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Prof. Ma.

Valeria Arzuaga

CONSTITUCION SUBJETIVA
Ficha de la Cátedra*
Prof. Ma. Valeria Arzuaga

Los aportes de las investigaciones en el campo de las neurociencias y la


introducción del concepto de neuroplasticidad, han modificado la manera de pensar la
construcción del aparato orgánico, y su articulación con lo subjetivo.
La obra de Freud, S. y el descubrimiento del inconsciente puso una mirada muy
particular sobre los primeros años de la vida, marcándolos como aquellos en donde se
fundamenta la futura vida adulta. Es así que lo acontecido en las épocas tempranas pasa
a cobrar un lugar de privilegio.
En el infante humano el aparato biológico es insuficiente para determinar los
caminos necesarios para la supervivencia. El nacimiento de un bebé registra un estado
de indefensión que sólo puede ser cubierto por la presencia de otro. Es la madre del
bebé, o quien cumpla esta función quien podrá suplir esta falla primordial.
Jerusalinsky, A. dice en su libro “Psicoanálisis en problemas del desarrollo
infantil”.

“A diferencia de las otras especies, el bebé humano queda expuesto a sus


necesidades sin recursos biológicos suficientes para definir ni con qué, ni cómo
satisfacerlas(…). En el caso del animal, el objeto y la acción correspondientes a la
satisfacción de la necesidad están prescriptos por transmisión hereditaria en su sistema
nervioso(…)En cambio en el ser humano, y para bien ilustrar hablamos del bebé, las
cosas de este orden están por completo indefinidas. El campo instintivo se reduce a los
ritmos biológicos, y como tal no recorta ninguna fuente corporal tensionada hacia
ningún fin. Mucho menos define cualquier objeto que pueda vincularse. Es
precisamente esta insuficiencia la que deja espacio a una dimensión psíquica: la pulsión
como representante de lo biológico. (1)
Agrega:
“Su cuerpo no se organiza por sus funciones musculares o fisiológicas sino por
las marcas simbólicas que lo afectan(…)lo que marca el ritmo del desarrollo es el deseo
del Otro que opera sobre el niño a través del discurso. Lo madurativo, se mantiene
simplemente como límite pero no como causa. El sujeto es el efecto de la obra del
lenguaje; como tal está anticipado en el discurso parental. Que tal estructura opere en el
niño depende en parte de la permeabilidad que lo constitucional y lo madurativo le
ofrezcan desde el plano biológico. Pero en forma decisiva depende de la insistencia con
que los personajes tutelares del niño sustenten esta estructura en la región de su límite”.
(2)
Lo que atraviesa cada acto de nacimiento es algo de un orden que trasciende su
dimensión biológica. El bebé nace a un orden cultural que marca particularmente a la
especie humana. El nacimiento ubica al bebé en un lugar de hijo que implica la
pertenencia a una familia, a una comunidad. Esto es lo que esencialmente nos lleva a
hablar de filiación, lo que se hace acto en el nombre.
Este lugar anticipado desde los padres, refiere a la inclusión del pequeño recién
nacido dentro de los lazos de parentesco.
La filiación remite a una dimensión esencial de lo humano. La inclusión en el
universo simbólico hace al hombre poseedor de un origen. En el animal no existe nada
que historice este origen, el animal “actualiza” la especie, el instinto despliega un saber

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actual, sin historia, repetido por generaciones pero siempre desvaneciéndose en el


mismo acto en que se produce, nada lo carga de historia.
Lo que el animal necesita saber para su supervivencia está genéticamente
determinado. El código genético porta este “saber” de la especie, lo que implica que
esto se produzca automáticamente y sin falla, ya que el error supone la detención de los
caminos por los cuales se sostiene la vida. En los seres humanos no existe nada
preestablecido desde lo biológico de cómo se va a armar la crianza de cada bebé.
Esta dimensión de la cultura, de lo simbólico, deja al hombre sin posibilidad de
instinto, su indefensión no puede ser suplida por su aparato biológico, sino que merced
a otro humano que supla su desvalimiento, será incluido en un lugar simbólico que le
dará origen.
Desde lo biológico el cuerpo de la mujer está preparado para alojar y alimentar a
su bebé, esta condición no es suficiente para sostener la vida del bebé. No es lo
biológico puramente, lo que determina la crianza, sino la experiencia de algo que
aparezca como deseo de hijo, que se fue armando de manera particular en la historia
subjetiva de los padres.
Es así que un hijo no es solamente el pedazo de carne que se cae del vientre de la
mujer. Esto que ha caído como puro real tiene que ser tomado, tomado por el Otro, que
en mayúsculas quiere decir la cultura, lo simbólico, para en esa sujeción transformar el
puro cuerpo en hijo.
Fue el psicoanálisis el que colocó en un lugar central el concepto de filiación.

Función Materna

L a función materna tiene lugar desde la estructuración subjetiva de quién va a


recibir al bebé. La maternidad implica a partir de la resolución edípica, cierto lugar de
ideal, que posibilita la anticipación y el sostenimiento de las acciones del ejercicio de
quien cumple esta función. Esto lleva a poner en juego un “saber”, saber inconsciente a
partir del cual se inscriben los significantes que marcan el cuerpo y el lugar particular
de ese bebé.
Hay un saber en esto que hace que la crianza sea un hecho que sostiene a nuestra
especie. La sostiene pero no sin falla. Este recorrido por el tiempo de bebé hace
entonces a un saber particular que se puede pensar en términos de función materna.
Función que se desliza en el cuidado que el otro dedica al pequeño cachorro humano
para posibilitarle la existencia. En la mayoría de los casos esto se da dentro del ámbito
familiar, según las pautas de crianza de cada cultura y el modo particular en que se ve
efectivizada en cada bebé.

Dice Jerusalinsky, A:
“la función materna entendida como una estructuración, proporciona la guía para
que los intercambios decisivos entre la madre y su hijo ocurran de manera
espontánea”(4)

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Winnicott, D describe los cuidados maternos primarios como propios del ejercicio de la
función materna. Este autor propone su análisis a parir de las siguientes
interpretaciones:
a) Manutención(holding), relacionado al sostenimiento, como factor básico del
cuidado para la protección de sentimientos de desamparo y desintegración. Se
refiere “a ver al hijo como un ser humano en un momento en el que él aún no es
capaz de sentirse entero”
b) Manoseo(handig) se refiere a todas las zonas de contacto entre la madre y el
niño, los cuidados de la higiene, etc. Todos los detalles del cuidado físico
precoz constituyen para el niño cuestiones psicológicas”
c) Mostración de objetos. “La postración de objetos denomina el acto de llevar al
niño en relación al mundo circundante de una manera gradual y no contingente
ya que este mundo tendrá interés para el niño en la medida en que la madre le
muestre la importancia que ese mundo tiene para ella y para el propio hijo”(5)

Sobre esto dice Jerusalinsky, A


“De todos los objetos del mundo que rodean al niño y a su madre, existe uno que el
deseo de ella subraya especialmente. Se trata del padre, que la articulación psíquica
materna colocará en un lugar de valor(…)Es aquí, probablemente, donde podemos
incluir la función de triangulación a la que Winnicott se refiere y que, sin duda,
constituye un postulado de nivel teórico absolutamente diferente de las primeras tres
funciones formuladas”. (5).
Con relación a esta operación de intermediación de lo simbólico, Jerusalinsky, A
se pregunta”¿Qué condiciones deben cumplir estos cuidados para que resulten
eficaces en la operación de sujetamiento del infans?”
“Para que esto se produzca es necesario que la madre establezca una serie de
puentes de actividades significantes que traduzcan su discurso en un idioma que se
aproxime a las condiciones de insuficiencia constitucional del cachorro humano. Es
el idioma de la actividad maternal de interpretación de dos sistemas que se
despliegan paralela y simultáneamente.
1) su propio discurso regido por el sistema de lenguaje;
2) el sistema de actividades constitucionales del niño.(6)

La madre entonces introduce, desde la puesta en juego de lo simbólico, al


pequeño en el lenguaje, que él todavía no comprende pero que ya, desde el
comienzo produce efectos. Es decir, que lo que hace a las condiciones de lo
simbólico: discontinuidad, repetición de lo mismo, substituibilidad y
desplazamiento, van haciendo huelle en el bebé a través del ejercicio de la función
materna.
Se puede pensar que el ejercicio propio de la función materna, es el proceso por
el cual, todas las manifestaciones del bebé van a ser “leídas” desde el deseo
materno. No hay otra manera de que la mamá “vea”, “escuche” a este cuerpo del
bebé, sino a través de otorgarle un sentido. Su quehacer estará atravesado por esta
“puesta de sentido”. El bebé no puede dejar de ser interpretado por este código que
implica el pasaje por lo simbólico.

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La función materna se relaciona también con el establecimiento de ritmos, que


deben ponerse en funcionamiento para que algo de la predictibilidad se comience a
poner en juego, el ritmo sueño –vigilia, hambre saciedad. Estos opuestos hacen a la
diferencia, es decir a aquello que permite distinguir entre dos posiciones,
originariamente relacionadas con la diferencia entre el placer y el displacer.En un
trabajo realizado por Foster, O y Jerusalinsky, A. llamado “Aspectos
constitucionales y su influencia en la relación madre-hijo”, se plantea de que manera
los reflejos arcaicos, la gestualidad refleja originaria, el tono muscular, la actividad
postural y espontánea y los ritmos biológicos componen los códigos
constitucionales, a los que la madre otorgará significación psíquica.
Jerusalinsky realiza un análisis, destacando el valor que todo este bagaje
constitucional tiene en los intercambios entre la madre y el niño; situando el punto
en que cada una de estas actividades se articulan con el “proceso materno” que
contiene al bebé.
La madre interpreta al bebé, anticipando significados, es así, que le supone algo
cuando llora, cuando se mueve, etc. Esto atravesará todo lo constitucional del bebé,
armando una significación allí donde en principio no lo había. El movimiento reflejo
comenzará a ser leído con una significación que reorganizará lo biológico.
La actividad refleja arcaica constituye una serie de reacciones automáticas que
guía inicialmente la acción del bebé(reflejos orales, de Moro, tónico-cervicales,
oculares, reacciones cutáneas, reflejos posturales y superficiales de los miembros
inferiores). Este desencadenamiento automático del reflejo comenzará prontamente
a incluirse en otro registro.
Es así como, por ejemplo, la actividad alimentaria del bebé, que se halla
sostenida por una serie de reflejos orales pasarán a incluirse en un circuito de
satisfacción. Un plus de placer, que excede la pura satisfacción de la necesidad
alimenticia, comienza a circular cuando la leche que el bebé recibe comienza a
tomar el valor del don materno.
Esto aparece relacionado con un plus de significación que la madre otorga a la
actividad refleja del niño, a partir de leer algo allí como “pedido” y no como simple
descarga motriz del bebé ante una tensión interna. Dicho plus no es consciente, no
es aleatorio, sino inherente a la estructuración subjetiva.
“Los reflejos orales adquieren un sentido de aceptación, goce, plenitud, son
significados porque están allí, son como el trazo para la escritura o el sonido para la
palabra: su presencia da un soporte para que esta palabra, la materna, tenga un
destino cierto.”(7)
De la misma manera, algunas expresiones de la gestualidad del bebé,
esencialmente reflejas en un comienzo, comenzarán a tornarse expresiones con
significación social, a las cuales el adulto responderá de manera particular. Con lo
cual reacciones puramente automáticas en un comienzo, pasarán a establecerse
dentro de un circuito de comunicación que la madre utiliza y en el cual está incluido
el bebé.
La sonrisa del bebé que inicialmente que inicialmente, como un puro reflejo
aparece en momentos de saciedad, somnolencia, hacia el segundo mes de vida se
expresará en respuesta al rostro de otro ser humano. En este punto se articula lo que
Spitz establece como el “primer organizador” de la psique.
Otra de las expresiones de la gestualidad espontánea se refiere al llanto del bebé,
que reflejo al inicio, comenzará luego a repetirse ante el dolor, la incomodidad, la
necesidad del otro.

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El papel de los ritmos biológicos es también fundamental, desde su lugar de


engarce con el proceso materno. En las alternancias hambre-saciedad, sueño-vigilia,
frecuencia excretora, la madre escuchando e interpretando lo que necesita el bebé,
marcará un ritmo.
Es así como estos autores plantean que los componentes constitucionales son el
soporte de aquello que la mamá interpreta, de lo que la mamá sabe de su bebé, y
aquello con lo que el bebé responderá. En este sentido forma parte de un circuito de
ida y vuelta.
Son entonces algo más que meros cuidados remitidos a un orden de subsistencia, los
que realiza la madre. A través de ellos la madre oficia de puente, haciendo una
transcripción de lo que “lee” en lo constitucional del bebé. Esto es así en tanto se habla
de la función materna, como del lugar que fue construído previamente para él. Cuando
la distancia entre el hijo imaginarizado y el real es de una índole tal, que obstaculiza
aquél movimiento, se instala lo que se ha denominado “fractura en la función
materna”.
A veces además lo patológico marcando lo constitucional del bebé, operará
cortes en el circuito de decodificación materna. Algo de este circuito, desde el cual
el deseo materno opera de la manera de un “saber” que sostiene el ejercicio de la
función materna, es interrumpido.
Esta diferencia que opera una fractura en la estructura, irrumpe a la manera de
una pregunta por el destino del niño, que revela en realidad la imposibilidad de
sostener al bebé como interlocutor posible del deseo parental.
Lo que el diagnóstico de un daño orgánico irrumpe es la serie significante que
recorta el lugar de hijo, lugar que anticipa un sujeto, interrumpiéndose el saber de
los padres sobre el futuro del niño.
Lo que se juega aquí es una pregunta sobre el destino del niño, desde la cual los
padres dirigen un pedido de tratamiento.
“Esta fractura en la estructura tiene sus efectos en el ejercicio de la función
materna. Las acciones cotidianas dirigidas al niño se modifican permanentemente y
sin aviso, la duda acerca de quién es y lo que podrá o no hacer, entender, etc.,
irrumpe colocando al niño en un lugar que dificulta su desarrollo”(8)
Existen entonces, dos órdenes diferentes: por un lado lo que hace al límite real
impuesto por la patología, y por otro lado lo que hace a la caída del bebé de este
lugar de ideal, a la diferencia entre el hijo deseado, y el que nació. Aparece entonces
un vaivén entre las limitaciones impuestas por lo constitucional del bebé para hacer
registro, para tomar lo que le es ofrecido y lo que detiene este circuito desde lo que
acontece desde la fantasmática parental.
En este sentido, si bien el aparato biológico no es suficiente en la estructuración
subjetiva del bebé, constituye el otro polo de este armado. Lo constitucional es el
soporte de las inscripciones fundantes de la estructura, y en la medida que
acontezcan las operaciones para ello, el bebé podrá apropiarse de los instrumentos
de su aparato orgánico como un sujeto de deseo.
Los caminos por los que se constituye un sujeto, son los mismos niños normales
que en niños con problemática en el desarrollo, pero en estos últimos algo de este
armado se pone en riesgo en los primeros tiempos de la vida. Y en tanto que
aquello que está en juego son las marcas fundantes que estructuran un sujeto, y si no
se producen las operaciones necesarias para ello, es posible que cuestiones de orden
psicopatológico se instalen.

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El proceso de constitución subjetiva, desde el psicoanálisis acontece según


determinados momentos lógicos de estructuración, que se despliegan en el tiempo
real y cronológico del bebé. Momentos, que si bien son operaciones necesarias
lógicamente en tanto dan cuenta de la estructura, se articulan en cierto devenir que
no ha de pensarse en términos evolutivos.
Podemos seguir la secuencia referida, a través de la primera experiencia de
satisfacción, angustia del octavo mes, estadio del espejo, juego del fort-da,
(conceptos que requerirían desarrollos que exceden los fines del presente trabajo).

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1-Jerusalinsky, A. Psicoanálisis en problemas del Desarrollo infantil, pp: 27-28.Buenos


Aires: Ediciones nueva Visión, 1988.
2- Jerusalinsky, A. Psicoanálisis en problemas del Desarrollo infantil, pp: 32.Buenos
Aires: Ediciones nueva Visión, 1988.
3- Jerusalinsky, A. Psicoanálisis del Autismo, pp: 42.Buenos Aires: Ediciones nueva
Visión, 1988.
4-Jerusalinsky, A. Psicoanálisis en problemas del Desarrollo infantil, pp: 78. Buenos
Aires: Ediciones nueva Visión, 1988.
5-Jerusalinsky, A. Psicoanálisis del Autismo, pp: 47.Buenos Aires: Ediciones nueva
Visión, 1988.
6-Ibíd. Pp: 41.
7- Ibíd. Pp: 41.
8-Coriat, H. Escritos de la Infancia, Buenos Aires: FEPI,1998,8: pp: 34.
* Extraída de Investigación: “Problemas en el desarrollo infantil como
antecedente de la discapacidad.” (C.F.I). Autores: Terzaghi, Ma. Alicia, Ruiz,
Miriam, Gasparini, Vanina, Hidalgo, Susana y Pevida, Nilda.

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