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A VECES LLEGAN CARTAS, CON SABOR AMARGO, LLENAS DE FALACIAS

“Las cartas son el alma del corazón.” J. Howell

Cuando este caminante inglés, caballero y poliglota del siglo XVII dejó para la historia el “Lexicon
Tetraglotton”, jamás pensó que de este primer diccionario de refranes en cuatro idiomas se
tomaría el proverbio sobre las cartas para ilustrar un texto centrado en el análisis del “alma del
corazón” de una misiva enviada por veintitrés padres de familia a una institución educativa de
Medellín. Una epístola cargada de inconformidad pero con el propósito perverso y expreso de
“solicitar comedidamente” la exclusión inmediata de dos niñas por el hecho de ser hijas de padres
acusados de ser “una mancha en la blancura de los ideales” de quienes firman la inusual petición.
¿Cómo es posible que un grupo de padres de una institución cuyo fin es la formación integral de
las personas a su cargo-incluidos sus propios hijos- realice prácticas de desinstitucionalización
democrática basado en los intocables fundamentos de “sus” valores aquí asumidos como un
vulgar catecismo de ética absoluta en el que “El Bien Moral” (lo que “mi” comunidad manda) es
per se determinante, impoluto, único, excluyente y exclusivo de una congregación de pioneros
cuya pureza divina se encarnó en estos “mensajeros de la limpieza de sangre” ?
Es posible errar ante la paradoja que los mismos firmantes de la misiva tejen con la seguridad de
un fanatismo cuya máscara llama a la hipocresía auténtica de ser protectores de “las buenas
costumbres” cual ruana y collar de arepas para una estirpe que se ahoga en sus santas fechorías.
Dicen de sí, ser defensores del “orgullo paisa” y puntuales practicantes asiduos del siniestro
mandamiento inscrito y heredado del criollo hispano, que a la letra predica que “Quien peca y
reza, empata”. Y lo creen hasta alucinarlo como marca de origen de su complejo de superioridad.
Para empezar a desmenuzar algunas pistas halladas en la lectura de los nueve párrafos de
marras, debe decirse que empieza como un memorándum de jefe a empleados: Se supone que
una junta directiva tiene un presidente. Se omite; en una carta existe la cortesía del saludo. Se
omite; se llega de una, al asunto, no como materia del mensaje sino como gestión, transacción
comercial de cliente exigente a la gerencia de la Institución; se reafirma la inconformidad con el
producto defectuoso (La familia Quintero Osorio) exigiendo la garantía de una inadmisión como
arrojando un “¡Ni se les ocurra!”, gritando de horror entre líneas. Se siente.
En los siguientes tres párrafos, en su orden: advierten, manifiestan y suscriben: Usan una lógica
en la que priman el afán de “clandestinidad formal”, (& 1); se asumen adalides del sentir de
supuestos y abundantes correligionarios antioqueños cortados con las mismas tijeras (& 2) y
terminan con una declaración de identidad cultural única e irrevocable cuyo marco contiene la
foto mural donde están todos los que fueron, los que hoy son y los futuros -aun en borrosas
ecografías- vástagos herederos de esta supuesta eterna e inextinguible prosapia.(&3)
Eso de advertir que lo que dicen no lleva intención de nada y que debe omitirse el debate
público configura un cálculo previsto que comprueba su conocimiento de las consecuencias
mientras buscan en el destinatario un cómplice de su acción. Pero es explícita su intención de
lograr la inadmisión y la de evadir a escondidas, a puerta cerrada su “sana” queja al punto de
querer que el hecho ocurra en confidente silencio o sepultado entre la infinitud de ruidos
exógenos cual metrópoli industrial en pleno apogeo; un “aquí entre nos” -como comadres
chismosas- pero muy allá de las penumbras que ocultan la instigación de un delito grave. Porque
actúan de modo directo como determinadores de un episodio de discriminación abierta contra el
derecho a la educación de la infancia y atentando el derecho a la libertad de elegir dónde, cómo y
cuándo los padres llevan sus hijos a estudiar.
Aquello de “aclarar” que no se trata de política, ni de partidos, ni de apoyo a presidenciables es
una mentira más grande que un mega-Peñol. Las intenciones aquí son explicaciones no pedidas y
por tanto se convierten en acusaciones manifiestas. Y el ¡tapen, tapen!, un hábito de tirar la piedra
y esconder la mano y el rostro. Porque “…en la empresa del poder, el amor y el conocimiento son
dos pésimos compañeros.” (E. Zuleta, 2018). En esta “alma del corazón” de estos carteristas está
cocido con odio estallado, ignorancia sabida y cruces ardientes “kukluklanescas” en su- la de ellos-
tierra de la eterna calavera.
El manifestar que “su sentir” revela “el sentir de muchos”, por fundar una casta en la que casi
todos sus miembros gozan del aval consanguíneo del tatarabuelo criollo realista o del señorial
poblador- y uno que otro- adquirido en tiempos colonización republicana de la Gran Antioquia, o
del neo-despojador terragricultor narco paraco, remarca el tinte de una falacia Ad Populum. Casi
que la ética del crimen llega como un bien primordial que viene listo en los genes del nuevo clan.
Es decir, consideran que su postura autómata se valida porque la mayoría piensa así; homologan
cual código de barras un principio del Estado de Opinión que les otorga “legalidad” porque tanta
gente que piensa lo mismo, nunca jamás puede equivocarse. Y, de carambola, reafirman la tiranía
de las mayorías. De modo que el deseo de exclusión solicitada tiene los números a su favor y debe
cumplirse sí o sí. Lo que se hereda no se roba. Pero eso es distinto a una tradición enfermiza y
tóxica que no representa jamás a la antioqueñidad palpitante que con estas formas nunca
validará. Porque se sabe que soplan ya huracanes de cambio.
El problema de estos padres se ahonda cuando incluso, llegan al paroxismo de un nuevo
contrato social en el que invierten la jerarquía jurídica al describir desde su punto de vista que la
sociedad ideal se genera en una “activa interrelación” del orden “Empresa-Institución Educativa-
Estado”: Primero los dueños del capital,- no del Saber ni de Eros; luego las instituciones de
adoctrinamiento a sus intereses-su familia, la academia militar o la Sergio- (No la Deutsche Shule)
y luego el Estado de Opinión en sus cleptómanas manos. ¿Nuevo estatuto de la soberanía del s.
XXI sin ciudadanos? ¿O solo la constituida por la totalidad de habitantes vestidos de camisas
negras y adorando esvásticas previa prueba en el Icfes Laureanista?
Tiene este grupo de peticionarios todo el derecho de perfumar la vida de la gente con el olor a
santidad pagana cuyo aroma proviene de las flores de sus campos de azul honestidad, pálida
honradez, transparencia de smog, y abonadas con el respeto inculto y el esfuerzo fácil de
censurar porque sí. De modo que su sentir, pensar y actuar recorre sus vidas como una línea recta
de principio a fin en el que sus concepciones, valoraciones e ideales obedecen más a una logia del
Opus Dei ateo que a un incierto y trágico devenir del vivir y el convivir en nuestro tiempo y estadía
en este proceso vital en el que cada sociedad debe crear sus leyes en consenso para aspirar a
reconocer y respetar la alteridad, con la sabia regla de cero discriminación contra cualquiera de
nosotros, ciudadanos en ciernes de un proyecto de nación grande y solidaria..
También hablan de “alineación” a unos principios certificados por “su“ historia que los
“mantiene firmes” en haber tomado la decisión de hacer copartícipe al Colegio en la “formación”
de sus hijos. Esa “alineación” rememora la célebre marcha en la película de “El Muro” de Pink
Floyd (1979) de estudiantes disímiles que van en “formación” militar y “firmes” hacia el destino
final de ser por obligación hombres-salchichas idénticas entre sí. Es la metáfora de la
homogeneidad idealizada por las doctrinas de la perfección humana basadas en el premio/castigo
para los nuevos sumisos del esclavismo universal de la economía global.
Pero sin querer queriendo, estos padres inconformes, molestos e incómodos validan el sistema
de selección de las familias y reconocen “los réditos” a su favor de la previa escogencia hecha a sus
familias, pues sus apellidos benefician al Colegio. Su presencia, a través de los suyos admitidos,
permite que la Institución se cualifique Non Plus Ultra, pues se “hace grande el que los niños sean
buenos como producto de lo buenos que deben ser los principios profesados y practicados por las
familias a las que pertenecen” sus hijos. Casi que su aceptación en la Institución solo debe cumplir
la función de inyectarles “el curriculum académico” cual suero intelectualoide de competencias
tecnocráticas que completarán la hazaña de una graduación en una gendarmería ideológica y
perfeccionante para el Mercado Amo. Si fuesen al seminario, seguro saldrían graduados de beatos
en plan de canonización express vía simonías al contado.
¿Cómo es posible que se sientan sorprendidos(¿!) por la escogencia de dos niñas viviendo la
expectativa de socializar más allá del hogar y emocionadas de iniciar su educación preescolar? ¿Se
justifica el acto de lanzarlas en esta violencia simbólica por esta pandilla de adultos a punto de
concretar el concierto que discute (delinque) contra su ingreso a esta Institución? ¿Acaso
desconocían la filosofía y principios del Colegio Alemán basados “en la formación del pensamiento
crítico, el pluralismo, el respeto por la diferencia y la democracia”? Aun si lo ignorasen por la prisa
con que a veces firman el Manual de Convivencia - algo así como la tabla en mármol pulido de sus
propios mandamientos civiles que por ósmosis digieren- sin saber ni darse cuenta que este Colegio
tiene “un carácter no confesional y apolítico” que reconoce “el derecho fundamental a la
educación de niños y jóvenes”.
Pero, que además se tomen el papel de inquisidores de báculo, casulla y anillo pontificio y
ataquen, descalifiquen, deshonren y destruyan sin prueba alguna el buen nombre de un
ciudadano y su familia es perverso, indigno y amerita una denuncia ante un juez de la república.
Tal vez manifiestan una hipotética (¿!) susceptibilidad psicótica en su afán de hallarse delirantes
en un mundo bidimensional de pisos blancos, cielos azules y subsuelo infernalmente listo para
sepultar almas de corazón diferente a la pureza absoluta del espíritu irrespetuoso, salido de tono y
cuestionable a la luz de nuestro Estado de Derecho.
Quizás se está cumpliendo la premonición de J. Robledo Ortíz en la que agradece el hecho de
saber que ha sido una bendición el que “Siquiera se murieron los abuelos”; que la generación
actual de paisas de este corte parece que desconoce que hubo quienes vivieron en esta
topografía de estegosaurios … “Sin ver los cascos sobre los jazmines/ Sin ver cómo afemina la
molicie/ Sin sospechar del vergonzoso eclipse/… Una tierra en que el pan era sin llanto/ Y el
calor de hogar sin cicatrices/… Un pueblo de Patriarcas con poder en la voz, no en los fusiles/…
Pero sin sangre niña en los botines/.
Como Hombre, Padre y Maestro colombiano ofrezco mi solidaridad con el Colegio Alemán y la
Familia Quintero Osorio. Y pido a mis colegas se sumen a este acto de consideración y respeto.
CARLOS HUMBERTO ECHEVERRY G., cc 16600818 de Cali. Mayo 27 de 2022

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