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Sobre la base del contenido del texto legal se puede definir el delito de
lavado de activos de la siguiente manera:
Elemento personal: Esto es, que la organización esté integrada por tres o
más personas.
Lavado de Activos y
extinción de dominio:
lo que dice la ley en
Perú
¿Qué es el lavado de activos y extinción de dominio?
El lavado de activos y extinción de dominio son los dos conceptos más utilizados
en el análisis de la criminalidad organizada hoy en día. El lavado de activos,
también llamado “lavado de dinero”, es un tipo especial de delito reconocido por
nuestro Código Penal. Este delito consiste en introducir en la circulación
financiera dinero obtenido de forma ilegal, haciéndolo parecer como si fuera de
origen legal.
Una interrogante que no podemos dejar pasar es ¿Por qué se creó la ley de
extinción de dominio? Pues bien, a pesar de que se castigaba el lavado de
activos, los bienes obtenidos de forma ilegal seguían siendo disfrutados por los
amigos o familiares del delincuente. La situación es aún peor cuando se trata de
una organización criminal, pues detener y condenar a parte de sus miembros
tampoco evita que el resto del grupo siga beneficiándose de los bienes
adquiridos ilegalmente. Peor aún, mientras más tiempo pasaba más difícil era
rastrear el origen ilícito del dinero, lo que llevaba consigo perjuicios a las
personas y al sistema financiero. Por ello se creó la ley de extinción de dominio
como una forma de que los delincuentes dejen de beneficiarse de sus crimines,
incluso después de haber sido detenidos.
Las actividades vulnerables para el lavado de dinero son aquellas que por su
naturaleza o características pueden servir como instrumento para realizar alguna
de las etapas del delito en sí (la colocación o la intercalación). Las más comunes
son la compra y venta de bienes muebles o inmuebles (vehículos, muebles, casas,
terrenos, etc.) y las actividades económicas que produzcan dinero
constantemente (aunque de forma irregular), tales como, restaurantes, tiendas,
lavado de autos, entre otros. También se da el caso en el que el dinero obtenido
de forma ilícita es utilizado para invertir en distintos negocios o como capital de
una empresa que en realidad nunca entra en funciones y solo sirve para justificar
los ingresos. En suma, prácticamente, cualquier negocio puede ser vulnerable al
delito de lavado de dinero, pero se encuentran más propensos aquellos que
generan más ingresos y se mantienen como informales.
Los delitos precedentes del lavado de activos pueden ser cualquiera que genere
un beneficio económico o patrimonial al autor de dicho delito. Estos son hurto,
robo, fraude, corrupción (delitos contra la administración pública), secuestro,
extorsión, proxenetismo, tráfico de drogas, armas, personas, migrantes, etc.,
delitos tributarios, financieros o similares. Prácticamente, cualquier delito que
pueda ocasionar un incremento del patrimonio del autor. Por ello, el lavado de
activos no se considera un agravante o un delito derivado, es por el contrario un
delito autónomo, aunque para que se configure tenga como requisito
indispensable la existencia de un delito anterior.
Por otro lado, es muy común encontrar que son las organizaciones criminales las
que emplean el lavado de activos para operar, ya que por sus características se
requiere un elevado número de personas, una dirección y cierta estructura. Por
ello, el delito de lavado de activos casi siempre lo encontramos asociado al delito
de asociación ilícita u organización criminal para delinquir, aunque no
necesariamente son uno solo.
Lo que pasa con los bienes de extinción de dominio es que ahora están bajo la
titularidad del Estado, específicamente del Programa Nacional de Bienes
Incautados (PRONABI). Así constará en la inscripción que se realice ante los
Registros Públicos. Es decir, ahora el Estado será el propietario de dichos bienes,
pudiendo disponer de ellos de la mejor forma que considere para beneficio de la
sociedad.
Si se pregunta qué hacer para evitar la extinción de dominio sobre los bienes que
ha adquirido en calidad de compra o alquiler, pues le decimos que el elemento
esencial consiste en la buena fe. Es decir, el desconocimiento total del origen
ilícito y la certeza del origen licito del bien. Para ello, debe asegurarse que el bien
que está comprando o alquilando esté debidamente inscrito en los registros
públicos, sus impuestos estén pagados, que el precio sea acorde a la valorización
del mercado, etc.