Asia y África). Muchas de las
grandes ciudades actuales de Europa empezaron como colonias romanas. De
hecho, la ciudad alemana de Colonia originalmente fue fundada con el
nombre Colonia Claudia por los romanos.
Edad Media[editar]
La formación de imperios durante la Edad Media no suele utilizar el
término colonización para designarlo. No obstante, existieron procesos parecidos:
en la península ibérica sucesivos periodos de dominación musulmana y cristiana
en Al-Ándalus (para la "Reconquista" cristiana, el proceso
denominado repoblación), en el Este de Europa la Drang nach Osten y en el
Levante mediterráneo las Cruzadas.
Edad Moderna[editar]
Después del descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492 por Cristóbal Colón (su
apellido, a pesar de la homonimia, no tiene nada que ver con la etimología
de colonia o colonización), la era de los Descubrimientos inició la expansión
europea inicialmente protagonizada por el imperio portugués y el imperio español;
y desde finales del siglo XVI (16) el imperio holandés, junto con otras potencias
europeas (Francia, Inglaterra, Dinamarca) que compitieron por la colonización
europea de América y por el mantenimiento de escalas comerciales en la costa
africana y el Índico (especialmente la actual Indonesia y Filipinas).
A partir del siglo XVIII (18), las guerras coloniales aumentaron su importancia,
pasando a ser el imperio colonial francés y el imperio británico los que competían
por los más atractivos espacios en disputa (en el Caribe, Canadá, la India);
mientras que el imperio ruso llegaba hasta el Pacífico y el imperio español
alcanzaba su máxima extensión territorial.
Edad Contemporánea[editar]
Artículo principal: Colonialismo
Índice
1Causas
2Regiones sujetas a neocolonialismo
o 2.1África
o 2.2Asia
2.2.1Neocolonialismo de origen japonés
o 2.3América
3Véase también
4Referencias
o 4.1Bibliografía
Causas[editar]
Tras la liberación política de las colonias, se mantuvieron generalmente las antiguas
estructuras económicas. La dependencia de las importaciones de la metrópolis, la
concentración de la producción en ciertas materias primas para exportar a Europa y la
carencia de los medios técnicos y del capital, y la conservación en ciertos casos de la
propiedad de la industria en manos de colonizadores suponen la continuación del control
económico sobre estos países. La devaluación de las materias primas que exportan y la venta
de bienes manufacturados de mayor valor añadido generan un déficit comercial nocivo para
estos países. La ilegítima deuda externa asumida por muchos países es también un factor
relevante en el proceso.
África[editar]
La independencia de las colonias europeas en África fue consecuencia de muchos factores,
entre ellos el deseo de los pueblos africanos de independizarse, inspirados por la
independencia de la India, y el resentimiento popular contra el racismo y la desigualdad. Pero,
además, las dos nuevas potencias surgidas tras la Segunda Guerra Mundial,
la URSS y Estados Unidos, no habían participado en el reparto de África y querían asegurar
su influencia en la zona. Las dos superpotencias financiaron los intereses independentistas y
a los nuevos Estados. Trataban así de relanzar su industria de armamento, extender
su ideología y obtener el control económico de la región.
Para poder alimentar, educar y modernizar a sus masas, África tomó prestadas grandes
cantidades de dinero de varios países, banqueros y compañías. Gran parte de este dinero fue
despilfarrado por dictadores corruptos y no revirtió en el bienestar de los pueblos; además, la
deuda mermó la independencia de los Estados africanos.
Asia[editar]
Por la conquista de Siberia y del Turquestán, Rusia llegó a ser una gran potencia asiática. El
Imperio Ruso de Asia, prolongación de Rusia europea, extendíase en 1914 sobre 16 millones
de kilómetros cuadrados, o sea, una y media veces la superficie de toda Europa. Era el más
vasto Imperio del mundo.
La conquista de Siberia por los rusos empezó a fines del siglo XVI, pero se hizo lentamente
porque los rusos debían atender el frente europeo de su Imperio y Siberia solo fue tierra de
castigo o presidio inmenso, a dónde fueron deportados, durante varios siglos, los desterrados
políticos y los condenados de derecho común. Pero a mediados del siglo XIX y después de la
Guerra de Crimea y el Tratado de París (30), los rusos volvieron de nuevo la vista al Asia.
Las partes del litoral del Pacífico ya ocupadas tenían el inconveniente de estar invadidas
durante 7 u 8 meses por los hielos. De aquí que los rusos buscasen adquirir, a expensas de
China, costas más meridionales. Los chinos fueron primero expulsados de la desembocadura
del Amur, después, en 1858- 1860, mientras China estaba en guerra con Francia e Inglaterra,
obtuvo los territorios que formaron la provincia marítima. En su extremidad meridional, en
frente de Japón, crearon un puerto militar con el ambicioso nombre de Vladivostok, “El
Dominador de Oriente”. china Hemos visto ya Que China es el más antiguo de los Estados
actualmente existentes. Es más extenso que Europa entera y la fertilidad de sus llanuras
atravesadas por dos ríos enormes y las innumerables minas de sus montañas hace de ella
una de las tierras más ricas del globo. Hacia 1838, según estadísticas chinas, el Imperio tenía
alrededor de 350 millones de habitantes. Inmovilizados en el respeto del pasado, los chinos no
tuvieron por mucho tiempo más que desprecio por las ideas nuevas y desconfianza y odio por
todo lo que venía fuera de los “diablos rojos”, es decir, los europeos de tez sanguínea.
Neocolonialismo de origen japonés[editar]
La transformación de Japón es, por su instantaneidad, uno de los hechos más sorprendentes
de la historia. Se puede decir que, en algunos años, Japón adquirió la experiencia que
Occidente se demoró varios siglos en lograr.
América[editar]
Muchos países latinoamericanos recurrieron durante la década de los años setenta a créditos
de bancos multinacionales o empresas privadas de esos países se endeudaron y
posteriormente su deuda privada se convirtió en deuda pública. Esto fue posible por la
clase dirigente con intereses extra nacionales, con una visión neoliberalista, o por gobiernos
militares impuestos desde afuera, en el caso de Latinoamérica muchos de estos gobiernos
fueron impuestos por los Estados Unidos, como en la denominado Operación Cóndor. A estos
países les resultó extremadamente difícil pagar la deuda externa y las potencias aprovecharon
estas deudas, junto con acciones militares, como por ejemplo el golpe a Salvador Allende, o
intimidación sindical, para convertir tales países en sus neocolonias, instalando bases
militares, obteniendo acceso a sus recursos naturales a precios marginalmente bajos o
implantando políticas que resultaran de beneficio para el país.
Imperio español
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Imperio español
Monarquía universal española
Monarquía Hispánica
Imperio
1492-1898 (1402-1976) n. 1
Bandera
Lema: Plus Ultra
Leyenda[mostrar]
Capital Madrid (1561-1601)
Valladolid (1601-1606)
Madrid (desde 1606)
Entidad Imperio
Superficie
• Total 20 000 000 km²
Población (1790)
• Total 60 000 000 hab.
• Densidad 3 hab/km²
• 1580-1640 14 000 000 km²
• 1740 19 400 000 km²
• 1821-1898 934 000 km²
Población hist.
Moneda Real, peseta
Forma de Monarquían. 2
gobierno
Rey
Reyes Católicos
• 1474-1516
Alfonso XIII
• 1886-1931
Índice
1Orígenes
2El Imperio de los Reyes Católicos (1492-1516)
o 2.1La unificación de España y el fin de la Reconquista
o 2.2La política europea
o 2.3La conquista del Nuevo Mundo
3El imperio de los Austrias (1516-1700)
o 3.1De la batalla de Pavía a la Paz de Augsburgo (1521-1555)
o 3.2De San Quintín a Lepanto (1556-1571)
o 3.3El Reino en dificultades (1571-1598)
o 3.4«Dios es español» (1598-1626)
o 3.5El camino a Rocroi (1626-1643)
o 3.6Sublevaciones internas (1640-1665)
o 3.7El Imperio con el último Habsburgo (1665-1700)
4El Imperio de los Borbones (1700-1806)
o 4.1El cambio de dinastía
o 4.2La reforma del Imperio
o 4.3Las guerras coloniales durante el siglo XVIII
o 4.4España hacia 1800
5El fin del imperio global (1808-1898)
o 5.1La Revolución francesa y las guerras napoleónicas
o 5.2La independencia de las posesiones americanas continentales
o 5.3El Desastre del 98 y la pérdida de las islas del Caribe y Filipinas
6Los últimos territorios, África (1885-1975)
7Territorios del Imperio español
o 7.1América
7.1.1Territorios portugueses
o 7.2Asia y Oceanía
7.2.1Territorios portugueses
o 7.3África
7.3.1Territorios portugueses
o 7.4Europa
8Administración del Imperio
o 8.1América y Filipinas
8.1.1Consejo de Indias
8.1.2Casa de Contratación de Indias
o 8.2Corona de Aragón
9Población y ordenamiento jurídico en América y Filipinas
o 9.1Españoles
o 9.2Indígenas
o 9.3Mestizos
o 9.4Africanos y otros
10Legado cultural del Imperio
11Véase también
12Notas
13Referencias
14Bibliografía
o 14.1Libros citados
o 14.2Publicaciones citadas
o 14.3Otras lecturas recomendadas
15Enlaces externos
Orígenes[editar]
A principios del siglo XV d. C. los distintos reinos de la península
ibérica perseguían objetivos diferentes con su política exterior. Navarra quedó
pronto confinada por la expansión de los otros dos reinos y sus sucesivos
monarcas orientaron más sus miradas hacia Francia,9 pero el Tratado de
Almizra fijó los límites para la reconquista de las otras dos coronas,10 forzandolas a
emprender políticas exteriores similares, pero al mismo tiempo diferentes:
Castilla trataba de culminar la Reconquista y evitar nuevas incursiones
musulmanas tomando plazas e islas en el norte de África, incluso antes de
reconquistar el Reino nazarí de Granada.11 Al mismo tiempo, atravesaban
momentos difíciles por la guerra civil librada entre partidarios de la futura Isabel la
Católica y los de Juana la Beltraneja, en la lucha por suceder a Enrique IV.
Aragón, por su parte, orientó su política expansionista al Mediterráneo central y
oriental.11 Su corona tampoco contaba con un claro pretendiente para suceder
a Martín el Humano (fallecido en 1410), pero se resolvió pacíficamente con
el Compromiso de Caspe. Al mismo tiempo, este acto plantó las bases para la
futura unión con la Corona castellana tras ser elegido Fernando de Antequera,
miembro de la dinastía Trastámara reinante en Castilla, abriendo así la puerta
para la posterior llegada de Fernando el Católico y la consiguiente unificación de
los dos reinos.12
Por último, Portugal había terminado su reconquista imponiéndose al rey
castellano Alfonso X el Sabio en la toma del Algarbe, por lo cual Enrique el
Navegante enfocó su expansión hacia el Atlántico, conquistando Ceuta, tomando
el control de Madeira en 1425, las islas Azores en 1427 y prosiguiendo la
expansión con la implantación de asentamientos en los continentes africano y
asiático para ir abriendo una ruta comercial con la India y China que
circunnavegara el Continente Negro. 13
La rendición de Granada, óleo de Francisco Pradilla, 1882. Representa la entrega de las llaves de la
ciudad a los Reyes Católicos en 1492.
La política europea[editar]
Véanse también: Imperio español en Europa, Italia española y Países Bajos Españoles.
Fernando II de Aragón, responsable de la política expansionista en Italia y Europa de la naciente unión.
El primer gran reto del rey Fernando fue en la guerra de la Liga de Cambrai contra
Venecia, donde los soldados españoles se distinguieron junto a sus aliados
franceses en la batalla de Agnadello (1509). Solo un año más tarde, Fernando se
convertía en parte de la Liga Católica contra Francia, viendo una oportunidad de
tomar Milán —plaza por la cual mantenía una disputa dinástica— y Navarra. Esta
guerra no fue un éxito como la anterior contra Venecia y, en 1516, Francia aceptó
una tregua que dejaba Milán bajo su control y de hecho, cedía al monarca
hispánico el Reino de Navarra (que Fernando unió a la corona de Castilla), ya que
al retirar su apoyo dejaba aislados a los reyes navarros Juan III de
Albret y Catalina de Foix. Este hecho fue temporal pues posteriormente volvería a
apoyar la lucha de los navarros en 1521.
Con el objetivo de aislar a Francia, se adoptó una política matrimonial que llevó al
casamiento de las hijas de los Reyes Católicos con las dinastías reinantes
en Inglaterra, Borgoña y Austria. Tras la muerte de Fernando, la inhabilitación de
Juana I, hizo que Carlos de Austria, heredero de Austria y Borgoña, fuera también
heredero de los tronos españoles.
Carlos tenía un concepto político todavía medieval, y lo desarrolló empleando las
riquezas de sus reinos peninsulares en la política europea del Imperio, en vez de
seguir la que, con mayor amplitud de miras, había marcado su abuela Isabel en su
testamento: continuar la Reconquista en el norte de África. Aunque algunos
consejeros españoles lograron que hiciera algunas campañas hacia ese objetivo
(Orán, Túnez, Argelia), sin embargo, no consideró ese fin tan importante como las
inacabables disputas religioso-políticas de su herencia centroeuropea y, como
además, gran parte del ímpetu conquistador de los castellanos se dirigió hacia las
tierras nuevamente descubiertas de las Indias Occidentales, no colaboró
decididamente en el engrandecimiento de sus reinos peninsulares, salvo en lo que
se refiere a las campañas italianas. Ese abandono de la política de conquista del
norte de África daría quebraderos de cabeza a la Europa mediterránea hasta el
siglo XIX d. C..
La conquista del Nuevo Mundo[editar]
Artículo principal: Colonización española de América
Sin embargo, la expansión atlántica sería la que daría los mayores éxitos. Para
alcanzar las riquezas de Oriente, cuyas rutas comerciales (especialmente de las
especias de las islas del Pacífico) bloqueaban los otomanos o monopolizaban
genoveses y venecianos, los portugueses y los españoles compitieron por hallar
una nueva ruta que no fuera la tradicional, por tierra, a través de Oriente Próximo.
Los portugueses, que habían terminado mucho antes que los españoles
su Reconquista, habían empezado entonces sus expediciones, tratando primero
de acceder a las riquezas africanas y luego de circunnavegar África, lo que les
daría el control de islas y costas del continente, para abrir una nueva ruta a las
Indias Orientales, sin depender del comercio a través del Imperio otomano,
monopolizado por Génova y Venecia, poniendo el germen del Imperio portugués.
Más tarde, cuando Castilla terminó su reconquista, los Reyes Católicos, apoyaron
a Cristóbal Colón quien, al parecer convencido de que la circunferencia de la
Tierra era menor que la real, quiso alcanzar Cipango (Japón), Catay (China), las
Indias, el Oriente navegando hacia el Oeste, con el mismo fin que los portugueses:
independizarse de las ciudades italianas para conseguir las mercancías de
Oriente, principalmente, especias y seda (más fina que la producida en el reino de
Murcia desde la dominación árabe). A medio camino estaba el continente
americano y, según se acepta mayoritariamente, sin saberlo, descubrió América
para el resto del mundo, que vivía ignorante de la existencia de este continente,
iniciando la colonización española del continente.
Las nuevas tierras fueron reclamadas por los Reyes Católicos, con la oposición de
Portugal. Finalmente el papa Alejandro VI medió, llegándose al Tratado de
Tordesillas, que dividía las zonas de influencia española y portuguesa a
370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde (el meridiano situado a 46º 37’)
longitud oeste, siendo la zona occidental la correspondiente a España y la oriental
a Portugal. Así, España se convertía teóricamente en dueña de la mayor parte del
continente con la excepción de una pequeña parte, la oriental —lo que hoy día es
el extremo de Brasil—, que correspondía a Portugal. En adelante, esta cesión
papal, junto a la responsabilidad evangelizadora sobre los territorios descubiertos,
fue usada por los Reyes Católicos como legitimación en su expansión colonial.
Poco después, esta «legitimación» fue discutida por la Escuela de Salamanca.
Escudo de Carlos I.
Ante la posibilidad de que Carlos I decidiera apoyar la mayor parte de las cargas
de su imperio en el más rico de sus reinos, el de Castilla, lo cual no gustaba a los
castellanos que no deseaban contribuir con oro, plata o caballos a guerras
europeas que sentían ajenas, y enfrentados a un creciente absolutismo por parte
del rey comenzó una sublevación que aún se celebra cada año llamada de
los Comuneros, en la cual los rebeldes fueron derrotados. Carlos I de España y
luego V de Alemania se convertía en el hombre más poderoso de Europa, con un
imperio europeo que solo sería comparable en tamaño al de Napoleón. El
emperador intentó sofocar la Reforma protestante en la Dieta de Worms,
pero Lutero renunció a retractarse de su herejía. Firme defensor de la Catolicidad,
durante su reinado se produjo sin embargo lo que se llamó el Saco de Roma,
cuando sus tropas fuera de control atacaron la Santa Sede después de que el
papa Clemente VII se uniera a la Liga de Cognac contra él.
Pese a que Carlos I era flamenco y su lengua materna era el francés vivió un
proceso de españolización o, más concretamente, de castellanización. Así,
cuando se entrevistó con el papa, le habló en español y más tarde, cuando recibió
al embajador de Francia, un obispo francés se quejó por no haber entendido el
discurso, a lo que el emperador contestó: «Señor obispo, entiéndame si quiere y
no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble
que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana». 15 Esta frase ha
calado bastante en los españoles y, siglos después, aún se utiliza el dicho «Que
hable en cristiano» cuando un español (o casi todo otro hispanoparlante) quiere
que se le traduzca lo dicho.
De la batalla de Pavía a la Paz de Augsburgo (1521-1555)[editar]
Virreinato de Nueva España, fruto de las conquistas de Hernán Cortés entre otros muchos, tales
como Miguel López de Legazpi, Juan Ponce de León y Pedro de Alvarado.
Por otra parte, en el frente de guerra de Italia, fue un desastre para Francia, que
sufrió importantes derrotas en Bicoca (1522), Pavía (1525) —en la que Francisco I
y Enrique II fueron capturados— y Landriano (1529) antes de que Francisco I
claudicase y dejase Milán en manos españolas una vez más. La victoria de Carlos
I en la batalla de Pavía, 1525, sorprendió a muchos italianos y alemanes, al
demostrar su empeño en conseguir el máximo poder posible. El papa Clemente
VII cambió de bando y unió sus fuerzas con Francia y los emergentes estados
italianos contra el emperador, en la Guerra de la Liga de Cognac. La Paz de
Barcelona, firmada entre Carlos I y el papa en 1529, estableció una relación más
cordial entre los dos gobernantes y de hecho nombraba a España como defensora
de la causa católica y reconocía a Carlos como rey de Lombardía en recompensa
por la intervención española contra la rebelde República de Florencia.
En 1528, el gran almirante Andrea Doria se alió con el emperador para desalojar a
Francia y restaurar la independencia genovesa. Esto abrió una nueva perspectiva:
en este año se produce el primer préstamo de los bancos genoveses a Carlos I.
Los Trece de la Fama.
La Liga tenía como aliados a los franceses, y los esfuerzos por socavar su
influencia en Alemania fueron rechazados. La derrota francesa en 1544 rompió su
alianza con los protestantes y Carlos I se aprovechó de esta oportunidad. Primero
intentó el camino de la negociación en el Concilio de Trento en 1545, pero los
líderes protestantes, sintiéndose traicionados por la postura de los católicos en el
Concilio, fueron a la guerra encabezados por Mauricio de Sajonia. En respuesta,
Carlos I invadió Alemania a la cabeza de un ejército hispano-neerlandés. Confiaba
en restaurar la autoridad imperial. Las tropas, al mando del emperador en
persona, infligieron una decisiva derrota a los protestantes en la histórica batalla
de Mühlberg en 1547. En 1555 firmó la Paz de Augsburgo con los estados
protestantes, lo que restauró la estabilidad en Alemania bajo el principio de Cuius
regio, eius religio («Quien tiene la región impone la religión»), una posición
impopular entre el clero italiano y español. El compromiso de Carlos en Alemania
otorgó a España el papel de protector de la causa católica de los Habsburgo en el
Sacro Imperio Romano.
Mientras, el Mediterráneo se convirtió en campo de batalla contra los turcos, que
alentaban a piratas como el argelino Barbarroja. Carlos I prefirió eliminar a los
otomanos a través de la estrategia marítima, mediante ataques a sus
asentamientos en los territorios venecianos del este del Mediterráneo. Solo como
respuesta a los ataques en la costa de Levante española se involucró
personalmente el emperador en ofensivas en el continente africano con
expediciones sobre Túnez, Bona (1535) y Argel (1541), por el Sudeste Asiático se
consolidaba el dominio español en el archipiélago de las Filipinas (nombradas así
en honor a Felipe II) e islas adyacentes (Borneo, Molucas —fortaleza de Tidore—,
fuertes en la isla de Formosa y anexos en las
ya oceánicas Palaos, Marianas, Carolinas y Ralicratac, etc.).
De San Quintín a Lepanto (1556-1571)[editar]
Felipe II de España
El emperador Carlos repartió sus posesiones entre su único hijo legítimo, Felipe II,
y su hermano Fernando (al que dejó el Imperio de los Habsburgo). Para Felipe II,
Castilla fue la base de su imperio, pero la población de Castilla nunca fue lo
suficientemente grande para proporcionar los soldados necesarios para sostener
el Imperio. Tras el matrimonio del rey con María Tudor, Inglaterra y España fueron
aliados.
España no consiguió tener paz al llegar al trono el agresivo Enrique II de
Francia en 1547, que inmediatamente reanudó los conflictos con España. Felipe II
prosiguió la guerra contra Francia, aplastando al ejército francés en la batalla de
San Quintín, en Picardía, en 1558 y derrotando a Enrique de nuevo en la batalla
de Gravelinas. La Paz de Cateau-Cambrésis, firmada en 1559, reconoció
definitivamente las reclamaciones españolas en Italia. En las celebraciones que
siguieron al Tratado, Enrique II murió a causa de una herida producida por un
trozo de madera de una lanza. Francia fue golpeada durante los siguientes años
por una guerra civil que ahondó en las diferencias entre católicos y protestantes
dando a España ocasión de intervenir en favor de los católicos y que le impidió
competir con España y la Casa de Habsburgo en los juegos de poder europeos.
Liberados de la oposición francesa, España vio el apogeo de su poder y de su
extensión territorial en el periodo entre 1559 y 1643.
La bancarrota de 1557 supuso la inauguración del consorcio de los bancos
genoveses, lo que llevó al caos a los banqueros alemanes y acabó con la
preponderancia de los Fúcares como financieros del Estado español. Los
banqueros genoveses suministraron a los Habsburgo crédito fluido e ingresos
regulares.
Exploraciones y rutas españolas en el océano Pacífico.
Este acuerdo requería que todas las tropas españolas abandonasen aquellas
tierras, lo que fortaleció la posición de Felipe II cuando en 1580 murió sin
descendientes directos el último miembro de la familia real de Portugal,
el cardenal rey Enrique I de Portugal. El rey de España, hijo de Isabel de
Portugal y por tanto nieto del rey Manuel I, hizo valer su reclamación al trono
portugués, y en junio envió al duque de Alba y su ejército a Lisboa para
asegurarse la sucesión. El otro pretendiente, don Antonio, se replegó a las Azores,
donde la armada de Felipe terminó de derrotarle.
Pese a que actualmente sabemos que la economía española estaba minada y que
su poderío se debilitaba, el Imperio seguía siendo con mucho el poder más fuerte.
Tanto es así que podía librar enfrentamientos con Inglaterra, Francia y los Países
Bajos al mismo tiempo. Este poderío lo confirmaban el resto de pueblos europeos;
así el hugonote francés Duplessis-Mornay, por ejemplo, escribió tras el asesinato
de Guillermo de Orange a manos de Balthasar Gérard:
La ambición de los españoles, que les ha hecho acumular tantas tierras y mares, les hace pensar que
nada les es inaccesible.
Carnicer y Marcos (2006, p. 69)
Naves holandesas embistiendo a galeras españolas frente a la costa inglesa, en octubre de 1602.
Felipe IV de España.
En 1618 el rey reemplazó a Spínola por Baltasar de Zúñiga, veterano embajador
en Viena. Este pensaba que la clave para frenar a una Francia que resurgía y
eliminar a los neerlandeses era una estrecha alianza con los Habsburgo
austriacos. Ese mismo año, comenzando con la Defenestración de Praga, Austria
y el emperador Fernando II se embarcaron en una campaña contra Bohemia y
la Unión Protestante. Zúñiga animó a Felipe III a que se uniera a los Habsburgo
austriacos en la guerra, y Ambrosio Spínola fue enviado en cabeza de los Tercios
de Flandes a intervenir. De esta manera, España entró en la guerra de los Treinta
Años.
En 1621 el inofensivo y poco eficaz Felipe III murió y subió al trono su hijo Felipe
IV. Al año siguiente, Zúñiga fue sustituido por Gaspar de Guzmán, más conocido
por su título de conde-duque de Olivares, un hombre honesto y capaz,
[cita requerida]
que creía que el centro de todas las desgracias de España eran las
Provincias Unidas. Ese mismo año se reanudó la guerra con los Países Bajos. Los
bohemios fueron derrotados en la batalla de la Montaña Blanca en 1621, y más
tarde en Stadtlohn en 1623.
Paz de Westfalia.
Carlos II de España, último rey español de la dinastía Habsburgo. Cuadro de Juan Carreño de Miranda.
A la muerte de Felipe IV, su hijo Carlos II tenía solo cuatro años, por lo que su
madre Mariana de Austria gobernó como regente. Esta acabó por entregarle las
tareas de gobierno a un valido, el padre Nithard, un jesuita austriaco. El reinado de
Carlos II puede dividirse en dos partes. La primera abarcaría de 1665 a 1679 y
estaría caracterizada por el letargo económico y las luchas de poder entre los
validos del rey, el padre Nithard y Fernando de Valenzuela, con el hijo ilegítimo de
Felipe IV, don Juan José de Austria. Este último dio un golpe de Estado
en 1677 que obligó al monarca a expulsar a Nithard y a Valenzuela del gobierno.
La imagen que se ha tenido siempre de Carlos II y su reinado es la de una
decadencia y estancamiento totales en España; mientras el resto de Europa se
embarcaba en tremendos cambios en los gobiernos y las sociedades —
la Revolución de 1688 en Inglaterra y el reinado del Rey Sol en Francia—, España
continuaba a la deriva. La burocracia que se había constituido alrededor de Carlos
I y Felipe II demandaba un monarca fuerte y trabajador; la debilidad y dejadez de
Felipe III y Felipe IV contribuyeron a la decadencia española. Carlos II tenía pocas
capacidades, era impotente y murió sin un heredero en 1700. Sin embargo,
la historiografía moderna tiende a ser más condescendiente con Carlos II y sus
limitaciones, haciendo ver que el rey, pese a estar en el límite de la normalidad
mental, era consciente de la responsabilidad que tenía, la situación de codicia que
vivía su imperio y la idea de majestad que siempre trató de mantener. Esto lo
demostró en su testamento que, según la canción popular, fue su mejor obra; en él
declaraba:
Declaro mi sucesor (en el caso de que Dios se me lleve sin dejar hijos) el de Anjou, hijo segundo del
Delfín de Francia; y, como a tal, lo llamó a la sucesión de todos mi reinos y dominios sin excepción de
ninguna parte de ellos.
Citado por Alonso Mola y Martínez Shaw (2000, p. 45)
El nuevo rey no fue excesivamente bien recibido en España, aparte de los retrasos
en su entrada en Madrid por el mal tiempo y las continuas recepciones, los
cortesanos comenzaron a ver que era abúlico, casto, piadoso, muy seguidor de los
deseos de su confesor y melancólico, redactándole una coplilla:
Anda, niño, anda,
Porque el cardenal lo manda.
Citado por Alonso Mola (2000, p. 49)
Pero Felipe V no tenía intención de acaparar España para él y sus allegados como
pretendió hacer Felipe el Hermoso. Él quería ser un buen monarca pese a las
muchas diferencias que tenía con su nuevo pueblo. Tanto es así que tras el
famoso discurso que pronunció el marqués de Castelldosrius, embajador de
España en Francia, Felipe no comprendió nada, ni siquiera la famosa frase «Ya no
hay Pirineos»; porque no sabía español y fue su abuelo Luis XIV quien debió
interceder por él; pero al finalizar su réplica al embajador, el Rey Sol le dijo al
futuro rey «Sed un buen español». Aquel joven de diecisiete años cumplió toda su
vida con aquel mandato.22
El deseo de las otras potencias por España y sus posesiones no podía quedar
zanjado con el testamento real. Por lo que los enfrentamientos eran casi
inevitables; el archiduque Carlos de Austria no se resignó, lo que dio lugar a
la guerra de Sucesión (1702-1713).
Batalla de Almansa, enfrentamiento decisivo en la guerra de sucesión española.
Esta guerra y las negligencias cometidas en ella llevaron a nuevas derrotas para
las armas españolas, llegando incluso al propio territorio peninsular. Así se perdió
Orán, Menorca y la más dolorosa y prolongada: Gibraltar, donde había únicamente
cincuenta soldados españoles defendiéndolo contra la flota anglo-neerlandesa.
Felipe V no estaba preparado para dirigir el imperio más grande de aquel
momento y él lo sabía; pero también sabía rodearse de las personas más
preparadas de su época.23 Así los monarcas Borbones y los hombres que vinieron
con ellos trajeron un proyecto para el Imperio español y un deseo de fundirse con
él; por ejemplo Alejandro Malaspina decía que se sentía «Un italiano en España y
un español en Italia», Carlos III de España mandó esculpir estatuas de todos los
reyes y dignatarios españoles desde los visigodos como heredero que se sentía
de ellos, el marqués de Esquilache se molestaba cuando los nobles españoles no
le tuteaban como era la costumbre o, por las tardes, tomaba chocolate, tradición
que diferenciaba a la corte española de otras europeas; pero el más claro quizá
fuese Felipe V delante de su abuelo Luis XIV, cuando tenía ante sí una posibilidad
en el futuro de volver a Francia como rey de un país en auge en lugar de otro en
decadencia como era España, dicen que respondió:
Está hecha mi elección y nada hay en la tierra capaz de moverme a renunciar a la corona que Dios me
ha dado, nada en el mundo me hará separarme de España y de los españoles.
Citado por Martínez Shaw (2000, p. 54)
Con el monarca Borbón se modificó toda la organización territorial del Estado con
una serie de decretos llamados Decretos de Nueva Planta eliminándose fueros y
privilegios de los antiguos reinos peninsulares y unificándose todo el Estado
español al dividirlo en provincias llamadas Capitanías Generales a cargo de algún
oficial y casi todas ellas gobernadas con las mismas leyes; con esto se consiguió
homogeneizar y centralizar el Estado español utilizando el modelo territorial de
Francia.
Por otra parte con Felipe V llegaron ideas mercantilistas francesas basadas en
una monarquía centralizada, puesta en funcionamiento en América lentamente.
Sus mayores preocupaciones fueron romper el poder de la aristocracia criolla y
también debilitar el control territorial de la Compañía de Jesús: los jesuitas fueron
expulsados de la América española en 1767. Además de los ya establecidos
consulados de Ciudad de México y Lima, se estableció el de Vera Cruz.
Entre 1717 y 1718 las instituciones para el gobierno de las Indias, el Consejo de
Indias y la Casa de la Contratación, se trasladaron de Sevilla a Cádiz, que se
convirtió en el único puerto de comercio con las Américas.
Principales rutas comerciales del Imperio español con las Indias.
Los órganos ejecutivos fueron reformados creando las secretarías de estado que
serían el embrión de los ministerios. Se reformó el sistema de aduanas y
aranceles y el contributivo, se creó el catastro (pese a no llegar a reformarse
totalmente la política contributiva) se reestructuró el Ejército de Tierra en
regimientos en lugar de en tercios ...; pero quizá el gran logro fue la unificación de
las distintas flotas y arsenales en la Armada. A estas reformas se dedicaron
hombres como José Patiño, José Campillo o Zenón de Somodevilla, que fueron
ejemplos de meritocracia y algunos de los mejores expertos en material naval de
su época.24
A estas reformas le siguió una nueva política expansionista que buscaba
recuperar las posiciones perdidas. Así, en 1717 la armada española
recobró Cerdeña y Sicilia, que tuvo que abandonar pronto ante la coalición de
Austria, Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos, que vencieron en Cabo
Pessaro. Sin embargo la diplomacia española, apoyada por los Pactos de
Familia con sus parientes franceses, lograría que la corona del Reino de las Dos
Sicilias recayera en el segundo hijo del rey español. La nueva rama dinástica sería
conocida posteriormente como Borbón-Dos Sicilias.
Las guerras coloniales durante el siglo XVIII[editar]
Artículos principales: Guerra
del Asiento, Guerra de los Siete Años y España en la
guerra de Independencia de los Estados Unidos.
Castillo San Felipe de Barajas en Cartagena de Indias. En 1741 una enorme flota británica liderada por
el almirante Vernon fue derrotada por las fuerzas españolas de Blas de Lezo que defendían este fuerte.
El desarrollo del comercio naval promovido por los Borbones en América fue
interrumpido por la flota británica durante la guerra de los Siete Años (1756-1763)
en la que España y Francia se enfrentaron a Gran Bretaña y Portugal por
conflictos coloniales. Los éxitos españoles en el norte de Portugal se vieron
eclipsados por la toma inglesa de La Habana y Manila. Finalmente, el Tratado de
París (1763) puso fin a la guerra. Con esta paz, España recuperó Manila y La
Habana, aunque tuvo que devolver Sacramento. Además Francia entregó a
España la Luisiana al oeste del Misisipi, incluida su capital, Nueva Orleans, y
España cedió la Florida a Gran Bretaña.
En cualquier caso, el siglo XVIII d. C. fue un periodo de prosperidad en el imperio
de ultramar gracias al crecimiento constante del comercio, sobre todo en la
segunda mitad del siglo debido a las reformas borbónicas. Las rutas de un solo
barco en intervalos regulares fueron lentamente reemplazando la antigua
costumbre de enviar a las flotas de Indias, y en la década de 1760, había rutas
regulares entre Cádiz, La Habana y Puerto Rico, y en intervalos más largos con
el Río de la Plata, donde se había creado un nuevo virreinato, el
llamado Virreinato del Río de la Plata en 1776. El contrabando, que fue el cáncer
del imperio de los Habsburgo, declinó cuando se pusieron en marcha los navíos
de registro.
En 1777 una nueva guerra con Portugal acabó con el tratado de San Ildefonso,
por el que España recobraba Sacramento y ganaba las islas
de Annobon y Fernando Poo, en aguas de Guinea, a cambio de retirarse de sus
nuevas conquistas en Brasil.
Posteriormente, dos hechos de importancia menor ocurrieron en la América
española y al mismo tiempo demostraron la elasticidad y resistencia del nuevo
sistema reformado: el alzamiento de Túpac Amaru en Perú en 1780 y la rebelión
en Venezuela. Las dos, en parte, eran reacciones al mayor centralismo de la
administración borbónica. Por lo general, los tres siglos del imperio español en
América fueron muy pacíficos.25
En la década de 1780 el comercio interior en el Imperio volvió a crecer y su flota
se hizo mucho mayor y más rentable. El fin del monopolio de Cádiz para el
comercio americano supuso el renacimiento de las manufacturas españolas. Lo
más notable fue el rápido crecimiento de la industria textil en Cataluña, que a
finales de siglo mostraba signos de industrialización con una sorprendente y
rápida adopción de máquinas mecánicas para hilar, convirtiéndose en la más
importante industria textil del Mediterráneo. Esto supuso la aparición de una
pequeña pero políticamente activa burguesía en Barcelona. La productividad
agraria se mantuvo baja a pesar de los esfuerzos por introducir nueva maquinaria
para una clase campesina muy explotada y sin tierras.
Por España y por el Rey, Gálvez en América (2015), pintura al óleo de Augusto Ferrer-Dalmau que
recrea la batalla de Pensacola en 1781.
La recuperación gradual de las guerras se vio de nuevo interrumpida por la
participación española en la guerra de Independencia de los Estados
Unidos (1779-1783), en apoyo de los Estados sublevados y los consiguientes
enfrentamientos con Gran Bretaña. El Tratado de Versalles de 1783 supuso de
nuevo la paz y la recuperación de Florida y Menorca (consolidando la situación,
puesto que habían sido recuperadas previamente por España) así como el
abandono británico de Campeche y la Costa de los Mosquitos en el Caribe. Sin
embargo, España fracasó al intentar recuperar Gibraltar después de un duradero y
persistente sitio, y tuvo que reconocer la soberanía británica sobre las Bahamas,
donde se habían instalado numerosos partidarios del rey inglés
o lealistas procedentes de las colonias perdidas, y el archipiélago de San Andrés y
Providencia, reclamado por España pero que no había podido controlar.
Mientras, con la Convención de Nutka (1791), se resolvió la disputa entre España
y Gran Bretaña acerca de los asentamientos británicos y españoles en la costa del
Pacífico, delimitándose así la frontera entre ambos países. También en ese año
el rey de España ordenó a Alejandro Malaspina buscar el Paso del
Noroeste (Expedición Malaspina).
España hacia 1800[editar]
La muerte del brigadier Churruca a bordo del navío San Juan Nepomuceno, en la batalla de Trafalgar.
El motín de Aranjuez.
La rendición de Bailén.
Situación del Imperio español en 1824. En azul los territorios independizados en las guerras de
independencia hispanoamericanas (1809-1824).
Territorios españoles durante la segunda Restauración Borbónica. En azul aquellos que se separaron de
España en este periodo.
América[editar]
Véanse también: Organización territorial del Virreinato de Nueva España , Organización
territorial del Virreinato del Perú, Organización territorial del Virreinato de Nueva
Granada y Organización territorial del Virreinato del Río de la Plata.
Imperios español y portugués en 1790.
América española hacia el año 1800, los territorios coloreados eran considerados provincias en algunos
mapas del Imperio español.