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El Espíritu Santo

Introducción:

Para iniciar el presente estudio, debemos comprender primero que el Espíritu Santo es Dios
(Hechos 5:3-4), y que Dios ha escogido expresarse a Sí mismo como Padre hacia la
humanidad, como Hijo y como el Espíritu Santo. Estos son la expresión de tres Personas
(Personalidades) diferentes y, con todo, las tres son una.

La expresión Espíritu Santo es propia del Nuevo Testamento; el tema bíblico del Espíritu es
muy extenso y comprende significados muy amplios. Sin embargo conoceremos en el presente
estudio, acerca de su naturaleza, deidad, nombres, símbolos y su operación en el Antiguo
Testamento y Nuevo Testamento. Es en este último apartado bíblico, en donde más conocemos
acerca de Él. Pedro lo expreso de la siguiente manera.

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de
mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros
jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis
siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra,… antes que venga el
día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor,
será salvo.

El Espíritu santo nos induce a proclamar el “misterio que se ha mantenido oculto desde
tiempos eternos”, que Jesucristo, el Cordero de Dios, es el Salvador de todos. Él es el
Salvador que todo el mundo necesita conocer y en quien necesita confiar para escapar el juicio
venidero de Dios. El Espíritu Santo es Dios, el es quien guía nuestras vidas como creyentes y
nos da poder para proclamar el evangelio de Jesucristo.

La Biblia nos presenta siempre al Espíritu como fuerza activa que da vida, las palabras hebrea
(ruakh) y griega (pneuma) que se emplean para hablar del espíritu significan literalmente
“viento” o “aire en movimiento”. Sin embargo, en la opinión de los especialistas su sentido
original es aliento, o sea, el aire puesto en movimiento por la respiración. Una adecuada
traducción sería entonces “hálito de vida”.

En Génesis 2:7, el ser hecho de barro se transforma en un ser viviente cuando el creador
sopla sobre su nariz el “aliento de vida”. Es cierto que en este caso la palabra usada no es
ruakh, sino neshamah, pero debemos entender ambos términos como equivalentes. Entre las
muchas referencias bíblicas que confirman esta significación, el Salmo 104:29 dice: “Les
quitas el hálito (esta vez ruakh), dejan de ser, y vuelven al polvo”.

La cita que nos da una mejor ilustración acerca de la obra del Espíritu Santo, es la visión del
valle de los huesos secos, la cual encontramos en Ezequiel 37:1-14: es una fuerza vital,
es la energía de la vida. El espíritu que anima a todos los seres vivientes procede del Espíritu
(aliento) de Dios. Por consiguiente, la acción primordial del Espíritu Santo tiene que ver con la
animación y el sostenimiento de la vida, no solo humana, sino de toda la creación.

La Naturaleza del Espíritu Santo

El Espíritu Santo tiene la naturaleza divina de Dios, Jesús nombró al Espíritu Santo como una
de las tres personas del Dios Trino. El hecho de que se nombró al Espíritu Santo al último no
indica que tenga una posición inferior, o que se originó en otro tiempo. Tampoco el hecho de
que cada una de las tres personas se nombre por separado quiere decir que cada una tenga
su propia naturaleza divina. La naturaleza divina del Espíritu Santo no está separada de la
naturaleza divina del Padre y del Hijo. La Escritura enseña que hay un Dios, con una naturaleza
divina. No hay tres dioses con tres naturalezas divinas. “Cada una de las tres personas posee
esta única e indivisible esencia divina en su totalidad.”
La Biblia le atribuye una personalidad distintiva, como también sucede con el Padre y con el
Hijo (Mateo 3:16-17; 28:19; Juan 14:16-17; 15:26). Siempre se emplea en relación con el
pronombre personal masculino a pesar de que en griego el término «Espíritu» sea neutro
(Juan. 16:13-14; Hechos 13:2).
El Espíritu Santo piensa, conoce el lenguaje, tiene voluntad (Romanos 8:27; 1 Corintios 2:10-
13; 12:11). Se le puede tratar como una persona: se le puede mentir, se le puede probar,
se le puede resistir, se le puede contristar, se le puede afrentar (Hechos 5:3; 7:51;
Efesios 4:30; Hebreos 10:29). Por otra parte el Espíritu Santo también enseña,
testifica, convence, conduce, entiende, habla, anuncia (Juan 14:26; 15:26; 16:8, 13).
La Deidad del Espíritu Santo
Está muy relacionado con su naturaleza, puesto que el Espíritu Santo es Dios, ya que el Espíritu
Santo posee los atributos divinos: omnisciencia, omnipresencia, omnipotencia, eternidad (1
Corintios. 2:10, 11; Salmos 139:7; Zacarías 4:6; Hebreos 9:14). Hechos 5:3 y 4 nos dicen
claramente que el Espíritu Santo es Dios:
“Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo?…. No has
mentido a los hombres, sino a Dios.
Tras esta verdad no hay lugar a dudas acerca de la deidad del Espíritu Santo.
Vemos en las escrituras como el Espíritu Santo se le adscriben operaciones divinas, como lo
son: La creación, regeneración y resurrección. Se le pone a un mismo nivel de dignidad con el
Padre y el Hijo (1 Corintios 10:4-6)
Mucho se ha escrito acerca de la deidad del Espíritu Santo y esto ha dado lugar a controversias,
tanto así que; en el siglo III un obispo en Antioquía, Pablo de Samosata, enseñó que el hombre
Jesucristo fue elevado al nivel de la divinidad mediante un “dínamis”, un poder que consistía
del Logos y el Espíritu Santo que le fue dado por Dios. Enseñó que “es permitido hablar de un
Logos o Hijo y de una Sabiduría o Espíritu en Dios, pero que éstos no son más que atributos
de Dios… influencias impersonales.”
Las confesiones luteranas en los Artículos Principales de la fe, artículo 1, de Dios, condenan la
enseñanza de los samosatenses por negar la personalidad y deidad del Logos y del Espíritu
Santo.
Arrio, un maestro de la iglesia de Alejandría, también estuvo en desacuerdo con los
samosatenses, pero basó su desacuerdo en un argumento de extremado subordinacionismo.
Llegó a la conclusión de que Jesús era más que un hombre que fue adoptado por Dios, Jesús
era el logos, el Hijo de Dios, que existía antes de la creación del mundo. Sin embargo, no era
eterno. Según Arrio, Jesús era una primera criatura de suprema importancia que ayudó a Dios
a crear todo lo demás. Si era una criatura, como Arrio insistió, no podía ser Dios. Tampoco
podía el Espíritu Santo ser verdadero Dios, desde su punto de vista. Arrio enseñaba que el
Espíritu Santo era la primera criatura que el Hijo hizo. Hoy los Testigos de Jehová enseñan
esto, sin embargo ellos consideran que el Espíritu Santo es solamente una fuerza que procede
de Dios.

El que tomó el liderazgo en corregir la herejía Arriana fue Atanasio, obispo de Alejandría en el
concilio general de los obispos orientales de Nicea, 325 d. C. Con la palabra homoousios,
declaró que el Padre y el Hijo son un Dios, que tienen la misma sustancia o naturaleza. También
defendió el homoousios del Espíritu Santo en el sínodo de Alejandría en 362, enseñando que
el Espíritu Santo es Dios, porque solamente un Espíritu divino podía hacer a personas
“participantes de la naturaleza divina”.

Atanasio estuvo convencido de que la fórmula para el Bautismo revela la naturaleza divina del
Espíritu Santo. Si el Espíritu fuera solamente una criatura no estaría incluido bajo el mismo
nombre con el Padre y el Hijo.

Hasta entonces no se había dicho mucho acerca de la tercera persona de la Trinidad, pero en
los años siguientes se dio mucha más atención a la identidad del Espíritu Santo. El obispo
Macedonio de Constantinopla se opuso a la posición de Atanasio e insistía que el Espíritu Santo
es una criatura subordinada al Hijo.

Pero el sínodo de Alejandría de 362, impulsado por el tratado de Basilio de Cesarea sobre el
Espíritu Santo, condenó tanto el arrianismo como la enseñanza similar de los
pneumatomaquianos (griego, ‘los que luchan contra el Espíritu Santo’), que también fueron
llamados los macedonios. Basilio fue el primero en formalizar la terminología aceptada para la
Trinidad: una sustancia (ousia) y tres personas (hupostaseis).

El amigo de Basilio, Gregorio Nacianzeno, notó la distinción bíblica entre las tres personas de
la Trinidad, es decir, que el Padre es no engendrado, el Hijo es engendrado, y el Espíritu Santo
procede del Padre por el Hijo. Esta distinción útil fue aceptada por la iglesia en un sínodo
celebrado en Roma en 380 d.C. En el año 381 en Constantinopla, la iglesia siguió un paso más
afirmando la plena deidad del Espíritu Santo, declarando que él era el Señor y dador que
procede del Padre, adorado y glorificado con el Padre y el Hijo. En 451 en Calcedonia, tanto
las partes oriental y occidental de la iglesia formalmente adoptaron esta expresión en el Credo
Niceno. Aunque parte de esta historia quedo como atributo de la iglesia católica romana,
podemos ver como Dios ilumino a estos hombres para defender la naturaleza de su Espíritu
como Dios. Todo lo contrario hoy día tendríamos la predica de una herejía irremisible.

Los Nombres Del Espíritu Santo

1.- Espíritu de Dios

Por medio del Espíritu Santo, Dios creó y preserva el Universo. El Espíritu Santo representa a
Dios, y actúa en las esferas del pensamiento, de la voluntad y actividad. El Espíritu Santo es
uno con Dios, y constituye una parte del misterio de la Trinidad.

2.- Espíritu de Cristo


No hay una distinción esencial entre el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo, porque solo hay
un Espíritu Santo.
¿Por qué se le llama Espíritu de Cristo?
 Porque se le envía en el nombre de Cristo
 Porque Él es el Espíritu que envió Cristo
 Esta nueva vida del Espíritu es impartida y mantenida por Cristo
 Su misión especial en estos tiempos es glorificar a Cristo
 El Cristo glorificado se presenta después de su resurrección se presenta a los creyentes
por medio del Espíritu Santo.
3.- El Consolador o Paracletos
El significado literal del nombre Paracletos es. Uno llamado al lado de otro para el propósito
de ayudarle en cualquier forma. Denominado Paracletoi en el idioma griego, y Advocatus en
latín. El envío del Consolador no significa que Cristo ha dejado de ser el auxiliador y abogado
de su pueblo. Juan nos dice que Jesús todavía ocupa ese cargo (1 Juan 2:1)
4.- Espíritu Santo
Es llamado Espíritu Santo, porque su principal obra es la santificación.
5.- El Espíritu de la Promesa
Se le llama así, porque constituye una de las bendiciones sobresalientes prometidas e el
Antiguo Testamento. (Ezequiel 36:27; Joel 2:28)
6.- El Espíritu de Verdad
El propósito de la encarnación fue revelar al Padre, la misión del Consolador es revelar al Hijo
y ser el intérprete de Jesucristo. Recordemos que Jesucristo se presento como la verdad y
como ambos son la misma persona el Espíritu Santo es la Verdad.
7.- El Espíritu de Gracia
Da al hombre gracia para arrepentirse al contender con Dios. Imparte el poder para
santificación, para sufrir con paciencia y para servicio.
8.- El Espíritu de Vida
Una de sus principales funciones es la creación y preservación de la Vida natural y espiritual.
9.- Espíritu de Adopción
Cuando una persona es salva, el nuevo cristiano es adoptado en la familia divina. Es el Espíritu
Santo el que da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.
Símbolos del Espíritu Santo
Dios ha escogido ilustrar con símbolos muchas cosas, para que podamos entender y
comprender la magnitud de lo que nos está hablando. De la misma manera ocurre con el
Espíritu Santo; Dios nos da una serie de símbolos acerca de su Espíritu, esto con el fin d que
podamos entenderle, esto se debe a nuestra pobreza intelectual e idiomática. Conozcamos
algunos de los símbolos del Espíritu Santo.
1.- Fuego
El fuego nos da la idea de limpieza, y eso es lo que hace el Espíritu Santo. Limpia, purifica,
calienta, ilumina y se propaga. Y su calor intenso nadie lo puede resistir, es por ello que a su
presencia los demonios, tiemblan y huyen.
2.- Viento
El viento simboliza la labor regeneradora, la frescura de su presencia. Es el respiro en
momentos de angustia. Cuando el ser humano siente que camina bajo el sol del desierto, el
Espíritu Santo, sopla como viento fresco haciéndonos saber que el esta con nosotros.
3.- Agua
El es la fuente de agua viva, El es el río de agua viva, puesto que se le conoce como una
corriente impetuosa, no da la idea de una inundación a nuestra alma, limpiándola del polvo
del pecado.
4.- Sello
Quiere decir que el Espíritu Santo, viéndolo como un sello nos sella con su poder y nos deja
impregnada la marca de pertenencia a Dios. Los cristianos son propiedad de Dios y tienen su
sello en su alma, como una señal de propiedad del Dios altísimo.
5.- Aceite
Este es uno de los símbolos más conocidos, el más familiar y hasta común. Esto nos da la idea
de sanidad, alivio, luz, fuerza. Notemos que el aceite se usa normalmente para los alimentos,
la luz, lubricación, remedio y para aliviar la piel. De la misma manera actúa el Espíritu Santo
en el creyente.
6.- Paloma.-
Cristo habló de la paloma como la personificación de la inocencia. La paloma representa
dulzura, ternura, amabilidad, inocencia, suavidad, paz y paciencia.
7.- Nube y Luz
Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las
teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces obscura, otras luminosa, revela al Dios
vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: como por ejemplo
con Moisés en el Sinaí.
8.- Las Arras
Una prenda que se da como garantía de nuestra salvación 2 Corintios 1:22.
9.- Un Don
Él es quien reparte los dones como quiere, para el bien común, 1 Corintios 12, los dones
espirituales.
La operación del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento
Cuando vamos al inicio de todas las cosas en el Génesis, podemos observar al Espíritu Santo
obrando de manera especial. Aquí una vez más queda en evidencia la deidad, naturaleza, y
manifestación del Espíritu Santo. Génesis 1:2 “La tierra estaba desordenada y vacía, las
tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las
aguas”
La agencia inmediata del Espíritu, obrando sobre los elementos muertos y discordantes, los
combinaba, arreglaba y preparaba adaptándolos para ser la escena de una creación nueva. El
relato de esta nueva creación correctamente empieza al final de este segundo versículo; y los
detalles del proceso se describen de la manera natural como lo habría hecho un espectador,
que veía los cambios que sucesivamente se efectuaban. Esto indica la participación del Espíritu
Santo en la creación. La palabra hebrea que se traduce se movía, también se usa en
Deuteronomio 32:11 para describir un ave que revolotea sobre sus polluelos.
Es interesante observar los relatos de la creación, y como Dios contra toda esperanza humana,
se obliga al don redentor a través de su Hijo Amado y al don del “Espíritu Santo de la Promesa,
que es prenda para redención de los suyos. Las Teofanías o manifestaciones de Dios iluminan
el camino de la Promesa, desde los Patriarcas a Moisés y desde Josué hasta las visiones que
inauguran la misión de los grandes profetas. La tradición cristiana siempre ha reconocido que,
en estas manifestaciones, el Verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y “cubierto”
por la nube del Espíritu Santo. Conozcamos la obra del Espíritu Santo en todo el Antiguo
Testamento en un breve resumen.
Operación del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento
Vimos como la obra sobrenatural del Espíritu Santo se manifestó en el Antiguo Testamento.
Tras un periodo de silencio, de pronto un hombre vestido de pelo de camello, predicaba en el
desierto, un mensaje de poder y con la autoridad que da el Espíritu Santo, el arrepentimiento
de pecados. Sin duda alguna Juan el Bautista, inspirado y con la autoridad que da el Espíritu
Santo, con esa unción anunciaba: “Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no
soy digno de desatar, agachado, la correa de su calzado.Yo a la verdad os he bautizado con
agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”
Este anuncio era una verdad, era eminente el nacimiento virginal de Jesucristo, y con el era
también real la llegada del Espíritu Santo. Es en el Nuevo Testamento en donde podemos
palpar, con más atención la obra poderosa del Espíritu Santo. Aquí el Espíritu Santo, tiene una
relación más directa con el hombre, se manifiesta su poder, su lenguaje, sus maravillas y la
obra santificadora en el ser humano.
Que hermoso cuadro es ver la ascensión de Jesús de las aguas, y de pronto se abren los cielos
con un esplendor maravilloso y ver al Espíritu Santo, descendiendo en forma de paloma
posando sobre el redentor del mundo, y una voz que se escucha del cielo diciendo: “Este es
mi hijo amado en el cual tengo complacencia”.
De aquí en adelante la obra del Espíritu Santo se iba a manifestar con mayor claridad, ahora
bien Jesús anuncio con mayor énfasis: “Es necesario que yo me vaya para que venga sobre
vosotros el Espíritu Santo”. “Me voy pero no os dejare solos les enviare al Espíritu Santo. Y el
os guiara a toda verdad”.
Hablar de la obra del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento es interminable, prácticamente
el Nuevo Testamento es un libro de revelación, manifestación y obra del Espíritu Santo.
Algunas obras del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento
 Unge para el servicio – Lucas 4:18
 De El nacen los creyentes – Juan 3:3-6
 Glorifica a Cristo – Juan 16:14
 Guía a la verdad – Juan 16:13
 Convence de pecado – Juan 16:9, 14
 Da poder a los creyentes – Lucas 24:49
 Testifica de Jesús – Juan 15:26
 Enseña – Juan 14:26
 Es acceso a Dios- Efe. 2:18
 Da certeza – Romanos. 8:15, 16; Gálatas. 4:6
 Autor de la Escritura – 2 Pedro 1:20-21
 Bautiza- Juan 1:32-34; 1 Corintios. 12:13-14
 Llama y comisiona – Hechos 13:24, 20:28
 Limpia – 2 Tesalonicenses. 2:13; 1 Pedro 1:2
 Da poder – 1 Tesalonicenses. 1:5
 Llena – Hechos 2:4; 4:29-31; 5:18-20
 Otorga dones – 1 Corintios. 12:8-11
 Ayuda nuestra debilidad- Romanos. 8:26
 Mora en los creyentes – Romanos 8:9-14; Gálatas. 4:6
 Inspira la oración – Efe. 6:18; Judas 20
 Intercede – Romanos. 8:26
 Interpreta la Escritura – 1 Corintios. 2:1, 14; Efe. 1:17
 Guía – Romanos. 8:14
 Libera – Romanos. 8:2
 Moldea el carácter – Gálatas. 5:22-23
 Produce fruto – Gálatas. 5:22-23
 Resucita de entre los muertos – Romanos. 8:11
 Regenera – Tito 3:5
 Sella – Efe. 1:13-14; 4:30
 Fortalece – Efe 3:16; Hechos 1:8;2:4; 1 Corintios 2:4
 Acción de gracias – Efe. 8:11, 23
 Da victoria sobre la carne – Romanos. 8:2-4; Gálatas. 4:6
 Ayuda en la adoración – Filipenses. 3:3

Conclusión

Concluimos el presente estudio, viendo de nuevo en la Biblia, que los creyentes que fueron
llenos del Espíritu Santo en el Antiguo y Nuevo Testamento, era producto de “algo” especifico.
Y que hoy en día también debe de ser así. Todo creyente debe de buscar ser lleno del Espíritu
Santo. El Espíritu Santo sigue realizando su obra en nuestros días, y no se puede negar su
poder. Pero hay que ser muy cuidadosos, porque es en estos días en donde más engaño de
Satanás, se ha desatado. Engañando a muchos, con género falso de don de lenguas, imitación
de su poder, hablando falsamente, engañando con vanas y falsas profecías en nombre de Dios
y su Espíritu Santo.

Es por ello que necesitamos con urgencia los dones del Espíritu Santo obrando en nosotros, y
esto solo lo conseguiremos buscando, anhelando, pidiendo la llenura constante de su presencia
en nuestras vidas. No basta solo con hablar en lenguas, es necesario acercarnos a El, a través
de la oración y lectura de su palabra para ser llenos todos los días de su precioso Espíritu, y
gozar de una vida plena de victoria y poder a través de su Espíritu Santo. Para concluir este
estudio; presento el siguiente cuadro ilustrativo con sus nombres, atributos, símbolos, pecados
contra El y su poder en la vida de Cristo.La promesa del Espíritu Santo - Hechos 1:1-5(Hch 1:1-
5) "En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a
enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu
Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó
vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del
reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa
del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días."¿De qué trata el libro de Hechos?Al
comenzar el estudio de los Hechos de los Apóstoles, es importante preguntarnos de qué trata este libro.
Vamos a intentar resumirlo en varios puntos.

1. Describe el nacimiento y desarrollo del cristianismoLos cuatro evangelios relatan "las cosas
que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba", y las Epístolas
fueron dirigidas a iglesias ya establecidas en diferentes partes del mundo, así que el libro de
los Hechos sirve de nexo de unión entre ambos, explicándonos cómo surgió la Iglesia después
de la ascensión del Señor. Sin este libro tendríamos un vacío muy importante en la revelación
bíblica.Aunque no sólo nos va a hablar acerca de su nacimiento, sino también de su desarrollo.
Porque es evidente que la Iglesia que encontramos en los primeros capítulos de Hechos tiene
importantes diferencias con la que encontramos al final del libro. Tal vez lo más llamativo sea
que en un principio la Iglesia sólo estaba formada por cristianos de origen judío, sin embargo,
a lo largo del libro de Hechos, veremos como los samaritanos (una mezcla racial de judíos y
gentiles) fueron incorporados a la Iglesia (Hch 8:4-25), y un tiempo después también lo fueron
los gentiles (Hch 10:1-48). Por otro lado, desde el punto de vista geográfico, mientras que en
los primeros capítulos toda la labor de los apóstoles se desarrollaba en Jerusalén, según
avanza la narración de Hechos nos encontramos que se van estableciendo iglesias cristianas
en las ciudades más importantes del mundo gentil de aquel entonces.Por lo tanto, es
fundamental para interpretar correctamente el contenido de este libro, tener presente que no
sólo describe el nacimiento del cristianismo, sino también su desarrollo. Tendremos que tener
mucho cuidado con extraer doctrinas de valor permanente para la Iglesia de todos los tiempos,
de aquellos pasajes que claramente constituyen un momento de transición. Pongamos un
ejemplo muy evidente que encontramos en el pasaje que a continuación vamos a estudiar.
Fijémonos que después de su resurrección, el Señor pasó cuarenta días con sus discípulos y
les dio instrucciones para que no se fueran de Jerusalén hasta que hubieran recibido el Espíritu
Santo. Por lo tanto, nos encontramos ante un grupo de creyentes auténticos, que estaban
disfrutando de la experiencia más maravillosa que podemos imaginar; estar con el mismo
Señor resucitado, y que sin embargo no tenían el Espíritu Santo. Luego, más adelante, cuando
leemos las Epístolas, nos encontramos con afirmaciones del tipo de que si alguno no tiene el
Espíritu de Dios morando en él, es porque no es un auténtico cristiano (Ro 8:9).
Aparentemente esto resulta contradictorio, ¿cómo es que los apóstoles no tenían el Espíritu
Santo en aquel momento si eran auténticos creyentes? Pero si tenemos en cuenta lo que
hemos comentado acerca del carácter transitorio de algunas porciones del libro de Hechos,
fácilmente comprenderemos que hubo un momento al comienzo de la historia del cristianismo
en que la Iglesia todavía no había recibido el Espíritu Santo. Pero una vez que Cristo ascendió
al cielo y envió "la promesa del Padre", entonces toda persona que se convierte, recibe el
Espíritu Santo en ese mismo momento, sin tener que esperar una experiencia especial (Ef
1:13-14).

2. 2. Describe el distanciamiento del cristianismo y el judaísmo.Como ya hemos dicho, todos los


primeros cristianos fueron judíos, pero según avanza el libro de Hechos, vamos viendo que el
rechazo de Israel a Cristo y su Evangelio, cada vez se hace más fuerte, de tal manera que,
como el mismo Señor había manifestado, el reino fue traspasado a otro pueblo que produjera
frutos dignos (Mr 12:9). Esto dio lugar a la entrada de los gentiles en la Iglesia.Ahora bien,
este cambio tan radical no estuvo exento de grandes dificultades. Sin duda este fue uno de
los grandes retos que tuvo que enfrentar el cristianismo en sus comienzos. Nosotros
difícilmente nos damos cuenta de lo que esto supuso, pero debemos hacer un esfuerzo por
comprenderlo. Intentemos pensar en los problemas que un cristiano de origen judío tendría
para disfrutar de una comunión plena con otro que provenía del mundo gentil. Recordemos
que los judíos habían sido educados para guardar las distancias con los gentiles, pero el
cristianismo pretendía unir a ambos en un sólo pueblo, "derribando la pared intermedia de
separación" (Ef 2:14). Esto no era una tarea fácil, y rápidamente surgieron voces entre los
cristianos de origen judío que pretendían obligar a los cristianos que se convertían de un
trasfondo gentil para que se hicieran judíos antes de aceptarlos como hermanos. Esta fue la
razón por la que los apóstoles y ancianos se reunieron en Jerusalén y que encontramos
recogida en (Hch 15:1-35).Lo fácil en esa situación habría sido crear diferentes "iglesias", o
usando un lenguaje más moderno, "denominaciones". Pero ellos no lo hicieron. No crearon
diferentes iglesias; una para judíos, otra para samaritanos y otra para gentiles. El cristianismo
primitivo enfrentó este increíble reto manteniéndose unido. Nosotros, en cambio, debemos
reconocer con tristeza que la iglesia del siglo XXI no puede decir lo mismo. Según avanza la
globalización del mundo, nosotros presentamos un cristianismo cada vez más fragmentado. Y
por favor, no se nos malinterprete, no estamos abogando a favor del ecumenismo como la
solución, sino en regresar a las Escrituras para encontrar en ellas lo que verdaderamente nos
debe unir.Por otro lado, para el judaísmo, el Sanedrín era la autoridad religiosa suprema, pero
cuando rechazaron a Cristo, y prohibieron predicar en su nombre, los apóstoles se vieron en
el deber de desobedecerles, e incluso de retarles (Hch 5:29). Es difícil hacernos una idea de
la crisis que tuvo que suponer para ellos llegar a tomar esta actitud, pero no tenían otra opción
si querían ser fieles a Cristo. Con esto, el cristianismo dio su primer paso para alejarse del
judaísmo oficial. Ahora bien, esto tuvo grandes consecuencias. La primera es que el
cristianismo dejó de estar bajo la autoridad religiosa del judaísmo. Y poco tiempo después
también tuvieron que abandonar el templo en Jerusalén como lugar de reunión. A esto
contribuyeron dos razones fundamentales: por un lado resultaba peligroso predicar en aquel
lugar controlado por el Sanedrín, pero por otra parte, se dieron cuenta de que el sacrifico de
Cristo en el Calvario, con su posterior resurrección y ascensión a la diestra del Padre,
garantizaba a los creyentes la libre entrada a la presencia de Dios, sin la necesidad del
elaborado sistema de sacerdotes, sacrificios y rituales judíos.Ahora bien, lo que el libro de
Hechos nos va a enseñar es que la Iglesia primitiva no sustituyó el Sanedrín por otro órgano
de gobierno similar, desde el que se organizara toda la Iglesia en su extensión por el mundo.
Y tampoco buscaron otro lugar que sustituyera el templo en Jerusalén como punto de
referencia geográfico para el nuevo cristianismo. Y por supuesto, ya no necesitaba de una
clase sacerdotal que sirviera para mediar ante Dios.Leyendo el libro de Hechos comprobaremos
que sin ninguna estructura administrativa surgían nuevas iglesias por todas partes. A veces
esto ocurría de una forma que nos podría parecer muy desorganizada, ya que en muchas
ocasiones los grandes pasos en la extensión del evangelio eran dados por cristianos anónimos
que por diferentes circunstancias se desplazaban de un sitio a otro, muchas veces en medio
de grandes problemas y oposición (Hch 8:4) (Hch 11:19). ¿Cómo sería posible mantener la
cohesión en tales circunstancias?La respuesta a esta pregunta nos debe llevar a considerar la
importancia de la obra del Espíritu Santo en la iglesia primitiva, que el libro de Hechos se
encarga una y otra vez de resaltar. Tal vez se deba al hecho de que la Iglesia ha dejado de
ser sensible a la influencia del Espíritu Santo, por lo que cada vez sentimos una mayor
necesidad de asumir los modos de organización y las estrategias que son propias del
mundo.Esto se vio con total claridad a partir del siglo III, cuando el cristianismo se apartó del
modelo dejado por los apóstoles y derivaron a una administración religiosa jerarquizada y
centralizada similar a la que el judaísmo había tenido antes. Además, volvieron a retomar el
sistema sacerdotal del que los primeros cristianos se había apartado por considerarlo obsoleto
e ineficaz. A través de los siglos no han faltado evidencias de esta tendencia constante a recaer
En formas del judaísmo y a confundir el evangelio precisamente con aquellas cosas que los
apóstoles insistieron en que no debía confundirse. Y hoy en día seguimos inmersos en sus
resultados.Por tanto, leer Hechos nos invitará a examinar el cristianismo que profesamos y
practicamos hoy día, comprobando si lo respalda o no el cristianismo apostólico.
3. 3. Describe la razón de ser de la IglesiaEl libro de Hechos también nos va a explicar cuál es la
razón por la que Cristo ha dejado la Iglesia en este mundo. Y como cristianos es importante
que prestemos atención a esto, porque sólo así podremos saber lo que Dios espera de
nosotros.En una sociedad como la nuestra, orientada al ocio y el bienestar, fácilmente
podemos caer en la tentación de pensar que la iglesia debe ser un lugar donde nos
entretengan, lo pasemos bien, y nos alivien de cualquier problema que pudiéramos tener. Pero
al estudiar el libro de los Hechos, veremos que los apóstoles no consideraron que esto fuera
la misión que la Iglesia debía tener en el mundo. Tampoco vemos que su preocupación
prioritaria fuera social y que intentaran acabar con las desigualdades sociales, el hambre u
otras cosas similares. Por supuesto, el cristiano a de ser sensible y manifestar su amor hacia
sus semejantes de una forma práctica, y comprometerse siempre con la justicia, esto está
fuera de toda duda, pero ahora estamos tratando sobre lo que es la misión fundamental de la
Iglesia.Y el Señor Jesucristo mismo explicó con claridad cuál era la misión que tendría la iglesia
hasta su segunda venida. Lo encontramos al comienzo del libro de Hechos:(Hch
1:8) "Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra."Por lo tanto,
nuestra misión prioritaria es la de dar testimonio de Cristo en el poder del Espíritu Santo. Y
estudiando el libro de los Hechos vamos a comprender con toda claridad lo que esto
significa.¿Cuál fue el propósito con el que se escribió Hechos? Después de haber
pensado brevemente en algunos de los temas principales que veremos desarrollados en este
libro, debemos preguntarnos también cuál fue el propósito con el que se escribió.
1. Establecer la base histórica del cristianismo.El texto comienza remitiéndonos a otra narración
del mismo autor que él describe como su "primer tratado" (Hch 1:1) y que fue dirigido también
a un tal "Teófilo". Es decir, lo que tenemos ante nosotros es la segunda parte de una obra en
dos volúmenes. Ahora bien, ¿cuál fue este "primer tratado" al que se refiere aquí? Bueno,
encontramos que el evangelio de Lucas fue dirigido también al mismo Teófilo. Además, el
contenido del evangelio se ajusta exactamente a lo que el libro de Hechos nos dice acerca de
él: "En él hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el
día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a
los apóstoles que había escogido...". De hecho, sólo hay que leer el final del evangelio de
Lucas (Lc 24:48-53) y el comienzo de Hechos para darse cuenta de la continuidad de ambos
escritos. Además, el hecho de que Lucas escribió estos dos libros es atestiguada por la tradición
antigua de la Iglesia.Así que, la introducción más extensa que encontramos en el Evangelio,
podríamos decir que sirve de prefacio para los dos volúmenes. Vamos a volver a leerla porque
allí se nos explica con más claridad el propósito por el cual Lucas escribió estas dos obras:(Lc
1:1-4) "Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que
entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo
vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después
de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden,
oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales as sido
instruido."Lucas sostiene que estaba escribiendo una historia real, y que los hechos que
describe en ambas obras habían sido vistos y oídos por testigos presenciales. Es cierto que
muchas de las cosas que aquí se relatan tienen un carácter milagroso y que en nuestros días
son rechazadas como falsas porque chocan con la mentalidad contemporánea. Algunos
parecen estar pidiendo una demostración científica de los milagros antes de creer en ellos,
pero esto, evidentemente, es imposible. Por un lado, se trata de acontecimientos que
ocurrieron en el pasado y que ya no están disponibles para ser analizados con ningún medio
científico, pero por otro lado, un milagro, por definición, es algo que está fuera del orden
establecido en la naturaleza, así que es imposible demostrarlo con la ciencia. Si se pudiera
demostrar, no sería un milagro. Por lo tanto, la única forma que tenemos de saber si todo esto
realmente ocurrió, es por medio del testimonio de aquellos que lo vieron cuando ocurrió. Y
esto es lo que Lucas nos está diciendo, que la evidencia en este sentido era tan abundante y
fiable, que lo más sensato era creer en ella.Así que, su primer propósito fue el de transmitir a
Teófilo, y a todos nosotros, que el fundamento de nuestra fe está colocado sobre hechos
históricos bien acreditados de los que nos podemos fiar. Y en este sentido, lo que puedan decir
las personas que viven en el siglo XXI no tiene ningún valor si lo comparamos con lo que
dejaron por escrito aquellos que fueron testigos presenciales de lo que ocurrió. La historia no
se puede cambiar desde el futuro. Y la Iglesia cristiana es uno de los hechos más vitales y de
mayor influencia de toda la historia de la humanidad. No se puede ignorar ni negar por
prejuicios. 2. Presentarnos a Cristo.

2. Como alguien ha dicho, "el cristianismo es Cristo", y Lucas está totalmente de acuerdo con
esto cuando coloca a Cristo en el centro de toda su obra. Fijémonos lo que dice: "En el primer
tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar".
Este es el único punto de partida, no puede haber otro.Ahora bien, notemos que lo que Lucas
nos está contando, no es lo que él o la iglesia primitiva pensaban acerca de Cristo, sino lo que
el mismo Señor había "hecho y enseñado". Creemos importante subrayar esto cuando hay
tantos teólogos en nuestros días que quieren separar al "Jesús histórico" del "Jesús de la fe",
haciéndonos creer que el primero fue un hombre normal al que con el tiempo sus discípulos
convirtieron en el Hijo de Dios, creando así un personaje de leyenda al que ellos llaman el
"Jesús de la fe". Si quieren presentarlo así, lo pueden hacer, pero sus teorías encuentran a
sus mayores opositores en los mismos evangelistas. Ellos transmitieron los hechos históricos:
"lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar", y se preocuparon en ponerlos por escrito para
que no fueran distorsionados con el paso del tiempo. Fijémonos en lo que escribió el apóstol
Juan, uno de los testigos directos de la vida del Señor Jesucristo: (1 Jn 1:1-4) "Lo que era
desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue
manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba
con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que
también vosotros tengáis comunión con nosotros, y nuestra comunión verdaderamente es con
el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea
cumplido."

Por lo tnto, Cristo es el centro de los Evangelios, pero al estudiar el libro de Hechos, veremos que
también aquí mantiene el mismo lugar. Rápidamente comprobamos que en el momento en que el
Espíritu Santo descendió y los apóstoles comenzaron su ministerio público, el tema de sus predicaciones
fue siempre Cristo resucitado. Su propósito era demostrar que él era el cumplimiento perfecto de las
Escrituras del Antiguo Testamento.

El apóstol Pedro resumió en casa de Cornelio el evangelio que predicaba de esta manera:
(Hch 10:36-43) "Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio
de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando
desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con
poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la
tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer
día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de
antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó
que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y
muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón
de pecados por su nombre."
¡Esto sí que es una predicación del Evangelio! Y será importante que todos nosotros revisemos el
evangelio que predicamos, para ver si Cristo y su Obra ocupa el lugar que le corresponde.
3. Mostrarnos la obra de Cristo después de su ascensión
Como acabamos de decir, Lucas divide su obra en dos tomos y traza la línea divisoria ente ambos en
la ascensión de Cristo. De esta manera daba término al ministerio terrenal de Jesús e inauguraba su
ministerio celestial.
Cuando reflexionamos sobre esto, nos damos cuenta de que ésta es otra de las grandes diferencias
entre el cristianismo y cualquier religión. Nunca ningún fundador de una religión ha pretendido
completar su obra después de muerto. Sólo Cristo, en virtud de su resurrección y ascensión en gloria
al cielo como el triunfante Hijo de Dios, puede hacer una cosa así.
De esta manera, Lucas nos quiere recordar que la historia de Jesús, que comenzó aquí en la tierra,
continúa en el cielo, manteniendo su actividad desde allí por medio de su Espíritu, cumpliendo de este
modo la promesa con que se despidió de sus discípulos en el relato de Mateo: "He aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28:20).
4. Presentar el evangelio a Teófilo
Tanto el evangelio de Lucas, como el libro de Hechos, son dirigidos a un tal Teófilo. Y lo cierto es que
no sabemos prácticamente nada acerca de él. Generalmente se deduce del título "excelentísimo", con
el que Lucas se refiere a él en (Lc 1:3), que era alguien que ocupaba un cargo eminente, un hombre
culto y erudito. Es probable que esto sea así, porque el mismo término aparece posteriormente en
relación con los procuradores Félix (Hch 23:26) y Festo (Hch 26:25).
Algunos han pensado también que la falta de este título cuando comienza el relato de Hechos indicaría
que Teófilo había progresado en la fe y se había convertido al cristianismo, lo que habría llevado a
Lucas a tener una relación más íntima con él, no siendo necesario usar este título de honor.
En cualquier caso, lo que está fuera de toda duda es que Lucas hizo un tremendo esfuerzo al escribir
estas dos obras para una sola persona. Es cierto que finalmente todas las generaciones siguientes
también nos hemos beneficiado de su esfuerzo, pero inicialmente la intención de Lucas era que Teófilo,
un hombre de cierta posición social, conociera a Cristo y su Evangelio. Un extraordinario ejemplo para
todos nosotros.
La importancia de los apóstoles en el libro de Hechos
Uno de los temas sobresalientes del primer capítulo del libro de Hechos tiene que ver con la preparación
y comisión que el Señor dio a los apóstoles. Ellos ocupaban una posición única, puesto que iban a ser
los encargados de asegurar la continuidad entre el ministerio terrenal del Señor y el comienzo de la
Iglesia. Una labor así requería de una preparación muy especial, que Lucas describe aquí en varios
puntos:
1. Jesús eligió a los apóstoles
El evangelista comienza diciendo que había sido el Señor quien escogió a los apóstoles: "los apóstoles
que había escogido". Con esto se recalca que ninguno de ellos (los Doce más Pablo) se había designado
a sí mismo, ni tampoco lo fueron por ningún ser humano, iglesia u organización. Todos ellos fueron
directa y personalmente escogidos y comisionados por el mismo Señor Jesucristo.
2. Todos ellos fueron testigos de su resurrección
Otro detalle importante es que Jesús se presentó vivo ante ellos después de su resurrección: "a quienes
también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables,
apareciéndoseles durante cuarenta días". Todos ellos habían sido testigos oculares de la resurrección
de Cristo. Incluso cuando hubo que buscar un sucesor para Judas, y completar así el número de los
doce apóstoles, uno de los requisitos era que hubiera sido testigo de su resurrección y ascensión:
(Hch 1:21-22) "Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el
tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta
el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de su
resurrección."

Esta era una condición indispensable para ser un apóstol de Jesucristo. Y el mismo Pablo pudo ser
incluido en este grupo por la misma razón. Él mismo se refiere a este hecho en varias ocasiones: "y al
último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí" (1 Co 15:8). Pablo fue el último a quien el
Señor se apareció después de su resurrección. Por lo tanto, ésta era una condición indispensable para
ser un apóstol, y por esta misma razón podemos afirmar que nunca más ha habido ningún apóstol
comparable a ellos desde entonces, ni puede haberlos hoy.

3. El Señor les comisionó para que fueran testigos de él

El término "apóstol" servía para designar a un enviado, delegado o embajador, mandado con un
mensaje y con la autoridad de quien lo enviaba. Así pues, los doce apóstoles de Jesucristo fueron
enviados con su autoridad para predicar y enseñar acerca de él.

4. El Señor les capacitó con su Espíritu Santo


Aunque habían sido formados por el mismo Señor durante sus tres años de ministerio público, y por
otros cuarenta días después de su resurrección, y aunque ya habían sido comisionados por el Señor
para dar testimonio de él ante el mundo, sin embargo, no podían comenzar todavía con esa labor.
Faltaba algo esencial: necesitaban la capacitación del Espíritu Santo. El Señor les ordenó expresamente
que esperaran hasta el momento en que recibieran el Espíritu Santo: "Y estando juntos, les mandó que
no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí".
Recordamos que en la última cena en el aposento alto, Jesús había prometido a los apóstoles que el
Espíritu Santo, el Consolador, les enseñaría todas las cosas, y les recordaría todo lo que les había
dicho (Jn 14:26). Necesitaban ser revestidos del poder de la alto para poder transmitir con total
fidelidad todo lo que Jesús había hecho y enseñado.

Fueron estos hombres, así preparados y capacitados, mediante los cuales Jesús continuó su ministerio
de hacer y enseñar, y a quienes Lucas se propone presentarnos en Hechos.

La importancia de la resurrección en el libro de los Hechos

Cuando el Señor resucitó y se presentó vivo en varias ocasiones, el grupo apostólico manifestó una
fuerte resistencia a creerlo (Lc 24:11), así que en una de sus apariciones Jesús "les reprochó su
incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado" (Mr
16:14). Pero finalmente no quedó ni la más leve sombra de duda en ninguno de ellos, al punto de que
estuvieron dispuestos a sufrir y dar su vida por predicar la resurrección de Jesús. ¿Cómo fue vencida
esta resistencia inicial? El libro de los Hechos nos da la explicación: "A quienes también, después de
haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta
días". Vemos que estas "apariciones" no fueron un incidente aislado, sino una sucesión de ellos, que
convirtieron esas manifestaciones en algo casi habitual durante un periodo de cuarenta días. En ese
tiempo tuvieron la ocasión de comer y beber con él (Hch 10:41), pudieron verle, palparle, conversar
con él, expresar dudas, reflexionar. Todo esto constituían "pruebas indubitables" que alejaron
definitivamente de ellos cualquier sombra de duda.

Pero no es sólo al comienzo de su libro donde Lucas hace hincapié en la resurrección de Jesús, sino que
a través de todo su libro este es un tema capital. Tal importancia tiene, que podríamos decir con
seguridad que no habría Iglesia cristiana si la resurrección de Jesús no se hubiera producido, y por lo
tanto, tampoco habría nada que predicar al mundo. Así lo entendieron los apóstoles. Por ejemplo Pablo
escribe:

(1 Co 15:14) "Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra
fe."

Notemos entonces que el cristianismo no se basa sobre las ideas de unos cuantos discípulos de Jesús,
sino sobre un hecho histórico: la resurrección de Jesús. Así que Lucas comienza su relato presentando
este hecho como un suceso atestiguado por muchas pruebas indudables de las que nosotros también
podemos estar completamente seguros.

Pero una vez establecido este sólido fundamento, era necesario anunciar un hecho tan trascendente a
todo el mundo. Por lo tanto, a lo largo del libro de Hechos iremos viendo cómo una y otra vez la
resurrección de Jesús aparece en todas las predicaciones de los apóstoles.

La importancia del "reino de Dios" en el libro de Hechos

Durante los cuarenta días que el Señor estuvo con sus discípulos antes de su ascensión, tuvo lugar la
más sublime escuela bíblica que haya habido sobre este mundo. Ahora bien,¿cuáles fueron los temas
de los que trataron?

Sabemos que en ese periodo les dio "mandamientos por el Espíritu Santo", lo que seguramente se
refiere a lo que encontramos al final de los evangelios. Veamos un pequeño resumen de lo que incluían
estos mandamientos:
Proclamar universalmente el Evangelio (Mr 16:15) (Lc 24:46-48).
Haced discípulos a todas las naciones (Mt 28:19).
Bautizar a los convertidos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28:19).
Enseñarles a guardar todas las cosas que los discípulos mismos habían recibido (Mt 28:20).

Todo el libro de los Hechos, en cierto sentido, es la historia de cómo se pusieron en práctica estas
órdenes. Y nosotros también, si queremos ser una iglesia "apostólica", no debemos olvidar ninguno de
estos mandamientos.

Ahora bien, no deja de llamarnos la atención el contraste entre el silencio que el Señor mandó guardar
a sus discípulos durante su ministerio público antes de su muerte y la publicidad que debían dar a todo
lo que el Señor había hecho después de su resurrección, predicando a todo el mundo que Jesús era el
Cristo prometido por las Escrituras. Veamos las órdenes que el Señor dio a los discípulos que le
acompañaron en el monte de la transfiguración:

(Mt 17:9) "Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión,
hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos."
Estaba claro que en tanto que el Señor no hubiera resucitado, ellos no tendrían la pieza clave para
entender todo su ministerio. Por eso, cuando Jesús se reunió con sus discípulos en la última noche
antes de ser crucificado, no pudo acabar sus enseñanzas porque todavía no podían sobrellevarlas (Jn
16:12). Pero una vez que por medio de la resurrección venció la muerte, el camino para la plena
comprensión de su obra estaba abierto:

(Lc 24:45-47) "Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo:
Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén."

Por la lectura de los evangelios nos damos cuenta de que hasta los últimos días del ministerio del Señor
antes de su muerte, los discípulos no lograban dejar de ver en él a un Mesías político, un redentor que
les libraría del yugo de Roma. Por eso, mientras se acercaban a Jerusalén, aun seguían discutiendo por
quiénes iban a ocupar los principales puestos dentro de ese reino (Mt 20:20-28). Pero la muerte y
resurrección de Jesús puso en evidencia que aunque él era realmente el Cristo, no lo era como ellos lo
habían imaginado. El tipo de liberación que iba a llevar a cabo tenía que ver con el perdón de los
pecados. Se trataba, por lo tanto, de un reino espiritual que se desarrolla en los corazones de los que
creen en él. El Señor explicó varias parábolas que ilustraban estos principios (Mr 4:1-32).

Ahora bien, ¿significaba esto que debían abandonar toda la esperanza en un reino judío tal como
anunciaba el Antiguo Testamento? ¿Debemos espiritualizar todas las promesas que describen el reino
justo del Mesías sobre Israel y aplicarlas a la iglesia?

Este fue otro de los temas importantes de la enseñanza de Jesús antes de su ascensión. Lucas confirma
que les habló "acerca del reino de Dios". Afortunadamente, los apóstoles hablaron sobre este tema en
múltiples ocasiones, así que podremos saber lo esencial de la enseñanza del Señor estudiando sus
predicaciones a lo largo del libro de Hechos.

A modo de resumen, podemos decir que el gobierno de Dios se manifiesta con toda claridad en el cielo,
a donde el Señor ascendió y ha sido exaltado por el Padre como Señor y Cristo. También está presenten
en el corazón de aquellos que le hemos aceptado como nuestro Señor y Salvador, aunque muchas
veces encontramos dentro de nosotros mismos mucha resistencia a obedecerle como debiéramos, por
lo que anhelamos la transformación total de nuestro ser para estar con él en su gloria celestial. En este
sentido, podemos decir que la Iglesia, el cuerpo de Cristo, es una expresión de su reino en este mundo,
de la cual Cristo es la Cabeza. Pero si limitamos el reino de Dios al cielo y a la Iglesia aquí en la tierra,
no estamos haciendo justicia a toda la verdad. Vamos a encontrar en el libro de Hechos que la Obra de
Cristo incluye también su retorno a este mundo como Juez y Rey supremo (Hch 10:42) (Hch 17:31). Y
con su venida establecerá su reino de manera literal en esta tierra, un lugar que en este momento
podríamos calificar como una "provincia rebelde". De esta manera, la voluntad de Dios será hecha en
la tierra de la misma manera que se hace en el cielo (Mt 6:10). Esto dará lugar al reino literal del Señor
sobre esta tierra, que por el momento ha sido pospuesto hasta que Israel se arrepienta y le reciba
como Mesías (Hch 3:19-21). Y finalmente, todos los enemigos de Dios serán destruidos, incluido el
diablo y todos sus ángeles (Ap 20:10).

La importancia del Espíritu Santo en el libro de Hechos

Como hemos visto ya, antes de que el Señor ascendiera al cielo, hizo una doble provisión para la
continuidad de su obra aquí en la tierra. Por un lado comisionó a sus doce apóstoles, y por otro, envió
al Espíritu Santo desde el cielo para capacitarlos.

Desde su comienzo, el ministerio de Jesús había sido llevado a cabo en el poder del Espíritu Santo (Lc
3:21-22) (Lc 4:16-22), y el de sus discípulos debía ser realizado de la misma manera. Así que debía
esperar en Jerusalén "hasta que fueran investidos de poder desde lo alto" (Lc 24:49).

Por el relato de Hechos sabemos que los apóstoles no confiaron en sus propios recursos y capacidades,
sino que esperaron el descenso del Espíritu Santo, tal como el Señor les había mandado. Sólo de esta
manera podrían llegar a ser instrumentos útiles. Y no cabe duda de que esto se debe aplicar igualmente
a todos nosotros. Porque todo trabajo que sea hecho para el Señor en nuestras propias fuerzas, no
pasará de ser "madera, heno, hojarasca", y de ninguna manera llegará a ser el "oro, plata, piedras
preciosas" con las que debemos edificar en el reino de Dios, y que podrán resistir la prueba del fuego
en el día del juicio (1 Co 3:12-13). Por lo tanto, nuestra primera preocupación debe ser la de estar
"llenos del Espíritu" para que Dios pueda obrar con poder por medio de estos instrumentos que, sin tal
poder, no son más que herramientas estropeadas e inútiles.

Así pues, aunque los apóstoles ocupan un lugar importante en este libro, hasta el punto de que es
conocido como "Los Hechos de los Apóstoles", sin embargo, este título centra demasiada atención en
los hombres y deja de lado el poder divino por obra del cual hablaron y actuaron los apóstoles. Por
esto, algunos han propuesto el título "Los Hechos del Espíritu Santo".

En cualquier caso, no debemos perder de vista la importancia del Espíritu Santo en todo lo que se
describe en este libro. Sin su intervención no sería posible explicar el progreso que el evangelio tuvo
en tan sólo unas décadas después de la ascensión de Jesús, ni tampoco podríamos entender que se
haya perpetuado hasta nuestros días.
La importancia que el Espíritu Santo tiene en la misión encomendada a la Iglesia, ha sido muy
descuidada durante siglos. La confianza que los primeros discípulos depositaron en él para el avance y
dirección de la misión en el primer siglo, fácilmente nos puede parecer muy desproporcionado a los
cristianos del siglo XXI. Cuando leemos que el apóstol Pablo reconocía ancianos nativos en las iglesias
que poco antes había fundado (Hch 14:23), nos puede parecer precipitado hoy en día. Y aun nos
sorprende más que estas iglesias funcionaran sin una organización centralizada. Esto sólo era posible
porque ellos no confiaban en organizaciones humanas, sino en el poder del Espíritu Santo. Nosotros
muchas veces buscamos la seguridad en otras cosas que actúan como sustitutos del poder del Espíritu.
Una excelente programación usando lo mejor de la tecnología moderna, técnicas de gestión, buenas
instalaciones... Pero todo esto nunca puede producir los mismos resultados. Tal vez debamos
preguntarnos cuánto de lo que hacemos en nuestras iglesias podría llevarse a cabo sin el Espíritu Santo.
Sin su poder, aun lo mejor que podamos hacer carece en última instancia de sentido y no dejará
ninguna huella permanente.

El bautismo con el Espíritu Santo

Los discípulos no debían irse de Jerusalén hasta que hubieran recibido "la promesa del Padre", que
como sabemos era una referencia a la venida del Espíritu Santo. Esta promesa había sido hecha muchas
veces en el Antiguo Testamento y sería una de las características de los tiempos mesiánicos (Is
44:3) (Ez 36:26-27) (Jl 2:28-32). Y también el Señor Jesús había prometido esto mismo en diferentes
ocasiones a lo largo de la última cena en el aposento alto.

(Jn 14:16-17) "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros."

(Jn 14:26) "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará
todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho."

(Jn 15:26) "Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad,
el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí."

(Jn 16:7-8) "Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al
mundo de pecado, de justicia y de juicio."

(Jn 16:13) "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará
por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de
venir."

De estos versículos podemos sacar varias conclusiones importantes.


Vemos que el Hijo no actuaba de forma independiente de las otras "Personas" de la Santísima
Trinidad, sino que lo hacía en perfecta armonía de propósito y obra. Así pues, el Espíritu Santo
vendría a ocupar el lugar del Señor Jesucristo en la tierra, enlazando al Mesías en la diestra
de Dios con el corazón de sus siervos en la tierra. Además, sería enviado por el Padre,
mostrando así su plena aprobación de la obra consumada por su Hijo.
El Espíritu Santo no descendería sobre los discípulos hasta que el Hijo hubiera muerto en la
Cruz, resucitado y ascendido al cielo en gloria. Sólo de esta manera el hombre puede ser
limpiado de sus pecados y su vida se puede convertir así en un templo santo donde pueda
morar el Espíritu.
No podemos separar jamás los hechos de la Cruz y de la Resurrección, del descenso del Espíritu
Santo para llevar a cabo el cumplimiento de la promesa del establecimiento del reino. Tal como
el profeta Zacarías había anunciado siglos atrás, el reino de Dios no se establecería por medios
humanos, sino con su Espíritu: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová de los ejércitos" (Zac 4:6). Como el Señor explicó a través de varias parábolas, en este
tiempo el establecimiento del Reino es llevado a cabo por medio de la predicación de la
Palabra (Mr 4:1-20), y en esta labor el Espíritu Santo tiene un papel principal, puesto que es
el encargado de convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Jn 16:8). Nuestra labor
como evangelistas es secundaria, por supuesto debemos predicar la Palabra, pero tenemos
que confiar en la labor del Espíritu Santo "vivificando" esa palabra en los corazones de las
personas que no le conocen.
En el momento de ascender a la gloria, el Señor Jesucristo no había concluido todavía toda su
labor de enseñanza a los discípulos. La venida del Espíritu Santo serviría para recordarles todo
lo que el Señor ya les había enseñado, les ayudaría a entender la enseñanza correctamente y
les enseñaría cosas nuevas, guiándoles a toda verdad (Jn 14:26) (Jn 16:13).

El cumplimiento de esta promesa tuvo lugar con la venida del Espíritu Santo en el día de
Pentecostés (Hch 2:1-4). Ahora bien, la llegada del Espíritu Santo no era un acontecimiento único que
careciera de precedentes, de hecho, el Antiguo Testamento nos muestra cómo en muchas ocasiones
había descendido para fortalecer a los santos de Dios. Incluso cuando Jesús hablaba de esto a los
discípulos en el aposento alto les dijo que el Espíritu "mora con vosotros" (Jn 14:17). Y en una de sus
apariciones después de su resurrección, "sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20:22).
Debemos preguntarnos, por lo tanto, en qué sentido la venida del Espíritu Santo iba a ser única en el
día de Pentecostés.
Como vemos, es obvio que el Espíritu Santo no llegó por primera vez en el día de Pentecostés, pero a
partir de ese momento podemos decir que hay una diferencia fundamental con la manera en la que los
hombres de la antigüedad habían disfrutado de la presencia del Espíritu en sus vidas. Leyendo el
Antiguo Testamento nos damos cuenta que el Espíritu Santo venía sobre algunos hombres con el fin de
capacitarlos para llevar a cabo una obra concreta, pudiendo dejarles después. Tal es así que el propio
rey David después de haber pecado oraba a Dios para que no quitara de él su Santo Espíritu (Sal
51:11). Incluso cuando el Señor estaba con sus discípulos, les enseñó a pedir el Espíritu Santo (Lc
11:13).

Pero la gran noticia anunciada por el Señor Jesucristo es que el Espíritu Santo vendría para hacer
morada permanente en el creyente individual y en la Iglesia. Así pues, cuando el apóstol Pablo escribe
a los corintios, a pesar de su carnalidad, falta de madurez y pecado, les asegura que el Espíritu Santo
está en ellos:

(1 Co 6:19) "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el
cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?"

(1 Co 3:16-17) "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si
alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois
vosotros, santo es."

Esta venida del Espíritu Santo es a lo que el Señor se refiere como el "bautismo con el Espíritu Santo".

"Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu
Santo"

Notamos que cuando el Señor introduce el tema del bautismo con el Espíritu Santo, lo compara con el
bautismo con agua que realizó Juan el Bautista. ¿Cuál era su propósito al hacer esta comparación?

Comencemos por recordar la importancia que todos los evangelistas dieron al bautismo de Juan.
Realmente no era para menos, puesto que su ministerio había revolucionado a toda la nación judía. Su
voz había roto el silencio de siglos desde que Israel reconociera al último profeta que había hablado de
parte de Dios. Es más, Juan se había identificado como aquella voz que anunciaba la llegada del Mesías
prometido, él era su mensajero (Mt 3:1-3) (Is 40:3). Y el mismo Señor había dicho que "entre los
nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista" (Lc 7:28).

Ahora bien, la labor llevada a cabo por Juan había consistió fundamentalmente en preparar a la nación
de Israel para la venida del Mesías prometido. Su bautismo en agua era un símbolo externo de este
hecho. Sin embargo, él era consciente de que su labor quedaba incompleta hasta que no viniera el
Mesías y el pueblo se entregara a él de corazón. En ese caso serían bautizados con el Espíritu Santo,
lo que garantizaría una obra completa. Por eso Juan hizo todo lo posible para dejar constancia de la
infinita diferencia que había entre el bautismo en agua que él realizaba, y el bautismo en el Espíritu
Santo que llevaría a cabo Cristo una vez que hubiera ascendido al cielo.

(Mt 3:11) "Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo
calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego."

Con la honestidad que le caracterizaba, Juan reconoció que él sólo era un hombre, y como tal, sólo
podía señalar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29). Él podía predicar sobre el
perdón, pero sólo Jesús tenía la autoridad de garantizarlo. Y sólo Cristo nos puede bautizar con el
Espíritu Santo, quien nos regenera y nos hace nuevas criaturas (Tit 3:4-5), nos sella como propiedad
suya (Ef 1:13-14) y nos capacita para servirle por medio de los dones recibidos de él (1 Co 12:7-11).

Ahora bien, es muy importante que nos demos cuenta que lo que el Señor estaba anunciando en este
momento no era el bautismo del Espíritu Santo de una persona concreta, sino de toda la Iglesia. A esto
mismo es a lo que se refiere Pablo cuando escribe a los Corintios:

(1 Co 12:13) "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos,
sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu."

Vemos por lo tanto que una de las misiones del Espíritu Santo es la de incorporar a los nuevos creyentes
en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Y puesto que el bautismo del Espíritu no se había producido
todavía, cuando por fin llegara, todos los que eran verdaderos creyentes en ese momento, serían
bautizados y recibirían el Espíritu Santo de forma conjunta.

Ahora bien, una vez que esta nueva etapa había sido inaugurada, cada persona que se convierte desde
entonces, recibe inmediatamente el Espíritu Santo sin tener que esperar a ninguna experiencia especial
posterior.
Pero habiendo dicho esto, es necesario aclarar también la diferencia entre el bautismo con el Espíritu y
la plenitud del Espíritu. Este es un tema en el que suele haber mucha confusión, y con frecuencia se
piensa que son una misma cosa, cuando en realidad no lo son. Por ejemplo, aunque todos los cristianos
en Corinto a los que Pablo escribió habían sido bautizados en el Espíritu (1 Co 12:13), sin embargo no
estaban llenos del Espíritu Santo, y de hecho Pablo les tuvo que amonestar porque eran carnales (1 Co
3:1), y en la iglesia había claros casos de pecado no disciplinado (1 Co 5:1-2). Es cierto que cuando
los apóstoles fueron bautizados en el Espíritu en el día de Pentecostés, también fueron llenos del Espíritu
en el mismo momento (Hch 2:4), pero esto puede no ocurrir así en muchas otras ocasiones. De ahí se
desprende la exhortación que Pablo hace en su carta a los Efesios para que fueran llenos del Espíritu
Santo (Ef 5:18). Todos nosotros debemos anhelar la plenitud del Espíritu en nuestra vida y ministerios,
porque aunque todo verdadero creyente tiene el Espíritu, no todos andan conforme al Espíritu (Ga
5:16), y muchas veces apagamos el Espíritu (1 Ts 5:19), y otras lo contristamos (Ef 4:30).

Habiendo dicho esto, notemos también que los primeros discípulos no recibieron el Espíritu Santo por
algo que ellos hicieran, sino que era el cumplimiento de la promesa de Dios. Y nosotros tampoco
debemos esforzarnos por buscar esto, ya que no depende de nosotros, sino que Dios ha garantizado
que cada persona que se convierte, inmediatamente recibe el Espíritu Santo para toda su vida (2 Co
1:21-22) (Ga 4:6) (Ef 1:13-14) (Ef 4:30) (1 Jn 2:20,27). Lo que debe preocuparnos es vivir de tal
manera que haga posible que el Espíritu Santo se manifieste en plenitud en nuestras vidas, y esto sí
que depende de nosotros.

Un tiempo de espera

Antes de que todo esto ocurriera, el Señor "les mandó que no se fueran de Jerusalén". Allí debían
esperar. Por los evangelios sabemos que antes de esto el Señor se había reunido con ellos en Galilea (Mt
28:16), tal vez porque la mayoría de los discípulos provenían de allí, pero también porque era más
seguro para ellos estar fuera de Jerusalén después de que su Maestro hubiera muerto allí en una cruz.
Pero cuando llegó el momento de comenzar la Obra de predicación del Evangelio, ésta tenía que ser
llevada a cabo desde Jerusalén. De esta manera se extendería una vez más la gracia de Dios para aquel
pueblo rebelde que acababa de crucificar a su Mesías. Por supuesto, una tarea así estaría llena de
peligros, y les obligaría a enfrentarse con las autoridades judías. Por eso, aquellos sencillos pescadores
de Galilea, debían ser previamente investidos con el poder de lo alto por medio del Espíritu Santo.

El tiempo de espera no sería muy largo. El Señor dijo exactamente: "dentro de no muchos días". Y
uniendo los datos que tenemos, podemos ver que el Señor fue prendido y crucificado durante la pascua,
luego estuvo cuarenta días con sus discípulos antes de ascender, y la venida del Espíritu Santo tuvo
lugar en el día de Pentecostés, es decir, cincuenta días después de la pascua y diez días después de la
ascensión de Jesús.

Ahora bien, ¿tenía alguna importancia la elección del día de Pentecostés? Parece que sí, porque de otro
modo, una vez que el Señor ascendió al cielo, nada impedía que cumpliera inmediatamente su promesa
de enviar al Espíritu Santo. Pero igual que la Pascua fue escogida deliberadamente por Jesús para
ofrecer su sacrificio en la Cruz, y así constituirse en nuestra Pascua y el que nos libra de una esclavitud
más amarga que la que había impuesto Faraón sobre Israel, de la misma manera, también la elección
del día de Pentecostés tenía un significado espiritual.

Para entenderlo con claridad, debemos revisar el calendario de las fiestas judías establecidas por Dios
en su Palabra. Así vemos que había dos fiestas agrícolas que debían celebrar. Una de ellas tenía lugar
antes de que el trigo estuviera totalmente maduro y listo para recogerlo, entonces se llenaba una gavilla
con las primeras espigas y se ofrecía a Dios como las primicias (Lv 23:9-11). Cincuenta días después,
es decir, el día de Pentecostés, se ofrecían a Dios dos panes elaborados con la harina de la cosecha, la
del grano recién cosechado (Lv 23:15-17). Era una ocasión muy alegre en la que recogían las
bendiciones producidas por la herencia que Dios les había dado. La penosa escasez del invierno daba
paso al glorioso sabor de las primicias de la primera cosecha del año.

Y de la misma manera, cuando Jesús resucitó de la tumba puso fin al invierno más espantoso, y su
cuerpo glorificado fueron las primicias de una cosecha mucho más vasta.

(1 Co 15:23) "Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en
su venida."

Cincuenta días después, el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió como los primeros frutos de
una nueva herencia, el preludio y la garantía de la restauración final de la creación.

UN FRESCO DERRAMAMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO

Cuando Dios sopla el aliento de Su Espíritu, todos saben que Él ha llegado. Lucas, autor del libro de Hechos,
escribe: "Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba" (Hechos 2:2). Me
gusta más una traducción diferente de la última frase, la cual dice: "un fuerte viento, una explosión".
Según este versículo, el soplo de Dios vino el día de Pentecostés con un "estruendo del cielo". Lucas dice
que este sonido fue poderoso, recio y saturó toda la atmósfera: "El cual llenó toda la casa donde estaban
sentados" (Hechos 2:2).
Algo más sucede cuando el Espíritu Santo viene: Él sacude todo lo que está a la vista. Durante el
Pentecostés, los líderes religiosos en Jerusalén se molestaron al ver lo que sucedía entre los seguidores de
Jesús. Ellos trataron de detener el efecto de aquella poderosa explosión del cielo.
Pero el Espíritu Santo se movió en Pedro, y lo ungió para decir: "Nos pueden amenazar y encarcelar, pero
no podrán detener el poderoso viento que está soplando sobre la tierra. Pueden ordenar que nos callemos,
pero no podemos dejar de hablar. Dios ha soplado sobre nosotros, ungiéndonos, y nosotros debemos hablar
la Palabra que Él nos ha dado".
Luego, los creyentes que estuvieron en el Pentecostés, se juntaron en una gran reunión de alabanza y oraron
así: "Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra,
mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu
santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos
del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios" (Hechos 4:29-31).
Quiero examinar lo que dicen los profetas acerca del último gran derramamiento del Espíritu Santo sobre
su iglesia en estos postreros días.
La Biblia dice que en los postreros días todo lo que pueda ser conmovido, será conmovido. Esta conmoción
incluirá a la misma iglesia, a la escogida de Dios: "La voz del cual conmovió entonces la tierra…Aún una
vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo" (Hebreos 12:26).
Pedro y los discípulos supieron que lo que sucedió en el Pentecostés fue justamente el derramamiento de
los cielos profetizado de antemano. Inmediatamente, Pedro se puso de pie y declaró lo siguiente: "Mas esto
es lo dicho por el profeta Joel: …en aquellos días derramaré de mi Espíritu" (Hechos 2:16,18). Así también
hoy, podemos ver en la Escritura lo que el Espíritu Santo está haciendo en estos últimos días, inclusive en
esta última hora.
Los profetas del Antiguo Testamento, Isaías, Jeremías, Ezequiel y los profetas menores, hablaron del
derramamiento de "lluvia temprana" y "lluvia tardía" del Espíritu. Malaquías, el último libro del Antiguo
Testamento, describe la "lluvia tardía" como un evento venidero que sacudirá la tierra. Y Malaquías nos da
la prueba de que la obra más grandiosa del Espíritu Santo, este derramamiento de "lluvia tardía", está
aconteciendo ahora mismo, en nuestra generación.
El mensaje de Malaquías es una profecía que se divide en dos partes. Primeramente, él le habla al mundo
secular, materialista, impío, amador de los deleites desenfrenados. Y, en segundo lugar, él le habla a
aquellos que aman y temen al Señor.
1. Aquí está la advertencia de Malaquías a las naciones impías.
"He aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán
estopa" (Malaquías 4:1). Veo por doquier la evidencia de que estamos viviendo precisamente los tiempos
que describe Malaquías. Si alguna vez hubo un día ardiente como un horno, donde todo en el mundo está
que "arde" (económica, social y espiritualmente), es ahora.
De acuerdo a Malaquías, se viene un feroz holocausto de tal magnitud que los impíos no tendrán nada con
qué protegerse: "Y no les dejará ni raíz ni rama" (4:1). Todo refugio será consumido. ¿Quiénes pasarán por
este feroz holocausto? "Todos los soberbios y todos los que hacen maldad" (Malaquías 4:1). Esto no sólo
se refiere a los que solapan las adicciones y perversiones. La gran impiedad de la que Malaquías habla da
la idea como de levantar el puño con arrogancia contra Dios.
Vemos en la Unión Europea un ejemplo contemporáneo de este puño arrogante levantado contra Dios. Ésta
se jacta orgullosamente de ser una sociedad secular. Según su constitución, Dios no tiene lugar ni
reconocimiento en su sociedad, y su nombre ha sido totalmente eliminado. En lo que concierne a los líderes
de la Unión Europea, para ellos Dios está muerto.
Ahora mismo Estados Unidos se está dirigiendo en la misma dirección. Poco a poco estamos sacando a
Dios completamente de nuestras cortes, de nuestras escuelas, de nuestra sociedad. Rehusamos reconocer
su bendición sobre nuestro país, y en lugar de eso decimos: "Lo hemos logrado todo en nuestras fuerzas.
Somos la nación más grande, poderosa y rica sobre la tierra, y todo lo hemos logrado nosotros solos".
Amo a Estados Unidos, pero me estremece saber que esta nación se haya levantado contra Dios,
levantándole nuestro puño y desafiándolo a actuar. La palabra hebrea para "maldad" en Malaquías 4:1
significa "arrogancia". La peor de las arrogancias es hacer alarde del pecado delante del cielo y decir: "Dios
no ve. Él no puede hacer nada. Él no tiene nada que ver con nosotros".
Es arrogancia pisotear su santa Palabra, burlándose de todo lo que refleja Su corazón. Considere la burla
que se hace del matrimonio cuando se exaltan las perversiones sexuales. Es una total arrogancia legalizar
matrimonios entre dos hombres o entre dos mujeres y permitirles adoptar niños, un asunto que ahora mismo
se está discutiendo en las cortes de California. Mientras tanto, movimientos pro-pedófilos reclaman el
derecho de los hombres para tener relaciones sexuales con niños.
A medida que esta maldad se desenvuelve delante de nuestros ojos, nos sentimos impotentes de detenerla.
Aun así, me pregunto: "¿Hasta cuándo creen los impíos que Dios va a seguir mirando con asombro tal
arrogancia sin juzgarla?".
La profecía de Malaquías se cumplió en el pasado, cuando las sociedades impías cruzaron la línea.
Está claro, por la Escritura, que Estados Unidos ha pecado más que Israel, cuando éste se apartó de Dios;
más que Sodoma y Gomorra, más que la sociedad impía y violenta de la época de Noé. Isaías profetizó:
"Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y [densa] oscuridad las naciones" (Isaías 60:2). La palabra
hebrea "densa" significa aquí "abatimiento". Isaías estaba diciendo: "un oscuro abatimiento está en camino,
de tal manera que cubrirá toda la Tierra".
Jeremías habló de tal oscuridad cuando clamó a Judá la infiel: "Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que
haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la
vuelva en sombra de muerte y tinieblas" (Jeremías 13:16).
Malaquías también nos habla de aquel día que está por venir, un tiempo de oscuridad y abatimiento en el
que Dios humillará a los soberbios y arrogantes. Cuando ese día venga, dice el profeta, todas las raíces y
las ramas serán completamente consumidas, dando a entender que no que no quedará nada sobre lo cual se
pueda reedificar. Hasta ese punto de la historia, Dios nunca había destruido completamente las raíces de la
reconstrucción. Pero ahora, el profeta dice que Dios va a cavar y sacar todo, y "no les dejará ni raíz", dando
a entender que no habrá manera de recuperarse.
Ahora mismo, el día de ajustar cuentas ha llegado tanto para Estados Unidos como para el mundo. Todas
las ramas del gobierno de los Estados Unidos, incluyendo los bancos federales e instituciones financieras,
verán a nuestra economía estrellarse y consumirse por el fuego. Las viejas corporaciones, aquellas antiguas
instituciones arraigadas en nuestra sociedad, se verán afectadas quedando sin alguna forma visible de
recuperación. El abatimiento se esparcirá con tal magnitud que las grandes mentes estarán confundidas
respecto a dar cualquier solución para salir de la oscuridad.
Incluso el mundo secular ve que Estados Unidos enfrenta tiempos difíciles. Un artículo reciente de The
Economist (El Economista), muestra a la Estatua de la Libertad sentada con un rostro de desánimo entre
sus manos y su antorcha tirada en el suelo. El titular dice: "Estados Unidos Infeliz". Los editores escribieron
lo que detallo a continuación, palabra por palabra: "Hay un feroz abatimiento arrasando el mundo
entero"…"Hemos sido ambiciosos por mucho tiempo, y ahora nos ha atrapado"…"Es demasiado tarde. La
avalancha ya comenzó"…"Estados Unidos está de muy mal humor. Nos dirigimos hacia el camino de
Sodoma y Gomorra"…"La economía se está tambaleándo"…"El mundo se está cocinando" (énfasis
añadido).
Hace diez años, publiqué un libro titulado "El Llamado Final", en el que predecía un holocausto económico.
En aquella época fui ridiculizado y me apodaron el predicador del juicio final (a pesar de que nunca
prediqué juicio sin lágrimas). Recientemente, los teléfonos de nuestro ministerio han timbrado sin parar
para hacer pedidos de dicho libro.

Estados Unidos no es la única nación que enfrenta un tiempo de abatimiento. Recientemente, nuestro
ministerio envió un equipo a una de las principales ciudades en Rusia. Ellos volvieron reportando que una
desesperación económica ha tomado control de esa parte de la nación. Los precios de la gasolina, la
electricidad y otras necesidades básicas se han disparado a los cielos, mientras que los salarios alcanzan
sólo para cubrir la mitad de lo que la gente necesita para sobrevivir. Nuestro equipo nos contó que no
pudieron encontrar una sonrisa en ningún lugar, excepto en las iglesias, donde la esperanza florecía, porque
la confianza de dichas personas está en el Señor.

Quizás usted dirá: "Las cosas son diferentes en Estados Unidos. Nuestra economía siempre estará bien. Han
habido problemas así anteriormente, y la recuperación siempre venía en seguida. Puede tomar cinco años,
pero todo se arreglará". Sin embargo, ¿qué tal si la palabra de Malaquías es verdad? ¿Qué tal si todas las
raíces de recuperación han sido quemadas hasta su punto más profundo, más allá de toda esperanza de
recuperación?
Ahora, déjeme sugerirle algo: Suponga que Malaquías estuviera vivo hoy. Y suponga que él predicara este
mismo mensaje el siguiente domingo en la iglesia a la que usted asiste. Imagínese al Pastor Malaquías al
frente en el púlpito. Y mientras termina su mensaje, presentando las palabras de los profetas y detallando
las cosas venideras, cierra su Biblia. Luego baja del estrado y sale por en medio de la congregación.
La gente tiembla a causa de lo que han oído: un día de oscuridad y abatimiento está por venir. Pero mientras
Malaquías se pone de pie frente a ellos, una gran sonrisa llena su rostro. De pronto, él abre sus brazos y
clama: "¡Regocíjense! Esta profecía que acaban de escuchar, no es para ustedes. No va dirigida para
aquellos que aman y temen al Señor. Al contrario, esta palabra es para el soberbio, el arrogante, el que vive
sin ley. Es una advertencia santa para el mundo impío.
"Sí, de cierto habrá daño colateral a causa del fuego de aquel día. Los cristianos también sufrirán como
efecto de ello. Eso no puede evitarse. Pero Dios le ha enviado una palabra, la cual lo guardará a través de
los tiempos difíciles. No importa que los montes se traspasen al mar, que la economía tiemble y caiga, que
todo lo que pueda ser conmovido, sea conmovido. Dios les ha dado una palabra diferente a aquellos que
temen al Señor".
2. Para la iglesia vencedora, existe una profecía completamente diferente, una profecía gloriosa.
Para el pueblo de Dios, el mensaje no es de abatimiento, sino de alegría. Cuando las tinieblas cubran la
tierra, cuando los corazones de los hombres flaqueen por el miedo a las cosas terribles que están
aconteciendo, se nos dice que en ese momento "nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación"
(Malaquías 4:2).
En la hora más oscura, cuando las cosas se vean sin esperanza, cuando haya temor en todos lados, cuando
todo esté cubierto de sombra del muerte?, Jesús se levantará y se revelará con mayor gloria que en cualquier
época de la historia; y el mundo será testigo de su poder salvador y guardador en todo su esplendor. En un
mundo que se ha vuelto loco, en el que los musulmanes radicales se glorían de haber vencido y los
agnósticos claman: "¡Dios está muerto!", Jesús se levantará. Él resplandecerá como un Sol sanador, más
brillante que en cualquier otra generación.
Algo acontecerá con el pueblo de Dios como resultado de la aparición del Hijo. El resto de este versículo
dice: "Y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada" (Malaquías 4:2). En el hebreo original, este texto
se traduce así: "Saldréis, saltando como becerros liberados de la manada".
Esto se refiere a la lluvia tardía, el prometido y fresco bautismo del Espíritu Santo, el cual incluirá un
estruendo del cielo más grande, más poderoso. Cuando venga, el Espíritu Santo restaurará milagrosamente:
"Concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se
hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús" (Hechos 4:29-30).
Hay tres palabras de las que muchos cristianos ya no hablan: señales, prodigios y milagros.
Para toda una generación de creyentes, estas tres palabras evocan memorias de muchos abusos en la iglesia.
En una época en la que mucha gente buscaba obras genuinas de Dios, "con señales que les siguieran",
charlatanes ejecutaban falsas "obras de Dios". Los tan famosos "evangelistas sanadores" hacían de ello un
circo; hombres y mujeres codiciosos ofrecían "sanidades" a cambio de dinero.
Ahora, cada vez que muchos de nosotros oímos estas tres palabras, se levantan desde nuestro interior
sentimientos incómodos: temor al fanatismo, vergüenza a las burlas, recuerdos dolorosos de queridos
hermanos y hermanas, cuya fe acabó en un montón de cenizas a causa de toda la falsedad. Trágicamente,
muchos en la iglesia de Cristo ya no esperan que Dios haga milagros.
Aun así, por favor oiga lo que estoy a punto de decir. El diablo conoce las Escrituras, y sabe que un genuino
avivamiento de sanidad, inspirado por el Espíritu Santo, ha sido profetizado. Es por ello que, incluso en
este momento, él está promoviendo sus propias y perversas reuniones de "sanidad". En sus reuniones, Cristo
no es el centro sino la exaltación de ángeles o de un individuo.
Pero lo que Malaquías está profetizando no puede ser promovido por el hombre. No será algo local, ni
girará en torno a alguna personalidad o a algún individuo. Por el contrario, tendrá la característica de
presentar la santa predicación de Cristo. Y sucederá en todas partes, tanto en las casas de creyentes
vencedores, como en iglesias. Pastores y ministros laicos también recibirán unción para orar por los
enfermos. Ancianos se levantarán con una fe fresca para obrar maravillas en el poder del nombre de Jesús.
Todos impondrán manos sobre los enfermos y orarán por ellos para ser sanados.
Ahora, déjeme añadir una cuarta palabra a esta lista de términos a los que ya no nos
referimos: manifestaciones. Tenemos temor a las manifestaciones de la carne, en las que la gente se
comporta de maneras muy extrañas. Sí, han habido muchos abusos que fueron llamados "manifestaciones
del Espíritu". Pero si el Espíritu Santo en verdad se mueve sobre nosotros, tal como lo ha hecho en su
pueblo a lo largo de la Escritura, no debiéramos tener miedo a una verdadera manifestación.
Y la manifestación que tendrá lugar durante el derramamiento postrero del Espíritu será un gozo del Espíritu
Santo. Mientras el mundo entero se sienta debajo de una nube de abatimiento, el testimonio del pueblo de
Dios será uno: gozo puro. A medida que los propios cimientos de la sociedad estén siendo arrancados, los
seguidores de Jesús serán vistos alabando a Dios en medio de los escombros, ofreciendo ayuda y esperanza
a los que estén en mayor necesidad.
Esta manifestación de gozo es más necesaria que nunca. Día tras día oigo al pueblo de Dios decir: "¿Es esto
todo lo que hay en el caminar cristiano? ¿Debemos siempre enfocarnos en las pruebas y sufrimientos?
¿Acaso no sigue hablando Dios? ¿No sigue sanando? ¿No deberíamos esperar respuestas cuando oramos?
¿Dónde están los milagros que Su Palabra nos promete?
Permítame darle una respuesta muy simple a estas preguntas: Los milagros y sanidades son posibles por y
a través del poder del Espíritu Santo. El libro de Hechos nos cuenta que Esteban era un hombre "lleno de
gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo" (Hechos 6:8). Si somos honestos
delante del Señor, muchos de nosotros tendremos que admitir que hemos perdido toda esperanza de tener
tal fe.
En multitudes de cristianos, el fuego del Espíritu Santo está disminuyendo.
Dios no puede responder donde no hay fe. Y Satanás no huirá donde hay temor e incredulidad. El hecho es
que, hemos fracasado en tomar nuestra autoridad, dada por Dios, sobre el diablo y su imperio demoniaco.
La Palabra de Dios nos dice que el enemigo no tiene el control. Está escrito que tenemos poder sobre él:
"Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Santiago 4:7). A pesar de ello, muchos han dejado que Satanás
atropelle su fe, sin ofrecer resistencia.
Si esto lo describe a usted, Malaquías le ofrece una palabra más maravillosa: "saltaréis como becerros de
la manada" (Malaquías 4:2). ¡Qué palabra tan increíble para el pueblo de Dios en estos postreros días!
Malaquías ilustra a los creyentes como becerros confinados en establos. Aquí, la raíz hebrea para "manada"
significa "atado", "dando vueltas y vueltas en círculos".
¿Alguna vez ha visto becerros juguetones e inquietos, encerrados en un establo? Van en círculos, pateando
y haciendo mucho ruido. ¿Entiende la figura que Malaquías nos está dando? Satanás ha tenido éxito al
encerrar a una multitud de creyentes en pequeños establos. Les ha impedido disfrutar de los pastos verdes
de Cristo, lejos de sus aguas refrescantes. Considere lo siguiente:

 Algunos cristianos están confinados a un establo de desesperanza. Estos creyentes se mueren de


aburrimiento, se levantan cada día tan sólo para dar vueltas y vueltas en su pequeño mundo. Están
amarrados a un espíritu que los ata a su propio ego, al materialismo, a sus propias necesidades, sin
siquiera tener una gota de alegría. Muchos de dichos cristianos han perdido toda esperanza de ser
libres otra vez. Suspiran al recordar los tiempos pasados cuando se regocijaban en el Señor. Ahora,
constantemente se preguntan: "Dios, ¿dónde estás?".
 Algunos cristianos están encerrados en un establo de amargura. La Biblia dice que la amargura
es un veneno mortal, llamándola "la hiel de amargura". Debo dar una advertencia aquí, en el amor
de Cristo: si usted tiene una sola raíz de amargura, si usted tiene alguna animosidad racial, alguna
falta de perdón o cualquier "justo" resentimiento, usted está atado de iniquidad. Y si usted
permanece con esta atadura, se quedará confinado en un establo. Vivirá en miedo, será un becerro
terco y terminará en muriendo espiritualmente.
Podríamos mencionar otros establos de confinamiento: incredulidad, desesperación, miedo desenfrenado,
pecados que nos asedian. No importa el tipo de confinamiento que sea, la verdad es que no podemos abrir
nuestros establos por nuestra propia cuenta. No podemos deshacernos de nuestros temores, desesperaciones
o incredulidad en nuestra fuerza humana. Dicho en una forma simple, necesitamos una llenura fresca del
Espíritu Santo. Amado santo, le insto a que no deje pasar un día más sintiéndose satisfecho con las cosas
tal y como están. El Señor da su Espíritu Santo a aquellos que se lo piden. Y su liberación debe venir
mediante fe. Cuando Dios promete: "saltaréis como becerros de la manada", significa más que la liberación
del confinamiento. Cuando Él abra las puertas de nuestro establo, saldremos de éste saltando con gozo. Ya
no tendremos esa nube de abatimiento sobre nosotros, sino que seremos liberados para andar en un camino
de esperanza, libertad y vida abundante.
En estos días de incertidumbre y penumbra, aquellos que han sido liberados de sus establos serán el
testimonio del poder de Dios. Serán vistos regocijándose por ver al Hijo levantarse. Y la promesa eterna de
Dios para su pueblo se hará evidente a todos.
Cada quien juega un papel en la liberación de su establo.
El Espíritu Santo es dado sólo a los que se lo piden. Ore para que el Espíritu Santo traiga de vuelta su fuego,
renueve su fe y que lo atraiga más a su corazón.
El gozo es el fruto de Espíritu Santo. Como pueblo de Dios, debemos cantar en voz alta, aclamando al
Señor con voz de júbilo. Debemos alabarle, ya sea que sintamos ganas o no. La Escritura dice que Dios
mora en medio de nuestras alabanzas.
Usted podría objetar: "Pero saltar de gozo cuando uno no lo siente, es hipocresía. Ese tipo de 'gozo' no
significa nada cuando uno está deprimido y en dolor".

Escuche otra vez a Malaquías: "Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros
pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Malaquías 4:3). En el momento en que
usted acepte su liberación, cuando salga de su confinamiento por fe, usted mandará a volar al diablo y los
demonios huirán. No importan las noticias que el mundo traiga, las aflicciones o problemas que vengan, la
Palabra de Dios permanece fiel. Usted puede recibir una llenura fresca del Espíritu Santo, como un becerro
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Lo dejo con estas palabras que son ;gloriosas promesas:

 "Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en
paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de
canto." (Isaías 51:3).

 "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar
buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón…a proclamar el año de la
buena voluntad de Jehová…a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza,
óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados
árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya" (Isaías 61:1-3)

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