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ALUMNO: Pérez, Lautaro Agustín

Discursos y Formatos Historiográficos


24/09/2021

Ficha (R): “El Calibán y la bruja” mujeres, cuerpo y acumulación originaria.

La construcción y posterior desarrollo del pre-capitalismo había sido la forma en la


que el sistema feudal atravesaría su crisis, en la Baja Edad Media entre el siglo XIV-
XV los campos agrícolas habían sido escenarios socio históricos de revueltas
campesinas, aquellos grupos sociales habrían sido la otra alternativa para la salida de
la crisis, los movimientos comunalistas planteaban una nueva sociedad que estuviera
entretejida a través de la cooperación y la igualdad. En 1525, sin embargo, su
expresión más poderosa, la <<Guerra Campesina>> en Alemania o, como la llamo
Peter Blicke la <<revolución del hombre común>>, fue aplastada. En represalia, cien
mil rebeldes fueron masacrados. Más tarde, en 1535, la <<Nueva Jerusalén>>, el
intento de los anabaptistas en la ciudad de Múnster para traer el reino de Dios a la
tierra, también termino en un baño de sangre, primero debilitado probablemente por
el giro patriarcal de sus líderes quienes, al imponer la poligamia, produjeron la rebelión
de las mujeres que había entre sus filas. Con estas derrotas, agravadas por el
despliegue de la cacería de brujas y los efectos de la expansión colonial, el proceso
revolucionario en Europa llego a su fin (Federici, 2004, pp. 85, 86).

La crisis que afecto al sistema feudal fue propia de la una sobre acumulación, los
salarios cayeron, la jornada laboral comenzó a disminuir dejando la alternativa de la
autosuficiencia local. La economía feudal no podía reproducirse: la sociedad
capitalista tampoco podría haber <<evolucionado>> a partir de la misma, ya que la
autosuficiencia y el nuevo régimen de salarios elevados permitían <<la riqueza
popular>>, pero <<excluían la riqueza capitalista>> (Federici, 2004, p. 87). Sin
embargo, a lo largo de tres siglos el curso de la historia del planeta cambiaria de
manera drástica e histórica como nunca antes. La ofensiva y la respuesta a la crisis
por parte de las clases dominantes fue establecer las bases de un sistema capitalista
mundial, un tipo de economía-mundo, en donde su expansión seria ilimitada, en donde
también se abastecerían de grandes fuentes de riqueza. La conquista y el uso de la
violencia, fueron pilares fundamentales del proceso. Así, el concepto de <<transición
al capitalismo>> es en muchos sentidos una ficción (Federici, 2004, p. 87). Incluso el
concepto empleado sobre la transición nos ayuda a cuestionarnos el proceso de
cambio que se vivió de manera histórica, el termino connota como si hubiese sido un
desarrollo lineal, Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 88) que el periodo que nombra fue
uno de los más sangrientos y discontinuos de la historia mundial. <<Transición>>,
entonces, no puede evocar los cambios que allanaron el camino para la llegada del
capitalismo y las fuerzas que lo conformaron (Federici, 2004, p. 88).

Karl Marx habría desarrollado el concepto de “acumulación primitiva” respecto a la


restructuración social y económica iniciada por la clase dominante como salida a la
crisis de sobre acumulación, estableciendo que; el capitalismo preciso una gran
concentración de capital y trabajo, la separación de los medios de producción de los
trabajadores. También preciso de la expropiación de tierras a los campesinos
europeos, como los descubrimientos de América, el exterminio de sus pueblos a
través de los trabajos en las minas, la transformación en África y la fundación de
colonias, fueron factores fundamentales para el desarrollo de la acumulación primitiva.
La acumulación primitiva es, entonces, un concepto útil, pues conecta la <<reacción
feudal>> con el desarrollo de una economía capitalista e identifica las condiciones
históricas y lógicas para el desarrollo del sistema capitalista, en el que <<primitiva>>
(<<originaria>>) indica tanto una precondición para la existencia de las relaciones
capitalistas como un hecho temporal especifico (Federici, 2004, p. 89). Sin embargo,
en relación al trabajo de Marx, no encontramos mención a las profundas
trasformaciones y degradaciones que introdujo el capitalismo en la reproducción de la
fuerza de trabajo y la posición social de las mujeres. Silvia sostiene (Federici, 2004,
p. 90) que tampoco aparece ninguna referencia a la <<gran caza de brujas>> de los
siglos XVI y XVII, a pesar de que esta campaña terrorista impulsada por el Estado
resulto fundamental a la hora de derrotar al campesinado europeo, facilitando su
expulsión del as tierras que una vez detentaron en común.

Silvia discute algunos sucesos, y los enumera defendiendo y sosteniendo su postura.


La expropiación de los medios de subsistencia de los trabajadores europeos y la
esclavización de los pueblos originarios de América y África en las minas y
plantaciones del <<Nuevo Mundo>> no fueron los únicos medios para la formación y
<<acumulación>> del proletariado mundial (Federici, 2004, p. 90). Este proceso
estuvo acompañado de la transformación del ser humano en una máquina de trabajo,
y el sometimiento de la mujer como reproductora de la fuerza de trabajo. La matanza
de mujeres se llevó a cabo por el exterminio de brujas, destruyendo el poder de las
mujeres y disciplinando su comportamiento y su quehacer, lo mismo sucedió en
América. Fue también una acumulación de diferencias y divisiones dentro de la clase
trabajadora, en la cual las jerarquías construidas a partir del género, así como las de
<<raza>> y edad, se hicieron constitutivas de la dominación de clase y de la formación
el proletariado moderno (Federici, 2004, p. 90).

Por lo tanto, no podemos identificar al sistema capitalista con la liberación del hombre
y la mujer, fue un proceso intenso y voraz, creando las formas de esclavitud y
explotación más aberrantes, en la medida que formalizaron el proletariado alienado
intensificaron las divisiones de género entre hombres y mujeres, ocultando una
determinada explotación que es la femenina. Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 90)
que la acumulación capitalista continúa desbastando la vida en cada rincón del
planeta.

La acumulación capitalista y la acumulación del trabajo

En el <<Nuevo Mundo>> encontramos el sometimiento de las poblaciones aborígenes


a través de los regímenes de mita y el cuatequil: multitud de personas dieron su vida
para sacar la plata y el mercurio de las minas de Huancavelica y Potosí. En Europa
Oriental se desarrolló una <<segunda servidumbre>>, que ato la tierra a una población
de productores agrícolas que nunca antes habían sido siervos. En Europa Occidental
se dieron los cercamientos, la caza de Brujas, las marcas de fuego, los azotes, y el
encarcelamiento de vagabundos y mendigos en workhouses y casas correccionales
recién construidas, modelos para el futuro sistema carcelario. En el horizonte, el
surgimiento del tráfico de esclavos, mientras que en los mares, los barcos
transportaban ya <<sirvientes contratados>> y convictos de Europa a América
(Federici, 2004, p. 91). Como sabemos, la violencia fue uno de los principales medios,
era el poder económico más importante del proceso de acumulación. La acumulación
de la fuerza de trabajo, fue llevada a escalas inigualables de la historia de la
humanidad. Durante los tres siglos de existencia la clase capitalista volcó la esclavitud
y el trabajo forzado, la única limitación era la propia resistencia o el agotamiento de
tal fuerza, pero no solo en América sino también en la propia Europa. Aquí me interesa
recalcar que en la Europa del siglo XV la esclavitud, nunca completamente abolida,
se vio revitalizada (Federici, 2004, p. 92). En países europeos como Italia los
extranjeros que eran secuestrados eran luego enviados a realizar una forma de
esclavitud pública por los gobiernos municipales o entregados a otros ciudadanos para
que los pusieran a trabajar en sus campos, no podía ser implementada del todo
porque las condiciones materiales no ameritaban para ello, en países como Inglaterra
no fue abolida hasta el siglo XVIII. Durante los siglos XVI y XVII los gobiernos de
Europa se evocaron a reprimir cada protesta social proveniente de las revueltas
campesinas y el anabaptismo. En cierto modo los campesinos se mantenían en un
autogobierno, evitando pagar impuestos y prestar sus servicios laborales, tenían una
asamblea territorial que sentó las bases de un sistema de autogobierno, sin embargo
eso no duraría mucho, ya que la formación de un Estado absoluto le pondría fin. En
los lugares donde no se pudo quebrantar la resistencia de los trabajadores ser
convertidos en siervos, la respuesta fue la expropiación de la tierra y la introducción
del trabajo asalariado forzoso (Federici, 2004, p. 95).

Los trabajadores que ofrecían su trabajo de manera independiente eran castigados


con la cárcel, como con la muerte. El mercado laboral libre tuvo su desarrollo en
Europa recién en el siglo XVIII, al no poder establecerse los procesos de esclavitud y
servidumbre significo que las crisis que sufrió el sistema feudal en la Baja Edad Media
continuo hasta el siglo XVII. Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 95) que esta estuvo
agravada por el hecho de que la campaña para maximizar la explotación del trabajo
puso en peligro la reproducción de la fuerza de trabajo. Sin embargo, la explotación
fue más drástica en las colonias de América, en donde la enfermedad y el trabajo
sumado a los castigos disciplinarios destruyeron dos tercios de población originaria.
La esclavización y tráfico de eslavos fue fundamental, muchos de ellos murieron
debido a las condiciones durísimas que sufrían durante las aberrantes travesías,
sumado al trabajo esclavo que realizaban en las plantaciones de Centroamérica.
Nunca en Europa la explotación de la fuerza de trabajo alcanzo semejante proporción
genocida, con excepción del régimen nazi (Federici, 2004, p. 97).

Los siglos XVI y XVIII estuvieron marcados por la privatización del a tierra, la
mercantilización de las relaciones sociales, que causaron mucha pobreza, mortalidad,
además de resistencias que se opusieron y lucharon contra el naciente capitalismo
económico y mundial. En este contexto histórico las mujeres como objeto reproductor
fueron otra pieza clave, los cambios introducidos en la posición social femenina,
tuvieron como objetivo buscar nuevas fuentes de trabajo, como disciplinar su
comportamiento y la aceptación de la división establecida dentro de la fuerza de
trabajo. La privatización de la tierra y la revolución de los precios no fueron suficientes
para producir el proceso de proletarización, pues la clase capitalista habría introducido
la mujer como objeto reproductor con el fin de ensanchar el proletariado europeo.
Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 98) que el ataque contra las mujeres acabo con la
construcción de un nuevo orden patriarcal que defino como el <<patriarcado del
salario.

La privatización de la tierra en Europa, producción de escasez y separación de


la producción respecto de la reproducción

La llegada del capitalismo y los procesos de privatización de la tierra empobrecieron


cada vez más a la clase trabajadora, siendo asi a escala internacional. A mediados
del siglo XVI, los comerciantes europeos habían expropiado buena parte de la tierra
de las islas Canarias y la habían transformado en plantaciones de caña de azúcar. El
mayor proceso de privatización y cercamiento de tierras tuvo lugar en el continente
americano, donde a comienzos del siglo XVII los españoles se habían apropiado de
un tercio de las tierras comunales indígenas bajo el sistema de la encomienda. La
caza de esclavos en África trajo como consecuencia la perdida de tierras porque privo
a muchas comunidades de sus mejores jóvenes (Federici, 2004, p. 98). En Europa la
privatización en paralelo a la colonización se dio en diferentes formas; a través de la
expulsión de inquilinos, aumento de rentas, el Estado incremento los impuestos por lo
cual muchos campesinos europeos se endeudaban y vendían sus tierras. La
expropiación fue clara ya que a pesar de que no hubo un uso de la coerción, la perdida
de la tierra fue contra la voluntad del individuo, comunidad, debilitando las
capacidades de subsistencia, principalmente debemos mencionar dos formas de
expropiación; una a través de la guerra utilizada para establecer acuerdos territoriales
y económicos, y otra a través de la reforma religiosa. Por otra parte los prestamistas
eran quienes resolvían las crisis económicas del Estado, y quienes financiaban dichas
conquistas territoriales. Los ejércitos se engrosaron en tamaño y comenzaron a
capacitarse de manera profesional. Se contrataron mercenarios que no tenían ningún
lazo con la población; y el objetivo de la guerra comenzó a ser la eliminación del
enemigo, de tal manera que la guerra dejaba a paso aldeas abandonadas, campos
cubiertos de cadáveres, hambrunas y epidemias (Federici, 2004, p. 100).
Determinados contratos de tenencia fueron anuladas en cuanto las tierras de la Iglesia
fueron confiscadas por la Reforma, que dio comienzo a una gran apropiación por parte
de las clases sociales más altas. En Francia el objetivo en común por la tierra de la
Iglesia unió las clases altas y más bajas en un movimiento de protesta, sin embargo,
la tierra fue subastada en 1563, en la cual artesanos y jornaleros vieron acabadas sus
expectativas, como también los campesinos. Fueron atacados en cuanto quisieron
defender sus derechos. Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 102) que la privatización se
logró fundamentalmente a través de <<cercamientos>>, un fenómeno que se ha
asociado hasta tal punto con la expropiación de los trabajadores de su <<riqueza
común>>. El cercamiento del siglo XVI indicada un conjunto de estrategias utilizadas
por los lores y campesinos de clase alta para eliminar la propiedad comunal de la tierra
y de esa manera lograr expansión de sus propios territorios, fue la abolición al campo
abierto, incluía a su vez el cierre de tierras colectivas que se tenían en común en las
comunidades y la demolición de algunas casas de quienes directamente no poseían
tierras. También cercaron grandes extensiones de tierras para crear reservas de
venados, mientras que aldeas enteras eran derribadas para cubrirlas de pasto.
(Federici, 2004, p. 103) Su continuidad se dio hasta el siglo XVIII, antes de la Reforma
innumerables comunidades fueron destruidas de esa forma. La extinción de los
pueblos rurales fue tan severa que la Corona ordeno una investigación en 1518 y otra
en 1548. Pero a pesar del nombramiento de comisiones reales, poco se hizo para
detener esta tendencia (Federici, 2004, p. 103).

Las luchas intensas y los levantamientos acompañados por discursos sobre los
beneficios y desventajas de la apropiación de las tierras a manos privadas. Un debate
que continúa hasta el día de hoy, revitalizando por la arremetida del Banco Mundial
contra los últimos bienes comunes del planeta (Federici, 2004, p. 104). El argumento
modernizador de las posiciones políticas se debía a que los cercamientos
aumentarían la eficiencia agrícola, se afirmaba que la tierra se había agotado y que si
seguía en manos de los campesinos habría dejado de producir. Mientras que la
compra y tenencia por los ricos permitiría su “descanso”, asumían que las formas
comunales agrarias eran retrogradas, ineficientes, y quienes la defendían
demostraban un apego a una tradición pasada. Los alimentos para la gente común no
aumentaron debido a la privatización y comercialización de la agricultura, ya que estos
eran producidos para el mercado y la exportación. Para los trabajadores esto fue el
inicio de dos siglos de hambre, de la misma manera que hoy, aun en las zonas más
fértiles de África, Asia y América Latina, la mala alimentación es endémica debido a
la destrucción de la tenencia comunal de la tierra y la política <<exportación o
muerte>> impuesta por los programas de ajuste estructural del Banco Mundial
(Federici, 2004, p. 105).

El desarrollo agrario del capitalismo llevo al empobrecimiento de las comunidades


rurales, apenas un siglo después del surgimiento del mismo, las ciudades europeas
instituyeron formas de asistencia social, al mismo tiempo que se convertía en un
problema a nivel internacional. El sistema de campo abierto era ampliamente positivo
para la comunidad rural, ya que les protegía si fracasaban en sus cosechas, además
promovía una forma de vida democrática y cooperativa sostenida por las bases del
autogobierno y la autosuficiencia, en la que la mayoría de los campesinos tomaban
las decisiones a través de una asamblea. Muchos campesinos habrían sobrevivido de
los accesos a las praderas donde podían tener ganado, donde recogían madera del
bosque, frutas silvestres y hierbas, lagunas donde pescar y espacios para reunirse de
manera colectiva, esto era muy importante para la mujer ya que tenían menos
derechos sobre la tierra y menos poder social, por lo tanto dependían más de ellos
para su subsistencia y autonomía. Allí era donde se reunían, intercambiaban sus
noticias, formaban un punto de vista propio de la actuación y perspectivas masculinas
en la comunidad. Este tipo de <<comunismo primitivo>> sostiene Silvia (Federici,
2004, p. 106) se desmorono cuando el sistema de campo abierto fue abolido y las
tierras comunales fueron cercadas. La cooperación desapareció, los contratos
individuales remplazaron los colectivos, las diferencias económicas de la población
rural se profundizaron cada vez más, los ocupantes que poseían como mucho un
animal y una cama debieron ir por la opción de un trabajo. La cohesión social comenzó
a descomponerse; las familias se desintegraron, los jóvenes dejaron la aldea para
unirse a la creciente cantidad de vagabundos o trabajadores itinerantes –que pronto
se convertirían en el problema social de la época- mientras que los viejos eran
abandonados a arreglárselas por su cuenta (Federici, 2004, p. 106. 107). Esto
perjudico a las mujeres de manera mucho mayor, ya que no contaban ni siquiera con
el apoyo de sus hijos, se acomodaron entre las clases pobres, sobrevivieron del
préstamo, de la ratería, el resultado de esto fue un campesinado polarizado por las
desigualdades económicas y el odio y resentimiento propiamente documentado en
algunos escritos que hablan de las cazas de brujas. Por otra parte los artesanos vieron
debilitado su situación económica. La mano de obra barata en las áreas rurales fue la
fuerza de trabajo propicia para los comerciantes capitalistas quienes les favorecían ya
que resquebraba el trabajo independiente y los gremios urbanos. La industria textil fue
reorganizada como industria artesanal como la base de un sistema doméstico.

La extensión de la industria rural en el feudo, reorganizo los comerciantes capitalistas


para aprovechas la reserva de trabajo que dejaron los cercamientos, lograban
esquivar los altos salarios y los poderes que poseían los gremios urbanos, así fueron
las bases que sentaron al sistema doméstico, los capitalistas distribuían entre estas
familias rurales lana o algodón para hilar o tejer, a menudos las herramientas de
trabajo, para luego recoger el producto terminado. Tan pronto perdieron el acceso a
la tierra, todos los trabajadores se sumergieron en una dependencia desconocida en
época medieval, ya que su condición de sin tierra dio a los empleadores poder para
reducir su paga y alargar el día de trabajo (Federici, 2004, p. 108). La expropiación de
la tierra de un giro en la actitud que tenían los trabajadores con respecto al salario
debido a que en la Edad Media estos eran vistos como instrumentos de libertad, luego
de que el acceso a la tierra fuera privado, fue visto como instrumentos de
esclavización, algo que explica la gran cantidad de vagabundos que preferían
arriesgarse a la muerte o a vagar por los caminos antes que trabajar de manera
asalariada. En Inglaterra, las luchas contra el cercamiento de los campos comenzaron
a finales del siglo XV y continuaron durante los siglos XVI y XVII, cuando el derribo de
los setos que formaban los cercos se convirtió <<en la forma más importante de
protesta social>> y en el símbolo del conflicto de clases (Federici, 2004, p. 108). Los
movimientos y motines sociales contra los cercos fueron masivos, algunos se dieron
en Norfolk en 1549, siendo la rebelión de Kett la más notoria. Incluso tomaran la
segunda ciudad más grande de Inglaterra, Norwich. Los programas escritos que no
se pudieron llevar a la práctica podrían haber frenado u controlado el avance del
capitalismo agrario como a su vez eliminar los vestigios feudales del país. Una de las
principales demandas era que nadie volviera a cercar, otros exigían que las rentas se
redujeran, que los hombres esclavizados fueran libres, en todo Norfolk los setos que
formaban los cercos fueron arrancados, sin embargo, luego de otra inventiva del
ejército los campesinos se detuvieron, y tres mil quinientos de ellos fueron asesinados.
Estas luchas también tenían en presencia a las mujeres quienes se encontraban en
los motines. En York hacia el año 1641 las mujeres destruyeron cercos y fueron a
prisión, más tarde en un pantano cercado en Buckden irrumpieron mujeres ayudadas
por muchachos jóvenes, portaban horquetas y guadañas, resistiendo al cercamiento
y al drenaje de los pantanos que era lo que amenazaba sus modos de vida. Las
mujeres habrían tenido un camino arduo en cuanto se vino abajo el acceso terrenal,
la vida nómada las exponía a la violencia masculina, sumado a la misoginia que
comenzaba a aumentar, además la inmovilidad debido a los embarazos y el cuidado
de los niños. Las mujeres además tampoco podían convertirse en soldados a sueldo,
sin embargo alguna de ellas se unían al ejercito como cocineras, lavanderas y
prostitutas. Las relaciones monetarias que dominaban la vida económica las
encontraron aun con mayores dificultades para mantenerse, así es que se las confino
al trabajo reproductivo, el paso de una economía de subsistencia a una totalmente
monetaria, proveyó ciertas condiciones materiales para que esto fuese de tal manera.
Con la desaparición de la economía de subsistencia que había predominado en la
Europa pre-capitalista, la unidad de producción y reproducción que había sido típica
de todas las sociedades basadas en la producción-para-el-uso llego a su fin; estas
actividades se convirtieron en portadoras de otras relaciones sociales al tiempo que
se hacían sexualmente diferenciadas. En el nuevo régimen monetario, solo la
producción-para-el-mercado estaba definida como actividad creadora de valor,
mientras que la reproducción del trabajador comenzó a considerarse algo sin valor
desde el punto de vista económico e incluso dejo de ser considerada un trabajo
(Federici, 2004, p. 112). El trabajo reproductivo se siguió pagando tanto realizado para
los amos o por fuera del hogar, sin embargo, la importancia económica de la
reproducción de la mano de obra llevada a cabo en el hogar, y su función en la
acumulación del capital tomaron cierta invisibilidad, confundiéndose con una vocación
que no es natural, designándolo como un “trabajo de mujeres” y excluyéndola de
muchas otras ocupaciones asalariadas, que trabajaban por una paga y tenían salarios
de miseria en comparación al salario masculino. Estos cambios históricos –que
alcanzaron su punto más alto en el siglo XIX con la ceración de la ama de casa a
tiempo completo- redefinieron la posición de las mujeres en la sociedad y en relación
con los hombres. La división sexual del trabajo que apareció con ellos no solo sujeto
a las mujeres al trabajo reproductivo, sino que aumento su dependencia con respecto
de los hombres, permitiendo al Estado y a los empleadores usar el salario masculino
como instrumento para gobernar el trabajo de las mujeres (Federici, 2004, p. 112). La
separación entre producción y reproducción dio la creación de mujeres de clase
proletaria que terminaron tan desposeídas como los hombres, pero a diferencia de
ellos, casi no tenían acceso a los salarios, siendo forzadas a la condición de pobreza,
a la dependencia económica y a la invisibilidad de su trabajo no remunerado. La
devaluación y feminización del trabajo reproductivo fue también devaluado la fuerza
de trabajo, el producto de la reproducción. No hay duda, sin embargo, de que en la
<<transición del feudalismo al capitalismo>> las mujeres sufrieron un proceso
excepcional de degradación social que fue fundamental para la acumulación de capital
y que esta ha permanecido así desde entonces (Federici, 2004, p. 113).

La privatización de la tierra no libero ni a los hombres ni a las mujeres, lo que se libero


fue capital, ya que la tierra ahora era un medio de acumulación y explotación y no un
medio para subsistir. Los que fueron librados fueron los terratenientes, que ahora
podían cargar sobre los trabajadores el coste de su reproducción, dejándoles acceder
a algunos medios de subsistencia cuando se los empleaba, en épocas de crisis eran
despedidos y abandonados al hambre. La separación de los trabajadores de sus
medios de subsistencia y su nueva dependencia de las relaciones monetarias significo
también que el salario real podía ahora reducirse, al mismo tiempo que el trabajo
femenino podía devaluarse todavía más con respecto al de los hombres por medio de
la manipulación monetaria. No es una coincidencia, entonces, que tan pronto como la
tierra comenzó a privatizarse, los precios de los alimentos, que durante dos siglos
habían permanecido estancados, comenzaran a aumentar (Federici, 2004, p. 113).

La Revolución de los Precios y la pauperización de la clase trabajadora europea

El fenómeno inflacionario llamado la Revolución de los Precios tuvo consecuencias


sociales muy graves, por lo tanto, los economistas lo han atribuido a la llegada del oro
y plata de América que iba fluyendo en Europa a través de España. Sin embargo, los
precios ya habían aumentado anterior a la entrada de estos metales, el oro y la plata
no son capital, y si su función en cuanto a la regulación de los precios capaz de
transformar el trigo en una mercancía, fue porque se insertaron en un mundo
capitalista en desarrollo, en el cual gran mayoría de la población no tenía acceso a la
tierra y debía comprar los alimentos que antes producía. En otras palabras los precios
aumentaron debido al desarrollo de un sistema de mercado nacional e internacional
que alentaba la exportación e importación de productos agrícolas, y porque los
comerciantes acaparaban mercaderías para luego venderlas a mayor precio (Federici,
2004, p. 114). La llegada de los metales de América dieron una enorme distribución
de las riqueza y un nuevo proceso de proletarización, los precios que aumentaron
arruinaron a los granjeros pequeños, que debieron renunciar a su tierra para gastar
su dinero en pan o granos cuando las cosechas no podían alimentar a las familias,
dando a la creación de una clase de empresarios capitalistas que acumularon riquezas
invirtiendo en el préstamo de dinero y el sistema agrícola, en una época en la que el
dinero para la gente pasaba a una cuestión de vida o muerte. Por otra parte también
provoco un colapso histórico en los salarios reales, comparables al de nuestro tiempo
en África, Asia y América Latina, que sufren ajustes estructurales del Banco Mundial
y el FMI. Esta política llevada a cabo por el estado impedía a los trabajadores
organizarse y daba a los comerciantes la máxima libertad con respecto al
establecimiento de precios y el movimiento de mercaderías. La situación se deterioró
hasta tal punto que, en Inglaterra, en 1550, los artesanos varones tenían que trabajar
cuarenta semanas para ganar lo mismo que hubieran obtenido en quince a comienzo
de ese siglo (Federici, 2004, p. 116). Determinado colapso fue desastroso para las
mujeres, ya en el siglo XIV las mujeres recibían la mitad de un sueldo masculino por
hacer el mismo trabajo, ya a mediados del siglo XVI solo recibían un tercio del salario
masculino, y ya no podían mantenerse del trabajo asalariado, ni en la agricultura,
como tampoco en los sectores manufactureros. Silvia sostiene (Federici, 2004, p. 117)
que este fue un hecho que indudablemente es responsable de la gigantesca extensión
de la prostitución en ese periodo. Hubo un empobrecimiento absoluto de la clase
trabajadora, tanto así que simplemente eran llamados pobres. En cuanto a la
alimentación y dieta, la carne desapareció de sus mesas, el vino la cerveza y el aceite
de oliva. Del siglo XVI al XVIII, la dieta de los trabajadores consistió fundamentalmente
en pan, el principal gasto de su presupuesto, lo que representaba un retroceso
histórico (mas allá de lo que pensemos sobre las normas alimentarias) comparado
con la abundancia de carne que había caracterizado a la Baja Edad Media (Federici,
2004, p. 117). Los periodos de escasez se agravaron, más aun cuando la cosecha era
mala, las escasas reservas de grano hacían que el precio se elevara y por lo tanto
condenaba al hambre a la población. Esto es lo que ocurrió en las décadas de
hambruna de 1540 y 1550, y nuevamente en las de 1580 y 1590, que fueron de las
peores en la historia del proletariado europeo, coincidiendo con disturbios
generalizados y una cantidad record de juicios a brujas. Pero la desnutrición también
era endémica en épocas normales; la comida adquirió así un alto valor simbólico como
indicador de privilegio (Federici, 2004, p. 120).

La Europa que se preparaba para convertirse en el motor del mundo, que habría
llevado a la humanidad a nuevas escalas tecnológicas y culturales, se convirtió
simplemente en un lugar donde la gente nunca tenía lo suficiente para comer. Era el
lugar donde en tiempos de mala cosecha, la gente del campo comía bellotas, raíces
salvajes o cortezas de los árboles, multitudes erraban por los campos, algunos
invadían las ciudades para beneficiarse de la distribución de grano, como también
para atacar las casas y graneros de las clases más altas que enseguida los sacaban
con armas y los echaban a fueras de las puertas de la ciudad. La transición al
capitalismo inauguro un largo periodo de hambruna en la clase trabajadora europea,
en los siglos XIV y XV los trabajadores en su lucha centraban su demanda en más
libertad y menos trabajo, en los siglos XVI y XVII los trabajadores eran azotados por
el hambre y debían atacar panaderas, graneros, como organizar motines para la
exportación de cultivos locales, eran descriptos por las autoridades como inútiles,
gente pobre, sin embargo, la mayoría eran artesanos que se encontraban muy
precarizados. Las mujeres eran quienes por lo general iniciaban y lideraban las
revueltas por la comida (Federici, 2004, p. 121). Por otra parte era quienes cumplían
un papel de cuidadoras de sus familias, su acceso al dinero y al empleo eran meros,
por lo tanto dependían aún más de la comida barata para sobrevivir, a pesar de su
condición subordinada, muchas veces salían a las calles cuando los precios se
aumentaban o cuando se difundía el rumor de que alguien sacaría de la ciudad los
suministros de grano. En países como Francia, eran las mujeres quienes cercaban las
panaderías, eran muchedumbres de mujeres pobres, que se reunían para exigir pan
y acusándolos de esconder las provisiones, por otro lado las revueltas estallaban en
las plazas donde se emplazaban los mercados de grano, como también en las rutas
que tomaban los carruajes de maíz para la exportación y en la orillas de los ríos donde
los banqueros se avistaban cargando bolsas. En estas ocasiones los amotinados
emboscaban los carros […] con horquetas y palos […] los hombres cogían las bolsas,
las mujeres llevaban en sus polleras tanto grano como podían (Federici, 2004, p. 122).

La lucha por la comida, también se llevó a cabo en el robo de campos, casas vecinas,
a través de la caza furtiva, y el ataque a las casas de las clases altas. Algunas casas
eran marcadas con sangre por campesinos que estaban furiosos, fue tanto así que
aparecieron los delitos por comida, ocupando un lugar disciplinario en los siglos XVI y
XVII. Un ejemplo es la recurrencia del tema del <<banquete diabólico>> en los juicios
por brujería, lo que sugiere que darse un festín de cordero asado, pan blanco y vino
era ahora considerado un acto diabólico si lo hacía <<gente común>>. Pero los
principales pertrechos que los pobres tenían a su disposición en su lucha por la
supervivencia eran sus propios cuerpos famélicos, como en las épocas en que las
hordas de vagabundos y mendigos rodeaban a los más acomodados, medio muertos
de hambre y enfermos, empuñando sus armas, mostrándoles sus heridas y
forzándoles a vivir atemorizados frente a la posibilidad tanto de contaminación como
de levantamiento (Federici, 2004, p. 123).
La intervención estatal en la reproducción del trabajo: la asistencia a los pobres
y la criminalización de los trabajadores

Las relaciones capitalistas ya establecidas habrían ocasionado luchas constantes por


la comida, las masas de gentes resistían a la destrucción de sus antiguas forma de
existencia, luchando contra la propiedad privada, contra las nuevas imposiciones de
impuestos, había una permanente presencia del ejército en los vecindarios, en los
países europeos entre los años 1530 y 1670 los levantamientos eran multitudinarios,
y las fuerzas del ejército hacían sus intervenciones. Inglaterra, Italia y España
presentan una imagen similar, lo que indica que el mundo pre capitalista de la aldea,
que Marx desvalorizo llamándola <<idiotez rural>>, pudo producir un nivel de luchas
tan elevado como cualquiera que haya librado el proletariado industrial (Federici,
2004, p. 124). La migración y el vagabundeo de la Edad Media, el aumento de delitos
contra la propiedad habrían sido parte de la resistencia de los campesinos y su
pobreza a la desposesión, alcanzo proporciones muchos mayores. El vagabundeo era
muy habitual, tanto así que países como Inglaterra, y otros estados europeos
comenzaron a establecer leyes contra el vagabundeo, que se evocaban a la pena
capital y a la esclavitud, sin embargo, aquellas represiones por parte de los estados
europeos no fue suficiente y, entre los siglos XVI-XVII las rutas seguían siendo camino
de los vagabundos, pasaban los herejes que escapaban a las persecuciones,
soldados que habrían sido dados de baja, trabajadores y gente muy humilde en busca
de un trabajo, artesanos extranjeros, vendedores ambulantes, campesinos sin tierra,
prostitutas, mendigos y ladrones. Por las rutas de Europa pasaron especialmente los
relatos, historias y experiencias de un proletariado en desarrollo (Federici, 2004, p.
125).

La criminalidad se intensifico, se suponía que había una reapropiación de las tierras


comunales y sus riquezas. Ciertos aspectos de la transición al capitalismo parecen
ser cosas de un pasado, sin embargo, pudo superar sus precondiciones históricas,
para suplantarlas por formas más maduras del capitalismo. El empobrecimiento, las
rebeliones y la escalada <<criminal>> son elementos estructurales de la acumulación
capitalista, en la misma medida en que el capitalismo debe despojar a la fuerza de
trabajo de sus medios de producción para imponer su dominio (Federici, 2004, p. 126).
La industrialización emprendida durante el siglo XIX no acabo con la miseria y la
rebeldía de la clase proletaria, no terminaron allí, sino que disminuyeron hasta tal
punto que la súper-explotación de determinados trabajadores fue exportada a través
de la institución de la esclavización y luego con la permanente expansión del dominio
colonial. En cuanto al periodo de <<transición>>, en Europa siguió siendo una etapa
de intenso conflicto social, preparando el terreno para un conjunto de iniciativas
estatales que, a juzgar por sus efectos, tuvieron tres objetivos principales: a) crear una
fuerza de trabajo más disciplinada; b) distender el conflicto social y c) fijar a los
trabajadores en los trabajos que se les habían impuesto (Federici, 2004, p. 126).

El disciplinamiento social además vino acompañado de ataques a las formas de


sociabilidad, la sexualidad colectiva, los deportes, danzas, juegos, festivales y otros
ritos grupales colectivos que eran propios de los lazos comunales y solidarios que se
tejían entre los trabajadores. En su trabajo sobre este aspecto, Peter Burke (1978) ha
explicado este proceso como una campaña contra la <<cultura popular>> (Federici,
2004, p. 126). Los lazos colectivos irrumpidos propiciaban una des colectivización de
la reproducción de la fuerza de trabajo, en países como Inglaterra alcanzo cuotas
notorias con la llegada de los puritanos después de la Guerra Civil (1642-1649)
cuando el temor por la indisciplina social estableció prohibición a las reuniones
proletarias y a sus festejos, era una reforma moral, las procesiones remplazaban los
bailes y la danza, privatizando incluso la relación del individuo con Dios, ya que se
instaura una relación directa entre el individuo y la divinidad en las regiones católicas
donde la confesión se introduce de manera individual. La iglesia misma, en tanto
centro comunitario, dejo de ser la sede de cualquier actividad que no estuviera
relacionada con el culto (Federici, 2004, p. 127). La asistencia pública como una
respuesta a la crisis humanitaria también peligro el control social que estaban llevando
a cabo, a la vez que era una mediación entre el estado, el capital y los trabajadores,
sin embargo, daba una nueva función al Estado, fue una de las primeras políticas
llevadas a cabo a través de la insostenibilidad del sistema capitalista que se regía a
través de los medios del hambre y el terror. Fue también el primer paso en la
construcción del Estado como garante de la relación entre clases y como el principal
supervisor de la reproducción y el disciplinamiento de la fuerza de trabajo (Federici,
2004, p. 128).

El estado aprobaba los estatutos de los trabajadores, fijaba los salarios, era la entidad
que se había hecho cargo de la regulación y represión del trabajo, y quien establecería
las crisis del propio sistema capitalista. Además se comenzó a administrar la
reproducción social a través de la introducción de los registros demográficos (censos,
registros de tasas de mortalidad, natalidad y matrimonios) y la contabilidad de las
relaciones sociales. En cualquier caso, la asistencia, por medio de todas las
diferencias de sistemas y opiniones, se administraba con tal tacañería que el conflicto
que generaba era tan grande como el apaciguamiento. A los asistidos les molestaban
los rituales humillantes que se les imponían, como llevar la <<marca de la infamia>>
(reservada previamente para leprosos y judíos), o participar (en Francia) en las
procesiones anuales de pobres, en las que tenían que desfilar cantando himnos y
portando velas (Federici, 2004, p. 129). Hacia los finales del siglo XVI el ataque que
habría comenzado con los cercamientos, el alza de precios, termino conduciendo a la
criminalización de la clase trabajadora, siendo una actividad de realización del
proletariado que debía estar en las casas de trabajo, de corrección o forzado a
sobrevivir fuera de la ley y en contra del Estado. La formación de una fuerza de trabajo
más disciplinada y laboriosa a través de las medidas tomadas fueron un fracaso, y la
preocupación comenzó a acrecentarse en los grupos de gubernamentales y
empresariales, entre los siglos XVI y XVII ambos actores sociales de las clases altas
eran conscientes de ello, a la crisis social que vivió el “motor del mundo” se le sumo
la caída drástica de la población en el continente americano a segunda mitad del siglo
XVI debido a los métodos coercitivos de la conquista, lo que produjo una contracción
económica de la economía colonial.

Descenso de la población, crisis económica y disciplinamiento de las mujeres

Europa había teñido de sangre a América, tal holocausto había causado una
disminución drástica de la población originaria. Las estimaciones del colapso
poblacional en América Latina que muestran las estadísticas dan una baja del 95% en
tan solo un siglo después de la conquista, en países como Perú, México, Brasil y otras
regiones. Las enfermedades que arribaron fueron desastrosas para los pueblos
originarios, sumada al uso de los medios terroríficos que empleaban, incluido el
sistema de encomienda, causo muertes aberrantes en gran escala. El clero explico
este <<holocausto>> como castigo de Dios por el comportamiento <<bestial>> de los
indios (Williams, 1986: 138); pero sus consecuencias económicas no fueron ignoradas
(Federici, 2004, p. 130). De manera paralela en Europa Occidental la población
también había disminuido incluso a través de los mismos medios coercitivos y de
intervención de pautas morales y castigos. Con excepción de la Peste Negra (1345-
1348), esta fue una crisis poblacional sin precedentes, y las estadísticas,
verdaderamente atroces, cuentan solo una parte de la historia. La muerte cayó sobre
<<los pobres>>. No fueron principalmente los ricos quienes murieron cuando las
plagas o la viruela arrasaron las ciudades, sino los artesanos, los jornaleros y los
vagabundos (Kamen, 1972: 32-3). Murieron en tal cantidad que sus cuerpos
empedraban las calles, al tiempo que las autoridades denunciaban la existencia de
una conspiración e instigaban a la población a buscar a los malhechores (Federici,
2004, p. 131). Hacia finales del siglo XVI las clases sociales en edad de matrimonio
estaban teniendo su auge, a la vez que aparecían niños abandonados de manera
creciente. Los picos de crisis demográficas se dieron entre los años 1620 y 1630, tanto
en Europa como en las colonias de América, el desempleo se acrecentó, se
contrajeron los mercados, el comercio se detuvo, Silvia sostiene que (Federici, 2004,
p. 131) durante un tiempo existió la posibilidad de que la economía capitalista en
desarrollo colapsara. Fue una de las primeras crisis del capitalismo a nivel
internacional, una crisis general, debida a la integración de las economías coloniales
y europeas que habrían tenido un gran impacto reciproco. En este contexto histórico
los debates y las estrategias políticas en torno a la relación entre trabajo, población,
acumulación de riqueza, paso a primer plano, ya que habría una solución que dar a
esta problemática, lo que tuvo como objetivo fue producir los elementos de una política
poblacional a través de un régimen de Biopoder, es un concepto de Michael Foucault
que usa en su libro Historia de la sexualidad, lo que expresa y manifiesta era la
preocupación del estado por el control sexual, higiénico, penal de los cuerpos de las
personas, como la preocupación al crecimiento demográfico, sus movimientos, y su
inserción en la economía, fue emergente al nacimiento del liberalismo marcando fin al
Estado monárquico. El estado comenzó a utilizar medios de castigos para cualquier
comportamiento u acciones que irrumpieran el crecimiento poblacional, así es que en
el siglo XVIII comenzó un control sobre la reproducción, el crecimiento, siendo asuntos
estatales que comenzaron a intensificar la persecución de “brujas” y emplearon
nuevos métodos para disciplinar a las mujeres como objetos reproductores, regulando
y quebrando el control que poseían sobre sus cuerpos, fueron orígenes a su vez de
esta crisis general. Este control estricto hacia la función de la mujer, también se enlaza
a la privatización de la tierra, la llegada de las relaciones capitalistas-económicas entre
la población, generaron a su vez métodos que se entrometieran en la conducta y
accionar de la mujer. De forma similar, en la acusación de que las brujas sacrificaban
niños al Demonio –un tema central de la <<gran caza de brujas>> de los siglos XVI y
XVII– podemos interpretar no solo una preocupación con el descenso de la población,
sino también el miedo de las clases acaudaladas a sus subordinados, particularmente
a las mujeres de clase baja quienes, como sirvientas, mendigas o curanderas, tenían
muchas oportunidades para entrar en las casas de los empleadores y causarles daño
(Federici, 2004, p. 133). Al mismo tiempo que la población dio su descenso, se
conformaba una idea en base a la centralidad del trabajo en la vida económica,
introduciendo severas sanciones dentro de los códigos legales y morales al respecto
al castigo que debían recibir las mujeres que se opusieran a reproducir. A mediados
del siglo XVI, la idea de que la cantidad de ciudadanos determina la riqueza de una
nación se había convertido en algo parecido a un axioma social (Federici, 2004, p.
133).

En la Reforma protestante y su proyecto podemos destacar su preocupación por el


crecimiento poblacional, los reformadores veían en el matrimonio y la sexualidad a la
mujer reducía en la función reproductiva. La mujer es <<necesaria para producir el
crecimiento de la raza humana>>, reconoció Lutero, reflexionando que <<cualquiera
sean sus debilidades, las mujeres poseen una virtud que anula todas ellas: poseen
una matriz y pueden dar a luz>> (King, 1991: 115) La clase mercantilista tuvo una
gran influencia también en el saber económico dominante, el apoyo al aumento
poblacional estuvo ampliamente arraigado a el surgimiento del mercantilismo, suponía
que la riqueza de una nación se constituía a través de los metales preciosos que
poseía y los trabajadores a su disposición. Los brutales medios que aplicaron los
mercantilistas para forzar a la gente a trabajar, provocando con hambre la necesidad
de trabajo, ha contribuido a su mala reputación, ya que la mayoría de los economistas
desean mantener la ilusión de que el capitalismo promueve la libertad y no la coerción.
Fue la clase mercantilista la que invento las casas de trabajo, persiguió a los
vagabundos, <<transporto>> a los criminales a las colonias americanas e invirtió en
la trata de esclavos, todo mientras afirmaba la <<utilidad de la pobreza>> y declaraba
que el <<ocio>> era una plaga social (Federici, 2004, p. 134). En la teoría y práctica
que aplicaron las clases mercantilistas aunque no se lo haya reconocido, encontramos
la manera en que la primera política capitalista trato explícitamente el problema de la
reproducción de la fuerza de trabajo, instaurando de manera intensiva regímenes
totalitarios que tomaran el control y los medios para extraer lo máximo de la fuerza de
trabajo. El objetivo fundamental era la extensión y el ensanchamiento de la población
para dos motivos: militarización a gran escala y una mayor fuerza laboral para la
industria. Como señalo Eli Hecksher, <<un deseo casi fanático por incrementar la
población predomino en todos los países durante el periodo, la última parte del siglo
XVII, en el que el mercantilismo estuvo su apogeo>> (Heckser, 1966: 158). Al mismo
tiempo se estableció una nueva concepción de los serse humanos en la que estos
eran vistos como recursos naturales, que trabajaban y criaban para el estado
(Spengler, 1965; 8) (Federici, 2004, p. 135). Sin embargo, ya el Estado en países
como Inglaterra y Francia habría adoptado medidas pro-natalistas a través de la
llamada asistencia pública para conformar la determinada política reproductiva que
precisaba el capitalismo. La aprobación de leyes consistió en el matrimonio, poniendo
a la familia como una institución clave, en la cual se aseguraba la transmisión de la
propiedad y mayor envergadura de la fuerza de trabajo a través de la reproducción.
El control de las mujeres sobre sus cuerpos fue resquebrajada por el Estado y la
iniciativa dada a través del crecimiento poblacional que consistió en políticas pro-
natalistas, anti-abortos, que evocaban a la mujer al papel de reproductora de fuerza
de trabajo, fue una guerra, que fue librada a través de diferentes formas; la caza de
brujas, que habría demonizado cualquier control de la natalidad por parte de las
mismas mujeres de la época, como las relaciones sexuales no-reproductivas,
demonizando y acusándoseles de “sacrificar niños al demonio”. Pero también recurrió
a una redefinición de lo que constituía un delito reproductivo. Así, a partir de mediados
del siglo XVI, al mismo tiempo que los barcos portugueses retornaban de África con
sus primeros cargamentos humanos, todos los gobiernos europeos comenzaron a
imponer las penas más severas a la anticoncepción, el aborto y el infanticidio
(Federici, 2004, p. 135). También habría sido tratada durante la Edad Media solo que
ahora los castigos, eran delitos sancionados con pena de muerte y castigados aun
mayor que los crímenes cometidos por personas masculinas. Se tomaron medidas al
respecto de la vigilancia de los embarazos, para asegurarse de que las mujeres
terminaran de reproducir, las mujeres registraban cada embarazo en algunos países
como Francia, dictados en edictos reales en 1556, sentenciaban a muerte a las
mujeres cuyos hijos morían antes de recibir el bautismo, o de un parto a escondidas,
sin importar si eran inocentes de determinada muerte. Estatutos similares se
aprobaron en Inglaterra y Escocia en 1624 y 1690 (Federici, 2004, p. 136). Existían
sistemas de espías, vigilando a las madres solteras alejándolas de cualquier tipo de
apoyo económico. Una de las consecuencias de estos procesos fue que las mujeres
comenzaron a ser procesadas en grandes cantidades. En los siglos XVI y XVII en
Europa, las mujeres fueron ejecutadas por infanticidio más que por cualquier otro
crimen, excepto brujería, una acusación que también estaba centrada en el asesinato
de niños y otras violaciones a las normas reproductivas. Significativamente, en el aso
tanto del infanticidio como de la brujería, se abolieron los estatutos que limitaban la
responsabilidad legal de las mujeres. Así las mujeres ingresaron en las cortes de
Europa, por primera vez a título personal, como adultos legales, como acusadas de
ser brujas y asesinas de niños (Federici, 2004, p. 136). Las parteras también fueron
evadidas, ya que urgían sospechas, algo que condujo a la introducción de un médico
masculino que estuviera en la sala de parto, propio de los miedos que aún estaba
entre las autoridades al respecto de la no-reproducción de la fuerza de trabajo.
Además comenzó a utilizarse una nueva practica por parte medica en el cual el
predominio del niño estaba por encima que el de la madre, la marginación de la partera
resquebrajo más sus derechos sobre sus cuerpos, sus decisiones sobre la
procreación, condicionando aún más su existencia, incluso los médicos de las salas
de parto fueron dominados como los “nuevos dadores de vida”. Esto contrastaba con
el proceso de nacimiento que las mujeres habían controlado por costumbre (Federici,
2004, p. 137). Anteriormente las mujeres solían reunirse en las salas de parto de quien
iba ser madre, ahora se encontraba bajo vigilancia de un doctor, y si estaban, las
habían reclutado para vigilar a otras mujeres, irrumpiendo nuevamente un roll que las
evocaba de manera colectiva, a travesada de lazos humanos no-capitalistas. Muchas
parteras fueron convertidas en espías del estado, que trajeran información sobre
nuevos nacimientos, descubrieran sus padres, vigilaran a mujeres sospechadas de
haber dado luz a escondidas. También tenían que examinar a las mujeres locales
buscando signos de lactancia cuando se encontraban niños abandonados en los
escalones de la iglesia (Wiesner; 1933: 52) (Federici, 2004, p. 138). A su vez se exigía
la participación de parientes y vecinos, las políticas pro-natalistas alemanas alcanzo
tal control que las mujeres eran castigadas cuando no hacían suficiente esfuerzo
durante el parto, estas políticas duraron dos siglos, y las mujeres seguían siendo
ejecutadas durante el siglo XVIII en Europa, Silvia señala que fue la esclavización de
las mujeres a la procreación (Federici, 2004, p. 138). Sus cuerpos y útero eran
territorio político y estatal, además del control que ejercían las masculinidades sobre
ellas, como tal, la procreación fue puesta al servicio de esa acumulación capitalista.
En este sentido, el destino de las mujeres europeas, en el periodo de acumulación
primitiva, fue similar al de las esclavas en las plantaciones coloniales americanas que,
especialmente después del fin de la trata de esclavos en 1807, fueron forzadas por
sus amos a convertirse en criadoras de nuevos trabajadores (Federici, 2004, p. 139).

Su comparación al respecto tiene límites, claramente. Silvia sostiene que las mujeres
europeas no estaban abiertamente expuestas a las agresiones sexuales, aunque las
mujeres proletarias podían ser violadas con impunidad y castigadas por ello. Tampoco
tuvieron que sufrir la agonía de ver a sus hijos extraídos de su seno y vendidos en
remate (Federici, 2004, p. 139). La condición esclava que poseía la mujer revela la
lógica de acumulación capitalista, a pesar de los limites diferenciales entre las mujeres
de las colonias americanas y las mujeres europeas, en ambos casos, sus cuerpos,
fueron instrumentos para la reproducción del trabajo y la expansión de la fuerza de
trabajo, Silvia Federici, señala que fue tratada como una maquina natural de crianza
que funcionaba según unos ritmos que estaban fuera del control de las mujeres.
(Federici, 2004, p. 139). Es este aspecto el que se encuentra ausente en el concepto
marxista de <<acumulación primitiva>>, no llego a reconocer que la procreación fuera
un terreno de explotación, como de resistencia, ya que las mujeres que se resistían
eran parte de la llamada lucha de clases. El desarrollo capitalista no avanza
independientemente de la población, ya que precisa de determinada productividad e
trabajo, sostenía Marx que el trabajo que explota el capital disminuye constantemente
en relación al <<capital constante>> (es decir el capital invertido en maquinaria y otros
bienes), con la consecuente determinación de una <<población excedente>>. Pero
esta dinámica, que Marx (1996; T. 1: 689 y sg.) define como la <<ley de población
típica del modo de producción capitalista>>, solo podría imponerse si la población
fuera un proceso puramente biológico, o una actividad que responde automáticamente
al cambio económico, y si el capital y el Estado no necesitaran preocuparse por las
<<mujeres que hacen huelga de vientres>>. Este es, de hecho, lo que Marx supuso
(Federici, 2004, pp. 139, 140). No fue un factor natural el excedente de población
como señalo el economista Adam Smith, ya que la procreación no era un hecho de la
naturaleza sino una actividad social disciplinada históricamente, entretejida de
intereses y relaciones de poder diversas que ejercían el control del cuerpo de la mujer,
quizás fue una pregunta que Marx no logro hacerse, ni imagino que los intereses entre
géneros al respecto de la procreación difiriera, un tema que el trato de manera neutral,
los cambios justamente en la procreación no fueron automáticos ni naturales, en todas
las fases del desarrollo del capitalismo el Estado recurrió a normas de disciplinamiento
a través de leyes y códigos morales, el uso de la coerción, para expandir o reducir la
fuerza de trabajo. Esto es particularmente cierto en los mementos del despegue
capitalista, cuando los músculos y los huesos del trabajo eran los principales medios
de producción (Federici, 2004, p. 140).

Las mujeres frecuentemente han sido forzadas a la procreación sin su consentimiento


ni voluntad, experimentando la alienación a través de sus cuerpos, sus hijos y su
trabajo. Nadie puede describir en realidad la angustia y desesperación sufrida por una
mujer al ver su cuerpo convertido en su enemigo, tal y como debe ocurrir en el caso
de un embarazo no deseado (Federici, 2004, p. 141).

La devaluación del trabajo femenino

El control sobre la procreación y la reproducción había sido muy controlado por las
mujeres en la Edad Media a través de métodos anticonceptivos naturales que sacaban
de los bosques, utilizados para precipitar el periodo de la mujer, hacer abortos o crear
condiciones de esterilidad. Con la llegada y desarrollo del capitalismo la
anticoncepción fue criminalizada, algo que anteriormente era compartido como un
saber de generación a generación entre mujeres, proporcionándoles autonomía de
decidir sobre su cuerpo, cabe destacar que este saber solo fue dejado a la
clandestinidad. Cuando el control de la natalidad se vio de nuevo en el escenario
social los métodos anticonceptivos fueron creados para el uso masculino. Silvia señala
que al negarle a las mujeres el control sobre sus cuerpos, el Estado las privo de la
condición fundamental de su integridad física y psicológica, degradando la maternidad
a la condición de trabajo forzado, además de confinar a las mujeres al trabajo
reproductiva de una manera desconocida en sociedades anteriores (Federici, 2004,
p. 142). Eran forzadas a producir niños por y para el Estado, definiendo la nueva
división sexual del trabajo y la función femenina. Un aspecto complementario fue la
reducción de las mujeres a no-trabajadoras, un proceso –muy estudiado por las
historiadoras feministas– que hacia finales del siglo XVIII estaba prácticamente
completado (Federici, 2004, p. 142).

Las mujeres proletarias poseían además los empleos de condición más baja, servían
como hilanderas, tejedoras, maestras de crianza, vendedoras ambulantes o peonas
rurales. El gran supuesto de que las mujeres no debían trabajar y quedarse evocadas
a la participación de la reproducción y la ayuda a sus esposos, el trabajo en casa
básicamente era un no-trabajo, careciendo de valor, más atravesado por las
relaciones de mercado. Evocada al rol doméstico, a tareas de la casa, a la crianza de
los hijos, el trabajo fue devaluándose cada vez más, tanto que los gobiernos
anunciaron a los gremios que no prestaran atención a la producción que las mujeres
realizaban en sus casas ya que no era un trabajo como tal. Fue redefinido como una
simple tarea doméstica, al servicio del hogar, cuando lo realizaba fuera el trabajo se
pagaba mucho menor que el trabajo masculino, y nunca en cantidad suficiente como
para que la mujer pudiera independizarse de la presencia masculina. El matrimonio
era visto como la verdadera carrera para la mujer; hasta tal punto se daba por sentado
la incapacidad de las mujeres para mantenerse que, cuando una mujer soltera llegaba
a un pueblo, se la expulsaba incluso si ganaba un salario (Federici, 2004, p. 143). La
desposesión de la tierra, más la pérdida de poder en el trabajo asalariado, condujo a
el crecimiento del trabajo de la prostitución.

La situación era casi igual en varios países europeos, donde las mujeres pobres de
los campos llegaban a las ciudades, o las esposas mismas de los artesanos,
costeaban parte del ingreso familiar con ese trabajo. Llego a ser una forma de
subsistencia para gran parte de la población femenina, sin embargo, la actitud
institucional y estatal comenzó a cambiar, mientras que en la Edad Media habría sido
un mal necesario y aceptado de manera oficial, ya que se beneficiaban de altos
salarios, en el siglo XVI la situación dio un giro, sumado a un clima misógino, que en
gran parte estaba caracterizado por la Reforma Protestante, la caza de brujas, primero
habría sido sujeta a restricciones y luego criminalizada. En todas partes, entre 1530 y
1560, los burdeles de pueblo eran cerrados y las prostitutas, especialmente las que
hacían la calle, fueron castigadas severamente: prohibición, flagelación y otras formas
crueles de escarmiento. Entre ellas la <<silla del chapuzón>> (ducking stool) o
acabussade –donde víctimas eran atadas, a veces metidas en una jaula y luego eran
sumergidas varias veces en ríos o lagunas, hasta que estaban a punto de ahogarse
(Roberts, 1992; 115-16). Mientras tanto, en Francia durante el siglo XVI, la violación
de una prostituta dejo de ser un crimen (Federici, 2004, p. 145).

Silvia plantea esta pregunta; ¿Qué puede explicar este ataque tan drástico contra las
trabajadoras? ¿Y de qué manera la exclusión de las mujeres de la esfera del trabajo
socialmente reconocido y de las relaciones monetarias se relación con la imposición
de la maternidad forzosa y la simultanea masificación de la caza de brujas?

Cuando se consideran estos fenómenos desde la perspectiva del presente, después


de cuatro siglos de disciplinamiento capitalista de las mujeres, las respuestas parecen
imponerse por sí mismas (Federici, 2004, p. 145). Los trabajos femeninos han sufrido
en gran escala discriminaciones, tanto en mano asalariado como en la función no-
remunerada del trabajo que realizaban el hogar, la prohibición de la prostitución
sumado a la expulsión de las mujeres del lugar del lugar de trabajo organizado, la
aparición de la ama de casas y la redefinición de la familia como institución clave para
la producción de la fuerza de trabajo. Otro factor clave fue la exclusión a finales del
siglo XV de las mujeres de los talleres de los artesanos, que debían protegerse de los
ataques de los comerciantes capitalistas que empleaban las mujeres a un precio
menor. En países como Italia, Francia y Alemania solicitaban a las autoridades que
no permitieran que las mujeres compitiesen con ellos, prohibiendo la presencia de las
mismas, y si esta no era tenida, iban a la huelga y se negaban a trabajar con hombres
que si trabajaran con mujeres, al parecer también tenían intereses de limitar a la mujer
al servicio doméstico, debido a algunas dificultades económicas y a la administración
que se hacía necesaria dentro del hogar, incluso era una condición indispensable para
evitar la bancarrota y poder mantener de esa manera un taller independiente. Quienes
tuvieron el coraje de trabajar fuera del hogar, en un espacio público y para el mercado
fueron representadas como arpías sexualmente agresivas o incluso como <<putas>>
y <<brujas>> (Howell, 1986: 182-83). Efectivamente, hay pruebas de que la ola de
misoginia que, a finales del siglo XV creció en las ciudades europeas, –reflejada en la
obsesión de los hombres por la <<batalla de los pantalones>> y por el carácter de la
mujer desobediente, comúnmente retratada golpeando a su marido o montándolo
como a caballo– emanaba también de este intento (contraproducente) de sacar a las
mujeres de los lugares de trabajo y del mercado (Federici, 2004, p. 146). La
cooperación de las autoridades fue a su vez lo que ayudo en su determinación, las
mujeres fueron excluidas de los gremios y fueron recluidas al trabajo reproductivo, o
para el trabajo mal pago en la industria artesanal.

Las mujeres como nuevos bienes comunes y como sustituto de las tierras
perdidas

La alianza de los artesanos independientes y las autoridades estatales, sumada a la


privacidad de la tierra, como acabo constituyéndose la división sexual del trabajo, o
un nuevo tipo de contrato sexual que definía a las mujeres en si en términos que
ocultaban su condición laboral, daba acceso a los hombres sobre sus cuerpos, a su
trabajo, como a su vez de los hijos que engendraría. De acuerdo a esto, los
trabajadores masculinos sustituyeron las tierras que habrían sido privadas, que había
sido su medio de producción más básico y un bien comunal del que cualquiera podía
apropiarse acorde a su voluntad. Los ecos de esta <<apropiación primitiva>> quedan
al descubierto por el concepto de <<mujer común>> (Karras, 1989) que en el siglo XVI
calificaba a aquellas que se prostituían. Pero en la nueva organización del trabajo
todas las mujeres (excepto las que habían sido privatizadas por los hombres
burgueses) se convirtieron en bien común, pues una vez que las actividades de las
mujeres fueron definidas como no-trabajo, el trabajo femenino se convirtió en un
recurso natural, disponible para todos, no menos que el aire que respiramos o el agua
que bebemos (Federici, 2004, p. 148). La pobreza fue más bien feminizada, la
expulsión y devaluación del trabajo reproductivo fue propicio para la acumulación
primitiva masculina del trabajo femenino, construyendo un nuevo orden patriarcal, lo
que redujo a la mujer a la dependencia de los empleadores y de los hombres. El hecho
de que las relaciones de poder existieran de forma desigual antes del capitalismo no
le resta característica. Pues en la Europa pre capitalista la subordinación de las
mujeres a los hombres había estado atenuada por el hecho de que tenían acceso a
las tierras comunes y otros bienes comunales, mientras que en el nuevo régimen
capitalista las mujeres miasmas se convirtieron en bienes comunes, ya que su trabajo
fue definido como un recurso natural, que quedaba fuera de la esfera de las relaciones
de mercado (Federici, 2004, p. 148).

El patriarcado del salario

Este contexto modifico mucho el papel de la familia, mayormente comenzó a


separarse de la esfera pública, adquiriendo características propias de la Edad
Moderna como institución clave para la reproducción de la fuerza de trabajo. Además
tuvo una gran complementación con el mercado, para la privatización de las relaciones
sociales, la propagación disciplinaria capitalista, pero por sobre todo el dominio del
poder patriarcal. Silvia sostiene que la familia surgió también en el periodo de
acumulación primitiva como la institución más importante para la apropiación y
ocultamiento del trabajo de las mujeres (Federici, 2004, p. 149). Lo que caracterizo a
la conformación de la nueva familia burguesa es que el marido, el hombre, se
convierte en el representante del Estado, encargado de disciplinar y supervisar las
clases subordinadas. La mujer perdió mucho poder en las familias burguesas, quedo
confinada de los negocios familiares y confinada a tareas de la casa, lo que cabe
destacar es que la exclusión de las mujeres en el trabajo asalariado les dejaba a los
trabajadores un poder similar sobre ellas. Por otra parte hay ejemplos de familias de
trabajadores de la industria artesanal en donde la mujer se encontraba evocada al rol
doméstico, y por lo tanto ellos dependían de las mismas, ya que podía ayudarles con
el trabajo realizado para los comerciantes, además de alimentarlos y procrear hijos
que desde temprana edad podían ser empleados en algunas ocupaciones. Así,
incluso en tiempos de descenso poblacional, los trabajadores de la industria
domestica continuaron aparentemente multiplicándose; sus familias eran tan
numerosas que en el siglo XVII un observador austriaco los describió apiñados en sus
casas como gorriones en el alero (Federici, 2004, p. 149). Por más que la esposa
trabajase a la par y produjera para el mercado el salario lo recibía el marido, en
algunos países europeos los hombres tenían derecho legales sobre los ingresos de
sus esposas, era una política que en cierto modo imposibilitaba a la mujer un bienestar
económico y social, creando condiciones materiales que las sostuvieran con los
hombres y para que su trabajo terminara de apropiarse. Es en este sentido que hablo
del <<patriarcado del salario>>. También debemos repensar el concepto de
<<esclavitud del salario>> (Federici, 2004, p. 150) Esto se debió a que en la transición
del feudalismo al capitalismo quienes más se aproximaron a una condición de
esclavos fueron las mujeres trabajadoras. Por otra parte por más que estuviesen
evocadas al trabajo hogareño, casadas o solteras, debían salir a ganar algún tipo de
dinero que lo conseguían a través de diferentes trabajos, ya que e precisaba dinero
reproductivo como muebles, vestimenta y dinero para alimentos. No obstante los
trabajadores asalariados vivían en la pobreza, <<esclavizados día y noche>> (como
denuncia un artesano de Núremberg en 1524), apenas podían conjurar el hambre y
alimentar a sus hijos (Brauner, 1995: 96) La gran mayoría no tenía techo, compartían
las cabañas entre familias, sus ropas eran harapos, su dieta consistía en pan, algunas
verduras y queso. En este periodo aparece, entre los trabajadores, la clásica figura
del ama de casa a tiempo completo. Y solo en el siglo XIX –como reacción al primer
ciclo intenso de luchas contra el trabajo industrial– la <<familia moderna>>, centrada
en el trabajo reproductivo no pagado del ama de casa a tiempo completo, fue
extendida entre la clase trabajadora primero en Inglaterra y más tarde en Estados
Unidos (Federici, 2004, pp. 150-51). Este desarrollo propio de la inversión capitalista,
forjada, resultaron beneficiosos para otorgar mayores salarios capaces de mantener
a una esposa evocada al no-trabajo, y una tasa de explotación laboral mucho más
intensa. Marx hablo de ella como el paso de la plusvalía <<absoluta>> a la
<<relativa>>, es decir, el paso de un tipo de explotación basado en la máxima
extensión de la jornada de trabajo y la reducción del salario mínimo, a un régimen en
el que pueden compensarse los salarios más altos y las horas de trabajo más cortas
con un incremento de la productividad del trabajo y del ritmo de la producción. Desde
la perspectiva capitalista, fue una revolución social que, dejó sin efecto la antigua
devoción por los bajos salarios. Fue el resultado de un nuevo acuerdo (new deal) entre
los trabajadores y los empleadores, basado de nuevo en la exclusión de las mujeres
del salario ––que dejaba atrás su reclutamiento en las primeras fases de la Revolución
Industrial (Federici, 2004, p. 151). Demostró además signos de bienestar económico
capitalista, gracias a los dos siglos de explotación del trabajo esclavo sumado a la
nueva expansión colonial. Un tercio de las poblaciones europeas en Francia,
Inglaterra y España trabajaban como sirvientas, la tendencia proletaria era proponer
matrimonio, sin embargo, a los pobres se les prohibía casarse cuando debido al temor
de que sus hijos cayeran en asistencia pública y cuando esto pasaba se los quitaban
para trabajar en la parroquia. La comunidad trabajadora del periodo de transición
estaba asentando las bases de la división sexual del trabajo que luego sería propia de
las sociedad capitalista y su organización, aunque las tareas domésticas fueran
reducidas al mínimo y las proletarias tenían que trabajar a su vez para el mercado, la
diferenciación entre el trabajo masculino y femenino se fueron diversificando a través
de las tareas a la vez que se componían como sujetos con relaciones sociales
diferentes y desiguales. A diferencia de los varones que por más que estuviesen
carentes de poder, podían beneficiarse del trabajo y los ingresos de su esposa, o
podían comprar servicios de prostitutas. En la primera fase de proletarización, era la
prostituta quien realizaba esas funciones de esposa para los trabajadores varones,
cocinándoles, limpiándoles y sirviéndoles de manera sexual. Luego de la
criminalización de la prostitución castigo a la mujer y reforzó el poder masculino,
dejándolas en manos de los hombres.

La domesticación de las mujeres y la redefinición de la feminidad y la


masculinidad: las mujeres como los salvajes de Europa

Las mujeres insubordinadas y los métodos de disciplinamiento para su domesticación


fueron ampliamente empleados en temas de literatura y de la política social de la
llamada transición. Devaluadas y sometidas a un proceso de degradación social, a lo
largo de los siglos XVI y XVII perdieron numerosos derechos en su vida social a través
de ciertas leyes implementadas, perdiendo decisiones en ámbitos económicos, como
a realizar actividades económicas por su propia cuenta, contratos y, hasta podían ser
denunciadas. Tenían prohibido vivir solas, la pérdida de poder social conformaba una
nueva diferenciación en el espacio. En los países mediterráneos se expulsó a las
mujeres no solo de muchos trabajos asalariados sino también de las calles, donde
una mujer sin compañía corría el riesgo de ser ridiculizada o atacada sexualmente
(David, 1998). Las mujeres inglesas eran disuadidas de sentarse frente a sus casas
o permanecer cerca de las ventas; también se les ordenaba que no se reunieran con
sus amigas (en este periodo la palabra gossip ––amiga–– comenzó a adquirir
connotaciones despectivas) (Federici, 2004, p. 154). La nueva división sexual del
trabajo considero nuevas relaciones sociales entre hombres y mujeres, haciendo
redefiniciones ideológicas de las relaciones de género. Por un lado se encuentran dos
tendencias referido a las normas cambiantes de las políticas sexuales que se estaban
llevando a cabo, por un lado se construyeron nuevos cánones naturales que
maximizaban esas diferencias, creando prototipos para ambos géneros, por otra parte
se estableció que las mujeres eran inferiores a los hombres, incapaces de manejarse
a ellas mismas, en cuanto debían estar bajo control masculino. Recibían acusaciones
de despilfarradoras, poco razonables, su lengua era considerada como instrumento
de insubordinación, siendo la esposa desobediente junto con la regañona, la bruja y
la puta, propios de los dramaturgos y escritores populares moralistas, era celebrado
en obras de teatros, la insubordinación al orden patriarcal era pie de la literatura y el
teatro. La introducción de nuevas leyes y nuevas maneras de torturas con respecto al
comportamiento adecuado que debía tener la mujer dentro y fuera del hogar, era lo
que se hacía presente en la llamada denigración literaria en que las mujeres eran
parte de un proyecto político que las dejaba sin autonomía ni poder social. No es
exagerado decir que las mujeres fueron tratadas con la misma hostilidad y sentido de
distanciamiento que se concedía a los <<salvajes indios>> en la literatura que se
produjo después de la conquista. El paralelismo no es casual. En ambos casos la
denigración literaria y cultural estaba al servicio de un proyecto de expropiaciones.
Como veremos, la demonización de los aborígenes americanos sirvió para justificar
su esclavización y el saqueo de sus recursos. En Europa, el ataque librado contra las
mujeres justificaba la apropiación de su trabajo por parte de los hombres y la
criminalización de su control sobre la reproducción. Siempre, el precio del a resistencia
era el Exterminio. Ninguna de las tácticas desplegadas contra las mujeres europeas y
los súbditos coloniales les habría podido tener éxito si no hubieran estado apoyadas
por una campa de terror. En el caso de las mujeres europeas, la caza de brujas jugo
el papel principal en la construcción de su nueva función social y en la degradación
de su identidad social (Federici, 2004, p. 156). Los medios de sometimiento y las
definiciones hacia las mujeres como seres demoniacos, dejo marcas en la psique
colectiva en el sentido de sus posibilidades. Desde muchos puntos de vistas
económicos, sociales y políticos, la gran cacería de brujas fue un momento clave en
la vida de las mujeres, como lo define Engels, fue el desmoronamiento del mundo
matriarcal. Pues la caza de brujas destruyo todo un mundo de prácticas femeninas,
relaciones colectivas y sistemas de conocimiento que habían sido la base del poder
de las mujeres en la Europa pre capitalista, así como la condición necesaria para su
resistencia en la lucha contra el feudalismo (Federici, 2004, p. 157).
Luego de dos siglos de disciplinamiento a través del terrorismo de estado surgió una
nueva feminidad: como mujer ideal y esposa, pasiva, obediente, ahorrativa y ocupada
en sus tareas domésticas. Este cambio recién dio su aparición a finales del siglo XVII,
la caza de brujas fue retratada como seres salvajes, rebeldes, insubordinados,
incapaces de controlarse a sí mismas, pero a finales ya del siglo XVIII la mujer era
retratada como una persona pasiva y asexuada, moralmente mejores que los hombres
capaz de ejercer grandes influencias sobre ellos.

La colonización, la globalización y las mujeres

La mujer que ocupaba el lugar reproductivo habría sido la respuesta de la crisis


poblacional que afecto Europa, de manera paralela que en América donde la
conquista había destruido el 95% de la población aborigen, la respuesta que se dio
fue la trata de nuevos seres humanos, africanos, esclavos, fue así que la clase
dominante europea proveyó una inmensa cantidad de mano de obra. Durante el siglo
XVI un millón de esclavos africanos y trabajadores indígenas producían plusvalía para
España en las colonias americanas, con una explotación mucho mayor que la
europea, y contribuían con sectores económicos que iban en la misma dirección
capitalista. En 1600 solamente Brasil exportaba el doble de valor en azúcar que toda
la lana que exporto Inglaterra en el mismo año (ibídem: 42). La tasa de acumulación
era tan alta en las plantaciones de azúcar brasileñas que cada dos años duplicaban
su capacidad (Federici, 2004, p. 158). La plata y el oro jugaron también un papel
fundamental en la solución de la crisis capitalista. El oro importado de Brasil reactivo
el comercio y la industria en Europa (De Vries: 1976: 20). Se importaban más de
17.000 toneladas en 1640, que otorgaban a la clase capitalista una ventaja
excepcional en cuanto al acceso a trabajadores, mercancías y tierra (Blaut, 1992a:
38-40). Pero la verdadera riqueza era el trabajo acumulado a partir de la trata de
eslavos, que hizo posible un modo de producción que no pudo ser impuesto en Europa
(Federici, 2004, p. 158). Además Silvia sostiene que el capitalismo no podría siquiera
haber despegado sin la <<anexión de América>> y sin la <<sangre y sudor>>
derramados durante dos siglos en las plantaciones en beneficio de Europa (Federici,
2004, p. 158).

Esta cuestión es importante debido a que nos ayuda a pensar y darnos cuenta que la
esclavitud fue una clave fundamental para el desarrollo e historia del capitalismo,
representándonos el porqué de manera periódica y sistemática de sus temores y
amenazas al respecto de las crisis económicas, ya que debe poner procesos de
acumulación primitiva, de colonización y esclavitud a gran escala. El desarrollo del
capitalismo preciso del sistema de plantaciones en América, ya que le genero un plus
de trabajo, y además le estableció un modelo de administración del trabajo de
producción orientada a la exportación, de integraciones económicas y divisiones
internacionales del trabajo que ha sido el paradigma propicio de las relaciones de las
clases capitalistas. Esta concentración de trabajadores, mano de obra barata y cautiva
desarraigada de su tierra, el capitalismo pudo prefigurar sus fábricas a través del
sistema de plantaciones, comenzó a hacer uso de la inmigración y la globalización
para reducir los costes laborales. Fue un paso clave en la división internacional del
trabajo a medida que los esclavos y su trabajo fueron integrados en la reproducción
de la fuerza de trabajo europea, Silvia sostiene que al tiempo que mantenía los
trabajadores esclavizados y asalariados, geográfica y socialmente separados
(Federici, 2004, p. 159). La producción colonial de azúcar, te, tabaco y algodón no se
desarrollaran a escalas mayores hasta que la esclavitud después de 1650 fuera
institucionalizada y los salarios hubieran aumentado, cuando esto desplego, se
introdujeron dos mecanismos que restructuraron la reproducción del trabajo de
manera internacional, conectando a los trabajadores esclavizados y asalariados
mediante modalidades que anticipan el uso que hacen hoy por hoy con los
trabajadores asiáticos, africanos y latinoamericanos como proveedores de productos
baratos para los países más avanzados. El salario, era propicio de los bienes
producidos por los trabajadores esclavos que iban a parar al mercado, era así que los
productos de ese trabajo esclavo adquirían valor, al igual que el trabajo doméstico, la
integración del trabajo esclavo en la producción y reproducción de la fuerza de trabajo
metropolitana se siguió consolidando. El salario se redefinió claramente como
instrumento de acumulación, es decir, como medio para movilizar no solo el trabajo
de los trabajadores que se paga con este, sino también el trabajo de una multitud de
trabajadores que quedaba oculto debido a sus condiciones no salariales (Federici,
2004, p. 160). Las materias primas como él te, el ron, el azúcar, el algodón
comenzaron a ser muy importantes para el surgimiento del sistema fabril, ya que estas
mercancías cumplían como materias primas o como medio de intercambio en la trata
de esclavos. Lo que viajaba con las exportaciones era sangre de los esclavos y la
nueva ciencia de la explotación, de una nueva división de la clase trabajadora, en la
cual el trabajo asalariado proveía una alternativa a la esclavitud y fue incluso,
dependiente de la esclavitud. Los esclavos de América y los asalariados de Europa
estaban conectados de manera estrecha. En realidad, al igual que la conquista, la
trata de esclavos fue una desgracia para los trabajadores europeos. Como hemos
visto, la esclavitud –al igual que la caza de brujas– fue un inmenso laboratorio para la
experimentación con métodos de control del trabajo que luego fueron importados a
Europa (Federici, 2004, p. 160). A la vez influyo en los salarios y situación de legalidad
de la clase trabajadora europea, cuando la esclavitud fue abolida, los salarios en
Europa aumentaron, tanto que los obreros lograran el derecho de poder organizarse.

Cabe destacar que la lucha anti feudal instigo a la nobleza menor y los comerciantes
a buscar la expansión colonial, los conquistadores salieron de las filas enemigas que
padecían el odio de la clase trabajadora. El oro y la plata que la conquista proveyó a
las clases dominantes lo usaron para rearmar los ejércitos mercenarios que
desterraran los levantamientos urbanos y rurales, Silvia señala que; en los mismos
años en que los araucanos, aztecas e incas eran sojuzgados, los trabajadores y
trabajadoras en Europa eran expulsados de sus casas, marcados como animales y
quemadas como brujas (Federici, 2004, p. 161).

Para la mayoría de los proletarios, durante los siglos XVII y XVIII el acceso al Nuevo
Mundo se produjo a través de la servidumbre por deudas y <<trayecto>>, castigo que
las autoridades adoptaron en Inglaterra para sacarse de encima al os convictos,
disidentes políticos y religiosos, y a una vasta población de vagabundos y mendigos
producida por los cercamientos (Federici, 2004, p. 161). Existía un gran miedo entre
los colonizadores al respecto de las migraciones de Europa hacia el Nuevo Mundo,
debido a las condiciones miserables de existencias de las clases trabajadoras
europeas, además había un atractivo por las noticias que circulaban en la sociedad,
mostrándolo como una tierra milagrosa, en la cual la población vivía libre del trabajo
duro y la tiranía. Tanto así, que término generando una visión tan repercusiva en la
sociedad que influyo en el pensamiento político de la Ilustración, contribuyendo a la
noción de libertad un nuevo significado, “la ausencia del amo”. Algunos vivieron
durante años con las tribus indígenas a pesar de las restricciones que soportaban
quienes se establecían en las colonias americanas y el alto precio que pagaban los
que eran atrapados, ya que quienes escapaban eran tratado como traidores y
ejecutados (Federici, 2004, p. 162). Muchos proletarios huyeron de la servidumbre por
deudas al Nuevo Mundo, o algunos para cumplir sentencias penales, trabajaban a la
par de los esclavos africanos, sin embargo, a partir del siglo XVIII los dueños de las
plantaciones los comenzaron a ver como grupos que podían peligrar sus intereses,
entonces comenzaron a separarlos de los africanos, hacia finales del siglo ya las
fronteras raciales comenzaron a ser representadas. Silvia sostiene que; la posibilidad
de las alianzas entre blancos, negros y aborígenes y el miedo a esa unidad en la
imaginación de la clase dominante europea, tanto en su tierra como en las
plantaciones taba constantemente presente (Federici, 2004, pp. 162-63). La amenaza
continuaba, ya que en algunos lugares fueron descubiertos conspirando juntos los
esclavos africanos y los proletarios, incluso hubo rebeliones en conjunto de estos
grupos, como lo fue la de Bacon entre 1675-1676. Es por esta razón que, a partir de
la década de 1640, la acumulación de un proletariado esclavizado en las colonias del
sur de Estados Unidos y del Caribe estuvo acompañada de la construcción de
jerarquías raciales frustrando la posibilidad de tales combinaciones (Federici, 2004, p.
164).

Se aprobaron leyes en diferentes estados privando a los africanos de portar armas,


de portar una ciudadanía, de hacer declaraciones, la esclavitud paso a ser una
condición hereditaria y los amos se les concedió el derecho de matar a sus esclavos,
o golpearlos de manera violenta. Los matrimonios entre blancos y negros fueron
prohibidos. Como resultado, a finales del siglo XVIII, las colonias de América del Norte
habían pasado de <<una sociedad con esclavos a una sociedad esclavista>> (Moulier
Boutang, 1998: 189), a la vez que se debilitaba de forma severa la posibilidad de
solidaridad entre africanos y blancos (Federici, 2004, p. 164). Ser blanco fue un
distintivo social y económico de privilegio, a diferencia que negro o africano fueron
sinónimos asimilados con los esclavos.

Sexo, raza y clase en las colonias

La institucionalización de la esclavitud vino acompañada con una gran descarga


laboral para los trabajadores blancos, y las mujeres blancas se vieron beneficiadas y
elevadas de categoría, dentro de la familia de poder blanco. Y cuando esto fue así,
ellas también fueron dueñas de esclavas, mujeres, que realizaban la labor domestica
por ellas. Anterior a esto, las mujeres blancas sin tierra trabajaban en las plantaciones
en conjunto con los esclavos negros, operaban y competían con las esclavas en la
venta de productos producidos o a veces robados. Al igual que el sexismo, el racismo
fue impuesto de manera legislada, entre esas debemos tener en cuenta la prohibición
del matrimonio de la sociedad africana y americana. Las mujeres que se casaban con
esclavos negros eran condenadas, a los niños que nacían de estos matrimonios se
los esclavizada de por vida. Estas leyes, aprobadas en Maryland y en Virginia en la
década de 1660, son prueba de la creación desde arriba de una sociedad segregada
y racista, y que las relaciones íntimas entre <<negros>> y <<blancos>> debían ser,
efectivamente, muy comunes si para acabar con ella se estimó necesario recurrir a la
esclavitud de por vida (Federici, 2004, p. 166). Mientras estas eran aprobadas, la caza
de brujas en Europa llegaba a su fin, pero las colonias inglesas que pasarían a ser de
EE.UU todos los tabúes sobre demonios negros y brujas estaban volviendo a
reaparecer, a expensas de la gente negra. Fue instaurada la raza como factor clave
de la propiedad terrenal, a la vez que se puso en funcionamiento la jerarquía racial
entre aborígenes, mestizos, mulatos, y la propia población blanca. Pero en la América
hispana, la segregación por razas fue solo particularmente exitosa, debido a la
migración, la disminución de la población, las rebeliones indígenas y la formación de
un proletariado urbano blanco sin perspectivas de mejora económica y, por lo tanto,
propenso a identificarse con los mestizos y mulatos más que con los blancos de clase
alta (Federici, 2004, p. 166). En el caribe la situación no era para nada igual, y
aumentaban con el tiempo, en Sudamérica entre las mujeres (europeas, indígenas y
africanas) se recompensaron y compartían ciertas desventajas en cuanto a un
discurso de ley que las hacía por igual vulnerables del abuso masculino. Hubo
intercambios variados de las diversas culturas, encontradas a través de cada una de
sus particulares tradiciones. Fue un mundo femenino multicolor, Silvia señala que;
podían construir en virtud de su experiencia común y de su interés en compartir los
conocimientos y prácticas tradicionales que estaban a su alcance para controlar su
reproducción y combatir la discriminación sexual (Federici, 2004, p. 168). La
discriminación sexual habría venido con el bagaje cultural de los colonizadores, para
destruir la vida comunal, y crear las condiciones para una economía capitalista que
funcionara. En México y Perú, donde la disminución de la población aconsejaba
incentivar el trabajo doméstico femenino, las autoridades españolas introdujeron una
nueva jerarquía sexual que privo a las mujeres indígenas de su autonomía y les otorgo
a sus parientes de sexo masculino más poder sobre ellas. Bajo las nuevas leyes, las
mujeres casadas se convirtieron en propiedad de los hombres y fueron forzadas
(contra la costumbre tradicional) a seguir a sus maridos a casa. Se creó un sistema
de compadrazgo que limitaba aún más sus derechos, poniendo en manos masculinas
la autoridad sobre los niños (Federici, 2004, p. 168). Las implantaciones en las
diferencias de género se dieron en variados lugares, en los pueblos originarios
llamados Naskapi de Canadá, los franceses llegaron y se impresionaban por la
generosidad de los mismos, al mismo tiempo que eran debilitados por la difusión del
comercio de pieles y la presencia de la cultura occidental y europea. Observaron que
los Naskapi carecían de concepciones como la propiedad privada, la autoridad, la
superioridad masculina e incluso que rehusaban a castigar a sus hijos (Leacock, 1981:
34-8). Los jesuitas decidieron cambiar todo eso, proponiéndose a enseñar a los indios
los elementos básicos de la civilización, convencidos de que era necesario convertirles
en socios comerciales de confianza (Federici, 2004, p. 170). Le enseñaron que el
hombre es el amo y que la mujer no tiene poder sobre un amo, que debía prohibirse
la libertad sexual de parejas, no les convencía que las mujeres Naskapi fueran tan
independientes, señalando que eran criaturas del demonio, en los intentos de
sometimiento muchas de ellas huyeron y les amenazaron que no las siguieran.
Lograron por otra parte que golpearan a sus hijos, algo que los Naskapi no hacían,
fue así que recibieron una instrucción sobre su supremacía masculina, a la vez que
los franceses querían introducirles la concepción de propiedad privada, para que
fueran buenos socios en el comercio de pieles. Situación muy diferente la que se daba
en las plantaciones ya que la división sexual del trabajo estuvo destinada a las
demandas de la fuerza de trabajo de los hacendados, y el precio de las mercancías
producidas por los esclavos para el mercado mundial, llegada la abolición del tráfico
de esclavos, las mujeres y hombres eran sometidos al mismo grado de explotación,
Silvia señala que; encontraban más lucrativo hacer trabajar y <<consumir>> a los
trabajadores hasta la muerte que estimular su reproducción (Federici, 2004, p. 171).

Al parecer en la esclavitud las mujeres lograron una igualdad con los hombres de su
clase, aunque nunca fueron tratadas de igual manera, se les daba menos alimento,
recibían ataques sexuales de sus amos, debían soportar esas humillaciones y
soportar peligros de sus embarazos. Hacia 1807 que se abolió el comercio de
esclavos se idearon políticas de cría de esclavos, sobre todo en el Caribe y los
Estados Unidos, los hacendados comenzaron a tomar control reproductivo sobre el
cuerpo de las esclavas, por lo tanto las mujeres eran aún más vulnerables a los
ataques sexuales, aunque condujo “mejoras” en las condiciones laborales, se
redujeron las horas laborales, comenzó a haber casas de parto, hubo madronas para
los partos y se dieron algunos derechos sociales. Con excepción de Barbados, el
intento de los hacendados de expandir la fuerza de trabajo por medio de la
<<reproducción natural>> fracaso y las tasas de natalidad en las plantaciones
continuaron siendo <<anormalmente>> bajas (Bush, 136-37; Beckles 1989, ibidem).
La razón principal del fracaso se debió a que las mujeres rechazaron esto tan pronto
cuando la esclavitud fue erradicada, las comunidades de esclavos libres dieron un
crecimiento y sus condiciones económicas se deterioraron en cierta manera. Fueron
semi-liberadas, vendedoras de sus productos cultivados en sus campos de
aprovisionamientos, que les entregaban los hacendados para que pudieran
mantenerse. Los hacendados adoptaron esta medida para ahorrarse el coste de
reproducción de la mano de obra (Federici, 2004, p. 173). Aunque fue ventajoso para
los esclavos, les otorgo mayor movilidad, y una disponibilidad de tiempo para realizar
otras actividades. Incluso podía vender sus productos de manera independiente, las
más exitosas fueron las mujeres que comerciaban la cosecha reproduciendo y
reapropiándose de las principales ocupaciones que se realizaban en África. Una
consecuencia de esto fue que, a mediados del siglo XVIII, las mujeres esclavas en el
Caribe habían forjado para si un lugar en la economía de las plantaciones,
contribuyendo a la expansión, e incluso a la creación, del mercado de alimentos de la
isla (Federici, 2004, p. 173). Eran complementados con algunos productos tomados
del negocio del amo, intercambiados con otros esclavos o entregados por sus amos
a ellas mismas para que los vendieran. Fue a través de esto que entraron en contacto
con las proletarias blancas, que habrían sido esclavas por deuda, a veces la relación
podía ser hostil, la que las mujeres blancas sobrevivían de la misma manera, a veces
robaban los productos de las esclavas que iban para el mercado, por otra parte,
ambos grupos cooperaron en las relaciones de compra y venta que evadía las leyes
de las autoridades coloniales. A pesar de que se estableció una legislación al
respecto, las esclavas lo continuaron haciendo y ampliando sus actividades en el
mercado, cultivando su propio terreno, de manera que a fines del siglo XVIII había un
proto-campesinado que tenía el mercado de las islas. Las esclavas fueron la pieza
clave, ya que a pesar de querer limitar su poder, dieron desarrollo a la comunidad
esclava y la economía isleña. Las esclavas del Caribe también tuvieron un impacto
decisivo en la cultura de la población blanca, especialmente en la de las mujeres
blancas, a través de sus actividades como curanderas, videntes, expertas en prácticas
mágicas y la <<dominación>> que ejercían sobre las cocinas y dormitorios de sus
amos (Bush, 1990). Los visitantes se impresionaban por su canticos, sus pañuelos en
la cabeza, y su manera de hablar, las mujeres africanas y criollas influyeron sobre las
costumbres de las mujeres blancas de clase baja, que se comportaban como
africanas, caminando con sus hijos amarrados sobre sus caderas, mientras hacían el
equilibrio con las bandejas en sus cabezas. Pero su principal logro fue el desarrollo
de una política de autosuficiencia, que tenía como base la estrategia de supervivencia
y las redes de mujeres (Federici, 2004, p. 175). Estas prácticas y valores fueron
identificados con los principios del feminismo africano contemporáneo, creando las
bases de una nueva identidad femenina africana, que reapropio y concentro la tierra
en manos femeninas, como medios de subsistencias, con transmisiones inter-
generacionales de conocimientos y saberes que cooperaran en conjunto.

El capitalismo y la división sexual del trabajo

El desarrollo del capitalismo estuvo marcado por la historia de las mujeres y la


acumulación primitiva, la construcción de un determinado orden patriarcal, la cual
posicionaba a las mujeres como sirvientas de la fuerza de trabajo masculina. Esta
división sexual del trabajo diferencio las tareas entre mujeres y hombres a la vez que
estableció desigualdades en torno a sus vidas, la relación económica y independencia,
la división fue sobre todo una relación de poder, realizada dentro de la fuerza de
trabajo, con el objetivo de acumular capital. En realidad, las ventajas que extrajo la
clase capitalista de la diferenciación entre trabajo agrícola e industrial y entro del
trabajo industrial –celebrada en la oda de Adam Smith en la fabricación de alfileres–
palidecen en comparación con las que extrajo de la degradación del trabajo y de la
posición social de las mujeres (Federici, 2004, p. 176). El ocultamiento del trabajo no
remunerado a la mujer por su “inferioridad” ha permitido que el capitalismo ampliase
la una parte del día no pagada para usar el salario ya cumular el trabajo femenino, por
otra parte sirvió para desviar el antagonismo de clase, hacia un antagonismo de
género. De este modo, la acumulación primitiva ha sido sobre todo una acumulación
de diferencias, desigualdades, jerarquías y divisiones que ha separado a los
trabajadores entre si e incluso de ellos mismos. (Federici, 2004, pp. 176-77). La clase
proletaria masculina ha sido cómplice en este proceso, ya que ha tratado de mantener
su poder con respecto a la relación con el capital, por medio del disciplinamiento de la
mujer y la devaluación de su trabajo. Silvia señala por último que; el poder que los
hombres han impuesto sobre las mujeres en virtud de su acceso al trabajo asalariado
y su contribución reconocida a la acumulación capitalista ha sido pagado al precio de
la auto alienación y de la <<desacumulación primitiva>> de sus poderes individuales
y colectivos (Federici, 2004, p. 177).

Bibliografía

Federici, S. (2004). El caliban y la bruja. Mujeres cuerpo y acumulacion


originaria. Madrid: Traficante de sueños.

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