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Capítulo XI

EL ALCANCE DE LA MORALIDAD DE LOS ACTOS HUMANOS

Llega hasta donde llega la libertad. Los actos humanos son los realizados consciente y
voluntariamente.

1. El sentido de los actos indiferentes


Como actos humanos, los actos concretos y singulares de la persona son siempre Morales,
es decir, buenos o malos.

Es posible hablar de actos que, considerados en abstracto, son indiferentes: Actos que no
son ni buenos ni malos (por ejemplo, leer, cantar, etc.)

El objeto moral es el propósito de la voluntad que elige una acción para alcanzar Un fin
determinado y, en consecuencia, implica siempre una connotación moral, buena o mala. Es
necesario que la voluntad quiera ordenar esos actos a un fin bueno.

2. La moralidad del acto exterior


La valoración de la moralidad de los actos exige tener en cuenta el interior del corazón. Es
ahí donde la persona se decide por el bien o por el mal.

La bondad o malicia de la acción realizada se decide en el acto interno de la voluntad. El


acto exterior es solo la consecuencia.

Se puede decir que hay siempre una proporción entre el querer interior y la conducta
externa.

3. La moralidad de los efectos o consecuencias de los actos


Los principios que se aplican para determinar la responsabilidad moral:

a) La persona es responsable de los efectos negativos, aún no previstos, que se siguen de


una acción que hubiera podido y debido evitar.
b) La persona es responsable de los efectos negativos, aun no previsto, que se siguen de
una acción mala.

c) No hay responsabilidad sobre los efectos negativos no previstos que se siguen a realizar
una acción buena.

d) No hay responsabilidad sobre los efectos negativos previstos que se siguen de realizar
una acción buena.

4. Las acciones de doble efecto


Cuando una persona realiza una acción, la realiza siempre con un fin. El problema surge
cuando de la acción que se pone para alcanzar el fin de derivan, junto a las consecuencias
buenas o elegido y deseadas, otras malas y en modo alguno deseadas.

Es moralmente lícito realizar una acción de la que se siguen efectos buenos y malos
siempre que se den juntas estas condiciones: a) la acción es en sí misma buena o, al
menos, indiferente; b) el efecto bueno se sigue primero que el malo (no es consecuencia
del malo); c) se requiere solo el efecto bueno (el Malo se tolera); d) hay una causa justificada
para realizar la acción de qué se trata.

a) la acción es buena en sí misma o, al menos, indiferente. "No se puede hacer el mal para
conseguir el bien".

b) el efecto bueno se sigue primero el malo (no es consecuencia del malo). "El fin no justifica
los medios".

c) solo se requiere el efecto bueno (e malo se tolera). El que obra Busca actuar
correctamente. Obra moralmente bien el que, por cumplir con su deber, por ejemplo, el
profesional de la medicina, corre el riesgo de perjudicar su salud, con tal de que adopte los
medios adecuados para impedirlo.

d) hay una causa justificada para realizar la acción de qué se trata. La causa deberá ser
tanto más grave:
- cuanto más probable es el peligro de que se produzca el efecto malo.
- cuanto mayor sea el daño con efecto malo tolerado.
- cuanto más inmediatamente se sigue el daño o el efecto malo.
- cuanto mayor sea el nivel de impedirlo.

5. La responsabilidad del obrar moral personal


La persona " no puede encontrar su realización solo en sí misma, es decir, prescindir de su
ser "con" y "para" los demás". El bien propio está ligado al esfuerzo para alcanzar el bien
de los demás.

La revelación descubre además que el designio de Dios es que las obras realizadas por las
personas singulares contribuyan, por la comunión de los santos, a la salvación de todos.

Cualquier actividad que el hombre realiza, incluso la más íntima, lo trasciende. El bien
personal (el "bien particular") y el bien social (el "bien común"). Ambos se requieren
mutuamente. El bien social es, el resultado de la plenitud humana de todos y cada uno de
los miembros de la sociedad. El "bien común" solo lo es si sirve al logro de los fines últimos
de la persona.

Es la misma ley natural, universal y permanente (el designio divino creador), la que impide
la confrontación entre el bien común y el bien de la persona.

El esfuerzo ha de dirigirse no solo a evitar el mal sino sobre todo a facilitar la realización del
bien del bien. Solo los actos vivificados por la caridad pueden ayudar a la salvación y a la
edificación del Reino de Dios.

Se requiere, por tanto, que los actos realizados por la persona sean buenos no solo desde
el punto de vista técnico, científico, etc., sino también desde el punto de vista moral. El
pecado es siempre de las personas singulares.

Cada persona, consciente de que el bien de todos y cada uno es responsabilidad de todos,
debe esforzarse en hacer de su existencia una expresión de la virtud de la solidaridad, es
decir, debe adoptar "la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien
común".
La entrega al bien del prójimo exige la permanente conversión interior del corazón:
- conversión, porque es constante el peligro de adaptarse de la verdad y del bien.
- permanente, porque la libertad no se ejercita con una sola decisión.
- del corazón, porque solo así la persona es dueña de sí misma.

" Sin la ayuda de la gracia, los hombres no sabrían " acertar con el sendero a veces estrecho
de la mezquindad que se vean mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo,
lo agrava".

6. El mérito de las obras buenas


El término "mérito" designa en general la retribución debida. Aquí nos referimos a las obras
buenas y, además, a la retribución de cómo " recompensa" ha dispuesto otorgar Dios. Dios
ha dispuesto libremente asociar al hombre a la obra de su gracia.

La retribución otorgada por Dios a las obras buenas del hombre es, en consecuencia, de la
bondad infinita de Dios. El mérito es la recompensa a la cooperación del hombre con acción
de Dios.

La sagrada escritura habla de la retribución prometida por Dios a las buenas obras.
Hablando en unos casos de que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, en otros,
diciendo que la recompensa será según la calidad de las obras.

Según el Catecismo de la Iglesia, nadie puede merecer la gracia primera, en el inicio de la


conversión, del perdón y de la justificación.

La retribución prometida por Dios se refiere a las obras buenas-


- debe ser un acto bueno. Por el objeto, el fin y las circunstancias, el acto ha de ser
"ordenable" y "ordenado" a Dios.
- tiene que ser realizado en estado "de vía", es decir, durante la etapa terrena de la vida de
la persona.
- debe estar informado por la caridad. " la Caridad de Cristo es en nosotros la fuente de
todos nuestros méritos ante Dios". " Dios mide el valor de nuestras obras con el metro de
la caridad".

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