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7.5.

Naturaleza genética y social de la personalidad


Los modelos que nos ofrecen la anatomía, la bioquímica, la fisiología y la psicología respecto
de la personalidad en el marco de las ciencias naturales, han tenido que ser necesariamente
insuficientes, sesgados y contradictorios. En principio, porque no han resuelto el problema de la
relación cerebro/mente; porque mantienen la separación entre organismo y psiquismo, entre
emoción y cognición, y porque emplean una serie de conceptos como si fueran construcciones
teóricas que en el fondo no son sino los mismos conceptos derivados del sentido común, la
intuición o la introspección que cualquier persona puede imaginar, como son los de conducta,
psiquismo, cognición, pensamiento, emoción, voluntad, memoria, motivación, lenguaje, atención,
imaginación, conciencia, personalidad, afectividad, inconsciente, inteligencia, así en total desorden
y sin mayor relación entre ellos (aunque hay textos y capítulos de libros en que se trata de ligar o
integrar estos conceptos, como cuando se piensa en estructuras, procesos o módulos cuyas
interrelaciones se deben explicar de algún modo, por ejemplo, entre atención y memoria, atención
y lenguaje, memoria y cognición, memoria y conciencia, lenguaje y memoria, lenguaje y cognición,
lenguaje y pensamiento, cognición y conducta, emoción e inteligencia). Esa situación también
explica por que al tratarse estos entes en forma abstracta, se generalizan y se atribuyen a los
animales y los hombres por igual; por ejemplo, se dice que el perro percibe, que es consciente del
cariño de su dueño.
Todos estos conceptos sólo describen fenómenos objetivos, se refieren, en el mejor de los
casos, a constructos teóricos cuya realidad a la que hacen referencia se desconoce; en otros
casos, se busca una teoría a partir de la introspección, la intuición y, a veces, a base de los
resultados de algún experimento cuya explicación se busca en el contexto de las ciencias
naturales. Luego contradictoriamente, mientras por un lado dichos términos se elevan al rango de
conceptos científicos abstractos, por otro se llega a sugerir que muchos de ellos, como el de
emoción, sólo sirven para rotular los capítulos de los textos de psicología o de fisiología.
Dentro de este marco, cabe preguntarse cómo se pueden relacionar estos constructos con el
cerebro, la persona, la sociedad, que ya son objetos o procesos directamente observables. Con
esta clase de conceptos, cómo se puede intervenir sobre una persona cuando por efecto de sus
condiciones sociales, por ejemplo de las enfermedades, acude a un experto que ella supone debe
disponer de la teoría y el método apropiados para conocer y explicar el estado de sus procesos
internos a fin de optimizarlos o, en condiciones patológicas, para tratarlos y así contribuir a su
corrección. Más todavía cuando tenemos grandes problemas con la formación intelectual, moral,
emocional de los niños, desde el hogar y la escuela, hasta la universidad y el trabajo,
especialmente dentro del subdesarrollo social.
a) “La naturaleza humana”
Para superar en algún momento estas limitaciones conceptuales que se expresan en las
severas limitaciones de las estructuras sociales de nuestros pueblos y en el subdesarrollo de las
personas, no podemos dejar de enumerar por lo menos los marcos ideológicos que han dado lugar
a las teorías científico-naturales del hombre. Nos referimos principalmente a las concepciones
filosóficas que se han elaborado acerca de la sociedad y del hombre, especialmente dentro de la
cultura occidental. Hemos encontrado que hay por menos tres grandes maneras de encarar el
asunto de la llamada naturaleza humana.
1. Dentro de las grandes ideologías, Radhakrishnan y Raju (1993), han compilado las
versiones más vigentes acerca del hombre según la tradición judía, la cristiana, la islámica, la
cultura china, la cultura hindú, la cultura griega, y según la ideología socialista. Esta revisión nos da
una ida en un alto nivel de abstracción acerca del pensamiento dominante en cada una de estas
tradiciones, culturas, con la particularidad de que añaden una concepción filosófica que es aplicada
sólo en los países denominados socialistas por decisión política de sus gobiernos. Las demás
deben ser consideradas como ideologías propias del mundo capitalista, en sus versiones tanto
religiosas como filosóficas más antiguas.
2. Un enfoque diferente es el Stevenson (1987), quien selecciona, a su criterio, los más
grandes sistemas filosóficos de occidente. Según esta autora, una teoría sobre la naturaleza
humana debe 1) explicar la naturaleza del universo y de la historia, 2) describir la naturaleza
esencial de los seres humanos individuales, 3) hacer un diagnóstico del estado actual de la
sociedad humana 4) proponer una estrategia para corregir los males que afecta esta humanidad.
Según ella, tres de las teorías seleccionadas cumplen con estos criterios, la de Platón que propone
una concepción tripartita del hombre; la de Cristo que conceptúa una naturaleza sobrenatural del
hombre, y la de Marx que destaca la importancia de la estructura económica de la sociedad. Las
demás teorías seleccionadas se refieren sólo a la posible naturaleza del individuo humano: Freud
destaca el papel de los instintos y el inconsciente; Sartre, la existencia y la libertad humanas;
Skinner, como el hombre condicionado por su ambiente; Lorenz, la agresión innata del hombre
animal.
3. según los enfoques biológicos, tenemos las diferentes denominaciones para el hombre: es
el homo sapiens para Sócrates, Platón, Descartes; el zoon politicon para Aristóteles, el homo faber
para Demócrito, Epicuro, Bacon, Hume, Comte, Darwin, Lamarck, Freud, Adler; el hombre
económico para Adam Smith; el animal simbólico para Cassirer; el individuo social para Marx,
Engels, Siéve. Estos nombres aluden a lo que sería la característica esencial o más destacada del
ser humano, o humán, como también se le designa a veces.
b) Las teorías acerca de la personalidad
Esta digresión tiene como finalidad sólo la de ubicarnos en el ámbito del tema en torno a la
naturaleza de la personalidad. No hemos encontrado nada mejor que hacer una breve sinopsis del
texto de Carver y Schier (2001), por su originalidad en la clasificación de las teorías que, desde
nuestra propia perspectiva puede reunirse en uno: las teorías acerca de los rasgos o atributos que
distinguen a los individuos que por alguna razón también se les llama personas. Ya hemos hecho
notar en otro lugar (Ortiz, 1994) que para el sentido común el término personalidad se refiere a dos
aspectos diferentes del hombre: 1. el “conjunto de características o cualidades originales que
destacan en algunas personas. Andrés es un escritor con personalidad. 2. Persona de relieve, que
destaca en una actividad o en un ambiente social. Al acto asistieron el gobernador y otras
personalidades. No cabe duda que las clases de teorías que se enumeran en seguida se refieren
únicamente a la primera acepción adjetiva.
1. Las teorías que siguen la perspectiva de las disposiciones, se basan en el concepto de que
las disposiciones son “las cualidades que los individuos llevan consigo, que les pertenecen”, y que
por ello “la gente (sic) sigue la misma a pesar del paso del tiempo y de los cambios” que les
pueden ocurrir en distintas situaciones. Como se sabe, Hipócrates fue el primero en proponer una
clasificación de los individuos en coléricos, melancólicos, sanguíneos y flemáticos. Ya en este
siglo, Jung clasificó a la gente en tipos introvertidos y extravertidos; Cattell, a su vez, hizo
importantes aportaciones a la psicología de los rasgos. Otras teorías se basan en la posibilidad de
que las necesidades individuales forman la estructura de la personalidad (según Murray, por
ejemplo); otras sostienen que las necesidades operan por medio del constructo de la motivación
(como sostiene la teoría de McClelland).
2. Las teorías que siguen la perspectiva biológica (Kretschmer, Sheldon), se basan en el
supuesto de que las cualidades humanas son consecuencia de la evolución de la especie humana,
y que la conducta social del hombre es producto de la herencia evolutiva. Dentro de esta postura
se han introducido los conceptos de somatotipo, con sus variantes endomorfia, mesomorfia y
ectomorfia, así como el de los tipos de temperamento que se manifiesta en la forma de
viscerotonía, somatotonía y cerebrotonía.
3. Las teorías que siguen la perspectiva psicoanalítica de Freud se basan en la idea de que la
personalidad tiene un carácter dinámico: en la noción de que hay fuerzas que se oponen cuando
los procesos de la personalidad compiten por el control de la conducta; en la suposición de que
siempre habrá un conflicto entre las presiones que compiten en el interior de la personalidad, y que
estos conflictos y las motivaciones humanas son inconscientes; en la idea de que “la experiencia
humana está imbuida de lascivia y agresión, de sexualidad y de muerte”, todo lo cual nos recuerda
“que los seres humanos somos, en primer lugar, animales cuyo principal propósito es la
reproducción”; en el supuesto de que las experiencias tempranas de la vida tienen una profunda
influencia sobre la personalidad, y que la defensa es importante para el funcionamiento del ser
humano, puesto que éste siempre estará amenazado por la expresión de sus impulsos o deseos
indignos que debe reprimir.
Los seguidores de Freud (Anna Freud, Adler, Hartmann, Erikson) han eliminado algunos de los
principios originales, como los que dan importancia a la sexualidad y al inconsciente, y en algún
caso añadido otros, y así han introducido nuevas teorías en una perspectiva neoanalítica. Estas
teorías dan mayor importancia al concepto del yo, ego, el sí mismo o self, cuya naturaleza tratan de
definir en distintas direcciones, por ejemplo, como se desarrolla y opera, como se relaciona con el
entorno y los demás, en las relaciones objetales, dentro de una cultura, por ejemplo; de allí que
algunas de estas teorías se las clasifique como psicosociales, como la de Erickson que se ha
popularizado en los últimos tiempos.
4. Las teorías que siguen la perspectiva del aprendizaje (Sechenov, Pavlov, Skinner,
Bandura), dan importancia a la experiencia, al aprendizaje social, de modo que “la personalidad
sería el conjunto acumulado de las tendencias aprendidas por el individuo en el curso de su
experiencia.” Se basan en el supuesto de que los procesos del aprendizaje son universales a todos
los animales, con la diferencia de que el ser humano sería más dueño de sus actos y que por sí
mismo adquiere una serie de cogniciones. También suponen estas teorías que la personalidad es
susceptible de moldeamiento por los acontecimientos de su propia historia.
5. Las teorías que siguen la perspectiva fenomenológica (Hume, Rogers, Maslow) sostienen
que cada individuo es un ser único. En el sentido que cada uno experimenta un mismo
acontecimiento a su manera; cada uno tiene su propio punto de vista e interpreta la información
que obtiene a su manera, y por eso cada uno tiene “una visión única de su vida.” Para estas
teorías, lo más importante es “la experiencia subjetiva de la realidad”, de allí el calificativo de
fenomenológico con que se describe a estas teorías. La consecuencia de la experiencia
enteramente subjetiva del mundo, sería que cada persona puede determinar por sí misma el curso
de su vida. Otro supuesto de las teorías fenomenológicas es que los seres humanos son buenos
por naturaleza y tienden a la perfección. De allí la importancia que prestan al tema de la
autorrealización, al proceso organísmico de valoración, al funcionamiento óptimo de la persona, a
la autodeterminación y la libre voluntad.. Otras teorías han dado importancia a la explicación de por
qué algunas personas viven más plenamente y son mejor ajustadas, llegándose a postular que las
necesidades individuales forman jerarquías que cada uno satisface a su manera.
6. Finalmente, hay teorías que siguen la perspectiva de la autorregulación cognitiva (Mischel,
Cantor), cuyos supuestos principales, que se basan en la analogía del cerebro con la computadora
y los robots, son que la conducta humana depende de la forma como cada quien procesa la
información que le rodea; que el curso de la vida consiste en una trama de decisiones que se
toman generalmente de manera no consciente, y que la conducta humana es autorregulada, pues
se orienta al cumplimiento de metas o propósitos. Algunos de los conceptos centrales son: el de
esquemas u organizaciones mentales de información, el de estrategias cognoscitivas y de
inteligencia social.
c) Todo individuo social es una personalidad
Frente a este panorama teórico, lo apropiado sería no introducir nuevos planteamientos que
bien podría aumentar la confusión reinante. Pero ya hemos visto las grandes limitaciones que
tienen las teorías de la mente y el cerebro, sobre todo cuando pensamos en su aplicabilidad en el
mundo del subdesarrollo con la esperanza de que sirvan para el progreso de las humanidad y el
desarrollo integral de cada persona. Entendemos que para la sociedad industrial, desarrollada
hasta el nivel de la opulencia, toda teoría del hombre es prácticamente superflua. Cada persona,
niño o adulto, se desarrolla en un medio social que le facilita la satisfacción plena o casi plena de
sus necesidades, por lo menos a la mayoría de ellas.
Para esta clase de sociedad, prácticamente todas las teorías acerca del hombre, planteen o
propongan lo que se le ocurra al pensador o investigador, tiene que ser aceptada, y si son
contradictorias entre sí y con la ideología dominante, simplemente se las lee, califica y descarta. Es
decir que si alguna teoría describe a la perfección lo que las clases dominantes son o aspiran ser,
pues se las adopta, se las divulga y se las distribuye al por mayor por todo el resto del mundo. No
interesa si fomentan el desarrollo de la cultura de la muerte, del sexo o del egoísmo. Lo importante
es que se vendan, y si se imponen, mejor.
Por supuesto que se puede elaborar cualquier teoría de la personalidad con sólo destacar un
aspecto de la complejidad de la sociedad y de la persona que, en concreto se las ignora, pero que
como abstracción puede ser elevado al sitial de principio universal. Basta que la teoría convenga a
quienes propugnan el desarrollo de la ideología que defienden. Lógicamente que esta clase de
imposición de las ideas, que es un medio necesario del mercado, no puede ser desaprovechado
por quienes tienen que educar, tienen que curar, tienen que gobernar o simplemente tienen que
organizar toda acción tendiente a mejorar las condiciones de vida de un pueblo.
Toda la crítica vertida en la sección 7.3.3 contra de las teorías de la mente y el cerebro, se
aplican sin cambio alguno a las teorías de la personalidad, de modo que no tenemos por que
reiterarlas aquí. Baste decir que todas ellas han demostrado su incompetencia para fomentar el
desarrollo progresivo de los pueblos subdesarrollados, pues justamente son teorías que sólo
expresan las motivaciones supuestamente inconscientes de los grupos de poder económico y de
dominación en el mundo: que los hombres sigan siendo vistos como animales que se mueven por
impulsos inconscientes, incapaces de autorrealizarse y de satisfacer sus propias necesidades,
justamente por ser primates que sólo viven para expresar su agresividad innata, sin la menor
posibilidad de incorporar la nueva información que se comercializa desde el mundo desarrollado, y
menos de crear la nueva información que los eleve a niveles más altos de por lo menos mayor
competitividad, o de mayor capacidad de consumo.
No está demás insistir en que las ciencias naturales, por su propia concepción y objetivos, sólo
puede llegar a explicar lo general y abstracto; sólo le interesa las similitudes entre individuos y
entre especies. Naturalmente que encontrará semejanzas entre el animal y el hombre, pues
pertenecen a un mismo sistema vivo, y cualquier disimilitud lo explicará por las diferencias
genéticas y por las diferencias circunstanciales del ambiente local e inmediato a cualquiera que
fuese el ser vivo en estudio.
Muy por el contrario, a las ciencias sociales, correctamente definidas, no sólo le interesa la
explicación de los procesos de determinación epigenética de la sociedad –o del hombre, en
general y en abstracto–; pero también tiene como objetivo la explicación sociocinética de los
individuos transformados dentro de ella en personalidades, y en tal caso surge la exigencia de
explicar qué es lo que determina en esencia las diferencias entre ellos, y por lo tanto de la sociedad
respecto de los animales.
Nuestra respuesta frente a tales requerimientos es que no sólo la sociedad se diferencia de los
animales por haber llegado a tener un grado superior de información que simplemente no se
encuentra en ninguna especie animal, sino que, además, las diferencias entre los individuos son
más numerosas y de naturaleza diferente de las que existen entre los animales. Tales diferencias
no son pues sólo epigenéticas y ambientales, sino básicamente sociales; puesto que cada
individuo humano incorpora tal cantidad de información social, y la configura de maneras tan
diferentes, que no es posible encontrar dos personas que se parezcan en lo esencial, esto es, por
su conciencia. Y si la reestructuración del individuo depende de su actividad consciente, más razón
tendremos en afirmar que las diferencias individuales, incluyendo las corporales, todas dependen
de la cantidad y calidad de información social activa en el neocórtex cerebral, y de su propia
configuración en el cerebro de cada persona.
En lo que sigue, resumiremos los conceptos principales que se fundan en la hipótesis de que
todo hombre es una personalidad (Ortiz, 1994, 1997), pues quienes están al servicio de otras
personas tendrán que usar los conocimientos de una psicobiología social –que incluye a toda la
teoría biopsicológica natural– para explicar la estructura de la actividad interna de los hombres
concretos, y no sólo del hombre en abstracto. Sobre la base de este modelo, es posible elaborar
una explicación algo más coherente acerca de los procesos psíquicos, neurales, metabólicos y
celulares que subyacen a la actividad personal en su conjunto, es decir, a la actividad de un
individuo socialmente estructurado.
Dentro de este enfoque, el sistema de la personalidad es la integridad del individuo humano
estructurado epigenéticamente a partir de la información genética y sociocinéticamente a base de
la información social que se ha logrado transcribir en su conciencia. Como expresión de la
evolución del sistema vivo y de la historia de la sociedad, cada personalidad puede analizarse en
términos de 1) sus niveles de organización, 2) su estructura, 3) su actividad, 4) sus procesos de
determinación, 5) sus procesos formativos, 6) sus estrategias de actuación, 7) sus rasgos,
capacidades y atributos.
Los niveles de organización están determinados por la clase de información codificada en
sendos sistemas de memoria de sus distintos componentes. En tal sentido, una primera
aproximación nos permite colegir que el sistema de la personalidad está organizado en cinco
niveles, o en otros términos, que el individuo social tiene cinco niveles de organización
determinados por las cinco clases de información que aparecieron en el curso de la evolución del
sistema vivo (Ortiz, ob. cit.). Por lo tanto, cada personalidad es al mismo tiempo:
1. Un individuo personal: El individuo es una persona cuando la vemos como la estructura
de una actividad personal, o la actividad de una estructura personal. Su modelo de
desarrollo es la información psíquica consciente (de base social) almacenada en el
neocórtex cerebral. Este nivel superior de organización corresponde al sistema de la
conciencia, que comprende tres subsistemas: afectivo-emotivo, cognitvo-productivo y
conativo-volitivo, los cuales se integran en los planos de la percepción, la imaginación, el
pensamiento y la actuación de la actividad personal. Además, son la base de desarrollo de
los componentes estructurales de la personalidad: el temperamento, el intelecto y el
carácter.
2. Un individuo humano: En este nivel la personalidad aparece como un psiquismo en el
mismo nivel de los primates, cuya organización tiene como modelo la información psíquica
inconsciente almacenada en el alocórtex cerebral. Este nivel de organización no
consciente comprende únicamente dos componentes: uno afectivo-emotivo y otro
cognitivo-ejecutivo, que se integran en la actividad psíquica emotivo-ejecutiva de
anticipación. Este es el nivel superior de organización del niño recién nacido. En el adulto,
toda esta actividad inconsciente queda reestructurada por la de nivel consciente y
subsumida dentro de ella. Como todo animal superior, el recién nacido en tanto individuo
humano, tendrá sólo dos componentes: temperamento e intelecto de naturaleza no
consciente, los que más tarde quedarán incluidos dentro de los componentes de base
consciente de la personalidad.
3. Un individuo orgánico: La persona es un organismo cuando se incluyen los niveles
superiores de actividad en la unidad del cuerpo. En tal caso se toma en cuenta sólo sus
sistemas organofuncionales cuyas formas de actividad son estructuradas a base de la
información neural que se procesa en las formaciones subcorticales, nucleares y
reticulares del tronco encefálico y la médula espinal. En el nivel del organismo se
diferencian dos componentes: 1) visceral (los sistemas digestivo, respiratorio, circulatorio,
urinario, genital, que corresponden a la actividad intraindividual) y 2) somático (los
sistemas osteoarticular, muscular, cutáneo, de los órganos de los sentidos, que
corresponden a la actividad extraindividual), ambos integrados por medio de las redes
neurales de los sistemas autonómico y somático, cada uno de los cuales están formados
por vías sensoriales (aferentes y eferentes) y motoras (también eferentes y aferentes)
4. Un individuo tisular: La persona es también un conjunto de tejidos corporales cuya
actividad se organiza sobre la base de la información metabólica codificada en moléculas
mensajeras de la matriz intercelular. Comprende las formas de actividad metabólica de
todos los tejidos corporales, integradas a través de los sistemas intersticial, linfático,
sanguíneo, regulados por los sistemas endocrino e inmunitario
5. Un individuo celular: La persona es también un cuerpo conformado por un conjunto de
células, cada una de las cuales se organiza a base de la información genética codificada
en el ADN de los respectivos genes del núcleo, que a su vez expresan cinéticamente la
información de los niveles superiores (descritos).
En el Cuadro 5.1 se muestra una síntesis de estos niveles de organización de la persona. A
estos niveles internos de la persona debe añadirse ”por debajo” el nivel fisicoquímico que nos
coloca al mismo nivel de la materia inerte, y ”por encima” el nivel social, que corresponde al nivel
supraestructural de la sociedad humana (Ortiz, 1994, 1997).
Se puede asegurar, entonces, que si bien los hombres nacen como individuos humanos, en el
nivel de organización de los primates, prácticamente desde el primer instante en que dejan el
vientre materno empiezan el largo proceso de su formación como individuos sociales, a partir de su
actividad psíquica inconsciente y a base de la información social que incorporan. De este modo se
produce la estructuración sociocinética del neocórtex cerebral, del resto del sistema nervioso, los
sistemas orgánicos, los tejidos y las células de todo el individuo. Y por medio de procesos
epigenéticos y sociocinéticos, cada individuo es transformado en soporte activo de la sociedad,
esto es, en una personalidad (Ortiz, 1994, 1997).

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