Está en la página 1de 6

LA PERSONALIDAD DE JESUS

INTRODUCCION
Para comprender el mensaje de Jesús, no basta conocer lo que él dijo e hizo, es
necesario saber también quien fue Jesús de Nazareth, es decir, conocer su
personalidad, sus actitudes fundamentales.
De Jesús se tiene la imagen que mejor encaja con las inclinaciones o con la
propia forma de ver la vida. Hay quien se lo imagina como un ser solo divino; otros
como un revolucionario socio-político que pretendió luchar contra la dominación
romana en palestina.
Entre estos dos extremos, existen otras muchas formas de presentar la persona
de Jesús. Esta variedad de imágenes nos dice que la figura de Jesús, por su
extraordinaria riqueza, se presenta a toda clase de representaciones. De ahí la
necesidad de estudiar a fondo quien y cómo fue Jesús de Nazareth.
1.- JESUS, HOMBRE LIBRE
Una lectura imparcial el evangelio nos proporciona una imagen de Jesús como
hombre soberanamente libre. No existe para él realidad alguna que le condicione
en su tarea o que le haga declinar de los compromisos que se derivan de su
proyecto de vida (Mc 8, 32-23: Jn 6,15). Jesús sabe lo que quiere y a donde va: se
tiene que ocupar de las cosas de su Padre (Lc 2, 49); ante esta llamada no cederá
a ningún alago (Mt 4, 1-11), aunque la debilidad del hombre haga aparición en los
momentos difíciles. (Mc 14, 32 36).
Esta lucidez en el proyecto de vida lo mantiene siempre a distancia de toda clase
de personas, instituciones y circunstancias. Toda la realidad queda relativizada en
su vida frente a lo que él llama su alimento: la voluntad y el designio de su Padre
(Jn 4, 34; 5, 30; 6,38). Pero veamos más en concreto esta independencia de
Jesús en sus relaciones que inevitablemente tuvo que mantener con los hombres
e instituciones de su pueblo.
A) Frente a los grupos religiosos
Jesús se encuentra una sociedad religiosamente estructurada en grupos de
influencia: saduceos, escribas, fariseos, zelotas. A ninguno de ellos de adhiere. Él
no es conocido más que por las referencias familiares, como cualquier hombre
normal del pueblo (Mc 6, 1-4; Mt 13, 53-58). Ante los grupos se mantiene a
distancia y con una actitud abiertamente critica, especialmente contra los fariseos.
Los fariseos son el grupo de mayor influencia en la sociedad judía. Todos le
temen, pueblo (Jn 9,22) e incluso dirigentes (Jn 12, 42). Jesús, en cambio, se
enfrenta a ellos con toda energía. Rechaza la justicia que ellos defienden, y que
es fuente de su prestigio y poder, por ser superficial y externa (Mc 7, 18-23), y los
acusa de hacerla compatible con la mayor injusticia (Mc 7, 9-13); Mt 23, 13 Y ss).
Los fariseos para Jesús son unos hipócritas (Mt 23,15) limpios por fuera para ser
vistos (Mt 23, 5) Y descuidado lo más importante: la justicia, la misericordia, la
lealtad (Mt 23, 23)
B) Frente a la autoridad civil
Ante la autoridad civil se mantiene igualmente libre e independiente. Es verdad
que proponga dar al César lo que le corresponde (Mt 22, 21) pero lo hace
manteniendo al hombre libre de toda sumisión. A Dios hay que darle también lo
que es suyo, y Dios es el único Señor (Mt 23, 8-10) a quien hay que obedecer
radicalmente. Para Jesús nada ni nadie está por encima del hombre. A todos los
considera iguales. El así lo siente y no tiene por qué ocultarse para expresar su
crítica a la autoridad (Lc 13, 32).
Jesús que es Señor y Maestro, adopta esta postura ante los suyos, dándoles un
ejemplo que ellos han de continuar en el tiempo (Jn 13, 13-17) y es proclamado
rey, cuando todos los indicios hablan de lo contrario (In 19, 19; cf. 6, 15).
C) Frente al sistema religioso
La actitud de libertad que se observa en el comportamiento de Jesús adquiere un
relieve especialmente significativo en el terreno de la vida religiosa. El hecho de
haber nacido y haber sido educado en la religión judía no determina para nada su
modo de proceder. Jesús no aparece ante sus contemporáneos como un piadoso
judío, un hassid. Todo lo contrario. No hay tradición, institución o ley a la que Él se
someta incondicionalmente. Su talento es el de un Renovador que pone en
revisión todo el sistema religioso vigente. Su vino nuevo no puede echarse en los
odres del pasado (Mt 9, 17). Con él se inicia una nueva etapa, la de la presencia
definitiva de Dios (Lc 11, 20).
D) Jesús frente a la Ley
En la época de Jesús, la Leyes la que organiza y mantiene toda la vida de la
sociedad judía. Es un valor absoluto que no se puede discutir. Ser piadoso
consiste en aceptar con fidelidad todas sus exigencias, aún en los más mínimos
detalles.
Jesús rompe con esa creencia secular judía sin hacer grandes declaraciones
sobre el particular. Actúa seguro de sí mismo apoyado en profundas convicciones
que avalan su comportamiento. El enfrentamiento de Jesús con la Ley no es el
resultado de una arbitraria rebeldía, sino fruto de una comprensión radical de su
significado.
La autoridad de Moisés que respalda el valor de toda la Ley (Jn 1,17; 5,45) queda
relativizada y suplantada por la de Jesús. A lo que aquel dijo, como portavoz de
Dios, Jesús ahora propone como alternativa su sola palabra “Os han enseñado
que se mandó a los antiguos…Pues yo os digo” (Mt 5,21-45). En la fuerza de esta
palabra se invalida la Ley; en Jesús alcanza su plenitud. Los suyos no podrían
contentarse ya con la justicia de los escribas y fariseos (Mt 5.20).
La alternativa que pone Jesús a la justicia que brota de la Ley no es un conjunto
perfecto de nuevas normas y preceptos. Jesús propaga el nacimiento de un
hombre nuevo (Jn 3.3) que viva en el espíritu del amor (In 13,34; cf. Mc 12, 29
ss.) que es la expresión de la máxima libertad. Jesús ante los suyos no define
comportamientos concretos que hay que repetir. Propone un horizonte máximo, el
del amor de Dios que no discrimina (Mt 5,45) Y el suyo propio (Jn 13, 34), que es
expresión del amor del Padre (Jn 3,16). Nuestra tara es llenar ese espacio
impulsados por la generosidad que nace del Espíritu.
E) Jesús frente al Culto
El culto, expresión de la relación del hombre con Dios, jugaba un papel importante
en el sistema religioso judío. Fue, en tiempo de la restauración de Israel, después
de destierro, uno de los pilares para reestablecer su espíritu de nación escogida.
La riqueza y esplendor era grande. Todas las gestas del Señor se evocaban y
actualizaban en El, y el pueblo recordaba los compromisos para con su Dios. Era
también un absoluto en la vida de los judíos.
Jesús también lo relativiza y se muestra libre frente a la tradición cultural de sus
contemporáneos. En sus gestos y palabras hace una crítica de la tradición cultural:

 Expulsa del templo a los que se sirven del culto para el negocio y la
mercantilización (In 2, 13 ss.)
 Rechaza la ritualizacion del culto en formulas y practicas estereotipadas
que no responde a un corazón sincero (Mt 7, 21).
 Relativiza todos los sacrificios culturales que no sean expresión de un
corazón inclinado a la misericordia y al perdón (Mt 9, 13; 12,7).
 Establece, como único culto verdadero, la práctica de una vida inspirada
en el amor (Mt 5, 23; Mc 12, 33).
Al ofrecer Jesús esta visión secularizada del culto, transforma la concepción
habitual del templo como lugar de encuentro con Dios. Para los samaritanos ese
lugar estaba en el monte Garizín; para los judíos, en Jerusalén, para Jesús, en
cambio, el hombre sirve a Dios “en espíritu y en verdad” (Jn 4, 21 ss).
El templo será destruido. En su lugar, el cuerpo de Jesús resucitado será el lugar
donde reside la gloria de Dios, el “sancta sanctorum” del universo (Jn 2, 21-22). En
él establecemos la comunicación con Dios y de él recibiremos ese amor que
responde al suyo (Jn 1, 16) y que constituye la esencia del verdadero culto.
2.-JESUS UN HOMBRE PARA LOS DEMAS
El servicio es un eje existencial en la vida de Jesús. El mismo dice que “no ha
venido para que le sirvan, sino para servir” (Mc 10,45). Toda su vida la consagra a
los demás. Su forma de vivir, sin tener donde reclinar la cabeza (Mt 8,20), da
testimonio de su total disponibilidad a la tarea de anunciar la Buena Nueva a los
hombres (Mt 4, 23: 9, 35; Mc 1,14).
El éxito de su trabajo no lo acepta como forma de vida ni como instrumento para
hacer prosperar su causa (Jn 6,15). Le quieren hacer rey y lo rechaza (Jn 6,15). El
viene a llamar a los hombres a un servicio (Mt 25, 14-30; Lc 19, 12-27) que han
de aceptar libremente, sin ningún tipo de imposición. Para convencer de su
proyecto le basta con la autoridad de su testimonio, adoptando la forma de siervo.
(Jn 13, 4-6).
A) Cercano a los más necesitados
Dentro de esta vocación de servicio al hombre, Jesús manifiesta en su doctrina y
en su actividad una preferencia clara por los más necesitados. Las credenciales
que da a los emisarios de Juan Bautista que van a preguntarle si es él el que ha
de venir dan testimonio de ello:
“Id y contad a Juan lo que oís y veís: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos
quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres
la Buena Nueva” (Mt 11, 4-6).
De hecho, el ambiente que rodea a Jesús lo forma una variada gama de personas
que la sociedad judía tiene marginada:
Pecadores, publicanos, prostitutas (Mc 2, 16; Lc 15,1) y todas aquellas designadas
con el nombre de pequeños. En este grupo se encuentra el pueblo sencillo,
ignorante, minusvalorado, desconocedor de la Ley (Mc 9,42; Mt 10,42).
La gran mayoría de estas personas que acompañan a Jesús sufre una
marginación de origen religioso. La ignorancia de la Ley que les impide ponerla en
práctica (Jn 7,49). Y sus infracciones de la misma (Lc 3, 12) los hace objeto de
desprecio y condena. Son fuente de impureza para los fieles cumplidores de la
Ley (Lc 7,39).
Jesús se acerca a todos ellos en una actitud positiva y abierta:
 Come con ellos y les dice que son los invitados a las bodas del Reino (Mt 8,
10-11).
 Los acepta (Lc15, 1-2) y los defiende y protege enérgicamente del
escándalo que los pueda dañar (Mc 9, 42; Mt 18, 10-14).
 Los perdona, sin echarles en cara su pecado (Jn 8, 3-11).
 Pasa por alto si su condición de impuros le puede a él manchar (Lc 7,39;
Mc 5, 25-34).
 Los reconstruye en la esperanza ofreciéndoles la imagen de un Dios Padre
que los espera, los busca y se alegra con su vuelta a la casa. (Lc. 15, 4-
32).
Con esta actitud Jesús testimonia que la marginación no tiene fundamento en
Dios. Dios no discrimina. Es el amor ofrecido a todos y en todo momento
esperando que se acerquen a Él.
También los necesitados materialmente tienen en Jesús acogida. El, que trae el
amor en lugar de la ley (Jn 1, 17) y un Reino de fraternidad bajo un solo Padre (Mt
23, 9), da testimonio con sus gestos de su programa. La gente lo sabe y acude a
él esperando obtener su ayuda. (Mc. 1, 32-34).
No hace Jesús beneficencia con esta actitud. Está anticipando en su acción la
nueva sociedad que él propone y en la que han de trabajar los que le den su
adhesión. Por eso entre los suyos no cabe el servir a Dios y al dinero (Mt 6,24). La
comunidad ha de poner en común todo lo que tienen para dar de comer al pueblo
hambriento (Mt 14, 16-18). Es condición para seguirle el dejar todos los bienes
para poder compartirlos con los necesitados (Mc 10, 17-22).

3.- JESÚS, FIEL AL PADRE


Ahora vamos a descubrir la raíz de este modo de ser y de obra de Jesús: la
libertad y disponibilidad de Jesús emanan de sus relaciones con el Padre, se
basan en su profunda conciencia de Hijo de Dios.
En efecto, la relación con Dios Jesús la expresa a través de la palabra Padre. Así
es como manifiesta su experiencia religiosa.
La palabra Padre aplicada a Dios se había utilizado ya en otras religiones
orientales y aparecía en la misma Biblia con anterioridad a Jesús (Sab 14,3). Pero
Jesús llama a Dios Padre de una manera tan distinta y personal que resulta una
verdadera peculiaridad y revelación en las relaciones entre los hombres y Dios.
El termino abba se usaba en el lenguaje judío para llamar al padre de una manera
familiar y cariñosa. Equivaldría a nuestro “papa”. Nadie se habría atrevido a
dirigirse de esta manera a Dios. Pero Jesús expresaba de este modo una
proximidad libertad, amistad y espontaneidad con Dios sin precedentes (Lc. 15).
Esta profunda relación entre Jesús y Dios, le permite tener una conciencia singular
de Hijo y de Enviado. El es el Enviado del Padre para manifestar el único y
verdadero rostro de Dios. Hasta tal punto que Jesús se considera una sola
realidad con Dios: “Yo y el Padre somos uno mismo” (Jn 10,30). “El que me ha
visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9), responde Jesús a la pregunta de Felipe:
“Muéstranos, Señor, al Padre”.
Jesús es, por consiguiente, el rostro humano de Dios. A través de su persona, de
su vida, de sus palabras y obras, el Padre habla, actúa y se hace presente. Por
eso la teología dice de Jesús que es el sacramento del Padre, el primer
sacramento.

También podría gustarte