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1. Todo hombre o mujer de buena voluntad busca el rostro del verdadero Dios, el Dios viviente, que da vida. Pero
la tarea no es fácil. Se trata de saber distinguir entre el Dios verdadero y los falsos dioses, en cuyo nombre
multitud de idólatras dan muerte al hombre. Este es el problema que todos enfrentamos: ¿cuál es el Dios de
Jesús, Dios de vida?; ¿cuáles son las falsas divinidades, en cuyo nombre se da muerte? Jesús no solamente
predicó al Dios verdadero. También combatió y desenmascaró toda imagen falsa de Dios. Quizás nosotros
muchas veces nos fijamos sólo en la primera parte, sin prestar atención a la segunda. Con lo que corremos el
riesgo de intentar apoyarnos también nosotros en falsas divinidades. Al Dios verdadero se le conoce también
por contraste con las falsas divinidades.
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José Luis CARAVIAS; Jesús desenmascara las falsas divinidades 2
10. Jesús, su Dios y su Reino, son signos de contradicción. En nombre de Dios, Padre bueno de todos, Jesús pide a
cada uno salir de los suyos, de sus seguridades, de su "religión", para acercarse a los despreciados de la
sociedad. Y este proceso es en sí sumamente conflictivo, pues muchos no están dispuestos a aceptarlo. Por ello
Jesús se convierte en centro de polémica: mientras unos ven en él a un hombre de bien, otros dicen que
engaña al pueblo (Jn 7,12-13); unos lo miran como enviado de Dios, mientras otros juzgan que está loco y
poseído del demonio (Jn 10,19-21). Ya había dicho de él el viejo Simeón: "Mira: éste está puesto para que todos
en Israel caigan o se levanten; será una bandera discutida... Así los hombres mostrarán claramente lo que
sienten en sus corazones" (Lc 2,34-35).
11. Ante Jesús no se puede ser neutral; hay que decidirse. El provoca división (Lc 12,51-53). "El que no está
conmigo, está contra mí" (Mt 12,30). Por eso unos están pendientes de sus labios y otros buscan cómo quitarlo
de en medio. La actitud que cada uno toma ante Jesús se convierte en su propio juicio. Para unos Jesús es
la "piedra viva" (1 Pe 2,4), "la piedra angular" (Ef 2,20), sobre la que construir su vida; para otros es "piedra de
obstáculo" (Rm 9,33), sobre la que "se estrellarán... y se harán pedazos" (Lc 20,18). Jesús es "señal de
contradicción" desde el pesebre a la cruz.
12. Ciertamente, cuando leemos los Evangelios liberados de la imagen prefabricada del "dulce Jesús de Nazaret",
nos encontramos a cada paso con un conflicto consciente y voluntario entre grupos perfectamente
determinados, conflicto que, lejos de disminuir, lleva al asesinato jurídico de Jesús.
13. La división radical que produce el mero anuncio de la proximidad del Reino, en cuanto a algo que hará felices a
los pobres y desgraciados a los ricos, destruye por su base la más o menos habitual convivencia pacífica entre
ellos. Jesús agudiza los principales conflictos latentes en la sociedad de Israel. De tal modo, que quienes no
estaban de acuerdo con el grupo protegido por Jesús se sentían tan amenazados como para programar
asesinarlo.
14. Jesús se colocó en la línea más pura del profetismo de Israel. Es un hecho que el pueblo reconoció en él rasgos
de los profetas antiguos, especialmente de Elías (Mc 8,28; Lc 9,19) y de Jeremías (Mt 16,14). Y Jesús era
consciente de que el profetismo entra siempre en conflicto con el poder establecido, y por ello el poder le
responde con la violencia provocando la muerte del profeta (Mt 23,29-35; Lc 6,22-23).
15. Ciertamente las autoridades religioso-políticas del judaísmo se sintieron amenazadas por Jesús. Creyeron que él
lesionaba sus intereses. De ahí procedió la envidia y el miedo primero, luego la calumnia, el complot y el
apresamiento, más tarde la sentencia y, por último, la tentativa, coronada por el éxito, de poner públicamente
al procurador romano Pilato en una situación sin salida si no accedía a sus intentos de ajusticiar a Jesús.