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Santa Fe,

VISTOS:

Estos caratulados ―PILO MARIO ALFREDO C/PROVINCIA DE SANTA FE Y OTRO S/


RECURSO DE AMPARO‖ (CUIJ 21-01958042-0), que tramitan por ante este Juzgado de
Primera Instancia de Distrito en lo Civil y Comercial de la Octava Nominación, venidos a los
fines de dictar sentencia;

RESULTA:

1).Que a fs. 2 de autos, comparece el actor Mario Alfredo Pilo, por su propio derecho, e
interpone acción de amparo constitucional, invocando trámite de Ley 10.000, contra la
Provincia de Santa Fe, y contra la Municipalidad de Santa Fe, persiguiendo se le garantice
la libre circulación, sin uso del cinturón de seguridad, lo que aparece, según expresa, como
un inconstitucional recaudo u obligación del conductor por Ley Nacional de Tránsito,
adherida por el Estado Provincial y por la Ordenanza General de Tránsito Municipal 10.770
de Santa Fe.

Efectúa una argumentación tridimensional de derecho, ética y moral. Entiende que no hay
derecho en la pura norma legal, sin la correspondiente legitimación sociológica y sin valor
iusfilosófico. Así sostiene que la norma que no se legitima porque no es aceptada, ni sirve,
pierde positividad.

Se pregunta si el Estado podría determinar su voluntad, o impedirle el subsidio, y se


responde negativamente. Dice que la función estatal debería limitarse a aconsejar para
evitar perjuicios, pero no invadir la esfera de decisiones privadas sin las cuales no sería un
ser vital (ética y moralmente), ni un ciudadano (legalmente).

Manifiesta que en el no uso del cinturón sólo se perjudicaría el mismo, y que no genera
peligro ni daños a terceros, sino que sólo ejercitaría la determinación y albedrío sobre su ser
sico-somático.

Alega que ni siquiera causa gastos, ya que tiene obra social. Y además entiende que para
el Estado es más barata su muerte que su rehabilitación.

Expresa que medicamente le resulta insoportable estar atado a un cinturón, situación que le
produce una sensación fóbica y que dificulta su manejo sacándole concentración.

En lo accidentológico, denuncia que hay estadísticas de quienes mueren estando atados,


atascados y sin poder salir, casi tantos como los despedidos del automotor.

Cita la interpretación de la Corte acerca del art. 19 C.N. acerca del consumo de drogas, y su
aplicación a este caso.

Refiere a la hipocresía estatal de permitir y fomentar el juego, el cigarrillo. Entiende que en


todos los casos es correcto éticamente el consejo prudencial, y aún la penalización cuando
si pueden causarse daños a terceros (conducir alcoholizado, fumar en lugares cerrados),
pero no en las actitudes de determinación individual en las que el sujeto dejaría de ―ser‖,
para ser un ―ente‖.

Invoca art. 42 de la Constitución Nacional, art. 47 de la Constitución Provincial, y la Ley


10.456. Aclara que la restricción que entiende inconstitucional es permanente y actual,
aunque nunca se le infraccionó.

Finalmente aclara que el ochenta por ciento de los conductores no usa el cinturón, es decir
que la norma carece de eficiencia y eficacia, está en desuetudo, sin positividad formal y sólo
se mantiene recaudatoriamente.

2).Que habiéndose proveído la demanda, e imprimiéndosele a la misma el trámite previsto


en la Ley 10.456, garantizando el debido contradictorio se ha corrido traslado del amparo a
las partes demandadas Provincia de Santa Fe y Municipalidad de Santa Fe, y asimismo al
Fiscal que por turno correspondía.

3).Que a fs. 34, la demandada Provincia de Santa Fe comparece por medio de apoderada,
efectúa la contestación de la acción, y solicita su rechazo.

Luego de negar categóricamente los hechos expuestos por el amparista, la demandada


refiere a la inadmisibilidad de la acción. En sustento de esta, por un lado denuncia
caducidad, de conformidad al art. 2 in fine de la Ley 10456, y por el otro refiere a la
existencia de otras vías procesales.

Sostiene asimismo la inexistencia de un accionar arbitrario o manifiestamente ilegítimo.

Destaca que es de público conocimiento, y que así lo establecen las investigaciones, que el
uso del cinturón es esencial y no reemplazable por otros métodos y que debe ser usado en
cualquier tipo de trayecto. Cita asimismo estadísticas acerca del uso del cinturón en
accidentes de tránsito, para señalar que la obligatoriedad de su uso no fue azarosa ni
caprichosa.

Refiere a la falta de acreditación de algún problema médico como el denunciado, y


asimismo, en relación a la oferta de eximir de responsabilidad al Estado, expresa la
imposibilidad de que un particular exima a un sujeto público del cumplimiento de un deber
esencial como es la seguridad del tránsito.

Finalmente manifiesta la falta de urgencia para requerir a esta vía excepcional, por lo que
solicita el rechazo del amparo, con costas.

4).Por su parte, conforme escrito de fs. 53, la codemandada Municipalidad de Santa Fe


comparece por medio de apoderada y efectúa la contestación.

Luego de llamar la atención respecto de cierta terminología utilizada por el amparista, y de


efectuar consideraciones en torno al encuadre procesal de la acción, propone citación de
tercero, y efectúa el responde solicitando el rechazo de la demanda.

En primera medida denuncia la caducidad de la acción de amparo atento al tiempo


transcurrido entre la vigencia de la normativa y el inicio de la acción.

Refiere también a la inadmisibilidad del amparo, teniendo en cuenta la inexistencia de


ilegitimidad en el obrar municipal, la inexistencia de urgencia en la pretensión, y la
existencia de vías procesales más idóneas.

Finalmente alega respecto de la improcedencia de la acción. Luego de negar los hechos


invocados por el actor, efectúa consideraciones en torno a la posibilidad estatal de imponer
restricciones a las libertades individuales.

Asimismo refiere a la existencia de riesgos a terceros por el no uso del cinturón de


seguridad, y rechaza el alegado desuetudo de la normativa impugnada, incorporando datos
estadísticos que demostrarían la conveniencia del uso del cinturón.

Ofrece prueba informativa, efectúa reservas y solicita el rechazo de la acción interpuesta


con costas al actor.

5).Que a fs. 73/77 el actor Mario Pilo efectúa una serie de consideraciones en torno a las
contestaciones de demanda.

6).A fs. 83/86 se agregan informes diligenciados, y a fs. 90 obra la notificación al Fiscal en
turno.

7).Que así las cosas, y habiendo pasado los autos a estudio, la presente acción se
encuentra en estado de ser resuelta.

CONSIDERANDO:

1).Que nos encontramos en la especie en una acción de amparo (art. 43 Constitución


Nacional, Ley Provincial 10.456) con pretensión judicial tendiente a obtener la declaración
de inconstitucionalidad de la normativa que dispone el uso obligatorio del cinturón de
seguridad para la circulación vehicular.

Sin perjuicio de la falta de determinación expresa del amparista, dicha obligación surge del
plexo normativo constituido por Ley Nacional de Transito 24.449, Ley Provincial de Tránsito
13.133 (Provincia de Santa Fe) y Ordenanza 10.770 (Municipalidad de Santa Fe).

2).En la férrea oposición expuesta en autos por las personas públicas demandadas, ambas
denuncian la caducidad de la acción de amparo, invocando los términos del art. 2 de la Ley
10.456, habida cuenta el período transcurrido entre la sanción de la normativa cuestionada,
y el inicio de esta acción judicial.

Sin perjuicio de ello debo aclarar que la caducidad de la acción no puede declararse en
virtud de tratarse de una hipótesis de alegación de un perjuicio permanente, en que
objetivamente no existe un punto de partida cierto a partir del cual comenzaría a correr un
eventual término de caducidad, y asimismo considerando que tal como lo ha expresado
nuestro superior tribunal provincial puede prescindirse del requisito, adecuando los
presupuestos a lo previsto en el art. 43 de la Constitución Nacional dada su inmediata
operatividad (C.S.J.S.F, ―Besaccia Norberto‖ 26/03/2003, 215;14913/12).

3).Ingresando en el análisis de la pretensión, se advierte que el amparista invoca la


vulneración de su derecho constitucional de libertad y de autodeterminación, que justificaría
a su entender la procedencia de la acción, para obtener la declaración de
inconstitucionalidad de la normativa que lo obliga al uso del cinturón de seguridad.

Para la admisibilidad y procedencia del remedio excepcional de amparo, se requiere que el


amparista demuestre la existencia de una eventual arbitrariedad y/o ilegitimidad en el
accionar estatal del que derive un daño concreto y grave que ―solo puede ser
eventualmente reparado acudiendo a la acción urgente y expeditiva del amparo‖ (C.S.J.N.
―Ballesteros‖ Fallos 317:1128). En particular, se debe demostrar que el acceso y tránsito por
las vías ordinarias para la impugnación de la normativa atacada, pudiera acarrearle un
perjuicio irreparable.

Dicha demostración resulta necesaria, pues de lo contrario cualquier afectación o negativa a


reconocer un derecho, habilitaría la excepcional vía del amparo, excluyendo de los
procedimientos y de los órganos previstos por el legislador el control de actividades como la
presente, con la mera alegación la de violación de derechos constitucionales.

Conforme los términos en que ha quedado planteado el sub lite, es claro que el tránsito por
los carriles ordinarios en modo alguno produciría un perjuicio o gravamen irreparable al
amparista que justifique la utilización de esta especial acción, siendo que la jurisprudencia
es conteste en sostener el carácter excepcional, aún después de la Reforma Constitucional
(C.S.J.N. ―Ballesteros‖ Fallos 317:1128) y además que su ―…indiscriminada utilización no
haría más que distorsionar la regular prestación del servicio judiciario…‖ (C.S.J.S.F.
―Cremón‖ A.yS. T. 193, pag. 118).

Sin perjuicio de la ya aludida posibilidad de recurrir al amparo sobre la base y cobertura que
brinda el art. 43 Constitución Nacional, artículo 17 Constitución Provincial, y Ley 10.456, tal
posibilidad no acarrea la automática admisión en supuestos como el presente donde no
concurren los extremos legales necesarios para la acción excepcional de amparo.

Ahora bien, luego de efectuar estas consideraciones, y ya presto a dictar la resolución de


esta causa no puedo dejar de tener en cuenta que a pesar de la falta de requisitos para
admisibilidad de la acción de amparo, la excepcional vía ha sido abierta y la causa ha sido
tramitada.

A pesar del conocido criterio de evitar la indiscriminada utilización del amparo de modo de
no distorsionar la regular prestación del servicio de justicia (C.S.J.S.F. AyS T. 193, pag.
118), la vía ya ha sido utilizada en el particular, y no puedo desconocer que el
procedimiento es una mera herramienta del efectivo derecho de fondo, el cual no podría ser
desconocido por el eventual error en la vía procesal intentada.

En esa inteligencia, sin perjuicio de que el juicio de admisibilidad de la acción de amparo


puede ser nuevamente efectuado al momento de dictar sentencia, no puedo soslayar que
rechazar la acción por inadmisible en esta instancia, conduciría a una indudable injusticia
toda vez que retrotraería al particular afectado a transitar un nuevo camino procesal en
torno a buscar el reconocimiento de un derecho que alega como afectado. Se dejaría al
litigante que optó por la vía del amparo no sólo sin la tutela rápida y eficaz de esta especial
acción, sino además sin todo el tiempo irrecuperable que ha insumido el litigio, pues debería
comenzar de nuevo con el reclamo. Una situación semejante conculcaría gravemente con el
principio de búsqueda de la verdad objetiva que debe estar presente en el servicio de
justicia. Un sistema procesal no puede ser barrera para el pleno ejercicio de los derechos,
máxime que en el caso del amparo, es quizás, la ultima ratio legis para hacer renacer la
vigencia de los derechos constitucionales conculcados, siempre –claro está- que se den las
condiciones de admisibilidad formal y sustancial, pero en la duda, debe estarse a la
reparación del daño y la vigencia de la materia constitucional (García Eyrea Mario, El
Amparo en la Provincia de Santa Fe, Editorial FAS, 2000, pag. 496/7).

4).Efectuada esta liminar aclaración en torno al admisibilidad de la vía procesal intentada,


pasaré a analizar la eventual procedencia de la pretensión incoada en estos autos, no sin
antes destacar que ―la declaración de inconstitucionalidad de un precepto de jerarquía legal
constituye la más delicada de las funciones susceptibles de encomendarse a un tribunal de
justicia y configura un acto de suma gravedad que debe ser considerado como ultima ratio
del orden jurídico‖ (C.S.J.N. Fallos: 315:923; 316:188 y 321:441, entre otros).

5).El debate central de esta litis se encuentra en la aparente tensión existente entre el
derecho a la libertad y a la autonomía personal de una persona, frente a la posibilidad
estatal de imponer medidas restrictivas a ella, obligando a los ciudadanos a ejercer u omitir
acciones, cuyo fin resultaría ser el propio bienestar de la propia persona y/o de terceros.

La cuestión se vincula con la distribución de espacios que racionalmente deben existir en


una sociedad democrática, entre la libertad individual y el poder estatal. Dicho debate ha
sido ampliamente desarrollado, y lo seguirá siendo, no sólo a través de la teoría y filosofía
del derecho, sino también desde la filosofía ética y política.

La libertad individual es un derecho fundamental garantizado no sólo por nuestra


Constitución Nacional, sino también por los Tratados Internacionales de Derechos Humanos
(artículo 11.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; artículo 5° de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; artículo 12 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos y artículo 17.1 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos).

La misma es entendida como la posibilidad de la persona de determinar libremente su


conducta, y de actuar de conformidad con dicha determinación, sin que esa actuación
(siempre que sea lícita) sufra interferencias o impedimentos por parte de terceros y,
especialmente de los poderes públicos. Así se reconoce un ámbito de autodeterminación y
autoorganización de las personas, teniendo en cuenta su capacidad de adoptar y ejecutar
libremente dichas decisiones. La libertad es un atributo específico de la personalidad, y en
su vertiente negativa impide la conminación a realizar aquello que no se desea. En este
sentido, la libertad también debe ser respetada por el propio Estado.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que ―el desenvolvimiento del


ser humano no queda sujeto a las iniciativas y cuidados del poder público. Bajo una
perspectiva general, aquél posee, retiene y desarrolla, en términos más o menos amplios, la
capacidad de conducir su vida, resolver sobre la mejor forma de hacerlo, valerse de medios
e instrumentos para este fin, seleccionados y utilizados con autonomía —que es prenda de
madurez y condición de libertad— e incluso resistir o rechazar en forma legítima la
injerencia indebida y las agresiones que se le dirigen. Esto exalta la idea de autonomía y
desecha tentaciones opresoras, que pudieran ocultarse bajo un supuesto afán de beneficiar
al sujeto, establecer su conveniencia y anticipar o iluminar sus decisiones‖ (C.I.D.H. en el
caso ―Ximenes Lopes vs. Brasil‖, del 4 de julio de 2006, parágrafo 10 del voto del Juez
Sergio García Ramírez).

En igual sentido, la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación, en innumerables


precedentes, ha resaltado el valor de la autodeterminación de la persona humana con
fundamento en el artículo 19 de la Constitución Nacional, no solo como límite a la injerencia
del Estado en las decisiones del individuo concernientes a su plan de vida, sino también
como ámbito soberano de este para la toma de decisiones libres vinculadas a sí mismo
(C.S.J.N. Fallos: 332:1963; 335:799). En este orden, ha dejado claramente establecido que
el artículo 19 de la Constitución Nacional otorga al individuo un ámbito de libertad en el cual
puede adoptar libremente las decisiones fundamentales acerca de su persona, sin
interferencia alguna por parte del Estado o de los particulares, en tanto dichas decisiones no
violen derechos de terceros (Fallos: 316:479; 324: 5). En la misma línea, ha recordado que
nuestro sistema jurídico recoge una concepción antropológica que no admite la cosificación
del ser humano y, por ende, rechaza su consideración en cualquier otra forma que no sea
como persona, lo que presupone su condición de ente capaz de autodeterminación (Fallos:
328: 4343).

6).Sin embargo más allá del innegable reconocimiento del derecho individual, en la
actualidad es claro que el carácter absoluto de los derechos puede vincularse a la
existencia, pero no a su ejercicio, el que puede ser reglamentado (Lorenzetti Ricardo,
Teoría de la Decisión Judicial, Rubinzal Culzoni, Santa Fe,2014, pag.125).

Así en la vigencia del Estado de Derecho, todos los derechos y libertades fundamentales
también están sujetos a determinados límites en la medida de lo que resulte necesario (y
dentro de lo necesario, lo menos gravoso), para la protección de determinados bienes
colectivos y para la vigencia de los valores democráticos y constitucionales.

7).Además la libertad individual también tiene un valladar dispuesto en el propio art. 19 de la


Constitución Nacional, cuando la expresión de la misma, incide en el orden y la moral
pública, o causa perjuicio a terceros. En tal sentido, cuando las acciones privadas
trascienden a quien las ejecuta, el Estado las puede regular y limitar, siempre con respeto
en el principio de razonabilidad (art. 28 Constitución Nacional).

8).Asimismo, los derechos y libertades también tienen límites en las medidas estatales que
tradicionalmente han sido denominadas como ―paternalistas‖. Esta denominación contiene
una importante carga semántica, que podría implicar un paradigma en que el Estado obraría
en protección de sus ciudadanos, desconociendo su capacidad para conocer sus propios
intereses. Es por eso en la actualidad, se ha propuesto un reemplazo en su denominación,
caracterizándolas como medidas de protección de los intereses de la propia persona.
Estas medidas de protección no pretenden obligar a la persona a la realización u omisión de
una acción con el fin de imponer a los ciudadanos determinados modelos de virtud o
excelencia humana, los que constituyen un ―perfeccionismo o moralismo jurídico‖ no
compatible con los principios de la Constitución Nacional; sino que por el contrario, las
medidas de protección tienen como fin procurar bienestar, felicidad, necesidades, intereses
o valores de aquel a quien se dirige la medida.

La propia Constitución Nacional y los Tratados de Derechos Humanos no resultan neutros


frente a valores como la vida y la salud. Por el contrario, claramente favorecen la protección
de los mismos, y siendo así, el Estado no puede ser indiferente frente a una decisión en la
cual una persona pone en riesgo su vida o su salud, debiendo actuar con medidas de
protección, a veces incluso en contra de la propia voluntad ocasional de las personas, con
el fin de impedir que alguien se ocasione un grave daño a sí mismo.

Conforme a dicha finalidad, si bien las medidas protectorias constituyen una injerencia
estatal en la libertad de acción de las personas, pueden tener justificación constitucional en
algunos supuestos. Para ello es necesario que procuren el bienestar y protección de las
personas en relación a los derechos que la misma Constitución protege (vida e integridad),
y además que sean razonables, cumplimentando las pautas de adecuación, necesidad y
razonabilidad o proporcionalidad en sentido estricto. Es decir que sean idóneas para la
finalidad; que la medida resulte necesaria porque no existe otra para lograr la misma
finalidad; que su implantación no implique el sacrificio de principios o valores más
importantes que aquellos que se pretende proteger (balance de costos y beneficios), pero
además que no se afecte el contenido esencial del derecho afectado a la regulación
(Cianciardo Juan, ―Los fundamentos de la exigencia de razonabilidad‖, en ―La interpretación
en la era del neoconstitucionalismo‖ Universidad Austral y Editorial Abaco de Rodolfo
Depalma, pag.21 y sig).

9).Sentado ello, corresponde analizar la cuestión atiente a las disposiciones normativas


cuestionadas que exigen el uso obligatorio del cinturón de seguridad, en relación a la
invocada afectación al derecho de libertad individual o de autodeterminación, aludida por el
amparista.

10).Las exigencias normativas impugnadas, han sido establecidas por el legislador,


teniendo como finalidad la necesidad de regular el orden y la seguridad del tránsito, tópicos
que indudablemente atañen al orden público que el Estado debe resguardar, en tanto los
mismos presentan una incidencia directa en la salud y en la vida de quienes utilizan las vías
de circulación. En consecuencia, resulta prima facie legítima y necesaria la intervención del
Estado para proteger y tutelar la integridad física, la salud y la vida humana en el tránsito
seguro por las vías públicas, principalmente del propio conductor, pero también de los
terceros, sean estos ocupantes del vehículo, intervinientes en la circulación por transitar en
otros vehículos, o incluso meros transeúntes.

Es que tal como surge de los estudios científicos y tecnológicos nacionales e


internacionales (por ejemplo: Luchemos por la vida; National Highway Traffic Safety
Admnistration; Cultura Vial; C.E.S.V.I; Observatorio Agencia Nacional de Seguridad Vial)
que el amparista se ha limitado a desconocer invocando supuestas estadísticas que no ha
acreditado, es claro que en los casos de accidentes de tránsito en que el conductor tiene
colocado el cinturón de seguridad, las consecuencias negativas del impacto se minimizan
de manera que éste puede mantener el control del vehículo, disminuyendo así los
accidentes secundarios que puedan afectar la integridad física o incluso acabar con la vida
del propio conductor y de terceros. Incluso en el peor de los casos, por la falta del cinturón
de seguridad, el conductor puede ser expulsado del vehículo, supuesto en el cual este
podría continuar su rumbo sin guía alguna con las graves consecuencias para sí y para
terceros. El uso obligatorio del cinturón de seguridad procura evitar también que los
ocupantes del vehículo, a consecuencia de un impacto de gran magnitud, puedan
desplazarse dentro de la cabina con gran fuerza y afectar negativamente la integridad de los
demás pasajeros.

11).Es claro entonces que la no utilización del cinturón de seguridad no expone un supuesto
de peligrosidad abstracta, lo que como tal no superaría el test de constitucionalidad, sino
que crea una hipótesis de peligro latente de producción de daños al propio conductor y a
terceros que el Estado debe evitar. Y en ese sentido, la obligación de utilización del cinturón
de seguridad aparece como una medida adecuada para evitar consecuencias gravosas
derivadas de accidentes de tránsito; necesaria en cuanto no puede ser reemplazada por
otra medida menos gravosa; y proporcional en tanto si bien podría implicar una cierta
restricción a la esfera de libertad individual de una persona, tal afectación se podría
considerar mínima, inocua, y hasta casi imperceptible materialmente, máxime en relación a
los daños que se intenta evitar con la medida. En relación a este último recaudo, debo
destacar que la sola manifestación del amparista de resultarle insoportable estar atado a un
cinturón, lo que le produciría una sensación fóbica y que dificultaría su manejo sacándole
concentración, aparecen como simples afirmaciones desprovistas de toda acreditación que
en el caso pudiera justificar un análisis diferenciado de lo hasta aquí expuesto.

12).En un sentido similar la Corte Constitucional de Colombia ha expresado que ―…La


obligatoriedad del cinturón de seguridad no sólo cumple los requisitos, sino que incluso
puede ser considerada como el prototipo de una medida coactiva de protección legítima y
compatible con el respeto de la autonomía individual. Este dispositivo de seguridad no sólo
salvaguarda valores esenciales del ordenamiento, como la vida y la integridad personal,
sino que también es razonable considerar que protege la propia autonomía, ya que una
persona que resulta gravemente afectada por un accidente pierde muchas alternativas
vitales, siendo en general razonable presumir que la persona no quería asumir tal riesgo. La
carga que se impone a la persona es mínima, mientras que el efecto protector es claro y
sustantivo, pues se trata de evitar graves lesiones o innecesarias pérdidas de vidas
humanas…‖ (Corte Constitucional de Colombia, Sentencia C-309/97 Sentencia del 25 de
junio de 1997).

13).Así las cosas, en virtud de lo expresado, la imposición del uso obligatorio del uso del
cinturón de seguridad para la circulación vehicular, aparece como una regulación razonable
y con justificada cobertura constitucional, no siendo suficientes las razones esbozadas por
el amparista para declarar la inconstitucionalidad de la normativa que impone tal recaudo.

14).En efecto, en primer lugar la disposición aparece como una medida de protección de la
persona, teniendo en cuenta que se intenta proteger su propia vida e integridad psicofísica.
No le asiste razón al accionante en cuanto invoca su libre derecho al suicidio, en la medida
de que tal decisión no afecte a terceros. Ya he expresado que el ordenamiento
constitucional todo reconoce como un valor supremo a la vida e integridad de las personas.

La vida es un derecho inherente al individuo, tal que su sola existencia justifica la titularidad
del mismo. Pero además, la vida constituye el presupuesto para el ejercicio de los demás
derechos. No se puede ser titular de derechos sin la vida presente, pasada o futura. En esta
inteligencia, si bien el hombre puede ejercitar y reclamar los derechos de libertad con los
que cuenta, en modo alguno puede ignorar la relación de dependencia que existe entre el
ejercicio de esta y su propia existencia. Los derechos necesitan de alguien a quien
adhieren, en razón de que no pueden subsistir por sí mismos. Es por eso que no puede
existir un conflicto entre el derecho de vida y el de libertad, en tanto el primero presupone la
existencia del segundo (Hoyos Castañeda Ilva, ―El concepto de persona y los Derechos
Humanos‖, Bogotá, Universidad de La Sabana,1991; Hervada Javier ―Introducción Crítica al
Derecho Natural‖, Bogota, Temis e Inst. de Humanidades de la Universidad de la Sabana,
2000).

Resulta un deber del Estado el de proteger la vida de las personas en la máxima medida
posible, y siendo así, la sola finalidad del resguardo de la vida e integridad de la persona
involucrada, legitima constitucionalmente la medida protectoria, aún con la injerencia
limitatoria de su libertad y autodeterminación que resulta ínfima, y como tal debe ser
soportada por el amparista.

15).Además de lo ya expresado, la cuestionada exigencia del uso del dispositivo de


seguridad, no sólo tiende a la protección de la vida e integridad del propio obligado, sino
también de los terceros, ocupantes o no del vehículo en cuestión, y de la comunidad toda.

Frente a esta protección general, la acción u omisión de uso del cinturón, ya no resulta
plenamente privada, neutra y exenta de producir daños a terceros; y en ese contexto no se
podría válidamente alegar como justificación de dicha acción u omisión la invocada
protección del art. 19 de la Constitución Nacional, sino que por el contrario, dicha decisión
excede la libre determinación individual, y como tal, se encuentra sujeta a la razonable
regulación del Estado.

Es decir que en contrapartida a la alegada vulneración de su libertad individual, se


encuentran otros derechos fundamentales y principios constitucionales competitivos que
concurren con igual necesidad de protección. Ante esta colisión de bienes jurídicos, debe
ponderarse y buscarse la solución que haga que todos ellos conserven su entidad; es decir
que deben interpretarse armonizadamente, respetando los principios fundamentales que los
informan (C.S.J.N. Fallos 236:103; 181:343).

16).Por su parte, el argumento del desuetudo normativo, y de la mera finalidad recaudatoria


expuestos por el actor resultan totalmente inatendibles.

La posibilidad de que la costumbre como fuente de derecho pudiera derogar la ley por el
desuso tiene un claro límite dado por las leyes imperativas y el orden público. Así desde
hace varios años se ha sostenido que ―costumbre injusta‖ no tiene eficacia jurídica (Mosset
Iturraspe Jorge, ponencia en las VII Jornadas de Derecho Civil, U.B.A., La Ley, 1981,
pag.77). Es que cuando la costumbre revela un ―ser‖ que se contrapone con el ―deber ser‖,
debe prevalecer este último, y esto tiene una gran relevancia en el mundo actual en donde
en general las costumbres no siempre se ajustan al Derecho (Lorenzetti Ricardo Luis ―Las
Normas Fundamentales del Derecho Privado‖ Rubinzal Culzoni, 1995, pag. 222). En este
sentido el artículo 1 del Código Civil y Comercial aclara que los usos prácticas y costumbres
pueden ser vinculantes cuando las leyes o interesados refieran a ellos, o en situaciones no
regladas, pero aclarando ―…siempre que no sean contrarios a derecho…‖

Asimismo, aún cuando los incumplimientos del deber de uso del cinturón de seguridad sean
reiterados, tal situación no autoriza a desterrar la norma por una eventual falta de eficacia y
eficiencia, sino que en todo caso, y teniendo en cuenta que ello puede obedecer a una falta
de educación vial, corresponderá aumentar las campañas de concientización, pero en modo
alguno procurar la derogación normativa.

17).Además de todo lo hasta aquí expuesto, debo agregar que conforme a las estadísticas
de accidentes de tránsito, un importante porcentaje de las víctimas de los siniestros resulta
con incapacidades sobrevinientes, lo que repercute negativamente en el campo económico
de la salud, y en un costo social de la ciudadanía toda que disminuye la capacidad
productiva de sus integrantes. Frente a esta realidad, el argumento de la cobertura de obra
social privada resulta intrascendente, toda vez que la emergencia accidentológica, al igual
que la seguridad social, son obligaciones que aún con sus limitaciones y fallas, son
atendidas de modo principal o al menos subsidiario por el Estado, y de las cuales no puede
ser eximido en tanto su cumplimiento constituye la razón de ser del mismo.

En esta inteligencia, la regulación que impone el deber de uso del cinturón de seguridad,
lejos de agotarse en la esfera individual, repercute en la sociedad toda.

18).Finalmente no puedo soslayar que la prevención del daño ha sido recientemente


consagrada en el Código Civil y Comercial (Ley 26.994) como una de las funciones
principales de la responsabilidad civil (art. 1708,1710 y cc.), teniendo en cuenta los objetivos
del moderno derecho de daños que tiende a contemplar, amén de la dualidad víctima-
responsable el encuadre mayor de la prevención y de la solidaridad que los trasciende,
pues se tiene en mira la incidencia social de las conductas dañosas (Compiani María
Fabiana, La prevención en el derecho de seguros, Revista Cod.Civ. y Com, La Ley, Abril
2006, pag. 20). En este sentido y entendimiento, la obligación de usar cinturón de seguridad
resulta una exigencia razonable, tendiente a prevenir daños no justificados, imponiendo
conductas positivas para evitarlo, o el menos para disminuir su magnitud o impedir su
agravamiento.

19).En consecuencia, conforme a lo expresado, corresponde rechazar la acción de amparo


intentada.

Que respecto a las costas, en virtud del principio objetivo del vencimiento, su imposición
corresponde al amparista perdidoso (art. 17 Ley 10.456 y art. 251 C.P.C.C.).

Por lo expuesto;

RESUELVO:
I). Rechazar la acción de amparo.

II). Imponer las costas a la parte actora.

Expídase copia, insértese el original y hágase saber.

DRA. MARIANA NELLI DR. GABRIEL O. ABAD

Secretaria Juez

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