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UNIDAD IV: PRINCIPIOS Y REGLAS DE LA ARGUMENTACIÓN.

4.1. Principios de la argumentación.

“Se llama principio (arjé), en primer lugar, al punto de una cosa desde donde
alguien puede comenzar a moverse; por ejemplo, el principio de la longitud y del
camino será, por esta parte, éste, y por la contraria, el otro. En segundo lugar, se
llama también principio el punto desde donde cada cosa puede hacerse del mejor
modo; por ejemplo, la instrucción no debe a veces principiarse desde lo primero y
desde el principio de la cosa, sino desde donde con más facilidad puede aprender
el discípulo. En tercer lugar, se llama principio aquello desde lo cual, siendo
intrínseco a la cosa, comienza a hacerse; por ejemplo, de una nave, la quilla, y de
una cosa, los cimientos, y de los animales, unos consideran principio el corazón,
otros el cerebro, y otros, cualquiera otra parte semejante. En cuarto lugar, aquello
desde lo cual, sin ser intrínseco a la cosa, ésta comienza a hacerse y desde donde
principian naturalmente el movimiento y el cambio; por ejemplo, el hijo, desde el
padre y la madre, y la lucha, desde la injuria. En quinto lugar, aquello según cuyo
designio se mueven las cosas que se mueven y cambian las que cambian, como
en los Estados los magistrados, las potestades, los reinos y las tiranías se llaman
principios, y las artes, y, de éstas, sobre todo las arquitectónicas. Además, el
punto desde donde una cosa empieza a ser cognoscible también se llama
principio de la cosa; por ejemplo, de las demostraciones, las premisas. Y de otros
tantos modos se dicen también las causas; pues todas las causas son principios.

Así pues, a todos los principios es común ser lo primero desde lo cual algo es o se
hace o se conoce. Y de estos, unos son intrínsecos y otros extrínsecos. Por eso
es principio la naturaleza, el elemento, la inteligencia, el designio, la substancia y
la causa final, pues el principio del conocimiento y del movimiento de muchas
cosas es lo bueno y lo bello”. [ARISTÓTELES: Metafísica, libro V, 1]

4.1.1. Principios ontológicos.

Del texto anterior podemos destacar dos ideas sobre el concepto de “principio”:
una, que su presentación es omnipresente (hay principios en todas partes y de
todas las cosas, estando presentes tanto en el ámbito del ser como del conocer) y
polisémica (adopta varios sentidos: principio puede significar desde donde algo se
hace, es o se conoce). Pero, en segundo lugar, Aristóteles no deja de matizar el
significado común y general del término: “a todos los principios es común ser lo
primero”.

La ontología como ciencia primera tratará, pues, de lo principal o primero, y esto


es lo más universal que existe, "el ser en cuanto ser, y sus propiedades
esenciales" (Metafísica, V, 1, 1003). Las demás ciencias tratan del ser, pero desde
un punto de vista particular, por lo que se les llama "ciencias particulares". Por
tanto la ontología es, en tanto que estudio del ser de un modo universal,

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investigando las propiedades y los principios más generales que rigen lo real, la
ciencia fundamental y primera en la que pondría las bases de las demás.

Ahora bien, si, en cualquier caso, ser se dice de muchas maneras, entonces
¿quién dice ser y cómo dice ser? El lenguaje, entendido como logos, palabra
racional, es quien dice ser y la forma racional es el cómo se dice ser. Como se
está viendo, la ontología de Aristóteles se plantea, entonces, cómo estudiar el ser.

Para Aristóteles existe una correspondencia entre el ser, el pensar y el decir; por
tanto, podemos estudiar el ser estudiando el decir, el hablar, el lenguaje, el logos,
la lógica.

Así la pregunta fundamental es ¿Qué es el ser?. Y la respuesta: el ser es...

- El ser es sustancia: el sujeto de las predicaciones; el ser que existe por sí


mismo (ser substancial), frente a aquello que existe por otro (ser
accidental).
- El ser es unidad. Ser substancial es ser individual, ser uno (las sustancias
son los individuos concretos e individuales del mundo físico).
- El ser es esencia. Conjunto de rasgos que algo tiene necesariamente para
ser lo que es.
- El ser es acto: "ser lo que ya es" frente a "lo que todavía no es pero puede
llegar a ser" (ser en potencia). Resulta clara la superioridad del acto sobre
la potencia.
- El ser es verdad: la realidad de la sustancia determina la verdad o falsedad
de las proposiciones o juicios que se pronuncian sobre él.

Ha quedado claro que "El ser se dice de muchas maneras" y quien dice ser es el
lenguaje y lo hace de manera racional o por medio de la razón, porque el logos es
el decir mismo del ser.

4.1.1.1. Principio de quididad.

Es un principio del ser, el argumento debe existir o debe tener posibilidades de


existir, si se fundamenta en la imposibilidad física o jurídica se afecta este
principio.

El ser se dice de manera primordial cuando nos referimos a la sustancia. La


ontología aristotélica halla como realidad primera la sustancia. Así, habla del ser
como substancia:

“Ente se dice en varios sentidos, según expusimos antes, pues, por una parte,
significa la quididad y algo determinado, y, por otra, la cualidad o cantidad o
cualquiera de los demás predicados de esta clase. Pero, diciéndose Ente en tanto
sentidos, es evidente que el primer Ente de éstos es la quididad, que significa la
substancia […] y los demás se llaman entes por ser cantidades o cualidades o
afecciones o alguna otra cosa del Ente en este sentido […] pues en el enunciado

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de cada cosa entrará necesariamente el de la Substancia” (Aristóteles: Metafísica,
libro Z, 1).

Pero, como dice Aristóteles, de la substancia se habla en cuatro sentidos: la


esencia, el universal, el género y el sujeto, siendo el sujeto aquello de lo que se
dicen las demás cosas, sin que él, por su parte, se diga de otra. (Aristóteles:
Metafísica, libro Z, 3). En cuanto a la esencia, dice Aristóteles que es la categoría
primordial del ser, porque la esencia es la primera forma que reviste el ser o la
sustancia y respecto a ella cobran sentido las demás categorías o formas de decir
el ser; sin embargo, el ser no es la esencia o más bien la esencia no es el ser,
porque el ser es lo primero como tal, y esto significa, lo más fundamental y general
a todas las cosas: de todas las cosas, dice Aristóteles, se dice, en primer lugar,
que son.

Así pues, ser es aquello que todas las cosas tienen en común, es la propiedad
inmanente a todas las cosas. Ser no es lo que está más allá, no es lo
trascendente, sino lo inmanente mismo; y la esencia, por tanto, no está ni más acá
ni más allá del resto de categorías o formas de decir el ser, sino que es el primer
término de la serie. Una serie que presenta tanto la aparición como el devenir del
Ser, tanto su presencia como su cambio, no es sinónimo de universal. En
definitiva, esencia es la cualidad que nos hace ser nosotros mismos. No sólo las
cosas individuales tienen su esencia determinada, su naturaleza, sino también
cada especie. Incluso la definición de una especie vendría marcado por el término
esencia, pues consistiría en mencionar su esencia.

4.1.1.2. Principio de razón suficiente.

No basta que el argumento exista tiene que estar justificado, hay que motivarlo,
cuál es su razón su justificación, es decir el argumento esgrimido no sólo debe
tener posibilidad de existir, sino que debe justificarse su existencia.

Lo enunciamos de la siguiente manera: todo juicio pretende ser verdadero; sin esa
pretensión no hay juicio. Esto significa que la razón de un juicio está condicionada
al objeto al que se refiere, por ello podríamos también formularlo así: “todo ente
tiene una razón suficiente de su existencia”.

En efecto, este principio hace referencia a la necesidad de obtener una explicación


o identificar una razón para dar por sentado la existencia de algo, para
demostrarlo como verdadero, pues manifiesta que las cosas no existen por mera
casualidad, sino que se puede encontrar una razón de su existencia; si demuestra
su fundamento, se puede tener como verdadero. Por ello, este principio sería tanto
así como una especie de elemento de verificabilidad.

Un ejemplo nos servirá para comprender este principio; si decimos “la soberanía
nacional reside esencial y originariamente en el pueblo” significa que en la
sucesión de los conceptos “soberanía nacional” del sujeto y, “residencia esencial y
originaria en el pueblo” del predicado, hay una relación idónea de verdad, pues lo

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que se dice en el predicado da fundamento pleno al sujeto. En el caso de nuestro
ejemplo, al darse en el predicado la residencia esencial y originaria en el pueblo,
como elemento causal, puede verificarse la razón de ser del concepto soberanía
nacional como término causado; en otras palabras, la razón suficiente (o causa)
para que exista la soberanía nacional en nuestro país, se verifica en la existencia
de una voluntad del pueblo, pues es en este en quien reside esencial y
originariamente la soberanía.

La utilidad del principio de razón suficiente radica en que es una herramienta muy
provechosa para la razón, pues permite al intelecto indagar en los elementos
suficientes que fundamenten y verifiquen la operatividad de un juicio, porque a la
inquieta razón humana no le es suficiente la pretendida verdad presente en la
enunciación de una proposición, sino que siempre está en la constante búsqueda
de una explicación de aquello que se afirma como verdad.

4.1.2. Principios cognitivos.

Argumentar es construir una realidad a través del lenguaje, mediante un proceso,


el discurso, y un producto, el texto; pero dentro de la variabilidad que el uso de la
lengua conlleva. En este marco, la lengua despliega una dimensión argumentativa,
ya que su uso tiene un rol intencionado, y éste existe de acuerdo con las
relaciones que se establecen entre los interlocutores.

Entendemos, pues, que la argumentación está situada en una perspectiva


sociolingüística, y ocupando una posición relevante en esas dos perspectivas
complementarias que Halliday (1978: 10) llama intra-organism (los procesos
cognitivos que están implicados en hablar y en entender), y inter-organism (el
organismo humano en interacción con otros organismos humanos a través del uso
de la lengua). Y de manera general, podemos decir que la actividad lingüística
funciona argumentativamente en su dimensión comunicativa, la cual ha sido
denominada indistintamente como discourse function, speech acts, illocution, etc.

Pues, argumentar no solamente es convencer, hacer creer, descubrir lo


verdadero, sino que también es influenciar: lograr o provocar reacciones en
nuestros interlocutores.

En definitiva, la argumentación obedece a una esquematización, a la vez cognitiva


y lingüística, que opera con unas finalidades en cada discurso: orientar al otro
hacia un sentido, hacia una cierta concepción del mundo. Y en todo este marco, la
realización del significado es una actividad humana, que pretende, a través de la
lengua y del discurso, entender al hombre y a la vida, y construir una realidad
social. La cuestión está en saber si la realidad que nosotros percibimos
(construida con nuestras experiencias individuales y conocimientos colectivos) es
la verdadera.

4.1.2.1. Principio de veracidad.

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Los estándares, y los argumentos que se esgrimen en su apoyo, tratan de
establecer un "puente entre la subjetividad de una vivencia y la transparencia
intersubjetiva que la vivencia alcanza al ser expresada verazmente y ser imputada
sobre esa base a un actor por parte de los espectadores. Se trataría de que los
destinatarios de los discursos sobre los valores pudieran llegar a reconocer la
interpretación de sus necesidades, en el marco cultural común, como propia.

En las expresiones que contienen valores y en los discursos que las apuntalan o
desmienten, entra en juego la pretensión de veracidad. La veracidad o
autenticidad presupone que el sujeto sostiene que lo expresado y actuado por él a
la luz pública se corresponde con sus verdaderas intenciones.

En la actividad jurisdiccional, el argumento aceptado (verdad formal) no debería


estar en contra de la verdad real, pues, el argumento del Juez no necesariamente
es la verdad; sin embargo, no alcanzar la verdad real no afecta la validez de la
existencia del argumento sostenido con lo probado durante el proceso.

4.1.2.2. Principio de identidad.

A fenómenos semejantes debe tener la misma consecuencia, no se puede


argumentar en un caso como “x” y en otro caso similar argumentar de otra
manera, siendo semejantes.

4.1.2.3. Principio de no contradicción.

El argumento utilizado no debe contradecirse, es decir si señalamos que es “p”, no


podemos decir en la misma sentencia que no es “p”, si afirmo que es una cosa a
su vez no puedo negarla. Todo aquello que es, no puede no ser.

Este es el principio más importante de la argumentación racional. Ya Aristóteles en


el siglo IV a.C nos habla de él en su Metafísica. Según este principio no puede ser
al mismo tiempo una afirmación y su contraria; o en otras palabras una cosa no
puede ser verdadera y falsa a la vez. Sobre este principio se asienta el edificio de
la racionalidad occidental (filosofía, ciencia, etc.) pero ha sido criticado duramente
desde los inicios de la filosofía (Heráclito s. VI a.C) hasta la actualidad (Nietzsche
s. XIX).

4.1.2.4. Principio de tercio excluido.

Dos juicios contradictorios no pueden ser al mismo tiempo falsos. Se excluye un


tercer juicio verdadero entre dos juicios contradictorios falsos.

Este principio ha sido rechazado abiertamente por muchos lógicos en los siglos
XIX y XX. Según este principio si una cosa no es verdadera es falsa y si no es
falsa es verdadera. La similitud, al menos a primera vista, con el principio de no
contradicción es evidente, pero se critica, como dijimos, su amplitud ya que hay

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situaciones en donde las afirmaciones no son ni verdaderas ni falsas sino
solamente probables o tienen valor de verdad desconocido.

4.1.3. Principios pragmáticos.

4.1.3.1. Principio de Okcham.

Los argumentos deben ser pertinentes (que está relacionado con el tema).
“Aquello que es esencial no debe multiplicarse más allá de lo necesario.” En el
campo procesal este principio significa que las resoluciones deben carecer de toda
alusión a hechos, doctrinas o normas que no revistan pertinencia con el caso.

4.1.3.2. Principio de Javoleno.

“En Derecho, definirlo todo es muy peligroso.” Tratar de definir todo en la norma
jurídica, se dice que esto es muy peligroso.

4.1.3.3. Principio jurídico.

La premisa mayor de toda inferencia y por lo tanto, el antecedente de toda


argumentación, debe ser una proposición universal, pues siempre y en todos los
casos esta premisa será la norma jurídica que luego se ha de componer con los
hechos, con el fin de arribar a las consecuencias jurídicas predeterminadas.

Los principios tienen una estructura diferente y una dimensión de peso que hace
que el modo de aplicarlos sea distinto al de las reglas; estas, según Dworkin, se
aplican todo-nada, de tal modo que si una regla es válida, pero en el sistema
existe una norma que mande una conducta contraria, una de las dos es
necesariamente inválida, mientras que los principios no determinan
necesariamente la decisión

4.1.3.4. Principio de universalidad negativa.

Lo que no puede ser.

Se trata pues de reconocer al otro en su diferencia. Pero aquí también conviene


precisar. Se puede entender el reconocimiento de la diferencia del otro de una
manera radical en el sentido de que su diferencia pone un límite a nuestra
comprensión del otro y niega cualquier relación con uno mismo. Entre el uno y el
otro sólo cabrían relaciones formales: reconozco al otro lo que reconozco a mí
mismo. Y punto. A partir de ahí los caminos se separan, dentro, eso sí, del mayor
respeto.

El reconocimiento de esta situación da a la intersubjetividad un nuevo significado:


la subjetividad no se alcanza mediante el reconocimiento por el otro ni consiste en
el reconocimiento de la diferencia sino que sólo puede plantearse y entenderse
desde el otro. Haciendo propia la causa del otro uno descubre “inhumanidad” y

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tiene la oportunidad de reestablecer la relación entre iguales. Uno se convierte
entonces en sujeto real. Más aún, haciendo propia la causa del otro, creamos las
condiciones para que el otro devenga también en sujeto pues tenemos que
deconstruir nuestra situación de opresores.

Llamamos negativa a esta intersubjetividad porque acceder a ella supone dejarse


interpelar por el otro y consiguientemente, negarse a sí mismo.

4.1.3.5. Principio de particularidad afirmativa.

Lo que no es, pero puede ser.

Las posiciones descritas como «ausencia de B» (No-Mal») y «ausencia de A»


(«No-Bien») forman lo que se conoce como el eje de los subcontrarios. Entre
ambos términos, que describen una particularidad afirmativa y una particularidad
negativa, se establecen relaciones de disyunción y podemos hablar de
subcontrariedad. De cualquiera de estas últimas posiciones subcontrarias se
puede pasar, por aserción (de «No-Bien» a «Mal»; de «No-mal» a Bien»).
Hablamos en este caso de la existencia de una «oposición participativa» o relación
de implicación o subalternidad: A es una parte de todo lo que es No-B.

4.1.3.6. Principio dictum de omni.

Principio lógico en que se basa el silogismo: lo que se predica de una totalidad se


predica también de algunos de los singulares.

4.1.3.7. Principio dictum de nullo.

Principio lógico en que se basa el silogismo: lo que no se predica de ninguno,


tampoco se predica de algunos o de uno.

4.1.3.8. Principio silogístico positivo.

Es el principio de que lo verdadero solo contiene lo verdadero y el su corolario que


es que lo se sigue de una verdad cierta es verdaderamente cierto hasta que se
demuestre lo contrario.

De dos premisas afirmativas no puede sacarse una conclusión negativa.

En efecto, si S se identifica con M, y P también se identifica con M, no tiene


sentido establecer una relación negativa con entre S y P. La conclusión será
afirmativa.

4.1.3.9. Principio silogístico negativo.

De 2 premisas negativas no puede obtenerse conclusión alguna.

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Dos premisas negativas no se adaptan a la estructura del silogismo, ya que si
negamos S de M, y P de M, no sabemos qué relación puede haber entre S y P.
Para establecer la relación, por lo menos uno de los términos tiene que
identificarse con M. Por tanto una de las dos premisas tiene que ser afirmativa.

4.1.3.10. Principio de conclusión imposible.

Los términos del silogismo han de ser tres, mayor, medio y menor. Esta regla
establece la estructura misma del silogismo: la comparación de los términos a
través de un tercero para deducir la relación que guardan entre sí. Si en vez de
tres términos hay cuatro, esa comparación es imposible, porque falta el eslabón
intermediario. El sofisma (razonamiento falso con apariencia de verdadero) más
frecuente es, sin duda, el que se llama de la cuadruplicidad de términos,
consistente en introducir disimuladamente, bajo la equivocidad de muchas
palabras, un cuarto términos con apariencia de repetir uno de los anteriores. Sea,
por ejemplo, el silogismo:

- Los germánicos son europeos;


- Los latinos son europeos;
- Luego los latinos son germánicos.

En este silogismo hay cuadruplicidad de términos porque el predicado de ambas


premisas (europeos), que hace de supuesto término medio, se toma
particularmente en ambas, y la parte que en cada caso se toma no coincide con la
otra. La expresión completa del silogismo sería:

- Los germánicos son (algunos) europeos (los del Norte);


- Los latinos son (algunos) europeos (los del sur);
- Luego… (la conclusión es imposible).

4.2. Reglas de la argumentación.

4.2.1. Primera regla: los términos en la composición mínima deben ser tres.

4.2.2. Segunda regla: los términos en la conclusión no deben tener mayor


extensión que en las premisas.

4.2.3. Tercera regla: el término medio no debe entrar en la conclusión.

4.2.4. Cuarta regla: el término medio debe ser al menos una vez universal.

4.2.5. Quinta regla: de dos afirmaciones no se sigue una conclusión negativa.

4.2.6. Sexta regla: de dos negaciones no se sigue conclusión.

4.2.7. Séptima regla: la conclusión sigue la peor parte.

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4.2.8. Octava regla: de dos particulares no se sigue conclusión.

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