Primero, básicamente no hay vida cristiana sin el Espíritu Santo.
Sin el Espíritu Santo el cristianismo es seco, monótono y mundano. Sin el Espíritu Santo nuestro trabajo es agotador y aburrido. Sin el Espíritu Santo no hay comunión con Dios. Removamos al Espíritu Santo de una iglesia y una de estas 2 cosas sucederá: Se transformará en un club social. Vendrá a ser una institución religiosa. La verdad es que… No hay revelación sin el Espíritu Santo. De hecho, sin el Espíritu la Escritura se convierte en un arma letal; porque se nos ha dicho: 2 Corintios 3:6b RVC … porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica. No hay visión sin el Espíritu Santo. No hay gozo sin Él. No hay paz sin Él. No hay libertad sin el Espíritu Santo. 2 Corintios 3:17 NTV Pues el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. ¿Una influencia, un poder o una Persona? Hay un error que muchos cometen; tratan de entender el trabajo y el poder del Espíritu Santo sin conocerlo primero como una Persona. Es crucial que establezcamos en nuestros corazones y en nuestras mentes si creemos que el Espíritu Santo es una persona divina, quien es infinitamente santo, sabio, poderoso y maravillosamente tierno, sensitivo y compasivo. ¿Creemos que Él es digno de recibir nuestra reverencia, afecto, fe, amor, devoción y rendición total? ¿O simplemente creemos que el Espíritu Santo es una influencia que proviene de Dios, algún tipo de poder místico? Esta última opinión es superficial cruda y hasta sectaria. Sin embargo, si lo vemos como infinito en majestad, gloria, esplendor, sabiduría, conocimiento y santidad, y si creemos que Él, como persona, está en completo acuerdo con el Padre y el Hijo para tomar posesión de nuestras vidas y hacer lo mejor de ellas, entonces caeríamos sobre nuestros rostros asombrados y allí permaneceríamos. Alguien que mira el Espíritu de Dios como una influencia o poder supremo diría constantemente: “Yo quiero más del Espíritu”. Ahora alguien que lo mira como una Persona maravillosa diría: “¿Cómo puedo darle a Él más de mí?” Una de las razones por las cuales muchos perciben el Espíritu de Dios como una mera influencia en lugar de una persona, es en la manera que se ha hablado de Él. ¿Alguna vez ha escuchado a alguien referirse al Espíritu Santo como “una cosa”? Seguro que sí, y muchas veces. Desafortunadamente, muchos de nosotros nos perdemos la plenitud de Su presencia porque rehusamos honrarlo como una persona. El Espíritu de Dios no se va a manifestar donde no se le honra. Mateo 13:54-58 RVC Al llegar a su tierra, les enseñaba en la sinagoga del lugar. La gente se asombraba y decía: «¿De dónde le viene a éste la sabiduría? ¿Cómo es que hace estos milagros? ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos son Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto?» Y les era muy difícil entenderlo. Pero Jesús les dijo: «No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su propia familia.» Y por la incredulidad de ellos no hizo allí muchos milagros. Debemos aclarar que al llamar Espíritu Santo una “persona” no se le está llamando humano. Lo que simplemente se está diciendo es que Él posee atributos que se reconocen como personalidad. El Espíritu Santo es una deidad, no un ser humano. Pero debemos reconocer que los seres humanos fueron creados a la imagen de Dios. Así que Él no es como nosotros; más bien nosotros cómo Él. Como Iglesia, hemos escogido verlo como un “ser santo” en vez de aquel que es el más santo. Su deseo es ser nuestro mejor amigo y aun así hemos limitado Su involucración en nuestras vidas. La triste verdad es que, sin darnos cuenta, hemos rechazado la relación más gratificante que tenemos a nuestra disposición. Vamos a mirar algunas escrituras que nos muestran perfectamente la personalidad del Espíritu Santo: Él tiene mente. Romanos 8:27. Él tiene voluntad. 1 Corintios 12:11. Él tiene emociones, como lo es el amor, gozo, dolor y tristeza. Romanos 15:30, Gálatas 5:22, Efesios 4:30. Él consuela. Hechos 9:31. Él habla. Hebreos 3:7. De hecho, Él habla claramente. 1 Timoteo 4:1. Él enseña. 1 Corintios 2:13. Se le puede entristecer. Efesios 4:30. Puede ser insultado. Hebreos 10:29. Puede ser resistido. Hechos 7:51. Se le puede mentir. Hechos 5:1-11. Si estos atributos son tan claros en la Escritura, entonces nos debemos preguntar ¿por qué es tan malinterpretado el Espíritu Santo? ¿Paloma o Fuego? Con regularidad cuando las personas piensan en el Espíritu Santo se dibujan la imagen de algo asociado con una paloma. ¿Por qué es esta la primera asociación? ¿Se manifestó alguna vez el Espíritu Santo como paloma? La respuesta es rotundamente no. En los cuatro Evangelios leemos que el Espíritu de Dios descendió como paloma sobre Jesús (Mateo 3:16, Marcos 1:10, Lucas 3:22, Juan 1:32). Pero, ¿no hacemos comentarios como “ella corre como el viento” o “él es fuerte como un toro”? Si digo que mi hijo es fuerte como un toro, ¿lo hace un animal de 4 patas? Absolutamente no. Alguien diría, pero Él es representado como llamas delante del trono de Dios. Apocalipsis 4:5 NTV Del trono salían relámpagos y estruendo de truenos. Delante del trono había siete antorchas con llamas encendidas; esto es el Espíritu de Dios de siete aspectos. Sí, este es el caso, pero la Biblia también dice: Apocalipsis 5:6 RV60 Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, ... Esta es la descripción de Juan acerca de Jesús. Pero sabemos que Jesús no es un animal de 4 patas. De la misma manera, el Espíritu Santo no es un fuego místico ardiendo delante del trono de Dios. Entonces, ¿quién es el Espíritu Santo? La Biblia deja claro que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Deidad. Génesis 1:26 RV60 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza... Note que Dios no dijo: voy a hacer al hombre. El drama de la creación requirió 3 actores diferentes, jugando 3 papeles diferentes; Dios se estaba refiriendo a sí mismo como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Hechos 10:38 NTV Y saben que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder. Después Jesús anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. En el verso anterior fuimos testigos de cómo el Padre ungió a Jesús con el Espíritu Santo, 3 personas diferentes trabajando juntos para un propósito común. Mateo 3:16-17 RVC Después de ser bautizado, Jesús salió del agua. Entonces los cielos se abrieron y él vio al Espíritu de Dios, que descendía como paloma y se posaba sobre él. Desde los cielos se oyó entonces una voz, que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco.» En el recuento del bautismo de Jesús usted observará una vez más los miembros de la Deidad manifestándose como 3 personas. Primero Jesús fue bautizado por Juan, luego el Espíritu de Dios descendió sobre Él y finalmente Dios el Padre declaró desde el cielo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”. Otra vez, vemos los tres miembros trabajando juntos para el mismo propósito. Veamos un ejemplo básico para ilustrar esta verdad. Agua (H2O) se puede manifestar en 3 formas diferentes. La temperatura determina si el H2O aparecerá como algo sólido, líquido o gas. La sustancia del agua, su estructura molecular, no cambia ni una pizca, pero la expresión de la misma cambiará basada en el medio ambiente (la temperatura). De la misma manera, la esencia de Dios no cambia. Cuando usted ve al Hijo, ve al Padre; y el Espíritu fue enviado para revelarnos al Hijo. Juan 17:21 RVC para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Dios es uno en propósito, y aun así tiene 3 expresiones (personas) las cuales tienen su propia función. Aunque hay 3 personas diferentes y divinas, solo hay un Dios. Deuteronomio 6:4 RV60 Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Él está aquí, con nosotros ¿Quién es el Espíritu Santo? Podemos testificar que Él es el más maravilloso, grandioso, precioso, bueno, tierno, sensitivo y mejor persona sobre la faz de la tierra. Usted podrá responder: ¿sobre la faz de la tierra? Sí, sobre la faz de la tierra. Lo que necesitamos entender es que el Padre no está aquí en la tierra; Él está en Su trono en el cielo. De La misma forma Jesús no está aquí en la tierra. Escuchamos personas decir todo el tiempo: Jesús está en mi corazón. Sin embargo, la Escritura deja bien claro que Él está sentado a la diestra de Dios. Marcos 16:19 RVC Después de que el Señor Jesús habló con ellos, fue recibido en el alto cielo y se sentó a la derecha de Dios. Él no regresará a la tierra hasta que venga en las nubes (Hechos 1:9-11). ¿Ha regresado Jesús en las nubes otra vez? La respuesta es clara: no. Esto significa que Jesús sigue sentado a la diestra del Padre en el cielo. Lo vemos también cuando Esteban fue apedreado (Hechos 7:55-56). La verdad es que Jesús ha estado en esta posición de gloria por más de 2000 años. Él no está aquí en la tierra. Nos gusta decir que Él vive en nuestros corazones, pero en realidad, el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesucristo, es el que hace nuestros corazones su lugar para habitar. Es importante para nosotros reconocer que el Espíritu Santo se le conoce como el Espíritu de Dios y el Espíritu de Jesucristo (el Hijo). ¿Cómo trabajan los tres? Este concepto de “3 en 1” puede ser difícil de entender, porque desafía nuestro entendimiento humano. 1 Corintios 12:5-7 RVC 5 Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. 6 Hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. 7 Pero la manifestación del Espíritu le es dada a cada uno para provecho. Este pasaje nos da un entendimiento de cómo los 3 trabajan juntos como 1. Aquí descubrimos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen roles diferentes. El Padre opera o inicia (v.6), el Hijo administra (v.5) y el Espíritu Santo se manifiesta (v.7). Pero todos trabajan juntos por el mismo propósito. Para concretar este concepto, veamos el siguiente ejemplo: Si fuésemos a construir una casa, ¿qué necesitaríamos? Bueno, contratar a un arquitecto, con capataz y trabajadores para construir la casa. En esta ilustración (la cual es fuerte, pero da a entender el mensaje), Dios el Padre es el arquitecto, Jesús es el capataz y el Espíritu Santo sería “los trabajadores” que son los que edifican la casa. Los 3 roles son esenciales para la construcción de la casa. Isaías 40:12-15 RVC ¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano? ¿Quién midió los cielos con la palma de su mano? ¿Quién con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó con balanza y pesas los montes y las colinas? ¿Quién instruyó al espíritu del Señor? ¿Quién le enseñó o le dio consejos? ¿De quién recibió consejos para tener entendimiento? ¿Quién le enseñó el camino de la justicia? ¿Quién le impartió conocimientos, o le mostró la senda de la prudencia? Para él, las naciones son como una gota de agua que cae del cubo; las considera como granos de polvo en las balanzas, y hace que las islas desaparezcan como polvo. Piense en esto, el Espíritu de Señor sostuvo todo el océano en Su mano. En el verso 12 leemos “Quién midió los cielos con Sus dedos”. ¿Puede ver lo grande que es Él? Y aun así se ha humillado poniéndose de acuerdo con el Padre y el Hijo para venir y hacer morada en nosotros. ¡Qué realidad tan maravillosa y asombrosa!