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¿Sabemos qué es el patrimonio?

Análisis de un gran desconocido del Derecho

José Luis Del Moral Barilari[1]

I. Introducción [arriba] 

A ningún jurista se le escapa que el patrimonio es una de las figuras jurídicas de más
difícil comprensión. Parece un concepto etéreo y, al mismo tiempo, nadie duda de su
materialidad. Casi todos los grandes juristas de nuestra época se han intentado adentrar
en su concepción y análisis. El desafío de escribir sobre el mismo es, por lo tanto,
ciertamente importante. Acometo a través de este artículo esta ardua tarea. Lo que
ocurre es que lo voy a hacer, por primera vez, desde una perspectiva filosófica. Mis
recientes investigaciones en el campo de la inteligencia artificial me han permitido
concebir una estructura filosófico-matemática para toda el área de Humanidades y creo
firmemente que la misma va a poder dar más luz a esta oscurecida institución. Espero
que lo disfruten.

II. Concepto de patrimonio [arriba] 

Para entender qué es un patrimonio, se hace necesario recordar, tal y como acabo de
decir, algunos conceptos filosóficos básicos con carácter previo. Seguramente esto
producirá estupor en más de un lector ¿Qué tiene que ver el patrimonio con la Filosofía?
Quizás cuando sus ojos alcancen el final de este apartado, lo vea con más claridad.

Para empezar, la Filosofía, cuya denominación tiene un origen anecdótico[2], nada tiene
que ver con el análisis de las corrientes de pensamientos humanos. La Filosofía es un
lenguaje, exactamente igual que la Matemática lo es para las ciencias experimentales y
que estructura, dimensiona e integra toda el área de Humanidades y, como no podía ser
de otro modo, la ciencia del Derecho.

En el seno de esta verdadera Filosofía, el Hombre se ha planteado, desde su propia


existencia, cómo encuadrar todo lo que veía, ocurría o imaginaba a su alrededor. Y para
eso se valió de dos supra-categorías[3]: el Ser (essere) y el Ager (agere) y sus relativos, el
en (on en griego) y el ens y ecs (posteriormente ex).

Estos seres se conjugan en las dimensiones finitas, dando lugar al sum, es, est…y a sus
formas pretéritas y futuras de todos sabidas.

El relativo del ser (vgr. el Hombre) es el enus, enor y ene . Si estos enus (onus en griego)
actúan en sociedad, pasan a ser personus (del etrusco phersu: máscara) y bonus. Y si,
como veremos después, se unían entre sí a través de unas unitas (grafiadas con recuadros
en la imagen de debajo) formaban lo que los romanos denominaban un enitas que, en el
caso de personas, se denominaba personitas (ya sea de gente bajo un mismo yugo o
conyugitas o de gente que se seguía o societas) y bonitas en el caso de bienes.
Si el número de enes que integraba la unitas era definido, se forma una corporitas o
cuerpo, que requería de un acto formal por cada ingreso individual de un bien en el
interior de su unitas. Esta figura también ha sido muy deficientemente entendida por la
doctrina y jurisprudencia.

Un corpium nunca es una única cosa o res sino un conjunto de cosas o miembros. Por eso
se habla del Cuerpo Nacional de Policía, de acrecimiento ex. art. 983 cuando hay
designado un cuerpo cierto de bienes en plural, en el art. 1.085 en sede de pago de
deudas hereditarias o en el art. 1.151 en sede prestaciones (que no obligaciones)
divisibles.

En modo alguno puede hablarse de cuerpo cierto cuando se compra un único bien
inmueble por el mero hecho de que se haga a tanto alzado ex art.1.471 CC[4].

Si, por el contrario, el número de bienes, en vez de ser definido como en el corpium, era
indefinido, el Derecho Romano hablaba de munitas, del latín munium (carga[5]), que en
el caso de corresponder al padre se denominaba patrimonium y si era a la madre
¡matrimonium! No en vano en la Roma clásica la unión de dos cónyuges no se denominaba
matrimonium sino coniugium (cum-yugo). Al patrimonio lo vamos a grafiar, a plartir de
este momento, como si fuera un embudo (porque por el van entrando cosas por su parte
superior pero también van perdiéndose por su inferior. Pero recuérdese, no deja de ser
también un recuadro o unitas.

Por último, se permitía una figura híbrida como la funditas, que se componía
inicialmente por un número de bienes definido (lo que hoy se denomina impropiamente
como dotación fundacional), sometida a la formalización individual de cada entrada de
un nuevo bien y la posibilidad de dotarse posteriormente de un patrimonio en el que la
entrada y salida de bienes no estuviese sometido a tal rigor.
Obsérvese que hablo de societas, corporitas, funditas y munitas porque ese es el
verdadero nombre que tenían en Derecho los seres que actuaban, a diferencia de la
asociación, corporación, fundación y munición que son las acciones que hacen aquellos.

Es precisamente porque el patrimonio se trata de un ser (aunque sea relativo), por lo que
puede ser sujeto de acuerdos y de legitimidades (entre ellas, como veremos, ser
beneficiario de un seguro).

Ese ser (patrimonio) es distinto de cada uno los bienes reales que lo integran e, incluso,
al margen de ellos. Por eso el patrimonio sigue existiendo aunque el mismo esté vacío.
Sin embargo, es menos que la herencia, como veremos, pues la misma puede comprender
uno o varios patrimonios.

Ya hemos visto qué pasa cuando las personas por un lado se unen y las cosas lo hacen
también. Pero ¿pueden unirse personas y bienes bajo una misma unitas? Pues
evidentemente que sí.

Cuando esos ene individuales son de diferente naturaleza jurídica (persona y cosa), se
puede formar entre los mismos una entitas.
De su visualización podemos extraer, algunas importantes conclusiones.

a) Que una entidad (en latín entitas) es una ficción resultante de la utilización de un
instrumento jurídico, la unidad (unitas) -que no unión[6]- para englobar a seres de
naturaleza distinta: por ejemplo, una persona y un bien.

b) Que esa entidad es la que permite, precisamente, afirmar que la primera (la persona)
es titular de la segunda (el bien). Es en el seno de la entitas en donde se crean los tres
elementos básicos de lo que, desde aproximadamente el siglo I d.C se mal denomina
“derecho subjetivo”. Me refiero a las legitimidades, facultades y potestades, que son
distintas realidades dentro de la herentitas (la hache inicial es la que se conjuga “yo he,
tu has…).

Estas tres figuras (legitimidad, facultad y potestad) no son mezclables entre sí pues las
primeras se refieren a las posibles titularidades (dominio, usufructo, uso, habitación,
etc), las segundas a los faceres que los contienen (gaudium como género y uso y disfrute
como especies) y las terceras a los poderes que pueden utilizarse (retener, reivindicar,
administrar o disponer, entre otros).

Las primeras (las legitimidades), además, son ejercidas de dos formas: o en pro-
privacitas (propietas) o en proindivisitas lo que demuestra que únicamente la dominitas
es la legitimidad y que la propiedad no es más que una de sus especies, en cuanto que es
sólo una forma de ejercerla en exclusiva, en contraposición a la proindivisitas. Las
facultades y potestades se ejercen, por el contrario, en unidad o comunidad (común-
unidad), debiendo hablarse de proindivisitas y no de comunidad de bienes pues este
término se refiere a la forma de usar y disfrutar de los mismos. En tal caso, se forma
antes de entrar en la entitas una personitas que, a continuación entra dentro de la
entitas para ejercer las tres formas de herentitas antes citadas sobre un único bien. Se
habla, por lo tanto, impropiamente de comunidad de bienes no sólo por lo antes citado
sino porque sólo puede formarse (como bien dice el art. 392 CC) sobre un solo bien. Sin
perjuicio de lo cual, si los elementos comunes son muy numerosos, existirán tantos
proindivisos y comunidades de facultades y potestades como bienes haya.
La figura inversa (no hay personitas sino una sola persona) y una enitas de bienes o
bonitas (p.ej una patrimonitas) daría lugar a un patrimonio privativo. No la grafío por no
hacer mucho más largo el artículo.

Avancemos un poco más con la siguiente gráfica, ahora que nos vamos dando cuenta del
maravilloso instrumento que es la Filosofía para la adecuada comprensión del Derecho.
Arriba hemos visto un modelo en el que hay una entitas formada por una sola persona con
un solo bien o con unitas en el lado de las personas o de las cosas. Pero ¿Pueden
formarse, a su vez, todo el fenómeno simultáneamente? Y la respuesta es, nuevamente,
afirmativa.

Si hay un grupo de personas que han formado una enitas antes de incorporarse a la misma
(societas o coniugitas), pasarán a integrarla e, incluso, como forma de evitar los
inconvenientes de la proindivisitas, con personalitas (que significa personitas tipo, que es
lo que indica el sufijo -al) cuando concurren los requisitos del art. 1.669 CC.

Si, por el contrario, esa personitas es de gente que simplemente se junta bajo un mismo
yugo, en el derecho romano antiguo se hablaba de coniugitas, que es a lo que hoy en día
se le denomina impropiamente matrimonio, que no es más que el monio o munitas en de
la mater, en contraposición al patrimonio o patrimunitas del pater.

De estos argumentos se deduce el por qué la coniugitas y la societas no tienen, en contra


de lo que afirma un sector importante de la doctrina y jurisprudencia, una naturaleza
jurídica contractual pues, aunque sí que son actos de consenso, son simples generadores
de una unitas entre sus intervinientes y no genera prestaciones entre las partes. Todo
ello, obviamente, sin perjuicio de que, en el futuro, puedan celebrar acuerdos/contratos
entre sí (art. 1.323).

d) Con los bienes o bonii puede ocurrir lo mismo, pudiendo formarse a través de otra
unitas una bonitas que, si se integra con un número definido de bienes se denomina
corporitas y si el número es indefinido, munitas.

Una societas, por lo tanto, no es una entidad sino una enidad o enitas. Y una entitas
puede ser formada no sólo por una societas sino por una coniugitas.

III. La identidad patrimonial [arriba] 

Se ha discutido con profusión en la doctrina el problema de identidad del patrimonio,


aunque bajo la impropia terminología de “naturaleza jurídica[7] [8]”.

La doctrina se ha dividido entre las siguientes posiciones:

A) Subjetiva o personalista (ZACHARIE, ROAN, PLANIOL). Para ella, el patrimonio es


emanación de la personalidad jurídica y por ello comprende todos los bienes del
individuo, incluso los futuros, y también las obligaciones, es pues una universalidad de
derecho independiente de los bienes que lo integran. De ahí deduce PLANIOL que toda
persona tiene un patrimonio y que sólo la persona tiene patrimonio.

B) Finalista (BRINZ, BEKKER). Sin negar la existencia del patrimonio personal, esta
doctrina pone énfasis en el interés en que cada masa de bienes sirve, afirmándose así la
existencia de patrimonios, que no pertenecen a alguien sino a algo (petinere ad aliquid),
que están destinados a un fin, lo que lleva a explicar la importancia de la responsabilidad
patrimonial.
C) Realista o atomista (COVIELLO, FERRARA). Para ella, el patrimonio no es algo distinto
de los bienes y derechos que lo componen, sino la suma de todos ellos y, por ello, no
puede ser considerado apto para ser objeto de un derecho subjetivo.

D) Existen, por último, autores como COSSÍO que rechazan las anteriores doctrinas por
considerar que conducen sólo a abstracciones inútiles y concluyen que el patrimonio
ofrece una configuración variable, por lo que debe ser estudiada por separado cada una
de las diversas modalidades en que puede presentarse, que son esencialmente tres:
personal, de destino y especial o separado. Desde posiciones intermedias, CASTÁN define
el patrimonio como «el conjunto de relaciones jurídicas activas y pasivas que pertenecen
a una persona y son estimables económicamente», y DE CASTRO, como una «masa de
bienes de valor económico afectada y caracterizada por su atribución y el modo de
atribuirse a quien sea su titular, y a la que el Derecho atribuye caracteres y funciones
especiales».

Las posiciones son demasiado específicas y poco conceptuales. El patrimonio-


patrimunitas es, simplemente, un unius-unitas que la filosofía creó para que, en todo
momento, pueda explicarse el origen y destino de los bienes que lo integran.

El patrimonio no es una mera garantía (ni siquiera universal), como ocurre cuando se
habla impropiamente de responsabilidad hipotecaria, sino aquello con lo que responde
todo deudor (que no prestatario), como presupuesto base del ordenamiento ex art.
1.911.

IV. Caracteres patrimoniales [arriba] 

El patrimonio presenta los siguientes caracteres:

A) ES INMATERIAL: Todo patrimonio es inmaterial, incluso aunque esté integrado por


bienes materiales. Los juristas suelen confundir el unius con los bonus que lo integran.
Por eso el legado no puede ser objeto de disposición, ni inter vivos ni post mortem (art.
506 CC) a diferencia, nuevamente, de todo o parte de los bienes que lo integren. El
patrimonio, por lo tanto, una vez nacido para el derecho nunca, repito, nunca
desaparece, pues sirve como unidad referencial de origen y destino de los mismos.

B) LEGAL: Las partes no pueden crearlo ni extinguirlo pues opera ex lege. Toda persona,
por el simple hecho de serlo, ya tiene un patrimonio, incluso el nasciturus (no así el
concepturus).

C) INDETERMINADO: El patrimonio es considerado como una unidad, y como idéntico a


través del tiempo, con independencia de su mayor o menor contenido (vid. el apartado
del estado de los patrimonios) y de los avatares que les acaezcan.

Indeterminado es aquello que carece de términos y determinado el que los tiene (por
ejemplo, entre 4 y 8 bienes). La determinación del ser se hace externamente. A se
encuentra entre B y C. Es diferente de lo indefinido porque los fines, a diferencia de los
términos, se precisan dentro del propio ser (por ejemplo, 5 bienes).

D) BONIAL: El patrimonio es bonial, no personal, a diferencia de la personitas y del


subtipo de la societas. Por eso carece de personalidad jurídica y por eso, carece de
sentidod alguno hablar de sociedad legal de gananciales -pues ninguno la representa en
ningún acto jurídico- por lo que debería llamarse patrimonio ganancial[9]. No es el
legislador un dechado de virtudes a la hora de bautizar los términos pues tampoco el
régimen de separación de bienes está bien denominado por cuanto lo que se separan, en
este caso, no son los bienes sino los patrimonios.
E) INDISPONIBLE: El patrimonio no puede ser vendido, ni permutado, ni cedido, ni legado
(el legado de patrimonio de que habla el art. 506 CC no es del unius sino de cuantos
bienes lo integren) ni usufructuado (lo son, nuevamente, los bienes que lo integran).
Tampoco puede ser aportado a una sociedad universal, pues el socio conserva, y en su
patrimonio, su cuota en la sociedad y la potestad de obtener sus ganancias (arts. 1.674,
1.689, 1.691 C.C).

F) INDISOLUBLE: Ninguna unius-unitas (no sólo el patrimonio, sino también el coniugium o


la societas) es disoluble, lo son cada una de las personas y bienes que la integran. No es
disoluble un coniugium sino los cónyuges (el coniugium es un unium inmaterial que
permanece incluso en caso de divorcio pues servirá siempre como tal referencia para
especificar que ese unium existe (en presente, porque lo inmaterial no está sujeto a
espacio ni a tiempo y está en la adimensión infinita), ni una sociedad (por la misma
razón) sino sus socios ni un patrimonio sino sus bienes. Si disolver significa,
etimológicamente hablando, algo así como irse por separado, parece evidente que se
está refiriendo al contenido patrimonial y no la unidad en si misma. Especialmente
porque, como hemos visto antes, el patrimonio, al ser inmaterial, permanece siempre
ahí, como unidad de origen y destino referencial de los bienes, con independencia de que
pasen a otra unidad patrimonial distinta.

G) INCONFUNDIBLE: Ningún patrimonio se confunde jamás con otro distinto. Ni siquiera


debería serlo, hablando de lege ferenda, en el supuesto previsto en el art. 1.003 CC
relativo a la aceptación pura y simple de la herencia. Este error, susceptible de análisis
no sólo en un artículo distinto sino incluso en un Tratado, se debe a dos errores
fundamentales, que arrancan ya desde el Derecho Romano intermedio:

A no entender que el ordenamiento jurídico es estereotípico. Esto significa que vgr. Juan
(persona) puede ser, al mismo, heredero y legatario (art. 890.II CC) pero un personaje
(heredero) no puede ser otro personaje (legatario). Lo mismo ocurre con los deudores,
que son los que consienten responder con su patrimonio de unas prestaciones asentidas
por otros personajes (un prestador -que si es de cantidad cierta se denomina certum
dator o creditor). Obviamente, sin perjuicio de que, en la mayoría de los casos, unos y
otros son asumidos por las mismas personas.

Los deudores NUNCA tienen un heredero (herenterus) pues el heredero sólo se empareja,
por estereotipicidad, con su herentus (mal llamado causante o de cuius). El heredero
corresponde, pues, con aquél personaje que jamás ha pedido un servicio y que jamás se
ha comprometido con su patrimonio a cubrir su realización por el prestatario.

Y se deriva también de no entender que el principio de responsabilidad patrimonial


universal sólo es predicable del deudor, no de su heredero. El prestador acreedor ya
habrá exigido las garantías que su capacidad negociadora le hayan permitido (vgr un
fiador de su prestatario, que no de un deudor) y podrá cobrarse con cargo al patrimonio
de su deudor. Más allá, ninguna responsabilidad es exigible.

V. Funciones del patrimonio [arriba] 

Las funciones del patrimonio son de muy distinto orden. Así:

1.- Distintiva: Distingue entre sí unidades de bienes de otras: lo ganancial de lo ajeno o lo


ganancial de lo privativo

2.- Sustitutiva: Permite la sustitución entre bienes en caso de siniestro o subrogación


real, como en el art. 1.346.3º CC

3.- Permite el acrecimiento art. 983 CC de acuerdo con el aforismo: Concursu partes
fiunt (Celso, D. 32.80, libro 35) Las partes se hacen por el concurso.

4.- Afecta unos bienes a un fin que el ordenamiento considera digno de protección:

DE CASTRO distinguía, a estos efectos, entre:

- La vinculación por acto prefundacional, de bienes a una fundación de interés público


que todavía no se ha constituido plenamente.

- Las que llama «fundaciones dependientes», es decir, aquellas cuyos bienes y fines se
confían a una institución pública o al patronato de otra fundación.

- Las capellanías colativas familiares.

- Los patrimonios por suscripción, regulados por decreto de 20 de mayo de 1965,


formados mediante colectas y destinados a un fin concreto.

VI. El contenido patrimonial [arriba] 

El patrimonio, como unius inmaterial que es:

1.- Comprende toda clase de bienes, materiales o inmateriales con exclusión, respecto
de estos últimos, de los que integren el personius o personitas de las personas.

2.- No comprende:

a) Su pasivo, pues las deudas meras cargas del patrimonio. En idéntico sentido ya se han
pronunciado, desde hace bastante tiempo, autores como ENNECERUS, PÉREZ GONZÁLEZ y
ALGUER, a mi juicio, con buen criterio. Los arts. 659 y 661 confunden patrimonio y
herencia (vid aptado b siguiente)

b) Ni los llamados derechos (en realidad legitimidades, facultades y potestades), que


forman parte de uno de los componentes de la entia (nombre del entius y entitas en la
dimensión pre-hipotética) cual es la herencia.
La herencia es lo que se “ha” la entia (conjunto indeterminado de seres) sobre el
patrimonio, y no uno sólo de los enius (bonius) que la integran. Me remito, por lo demás,
a las gráficas iniciales.

Es inadvertido para la mayoría de los juristas que la herencia es algo que acompaña a una
persona no sólo de cara a su muerte (como dicen los nefastos arts. 659 y 661 CC) sino a lo
largo y ancho de toda su vida. Lo que ocurre es que, con ocasión de dicha muerte,

c) Ni tampoco comprende el dinero, que paso a analizar:

IDENTIDAD: El dinero no es ni un bien (herencia), ni una cosa (fencia), razón por la que es
irreivindicable, sino un valor (el valor dinerario). No da frutos sino precio. Si está en
curso legal, es un valor exponencial porque se "pone" o coloca fuera del ser billete
(aunque se incorpore físicamente y circule conjuntamente con él) y si el billete deja de
circular, pasa a tener un valor dinerario imponencial (el billete ya vale por sí mismo,
como pieza de colección).

UBICACIÓN: El dinero no ingresa en ningún patrimonio, ni forma parte de la herencia


(her: lo que se “ha”. Lo hace en lo que antiguamente se llamaba ferentia o lo que se
“fere” o porta (de ahí trans-ferencia).

ACCIÓN: El dinero puede ser objeto de las siguientes acciones:

Transferición: El dinero no se vende (mal llamada la venta de divisas), ni se dona, se


transfiere a cambio de una cosa o servicio o graciosamente, por lo que, si se transfiere
dinero para comprar un bien no hay donación (ni de dinero ni de bien), y sí sólo una
transferencia y (es decir, más) una compraventa. Lo que se donan, pues, son bienes (ni
siquiera cosas, como dice el art 618 CC), ya sean propios o ajenos adquiridos por el
donante o su heredero antes que se produzca el efecto (635 y 781 CC).

Dominación: El dinero no es susceptible de dominio (en contra de lo que


lamentablemente indica el art. 1.753), aunque produce disminución y aumento del poder
adquisitivo y se protege "como si" fuese un bien (se tipifica su hurto y robo) pero, repito,
ni de transmisión uni ictu con la herencia ni de reivindicación, únicamente lo es de uso
(usura) y de tenencia. El dinero, como diría Edith Stein: “no es de nadie, sólo cambia de
bolsillo”.

Desembolso: su desembolso puede hacerse con una intención de resultado (por ejemplo,
atender a un gasto familiar) y una proposición de consecución (sostener sus cargas), pero
no significa una renuncia a la legitimación sobre ese valor

únicamente a su temporal uso y/o tención y, en principio, también a su precio (el mal
llamado interés), en la medida en que no se haya realizado con animus (que no
intención) prestandi. La reciente sentencia del Tribunal Supremo, Sentencia 657/2019,
de 11 de diciembre, SP/SENT/1028363 llega a una solución parecida sólo que con una
argumentación, a mi juicio, lamentable.

No puede ser objeto de tentio o tención -a diferencia del billete que le sirve de soporte
físico- al ser un valor y, por tanto, algo inmaterial. Me remito, en este sentido, al
artículo referenciado a pie de página, en el que explico que la posesión es una falsa
institución (la acción no es poseer sino tener -la tentio- y possidendi es sólo uno de sus
animus) y la imposibilidad de la figura de la quasi-possesio[10].
VII. La indisponibilidad patrimonial: Especial referencia a la herencia yacente [arriba] 

Como ya he adelantado al tratar sus caracteres, el patrimonio es indisponible. Esto


significa que no puede ser abandonado, ni enajenado (vendido, permutado o donado), ni
cedido, ni legado (el legado de patrimonio de que habla el art. 506 CC no es del unius
sino de cuantos bienes lo integren) ni usufructuado, usado o fruido (lo son, nuevamente,
los bienes que lo integran). Tampoco puede ser aportado a una sociedad universal, pues
el socio conserva, y en su patrimonio, su cuota en la sociedad y la potestad de obtener
sus ganancias (arts. 1.674, 1.689, 1.691 C.C).

Del mismo modo, tampoco es objeto de heredación (diferente de la sucesión, que no es


en los bienes sino en las prestaciones pendientes), porque lo que se hereda es la herencia
(que es la legitimidad, facultad y potestad que un ser tiene sobre ese patrimonio, no el
patrimonio: 2 = 1 + 1).

Veamos como el patrimonio permanece impasible durante el fenómeno hereditario y, en


particular, durante la yacencia de la herencia en la siguiente gráfica.
1º Una persona otorga (fuera de la entia), un testamento sobre su herencia (lo que “ha” -
conjugación de her*- en su entia). Esta persona se denomina herentus (y no causante -
pues la muerte no es causa de nada[11] o de cuius) Hasta el momento de su fallecimiento
esa persona sigue siendo titular de los bienes que integran su patrimonio (la herencia se
ha en vida)..

2º Se produce su muerte (fuera de la entia) y esto provoca que en el lugar que dicha
persona ocupaba en la enia-personia de la izquierda se ubiquen uno o varios herederos
(herenterus), que todavía no son los herederos aceptantes o heredanterus (por eso el
tono azul de sus cabezas es todavía clarito), pero sí herederos testamentarios o
abintestados (lo que van a ser siempre, acepten luego o no). Estos herederos, como
puede verse, tienen a su vez su propia entia.

La personia (el recuadro) sigue siendo la del herentus (en la que siguen ubicados sus
bienes inmateriales personales: su honor, su prestigio, etc, grafiados con una nube). Los
bienes siguen, por su parte, siguen incorporados a la enia-patrimonia de la derecha (por
eso no son res nullius y no son ocupables sino usucapibles ex art. 1934 CC. La legitimia
sobre esos bienes pasa de pro privatia a pro indivisia (vid recuadro rojo dentro de la
entia) si bien ésta no recae sobre un único bien (art. 392 y ss CC)

3º La herencia es aceptada por los herederos aceptantes que, al ser definitivos, cambian
de color claro a oscuro. La personia de esta entia (quedan al margen las entia de cada
uno de los herederos aceptantes) sigue formada por los bienes inmateriales del herentus
y por los nuevos herederos. La enia-patrimonia sigue intacta y llena de bienes. En ningún
momento se produce ninguna confusión entre el patrimonio del herentus y el de cada uno
de los herederos, ni siquiera si la herencia es aceptada pura y simplemente. Aunque es
evidente que lege lata es esta la solución actual prevista en el art. 1003, la misma
carece, como ya dije anteriormente, de cualquier tipo de lógica y arranca ya de la
confusión de la figura del deudor (el que pide la cosa y servicio) y el heredero, así como
la estereotipicidad que hace que una y otra figura no puedan nunca mezclarse en la ley
sin perjuicio de que puedan acumularse en la misma persona.

4º Se procede a la partición de los bienes (ni de la herencia ni del patrimonio). Esa


partición no es, como se ha venido a defender en las últimas décadas, un tipo de título
(determinativo, atributivo, mixto…) sino un modo, sólo que post mortem.
5º Se procede a la adjudicación de los bienes (no de la herencia ni del patrimonio) a los
adjudicatarios, quedando todos los recuadros -con una cruz blanca- (la entia, su herencia
y la enia-patrimonia) intactos y sin ningún tipo de cambio toda vez que son inmateriales y
no pueden ser objeto de ninguna partición o adjudicación. Con ello la enia-patrimonia
queda ya vacía pero sigue siendo referencial para el futuro (vgr. cuando se dice en el art.
1346 que son privativos los bienes que proceden de una adquisición hereditaria).

VIII. Los estados del patrimonio [arriba] 

Como puede verse en la gráfica inferior, el patrimonio, de ser visible, sería parecido a un
embudo, con orificios de entrada y salida permanente. Ese patrimonio existe con
independencia de su nivel de “llenado” e incluso, como dije anteriormente, aunque esté
totalmente vacío.

En determinadas situaciones legales, el patrimonio concluye. Hablo de conclusión[12] (lo


que por una vez hace propiamente el CC en artículos como el 1.392 cuando afirma que la
sociedad de gananciales (que tampoco es sociedad) “concluirá de pleno derecho”. Y ello
porque los patrimonios no se disuelven, sino que concluyen. Lo que se disuelven son los
socios, ni siquiera la personitas o unitas de personas titulares del mismo (en el caso de
ser más de una).

Eso hace que el patrimonio quede “tapado” por arriba, a la espera de ser vaciado por
debajo.

El patrimonio se vacía, no se liquida (término que en realidad corresponde al fenómeno


por el que se convierte un bien en dinero o viceversa para atender al principio de
identidad de la deuda). En cualquier caso, el patrimonio subsiste como unidad referencial
inmaterial de origen y destino de bienes.

IX. La responsabilidad de los bienes patrimoniales [arriba] 

a. Concepto: En la Antigua Roma se formulaba la pregunta ¿Qui spondes? a efectos de


determinar quién se identificaba como deudor de la cosa o servicio pedido. La pregunta
¿Qui re-spondes? (el prefijo re- indica repetición, volver a) indicaba qué persona o
patrimonio volvía a spondere, es decir, a ponerse en el lugar del primero, si el
prestatario no cumplía voluntariamente. Desde la Lex Poetelia Papiria[13] del 326 a.C -
que hizo desaparecer el viejo nexum- la responsabilidad por prestaciones incumplidas
dejó de ser personal y se convirtió en exclusivamente patrimonial.

Identia: La responsabilidad es la habilidad (sin hache, como en inglés, pues con h sólo es
cuando integra el her*) de responder de todo daño o incumplimiento.
El patrimonio responsable pasa a ser respondiente si, a la fecha de fallecimiento del
herentus existen prestaciones ya vencidas. En ese caso no se procede -como
impropiamente dice el Código Civil en sus arts. 1.082 y ss- al pago de las deudas
hereditarias sino a la responsio de las mismas. La solutio solo se produce dentro del
período de pendencia.

c. Caracteres: La responsabilidad

- Es bonial, ni patrimonial ni, menos aún, personal. Y sólo es predicable de los bienes del
deudor, no del prestador o prestatario.
El artículo 1.911 está redactado así: “Del cumplimiento de las obligaciones responde el
deudor con todos sus bienes presentes y futuros”.

Por el contrario, lo correcto sería decir. “Del cumplimiento de las prestaciones


responden los bienes presentes y futuros del patrimonio del deudor”. El orden de los
factores, querido lector, aquí sí que cambia el producto.

- Es universal (ni "hipotecaria” ni “real" 118 y 140 LH –pues eso no es más que una
garantía sobre un bien real).

- Y no es ni objetiva ni subjetiva, pues al hablar en tales términos, se estarían


confundiendo los conceptos de responsabilidad y reprochabilidad. La responsabilidad no
tiene nada que ver con la existencia o no de culpa. Si lo que tiene que responder es un
patrimonio, difícilmente puede haber un halo de reproche a un conjunto inanimado de
bienes. Pero es que, aunque la responsabilidad fuera -como en la antigüedad- personal,
la censura a la conducta seguiría dándola la reprochabilidad, no la responsabilidad. Y
convendrán conmigo que no puede haber dos conceptos (reprochabilidad y
responsabilidad) que censuren el mismo fenómeno.

Hablar, por lo tanto, de responsabilidad con o sin culpa resulta hasta chocante. La
posibilidad de un reproche sin culpa, aunque tampoco tiene sentido, por lo menos, sería
planteable.

Es obvio que, entonces, tampoco puede hablarse de responsabilidad contractual o


extracontractual sino de culpa de un u otro signo, ni de responsabilidad por hecho propio
o ajeno sino de reproche o culpa por hecho propio o ajeno ni de responsabilidad civil o
penal sino de reproche o culpa civil o penal.

d. Extensión: La responsabilidad debe producirse

- Con todos los bienes del patrimonio y, por consiguiente, con aplicación del principio de
sustitución real en caso de desaparición y cambio por otro en su lugar

- Tanto el presente como el futuro si, por ejemplo, viene a mejor fortuna (antiguo 1.920
CC) (c) y no personalmente.

- E ilimitadamente: es un principio general y, como tal, no permite ninguna excepción. Ni


en garantías (hipoteca ex 140 LH[14]), ni en absolutamente en nada.

X. Bibliografía [arriba] 
AUBRY, Charles y RAU, Charles-Frédéric: Cours de droit civil français d'après la méthode
de Zachariae

BEKKER Ernst I.: “System des heutigen Pandektenrechts”, vol. I, Weimar, 1886, 141 ss.
Das Recht des Besitzes bei den Römern, 1880, etc.

BORDA, Guillermo: [http://www.scribd.com/doc/13636813/Bod 

BRENES CÓRDOBA, Alberto (2001). Tratado de los Bienes (Séptima edición). Editorial
Juricentro. pp. 27-28. ISBN 9977-31-101-3.

CAPITANT Henri (1914-16) “Cours élémentaire de droit civil français”. 

ENGELS, Friedrich: Capt VI: La Gens y el Estado en Roma, en El origen de la familia, la


propiedad privada y el estado.

GRAY, C.B.: Patrimony Le Cahiers de Droit - 1981

DUGUIT, Léon (1923) “Manuel de droit constitutionnel”

FIGUEROA YÁÑEZ, GONZALO (1997). El patrimonio (2ª edición). Santiago de Chile:


Editorial Jurídica de Chile. ISBN 956-1011875.

FIGUEROA Y, Gonzalo: “El Patrimonio”; punto 19 (p 42- 44) Síntesis de la doctrina


finalista. Principales representantes (Editorial Jurídica de Chile, 1997)

NASSARRE A. Sergio y MARTÍN GARRIDO M: Los patrimonios fiduciarios y el “Trust”. Es de


notar que Brinz ofrece el «patrimoine d'affectation» solo como un ejemplo de su visión

PATY Flores: Patrimonio 2: Concepto de patrimonio.

RAYMOND GUILLIEN, Jean Vincent, GUINCHARD Serge, MONTAGNIER Gabriel, Lexique des
termes juridiques, Dalloz-Sirey, coll. «Lexiques», 15ª edición. 23 de junio de 2005. París
(ISBN 2-247-06071-4)

SMITH, Lionel: Trust and Patrimony - Ver también: Jane Ball: The Boundaries of Property
Rights in English Law

TRAHAN J. R.: A Definition of “person”. p 317

VON BRINZ Alois: Lehrbuch der Pandekten, 2 vpls,(Erlangen, 1873-1895, 2. Aufl.). 1857-
1871

Notas [arriba] 

[1] Abogado y Doctor en Derecho


[2] La invención del término «filosofía» se suele atribuir al pensador y matemático griego
Pitágoras de Samos aunque no se conserva ningún escrito suyo que lo confirme. Según la
tradición, hacia el año 530 a. C., el general León trató de sabio (σοφóς: sofos) a
Pitágoras, el cual respondió que él no era un sabio, sino alguien que aspiraba a ser sabio,
que amaba la sabiduría, un φιλο-σοφóς.
“Admirado León de la novedad del hombre, le preguntó a Pitágoras quiénes eran, pues,
los filósofos y qué diferencia había entre ellos y los demás; y Pitágoras respondió que le
parecían cosas semejantes la vida del hombre y la feria de los juegos que se celebraba
con toda pompa ante el concurso de Grecia entera; pues, igual que allí, unos aspiraban
con la destreza de sus cuerpos a la gloria y nombre que da una corona, otros eran
atraídos por el lucro y el deseo de comprar y vender. Pero había una clase, y
precisamente la formada en mayor proporción de hombres libres, que no buscaban el
aplauso ni el lucro, sino que acudían para ver y observaban con afán lo que se hacía y de
qué modo se hacía; también nosotros, como para concurrir a una feria desde una ciudad,
así habríamos partido para esta vida desde otra vida y naturaleza, los unos para servir a
la gloria, los otros al dinero, habiendo unos pocos que, despreciando todo lo demás,
consideraban con afán la naturaleza de las cosas, los cuales se llamaban afanosos de
sabiduría, esto es, filósofos”.
Cicerón, Cuestiones Tusculanas, Libro V, capítulos 7 a 11
[3] Categoría: del griego katá agovera (que habla desde arriba)
[4] Vid. entre otras la Sentencia A.P. Valencia 548/2011 de 19 de octubre.
Resulta curiosa la interpretación de los tribunales para tal supuesto, pues entienden que,
a diferencia de la compra por unidad de medida o número, no cabe rebaja proporcional,
pero sin darse cuenta de que eso es porque aboca al comprador directamente a resolver.
El problema es que, desde que se postuló la invención de la sustancialidad para poder
resolver un acuerdo (contrario al 1.157 CC), se ha dejado a este tipo de comprador en
una situación irresoluta: ni puede rebajar ni puede resolver.
[5] De la misma raíz palabras como munición (cargar un arma) o remunerar (los acuerdos
remuneratorios son aquellos en los que siendo sus prestaciones in faciendo, el que tiene
que solucionar va cargando repetidas veces el “bolsillo” del que presta el servicio a
medida en que se produce).
[6] Hablamos de unidad y no de unión porque la unidad agrupa seres (personas y bienes)
mientras que la unión (terminada en -ión) lo hace con ageres (actuaciones y acciones).
Tampoco hablamos de propiatio, proindivisio, unio y communio pues estos términos son
predicables a la forma en que se ejercita la acción.
[7] La identidad es uno de los sub-componentes de la sedentitas o sedentia y se
diferencia de la essentitas o essentia en que es común a uno o varios seres. La esencia de
la donación es su graciosidad. La identia de la donación y el legado es su graciosidad. Por
eso se habla de que dos personas son idénticas, porque la identidad no individualiza sino
que establece la pertenencia de un grupo a un mismo id* (ser superior: de ahí idea). Por
eso, el documento nacional no debería denominarse de identidad sino de individualidad.
[8] Sobre el falso concepto de naturaleza jurídica vid. José Lois Estevez :
file:///C:/Users/Acer/Down loads/Dialnet-SobreElConceptoDe NaturalezaJuridica-
2057273.pdf
[9] El nomenclátor que se utiliza en esta materia es francamente descorazonador pues a
otro de los regímenes económicos conyugales se le denomina separación de bienes
cuando debería hablarse de separación de patrimonios.
[10] DEL MORAL BARILARI, JOSE LUIS: "La posesión: Análisis crítico de una falsa
institución. MISIÓN JURÍDICA, Revista de Derecho y Ciencias sociales, págs. 91 a 118, Ed.
Univ Col. Mayor de Cundinamarca. 2.019 E-ISSN 2661-9067
[11] Vid DEL MORAL BARILARI, José Luis: “La causa y la situación patrimonial justa”,
RCDI, ISSN 0210-0444, Año nº 94, nº 769, 2018, págs. .2495-2524. En dicho artículo
explico que la relación causa-efecto es errónea. Lo único que provoca un efecto es una
acción y la causa no es más que la relación que la mente fabrica entre uno y otro. La
muerte es una acción (morictio) o una circumactio, razón por la que no debe hablarse de
heredación (menos aún de sucesión) mortis causa sino post mortem, en función del
momento de su eficacia.
[12] Del protoindoeuropeo *kl- (claustro, clave, incluir, excluir): cerrar.
[13] Esa es la fecha que le atribuye PETELIO, aunque otros autores como MARRON la
retrasan hasta el año 313 a.C.
[14] Algunos autores como ROCA SASTRE pretenden disfrazarla de pacto de “concreción
de responsabilidad”, otros equipararla con la hipoteca independiente del Dº alemán. Por
el contrario, LA RICA entiende que con ella la responsabilidad personal desaparece
convirtiéndose en una afección real. LACAL una renuncia anticipada del acreedor al
cobro en la parte no cubierta. PUIG BRUTAU habla finalmente de una limitación de
responsabilidad sin limitación de prestación.

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