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Diarios de ser y piel.
Patricio Cuevas
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Bubok Publishing S.L., 2013
1ª edición
ISBN:
Impreso en Chile / Printed in Chile
Editado por Bubok
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Diarios de ser y piel.
Patricio Cuevas
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Dedicado a todos aquellos
que vivieron estas historias
y me permitieron llevarlas al papel.
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Diarios de ser y piel.
El desquite.............................................................................8
Dama de compañía..............................................................18
Un café para dos..................................................................34
El paseo...............................................................................40
No hice nada malo...............................................................48
Un héroe sin capa................................................................80
El hermano de mi hermano..................................................92
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El desquite.
- ¿Te sentiste sola? -era una ex, no podía ser para nada
simpático.
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- A un… motel- me compliqué más de lo que debía, pero
finalmente se lo dije.
-Por fin – dijo lanzándose sobre mí, una vez había cerrado
la puerta.
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Acaricie su cuerpo con mis manos, mientras ella se movía
suavemente sobre mí, hasta que ambos terminamos, y ella
se apegó a mi lado.
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Dama de compañía
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por eso cobro lo que cobro, no me gustan los clientes muy
jóvenes, ellos no debiesen pagar por esto.
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-A ese departamento no viene casi nadie- frunció el ceño –
hace mucho que no veo al dueño.
-¿Puedo pasar?
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-Que silente eres- dijo y pude sentir sus ojos mirándome
fijo, yo sólo clavé los míos en mi comida.
El mundo debe haber sido muy cruel con él, no tengo idea
de que le habrá ocurrido, que tipo de accidente habrá
sufrido para quedar con semejantes secuelas, pero el
claustro en el que había decidido vivir era semi-voluntario,
no me interesa si algún día sale de ese lugar, pero al
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menos mientras yo estuviese ahí, podía brindarle un poco
de compañía, era lo que él necesitaba.
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Un café para dos
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mueble un sobre blanco, que llevaba impreso un logo
reconocible, del mundo financiero.
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El paseo
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baja, siento como se excita y con un último espasmo
termina.
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No hice nada malo.
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cobran, las otras no, yo exhibo mi cuerpo, pero no lo
vendo.
-No pensé que te vería por aquí – su voz era grave, ronca.
Tanto que mi piel se sintió un par de milímetros más
delgada a cada sílaba.- después de que no vinieras ayer.
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-Eres más bonita de cerca- la luz baja me ayudó, porque
me sonrojé. – De hecho, me gusta cómo te vistes.
-Veo que eres muy bueno con las manos… - dije al cabo
de un par de minutos-
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-Vas constantemente a mirar mis bailes y mis
espectáculos, no siempre te veo, pero mis compañeras me
contaron, es a mí, porque después siempre te marchas y no
ves a nadie más. – asintió con la cabeza- Y me dejaste el
papel, envuelto en el billete para que yo viniese, porque te
gusto y muy probablemente quieras llevarme a la cama en
el más extremo de los casos, de lo contrario te advierto,
que no me creo el cuento del príncipe que quiere salvar a
la niña de la vida nocturna. Eso me gusta, lo disfruto y
gano mucho dinero fácilmente. – sonreí, pero él se rio a
carcajadas- ¿de qué te ríes?
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-Y no quiero sacarte de tu mundo, quiero ser un pasajero
de él-
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-Me gusta que seas arriesgado- acaricié su cabello
mientras le miraba a los ojos.
-¿Que pasa?
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-¿Provocados por qué? –
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-Necesito que se vaya- me dijo el calvo una vez que vestía
una camisa blanca, y dejaba caer a ambos costados del
cuello una pañoleta azul cielo.
- ¿Por qué?
-Los japoneses creen que hay un hilo rojo que une a las
personas que están destinadas a unirse. – lo miré – yo no
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sé si nosotros tengamos ese hilo, pero creo que debíamos
conocernos.
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-Es parecido, pero por eso te dije que hay gente que
probablemente va al mismo lugar que tú. En este caso,
estamos en camino al mismo lugar.
- ¿Y vamos juntos?
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-De vez en cuando le dan dolores de cabeza terribles -dije-
tanto que ha incluso llegado a llorar del dolor.
-¿Pero que?-..
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-No quiero vivir en agonía, Jeanette. – se limpió las
lágrimas. - No quiero ver como mi cuerpo se deteriora y
termino metido en mi cama por el resto de mi vida, no
quiero vivir contigo si eso significa que me tengas que
atender de por vida., no quiero… -mis ojos parecieron
agrandarse, y el lo notó cuando hizo un pequeño silencio-..
puedo sentir que ya sabes lo que quiero.
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Un héroe sin capa.
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-¡Señorita!- levantó la mano el oficinista, de apellido
Martinez y nombre Darío cuando la empleada del local
pasó junto a él- Otra botella por favor – la garzona asintió,
mientras este último la miraba con la sensación de
conocerla de alguna parte.
-¿A quién?-
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Fue un cinco de marzo, Berríos llegó tarde y ante la
mirada intimidante del profesor de historia, ocupó un lugar
al azar, siendo la elección indicada el asiento más cercano
a la puerta por donde había ingresado en aquel momento,
Junto a él se encontraba una muchacha que desconocía, o
al menos eso pensaba.
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Una sonrisa nerviosa de la regresada muchacha le hizo
recordar quien era a su compañero de puesto, ocultaba tras
aquel gesto la vergüenza que le provocaba el haber sufrido
un cambio de imagen tan brusco en menos de un año, y
más aún cuando en su interior siempre había mirado con
ganas de intimidad a Berríos, quien pasmado con la
sorpresa de verla sentada justo allí sonrió también, algo
nervioso al no entender que la misma persona que tenía
sentada a su derecha era a quien había codiciado y besado
en más de alguna ocasión antiguamente.
-Se pegó una buena bajada de peso después eso sí- recordó
Martínez- ¿ahí fue cuando empezaste con ella cierto?
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-¿Estuviste tomando? – Berríos asintió tímidamente, su
mujer movió la cabeza de un lado a otro en señal de
reprobación. -Eres muy egoísta – Berríos sonrió
internamente, y se retiró al dormitorio.
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El hermano de mi hermano
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venía desde lejos dentro de sus mentes, pero realmente
provenía de no más de un metro y medio de distancia.
-No me gusta.
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no comprendía lo que ocurría, y la mano avanzaba
despacio por sus nóveles caderas llegando hasta su
ombligo, enseñándole una sensación extraña que le hacía
sentir incómoda y no le permitía reaccionar, por lo que
instantes más tarde la mano ya se escabullía por entre sus
ropas interiores, la muchacha dueña de la cama estaba
inmóvil y luchando por poder reaccionar ante lo que
ocurría mientras sentía que su cuerpo se veía invadido, y
al cabo de un par de contactos entre los dedos de Elsa y su
piel tierna, juntó su fuerza de voluntad y le quitó la mano
de allí cuando el pulso ya comenzaba a subir por el temor
a hacer algo que no correspondiese. Su prima también se
asustó y vio caer una gota de sudor por el costado de su
cavidad ocular, entonces se volteó para dormir espalda con
espalda, hasta que el sol apareciese la ventana.
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-¿Por qué? – le acarició el cabello- ya es tarde, y hoy te
cansaste mucho. Es mejor que descanses, para que mañana
vayamos a dejar a tus tíos al terminal.
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