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La crisis que afecto al sistema feudal fue propia de la una sobre acumulación, los
salarios cayeron, la jornada laboral comenzó a disminuir dejando la alternativa de la
autosuficiencia local. La economía feudal no podía reproducirse: la sociedad
capitalista tampoco podría haber <<evolucionado>> a partir de la misma, ya que la
autosuficiencia y el nuevo régimen de salarios elevados permitían <<la riqueza
popular>>, pero <<excluían la riqueza capitalista>> (Federici, 2004, p. 87). Sin
embargo, a lo largo de tres siglos el curso de la historia del planeta cambiaria de
manera drástica e histórica como nunca antes. La ofensiva y la respuesta a la crisis
por parte de las clases dominantes fue establecer las bases de un sistema capitalista
mundial, un tipo de economía-mundo, en donde su expansión seria ilimitada, en donde
también se abastecerían de grandes fuentes de riqueza. La conquista y el uso de la
violencia, fueron pilares fundamentales del proceso. Así, el concepto de <<transición
al capitalismo>> es en muchos sentidos una ficción (Federici, 2004, p. 87). Incluso el
concepto empleado sobre la transición nos ayuda a cuestionarnos el proceso de
cambio que se vivió de manera histórica, el termino connota como si hubiese sido un
desarrollo lineal, Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 88) que el periodo que nombra fue
uno de los más sangrientos y discontinuos de la historia mundial. <<Transición>>,
entonces, no puede evocar los cambios que allanaron el camino para la llegada del
capitalismo y las fuerzas que lo conformaron (Federici, 2004, p. 88).
Por lo tanto, no podemos identificar al sistema capitalista con la liberación del hombre
y la mujer, fue un proceso intenso y voraz, creando las formas de esclavitud y
explotación más aberrantes, en la medida que formalizaron el proletariado alienado
intensificaron las divisiones de género entre hombres y mujeres, ocultando una
determinada explotación que es la femenina. Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 90)
que la acumulación capitalista continúa desbastando la vida en cada rincón del
planeta.
Los siglos XVI y XVIII estuvieron marcados por la privatización del a tierra, la
mercantilización de las relaciones sociales, que causaron mucha pobreza, mortalidad,
además de resistencias que se opusieron y lucharon contra el naciente capitalismo
económico y mundial. En este contexto histórico las mujeres como objeto reproductor
fueron otra pieza clave, los cambios introducidos en la posición social femenina,
tuvieron como objetivo buscar nuevas fuentes de trabajo, como disciplinar su
comportamiento y la aceptación de la división establecida dentro de la fuerza de
trabajo. La privatización de la tierra y la revolución de los precios no fueron suficientes
para producir el proceso de proletarización, pues la clase capitalista habría introducido
la mujer como objeto reproductor con el fin de ensanchar el proletariado europeo.
Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 98) que el ataque contra las mujeres acabo con la
construcción de un nuevo orden patriarcal que defino como el <<patriarcado del
salario.
Las luchas intensas y los levantamientos acompañados por discursos sobre los
beneficios y desventajas de la apropiación de las tierras a manos privadas. Un debate
que continúa hasta el día de hoy, revitalizando por la arremetida del Banco Mundial
contra los últimos bienes comunes del planeta (Federici, 2004, p. 104). El argumento
modernizador de las posiciones políticas se debía a que los cercamientos
aumentarían la eficiencia agrícola, se afirmaba que la tierra se había agotado y que si
seguía en manos de los campesinos habría dejado de producir. Mientras que la
compra y tenencia por los ricos permitiría su “descanso”, asumían que las formas
comunales agrarias eran retrogradas, ineficientes, y quienes la defendían
demostraban un apego a una tradición pasada. Los alimentos para la gente común no
aumentaron debido a la privatización y comercialización de la agricultura, ya que estos
eran producidos para el mercado y la exportación. Para los trabajadores esto fue el
inicio de dos siglos de hambre, de la misma manera que hoy, aun en las zonas más
fértiles de África, Asia y América Latina, la mala alimentación es endémica debido a
la destrucción de la tenencia comunal de la tierra y la política <<exportación o
muerte>> impuesta por los programas de ajuste estructural del Banco Mundial
(Federici, 2004, p. 105).
La Europa que se preparaba para convertirse en el motor del mundo, que habría
llevado a la humanidad a nuevas escalas tecnológicas y culturales, se convirtió
simplemente en un lugar donde la gente nunca tenía lo suficiente para comer. Era el
lugar donde en tiempos de mala cosecha, la gente del campo comía bellotas, raíces
salvajes o cortezas de los árboles, multitudes erraban por los campos, algunos
invadían las ciudades para beneficiarse de la distribución de grano, como también
para atacar las casas y graneros de las clases más altas que enseguida los sacaban
con armas y los echaban a fueras de las puertas de la ciudad. La transición al
capitalismo inauguro un largo periodo de hambruna en la clase trabajadora europea,
en los siglos XIV y XV los trabajadores en su lucha centraban su demanda en más
libertad y menos trabajo, en los siglos XVI y XVII los trabajadores eran azotados por
el hambre y debían atacar panaderas, graneros, como organizar motines para la
exportación de cultivos locales, eran descriptos por las autoridades como inútiles,
gente pobre, sin embargo, la mayoría eran artesanos que se encontraban muy
precarizados. Las mujeres eran quienes por lo general iniciaban y lideraban las
revueltas por la comida (Federici, 2004, p. 121). Por otra parte era quienes cumplían
un papel de cuidadoras de sus familias, su acceso al dinero y al empleo eran meros,
por lo tanto dependían aún más de la comida barata para sobrevivir, a pesar de su
condición subordinada, muchas veces salían a las calles cuando los precios se
aumentaban o cuando se difundía el rumor de que alguien sacaría de la ciudad los
suministros de grano. En países como Francia, eran las mujeres quienes cercaban las
panaderías, eran muchedumbres de mujeres pobres, que se reunían para exigir pan
y acusándolos de esconder las provisiones, por otro lado las revueltas estallaban en
las plazas donde se emplazaban los mercados de grano, como también en las rutas
que tomaban los carruajes de maíz para la exportación y en la orillas de los ríos donde
los banqueros se avistaban cargando bolsas. En estas ocasiones los amotinados
emboscaban los carros […] con horquetas y palos […] los hombres cogían las bolsas,
las mujeres llevaban en sus polleras tanto grano como podían (Federici, 2004, p. 122).
La lucha por la comida, también se llevó a cabo en el robo de campos, casas vecinas,
a través de la caza furtiva, y el ataque a las casas de las clases altas. Algunas casas
eran marcadas con sangre por campesinos que estaban furiosos, fue tanto así que
aparecieron los delitos por comida, ocupando un lugar disciplinario en los siglos XVI y
XVII. Un ejemplo es la recurrencia del tema del <<banquete diabólico>> en los juicios
por brujería, lo que sugiere que darse un festín de cordero asado, pan blanco y vino
era ahora considerado un acto diabólico si lo hacía <<gente común>>. Pero los
principales pertrechos que los pobres tenían a su disposición en su lucha por la
supervivencia eran sus propios cuerpos famélicos, como en las épocas en que las
hordas de vagabundos y mendigos rodeaban a los más acomodados, medio muertos
de hambre y enfermos, empuñando sus armas, mostrándoles sus heridas y
forzándoles a vivir atemorizados frente a la posibilidad tanto de contaminación como
de levantamiento (Federici, 2004, p. 123).
La intervención estatal en la reproducción del trabajo: la asistencia a los pobres
y la criminalización de los trabajadores
El estado aprobaba los estatutos de los trabajadores, fijaba los salarios, era la entidad
que se había hecho cargo de la regulación y represión del trabajo, y quien establecería
las crisis del propio sistema capitalista. Además se comenzó a administrar la
reproducción social a través de la introducción de los registros demográficos (censos,
registros de tasas de mortalidad, natalidad y matrimonios) y la contabilidad de las
relaciones sociales. En cualquier caso, la asistencia, por medio de todas las
diferencias de sistemas y opiniones, se administraba con tal tacañería que el conflicto
que generaba era tan grande como el apaciguamiento. A los asistidos les molestaban
los rituales humillantes que se les imponían, como llevar la <<marca de la infamia>>
(reservada previamente para leprosos y judíos), o participar (en Francia) en las
procesiones anuales de pobres, en las que tenían que desfilar cantando himnos y
portando velas (Federici, 2004, p. 129). Hacia los finales del siglo XVI el ataque que
habría comenzado con los cercamientos, el alza de precios, termino conduciendo a la
criminalización de la clase trabajadora, siendo una actividad de realización del
proletariado que debía estar en las casas de trabajo, de corrección o forzado a
sobrevivir fuera de la ley y en contra del Estado. La formación de una fuerza de trabajo
más disciplinada y laboriosa a través de las medidas tomadas fueron un fracaso, y la
preocupación comenzó a acrecentarse en los grupos de gubernamentales y
empresariales, entre los siglos XVI y XVII ambos actores sociales de las clases altas
eran conscientes de ello, a la crisis social que vivió el “motor del mundo” se le sumo
la caída drástica de la población en el continente americano a segunda mitad del siglo
XVI debido a los métodos coercitivos de la conquista, lo que produjo una contracción
económica de la economía colonial.
Europa había teñido de sangre a América, tal holocausto había causado una
disminución drástica de la población originaria. Las estimaciones del colapso
poblacional en América Latina que muestran las estadísticas dan una baja del 95% en
tan solo un siglo después de la conquista, en países como Perú, México, Brasil y otras
regiones. Las enfermedades que arribaron fueron desastrosas para los pueblos
originarios, sumada al uso de los medios terroríficos que empleaban, incluido el
sistema de encomienda, causo muertes aberrantes en gran escala. El clero explico
este <<holocausto>> como castigo de Dios por el comportamiento <<bestial>> de los
indios (Williams, 1986: 138); pero sus consecuencias económicas no fueron ignoradas
(Federici, 2004, p. 130). De manera paralela en Europa Occidental la población
también había disminuido incluso a través de los mismos medios coercitivos y de
intervención de pautas morales y castigos. Con excepción de la Peste Negra (1345-
1348), esta fue una crisis poblacional sin precedentes, y las estadísticas,
verdaderamente atroces, cuentan solo una parte de la historia. La muerte cayó sobre
<<los pobres>>. No fueron principalmente los ricos quienes murieron cuando las
plagas o la viruela arrasaron las ciudades, sino los artesanos, los jornaleros y los
vagabundos (Kamen, 1972: 32-3). Murieron en tal cantidad que sus cuerpos
empedraban las calles, al tiempo que las autoridades denunciaban la existencia de
una conspiración e instigaban a la población a buscar a los malhechores (Federici,
2004, p. 131). Hacia finales del siglo XVI las clases sociales en edad de matrimonio
estaban teniendo su auge, a la vez que aparecían niños abandonados de manera
creciente. Los picos de crisis demográficas se dieron entre los años 1620 y 1630, tanto
en Europa como en las colonias de América, el desempleo se acrecentó, se
contrajeron los mercados, el comercio se detuvo, Silvia sostiene que (Federici, 2004,
p. 131) durante un tiempo existió la posibilidad de que la economía capitalista en
desarrollo colapsara. Fue una de las primeras crisis del capitalismo a nivel
internacional, una crisis general, debida a la integración de las economías coloniales
y europeas que habrían tenido un gran impacto reciproco. En este contexto histórico
los debates y las estrategias políticas en torno a la relación entre trabajo, población,
acumulación de riqueza, paso a primer plano, ya que habría una solución que dar a
esta problemática, lo que tuvo como objetivo fue producir los elementos de una política
poblacional a través de un régimen de Biopoder, es un concepto de Michael Foucault
que usa en su libro Historia de la sexualidad, lo que expresa y manifiesta era la
preocupación del estado por el control sexual, higiénico, penal de los cuerpos de las
personas, como la preocupación al crecimiento demográfico, sus movimientos, y su
inserción en la economía, fue emergente al nacimiento del liberalismo marcando fin al
Estado monárquico. El estado comenzó a utilizar medios de castigos para cualquier
comportamiento u acciones que irrumpieran el crecimiento poblacional, así es que en
el siglo XVIII comenzó un control sobre la reproducción, el crecimiento, siendo asuntos
estatales que comenzaron a intensificar la persecución de “brujas” y emplearon
nuevos métodos para disciplinar a las mujeres como objetos reproductores, regulando
y quebrando el control que poseían sobre sus cuerpos, fueron orígenes a su vez de
esta crisis general. Este control estricto hacia la función de la mujer, también se enlaza
a la privatización de la tierra, la llegada de las relaciones capitalistas-económicas entre
la población, generaron a su vez métodos que se entrometieran en la conducta y
accionar de la mujer. De forma similar, en la acusación de que las brujas sacrificaban
niños al Demonio –un tema central de la <<gran caza de brujas>> de los siglos XVI y
XVII– podemos interpretar no solo una preocupación con el descenso de la población,
sino también el miedo de las clases acaudaladas a sus subordinados, particularmente
a las mujeres de clase baja quienes, como sirvientas, mendigas o curanderas, tenían
muchas oportunidades para entrar en las casas de los empleadores y causarles daño
(Federici, 2004, p. 133). Al mismo tiempo que la población dio su descenso, se
conformaba una idea en base a la centralidad del trabajo en la vida económica,
introduciendo severas sanciones dentro de los códigos legales y morales al respecto
al castigo que debían recibir las mujeres que se opusieran a reproducir. A mediados
del siglo XVI, la idea de que la cantidad de ciudadanos determina la riqueza de una
nación se había convertido en algo parecido a un axioma social (Federici, 2004, p.
133).
Su comparación al respecto tiene límites, claramente. Silvia sostiene que las mujeres
europeas no estaban abiertamente expuestas a las agresiones sexuales, aunque las
mujeres proletarias podían ser violadas con impunidad y castigadas por ello. Tampoco
tuvieron que sufrir la agonía de ver a sus hijos extraídos de su seno y vendidos en
remate (Federici, 2004, p. 139). La condición esclava que poseía la mujer revela la
lógica de acumulación capitalista, a pesar de los limites diferenciales entre las mujeres
de las colonias americanas y las mujeres europeas, en ambos casos, sus cuerpos,
fueron instrumentos para la reproducción del trabajo y la expansión de la fuerza de
trabajo, Silvia Federici, señala que fue tratada como una maquina natural de crianza
que funcionaba según unos ritmos que estaban fuera del control de las mujeres.
(Federici, 2004, p. 139). Es este aspecto el que se encuentra ausente en el concepto
marxista de <<acumulación primitiva>>, no llego a reconocer que la procreación fuera
un terreno de explotación, como de resistencia, ya que las mujeres que se resistían
eran parte de la llamada lucha de clases. El desarrollo capitalista no avanza
independientemente de la población, ya que precisa de determinada productividad e
trabajo, sostenía Marx que el trabajo que explota el capital disminuye constantemente
en relación al <<capital constante>> (es decir el capital invertido en maquinaria y otros
bienes), con la consecuente determinación de una <<población excedente>>. Pero
esta dinámica, que Marx (1996; T. 1: 689 y sg.) define como la <<ley de población
típica del modo de producción capitalista>>, solo podría imponerse si la población
fuera un proceso puramente biológico, o una actividad que responde automáticamente
al cambio económico, y si el capital y el Estado no necesitaran preocuparse por las
<<mujeres que hacen huelga de vientres>>. Este es, de hecho, lo que Marx supuso
(Federici, 2004, pp. 139, 140). No fue un factor natural el excedente de población
como señalo el economista Adam Smith, ya que la procreación no era un hecho de la
naturaleza sino una actividad social disciplinada históricamente, entretejida de
intereses y relaciones de poder diversas que ejercían el control del cuerpo de la mujer,
quizás fue una pregunta que Marx no logro hacerse, ni imagino que los intereses entre
géneros al respecto de la procreación difiriera, un tema que el trato de manera neutral,
los cambios justamente en la procreación no fueron automáticos ni naturales, en todas
las fases del desarrollo del capitalismo el Estado recurrió a normas de disciplinamiento
a través de leyes y códigos morales, el uso de la coerción, para expandir o reducir la
fuerza de trabajo. Esto es particularmente cierto en los mementos del despegue
capitalista, cuando los músculos y los huesos del trabajo eran los principales medios
de producción (Federici, 2004, p. 140).
El control sobre la procreación y la reproducción había sido muy controlado por las
mujeres en la Edad Media a través de métodos anticonceptivos naturales que sacaban
de los bosques, utilizados para precipitar el periodo de la mujer, hacer abortos o crear
condiciones de esterilidad. Con la llegada y desarrollo del capitalismo la
anticoncepción fue criminalizada, algo que anteriormente era compartido como un
saber de generación a generación entre mujeres, proporcionándoles autonomía de
decidir sobre su cuerpo, cabe destacar que este saber solo fue dejado a la
clandestinidad. Cuando el control de la natalidad se vio de nuevo en el escenario
social los métodos anticonceptivos fueron creados para el uso masculino. Silvia señala
que al negarle a las mujeres el control sobre sus cuerpos, el Estado las privo de la
condición fundamental de su integridad física y psicológica, degradando la maternidad
a la condición de trabajo forzado, además de confinar a las mujeres al trabajo
reproductiva de una manera desconocida en sociedades anteriores (Federici, 2004,
p. 142). Eran forzadas a producir niños por y para el Estado, definiendo la nueva
división sexual del trabajo y la función femenina. Un aspecto complementario fue la
reducción de las mujeres a no-trabajadoras, un proceso –muy estudiado por las
historiadoras feministas– que hacia finales del siglo XVIII estaba prácticamente
completado (Federici, 2004, p. 142).
Las mujeres proletarias poseían además los empleos de condición más baja, servían
como hilanderas, tejedoras, maestras de crianza, vendedoras ambulantes o peonas
rurales. El gran supuesto de que las mujeres no debían trabajar y quedarse evocadas
a la participación de la reproducción y la ayuda a sus esposos, el trabajo en casa
básicamente era un no-trabajo, careciendo de valor, más atravesado por las
relaciones de mercado. Evocada al rol doméstico, a tareas de la casa, a la crianza de
los hijos, el trabajo fue devaluándose cada vez más, tanto que los gobiernos
anunciaron a los gremios que no prestaran atención a la producción que las mujeres
realizaban en sus casas ya que no era un trabajo como tal. Fue redefinido como una
simple tarea doméstica, al servicio del hogar, cuando lo realizaba fuera el trabajo se
pagaba mucho menor que el trabajo masculino, y nunca en cantidad suficiente como
para que la mujer pudiera independizarse de la presencia masculina. El matrimonio
era visto como la verdadera carrera para la mujer; hasta tal punto se daba por sentado
la incapacidad de las mujeres para mantenerse que, cuando una mujer soltera llegaba
a un pueblo, se la expulsaba incluso si ganaba un salario (Federici, 2004, p. 143). La
desposesión de la tierra, más la pérdida de poder en el trabajo asalariado, condujo a
el crecimiento del trabajo de la prostitución.
La situación era casi igual en varios países europeos, donde las mujeres pobres de
los campos llegaban a las ciudades, o las esposas mismas de los artesanos,
costeaban parte del ingreso familiar con ese trabajo. Llego a ser una forma de
subsistencia para gran parte de la población femenina, sin embargo, la actitud
institucional y estatal comenzó a cambiar, mientras que en la Edad Media habría sido
un mal necesario y aceptado de manera oficial, ya que se beneficiaban de altos
salarios, en el siglo XVI la situación dio un giro, sumado a un clima misógino, que en
gran parte estaba caracterizado por la Reforma Protestante, la caza de brujas, primero
habría sido sujeta a restricciones y luego criminalizada. En todas partes, entre 1530 y
1560, los burdeles de pueblo eran cerrados y las prostitutas, especialmente las que
hacían la calle, fueron castigadas severamente: prohibición, flagelación y otras formas
crueles de escarmiento. Entre ellas la <<silla del chapuzón>> (ducking stool) o
acabussade –donde víctimas eran atadas, a veces metidas en una jaula y luego eran
sumergidas varias veces en ríos o lagunas, hasta que estaban a punto de ahogarse
(Roberts, 1992; 115-16). Mientras tanto, en Francia durante el siglo XVI, la violación
de una prostituta dejo de ser un crimen (Federici, 2004, p. 145).
Silvia plantea esta pregunta; ¿Qué puede explicar este ataque tan drástico contra las
trabajadoras? ¿Y de qué manera la exclusión de las mujeres de la esfera del trabajo
socialmente reconocido y de las relaciones monetarias se relación con la imposición
de la maternidad forzosa y la simultanea masificación de la caza de brujas?
Las mujeres como nuevos bienes comunes y como sustituto de las tierras
perdidas
Esta cuestión es importante debido a que nos ayuda a pensar y darnos cuenta que la
esclavitud fue una clave fundamental para el desarrollo e historia del capitalismo,
representándonos el porqué de manera periódica y sistemática de sus temores y
amenazas al respecto de las crisis económicas, ya que debe poner procesos de
acumulación primitiva, de colonización y esclavitud a gran escala. El desarrollo del
capitalismo preciso del sistema de plantaciones en América, ya que le genero un plus
de trabajo, y además le estableció un modelo de administración del trabajo de
producción orientada a la exportación, de integraciones económicas y divisiones
internacionales del trabajo que ha sido el paradigma propicio de las relaciones de las
clases capitalistas. Esta concentración de trabajadores, mano de obra barata y cautiva
desarraigada de su tierra, el capitalismo pudo prefigurar sus fábricas a través del
sistema de plantaciones, comenzó a hacer uso de la inmigración y la globalización
para reducir los costes laborales. Fue un paso clave en la división internacional del
trabajo a medida que los esclavos y su trabajo fueron integrados en la reproducción
de la fuerza de trabajo europea, Silvia sostiene que al tiempo que mantenía los
trabajadores esclavizados y asalariados, geográfica y socialmente separados
(Federici, 2004, p. 159). La producción colonial de azúcar, te, tabaco y algodón no se
desarrollaran a escalas mayores hasta que la esclavitud después de 1650 fuera
institucionalizada y los salarios hubieran aumentado, cuando esto desplego, se
introdujeron dos mecanismos que restructuraron la reproducción del trabajo de
manera internacional, conectando a los trabajadores esclavizados y asalariados
mediante modalidades que anticipan el uso que hacen hoy por hoy con los
trabajadores asiáticos, africanos y latinoamericanos como proveedores de productos
baratos para los países más avanzados. El salario, era propicio de los bienes
producidos por los trabajadores esclavos que iban a parar al mercado, era así que los
productos de ese trabajo esclavo adquirían valor, al igual que el trabajo doméstico, la
integración del trabajo esclavo en la producción y reproducción de la fuerza de trabajo
metropolitana se siguió consolidando. El salario se redefinió claramente como
instrumento de acumulación, es decir, como medio para movilizar no solo el trabajo
de los trabajadores que se paga con este, sino también el trabajo de una multitud de
trabajadores que quedaba oculto debido a sus condiciones no salariales (Federici,
2004, p. 160). Las materias primas como él te, el ron, el azúcar, el algodón
comenzaron a ser muy importantes para el surgimiento del sistema fabril, ya que estas
mercancías cumplían como materias primas o como medio de intercambio en la trata
de esclavos. Lo que viajaba con las exportaciones era sangre de los esclavos y la
nueva ciencia de la explotación, de una nueva división de la clase trabajadora, en la
cual el trabajo asalariado proveía una alternativa a la esclavitud y fue incluso,
dependiente de la esclavitud. Los esclavos de América y los asalariados de Europa
estaban conectados de manera estrecha. En realidad, al igual que la conquista, la
trata de esclavos fue una desgracia para los trabajadores europeos. Como hemos
visto, la esclavitud –al igual que la caza de brujas– fue un inmenso laboratorio para la
experimentación con métodos de control del trabajo que luego fueron importados a
Europa (Federici, 2004, p. 160). A la vez influyo en los salarios y situación de legalidad
de la clase trabajadora europea, cuando la esclavitud fue abolida, los salarios en
Europa aumentaron, tanto que los obreros lograran el derecho de poder organizarse.
Cabe destacar que la lucha anti feudal instigo a la nobleza menor y los comerciantes
a buscar la expansión colonial, los conquistadores salieron de las filas enemigas que
padecían el odio de la clase trabajadora. El oro y la plata que la conquista proveyó a
las clases dominantes lo usaron para rearmar los ejércitos mercenarios que
desterraran los levantamientos urbanos y rurales, Silvia señala que; en los mismos
años en que los araucanos, aztecas e incas eran sojuzgados, los trabajadores y
trabajadoras en Europa eran expulsados de sus casas, marcados como animales y
quemadas como brujas (Federici, 2004, p. 161).
Para la mayoría de los proletarios, durante los siglos XVII y XVIII el acceso al Nuevo
Mundo se produjo a través de la servidumbre por deudas y <<trayecto>>, castigo que
las autoridades adoptaron en Inglaterra para sacarse de encima al os convictos,
disidentes políticos y religiosos, y a una vasta población de vagabundos y mendigos
producida por los cercamientos (Federici, 2004, p. 161). Existía un gran miedo entre
los colonizadores al respecto de las migraciones de Europa hacia el Nuevo Mundo,
debido a las condiciones miserables de existencias de las clases trabajadoras
europeas, además había un atractivo por las noticias que circulaban en la sociedad,
mostrándolo como una tierra milagrosa, en la cual la población vivía libre del trabajo
duro y la tiranía. Tanto así, que término generando una visión tan repercusiva en la
sociedad que influyo en el pensamiento político de la Ilustración, contribuyendo a la
noción de libertad un nuevo significado, “la ausencia del amo”. Algunos vivieron
durante años con las tribus indígenas a pesar de las restricciones que soportaban
quienes se establecían en las colonias americanas y el alto precio que pagaban los
que eran atrapados, ya que quienes escapaban eran tratado como traidores y
ejecutados (Federici, 2004, p. 162). Muchos proletarios huyeron de la servidumbre por
deudas al Nuevo Mundo, o algunos para cumplir sentencias penales, trabajaban a la
par de los esclavos africanos, sin embargo, a partir del siglo XVIII los dueños de las
plantaciones los comenzaron a ver como grupos que podían peligrar sus intereses,
entonces comenzaron a separarlos de los africanos, hacia finales del siglo ya las
fronteras raciales comenzaron a ser representadas. Silvia sostiene que; la posibilidad
de las alianzas entre blancos, negros y aborígenes y el miedo a esa unidad en la
imaginación de la clase dominante europea, tanto en su tierra como en las
plantaciones taba constantemente presente (Federici, 2004, pp. 162-63). La amenaza
continuaba, ya que en algunos lugares fueron descubiertos conspirando juntos los
esclavos africanos y los proletarios, incluso hubo rebeliones en conjunto de estos
grupos, como lo fue la de Bacon entre 1675-1676. Es por esta razón que, a partir de
la década de 1640, la acumulación de un proletariado esclavizado en las colonias del
sur de Estados Unidos y del Caribe estuvo acompañada de la construcción de
jerarquías raciales frustrando la posibilidad de tales combinaciones (Federici, 2004, p.
164).
Al parecer en la esclavitud las mujeres lograron una igualdad con los hombres de su
clase, aunque nunca fueron tratadas de igual manera, se les daba menos alimento,
recibían ataques sexuales de sus amos, debían soportar esas humillaciones y
soportar peligros de sus embarazos. Hacia 1807 que se abolió el comercio de
esclavos se idearon políticas de cría de esclavos, sobre todo en el Caribe y los
Estados Unidos, los hacendados comenzaron a tomar control reproductivo sobre el
cuerpo de las esclavas, por lo tanto las mujeres eran aún más vulnerables a los
ataques sexuales, aunque condujo “mejoras” en las condiciones laborales, se
redujeron las horas laborales, comenzó a haber casas de parto, hubo madronas para
los partos y se dieron algunos derechos sociales. Con excepción de Barbados, el
intento de los hacendados de expandir la fuerza de trabajo por medio de la
<<reproducción natural>> fracaso y las tasas de natalidad en las plantaciones
continuaron siendo <<anormalmente>> bajas (Bush, 136-37; Beckles 1989, ibidem).
La razón principal del fracaso se debió a que las mujeres rechazaron esto tan pronto
cuando la esclavitud fue erradicada, las comunidades de esclavos libres dieron un
crecimiento y sus condiciones económicas se deterioraron en cierta manera. Fueron
semi-liberadas, vendedoras de sus productos cultivados en sus campos de
aprovisionamientos, que les entregaban los hacendados para que pudieran
mantenerse. Los hacendados adoptaron esta medida para ahorrarse el coste de
reproducción de la mano de obra (Federici, 2004, p. 173). Aunque fue ventajoso para
los esclavos, les otorgo mayor movilidad, y una disponibilidad de tiempo para realizar
otras actividades. Incluso podía vender sus productos de manera independiente, las
más exitosas fueron las mujeres que comerciaban la cosecha reproduciendo y
reapropiándose de las principales ocupaciones que se realizaban en África. Una
consecuencia de esto fue que, a mediados del siglo XVIII, las mujeres esclavas en el
Caribe habían forjado para si un lugar en la economía de las plantaciones,
contribuyendo a la expansión, e incluso a la creación, del mercado de alimentos de la
isla (Federici, 2004, p. 173). Eran complementados con algunos productos tomados
del negocio del amo, intercambiados con otros esclavos o entregados por sus amos
a ellas mismas para que los vendieran. Fue a través de esto que entraron en contacto
con las proletarias blancas, que habrían sido esclavas por deuda, a veces la relación
podía ser hostil, la que las mujeres blancas sobrevivían de la misma manera, a veces
robaban los productos de las esclavas que iban para el mercado, por otra parte,
ambos grupos cooperaron en las relaciones de compra y venta que evadía las leyes
de las autoridades coloniales. A pesar de que se estableció una legislación al
respecto, las esclavas lo continuaron haciendo y ampliando sus actividades en el
mercado, cultivando su propio terreno, de manera que a fines del siglo XVIII había un
proto-campesinado que tenía el mercado de las islas. Las esclavas fueron la pieza
clave, ya que a pesar de querer limitar su poder, dieron desarrollo a la comunidad
esclava y la economía isleña. Las esclavas del Caribe también tuvieron un impacto
decisivo en la cultura de la población blanca, especialmente en la de las mujeres
blancas, a través de sus actividades como curanderas, videntes, expertas en prácticas
mágicas y la <<dominación>> que ejercían sobre las cocinas y dormitorios de sus
amos (Bush, 1990). Los visitantes se impresionaban por su canticos, sus pañuelos en
la cabeza, y su manera de hablar, las mujeres africanas y criollas influyeron sobre las
costumbres de las mujeres blancas de clase baja, que se comportaban como
africanas, caminando con sus hijos amarrados sobre sus caderas, mientras hacían el
equilibrio con las bandejas en sus cabezas. Pero su principal logro fue el desarrollo
de una política de autosuficiencia, que tenía como base la estrategia de supervivencia
y las redes de mujeres (Federici, 2004, p. 175). Estas prácticas y valores fueron
identificados con los principios del feminismo africano contemporáneo, creando las
bases de una nueva identidad femenina africana, que reapropio y concentro la tierra
en manos femeninas, como medios de subsistencias, con transmisiones inter-
generacionales de conocimientos y saberes que cooperaran en conjunto.
Bibliografía