Los modelos que nos ofrecen la anatomía, la bioquímica, la fisiología y la psicología respecto de la personalidad en el marco de las ciencias naturales, han tenido que ser necesariamente insuficientes, sesgados y contradictorios. En principio, porque no han resuelto el problema de la relación cerebro/mente; porque mantienen la separación entre organismo y psiquismo, entre emoción y cognición, y porque emplean una serie de conceptos como si fueran construcciones teóricas que en el fondo no son sino los mismos conceptos derivados del sentido común, la intuición o la introspección que cualquier persona puede imaginar, como son los de conducta, psiquismo, cognición, pensamiento, emoción, voluntad, memoria, motivación, lenguaje, atención, imaginación, conciencia, personalidad, afectividad, inconsciente, inteligencia, así en total desorden y sin mayor relación entre ellos (aunque hay textos y capítulos de libros en que se trata de ligar o integrar estos conceptos, como cuando se piensa en estructuras, procesos o módulos cuyas interrelaciones se deben explicar de algún modo, por ejemplo, entre atención y memoria, atención y lenguaje, memoria y cognición, memoria y conciencia, lenguaje y memoria, lenguaje y cognición, lenguaje y pensamiento, cognición y conducta, emoción e inteligencia). Esa situación también explica por que al tratarse estos entes en forma abstracta, se generalizan y se atribuyen a los animales y los hombres por igual; por ejemplo, se dice que el perro percibe, que es consciente del cariño de su dueño. Todos estos conceptos sólo describen fenómenos objetivos, se refieren, en el mejor de los casos, a constructos teóricos cuya realidad a la que hacen referencia se desconoce; en otros casos, se busca una teoría a partir de la introspección, la intuición y, a veces, a base de los resultados de algún experimento cuya explicación se busca en el contexto de las ciencias naturales. Luego contradictoriamente, mientras por un lado dichos términos se elevan al rango de conceptos científicos abstractos, por otro se llega a sugerir que muchos de ellos, como el de emoción, sólo sirven para rotular los capítulos de los textos de psicología o de fisiología. Dentro de este marco, cabe preguntarse cómo se pueden relacionar estos constructos con el cerebro, la persona, la sociedad, que ya son objetos o procesos directamente observables. Con esta clase de conceptos, cómo se puede intervenir sobre una persona cuando por efecto de sus condiciones sociales, por ejemplo de las enfermedades, acude a un experto que ella supone debe disponer de la teoría y el método apropiados para conocer y explicar el estado de sus procesos internos a fin de optimizarlos o, en condiciones patológicas, para tratarlos y así contribuir a su corrección. Más todavía cuando tenemos grandes problemas con la formación intelectual, moral, emocional de los niños, desde el hogar y la escuela, hasta la universidad y el trabajo, especialmente dentro del subdesarrollo social. a) “La naturaleza humana” Para superar en algún momento estas limitaciones conceptuales que se expresan en las severas limitaciones de las estructuras sociales de nuestros pueblos y en el subdesarrollo de las personas, no podemos dejar de enumerar por lo menos los marcos ideológicos que han dado lugar a las teorías científico-naturales del hombre. Nos referimos principalmente a las concepciones filosóficas que se han elaborado acerca de la sociedad y del hombre, especialmente dentro de la cultura occidental. Hemos encontrado que hay por menos tres grandes maneras de encarar el asunto de la llamada naturaleza humana. 1. Dentro de las grandes ideologías, Radhakrishnan y Raju (1993), han compilado las versiones más vigentes acerca del hombre según la tradición judía, la cristiana, la islámica, la cultura china, la cultura hindú, la cultura griega, y según la ideología socialista. Esta revisión nos da una ida en un alto nivel de abstracción acerca del pensamiento dominante en cada una de estas tradiciones, culturas, con la particularidad de que añaden una concepción filosófica que es aplicada sólo en los países denominados socialistas por decisión política de sus gobiernos. Las demás deben ser consideradas como ideologías propias del mundo capitalista, en sus versiones tanto religiosas como filosóficas más antiguas. 2. Un enfoque diferente es el Stevenson (1987), quien selecciona, a su criterio, los más grandes sistemas filosóficos de occidente. Según esta autora, una teoría sobre la naturaleza humana debe 1) explicar la naturaleza del universo y de la historia, 2) describir la naturaleza esencial de los seres humanos individuales, 3) hacer un diagnóstico del estado actual de la sociedad humana 4) proponer una estrategia para corregir los males que afecta esta humanidad. Según ella, tres de las teorías seleccionadas cumplen con estos criterios, la de Platón que propone una concepción tripartita del hombre; la de Cristo que conceptúa una naturaleza sobrenatural del hombre, y la de Marx que destaca la importancia de la estructura económica de la sociedad. Las demás teorías seleccionadas se refieren sólo a la posible naturaleza del individuo humano: Freud destaca el papel de los instintos y el inconsciente; Sartre, la existencia y la libertad humanas; Skinner, como el hombre condicionado por su ambiente; Lorenz, la agresión innata del hombre animal. 3. según los enfoques biológicos, tenemos las diferentes denominaciones para el hombre: es el homo sapiens para Sócrates, Platón, Descartes; el zoon politicon para Aristóteles, el homo faber para Demócrito, Epicuro, Bacon, Hume, Comte, Darwin, Lamarck, Freud, Adler; el hombre económico para Adam Smith; el animal simbólico para Cassirer; el individuo social para Marx, Engels, Siéve. Estos nombres aluden a lo que sería la característica esencial o más destacada del ser humano, o humán, como también se le designa a veces. b) Las teorías acerca de la personalidad Esta digresión tiene como finalidad sólo la de ubicarnos en el ámbito del tema en torno a la naturaleza de la personalidad. No hemos encontrado nada mejor que hacer una breve sinopsis del texto de Carver y Schier (2001), por su originalidad en la clasificación de las teorías que, desde nuestra propia perspectiva puede reunirse en uno: las teorías acerca de los rasgos o atributos que distinguen a los individuos que por alguna razón también se les llama personas. Ya hemos hecho notar en otro lugar (Ortiz, 1994) que para el sentido común el término personalidad se refiere a dos aspectos diferentes del hombre: 1. el “conjunto de características o cualidades originales que destacan en algunas personas. Andrés es un escritor con personalidad. 2. Persona de relieve, que destaca en una actividad o en un ambiente social. Al acto asistieron el gobernador y otras personalidades. No cabe duda que las clases de teorías que se enumeran en seguida se refieren únicamente a la primera acepción adjetiva. 1. Las teorías que siguen la perspectiva de las disposiciones, se basan en el concepto de que las disposiciones son “las cualidades que los individuos llevan consigo, que les pertenecen”, y que por ello “la gente (sic) sigue la misma a pesar del paso del tiempo y de los cambios” que les pueden ocurrir en distintas situaciones. Como se sabe, Hipócrates fue el primero en proponer una clasificación de los individuos en coléricos, melancólicos, sanguíneos y flemáticos. Ya en este siglo, Jung clasificó a la gente en tipos introvertidos y extravertidos; Cattell, a su vez, hizo importantes aportaciones a la psicología de los rasgos. Otras teorías se basan en la posibilidad de que las necesidades individuales forman la estructura de la personalidad (según Murray, por ejemplo); otras sostienen que las necesidades operan por medio del constructo de la motivación (como sostiene la teoría de McClelland). 2. Las teorías que siguen la perspectiva biológica (Kretschmer, Sheldon), se basan en el supuesto de que las cualidades humanas son consecuencia de la evolución de la especie humana, y que la conducta social del hombre es producto de la herencia evolutiva. Dentro de esta postura se han introducido los conceptos de somatotipo, con sus variantes endomorfia, mesomorfia y ectomorfia, así como el de los tipos de temperamento que se manifiesta en la forma de viscerotonía, somatotonía y cerebrotonía. 3. Las teorías que siguen la perspectiva psicoanalítica de Freud se basan en la idea de que la personalidad tiene un carácter dinámico: en la noción de que hay fuerzas que se oponen cuando los procesos de la personalidad compiten por el control de la conducta; en la suposición de que siempre habrá un conflicto entre las presiones que compiten en el interior de la personalidad, y que estos conflictos y las motivaciones humanas son inconscientes; en la idea de que “la experiencia humana está imbuida de lascivia y agresión, de sexualidad y de muerte”, todo lo cual nos recuerda “que los seres humanos somos, en primer lugar, animales cuyo principal propósito es la reproducción”; en el supuesto de que las experiencias tempranas de la vida tienen una profunda influencia sobre la personalidad, y que la defensa es importante para el funcionamiento del ser humano, puesto que éste siempre estará amenazado por la expresión de sus impulsos o deseos indignos que debe reprimir. Los seguidores de Freud (Anna Freud, Adler, Hartmann, Erikson) han eliminado algunos de los principios originales, como los que dan importancia a la sexualidad y al inconsciente, y en algún caso añadido otros, y así han introducido nuevas teorías en una perspectiva neoanalítica. Estas teorías dan mayor importancia al concepto del yo, ego, el sí mismo o self, cuya naturaleza tratan de definir en distintas direcciones, por ejemplo, como se desarrolla y opera, como se relaciona con el entorno y los demás, en las relaciones objetales, dentro de una cultura, por ejemplo; de allí que algunas de estas teorías se las clasifique como psicosociales, como la de Erickson que se ha popularizado en los últimos tiempos. 4. Las teorías que siguen la perspectiva del aprendizaje (Sechenov, Pavlov, Skinner, Bandura), dan importancia a la experiencia, al aprendizaje social, de modo que “la personalidad sería el conjunto acumulado de las tendencias aprendidas por el individuo en el curso de su experiencia.” Se basan en el supuesto de que los procesos del aprendizaje son universales a todos los animales, con la diferencia de que el ser humano sería más dueño de sus actos y que por sí mismo adquiere una serie de cogniciones. También suponen estas teorías que la personalidad es susceptible de moldeamiento por los acontecimientos de su propia historia. 5. Las teorías que siguen la perspectiva fenomenológica (Hume, Rogers, Maslow) sostienen que cada individuo es un ser único. En el sentido que cada uno experimenta un mismo acontecimiento a su manera; cada uno tiene su propio punto de vista e interpreta la información que obtiene a su manera, y por eso cada uno tiene “una visión única de su vida.” Para estas teorías, lo más importante es “la experiencia subjetiva de la realidad”, de allí el calificativo de fenomenológico con que se describe a estas teorías. La consecuencia de la experiencia enteramente subjetiva del mundo, sería que cada persona puede determinar por sí misma el curso de su vida. Otro supuesto de las teorías fenomenológicas es que los seres humanos son buenos por naturaleza y tienden a la perfección. De allí la importancia que prestan al tema de la autorrealización, al proceso organísmico de valoración, al funcionamiento óptimo de la persona, a la autodeterminación y la libre voluntad.. Otras teorías han dado importancia a la explicación de por qué algunas personas viven más plenamente y son mejor ajustadas, llegándose a postular que las necesidades individuales forman jerarquías que cada uno satisface a su manera. 6. Finalmente, hay teorías que siguen la perspectiva de la autorregulación cognitiva (Mischel, Cantor), cuyos supuestos principales, que se basan en la analogía del cerebro con la computadora y los robots, son que la conducta humana depende de la forma como cada quien procesa la información que le rodea; que el curso de la vida consiste en una trama de decisiones que se toman generalmente de manera no consciente, y que la conducta humana es autorregulada, pues se orienta al cumplimiento de metas o propósitos. Algunos de los conceptos centrales son: el de esquemas u organizaciones mentales de información, el de estrategias cognoscitivas y de inteligencia social. c) Todo individuo social es una personalidad Frente a este panorama teórico, lo apropiado sería no introducir nuevos planteamientos que bien podría aumentar la confusión reinante. Pero ya hemos visto las grandes limitaciones que tienen las teorías de la mente y el cerebro, sobre todo cuando pensamos en su aplicabilidad en el mundo del subdesarrollo con la esperanza de que sirvan para el progreso de las humanidad y el desarrollo integral de cada persona. Entendemos que para la sociedad industrial, desarrollada hasta el nivel de la opulencia, toda teoría del hombre es prácticamente superflua. Cada persona, niño o adulto, se desarrolla en un medio social que le facilita la satisfacción plena o casi plena de sus necesidades, por lo menos a la mayoría de ellas. Para esta clase de sociedad, prácticamente todas las teorías acerca del hombre, planteen o propongan lo que se le ocurra al pensador o investigador, tiene que ser aceptada, y si son contradictorias entre sí y con la ideología dominante, simplemente se las lee, califica y descarta. Es decir que si alguna teoría describe a la perfección lo que las clases dominantes son o aspiran ser, pues se las adopta, se las divulga y se las distribuye al por mayor por todo el resto del mundo. No interesa si fomentan el desarrollo de la cultura de la muerte, del sexo o del egoísmo. Lo importante es que se vendan, y si se imponen, mejor. Por supuesto que se puede elaborar cualquier teoría de la personalidad con sólo destacar un aspecto de la complejidad de la sociedad y de la persona que, en concreto se las ignora, pero que como abstracción puede ser elevado al sitial de principio universal. Basta que la teoría convenga a quienes propugnan el desarrollo de la ideología que defienden. Lógicamente que esta clase de imposición de las ideas, que es un medio necesario del mercado, no puede ser desaprovechado por quienes tienen que educar, tienen que curar, tienen que gobernar o simplemente tienen que organizar toda acción tendiente a mejorar las condiciones de vida de un pueblo. Toda la crítica vertida en la sección 7.3.3 contra de las teorías de la mente y el cerebro, se aplican sin cambio alguno a las teorías de la personalidad, de modo que no tenemos por que reiterarlas aquí. Baste decir que todas ellas han demostrado su incompetencia para fomentar el desarrollo progresivo de los pueblos subdesarrollados, pues justamente son teorías que sólo expresan las motivaciones supuestamente inconscientes de los grupos de poder económico y de dominación en el mundo: que los hombres sigan siendo vistos como animales que se mueven por impulsos inconscientes, incapaces de autorrealizarse y de satisfacer sus propias necesidades, justamente por ser primates que sólo viven para expresar su agresividad innata, sin la menor posibilidad de incorporar la nueva información que se comercializa desde el mundo desarrollado, y menos de crear la nueva información que los eleve a niveles más altos de por lo menos mayor competitividad, o de mayor capacidad de consumo. No está demás insistir en que las ciencias naturales, por su propia concepción y objetivos, sólo puede llegar a explicar lo general y abstracto; sólo le interesa las similitudes entre individuos y entre especies. Naturalmente que encontrará semejanzas entre el animal y el hombre, pues pertenecen a un mismo sistema vivo, y cualquier disimilitud lo explicará por las diferencias genéticas y por las diferencias circunstanciales del ambiente local e inmediato a cualquiera que fuese el ser vivo en estudio. Muy por el contrario, a las ciencias sociales, correctamente definidas, no sólo le interesa la explicación de los procesos de determinación epigenética de la sociedad –o del hombre, en general y en abstracto–; pero también tiene como objetivo la explicación sociocinética de los individuos transformados dentro de ella en personalidades, y en tal caso surge la exigencia de explicar qué es lo que determina en esencia las diferencias entre ellos, y por lo tanto de la sociedad respecto de los animales. Nuestra respuesta frente a tales requerimientos es que no sólo la sociedad se diferencia de los animales por haber llegado a tener un grado superior de información que simplemente no se encuentra en ninguna especie animal, sino que, además, las diferencias entre los individuos son más numerosas y de naturaleza diferente de las que existen entre los animales. Tales diferencias no son pues sólo epigenéticas y ambientales, sino básicamente sociales; puesto que cada individuo humano incorpora tal cantidad de información social, y la configura de maneras tan diferentes, que no es posible encontrar dos personas que se parezcan en lo esencial, esto es, por su conciencia. Y si la reestructuración del individuo depende de su actividad consciente, más razón tendremos en afirmar que las diferencias individuales, incluyendo las corporales, todas dependen de la cantidad y calidad de información social activa en el neocórtex cerebral, y de su propia configuración en el cerebro de cada persona. En lo que sigue, resumiremos los conceptos principales que se fundan en la hipótesis de que todo hombre es una personalidad (Ortiz, 1994, 1997), pues quienes están al servicio de otras personas tendrán que usar los conocimientos de una psicobiología social –que incluye a toda la teoría biopsicológica natural– para explicar la estructura de la actividad interna de los hombres concretos, y no sólo del hombre en abstracto. Sobre la base de este modelo, es posible elaborar una explicación algo más coherente acerca de los procesos psíquicos, neurales, metabólicos y celulares que subyacen a la actividad personal en su conjunto, es decir, a la actividad de un individuo socialmente estructurado. Dentro de este enfoque, el sistema de la personalidad es la integridad del individuo humano estructurado epigenéticamente a partir de la información genética y sociocinéticamente a base de la información social que se ha logrado transcribir en su conciencia. Como expresión de la evolución del sistema vivo y de la historia de la sociedad, cada personalidad puede analizarse en términos de 1) sus niveles de organización, 2) su estructura, 3) su actividad, 4) sus procesos de determinación, 5) sus procesos formativos, 6) sus estrategias de actuación, 7) sus rasgos, capacidades y atributos. Los niveles de organización están determinados por la clase de información codificada en sendos sistemas de memoria de sus distintos componentes. En tal sentido, una primera aproximación nos permite colegir que el sistema de la personalidad está organizado en cinco niveles, o en otros términos, que el individuo social tiene cinco niveles de organización determinados por las cinco clases de información que aparecieron en el curso de la evolución del sistema vivo (Ortiz, ob. cit.). Por lo tanto, cada personalidad es al mismo tiempo: 1. Un individuo personal: El individuo es una persona cuando la vemos como la estructura de una actividad personal, o la actividad de una estructura personal. Su modelo de desarrollo es la información psíquica consciente (de base social) almacenada en el neocórtex cerebral. Este nivel superior de organización corresponde al sistema de la conciencia, que comprende tres subsistemas: afectivo-emotivo, cognitvo-productivo y conativo-volitivo, los cuales se integran en los planos de la percepción, la imaginación, el pensamiento y la actuación de la actividad personal. Además, son la base de desarrollo de los componentes estructurales de la personalidad: el temperamento, el intelecto y el carácter. 2. Un individuo humano: En este nivel la personalidad aparece como un psiquismo en el mismo nivel de los primates, cuya organización tiene como modelo la información psíquica inconsciente almacenada en el alocórtex cerebral. Este nivel de organización no consciente comprende únicamente dos componentes: uno afectivo-emotivo y otro cognitivo-ejecutivo, que se integran en la actividad psíquica emotivo-ejecutiva de anticipación. Este es el nivel superior de organización del niño recién nacido. En el adulto, toda esta actividad inconsciente queda reestructurada por la de nivel consciente y subsumida dentro de ella. Como todo animal superior, el recién nacido en tanto individuo humano, tendrá sólo dos componentes: temperamento e intelecto de naturaleza no consciente, los que más tarde quedarán incluidos dentro de los componentes de base consciente de la personalidad. 3. Un individuo orgánico: La persona es un organismo cuando se incluyen los niveles superiores de actividad en la unidad del cuerpo. En tal caso se toma en cuenta sólo sus sistemas organofuncionales cuyas formas de actividad son estructuradas a base de la información neural que se procesa en las formaciones subcorticales, nucleares y reticulares del tronco encefálico y la médula espinal. En el nivel del organismo se diferencian dos componentes: 1) visceral (los sistemas digestivo, respiratorio, circulatorio, urinario, genital, que corresponden a la actividad intraindividual) y 2) somático (los sistemas osteoarticular, muscular, cutáneo, de los órganos de los sentidos, que corresponden a la actividad extraindividual), ambos integrados por medio de las redes neurales de los sistemas autonómico y somático, cada uno de los cuales están formados por vías sensoriales (aferentes y eferentes) y motoras (también eferentes y aferentes) 4. Un individuo tisular: La persona es también un conjunto de tejidos corporales cuya actividad se organiza sobre la base de la información metabólica codificada en moléculas mensajeras de la matriz intercelular. Comprende las formas de actividad metabólica de todos los tejidos corporales, integradas a través de los sistemas intersticial, linfático, sanguíneo, regulados por los sistemas endocrino e inmunitario 5. Un individuo celular: La persona es también un cuerpo conformado por un conjunto de células, cada una de las cuales se organiza a base de la información genética codificada en el ADN de los respectivos genes del núcleo, que a su vez expresan cinéticamente la información de los niveles superiores (descritos). En el Cuadro 5.1 se muestra una síntesis de estos niveles de organización de la persona. A estos niveles internos de la persona debe añadirse ”por debajo” el nivel fisicoquímico que nos coloca al mismo nivel de la materia inerte, y ”por encima” el nivel social, que corresponde al nivel supraestructural de la sociedad humana (Ortiz, 1994, 1997). Se puede asegurar, entonces, que si bien los hombres nacen como individuos humanos, en el nivel de organización de los primates, prácticamente desde el primer instante en que dejan el vientre materno empiezan el largo proceso de su formación como individuos sociales, a partir de su actividad psíquica inconsciente y a base de la información social que incorporan. De este modo se produce la estructuración sociocinética del neocórtex cerebral, del resto del sistema nervioso, los sistemas orgánicos, los tejidos y las células de todo el individuo. Y por medio de procesos epigenéticos y sociocinéticos, cada individuo es transformado en soporte activo de la sociedad, esto es, en una personalidad (Ortiz, 1994, 1997).