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Contenido
El racionalismo en la época moderna
Renato Descartes
Las reglas del método
La duda metódica: Cogito ergo suum
G. W. F. Leibniz.
Verdades de hecho y verdades de razón.
El método y las reglas del método. La definición de lo que Renato Descartes entiende por
método la podemos encontrar en la Regla IV de su obra Reglas para la dirección del espíritu
(Regulae ad directionem ingenii).
“Así pues, entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las
observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no empleando
inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre gradualmente su
ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de que es capaz.”
(Descartes 1989:79).
Con la propuesta del método, Descartes procura la prevención del error, pues según él, el
buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar tan bien
provisto de ella que incluso aquellos que son los más difíciles de contentar en cualquier otra
cosa no tienen en esto costumbre de desear más del que tienen. En lo cual no es verosímil
que todos se engañen; más bien esto testimonia que la facultad de juzgar bien y de distinguir
lo verdadero de lo falso—que es propiamente lo que se nombra buen sentido o razón, es
naturalmente igual en todos los hombres; […]. Porque no es bastante tener buena la mente,
sino que lo principal es aplicarla bien (Discurso del Método).
Regla de evidencia
«No admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era: es
decir, evitar con todo cuidado la precipitación y la prevención, y no comprender en mis
juicios nada más que lo que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese
ocasión alguna para ponerlo en duda»
Descartes no acepta como verdadero sino lo que es evidente. Pero ¿Qué es evidente? La
evidencia se produce sólo en la intuición, es decir, en un acto puramente racional por el que
nuestra mente capta o "ve" de modo inmediato y simple una idea. La intuición es la captación
intelectual inmediata de una idea. Inmediato implica que no hay una cadena deductiva de por
medio y, por otra parte, que no hay mezcla con nada sensible (no median los sentidos o la
experiencia para captar esa idea). Si lo que es evidente es lo que es intuido, ¿Qué es lo que
la mente intuye? La mente intuye ideas claras (cuando podemos advertir todos sus elementos
sin la menor duda) y distintas (que no podamos confundirla con ninguna otra idea).
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La intuición intelectual se caracteriza por ser indudable y por qué excluye el error. Entre lo
absolutamente falso y lo absolutamente verdadero no hay término medio. Algo es verdadero
o falso. Descartes excluye los conocimientos que son únicamente probables. La certeza,
como propiedad fundamental del saber, exige la desestimación absoluta de lo probable. Lo
que no es claro y distinto (evidente) es confuso y oscuro debiendo ser rechazado como posible
fuente de conocimiento.
Tipos de ideas
Para Descartes existen tres tipos de ideas: innatas, adventicias y facticias. El problema de
Descartes es encontrar cual es el conocimiento cierto, cuál es el criterio que nos puede servir
de fundamento último para decidir sobre el conocimiento verdadero, indubitable.
¿Cómo se adquiere un conocimiento cierto acerca de las cosas del mundo? Al afirmar
que existen diferentes tipos de ideas, Descartes está reconociendo una gradación en el
conocimiento y, paralelamente, reconoce el papel de los sentidos. Estos no proporcionan
auténtico conocimiento, aunque sea por medio de ellos que recibimos la información de que
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hay cosas fuera de nosotros. Puede verse y tocarse algo, pero eso no es conocimiento
propiamente dicho, pues falta la intervención de la razón o el entendimiento para analizar lo
que sea el objeto.
En las Meditaciones metafísicas Descartes introduce el ejemplo del trozo de cera para
distinguir entre el conocimiento imperfecto de los sentidos y el conocimiento obtenido con
la intervención operativa de la razón.
“¿Qué es este trozo de cera que sólo entendimiento o el espíritu puede comprender?
Es el mismo que veo, toco, imagino, es el mismo que creí que era en un principio.
Observemos que mi percepción no es una visión ni un contacto ni una imaginación,
ni lo ha sido nunca, aunque lo pareciera; es una inspección del espíritu, imperfecta y
confusa antes, clara y distinta ahora, porque la atención se ha fijado detenidamente en
el objeto y en los elementos de que compone” (Descartes, 1977:62, meditación
tercera).
Con esos pasos, Descartes puede dudar de todos sus conocimientos, hasta el extremo del
escepticismo. Cuando duda de todo, incluida la existencia de los cuerpos, Descartes queda
como un solipsista.
[El Solipsismo, del latín "[ego] solus ipse”. Traducible de forma aproximada como
"solamente yo existo"). Es la creencia metafísica de que lo único de lo que uno puede estar
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seguro es de la existencia de su propia mente, y la realidad que aparentemente le rodea es
incognoscible y puede no ser más que parte de los estados mentales del propio yo].
Pero, después de ese procedimiento en que radicaliza y universaliza la duda, Descartes cree
haber encontrado una “verdad absoluta, inmune a toda duda por muy radical que sea ésta: la
existencia del propio sujeto que piensa y duda. Si yo pienso que el mundo existe, tal vez me
equivoque en cuanto a que el mundo existe, pero no cabe error en cuanto a que yo lo pienso;
igualmente, puedo dudar de todo menos de que dudo. Mi existencia, pues, como sujeto que
piensa (que duda, que se equivoca, etc.) está exenta de todo error posible y de toda duda
posible. Descartes lo expresa con su célebre <pienso, luego existo>” (Navarro Cordón y
Calvo Martínez (1983:215) [cursivas en el original].
Leibniz trabajó con la idea de sustancia de Descartes, como una realidad que es autónoma e
independiente de cualquier otra sustancia en su ser y en su comportamiento. Pero se separó
de éste en lo que respecta a la concepción de la extensión como esencia de la sustancia
material, o realidad corpórea.
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Leibniz piensa que existe una infinidad de sustancias simples, inextensa, que denomina
mónadas. Leibniz niega el mecanicismo, y afirma que las sustancias son activas. Los distintos
procesos y determinaciones que afectan a una mónada tienen su origen en la actividad de
ésta, son internos a ella y no el resultado del influjo externo. Las mónadas no actúan unas
sobre otras. Pero, si ello es así, cómo explicar el orden que se observa en el universo como
totalidad. Leibniz responde con la teoría de la armonía preestablecida. Según esta teoría,
Dios al crear las mónadas las ordenó de tal modo que la actividad de ellas, sin existir
influencia de unas a otras, diera como resultado el orden armónico de la totalidad.
Las verdades de razón son necesarias, no puede concebirse que no sean. Se basan en el
principio lógico de contradicción. Son evidentes a priori, aparte de toda experiencia. (Son
también analíticas, pues basta con analizar el sujeto de la proposición para saber que el
predicado le conviene). Ejemplo. Dos y dos son cuatro, es una verdad de razón pues se basa
en lo que es el dos y lo que es el cuatro. Otro ejemplo, “el todo es mayor que sus partes”.
Basta con analizar la idea de “todo” (“todo” es algo compuesto de distintas partes) para
darnos cuenta de que el predicado le conviene necesariamente, que ha de ser “mayor que sus
partes”, que no puede ser de otra manera. Las verdades de razón se refieren a esencias, y son
verdades, aunque no exista los objetos a que se refieren. En cambio, las verdades de hecho
se refieren a existencias. Estas últimas exigen la existencia del objeto.
Las verdades de hecho. Estas verdades no son analíticas, no se justifican a priori. Las
verdades de hecho requieren para fundamentarse tanto el principio de contradicción, el
principio de identidad, así como el principio de razón suficiente. Este último dice que todo
lo que existe o sucede tiene una razón para existir o suceder. Ejemplo: Colón descubrió
América. Es una verdad de hecho que requiere una confirmación experimental, pues podría
no ser verdad, no es contradictorio que Colón no hubiera descubierto América.
Precisión conceptual. ¿Qué se quiere decir cuando se emplea la palabra ‘empirista’?. Según
García Borrón (1985:30) la palabra empirista suele ser utilizada con tres significados
diferentes: “puede hacer referencia a una actitud humana genérica, a un método de
pensamiento o a una filosofía”.
El término “experiencia”.
Los empiristas distinguen un doble tipo de experiencia:
a) la interna, percepción de uno mismo,
b) la externa, percepción por medio de los sentidos. (sensualismo)
Es posible rastrear ideas empiristas ya en la Antigüedad. Así, en los estoicos se da por primera
vez la comparación del alma con una tabla en la que no hay nada escrito y en la que se van
grabando experiencias progresivamente, imagen que se repite continuamente desde entonces.
También los sofistas y los epicúreos defendieron ideas empiristas.
En la Edad Media, el empirismo se manifestó en Inglaterra con la escuela de Oxford, en la
que destacó la figura de Roger Bacon (1220-1292)
Sin embargo, como tendencia o escuela con pensamiento sistemático, el empirismo muestra
sus rasgos principales durante la Edad Moderna (siglos XVII y XVIII), en especial de la
filosofía inglesa. Se reconocen como los principales representantes del empirismo a los
filósofos Francis Bacon, John Locke, David Hume y George Berkeley. Como el principal
representante de esta corriente se reconoce a John Locke, por la influencia que ejerció en
distintos ámbitos de la cultura (A Locke se le reconoce como uno de los principales autores
del liberalismo, en especial se le recuerda por sus Ensayos sobre el gobierno civil; La carta
sobre la tolerancia y su Ensayo sobre la educación.).
2. Negación de las ideas innatas de los racionalistas. La negación de las ideas innatas
significa que todas las ideas, por abstractas y generales que puedan parecer, poseen su base
y fundamento en la percepción sensorial. El entendimiento humano es tabula rasa, es decir,
hoja de papel en blanco en la que no hay nada escrito, mientras no exista la experiencia
correspondiente que es la que proporciona los datos.
4. Negación del valor objetivo de los conceptos universales. El empirismo aceptó la tesis
nominalista acerca de los universales: los conceptos de género y especie no se refieren a
ninguna realidad objetiva. Son únicamente nombres referidos a ideas particulares o
"percepciones" simples que se encuentran relacionadas entre sí. Así, cualquier idea compleja
debe ser explicada como resultado de una mezcla y combinación de ideas simples. Los
universales o conceptos generales solamente designan esas combinaciones más o menos
"estables" de ideas simples.
Toda verdad puede y debe ser puesta a prueba y, por lo tanto, eventualmente modificada,
corregida o abandonada. (Abbagnano, 1974: 398)
El interés por hallar un método adecuado para dirigir el pensamiento fue uno de los intereses
principales tanto del racionalismo como del empirismo. La diferencia entre ambos estriba en
que, si para los racionalistas el modelo ideal de método era el matemático y deductivo, para
los empiristas debía ser experimental e inductivo.
La filosofía empirista, con la delimitación del poder de la razón, funciona como una especie
de terapia intelectual, una especie de autocrítica y llamado de atención para recordar los
límites y posibilidades del conocimiento y nuestra capacidad racional.
Las ideas.
Locke rechaza la existencia de ideas innatas. Para él la mente es como una hoja en blanco
sobre la se escriben los datos provenientes de la experiencia. Si esas ideas estuvieran en
nuestra mente desde el nacimiento, entonces las tendrían todos los hombres y todos los
pueblos. Pero, “es bien sabido que hay pueblos primitivos que no reconocen a Dios, y que ni
el niño ni el adulto disminuido portan tales nociones generales. Lo que ocurre es que los
hombres consideran innatas o naturales aquellas creencias que han recibido desde su primera
educación, habiéndolas asimilado sin conciencia alguna. De esta ilusión espontánea deriva
la convicción dogmática de que son creencias que se garantizan por sí mismas, sin necesidad
de un examen racional, y esta es también la raíz de todo fanatismo e intolerancia”
(Montemayor, 2000).
Locke recoge la noción de idea difundida por los racionalistas: “idea es todo aquello que
emplea la mente para pensar”.
Esas ideas llegan a la mente por dos fuentes: la sensación y la reflexión. Los sentidos nos
proporcionan las impresiones de los objetos materiales (color, sabor, aspereza, etc.); la mente,
ante estas ideas, se muestra simplemente receptora. Por la reflexión elaboramos otras ideas
(razonamientos, creencias, dudas, etc.).
a) Ideas de la sensación: los sentidos proporcionan impresión de
objetos materiales (color, sabor etc.). IDEAS SIMPLES
Fuente de
Las ideas
b) Ideas de la reflexión: elaboramos ideas (razonamientos, creencias.
Las denomina IDEAS COMPUESTAS.
Locke denomina a las ideas provenientes de la sensación ideas simples, “átomos” del
conocimiento. Por medio de la combinación de las ideas simples, ejercitando la mente, se
forman las ideas compuestas.
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Aquí la mente juega ya un papel activo. Una ulterior pregunta es: ¿cómo se da la
transformación de los datos suministrados por los sentidos en ideas? Locke responde que esto
se da por medio de las cualidades.
Hay cualidades primarias (aquellas que son inseparables a los objetos y sin las cuales no
serían tales: extensión, solidez, figura, etc.). Ellas forman la realidad objetiva.
Existen otras cualidades denominadas secundarias (color, forma, sabor, etc.) que son
subjetivas, porque varían según la apreciación de cada mente receptora.
El conocimiento humano.
El conocimiento es la percepción del acuerdo o desacuerdo entre las ideas. Es de dos clases:
conocimiento intuitivo (inmediato y claro, y por ello no precisa de prueba alguna), y
conocimiento demostrativo (obtenido mediante una serie de pasos, cada uno de los cuales,
considerado por separado es de carácter intuitivo). Pero podemos alcanzar el conocimiento
real de la existencia de las cosas de tres modos: intuitivamente (así conocemos nuestra propia
existencia); demostrativamente (la existencia de Dios), y por la sensación (la existencia de
las cosas fuera de nosotros). El conocimiento humano no puede ir más allá de las ideas que
poseemos, ni puede pretender alcanzar a todo el universo.
David Hume vivió una época de profundas transformaciones y cambios radicales. En esa
época se considera que la experimentación y la constatación empírica constituyen la base
sobre la que se fundan los conocimientos que pueden tenerse como válidos. El método para
los empiristas lo constituye la inducción. El modelo de ciencia en el que se apoyan está
constituido por las Ciencias Naturales.
La percepción
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La obra Investigaciones sobre el entendimiento humano fue publicada en 1748. En ella Hume
analiza el entendimiento humano, con la intención de describir de dónde procede el
conocimiento y cuáles son sus límites. Al igual que Locke, Hume deriva todos los contenidos
(o ideas) de la mente de la experiencia. Sin embargo, él va mucho más lejos, llevando hasta
sus últimas consecuencias un empirismo que en Locke había quedado esbozado.
Hume llama percepción a todo acto o contenido de la mente. Todo lo que podemos sentir,
desear, pensar e imaginar son percepciones. Ahora bien, podemos distinguir dos clases de
percepciones, según con qué grado de fuerza y vivacidad se nos presenten:
Por un lado, tenemos las impresiones, que son los datos inmediatos de la experiencia, según
Hume son “todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones, en su primera apariencia en el
alma” (Abbagnano, 1974:645).
Las ideas, el otro tipo de percepción, son copias, imágenes o representaciones mentales de
impresiones precedentes. Por eso su grado de fuerza y vivacidad es menor.
Si uno pasea distraído por la calle y se lleva un pisotón doloroso está teniendo una impresión.
Su grado de fuerza y vivacidad es incuestionable: ¡el pie nos duele horrores! Ahora bien, si
uno llega a casa, pasado un tiempo, y recuerda el pisotón y el dolor: eso es tener una idea.
Por supuesto, no puede compararse el grado de fuerza y vivacidad del pisotón real con el
ideado después, por mucha fidelidad que tenga nuestro recuerdo.
Las ideas son siempre copias, y por lo tanto han de derivarse de impresiones precedentes.
Las impresiones son el origen de nuestras ideas.
Hume divide luego las percepciones, ya sean impresiones o ideas, en simples y complejas:
Escuchar sólo un sonido o ver una mancha de color azul es tener una impresión simple que
tendrá una idea simple como correlato: la representación mental de ese sonido o ese color en
mi mente.
Las ideas complejas se dividen en ideas simples que tienen como correlato impresiones
simples precedentes.
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Hay siempre una mayor exactitud en la copia de una impresión simple que de una impresión
compleja. Si intentamos visualizar una mancha de un sólo color después de haberlo visto no
tendremos grandes dificultades. Pero, reconstruir mentalmente la vista de Madrid desde la
torre Picasso es ya una tarea más peliaguda y, seguramente, lo haremos con gran inexactitud.
Parece demostrado, pues, que las impresiones preceden siempre a las ideas y que estas
últimas necesitan siempre para formarse una o varias impresiones.
Hume, sin embargo, encuentra una excepción: si le presentamos a una persona una gradación
de tonos de azul desde los más claros a los más oscuros y quitamos uno de esos tonos, su
mente, podrá imaginar y reconstruir el tono que falta formándose una idea (el tono que falta)
a partir de otra idea (los tonos dados). Aún así, esta excepción confirma aún más la regla, ya
que, en última instancia, reconstruimos el tono que falta echando mano de los tonos
conocidos y de los que hemos tenido experiencia previa.
2. En segundo lugar, mientras que el racionalismo se deja llevar por una idea
determinada de conocimiento, el empirismo parte de los hechos concretos. Para
justificar su posición acude a la evolución del pensamiento y del conocimiento
humanos, que prueban, en opinión del empirismo, la importancia de la experiencia en
la producción del conocimiento. El niño empieza por tener percepciones concretas y,
sobre la base de estas percepciones, llega paulatinamente a formar representaciones
generales y conceptos. La experiencia se presenta, por tanto, como la única fuente de
conocimiento.
3. En tercer lugar, mientras que los racionalistas son pensadores que proceden del campo
de las matemáticas la mayoría de las veces, la historia del empirismo revela que los
defensores de éste proceden casi siempre de las ciencias naturales. Esto se
comprende fácilmente si consideramos que en las ciencias naturales la experiencia
desempeña un papel decisivo: se trata de comprobar exactamente los hechos mediante
una cuidadosa observación; el experimentador está completamente entregado a la
experiencia y es muy natural que quien trabaja habitualmente con este método de las
ciencias naturales tienda de antemano a valorar el factor empírico sobre el racional,
considerando la experiencia como la única fuente de conocimiento. Sin embargo, el
filósofo de orientación matemática llega fácilmente a considerar la razón como la
única fuente del conocimiento humano al no necesitar el recurso de la experiencia
para la comprobación de sus demostraciones.
Referencias bibliográficas
Abbagnano, Nicolás (1974) Diccionario de filosofía, 2 ed.
Traducción de Alfredo Galletti
Fondo de Cultura Económica, México.
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