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El Público Como Auditorio Forense y El Papel Del Abogado
El Público Como Auditorio Forense y El Papel Del Abogado
La palabra auditorio procede del latín auditorium. Audi es un prefijo del latín audíre, que
significa oír, prefijo que aparece en la palabra audiencia, términos ambos vinculados a
la importancia y trascendencia de la escucha, puesto que si algo es lo que caracteriza y
define a un auditorio es la tarea y virtud de escuchar.
Con esta precisión, comenzamos subrayando la idea clave para entender cuál es la
relación que subyace entre el abogado y el auditorio en oratoria forense: que el
abogado forense consiga, empleando las reglas de la oratoria, que nuestro auditorio
esté dispuesto a escucharle o, lo que es lo mismo, que la actitud, especialmente la del
tribunal, sea favorable a escuchar nuestro alegato.
Por tanto, hablar de auditorio forense es, cómo no, hablar de la audiencia pública o acto
de participación de los sujetos procesales con el último fin de materializar el derecho de
defensa, acto que presidirá el juez, dirigiendo el curso de todos los actos procesales,
entre los que se encuentra la intervención de los abogados.
De este modo, con la asistencia del público a las audiencias y con la publicidad del
debate se alejan los fantasmas del secretismo y la desconfianza que toda puerta
cerrada conlleva, facilitándose con ello la comprensión y entendimiento de las
resoluciones judiciales que, de otro modo, serían difíciles de asimilar.
No obstante, hay que hacer una precisión. En la mayoría de las ocasiones (excepto en
la audiencia previa) el cliente o la parte contraria suele encontrarse entre el público
(salvo que sea parte activa). En estos casos, las reglas que a continuación veremos son
de plena aplicación para ambos, que a todos los efectos quedan identificados como
público.
1º. Hay que evitar dirigir la palabra al público, puesto que no se habla para el éste, sino
para el tribunal. Ello no impide que como técnica oratoria se desplace la mirada al
público al tratar un punto del debate general, tal como una referencia al derecho de
defensa o la libertad de expresión.
2º. No se puede entrar en discusión con un miembro del público que con su actitud nos
pueda estar interrumpiendo o increpando. Para ello, si el juez no ha reparado
anteriormente en ello y tomado la medida oportuna, habrá que hacérselo saber para
que actúe imponiendo orden.
4º. Hacer señas (saludos, guiños, miradas furtivas) a un miembro del público que
conocemos, bien por participar en el caso (algún familiar del cliente u otro abogado) o
por ser un simple conocido.
5º.- Hacer gestos descorteses o de desaprobación a algún miembro del público que no
esté sosteniendo nuestra versión y con el que se mantiene una actitud de animosidad
(la otra parte, un testigo que ya ha declarado, un familiar, etc.).
6º.- Distraerse mirando al público cuando el juez o la otra parte están interviniendo
activamente, lo que supone una verdadera pérdida de concentración.
El abogado orientado por su estrategia debe presentar su caso ante el juez como el
más creíble y fundamentado en derecho, es decir, a través de unas líneas de defensa
solventes que comprenderán cómo plantear/realizar un interrogatorio y un
contrainterrogatorio eficaz, presentar el resto de la prueba y exponer un alegato
persuasivo. Para lograr dicho objetivo, deberá servirse de las técnicas estratégicas de
litigación, que comprenden los procesos de comunicación y argumentación seguidos
por el abogado antes, durante y después del juicio y que se materializan especialmente
a través de las técnicas de interrogatorio, argumentación y oratoria. Con estos y
mediante el empleo de contenidos procesales, materiales y de diferentes técnicas
(psicología forense, oratoria y otras disciplinas), conseguirá transmitir la necesaria
credibilidad.