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Asignatura: Derecho Político

Comisión:M03C
Cátedra: Dr. Diego A. Molea
Profesora: Dra. María Verónica Cantero
Ficha de estudio: Historia Argentina, parte II (Unidad XII)
Introducción
El proceso de formación del Estado
El proceso de formación de los Estados en Latinoamérica surgió entre 1850 y 1880, una construcción que
tuvo lugar en cada uno de los países de la región y se encuentra vinculado a lo sociohistórico de la formación
de los Estados nacionales en la que se fueron constituyendo hacia una organización definitiva, en unidades
políticas-territoriales. De esta manera, aportaran su diseño de integración territorial. En cuanto al Estado
argentino como heredero del Virreinato del Rio de la Plata, lo hará luego de sucesivas crisis en la que se irá
afianzando en su primera etapa como estado nacional.
Las sucesivas etapas, se irán dando a través de un curso prolongado de luchas internas que demoró la
conformación definitiva. Se trató de un periodo caracterizado por varias etapas que en su versión inicial ha
sido el proceso de la guerra por la independencia; el escenario de luchas civiles (tanto cruentas como
incruentas); el surgimiento de las provincias; la organización de hecho y de derecho de la Confederación.
En este contexto histórico el Constitucionalismo inorgánico fue la respuesta a la Liga del Interior, conocida
como unitaria. A través del tratado del 4 de enero de 1831 creó la Liga del Litoral, en la idea federal,
originariamente este convenio fue suscrito solo por tres provincias (Santa fe, Buenos Aires, Entre Ríos).
Así, el llamado Pacto Federal de 1831 es considerado el documento institucional más significativo y de
mayor vigencia desde 1.810 hasta la Constitución de 1853. Este acuerdo ha sido la base de la
Confederación Argentina y el sistema imperante durante más de veinte años. (Sagúes, Néstor Pedro:168).
Superado los aspectos mencionados, dará comienzo a la etapa de diseño de Estado en base a la
estructuración jurídica con la sanción de la Constitución Nacional de 1853. Un elemento clave de
documento unificado y sistemático y a la vez un instrumento jurídico para la organización fundamental del
Estado. También permitirá la estructuración de los poderes básicos de ese Estado y la delimitación de las
facultades, competencias y atribuciones, así como el reconocimiento de los derechos de la población de
dicha organización jurídica-política.
El concepto de Estado liberal surge con la Revolución Francesa, la noción configura que el Estado no debía
intervenir en las tareas de los particulares o la de imponer tributos parafiscales, tampoco la de restringir las
cláusulas contractuales. El liberalismo fue desarrollado originariamente por la burguesía europea, en los
siglos XVIII y XIX para poder justificar los cambios que se hallaban protagonizando, especialmente en
relación con las nuevas formas de producciones de bienes y con el ejercicio del poder en la sociedad.
Para aquellos liberales, un Estado moderno estaba integrado por individuos libres e iguales ante la ley, En
términos generales, los liberales defendían el respeto al individuo y la no intervención del Estado en la
economía (salvo para garantizar la libertad de ofrecer y de demandar bienes en el mercado). En el plano
político adherían al “estado de ‘derecho’’ -es decir, a las leyes que limitan el ejercicio del poder de los
gobernantes- y a la división de poderes. Esta corriente de pensamiento caracterizada por defender las
mayores cotas posibles de libertad individual, bajo las instituciones de gobierno surgió como doctrina política
cuando la ilustración logra conciliar la filosofía racionalista y el derecho natural.
El liberalismo inspiró las revoluciones burguesas que derrocaron el absolutismo combinando, como se puso
entonces de manifiesto, el individualismo con principios universales que son trasladable a toda la
humanidad. Así, las teorías de Montesquieu, Tocqueville o Madison, aplicadas por primera vez en Francia y
Estados Unidos, se han podido extender luego a regímenes democráticos.
La existencia de Estados, como forma de organización política, se remonta a varios siglos atrás. No obstante,
el proceso sociohistórico que representa la formalización de una autoridad permanente y pública en la
formación del Estado argentino supone una dimensión interactiva para la base necesaria de una
consolidación y de una organización política, las instituciones. A su vez, implica el diseño de un territorio
apto para la explotación de sus tierras como sustento de la integración dinámica al internacionalizarse el
sistema económico. Surge en paralelo a esta idea, los sectores dominantes en su relación con el Estado y
el ejército como institución centralizada en la consolidación del Estado-nación. En los Estados nacionales
se caracteriza por la existencia de un conjunto de instituciones, que configuran un sistema político, mediante
los cuales los gobernantes ejercen el poder político.
Tan pronto como el proceso de formación jurídica del Estado argentino y las mejores condiciones de
ubicación, como la articulación a partir de las materias primas, se presenta en el contexto de la nueva división
internacional económica En ese contexto, la relación entre los intereses económicos y el Estado permitió
una utilización de excedentes fiscales que fueron volcados a la modernización estatal y el fortalecimiento de
los poderes públicos, las instituciones, entre ellos, el aspecto jurídico, las milicias provinciales y las fuerzas
militares. En los años siguientes, con la “modernización” de la vida social surgió la generación de obras de
infraestructura como transportes, correos, aduanas y los servicios urbanos. Acto seguido, se fueron
conformando los modelos culturales en lo que refiere a la arquitectura, los teatros y las óperas representativa
del diseño europeo. Esta mirada, especialmente basado en esa idea, implicó la relación entre el Estado y
los intereses económicos dominantes y el surgimiento de sectores socioeconómicos encarnados por grupos
hegemónicos vinculados a las actividades extractivas o agropecuarias de alto valor internacional.
Modalidades que permitieron fijar pautas culturales y de modernización de las élites sociales en patrones
provenientes de Europa.
La clase dominante en nuestro país se hallaba conformada por los propietarios de las mejores tierras,
quienes, además, realizaban una variada gama de actividades, desde la agricultura y la ganadería hasta la
producción industrial y el manejo de las finanzas. La base del poder económico de estos grupos residía,
entonces, en el control conjunto de la propiedad de la tierra, las principales casas dedicadas a la exportación
e importación y los únicos bancos existente en el país. De este modo, la clase dominante concentró la mayor
parte de los recursos económicos. Los grupos económicos y políticos se hallaban por lo general integradas
por redes de familias constituidas, muchas veces, mediante alianzas matrimoniales. Estas participaban en
reuniones de las mismas asociaciones y en su mayoría acarreaban ostentación habitando grandes
mansiones construidas de acuerdo con los estilos arquitectónicos europeos.
A su vez, encontramos autores que expresan que: “(…) Este sistema de dominación, implicó que el Estado
nacional fuera una base determinante y consecuencia del proceso de expansión del capitalismo iniciado con
la internacionalización de las economías de la región. Lo consideran determinante en tanto que creó las
condiciones, facilitó los recursos y hasta promovió la constitución de los agentes sociales que favorecerían
el proceso de acumulación. Señalan que, en tanto a través de múltiples formas de intervención, se fue
diferenciando su control, afirmando su autoridad y, en última instancia conformando sus atributos (…) Esta
demostración, lo entienden por medio del proceso de centralización del poder y descentralización del
control. De este modo el Estado se fue afianzando con su aparato institucional y ensanchando sus bases
sociales de apoyo.” (Oszlak, Oscar; 1982: 1986).
En el siglo XIX, la visión estaba puesta en ‘’la fe en la ciencia’’ que pareció abarcarlo todo, considerándose
que con su intervención la humanidad tendería al progreso indefinido. El conocimiento basado en el
razonamiento, la observación y la experimentación, permitió importantes avances en la comprensión de los
fenómenos físicos y en la posibilidad de actuar sobre la naturaleza, ya sea para modificarla o para extraer
de ella nuevos recursos. La mayoría de los descubrimientos e investigaciones científicas fueron aplicadas a
la producción de bienes e impulsaron el desarrollo de las economías capitalistas. Las Ciencia y tecnología
fueron los pilares del crecimiento de las economías de países que, como Inglaterra y, posteriormente, Estado
Unidos, pasaron a ser predominante a escala mundial. La idea de un progreso sin limites de las sociedades
capitalistas constituyó la base del sistema denominado positivismo.
En síntesis
Durante el periodo histórico de la última parte del siglo XIX y los primeros años del XX, el país continuó la
transformación iniciada en la etapa de la organización nacional. El modelo, en la primera etapa, se
caracterizó por la existencia de una “’elite”’ a cargo de los asuntos del país con la dirección y continuidad de
la obra de gobierno en el que el presidente saliente ejercía una gran influencia en la designación de su
sucesor y esta modalidad, a su vez, combinaba con los demás factores políticos, económicos y personales
que intervenían en la elección. Conforme a estas asociaciones en las que se fueron definiendo los rasgos
característicos de un sector, en tal caso, el resultado derivaba en que las fuerzas políticas que surgían de
un nuevo gobierno por lo general continuaban con la colaboración de quienes habían actuado en el periodo
anterior.
En este proceso de formación del Estado y la conformación de agrupaciones políticas, la generación del 80
concretó las alianzas con la oposición del interior, realizó la ocupación de todo el territorio nacional con la
expansión geográfica y la organización institucional del país fomentando la educación, la agricultura, las
comunicaciones, los transportes, la inmigración y la incorporación de la argentina al mercado mundial como
proveedora de materias primas y compradora de manufacturas.
Era entonces la llegada de la inmigración masiva con la incorporación de grandes sectores europeos a la
vida social argentina modificando la fisonomía social del país. Más adelante, estos sectores darán paso a la
nueva generación, los hijos de inmigrantes, dotando la idea con derecho a participar en los asuntos públicos.
Según Romero, la inmigración masiva y el progreso económico que había fomentado la agricultura
remodelaron profundamente la sociedad argentina. El autor considera que en la primera etapa arribaron al
país 1,8 millones en la década de 1880 y se concentraron en las grandes ciudades en la construcción de
obras públicas y la remodelación urbana; más adelante al abrirse las posibilidades en la agricultura, se
trasladaron al campo para trabajar en la cosecha. Así, expresa que a finales del siglo XIX los arribados
superaban el millón.
En acotada síntesis podemos decir que la organización del Estado nacional se produjo bajo la corriente del
liberalismo positivista y, en términos sociales, de sectores de terratenientes y comerciales ligados por sus
intereses a la división internacional del trabajo, vinculadas con naciones como Inglaterra en pleno proceso
de expansión que llevaba necesariamente a nuestro país como productor de materias primas y a una
dependencia económica. Aparece, también, la constitución de un régimen liberal oligárquico y una
modernización no industrializada, cuyas formas constitucionales políticas, si bien “modernas y reformistas”,
fueron restrictivas a la representación y/o participacion popular.

El camino hacia la sanción de la Constitución de 1853


El antecedente de la Constitución de 1.853 involucra el Protocolo de Palermo y el Acuerdo de San Nicolás.
Luego de la batalla de Caseros acaecida el 3 de febrero de 1852, implicó la caída del gobernador de Buenos
Aires, Juan Manuel de Rosas. La conformación de las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Corrientes y
Entre Ríos firmaron el 5 de abril de 1852 el Protocolo de Palermo, por el cual se delegaba el manejo de las
relaciones exteriores en el general Justo José Urquiza, en aquel momento, gobernador de Entre Ríos, acto
al que se sumaron varias provincias. También se acordó en designar a los plenipotenciarios que debían
integrar la Comisión Representativa que contemplaba el articulo 16 del Pacto Federal de 1.831.
El 31 de mayo de 1.852 se dispuso el acuerdo de San Nicolás que contó con la presencia de la mayoría de
los gobernadores de las provincias de la época. En consecuencia, se resolvió convocar al congreso general
federativo, que, también, fuera previsto en el articulo 16 del pacto citado, al que dio en llamarse, según lo
establecido, “” Congreso General Constituyente””. Así, el Congreso debía reunirse en la ciudad de Santa Fe,
en agosto de 1852, conformado por dos diputados de cada provincia, quienes debían concurrir sin
instrucciones especiales ni condicionamientos y “penetrados de sentimientos puramente nacionales’’
Al mismo tiempo, con la participación de trece de provincias argentinas, Buenos Aires separada de la
Confederación no intervino, recién se reintegrará el 11 de noviembre de 1.859. En este contexto, se originó
el Congreso General Constituyente en Santa fe el 20 de noviembre de 1852. Al Congreso se le atribuía,
además de competencias constituyentes, legislativas ordinarias ya que también debía dictar leyes orgánicas
complementarias a la Constitución Nacional.
En el esquema, el Congreso contemplaba la figura del encargado de las relaciones exteriores, a quien
otorgaba el título de “director provisorio’’ de la Confederación Argentina, designando en el cargo al
gobernador Justo José de Urquiza y el encargado de promulgar la futura Constitución. La Comisión
Constitucional propuesta a tales fines terminó el proyecto el 18 de abril de 1853. No obstante, los debates
continuaron hasta fines de ese mes. (Sagúes, Néstor Pedro:170).
Finalmente, el Congreso sancionó la Constitución Nacional el 1 de mayo, fue promulgada por el Poder
Ejecutivo el 25 de mayo y jurada el 9 de julio de 1853. El 5 de marzo de 1854 asumieron los primeros
mandatarios sobre la base de la Constitución Nacional: Justo José de Urquiza y Salvador María del Carril,
como presidente y vicepresidente de la República.
En términos históricos el modelo norteamericano es el antecedente del presidencialismo como de la
Constitución, influyeron en nuestros constituyentes la obra el federalista (1787), Madison y Jay; la
constitución norteamericana; la constitución chilena de 1833, entre otras, y todas las leyes fundamentales
de otros países americanos que cita Alberdi en Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina (1852). Más allá de esas experiencias e ideas extranjeras, se considera que los
constituyentes las acomodaron y la ajustaron a nuestra realidad, caracteres e idiosincrasia propias. Esto se
puede observar en la cita de que realiza Sagúes respecto de uno de los miembros informantes de 1853, en
la definición de Juan María Gutiérrez “’La Constitución Nacional es el pueblo argentino hecho ley”. En otros
términos, fue señalada como la “’obra del pensamiento argentino”’, que puso de manifiesto la comisión de
negocios constitucionales en su informe al Congreso Constituyente.
¿Qué es la Constitución de un Estado?
El término se refiere a un conjunto de normas básicas de organización política del Estado, considerada la
ley fundamental. El vocablo proviene del latín “constitutio” que significa reglar, ordenar, regular. Según la
Real Academia Española (RAE) es “Ley fundamental de un Estado, con rango superior al resto de las leyes,
que define el régimen de los derechos y libertades de los ciudadanos y delimita los poderes e instituciones
de la organización política’’.
La Constitución de 1853 consta de un preámbulo y dos partes. En el preámbulo que precede al articulado,
después de consignar que el Congreso fue por la voluntad y elección de las provincias -es decir, la cláusula
reconoce la preexistencia histórica de aquellas. La reunión de los representantes en un congreso tenía como
objetivo sancionar la constitución. Este objetivo se pautó previamente al Congreso: en el pacto de San
Nicolás de los Arroyos-. También enuncia los propósitos y los objetivos que inspiraron la sanción, de los que
la redactaron y las metas que los constituyentes se proponen alcanzar. Refleja una manifestación
democrática en la que reconoce al pueblo como origen del poder que delegan a las autoridades, la fuente
de la legitimidad de los constituyentes representando al pueblo, cuando manifiesta del “’pueblo de la Nación
Argentina”. A su vez, sus finalidades y los valores que expresa en su contenido, según los siguientes: la
unión nacional, la justicia, la paz interior, la defensa común, el bienestar general: el bien común se enfocan
para asegurar los beneficios de la libertad y a otorgar protección a la comunidad argentina. Invoca la
protección de Dios, el concepto apunta fuente de toda razón y justicia que se estableció teniendo en cuenta
el contexto que estaba regido la época, un contenido cristiano proveniente de España. De todas maneras,
la libertad de cultos se encuentra asegurada en el artículo 14. Finalmente establece la parte dispositiva:
“’Ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina”’. Indica las facultades
que tenía el Congreso como soberano y representante del pueblo; quedando aprobada la Constitución
Nacional en el Congreso Constituyente.
La primera parte de la Constitución Nacional se titula “Declaraciones, derechos y garantías, comprende un
catálogo de declaraciones, libertades, derechos, obligaciones y garantías, significan una valla contra el
poder público del Estado. Los derechos son facultades que tienen los habitantes y las asociaciones,
enumerados en el articulo 14. Los derechos no son absolutos sino relativos, significa que deben ser
reglamentados a través de las leyes para poder ejercerlos sin alterar y respetando el derecho de otros.
Las garantías son las seguridades que tutela la Constitución para ser defendidas por las autoridades políticas
del Estado y que si son alterados (ya sea por el Estado o por particulares) tendrán acciones necesarias para
componerlos.
La segunda parte se destina a las “’Autoridades de la Confederación”’, la llamada parte orgánica que se
refiere al poder, los órganos, sus funciones y a las relaciones entre aquellos. Una vez sancionada la
Constitución por la Convención de Santa Fe y puesta en vigencia en la Confederación, como fuera señalado
Buenos Aires quedó excluida. Posteriormente, el 11 de setiembre 1852 se separó de las demás provincias
y dictó su propia constitución, logrando establecer sus propias autoridades.
Separada la provincia de Buenos Aires estableció su propia Constitución como “” Estado de Buenos Aires’’
que fuera sancionada el 11 de abril de 1.854. Ello motivó que la Constitución Nacional de 1.853 tuviera dos
suspensiones parciales: una de tipo territorial, en cuanto a la no vigencia en el territorio de la provincia de
Buenos Aires, hasta su reincorporación concretada por el Pacto de San José de Flores (1.859). Otra de tipo
institucional, prevista en el artículo 3 de la Constitución de 1.853 que declaraba capital del país a la ciudad
de Buenos Aires y, dado los acontecimientos, en ese supuesto, no podía cumplirse, por la cual se reputa la
hipótesis de imposibilidad material de cumplimiento de la Constitución. (Sagúes, Néstor Pedro: 174)

La Convención de 1860 y aceptación de las reformas


La reunificación se produjo a raíz de los acontecimientos y como resultado del enfrentamiento armado entre
las tropas de la Confederación comandadas por Urquiza y las de Buenos Aires dirigidas por Mitre
respectivamente, la llamada batalla de Cepeda en 1859 con la victoria de la Confederación. Que, finalmente,
concluyó con la mediación diplomática extranjera y la destacada influencia de Francisco Solano López -
representante de Paraguay-, quien se hallaba en Buenos Aires, esta notoria figura del vecino país impidió
que se agravara el conflicto y las tropas ingresaran a la ciudad. La intervención mediadora motivó la reunión
de los contendientes y el pacto de San José de Flores. Este acuerdo facilitó el paso para concluir como el
último de una serie de pactos interprovinciales iniciada por el tratado de Pilar (1820) y afirmada por el Pacto
Federal (1831).
Más adelante con la firma del pacto de unión de San José de Flores, como resultado de la batalla de Cepeda
(1859), la Provincia de Buenos Aires se declara parte integrante de la Confederación. No obstante, de
manera previa exigieron la examinación, que sus representantes efectuarían mediante una convención
provincial, la revisión de la Constitución de 1853. Los miembros de dicha convención tenían como fin las
modificaciones al texto constitucional que serían tratadas en dicha Convención y la que se reuniría al efecto.
De esta forma el Pacto de unión fue completado por convenio del 6 de junio de1.860, con reglas a una
convención nacional constituyente ad hoc.
Señalamos las modificaciones constitucionales introducidas en los siguientes: a) se aprobaron como
nombres oficiales del Estado Argentino Provincias Unidas del Rio de la Plata, Confederación Argentina y
República Argentina, conservándose el Nombre de Nación Argentina para encabezar las leyes; b) La
disposición, en su forma actual, referente a la Capital Federal quedó a criterio del Congreso previa sesión
de la Legislatura local; c) se acentuó la forma federal de gobierno y se borró el requisito de que las
constituciones provinciales fuesen revisadas por el Congreso federal (art. 5); d) el Poder Ejecutivo solo
podría intervenir en las provincias para garantizar el régimen republicano y e) por último, el articulo
correspondiente a la supremacía de la Constitución, leyes nacionales y tratados se le agrega “salvo la
provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados después del Pacto de 11 de noviembre de 1859”’ (art.
31); e insertó la cláusula de los “derechos no enumerados” del art. 33, etcétera.

El afianzamiento del Estado


A partir del cese de los enfrentamientos internos y el resultado de la Constitución, se inicia un periodo
progresivo, entre 1860 y 1885, con el afianzamiento del Estado argentino como la conformación de grupos
de dirigentes y una serie de acontecimientos que posibilitaron garantizar el control por parte del gobierno
central. El proceso se determinó por la obtención de los recursos, el manejo de la violencia, el territorio y la
legislación civil. Con el agregado de la transformación de Buenos Aires, la separación de la provincia de
Buenos Aires y la federalización de la ciudad como capital federal, la nacionalización del puerto y la aduana.
Estos recursos definieron la efectividad de la recaudación y la viabilidad financiera de las autoridades
federales. A esto se agrega que algunas cuestiones se dirimieron mediante la rebelión liderada por el
gobernador bonaerense Carlos Tejedor en rechazo a la elección de Julio Argentino Roca.
También debemos señalar que durante el periodo de 1880-1912, el régimen oligárquico de ese periodo
excluyó a la mayor parte de la población de la vida política. Es decir, la capacidad de decisión se encontraba
en poder de una minoría privilegiada, además, los habitantes sin distinción tenían limitada su participacion
política y la desigualdad política era considerada natural. En otras palabras, en esta etapa existía un fuerte
distanciamiento entre las elites gobernantes, quienes elegían sus sucesores, y el resto de la sociedad.
El entonces presidente Nicolás avellaneda (1874-1880) llegaba al fin de su mandato otorgando su apoyo a
la candidatura de Julio A. Roca, quien contaba con la adhesión de los gobernadores del interior. A su vez,
como frente de oposición surgió la candidatura de Carlos Tejedor, que por entonces se desempeñaba como
gobernador de la provincia de Buenos Aires. La campaña electoral fue exacerbada y la capitalización de la
ciudad constituyó la polémica, en el marco de oposición del gobernador al proyecto de la federalización de
Buenos Aires. Progresivamente las diferencias entre Avellaneda y Tejedor se intensificaron, por lo que
Avellaneda decidió trasladarse al pueblo de Belgrano, donde procedió a instaurar provisionalmente la capital
del país. En ese entorno de conflictos, comienzan los combates entre las fuerzas nacionales y las
provinciales tornándose en una situación insostenible. La intervención, más tarde, con la mediación del
cuerpo diplomático extranjero puso fin a la lucha.
Una vez resuelto el conflicto, el Poder Ejecutivo Nacional remitió al Congreso un proyecto de ley de
federalización de la ciudad de Buenos Aires, que poco después se convirtió en ley. Posteriormente, la
legislatura bonaerense concedió el territorio de la ciudad de Buenos Aires, acorde lo establecido en la
Constitución Nacional, el tema de la Capital quedó resuelto. Luego de estos acontecimientos el desafío
apuntaba a la conformación de la estructura del país. No obstante, se le reconoció a Buenos Aires una
situación legal que en una forma u otra había mantenido durante su historia.
A su vez, una ley que prohibía las milicias provinciales, que hasta ese momento tenían el derecho de
organizarlas, tuvo su acogimiento por la fuerza federal. A partir de la sanción de la ley Federal del 13 de
octubre de 1879 se consideró interpretativa de la facultad constitucional de organizar o movilizar la guardia
nacional al gobierno central. Con la toma de posesión de la presidencia de Julio A. Roca en 1880, a
consecuencia de la rebelión de Carlos Tejedor, fueron definidos los roles del ejército como fuerza regular y
de la Guardia Nacional como institución auxiliar del mismo.
En la proyección y con la creciente consolidación del Estado argentino, el gobierno federal tendrá el
monopolio de la fuerza pública y el poder provincial quedará despojado de sus funciones militares. En otras
palabras, con la aprobación de la ley se legitimó el monopolio federal de la violencia. En la interesante
conceptualización de Estado en ejercicio de la autoridad señalada por Max Weber. Es decir, el uso concreto
de la “violencia legitima’’ se delega en el Estado.
En la década de 1.880 se irán perfilando las instituciones, con la sanción del Código de Comercio en 1859
y luego para toda la Nación a partir de 1862, y la redacción del Código Civil (Ley 340) por el Dr. Dalmacio
Vélez Sarsfield (1864), que fuera aprobado por el Congreso Nacional el 25 de setiembre de 1869. La que lo
sancionó disponía en su artículo primero: “El Código Civil redactado por el Dr. Damásio Vélez Sarsfield, se
observará en la República Argentina, desde el 1 de enero de 1871”. Según se informara luego, este código
fue redactado, principalmente, sobre la base de proyectos de España, Chile y Brasil. Por ese entonces,
Vélez llegó a desempeñarse como ministro de Mitre y luego de Sarmiento, quien le reconocería su gran
empeño en impulsar la red telegráfica en el país. Ya en sus últimos tiempos, fundó el diario el Nacional de
fugaz existencia, y realizó reflexiones críticas de carácter historiográfico.
El presidente Nicolás Avellaneda permaneció en el poder hasta el 12 de octubre de 1880, fecha en que toma
la posesión del cargo de gobierno Julio A. Roca, que traspasó la banda presidencial, el 12 de octubre de
1886, a Miguel Juárez Celman. Con la elección como presidente militar de Roca los límites del territorio se
fueron definiendo con la conquista militar e involucró la incorporación de vastas extensiones de tierras de la
Patagonia. Ello implicó los límites territoriales y la expansión del control estatal. A su vez, le permitió al
Estado la secularización de la educación y la tutela ideológica a través de la ley 1420 con la enseñanza
laica, gratuita y obligatoria. Esta legislación estableció la instrucción básica estatal que fuera impulsada por
Domingo Faustino Sarmiento.
Sarmiento puso su impronta en la educación pública, durante el periodo de su presidencia (1868-1874) no
se llegó a sancionar la normativa de educación. Tampoco cuando asumió la presidencia Avellaneda, en cuyo
gobierno Sarmiento asumió el cargo de Justicia e Instrucción Pública. Durante el gobierno de Roca se
promulgó la mencionada ley de educación, sancionándose el 8 de julio de 1884. Con la creación del Consejo
Nacional de Educación, en la que Sarmiento fue elegido para el ejercicio como Superintendente General de
Escuelas del Consejo Nacional de Educación y la presidió. Al mismo tiempo, Roca designó a su predecesor
Avellaneda como Rector de la Universidad de Buenos Aires. En 1888 se sancionó las leyes de Registro Civil
y de Matrimonio Civil, sus disposiciones entraron en vigencia a fines de 1.889. Hasta entonces el nacimiento,
el matrimonio y la defunción se encontraban regulados por la iglesia.
La educación era para, los liberales de este periodo, un tema prioritario. En el Congreso Pedagógico en la
que participaron expertos nacionales y extranjeros. Sus conclusiones fueron que la enseñanza primaria
debía ser gratuita y obligatoria y que era necesario suprimir los castigos físicos y organizar los planteles
docentes. El Congreso Pedagógico concluyó con la sanción de la ley 1.420, en 1.884. El espíritu de la ley
se inscribía en el marco de las ideas liberales y perseguía, entre otros fines, la incorporación masiva a la
sociedad argentina de los inmigrantes europeos que profesaban otras religiones, por medio del dictado de
una educación laica. La discusión se planteó con el artículo de la ley que establecía que la enseñanza
religiosa no era obligatoria y que solo podía ser dada por los ministros autorizados de los diferentes cultos,
antes o después de las horas de clases (esto desató una fuerte polémica, a pesar de ello, la ley se aprobó
por mayoría. (Orden y Progreso en América Latina, Capítulo 4: 202).
El último conflicto de importancia, que impedía la total organización de un gobierno reconocido por todas las
partes integrantes del país, según lo señalado, quedó resuelto en 1.880. En la provincia de Buenos Aires un
sector de la población integrada fundamentalmente por propietarios de grandes extensiones de tierra y
comerciantes, se manifestaban en desacuerdo tanto con la cesión de parte del territorio para el
establecimiento de las autoridades de la república, como con la distribución de los ingresos de la aduana
entre todas las provincias. Estos planteos fueron asumidos por el gobierno de Buenos Aires. Frente a esta
oposición, el gobierno central debió llegar a un acuerdo con las autoridades de la provincia, mediante el cual
quedó establecido que, transitoriamente, las autoridades nacionales residirían como ‘’huéspedes’’ en la
ciudad de Buenos Aires, hasta tanto se llegara a un acuerdo definitivo. A pesar de este acuerdo los conflictos
continuaron.
Finalmente, fueron resueltos por la fuerza cuando en 1.880, el ejército del gobierno central, liderado por Julio
A. Roca, venció a las fuerzas militares de la provincia y ese mismo año se sancionó la Ley de Federalización
mediante la cual se estableció la capital del país en la ciudad de Buenos Aires.
Los albores de la década de 1880 representaron una época de grandes transformaciones para el Estado
argentino y la centralización del poder a través de un conjunto de leyes en la que se colocó bajo jurisdicción
del Estado nacional el control público de distintas instituciones, la secularización de la educación y la
instrucción pública. La federación de Buenos Aires implicó la nacionalización del puerto y de la aduana, por
consiguiente, la recaudación fiscal y viabilidad financiera de las autoridades federales. En suma, la
ampliación del plantel de funcionarios públicos (burocracia), a partir de la creación de nuevos ministerios
dependientes del Poder Ejecutivo y del incremento de los miembros del Poder Judicial; El dictado de códigos
y leyes para regular las relaciones entre los habitantes y las actividades económicas (Código Civil,
Comercial, Penal, de Minería, etc.) Posteriormente, en la década de 1.880, el Estado pasó a hacerse cargo
de varias funciones que hasta ese momento habían correspondido a la Iglesia. La de Registro Civil y la Ley
de Enseñanza Pública.
La emergencia de otros protagonistas en la etapa de la historia
Hasta 1880 el territorio del Estado se encontraba prácticamente despoblado, a partir de entonces
comenzaron a llegar crecientes cantidades de inmigrantes que iniciaron otra etapa de la historia. En rigor de
verdad, el Estado argentino asumió la educación mediante la alfabetización que aseguraba la instrucción
básica y a la vez la integración para la nacionalización de la lengua de los niños hijos de extranjeros como
una forma de moldear y organizar la sociedad en formación.
El incremento de la producción de bienes primarios requería de una mayor mano de obra de trabajadores.
En la producción ganadera, que hasta ese momento había sido la más importante, se ocupaba a pocos
trabajadores en estas tareas (un solo peón con pocas herramientas podía controlar la producción,
mantenimiento y crecimiento de numerosa cantidad de ganado). La producción agrícola, en cambio,
necesitaba de mucha mano de obra debido a la diversidad de tareas que incluía: las tierras para sembrar
las que debían prepararse en una época determinada del año, plantar las semillas, cuidar las plantas y
cosechar los granos. Todo ello, también, en un corto plazo de tiempo.
Frente a la escasez de la población en las zonas rurales se buscó, desde el gobierno, atraer a gran cantidad
de inmigrantes para el trabajo agrícola. Así entre 1870 y 1.914, aproximadamente 6 millones de extranjeros
llegaron al país. No todos se quedaron, pero más del 50 % de los que ingresaron se radicaron
definitivamente. La mayoría provenía de Italia y España, aunque también hubo rusos, sirios, eslavos,
franceses, portugueses, etc.
Oscar Oszlak construye una interesante conceptualización “El Estado no surge entonces por generación
espontánea ni tampoco es creado, en el sentido que “’alguien”” formalice su existencia mediante un acto
ritual. La existencia del Estado deviene de un proceso formativo a través del cual aquél va adquiriendo un
complejo de atributos que en cada momento histórico presenta distinto nivel de desarrollo. Un proceso
conocido con el término “’estatidad”’ que refiere al grado en que un sistema de dominación social ha
adquirido, en cuanto al conjunto de propiedades -expresado en esa capacidad de articulación y reproducción
de relaciones sociales- que definen la existencia de un Estado.” (Oszlak, Oscar: 4).
Las características del sistema político
El ejercicio del gobierno, a lo largo de las presidencias que se sucedieron entre 1.862 y 1.916, se caracterizó
por la concentración del poder político y económico en un grupo minoritario de la sociedad, que se
consideraba a si mismo como el más apto para gobernar el país. Quienes ocupaban cargos en el gobierno
eran seleccionados entre los miembros de unas pocas familias y la competencia electoral solo reflejaba la
influencia personal que poseían algunos miembros ‘’notables’’ de la sociedad.
Los llamados ‘’notables’’ conformaban, ante cada elección, los denominados clubes electorales. Para formar
parte de estas agrupaciones políticas no era necesario poseer convicciones firmes sobre las principales
cuestiones a resolver desde el gobierno. Los clubes solo tenían por objetivo permitir que determinadas
personas, integrantes de la minoría que participaba en política durante este periodo, se presentaran como
candidatos ante cada elección.
Según las investigaciones recientes, la participación electoral durante el periodo era sumamente escasa
entre aquellos pocos que estaban habilitados para hacerlo (varones nacidos en el país). Existía una clara
indiferencia a la hora de participar de las farsas electorales armadas por el gobierno para cumplir con lo
indicado por las leyes vigentes. En estas formas de “participacion política’’ votaban, fundamentalmente, los
empleados del gobierno, los peones de estancia y algunos trabajadores urbanos, no inmigrantes. El periodo
se caracterizó por la confección de padrones adulterados (en los cuales figuraban personas inexistentes o
fallecidas) y el apoyo del gobierno a candidatos seleccionados por el mismo. (Orden y Progreso en América
Latina, Capítulo 4: 212)

Breves sobre la organización de la clase obrera


Las pésimas condiciones de trabajo vigentes en el país y la nula acción del Estado en su control, llevó a
muchos trabajadores a buscar los medios para modificar esta situación. De este modo, se fueron
constituyendo las primeras organizaciones obreras, partidos, gremios o sindicatos. Estos últimos, agrupaban
a quienes realizaban una misma actividad (portuarios, textiles, panaderos, etc.), para intentar resolver en
forma colectiva los problemas que afectaban al conjunto.
En 1.896, se fundó el Partido Socialista, por Juan Bautista Justo, el cual se proclamó defensor de los
intereses obreros y en 1.901 se creó la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), organización que
intentó agrupar a todos los gremios existentes. Los reclamos de los obreros frente a los abusos y condiciones
de laborales que eran impuestas por dueños de las empresas se plasmaron en actos, huelgas y
manifestaciones. El gobierno en defensa de los intereses de la patronal respondió haciendo uso de la
violencia, sea esta directa, enviando el ejercito o la policía para reprimir a los trabajadores, o bien dictando
leyes, como la de residencia de 1.902, que establecía la expulsión del país de aquellos obreros extranjeros
señalados como responsables de las protestas sociales. No obstante, a pesar de la represión, estas no
dejaron de expandirse. (Orden y Progreso en América Latina: 215)
También los grupos anarquistas apoyaron a los trabajadores que protagonizaron las grandes huelgas de
principio de siglo. Sus miembros proclamaban la igualdad y la libertad real para todos los hombres y mujeres,
su propuesta pasaba por cuestionar al poder del Estado y de la Iglesia. Según este sector entendían que
ahí estaba la base de la dominación del Estado mediante la generación de normas y el poder de la violencia
llamada legitima.
Breves
- Ley de Residencia (1902), autorizaba al Poder Ejecutivo a expulsar (sin necesidad de juicio) al
extranjero que consideraba peligroso con el pretexto de la seguridad interior. Con esta ley miles de
personas no pudieron ingresar al país o fueron expulsadas por sus ideas y, la Ley de Defensa Social
(1910) considerada por los anarquistas como acto de agresión, en tanto que la novedad de la ley
judicializó la protesta social y la diferencia ideológica. La legislación en la práctica alargó los
procesos y estableció penas firmes contra los condenados.
- La creación del Departamento nacional del trabajo (1907). E l 6 de septiembre de 1905 el Ejecutivo
promulgó la Ley No 4.661 considerada el punto de partida de una nueva concepción en materia de
legislación laboral.
- En 1912 estalló el Grito de Alcorta, una huelga llevada adelante por los arrendatarios de la región
del maíz (Santa. Fe, Buenos Aires y Córdoba), la rebelión agraria estuvo a cargo de pequeños y
medianos arrendatarios y se extendió más de dos meses. Concluyó con el logro de leves ventajas
y la obtención de la primera entidad gremial en representación del campo.
La Liga se constituyó en organización política (luego de 1.914, como Partido Demócrata Progresista
–PDP-): el dirigente más importante de este partido político lo representó Lisandro de la Torre,
quien presionó por otorgarle el sufragio a los extranjeros, luego, se presentó como candidato a
presidente en 1.916.
Prácticas electorales
Los procesos de apertura del sistema político no siempre lo fueron con éxito, en nuestro país comienza la
etapa con movimientos conocidos como el yrigoyenismo. Los planteamientos pasaban por lograr una
democracia política que promoviera la ampliación de la ciudadanía como así, también, el derecho al voto
universal y secreto.
En los últimos años de la década del ochenta se origina una crisis que eclosionará en los noventa. Se pone
en evidencia los grandes negocios de tierras; las concesiones de los servicios público; las nuevas
sociedades comerciales, las acciones de estas empresas se negociaban en la Bolsa en un punto
especulativo más que como un aporte de capitales. La atracción por la euforia financiera sustentada sobre
bases poco sólidas concluyó en una grave crisis económica. Estas circunstancias abordaron diversos
movimientos con prédicas sobre bases comunes que previeron procesos de apertura del sistema político,
aunque no siempre con éxito.
A su vez, durante las elecciones de 1886, Roca logra imponer la candidatura de su concuñado Miguel
Suarez Celman, ex gobernador de Córdoba, quien previa elecciones fraudulentas, asume la presidencia del
país. A poco de asumir, Celman declaró: ‘” No creo en el sufragio universal, consultar al pueblo siempre es
errar pues éste únicamente tiene opiniones turbias. El hecho del fraude, si es que existe, será obra de los
partidos en lucha; pero no vemos qué intervención pueda haber tenido en el Poder Ejecutivo Nacional’’.
(Pigna, Felipe: 184 – 190)
En esa atmosfera el nuevo presidente asumió, también, la conducción del Partido Autonomista Nacional
(P.A.N), transformándose en el jefe único de la organización. Este régimen político caracterizado como “El
Unicato” se lo ha cuestionado por el régimen imperante, especialmente por las proscripciones y el fraude
electoral, un esquema en la que Juárez Celman y sus socios lograron controlar los resortes del poder. La
dominación política de este periodo es conocido con el rótulo de grupos dominantes bajo el concepto de
elite tradicional representada por connotaciones normativas, ideológicas y sociológicas. Desde luego, el
término indica una noción negativa de exclusividad y de exclusión, en relación con la política. Los estudiosos
han apuntado a descifrar claves sobre quienes mandan; como mandan; que relación se establece con otras
esferas económicas y sociales como qué relación se instaura entre muchos (gobernados) y pocos
(gobernantes) o cuales son los grados de autonomía entre estos últimos en la toma de decisión. (Alonso,
Paula: 369).
Otra característica que podemos citar de este periodo implica la emisión del voto a viva voz (voto cantado),
una modalidad que podía provocarles grandes inconvenientes al votante que iban desde la pérdida de su
empleo o la pérdida de su propia vida si su voto no coincidía con la del caudillo que dominaba el circuito
electoral, un instrumento político que rigió la época. Así, por ejemplo, los días de elecciones de los
gobernantes de turno, los encargados de dominar el escenario hacían valer la libreta de los muertos,
compraban votos, quemaban urnas y falsificaban padrones como una forma de socavar a los candidatos
que se postulaban como oposición. La evidencia supone que estas prácticas marginaban a los sectores
mayoritario de la población de la política.
Las formas constitucionales políticas de estas organizaciones fueron restrictivas para la representación
política y la participacion popular. Para operar como tales, el poder político representaba la actividad de
“notables” provenientes de familias tradicionales que, si bien el sistema institucional era acorde al modelo
republicano constitucional, las prácticas electorales tenían una fuerte injerencia de los sectores de gobierno.
Es decir, lo constituían las alianzas políticas que pasaba por los acuerdos entre el presidente, los
gobernadores y aquellos con prestigios reconocidos, sumados a caudillos electorales que eran los
encargados de rejuntar a los electores. De ahí que el sistema político haya sido caracterizado históricamente
de complicidad en las prácticas políticas y en la que mediante este régimen se tendían a desalentar a
quienes quisieran participar en la competencia.
La Revolución del Parque
A su turno, la dinámica de sucesión política progresivamente irá emergiendo un nuevo escenario donde
otros grupos se agruparán con personas provenientes de diversas posiciones económicas y diferentes
ideologías políticas. Desde esa nueva perspectiva, se irán organizando una de las primeras agrupaciones
con el nombre de Unión Cívica de la Juventud que, luego, quedará con la versión de Unión Cívica. El
surgimiento de la Unión Cívica (1890) la integraban todos los sectores de oposición al anterior régimen,
formado por un grupo heterogéneo que expresaba a los diversos sectores disconformes con el modelo que
lo consideraban corrupto e irresponsable. A esto se agrega el reclamo por el sufragio libre y que se cumpla
con lo establecido en la Constitución. El episodio siguiente provocará cambios sustanciales en la estructura
vigente de la época, sucedió con el golpe de la crisis económica y el eco de sectores que hicieron oír sus
voces en la reunión política conocido como el gran frontón del Jardín Florida.
El 26 de julio de 1890, estalló en Buenos Aires la Revolución del Parque, dirigida por un amplio frente
opositor, quienes se agruparon bajo el nombre de Unión Cívica que venían manifestándose contra la política
de Juárez Celman. La Junta Revolucionaria estaba presidida por Leandro N Alem. El éxito de la reunión
trajo preocupación a las autoridades de gobierno de aquel entonces, el conflicto concluyó con el
enfrentamiento entre militares antijuaristas y civiles en la llamada Revolución del Parque.
En un contexto de crisis social y económica, las fuerzas militares sublevadas ocuparon el Parque de
Artillería, ubicado donde actualmente se encuentra el Palacio de Justicia, en la actual Plaza Lavalle, se
trataba de un grupo de militares leales al gobierno, pero no al presidente Juárez Celman. Pronto el gobierno
logró la rendición de los insurrectos y procedió a controlar la situación de las fuerzas leales. Las fuerzas
que fueran comandadas por el ministro de Guerra Carlos Pellegrini provocaron la rendición de los rebeldes.
Aunque la revolución fue derrotada, Juárez Celman perdió toda autoridad y legitimidad para continuar, al
diluirse el apoyo, debió renunciar. La pérdida de legitimidad implicó la renuncia al cargo de Juárez Celman
por influencia de sus aliados, entre ellos Pellegrini y Roca, quienes no estaban dispuesto a sostenerlo.
El clima reinante por el levantamiento armado promovido por la oposición y la renuncia al cargo de presidente
de la República. Al tiempo y encabezado por Mitre surge una negociación con Roca que concluye con la
asunción del vicepresidente Carlos Pellegrini el 12 de octubre de 1892. El levantamiento estuvo liderado por
Bartolomé Mitre y Leandro N Alem, sin embargo, solo tenían en común el rechazo al gobierno de Juárez
Celman. Es decir, los objetivos de Mitre y Alem no eran los mismos, solo coincidían en la renuncia de Juárez
Celman. Mientras Alem propugnaba por las elecciones libres y transparencia gubernativa, Mitre aliado a
Roca, pretendía recuperar el poder para colocarlo en manos confiables que aseguren que nada cambiaria.
La Revolución y la caída del gobierno con el apoyo del accionar conjunto de fuerzas políticas heterogéneas
que tuvo lugar en el Parque, en sus manifestaciones se hallaban los dirigentes protagonistas que, más
adelante, encaminarán el surgimiento a los nuevos partidos políticos como Leandro N Alem, Hipólito
Yrigoyen, Juan B. Justo, Lisandro de la Torre. Estos dirigentes propulsores del enfrentamiento propugnaban
sus demandas en libertades políticas y patrocinaban una mayor participacion que terminaría erosionando al
régimen político.
Cabe señalar, que, si bien otra imagen era posible a pesar de la derrota de los sectores disconformes, la
revolución no alcanzó todos sus objetivos. No obstante, a partir de entonces, sentó las bases para la
organización de dirigentes de la nueva oposición y la aparición de los partidos políticos modernos en nuestro
país.

Proceso de transición política


Los cambios señalados permitieron la conformación de un movimiento opositor integrada por quienes
estaban excluidos del gobierno: la Unión Cívica Radical. Esta organización política se conformaba por
grupos heterogéneos de distintos sectores sociales, entre los cuales se encontraba un importante grupo de
jóvenes universitarios pertenecientes a familias de propietarios de tierras y comerciantes, también de varios
políticos con amplia trayectoria, tanto en la Capital Federal como en la provincia de Buenos Aires, además
recibían apoyos de otros sectores sociales. En 1.891 se funda la Unión Cívica Radical con un fuerte
cuestionamiento a las elecciones fraudulentas que realizaba periódicamente el gobierno vigente de la época.
Con el correr de la década del noventa, la UCR logró el apoyo de los sectores medios urbanos, a los cuales
también buscó representar políticamente.
Años más tarde con la sucesión presidencial y las combinaciones electorales que conformaron los grupos
políticos, se produjo otra fractura, debido a la división de los miembros políticos de la Unión Cívica que
fueran considerados, en aquel momento, como la agrupación con mayores posibilidades en la contienda
electoral. Por un lado, se encontraban aquellos que dentro de la Unión Cívica lograron acuerdo con el partido
gobernante en la idea de propuestas comunes formaron la Unión Cívica Nacional, liderada por Mitre, quienes
se constituyeron en la llamada fuerza conservadora acompañada por un conjunto de partidos provinciales
que se agrupaban en las elecciones nacionales. En otro sentido, se encontraban aquellos que no aceptaron
el acuerdo, estos formaron la Unión Cívica radical o anti acuerdista liderado por Leandro Alem (al que
pronto se le sumó Bernardo de Irigoyen), la alianza progresivamente se fue organizando políticamente en
todo el país.
En su manifiesto de la Carta Orgánica la Unión Cívica Radical (U.C.R) proponía: elecciones libres y
transparencia en la administración pública. La proclama de la agrupación significó el origen del primer partido
político de la argentina moderna. Desde entonces estos dos partidos se disputarían la preponderancia y el
rol destacado de la política del país a lo largo de cuarenta años. Durante este periodo las dos grandes
corrientes partidarias fueron los conservadores y radicales cuya diferencia radicaba en los procedimientos
electorales.
Dentro de este escenario, con la inmigración masiva promovidas por la generación del ochenta, estos grupos
reorganizados y con un Estado nacional que después de muchas décadas parecía encaminarse hacia la
consolidación, con la llegada al país numerosos trabajadores europeos, que pronto dieron forma a
organizaciones autónomas, entre ellas podemos citar a mutuales, grupos barriales y gremios, dieron
comienzo a la participación de los primeros grupos socialistas en el país. Esta agrupación política se
caracterizó por los intentos en conformar una organización obrera en todo el país. En 1894 aparece el primer
periódico socialista y el 1896 se funda el partido por integrantes de agrupaciones socialistas y gremialista
encabezado por Juan B. Justo, la tendencia se emparentaba con las ideas y los lineamientos de Europa.
Entre los grupos fundadores de esta corriente, el reconocido grupo Vorwärts, fundado en 1881, el grupo
francés Les Égaux.
También se encuentran en esta corriente aquellos que adhirieron a la II Internacional, en las ideas más
reformista y moderada, como su vocero representativo Eduardo Bernstein (alemán), Social Demócrata y las
Influencias de los cooperativistas belgas, los laboristas británicos, entre otros, que fuera constituido una
década más tarde. En nuestro país estas ideas se expresaron en el Centro Socialista Universitario, del cual
participaba José Ingenieros. A comienzo del siglo, en 1904, el Partido Socialista logrará su primer triunfo
electoral en la persona de Alfredo Palacios como el primer representante a la Cámara de Diputados.
Por otra parte, para las elecciones de 1892 fue proclamada la candidatura de Roque Sáenz Peña, pero los
sectores más conservadores, liderados por Roca y Mitre, se opusieron y propiciaron la candidatura de su
padre, Luis Sáenz Peña. La maniobra dio sus frutos y Roque debió bajarse de la candidatura presidencial
para no tener que enfrentar a su propio padre en la contienda que se avecinaba. Sáenz Peña se retiró a la
provincia de Entre Ríos. Recién una década más tarde volvería a asumir sus funciones políticas, al ser
designado por el entonces José Figueroa Alcorta ministro plenipotenciario de España, Portugal, Italia y
Suiza. Al regresar en 1909, lo hizo en pleno auge de las protestas obreras y observó lo trascendente que
podía resultar la democratización política, según la experiencia sucedida, en aquellos tiempos, en varios
países europeos. Más adelante Roque Sáenz Peña fue proclamado presidente y asumió acompañado de
Victorino de la Plaza, el 12 de octubre de 1910. No obstante, había acordado previamente con el líder radical
Hipólito Yrigoyen la sanción de una nueva ley electoral, a cambio de que éste abandonara el abstencionismo.
La ampliación de los derechos políticos: la Ley Sáenz Peña
El enfrentamiento al orden social oligárquico, por parte de los radicales, motivó en los sectores dominantes
dos actitudes: por un lado, se hallaban los partidarios de utilizar la fuerza para acabar con los movimientos
armados de protestas, por otro, quienes planeaban la necesidad de realizar algunas reformas políticas que
dieran cauce a los reclamos. Hacia 1.910 esta última posición logró imponerse y durante el gobierno del
presidente Roque Sáenz Peña se impulsaron las leyes que ordenaron la confección de un nuevo padrón
electoral que incluyera a todos los ciudadanos varones mayores de edad -con lo cual las mujeres y los
extranjeros permanecieron al margen de las decisiones políticas-.
Siguiendo las pautas y la lucha por los derechos políticos se le atribuye a Roque Sáenz Peña como el autor
de la ley electoral, inspirada en la Ley Maura (la ley electoral española), que fuera sancionada en 1912. La
legislación puso fin a décadas de fraude electoral como a la exclusión política electoral e impuso el sufragio
masculino, secreto y obligatorio. Los comicios que hasta ese entonces habían estado a cargo de las policías
provinciales fueron reemplazados con la vigilancia de Poder Judicial y custodiado por las Fuerzas Armadas.
También se agregó el sistema de lista incompleta, según el cual la primera minoría alcanzaría representación
en los organismos colegiados del gobierno juntamente con la mayoría. Esta ley permitió la llegada a la
presidencia de Hipólito Yrigoyen cuatro años más tarde.
La sanción de la Ley Sáenz Peña, Ley 8.871 (1912) trajo consigo la ampliación democrática en las prácticas
políticas. Con la nueva ley electoral, luego de largas luchas en el reclamo por la participación política, levantó
su abstención electoral y obtuvo el triunfo. Las elecciones nacionales se llevaron a cabo el 2 de abril de
1916 para la renovación presidencial fueron las primeras presidenciales en donde se aplicó la nueva ley
electoral conocida como Ley Sáenz Peña a nivel nacional e hizo posible el triunfo de candidatos opositores
al llamado régimen oligárquico hasta entonces vigente y colocando en el cargo a Hipólito Yrigoyen.
Para los historiadores la política de Hipólito Yrigoyen puede ser definida por un reformismo que propuso
terminar con la inmoralidad administrativa, la insensibilidad social e impulsar una mayor distribución de un
modo más equitativo la riqueza proveniente del modelo agroexportador. También la de poner fin a las
arbitrariedades electorales del régimen conservador. No obstante, la intención de cambios promovida por
los gobernantes que previeron procesos de apertura del sistema político con una mayor demanda de
libertades políticas, aunque no total y sin demasiadas alteraciones. En el sentido de que muchos dirigentes
conservadores que habían tenido una destacada actuación anterior continuaban vigentes en las arenas
políticas. De todos modos, el cambio representó la incorporación social de sectores que hasta entonces no
habían participado en la conducción de los asuntos de Estado. El ordenamiento jurídico se centró en la
Constitución vigente que permaneció como la base de la legislación y el conjunto de principios que fueron
mantenidos por el gobierno.
Durante las presidencias radicales de Yrigoyen y Alvear se impulsó la ampliación de los derechos políticos
en Argentina y se modificaron aspectos importantes del orden social, aunque la economía siguió siendo
agroexportadora.
Durante el periodo señalado, en lo que concierne al partido gobernante, al aproximarse la renovación
presidencial, tuvo lugar la división de la agrupación política y surgió el radicalismo antipersonalista que,
coaligado con las fuerzas conservadoras, perdieron en la elección ante Hipólito Yrigoyen. Con la victoria
electoral del partido personalista de Hipólito Yrigoyen asume el poder por segunda vez el 12 de octubre de
1928. A pesar del triunfo, cuando Yrigoyen asumió el cargo de presidente se encontraba desgatado por los
años, más adelante, el país se vería afectado por la crisis económica mundial estallada en octubre de 1929.
La crisis trajo como consecuencia la caída de las exportaciones y el retiro de fondos norteamericanos
afectaron a las empresas ferroviarias y marítimas de nuestro país que se encontraban relacionadas con el
comercio exterior. En virtud de ello, se origina una etapa de crisis generalizada afectando al gobierno en lo
que hace a la recaudación. A esto se le suma una fuerte inflación que impacto en la reducción de salarios y
despidos, el cumulo de situaciones alteró en la estructura del gobierno. Cuando Hipólito Yrigoyen asumió
el poder por segunda vez se encontraba desgastado por los años, sin embargo, su triunfo fue el de un
caudillo que, por su acción personal concitó la adhesión popular. No obstante, la situación reinante y la
declinación física del presidente gravitó en la estructura de gobierno. Comenzó así a prepararse la crisis y
la caída del gobierno que culminaría con el golpe de Estado, el 6 de setiembre de 1930.
Hipólito Yrigoyen, fue dos veces presidente del país, entre 1916-1922 y 1928-1930, representó a la Unión
Cívica Radical (U.C.R). El último periodo de su gobierno quedó inconcluso, para ser depuesto por un
alzamiento militar el 6 de setiembre de 1930 encabezado por el general José Félix Uriburu. De esta forma
dará comienzo a la “década infame”.

La Reforma Universitaria de 1918


Las ideas acerca de los cambios políticos necesarios se fueron desarrollando, durante las primeras décadas
del siglo, en las universidades se formaron las nuevas generaciones de jóvenes que comenzaron a luchar
con el objetivo de modificar el sistema de privilegios existente en la Universidad y de lograr cambios en la
sociedad en que vivían.
En Argentina, el número de estudiantes que asistían a las tres únicas universidades del país (Córdoba,
Buenos Aires y La Plata) había aumentado de 3.000 a 14.000 entre los años 1.900 y 1.918. En su mayoría
hijos de inmigrantes, integrantes de familias de los sectores medios de la sociedad que, en 1.918, pasaron
a integrar masivamente el movimiento que modificó sustancialmente la educación superior en el país. Las
expresiones comenzaron en la provincia de Córdoba con una serie de manifestaciones y de protestas
emprendidas por estudiantes de la Federación Universitaria Argentina (FUA). La consigna exigía participar
en el gobierno de las facultades y universidades, la reforma en los métodos de examen, un mayor
compromiso con los problemas sociales y la realización de concursos con presencia de estudiantes, en los
cuales los profesores mostraran sus conocimientos. Para el movimiento universitario esta última medida era
de gran importancia ya que entendían que terminaría con el acceso exclusivo de los miembros de las familias
‘’ilustres’’ a los cargos de profesores.
La reforma aceptada y llevada a cabo por la gestión del gobierno radical, estableció la autonomía de la
Universidad (para decidir gastos, otorgar títulos, diseñar contenidos de estudios, etc.), su cogobierno a cargo
de un consejo integrado por profesores, graduados y estudiantes. (Voces y silencios en América Latina,
Capítulo 5: 327)
Antes de la Reforma Universitaria el sistema universitario vigente era obsoleto y la matriz académica
escolástica, marcadamente elitista con una notable influencia clerical. El dogmatismo estaba presente en la
redacción de los programas de algunas asignatura -por ejemplo, Filosofía del Derecho en la Universidad
Nacional de Buenos Aires, incluía temas tales como los deberes para con los amos, de tradición tomista.
Otra muestra que señala el autor representa el rechazo de tesis doctorales por ser contrarias a las
instituciones o la moral -. El autoritarismo y la falta de participación democrática de los claustros se
expresaba en normas estatutarias como el articulo 52 del Estatuto de la Universidad Nacional de Córdoba,
que establecía el carácter vitalicio de los consejeros. (Genovesi, Alfredo: 13).
Un antes y un después fue lo que marcó la Reforma Universitaria que dieron los lineamientos a la educación.
El desarrollo del episodio de la Reforma Universitaria y la firma de su Manifiesto Liminar se concretó el 15
de junio de 1.918. La agitación estudiantil con el objetivo y la idea de abrir las puertas, participar en su
dirección y remover las autoridades tradicionales se alzó contra el régimen entendiendo el reclamo en el
marco de un gobierno estrictamente democrático al sostener el demo universitario. El efecto de la reforma
universitaria se expandió por todo el país y por América Latina.
Los Principios de la Reforma Universitaria y los aportes posteriores puede resumirse en los siguientes:
- Autonomía universitaria
- Gratuidad de la enseñanza universitaria
- Gobierno de los claustros
- Docencia libre
- Concurso y periodicidad de las cátedras
- Publicidad de los actos universitarios
- Extensión universitaria para enlazar la Universidad con la comunidad
- Asistencia libre
- Libertad científica y antidogmática
- Ingreso irrestricto
- Política de investigación al servicio del interés nacional
- La lucha permanente por la democracia. (Genovesi, Alfredo: 16)

Como conclusión podemos agregar que se desarrolló una etapa con circunstancias marcadamente
complejas, la Primera Guerra Mundial (1.914/1918) modificó todos los datos de la realidad de la época, entre
ellas, la economía, la sociedad y la política. Fueron circunstancias nuevas que debieron ser enfrentadas y
que no resultaba claro si el radicalismo tenía respuestas o estaba preparado para enfrentarlas. Las
condiciones sociales se fueron agravando, sumado a las dificultades del comercio exterior y de la retracción
de capitales, la guerra perjudicó las exportaciones que estaban asociadas a la comercialización de cereales.
En las ciudades se sintió la inflación y el retraso de salarios. Con un clima de conflictividad social latente se
constituyó para los gobernantes en un desafío y un problema a resolver.
Etapa de cambios
Con la Guerra Mundial se produce un quiebre total en la creencia de un progreso sin pausa.
En argentina en el marco político social, retomaremos a los orígenes de los partidos, hacia 1.890. No
obstante, el acceso de sus dirigentes al poder, a través del radicalismo recién se verifica en 1.916, como
consecuencia de la Ley Sáenz Peña.
A partir de 1.916 hasta 1930 el Partido Radical se mantuvo en el gobierno. El periodo de Hipólito Hirigoyen
(1916-1922) se caracterizó por hacer frente a una crisis de posguerra en momentos en que la Revolución
Rusa se expandía y hacia eco en todo el mundo. Se sucedieron los conflictos obreros que culminaron con
la ‘’semana trágica ‘de 1.919.
El representante del ‘’antipersonalismo’’ llegó al poder en 1.922 con Marcelo Torcuato de Alvear. Al poco
tiempo rompió con Hipólito Yrigoyen y buscó apoyo en los llamados grupos aristocráticos e inauguró un
gobierno de ‘’prosperidad, orden y progreso’’. Con el apoyo y la confianza despertada en el exterior atrajo
una importante corriente inmigratoria y el ingreso de capitales.
Una vez finalizado el gobierno de Alvear trajo de regreso al poder de Hipólito Hirigoyen. Tiempo seguido una
nueva crisis mundial de origen económico vinculada con el deterioro de la bolsa norteamericana. Trajo como
consecuencia una serie de inconvenientes que la gestión a cargo del gobierno no pudo contrarrestar. La
edad y la salud resentida favorecieron la crisis de 1.929-1.930 agravada por la falta de apoyo de los hombres
que lo rodeaban.

La crisis del sistema capitalista mundial de 1.929


Hacia fines de 1.910, los industriales norteamericanos comenzaron a aumentar notablemente su producción
debido a la utilización de máquinas más modernas. El notable crecimiento llevó a que mucha gente comprara
acciones de las empresas industriales. Así, comenzaron a fluir hacia la Bolsa de Valores de Nueva York
capitales provenientes de todo el mundo. La gran demanda de acciones hizo que sus precios superaran el
crecimiento real de las empresas. Por diferentes motivos, en octubre de 1.929, se desató una ola de ‘’pánico’’
y desconfianza en la Bolsa de Nueva York que llevó a los poseedores de acciones a intentar deshacerse de
ellas. La magnitud de las ventas desequilibró el mercado, el valor de las acciones cayó a niveles impensados
y estalló la crisis.
El resultado de la crisis fue la ruina de muchas industrias como de propietarios medianos y pequeños, tanto
del campo como de la ciudad, el despido masivo de obreros y empleados: el cierre de fábricas, bancos y la
escasez de dinero y de alimentos. En ese contexto, el gobierno norteamericano trató entonces de cobrar las
deudas contraídas por diversos países y de hacer retornar capitales invertidos en el exterior. Los países
europeos no pudieron afrontar sus deudas y declararon la cesación de pagos, se produjo, así, una crisis
generalizada del sistema capitalista mundial que también afectó a los países de América Latina y a Argentina
entre otros.
Agravada por las crisis de este periodo y la falta de apoyo, al poco tiempo los ‘’socialistas independientes
obtuvieron el triunfo en las elecciones y derrotaron a los representantes del gobierno en la propia Capital
Federal ese mismo año, con el apoyo de los antipersonalistas y el estímulo de los conservadores. Luego el
creciente malestar generado en las instituciones armadas favoreció el levantamiento el 6 de setiembre de
los militares con el general José Félix Aramburu, al frente de los cadetes del Colegio Militar y otras unidades,
tomó el poder casi sin oposición.
¿Qué es un golpe de Estado?
Un golpe de Estado puede definirse como el reemplazo de las autoridades elegidas democráticamente por
un gobierno autoproclamado mediante el uso de las armas, es decir, por un acto de fuerza. La acción es
llevada a cabo por miembros del mismo Estado (por ejemplo: las Fuerzas Armadas), quienes utilizan
generalmente recursos que pertenecen a dicho Estado (armas, oficiales, medios de comunicación, etc.) y
sin participacion activa de sectores numerosos de la población. Se produce por una acción sorpresiva y lleva
al gobierno a un grupo de militares, a las Fuerzas Armadas como institución o a civiles sostenidos por estos.
Para coronar con éxito el golpe de Estado, el primer objetivo de los golpistas consiste en ocupar la red de
telecomunicaciones, radios, televisión o las principales rutas, etc., con el propósito de controlar los sitios
desde los cuales emitirán las declaraciones que intentan justificar sus acciones y de impedir que pueda
organizarse cualquier oposición. El golpe de Estado puede ser acompañado por el apoyo de quienes ven en
una salida para sus problemas socioeconómicos, a los que perciben como responsables del gobierno
depuesto, luego del golpe, se reemplaza a funcionarios y se refuerzan los organismos de represión como la
policía, la gendarmería y el mismo ejército. (Voces y silencios en América Latina, Capítulo 5: 298)
Aclarado los términos, un nuevo régimen con el general Agustín P. Justo sucedió a través del Concordato y
por abstención del radicalismo, gobernó desde 1.932 hasta 1.938. La crisis mundial continuaba, capitales
ingleses y norteamericanos rivalizaban en función de intereses relativos a nuestro país. El Pacto Runciman-
Roca proporcionó las exportaciones de carne a Inglaterra a cambio del monopolio del transporte concedido
al capital extranjero.
En esta etapa, también, se fomentó la explotación de petróleo y se sancionó la ley 11.729 que estableció las
indemnizaciones a los trabajadores por despido, vacaciones pagas y descanso obligatorio el sábado por la
tarde. Según los historiadores, Agustín P. Justo desempeño la presidencia al modo de un régimen autoritario
moderado. Las críticas de la época al gobierno hablan de censuras a la prensa, estado de sitio,
intervenciones en las provincias, corrupción en las altas esferas y negociados encubiertos.
Siguiendo con el desarrollo de este período, suele considerarse que durante esta década se organiza el
nacionalismo de derecha. Al germen nazista y fascista inicial se unen tendencias antiimperialistas, entre
otras. A su vez, la importancia de una industria naciente, ayudada por la mano de obra barata y el cierre de
la inmigración en 1.930, produce paulatinas migraciones internas. Se forma en Puerto Nuevo la primera
‘’villa miseria’. En esta década se producen hechos significativos, entre ellos, la muerte de Hipólito Yrigoyen,
la tentativa de asesinato en el senado de Lisandro de la Torre y su posterior suicidio (1.935 – 1.939), la
repercusión de hechos exteriores como el ascenso del nacismo (1.933), la Guerra Civil Española (desde
1.936), la Segunda Guerra Mundial a partir de 1.939.
La fórmula Roberto M. Ortiz- Ramón S. Castillo llega al poder en 1.938, la concepción de la época hacía
suponer a través del fraude. No obstante, encontró apoyo en sectores radicales y socialistas, en tanto los
conservadores se nuclearon en torno a Castillo. Los conflictos se agravaron cuando el Poder Ejecutivo
interviene Buenos Aires y Catamarca. Ortiz gravemente enfermo trajo como consecuencia la delegación del
mando de gobierno en Castillo. La gestión de Castillo al mando del ejecutivo presentó la neutralidad de
argentina durante la Segunda Guerra Mundial.
La etapa concluye con los problemas de la sucesión presidencial. La muerte de Alvear y P. Justo (1.942 –
1.943) se produce un vacío en el panorama político de figuras polarizadas y esto favorece la revolución del
4 de junio de 1.943, que, por caminos indirectos, desemboca en el ascenso al poder del peronismo.
Régimen autoritario de 1930
Hay una tendencia en la sociedad argentina a recurrir a políticas autoritaria que llevadas al extremo terminan
en situaciones que ignoran absolutamente las normas jurídicas, morales y sociales.
¿Qué es el autoritarismo?
Se suele llamar autoritario a aquel régimen político que privilegia el aspecto del mando y menosprecia de
forma casi total el consenso, concentrando el poder político en un solo hombre o grupo y restando valor a
las instituciones representativas.
En términos más generales, se habla de ideología autoritarias cuando se trata de una cosmovisión que
acentúa el peso de la autoridad y la estructura jerárquica y ordenada de la sociedad. La ideología
representa el orden y características conservadora. (Bobbio, N. y Matteucci, N. “Diccionario de política.
Siglo XXI, México, 1.982.)
Para Dussel, el autoritarismo, en general, se contrapone a la noción de democracia. Según la autora, la
diferencia entre ambos regímenes pasa por: en como se construye y transmite la autoridad (los
procedimientos) y qué grado de autonomía se le otorga a las instituciones e ideas políticas y culturales que
se desarrollan en la sociedad (I. Dussel: 6).

Las dictaduras
El término dictadura designa a los gobiernos establecidos, por lo general a partir de un golpe de Estado y
que se mantienen, fundamentalmente, mediante el uso de la fuerza. Los gobiernos dictatoriales se
caracterizan por una enorme concentración del poder, el que es ejercido sin límites legales. Las dictaduras
suelen desobedecer -si lo necesitan- las leyes que puedan permanecer vigentes, ya sea dictando otras
que contradigan las primeras o planteando excepciones para su cumplimiento. Mediante el accionar de
numerosas y potentes organizaciones legales o ilegales, la policía, las fuerzas armadas, o grupos armados
parapoliciales. En otras palabras, las dictaduras intentan disciplinar a la población del país y reducir la
capacidad de estos para oponerse a las decisiones de gobierno. A su vez, quienes integran las dictaduras
invocan permanentemente principios que consideran ‘’superiores’’ a las leyes y la Constitución (a la que
dejan de lado) como a los derechos de los ciudadanos y, por tanto, fuera de cualquier discusión. A través
de estos principios (paz, orden, nación, patria, etc.), los dictadores justifican todas sus acciones. (Voces y
silencios en América Latina, Capítulo 5: 298)
La agitación social y una severa crítica a la que se agregó con la actuación de sectores económicos, incluidas
las manifestaciones callejeras y la convulsión en el propio Congreso. Los cambios que siguieron a este clima
dieron lugar al primer régimen autoritario que procedió a desarticular el sistema político, llevada adelante
mediante una conspiración militar que tuvo como protagonista al general Félix Aramburu.
El golpe militar que tuvo lugar el 6 de setiembre derrocaría al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen.
Los movimientos de las tropas comenzaron el 6 de setiembre y avanzaron hacia el centro de la ciudad de
Buenos Aires, la movilización social era escasa. Sin encontrar resistencia, salvo casos aislados, el grupo de
militares llegó hasta la casa de gobierno dando como resultado su ocupación en la que, seguidamente, se
designó frente al país a un gobierno provisional encabezado por un general.
Ocurridos los hechos que tuvieron como consecuencia el golpe de estado de 1.930, pocos días después la
Corte Suprema de Justicia de la Nación emitió la llamada ‘’doctrina de los gobiernos de facto’’, tendientes
a convalidar los actos normativos de ocupantes, con la correlativa legitimación de autoridad de estos. Una
acordad que daría bases a los sucesivos reconocimientos a los gobernantes de facto ocupantes del poder
político. Es decir, comenzaba por admitir:
‘’que el gobierno provisional, emanado de la revolución triunfante, se encuentra en posesión de las fuerzas
militares y policiales necesarias para asegurar la paz y el orden de la nación y, por consiguiente, para
proteger la libertad, la vida y la propiedad de las personas, y ha declarado, además, en actos públicos, que
mantendrá la supremacía de la constitución y de las leyes del país, en el ejercicio del poder’’
A partir de lo cual aludiendo a ‘’la doctrina constitucional e internacional’’ y a sus consecuencias, reconoció
en cabeza de un gobierno de hecho y de sus funcionarios ‘’la posibilidad de realizar válidamente los actos
necesarios para el cumplimiento de los fines perseguidos por él, cualquiera que pueda ser el vicio o
deficiencia de sus nombramientos o de su elección’’ (Luis Niño, Dictadura y justicia, CSJN, Acordada del
10/09/1930: págs. 121 y 122)
En ese contexto, el gobierno de facto se erigió con la promesa de orden y seguridad, prohibiendo la actividad
política y sindical, procedió a intervenir las provincias y las universidades. En la conjunción de los factores
mencionados se desarrolló el proceso argentino dando comienzo a la llamada década del 30.
Consecuentemente, la actividad de los partidos ira siendo relegada y las dos fuerzas competidoras,
conservadores y radicales sufrirán el desprestigio provocado por el régimen militar.
Con la asunción del régimen autoritario, se desarticulaba una etapa importante de la vida política que se
había mantenido en vigencia durante setenta años por las organizaciones que se habían conformado de
forma peculiar, en que la sucesión de los distintos gobiernos, al principio por un sector oligárquico con sus
características propias, conservaba ciertas formas legales según el ordenamiento constitucional. La nueva
forma de deslegitimación política llevada adelante por el régimen instaurado en 1.930 avizoraba la limitación
de la actividad política, la declinación del funcionamiento de los partidos y de la praxis política que dieron su
origen. A su vez, la intervención del Estado en la economía se limitó en este periodo de crisis económica y
social, al resguardar con fondos públicos los intereses privados de grandes grupos económicos, en términos
de un manejo discrecional de los presupuestos por parte del gobierno de facto.
Hacia 1.932 se instaura el gobierno con el retorno de la Constitución de 1853/1860, la ley fundamental
permaneció vigente hasta junio de 1943. No obstante, se ha cuestionado la legitimidad constitucional del
régimen imperante, especialmente por las proscripciones y el fraude electoral. De ahí que ese periodo resulte
conocido con el rótulo de “década infame’’, sobre todo por el uso del término irónicamente denominado
“fraude patriótico’’. (Sagúes, Néstor Pedro:179)
Alrededor de este periodo una de las causas trascendentes fue el de las carnes, denunciado en el Congreso
a mediados de 1935 por el demócrata progresista Lisandro de La Torre, representante en el senado por
Santa Fe. A este representante se le atribuye como la figura encargada de llevar adelante la denuncia por
fraude y evasión impositiva a los frigoríficos Anglo, Armour y Swift. El debate en torno tuvo lugar durante la
sesión en la que aportó pruebas que comprometían directamente a dos ministros de Justo: Federico Pinedo,
de Economía, y Luis Dahau, de Hacienda. La evidencia de la época suponía indicar, según la versión
histórica, el trato preferencial que recibían estos frigoríficos extranjeros, ya que se consideraba que
prácticamente no pagaban impuestos y a las que nunca habían recibido inspección impositiva por parte del
Estado. Este modelo que otorgaba privilegios a estos sectores, lo hacían en detrimento de pequeños y
medianos frigoríficos nacionales que eran abrumados por continuas visitas de inspectores impositivos. La
conjunción de los integrantes que denunciaron en el Congreso las situaciones mencionadas concluyó con
la muerte de uno de los miembros del senado.
Aunque no faltaron las luchas por tendencias autonómicas, en diversas oportunidades las dictaduras
militares interrumpieron el desarrollo institucional. Estos regímenes son también conocidos con el término
burocráticos autoritarios o, directamente dictaduras militares. En estas formas de asumir el poder, cabe
mencionar que, en la Argentina, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Arturo Illia e Isabel
Martínez de Perón sufrieron golpes de las Fuerzas Armadas, en ocasiones, con respaldo civil, grupos de
poder y sectores religiosos. Se agrega la Corte Suprema de 1930 con la doctrina que otorgó respaldo a la
caída de Hipólito Yrigoyen mediante una Acordada por la cual legalizó esta forma de procedimientos
arbitraria y sentó precedente, y que aún se estudia en la facultad de derecho. Consideró que la dictadura de
José Félix Uriburu era legítima a raíz de que implicaba la continuidad jurídica del Estado.

Origen y triunfo del peronismo


A partir de 1.930 el ejercito asumió un protagonismo central en las decisiones de gobierno, lugar que no
abandonará hasta la década del ochenta.
Al iniciarse la década del cuarenta el régimen político del país se encontraba en momentos críticos, con la
falta de estructura política del presidente Ramón Castillo a cargo del ejecutivo, derivó como consecuencia
en un vacío de poder. Ante tal situación, al vacío se presentó la ocupación del poder por parte de las fuerzas
armadas produciéndose la caída del gobierno. En la llamada revolución del 4 de junio de 1943, un
pronunciamiento militar depuso al gobierno del presidente Castillo y se operó un cambio en las fuerzas
políticas. Al asumir Ramírez como presidente del gobierno provisional, el 7 de junio, juró actuar “para el
restablecimiento del pleno imperio de la Constitución”’. Sin embargo, a través de decretos emitidos por el
ejecutivo quedó disuelto el Congreso. Entre ellos declaró que el gobierno de facto asumía las competencias
constitucionales del Poder Ejecutivo, y agregó, “también aquellas que resulten necesarias para el
cumplimento de sus fines”. La Corte Suprema de Justicia reiterando su pronunciamiento reputó esa situación
análoga a la de 1930, el precedente instauró nuevamente el surgimiento y la presencia de las fuerzas
armadas.
Los historiadores reconocen que el coronel Juan Domingo Perón participó activamente del golpe militar que
derrocó al gobierno conservador de Ramon Castillo. La nueva figura política fue agregado militar de
Argentina entre 1939 y 1941, en Italia durante el gobierno a cargo de Benito Mussolini. Pigna señala que
Perón no ocultaba su admiración por el régimen fascista al que definió como «un ensayo de socialismo
nacional, ni marxista ni dogmático.» A su regreso al país, se convirtió en uno de los referentes más
destacados de una logia militar conocida como (GOU) Grupo de Oficiales Unidos, de carácter nacionalista
y anticomunista, brindando numerosas conferencias sobre temas políticos y militares. En lo político, el
pensamiento de Perón era producto de múltiples influencias que iban del nacionalismo católico, el
falangismo español y el fascismo hasta el socialismo. En sus discursos de 1944 Perón planteaba la
necesidad de integrar al obrero al sistema como un consumidor. (Felipe Pigna).
En las elecciones previstas para el año 1.944, según la lectura de la época todo indicaba la preparación de
otro fraude electoral, esta interpretación dio pie para que un sector de oficiales del ejército -que se denominó
Grupos de Oficiales Unidos (GOU)- encabezara un nuevo golpe militar en 1.943. Entre las propuestas de
este grupo se hallaban: la realización de importantes cambios tendientes a terminar con el fraude y con los
que ellos entendían como la ‘’entrega’’ del país a las grandes potencias capitalistas.
De este modo el ejército se hizo cargo, el llamado gobierno de facto, nombrando presidente provisional al
general Rawson: una vez asumido al gobierno se procedió a disolver el Parlamento y se prohibió la actuación
de los partidos políticos. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión de la gestión de Rawson, el coronel
Perón adquirió un rol decisivo en la política argentina, planteando la necesidad de solucionar la situación
laboral de la clase obrera, tal como lo venia proponiendo, sin éxito, el Partido Socialista y los sindicatos
obreros. (Voces y silencios en América Latina, Capítulo 5: 341)
La argumentación sostenida por Pigna señala que, Perón desarrolló una intensa tarea desde la
recientemente creada Secretaría de Trabajo y Previsión tendiente a captar la voluntad política de los
trabajadores. Durante la etapa al frente del organismo fue hacedor en que se aprobaran por el ejecutivo de
la época decretos-leyes de vital importancia en el campo laboral. Señala que de manera progresiva el poder
de Perón se irá acrecentando junto con su popularidad. En el año 1944 el general Edelmiro Farrell desplaza
de la presidencia al general Pedro Ramírez y nombra a Perón ministro de Guerra primero y vicepresidente
cinco meses después.
Pigna dice que el nombramiento causó ruidos en algunos sectores militares que vieron con preocupación la
creciente influencia del coronel Perón y el motivo por el cual se vio obligado a renunciar a principios de
octubre. Mas tarde fue detenido y trasladado a la Isla Martín García. El 17 de octubre de 1945, trabajadores
provenientes del cordón industrial del Gran Buenos Aires ocuparon la Plaza de Mayo decididos a no moverse
hasta que Perón apareciera en los balcones de la Casa Rosada. El autor concluye señalando que por la
noche finalmente el coronel pudo estrenar su saludo con los brazos en alto y que ello hizo posible el origen
y triunfo del peronismo poco más tarde, Perón se había impuesto y ya ocupaba un lugar destacado en la
política nacional.
La serie de acontecimientos hicieron posible la asunción del presidente de iure. El 24 de febrero de 1946 en
la que se celebraron las elecciones presidenciales que darían el triunfo a Juan Domingo Perón, quien
encabezaba la fórmula del Partido Laborista. El Partido había sido creado poco después del 17 de octubre
de 1945 por los sindicatos que apoyaban a Perón con la intención de lanzar su candidatura. Tres meses
después del triunfo electoral, el 23 de mayo de 1946, Perón decidió disolver el Partido Laborista. Destacadas
figuras del sindicalismo e integrantes del Partido Laborista que habían apoyado los sucesos ocurridos en
1945 expresaron su disconformidad con esta disolución. No obstante, el movimiento peronista durante cinco
décadas se constituyó en un modelo político conformado tanto por la política de masas como por el ciclo
cívico-militar.
En suma, en esta primera etapa el modelo suponía una representación política en donde se partía de la
concepción de un sujeto histórico teniendo en cuenta al Estado como una herramienta de trasformación en
función de los intereses mayoritarios e igualitarios, en base a esa voluntad popular era expresada en los
términos: ‘’El Proyecto Nacional”. Los autores dan cuenta que esta forma de representación partía de
visiones globalizadoras que no priorizaban la constitución de un sistema de partidos en términos de
relaciones competitivas y plurales entre varios elementos, sino que era concebida como un instrumento de
acceso al poder, donde las contradicciones debían procesarse “’dentro” del movimiento predominante.
Agregan que este diseño tuvo una fuerte orientación hacia la unidad de los planos político y social. Señalan
que el movimiento se asocia con el peronismo y su constitución por la emergencia de un líder carismático.
A su vez, expresan que se trató de un modelo que proporcionó fuerte poder a los sectores populares a
través de los sindicatos como la del sostenimiento del ideal igualitario. (Giovani, Sartori: 94).
El gobierno de Juan Domingo Perón
El gobierno militar que asumió el 4 de junio de 1943 fue encabezado sucesivamente por los generales Pedro
Pablo Ramírez y Edelmiro J. Farrell. El coronel Juan Domingo Perón, quien fuera uno de los miembros más
destacados de aquella época, hizo posible concitar un vasto movimiento político en torno a su persona que
le permitió obtener el triunfo en las elecciones de febrero de 1946, poco después de que su apoyo popular
se manifestara en una jornada significativa e histórica, el 17 de octubre de 1945. Con el triunfo del
peronismo, Perón completó el periodo de seis años y fue reelecto en 1951, para ser derrocado por un golpe
militar en setiembre de 1955, asumiendo el poder un gobierno de facto. Durante el periodo de gobierno de
doce años logró constituirse en la figura central de la política, otorgando su nombre al movimiento que lo
apoyaba. Así, Perón y el peronismo imprimieron un marco singular a la política del país.
Luego de una difícil situación internacional, con mercados cerrados, el fuerte boicot norteamericano contra
nuestro país y dos malas cosechas consecutivas obligaron a Perón a replantear su política económica. En
1949, promediando su primera presidencia, Perón convocó a elecciones para una Asamblea Constituyente.
Con motivo del amplio triunfo peronista les permitió incluir en el texto de la constitución la posibilidad de la
reelección del presidente y los derechos del trabajador. También se señalaron los derechos del Estado
sobre las fuentes de energía y el fomento de la intervención estatal en la economía. Esta reforma, junto con
la Ley de Sufragio Femenino, sancionada por el impulso de Eva, llevarían en 1951 a Perón a un amplio
triunfo electoral y a un segundo período de gobierno.
En la primera elección Perón se impuso obteniendo casi los dos tercios de la Cámara de Diputados, la
mayoría de las bancas del Senado y casi todas las gobernaciones provinciales. Al asumir la presidencia
elaboró un Plan Quinquenal que intentó transformar la estructura económica del país fomentando la industria
y con el objetivo de estimular el mercado interno. Pese a las buenas intenciones, el peronismo no logró
transformar a la industria en la principal fuente de ingresos del Estado, cuyas divisas seguían proviniendo
de la exportación de granos y carnes. La crisis desatada en 1952, coincidente con la muerte de Eva Perón,
debilitó notablemente al modelo peronista y le fue restando apoyos.
En 1954, estalló el conflicto con la Iglesia Argentina cuando ésta decidió apoyar la creación de un partido
Demócrata Cristiano, siguiendo las orientaciones mundiales del Vaticano. Perón se ofendió porque
consideraba a su partido democrático y cristiano, y no veía la necesidad de crear otro. De aquí en más las
pasiones se desataron. Perón sancionó una Ley de Divorcio, legalizó los prostíbulos y suprimió la
obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas. A su vez, la Iglesia encabezó la oposición y, el 11
de junio de 1955, en la tradicional procesión de Corpus Christi la cual se transformó en una multitudinaria
manifestación antiperonista. El descontento eclesiástico alentó la disconformidad militar y comenzó a
prepararse un nuevo golpe cívico militar. Poco más tarde, el 16 de septiembre las fuerzas armadas tomaron
el poder expulsando a Perón quien marcharía al exilio. El General Juan D. Perón, fue electo presidente: de
Gobierno en los siguientes periodos 1946/1951 y 1973.
El sufragio femenino
En las elecciones posteriores a 1912 pudieron sufragar todos los varones mayores de 18 años que no
hubieran perdido el derecho a la ciudadanía. Un sector importante de la población argentina, sin embargo,
se encontraba excluida del ejercicio de los derechos políticos, como sucediera en otras partes del mundo.
En argentina la mujer sufrió durante un largo tiempo la postergación en el ejercicio de los derechos políticos.
La provincia de San Juan es considerada la precursora, dado que en esta provincia cuyana se produjo la
reforma de la Constitución Provincial en 1927 e introdujo una novedad en la vida política argentina al
disponer que: “Son electores provinciales con derecho a participar en todos los actos electorales los
ciudadanos argentinos, nativos o por naturalización, de ambos sexos…” No obstante, las sanjuaninas podían
votar, pero solo en las elecciones provinciales y municipales, no así en los comicios nacionales.
A partir de 1947 se le otorga plena vigencia de la ciudadanía femenina, fue durante la primera presidencia
del General Juan D. Perón que el Congreso Nacional sancionó, por iniciativa del oficialismo, la Ley 13.010.
De ese modo, en 1947, se dispuso que las mujeres argentinas tendrían “los mismos derechos políticos” que
los varones. Con esta norma quedó completada la vigencia del sufragio femenino.

La Constitución de 1949
Muchas de las transformaciones que el peronismo venia planteando a la sociedad quedaron plasmadas en
la nueva Constitución dictada en el año 1.949. En ella se estableció un conjunto de derechos sociales (salario
mínimo, vacaciones pagas, aguinaldo, etc.,). En lo institucional, la Constitución habilitaba al presidente en
ejercicio a presentarse a elecciones para un nuevo mandato consecutivo e incorporaba el voto femenino
hasta ese entonces habilitado en la provincia de San Juan. También, el texto constitucional otorgaba al
Poder Ejecutivo el derecho de declarar, frente a situaciones interna, el ‘’estado de alarma’’, por medio del
cual quedaban suspendidos todos los derechos individuales. (Voces y silencios en América Latina, Capítulo
5: 343)
La Constitución de 1949 fue convocada por la Ley 13.233, la Convención Constituyente sesionó en Buenos
aires desde el 24 de enero hasta el 16 de marzo y los términos de la convocatoria fueron amplios, es decir
sin topes normativos.
En concreto se introdujo una gran cantidad de enmiendas parciales al texto de 1853-1860, pero finalmente
se aprobó un “texto ordenado” de la Constitución Nacional. En suma, la Convención Constituyente de 1949
diagramó una nueva Constitución, inspirada en la concepción ideológica distinta de la precedente, esto es,
en la visión social del justicialismo. La que sería popularmente conocida como “la Constitución peronista”.
En el nuevo texto figuró: la constitucionalización del habeas corpus, la inserción de los conceptos de justicia
social y la función social de la propiedad; los derechos del trabajador; de la familia y de la ancianidad; la
educación y cultura; la prestación de los servicios públicos por parte del Estado y la propiedad de los
minerales, caídas de agua, yacimientos de petróleo y fuentes de energía; el desconocimiento de las
organizaciones que sustenten principios contrarios a las libertades constitucionales o al sistema
democrático, etcétera.
En el ámbito orgánico: estableció la elección directa del presidente (hasta ese momento por Colegio
Electoral), la posibilidad de su reelección, la elección directa de los senadores; el jury de enjuiciamiento para
los magistrados inferiores de la Corte Suprema, etcétera. La Constitución de 1949 estuvo vigente durante 7
años, en 1956 fue derogada.

La posguerra
Luego de la Segunda Guerra Mundial, y como una imposición de los países vencedores a los vencidos, en
países europeos se experimentaron procesos de transición a la democracia. Una de las características de
tal situación, en cuanto a la democratización de los países europeos, el modelo referente en el marco de
una imposición de las potencias aliadas. Así, por un lado, las potencias vencedoras fueron las encargadas
de diseñar las democracias a construir y también los garantes económicos. Esta imposición no solo fue
pensada en la construcción democrática sino en la reconstrucción social producto de la guerra. Entre ellos,
se destaca el amplio aporte de capital, tanto en forma directa a través del Plan Marshall, como en forma
indirecta que se llevaron a cabo como con la condonación de deudas externas. De esta manera, la decisión
les permitió a esas sociedades construir democracias sociales, que respondía al llamado Estado de
bienestar que surgió como una manera de superar la Gran Depresión. El sistema supone que garantizó la
inclusión de numerosos grupos sociales y su consustanciación con los principios democráticos. Las medidas
llevadas adelante, hizo posible una época de prosperidad económica que permitió rápidas y altas tasas de
crecimiento económico que se tradujeron en beneficios a la hora de consolidar democracias estables y
consensuadas. La construcción de las democracias realizadas en la época, entre ellas puede señalarse
países como Italia, Japón y Alemania, consideradas en esta segunda y nueva connotación de
democratización.
En síntesis, el nuevo siglo trajo el problema de la cuestión social, lo cual provocó cambios sustanciales en
la estructura vigente. Diferentes doctrinas políticas fueron erosionando el sistema existente, entre ellos, el
socialismo, en sus múltiples versiones, el sindicalismo, el solidarismo, el social cristianismo, el marxismo,
los anarquismos, el corporativismo, etc. Su formulación reclamaba una nueva política económica diferente
del Estado liberal. Esto suponía una necesidad, según la premisa de Pierre Touchard, al plantear las recetas
de justicia social y de bienestar social con el fin de restaurar la libertad en las transacciones, atender
necesidades colectivas impostergables y afianzar una mayor igualdad de oportunidades. En suma, señala,
en otros términos, la elaboración de la noción de economía social de mercado”.
Otros autores como Barraza señalan que el Estado benefactor o intervencionista tiene sus comienzos en
1.917 con la sanción de la Constitución social de México, más adelante en Alemania con la Constitución de
Weimar de 1.919. A su vez, en nuestro país en 1.922 aparece el primer fallo en donde se pone límite a la
libertad contractual, la idea considera que el Estado debe intervenir y proteger al individuo cuando reconoce
el derecho de habitación como interés público y limita la libertad contractual. En ese orden, el Estado
benefactor interviene activamente procurando dar soluciones a la comunidad. (Fallos: 136:161 “Ercolano,
Agustín c. Lanteri de Renshaw; Julieta s/consignación’’ del 28 de abril de 1.922. (J. I. Barraza: 21)

La reforma del modelo clásico del Estado liberal -el pasaje de la sociedad agraria o tradicional a la sociedad
industrial- pretendió superar la crisis de legitimidad sin tener que abandonar la estructura jurídica-política. A
su vez, se caracterizó porque a la tradicional garantía de las libertades individuales, se unió el
reconocimiento y la difusión de ciertos servicios sociales que el Estado debe proveer. De tal modo, la de
garantizar ingresos mínimos, alimentación, salud, educación y vivienda a todos los ciudadanos como un
derecho político. Esta transformación del Estado implicó un aumento del gasto público como la proporción
del producto bruto nacional, el crecimiento y la complejización de las estructuras administrativas, entre ellos,
los organismos encargados de los servicios sociales, el empleo y las obras públicas. La formulación fue
concebida en la segunda posguerra mundial en la reconstrucción económica europea. No obstante, los
nuevos derechos y el Estado social han llegado a constitucionalizarse como sistema.
Sin embargo, durante los años setenta con la crisis derivada de los shocks petroleros, originados en la
decisión de los Estados productores de retener el producto hasta cuadruplicar su valor por el aumento de la
demanda, provocó una aceleración inflacionaria que redujo la capacidad financiera de los Estados
consumidores. A esta situación, cabe mencionar otras implicancias como la acentuación del envejecimiento
de las poblaciones que disminuyeron la cantidad de contribuyentes y aumentaron la de los receptores. En
consecuencia, la estrategia de servicios sociales y las políticas económicas sustentadas en la teoría
Keynesiana comenzaron su declinación. Paradójicamente, en esos años la Argentina se encontraba
económicamente estancada y desagregada socialmente en múltiples cuestiones producto de las políticas
domésticas y sin un horizonte de desarrollo claro (Malamud, Andrés: 91).
Para O’Donnell, la organización nacional del Estado argentino de las últimas décadas del siglo XIX fue una
etapa económica basada en el modelo agroexportador. Considera que a partir de la década del cuarenta
del siglo XX se inicia el modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), una producción
industrial orientada hacia el mercado interno. Agrega que años más tarde, el modelo encontrará apoyo
intelectual en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas. En los términos
de un diseño que lograra consolidar una mayor intervención del Estado en la economía. Sin embargo, el
modelo se agotó antes de lograr sus objetivos autárquicos y desarrollistas. Completa señalando, que como
en los demás países latinoamericanos, en nuestro país la crisis económica concluyó con gobiernos militares
caracterizados por la intervención estatal sobre la sociedad con el fin de reestructurarla y no simplemente
reequilibrarla. (O’Donnell 1982).
Los gobiernos de facto en nuestra historia
Los autores suelen describir estos regímenes con el concepto de autoritarismo que se impusieron en
Argentina en varios periodos de nuestra historia. Se trata de una creencia según la cual el poder público
debe ejercerse sin atender la aprobación que reciba por parte de los gobernados. De ahí que resulta
conocido por su aplicación del término a un sistema político sirva como sinónimo de “dictadura” o régimen
de facto. En tanto más para expresar su carácter no democrático, potencialmente arbitrario como represivo
de la organización y de la oposición política.
Los gobiernos de facto tienen su antecedente y el reconocimiento en la Acordada de la Corte Suprema
dictada en 1.930 A partir de allí irán irrumpiendo los gobiernos democráticos con la intervención de
regímenes militares a lo largo de la historia del país. La llamada “Revolución Libertadora” asumió en 1955
después de derrocar el gobierno de Perón, disolvió el Congreso Nacional, depuso a los miembros de la
Corte Suprema de Justicia. En esas circunstancias, un gobierno de facto se arrogaba facultad de “gobernar”,
acto seguido confirió al presidente del gobierno provisional las competencias legislativas que la Constitución
asignaba al Congreso. La atribución que adoptaba el Ejecutivo era ejercida mediante decretos-leyes. A este
acto irregular en la forma de ejercicio de poder, significó la suspensión parcial de la Constitución de 1949
que, en principio como lo señalamos, suponía que sería transitorio ya que el gobierno de facto se había
autoproclamado provisional.
Más tarde, el 27 de abril de 1956 el gobierno de facto “provisional’’ invocando “el ejercicio de sus poderes
revolucionarios”, declaró ‘’vigente la Constitución Nacional sancionada en 1853, con las reformas de 1860,
1866, 1898 y la exclusión de la Constitución de 1949”. A su vez, expresó que dicho gobierno ajustaría su
acción a la Constitución reimplementada por el régimen, ‘’en tanto y en cuanto no se oponga a los fines de
la “Revolución”. Estos enunciados lo fueron en las directivas básicas expresadas el 7 de setiembre de 1955,
y de acuerdo con las necesidades de la organización y la conservación del gobierno provisional”.
Como se ha demostrado, la proclama significó, por un lado, el ejercicio del poder constituyente originario por
el régimen militar, acto seguido, el régimen se manifestó tanto por la derogación de una constitución, como
por la resurrección de otra, pero no de modo total, sino parcial, dado que la vigencia de muchos de sus
tramos quedaba simultáneamente suspendida. La derogación de la Constitución de 1949 fue un acto
definitivo y novedoso, visto que, era la primera vez que un movimiento de facto llevaba adelante una acción
de tal naturaleza.
Estas maniobras llevadas adelante por el gobierno de facto hicieron posible que se invocara “los poderes
revolucionarios”, en cuanto al ejercicio de poderes preconstituyentes que la Constitución Nacional asigna al
Congreso en el artículo 30. En ese marco, incorporó el artículo 14 “nuevo”, comúnmente llamado art. 14 bis
y modificó en parte el art. 67, inc. 11, entre otros. La reforma estableció el reconocimiento de los derechos
laborales y sociales, ideológicamente vinculados con el estado social de derecho, como por la variación
ideológica que significaba.
También significó que la enmienda de 1957 haya sido criticada en su trámite, tanto por el hecho de no haber
sido convocado por el Congreso, en infracción al art. 30 de la Constitución, como por las proscripciones
políticas en la elección de los constituyentes (con la interdicción del partido mayoritario de entonces, el
justicialista). No obstante, las reformas introducidas han tenido vigencia posterior.
Con la asunción de las autoridades de iure, el 1 de mayo de 1958, a pesar de subsistir un régimen de
proscripciones electorales, la Constitución de 1853-1860 recuperó su vigencia, quedando concluida la
gestión del gobierno de facto que se autocalificó como provisional.
Más adelante, depuesto por un movimiento militar el presidente impulsor de la teoría desarrollistas Arturo
Frondizi (1958), hizo posible la asunción de Guido como titular del Poder Ejecutivo (1962). A este acto
irregular, en infracción al art 75 de la Constitución Nacional, se suma luego la disolución del Congres (decreto
9204/62), y la asunción por parte del Poder Ejecutivo de las facultades legislativas (decreto 9.747/62). A
partir de entonces, hasta el 12 de octubre de 1963, en que asumen las nuevas autoridades constitucionales,
diversos artículos de la Constitución Nacional quedaron suspendidos.
Con posterioridad, la autodenominada “Revolución argentina” (1966-1973), el gobierno de facto de la época
ejerció en varias ocasiones el poder constituyente. En cuanto a las normas “de facto”, la pieza del sistema
fue el “Acta de la Revolución Argentina”, dictada por la Junta Revolucionaria, que se formó con los tres
comandantes en jefe de las fuerzas armadas -el Poder Ejecutivo fue ejercido por la propia Junta-, órgano
que ocupó “el poder político y militar de la República”, asumida la gestión disolvió el Congreso y removió a
los miembros de la Corte Suprema. En cuanto a la estructura de poder, básicamente actuaban dos poderes:
el Ejecutivo, también con facultades legislativas y Judicial. El sistema era considerado de tipo autocrático ya
que asumían el gobierno sin límite de tiempo. A su vez, se confiaba el poder constituyente a las fuerzas
armadas mediante un sistema unitario, el gobierno central se arrogaba la tarea de proveer “’lo concerniente
a los gobiernos provinciales”.
Durante el periodo 1966-1973, al decir de los autores, el régimen militar tuvo, inicialmente, la decisión de
erigir un nuevo orden institucional, motivo por el cual la Constitución de 1853-1860 regia solo subsidiaria y
parcialmente (supone que tal vez 42 de sus 110 artículos, por así decirlo), por voluntad del sujeto
constituyente militar. No hubo en rigor de verdad, suspensión, sino sustitución por una nueva estructura
constitucional, dispersa e inorgánica.
En mayo de 1972, dictada por la Junta de comandantes en jefe “en ejercicio de los poderes revolucionarios”,
declaró necesaria la enmienda parcial de la Constitución. El 24 de agosto de 1972, la misma Junta, “en
ejercicio del poder constituyente”, sancionó el Estatuto, llamado “fundamental”, donde se reformaron varios
artículos de la parte orgánica de la Constitución de 1853-1860. Su vigencia fue relativa y quedó extinguida
el 31 de marzo de 1976 formalmente, ya que el Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional, de
esa fecha, ni siquiera lo mencionó. Obviamente, las reglas del Estatuto no se aplicaban durante el régimen
militar, pues no había Congreso en funcionamiento, más bien estaban destinadas a regular el futuro gobierno
constitucional, teniendo en cuenta las correcciones del Estatuto.
Los historiadores de la época consideraron que las fuerzas militares, por los medios de que dispusieron,
ocuparon los gobiernos como consecuencia, en definitiva, de las fallas del sistema jurídico político, que, a
pesar de diversas experiencias vividas, no se había logrado estructurar el país con suficiente sustento para
lograr por lo menos un periodo con instituciones democráticas.
El 11 de marzo de 1973, después de casi más de 18 años de proscripciones, el pueblo argentino pudo
expresarse libremente en las urnas, poniendo fin al gobierno de facto, la autodenominada “Revolución
Argentina” inaugurada por el general Onganía. El 25 de mayo de 1973, asumieron las nuevas autoridades
constitucionales, Héctor J. Cámpora en el cargo de presidente y Solano Lima como vicepresidente, electas
sustancialmente según los mecanismos del “Estatuto Fundamental’’. Dicho Estatuto debió cohabitar con la
Constitución de 1853-1860. Esa concurrencia normativa no fue sencilla, dado que a veces el Estatuto tenía
supremacía sobre la Constitución y otras veces no. Durante ese periodo suponía que funcionaba según el
comportamiento de los operadores del poder, ya que en el gobierno convivía en su interior conflictivamente
distintos sectores ideológicos que se fueron incorporando a lo largo de la proscripción del peronismo. Varios
autores señalan, incluso que, en algunos casos con ideologías opuestas. En consecuencia, la Constitución
de 1853-1860 tuvo durante el periodo de gobierno electo la suspensión parcial.
El Proceso
El autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” (1.976-1983), se trató de un gobierno de facto
que se abatió sobre toda la sociedad argentina a partir del 24 de marzo de 1.976, con todos los elementos
que caracterizan a una dictadura, sumados a algunos rasgos que la diferenciaron de las que sufrió el país
en años anteriores.
Así, el 24 de marzo de 1976 se produjo un nuevo golpe de Estado denominado “Proceso de Reorganización
Nacional”, que se prolongó hasta el 10 de diciembre de 1983. El sistema político existente en el país se
encontraba en un momento crítico, la crisis económica, las luchas facciosas y la muerte cotidiana, la falta de
autenticidad del sistema político había tenido como consecuencia un vacío de poder, todo ello creó las
condiciones para que tal vacío fuera ocupado por las fuerzas armadas. El régimen autoritario previamente
desarticuló el sistema político para continuar con la represión sistemática, la prohibición del funcionamiento
de los partidos políticos como de todas las acciones vinculadas con la práctica política. Las intervenciones
decretadas estaban dadas por la ocupación de todo el espacio público por parte de las Fuerzas Armadas.
Las actuaciones se llevaban adelante a través de distintos instrumentos en la que trataron de terminar de
raíz con toda expresión social y sintetizando el sindical. El discurso utilizado estaba puesto en encausar la
indisciplina social y el desorden político. En esos términos dicho régimen maniobró un nivel de represión,
de desarticulación material y organizativa nunca visto.
El proceso atravesó varias etapas institucionales, los instrumentos utilizados fueron: a) la Proclama de los
tres comandante en Jefe de las fuerzas Armadas, del 24 de marzo de 1976, por la que asumen “el control
de la República”; b) el Acta para el Proceso de Reorganización Nacional, de la misma fecha, por la que los
tres comandantes forman la Junta Militar, que toma el poder político de la República, remueve al presidente
de la Nación, disuelve el Congreso y destituye -entre otros- a los miembros de la Corte Suprema; c) el Acta
fijaba el propósito y los objetivos básicos del Proceso de Reorganización Nacional, también del 24 de marzo
de 1976, y d) el Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional, promulgado por la Junta Militar “en
ejercicio del poder constituyente”, publicado el 31 de marzo de ese año. Dicho Estatuto fue modificado varias
veces.
Conformada esta estructura de poder autoritario y arbitrario adoptó como órgano principal a la Junta Militar,
ente supremo, que aparte de funciones constituyentes tomó otras que la Constitución de 1853-1860
asignaba al presidente y al Congreso. El nuevo presidente asumió roles ejecutivo y legislativo, salvo los
asignados a la Junta (en la tarea legisferante o voluntad de dictar un ordenamiento de forma precipitada y
con poco fundamento). Este ente se encontraba acompañado por una Comisión de Asesoramiento
Legislativo (con el fin de “” modificar’’). En cuanto al Poder Judicial, se llevó adelante una política similar a
la ocurrida en el periodo 1963-1973. Del mismo modo se constituyó un sistema unitario y autoritario.
En otras palabras, los a cargo de la toma de decisión se organizaron en torno a reglas y competencias con
poder político mediante los mecanismos institucionales de la Junta Militar a través de un golpe de estado
que prometía restablecer el orden y asegurar el monopolio estatal de la fuerza. Las metáforas empleadas,
de aquel entonces, se caracterizaba por la enfermedad, el tumor que los integrantes de la junta debían
realizar extirpación por cirugía mayor. Un discurso del régimen durante ese periodo a partir de la cual
reflejaba la intención de los militares de “’eliminar de raíz el problema’’, que consideraban, en el que la
sociedad se encontraba inserta.
En esos términos, las fuerzas armadas colocaron todos los resortes del Estado a su servicio que hizo posible
una operación integral de represión y desarticulación material como organizativa proyectada por la
conducción de las tres armas. La planificación general y las acciones terrorista de Estado, incluso las tareas
de ejecución estuvieron a cargo de los más altos niveles de conducción de las fuerzas armadas y de los
oficiales superiores. Así, las ordenes derivaban de una cadena de jerarquía hasta llegar a los encargados
de la ejecución, los llamados “Grupos de Tarea’’ -integrados por oficiales, suboficiales, grupos policiales y
civiles con organización especifica-. Los operativos sistemáticos se dividían en cuatro momentos: el
secuestro, la tortura, la detención y la ejecución. Muchos de los detenidos morían en la tortura, otros
sobrevivientes eran detenidos en centros clandestinos de detención que funcionaban en esos años. Así lo
estableció la investigación realizada en 1984 por la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, la
CONADEP, creada en la presidencia de Raúl Alfonsín, posteriormente la Justicia fue la encargada de llevar
adelante los juzgamientos a los militares en que se condenó a muchos de ellos.
Suele considerarse que luego de finalizada la guerra de Malvinas, la Junta Militar se vio forzada a dar una
respuesta pública, luego de la derrota sufrida frente a Gran Bretaña. Durante la transición se originó un
“renacimiento de la sociedad civil”, se pensó entonces en el resurgimiento de los partidos políticos y de los
movimientos políticos. No obstante, durante los primeros años no hubo caída del autoritarismo en todas sus
bases fundamentales. En cuanto a que las fuerzas armadas como un factor de poder y por su estructura
orgánica y jerárquica ligados a ciertos sectores que los habían apoyado contribuyeron a determinados
planteamientos. Es decir, no hubo una caída del autoritarismo en todas sus bases fundamentales, pero la
transición tampoco fue el producto de una negociación clara sino de una retirada desordenada de las
Fuerzas Armadas.
Para O’ Donnell se trató de una transición “por colapso”, en que el régimen, al derrumbarse, no puede forzar
pactos y en la que no se establecen o condicionan las políticas de derechos humanos y el programa
económico posteriores. No obstante, en teoría, había más posibilidades en el caso argentino que en otros
países de la región de llevar a cabo avances progresivos de la instalación de la democracia y el plano de
los derechos humanos.
La enorme crisis económica, motivada por la política de apertura económica, el proceso de
desindustrialización que esta ocasionó y las crecientes denuncias sobre la violación de los derechos
humanos caracterizaron a la dictadura hacia 1.982.
Los organismos de defensa de los derechos humanos se convirtieron en unos de los principales actores de
la lucha contra la dictadura militar. Si bien algunos de ellos existían desde la década del 30 como la Liga
Argentina por los Derechos del Hombre, el movimiento por los derechos humanos cobró mayor importancia
en la década de 1.970. En 1.975, durante el gobierno de Isabel Perón, se creó la Asamblea por los Derechos
Humanos -integrada por miembros de diversos partidos políticos y dirigentes sociales de diversas
ideologías- con el objeto de hacer frente a las violaciones a los derechos humanos que cometían algunos
miembros del gobierno.
A partir de iniciada la última dictadura y frente a las masivas detenciones, torturas y desapariciones de
personas, se conformó, en 1.976, la organización de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por razones
políticas y, un año después, la Asociación de Madres de Plaza de Mayo. Ambas, iniciaron su actividad
reclamando la aparición con vida de sus hijos desaparecidos y de sus nietos nacidos en cautiverio. Lo
hacían, y lo hacen aun hoy, todos los jueves en la plaza que les dio su nombre. (Voces y silencios en América
Latina, Capitulo 5: 381).

Pensar la democracia
Pensar la democracia significa reconocer la forma de ejercicio del poder, cuyo fin último consiste en
garantizar la libertad y la vigencia de un conjunto de derechos para todos los hombres y mujeres que integran
una sociedad, haciendo de ellos verdaderos ciudadanos. También significa, analizar tanto los principales
movimientos sociales que han impulsado la lucha por su construcción, como las situaciones en que han sido
amenazada y negada. Por último, pensar la democracia significa conocer cuales son, en el presente, las
condiciones que posibilitan participar de su construcción y su consolidación.
En las sociedades modernas resulta imposible que las decisiones sean tomadas por la totalidad de sus
miembros de un modo directo. Para solucionar este problema se han desarrollado formas de representación
de la voluntad de los ciudadanos, los cuales participan del gobierno a través de sus ‘’representantes’’
El concepto de representación política entonces se utiliza para señalar el mecanismo por medio del cual
determinadas personas ejercen el poder por delegación. En las democracias actuales, los representantes
pertenecen a partidos políticos y, una vez elegidos, su gestión puede y debe ser controlada por los
representados, quienes tiene la libertad para organizarse y hacer saber a los gobernantes sus puntos de
vista sobre diferentes cuestiones, la denominada opinión pública.
Un gobierno no resulta verdaderamente representativo si quienes son elegidos representantes -diputados,
senadores, etc.- no se comunican permanentemente con sus representados, conocen sus necesidades y
problemas y los tienen en cuenta a la hora de gobernar.
Los gobiernos democráticos son aquellos que se constituyen por medio de las elecciones en las que
participan, sin ningún tipo de presión, todos los miembros adultos de la sociedad, los que poseen derechos
de elegir y ser elegidos, a través de los partidos políticos. Asimismo, los gobiernos democráticos se
caracterizan por garantizar que los miembros de la sociedad dispongan y puedan ejercer un conjunto de
derechos y cumplan con determinado tipo de obligaciones, sin excepciones. Estos derechos y obligaciones,
por lo general, se hallan establecidos por medio de las leyes recogidos en constituciones, estatutos y
códigos. (Voces y silencios en América Latina, Capítulo 5: 294).
Ciudadanía y participación
La recuperación de las libertades públicas, luego de las últimas dictaduras, ha estimulado y posibilitado la
organización y la formulación de mayores demandas por parte de variados grupos. No obstante, frente a la
falta de soluciones a los problemas económicos por los que atraviesa un importante sector de la sociedad,
muchos dejan de ver el sistema democrático de gobierno como algo a ser defendido y profundizado. El
fortalecimiento de la democracia requiere, entonces, de la apertura y reconocimiento de nuevos canales de
participación ciudadana, y de la renovación del rol desempeñado hasta el presente por los partidos políticos.
En este sentido, en la actualidad adquieren un importante protagonismo los denominados movimientos
sociales, los que representan una nueva forma de organización de los intereses de determinados grupos y
aparecen como una posibilidad de recuperar la importancia de la política para la construcción de una
sociedad democrática.
Hacer política significa no solo participar en las elecciones de los gobernantes, sino, también,
comprometerse en la discusión y en el planteo de nuestros intereses frente a otros, los cuales pueden ser
coincidentes, diferentes y hasta opuestos. En este sentido, la política en una sociedad democrática (y los
conflictos con ella relacionados) debe ser valorada y ejercida por todos y en todos los ámbitos, puesto que
cuando esta no existe, solo reina el autoritarismo y la uniformidad. (Voces y silencios en América Latina,
Capitulo 5: 395)

El retorno a la democracia
El presidente Raúl Alfonsín, asumió el 10 de diciembre de 1983, en el país la economía se encontraba desde
1981 en estado de desgobierno, con una inflación desatada, deuda externa con vencimientos inmediato y
un Estado carente de recursos. En este contexto nació la democracia, limitada y amenazada por el poder
real, que se arrogaba el poder de veto de cualquier política económica y social que pueda lastimar apenas
su parte. No obstante, las circunstancias, la nueva gestión intentó resolver la crisis cíclica caracterizado por
la inestabilidad y una concepción en la falta de cultura política democrática. Se pensó entonces en lo político
cultural y en lo institucional del modelo presidencialista, teniendo en miras reformular las acciones políticas
y desarrollar el pluralismo ciudadano. La propuesta reformista partió de la necesidad de disminuir el fuerte
peso de las corporaciones en el Estado -sindicatos, fuerzas armadas, iglesia, entre otras-, que de acuerdo
con el diagnóstico de la administración de gobierno debilitaban el espacio de la política.
Para Romero durante este periodo de gobierno, el partido gobernante (Unión Cívica Radical) adoptó un
discurso democrático, que también estuvo presente en el lema de la campaña, la alocución hacía aparecer
a la oposición y sobre todo al sindicalismo como lo antiguo y lo no democrático. Considera que, en aquella
etapa, la Confederación General del Trabajo se encontraba en manos de dirigentes tradicionales y
desarrollaban una dura oposición con una serie de huelgas generales. Otros grupos, también incursionaron
contra cualquier intento de cambios en la economía. Expresa que, de todos modos, la gestión se orientó a
constituirse en una fuerza predominante y un estilo de gobierno del presidente bajo la premisa de armonizar
la sociedad dentro de un orden jurídico adecuado. La evidencia parece indicar la opción de llevar a cabo la
eliminación del autoritarismo que se encontraba anidado en las instituciones, tanto de manera simbólica
como real. En esa idea el enfoque de la gestión gobernante tenía en miras en llevar adelante objetivos
que otorgaran gran importancia a la política cultural y educativa de las instituciones. El autor señala que el
gobierno se encaminó en resolver el terrorismo de Estado sobre la estructura económico-social y los deseos
de constituir una sociedad más participativa promocionando el ejercicio de la libertad de expresión y de
opinión que habían sido largamente postergada.
Concluye que la fórmula se orientaba hacia un horizonte puesto en mayor pluralismo social y político, a
partir del rechazo de todo dogmatismo. De esta forma considera que se llevó adelante un programa de
alfabetización masiva con el fin de desarticular los mecanismos represivos que se hallaban en el sistema
escolar. En sus intentos, el gobierno se orientaba hacia la transformación del sistema educativo con la
finalidad de contar con medidas inmediatas que configuraran un Programa de Emergencia Educativa. Así,
a través del Programa se proponía la colaboración y la participación del docente, la comunidad educativa
y de la comunidad en general, a quienes se consideraban que determinarían el tipo de educación para la
sociedad de aquel momento. La propuesta educativa lo establecía, en sus objetivos, la Ley 23114/84 de
convocatoria al Congreso Pedagógico Nacional. Romero señala finalmente, tras la sanción de la Ley en
diciembre de 1985, se realizó la inauguración formal con la presencia del presidente Alfonsín el 4 de abril
de 1986 en el Teatro Cervantes. En lo que respecta al ámbito Universitario, los intelectuales y el nivel
científico retomaron su regreso al país después de la marginación que se había iniciado en 1966. Con el
retorno al país no solo se incorporaron a la vida académica, sino que muchos de ellos ingresaron en la
actividad política.
Para Adriana Puiggrós durante el periodo de gobierno de Raúl Alfonsín la sociedad vivió dos procesos
políticos de signo contrario que contenía mensajes pedagógicos trascendentes para el presente y el futuro:
uno estuvo dado por el juicio a los miembros de las Fuerzas Armadas que participaron de la represión y las
leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Los juicios fueron la expresión de la ética y el humanismo que
contiene la cultura argentina. Más adelante, las leyes que perdonaron el crimen expresaron la debilidad de
la voluntad política democrática que, presente durante toda la historia, no pudo ser erradicada por ninguna
pedagogía (Adriana Puiggrós: 182).
El presidente Alfonsín había desarrollado su campaña proclamando la defensa de los derechos humanos,
una vez en el gobierno se orientó hacia la condena de los militares y a poner en evidencia las atrocidades
cometidas durante la represión mediante las denuncias judiciales, los medios de comunicación y el informe
realizado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que fuera constituida
por el gobierno y presidida por el escritor Ernesto Sábato, la obra recopilaba los hechos con el título de
“Nunca Más”. Por otro lado, durante los años del Proceso las persecuciones, asesinatos y desapariciones,
también, llevaron a que familiares de las víctimas se organizaran para exigir “verdad y justicia”. Estos
movimientos orientados a producir cambios en el sistema político aplicando una lógica de acción con arreglo
a fines, llegaron a su mayor grado como las Madres de Plaza de Mayo, el Servicio de paz y Justicia o Adolfo
Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz 1980), entre otras, durante todo ese periodo fue un destacado
activista que junto a las organizaciones por los derechos humanos estuvieron dirigidas a influir en las
decisiones de gobierno.
Con el fin de someter a juicios a los culpables se procedió a reformar el Código de Justicia Militar en la que
se estableció una primera instancia castrense y civil, se dispuso el enjuiciamiento a las juntas militares. Por
otra parte, la Obediencia Debida se encontraba en el Código de Justicia Militar, que más adelante Raúl
Alfonsín lo resaltó con preocupación al citar una entrevista que el entonces diputado Alfredo Palacios ya
había dicho que una obediencia de este tipo era incompatible con la democracia (Pigna, Felipe). El camino
apuntaba lo jurídico en cuanto la relación cívico-militar y un modo de separar lo correcto de lo ilegal y marcar
un quiebre a la tradición golpista. Desde esta perspectiva, las causas judiciales pasaron a los tribunales
civiles y comenzó el juicio público de los excomandantes. El proceso llegó a una situación casi extrema
para llevar adelante los juicios. A finales del año 1985 y poco después de que el gobierno ganara las
elecciones legislativas, se conoció el fallo que condenó a los excomandantes. La resolución expresaba las
responsabilidades a cada uno de ellos y que los hechos cometidos no fueron de guerra alguna que justificara
la conducta cometida. También, en aquel momento, se dispuso a dar continuación a la acción penal contra
los demás responsables de las operaciones.
En los marcos interpretativos de la Justicia se había certificado la conducta ilegitima de los jefes del Proceso,
logrando someter a los militares a la ley civil. A partir de estos juzgamientos la justicia continuó dando curso
a las múltiples denuncias contra las fuerzas de las distintas graduaciones, citándolos y encausándolos. Las
causas juzgadas por la sistemática persecución y asesinatos llevadas adelante por los regímenes militares
se llevaron adelante en un periodo marcado de conflictos en donde se trataba de transitar por un camino
marcado por avances y retrocesos, en medio de pedidos por parte de grupos de las fuerzas en que se llegara
a una reconsideración de la conducta del ejército. A su vez, durante ese lapso, los episodios de reclamos
eran llevados adelante en el contexto de levantamientos y amotinamientos militares.
Finalizando, suele considerarse que el primer gobierno democrático que asumió a partir de 1983 se
caracterizó por una etapa de transición cargada de crisis económica e inestabilidad como parte de una
cultura política marcada por la historia de episodios militares y gobiernos de facto. Podemos señalar que
durante lapsos prolongados (un cuarto del siglo XX), el poder del Estado se encontraba palmario por
gobiernos de facto en cuya gestión se habían adoptado una organización de estructura unitaria de poder
sustentados en decretos-leyes. Cabe agregar que las normas dictadas de esta estirpe luego continuaron
su vigencia durante los gobiernos de iure, se prolongaron sin derogarlas o modificarlas.
Las fuerzas armadas han actuado (pero inconstitucionalmente) como verdaderos factores de poder e
incluso han asumido el poder en varios periodos de nuestra historia, con el consiguiente impacto en la
mentalidad y en los hábitos de la sociedad argentina. De esta forma, la transición democrática aparecía
como una falta de vocación y con fuertes rasgos autoritarios anidados en variados sectores en la que había
que producir rupturas y generar nuevas estrategias políticas.
Hemos mencionado que el gobierno adoptó un discurso en los valores democrático y los derechos humanos,
además, apeló a la solidaridad internacional y la independencia de los Estados con la mirada puesta en una
reinserción en la comunidad internacional que había sido censurado y hasta aislado durante el periodo del
régimen militar. Esos criterios hicieron posible llevar adelante cuestiones pendientes con Chile por el Beagle
con la participacion popular en el arreglo de límites. El acuerdo se llevó a cabo mediante el laudo papal, que
los militares habían considerado inaceptable, pero sin atreverse a rechazarlo ante la representación del
Vaticano diluyendo la posibilidad de mantener vivo el militarismo, un conflicto que llevaría en 1978 al país al
borde de la guerra con Chile.
Para llevar adelante el Tratado de Paz, el Poder Ejecutivo dispuso por decreto 2272/84 al celebrar una
consulta popular optativa para la ciudadanía y no vinculante para los poderes públicos, en torno a la
propuesta papal. El plebiscito se realizó el 25 de noviembre de 1984 y sufragó en 70 % del electorado con
el amplio consenso de la población (aproximadamente el 80 % de los votantes) respondió en favor de la
solución pacífica. Se conoce como Tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile de 1984, el texto
que fuera firmado por ambos países determina “la solución completa y definitiva de las cuestiones a que él
se refiere” esto es la fijación de límite entre ambos países desde el Canal de Beagle hasta el Cabo de
Hornos. El Tratado de Paz y Amistad fue firmado en Roma el 29 de noviembre de 1984 por los ministros de
relaciones exteriores de Argentina y Chile, el 30 de diciembre de 1984 fue aprobado por la Cámara de
Diputados y el 15 de marzo de 1985 por el Senado de nuestro país.
Más adelante, continuaron los vientos de cambio vinculados al aspecto cultural que derivaron en la
aprobación de la ley de divorcio vincular, sancionada a principios de 1987.
Según lo expuesto, el periodo de transición democrática y más allá del esquema de restauración planteado,
el gobierno debió afrontar la falta de orientación cooperativa entre los actores políticos. En ese marco
disminuyó la posibilidad de reducir los condicionamientos internos y externos provenientes de la deuda
externa y las acciones residuales de la represión. Seguidamente el tratamiento de la deuda derivó en una
conflictividad alta y una debilidad de la política para hacer creíble al poder corporativo interno de los grupos
como al militar, sumado al grupo externo de los acreedores sobre la posibilidad de una orientación
económica.
De esta manera, se fueron sucediendo contradicciones económicas que hizo posible el agravamiento a partir
del cual se produjo una dislocación de amplias franjas sociales por la progresiva declinación del nivel de
vida como consecuencia del estancamiento económico junto a la alta inflación. Este conflicto develó un
imposibilísimo gubernamental y la demanda social presentaba síntomas de creciente escisión entre la esfera
de la política y lo social. Las consecuencias derivaron en posibles interrogantes que progresivamente llevó
hacia una transferencia del voto y el desencanto de amplios sectores de la población ante el nuevo fracaso
del esquema político.
A su vez, los interrogantes acerca de cómo era definida la democracia se fue transformando en una
incertidumbre más amplia, sobre la misma supervivencia y que su derivación se expresara dramáticamente
en las explosiones sociales. Ante la emergencia, situación de alta inflación más recesión unida a la presión
de grupos económicos por mayores cuotas de poder, los acontecimientos convergieron y terminaron
eclosionando a fines de los ochenta con el adelantamiento traumático de la entrega del poder.
Durante finales de la década de los ochenta se produjo la alternativa de gobierno en un marco de singular
incertidumbre y crisis económica desatada. La opción del gobierno entrante fue en favor de un ajuste
ortodoxo enmarcado en un difícil contexto de adelantamiento del poder e hiperinflación. Cuando el
presidente Carlos S. Menem fue electo y asumió en 1.989 denotó un claro contraste con la tradición de su
partido ya que, en vez de redefinir los intereses del establishment se alió a estos, con la intención y la
búsqueda de su confianza. En rigor de verdad, el nuevo estilo de gobierno contrastó con la anterior
orientación a lo institucional, optándose por la incorporación al gobierno de los factores de poder.
En otras palabras, la transición democrática y en particular, el gobierno saliente había centralizado la
problemática en lo político-cultural y en la gobernabilidad, formulando constituir una relación Estado-
economía y en la problemática de la estabilidad como en la de los condicionamientos económicos internos
y externos.
Cronología de sucesos políticos ocurridos en Argentina (sucesión temporal de procesos democráticos y su
interrupción).
1.912 Sanción de la Ley Sáenz Peña (sufragio universal
masculino, secreto y obligatorio
1.916-1.922 Elecciones y presidencia de Hipólito Yrigoyen
1.922-1.928 Elecciones y presidencia de Marcelo T. de Alvear
1.928-1.930 Elecciones y presidencia de Hipólito Yrigoyen
1.930-1.932 Golpe de Estado y gobierno de facto del General
José e. Uriburu
1.932-1.938 Elecciones con fraude y gobierno de Agustín P.
Justo
1.938-1.940 Elecciones con fraude y gobierno de Roberto Ortiz
1.940-1.943 Elecciones con fraude y gobierno Ramón Castillo
1.943-1.946 Golpe de Estado y gobierno militares sucesivos de
los generales: Pedro Ramírez; Arturo Rawson y
Edelmiro Farrel
1.946-1952 Elecciones y presidencia de Juan D. Perón
1.952- 1.955 Elecciones y presidencia de Juan D. Perón.
1.955-1.958 Golpe de Estado, gobiernos militares sucesivos de
los generales Eduardo Leonardi y Pedro Aramburu
1.958- 1.962 Elecciones con proscripción y presidencia de Arturo
Frondizi
1.962- 1.963 Golpe de Estado y gobierno de José M. Guido
1.963- 1.966 Elecciones con proscripción y gobierno de Arturo H.
Illia
1.966- 1.973 Golpe de Estado y gobiernos militares sucesivos de
los generales Juan C. Onganía, Norberto
Levingston y Alejandro A. Lanusse
1.973- 1.973 Elecciones y presidencia de Héctor j. Cámpora
1.973- 1.974 Renuncia el presidente Cámpora: asume Raúl
Lastiri. Elecciones y presidencia de Juan D. Perón
1.974- 1.976 Fallecimiento del presidente Juan D. Perón y
asunción de la vicepresidenta, Isabel Martínez de
Perón
1.976- 1.983 Golpe de Estado y gobiernos sucesivos de las
Juntas militares encabezadas por los generales
Jorge R. Videla, Rodolfo Viola, Leopoldo Galtieri,
Reynaldo Bignone
1.983- 1.989 Elecciones y presidencia de Raúl R. Alfonsín
1.989- 1.995 Elecciones y presidencia de Carlos S. Menem
1.995- 1.999 Elecciones y presidencia de Carlos S. Menem

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Villar Galdas, Jorge, La Nueva Historia Argentina, Tomo II, Editorial Juan Carlos Granda, Buenos Aires,
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