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Para Marx lo revolucionario que trajo la burguesía, tal como lo dejo sentado en del
Manifiesto Comunista, fueron dos hechos históricos fundamentales: el desarrollo de las
fuerzas productivas como nunca antes lo habían logrados las clases explotadoras
precedentes y la creación del proletariado como clase convocada a ponerle solución de
continuidad a la explotación del hombre por el hombre. En el Manifiesto de la Primera
Internacional de Trabajadores de 1864, Marx trazo la hoja de ruta del asalariado en su reto
de derrocar a la burguesía.
En los años que corrieron entre 1850 y la Primera Guerra Mundial de 1914, Europa
Occidental experimento uno de sus periodos de más espectacular crecimiento económico.
Bajo este escenario se celebró en 1889 la Segunda Internacional de Trabajadores.
El triunfo del partido bolchevique en Rusia impuso una doble visión histórica sobre el
futuro de las revoluciones socialistas: i) Se concretó la revisión que hizo Marx sobre el
futuro del movimiento revolucionario, consistente en afirmar que también era posible una
revolución socialista en países de escaso desarrollo capitalista como Rusia y ii) las
revoluciones socialistas se darían en los eslabones más débiles del sistema capitalista-
mundo, o sea, en la periferia del sistema. Esta tesis fue defendida tanto por Lenin como por
Trotsky. El advenimiento de la Primera Posguerra(1918-1939) trajo la entronización de la
tesis soviética del "Socialismo en un solo país", donde Stalin en oposición a Marx, Engels,
Lenin y Trotsky, propuso que el socialismo solo se desarrollaría en la URSS, olvidándose
del resto del sistema capitalista, tanto desarrollado como subdesarrollado.
A pesar del triunfalismo socialista de finales de la pasada centuria, la caída del Muro de
Berlín en 1989 y del modo de producción asiático moderno en 1991, mejor conocido como
socialismo real, las esperanzas de instaurar el socialismo periférico comenzaron a diluirse.
Esta desilusión se agravo con el desarrollo espectacular del capitalismo chino, el enrumba
miento hacia la economía de mercado de Vietnam, la agonía económica del llamado
socialismo cubano y el matrimonio con la economía del capital de los países que
integraron la antigua URSS. Hacia la segunda década del presente siglo el desengaño
socialista se hizo más patente, cuando los gobiernos progresistas latinoamericanos
comenzaron a mostrar su verdadero talante, es decir, cuando evidenciaron que no eran más
que proyectos políticos administradores del capital con una retórica socialista.
Frente a los grandes fracasos por edificar el socialismo en los países subdesarrollados o
periféricos, la ciencia social latinoamericana, debe avocarse con urgencia dar una
explicación de semejante frustración histórica. Este reto debe comenzar por interpelar la
caída del socialismo real o modo de producción asiático moderno.
Por otra parte, los países periféricos o subdesarrollados son exportadores de naturaleza, y
por consiguiente, son receptores de una renta del suelo internacional que les proporciona el
mercado mundial. Esta condición primario-exportadora impone el desarrollo de una
economía política de los recursos naturales que comienza a despegar de la mano de
Bernard Mommer, Guillermo Flichman, J. Iñigo Carrera, Rolando Astarita, entre otros. Sin
embargo falta mucho por hacer en la totalidad dé todos los países del continente.
La ausencia de una teoría política para la periferia del sistema, así como de una economía
policía de los recursos naturales, impide la formación de cuadros políticos que despejen la
vía de la transición al socialismo en estos linderos. Muchos de los cuadros políticos del
movimiento revolucionario una vez en el poder, terminan como burócratas anquilosados
funcionales al capital o abrazan la tentación reformista socialdemócrata. Son muchos los
funcionarios revolucionarios que con el tiempo se transforman en un nueva burguesía.